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Charlas Con Dios En Calzoncillos
Charlas Con Dios En Calzoncillos
Charlas Con Dios En Calzoncillos
Libro electrónico154 páginas1 hora

Charlas Con Dios En Calzoncillos

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Información de este libro electrónico

Dios viene a la Tierra como hombre para comunicarse con seres humanos directamente. El libro contiene discusiones con representantes religiosos de distintos credos y tambien contiene capitulos humoristicos. Se cataloga como "ficción".

No tengo conocimiento de que algo parecido se haya publicado anteriomente


Eduardo Chapunoff
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento26 abr 2018
ISBN9781543933796
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    Charlas Con Dios En Calzoncillos - EDUARDO CHAPUNOFF

    CALZONCILLOS

    1

    SU ARRIBO

    Alta mar, océano Atlántico, revuelto, violento, salvaje, implacable. El mar estaba fuera de sí, como un loco agitado. Más loco y despiadado que nunca. La tormenta era una de las peores de la historia, y es posible que haya sido la peor. Aún más destructiva y asesina que la tormenta perfecta, (también conocida como la tormenta sin nombre) que afectó primordialmente la zona noroeste de los Estados Unidos en el año 1991. La altura de las olas superaban los 10 metros (30 pies), y la velocidad del viento alcanzaba los 120 Km/hora (75 millas por hora). Tormentas más leves, cuyos vientos alcanzan la velocidad de 90 Km/hora, son suficientes para hundir barcos de cualquier tipo y tamaño, deglutiendo a sus desesperadas víctimas, enviándolas al fondo del mar, con profundidades que pueden alcanzar los 3.000 metros.

    Y entre tanta agua gigante, salada y maldita, cursaba una embarcación de tamaño promedio que usan los pescadores, y el timón lo sostenía un hombre decidido a alcanzar la costa.

    Cualquier barco hubiera sido aniquilado, y naturalmente, la persona que lo manejaba no hubiera podido sobrevivir. En este tipo de tormenta no sobrevive nadie, con excepción de los peces. Pero este no era un ser humano común. La tempestad  no alteraba su rostro.

    Lo sorprendente no era solamente su increíble capacidad para superar el vaivén del oleaje infernal. Su mirada reflejaba una gran tranquilidad, y a veces, hasta una leve sonrisa, como si estuviera divirtiéndose, seguro de que nada malo le ocurriría. 

    Evidentemente, nada, absolutamente nada, podía sucederle. Era inmune a la muerte y a cualquier daño físico. Ignoraba el miedo. ¡Era indestructible! Los truenos, los relámpagos y las olas gigantescas, gritaban como bestias descontroladas, pero el solitario navegante hacía caso omiso de ellas.

    …Y  la razón era simple: Este hombre, como de 50 años, con prolija barba y rostro sereno, la cabeza cubierta con una capucha, y que tenía ojos que exudaban nobleza,  suprema seguridad y confianza en sí mismo, no necesitaba brújula para llegar a su destino,

    ¿Cuál era su nacionalidad, profesión, y estilo de  vida?

    Nadie pudiera pensar o adivinar quién este hombre realmente era. NUNCA, en la larga historia del mundo y a través de todas las edades, de todos los tiempos y contratiempos, existió un ser humano como él.

    Es posible que lo que estaba ocurriendo calificara para una novela de ficción. Pero esta experiencia no era ficticia. ¡Se trataba de una realidad  pura y concreta!

    La imaginación más fantástica de los seres humanos tiene un límite. La realidad no lo tiene… Esta, (aunque uno se quiera convencer de lo contrario), con frecuencia, supera a la fantasía.

    ¿Era todo esto una sorpresa? ¿Una única, excepcional, inconcebible sorpresa?

    ¿Y por qué no? … En nuestras vidas, cualquier cosa ocurre – buena o mala… Y ocurre en cualquier momento, y con frecuencia, inesperadamente. Cambios drásticos suceden en la fracción de un segundo.

    Esta persona rodeada de misterio, era nada más, ni nada menos: ¡Dios!…Sí, era Dios, así como suena.

    Hacía tiempo el Creador había proyectado viajar a la Tierra disfrazado de hombre. Sabía que su llegada causaría tumultos y crisis  de proporciones incalculables, y por eso decidió descender a nuestro mundo de  la manera más reservada posible, seleccionando a una sola persona que se transformaría en el recipiente de sus charlas y pensamientos y le permitiría observar y asimilar las ideas y acontecimientos humanos de una manera diferente, sin anuncios, discursos, periodistas o escandalosas  entrevistas. Su intención era acercarse  más a los terrestres, poder hablarles personal y directamente, escuchar sus dudas y conocer sus errores, sus infelicidades y desgracias, sus rabias contenidas, sus celos mórbidos, sus  intenciones destructivas, amores sublimes y relaciones fracasadas.

    ¡Sabía a quién iba a encontrar! También estaba consciente de los problemas que se presentarían durante el proceso de su reconocimiento.

    Continuó su agitado viaje en una embarcación relativamente pequeña, hacia la costa de la provincia de Buenos Aires.

    El huracán afectó la casa playera de Juan, pero sobrevivió a la tormenta. La utilizaba para descansar, pensar, relajarse, y sobre todo, alejarse de una esposa con la que tenía una traumatizante, desdichada relación, además de otros problemas graves.

    Juan caminó hacia la playa, y contempló el horizonte oceánico que parecía no tener fin, cuando vio una embarcación que se estaba acercando. Lo que menos se le hubiera ocurrido, es que ese barquito llevaba una carga tan preciosa. Él ciertamente ignoraba la persona que transportaba la embarcación, pero Dios sí sabía quién lo recibiría. Conocía sus excelentes calificaciones como psicólogo, y que Juan era no sólo muy inteligente, sino que estaba dotado de una gran sensibilidad, y era honesto. Un tipo sin dobleces.

    Dios tiró el ancla. Juan se acercó a la nave remando su bote para ayudar al inesperado tripulante.

    JUAN: - Hola ¿Cómo está? Bienvenido  –  ¡Menos mal que sobrevivió la tormenta!

    DIOS: - ¡Mil gracias por este cálido recibimiento! …Sí, tuve suerte…

    JUAN: - ¿Mi nombre es Juan, y el suyo?

    DIOS: - Llámeme Rogelio…

    JUAN: - ¿Me puede decir de dónde proviene?

    DIOS: - Oh! Claro que sí. Pero le diré los detalles en otro momento… si no le importa…

    JUAN: - No, está muy bien. Estoy seguro que debe estar agotado por un viaje tan agitado…Vamos a mi casa, le daré ropa adecuada, la suya está empapada…

    Llegaron al bungalow. Era una vivienda ideal para descansar los fines de semana, o apartarse del mundo. Los muebles eran sencillos, informales.

    Entraron.

    Juan lo invitó a sentirse cómodo…

    JUAN: - No le importa si nos tuteamos? Usted me agrada mucho…Pienso que pudiéramos llegar a ser buenos amigos.

    DIOS: - Si, claro que podemos tutearnos. Muchas gracias por tu ayuda. Espero que mi presencia no te cause inconvenientes.

    JUAN: - …De nada… Me alegra que me acompañes. Estos días he estado muy solo. He tenido problemas  personales serios. Cuando paso por estas crisis y los disgustos alcanzan un nivel tóxico, me siento acogido en este refugio. Para mí, representa mucho más que una casa.

    Rogelio, aquí te traigo un pequeño regalito. ¡Tus ropas están tan mojadas! Un par de pijamas y varios calzoncillos de colores…

    DIOS: - (Exclamando) Estos calzoncillos son los más lindos que he visto en mi vida…Aprecio mucho tu gesto.

    Me da pena escuchar lo que recién me estabas diciendo…Deseo preguntarte: ¿A  qué te dedicas?

    JUAN: - Soy doctor de Psicología y profesor universitario.

    (Dios sabía esto, pero pretendió que lo ignoraba).

    DIOS: - ¡Magnífico! ¡Qué profesión tan hermosa has elegido!

    JUAN: - ¡Sí, lo es!

    DIOS: - El ser psicólogo, me imagino, te ayuda a solucionar conflictos emocionales con más facilidad que otras personas que no lo son.

    JUAN: - Eso, infortunadamente, no es así. Ciertamente, ayuda a comprender los problemas mentales y emocionales mejor que la persona que no alcanzó ese conocimiento, pero eso no significa que uno necesariamente encontrará la solución de sus conflictos. No es lo mismo tratar a un paciente que tratarse a uno mismo. Lo primero es mucho más sencillo.

    DIOS: - Es indudable que muchos psicoterapeutas están aún más enfermos que los pacientes que tratan. 

    JUAN: - ¡Eso, en ciertos casos, es una gran verdad!… Rogelio, ¿Puedo preguntarte?  De dónde vienes, a qué te dedicas? Y sobre todo ¿Cómo superaste una tormenta en el medio del océano, solo, y en un barco tan pequeño?

    Debes ser muy experimentado como navegante. Para superar una tormenta tan salvaje como la que  atravesaste, hay que tener mucha habilidad y conocimientos.

    De cualquier manera, debo confesarte: Lo encuentro incomprensible. Hay barcos de gran tamaño, conducidos por gente muy experimentada, que sucumben…Realmente, no le encuentro ninguna lógica a tu sobrevida. No interpretes mal lo que te digo. Me alegra enormemente que sigas viviendo. Pero, nunca he visto o escuchado nada  semejante…No lo entiendo y por más que trato, mi razonamiento no me permite aceptarlo…

    DIOS: - Entiendo perfectamente lo que dices, Juan. Y tienes razón. ¡Pero no sé quién dijo que hay razones que la razón no entiende.

    Si no te importa, te contestaré esas preguntas en otro momento…. Estoy cansado… ¿Te importaría si me fuera a dormir? Necesito reposar. ¡Fue un día demasiado agitado!…

    JUAN: - ¡Seguro! ¡Perdona mi insistencia!… Yo también necesito descansar. Antes de irnos a dormir: ¿Por qué no comemos unas empanadas que hice yo mismo y nos tomamos un vinito? 

    DIOS: - Eso me parece una genialidad. ¡Tengo mucho apetito! Las empanadas no tienen pasas de uva. ¿No es cierto?

    JUAN: - ¡No, a mí tampoco me gustan con pasas!..

    DIOS: - ¡A disfrutarlas, entonces!…

    Se sientan a la mesa.

    DIOS: - Estas empanadas son una exquisitez! Juan, he notado tu tristeza. Si deseas compartir conmigo lo que tanto te afecta, no lo dudes. Tengo gran paciencia para escuchar. Hace muy poco que nos conocemos, pero el entendimiento entre dos personas no se mide por el tiempo que se conocen sino por la afinidad que poseen. Eso está determinado al nivel celular. ¡Y tengo la impresión que nosotros  la tenemos!…

    JUAN: - Estoy de acuerdo contigo, Rogelio, pero no quiero aburrirte con mis conflictos…

    DIOS: - No tengas pena. No puedo darte detalles en este momento, pero debo decirte que gran parte de mi tiempo, ha sido dedicado a escuchar confesiones de mucha gente…

    JUAN: - ¿En serio? ¿A qué te dedicas?

    DIOS: - ¡Pronto te enterarás!…Es una larga historia… y muy particular.

    ¡Te la contaré a su debido tiempo!…

    JUAN: - ¡Bueno, ahora sí creo que estamos listos para acostarnos!

    DIOS: - Mil gracias por todas tus atenciones, Juan.

    JUAN: - De nada, Rogelio. Este cuarto es para ti. Espero te sientas cómodo…

    DIOS: - Sin duda lo estaré…y que disfrutes de un lindo sueño…

    JUAN: - ¡Rogelio, estaría feliz si no tuviera una pesadilla! ¿Puedo decirte algo?

    DIOS: - Claro que sí.

    JUAN: - Estoy aprendiendo algo de vos.  Disfrutas mucho las cosas simples. Quisiera aprender a hacer lo mismo. Hoy te he visto dichoso por comer un par de empanadas con vino tinto, y sobre todo, la alegría que te otorgaron unos simples calzoncillos de colores.

    ¡Uno se complica la vida con proyectos alambicados, y con frecuencia, acaba atrapado como un gato que quiso jugar con un ovillo de lana!…

    Dios se sonrió…y dijo: - Lo que dices es muy cierto…Uno hace muchas cosas que después no sabe cómo deshacerlas… Pero no te sientas mal: Eso nos pasa a todos…

    Buenas noches, Juan…

    JUAN: - Buenas noches, Rogelio…

    Juan aún no sabía quién era el hombre con el que estaba compartiendo su conversación y su  casa. Tenía, sin embargo, la impresión que era un ser muy

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