“Un a tercera par te del éxito de las per sonas es destino y suerte, otra tercera parte es trabajo… y el resto es Feng Shui”. Es uno de los axiomas más repetidos por los entusiastas del Feng Shui, una moda que irrumpió en nuestra cultura occidental a principios de la década de 1970. Se trata de una “filosofía”, con elementos místicos de impronta oriental, que sugiere que vivimos rodeados de energías invisibles. Estas energías circulan a través de nuestro hogar, generando un permanente flujo de corrientes. La manera que orientemos nuestra cama o ubiquemos nuestro dormitorio puede desequilibrar dichas energías, produciéndonos malestar, enfermedades e incluso, en los casos más dramáticos, la muerte. Para evitar esta situación, esta “ciencia milenaria” ofrece una serie de recomendaciones que implicarían modificar el espacio de nuestros hogares para armonizar dichas energías. De esta manera lograríamos vivir en una “casa sana”. Pero, ¿qué hay de cierto en torno al Feng Shui?
UNA MODA QUE VINO DE ORIENTE
El origen del Feng Shui debe interpretarse dentro de la filosofía de Oriente –tan alejada del pensamiento occidental–, donde se persigue una armonización del ser humano con la Naturaleza. Esta práctica surgió en el contexto de una sociedad eminentemente agrícola, que dependía del resultado de sus cosechas para poder sobrevivir, y que estaba constantemente observando los ciclos de la Naturaleza para tratar de anticipar cuál era el mejor momento para siembra y recolección.
Casi de una manera intuitiva, los “primeros practicantes” de un incipiente Feng Shui se plantearon cuál era el mejor lugar o ambiente para instalar su vivienda, teniendo en cuenta las variables del entorno.