Ruina Del Cristiano
Ruina Del Cristiano
Ruina Del Cristiano
Tomado del libro “La RUINA de un Cristiano, Capítulo IV, por el evangelista John R. Rice, Marzo, 1979.
“El que encubre sus pecados no prosperará: mas el que los confiesa y se
aparta, alcanzará misericordia”
Prov. 28:13.
Una de las ilustraciones más notables acerca de que Dios no puede disimular el pecado
oculto, que ciertamente traerá fracaso y ruina, se encuentra en el capítulo siete de Josué,
donde el pecado de Achán trajo derrota en la batalla al pueblo de Israel hasta el punto de huir
ante sus enemigos y Achán y su familia ser destruidos. Yo quiero llevarles a través de todo el
capítulo siete de Josué, y arrancar algunas lecciones que conmuevan el corazón acerca de la
maldición de Dios sobre los pecados ocultos. En el capítulo anterior, Josué seis, se nos relata
de la maravillosa toma de Jericó. Por siete días Israel había marchado alrededor de la
ciudad; el séptimo día ellos marchaban alrededor siete veces. Los sacerdotes de Dios
llevaban el arca, y el pueblo les seguía. Cuando los cuernos fueron sonados, todo el pueblo
dio grita, y los muros se derrumbaron. Así que ellos entraron y tomaron la ciudad. Pero Dios
les había encomendado claramente “y guardaos del anatema”. Ellos tomaron la ciudad, por
la bendita bondad de Dios, sin perder un solo hombre. ¡Pero desgracia! Un hombre ha
pecado. Como nos dice Josué 7:1 “Empero los hijos de Israel cometieron prevaricación en el
anatema; porque Achán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó
del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel”. El pecado nubla la
dulce comunión entre Dios y su pueblo. El pecado paró la emanación de su poder, la
suavidad de bendición! Leamos el resto de este capítulo, pasaje por pasaje, a medida que
hallamos para nosotros las lecciones acerca de la maldición del pecado oculto.
Había un pecado sin descubrir, sin llorar, sin confesar entre Dios e Israel. Así que el
coraje que Dios había puesto en el corazón de los soldados israelitas se esfumó. ¡Tres mil
hombres retrocedieron y corrieron como niños ante el enemigo! Treinta y seis hombres
fueron muertos. Vergüenza, desgracia y un sentido de completo desastre se posesionó de
toda la nación de Israel.
Pero eso es exactamente lo que las escrituras alertan en Prov. 28:13 “El que encubre
sus pecados no prosperará”. Pecado oculto trae fracaso. Y yo creo que el cumplimiento de
esta declaración muy a menudo es verdadero. El fracaso es causado por el pecado. Fracaso,
derrota, son las luces rojas de Dios para alertamos del peligro. Hemos Provocado su ira, su
furor, hemos contristado su santo corazón con nuestros pecados, y por esa razón, Dios no
nos permite prosperar. Yo sé que algunas personas, como Job, sufren para la gloria de Dios,
y por el bien de multitudes, y sus sufrimientos no son causados por sus pecados. Yo sé que
algunas personas, como el mártir Esteban que fue apedreado, y como Pablo con un aguijón
en la carne, sufrieron para que Dios fuera glorificado, cuando sus pecados, eso creemos, no
eran culpables. Pobreza, enfermedades y tribulación no siempre son prueba de pecados
ocultos, ni la evidencia de que Dios está airado. Pero también es justo decir que Job estaba
prosperando cuando sufría, aunque él no lo vio en ese momento. ¡Y la hora más sublime de
Esteban sobre la tierra fue cuando las piedras herían el aire y quebraban sus huesos, su
rostro brillando como el de un ángel cuando iba a encontrarse con su Salvador quien estaba
parado a la mano derecha del padre para recibirlo! El aguijón en la carne de Pablo era su
secreto para el triunfo. Ninguna de estas tribulaciones o sufrimientos pueden ser llamados
maldiciones; todo lo contrario, eran bendiciones.
Pero aun enfermedades físicas y problemas son a menudo una señal del disgusto de
Dios por nuestros pecados. En 1ra de Corintios 11 se nos dice que las personas de Corinto
había participado de la cena del Señor indignamente y que “por esta causa hay muchos
debilitados y enfermos entre vosotros; y muchos duermen. Que si nos examinásemos a
nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados. Mas siendo juzgados, somos castigados del
Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1ra Corintios 11:30-32).
¡Oh, tú que estás orando por un avivamiento, abre tus oídos a esta verdad de la palabra
de Dios! ¡Hay pecado, pecado sin confesar en los corazones y vidas del pueblo de Dios, hay
pecado en los miembros de la iglesia, pecado en los maestros de la Escuela Dominical,
pecado en los oficiales de la iglesia, que bloquea el poder de Dios! Si los pastores predican
con poca bendición, pecado es la razón. ¡Si el Espíritu Santo de Dios no se mueve con
fragancia Celestial en los corazones de la gente en los servicios, es a causa de pecado sin
confesar y sin lamentar! ¡Si los pecadores no son convictos por la predicación, si no asisten a
los servicios, si no atienden a una invitación para asistir a la iglesia o a oír el Evangelio, o a
ser salvados, entonces la razón es pecado en el pueblo de Dios! “El que encubre sus
pecados no prosperará”. Las iglesias han encubierto sus pecados, y no prosperarán.
Algunos han dicho, “No hay nada más importante que usted pueda hacer que orar”. En
la mayoría de los casos, sin duda, esto es verdad. Pero el pasaje anterior nos hace ver que
algunas veces la oración está fuera de orden que la oración no dará resultado; que algo debe
venir, antes que Dios pueda oír las oraciones. Aquí tenemos el notable espectáculo de Josué
sobre su rostro ante Dios, llorando, orando, y el Señor diciéndole rudamente, “Levántate,
¿Por qué te postras sobre tu rostro?”. Dios le dijo claramente a Josué que Israel había
pecado, y que todas las oraciones que él e Israel pudieran hacer, no recibirían contestación
hasta que no remediaran el mal que había sido hecho. Dios dijo: “...ni seré más con vosotros,
si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros”, y luego dice: “...no podrás estar
delante de tus enemigos hasta tanto que hayáis quitado el anatema de en medio de
vosotros” (versículos 12 y 13). Hay veces cuando Dios no oirá. ¡Hay ocasiones cuando
arrepentimiento y restitución son las más importantes de todas las palabras que podamos
pronunciar en oración, que las alabanzas que podamos dar, que las peticiones que podamos
hacer! Hay veces cuando Dios demanda acción en vez de palabras.
Recordemos lo que el Salvador dijo en Mateo 5:23, “Por tanto si trajeres tu presente al
altar y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu presente delante
del altar y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu
presente”.
Si tú tienes algo que ofrecer a Dios, reconcíliate primero con tu hermano. Primero, ve
con corazón honesto a tratar de enderezar lo torcido que has hecho. Antes que cantes para
Dios o prediques para Dios, o des dinero u ores a Dios, confiesa y apártate de tu pecado!.
En 2da Crónicas 7:14 el Señor promete que “Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales
mi nombre es invocado, y oraren y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos
caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. Así
que para avivamiento y bendiciones, el pueblo de Dios necesita tener humillación para ver su
necesidad y su distancia de Dios, y junto con sus oraciones ellos deben “Volverse de sus
malos caminos” y será entonces cuando Dios oirá. Si el pecado trae fracaso a la obra del
Señor, y derrota a su pueblo, entonces también es verdad que sólo el pecado; pecado sin
confesar, sin lamentar, sin arrepentimiento, puede apartar a un pobre pecador perdido de
Jesucristo y la Salvación. La única gente que va al infierno es aquella que no ha confesado y,
en su corazón, no ha abandonado sus pecados. Tú puedes predicar hasta que tu cara se
ponga morada, acerca del maravilloso amor de Jesucristo, del gran precio que El pagó en el
Calvario, de Su oferta gratuita de misericordia y no se salvará ninguno hasta que no lleves a
las gentes a ver y arrepentirse de sus pecados. Antes de que Jesús le diera a Nicodemo el
Fariseo la mundialmente famosa promesa de Juan 3:16. El tuvo que decirle a Nicodemo tres
veces que tenía que nacer de nuevo o nunca vería el Reino de Dios: que todo que es nacido
de la carne, de la carne es, y no puede ver a Dios en paz. Antes que le pudiera decir a la
mujer en el pozo de Sichar, en Samaria, que el mismo era el Mesías, El tuvo que probar su
corazón, llamar su atención a sus muchos maridos y que con quien estaba viviendo ahora no
era su marido.
Cuando ella estaba consciente de su pecado, tanto que ella pudo decirle a los hombres
de la ciudad “Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho”, entonces El
estaba listo para anunciarse como el Salvador de los pecadores tales como ella.
Mi esposa le habló una vez a una mujer perdida sin ningún resultado. Más tarde me
dijo, “No sabía por dónde comenzar. No podía encontrar un punto de contacto, “Siempre
comienza por el punto del pecado”. Allí toda persona con conciencia está indefensa. Y donde
Dios quiere que el pecador comience a hacer las paces con El es, empezando por el lado de
pecado. En otras palabras el pecador debe arrepentirse para poder ser salvado. “El que
encubre sus pecados no prosperará: mas el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia”.
La Ruina de Un Cristiano
7
Yo digo, que no vale la pena orar cuando hay pecados conocidos sin confesar a Dios,
sin lamentar, sin habernos arrepentido de ellos, que contristan a Dios y ocultan su rostro de
nosotros.
3. “Israel ha pecado” -Toda una nación tenida por culpable del pecado de un solo
hombre hasta que es descubierto y castigado
¿Cree usted que Dios iba a considerar a Josué culpable por el pecado secreto de
Achán, el cual él no había visto, del cual no había participado, y del cual ni siquiera había
sabido antes? “Eso es exactamente lo que Dios hizo.”
En el versículo 11 Dios dice, “Israel ha pecado, y aún han quebrantado mi pacto que yo
les había mandado; pues aun han tomado del anatema, y hasta han hurtado, y también han
mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres”.
Aunque un solo hombre pecó, toda la Nación fue considerada culpable, hasta que fue
descubierto y castigado. Todo un ejército fue derrotado. Unos treinta y seis hombres fueron
muertos, una nación estaba en angustia, a causa del pecado de un hombre. Cristianos, no se
atrevan a ser indiferentes con la maldad que se comete alrededor de ustedes. Más tarde,
cuando Achán murió, sus hijos también fueron muertos. Como si fueran partícipes de su
pecado. Sin duda en un sentido lo fueron.
¿Cuántos de ustedes comen en lugares donde se sirve cerveza, donde los licores están
en el menú? ¡Debían sentirse avergonzados! Ustedes son colaboradores de las empresas
licoreras. Su dinero soporta esos negocios. Vuestra influencia facilita la ruina de las jóvenes,
la destrucción de los jóvenes, la corrupción del gobierno, precipitada por el negocio del licor
¡Vosotros sois colaboradores de aquellos que hacen alcoholizados, prostitutas y criminales!
América es culpable. Los impíos dicen que “Los predicadores se están metiendo en política”,
cuando éstos solemnemente advierten a las gentes de los resultados del pecado, cuando
condenan la bajeza, la inmoralidad de los intereses del licor y de otros vicios protegidos por
las autoridades. Pero ante Dios somos miserables pecadores, culpables junto con toda
América de sus pecados, si no los combatimos. El predicador es un profeta de Dios. La
Iglesia debe hablar en contra del pecado, como hubiese hecho Cristo, parte de la razón qué
las iglesias han perdido su influencia con los hombres y su poder con Dios en América es
que los predicadores se han convertido en unos debiluchos que no aborrecen el pecado, que
no tienen coraje para denunciar la maldad, y que no llaman al pueblo al arrepentimiento.
¿Cómo podría Dios bendecir a una iglesia que promueve bailes? ¿Cómo podría Dios
enviar un avivamiento a una iglesia cuyos oficiales o miembros son propietarios de edificios
los cuales tienen rentados a tabernas y de donde pagan diezmos a la iglesia? Una vez
cuando hablé en cuanto esto, un pastor, después del servicio, vino hasta mí y me dijo, “¿Qué
puedo hacer? ¿Usted vio ese anuncio tan grande en la ciudad de una distribuidora de
cerveza? Ese negocio pertenece al cristiano más influyente en mi iglesia. Cuando
necesitamos dinero, él me da la cantidad que necesite para una buena causa”. Yo les
aseguro que Dios no enviará un avivamiento sobre mi iglesia donde su bendición le haría
colaborador de impiedades.
Josué no sabía nada del pecado de Achán. ¡Pero debía haberlo sabido! El
mandamiento de Dios había sido explícito y urgente, que ninguno debía tocar el tesoro,
pertenecía a Dios. Josué debía haber establecido algún método que garantizara que el plan
de Dios se cumpliría. Toda la nación sabía del mandato de Dios. Cada Individuo debía estar
alerta observándose a sí mismo, a su familia, a su vecino, para asegurarse que todos
actuarían correctamente y que no viniese maldición de Dios a causa del pecado. Acerca de
esto no podemos decir con Caín, “¿Soy yo guarda de mi hermano?”. No es sólo nuestra
responsabilidad saber cómo vive el resto del mundo en cierto sentido, somos responsables
por sus pecados.
Aparentemente parece cruel e inhumano que Dios hiciera que los hijos de Achán fuesen
apedreados y sus cuerpos quemados por el pecado de su padre. Pero ¿cómo pudo un manto
babilónico y 200 siclos de plata, y un changote de oro, ser traído hasta la tienda, un hoyo
abierto, y el tesoro enterrado en el medio de la tienda, sin que nadie lo supiera?
“Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba” (Romanos 14:22). Si
nosotros permitimos el pecado en aquellos por los cuales somos responsables, ignoramos el
pecado en aquellos que pueden ser influenciados por nosotros, más aún, si no reprendemos
el pecado y tomamos nuestra posición en su contra, entonces somos contados como
pecadores por Dios. Toda la nación cayó bajo la maldición del pecado oculto de Achán
porque no se le opusieron, no lo desenmascararon, no lo castigaron. Dios no podía dar la
victoria a Israel hasta que ellos trajeran a Achán a juicio.
La Ruina de Un Cristiano
9
Dios no le dijo a Josué quién había cometido el terrible pecado contra él. Ni siquiera le
dijo a Josué a qué familia, a qué casa, o a qué tribu pertenecía el pecador. ¡JOSUE TENIA
QUE ENCONTRARLO POR SI MISMO!.
¿Somos considerados culpables por pecados que no sabemos? ¡Sí! Es nuestro deber
saberlo. Debemos ser tan diligentes en la lucha contra el pecado en nuestra propia vida que
debemos saber cuando éste aparece.
Un hombre me dijo, bueno, ¿Si el uso del tabaco es un pecado, por qué Dios no me lo
hace sentir? Cuando yo sienta convicción, yo estaré listo a dejarlo, pero antes no. Yo le
contesté a ese hombre que él estaba errado al poner la responsabilidad de su pecado sobre
Dios. Si él honestamente hubiese querido saber si hacía lo correcto al contaminar su cuerpo,
el templo del Espíritu Santo, o si Jesús, nuestro ejemplo, hubiera usado el tabaco, o si el uso
del tabaco sería una mala influencia sobre la juventud y un mal testimonio ante el mundo,
estoy seguro que habría encontrado la respuesta. No es la responsabilidad de Dios,
hacernos saber lo que cualquiera sabría si tratará de saberlo. Si Dios nos hubiera faltado a
nosotros y si hubiera roto la comunión con el hombre, sería entonces la responsabilidad de
Dios el descubrir lo que hay malo y corregirlo.
Siendo que somos nosotros los que pecamos contra Dios y hemos roto la comunión
con él, es siempre nuestra responsabilidad encontrar la causa del impedimento y corregir el
mal. Israel había pecado; así que Israel debía encontrar el pecado, castigar el pecado y
ponerse de parte de Dios en contra de la maldad. Dios demandó que toda la nación fuese
reunida, tribu por tribu, para estar ante Dios, para que el pecador culpable, que había traído
la maldición, pudiera ser descubierto. Dios ayudaría si ellos estaban dispuestos a buscar. La
tribu de Rubén estuvo delante del Señor, pero el culpable no estaba allí. No fue hallado en la
tribu de Simeón, ni en la de Leví. ¡Qué alivio debió sentir cada una de estas tribus al saber
que el terrible pecador no estaba en medio de ellos! Pero cuando la tribu de Judá vino
delante de Dios, El dijo, “¡El está en esta tribu!”. Entonces, familia por familia, casa por casa,
y por último, hombre por hombre, Dios fue con ellos a través de toda la tribu hasta que
llegaron a Achán. Yo me imagino que allí había suspenso, un sentido de solemne temor,
mientras la nación esperaba delante de Dios, buscando metódicamente para encontrar quién
había quebrantado la ley de Dios, robado el tesoro de Dios y escondido la cosa maldita.
Yo confieso con un sentido de dolor que fue en la tribu de Judá donde Achán fue
encontrado. ¡En la misma tribu de donde debía venir nuestro Salvador, fue hallado el hombre
cuyo pecado había traído la derrota a toda la nación de Israel! Y así, muy a menudo, en
alguna parte de nuestra vida que puede parecer santa e inocente, algo es hallado que ofende
a Dios y bloquea su poder y ha arruinado la dulce comunión de un Cristiano con el Santo
Espíritu de Dios.
¡No des excusas! ¡No lo encubras! ¡No prepares coartadas, y no culpes a otro!
Encuentra el Achán escondido en tu corazón y vida y arrástralo hasta la presencia de Dios y
allí haz juicio sobre él. Confiesa y apártate del pecado que contrista a Dios.
Muchas personas dicen, “Yo dejaré de tomar, si Dios me quita el sabor del licor de la
boca, o yo voy a dejar mi novio(a) inconverso si Dios lo saca de mi vida”. Oh, mi amigo, caza
tu pecado tú mismo. Si es el pecado de la bebida, entonces déjala, aunque tengas que
batallar en contra de una sed abrazadora hasta que mueras. Dios te ayudará si en verdad
quieres sacar al Achán escondido en tu vida y corazón.
Achán, ante el hecho que su pecado estaba al descubierto delante de Dios, y que debía
ser castigado, vergonzosamente contó la historia de su pecado. En Josué 7:19-21, la historia
continúa:
Notemos el progreso del pecado de Achán. “Porque yo vi entre los despojos un manto
Babilónico muy bueno y doscientos siclos de plata, y un changote de oro de peso de
cincuenta siclos”. En cuanto a algunas cosas, al menos, es cierto que la ignorancia es la
sierva de la inocencia. Pablo dice: “Hermanos, no seáis niños en el sentido, sino sed niños
en la malicia: Empero perfectos en el sentido” (1ra Corintios 14:20). Es mucho mejor para el
Cristiano nunca ver algunas cosas, así nunca las deseará. El Cristiano que no tenga en su
casa juego de cartas, no aprenderá nunca a usarlas. Uno que nunca ve, en el cine o en
nocturnos o en alguna otra parte, muchachas medio vestidas, tomando, fumando, jugando,
manoseándose y haciéndole el amor a los hombres, es muy difícil que sea guiado a esta
clase de vida por estas sirenas del pecado. Es un juego del diablo hacer creer a la gente que
es necesario que “conozcan los caminos del mundo”, para “coger un poco de experiencia”.
¡Cuán preciosa es la mente virgen que no sabe mucho del pecado! ¡Cuánto agradezco a
Dios que yo haya sido salvado cuando era un niño de nueve años! Achán vio, observó,
admiró el manto Babilónico, los doscientos siclos de plata, y el changote de oro, antes
codiciarlo y tomarlo y esconderlo.
Pero ver conduce a codiciar. Un Cristiano puede tomar sólo una Coca-Cola en un bar o
taberna, pero allí ya él está en el camino a tomar cerveza y whisky. La muchacha que asiste
a una fiesta pero nunca baila, pronto entregará su cuerpo al abrazo carnal de cualquiera que
la invite igual que hacen las otras. El muchacho que se la pasa con jugadores pronto llegará
a ser un jugador. La codicia sigue a la mirada.
Y entonces Achán tomó los tesoros prohibidos. Sin duda él nunca pensó que sería
culpado de tal pecado. La joven que da el primer paso nunca piensa que llegará a ser una
prostituta. Pregúntale al alcohólico, y él te dirá que él nunca pensó en que perdería a su
esposa, sus hijos, su trabajo y carácter para llegar a ser el desecho de la humanidad. David
era puro de corazón, pero cuando él contempló a Bethsebah bañándose, e hizo que la
trajeran a su casa, entonces cometió el terrible pecado. Escribe esto, que no hay límite en la
magnitud del pecado que un viviente pueda cometer, si sólo se pone continuamente bajo la
influencia de la tentación. La única seguridad que había para José, ese héroe sin mancha del
Antiguo Testamento, era huir en temor de la mujer de Potiphar. La única seguridad para
cualquier Cristiano es evitar aun la apariencia de pecado, aborrecer aun la vestidura que es
contaminada de la carne, huir de los deseos juveniles. Lo que nunca codicies, nunca
tomarás. Si no te permites a ti mismo el ser contaminado, nunca caerás. Por esto el Salvador
nos enseñó a orar “No nos metas en tentación”.
Luego Achán escondió el tesoro robado. Después que cometemos nuestros pecados,
entonces queremos hacerlos parecer algo razonable, queremos excusarlos y le buscamos
una coartada. Sentimos que debemos defendernos a nosotros mismos culpando a otros, y
diciendo: éste no es tan malo como aquél. Robar el tesoro fue algo muy malo; esconderlo fue
peor. Y Cristiano, ese pecado que se interpuso entre tu y Dios no es el único paso en el
progreso en el pecado. La parte más culpable en este pecado cuádruple, es ocultarlo,
negarlo, ignorarlo, negarse a confesarlo, negarse a arrepentirse de él.
6. Escondido en la tienda
En público, Achán probablemente parecía tan buen Israelita como cualquier otro en el
campo. La parte pública de la adoración quizá la observó tan bien como cualquier levita. Tal
vez nunca trabajó en el Sábado Judío. Quizá fue cuidadoso en cuanto a no comer puerco. Es
probable que él trajese los diezmos de sus rebaños como sacrificio, al igual que lo hacían
otros buenos Judíos. ¡Pero el pecado de Achán no fue en público; fue en privado. No estaba
en la casa de oración, sino allí, escondido en su propia tienda! Una mujer que cantaba en el
coro de la Iglesia y enseñaba una clase de la Escuela Dominical, profundamente conmovida -
por mi predicación, escribió para decirme cómo ella había asesinado sus propios bebés aún
antes que nacieran. ¡Tan hermosa, tan religiosa, tan fiel en público; pero tan perversa, tan ne-
gro su pecado en lo secreto de su hogar! Un predicador muy popular que predicaba a
grandes multitudes, era muy amado y admirado por su elocuencia en el púlpito, hasta que
fue descubierto que él vivía una doble vida; que en su vida secreta había un negro pecado
que hacía imposible que su gente lo oyera de nuevo, a no ser sino con vergüenza y disgusto.
Un diácono de una iglesia en el norte de Texas era un activo colaborador de la Escuela
Dominical, tomó parte activa en los programas de los Laicos, pero se descubrió que por dos
años él había estado viviendo una vida doble como ladrón, robando una y otra vez a la
compañía del expreso. No es sorprendente que las propiedades robadas de Achán, las cosas
malditas, estuviesen escondidas en el suelo de su tienda.
Oh, Cristiano, no creas que todo está bien en tu vida porque asistes a la iglesia, cantas
en el coro, porque das de tu dinero o testificas en un servicio de oración. No es tanto en
público sino en privado que nuestra vida deshonra a Dios y nuestros pecados traen fracaso y
derrota y la maldición de Dios sobre nosotros. Busca principalmente en lo oculto y secreto de
tu corazón. Observa qué es lo que amas y qué odias. Analiza los motivos que controlan tus
acciones. ¿Eres tú un Fariseo, haciendo las obras exteriores del Cristianismo para ser visto
de los hombres? ¿O estás dispuesto a descubrir todos los pensamientos y procesos de tu
corazón delante del Señor Jesús y con lágrimas rogarle a El que sea El quien dirija cada
pensamiento? ¿Estás dispuesto a abrir todas las puertas de tu ser y poner todos tus afectos
sobre el altar, al igual que Abraham ató a Isaac sobre el altar de sacrificio? Yo te ruego, no
termines este párrafo sin pedirle a Dios que muestre las cosas, en tu engañoso corazón, que
dan ofenderlo a él y deshonrarlo y robarte Su dulce comunión. Habrá alguna persona que
lea, sin duda, que nunca ha experimentado lo que es venir a Cristo como un pobre y
La Ruina de Un Cristiano
13
condenado pecador, confesando sus pecados, rogándole a El que lo perdone y lo salve,
confiando en que El lo haga de una vez por todas. Bien, si tú no has venido a Cristo en esa
forma, si no has renacido, si no has sido convertido, si no has recibido un corazón nuevo por
confiar en que Cristo te ha perdonado y salvado, yo sé porqué. Yo sé qué hay detrás de tu
rechazamiento de Cristo. Es una cosa escondida, negra y mala. Las excusas y coartadas
que puedas presentar no son las razones verdaderas para no ser un Cristiano. Es verdad
que hay hipócritas en la iglesia. Judas, un hipócrita, estaba entre los primeros doce
discípulos. Es verdad que los predicadores no son todo lo que debían ser. En realidad, ellos
son seres humanos como todo el mundo, tentados, mezquinos, algunas veces con
mentalidades carnales, sin lograr llegar a ser la clase de hombre que quisieran, esto se
aplica a lo más puro y mejor de ellos. Tú dirás, “Bueno, yo me temo que no podré vivir
correctamente”. Tal vez no puedes. No eres perfecto, y no lo serás hasta que, si confías y
eres fiel, seas levantado para encontrar a Cristo, y ser hecho perfecto a Su semejanza.
Puede ser verdad, como tú dices, que tú “no sientes ser un Cristiano”, pero detrás de todas
estas necias excusas hay una negra, escondida, secreta y perversa razón. Tú realmente no
eres un Cristiano porque no amas a Cristo; Tú amas tu pecado. En Juan 3:19-21, Jesús dijo:
“Y esta es la condenación: Porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo,
aborrece la luz y no viene a la luz, porque sus obras no sean redargüidas. Mas el que obra
verdad, viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios”. Ya
ves, Jesús conoce tu corazón, y El sabe que hay sólo una razón por la que no vienes a El y
eres salvado. Tú amas tus pecados. Tú no quieres que Cristo repruebe tus pecados. Tú no
estás dispuesto a que El tenga el primer lugar. Tu quieres hacer tu voluntad. En tu caso es
tan verdad como en el caso de cada pecador viviente, que “la luz vino al mundo y los
hombres amaron mas las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.
Esta es una razón por la que creo que los Predicadores y cada ganador de almas
deben ir tras los pecadores, con tierno amor, sí, pero con valientes acusaciones. Debemos
amar a los pecadores, Oh, sí; pero no debemos creer sus coartadas, sus necias excusas.
Debemos saber que, escondido en la tienda del corazón de cada hombre sin conversión,
está el malvado, blasfemo, e infernal rechazamiento de Cristo, al escoger deliberadamente el
pecado antes que al Salvador. Los pecadores nunca rechazan a Cristo por una buena razón.
Siempre es este malvado amor al pecado, el aferrarse a lo prohibido, una rebelión en contra
de lo bueno y correcto que Dios tiene pensado para ellos. Esa es la razón por la que los que
rechazan a Cristo van al Infierno. Y deben ir al Infierno. Hay en sus corazones el pecado más
negro. Y no sólo hay pecado sino amor por el pecado en el corazón de cada persona no
convertida. Yo recuerdo sólo un hombre que me haya dicho la verdad en cuanto a por qué no
era salvado. En un avivamiento en un pueblo le pregunté a un hombre, “¿Es usted
Cristiano?” ¡NO! contestó bruscamente. “¿No quisiera usted serlo?”, le dije. El respondió.
“Bueno, si quisiera ser un Cristiano podría serlo, ¿no lo cree usted?”.
Yo contesté, “sí, claro que podría. Cristo está dispuesto a salvarle esta noche.
Sí, él decía bien, no era un Cristiano porque no quería serlo. Tú pobre pecador, pobre
enemigo de Cristo, no eres un Cristiano porque no quieres serlo. Tú quieres tu pecado. Tú
puedes mentir en cuanto a esto, tú puedes encubrir tu pecado, pero el hecho que no ames a
Cristo permanece, tú no lo quieres; mejor aún, tú quieres tu pecado y te aferras a él.
Pobre pecador, ese camino te llevará al infierno, porque “El que encubre sus pecados
no prosperará”, dice el texto de Proverbios 28:13. Tú debes descubrir ese pecado, abrir ese
perverso corazón, confesar tus pecados y arrepentirte de ellos, si tú vas a ser salvado.
Los infieles y modernistas que no quieren arrepentirse de sus pecados, son severos en
sus críticas de la Biblia. Ellos dicen que el Antiguo Testamento presenta a un tirano,
vengativo y terrible Dios. Ellos no pueden creer en ningún Dios me traiga un diluvio para
destruir una raza, o en un Dios que haya ordenado la destrucción de los Amalecitas, o en el
Dios que ordenó que Achán y sus hijos fuesen apedreados y sus cuerpos quemados. Pero
francamente, el Dios del Antiguo Testamento es el Dios del Nuevo. Y el Dios que demandó
juicio sobre el pecado en el caso de Achán, es el mismo Dios de quien Jesús dijo: “Aquel que
puede destruir el alma y el cuerpo en el Infierno” (Mateo 10:28). Cristo mismo habló mas
acerca del Juicio de Dios sobre el pecado, de la ira de Dios y de los tormentos del Infierno,
que ningún profeta del Antiguo o Nuevo Testamento.
“Entonces Josué, y todo Israel con él, tomó a Achán hijo de Zera, y el
dinero, y el manto, y el changote de oro, y sus hijos, y sus hijas, y sus
bueyes, y sus asnos, y sus ovejas, y su tienda, y todo cuanto tenía, y
lleváronlo todo al valle de Achór.
Y dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este
día. Y todos los Israelitas los apedrearon, y los quemaron a fuego,
después de apedrearlos con piedras;
Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, hasta hoy. Y por
esto fue llamado aquel lugar, el valle de Achór hasta hoy.”
Mientras Josué y todo Israel tomaba a Achán y lo apedreaban a él, sus hijos, sus hijas,
sus bueyes, sus asnos, sus ovejas y su tienda y todo lo que él tenía, y quemó en el fuego
todo lo que pudo haber quedado de ellos, sin duda mucho labios temblaban de emoción, y
La Ruina de Un Cristiano
15
muchos ojos estaban rojos de llorar. Fue una lección tal que pudo impresionar a todo Israel
con la terrible naturaleza del pecado, y de la ira consumidora de Dios sobre el pecado
cuando es descubierto y no es confesado. En ese valle de Achór, ellos cubrieron los huesos
quemados y quebrados, del hombre que ellos habían ejecutado públicamente, con un gran
montón de piedras como un alerta perenne para el pueblo de Israel que el pecado tiene que
ser castigado. Yo te aviso, pobre pecador no arrepentido, que el fuego de un Infierno arde
hoy día para los que rechazan a Cristo como tú. Es verdad que Dios ama a los pecadores,
ama a todo el mundo, como dice en Juan 3:16. Pero en el mismo capítulo Juan 3.36 dice: “El
que cree en el Hijo, tiene vida eterna; más el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida sino
que la ira de Dios está sobre él”. ¡La ira de Dios permanece día tras día, sobre cada pecador
que rechaza a Cristo! La indignación de Dios crece sobre tu pecado. El castigo será para ti si
no te arrepientes. Y a menos que te arrepientas a tiempo, el castigo y la ruina del Infierno
será el juicio de Dios sobre tu pecado. Un Dios santo no puede pasar por alto el pecado. Es
sólo correcto, sólo honesto, sólo justo, que el pecado sea castigado. Cada ley en los libros de
estatutos, cada corte, cada cárcel, cada policía en las esquinas, añaden su testimonio a la
deliberada opinión de toda la humanidad, que el pecado debe ser castigado.
La historia en el capítulo siete de Josué está terminada, pero quiero regresar al texto de
Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará, más el que los confiesa y se
aparta, alcanzará misericordia”. Achán cubrió su pecado. El escondió su tesoro robado. No
confesó sus pecados hasta que estos habían sido descubiertos. El nunca pareció dispuesto a
admitir, ni siquiera entonces, la terrible naturaleza de su culpa. Así que Achán murió en una
ejecución pública, a la orden directa de Dios. ¡Pero Achán no tenía que morir!.
Nuestro texto dice que “...el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Dios
es un Dios justo, pero también un Dios misericordioso. Dios es un Dios correcto y santo, pero
él ama a los pecadores. Dios debe juzgar y debe castigar el pecado sin confesar; pero gloria
a Su misericordioso nombre, él está dispuesto a perdonamos cuando confesamos nuestros
pecados. Después de todo, no fue sólo el pecado lo que llevó a Achán a su terrible
destrucción. Fue aferrarse a su pecado y ocultarlo lo que lo destruyó.
Imaginémonos una escena que no sucedió. Yo veo a Achán viniendo con su tesoro
maldito, silenciosamente cava un hoyo en el suelo de su tienda. Yo lo veo envolviendo las
piezas de plata y el changote de oro en el manto Babilónico, luego este paquete lo envuelve
en una piel tal vez, entonces cubrió todo con tierra. Pero supongamos que súbitamente
Achán comienza a llorar, y temerosamente excava y saca su tesoro enterrado de la tierra.
Supongamos que él lo toma en sus brazos y corre hasta Josué, llorando y diciendo, “Oh,
Dios perdóname; ¡qué pecado he cometido!; Josué, ora por mí. Yo robé un manto Babilónico
y doscientos siclos de plata, y un changote de oro. Ello pertenece a Dios, y cuando
estábamos saqueando la ciudad de Jericó yo los tomé, contrario a la voluntad de Dios. Yo
traeré un cordero para un sacrificio. Yo restauraré las cosas que he robado. Confieso mi
pecado ante todo Israel. ¡Oh, ora por mí, para que pueda hallar misericordia y perdón!”.
¿Cree alguno de los lectores que Dios hubiera ordenado que Achán fuese apedreado?
¡NO! ¡NO! “El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y se aparta,
alcanzará misericordia”. Si Achán hubiese estado dispuesto a dejar su pecado, confesarlo y
volverse de él a tiempo, hubiese sido perdonado. Achán no tenía que morir. El podía haberse
arrepentido y así hubiera sido perdonado y salvado.
Querido Cristiano, tu fracaso no es que hay pecado. Cada hijo de Dios peca. Jesús
mismo nos enseñó a orar cada día “Y les dijo: Cuando oraréis decid: Padre nuestro que
estás en los Cielos; sea tu nombre santificado. Venga tu reino. Sea en la tierra. El pan
nuestro de cada día dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros
perdonamos a los que nos deben, y no nos metas en tentación, más líbranos del malo”
(Lucas 11:2-4). Así que él sabía que este asunto del pecado sería una seria lucha diaria para
el Cristiano honesto. Pero el fracaso y la derrota y la maldición de Dios no viene sobre
nosotros porque hemos pecado, sino porque hemos encubierto nuestros pecados. No los
aborrecemos. No tomamos posición en su contra. No lloramos sobre ellos. No tratamos de
hacer restitución por ellos. Que Dios nos perdone; Nuestros pecados se interponen entre
nosotros y nuestro Dios y no nos arrepentimos honestamente de ellos con todo nuestro
corazón.
Hay sólo un camino para limpieza diaria y victoria diaria para un Cristiano, y ese camino
es por confesión diaria y diario alejamiento de nuestros pecados. 1ra de Juan 1:9 es para los
Cristianos y allí se nos da claramente la preciosa promesa: “Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda
maldad”.
Cada Cristiano debe poder mirar diariamente en el corazón de Dios y clamar en las
palabras de aquel antiguo himno,
Los hijos de Dios no tenemos por qué ser castigados si confesamos y nos apartamos
de nuestros pecados. “Porque si nos examinásemos a nosotros mismos, cierto no seríamos
La Ruina de Un Cristiano
17
juzgados, dice 1ra de Corintios 11:31. Si no nos examinamos nosotros mismos entonces Dios
tiene que castigar a sus hijos. Amado Pecador, si tú eres un pecador perdido, tú no tienes
que morir e ir al infierno para siempre. Si tú eres un criminal o una prostituta, un borracho o
un convicto, o un adepto de las drogas, Dios no quiere que tú vayas al infierno. ¡La gente no
va al infierno porque son pecadores, sino porque no se arrepienten de sus pecados! Si tú
confiesas hoy tus pecados a Dios, y en tu pobre e indefenso corazón, te apartas, tan lejos
como te lo permita tu conocimiento, de tus pecados, Dios tendrá misericordia y te perdonará
y salvara.
Simplemente confiesa tus pecados a él. No te preocupes por usar palabras especiales.
No te importe el lenguaje teológico. El conoce tu corazón. Si tú honestamente admites tu
pecado y quieres misericordia, la tendrás. En el mismo momento en que tú vuelvas tu
corazón a él en fe, confiando en Jesucristo, quien murió por ti, deseando que él te perdone y
te limpie, en ese mismo momento Dios te tomará en Sus brazos como Su propio hijo. ¡En ese
momento el Espíritu Santo operará un cambio en ti, y serás un Cristiano renacido, convertido,
perdonado y salvado.
Yo espero que nuestros lectores irán al silencioso lugar y allí confesarán los pecados
que Dios sabe que están en sus corazones y honestamente se apartarán de ellos. Si hay
algo que tú puedas hacer para rectificar tus errores, ¡Oh, Hazlo! hazlo pronto. Pero mira a
Cristo ahora, en este momento, para perdón y limpieza.
Si algún pobre pecador hoy se arrepiente de sus pecados y confía en Cristo, cuán feliz
sería yo al saberlo. ¿Me escribirás una carta dejándomelo saber? Si quieres puedes usar las
palabras que se dan más abajo. Pon tu nombre hoy, y dile al Señor que eres sincero y que
dependerás de él, para el perdón y para alcanzar la misericordia que él ofrece a cada
pecador que honestamente confiesa y abandona sus pecados. Tu puedes confiarlos en una
carta o tarjeta, o escribe en tus propias palabras.