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Sermones sobre Génesis (III) - No Más Caos, Oscuridad o Vacío (I)
Sermones sobre Génesis (III) - No Más Caos, Oscuridad o Vacío (I)
Sermones sobre Génesis (III) - No Más Caos, Oscuridad o Vacío (I)
Libro electrónico368 páginas6 horas

Sermones sobre Génesis (III) - No Más Caos, Oscuridad o Vacío (I)

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Información de este libro electrónico

En el Libro del Génesis se explica por qué Dios nos creó. Cuando un arquitecto diseña un edificio o cuando un pintor pinta un cuadro, primero conciben la obra que será completada en sus mentes antes de empezar a trabajar en este proyecto. Del mismo modo, nuestro Dios tenía en mente la salvación de la humanidad incluso antes de crear los cielos y la tierra, y creó a Adán y a Eva con este objetivo en mente. Entonces Dios tenía que explicarnos la realidad de los Cielos, que no podemos ver con nuestros ojos, y para ello creó una analogía con la realidad terrenal para que todos pudiésemos ver y entender.
Incluso antes de la creación del mundo, Dios quería salvar a la humanidad perfectamente mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que, aunque todos los seres humanos estemos hechos de polvo, debemos entender la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu por el bien de nuestras almas. Si la gente sigue viviendo sin conocer la realidad celestial, no solo perderán sus bienes terrenales, sino también todo lo que pertenece al Cielo.

IdiomaEspañol
EditorialPaul C. Jong
Fecha de lanzamiento20 sept 2018
ISBN9788928210848
Sermones sobre Génesis (III) - No Más Caos, Oscuridad o Vacío (I)

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    Sermones sobre Génesis (III) - No Más Caos, Oscuridad o Vacío (I) - Paul C. Jong

    Prólogo

    1. Dios nos hizo como las estrellas del cielo (Génesis 1:14-19)

    2. El día del Sabbath simboliza la bendición mediante la que Dios ha borrado todos nuestros pecados (Génesis 2:1-3)

    3. El séptimo día, cuando Dios descansó después de crear el universo y todo lo que hay en él (Génesis 2:1-3)

    4. Dios bendijo y santificó el Sabbath (Génesis 2:1-3)

    5. Dios le ha dado el verdadero descanso a la humanidad (Génesis 2:1-3)

    6. ¿Cómo nos creó Dios? (Génesis 2:1-3)

    7. ¿Qué nos engaña? (Génesis 3:1-7)

    8. Nunca podremos ser salvados del pecado mediante la fe religiosa creada por el hombre (Génesis 4:1-4)

    9. La salvación eterna profetizada en el sacrificio de expiación (Génesis 4:1-4)

    10. El sufrimiento espiritual y el sufrimiento carnal (Génesis 4:1-5)

    11. Debemos creer en Dios basándonos en Su Palabra (Génesis 4:1-5)

    12. Vivamos como pastores (Génesis 4:1-5)

    13. Solo Jesucristo fue la perfecta propiciación que quitó todos los pecados del mundo (Génesis 4:1-7)

    14. Debemos unir nuestros corazones con la justicia de Dios (Génesis 4:1-7)

    15. ¿Quién es Abel y quién es Caín ante Dios? (Génesis 4:1-24)

    Prólogo

    Vivíamos en el caos, vacío y oscuridad, y estábamos destinados a la condena eterna del infierno. Por eso Génesis 1, 1-2 dice: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». Como nuestros antepasados, Adán y Eva, no confiaron en Dios, abandonaron Sus Palabras y pecaron contra Dios, todo el mundo se convirtió en pecador y se separó de Dios. Consecuentemente, nadie puede escapar de esta vida confusa en la que Satanás nos tienta, y no hay manera de escapar del juicio justo de Dios.

    Sin duda, la humanidad todavía busca la santidad porque ha sido creada a imagen de Dios. Pero ¿cuál es la realidad? ¿Podemos vivir una vida santa sin pecar? ¿Podemos dejar de pecar? Es imposible. De vez en cuando puede parecer que hacemos el bien, pero la Palabra de Dios encuentra que nuestras obras buenas están sucias y tienen motivos egoístas. Para ser más claro, siempre caminamos cometiendo 12 tipos de pecados, tal y como Marcos 7, 21-23 describe. Por este motivo, el Apóstol Pablo gritó sobre esta realidad de la raza humana: «!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?». Este verso demuestra que no hay manera de que la humanidad pecadora y sucia consiga la salvación por sus propios medios.

    Esta condición humana tan desesperada me recuerda a la parábola de la cueva de Platón. En su libro «La República», Platón describe a unos prisioneros que estaban encadenados a una pared desde que nacieron. Por eso confundían las sombras que se reflejaban en la pared de la cueva con los objetos reales; así que morían encadenados sin darse cuenta de lo miserables que eran, o de lo maravilloso que era el mundo fuera de la cueva. Pero uno de los prisioneros se escapa y sale de la cueva. Imaginen la experiencia de este hombre cuando ve la luz del sol y el mundo que hay bajo el sol, e imaginen la confusión. Después de haber experimentado este mundo maravilloso, el prisionero vuelve a la cueva y da testimonio del mundo que ha visto fuera a sus compañeros que siguen atrapados en ese mundo falso. Pero estos lo matan y no aceptan la verdad.

    Como una fábula, esta parábola refleja nuestra realidad. Satanás, el Diablo, ha atrapado a la humanidad en la cueva de la confusión y de la falsedad. No exagero al decir que los cristianos son prisioneros de las falsas doctrinas que Satanás ha creado. Creen que sus doctrinas son la única verdad porque han nacido en la cueva de las falsas doctrinas y han escuchado las doctrinas confusas de algunos pastores, y por eso mueren sin recibir la remisión de los pecados. En otras palabras, todos van al infierno sin saber por qué. Cuando les predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, no solo rechazan esta Verdad, sino que además nos persiguen, porque han estado atados a las falsas doctrinas durante demasiado tiempo. Por tanto, la sangre de los mártires como Abel, Zacarías (que murió entre los altares del templo), Esteban (que fue lapidado) y los Apóstoles (que dieron testimonio de la Verdad hasta la muerte) clama desde la tierra: «Volved a Dios rápidamente. Dejad vuestros pecados y voluntad y volved al camino justo de Dios. Recibid la salvación por fe en Su amor y salvación, porque Dios ha borrado vuestros pecados a través del bautismo de Su Hijo y de la muerte de este en la Cruz».

    La humanidad nunca puede conseguir la salvación por sus propios medios. Por eso la Biblia dice: «Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Jehová, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho. Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese; y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma justicia» (Isaías 59, 15-16). Es cierto. La humanidad nace y muere con pecado, así que nunca podemos salvarnos a nosotros mismos, sino que necesitamos un Salvador. Por eso Dios mismo se convirtió en nuestro Salvador.

    Entonces, ¿cómo borró Dios todos nuestros pecados y nos salvó de la condena eterna del infierno?

    La salvación justa de Dios se cumplió a través del sacrificio de la expiación que hizo Jesucristo, que se reflejaba en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. En tiempos del Antiguo Testamento los israelitas ofrecían un sacrificio de expiación según la Ley de Dios para poder recibir la remisión de los pecados. Recibían la remisión de los pecados después de preparar animales puros, pasarles los pecados mediante la imposición de manos, cortarles el cuello para sacar la sangre, rociarla, y quemar la carne en el altar de los holocaustos. A través de este sacrificio para el pecado, Dios testificó en el Antiguo y Nuevo Testamento que el verdadero Evangelio es el ministerio de Jesús, que vino en cuerpo humanos como perfecto sacrificio, tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, y murió en la Cruz para pagar por los pecados.

    Ahora los que creen en el eterno sacrificio que Jesús ofreció con Su cuerpo, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, se convierten en los nacidos de nuevo y en el pueblo justo de Dios y en Sus hijos. El caos, el vacío y la oscuridad que reinaban el corazón de una persona, han desaparecido y ahora esa persona es hija de la luz. Por eso la remisión de los pecados es posible por la fe en la Palabra de Verdad de Dios, quien está ahora descansando porque Su Hijo ha cumplido Su voluntad al venir al mundo, ser bautizado y morir en la Cruz, en obediencia a Su Padre. Gracias a esto, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido el descanso de Dios (Hebreos 4, 3). Dios estableció el Sabbath para que recordásemos que Dios nos bendijo al eliminar nuestros pecados.

    La humanidad, que ha comido el fruto del conocimiento del bien y del mal, tiene una idea diferente del bien y del mal. ¿Qué idea es correcta: la nuestra o la de Dios? Nuestras ideas siempre son relativas y egoístas. Por tanto debemos abandonarlas y confiar en la Palabra de Dios pensando: «¿Qué dice la Palabra de Dios?». Ignorar la Palabra de Dios y seguir la justicia propia es lo que hizo Caín. Abel puso su fe en la Palabra de Dios que escuchó de su padre Adán, y ofreció el primogénito de su ganado. Pero Caín trajo un sacrificio de la tierra al Señor. Dios aceptó el sacrificio de Abel, pero no el de Caín. Dios quiere enseñarnos la lección de que la fe humana no puede traer la salvación.

    Por desgracia, muchos cristianos todavía ofrecen el sacrificio de Caín. Intentan obtener la salvación mediante sus esfuerzos humanos y buenas obras. Se les considera buenos cristianos por observar el Día del Señor, por dar generosamente, ayudar a los que lo necesitan, ofrecer oraciones de penitencia, hacer trabajos voluntarios y tener buenas relaciones con los demás. Creen que estas buenas obras pueden salvar.

    Pero esto es falso. Esta fe es religiosa y es un atajo hacia el infierno. ¿Quita los pecados esta fe? El precio del pecado es la muerte. Quien tiene pecados no puede escapar el juicio de Dios. Por tanto, debemos dejar de lado la fe religiosa y ser salvados por el Evangelio del agua y el Espíritu únicamente. Debemos nacer de nuevo al creer que Dios vino en carne humana y quitó nuestros pecados; y después de nuestro segundo nacimiento, debemos seguir la justicia de Dios que aparece por fe en el Evangelio.

    ¿Cómo nos glorificó Dios? Dios nos hizo Sus hijos justos y las esposas de Jesucristo en el Evangelio de Su Hijo. Asimismo nos dio la bienvenida como miembros de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Hizo todo esto para que nos dedicásemos a la obra de Dios juntos con el Evangelio para el resto de nuestras vidas. Cuando nos unimos con la Iglesia del Señor, nuestros corazones caminan con el Señor y Dios obra a través de nosotros, lo que nos lleva a la salvación de muchas almas, como si se tratase de una buena cosecha de justicia.

    Por tanto, les pido a todos los santos nacidos de nuevo de todo el mundo que se unan a la Iglesia de Dios. Si de verdad han nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu, espero que ofrezcan abundantes frutos de justicia al Señor al hacer la obra del Señor bajo la dirección de la Iglesia de Dio, del mismo modo en que la mujer gentil, llamada Ruth, se convirtió en parte de la genealogía de Jesucristo al seguir a su suegra, Naomi, obedientemente.

    SERMÓN 1

    Dios nos hizo como las

    estrellas del cielo

    < Génesis 1:14-19 >

    «Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto».

    Jesucristo, nuestro Señor

    Aunque no tengamos poder, como la Palabra tiene poder, cuando la Palabra cae en el suelo, produce frutos sin falta. Como la Palabra de Dios está viva, podemos observar que es la misma hoy y mañana y siempre. Las palabras del hombre cambian constantemente, pero la Palabra de Dios nunca cambiar porque es fiel. Cuando Dios habla, cumple exactamente todas Sus Palabras. Como la Palabra de Dios tiene poder, cuando Dios dijo: «Que haya luz», hubo luz, y cuando dijo: «Que haya una luz mayor y una menor», se cumplió lo que dijo.

    Este universo desaparecerá, pero la Palabra de Dios nunca desaparece. Como la Palabra de Dios es la Verdad, distinguimos esta Palabra de las palabras del hombre, porque esta es la más importante. Cuando Dios dijo: «Que haya luz», la luz apareció en este universo. Cuando Dios ordenó que hubiese dos luces en el universo, se cumplió Su Palabra.

    Dios dividió las aguas de encima del firmamento, de las de debajo. Dios llamó al firmamento, cielo. El cielo parece infinito. Cuando los astronautas viajan por el espacio y miran al planeta tierra desde arriba, dicen que es absolutamente bello. Los astrónomos dicen que hay unos 100.000 millones de cuerpos celestiales en una galaxia, 100.000 millones de galaxias en el universo. No podemos ni imaginar el universo entero en nuestras mentes pequeñas, pero Dios los creó con tan solo decir: «Que sea».

    Debemos darnos cuenta de lo poderosa que es la Palabra de Dios. Aunque no tengamos poder, como la Palabra de Dios tiene poder, todo se puede cumplir si se ordena por la Palabra de Dios. Cuando la Palabra de Dios ordenó que las aguas de encima del firmamento se dividieran de las de debajo del firmamento, se hizo así.

    La Palabra de Dios es la Verdad eterna. En esta Verdad la gente sigue naciendo, viviendo y muriendo. Con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, que Dios nos ha dado, ha separado a Su pueblo de la gente que no es Suya, y ha dividido la siguiente vida entre Cielo e infierno. Gracias a la luz que Dios creó, este mundo está iluminado, y a través de este Evangelio del agua y el Espíritu todas las almas están salvadas.

    Estas obras se han cumplido en Jesucristo, que es el Hijo de Dios, y nuestro Creador y Salvador. ¿Quién es el Dueño de todo el universo? Jesucristo, el Rey de reyes, Jesucristo es nuestro Salvador y nuestro Dios. Es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro Pastor y nuestro Dios que nos creó. Jesucristo vive en los corazones de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que Él les ha dado, y es nuestros Pastor y Dios santo. Reina en todo el universo y sobre nosotros.

    En Génesis 1, 14 Dios dijo: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años». De la misma manera en que la tierra recibe vida de la luz solar, nuestras almas humanas obtienen nueva vida al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado. Dios Padre nos dijo que Jesucristo está cumpliendo todas Sus obras en Su Providencia. Jesucristo cumple las señales y las estaciones, los días y los años en este mundo.

    Nuestras vidas y bendiciones se basan en Jesucristo. Empezamos nuestras vidas en Jesucristo y las completaremos en Jesucristo. En otras palabras, mis queridos creyentes, nos hemos convertido en nuevas criaturas en Jesucristo. De la misma manera en que la tierra recibe calor del sol, los que creemos en Jesucristo, en el Evangelio del agua y el Espíritu, encontramos gracia y nos dejamos guiar por Él.

    Hay cuatro estaciones en nuestras vidas espirituales: la primavera espiritual, el verano espiritual, el otoño espiritual y el invierno espiritual. Cuando encontramos el Evangelio del agua y el Espíritu en Jesucristo, nacemos de nuevo en Jesucristo, y cuando nos alimentamos de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad espiritual, nuestras almas empiezan a dar frutos de nueva vida. Cuando nuestras almas encuentran a Jesucristo, a través del Evangelio del agua y el Espíritu, el verano está en nosotros. Cuando vivimos con el Señor en la Palabra de Dios, y en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, estamos completos.

    Jesucristo gobierna nuestras vidas

    Mis queridos hermanos, la historia de este universo y del mundo es la historia de Jesús. La palabra historia en inglés, history viene de His story que significa Su historia. El mundo cuenta sus años basándose en el día en que Jesucristo vino. En otras palabras, la historia se divide en a.C. (antes de Cristo) y d.C. (después de Cristo). Nada está fuera de la soberana autoridad de Jesucristo. Todo en este universo pertenece a Jesucristo.

    A través de Jesucristo, las luces mayores (Génesis 1, 16), Dios dividió las cuatro estaciones. Cuando nacemos de nuevo en este mundo y encontramos a Jesucristo, estamos en la primavera espiritual, y cuando crecemos en Jesucristo, estamos en el verano espiritual, y cuando damos los frutos de la vida eterna, estamos en el otoño espiritual. Cuando recogemos las cosechas del otoño en Jesucristo y podemos vivir para siempre en el granero del Cielo, estamos en nuestro invierno espiritual, donde recibimos la vida eterna.

    Jesucristo es el Hijo de Dios, el Creador que nos hizo, nuestro Pastor y el Gobernador que tiene dominio sobre todos los aspectos de nuestras vidas. ¿Creen en esto? Puede que sigan luchando con sus pensamientos, pero no pueden escapar del amor de Jesucristo. Cuando nos descubrimos a nosotros mismos en Jesucristo, y cuando nos presentamos ante Él, nos damos cuenta del verdadero significado de nuestras vidas. En Jesucristo podemos ser salvados en cuerpo y espíritu, dar la flor de la vida y frutos reales.

    Por desgracia, ahora mismo, hay demasiadas personas en este mundo que no tienen ni idea de por qué nacieron o por qué deben morir. No conocen el verdadero significado de sus vidas. Aunque muchas personas sienten que la vida es algo más de lo que se puede ver, sentir o degustar, todavía viven con angustia, porque no pueden nacer de nuevo. Sin embargo cuando nacemos de nuevo de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, podemos darnos cuenta de por qué hemos nacido y adónde vamos. Sabemos por qué debemos vivir. Por tanto, todos debemos darnos cuenta de cómo Dios nos ha formado.

    Cuando conocemos el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado, y nacemos de nuevo, nuestras vidas cambiarán. En mi caso, antes de encontrar el Evangelio del agua y el Espíritu y nacer de nuevo, mi vida no tenía ningún significado. En aquel entonces mi vida estaba completamente vacía, sin satisfacción, y mis pensamientos estaban confusos. Sin embargo, cuando buscaba mi vanidad sin conocer la Verdad de salvación, nuestro Señor me enseñó el Evangelio del agua y el Espíritu a través de la Palabra de Dios de Verdad.

    Incluso ahora, Jesucristo está iluminando este mundo con el Evangelio del agua y el Espíritu

    Está escrito en Génesis 1, 15: «S ean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así».

    Incluso hoy en día, Jesucristo está iluminando este mundo con la luz de salvación. Incluso en este momento, nuestro Señor sigue haciendo que la luz de la vida nos ilumine. Pero la Biblia también dice: «La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella» (Juan 1, 5). En otras palabras, el problema es que no todo el mundo acepta la Palabra de Verdad, pero Dios da la luz de salvación, es decir el Evangelio del agua y el Espíritu, para que todos la acepten.

    Pasemos a Génesis 1, 16: «E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas».

    La Luna no emite luz por sí misma; solo refleja la luz que procede del Sol. Este pasaje implica que Jesucristo alumbra nuestra naturaleza humana con la Ley, y que nos está iluminando con Su amor verdadero. Dios creó la luz mayor en el cielo para que gobernara el día, y la luz menor para que gobernara la noche, y estas luces se refieren al Evangelio del agua y el Espíritu y la Ley.

    Jesucristo tiene dominio sobre todo el mundo. Dios no ha permitido que el Evangelio del agua y el Espíritu se difunda por todo el mundo a través de Su Iglesia. Aunque parezca que los justos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu estén gobernados por este mundo, en vez de gobernarlo ellos, al final gobernarán todo el universo. Del mismo modo en que Jesucristo reina sobre todo el universo y todo lo que hay en él, los nacidos de nuevo reinarán sobre todo lo que hay en este mundo. Ahora la gente de este mundo confía en las soluciones políticas para gobernar el mundo, pero esto no vale para nada.

    La gente de este mundo no escucha la Palabra que estamos predicando. Esto se debe a que los falsos maestros les han engañado. Muchas personas se niegan a acercarse al Evangelio del agua y el Espíritu que predicamos. Pero si lo escuchasen, creyesen en él y lo aceptasen, encontrarían la verdadera felicidad y satisfacción.

    Jesucristo quiere conseguir todas estas cosas a través de nosotros. Dios quiere reinar sobre los santos nacidos de nuevos a través de Sus siervos. Dios quiere reinar sobre los que no han nacido de nuevo. ¿Quieren que Dios gobierne nuestras vidas? Si han nacido de nuevo, ¿quieren que Jesucristo reine sobre ustedes?

    Aunque queramos vivir según nuestros propios deseos después de haber nacido de nuevo, esto no es correcto. Mis queridos hermanos, cuando el Padre reina sobre nosotros después de haber nacido de nuevo, lo hace con amor, no como si fuésemos sus esclavos. Por eso debemos dejar que Jesucristo reine sobre nuestros corazones. Dios gobierna sobre los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos guía y nos bendice a través de Sus siervos.

    Dios guía y gobierna a los nacidos de nuevo

    Les voy a dar un ejemplo. Un hermano en nuestra iglesia solía trabajar en un billar, al que acudía más gente durante nuestros cultos, y que no cerraba los domingos. Así que un siervo de Dios le dijo: «No creo que debas trabajar en ese sitio. Deja tu trabajo y busca otro que te permite vivir tu vida con fe». El hermano obedeció y dejó su trabajo en el billar, después encontró otro trabajo que le permitía ir a la iglesia. Escuchó como Dios le guiaba. Dios gobierna nuestras vidas. Este dominio de Dios es lo que nos guía y nos cuida.

    Dios creó la lumbrera mayor para que reinase el día, y la menor para que reinase sobre la noche. Dios nos está guiando con estas dos lumbreras. Él guía a los nacidos de nuevo con la lumbrera mayor, es decir con el Evangelio del agua y el Espíritu, y al resto del mundo con la Ley, que es la lumbrera menor. Aunque pensemos que nadie tiene dominio sobre nosotros, debemos darnos cuenta de que debemos dejarnos gobernar por Dios.

    Mis queridos hermanos, debemos dejarnos gobernar por Dios. Yo también tengo que dejarme gobernar por Dios, y todos ustedes también. Cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos dejarnos gobernar por Dios, debemos seguirle y vivir en Él, en vez de vivir como queramos. Nuestros hermanos y hermanas viven en Jesucristo y se dejan gobernar por la Iglesia. Esta es la vida que Jesucristo ha preparado para nosotros. Esta es la voluntad de Dios para nosotros, y es la manera en la que Dios ha establecido Sus reglas para nosotros. ¿Se dan cuenta de esto ahora?

    Solo Él es el camino y la Verdad. En Él, en Jesucristo, se encuentra toda la verdad. Todo está incluido en Su plan, en el plan de Jesucristo. Como nacimos en este mundo, debemos vivir en Él, y siempre pensar en Él en todo lo que hagamos. En otras palabras, no tenemos un plan para cada uno de nosotros, sino que nuestro plan viene de Jesucristo. No podemos escapar de la autoridad de Jesucristo, ni debemos intentarlo. Solo podemos conseguir la verdadera felicidad y el verdadero amor si vivimos en Cristo. De hecho, el debe gobernarnos, y nosotros debemos encontrar nuestra felicidad en Él, nuestro valor, y debemos vivir una vida justa en Él. La Biblia dice que cuando Jesucristo nos gobierna, también gobierna el día y la noche a través de nosotros.

    Dios nos hizo gobernar sobre la gente de este mundo. En otras palabras, Dios quiere que gobernemos sobre todos el mundo, sobre los nacidos de nuevo y los que no han nacido de nuevo. Dios dice que nos hará trabajadores Suyos y siervos para que gobernemos sobre otras personas y las guiemos por el buen camino. ¿Se dan cuenta de esto? Dios tiene un plan maravilloso para nosotros.

    Dios hizo las estrellas del Cielo

    Pasemos a Génesis 1, 16-19: «E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto».

    Dios creó todas las estrellas en los cielos. Dios las puso en el firmamento de los cielos para iluminar la tierra, para gobernar el día y la noche, y para dividir la luz de la oscuridad. Estas estrellas se refieren a los siervos de Dios. A través de este pasaje de las Escrituras, debemos darnos cuenta de que los siervos de Dios están iluminando la tierra con la luz del Cielo. Debemos recordar que los siervos de Dios, las estrellas, iluminan con la verdadera luz.

    Debemos darnos cuenta de que estos siervos de Dios dividen a los salvados de los perdidos. Hoy en día, algunos pastores enseñan lo siguiente: «¿Cómo podemos distinguir a los salvados de los perdidos? Esto es algo que solo Dios sabe y que solo Dios tiene el derecho de saber». Sin embargo, no dirían esto si supieran la función que Dios les confió a las estrellas del Cielo.

    Dios creó las estrellas y las puso en el firmamento, y así iluminó la tierra. Nuestro Dios creó estas estrellas, y las puso en el firmamento para iluminar la tierra y así gobernar el día y la noche. En otras palabras, hizo todo a través de las estrellas. Les he dicho que Dios dividió el día de la noche a través de la luz, y que gobernó el día y la noche a través de la luz. Entonces creó las estrellas y las puso en el firmamento para iluminar la tierra.

    ¿Cómo se manifiesta la luz de la Verdad en la tierra? La luz de la Verdad se manifiesta a través de los siervos de Dios que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cómo se revela la voluntad de Dios en la tierra? La voluntad de Dios en la tierra se revela a través de Su Palabra, que sale de las bocas de Sus siervos, que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Creen en esto, queridos hermanos?

    Después de crear las estrellas del Cielo, Dios las puso en el firmamento para iluminar la tierra. El que Dios crease las estrellas, significa que obra a través de Sus siervos. Si no hubiera siervos de Dios en este mundo, la voluntad de Dios no se predicaría, y nadie podría ser salvado. Por eso Dios obra a través de Sus siervos y revela Su voluntad y la cumple a través de ellos.

    Las estrellas no están ahí sin motivo alguno. Todas las estrellas del mundo cumplen una función. La luz existió porque Dios dijo «que haya luz», y las estrellas también existieron porque Dios las creó. En la Biblia, estas estrellas se refieren a nosotros, es decir, a los que han sido llamados para ser obreros del Señor. Debemos recordar la importancia del hecho de que Dios crease estrellas en el cielo.

    Dios crea a los siervos de Dios

    Debemos darnos cuenta de que Dios creó a Sus siervos. Dios interviene en las vidas de Sus siervos y los guía. Dios habla a Sus siervos y los sigue formando para que sean instrumentos Suyos.

    Hay una gran diferencia entre lo que Dios creó y lo que no creó Él. Por ejemplo, cuando un cristiano le pregunta a un pastor que no ha nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu: «Dime cómo debo vivir», este pastor pone las manos sobre la cabeza de esa persona y finge profetizar: «Te vas a convertir en un valioso siervo de Dios. He tenido una visión mientras oraba, y en ella te vi con un rebaño de ovejas en un pasto verde, y tú eras el pastor que llevaba las ovejas». Una hermana me dijo una vez que un pastor le había dicho esto antes de ser salvada. Así que siempre pensó en su mente que nació como sierva de Dios. Hay muchas personas piensan esto. Mis queridos hermanos, las personas que profetizan de esta manera no son siervos de Dios. No nos convertimos en siervos de Dios solo por profetizar así.

    Entonces, ¿cómo nos convierte Dios en Sus siervos? Primero Dios nos hace nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y entonces nos convierte en Sus siervos a través de los siervos de la Iglesia. Dios hace que le obedezcamos y nos sometamos a Él, y hace que dejemos de lado nuestros pensamientos erróneos. Dios nos guía continuamente por el camino de la justicia.

    Dios nos convierte en trabajadores de la justicia con Su Verdad. Es maravilloso ver cómo Dios nos moldea y nos convierte en Sus trabajadores. En Su amor podemos crecer con la Verdad, nuestra fe y nuestro objetivo en la vida se establece, y podemos obedecer la Palabra de Verdad. Cuando vemos cómo Dios usa a Sus siervos, y cuando vemos las vidas de la gente de fe en la Biblia, nos damos cuenta de la providencia de Dios para Sus siervos.

    Los siervos de Dios no nacieron como tales desde el principio. Al principio fueron salvados y hechos santos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La primera condición para convertirse en siervos de Dios es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y nacer de nuevo. Solo después de haber nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos convertirnos en siervos de Dios. A través de los que fueron siervos de Dios antes que nosotros, Dios guía a los nacidos de nuevo en Su Iglesia. A través de Su Palabra y Sus planes, Dios convierte a todo el mundo en siervos Suyos.

    La Palabra de Dios es muy completa. Mediante Su

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