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Todo por una amiga
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Todo por una amiga
Libro electrónico114 páginas2 horas

Todo por una amiga

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Información de este libro electrónico

En este libro, Ema vive en República Dominicana y en las vacaciones visita con una amiga Santiago de Chile. Entre sus nuevas amistades aparece Sofía, quien sin saberlo se ha insertado en un red de narcotráfico. Ema junto a sus amigos tienen que ayudarla a desvincularse del enredo.
IdiomaEspañol
EditorialZig-Zag
Fecha de lanzamiento11 nov 2015
ISBN9789561226890
Todo por una amiga

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    Todo por una amiga - Angélica Dossetti

    S.

    VIERNES 10 DE JULIO

    Nuevamente vuelvo a escribir un diario porque me quedó gustando esto de anotar lo que me pasa. Me imagino que veré estos cuadernos cuando esté viejita y talvez me ría de todo lo que lea en ellos o, por último, podré recordar cómo es ser chica. En una de esas, si los leo cuando tenga hijos, no seré tan pesada con ellos.

    He vuelto a Chile por vacaciones de verano–invierno, porque en Dominicana es verano pero aquí es invierno. Terminó el año escolar y hasta pasé de curso.

    Tenía muchas ganas de pasar un tiempo en mi país, no porque no me guste estar en el hotel que administra mi papá en Republica Dominicana, donde estamos viviendo hace casi un año, sino que se extraña lo que se deja cuando una está lejos del país donde ha nacido; se valoran hasta esas cosas que antes te cargaban, como el smog, por ejemplo.

    Pude venir gracias a que mis papás quisieron premiarme por pasar de curso, pues todos en casa estábamos casi seguros que repetiría el año; no es que sea mala alumna o floja, no. Creo que se me hizo difícil acostumbrarme a un país tan distinto, aunque en un comienzo una crea que vivir en Dominicana es mejor que vivir en Chile porque en las fotos lo muestran igual que el paraíso, lleno de palmeras y playas hermosas. Para peor, como a mis papás se les ocurrió ponerme en un colegio inglés, sin que yo supiera nada del idioma, resultó más complicado aún. Cuando supe que había pasado a octavo de intermedio, no lo podía creer y, para mayor sorpresa, me dieron una medalla por el esfuerzo hecho durante el año.

    La miss dijo en la ceremonia del último día de clases, cuando me estaba entregando el premio, que es admirable ver cómo se superó una niña extranjera en nuestro colegio, sorteando todas las dificultades que se le presentaron en el año académico y otras cosas más. Claro que todo en un inglés que, por suerte, ya puedo entender algo gracias a la ayuda de mi amiga Ana con el idioma.

    Como mis papás no daban más de felicidad por el premio, me preguntaron qué quería hacer en las vacaciones. Yo creo que ellos pensaron que me quería quedar tirada en el hotel haciendo vida de turista, pero la verdad es que tenía tantas ganas de ir a Chile, de ver a mis amigos y a mi abuela, que no dudé ni un segundo y les dije: Quiero pasar las vacaciones en Chile con la Normi. Mi mamá me miró con cara de espanto y no me dijo nada hasta bien tarde en la noche, cuando me llamaron al living para hablar.

    –¿Estás segura que quieres ir a Chile, Ema; no te gustaría más hacer otra cosa? –me preguntó mi papá, con ese tono de voz de mejor cambia de idea.

    –Sí, yo quiero ir a Chile, ver a mis amigos, sentir un poco de frío, ver nuestra casa y traerme unas pocas cosas que dejé y que necesito –le contesté, decidida.

    –Pero, mi vida, ahora no podemos viajar; el papá tiene más trabajo que nunca y yo apenas estoy comenzando a trabajar aquí –se excusó mi mamá.

    Es verdad que en Dominicana los meses con más turistas son junio, julio y agosto. Las playas, los hoteles y la gente que trabaja en ellos se dedican por completo a conseguir huéspedes. Como mi papá es gerente en uno de esos resorts bacanes, nos tuvimos que ir a vivir al Caribe. Más encima, a mi mamá se le ocurrió buscar trabajo, con tan mala suerte para mí que lo encontró en una agencia de turismo en Punta Cana, justo cuando yo quería que fuéramos a Chile. Yo hasta estaba dispuesta a ir con mi hermano Nico, que tiene tres años y lo único que hace es molestarme todo el tiempo. Al menos el trabajo de mi mamá queda cerca de casa y tiene el mismo horario que yo en el colegio, así que la sigo viendo lo mismo que antes.

    –Pero me puedo ir sola –les dije, esperando que empezaran con eso de que soy muy chica, que si el avión se cae y todas esas cosas que dicen los papás para que se te quiten para siempre las ganas de hacer algo. Porque resulta que para algunas cosas eres chica, pero para otras eres grande, como para ordenar tu dormitorio o como para cuidar al Nico, por ejemplo.

    Mis papás se quedaron callados un buen rato dándose miraditas dudosas, hasta que el silencio, que ya me tenía enferma, se rompió:

    –Estuvimos hablando con tu mamá sobre el viaje –me dijo mi papá, ceremonioso– y creemos que te lo mereces, pero no puedes ir sola. Llamamos a tu abuela por teléfono y como ella no puede venir por ti, pensamos que tal vez, si hablamos con la mamá de Ana, tu amiga te podría acompañar.

    Apenas terminó la frase mi papá me paré de mi asiento y les di un tremendo beso a cada uno y me fui soplada a llamar a Ana para preguntarle si quería ir conmigo a Chile. Ella quedó súper entusiasmada y su mamá no puso ningún problema con lo del permiso para viajar conmigo; qué suerte tiene mi amiga de tener una mamá tan relajada, que no se complica por nada ni le dan susto los aviones ni nada por el estilo. Sólo nos recomendó que nos cuidáramos y que no nos metiéramos en líos.

    Hoy, al llegar a Chile, me puse súper contenta al ver a mi abuela esperándonos en el aeropuerto con esa cara de perdida de siempre. En cuanto me vio, corrió a mi encuentro y nos dimos miles de besos y abrazos. También saludó súper cariñosa a Ana, como si la conociera de toda la vida, mirándola como si también fuera su nieta, mientras le hacia cariño en su piel color chocolate y le estiraba sus rulos de resorte. Después, mi abuela nos llevó en su auto hasta su casa en el barrio Ñuñoa, en el centro de la ciudad. Allí nos tenía preparado un dormitorio para las dos, con una cama para cada una y un televisor de esos bien viejos, porque todo lo que tiene la Normi es del año de la pera. Cómo será que esta tele ni siquiera tiene control remoto y para cambiarle los canales una se tiene que levantar de la cama. Pero no importa, porque igual estoy feliz de ver a mi abuela, de sentir el olor a pan tostado que siempre tiene y de quedarme en su casa.

    (EN LA NOCHE)

    Ana está contándole a la Normi todas las historias de África que le cuenta su papá en los correos electrónicos que le manda (como él es diplomático en Tanzania, siempre le manda historias entretenidas a mi amiga, que se ha hecho súper famosa en el colegio por las cosas raras que cuenta). Mi abuela está tan encantada con Ana que creo que hasta se ha olvidado un poco de mí.

    No me acordaba mucho de esta casa pues siempre era mi abuela la que nos iba a ver a Calera de Tango, en donde vivíamos antes de irnos a Dominicana. Me he dado como veinte vueltas mirando todos los adornos que tiene la Normi en las mesitas: campanitas de todo tipo, caballos, cajitas y otras tantas cosas que no las podría anotar porque se me terminaría el cuaderno. La casa es un poco grande para que viva una persona sola; antes estaba mi abuelo Pepe, pero se murió cuando yo era guagua, así que sólo lo conozco por fotos. En esta casa crecieron mi mamá y mi tía Paula, y me las imagino jugando con los adornos

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