SIN LÍMITES
El encierro
Hay una relación estrecha entre encierro y salvación. Pensemos en los monjes, los artistas y en quienes, adelantándose a cualquier anuncio oficial, han decidido separarse del resto para no contagiarse con el nuevo virus. Los de San Ignacio de Loyola, por ejemplo, son vistos por Roland Barthes como una técnica para comunicar al ejercitante con Dios, no sólo mediante la fe, sino con ejercicios corporales durante los rezos. Barthes ve en ello una similitud entre los pasos que un escritor da para salir de su silencio –el uso de libretas para notas, estimulantes, otros textos, horarios, supersticiones con las plumas, las computadoras, el sitio para laborar– con lo que Loyola propone para ir construyendo, con itinerarios, dietas y posturas, una inédita comunicación con Dios. La respiración que se habita una tradición religiosa de oráculo; es decir, de preguntarle al destino cuál será su voluntad, y de esperar una respuesta. ¿No es eso lo que preguntamos cuando nos encerramos a estar con nosotros mismos? ¿Qué viene en la vida? En términos jesuitas, ¿cómo mi elección libre se une con lo dispuesto por la divinidad o, si uno no es religioso, con la fortuna?
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