Conversaciones con Raimon
Por Eduardo Galeano
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Eduardo Galeano
Eduardo Galeano (1940–2015) was one of Latin America’s most distinguished writers. He was the author of the trilogy Memory of Fire, Open Veins of Latin America, Soccer in Sun and Shadow, Days and Nights of Love and War, The Book of Embraces, Walking Words, Voices of Time, Upside Down, Mirrors: Stories of Almost Everyone, and Children of the Days: A Calendar of Human History. Born in Montevideo, he lived in exile in Argentina and Spain for years before returning to Uruguay. His work has inspired popular and classical composers and playwrights from all over the world and has been translated into twenty-eight languages. He was the recipient of many international prizes, including the first Lannan Prize for Cultural Freedom, the American Book Award, the Casa de las Américas Prize, and the First Distinguished Citizen of the region by the countries of Mercosur.
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Conversaciones con Raimon - Eduardo Galeano
FOTOGRAFÍAS
PRIMERA ENTREVISTA:
Navidad de 1966
«Tendría que escribir más canciones contra el miedo. Todas las canciones contra el miedo.»
Estamos en el Calvari Alt. A un lado, se despliegan los tejados de Xàtiva, sus pocas torres, y al otro, más allá de la derruida muralla medieval, cada monte de piedra tiene un nombre.
Raimon me habla de su pequeña ciudad, cuna de los Borgia y del pintor Ribera, me cuenta cosas: «Nos llaman los socarrats, los quemados, porque Felipe V nos incendió la ciudad. Hay un cuadro del Borbón en el museo, ya lo verás: está cabeza abajo».
Raimon tiene veintiséis años.
Su padre acababa de salir de la cárcel cuando él nació.
La familia vivía, vive todavía, en una calle que se llamaba, pero ya no se llama, De la Libertad. Las tropas franquistas le blanquearon el nombre, a la cal, y desde entonces se llama Calle Blanca, Carrer Blanc.
Ésta es la casa que Raimon dejó hace algunos años para lanzarse al vent, al vent del món, y cantar a los demás, «en mi maltratada lengua», en su lengua catalana dicha al modo de Valencia,
palabras y hechos
que todavía nos hacen sentir hombres
entre los hombres,
paraules i fets
que encara ens fan sentir homes
entre els homes.
Raimon no es popular solamente entre los siete millones de personas de habla catalana. En toda España los jóvenes se reconocen en las canciones que Raimon, más que cantar, vocifera. Hasta en Madrid, que tradicionalmente mira de reojo cuanto viene de tierras catalanas, Raimon ha conquistado el segundo puesto en las encuestas de popularidad juvenil, según los datos de un diario del régimen: sólo le ganó Raphael, Príncipe de los cursis.
Primer Premio en el Festival de la Canción del Mediterráneo, Gran Premio al Disco de Cantante Extranjero en París: Raimon también existe fuera de fronteras. Sin embargo, en España, no puede actuar en televisión, y la radio le está prácticamente prohibida. El long-play que recoge su actuación en el Olimpia de París, se vende a cualquier precio, traído desde Andorra de contrabando: allí están grabadas las canciones que el régimen no le permite cantar, tampoco, en sus funciones públicas. Porque cada vez que Raimon canta, en programas organizados por los estudiantes en toda España, la fiebre sube.
A fines de noviembre del año pasado, en Sabadell, populoso suburbio industrial de Barcelona, Raimon tuvo que cantar seis veces seguidas la misma canción, «La nit», porque la censura le prohibió las otras que integraban el recital. Raimon sacó de su bolsillo un papelito y leyó los títulos de cada una de las canciones no permitidas. El público acometió entonces a coro, furiosamente, «Diguem no», Digamos no, también prohibida:
Hemos visto el miedo
ser ley para todos...
Tendría que escribir más canciones contra el miedo —me dice Raimon—. Todas las canciones contra el miedo. El miedo a las tradiciones, a lo que piensa el vecino, a perder la paga. Tendría que...
Raimon sacude la cabeza, sonríe tristemente.
Desde el alto peñón donde estamos sentados escuchamos, en el silencio de la mañana, el tintineo de los cencerros. Una majada marcha, por la quebrada, rumbo a la ermita de San José.
SEGUNDA ENTREVISTA:
Marzo de 1977
«¿Por qué no canto en castellano? Es como si ahora te dijera yo: ¿por qué no escribes en inglés, que te va a leer mucha más gente?»
Diez años después, reencuentro a Raimon en Barcelona.
El Palau dels Esports está de fiesta. En cuatro noches, cuarenta mil jóvenes se congregan alrededor de un hombre y una guitarra.
Las banderas prohibidas flamean, libres, en las gradas: la bandera comunista y la anarquista, la bandera catalana, la gallega, la ikurriña vasca. En la oscuridad, tiemblan las llamitas de miles de velas. Todas las voces claman por la amnistía, la autonomía y la libertad. De pronto se hace silencio.
Raimon canta:
D’un roig encès
voldria el món
i dir les coses
tal com són.
España ha cambiado. La nova cançó catalana ha contribuido a que España cambiara.
RAIMON: Los recitales del Palau dels Esports fueron muy distintos entre sí. El público no es siempre el mismo... creo que lo que a mí más me gustó ha sido el silencio con que se escuchaban las canciones...
EDUARDO GALEANO: ¿Pudiste cantar por primera vez algunas canciones que estaban antes prohibidas?
Sí, como A Joan Miró, y además estrenaba seis canciones nuevas. Sobre todo, yo tenía una tranquilidad que no había tenido en otras ocasiones, quizá porque por primera vez la censura previa no se había cargado ninguna canción. Hombre, existe todavía la censura previa y esta vez obtuvimos el permiso con catorce o quince días de anticipación, cosa que no había pasado nunca antes.
¿Cómo era antes?
Pues, el último recital que yo había dado en El Palau dels Esports, fue el 30 de octubre de 1975. Se estaba muriendo Franco en aquel momento. Yo cantaba el jueves por la noche y me dieron el permiso el miércoles por la mañana, y nos llamó el Gobernador Civil de Barcelona, el actual ministro Martín Villa, para hacernos responsables a Annalisa y a mí por todo lo que pudiera pasar.
¿Te prohibieron canciones?
El 30 de octubre hubo catorce canciones que yo no pude cantar. Esta vez sí pude.
¿Cuales...?
Bueno, mira... Sobre la pau no la podía cantar, el 18 de maig a la Villa no la podía cantar, la de Joan Miró no la podía cantar... En el 76, en marzo, se le pidió permiso al gobernador para hacer esto que yo he hecho ahora, y dijo que el Palau dels Esports no era sitio para cantar, y por las fechas que habíamos pedido cantó Dolores Pradera, que es una señora que canta canciones mejicanas. O sea, que según qué canciones, sí se podía cantar... Y eso era hace un año. Estos cambios yo no sé si llegan a ser estructurales. Yo creo que después de las elecciones tendrán que eliminar el mecanismo, no sólo la censura, el mecanismo más jodido que la censura, que es el de que tú, para cantar en público, tienes que pedir permiso cada vez al Gobernador Civil de cada provincia donde vas a cantar. Entonces, claro, se da el caso de que yo en la provincia de Tarragona no he podido cantar por un año y medio, porque el gobernador dice que no, o en la provincia de Alicante, o en Galicia desde el 67, no he podido cantar, porque el gobernador dice que no, y en el País Vasco lo mismo, mientras aquí sí pude, y en Valencia he estado más de nueve años sin poder cantar, entre una cosa y otra, porque los gobernadores correspondientes de las distintas épocas no me han dado permiso.
¿No notaste una actitud diferente del público, en este último ciclo?
Noté menos temor a expresar sus sentimientos y sus cosas, y después también noté menos nerviosismo por parte del público, porque el público participa, sabe que se puede acabar el acto en un momento determinado porque sí. Por ejemplo, en octubre del 75, cuando yo iba a comenzar la segunda parte, ya subiendo las escaleras para llegar al escenario, la policía me toma en las escaleras y me dice que yo suspenda el espectáculo, que la segunda parte no la haga.
¿Y?
Y tuve una gran discusión con ellos para decirles que no, que eso era provocar a la gente. Decían que la gente estaba muy caldeada, y aquí puede pasar cualquier cosa, y yo dije: puede pasar cualquier cosa si les digo ahora que ustedes