Donde termina la lluvia
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Donde termina la lluvia - Norberto Gugliotella
Narrativas al Sur del Río Bravo
14
Donde termina la lluvia
Donde termina la lluvia
Norberto Gugliotella
Índice de contenido
Portadilla
Legales
ADENTRO
TODOS LOS HUECOS QUE ME DEJÓ MI PAPÁ
DE AFUERA HACIA ADENTRO
ADENTRO
EL PASO DEL TIEMPO
ADENTRO
MATERIAL PARA ESCRIBIR MI PREHISTORIA
DE AFUERA HACIA ADENTRO
DONDE TERMINA LA LLUVIA
AFUERA PERO ADENTRO
AGRADECIMIENTOS
Diseño de tapa: Ezequiel Cafaro
Todos los derechos reservados
© Ediciones Corregidor, 2024
Lima 575 1° piso (C1073AAK) Bs. As.
Web site: www.corregidor.com
e-mail: corregidor@corregidor.com
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1.ª edición digital: septiembre de 2024
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto 451
Para Fernanda.
Para Julieta y Nicolás.
Soy mi padre y mi madre
soy mis hijos
y soy el mundo
soy la vida
y no soy nada
nadie
un pedazo animado
una visita
que no estuvo
que no estará después.
Una vez
, Idea Vilariño
ADENTRO
¿Era ella? Se me mezclan las imágenes. Ni siquiera me acuerdo que estuviera la ventanilla baja. Tampoco sé qué nombrar cuando digo ella así nomás. Una ella, dos ellas, no sé. Es ese conjunto de ellas que me volvió del estómago como una náusea. Tengo que hacer memoria, estaban ahí paradas, una ella, dos ellas, como si supieran que iba a salir de mi propia casa justo en ese momento. No puede ser que me esté pasando esto a mí. Todo por culpa de Sofía. Media hora me hizo buscar esa puta almohada. Si hubiera salido a tiempo, hoy estaría mucho más tranquilo. Seguro que estaría en este bar, claro, pero en lugar de whisky estaría tomando cerveza y riéndome de todo como siempre. Ahora, en cambio, tengo que mirar este vaso como las miré esa tarde. Buscarlas en el hielo. Estaban ahí paradas, como estos dos cubos que flotan en el whisky. La luz que le da ahora al vaso no se parece en nada a cantidad de sol que había esta tarde y no me dejaba ver. Tanto sol puede hacer mal, está visto. Las podría haber pisado. Entonces, no tendría esta duda y me liberaría para siempre de todo el mal que me hicieron. Malditas rocas que se mueven, ellas estaban ahí paradas, el que se movía era yo. Tuvo que ser esa media hora de más. Sofia y su almohada y la puta que la parió.
Me tengo que concentrar en el hielo. Dos rocas flotando y el vaso, el mismo vidrio. Tengo que mirar este vidrio para volver a ver por el parabrisas del auto. Por ahí va: el portón que se abre lento, la calle Thames adelante, pasan autos, el reflejo del sol por todos lados y me pongo a buscar los lentes oscuros en la guantera. Avanzo despacio a medida que se va abriendo el portón hasta que llego a la vereda y ahí contar una ella, dos ellas y el sol fuerte y los lentes en la mano. Ver ahora para encontrarme con esa tarde. ¡Qué boludez estoy haciendo! Este vaso tiene hielo y whisky, y yo busco saber si del otro lado de la ventanilla estaban ellas. Tanto tiempo. Como si tuviera que recordar una vida anterior. Tengo que hacer el esfuerzo antes de que llegue Hernán. Voy a cerrar los ojos. Claro. Con los ojos cerrados voy a ver mejor que si miro el hielo flotar. Tengo que salir de esa ventana. Estaba cerrada. La ventanilla estaba cerrada. Me vieron salir casi de frente. Ellas estaban paradas sobre la vereda y yo salía puteando contra la almohada y contra Sofía y la puta que la parió y el sol insoportable que no me dejaba ver nada. Es verdad, con los ojos cerrados se ve mejor. El hielo no me sirve para recordar. Fue un rayo, una mirada fugaz, como un impacto visual que duró un segundo y quedó suspendido desde ese momento. Tengo que encontrar ese rayo en mi memoria para saber si era ella, si eran ellas. Ahí, justo ahí. Debo detener las imágenes justo ahí, cuando las veo de frente. Me parece que esto es una pelotudez gigante, voy a abrir los ojos y listo. No, no, no. No los voy abrir. Con los ojos cerrados se ve mejor. ¿De dónde me suena esa frase? La tengo de algún lado. Quiero probar con este ejercicio, no me quiero hacer el mentalista, a mí que no me vengan con esas huevadas. Ahí, es ahí donde tengo que ver. Ahí están. Primero giro la cabeza a la izquierda y nada. Después, cuando giro hacia la derecha, las tengo de frente y se me van porque avanzo más rápido. Como si el pie hubiera querido sacarme de ahí, por eso aceleré fuerte. No tengo que abrir los ojos todavía, con los ojos cerrados siento que se me apaga un poco el sol. Ahí acelero y miro por la otra ventanilla. Nada. No logro ver nada porque todo pasa a una velocidad extraña. El pie tiene la culpa de haberme sacado rápido de ahí. Cuando salgo de ahí ya es inútil ver por el retrovisor, no hay nada, solo el brillo del sol. Ya no tiene sentido mantener los ojos cerrados, no sea cosa que aparezca Hernán y quede como un boludo. Al menos pude armar un hilo conductor de todas estas imágenes que se me mezclaban como los cubos de hielo adentro del vaso. Me sirvió el mentalismo. Con los ojos cerrados se arman mejor las historias del pasado, incluso las historias como estas que son de vidas anteriores. Tengo que hablar de esto con alguien. Me quema acá adentro, siento esa náusea asquerosa volver y volver.
Dale, Hernán, vení rápido que no aguanto más. No pienso contarle otra vez estas cosas a un psicólogo y mucho menos volverme a Mendoza, acá estoy bien y yo de acá no me voy más. Si no se lo puedo contar a Hernán o al Chino o a Lucas, cómo carajo hago para contárselo a Sofía. Con lo que me cuesta hablar de mí mismo, ella lo sabe. Por eso lo mejor es contárselo a Hernán, es el único que me puede entender. Necesito dejar de pensar en ese día, si se lo cuento a alguien tal vez me sienta mejor. Justo ahora que falta tan poco para el partido con los bosteros, me viene a aparecer este quilombo. Si Ponzio está bien, con el Pity arriba los matamos. Tengo que mirar para adelante, como hice siempre. Siempre para adelante. La vida está en el futuro, yo prefiero ver así las cosas. Los melancólicos me la bajan. Así debería empezar la conversación con Hernán. Después le digo que le tengo que contar un quilombo del pasado y me va a entender. No, creo que lo mejor va a ser que empiece por saber si eran ellas las que estaban ese día cuando sacaba el auto del edificio. Lo que pasa es que así no va a entender nada. Le tengo que hablar de lo que pasó en esa otra vida que tenía olvidada. Uh, ahí viene. No sé cómo le voy a contar todo esto. Pero si no se lo cuento a Hernán, no sé a quién contárselo, nunca creí que esto me fuera a pasar, justo ahora. Es increíble que me tenga que pasar justo ahora. Lo mejor es que se lo cuente a Hernán, es el único que me puede entender. Tengo que poder, tengo que poder.
Menos mal que viniste, Hernán. Necesitaba verte, boludo. Nada, estaba pensando un poco en una cosa que te quería contar. Quería hablar con vos de algo que me pasa, bah, me pasó, o no sé, un quilombo. No, de algo que me tiene mal desde hace unos días. No, Sofi está bien, rompiendo los huevos mejor que nunca. Ahí está el mozo, pedile. Bueno, pedime otro. En casa, se quedó en casa, debe estar durmiendo. Mañana a la mañana tiene el curso de preparto que dan en el sanatorio. No, yo fui la primera vez y me comí un embole de locos, no es lo mío estar haciendo de dama de compañía. No, a mí tampoco. El Chino dice que el fin de semana que viene vamos a la quinta y vemos el partido allá, si querés te llevamos. Como quieras. Asado, dijo el Chino que hace asado, viste cómo es el Chino. Yo llevo un par de cajas de vino, voy a hacer que Sofía haga algo para la tarde. Para mí, con el Pity arriba los matamos, boludo. Pero el Muñeco lo tiene que poner a Ponzio en el medio como un perro de caza. Además, nos tienen miedo. Se ponen blancos cuando juegan contra nosotros. Es lo que digo yo. Tampoco tres a cero, no exageremos, Hernancito. Tenemos que aprovechar al máximo todas las posibilidades que tengamos. La Bombonera no es fácil, ahí caen todos. Asado en lo del Chino y partido. Planazo.
Pará que no me quiero desviar. Menos mal que viniste, Hernán, gracias, necesitaba contarle esto a un amigo y pensé que debía decírtelo a vos. Alguna vez me tengo que desahogar con alguien. Sí, boludo, por eso te llamé. Ahora te cuento, es muy largo de explicar y me cuesta un poco. A Sofía no se lo puedo decir. No, no sabe nada, nunca se lo conté a nadie, por eso pensé en contarte todo a vos. Porque sos mi mejor amigo, boludo, por eso. Sí, yo también te quiero pero no me vengas con putadas. Menos mal que viniste, hace varios días que tengo un nudo en el pecho. Necesitaba sacar todo esto que me pasó. Hasta estuve pensando con los ojos cerrados haciéndome el mentalista, mirá lo que te digo. Todo esto me hace sentir como un boludo y hago cosas extrañas. Qué sé yo, recién le estaba hablando a los cubos de hielo del whisky, imaginate. Vos sabés que soy de esos tipos que actúan, que persiguen la presa y hasta no conseguirla, no paran. Para mí hablar te hace perder tiempo y en la vida hay que aprovechar todo al máximo. Como dice esa frase que me encanta: es preferible pedir perdón a tener que pedir permiso. Me la tengo que tatuar, no puede ser que todavía no me la haya tatuado. Así soy yo, vos me conocés bien. Igual, tampoco hay tanto tiempo en esta vida como para andar pidiendo perdón. Lo que se hace, se hace y después se sigue adelante. Claro que me la voy a tatuar, al lado del escudo del millo. Pará, no me distraigas que estoy embalado y te tengo que contar esto que es un fuego que me arde acá adentro y necesito que me ayudes porque voy a explotar. Mirá que ni Sofía, ni nadie sabe de esto. Claro, fue por lo que me tuve que volver a Mendoza. Una hija de puta, te lo digo con todas las letras, era una hija de puta. No sabés lo que me cagó la vida. Una mina, boludo, ¿quién va a ser? Me hizo la vida imposible. No, no la conocés. Fue de cuando vivía en Buenos Aires antes. ¿Te acordás que te había contado que antes vivía acá? Me cagó la vida, boludo, me cagó la vida mal.
Ahí viene el mozo, pará que le pido otro whisky. Otro whisky, por favor, ¿vos, Hernán? Que sean dos más, entonces. No, te digo que en Buenos Aires, antes de volverme a Mendoza. ¡Dame bola, Hernán. Es importante! ¡Qué me importa que esté Sara ahí en la mesa de atrás! Necesito contarte algo, no seas boludo. El tema es que ni vos ni Sofía, ni nadie sabe de mi vida anterior en Buenos Aires. Ustedes me conocen desde hace ya cuatro o cinco años, pero antes acá yo la pasé mal. Sí, Sofía. Sí, se vino conmigo de Mendoza, nos conocemos desde que éramos chiquitos y nos volvimos a encontrar en la fiesta de los 20 años de egresados y toda esa pelotudez. Nos casamos allá, no te acordás de nada, Hernán, dejate de joder, ¡ya te la tomaste toda, boludo! Rescatate un poco. Tengo que contarte algo importante. Dale, sigo. Lo que te decía, yo antes de volverme a Mendoza tuve que dejar un trabajo, empezar de cero todo otra vez. No tenía ganas de volver a esta ciudad. Mucho prejuicio hay acá. Cuando te señalan con el dedo, ya está, cagaste, te tenés que ir y empezar de cero en otro lugar. Sí, yo también pienso que deberían prender el aire acondicionado, hace un calor insoportable acá adentro. ¿Me estás escuchando lo que te digo? Es importante. Sí, ya me dijiste que está Sara. No, no tengo ganas de darme vuelta. ¿Te vio? Bueno, menos mal. Seguro que en cuanto se levante el tipo para ir al baño, te viene a buscar. Mientras dejame que te cuente. ¿Por dónde iba? No sé. La verdad es que Sofía nunca supo lo que me pasó acá, nunca me preguntó. Viste cómo es ella, no le gusta andar preguntando. Igual, por más que me hubiera preguntado alguna vez, no le contaba ni en pedo. Pero ahora es distinto. Porque es distinto. Es lo que te quiero contar, para eso te llamé y estamos los dos acá. Es que Sofía está siempre contenta, no como la otra infeliz que me hizo la vida imposible. Sofía es muy espiritual, es más una mina como las de antes, por eso me casé con ella. Cuando llegue a casa no me va a decir nada, yo llego, le digo que estuve en un bar con vos y se queda tranquila, no anda jodiendo y preguntando todo, todo el tiempo. Ella no me anda controlando como la otra histérica que quería meterse en todo. ¡Es de lo que te estoy hablando, Hernán! De cuando vivía antes en Buenos Aires. En Liniers. Por la calle Oliden. Sí, a tres cuadras más o menos de Rivadavia. Un barrio de mierda. Todos chusmas. Porque está lleno de viejas chusmas que se meten en la vida de los demás. No, no era mía, alquilaba. Me tenía que ir. Acá no tenía nada que hacer, ya no tenía trabajo y había estado un par de veces en la comisaría. Me tenía que ir porque. ¿Me estás escuchando, Hernán? Sí, ya sé que hace mucho tiempo que le tenés ganas a Sara. Mandale un mensaje a ver qué hace. No sé, decile que se pueden encontrar en un rato en otro bar. Pará, ahora no que te quiero contar algo. Bueno, esperá a que te responda, está con un flaco. ¿Lo vio? ¿Qué te dice? No sé si te puedo contar todo esto en quince minutos. No sé redondear, Hernán. Te dije que era algo que no le había contado a nadie y que pensaba decírtelo a vos antes que a todos. Porque sos mi mejor amigo, cuántas veces te lo voy a tener que decir, boludo. ¡Qué le voy a contar a Lucas si no tiene idea de nada ese merquero! Porque Sofía no lo puede saber. ¿Cómo le digo lo que no le dije durante tanto tiempo? Sí,