BLONDE
E l beso
He estado viendo esta película durante toda mi vida, aunque nunca hasta el final.
Casi habría podido decir ¡Esta película es mi vida!
Su madre la llevó por primera vez al cine cuando ella tenía tres o cuatro años. Era su recuerdo más temprano.
¡Qué emocionante! Habían ido al Teatro Egipcio de Grauman, situado en Hollywood Boulevard. Aún faltaban años para que entendiera siquiera los rudimentos de una historia cinematográfica; sin embargo, se quedó fascinada por el movimiento, el incesante, ondulante, fluido movimiento en la gran pantalla que se alzaba ante ella. Aún era incapaz de pensar Este es el mismísimo universo sobre el cual se proyectan innumerables e indescriptibles formas de vida. Cuántas veces en su niñez y adolescencia perdidas volvería con añoranza a esta película, reconociéndola de inmediato a pesar de la diversidad de títulos y actores. Porque siempre aparecían la Bella Princesa y el Príncipe Encantado. Una sucesión de complicados acontecimientos los reunía, los separaba, los reunía otra vez y los separaba nuevamente hasta que, cuando la película se acercaba a su fin y la música subía de volumen, se fundían en un apasionado abrazo.
Aunque no siempre feliz. Era imposible predecirlo. Porque a veces uno de los dos aparecía arrodillado junto al lecho de muerte del otro y anunciaba el fin con un beso. Incluso si él (o ella) sobrevivía a su amado, uno sabía que su vida había perdido
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos