Cuenta el poeta Lucano que, cuando César cruzó el Rubicón y marchó sobre Roma, un espectro apareció en las calles de la urbe alertando a sus habitantes sobre el fin de los días. Aquel fantasma era Lucio Cornelio Sila, muerto pocos años antes, hombre clave en la caída de la República romana y casi asesino del propio César. Hoy, el recuerdo de ese espectro llamado Sila es algo controvertido. Autores de novela histórica como Colleen McCullough o Santiago Posteguillo presentan su figura como la de alguien oscuro.
Y quizá no fue una de las mejores personas del mundo romano, pero aquel político y militar que abrió la puerta de la República a desmanes infinitos tuvo también sus luces, aunque a punto estuvo de no tener absolutamente nada. Nacido hacia 138 a. C. en una familia aristocrática, su padre murió dejándole en la ruina, por lo que, mientras otros jóvenes de su edad recorrían el camino