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Conflicto Social 03

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Cuerpo Editorial Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Cuerpo Editorial

Direccin Ins Izaguirre Comit Acadmico Irma Antognazzi Alcira Argumedo Perla Aronson Pablo Bonavena Nicols Iigo Carrera Emilio Dellasoppa Jos Mauricio Domingues Alberto Jos Fernndez Marcelo Gmez Carlos Figueroa Ibarra Miguel Angel Forte Secretaria de Redaccin Marta Danieletto Comit Editorial Matas Artese Damin Melcer Diseo Daniel Sbampato

Gilou Garca Reinoso Juan Carlos Marn Ronald Munck Susana Murillo Flabin Nievas Adriana Rodrguez Robinson Salazar Adrin Scribano Mara Cristina Tortti Elsa Usandizaga Anbal Viguera

Mariano Milln Gabriela Roffinelli

Presidente J. E. Uriburu 950, 6to. Piso, of.18 (C1114AAD) Buenos Aires, Argentina Tel.: (54) (11) 4508-3815 int 211 Fax: (54) (11) 4508-3822 E-Mail: mailto:programaconflicto@mail.fsoc.uba.ar

Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social ISSN 1852-2262 Instituto de Investigaciones Gino Germani - Facultad de Ciencias Sociales UBA http://www.iigg.fsoc.uba.ar/conflictosocial/revista

Sumario Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Sumario
Conflicto Social en Amrica Latina en los 70

La revista El Caudillo de la Tercera Posicin: rgano de expresin de la extrema derecha. Juan Luis Besoky Soldados de la patria no apunten contra el pueblo! El Partido Comunista Argentino en vsperas del golpe militar (1975). Natalia Casola Apuntes para una definicin del clasismo. Crdoba, 1969-1976 Mara Laura Ortiz Anticipando los setenta: la huelga de los petroleros del SUPE Ensenada Pablo Ghigliani Entre la guerra revolucionaria y el luche y vuelve: El PRT-ERP frente al GAN y el problema del peronismo. Luis E. Waine y Gretel S. Njera

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Sumario Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Reseas

Fernndez Stacco, Edgardo. Abandono de la contemplacin. Apuntes para la historia de la Universidad Nacional del Sur. Editorial Universitaria Rioplatense. Buenos Aires, septiembre de 2009, 487 pginas. Por Pablo Augusto Bonavena Gonzlez, Juan Ignacio. Los nios del Cordobazo. Editorial Espartaco Crdoba. Crdoba, noviembre de 2009, 264 pginas. Por Pablo Augusto Bonavena Balv, Beba. Poder y Guerra. Argentina Acerca de la cuestin nacional. Ediciones CICSO, Buenos Aires, 2010, 359 pginas. Por Javier Varela. Fiori, Giuseppe. Vida de Antonio Gramsci. 1. edicin en Argentina, Buenos Aires, Pen Negro ediciones, 2009, 384 pginas. Sacristn, Manuel. Antologa. Antonio Gramsci. 1 edicin , Buenos Aires, Mxico, Madrid, Siglo XXI Editores, 2009, 520 pginas. Biblioteca del pensamiento Socialista. Por Ins Izaguirre

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Izaguirre, Ins - Editorial Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Editorial
Conflicto social en Amrica Latina en los 70

ditar una revista implica abrir un espacio donde van a producirse hechos no previstos, donde vamos a encontrarnos con demandas y caractersticas del mundo acadmico que no esperbamos. Nos hemos referido ya a algunas de ellas, pero conviene tenerlas presentes en nuestro balance editorial. Unas tienen que ver con el orden burocrtico de las instituciones administradoras de la ciencia: por ejemplo, la necesidad de los jvenes investigadores de acreditar trabajos en revistas con referato antes de cumplir cierta edad, lmite estricto para la obtencin de becas, para el ingreso a Carrera del Investigador, etc. El nmero de esos trabajos sigue siendo un misterio, pero casi todos coincidiran en que deben ser muchos. Los temas? Generalmente son aquellos de las materias o seminarios que han estado cursando los jvenes candidatos. A veces no han tenido tiempo de construir un rea de inters dominante, porque ste es tambin un aprendizaje. Y la presin cuantitativa no favorece la calidad cualitativa. El contar con un Comit acadmico de vala ayuda a aflojar la presin de esta demanda: suele haber ms trabajos rechazados que lo deseable, pero esto nos sirve a todos para mantener el nivel que nos habamos propuesto, y para hacer docencia en el mismo sentido. Un segundo tipo de hechos tiene que ver con la verificacin en acto de las consecuencias del abordaje de los mismos observables con bagajes conceptuales diferentes, como nos ocurri ya con el tema de los movimientos sociales y la lucha de clases. La novedad aqu es verlo realizado a partir de una propuesta nuestra: volvemos a encontrarnos con modelos tericos actuales, presentes, que inhiben la percepcin del conflicto social, aunque quizs estamos asistiendo a una resistencia ideolgica a concebir el conflicto como eje del funcionamiento social. Hoy hay pocos investigadores que aceptaran ser funcionalistas, cuerpo conceptual ms identificado con el orden social conservador, pero quizs ese sesgo se expresa como resistencia a percibir las estrategias econmicas y polticas de los sujetos sociales dominantes

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Izaguirre, Ins - Editorial Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

como estrategias de guerra, o dicho en forma minimalista, estrategias de conflicto. Finalmente este nmero nos mostr otra caracterstica del mundo acadmico que actualiza una enseanza de algo que habamos olvidado: los investigadores sociales escriben e investigan sobre sociedades que conocen, en las que viven o han vivido, o sea que aunque hemos pedido trabajos sobre Amrica Latina, los trabajos que recibimos son sobre Argentina. El investigador invitado que iba a escribir sobre otro pas latinoamericano no pudo terminar su trabajo. No obstante, cada uno de los trabajos presentados hace referencia a un conflicto que podemos encontrar replicado en diversos pases de Amrica Latina porque la guerra fra nos atraves a todos: la tercera posicin por sobre el alineamiento internacional, de la fraccin ms reaccionaria del peronismo, 30 aos despus que fuera postulada; la postura clasista del partido comunista respecto de la divisin en las fuerzas armadas entre conscriptos y suboficiales vs. oficiales, enunciada 60 aos despus que fue pensada por Lenin en el contexto de la Rusia revolucionaria, en ambos casos como si el mundo no hubiera cambiado; y las diferencias al interior de la nueva izquierda en Argentina, llmese clasismo, sindicalismo peronismo de izquierda vs. Marxismo como expresin de una fuerza revolucionaria en formacin, que fue aniquilada antes de que lograra unirse. Como sntesis les digo a nuestros lectores que estamos muy satisfechos de esta empresa. Como ya les anticipramos en el n 2, el prximo nmero de nuestra Revista va a tratar de Conflicto social y gnero, una problemtica que sola ser eludida por los investigadores y los partidos de la izquierda argentina y de la izquierda en general, no despojados an de los valores del patriarcado. Afortunadamente, y gracias al activismo de varias minoras progresistas, acaba de aprobarse la ley de matrimonio igualitario que nos coloca en una avanzada en Amrica Latina, y que ha dejado al descubierto las profundas marcas de prejuicio y atraso de una porcin muy importante de nuestra sociedad y de nuestra dirigencia poltica. Esperamos sus aportes.

Ins Izaguirre Junio de 2010

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Besoky, Juan Luis - La revista El Caudillo de la Tercera Posicin Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

La revista El Caudillo de la Tercera Posicin: rgano de expresin de la extrema derecha.


Juan Luis Besoky
*

Resumen En este trabajo analizo el semanario El Caudillo de la Tercera Posicin, publicado durante la coyuntura democrtica de 1973-1975. Esta revista tuvo la particularidad de haber sido el rgano de expresin de lo que comnmente se dio en llamar la derecha peronista. Si bien en ningn momento los responsables de la publicacin se reconocen de derecha, refirindose a s mismos siempre como peronistas, creo que es posible ubicarlos claramente a la derecha del espectro poltico. Para sostener esto hago algunas referencias al concepto de derecha: extrema y nacionalista y a la pertinencia de utilizar estos trminos para referirme a El Caudillo. A continuacin analizo los nmeros disponibles y centro mi anlisis en tres cuestiones: 1) la ideologa que profesan los redactores de El Caudillo a travs de la construccin de un nosotros particular, 2) las agrupaciones y personas que son consideradas como aliadas o amigas y 3) aquellos que son percibidos como enemigos. Palabras clave Extrema derecha peronismo nacionalismo Triple A - contrarrevolucin

The magazine El Caudillo de la Tercera Posicin as the voice of the extreme right.
Summary In this paper I analyze the weekly El Caudillo de la Tercera Posicin (The Leader of Third Position), wich was published during the democratic conjuncture of 1973-1975. This magazine had the peculiarity of being the voice of what is commonly designated as "the Peronist right." Although none of the members of the publica-tion recognizes themselves as the right wing, always referring to themselves as peronistas, I think it is possible to place them clearly to the right of the political spectrum. To support this I make some references to the concept of right: extreme and nationalist and to the relevance of using these terms to refer to El Caudillo. Then, I examine the available copies and focus my discussion on three issues: 1) the ideology professed by the editors of El Caudillo through the construction of a particular 'us', 2) groups and individuals who are regarded as allies or friends and 3) those who are perceived as enemies. Key Words Extreme right peronism nationalism Triple A - counterrevolution

Universidad Nacional de La Plata


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Algunas precisiones sobre el concepto de derecha

Desde la Revolucin Francesa el trmino derecha ha simbolizado la resistencia poltica al cambio progresivo en lo poltico y lo social. En cada contexto, esta resistencia ha asumido distintas formas. El libro de Eatwell y OSullivan: The Nature of the right: American and European politics and political thought since 1789 1 , clasifica a la derecha por cinco estilos de razonamiento diferentes: reaccionaria, moderada, radical, extrema y nueva. Me interesa rescatar el concepto de extrema derecha ya que es el que mejor corresponde al pensamiento esbozado por el semanario El Caudillo. La extrema derecha, al igual que la derecha radical, generan cierta atraccin en las clases trabajadoras a pesar de que su discurso atraviesa las diferencias de clase. Ambas corrientes de pensamiento comparten el rechazo a las visiones internacionalistas y clasistas de la izquierda. El comunismo es particularmente atacado, tanto en su versin domstica como internacional. Segn los autores Eatwell y OSullivan, la derecha reaccionaria, moderada y radical han producido destacados tericos polticos mientras que en cambio la extrema derecha ha tendido mayormente a producir propagandistas, siendo ms manipulativa y paranoide. En el plano econmico la extrema derecha no se opone a la propiedad privada pero plantea que debe tener una funcin social, mientras sealan que el mercado debe estar al servicio del inters nacional. Por ltimo, en su visin del mundo las teoras conspirativas tienen un papel central. Por ejemplo, los judos son responsabilizados de formar parte de un complot para dominar el mundo y minar los vnculos sociales. Sin embargo, no todas las teoras conspirativas son antisemitas. Tambin entre los responsables de la conspiracin figuran el capitalismo salvaje, el individualismo acrrimo y el comunismo, entre otros.

Eatwell, R. y OSullivan, N. (1990). The Nature of the right: American and European politics and political thought since 1789. Boston, Twayne Publishers.
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Dentro de las visiones conspirativas se destaca la figura de la sinarqua. sta tiene entre sus principales referentes locales al intelectual de la derecha peronista Carlos Disandro. Para l la convergencia sinrquica estara dada por un acuerdo entre los Estados Unidos y la Unin Sovitica, que aparentando una fuerte tensin, avasallaran la esencia espiritual de las restantes naciones del mundo. A esta suerte de complot Disandro aada el catolicismo posconciliar y el judasmo. Segn seala el historiador Juan Ivn Ladeuix 2 , la concepcin sobre la sinarqua como estrategia de organizaciones internacionales formaba parte del acervo cultural de la ultraderecha desde la primera mitad del siglo XX. En el apcrifo Los Protocolos de los Sabios de Sin se utilizaba ese trmino para describir la conspiracin juda mundial. Posteriormente, esta idea formara parte del discurso nazi-fascista. En el pensamiento de Disandro la sinarqua aparece como una suerte de enemigo abstracto que se materializara en diversas organizaciones, que iran desde la masonera, pasando por el reformismo universitario, los posconciliares y las organizaciones no peronistas, cuyo fin es la destruccin de la nacionalidad. Para un anlisis ms especfico de la derecha argentina, considero que es pertinente sumar el trmino nacionalismo de derecha, el cual a grandes rasgos, engloba a aquellos individuos y grupos que compartieron posturas antiliberales, anti izquierdistas y corporativistas. Segn el historiador Daniel Lvovich 3 , el nacionalismo de derecha tuvo una doble sensibilidad: por un lado aristocrtico y tradicionalista, y por el otro, con una inflexin populista cuyo sueo era la instauracin de un rgimen anticomunista y revolucionario, a la vez que autoritario y justo. Este ltimo sector, al cual tambin le cabe la denominacin general de extrema derecha, sera el que termin vinculndose al peronismo.

El General frente a la Sinarqua. El discurso de Carlos Disandro en la formacin de la Concentracin Nacionalista Universitaria y su impacto en el peronismo. Ponencia presentada en las XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Tucumn, 19 al 22 de Septiembre de 2007. 3 Lvovich, D. (2006).El nacionalismo de derecha. Desde sus orgenes a Tacuara. Buenos Aires, Capital intelectual.
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En la Argentina de los aos 60, el proceso de radicalizacin poltica haba dividido a los peronistas, al igual que el resto del espectro poltico, entre izquierda y derecha. A grandes rasgos puede decirse que por un lado se fue conformando un difuso y heterogneo frente partidario de la revolucin y por el otro un frente de carcter contrarrevolucionario. Entre las organizaciones nacionalistas de derecha que se vieron afectadas por este proceso se puede mencionar al Movimiento Nacionalista Tacuara, el cual se dividi a partir de 1963 en un sector vinculado a la izquierda peronista, y otro, dirigido por el ex seminarista Alberto Ezcurra Uriburu, vinculado a la derecha sindical peronista. Segn seala Senkman en la compilacin de Dolkart 4 , la derecha nacionalista que se haba dividido en su apoyo a Pern termin alinendose con l para enfrentar la amenaza de la izquierda revolucionaria peronista y no peronista. De esta manera, el peronismo acus la misma divisin que se daba entre izquierda y derecha: por un lado los partidarios de la patria socialista y por el otro los partidarios de la patria peronista 5 . Entre estos ltimos encontraremos, adems de Libertadora Argentina la derecha nacionalista y dirigentes sindicales ortodoxos, las Nacionalista (JPRA) y (ALN), Comando Sindical de Organizacin (JSP) 6 . (C de O), estas siguientes organizaciones: Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), Alianza Concentracin Nacional Universitaria (CNU), Juventud Peronista de la Repblica Juventud Peronista Todas organizaciones conformaron en la prctica una coalicin contrarrevolucionaria 7 de la cual la revista El Caudillo debe ser entendida como su rgano de expresin.

Dolkart, R. (comp.), (2001). La derecha en argentina: nacionalista, neoliberales, militares y clericales. Buenos Aires, Ediciones B Argentina S.A., 5 Para el anlisis de estas dos fuerzas sociales en el marco de la toma de instituciones vase: Nievas, F. Cmpora: primavera-otoo. Las tomas, en Pucciarelli, A. (ed.), (1999). La primaca de la poltica. Lanusse, Pern y la Nueva Izquierda en tiempos del GAN. Buenos Aires, Eudeba. 6 Para mayores precisiones sobre estas organizaciones vase: Ladieux, J. I.: La mazorca de Pern: prcticas ideolgicas de la derecha peronista. Una aproximacin a partir de un estudio de caso. Mar del Plata 1970-1976. X Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Septiembre de 2005. Rosario. Y Marongiu, F.: La ultraderecha en el gobierno justicialista de 1973-1976: Triple A, Juventud Peronista de la Repblica Argentina y Concentracin Nacional Universitaria. XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Septiembre de 2007. Tucumn. 7 El trmino lo tomo de Carnagui, J. L.: De la normalizacin del Partido Justicialista a la institucionalizacin de una Coalicin Contrarevolucionaria peronista, 1971-1976. V Jornadas de Sociologa de la Universidad Nacional de La Plata. Diciembre de 2008.
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El Caudillo de la Tercera posicin La revista El Caudillo de la Tercera Posicin fue un semanario de informacin general dirigido por Felipe Romeo. Este fue un personaje conocido en la ultraderecha, miembro de la Guardia Restauradora Nacionalista que se escindi por derecha de Tacuara y que para el 73 ya tena un nuevo referente, Alberto Brito Lima, jefe del Comando de Organizacin. Romeo particip del nacimiento de la ultraderecha peronista, especficamente de la Juventud Peronista de la Repblica Argentina (la jotaperra), junto a amigos como el Coronel Osinde. Segn cuenta Marcelo Larraquy en su biografa sobre Lpez Rega 8 , El Caudillo vio la luz el 16 de noviembre de 1973, cinco das antes de que hiciera su aparicin pblica la Triple A, para representar la voz de la derecha peronista y contrarrestar la lnea editorial de El Descamisado, rgano de prensa de Montoneros. La revista El Caudillo se public de manera casi regular hasta fines de 1975 y lleg a vender aproximadamente 9400 ejemplares en los kioscos de la Capital Federal. El Caudillo posea un carcter abiertamente militante y peronista y el sello editorial era nada menos que Vertical SA. Una de sus caractersticas era el casi total anonimato, ya que la nica firma visible era la de Romeo 9 , en el staff y en el editorial siempre a doble pgina, que funcionaba como una bajada de lnea a la extrema derecha. En aos recientes la investigacin de los periodistas Alberto Moya y Adrin

Murano 10 ha permitido dilucidar quienes fueron los integrantes de El Caudillo. Segn relatan, Romeo contaba con el dinero para montar la revista, pero no tena idea de cmo armar el staff. Esta tarea qued en manos del periodista Jos Miguel Tarquini, un viejo militante de Tacuara y dirigente de la Guardia Restauradora Nacionalista, como primer jefe de Redaccin. Este reclut colegas que escriban en el diario Crnica y la revista Extra y cuyas simpatas por el fascismo y la

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Larraquy, M. (2007) Lpez Rega. El peronismo y la Triple A. Buenos Aires, Punto de Lectura. En algunos nmeros aparece Enrique Mario Gerez como Director interino. 10 Murano, A. Los intelectuales del Brujo. En: Revista Veintitrs. N 450, 15 de febrero de 2007.
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falange franquista eran notorias. El resto del staff 11 se complet con integrantes de la Concentracin Nacionalista Universitaria (CNU), de la Juventud Peronista de la Repblica Argentina. (JPRA) y con empleados rentados del Ministerio de Bienestar Social.

Segn seala el periodista Sergio Kiernan en el diario Pgina 12: El lenguaje, las ideas y las propuestas de El Caudillo eran un llamado constante y una justificacin de la violencia de su organizacin madre, la Triple A. Desde su logo una tacuara hasta secciones como Buscado, donde se publicaba la foto de un zurdo con un prontuario y la invitacin a compaero, ya lo conoce: grbese esta cara para reconocerlo cuando se lo cruce, El Caudillo arranc pidiendo cabezas y termin aplaudiendo y reivindicando a los que las hicieron rodar.. 12 La revista cont con el decidido apoyo poltico y monetario del Ministerio de Bienestar social a cargo de Jos Lopez Rega, como se comprueba al analizar los interminables, amplios y repetidos avisos de diversos programas oficiales financiados por esa reparticin. As, aparecen de manera recurrente avisos sobre programas de viviendas y pginas enteras sobre encuentros deportivos juveniles. No existan anunciantes privados pero s aparecan solicitadas de la Unin Obrera Metalurgica (donde por ejemplo se equipara a Rosas con Pern en su defensa de la soberana) y de la CGT 62 Organizaciones (donde por ejemplo se celebra el retorno del cuerpo de Evita). En julio de 1974, El Caudillo se mud desde las oficinas de Sarmiento 1371 a las de Lavalle 1942, ex local de la Juventud Federal que diriga el estanciero Manuel
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Mencionados en el artculo de Murano aparecen los siguientes nombres: Hctor Simeoni (quien en mayo de 1974 reemplazara a Tarquini como Jefe de redaccin), Villarreal (encargado de diagramacin), Salvador Nielsen (encargado de la seccin Ome! donde se fustigaba y amenazaba a la oposicin), Luis Saavedra, Natalio Antonio Palazzo, Luis Cabr, Carlos Trtora, Ricardo Ahe y Jos Antonio del Valle. 12 Kiernan, S.: El rgano oficial de la Triple A del Brujo. Pgina /12. Domingo, 7 de enero de 2007
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Anchorena. En ese lugar funcion hasta el nmero 67 del 19 marzo de 1974 donde la revista se despidi anunciado una pausa porque: se han acabado los das de las palabras. AHORA VENDRN TIEMPOS DE HECHOS. Y la hoja impresa, en tales tiempos, est de ms.. Segn seala el periodista Adrin Murano, fue una forma de amoldarse al momento. Si bien Lpez Rega contaba prcticamente con la suma del poder pblico, por lo bajo se disputaba una cruenta batalla entre patotas sindicales y matones con chapa policial. A pesar de que Lpez Rega fue finalmente obligado a exiliarse el 19 de julio de 1975 la revista volvera aparecer, esta vez financiada por la UOM de Lorenzo Miguel el 15 de octubre de 1975. All en el editorial del nmero 68, bajo el ttulo VOLVEMOS PARA TRIUNFAR O MORIR JUNTO A ISABEL, explicaran las razones del regreso:
EL CAUDILLO vuelve para apoyar al Ejrcito Argentino en su lucha contra el ejrcito invasor que pretende suplantar nuestra sagrada Bandera por un sucio trapo rojo. EL CAUDILLO vuelve para castigar sin piedad a los Guerrilleros de la retaguardia, los inmorales de la economa, especuladores y hacedores de grandes negociados. ()EL CAUDILLO vuelve para constituirse en la UNICA VOZ clara que rompa con el coro unnime y canallesco de la prensa sinrquica, fruto de la conjura liberalmarxista. Volvemos para ocupar nuestro lugar en la trinchera, en el momento de la batalla final. () NOSOTROS NO SOMOS PERIODISTAS PROFESIONALES. Somos militantes revolucionarios acostumbrados a pelear en todos los terrenos, parafraseando al chino Balbn lo mismo nos da la pluma, la espada o la palabra. EL ENEMIGO ELIGE EL METODO, PARA NOSOTROS TODO VALE. PELEAMOS SIEMPRE SIN DAR NI PEDIR CUARTEL. () Se est con Isabel o contra Isabel. No hay alternativas..

Finalmente, en noviembre, poco antes del golpe de Estado, la publicacin dej de aparecer.

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La ideologa de El Caudillo Los integrantes de la revista se asumen como revolucionarios, nacionalistas y peronistas. Reivindican una nueva forma de propiedad socializada con una participacin ms ntegra del estado en la sociedad y se declaran a favor de un pueblo corporativamente organizado. En el nmero 52 del 26 de noviembre de 1974 aparece una nota subtitulada Estado peronista, cultura y medios de

comunicacin bajo el ttulo de Doctrina. All, el artculo se muestra de acuerdo con la estatizacin de los medios de comunicacin promovida por el Gobierno de Isabel al mismo tiempo que declara que el cine actual sirve de cloaca de toda la carroa norteamericana y europea a la que califican de imperialista. Incluye all la pornografa de esas sociedades moralmente decadentes que transmiten

valores contrarios a la savia nacional, popular y cristiana. Entre los principales referentes del Ser Nacional reivindica a Hugo Wast, Scalabrini Ortiz, Manuel Glvez y Discpolo. El artculo termina sealando que hay que meter la cuchilla sobre los medios de comunicacin sin temor al que dirn las vestales del liberalismo, celebrando adems el cierre del antinacional y antipopular diario El Mundo. El Caudillo presenta un alineamiento total con la presidenta Martnez de Pern. La editorial del 6 de setiembre de 1974 seala, bajo el ttulo HAY QUE JUGARSE!, que los mtodos cambian pero el enemigo no. Sostiene que Isabel est jugada y con ella nosotros. El que no est al lado est en frente.. Declara que Evita, Juan Domingo e Isabel son una triloga indivisible slo cuestionada por la Tendencia y finaliza diciendo: El pueblo, el Movimiento, los sindicatos, la Iglesia, la FFAA, estn con nosotros. La Sinarqua est con ellos. Pern derrot a la sinarqua volviendo al pas. Nosotros la estamos enterrando con Isabel en el poder. EL MEJOR ENEMIGO ES EL ENEMIGO MUERTO. PORQUE ES AS Y PORQUE PERN MANDA. FELIPE ROMEO.. En noviembre de 1974 El Caudillo saluda alborozado el nombramiento de Ivanissevich como ministro de Educacin y la intervencin a la UBA por parte de
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Alberto Ottalagano, para el cual la opcin es justicialismo o marxismo, o con Cristo o contra Cristo. Ottalagano aparecera luego en la tapa de la revista Gente haciendo el saludo nazi y con el ttulo de S, soy fascista, y qu?. Segn seala el diario Pgina /12, tanto le gust el reportaje al interventor universitario, que lo mand a reeditar en un librito con el mismo ttulo 13 . El nmero 30 del 7 de junio de 1974 trae en su portada, con grandes letras blancas sobre un fondo negro, la frase GUERRA A LA OLIGARQUA PARA DEFENDER LA REVOLUCION. En el editorial se explica la razn de tan sorpresivo ttulo: Algunos se creyeron que de tanto darle a la izquierda, nos habamos olvidado de la derecha. Hasta tal punto lleg la cosa que no hubo quien se pas de revoluciones y empez a hablar goriladas. En esto hay que ser sumamente prudentes, los liberales son muy vivos y no desaprovechan ocasin para convertir a algn mal informado en agente de la reaccin. Ms adelante el editorial sealar los elementos necesarios para la defensa integral de Pern y su gobierno: En primer trmino, el refuerzo de las organizaciones gremiales a travs de la CGT y 62 Organizaciones como columna vertebral del Movimiento; que implica apoyar a ultranza la Juventud Sindical () De ms est decir que el hecho de combatir a la JTP en todos sus frentes ser tarea fundamental en la lucha a desarrollar en el campo gremial. Ms adelante dice:
desde el 20 de Junio hemos tenido que pelear con todas las armas para que la izquierda cipaya no se apoderara del poder poltico. En parte lo hemos logrado. Pero ahora la batalla la hemos de librar contra la derecha, hacia la cual apunta nuestros caones en estos momentos. Ellos pretenden arrastrar un triunfo que pertenece a los compaeros de la Juventud para conservar sus slidas posiciones burguesas dentro del estatismo liberal al que hemos de destruir inexorablemente..

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El rgano oficial de la Triple A del Brujo. Diario Pgina /12. Domingo 7 de enero de 2007.
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En ese mismo nmero aparece, en la seccin Ome!, una convocatoria al militante peronista para sumarse al esfuerzo de El Caudillo. All puede verse el papel que se auto asignaba la Revista:
O te crees que no sangramos por la herida, nosotros, tus compaeros de EL CAUDILLO, que tenemos que hacerlo todo a pulmn cada semana? O te crees que no nos duele la soledad de EL CAUDILLO en los kioskos de revistas, en la sucia compaa de docenas y docenas de publicaciones marxistas y aptridas llenas de veneno nacional y antiperonista? O te cres que no nos sabe a traicin el hecho de que todos los sectores antinacionales tengan su diario y no haya un diario autnticamente peronista?.

Ms adelante el artculo le indicar qu debe hacer el verdadero militante peronista para acompaar la lucha en solitario de El Caudillo:
Busc a otros como vos en la certeza de que los vas a encontrar, porque somos mayora. Reunite con ellos y fijate los objetivos. () Hac como nosotros: junt unos mangos o firm algunos pagars y sac tu peridico. Mont bien en primer lugar tu propio servicio de informaciones. Segu de cerca al enemigo. Averigu quienes son, cmo actan, dnde se renen, donde guardan los fierros. Vos pods hacerlo. Marcalos de cerca. () Como las cucarachas, como las ratas, andan en la oscuridad y en los stanos. Prendeles la luz, deschavalos, quitales las caretas.

En la edicin nmero 70 del 30 de octubre de 1975 aparece un artculo titulado: Orientacin tctica. El lobo disfrazado de cordero donde se advierte la existencia de numerosos sectores que se denominan peronistas. Los hay autnticos, de izquierda, ortodoxos, de la liberacin social, etc. En el artculo se rechaza la adscripcin a ser autntico o de la primera hora ya que a los peronistas nos parece de suma importancia ser de todas y cada una de las horas. Se reivindica al movimiento sindical y a la Juventud Sindical Peronista y se fustigan a la guerrilla embozada y asesina, la sinarqua trosko marxista. Para los integrantes de El Caudillo renegar de la conduccin de Isabel Martinez de Pern o cuestionar a Lorenzo Miguel y Casildo Herrera (dirigentes de las 62 Organizaciones y de la CGT) es renegar del peronismo. La revista tambin resalta la conformacin del eje

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militar-sindical que comienza a evidenciarse con el homenaje de la CGT a los hombres de armas asesinados por la guerrilla. En este marco es que se destaca desde El Caudillo el accionar del Brigadier Lacabanne quien en una seguidilla de procedimientos rompi en Crdoba casi la totalidad de la estructura de la organizacin guerrillera trotskista. Esta podr seguir con sus acciones pero todos recibirn lo suyo: Ejecutores, instigadores y cmplices. Recordemos que el accionar del Brigadier fue uno de los hechos que marc la cesin de competencias del poder poltico a las Fuerzas Armadas. Segn seala la investigadora Alicia Servetto, la operacin del interventor Lacabanne aspir a eliminar todo activismo subversivo que se identificaba con cualquier forma de protesta social para imponer un nuevo orden de poder basado en la ideologa de la comunidad organizada, esto es, una sociedad organizada desde el Estado capaz de dispersar las fuerzas centrfugas, ideolgicas y clasistas. 14

Amigos y aliados A lo largo de sus nmeros la revista ir destacando la presencia y actividades de agrupaciones afines. En el nmero 52 se destaca la misa en conmemoracin de la Vuelta de Obligado en el Da de la soberana nacional y la participacin de La Comisin Argentina Familiares de Cados por la Patria, la Concentracin Nacional Universitaria, la Concentracin Nacional de Estudiantes Secundarios y la Concentracin de la Juventud Peronista. Al referirse a la cuestin universitaria celebra la recientemente formada Coordinadora de Estudiantes Universitarios

Peronistas, un conjunto de agrupaciones reconocidamente ortodoxas. En el mismo nmero aparece una nota donde los integrantes de la revista se definen como nacionales mientras reivindican a Evita y sealan haber
14

Serveto, A. Cordoba en los prolegmenos de la dictadura. La poltica del miedo en el gobierno de Lacabane. Revista Estudios N15, CEA-UNC, 2004. Disponible en: http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/servetto.pdf
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recuperado una reliquia: su cuerpo. Lo denominan como una conquista revolucionaria ya que Evita representa la antorcha que iluminar esa Revolucin en paz a la que nos est conduciendo Isabel. La nota finaliza enumerando el cortejo que estuvo cerca nuestro: Lorenzo Miguel, Palma, Ottalagano, Manolo Quindimil, y Lopecito el intendente de Morn. La nota siguiente es un agradecimiento a Espaa y al Generalsimo Franco por haber custodiado el cuerpo de la Seora. A la lista de compaeros de la revista El Caudillo se suma el ministro Ivanissevich, un viejo compaero de la causa nacional y popular y Jos Lpez Rega. Tambin el ex ministro de economa Gomez Morales, el cual aparece como un aliado y un excelente economista. Jose Amerise, titular del bloque de diputados del Frente Justicialista, aparece en una entrevista junto a un recuadro titulado Genio y figura donde se destacan sus datos biogrficos como antiguo militante de la Alianza Libertadora Nacionalista. Tambin el senador nacional y referente de la derecha peronista, Juan Carlos Cornejo Linares, es entrevistado mientras se resalta en el titular su declaracin: Usaremos la violencia. En la revista hay tambin espacio para difundir las actividades sociales de la JPRA, la JSP, del C de O, publicar un reportaje tipo publinota a algn funcionario del Ministerio, a algn dirigente del sindicalismo e incluso a algn poltico afn. Por ejemplo, el nmero 30 del mes de junio del 74 trae una entrevista a Juan Alfredo Muciacia, secretario general de la JPRA, quien dice expulsamos a la izquierda ahora le toca a la derecha, en referencia al vandorismo y los restos paladinistas. En el nmero 25 aparece una extensa entrevista al Teniente Coronel (RE) Antonio Domingo Navarro, ex jefe de la polica cordobesa y responsable del golpe contra el gobernador Obregn Cano y el vice Atilio Lpez. All aparece sealado como el depurador del peronismo y su accionar como necesario para evitar la infiltracin de la izquierda en la polica provincial. El nmero 65 del 5 de marzo de 1975 trae una entrevista al gobernador de La Rioja, Carlos Sal Menem. All el futuro presidente de la Nacin se muestra profundamente de acuerdo con la
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participacin de las FFAA en la lucha antiguerrillera ya que estn haciendo Patria con mayscula. En el nmero 35 del 19 de julio de 1974 aparece entrevistado Jorge Manuel Camus, Secretario General del Consejo Nacional del Partido Justicialista, donde define los lineamientos inalterables de la verticalidad convocando a la lealtad a Isabelita. Asimismo, adems de mencionar a la Revista Las Bases como rgano oficial del Movimiento Nacional Justicialista reconoce a El Caudillo como un autntico exponente y un baluarte de la ortodoxia peronista. Finalmente, en el nmero 67 del 19 de marzo de 1975 aparecen nuevamente mencionados los aliados de El Caudillo: Hemos apoyado a Lorenzo Miguel, Jos Lpez Rega, Ral Lacabbane, el teniente Coronel Navarro, Oscar Ivanissevich, Ricardo Otero, Casildo Herreras, etc. y no por causalidad- todos ellos tienen la confianza de la compaera Isabel y desempean papeles importantes para el futuro justicialista..

El enemigo Asumindose como peronistas los redactores de El Caudillo sealan que los enemigos de antes son los mismos de ahora. Los que antes ponan bombas en la Plaza de Mayo ahora las bombas las ponen disfrazados de barbudos marxistas o de barbudos peronistas. Para la revista, la izquierda que en el 45 form parte de la Unin Democrtica ahora reaparece intentando infiltrarse dentro del peronismo. Los Gorilas de ayer, son los montoneros de hoy, disfraces distintos cubriendo la misma suciedad.. Ms adelante agrega, en una nota sobre el retorno del cadver de Eva Pern, Y as como los del 55 robaron su cadver, seora, los herederos de la antipatria quieren infructuosamente robar su figura, en referencia sin duda a la apropiacin de la figura de Evita por parte de Montoneros. La negativa a reconocer la peronizacin de los jvenes aparece a travs de la impugnacin de sus orgenes sociales. Los nuevos adeptos son imberbes o

barbudos de Barrio Norte a la vez que los hijos de los comando civiles.
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Retomando las palabras de Pern en su discurso del primero de mayo de 1974, descalifican a la izquierda peronista llamndola los imberbes de la Tendencia. De hecho, el nmero 25 de El Caudillo, salido poco despus de la expulsin de los Montoneros de la Plaza de Mayo, relata cmo fue el enfrentamiento:
En el preciso instante en que Pern les dijo estpidos, J.P.R.A. empez a empujar la columna de montoneros fuera de la plaza. Esto que quede bien en claro. No vimos a nadie. Estuvimos solos. Los tan mentados pesados se borraron alevosamente a la hora de los palos. Slo pequeos grupos de Juventud Sindical y del C. de O. tuvieron enfrentamientos; pero el resto de las organizaciones no figuraron ni a plac. El mrito de haber hecho cumplir la orden de Pern le cabe a la J.P.R.A.

Al analizar la intervencin en las universidades El Caudillo contina con las analogas indicando que la izquierda marxista y la derecha liberal mantienen la unin democrtica en la educacin. De esta manera se justifica la intervencin ya que no es el peronismo el que est en las facultades sino una trenza liberalmarxista donde se hallaban quienes oficiaban de aparato de superficie de la guerrilla. Para la revista, la solucin a la cuestin universitaria debe ser drstica as haya que cerrar por un rato las puertas de algunas facultades. Ahora no existe nada ms antinacional que la universidad. El ltimo reducto que le queda a la Tendencia debe ser saneado cueste lo que cueste. El nmero 35, del 19 de julio de 1974, va a enfatizar la purga contra los sectores de la Tendencia:
Despus que se logre frenar el ataque externo va a haber que dedicarse a poner en orden la casa. Sin Pern no nos podemos dar el lujo de tolerar la presencia de traidores. Este es un anuncio concreto, otro de los anticipos de EL CAUDILLO: el operativo limpieza en los elencos gubernamentales va a ser ms profundo de lo que muchos suponen y puede llegar a involucrar, incluso, a personas que ahora detentan la jerarqua de ministros..

En el nmero 50, del 8 de noviembre de 1974, aparece un artculo titulado Estos son los enemigos! donde se analiza la sutil penetracin cultural que vienen
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sufriendo los argentinos a travs del folklore. El artculo trata bsicamente sobre la poltica cultural del Partido Comunista (a los que se refiere como bolches y marxistas aptridas) a travs de las canciones de ciertos cantantes locales. Los mencionados son Mercedes Sosa, Horacio Guaran, Csar Isella y Victor Heredia. De hecho, bajo el ttulo del artculo aparece claramente una foto de Mercedes Sosa. En nmeros posteriores aparecern tambin denostados Nacha Guevara, Favero y Brandoni. Vale la pena recordar que estos artistas, junto con muchos otros, fueron amenazados por la Triple A y debieron exiliarse. Entre algunas de las personalidades cuestionadas por la revista figuran, en los nmeros consultados, los siguientes: - Ral Laguzzi, ex rector de la UBA, denunciado como marxista. - Solano Lima, ex Vicepresidente, acusado por que su gestin durante Cmpora fue un reiterado acto de complicidad con los antiperonistas de la tendencia. - Doctor Jorge Taiana, ministro de Educacin, acusado de no hacer caso a las denuncias sobre la situacin universitaria favoreciendo al enemigo durante su mandato. - Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz, sealado por complicidad con los guerrilleros detenidos en su provincia. - Hctor Sandler, diputado de Udelpa, amenazado por haber denunciado al director de la revista El Caudillo. - Julio Guilln, sindicalista telefnico de la CGT de los Argentinos, acusado de traidor, farsante y amigo de los Montoneros. -Jess Porto, diputado del Frejuli, acusado de traidor y comunista. Como diputado haba comenzado una denuncia e investigacin contra la Triple A.

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- Heriberto Kahn, periodista de La Opinin que public una Denuncia militar sobre la Triple A, acusado de enemigo del Pueblo y vendido al imperialismo. Adems amenazado con el riesgo de que su apodo de chupatintas sufra alguna alteracin y cambie tinta por plomo. - Ral Alfonsn, sealado este ltimo como lder del radicalismo-marxista y acusado de defender a las putas pobres de la poltica, por haber opinado que no habra solucin poltica si no se integraba a Montoneros a la estructura poltica del Movimiento peronista. - Jos Ber Gelbard, acusado de antinacional y cmplice de los intereses monoplicos. Cabe destacar que la mayora de las figuras pblicas denostadas en la revista terminaron siendo vctimas de la Alianza Anticomunista Argentina o de la

dictadura militar. Por ejemplo, en septiembre de 1974, Laguzzi sufri un atentado terrorista por parte de la Triple A (un artefacto explosivo estall en su domicilio) que cost la vida de su pequeo hijo Pablo de apenas 4 meses de vida. A su vez, tanto Taiana como Cepernic fueron tambin amenazados por esa organizacin y finalmente detenidos cuando se produjo el golpe militar de 1976, pasando varios aos presos en el penal de Magdalena, a disposicin del Poder Ejecutivo Nacional, sin causa, sin cargos en contra y sin juicio. El diputado Sandler no slo figur en las listas de potenciales vctimas elaboradas por la Triple A sino que debi exiliarse por unos meses en 1975 y finalmente desde 1976 hasta 1984. Julio Guilln estuvo siete aos preso durante la dictadura militar en condiciones especialmente rigurosas. Este accionar era celebrado por la revista, la cual en su editorial de despedida del nmero 67 seal:
En estos meses tuvimos que pegar fuerte, a los marxistas, a los liberales, a los polticos miembros de ese elenco estable democrtico que desde hace 150 aos se ha confabulado contra el pas, a los malos funcionarios, a los poderosos de turno.
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En casi todas las acciones tuvimos xito. Cuando pusimos bajo nuestra mira a un enemigo ste, indefectiblemente, se derrumb estrepitosamente. O, si no, que le pregunten a Cmpora, Bidegain, Cpernic, Sueldo, Sandler, Alfonsn, Martnez Vaca, Obregn Cano, Hctor Garca y tantos otros. No vamos a ser tan pedantes de pensar que nuestro poder periodstico provoc tan devastadores efectos. Somos muy poca cosa dentro de este ejrcito combatiente del nacionalismo. Pero, eso s, podemos jactarnos de habernos adelantado siempre a los hechos merced a una exclusiva condicin: la de interpretar el sentimiento mayoritario del pueblo. Esto nos hizo ganar muchsimos enemigos: los radicales, los tendenciosos, UDELPA, los democristianos, los guerrilleros la lista es interminable.

A la lista de enemigos se suma, adems de la guerrilla para la cual est tronando el escarmiento, los sinarcas disfrazados de redentores y los cerdos troskos. La revista llama a combatir a esa pandilla de asesinos que se hacen llamar montoneros y a clausurar sus publicaciones y poner fuera de la ley a su recientemente creado Partido Autntico. En el nmero 35, del 19 de junio de 1974, denuncia la alianza Gelbard-Romero-Firmenich tendiente a sabotear el proceso de Reconstruccin y Liberacin Nacional. El nmero 50 del 8 de noviembre de 1974 apareci con un editorial especialmente combativo. Sala unos das despus del asesinato del compaero Villar, Jefe de la Polica Federal, ejecutado por Montoneros. Bajo el encabezado del siguiente ttulo: El que las hace las tiene que pagar apareca este texto:
Los tericos ms autorizados sobre luchas guerrilleras coinciden en un punto que es ya casi un axioma: La nica regla fija en la guerra moderna es la falta de reglas. () para combatir este tipo de guerra las fuerzas de seguridad tienen que despojarse de todas las trabas mentales y legales que les atan las manos. El cdigo penal es en muchos casos insuficiente. El paredn es ms efectivo () Esta es una guerra santa. Es la guerra del pueblo. Tiene que haber vencedores y vencidos. () Los terroristas usan el pnico como medio para imponer sus ideas. Tenemos que sembrar el pnico entre los terroristas. () Combatir la subversin ya no es una cuestin ideolgica, es una cuestin de vida o muerte. El mejor enemigo es el enemigo muerto. Porque es as y porque Isabel manda. Felipe Romeo. Isabel Pern o Muerte. Venceremos

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Como puede verse El caudillo acepta de manera explcita la necesidad de recurrir a mtodos ilegales para enfrentar la subversin. El accionar de la Triple A, as como el accionar de las Fuerzas Armadas, se ve claramente apoyado por la revista. A esta misma conclusin llega el Juez Eduardo Freiler, en su fallo sobre los crmenes cometidos por la organizacin Triple A: a travs de la revista El Caudillo, sucesora del Puntal se habra realizado, de forma permanente, una campaa de promocin, apoyo y apologa de la Alianza Anticomunista Argentina. 15 En unos de sus ltimos nmeros del 30 de octubre de 1975 la revista se hace eco de las teoras del complot y sostiene que se est asistiendo a la ltima etapa de un proceso conspirativo. Entre los integrantes de esta conspiracin figuran los partidcratas liberales, los progresistas de la izquierda parlamentaria, los guerrilleros de la guerra revolucionaria, la derecha financiera y usurera y los sectores que alguna vez formaron parte del peronismo. Todos ellos coinciden en el ataque despiadado a la figura e investidura de Isabel Martnez de Pern. Aparecen luego las fotos de Gelbard y Timerman precedidas del siguiente epgrafe: "La triloga de la conjura sinrquica que asola a nuestro pas: Gelbard es quien paga a los alcahuetes de turno; Timerman es quien difunde el macaneo de su diario para exquisitos y el enano Perette en la cmara propicia cuanto fenmeno sea posible descubrir para hacer despelote. El artculo termina sealando que cuando llegue la hora de la verdad Timerman se ir a hacer sionismo a Israel. En resumidas cuentas, es posible sostener que los mismos enemigos de la revista El Caudillo, lo son tambin de la Triple A y de la dictadura militar. Esto se debe al carcter contrarrevolucionario de estos sectores, para los cuales la izquierda en general, ms all de su adhesin al peronismo, es la responsable de la subversin que asola al pas. Tambin los partidos de centro y liberales (como por ejemplo el radicalismo) son cuestionados ya que su pasividad los hace cmplices. El Caudillo se encargar de sealar que los liberales estn de ms y que ahora hay que elegir entre ser nacional o antinacional. No hay lugar para los ni..
15

Delitos de lesa humanidad. Crmenes cometidos por la organizacin Triple A. Imprescriptibilidad. Cmara Nacional Criminal y Correccional Federal, sala 1. 14 de marzo de 2008.
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Conclusin Para finalizar, es posible sostener la pertinencia de ubicar a la revista El Caudillo de la Tercera Posicin como una publicacin de extrema derecha, expresin orgnica de los sectores ortodoxos y contrarrevolucionarios del peronismo. Hay un claro rechazo a las visiones internacionalistas y clasistas de la izquierda al mismo tiempo que una defensa de la revolucin, entendida sta dentro del marco de la conciliacin de clases del peronismo. La revista tiene un carcter marcadamente propagandstico careciendo de anlisis tericos. Las visiones conspirativas aparecen reiteradamente a travs del trmino sinrquico, conjura liberalmarxista y similares. La denominacin de nacionalismo populista de derecha propuesta por Lvovich resulta tambin adecuada para describir la ideologa de El Caudillo. Como he intentado demostrar, su prdica estuvo marcada por continuas referencias al peronismo nacional y a la defensa de la presidenta Mara Isabel Martnez de Pern. Partidarios de la justicia social, de una revolucin en orden y defensores de la verticalidad del movimiento, los miembros de la revista encontraron apoyo por parte de los dirigentes polticos y organizaciones de la derecha nacional. Tambin dirigentes sindicales y miembros de las fuerzas de seguridad aparecieron como aliados y compaeros. Entre los enemigos figuraba la izquierda, tanto la vinculada a la lucha armada coma la que no lo estaba y especialmente los sectores vinculados a la Tendencia revolucionaria del peronismo. El resto de los partidos polticos eran interpelados por su pasividad y su reticencia a definirse en medio de la disyuntiva de ser nacional o antinacional. En reiteradas ocasiones la revista apareci justificando el accionar represivo de la polica y de las Fuerzas Armadas, al mismo tiempo que adverta la existencia de una guerra santa donde el mejor enemigo era el enemigo muerto. En sus pginas eran constantes las amenazas y advertencias a figuras pblicas que luego
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pasaban a integrar las listas de muertos y amenazados por la Triple A. Varios de los integrantes de la revista, como ya se ha sealado, provenan de organizaciones de extrema derecha. Hay tambin bastantes indicios para pensar que la vinculacin entre la Triple A y los redactores de El Caudillo fuera bastante directa, al punto tal de ser, en gran parte, los mismos integrantes 16 . Por ahora, basndonos exclusivamente en el anlisis discursivo de la publicacin, es posible concluir que la revista El Caudillo, como expresin del nacionalismo populista de derecha, se mostr claramente partidario de la instauracin de un rgimen anticomunista y revolucionario, a la vez que autoritario y justo. Sus expresiones y alianzas la ubican claramente como expresin ideolgica y rgano de propaganda de la coalicin contrarevolucionaria.

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Para mayores precisiones sobre este vnculo vanse los artculos de Verbitsky, H.: Investigacin inconclusa de Rodolfo J. Walsh. Diario El Periodista, N 80, 1986 y Hauser, I.: Armas, la secretaria de Lpez Rega y una redaccin. Diario Pgina /12, Domingo 7 de enero de 2007. Tambin los testimonios de Horacio Paino y Rodolfo Peregrino Fernndez en la causa AAA en el Juzgado Federal N5.
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Nmeros consultados del semanario El Caudillo de la Tercera Posicin: Ao II. N25. 3 de mayo de 1974 Ao II. N30. 7 de junio de 1974 Ao II. N35. 19 de julio de 1974 Ao II. N42. 6 de setiembre de 1974 Ao II. N50. 8 de noviembre de 1974 Ao II. N52. 26 de noviembre de 1974 Ao III. N65. 5 de marzo de 1975 Ao III. N66. 12 de marzo de 1975 Ao III. N67. 19 de marzo de 1975 Ao III. N68. 15 de octubre de 1975 Ao III. N70. 30 de octubre de 1975 Ao III. N71. 6 de noviembre de 1975

Bibliografa consultada -AAVV. (1998.). Orgenes y desarrollo de la guerra civil en Argentina (1966-1976). EUDEBA. Bs. As. - Bonavena, P. A. La ofensiva de Pern y la ortodoxia sindical contra los gobernadores de la Tendencia: Notas sobre los casos de San Luis y Catamarca. XI Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia. Septiembre de 2007. Tucumn. -Bufano, S. (2005) Pern y la Triple A en Lucha Armada en la Argentina, Ao 1, N 3, Junio/Julio/Agosto. -Dolkart, R. (2001) (comp). La derecha en argentina: nacionalista, neoliberales, militares y clericales. Buenos Aires, Ediciones B Argentina S.A. -Gonzlez Jansen, I. (1987) La Triple A. Buenos Aires. Editorial Contrapunto.

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-Ladeuix, L. I. El General frente a la Sinarqua. El discurso de Carlos Disandro en la formacin de la Concentracin Nacionalista Universitaria y su impacto en el peronismo. XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Septiembre de 2007. Tucumn. -------------------------La mazorca de Pern: prcticas ideolgicas de la derecha peronista. Una aproximacin a partir de un estudio de caso. Mar del Plata 19701976. X Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Septiembre de 2005. Rosario. -Larraquy, M. (2007) Lpez Rega, el peronismo y la Triple A, 2 edicin, Buenos Aires. Punto de Lectura. - Lvovich, D. (2006). El nacionalismo de derecha. Desde sus orgenes a Tacuara. Buenos Aires, Capital intelectual. - Marn, J. C. (2003). Los hechos armados. Buenos Aires. Ed. La Rosa blindada. - Marongiu, F. La ultraderecha en el gobierno justicialista de 1973-1976: Triple A, Juventud peronista de la Repblica Argentina y Concentracin Nacional Universitaria de. XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Septiembre de 2007. Tucumn. -Paino, H. (1984). Historia de la Triple A. Montevideo, Editorial Platense S.A. -Robles, A. (2007). La Triple A y la poltica represiva del gobierno peronista (19731976), en Werner, R. y Aguirre, F. (comp.) En Insurgencia obrera en la Argentina 1969- 1976. Buenos Aires. Ediciones Instituto del Pensamiento Socialista. -Verbitsky, H. (1985) Ezeiza. Buenos Aires. Editorial Contrapunto. -Yofre, J. (2006). Nadie fue. Buenos Aires. Editorial Sudamericana.

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Casola, Natalia - Soldados de la patria no apunten contra el pueblo! Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Soldados de la patria no apunten contra el pueblo!


El Partido Comunista Argentino en vsperas del golpe militar (1975).
Natalia Casola
*

Resumen Desde comienzos de 1975 y hasta fines de 1982, el Partido Comunista Argentino (PCA) fue impulsor de la poltica de convergencia cvico militar o gobierno de amplia coalicin democrtica. Una de las preguntas an no resueltas por la investigacin refiere, precisamente, a las causas que lo llevaron a confiar en un sector de las Fuerzas Armadas y a adaptarse a una de las dictaduras ms cruentas de la historia Argentina. El presente artculo no pretende resolver en forma acabada este interrogante, sino aportar en la comprensin del origen de esa poltica tal como fue presentada en 1975, teniendo en cuenta tanto las bases terico programticas que le daban sustento, como los elementos presentes en la coyuntura previa al golpe. Palabras clave Partido Comunista Argentino, Frente Democrtico Nacional, Convergencia cvico militar, Fuerzas Armadas, peronismo.

Mother land soldiers don't aim against your people!


The Argentine Communist party on the eve of the military coup (1975).
Summary From early 1975 until late 1982, the Argentine Communist Party (PCA) forwarded the slogan "civic-military government" or "broad democratic coalition government. One of this research-work's questions refers precisely to the causes that led the Communist Party to rely upon one sector of the armed forces and adapt to one of the bloodiest dictatorships of Argentina's history. The present article while it does not attempt to present a resolute answer to this question, it aims to pay a contribution to the comprehension of the origin of the slogan as it was presented in 1975, considering both its theoretically programmatical grounds which supplied its sustenance, as well as the junxture-situation elements prior to the coup. Key Words Argentine Communist Party, National Democratic Front, Convergence civic military, Armed Forces, Peronism.

Facultad de Filosofa y Letras (UBA) Becaria Conicet

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Casola, Natalia - Soldados de la patria no apunten contra el pueblo! Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Introduccin

Desde comienzos de 1975 y hasta fines de 1982 el Partido Comunista Argentino (PC) fue impulsor de la poltica de convergencia cvico militar o gobierno de amplia coalicin democrtica, como el medio ms idneo para desbaratar las pretensiones de poder promovidas -en su visin- por los sectores de las Fuerzas Armadas de tendencia pinochetista y gorila, en contraste con los objetivos de los sectores democrticos o legalistas con los que se esperaba poder acordar algn tipo de salida intermedia al gobierno de Isabel Pern hasta la finalizacin de su mandato. Esta propuesta continu siendo sostenida durante la dictadura militar. El argumento consista en aprovechar las divisiones al interior de las Fuerzas Armadas favoreciendo a aquellos sectores que expresaran voluntad de normalizar la vida poltica e incorporar a los partidos polticos en alguna instancia de cogobierno; en su opinin, Videla encarnaba la cabeza de aquella fraccin. Con todo, debe distinguirse entre dos etapas: la de su elaboracin a comienzos de 1975 hasta el golpe en marzo de 1976; y la de su mantenimiento a lo largo de la dictadura hasta fines de 1982. En la primera etapa, el llamado a la formacin de una coalicin era pensado como una alternativa defensiva, tanto al gobierno de Isabel como a los sectores que proponan el golpe de Estado. En cambio, desde 1976 el mantenimiento de esta poltica, expresada como apoyo a la fraccin politicista, resulta ms difcil de interpretar, si se tiene en cuenta que la unificacin institucional de las Fuerzas Armadas detrs del objetivo de exterminio a la subversin, eliminaba cualquier duda a propsito de la existencia de sectores democrticos o moderados en el gobierno.

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El presente artculo se detiene en el anlisis de la primera etapa con el propsito de encontrar los elementos presentes en la estrategia poltica, sin los cuales, resulta imposible comprender la predisposicin a la creacin de expectativas sobre las tendencias en disputa en las Fuerzas Armadas y a convertir en lnea poltica, los datos proporcionados por la inteligencia del partido. Para ello se desarrollan tres elementos: por un lado, los antecedentes histricos y polticos de la poltica de convergencia cvico militar cuya base se encontraba en la concepcin del Frente Democrtico Nacional. Por otro, sern examinadas las lecturas realizadas en la coyuntura previa al golpe militar de 1976 con el propsito de contribuir al esclarecimiento sobre el origen de la decisin de apoyar a la fraccin Videlista; en este punto se incorpora el anlisis que el PC Chileno hace sobre las causas de la derrota de la Unidad Popular en 1973 y su influencia sobre los comunistas argentinos. Finalmente, se da cuenta de las principales actividades realizadas durante 1975 destacando los distintos niveles de relacin entre el partido y las Fuerzas Armadas, pero tambin la cohesin interna con que fueron llevadas adelante por la militancia lo cual permite demostrar que la convergencia con los uniformados no era una concepcin ajena a ella, esclareciendo, inclusive, las races de la aceptacin de la lnea bajo la dictadura militar.

La convergencia cvico militar como construccin histrica El origen histrico de la concepcin que el PC tena sobre las Fuerzas Armadas se encuentra en la propia experiencia de la Revolucin Rusa, resaltando el papel de las mismas en el derrocamiento del rgimen zarista y en el triunfo de los bolcheviques. Desde entonces, primaba la

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idea de intervenir entre los suboficiales con el objetivo de desarrollar planteos clasistas que, llegado el momento de la insurreccin, sirviesen para volcar a estos sectores a favor del pueblo. Sin embargo, la asuncin de la estrategia de Frente Democrtico Nacional antioligrquico, antiimperialista, de todas las fuerzas progresistas y patriticas 1 modifica el modo en que es abordado el trabajo con las Fuerzas Armadas. Esta definicin, asumida desde 1935 con la incorporacin de los postulados de Dimitrov en cuanto al Frente Popular Antifascista y la concepcin "etapista" de la revolucin social, es decir, la idea segn la cual en los pases oprimidos era posible separar la etapa de la revolucin democrtica de la revolucin socialista, es la base para comprender los sucesivos posicionamientos polticos desde entonces. El PC sostena que en los pases atrasados o semifeudales, la tarea de los comunistas consista en impulsar la etapa de la revolucin democrtica: desarrollar el capitalismo, introducir la reforma agraria, fortalecer la burguesa nacional y, por lo tanto, el crecimiento del proletariado. De este modo, el Partido Comunista en los pases atrasados se converta en defensor del desarrollo capitalista. La concepcin de revolucin democrtica convertida en objetivo estratgico ser complementada con la poltica de frente popular antifascista alianza con sectores de la burguesa progresista, que por esta va es transformada en el sujeto directivo de la revolucin junto a una clase obrera, escasamente desarrollada y a la espera de su turno en la historia. Derivacin de esta concepcin acerca de la revolucin, es la idea de que las Fuerzas Armadas podan desempear un rol progresista si eran
Codovilla, V (1964) Una trayectoria consecuente, Tomo IV. Buenos Aires: Editorial Anteo, p. 91
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incorporadas a la alianza o coalicin de fuerzas democrticas, sustituyendo incluso a la burguesa nacional cuando esta se mostrase incapaz de desarrollar las tareas de la revolucin democrtica. Ya en el X Congreso partidario en 1941, Vitorio Codovilla llamaba a la unidad con los militares patriotas y a reforzar la defensa nacional con la construccin de una industria bsica e independiente. 2 En consecuencia, el viraje doctrinario producido en 1935 modifica substancialmente la manera en que son abordadas las Fuerzas Armadas: si originariamente se privilegiaba el desarrollo partidario entre la suboficialidad, apelando a la identificacin de este sector con la clase trabajadora, desde entonces sin abandonar completamente el trabajo entre los sectores inferiores de la jerarqua- se priorizar la labor con los oficiales de acuerdo con una visin que enfatizaba en la necesidad de producir cambios en la orientacin institucional de las mismas, contrarrestando su transformacin en partido de la oligarqua. Para lograrlo, se convocaba a que los oficiales democrticos se sumasen a un proyecto poltico de unidad nacional, democrtico y antiimperialista. De este modo, el PC no se propona, a partir de una matriz clasista, enfrentar a los militares con los objetivos de su institucin, (administrar la violencia del Estado capitalista), sino insuflar la idea de que la verdadera defensa de la patria exiga la unidad nacional en funcin del combate contra el imperialismo, la oligarqua y el fascismo que impedan el desarrollo del pas. El programa de los oficiales comunistas deba ser entonces la democracia y el progreso, y si haba un lugar clave donde derrotar las tendencias fascistas, ese era las propias Fuerzas Armadas. En el relato nacional del PC, las Fuerzas Armadas se haban debatido, desde

Fava, A. (1982), Qu es el Partido comunista? Buenos Aires: Sudamericana, pp. 41 y 42

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siempre, entre estos dos grandes emplazamientos, democraciaprogreso vs. Fascismo-atraso. Por esta va, se subordinaba la realidad a un enfoque poltico en el que los mltiples alineamientos y enfrentamientos al interior de las Fuerzas Armadas, ya sea por razones ideolgicas, de jerarquas o de arma, eran reducidos a uno de estos dos agrupamientos, en donde el sector progresista cobraba siempre envergadura como resultado de la orientacin -entre bambalinas- de la labor proselitista, especialmente sobre el sector fluctuante, vacilante, pero determinante en las horas definitivas. De ah que en los numerosos conflictos fraccionales que atravesaban a las Fuerzas Armadas el PC sistemticamente elega entre un bando u otro determinando cul era el enemigo principal. En consecuencia, primaba una visin que poda desplazarse con facilidad hacia posiciones que llamaremos posibilistas, cuyas consecuencias se pondrn en evidencia hacia 1975 y ms especialmente desde 1976- con la convocatoria a un gobierno de coalicin cvico militar que, a partir de aceptar la intervencin militar como un hecho ineludible, se propona correr a las tendencias duras. Ya durante la crisis entre azules y colorados en 1962 y 1963 el PC se posicionaba en favor de los primeros a pesar del explcito anticomunismo de ambas facciones. Durante ese ao Codovilla distingue entre tres grupos: los colorados o gorilas antidemocrticos; los azules, partidarios de una democracia controlada y los nasseristas con una visin popular con quienes era posible establecer un trabajo comn. El objetivo entonces era el de desplazar a los sectores gorilas (el enemigo principal) y trabajar por el desarrollo de la corriente democrtica alindose con los segundos y los terceros. En funcin de

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este objetivo, en 1962 crean la Unin de Oficiales Democrticos Argentinos Lautaro. Aunque todos nuestros entrevistados incluyendo, entre otros, al actual Secretario General del partido Patricio Echegaray, han corroborado la existencia de dicha corriente, no es posible tener certeza sobre el grado de penetracin que consigui entre la oficialidad, la naturaleza secreta de su actividad no facilita el acceso al conocimiento de su funcionamiento y estructura. Sin embargo, su existencia misma da cuenta de la relevancia que el PC otorgaba al trabajo con los militares. En relacin al sector nasserista impulsaban una alianza con MODEPANA (Movimiento de Defensa del Patrimonio Nacional), una organizacin constituida hacia 1964 por polticos radicales, socialistas y ms tarde por sindicalistas de la CGT de los Argentinos, a travs del general Carlos Jorge Rosas, notable rival de Juan Carlos Ongana y segn Isidoro Gilbert, incorporado

orgnicamente al Partido Comunista 3 desde aquellos aos. De igual modo cultivaron relaciones con el general de Divisin Juan E. Guglialmelli, Director de la revista Estrategia (fundada en 1969) de ideas desarrollistas. En los materiales tericos del partido sola incluirse sus aportes. Pero el aliado tctico result tener mucho en comn con el enemigo principal. Tal fue la desilusin de los comunistas en ocasin del golpe de 1966 hegemonizado por el sector azul. Sin embargo, la definicin de la poltica de alianzas continu siendo marcada por la determinacin de un enemigo principal y de la visin posibilista producindose una interesante paradoja: mientras el PC bregaba por la democratizacin de las Fuerzas Armadas en el marco de un programa de defensa del orden constitucional, favoreca y
3

Vase Gilbert, I, (1993), El oro de Mosc. Buenos Aires: Sudamericana.

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fomentaba su politizacin e intervencin poltica, colaborando a la postre, en la elevacin de los niveles de autonoma militar alentando y legitimando la proyeccin de los uniformados en la poltica 4 . Pero si la posicin profesionalista 5 no era dominante en la concepcin del partido Acaso los militares en todos los casos deban subordinarse al poder civil? El aliento a la participacin militar en la vida poltica as fuese en un frente antiimperialista no abra la posibilidad para que, llegado el caso, el PC apoyase un golpe militar si este era dado por militares progresistas? El apoyo a la experiencia peruana de Velazco Alvarado en 1968 y a los militares portugueses que protagonizaron la llamada Revolucin de los claveles en 1974, parecera sugerir una respuesta afirmativa. En esa direccin, el XX Congreso del PCUS 6 de 1956 desarrollaba la idea sobre la variedad de formas de paso al socialismo segn las particularidades de cada pas. Si bien se haca hincapi en la va pacfica y parlamentaria al socialismo sin insurreccin armada ni guerra civil, la habilitacin de mltiples formas de transito al socialismo no poda descartar el potencial apoyo a un golpe militar de caractersticas populares. En el caso portugus, sin embargo, el PCP decide apoyar la accin militar del MFA (Movimento das Foras Armadas) e incorporarse al Primer Gobierno Provisorio en apego a la va pacfica, proponindose, mediante una amplia poltica de alianzas evitar el camino de la guerra civil.

Para profundizar sobre el concepto de autonomizacin vase, Lpez, E. (1994) Ni la ceniza ni la gloria, Actores, sistema poltico y cuestin militar en los aos de Alfonsn. Buenos Aires: UNQUI. 5 Para profundizar sobre el concepto de profesionalismo vase, Hutington, S (1957) The Soldier and the State: the theory and politics of civil-military relations, Cambridge, Mass. 6 Partido Comunista de la Unin Sovitica

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La coyuntura de 1975 1975 no fue un ao ms. Desde el punto de vista del presente artculo, interesa detenernos en l en la medida que marca el momento de emergencia de la controvertida poltica de coalicin cvico militar por parte del PC. Pero situados en un nivel ms general, 1975 (en la medida que no veamos en l una simple antesala de la dictadura) interesa porque permite descubrir la trama de relaciones civiles y militares que durante los tres aos de gobierno peronista, se involucraron en la creacin de un entramado complejo de prcticas legales e ilegales en las cuales la nocin misma de legalidad pierde sentido comprensivo e histrico (aunque no analtico) 7 ; legado que ser recogido y desarrollado por el gobierno militar a partir del 24 de marzo de 1976. Si bien el PC no formaba parte de los sectores civiles favorables al avance del entramado represivo, sin lugar a dudas y a partir de una versin propia, se articul (abrindole paso) con la circulacin de un discurso represivo que estaba instalado en amplios sectores polticos y sociales. En primer lugar, caracterizando que los partidos polticos tradicionales, sectores de las iglesias, los sindicatos y especialmente la fraccin profesionalista de las Fuerzas Armadas conformaban un bloque democrtico y constitucionalista. De esta manera colaboraba en la invisibilizacin del entramado cvico militar que acompaa la creacin de consenso alrededor de soluciones de fuerza frente al caos y la violencia; en segundo lugar, legitimando la represin sobre las organizaciones armadas a partir de una delimitacin que las colocaba fuera de la ley y por lo tanto pasibles de ser sancionadas. En contraposicin el PC pretenda presentarse a s misma como el modelo de la buena izquierda, responsable ante las instituciones aun cuando aquellas haban desdibujado su marco de accin.

Franco, M. (2009) La seguridad nacional como poltica estatal en la Argentina de los aos setenta en Antteses, vol. 2, n 4, jul.-dic. p- 858 disponible en lnea: http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses

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El PC y la interna militar: de Carcagno a Videla A principios de 1975 el PC comienza a caracterizar que en la

Argentina empezaban a existir condiciones que indicaban el derrumbe poltico del gobierno y la posibilidad de su reemplazo por un golpe de Estado de tipo pinochetista. Pese a la agudizacin de los conflictos obreros, no estimaba que fuera posible una salida revolucionaria a la crisis, o ms aun, que la crisis fuera el reflejo del agravamiento de los enfrentamientos de clase. Por el contrario, sostenan que la solucin golpista solo poda frenarse mediante un frente multisectorial formado por partidos polticos, sectores de la Iglesia y de las Fuerzas Armadas con el objetivo de normalizar la vida poltica y evitar la cada del gobierno a manos de los militares pinochetistas y gorilas que venan operando en su interior. En este punto, es preciso realizar una aclaracin: hacia 1975 gran parte del arco poltico aspiraba a resolver la crisis poltica a partir de la concrecin de alguna variante de cogobierno civil y militar que permitiera avanzar hacia un proceso de legalizacin de la represin interna sin que implicara una ruptura del orden constitucional. En este sentido, importa distinguir entre estas propuestas y la de convergencia cvico militar del PC tanto por lo que tienen en comn como por lo tienen de diferente. Si para la mayor parte del arco poltico (especialmente el radicalismo pero tambin el peronismo) la violencia de la izquierda justificaba la violencia de la derecha (que en la medida que deba ser monopolizada por el Estado abra el resquicio necesario para el planteo de cogobierno con los militares), para los comunistas, no se trataba de institucionalizar la represin (en todo caso llevarla al mnimo desplazando las tendencias ms duras), sino de evitar un golpe de Estado comprometiendo a la mayor cantidad de fuerzas polticas y

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sociales posibles en una alianza en pos de la defensa del orden constitucional. En su visin, la violencia de la ultraizquierda era tan repudiable como la de la derecha:
Mientras hay quienes adoptan poses de aparente neutralidad o se conforman con gritos destemplados sobre la violencia, o se limitan a atacar a la ultraizquierda silenciando en un acto de complicidad a la ultraderecha fascista, nuestro partido ha venido cumpliendo consecuentemente su labor esclarecedora. Terica y polticamente hemos combatido el terrorismo, cualquiera sea su signo 8

De cualquier modo, el acento en la necesidad de regular el conflicto social mediante la bsqueda de consensos y la condena abierta hacia la actividad de la ultraizquierda, a la postre fue convergiendo con los sectores civiles que solicitaban una represin decisiva sobre estos sectores, facilitando el camino de la cohesin militar. Esta delimitacin respecto de la llamada ultraizquierda se acentuar en el periodo de la dictadura, durante el cual el PC apostar a la preservacin del partido manteniendo distancia respecto de cualquier argumento que pudiera confundirlos con la guerrilla. Pero, tal era la importancia dedicada a la contienda poltica entre los militares, sin los cuales los comunistas no conceban un frente victorioso, que el semanario Nuestra Palabra, contaba con una columna especial dedicada al anlisis de sus movimientos. La lectura de estas secciones y su evolucin a partir de 1973 permite, entonces, comprender los fundamentos del apoyo a la fraccin videlista. La asuncin de Jorge R. Carcagno como Comandante en Jefe del Ejrcito durante el breve gobierno de Hctor Cmpora en el otoo de 1973, haba sido festejada por el PC como el mayor avance en aos de la influencia democrtica, y como la oportunidad cierta de dar un vuelco
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Nuestra Palabra, 2da poca, Ao II, N 83, Buenos Aires, 19 de febrero de 1975.

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extraordinario en la orientacin institucional seguida por las Fuerzas Armadas. En el mes de octubre, en ocasin de la X Conferencia de Ejrcitos Americanos, Carcagno haba ofrecido un discurso en el que impugnaba la Doctrina de la Seguridad Nacional impulsada por el Pentgono y denunciaba a las transnacionales y el endeudamiento externo. Pero su radicalizacin poltica comenzaba a desentonar con la orientacin ideolgica impulsada por el gobierno del General Pern que en diciembre de 1973 decidi destituirlo. Este desplazamiento, sin embargo, no alcanzaba a ensombrecer las ilusiones creadas sobre la nueva etapa. La asuncin del Teniente General Leandro Enrique Anaya sera leda por el PC como una continuacin aunque ms moderadade la poltica de su predecesor. Sin embargo, el cuadro poltico se enrareca aceleradamente: la desatada lucha al interior del peronismo y el ascendente proceso de radicalizacin obrera, ponan en evidencia que la capacidad de Pern para contenerlo era cada vez ms limitada, exigiendo un cambio de orientacin. A fines de 1973, Pern haba concretado junto a la totalidad de los gobernadores provinciales la creacin del Consejo de Seguridad Nacional que avanzaba en la centralizacin de la accin policial y de las fuerzas de seguridad nacional y provinciales. Su muerte en julio de 1974 y el proceso de conflictividad poltica abierto comienzan a colocar una vez ms en el centro del debate la salida del gobierno y la posibilidad de golpe de estado. El avance represivo reconoce un nuevo salto a partir del Decreto N 261 del 5 de febrero de 1975 que permita la intervencin directa de las Fuerzas Armadas en la provincia de Tucumn. Con el Operativo Independencia se establecan los primeros centros clandestinos de detencin.

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Sin embargo, el PC no adverta que la contienda militar reconoca como lmite la unificacin en pos de la eliminacin del enemigo subversivo, reactualizndose la vieja disputa que comenzaba a saldarse a favor del sector colorado fervientemente anticomunista y antiperonista, que reapareca bajo el mote del profesionalismo prescindente. Los comunistas, en cambio, teman por el avance de los militares integrados los cuales parecan minar el funcionamiento de las instituciones democrticas desde adentro del gobierno. Militares como Numa Laplane sucesor de Anaya desde mayo de 1975, eran denunciados por su aval al gobierno y a travs de este, del accionar terrorista de las bandas paramilitares. Por el contrario, la posicin pblica que desde entonces asumirn Videla y Viola, como militares legalistas, los converta en potenciales aliados. La propuesta de coalicin cvico militar, reflejaba entonces el deseo de conformar una alianza defensiva que los desplazaba al terreno del posibilismo y a tomar partido por la que consideraban la opcin ms moderada. La caracterizacin del lopezrreguismo y sus aliados militares, y en el otro extremo de los sectores duros dispuestos a dar el golpe, como los enemigos principales por un lado, y por otro, la confianza en la decisin del sector videlista de subordinarse al poder civil, era lo que posibilitaba que desde las pginas de Nuestra Palabra pueda decirse que:
Desde hace algunos aos el pueblo y las fuerzas armadas han sabido encontrar diversidad de formas y grados de coincidencia. Tal vez la ms relevante por su forma y contenido haya sido la lucha contra la expresin fascistizante del lopezreguismo en lo que se diera llamar tcito acuerdo cvico-militar-con las masas en la calle y el asentimiento militar a las luchas populares. A este proceso de reencuentro se suma la democratizacin y toma de conciencia que se sigue operando entre el personal militar.

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Ante este estado de nimo de las fuerzas armadas () los sectores gorilas tratan de reagrupar sus fuerzas y reubicar sus objetivos, contando con el sostn de la CIA. Su tctica consiste en desdibujar al enemigo poniendo en primer plano la lucha contra la subversin () con el propsito de () poner distancia al proceso de reencuentro pueblo-fuerzas armadas. 9

Sin embargo, lejos estaba la realidad de aquella imagen construida por el partido. Como dicen los analistas y bigrafos de Videla, Mara Seoane y Vicente Muleiro,
El militarismo supuestamente despolitizado, el

profesionalismo asctico de Videla, con una foja de servicios intachable, consista en la negacin del sistema de poltico y de la sociedad civil como instancia superior o, siquiera, como interlocutora central del poder militar. Videla

despreciaba a los profesionalistas integrados que lo haban precedido en la jefatura del Ejrcito, porque esa postura reconoca la subordinacin del poder militar al poder civil, aunque el poder militar tuviera la facultad de rbitro Su no a la poltica no era un no al poder poltico del Ejrcito: era un no al sistema de partidos polticos que democratiza la poltica a travs del voto. 10

Durante el crtico mes de agosto, acorralado, Numa Laplane propuso la bordaberrizacin, es decir una variante de gobierno cvico militar en la que la Presidente deba gobernar bajo la supervisin de las Fuerzas Armadas. El sector encabezado por Videla y Viola se opuso, consiguiendo entonces, el desplazamiento de Laplane y dejando el camino allanado para la asuncin de Videla.

Nuestra Palabra. Segunda poca, ao II, n 114, 24 de septiembre de 1975, p. 7 en Cernadas, J. y Tarcus, H. (2007) Las izquierdas argentinas y el golpe del 24 de marzo de 1976. Una seleccin documental, Polticas de la Memoria, verano, N 6/7, p. 33 10 Seoane, M; Muleiro, V. (2001), El dictador. La historia secreta y pblica de Jorge Rafael Videla. Buenos Aires: debolsillo, p. 33

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Durante aquellas jornadas Viola se transformaba en la pieza clave en las relaciones sostenidas con la civilidad reuniendo los consensos necesarios entre las distintas fuerzas polticas, especialmente en el peronismo para que terciaran a favor de Videla y contra Laplane. En el transcurso de la licencia presidencial, siendo talo Luder Presidente provisional firma el decreto 2772 que extenda el Operativo Independencia al resto del pas. Desde ese momento el golpe estaba decidido, solo deban esperar el momento indicado. El instante preciso dependa de la certeza de que la interrupcin del orden constitucional no presentara resistencias decisivas. La medicin de fuerzas sobrevendra en diciembre de 1975, cuando comandados por el brigadier Jess Orlando Capellini, con base de operaciones en la VII Brigada Area en Morn, se rebelaba un grupo de oficiales aeronuticos bajo la exigencia de que el gobierno dimita y que el Comandante en Jefe del Ejrcito, general Videla, se hiciera cargo del ejecutivo. La respuesta de la poblacin fue pobre dejando en claro a los militares cual sera el escenario llegado el verdadero momento. En esas jornadas Videla difundi un radiograma en donde expresaba: El suscripto no comparte la solucin propuesta. No obstante, se reclamar a las instituciones responsables y en nombre de los supremos intereses de la Repblica, que acten rpidamente en funcin de las soluciones profundas y patriticas que la situacin exige. 11

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Clarn 20/12/75 en Guerrero, A, (2009) El peronismo armado. Buenos Aires: Norma p. 542

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Este rechazo de Videla a la sublevacin de Capellini, fue entonces interpretada por el PC (aunque no solo por l) invariablemente como la comprobacin de que con el sector encabezado por aquel, era posible establecer algn tipo de negociacin. Hasta el 24 de marzo de 1976, los comunistas siguieron apostando a la conformacin de un gobierno de coalicin que resolviera

institucionalmente la crisis poltica, aislando a los sectores extremistas tanto de la derecha como de la izquierda. Nada de ello sucedi.

La lucha por la convergencia cvico militar como alternativa al golpe Los aos sesenta y setenta fueron intensos desde el punto de vista del esfuerzo partidario para desarrollarse entre las Fuerzas Armadas. No solo haban conseguido desde 1962 montar una corriente propia, la Unin de Oficiales Democrticos Argentinos, Lautaro, conformada por militares de carrera, sino que el conjunto del partido de un modo u otro se vio envuelto en esta tarea. Boletines, libros y biografas como las del periodista e historiador Plcido Grela que destacaban personalidades del mundo de la oficialidad, eran publicadas y dirigidas a la propaganda entre los militares, especialmente entre los oficiales. Estas publicaciones, perseguan por finalidad demostrar la existencia de una tradicin progresista al interior de las Fuerzas Armadas cuyo origen se remontaba a las revoluciones de independencia y al ideario del General San Martn.

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Por otro lado, algunos entrevistados recuerdan que los llamados Frentes de Masas de cada regional partidaria asignaba a ciertos cuadros la tarea de realizar un seguimiento poltico de determinados oficiales a quienes se deba visitar con regularidad. Los propios conscriptos eran valiosas piezas en la intromisin en el mundo militar, tanto por la labor de propaganda poltica que pudieran realizar entre sus pares, como por la informacin que podan obtener desde adentro. Toda esta maquinaria partidaria al servicio de influir en las Fuerzas Armadas, va a incrementar su actividad conforme la crisis poltica abierta con la muerte de Pern se intensifique. Los llamados a la

unidad de las fuerzas civiles y militares constituyeron la piedra angular de los planteos del PC en los diversos mbitos de participacin, Se trataba de una propuesta defensiva: como hemos dicho, las soluciones revolucionarias a la crisis eran descartadas a falta de las condiciones objetivas. En cambio, preocupaba la evolucin de la situacin interna del gobierno peronista hegemonizado por la faccin lopezrreguista y la posible derivacin en un golpe por parte de sectores militares de derecha, al estilo Pinochet. Un rasgo importante a destacar es que la poltica de convergencia cvico militar hasta el golpe militar, fue llevada adelante por el conjunto de la militancia partidaria, con un grado considerablemente alto de cohesin interna. Aun con las contradicciones que aparecen en el recuerdo de los militantes (mucho ms si se tiene en cuenta el repudio social ganado por la corporacin militar en su conjunto desde 1983) existe una notable coincidencia en afirmar que durante 1975 no existan cuestionamientos a la lnea oficial del partido.

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Esta homogeneidad poltica refuerza la idea de que el llamado a los militares a intervenir en la crisis no era de un elemento aislado de la poltica del PC sino constitutivo de su programa. Un ejemplo lo brinda el testimonio de Thelma en ese entonces estudiante de la carrera de psicologa en la Universidad de Mar del Plata
Nosotros militamos absolutamente contra el golpe, diciendo que el golpe vena. Nosotros hacamos particular hincapi en Pinochet. Haba sido en el `73 el golpe de Estado chileno y nosotros decamos que el golpe que vena era al estilo pinochetista () P: Y cmo procesaban los militantes la lnea de la convergencia cvico militar? R: A ver no s si hubo tanta discusin. De todas formas, yo la verdad es que no creo demasiado. No creo, no; en realidad no es real eso de que lo militar [Quiere insinuar de lo militar por un lado y lo poltico por otro] la prueba est en que los militares salieron porque lo ordenan los civiles. Por lo tanto a m, la verdad, lo cvico militar, no era algo que me jorobara, toda la historia me demostr que no son los militares que salen por su cuenta (). Nosotros hicimos un trabajo con los militares. Nosotros bamos a ver a los soldados, eh a la salida de los cuarteles, bamos a ver a los militares. En el verano bamos a hacer volanteadas y a charlar, a charlar con ellos: que se viene el golpe, qu papel tienen que jugar ustedes... P: Y crean que efectivamente haba un sector que poda oponerse? R: Y creo que s, creo que s. Que haba. Si me preguntas a m personalmente, me costaba mucho todo lo que tuviera uniforme, me costaba pero de todas formas yo tena que salirme de eso y tena que ver la poltica que se intentaba y la verdad yo pensaba que, o sea, nunca estuve convencida de que eso diera frutos, pero s crea que era una a ver a veces creo que tiene que ver con que para cambiar la realidad uno se tiene que meter en el barro 12

Entrevista a Thelma, realizada por Natalia Casola. Capital Federal, 20 de octubre de 2009.

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Por otro lado, y as como exista una corriente comunista de formacin regular al interior de las FFAA, conformada por suboficiales y oficiales, tambin contaban con un trabajo sistemtico sobre los conscriptos. El PC nunca haba asumido una posicin abolicionista en relacin al servicio militar obligatorio, al contrario, era defendido argumentando que Las leyes elaboradas por Richieri de servicio militar obligatorio y de organizacin del Ejrcito, representan primordialmente la

democratizacin e independencia de las Fuerzas Armadas 13 Asimismo siendo los conscriptos el sector ms joven y -por su ligazn circunstancial con las fuerzas militaresmenos formado

ideolgicamente de acuerdo a las concepciones castrenses, era visto como un sector ideal para el reclutamiento y la organizacin en base a demandas especficas. Los militantes reciban la orden de no evadir el servicio militar, por el contrario, deba ser aprovechado como una instancia de

entrenamiento. Con todo, al parecer, la contribucin ms valorada era la de la obtencin de informacin sobre los movimientos de la oficialidad en los cuarteles. A lo largo de 1975, la conscripcin se transforma en un sector importante de agitacin poltica con el propsito de crear un estado de nimo colectivo entre los soldados, favorable a la oposicin al golpe. Este sector era abordado tanto interna como externamente: por un lado, se los esperaba a la salida de los cuarteles con contingentes de militantes de la zona ms cercana, pero por otro, estas tareas eran encomendadas a los militantes que se encontraban realizado la
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Grela, P. (1973) Fuerzas Armadas y soberana nacional. Rosario: Litoral, p. 375.

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conscripcin. No obstante, al parecer, no se trataba de una tarea asignada a todos los varones en servicio. Segn Fantu, responsable del Movimiento de Juventudes Polticas por el PC de Avellaneda, y convocado en 1975 para realizar el servicio militar obligatorio
tena que ver con el grado de confianza que tena cada uno. Porque despus durante la dictadura a mi me toc hacer alguna tarea en el regimiento I y el seguimiento era tan estricto y la mano vena tan dura, que puedo deducir que eran tareas reservadas para gente con un grado de incorporacin y un grado de conciencia distinto al del militante comn. 14

Fantu relata que el procedimiento usual era retirar al militante un tiempo antes de las tareas pblicas con el propsito de alejarlo del seguimiento de los servicios, y prepararlo para realizar tareas dentro de las Fuerzas Armadas. Una vez adentro, y en la medida de las posibilidades, tendra la atencin de un compaero entrenado en tareas ilegales. Las tareas podan consistir en difundir volantes y hacer agitacin entre la tropa, pero fundamentalmente se valoraban las tareas de inteligencia. Otro nivel de vnculo entre el partido y las Fuerzas Armadas lo ofrecan las reuniones concertadas por los Frentes de masas con la oficialidad, las cuales pasaron a formar parte de la agenda de actividades obligadas que las regionales deban incluir en sus planificaciones. Rubn, entonces militante de la FJC de Ituzaing recuerda,
Yo he llevado materiales del partido a las bases, te estoy hablando antes del golpe de Estado, no? Cuando estaba en la comisin de movimientos de masas. Movimiento de masas

Entrevista a Fantu, realizada por Natalia Casola. Buenos Aires, 5 de diciembre de 2009

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[aclara] tiene que ver con las comisiones para todo tipo de movimientos, con las iglesias, con las Fuerzas Armadas, con los sindicatos, despus se dividan en distintas secciones. [Nosotros bamos] a las cuatro bases de la Fuerza Area: Palomar, Morn, Moreno y Merlo. Llevbamos materiales y pedamos una entrevista con alguna autoridad de la propia base. Le dejbamos los materiales y si nos reciba charlbamos. Antes del golpe de Estado ellos estaban muy interesados en los militares portugueses y les llamaba la atencin tambin las reformas de Velazco Alvarado en Per. En Portugal hubo hasta generales que eran comunistas les interesaba estas cosas. P: Cundo decs ellos, a quienes te refers? R: A los tipos que entrevistbamos, eran todos altos cuadros de los oficiales () 15

Como puede apreciarse, el trabajo con las fuerzas de seguridad y ms especficamente con las Fuerzas Armadas involucraba a sectores amplios del partido, incluyendo a la propia base militante que a su vez crea en la potencialidad de las posiciones: aun hoy, Rubn asevera que los oficiales se encontraban genuinamente interesados en Portugal o en Per, mientras que Thelma cree que existan militares con vocacin de resistencia. En cualquier caso, lo que nuestros testimonios corroboran es que las posiciones elaboradas por el partido eran conocidas y aceptadas por el conjunto de la militancia. Posiblemente esta aceptacin permita explicar la ausencia de disidencias visibles a partir de la dictadura.

Entrevista a Rubn realizada por Natalia Casola. Buenos Aires, 17 de diciembre de 2009.

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La experiencia de la Unidad Popular y su influencia en el PCA Un aspecto poco analizado, pero fundamental, para una explicacin sobre el origen de la adopcin de la lnea de convergencia cvico militar por parte del PC Argentino (a partir de ahora PCA), es el de la influencia ejercida por la experiencia chilena, y el balance realizado en torno a las razones que condujeron al fracaso del gobierno de la Unidad Popular en septiembre de 1973, del cual el PC Chileno (PCCH) haba formado parte fundamental (junto a otras fuerzas de menor influencia como el Partido Radical, el Partido Socialista, y sectores democristianos). En trminos generales, el PCCH sostendra que la poltica seguida haba sido esencialmente correcta y que la derrota de la Unidad Popular, circunstancial, de ningn modo pona entredicho la estrategia de va pacfica al socialismo. Se reivindicaba el empeo puesto por el partido en mantener niveles de alianzas amplias con la finalidad de contrarrestar los elementos antinacionales, rechazando en el camino, las salidas violentas que tradujeran la lucha de clases al terreno de la contienda fsica cuyos resultados eran inciertos, una aventura. En cambio, para el PCCH, el peso de la derrota caa sobre el accionar desestabilizante de la ultraizquierda que haba ayudando a desgastar al gobierno, dividiendo sus filas y entregando en los brazos enemigos a potenciales aliados. Incluso resalta (determinando la orientacin seguida por el PCCH hasta 1980) la confianza, aun despus del golpe, en el papel que podan jugar los sectores leales de las Fuerzas Armadas en la organizacin de un contragolpe. Con el tiempo, y frente a la inaccin de este sector, se ira imponiendo la idea de vaco histrico o autocrtica en relacin a la insuficiente influencia alcanzada en este sector. La reflexin no recaa, entonces, sobre la estrategia poltica, los lmites del planteo de

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la revolucin democrtica y de la herramienta de frente popular, sino sobre errores tcnicos, la escasa preparacin militar propia o la influencia limitada sobre las Fuerzas Armadas 16 . Con todo, en este marco, es comprensible que su contraparte en Argentina encontrase en Chile el ejemplo necesario de lo que podra suceder si no se lograba comprometer a las Fuerzas Armadas en dicho planteo. Si la derrota chilena poda ser explicada por el insuficiente trabajo entre las Fuerzas Armadas, la mejor manera de evitar la repeticin de la experiencia de sus compatriotas era realizando un seguimiento estrecho de las internas militares, aprovechando las fisuras en funcin de intereses propios. De igual manera, el segundo elemento de la autocrtica emprendida por el PCCH, la incapacidad para conseguir el acuerdo de la Democracia Cristiana, tambin funcionaba como una ratificacin de la estrategia poltica principal, sirviendo a los argentinos en 1975 de argumento para profundizar la propuesta de amplia coalicin democrtica como alternativa al golpe. En definitiva, como ya se ha anticipado, el principal factor que el PCCH encontraba como explicacin de la derrota era el papel divisionista jugado por los sectores de la ultraizquierda: el sectarismo del Partido Socialista renuente a aceptar en las filas de la Unidad Popular a la DC, pero fundamentalmente el papel ultrasta del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Y, esta acusacin sobre la izquierda servir de igual manera a los comunistas argentinos, quienes denunciaban denodadamente el papel provocador y funcional a la derecha jugado por la izquierda revolucionaria en general. Paradjicamente, en ambos casos, la

Vase Corvaln, L. Informe al pleno de agosto de 1977, del Comit Central del Partido Comunista de Chile pp.11 y 12.

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delimitacin respecto de la izquierda (en cuanto a mtodo, pero fundamentalmente en relacin al alcance de las tareas revolucionarias que deban llevarse adelante) conflua con los discursos que desde la derecha civil y militar clamaban por el orden y la pacificacin del pas, en el caso argentino, incluso abrindole paso. En septiembre de 1974, la direccin clandestina del PCCH publica un documento titulado La ultraizquierda, caballo de Troya del imperialismo, en el cual se acusa abiertamente al MIR de converger objetivamente con los sectores golpistas.
Nuestra experiencia nos demuestra cun caro paga el movimiento popular su debilitamiento interno cuando una parte de la pequea burguesa deriva al revolucionarismo, al espontanesmo de izquierda y en vez de acercarse a las posiciones del proletariado intentan una poltica de divisin y enfrentamiento respecto de los partidos obreros S, el terrorismo a fuerza de ser intil para el pueblo sirve a la reaccin. Nada de eso ocurre con la lucha de masas real No advierten acaso los miristas con qu cuidado la dictadura oculta las acciones de masas como paros, huelgas, actos, etc, que se desarrollan ya por docenas y con elevados niveles de combatividad en mltiples centros proletarios y de otras capas sociales? 17

Con igual tono, Nuestra Palabra, rgano del PCA, editorializaba al respecto en septiembre de 1973, extrayendo conclusiones importantes para la Argentina,
Las acciones terroristas de la derecha, y tambin las de la ultraizquierda, impidieron en Chile ampliar el frente inicial. Esta ltima en Chile como en Bolivia- contribuy con su infantilismo extremista a debilitar al gobierno de la Unidad Popular, a alejar a vastos sectores de la clase media y a los elementos vacilantes de las Fuerzas Armadas confundidos por Mario Zamorano,La ultraizquierda, caballo de Troya del imperialismo citado de: Archivo CEME La desolacin de los aos de plomo (1973-1980) http://www.archivochile.com/entrada.html
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la derecha, a dar armas de propaganda a los saboteadores y golpistas que, bajo la batuta de la CIA y de la ITT y la ayuda de la dictadura brasilea, armaron e impulsaron a los militares traidores. 18

En la misma direccin, adverta la editorial del 24 de octubre de 1973 titulada Ultrasmo y contrarrevolucin, revelando que, en el fondo, lo que los opona a la ultraizquierda no era solo los mtodos de construccin y de lucha poltica sino dos maneras de entender la revolucin.
Hay muchas cosas que unifican a todas estas tendencias (ultraizquierdistas) a pesar de su aparente diversidad: su ideologa pequeo burguesa No comprenden que la actual etapa de la revolucin en nuestro pas no es socialista, sino que es democrtica, agraria y antimperialista, la cual abrir el camino al socialismo () Combaten como a enemigos principales a la burguesa nacional y a la pequea burguesa, arrojndolas en manos del imperialismo yanqui, de los terratenientes y gorilas, como en Chile. La misma actitud perniciosa asume frente a las Fuerzas Armadas y a la masa catlica () No entienden los papeles diferentes, pero igualmente tiles, que juegan algunos militares contribuyendo de ese modo a emblocarlos con la derecha golpista y proimperialista, exactamente como ha ocurrido en Chile. 19

En consecuencia, no haba elementos en el anlisis de la frustracin de la va chilena que permitiera a los argentinos extraer conclusiones que reorientaran la actividad partidaria conforme la crisis poltica se agudizaba. Por el contrario, la derrota, afianza al PCA en su orientacin poltica, resumida en la estrategia del Frente Democrtico Nacional,

Nuestra Palabra, 2da poca, Ao 1, N 13, Buenos Aires, mircoles 19 de septiembre de 1973. 19 Nuestra Palabra, 2da poca, Ao I N 18, Buenos Aires, mircoles 24 de octubre de 1973.

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favoreciendo la emergencia de la poltica de convergencia cvico militar a comienzos de 1975. Para los comunistas argentinos, las lecciones a extraer de Chile era claras: haba que evitar repetir la experiencia del pas hermano bregando por la conformacin de un bloque amplio y democrtico que incorporara a las Fuerzas Armadas y neutralizara la accin tanto de la derecha -no casualmente denominada pinochetista- como de la ultraizquierda, instrumento inconsciente de la reaccin. No obstante, resulta interesante realizar una observacin adicional en el sentido de mostrar que las conclusiones sobre el caso chileno al tiempo que facilitaban la emergencia de la lnea de convergencia cvico militar, bloqueaba la posibilidad de un anlisis precavido respecto de los sectores constitucionalistas o profesionalistas de las Fuerzas Armadas. Dicho de otro modo, llama la atencin que la revelacin de Pinochet como general golpista durante la jornada del propio golpe septembrino no haya alertado a los comunistas argentinos sobre los propsitos ocultos de los militares profesionalistas, supuestamente respetuosos de las instituciones democrticas como lo eran Videla o Viola en 1975. Posiblemente, el mote de traidor a la patria haya colaborado en canalizar la explicacin del viraje de Pinochet en trminos individuales y no como el resultado de una institucin que giraba de conjunto y se homogeneizaba detrs de las banderas del anticomunismo. La limitacin al caso, o bien la negacin a realizar una autocrtica que los condujera a una revisin ms profunda de su estrategia, pudo entonces, haber neutralizado la emergencia de un cuestionamiento hacia las lecturas partidarias de las internas militares, reafirmando la confianza en contar con sectores que en situaciones liminares se colocasen detrs de los planteos de defensa de la democracia.

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Conclusin De conjunto, los datos sealados se encuentran orientados a demostrar que la convergencia cvico militar formaba parte constitutiva del programa poltico del PC moldeado por la concepcin ms amplia de Frente Democrtico Nacional; es decir, si bien esta poltica, tal como fue propuesta en 1975, se corresponde con el anlisis partidario acerca de la evolucin de la coyuntura poltica, su aceptacin por parte de la militancia y la puesta en accin de un dispositivo de vnculos con las Fuerzas Armadas con vistas a su concrecin, reflejaba una actividad de largo aliento que permite distinguirla de otras variantes cvico militares propuestas por la mayora de los partidos polticos mayoritarios. Sin embargo, y al mismo tiempo, la apelacin a la participacin de los militares progresistas y moderados, en la creencia de que este ltimo sector exista en la fraccin profesionalista encabezada por Videla, confluy con el resto del arco civil que solicitaba la intervencin militar y la represin sobre un enemigo subversivo de caractersticas imprecisas. En relacin a las races programticas se advirti que el trabajo al interior de las Fuerzas Armadas se corresponda con la estrategia etapista de la revolucin, segn la cual, Argentina, en tanto pas semicolonial, deba atravesar inevitablemente por un periodo de revolucin democrtica. De acuerdo con esta meta planteaban la democratizacin institucional, lo que no supona transformar la estructura verticalista de mandos sino la orientacin institucional que las guiaba en funcin de objetivos antiimperialistas que permitieran desarrollar las contradicciones entre los intereses de las potencias y los de la burguesa nacional. En este punto, fueron puestos en relieve las

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contradicciones

que

esta

concepcin

supona

as

como

sus

derivaciones polticas: En primer lugar, la supuesta progresividad de la burguesa nacional y de los oficiales democrticos, los condujo a desarrollar un modo de construccin poltica que llamamos posibilista. La eleccin en todos los casos del enemigo principal justificaba la alianza con sectores de dudosa vocacin democrtica. Fue lo ocurrido cuando la crisis entre azules y colorados estallara tomando partido por los primeros; fue lo igualmente acontecido en 1975 tanto en relacin a la eleccin tctica de la fraccin profesionalista frente a la integracionista, como en la bsqueda de aliados entre los partidos polticos que operaban a favor de una salida represiva a lo que consideraban el caos. Esta vocacin pragmtica del comunismo local, engarzaba con una visin, alentada por Mosc desde el XX Congreso de 1956, en relacin a las posibles vas de la revolucin, habilitando (al menos potencialmente) el apoyo a un golpe militar si este era ejecutado por un sector progresista de las Fuerzas Armadas. Es decir que la defensa de la democracia no debe ser equiparada con una posicin antimilitarista. Al contrario, la intervencin militar en la poltica era alentada como un signo positivo si esta apuntaba a confluir con los intereses de la alianza antiimperialista. La paradoja, sin embargo, fue que esta concepcin colabor en la legitimacin de la elevacin de los niveles de autonoma militar que a la postre conducir a la experiencia abierta el 24 de marzo de 1976. Por ltimo, fueron expuestos los motivos por los cuales el golpe de Estado en Chile en 1973 reforzaba los argumentos que permitieron la emergencia en Argentina de la lnea de convergencia cvico militar.

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Para el PCCH la derrota de la experiencia de la Unidad Popular no deba explicarse a partir de errores en la orientacin general seguida bajo el gobierno de Allende. La poltica de alianzas amplias y de bsqueda de un entendimiento con la Democracia Cristiana haba sido correcta. Del mismo modo se valoraba el papel de los uniformados leales en quienes se conservaba la esperanza de que se

transformasen en la vanguardia de un frente de resistencia a la dictadura. Por el contrario, el peso de la condena recaa sobre el papel de la llamada ultraizquierda, especialmente el MIR contra el que se dirigan especialmente. En su visin, estas organizaciones, con su poltica de movilizacin y crtica, haban jugado el papel de instrumento de la derecha y de la reaccin ayudando a debilitar al gobierno. Atendiendo a estos argumentos, puede entenderse que los comunistas argentinos viesen en Chile el espejo de lo que ocurrira si, al igual que ellos, no conseguan neutralizar la accin de la ultraizquierda o si fracasaban en concretar una alianza con el arco poltico, percibido como el nico capaz de impedir la concrecin de un golpe de naturaleza similar, un golpe como el que finalmente fue.

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Bibliografa CAMPIONE, Daniel, (1996) Los comunistas argentinos. Bases para reconstruir su historia en www.fisyp.org.ar CODOVILLA, Vitorio, (1964), Una trayectoria consecuente. 2da edicin. Tomo IV, Buenos Aires: Editorial Anteo FAVA, Athos, (1983), Qu es el Partido Comunista? Buenos Aires: Sudamericana FRANCO, Marina, (2009) La seguridad nacional como poltica estatal en la Argentina de los aos setenta en Antteses, vol. 2, n 4, jul.-dic. p858 disponible en lnea: http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses GILBERT, Isidoro, (2007) El Oro de Mosc. 2da Edicin, Buenos Aires: Sudamericana ----------------------- (2009), La Fede. Alistndose para la revolucin. Buenos Aires: Sudamericana, GRELA, Plcido (1973), Fuerzas Armadas y soberana nacional, Rosario: Ed. Litoral GUERRERO, Alejandro (2009), El peronismo armado. Buenos Aires: Norma LPEZ, Ernesto, (1994), Ni la ceniza ni la gloria, Actores, sistema poltico y cuestin militar en los aos de Alfonsn. Buenos Aires: UNQUI HUNTINGTON, Samuel (1957) The Soldier and the State: the theory and politics of civil-military relations, Cambridge, Mass SEOANE, Mara, MULEIRO, Vicente, (2001) El dictador. La historia secreta y pblica de Jorge Rafael Videla. Buenos Aires: de bolsillo.

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Ortiz, Mara Laura - Apuntes para una definicin del clasismo. Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Apuntes para una definicin del clasismo


Crdoba, 1969-1976
Mara Laura Ortiz
*

Resumen El presente trabajo se propone reflexionar sobre los significados asignados al clasismo, entendiendo a ste como un concepto polismico que tuvo un peso muy relevante en el mundo sindical entre fines de los aos 60 y hasta mediados de los 70 en Argentina y, especficamente, en la provincia de Crdoba. Pero tambin este artculo sugiere repensar sobre las construcciones discursivas que adjudicaron al clasismo significados socio-polticos, asocindolo con partidos polticos de izquierda y organizaciones armadas. Estas vinculaciones que an no han sido estudiadas en profundidad en el caso de Crdoba- sirvieron, en ltima instancia, para legitimar la represin al sector obrero de parte de las fuerzas estatales y paraestatales. Palabras clave Clasismo clase obrera sindicatos identidad de clase represin.

Notes for a definition of classism. Cordoba, 1969-1976.


Summary Current work seeks to reflect on the meanings assigned to classism, understanding this to be a polysemous concept which had relevant weight in the world of trade unions from the late 60s to the mid 70s in Argentina, especially in the province of Cordoba. However, the article also proposes a rethinking of the discursive structures which assigned socio-political meanings to classism, associating it with leftist political parties and armed groups. These links, which in the case of Cordoba have yet to be studied in depth, served to legitimise the repression of the working class by state and para-state forces. Key Words Classism - working class - trade unions class identity repression.

Aspirante al Doctorado en Historia-UBA Becaria de CONICET en el Programa de Historia Oral- FFyL-UBA

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Ortiz, Mara Laura - Apuntes para una definicin del clasismo. Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Introduccin La mayor parte de las investigaciones sobre sindicalismo en Crdoba se refieren al clasismo en referencia al Sindicato de Trabajadores de FIAT Concord (SiTraC) y de FIAT Materfer (SiTraM), entre los aos 1970 y 1971. Algunos definen como un segundo clasismo al que se desarroll en el SMATA durante la dirigencia de Ren Salamanca, entre 1972 y 1974. Sin embargo, cuando hay que definir qu era el clasismo, cules eran las caractersticas que lo diferenciaban de otras corrientes del sindicalismo, qu grado de representatividad tuvo en la identidad de la clase obrera cordobesa; la mayora de los trabajos terminan por aludir a una serie de ideas inconexas y poco claras. Pareciera que la mayor parte de los componentes de esa definicin se estn dando por sobreentendidos, como si formaran parte de una serie de connotaciones que slo pueden tenerla aquellos que han vivido esas experiencias y sobre los que las nuevas generaciones de investigadores han indagado muy poco. Es por ello que este trabajo pretende reflexionar sobre los significados asignados al clasismo, entendiendo a ste como un concepto polismico que tuvo un peso muy relevante en el mundo sindical entre fines de los aos 60 y hasta mediados de los 70 en Argentina y, especficamente, en la provincia de Crdoba. Pero tambin este artculo sugiere repensar sobre las construcciones discursivas que adjudicaron al clasismo significados socio-polticos, asocindolo con partidos polticos de izquierda y organizaciones armadas. Estas vinculaciones que an no han sido estudiadas en profundidad en el caso de Crdoba- colaboraron, en ltima instancia, para legitimar la represin al sector obrero de parte de las fuerzas estatales y paraestatales.

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Ortiz, Mara Laura - Apuntes para una definicin del clasismo. Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Crdoba, 1969-1976 Despus del 29 de mayo de 1969 Crdoba no volvi a ser la misma, como as tampoco las representaciones que el resto del pas tuvo sobre esta ciudad. No discutiremos aqu si el Cordobazo fue el punto final de una serie de luchas sociales que se venan manifestando desde 1956
1 2

, o si, como plantean otros autores, fue el mito

fundante de las luchas polticas que atravesaron a todo el pas hasta marzo de 1976. Lo cierto es que luego del Cordobazo se expandi el ciclo de protesta social pasando de la resistencia a la confrontacin-, estall la rebelin popular y se acentu la oposicin al rgimen dictatorial establecido desde 1966 3 . Estos nuevos repertorios de confrontacin aceleraron la descomposicin de la Revolucin Argentina, pero tambin

promovieron la subversin de los mecanismos formales de canalizacin de los conflictos, ya que cambiaron el verticalismo sindical tradicional por reclamos de autonoma y democratizacin sindical. En este punto es en el que Gordillo, retomando ideas de James, habla de la irrupcin de las bases en las plantas fabriles
1

y de la expansin del ciclo de la

Garzn Maceda, L. (1994). Cordobazo: algunos de sus mitos y leyendas. Estudios, N 4, diciembre 1994, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba, p. 26, Crdoba. 2 Altamirano,C. (1994). Memoria del 69. Estudios, N 4, diciembre de 1994, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba, p. 12, Crdoba. Brennan, J. y Gordillo, M. (1994). Protesta obrera, rebelin popular e insurreccin urbana en la Argentina: el Cordobazo. Estudios, N 4, diciembre de 1994, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba, pp. 73-74, Crdoba. 3 Mnica Gordillo lo plantea en los siguientes trminos: el Cordobazo fue el smbolo que represent la agencia, posibilidad e identidad. Estos conceptos aluden a la capacidad de los actores sociales de enmarcar culturalmente las posibilidades y limitaciones para la accin colectiva. Es en tal sentido que Gordillo afirma tan fundamental como la representacin de una situacin de injusticia es la conviccin de que se la puede modificar a travs de la accin (agencia), en caso contrario la percepcin de injusticia puede derivar en la resignacin o en formas veladas de resistencia que no aparecen como disruptivas para el sistema. Gordillo, M. (ed.) (2001). Actores, prcticas, discursos en la Crdoba combativa. Una aproximacin a la cultura poltica de los 70. Crdoba: Ferreyra Editor, p. 33. 4 Tambin James habla de la Rebelin de las bases, atribuida a una serie de transformaciones en el mbito laboral. Uno de ellos fue la posibilidad de establecer

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protesta,

que favoreci el surgimiento de un nuevo tipo de

sindicalismo en Crdoba: el clasismo. Complementando esa mirada sobre el perodo 1969-1976, Werner y Aguirre hablan de etapa revolucionaria ya que se plante la necesidad de la toma del poder por parte de la clase obrera y el pueblo oprimido. Esta etapa, abierta justamente con la semiinsurreccin obrera y popular de Mayo del 69, estuvo caracterizada a nivel internacional, por una crisis capitalista global; que se tradujo en nuestro pas en una crisis orgnica y estructural del capitalismo y una guerra civil de baja intensidad.
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Esa etapa revolucionaria se desvi a partir de 1972 con el GAN y los proyectos de reapertura poltica para el peronismo- y hasta 1974, segn Werner y Aguirre, a causa de la ilusin del retorno del peronismo al poder. 7

sindicatos por empresa y otro, la suspensin de las convenciones colectivas; ambas medidas de los sucesivos gobiernos posteriores a 1955 y tendientes a quebrar la hegemona peronista en los sindicatos. Sin embargo, estas medidas favorecieron una ampliacin de la participacin y compromiso de las bases en la defensa de los niveles salariales y las condiciones de trabajo, como as tambin en cuestiones ms amplias como el establecimiento de niveles de productividad. A la vez, esto agudiz la crisis de la dirigencia sindical nacional. James, D, (2005). Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, pp. 299 y ss. 5 Gordillo define expansin del ciclo de la protesta a la fase de intensificacin de los conflictos y de la confrontacin que incluye una rpida difusin de la accin colectiva de los sectores ms movilizados a los menos movilizados, un ritmo de innovacin acelerada en las formas de la confrontacin, marcos nuevos o transformados para la accin colectiva, una combinacin de participacin organizada y no organizada y unas secuencias de interaccin intensificada entre disidentes y autoridades que pueden terminar en la reforma, la represin y, a veces, la revolucin. Este concepto es tomado de Tarrow, S. (1997). El poder en movimiento, la accin colectiva y la poltica, Madrid: Alianza, p. 264; por Gordillo, M., (2001). Actores, prcticas, discursos en la Crdoba combativa. Una aproximacin a la cultura poltica de los 70, op cit, p. 29. 6 Werner, R. y Aguirre, F. (2009). Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda. op. cit., pp. 33-36, 58. 7 Ibidem, p. 34.

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Lo cierto es que durante el gobierno de Pern el sindicalismo debi enfrentarse a nuevos dilemas, en tanto el enemigo ya no era el Estado para amplios sectores del mundo trabajador que se reconocan como peronistas. Desde la muerte del lder y hasta el 24 de marzo de 1976 se intensific la violencia y los enfrentamientos entre revolucin y contrarrevolucin contribuyeron a conformar una
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imagen

de

inestabilidad poltica, que sumados a la reduccin de la arena poltica y al vaco de poder; legitimaron la Dictadura de 1976.

De esta manera se fueron sofocando los espacios para la lucha sindical en los trminos en que se vena planteando desde la CGT regional Crdoba y los sindicatos clasistas
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. Espacios que terminaron

finalmente de desaparecer con el reforzamiento de Pern a las burocrticas cpulas sindicales con el Pacto Social 10 y, sobre todo, con la intensificacin de la violencia y la represin -tanto parlamentaria como extraparlamentaria-, apoyada por el sector ortodoxo del sindicalismo peronista. No obstante, durante el Rodrigazo se volvieron a abrir las posibilidades para la conflictividad sindical, que en el caso de Buenos Aires se manifest en las Coordinadoras

Itzcovitz, V. (1985). El estilo de gobierno y crisis poltica (1973-1976). Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina. 9 James, D. (2005). Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, op cit, pp. 323 y ss. Brennan, J. y Gordillo, M. (2008). Crdoba rebelde. El Cordobazo, el clasismo y la movilizacin social. Buenos Aires: Ed. De la Campana, pp. 205, 215, 238. Licht, S. (2009). Agustn Tosco (1930-1975). Sindicalismo clasista, socialismo y peronismo revolucionario. Buenos Aires: Ed. Biblios, p 206. 10 Adems, la sancin de la nueva ley de Asociaciones Profesionales fortaleca la posicin de la ortodoxia sindical, ya que se extendan los mandatos de la dirigencia de dos a cuatro aos, se otorgaba a la CGT el poder de intervencin a sus seccionales regionales, a las federaciones y a sus sindicatos miembros. De esta manera, la burocracia sindical tena las herramientas necesarias para neutralizar las rebeliones antiburocrticas. Fue as como se intervino el SMATA de Crdoba dirigido por Ren Salamanca, se declar ilegal el sindicato de Luz y Fuerza dirigido por Agustn Tosco, entre otros. Adems, la sancin de la Ley de Seguridad Nacional dio al Ministerio de Trabajo el instrumento legal para reprimir las protestas obreras. De Riz, L. (2000). La poltica en suspenso, 1966/1976. Buenos Aires: Ed. Paids, pp. 140,164.

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Interfabriles con un profundo contenido clasista. de Gremios en Lucha


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En Crdoba la Mesa

fue el bastin de la lucha obrera en el mismo

perodo; sin embargo, desde el Navarrazo se haban dificultado las manifestaciones abiertas y pblicas de resistencia de parte de la clase obrera. En Crdoba, hablar del Navarrazo nos permite complejizar la mirada que el perodo 1973-1976 tiene para Buenos Aires y el resto del pas. El Navarrazo fue un golpe policial (Navarro era el Jefe de la Polica local, de inspiracin fascista) que derroc al gobernador Ricardo Obregn Cano y al vicegobernador Atilio Lpez,
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ambos del

peronismo ms progresista, electos democrticamente en septiembre de 1973. Una de las primeras medidas de Navarro desde que usurp el poder el 28 de febrero de 1974, fue encarcelar durante dos das a las autoridades provinciales, dirigentes polticos, sindicales y estudiantiles. Para su tarea, cont con la colaboracin del interventor del Partido Justicialista, Luis Longhi, la oposicin anti-obregonista liderada por el dirigente peronista Julio Antn y la Juventud Peronista Sindical. El perodo post-Navarrazo continu el quiebre democrtico en la provincia. En efecto, el presidente Juan D. Pern con aprobacin del Congreso- envi a Crdoba como interventor federal a Duilio
Cfr. Colom, Y. y Salomone, A. (1998). Las coordinadoras inter-fabriles de Capital Federal y Gran Buenos Aires, 1975-1976. Razn y Revolucin, N 4, otoo 1998, Buenos Aires, reedicin electrnica en http://www.razonyrevolucion.org. Lbbe, H. (2006,2009). La guerrilla fabril: clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires: 1975-1976. Buenos Aires: Ediciones RyR. Werner, R. y Aguirre, F. (2009). Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, op cit. 12 Cfr. Werner, R. y Aguirre, F. (2009) Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, op cit., pp. 254258. 13 Atilio Lpez haba sido dirigente de la UTA y haba participado del Cordobazo en 1969, y termin siendo uno de los tantos asesinados por la Triple A en septiembre de ese mismo ao. De Riz, L. (2000). La poltica en suspenso, 1966/1976, op cit., pp. 150, 164.
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Brunello. Pero fue su continuador, el Brigadier Ral Lacabanne, quien profundiz la represin en Crdoba. Su principal objetivo fue la limpieza ideolgica, que consista en la eliminacin de los enemigos infiltrados del gobierno provincial y de las instituciones polticas y sociales tales como sindicatos, partidos polticos, instituciones educativas, etc.
15 14

Esta tarea fue llevada adelante por el Comando

Libertadores de Amrica, estructura clandestina del III Cuerpo de Ejrcito.

Es decir que la configuracin de la estructura poltica en Crdoba nos permite hablar de Terrorismo de Estado mucho antes de 1976, en el que un golpe de Estado policial derroc el gobierno elegido democrticamente por las mayoras del pueblo; y las posteriores intervenciones militares se encargaron de terminar la tarea de limpieza del progresismo, el peronismo de izquierda y el marxismo de los espacios polticos, sindicales e institucionales.

Los tres interventores federales en Crdoba fueron: Duilio Brunello (que asumi el 12-03-1974), Ral Lacabanne (desde el 07-09-1974 hasta el 19-09-1975) y Ral Rodriguez Bercovich (desde 20-09-1975 hasta el Golpe del 24-03-1976). Brunello haba ocupado la Secretara de Promocin y Accin Social dependiente del Ministerio de Bienestar Social dirigido por Jos Lpez Rega. No obstante, su principal apoyo poltico provena del mismo Pern, por lo que, luego de su fallecimiento, Brunello no tard en ser desplazado por alguien que provena de las filas ms reaccionarias del clan de Lpez Rega: el ultraverticalista Brigadier Mayor (RE) Ral O. Lacabanne. La alianza de Lacabanne con los sectores ms reaccionarios de las fuerzas policiales y militares se puso en evidencia cuando indult al Coronel Navarro, procesado por insubordinacin a causa del derrocamiento de un gobierno electo democrticamente. El tercer interventor, Bercovich Rodrguez, lideraba el ncleo Unidad y Lealtad dentro del Partido Justicialista de Crdoba, que representaban al peronismo ortodoxo. Servetto, A. (2004). Crdoba en los prolegmenos de la dictadura. La poltica del miedo en el gobierno de Lacabanne. Estudios, N 15, otoo 2004. Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba, pp.144-151. Crdoba. Servetto, A. (1998) De la Crdoba combativa a la Crdoba militarizada, 1973-1976, Crdoba: Ferreyra editor. 15 Robles, A. (2009). La Triple A y la poltica represiva del gobierno peronista (19731976). En Werner, R. y Aguirre, F. Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, op cit, p. 477.

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Las corrientes sindicales: Crdoba no se parece a Buenos Aires Un ao antes del Cordobazo, en el Congreso Normalizador de la CGT en La Falda (Crdoba) en 1968, se fractur la Confederacin General del Trabajo, formndose la CGT de los Argentinos (CGT-A), tambin conocida como CGT Paseo Coln. En esa ocasin se eligi a Raimundo Ongaro, representante del gremio de los grficos de Buenos Aires, como secretario general de la CGT. Como Vandor desconoci los resultados, la GCT se dividi en dos y Vandor sostuvo el liderazgo en la CGT Azopardo. 16 Luego de esta divisin de la CGT, en Crdoba se constituy un Secretariado Provisorio de la CGT que adhiri a la CGT-A. En cambio el SMATA, dirigido en ese tiempo por Elpidio Torres, se separ de aquel Secretariado Provisorio, y form otro que adhiri a la CGT Azopardo.
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Si bien no exista una equiparacin cuantitativa en cuanto al nmero de afiliados -ya que la CGT-A tuvo menos gremios adheridos que la CGT Azopardo 18 -, si existi una igualdad de capacidades en la lucha por la representacin hegemnica del mundo sindical. No obstante, esta divisin mostraba que el movimiento obrero argentino se encontraba fragmentado.

Segn James, aquella divisin interna del movimiento obrero favoreci el establecimiento de un perodo de paz social que necesitaba Ongana para concentrarse en lo que llam tiempo econmico entre 1966 y 1969. James, D. (2005). Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, op cit., p. 292. 17 Brennan, J. y Gordillo, M. (2008). Crdoba rebelde. El Cordobazo, el clasismo y la movilizacin social. op cit, p. 58. 18 Fernandez, A. (1986). Ideologas de los grupos dirigentes sindicales (1966-1973), Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina, vol. 2, p. 10. Altamirano, C. (2001). Bajo el signo de las masas (1943-1973). Buenos Aires: Ed. Ariel, p. 85. Cavarozzi, M. (1997). Autoritarismo y democracia (1955-1996). La transicin del Estado al mercado en la Argentina. Buenos Aires: Ed. Ariel, p. 54.

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Al margen de las dos CGT pero no por fuera de ellas- en Crdoba, las 62 organizaciones peronistas estaban divididas en dos grandes bloques: los ortodoxos y los legalistas. Los primeros recogan las viejas tradiciones peronistas, y se definan como facciosos, autoritarios, verticalistas y anticomunistas. Prometan fidelidad incondicional a Pern en contraposicin a Vandor y las cpulas sindicales nacionales radicadas en Buenos Aires. Su referente ms destacado en Crdoba fue Alejo Sim, secretario general de la UOM y Mauricio Labat del gremio de los taxistas. Por otro lado, los legalistas que controlaban la CGT Crdoba, primero con Elpidio Torres y luego con Atilio Lpez. Este grupo era leal a Pern pero cuestionaba la verticalidad a ultranza. Para ejercer una mayor representatividad sindical, los legalistas haban radicalizado su discurso a tono con las posturas de los independientes y los clasistas. Los independientes no eran peronistas y reivindicaban un

sindicalismo democrtico, antiburocrtico y con amplia participacin de las bases. Su referente principal en Crdoba era Agustn Tosco, del gremio de Luz y Fuerza. Por ltimo, los alternativistas, conformados por el Peronismo de Base, que intentaba proponer una alternativa a la burocracia sindical peronista ortodoxa pero manteniendo los contenidos del peronismo, vinculando a la doctrina peronista con un camino hacia la patria socialista.
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Todas estas caracterizaciones de los sectores del movimiento obrero cordobs han sido extradas de: Servetto, A. (1998) De la Crdoba combativa a la Crdoba militarizada, 1973-1976, op. cit., pp. 32, 34, 77. Gordillo, M. (2001). Actores, prcticas, discursos en la Crdoba combativa. Una aproximacin a la cultura poltica de los 70, op cit., p. 40.

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A diferencia de lo que pasaba en Buenos Aires, en Crdoba exista mayor fluidez entre los distintos nucleamientos sindicales. Como mencionamos ms arriba, los legalistas impulsaban la participacin de otros sectores sindicales no peronistas sobre todo los

independientes- en la CGT regional, mientras que los ortodoxos mantenan una postura ms intransigente con los no peronistas. Aquella posicin ms abierta de los legalistas, posibilit en 1970 integrar a la CGT regional Crdoba con distintos sectores: el secretario general fue un representante legalista, Atilio Lpez de la UTA y el secretario adjunto fue Agustn Tosco de Luz y Fuerza.
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Pero con la vuelta de Pern y el Pacto Social, las 62 debieron reunificarse por orden del General y Atilio Lpez acept acercarse a los ortodoxos, sometindose a los dictmenes de la burocracia nacional.
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Esto signific el aislamiento del Movimiento Sindical Combativo

(MSC), formado un tiempo antes por Tosco de Luz y Fuerza y Salamanca del SMATA. Fue a partir de all, y sobre todo luego del Navarrazo, que este sector ms combativo represin de los grupos paraestatales.
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comenz a sufrir la

Y tambin fue gracias a estos

cambios que la ortodoxia cordobesa pudo recuperar la CGT de Crdoba. En efecto, el mismo da del golpe de Navarro (el 28 de febrero de 1974) se realiz el Plenario normalizador de la CGT local en la ciudad de Alta Gracia 23 . En ese plenario se desplaz a la conduccin ms combativa y se eligi una dirigencia perteneciente al peronismo ortodoxo: entre los que quedaron excluidos de la CGT local, estaban los sindicatos de Luz

Gordillo, M. (2001). Actores, prcticas, discursos en la Crdoba combativa. Una aproximacin a la cultura poltica de los 70, op cit, p. 38. 21 Ibidem, p. 42. 22 Servetto, A. (1998) De la Crdoba combativa a la Crdoba militarizada, 1973-1976, op cit., p. 88. 23 Servetto,A. (2004). Crdoba en los prolegmenos de la dictadura. La poltica del miedo en el gobierno de Lacabanne, op cit, pp.144-151.

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y Fuerza, Empleados Pblicos y el Sindicato de Motores Diesel Livianos (Perkins); mientras que el nuevo delegado de la CGT regional fue el molinero Bernab Brcena, quien obtuvo el reconocimiento inmediato de la CGT Nacional y del Ministro de Trabajo, Ricardo Otero. El MSC y el sector legalista desconocieron la CGT de Brcena, la consideraron una usurpacin a la CGT regional e, incluso, propusieron un paro que finalmente qued sin efecto.
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Luego de la desestructuracin del MSC y con Luz y Fuerza y el SMATA intervenidos-, la lucha obrera en Crdoba se articul en torno a la Mesa de Gremios en Lucha. Gracias a esta Mesa, gremios, cuerpos de delegados y delegados de base pudieron impulsar paros activos que luego fueron adoptados por la CGT local, participaron en elecciones de paritarios en 1975 y, en lo poltico, demostraron su oposicin a las polticas antipopulares del gobierno de Isabel y reclamaron por la vuelta a la legalidad democrtica en Crdoba. 25 Sin embargo, las acciones de la Mesa de Gremios en Lucha eran difcil de organizar en aquel contexto cada vez ms represivo. De esta manera vemos que en Crdoba el sindicalismo tuvo otras especificidades respecto del resto del pas. Al principio del perodo estudiado, la fluidez entre las fracciones del legalismo y los independientes, permiti la institucionalizacin en la CGT regional de posturas combativas y contestatarias. Pero a partir de la vuelta de Pern y la obligada verticalidad, el legalismo debi separarse del resto del movimiento, que no slo inclua a los independientes sino tambin a los clasistas del SMATA agrupados en el MSC. Despus del Navarrazo, y aunque se form la Mesa de Gremios en Lucha, las posibilidades de organizacin y resistencia obrera se fueron diluyendo cada vez ms, a la par que creca la represin estatal y paraestatal.
Werner, R. y Aguirre, F. (2009). Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, op cit, p. 79. 25 Ibidem, pp.249-258.
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Las especificidades del clasismo cordobs Propongo ahora que nos focalicemos sobre el clasismo, como una expresin dentro del sindicalismo argentino y, especficamente el cordobs- entre fines de los aos 60 y hasta mediados de los 70. Qu era ser clasista? En el sentido ms general, filosfico si se quiere, decirse clasista era asumir una posicin de clase, adoptar una conciencia de clase, de los intereses propios; convertirse en clase para s. Pero esta construccin de subjetividades no puede despegarse de la realidad objetiva. Ya en 1978, Edward P. Thompson, explicaba que ese recorrido intelectual-ideolgico de formacin de la conciencia de clase estaba dialcticamente relacionado con un proceso de luchas de clases a partir del antagonismo de intereses que sta pone de manifiesto- y va cristalizando en la conciencia de los sujetos su identidad de clase.
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Esta construccin social y cultural debe entenderse como un proceso, a travs del cual se van construyendo un conjunto de representaciones colectivas y comportamientos sociales correspondientes a dichas representaciones. A la vez, estas significaciones sociales se van hilvanando a partir de la estructura econmica y social, es decir, a partir de la adscripcin a una determinada clase social 27 ; pero tambin con un grado de relativa independencia de ella. 28

Thompson, E. P. (1978,1984). La sociedad inglesa en el siglo XVIII: lucha de clases sin clases?. En Tradicin, revuelta y conciencia de clase. Barcelona: Ed. Crtica, pp. 13-61. 27 Arturo Fernandez retoma el concepto de clase social de Nikos Poulantzas, para quien una clase social son conjuntos de agentes sociales determinados principalmente, pero no exclusivamente, por su lugar en el proceso de produccin (econmica), es decir en la esfera econmica y significan en un y mismo movimiento contradicciones y luchas de clases y no se establecen en su oposicin. Tambin las clases sociales se definen en el conjunto de la divisin del trabajo que comprende las relaciones polticas e ideolgicas y en este sentido, concluye Fernandez las clases no existen sino en la lucha de clases. Fernandez, A. (1986a)

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No obstante, hay que ser preciso a la hora de hablar de clase social o de representaciones colectivas de esas clases. Uno de los principales riesgos al utilizar esos conceptos es caer en simplificaciones y esquematizaciones que no se corresponden con la realidad histrica, ya que no es fcil identificar a la clase social y su ideologa. Generalmente el espectro es complejo y variado en cuanto a posiciones socio-econmicas y poltico-ideolgicas. An as, no creo que por ello haya que desechar el anlisis de clase, que sigue siendo vigente para este tipo de estudios histricos. Y tambin creo que, excepto algunos llamados de atencin en ese sentido,
29

a la mayor

parte de los trabajos reseados se les han deslizado esos errores. En la produccin historiogrfica nacional y en los trabajos

autobiogrficos- no hay mucha claridad sobre las definiciones tericas del clasismo, aunque si existen ms trabajos sobre la lucha de clases
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y los nuevos repertorios de confrontacin del clasismo .

Autores como James, Brennan y Gordillo han sealado que los nuevos repertorios de confrontacin de los sindicatos clasistas se

caracterizaban por la accin directa, los paros activos, las tomas de fbrica con rehenes de la gerencia, etc.; y que fueron promotores de nuevos estallidos sociales, tales como el segundo Cordobazo o Viborazo
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en 1971. Sin embargo, estos autores analizan estas

Ideologas de los grupos dirigentes sindicales (1966-1973). Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina, vol. 1, p. 26. 28 Fernandez, A. (1986a) Ideologas de los grupos dirigentes sindicales (1966-1973). op. cit. pp. 15-21. 29 Cfr. Lbbe, H. (2009). La guerrilla fabril: clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires: 1975-1976, op cit, pp. 20-22. 30 Cfr. Balv, B. (et al). (1973,2005). Lucha de calles, lucha de clases. Elementos para su anlisis: Crdoba 1971-1969. Buenos Aires: Ediciones RyR-CICSO. 31 El nombre de Viborazo se puso en honor a una frase del entonces gobernador de Crdoba, Jos Camilo Uriburu. Este gobernador, designado por el presidente Levingston en febrero de 1971, haba dicho que su misin era cortar la cabeza de la vbora comunista. De Riz, L. (2000). La poltica en suspenso, 1966/1976, op cit, p. 91.

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nuevas prcticas sociales en s mismas, sin abordarlas desde el vnculo que planteaban con las tomas de posicin de clase.
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Werner y Aguirre agregan que el principal factor dinamizador de la conciencia de clase fue accin colectiva y, especficamente, lo que ellos denominan huelga salvaje. Con ese concepto aluden a conflictos que rompen el marco de la legalidad burguesa, enfrentan a la organizacin sindical y a su burocracia dirigente y recurren a mtodos de accin directa y a la autoorganizacin. Estas huelgas salvajes pusieron de manifiesto una tendencia subyacente: el surgimiento de un conflicto por el control de la produccin (la lucha obrera contra la productividad y por la imposicin de ritmos de trabajo) que, en su despliegue, dar lugar a nuevas formas organizativas de democracia industrial.
33

Sin lugar a dudas, la amplia participacin de

las bases, incluso en asambleas generales, fue la garanta para una democratizacin sindical que fue una caracterstica del funcionamiento de gremios clasistas.
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Ahora retomemos el eje de la construccin de la subjetividad obrera.

En los trabajos de Mnica Gordillo, no se habla de conciencia de clase. Por el contrario, Gordillo, prefiere la categora de conciencia sindical, constituida a partir de determinadas prcticas reivindicativas y de percibir la relacin laboral como viable slo a travs del sindicato con lo que esto implicaba como disciplina y acatamiento pero, a la vez, como refuerzo de la combatividad para conseguir las reivindicaciones. Para la construccin de ese concepto, Gordillo se basa en ideas de Alain Touraine, quien sostiene que ms que conciencia de clase debera hablarse de actitudes obreras, ya que de esa manera se reconoce un cierto grado de libertad y no un reflejo mecnico de una determinada condicin obrera en la conciencia. Siguiendo con esa lgica, el trabajo no era para los obreros algo negativo sino que se les presentaba como una posibilidad de mejora en sus expectativas. Gordillo, M (1996). Crdoba en los 60: la experiencia del sindicalismo combativo. Crdoba: Direccin general de publicaciones de la UNC, pp. 158 y ss. 33 Werner, R. y Aguirre, F. (2009). Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, op cit, pp. 86-87. 34 Ortiz, S. (2010). Vanguardia comunista y el clasismo. En: AA.VV. La generacin del 70. Sus ideas, militancia, aciertos y errores. Vidas y luchas de Vanguardia Comunista, II Parte. Buenos Aires: Ed. Nuevos Tiempos, p. 39.

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Para Daniel James

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el clasismo se defina por su contenido

antiburocrtico, a favor de la democracia interna y la amplia participacin de las bases, el cuestionamiento de las condiciones de trabajo, su conciencia de lo irreconciliable entre sus intereses y los de los patrones y los sindicatos tradicionales y su capacidad para articular un vasto espectro de reivindicaciones sociales y polticas, sus aspiraciones a redefinir el papel del sindicalismo, y finalmente su capacidad de adoptar formas extremas de actividad. Otros autores, como Moretti y Torraz, critican definiciones como las de James ya que, para ellos, el clasismo no fue slo un movimiento social reivindicativo y democrtico de base enraizado en los problemas del trabajo () sino que fue una expresin del doble poder en su enfrentamiento contra la patronal, la burocracia y el propio Estado 36 . Pero al momento de definir con claridad qu era el clasismo, Moretti y Torraz incurren en una verdadera tautologa: El clasismo () tendi a constituirse en un polo de reagrupamiento
37

independiente,

antiburocrtico y clasista, de la vanguardia obrera.

Segn la definicin ms general del clasismo, encontramos algunos obreros en Crdoba que se definan como clasistas a partir de la adopcin de una concepcin marxista de la sociedad.
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Para Brennan,

el clasismo fue un movimiento de sectores de la clase trabajadora que a comienzos de los 70 adoptaron una ideologa marxista de lucha de clases y se identificaron con un programa revolucionario que demandaba la abolicin del capitalismo y el establecimiento del

Ibidem, pp. 307-308. Moretti, W. y Torraz, M. (2009). La experiencia del clasismo cordobs. En Werner, R. y Aguirre, F. Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, op cit, p. 436. 37 Ibidem, p. 430. 38 Schmucler, H. (et al) (ed.) (2009). El obrerismo de pasado y presente. Documentos para un dossier (no publicado) sobre SiTraC-SiTraM. La Plata: Ediciones Al Margen, p. 178.
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socialismo en la Argentina.

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Ntese que aqu Brennan menciona que

algunos grupos de la clase trabajadora adoptaron el marxismo como ideologa. Una idea similar plantea Daniel James, cuando dice que: los grupos izquierdistas contribuyeron a aportar nexos entre la agitacin en las fbricas y la comunidad que las rodeaba. Adems, proporcionaron a muchos de los nuevos activistas obreros surgidos de esta movilizacin una identidad poltica ms amplia, en un momento en que muchos de ellos buscaban una alternativa que no consistiera en la simple militancia sindical ni en un peronismo tradicional que estaba cada vez ms a la defensiva. Militantes como Ren Salamanca, lder del SMATA en Crdoba, y Carlos Masera, figura destacada del SITRACSITRAM, adoptaron una explcita actitud marxista.
40

Diferente es la definicin que el mismo autor, en un trabajo conjunto con Gordillo, cuando aseguran que el clasismo es el trmino utilizado por los grupos de izquierda para indicar un programa de cambio revolucionario en alianza con la clase obrera, dando lugar a la organizacin de clulas revolucionarias en las fbricas gracias al accionar directo de militantes de esas organizaciones que ingresaban a las plantas sobre todo a las automotrices Fiat e IKA-Renault- como trabajadores.
41

Aqu la definicin se vuelve contradictoria con la

anterior, ya que pone al origen del clasismo por fuera de la clase obrera, ya que sta es la alianza que necesita la izquierda para una revolucin. La misma postura es la que sostiene Brennan en un trabajo anterior 42 , cuando asegura que el trmino clasista y sus principales
Brennan, J. (1992). El clasismo y los obreros. El contexto fabril del sindicalismo de liberacin en la industria automotriz cordobesa, 1970-75. Desarrollo Econmico, v. 32, N 125 (abril-junio 1992), p. 15. 40 James, D. (2005), Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, op cit., p. 303. 41 Brennan, J. y Gordillo, M. (2008). Crdoba rebelde. El Cordobazo, el clasismo y la movilizacin social, op cit., p. 117. 42 Brennan, J. (1992). El clasismo y los obreros. El contexto fabril del sindicalismo de liberacin en la industria automotriz cordobesa, 1970-75. op cit. p. 18.
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postulados no se originaron en el seno de la clase obrera sino que circulaban desde fines de los aos 60 en las filas de la nueva izquierda (PRT, PCR, VC). Este autor seala adems que el lema del SiTraC Ni golpe ni eleccin, revolucin, ha dotado de una imagen ultraizquierdista al clasismo que posibilit que algunos lo interpretasen no como un producto del movimiento obrero en absoluto sino de idelogos de izquierda y an infiltrados de algunas de las mltiples organizaciones revolucionarias existentes a comienzos de los 70.
43

Hasta aqu, parecen existir dos formas de concebir al clasismo, lo cual lo dota de sentidos diferentes. Sin embargo, aunque hasta aqu la definicin de clasismo se asocia a una postura marxista, estos autores sostienen una imagen de una dirigencia sindical clasista altamente politizada y unas bases -a las que definen como mayoritariamente peronistas- que si bien no compartan los mismos fundamentos ideolgicos con sus dirigencias, se sentan representados por ellos porque eran dirigencias honestas y combativas. 44 Entiendo que esta definicin es bastante unidireccional, ya que vaca de contenido a la accin del trabajador de base y lo recrea como un actor pasivo, pasible de ser manipulado por los militantes de izquierda. Pero adems, este punto plantea algo que tampoco ha sido estudiado en profundidad y es la relacin entre el clasismo y el peronismo. 45

Brennan, J. (1992). El clasismo y los obreros. El contexto fabril del sindicalismo de liberacin en la industria automotriz cordobesa, 1970-75. op.cit, p. 15. 44 James, D. (2005), Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, op cit., p. 304. 45 Sobre este punto, Brennan asegura que el clasismo y la vertiente revolucionaria del peronismo tenan ms vnculos ideolgicos de los que muchos estn dispuestos a reconocer. Dados los cambios que tuvieron lugar en el peronismo en aquellos aos y especialmente despus del Cordobazo, la distincin poltico-ideolgica entre clasismo y peronismo se fundan a partir de ideas como el antiimperialismo y la lucha por el socialismo. Y termina diciendo: La clase obrera cordobesa aceptaba como parte de su identidad peronista muchas cosas que los clasistas pregonaban. Brennan, J.

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Un reciente trabajo 46 sobre el SiTraC, cita una entrevista al dirigente del SiTraC, Carlos Masera, quien recuerda que la definicin como clasistas surgi espontneamente, como un recurso para no tener que definirse como partidario de alguna corriente (marxistas, trotskistas, chinos, etc.). No obstante aquella indefinicin reproducida en la frase de Masera, es probado que entre sus delegados haba militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Vanguardia Comunista (VC), Partido Comunista Revolucionario (PCR) y Peronismo de Base (PB) 47 ; y que todas esas corrientes dejaron su impronta en la experiencia del SiTraC. Una idea bastante difundida, aunque bastante implcita en la mayora de los trabajos, es la nocin de que los dirigentes clasistas otorgaron a los sindicatos clasistas una proyeccin poltica, que fueron ms amplias que las meras disputas laborales, y que llegaron en algunos casos, como el SiTraC y SiTraM- a proyectar un programa poltico orientado al socialismo. Pero tambin, a partir de esta idea, algunos autores como Werner y Aguirre- plantean que si la proyeccin poltica estuvo a cargo de los militantes de partidos de izquierda, entonces su fracaso tambin debe recaer sobre estos activistas y sus dirigentes partidarios. Lo cierto es que la influencia que ejerci la militancia marxista en las luchas obreras es un punto an no estudiado en profundidad. No obstante, en esta lnea de investigacin, hay dos trabajos que pueden rescatarse. Por un lado, el escrito casi autobiogrfico de Sergio Ortiz 48 en el que rescata los aportes de Vanguardia Comunista en la experiencia del SiTraC y SiTraM. El autor, militante en aquellos aos
(1992). El clasismo y los obreros. El contexto fabril del sindicalismo de liberacin en la industria automotriz cordobesa, 1970-75. op.cit, p. 17. 46 Malecki, J. (2009) Intelectuales y obreros en la Crdoba de los 60-70. Una aproximacin a las experiencias de Pasado y Presente y SiTraC-SiTraM. En Schmucler, H.; Malecki, J. y Gordillo, M. (ed.). El obrerismo de pasado y presente. Documentos para un dossier (no publicado) sobre SiTraC-SiTraM. La Plata: Ediciones Al Margen, p. 52. 47 Cfr. Schmucler (2009:211-232). 48 Ortiz, S. Vanguardia comunista y el clasismo. En: AA.VV. La generacin del 70. Sus ideas, militancia, aciertos y errores. Vidas y luchas de Vanguardia Comunista, II Parte. op. cit.

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de Vanguardia Comunista, presenta un escrito crtico sobre la participacin de VC y, en menor medida, otras organizaciones de izquierda- en los sindicatos de FIAT Crdoba. A partir de sus propios recuerdos y de otros escritos anteriores sobre el tema, Ortiz rescata de la experiencia del SiTraC-SiTraM la importancia de los intelectuales revolucionarios en la disputa por el poder contra la burocracia y la burguesa. El otro trabajo que aporta en esta lnea de investigacin, ms acadmico que el anterior, es el de Hctor Lbbe, aunque acotado a la Coordinadora Interfabril de Zona Norte del Gran Buenos Aires.
49

Un

aspecto central en su trabajo es la explicitacin de los vnculos entre los sindicatos y las organizaciones de izquierda, las que se abocaron a la construccin de clulas fabriles alrededor de 1972. Segn este autor, no hubo tendencias unidireccionales sino una mutua convergencia por varios motivos, a saber: 1) debido al acercamiento a esas organizaciones de los nuevos activistas fabriles, que sentan la necesidad de encontrar un encuadramiento poltico que respondiera a las nuevas condiciones de combatividad obrera y al creciente abandono de su rol de conduccin por parte de las direcciones peronistas ortodoxas, 2) por el replanteo de la definicin polticoideolgica que estaban llevando a cabo dirigentes y activistas dentro de las filas obreras y 3) por la orientacin hacia las fbricas o proletarizacin de sus cuadros que impulsaban con distinta fuerza y xito las distintas organizaciones de izquierda, en especial las marxistas.
50

Otro aporte en esa lnea de investigacin, aunque si analizar casos concretos, es el que hizo Santella, A. (2003). Los setentas y el movimiento clasista en Argentina. Una crtica a la tesis de Cangiano. Razn y Revolucin, N 11, invierno de 2003, pp. 5771. 50 Entre las organizaciones de izquierda a las que se refiere, Lbbe incluye a un gran abanico de fuerzas, desde el marxismo y trotskismo hasta el peronismo de base y las organizaciones armadas. Lbbe (2006,2009). La guerrilla fabril: clase obrera e

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Sobre este punto, el trabajo de Lbbe complejiza las relaciones entre las estructuras polticas de las corrientes de la nueva izquierda y las organizaciones sindicales o de bases fabriles. De hecho, las relaciones presentaron variadas formas segn los lugares y los personajes involucrados. Un vnculo complejo y con diversos grados de flexibilidad se estableci entre las conducciones polticas y los activistas, que se movan con un grado de relativa autonoma, aplicando las directivas polticas a las condiciones reales de la fbrica. De esta manera Lbbe descarta la idea de que los activistas eran autmatas teledirigidos por sus conducciones.
51

Otro de los vnculos que tampoco ha sido abordado en profundidad es la relacin entre el clasismo y el Sindicalismo de Liberacin, por ejemplo, durante la existencia del MSC. En los discursos de Tosco est muy presente su posicin de clase, la importancia de concientizar a los trabajadores e incluso, la idea del camino hacia el socialismo. Sus planteos, de clara orientacin marxista, han llevado a algunos

autores 52 a sostener que el clasismo y el sindicalismo de liberacin eran lo mismo. Aunque no eran lo mismo, ya que los mismos protagonistas se diferenciaban a partir de sus formas de nominarse; si tenan diferencias sobre el rol que asignaran al sindicato respecto de su funcin en el proceso revolucionario y, por consiguiente, del rol que ocupara un partido revolucionario en el mencionado proceso histrico.

izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires: 1975-1976, op cit, pp. 36-37. 51 Ibidem, p. 178. Una mirada similar plantea Lorenz, F. (2007). No nos subestimen tanto. Experiencia obrera, lucha armada y lecturas de clase. Lucha Armada en la Argentina, Ao 3, N 8, Buenos Aires, pp. 54-64. 52 Brennan, J. (1992). El clasismo y los obreros. El contexto fabril del sindicalismo de liberacin en la industria automotriz cordobesa, 1970-75. op.cit. James, D. (2005), Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, op cit.

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En un trabajo recopilado por Schmucler 53 se hace referencia a que el clasismo, por definicin, conceba la necesidad de la construccin de un partido poltico de la clase obrera, cuya funcin era la toma del poder poltico. Sin embargo, Brennan 54 asegura que nunca existi un consenso acerca de la necesidad de formar un partido revolucionario. Entiendo que esta falta de consenso se debe a la variedad de teoras revolucionarias que actuaron dentro del espectro del clasismo (marxismo-leninismo, trotskismo, maosmo, peronismo, etc.) cada uno sosteniendo una idea diferente sobre cmo deba ser el cambio revolucionario. Sin embargo, este es un tema que an no ha sido profundizado. Pensar en el clasismo en los trminos en que fue planteado en este trabajo, nos obliga a afinar la mirada. En primer lugar, a pensar que el clasismo no fue uno slo sino que el concepto abarca una diversidad de sentidos. Pero adems, y esto es algo que realmente me preocupa, si sostenemos que los clasistas eran los dirigentes y no las bases obreras, entonces, las definiciones de sindicatos clasistas se reduce a la arena de la dirigencia. Es por ello que mi propuesta parte de otros fundamentos. Pretendo analizar a los trabajadores clasistas, eso ya implica una toma de distancia respecto de los autores mencionados que examinan a los sindicatos clasistas. Aunque por momentos hay que enfocarse en la estructura sindical, ya que era el mbito por excelencia de accionar social de estos sujetos, en realidad me interesan ms los sujetos que las estructuras; o mejor dicho, los sujetos interactuando en las estructuras sociales.

53

Schmucler, H. (et al) (ed.). El obrerismo de pasado y presente. Documentos para un dossier (no publicado) sobre SiTraC-SiTraM, op cit, p. 178. 54 Brennan, J. (1992). El clasismo y los obreros. El contexto fabril del sindicalismo de liberacin en la industria automotriz cordobesa, 1970-75. op.cit., p. 15.

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De esta manera, pensar el clasismo es pensar en obreros que tienen conciencia de su clase, en el sentido ms marxista del trmino. Y pensar en marxismo no tiene que asociarse directamente a organizaciones partidarias marxistas, a pesar de ellas tuvieron su injerencia en el desarrollo del clasismo cordobs. Pero no slo las organizaciones marxistas la tuvieron: no hay por qu descartar a priori a los trabajadores de las bases peronistas. Aunque en los trabajos previos quedan, en trminos ideolgicos, dicotmicamente opuestos a las dirigencias clasistas; me parece una obviedad decir que tambin existi para esos grupos, como tambin para otros sectores del peronismo de izquierda, una vinculacin entre el peronismo y la conciencia de la clase obrera.

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Raimundo, Marcelo - Anticipando los setenta: la huelga de los petroleros del SUPE Ensenada. Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Anticipando los setenta: la huelga de los petroleros del SUPE Ensenada.


Marcelo Raimundo
*

Resumen Este trabajo se propone realizar una reconstruccin de la prolongada huelga petrolera de 1968, con el fin de explorar su significacin en relacin al periodo de conflictividad obrera que se abre en los aos 70. La utilizacin de fuentes locales permitir explorar la combinacin de rasgos correspondientes a la etapa previa con aspectos que caracterizarn a la poca por venir.

Palabras clave Huelga Trabajadores petroleros Revolucin Argentina Clase obrera Historia Local

Anticipating the seventies: the oil strike of SUPE Ensenada.

Summary This paper intends to make a reconstruction of the long oil strike of 1968, to explore its significance in relation to the period of labor unrest that opens in the '70s. The use of local sources for exploring the combination of traits corresponding to the previous stage with aspects that characterize the time to come.

Key Words Strike - Oil Workers - Revolution Argentina - Working Class - Local History

IdIHCS CISH UNLP

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Raimundo, Marcelo - Anticipando los setenta: la huelga de los petroleros del SUPE Ensenada. Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Durante los primeros aos del gobierno dictatorial de Juan Carlos Ongana, la movilizacin obrera del Gran La Plata estuvo fuertemente marcada por la accin de los gremios estatales, que agrupaban no slo a los trabajadores de la administracin pblica sino tambin a los vinculados con sectores de la industria y servicios. De esta manera el gran conflicto sindical desatado en la empresa petrolera YPF de Ensenada entre septiembre y noviembre de 1968 puede ser considerado como un acontecimiento particular que emergi de dicho marco, aunque presentando una dinmica propia tanto en sus proporciones como en su modalidad. Sin embargo, Dawyd ha sealado en un reciente trabajo que esta huelga expres una nueva etapa en las relaciones laborales, en comparacin a la situacin instaurada por la poltica laboral de la Revolucin Argentina 1 . As, este conflicto aparece como un punto de inflexin en la dinmica sindical de la etapa, que marca el renacer de las luchas obreras y que deja su impacto en las distintas tendencias del movimiento obrero de la poca. Tomando dicho anlisis como punto de referencia, este artculo procurar sumar algunas observaciones surgidas a partir del anlisis de documentos locales, con la finalidad de resaltar cierta singularidad que tie este acontecimiento: en l, aparecen y se combinan rasgos propios de las luchas obreras previas con formas que caracterizarn a los conflictos laborales que tomaran relieve en un futuro prximo.

Dawyd, D. (2008). Conflictos sindicales antes del Cordobazo. La huelga petrolera de 1968 en La Plata, Berisso y Ensenada. Ponencia presentada en III Jornada de Economa Poltica UNGS, Buenos Aires. Esta afirmacin es basada en datos extrados del Boletn de Documentacin e Informacin Laboral (DIL), que resaltan la particularidad sin precedentes en cuanto a disciplina y duracin de la huelga en relacin a los conflictos laborales desde principios de 1967. En los historiadores militantes se habl de ello, incluso tempranamente de una etapa de pasividad, que se rompe con la huelga petrolera de 1968, en Echague, C. (1971). Las grandes huelgas. CEAL. Buenos Aires., p.105.

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Raimundo, Marcelo - Anticipando los setenta: la huelga de los petroleros del SUPE Ensenada. Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Por un lado, este conflicto presenta tanto un discurso de corte obrerista como conductas que poseen un alto ingrediente romntico 2 . Asimismo, se encuentra presente el recurso a alianzas de tipo corporativo y formas de accin pasiva, ya que la medida principal es el abandono del lugar de trabajo. Por otra parte, es a la vez una huelga con componentes antiburocrticos, con momentos de violencia directa, y que tambin asume caractersticas de paro sectorial con contenido poltico, en cuanto iba contra polticas de estado procurando representar intereses generales. Situada en estos puntos de anlisis, la reconstruccin histrica de la huelga del SUPE Ensenada ser confeccionada a partir de reconocer a lo largo de su desarrollo, la permanencia de lo viejo y la expresin de nuevos aspectos en la confrontacin. Y en este sentido, poner la mirada sobre la realidad local y su encuentro con procesos que se consideran de carcter nacional, se presenta como un fructfero camino para pensar acerca de fenmenos que terminan estando atravesados por distintas significaciones a la hora de ponerle su lugar en la historia.

Contexto de fuerzas La informacin circulante en septiembre de 1968 mostraba una burguesa industrial muy satisfecha por las polticas laborales de la Revolucin Argentina. En su memoria anual, la UIA (Unin Industrial Argentina) reconoca los sacrificios salariales realizados por los trabajadores y sealaba a la par la adecuada reaccin del gobierno militar ante las acciones directas sindicales motivadas a su entender por finalidades polticas. En palabras de los industriales, al hacer

Esto puede observarse en el lenguaje utilizado (vase p.ej. la cita 29), como tambin en que muchas de las acciones obreras eran evaluadas en trminos de respetar o representar ciertos valores.

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cumplir rigurosamente la ley por medio de las suspensiones de personeras gremiales, los sindicalistas revisaron sus procedimientos, las huelgas ilegtimas prcticamente desaparecieron, y los verdaderos conflictos de trabajo disminuyeron en forma tal que pasaron desapercibidos (sic) 3 . De manera similar, en el discurso de la cena del Da de la Industria organizada por la Cmara Metalrgica platense, el presidente de la entidad festejaba que la paz social haba llegado: En el sector industrial son lejanos los das en que prolongados conflictos paralizaban las fbricas, inquietaban los nimos e interrumpan el ritmo del pas. Hoy vemos con optimismo que los das perdidos por paros son mnimos y motivados generalmente, por hechos aislados, restablecindose en forma rpida, el equilibrio que lleva la relacin laboral a su cauce normal 4 . En el plano sindical, la Confederacin General del Trabajo (CGT) local estaba inmovilizada y presa de una profunda crisis interna desde fines de 1965, limitndose simplemente a dar comunicados contra alza del costo de vida, el congelamiento salarial y los despidos en masa 5 . La CGT de los Argentinos (CGTA) platense slo haca eco de protestas de carcter estudiantil por aquellos das, organizando un acto para conmemorar el asesinato del estudiante Pampilln 6 . Recin hacia fines de mes se puede ver en su agenda el tratamiento del plan de accin votado por su Comit Central
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El Da, 2 de septiembre de 1968. El Da, 7 de septiembre de 1968. 5 El Da, 14 de septiembre de 1968. 6 En relacin a la constitucin de la CGT de los Argentinos a nivel local se puede verificar la ausencia de gremios importantes de este conglomerado como es el caso de Grficos, la Fraternidad, UTA y FOETRA. El SUPE Ensenada (Sindicato Unidos Petroleros del Estado) aparece ligado a ella slo en los momentos de registrarse la huelga. Segn registros de la DIPBA (Direccin de Inteligencia de la Polica de Buenos Aires), sus plenarios locales nunca contaron con gran apoyo numrico ni lograron movilizar a las bases obreras, por lo que la convocatoria de la CGTA se fue orientando a los partidos polticos proscriptos y hacia el movimiento estudiantil, pero encontrando un relativo eco en ellos. Esto provoc que las medidas de lucha encaradas a nivel nacional de la central fueran reformateadas a nivel local, no pasando de dbiles movilizaciones o puntuales actos relmpagos. Respecto a la adhesin de agrupaciones sindicales, que a nivel nacional representaron un nmero importante, en la zona platense slo se pueden verificar 9: de taxistas, metalrgicos, grficos, textil, telepostal, gastronmicos, panaderos y dos de la construccin.

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Confederal (CCC) y el anlisis de la situacin de los petroleros locales. Por su parte, el SUPE nacional dirigido por el entonces participacionista Adolfo Cavalli estaba sumido en una fuerte disputa interna, y dicho jerarca siendo presionado a realizar un congreso nacional por distintas filiales locales opositoras, que buscaban desplazarlo, para poner a la organizacin en el verdadero camino que quieren las bases: luchar por la dignidad nacional y obrera 7 .

Razones (manifiestas) de la huelga Los motivos inmediatos que llevaron declarar una prolongada huelga de 2 meses en la destilera petrolera ms grande de Sudamrica por aquellos aos, si bien eran ya conocidos por los trabajadores, tomaron estado pblico cuando el administrador general de YPF, dio un comunicado donde anunciaba el aumento de la jornada de trabajo de 6 a 8 horas diarias, para la mayora de los obreros de la planta. Amparada en razones de carcter econmico-industrial y de paridad de trato con el personal del resto de las destileras de YPF, la medida tiraba por la borda una reivindicacin lograda haca 20 aos por razones de insalubridad. El funcionario dio a conocer los distintos reacomodamientos de personal que se produciran segn las secciones afectadas y asegur que el personal disponible sera redistribuido por la administracin de la destilera, por lo que no habra despidos. Su mensaje terminaba de forma amenazante: A este respecto deseo advertir al personal que no se deje inducir por la campaa que se viene realizando desde tiempo atrs, tratando de llevarlo a una situacin de conflicto, propsitos en que se hallan empeados algunos -quiero creer- por ignorancia o error de concepto respecto a los verdaderos alcances de la medida u otros por simple irresponsabilidad, todos los
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El Da, 23 de septiembre de 1968.

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cuales no han medido las consecuencias irreparables que su actitud pueda provocar 8 . En realidad la empresa YPF estaba dando pasos firmes en la aplicacin de las normas de racionalizacin que el rgimen dictatorial estaba llevando adelante en todas las esferas de la administracin pblica 9 . La modificacin del rgimen laboral de la destilera fue anunciada en la maana del 25 de septiembre de 1968 y se sumaba a otro motivo de disconformidad para el personal de YPF: en el caso de la flota de buques una reciente ley sobre jubilaciones afectara a los trabajadores de la Marina Mercante, llevando la posibilidad de retirarse a los 45 aos de edad y 25 de servicios, a 60 y 30 aos respectivamente. Ambas arremetidas contra derechos laborales adquiridos haca mucho tiempo, se toparon con una frrea oposicin de las dirigencias sindicales de los gremios locales que formaban el SUPE: los obreros y empleados de la destilera, los del taller naval y los de la flota 10 . Los representantes sindicales haban logrado llevar recientemente sus demandas al congreso del SUPE nacional y encontrado un masivo apoyo en los ms de 3000 concurrentes a una asamblea realizada el 20 de septiembre. En estos y otros mbitos se haba delineada la decisin de realizar un paro por tiempo indeterminado inmediatamente a que se hicieran efectivas las medidas. Los lderes de cada sindicato,
El Da, 24 de septiembre de 1968. Puede verse en El Da del 19 de septiembre, un comunicado de FEGEBA (Federacin de Gremios Estatales de Buenos Aires) sobre el proyecto de reforma de estatuto donde entre otras cuestiones se procuran reemplazar las categoras por un clasificador de cargos, la implantacin de licencias por das corridos, la merma de das correspondientes en algunas de ellas, e inhabilitaciones al ingreso de personal en dependencias pblicas por cuestiones ligadas al conflicto con el estado. 10 Para tener una dimensin del impacto que provocaba la ampliacin horaria, se puede ver en el folio 121 del Legajo Huelgas y Conflictos Petroleros (DIPBA) con fecha 19 de Agosto, el Comunicado N1 firmados por todas las agrupaciones sindicales de la destilera (Verde, Gris, Azul y Celeste y Blanco; respondan a militantes peronistas, radicales y comunistas) donde se manifiesta que consideran el horario de 6 horas como la mxima conquista gremial lograda hasta el presente y por su profundo contenido social, humano, no puede admitirse su prdida como un hecho ms o menos intrascendente, sino como el desmoronamiento total de las bases principales de las relaciones entre la Empresa y sus Agentes.
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Cominotti (Destilera), Santucho (Taller Naval) y Bern (Flota), aseguraron que no podan permanecer indiferentes a medidas que equivalen a un inhumano sometimiento del gremio 11 . A sabiendas que enfrentaran una fuerte reaccin del gobierno militar, rpidamente constituyeron el Comit de Huelga y dejaron en claro que el paro slo sera levantado por resolucin de los mismos organismos que lo decretaron, mostrando con esto los ribetes de disputa al interior del SUPE nacional.

Se lanza la lucha Hacia media maana comenz el retiro masivo de personal de la planta de Ensenada y las instalaciones de la gran planta industrial quedaron desiertas y cosa sin precedente- fueron extinguindose los humos de las chimeneas, porque esta vez no slo cesaba la habitual consagracin laboriosa, sino que haban dejado de funcionar los mecanismos 12 . Simultneamente, la tripulacin de los buques en operacin en el puerto local tambin abandonaron en forma total sus tareas y lo mismo hicieron los trabajadores del Taller Naval. Si bien la zona era custodiada por la Prefectura Naval, un gran despliegue policial que se aprest a cuidar el orden; durante la tarde ya slo permanecan en las instalaciones el personal superior no sindicalizado. En cuanto a los trabajadores afectados por la huelga, la cifra sera entre los 4400 y 7000, variando la misma segn las fuentes. Si bien todo se desarroll en calma, rpidamente recay sobre los huelguistas una acusacin de sabotaje sobre la usina elctrica, que fue lo que
El Da, 26 de septiembre de 1968. El Da, 26 de septiembre de 1968. Segn se afirmaba, era la primera vez que la destilera dejaba de funcionar en forma total, ya que en otras ocasiones se aseguraba un funcionamiento mnimo de instalaciones claves ligadas al proceso continuo de procesamiento de petrleo. As fue entonces, que dej de ser visible la gran y familiar llama que flameaba de la chimenea del cracking cataltico, una imagen cotidiana para los habitantes de la regin del Gran La Plata.
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caus la detencin del proceso productivo en plena elaboracin. El jefe administrativo de la destilera responsabiliz a los dirigentes gremiales por los perjuicios ya que el elemento catalizador que se utiliza en dicha planta es adquirido a alto precio en el exterior, y que su enfriamiento, adems de irrogar una fuerte prdida en s, dejar obstruidas las caeras 13 . Adems, denunciaba todos los problemas de

abastecimiento que se ocasionaran, ya que el petrleo fiscal cubra el 60% de la demanda del mercado nacional y la destilera local procesaba un 60% de este total, por lo que afectara en un 30% a 35% la provisin del pas. Ante los hechos, YPF emiti un par de solicitadas complementarias: una donde aseguraba que el problema de

insalubridad hace tiempo estaba zanjado, que no habra despidos y exhortando por ltima vez a reintegrarse al trabajo; la otra, donde se intimaba al personal bajo amenazas de cesantas. Al da siguiente, la Prefectura tom el control de la planta con 250 efectivos, y durante todo el da la polica provincial patrull la ciudad de Ensenada con fuerzas de infantera, caballera y patrulleros a modo de virtual militarizacin para evitar los piquetes de huelga, aunque en realidad estos no parecan necesarios ya que el paro era rotundo. El administrador de YPF en tanto, enfatiz que la falta de responsabilidad no sera tolerada y que los trabajadores del taller naval, muelles y flota no eran alcanzados por la racionalizacin horaria y slo por la accin de elementos subversivos se pleg al paro 14 . Dej adems planteada la posible intervencin de los sindicatos y la movilizacin militar de los huelguistas, remarcando que la ampliacin en el horario era irreversible. Luego de confirmar que la intimacin fue discutida por el presidente Ongana y el secretario de Trabajo San Sebastan, confi en que la situacin se normalizara en un par de das, aunque las fuentes

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El Da, 26 de septiembre de 1968. El cracking cataltico tiene una funcin clave en la fabricacin de combustibles livianos de consumo masivo. 14 El Da, 27 de septiembre de 1968.

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periodsticas recordaron que recomponer las instalaciones afectadas tomara como mnimo un mes segn los datos circulantes. La CGT de los Argentinos platense, dio su apoyo inmediatamente al paro. El comit de huelga, dio una conferencia de prensa en el Sindicato de Sanidad (sede de aquella central) en la que aseguraba que nunca quisieron llegar a una medida as de extrema, pero que, ante la insensibilidad de la empresa, no haba otro camino () la crisis no slo se debe al problema de los horarios de trabajo, sino a un conjunto de medidas antiobreras que terminaron por inducir a la clase trabajadora a tomar medidas heroicas 15 . Se asegur adems, que la solucin a diversos problemas que afectan a los petroleros se vena exigiendo hace dos aos y que la huelga sera mantenida hasta sus ltimas consecuencias, incluso con la intervencin del sindicato. Mientras tanto comenzaban a llegar la adhesin de distintas organizaciones locales y se efectu un acto relmpago en el centro platense. La comisin directiva del SUPE Ensenada en una solicitada refut distintas acusaciones vertidas por la patronal, entre ellas: que la asamblea del 20 de septiembre slo se encarg de ratificar lo resuelto en la del 27 de agosto sobre la inmediata concrecin de un paro ante las medidas rumoreadas; que las medidas de insalubridad no slo no haban mermado sino que se haban incrementado con la puesta en marcha de nuevas instalaciones; que negar las cesantas era incoherente con la consabida poltica de racionalizacin estatal; y que el sabotaje de la usina elctrica era falso, pues dicha fuente de energa venia teniendo fallas desde su ampliacin. Frente a la descalificacin desatada por el gobierno, los sindicalistas afirmaron Se nos acusa de saboteadores y pensamos que tambin se nos puede endilgar cualquier otro adjetivo, pero la opinin pblica puede tener la completa seguridad que no somos ni uno ni lo otro. Esta lucha es de neto corte
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El Da, 27 de septiembre de 1968.

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gremial y como tal la hemos encarado 16 . Rpidamente comenz a notarse un desabastecimiento de combustibles en la zona platense. Aunque el gobierno lo atribuy a maniobras especulativas, en realidad la cuestin estaba relacionada con la falta de empleados para la carga de los camiones cisterna y a que los conductores de estos teman represalias en el camino. Sin embargo, la falta de naftas se fue superando con el correr de los das y el problema dej de inquietar a los automovilistas de la regin. Lo que progresiva y sostenidamente se fue manifestando es una retraccin del comercio y del trnsito, principalmente en la localidad de Ensenada. Al tercer da de la huelga, se conoci la decisin de la Secretara de Trabajo de cancelar las personeras gremiales de SUPE Ensenada y del Sindicato Flota Petrolera del Estado, por no acatar la intimacin a levantar el cese de tareas 17 . Entre los considerandos de las resoluciones se desatacaban el haber declarado un conflicto abierto sin someterse a las normas que regulan los diferendos de trabajo, la paralizacin de un servicio pblico esencial y la puesta en riesgo la seguridad pblica en la zona. Ninguna de estas manifestaciones hizo eco en los huelguistas, y se confirmaba que slo haba en funciones 158 empleados, entre administrativos y jerrquicos. La prensa entretanto desliz la existencia de un cambio de clima en Berisso y Ensenada ligado a la circulacin de amenazas a quienes quieran retornar a sus labores. La cuestin pareci confirmarse con sendos atentados con explosivos en los domicilios de empleados de YPF.

El Da, 27 de septiembre de 1968. La disputa por el carcter de la huelga (laboral o poltica) sera una constante en el desarrollo de los acontecimientos. Desde la empresa y el gobierno ambos sentidos fueron utilizados indistintamente para descalificar a los huelguistas. 17 El Da, 28 de septiembre de 1968. El Sindicato Taller Naval no fue afectado por la medida pues no posea personera gremial.

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Los ltimos das de septiembre los huelguistas comenzaron a enfrentar un nuevo escenario por varios motivos. Por una parte, la empresa logr poner en funcionamiento parcial algunos procesos de la planta para elaborar fuel-oil y asfalto. Por otra, y de mayor importancia, la junta directiva central extraordinaria de la Federacin de SUPE, luego de largas deliberaciones y de una votacin ganada por 12 a 11 votos, circunscribi la situacin de conflicto a la zona de los 3 sindicatos locales, aunque se declar en sesin permanente para responder ante posible represin. Esto signific un duro golpe para ya que extingui la posibilidad de extender orgnicamente el conflicto dentro de la rama petrolera 18 . Los lderes locales de todas maneras exigieron la actuacin de la junta directiva pues ya consideraban la cancelacin de personeras como una represin, aunque dicha solicitud no prosper. Mientras tanto, la polica aumentaba la vigilancia y patrullaje en Ensenada y Berisso, y los dirigentes sindicales entraron en una situacin de semiclandestinidad dejando de frecuentar los locales sindicales y sus domicilios. La posible movilizacin militar de los trabajadores volva nuevamente a tomar fuerza, ya que si bien haban sido trados empleados de otras instalaciones de YPF, de un sondeo realizado en otras destileras sobre un eventual traslado laboral hacia La Plata habra dado resultados negativos. Paralelamente, aumentaban diariamente las expresiones de solidaridad y apoyo de distintos sindicatos, corrientes gremiales y agrupaciones estudiantiles.

El Da, 29 de septiembre de 1968. Un informe policial de 1970 sobre la huelga (Huelgas y Conflictos Petroleros, DIPBA, sin folio) sealaba a este hecho como uno de los factores claves de la escalada del conflicto: Posiblemente esta decisin haya contribuido a endurecer posiciones. Los dirigentes locales en apariencia fueron enfrentados a la alternativa de desandar el camino de la huelga luego de vibrantes promesas a 6500 trabajadores o someterse mansamente a los dictados del entonces moderado Adolfo Cavalli

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Consolidacin del conflicto El mes de octubre comenz con noticias alentadoras. La empresa, que haba aumentado la presin laboral sobre los empleados jerrquicos que asistan a la planta tuvo un revs: (E)ncargados y jefes recibieron orden de trabajar en funciones ajenas a su especialidad, a lo que se negaron, por lo que la empresa adopt de inmediato sanciones con algunos de ellos e intim al resto a que realizara las labores dispuestas. Ante el giro que tomaron las cosas, decidieron entonces plegarse al paro al terminar la jornada 19 . Unos das despus similar actitud tomaron muchos de los capitanes y oficiales de los buques de la flota petrolera, por lo que aument la cantidad de buques inactivos y varados en el puerto de la destilera, llegando a sumar 18 unidades. Las filiales del SUPE Mendoza y Avellaneda lanzaron su apoyo con quites de colaboracin, y se rumoreaba que en Comodoro Rivadavia deban descartar el petrleo extrado por ser imposible su embarque. La CGT de los Argentinos dio seales de mayor compromiso con una declaracin de su CCC apoyando la huelga y resolviendo llevar a cabo una jornada de defensa del petrleo nacional en solidaridad con el conflicto y por todas la reivindicaciones del movimiento obrero 20 . Durante su visita a la zona, el dirigente Ricardo De Luca habl de que la empresa haba provocado el paro y entreg la suma de $100.000 producto de la venta de bonos solidarios, que tambin haban comenzado a circular en la regin. Unos das despus, tanto la CGT de los Argentinos local, como el SOMU (Martimos) y el Centro de Capitanes y Oficiales anunciaron la realizacin de paros en solidaridad, pero nunca llegaron a efectivizarse.
El Da, 1 de octubre de 1968. El Da, 3 de octubre de 1968. Si bien se discuti sobre un posible paro nacional, no se lleg a un consenso unnime al respecto. Un acto local de la CGTA para el 4 de octubre fue suspendido por lluvia. Unos das antes, esta central dio un comunicado en el que denunci que la reduccin del problema al tema horario era falso y que se buscaba despedir a 1700 trabajadores, un nmero muy cercano al que realmente result.
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Por su parte, el gobierno aument la ofensiva sobre los trabajadores con las primeras oleadas de cesantas (50, 94 y casi 100 ms respectivamente), afirmando que no habra posible acuerdo sin el levantamiento del paro 21 . Creci en 450 el nmero de los efectivos de la Prefectura que custodiaban el establecimiento y a la vez esta dependencia militar emiti citaciones a ms de cien tripulantes de la flota, por lo que los abogados de la CGT de los Argentinos local realizaron un amparo en vista de que poda ser una maniobra previa a su detencin. Si bien el gobierno militar se empeaba en argumentar la racionalizacin de la empresa por cuestiones meramente de eficiencia, desmintiendo una poltica de privatizacin de empresas estatales: Lo que se est estudiando, desde hace tiempo, son las modalidades que se darn a las empresas para fortificar su desarrollo y agilizar su funcionamiento, pero manteniendo, en todos los casos, el estado el ms absoluto control y dominio de las mismas 22 . En realidad, esta era la forma de presentar una de las denuncias que hacan los trabajadores de SUPE, su transformacin en empresas mixtas con capitales privados, con el estado como accionista mayoritario. El fantasma de la movilizacin segua rondando, aunque de manera contradictoria: mientras algunos sectores del gobierno la esgriman amparados en la Ley de Defensa Civil, voceros del Ministerio del Interior la relativizaban ya que se tena como recurso ms efectivo la importacin de combustible 23 . Mientras tanto seguan producindose actos relmpagos y ataques a los domicilios de algunos empleados en actividad. El comit de huelga comenz a desarrollar sus actividades en la sede del sindicato SOYEMEP (Sindicato de Obreros y Empleados del Ministerio de
El Comit de Huelga denunci que las cesantas dispuestas comprenden a todos los servidores con fojas intachables y, por coincidencia, opositores a la conduccin del seor Adolfo Cavalli, El Da, 7 de octubre de 1968. 22 El Da, 10 de octubre de 1968. 23 El Da, 6 de octubre de 1968. Este recurso ciertamente result ms efectivo, ya que afect la posicin estratgica de los trabajadores petroleros en la economa nacional.
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Educacin de la Provincia), por donde desfilaban cientos de activistas y huelguistas diariamente, y era lugar de entrega de canastas de alimentos a las familias afectadas por el paro. Entre las nuevas adhesiones a los huelguistas, lleg la de los curas prrocos de Ensenada (una seal de la intervencin de la iglesia en el conflicto) y el apoyo de muchos mdicos que atendieron gratuitamente a los trabajadores afectados por la paralizacin de la obra social.

Honra sin sindicatos El 10 de octubre, se abre una nueva etapa en el conflicto. Ese da, en medio nuevamente de rumores de movilizacin militar son intervenidos los dos gremios que tenan su personera gremial cancelada y clausurados sus locales: Poco a poco, un cmulo de versiones fue ganando la calle y la presencia de carros de asalto, tropas de infantera, un camin Neptuno, y caballera, hombres de la seccin perros y adems, el acentuamiento del rigor en la vigilancia ejercida por la Prefectura Nacional Martima en la zona de la destilera y el puerto no hizo sino confirmar la posibilidad de novedades trascendentales. Esas mismas medidas se extendieron a la mutual de SUPE 24 . Uno de los integrantes del comit de huelga declar que ello no los intimidaba pues la justicia es nuestro escudo y la voluntad de todos los compaeros nuestra arma 25 . Un aparato represivo similar se arm en La Plata para evitar el acto que realizara la CGT de los Argentinos en apoyo a la huelga. Sin embargo, hacia la noche irrumpi en la zona cntrica un grupo de 200 manifestantes que se enfrent con explosivos a la polica. Un par de das despus, el interventor intent dejar sin efecto la huelga y emplaz a los trabajadores a retomar al trabajo. El
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El Da, 11 de octubre de 1968. Con esto, los lderes de la huelga pasaban para el gobierno a la ilegalidad y por tanto no seran reconocidos como parte negociadora. La intervencin fue dictada por el Poder Ejecutivo y qued en manos de un dirigente del grupo de Cavalli. 25 El Da, 11 de octubre de 1968.

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llamado cay en odos sordos y slo retornaron 2 obreros. En tanto, los gremios petroleros locales, sacaron una solicitada recordando cules son los rganos legtimos de toma de decisiones y desconociendo cualquier otra instancia: la asamblea para destilera y taller naval y el cuerpo de delegados para la flota 26 . El gobierno recrudeci nuevamente la vigilancia policial; la empresa por varios das public en diarios ofrecimientos laborales para incorporarse a la flota y la destilera, y a travs de una solicitada embisti contra los huelguistas acusndolos de politizar el conflicto para lograr apoyo en su reivindicacin horaria propia.

Buscando una salida A esta altura del conflicto, aparece por primera vez el comit de huelga dando una seal clara de los trminos de una posible negociacin: la nica posibilidad de retorno es que se retrotraiga la situacin al 24 de septiembre. Tal fue la consigna sostenida por los secretarios generales de SUPE Comodoro Rivadavia, Santa Cruz y Mendoza, que llegaron a Buenos Aires para hacer gestiones extraoficiales con aval del comit de huelga. Pero las autoridades nacionales ponan como condicin que en la mesa de negociacin estuviera Cavalli, lo que finalmente trab las tratativas. Luego de unos das la comitiva abandon la capital para realizar asambleas en sus respectivos lugares de origen. Entremedio, se anunci otra mediacin oficiosa para acercar a las partes a la bsqueda de una solucin, pero el secretario de Trabajo San Sebastin duramente se ocup de negar la existencia de la misma: No veo la necesidad de mediadores oficiosos sobre algo por lo que no se puede mediar 27 .
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El Da, 13 de octubre de 1968. En das posteriores el comit de huelga denunci a grupos ligados al interventor que visitaban a huelguistas con el fin de hostigarlos. 27 El Da, 18 de octubre de 1968. Si bien al principio la identidad del supuesto mediador se mantuvo en secreto, luego se supo que se trat del Arzobispo de La Plata Monseor Antonio Plaza, cuyos oficios fueron reconocidos por el comit de huelga ms all de no haber sido solicitados

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Pruebas de fuerza El 15 de octubre fue el da en que la CGT de los Argentinos tena programada su Jornada de Defensa del Petrleo Nacional. Fue una jornada agitada, que comenz con 4 atentados con petardos y bombas incendiarias contra los domicilios de distintos funcionarios de YPF. Un vastsimo operativo policial se despleg desde la tarde por todo el centro platense y se bloquearon todas las paradas de colectivos de la calle principal. Hacia la noche, la protesta se inicio de todas maneras con ms 350 integrantes- a unas cuadras de aquella arteria, y arrojando panfletos y molotovs los participantes se encolumnaron detrs de una bandera argentina, construyeron barricadas con materiales de obras en construccin de la zona y realizaron hogueras con tachos de basura. A la llegada de la polica, se dispersaron rpidamente luego de que fueran atacados con gases lacrimgenos, aunque los incidentes perduraron unos veinte minutos y hubo algunos detenidos. Al rato, la polica rodeo con varios carros de asalto el sindicato SOYEMEP (sede del comit de huelga) e increp a los periodistas que documentaban la detencin de una persona. La noche siguiente, cerca del lugar de los hechos, un grupo de personas cort el paso y atac con varias bombas molotov un micrmnibus que llevaba a un contingente de ingenieros hacia la planta. En los das que siguieron, 200 trabajadores de la flota reunidos en el local de la CGT de los Argentinos ratificaron su adhesin a la huelga refutando las versiones de una supuesta vuelta a las tareas vertidas por la empresa, comenz un paro por tiempo indeterminado el personal de los sindicatos intervenidos. Tambin se anunci la constitucin de la Comisin Petrolera Femenina de Solidaridad con la Huelga, formada por esposas, familiares y novias de los trabajadores petroleros, que estableci sus funciones en el sindicato de ATE (Asociacin de Trabajadores del Estado) de Ensenada. Un homenaje a la madre programado en una plaza de Berisso por dicha comisin fue

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desconcentrado por la polica y una de sus lderes fue detenida, llevada a la Brigada Femenina, donde se la hizo vestir ropas de reclusa y obligada a realizar trabajos que en toda dependencia carcelaria tiene finalidad reeducativa 28 , segn denunci el comit de huelga.

Contraataque de la burocracia y la empresa El secretariado nacional del SUPE intent recuperar protagonismo a travs de dos solicitadas que aconsejaban el retorno a las tareas, buscando rebatir los argumentos de los huelguistas y dividirlos reforzando la idea de que existan finalidades extragremiales en el conflicto a travs de duros trminos: habindose superado etapas de engaosas mediaciones, al ser pblicamente rechazadas las mismas y fechas especiales en que los responsables directos de este evento, en planificacin conjunta con elementos comunistas y sus idiotas tiles de la CGT de Paseo Coln haban sealado para inflamar al pas y producir profundos cambios estructurales, sin que el Pueblo en general se diera por enterado de sus afanes y slogans trasnochados (sic) 29 . Simultneamente, la empresa en otra solicitada anunciaba que si bien los despidos realizados hasta el momento eran consecuencia de perjuicios ocasionados por algunos de los huelguistas (lase los activistas) y no por la normalizacin horaria, a partir de la semana que entraba se comenzara con la incorporacin de nuevo personal y quienes no se reintegraran perderan definitivamente sus puestos de trabajo. As, la jornada del lunes 21 fue esperada con expectativa, pero aquellas advertencias no tuvieron el efecto deseado. Slo se reincorporaron 4 obreros y los sindicatos sealaban orgullosos: Lo que ellos jams comprendern es que la moral de los petroleros, la moral
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El Da, 21 de octubre de 1968. El Da, 20 de octubre de 1968.

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de la clase obrera, hace aflorar los sentimientos ms puros y generosos del ser humano. En nuestras conciencias se fueron acumulando todos los vejmenes sufridos contra nuestro sagrado derecho a una vida digna, a gozar los frutos de la riqueza social, el derecho a defender nuestro presente, el futuro de nuestros hijos, nuestro derecho a decir NO! a quienes quieren convertirnos en esclavos asalariados, NO! a quienes hipotecan nuestra libertad y ponen bandera de remate a YPF (sic) 30 . Ese mismo da, estall una bomba frente al local de SUPE en la Capital Federal; el comit de huelga repudi enrgicamente dicho atentado, que a su parecer afectaba la seriedad con que se vena dando la medida de fuerza.

Solidaridades claves: fracaso y contraofensiva El 22 de octubre se produjo una novedad que pareca abrir una nueva etapa en el conflicto petrolero: la comisin directiva de la filial del SUPE Mendoza anunciaba un paro total de 72 horas a partir del 28. Con esto, entraba por primera vez en juego la extensin del conflicto local hacia la esfera nacional. Los sindicatos locales expresaron que la medida desautorizaba la circunscripcin del conflicto que intent el secretariado nacional, y obligara al gobierno a meditar con el fin de tratar una solucin que concilie los intereses del gremio 31 . Mientras, se aguardaba con inters los resultados de las asambleas de Santa Cruz y Comodoro Rivadavia 32 . Esta ltima vot una medida similar a la de los petroleros cuyanos. Pero los sucesos terminaron tomando otros carriles. El SUPE Mendoza en su asamblea revoc la huelga -incitada
Comunicado de huelga n 24, 21 de octubre de 1968, Huelgas y Conflictos Petroleros, DIPBA, sin folio. 31 El Da, 23 de octubre de 1968. 32 Estas tres filiales del SUPE y la de Ensenada, eran las principales opositoras a Cavalli pues tenan una importante representacin en el congreso de la federacin petrolera (por la cantidad de delegados), pero eran minora en la junta directiva central.
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por la misma conduccin que la haba impulsado-, y en Comodoro Rivadavia la medida le cost la intervencin al sindicato y demostr su impotencia de sostener un paro por tiempo indeterminado como respuesta a la misma. La huelga de Santa Cruz tom slo ribetes parciales y en Salta no se lleg a juntar qurum para realizar una asamblea. Desde el gobierno, tom cartas el CONASE (Consejo Nacional de Seguridad), que anunci que se encargara de convocar al trabajo mediante el envo de cdulas y a la vez se hizo pblica la decisin de reducir la diferencia existente en el cambio de las edades jubilatorias para los embarcados, una de las cuestiones en conflicto. La empresa en la ltima semana de octubre se volc decididamente a las nuevas contrataciones y anunci que el primer da hubo 584 anotados y llegando a casi mil el segundo. A la vez se produjeron 100 nuevas cesantas y creci el nmero de detenidos vinculados al paro tanto en la zona platense como en distintos puntos del pas donde activistas sindicales haban viajado en busca de apoyo. El comit de huelga comenz a enfrentar serias dificultades para operar. Fue desalojado dos veces durante una semana de los espacios que le brindaban albergue y un lugar de contacto con los trabajadores y activistas: SOYEMEP y la CGT de los Argentinos. Luego, durante su viaje a Mendoza, fueron detenidos por algunos das Cominotti y Bern 33 . En dicho lapso fueron reemplazados por el comit de huelga n2, que aprovech la ocasin para denunciar a Cavalli dando a conocer un documento que registraba sus palabras en una reunin previa al conflicto de la Junta Directiva Central del SUPE el da 4 de septiembre: Los compaeros de la destilera de La Plata no pueden hacer un retiro de colaboracin. Tendrn que ir directamente al paro, desencadenando la situacin mayor, no la intermedia de un retiro de

Posteriormente se comprob que su presencia en aquella ciudad haba sido delatada por el secretario general del SUPE local, que por ello perdi su cargo en la direccin de la CGT de los Argentinos mendocina

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colaboracin. El gremio mientras est en negociaciones no toma medidas, pero cuando la otra parte toma medidas el gremio reacciona, no con una medida de retiro de colaboracin, sino abocndose al evento de mayor gravedad, es decir, la paralizacin de tareas 34 .

Participantes clandestinos En el marco de la permanente la violencia contra los rompehuelgas, un hecho estremeci a la poblacin platense: en el radio cntrico explot una bomba dentro de un auto, que provoc heridas de consideracin a sus dos pasajeros. Uno de ellos era un joven contador, que entre sus pertenencias portaba una libreta con anotaciones comprometedoras y un croquis en el que estaban sealados algunos de los domicilios en los que ltimamente estallaron artefactos explosivos; la informacin policial lo seal como perteneciente a una clula de extrema izquierda. 35 Del otro bando, hizo su aparicin un nuevo y sospechoso actor que a travs de distintas solicitadas busc minar la confianza de los huelguistas en la conduccin sindical. En una de aquellas, titulada Terminar con la mentira, se utilizaban expresiones del siguiente tenor: Los enemigos, los traidores, son los que sabiendo la verdad de su fracaso, siguen confundiendo a las masas para cegarlas y no hacerlas ver las luz que los guiar a la solucin () Es lcito creer en individuos que blasonan de haber pasado, en su juventud por los claustros de colegios catlicos y hoy trepidan en andar del brazo con los comunistas y ser sus sumisos instrumentos? Puede todava albergarse una esperanza, cuando todas las respuestas han sido NO para el tema jornada Destilera La Plata? Puede confiarse en los que
El Da, 27 de octubre de 1968. El Da, 27 de octubre de 1968. La activa participacin del PRT La Verdad a travs de sus obreros y estudiantes obreros es confirmada por Castillo, C. (2010) El PRT- La Verdad entre los trabajadores de la carne de Berisso: la agrupacin El Activista de la Carne y la Lista Gris (1967-1972), Cuestiones de Sociologa, 8. En prensa.
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ya nada tienen que perder y han hecho del terror y la camorra sus argumentos persuasivos de la decisin que imponen sobre la voluntad de los ms? () Dejen de tener miedo; Rompan la mentira; Retornen al trabajo (sic) 36 .

Retorno y rearme A finales de mes, las esperanzas de que el conflicto se mantuviera en el interior del pas fueron decayendo rpidamente ya que las bases opositoras a la conduccin del SUPE Mendoza no lograron revertir la decisin tomada -e inclusive lleg a levantarse el quite de colaboraciny la huelga de Comodoro Rivadavia fue llamada a finalizar desde la misma direccin desplazada por la intervencin. As, a principios de noviembre y luego de casi 40 das de huelga, el foco del conflicto volvi a la zona platense. A lo largo de las primeras tres semanas de ese mes, los sindicatos petroleros de Ensenada sostuvieron decididamente la huelga, aunque procurando distintos medios para abrir un negociacin. El 1 de noviembre, en el local de FOECYT (Correos y Telgrafos) en un da de copiosa lluvia ante 600 asistentes el dirigente Bern aseguraba: hemos tomado contacto con altas esferas del gobierno y quiz antes del da lunes prximo podamos anunciar novedades 37 . Hubo constantes versiones encontradas sobre si existan o no negociaciones reales; mientras el gobierno y la empresa manifestaban su dureza con los cesantes y el levantamiento de la huelga. Las cesantas continuaron y en los primeros diez das del mes se produjeron ms de 200, y contando a los trabajadores declarados prescindibles, los despedidos llegaban casi a 700.

36 La publicacin estaba firmada por Ncleos de hombres y mujeres que trabajan en YPF en la zona de conflicto; Comisin de Esposas de Trabajadores de YPF; Ateneo de Jvenes de la Zona, El Da, 26 de octubre de 1968. 37 El Da, 2 de noviembre de 1968. En la reunin estaba presente el secretario ejecutivo de la Confederacin Latinoamericana Sindical Cristiana.

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Fueron das donde el comit de huelga tuvo dos frentes fuertes a cubrir: uno, mantener autoridad como conduccin del movimiento, y otro, sostener la fuerza moral de los huelguistas. Aunque hasta la segunda mitad del mes no se realizaron asambleas, el contacto con las bases era constante, como se poda ver en las frecuentes reuniones informativas -siempre con gran cantidad de asistentes- y en el movimiento de los dirigentes sindicales: (I)ntegrantes del comit de huelga recorrieron ayer diversos puntos donde los trabajadores suelen reunirse para discutir las alternativas del conflicto. Asimismo, visitaron a numerosos obreros que han sido dejados cesantes y, segn se dijo, encontraron en ellos una magnifica disposicin de nimo, al igual que en los nombrados en primer trmino 38 . Todo ello se daba en un marco donde se incrementaba la faz represiva, aunque muchas de

detenciones fueron breves gracias a la accin de abogados platenses ligados a la CGT de los Argentinos.

Con la cabeza en alto Las permanentes afirmaciones de que existan negociaciones en marcha, se vieron bruscamente desvirtuadas hacia mediados de mes cuando la empresa envi un ultimtum a los huelguistas para que se vuelvan al trabajo el da 18 de noviembre. El secretario de Trabajo seal con un dejo de cinismo: (N)i el gobierno ni YPF tienen deseos de dejarlos en la calle () Pero si este personal no vuelve el da lunes, ltima fecha fijada por YPF, la empresa proceder entonces en forma definitiva a hacer funcionar la destilera con los trabajadores que realmente necesita, que no es justamente la cantidad que exista hasta ahora 39 .
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Durante

aquellas

jornadas

circularon

constantemente

El Da, 10 de noviembre de 1968. El Da, 15 de noviembre de 1968.

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rumores de la realizacin de una asamblea para levantar la medida, por ello unos de los integrantes del comit de huelga se encarg de aclarar que en el momento en que hubiera situaciones que debatir el organismo iba a convocar de inmediato, con la debida antelacin y precisin, la realizacin de la asamblea 40 . Al parecer, se estaba esperando una importante respuesta en el marco de negociaciones secretas; cualquiera fuera su resultado, la asamblea sera convocada. Y as sucedi. El domingo 17 de noviembre de 1968, se realizaron las correspondientes asambleas en medio de lo que la prensa platense describa como un clima optimista: existe una fuerte corriente de opinin favorable al retorno de tareas entre los trabajadores, mxime luego de la exhortacin que la empresa fiscal hizo por carta a cada uno de los huelguistas 41 . Sin embargo la realidad iba a ser otra: en todas las instancias decisorias por unanimidad se vot la continuacin del paro por tiempo indeterminado. Los encuentros realizados en Club San Martn de Ensenada estuvieron rodeados por carros de asalto, carros Neptuno y perros, y la polica palp de armas a los que ingresaron al cnclave. En el caso de los obreros de la Destilera, (u)nos 4000 hombres integraban el acto y cuando el miembro del comit de huelga del intervenido SUPE de Ensenada, seor Ral Cominotti, junto con otros allegados a la conduccin, subi al estrado, una ovacin lo recibi 42 . Cuando el mencionado tom la palabra sentenci: Ustedes decidirn con calma, con sensatez y de cualquier manera podrn decir luego con la cabeza bien alta y con legtimo orgullo que son petroleros de Ensenada () (H)emos estado permanentemente en busca de una solucin pero no hemos sido escuchados. No tenemos nada que

ofrecerles -agreg- ni tenemos a dnde recurrir. Se nos exige que


El Da, 15 de noviembre de 1968. El Da, 17 de noviembre de 1968. En rigor, estas fueron las nicas asambleas realizadas a lo largo del este prolongado conflicto. 42 El Da, 18 de noviembre de 1968.
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volvamos incondicionalmente al trabajo 43 . Hubo una larga lista de oradores y slo uno mocion por levantar la medida, el resto lo hizo por continuar: Cuando el secretario ley la mocin que dispone continuar el paro, la asamblea estall en prolongados vivas y aplausos a ese temperamento y prcticamente por aclamacin qued sancionada () los asamblestas que estaban en el saln y los muchos que no haban podido ingresar por estar colmada la capacidad entonaron vibrantemente el Himno Nacional 44 . Al finalizar, Cominotti fue prcticamente arrebatado del palco por los afiliados y lo llevaron en andas hasta la puerta del edificio 45 . A la asamblea del Taller Naval asistieron ms de 700 trabajadores y todas las mociones fueron por mantener el paro, ms all de la insistencia para que se expresaran las posibles oposiciones: Que no se diga maana que esto fue una trampa, una coaccin y no dejamos de hablar a los que pensaran distinto 46 . La reunin de Flota (en el local de la CGTA central) cont con 24 de sus 27 miembros y casi 600 afiliados, dndose similares connotaciones que en los otros mbitos. A pesar de las amenazas de la empresa y el gobierno, ese lunes slo volvieron al trabajo 85 obreros. De todas maneras, el ministro del rea energtica destac que se estaba produciendo sobre el 80% de lo normal, por lo que -poniendo nuevamente presin a los huelguistas- destac que ello se lograba con un personal muy reducido, lo que quiere decir que con estas incorporaciones llegaremos al total normal con una dotacin sensiblemente menor 47 .

El Da, 18 de noviembre de 1968. El Da, 18 de noviembre de 1968. Aparte de las mociones relacionadas con el paro, hubo una solicitando la expulsin de la asamblea del anterior secretario del SUPE local, que fue aprobada por aclamacin. 45 El Da, 18 de noviembre de 1968. 46 El Da, 18 de noviembre de 1968. 47 El Da, 19 de noviembre de 1968.
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La moral en disputa Ms all del fervor manifestado en las asambleas era evidente que la moral de muchos de los huelguistas se estaba resquebrajando, por lo que los ms convencidos desplegaron al da siguiente distintos piquetes en lugares clave. A primera horas de la maana hubo enfrentamientos entre trabajadores en la estacin del ferrocarril platense, lo que provoc la detencin de varias personas. La prensa inform que similar fue el panorama en la zona de la destilera, donde diversos ncleos de obreros caminaban por la zona con el propsito de evitar que se produjera el reingreso de algunos contingentes de trabajadores 48 ; tambin hubo incidentes en Berisso. A lo largo de la jornada la vigilancia fue en aumento, alcanzando varios puntos de la ciudad de La Plata y en total se detuvo a 51 piqueteros. El comit de huelga disinti con las cantidades de reingresantes que informaba la empresa, y a la vez recalc que seguan dispuestos al dilogo y a aceptar cualquier mediacin, esta vez con la nica condicin que los reconozcan como representativos. El da 20 aument la ofensiva empresarial con 403 nuevas cesantas, la remisin de nuevos telegramas -esta vez a personal altamente calificado de importantes sectores de la planta- y el anuncio de la puesta en marcha del cataltico 49 . Paralelamente, afiliados al sindicato de la flota luego de asistir al local de la CGT de los Argentinos portea se dirigieron a la oficina de personal embarcado, cobraron los haberes atrasados y suscribieron un nuevo contrato de trabajo. Retornaron luego al local, rompieron los contratos y prosiguieron la huelga 50 . La polica y la prefectura siguieron esos das con sus tareas anti-piquetes y conduciendo en patrulleros a los trabajadores que haban decidido
El Da, 19 de noviembre de 1968. Tanto el comit de huelga como la comisin femenina emplazaron una campaa pblica de denuncia por el peligro que significaba para la poblacin la puesta en marcha de aquella instalacin por personal sin experiencia e improvisado. El nico acto relmpago realizado en Ensenada tambin estuvo asociado a dicho motivo. 50 El Da, 21 de noviembre de 1968.
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volver a sus tareas. Los enigmticos autores de la solicitada arriba mencionada, volvieron al ruedo intentando golpear sobre la conviccin de su irremplazabilidad que tenan la mayora de los huelguistas en vistas de las tareas especializadas que desarrollaban y que haba sido el soporte principal del tesn que pusieron en la lucha: Piensa que ya no hay secreto que desentraar en la Destilera La Plata y, por lo tanto, no hay imprescindibles y que quien crea lo contrario se engaa a s mismo () Hoy es el momento, es la oportunidad. Si no sabes aprovecharla, maana no le eches la culpa a nadie. T decides ahora, y lo que resuelvas har tu felicidad o tu desgracia. Que Dios te ilumine 51 .

Final abrupto El viernes 22 se produjeron casi 400 nuevas cesantas, y eran oficialmente ya 1061 para el 23; ese da la empresa habl de 690 reingresos, sumando ya ms de 1200 los trabajadores en funciones. Simultneamente, la federacin nacional de SUPE intervena el sindicato del Taller Naval. En tanto, el comit de huelga se vea envuelto en una vorgine de actividades para enfrentar el evidente desgranamiento de la medida: anunciaban alentadoramente una supuesta reunin de obispos en su apoyo, realizaron una reunin que deliber de manera secreta en la CGT de los Argentinos local -que cont slo con la presencia de 14 sindicatos y unos 60 asistentes- y antes de eso se habl frente a un numeroso grupo de obreros, donde muchos de ellos criticaron la actitud de los que retornaron al trabajo y sealaron la necesidad de que se adopte una actitud firme con ellos 52 . Se produjeron por la noche nuevos actos relmpagos, esta vez en la Plaza San Martin -ubicada frente a la casa del gobierno provincial- donde un importante grupo de petroleros hicieron explotar

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El Da, 22 de noviembre de 1968. El Da, 23 de noviembre de 1968.

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fuertes petardos all, en el correo central y a metros del diario El Da. Al da siguiente el comit de huelga -luego de varias y extensas reuniones- a travs de un comunicado convoc a las asambleas y al congreso de delegados para el martes 26 de noviembre, quizs queriendo manejar una vez ms el tiempo de la lucha, como ya lo haban hecho exitosamente durante los 60 das del conflicto considerado el ms prolongado registrado en el pas en los ltimos aos 53 ; pero esta vez, sin posibilidad de xito. Durante el sbado 23 y el domingo 24, se termin de normalizar el funcionamiento de la planta y el taller naval de YPF Ensenada, informndose que haba trabajando 2260 obreros sobre 5300; la empresa reconoci aproximadamente 1500 despedidos. Ante los tajantes hechos, los lderes sindicales elevaron un telegrama al presidente de la nacin: Reconozca con honor la justicia de nuestros reclamos. Reconozca con honor la bandera nacional que encabeza nuestra huelga. 2000 cesantes y sus familias estn a las puertas de su tiempo social. Provea usted personalmente solucin al conflicto petrolero. Firmado, Cominotti, Bern, Santucho, ciudadanos argentinos 54 . Llegado el 26, las asambleas no pudieron realizarse a raz de una prohibicin policial; finalmente nunca fueron convocadas. La huelga se levant en una conferencia de prensa durante la noche por una resolucin ad-referndum del comit de huelga. All se ley un informe donde fue criticado fuertemente el secretariado nacional por circunscribir el conflicto e intentar romper la huelga. Tambin fueron fustigados sus supuestos aliados, los gremios de Mendoza, Comodoro Rivadavia, Santa Cruz y Vespucio; pero se agradeci el apoyo de Ongaro y la CGT de los Argentinos. Acusaron a la empresa y al gobierno de provocadores, al fabricar las razones de la huelga y terminaron afirmando: Despus de agotar todos los recursos e instancias ante el evidente atropello que se consumaba fue necesario dar respuesta y librar esta batalla. An cuando su resultado haya sido temporariamente adverso no ha sido con nuestra complacencia ni con nuestra sumisin que se nos ha arrebatado la fuente de trabajo y
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El Da, 22 de noviembre de 1968. El Da, 24 de noviembre de 1968.

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nuestros derechos () las reservas morales y patriticas del pas se hallan en las sufridas filas de la clase trabajadora 55 . Finalmente, se dio por disuelto el comit de huelga. A partir de ah, comenzaba la lucha por la reincorporacin de los despedidos, que llevara alrededor de cuatro aos y tendra un alcance parcial.

La intencin de este recorrido ha sido entonces -y ms all de considerar si esta huelga fue o no un punto de inflexin en las tendencias de las luchas laborales del momento- rescatar algunas de sus peculiaridades. Presentar as su singularidad, que suponemos propia de todo conflicto si se observan escalas ms localizadas de accin, tiene la finalidad de hacer aparecer al conflicto petrolero de YPF Ensenada como un hbrido entre lo viejo y lo nuevo. Esta huelga puede ser considerada una experiencia antiburocrtica, en vista de la oposicin a la dirigencia central del SUPE, que de fondo reflejaba la tensin entre dos estilos sindicales. Esto se ve claramente en la propaganda circulante: LOS SILLONES YA NO MANDAN. Esa era otra poca; se acabaron los jerarcas gremiales, las bases forman resoluciones como lo hicieron en Ensenada, slo ellas de ahora en ms marcan el camino de la lucha. FIRMES CON DIGNIDAD Y SIN MIEDO. YA HEMOS TRIUNFADO. Comit Zonal de Huelga, Destilera, Flota, Taller Naval (sic) 56 . Adems, gran parte del apoyo que encontraron los lderes locales se bas en que eran valorados como honestos. Por otra parte, existen distintas opiniones sobre el rol que le cupo CGT de los Argentinos -o incluso al sindicalismo combativo- en esta historia. De las distintas fuentes consultadas y del trabajo de Dawyd, surge una imagen de la dirigencia local como ejecutora de los planes de Ongaro, y de ste comprometido con una lucha en que supuestamente se jugaba su liderazgo y el de la central que presidia. Dawyd seala que en relacin con la poltica, la CGT de los Argentinos promulgaba una alianza con la lnea nacionalista de las fuerzas armadas y en el plano local se puede observar tambin una fuerte presencia de la iglesia
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El Da, 27 de noviembre de 1968. Volante, Huelgas y Conflictos Petroleros, DIPBA, sin folio.

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(tanto de los prrocos locales como de la jerarqua); no hay que olvidar aqu que fue conocida como la Huelga Santa. La izquierda trotskista, en cambio, desconoci la actividad de la CGT de los Argentinos, como se puede observar en Schneider 57 . Por lo que en este anlisis se pudo ver, hay una historia propia del conflicto (el tema horario, nico en la rama), que se articula con toda una ofensiva gubernamental hacia el trabajo estatal y un movimiento de oposicin antidictatorial en estructuracin. Esto le da un tono de complejidad a la huelga: su suerte estaba firmemente atada, ms que a las cuantiosas solidaridades reales que recibi, a las de un puado de comunidades petroleras del interior. Sin embargo, la consigna de la lucha era difcil apoyar por el resto de las seccionales, ya que la planta de Ensenada gozaba de un privilegio horario nico en la rama petrolera estatal. En cuanto a la forma de la huelga, fue de carcter pasivo y disciplinado a nivel masa y no tuvo las caractersticas de paro activo y/o con ocupacin o movilizacin, que justamente ser el tono de las luchas significativas de los prximos aos. Tampoco se hizo muy explicito el apoyo de las comunidades ms implicadas (Ensenada y Berisso) en virtud de la dimensin del conflicto. Sin embargo, a la vez estuvo cargada de una sistemtica violencia, desplegada por grupos activistas sindicales y polticos (organizaciones de izquierda, estudiantes). Fue tambin una huelga plagada de rumores, y en torno a determinados smbolos se dio una tenaz batalla, como fue el caso de los imprescindibles mencionados, o alrededor de los metros cbicos que se producan y los buques que trabajaban por da. Una de las disputas ms llamativas fue la entablada por la llama del fosforo de la destilera: Lo que ocurre es, simplemente, que se hizo andar la chimenea quemando basuras y maderas, y luego conectando una caera por medio de la cual Gas del Estado provee el fluido. Con ello sigue funcionando la chimenea AUNQUE LA DESTILERIA ESTE PARALIZADA (sic) 58 . Todo apuntaba a minar la firme moral que sostuvo a miles de trabajadores durante dos meses de huelga, en el
Schneider, A. (2006). Los compaeros. Trabajadores, izquierda y peronismo (19551973). Ediciones Imago Mundi. Buenos Aires. 58 Comunicado del comit de huelga, Legajo Huelgas y Conflictos Petroleros, DIPBA, folio 315, 1 de octubre de 1968.
57

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marco de una militarizacin de la planta y las ciudades que la rodean. Esta combinacin de pasividad y combatividad, si se quiere, puede ser vista como otro rasgo peculiar del conflicto. Estos aspectos del conflicto se podran vincular hipotticamente con las edades de los activistas sindicales. Si se toman aquellas, se puede observar que de los detenidos durante la huelga por distintos motivos y de los detenidos en los piquetes de fines de noviembre, el 89% y 72% respectivamente tenan entre 30 y 50 aos, un grupo de edad muy distinto al que caracterizar a la prxima camada sindical combativa 59 . Pero entonces, al menos habra que resolver la pregunta de por qu se jugaron de esta manera, no deberan ser ms conservadores?

Bibliografa Castillo, C. (2010) El PRT- La Verdad entre los trabajadores de la carne de Berisso: la agrupacin El Activista de la Carne y la Lista Gris (19671972). Cuestiones de Sociologa, 8 .En prensa. Dawyd, D. (2008). Conflictos sindicales antes del Cordobazo. La huelga petrolera de 1968 en La Plata, Berisso y Ensenada. Ponencia presentada en III Jornada de Economa Poltica, UNGS, Buenos Aires. Echague, C. (1971). Las grandes huelgas. Buenos Aires: CEAL. p.105. El Da. Septiembre a noviembre 1968 Schneider, A. (2006). Los compaeros. Trabajadores, izquierda y peronismo (1955-1973). Buenos Aires: Ediciones Imago Mundi.

El 22% de los detenidos (27 casos) tena ms de 50 aos, Huelgas y Conflictos Petroleros, DIPBA, sin folio.

59

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Wainer, Luis y Njera, Gretel - Entre la guerra revolucionaria y el luche y vuelve Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Entre la guerra revolucionaria y el luche y vuelve:


El PRT-ERP frente al GAN y el problema del peronismo
Luis E. Wainer
2

y Gretel S. Njera

Resumen El presente trabajo se propone aportar al debate sobre la relacin entre poltica y violencia en la Argentina post Cordobazo, desde la perspectiva de una organizacin poltica-militar como el PRT-ERP durante el perodo de la apertura poltica propiciada por el llamado al Gran Acuerdo Nacional (GAN) y las elecciones de 1973. El mismo intenta dar cuenta del contexto en el cual el PRT y el conjunto de las organizaciones polticas experimentaran una serie de tensiones en relacin a la pretensin de actuar dentro de un marco legal del cual, a priori, desconfiaban. En ese sentido, importa analizar la permanente tensin entre lucha armada y trabajo de masas, a los efectos de traer a escena las discusiones histricas del partido a lo largo de toda su actuacin, las cuales, en la coyuntura mencionada, recobraran un sentido particular. Palabras clave PRT-ERP, GAN, violencia poltica, trabajo de masas, lucha armada.

Between the revolutionary war and the "fight and comes back": The PRT-ERP versus the GAN and the problem of peronism.
Summary The aim of this piece is to contribute to the debate about the politics violence relation in Argentina after the Cordobazo, from the perspective of a political-military organization, the PRT-ERP during the political opening period given by the Gran Acuerdo Nacional (GAN) and the 1973 elections. This text tries to account for the context in which the PRT and the group of political organizations will go through a series of tensions in relation to the expectation of acting within a legal frame, which was, at first, not trusted. In that way, it is important to analyze the permanent tension between lucha armada and the mass work, in order to be able to account for the historical arguments of the party throughout all its development, which, in the situation mentioned, will be given a particular meaning. Key Words PRT-ERP, GAN, politic violence, mass work, lucha armada.

Este trabajo es una versin corregida y ampliada de la presentacin realizada en las 5 Jornadas de Jvenes Investigadores del Instituto de Investigacin Gino Germani, FSOC-UBA, noviembre de 2009. 2 Mag. en Ciencias Sociales, FAHCE-UNLP (en curso), Lic. en Sociologa, FSOC-UBA. Correo electrnico: lewainer@yahoo.com.ar 3 Lic. en Sociologa, FSOC-UBA. Correo electrnico: gretelnajera@gmail.com

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1. Introduccin Es la intencin de este trabajo antes que indagar sobre las siempre mltiples causas de la derrota poltica de una organizacin poltico-militar como fue el
PRT-ERP

encontrar las relaciones entre las situaciones

histricas y un imaginario de radicalizacin que les permita a sus actores, recrearse una trama de representaciones que operaban sobre sus propias vivencias y de este modo, no les permita concebir la poltica sino sujeta a la conspiracin, la clandestinidad, el descreimiento en la legalidad institucional, y el recurso a la violencia como un mtodo de la accin poltica; a los fines de ver cmo se va construyendo todo un proceso de formacin de identidades entre la accin, las ideas y el discurso. Creemos que es esta una forma de traer a primera escena el sentido propio de las luchas como una manera de no privar a sus actores del proyecto poltico que defendan. Si bien diferentes trabajos han analizado vastos elementos que permiten acercarnos a la complejidad del perodo mencionado, creemos necesario situarnos sobre los flancos abiertos entre la experiencia y su representacin, y entre las formas difusas en que se relacionan las ideas y los modos de accin. Por tal motivo es propsito de este artculo intentar reconstruir la trayectoria del
PRT-ERP,

no solo desde el punto de anlisis

expresado en los documentos de la organizacin, sino tambin, revisando la bibliografa que se ha propuesto discutirlos y, en comparacin, con algunos testimonios de aquellos actores (de la organizacin o ajenos a la misma) que, de un tiempo a esta parte, comenzaron a contar sus experiencias. Como dijera Oscar Tern, los sucesos de las vidas humanas no pueden adosarse a ningn sistema previo sino que deben ser considerados en relacin con individuos y grupos particulares en situaciones histricas igualmente especficas. 4

Tern, O., (2006). La dcada del 70. La violencia de las ideas. Lucha armada en la Argentina n 5, pp. 20-28. Buenos Aires.

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Ser a partir de esta relacin entre la experiencia y su representacin, que intentaremos ubicar gran parte de las disputas internas y los modos de interpretar un perodo complejo que, a priori, no nos permite realizar grandes afirmaciones en cuanto a las maneras en que la organizacin entenda los hechos. Decimos esto porque, a nuestro juicio, gran parte de las acciones y valoraciones desarrolladas por el
PRT-ERP

entre 1970 y 1973

no pueden entenderse sin comprender previamente una enorme y permanente tensin y confusin acerca del cauce de los hechos, y su lugar en los mismos; siendo que, aquello que las representaciones que los hombres tienen de sus propias acciones son ya en s, parte de su devenir histrico. 5

2. Disputas y escisiones en los orgenes del PRT Si bien los orgenes del
PRT

no se encuentran puntualmente imbricados con como el


PC

la crisis que sufre tanto el

PS

sus posteriores fragmentaciones

y el alejamiento de sus sectores juveniles ms radicalizados entendemos que este fenmeno epocal atraviesa al conjunto de la izquierda e influye en sus concepciones identitarias y sus modos de accin. Resulta importante mencionar que en 1967, el haba experimentado

PRT

una fuerte disputa entre las lneas lideradas por Nahuel Moreno y por Mario Roberto Santucho: mientras la primera postulaba una concepcin cercana al internacionalismo trotskista, la segunda mostraba una fuerte adhesin al proceso cubano y al guevarismo (esta ltima era compartida por el grueso de las organizaciones armadas). 6 Para organizaciones como el
5

PRT,

la

Hacemos referencia a lo que Tern dijera, reinterpretando a Marx, acerca de que aquello que los hombres creen que estn haciendo tambin contribuye, de alguna manera, a hacer la historia que estn haciendo. 6 Weisz, E. (2004). El PRT-ERP: nueva izquierda e izquierda tradicional. Estudios crticos sobre historia reciente, los 60 y 70 en la Argentina. Parte 1. Cuadernos de trabajo n 30. Buenos Aires: Centro Cultural de la Cooperacin. Eduardo Weisz argumenta que en la

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complejidad radicara en una ecuacin que contemplaba en su interior vanguardia poltica y trabajo de masas al mismo tiempo que clandestinidad y frentes legales. Este hecho, a su vez, importa fundamentalmente por las relaciones con los sectores populares y el riesgo de aislamiento, datos stos que marcaran el pulso tenso y difuso en aquellas organizaciones que, optando por la va armada no deban perder de vista una disputa que, a partir del llamado al militares. En el ao 1967, se haban producido en Tucumn serios incidentes y el gobierno haba dispuesto el cierre de diecisis ingenios azucareros, lo cual gener fuertes manifestaciones y protestas que dejaron como saldo unos cuantos heridos y la muerte de Hilda Guerrero de Molina 7 . El mpetu y empuje de las manifestaciones y la organizacin obrera fueron ledos desde la organizacin de Santucho como sintomticos del estado de la guerra revolucionaria. Frente a esta situacin, se plante la accin armada como estrategia contra la dictadura de Ongana. Enrique Gorriarn Merlo ha sealado: Antes se hablaba, pero en el sentido de que un revolucionario tiene que considerar todos los mtodos de lucha, de acuerdo con las circunstancias. Se deca en trminos generales, pero esta vez era en trminos concretos. La primera vez que nos referimos a eso fue en Rosario, en enero del 67 () Nuestra reaccin fue favorable, ms bien pensbamos en cmo hacerlo, porque no tenamos dudas tericas, pero tampoco tenamos la menor idea de cmo llevar la idea a la prctica. 8
GAN,

ya no poda dirimirse exclusivamente en trminos

identidad del PRT, residen elementos tanto de la izquierda tradicional como de la nueva izquierda, sosteniendo que las marcas de origen del morenismo han tenido un importante peso en la interpretacin que hace el partido de la apertura poltica. 7 Hilda Guerrero de Molina fue una trabajadora de uno de los ingenios azucareros, muerta por la represin del onganiato en Tucumn. Su nombre fue llevado como bandera por el PRT, colocndolo incluso en uno de los comandos del ERP. 8 Gorriarn Merlo, E. (2003). Memorias. Buenos Aires: Ed. Planeta, p.49

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En Lecciones sobre la Argentina, Nahuel Moreno opone a la lectura del El Combatiente la lectura del
PRT

PRT

La Verdad, sobre los sucesos de

Tucumn, haciendo especial nfasis en la mirada sobre las masas. Si bien para Moreno, este momento es el de enfrentar al rgimen movilizando a las masas con ocupacin de fbricas y facultades, como un paso necesario y correcto en la educacin y organizacin de las mismas para la lucha contra la represin; ve en cambio en las acciones de El Combatiente el impulso a las acciones clandestinas: Los actos pblicos y concentraciones masivas debern realizarse all donde tengamos la fuerza militar capaz de resistir a las fuerzas de represin del rgimen. Mientras tanto, debemos fortalecernos en miles de escaramuzas y acciones clandestinas que a su vez irn debilitando al mismo. El terreno favorable, la sorpresa, sern los mejores amigos para que la vanguardia consciente, apoyndose cada vez ms en el pueblo trabajador, supere a la represin de la dictadura militar sirviente de los monopolios extranjeros. 9 Estas disputas, culminaron con la ruptura de ambas lneas en el IV Congreso del partido en febrero de 1968, en donde la mayora apoy a la lnea de Santucho, y entonces a la necesidad de desarrollar una estrategia militar. 10 Si bien el PRT La Verdad (Nahuel Moreno) cuestionar a la lnea de Santucho (PRT El combatiente) por su actitud guerrillerista, reclamando la necesidad de no aislarse de la lucha de masas, a su vez plantear luego, ante la apertura poltica una cerrada autonoma de clase, criticando radicalmente el armado de frentes populares, cuestin que, entendemos, complejiza aun mas las tensiones partidarias.

10

Revista El Combatiente, 21 de mayo de 1969. Marchesi, A. (2008), Geografas de la protesta armada, guerra fra, nueva izquierda y activismo transnacional en el cono sur, el ejemplo de la Junta de Coordinacin Revolucionaria (1972-1977), en II Jornadas Acadmicas: Partidos Armados en la Argentina de los Setenta. Revisiones, interrogantes y problemas, Buenos Aires: CEHP-UNSAM.

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2.1 Guerrillerismo y espontanesmo Llegado a este punto, importa traer a la escena una discusin que es determinante entre la lnea de Santucho y la de Nahuel Moreno, en la cual se tornan primordiales las acusaciones vertidas desde la lnea de Moreno sobre desvo guerrillerista, aislacionismo, propagandismo (El morenismo invent ese trmino en el que quera sealar como errnea toda actividad poltica no dependiente del sindicalismo concreto" 11 ), haciendo referencia a una posicin que llevara a partir del foco en la lucha armada al aislamiento en relacin a las masas. Por su parte en el V Congreso del PRT (El Combatiente) se deslizarn despiadadas crticas hacia el morenismo resaltando una concepcin sindicalista pequeoburguesa que soaba con una revolucin antisptica, sin ese ingrediente horrible de muertes y heridos, triunfante en base a habilidad poltica. Esta ingenua y aristocrtica pretensin empa durante aos al Partido y es la causante de la ausencia total de moral de combate, de la alergia a los riesgos ms mnimos, caracterstica de la mayora de los dirigentes del morenismo 12 ; esto entendido como estrechamente ligado al espontanesmo, suponiendo que las masas espontneamente se orientaran hacia el programa del Partido, aceptando de esta manera su liderazgo. La estrategia morenista supona que el proceso revolucionario, comenzara por una huelga triunfante o una serie de huelgas triunfantes (un alza) que seguidas por una huelga general, culminara en una insurreccin de masas para cuya victoria al menor costo posible y con garanta de revolucin profunda era necesaria la direccin del Partido Proletario Revolucionario. () Todo el Partido debe gravarse con letras de fuego el principio revolucionario de que no se puede destruir al capitalismo sin "audacia y ms audacia", que una de las caractersticas ms esenciales de un revolucionario es su decisin, que un revolucionario es un hombre de accin. 13

Sobre el propagandismo, Resoluciones del V Congreso y Resoluciones posteriores. Publicacin del PRT, 1971. 12 Resoluciones del V Congreso y Resoluciones posteriores. Publicacin del PRT, 1971. 13 Ibidem.

11

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No debemos perder de vista que la unin entre PO y FRIP en el ao 1963, de donde surgen los inicios del
PRT,

se arma sobre viejas tensiones irresueltas

ya que sus tradiciones polticas eran dismiles. El PRT-El Combatiente estar cada vez ms alejado de las concepciones del movimiento regional e indigenista (FRIP). Ese movimiento nacionalista y antiimperialista (que tomaba distancia de posiciones internacionalistas y trotskistas, y sobre todo del los
PC),

vea al marxismo occidental como aquel que se alejaba de la


PRT-El

posibilidad de comprender la especificidad latinoamericana. Luego de la ruptura del 68, Combatiente tomar la forma de una organizacin de tipo leninista con muchos referentes provenientes de la tradicin marxista: vale remarcar que la organizacin contar con cuadros con una experiencia de aos en las filas del trotskismo principalmente porque 16 de los 25 miembros del Comit Central del
PRT

original, terminarn formando parte de

la nueva organizacin conducida por Santucho lo que muestra ms an, un espacio de prximas tensiones y rupturas entre el IV Congreso de 1968, y el V, en julio de 1970. A partir de las Resoluciones del Comit Central de 1970 se puede ver cmo la bsqueda se centra en realizar el ms amplio esfuerzo en leer la realidad de la manera ms adecuada, esto es: armar una estructura militar eficaz y slida, lo cual implica agregar a los tipos de acciones propagandsticas aquellas destinadas a obtener fondos y armamentos. Se plantea as la necesidad inmediata de organizar al Partido como una organizacin verdaderamente proletaria y de combate. La misma se estrecha en la lectura de la coyuntura como momento revolucionario: Esta situacin crtica de la economa, que golpea duramente a las masas populares, se une al aislamiento del gobierno y al estado de nimo de las masas para configurar una situacin crtica. El pas es de nuevo un polvorn pronto a estallar a la primera chispa. Debemos prepararnos para esta posibilidad, ponernos en estado de alerta y organizar nuestras pequeas fuerzas para actuar ordenada y eficazmente en eventuales movilizaciones de masas. 14

14

Resoluciones del Comit Central, 1970.

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El ao 1970 es importante contextualizarlo a partir de la lectura que declaraba que, luego del cordobazo, y a partir de la toma de las armas, deba pasarse de una situacin revolucionaria a una de crisis revolucionaria, momento definitivo que conducira hacia la toma del poder. En las resoluciones del V Congreso se afirmaba que la guerra revolucionaria se asienta sobre dos concepciones bsicas: el desarrollo de lo pequeo a lo grande y la incorporacin de las masas a la guerra en un proceso dialctico () el objetivo militar de la lucha es secundario frente a los objetivos polticos. 15 La lectura entonces de la ruptura se haca en trminos de lucha de clases al interior del partido: El IV Congreso de nuestro Partido (marzo de 1968) fue la culminacin de un proceso de construccin revolucionaria muy embrionario que dio como fruto una pequea organizacin revolucionaria en vas de proletarizacin, liberada en lo fundamental de la presin dominante de las clases hostiles, no proletarias 16 . Despus de la escisin, el
PRT-EC

quedar como la seccin oficial en

Argentina de la Cuarta Internacional trotskista dirigida por Esnest Mandel, la cual, a partir de la revolucin cubana, empezara a reivindicar la guerrilla. En palabras de Eduardo Weisz, el partido que emerge de la ruptura plantea explcitamente la concepcin trotskista de la revolucin permanente, es seccin oficial de la Cuarta Internacional en la Argentina y,

fundamentalmente, es una organizacin resuelta a comenzar la lucha armada, lo que en pocos meses concretaran. 17 Sin embargo, entre marzo y julio del ao 71, habindose ya distendido el proceso de lucha radicalizada en Europa, la Cuarta comenzar a cuestionar el creciente militarismo que se estara desarrollando en las filas del PRT-ERP.
De Santis, D. (Comp.) (1998), A vencer o morir. PRT-ERP. Buenos Aires: Eudeba. Resoluciones del V Congreso del PRT, julio de 1970. 17 Weisz, E., (2004). El PRT-ERP: nueva izquierda e izquierda tradicional. Estudios crticos sobre historia reciente, los 60 y 70 en la Argentina. Op. Cit.
16 15

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Empezar de esta manera un proceso de distanciamiento y crticas, en donde el partido comenzar a ahondar en la idea de construir otro tipo de organizacin internacional. Lo que Mattini 18 denominar como proceso de destrotskizacin, es lo que suceder una vez que Santucho, luego de la fuga de Rawson, viaje a Cuba y se acerque ms an al proceso cubano y sus dirigentes. Desde aquel momento, se empezar decididamente a concretar el deterioro en la relacin con la Cuarta, dado que, ya a partir del proceso de fraccionamiento al interior del partido, la relacin era insostenible. A esto hay que sumarle la muerte de dos importantes dirigentes de origen trotskista como Pujals y Bonet, y los primeros pasos (en Cuba), como dijimos, en la creacin de la futura Junta de Coordinacin Revolucionaria (JCR) organizacin que nuclear a otras de Sudamrica como el
MIR

chileno, los tupamaros uruguayos y el

ELN

boliviano, a partir de

la idea de una nueva organizacin internacional. En agosto de 1973 se publicar en las pginas del El Combatiente, un documento donde se deja sentada la ruptura con la internacional trotskista, y donde, entre otras cosas, se critica a Trotsky por no haber atendido al proceso revolucionario que se haba abierto en los pases coloniales y dependientes: Len Trotsky, aferrado a las tradiciones revolucionarias del marxismo en Europa, no advirti todo el profundo sentido de la definicin de Lenin, acerca de que la cadena imperialista se rompe por su eslabn ms dbil y no sac todas las consecuencias de su propia teora de la Revolucin Permanente. No comprendi, en suma, que el eje de la revolucin mundial se haba desplazado a los pases coloniales y dependientes. 19

Mattini, L. (2008). Hombres y mujeres del PRT-ERP. Buenos Aires: De La Campana. Santucho, M. R. (1973), Por qu nos separamos de la IV Internacional, en Santis, D. (Comp.) (1998), A vencer o morir. PRT-ERP. Op. Cit.
19

18

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3. El Gran Acuerdo Nacional y la apertura poltica Luego de su asuncin el 26 de marzo de 1971, el General Lanusse realiz el llamado al Gran Acuerdo Nacional entre los argentinos proclamando que el mismo no inclua solamente a los partidos polticos, sino que significara por sobre todas las cosas crear un clima de paz social a los efectos de buscar una accin comn como garanta de un mejor nivel de vida para la comunidad. En la misma proclama adems de hacer mencin a que exista un sector del liberalismo derechista que era duramente antiperonista y que en nombre de la democracia se encontraba dispuesto a no admitir que los ciudadanos voten, se hara mencin a que en las organizaciones armadas exista un extremismo antidemocrtico que se opona a las elecciones 20 . Es as como el
GAN

anunciara la convocatoria a elecciones nacionales sin

proscripciones para el 11 de marzo de 1973. En las resoluciones del Comit Central del
PRT

(1970) aparecen

planteadas las lecturas que el Partido realiza respecto a la coyuntura nacional y latinoamericana; en este sentido, en el perodo que se extiende entre el Cordobazo y el posterior Viborazo, la situacin aparece calificada como insostenible; con una mirada sobre el gobierno como prisionero de sus contradicciones; y fundamentalmente, con los focos puestos sobre Latinoamrica permitiendo delinear un panorama ms amplio al momento de comprender las posturas de las organizaciones armadas frente al ya prximo
GAN

una vez asumido

Lanusse. En el mismo documento el optimismo por las condiciones est fundamentado en el triunfo de Allende en Chile, la todava existencia del gobierno nacionalista peruano, la crisis en Uruguay y la derrota de Miranda en Bolivia. A su vez, asumen la vitalidad del peronismo, como problema que irrita a la dictadura por no haberlo podido aplastar en los ltimos quince aos.
20

Lanusse, A. (1977) Mi Testimonio, Buenos Aires: Ed. Lasserre

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Poco tiempo despus de ese documento, en 1971, una nueva movilizacin conmueve a la ya golpeada Revolucin Argentina. Los hechos conocidos como Rosariazo y Viborazo son la punta de lanza de un proceso intenso de protesta social y agitacin poltica que llevaron primero a la designacin de Lanusse como reemplazo estratgico de Levingston, y luego a la necesariedad de convocar al Gran Acuerdo Nacional. Cavarozzi 21 analiza en trminos de ampliacin de demandas el perodo que se abre a partir del Cordobazo; por el intento de Ongana y luego de Levingston en imprimirle un carcter ms nacionalista y movilizacional a la Revolucin Argentina. En estos trminos los cuestionamientos que se agregaban a la crisis social y a las manifestaciones antiautoritarias tenan que ver con tres ejes centrales: por una parte, los referidos a las polticas econmicas; por otra, el paso de la exigencia de la liberalizacin poltica del rgimen a la plena democratizacin con elecciones sin proscripciones ni

condicionamientos y, por ltimo, el planteo de promocin de insurreccin popular armada, que no provena exclusivamente de partidos como el PRT sino, adems, de la incipiente guerrilla peronista. De este modo, mientras la efervescencia era creciente, la poltica fue adquiriendo un carcter ms pautado, y pese a que los actores en oposicin al gobierno tenan intereses diferentes, todos se

encaminaron a intentar capitalizar la crisis abierta a partir de 1969 para lograr objetivos propios. Cavarozzi lee en este punto una tctica

gubernamental que tendi a reabsorber la crisis o, en otros trminos, a conjurar la crisis social y, en este sentido, an los agentes definidos como ms revolucionarios se situaron de algn modo frente a las acciones legales con lgicas orientadas a la conquista del poder poltico.

21

Cavarozzi, M. (2006) Autoritarismo y Democracia, Buenos Aires: Ariel.

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Entonces, si el bsica para

GAN

era el imperativo de la hora presente y la condicin pleno restablecimiento de una democracia

el

representativa, eficiente y estable 22 , la hora de las organizaciones armadas, y sobre todo del
PRT-ERP,

sera aquella que no le permitira

evitar atravesar la senda de viejas y nuevas tensiones, ahora reactualizadas, y una vez ms puestas en discusin. Como explicara Mara Cristina Tortti 23 , los grupos armados que pretendieron

desarrollarse al margen del imaginario del populismo, seran los primeros en quedar polticamente aislados cuando el peronismo todo se aglutin tras la consigna de luche y vuelve. Esa doble pertenencia que caracterizaba a parte de la nueva izquierda (izquierda

revolucionaria y reconocimiento del liderazgo de Pern), le permiti revolucionar al movimiento popular y, al mismo tiempo, extraer de all buena parte de su legitimidad social y poltica. Si bien diversas interpretaciones se han suscitado sobre el verdadero xito del
GAN

(sobre todo por el crecimiento que, de todos modos, las organizaciones armadas tuvieron entre su lanzamiento y 1974-75) creemos que, en el mediano plazo este permiti ir preparando vuelta de Pern mediante la iniciativa de la ofensiva por parte de las Fuerzas Armadas. Ahora bien, una vez puesto en marcha el
GAN,

la situacin marcaba un

nuevo orden de dificultades que, entre ellas, planteaba el desafo de evitar el aislamiento. Si el peronismo revolucionario se encontraba atrapado entre dos lgicas una vez que Pern reconociera la virtud del llamado eleccionario mucho ms aun las organizaciones como el
PRT-ERP,

que, si bien no desconocan el contento popular frente a la

vuelta del peronismo, se enunciaban definitivamente por fuera de ese marco ideolgico.
22 23

Lanusse, A. (1977). Mi Testimonio, op. Cit Tortti, M. C. (2000). Protesta social y nueva izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional. En Camarero, H.; Pozzi, P. y Schneider A.. De la revolucin libertadora al menemismo (135-160). Buenos Aires: Imago Mundi.

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Si pensamos que en un contexto dictatorial, los partidos armados capitalizaron de mejor manera la dinmica del conflicto y un momento de protesta social radicalizado, compartido por actores que no vean con buenos ojos la democracia liberal, con el llamado al
GAN,

y el

posterior triunfo del peronismo, esta situacin se tornaba algo ms compleja: una vez la dictadura en retirada, la nueva puja tendra otra lgica, subsumida adems al pulso marcado por las disputas al interior del movimiento peronista. Es importante no perder de vista en el marco de este escenario qu ocurra con las otras organizaciones armadas; dado que las condiciones de posibilidad decisorias abarcaban tambin a las discusiones que se daban al interior del resto de las organizaciones. En este sentido, hacia 1971, ya hay cuatro organizaciones que comienzan a emprender un proceso definitivo de unificacin: Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), creadas en 1968 con el objetivo de establecer una guerrilla rural con lazos con parte de la
CGT

de los Argentinos y

desde ah con la creacin del Peronismo de Base (PB); las Fueras Armadas Revolucionarias (FAR), cuya primer accin se sita en 1966 y con una base de sustentacin terica marxista; la agrupacin Descamisados, menos numerosa pero fuerte en impronta de accin y; Montoneros, que logra entre 1973 y 1974 aglomerar a las tres antes mencionadas. Richard Gillespie, en su ya clebre trabajo sobre Montoneros 24 plantea que la disputa estaba dada en tanto responder si los guerrilleros deban procurar la celebracin de las elecciones en tanto stas redundaran en su provecho personal o continuar su lucha armada a pesar de todo.

Gillespie, Sudamericana.

24

Richard

(2002):

Soldados

de

Pern.

Buenos

Aires:

Editorial

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Lucas Lanusse seala en uno de sus trabajos sobre Montoneros 25 la precariedad de la organizacin hacia 1971, y en esta direccin, la imposibilidad prctica de debatir en profundidad temas espinosos. Sin embargo, a partir de la segunda mitad de 1972, habra comenzado para la organizacin en la cual la JP Regionales, el Luche y vuelve de la campaa electoral, la sumergieron en un crecimiento vertiginoso, que la convirtieron en referencia para una gran cantidad de jvenes. Para ese entonces, y desde haca aproximadamente un ao, la idea de Montoneros era que en cada regin pudiera conformarse una direccin, que luego se transformara en una Conduccin Nacional que arme la cabeza de una gran organizacin nacional. Tal como mencionamos prrafos arriba, la estrategia de la dictadura de encauzar la crisis social hacia un terreno poltico pautado dejaba a todas las organizaciones frente a grandes tensiones. Si bien las organizaciones de filiacin peronista tenan un norte en la recaptura de la escena por parte de Pern a partir de La hora del Pueblo; las lgicas seguan encaminadas a la conquista del poder poltico. En los sucesivos anlisis sobre las condiciones de la derrota revolucionaria, se ha hecho hincapi tanto en el tema del aislamiento de las organizaciones como en el factor del militarismo. O, en todo caso, sobre la relacin entre ambos. Si bien para el
PRT-ERP,

la

apertura poltica intentaba hacer a un lado las ambiciones de las organizaciones revolucionarias cercarlas para aislarlas, al mismo tiempo las pona de cara ante la necesidad de participar de las mismas para no quedar al margen de un momento poltico y social que despertaba un fuerte entusiasmo en los sectores populares.

25

Lanusse, L. (2007). Caer y volver a levantarse: La situacin de Montoneros entre fines de 1970 y comienzos de 1972, Manuscrito no publicado, en UNSAM, Buenos Aires, Argentina

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3.1 Frente a las elecciones: participar o romper Autores como Mara Seoane han criticado el hecho de no abandonar las armas ante la apertura poltica argumentando que en una sociedad compleja como la Argentina no pueden descartarse las numerosas trincheras del orden social, ni desaprovechar las posibilidades que brindaba la democracia. 26 En ese sentido, sin embargo, el planteo del PRT-ERP acerca de romper las elecciones, no exclua la participacin en las mismas; esto se condice con la fundamentacin leninista de actuar en el contexto electoral atendiendo las condiciones del momento en que se produce la lucha. El Comit Ejecutivo del PRT-ERP de abril de 1971 se planteaba que Negar las elecciones, mantener ante ellas una actitud pasiva, no significa ninguna respuesta real al problema. Si bien es cierto que nuestra estrategia es romper las elecciones, demostrar que son solo una farsa () debemos tambin combinar esta actividad [poltica-militar] con las posibilidades legales del proceso eleccionario () no debemos excluir la posibilidad de un intento de participacin. 27 De ese modo, alternativa de guerra revolucionaria y alternativa eleccionaria marcaban el grado de discusin que se daba al interior del partido. La organizacin lanz los Comits de Base, como organismos legales para preparar su posible participacin electoral que, de alguna manera, pondran una vez ms sobre el tapete viejas rencillas con el morenismo en cuanto a los modos de acercarse a las masas, en los barrios, en las fbricas, en los sindicatos y en las comisiones internas. En cada barrio, en cada poblacin es necesario organizar Comits de Base contra la farsa electoral que con un programa democrtico, antidictatorial y antiimperialista, canalicen la inquietud poltica de las masas, organicen al pueblo para que haga or su voz () Que a partir de los Comits de Base las masas elijan sus propios candidatos, elijan en los barrios y pueblos los mejores compaeros para representarlos. 28

26 27

Seoane, M. (1992). Todo o nada. Buenos Aires: Planeta. Resoluciones del Comit Ejecutivo de abril de 1971. PRT-ERP. [El agregado es nuestro]. 28 Revista El Combatiente n 70, 30 de julio de 1972.

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Pero si bien los Comits de Base propiciaban que las masas a travs de estos puedan elegir sus propios candidatos, al mismo tiempo, se propondran desarrollar la educacin prctica de las masas en la violencia y en los mtodos clandestinos () tratar de introducir la autodefensa colectiva () explicar a la gente la necesidad de cuidar la clandestinidad, de proteger a los luchadores antidictatoriales () en especial a los guerrilleros. 29 Antes de las elecciones de marzo, el
PRT

se encontraba con sus principales

cuadros en la crcel, lo que generaba cierta debilidad, an cuando la decisin de participar en las elecciones haba sido tomada. Agustn Tosco era el hombre que el
PRT

quera como cara visible para los prximos

sufragios. Sin embargo, ste le explicara a Santucho que no crea conveniente enfrentarse a Pern porque de esa forma divida al movimiento obrero. La decisin de Tosco una vez ms colocaba al partido frente a la situacin del delicado riesgo de aislamiento. Es interesante ver, en relacin a la necesidad de romper o participar que para el partido las elecciones nunca dejaran de ser una farsa burguesa, an cuando en las tensiones del momento se realizara la fracasada intentona de postular un candidato. Es de destacar que la vieja crtica de aislacionismo postulada por Moreno vuelve a tomar sentido frente a la percepcin de que las masas son identitariamente peronistas. Pese a esto, la participacin en las elecciones nunca form parte del corpus terico del ncleo duro del partir de la candidatura de Cmpora. 30
PRT-ERP,

actualiz la tensin con el morenismo en un posterior fraccionamiento a

Ibidem. Entre los aos 1972 y 1973 el PRT-ERP formo parte del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), el cual se conform sobre la base de la experiencia de los Comits de Base. La intencin fue convertir a los Comits de Base en organismos del nuevo FAS. Si bien la experiencia de los Comits de Base, como instancia legal para la participacin electoral, no arroj importantes resultados frente a la posibilidad de participacin en las elecciones de marzo, la creacin del FAS de cara a las elecciones de septiembre intent rescatar trabajos de los Comits como los de la zona de Zarate que haban logrado una importante participacin en el orden municipal. Aunque este trabajo no aborda la
30

29

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Vale la pena mencionar un ejemplo que nos muestra la distancia existente entre las bases y el Comit Central luego de la vuelta de los principales lderes en noviembre de 1972. En la Regional Chaco del
PRT-ERP,

a partir

de llegada de cuadros enviados por el Comit y reconocidos a nivel nacional, surgirn algunas diferencias que nos permiten colocar en un nuevo escenario, tensiones ya conocidas. El siguiente dialogo propuesto por La Voluntad 31 , nos sirve para ilustrar tales diferencias: Chaco es muy familiero, ac nos conocemos todos. Somos las mismas caras que venimos desde el 69, y ac la gente apoya a Cmpora, no puede ser que nuestra tctica electoral sea que los revolucionarios vamos a poner la boleta con los hroes de Trelew () ac no conviene hacer operaciones militares fuertes. Ac todos saben quin es quin, y los servicios tienen fichado a todo el mundo. Si operamos duro, se va a desatar una repre (sic) brbara. 32

experiencia del FAS por considerar que su actuacin ms importante se da frente a las elecciones de septiembre y luego durante fines de 1973 y 1974, resulta pertinente mencionar que el FAS fue una experiencia fundamental para el PRT-ERP puesto que logr reunir una cantidad de grupos polticos con un programa antiimperialista y socialista. Su crecimiento y sus congresos tuvieron impacto sobre todo en el interior del pas; sin embargo, durante su corta existencia nunca lleg a consolidarse en el nivel nacional ni como una instancia frentista. Los dirigentes del FAS a nivel nacional fueron: Armando Jaime, Oscar Montenegro, Simn Arroyo, Silvio Frondizi, Alicia Eguren, Gregorio Flores y Manuel Gaggero. Algunas de las organizaciones que participaron del FAS fueron: PRT-ERP, Frente Revolucionario Peronista, Partido Comunista Marxista Leninista, Organizacin Comunista Poder Obrero, Liga Espartaco, Liga Socialista y Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Entre sus dirigentes, Flores y Montenegro eran dirigentes obreros del PRTERP, mientras que Jaime, Arroyo y Gaggero pertenecan al FRP, Alicia Eguren perteneca al PB, y Silvio Frondizi al Grupo Praxis. Sobre este punto, Vase Pozzi, P. Por qu el ERP no dejar de combatir. El PRT-ERP y la cuestin de la democracia, en Camarero, H., Pozzi, P. Schneider, A. (2003)De la Revolucin Libertadora al menemismo,Bs.As.: Imago Mundi. Mara Cristina Tortti, en su breve revisin sobre el estado del arte de los fenmenos estudiados ha mencionado a La voluntad junto a otros trabajos recientes, como construcciones narrativas cercanas a la biografa o al relato testimonial; a su vez los autores de dicho trabajo han aclarado que los relatos son ciertos y han sido chequeados cuidadosamente aun siendo que los dilogos son producto de un trabajo de reconstruccin narrativa. 32 Anguita E. y Caparrs M. (2006). La voluntad. Buenos Aires: Planeta, p. 701.
31

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En este punto es interesante revisar brevemente la discusin que las haban mantenido con el
PRT-ERP

FAR

sobre la lectura del momento histrico de

la apertura poltica. En un intercambio que se sucede a partir de un reportaje a las


FAR

en el ao 1971, el

PRT-ERP

emite un comunicado en abril

de ese mismo ao, en el que se posiciona respecto al peronismo de modo tajante: el problema se plantea as: ideologa burguesa o ideologa socialista. No hay trmino medio (pues la humanidad no ha elaborado ninguna tercera ideologa, adems, en general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase nunca puede existir una ideologa al margen de las clases ni por encima de las clases). 33 La importancia de la discusin reside en no perder de vista que todas las organizaciones armadas vean de un modo u otro la necesidad de unificarse 34 ; la experiencia de las FAR 35 se produce como emergente de una lectura marxista-leninista enmarcada en el imaginario peronista; por lo cual la discusin con el
PRT-ERP

se realiza desde un marco terico denso que


FAP)

otras agrupaciones (Montoneros,

no permitan dar. A su vez, lo

interesante de esta discusin radica entonces en el hecho que en la misma, de alguna manera, se posa toda una tensin delicada que las excede; esto es:
FAR

ERP

tienen en sus manos la posibilidad de desentramar los lmites

de la comprensin poltica y los modos ms adecuados para la accin. Una encrucijada que, sin ir ms lejos, el
PRT-ERT

haba conocido en varias

ocasiones de su historia, y que le haba llevado a experimentar unas cuantas rupturas, y que colocaba sobre la escena los modos de entender la relacin compleja entre teora y prctica poltica.

Responde el ERP, Crtica al reportaje a las FAR. 1971. Militancia Peronista para la Liberacin, N 4 34 Ollier, M. (1986). El fenmeno insurreccional y la cultura poltica (1969-1973). Buenos Aires: CEAL. 35 Sobre las FAR se puede consultar el trabajo de Gonzlez Canosa, M (2008). Los antecedentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, acerca del itinerario polticoideolgico de uno de sus grupos fundadores, en III Jornadas sobre la poltica en Buenos Aires en el siglo XX. Buenos Aires: CISH - Facultad de Humanidades y Ciencias de la EducacinUNLP.

33

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La respuesta de Carlos Olmedo, principal dirigente de las FAR, no se hace esperar y pone en escena la experiencia obrera particular de la Argentina, oponiendo al universalismo internacionalista la caracterizacin del factor nacional; En una palabra: su actitud de ignorar el peronismo, no es ms que una versin en pequeo de su actitud de ignorar la historia nacional, y esto es perfectamente coherente con su posicin poltica de fondo, () Resulta claro entonces que el factor nacional solo aportar la fachada exterior, la caparazn de un contenido que le es ajeno, ser receptculo de un contenido internacional, producido en el transcurrir de la historia de la sociedad universal. 36 Una vez ms las tensiones se presentan en torno a qu hacer con el peronismo; an cuando ambas agrupaciones se disputen la lectura en clave marxista-leninista. Olmedo, agrega: En lo que respecta al marxismo, slo cabe anotar que el conocimiento de la ciencia social se demuestra con la prctica social, en la lucha revolucionaria. Poda ser ms o menos intelectual, pero en materia de posiciones hay una sola: estar junto al pueblo, compartir su experiencia poltica paso a paso. Y la poltica para el pueblo tiene nombre: peronismo. 37 A su vez, la oposicin taxativa del PRTse expresar diciendo que: no es el peronismo el ms adecuado para acaudillar a la clase desposeda, desde el momento que se est buscando la vuelta de su lder para que calme los mpetus revolucionarios de las masas. 38
ERP

Como en la discusin con el morenismo, el PRT-ERP acusaba a las FAR de creer que la clase obrera realizar sus intereses histricos espontneamente. En cierto modo, el lugar desde donde el PRT-ERP se encuentra posicionado, coloca en un mismo espectro a sus adversarios polticos, pensndolos no en cuanto a enemigos sino en tanto disputantes de un discurso y en un mismo espacio de construccin de poder.

FAR: Una respuesta al documento del ERP (1971). Militancia Peronista para la Liberacin Nacional N 4 37 FAR: Una respuesta al documento del ERP (1971). Militancia Peronista para la Liberacin Nacional N 4 38 Responde el ERP, Crtica al reportaje a las FAR. 1971. Militancia Peronista para la Liberacin, N 4.

36

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4. El ERP 22 apoya a Cmpora: Una nueva escisin frente a las elecciones En el contexto de las elecciones de marzo de 1973, y a colacin de las discusiones entre boicot o participacin, y las tensiones que de ello se han desprendido, el
PRT-ERP

sufrir una nueva fractura importante, que

reactualizar toda una serie de problemas no resueltos. Surgir de aqu el


ERP

22 de Agosto, el cual propondr acompaar la experiencia del

movimiento obrero peronista y entonces la candidatura de Hctor Cmpora, cuestionando el llamado al voto en blanco del
PRT-ERP;

observando que en

la herramienta imperfecta [pero real] que el pueblo forj para derrotar a la dictadura, exista un solo camino para la toma del poder: la guerra del pueblo. Una sola opcin para votar el 11: el FreJuLi. 39 Hay dos tensiones centrales en la apertura del
ERP

22, por un lado, el

problema en cuanto el lugar marginal que el partido le estaba concediendo a los Comits de Base y los trabajos de masas y, a su vez, la inevitable mirada sobre la vuelta del peronismo y su lder, que atraviesa, como hemos visto, no slo al ideario peronista. Tal como mencionramos al inicio del trabajo, es nuestra pretensin poder ampliar el estudio de la trayectoria del PRT-ERP frente al GAN y las elecciones de 1973, no solo a travs de los documentos sino en constante relacin con las representaciones de los hechos que se sugieren desde los testimonios de algunos de sus militantes. En ese sentido, y en relacin al problema que va a desencadenar luego en la escisin de El 22, Oscar Ventricci, 40 menciona que la lnea de formar Comits de Base estaba bajada desde la
PRT

sino a las propias organizaciones que compartan el

Al pueblo, Comunicado del ERP 22 de Agosto. Diario Crnica, 8 de marzo de 1973. El agregado es nuestro. 40 Weisz, E. (2005). ERP-22 de Agosto: Fraccin Pro-Cmpora en el PRT-ERP. Lucha Armada N 2 (pp. 26-45). Buenos Aires. Oscar Ventricci fue un militante del PRT-ERP en la Regional Capital, que frente a la escisin pas a formar parte del ERP-22, y a quien en el ao 2002 Eduardo Weisz entrevist, fuente de donde proviene la informacin mencionada.

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direccin del partido, aunque, en esos aos, los espacios de reuniones polticas se haban reducido significativamente casi al punto de

desaparecer. De esta manera, ese tipo de limitaciones gener que no se lograra centralizar las experiencias ni profundizar la lnea de los Comits de Base. Haba mucha gente afuera, muchas bajas, mucha gente presa, por lo tanto hubo un bajn en la elaboracin poltica. Nosotros en zona Norte y Capital queramos trabajar sobre los obreros industriales. () Tenamos el
FATRAC,

que era impresionante como fuente de difusin, de captacin, de informacin, de apoyo logstico. (...) Lo destrozaron al trabajo. No tenan experiencia poltica (...) Quisieron aplicar un plan de proletarizacin forzada, los quisieron sacar a combatir a la calle sin prepararlos polticamente. Robi mismo se dio cuenta de eso, perdamos el apoyo que tenamos en varios sectores a partir de tipos muy grosos. (). Estaba muy golpeada la regional y vinieron estos compaeros a instalarse a Buenos Aires. (...) En Capital haba trabajos pero la mayora lo transformaron en comandos militares. Qued muy desarticulado. () Haba muchos cuestionamientos de los compaeros. 41 Sin embargo, el problema metodolgico o de desarticulacin no era el eje central de las disputas internas, sino que la discusin se centraba indudablemente en torno al peronismo. Tal como mencionramos en un apartado anterior, Montoneros tena ya para el segundo semestre de 1972 un gran apoyo y popularidad por motivos que exceden este anlisis, pero que repercuten en las discusiones en torno a las organizaciones armadas. En la Revista Liberacin por la patria socialista n 23, revista muy cercana al ERP-22 aunque no definida como su rgano de difusin se relata la Operacin Poniatowski (secuestro de Hctor Ricardo Garca, propietario del diario Crnica), pero para introducir en las condiciones de posibilidad del secuestro, la crnica comienza diciendo Marzo 1973. El pas se prepara para derrotar electoralmente a la dictadura militar. Pero las posiciones de
41

Weisz, E. (2005). ERP-22 de Agosto: Fraccin Pro-Cmpora en el PRT-ERP, op. Cit.

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las organizaciones revolucionarias frente a las elecciones no son unnimes. La que ahora se denomina organizacin extremista declarada ilegal llama a votar en blanco. Un sector de la misma se separa en el entendimiento de que es necesario apoyar al FreJuLi utilizndolo para derrotar a la dictadura. Este sector que se denominar 22 de Agosto se plantea la necesidad de publicitar ante todo el pueblo ese apoyo y de hacerlo a travs de una operacin militar.

5. Algunas consideraciones finales El episodio de El 22 nos permite pensar una vez ms, la relacin tensa que en el perodo se daba entre trabajo de masas y lucha armada: al igual que el conflicto que hemos mencionado en torno a la Regional Chaco, aqu tambin vemos la distancia entre el trabajo de las bases del partido y el Comit Central. Vale la pena mencionar entonces a los efectos de ilustrar la situacin de emergencia de esta ltima fractura que ser la Regional Buenos Aires del PRT, donde se haba hecho fuerte el trabajo de masas desarrollados por los Comits de Base, aquella que prcticamente en su totalidad se escindir del partido y formar el ERP 22. Desde la Regional se vena planteando hacer ms fuerte este tipo de intervenciones por sobre las de ndole militar. La fraccin dejara en claro, en esa misma discusin, que su lugar en la disputa no era sino un posicionamiento crtico al afirmar que El 22 sabe, como lo saben todos los trabajadores, que Solano Lima, Rucci, Calabr, Odena y otros tristes personajes que figuran en las listas del FREJULI, no son ni sern jams sus representantes. Antes bien, son los enemigos del pueblo, metidos en el seno del movimiento popular. Pero la columna vertebral del peronismo es la clase obrera y el pueblo, son los Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de quienes el 22 se siente hermano porque juntos hemos combatido, y juntos hemos derramado la sangre de los mejores hijos de este pueblo. 42

42

Al pueblo, Comunicado del ERP 22 de Agosto. Diario Crnica, 8 de marzo de 1973.

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Todo ello entonces nos permite pensar hasta dnde realmente esa discusin estaba saldada en el PRT y hasta dnde el movimiento peronista sigui atravesando al devenir de la organizacin. Si tenemos en cuenta que desde el llamado al GAN se abre toda una secuencia de hechos que disputan de una u otra manera el relato y la resignificacin de parte de la historia argentina contempornea, colocando sobre la misma tensin viejas y nuevas disputas irresueltas del propio partido no podemos ver sino una organizacin como el PRT-ERP, desbordada polticamente ante una coyuntura mucho ms cambiante que su propia capacidad de absorcin y adaptacin a los cambios. El fantasma del aislacionismo, que tambin recorre las discusiones fundantes del PRT; se presenta con mayor fuerza frente al llamado al GAN y a la necesidad de tomar una postura frente al regreso de Pern. Sin dudas, es parte de la misma gran tensin, que se vincula con la necesidad de entender el proceso particular argentino y la conformacin identitaria de las masas obreras ligadas al peronismo. Independientemente de las afirmaciones de los autores citados, que de alguna manera estn analizando cmo las organizaciones armadas en general han resuelto la tensin que les implicaba el cambio de escenario formal de combate, nos ha importado ver en la experiencia del PRT-ERP, de la misma manera que lo hemos hecho con todas las crisis y rupturas del PRT desde sus orgenes, cules son las discusiones que producen en su interior. Porque como tambin dijimos, en ellas encontramos las claves para comprender la complejidad de un momento poltico que los enfrentaba ante sus propias limitaciones; y, de esta manera, quiz podremos observar la distancia entre las concepciones polticas y la capacidad de llevarlas a la prctica. Como vimos, el episodio del ERP 22 que resultara llamativo si uno lo observara de forma aislada o a partir de acusaciones en una u otra de las direcciones posibles, no lo es si lo encuadramos en viejas tensiones que, evidentemente, nunca terminan de saldarse, ms an cuando la complejidad de la dinmica histrica irremediablemente reedita viejas rencillas que permanecen abiertas y que forman parte de su conformacin identitaria.

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Bibliografa

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Wainer, Luis y Njera, Gretel - Entre la guerra revolucionaria y el luche y vuelve Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

- Resoluciones del V Congreso y Resoluciones posteriores. Publicacin del PRT, 1971. - Revista El Combatiente n 70, 30 de julio de 1972. - Revista El Combatiente, 21 de mayo de 1969. - Santucho, Mario Roberto (1973): Por qu nos separamos de la IV Internacional, agosto. Publicacin del PRT. - Seoane, M. (1992) Todo o nada, Buenos Aires: Planeta. - Tern, O. (2005) La dcada del 70. La violencia de las ideas, en Lucha armada en la Argentina, n 5. Buenos Aires - Tortti, M. C. (2000). Protesta social y nueva izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional, en Camarero, H.; Pozzi, P. y Schneider A., De la revolucin libertadora al menemismo, Buenos Aires: Imago Mundi. - Weisz, E. (2004). El PRT-ERP: nueva izquierda e izquierda tradicional, Estudios crticos sobre historia reciente, los 60 y 70 en la Argentina, parte 1. Cuadernos de trabajo n 30, Buenos Aires: Centro Cultural de la Cooperacin.

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Bonavena, Pablo - Resea de "Abandono de la contemplacin" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Abandono de la contemplacin
Apuntes para la historia de la Universidad Nacional del Sur
Fernndez Stacco, Edgardo. Editorial Universitaria Rioplatense. Buenos Aires, septiembre de 2009, 487 pginas Por Pablo Augusto Bonavena

Edgardo Fernndez Stacco tiene una dilatada trayectoria en el mundo universitario, especialmente en la Universidad Nacional Sur (UNS). Comenz sus estudios superiores all por 1954 en el Instituto Tecnolgico, el antecedente inmediato de la UNS. Recorri sus aulas como alumno y militante estudiantil, para luego prolongar su permanencia como docente e investigador. Fue presidente de la Federacin Universitaria del Sur en 1959; fund el Centro de Egresados Reformistas y ocup varios cargos de gestin entre 1973 y 1974, hasta su exilio en Venezuela donde trabaj en la Universidad de Mrida. Su trayectoria acadmica y poltica lo llev a lugares muy distintos como la Universidad de Varsovia o la Universidad del Comahue. Altern la actividad como profesor con la participacin gremial en la Asociacin Docente de la UNS. Gran parte de estas vivencias fueron volcadas en su libro, en una obra donde el matemtico y el militante se transforma, creo que con un interesante resultado, en historiador y archivista. Toda esa rica experiencia de vida universitaria y poltica se ve reflejada en el producto que gener un viejo anhelo. En efecto, el autor confiesa en la introduccin del libro que la idea de escribir sobre lo ocurrido en la UNS lo persigui desde sus inicios como estudiante. As fue como desde su participacin en el Centro de Estudiantes de Qumica e Ingeniera fue

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guardando los distintos materiales y publicaciones que produca el movimiento estudiantil; tambin acopi recortes de diarios y variada informacin institucional, tarea de archivista que se vio favorecida por su apego militante al manejo del mimegrafo. Para entrar en la obra, es menester hacer un primer comentario. El ttulo del libro refleja de manera parcial su contenido. Por un lado, efectivamente, es un trabajo que nos invita a abandonar la contemplacin de lo que pasa en la universidad y en la sociedad, cuestionando la naturalizacin de la realidad, con la presentacin en sus pginas de un verdadero programa de izquierda para la fundamentacin de las prcticas polticas, acadmicas y gremiales del mundo universitario. Pero por otro lado, rene mucho ms que apuntes. Aqu el ttulo se qued corto. En efecto, la pluma del autor nos presenta una elaborada y pormenorizada reconstruccin del desarrollo de la UNS y de sus actores. Parte desde sus primeros pasos, hace ms de 50 aos, cuando la poblacin de Baha Blanca se movilizaba apoyando a los estudiantes para lograr la instalacin de una universidad en la ciudad, hasta la actualidad donde los reclamos de los universitarios no despiertan grandes adhesiones, cambio de actitud que el autor resalta en ms de un pasaje del libro. En el largo recorrido que nos propone Fernndez Stacco es destacable el minucioso relato de las primeras etapas de la UNS; describe y documenta todas las circunstancias vividas en torno a su creacin. No tiene desperdicios el tratamiento de la situacin vivida en la universidad durante el primer peronismo. Es muy interesante la rememoracin de iniciativas como la creacin de las ctedras de Formacin Poltica y de Defensa Nacional. Genera mucha inquietud, por otra parte, las referencias a la poltica de la Confederacin Gremial Universitaria (CGU) y el manejo que hizo de las becas estudiantiles.

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Bonavena, Pablo - Resea de "Abandono de la contemplacin" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Tambin hay muchos detalles sobre los vaivenes y luchas para la conformacin definitiva de la UNS durante la llamada Revolucin Libertadora, meta que se lograra definitivamente en enero de 1956. En esta etapa se recrea el desarrollo organizativo del movimiento estudiantil, sus planes de lucha, su tradicin reformista, su reivindicacin de la representacin paritaria por claustro en el gobierno universitario y sus enfrentamientos con el ministro DellOro Maini. Por estos aos sita el comienzo de la investigacin cientfica, destacndose el Seminario de Ezequiel Martnez Estrada sobre Sociologa de la Llanura. Desde aqu se van planteando problemas como la penetracin imperialista en la universidad, los intentos de subordinarla a las fundaciones o empresas privadas, las pugnas con los sectores catlicos. La noche de los bastones largos tambin tiene su lugar, especialmente la resistencia estudiantil que gener el avasallamiento de los principios reformistas y la actitud cmplice del rector Aziz Ur Rahman. Varias pginas ms adelante se asignan un lugar importante a las repercusiones locales del cordobazo y a muchos otros hechos de gran trascendencia poltica. El autor brinda precisiones sobre la represin durante la Revolucin Argentina, pero tambin sobre las luchas y avances del estudiantado. Contrasta los nuevos aires en la UNS cuando llega el gobierno de Cmpora con la depuracin ideolgica impulsada por Pern y su partido, destacando el especial entusiasmo que puso el intendente local Eugenio Martnez con esa meta. Se reivindican experiencias como la creacin de la CTRA y se recuerdan personajes y episodios en torno a la Triple A. Fernndez Stacco afirma que en la UNS se adelant al proceso militar con la intervencin de Remus Tetu, pues all comenz el desmantelamiento de la universidad y el ejercicio del terrorismo estatal, que cobrara varias vidas como la de David Watu Cilleruelo.

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Bonavena, Pablo - Resea de "Abandono de la contemplacin" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

El autor nos seala que luego de la dictadura volvan los sueos, se crey que la UNS cambiaria de manera decisiva; sin embargo, efecta un importante balance del camino transitado en la nueva etapa constitucional para demostrar que las cosas no resultaron como se pensaba cuando la dictadura entraba en franca retirada; afirma que nunca volvi la universidad alegre y participativa de otros tiempos. Nos sugiere que la universidad mercantilizada sobrevive en el marco de la derrota del proyecto fundacional. Frente a ese panorama el libro no muestra conformismo ni pasividad, sino que propone cambiar las cosas. Finalmente, debemos destacar que la obra est acompaada de un excelente prlogo, muy elaborado, de Adriana Rodrguez y de un CD con documentos y fotografas de gran valor en s mismo, pero que potencian los argumentos del libro.

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Bonavena, Pablo - Resea de "Los nios del Cordobazo" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Los nios del Cordobazo


Gonzlez, Juan Ignacio. Editorial Espartaco Crdoba. Crdoba, noviembre de 2009, 264 pginas Por Pablo Augusto Bonavena

Hay un gran consenso entre analistas e investigadores de diferentes orientaciones tericas y polticas para caracterizar al ao 1969 como un hito de gran trascendencia en nuestra historia reciente. En efecto, a partir de los grandes hechos de masas de ese ao (correntinazo, rosariazo, cordobazo, caadazo, rosariazo) protagonizados

centralmente por el movimiento obrero y estudiantil, se inici un proceso de ascenso de la conflictividad social que puso en jaque no slo a la dictadura (la Revolucin Argentina) sino que alarm al conjunto de la burguesa local. Las secuelas de esos combates callejeros de masas tendran gran trascendencia social y poltica. Entre el estudiantado estos sucesos promovieron una sostenida

recomposicin del movimiento estudiantil, que luego de la tenaz lucha contra la intervencin a las universidades nacionales en 1966 a partir del decreto 16.912, haba sufrido un notable retraimiento. Si bien

encontramos seales de esa recuperacin en mayo y junio del 68, especialmente en torno al lanzamiento de la CGT de los Argentinos y del cincuenta aniversario de la Reforma de 1918, fue con el cordobazo que se dio un salto cualitativo. El movimiento estudiantil universitario creci de manera sostenida y fue notable su politizacin; el mismo fenmeno, obviamente en otra escala, se vivi entre los estudiantes secundarios pero con una peculiaridad. Si bien su desarrollo fue mucho ms acotado, demostr una propensin a

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la radicalidad mayor que la de sus pares universitarios. No obstante, varios temas ideolgicos y alineamientos polticos acercaron a estudiantes universitarios y secundarios, pero fue la lucha contra los obstculos para entrar a la universidad, impuestas por los exmenes de ingreso, un punto comn de encuentro, de composicin de fuerzas y de mutua potenciacin. Los combates contra el limitacionismo, as denominaban los estudiantes las trabas para acceder a los estudios superiores, comenzaron a unir los movimientos estudiantiles de los diferentes niveles educativos a principios del 69. Desde all, y hasta la asuncin de Cmpora al gobierno, todos los inicios de ao fueron momentos de grandes enfrentamientos contra la poltica restrictiva de la dictadura. Sera precisamente durante el gobierno camporista el momento en que el movimiento estudiantil secundario lograra su mximo desarrollo, en el marco de las famosas tomas en junio de 1973, especialmente en Rosario y Mendoza. En la ciudad santafecina, por ejemplo, los estudiantes llegaron a ocupar todos los

establecimientos, tantos los estatales como los privados, incluidos los catlicos. En el perodo abierto en el 69, insisto, se potenciaron las experiencias preexistentes y nacieron varias nuevas agrupaciones. Algunas de ellas fueron promovidas por los partidos polticos de izquierda o

revolucionarios, otras expresaban un proceso ms puro de autoorganizacin del estudiantado, con independencia de las

organizaciones polticas. Un par de agrupamientos de este perfil, en Buenos Aires y Rosario, incluso ensayaron practicar la lucha armada con independencia de las guerrillas o tutela de mayores. Dentro de este proceso, es acertado denominar al nuevo activismo estudiantil secundario los nios del cordobazo, tal como propone el

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libro de Juan Ignacio Gonzlez; tambin podran denominarse los hijos del cordobazo. La obra documenta muy bien el impacto de tal acontecimiento y sus proyecciones entre el alumnado de los colegios, procurando recuperar el compromiso adolescente de quienes fundaron una agrupacin con ese perfil autnomo entre los estudiantes secundarios de Crdoba: la Lnea de Accin Revolucionaria (LAR). El objetivo del libro es retratar esta experiencia brindndole la palabra a quienes la forjaron. La obra est dividida en dos partes que tienen en comn su estructuracin en torno a testimonios de protagonistas de aquella organizacin con dismiles niveles de compromiso, obtenidos a travs de entrevistas de corte antropolgico, segn las propias palabras del autor. Con el correr de las pginas nos vamos enterando de que la cuna de la LAR fue el Colegio Monserrat para expandir luego su presencia e influencia, principalmente, a los colegios Carb, Manuel Belgrano, Dean Funes y varios establecimientos nocturnos, incluso lleg hasta la universidad. Se detallan, adems, diferentes aspectos de la vida de esta agrupacin. La LAR desde su origen le asign un lugar fundamental al estudio grupal, actividad que replicara de manera sistemtica. Las lecturas ms habituales, entre otras, eran el Manifiesto Comunista, el Qu hacer de Lenin, materiales sobre la Revolucin Cubana, escritos del Che Guevara, libros de Marta Harneker, Karl Marx y Mao Tse Tung. La formacin poltica era una verdadera meta estratgica. Se defina como una agrupacin socialista, marxista-leninista y antiimperialista.

Impugnaba las concepciones polticas que planteaban la alianza de clases y, por ende, rechazaban al peronismo. No desdeaban la lucha

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armada, pero no era su objetivo practicarla. Reivindicaba la violencia popular pero su ejercicio se limitaba al uso de bombas molotov que tiraban contra la calzada para detener el trnsito y llamar la atencin de los transentes, procurando no generar daos materiales ni lastimar personas. Entre su repertorio de prcticas desarroll habilidades para efectuar actos relmpagos simultneos en diferentes lugares de la ciudad, acciones sorpresivas de pocos militantes para repartir volantes, gritar consignas y generar una sensacin de vulnerabilidad, un clima de guerra civil, segn los dichos de uno de sus protagonistas. Son muchas las vivencias que van rescatando los testimonios para ir conformando una reconstruccin de la historia de la LAR con datos, recuerdos, ancdotas, que se vuelve tanto un aporte fundamental para entender el perodo abordado en el trabajo, que cubre del ao 1969 a 1973, como para conocer el poco estudiado movimiento estudiantil secundario de aquella etapa. Es particularmente interesante, adems, prestar atencin a los detalles que brindan los militantes y simpatizantes del la LAR respecto a los vnculos con el movimiento obrero, su participacin en el viborazo, la relacin con otras organizaciones del estudiantado, las formas de lucha que desplegaban, etc. Finalmente, quiero resaltar la problemtica de la infiltracin en la organizacin y sus efectos, como la redada de invierno, en julio de 1972, que signific un duro golpe para la agrupacin. A partir del 73 los militantes de la LAR fueron tomando diferentes rumbos polticos, pero dejaron tras de s una experiencia digna de ser considerada, una trayectoria que no merece ser olvidada. La lectura del libro realmente vale la pena porque logra recrearla con eficacia.

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Varela, Javier - Resea de "Poder y Guerra" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Poder y Guerra
Argentina Acerca de la cuestin nacional
Balv, Beba. Ediciones CICSO, Buenos Aires, 2010, 359 paginas. Por Javier Varela

Los intelectuales, en particular aquellos que trabajan en las ciencias sociales, estn convocados a un desafo ineluctable: la necesidad de incorporar en el discurso del poder terico, el discurso de la guerra. No solo por razones de su historicidad social, si no esencialmente por razones que hacen a la reflexin terica rigurosa Los hechos armados un ejercicio posible Prologo CICSO - Buenos Aires, 1984

El libro de referencia esta constituido por una introduccin, once artculos y un apndice. En la tradicin de CICSO se considera que la edicin de libros tienen una funcin estratgica y en este sentido la publicacin de este conjunto de textos agrupados en este volumen da una perspectiva, arma y nos coloca en situacin a partir de cmo se han articulado las relaciones nacionales e internacionales que caracterizan esta etapa. El libro parte de la consideracin que las relaciones internacionales preceden a las relaciones nacionales (Gramsci) 1 lo que da marco a los artculos que refieren al proceso social a escala nacional.

Gramsci, Antonio Notas sobre Maquiavelo, sobre poltica y sobre el Estado Moderno Anlisis de la situacin. Relaciones de Fuerza Juan Pablo Editor Mxico D. F. - 1986

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Varela, Javier - Resea de "Poder y Guerra" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

La introduccin es un desarrollo terico breve. Parte de la dimensin de poder y es la dimensin que ordena los trabajos. Hay tres elementos que deben ser considerados: toda relacin de poder es una relacin de lucha, vivimos en una situacin contrarrevolucionaria y que la guerra no es un problema militar sino que debe ser considerada como una condicin de la situacin, y por tanto incorporar la dimensin guerra en el anlisis de la situacin. Ms all del valor de cada artculo, considero que estos elementos son la cuestin ms importante del libro. Para la autora, la dinmica del sistema ha llevado a una agudizacin de la contradiccin capital - trabajo y ha exacerbado la contradiccin imperialismo nacin. En particular, el momento que nos toca recorrer, se produce un enfrentamiento entre el rgimen y el pueblo donde se ha desatado una guerra imperialista. La autora utiliza la teora clsica de la guerra (junto a los clsicos del marxismo) para aplicarla a las nuevas condiciones imperialistas y a la lucha de los pueblos. La guerra ya no es solo un problema militar sino que articula y desarticula las relaciones sociales de conjunto en cada formacin social. La tesis principal del libro es la emergencia de una fraccin de burguesa compuesta por accionistas y funcionarios de las grandes empresas trasnacionales y de las principales potencias

fundamentalmente integrada por sectores de EE.UU., Reino Unido e Israel (en particular el sionismo) que hace efectivo su poder econmico, poltico, intelectual, ideolgico, psicolgico y militar a travs de desatar crisis y guerras de todo tipo. Esto es resultado del poder de la propiedad territorial que genera las condiciones de apropiacin de la riqueza socialmente producida y monopolizacin en cada vez menos manos.

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Varela, Javier - Resea de "Poder y Guerra" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Estas guerras polticas, culturales, sociales y militares hacen emerger, desde los pueblos, las guerras de liberacin que toman formas diversas de acuerdo a las formaciones sociales. A travs de documentos publicados (del Ejercito de Estados Unidos, los Santa Fe, etc.) e informacin recopilada a partir de noticias la autora conceptualiza el surgimiento de un nuevo estado supranacional con sus fuerzas armadas, monopolizacin de los medios de comunicacin e instituciones culturales y polticas (Club Bilderberg, Foro de Davos, la Trilateral, etc.) Todo cimentado ideolgicamente por un fundamentalismo aristocrtico cristiano sionista Este proceso internacional se enlaza con los procesos nacionales a partir de la condicin de Argentina como laboratorio de pruebas por ser un eslabn dbil de la cadena imperialista. En el pas los procesos socio polticos abiertos a partir de 1955 y a lo largo de la dcada de 1960 tuvieron dos caras: la emergencia y el desarrollo de movimientos y luchas sociales que fueron convergiendo hacia la formacin de una fuerza social con carcter transformador y al mismo tiempo, y de manera correlacionada, tambin toma forma una fuerza de carcter contrario que vehiculizar el dominio y la hegemona de la Aristocracia Financiera. Estas fuerzas se constituyen y desarrollan a lo largo de los enfrentamientos en los territorios econmicos, polticos y culturales. El cierre del ciclo se produce a mediados de la dcada del 70, donde se enfrentan tres fuerzas: la fuerza social con carcter transformador, la aristocracia financiera y el peronismo clsico. Como resultado de los enfrentamientos se impone las condiciones para un nuevo modelo de acumulacin y poder que implica la desarticulacin y supresin de las condiciones sociales y polticas que dieron origen a la fuerza social transformadora y al programa del peronismo al mismo tiempo que crea las condiciones que permite la consolidacin de la Aristocracia Financiera. En otros trminos se trat de la destruccin de un orden de

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Varela, Javier - Resea de "Poder y Guerra" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

relaciones sociales (en los mbitos polticos, econmicos y cultural ideolgico) al mismo tiempo que se establecan nuevas relaciones. El despliegue de este nuevo orden es la apertura de un nuevo ciclo donde la cuestin central, en trminos polticos, es la deslegitimacin de las aspiraciones y demandas obreras y populares. En otros trminos se trata de la desciudananizacin de las fracciones obreras y populares. A travs de diversos mecanismos se pas a segregar, repulsar y cooptar diversas fracciones sociales as como tambin sus intelectuales. En otras palabras se vive bajo una situacin contrarrevolucionaria. En este sentido todos los gobiernos desde 1982 a la actualidad son el accionar del rgimen contra las resistencias populares. Desde 1999 y 2001 hasta la fecha se ha producido una torsin en la situacin donde el rgimen ha roto todo viso de legalidad

implementando diversos golpes de estado y golpes de mano. Como reaccin se han generado nuevos hitos (los sucesos de 2000, 2001 y el paro agrario de 2008 por ejemplo) de resistencia que tienen un carcter democrtico. Es un conjunto de artculos de intervencin polmicos donde se desarrollan una serie de temticas y matices difcil de ser consignados en una breve critica. Quizs las crticas posibles son que hay demasiados elementos y hay hiptesis que tendran que tener un mayor sustento emprico. Sin embargo los temas de teora de la guerra, la construccin de la memoria, la decadencia del rgimen junto a otros, tienen un tratamiento sutil que generan un conjunto de hiptesis que merecen ser profundizadas.

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Izaguirre, Ins - Resea de "Vida de Antonio Gramsci" y "Antologa. Antonio Gramsci" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

Vida de Antonio Gramsci


Giuseppe Fiori Notas preliminares de David Vias
1. edicin en Argentina, Buenos Aires, Pen Negro ediciones, 2009, 384 pg. Se solicita por mail: peonnegroediciones@gmail.com . No est en libreras. 1. edicin en italiano 1966, Giuseppe Laterza & Figli S.p.A, Roma-Bari 1. edicin en espaol 1968, Edi. Pennsula. Traduccin de Jordi Sol-Tura.

Antologa. Antonio Gramsci


Seleccin, traduccin y notas de Manuel Sacristn
1 edicin, Buenos Aires, Mxico, Madrid, Siglo XXI Editores, 2009, 520 pg. Biblioteca del pensamiento Socialista.

Por Ins Izaguirre

De pronto, dos libros nuevos en Argentina sobre Gramsci, o mejor, uno sobre Gramsci y el otro una seleccin magnfica de sus escritos, completa en los escritos periodsticos y juveniles. Todos ordenados cronolgicamente. Un verdadero regalo editorial, que deberan leerse juntos, aunque supongo que los editores no realizaron un acuerdo previo. Digo esto porque si bien la biografa de Gramsci incluye una verdadera investigacin del autor realizada a travs de su familia, sus amigos, y los relatos de sus maestros y de sus compaeros de partido, a medida que el personaje crece, madura y reflexiona, Fiori articula ambos aspectos: el Gramsci visto por los otros, y el Gramsci que emerge de sus textos, no slo los textos terico-polticos sino sus cartas personales, que son muchas, profundas, afectivas, y en las que tambin da cuenta de su evolucin intelectual. En sto tambin

coinciden las dos obras que reseamos: intercalan las cartas personales porque sus contenidos nos hablan del autor, de su poca y de las preocupaciones que lo embargan en cada momento. Gramsci es un ser humano riqusimo, de una enorme sensibilidad.

Afortunadamente vive en una poca en que casi toda comunicacin es

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Izaguirre, Ins - Resea de "Vida de Antonio Gramsci" y "Antologa. Antonio Gramsci" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

escrita y l ama reflexionar por escrito. Fiori construye un relato en el que Gramsci mismo se expresa y tambin se expresan sus coetneos, tanto dirigentes polticos como figuras intelectuales. En la Antologa de Sacristn en cambio, ste advierte esta prolfica cualidad del autor y decide que sus escritos, tanto sus cartas como sus textos polticos y tericos, ordenados cronolgicamente desde su adolescencia, vayan dibujando su riqusima biografa vital e intelectual. Decide, tal como nos lo dice en la Advertencia, dejar para ms adelante el estudio introductorio que vena realizando porque los textos de Gramsci estn mejor sin compaa. Ahora que he ledo los dos libros completo el de Fiori, incompleto el de Sacristn, pues no rele los escritos de Gramsci que mejor conoca, me atrevo a hacer una sugerencia: leerlos juntos, tomando como texto bsico la biografa de Fiori y completndola con aquellas partes de la Antologa que el lector quiera profundizar. Hace muchos aos que no leo un libro ntegro, excepto por supuesto aquellos que me invitan a presentar en un panel. Ignoro por qu Vida de Antonio Gramsci de Giuseppe Fiori no fue reeditado en castellano durante 41 aos ni entiendo por qu no es un libro conocido entre nosotros, aunque pensando en las fechas y en el contexto de la guerra fra y de las grandes movilizaciones en Europa y en Argentina, adems de nuestras dos dictaduras, puedo imaginarlo 1 . S se que logr cautivarme de tal modo que no pude interrumpir su lectura ni un solo da. Era Gramsci quien me atraa o era su autor? El libro est muy bien escrito, con amor por el personaje, sin duda Fiori es un escritor. Pero la fuerza que emerge de esta lectura la aporta Nino Gramsci 2 , que

Manuel Sacristn tambin advierte la poca disponibilidad editorial de los escritos juveniles de Gramsci y al igual que Fiori, descubre la importancia de su conocimiento para comprender sus textos de madurez. 2 Nino es el apcope de Antonino, Antonio Gramsci, y es el sobrenombre con que lo llamaron siempre su familia y sus amigos.

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Izaguirre, Ins - Resea de "Vida de Antonio Gramsci" y "Antologa. Antonio Gramsci" Conflicto Social, Ao 3, N 3, Junio 2010

fue en vida un hombrecillo pequeo, deforme 3 , con una inteligencia y una voluntad absolutamente extraordinarias, y una sensibilidad y preocupacin poco frecuentes por sus otros queridos familia, amigos, compaeros - alguno de los cuales, como uno de sus hermanos, se haba hecho fascista, como la mayora del pueblo italiano. Es indecible la ternura con que le escribe y le habla a ese hermano, tratando de mostrarle la cara mortfera del fascismo. Fiori nos anuncia en el Prefacio que su ambicin en el libro ha sido corporizar, poner piernas y cuerpo a ese gran intelectual, esa cabeza marxista tan vinculada a la historia de las luchas de la clase obrera italiana. Siempre me llam la atencin la preocupacin de muchos

intelectuales marxistas, y de los autodenominados posmarxistas, expresadas tambin en los comentarios de Internet, por establecer sus diferencias con Marx y con Lenin, y por asimilarlo a la teora

weberiana, ignorando las cartas intercambiadas con Lenin en el perodo posterior a la revolucin rusa. Fiori nos va mostrando que tales digresiones estn simplemente alejadas de la realidad. Y lo que s es posible visualizar es que Gramsci realiza un verdadero avance terico y poltico en el cuerpo terico marxista, ensendonos a analizar una realidad compleja y diferente como la de Italia en la primera guerra mundial, y la intensidad de las movilizaciones obreras producidas a partir de la Revolucin rusa. Gramsci, como Marx, no es un intelectual

Nino, nacido en Ales, Cagliari (Cerdea), el 22 de enero de 1891, era el cuarto hijo de una familia de un empleado del registro estatal, formada por Ciccillo y Peppina, que tendran siete hijos. Era un nio bello y normal hasta que, a los 3 aos, sufre una presunta cada de los brazos de una empleada domstica que ayudaba a su madre en la crianza de los nios. Alrededor de los 6 aos comienza a hacerse visible su deformacin de la columna vertebral y deja de crecer. La miseria y el hambre de su familia comienzan en ese perodo, y haran lo dems, debido a la detencin de su padre por supuestas irregularidades administrativas que ste atribua a diferencias polticas, ya que en las elecciones locales de 1897 haba votado por el dirigente derrotado. La madre y sus siete hijos se trasladan definitivamente a Ghilarza en 1898, donde vivirn miserablemente hasta 1904, en que el padre es liberado.

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fcilmente clasificable. No es un economista poltico, no es un poltico a secas, no es un historiador ni un filsofo ni un socilogo, y al mismo tiempo es todo eso junto y ms, es un lingista riguroso y a travs de la lengua, es un analista de la cultura y un terico de la lucha de clases y de las alianzas de clase. Al igual que Marx es un observador preciso de las luchas de la clase obrera en su pas. Y es un testigo invalorable de las diferencias entre el proceso poltico revolucionario ruso y el italiano , diferencias que discutir apasionadamente con Lenin y con sus compaeros de partido italianos. Fiori est muy documentado a travs de las cartas de Nino, que consulta con sus hermanos y amigos, en particular con su hermana menor Teresina, que le obsequia varias cartas inditas, y con su hermano mayor Gennaro, que es el primero de la familia que se hace socialista, y comienza su militancia cuando va a hacer el servicio militar a Turn en 1904. Es l quien le enva a Nino la prensa socialista, que lee por primera vez cuando tena 13 aos. Fiori tambin se informa con los vecinos de Ghilarza. Por su origen Nino no era campesino ni de condicin muy humilde, como se ha reiterado equivocadamente en diversas biografas, pero al provenir de un pueblo de Cerdea, regin tpicamente rural, donde predominaban la miseria y la servidumbre campesina a los grandes terratenientes, el dato resultaba creble. 4 Su familia era tpicamente de condicin media, con un rasgo distintivo: su padre haba estudiado derecho hasta que tuvo

Cerdea (ital. Sardegna) es una regin-isla de Italia, al sur de Crcega, de antigedad prehistrica (1400 aos a.C) por la que atravesaron todas las culturas mediterrneas al igual que en Sicilia , y que goz de gran prosperidad hacia el 700 a.C por sus minas de hierro, plomo y plata, que los fenicios explotaron hasta la conquista por Roma, en el 238 a.C . A partir de all sufri varias invasiones: vndalos, bizantinos, sarracenos, hasta que en los siglos XI a XIII se la disputan los reinos de Pisa y Gnova. En el siglo XIV la conquista Jaime de Aragn hasta que ste es desalojado por Gran Bretaa en 1708 que entrega la isla a los Habsburgo de Austria a cambio de Sicilia, quienes la colocan bajo el dominio de la casa de Saboya con el nombre de Estados sardos. Desde entonces se va italianizando cada vez ms, hasta que pasa a formar parte del reino de Italia en 1861, y se transforma en estado autnomo en 1948.

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que irse del continente con la cada de los Borbones, y debi emplearse en Cerdea. Su madre era una bella mujer que lea y

escriba, condicin de alfabetismo que era slo patrimonio del 10% de la poblacin de Cagliari, y el hecho de que hubieran tenido siempre vivienda y algo de tierra les haca pertenecer a un sector medio, condicin que habr de cambiar drsticamente con la prisin del padre (1898-1904) que lleva a la madre a mudarse a Ghilarza, donde se senta menos humillada, y donde la familia permanecer para siempre. De all que Gramsci haya reflexionado aos despus sobre el origen rural de la burocracia estatal, includo el ejrcito, fundado en las condiciones culturales e ideolgicas del campesino sardo, habituado a la obediencia y la sumisin, tema que quizs ha tenido que ver en la forzada comparacin con Weber. La madre trabaj duramente como costurera y modista en esos aos, y centr sus esfuerzos no slo en paliar el hambre de sus hijos sino en que concurrieran a la escuela elemental. No pidi ayuda a la familia del marido, que la despreciaba porque la consideraban de una clase inferior. Su dignidad y su obstinacin sern un modelo para Nino Gramsci, que sin embargo sufra, siendo todava nio, porque le hubieran ocultado a l y a sus hermanos la prisin de su padre, que lo hara abjurar para siempre de toda hipocresa. Nino, de una inteligencia fuera de lo comn, no slo tendr notas altas sino que ir manifestando su preferencia por la lengua y las letras. En las vacaciones trabajaba en la oficina de

Catastro, junto con su hermano mayor, y lo hace an cuando concluye la escuela. Pero sus profesores insistirn en que siga estudiando. Cursa la escuela media en un pueblo ubicado a 15 km de su casa y logra conseguir una beca en el liceo de Cagliari. Los relatos familiares y de los vecinos recuerdan el drama de la enfermedad de Nino y los esfuerzos familiares por enderezar su columna desde nio, de modo

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primitivo, acorde con los conocimientos de la poca, con masajes y colgndolo de un gancho, oprimido en un cors. Esa situacin tambin moldear su carcter, porque no poda participar en los juegos de destreza de los dems nios. Ya en 1910, a los 19 aos, Antonio recibe la credencial de corresponsal del diario LUnione Sarda en el pueblo de Aldomaggiore. Su profesor de italiano era el director del peridico. De ese ao son sus primeras lecturas de Marx. Y a partir de entonces comienza a planificar su ida a Turn para presentarse a un concurso de becas y seguir estudios universitarios. Gana el 9 puesto, mientras Togliatti obtiene el 2. Se matricula en la Facultad de Letras de Turn y se inscribe en filologa moderna. Vive en una habitacin muy humilde junto con Angelo Tasca, un compaero de ideas que habr de serlo a lo largo de su vida. El monto de las becas es escassimo, 70 liras, que era el costo de la habitacin. Con el resto deba comer y comprar lea para enfrentar la crudeza del invierno turins. Su familia no puede ayudarlo, aunque a veces les pide una chaqueta, para cambiar la que llevaba puesta. Sus aos de estudio en Turn son aos de hambre y miseria, que le impiden muchas veces terminar los cursos y rendir examen porque sufre de intensos dolores de cabeza. En 1911 y 1912 es testigo de la gran huelga turinesa del automvil, dirigida por los anarquistas. All comienza a comprender que la alianza de clases que debe construrse es la del campesinado con la clase obrera industrial, y que el hecho de que los obreros ganaran ms no los haca enemigos de clase sino que la clase enemiga de ambos eran los grandes terratenientes y los grandes patrones industriales. Se propone estudiar la lengua materna y su hermana menor, Teresina, es quien responde sus preguntas sobre fontica y escritura sarda. En 1913 pasa un

verano con su familia en Ghilarza para reponerse fsicamente. Es testigo de las primeras elecciones con sufragio universal en Cerdea y

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al regresar a Turn rinde glotologa, examen en el que obtiene summa cum laude. Toma cursos de derecho y lee paralelamente textos de Hegel. Es entonces cuando ingresa al PSI (Partido Socialista Italiano). A esta altura puede decirse que Nino es acabadamente socialista. En 1914 ya escribe artculos para Il Grido del Popolo, Y desde entonces no dejar de ejercer el periodismo, lo que enorgullece a su familia, si bien a fines de ese ao pierde la beca por 4 meses por no haber rendido exmenes en razn de su precaria salud. Recupera la beca en un esfuerzo sobrehumano. En mayo de 1915 Italia entra en la 1 guerra mundial y se produce una huelga general contra ella. Gramsci lee la tesis de Lenin sobre la guerra y en 1917 escribe en lo que ser el nmero nico de La ciudad futura. Todos sus amigos , Angelo Tasca, Palmiro Togliatti y Umberto Terracini van al frente, del que recin regresarn a fines de 1918. Cuando se produce la Revolucin rusa, estalla en Turn una verdadera insurreccin a favor de sta y en contra de la guerra, que es brutalmente reprimida, con un saldo de 50 muertos y ms de 200 heridos. Ya hay 150.000 obreros en las grandes fbricas de Turn del automvil. All ya se puede decir que Antonio Gramsci ha superado su mirada aldeana y difunde El Estado y la Revolucin e Imperialismo fase superior. Funda Lordine nuovo en 1919 con sus compaeros de partido. Los numerosos escritos de este perodo muestran por una parte que ya es un maestro de jvenes universitarios y obreros, con quienes se rene todos los das para discutir. Luego de la muerte de Rosa Luxemburgo y Karl Liebnecht en enero de 1919, bajo el gobierno socialdemcrata alemn, Lenin llama a fundar la III Internacional, ya que la II haba sido apropiada por la socialdemocracia. El PSI decide adherir. Es un ao de luchas polticas intensas. En mayo se funda la Internacional Comunista y Mussolini funda el Movimiento Fascista Italiano. Gramsci est preocupado por la insercin de las masas obreras en el proceso revolucionario, para que

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ellas sean su propia conduccin y escribe para

que los soldados

turineses no tiren contra sus hermanos de clase. Est convencido de que los consejos de fbrica, que aparecen pblicamente por primera vez en diciembre de 1919 tienen su germen en las comisiones internas de fbrica, donde se deciden las huelgas y las tomas de fbricas y son una invencin obrera. Gramsci los ve como un instrumento equivalente a los Soviets. Piensa que no deben limitarse al sindicato ni al partido, sino que deben incluir a todas las organizaciones del pueblo y sus representantes, includos los grupos catlicos. Escribe contra el sectarismo y contra la rigidez de la fraccin comunista del PSI comandada por Brdiga. Antonio Gramsci recuerda ya en 1918, en un artculo denominado Nuestro Marx, en homenaje al centenario de su nacimiento, que la nica consigna poltica del maestro era Proletarios del mundo unos: Marx no pregunt quienes eran marxistas o no marxistas, dice, divisionismo que refleja la estupidez humana. Incluso seala que la revolucin rusa no se produce del modo y en el lugar que l haba previsto, porque afortunadamente los proletarios tuvieron la voluntad genial de unirse antes de volver a caer en la represin ms brutal. Marx no es un pastor con bculo. Es un historiador que interpreta todos los datos, no algunos, es un vasto cerebro que piensa, un momento singular de la laboriosa, singular bsqueda que realiza la humanidad por conseguir conciencia de su ser y de su cambio. Entre 1919 y 1922 se producen numerosos ataques fascistas contra bienes y personas del partido socialista y ataques contra los obreros. 1922 es el ao de la Marcha sobre Roma, que ampla la fascistizacin del pueblo italiano. Gramsci, que pierde las elecciones para diputados por propugnar el Frente nico en el II Congreso del PCI (Partido Comunista de Italia), es enviado a Mosc junto con otros delegados italianos a la 2 conferencia de la Internacional Comunista. El enemigo es demasiado grande y fuerte como para dividirnos internamente, dice. Toda su vida luch contra el sectarismo. Para

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entonces Lenin ya ha sido vctima de una agresin a balazos en noviembre de 1918, mientras sala de una conferencia para obreros en Mosc
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y desde entonces sufrir sucesivas crisis de salud hasta su

muerte el 21 de enero de 1924. Gramsci conoce a su futura compaera y madre de sus hijos Julia Schucht, joven violinista sovitica, de quien se enamora profundamente. A mediados de ao Gramsci retorna a Italia, donde los ataques de las bandas de squadristi se suceden sin interrupcin. Ese ao Mussolini gana ampliamente las elecciones y el PCI saca slo el 3,5% de los votos. Gramsci es elegido diputado por Venecia. En el cap. 19 6 , Fiori reproduce el enfrentamiento verbal entre Mussolini y Gramsci en el Parlamento, que ser la primera y ltima vez que se produzca. Gramsci rebate uno a uno los argumentos de Mussolini que habla de la revolucin fascista y Gramsci le demuestra con su tono menor y sin alterarse - que una revolucin supone un cambio de la clase en el poder, y que ellos slo son la cara violenta del capitalismo. Los diputados fascistas le prestan gran atencin porque Gramsci, pese a que contestaba cada interrupcin, no perda el hilo de su exposicin. El dilogo es imperdible, y a partir de all Mussolini lo marcar como enemigo. 7 Menos de dos aos despus, el 5 de noviembre de 1926, Mussolini disuelve los partidos polticos y suspende las garantas constitucionales y la inmunidad parlamentaria. Tres das despus Gramsci es detenido e ingresa incomunicado a la crcel de Regina Coeli. Su condena, en condiciones dursimas, aislado, debiendo esperar das y das el permiso para tener papel y pluma, no le

El ataque lo produjo una militante del terrorismo subversivo- Dora Kaplandisgustada porque la revolucin no haba trado la paz y el bienestar prometidos, y que crea que lo lograra si mataba al monstruo criticado por toda la prensa burguesa europea. A partir de entonces quedar disminudo con la prdida del habla y parlisis progresiva de sus miembros hasta su muerte. 6 Pg. 243 y siguientes. 7 Fiori agrega un comentario de compaeros del partido, del que no pudo obtener documentacin : Al terminar la sesin, Gramsci se sent en una mesa del caf del Parlamento, y Mussolini, especulando quizs con su pasado socialista, se le acerc sonriente a felicitarlo por su discurso. Gramsci sigui bebiendo su caf, ignorandolo.

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impide trabajar incansablemente. Sus reflexiones sobre el papel de los intelectuales orgnicos son de este perodo. Critica el papel de los grandes intelectuales de la burguesa que impiden que se produzca la alianza entre el campesinado pobre y la clase obrera industrial, y destaca la necesidad de intelectuales orgnicos del proletariado. En

1931 enferma gravemente de tuberculosis, que se complicar luego con arterioesclerosis 8 . Y aunque el gobierno no permita atenderlo mdicamente, la movilizacin de sus amigos y del comit de lucha democrtico de Pars en defensa de los presos polticos del fascismo, presionar a la cpula fascista, que finalmente permitir el ingreso de un mdico de afuera de la crcel. El diagnstico ser transmitido a los peridicos por sus amigos y es publicado por LHumanit con lo que se moviliza la opinin pblica internacional. Gramsci se opone a que se solicite ningn tipo de gracia al gobierno, y s tan slo aquello que la ley le permite. Lo trasladan entonces a una clnica penitenciaria donde las condiciones mejoran, aunque su cuerpo ya est muy daado. Mientras su amigo Gustavo Trombetti le prepara el equipaje, Gramsci entretiene al guardia conversando, y as el amigo pudo ocultar los 21 cuadernos escritos entre las ropas. La condena durar hasta seis das antes de

su muerte, ocurrida el 27 de abril de 1937. Tena tan slo 46 aos. Diez aos antes, ya prisionero, haba identificado con rigor a su enemigo: Mussolini era entonces, como lo es hoy, el modelo, la quintaesencia del pequeo burgus italiano: una mezcla rabiosa, feroz, de todos los detritos dejados en el suelo nacional por siglos de dominacin de extranjeros y curas. No poda ser el lder del proletariado; se convirti en el dictador de la burguesa que adora los rostros fieros cuando vuelve a ser Borbn y espera ver el mismo terror en la clase
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En realidad, la autopsia realizada despus de su muerte mostr que padeca tuberculosis sea, una forma de cncer. De all sus fuertes dolores.

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trabajadora que ella haba sentido ante aquellos ojos desorbitados y aquel amenazante puo levantado. En noviembre pasado estuve en Roma, y Ana Germani me llev a conocer el cementerio accatolico, ms conocido como cementerio ingls, un lugar bellsimo donde reposan los restos de muchos escritores, msicos, poetas, que no eran catlicos y casi seguramente eran ateos. All est la tumba de Gramsci llena de plantas con flores, porque los compaeros la cuidan y embellecen.

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