Latidos del alma
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Descubre la esencia de tu alma a través de las palabras que laten con vida.
"Latidos del Alma" no es solo un libro, es un viaje hacia el rincón más profundo de tu ser. Cada página está impregnada de sentimientos, reflexiones conscientes y poesía espiritual que resonarán en tu corazón como un eco eterno.
Déjate envolver por la magia de los versos que abrazan, que susurran verdades universales y te invitan a mirar hacia adentro. Este libro es una guía para aquellos que buscan encontrarse, para quienes desean conectar con su esencia y redescubrir la belleza de lo simple y lo profundo.
Con una sensibilidad única, María Raquel García López transforma las palabras en latidos, en puentes que te llevarán a explorar el universo que habita en ti.
¿Estás listo para escuchar los latidos de tu alma y despertar a la magia que siempre ha estado contigo?
Perfecto para quienes buscan inspiración, paz interior y un espacio donde el espíritu pueda descansar. Ideal para regalar a alguien especial o para regalarte a ti mismo el placer de conectar con tu corazón.
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Latidos del alma - María Raquel García López
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Primera edición: diciembre 2024
©Derechos de edición reservados.
Colección: Narrativa
© María Raquel García López
Maquetación: Edgar Gómez
Diseño de cubierta: Edgar Gómez
ISBN:
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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IMPRESO EN ESPAÑA- UNIÓN EUROPEA
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INTRODUCCIÓN
Latidos del Alma no es solo un libro, es un espacio para detenernos, respirar y conectar con lo más profundo de nuestro ser. En cada página encontrarás un reflejo de emociones, pensamientos y sueños que nacen de momentos vividos, de preguntas que todos nos hacemos y de silencios que tanto nos enseñan.
Este libro está hecho de instantes, como los latidos de un corazón que a veces se acelera de amor, a veces duele en la soledad y otras veces simplemente acompaña el ritmo de la vida. Aquí encontrarás reflexiones que buscan iluminar los rincones oscuros del alma y poemas que, como abrazos, te recordarán que no estás solo en tu camino.
Cada palabra está escrita con el deseo de ser compañía, inspiración y, quizás, un pequeño recordatorio de que la vida, con toda su imperfección, es un regalo. Este es un espacio para sentir, para escucharte y para reconocerte en cada latido, en cada verso, en cada reflexión.
Espero que este libro te hable, no solo desde mis palabras, sino desde las tuyas, las que tal vez llevas tiempo guardando. Porque al final, Latidos del Alma no es solo mío: es también tuyo, es nuestro.
Bienvenido a este viaje hacia dentro.
CORAZÓN HAMBRIENTO
He pasado la vida con el corazón hambriento, siempre buscando un poco de calor, de cariño, de algo que me llenara. Y claro, en ese camino me topé con gente que, en lugar de darme, me quitó lo poquito que tenía. Como si mi necesidad de afecto fuera algo que podían usar a su favor. Me dejé consumir, como si estuviera convencida de que eso era todo lo que podía esperar.
Pero ¿sabes qué? Ahora algo ha cambiado. Mi corazón, que antes vivía vacío, ahora viaja libre, ya no tiene hambre. He aprendido a darme a mí misma lo que antes buscaba fuera. Y en este nuevo andar, me he cruzado con personas diferentes, que no buscan quitarme nada, sino compartir lo que tienen. Es como si, al dejar de necesitar, empezara a encontrar. Y eso es una sensación increíble…
HABLAR DE AMOR PROPIO ES MUCHO MÁS QUE UNA TÍPICA FRASE
Hablar de amor propio es mucho más que la típica frase de quiérete a ti mismo
o ponte en primer lugar
. Es un proceso, y la verdad es que no es nada fácil, especialmente cuando te das cuenta de que soltar a ciertas personas que quieres es parte de eso. Y sí, sé que duele. Duele un montón, pero a veces la gente que más quieres es la que más te daña. No es que lo hagan a propósito, pero a la larga, el estar aferrada a ellos te va apagando poco a poco.
El amor propio significa aprender a ver por ti mismo primero, aunque eso implique decisiones incómodas. No es ser egoísta, es ser justo contigo. Durante mucho tiempo me ponía en segundo lugar, siempre preocupada por cómo se sentían los demás, queriendo ser esa persona que nunca falla, pero me olvidaba de mí. De mis emociones, de mis límites. Y eso se paga caro.
Llega un punto en el que tienes que parar y preguntarte: ¿Y yo qué? ¿Dónde quedo yo en todo esto?
. Y ahí es donde viene lo complicado. Porque el amor propio no es solo decirte cosas lindas frente al espejo; es tomar decisiones que te duelen, pero que sabes que son necesarias. Como alejarte de esas personas que te quitan más de lo que te dan, aunque las ames. Es entender que estar bien con uno mismo a veces requiere soledad, incomodidad y tiempo para sanarte.
Priorizarte es dejar de ser siempre el que da todo, el que está disponible para los demás a costa de su propio bienestar. Es poner límites claros, decir no
sin culpa, y ser consciente de que tu paz mental y emocional es lo más valioso que tienes. Yo aprendí, a las malas, que nadie más va a cuidar de mí si no lo hago yo primero.
Y mira, no se trata de volverse frío o cerrado. Al contrario, es encontrar el equilibrio. Ser empático con los demás, claro, pero también contigo mismo. Entender que así como te preocupas por los demás, necesitas darte ese mismo cuidado y cariño. No puedes seguir esperando que los demás llenen esos vacíos que tú mismo puedes llenar.
Así que sí, soltar a veces es doloroso, pero necesario. Y priorizarte no es egoísmo, es supervivencia. Amar es importante, pero el amor propio es el que te mantiene en pie, porque al final del día, la única persona que estará contigo toda la vida eres tú mismo.
AUNQUE DUELA, HAY QUE PODAR.
Es como cuando tienes una viña, ¿sabes? Y de repente te das cuenta de que hay estos chupones, esos brotes que no hacen más que chupar energía y nutrientes de las ramas principales. No aportan nada, no dan frutos, pero ahí están, ocupando espacio, debilitando la planta.
Así pasa también con algunas personas en nuestras vidas. Están ahí, te consumen tiempo, energía y emociones, pero al final del día, no te suman nada. Más bien te restan. Y tú te sigues desgastando, como si tuvieras que darles algo, cuando en realidad no te devuelven ni un poquito.
Y al igual que en la viña, hay que podar. No por maldad, sino porque si dejas que esos chupones sigan ahí, van a impedir que crezcas. Hay que hacer espacio para lo que realmente importa, para quienes sí te aportan, para lo que sí florece en tu vida.
A veces podar duele, no te voy a mentir, pero es necesario. Es parte de cuidar de ti mismo, de permitirte crecer fuerte y sano. Así que, cuando veas que alguien está siendo ese chupón en tu vida, no tengas miedo de cortar. Tu energía es valiosa, y no deberías desperdiciarla en lo que no te ayuda a florecer.
TÓMBOLA
Te cuento algo que me pasó hace tiempo y que, cada vez que lo recuerdo, no puedo evitar sonreír. Estaba con un novio que tenía por aquel entonces, paseando por la feria de su pueblo. Ya sabes cómo son las ferias: luces por todos lados, música, puestos de comida… y, por supuesto, la clásica tómbola. Nos paramos delante de una y él, con ese impulso que a veces tienen los hombres de déjame demostrar
, dijo: Voy a jugar.
Allá fue, todo decidido, compró sus boletos, y… nada. Ni un llavero, ni una de esas figuritas feas que suelen dar. Nada. Y ahí estaba él, entre decepcionado y haciéndose el que no le importaba. Yo lo miraba y, no sé qué me dio, pero con toda la seguridad del mundo, le solté algo como: Trae, que voy a jugar yo. Te voy a enseñar cómo se hace.
Ni siquiera lo pensé. Lo dije así, como si tuviera el truco infalible para ganar tómbolas. Compro mis boletos, empiezan a decir los números y… ¡voilà! Gané. No te imaginas la cara de mi ex. Se quedó entre alucinando y muerto de risa, como si no pudiera creerse lo que acababa de pasar. Yo, por supuesto, con toda la naturalidad del mundo, fui a elegir mi premio: un exprimidor de naranjas. Sí, un exprimidor. ¿Por qué? Ni idea, pero en ese momento me pareció lo más útil de la mesa. Todavía recuerdo cómo me miraba mientras yo sostenía mi exprimidor con cara de triunfo, y no podía parar de reír. Decía algo como: Es que no lo entiendo, ¿cómo lo hiciste?
Y yo, la verdad, tampoco lo entendía. Pero, si lo pienso ahora, creo que ahí entra esa frase que dice: Si lo crees, lo creas.
Porque, te juro, en el momento en que cogí los boletos, yo lo tenía clarísimo. No había ni una duda en mi mente. Es como si, por un segundo, el universo y yo estuviéramos totalmente sincronizados. Claro, viéndolo con perspectiva, me pregunto de dónde saqué tanta confianza. Pero ¿sabes qué? Creo que eso es lo bonito de esas situaciones espontáneas. Es como si la seguridad viniera de un rincón de ti mismo que no sabías que existía, y de repente ahí está, haciéndote ganar una tómbola y dejándote con una historia para contar. Así que, cada vez que me acuerdo de ese día, pienso en lo poderosa que es la confianza. Y no hablo de esa confianza que tienes que forzar, sino de la que te sale natural, sin filtros, cuando ni siquiera te da tiempo a dudar. Porque al final, creo que ese es el secreto: creértelo. Si lo crees, lo creas.
CONCURSO DE RADIO
Te cuento una de esas historias que cada vez que la recuerdo me saca una sonrisa, porque fue un momento tan loco como especial. En esa etapa de mi vida estaba trabajando en un almacén de uva, ya sabes, de esos donde pasas horas y horas sentada alrededor de una mesa redonda, clasificando uvas en silencio porque no nos dejaban hablar. Pero para que el tiempo pasara más rápido, siempre teníamos la radio puesta. Pues ahí estoy yo, con mis uvas y la música de fondo, cuando de repente en la radio anuncian un concurso. El premio era una cena para dos, y para participar solo tenías que enviar un mensaje de texto. Y claro, ¿cómo resistirme? Ni lo pensé. En cuanto escuché las instrucciones, me levanté como si necesitara ir al baño (porque no podías ni pestañear fuera de tu puesto sin permiso) y, una vez allí, saqué mi móvil y envié el mensaje. Fue como un impulso: lo mandé y seguí con mi día, sin más. Una hora después, sigo en mi mesa con las uvas, escuchando la radio de fondo, y de repente anuncian al ganador. Imagínate mi cara cuando escucho mi nombre. ¡No me lo podía creer! Grité de la emoción, ahí mismo, en medio de todas mis compañeras. Se quedaron mirándome como si hubiera perdido la cabeza. Incluso la encargada, que llevaba años trabajando allí y era de esas personas que nunca se pierden un concurso de la radio, se me quedó viendo con cara de alucinada. Me dijo algo como: ¿Cómo lo hiciste? Yo llevo años participando en concursos y nunca he ganado nada.
Y ahí estaba yo, con una sonrisa que no me cabía en la cara, porque ni siquiera sabía bien cómo explicarlo. Simplemente lo sentí. En el momento en que envié el mensaje, tenía esa seguridad de que podía ganar. Lo veía tan claro en mi cabeza, tan posible, que creo que fue eso lo que hizo que se manifestara. Ahora, cuando lo pienso, me doy cuenta de lo importante que es creer en lo que deseas. No solo desearlo por desearlo, sino visualizarlo de verdad, sentirlo como algo posible. Porque cuando crees en algo con esa claridad, parece que el universo conspira para que suceda. Y bueno, gracias a ese momento no solo gané una cena, también aprendí algo muy valioso: que muchas veces la clave está en la actitud con la que haces las cosas. Si te lo crees, si lo sientes como algo que ya es tuyo, tienes muchas más posibilidades de que se haga realidad. Y esa experiencia me lo demostró de la forma más divertida e inesperada posible.
ERES EL UNIVERSO
Cuando te duele el corazón y estallas en llanto, un volcán despierta. Cuando alguien te hace llorar, cae una tormenta arrasando todo. Cuando sientes ira, un terremoto llega a la ciudad. Cuando tienes una tristeza, llega un tsunami a la costa. Cuando alguien te hace daño, cae un rayo, quemándolo todo. Pero cuando cantas una canción en tu interior, se escucha en todo el universo y se eleva la frecuencia. Tienes un sonido único, una vibración única que saben en qué lugar estás. Como una nota musical, te reconocen, y en la radio del cielo están al día de cómo te encuentras. Por sincronía, te traen lo que necesitas. Cuando bailas, sopla el viento. Cuando sonríes, asoma el arcoíris. Cuando caminas por la calle, los animales te llaman y se acercan porque sienten el amor que irradia tu corazón. Eres puro amor, eres pura magia, eres el universo.
MI AUDIOLIBRO
Te tengo que contar algo muy especial que me pasó hace unos años. Fue en 2018, cuando publiqué mi primer libro, y en ese momento significaba muchísimo para mí porque era como poner en palabras todo un proceso personal, algo que me salió desde el alma. Lo publiqué con mucha ilusión y, durante un tiempo, estuvo disponible gracias a la editorial con la que trabajé. Pero, como pasa en la vida, nada es eterno, y después de tres años, la editorial cerró. Ahora mismo no está disponible, pero no me preocupa mucho porque sé que lo volveré a publicar. Estoy segura de que ese libro aún tiene caminos por recorrer y personas a las que llegar. Por esa época, cuando lo publiqué, solía escuchar mucho a una chica en YouTube que narraba audiolibros. Tenía una voz increíble, de esas que te envuelven y hacen que cada palabra suene más especial. Me encantaba escucharla, me relajaba y me inspiraba un montón. Recuerdo que una noche estaba oyendo uno de los libros que narraba, y pensé algo así como: Qué bonito sería que ella narrara mi libro algún día.
Era un pensamiento fugaz, de esos que pasan por tu cabeza casi sin detenerte a analizarlos, pero lo sentí tan claro, tan sincero, que parecía más un deseo que un simple pensamiento. Lo increíble vino al día siguiente. Abro mi Instagram como cualquier otra mañana y, entre las publicaciones, veo un anuncio de esta chica. Decía que estaba buscando libros para narrar en su canal y que, si alguien estaba interesado, solo tenía que enviarle su libro por correo electrónico. ¿Te imaginas mi cara? Era como si el universo me hubiera escuchado directamente. No lo dudé ni un segundo. Preparé mi libro y se lo mandé. Y, para mi sorpresa, ¡aceptó! A las pocas semanas mi libro estaba en su canal, convertido en un audiolibro narrado por ella. No puedo describirte la emoción que sentí cuando lo escuché por primera vez. Era como si mi historia, esas palabras que había escrito con tanto cariño, cobraran vida de una manera completamente nueva. Lo mejor de todo es que gracias a ese audiolibro conocí a muchas personas que se conectaron con mi libro. Me escribieron mensajes preciosos, diciéndome cuánto les había gustado, cómo algunas partes les habían llegado al corazón. Fue una experiencia mágica, como si todo se hubiera alineado perfectamente para que ese deseo se hiciera realidad casi al instante. Desde entonces, me quedé pensando en lo increíbles que son las sincronías de la vida. A veces tienes un pensamiento o un deseo que parece casi imposible, pero si lo sientes de verdad, si lo crees con el corazón, parece que el universo se encarga de abrir las puertas necesarias. Esa experiencia me enseñó que los sueños no solo se cumplen, sino que muchas veces llegan de formas que ni siquiera te imaginas. Y lo bonito es que siempre te recuerdan lo poderosa que puede ser la fe en lo que deseas.
CHIN CHON
Te tengo que contar algo que me pasó hace un tiempo. Es una de esas historias que empiezan de casualidad y terminan con una de esas lecciones que te dejan pensando días. Resulta que una de mis aficiones de toda la vida es jugar al chin chón. Sí, ese juego de cartas que puede parecer tan simple, pero para mí es más que eso. Me encanta. No sé, tiene algo que me engancha: la estrategia, la suerte, las risas… todo. El caso es que, un día cualquiera, estaba yo perdiendo el tiempo en Facebook y, de repente, me topo con un anuncio de un campeonato de chin chón en un pub. Y sin pensarlo mucho, dije: ¿Por qué no?
Me apunté. Te digo la verdad: no me inscribí para ganar ni mucho menos. Me apunté porque, para mí, el simple hecho de jugar ya es un disfrute total. Llega el día y ahí estoy, cartas en mano, rodeada de gente que parecía tomarse aquello como si estuvieran en una final mundial de ajedrez o algo así. Y yo, pues nada, con mi actitud de siempre: gastando bromas, soltando comentarios tontos y disfrutando cada partida como una niña pequeña que por fin puede jugar a lo que más le gusta. Para mi sorpresa, mientras yo estaba tan relajada y pasándomelo en grande, iba ganando una ronda tras otra. Lo curioso era que mientras yo me reía y seguía con mis bromitas, veía las caras de los demás. Estaban tensos, serios, casi como si de verdad estuvieran en un duelo épico. Y