Hace medio siglo, a finales de 1972, una multitud de chilenos copó las calles de Santiago –yo era uno de ellospara apoyar al presidente Salvador Allende, que empezaba un viaje al extranjero en un momento crucial para nuestra nación. El proceso inédito que habíamos iniciado, de avanzar hacia el socialismo utilizando medios democráticos, se encontraba bajo asedio. Dentro del país, una oposición conservadora chilena fuertemente armada y violenta socavaba al gobierno de izquierda y afuera acechaban poderosos adversarios: Nixon y su eminencia negra, Henry Kissinger; corporaciones multinacionales; instituciones financieras internacionales y, claro, la CIA.
Por ahora, los esfuerzos