LA MALDICIÓN DE LA LLORONA EL ORIGEN DEL MITO POPULAR MEXICANO
“¡Ay, mis hijos! ¿Adónde iréis? ¿Adónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino, hijos míos? ¡Estáis a punto de perderos!…”, eran los lamentos de Cihuacóatl que, según las crónicas indígenas, los habitantes de Tenochtitlán comenzaron a escuchar durante varias noches cada vez que esta deidad emergía de las aguas del Lago de Texcoco para advertirles de un oscuro futuro. Cuando el emperador Moctezuma II fue avisado de estos hechos, proclive a las creencias proféticas, los interpretó como parte de los funestos presagios que anunciaban el principio del fin de su imperio. Y no se equivocaba: el pronóstico se cumplió tiempo después, en 1519, con la llegada de los españoles a México.
DEIDAD SERPIENTE RECOLECTORA DE ALMAS
“Cioacóatl, bestia salvaje. Era un mal augurio para los hombres, a quienes traía miseria. (…) Aparecía muchas veces como una señora compuesta con unos atavíos como se usan en Palacio; decían también que de noche voceaba y bramaba en el aire. (…) Los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos, y los cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la frente”. Así es como describe el cronista español fray Bernardino de Sahagún, en Historia General de las cosas de Nueva España, a la diosa Cihuacóatl, una de las primeras referencias míticas precolombinas del origen de la leyenda de La Llorona.
Según la mitología azteca, era un ser con la cabeza de mujer y el cuerpo de serpiente. Considerada causante de infortunios, era vista, narra , en (2016), texto que recoge la historia de diversos mitos del México prehispánico.
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