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Aprendizaje-Servicio: Escenarios de aprendizajes éticos y cívicos
Aprendizaje-Servicio: Escenarios de aprendizajes éticos y cívicos
Aprendizaje-Servicio: Escenarios de aprendizajes éticos y cívicos
Libro electrónico489 páginas5 horas

Aprendizaje-Servicio: Escenarios de aprendizajes éticos y cívicos

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Paso a paso, el enfoque del Aprendizaje-Servicio (ApS) se va consolidando en nuestras instituciones de educación superior. Las Universidades con este enfoque dan muestra tanto de su responsabilidad social como de su intención de ser más auténticas y fieles a su propia tradición e identidad milenarias. Una identidad que no permanece estática, sino que siendo fiel a sí misma, evoluciona creativamente ofreciendo respuestas novedosas a las exigencias de los nuevos tiempos. Ahora bien, esta respuesta no solo es positiva para la sociedad, también lo es para los propios estudiantes, que son el centro de la vida académica de las Universidades, y para el resto de la comunidad universitaria. Y, como recoge el Preámbulo de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (2023), se responde así a los desajustes entre el sistema universitario y las necesidades de la sociedad. Una respuesta que explora nuevas vías y formas de relación con la sociedad desde la docencia, la investigación y la transferencia de conocimiento, más allá de parámetros comerciales y mercantiles.

En efecto, los proyectos de ApS han evidenciado resultados positivos de aprendizaje en cuanto a conocimientos y competencias específicas de la titulación implicada, junto con las competencias transversales. Las soft skills a partir de las cuales obtenemos las herramientas necesarias para aprender lo que se requiere en cada momento, pero, especialmente, para afrontar las demandas y retos de nuestras sociedades: desde la defensa y promoción de los derechos humanos, la participación y el compromiso cívico con la cultura democrática pasando por saber valorar el trabajo propio y en equipo, el dialogo intercultural, o el compromiso con el medio ambiente.

Este libro es ya el tercer volumen de una línea editorial que empezó abordando los retos de la evaluación en la aplicación del ApS; el segundo libro, tras la pandemia, se centró en el análisis y explicación del aprendizaje-servicio virtual, como una modalidad del ApS con identidad propia. En este tercero afrontamos, de la mano de profesores de varias universidades españolas, un tema complejo, a la vez que vital: la dimensión normativa del y en el aprendizaje-servicio; su dimensión tanto ética como cívica que está presente en cada una de estas acciones en las que se promueve la corresponsabilidad de cada estudiante de su propio proceso de aprendizaje y del desarrollo social, económico… del territorio en el que vive.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 dic 2023
ISBN9788427731370
Aprendizaje-Servicio: Escenarios de aprendizajes éticos y cívicos

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    Aprendizaje-Servicio - Marta Ruiz-Corbella

    Presentación

    La Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU, 2023), ‘ley marco’ de la universidad española aprobada hace escasos meses, expone en el Preámbulo:

    Las universidades son, hoy más que nunca, no sólo depositarias del conocimiento, sino productoras de dicho conocimiento. Docencia, investigación y capacidad de compartir y transferir ese conocimiento constituyen funciones centrales de su actividad. En efecto, la Universidad del siglo XXI no puede replegarse en una torre de marfil, sino que tiene que continuar la labor emprendida y seguir profundizando en su inserción, significación y capacidad de servicio con relación al tejido social, cultural y económico.

    Sin duda, esta institución milenaria ha evolucionado en las últimas décadas respondiendo a (…) los desajustes entre el sistema universitario y las necesidades de la sociedad (LOSU, 2023). Entre los diferentes retos a los que se enfrenta destacamos la formación a lo largo de la vida, ya que debe diseñar la formación y la oferta de titulaciones atendiendo a las necesidades de conocimiento que en cada etapa vital cada persona pueda requerir. Situación que está marcada por la volatilidad de esos conocimientos y la incertidumbre de lo que se requerirá en un futuro más o menos lejano, por lo que se debe garantizar (…) oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, tal como se especifica en el 4º Objetivo de Desarrollo Sostenible. En este contexto se añade otro indicador con connotaciones pedagógicas sumamente interesantes: el reconocimiento del aprendizaje a lo ancho de la vida, es decir, todo aquello que aprendemos en todos los espacios de interacción humana. Ambos indicadores están revolucionando el qué debemos aprender, cuándo, cómo, dónde…, ampliando de esta forma las posibilidades de formación en toda etapa vital y en cualquier espacio de cada persona. Pero responder a estos interrogantes reclama, necesariamente, saber plantear y responder a las cuestiones del por qué y para qué, aunque estas respuestas nunca podrán ser cerradas, ni definitivas.

    Es en este contexto en el que cobra sentido que en la LOSU (2023) se incluya como formación académica del estudiantado el derecho a la participación en actividades de aprendizaje-servicio (ApS), entre otras propuestas, junto con su reconocimiento académico (art. 33), algo que también aparecía en el Estatuto del Estudiante (2010). Inclusión no casual en una norma jurídica, sino que es fruto de un largo recorrido en el que profesores universitarios, desde diferentes lugares y experiencias, reconocieron en esta metodología su capacidad de promover la participación del alumnado uniendo teoría y práctica en contextos reales, relacionados con la asignatura impartida. Propuesta que estaba ya implementada, y con buenos resultados, tanto en Estados Unidos, como en América Latina y, en menor medida, en Europa. Los resultados de los proyectos de ApS evidenciaron cómo se ponían en práctica diferentes competencias específicas y transversales de la titulación implicada. Era un medio excelente para generar aprendizajes situados de diferentes competencias específicas de la profesión para la que se forman al afrontar una situación o un problema en un contexto real y con la colaboración de los actores implicados. Sin duda, un buen modo de prepararse tanto para su actividad profesional como para evidenciar la necesaria participación en la sociedad para alcanzar las metas propuestas.

    Ahora bien, a la vez que se evidenciaba mejores resultados de aprendizaje en cuanto a conocimientos y competencias específicas de la titulación implicada, se mostró la fuerza formativa en competencias transversales. Las soft skills a partir de las cuales obtenemos las herramientas necesarias para aprender lo que se requiere en cada situación, pero, especialmente, para afrontar las demandas y retos de nuestras sociedades: defensa de los derechos humanos, poner en valor el trabajo en equipo, la resolución de problemas y/o conflictos, la necesaria participación en los diferentes espacios de la sociedad de tal modo que propicie mentalidades abiertas no centradas solo en un aprendizaje disciplinar. A la vez que abordar los retos éticos que se están planteando desde una perspectiva interdisciplinar, desarrollando, de esta forma, (…) un sentido de responsabilidad social y cívica, así como un mayor entendimiento de la diversidad cultural y la complejidad de los desafíos que enfrenta la sociedad (Escofet, 2023, s.p.), a partir de las cuales adquieren una mayor conciencia de su responsabilidad moral hacia los demás, de su cuidado, de la necesaria implicación para alcanzar una mayor equidad social. En suma, favorecer espacios y metodologías que promuevan la corresponsabilidad de cada estudiante de su propio proceso de aprendizaje y del desarrollo social, económico… del territorio en el que vive.

    Por otro lado, el ApS se desarrolla en estos momentos desde propuestas de innovación docente. Ahora bien, debemos recordar que, tal como se está indicando, no debemos quedarnos en proyectos docentes que bien pueden ser denominados de ‘invención docente’, al implementarse únicamente durante un curso académico. Sabemos que lo efímero no llega a calar en el tejido educativo y en el social. Ahora más que nunca debemos pasar de la ‘invención’ –que hay mucha– a la innovación, y ello requiere investigación y reflexión sobre nuestra práctica docente. Es decir, aportar y construir un corpus de conocimiento capaz de elaborar un contenido propio, justificando su necesidad y pertinencia, así como el impacto en nuestro estudiantado, a la vez que atender la dimensión social, cultural, económica, etc., a nivel meso y macro. Capacidad de visibilizar, difundir los avances, los aportes de esta investigación. Y la sostenibilidad en el tiempo de los productos, procesos, sistema organizacional y comunicativo que se genera en los diseños metodológicos que llevamos a cabo. Es decir, brindar una oferta académica flexible, adaptada y que prepare al estudiantado para los retos del siglo XXI –globalizado, tecnológico y digital– donde estos no son disciplinares sino necesariamente inter y transdisciplinares, y en los que las competencias blandas serán la clave de ese proceso de aprendizaje. Estamos ante un cambio de modelo organizacional y metodológico del aula, de los diseños didácticos, de los espacios de aprendizaje, etc., lo que conlleva repensar la educación que impartimos en las aulas universitarias. Y precisamente en este contexto de la educación superior los diseños formativos deben estar centrados en el aprendizaje experiencial y en el compromiso de la persona, lo que exige un aprendizaje apoyado en la reflexión sobre la acción.

    Con esta premisa y el trabajo desarrollado por el grupo COETIC de la UNED, este libro propone centrar la mirada en un tema al que no le estamos dedicando la relevancia necesaria: valorar ApS como espacio de aprendizajes éticos y cívicos, pero también, a la vez, reflexionar sobre la dimensión normativa implícita en el desarrollo de los proyectos, como proponen Patrizia Lotti, García-Gutiérrez y Tania Alonso. Una metodología que favorece (…) una formación que debe centrarse en el desarrollo de la conciencia moral y de un conjunto de principios y valores que les permitan tomar decisiones éticas en su vida profesional y personal, tal como destaca Ana Escofet y Victoria Morín-Fraile, requiere reflexionar profundamente tanto sobre sus posibilidades como hacen García Romero, Martínez Lozano y Lazuela o Xus Martín, pero también acerca de los límites, como apuntan González Geraldo y Ortega López o Sanchez Rojo, Martín Lucas y Sara Sarrate.

    Se trata de favorecer la unión de un colectivo compuesto por el estudiantado y el grupo social con el que se trabaja, ante una situación problemática que todos asumen como reto colectivo para buscar alternativas y nuevas miradas. Reto que debe generar la responsabilidad de actuar de forma conjunta, en cuanto que todos y cada uno de ellos son necesarios para el logro del objetivo planteado, tal como exponen Juan Luis Fuentes, Victoria Vázquez-Verdera y Marta Ruiz-Corbella. Sin duda, este (…) cambio educativo pasa, entre otros, por un aprendizaje más centrado en el alumnado, el uso de metodologías innovadoras y activas, la vinculación con el mercado de trabajo y el fomento de la empleabilidad, o el fortalecimiento de una vertiente más ciudadana en la educación superior. Este último es el caso del Comunicado de Roma (2020), donde se apela a la dimensión social e inclusiva del sistema universitario europeo, así como a la importancia de que la universidad se esfuerce por dejar patente su responsabilidad social y cívica (Santos Rego, Mella-Nuñez y Sáez-Gambia, 2023). En la que, tal como destaca Xus Martín, es necesario involucrar a los estudiantes en tareas que les permitan tomar conciencia de la relevancia de su actitud a la hora de relacionarse con los demás para facilitar no solo servicios útiles sino también conductas dirigidas a empatizar con la realidad ajena, a conectar con las circunstancias y las condiciones de las personas receptoras del servicio, favoreciendo tanto como sea posible su bienestar y la proximidad en la relación.

    Estas son las grandes líneas que se desarrollan en este libro a partir de una fundamentación teórica sólida, planteando interrogantes que promueven la reflexión sobre los aprendizajes adquiridos, sobre lo que nos falta o, sencillamente, no hemos sido conscientes de su relevancia o no hemos sabido ver. Y de experiencias en las que, de forma práctica, facilitan diferentes situaciones en las que se han generado esos espacios de aprendizaje éticos y cívicos, a la vez que plantean interrogantes y contextos que favorecen la reflexión, como plantean los autores en la tercera parte de la monografía.

    En conclusión, 12 capítulos, organizados en 3 grandes bloques, en los que intervienen 33 autoras y autores¹ provenientes de 18 universidades de todo el territorio español implicadas en la incorporación del enfoque del ApS en los diseños instruccionales de diferentes titulaciones. Todos ellos comprometidos con la formación del estudiantado en las competencias específicas de la titulación en la que imparten docencia. Ahora, de forma prioritaria, comprometidos también con la formación ética y cívica de los y las estudiantes como ciudadanos que son y futuros profesionales en los diferentes sectores de la sociedad.

    En suma, favorecer habilidades prácticas y reflexivas, una conciencia ética más amplia y transversal, a la vez que un compromiso social como parte integral de su modo de pertenecer y actuar en el mundo (Escofet, 2023).

    Marta Ruiz-Corbella

    Juan García-Gutiérrez


    ¹ Nota. A lo largo del documento se utiliza el lenguaje inclusivo, si bien «en aplicación de la Ley 3/2007 de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, toda referencia a cargos, personas o colectivos incluida en este documento en masculino, se entenderá que incluye tanto a mujeres como a hombres».

    Bloque I

    ¿Tiene sentido hablar de ética en la metodología de Aprendizaje-Servicio?

    1

    Formación de la ética profesional en la Universidad y Aprendizaje-Servicio

    Anna Escofet

    Victoria Morín-Fraile

    Del mismo modo que los diferentes niveles del sistema educativo están sujetos de manera cíclica a visiones críticas y reformas políticas, la educación superior se ha caracterizado en las últimas décadas por tener que dar respuesta a las necesidades de mejora de una sociedad contemporánea permanentemente en crisis, acuciada además por problemas urgentes y de transcendencia global.

    En este contexto, las demandas que llegan a la universidad han dibujado la necesidad de diseñar programas formativos que aúnen la formación teórica con la práctica, los conocimientos específicos de cada disciplina con competencias transversales y habilidades prácticas, así como con actitudes cívicas y comprometidas con el entorno, tanto inmediato como global. En suma, la universidad del siglo XXI, hoy más que nunca, tiene el compromiso ineludible de ofrecer una formación integral a las personas que acceden al sistema universitario.

    Dicha formación integral tiene que incluir, a nuestro modo de ver, y de manera coincidente con Bolívar (2005), conocimientos especializados, habilidades técnicas y un marco de conducta en la actuación profesional. Estos tres niveles deberían tener una presencia equilibrada, otorgándose la misma importancia a todos ellos, y no quedando supeditados unos a otros o en determinados tipos de asignaturas, como si hubiera conocimientos de primer nivel y de segundo nivel.

    En este capítulo nos queremos centrar de manera específica en la formación ética profesional del estudiantado universitario mediante el aprendizaje-servicio, una formación que debe centrarse en el desarrollo de la conciencia moral y de un conjunto de principios y valores que les permitan tomar decisiones éticas en su vida profesional y personal.

    APRENDIZAJE-SERVICIO, UNIVERSIDAD Y FORMACIÓN ÉTICA

    Tal y como afirman Naval et al. (2011) es crucial ofrecer a todos los estudiantes universitarios, sin importar la carrera que hayan elegido, una oportunidad para desarrollar habilidades y competencias relacionadas con la ética y los valores. Estas habilidades no solo contribuyen a su crecimiento personal, sino que también los preparan para enfrentar los desafíos éticos que pueden surgir en sus futuras profesiones. Y ello se debe a diversos motivos. En primer lugar, despertar e incrementar la sensibilidad moral de los estudiantes se vuelve esencial para ayudarles a identificar problemas éticos y tomar decisiones fundamentadas. Al mejorar su capacidad para reconocer dilemas éticos y comprender las implicaciones de sus acciones, los y las estudiantes estarán mejor equipados para evitar decisiones basadas en la ignorancia y actuar de manera ética y responsable en su entorno profesional.

    En segundo lugar, no se trata solo de aprender valores democráticos mínimos y valores profesionales cruciales, sino también de acompañar al estudiantado a reflexionar y clarificar sus propios valores personales. Al profundizar en la comprensión de los valores fundamentales y cómo se aplican en diversas situaciones, los y las estudiantes pueden desarrollar una base sólida para la toma de decisiones éticas a lo largo de su vida y de su carrera profesional.

    En tercer lugar, capacitar a las y los estudiantes para tomar decisiones éticas implica enseñarles el proceso y las herramientas necesarias para enfrentar dilemas éticos de manera efectiva. La ética profesional es un aspecto clave que todo aspirante a ejercer una profesión debería explorar en profundidad. Al proporcionarles una educación sólida en ética y alentarles a reflexionar sobre los desafíos éticos que pueden enfrentar en su campo de estudio, los estudiantes pueden desarrollar habilidades de pensamiento crítico y toma de decisiones éticas informadas. En esta misma línea, el desarrollo de la autonomía es esencial para que el estudiantado universitario pueda hacer frente adecuadamente a la presión del grupo y de la sociedad, favoreciendo la toma de decisiones éticas basadas en los propios principios y valores.

    Ello nos lleva a la necesidad de plantear la formación de la ética profesional, que tiene que ver tanto con la deontología de una profesión como con el aprendizaje y desarrollo de valores para una ciudadanía crítica, responsable y comprometida, dando sentido social a su ejercicio profesional (Bolívar, 2005). Esta formación debe incluir y desarrollar tanto contenidos de carácter académico y científico como contenidos de naturaleza moral y ética (Esteban, 2004).

    No obstante, la formación en ética profesional no se limita solo a la adquisición de conocimientos teóricos y valores morales. También es esencial que esta formación se encarne en un modo de hacer institucional, en una manera de entender y vivir la universidad. En este sentido, el campus universitario puede convertirse en un espacio donde se promueva el aprendizaje ético y el compromiso cívico.

    Es en este punto donde el aprendizaje-servicio adquiere una relevancia fundamental como una pedagogía del compromiso institucional en la universidad. El enfoque del ApS involucra al estudiantado en actividades que benefician a la comunidad y les brinda oportunidades para aplicar sus conocimientos y habilidades en situaciones reales. Al participar en proyectos de servicio a la comunidad, las y los estudiantes no solo adquieren una comprensión más profunda de los desafíos sociales, sino que también desarrollan un sentido de responsabilidad y empatía hacia los demás. Zayas, Gonzálvez y Gracia (2019) sostienen que los proyectos de ApS promueven una síntesis de la ética del cuidado y la justicia, y contribuyen a una nueva definición de la educación al fomentar un aprendizaje significativo y revitalizar la dimensión ética y cívica de los procesos educativos. Argumentan, además, que permiten concebir la Universidad como un espacio de participación y transformación social, contribuyendo a fortalecer el sentido de ciudadanía y cuidado público de los estudiantes, así como a su desarrollo moral, sentido de responsabilidad social, comprensión de la interculturalidad y complejidad en su forma de pensar sobre la realidad.

    Para que el ApS tenga un impacto significativo, es crucial que se integre de manera transversal en los planes de estudio universitarios. Esto implica que se diseñen asignaturas y programas que fomenten el aprendizaje-servicio como parte integral de la formación académica de los estudiantes. Además, también se requiere un compromiso institucional para respaldarlo y promoverlo como una forma de enriquecer la experiencia educativa de los estudiantes y fomentar su compromiso cívico (Bolívar, 2005).

    El Aprendizaje-Servicio como pedagogía del compromiso

    El aprendizaje-servicio desempeña un papel significativo en la formación ética del estudiantado debido a una serie de razones fundamentales (Eyler y Giles, 1999; Furco y Billig, 2002). En primer lugar, se caracteriza por ser un aprendizaje contextualizado, lo que significa que va más allá de la teoría y se enfoca en la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos. Al involucrarse en proyectos de servicio a la comunidad, las y los estudiantes pueden ver directamente cómo los principios éticos se aplican en situaciones del mundo real y cómo pueden contribuir a la solución de problemas sociales. Esto les brinda una comprensión más profunda de la relevancia y la importancia de los valores éticos en su futura práctica profesional. Además, incrementa el compromiso en el propio aprendizaje. Al participar en proyectos de servicio a la comunidad, se sienten más motivados y comprometidos con su educación. El sentido de propósito y la conexión con la comunidad a través del servicio les brinda un contexto relevante y significativo para su aprendizaje. Al ver cómo sus acciones pueden marcar la diferencia en la vida de los demás, los estudiantes se sienten más involucrados y motivados para asumir un papel activo en su propia formación.

    En segundo lugar, el ApS fomenta la reflexión crítica. Los estudiantes tienen la oportunidad de analizar y reflexionar sobre sus experiencias de servicio y cómo se relacionan con los contenidos académicos. Esto les permite examinar las implicaciones éticas de sus acciones y decisiones, cuestionar las injusticias sociales y desarrollar una comprensión más sólida de los valores éticos y su aplicación práctica en diversas situaciones. A través de la reflexión crítica, pueden fortalecer su capacidad de tomar decisiones éticas fundamentadas y enfrentar los desafíos éticos que puedan surgir en sus carreras profesionales.

    En tercer lugar, facilita el desarrollo de competencias transversales. Además de adquirir conocimientos académicos, los estudiantes también desarrollan habilidades de comunicación efectiva, colaboración, empatía y resolución de conflictos. Estas habilidades son esenciales para interactuar de manera respetuosa con su entorno, comprender diferentes perspectivas y trabajar en equipo para abordar desafíos sociales de manera ética y efectiva. Al fortalecer estas competencias transversales, les prepara para ser ciudadanos activos y comprometidos en su comunidad.

    Por último, el aprendizaje-servicio puede fomentar el compromiso continuo de las y los estudiantes con la responsabilidad social, tanto la suya como estudiantes universitarios, como la de la propia institución universitaria. Al participar en proyectos de servicio a la comunidad, experimentan de primera mano la importancia de contribuir al bienestar de los demás y se desarrolla en ellos un sentido de responsabilidad personal, cívica y profesional. Al comprender la interrelación entre los problemas y sus raíces estructurales, están más capacitados para abordarlos de manera integral y sostenible (Blanco-Cano y García-Martín, 2021). Este compromiso continuo puede influir en su toma de decisiones futuras y en su disposición para utilizar sus conocimientos y habilidades en beneficio de la sociedad. Esto promueve actitudes de empatía, solidaridad y justicia social y fomenta una visión más abierta y comprensiva de la realidad social. Les ayuda a superar barreras y prejuicios, y a valorar la diversidad y la igualdad de oportunidades en la sociedad (Hébert y Hauf, 2015; Jacob et al., 2017).

    Pero, además, diversos estudios han mostrado las bondades del aprendizaje-servicio en relación con la formación ética profesional. Rodríguez-Izquierdo (2018), Alonso et al. (2013) y Díaz et al. (2019) analizaron el desarrollo vocacional y profesional del estudiantado universitario que participa en proyectos de aprendizaje-servicio obteniendo resultados positivos en relación con la ampliación de la conciencia vocacional, las posibilidades de establecer relaciones con la vida real en un entorno profesional similar y también las competencias profesionales. Además, Fernández et al. (2014) mostraron la mejora en las competencias relacionadas con el trabajo en equipo, el análisis de información, la resolución de problemas, la aceptación de la crítica y la mejora del pensamiento creativo. Por último, Weis et al. (2016) demostraron que el ApS influye en el desarrollo vocacional de los estudiantes, contribuyendo al desarrollo de habilidades profesionales, cosa que aparece de manera clara en las profesiones enfocadas al servicio a la comunidad (Astin et al., 2000). Case et al. (2020)

    y Garbarino y Lewis (2020) mostraron que el estudiantado desarrolla actitudes positivas en contacto con situaciones de injusticia, en entornos marginales y de vulnerabilidad. Esto fomenta su compromiso ideológico con la justicia social (Li et al., 2018). El estudiantado, en su experiencia en los proyectos de aprendizaje-servicio, desarrolla, además, su identidad moral y ética (Ferrillo 2020; Nesbit et al., 2017).

    De todos modos, algunos estudios concluyen que existe el riesgo de que se arraiguen más algunos estereotipos y prejuicios raciales del estudiantado, sobre todo si la participación en proyectos de aprendizaje-servicio es obligatoria (Becker y Paul, 2015). En este mismo sentido, Opazo et al. (2015) explican que ello puede suceder en la medida en que esta práctica educativa puede reforzar los desequilibrios sociales y las relaciones no equitativas, desde un supuesto ‘buenismo’ en las acciones de servicio desarrolladas.

    Aprendizaje-servicio y formación de la ética profesional

    La formación de la ética profesional es una tarea compleja que debe incluir los códigos deontológicos, a la vez que debe abordar la ética profesional y, a nivel superior, también el centro y la universidad como espacio de aprendizaje ético. Es por ello que la enseñanza de la ética profesional desempeña diversas funciones que son fundamentales en la formación de los estudiantes universitarios (Bolívar, 2017):

    • Proporcionar criterios éticos fundamentales en el campo profesional, ofreciendo los principios y valores éticos esenciales que deben guiar la práctica profesional. Esto implica familiarizar a los futuros profesionales con los estándares morales y éticos que se aplican en su campo específico, y proporcionarles las herramientas para analizar y tomar decisiones éticas en situaciones complejas.

    • Despertar una conciencia moral en cada profesional, promoviendo la reflexión sobre las implicaciones éticas de las propias acciones y decisiones en el ámbito profesional. Se busca que los estudiantes adquieran una sensibilidad ética y una capacidad de análisis crítico que les permita evaluar las consecuencias éticas de sus elecciones y comportamientos, incluyendo los posibles conflictos de valor en las actuaciones profesionales.

    • Crear un ethos o cultura profesional en la que los futuros profesionales se integren. Esta cultura profesional abarca no solo los conocimientos técnicos y habilidades específicas de la profesión, sino también los valores, comportamientos y actitudes que son considerados adecuados en el ejercicio profesional. Incluye aspectos como la ética laboral, el trato con colegas y ciudadanos, y el sentido de responsabilidad hacia la sociedad.

    La formación universitaria basada en ApS ofrece una oportunidad única para complementar y reforzar los principios y normas establecidos en los códigos deontológicos profesionales. Si bien estos códigos se centran en la práctica profesional específica de cada campo, la formación basada en el aprendizaje-servicio amplía la perspectiva ética de los estudiantes al brindarles experiencias prácticas en las que pueden aplicar y desarrollar valores éticos en diversos contextos profesionales.

    Los proyectos de aprendizaje-servicio permiten a los estudiantes enfrentarse a situaciones reales y desafiantes en las que deben tomar decisiones éticas. A través de estas experiencias, los estudiantes desarrollan habilidades prácticas y reflexivas que les ayudan a comprender las implicaciones éticas de sus acciones y a tomar decisiones fundamentadas. Además, se les proporciona un espacio para reflexionar sobre su papel como profesionales y ciudadanos responsables, fomentando una conciencia ética más amplia y transversal.

    La formación basada en el ApS también promueve el compromiso social y el servicio a la comunidad como parte integral de la práctica profesional. Los estudiantes aprenden la importancia de actuar en beneficio de los demás y de considerar el impacto de sus acciones en la comunidad y en la sociedad en general. Se enfrentan a dilemas éticos y aprenden a tomar decisiones éticamente fundamentadas, teniendo en cuenta no solo los aspectos técnicos de su profesión, sino también los valores y principios éticos que deben guiar su práctica.

    Al integrar el ApS en la formación universitaria se busca formar profesionales comprometidos con la ética en todas sus dimensiones. Estos profesionales entienden que su labor va más allá de la mera aplicación de conocimientos y habilidades técnicas, y reconocen la importancia de actuar con responsabilidad y ética en su interacción con la sociedad.

    ELEMENTOS CLAVE PARA DESARROLLAR LA DIMENSIÓN ÉTICA PROFESIONAL

    Como se ha señalado anteriormente, la formación ética es una dimensión que no se puede obviar en los proyectos de aprendizaje-servicio y por ello necesita ser prevista y programada durante el proceso de aprendizaje. No se debe dar por sentado que el estudiantado incorpora esta dimensión por la mera participación en los proyectos, sino que es necesario que esté explicitada y se favorezca su desarrollo. Además, la dimensión ética podría quedar en una reflexión sobre lo adecuado o no, sin duda conveniente, aunque no asegura el aprendizaje profundo y su expresión en la práctica profesional. Es necesario asegurar que este aprendizaje se traduce en una práctica ética, de modo que ante los retos de dificultad que plantea toda práctica profesional, el estudiantado incorpore el sentido ético y la práctica ética.

    En este sentido, los proyectos de ApS pueden influir decisivamente en la configuración del pensamiento y la acción basada en la ética. Incorporar prácticas éticas profesionales en estos proyectos resulta fundamental para garantizar que el estudiantado desarrolle una conciencia ética y actúe de manera responsable en sus interacciones con la comunidad.

    Existen diversas estrategias y enfoques que se pueden utilizar con este fin, y todas deben ser utilizadas de manera continua y consistente a lo largo de la experiencia de aprendizaje-servicio, debiendo contar con el soporte y la guía por parte de los docentes y también de la propia institución universitaria.

    Conexión entre los valores de la profesión y el bien común

    Para la implicación en el análisis y la práctica ética es conveniente considerar que el estudiantado tiene unos valores personales que pueden haber determinado la elección de sus estudios para el ejercicio de una profesión, aunque también hay estudiantes que deciden estudiar sin tener clara la elección. En cualquier caso, en los años de permanencia en la universidad irán construyendo su identidad profesional y los valores que representa, partiendo de los suyos propios y del aprendizaje de nuevos. Estos nuevos aprendizajes requieren, a nuestro entender, explicitar en acciones concretas comunes los valores que se ponen en juego, las ideas que tenemos sobre un hecho, sobre una realidad vivida sobre lo que está pasando a nuestro alrededor y hacer un análisis crítico, buscando información y elaborando argumentos sobre las causas y el proceso que ha conducido a determinadas situaciones sociales (Puig, 2021). Esta manera de proceder ayuda a comprender mejores valores generales como el respeto, la honestidad, la confidencialidad y la equidad, y ponerlos en relación con los códigos éticos profesionales y con la realidad social en la que se realiza el proyecto. Para que estos procesos se puedan favorecer es conveniente explicitarlos y comenzarlos en el inicio de los proyectos, de manera programada, entre estudiantes, profesorado y responsables de las entidades. La participación conjunta de todos los agentes implicados en el aprendizaje-servicio también debe darse respecto de los aspectos éticos, que se consideren de bien común y que, por tanto, pueden pensarse, discutirse y aprender desde acciones comunes.

    Reflexión ética

    La reflexión ética y crítica de las situaciones y desafíos que aparecen en la práctica del aprendizaje-servicio posibilita que el estudiantado examine y cuestione los aspectos éticos que se ponen en juego en su experiencia. Las acciones, las decisiones y las consecuencias de ellas interpelan al estudiantado y les anima a considerar diversas perspectivas y dilemas que surgen durante los proyectos. Todo ello es posible solo si las experiencias están asociadas a la reflexión personal y profesional sobre lo que acontece (Bringle et al., 1999). A nuestro entender, la práctica reflexiva en los proyectos de ApS potencia el desarrollo de la

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