Expedición a la Tierra del Fuego
Por Martín Gusinde
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Expedición a la Tierra del Fuego - Martín Gusinde
LA PERSONALIDAD CIENTÍFICA Y HUMANÍSTICA DE MARTÍN GUSINDE
I
En el periodo clásico de los estudios arqueológicos y etnológicos de Chile (1911-1940) se distingue, junto al Dr. Max Uhle, al ingeniero Ricardo E. Latcham y al Dr. Aureliano Oyarzún, la figura del sacerdote Martín Gusinde.
Tal vez, a pesar de ser el menos conocido entre los aficionados y estudiantes de las disciplinas antropológicas, Gusinde es el estudioso más riguroso de ese periodo, por lo menos en lo que se refiere a las investigaciones etnológicas de los aborígenes del sur de Chile. Y esta afirmación nuestra, posee una especial connotación cuando se tiene presente la gran figura científica del Dr. Max Uhle, quien desde 1911 hasta 1919 investigó un conjunto importante de yacimientos arqueológicos, especialmente en el norte de Chile, y fue el director-fundador del Museo de Etnología y Antropología de Santiago. Además el ingeniero Ricardo E. Latcham y el Dr. Aureliano Oyarzún eran, también, en el decenio de 1910, ampliamente conocidos junto a otros estudiosos como el profesor Tomás Guevara.
Así, el sacerdote Gusinde desde que llegó a Chile en 1912 se incorporó a un círculo reducido pero selecto de investigadores que estudiaban las antigüedades y las etnias aborígenes del país. Primero con Uhle y luego con Oyarzún, trabajó en el Museo de Etnología y Antropología hasta que su cargo fue suprimido del presupuesto nacional. A propósito de esta situación, el director del museo, don Aureliano Oyarzún, escribió al Ministro de Instrucción Pública las siguientes líneas que resumen muy bien el valor científico de Martín Gusinde y su magnífico trabajo antropológico en el sur del país.
"Con la supresión dispuesta últimamente por V. S. del cargo de Conservador de este Museo, se retira el R. P. Martín Gusinde, actualmente en Viena, donde imprime su obra sobre los indios fueguinos que, dada a conocer ya en fragmentos en distintos Congresos de Americanistas y Sociedades Científicas de Europa, ha llamado profundamente la atención de los sabios de aquel continente. Me es grato dejar aquí constancia del pesar con que veo irse a nuestro sabio y distinguido colaborador, preparado como pocos para el estudio de la etnología y antropología de Chile y cuyos esfuerzos y constancia para el trabajo lo justifican los cinco viajes¹ que por disposición del Supremo Gobierno y encargo de este museo emprendió a la Patagonia y Tierra del Fuego, donde, sufriendo toda clase de privaciones, pudo descorrer el velo misterioso de la sociología, etnología y somatología de los últimos sobrevivientes de estas inhospitalarias regiones, honrar después el nombre de Chile en el extranjero y contribuir al conocimiento de los verdaderos fundamentos sociales de la humanidad.
Los trabajos del señor Gusinde y el recuerdo de su persona quedarán grabados en la historia de este Museo y en el del progreso científico de nuestro país en los últimos años
. (Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología de Chile, tomo iv, Nos 3 y 4, págs. 171-172; 1927.)
Como el padre Gusinde había pedido permiso en 1924, su reemplazante en el cargo, el señor Carlos S. Reed, distinguido naturalista chileno, también debió abandonar el museo.
Así, desde 1913 hasta 1924 Gusinde colaboró activamente con el Museo de Etnología y Antropología, escribiendo varios artículos en las publicaciones de esa institución² y, en general, contribuyendo al progreso de los estudios antropológicos de nuestro país.
Su interés y cariño por Chile jamás dejaron de ser una realidad. Con los años su preocupación permaneció, e incluso en la década de 1960 siempre se informó de nuestra situación científica, alentando los trabajos etnológicos y arqueológicos que se efectuaban en nuestro territorio.
II
Gusinde tenía 25 años cuando llegó a Santiago el 21 de septiembre de 1912. Un año antes se había ordenado sacerdote, siendo enviado por su orden, el Verbo Divino, casi inmediatamente a Chile. Ya en Santiago, combinó sus labores de sacerdote en la iglesia de Zapallar con las docentes en el Liceo Alemán de la capital y, sobre todo, aquellas dedicadas a la investigación de las ciencias naturales y, en especial, de la etnología.
Hizo clases en el Liceo Alemán por diez años, aprovechando los meses de vacaciones para hacer sus salidas a terreno. El padre Gusinde no solo se interesó por los problemas relacionados con los aborígenes de Chile y sus antigüedades, sino que también efectuó importantes descubrimientos en ciencias naturales. Así, en 1916, cerca de Zapallar, descubrió la especie chilena del género Myrzeugenia. Este descubrimiento, relacionado con la flora chilena, se publicó en los Anales de la Universidad de Chile, N° 118, 1916 (1917).
Pero, en verdad, su aporte realmente significativo está vinculado al estudio, descripción e interpretación de las costumbres, de la organización social y de las descripciones antropológicas físicas de los aborígenes del sur y extremo sur de Chile.
Las crónicas e informes que escribió el Dr. Oyarzún sobre las actividades del museo que él dirigía son fuente valiosa para conocer los trabajos de campo de Gusinde. Así, en los Nos 2 y 3 del Tomo I de las Publicaciones del Museo (1917) Oyarzún escribe:
Con el objeto de aumentar las colecciones del Museo y estudiar la etnología y antropología del país, hemos emprendido personalmente o acompañados de nuestro colaborador el P. Martín Gusinde y el ayudante don Luis Páez, varias excursiones que por el momento las hemos llevado a cabo solo en las cercanías de Santiago.
Así nos relata su excursión a Montenegro invitado por R. E. Latcham; su subida al cerro Mauco, cerca de Quintero; su visita a las yeseras del fundo Tierras Blancas cerca de Catapilco (Dpto. de La Ligua). En esta visita Oyarzún se hizo acompañar por Gusinde y el profesor Kórting, de la U. de Chile. Los hallazgos hechos por aficionados y que llamaron su atención consistieron en un molar y un trozo de colmillo de mastodonte y de dos cráneos humanos fósiles encontrados cerca de los huesos de aquel proboscídeo
.
En los tres días que permanecimos en el fundo estudiamos detalladamente la formación geológica de la yesera y las condiciones in situ en que se encontraron los huesos. Tratándose de definir la edad del hombre en América, el hallazgo de los huesos del Mastodonte junto con los cráneos humanos es para Chile y el nuevo continente de una importancia trascendental.
Como podemos leer, el interés por los problemas relacionados con los cazadores y su contemporaneidad con una fauna extinguida a fines del Pleis-toceno y comienzos del Holoceno, existía en Chile hace muchos años.
En relación con la investigación de campo que hizo Gusinde en Arauco, en 1916, y que duró diez semanas, el Dr. Oyarzún escribe:
Por fin, nuestro entusiasta y animado colaborador, el P. Martín Gusinde se trasladó al sur a fines del año pasado³ comisionado por el Congreso Católico Araucanista, para estudiar la etnología de la actual raza araucana. Recibió también la comisión del Museo de Etnología y Antropología de reunir material etnológico para las colecciones.
Llegado a Temuco, se alejó inmediatamente de la línea férrea y de las poblaciones para llegar a las más apartadas reducciones indígenas, donde podía hacer un estudio del verdadero araucano y de su cultura. Pasó largo tiempo en las regiones de Boroa, Puerto Saavedra y en la isla de Huapi, y de aquí se trasladó a Toltén y Purulón. Viajó por las tierras de los huilliches del sur, es decir, de los alrededores de Osorno y Juan de la Costa. Volvió, enseguida, al Norte, y se detuvo unas semanas en la región de los lagos, Panguipulli y Calafquén. Estudió con predilección las reducciones de los llanos del volcán Villarrica, los más apartados de la verdadera civilización, gracias a la eficaz ayuda que le prestaron los Rev. PP. Capuchinos alemanes, misioneros en aquel territorio.
Los resultados de estas investigaciones, hechas en 1916, sobre los araucanos, aparecieron en la Revista del Museo en 1917. El trabajo, de gran extensión, fue escrito para el Congreso Católico Araucanista de Santiago, efectuado en diciembre de 1916, y se publicó en dos artículos (Publicaciones del Museo... Año i, Nos 2 y 3, págs. 87-120; y Nos 3 y 4, págs. 177-293). Su nombre es Medicina e Higiene de los antiguos araucanos
, y su tesis fundamental consiste en dar pruebas científicas de que los araucanos gozaban de una cultura propia, específica y relativamente desarrollada, desde tiempos anteriores a la influencia de la civilización inca. Siguiendo la tesis de Ricardo E. Latchman, Gusinde se opone a la opinión generalizada de los investiga-dores de su tiempo de que los incas introdujeron los adelantos de una cultura agro-alfarera, convirtiendo así a los araucanos en un pueblo con agricultura, industria textil, alfarería, etc. Escribe Gusinde:
Contradice esta hipótesis (se refiere concretamente a las afirmaciones de Medina)... el conocimiento tan profundo y arraigado que tenían los Mapuches de toda la flora de la Araucanía, y en especial de las plantas medicinales, conocimiento difícil, que solo se obtiene con un estudio y observación verificados en largas series de años, especialmente toda la medicina e higiene de los antiguos araucanos constituyen un importante argumento más para probar la individualidad y primordialidad de la cultura araucana que se había caracterizado y consolidado en sus rasgos peculiares con mucha anterioridad a toda influencia peruana. En ello gravita la importancia del presente estudio (págs. 88-89).
Así, Gusinde estudia, en primer lugar, la personalidad y preparación, los conocimientos y práctica de los machis. Sostiene que existe una sola profesión médico-sacerdotal
y no, como afirman Rosales, Molina, Medina, Salas y otros, dos o tres categorías de médicos, o que los sacerdotes eran unos y los machis constituirían un grupo aparte. Sobre este tema Gusinde escribe: en mi viaje por la Araucanía... enlacé amistad con varios Machis, quienes en nuestras largas conversaciones me negaron redondamente la existencia de dos clases de sacerdotes y médicos
(pág. 91). Además Gusinde está de acuerdo con Tomás Guevara al señalar que los Machis eran homosexuales, antes de la conquista española. Posteriormente las mujeres predominan como Machis
. Comenta Gusinde: El Machi parece fuera de moda y son pocas las reducciones araucanas en las cuales se mantiene todavía -lo he visto, por ejemplo, en los alrededores de Coñaripe y de Boroa, también al Este de Temuco- no ha perdido nada de su influjo, pero el sexo femenino practica a la vez en el mismo pueblo. Él sigue, además, en la acostumbrada inversión del sentido sexual, lo cual se comprueba por su modo de vestirse y por la preferencia que da a alhajas y adornos mujeriles
(pág. 97).
La ciencia médica de los machis araucanos abarcaba preferentemente la cirugía y el conocimiento detallado de las plantas medicinales de la Araucanía, cuyos específicos y virtudes singulares hábilmente explotaban en la forma más variada para sus curaciones, sin olvidar que hacían uso de las fuentes y aguas minerales. Sin embargo no alcanzaban a comprender completamente la causa y el origen de las enfermedades, ignorando por cierto su verdadera naturaleza, y menos todavía debían apreciar los síntomas
(pág. 110).
Posteriormente (en la segunda parte de su estudio: Nos 4 y 5 de las Publicaciones del Museo...) estudia las enfermedades y la higiene de los mapuches. Resumiendo lo expuesto sobre las enfermedades Gusinde escribe: Todo lo expuesto nos obliga a reconocer la experiencia tan vasta de los Machis, la variedad de las enfermedades y dolencias, el conocimiento profundo y arraigado de las plantas medicinales que gozaban de fama tanto entre los hechiceros como en el pueblo
. Y a continuación refuerza la tesis medular de su estudio al señalar: de nuevo tenemos que volver sobre nuestro aserto que al profundizar hasta tal grado los conocimientos de la flora exuberante de la Araucanía y el descubrir específicos activos en tal número para remediar toda clase de males físicos, constituye una prueba convincente de que nuestros indígenas desde tiempos inmemoriales eran los dueños de su tierra
(pág. 203).
Cuando se refiere a la higiene de los mapuches Gusinde vuelve a insistir en el valor de estos aborígenes y en su situación moral y física superior a los campesinos y proletarios: En este hermoso país, bajo un cielo tan claro gozando de plena libertad, vivía el Mapuche, señor de sí mismo y de su destino; acaso en condiciones higiénicas más favorables que muchos de los actuales inquilinos en sus ranchos y más aún que el proletario en los conventillos de la ciudad
(pág. 205).
Esta condición superior del mapuche es recalcada por Gusinde: pero en reducciones muy apartadas y casi inaccesibles a los ‘beneficios’ de nuestra cultura adelantada, allí me encontré con el araucano verdadero, de presencia gallarda y arrogante, en posesión de inquebrantable fuerza física y moral
(pág. 213).
El estudio extenso, erudito y científicamente bien expuesto, termina con una confesión de Gusinde que tiene valor actual entre los antropólogos: Pero no puedo menos de confesar que durante toda la redacción de este estudio me ha acompañado y estimulado constantemente el ardiente deseo de contribuir con este modesto trabajo a despertar vivos sentimientos de simpatía hacia la raza araucana y a difundir entre nosotros la idea de que tenemos la estricta obligación de ayudar a nuestros indígenas a quienes tenemos tanto que agradecer. ¡Cuántos de los elementos de su cultura viven aún en la cultura de nuestra nación chilena! ¡Cuántos de estos rasgos peculiares pueden reconocerse aún en nuestro pueblo! El eco de sus clamores de angustia y desesperación por la mísera situación a que se ven reducidos llena tantas veces las columnas de los diarios y se apaga por desgracia; a manera de eco sus caciques y representantes vienen a la capital, pidiendo amparo y reclamando sus derechos naturales y legítimos; se les despide con vanas esperanzas que jamás se realizan
(pág. 231).
Luego de estas campañas en el territorio mapuche, en 1917, según nos cuenta Oyarzún, Gusinde lo acompañó en sus viajes de estudio a los conchales de Pichilemu y de Cahuil (actual VI Región). El 8 de diciembre de 1918 Gu-sinde emprendió un viaje de estudio con fines antropológicos y etnológicos a las lejanas regiones de la Tierra del Fuego
. Así se inician sus importantes investigaciones sobre los aborígenes del extremo sur de Chile.
El informe de esta primera expedición fue publicado en el Tomo II, N° 1 (1920) de las Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología de Chile. Tiene fecha 2 de mayo de 1919 y ocupa las páginas 9 y 43 del tomo citado.
Vale la pena preguntarse cómo se iniciaron estos trabajos de campo, qué problemas interesaban a Gusinde y qué pretendía científicamente.
Las razones primeras que él mismo nos declara se refieren al estudio comparativo, a la necesidad de estudiar los restos culturales pertenecientes a las culturas del norte de Chile, en relación con otros restos antropológicos del país. Nos relata Gusinde en su primer informe: "Este Museo había adquirido a principios del año 1918, un valiosísimo material arqueológico y antropológico, procedente de Arica... La clasificación y catalogación de ese abundante material que hoy día ocupa varios estantes de