Gaza: Crónica de una Nakba anunciada
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El comportamiento israelí es más propio de un Estado paria que, paradójicamente, goza de impunidad en el sistema internacional debido al apoyo de las principales potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, Reino Unido y Alemania. Además de la potencial desestabilización de Oriente Medio, todo indica que se ha establecido un punto de inflexión que entierra definitivamente la solución de los dos Estados sostenida por la mayoría de la comunidad internacional como vía para resolver este prolongado conflicto colonial. El Gobierno de Netanyahu y sus aliados de coalición pretenden aprovechar esta nueva coyuntura para imponer su proyecto expansionista, con la extensión y normalización de la soberanía israelí sobre el conjunto del territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, de un solo Estado etnocrático y de apartheid.
Ignacio Álvarez-Ossorio
Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid, donde es codirector del Grupo de Investigación Complutense sobre el Magreb y Oriente Medio (GICMOM). Previamente fue profesor de la Universidad de Alicante (1999-2019), donde dirigió el Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz (IUDESP). Es colaborador en diferentes medios de comunicación, entre ellos El País, El Periódico, RTVE o La Sexta. Ha escrito o editado numerosos libros sobre el mundo árabe-islámico contemporáneo, entre ellos Qatar. La perla del Golfo (2022), Siria. La década negra (2022), Geopolítica de las Primaveras Árabes (2022), Movilizaciones populares tras las Primaveras Árabes (2021), Entre España y Palestina. Revisión crítica de unas relaciones (2018), Siria. Revolución, sectarismo y yihad (2016), La Primavera Árabe revisitada (2015), Sociedad civil y contestación en Oriente Medio y el Magreb (2013), Informe sobre las revueltas árabes (2011), Siria contemporánea (2009), ¿Por qué ha fracasado la paz? Claves para entender el conflicto palestino-israelí (2007), España y la cuestión palestina (2003), El miedo a la paz. De la guerra de los Seis Días a la segunda intifada (2001) y El proceso de paz de Oriente Medio (1999). Web:http://www.proximooriente.blogspot.com/
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Gaza - Ignacio Álvarez-Ossorio
Introducción
Hay un axioma que se suele repetir, de manera recurrente, cuando se habla de Oriente Medio que dice que las guerras se saben cómo empiezan, pero no cómo acaban. En una región que se caracteriza por ser una de las más inestables del mundo, los ataques del 7 de octubre de 2023 (en adelante 7-O) contra territorio israelí fueron percibidos con una sensación de cambio de ciclo que el posterior asalto militar israelí contra la Franja de Gaza no hizo más que confirmar.
La operación Inundación de Al-Aqsa, que se saldó con el asesinato de 1.139 personas (766 civiles y 373 militares) y el secuestro de otros 254, marca un antes y un después en el conflicto palestino-israelí, cuyas implicaciones a largo alcance todavía están por vislumbrarse. No en vano, el primer ministro Benjamin Netanyahu considera que Israel está librando su segunda guerra de la independencia
, lo que deja nítidamente claro su intención de aprovechar la actual coyuntura no solo para destruir a Hamás, sino también para imponer la soberanía israelí al conjunto del Eretz Israel, el territorio que se extiende entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, en coherencia con el ideario del gobernante Likud y de sus aliados de coalición.
El nivel de violencia empleado por Israel desde el 7-O no es, en absoluto, comparable con el registrado en las cinco agresiones (2006, 2008-2009, 2012, 2014 y 2021) desarrolladas desde la entrada en el siglo XXI, todas con el supuesto objetivo de destruir a Hamás. Desde entonces, la Franja de Gaza sufre una verdadera guerra de destrucción que ha provocado, en sus primeros seis meses, 33.000 muertes y 75.000 heridos entre la población palestina, al menos un 70 por ciento de ellos mujeres y niños. La vida de los 2,3 millones de gazatíes pende de un hilo, puesto que la ocupación israelí está empleando el hambre y la sed como armas de guerra impidiendo la entrada de ayuda humanitaria, todo ello ante la absoluta indiferencia de la comunidad internacional.
En la escena israelí no faltan las voces que abogan abiertamente por una segunda Nakba (en árabe, catástrofe), la limpieza étnica que se desarrolló entre 1947 y 1948 y que culminó con la destrucción de Palestina y la expulsión de, al menos, 750.000 de sus habitantes de sus hogares. Avi Dichter, exjefe de los servicios de inteligencia Shin Bet y actual ministro de Agricultura en el Gobierno de Netanyahu, el más extremista que ha tenido Israel en toda su historia, no ha tenido ningún reparo en anunciar, alto y claro, cuál es el objetivo final de la actual ofensiva: Estamos desplegando la Nakba en Gaza: Gaza Nakba 2023. Así es como terminará
. Isaac Kroizer, diputado del supremacista Poder Judío, fue aún más claro al afirmar: La Franja de Gaza debe ser borrada del mapa para enviar un mensaje claro a nuestros enemigos
. Estas afirmaciones son un buen termómetro que refleja el estado de opinión de buena parte de la sociedad israelí, que considera que su ejército debería ser todavía más contundente en su campaña contra la Franja de Gaza.
La respuesta israelí a los ataques coordinados por Hamás ha rebasado deliberadamente todas las proporciones y sujeciones normativas internacionales, con una evidente violación del derecho internacional humanitario y, en particular, del IV Convenio de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales, relativo a la protección de las personas civiles en tiempos de guerra. Su particular ensañamiento con la población civil palestina no es nuevo, ni tiene otra explicación que la sed de venganza, con la previa responsabilización y deshumanización de la población gazatí por parte de los responsables políticos y gubernamentales israelíes. El presidente de Israel, Isaac Herzog, consideró que hay una nación entera que es responsable
, y su ministro de Defensa, Yoav Galant, definió a los palestinos como animales humanos
. Estas declaraciones entroncan con la tradicional narrativa del colonizador sobre el colonizado, definido de manera inferior e infrahumana, y al que, mediante castigos colectivos extendidos al conjunto de la población civil, se hace pagar por las acciones de los movimientos de resistencia y las rebeliones anticoloniales.
Las acciones violentas de Hamás y los grupos afines fueron tachadas como terroristas y como crímenes de guerra, pero en ningún caso pueden justificar la posterior reacción israelí, que ha comportado la comisión de múltiples crímenes de guerra, de lesa humanidad y, posiblemente, también de genocidio. Por si quedara algún resquicio de duda respecto a sus bombardeos masivos e indiscriminados sobre civiles en un área tan densamente poblada como la Franja de Gaza, el sometimiento intencionado de la población civil a la hambruna y la enfermedad despeja cualquier sombra sobre las verdaderas intenciones de Israel que podrían llegar a constituir, tal y como ha constatado la Corte Internacional de Justicia, un acto de genocidio.
Además de restituir su imagen de invulnerabilidad y su poder disuasorio con una exhibición de fuerza desproporcionada, todo indica que el actual Gobierno israelí, el más ultranacionalista, supremacista y colonialista en la historia de Israel, apuesta por llevar a cabo una obra de ingeniería demográfica con el desplazamiento forzado de la población palestina de partes significativas de Gaza en una clara operación de limpieza étnica. Aunque por el momento dicha ofensiva se desarrolla en la Franja de Gaza, lo cierto es que tendrá un indudable impacto en Cisjordania, al señalar la suerte que pueden correr sus 3,25 millones de habitantes si no aceptan vivir confinados y doblegados en sus respectivas ciudades y aldeas, donde se concentra más del 90 por ciento de su población.
Esta sucesión de pequeños guetos y bantustanes, vigilados de manera permanente e incursionados periódicamente por el ejército de ocupación israelí, se articula a modo de un archipiélago de islotes, separados unos de otros, en medio de un mar colonial integrado por bloques de asentamientos, carreteras de circunvalación, áreas militares, muros de hormigón, vallas eléctricas y numerosos puestos de control israelíes, donde residen, en la actualidad, 800.000 colonos israelíes. Si hasta ahora Israel aplicaba en los territorios palestinos ocupados el modelo de una cárcel al aire libre con dos vertientes, la de alta seguridad en Gaza y la de cierta autonomía en Cisjordania, con el fin de ese patrón en la Franja es muy probable que Israel cambie de paradigma con la exploración de otro prototipo, todavía incierto e imprevisible, para el resto de los territorios ocupados.
En este mismo sentido, no deberían perderse de vista las repercusiones regionales, dada la manifiesta volatilidad de Oriente Medio, con sus respectivos vasos comunicantes entre sus diferentes actores y con crisis todavía abiertas o solo cerradas en falso. El temor a la propagación de la crisis de Gaza al conjunto de la región ha sido una de las principales preocupaciones de las cancillerías occidentales y, también, de los actores locales. Si bien el intercambio de fuego entre Hezbolá e Israel se mantiene por debajo del umbral de una guerra, nada garantiza que no pueda desencadenar una confrontación a gran escala en los próximos meses. Tras el ataque contra el consulado iraní en Damasco el 1 de abril de 2024, el régimen iraní decidió lanzar un mensaje claro al Gobierno de Netanyahu por medio del lanzamiento masivo de drones y misiles sobre territorio israelí, lo que elevó el riesgo de un choque frontal entre ambos países.
Si algo ha quedado claro desde el 7-O es la indiferencia de la comunidad internacional ante el descenso de la Franja de Gaza a los infiernos. A pesar del insoportable número de víctimas, Estados Unidos y la mayor parte de la Unión Europea han mantenido inquebrantable su respaldo incondicional hacia el Gobierno de Netanyahu, el más extremista de la historia de Israel. Esta connivencia de las principales potencias occidentales con Israel los convierte en corresponsables de sus crímenes de guerra y de lesa humanidad. Igualmente son cómplices en el genocidio en curso, tanto por la cobertura política, diplomática, militar, económica e, incluso, mediática que han otorgado a la agresión israelí como por no prevenirlo pudiendo hacerlo.
En una época de transición en la estructura de poder del sistema internacional, las grandes potencias occidentales no pueden seguir arrogándose del papel de defensores de los valores democráticos y los derechos humanos, ya que permiten su conculcación allí cuando conviene. La matanza de Gaza ha puesto en evidencia al doble rasero de Estados Unidos y la Unión Europea en este sentido, ya que ambos condenaron tajantemente la invasión rusa de Ucrania y denunciaron su sistemática violación del derecho internacional y el derecho internacional humanitario imponiéndole sanciones draconianas. Todo lo contrario del trato que ha recibido Israel, al cual se le ha dado luz verde para destruir la Franja de Gaza y aniquilar a una parte significativa de su población. De ahí que todas las esperanzas se hayan depositado en el sur global con la demanda ejemplarizante de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia.
Este libro es un texto de urgencia, escrito contra reloj, mientras siguen su curso los acontecimientos que aborda, sin que haya ninguna expectativa de que Israel vaya a poner fin a su ofensiva en el corto plazo. Tampoco dispone de la perspectiva histórica necesaria para retratar la situación en toda su complejidad y descifrar la nueva realidad que se está construyendo (y a un mismo tiempo destruyendo) en la Franja de Gaza. Es de temer que todavía tenga que transcurrir un tiempo considerable para poder realizar una lectura más completa y pormenorizada que nos permita comprender el momento histórico que atraviesa Oriente Medio.
Conscientes de estas limitaciones, nos embarcamos en esta aventura asumiendo los costes derivados de las obvias deficiencias y provisionalidad de este desafío, pero también con el suficiente bagaje para esbozar una perspectiva histórica y política del clima que ha rodeado los ataques de Hamás el 7-O y la consiguiente campaña militar israelí. El objetivo de este trabajo no es el de explicar, una vez más, la prolongada controversia colonial entre Israel y el pueblo palestino, sino realizar una aproximación de urgencia sobre lo que estaba aconteciendo en Gaza desde el pasado mes de octubre, aportando una serie de claves domésticas, regionales e internacionales que nos permitan contextualizarlo.
Con este cometido, consideramos pertinente abordar el contexto palestino bajo la ocupación israelí, junto con la emergencia a finales de 2022 del Gobierno israelí más ultraderechista, colonialista y supremacista en toda su historia, seguido, finalmente, por las diferentes reacciones registradas en el espacio regional e internacional. Esta estructura narrativa se refleja en la organización interna del texto, dividida en tres capítulos. El primero está dedicado a una apretada síntesis sobre la sociedad y política palestinas durante las últimas tres décadas, con especial énfasis en la situación de la Franja de Gaza, la emergencia de Hamás y la frustración generalizada ante el fracaso de los Acuerdos de Oslo, unido a la consiguiente decepción, división y, también, radicalización de algunos sectores sociales y políticos. El segundo esboza la evolución política e ideológica experimentada en la sociedad y Estado israelíes, con el auge de las opciones más populistas, extremistas y chovinistas que culmina, tras el 7-O, con el llamamiento a una nueva limpieza étnica o Nakba, tal y como ocurriera en el curso de la primera guerra árabe-israelí en 1948. Por último, el tercero recoge las distintas reacciones que se han producido en la sociedad internacional, desde las potencias occidentales, los Estados y movimientos regionales, los BRICS y el sur global además del conjunto de la sociedad civil transnacional o, igualmente, global.
Por todo ello, este libro no se ha concebido como un texto cerrado, ya que no parece plausible establecer unas conclusiones más o menos definitivas mientras continúa la ofensiva contra Gaza. De momento, la única conclusión, con un amplio grado de aceptación, es que se asiste a un indudable cambio de ciclo en la historia de este prolongado conflicto colonial que alejará, si no enterrará por completo, la solución de los dos Estados. A pesar de algunas iniciativas aparentemente bienintencionadas por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, centradas en retomar dicha opción, parece evidente que ambos actores carecen de la debida credibilidad a la luz de sus trayectorias y su alineamiento sin fisuras con Israel. Todo ello sin perder de vista los cambios políticos que se avecinan en Washington y Bruselas en los próximos meses, donde previsiblemente se formen nuevas administraciones y aproximaciones políticas más conservadoras y, por lo tanto, más proisraelíes si cabe.
En un ejercicio de prospectiva, podría considerarse que la cuestión de Palestina se enfrenta a su mayor encrucijada en la historia contemporánea, que la sitúa en dos direcciones opuestas, con escasa cabida para una vía intermedia por el cambio drástico operado en el statu quo que existía hasta ahora en Gaza. Una, la optimista, estima que la actual crisis podría terminar siendo un revulsivo para intentar resolver este conflicto mediante el establecimiento de un mini-Estado palestino en los territorios ocupados por Israel en 1967, con ciertos arreglos e intercambios territoriales y dejando en el aire el tema de los refugiados y el sistema de discriminación que sufren los 1,7 millones de palestinos del 48 con ciudadanía israelí. Otra, la pesimista, piensa que la ocupación israelí permanecerá e, incluso, se endurecerá, con la adopción de medidas más severas, como la limpieza étnica de Gaza y como preludio de la que podría suceder en Cisjordania, sobre todo en un contexto de guerra regional que Israel parece buscar de manera desesperada.
La posibilidad de que nos encaminemos a este último escenario ya había sido contemplada, de manera visionaria, por el historiador palestino Rashid Khalidi en su libro Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia. Si bien el movimiento sionista (vertebrado luego en el Estado israelí) no logró suplantar por completo al pueblo autóctono de Palestina en un primer momento, esto no garantiza que no lo consiga en el futuro. En el balance de los enfrentamientos entre el colonialismo de asentamiento y las poblaciones autóctonas a lo largo del tiempo, el profesor de la Universidad de Columbia advierte tres posibles opciones: La eliminación o el pleno sometimiento de la población autóctona, como en Norteamérica; la derrota y expulsión del colonizador, como en Argelia, un caso extremadamente raro; el abandono de la supremacía colonial en el contexto de la negociación y la reconciliación, como en Sudáfrica, Zimbabue e Irlanda
(2022: