Los Sacamantecas: Realidad y mito
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El Sacamantecas, un personaje a caballo entre la realidad y el mito, una figura mítica que comenzó con Manuel Blanco Romasanta en Galicia a mediados del siglo XIX (el famoso hombre lobo u "ome do unto"). Siguió con el caso de Vitoria y continuó con otros casos (crimen de Gádor en Almería, presunto sacamantecas en San Sebastián, crímenes de niños a los que les extraían las grasas corporales o mantecas, como en las Hurdes y Granada).
La grasa animal siempre fue utilizada por el hombre. De ahí a extraer sebo humano solo hubo que andar un paso, condicionado por la superstición. Los rituales de magia negra precisaban de velas confeccionadas con grasa humana, las famosas candelillas, la grasa de niños servía para hacer ungüentos, etc. Todas esas creencias derivaron en un afán por encontrar remedios a enfermedades para cuya elaboración los curanderos afirmaban a menudo necesaria la grasa o la sangre humana. Basándose en esas ideas, se cometieron crímenes escabrosos que la prensa magnificaría.
La figura del sacamantecas se convirtió en algo mitificado como matamujeres o asustachicos, afirmando que iba a acudir en su busca para meterlos en un saco y sacarles la sangre o las mantecas. De hecho, cuando apareció Jack el Destripador en Londres, en España de inmediato se recordó al Sacamantecas vitoriano como nuestro destripador español.
Este libro trata de esta figura que tanto temor produjo en España durante la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX, de su realidad y mito, tanto desde una perspectiva periodística como sociológica y etnográfica.
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Los Sacamantecas - Eladio Romero García
Contenido
SINOPSIS
INTRODUCCIÓN
EL SACAMANTECAS: DEFINICIÓN Y ORÍGENES DEL MITO
EL HOMBRE LOBO DE ALLARIZ
Madrid, 1852
Los hechos
La causa contra Manuel Blanco Romasanta
Cargos, defensa, sentencia y nueva vista en la audiencia de La Coruña
La leyenda y el fin de Manuel Blanco Romasanta
EL SACAMANTECAS VITORIANO
Introducción
El doctor Esquerdo entra en escena
El doctor Ramón Apráiz y otros médicos vitorianos
La crónica de Ricardo Becerro de Bengoa
El fin
Conclusiones
EL DESARROLLO DEL MITO
Octubre de 1881: Un sacamantecas en San Sebastián
Supersticiones, vampiros y sacamantecas a finales del siglo XIX y comienzos del XX
La persecución de los sacamantecas
EL CRIMEN DE GÁDOR
Introducción
Antecedentes
El crimen
Las primeras detenciones
Las investigaciones
El juicio
El castigo
EL CASO DE ENRIQUETA MARTÍ, LA VAMPIRA DEL RAVAL
El secuestro de la niña Teresita Guitart
La investigación
Giro radical y espectáculo periodístico
¿Quién era Enriqueta Martí?
Fin de la instrucción y juicio
OTROS CASOS (GRANADA, MÁLAGA, LAS HURDES…)
Granada, 1910-1913
Otros casos
Crimen en Las Hurdes (1920)
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
AUTOR
LEGAL
SINOPSIS
El Sacamantecas, un personaje a caballo entre la realidad y el mito, una figura mítica que comenzó con Manuel Blanco Romasanta en Galicia a mediados del siglo XIX (el famoso hombre lobo u ome do unto
). Siguió con el caso de Vitoria y continuó con otros casos (crimen de Gádor en Almería, presunto sacamantecas en San Sebastián, crímenes de niños a los que les extraían las grasas corporales o mantecas, como en las Hurdes y Granada).
La grasa animal siempre fue utilizada por el hombre. De ahí a extraer sebo humano solo hubo que andar un paso, condicionado por la superstición. Los rituales de magia negra precisaban de velas confeccionadas con grasa humana, las famosas candelillas, la grasa de niños servía para hacer ungüentos, etc. Todas esas creencias derivaron en un afán por encontrar remedios a enfermedades para cuya elaboración los curanderos afirmaban a menudo necesaria la grasa o la sangre humana. Basándose en esas ideas, se cometieron crímenes escabrosos que la prensa magnificaría.
La figura del sacamantecas se convirtió en algo mitificado como matamujeres o asustachicos, afirmando que iba a acudir en su busca para meterlos en un saco y sacarles la sangre o las mantecas. De hecho, cuando apareció Jack el Destripador en Londres, en España de inmediato se recordó al Sacamantecas vitoriano como nuestro destripador español.
Este libro trata de esta figura que tanto temor produjo en España durante la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX, de su realidad y mito, tanto desde una perspectiva periodística como sociológica y etnográfica.
Eladio Romero García
Los
sacamantecas
realidad y mito
INTRODUCCIÓN
EL SACAMANTECAS: DEFINICIÓN Y ORÍGENES DEL MITO
A mi padre, nacido en 1932 en un pueblecito de la provincia de Soria, lo asustaban de pequeño, como a muchos otros niños de la época, con que iba a venir el Sacamantecas a buscarlo y meterlo en un saco, para luego sacarle la sangre o las grasas. Se trataba de una figura legendaria, cuyo origen se remontaba a un asesino que mató a varias mujeres, en los alrededores de Vitoria, entre 1870 y 1879. Dijeron de él que sacaba el sebo de sus víctimas para confeccionar ungüentos, pero no era cierto. La misma crueldad habían atribuido a otro asesino anterior, el gallego Manuel Blanco Romasanta, pero él siempre lo negó, y solo reconoció ser un hombre lobo, lo cual tampoco dejaba de ser una extravagante curiosidad. Este libro trata precisamente de esa figura que tanto temor produjo en España durante la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX, de su realidad y de su leyenda.
La grasa animal o saín, en especial la de ballena, siempre fue utilizada por el hombre para diversos usos. De ahí a extraer sebo humano solo hubo que andar un paso, aunque fue un paso condicionado por la superstición. Los rituales de magia negra de época moderna establecían que para celebrar misas negras se precisaban velas confeccionadas con grasa humana, las famosas candelillas. La grasa de niños servía para hacer ungüentos, según se dice en El coloquio de los perros cervantino.
Nace así la superstición y la leyenda. La grasa humana sirve para curar, y hay gente, brujas y sacamantecas, que se dedican a asesinar para extraérsela a sus víctimas. Una patraña que siguió viva entre las infelices y analfabetas gentes de la España decimonónica. Además, con diversas denominaciones: home do unto o sacamanteigas en Galicia, tío del saín en Murcia, mantequero en Andalucía…, aunque la forma más generalizada fue siempre la de sacamantecas.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que el personaje del sacamantecas no es ni mucho menos exclusivo de España. Lo encontramos en los Andes (Perú y Bolivia), donde se le denomina pishtaco, y al parecer existía ya antes de la llegada de los conquistadores hispanos. De hecho, el periódico El País, en su edición del 23 de noviembre de 2009, nos decía: El pishtaco, temido personaje que según la mitología andina mata seres humanos para despojarlos de su grasa corporal, se ha encarnado en una banda de sangrientos delincuentes que, se teme, son responsables de decenas de muertes y desapariciones no esclarecidas durante los últimos años. Eso es lo que afirma la policía peruana, que presentó el jueves a cuatro detenidos, parte de una organización formada por al menos una docena de personas.
Debo agradecer a mi buena amiga italiana Antonella Bossoni que me hablara de otro personaje singular relacionado con el asunto. Me refiero a Leonarda Cianciulli (1894-1970), la Saponificatrice di Correggio, una sacamantecas a la italiana que convertía a sus víctimas en jabón. Entre 1939 y 1940 asesinó a tres mujeres, hirvió sus cuerpos desmembrados empleando sosa cáustica y, con el unto obtenido, confeccionó jabón. Tras ser juzgada, acabó internada en un sanatorio psiquiátrico y falleció en un asilo de ancianos. Una variante curiosa de nuestro entrañable sacasebos, dedicada a obtener un producto cosmético. Algo a lo que, por cierto, también se empleó algún científico nazi usando las grasas del Holocausto.
Nos referimos a Rudolf Spanner, director del Instituto Anatómico de Danzig. Todo comenzó cuando este investigador alemán solicitó a las autoridades alemanas que le enviaran decenas de prisioneros del hospital psiquiátrico de Konradstein y del campo de concentración de Struthof-Natzweiler para que le «ayudaran» en un nuevo experimento. Dicho y hecho, pues corría el año 1943 y Hitler andaba sobrado de reos. Una vez en el laboratorio, el doctor ordenó asesinarlos y hervirlos para que su grasa se desprendiera del cuerpo y pudiera usarse para fabricar jabón.
Así recordaba Sigmund Mazur, asistente de Spanner, aquellos crueles asesinatos en el juicio que se llevó a cabo en Nüremberg contra los líderes nazis tras la contienda: Los cadáveres llegaban en un promedio de siete y ocho por día. Todos habían sido decapitados y estaban desnudos. A veces llegaban en un carro de la Cruz Roja y otras en un camión que podía contener hasta cuatro cuerpos (…) Luego se cocían de 3 a 7 días y se recogía su grasa (…). Esto se hacía desde 1943, cuando Spanner nos dijo que recolectáramos toda la grasa que pudiéramos.
Mediante esta repulsiva técnica, el doctor consiguió elaborar entre 10 y 100 kilos de jabón que utilizó de manera personal y regaló a sus más allegados. De acuerdo con los testimonios de Spanner tras la guerra, el jabón fue usado terapéuticamente inyectándolo en ligamentos de articulaciones.
Leonarda Cianciulli, la saponificatrice di Correggio.
Rudolf Spanner, científico nazi que fabricó jabón con grasa humana.
EL HOMBRE LOBO DE ALLARIZ
Madrid, 1852
Fernando Corradi fue un periodista y político madrileño nacido en 1808, de origen italiano y vinculado al partido progresista, que en 1844 fundó El Clamor Público. Periódico político, literario e industrial. Por aquel entonces, la nueva prensa liberal estaba prosperando cada vez más en la capital del reino, y ElClamor pronto se convirtió en un rotativo agresivo y polemista, muy enfrentado a los gobiernos del partido moderado. España buscaba convertirse en un país moderno, que había aceptado el sistema político liberal después de una guerra civil que enfrentó al gobierno con los absolutistas seguidores del infante don Carlos, pretendiente al trono que ahora ocupaba su sobrina Isabel II.
En 1852, El Clamor dio a conocer en Madrid, la ciudad espejo del moderno
país, una noticia procedente de la lejana Galicia, una región a la que le faltaban muchos años para que llegara el ferrocarril, el innovador sistema de transporte que apenas llevaba cuatro años funcionando en el reino. Una noticia que devolvía a España a su verdadera realidad, la de un país atrasado, colmado de mitos y supersticiones, de leyendas y de tragedias.
Así, en su edición del 9 de septiembre de aquel año, recogía una carta de su corresponsal en La Coruña, fechada el día 5, donde se decía:
Acaba de recibirse el parte en esta Audiencia de la existencia de un hombre-lobo que según su propia declaración acometía a cuantos encontraba, los mataba y en seguida se los comía. Atribuía tan horrorosos crímenes a una maldición de su madre, según la cual dice que se iba al monte, sacaba la camisa, se daba unos cuantos revolcones en la tierra, y, sintiéndose con los instintos de un lobo se arrojaba a las gentes de la manera que queda dicho. No sé hasta qué punto puede ser esto exacto, porque no he visto la declaración, pero lo cierto y positivo es que en efecto se remitió parte por el juzgado de Verín, de la provincia de Orense, de la captura de un hombre que cometió diferentes asesinatos, citando como cómplices a dos valencianos desconocidos que dice se vestían de lobos y destrozaban a las víctimas entre las que se cuentan según parece una hermana y una sobrina del asesino. Se decía también que el verdadero objeto de tanta ferocidad era el inhumano y violento tráfico del sebo de dichas víctimas que se vendía en Portugal. El criminal era segador: fue aprehendido en Castilla, por sospechas en su conducta y remitido a su país se ha declararlo tal revelando semejantes atrocidades. Como esta causa es de las que desgraciadamente ocuparán un lugar preferente en las célebres, procuraré averiguar lo que haya de cierto y tendré á Vds. al corriente de ello en cuanto lo permitan las actuaciones.
Un supuesto hombre lobo que asesinaba personas para sacarles el sebo y venderlo en Portugal, ingredientes sumamente morbosos que iban a atraer a los lectores hasta que se aclarara la causa y falleciera su principal protagonista en el penal de Ceuta. Por supuesto, algunos datos erróneos: nunca le sacó las mantecas a nadie, ni mató a ninguna hermana ni sobrina suyas, ni su oficio era el de segador, sino el de buhonero ambulante, aunque cuando fue capturado sí se ocultaba en la provincia de Toledo trabajando en dicho oficio. Sin embargo, en los días sucesivos, la noticia fue repetida en otros periódicos madrileños, y cada novedad que se iba produciendo en el caso era puntualmente recogida en dichos rotativos. La figura del sacamantecas había llegado a la capital del reino.
¿Cuáles eran los hechos reales relativos a aquella noticia? Hoy los conocemos con bastante exactitud gracias a los documentos que en su momento generó y a las numerosas investigaciones realizadas a los largo de los siglos XIX, XX y XXI, que tienen al llamado Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz (aunque no naciera en dicha localidad orensana), como suele conocerse, como el primer sacamantecas de la historia contemporánea española. Una figura a su vez convertida en mito y que ha inspirado a novelas, relatos, leyendas y, claro es, dos películas de ficción: El bosque del lobo, de 1971, dirigida por Pedro Olea (basada en la novela El bosque de Ancines, finalista del premio Nadal en 1944 y publicada tres años después, obra de Carlos Martínez-Barbeito) y Romasanta. La caza de la bestia, de 2004, dirigida por Paco Plaza. Y además