1 Abre tu mente a la posibilidad…
SEGURAMENTE YA SABES que está bien (y es algo sano) hablar de tus sentimientos. Pero ¿sabías que está bien –incluso en estás páginas deseamos motivarte a pagarle a alguien para que te escuche una vez a la semana (o dos, o tres)– para indagar por tu mente? Lo más probable es que no. Si los números sirven de indicadores, los hombres tienen la mitad de probabilidades que las mujeres al buscar ayuda para su salud mental. Y eso no aplica en exclusiva en ciertos países, sino alrededor del mundo, sin importar razas, etnias o edades. Somos escapistas emocionales por excelencia, verdaderos maestros para evitar la incomodidad interna. Algunos nos resguardamos en las drogas y el alcohol, buscando emociones a través de malos comportamientos, tratando de alejarnos del mundo. Pero la narrativa más común ignora unos cuantos detalles cruciales. Las investigaciones demuestran que los hombres quieren sanar, sí aceptamos ayuda, y sí compartimos nuestros miedos y dudas en momentos de oscuridad, solo que preferimos hacerlo en nuestros propios términos y aquí es donde todo se complica un poco, pues con frecuencia no sabemos cómo articular cuáles son dichas condiciones. Entonces, para todos aquellos escépticos de las terapias, renuentes e incrédulos, va este mensaje: únete a esta aventura para encontrar tu camino en un tour de 15 pasos y definir tu mejor opción terapéutica.
2 … Y NO SOLO CUANDO HAY UNA CRISIS
POR DREW MAGARY
NO SABÍA LO MUCHO que necesitaba ir a terapia hasta que fui. Pensé que estaba bien. Si les gritaba a mis hijos a la hora de la comida era porque no estaban siendo agradecidos por la comida que mi esposa y yo habíamos preparado para ellos. Si decía groserías en el carro después de haber pasado más tiempo del que tenía planeado en la fila para entrar a la oficina, entonces era culpa de la empresa y de los otros empleados. Y si azotaba el bowl de la pasta porque no cabía bien en el gabinete, el responsable era el terrible diseño del bowl. El mundo me odiaba en cada momento, cuando debía ser más compasivo con este hombre que había sufrido una catastrófica e inexplicable hemorragia cerebral que lo había dejado en coma por dos semanas, quitándole el sentido del oído derecho para siempre. Todos eran el problema, no yo.
En retrospectiva suena ridículo, y lo es. Pero en ese momento no escuchaba a mi mente. Lo único que podía oír eran quejas que en realidad solo eran excusas ingeniosamente acomodadas. También creía que si tenía problemas de salud mental, yo, un hombre con daño cerebral diagnosticado, sería capaz de reconocer y solucionar esas preocupaciones por cuenta propia. Es la actitud más