Héroe Edición Original
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EDICIN ORIGINAL
Hroe
La fama es emfera
Peter Veneno
Roberto Flores Salgado CAPTULO UNO Hoy decid ser un hroe. No fue ayer, sino hoy. Ayer estuve pensando todo el da en ser hroe, pero la decisin la tom esta maana, mientras viajaba en la micro. Media hora despus persegu a un tipo que le haba quitado una gargantilla a una seora. Lo alcanc frente a la Estacin Mapocho. Lo golpe en la cara. Cuando cay al suelo, lo pate y enseguida lo arroj por el puente hacia el ro. En las noticias de las nueve me enter de que haba muerto. Se lo mereca, para qu roba? Devolv la cadena a la seora. La gente se agolp a mi alrededor, me felicitaban. Yo les grit - Estpidos! Me largu en tres segundos. Los hroes tienen un primer nombre: Sper. Yo lo he descartado. Esa palabra la usan los chiquillos cuicos que viven de Plaza Italia hacia arriba. Est muy manoseada. Imagnense, cuando ellos van a una disco, o si organizan un carrete que estuvo bueno dicen: Ay, estuvo sper. Otras veces, cuando la gente va a comprar: Oye, vamos al Sper. Por ltimo, casi todos los monicacos de los cmics llevan ese apodo: Sperman, Sper Ratn y no me acuerdo de otros. Debo ser creativo. De todos esos grandes hroes, a quien ms admiro es al Chapuln Colorado, ya que es distinto a los dems, slo que se nota que es un ignorante: escribi Sper con c de cebolla. Los hroes tambin tienen un traje especial. Yo no seguir esa tradicin. Mientras sea igual a los dems mortales, de estatura media, de un peinado comn y corriente, con nariz normal, sin adjetivos, y siga usando jeans, polera y zapatos negros, nadie podr identificarme. Los otros estpidos se dan el lujo de que todos los 4
Hroe observen claro, luego todo se transforma en un negocio: venden revistas, poleras, psters y, ahora ltimo, no bastaba ms: un colega de nombre Chocman lanz una golosina para escolares. Qu denigrante! Yo me confundir entre la gente, nadie me reconocer. Podr ser libre y no me vender al marketing ni al rating: guardar mi independencia. Mi madre no lo sabe. No quiero que lo sepa. En realidad, s que igual lo sabr algn da, pero es mejor que lo sepa de labios de otro. Expresarle mi decisin puede sonar un tanto vanaglorioso. Odio hablar de m. Ojal no se ponga mal cuando lo sepa. No quiero pensar en su muerte. Ni hablar de todos los trmites que deber realizar y en los gastos en los que deber incurrir cuando Dios la llame a su santo reino. Mejor que todo siga en statu quo, o mejor dicho, que todo siga como est (esas extraas frases brbaras suenan como nombre de motel piojento). Ella est enferma hace aos. La diabetes la tiene medio ciega. En un paseo se hizo una herida en el pie. Tres meses despus le cortaron la pierna. En el otro pie le han cortado tres dedos. Pero la quiero, aunque a veces soy brusco con ella: le escondo la silla de ruedas por semanas enteras, le echo azcar a todas sus comidas, le hago trizas sus lentes para leer y escondo el control remoto para que no vea Sbado Gigante. La amo. Nunca he amado a una mujer como la amo a ella. Usualmente los hroes no tienen polola. Yo estoy de acuerdo con ellos en este punto. Las mujeres distraen mucho. Muchos tipos a quienes conozco estn babosos por ellas y pierden su plata cuando tienen pololas porque a stas se les ocurre pedir ropa, joyas, comidas, celular. Despus hablan de 5
Roberto Flores Salgado machismo. Son unas estpidas y a la vez hipcritas. Hablan de machismo cuando las golpean con razn, cuando las engaan, cuando les cierran las puertas en los trabajos, pero no hablan de machismo cuando las invitan, cuando reciben obsequios, cuando necesitan pasar a algn sitio sin hacer fila Las damas primero. Es una tontera. No s cmo se pueden enamorar de ellas. A lo ms quizs se pueden soportar como amigas. Igual tengo que rescatarlas en todo caso: es mi labor como hroe. Los hroes son perfectos. Yo no soy perfecto. Voy al bao como cualquier otro mortal; tambin orino y, cuando hay submarinos cafs, tambin juego a deshacerlos con el chorro. Qu divertido. Yo no puedo darme el lujo de ser perfecto, s que podra hacerlo, pero para qu? Uno de mis rasgos mortales es rascarme la cabeza y olerme las uas despus. Me saco la grasita del cuero cabelludo; es algo entretenido cuando no se tiene nada que hacer. Otra gracia que hago y que demuestra que soy alguien comn y corriente, es sacarme los mocos con el dedo pulgar. Esto lo hago donde me pilla el asunto. Puede ser en la micro, sentado en la plaza, caminando en la calle. Lo extraigo, lo observo, lo muevo con el ndice y el pulgar, lo huelo por acto reflejo y luego lo dejo bajo el asiento. Eso s que, cuando voy caminando en la calle, como no hay asientos cerca, lo dejo en algn poste o en un grifo. Tiene que ser mucho para que lo deje en alguna cabina de telfonos. En ese sentido, soy respetuoso de la gente que puede encontrarse con mi mascota verdosa y seca. Qu ms puedo decir? Hoy decid convertirme en hroe. No s si estoy contento. Es ms, dira que me da lo mismo, incluso que le hara el quite. Pero los dados estn
Hroe lanzados, no soy de quienes retroceden por tonteras. Ojal me vaya bien.
Roberto Flores Salgado CAPTULO DOS Hoy mat de un tipo que puso un cuchillo en el cuello de un chofer de micro. Cmo fue? Permtanme contarles. Tom el bus en el veintitrs de Vicua Mackenna. Me sent en el ltimo asiento, pues ste quedaba en altura. El da estaba bonito, eran cerca de las tres de la tarde. Empec a contemplar a la gente que caminaba por la avenida. El sol los golpeaba con rabia. Todo era muy normal. De pronto, la micro que corra pegada a la nuestra comenz a serpentear pero, como no iba muy rpido, no pas nada. El chofer de la micro en la que iba yo sigui su rumbo, sin hacer mayor caso del incidente. A m, esto me pareci un poco extrao. Corr hacia atrs la cortina llena de sebo de la ventana, y observ qu suceda en el bus del costado. Claro, la gente gritaba, estaba asustada: dos tipos estaban asaltando al chofer. Sin pedir al conductor que se detuviera, aprovech que la puerta trasera estaba abierta y trep al techo de la mquina. Desde arriba salt a la otra micro, que comenzaba a serpentear de nuevo con movimientos ms bruscos. Me agarr de la parrilla, tom impulso para balancearme como lo haba visto en las mejores pelculas de accin, y me estrell dando un puntapi a la ventana central. El parabrisas estall en mil pedazos. Afortunadamente, nadie viajaba en el costado de aqulla. Por ah ingres al bus. Los delincuentes se asustaron. Yo les grit a los pasajeros: - Por favor, no se asunten, pronto todo estar en calma!. Me dirig hacia los dos malandrines, decidido a golpearlos. Uno de ellos se adelant y me lanz un cuchillazo. Con total calma golpe su mano, solt el arma y 8
Hroe yo la sostuve. Le lanc una patada en el estmago, fuerte, precisa. El joven se retorci. El otro tipo se asust y huy. Enseguida, agarr del cuello a mi prisionero con la izquierda, y con la derecha le enterr el pual. Expuls un chorro de sangre mientras peda auxilio. Lo dej tirado en el pasillo, abandonado a su suerte. La gente se asust aun ms. Quizs habran preferido ser despojados de su dinero y pertenencias antes de presenciar una muerte. Todos los finados son buenos. Esa estpida contradiccin de la gente es la que no entiendo. Por un lado, quieren que se castigue a los malos y despotrican contra la justicia y las leyes, pero por otro lado les da pena cuando stos, pobrecitos maleantes, sufren. Pnganse de acuerdo! Camin tres cuadras en direccin al norte. Mi propsito era tomar otra micro para llegar al centro. En el paradero divis al partner del tipo que mat en la micro. Estaba acompaado de cuatro compadres ms. Le di la cara para saludarlo. l an estaba un poco asustado. Se percat de que yo estaba all. Les dijo algo a sus amigos. Se dirigieron luego al paradero. Queran golpearme. Les dije que dejaran de odiar, que no me fastidiaran, que si queran jugar a los malos que me llamaran por telfono en la noche. Insistan. Yo, que no estaba de humor, les habl fuerte: - Imbciles, les dije que dejaran de odiar! Ellos se asustaron y se marcharon haciendo pucheros. Una bulla de sirenas y luces rojas interrumpi la tranquilidad de la avenida. Ambulancias, automviles policiales y autos lujosos (seguro de detectives) pasaron en direccin donde se haba producido el incidente. Yo tom la micro con tranquilidad, pero le dije al chofer si me poda llevar por doscientos. Acept de buena gana. 9
Roberto Flores Salgado Cuando llegu al Paseo Ahumada, todo estaba como siempre. No haba nada especial en el paisaje. A veces Santiago me aburre. Camin hacia la Plaza de Armas. Observ a los pintores, a un mago llamado Palito y a una infinidad de peruanos. En un costado, frente a la Catedral, unos doscientos tipos escuchaban a unos humoristas. Me dirig hacia all y comenc a escuchar la rutina que presentaban. Pasaron cinco minutos, todos rean menos yo. Siguieron contando chistes repetidos. Uno de ellos cont el chiste de un gangoso. Cuando termin, todos rieron. A m no me pareci gracioso. Me dirig donde el tipo. Le pregunt por qu contaba chistes de gangosos, con qu razn se rea de ellos. El tipo no se dio por aludido y continu narrando sus historias desabridas. Entonces lo agarr de las solapas con fuerza y le repet mis preguntas. Me empuj y me ech un par de garabatos. Quera que la gente se riera de m y l quedar como lo mximo. Lo golpe dos veces. Podra haberlo golpeado una vez. No s por qu repet el puetazo. El aspirante a humorista cay de bruces en el suelo, despidiendo un hilillo rojo por su boca; aunque s que no me escuchaba, le grit: - Ya sabes! Para que no te vuelvas a rer de las personas! El pblico estaba impresionado. Me abr paso y cort en direccin a calle Bandera. La micro que tom para irme a casa estaba repleta. Estrellndome con los cuerpos que estaban en el pasillo, me ubiqu de pie al fondo, cerca de la puerta trasera. Ya estaba oscureciendo y los locales encendan sus luces de nen. Luego de tomarme unos diez minutos para mirar el paisaje, baj la vista por aburrimiento. Justo enfrente de m estaba sentado un escolar de diez aos. En el asiento contiguo 10
Hroe estaba su mam. A mi lado, afirmndose a duras penas del fierro horizontal, bajo el techo del vehculo, haba una seorita de unos veintids aos. Entonces le dije al escolar que por favor le diera el asiento a la joven. Me mir y luego mir a su mam. Ella me dijo que no me metiera, que su nio no tena por qu darle el asiento a nadie. Yo le pregunt si el chico haba pagado el pasaje. Ella me respondi que no. Luego, enojada, me dijo que era un estpido, que dejara de molestar. Yo le di un manotazo en la nariz y ella empez a sangrar. El niito llor y yo me compadec de l. Lo tom entre mis brazos y le dije que todo iba a pasar pronto, que su mam lo mereca por injusta, por pensar egostamente. Los dems pasajeros se preocuparon de alcanzarle pauelos desechables, y algunos, de darle golosinas al pequeo, para que dejara de llorar. Llegu a mi casa cuando el reloj marcaba las nueve y treinta.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO TRES Hoy colgu de los pies a un tipo en pleno Paseo Ahumada. Las razones: ser brgido y ladrn. Deb haberlo matado. Me encontr de buenas. Empiezo. Caminaba desde Alameda a Plaza de Armas por Ahumada. Llegando a Hurfanos, observ a una seora flaca de unos treinta y cinco aos. Vesta un trajecito caf, brillante por el uso, zapatos de medio taco y blusa blanca con vuelos. Hablaba por celular. Mis ojos se fijaron en ella por un extrao presentimiento. Su figura inspiraba misericordia; su aspecto raqutico y vestimenta daban pena. Un tipo de pantalones raperos, polera de basquetbolista sin mangas, pelo duro y chasquillas fijadas con gomina, se fue acercando sospechosamente. Era la brigidez hecha carne. Hizo ademanes con las manos. Media cuadra hacia el oriente un par de gallos lo observaban. Alert mis sentidos. Cinco metros antes de llegar a la seora, comenz a tomar vuelo. Al encontrarla de espaldas, le arrebat el celular. La mujer cay al suelo por el golpe. Yo segu corriendo al cuma por el Paseo. Ambos chocamos con los transentes. Se meti a una galera, quera confundirme. l se confundi: se adentr en una especie de laberinto sin salida. Lo encajon. Llev la mano al bolsillo trasero de su pantaln. Sac un punzn. Se me acerc. Me agach y le lanc una patada en los compatriotas. Contuvo la respiracin del dolor. Tom el punzn y se lo clav en ambos brazos. Luego lo arrastr de su larga polera con direccin al Paseo Ahumada. La gente comenz a mirarnos. Me hice el desentendido. El ratero gritaba de dolor. Lo pate en la cara. Le dije que se callara o yo me encargara de su silencio. Comenz a llorar. Me devolvi el celular para que lo soltara. 12
Hroe Ni loco. Le saqu la polera y con ella hice una soga de dos metros y medio. Le amarr los pies, tom el otro cabo y lo segu arrastrando por la calle. Luego se me ocurri hacer un dibujo en el suelo con la sangre que despeda. Antes de que llegara la polica, decid trepar con el tipo a rastras a uno de los escasos rboles que se yerguen en el Paseo. En una rama perpendicular al suelo lo colgu. Baj y us al tipo colgado como pera boxeril. Luego me aburr e hice formar una fila de hombres que quisieran practicar puetazos. Cobr cien pesos por nuca. Guard el celular en el bolsillo delantero y me vir. Esper a que la duea del telfono llamara. Mientras aguardaba, me dirig a una seora que estaba con su hija llena de mangueras y un tubo de oxgeno y le di los tres mil pesos que haba ganado. Cinco minutos ms tarde, llamaron. Era la duea del celular. Quera venir a buscarlo. Supuse que gastar seiscientos pesos para ella era harto (con eso podra comprar tres cuartos de pan y una margarina), as que le dije que no importaba. Yo ira a su casa y asunto arreglado. Viva en Independencia, a la altura del quinientos, en una casona antigua. Golpe con una piedra. Desde adentro gritaron: - Ya! Di el nombre de la seora. La fueron a buscar. Luego de unos segundos, apareci ella vistiendo una blusa floreada y desteida. Me hizo pasar disculpndose de la pobreza en que viva. La habitacin que arrendaba ola a hmedo y a comida. El piso era una mezcla de tablas y barro. Me ofreci un t con tostadas. El sonido del techo me indic que criaba mascotas de cola larga. 13
Roberto Flores Salgado La seora se llamaba Gladys Ulloa. Haca cinco meses que no encontraba trabajo. Justo cuando el malandra le haba quitado el celular, la llamaban de una pega como oficinista. Su problema se acentuaba ya que era madre soltera. - Y su hijo o hija, se parece a usted? le pregunt con total inocencia. Me mir y sus ojos lagrimearon. Se puso de pie y me invit a una habitacin separaba de esa principal slo por una cortina de tul. Acostada y gimiente, yaca Paulinita. No poda cerrar la boca, sus brazos descansaban deformes y miraba fijamente al cielo de la habitacin lleno de telaraas. Tena parlisis cerebral y leucemia. Le quedaban pocos das de vida. Lo ms triste es que no reciba ayuda de nadie. En el hospital le haban cerrado las puertas; la nia era un estorbo. Me qued en silencio. Extraje el celular de mi pantaln y lo devolv a la seora. Le dije que vendra un poco ms tarde. Sal corriendo tan rpido que los guarenes de arriba se asustaron. Al caminar unas cuadras me vi que una empresa constructora levantaba un edificio. Los trabajadores que contemplaban la ciudad desde las alturas empezaron a piropear a las mujeres que pasaban cerca: Mijita rica! Qu hizo san Pedro para dejar salir a esos ngeles! Si la belleza fuera pecado, ustedes no tendran perdn de Dios! y otras cosas ms. Unos gallos, despus, se fueron en volada: irrumpieron en gritos obscenos y cochinadas. No me gust y los encar. Me dijeron que no estaban ni ah conmigo. Cruc la calle y, desde abajo, comenc a mover el andamio en el cual estaban encaramados. Los albailes cayeron dndose el feroz porrazo en el piso de hormign. 14
Hroe Fui hasta un paradero. Al pasar una micro que deca TeatinosNataniel, alc mi brazo para hacerla parar. Le pagu al chofer y me fui en el asiento del lado, detrs del letrero frontal. Me baj cerca de La Moneda. En las puertas del Palacio de Gobierno me detuvieron dos pacos. Me preguntaron qu quera. Les dije que conversar con la ministro de Salud. - Solicit usted una entrevista previa? - No fue mi respuesta. - Lo siento, seor. Va a tener que dejar sus datos para que lo llamen y le avisen cundo lo pueden atender. - Y eso cundo puede suceder? consult al carabinero. - De aqu a seis meses ms replic. De aqu a seis meses ms la mitad de los enfermos terminales del pas se iba a morir y en condiciones infrahumanas. Deba actuar pronto. Entr al Palacio de la Moneda y sub las escaleras confundindome en la trifulca formada por los periodistas y camargrafos que seguan a ese vaca con cara de enojn de apellido Insulza. Me escond tras unas cortinas muy lujosas y pesadas. No saba cul era el despacho de la ministro de Salud. Si sala a buscarla, mi plan peligraba a manos de un guardia que rondaba con insistencia por el pasillo. Deba deshacerme de este tipo. La idea fue muy simple: empezara a botar, en forma sutil, algunos elementos ubicados como adornos. El tipo pensara que estaban penando y llamara por walkie-talkie a los dems guardias. Pero entonces, un gran dilema: si suceda de este modo, el polica no se movera del lugar. Es 15
Roberto Flores Salgado ms, la dificultad sera mayor al tener que enfrentar a tres o cuatro guardias ms. Una luz de esperanza asom en ese instante: como los periodistas acostumbraban enviar despachos desde las salas cercanas, el nivel de seales eventualmente podra provocar interferencias en los aparatos de intercomunicacin. Eso obligara al guardia a bajar para buscar ayuda. Fue justamente lo que sucedi. Rpidamente, comenc a buscar la oficina de la personera. En la segunda sala, que se encontraba con la puerta entreabierta, descansaba la ministro. - Qu hace usted ac? pregunt sorprendida. Respond que quera conversar con ella. Me amenaz con llamar a los pacos. La agarr del cuello. Con mi otra mano cerr la puerta y le ech seguro. Empuj a la galla contra su silln. Le dije que escuchara atentamente. Seguramente no lo saba pero cada da, en el Paseo Ahumada, se ubicaban tres o cuatro nios acompaados de sus madres. stos padecan leucemia, necesitaban transplante de mdula o sufran otra grave enfermedad. Daba pena observar que esos padres no tenan los medios suficientes y que necesitaban mendigar para conseguir unas monedas que hicieran ms llevadera y digna su enfermedad. Y no tan slo ellos. En el pas, muchos enfermos se moran de modo indigno, sin recibir los medicamentos necesarios, sin ser operados, slo porque eran pobres. Me daba rabia, porque aqu hay gente que gana dinero a manos llenas, que es duea de casi todo Chile; los mismos son herederos de los latifundistas y conquistadores espaoles que vinieron a saquear Amrica. Le dije a la ministro que no me dijera que no haba plata para pagar esos tratamientos, porque en Chile 16
Hroe hay dinero. El problema es que est mal distribuido. Ah estaba el meollo del asunto. Que empezara por cortar los contratos millonarios con la radio y la televisin, que cesara de imprimir folletos caros y que nadie lea, que nunca ms contratara consultores externos (tropa de saqueadores que hacen anlisis obvios, slo con el nimo de lucrar), en otras palabras, que ordenara la gestin y los recursos. Por ltimo, le cont el caso de Paulinita. Necesitaba un compromiso escrito y firmado de su puo y letra para ayudarla. Se excus. Le aforr un combo en el hocico. Dict por telfono una carta a su secretaria. En un par de minutos apareci sta con el documento en la mano. La ministro la rubric. Luego me desped de l advirtindole que deba guardar silencio sepulcral sobre lo sucedido y part a la casa de la nia enferma. Le dije a la seora Gladys que fuera con ese papel a algn hospital. Yo estara pendiente de que ese centro asistencial cumpliera con la ordenanza de la ministro. Al llegar a casa me acost temprano.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO CUATRO Las ciudades del pas poseen muchos monumentos. La mayora de ellos de gente de guerra y, por no decir la totalidad, generales o comandantes. Como si en una guerra ellos se expusieran al fragor mismo de la lucha. No. Ellos se ponen atrs y dan las instrucciones. Los pobres, los jvenes y los indios tocan la peor parte. Vean lo que sucedi en la guerra del Chaco que, si bien no ocurri en nuestro pas, demuestra cierta similitud con nuestra historia: cien mil muertos, noventa mil de ellos eran indgenas. El resto jvenes de escasos recursos. Y a quin sacralizan y homenajean? A los aristcratas generales. Para quedar con las conciencias tranquilas, los gobiernos han creado la figura arquetpica del Soldado desconocido. Es tan desconocido que es como homenajear a un palo o a una piedra. Gracioso. La dualidad y el doble discurso me ponen chato. Lo explico con el siguiente testimonio, aunque me pertenezca. Hago la aclaracin, porque detesto hablar de m mismo. Cuando iba en segundo bsico, era un estudiante un tanto aventajado, solitario y algo extrao para mi maestra. Mientras mis compaeras y compaeros jugaban a la pillada, a las bolitas, al cordel o a la pita, yo prefera observar desde el segundo piso la realidad del recreo. Haca algunas anotaciones. Luego inventaba historias. Un da, la profesora comenz a hablar de la Guerra del Pacfico. Nos explic las razones de la pelea; narr con lujo de detalles la toma del morro de Arica, el combate naval de Iquique, la batalla de La Concepcin y otras luchas heroicas. Una frase pronunciada en su discurso empez a revolotear insistentemente en mi cabeza:
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Hroe Y aquellos bravos chilenos castigaron a sus enemigos, por eso hoy los recordamos y homenajeamos. Yo pens: el guatn Paredes siempre me quita la colacin. Tambin se la quita a la Pecas. l es mi enemigo. Si lo castigo, se me recordar y homenajear, aunque no sea esa la motivacin que me mueva, sino el bien de mis compaeros. Mientras la profesora hablaba, me levant de mi asiento, me dirig al puesto del guatn Paredes y le pegu un cornete seco en el hocico. Cuando cay, le di tres o cuatro patadas en la guata. Fue difcil pues el pie me rebotaba en esa blanda sanda. La profesora abri los ojos como dos huevos fritos, se acerc, me tom de las patillas y me llev a inspectora. Llamaron a mi mam. Cuando caminbamos por la calle, ella me explic con los ojos lacrimosos que me haban expulsado del colegio. Slo cuando crec comprend el meollo del asunto. En mi pas, el doble discurso es comn. Cuando se habla del tema martimo con Bolivia, nosotros tenemos la razn y no damos nuestro brazo a torcer. Es ms, ni siquiera nos sentamos a la mesa a debatir el punto. Nos creemos superiores a ellos porque son morenos, indios o auqunidos metamorfoseados. Pero con los argentinos el asunto es distinto: no s por qu cresta nos creemos inferiores a ellos, incluso nadie habla que esos cuenteros nos robaron toda la Patagonia. Otro ejemplo: cuando una peruana viene a nuestro pas, trabaja como empleada; cuando viene una argentina, como modelo o animadora. Qu hipocresa! Mi ltima reflexin: todos defienden el dilogo y condenan la violencia. Pero esos mismos personajes sacralizan el lema POR LA RAZN O LA FUERZA. Y como la fresa de la torta de esa dualidad: la gentuza que 19 -
Roberto Flores Salgado protesta con piedras y molotov en las calles no hace con la cara descubierta por lo mismo: porque en sus hogares y trabajos son personas pacficas, honradas y honestas. Hipcritas y mentirosos. En este pas doble, tambin tengo un doble trabajo. Ojal me d el cuero.
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Hroe CAPTULO CINCO Estos das se realiz en la Estacin Mapocho la asamblea de los embajadores del BID. Todo estaba muy mono: mujeres rubias, pacos por doquier, stands con caf para los invitados, una carpa lujosa comprada con el dinero de nuestros impuestos. Quise entrar, pero no se poda. Siempre he pensado que el hombre vale no por lo que tiene, sino por lo que es. Creo que todos en el pas piensan lo mismo. Pero se les olvida en la prctica. No pude entrar a la famosa reunin: necesitaba TENER un gran cargo, acento gringo y una credencial como babero. Les dije a unos tipos que estaban all: - Profetas de la Globalizacin, ustedes no conocen la pobreza, son todos de familias aristcratas, no saben lo que es quedar cesante y comer fideos con huevos revueltos! Unos ministros de la Concertacin que justo entraban a esa hora, se devolvieron al escuchar los gritos. Los increp: - Socialistas vendidos, se olvidaron de la justicia social, ahora que tienen los bolsillos llenos de dinero! Ustedes son peor que los militares, por lo menos ellos no se esconden tras el disfraz de obrero y proletario. Imbciles, dan asco! Despus me escurr; ellos no merecen que yo les hable. No son dignos de escuchar mis palabras. Di media vuelta y me fui. Me sigui una pareja de carabineros. Queran echarme arriba de la micro. Yo les dije que no molestaran, que fueran a ver si estaba lloviendo en la esquina. Parece que as lo hicieron. Un poco ms all se reuna una multitud. Llevaban pancartas y hacan sonar unos tambores. Eso fue en el Parque Forestal. Queran caminar hasta el lugar donde se 21
Roberto Flores Salgado reunan los tipos del BID. Me arrim a ellos. Le pregunt a un compadre de unos veinticinco aos qu onda. Me dijo que estaba en contra de la globalizacin y de la desigualdad social. Continu dicindome que le provocaban nuseas los empresarios y el modelo neoliberal seguido por Lagos. A esas horas, uno de los tipos que organizaba la marcha, agarr un megfono y empez a dar instrucciones: caminar derecho por calle Balmaceda y llegar justo al frente de la Estacin Mapocho. La marcha era pacfica, prosigui, pero si los carabineros les daban razones, usaran la fuerza. Por eso algunos llevaban hondas y piedras en sus mochilas. Empezamos a caminar. El compadre con quien conversaba me alcanz una pancarta. La cog de buena gana. No s cmo, pero luego de hablar un rato le pregunt quin era. Me dio su nombre y me dijo que en estos momentos estaba cesante. Se haba casado a los diecisiete aos porque dej a su polola embarazada. Lleg hasta segundo medio. Su ltima pega la hizo en una empresa de confites. Lo despidieron. Lo peor es que tena tarjetas de crdito en Corona, Falabella, Pars, Farmacias Ahumada y una deuda en una financiera. Como haca tres meses que no tena trabajo, se atras en el pago. Ahora estaba en Dicom y, vez que iba a presentarse por el anuncio de un puesto, lo rechazaban por tener deudas impagas. - Por eso protestas? le pregunt. Me respondi que s, que el sistema era inhumano. Yo le respond: - Imbcil, quin te manda a casarte apurado, a tener cuentas por todas partes y a no terminar de estudiar. Eres un ttere del sistema, reclamas por las puras; despus de que te dan de comer escupes la mano que
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Hroe te da la comida. Devuelve la tele, la ropa de marca, los perfumes caros y el auto! El tipo abri los ojos, atnito. Sus labios temblaron. Sin despegarme a vista de los ojos, fue retrocediendo hasta perderse entre los grandes rboles del sector. Minutos despus lo observ tomando una micro. Seguro que se devolva a su casa. La multitud procedi a gritar consignas. Los carabineros entraron en alerta. El tipo del megfono trataba de avivar el asunto. Me dirig hacia l. Le pregunt qu trataba de lograr con todo eso. Me respondi que protestar en contra del sistema inhumano. Le volv a preguntar, pero esta vez una consulta que pareca fuera de contexto: - Quin puso los carteles, el megfono, los panfletos? Me dijo que una organizacin extranjera que enviaba plata a su grupo todos los meses. Entonces atin a corroborar mi hiptesis. Me abr paso entre el gento, pasaron un par de minutos, tal vez cinco; la gente caminaba, gritaba, peda el guanaco, quera guerra. A un costado de la calzada, subido a una caseta telefnica estaba un fotgrafo con la polera de la organizacin que patrocinaba este cuento. Le dije que bajara. Me respondi que estaba ocupado. Empec a mover la cabina. El tipo cay de espaldas. - Qu pasa? fue su pregunta. - Nada fueron mis palabras. Luego le consult qu haca all subido arriba con una cmara. - Saco fotos para enviarlas a Europa. - Por qu a Europa? - Es que de all nos envan plata para costear nuestros gastos como organizacin.
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Roberto Flores Salgado Le pate el estmago. Le pregunt cunto ganaba. No quiso decirme. Le aforr otra patada. Ah me dijo: como quinientas lucas. - Y tu compaero, cunto gana? - Ocho gambas; con las otras trescientas arrendamos una oficina pequeita en Recoleta y mandamos a hacer panfletos baratos me explic. Le di un puetazo que le quebr la nariz. Me devolv donde el tipo del megfono. Estaba a punto de legar con la multitud al lugar pactado. No me import. Le quit el altavoz y lo hice tira frente a sus ojos. Extraado, me pregunt por qu lo haca. Le dije que l y su organizacin fantasma eran unos ladrones. Que l ganaba el triple de un profesor bsico o cuatro veces ms que un obrero de la construccin. Lo agarr de la chaqueta, met mis manos en su bolsillo interior, extraje de all su billetera maciza. La abr. Estaba llena de tarjetas de crdito y al menos dos mil dlares en efectivo. Los arroj al suelo, la multitud se abalanz, todos queran plata. Avergonzado, arregl su chaqueta y rog con lgrimas en los ojos que le devolvieran su dinero. Le dije Tome y le devolv el cartel con repugnancia. Minutos despus cruc por el paseo Puente y entr al Mall del Centro. Pens que se pareca al aeropuerto. Tambin a las oficinas del Ministerio de Educacin. Puede que quizs a las oficinas de la Escuela de Investigaciones y a la Municipalidad de Estacin Central. Tambin a algunas iglesias evanglicas que usan instrumentos electrnicos y piden dinero para pagar programas de radio y televisin. En realidad no s quin copi a quin. En el Mall me qued dormido y, lo que es ms chistoso, caminando. Si no fuera por un guardia, habra roto de un
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Hroe cabezazo uno de los ventanales de una tienda deportiva. Al tipo no le interesaba mi cabeza, claro, sino el local. Alguna gente coma helados y otra, cabritas. Un par de promotoras repartan caf y galletas. Les expres que si me podan dar. Me dijeron que no, que slo era para clientes habituales. - Me da lo mismo respond. Tras de m venan unos gringos. Saqu todo el rollo: a ellos s les dieron. Me acerqu y le consult a una de las rubias oxigenadas: - Oye, y estos son clientes habituales? Se sonroj. Luego me respondi: - Ah, es que son turistas. Dos minutos ms tarde lleg un par de peruanos. As como yo, les pidieron caf y galletas a las nias. Ellas les dijeron que no. - Y stos, no son turistas? La tipa se enfureci. Yo tom el termo, las galletas y los hice volar lejos. Cuando cayeron, todo el mall qued en silencio. La otra rubia fue a buscar el guardia. Yo, conservando mi paso tranquilo, sal por el mismo paseo Puente hacia la Plaza de Armas. La multitud que corra de lado a lado, gobernada por el ritmo de la metrpoli, me ocult de manera genial.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO SEIS Los polticos y los caudillos piensan que el mundo va a cambiar desde arriba. Falso. Las revoluciones empiezan dentro de las personas, luego suben a un pas y despus al mundo. Eso iba pensando cuando tom la micro esta maana. Al llegar al paradero, le un cartel negro escrito con letras blancas. Deca: TENEMOS QUE HABLAR. DIOS. Yo s que Dios quiere hablar conmigo. Seguro quiere felicitarme por escoger este oficio tan difcil y accidentado. Pero quiero esperar un poco. No quiero que sus palabras me envanezcan. Anhelo ser el mismo tipo sencillo que he sido siempre. Un poco ms all, un nuevo mensaje divino sali a mi encuentro. EL CAMINO POR EL QUE VAS, TE CONDUCE A M?. Claro, obvio, por supuesto, dije pensando en l. Nadie asume la justicia en mi pas. Slo este pecho, agregu. Ese camino es el correcto. Baj en Teatinos con Hurfanos. Desde ah camin con direccin al Paseo Ahumada. Antes, me detuve a observar los titulares de los diarios. Uno de ellos me llam la atencin: Iglesia Catlica se opone nuevamente a la ley de divorcio. Hace un par de das lea uno similar: Iglesia Catlica se opone al fin de la censura. Hace tres aos atrs le otro, tambin parecido: Iglesia Catlica se opone a la ley de culto. Me enfurec. Me dirig a la catedral metropolitana. Mi propsito era conversar con el arzobispo. Fue imposible. Estaba de viaje. Atin slo a arrodillarme en el altar y hacer una breve oracin: Padre, perdnalos, no sa ben lo que hacen. Cuando sal de la Catedral, recog un papel que daba cuenta de la visita de un telepredicador caribeo. Considerando que mi labor deba abarcar todas las doctrinas
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Hroe y sectores de la sociedad, me dirig al lugar: un cine ubicado en avenida Irarrzabal. Cuando llegu, entr por un pasillo en el que abundaba la venta de empanadas, casettes, libros de autoayuda, pauelos ungidos y otros productos religiosos. Se escuchaba msica electrnica y gritos como Aleluya! y Gloria al que vive!. Dos tipos vestidos de terno me saludaron extendindome la diestra y abrazndome fuerte. Adentro estaba quedando la tendalada: la gente caa al suelo, unos daban vuelta como trompos, otros se retorcan como posedos por don Sata. Me sent y alert mis sentidos. Cuando todo pas, el predicador tom el micrfono y empez a hablar. Su discurso vers sobre el dinero. Me enoj. Me levant, camin por el pasillo y sub al escenario. Cuando estuve cerca del negrito, me di cuenta de que sus anillos le brillaban como manoplas de vidrios. Lo empuj y le quit el micrfono. Luego di una conferencia acerca de los valores trascendentes. El dinero no hace la felicidad. Era fcil para un telepredicador hablar de dinero y prosperidad porque en cada homila saqueaba los bolsillos de los feligreses. Lo loable era cmo ser honesto en un mundo vil y perverso. Ellos no lo saban, pues se movan exclusivamente dentro del plano religioso. Les dije que dieran sus diezmos y ofrendas a los desamparados y menesterosos. No a estos sinvergenzas que piden para perpetuar sus figuras o para consolidar instituciones a costa de las necesidades de las personas. Cuando finalic, todos prorrumpieron en gritos: Amn! Gloria a Dios!. Yo, por cortesa, le alcanc mi mano al predicador para que se levantara. Luego, para evitar que los aplausos me exaltasen en extremo, entr por la puerta de emergencia que estaba a un costado del proscenio. All 27
Roberto Flores Salgado haba unos tipos que contaban vidamente el dinero recibido minutos antes. Reaccion: esta plata va a las arcas de este ministerio. Jess nunca habl de dinero para enriquecerse. Este tipo montaba toda su parafernalia para lograr justamente eso. Pate bien pateados a los ayudantes y los amordac usando sus corbatas. Cog todo el money que estaba en unos baldes de plumavit y lo deposit en una bolsa de saco que encontr tirada en el suelo. Sal por el mismo pasillo de la entrada. Me acord de una pelcula de Semana Santa: Jess echndole la bronca a los mercaderes en el templo. Hice la misma. Bot al suelo todas las vitrinas con productos y empuj a esos comerciantes de la fe. Sal a la calle y tom una micro que iba en direccin a la poblacin Lo Hermida. Me baj en un quiosco de confites y diarios. Le pregunt al caballero que atenda si es que conoca un lugar donde se ayudara a los necesitados. - S, joven, aqu, a la vuelta, hay un hermano que tiene un hogar para drogadictos y hace un cultito todos los domingos. En un minimarket que se ubicaba en la esquina llen un carro completo de mercaderas. Lo pagu con el dinero que tom en la reunin del predicador caribeo. Le dije a un tipo que pasaba en un carretn que me ayudara a llevar las cosas a la casa de acogida. Acept de buena gana. Golpe. Un compadre flaco de unos dieciocho aos me abri la puerta. Adentro sonaban cucharas, seguro estaban cenando. Pero mir sobre sus hombros, en direccin al comedor. Me dio pena. Tomaban sopita de papas. - Hermanos: aqu les traigo un regalo les dije. Los jvenes se levantaron de la mesa. Salieron a la calle. Cuando vieron el carretn lleno de mercaderas, se pusieron a llorar. Mi amigo carretonero tambin. Quisieron 28
Hroe abrazarme, pero me escap. A uno de ellos le pas la bolsa con el dinero que quedaba. - Toma, para que se compren ropa y tiles de aseo. Llegu a casa como a las diez. La tirada desde Pealoln hasta ac fue bien larga. De noche so con Robin Hood. Me dio rabia, tanta, que agarr al paladn a combos en el mismo sueo.
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Roberto Flores Salgado CAPITULO SIETE Mi madre quiere ser abuela. Me lo dijo hoy tomando onces. Yo les respond que estaba bien. Que iba a conocer a una chica, iba a cotejarla, le pedira pololeo, luego matrimonio y enseguida nos casaramos y tendramos un hijo. Pens, sin embargo, que para eso no se necesitaba ser un hroe. La idea me desanim un poco. Sal como a las ocho de la noche. Baj a la estacin Calicanto del metro y observ las pinturas grandes que yacan colgadas de las paredes. Eran como fotos de boxeadores. Estaban bien buenas. No haba tanta gente. Una chiquilla de unos veinte aos se me acerc y me pregunt si tena fuego. Yo le dije que no, pero que me esperara, que estaba dispuesto a ir a comprar una cajita de fsforos. En cinco segundos regres con esos fsforos que se raspan en cualquier lugar. Tom uno y lo rasp en su chaqueta. sta comenz a incendiarse. La chica comenz a gritar. Le saqu la prenda, la arroj al suelo y me lanc encima. Con mi cuerpo apagu la llama. La gente me aplaudi. Le pregunt hacia dnde caminaba. Me contest que haba salido a pasear y no tena agenda. Entonces la invit a comer al Mc Donalds. No era una cena lujosa: le dije que podamos pedir papas fritas y hamburguesas o algo parecido. Mientras caminbamos, le ped disculpas por prender el fsforo en su chaqueta. Me dijo que no importaba, que estaba vieja y que, adems, la haba comprado en un local de ropa americana. Yo sonre. Le dije que tambin compraba cosas ah. Nos sentamos, pero antes pagu. Le dije mi nombre, le pregunt el suyo. Qu raro, fue hoy y no me acuerdo. En la mitad de la comida le propuse si quera ser mi polola. Ella 30
Hroe me mir con extraeza. Luego me advirti que iba muy apurado. Yo le repliqu qu de malo tena eso. Ella respondi que nada, as que aceptaba mi propuesta. La bes en la boca. Con mi lengua saqu una papa frita que guardaba entre sus dientes. Ella se ri. Yo bot un escupo. Me dio asco. Al salir, caminamos en direccin al Barrio Bellavista. Estaba oscuro, iluminado slo por los faroles que circundaban la avenida. Ella (uso este pronombre ya que no me acuerdo de su gracia) pidi tomar mi mano. Yo le dije que estaba bien, pero que no se acostumbrara. Nos sentamos en una banca medio hmeda por el roco que caa a esa hora. Nos callamos como por cerca de cuarenta y cinco minutos. No supe qu decirle. Despus de ese lapso, empez a conversar como todas las mujeres. - T eres apasionado? Le respond que no. - Eres romntico? Le dije que s. - Qu bueno! exclam ella. Desde ese instante hasta como por dos horas ms se alarg en su monlogo. Me despert cuando yo comenzaba a tiritar por el fro. Me dijo que nos furamos. Si quera, poda dormir en su casa. Parece que interpret mal. Le respond que no. Que la quera, pero no quera empeorar las cosas. El sexo es un buen siervo, pero un insoportable amo. Le pregunt dnde viva. Me contest que donde una ta, en San Miguel. Te voy a dejar, fueron mis ltimas palabras. Llegu a mi casa como a las tres. Mi vieja dorma plcidamente. Quise decirle que maana le pedira matrimonio a mi nueva amiga, pero despus me retract: las 31
Roberto Flores Salgado mams siempre se meten demasiado en las cosas de uno. Trat de escribir el nombre de la chica en la muralla de la cocina, para que no se me olvidara, pero como no encontr ningn lpiz y estaba todo oscuro, me di por vencido y confi en mi frgil memoria. Me fall. Cuando vaya a buscarla maana en la tarde, me quedar un rato afuera del departamento, todo orejas tras la puerta para que su ta la llame. Entonces anotar su nombre en mi agenda y asunto arreglado. Tratar de no llevar fsforos para evitar chascarros como el de hoy.
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Hroe CAPTULO OCHO Chile jug anteayer con Per. Necesitbamos por lo menos un empate. Estos malos perdieron. No s qu cresta creen que es jugar. Le echaron la culpa a los cholos, que los apedrearon y les hicieron la vida imposible en Lima. Todo para que les tuviramos lstima y no nos enojramos por el partido perdido. Fui al aeropuerto y esper que llegara el equipo. Unos cincuenta compadres tambin esperaban. Estos estpidos queran aplaudirlos y pedirles autgrafos. Son unos masoquistas, pens. Claro, imagnense que la mayora de los loquillos que estaban all eran de la pobla, compadres que se partan el lomo en la pega para ganar el mnimo y ver el contraste: los otros tipos, por jugar a la pelota, se hacen millonarios, es decir, ganan plata por hacer lo que les gusta hacer, a costa de los impuestos que todos pagamos. Despus con qu cara le decimos a los cabros: Estudien para que un da sean profesionales, ganen plata y triunfen, si los jugadores de ftbol apenas saben leer y viven de hotel en hotel, se compran los feroces autos y se casan con modelos de televisin. El avin se demor un poco. La gente empez a saltar y a cantar: Chileno, chileno, chileno de corazn! Yo me enoj. Me dirig donde estaba el tipo que tocaba el bombo. Le quit el palo y golpe el parche con el revs. La feroz rajadura. Se enoj, quiso golpearme. Yo le aforr antes, cay al suelo con la jeta roja como un piure. El grupo se corri en direccin a la otra puerta. La mayora se qued callada. Tuvieron miedo. Los guardias se movilizaron. Parece que el avin haba tocado la loza. Pasaron unos minutos, los periodistas desenfundaron sus cmaras y las filmadoras encendieron luces fuertes que 33
Roberto Flores Salgado enceguecan. Alguien grit: Ah vienen!. Los tontitos corrieron a felicitar a la seleccin, seguro estaban contentos porque estbamos casi afuera de Corea Japn 2002. No todos estaban felices, debo decirlo; casi la mitad de la gente tena los carachos largos. Estos comenzaron a pifiar cuando las estrellas caminaron por el pasillo para subir a un bus de Coca Cola que les esperaba afuera. Trat de superar el gento y la barrera de seguridad que se haba formado en torno a los malos. Me encontr cara a cara con el entrenador. Lo agarr de la chaqueta italiana que vesta. Le dije: - T no eres alguien que sepa de victorias. Tienes buena pinta, buen bla bl, pero esto nunca ha servido para clasificar a los mundiales! Mientras le aforraba unos chuletazos firmes, pensaba que en mi patria hay tipos que nunca le han ganado a nadie, que todo lo que tienen es porque lo han recibido de sus taitas. Son tipos sin carcter, pueden ser muy capaces, muy buenos, pero no tienen MSTICA, carisma, eso es lo que les falta. Despus de golpearlos, me desquit con sus pupilos. Algunos arrancaron, a otros les aforr firme. Al nico que no quise golpear fue a Bam Bam, porque es buena gente y se la juega, la transpira caleta. Los pacos trataron de detenerme, pero despus se retractaron: tambin, al igual que yo, estaban enojados por esta casi eliminacin. Pude leer en sus ojos: S, se lo merecan. Algunos periodistas quisieron entrevistarme. Les dije que no estaba para eso. Y que ms les vala no incluir estos incidentes en los noticiarios; si no, iba a dejar la grande en sus oficinas. Si queran, maana escribira una carta al director de algn peridico para expresar lo que pensaba de estos znganos. As lo hice. La carta deca: 34
Hroe Seor director: Estoy triste porque Chile perdi. Son unos malos. Juegan ms mal que la comida de los chanchos. No tienen un plan caro. Lo nico claro que tienen es que les pagan en dlares. Con esto se compran autos. No tienen que jugar bien o mal. Igual les pagan y eso da asco moral, porque en mi pas hay muchos compadres que, si producen menos, les pagan menos; si se condorean, les descuentan del sueldo, y si laboran mal, simplemente los echan. Pero no todo es malo. A continuacin detallo un pan que podra usarse para cambiar este panorama. 1) Un equipo es equipo. La unidad es indispensable. Chile es un equipo de figuras, pero no de grupo. Eso est mal. Las figuras tiene que bajar al nivel de los menos famosos. Ac todos son iguales en cuanto a que son personas. El hecho de que jueguen en un equipo grande no los hace dioses. Todos son milicos rasos, en otras palabras. 2) Hay algo que no se compra con plata: la mstica. sta viene producto de la humildad, el esfuerzo y las metas claras. Yo le denomino Sndrome David Goliat. Qu significa esto? Que mientras ms nos esforcemos, mientras ms claras sean nuestras metas y mientras menos sea la imagen que demostremos de nosotros mismos, ms altos van a ser nuestros triunfos. Debemos tener la facha de un equipo dbil, pero el carcter y la garra de un equipazo. 3) Se debe trabajar en el plano fsico, tctico, pero tambin en el plano motivacional y el carcter. Los cabros que competirn por nuestro pas deben ir con una actitud ganadora, pero esta lleva consigo la humildad y sobriedad. No todos los cabros de la 35
Roberto Flores Salgado pobla, por ser de all, son humildes. Todo lo contrario. Cuando stos llegan rpidamente a un equipo grande, cuando de la noche a la maana se ven ganando millones y millones, no saben cmo actuar y se vuelven viciosos y derrochadores. Debemos colocar compadres que los aconsejen y los formen como hombres rectos y ejemplares. 4) Por ltimo, que nazca una escuela de buenos entrenadores, que estudie y proyecte un ftbol que tenga sello propio, un estilo particular. Esto, obviamente, no se puede dar de un da para otro, hay que invertir tiempo, esfuerzo, ms que dinero. Y atencin, seores del deporte: cuiden la plata, no la desperdicien. Den sueldos sencillos. Van a ver que las cosas van a cambiar. Atentamente, Un hincha deshinchado. Cuando le mi carta publicada en uno de los diarios, en vez de alegrarme, sent rabia contra m mismo. Mis ideas dejaban de ser mas y pasaban al dominio pblico. No quiero recordarlo.
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Hroe CAPTULO NUEVE Hoy me baj de la micro y compr un Chocopanda con las monedas que me quedaban. Cort hacia la Quinta Normal. Afuera vendan sopaipillas dos por cien. Me arrepent de haber comprado el helado ya que empezaba a nublarse. Entr y me dirig donde estaban los barquitos, esa laguna verde y ftida de la que uno puede esperar que salga cualquier monstruo. Una pareja de pololos navegaba feliz por las aguas, subidos en un bote. Luego, me acord de mi polola. Maana, a ms tardar, debera ir a su casa, averiguar su nombre y pedirle matrimonio. Esta idea me lateaba, pero qu le vamos a hacer. Todo sea por amor a mi madre. Me sent en una banca que daba hacia la laguna. Pasaron cinco minutos y apareci un compadre de veintitantos aos. Vesta jeans, zapatos bien gastados y vestn brillante. Usaba lentes poto de botella. Su cara inspiraba compasin. De una vieja mochila de mezclilla sac un libro grueso. Lea a Cortzar, Rayuela. Con un lpiz Bic haca anotaciones en un cuaderno. Me acerqu a l. Le consult qu lea. Una pregunta estpida. Me dijo que Rayuela, de Julio Cortzar. - Por qu anotas en el cuaderno? Me respondi: - Quiero ser un gran escritor; necesito depurar la tcnica. Estoy en bsqueda de la estructura invisible de esta novela. Lo observ. Supe que estaba al frente del Premio Nobel de Literatura del 2030. Pero me dio pena. Lo ms seguro es que le cerraran muchas puertas en mi pas. Le pregunt cul era su nombre: - Jean Arthur Soto, caballero.
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Roberto Flores Salgado Cuando escuch los dos primeros nombres casi caigo de espaldas. Pero ese apellido Seguro que no era un tipo de dinero, eso lo poda comprobar cualquier compadre con solo mirarlo. Por eso me dio pena conocer sus intenciones, porque solo los literatos con plata, cuas y apellidos pueden triunfar en Chile. - Has participado en algn concurso de literatura? - S, hace dos meses que fui a dejar una novela a la Revista X. Creo que tiene muchas posibilidades dijo. Eso me dio mala espina. No por l, sino por lo que poda pasar con esa obra de arte. Le ped su direccin, pues no tena telfono. En la noche, lo visitara. Le dije que le hara un seguimiento a los trabajos presentados al concurso. Tom una micro y me dirig a la oficina de la revista. De algn modo, deba entrar al despacho del director y averiguar: a) nombre de los jurados y b) nombre de los participantes. Estaba seguro de que, a travs de esos datos podra desmadejar todo un plan perverso, muestra de la corrupcin en las cpulas de la literatura nacional. La oficina se ubicaba en calle Nueva York, especficamente en el noveno piso de un edificio viejo. Antes, deba idear un plan para entrar al lugar sin despertar sospechas de parte de los que estuvieran all. Se me alumbr la ampolleta. Antes de tomar el ascensor, baj al subterrneo. Como lo imaginaba: haba una salita donde los aseadores guardaban sus elementos. Me disfrac vistindome con un overol y una gorra desteida. Tom una escoba y un trapo sucio. Sub por las escaleras hasta el piso noveno: deba transpirar un poco para expeler el olor de quienes trabajan abusando de su esfuerzo fsico. Golpe y entr sin esperar respuestas. Slo estaba la secretaria. El resto del equipo, 38
Hroe incluido el director, se encontraba en un cctel de bienvenida a un embajador, segn me explic la seorita. Me present, le dije que era nuevo y que vena a asear un poco y sacar todos los papeles y documentos que no servan. - Qu bueno me dijo ella -, justo quera ir a comprar un sndwich. - Si quiere, yo le cuido por un rato le propuse. Me hizo otra propuesta: que yo le fuera a comprar. La pens por un segundo. Le contest: - Mira, tengo un problema, voy a ser honesto. Tengo un amigo que est participando en el concurso de novela de la revista y no sabe si su novela lleg a tiempo. Podras ver t si es que est en la lista de los trabajos recibidos? Y lo que ser mejor, podras sacarle fotocopia al listado de los participantes? Me respondi que era imposible. No poda meterse en los papeles del director. Yo le dije entonces que se olvidara de su sndwich. Ella se asust, me dijo: - Trato hecho. Me pas la plata y asunto arreglado. De vuelta, le pas su Barros Jarpa y ella me alcanz la hoja. Aqu tambin se incluan los nombres de los jurados, todos escritores. Ideal. Le pas unos escobazos a la oficina, me desped de la chiquilla y dej en su lugar los instrumentos de aseo. Me sent en uno de los bancos del Paseo Ahumada. Desdobl el papel. Era una fotocopia del acta del concurso de novela. Aparecan todos los nombres incluido el de mi amigo. Pero l no haba ganado. Sac el primer lugar un tal Sandoni, seguido por una tipa de apellido Berganzonni y en el tercer puesto un gallo llamado Euclides Carrasco. Cmo podra yo saber quin era quin? Mi primera estrategia: 39
Roberto Flores Salgado llamar a la casa de cada uno haciendo una encuesta. Supuestamente yo era un funcionario de la revista que quera saber informacin biogrfica de ellos para incluirla en una antologa que se habra de publicar. Entre las preguntas aparecera Pertenece a algn taller literario?. As lo hice. Primero llam a Alfio Sandoni. Me contest la mam. Pesada la tipa. No me quiso dar datos. Dijo que l se comunicara con la revista. Punto en contra. Luego llam a Francisca Mara Jos Gustava Berganzonni Mac Gregor. Me respondi ella. Simptica la galla, pero cuando le hice la pregunta de si perteneca a algn taller literario y de qu escritor, se qued en silencio, como si ste la delatara de un engao que poda perjudicarla. Entonces, seguro que su padrino escritor le haba prohibido estrictamente hablar de este punto con alguien. Me pregunt derechamente quin era. Descubri que yo no trabajaba en la revista. Cort de inmediato. Segundo punto en contra. Luego llam al chileno Carrasco. Un gran alivio al escuchar un nombre nacional. En esos momentos no se encontraba. Me recibi una grabadora dicindome que dejara el mensaje. Mala onda. Deba encontrar otra estrategia. Pens. Ah, ya s. No, esa no. Ah, ya la tengo No tampo co. Al llegar a la tercera (la tercera es la vencida), me decid a llevarla a la accin. Buscara una gua de telfonos, llamara a la Sech, seguro que ellos manejaban los telfonos de escritores que comnmente realizan talleres para principiantes. Disqu, me contestaron. Dije que era un joven que haba llegado desde Copiap a buscar nuevos horizontes a la capital y que estaba convencido de que mi vocacin era la literatura. Necesitaba tomar taller con al menos uno de los tres escritores que a continuacin le mencionaba. Los nombr. Me dijo que poda ubicarlos en tal y tal lugar. Yo fui certero: quiero saber sus 40
Hroe nmeros telefnicos. Como que no quiere la cosa, la voz me dijo que no estaba autorizada para drmelos, pero como era de provincia y mi esfuerzo para estar en la capital era grande, entonces que tomara un lpiz y un papel y que escribiera. Cuando colgu el telfono, fui el hombre ms feliz del mundo. Pero an no consegua los que yo quera. Deba idear un plan para que los escritores, o al menos sus secretarias, me dieran el listado de los participantes de sus talleres. Sin necesidad de pensar mucho, cog el telfono, tom un puado de monedas de diez centavos de los aos sesenta (son del mismo tamao que las de cien) y llam al primer escritor. Me respondi l. Puse voz disfnica. Le dije si me reconoca, que yo era un alumno de su academia. l lanz un par de nombres. Claro, no le achunt a ninguno. Le dije que era mejor, pues estaba organizando una fiesta sorpresa para l y todos los del taller y necesitaba que me hiciera una paleteada: si me poda dar el nombre completo de todos los asistentes, ya que lo requera para cumplir mi objetivo. Se mostr cmplice con la idea, me hizo esperar un poco y me dict el listado. Ideal. Le di las gracias y cort. Eureka, exactamente como yo lo haba pensado!: la tal Berganzonni era alumna regular del taller de este tipo. Y eso no es todo. Cuando llam a los otros dos escritores, comprob que mis sospechas no eran producto de mi imaginacin. El chileno Carrasco y el tipo de apellido Sandoni eran discpulos de ambos. Cerca de las seis de la tarde llev los antecedentes a Canal 13, Mega, Red, TVN y Chilevisin. Los noticiarios encontraron en esta noticia algo simptico y dispararon, por si acaso era cierto. El resultado: polmica general, renuncia del director de la Revista X, mea culpa de los escritores 41
Roberto Flores Salgado involucrados y fuga del pas del a presidenta del Consejo Nacional del Libro. No tuve tiempo para ir a comunicarle a mi amigo Soto los resultados de mi diligencia, pero no importa, seguro se enter por la tele (si es que ve las noticias). Adems, result mejor que no fuera a su casa: me hubiera agradecido y me carga que me agradezcan. Que quede todo tal cual est.
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Hroe CAPTULO DIEZ Hoy caminaba por el Hospital Militar y cre ver a un expresidente de la repblica. Luego lo corrobor. Un grupo de gente lo esperaba. Entr en un lujoso automvil negro, baj ayudado por media docena de colaboradores y su esposa. Salud a la gente y la gente no lo pudo creer, as que sus rostros permanecieron por unos cinco minutos anonadados. Quise observar qu decan esos carteles que la multitud llevaba en las manos. Me acerqu al montn. Haba retratos del caballero vitalicio. Sala un poco ms joven. Otros carteles decan: Vuestros nombres valientes soldados. Me acord que en mi niez cantbamos esa estrofa del Himno Nacional. Luego me re pa callao: mis compaeros, cuando llegaba la frase que habis sido de Chile sostn se agarraban los pechos emulando la prenda ntima femenina. El viejito entr en silla de ruedas al hospital. La gente comenz a aplaudirlo. Yo tambin. Por lo menos da honra al oficio de dictador. No es un tipo con un tajo en la cara, o con una guata de sanda, menos un indio negro con las mechas paradas. No. Estudi en la Escuela Militar muchos aos, era un tipo instruido, tena ascendencia francesa, viva en La Dehesa, lleg a las altas esferas en su institucin, se hizo el leso cuando su gente empez a matar como mala de la cabeza, sala dando conferencias de prensa; cuando los extranjeros lo atacaban, deca: Estn atacando a Chile, y eso no lo voy a tolerar, y a gente lo aplauda a rabiar. Era un tipo en otra. Por eso digo que el oficio de dictador se vea honrado y dignificado por l. Pero no era mi hroe. Lo era de estas viejecitas que gritaban por l. Ellas voceaban que no lo metieran a la crcel. Insultaban a los comunistas que se 43
Roberto Flores Salgado haban comprado al juez. ste estaba a punto de meterlo en cana, pero como vivaracho que es mi to, se haba escurrido como pez resbaloso. Ahora estaba en el Hospital Militar porque se encontraba medio delicado de salud. Se dio ese lujo para que no pensaran que era perfecto, que un tipo como l tambin se enfermaba. Una seora de cerca de setenta aos lloraba como nia chica. Gritaba: - Lo vi, lo vi! No caba en sus casillas ante ese portentoso hecho. Yo me acerqu a ella y le dije que no llorara, que ese tipo era un individuo ms. Que si se sacaba la ropa, tena los mismos miembros que cualquier mortal, tambin se tiraba gases y babeaba cuando se quedaba dormido con la boca abierta. Ella me replic que ese tipo haba salvado a Chile de la invasin comunista. Yo le expliqu que s, efectivamente nos sac el yugo marxista para picrnosla finita y meternos suavemente el yugo del sistema neoliberal. Al final, ambos eran yugos y yo no saba por qu tanta mala le tenan a los comunistas. S, es cierto que no creen en la democracia, creen que cuando lleguen arriba sern los nicos en repartirla equitativamente, adems que son tipos que critican y critican y nunca lanzan propuestas que los involucren a ellos. Les piden a los dems que se pongan, pero ellos nunca haran nada. Es fcil cambiar el mundo con palabras. Adems, piden respeto a los derechos humanos. Acurdense de Cuba, seores. Acurdense de los cristianos protestantes torturados en Rusia. Critican el uso de la fuerza con un arma bajo el brazo. Eso le dije a la seora. Pens que, como yo hablaba mal de los comunistas, era uno de los partidarios del caballero. Le dije que no. Segu: este tipo deba ir a la crcel por el solo 44
Hroe hecho de hacer lo que quera durante cerca de dos dcadas. No por sus asesinatos, no por sus torturas, sino por no tener que darle explicaciones a nadie durante su gobierno. All estaba el meollo del asunto. La anciana se enfureci, le dijo a los dems que haba un comunista infiltrado en su mitin. La gente empez a asustarse. Un tipo de dos metros se dirigi hacia m. Me pregunt qu estaba haciendo en ese lugar. Le dije que me llam la atencin ver cmo alababan a ese tipo viejito que hace un par de minutos haba entrado al hospital. Es ms. Que tena muchos deseos de saludarlo ms de cerca y que, si l no me llevaba, yo trepara por las ventanas y lo vera y conversara con l. Me agarr y me llev donde estaba el vitalicio. ste descansaba en una camilla. Le daban una papilla en la boca con una cuchara chica. Esper que saliera la enfermera. Me met. Lo salud. Era un honor para m estar con l en ese lugar, no porque lo admirara, sino porque su nombre iba a quedar registrado en la historia universal. Me dijo que eso lo halagaba. Entonces le lanc un garabato para que no se creyera el cuento. Luego le record que le quedaban pocos das de vida y que antes deba perdn a toda la gente que haba ofendido, adems de restituir el dao hecho, hasta donde fuese posible. l arrug su cara, se ofendi por esa hereja escupida en su contra. Antes de que me replicara, le dije que le iba a contar un cuento. l, como un nio, se volvi a sonrer y me escuch de buena gana. La historia deca ms o menos as: Haba una vez un nio que viva en el campo. Era muy curioso. Una vez descubri que haba una enorme cantidad de chinitas en los jardines de su pueblo. Pens: Estas chinitas
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Roberto Flores Salgado estn estorbando la reproduccin de las especies vegetales, as es que las matar. Las fue matando una por una. Estaba muy contento porque por fin poda hacer algo bueno por su comarca. Das despus, fueron apareciendo plagas de microscpicos bichos que empezaron a diezmar las plantas. Todos estaban tristes porque, al final, se perdieron las cosechas. El pueblo empez a preguntarse qu haba pasado. Un ancianito procedi a indagar. Concluy que estas plagas haban proliferado por la desaparicin de las chinitas que se coman a estos bichitos. l saba quin era el causante de todo. Fue al encuentro del nio. ste descansaba en una piedra, observando el ro. - Manolito, qu te pasa? - Todos me acusan de haber matado a las chinitas, don Pepe. Yo hice algo bueno, deberan darme las gracias, por lo menos. Don Pepe le explic que, muchas veces, nosotros hacamos las cosas que bajo nuestra conviccin eran las correctas, pero para otros no lo eran. Quin determinaba qu era lo correcto en este caso? El consenso. Aunque l estaba feliz por haber exterminado a las chinitas, eso produjo el florecimiento de esta epidemia de otros bichos, lo cual fue peor. Deba ser humilde y reconocerlo, aun cuando haba hecho lo que hizo con buenas intenciones. - Hijo, en este caso t deber pedir perdn, no por haber querido daar a otros, sino porque ellos se sintieron daados. En algunos pases, el apuntar con el dedo en la cabeza significa que es capo; en otros, que est loco. Si un seor se siente ofendido, esto determina a fin de cuentas el que debamos pedir perdn, no la leve intuicin o la lectura que nosotros hagamos de 46
Hroe nuestro corazn, que no tuvo quizs la intencin de daar con este acto a otro. Manolito, vamos, ve a conversar con los vecinos, ellos te entendern. - S, don Pepe, as lo har, aunque no quise daar a nadie. As don Pepe y Manolito se dirigieron a la plaza de la comarca. Fue un da hermoso. A travs de la actitud del nio, muchos se atrevieron a pedir perdn. FIN. El dictador me mir con los ojos hmedos. Yo consult mi reloj. Al despedirme, le dije que pensara en despojarse de toda la mala onda antes de estirar la chala. Me respondi que lo pensara seriamente. No hay otra cosa mejor que irse al juicio final livianito, le advert.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO ONCE Mi mam se puso mal. Le dio un coma diabtico. Le dije que se esperara un poco, por lo menos hasta despus de almuerzo, para comer tranquilo, pero ella no pudo aguantar, as es que tuve que llamar a la ambulancia y se la llevaron. Yo me qued viendo un programa del Rafa Araneda. Luego de mi siesta, me dio un poco de pena. Decid ir a verla al hospital. No estaba de ms una demostracin de afecto. Mal que mal era mi madre. Al llegar, el mdico me sali al encuentro. Era un tipo medio sobrado, hablaba arrastrado y usaba los prpados en la mitad de los ojos, como un verdadero guanaco. Instintivamente me alej un poco de l, por miedo a que me baara a gargajos. Despus ca en cuenta que sa era una relacin estpida que hice en mi mente. Lo escuch con atencin. Mi madre estaba mal, a punto de fallecer. l esper que yo me asustara, que hiciera un gran escndalo, que lo baara con preguntas. No. Le dije que sera fuerte y esperara lo peor, pero que tratara de jugrsela como mdico. Ped verla. Detrs de unos ventanales estaba su cama. Ella descansaba con medio centenar de mangueras instaladas en todo su cuerpo. Pareca astronauta. Una mquina con una pantalla negra y una lnea verde que oscilaba constantemente, yaca a un costado de la cabecera. El ritmo que marcaba me record una cancin de The Cure. Comenc a cantar. Luego, par por advertencias que me hiciera una enfermera que pasaba en ese momento por el pasillo. Cre que lo ms ad hoc en la comunicacin con mi madre sera usar una manguera desde mi boca hacia su oreja derecha. Baj al primer piso. Le ped a un compadre que estaba estacionado que me prestara la manguera que usaba 48
Hroe cuando se quedaba en pana de bencina. De buena gana me la pas. Sub, hice tal cual tena planeado. Qued medio mareado por el olor fuerte del combustible. Le dije a mi mam que la quera. No s por qu razn me puse a llorar como un nio. Sent que haba sido malo con ella durante mucho tiempo. Record que me llevaba a ver el show de Los Bochincheros cuando era chico. Tambin iba con ella a Fantasilandia. Nunca conoc a mi padre; ella fue madre y padre para m. Cuando chico, fui un nio retrado y acomplejado. Nunca tuve amigos. Cuando yo estaba de cumpleaos, mi mam pona espejos en el comedor: se vea llena la mesa. Nunca conoc a mis tos. Por ah supe que tena uno en Iquique y otro en Suecia. Cuando tena deseos de jugar a la pelota, mi mam me llevaba a jugar a una muralla. Era entretenido. Siempre quise tener una autopista. Mi mam no tena plata para para comprrmela. Me regalaba palitroques, camiones de madera y caballos de palo de escoba. Pero nunca le reclam. Una vez le regalaron un Atari a mi vecino. Yo lo espiaba horas enteras desde la ventana. Le dije a mi mam que si me poda comprar uno en navidad. Ella se puso a llorar: haba quedado sin trabajo. Era el ao 81. Luego trabaj en el Pem, en el Pojh, en casa particular, la vio difcil. Nunca quiso darme un padrastro y eso que era bonita. Un da me sac a pasear al Parque Forestal. Me abraz. Lloraba. No saba con quin conversar lo que guardaba en su corazn. No poda aguantar ms. Yo, con diez aos, no supe cmo actuar. Me mir a los ojos y narr mi historia. Mi padre la haba embarazado cuando ella iba en cuarto medio. Se cuidaban mucho, tanto ella como l. Les 49
Roberto Flores Salgado fall la cuenta. Mi pap se enoj y la ret. Le dijo a su familia. Lo enviaron a Argentina. Ella se retir del colegio. La echaron de la casa. Vivi debajo del Mapocho por dos meses. Una seora la acogi. Negrera, lo nico malo. Mi mamita se fajaba para que no se le notara la guata. Luego se le pas una idea insistente por su cabeza: abortar. Me dice que, justo cuando ella lo pensaba, yo, desde adentro, le pateaba la guata como condenado. No abort. Tir pa delante; se le olvid que yo no era deseado. Ella estaba en una micro cuando le empezaron las contracciones. Sola se dirigi al hospital ms cercano. Eran tantos los dolores, que llegando a la escalera no pudo ms, se arrastr unos buenos metros. Una sustancia gelatinosa descenda por sus piernas. La operaron de urgencia. Yo estuve semanas enteras con respirador artificial. Cuando me mejor, por intuicin me saqu las mangueras y empec a golpear el vidrio de la cpsula que me protega. Mi madre me vio. Luego llor. Desde all crey en milagros. Luego de ese paseo por el Parque Forestal, no volv a ser el mismo. Me torn ms retrado, ms tmido, menos sociable. Quin puede caminar bien con una feroz mochila a cuestas? Ahora estaba yo a su lado, despus de mucho tiempo, recordando esa historia y llorando todas las lgrimas que guard cerca de veinte aos. Dese que mi mam no muriera, pero vea que su vida, en ese instante, era tan frgil como un cuchufl. Abraz mi mano casi sin fuerzas. Murmur un Te quiero. Yo tragu saliva mientras mi boca temblaba de dolor. No estoy acostumbrado a esto, me dije a m mismo, deja de llorar, tarado. Le repliqu: Mam, yo tambin. Me levant y fui a caminar por las calles cercanas. 50
Hroe
Llam cada media hora al hospital para conocer el estado de mi mam. Dentro de su gravedad, estaba estable. Eso me mantuvo con fuerzas. Lo triste es que no se ha escrito un manual acerca de cmo ser hroe. No s cmo actuar cuando estn en juego los sentimientos.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO DOCE Hoy me ech a un tipo que asalt a un micrero. Lo persegu hasta su casa, despus de que cometi la fechora. Pero quiero explicarlo ms detenidamente. Tom una micro equivocada hacia Maip. No s qu cresta estaba pensando. Pero bueno, dije, es porque algo va a ocurrir: definitivamente no existen las cosas porque s no ms. As fue. Entrando a la avenida Pajaritos, se subi un tipo bien vestido. Pag correctamente, se sent dos asientos atrs del conductor. Un poco ms all apareci un vendedor ambulante que pidi permiso y empez a ofrecer una promocin que consista en una tijera que cortaba pollo, pavo y carne a mil pesos, pero eso no era todo; con la oferta vena, adems, un set con encendedor a gas, un chispero. Y como si eso fuera poco se agregaba tambin un cuchillo cocinero que cortaba papel, cartn, cuero y cuerina. La gente se entusiasm y el tipo vendi su oferta como a cinco compadres. La micro poco a poco se replet. Lo extrao es que el vendedor no baj del bus, sino que se confundi entre la gente que viajaba de pie en el pasillo del vehculo. Al llegar a la calle El Olimpo, pidi permiso al conductor un vendedor de Chocopanda, Mustang, Cremino, Limn Cola y Capri. El tipo no vendi mucho ya que le costaba desplazarse por el pasillo y, adems, el da no le acompaaba, pues estaba medio nublado. Al igual que el otro compadre, ste no baj y se sent detrs del tipo bien vestido, es decir, en el tercer asiento. Cuando la micro se despej un poco, se levantaron los tres gallos al mismo tiempo: el de terno, el que venda tijeras cortadoras de carnes y el de los helados. Se dirigieron hasta donde estaba el chofer y lo amenazaron con uno de los 52
Hroe cuchillos que portaba el vendedor de ofertas. El tipo de la micro se asust caleta. Los pasajeros tambin. Muchos de ellos quisieron hacer algo, pero tenan miedo de ser atacados ya que eran tres tipos los que asaltaban. Yo, nada de tonto, no me met en el momento, pero trat de fijar mi vista en el paisaje de afuera. Seguro que los sujetos se movilizaran en algn automvil. Slo bastaba que estuviera pendiente en el nmero de la placa patente. Dos automviles llegaron ms o menos cerca cuando los asaltantes terminaron su fechora. Anot el nmero de ambas patentes. Se subieron al Hyundai Elantra que los esperaba. Salieron rpido por la misma avenida. Le dije al chofer que no se preocupara. Yo recuperara su plata y estara contento. Solo necesitaba que me dejara cerca del Registro Civil. Le pregunt su nombre y anot su telfono. Entr al Registro Civil. Hice fila en la caja. Pagu por una copia del registro de propiedad. Fui al mesn a retirar el documento. No haba mucha gente, todo pas rpido. El tipo me pregunt sin pasin para qu quera el papel. Con su misma actitud, le dije que me vendan un Hyundai Elantra, pero que no saba si el tipo me quera hacer leso. Necesitaba saber si el auto era del compadre. Apareca el dueo, tambin la direccin. Le di gracias y part hacia el lugar que indicaba el papel. Uno de los tipos viva all. Era la feroz casa. En el sector marginal en que estaba ubicada, era un verdadero palacio. El auto no estaba all. Esper en una placita de rboles secos que estaba justo al frente de la mansin poblacional. Haba unos compadres mtale droga sentados en una banca. Uno de ellos se me acerc. - Oye flaco, te molesto con una moneda? me dijo. 53
Yo le respond que no hinchara. Se fue a sentar. Nunca he visto a un estudiante pedir plata para sacar fotocopias o para pagar la matrcula, y estos imbciles piden para fumarse un mono. Chitas, que la corten! Esper cerca de media hora. Estaba a punto de irme cuando lleg el Hyundai Elantra con un bulto grande en la parrilla. Era una caja de un Sony pantalla Plana de 60 pulgadas. Los tres tipos se bajaron. Haba una mina que iba al lado del conductor. Tambin descendi. Entre los cuatro bajaron el televisor. Se rean de contentos. Uno de ellos dijo que ahora podran ver tranquilos la seal Premium que les llegaba por Sky. - Imbciles! les grit- As que robando para darse lujos! Corr hacia ellos, me lanc encima de la caja, la soltaron: el televisor son seco, como un bombo. Luego le lanc un cornete al vendedor, cay al suelo, la comadre se me arroj en la espalda, me agach y se dio vuelta de carnero. Se le vieron todos los calzones. Los dos compadres que quedaban me propinaron sendos combos, pero los esquiv y, con la fuerza de su impacto, los tipos cayeron de hocico. A stos los agarr a patadas hasta que quedaron aturdidos. Cuando el otro tipo y la comadre se levantaron y yo luchaba con sus amigos, entraron a la casa y trajeron un palo. La tipa me arroj una piedra, yo la contuve con la planta del zapato, levantada como la pierna de un guaripola. El tipo me dio con el palo, le hice el quite. El golpe lleg a dar en un vidrio del auto. ste se quebr. Sin darme cuenta, el compadre sac un cuchillo de entre sus ropas. Nuestros cuerpos se enredaron. Dimos mil vueltas en el suelo, forcejeando, me sent desmayar, estaba cansado, la 54
Hroe mina lanzaba patadas a quien fuera, todo era un caos. Vi sangre en mi camisa, pens lo peor. Segu resistiendo, hasta que vi que el tipo dej de luchar: la sangre que manchaba mi camisa era la suya. Estaba mal herido. Le quit el cuchillo. Proced. Empez a agonizar, delirando como condenado. La comadre gritaba y gritaba. Yo le di el psame y me largu con el televisor a cuestas. Cinco cuadras ms arriba, las luces de los carros y la ambulancia comenzaron a irrumpir. Yo me hice el leso, dej la tele en el suelo y llam desde un telfono pblico al chofer de la micro. Le dije que no tena en mi poder la plata, pero s una tele de 60 pulgadas que equivala casi lo mismo que cambiarla por dinero. Que por favor me pasara a buscar. Luego de cuarenta y cinco minutos apareci mi compadre, manejando un Fiat 600, junto a su esposa menuda y a su hijo de diez aos. Estaban muy contentos. Me dijeron si deseaba ir a tomar tecito con ellos. Les respond que bueno, no porque tuviera hambre, sino porque no quise que se sintieran mal y cortarles la inspiracin. Pens que era un da especial para ellos, seguro que el tipo trabajaba de lunes a domingo y hoy, por motivo del asalto, se daba el gusto de estar con los suyos y me haca partcipe a m. Luego de darme las gracias, me dejaron en mi casa.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO TRECE Hoy camin por avenida Recoleta y busqu un telfono pblico cerca de una antigua iglesia catlica de la cual no me acuerdo el nombre. A unos cinco pasos, se me adelant un tipo que iba vendiendo sopaipillas en su carrito freidor. El da estaba nublado y los peatones lo esperaban para comprar su mercadera, pero luego se daban media vuelta y se iban, ya que el gallo demoraba un poco. Yo, como no tena apuro, me qued esperando el telfono. La placita de enfrente de la iglesia estaba llena de gente: vendedores ambulantes, mujeres del plan de absorcin de mano de obra que barran las hojas secas de los rboles que cubran el suelo; tambin seoras con ramos de flores que venan de haberlas comprado en el cementerio para venderlas a los automovilistas. Un poco ms all, me detuve en el cuadro simptico de una seora. Su niita haca rato vena tironendole la falda, le peda algo. Unos pasos ms all, la mujer accedi a los requerimientos de la pequea: la tom de la cintura, la levant, la llev a los pies de una palmera, le baj los cuadros, la sent en el aire y luego la chica empez a hacer pip. La niita estaba contenta y sigui caminando junto a su madre, ahora sin molestarla. El sopaipillero haba metido cerca de cinco monedas de cien en el telfono. Pareca que la conversacin era muy larga. Analic su rostro, se notaba nervioso, sus ojos brillaban. Luego de unos minutos, stos empezaron a despedir abundantes lgrimas. Su cara arrugada daba pena. Se sec el rostro con un pao aceitoso que usaba para limpiar su paila. Luego de cortar, el compadre se qued en blanco. No atin siquiera a caminar. Me dirig hacia l. Le pregunt qu 56
Hroe pasaba. l me respondi con palabras ininteligibles, mezcladas con moco y temblores de jeta. Lo abrac y comenz el desastre. Me cont que su mujer lo engaaba. Aunque no la haba pillado con las manos en la masa (qu trgica coincidencia!) en la calle, en el vecindario, en el mercado todos lo molestaban. Le decan nuca de fierro, cornudo, venado, gorreado por un milico, etctera. Ya no aguantaba ms. Recin acababa de or la declaracin ms dramtica: su mejor amigo le dijo que haba pillado a su esposa con un compadre de Melipilla. Por eso lloraba. Para consolarlo, le expres que las mujeres a veces no valan la pena. No sacaba nada con amargarse. Si tena hijos, haba una razn para vivir. Pero despus me pegu la escurrida. Le pregunt si estaba seguro de que lo dicho por su amigo era cierto. l se ruboriz y cach que haba credo muy rpido el cuento de su amigo. Prosigui dicindome que un seguimiento realizado por un detective privado le costaba cerca de cuatrocientos mil pesos, cifra francamente monumental para l. Antes de creerle a pie juntillas a su amigo, prefera comprobarlo con sus propios ojos, pero no saba cmo. Yo le dije: si quieres salir del empacho, entonces vamos los dos. Yo te ayudo. Como los de un nio, sus dos ojos se encendieron. l miraba todo esto como un juego entretenido, aunque peligroso, puesto que desembocara en la verdad desnuda, eventualmente trgica. Fuimos a guardar el carrito a una casona antigua ubicada en Patronato. All aprovech de abrir una llave y manguerearse la cabeza. Se pein a lo pan marraqueta y me dijo: Vamos. En la micro me cont que haca cinco aos se haba casado, cuando ambos tena dieciocho aos. Ella estaba 57
Roberto Flores Salgado estudiando en el Comercial de Independencia. Se amaban caleta. Pero a medida que me fue explicando, haba cosas que no me cuadraban: la noche que se conocieron, en la casa de un amigo en Conchal, atracaron en una plaza oscura. Dos semanas ms tarde, empezaron a pololear. l acostumbraba a quedarse das enteros en la casa de la comadre. La mam no estaba ni ah. Me contaba que ni conversaban, a lo nico que atinaban era a hacer el amor tres o cuatro veces por da. Hasta el momento deberan tener una chorrera de cabros, pero ambos se cuidaban. No podan estar sin verse. Ella era una droga para m, me confes el compadre. Pasaron la luna de miel en Coquimbo, en la casa de un yunta de l que estaba de viaje. Fue una semana de pasin, fueron sus palabras, slo sexo, trago y comida. Pasaron los aos y tuvieron que salir de la casa de su suegra por unos atados que armaron sus cuados. Ahora tena que trabajar caleta. Como no tena pega, su amigo Gino (el tipo con quien conversaba por telfono) le prest ese carro que tena arrumado en la casa. Lo pint, lo amonon bien y sali a trabajar. Empezaba a las siete de la maana y terminaba a las diez de la noche. A veces un poco ms tarde. Llegaba todo hediondo y cansado a la casita que arrendaba. La comadre le peda eso y l responda: Amor, hoy no, me duele la cabeza. Claro, por eso su esposa se haba buscado otro gallo. - Ella trabaja? le pregunt. - No me respondi -. Las mujeres estn para quedarse en la casa. Despus de haberlo escuchado con mucha atencin y con inusitada paciencia, proced a penquearlo: - Vos soi un imbcil, vaca. Quin cresta te ense que el amor para el matrimonio empieza as. Si la 58
Hroe cuestin no es al lote. Conozco a la cachada de compadres que empiezan por la cola; si primero es ser amigos, buenos amigos, luego pololear, enseguida el noviazgo, casarse, tener hijos. Por tu culpa la mina es faloadicta, vos la acostumbraste as. Si me decs que apenas conversaban, cmo cresta se habrn conocido, entonces? Si el matrimonio es mucho ms que eso, gallo, es comunicarse, comprenderse. Estamos mal, compadre. Nos bajamos cerca de su casa. Caminamos dos cuadras hacia la cordillera. Una esquina antes de llegar, le dije que se detuviera. Yo ira solo, pasara por encima de la reja y sacara todo el rollo. Pero antes le pregunt si ese tal amigo Gino trabajaba. Me dijo que s, el compadre era vendedor de una AFP. - Psame el nmero de telfono de l, voy a ver si est en la oficina le expres-, antes date una vuelta por todo el sector. Si el tipo tiene auto, ve si est por aqu. Mi amigo se entusiasm y lo hizo como si estuviramos jugando al Simn manda. Gino no estaba en la oficina. Me devolv a la esquina. El compadre lleg corriendo. El auto estaba dos manzanas arriba. - Qudate ac, estate pendiente, te voy a hacer seas para que entres le dije. Me respondi bueno con un movimiento de cabeza. Mir al rostro de l para saber cul era su casa. All, me apunt con el dedo. La reja estaba junta, primer problema resuelto. Muy despacio me desplac hacia la puerta. sta permaneca cerrada, pero enseguida se me ocurri usar mi ingenio: extraje de mi billetera el carn. Lo met en la ranura; la puerta se abri milagrosamente. 59
Roberto Flores Salgado Todo estaba desordenado. En la mesa haba botellas de champagne y dos vasos a medio terminar. Me intern en las entraas de la casa. Escuch un ruido, otro, otro, y otro ms. Era insistente. Un mueble cruja, no poda discernir exactamente, pero despus comprob que era un catre que peda auxilio. Una mujer lloraba o gema acorde al ritmo del movimiento, peda ms. Una garganta ronca a veces carraspeaba, era un hombre, seguro. Observ por la cerradura: una pareja revolcndose en un ocano de sbanas transpiradas. No haba por dnde perderse. Pisando con la punta de mis pies, sal por la puerta hacia el patio. El compadre, desde la esquina, esperaba mis seas. Lo llam, le dije que guardara silencio, cruzamos la puerta, nos internamos en direccin a la recmara, mir a los ojos de mi acompaante y le dije: - Harta fuerza, amigo, lo hago por su bien y para que empiece las cosas de buena forma. Cont tres y de una patada derrib la puerta que encubra el pecado. La pareja qued esttica. Mi amigo grit: - Gino! Yo escuch el nombre y sent como si me hubiera tomado un pencazo de Pjaro Verde. Me dirig donde estaba el tipo en pelota, lo agarr de las mechas, lo arrastr a la cocina, cog un cuchillo carnicero y lo castr en carne viva. El tipo lloraba, yo empec a patearlo. Por otro lado, mi amigo sopaipillero le aforraba a su esposa infiel. La tipa lloraba y gritaba: - Perdname, perdname! Pero mi yunta le daba ms y ms duro, hasta que se escuch que la galla no grit ms. Pens que haba muerto o, lo que es peor, se haba quedado inconsciente para despertar 60
Hroe horas despus y trucar la historia a su conveniencia. La cocina estaba llena de sangre y el miembro del adltero lata como un gusano apunado. Al despedirme, le dije al tipo de las sopaipillas que no confiara en sus amigos, que ni siquiera confiara en s mismo. En lo que refera a su esposa, que la perdonara, que la hiciera su amiga, que la tratara como una princesa, no como a una prostituta. Y en cuanto al sibarita, prosegu, que lo mandaran al Medio Oriente y que sirviera de eunuco en la corte de algn jeque dedicado al negocio del petrleo. l me dio las gracias, yo le escup la cara y sal corriendo, como cuando tocaba los timbres de las casas de los vecinos.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO CATORCE Mi madre est mal. Est a punto de transformarse en cadver. Pero lucha bastante. Estoy triste pero trato de no llorar. Hoy la fui a ver. Estaba con ms mangueras que la vez pasada. Pareca sistema de refrigeracin de auto nuevo. Apenas abra sus ojos casi ciegos. Dos lgrimas cayeron por los vrtices de ellos. Murmur. - Mam. Slo en ocasiones especiales la llamo as. Ella trat de levantarse, pero el pulso de la mquina que tena a un costado comenz a parpadear con mayor velocidad. - Qudate tranquilita le dije. Quise que ella se sintiera contenta, que dejara de escupir lgrimas de sus ojos. Sal de la sala, puse mis labios en el vidrio, lo sopl, mi boca se infl, ella me vio todos los dientes y los labios de payaso tras el ventanal. Sonri de buena gana. Luego entr de nuevo a la sala, me baj los pantalones y le hice un caraplida. Se asombr, nunca me vio ms feliz que en este momento. Para finalizar, agarr el borde de la cama y proced a moverla locamente. - Terremoto! El ruido de la pantalla negra de hilo verde sonaba con furia. Una enfermera se asom. Preocupada, pregunt qu pasaba. Tom el pulso a mi mam, sali rpidamente, regres con la doctora titular. sta me consult qu haba pasado, por qu estaba yo ah si no era horario de visita, que me largara pronto. La doctora llam a los paramdicos, deberan llevarla a la UCI, se haba agravado. Yo tragu saliva, esper afuera. Cuando los tipos pasaron por el pasillo, agarr la mano de mam. Tena cara de espanto, no comprenda qu suceda. 62
Hroe Apret mi mano y, al ver sus ojos, not que stos tuvieron un lapsus de lucidez, olvidaron por tres segundos su ceguera y me miraron con amor desnudo. - No te pongas mal, por favor le dije con voz temblorosa al menos no antes de que conozcas a mi esposa y a tu nieto. Era una estupidez, pens. Deba esperar que me casara y al menos nueve meses ms para que conociera una cosa arrugada, rosadita y llorona. Yo no quera apresurar nada, pero por mam, hara cualquier cosa. Cerr sus ojos y no pude recibir su respuesta. Los tipos arrancaron rpido y subieron a un ascensor junto a ella. Fui al bao. Me lav la cara. No quise verme al espejo, no deba llorar, menos ahora. Sal corriendo. Tom una micro hacia San Miguel. Llegu al departamento de mi polola una hora y media despus de partir desde el hospital. No golpe la puerta. Esper escuchar el nombre de ella pronunciado por alguien. Pasara una plancha tremenda al golpear y no saber por quin preguntar. Saqu el rollo. Llamaban a Estrellita. Seguro era su nombre. Ella deba almorzar. Golpe rpido. Dira que vena por Estrella a consultarle algo. Es fome llegar justo a la hora del almuerzo, huele a paracaidista. Sali su ta. Una seora arrugada, rubia teida, cara de pollo, pituca. Con voz sitica, me pregunt qu quera. Yo le respond que necesitaba ver a Estrella, era urgente. Ella me mir extraada. Me conmin a repetir mi respuesta. Le repet gritando: - Necesito ver a Estrella! Entendi? Ella se descalabr, se le salieron los ojos, como escupidos por cuencas regodionas. Intent cerrarme la
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Roberto Flores Salgado puerta, yo puse mi pie para que no lo hiciera. La agarr de la blusa y la mir a los ojos emancipados. - Dije que necesito ver a Estrella! Ella, casi llorando, se dio media vuelta y fue a buscarla. En cinco segundos ms regres con la perra limpindose el hocico con su lengua juguetona: - Ac est! Me ca de espaldas. Cuando reaccion, me vi sentado en el silln, tragando patitos de agua con azcar de mano de mi polola. Al ver que recobraba el sentido, me bes la mejilla. Yo le hice el quite. La ta llam a Lul. Solo all me acord su nombre. La pequea Lul, pens. Fue a la cocina y me trajo una torreja de torta de bizcochos. Me pregunt cmo estaba yo. Le dije que mi mam estaba a punto de estirar la chala. Su cara se arrug. Supe que era una mujer sensible, como pocas. Quise invitarla al hospital. Deseaba que conociera a mi madre. La mujer con cara de pollo, ta de Lul, apareci de repente en el living. Se notaba ms afable, seguro que ley en mi rostro el mea culpa que me arreciaba adentro. - Ella es mi ta Manola irrumpi Lul. - Un gusto, seora le respond. Al cabo de media hora, salimos. Nos dirigimos al hospital en una micro que deca: Independencia, Plaza Chacabuco, Conchal. Al llegar a la Alameda, subi una niita de unos siete aos. Llevaba en sus manos rosas y venda cada ramillete a mil pesos. Yo siempre he visto en los diarios y algunas pelculas que los hombres le regalan flores a su pareja; no sent necesidad de comprarlas, pero lo hice por un compromiso intelectual, pues Lul es mi polola y, segn s, a las pololas hay que quererlas. Alc mi mano y le 64
Hroe di mil pesos a la nia, ella me entreg el ramillete y se lo di a Lul. Mi polola se qued conversando con la nia. Le pregunt cuntos aos tena, le respondi que ocho (me equivoqu en un ao); sigui con su entrevista. Sac que la niita viva con un to que la maltrataba. Le mostr sus piernas. Claro, tena los muslos todos amoratados. La voz de la pequea comenz a tornarse frgil. En un suspiro, respir moco y comenz a llorar un sollozo reprimido. Lul la abraz, le hizo cario. Entend que Lul era especial. Tena la cualidad de encariarse con las personas, no importando su condicin social, La levant y sent en su falda. La chiquitita prosigui: deba vender todas las flores y llevar el dinero a su padrastro. Luego, todos los das l sala a una cantina que quedaba en Estacin Central y gastaba el dinero que ella consegua. Despus de un momento, la pequea puso su cara en los pechos de Lul y sinti que esos dos cerros le prestaban abrigo en medio del invierno que la azotaba. Lul la invit a quedarse con nosotros. Yo asent con una sonrisa. Es ms, mi polola le dijo: - Te puedes quedar conmigo. Te llevar a mi casa y te pondr unos vestidos que tengo guardados. La chica no respondi, pero abraz a Lul con mayor intensidad. Cuando bajamos en direccin a la puerta del hospital, eran cerca de las seis. Yo tom una mano de Anita, la pequea florista, y Lul le agarr la otra y el resto de flores. Les dije a mis mujercitas que era mejor que nos olvidramos del protocolo y furamos directamente a la sala en que se encontraba mi madre, es decir, la UCI. De algn modo debamos entrar. Se me ocurri una idea: pondramos a Anita 65
Roberto Flores Salgado en una camilla, la taparamos con sbanas blancas. Lul y yo nos disfrazamos de paramdicos con un par de delantales que tomaramos de la lavandera. As lo hicimos. Nadie se percat de nuestra presencia en la UCI. Al pasar, nos miraron un poco extraados, seguro pensaron que ramos personal nuevo. Nosotros saludamos e hicimos lo primero lavarnos las manos con jabn, luego con yodo y en seguida tomamos unas mascarillas confeccionadas con toalla Nova. Anita baj de la camilla y luego se escondi dentro de nuestros amplios delantales. Nos dirigimos a la sala de aislamiento. La puerta estaba cerrada. Solo el gran ventanal nos la mostraba, as tal cual yo la viera la ltima vez: llena de mangueras, con los ojos cerrados, el pelo tomado y esa gran ensalada de mquinas que la haca verse falible. Lul, Anita y yo permanecimos varios minutos observndola silenciosamente, tomados de las manos. La pequea comenz a lagrimear, pero no emita ruido. Creo que los que sufren han aprendido a llorar as para no contagiar de dolor a quienes los rodean. Quizs se acord de su mam, pens. Hay muchas personas que no tienen mam y no conocen esa sombra casi omnipresente que nos presta calor y nimo en los momentos difciles. Yo me arrepent de no haber sido ms afable con ella. Cuando el tiempo se nos haba borrado y la noche caa sobre Santiago como un gran escupo de Coca Cola, mi madre realiz una proeza gigantesca: en forma refleja, se levant de lo ms normal y se sent, apoyando su espalda sobre la almohada. Los tres nos sorprendimos. Abri sus ojos y, aunque estaba ya ciega, el cielo le concedi verme por ltima vez. Seguro que vea en Lul a mi esposa y en Anita, a mi hija. 66
Hroe Creyendo que su sueo de ser abuela se cumpla, sonri y movi su manito derecha, apenas perceptible en medio de esos transparentes tallarines de goma. Los tres le respondimos, perplejos. Minutos ms tarde mi madre suspir, como si en aquel vahdo entregara el alma. Volvi a tenderse en la cama y a dormirse con ese sueo profundo que le vena despus de almorzar y ver La Colorina, hace unos buenos siglos atrs. Una gota de agua seguida despus de millones golpeaban el suelo de Santiago triste cuando la luz verde de la pantalla negra que mi madre tena a un lado no sonaba intermitente sino fija. El personal del hospital apareci segundos ms tarde para comprobar lo inevitable. La mam se nos haba ido. Buen viaje, viejita.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO QUINCE Hoy enterramos a mam. Slo estbamos Lul, Anita y yo. Las flores que Anita trat de vender la noche pasada, las pusimos sobre un montculo de tierra. Nos ahorramos como siete mil pesos. Pero no todo fue as. Me tomar la molestia de narrar los funerales. Retiramos el cajn con el cuerpo de mam a las siete de la maana. Le pregunt al mdico si era posible velarla slo un par de horas. Le dije que era una estupidez tener el cuerpo de un muerto para que lo miraran y repitieran siempre las mismas palabras: Ay, no somos nada, nos lleva la delantera, si era tan buena la finada, pas a mejor vida, ya est descansando, etc, as que le expres que mi intencin era tenerla en la casa hasta la tarde y, tipo cinco, que la carroza la viniera a buscar. Me dijo que bueno. Nos fuimos los cuatro en la carroza, mi polola, la pequea que haba dormido en la casa de Lul, mi mam y yo. El tipo de la carroza no se cuenta. Anita llevaba un vestido rosado muy bonito. Lul me dijo que era de su hermanita de ocho aos que falleci de leucemia. Casi no lo haba usado. Estaba nuevo. Adems, mi pierna la pein y le puso dos trenzas, a lo ms Carmela en La Prgola de las Flores. Un detalle que me despert, pues no repar en l desde el primer minuto, es que a Anita le faltaban los dos dientes de adelante. Pero sonrea sin vergenza, formando margaritas en sus mejillas llenas de pecas. La carroza negra con el chofer vestido de terno oscuro, abrigo largo y lentes negros aun cuando estaba nublado-, tom avenida Balmaceda y luego la Panamericana. Era una hora pico, nos demoramos un poco. La gente que
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Hroe viajaba en los automviles y las micros del costado, se persignaba y pona cara de lstima. Yo les sacaba la lengua. Lul llevaba a Anita en su falda y le acariciaba la mano. Luego acerc su boca al odo de la pequea. Ella me dijo: to, te voy a contar mi historia, la ta Lul me lo pidi. Yo le respond que bueno. Naci en Lota. La esposa del Loto!, irrump. Rio. Tena once hermanos, ella era la octava. Uno de ellos era cieguito, otro tena parlisis, pasaba en cama. Su mam era duea de casa y su pap minero. Siempre tenan problemas para comer, no alcanzaba para todos, ms an porque el viejo se caa al copete. La mam, mientras el pap se iba a las faenas y cuando ella tena cuatro aos, empez a vender pan amasado para ayudarse con los gastos. El viejo lo supo y le sac la mugrienta. El hombre trabaja y la hembra tiene que estar en la casa, deca. Igual a fin de mes se chupaba la mitad del sueldo y daba muy poco para parar la olla. Un da, la mam les dijo que haba encontrado trabajo cuidando a un enfermo. Sala en la noche, tipo diez y media y regresaba como a las seis de la maana. El viejo primero le dijo que no; se puso bien duro. Pero luego le dio permiso no ms, con el compromiso de que le pasara un resto de plata a l. Esos das fueron bonitos para toda la familia, ya que pudieron comer mejor, tener su ropita, usada, pero ropa al fin. Guacolda, la hermana mayor de Anita, era quien se encargaba de todos los hermanos: cocinaba, lavaba, planchaba, les ayudaba con sus tareas. Ella iba en tercero medio, en el liceo de nias de Lota. Un da lleg llorando. La mam le pregunt qu pasaba. Ella le grit muchas cosas que Anita no entendi en el momento. Despus de un rato, la mam tambin se puso a llorar.
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Roberto Flores Salgado Guacolda dej de ir al liceo, pasaba todo el da triste. Una noche se acerc a la cama donde dorma Anita con sus dos hermanas chicas. En el odo, le dijo conteniendo el llanto: - Anita, me voy de la casa. Yo s que un da nos volveremos a juntar, pero no puedo seguir aqu en Lota. Anita le pregunt por qu. Los ojos de su hermana se llenaron de lgrimas. - Promteme que no se lo dirs a los dems. Ella asinti con un movimiento de cabeza. - Lo que pasa es que mi mam trabaja sacndose la ropa frente a los hombres. Anita le pregunt cmo lo saba. Fue entonces cuando Guacolda le cont que, en el liceo, unas nias comenzaron a burlarse de ella: T mam es prostituta, tu mam es prostituta, mi hermano la vio!. Cuando iba en la calle, se lo gritaban fuerte, tambin en la plaza. La mam lo reconoci llorando. Pero las cosas estaban hechas y, al parecer, a su mam le gustaba ese tipo de vida. Su hermana se ira a Concepcin a vivir a la casa de una ta de una amiga. - Perdname Anita. Ella se puso a llorar. Cuando el rumor lleg a las minas del carbn, el pap fue vctima de las bromas ms desgarradoras. Un da, borracho hasta no dar ms, tom el veneno para ratones que guardaba en el patio. Sus hijos lo encontraron en la acequia de enfrente, con la lengua morada y el cuerpo hinchado. Su madre se vino con los ms chicos a Santiago. Los mayores se quedaron internados en el liceo de Coronel. Su mam trabajaba en la noche, deca Anita. All conoci al Rubio. l era quien la mandaba a vender rosas a ella. Sus 70
Hroe dems hermanitos estaban en un hogar de menores. El Rubio le tomaba las piernas, a veces le daba cosquillas. - Cuando llegaba mi mam prosigui la chica- se asustaba y deca que me iba a pegar si le contaba algo a ella. Yo no quiero volver ms a la casa. Los bellos ojos de Lul se tornaron brillosos. Volvi a repetir el rito constante que vena realizando desde que subimos a la carroza. El beso en la mejilla de Anita son en todo Santiago como sopapo jugoso. Llegamos al cementerio y el tipo estacion la carroza a unos quinientos metros del hoyo. Caminamos ese medio kilmetro con la sensacin de estar participando en un sueo, ya que nos envolva una neblina espesa que amenazaba transformarse en gara. Los grandes rboles frondosos eran como monstruos que mantenan en perfecta quietud cada una de las sepulturas, libres de toda bulla. Cuando terminamos de empujar ese carretn metlico que llevaba a mi madre, el tipo me ayud a bajar sus restos con un cordel como esos que sirven para remolcar autos, pero ste no estaba tan aceitoso. Nos quedamos en silencio por un rato. No hall qu decir. Se me vino a la mente un salmo que aprend cuando pequeo, en una capilla metodista: Jehov es mi pastor, nada me faltar. En lugares de delicados pastos me har descansar Una vez que termin, me arrodill y le ped a Dios que me diera fuerza. Luego tom un puado de tierra hmeda y lo lanc al atad. Lul y Anita hicieron lo mismo. El tipo de la carroza silb al cuidador que esperaba la seal. ste vino con una pala, la enterr en el montculo del costado del foso y empez a llenarlo. Me pas la manga del vestn por las narices y llor. Lul se acerc y me abraz. Anita la 71
Roberto Flores Salgado secund. Menos mal que a uno se le muere la mam una sola vez.
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Hroe CAPTULO DIESISIS Le dije a Lul que me llamara en dos semanas ms. Adems, le pas dinero para que tratara bien a nuestra hija, es decir, a Anita. Creo que estuvo bien, pues he continuado con libertad cumpliendo mi labor de hroe. Hoy me correspondi rescatar a un tipo que quiso matarse arrojndose del ltimo piso del edificio de Telefnica. A continuacin ms detalles. Marciano Ledezma trabajaba en el persa Bio Bio vendiendo muebles. Comenz como carpintero, sigui como barnizador y diseador y hace cuatro aos se haba independizado y fundado su propia empresa de muebles. Tena a su cargo diez empleados. Aparte de vender en el persa, tena contratos con Pars y Ripley, que tambin le compraban productos. Se compr una casa en un condominio de Puente Alto y un Wolkswagen convertible. Todo iba bien, pero quiso abarcar demasiado en poco tiempo: abri un local en Via y otro en Concepcin, pag con cheques, unos clientes se atrasaron en pagarle y no alcanz a cubrir el cupo en la cuenta corriente. La polica lo buscaba por giro doloso de cheques. El drama se agrav cuando supo que su mujer esperaba guagua para otro hombre. Pero reconoca que l haba iniciado el crculo vicioso: su esposa lo encontr en el lecho con su amante, la secretaria de uno de sus locales. Ledezma, aprovechando que conoca a una cachada de compadres en Telefnica (pues haba hecho algunos trabajos en carpintera para esta empresa), pidi permiso para contemplar desde el mirador la contaminada capital. Nadie se imagin que sus intenciones seran lanzarse al vaco y as dar fin a su tortuosa existencia.
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Roberto Flores Salgado La noticia de que un compadre estaba en el ltimo piso del mencionado edificio la escuch en la radio, mientras iba en el dos mil de Vicua Mackenna. Me baj en Plaza Italia y camin hacia all. Nada de tonto, entr a un edificio que quedaba tres nmeros ms hacia el oriente. Aprovech la expectacin de los moradores para escurrirme y subir hasta los ltimos pisos. Pero estaba demasiado lejos del tipo. Entonces me disfrac de limpiador con un overol que encontr en una de las bodegas del edificio vecino. Trep a la construccin mencionada por una ventana que daba a una oficina. Se arm el escndalo. Yo escap y me intern en las escaleras que permanecan vacas pues rescatistas y carabineros usaban slo los ascensores. Al llegar al penltimo piso, unos tipos alertaron a la polica. Ellos me esperaban para detener mi accionar. No queran que yo me encontrara con el eventual suicida. Golpe a los dos pacos, quienes se marcharon rodando por las escaleras. En la azotea haba unos cinco tipos, entre carabineros y bomberos. Uno de ellos, al verme, me dijo que no poda estar all. Le dije que se fuera a frer monos. Se levant para hacerme retroceder por la fuerza. Le mand el feroz cornete, lo empuj hacia la puerta de la cual yo acababa de salir y la cerr. - Imbciles, salgan de ah! les grit a los restantes. - Dnde est el comandante? me preguntaron. - Detrs de la puerta - respond. Al ver que yo tena bajo control el asunto, retrocedieron y dejaron que me encargara del rescate. Marciano Ledezma estaba sentado al borde. Yo, desde mi posicin, poda contemplar la cantidad de gente que se congregaba en los alrededores del edificio. Todos los canales de televisin estaban representados con sus mviles de 74
Hroe prensa. Los flashes de las cmaras fotogrficas iluminaban esa maana de da nublado. Tantos medios de comunicacin me asquearon, pero ya estaba ah, deba olvidarlos para realizar un buen cometido. - Lnzate, estpido! le dije - Ya puh, cobarde, atrvete! Si quers yo te empujo. l me observ, extraado. Le segu gritando: que si era tan hombre que se arrojara; quera ver sus sesos volar a cien metros a la redonda y su estmago reventarse en el pavimento. - Ya puh, tonto feo, tens la feroz nariz, gallo, parecs Condorito! Y pucha que soi blanco, te apuesto que te deca leche cuando chico, o pate queso, o pantruca! Imbcil feo, soi ms feo que pensamiento de extremista, ms feo que la mentira! Marciano segua mirando hacia abajo, a las personas como hormiguitas. - Estoy aqu porque la vida no tiene sentido dijo. - S, tienes razn, eso no es ningn descubrimiento, cualquier idiota con una neurona y un CI de treinta lo puede saber le repliqu. - Todo es una porquera: la gente, esta ciudad, el pas, el presidente, las religiones prosigui. Yo alc mi voz ms irnica: - Gallo: qu gran descubrimiento. Fjate que no lo saba! El tipo se puso rojo, al parecer se enfureci. Me pregunt si yo crea que l era un imbcil como para que todo ese rato lo hubiera agarrado para el palanqueo. Yo le respond: - Obvio. Marciano se levant hecho un toro, se dirigi donde yo estaba y alz su diestra para darme un puetazo. Yo lo 75
Roberto Flores Salgado adelant y le propine un derechazo en la boca del estmago. El tipo se agarr con las dos manos la ponchera, dejando al descubierto su rostro. A m, qu me dijeron, le lanc una izquierda ascendente; Ledezma cay de espaldas, lo pate por cinco minutos en forma ininterrumpida. Despus me dio pena y dej que me golpeara un poco. Forcejeamos en el suelo hasta quedar al borde de la azotea, en el mismo lugar donde l antes pensara lanzarse. All me cont todo su drama. Yo le dije que no era nadie para darle respuesta a sus atados, pero que haba dos soluciones para los problemas: a) Cambiar el paisaje b) Cambiar los ojos con que se mira ese paisaje. Acostados en el fro cemento, mirndonos fijamente los ojos, le expres que la vida era una porquera, pero tambin una maravilla. Los lmites de esas dos palabras eran tan delgados como la tela de una cebolla. Despus me acord de una cancin de Luis Miguel que cantaba como la cancin de la cebolla: Cebolla a olvidar, ah, ah, palabra de honor, oh, oh, paloma perdida, ah, ah Marciano Ledezma se puso a rer de buena gana. Amenaz con empujarme al vaco. Ya puh, le dije, p ero despus voy a subir y te dar como caja. Sigui rindose. De l fue la idea de asomarnos para ver qu pasaba all abajo. Cuando nuestros rostros aparecieron en la ltima lnea de edificacin, toda la multitud lanz un grito de alivio. La Plaza Italia estaba repleta. Los lentes de los grficos arremetieron contra nosotros y nos sacaron la foto que dara vuelta al mundo y sera portada en El Mercurio, La Cuarta, La Tercera, La Segunda y otros que se me olvidan. Menos
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Hroe mal que reaccion y alcanc a tapar mi rostro con la mano derecha, ya que odio ser famoso. Me desped de Marciano Ledezma pidindole que no me buscara y que, si le solicitaban ayuda para hacer un retrato hablado de m, cambiara mis rasgos. A manera de broma le dije: - Pero no me dejes tan feo como t. Me aforr feroz combo. Todava me duele.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO DIECISIETE La polica me busca. Ha puesto avisos en los peridicos y en la televisin. Yo no s si fue a propsito del rescate. Lo cierto es que, despus de hacer justicia y rescatar dignidades, quieren que mis das terminen en una crcel. Qu feo. Pero he reaccionado de buena forma. No he escapado. Muy por el contrario: me he paseado frente a las comisaras. Con los pacos intercambio un par de palabras, incluso les llev una torta en el da de su aniversario. Mientras no demuestre miedo, todo ir viento en popa. Cmo supe que me buscaban? Bueno, fue hoy en la maana, escuchando radio Bio Bio. El locutor deca que la polica tena una gran interrogante en relacin con las agresiones sufridas por asaltantes que haban ocurrido en los ltimos das. El primer hecho, es decir, la muerte de un carterista que cay al Mapocho, segn versiones de los testigos, haba sido producto de un ajuste de cuentas. El tipo que lo empuj era acreedor del compadre, por eso lo lanz al ro. Qu ignorancia. Luego, el del asaltante de micros en Vicua Mackenna tena relacin con el tipo que asalt a un chofer en Maip, adems de la castracin de un vendedor de AFP, y el rescate del empresario Ledezma. Todos los testigos terminaban por coincidir en los detalles fsicos del individuo, por lo cual Investigaciones y Carabineros, en los prximos das, publicaran el retrato hablado del individuo, es decir, yo. Pero no todos trataron de manera circunspecta el asunto. En los matinales de TVN y el 13 se llev a cabo una encuesta para conocer quin era este extrao ser que empez a hacer justicia por sus propias manos. La mayora simpatizaba con el personaje. Los viejitos decan que estaba 78
Hroe bien, que si los tribunales no lograban castigar a los malandrines o apenas les daban un par de das en la crcel, para luego liberarlos y que continuaran sus fechoras, al menos ahora con EL JUSTICIERO (ese fue el apelativo que la opinin pblica me puso) se amedrentaran un poco y, al momento de cometer sus asaltos, la pensaran dos veces. Las seoras suspiraban. Expresaban que cmo desearan que sus maridos fueran tan audaces y varoniles como ese tipo desconocido. Al entrevistar a un grupo de jvenes, uno de ellos opin que EL JUSTICIERO era un hroe para l ya que se haba rebelado contra la sociedad, no estaba ni ah con el sistema y haca lo que quera, ya que su sueo era hacer de ste un pas ms justo y equitativo. Uno de sus amigos, al agarrar el micrfono, dijo que cuando conocieran el retrato del misterioso tipo, l se mandara a hacer una polera con el rostro del compadre. La prensa escrita no se rest del debate. Abundaron en las pginas las entrevistas a quienes, de una u otra forma, se haban topado conmigo. Decan que era un tipo choro, que no le gustaba el aplauso. A fin de cuentas, los medios me buscaban para endiosarme y la polica, para encerrarme en un calabozo. Qu contraste. Entonces creo que no ser el mismo y me da rabia. Cuando uno hace las cosas para uno, sin que importen las opiniones de los dems y sin ser visto por nadie, es un ejemplo de libertad. Las presiones de los pueblos sobre ciertos individuos han producido en ellos una extraa crcel; ya los actos no son hechos por conviccin personal, sino por los ruegos de las masas. Vox Populi, Vox Dei es una gran patraa. Los pueblos tambin se equivocan; es ms, las masas son ms manejables que los individuos aislados, pues la absurda 79
Roberto Flores Salgado mana de dejarse dominar por el resto es ms real de lo que creemos. Las dictaduras y las grandes matanzas se han producido as: el gran tirano no hace las cosas porque las siente as, precisamente, sino que se escuda en que hay una gran mayora que lo respalda. Escucha el aplauso, acepta las felicitaciones, entonces perders tu libertad, dijo alguien por ah. Por eso odio con toda mi alma ser un personaje pblico, porque s que perder mis propsitos y escuchar los designios errados de la masa, aquellos que son hbridos y que han nacido de las concepciones almticas, emotivas, mas no de las concepciones racionales y empricas. Por eso creo que a los artistas, polticos, futbolistas, etc, les va muy bien en sus carreras pblicas, pero psimo en sus vidas personales, porque al tomar decisiones se ven presionados por opiniones ajenas, extraas, impersonales, y para no quedar enemistados con los dems, las llevan a cabo. Craso error. Lo mismo sucede con los novelistas. Antes de ser conocidos, caminan a pata por las calles, no tienen drama en ir a un sucuchito de barrio y pagar un men barato. Escriben lo que les da la gana, pues saben que existen dos posibilidades en su destino cercano: ser superventas o ser eternos desconocidos. En esta poca aman la soledad, la simpleza, tienen un espritu moldeable, una actitud de humilde discpulo que necesita aprender de todos los que lo rodean, aun de la naturaleza. Pero basta que gane un concurso o su nombre aparezca en Rocinante o la Revista de Libros de El Mercurio, para que cambien su intimidad por las luces, los salones de arte y los sets de televisin. Luego ya no escriben lo que quieren, sino lo que las editoriales les dicen que pueden vender. Prostituyen su libertad por el 80
Hroe bienestar econmico. Abraham Lincoln expres en una oportunidad: Quienes estn dispuestos a cambiar libertad por seguridad, no merecen libertad ni seguridad. Bien dicho, gancho. Es una de mis pruebas ms difciles como hroe. El anonimato es el estado ms propicio para la creatividad. Amo ser creativo como justiciero. Odio tener fama por las razones antes expuestas. Obligado a hacerme el leso. No es mucho pedir: es solo cambiar un poco.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO DIECIOCHO Lul me llam esta maana. Se adelant, pues le dije que me llamara en dos semanas ms. Me cont que Anita haba desaparecido llevndose treinta mil pesos de su ta. Me dio rabia. Si la hubiese tenido cerca, le habra bajado los calzones y le hubiera dejado el poto bien colorado a puras palmadas. Lul, sin embargo, hablaba con tranquilidad. Ella saba, segn lo que me cont, dnde podra estar as es que en un par de minutos saldra a buscarla con su ta. Tom la micro y me baj en Teatinos con Hurfanos, pues haba un taco gigantesco. Algo suceda un poco ms all, en la Alameda. Efectivamente: los escolares marchaban hacia el Ministerio de Educacin. El objetivo era protestar por los pases escolares. Haba la chorrera de pinginos. Los pacos cercaban el sector con unas rejas blancas que ponen para este tipo de eventualidades. Estaban all tambin las paquitas, el cuerpo femenino de carabineros. Los cabros gritaban piola, todos relajados. Algunos se haban sacado la corbata para que los policas no reconocieran el colegio al cual iban y as ahorrarse un mal rato con los directivos de los establecimientos. De hecho, una galla que llevaba el asunto de la protesta, empez a decir por megfono que la marcha era pacfica y que no pasaba nada con los piedrazos y esas cosas. Al llegar al ministerio, lugar en que se entrevistaran con la ministra, los tipos de seguridad cerraron los inmensos portones, dejando a los directivos del grupo de estudiantes adentro, pero al resto de la multitud afuera, en la Alameda. Los pacos estaban a la expectativa de cualquier provocacin para usar el guanaco y los gases lacrimgenos.
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Hroe En medio de ese bullicio de recreo aparecieron unos tipos encapuchados vistiendo uniforme escolar. Se esparcieron tranquilamente entre el gento. Cuando los gritos haban acabado, en un lapso de merecido descanso a la espera de que los dirigentes salieran a contar qu suceda, si la ministra tena nimo de dialogar, los tipos empezaron a hacer boche: primero aplaudan. As ganaron la atencin de los escolares. Despus entonaron cnticos contra la personera. El resto sigui. Despus, no aguantaron y sacaron de sus mochilas hondas metlicas y arremetieron contra carabineros. A los pacos qu les dijeron, era lo que estaban esperando. El guanaco se movi y empez la fiesta. Pero algo novedoso en este tipo de manifestaciones se hizo notar: quienes perseguan a los estudiantes no eran los carabineros hombres sino las paquitas. Ellas, felices, rindose de lo mejor. Algo de jugarreta, tanto para estudiantes como para la fuerza pblica, tena toda esta situacin. Me dio rabia la actitud de los sujetos encapuchados. Me col entre los estudiantes, corriendo sobre el pavimento mojado y comprobando en el cuerpo el humo de las lacrimgenas. Dos tipos que ocultaban sus rostros detrs de pauelos estaban frente a un paradero de vidrio grueso y metal. Craneaban cmo destrozarlo. Les pregunt qu queran hacer. Me respondieron: hac er tira esta cuestin. Les consult quines eran. No me respondieron. Con ambas manos los desnud de sus pauelos. Los dos tipos tenan barba. - Y en qu liceo van ustedes, estpidos? Me miraron choros. Yo no aguant y a uno le mand una patada en los testculos, al otro le pegu un diagonal en la nariz. Sus mochilas cayeron al suelo, abiertas. Adentro haba la chorrera de miguelitos. Agarr un puado, los puse en el 83
Roberto Flores Salgado pecho de uno de los tipos y los pis con ambos pies. Luego comenc a saltar encima, varias veces. El barbn, falso secundario, lloraba y me peda perdn, que nunca ms lo iba a hacer, pero por favor, que lo dejara irse. El otro tipo reaccion, pero no pudo defender a su amigo, ya que su nariz no cesaba de expeler sangre tibia. Al final los pate a los dos, as como premio de consuelo, y les advert: - Mal paridos, si la prxima vez los vuelvo a encontrar jodiendo en una protesta de stos que luchan por algo digno, les juro que los voy a obligar a hacer grgaras con estos miguelitos! Entendieron? A do me contestaron: s seor!. Lo charcha vino despus. Como en Santiago hace algn tiempo instalaron cmaras de seguridad para vigilar el orden dentro del sector centro, seguro que alertaron de un tipo que golpeaba a dos estudiantes barbones, es decir, quien les habla. Dos pacos aparecieron a unos cien metros de m, dispuestos a capturarme. Seguro que haban memorizado mi rostro a travs de los retratos hablados. - Mira, es EL JUSTICIERO le dijo un paco a otro. - Atrapmoslo! No me dieron tiempo para pensar. Entonces deb escoger la nica alternativa que tena a mano: apretar cachete. La polica moviliz toda su maquinaria y personal para perseguirme por arterias cntricas de Santiago. Opt por dirigirme a las calles ms estrechas, con esto impedira que el guanaco y los automviles pudiesen seguirme la pista de cerca. A lo ms los motociclistas podran pisarme con dificultad los talones. Llegu a un cit de calle Catedral. Aspir hondo para aminorar la agitacin. Unos nios jugaban a la pelota en el pasillo. Los salud. Les pregunt por un tal Arnoldo 84
Hroe Gutirrez, nombre que invent en el momento. No sabemos, seor, respondieron a coro. Escuch el sonido de los botines de carabineros que se haban ms fuertes: ya llegaban al sitio en el cual me encontraba. Haba un cordel con ropa tendida. Cooperaron. Me cambi de ropa tras unos maceteros y tom un gorro de uno de los chicos que serva para marcar el arco. Me dirig de frente a los pacos, que venan entrando con los cinco sentidos despiertos. Los salud y les pregunt en qu les poda servir. Me dijeron que buscaban a un tipo que haba silenciado a unos cuantos delincuentes, castr a un adltero, castig a unos tipos especuladores de una agrupacin ambientalista, salv la vida a un eventual suicida, entre otros actos heroicos. - Ah, EL JUSTICIERO! les acot. - l mismo respondi uno de los cabos. - Estaba vestido de camisa blanca, jeans desteidos y usaba pelo corto? pregunt. - S, seor! gritaron los dos pacos que se sumaron al grupo. - Est escondido detrs de un macetero, yo lo vi. Apunt en direccin al supuesto escondite. All se asomaba una camisa y unos jeans, tal cual relatara en mi descripcin. Los policas desenfundaron sus armas y las agarraron firmemente a dos manos. Un tipo se adelant y le dijo al otro que lo cubriera. Los nios haban suspendido uno minutos el juego y observaban asombrados esa escena digna de pelcula. - No te muevas, imbcil! grit el polica acercndose al lugar. Cuando dispar, las ropas puestas como un espantapjaros cayeron al suelo. Una sarta de garabatos
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Roberto Flores Salgado gruesos fue pronunciada con total fluidez por parte del carabinero audaz. Yo conoc esta versin al observar las noticias de las nueve en TVN. El locutor deca que EL JUSTICIERO se le haba escurrido de entre los dedos a una patrulla que lo persigui desde la Alameda - a la altura del Ministerio de Educacin- hasta las cercanas de a la Quinta Normal, especficamente en un cit de calle Catedral. Luego entrevistaron a uno de los nios. ste arm la historia, seguro que despus de haber juntado las escenas: un tipo lleg y pregunt por un gallo que no viva all, luego lo vieron desaparecer. - Yo pens que era mi hermano el que estaba saliendo deca otro pequeo- Iba vestido igualito que l. Pero no todo era color de rosas para m: en mis jeans dej cerca de mil pesos, un par de boletos de micro y el telfono de Lul. Craso error. Al llegar a la Alameda y confundirme entre la gente que transitaba cerca de las cuatro de la tarde, busqu un telfono pblico. Como no tena monedas, llam por cobro revertido a mi polola. Me respondi ella. - Lul, escchame, no te asustes le dije-, cuando termine de conversar contigo debes desconectar el telfono; no te lo puedo explicar ahora, pero voy enseguida a tu departamento, all te contar todo. Antes de que colgara me respondi que me esperaba junto a Anita, la chica malcriada. Le dije que la castigara cuando llegara. Como no tena plata para el pasaje, esper que unos tipos se bajaran por la puerta de atrs de una micro. Yo me sub rpido y viaj sentado en las escalinatas. Genial.
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Hroe Al llegar a la morada de Lul, sta almorzaba con Anita y me haba servido un plato a m. - Y esta seorita, dnde andaba? Lul respondi por ella: Anita se haba ido robando plata a su ta, pero a medio camino se arrepinti. No supo cmo volver y la encontr en una plaza comiendo un helado. De los treinta mil slo gast cien: en el Chocopanda que estaba saboreando. No quise castigarla, me dio cosa. Almorc y ped a Lul que hablramos a solas, ya que no quera cargar con ms problemas a la pequea. Le cont a mi pierna que la polica, la prensa y todo el mundo me buscaba. Que se agarrara bien, que no se asustara y que prometiera no abandonarme al saber el secreto que deba contarle. Me respondi que bueno. Le dije que yo era EL JUSTICIERO. Lul se rio de buena gana. Me dijo que era imposible, que yo no tena pinta de hroe, sino de estafeta de oficina pblica. Le pregunt si tena el diario a mano. Ella fue a buscar El Mercurio con el que haba alfombrado la cocina ya que el piso estaba anegado con el agua que filtraba una caera. Trajo la portada. Mir el retrato y luego me observ. No lo poda creer. - Amor, eres t, EL JUSTICIERO! Qu choro, nunca haba tenido un pololo sper hroe! Yo me enoj. - No he tomado esta labor porque quiero, sino porque la naturaleza me lo ha impuesto y los designios de ella son sagrados, no son para ganar plata, ni mujeres ni fama! le grit. Prosegu advirtindole que no continuara con esas felicitaciones y regalitos sensuales, ya que poda hacerme un gran dao. Ella call y luego me escuch atentamente. 87
Roberto Flores Salgado Los pacos estuvieron a punto de detenerme. Me escurr de ellos cambindome de ropa en un cit de la Quinta Normal, pero se me qued tu telfono en los jeans que andaba trayendo. Por eso te dije que desconectaras el telfono. Tengo miedo de que te llamen y pregunten por m. No quiero que salgas perjudicada con esto. Mientras le hablaba, por vez primera sent que la amaba y que deseaba su bien. Me enoj caleta. Le aconsej que solo se manejara con el celular, lo mismo que su ta. - Con ella no hay problemas me dijo Lul-, no tiene amigos, as que no le interesa tener un telfono cerca. Al final le expres que, si los pacos venan al departamento (seguro que investigaran la direccin del nmero telefnico), que no se asustara y que no les mintiera: ella me conoca, pero no saba cmo ubicarme porque yo era el que vena siempre aqu y ella nunca haba estado en mi casa. Me desped de Lul y de Anita, prometindoles que tan pronto fuese posible visitaramos el zoolgico y comeramos algodones de azcar. Lul, al verme tomar la micro con el dinero que le pidiera prestado, recort con sus manos mi retrato hablado y lo peg en el espejo de su recmara. Lo supe al levantar el auricular del telfono para escuchar cuntos mensajes de voz haba recibido. -
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Hroe CAPTULO DIECINUEVE Cmo salir a la calle sin ser reconocido si el rostro de uno est en el inconsciente colectivo de toda una gran ciudad? Pero hay un resquicio al cual me puedo aferrar con total conviccin: cuando uno sale a la calle lo ms probable es que la gente diga: Mira, se parece a antes de que digan; Mira, es.. Cuando la gente afirme la primera opcin, yo les dir: S, yo soy tal. y reir un rato. Entonces la gente reaccionar: No, este gallo no es, nos est bromeando. Ahora, cuando la gente diga la segunda opcin, no hay ms que disimular y salir apretando del lugar. Qu le vamos a hacer. En esto pensaba de maana cuando entr a un local de sndwich al paso de la calle San Diego. Ped un completo con t. Le ech mostaza, ktchup y un poco de aj. Como el local estaba lleno, no me qued ms alternativa que sentarme en la mesa de un gallo de lentes, medio narigoncito, que vesta terno plomo. Mientras engulla una paila con huevos y un caf humeante, lea el suplemento de un diario capitalino. - Qu lee, amigo? le pregunt- No, estaba leyendo los avisos econmicos. Quera ver si haba pega como consultor o alguna cosa parecida me respondi. Batimos lengua por un buen rato. El contenido de lo que conversamos lo detallo a continuacin. Haba alcanzado un gran puesto poltico en una ciudad del norte del pas. No quiso decirme especficamente qu ciudad. El destino (as llamaba este compad re a la fuerza sobrenatural que le ayudaba) lo haba honrado con estudiar la enseanza media en solo un ao. - Eso no es una honra, sino una vergenza le indiqu.
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Roberto Flores Salgado Sin escucharme, prosigui dicindome que su partido lo propuso como candidato a concejal as como a las perdidas. Sac cerca de tres mil votos. Por arrastre de pacto, qued dentro del concejo municipal. Quien alcanz la alcalda era un viejito buena gente que logr sacar una votacin histrica, cerca del cincuenta o el sesenta por ciento. Pero ste, aquejado por una dolorosa enfermedad (as llaman los siticos al cncer), falleci al poco tiempo de asumir. Los dos tipos participantes del pacto que por votacin le seguan, aunque muy lejos, eran un tipo de la DC y l. Ambos deban asumir la alcalda en dos periodos iguales. El tipo de la DC prefiri ser el primero en cumplir con el deber ciudadano. Mi buen amigo, nada de tonto, acept tomar el ltimo periodo, sabiendo que as podra preparar ms sabrosamente la campaa para las prximas elecciones. Durante el par de aos que le correspondi ser edil, fue complaciente con todo el mundo: derrochaba simpata, pavimentaba calles, organizaba festivales en las poblaciones, etc. En esas elecciones mat, tuvo cualquier votacin. En las siguientes, tambin. Pero al pensar en el cuarto periodo, se vio enfrentado a la traicin y a la envidia. Eso debilit su campaa y sac escasa votacin. Un tipo de derecha gan por amplio margen. Pudiendo ser concejal, no acept el cargo. - Por soberbia? le pregunt. - No me respondi-, por simple cansancio. - Me parece raro fueron mis ltimas palabras antes de mordisquear la mitad de mi completo. Le pregunt si ahora estaba cesante. Me contest que s y que no trabajaba en su antigua pega por una cuestin de plancha. - Cmo eso? 90
Hroe Claro sigui -, lo que pasa es que antes era vendedor ambulante. Yo frunc el ceo. Un tipo que fue vendedor callejero, que hizo toda la enseanza media en un ao y que luego se dio el lujo de ser alcalde? Tan mal estamos? - No me diga nada, amigo. Djeme adivinar le dije. Le apuesto que usted tena problemas con la crtica. - Cmo lo sabe? pronunci extraado. Yo segu. - Y le apuesto que, cuando llego a ser alcalde, compr muchas cosas como autos y casas. - Efectivamente, seor, usted me asombra sigui extraado. - Y por ltimo: le apuesto que tuvo desastrosos los de faldas. l abri sus ojos como dos huevos fritos cuya yema est a punto de reventar por el fuego: - Por mi madre, seor, me parece que usted es un adivino! El tipo se volvi rojo, actu como si lo hubieran desnudado. Desde ese minuto en adelante, aquel poltico cesante empez a abrir su corazn y me narr historias que, segn l, nadie conoca solo yo. Por esta razn me pidi absoluta reserva, que no le contara a nadie o si no, en su ciudad podra quedar la crema. Cuando asumi su cargo como edil, solo posea una casita que haba comprado por el subsidio. Luego, aprovechando su puesto y sus contactos, sac crditos y compr un par de propiedades y un buen auto. En sus rutinarias rondas por las oficinas municipales, conoca cada secretaria 91
Roberto Flores Salgado - Usted sabe me dijo - la carne es dbil. Cuando se enfrentaba a problemas embarazosos y para solucionar a tiempo esas dificultades, le pagaba a las tipas para que viajaran a Tacna a hacerse una operacin y asunto arreglado. - Perdn, me dijo Tacna? le pregunt con inusitada curiosidad-. Eso queda al lado de Se detuvo. Cambi bruscamente la conversacin. - Bueno prosigui -, ahora estoy aqu, en la capital de mi patria, tomando contactos con algunos diputados y senadores para que me den alguna intendencia o gobernacin, pero me ha ido un poco mal. - Tiene que seguir no ms, pero es complicada su situacin, ms an si usted no tiene estudios superiores le seal-. Los polticos como usted deberan reflexionar. No pueden seguir usando los puestos para darse la buena vida. No es justo. Por qu le desvela tanto una gobernacin o la intendencia? Puedo comprobar que es exclusivamente porque debe pagar deudas y no tiene dinero; entonces, la oportunidad para ganar harto dinero no haciendo mucho esfuerzo justamente es en la poltica. Amigo, usted me da asco El tipo call. Estuvimos varios minutos revolviendo el concho del t y limpiando con un trozo de pan, l, la paila y yo el completero. Al tipo le inquietaba algo. - Amigo, le puedo hacer una pregunta? me dijo en tono ntimo - cmo supo que yo tena problemas con plata, crtica mujeres? Ah, muy simple, le dije. Cuando un gallo llega a una posicin sin una disciplina clara de vida, acortando camino, con arrogancia y en un lapso de tiempo breve, lo ms 92
Hroe probable es que este tipo no sepa cmo actuar frente a estos beneficios. Se echar al bolsillo los valores, desconocer las tradiciones y creer que el mundo gira en torno a l. No basta que un tipo haya vivido en la pobreza para que cuando triunfe haga las cosas correctamente. Pobreza no es sinnimo de humildad. Generalmente, los tipos que se esfuerzan, que aman la vida, son ordenados, que creen que los valores son eficaces, cuando llegan a la cima no falsean, simplemente actan de acuerdo a lo que han ido aprendiendo en la vida. Recuerde usted el caso del dictador Nicolae Ceausescu. l naci en el campo, pero al llegar a la ciudad y enfrentarse al nuevo sistema, fue trepando con intenciones equivocadas, no para ayudar sino para aprovecharse de los beneficios del poder. Se ech al bolsillo si condicin de proletario. Ya ve usted cmo termin. Lo que usted puede hacer es estudiar, si es que quiere vivir sin sobresaltos econmicos. Depender de los favores de los dems polticos es como cuando los equipos de ftbol no dependen de su buen juego y de sus goles, sino de las posibilidades matemticas para clasificar a un certamen. Quienes piensan acceder a triunfos de esta forma estn destinados a ser siempre mediocres. Me desped del poltico y ste me dio las gracias. La accin me enfureci. Tom el envase de mostaza y se lo lanc a la cara.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO VEINTE Hoy instal una bomba de humo en una financiera de la calle Moneda. Las financieras son las que otorgan falsa prosperidad a millones de personas. Deben desaparecer. Cmo fue la hazaa? Permtanme narrar los hechos. Caminaba por el centro plcidamente. En la Plaza de Armas haba la chorrera de cesantes sentados en los bancos, conversando entre ellos, levantndose el nimo. Entonces, empec a meditar. Por un lado Chile es un ejemplo de las economas de Amrica Latina. Se habla de crecimiento econmico, de la alta tasa de inversiones extranjeras, de las exportaciones de productos como la madera y las frutas. Pero el papel puede aguantar mucho. Vean la brecha entre ricos y pobres. O tal vez la gente que trabaja en las calles. O quienes viven comprando a futuro, formando bolas de nieve que se les transforman luego en avalanchas. Uno de estos agentes del diablo, pens, son las financieras. Vean ustedes qu estrategias de marketing. Sus anuncios aparecen en el diario, en la televisin, en la radio, en los paraderos. Quizs muchos cndidos crean que esos espacios se los regalan porque son instituciones benficas; son tan buenas que prestan plata, todo lo que uno quiera, a las cuotas que uno estime conveniente, es todo tan bonito. Llego a sus oficinas y tres buenas mozas ejecutivas me disputan. Me creo todo un galn, me siento en cmodos sillones, me preguntan Cunta dinero va a querer? y a m, que estoy en el cielo, se me enreda la lengua y las hormonas empiezan a bullir y me hago el macanudo, el interesante, el que tiene estatus y zas!: lanzo una cifra exorbitante. Lo cierto es que luego deber pagar hasta el doble de intereses y aun ms. En cada boleta de pago aparecern cobros como inters mora, ajuste de sencillo anterior, reajuste IPC, 94
Hroe seguro contratado, etc. Y por no hacerme mala sangre, pago igual. De dnde sacan tanto dinero para publicidad, para pagar oficinas cntricas, para cancelar sueldos de hermosas mujeres y, ms encima, para obtener utilidades? Claro, de los intereses usureros que cobran. El negocio es redondo. La sociedad est viviendo, a travs de estas instituciones, una vida de falsa prosperidad. Las casas estn colmadas de televisores, lavadoras, minicomponentes, cocinas, refrigeradores, computadoras, entre otros, as como llenas tambin de deudores. Con la plata que los usuarios han pagado en intereses, perfectamente se podran haber comprado tres unidades de cada artculo. Mis compatriotas son desordenados. Se le puede estar cayendo la casa a un compadre, pero he aqu que compra un televisor de 60 pulgadas, un microondas ltimo modelo o cualquier estupidez que se le ocurra, ya que no est acostumbrado a ver plata en su mano. Hay que deshacerse de ella, al menos por costumbre. Ms de la mitad de mis compatriotas est metida en estas malditas casas de perdicin. Cada fin de mes es un infierno, el sueldo es para puro pagar. Qu vida de perros. Por las razones antes expuestas, escog una financiera para llevar a cabo mi acto de protesta. La idea no era hacerme famoso. Eso me produce nuseas. Quiero que mis compatriotas puedan vivir tranquilos y construir un mejor pas. Bueno, odio la cursilera. Vamos al grano. Compr una pelota de ping pong en el quiosco de un ambulante. De la basura recog papel de cigarro. Me sent en una banca de la Plaza de Armas y empec a partir la pelota con un fierro que encontr botado cerca del monumento al indio. Los pedazos los volqu en el papel extendido. Luego 95
Roberto Flores Salgado apret el papel formando una bola levemente ms pequea que la pelota original. Me levant y me dirig a la oficina que debera comprobar mi estpida huella. Esper cerca de cuarenta minutos. Tal como yo lo previera apareci deambulando por el lugar un perro terrible de feo, mezcla de doberman, pastor alemn, policial y dlmata. Le mostr mi palma, ante lo cual reaccion lamindola. Le hice cario y le di un dulce que haba comprado antes de tomar la micro. Trat de nominarlo, sin embargo, no responda a ninguno de los nombres que pronunci fuerte cerca de sus orejas: Pinocho, Capitn, Nern, Oso, Mamo, entre otros. Al final respondi a un nombre que encontr estpido y que lanc al azar en un momento de impaciencia: Plata. Guau, guau, me respondi. En ese instante, comprend que mis planes se realizaran tal cual los haba imaginado. Dej que Plata terminara su merienda y me dirig al primer local donde vendieran churrascos. Compr un par. Luego esper que en la calle apareciera un junior que amenazara con visitar las oficinas de la financiera. Un tipo de terno viejo, peinado a la gomina y parecido al exministro Francisco Javier Cuadra, dirigi sus pasos al lugar en cuestin. Lo intu a media cuadra. Fui por detrs y le coloqu los churrascos en el bolso con documentos que colgaba de su hombro derecho. Corr donde Plata, tom la pelota plateada, la amarr a un cabo del hilo que guard en mi bolsillo. El otro cabo lo pend de la cola de mi adorada mascota. Saqu un encendedor y prend la bola. Moviendo mis dedos, hice que Plata siguiera los deliciosos churrascos que llevaba el tipo que ya suba las escalinatas de la agencia. A Plata se le despertaron los sentidos; entr junto a nuestro ignorante cmplice a la financiera. Las puertas 96
Hroe transparentes se cerraron y enseguida yo saqu un alambre y amarr las manillas una a otra. Desde el otro extremo de la calle pude observar el buen cometido de mi perrito obediente: se qued inmutable hasta que la bola de papel plateado y los trozos de pelota de ping pong empezaron a humear con furia. Luego, sin estar ni ah con el humo, salt en direccin al junior y extrajo con su hocico los churrascos, que hicieron que sus labios de perro hambriento chorrearan baba como una vertiente. La gente que estaba adentro de la oficina reaccion con total espanto: algunas seoras se desmayaron, otras salieron corriendo. Al encontrarse sin salida, golpearon con tanto pavor las puertas de vidrio grueso, que stas se hicieron trizas, pero no provocaron orificios de tamao gigante como para que pudieran escapar por all. Lleg la polica, los bomberos, la ambulancia. Los curiosos se congregaron alrededor del lugar. La prensa, siempre ubicua, procedi a enviar despachos. Fue todo un incidente. Aprovechando que las llamadas a los telfonos de emergencia son gratis, disqu el 133. Me atendieron de inmediato. Les dije a los carabineros que el motivo de todo lo que aconteci fue llamar la atencin del pas. Las financieras deben desaparecer. Pero sin la cooperacin de mis compatriotas, es imposible. Que decidieran ellos si seguan con esta extraa manifestacin de masoquismo. - Muchas gracias, mi cabo me desped. Cort y me abr paso entre la gente. Tom una micro y fui a casa.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO VEINTIUNO Hoy fuimos al zoolgico: Lul, Anita y yo. Por primera vez observ a Lul con ojos distintos: ya no era la nia medio fcil que pens podra ser cuando la conoc. Era, en realidad, muy noble. Pero lo que ms me llamaba la atencin de esta chica de veinte aos era la manera cmo daba cario en cada gesto a Anita. Si el amor se contagia y es como una pulmona, parece que me estaba resfriando de amor. Anita, por su parte, estaba bella, con sus trencitas, con su vestidito dominical, con sus zapatos de charol, con su cartera de Disney. Nunca visit el zoolgico; sta era la primera vez. Olvid que haba tratado de robar treinta mil pesos. En ese momento sent algo que no puedo definir con letras. Me asust: iba contra mis principios. Compramos palomitas de maz, pagamos la entrada y con total relajo caminamos hacia las jaulas. Apost a Anita si ella era capaz de imitar a los animales que bamos visitando. Primero fue el chimpanc. Yo arque las piernas y los brazos, puse mi lengua sobre los dientes delanteros y cerr la boca. Camin encorvado, rodeando a Anita y a Lul. Ambas rieron. Luego fue el turno de Anita. Hizo lo mismo. Lul tambin se anim; remos de buena gana. Algunos animales no son tan caractersticos en sus movimientos: es el caso del elefante, la jirafa, los leones. De ellos slo imitbamos los sonidos. Quedamos roncos de tanto gritar como bestias. Mientas Anita recoga hojas cerca de los rboles que existen en el parque de los animales, Lul y yo nos sentamos en una banca. El da estaba ligeramente nublado, pero justo en ese pedazo de tierra los rayos del sol caan rectos, como en las pelculas bblicas cuando hablaba Dios, representado en los halos de sol que traspasaban las nubes gruesas. 98
Hroe Lul me pregunt cmo estaba. Le respond que bien, pero que las cosas haban sido muy distintas cuando le revel el secreto de mi labor a ella y la sociedad lo supo. Ciertamente me atormentaba la idea de que me descubrieran. Eso echara por tierra todos los planes que con tanto tesn constru para cambiar a mi patria. Ya no podra ser hroe y eso me entristeca un poco. Podra ser clebre aun cuando me entregara a la justicia y cayera preso. Podra dar entrevistas a los peridicos y escribir tal vez un libro. Pero reafirmo mi posicin de odiar las luces y la fama. Definitivamente no va conmigo. Prefiero ser libre desconocido a famoso pero ttere del rating y las personas. Lul me advirti que no me asustara. Investigaciones haba ido hace dos das a la casa. Me buscaban. Le preguntaron qu era ella para m. Ella, obedeciendo mis rdenes, les respondi que era mi polola. Pero que no conoca mi direccin ni mi telfono. Era una relacin un tanto peculiar. Los detectives rieron. Dijeron que en cualquier momento se dejaran caer y esta vez sera para apresarme. - Por qu lo buscan? consult antes de que se fueran - Es el famoso JUSTICIERO. No me diga que no ha conocido las historias infladas que los peridicos han escrito sobre l - respondi uno de los tiras- Le estamos siguiendo el rastro al igual que los carabineros, pero nosotros lograremos apresarlo, no esos ineptos. Luego se marcharon. Ayer aparecieron los carabineros. Era una pareja. La mujer golpe la puerta. Ambos saludaron. Lul los hizo pasar. Preguntaron por mi nombre. Mi polola se los dio, pero les expres que no conoca mis apellidos, ni mi 99
Roberto Flores Salgado direccin o telfono. Eran las palabras que dijo tambin a la Polica de Investigaciones, concluy Lul. - Esos papanatas y buenos para nada, lo nico que hacen es tomar la pega que nos corresponde a nosotros. Ya van a ver los muy necios dijo enfticamente el cabo que acompaaba a la paquita. Luego de anotar algunas palabras en sus libretas, salieron de la casa conversando entre ellos acerca de sus rivales de la polica. Lul se puso a llorar luego de recibir estas visitas. Acarici su rostro sin quererlo. Me pegu la escurrida y saqu inmediatamente mi mano, pero ella la sostuvo y la dej estacionada all. Yo baj la vista, avergonzado. Le dije que no se preocupara por m y mientras ella hablaba, los rayos del sol que caan iluminaron mi mente un tanto confundida. Frag un plan que mantendra en secreto para no involucrar a Anita ni a ella. Bajamos el cerro. Anita estaba muy contenta. Me gust verla as; corra alrededor de nosotros, jugaba con los flecos de su vestido rosado haciendo remolinos, intentaba cazar mariposas con sus pequeas manos. Todo era una fiesta para ella. Luego de unos minutos, cuando ya llegbamos a la ciudad, abraz a Lul a la altura de su cadera y me dijo: - Yo amo a mi mam Lul. Los ojos de mi polola empezaron a lagrimear con profusin. Tom las manos de ellas y caminamos unos veinte minutos hacia el paradero. Algo estaba sucediendo en mi corazn y, por vez primera, no puse objeciones.
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Hroe CAPTULO VEINTIDS Hoy fui a la Alameda y me ubiqu detrs de la Llama de la Libertad, en el Paseo Bulnes. Desde all llam por telfono a carabineros: - Buenas tardes, soy EL JUSTICIERO. Ser breve. Quiero entregarme en forma pacfica. Estoy frente a la Llama de la Libertad. Vengan a la una en punto. Si ustedes no estn aqu a esa hora, y con una comitiva de cien carabineros, no se materializar mi entrega. Otra condicin es que cierren la Alameda, desde Morand hasta Teatinos. Nos vemos. Seguro que los pacos alertaron a todos los medios de prensa pues a los cinco minutos, mientras algunos carabineros cerraban el tramo, los mviles de prensa ya realizaban los primeros contactos con sus respectivos centros de noticias. Pero antes de que esto ocurriera, llam a la Polica de Investigaciones: - Seor, le habla EL JUSTICIERO. Le explico. Quiero entregarme a la justicia. S que me buscan y no quiero vivir al margen de la ley. Los estar esperando en la Alameda, frente a la llama de la libertad, a la una en punto. Ah pueden apresarme con total seguridad. Si llegan despus, perdern la oportunidad. El ltimo encargo: lleven una escolta de cien detectives, quiero asegurar mi integridad. Hasta luego, gracias. Cinco para la una, tanto carabineros como Investigaciones esperaban; los primeros en el extremo que da a la Universidad de Chile, los segundos en el extremo que termina en la Estacin Central. Tres para la una decid salir de mi escondite, detrs de un rbol y me dirig con paso muy calmado hacia la huella de la 101
Roberto Flores Salgado avenida que estaba ya cerrada. Me ubiqu solo, justo en el centro. En ese instante, las cmaras fotogrficas empezaron a disparar sus rfagas de flashes sobre mi cuerpo. Me cubr el rostro. Los carabineros tenan estrictamente prohibido cruzar las rejas de contencin que yo haba solicitado para entregarme en forma pacfica. Una multitud se congreg tras las rejas. Santiago se paraliz por unos minutos. A la una en punto un comandante de carabineros empez a caminar hacia mi persona desde mi derecha, as como un subprefecto de Investigaciones se dirigi a m desde la izquierda. Ambos cuerpos del orden y seguridad observaban expectantes, tratando de actuar a la mnima orden de sus respectivos mandamases. - Buenas tardes, seor JUSTICIERO dijo el carabinero con voz marcial-, estamos aqu de acuerdo a sus requerimientos. Se dio cuenta de que el subprefecto haba llegado. Le hizo una reverencia y continu. - Acompeme, nuestro furgn lo est esperando. Me tom del brazo, me movi un poco. Salt el detective, me sujet de la otra ala: - Perdn, comandante, hemos llegado a un trato con el seor JUSTICIERO. Nosotros debemos llevarlo. Caballero, vamos, nuestros jeeps son ms cmodos que las picanteras que poseen los carabineros. El paco se molest. Me solt y llam al tira. Dialogaron a unos cinco metros delante de m. Seguro no queran que yo escuchara, pues hablaban en voz baja, pero con furia. Parecan ignorar que los camargrafos y los grficos de los peridicos abran sus lentes a full y estaban perpetuando esta disputa muda, pero evidente.
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Hroe No sabra decir quin golpe primero, pero lo cierto es que ambos, carabinero y detective, se trenzaron en una feroz ria de combos y patadas. Olvidaron sus uniformes y la diplomacia entre instituciones. Se agarraban, se hacan trizas sus camisas, sus caras enrojecan y contraan, temblorosas. Cayeron al suelo. Se revolcaron dos metros de ida, dos metros de vuelta. Luego se pararon y se observaron frente a frente. Los vrtices de sus bocas despedan sangre tibia. Sus peinados circunspectos se haban desarmado grotescamente. Cada cual tena en sus espaldas a sus respectivos hombres, que haban avanzado de los extremos al escenario, procurando defender a sus jefes. Entonces, ambos, en un gesto extraamente coincidente, alzaron sus diestras y gritaron enfurecidos: - Ataquen! Los que vi en ese instante fue la trifulca ms grande, ms dramtica y sangrienta que me ha tocado presencias en toda mi perra vida. Doscientos hombres trenzndose a golpes, sacndose la mugre, desgarrndose ropas, patendose en el suelo, vomitando dientes, orinando de dolor. Los civiles que presenciaban no quedaron ajenos a esta batalla campal: se sumaban al cuerpo de carabineros o al de investigaciones, segn eran sus simpatas. Los medios de comunicacin transmitan en vivo y en directo todos estos acontecimientos. Luego de media hora de lucha, los camiones del ejrcito llegaron al lugar, arrestando a cada uno de los integrantes de este horroroso pugilato. Lo bueno es que, en medio de estos hechos, sal gateando entre las piernas de mis eventuales captores, camin hacia el Paseo Bulnes y observ por televisin, sentado, tomndome un caf en un restaurante, esta muestra de violencia y animadversin que existe en los cuerpos de orden de mi pas. 103
Roberto Flores Salgado Por eso lo cuento con total tranquilidad, aunque lamento haberlo provocado.
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Hroe CAPTULO VEINTITRS Soy dolo de los punkies, los trash, los rastas, los gticos, los poperos y los romnticos. Admiran mi parsimonia y creatividad. Han comprado todos los suplementos de diarios que han aparecido con mi historia. Tambin el poster en el cual aparezco tapndome la cara, esa vez que rescat al suicida en el edificio de la Telefnica. Eso lo supe viendo las noticias de la tele en la maana. Tambin me enter de que mi casual mascota Plata va a filmar dos comerciales y una serie de televisin. Pero lo nico que quiero y hablo con sinceridad- es que dejen de hablar estupideces y se interesen por temas realmente trascendentes. En estos das me he preguntado cmo hacer para sacarme de encima esa batahola de gente que quiere saber de m. No odio a la gente, pero odio la morbosidad que hay en ella. Esa estpida mana de preocuparse de las vidas ajenas y no mirar el metro cuadrado que tienen delante de ellos. Contra todos mis pronsticos descubr, de manera casual, la solucin al dilema. Las noticias dicen que EL JUSTICIERO ha actuado en distintas ciudades del pas, de modo casi paralelo. Por ejemplo en Antofagasta. Dos desconocidos narcotraficantes aparecieron colgados de los brazos en la plaza. Un cartel que penda de un rbol ahorraba comentarios: Con estimacin y gratitud a la bella ciudad de Antofagasta. EL JUSTICIERO. En Arica, al da siguiente, el Cristo de bronce que est arriba del morro apareci con la cabeza pintada. Le dibujaron una contracara bonita. El epgrafe escrito en la base de concreto deca: Para la otra manden a hacer un mono no tan cabezn y con la nuca ms artstica, no como la que tiene ya que desde atrs la estatua parece El seor de las Moscas, y no es chiste. EL JUSTICIERO. 105
Roberto Flores Salgado En Valdivia, a las seis de la tarde de ese da, flotando en las aguas del Calle Calle, la polica encontr a una pareja de adlteros amordazados. Aunque sobrevivan, los pobres estaban ms machucados que membrillo de colegial. Flotaban gracias a una cmara de neumtico de camin en cuya superficie se lea en letras blancas: EL JUSTICIERO. En La Serena, el da siguiente, apareci un agente de una conocida financiera, luego de haber sido raptado por una hora. Quienes lo plagiaron, sin pedir rescate, lo dejaron en la pileta de la Plaza de Armas. El agente estaba disfrazado de saltimbanqui. En su gorrito de colores llevaba banderitas que decan: EL JUSTICIERO. Esto, en vez de perjudicarme, me favoreci: era imposible que un solo hombre pudiese haber cometido tales actos. Aqullos no posean conexin entre s, salvo claro est, por la firma aparecida en cada uno. Esto desconcert a la polica y a los medios de comunicacin. La gente cay en una psicosis colectiva. Todo Chile empez a hacer de EL JUSTICIERO una leyenda y le achacaban todo acto justo y noble que sucediera. Por eso creo descartaron seguirme la pista tan de cerca. Cmo un tipo tan ordinario como yo, flacuchento y comn poda cometer todo este tipo de atrocidades en contra de quienes se equivocan (hay mucha formas bonitas de nominar a la maldad), en lugares tan lejanos y al mismo tiempo? Analizo lo que pas con el Chupacabras. Primero empez con unos rumores en Calama. All aparecieron muertas unas pocas cabezas de ganado. Enseguida en el sur aparecieron muertas unas gallinas. En la carretera de Iquique hacia Arica, a unos tipos se les tir al camin un monstruo deforme. De ah las historias no pararon. Se hacan retratos 106
Hroe hablados de la bestia, se lo relacionaba con los ovnis, se conversaba de l en los programas de televisin, fue tema obligado para los humoristas. La gente vea en cualquier cosa al Chupacabras; se tejieron teoras ms similares a los cuentos de Garca Mrquez que a los estudios de la National Geographic. Luego de unos meses, el famoso Chupacabras nunca ms apareci. Las aguas se aquietaron. La prensa esgrimi otros temas para vender. Qu tal. As suceder con mi historia, estoy convencido. Por eso no dependo del aplauso. Confiar en l es como si Jess hubiera confiado en las palabras: Hosanna! que gritaba la gente a su favor, ya que esa misma gente fue la que grit, una semana despus: Crucifquenlo!. As es la fama. No s por qu cresta muchos la buscan. Mejor vivir tranquilo, sin sobresaltos, libremente. Aprovechando esta tregua, me dirig en la tarde a la poblacin La Legua. Baj justo frente a una sede social. Un extrao presentimiento me dirigi all. Sali una seora que tena un cartel de fotocopia que ubicara en una de las ventanas del local. La observ y mi mirada la alert. Me pregunt si poda ayudarle a pegar el papel. ste deca: Se suspende hasta nuevo aviso la reunin que Fosis iba a tener a las 18:30 hrs. Gracias. Antes de que ella lo pegara, tom la mano de la seora y le dije: - La reunin no se suspender. Debo decirle algo a los vecinos. - Es usted del Fosis? me pregunt. Le dije que perteneca a una agrupacin similar. No le revel que a la de los hroes. - Pero, de qu hablar? 107
Roberto Flores Salgado Le respond que de microeconoma y las bases para una organizacin ms efectiva, tanto en la vida personal como en la laboral y social. La gordita abri sus ojos, asombrada. Por fin los vecinos escucharan algo nuevo, no esa basura que estaban acostumbrados a or, cuyo propsito era enriquecer a los tipos de las ONG y solo dar placebos a las bases. La seora habl. Hara trizas el papel y convocara, en esos veinte minutos que quedaban, a los vecinos de alrededor, usando un megfono que tena a mano. Yo lo acompa por las calles. Varios nios se fueron sumando a nosotros. Al retornar, comprobamos que los pobladores comenzaban a colmar el recinto. Al presentarme, la seora no supo qu decir. Le dije al odo mi primer nombre. Nada ms. La gente estaba expectante. Me ubiqu en medio del pequeo espacio que serva de escenario. Empec contando la historia del vaso: Una mam dijo a sus hijos: dej un vaso en el comedor. Ve t primero, Juanito, luego me indicas qu viste. Fue Juanito. Ahora va a ir Pedrito. Fue Pedrito. Dganme qu vieron, dijo la mam. Juanito, muy cascarrabias, dijo: - Lo nico que vi fue un vaso medio vaco. Pedrito, alegre, dijo: - Yo vi un vaso medio lleno. Les expres a los vecinos que ambos nios de la historia haban visto el mismo vaso, pero la diferencia estaba en el modo en que interpretaron la informacin Juanito era pesimista. Pedro, muy optimista. - El problema no est en el paisaje, vecinos, el problema est en los ojos con que miramos ese paisaje conclu.
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Hroe Luego les habl que me pareca estpido que en el pas se invirtieran millones y millones pagando a economistas para que se preocuparan solo de la macroeconoma, es decir, de la economa vista en el mbito de empresas y cifras de ms de seis dgitos. Una, porque estos nmeros eran perfectamente inflables y otra, porque no afectaban directamente, sino de manera tangencial, al comn de la gente. Lo que debera ser poltica de estado, a mi modo de ver, era llevar el tema de la economa al comn de las personas, lo que yo denominaba microeconoma. sta tocaba al menos tres puntos: 1) El plano motivacional: inyectar optimismo y visiones renovadas a las personas. El xito est a las puertas, pero hay que ir e invitarlo. Slo esforzndonos lograremos las metas propuestas. 2) Mayordoma eficaz: Nada conseguimos con que los ndices de crecimiento estn bien si es que el padre de familia o la madre son desordenados en la distribucin. Aqu debe haber una escala de propiedades. He conocido a personas que tienen tres televisores, pero apenas pueden pagar el agua y la luz. Actualmente se vive solo para pagar, y eso est malo. Nos hemos vuelto tributarios de las financieras. Se acuerdan que en la Edad Media los campesinos le deban lealtad a los seores feudales y estaban obligados a darle, de por vida, el fruto de sus tierras? Hoy en da parece que se repite el cuento: nuestras cuotas son igualmente perpetuas y debemos lealtad aunque no por conviccin personal sino porque le tememos- a un invasor cuasi omnipresente llamado Dicom. No nos metamos en ms crditos. Si es 109
Roberto Flores Salgado necesario vivir modestamente para ahorrar y comprar algo til, nuestras mentes quedarn tranquilas de que por lo menos no les estamos regalando intereses a esas bestias insaciables. 3) Lo espiritual: muchos piensan que este plano es una mera tontera. Las caricaturas de los religiosos, creo, han favorecido esta imagen. Pero quiero ser pragmtico. Importa si un tipo es respetuoso y recto en una empresa? Claro, ese tipo no va a tomar lo que no le corresponde y va a evitar hacer pasar malos ratos a sus jefes y compaeros. Importa si un sujeto tiene fe y trata de cumplir los mandamientos que dicta dicha fe? Claro, pues va a querer llevar una vida de virtud, apartada de los vicios. Veamos a stos, los antivalores, como los peores enemigos de nuestro orden interno y externo. Si un tipo es dado al trago, es obvio que se va a gastar la plata en copete, la misma que puede invertir en otros gastos como alimentacin y vestuario. Igualmente, si un tipo es dado a visitar cahuines, seguro que va a gastar plata y va a pasar malos ratos en su casa con su mujer y consigo mismo. Igual con otros vicios como la pasta, la yerba y el zaque. Todo esto genera desajustes en nuestro presupuesto. En sntesis: cada vicio implica, en mayor o menor medida, un gasto de dinero que podra ser destinado a cubrir otros tems del presupuesto familiar. El tema de los valores es fundamental cuando hablamos de nuestras metas. Para algunos es slo obtener cosas materiales. Si usted piensa as, lo siento, su vida se teir de una odiosa e insoportable codicia que nunca le permitir estar satisfecho. Trate de que sus metas sean ms trascendentes. No confunda medios con fines. Tener cosas materiales es un medio para 110
Hroe tener comodidad, pero no el fin mismo. Valore las cosas simples de la vida, que son casi siempre gratuitas. Piense que el dinero no hace la felicidad. Cuando lo crea, comprobar que sta no est al final, en la meta, sino que es parte del camino (aplausos). Para finalizar, quiero decirles que la globalizacin nos est restando el sentimiento de la solidaridad caracterstico de las familiar o grupos pequeos. Piensen ustedes que nuestro pas, en los momentos difciles, ha unido a sus hijos, quienes en esos instantes olvidaron todos sus atados y dramas. Recuerden el ao 85, el terremoto. Ustedes saben lo peludo de esa poca: protestas, Chile dividido, pobreza, etc. El terremoto vino a ser la guinda de todo este postre. Sin embargo, nosotros, seres humanos, vimos esa catstrofe como una forma de ayudar al prjimo. Olvidamos nuestras posiciones polticas y tomamos una pala, donamos alimentos no perecibles y, junto al guatn Francisco, salimos a ayudar. Lo mismo suceda con los damnificados por las lluvias. Vean que cada problema que surge entre ustedes es una oportunidad. Una oportunidad para ayudar. Gracias. La gente salt de sus asientos, comenz a aplaudir, enfervorizada. Yo, que no esperaba esa reaccin refleja de la multitud, atin a observarla, imperturbable. Luego sal del saln. El gento me sigui. Queran hacerme su rey, su Mesas, su prximo diputado. Camin cinco minutos sin un rumbo definido, al cabo de los cuales observ hacia a tras: el pio me segua a unos tres metros, silencioso, para que yo no me enterase. - Vyanse, idiotas, el cambio est en ustedes, no en m! le grit. Uno de ellos, al escuchar, actu como si hubiese recibido una revelacin divina. Alz la voz: 111
Roberto Flores Salgado - Vecinos, es EL JUSTICIERO! Seguro haba ledo el libro: EL JUSTICIERO HABLA, publicado por una editorial transnacional. La tropa de vecinos atin a correr tras la declaracin funesta del individuo. Me persigui como por dos o tres cuadras, hasta que decid parar y agarrar un par de peascazos que lanc ciegamente hacia atrs. Al llegar a casa y encender la televisin, me enter de que los piedrazos haban dado en la frente de un jubilado y en la mandbula de una jovencita de veinte aos. Lo ms curioso es que no se mostraban molestos ni ofendidos, todo lo contrario: agradecan al JUSTICIERO que les hubiera dado la honra de ser castigados por l. Apagu la luz y dorm.
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Hroe CAPTULO VEINTICUATRO Hoy, al despertar, me acord de Lul. Coincidi en que el da estaba despejado y un rayo de sol penetraba desde la ventana hasta mi almohada. Ya no me asustan esos pensamientos. Dira que en un comienzo crea que traicionaba a mi madre. Toda mujer que conoca pasaba por su censura. No es que las llevara a casa y se las presentara a mi madre y luego ella dirimiera si deseaba que fuesen mis amigas o no. El asunto operaba de la siguiente manera: conoca a una tipa, la invitaba a comer una sopaipilla (el caso de Lul fue la excepcin) y diriga mis ojos a los de ella. Luego conversaba. Pero mi mente estaba en otro lugar. Pensaba qu opinin le merecera a mi madre esta mujer que tena enfrente de m. Ineludiblemente todas eran demasiado huecas, o demasiado infantiles o locas, sueltas o lo que fuera. La voz de mi madre en mi cabeza me atormentaba, pero slo en ella senta amor. Por eso acariciaba una y otra vez esos pensamientos pesimistas que me condenaban a quedar finalmente solo, situacin que ya haba logrado aceptar. Pero siempre hay momentos para cambiar la historia. Yo no s qu es enamorarse. En ciertas ocasiones miro a las parejas que se besan, caminan de la mano, conversan al odo y todas esas huifadas. A veces, esas costumbres me parecen estpidas. Qu sacan las parejas con todo esto? Son muestras de cario, me dirn. Entonces, por qu las mams no les dan besos con lengua a sus hijos? O por qu los abuelos no les piden pololeo a sus nietos? Hay momentos en que me cierro y no puedo entender ciertas costumbres. Pero ellas estn ah, antes que yo, as que no valen mucho mis cuestionamientos.
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Roberto Flores Salgado Lul es una mujer especial. Decir esto hace un par de meses atrs habra sido una hereja para mis labios. Me gustan sus rodillas, el dorso de sus manos, el lbulo de sus orejas, los remolinos de su pelo. Yo no s si es bonita. Qu es lo que determina la belleza en una persona? Bajo qu cnones calificamos la hermosura? Por eso no s si es bella. Me gustara regalarle una botella. Tambin una mata de ruda. Luego, un kilo de azcar. Todos los imbciles siempre les regalan lo mismo a sus pololas. Por qu no cambiar? Estoy cansado de ver a los papanatas enamorados que lo nico que regalan son bombones, flores o joyas. Debo confesar que en ciertas oportunidades me invade un pavor estrepitoso. Eso hace que no llame a Lul. Todo porque pienso que, de un da para otro, ella ya no sentir lo mismo por m, que una noche ir a dormir y al despertar mi rostro le sabr indiferente. Y si eso no ocurre, mi gran temor es invitarla a la casa y que huela mis calcetines, o entre al bao, despus de haberme sentado y me quiera dejar por mi pestilencia. Pero al parecer son estupideces, porque no conozco a nadie que defeque fragante o tenga las patas olor a lavanda. Todos somos hediondos y deben aceptarnos tal cual somos. No s con certeza si estoy enamorado, aunque s que definitivamente est pasando algo en uno de los alvolos de mi frentico e inquieto corazn. Me he propuesto el plazo de un da para decidir el camino que debo seguir en esta relacin con Lul. Creo que el amor no es solo algo sentimental. Tambin implica voluntad. Yo puedo decidir si amar o no amar. Se me hace pensar que los hombres y las mujeres en la actualidad, le den tantos privilegios a las emociones y sentimientos. stos son unos verdaderos dictadores que hacen lo que quieren con la vida de las 114
Hroe pobres personas y los causantes de innumerables fracasos en las relaciones de parejas en mi patria. Llevamos a cabo aquello que sentimos en el momento (alimentado por nuestros cinco sentidos), pero no lo que sabemos que debemos hacer por conviccin. Si yo me moviera por sentimientos en el plano laboral, si una maana no me dan ganas de ir a trabajar, debera llamar al trabajo y conversar con el jefe: Sabe qu, je fe? Hoy no ir a trabajar porque no siento ir a trabajar. Todos vamos a la pega porque debemos ir a la pega y punto. As tambin deberamos asumir el compromiso del matrimonio. Estar junto a nuestra pareja porque as lo hemos decidido y si hay problemas los solucionamos porque es nuestro deber. Luego de pensar, decid hacer una tarjetita para regalrsela a Lul. Tom una cartulina, la cort en un rectngulo y la dobl. Enseguida, dibuj un corazn. Pero no era un corazn como el del Chapuln, aquel con dos cerritos y punta hacia abajo. No. sta era con forma de puo. Le dibuj venas, aortas, arrugas y unas gotas de sangre. Abajo dibuj un hgado y una tripa en su costado. Con eso quiero expresarle que estoy sintiendo algo por ella. Yo s que nunca se usan esos dibujos, pero no me importa. Adentro copi un poema de Juan Luis Martnez. No era de amor. En realidad, no s de qu diantres era, pero poema al fin y al cabo. Puse la tarjeta en un sobre y dese que llegara maana para entregrsela. Luego me acost. En vez de contar ovejas para dormirme, cont jotes de colores.
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Roberto Flores Salgado CAPTULO VEINTICINCO Hoy mataron a un compadre que protestaba en su empresa. Un bus que iba con trabajadores que no estaban en huelga, pas encima de l y otros gallos. El pobre muri en el lugar. El resto result herido. Quien los mat no firm como EL JUSTICIERO. Menos mal. Todos dicen que el chofer tiene la culpa. Pero ste dice que recibi instrucciones con celular. Quin las dictaba? Seguro que un ejecutivo de la empresa. El funcionario involucrado en este confuso incidente le ech la culpa al celular. El celular delat a una conocida empresa de telecomunicaciones. Esta empresa se desquit con el gobierno. Lo acus de extremar las normas en cuanto a los lmites que deben poseer las antenas de telefona mvil. El gobierno, ni tonto ni perezoso, fij sus ojos en la modernidad del siglo XXI. La modernidad sac a relucir al inventor de los telfonos celulares. ste, arremeti contra sus predecesores, los telfonos fijos y estos ltimos contra su inventor, Alexander Graham Bell. El insigne creador, en conversaciones con el ms all, acus al Creador del Universo. Yo descubr las declaraciones de Dios leyendo esta tarde la Biblia de mi difunta progenitora. l deca que la culpa de todo y raz de todos los males es el amor al dinero. Creo que es una gran verdad. Luego recorr las calles cercanas a mi morada. Vi rostros tristes esta tarde. Todos conversaban sobre la muerte del trabajador. - Y eso que luchaba por un reajuste de quince mil pesos! deca una seora de la frutera, mientras observaba el avance noticioso de la televisin. Me qued all y escuch las declaraciones de los testigos. stas eran como sigue: 116
Hroe Alrededor de un centenar de trabajadores protestaban afueras de la fbrica de bicicletas en la cual laboraban, cerca de las 8:30 de la maana. A esa hora apareci un bus con funcionarios de la empresa que no haban adherido a la huelga. Los manifestantes, tratando de impedir el paso de la mquina al interior del recinto, formaron una barrera humana, tomndose de las manos. El bus esper unos minutos. - Tenemos que marcar tarjeta; si no, nos van a descontar los minutos! dijo uno de los trabajadores que viajaba en la mquina. - Pero estn estos compadres en la pasada respondi otro. - Es que vamos a quedar todos de irresponsables, no quiero manchar mi hoja de vida! grit un tipo que estaba sentado en el asiento cuarenta y dos, a un costado del bao asqueroso. Algunos dicen que el chofer llam a los ejecutivos; otros, en cambio, aseguran que no existi tal llamada, sino que el conductor quiso mostrar su celular porque recin lo haba comprado y deseaba que todos se enteraran de que tena uno nuevo: aquello le otorgara prestigio. Lo cierto es que la ltima sugerencia que recibi fue la siguiente: - Compadre, apriete el acelerador, pero con el embrague a fondo, que la mquina carraspee; entonces los tipos van a asustarse y se van a correr. Lo que sucedi despus no necesito explicarlo con mayor detalle, pues hacerlo sera caer en un juego de morbosidad y exhibicionismo intelectual y no estoy dispuesto a aquello. La frutera arda en gente. Algunos lagrimeaban de impotencia frente al lamentable hecho. Un viejito de unos noventa aos que estaba sentado a un costado de un cajn de 117
Roberto Flores Salgado duraznos, pens en voz alta: Esto es como en la pampa, por mi madre, cmo trabajbamos all en Humberstone, Santa Laura o Baquedano. Y pensar que mi padre falleci como un perro en la Escuela Santa Mara de Iquique, asesinado por luchar por un sueldo digno! Hasta cuando sufriremos frente a los que tienen la plata!. El caballero se limpi los mocos con la manga de su chaleco lleno de orificios. Sus ojos lagrimeaban de pena. Decid que este asesinato no deba quedarse as. Camin hasta la esquina y tom una micro. Mi deber era ir a la fbrica y exigir una respuesta del hecho al seor gerente. Aunque eran alrededor de las cinco de la tarde, consider que era buena hora para dirigirse al lugar. El viaje en micro fue incmodo. Me encontr con murallas rayadas: El Justiciero. Amo la anarqua. EL JUSTICIERO. No al crdito privado para las Ues. EL JUSTICIERO. El pase escolar es un derecho. EL JUSTICIERO. No al alza de combustibles. EL JUSTICIERO. Cristo vive. EL JUSTICIERO. No a la restriccin a los catalticos. E L JUSTICIERO. Cuando la micro lleg a Alameda con Santa Rosa, en la esquina en la cual existe un centro comercial y arriba de ste grandes carteles, me vi sorprendido: en una de estas fotos gigantes apareca mi rostro en la oportunidad que rescat al empresario de los muebles. En realidad, pens, es la nica que pueden usar, ya que no tienen ms retratos mos. El anuncio lo pagaba una marca de productos de bao. Deca: Quienes usan la cabeza necesitan un buen champ. BALLERINA. Sonre, aunque luego me enoj contra m mismo por haber dado la ocasin para me que retrataran. Baj la mirada y trat de olvidar estas incitaciones a la vanidad. 118
Hroe
Al llegar a la empresa, solo haba un guardia y un par de autos lujosos en el estacionamiento interior. Llam al compadre. Le dije que vena a conversar con el gerente. Me respondi si yo estaba loco, si no saba lo que haba pasado en la maana. - Lo s perfectamente, imbcil, por eso vengo y te las canto altiro: quin eres t, desgraciado, para tratarme as si apenas te conozco respond al tiempo que pate la puerta, maniobra en la cual el portero cay al suelo. Corr a las dependencias interiores del recinto. El segundo guardia no me persigui, ya que deba cerrar el portn, ayudar a su compaero y atender el telfono que sonaba, pero atin a alertar por citfono a otros guardias que rondaban al interior de la fbrica. El lugar de la secretaria estaba vaco. Seguro que se march antes ya que las labores, por ahora, haban finalizado. Sin ningn escrpulo, le di una patada atmica a una puerta en cuyo travesao se poda leer: sala de reuniones. Sentados en una mesa lujosa y grande, conversaban seis compadres, con las corbatas sueltas y las cabelleras tipo amanecer de da feriado. Al verme reaccionaron como si estuviesen esperando mi llegada. Me ofrecieron un caf y me acercaron un cenicero, por si fumaba. Rechac ambas invitaciones. Empec dicindoles si no tenan vergenza por lo que haban provocado. Uno de ellos me respondi que ellos no quisieron producir aquel desenlace. - Tarde o temprano, esto deba ocurrir, para que reaccionaran repliqu. Ustedes son unos animales 119
Roberto Flores Salgado ambiciosos; mientras sus trabajadores luchan por quince lucas, ustedes por quince millones, en esa proporcin; son unos babosos por la plata. Son capaces de dejar a sus mujeres, a sus hijos, por sumar dinero. Se iba a acabar el mundo por que los trabajadores entraran ms tarde hoy? Dan asco, cerdos asquerosos, capitalistas que pierden valores y escrpulos por llenarse los bolsillos de dinero y despus van a la iglesia una vez al mes y hacen obras de caridad para que sus conciencias queden tranquilas, aunque sea por un rato. Palabra de hombre, si hubiese tenido un revlver en la mano, disparo ahora mismo, estpidos. Uno de ellos dijo: - Pero aqu tengo uno! El resto baj la vista, como si esperaran el castigo. Yo supe que a ellos este triste acontecimiento no los dejaba indiferentes. Estaban apesadumbrados, mal que mal era una vida. Descart matarlos. Prefer golpearlos de a uno por uno hasta dejarlos buenos para nada. Me di media vuelta. Al salir, algunos camargrafos filmaban el lugar en que haba ocurrido el incidente en la maana. Intercambi un par de palabras con ellos, luego me largu. Media cuadra hacia arriba, sent ruidos tras mis espaldas. Me gritaban: JUSTICIERO, JUSTICIERO! Seguro se haban percatado de quin era yo. Sin inmutarme, hice parar la micro. Desde arriba grit a los camargrafos y periodistas: - Imbciles, preocpense de abrir conciencias, no de perseguir a hroes! Viaj agachado, ya que en la micro empezaban a percatarse de que yo era el mentado JUSTICIERO.
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Hroe CAPITULO VEINTISIS Hoy tom una decisin importante respecto de mi relacin con Lul. Sal de mi casa con la intencin de comunicrsela, ayudado por mi pilla tarjeta de corazn. Ojal no lo tome a mal, pronunci en voz baja mientras caminaba por la antigua calle de adoquines que queda cerca de mi casa. Al llegar a la esquina hice parar una micro y le dije al chofer si me poda llevar por doscientos. Me respondi que s, pero tuve que agacharme para pasar por debajo del fierro. Arriba del vehculo todo era normal. Slo algo me inquietaba: una jovencita de veinte aos, con la tremenda guata de embarazada, iba quejndose durante gran parte del trayecto. Al lado de ella, sobndole esa bola de carne y pronunciando palabras de consuelo, iba su madre. Al llegar a Gran Avenida, la parturienta ya no pudo ms. El chofer hizo bajar a todos los pasajeros y les dijo que se subieran gratis en la mquina que vena ms atrs. Aceler y se dirigi a un hospital cercano. Otra seora y yo nos quedamos para auxiliar a la mujer y a su madre. El trfico de vehculos, como nunca, era insoportable. La micro avanzaba tres metros cada dos minutos. En vista de esto el conductor llam a carabineros para que stos llamaran a la ambulancia. La gorda no saba cmo ponerse, gritaba del dolor. Yo, estpidamente, le echaba aire con un diario que me pas el conductor. Despus comprob que en vez de ayudar estaba puro tonteando. Como la embarazada ya no se poda contener, le dije que se agarrara de los fierros horizontales de la micro que estn en el techo y sirven para que los compadres se afirmen cuando van de pie. Luego le dije que se abriera de piernas. Tanto la mam, la pasajera que haba quedado y el chofer socorran a la joven en cada una de las 121
Roberto Flores Salgado rdenes que le daba. La mujer qued en X, mascando un paal que llevaba en su bolso. En ese instante, un lquido medio rojizo inici a ensuciar su pulcro maternal. Me ubiqu detrs de ella, la abrac bajo el par de senos llenos de leche y empec a cargar mis brazos hacia abajo. - Puja, hija, puja! le deca su madre. Me imagin su cuerpo como una ubre gigantesca que era apretada para que saliera no el lquido blanco, sino una personita. Al cabo de unos minutos sucedi el milagro: una pequea cabeza llena de sangre asom por entre las piernas de la parturienta. La abuela de la criatura atin a tirarla hasta que se dejaron ver los bracitos, piernas y un cordn oscuro que una el ombligo del monstruito con las entraas de su madre. - Es hombrecito, el hombrecito! gritaba asombrado el chofer. Ped una lana blanca o un hilo para cortar el cordn umbilical. La pasajera sac de entre sus pertrechos una pita limpia con la cual rode parte de ese embutido natural; luego amarr. Salt un poco de sangre. Not que faltaba la escena acaso ms esperada por todos los padres: el palmazo del mdico. Debo confesar que por primera vez sent escrpulos por golpear a un ser humano. Le he dado como tarro a muchos hombres, pero a esta criatura que nada malo haba hecho, por qu golpearla? El chofer tuvo el privilegio, segn ellos, de darle en el popn. La guagua grit como condenada; todos remos. El parto haba finalizado de manera exitosa. Dos minutos despus de que irrumpimos en risas y mientras la nueva madre limpiaba con un paito al beb, llegaron la ambulancia y un furgn de carabineros, No 122
Hroe deban verme. Me desped de la gente que presenci el parto, felicit a la madre y corr en direccin a la puerta para bajar y desaparecer. Me dieron las gracias. Yo, que estaba an anonadado por lo emocionante de la experiencia vivida, no rechac sus palabras de manera externa, aunque refleja e internamente s. Los ojos de la madre y abuela brillaban y me repetan las gracias. - Cul es su nombre? me preguntaron, ante lo cual slo dije: - EL JUSTICIERO. Luego hui, perdindome entre los autos y loa transentes que colmaban el sector. Este escape imprevisto, me cost caminar ms de la cuenta. Al llegar a una placita que quedaba a dos cuadras de la casa de Lul, sorprend a sta junto a Anita. La pequea se columpiaba en un balancn. Como no tena un amiguito cerca, mi polola se cargaba con su cuerpo en el otro extremo del tabln. Anita se rea de buena gana, estaba contenta. No quise interrumpir la comunin entre ambas. Me dediqu a observarlas y a escrutar cada uno de sus gestos que derramaban a sorbos sus corazones de mujer. Anita an me pareca lejana. No sala de la mocosa que conoc en la micro vendiendo rosas. Mi relacin con ella, ineludiblemente pasaba por la intercesin de Lul. No me la imaginaba cmo alguien cercano a m, mucho menos en el vnculo que mi madre supuso aquella noche en que nos viera juntos y se despidiera de la vida terrenal. No podra explicar qu razn me aislaba de ella y me impeda observarla con los ojos con que la contemplaba Lul. Celos, apata? Empec a desmadejar mi corazn. Cuando pequeo anhelaba tener un hermanito. Yo vea que mis vecinos y compaeros de curso tenan uno o varios. 123
Roberto Flores Salgado stos les pegaban, los mandaban a comprar al almacn o, simplemente, jugaban con ellos. Jugar entre dos siempre ha sido ms entretenido que hacerlo solo. Cuando le dije a mi mam ella me mir con cara de pena. Seguro que ya no confiaba en los hombres y tener una guagua sola era imposible. A lo ms prometi regalarme una mascota. Primero tuve un pollito llamado Pompn. Mi mam le puso as porque era chiquitito y amarillo. Un da le estaba dando maz en la mano, pero el pollo se envici y quera ms, as que empez a picar mi mano con su hocico. Me dej llorando. No encontr otra forma mejor que pisarlo. Qued todo aplastado el pobre. Luego la mam me trajo una gata llamada Canela. Era bonita. Les gustaba pasar su cuerpo por mi mano, se lavaba la cara mojndose las patas con su lengua spera. Un da empez a ponerse guatona y a mi mam no le gust nadita el asunto. La trat de loca, que no se cuidaba. Das despus pude ver el nacimiento de sus cras. Fue bacn. Pero la gata empez a comerse a sus guaguas y eso no me gust. La mat a palos por indolente. La ltima mascota fue una tortuga, igualita a la de Susana Cecilia del Japenning con Ja. Pero la tortuga era bien floja. Pasaba durmiendo. Nada que ver. Me aburri la muy zngana. Se iba a dormir todo el da, era mejor que muriera; era casi lo mismo. La dej en la calle y un camin la aplast en seco. La soledad fue la mentora de todas las estupideces que cometa. Actualmente muchos compadres hacen una y mil tonteras por la misma razn. Pregntenles a los dictadores, a los lderes autcratas. Me hubiera gustado no haber estado solo. Haber aprendido a renunciar al sentido de propiedad y, a su vez, asumir la virtud del dilogo y el acuerdo que se 124
Hroe supone tienen quienes son ms de uno en su familia. Hasta el momento he decidido por m mismo, pero se me hace un mundo decidir con otra persona a mi lado, cuya opinin es tan valiosa como la ma. Si me costaba querer a Anita era porque nunca tuve la conciencia de poseer algo propio, sin que mi madre se metiera entremedio. Por eso era tan marcado el rol de puente que cumpla Lul en esta relacin. Adems debo reconocer que, como cualquier hombre, muchas veces temo ser demostrativo y tierno; soy demasiado bruto. Y parece que a las mujeres les encantan aquellas virtudes. Ser. Al igual que el amor de pareja, el amor a una hija adoptiva es asunto de voluntad, ms que de sentimientos. Cmo no querer a una chica hermosa que ha sufrido los duros embates de la incomprensin, de los errores de sus padres y de las espaldas de la sociedad? Cmo no amar a Anita, que acostumbraba a contagiarme su alegra, aunque el smog arreciaba en la ciudad y los tacos en las calles eran insufribles? Hoy la vea columpiarse, mover sus trencitas de lado a lado, sonrer en blanco y negro y mostrar margaritas de sus mejillas. Qu rpido olvidan los nios las tristezas. Y nosotros, viejos, mientras ms rpido pasan los aos y se supone nos volvemos ms racionales, inteligentes y capacitados, ms nos cuesta olvidar y perdonar. Parece que la educacin media, la universitaria y los aos nos vuelven ms rencorosos, atadosos y fros. No quise cortar ese bendito momento de reflexin que mi mente realizaba. Tampoco era mi intencin impedir que Lul y su posible hija dejaran de jugar. A veces hay que dejar jugar a los adultos.
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Roberto Flores Salgado Seguro que maana tendra ms claras mis decisiones sobre mi compromiso con Lul y Anita. Decid dar media vuelta y comprar unos masticables en el quiosco de la esquina. Al llegar, un extra noticioso acaparaba la atencin del viejito que atenda y un vendedor de seguros que eventualmente pasaba por el local. Prest atencin. El periodista de TVN haca un despacho desde Gran Avenida. El nacimiento de un beb que pes tres kilos y ochocientos gramos, al interior de una micro, haba hecho detener el trnsito por alrededor de media hora. Entrevistaron al chofer de la mquina. Narr con lujo de detalles el incidente. La gente colmaba los alrededores del lugar. Luego se dio paso a un mvil que se encontraba en el Hospital Barros Luco. Entrevistaron a la mam de la criatura. Claro. Era la joven de veinte aos a quien haba ayudado a parir. Estaba feliz. Cont, al igual que el chofer, los pormenores del extraordinario parto. Agradeci a EL JUSTICIERO por haberla auxiliado y en su honor le pondra a su hijo: Justiciero Hernn Parra Pea. Al finalizar el despacho, el periodista me calific de mtico y extraordinario. Yo lament no tener un diccionario a mano. Tom una micro y me dirig a mi morada.
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Hroe CAPTULO VEINTISIETE Llegu a la casa de Lul a las siete de la maana, con el objetivo de encontrarla desarreglada y con la sbana marcada en la mejilla. Luego de esperar unos minutos abri la puerta un poco, sujetndola con la cadenita de seguridad. All pude verla toda chascona, con ojos entrecerrados de Garfield, sintiendo su tufo a mojn y ostentando la marca de la baba seca en su rostro. No abri la puerta totalmente, lo cual facilitaba perfectamente mis planes. - Disculpa, es que estoy horrible se excus. Yo le dije que no se preocupara, que todas las mujeres cuando se despertaban eran as de chasconas, hediondas y babosas. Sonri. Call por dos segundos. Baj mi vista. Luego dirig mis ojos a los suyos. - Lul, vengo a decirte algo, pero quiero que no lo tomes a mal. Mis ojos empezaron a lagrimear. - Promteme que no vas a llorar ni me vas a tratar mal, por favor. Lul se asust; abri los ojos y sus labios serpentearon. Su llanto esperaba expectante luego de mi fatal declaracin. - Lul, quiero casarme contigo. Mi polola empez a llorar y a gritar desenfrenada: - Estpido, yo saba que me ibas a hacer esto! Desgraciados, todos ustedes son unos desgraciados que nos ilusionan y luego nos clavan un pual! Fuera de aqu, imbcil, no te quiero ver nunca ms! Infeliz!
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Roberto Flores Salgado La ta de Lul, esa viejecita con cara de pollo, sali de su dormitorio al escuchar los gritos. Yo me asust y camin con direccin a Gran Avenida. Debo reconocer que estuve a punto de llorar. Despus de diez aos, hoy ocupaba mi flamante traje negro de graduacin y apretaba con mis manos un enorme ramo de flores de todos colores que llevaba para obsequiarle a mi amada y adentro, la manoseada tarjeta. La actitud de Lul me haca sentir como un estpido por haber rechazado mis pequeas y humildes atenciones. Seguro que se sinti humillada por mi declaracin matrimonial. Lo ms probable es que, de un da para otro, ya no representara nada para ella. Lul amaba a otro hombre ms apuesto que yo, que ola a bencina y que dejaba traslucir billetes de veinte lucas en el bolsillo frontal de su camisa italiana. Ya haba caminado tres cuadras de esta va dolorosa cuando, al detenerme para cruzar la calle, escuch unos gritos lejanos. Pronunciaban mi nombre. Me volte. Dos cuadras ms abajo una mujer de cabellos largos sueltos y vestidos transparentes (luego me di cuenta de que era slo una bata de dormir) corra entre la multitud que observaba perpleja. Era Lul. Detrs vena su ta y con ella Anita. Los cabellos de mi polola refulgan con el sol que a esa hora se abra paso entre las nubes bblicas del amanecer. Corra como en cmara lenta. Escuch msica romntica en mis odos. A medida que se acercaba a m su figura y su rostro se tornaban ms hermosos. En realidad Lul es la mujer ms bella del planeta. Los ojos de mi amada an denotaban huellas de las endechas proferidas. Me observ de pies a cabeza: zapatillas plomas, pantaln negro, camisa blanca, saco negro, peinado con gomina y con 128
Hroe un ramo de flores en la diestra. Me sent desnudo ante su mirada. - Perdn, pero qu me dijiste? pregunt, con ansias de escuchar la respuesta que imaginaba. - Te dije que si queras casarte conmigo respond. Hubo un silencio que me pareci fue de cinco horas. Frente a frente, yo y la mujer a quien amaba. La gente form una multitud alrededor de nosotros. Lul rompi esa armona de la soledad. - S, mi amor, s quiero casarme contigo! Me abraz y nos besamos largo, con lengua y suspiros. Al abrazo se sumaron Anita y la ta. La gente procedi a aplaudir. Les dije a mis amores que se alistaran, puesto que saldramos al Registro Civil y formalizaramos pronto lo acordado por ambos. La ta y la pequea salieron antes que nosotros, con el pretexto de ganar un lugar en la quizs larga fila que nos esperaba. Al salir del bao, Lul vesta su mejor traje. Se haba tomado el pelo, hacindose un tomate atrs. Se vea chinita debido al tensor de sus cabellos. Tom cinco minutos para maquillarse. Luego de observar todos sus perfiles en el espejo grande del living, salimos a la calle y tomamos una micro hacia el centro. Dos cuadras ms al norte, subi un cantautor con guitarra y armnica. Empez diciendo: - Damas y caballeros, tengan ustedes muy buenos das. La intencin por la cual me he subido a este medio de la locomocin colectiva es para dar a conocer el arte que realizo, el cual, espero sea del completo agrado de todos ustedes. Esta cancin se llama EL JUSTICIERO. 129
Luego de un par de acordes en su guitarra llena de sebo, escuch junto a Lul la cancin que el compadre amenaz con tocar minutos antes. Hablaba de que el hombre no puede vivir sin ideales. Todos tienen miedo a asumirlos, sobre todo cuando esto implica echarnos a la espalda a muchos tipos. EL JUSTICIERO era el hroe que todos esperaban, el smbolo identificatorio de una generacin que vivi en medio de la represin. Una de las estrofas deca que por qu no apareca, que el pueblo lo estaba esperando para que lo liberara de esta basura llamada sistema. Finalizaba con un puente en el cual la guitarra emita un arpegio a lo Silvio. ste deca: Y quizs nunca existas, en realidad, pero el anhelo te hace real. Lul encontr genial este homenaje y ech quinientos pesos al gorro del compadre. Yo, en cambio, le dije al sujeto que dejara de cantar estupideces. Slo all me di cuenta de que la polera del loquillo tena la figura en sombras de EL JUSTICIERO a lo ms Che Guevara. Casi lo agarro a coscachos, sin embargo, no lo hice pues recin me haba peinado y no quera llegar todo chascn a la ceremonia de mi matrimonio. Llegando al centro, percibimos las luces rojas entrecortadas de los furgones de carabineros tras nuestras espaldas. Dos motoristas se ubicaron al costado de la micro, mientras sta iba en movimiento. Comenzaron a lanzar miradas hacia adentro. Lul y yo pensamos en un primer momento que se trataba de un accidente. Luego, de la pesquisa de algn conductor imprudente. Nos asustamos cuando uno de los pacos motorizados apunt hacia nosotros. Trataron de adelantar a la micro y luego, hacer seas para que se 130
Hroe detuviera. No les result, pues un Lada antiguo iba carreteando adelante. Entonces bajaron la velocidad e hicieron un tro con el furgn que iba tras del bus. No se percataron de que la luz verde del semforo de la prxima esquina estaba parpadeando. El Lada alcanz a pasar con amarilla y nosotros con rojo an fresco. Ganamos un par de metros, los suficientes como para pegarnos la escurrida de que debamos escapar rpido. Tom la mano de Lul, bajamos de la micro y corrimos en direccin al Registro Civil. Por lo menos nos casaramos antes de que me apresaran. La Alameda era un hervidero de gente. Corrimos sorteando cada uno de los cuerpos, moviendo nuestros esqueletos como en una danza prohibida. All atrs quedaba la micro detenida por carabineros, quienes revisaron cada rincn del vehculo constatando finalmente que los habamos hecho lesos. Seguro que ta y Anita estara muy aburridas de tanta espera, pero se divertiran al conocer de mis labios esta escapatoria de pelcula de accin. Cruzamos por la huella a la otra vereda por la Estacin Unin Latinoamericana. Los policas empezaban a rodear el sector. La gente nos delataba con sus miradas cmplices. La persecucin haba alertado a los medios de prensa que filmaban desde helicpteros la maratn que realizbamos con Lul. Los paraderos por los que pasamos corriendo posean grandes fotografas con mi legendaria foto. Al pasar bajo un rbol, una rama me rasg el prpado. Llev mi mano hasta ese delicado lugar. Lul insista en que nos detuviramos para ver si la herida era muy grave. Le respond que no, que corriramos, que la polica ya nos detena, que seguro sacaron todo el rollo con el beso que nos dimos, por el cual nunca me arrepentira, pero la gente es tan 131
Roberto Flores Salgado sapa y seguro que en el beso me vieron la mitad de la cara tapada, as como en la nica foto que los diarios y los paraderos tienen de EL JUSTICIERO y llamaron a los pacos para que me detuvieran. Seguimos corriendo en direccin al Registro Civil, pero not que Lul cada cinco segundos oteaba hacia atrs. Mi mano en el prpado senta un tibio lquido escurrir nervioso. - Amor, la gente nos sigue! grit con total pavor mi enamorada. En breve me pegu el alcachofazo: corr cerca de tres cuadras cubriendo mi faz. La gente, al ver mi semi rostro, lo relacion enseguida con el de los insistentes carteles que irrumpan en cada rincn de Santiago y el pas; por eso toda esta multitud iba tras de su hroe. El sueo por fin se les cumpla. Entonces, mi pesadilla empezaba. Llegamos al Registro Civil, jugosos y brillantes. La mano de Lul y la ma permanecan adheridas una a la otra. Nos miramos y sent que la amaba ms que nunca y ms que nadie. Tras de nosotros el guardia cerr la puerta, dejando al gento afuera, a la prensa y a la polica que se asomaba en sus furgones, motos, guanacos y micros de ventanas enrejadas. La ta y Anita nos esperaban con las caras totalmente arrugadas por el enojo. La oficial civil tambin aguardaba. sta pregunt el porqu de tanto escndalo. Nadie saba a ciencia cierta quines ramos, pero se corra la voz de que all se casaran estos personajes clebres. Pens en la estrategia que seguira la polica: esperara que la ceremonia se llevara a cabo con total normalidad, enseguida, que saliramos del recinto y all, sin hacerse mayores atados, nos detendran en medio de la multitud. Pero luego pens que, como aquel lugar era pblico, los pacos tenan todo el derecho a entrar y 132
Hroe esposarme como un ruin criminal. Y as lo hicieron. Una vez que la oficial dijo unas cuantas palabras ledas de la Constitucin Poltica, y luego de habernos preguntado si estbamos dispuestos a firmar este contrato (aunque para m era mucho ms que un fro contrato), nos hizo firmar en un libro y enseguida rubricaron la ta y un compadre que se ofreci para fungir como testigo. Cuando nos besamos y la gente que estaba ah dentro nos ovacion de forma desmedida, un grupo de carabineros entr y se dirigi al lugar en que se realizaba la ceremonia. Al abrir, fue imposible detener el tumulto que trataba de observar el casamiento de su hroe. Los comentarios de la gente de afuera sacaron del empacho a quienes presenciaban en primera fila: se trataba nada ms ni nada menos que del enlace matrimonial del legendario, misterioso y extraordinario JUSTICIERO. Algunas seoras, al enterarse, se desmayaron de la impresin; el resto trataba de acercarse a m y abrazarme, agradecindome por mis actos nada de espectaculares que la prensa se encarg de divulgar durante todo este tiempo. El comandante de carabineros se ubic frente a m. El dilogo que sostuvimos fue el siguiente: - Vaya, vaya, vaya. Nada menos que un gran personaje casndose dijo el carabinero, sacando pecho, tratando de que las jinetas le brillaran-. Seor, tenga el favor de acompaarme, usted sabe por qu. - Qu difcil, seor carabinero, no s por qu cargos se me quiere llevar detenido! repliqu con total indiferencia. En eso, el otro paco, un narign alto y medio rubio empu la mano y grit colrico: - Entonces, quin es el hroe aqu, maldito hijo de perra? 133
Roberto Flores Salgado Me qued en silencio y mi mente abraz con total impotencia una densa nube de tinieblas. Pero, en medio de ese lapso en que no se escuchaba volar una mosca, una seora de unos 65 aos prorrumpi con valenta: - Yo. Yo soy hroe. Tengo que alimentar y darles educacin a cinco nios que recog de la calle. Luego de ella, a las espaldas de los pacos, se levant otro grito. Era un hombre macizo, de unos treinta aos: - Yo yo soy hroe. Estoy cesante desde hace cinco meses, pero de algn modo he parado la olla para alimentar a mis tres hijos. An no terminaba de hablar este tipo cuando, de pronto, se levant una seorita de pelo claro y liso: - Yo soy hroe. Estudio en las tardes y trabajo en las maanas cantando en las micros para pagar mi universidad. Un caballero de canas y de terno gastado pronunci tembloroso: - Yo soy hroe. Mi esposa tiene cncer hace cinco aos. No la he abandonado, sigo al lado de ella porque la amo y me esfuerzo en comprarle sus medicinas que son muy caras, aunque trabajo como zapatero en una poblacin. Una dama de traje cruzado con una gran carpeta en la diestra alz su voz, gallarda: - Seores carabineros, yo soy hroe. Soy profesora de un liceo de la periferia. Anita, mi bella niita pequea, llam nuestra atencin: - Yo soy hroe. Mi padrastro me maltrataba, pero ahora me saco buenas notas en el colegio y quiero ser doctora cuando grande.
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Hroe Extend mis brazos a la pequea, la levant y la bes. Dese que fuera mi hija desde ese da en adelante. El acabse fue cuando uno de los carabineros que formaba el comando de captura de mi persona, dio tres pasos adelante y frente a todos grit con voz marcial: - Mi comandante, yo soy hroe. Me levanto todos los das temprano y al despedirme de mi esposa y mi hijita de dos aos, les digo que slo Dios sabe si regresar con vida. El rostro del comandante denotaba profunda emocin. Saba que nuestro pas estaba lleno de hroes que ejercan su labor en el ms absoluto de los anonimatos. El instante le removi la fibra ms ntima del corazn. Comprenda que EL JUSTICIERO era slo el rostro visible de millones y millones de seres que cada da provocaban hazaas en sus entornos prximos. Entonces dos lgrimas brotaron de sus ojos y contagi de emocin al reto de los espectadores de este pequeo fragmento del gran teatro de la vida. Con el paso que daba, pens, estaba asumiendo verdaderamente la funcin de hroe que me corresponda: amar. No es esto una labor titnica? Baj a Anita de mis brazos, tom la diestra suave de Lul; ella a su vez, la de su ta y sentimos que nada nos separara, pues nos ambamos y ese vnculo era ms fuerte que cualquier separacin geogrfica. Alc mi voz y conclu: - S, seor comandante, yo tambin soy hroe, porque creo en un pas mejor en el cual desaparezcan las financieras, en el que la gente ame la vida frugal y simple, en el que deje de llorar por los problemas y abrace con alegra las esperanzas. No un pas capitalista, pero tampoco socialista, sino un pas ms humano. 135
Roberto Flores Salgado El comandante call por un largo rato. Dirigi sus ojos al suelo, pero como un mero acto reflejo, pues se notaba que una idea rebelde se contorneaba dentro de su cabeza. Dos segundos despus de mi conclusin, levant su vista y se dirigi a los hombres verdes que lo acompaaban: - Muchachos, bajen sus armas. Nuestra labor ha terminado. Hasta luego, seores. Abrac a Anita, a la ta y a Lul. A esta ltima le dije al odo que Anita sera nuestra hija. Ella me respondi con una sonrisa y una mirada hmeda de alegra. Al salir, medio Santiago nos aplaudi con fervor. Algunos alzaban pancartas con el rostro de EL JUSTICIERO, es resto gritaba consignas. Los periodistas nos rodearon con sus ensaladas de cables y micrfonos. Me hacan mil preguntas, como si con palabras se cambiara el destino de un pas. Yo les dije que entrevistaran a la gente de la pobla, a los hroes annimos que construyen la patria formando ladrillos con granos de arena. Tomamos un colectivo viejo que nos llev por mil pesos a nuestra casa. All, seguro, viviremos felices por el resto de nuestros das.
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