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Al menos no llueve
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Al menos no llueve
Libro electrónico119 páginas1 hora

Al menos no llueve

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Información de este libro electrónico

Con apenas treinta años, Alba Pino ya ha dirigido diez cortos, tiene su propia productora de cine independiente, su trabajo ha sido premiado en distintos festivales y este es su estreno como escritora. Llegar hasta aquí no ha sido fácil y siempre habrá piedras en el camino, pero al menos no llueve... Esta es la filosofía detrás de un relato íntimo y personal en el que la autora hace un repaso por su trayectoria profesional desde que decidió dedicarse al cine. Desde una perspectiva feminista, Alba Pino describe la realidad del mundo del cine para una mujer joven: los estereotipos y dificultades añadidas a los que se ha tenido que enfrentar (y se enfrenta todavía) casi a diario.

«Hace unos años, me convocaron como conferenciante en la Cineteca de Madrid [para] charlar sobre cómo producir, dirigir y distribuir un cortometraje. En un momento del evento, la moderadora del coloquio generalizó refiriéndose a los ponentes, diciendo que todos allí habíamos ganado el Goya en alguna ocasión. A mí me salió reírme y contestar que yo no. No he ganado un Goya, ni un Bafta, ni una Palma de Oro, ni un Emmy, ni un Óscar. Tampoco he dirigido una serie de Netflix, ni escrito una película para alguna gran productora, ni vivo rodeada de sacos de dinero. Esa es mi realidad, y aún así he hecho muchas cosas y tengo mucho que decir.»
IdiomaEspañol
EditorialDNX Libros
Fecha de lanzamiento29 mar 2021
ISBN9788418354595
Al menos no llueve
Autor

Alba Pino

ALBA PINO es una joven directora, guionista, productora de cine y también escritora, de origen gallego. En sus propias palabras, «ha hecho muchas cosas y tiene muchas que decir». Ha dirigido diez cortos, entre los que se encuentran los (muy) premiados Clara y Libélulas, además de otros trabajos en videoclips y como productora.

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    Al menos no llueve - Alba Pino

    PortadaPortada

    Dedicado a mis padres y a todas

    las niñas que, como yo, sueñan

    con ser directoras de cine.

    Estamos juntas en la lucha.

    Prólogo por Alberto Sabina

    Northwest promises

    Se abre el plano sobre la ciudad de Madrid. Podemos ver el ajetreo acelerado de la gente que camina, de la gente que corre e incluso de la gente que está quieta. Porque en esta ciudad hasta los que están quietos están acelerados. Todo en esos términos: las fuerzas, las ganas, la ilusión.Todo.

    La conocí de rebote, como esas balas perdidas de las películas que acaban matando a algún secundario. Me la presentaron como «la directora», esa era su mayor valía o su distinción: se dedicaba al cine. No era que le gustara el cine como dice mucha gente. No. Ella hacía cine. Había estudiado, exprimido y adquirido los suficientes conocimientos técnicos para volarme la cabeza en un atentado contra mi pedantería, la cual me sigue sobrando. Ella hacía cine.

    Hay que ser muy imbécil para dedicarse a esto. No quiero ser tan determinante al principio, pero es la sensación que llevo dentro. Esta profesión está llena de personas increíbles e increíblemente estúpidas. Se identifican por la fe, la fe del suicida que espera su hueco en el paraíso. Tal vez, por culpa de esto uno puede dedicarse a esta religión. Esta gente me da rabia, como me da rabia: Alba Pino.

    Hacer cine es algo que a priori mola decir, lo que no mola tanto es cuando llega el momento de pagar las cañas y tienes que pedirle prestado el dinero a tu colega, el que estudió derecho. Ella hace cine y lo dice sin la vanidad con que lo dice la mayoría de babosos que me he encontrado en la carrera, yo incluido. Ella hace cine o es directora de cine o se dedica al cine y créeme cuando te digo que la cabrona sabe hacerlo. La he visto entrar en una especie de psico-trance en mitad de un rodaje y convertirse en una persona entre Kubrick y un cariñoso gatito. Pero esta tía hace cine, ella desenreda, ella excava, ella afila, ella pule, ella te puede rajar de arriba a bajo, pero con tranquilidad, que está haciendo cine.

    Lo que no hacía era escribir libros.

    Me propuso que le escribiera el prólogo y no veo mayor acto de inconsciencia e irresponsabilidad por su parte hacia la literatura que este. Si lo que quieres es empezar mal tu libro, lo mejor sería poner una foto de mi cara en la página dos. Me dijo que estaba escribiendo un libro sobre ella, sobre su experiencia en el mundo del cine, lleno de exigencias y sacrificios, pero sin drogas, sin sexo, sin excesos. ¿Entonces?

    Al menos no llueve, o no llovía cuando lo empezó y eso es algo que tiene que recordar la autora, ya que en estas páginas, en estas palabras, hay un sentir al que mucha gente está más que acostumbrada: la derrota. La derrota de la mediocridad, la derrota de la pasión, la derrota del mundo real reventándote la cabeza contra la acera día sí y día también. Ella conoce el sabor de esa acera, lo que aún no sabe es que esa carretera es más larga.

    Su primer libro lo publica al llegar a los treinta, y tengamos en cuenta que tres se los pasó en pañales, diez aislada de las crueldades del mundo, otros quince buscándose y haciéndose hueco, un último año haciendo acopio de todo esto y demostrando que es una mujer fuerte, a sí misma y al mundo. Ella no ha venido a ganar, ha venido a que ganemos.

    De eso trata este libro. No encontrarás grandes figuras poéticas, sexo descarnado ni una trama complicada. Va de cómo una niña es engullida por una maquinaria traicionera, nepotista y oportunista, y llega a su primer estado de madurez con más cicatrices que enseñar que premios que levantar. Esa es la realidad que le ha tocado y que muchas personas se encuentran de frente. No se ha criado en los bajos fondos ni sus padres la han maltratado, forma parte de esa mal llamada «clase media».

    La clase media es una ilusión, una ilusión que nos meten en las cabezas, igual que ese «lucha por lo quieres y lo obtendrás». Todos formamos parte de esa mentira. De eso habla Alba, de que por mucho que luches no siempre alcanzarás tu meta o lo que tú crees que es tu meta. La vida es una carrera de fondo y vas a tener que rodearte de personas que aporten y sean críticas. Esta es una reflexión de primer tercio de vida. Una reflexión sincera, cercana y reconocible.

    Cuando se empieza en esta profesión, a veces es necesario escuchar una voz que esté más próxima a ti que la de un Truffaut o un Hitchcock. Conocer a las leyendas es necesario pero también peligroso, compararse con Scorsese es un suicidio y planificar como Herzog te va a costar algún divorcio.

    Si puedes, compra este libro y, si no puedes, róbalo, pero léelo. Estamos tan jodidos que necesitamos agarrarnos a un salvavidas, y una voz cercana puede ser eso. Despierta tu carácter crítico leyéndolo y hazte oír. Vivimos con la suerte de amar una profesión en la que no estamos solos y eso es lo que hace que no estemos locos. Ya lo dijo Pasolini: «La verdad no está en un sueño, sino en muchos sueños»…

    Esto no es un manual, ni un ensayo. Es una experiencia.

    Suéñala, ámala, lúchala.

    1

    Hola.

    En el colegio no te enseñan la forma adecuada de empezar un libro y, como todas las grandes frases ya estaban cogidas, me quedo con un educado saludo, que siempre es la mejor forma de presentarse a alguien.

    Me llamo Alba Pino y soy directora, guionista y productora de cine. Esta, sin duda, es la descripción más breve que puedo aportar para introducirme profesional y personalmente, ya que siempre he sentido que dedicarte al mundo del cine va más allá de un simple trabajo, es una forma de vida. Precisamente de esto va este libro: de cine y de mí.

    Hace ya unos años, me convocaron como conferenciante en la Cineteca de Madrid. Era una mesa redonda en la que varios profesionales del audiovisual debíamos charlar sobre cómo producir, dirigir y distribuir un cortometraje. En un momento del evento, la moderadora del coloquio generalizó refiriéndose a los ponentes y dijo que todos allí habíamos ganado el Goya en alguna ocasión. A mí me salió una carcajada y contesté rápidamente que yo no. No he ganado un Goya. Ni un Bafta, ni una Palma de Oro, ni un Emmy, ni un Oscar y, muy a mi pesar, nunca he ganado un Tony (y eso que uno de mis grandes sueños imposibles es protagonizar «Los Miserables»). Tampoco he dirigido una serie de Netflix, ni he escrito una película para alguna gran productora internacional, ni vivo rodeada de sacos de dinero. Esa es mi realidad, y aún así he hecho muchas cosas y tengo muchas que decir.

    Este libro nace de esa charla, cuando de pronto fui consciente de que la gente del público estaba anotando lo que yo les decía. Aquella veintena de personas no quería escuchar cómo realizar productos audiovisuales inalcanzables, lo que querían era ayuda, un consejo práctico y hablar con alguien relativamente cercano que les contara un poco cómo es la realidad. Así que, si estás esperando a que te cuente cómo conseguir tres millones de euros de presupuesto para hacer tu próxima superproducción, lo siento, pero no tengo ni idea.

    Lo que sí puedo contarte es cómo se vive aguantando la base de un sistema en el que es casi imposible entrar, en el que ganar un premio no significa nada, ni siquiera trabajo, en el que pedir una subvención parece algo inalcanzable si no tienes una productora detrás, en el que para sacar un proyecto adelante necesitas tirar de tu dinero, de tu tiempo y de tus amigos. Un sistema en el que la baraja ya está repartida y, si quieres jugar, tienes que robar un mazo para echar tus propias cartas al tapiz. Y, a pesar de todo eso, un lugar donde sentirte feliz, pleno, con oportunidad para decir y para hacer pensar. Y eso es lo más complicado cuando cuentas una historia.

    Así que, dentro de lo malo, al menos no llueve.

    2

    La primera Barbie que tuve era negra. Nunca he sabido dónde la compraron mis padres, creo que no había nada igual en el mercado español allá por los noventa, pero ahí estaba, entre mis manos. No recuerdo mi reacción inmediata, pero estoy segura de que fue de descontento. Y no es que no quisiera tener aquella muñeca, como todos los niños del país yo quería lo que estaba de moda, lo que tenía todo el mundo. Mis padres, en cambio, siempre fueron unos adelantados a su tiempo y ya me estaban dando una pequeña lección, aunque a mí solo me provocara un berrinche momentáneo. Le puse Boni, de Bonita, y me olvidé de ella una temporada.

    Tiempo después, la llevé conmigo al colegio. Imagínate la comidilla. Todos los niños se acercaron a verla y a tocarla, por eso de la novedad, pero luego se negaron a jugar conmigo por el simple hecho de que fuera diferente. No era la convencional, la clásica, la Barbie rubia con el conjunto más

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