Palabra interior e inspiración de la Sagrada Escritura
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Palabra interior e inspiración de la Sagrada Escritura - Antonio María Artola Arbiza
Índice
Prólogo
Siglas y abreviaturas
Capítulo I. El primer conflicto dogmático sobre la inspiración bíblica
1. Los pródromos de la controversia lovaniense
2. El conflicto teológico
3. El recurso a Roma
4. El edicto de silencio
5. La inspiración bíblica en la controversia
Capítulo II. Una teología de la Escritura desde la Contrarreforma
1. La Escuela Teológica de Salamanca
2. La escuela jesuítica, o la Escritura como regla de fe
3. La Escritura cristiana y los libros sagrados
Capítulo III. Una misión teológica contrastada. L. Lessio, S.I. (1554-1623)
1. Los estudios
2. El profesor de Teología (1585-1600)
3. El escritor
4. El teólogo de la inspiración
Capítulo IV. La autoridad divina y el sentido bíblico literal de la Sagrada Escritura
1. El ser de la Sagrada Escritura
2. Autoridad de la Escritura y autoridad de la Iglesia
3. Autoridad divina y sentido literal de la Biblia
Capítulo V. El sistema lessiano
1. El origen divino de la literatura profética
2. El origen divino de la literatura no profética
3. Las categorías teológicas
Capítulo VI. La Escritura in fieri
1. El epicentro de la controversia sobre la inspiración
2. El auténtico pensamiento de Lessio sobre 2 Mac
3. La cuestión de hecho
4. La hipótesis lessiana, una cuestión todavía abierta
5. Luces y sombras de la hipótesis lessiana sobre 2 Mac
Capítulo VII. Lovaina, París, Salamanca
1. Los discípulos de Lessio en Lovaina
2. De Lovaina a Salamanca
3. Las prolongaciones creativas
4. De Lovaina a la Sorbona
Capítulo VIII. Inspiración y crítica bíblica
1. La justificación teológica de la crítica bíblica
2. El encuentro con Lessio
3. El sistema
Capítulo IX. La fallida definición de la Biblia como Palabra de Dios
1. Los problemas bíblicos en el tiempo del Vaticano I
2. Las incertidumbres conciliares
3. La inspiración
4. La época de oro de la inspiración bíblica
5. La recepción del Vaticano I
Capítulo X. La obsesión de la inerrancia
1. La encíclica de la inerrancia
2. La verdad de la Biblia
3. Los métodos científicos en el estudio de la Biblia
4. Verdad e inspiración
5. La esencia de la inspiración
6. Inspiración e Introducción General a la Escritura
7. La recepción
8. Una aportación problemática
Capítulo XI. El constitutivo de la Escritura como «Palabra de Dios por inspiración»
1. La Escritura es verdadera Palabra de Dios
2. De la Palabra de Dios a la Escritura inspirada
3. La Escritura como la «letra» de la Palabra de Dios
4. La Escuela de Salamanca y la Escritura como «verbum scriptum»
5. La Escritura como Palabra de Dios por la inspiración
Capítulo XII. «La Palabra que proviene de Dios». La instrucción de la PCB sobre La inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura (22.2.2014)
1. La inspiración bíblica hasta la Dei Verbum
2. La Dei Verbum
3. Las aportaciones de la instrucción de la PCB (2014)
4. La interioridad de la Palabra en la historia
5. La interioridad de la Nueva Alianza y su perennidad
6. La actualidad de la palabra interior
Conclusión
Bibliografía
Apéndice. Bibliografía diacrónica del autor sobre la inspiración bíblica
Créditos
Prólogo
La doctrina sobre la Sagrada Escritura y la metodología de su interpretación quedaron claramente marcadas en la constitución conciliar Dei Verbum. Pero su recepción estuvo muy influenciada por los conflictos bíblicos que le precedieron. En efecto, desde el modernismo hasta el Vaticano II el mundo bíblico estuvo en el catolicismo muy sometido a continuos conflictos, que se sucedieron como las erupciones de un volcán en actividad intermitente hasta los mismos días del Concilio. La publicación misma de la Instrucción de la PCB en 1964 sobre la crítica histórica de los evangelios se debió a una áspera controversia que se encendió en 1962, en los mismos días en que se preparaba la apertura del Concilio. Los conflictos continuaron en el seno del mismo Concilio. Incluso san Juan XXIII hubo de intervenir drásticamente rechazando por decisión papal el esquema presentado por la Comisión Preparatoria.
En las actividades conciliares, la constitución sobre la Revelación ocupó las cuatro sesiones, siendo el texto que más cuidadoso estudio exigió del Concilio. Terminadas las discusiones en el aula, fue el único texto sometido a una última deliberación para debatir las propuestas personales presentadas por san Pablo VI. Cuando la constitución fue promulgada el 18 de noviembre de 1965, toda la Iglesia sintió una impresión de alivio por el final feliz de su aprobación. Pero esa sensación de paz y serenidad repercutió de manera distinta en el Pueblo de Dios y en el ámbito de los estudios bíblicos. La masa culta sacudió con alivio la pesadilla de las incertidumbres sobre la suerte del documento de la Revelación y se refugió en una tranquilidad despreocupada. El Magisterio no volvió a publicar más documentos sobre la Inspiración hasta La inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura del 22 de febrero de 2014. Los profesores de Biblia y los investigadores reaccionaron de una forma diferente. El final del Concilio no interrumpió el trabajo de la enseñanza y de la investigación bíblica, y entre los profesores e investigadores bíblicos la paz alegre de la Iglesia se instaló como una tregua serena. Tras los duros combates padecidos durante más de medio siglo, los teólogos no se interesaron particularmente en prolongar las aportaciones de la DV sobre el tema de la verdad de salvación y la exégesis exigida por la inspiración fundante de la Biblia. Los comentarios abundaron en parabienes por los problemas ya superados, y el futuro se miró como un horizonte sereno que no presentaba ni graves problemas ni muchas posibilidades de ulteriores prolongaciones.
La sustitución de la inerrancia por la verdad de salvación ejerció una enorme influencia en la formación de una nueva mentalidad exegética. Aunque el contenido de ambas expresiones era idéntico, la recepción de la doctrina conciliar consideró el cambio como una supresión simple y llana de la inerrancia. En efecto, la inmunidad de error, considerada tradicionalmente como el efecto formal de la inspiración, en la nueva formulación quedaba, aparentemente, destituida de su principal finalidad histórica. Las consecuencias en el trabajo exegético fueron inmediatas. La tregua pacífica de la nueva situación entendió la tarea de la hermenéutica bíblica como la práctica de una bibliología crítica definitivamente libre de las trabas de la inerrancia.
Así fue la mentalidad de la primera generación posterior al Concilio. El posconcilio de la Dei Verbum se cerró en 2008, con ocasión del Sínodo de la Palabra de Dios. Algo sucedió en dicho Sínodo que produjo como una fuerte sacudida en la tranquila recepción postvaticana de la DV. El Sínodo de los Obispos presentaba al Papa, como conclusión de los trabajos sinodales, dos propuestas bíblicas que no se esperaban en el ambiente dominante. En primer lugar proponía aclarar las ambigüedades que corrían respecto de la Palabra de Dios, con una enseñanza neta de las analogías de dicho concepto. A este urgente estudio se añadía la petición de profundizar el tema de la inspiración y de la verdad de la Escritura. Las propuestas cayeron como una piedra arrojada con fuerza sobre la superficie de un tranquilo lago. Produjeron tal sorpresa en la opinión general bíblica, que solo a seis años de distancia elaboró la Comisión Bíblica la citada instrucción sobre La inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura.
La importancia de este documento es tal, que puede considerarse como el programa del trabajo bíblico para realizar por el relevo de la generación de la DV. En efecto, tras la época del posconcilio cerrado con el XII Sínodo de los Obispos, se abría un nuevo tiempo bíblico orientado por dos instancias eclesiásticas: las propuestas bíblicas formuladas por el XII Sínodo de los Obispos, y la relectura de la doctrina inspiracionista de la Dei Verbum desde las perspectivas del documento de la PCB sobre La inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura. Lo que se echó en falta ante estas nuevas perspectivas fue la fuerte creatividad del período conciliar.
La presente obra pretende responder a los retos inspiracionistas de este nuevo tiempo bíblico. Su finalidad aparece en el título mismo: Palabra interior e inspiración de la Sagrada Escritura. Es una edición reelaborada del libro De la Revelación a la Inspiración. Los orígenes de la moderna teología católica sobre la Inspiración bíblica (Valencia: Institución San Jerónimo, 1983). Aquel libro trazaba la historia trabajosa de las categorías teológicas de revelación e inspiración, larvadamente presentes como conceptos ambiguos y concurrentes en toda la historia de la inspiración desde el siglo XIII hasta el Vaticano II.
La Dei Verbum superó el binomio histórico recurriendo a la suprema categoría teológica unificante de la Palabra de Dios, pero incluyendo en la misma expresión la Palabra de Dios mismo y la palabra sobre Dios. La distinción entre ambas palabras y su funcionalidad respectiva es el quicio del documento de la PCB formulado en el subtítulo mismo del documento: La Palabra que viene de Dios y habla de Dios para salvar al mundo. Este planteamiento dual y respectivo es el hilo conductor de nuestro estudio. Sirve de principio primero, sintético y armónico, que integra la Palabra de Dios interior y exterior unificadas en el acto inspirativo. El texto de La inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura entiende el acto inspirativo desde una doble dimensión unificadora de la Palabra de Dios. El primer lugar lo ocupa la «proveniencia» de una palabra divina recibida en el interior del hombre. En segundo lugar está la palabra que Dios habla por los hombres para la salvación del mundo. El punto culminante de unión entre ambas se sitúa en el momento en que la Palabra que proviene de Dios se encarna en el acto lingüístico humano. Es el acto inspirativo el que lleva a cabo dicha fusión, integrando lo interior proveniente de Dios y la génesis del acto de lenguaje exterior humano que habla para la salvación del mundo. Este es el importante complemento que el documento de la PCB ofrece a la formulación de la Escritura como Palabra de Dios en la DV. En esa dualidad de locuciones divinas, la inspiración bíblica es la presencia activa de la Palabra que proviene de Dios, y se encarna al interior del hombre como un fenómeno de lenguaje que habla de Dios para la salvación del mundo.
La inspiración bíblica así entendida es la mejor posibilidad para una lectura e interpretación de la Biblia «con el Espíritu en que fue escrita» (cf. DV, n. 12c).
Lima, agosto de 2020
Antonio María Artola, C.P.
Siglas y abreviaturas
I
El primer conflicto dogmático sobre la inspiración bíblica
Ninguna doctrina llega a ser definida
sino después de haber sido atacada.
J. H. NEWMAN
El origen divino de la Sagrada Escritura por inspiración quedó solemnemente definido como dogma de fe el 24 de abril de 1870, en el Vaticano I¹. Aquella definición venía a ser la culminación de un proceso evolutivo que se había iniciado tres siglos atrás. Las necesidades inmediatas que la provocaron obedecían a desviaciones doctrinales que era menester atajar. En el mismo Concilio se condenaron dos concepciones inspiracionistas inaceptables: la de J. Jahn, que creía suficiente la mera asistencia negativa, y la de D. Haneberg, que identificaba la inspiración con la aprobación de la Iglesia². Remontando un poco más el curso de la evolución dogmática en materia inspiracionista, topamos en pleno siglo XVI con la condenación lanzada por la Universidad de Lovaina contra unas proposiciones referentes a la Sagrada Escritura. Esta condenación señala el primer conflicto dogmático en materia inspiracionista. Si, al decir de Newman, no se definen sino las doctrinas atacadas, la definición del Vaticano I tendría en la censura lovaniense un remoto precedente que actuó como factor preparador de la definición conciliar. Ciertamente, el conflicto dogmático que surgió en Lovaina por los años 1587-1588 significó el comienzo de los modernos desarrollos referentes al concepto de inspiración³. Ante todo, se inició la diferenciación entre la llamada inspiración verbal y la inspiración real⁴; luego, las profundizaciones teológicas desde el concepto de Dios-autor, que entraron en la formulación dogmática del Vaticano I. Todo esto otorga tan gran importancia a la controversia lovaniense, que una historia de los modernos planteamientos en materia inspiracionista no puede menos de tomar su punto de partida desde aquella famosa controversia.
Sin embargo, no fue la inspiración el tema central de aquella controversia. El conflicto lovaniense tuvo su epicentro teológico en las cuestiones de gracia. El tema de la inspiración entró en la controversia como la cuestión dogmática de mayor envergadura, puesta en peligro por la enseñanza de los jesuitas. Por tanto, el auténtico contexto histórico y teológico fue el de las grandes discusiones de fines del siglo XVI sobre la libertad humana⁵. La investigación histórica y teológica de aquel conflicto generalmente ha procedido disociando los dos grandes temas en discusión: la inspiración, por una parte⁶, y los temas relacionados con la gracia y la predestinación, por otra⁷. Sin embargo, no hay duda de que el tema de la gracia –junto con el problema del concurso divino en la actividad humana– tiene estrecha relación con la intervención de Dios en el fenómeno inspirativo⁸. Esta es la razón por la cual en este capítulo primero iniciamos nuestra investigación describiendo la trama de los sucesos que prepararon y condicionaron toda la controversia⁹.
1. Los pródromos de la controversia lovaniense
1.1. El final de la crisis bayana
La controversia lovaniense fue preparada y provocada en gran parte por los desagradables incidentes de la crisis bayana. El ataque frontal que la Facultad de Teología de Lovaina, instigada por Bayo, dirigió al colegio jesuita de la misma ciudad no es explicable sino como una reacción largamente preparada en el ánimo resentido del antiguo canciller de la universidad brabantina.
Recordemos someramente los sucesos que precedieron al enfrentamiento de la facultad con los jesuitas.
Ya el 24 de marzo de 1580 Bayo había tenido que someterse a la retractación de sus errores, en presencia del jesuita P. Francisco de Toledo. Aquella retractación se creyó que iba a poner fin a la crisis bayana. ¿Hasta qué punto fue sincera aquella retractación? Los historiadores lo ponen, con razón, en tela de juicio¹⁰. En efecto, ya en noviembre del año mismo de la retractación el profesor lovaniense empezó a dar señales de persistencia en sus viejas convicciones doctrinales censuradas por Roma¹¹. Ahora bien, todas las reacciones de Bayo eran seguidas con la máxima atención en la Santa Sede. Después de un tiempo de prudente espera, Gregorio XIII decidió actuar en Lovaina. El año 1585 envió como nuncio a Alemania al obispo de Verceli, Mons. Bonhomini, encargado de sofocar los rebrotes de bayanismo. En cuanto el nuevo nuncio llegó a Bélgica, trató de hacerse una idea exacta de la situación. Para ello, realizó una investigación secreta que le llevó al convencimiento de que Bayo seguía pensando como antes de su retractación. En efecto, con la excusa de que sus doctrinas no habían sido comprendidas en Roma y contentándose con una actitud de prudente silencio en torno a las cuestiones condenadas¹², seguía influyendo decisivamente en la expansión de sus opiniones en la universidad. Por una parte, impedía hábilmente el que se enseñaran en la Facultad de Teología doctrinas contrarias a la suya¹³. Luego, realizaba una labor de captación entre los estudiantes, hasta el punto de que muchos de ellos se convertían en auténticos defensores y difusores del pensamiento del canciller. En la convicción de que las condenaciones anteriores habían pecado de vaguedad, el nuncio decidió encargar a un acreditado profesor de la facultad la elaboración de un texto doctrinal en que se expusiera la verdadera doctrina católica en todos los puntos atacados por las proposiciones bayanas¹⁴. El profesor Juan Lens fue encargado de realizar este cometido. Mientras se llevaba a cabo la composición de este texto, murió en Roma el papa Gregorio XIII el 10 de abril de 1585. La muerte del Papa no interrumpió el trabajo confiado por el nuncio al teólogo J. Lens. Una vez concluido el texto en cuestión en 1586, y aprobado, fue presentado al nuncio por el arzobispo de Malinas. Comunicado su texto a los profesores, todos lo aceptaron, y firmaron sumisamente su conformidad con él.
Después de este primer resultado favorable de las gestiones del nuncio Bonhomini, se pensó en arreglar la cuestión personal de Bayo. Se conocía la ambigüedad de sus convicciones, la facilidad para recaer en actitudes públicamente retractadas. El mejor remedio era alejarle de Lovaina: llevarlo a Roma so pretexto de un cargo honorífico. Así se devolvía la paz a la universidad¹⁵. Pero este hermoso plan del nuncio no se pudo realizar. El canciller tenía ya sus 75 años, y de momento adolecía de una enfermedad que impedía tal traslado a Roma¹⁶. Este contratiempo echaba por los suelos una parte importante de las tácticas del nuncio. Por eso, al tener que dejar a Bayo en su propia universidad, pensó que la firma común del texto de J. Lens no bastaba para obligar a Bayo a una actitud más ortodoxa. Entonces decidió obligarle a una solemne retractación, no solo de todo lo condenado por los papas san Pío V y Gregorio XIII, sino también de otras doctrinas peligrosas que últimamente había defendido, por ejemplo, sus ideas sobre el origen de la jurisdicción papal. Con la situación de Lovaina más clarificada, el nuncio creyó que no era tan arriesgado someter a Bayo a esta retractación humillante. En Roma se dio plena confianza a las propuestas del nuncio, y se le otorgaron amplios poderes para actuar en consecuencia. El nuevo papa Sixto V estaba de acuerdo en esto con el nuncio. Se expidió de Roma el breve correspondiente el 27 de febrero de 1587¹⁷. Pero todo quedó en suspenso a causa de la muerte del nuncio, sobrevenida el 25 de febrero del mismo año. Esto evitó al bayanismo el golpe último y definitivo pretendido por el papa Gregorio XIII y su fiel nuncio.
¿Conocía Bayo los planes del nuncio Bonhomini? ¿Creyó más bien que todo había terminado con la firma puesta al pie del documento doctrinal redactado por J. Lens y suscrito por toda la facultad? Es probable que ignorara las nuevas humillaciones que le iba a procurar la aplicación del breve romano expedido por Sixto V¹⁸. Pero, ciertamente, en su interior pesaban mucho las dos retractaciones precedentes y esperaba su hora. Mientras las cosas iban tomando un sesgo tan contrario para Bayo, en Lovaina acontecieron en el curso 1585-1586 sucesos que iban a dar un giro completamente inesperado a los acontecimientos posteriores. Al tiempo que en Roma se pensaba en la radical extirpación del bayanismo, en Lovaina abrían los Padres jesuitas un colegio de Teología en el otoño de 1585. El suceso podía tener consecuencias por la competencia que dicho centro teológico provocaba a la universidad, siempre celosa de sus derechos de monopolio. Y, lo que era más irritante, los profesores del nuevo colegio aparecían como fervientes enemigos de Bayo, que no se recataban de expresar públicamente sus convicciones. Esta situación tenía que provocar, tarde o temprano, una tirantez, si no una ruptura. Ya estaba a la vista el conflicto entre la facultad y los jesuitas.
1.2. El conflicto con el colegio jesuita de Lovaina
¹⁹
Lovaina era una ciudad donde la presencia jesuita databa de los días mismos de la fundación de la Compañía de Jesús²⁰. El colegio bien pronto se había convertido en casa de estudios de la naciente Compañía y las clases de Teología ocupaban una parte importante en el programa de estudios. Allí se había hecho famoso el gran jesuita italiano P. Roberto Bellarmino, profesor durante los años 1569-1576. Luego vino una interrupción debida a las calamidades políticas del tiempo²¹. Por fin, restablecida la paz por la intervención del duque de Parma, Alejandro Farnesio, en 1585, en otoño de aquel mismo año se pudieron reanudar los estudios en el colegio jesuita.
El curso 1585-1586 se abrió con dos nuevos profesores: Leonardo Lessio y Juan Duhamel. Venían de Roma, donde habían estudiado bajo la dirección de profesores tan eminentes como Bellarmino y Suárez. Se iniciaron las lecciones en el mes de noviembre²². Asistían a los cursos de Lessio 12 estudiantes jesuitas, más un total de 35 de los 80 teólogos que a la sazón frecuentaban la Facultad de Teología²³. Al exponer la Cuestión introductoria de la Parte Primera de la Summa de santo Tomás, había explicado el tema de la inspiración bíblica. No era lo usual entre los jesuitas. Estos trataban de la inspiración más bien en el tratado de las reglas de fe²⁴. Con esta innovación metodológica Lessio daba ya buenas muestras de su independencia y originalidad. Pero su independencia de espíritu se hizo más patente cuando entró a fondo en la discusión de las doctrinas contemporáneas sobre la inspiración. Oponiéndose, tal vez, a la teología inspiracionista de Báñez, cuyo gran Comentario a la I Pars había hecho su aparición mientras estudiaba en Roma²⁵, sentó la tesis de que la fe en el origen inspirado de la Escritura no exige la aceptación de una inspiración inmediata de las palabras y de las frases. Al llegar a las cuestiones de gracia, del concurso divino y la predestinación, procedió con la misma originalidad e independencia. El colegio de los jesuitas estaba abierto a los estudiantes de fuera, y entre los alumnos del exterior se contaban varios licenciados e incluso un profesor de la universidad²⁶. De las prelecciones del colegio jesuita los alumnos transcribían en sus cuadernos las lecciones dictadas por los profesores. Al llegar a los temas de la gracia, Lessio se lanzó a refutar los errores de Bayo. A un joven profesor, en los comienzos mismos de su docencia, no se le puede pedir el tacto y comedimiento de un veterano. Por otra parte, tal vez en el ánimo de Lessio causaban particular irritación las tesis naturalistas de Bayo. El hecho es que las palabras de Lessio no cayeron bien en el ánimo de algunos de los oyentes²⁷. Parecían excesivamente duras. No está bien, se decía, ensañarse contra un vencido²⁸. Sin embargo, el primer curso concluyó sin ningún incidente desagradable. Se abrió el nuevo curso 1586-1587 con toda normalidad el 13 de octubre²⁹. Lessio continuó la explicación del resto de las cuestiones de la Prima Pars. Todo parecía marchar sobre ruedas cuando surgió de repente el conflicto con la universidad. En efecto, en la semana de Pascua del año 1587 el decano de la Facultad de Teología comunicó confidencialmente a Lessio que en la universidad se estaba tramando algo contra sus enseñanzas³⁰. Esto puso en estado de alerta a los jesuitas, los cuales bien pronto se enteraron de que la universidad estaba revisando febrilmente los apuntes de clase de los profesores del colegio. Tres semanas más tarde, se presentaron en la portería del colegio los profesores Enrique Van Cuyck y Santiago Janson, con un gran cartapacio de escritos. Preguntaron a los jesuitas si reconocían como suyos dichos escritos. Se les respondió evasivamente alegando la falta de tiempo para releer todos aquellos escritos e invitando más bien a los profesores a indicar en concreto los puntos dignos de censura. Al poco tiempo regresaron los mismos profesores, pero esta vez con una larga lista de proposiciones concretas que presentaron a los jesuitas, preguntándoles si se adjudicaban la paternidad de las mismas. El P. Lessio, tras un examen somero, reconoció que se trataba de proposiciones de sus clases, pero presentadas de forma defectuosa: fuera de contexto, y difícilmente reconocibles en su sentido verdadero³¹. A partir de este momento ya estaba instruido el proceso teológico contra Lessio.
¿Qué significaba aquella singular gestión de la universidad ante los jesuitas del colegio lovaniense? ¿Qué sucesos habían ocurrido para que la facultad llegara al extremo de tomar unas declaraciones oficiales sobre unos apuntes de clase esgrimidos como cuerpo de delito para una acción inquisitorial? Los historiadores atribuyen el origen del conflicto al resentimiento de Miguel Bayo, deseoso de revancha, por las condenas en las cuales tuvieron no poca parte los jesuitas³². ¿Responde esto a la verdad histórica?³³ Algunos autores tratan de minimizar la parte de Bayo en la controversia. Una prueba de la no-intervención bayana estaría en la ausencia de su nombre a lo largo de los incidentes de la misma³⁴. El P. Lessio da una versión que no deja de ser verosímil. Según el profesor jesuita, los lovanienses no se atrevieron a actuar contra los jesuitas en vida del nuncio Bonhomini, amigo de la Compañía³⁵. De hecho, el comienzo del conflicto coincidió con la muerte del nuncio³⁶. En el término de dos años, los jesuitas habían perdido a dos grandes amigos: al papa Gregorio XIII y al nuncio. Por otra parte, se sabía que el sucesor de Gregorio XIII no era tan favorable a la Compañía, como lo había sido su predecesor³⁷. Otro tanto podía decirse del nuncio. Esta circunstancia fue, sin duda, aprovechada por los lovanienses para iniciar su ofensiva contra la Compañía. Pero, junto a los resentimientos personales de Bayo, había otros motivos que lanzaron a la facultad como tal a iniciar el ataque contra el colegio jesuita. En efecto, la universidad había tenido precedentemente sus dificultades con los jesuitas, en orden a mantener sus propios privilegios respecto de la enseñanza superior³⁸. La reanudación de los cursos de Teología en el colegio jesuita de Lovaina no pudo ser del agrado de la universidad. Y en el marco de estas clases venían los ataques de los nuevos profesores contra las doctrinas de Bayo. El ambiente estaba, pues, preparado para una ofensiva contra el colegio jesuita. ¿Cómo se tramó el golpe que se pensaba iba a ser mortal? La primera medida consistió en recoger los apuntes de clase de los profesores jesuitas. Precisamente el primer curso había explicado Lessio las cuestiones sobre la gracia, materia en la cual Bayo estaba grandemente avezado. El núcleo primero de los conspiradores parece que lo formaron Miguel Bayo, secundado por su sobrino Santiago, y el profesor J. Janson³⁹. Así fue como se elaboró una lista de proposiciones sospechosas. Cuando la lista estaba ya confeccionada y las tesis habían recibido su calificación teológica, el documento fue entregado en la portería del colegio jesuita de Lovaina. Cuando Lessio tuvo en su poder el elenco de las tesis censuradas trató de dar a cada una de ellas su verdadero sentido ortodoxo, para lo cual compuso rápidamente otras 34 contraproposiciones. El día 15 de mayo entregó el profesor jesuita estas rectificaciones suyas al decano de la facultad, Cornelio Reyners, en presencia del profesor Van Cuyck, en el colegio de Arras⁴⁰.
Desde un principio debió de presentir Lessio que se entraba por un mal camino. En la facultad adivinó una precipitada intención de condenación. Las frases recortadas de sus clases se prestaban a malentendidos. Pero unas acusaciones y excusas por escrito no podían disipar los malentendidos. Por eso Lessio, desde un principio, pidió en nombre propio y del colegio que se procurara un arreglo pacífico a base de discusiones amistosas. Para la realización de su petición, sugería la delegación de dos individuos de parte de la facultad que dialogaran con los jesuitas. El decano debió quedar sorprendido ante la reacción de Lessio, hasta el punto de formularle una pregunta sobre la seriedad de tal sugerencia. El jesuita le aseguró de la verdad y sinceridad de su deseo, e insistió al decano para que gestionara ante las autoridades académicas este encuentro esclarecedor. El Sr. Reyners prometió interesarse por la solución sugerida. Pero la facultad estaba demasiado segura de la condenabilidad de las tesis lessianas, y se negó a la discusión amistosa⁴¹. ¿Qué iba a hacer la facultad con las explicaciones de Lessio? El profesor del colegio jesuita de Lovaina había dado toda suerte de satisfacciones sobre el sentido ortodoxo de sus proposiciones. Tras un momento de vacilación, la facultad decidió rechazar las contraproposiciones⁴². Prefería llevar adelante su acción inquisitorial a base de los enunciados recogidos de los apuntes.
Así, a fines de junio nuevamente fueron encargados Reyners y Van Cuyck para entrevistarse con el P. Lessio. Venían a recoger la lista que presentaran en la visita anterior. Lessio se negó rotundamente a devolvérsela si previamente no accedía la facultad a una discusión oral ante testigos. Ante la cerrada negativa del profesor, importunaron al P. Rector y otros profesores del colegio jesuita, con igual resultado. Al cabo de algunos días, el profesor Van Cuyck en persona se presentó ante el provincial, P. Francisco Coster. Este, viendo que la tirantez no llevaba camino de ceder, trató el asunto personalmente con Lessio. Este manifestó su disposición favorable a la devolución de los papeles, asegurando que no había mayor peligro en dicha devolución. Los puso en manos del P. Provincial para que los entregara al profesor Van Cuyck. Al despedirse el profesor lovaniense debió dejar traslucir algo sobre los planes de la facultad en orden a la censura. El provincial le advirtió que serían inmediatamente comunicadas a Roma todas las iniciativas de la facultad relacionadas con la Compañía⁴³.
Mientras la facultad procedía al examen y la calificación dogmática de las proposiciones, Lessio procuró multiplicar los encuentros con Gravius, profesor de la facultad, y no muy hostil a los jesuitas. En diversas ocasiones trató de impedir, por su medio, la publicación de la censura. Pero todo fue inútil. Entonces Lessio decide pasar a la contraofensiva. De los apuntes de clase del profesor Janson entresaca también él una lista de proposiciones susceptibles de condenación y la envía a Roma⁴⁴.
2. El conflicto teológico
2.1. La condena de Lessio por la Facultad de Teología
Tras las negativas de la facultad para un arreglo pacífico de las diferencias con los jesuitas, ya no quedaba sino esperar a la publicación de la Censura. Según testimonio de Lessio, la elaboración de la Censura se llevó a cabo de la siguiente manera: en un principio redactaron por separado sus censuras Bayo, Juan Lens y Janson. La redacción final fue llevada a cabo por partes: la introducción era de Juan Lens; el cuerpo de la censura, de Janson; la compilación se debía a Grave⁴⁵. La composición había ocupado a los doctores lovanienses desde Pascua hasta septiembre⁴⁶, si bien a principios de agosto debió de estar ya terminada la redacción de la censura. Inmediatamente, cuatro estudiantes de Teología se encargaron de sacar las copias⁴⁷. Para nadie era un secreto en Lovaina que la facultad preparaba algo serio contra los jesuitas.
A principios de septiembre, Van Cuyck anunció a los Padres que les iban a comunicar pronto un escrito de la facultad. A la pregunta del P. Balduino Delange sobre la intención del escrito, el doctor se limitó a responder: «Para conocimiento vuestro». A lo cual el rector replicó: «No esperéis respuesta de nuestra parte, antes de que hayamos puesto todo en conocimiento del P. General»⁴⁸. Fue el día 12 de septiembre cuando un bedel de la facultad se personó en el colegio jesuita entregando el texto de la Censura. Era un amplio documento en el que se contenían 34 proposiciones, tildadas de «peregrinas, ofensivas y peligrosas»⁴⁹. La consignación del escrito tenía lugar con toda oficialidad; pero no hubo, ni de parte de la universidad ni de parte de los bedeles que lo entregaron, intimación alguna o indicación referente a guardar secreto sobre el texto, o de impedir su publicación⁵⁰.
La Censura constaba de 34 proposiciones con su correspondiente calificación teológica. Al final de las proposiciones venía la firma del notario de la Facultad de Teología. Como apéndice al documento venían tres proposiciones sobre la Escritura. Pero en las copias que se sacaron del documento, muy pronto las proposiciones sobre la Escritura empezaron a colocarse al frente de la Censura, siempre con numeración distinta de las otras 31 proposiciones⁵¹. Las tesis sobre la inspiración, incluidas como apéndice, por constituir una temática diferente del resto de las tesis sobre la gracia y la predestinación, empiezan a ocupar un lugar preeminente, como los supuestos bíblicos en los cuales se basa la metodología teológica nueva del colegio jesuita, que tanto interesaba resaltar, para proceder a una condenación global de la doctrina y sus métodos.
Promulgada la Censura, comenzó bien pronto su difusión. De la Facultad de Teología salieron en seguida los seis ejemplares destinados a la parroquia de San Pedro para su difusión. Varias copias llegaron a manos de los estudiantes. Otras fueron expedidas a los obispos⁵². Las intervenciones personales de los profesores fueron particularmente eficaces en orden a ponerlo en conocimiento de los ordinarios. Bayo llevó personalmente un ejemplar al obispo de Namur y al profesor Stapleton de Douai. Gravius se encargó de llevarlo al arzobispo de Malinas, al obispo de Roermond, Mons. Guillermo Lindanus, y al arzobispo de Cambray, Mons. Luis Floride de Berlaymont⁵³.
La difusión de la Censura tenía un doble objetivo: informar a los ordinarios y a las facultades sobre la intervención lovaniense contra los jesuitas y, al mismo tiempo, obtener adhesiones de los mismos. Esto último era lo que más interesaba a los que habían preparado el golpe. El que más se distinguió, en estas gestiones, fue el arzobispo de Malinas, Mons. Hauchin, el cual escribió por su cuenta a los obispos presionándoles para que otorgaran su adhesión a la Censura⁵⁴. Mas la reacción del episcopado no fue ni tan inmediata ni tan masiva como se esperaba. Bien es verdad que algunos, como los sufragáneos de Malinas, el obispo de Roermond y el de Cambray, respondieron con rapidez⁵⁵. Pero otros tardaron, como el obispo de Ypres⁵⁶. Hubo quien no respondió⁵⁷. Y también quienes se resistieron decididamente a las presiones de Mons. Hauchin y los lovanienses⁵⁸. Tampoco faltaron quienes, después de haber dado su firma en un momento de entusiasmo, se retractaron⁵⁹.
La propaganda entre los ordinarios belgas se extendió también al clero. En Malinas, donde era particularmente activo el primado, un centenar de sacerdotes dio su conformidad a lo hecho por los obispos⁶⁰. Evidentemente, las facultades de Teología no podían quedar al margen de estos movimientos. El Primado aparecía particularmente interesado en ganar para su causa a la Sorbona y a Douai. Secundado por el obispo de Roermond, procuró que el arzobispo de Cambray interpusiera sus buenos servicios para inclinar a la universidad parisina y a la Facultad de Teología de Douai, en favor de la Censura⁶¹.
El éxito de estas gestiones fue muy desigual. La Universidad de París, que parecía ser favorable a las tesis jesuitas, hubo de abstenerse de dar su veredicto por la intervención del nuncio Frangipani ante el nuncio Morosini de París, con el fin de evitar que la Sorbona terciara en el asunto⁶². Douai, por su parte, publicaba una nueva censura, más dura aún que la de Lovaina⁶³.
Mientras se llevaba a cabo esta escalada de acciones de parte de la jerarquía belga, en Lovaina tenía lugar la apertura de cursos. Para caldear el ambiente estudiantil, se preparó al comienzo del curso una solemne disputa académica sobre la gracia suficiente y eficaz. La dirigía el profesor Juan Lens y tenía como objeto atacar las posiciones jesuitas. Pero en aquella ocasión se puso de manifiesto que era más fácil proceder a una censura condenatoria que a fundamentar sobre base sólida la posición contraria⁶⁴.
La publicación y la difusión de las dos censuras, la intensa propaganda llevada a cabo por los lovanistas, las firmas y adhesiones de obispos y