KAES, R. - LA VIOLENCIA Que Esta en El Origen de Las Instituciones
KAES, R. - LA VIOLENCIA Que Esta en El Origen de Las Instituciones
KAES, R. - LA VIOLENCIA Que Esta en El Origen de Las Instituciones
Partir de una situacin clnica para presentar el argumento de que la violencia destructiva resulta de una falta de reconocimiento de la violencia de base en la fundacin de toda institucin. Se trataba de un equipo de terapeutas en un hospital de da que funcionaba como unidad de terapia psiquitrica para adultos. Mi trabajo era asistirlos en la elaboracin de su prctica de equipo teraputico; tuve durante muchos aos una escucha, primero semanal, despus mensual. La secuencia que refiero se sita despus de algunos aos, en el momento en que el equipo est angustiado ante una redefinicin de su proyecto teraputico. Los resultados parecen ser positivos, pero desde hace varios meses las crisis han sucedido a las crisis, sin que el origen pueda ser pensado: todo pasa como si nadie estuviera preocupado por nada. Durante varias semanas, una violenta reivindicacin contra el mdico jefe se haba nutrido de todos los motivos posibles; su autoridad haba sido discutida, pero reforzada, debido a la idealizacin constante de la que era objeto. Al mismo tiempo, la vida cotidiana se haba convertido en una suerte de anarqua: los profesionales se disputaban la propiedad de los asistidos; cada uno reivindicaba la supremaca de su capacidad teraputica, desacreditando a los dems. Yo mismo estaba desalentado, con la idea de que lo emprendido no haba servido para gran cosa. Soaba con estar en otra parte y me senta culpable. Durante el perodo que precede a la sesin que nos ocupa, los profesionales manifestaron un profundo abatimiento, una apata o estupor a la que sucedan momentos de actividad intensa. Los reproches que, en su depresin, dirigan al jefe mdico, cambiaban de tonalidad: a semejanza del padre de la Horda Primitiva, descripto por Freud, l acaparaba todas los enfermos y todos los resultados positivos le eran atribuidos. Muchos profesionales tenan ganas de irse, su trabajo les disgustaba. Cuando la administracin les pidi redefinir su proyecto teraputico, y por lo tanto su identidad, se les represent como una imagen terrorfica, arbitraria y de poco apoyo. La sesin comenz, como a menudo desde haca meses, por un largo y pesado silencio;
cada uno miraba a los otros furtivamente y hunda la cabeza hacia adentro, hacia el vaco de mi pensamiento, como dijo uno de ellos. Un enfermero pregunt, muy agresivo, si iban a continuar as, durmiendo mientras los enfermos sufren. Por qu continuar? coment el psicomotricista, en un movimiento depresivo que mostraba desde hace algunas sesiones. Ya no estamos en un hospital de da, sino de noche; dormir es el rgimen diario desde hace ms de 15 das; todo el mundo duerme, estamos aqu como los crnicos. Entonces, un enfermero se quej que hay muchos enfermos, verdaderamente muchos, y algunos haran bien en desaparecer. La violencia de este pacto de muerte reforz el silencio. S dijo despus el enfermero que haba manifestado preocupacin por el sufrimiento de los enfermos, ha habido abandono por parte de los colegas: no se puede contar con ellos, desaparecen con diferentes pretextos y otros esquivan la responsabilidad al punto de que los enfermos se ponen nerviosos. E ilustr esto informando que en la vspera, uno de ellos haba abofeteado a una asistente. Pregunt entonces cul haba sido la respuesta del equipo: contra la regla habitual, el acting no haba sido sancionado, no hubo exclusin temporaria del agresor. Por qu? Nadie intervino, uno se senta verdaderamente mal, paralizado, en todo caso vagamente culpable por lo que acababa de ocurrir. Ms tarde, diran que ellos no haban podido hacer otra cosa que dejar hacer. El silencio se restableci, el marasmo se prolongaba. Algunos dejaban la sala sin decir nada: yo seal esas salidas, sin interpretarlas; record las desapariciones que ellos haban mencionado, el acting, el silencio, los deseos de muerte. Algunos se sintieron aliviados de que yo dijera algo sobre esas desapariciones, pero advirtieron que no haban estado pensando en ese tema. Dijeron que no podan asociar con nada cuando les evoqu los deseos de muerte. Yo estaba a mi vez turbado, no saba cmo pensar lo que ocurra; llegu sin embargo a enlazarlo con los reproches que me dirigan por no seguir al mismo ritmo que antes: en suma, yo tambin los iba a abandonar. En qu lugar era puesto en sus transferencias? Les pregunt si alguna otra escena haba podido retener su atencin, o que retornaba a su mente en ese momento, para esclarecer lo que haba pasado con las salidas de la sala o, antes, con la bofetada. Y de pronto volvi, con un efecto de sorpresa, un episodio que muchos de ellos haban olvidado: tres semanas antes haba habido una suerte de ceremonia de esponsales entre una enferma y otro paciente. La ceremonia haba sido organizada por los pacientes, con acuerdo de algunos profesionales, que la aceptaron en principio con la condicin de que se tratara de un juego. No era tan as, ya que los interesados confirmaron su intencin de juntarse. Hubo turbacin y excitacin, la ceremonia se transform en una mezcla inquietante de caricias y de golpes entre los novios. De pronto la novia desapareci. La buscaron todo el da, ella haba salido del hospital. Despus volvi y no se habl ms de lo sucedido. Les subray que lo que contaban hablaba de una desaparicin, la de la novia. Esto les deca algo? Volvieron a las desapariciones deseadas de ciertos enfermos, las desapariciones operadas en el curso de la sesin, y un rumor previo: que el jefe de servicio faltara quizs a esta sesin. Un enfermero, entonces, de pronto, dijo que la desaparicin de la novia le haca pensar en la desaparicin violenta de la pareja de mdicos que estuvo en el origen de la institucin. El doctor haba muerto en un accidente poco tiempo antes de la creacin del hospital de
da, y la mujer que haba sido elegida por el fundador haba partido desde la apertura de la unidad teraputica, sin dar razones, y nadie tuvo noticias de ella durante largo tiempo. Desde entonces nadie ms habl de estas dos muertes; los ms jvenes no saban nada. Me dije que el relato de esta muerte y de esta desaparicin en los orgenes producira, enseguida, vnculos con los fantasmas de muerte en el jefe mdico y en los enfermos. En cambio, este retorno de los fantasmas los abrum o los dej indefensos durante algn tiempo, antes que el trabajo de elaboracin pudiera retomarse. Les observ que, si los pacientes sufran por la falta de compromiso de los terapeutas, por sus diversas maneras de desaparecer, los que se ocupaban de ellos tambin sufran. Y que ellos sin duda, captaban mi propio desnimo me haban puesto en el lugar de aquel que les abandonara tambin. He aqu lo que desde el principio deba ser reconocido a partir del campo transferencialcontratransferencial: los mandatos de despertarse no haban tenido otro efecto que reforzar su apata, es decir, su proteccin contra el sufrimiento. Y su necesidad de replegarse en el sueo evocaba, para algunos, el ltimo sueo del fundador y el silencio de la fundadora. Habiendo dicho esto y habiendo sido escuchado, pens que sera posible hablar de las dos escenas que ellos haban permitido: la de la bofetada y la de los novios. La mayora mencion su fascinacin ante esas escenas, la parlisis de su pensamiento. Propuse que el inters de cada uno, al menos de la mayora, estaba en dejar desplegarse una cierta masa de signos y significaciones con relacin a una escena que para ellos era angustiante y fascinante, aterradora y repulsiva, y simultneamente poner en su lugar, por medio de sus defensas (la inercia, la fragmentacin), dispositivos de ocultamiento del sentido. Todos decan haberse sentido inexplicablemente inhibidos para sancionar la bofetada, y de igual manera, impedidos de prevenir el valor traumtico que la ceremonia haba tomado; como si ellos hubieran esperado y temido esa escena, de la que eran, junto con los enfermos, los destinatarios, los testigos de una falsa-verdadera promesa de matrimonio. Ellos haban dejado que se pusiera en escena el enigma del origen. Esta versin de la escena de la fundacin, congelada en el silencio, largo tiempo retenido, sobre un origen de muerte y de desaparicin, daba sentido a su conducta de confusin e incertidumbre, en el momento de redefinir el proyecto fundacional. El anlisis pudo ser conducido hacia la alianza inconsciente que se haba producido entre los terapeutas y los pacientes. Cada paciente tom parte en los actings que los terapeutas dejaron desarrollar. Una vez que devino suficientemente preconsciente, el marco de esta alianza se pudo precisar: el hecho que los enfermos obrasen por su propia cuenta en aquella ceremonia protega el papel de los profesionales. Pero, en el momento de pensar en un nuevo proyecto para la institucin, haba sido necesario admitir y comprender lo que haba puesto en peligro la confianza en la institucin de origen. El trabajo con el equipo se prolong sobre este nudo de problemas durante algunos meses. El anlisis de sus transferencias sobre m permiti ver lo que sostena la violencia contra el jefe mdico, sustituto usurpador de la pareja de origen. Era necesario retornar a ese momento donde el acto de fundacin de alguna manera se haba desimbolizado y se lo encontraba en la repeticin de la escena mortfera de los orgenes: lo que vuelve comprensible esa fase de violencia anarquizante donde se condenaba el deseo de muerte del usurpador, pero tambin a toda figura paterna, y desesperadamente se buscaba un ttem capaz de restablecer el orden simblico y el pacto de los hermanos. Slo en trminos de este anlisis se pudo develar lo que permaneca oculto en su demanda inicial: yo deba
refundar la institucin y permanecer con ellos por la eternidad. Despus de esto, pudimos poner trmino a las sesiones y separarnos. * Psicoanalista; especialista en grupos. Texto extractado de la conferencia "La violencia en las instituciones de salud", que pronunci en la Universidad Maimnides durante su ltima visita a Buenos Aires.
Las violencias son tres Por R.K. Toda institucin se funda en tres formas de violencia: la violencia originaria, la violencia generadora de smbolos y la violencia destructiva. La violencia del origen funda al sujeto en la representacin de una escena originaria, y esto vale para la violencia fundadora del grupo instituido. La violencia del origen es tambin la del deseo sexual, la del deseo del otro y el deseo por el otro, en tanto que es sujeto de origen; incluye el deseo de suprimir al otro y el no-deseo del otro. La violencia generadora de smbolos: En Ttem y tab, Freud muestra cmo el pasaje de la horda al grupo organizado, de la naturaleza a la cultura, es la simbolizacin de un asesinato, fomentado por el pacto concertado entre los hermanos para matar al padre. La simbolizacin del deseo de muerte produce efectos de estructuracin en los conjuntos colectivos. La ejecucin del jefe de la horda estara comprometida en una repeticin sin fin si la invencin del ttem no hubiera venido a transformar la violencia del origen en violencia simblica, generadora de smbolos. La violencia secundaria, o violencia destructiva, se nutre de tres fuentes. Por una parte, del retorno no transformable de la violencia originarias y de la violencia generadora de smbolos; ella testimonia que, en todo reencuentro intersubjetivo, las dos primeras dejan restos no elaborados. Por otra parte, la violencia destructiva est bajo el efecto de la pulsin de muerte, que desagrega. Adems, nace del conflicto fundamental que Freud pone en evidencia en Introduccin del narcisismo: El individuo lleva una doble existencia, en tanto l mismo es su propio fin y en tanto es elemento de una cadena de la que es servidor contra su voluntad o en todo caso sin la intervencin de aqulla. En las instituciones, podemos observar la violencia destructiva cuando las funciones generadoras de smbolos son atacadas o desfallecen y cuando el retorno de la violencia fundadora no puede ser simbolizado.