Criar también es política: Del veganismo al feminismo
Por Rocío Cano Couto
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Escribe la autora: «Cuídate, priorízate y escúchate. Tenemos demasiado ruido, demasiada información, vamos demasiado rápido y eso propicia que no nos cuestionemos muchas cosas, que no reflexionemos sobre otras, que demos por válido lo que nos cuentan sin pararnos a pensar sobre ello o querer ver más allá. Porque este sistema que todo lo destroza también propicia este ritmo de vida, anteponiendo la producción por encima de todo, hasta de nuestra propia existencia. Pero yo no entiendo esa existencia sin lucha, resistencia, reflexión, empatía, respeto y amor».
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Criar también es política - Rocío Cano Couto
En este libro, Rocío Cano Couto (@veganaynormal) explora cómo está criando a sus hijas en un entorno que desafía las normas convencionales. A través de un análisis que cruza la crianza con temas como el veganismo, el capitalismo, el ecologismo o la libertad sexual, la autora ofrece una perspectiva única y comprometida sobre la educación de las futuras generaciones, más allá de tradiciones impuestas, constructos sociales que no se cuestionan, imposiciones patriarcales o sistemas económicos que lo devoran todo.
Escribe la autora: «Cuídate, priorízate y escúchate. Tenemos demasiado ruido, demasiada información, vamos demasiado rápido y eso propicia que no nos cuestionemos muchas cosas, que no reflexionemos sobre otras, que demos por válido lo que nos cuentan sin pararnos a pensar sobre ello o querer ver más allá. Porque este sistema que todo lo destroza también propicia este ritmo de vida, anteponiendo la producción por encima de todo, hasta de nuestra propia existencia. Pero yo no entiendo esa existencia sin lucha, resistencia, reflexión, empatía, respeto y amor».
logo-diversaed.jpgCriar también es política
Del veganismo al feminismo
Rocío Cano Couto
www.diversaediciones.com
Criar también es política
© 2024, Rocío Cano Couto
© 2024, Diversa Ediciones
EDIPRO, S.C.P.
Carretera de Rocafort 113
43427 Conesa
diversa@diversaediciones.com
ISBN edición ebook: 978-84-18087-52-3
ISBN edición papel: 978-84-18087-51-6
Primera edición: octubre de 2024
Diseño y maquetación: Diversa Ediciones
Fotografías del interior: Rocío Cano Couto
Infografías: Diversa Ediciones con ilustraciones de Freepik
Todos los derechos reservados.
www.diversaediciones.com
Índice
Prólogo
1. Mi historia. De fan de Herodes a ser una madre convencida y feliz.
2. Veganismo. Criando vegano en un mundo especista. Disonancia cognitiva y presión social.
3. Ateísmo. Rompiendo con las tradiciones religiosas socialmente impuestas y creando las nuestras propias.
4. Sostenibilidad. Del consumismo desmedido al decrecimiento.
5. Capitalismo. Su relación con la destrucción de animales, personas y el planeta.
6. Feminismo. Aunando el patriarcado con la explotación y el consumo de carne.
7. Mundo rural. Del barrio de Salamanca a un pueblo de la sierra de Gredos.
8. Educación en positivo. Niñofobia y adultocentrismo.
9. Neurodiversidad. Crianza y empoderamiento en la diferencia. Despatologización y desmitificación.
10. Diversidad sexual. Rompiendo la heteronorma.
11. Todo es política. «Tú puedes no ocuparte de la política, pero la política se ocupará de ti». Pericles.
Epílogo
Bibliografía
Agradecimientos
La autora
A Pablo, por ser timón, salvavidas, brújula e isla.
A Antía y Navia, por ser estrellas brillantes
aun en las noches más oscuras.
A Chiruca y Gerardo, por, a pesar de tantos años,
seguir siendo estelas.
Prólogo
Este no es otro libro de crianza más. De hecho, nada más lejos de serlo. Porque lo que tienes entre tus manos es realmente un libro político y además mi manera de criar y de entender el mundo. Mi manera diferente a otras muchas, eso sí; de hecho, a la mayoría. Por eso mi intención con este libro es mostrarte que otra forma de criar es posible, pero que otra manera de entender el mundo también lo es. Más allá de tradiciones impuestas, constructos sociales que no se cuestionan, imposiciones patriarcales o sistemas económicos que lo devoran todo.
Te mostraré el poder de cambio que tiene cómo criamos. Y para ello, a lo largo de estas páginas desgranaré cómo nuestra crianza también es un acto político, explicaré mi camino, mi proceso y mi aprendizaje en mi maternidad y en mi crianza, desde el convencimiento absoluto de que yo jamás sería madre hasta serlo convencida de dos hijas increíbles y de las que estoy inmensamente orgullosa.
Hablaré sin tapujos, como he hecho siempre, para bien o para mal, sobre temas muy controvertidos, como la religión, el patriarcado, el adultocentrismo, el especismo o la sexualidad, términos que, aun hoy en día, no son familiares para la gran mayoría de la población. Y así nos va. Pero de eso también hablaré más adelante.
Quiero avisarte antes de empezar de que soy muy asertiva y vehemente, porque soy apasionada y vivo intensamente todo, pero eso no significa que mis palabras sienten cátedra, tan solo te cuento mi trayectoria, con mis errores, mis aciertos y mis aprendizajes. Pero nunca olvides que yo no te juzgo, porque mi manera de criar es solo mía, ni mejor ni peor, es solo la que a mí me ha servido bajo mi contexto y mis circunstancias. Así que no lo olvides, por favor: nunca te juzgo.
Si con mi historia te hago reflexionar o te doy alguna idea que pueda ayudarte en tu camino y/o en tu crianza, yo ya estaré muy feliz y satisfecha.
Así que acompáñame, y si me permites un consejo, hazlo con la mente abierta y con tu mejor mirada crítica.
Y juntas seamos como antorchas, capaces de alumbrar en la más absoluta oscuridad, pero también con la capacidad de quemarlo todo cuando es necesario.
Allá vamos.
1. Mi historia
De fan de Herodes a ser una madre convencida y feliz.
«Vale, sí, de acuerdo, nos casamos, pero ten superclaro que aun así no voy a tener hijas».
Con esa frase le di a Pablo mi «sí, quiero» particular, totalmente convencida, porque llevaba desde los 15 años diciendo que yo jamás me casaría ni tendría hijas. Así que, bueno, lo de casarse, aunque nunca había entrado dentro de mis planes, era aceptable, pero lo de tener descendencia, eso jamás. Al fin y al cabo, siempre había sido una gran fan de Herodes. (Sobre este tema me extenderé más adelante en un capítulo y analizaré el porqué del adultocentrismo en esta sociedad y de la niñofobia, de la que yo he también he formado parte). Pero como dicen en mi tierra, Galicia: «¿Non queres caldo? Pois toma duas cuncas» (¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas), así que aquí estamos, unos cuantos años después y con dos niñas, una ya adolescente y otra preadolescente.
El proceso que me llevó a ese cambio de opinión tan drástico fue largo, pero tuvo un punto de inflexión que fue determinante. Te cuento.
Trabajaba en una multinacional y era de esas que cada vez que veía a una embarazada por los pasillos me alejaba, no fuese a ser contagioso (ya te he dicho que era fan de Herodes). Pero un día una amiga mía del trabajo me dijo que estaba embarazada. En ese momento, en vez de sentir el rechazo que había sentido durante toda mi vida adulta, sentí una punzada de algo que podríamos identificar como envidia. Fue tal el impacto de mi sensación y de lo que percibí en los días posteriores, que al cabo de unas pocas semanas decidí comenzar una terapia de psicoanálisis, porque no podía aceptar que algo tan profundo en mí estuviese cambiando. Así que estuve yendo un año al psicoanalista. Me daba terror tomar una decisión tan importante y trascendental en mi vida tan solo por una sensación, tenía que asegurarme al mil por mil de que realmente había cambiado y de que sí quería ser madre.
La terapia fue muy dura y me removió de arriba abajo hasta mis primeros cimientos y recuerdos. Pero tras mucho analizar, repensar, desmontar y aceptar, decidí que sí, que había cambiado y que realmente deseaba ser madre. Tenía 35 años.
Por lo tanto, podemos asegurar que mi decisión de ser madre fue algo tremendamente meditado. Y creo que ha sido esto lo que me ha ayudado a tener siempre las cosas muy claras en cuanto al tipo de crianza que quería llevar a cabo.
Cuando le dije a Pablo que sí quería ser madre, fue un momento muy emotivo. Él siempre había querido ser padre, pero su deseo nunca pasó por encima de la pareja y de nuestra relación, que siempre había sido, y sigue siendo, lo principal.
Sé que esto también es algo controvertido, pero para mí tiene toda la lógica. En nuestro caso, la idea de ampliar la familia partía desde la propia pareja, es decir, no eran decisiones individuales. Yo quería ser madre, pero porque tendría a Pablo como padre y él deseaba ser padre, sí, pero como ya he dicho, su amor por mí era más fuerte que dicho deseo. Por lo tanto, fue la fuerte unión de nuestra pareja desde la que nació todo. De nuestra sólida y sana unión nacerían nuestras hijas. Esto, a priori, puede sonar algo muy religioso, pero en absoluto lo es: soy atea practicante. De esto también hablaré más adelante.
Tan solo pienso que cuando la pareja es fuerte y está muy unida, las hijas o hijos no pueden estar nunca por encima de ella. Porque el eje central de esa familia sigue siendo la pareja, es la columna vertebral sobre la que se sustenta todo. Y mientras la pareja siga fuerte, todo lo que suceda y gire en torno a esa descendencia será más fácil de gestionar y transitar.
De hecho, el poner a la pareja por encima también significa no seguir juntas «por los hijos». Significa buscar nuestro propio camino y bienestar porque mientras nosotras, o la pareja, esté bien, el resto también lo estará. Se trata, en resumidas cuentas, de dar la mayor seguridad y estabilidad a toda esa familia y a las personas más vulnerables dentro de ella, forjando fuertes y seguros vínculos.
Por eso, en nuestro caso y con nuestras circunstancias, siempre hemos tratado de tener momentos de calidad para la pareja desde el principio de ser madre y padre: cenas, salidas, conciertos, etc. Reservar nuestro propio espacio y que la pareja no se perdiese entre la vorágine de la crianza.
Y aquí voy a empezar a abrir melones, avisada quedas.
Lo primero, nuestra primera decisión al ampliar la familia fue que queríamos adoptar. Ya sabes, estábamos muy concienciadas con el medio ambiente, la explotación de los recursos naturales y esa gran cantidad de peques que te dicen que hay en el mundo que necesitan una familia. Así que comenzamos un proceso de adopción internacional en la comunidad de Madrid.
Estuvimos un año y pico en ese proceso, pero durante el mismo cambiamos de opinión. Se puede cambiar siempre de opinión, tienes derecho a hacerlo y que nadie te haga sentir mal por ello. No lo olvides.
Nos dimos cuenta de que realmente no existen tantas peques adoptables, de hecho, la estadística que nos facilitaron en su momento es que hay una menor adoptable por cada diez familias que quieren adoptar. Hablo de adopción internacional y del año 2010. Ahí ya nos cambió bastante el chip. Y lo que acabó de convencernos de que ese no era nuestro camino fue escuchar durante los cursillos obligatorios los testimonios de otras parejas. Unos auténticos dramas. Personas que después de muchos años de tratamientos y de pasar por experiencias muy duras no podían tener descendencia biológica, así que digamos su única opción de ser madres o padres era la adopción.
En este punto voy a hacer un pequeño inciso. Abro melón.
Pienso firmemente que ser madre o padre no es un derecho, es un deseo, y como tal se puede cumplir o no. Lo que no puede pasar bajo ningún concepto es que ese deseo pase por encima de la vida y de los derechos de otra persona. O que incluso ese deseo lo puedas comprar.
Y esta reflexión me lleva a otro melón. Acostúmbrate, mi vida va de melón en melón.
Toda la presión social que tenemos por procrear, especialmente las mujeres, pienso que nos hace, precisamente, no saber discernir con claridad entre lo que es un deseo o un derecho. Y no estoy diciendo que muchas mujeres no tengan ese instinto de ser madres desde temprana edad, en absoluto. Pero sí que creo que si no tuviésemos toda esa presión social y todo ese sistema patriarcal sobre nuestros hombros, no sentiríamos que sin descendencia estamos incompletas o incluso defectuosas. Si ser madre no fuese un fin en nuestra vida, sino algo más que te puede pasar, o no, no gestionaríamos el no poder serlo desde el trauma o desde la necesidad más imperiosa, o desde la creencia de que sí es un derecho.
Y entiendo perfectamente lo injusto y el dolor de ver que tú quieras ser madre o padre y que no puedas, y también sé que hablo desde mi privilegio de que he sido madre sin ningún tipo de problema, pero todo esto no quita para analizar todo el sistema y la presión que existe sobre ello, y tratar de buscar las causas y las soluciones para mitigarlo cuando no puedes satisfacer ese deseo.
Total, que antes de terminar uno de los cursillos obligatorios del proceso de adopción, yo me quedé embarazada. Y ahí nos dimos cuenta de que no nos parecía nada justo ocupar el sitio de otra persona o pareja cuando nosotras podíamos gestar sin ningún tipo de problema. Y nos fuimos sin decírselo a nadie para no hacer más daño, salvo a las personas responsables, lógicamente.
Soy una de esas personas que se quedan embarazadas rápidamente, de hecho tan rápido la primera vez que ni yo misma estaba aún preparada después de toda mi terapia, y me pilló bastante por sorpresa.
Al principio, Antía iba a ser hija única, no nos planteábamos otra peque, incluso Pablo tuvo una cita con un urólogo a los pocos meses de nacer para hacerse una vasectomía, pero es curioso, en cuanto salimos de la consulta, recuerdo que le dije. «Uf, cielo. ¿Y si esperamos un poco, no vaya a ser que cambiemos de opinión?». Y en efecto, al poco tiempo cambiamos de opinión y antes de que Antía cumpliese un añito me había vuelto a quedar embarazada. En esta ocasión el embarazo se torció y a las seis semanas sufrí un aborto espontáneo, por suerte sin ninguna secuela física ni psicológica para mí.
No me quiero extender mucho con esto, porque cada persona lo vive de una manera diferente, solo me gustaría recalcar que en esos duros momentos, porque cuando es una bebé deseada que suceda esto no es nada fácil, apoyéis a esa persona, que la acompañéis en su dolor, sea el que sea, y respetemos ese proceso de pérdida.
En mi caso, lo gestioné bastante bien y no supuso ningún trauma. Soy una persona muy pragmática y eso me ayudó mucho. Cuando me recuperé del todo, a los pocos meses, me volví a quedar embarazada y ahí sí que ya todo siguió adelante: nació Navia.
Así que Navia para mí no es una niña arco iris, tan solo es mi hija pequeña, sin presiones ni expectativas de ningún tipo.
En nuestro caso, cuando decidimos que sí queríamos tener dos peques, también tuvimos claro que queríamos que se llevasen el menor tiempo posible. Con el aborto de por medio eso se demoró un poco más, pero aun así Antía y Navia se llevan dos años y medio, y, aunque los primeros años son más duros porque tienes en casa a dos peques muy peques, con el paso del tiempo vimos que fue la mejor decisión para nosotras. Verlas crecer juntas, interactuar juntas, ser tan amigas y acompañarse tanto es algo muy especial.
Y ahora sí que sí, ya teníamos cristalino que dos era nuestro número ideal, de hecho, realmente Navia llegó porque tanto Pablo como yo somos hijas únicas, por lo tanto, no iban a tener primas, ni primos, ni ningún familiar cercano salvo su abuelo y abuela paternas, así que pensamos que si se tenían la una a la otra para apoyarse siempre y forjar un fuerte vínculo, sería maravilloso. Por supuesto, trabajando y forjando ese vínculo desde pequeñas.
Por lo tanto, al mes de nacer Navia, Pablo se sometió a una vasectomía. Algo muy sencillo, ambulatorio, sin consecuencias y que nos facilita mucho la vida a ambas.
Un pequeño apunte que suele llamar mucho la atención: Antía y Navia son nombres de diosas celtas. Yo soy una gallega viviendo en Madrid desde hace muchos años, de hecho, llevo ya más tiempo en Madrid que en Galicia, y con Pablo y toda su familia también de Madrid solo me quedaba ponerle unos nombres de mi tierra, y así lo hicimos. Antía era la diosa celta de las flores y Navia la diosa celta de los ríos, lagos y fuentes.
Y ahora ya me meto de lleno en el proceso de ser madre.
Lo primero, yo no me preparé para ser madre, en el sentido de que no me leí cuatro enciclopedias ni hice un máster ni me examiné, y creo sinceramente que existe demasiado ruido, o mejor dicho, demasiado capitalismo y monetización, alrededor de toda la maternidad. Mucho más allá de cuna, colecho, teta o biberón.
Existe mucha literatura y mucho marketing alrededor de la crianza. Es curioso cómo algo tan básico, primitivo y natural se ha convertido en un negocio que mueve miles de millones al año en nuestro Norte Global.
Pensad si