En tiempos de bienestar gusta apelar al epicureísmo. En los de escasez e incertidumbre nos acordamos del estoicismo. Cuidarse y aprender a vivir con lo indispensable. La virtud de Séneca y Marco Aurelio se impone al placer de Epicuro. Pero muchos ignoran qué dicen sus doctrinas, mientras que un falso estoicismo difunde hoy con éxito fáciles recetas para hacer frente en solitario al implacable destino.
Dos grandes figuras
El estoicismo se inicia en Atenas a finales del siglo iv a. C. y concluye en Roma al término del siglo ii d. C. Fundado por Zenón de Citio (335-261 a. C.), Marco Aurelio (121-180) representa su broche final. En sus diferentes sedes y períodos incluye a una treintena de filósofos que escriben, por lo general, en lengua griega y tienen en Atenas su centro de irradiación.
El trasvase de sus teorías del griego al latín se deberá, fundamentalmente, a Cicerón, no perteneciente a esta de Marco Aurelio son un siglo posteriores a Séneca. Y hay notorias diferencias entre uno y otro.