SIN LÍMITES
CENSURA EL TRIBUNAL DE LOS LIBROS
n 1557, el médico Francisco de Peñaranda escondió once libros, protegidos con paja, entre las paredes de su casa de Barcarrota (Badajoz), porque trataban de materias peligrosas. Entre ellos había dos obras de Erasmo y un ejemplar de , muy críticas con los vicios y corrupciones del estamento eclesiástico, cuya posesión era peligrosa a los ojos de la Inquisición. Soplaban malos vientos para los libros en una Europa dividida por la confrontación entre católicos y protestantes, que halló en la imprenta un formidable aliado frente al adversario. Un siglo antes, la Iglesia había saludado la invención del libro impreso y ensalzado la tipografía como un “arte divina” capaz de dar al mundo incontables tesoros de sabiduría. Sin embargo, muy pronto se percató de los riesgos que entrañaba aquel portentoso y eficaz de Inocencio VIII obligaba a obtener el , o licencia eclesiástica, para imprimir libros.
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