La Prueba
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En la secuela de la Guerra contra el Terror, una sucesión de ataques nucleares han dejado al mundo en una Gran Depresión.
Katia Wynter es una adolescente que vive en una comuna en Nuevo México, gobernada por pandillas de motociclistas que intercambian protección por tributo. Katia, uno de los muchos chicos que abandonaron sus hogares afectados por la pobreza en Truth or Consequences, Katia está buscando un futuro mejor fuera del mundo que sus padres destruyeron.
El mundo de Katia se voltea después de que conoce a cuatro hombres misteriosos en las afueras de la ciudad, y se ve obligada a replantearse su visión del mundo y su futuro.
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La Prueba - John Reinhard Dizon
CAPÍTULO
UNO
Katia Wynter despertó esa mañana con una terrible resaca.
Era la secuela de pasar despierta toda la noche del viernes donde los chicos se reunieron en el granero de Stewy McBride, bailando música en vivo y bebiendo cerveza artesanal. Ellos festejaron toda la noche sin ninguna preocupación en el mundo, y probablemente lo harían de nuevo esta noche antes de ir a dormir el domingo. El Lunes en la mañana comenzaría otra semana de trabajo en TrC (*Verdad o Consecuencias) y una vez más los chicos recordarían que todavía dependen del mundo de sus padres para sobrevivir.
Después de la Guerra contra el Terrorismo y el surgimiento del Nuevo Orden Mundial, América todavía estaba en el proceso de reconstruir su sociedad junto con el resto de la comunidad global. Ataques nucleares hundieron la economía del mundo en una Gran Depresión, y el gobierno estaba haciendo todo lo que podía para evitar que los americanos murieran de hambre. Entregas de comida se realizaban mensualmente en ciudades a través del país, justo como los Estados Unidos entregaban comida a las naciones hambrientas en siglos pasados. Las familias se desintegraban en números record cuando los padres abandonaban a sus familias para evitar verlos sufrir. Los adolescentes estaban a la deriva en comunas estilo años sesenta viviendo de la tierra y en la búsqueda de un mejor futuro fuera del mundo que sus padres destruyeron.
Katia vivía en una tienda al borde de un campo, llevada a vivir lejos en contra de los deseos de sus padres. Su padre, como la mayoría de los hombres en lo que quedaba de la ciudad, era un trabajador independiente en la industria de salvamento. Esta solo era otra manera de decir que el excavaba por artículos reciclables en las ruinas del centro de TrC, vendiendo residuos por lo que sea que los compradores del gobierno comprarían a las tarifas diarias. Ella estaba harta de ver a su mamá y a su papá consumirse, compartiendo su comida con ella mientras ellos se hacían más delgados cada semana. Además, todos los chicos se estaban alejando y estaban disfrutando de su libertad mientras venían a la ciudad de visita los fines de semana. Considerando los miles que habían muerto o habían sido mutilados por ataques terroristas, todos estaban más que contentos solo por estar vivos.
Ella sabía que su padre estaba buitreando esa tarde (ella odiaba el termino), entonces ella pasaría como a las seis de la tarde con algo de pan horneado y tomaría un poco de sopa de lentejas con sus padres. Ella sabía que su madre odiaba que ella estuviese fuera de la casa pero poco a poco se había acostumbrado. Ella podía pasar la noche y regresar el domingo antes del atardecer para no tener que correr el riesgo de encontrase con algún Zodiac.
La pandilla de motociclistas rivales de Elephant Butte no se arriesgaría a una confrontación directa con los Excelsiors, pero aún vagaban por la noche buscando robar, matar y destruir cuando se presentaba la oportunidad.
Katia se sentía muy segura sabiendo que Devin Kilrush la cuidaba. Devin era un año mayor que ella y era el vice presidente del Excelsior Motorcycle Club. Era bien conocido que él y el presidente del club, Mark Excelsior, eran los mejores amigos, el cual colocó el poder completo del club en sus manos. Él no era como otros motociclistas, él era tímido y educado en una época donde ser un idiota era la mejor manera de actuar. Pero no podías meterte con Devin, porque eso era ir contra el mismo Excelsior.
Parte de su rutina del sábado en la mañana era tomar un paseo hacia las tierras del este en su moto sucia para aclarar su mente después de festejar el viernes. A ella le emocionaba ver liebres, pájaros, lagartijas, e inclusive serpientes que sobrevivieron a las explosiones nucleares y la radiación llevada por el viento. Esto la hacía sentir que había esperanza para un nuevo mañana, una oportunidad de que podrían regresar al ayer, cuando todo era normal. Nadie quería vivir en el presente, porque el presente representaba enfermedad y muerte.
Había una iglesia abandonada a una milla de la comuna. Había allí un campo de trabajo antes de las Guerras del Terror, y fue abandonada después de que las pandillas terroristas instalaran sedes en el desierto para conducir campañas en contra de las ciudades. Ellas perfeccionaron la estrategia en Medio Oriente y África, y esto funcionó perfectamente en el suroeste de los Estados Unidos. Se dijo que el ejército de los Estados Unidos ganó la guerra pero perdió la mayoría de las batallas. Realmente ya no importaba, las Guerras arruinaron todo. Al menos esta pequeña iglesia estaba en pie. La pequeña iglesia sobrevivió. Era como un monumento a la paz y al amor que a Katia le gustaba salir y admirar.
Ella creyó ver movimiento cuando su moto crujía sobre la arena vidriada a unos cien metros de la Iglesia, y esto le causó un sudor frio. No podían ser Zodiacs porque no había motos alrededor, aunque las motos podrían estar escondidas en la parte de atrás. Bien podría ser un espejismo, pero podría ser un error fatal juzgar mal. Sin embargo, si se tratara de sobrevivientes, era un deber patriótico de todos devolverlos a la sociedad, o lo que quedaba de ella. Ellos podrían ser tratados por enfermedad de radiación, se les diera comida y refugio, y ayudarlos a re-entrar a lo que quedaba de la comunidad americana.
La enfermedad por radiación había superado al cáncer genético como el asesino numero en América. El cáncer causado por la radiación excedió otras formas de cáncer al 500%, las tazas de muerte en América crecieron proporcionalmente, y la mortandad infantil alcanzó el 90%. Los hospitales estaban sobrepoblados, la mayoría de la grandes de compañías de seguros habían quebrado, y la mayoría de las personas que se auto diagnosticaron con cáncer simple se quedaron en casa y murieron. El alcoholismo y el abuso de drogas eran rampantes en una sociedad que solo quería que el dolor se fuera.
Todas estas cosas rebotaban en su cabeza mientras ella acercaba su moto cada vez más cerca a la iglesia. Una vez más ella pensó que percibía movimiento dentro de la iglesia, la cual tenía la puerta de en frente medio abierta. Ella se quedó paralizada, escuchando atentamente cualquier sonido, pero todo lo que Katia pudo escuchar fue el viento del desierto soplando a través de un cactus y la artemisa. Ella pensó en regresar a la comuna por ayuda, pero entonces los forasteros podrían regresar al desierto donde seguramente morirían. Estados Unidos había jurado a si mismo traer a todos los ciudadanos de regreso de las tierras áridas, y Katia creía en el juramento así como creía en su país.
¿Hola?
Katia estaba a veinte metros de la iglesia de adobe subiendo la moto muy lentamente mientras ella podía ver dentro. La mayoría de los azulejos del techo estaban rotos o reventados, y la mayoría de las ventanas de vidrios manchados estaban rotas. Sin embargo el interior lucía intacto, las bancas aún en filas ordenadas aunque los pisos de piedra estaban cubiertos con una fina capa de polvo. Ella se bajó de la moto y la acercó, seguramente si se asustaba podría subirse de nuevo e irse. El mismo Devin había arreglado esta moto, y siempre bromeaba con ella por cuidar bien de su pocket rocket
Entonces ella escuchó el sonido de una voz, luego otra. Era como si el sonido de dos personas se hubiese levantado del sueño, y de inmediato estuvo segura de que ellos estaban ahí después de viajar toda la noche. Ella les contaría de la comuna, luego ir de regreso para traer un par de Excelsiors y volver para llevarlos.
Hola, jovencita
Ella miró con admiración al hombre de la barba que vino a la puerta de la iglesia. El vestía una túnica café y sandalias, su oscuro cabello cubría sus hombros. él la miró fijamente, como si mirara su alma a pesar de que estaba a unos veinte metros. Sus ojos azules eran como tanzanita, el cuarzo africano que su padre le dio a ella en un collar por su cumpleaños número trece. De alguna manera ella sabía que el destino la había traído a conocer a este hombre, pero en ese día y en esa época, uno nunca podría ser demasiado cuidadoso.
Hola
dijo ella suavemente ¿Son de por aquí?
No,
él sonrió "No, me temo que no. Nos refugiamos aquí y pasamos la noche. ¿Eres la dueña?
Te dije que este era un lugar de adoración
dijo una voz ronca desde el interior de la iglesia. De inmediato ella reconoció acentos del Medio Oriente y se asustó. Ella sabía que si eran terroristas, no tendría oportunidad. Por supuesto que ella no es la dueña
El que hablaba llegó a la puerta, un hombre muy fuerte, vestido idénticamente al primer hombre, aunque su cabello y sus ojos austeros eran de color marrón oscuro. Ella vio otras dos figuras viendo a través de la ventana, y vinieron a ubicarse detrás del segundo hombre. Todos ellos vestían túnicas y sandalias y obviamente estaban desarmados y sin transporte.
Soy Pablo
el hombre de ojos azules se presentó. Él es Pedro, y ellos dos son nuestros amigos, Juan y Simón. Hemos venido desde muy lejos y pensamos que podemos quedarnos a menos que no seamos bienvenidos
Soy Katia
mientras sonreía Un placer conocerlos a todos
¡Miren!
, Habló el hombre de pelo negro llamado Juan, al ver a una liebre