Metamorfosis de la intervención
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Leyla Castillo Ramírez
Leyla Carrillo Ramírez (La Habana). Es graduada de Derecho y miembro de la Unión Nacional de Juristas de Cuba y de la Asociación Cubana de Naciones Unidas. Trabajó en el Ministerio de Relaciones Exteriores (1960-1999) y cumplió misiones diplomáticas en varios países europeos. Centro de Estudios Europeos (2005-2010). Investigadora del Centro de Investigaciones de Política Internacional en la actualidad. Autora de varias obras sobre Derecho y Relaciones Internacionales, como La Unión Europea y los Derechos Humanos (Editorial de Ciencias Sociales, 2010); ha publicado también numerosos artículos en medios de prensa nacional y extranjeros.
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Metamorfosis de la intervención - Leyla Castillo Ramírez
Edición: Natalia Labzovskaya
Diseño de cubierta: Carlos Javier Solis
Diseño interior: Oneida L. Hernández Guerra
Composición digitalizada: Royma Cañas
Corrección: Adys Lien Rivero Hernández
Emplane e-book: Amarelis González La O
© Leyla Carrillo Ramírez, 2017
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2017
ISBN 978-959-06-1951-9
Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
Editorial de Ciencias Sociales
Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba
editorialmil@cubarte.cult.cu
Índice de contenido
Introducción
Antecedentes
Principales causas, justificaciones y pretextos intervencionistas
Golpe de Estado
Metamorfosis: Cambio de regimen
Metamorfosis: Misiones de paz
Intervención humanitaria
Responsabilidad de proteger
Resumen final
ANEXOS
Anexo 1
Anexo 2
Anexo 3
Anexo 4
Relación de operaciones de paz de la ONU (1948 – 2013)113
Anexo 5
Anexo 6
Misiones de paz de la ONU concluidas115
Anexo 7
Gastos y personal de la ONU en misiones de paz116
Anexo 8
Anexo 9
Anexo 10
Anexo 11
Anexo 12
BIBLIOGRAFÍA
Libros
Medios de prensa:
Sitios digitales
Datos de Autor
Introducción
Cuando en el año 2008 escribí el artículo Manual para una Intervención
, intuí que en apenas dos cuartillas no sería posible abordar la complejidad de las decisiones de los países imperialistas y sus principales aliados para intervenir en el mundo.
Evidentemente, la actual situación mundial traspone las fronteras de una ética contemporánea inexistente y quebrantada por la unipolaridad. El peligro real que se cierne sobre todos los seres humanos en el planeta que habitamos y sobre los destinos del mundo subdesarrollado o emergente proviene de la hegemonía estadounidense, que ha erigido un bastión para los decisores de política exterior y defensa en medio de una total impunidad.
Aunque la historia se encargue de juzgar a los atacantes y los sobrevivientes relaten en un futuro no lejano el tortuoso sendero emprendido para defender su soberanía, independencia y autodeterminación, ningún país queda eximido de la extorsión, intervención, ocupación o agresión que cada vez con mayor frecuencia ejercen los polos de poder. Habría que establecer, entonces, un paralelo entre la actualidad y la premonición martiana en el sentido de que los hombres andan en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y destruyen
.
Los politólogos pueden discrepar de las hipótesis incluidas en el mencionado artículo, porque estas inducen a resultados preconcebidos, pero nos ha parecido útil citar las cláusulas manipuladas por el imperialismo y sus ejecutores, promotores o simpatizantes de la intervención. Con ello se contrapone lo que los juristas denominan ius ad bellum o justificaciones para la guerra, mientras los agresores actúan contra el derecho internacional humanitario (ius in bello).
Las instrucciones del manual intervencionista establecían una secuencia:
– Crear o magnificar los defectos y deficiencias de un país tercermundista.
– Acusar al seleccionado
de violar los derechos humanos, la sacrosanta democracia representativa o de constreñir las libertades políticas.
– Demonizar al dirigente de ese país para que la comunidad internacional lo rechace.
– Castigar al país económica y comercialmente, cesando o disminuyendo las relaciones.
– Enardecer una campaña de prensa que internacionalice los problemas del Estado cuestionado.
– Convencer a los principales aliados sobre sus criterios.
– Promover mociones, resoluciones y directivas en el organismo regional correspondiente contra el país peligroso
.
– Procurar la aprobación de una resolución en el Consejo de Seguridad o en el Consejo de Derechos Humanos, que legalice
el derecho a una intervención colectiva, en aras de la paz y la democracia.
– Someter a las personalidades censuradas
ante la Corte Penal Internacional o crear un tribunal especial para juzgar los crímenes de guerra
, supuestamente cometidos por el mandatario derrocado.
– De ser posible, procurar que se suicide, fallezca de infarto o muera en cualquier dudosa circunstancia que lo silencie para siempre.
– De no ocurrir lo anterior, acosarlo hasta lograr su ejecución mediante las armas, como escarmiento al resto de la comunidad internacional.
La metamorfosis es un fenómeno biológico, que generalmente mejora la especie y conlleva su adultez: una crisálida se transforma en mariposa multicolor; un renacuajo en rana; un feto deviene en hermoso bebé… En cambio, en el actual siglo presenciamos una metamorfosis invertida en que la acción inhumana provoca el retroceso hacia un paleolítico con acciones genocidas, mercenarias, incendiarias, calcinantes, morbílicas y letales, que pueden convertir lo humano, animal, geográfico, cultural y medioambiental en un páramo.
El propósito de este libro es comparar la metamorfosis en diversas etapas históricas y alertar sobre la amplia gama de intervenciones que sufrimos los países menos desarrollados. Si se logra, habremos acometido una etapa de alerta, porque esencialmente luchamos por un mundo mejor.
Antecedentes
La política constituye, a semejanza del derecho, una manifestación de la voluntad de la clase dominante. Sin embargo, en representación de los sectores o clases prevalecientes en el poder (o cercanos a este), con frecuencia la política concertada incumple sus propios cánones y aplica oportunistamente los métodos que considera más eficaces para alcanzar sus propósitos. La historia antigua presenció acontecimientos en los que la voluntad de individuos o un grupo de ellos desatendió el cumplimiento de la costumbre y las normas, con la finalidad de acceder al poder.
Visto desde ese ángulo, Alejandro Magno expandió su dominio sobre regímenes subordinados o sometidos al imperio ateniense. El genio Aristóteles vaticinó en el continente europeo las características y propensiones de la política cuando en su obra homónima definió a esta última como una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva, como quehacer ordenado al bien común.
El Imperio Romano fue, posiblemente, el promotor más eficiente en Europa para sustituir a sus gobernantes, mediante el uso de la fuerza o la sorpresa. El ejemplo más ilustrativo en la época fue el acceso de Julio César al poder, su conversión en cónsul, primero y en dictador, después. Su asesinato modificó las estructuras del poder, pero no cambió el régimen, sino el gobierno, porque siguió prevaleciendo el esclavismo.
Puede decirse que el primer tipo de orden mundial, por su antigüedad y simplicidad fue el imperial, con una preponderancia material y cultural. Ejemplos de este orden fueron el Antiguo Egipto, Roma y China.
Durante el Medioevo hubo un esbozo de centralización en la comunidad internacional, más visible en el Sacro Imperio Romano-Germánico, cuando existía una diarquía integrada por el emperador reinante y el papa. Los feudos característicos de la época se ejercían mediante reinados, principados o ducados. Imperaba la doctrina del origen divino del poder, ejercido por los gobernantes, como representante de Dios en la tierra, hasta implementar —de considerarlo preciso— la excomunión, que no solo representaba un acto religioso, sino también un instrumento político. El papa arbitraba y no se propugnaba la violencia, sino una guerra justa
que suponía defender el bien divino.
En el Medioevo la monarquía hereditaria y selectiva establecía la sucesión de la dinastía en el poder, designio violentado por los familiares menos favorecidos, con injerencia de otros actores y, con frecuencia, con el apoyo consustancial del clero. Tanto en Egipto y en el Lejano Oriente, como en Europa, los métodos aplicados para relevar a los gobernantes, difirieron según la formación o sistema económico-social imperante. No obstante, la forma de sustitución de cada régimen se avino al momento histórico concreto de cada imperio o Estado-nación.
En el siglo xvi en nuestro continente, las variantes más tangibles del cambio de régimen
fueron el asesinato del emperador azteca Moctezuma y la muerte por garrote del inca Atahualpa Yupanqui. En ambos casos sí fueron cambiados
los respectivos regímenes, para instaurar, primero, el dominio esclavista de la corona española y, a continuación, el régimen feudal. La práctica colonizadora se extendió a toda la geografía americana, protagonizada por los imperios español, inglés, francés, portugués y holandés.
En su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Carlos Marx analizó profusamente el golpe de Estado perpetrado el 2 de diciembre de 1851, por el príncipe Louis-Napoleón Bonaparte, quien fungía como presidente de la Segunda República y disolvió la Asamblea Nacional, promovió medios de prensa antiparlamentarios y restableció el Imperio, a pesar de las revueltas que fueron reprimidas con el arresto de más de 26 mil personas, la deportación de nueve mil hacia Argelia y centenares encarceladas en Cayenne. La victoria bonapartista impuso una nueva constitución, que sumó poderes legislativos al mandatario, transformando la II República en el II Imperio, regentado por Napoleón III. En Inglaterra, Lord Palmerston y Lord Beaconsfield ejercieron también un significativo oficio imperial.
El primer magnicidio en la historia de Estados Unidos fue acometido en 1865 contra el presidente Abraham Lincoln, al ganar el segundo mandato electoral, en medio de la Guerra de Secesión entre el norte y el sur, que el presidente había intentado evitar. La Proclamación de la Emancipación ya había enfrentado a los antiesclavistas del norte con los partidarios de la esclavitud del sur. En medio de la guerra civil, las victorias militares de la Unión lograron la reelección presidencial y la respuesta fue el crimen durante una representación teatral por un actor, simpatizante sureño, bajo el grito de así siempre a los tiranos
(sic semper tyrannis).
De tal forma, los métodos intervencionistas han sido transformados a lo largo de la historia en todos los continentes, siempre que las desavenencias entre el poder constituido y otros grupos o personalidades actúen para subvertirlos y, finalmente derrocarlos.
Principales causas, justificaciones y pretextos intervencionistas
A medida en que nos adentramos en el estudio sobre la problemática intervencionista de los siglos xx y xxi podemos percatarnos de su complejidad creciente y consustancial a la filosofía imperialista; porque las causas pueden ser reales o preconcebidas, mientras que sus efectos se expanden hacia la hegemonía referida por el marxista italiano Antonio Gramsci como el control del pensamiento, de la cultura y las costumbres, una vez que las fuerzas reaccionarias se apoderan de la economía, la política y la defensa.
De tal forma, las causas son manipuladas y convertidas en pretextos para intervenir dondequiera existan dudas sobre la conveniencia de un proceso, el mandato de un gobierno y las aristas socioeconómicas de un dirigente o partido político, pero generalmente enmarcadas en lo que conviene o no a los centros de poder, sean los gobiernos de Estados Unidos, los países rectores de la Unión Europea (UE) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o Israel, para citar a los más frecuentes interventores
.
Entonces partimos de la premisa de que las causas invocadas más frecuentes, también son los pretextos más habituales para intervenir, porque en ambos casos constituyen las amenazas argüidas por los centros de poder para promover la intervención- cualquiera que sea su apelativo.
El esquema incluido a continuación nos facilita incursionar sobre las imbricaciones entre los elementos intervencionistas, utilizados con mayor frecuencia por los poderes imperiales en la etapa actual, sin olvidar que la dinámica de las relaciones internacionales nos conduce cada día a la constatación de nuevas figuras que pretenden refrendarse, sin el consentimiento de la mayoría de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas.
Sin ánimo de crear incertidumbres en el lector, pero sí de alertar sobre realidades flagrantes de las amenazas que se ciernen sobre los países menos desarrollados (subdesarrollados, en desarrollo o emergentes), estimamos prudente abundar sobre algunas clasificaciones que pudieren conducir a declarar a una mayoría del planeta como terreno abonable para una intervención, utilizando para ello las causas o pretextos esbozados en el esquema anterior. De tal modo, los 60 o más oscuros lugares del planeta
que adujera el expresidente estadounidense George W. Bush, para estigmatizarlos, perseguirlos o atacarlos, por ser presuntos terroristas, es solo una mínima expresión de los peligros que afrontamos.
Lo mencionado significa que los países incluidos en listados difundidos por los principales gobiernos imperialistas como peligrosos
para la seguridad o la paz, nos sitúan en una situación desventajosa para que aquellos estigmaticen, instiguen o promuevan resoluciones conducentes a la intervención. La ecuación resulta visible:
A más defectos del país seleccionado = más probabilidades de intervención.
Por ello, nos planteamos varias incógnitas: ¿Cuántos países latinoamericanos y caribeños, africanos, asiáticos o mesorientales integran las clasificaciones
promovidas por los centros de poder sobre situaciones críticas o ingobernables? ¿En qué consiste la urdimbre para declarar fracasado a un país (que nunca es desarrollado o industrializado, aunque también irrumpa el caos en algunos desarrollados) o para instigar una campaña que provoque la adopción de medidas drásticas en los principales organismos internacionales? ¿Dónde surgen las clasificaciones sobre los países defectuosos
? ¿Cómo se manifiesta la interrelación entre los análisis de los tanques pensantes, los gobiernos de países desarrollados, el fomento de resoluciones en organismos internacionales, las acciones del Consejo de Seguridad y sus nuevos asistentes (Grupo de los 7, Alianza Trasatlántica, Organización del Tratado del Atlántico Norte —OTAN—, Unión Europea, Organización de Seguridad y Cooperación Europeas —OSCE)? ¿Cuál es el límite de las amenazas
a la paz que provocan las intervenciones?
Cuando resolvamos las incógnitas enunciadas, estaremos en capacidad de esbozar una mínima visión del futuro que se nos avecina. Y mucho más, cuando se realice un balance de los peligros que afrontamos diversos países del planeta, conceptuados por los más poderosos como amenazas
, podremos arribar a una conclusión temporal: si se nos acusa de ser ingobernables, antidemocráticos, fracasados, promotores del terrorismo o la piratería, del tráfico de estupefacientes o conflictivos, existirán más posibilidades de que se promueva una intervención contra alguno de nosotros, cualquiera sea su denominación selectiva y manipulada.
El listado inserto en los anexos 1 y 2 incluye los denominados estados fracasados, clasificados hasta el año 2016, elaborado por The Fund of Peace de Estados Unidos, aunque circulan otros, de factura estadounidense o provenientes de instituciones de la Unión Europea, el Instituto Sueco de Relaciones Internacionales (SIPRI) y documentación especializada de las Naciones Unidas sobre la mayor ocurrencia de acciones piratescas, terroristas, del tráfico humano, violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario (entre otros), que alertan sobre los pretextos para engrosar nuestro Manual para una intervención.
En la medida en que los centros de poder influyen sobre las decisiones de carácter internacional, se abre paso la tendencia a imponer figuras, que sin alcanzar el consenso de la Asamblea General, se convierten en dominantes, desde las decisiones adoptadas por el Consejo de Seguridad. Las denominaciones adoptadas se adecuan a la época, a la situación interna o a los intereses específicos de los polos de poder sobre un país conflictivo
o un gobierno indeseado
, circunstancia en la que dominan la geoestrategia y la geopolítica.
Por tanto, así sean los intereses de los promotores de la categoría de estados fracasados o fallidos
, el listado sufriría transformaciones. Por ejemplo, el prestigioso centro de investigaciones canadiense Global Research limitó en 2013 su valoración a algunos países africanos y asiáticos.
Lo anterior se expresa mediante la interrelación o el condicionamiento para adoptar decisiones, a partir de que un Estado determinado sea acusado de afectar la paz o la seguridad de los decisores internacionales. El resultado directo es la merma de la soberanía estatal, del derecho a la autodeterminación de los pueblos y a la igualdad soberana de los estados, aunque el gobierno en cuestión acceda a la intervención foránea.
Por tales motivos, las amenazas consideradas por los países imperialistas y algunos de sus aliados, constituyen una de las principales motivaciones actuales para instigar y acelerar la intervención. La tabla inserta ilustra la metodología.
La temporalidad o convergencia de los diversos métodos intervencionistas puede mostrarse en el siguiente gráfico:
Golpe de Estado
El golpe de Estado es longevo. El acto de esa índole más trascendente en la historia fue el asesinato del emperador-dictador Julio César, que ha sido reflejado profusamente por políticos, juristas, escritores y artistas.
El concepto golpe de Estado (coup d’État) comenzó a ser empleado en Francia en el siglo xviii, para calificar una serie de medidas violentas y repentinas tomadas por el rey, sin respetar la legislación ni las normas morales, generalmente para deshacerse de sus enemigos, cuando el monarca consideraba que eran necesarias para mantener la seguridad del Estado o el bien común.
Ambas denominaciones influyeron sobre lo que, transcurridos tantos siglos, el imperialismo estadounidense propugna como parte de su Estrategia de Seguridad Nacional y en los denominados global commons.³ En su sentido original, el concepto era muy similar a la actual denominación de autogolpe
, es decir el desplazamiento de ciertas autoridades del Estado, por parte de la autoridad suprema.¹
Desde mediados del siglo xviii y los dos primeros decenios del xx se reafirman aspectos del concepto adoptado por los franceses como coup d’état (golpe de Estado), que los ingleses denominan overthraw y los alemanes Staatsstreich. Este consiste en la acción de un pequeño grupo. Teóricos franceses enfatizan que significa una ruptura del Estado
, en la que está implícita la entidad política soberana. El diccionario de Oxford identifica la acepción francesa como ruptura del Estado
, mientras que el profesor estadounidense Thomas Childers de la Universidad de Pennsylvania lo define como un cambio súbito y violento del gobierno derivado de la estabilidad de las tradiciones políticas e institucionales de Inglaterra.
El término se amplió a lo largo del siglo xix para significar la acción violenta de un componente del Estado, como las fuerzas armadas con vistas a desplazar a su jefatura. El concepto se superpuso y