Nuestra historia recoge multitud de mitos y leyendas relacionadas con gigantes. A primera vista puede parecer un fenómeno folclórico o cultural, pero la abundancia de referencias obliga a replantearse la cuestión. Ya en la Biblia, el Génesis (6:4) alude a la presencia de gigantes en nuestro mundo: «Había gigantes en la Tierra (neflim) por aquellos días, e incluso después de entonces, cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres, y ellas les dieron hijos, los mismos se volvieron hombres poderosos que fueron de antiguo hombres famosos». ¿Realidad o mito? No obstante, todas las leyendas tienen un sustrato de realidad, una base verídica en la cual se apoyan.
Si desconfiamos de los textos religiosos, podemos acudir a las observaciones de numerosos exploradores y viajeros. Fernando de Magallanes intentó descubrir un paso oceánico que conectara el Nuevo Mundo con las islas de las Especias (archipiélago de las Molucas, actual Indonesia). Al igual que le sucedió a Cristóbal Colón, su proyecto estaba sobrado de ambición, pero trufado de fallos y cálculos erróneos. Magallanes buscaba el famoso estrecho, que luego recibiría su nombre, a la altura de la desembocadura del Río de la Plata. En junio de 1520, la tripulación de Magallanes avistó el puerto San Julián, en las actuales costas argentinas. Un territorio en esas fechas gélido y desapacible y que, según las crónicas, estaba habitado ¡por gigantes! El cronista de la expedición, el veneciano Antonio Pigafetta, anotó en su diario: «Aquel hombre era tan alto que nuestras cabezas apenas le llegaban a la cintura, y su voz era como la de un buey». Los patagones, así llamados por los españoles, fueron vistos por numerosos exploradores y navegantes europeos en los siguientes