Hablando de historia.: Lo cotidiano, las costumbres, la cultura
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Hablando de historia. - Pilar Gonzalbo Aizpuru
Primera edición electrónica, 2019
D.R. ©
El Colegio de México, A.C.
Carretera Picacho-Ajusco 20
Ampliación Fuentes del Pedregal
Alcaldía Tlalpan
14110 Ciudad de México, México
www.colmex.mx
ISBN electrónico: 978-607-564-009-9
Conversión gestionada por:
Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2019.
+52 (55) 52 54 38 52
contacto@ink-it.ink
www.ink-it.ink
Índice
Introducción
I.
Los caminos de la historia
Nuestras preguntas.
Las de ustedes y las mías, de hoy y de siempre
La fugitiva realidad…
…y sus representaciones
Categorías y atributos.
Del pensamiento a las rutinas
Algunas respuestas para muchas preguntas
II.
La historia como pasión
y la trascendencia del conocimiento
Contenidos y lenguajes
Lo que el hombre vive y crea
La variedad de las aproximaciones
Las precauciones en la búsqueda
Toma el llavero, abuelita,
y enséñame tu ropero
III.
De fuentes y manantiales
La historia que querríamos contar
Las otras fuentes
En pocas palabras
Las fuentes inagotables
La difícil objetividad
IV.
Lo privado y la intimidad
Semejanzas y diferencias
La intimidad y los sentimientos
La esquiva historia de los sentimientos
La utilidad del miedo
V.
Modelos, paradigmas y representaciones
Lo cultural y lo cotidiano
La ostentación y el disimulo
Un proceso con intermitencias
Los mensajes implícitos
VI.
Cuando lo cotidiano es público
De puertas afuera
La publicidad y lo cotidiano
Los hombres y los medios
De la devoción a la violencia
VII.
El hogar y la familia
¿Una institución del pasado?
Entre las costumbres y la demografía
La familia, una realidad cambiante
La posibilidad de una familia mexicana
Familia y modernidad
VIII.
La cultura, lo popular
y lo cotidiano
Una para todos
De pragmatismo, belleza y creatividad
Cultura de masas y folklore
El tam tam en el ciberespacio
Imágenes, representaciones
y el vértigo de la velocidad
Colofón
Boceto de una bibliografía básica
sobre historia de la vida cotidiana
Sobre la autora
Introducción
Este libro está destinado a responder preguntas, lo cual no significaría nada, porque todos los libros de historia tienen, o deberían tener, ese principio; pero debo precisar que no hablo de mis propias preguntas, o no sólo de ellas, sino que me refiero a las preguntas formuladas por los asistentes al coloquio Hacia una nueva historia de la vida cotidiana, celebrado el mes de enero de 2018, en El Colegio de México. En su momento se respondieron todas las preguntas. Con respuestas concretas, limitadas a pocos minutos, se resolvieron puntos precisos y se aclararon afirmaciones complejas, lo que podría interpretarse como la eliminación de las dudas, pero que una segunda mirada señala como la oportunidad de detectar problemas generales e inquietudes compartidas. Más tarde, por correo, llegaron nuevas preguntas, con las que pude dar relieve a algunos temas y destacar la posibilidad de diversificar los enfoques en mis intentos de respuestas, lo que me permite continuar ahora con los comentarios, tal como lo solicitaron. Por supuesto, debo reducir mi exposición a aquellas cuestiones que conozco mejor, y reconozco de antemano que son muchas las que ignoro. En todos los casos, en las teorías que arriesgo y en los métodos que recomiendo, confío en que la experiencia supla parcialmente lo que deje vacío la ciencia. Tampoco pretendo responder a todo porque yo también tengo muchas dudas, además de las que ahora comparto con ustedes. No las oculto, entre otras razones, porque en historia la clave de toda investigación se encuentra en la perspicacia para seguir preguntando siempre. Y, por supuesto, también debo añadir que, inevitablemente, las preguntas se enlazan unas con otras, de modo que, mientras se responde a la primera quedan en el aire otras tres o cuatro más. Es algo propio del conocimiento científico y es también propio de los seres humanos, que somos complejos y lo es nuestra forma de vivir, de integrarnos a la sociedad y de usar los recursos que nos proporciona la naturaleza y las creencias que recibimos de nuestro ambiente cultural.
La historia de la vida cotidiana permite acercarse a las más diversas situaciones y a los más variados protagonistas. Incluso momentos críticos que fueron estudiados desde otros puntos de vista y personajes públicos, de los que creíamos saberlo todo, aportan algo diferente desde la mirada hacia su cotidianidad. Los datos concretos, las curiosidades y anécdotas, no son la historia, pero ayudan a encontrarle un sentido. No es raro que nos pregunten cómo llegar a un conocimiento razonablemente cercano a lo que pudo ser la vida de nuestros antepasados, y en concreto, cómo percibieron nuestros abuelos los cambios en los espacios habitacionales, en las rutinas laborales, en las relaciones de edad y género, a través del tiempo, cómo aprendieron a convivir los amigos, parientes, vecinos o conocidos, mientras se integraban a una sociedad que imponía formas cambiantes de criterios de consumo, de ocupaciones y de medios de comunicación, cómo ocultaron o expresaron sus sentimientos, y cómo contribuyeron a las transformaciones de su entorno y de la cultura material… ¿Hasta qué punto podemos conocerlo? No tengo la pretensión de disponer de una metodología especial para la historia de la vida cotidiana, aunque tampoco admito que los mismos métodos sirvan para todos los temas, pero, finalmente, todo es historia y, a veces, las etiquetas (política, económica, social, cultural) estorban más de lo que ayudan.
Al releer las preguntas pienso en la aparente contradicción de que casi todos los estudiantes y no pocos de los compañeros historiadores rehúyen hablar de métodos y metodología y, sin embargo, precisamente de eso tratan todas las preguntas y comentarios. Hay quienes se entusiasman con las teorías (materialistas, idealistas, deterministas…) y se quedan atrapados en ellas, ya sean problemas específicos o grandes ideas generales, modos de producción o imperativos del mercado, providencialismo o historicismo, socialismos o imperialismos, etc. ¿Cómo transitar de la banalidad de la vida cotidiana a la trascendencia de las grandes ideas? ¿Qué método puede permitir al historiador encontrar el sentido oculto de lo que se fraguaba mientras sus actores no tenían conciencia de ello? Quizá sucede que la palabra método abarca contenidos muy variados y es preciso advertir que la metodología implica mucho más y mucho más interesante que la forma de elaborar fichas, ordenar archivos o clasificar fuentes. Lo verdaderamente esencial en toda metodología es la forma de elaborar las preguntas y de localizar las respuestas en las fuentes. Ya que en esta ocasión, y hasta cierto punto, las cuestiones a tratar me vienen dadas, mi método, el que puedo recomendar y espero explicar a continuación, consiste en responder con la mayor precisión y con absoluta honestidad, lo que sabemos y lo que ignoramos, seguir en cada caso la secuencia de las dudas, aceptar los errores y retroceder cuando tomamos un camino equivocado o reconocer el final de la búsqueda cuando no encontramos nada más, lo que no debe significar que la pregunta no es válida o que no existirá alguna respuesta si modificamos el planteamiento. El método nunca es norma invariable ni una regla suprema; siempre depende del proceso reflexivo.
I
Los caminos de la historia
Nuestras preguntas
.
Las de ustedes y las mías, de hoy y de siempre
¿Es necesaria la teoría? o, formulándolo de otro modo: ¿puedo prescindir de la teoría?, o bien, ¿cómo evitar el protagonismo de la teoría? ¿Existe en los hechos de la vida cotidiana una teoría oculta que debo descubrir? O, por el contrario, ¿hay teorías a las que debo subordinar los datos que la información me proporcione?
La fugitiva realidad…
La vida cotidiana no se desarrolla al margen de fechas, sucesos, anécdotas y personalidades, sino que junto a ellos encuentra categorías fundamentales que permiten analizar, reflexionar y encontrar significados a esa información de apariencia intrascendente. Ya que las fuentes no exponen realidades sino interpretaciones de posibles realidades, la búsqueda de los significados y su interpretación mediante nuestros propios conceptos y prejuicios constituye la parte más visible y necesaria del método del historiador. Repetiré, como lo he dicho en otras ocasiones, que no se puede elegir si tengo o no tengo, si uso o no uso alguna teoría. Puede que mi teoría sea muy burda, poco científica, demasiado espontánea, innovadora o tradicional… pero la teoría va conmigo, y es a partir de ella como puedo acercarme a mi objeto de estudio. Lo que importa para mi investigación es tener conciencia de cuál es mi teoría y aplicar las categorías adecuadas al enfoque con el que me acerco al tema y a su entorno, a la época y la línea de trabajo que me marcan los testimonios accesibles. No es raro que asuma la teoría del último autor cuya obra acabo de leer. No importa si la escribió hace un año o cincuenta, la cuestión es que hoy me parece aplicable al tema de mi estudio, porque la vejez no convierte en falsa una teoría que en su momento resultó útil, así como tampoco la novedad y el reconocimiento académico aseguran que la idea que fue válida para un tema podrá serlo para cualquier otro. Al menos en la segunda mitad del siglo
xx
creo que