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¿Qué es la historia del conocimiento?: Cómo la información dispersa se ha convertido en saber consolidado a lo largo de la historia
¿Qué es la historia del conocimiento?: Cómo la información dispersa se ha convertido en saber consolidado a lo largo de la historia
¿Qué es la historia del conocimiento?: Cómo la información dispersa se ha convertido en saber consolidado a lo largo de la historia
Libro electrónico253 páginas3 horas

¿Qué es la historia del conocimiento?: Cómo la información dispersa se ha convertido en saber consolidado a lo largo de la historia

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¿Qué es la historia del conocimiento? ¿Un relato capaz de explicar el éxito o la utilidad de teorías y descubrimientos en las disciplinas académicas? Peter Burke, el máximo referente de este campo de estudios, aclara que es algo más variado, complejo e interesante, que interpela a los lectores de hoy al darnos herramientas y perspectiva para entender cómo se llegó a la revolución digital y la sobrecarga de información que conlleva.
¿Qué hacer frente a la acumulación de datos "crudos"? ¿Cómo seleccionarlos, clasificarlos y decidir sobre su validez? ¿Cuándo se convierten en conocimiento sistematizado en la "cocina" de las ciencias? Sostenido en su formidable erudición y en medio siglo de investigaciones y docencia, Burke describe las operaciones necesarias para organizar masas de información. A la vez, explica con gran claridad términos fundamentales y propone una guía para pensar a partir de ellos.

De la Biblioteca de Alejandría al trabajo en línea de nuestros días, traza un mapa de problemas que funcionan como temas de indagación en Oriente y Occidente. Mientras pone la lupa sobre las instituciones (Iglesia, Estado, Universidad) que determinan qué se considera ciencia en un momento dado, contempla los saberes prácticos y las dificultades para encontrar fuentes y registros de ese corpus rico que circula fuera de la academia. Así, cuestiona concepciones simplistas de la división del trabajo intelectual entre centro y periferia, sin dejar de interrogarse por la utilidad de los conocimientos, los modelos de intelectual y el modo en que se difunden o popularizan los desarrollos especializados.
Primer trabajo de carácter introductorio sobre el tema, este libro traza los hitos de una historia larga y analiza las tendencias más dinámicas de la "sociedad del conocimiento".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2019
ISBN9789876297547
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    La cronología es algo muy interesante. Es muy facil de leer.

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¿Qué es la historia del conocimiento? - Peter Burke

Índice

Cubierta

Índice

Colección

Portada

Copyright

Dedicatoria

1. Los conocimientos y sus historias

La historiografía

¿Qué es el conocimiento?

Los conocimientos, en plural

La historia y sus vecinos

2. Conceptos

Autoridades y monopolios

Conocimiento tácito

Conocimientos situados

Conocimientos sojuzgados

Curiosidad

Disciplinas

Estilos de pensamiento

Gestión del conocimiento

Herramientas del conocimiento

Innovación

Intelectuales y polímatas

Interdisciplina

Órdenes del conocimiento

Prácticas

Profesionalización

Regímenes de ignorancia

Sociedad del conocimiento

Tradiciones

Traducción de conocimientos

3. Procesos

Intentos de objetividad

Cuatro etapas

Recopilación de conocimientos

Análisis de los conocimientos

La difusión del conocimiento

El uso de los conocimientos

4. Problemas y perspectivas

Problemas

Perspectivas

Línea de tiempo: estudios del conocimiento. Una cronología selecta

Otras lecturas sugeridas

Notas

hacer historia

Colección a cargo de Lila Caimari,

Vera Carnovale, Roy Hora,

Sylvia Saítta, Marcela Ternavasio

y el equipo editorial de Siglo XXI

Peter Burke

¿QUÉ ES LA HISTORIA DEL CONOCIMIENTO?

Cómo la información dispersa se ha convertido en saber consolidado a lo largo de la historia

Traducción de

María Gabriela Ubaldini

Burke, Peter

¿Qué es la historia del conocimiento?: Cómo la información dispersa se ha convertido en saber consolidado a lo largo de la historia.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2017.

Libro digital, EPUB.- (Hacer Historia)

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-629-754-7

Traducción de María Gabriela Ubaldini

1. Historia. I. Ubaldini, María Gabriela, trad.

CDD 121

Título original: What is the History of Knowledge?

© 2015, Polity Press, Cambridge, Reino Unido.

© 2017, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Maqueta de colección y diseño de cubierta: Tholön Kunst

Imagen de cubierta: Viñeta de Grandville para el volumen Scènes de la vie privée et publique des animaux, París, Hetzel, 1842

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: julio de 2017

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-629-754-7

A Juan Maiguashca

en memoria de medio siglo de amistad y diálogo

1. Los conocimientos y sus historias

Fameux jury de peinture. Salon de 1840, litografía satírica firmada con el seudónimo Vertbleu, París, chez Berger, rue du croissant 16, impresa por Aubert, 1840.

Si la historia del conocimiento no existiera ya, habría que inventarla, en especial para poner la reciente revolución digital en perspectiva, vale decir, la perspectiva de los cambios que se han producido a lo largo del tiempo. Los sistemas de conocimiento de la humanidad sufrieron cambios fundamentales en ciertos momentos del pasado. En primer término, debido a las nuevas tecnologías, como la invención de la escritura en la Mesopotamia, en China y en otros lugares; la invención de la imprenta, en especial la xilografía en Asia del Este y la impresión con tipos móviles en Occidente; y ahora, ya en el período del que tenemos memoria, la aparición de las computadoras (sobre todo las personales), así como de internet. Estos cambios tienen consecuencias impredecibles, para mejor y para peor. Como estamos a punto de comprobar en el caso de internet, los nuevos medios de comunicación ofrecen tanto amenazas como promesas. Una manera de orientarnos en un momento en que nuestros sistemas de conocimiento están en plena reconstrucción, gracias a la globalización y a las nuevas tecnologías, es recurrir a la historia.

Por fortuna, la historia del conocimiento sí existe, y el número de aportes que se hacen a esta disciplina crece a gran velocidad. A principios de los años noventa, cuando comencé a trabajar en mi libro Social History of Knowledge [Historia social del conocimiento],[a] creía que estaba más o menos solo en este campo. Sin embargo, en el mundo académico actual –en que la república internacional del saber, que en algún momento estuvo conformada por apenas unos miles de ciudadanos, abarca millones–, es casi seguro que si se nos ocurre un tema auspicioso de investigación o un enfoque en apariencia novedoso, no tardaremos en descubrir que en otros lugares otras personas y otros grupos ya han tenido la misma idea, o una parecida. En cualquiera de los casos, pronto se volvió evidente que el estudio de la historia del conocimiento formaba parte de una tendencia.

Es verdad que hasta épocas muy recientes se consideraba que la historia del conocimiento –a diferencia de la sociología del conocimiento, a la que me referiré más adelante– era un tema exótico o incluso excéntrico. La historia del conocimiento no existe, declaraba el teórico de la administración y futurólogo Peter Drucker en 1993; según su predicción, se convertiría en un área importante de estudio en las próximas décadas.[1] Esta vez, su predicción quedó un poco rezagada, pues el interés en la historia del conocimiento ya empezaba a surgir en aquel momento, e incluía libros con títulos tales como Knowledge is Power [El conocimiento es poder] (1989), Fields of Knowledge [Los campos del conocimiento] (1992) o Colonialism and Its Forms of Knowledge [El colonialismo y sus formas de conocimiento] (1996).[2] A partir de la década de 1990, la historia del conocimiento dejó atrás la periferia del interés histórico para situarse en el centro, especialmente en Alemania, Francia y el mundo angloparlante. En las últimas décadas aparecieron cada vez más libros sobre el tema –como lo muestra la línea de tiempo al final de este libro–, incluidos estudios como The Organisation of Knowledge in Victorian Britain [La organización del conocimiento en la Gran Bretaña victoriana] (2005).[3]

El estudio colectivo más impresionante realizado hasta el momento es el que Christian Jacob ha editado en dos grandes volúmenes (con la promesa de dos más en breve), titulado Lieux de savoir [Los lugares del conocimiento], en analogía con la ahora célebre obra de Pierre Nora Les lieux de mémoire [Los lugares de la memoria]. A diferencia de los volúmenes de Nora, que se limitan a Francia, los de Jacob se refieren a una historia global que abarca aproximadamente los últimos dos mil quinientos años.[4]

Si bien originariamente el tema era producto de una serie de iniciativas independientes, en la actualidad se está insertando en el ámbito institucional. Entre los grupos académicos dedicados al estudio de la historia del conocimiento, hay uno en la Universidad de Múnich y otro en Óxford, ambos abocados a los comienzos de la Edad Moderna. Se han creado cátedras, como la de la Universidad de Erfurt (2008), llamada Culturas del Conocimiento a Comienzos de la Europa Moderna. Se han fundado centros, como el Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia en Berlín (1994) y el Centro de Historia del Conocimiento en Zúrich (2005).[5] Se dictan cursos sobre el tema, incluido uno en la Universidad de Mánchester titulado De Gutenberg a Google: Una historia de la administración del conocimiento desde la Edad Media hasta la actualidad. Hay proyectos colectivos en marcha o ya concluidos; entre ellos, el referido a la historia de El conocimiento útil y confiable, financiado por el Consejo Europeo de Investigaciones.[6] Cada vez son más frecuentes los congresos que encaran diferentes aspectos de este amplio tema. La historia del conocimiento se está convirtiendo en una suerte de semidisciplina que cuenta con sus propias sociedades, publicaciones y demás. Como el conocimiento mismo, su historia ha explotado, en el doble sentido de la rápida expansión y la fragmentación.

La historiografía

Si bien el surgimiento de una historia organizada del conocimiento es un fenómeno relativamente reciente, cabe recordar que en siglos anteriores algunos académicos ya soñaban con la historia del conocimiento e incluso intentaron escribir una. En su libro The Advancement of Learning [El avance del saber] (1605), y en su versión latina posterior, más extensa, De augmentis scientiarum, el filósofo, abogado y político Francis Bacon expuso un plan para la reforma del conocimiento, un antecedente de lo que hoy en día denominamos política científica, y sostuvo que esa reforma estaría acompañada por una historia de las diferentes ramas del saber en la que se examinaría qué se estudiaba, cuándo y dónde (en qué sedes y lugares de erudición); cómo viajaba el conocimiento, pues las ciencias, al igual que las personas, se desplazan; y cuáles han sido sus florecimientos y sus decadencias, o qué se perdió; e incluso lo que Bacon llamaba las diversas administraciones y gestiones del saber, no sólo en Europa, sino en todo el mundo.[7]

Trescientos cincuenta años antes de Drucker, Bacon lamentaba que aún no se hubiera escrito una historia del conocimiento de esas características. En él se inspiró el joven canónigo Thomas Sprat para escribir la historia (o, más exactamente, la descripción) de la entonces reciente Royal Society, que se publicó en 1667, aunque quienes pusieron en práctica por primera vez el plan de Bacon fueron unos investigadores alemanes del siglo XVIII, que escribieron lo que llamaron una historia literaria (en el sentido de una historia del saber más que una historia de la literatura), algunas décadas antes del surgimiento de una tímida historia cultural, producida, una vez más, por investigadores alemanes.[8] En Francia, el marqués de Condorcet, una figura prominente del Iluminismo, en su Esquisse d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain [Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano] (1793-1794), destacó el grado de crecimiento que había experimentado el conocimiento.

En el siglo XIX, hubo un movimiento que se propuso historizar el conocimiento, es decir, enfatizar su desarrollo o evolución, lo que suele denominarse progreso. Para entonces, no sólo el mundo de la naturaleza, sino también el mundo humano eran considerados pasibles de cambios sistemáticos. Este fue el mensaje común tanto de Elements of Geology [Elementos de Geología] (1838) de Charles Lyell,[9] que distinguía diferentes períodos de la historia de la Tierra, como de On the Origin of Species [El origen de las especies] de Charles Darwin (1858),[10] que se organizaba en torno a la idea de la evolución mediante la selección natural. Karl Marx afirmó que lo que las personas saben y piensan es resultado de su posición en la sociedad, de su clase social, mientras que el filósofo y sociólogo Auguste Comte se interesó en la historia así como en la clasificación de las diferentes disciplinas y procuró (aunque sin éxito) persuadir al ministro francés de Educación de que creara una cátedra de Historia de la Ciencia.

A principios del siglo XX, en algunas universidades, en especial estadounidenses, se introdujo la historia de la ciencia que Comte había propugnado. Académicos de habla alemana establecieron lo que llamaron una sociología del conocimiento [Wissensoziologie], que se ocupaba de determinar quién sabe qué, además de los usos de los diferentes tipos de conocimientos en diferentes sociedades, tanto en el pasado como en el presente.[11] La historia de las ciencias naturales se ha tomado como modelo para otras historias: la historia de las ciencias sociales o humanas, la historia de las humanidades y por último la historia del conocimiento en general. En alemán, es posible hablar del paso de la Wissenschaftsgeschichte, más académica, a la más general Wissensgeschichte.[12] En inglés [y en castellano], podríamos hablar del paso de la historia de las ciencias a la historia del conocimiento.

Este movimiento es bastante reciente. ¿A qué se deberá? Los cambios en el presente muchas veces han llevado a los historiadores a mirar el pasado de manera novedosa. Por ejemplo, lo que impulsa el estudio de la historia del ambiente son los debates acerca del futuro del planeta. De manera similar, los debates actuales sobre nuestra sociedad del conocimiento o sociedad de la información han propiciado un enfoque histórico del tema.[13] Los historiadores han hecho un aporte relativamente pequeño a la discusión general, menor que el que podrían o deberían haber hecho, en cuanto una de sus funciones sociales es, sin duda, ayudar a sus conciudadanos a percibir los problemas del presente desde una perspectiva de largo plazo y evitar así la estrechez de miras.

La estrechez mental en términos espaciales es bien conocida: una división tajante entre Nosotros, los integrantes de nuestra comunidad, y Ellos, los demás. Pero también hay una estrechez en términos temporales, un contraste simple entre nuestra época y todo un pasado indiferenciado. Es necesario que procuremos evitar dicha visión limitada y consideremos la revolución digital que estamos experimentando hoy como la última de una serie de revoluciones del conocimiento. Unos pocos historiadores han respondido a este desafío, el de historizar la sociedad del conocimiento.[14] Un investigador, por ejemplo, ha escrito sobre lo que llama los comienzos de la sociedad de la información en la París del siglo XVIII, mientras que otros dos han afirmado que los estadounidenses se han estado preparando para la era de la información durante más de trescientos años.[15]

Volveremos al problema de la continuidad y la revolución en el capítulo 4. Por ahora es suficiente con señalar que la historia del conocimiento se ha desarrollado a partir de otros tipos de historia, en especial de dos. La primera es la historia del libro, que en las últimas décadas pasó de formar parte de una historia económica del comercio de libros a constituirse en una historia social de la lectura y una historia cultural de la difusión de información.[16] La segunda es la historia de la ciencia, que postula la existencia de tres desafíos que impulsaron el desplazamiento hacia una historia del conocimiento más amplia.

Uno de esos desafíos deriva de la admisión de que la ciencia en el sentido moderno es un concepto del siglo XIX, de modo que utilizar ese término para referirse a actividades relacionadas con la búsqueda de conocimiento en períodos anteriores alienta lo que los historiadores más detestan, el anacronismo. El segundo desafío es consecuencia del interés académico en la cultura popular, incluidos los conocimientos prácticos de los artesanos y curanderos. El tercer y más decisivo desafío tiene su origen en el surgimiento de la historia global y en la consiguiente necesidad de evaluar los logros intelectuales de las culturas no occidentales. Estos logros pueden no cuadrar con el modelo de la ciencia occidental, pero no dejan de ser aportes al conocimiento.

¿Qué es el conocimiento?

Para resumir lo expuesto hasta aquí, en las últimas décadas hemos asistido a lo que, tanto dentro como fuera del ámbito académico, podría describirse como un giro epistemológico. Este giro colectivo, al igual que otros producidos en las humanidades y en las ciencias sociales (el giro lingüístico, el giro visual, el giro pragmático y otros), plantea una serie de preguntas incómodas. La más obvia es: ¿qué es el conocimiento? Una pregunta filosófica, pero que los historiadores del conocimiento no pueden abandonar sin más a manos de los filósofos, quienes en cualquier caso no logran ponerse de acuerdo. Un filósofo, por ejemplo, considera que el conocimiento es cualquier estado en un organismo que tenga relación con el mundo.[17]

Antes de intentar una respuesta a esta pregunta, vale la pena tener en cuenta que algunos historiadores, en especial en los Estados Unidos, prefieren hablar de información, según puede apreciarse en los títulos de libros como A Nation Transformed by Information [Una nación transformada por la información] o When Information Came of Age [Cuando la información alcanzó la mayoría de edad].[18] Así también, dos sesiones de la conferencia anual de la Asociación Estadounidense de Historia de 2012 se denominaron Cómo escribir una historia de la información e Información secreta de Estado. La elección del término información en lugar de conocimiento da cuenta de la cultura empirista de los Estados Unidos, que contrasta en particular con el interés de los alemanes por la teoría y la Wissenschaft, término que suele traducirse como ciencia pero que, en líneas más generales, se refiere a diferentes formas del conocimiento organizado de modo sistemático.

En mi opinión, los dos términos son útiles, sobre todo si hacemos una distinción entre ambos. A veces se afirma que nos estamos ahogando en información, pero nos falta conocimiento. En su poema El primer coro de la roca, fragmento de una obra teatral, T. S. Eliot ya se hacía estas preguntas: ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? y ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?. Si se toma prestada una conocida metáfora de Claude Lévi-Strauss, puede ser útil pensar la información como lo crudo y el conocimiento como lo cocido, aunque, desde luego, que la información esté cruda es algo relativo, ya que de ningún modo los llamados datos están dados de forma objetiva, sino que son percibidos y procesados por mentes humanas repletas de supuestos y prejuicios. Sin embargo, como se verá en el capítulo 3, se procesa una y otra vez esta información, es decir, se la clasifica, critica, verifica, mide, compara y sistematiza. En lo sucesivo, diferenciaremos conocimiento e información siempre que sea necesario, aunque en algunos casos –sobre todo, en los títulos de los capítulos y apartados– usaremos el término conocimiento para referirnos a ambos.

Algunos investigadores han centrado su atención en la historia de las creencias (o, como se diría en francés, histoire des croyances), especialmente en la creencia religiosa. Los creyentes, por su parte, consideran que sus creencias son conocimiento. En cuanto a los historiadores, tienen presente la necesidad de ampliar el

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