Brendan Fraser (Indianápolis, 1968) está de vuelta…, pero no como lo recordábamos. Para todos aquellos que transitaron entre la infancia y la juventud a finales de la década de 1990, el rostro alelado y el cuerpo musculado de Fraser son sinónimos de puro entretenimiento. Su encarnación de un Tarzán de pacotilla en George de la jungla (1997) se cuenta como uno de los hitos humorísticos de una era en la que triunfaba el cruce de lo naíf y lo cafre, como demuestran otras joyas del panteón fraseriano, de la icónica Al diablo con el diablo (2000) a la infravalorada Looney Tunes: De nuevo en acción (2003). Comedias populares que acabaron catapultando a Fraser hasta la codiciada categoría de la estrella de acción. Los más devotos del actor, vieron en el legionario Rick O’Connell, el intrépido protagonista de la saga de La momia (2001-2008), a un heredero de Indiana Jones.
Sin embargo, el despiadado mercado de valores de Hollywood empezó a darle la espalda a Fraser tras los fracasos de taquilla de la comedia (2010) y el drama médico (2010), con Harrison Ford. A continuación, tras el fallecimiento de su madre y su divorcio, el actor se vio envuelto en un sonado litigio con el productor Todd Moyer por el retraso, y futura cancelación, de un proyecto sobre el arquero Guillermo Tell (Moyer llegó a acusar a Fraser de asalto). Lo que siguió fue una década con algún pequeño alto, como su aparición en la tercera temporada de la serie (2016-2017), y muchos bajos, incluido su desembarco en Bollywood para sustituir a Ray Liotta en el thriller (2019), o su incursión en el cine checo con (2020). De por medio, en 2018, Fraser tuvo el coraje de denunciar un episodio de acoso sexual acontecido en 2003 y perpetrado por Philip Berk, el por entonces presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. Un episodio traumático que, según el actor, dejó secuelas tanto en su vida personal como en su carrera profesional.