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Fantasmas. Más allá de la ficción. Lo que se sabe, lo que se oculta, lo que se niega.
Fantasmas. Más allá de la ficción. Lo que se sabe, lo que se oculta, lo que se niega.
Fantasmas. Más allá de la ficción. Lo que se sabe, lo que se oculta, lo que se niega.
Libro electrónico151 páginas3 horas

Fantasmas. Más allá de la ficción. Lo que se sabe, lo que se oculta, lo que se niega.

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Desde tiempos remotos existe la presunción en muchos, y en otros la certeza, de que los muertos no nos abandonan sino que, al menos por un tiempo, comparten la cotidianeidad de los seres vivos. La noción de que el espíritu de algunas personas fallecidas regresa junto a sus seres queridos para cuidarlos o advertirlos de algún peligro, goza de milenaria persistencia en todo el mundo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 ago 2017
ISBN9781370064052
Fantasmas. Más allá de la ficción. Lo que se sabe, lo que se oculta, lo que se niega.

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    Fantasmas. Más allá de la ficción. Lo que se sabe, lo que se oculta, lo que se niega. - Eleonor Burton

    Casi desde el mismo momento en que el hombre comenzó a reunirse en tribus, a recordar a sus muertos y a venerar a sus dioses, la inquietante presencia de fantasmas (o al menos la sensación de su existencia) acompañó su vida cotidiana. Eran muertos que regresaban al mundo de los vivos para advertirlos sobre peligros inminentes o para cobrarse viejas deudas; también, y más sencillamente, seres que acudían al ámbito abandonado porque no les era permitido descansar en paz.

    Como siluetas capaces de atravesar la materia; como sonidos perceptibles, producidos por un ente invisible; como fuerzas que mueven objetos de un lugar a otro, y de múltiples otras maneras, muchos seres humanos aseguran haber sido visitados por una aparición, según la genealogía griega del término fantasma.

    En latín existe también una palabra que puede y suele asociársele. Se trata de spiritus, y es recogida por varias religiones, incluida la católica, que lleva su carácter inmaterial incluso al concepto de Espíritu Santo. Pero, en este caso, el espíritu, que significa aliento, a diferencia de una aparición, simboliza la bondad de la fuerza divina, su potestad eterna e impersonal, más que la presencia de muertos que llegan al mundo de los vivos con reclamos o advertencias.

    Científicamente hablando, en tanto, no existe ni una sola evidencia clara y contundente respecto de la existencia de seres fantasmales. Es más: la ciencia les atribuye a la imaginación y a la sugestión ciertas percepciones que pueden asociarse con apariciones.

    Puestos a la tarea de tener que explicar la presencia de imágenes, sonidos o movimientos de objetos, los científicos acuden a los diferentes campos magnéticos que genera el movimiento terrestre. Dichos campos magnéticos no sólo son capaces de generar luminosidades o efectos vibratorios, sino que también pueden actuar sobre el cerebro humano, generando pretendidas visiones que en verdad no existen.

    Todo se heló en ese momento, solemos también leer u oír en los testimonios sobre supuestas apariciones fantasmales. Respecto de la sensación de súbito enfriamiento del ambiente que suele atribuirse a la actividad paranormal, los científicos han descripto un fenómeno conocido como punto frío, que se produce por fallas en la construcción de una pared, por ejemplo, o por anomalías en el sistema de ventilación de una casa. Pero nada dicen de cuando esos casos puntuales se hacen evidentes en compañía de muchos otros síntomas no del todo claros.

    Con todo, para los seres humanos en general, los fantasmas son una realidad con la que se debe convivir. Tanto es así que hay algunos de ellos que tienen historia propia y fecha de aparición garantizada, como es el caso de la argentina Felicitas Guerrero, asesinada por un amante despechado, cuya imagen aparece, puntualmente, según se atestigua, cada 30 de enero.

    Otro caso del mismo país es el de Rufina Cambaceres, quien murió de un síncope cardíaco poco antes de casarse, cuando se enteró de que su novio la engañaba. Ya muerta, es fama que su imagen puede verse vagando entre bóvedas, llorando por el gran amor perdido.

    En Chile, entretanto, nadie desconoce la leyenda de El Trauco, un enano muy feo, que como murió sin tener mujer, va en busca de jóvenes vírgenes a las que intenta seducir. Y si alguien se interpone en su camino muere de manera inmediata o, a lo sumo, a lo largo de un año.

    Pero los fantasmas que han acompañado a la especie humana durante siglos no son solamente espíritus de hombres y mujeres que regresan de la muerte en forma de apariciones más o menos espeluznantes. Otros entes similares nos inquietan, como el Diablo, asidua visita que, a modo de espíritu maligno, se abate sobre los hombres, penetra en sus cuerpos y almas poseyéndolos, y es preciso que el habitado sea sometido a una sesión de exorcismo que arranque al Maligno de su cuerpo y de su alma.

    Lejos de que puedan ir y venir entre los vivos según su propia voluntad, los espíritus pueden ser convocados, según han creído los hombres de diferentes religiones durante años. El convocante puede tener varios nombres, aunque médium suele ser el más común.

    Estos sujetos, capaces de ser los intermediarios entre el muerto y el ser vivo que desea comunicarse con él, son poseídos por los espíritus a los que convocan, y actúan tal y como la entidad convocada elige. El espíritu se sirve del cuerpo del médium para llevar a cabo sus acciones. Aunque, en fin, no ha regresado al mundo de los vivos por decisión propia; se lo ha llamado.

    Pero hay más sobre lo fantasmal como ilusión. Existe también la teoría del tiempo fantasma propuesta por Heribert Illig en 1996. El historiador y editor alemán sugiere que el período histórico que va desde el año 614 al 911 es falso, nunca ocurrió, y que Carlomagno jamás existió. Según Illig, dicho tramo de la historia se confeccionó en base a tergiversaciones, alteraciones, falsificaciones de documentos y de pruebas físicas.

    Además de Illig, el investigador ruso Anatoly Fomenko es otro que duda de la historia tradicional, pero en un período de mil años. Su argumento es que no existe una sola prueba sólida capaz de datar con precisión ningún acontecimiento anterior al siglo XI.

    Así, los fantasmas que regresan al mundo de los vivos para saldar cuentas pendientes se suman a otros que los propios humanos convocan para conversar con ellos; al mismísimo Demonio que llega desde los infiernos para hacerse con un cuerpo que le permita deambular entre los vivos; a la supuesta ilusión colectiva que fantasea largos períodos históricos que no son más que una falsificación...

    Tal vez todo sea obra de la imaginación humana. O tal vez no. Con el mismo estremecimiento suyo, estimado lector, nos abocamos a las siguientes páginas.

    Capítulo 1

    Un paseo por la otra orilla

    "Concede a tu espíritu el hábito de la duda,

    y a tu corazón, el de la tolerancia".

    Georg Christoph Lichtenberg

    Aunque no ha resultado posible determinar con exactitud en qué momento de la evolución humana el animismo apareció como creencia generalizada, se sabe que éste se encuentra entre las más antiguas religiones o cultos profesados por el hombre. Ya los habitantes del Antiguo Egipto tenían un tipo de religión basada en el animismo, que se funda en la creencia de que existe una fuerza vital en todo lo existe.

    Así, cada uno de los objetos que habitan en la naturaleza, como las montañas, los ríos, los bosques, las plantas y, por supuesto, los animales, están dotados de alma. Pueden alegrarse, sufrir o colmarse de ira al igual que cualquier humano. Esta creencia ha llevado, además, a convertir a algunos de estos objetos o animales en dioses a los que se debe adorar.

    Básicamente, el animismo cree en la vida después de muerte y venera a una amplia paleta de dioses y espíritus sagrados.

    Pero, además, se dice que el alma no se queda quieta, ni siquiera la nuestra; puede abandonar el cuerpo durante el sueño. O es otro cuerpo. Veamos qué dice Lobsang Rampa en su libro El cordón de plata:

    "Casi nadie, cualquiera sea su religión cree en la existencia de un 'alma' o de 'otro cuerpo. En la actualidad hay varios cuerpos’ o envolturas’ pero el número exacto no nos concierne aquí. Creemos, es más ¡SABEMOS!, que es posible dejar el cuerpo físico común (¡el que sostiene los vestidos!) y viajar a cualquier parte, incluso fuera de la Tierra, hacia lo astral.

    Todos pueden viajar hacia lo astral, ¡aun los que piensan 'que todo es una tontería'! Es tan natural como el respirar. La mayoría de la gente lo hace cuando está dormida, y a menos que tenga experiencia, nadie se da cuenta de esto".

    Sigamos un poco más con Rampa que, si bien no nos habla aun de lo fantasmal en sí, diserta sobre esta inmaterialidad que la presencia de aquéllos suele suponer:

    Casi todos pueden viajar astralmente. Cuántos casos hay comprobados de personas moribundas que visitan a un ser querido en el sueño para decirle adiós [...] La persona moribunda, que ya ha desatado sus lazos con el mundo, visita fácilmente al amigo al efectuar su tránsito.

    Moribundo no es muerto. Entonces, ¿se trata de un fantasma o no?

    Espíritus comunes y superiores

    Aclaremos que Cyril Henry Hoskin, cuyo seudónimo literario es Lobsang Rampa, fue un prolífico escritor inglés que, a lo largo de toda su obra (19 libros), describió la vida de los lamas en el Tíbet, la sabiduría de estos monjes casi aislados del mundo y su animismo religioso.

    En El cordón de plata, que apareció en 1960 y tuvo gran éxito de ventas, Rampa habla de los viajes astrales y, de muchas maneras, también de las apariciones o fantasmas. El moribundo que viaja de un lugar a otro para despedirse de su amigo no puede llegar a él más que como una imagen fantasmagórica, pues es una aparición.

    En el budismo tibetano, los lamas son autoridades religiosas, si bien el budismo, en sí mismo no puede considerarse una religión tal cual se la concibe en Occidente. Cristianismo, judaísmo e islamismo, por ejemplo, son religiones de origen común y monoteístas, mientras que el budismo es no-teísta; niega la existencia de un dios creador y velador perpetuo de las acciones humanas.

    Para las distintas culturas animistas, la función de dioses les era asignada a los distintos espíritus que residían dentro de cada objeto, y esos espíritus tenían la capacidad de incidir en la vida de los seres humanos, y de participar de los sucesos que ocurrían en el mundo real.

    Además, los animistas creen que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo y que, cuando ésta se produce, el alma se libera y pasa a establecerse en un mundo eterno y, a veces, bondadoso. Sin embargo, para que ello ocurra, los vivos deben realizar funerales y duelo, o una ceremonia de adoración de los ancestros. Si ello no ocurre, el alma vaga sin descanso y puede convertirse, como creían los navajos que habitaban en el suroeste de los Estados Unidos, en un dolor de cabeza mayor. Estos indios creían que tal alma vagaba por la Tierra convertida en un fantasma cruel.

    Para la mitología griega, entretanto, las almas de los difuntos descendían al Hades y debían atravesar el río Aqueronte. El responsable de conducirlas en aquella travesía era un barquero llamado Caronte. Pero, para poder ser

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