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Blaise Pascal: Pensar sin límites: Estudios sobre su pensamiento y obra
Blaise Pascal: Pensar sin límites: Estudios sobre su pensamiento y obra
Blaise Pascal: Pensar sin límites: Estudios sobre su pensamiento y obra
Libro electrónico596 páginas7 horas

Blaise Pascal: Pensar sin límites: Estudios sobre su pensamiento y obra

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Información de este libro electrónico

"Blaise Pascal: pensar sin límites", de Alicia Villar Ezcurra, es una obra que profundiza en el legado intelectual de Blaise Pascal, abarcando sus múltiples facetas como matemático, filósofo y místico. Este libro, que conmemora el cuarto centenario del nacimiento de Pascal, ofrece una visión integral de sus contribuciones a la ciencia y la filosofía, destacando la singularidad de su pensamiento, que fusiona la razón con la espiritualidad. La obra se estructura en dos partes: la primera presenta una panorámica general de la vida y obra de Pascal, enfocándose en sus descubrimientos científicos y su filosofía; la segunda parte recopila estudios sobre su espiritualidad y su relación con figuras como Montaigne y Descartes, así como la resonancia de su pensamiento en la filosofía de Unamuno. Este análisis detallado no solo ilumina las dimensiones científicas y filosóficas de Pascal, sino que también explora su búsqueda de lo trascendente, ofreciendo una lectura esencial para quienes deseen comprender las profundidades de su pensamiento y su impacto en la filosofía moderna.

Este título es el número 11 de la "Colección ACENA Filosofía. Perspectivas", enriqueciendo esta serie con un estudio profundo sobre uno de los pensadores más complejos y fascinantes de la historia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 abr 2024
ISBN9788484688044
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    Vista previa del libro

    Blaise Pascal - Alicia Villar Ezcurra

    Cubierta

    Portadilla

    Blaise Pascal:

    pensar sin límites

    Estudios sobre su pensamiento y obra

    Colección

    Colección de Filosofía

    ACENA

    Director

    Pedro Rodríguez Panizo

    Comité científico

    Ricardo Pinilla Burgos (Universidad Pontificia Comillas)

    José Luis Villacañas Berlanga (Universidad Complutense)

    Víctor M. Tirado San Juan (Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid)

    Josep Maria Esquirol Calaf (Universidad de Barcelona)

    Antonio Zirión Quijano (Universidad Nacional Autónoma de México)

    José Manuel Valdés Villanueva (Universidad de Oviedo)

    Serie Acena Perspectivas

    N.º 11

    Portada

    Alicia Villar Ezcurra

    Blaise Pascal:

    pensar sin límites

    Estudios sobre su pensamiento y obra

    2024

    Créditos

    Esta editorial es miembro de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE), lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional

    © 2024 Alicia Villar Ezcurra

    © 2024 Universidad Pontificia Comillas

    Universidad Comillas, 3

    28049 Madrid

    Diseño de cubierta: Belén Recio Godoy

    ISBN: 978-84-8468-804-4

    Depósito Legal: M-2416-2024

    Maquetación e impresión: Imprenta Kadmos

    Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de la información, sin permiso escrito de la Universidad Pontificia Comillas.

    Índice

    ÍNDICE

    Presentación

    Primera Parte

    BLAISE PASCAL. PENSAR SIN LÍMITES

    1. Vida y obra

    1. Formación intelectual y primeros descubrimientos científicos

    2. La primera conversión

    3. El periodo mundano

    4. La segunda conversión

    5. La «Conversación con Monsieur de Saci»

    6. Opúsculos

    7. Los últimos años: descubrimientos científicos y cristianismo

    8. Cartas a Charlotte de Roannez: el «Dios oculto»

    2. Pensamiento

    1. El Pascal científico

    2. Polémicas religiosas. El jansenismo y Las provinciales

    3. Los Pensamientos y la apología de la religión Cristiana

    1. Historia de los manuscritos y de las ediciones de los Pensamientos

    2. Primera parte: descripción de la condición humana (sección, series I a X)

    3. Segunda parte: conocimiento de Dios (sección I, series XI a XXVIII)

    4. Reflexiones finales

    Glosario

    Cronología

    Bibliografía

    Segunda Parte

    ESTUDIOS SOBRE PASCAL

    La espiritualidad de Pascal

    1. El Dios oculto de Pascal: un diálogo entre el científico, el filósofo y el creyente

    1. La vanidad humana

    2. La idolatría

    3. El Dios oculto

    4. Un corazón de carne

    5. La riqueza del claroscuro

    2. La espiritualidad de Pascal: los tres órdenes de realidad: cuerpo, espíritu, caridad

    1. Introducción

    2. Duplicidad y ambivalencia de la condición humana

    3. Ambivalencia humana y teología agustiniana de la corrupción humana

    4. Los tres órdenes de realidad

    5. Los tres órdenes y las tres concupiscencias

    6. Cristocentrismo, «ordo amoris» y caridad

    7. Consideraciones finales

    8. Bibliografía

    3. Tristeza, esperanza y alegría en Pascal

    1. Introducción

    2. Los pensamientos: miseria del hombre sin Dios

    3. Evolución espiritual de pascal

    4. Reflexiones finales

    Pascal y Montaigne

    4. Condición humana, vida moral y trascendencia en Montaigne y Pascal

    1. El escepticismo humanista de Montaigne

    2. Condición humana y cristianismo en Pascal

    3. Montaigne y Pascal. Ética de mínimos y ética de máximos

    5. Pascal y Montaigne: de la guerra de las pasiones al orden del amor

    1. Introducción

    2. La condición humana según Pascal

    3. Ni el orgullo estoico, ni la desidia escéptica

    4. Las pasiones y el orden del amor en la teología de Pascal

    5. Reflexiones finales: pasiones y amor en Pascal

    Pascal y Descartes

    6. El yo inasible de Pascal frente a la fortaleza del sujeto cartesiano

    1. Introducción

    2. El encuentro de Pascal con Descartes

    3. Cuestiones relativas a las ciencias y al método

    4. El método y el espíritu geométrico

    5. La articulación de la razón y el corazón

    6. Visión de la condición humana y de la relación con Dios

    7. El descentramiento del sujeto

    8. Un yo inasible e inconsistente

    9. El Yo odioso: oposición de egocentrismo-desprendimiento

    10. Los tres órdenes de realidad

    Pascal y Unamuno

    7. Unamuno y su lectura de Pascal: del sentimiento trágico de la vida como principio de acción solidaria

    1. Introducción

    2. La lectura de Pascal por parte de Unamuno

    3. Reflexiones finales: El «pathos» de Pascal y Unamuno

    8. La incertidumbre en Montaigne, Pascal y Unamuno: angustia, aceptación y certeza moral

    1. Introducción

    2. Montaigne: la aceptación de la incertidumbre y el arte de vivir

    3. Blaise Pascal: de la incertidumbre a la decisión y el compromiso práctico-moral

    4. Miguel de Unamuno y la suprema incertidumbre

    5. Consideraciones finales

    6. Referencias bibliográficas

    Presentación

    Presentación

    Hace cien años, Miguel de Unamuno observaba que hay tantos Pascales como lectores que se adentran en sus Pensamientos[1]. Cuando se cumple el cuarto centenario del nacimiento del científico y filósofo francés, sus textos siguen incitando a explorar el enigma de la condición humana, las contradicciones del mundo social, el conocimiento de sí y la apertura a la Trascendencia. En definitiva, sus fragmentos acompañan e incitan al lector a la exploración y a la introspección, de ahí la realidad de las palabras de Unamuno sobre Pascal, ambos «sentidores de los problemas esenciales».

    Calificado por el romántico Chateaubriand como «un genio asombroso», Pascal asombra, entre otras cosas, por la coexistencia en él de modernidad y crítica de la modernidad. Modernidad innegable en su sensibilidad a las necesidades sociales que le llevó a idear la primera red de transporte público en París. Atento a las necesidades prácticas, hizo funcionar la primera calculadora: la máquina aritmética o pascaline. Innovador audaz, como matemático, sentó las bases del futuro cálculo de probabilidades y del cálculo infinitesimal. Como físico, estableció las bases de la hidrostática e introdujo el concepto de espacio vacío mediante sus múltiples experimentos. Algunos de sus críticos, como Voltaire y Nietzsche, pensaron que el cristianismo de Pascal minó su racionalismo científico. Lejos de ello, Pascal reclamó la libertad del investigador, la independencia de la ciencia con la teología y del principio de autoridad, por considerar ilegítima la intrusión del poder político y religioso en el terreno científico.

    Tampoco se dejó deslumbrar por los nuevos avances científicos: intuyó el peligro de erigir a la razón y a la ciencia como un ídolo al que adorar, a su juicio, ídolo con pies de barro. Así confesó a Fermat, la geometría es el más bello oficio del mundo, pero es sólo un oficio que no consuela en tiempos de aflicción. El cientificismo del siglo XIX mostrará la realidad de su intuición.

    José Gómez Caffarena señaló que Pascal vivió su doble fidelidad de científico y creyente y contribuyó a deslindar los terrenos propios de la ciencia y la fe[2]. Como creyente, no se sintió afectado por las impugnaciones de la razón con respecto a la existencia de Dios. Su fuerte experiencia religiosa le inclinó a apostar por las «razones del corazón que la razón no conoce», defendiendo el espacio para reflexionar sobre las cuestiones últimas. Si el espíritu geométrico y la razón eran capaces de encontrar la verdad, el espíritu de finura y el corazón también lo eran.

    Hostil a la superstición y a la ciega credulidad, Pascal tampoco se engañó sobre las religiones positivas de su época. En un momento en el que la Iglesia tenía un gran poder, denunció la corrupción de lo religioso[3]. Advirtió que, en realidad, había pocos cristianos auténticos, así como una enorme diferencia entre el cumplimiento de ritos y leyes y la «auténtica bondad» (L. 365).

    Al tiempo, sintió crecer la incredulidad, entendida como indiferencia. Después de su segunda conversión religiosa, proyectó acometer una nueva apología de la religión cristiana, un diálogo con el increyente, principal interlocutor de muchos de sus fragmentos. Lejos de presentar pruebas racionales sobre la existencia de Dios, optó por suscitar la reflexión sobre la vida humana y sobre lo que será de nosotros tras la muerte. Aspiraba a formular un nuevo discurso teológico y moral sobre el ser humano, actualizando temas que provenían de las Escrituras y de la tradición agustiniana para expresar las disonancias del mundo moderno y del ser humano en general. Su muerte prematura a los treinta y nueve años le impidió terminar su proyecto y legó mil y pico fragmentos sobre temas diversos. Parte de ellos, estaban dedicados a la futura Apología que exploraba las contradicciones de la condición humana, antes de abrirse al misterio de Dios oculto. Sin embargo, a lo largo de los siglos, los editores de lo que llamaron Pensamientos, buscando la comodidad del lector, ordenaron por temas los fragmentos que Pascal dejó: alterando el orden original de los elementos también modificaron el producto final. Parecía presentirlo el escritor francés cuando señaló: «Las palabras diversamente ordenadas producen diferentes efectos». Sólo a mediados del siglo pasado, se impusieron nuevos criterios de edición que permitieron acceder al estado original de los papeles de Pascal a su muerte y las series de fragmentos clasificados por él. Las nuevas ediciones críticas con las que contamos actualmente resultan un avance innegable[4].

    Deudor de ediciones antiguas de los Pensamientos, Miguel de Unamuno vio a Pascal como un alma gemela, un espejo en el que se veía reflejado, un espíritu atormentado. Como a él le resultaba incomprensible la insensibilidad ante la perspectiva de la muerte y la alternativa del «o todo o nada»[5]. A finales del XX las interpretaciones de Lucien Goldmann y de Clémont Rosset abundaron en la visión trágica de la condición humana por parte de Pascal, o en la tristeza de su religión, en expresión de L. Kolakosvki. Pero,¿fue el mensaje definitivo del escritor francés? ¿Fue su fe «dolorosa» como interpretó Unamuno? Si cada época ha destacado uno de los aspectos de su pensamiento[6], en el XIX su romanticismo, en el XX su vertiente trágica, entonces, ¿cómo leer hoy a Pascal? Las nuevas ediciones críticas orientan hacia una lectura más integral de su obra, destacando su búsqueda de la verdad y su espíritu de discernimiento[7]. Ahora se destacan los diferentes contextos, la complejidad y las diversas facetas de su pensamiento sin contraponerlas, invitando a leer al autor al completo. Es así como se puede descubrir la unidad que subyace en su pensamiento, su interés por ampliar las perspectivas desde las que cualquier asunto puede ser contemplado; también la riqueza y las fuentes de su espiritualidad, así como la experiencia mística vivida por Pascal en su «noche de fuego»[8].

    Sobre la estructura y contenido del libro

    El presente libro, que recoge parte de los trabajos que he dedicado a Pascal[9], se estructura en dos bloques; en el primero se incluye el extenso estudio introductorio a sus Obras y sus Pensamientos (Gredos/RBA, 2012 y 2014). Titulado Pascal: pensar sin límites, dicho estudio fue concebido como una guía que ayudara al lector a adentrarse en la lectura de su obra, situándolo en su contexto científico, religioso y filosófico. Temas que Pascal había investigado como científico, tales como el azar, el vacío, lo finito y lo infinito, fueron también ejes de su reflexión sobre la condición humana. Sus fragmentos describen el peso del azar y las costumbres en nuestras vidas; advierten de la tendencia a la distracción o al activismo como modo de evitar pensar en los males que nos acechan; señalan la experiencia de vacío, presente cuando, sin ninguna distracción, una persona permanece sola en una habitación. Frente a ello, Pascal incita a buscar el sentido de la existencia humana, reflexionando sobre nuestra finitud en relación con la infinitud, abriéndonos al deseo de eternidad y de trascendencia. Otros aspectos del pensamiento de Pascal, como observaba José Luis Aranguren[10], bien olvidados están, entre otros el rigorismo moral de su escrupulosidad y también aspectos de su Teología propia del siglo XVII, que inciden en la predestinación, lejos de la hermenéutica contemporánea.

    El estudio presenta a Pascal, más que como trágico[11], como un hombre de síntesis y de distinciones que alertó sobre el peligro de reduccionismos de cualquier tipo. El sabio francés aspiró al conocimiento, aunque fuera contingente y probable, e insistió en la necesidad de discernimiento y de lucidez[12]. Cada saber y cada orden de realidad tienen un rango distinto: solo el funcionamiento armonioso de la razón y el corazón, del espíritu geométrico y el de sutileza, conducen a una sabiduría humana.

    El segundo objetivo del estudio Pascal: pensar sin límites fue orientar al lector en la lectura de los más de mil fragmentos de los Pensamientos, un laberinto en el que resulta muy fácil perderse. De ahí que se aborden los grandes temas que Pascal trató en las veintisiete series de fragmentos por él clasificados con vistas a su Apología de la religión cristiana. Con ello, no sólo se ilumina la significación de un fragmento, también se puede seguir la argumentación de Pascal con su interlocutor, a quien quiere, no lo olvidemos, inquietar, incitar a buscar a Dios y el sentido de la existencia humana. Reconocer las contradicciones de la condición humana, requiere examinar si realmente la inmanencia produce satisfacción honda o más bien corremos distraídos hacia un precipicio, la muerte, después de haber puesto antes algo que nos impide verlo (L. 166). Para Pascal, el ser humano, que es constitutivamente ambivalente, sin Dios, no es capaz de renunciar por completo a su egoísmo y construye nuevos absolutos a los que rinde culto. Es lo que resume con el término «miseria», a la que nadie se sustrae, tampoco las sociedades modernas.

    En el segundo bloque del libro se incluyen diversos artículos de revista y capítulos de libro[13] que se han agrupado en cuatro apartados distintos según los temas tratados, cuestiones que no se habían desarrollado en el estudio anteriormente referido. El primero de ellos, dedicado a la espiritualidad[14] de Pascal, incluye tres artículos que distan más de veinte años. El primero, El Dios oculto de Pascal: un diálogo entre el científico, el filósofo y el creyente muestra cómo para Pascal el Deus absconditus no es un argumento apologético más, sino un principio explicativo como lo son las contradicciones en el caso de la condición humana. Con el trasfondo de la recuperación de ciertos temas claves en la Biblia, como el de la vanidad, la idolatría, el corazón de carne y de piedra, el Dios oculto de Pascal se sitúa en el marco de la Theologia cordis[15]. No se trata del Dios de los filósofos, de las demostraciones metafísicas de su existencia, sino del Dios de las Escrituras, como apuntó en su Memorial. Frente a la evidencia lógica que conlleva asentimiento y no deja lugar a la elección, la ambigüedad del Dios oculto posibilita la elección humana, teñida de esperanza y temor. Sólo los ojos del corazón pueden apercibir los signos que descubren a ese Dios que se esconde y cuyos vestigios hay que buscar, convirtiendo el corazón de piedra en un corazón de carne.

    El segundo artículo La espiritualidad de Pascal. Los tres órdenes de realidad: cuerpo, espíritu, caridad se dedica a un tema tratado someramente en otros artículos sobre Pascal. Sus fragmentos sobre los tres órdenes de la realidad, de distinto género e inconmensurables, son síntesis de su pensamiento religioso y uno de los ejes principales no sólo de su espiritualidad, también de su antropología y de su teoría del conocimiento. A los tres órdenes de realidad corresponden las tres dimensiones del ser humano: cuerpo, inteligencia y corazón, y tres niveles de conocimiento: sensible, inteligible y sapiencial. Errar es confundir esos géneros de órdenes y tiranía es un deseo de dominación universal fuera de su orden. Con su concepción de los tres órdenes Pascal muestra su apuesta por el orden de la caridad, un amor sin medida a lo eterno.

    El tercer trabajo, Tristeza, esperanza y alegría en la espiritualidad de Pascal, analiza algunos de los escritos espirituales de Pascal en los que contrasta las tinieblas del mundo sin Dios, por una parte, y la esperanza y la alegría del convertido por otra. A su juicio, resaltar sólo la miseria humana conduce a la desidia o a la desesperación, olvidar la miseria humana lleva al falso orgullo y la presunción. Pascal busca el justo medio, alejándose de los extremos: un abajamiento que nos haga incapaces de bien y nos iguale a los animales, y de una santidad exenta de posibilidad de mal (L. 353).

    La espiritualidad de Pascal muestra que su pesimismo antropológico y moral no fue su última palabra: fue un moralista que primó la praxis y el compromiso ético. Sin duda destaca el desapego, propio de cierta espiritualidad de su tiempo, y sólo parece sensible a los aspectos oscuros de la existencia humana, lo que favoreció las críticas de los humanismos ateos al cristianismo; sin embargo, la interpretación de Pascal como un pensador atormentado sólo atendió a una parte de sus escritos. Su vida interior testimonia una intensa espiritualidad que se nutre de su meditación de las Escrituras y de su propia experiencia personal. En su espiritualidad cristocéntrica, con atisbos de misticismo, hay lugar para la esperanza y la alegría, que afecta al centro del ser humano. En ese este sentido, Pascal observa que nadie es tan feliz como un auténtico cristiano, ni razonable, ni virtuoso, ni amable (L. 357); mientras que con la honestidad no se puede ser virtuoso y feliz al mismo tiempo.

    Los siguientes apartados se dedican al diálogo y lectura de Montaigne por parte de Pascal, así como a sus diferentes planteamientos con respecto a la filosofía de Descartes. Con respecto a Montaigne, en el apartado sobre La condición humana en Montaigne y Pascal, se presentan los puntos en común entre ambos autores y las diferencias esenciales en su modo de abordar la condición humana, la vida moral y la trascendencia. Aunque Pascal y Montaigne compartan algunos planteamientos sobre las contradicciones de la condición humana, sus perspectivas son diferentes. Montaigne se reconcilia con el mundo limitado en el que nos ha tocado vivir, y disfruta del momento fugaz, susceptible de plenitud. Desde el punto de vista moral, predica la tolerancia y la honestidad y se sitúa cerca de lo que hoy llamaríamos una «ética de mínimos»[16], un medio para poder sobrevivir y humanizar en este mundo complejo y convulso. En cambio, el «pathos existencial» de Pascal es bien distinto. La religación con Dios hace ver las cosas desde la perspectiva cristiana y denuncia el peligro de sustituir a Dios por otros absolutos, sin conexión con un orden trascendente. Su modo de vivir el cristianismo recuerda algunos de los planteamientos de Kierkegaard, pues ambos vivieron existencialmente el cristianismo, experimentando el riesgo de la fe y expresando su ideal moral desde el punto de vista del individuo y del creyente.

    En este mismo bloque, el apartado Pascal y Montaigne: de la guerra de las pasiones al orden del amor retoma las diferencias entre los dos autores y compara su postura sobre el conflicto entre la razón y las pasiones. Montaigne testimonia el arte de vivir, asumiendo la fragilidad y la incertidumbre; Pascal se orienta hacia el orden del amor o de la caridad. A su juicio, todos los cuerpos juntos y todos los espíritus (inteligencias) juntos, con todas sus creaciones, no valen lo que el menor impulso de caridad pues pertenece a un orden infinitamente más elevado y sobrenatural: el ordo amoris. De este modo, Pascal orienta al individuo hacia el amor que debemos al Todo del que somos miembros, comprobando de nuevo que sus fragmentos sobre los tres órdenes iluminan su antropología.

    El artículo sobre El yo inasible de Pascal frente a la fortaleza del sujeto cartesiano analiza las diferencias esenciales entre los dos filósofos y precisa las referencias de Pascal a Descartes, a quien conoció personalmente. Los distintos trabajos científicos de Pascal constituyen un intento global de pensar la contingencia e introducir la racionalidad de lo probable, una idea innovadora en el siglo XVII, muy distinta a los planteamientos de Descartes que buscando la certeza excluyó lo verosímil. Lejos de buscar la unidad de un método, diseñó el método adecuado paca cada una de las dificultades específicas en las que se encontraba (geometría del azar, problema de la ruleta y experimentos en torno al vacío). Frente a Descartes, que quiso convertir al sujeto pensante en el centro y fortalecerlo, Pascal se confrontó con la contingencia, el azar y la opacidad de la existencia humana, descentrando al sujeto y ahondando en sus disonancias más profundas.

    Finalmente, se incluye un apartado sobre Unamuno y Pascal que comprende dos artículos. El primero Unamuno y su lectura de Pascal: «Del sentimiento trágico de la vida» como principio de acción solidaria es un análisis de la lectura y particular interpretación de Pascal realizada por Unamuno, que consideró al escritor francés como un hermano espiritual, un espejo en el que se veía reflejado. Se aborda la lectura que Unamuno hizo de Pascal desde su propio sentimiento trágico de la vida, atendiendo al periodo 1897-1912, recogiendo anotaciones inéditas, así como los estudios sobre Pascal que Unamuno leyó. Por último, se destaca la afinidad entre los dos pensadores que, desde el ahondamiento en los conflictos y el carácter trágico de la existencia humana, buscaron el fundamento trascendente de una ética de máximos que hiciera surgir del abismo de la miseria una acción humana comprometida y solidaria.

    El segundo artículo La incertidumbre en Montaigne, Pascal y Unamuno: angustia, aceptación y certeza moral aborda los modos de vivir la incertidumbre en los tres autores. Montaigne y Pascal coinciden en denunciar las falsas certezas, las contradicciones de la condición humana y del propio yo. Por lo demás, Montaigne cultiva el arte de saber vivir y confiesa un fideísmo difuso; Pascal, considera que el ser humano no encuentra el sustento en sí mismo y ahonda en el misterio de un Dios oculto. Por último, Unamuno, próximo a la sensibilidad de Pascal más que a la de Montaigne, destacó la dolorosa incertidumbre sobre la pervivencia más allá de la muerte. Su San Manuel, Bueno, mártir ilustra la apuesta pascaliana: cómo vivir procurando el cuidado y el contento de los demás, a pesar de la incertidumbre citada. En su caso, la congoja orienta su acción y le hace vivir y obrar con extrema generosidad.

    Para terminar, subrayaría la convicción de Pascal de que basta contemplar el universo para comprobar la limitación de nuestros conocimientos: todo está ligado. Conocemos por un largo rodeo solo verdades parciales, pues el fin de las cosas y sus principios están ocultos en un secreto impenetrable. El autor de los Pensamientos es implacable en su retrato de la condición humana, convencido de que la inmanencia no es capaz de satisfacer nuestros anhelos de eternidad: no es posible la felicidad plena si todo acaba con la muerte. No hay rastro de epicureísmo en él, ni primacía del ego: el yo que solo mira a sí mismo es odioso (L. 597). Llevando al límite la incertidumbre y la contingencia omnipresentes en el mundo de la vida, Pascal invita a ahondar en la fragilidad humana y afrontar los riesgos que conllevan determinadas decisiones, convencido al tiempo de que vivir lo más honesta y lúcidamente posible es un bien intrínseco por el que hay que apostar. Aspira a forjarse el alma, abrirse a la realidad que nos dice que somos parte interdependiente de un Todo. Así, aunque destacó las contradicciones del ser humano, también subrayó el dinamismo espiritual de la afectividad, optando por el amor sin medida a lo eterno frente al sentimiento de trágica derrota. Como Unamuno, abrió los ojos a la «vanidad de vanidades y todo vanidad», pero también anheló la «plenitud de plenitudes y todo plenitud», y de ese modo acompaña a todo aquel que desee pensar sin límites.

    Madrid, septiembre de 2023

    Agradecimientos

    Por fechas, los distintos escritos seleccionados y dedicados a Pascal incluidos en el libro abarcan más de veinte años, en los que he renovado la lectura del sabio francés en diálogo con otros autores. Coinciden con los años de mi docencia plena en las titulaciones de Filosofía de la Universidad Pontificia Comillas (1992-2022), donde siempre estuvo presente Pascal en los programas de Historia de la Filosofía Moderna.

    He de agradecer sinceramente a los estudiantes de tantos años su atención a los textos de Pascal y a los interrogantes y reflexiones planteados en las clases y en sus trabajos, un verdadero estímulo.

    Las conversaciones sobre Pascal con profesores y amigos de la Universidad, y en especial del Departamento de Filosofía y Humanidades de Comillas, siempre resultaron muy enriquecedoras, desde los primeros a los últimos años.

    Mi agradecimiento también al personal del Servicio de Biblioteca de la Universidad, por todas las facilidades en la consulta de los excelentes fondos.

    Así mismo al Servicio de Publicaciones por todo su apoyo, buen hacer y paciencia que ha hecho posible esta edición.

    No puedo olvidar el apoyo de mi familia durante tantos años, a David, Sergio y María y, en especial a Adolfo, como siempre.

    Notas

    [1] En su artículo «La fe pascaliana» don Miguel presentó a su Pascal particular, un espejo en el que verse reflejado. Estaba convencido de que ese «alma en vivo, seguía viviendo en los que «comulgan en su fe dolorosa». Cfr. Miguel de Unamuno, «La agonía del cristianismo», en Obras, vol. VII, Edición de Manuel García Blanco, Escelicer, Madrid, 1969, cap. IX, p. 344

    [2] Gómez Caffarena, J., El enigma y el misterio. Una filosofía de la religión, Trotta, Madrid,1997, p. 196

    [3] No sólo en sus Cartas provinciales, sino también en otros escritos menos difundidos como su Comparación entre los cristianos de los primeros tiempos y los de hoy, en B. Pascal, Escritos espirituales, Selección, traducción, introducción y notas de Alicia Villar Ezcurra, Tecnos, Madrid, 2020, pp. 54-60.

    [4] Después de la edición de Lafuma, destacan las ediciones de Mesnard, Sellier y Le Guern. En español contamos con la traducción de la edición de Lafuma de C. R. de Dampierre (Gredos/RBA) y la edición crítica de Gabriel Albiac que también toma como referencia la edición de Lafuma (Tecnos, 2019).

    [5] Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, Edición de Nelson Orringer, Tecnos, Madrid, 2005, cap. III, p. 147.

    [6] Para el desarrollo de esta idea, véase el estudio introductorio de P. Sellier a su edición crítica de los Pensées, Classiques Garnier, París, 2011, pp. 9-10.

    [7] Destacan los estudios de H. Gouhier, L. Marion, J. Mesnard, P. Magnard, Ph. Sellier, M. Le Guern, H. Bouchilloux, entre otros, así como los recientes Congresos conmemorativos del cuarto centenario de su nacimiento.

    [8] El papa Francisco, en su carta apostólica Sublimitas et miseria hominis dedicada a Pascal, le define como «pensador brillante, atento a las necesidades materiales de todos», «cristiano con una racionalidad fuera de lo común, de inteligencia inmensa e inquieta», e «infatigable buscador de la verdad» que «acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad». Desde el punto de vista teológico, a propósito de su disputa de los jansenistas y los jesuitas sobre la gracia y la libertad en las que Pascal participó, actualmente el papa Francisco considera que si bien algunas de sus afirmaciones no parecen correctas, tomadas de la teología del último Agustín, también señala la sinceridad de las intenciones de Pascal en su justa crítica del pelegianismo.

    [9] No se incluye el contenido del primer libro: Pascal: ciencia y creencia, un intento de presentar al lector una visión de conjunto de su pensamiento y obra, con ediciones sucesivas desde 1987 (Cincel, Ediciones Pedagógicas). Tampoco el estudio sobre La conversación de Pascal con el Sr. De Saci, editado en Sigueme, Salamanca, 2005.

    [10] Blaise Pascal, Obras, Prólogo de José Luis Aranguren, Traducción y notas de Carlos R. de Dampierre, Alfaguara, Madrid, 1981, p. XLIII.

    [11] El Pascal trágico predominaba en el libro Pascal: ciencia y creencia (1987), y en los primeros artículos dedicados a Pascal.

    [12] Uno de los Congresos dedicados en el año 2023 a Pascal se tituló precisamente: Pascal: l’esprit de discernement, l’amour de la vérité. Foundation Singer-Polignac, Paris, juin 2023.

    [13] En cada uno de los trabajos se incluye una primera nota que detalla la referencia completa de la Revista o editorial en la que previamente se publicó el trabajo.

    [14] Los escritos espirituales de Pascal pueden seguirse en: Blaise Pascal, escritos espirituales y Resumen de la vida de Jesucristo, edición de Alicia Villar, Tecnos, 2021.

    [15] Aplica la dialéctica del claroscuro en su hermenéutica de las Escrituras, pues albergan un sentido literal y un sentido espiritual o místico que es preciso discernir.

    [16] Cf. los estudios de Adela Cortina.

    Primera Parte. BLAISE PASCAL. PENSAR SIN LÍMITES

    Primera Parte

    BLAISE PASCAL.

    PENSAR SIN LÍMITES

    Ni la vida ni el pensamiento de Pascal dejan indiferente al lector que se adentra en su obra. Hombre de contrastes, polémico y apasionado, su personalidad y sus ideas han suscitado tanto amores como odios, tanto filias como fobias. Unos destacan su papel como científico innovador plenamente inserto en la modernidad, otros su dimensión trágica y su vinculación con la tradición. No es fácil comprender a un matemático místico.

    Sin embargo, nadie discute su talento como escritor. Es un clásico de la lengua francesa que seduce por la viveza de sus descripciones, por su ironía unas veces, por su desgarro otras. Sus escritos desvelan las miserias y los anhelos del corazón humano e incitan a seguir preguntando por aquello que de puro insondable pensamos inexistente o a reformular como un enigma aquello que creíamos saber.

    La finalidad de este estudio es presentar los distintos perfiles de esta personalidad compleja. En primer lugar, se expone su trayectoria vital e intelectual, en su contexto histórico, lo que permite comprobar la novedad de sus planteamientos en algunos casos y su apego a la tradición en otros, la audacia de sus descubrimientos científicos y la vehemencia de sus polémicas religiosas, reflejada en sus Provinciales. Después, se abordan las reflexiones centrales de sus Pensamientos, un laberinto de fragmentos que precisa de brújula y cuya profundidad no es posible medir, según advertía Bergson. De hecho, aunque Pascal no creó Escuela, sus escritos, como los grandes clásicos, han acompañado la meditación sobre los temas esenciales de toda clase de lectores que saben que las respuestas, si es que las hay, habitan en el propio interior. Si al final se ha logrado esbozar el perfil «humano, demasiado humano» de Pascal, y descifrar algunas de las claves de su pensamiento este texto habrá cumplido su objetivo inicial. Debo un recuerdo a José Luis Aranguren por su valiosa introducción a la edición a las Obras de Pascal en 1981.

    Vida y obra

    1. Vida y obra[1]

    El siglo xvii, en Francia, es la época de Luis XIII y Richelieu, de Luis XIV y de Mazarino, de las tragedias de Corneille y de Racine. La primera mitad del siglo es una época de guerras civiles (La Fronda, entre 1648 y 1653) y conflictos religiosos que perviven en la era de la Contrarreforma. Son tiempos de confusión, en los que Réné Descartes, después de dudar de todo querrá escapar del escepticismo de Montaigne buscando evidencias por medio de su razón. Pascal se dedicó a la ciencia casi toda su vida, pero además fue muy consciente de los límites de la razón y de los peligros de un craso cientificismo.

    1. Formación intelectual y primeros descubrimientos científicos

    Nacido en Clermont (la actual Clermont Ferrand), en 1623, hijo de Étienne Pascal y Antoinette Begon, que murió en 1626, Blaise Pascal tuvo dos hermanas, Gilberte, la mayor, y Jacqueline, más pequeña que él, a quien siempre estuvo muy unido. La madre murió cuando Pascal tenía tres años y al poco tiempo su padre decidió dedicarse por completo a ser su maestro. Desde pequeño Pascal dio muestra de una inteligencia extraordinaria, según el relato de sus biógrafas[2], su hermana Gilberta y su sobrina Marguerite

    Périer. No fue nunca a ninguna escuela, colegio, ni universidad, sino que recibió una educación privada, digna de la que podía recibir un joven aristócrata adinerado, pero bajo la guía y el afecto de su propio padre. Magistrado de una amplia cultura, siempre atento a los últimos descubrimientos científicos, Étienne Pascal vendió en 1631 su cargo de presidente del Tribunal de Cuentas, se retiró a París y decidió entregarse «en cuerpo y alma» a la educación de sus hijos y a las ciencias. Siguió una serie de máximas educativas innovadoras para su época, entre otras, que el niño «no se sintiese nunca inferior a su trabajo». Por este motivo, distanciándose de las prácticas del momento, «no quiso enseñarle el latín hasta que tuviera los doce años, para que lo aprendiese con más facilidad». Mientras tanto, le hablaba de todas las cosas que creía que era capaz de entender, como las lenguas que «se las había resumido en gramáticas por medio de ciertas reglas». Después, le hacía interesarse por los «efectos extraordinarios de la Naturaleza», como por ejemplo la pólvora, y por todo aquello que pudiera despertar su curiosidad, como los sonidos y sus efectos.

    Uno de los primeros resultados de esa nueva educación que cultivaba la curiosidad intelectual se manifestó muy pronto en el terreno de la geometría. Su padre aún no le había iniciado en ese saber, temeroso de que eso le hiciese «descuidar el latín y las demás lenguas en las que quería perfeccionarle». Convencido de la necesidad de seguir su cuidadoso plan fijado de antemano, Étienne sólo consintió en aclararle el objeto de las matemáticas. Le indicó que se trataba de dibujar figuras exactas y de precisar las relaciones que tienen entre sí. Movido por su curiosidad, quizás estimulado por la prohibición de su padre, Pascal comenzó a entretenerse dibujando con carbón figuras sobre las baldosas del suelo y buscando las relaciones de las distintas figuras. Asignaba nombres que él mismo inventaba: llamaba barra a la línea, redondel al círculo, y de los nombres deducía axiomas hasta llegar a demostraciones. Así, llegó a formular la trigésimo segunda proposición de Euclides, momento en el que le sorprendió su padre.

    Asombrado, Étienne preguntó a su hijo qué es lo que buscaba, a lo que Pascal respondió que había llegado a determinadas verdades, «sus axiomas», siguiendo sus propias preguntas y descubrimientos. La biografía de Gilberte resume la comprensible reacción de su padre: «quedó tan espantado de la grandeza y la fuerza de aquel talento» que llamó de inmediato a su amigo el sabio Jacques Le Pailleur para que presenciara en directo «lo que (Blaise) había descubierto. Por lo que se podía decir en cierto modo que había inventado las matemáticas». A partir de ese momento, abierta la veda del saber matemático, Étienne facilitó a su hijo la lectura de Euclides en sus «horas de descanso». Además le permitió asistir con él a las reuniones semanales a las que acudían los sabios más eminentes a exponer sus trabajos[3]. Sin duda, a lo largo de su vida y tal como le había incitado su padre desde muy niño, Pascal nunca dejó de sentir curiosidad por saber y una cierta fascinación por descubrir él mismo las razones ocultas de las cosas. Aún niño redactó un Tratado sobre los sonidos que lamentablemente se perdió.

    A los dieciséis años, resolvió un problema matemático que había ocupado a los sabios desde la antigüedad: el llamado problema de Apolonio. Expuso primero sus resultados en un resumen que se dio a conocer a modo de pasquín, procedimiento frecuente en la época. Ahí también anunciaba un tratado completo, cuya terminación fue postergada y que nunca llegó a imprimirse, a pesar de la recomendación de amigos y especialistas. En 1640 publicó un Ensayo sobre las cónicas, preludio de este tratado, y se dice que Descartes no acababa de creer que una persona tan joven hubiera resuelto un problema de tal dificultad. Su trabajo, próximo al de Gérard Desargues, se adentraba en la geometría proyectiva. De este tratado sólo se conservan algunas hojas y notas[4]. De hecho, aunque la obra matemática de Pascal fue considerable, gran parte de sus hallazgos originales y sus anotaciones se perdieron.

    Con los años, su padre ampliaba su instrucción y le hablaba de la lógica y de la física al tiempo que avanzaba en el conocimiento del latín y del griego. Pascal prosiguió su carrera de inventos de muy diversa clase, como un nuevo Arquímedes. Su curiosidad le hizo ocuparse también por lo concreto y por las aplicaciones prácticas de sus hallazgos. Volcado en el trabajo intelectual, apenas lo interrumpió a lo largo de su vida, a pesar de presentar problemas de salud desde los dieciocho años.

    En 1638, la vida de la familia cambió a consecuencia de una serie de conflictos de carácter político. En aquellos momentos, el estado del Tesoro Real impedía pagar regularmente las rentas de unos bonos del ayuntamiento y Étienne Pascal, entre otros, protestó al canciller por esta situación abusiva. Como respuesta, el cardenal Richelieu ordenó que los cabecillas de la protesta fueran encarcelados en La Bastilla, por lo que Étienne Pascal decidió huir y ocultarse en Auvernia. Un año más tarde, en el mes de abril, se presentó una ocasión un tanto rocambolesca para obtener el perdón del cardenal en el que su hija pequeña, Jacqueline, desempeñó un papel decisivo y sorprendente.

    Durante el tiempo en el que la familia vivió en París, los Pascal se habían vinculado con los Duques de Roannez y con la Duquesa d’Aiguillon, sobrina de Richelieu. Ella había introducido a Jacqueline Pascal en la Corte de Ana de Austria, por su facilidad para componer versos desde que era muy pequeña. El Cardenal Richelieu, a quien apasionaba el teatro, quiso ver una comedia representada por niños, y Madame d’Aiguillon se ocupó de organizar la actuación y contó con Jacqueline como una de las actrices. El 3 de abril se representó El amor tiránico de Madeleine de Scudéry ante Richelieu y la brillante actuación de Jacqueline se ganó aplausos entusiastas, por lo que el propio cardenal quiso felicitarla; Jacqueline aprovechó la ocasión para pedir el perdón de su padre que le cardenal le concedió.

    Obtenido el perdón, en otoño de aquel mismo año, Etienne Pascal fue nombrado comisario delegado en Normandía para recaudar impuestos, con destino al mantenimiento de las tropas. El cargo no dejaba de tener sus riesgos, pues frecuentemente los recaudadores eran presa de las iras de los empobrecidos y coléricos contribuyentes. Pascal ayudaba a su padre en los largos cálculos aritméticos que su función requería, y gracias a ello realizó uno de sus primeros y más conocidos inventos: a los diecinueve años, en 1642, el mismo año que murió Galileo, Pascal construyó la llamada máquina aritmética, una de las primeras calculadoras y un primer esbozo de inteligencia artificial. Genio teórico y práctico, capaz para lo abstracto pero atento siempre a los detalles

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