Giovanni Papini - El Libro Negro
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Giovanni Papini - El Libro Negro
Giovanni Papini
G i o v a n n i P a p i n i E l l i b r o n e g r o
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BIOGRAFA
Giovanni Papini, escritor italiano, nacido en Florencia un 9 de enero de 1881. Sus padres,
muy cultos, lo estimularon a escribir ya desde nio. A los 12 aos escribi algunos cuentos
como El amigo del estudiante y El len y el nio. A los 14 aos cre dos revistas manuscritas:
Sapiencia y La Revista.
A los 19 aos ense italiano en un Instituto Ingls y asisti, como oyente, a las
Facultades de Letras y Medicina, mostrando su afn de conocer de todo.
A los 20 aos ocup la ctedra de filosofa moderna en la Universidad de Florencia. En
1902 es nombrado bibliotecario en Florencia, lo que le dar oportunidad para seguir leyendo
con la misma avidez de antes y mayores facilidades. Publica diversos artculos sobre filosofa y
literatura. En 1903 funda la revista Leonardo, revista de ciencia, arte, literatura y que tuvo un
gran xito; alcanz a durar hasta 1906.
Con 23 aos participa en un Congreso de Filosofa en Ginebra y despus en el Congreso
de Psicologa celebrado en Roma.
Papini tiene ahora 24 aos y publica El crepsculo de los filsofos, una obra muy
polmica, pues atacaba a Nietzsche. En esta obra Papini muestra ya muchas dudas religiosas.
Se casa con una mujer catlica, se confiesa y hace la primera comunin.
Publica dos nuevas revistas La Voz y El Alma.
Conoce en 1911 a Marinetti y entre los dos inician una crtica futurista a Italia, que no
deba, segn ellos, ser conocida slo por sus museos, deba estar a la altura de Pars, fecundo
en arte contemporneo. Escribe Mi experiencia futurista contra las Academias. Tras su
conversin, se separ de Marinetti.
En 1914 deja el Futurismo estando en Pars. Propugna el ingreso de Italia a la guerra
mundial, pues vea en ello una fuente de regeneracin de Italia. Pens alistarse como
voluntario, pero un defecto a la vista le impidi tal incorporacin. El futurista Bucconi haba
muerto. En 1919 escribe La Nueva Italia en la que lanza una diatriba a todas las instituciones:
"Cerremos todas las universidades, museos, conventos...", dice.
Escribe, por esta poca, La Vida de Cristo, en la que denuncia que a Cristo lo conocen los
italianos por la idea de los pintores renacentistas, un Jess de escayola, en un establo
gracioso, un nacimiento de juguete. Y propone Papini al Cristo de la dura realidad de su
nacimiento. En 1912 public Palabra y Sangre, obra en la que habla Dios, son unas Memorias
de Dios. Conoce entonces a San Agustn, a quien llama alma gemela y escribe su vida.
Despus escribe Gog, unos cartapacios que, segn Papini, le entreg un loco y que ahora l da
a conocer. En esta obra ataca a Lenin por no documentado y suprimir al individuo. 1939
escribe Italia ma en la que apoya a Mussolini como regenerador de Italia. 1944 se encuentra
en Florencia. Estaba escribiendo El juicio final, pero fue desalojado de su casa. Se refugi en
los franciscanos de Lucano, haba all 1200 personas refugiadas. El P. Samuel se encarg de
viajar a su casa y en un camin rescatar la biblioteca. Papini viste de franciscano, como los
otros refugiados. Luego se incorpora a la Tercera Orden y su seora a la Orden de las Claras.
Ya en Florencia escribe Cartas de Celestino VI en las que aboga por la santidad. En 1945
escribe Miguel ngel, Dante y San Agustn. En Miguel ngel polemiza sobre sus amores
dudosos con un joven, a quien el pintor admira con toda castidad; defiende al pintor a
propsito de la tumba de Julio II, una tumba excesiva, con sus esclavos, la Virgen, Moiss...;
una tumba para cuya construccin se pedan indulgencias a los fieles. Miguel ngel tiene
grandes dudas, pues quiere hacer una cosa grandiosa y, a la vez, sabe que aquello es un
pecado. A los 72 aos ya ciego, dicta a su nieta Anna El Diablo, ltimo libro. A los 75 aos
escribe el ensayo La felicidad del infeliz, donde defiende, como mxima felicidad, la oracin.
Muere el 8 de julio de 1956. Sus letras marcaron toda una poca y tuvieron honda influencia
en la literatura italiana, as como le allegaron al autor el reconocimiento internacional.
Polemista apasionado, Papini dej en su autobiografa, Un hombre acabado, una melancola
en pginas que para muchos representa su obra maestra. En palabras de Jorge Luis Borges,
"Si alguien en este siglo es equiparable al egipcio Proteo, ese alguien es Giovanni Papini, que
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alguna vez firmara Gian Falco, historiador de la literatura y poeta, pragmatista y romntico,
ateo y despus telogo". El propio Borges dice que "hay estilos que no permiten al autor
hablar en voz baja. Papini, en la polmica, sola ser sonoro y enftico". En estos cuentos
apenas se escucha la voz del autor son narraciones en murmullos. El lector de estas pginas
recorrer los laberintos compartidos y enigmticos de la intimidad humana. Los personajes
parecen fantasmas desconocidos; figuras que slo aparecen en las pginas de un libro y, al
mismo tie mpo, delatan rostros que vemos todos los das en los espejos. Papini narra con una
sencillez y claridad cuya lectura no slo entretiene sino tambin provoca. Que un hombre sea
preso de l mismo, que los hombres se puedan apropiar de los dems, que las almas sean una
mercanca cotizada y que nuestros propios retratos sean caras cambiantes; nos provoca una
reflexin personal ms all de los prrafos. Papini tambin provoca al escritor que todos
deberamos llevar dentro; parecera entonces fcil emular sus fbulas, continuar sus cuentos y
seguir su ejemplo de letras, pero esta provocacin es engaosa, pues pocos han logrado
narraciones de tal perfeccin como la alcanzada por Papini en estos breves cuentos. Quiz la
provocacin ms evidente de estas pginas sea la inevitable invitacin a proseguir la lectura,
pues como todos los grandes escritores, Papini es un autor que no slo debe leerse, sino que
se deja releer fcilmente y se es el mejor homenaje que le podemos rendir.
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INDICE
1. BIOGRAFA...........................................................................................................2
2. INTRODUCCIN..................................................................................................6
3. ADVERTENCIA ....................................................................................................7
4. VISITA A ERNEST O. LAWRENCE ...................................................................9
5. UNA FIESTA PAVOROSA.................................................................................11
6. EL TRIBUNAL ELECTRONICO........................................................................13
7. EL POEMA DEL HOMBRE................................................................................15
8. VISITA A WRIGHT.............................................................................................17
9. LA BIBLIOTECA DE ACERO............................................................................19
10. EL ASTRONOMO DESILUSIONADO..............................................................21
11. VISITA A MOLOTOV.........................................................................................23
12. NOTICIAS DEL MAS ALLA..............................................................................25
13. LA FABRICA DE NOVELAS.............................................................................28
14. EL ENEMIGO DE LA NATURALEZA..............................................................29
15. EL PADRE DE CIEN HIJ OS...............................................................................31
16. EL PIANISTA CELEBRE....................................................................................32
17. LA IGNORTICA ...............................................................................................34
18. DEL MSCULO AL ESPIRITU.........................................................................36
19. UNA VISITA A LIN-YUTANG..........................................................................37
20. VERDUGOS VOLUNTARIOS...........................................................................39
21. EL MERCADO DE NIOS.................................................................................41
22. UNA VISITA A OTORIKUMA...........................................................................42
23. EL DESQUITE DEL SALVAJ E..........................................................................44
24. EL INSTITUTO DE REGRESION......................................................................46
25. EL ENTONTAMIENTO PROGRESIVO............................................................48
26. EL EJ ERCITO DE BAADUR..............................................................................49
27. EL NAVEGANTE AEREO SOLITARIO............................................................51
28. LAS VENUS FEAS..............................................................................................53
29. EL ELOGIO DEL FANGO..................................................................................55
30. LA INTERROGANTE DEL MONJ E..................................................................57
31. EL MUSEO DE LOS DESPOJ OS.......................................................................59
32. LA UNIVERSIDAD DEL HOMICIDIO.............................................................60
33. RETIRO MARINO...............................................................................................62
34. LA MUERTE DE LA ISLA .................................................................................63
35. ASCENZIA...........................................................................................................64
36. EL CONGRESO DE LOS PANCLASTAS..........................................................66
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37. MUERTE A LOS MUERTOS..............................................................................68
38. LA PREDICACION DE LA SOBERBIA............................................................70
39. EL FIN DE LOS PERSEGUIDORES..................................................................72
40. LA J UVENTUD DE DON QUIJ OTE..................................................................74
41. COLOQUIO CON GARCIA LORCA .................................................................76
42. EL PRIMERO Y EL ULTIMO.............................................................................77
43. LA REVUELTA DE LOS ACTORES.................................................................79
44. VISITA A SALVADOR DAL ............................................................................81
45. LA VENGANZA..................................................................................................82
46. EL GRAN SABIO................................................................................................84
47. EL NICO HABITANTE DEL MUNDO...........................................................86
48. EL OPTIMISMO DE LEOPARDI .......................................................................87
49. VISITA A MARCONI ..........................................................................................89
50. LA HUMANIDAD DE MARMOL......................................................................91
51. ITALIA ES DESPOJ ADA DE SU BELLEZA.....................................................92
52. VISITA A PICASSO............................................................................................94
53. VISITA A VORONOV.........................................................................................96
54. EL ABATE Y LAS PECADORAS......................................................................98
55. QUIERES LA PAZ?.........................................................................................100
56. MUERTO POR EL AMOR................................................................................103
57. LA RESURRECCION DE LA MATERIA........................................................105
58. UNA CONVERSACION CON PAUL VALERY..............................................107
59. LA POESIA DEL OCTOGENARIO..................................................................108
60. DEL ODIO..........................................................................................................109
61. TODO POR REHACER.....................................................................................110
62. EL REGRESO....................................................................................................112
63. ANCIANOS Y NIOS.......................................................................................114
64. LA HISTORIA UNIVERSAL A VUELO DE CUERVO..................................116
65. VISITA A HITLER............................................................................................118
66. LA SUBLEVACION DE LOS DIOSES............................................................120
67. VIDA IGUAL A MUERTE................................................................................122
68. EL NEOCOSMOS..............................................................................................124
69. LA CONVERSION DEL PAPA.........................................................................126
70. VISITA A HUXLEY ..........................................................................................128
71. EL MASCULINISMO........................................................................................130
72. LOS VENDEDORES DE IMPOSIBLES...........................................................132
73. EL PARAISO HALLADO NUEVAMENTE.....................................................134
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INTRODUCCIN
El genio inagotable del gran escritor italiano Giovanni Papini, que con su sola presencia
llena casi medio siglo de la literatura europea, nos ofrece, con EL LIBRO NEGRO, una muestra
insuperable de su prodigioso talento, que sabe armonizar la ms desenfrenada stira con un
lirismo conmovedor; el humor ms hiriente con el diagnstico exacto de los males de nuestra
poca. EL LIBRO NEGRO es un desfile de personajes verdicos (Molotov, Picasso, Wright, Dal,
Hitler, Valery, Huxley, Marconi, Lorca, Voronov) y de otros totalmente imaginarios: su trama
es la exposicin de problemas polticos, morales, sociales, psicolgicos y teolgicos,
desarrollados con la perspicacia y la hondura del autor de la "Historia de Cristo" y de "El
Diablo". Papini, en su Advertencia preliminar, justifica el ttulo de su obra, que guarda cierta
relacin con las pginas de "Gog": "Le puse ese ttulo, elegido exclusivamente por m, porque
las hojas del nuevo diario corresponden casi todas a una de las edades ms negras de la
historia humana, o sea a los aos de la ltima guerra y del perodo postblico.". EL LIBRO
NEGRO es una obra que se lee con verdadera pasin, que subyuga desde el principio, y que no
es posible abandonar hasta que no hemos finalizado este maravilloso viaje a travs del tiempo
y del espacio.
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ADVERTENCIA
Hace un ao me lleg para antes de Navidad una carta firmada por Gog. Proceda de un
puerto de Escocia y deca as:
Querido amigo:
El que le escribe no es un fantasma, sino aquel extrao nmada enfermo de los nervios,
siempre enfermo y siempre nmada, a quien conoci usted hace ya veinte aos en una casa
de salud escondida entre los rboles.
Hace muchos aos le en la edicin norteamericana la seleccin que usted hiciera de las
cartas por m remitidas. Juzgo que la seleccin fue bastante buena, y he de confesar que en
esas viejas pginas volv a hallar gustosamente una lejana imagen de m mismo, as como
tambin el recuerdo vivo de algunos seres humanos a los que conociera en tiempos pasados.
Su libro hizo que me dedicara otra vez a escribir el diario, labor abandonada por las recadas
en mi malestar habitual.
Continu recorriendo la tierra sin meta ni objetivo, tal como antes lo haca, tomado nota,
sin mayor orden, de lo que vea y oa en mis caprichosas y desvariadas peregrinaciones. Le
ruego me haga saber si le agradar leer esta segunda parte de mi diario. Tambin de ella
podr hacer el uso que le agrade, traduciendo y publicando lo que juzgue mejor. Escriba o
telegrafe a la direccin abajo indicada. Sinceramente, de Ud. Atto. y S. S.
Gog.
Telegrafi en seguida al New Parthenon, la casa de campo del excntrico multimillonario,
hacindole saber que me agradara muchsimo recibir y leer lo que tan cortsmente me
brindaba. No obtuve respuesta ninguna, pero al cabo de tres meses y desde un puerto de
Mjico, me lleg un voluminoso paquete lleno de hojas escritas o mquina. Lo le todo con
suma atencin y curiosidad y, al igual que la vez primera, hice una especie de antologa de
aquel original y abundante diario. Esa seleccin es la que ofrezco ahora a los innumerables
lectores de Gog esparcidos en todos los Pases del mundo, y la titulo: EL LIBRO NEGRO.
Le puse ese ttulo, elegido exclusivamente por m, porque las hojas del nuevo diario
corresponden casi todas a una de las edades ms negras de la historia humana o sea a los
aos de la ltima guerra y del perodo postblico. Har notar que prescind de algunos
fragmentos que me parecieron demasiado escandalosos y dolorosos. Hay en la naturaleza de
mster Gog, junto a una morbosa avidez intelectual, un no s qu de sdico, y de esta su
crueldad, aunque ms no sea terica y platnica, quedan trazas incluso en las pginas por m
traducidas. Procediendo igual que en el pasado, Gog se ha acercado a los hombres ms
clebres y representativos de nuestro tiempo y las conversaciones mantenidas son casi
siempre sorprendentes y reveladoras. En este volumen podrn conocer los lectores, por
ejemplo, el pensamiento de Molotov y de Hitler, de Voronov y de Ernest 0. Lawrence, de Pablo
Picasso y de Salvador Dal, de Marconi y de Valery, de Aldous Huxley y de Lin Yutang. La
mayor novedad de esta segunda parte del diario es, si no me equivoco, el descubrimiento de
muchas obras de escritores famosos, hasta ahora desconocidas. Gog ha tenido siempre el
placer, ms an, la mana de coleccionar. Nos dice que compr en Inglaterra una coleccin de
autgrafos de Lord Everett, coleccin que slo contena trozos y esbozos de obras inditas, y
por su parte, el mismo Gog se ha esforzado por enriquecer esa preciosa coleccin con otras
adquisiciones. As, pues, los lectores hallarn aqu, por vez primera, noticias referentes a
obras, ignoradas por completo hasta el presente, de Cervantes y de Goethe, de William Blake
y de Robert Browning, de Stendhal y de Vctor Hugo, de Kierkegaard y de Miguel de Unamuno,
de Leopardi y de Walt Whitman. Estas solas e inauditas revelaciones bastaran para que EL
LIBRO NEGRO fuera uno de los acontecimientos literarios ms singulares de estos tiempos.
Adems, e igual que en tiempos pasados, Gog ha encontrado en su camino seres humanos
paradojales y lunticos, preconizadores de nuevas ciencias y nuevas teoras, a cerebrales
maniticos y locos sueltos, a cnicos delincuentes y visionarios. En su conjunto esos seres
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ofrecen un retrato fantstico y pavoroso, satrico y caricaturesco, pero ms que nada, me
parece, un retrato sintomtico y proftico de una poca enferma y desesperada ms que
nunca. Esto que parece diversin, para los espritus ms vigilantes puede ser un saludable
adoctrinamiento. Esta seleccin hecha en la nueva cosecha de las experiencias de Gog, me
parece mucho ms sabrosa e importante que la realizada veinte aos ha. Me agradara que
esta misma opinin fuera compartida, una vez llegados a la ltima pgina, por todos los
lectores de EL LIBRO NEGRO.
Giovanni Papini. Florencia, 5 de noviembre de 1951.
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VISITA A ERNEST O. LAWRENCE
(O ACERCA DE LA BOMBA ATMICA)
Los Angeles, 2 de diciembre.
Han pasado ya bastantes meses desde la explosin de la bomba atmica en Hiroshima, y
acabo de conversar con el ilustre fsico al que se debe principalmente esa terrorfica invencin.
No es nada fcil acercarse al Profesor Ernest Lawrence, porque los sabios atmicos, como los
ms famosos gngsters, son celosamente custodiados. Pero tena un grandsimo deseo de
conversar con el inventor del ciclotrn, con el descubridor, junto con Oppenheimer, del nuevo
mtodo que logr la escisin de los tomos y que permiti la fabricacin de la flamgera
bomba. Despus de varios intentos fracasados logr conversar con Lawrence. Ms que nada,
anhelaba conocer o adivinar si se haba planteado el problema de la responsabilidad moral que
implica el espanto invento en el que particip con otras pocas personas. No perd mi tiempo
pidindole dilucidaciones cientficas que l se habra negado a hacer y que por mi parte no
hubiera sido capaz de comprender. En cambio, y con franqueza brutal, le pregunt
Qu experimenta usted, mister Lawrence, ante el pensamiento de los estragos
debidos a su descubrimiento, y de los otros, quiz ms vastos, que sobrevendrn en el futuro?
El mortfero profesor no se alter lo ms mnimo, me respondi con una calma angelical:
Quiero suponer, mister Gog, que usted sabe, por lo menos de un modo general, qu es
la ciencia y cmo ha sido siempre, al menos desde Tales en adelante, la pasin de los sabios.
stos no se preocupan en lo ms mnimo de las posibles consecuencias prcticas, sean tiles o
nocivas, de sus investigaciones y de sus teoras. Tan slo se proponen elaborar hiptesis y
mdulos capaces de dar una representacin aproximada y una interpretacin plausible del
universo y de sus leyes. Los fundadores de la nueva Fsica nuclear: Rutherford, Niels Bohr y
dems, no pensaban ni prevean que sus descubrimientos daran a los hombres, ms adelante,
la capacidad de fabricar una bomba capaz de aniquilar, en pocos segundos a millares y
millares de vidas. Tan slo queran penetrar los secretos del tomo, de esa ltima parte de la
materia que por espacio de tantos siglos haba parecido ser indivisible, mostrndose refractaria
a cualquier anlisis. Resumiendo: queran conocer y no destruir. Yo mismo, con el ciclotrn,
me propona simplemente acelerar los movimientos de esas partes electrificadas, y esto para
una finalidad exclusivamente experimental. Luego vinieron los militares los polticos, quienes
quisieron servirse de nuestros descubrimientos para uno de los objetivos mximos de las
competencias mundiales: la abolicin rpida y en masa de las vidas humanas. Esta es la
eterna tragedia del hombre: no puede menos que indagar, explorar, conocer, y casi siempre
sus descubrimientos hacen sobrevenir catstrofes y muerte. La fsica nuclear es el acto ms
trgico de esta tragedia: por haber querido revelar los secretos del tomo el hombre tiene
ahora en sus manos el medio para destruirse a s mismo, para destruir la vida en todas sus
formas, quiz para destruir al mismo planeta.
Comprendo perfectamente, le respond, pero a pesar de todo ello, no experimentan
alguna vez el escalofro del remordimiento? No estara mejor renunciar al deseo del
conocimiento a fin de ahorrar las vidas de los seres humanos?
Le har observar, replic el profesor Lawrence con su voz tranquila, que la hecatombe
de vidas humanas no debida a las enfermedades y a la vejez, es mucho mayor, en aos de
paz, que la debida a la bomba atmica. Esta hace muchas vctimas en un minuto, mientras
que las otras causas hacen muchsimo ms, pero diseminadas y esparcidas tanto en el espacio
como en el tiempo. Hagamos algunos nmeros. Sume a todos los que mueren asesinados por
sus semejantes con armas o con venenos, a los que se matan con sus propias manos, a los
que son deshechos por los automviles, a las vctimas de choques y siniestros ferroviarios, a
los que arden en los aeroplanos incendiados, a los que se ahogan en los ros o en los
naufragios martimos, a los obreros que son triturados por las mquinas, a los mineros que se
asfixian sepultados en las minas, a los que son ahorcados o fusilados por sus delitos, a los que
son alcanzados por los tiros de la polica en los movimientos o motines y a los que son barridos
por las ametralladoras, a los que mueren carbonizados en los incendios y explosiones, a los
que fallecen de golpe en los certmenes de box o en las carreras de automviles, a los
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fulminados por la corriente elctrica y a los alcanzados por los txicos en los experimentos
cientficos. Y tenga en cuenta que dejo a un lado a las vctimas de los terremotos, de las
erupciones volcnicas, de los rayos, de los deslizamientos de tierra y de los aludes. Cuente tan
slo los seres humanos que mueren por causas estrictamente humanas, y ver que cada ao y
en todo el mundo alcanzan a varios millones, que son muchsimos ms que los muertos por la
condenada bomba atmica. Pero, como esos pobres cadveres se hallan diseminados en todos
los pases, y son segados por muerte no natural y violenta en distintos das y meses, entonces,
nicamente los estudiosos de la estadstica llegan a tener conocimiento de los pavorosos
totales; por eso es que el hombre comn se conmueve y excita ante el episodio de Hiroshima,
y no piensa en esas otras calamidades, mucho mayores, que acontecen todos los das y en
toda la superficie de la tierra. La compasin no alcanza a ser homeoptica, sino que es
suscitada nicamente por el exterminio simultneo y en masa. Y, sin embargo, tambin en las
innumerables atroces muertes de cada, da hay siempre responsables: fabricantes, tcnicos,
conductores, criminales, perezosos, descuidados, ignorantes, etc. Por lo tanto, por qu
nicamente yo habra de sentir remordimiento, yo que trabaj antes que nada para acrecentar
los conocimientos del universo que posee el hombre, yo, que nicamente por obligaciones de
ciudadano colabor en la construccin de un arma que deba vindicar y proteger a mi patria?
La conversacin ya haba durado demasiado tiempo, y el profesor Lawrence me despidi con
breves palabras.
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UNA FIESTA PAVOROSA
Miami, 3 de mayo
Mi ex socio Samuel Puppenheim, que continu en los negocios hasta hace poco tiempo,
me invit a una fiesta por l ideada para inaugurar su grandiosa y suntuosa villa de Florida.
Cen con l y con su esposa; me caus la impresin de que estaba gozosamente nervioso. Me
dijo repetidas veces
Vers algo que jams se ha visto; abre bien los ojos y aguza bien los odos a fin de no
perder nada de este espectculo nico. Comenzaron a llegar los invitados; eran pocos, pero
hombres que, sumados en conjunto, representaban varios miles de millones de dlares.
Samuel nos condujo al teatro de la villa: un vastsimo anfiteatro con gradas de mrmol y
almohadones de terciopelo, rodeado enteramente por espesas hileras de conferas oscuras. La
fiesta comenzara con un ballet que tena este curioso nombre: Trada, terceto, terno. Sobre
un palco situado en medio del anfiteatro, y que de golpe fue inundado con rayos de luz solar,
aparecieron tres figuras multicolores, inmviles, enigmticas. La primera tena el rostro
dorado, la cabellera verde y una mrbida capa de color trtola. El rostro de la segunda era de
color plateado, la cabellera azul y la capa verde cobre. La tercera tena un rostro blanqusimo,
como yeso, el cabello de color rojo fuego y la capa con los colores del pavo real. No se les
vean ni los brazos ni los pies, porque las tres figuras estaban envueltas en amplias tnicas
que llegaban hasta el suelo. Ni siquiera se poda saber si eran hombres o mujeres aquellos
espectros coloreados agigantados por la clida luz de los proyectores. Se oyeron los primeros
compases de una msica tejida con disonancias quejosas, y las tres comenzaron a moverse, a
inclinarse, a girar sobre s mismas, a perseguirse y agruparse; ya se ubicaban
triangularmente, ya retrocediendo con lentitud, el busto echado hacia atrs. Se oy un
fragoroso golpe seco, causado por un instrumento irreconocible pero diablico, y los tres
espectros cayeron juntamente, extendidos, supinos, y as permanecieron inmviles, como
cadveres, hasta que se apagaron las luces. A1 cabo de breves momentos el anfiteatro fue
baado por una claridad cndida, como producida por muchas lunas. Se vio entonces una red
de delgados hilos de acero, red que se sostena entre negros y elevados pilares. Cada uno de
esos hilos se pareca a los que se tienden en los circos para las proezas de los equilibristas,
pero eran muchos y estaban dispuestos en direcciones varias, formando diagonales y multitud
de ngulos. Junto a m estaba Samuel, quien me susurr al odo
Ahora vers y oirs recitar el ltimo acto de Lucifer, de Vondel, por actores
funambulescos. Sabes que en esa famosa tragedia del mximo poeta holands, todos los
personajes son ngeles y, por lo tanto, est bien que la representacin se desarrolle all
arriba, por encima de la tierra. En efecto, en aquel instante aparecieron algunos jvenes con
aspecto de ngeles. Tenan en las espaldas grandes alas, sus rostros eran luminosos; se
movan sobre aquella tenue red de acero, suspendidos sobre el vaco y a gran altura, y
comenzaron a declamar los apretados y elocuentes versos de Vondel. Pronto reconoc a
Lucifer, ms alto que los otros, provisto de inmensas alas de terciopelo negro; escuchaba
impertrrito, erguido hacia lo alto, los reproches y menosprecios de Rafael y Miguel. Los
ngeles rebeldes podan ser reconocidos porque llevaban mscaras de lneas faciales ms
crueles y se movan furiosamente de un lado para otro, caminando sobre los hilos del fondo,
como condenados prestos para precipitarse en los abismos.
Escuch con paciencia los poticos apstrofes del gran Vondel, mas, para ser sincero,
dir que no hallaba en ello una gran diversin. La nica emocin era causada por la
temblorosa espera, como suele acontecer en las exhibiciones acrobticas, ante la posibilidad
de ver que alguno de aquellos audaces actores cayera cabeza abajo y se hiciera pedazos en el
suelo. Concluy el acto y se apagaron las luces. Sigui luego una larga pausa de silencio y
oscuridad y finalmente se vio una gran luz rojiza, de incendio, que pareca llover sobre el palco
situado en el centro del anfiteatro, y de repente se vio la orquesta ms extravagante que
fantasa humana pueda imaginar. El vasto palco estaba completamente ocupado por una
pequea multitud de desechos humanos, de miserables fantasmas de la decadencia y la
miseria. Pude descubrir a viejos jorobados vestidos con harapos, a mutilados y enfermos
cubiertos con deshilachados gabanes negros, a mujeres viejas y deformes con desesperados
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rostros de epilpticas e histricas, brujas con las greas enredadas y la mirada feroz, enanos
deformes haciendo contorsiones de payasos, viejos ciegos que alzaban al cielo sus pupilas
muertas. Cada uno de aquellos despojos humanos llevaba un instrumento musical, uno de
esos viejos y seculares instrumentos que ahora se ven solamente en los grabados de Callot o
en los caprichos de Goya; violas panzonas, flautas ms largas que un telescopio, trompas
enormes arrancadas de quin sabe qu orquesta infernal, tambores altos y estrechos como
columnas quebradas, arpas africanas, guitarras sesquipedales, atabales y putip napolitanos,
castauelas de marfil y salvajes tamtam de bronce. Apareci el director, semejante a un
esqueleto, vestido con atuendo de noche, y en vez de la batuta comn alz en el aire un
grueso palo de billar. A ese movimiento, todos aquellos haraposos y revueltos msicos
comenzaron a tocar, cada uno por su lado, y el anfiteatro se llen de silbidos, de sollozos,
estruendos, estertores, acordes estridentes, de frases musicales rabiosas y lacerantes que
hacan pensar en un concierto demonaco. Mir lleno de espanto aquellos rostros
transfigurados y desesperados, algunos plidos como los de los agonizantes, otros hmedos y
colorados como de dementes delirantes. Y cuanto ms tocaban ms se sacudan y agitaban;
los mutilados golpeaban sobre la tarima con sus muletas o pies de madera, los jorobados
enarcaban la cerviz como gatos enormes dispuestos a combatir, las mujeres parecan
sacudidas por crisis convulsivas. Y en un momento dado no se contentaron con tocar sus
desarmnicos instrumentos sino que comenzaron a cantar, a gritar, a aullar, a silbar, a ulular,
como pretendiendo transformar aquella satnica sinfona en la exasperacin de un crescendo
frentico y demonaco. Algunas de las mujeres rodaban por tierra, los lisiados pretendan
danzar en medio de aquel conglomerado de carne repugnante, el esqueltico director,
siguiendo un ritmo imaginario, golpeaba las cabezas calvas y tiosas de los msicos ms
prximos a si. Como Dios quiso concluy aquella bacanal sonora de endemoniados
contrahechos; se apagaron las luces y callaron las voces. No poda ms con el disgusto y el
horror que senta. Me levant para huir, mi amigo Samuel se dio cuenta y me pregunt
No te gust mi fiesta?, no ha sido quizs el espectculo ms original que se haya
realizado en este pas? Le respond que la fiesta haba sido magnifica y sorprendente, pero que
senta necesidad de descansar. Corr a mi automvil y a gran velocidad regres a mi hotel. El
ruido del mar me pareci una meloda dulcsima.
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EL TRIBUNAL ELECTRONICO
Pittsburg, 6 de octubre.
La construccin de mquinas pensantes ha progresado muchsimo durante los ltimos
aos, especialmente en nuestro pas, que ostenta ahora el primado de la tcnica as como
Italia tuvo en sus tiempos el primado del arte, Francia el de la elegancia, Inglaterra el del
comercio y Alemania el de las ciencias militares. En estos das se realizan en Pittsburg los
primeros experimentos para utilizar mquinas en la administracin de la justicia. Despus de
haberse construido cerebros electrnicos matemticos, dialcticos, estadsticos y sociolgicos,
ya se ha fabricado en esta ciudad, fruto de dos aos de trabajo, el primer aparato mecnico
que juzga. Tal aparato gigante, con un frente de siete metros, se alza en la pared de fondo del
aula mayor del tribunal. Los jueces, abogados y oficiales de justicia no ocupan sus lugares
habituales, sino que se sientan como simples espectadores entre las primeras filas del pblico.
La mquina no tiene necesidad de ellos, es ms segura, precisa e infalible que sus reducidos
cerebros humanos. Como nico ayudante el enorme cerebro tiene a un joven mecnico que
conoce los secretos de las innumerables clulas fotoelctricas y de las quinientas teclas de
interrogacin y comando. El nico recuerdo del pasado que se ve en la mquina es una
balanza de bronce que corona platnicamente al metlico cerebro jurdico. La primera
audiencia del novsimo tribunal comenz hoy por la maana, a las nueve horas. El primer
imputado fue un joven obrero de la industria siderrgica, acusado de haber asesinado a una
jovencita que se le resista. El acusado narr a su modo el hecho, y otro tanto hicieron los
testigos. Luego, el tcnico oprimi un botn para preguntar a la mquina cules eran los
artculos del cdigo que deban aplicarse en el caso. En un cuadrante iluminado aparecieron
inmediatamente los nmeros pedidos. El mismo cerebro, debidamente manejado por su
secretario humano, concedi las atenuantes genricas, y pocos segundos despus, en otro
cuadrante, apareci la sentencia: veintitrs aos de trabajos forzados para el joven asesino.
Un distribuidor automtico vomit un cartoncito en el que estaba repetida la sentencia, el
inspector de polica recogi este cartoncito y condujo fuera al condenado. Apareci luego una
mujer, quien de acuerdo con la acusacin haba falsificado la firma de su patrn para
apoderarse de algn millar de dlares. Este segundo proceso se despach an con ms
facilidad y rapidez: se encendieron algunos ojos amarillos y verdes en la frente del cerebro
jurisconsulto, y al cabo de un minuto y medio apareci la sentencia: dos aos y medio de
crcel. El tercer proceso fue ms importante y dur algo ms. Se trataba de un espa
reincidente, que vendi a una potencia extranjera documentos secretos referentes a la
seguridad de nuestro pas. El interrogatorio, hecho por la mquina mediante seales acsticas
y luminosas, dur por espacio de varios minutos. El acusado solicit ser defendido, y el
cerebro mecnico, despus de reconocer el buen derecho de la demanda, mediante un disco
parlante enumer las razones que podan alegarse para atenuar la vergonzosa culpa. Se sigui
una breve pausa y en seguida otro disco respondi punto por punto, en forma concisa y casi
geomtrica, a aquellas tentativas de disculpa. El asistente consult a diversas secciones de la
mquina, y las respuestas, expresadas inmediata y ordenadamente mediante signos brillantes,
fueron desfavorables al acusado. Finalmente, despus de algunos segundos de silencio
opresivo, se ilumin el cuadrante ms elevado de toda la mquina: apareci, primeramente, el
lgubre diseo de una calavera, y luego, un poco ms abajo, las dos terribles palabras: silla
elctrica.
El condenado, un hombre de edad mediana, muy serio, de aspecto profesoral, al ver
aquello profiri una blasfemia, y luego cay hacia atrs contorsionndose como un epilptico.
Aquella blasfemia fue la nica palabra genuinamente humana que se oy en todo el proceso.
El traidor fue tendido en una camilla de mano y gimiendo desapareci de la sala silenciosa. No
tuve voluntad ni fuerza para asistir a otros cuatro procesos que deban ventilarse aquella
misma maana. No me senta bien, una sensacin de nuseas amenazaba hacerme vomitar.
Era aquello el efecto de algn manjar indigesto tomado en el desayuno, o tal vez
consecuencia del siniestro espectculo que implicaba aquel nuevo tribunal? Regres al hotel y
me tend en la cama pensando en lo que haba visto. He sido siempre favorecedor de los
prodigiosos inventos humanos debidos a la ciencia moderna, pero aquella horrible aplicacin
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de la ciberntica me confundi y perturb profundamente. Ver a aquellas criaturas humanas,
quiz ms infelices que culpables, juzgadas y condenadas por una lcida y glida mquina, era
cosa que suscitaba en m una protesta sorda, tal vez primitiva e instintiva, pero a la que no
lograba acallar. Las mquinas inventadas y fabricadas por el ingenio de los hombres haban
logrado quitar la libertad y la vida a sus progenitores. Un complejo conjunto mecnico,
animado nicamente por la corriente elctrica, pretenda ahora resolver, en virtud de cifras,
los misteriosos problemas de las almas humanas. La mquina se converta en juez del ser
viviente; la materia sentenciaba en las cosas del espritu... Era algo demasiado espantoso,
incluso para un hombre entusiasta por el progreso, como yo me jacto de serlo. Necesit una
dosis de whisky y algunas horas de sueo para recuperar un poco mi serenidad. El tribunal
electrnico tiene, sin duda, un mrito: el de ser ms rpido que cualquier tribunal constituido
por jueces de carne humana.
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EL POEMA DEL HOMBRE
(DE WALT WHITMAN)
Cambridge (Mass.), 3 de febrero.
Me llegu hasta esta Universidad para consultar a un clebre estudioso del poeta Walt
Whitman. Entre los manuscritos inditos que hay en mi coleccin figura el primer esbozo de un
desconocido poema del famoso autor de Hojas de Hierba. El sinfnico vate de Manhattan, hoy
en da algo relegado a la sombra, pero que segn mi juicio contina siendo la voz ms potente
e inspirada de la Amrica del Norte, como l mismo lo deca, era "el poeta de lo universal". Y
un da pens en traducir en un grandioso canto la historia universal de los hombres, la
dolorosa, ardua, vergonzosa y gloriosa aventura del gnero humano, desde los moradores de
las cavernas a los redentores de continentes "Poseemos, escribe Walt Whitman en una
anotacin, el poema de Aquiles y de Ulises, de Eneas y de Csar, de Tristn y de Orlando, de
Sigfrido y del Cid, pero hasta ahora ninguno ha cantado el poema del Hombre, del hombre en
todas las tierras y de todas las pocas, del que venci en milenios de gestas, a sus grandes
guerras, desde la guerra contra la naturaleza hasta la guerra contra s mismo. Cantar la
epopeya que no es de un solo hroe ni de un solo pueblo, sino la de todas las naciones y de
todos los hombres. Quiero ser el primero en cantar el canto de los hijos de Adn, quiero ser el
Homero de la especie humana toda.
"Los historiadores, escribe Walt Whitman en otra anotacin, incluso los ms grandes
historiadores, narran los acontecimientos de los seres humanos, as como un buen periodista
describe los delitos perpetrados en la noche y las ceremonias realizadas durante el da. Son
escritores diligentes, tranquilos, plcidos, fros; no olvidan ni un nombre ni un episodio, pero
olvidan lo que es ms importante: las profundas pasiones y las terribles locuras de los
prncipes y de la plebe, aquellas locuras que son el drama y la unidad de las historias
particulares y separadas. La historia universal no es una coleccin de crnicas y de
panoramas, es una tragedia humana y divina que se desarrolla en millares de actos, una
tragedia tumultuosa y sublime con sus protagonistas y sus antagonistas, con sus apoteosis y
sus catstrofes; un gigantesco poema pico en perodos de llanto y de tripudio que ha tenido
un prlogo, pero todava no ha alcanzado su eplogo."
Este manuscrito propiedad ma tiene por ttulo El Poema del Hombre, y juzgando por el
rpido sumario que tengo ante mis ojos, hubiera sido la obra ms amplia y ambiciosa de Walt
Whitman. En su Prlogo en el Cielo, que tan slo por el ttulo recuerda al Fausto de Goethe, el
poeta habra querido cantar el nacimiento y la juventud de la tierra desde que se separ del
sol, astillas separadas de fuego rutilante y errante, hasta que a travs de transmutaciones y
revoluciones se cubri con vapores y barro, con ocanos ilimitados e islas inmensas. Aquel
llameante fragmento de la estrella madre lleg a ser, como lo vemos hoy en da, la habitacin
y el reino del hombre. La verdadera historia del planeta comienza con la aparicin del hombre.
Los primeros seres humanos viven en cavernas como los animales, se cubren con pieles de
animales, se alimentan con carne de animales, se muerden y despedazan entre si como
animales, se unen libremente como animales, pero poco a poco se elevan del medio animal, se
iluminan con la inteligencia, transforman la piedra en arma, el arma en arns, la caverna en
casa y en templo, convierten el abrazo ciego en amor, el brujo se hace sacerdote, el sacerdote
se convierte en monarca, los cazadores se transforman en pastores, stos en agricultores, las
primitivas hordas salvajes se reducen a tribus ordenadas, las tribus llegan a ser los pueblos y
naciones. El hombre llega a ser dueo del fuego, del buey, inventa la rueda y el arado,
aprende a sembrar, a pintar, ennoblece los gritos guturales convirtindolos en lenguaje
articulado; los smbolos diseados llegan a ser escritura inteligible. Pero el hombre debe
combatir, combatir siempre, combatir eternamente. Su guerra primera se libra contra el
hambre, contra las bestias, contra la naturaleza misteriosa y amenazadora, contra las tribus
rivales, contra los que abusan del poder para aprovecharse de l y oprimirlo. El hombre
siempre ser guerrero, combatiente, hroe: deber combatir contra los hielos y las heladas,
contra las marismas y las corrientes, contra la oscuridad y el terror nocturnos, contra la selva
venenosa y la furia de los mares; finalmente combatir contra sus reyes e incluso contra sus
dioses. Los hombres trazan con caminos los desiertos y las selvas, vencen y pasan las
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montaas, se enseorean del viento y con los remos golpean las olas para navegar velozmente
sobre los ros y los mares, alzan pilastras de material y columnas de mrmol, construyen las
casas de Dios y las moradas de los monarcas, modelan en piedra las imgenes de los muertos
y de los nmenes, construyen las metrpolis. Pero, la guerra entre el hombre y el mundo,
entre el hombre y el hombre, jams se interrumpe, nunca cesa. Las ciudades coligadas o
conquistadas se dilatan transformndose en reinos e imperios, los imperios luchan entre s
para lograr el dominio sobre las ciudades, y los reinos crecen, florecen, triunfan, decaen, se
derrumban. Se levantan otros imperios que a su vez se pudren y se arruinan. El Occidente se
encrespa con el Oriente, ste se lanza contra el primero, Asia contra Europa, Europa contra
Africa, continente contra continente, raza contra raza, religiones contra religiones. Las
migraciones de los nmadas provocan nuevas guerras, las invasiones de los brbaros obligan a
nuevas luchas, los pueblos vrgenes e incultos que se asoman por vez primera al teatro de la
historia se abren camino mediante guerras. Menfis y Tebas quedan destruidas, Babilonia y
Perspolis son incendiadas, Atenas y Roma se ven asediadas y saqueadas; desde el Norte y el
Este acuden ros humanos de caballeros velludos, hambrientos de trigo, de lujo y de sol,
salvan los confines, cruzan los mares, someten y despojan a los antiguos seores ahora
reblandecidos. Mientras tanto, los emperadores hacen asesinar y son asesinados, los nuevos
reyes ordenan carniceras y a su turno concluyen siendo sacrificados. Y a pesar de todo, a
pesar de esa sangre y ese odio, de esa ferocidad y esas traiciones, los hombres sobreviven y
se renuevan. Se levantan nuevas metrpolis en el lugar de las que cayeron
o fueron destruidas, se hallan y reaparecen las obras maestras que yacan sepultadas,
los poetas cantan las gestas de los dioses victoriosos y de los hroes vencidos, los filsofos
procuran hallar la esencia del mundo y la del alma paseando a lo largo de las orillas del Iliso o
en los prticos de Atenas, coros de vrgenes y de ancianos cantan en teatros abiertos, bajo el
cielo mediterrneo, lamentando la inexorabilidad del Hado, se alzan anfiteatros, curias y
baslicas semejantes a moradas para cclopes. Sobre los milagros esparcidos ac y all se
levanta ya el canto armonioso de los rapsodas, ya el resonar de las trompetas, ya el alarido de
empenachados depredadores. Pero... un da, en el establo oscuro de un escondido pueblecillo,
en medio de un pueblo despreciado y esclavizado, nace un nuevo Dios que con su sangre
rescata al mundo, que con su palabra renueva al mundo, que con su muerte abre el horizonte
hacia una nueva vida. Desgraciadamente, el manuscrito de Walt Whitman se detiene aqu, sin
tener en cuenta que mi descarnado resumen le ha hecho perder lo mejor de su luminosidad.
Quedan todava algunos otros fragmentos, pero tan desligados y tan lacnicos que no es
posible reconstruir el conjunto del poema que habra sido la obra maestra de un titn, y tal
cual lo tengo es tan slo la sombra de un sueo demasiado grande. Habr alguna vez en la
tierra un poeta tan inspirado y heroico, capaz de retomar y llevar a trmino la "sinfona
inconclusa" de Walt Whitman?
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VISITA A WRIGHT
(O ACERCA DE LA ARQUITECTURA DEL FUTURO)
Taliesin (Wisconsin), 15 de noviembre.
Vine a esta spera y fra regin slo para conocer personalmente al viejo arquitecto
Frank Lloyd Wright. Los yanquis, compatriotas suyos y mos, lo admiran poco y lo quieren
todava menos, quiz porque tiene el valor, inconcebible en esta nacin, de declararse
enemigo de las grandes metrpolis y de los rascacielos. Y es precisamente a esa clase de
hombres, de los que combaten a la imbecilidad universal, a los que yo procuro conocer, de
modo que he realizado un largo e incmodo viaje para encontrar a Wright. Apenas supo que lo
buscaba me invit a tomar el t en su escuela. Estaba solo. Es un anciano alto, andar por los
ochenta aos, de aspecto sano, hombre resuelto, muy serio, de ojos vivaces en los que brilla
un malicioso orgullo. Me habl as:
"Ya que procura verme sabr sin duda, por lo menos aproximadamente, cules son las
ideas bsicas de mi revolucin arquitectnica. Todo lo que los arquitectos han hecho hasta
hoy, con muy pocas excepciones en el Medievo y en el Japn, ha sido un ridculo error. Es
preciso renunciar y suprimir todo lo que se superpone a la naturaleza, lo que es fruto de la
vanidad y de la estupidez del hombre: las fachadas, las moles, las simetras, el gusto, el fasto,
la ornamentacin, la grandiosidad, la ostentacin, la acumulacin, el edificio que tiene por
objeto causar un estupor esttico, la ciudad destinada a la convivencia sofocante y gregaria.
Todo lo que deforma, enmascara y sobrepasa a la naturaleza, es un delito. Si usted acepta el
parangn, yo vengo a ser el Rousseau de la arquitectura. Mis edificios se insertan hbil y
amablemente en el ambiente natural y agreste, inspirndose en las creaciones naturales; he
hecho una casa que se parece a un bosque, otra que imita a un pjaro con las alas
desplegadas. Pero ahora quiero adelantarme an ms, como sola cantar mi viejo amigo Walt
Whitman. La arquitectura, incluso tal cual yo la entiendo, no es ms que un aditamento a la
naturaleza, una violacin impertinente y parasitaria del paisaje. El gnero humano debe cesar
ya de obstaculizar y de afear los santos y libres campos con sus desmaadas construcciones
de piedra, de hierro y de cemento. Y tenga presente que en esta condenacin no excepto ni
siquiera a mis construcciones del pasado. De ahora en adelante es preciso buscar las
habitaciones del hombre en la naturaleza misma, donde existen desde antes, prontas y
hospitalarias: bastarn unos pocos retoques y algunas adaptaciones. Una cueva montaesa
alisada y ampliada, un antro acomodado con oportunos trabajos, una bella caverna provista de
las comodidades indispensables, una grieta razonablemente ajustada, el crter de un volcn
apagado bien dispuesto con di visiones de lava, una gruta espaciosa repartida sabiamente con
muros secos, de roca, el clido hueco del tronco de un rbol gigante y secular; he ah las
moradas de hace cien siglos, he ah las moradas del futuro. Hasta ahora admir a los
medievales y a los japoneses, hoy en da ya los rechazo y solamente admiro a los divinos
primitivos, a los geniales paleolticos y neolticos. Los rascacielos son un insulto lanzado a la
naturaleza,
o sea a Dios; las cavidades naturales, insertadas de tal modo en la naturaleza que
formen parte natural de la misma, son las nicas habitaciones perfectas, porque significan
nuestra renuncia total a la jactancia humana que quiere levantar moles de murallas, enfticas
y superfluas, sobre la sagrada virginidad de los prados, de los bosques y de las montaas. Y es
usted la primera persona a la que revelo el ltimo y definitivo progreso de mi revolucin
arquitectnica. La verdadera arquitectura, la arquitectura del futuro, de acuerdo a mi juicio,
consiste en la supresin de toda forma de arquitectura. Mi revolucin deba desembocar,
lgicamente, en la destruccin de la arquitectura. A partir de ahora el arquitecto no ser mas
que el descubridor y ajustador de las grutas y las cavernas. La vieja arquitectura ha muerto...
viva la arquitectura eterna!
Apenas ces de hablar, el viejo Frank Lloyd Wright comenz a rer calladamente; era una
risilla sarcstica que haca ver una especie de doble teclado en los que haba teclas de marfil
antiguo y de oro nuevo. Luego me sirvi una segunda taza de t y me ofreci un bizcocho
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duro. Pero no quiso decir una palabra ms sobre sus teoras. Finalmente, sus ojos me dijeron
con toda claridad que deseaba estar solo.
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LA BIBLIOTECA DE ACERO
Boston, 20 de diciembre.
Una carta de recomendacin firmada por mi viejo amigo Gabriel Pascal, me oblig a
recibir y escuchar a mister Harry Golding, profesor de papirologa en no s cul universidad en
los Estados del Sur. Ese profesor es un hombrecillo bajo, ms amarillo que un mongol, tiene
cabellera apretada, larga y blanca, que hace pensar en una peluca. Me dijo claramente que se
diriga a m despus de haber sufrido rechazos de parte de muchas instituciones y gobiernos.
Usted sabe bien cul ser la horrenda suerte reservada a todos los pases del mundo,
sin exceptuar al nuestro, en el caso desgraciadamente no imaginario de una tercera Guerra
Mundial. Hoy en da los hombres disponen de medios tan espantosos, que ninguna ciudad,
pequea o grande, podr salvarse de la destruccin. Las bibliotecas privadas y pblicas,
receptculos de material precioso e inflamable, desaparecern una despus de otra, y si la
guerra se prolonga largamente se vern convertidos en nubes de polvillo negro los testimonios
de tres milenios de civilizacin, de pensamiento y de poesa. Del genio creador que existiera en
el decurso de treinta siglos no quedarn ms que lacerados fragmentos o nombres huecos, y
tal vez ni siquiera eso quedar.
Es preciso proveer desde ahora, desde hoy, si es que el Apocalipsis tiene una prrroga,
para poner a salvo por lo menos los frutos ms famosos del ingenio humano, de modo que los
brbaros futuros, cuando comiencen otra vez la obra de recivilizacin subsiguientemente al
cataclismo, puedan hallar esos frutos y nutrirse de los mismos. No es suficiente sepultar las
bibliotecas, porque el papel es materia muy perecedera y delicada: est demasiado sujeto a
muchas clases de destruccin.
Por todo ello he pensado en proponer una biblioteca en que las obras esenciales de la
humanidad estn grabadas en una materia dura y duradera, o sea en acero. Algunos libros
sern grabados ntegramente; otros, menos importantes, en una seleccin o florilegio. Todos
sern bilinges, o sea que irn acompaados de traducciones fieles. Las obras griegas con su
versin latina, las latinas con su traduccin italiana, las italianas con la francesa, las francesas
con la inglesa, las inglesas con la alemana, y as sucesivamente. Toda obra, grabada
profundamente en slidas lminas de acero, con informaciones precisas acerca del autor y de
la poca, ser amurallada ordenada en vastos subterrneos acorazados y blindados,
construidos en una regin desrtica, alejada de las ciudades. Gruesas pilastras de acero
inoxidable e indestructible sealarn el lugar elegido, sirviendo de guas a los investigadores
que sobrevivan al cataclismo.
Un comit internacional elegir las obras dignas de ser conservadas en la Biblioteca de
Acero. Por razones evidentes de espacio y de gastos no podrn ser ms que unas pocas
docenas. Por mi parte ya he hecho mentalmente un catlogo provisional, y si no le es molesto
le har conocer algunos de los ttulos. Interrump al profesor Harry Golding para decirle que
no me molestaba, pero que, en lo referente a la eleccin de los libros, confiaba por completo
en su juicio, y aad
Soy un pobre ignorante, y mi opinin sobre ese tema, en caso de tener la osada de
elaborar una opinin, no tendra utilidad ninguna.
De ninguna manera! exclam el ictrico hombrecillo. Usted est llamado a cargar
con los gastos de esta biblioteca y tiene el derecho de saber acerca de la misma. No le quitar
mucho de su tiempo, puesto que necesariamente la lista es breve.
El Antiguo y el Nuevo Testamento sern los primeros libros que se grabarn, versculo
por versculo, desde el primero hasta el ltimo. En cambio, haremos una antologa de los
escritos de Confucio, del Avesta y del Corn. El Oriente deber ser sacrificado, ello me causa
remordimiento y dolor, pero no podemos proceder en otra forma: los Vedas, el Ramayana, el
Mahabharata, los Upanishad, Calidasa, Laotze, ChuangTze, Firdausi, requeriran miles y
miles de planchas de acero.
Pero nos reabasteceremos en Grecia, madre de toda luz v de todo saber. Los dos
poemas Homricos, una traduccin de Esquilo y otra de Sfocles, dos o tres dilogos de
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Platn, los Elementos de Euclides, la Introduccin a la Metafsica de Aristteles, los fragmentos
de Herclito y de Epicuro, esto bastar para dar una plida idea de lo que fue llamado el
milagro griego. Roma nos dar menos trabajo: solamente la Eneida ser grabada toda
entera; de Horacio, de Tcito y de Juvenal bastar hacer una sobria crestomata. En cambio,
brindaremos una edicin completa de las Confesiones de San Agustn y abundantes
selecciones de la Summa de Santo Toms. Querra grabar ntegramente la Chanson de Roland,
Tristn y la Divina Comedia, as como tambin los sonetos ms hermosos de Petrarca. En
cuanto a los modernos, me contentara con el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam y El
Prncipe, de Maquiavelo. Tres o cuatro tragedias de Shakespeare haran compaa al Paraso
Perdido de Milton y al Don Quijote de Cervantes. Aadira con placer una seleccin de Ariosto y
de Rabelais, grabando en cambio el texto ntegro de la obra Nuove Scienze de Galileo y de los
Principia de Newton. En lo que respecta a Francia escogera las Mximas del Duque de la
Rochefoucauld, los ms hermosos de los Penses de Pascal, alguna novelita de Voltaire
quizs Cndido y las Fleurs du Mal de Baudelaire. En cuanto a Alemania bastarn el Fausto
de Goethe y el Zarathustra de Nietzsche; de la literatura rusa una novela de Dostoievski y otra
de Tolstoi. No se deber olvidar a la ciencia, la que podr estar dignamente representada por
la obra Orgenes de las Especies, de Darwin, por las Lecciones sobre Psicoanlisis, de Freud y
por los ensayos fundamentales de Einstein. Qu impresin le causa mi breve catlogo?. Le
respond que me pareca excelente, y que no sera capaz de aconsejar quitar alguna de las
obras ni aadir otras. Mister Harry Golding continu diciendo:
Por desgracia quedan todava amplias lagunas, y me duele de corazn excluir, por
ejemplo, aShelley, a Leopardi, a Hume y a Kant, as como tambin a Vctor Hugo y a Rimbaud.
Pero, como ya le dije anteriormente, el pensamiento de los enormes gastos me ha obligado a
tan penosos renunciamientos. Ya mand hacer un clculo aproximado: para la Biblioteca de
Acero, tal cual la he pensado, bastarn pocos millones de dlares. Usted es fabulosamente
rico, segn se dice, y es amigo de la cultura y de la humanidad. Reflexione en que ser a
usted a quien corresponder el honor y la gloria de salvar, mediante un pequeo sacrificio de
billetes, el tesoro ms maravilloso de la civilizacin humana. Tengo plena certeza de que
demostrar ser ms inteligente y generoso que tantos otros engredos magnates a los que me
he dirigido hasta el presente, y siempre en vano. Dije al profesor Golding que su idea me
pareca genial y grandiosa, pero que precisaba hacer algunas serias reflexiones sobre el tema,
antes de poder darle una respuesta. Al orme, el amarillo hombrecillo respondi con acento
amargo
As me responden todos, y despus no dan ms seales de s. Quiero esperar con toda
sinceridadque usted no se ha de comportar como los otros. Nos despedimos algo framente. Y
ahora pienso partir esta noche misma para Nueva York y embarcarme maana para Europa.
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EL ASTRONOMO DESILUSIONADO
Monte Wilson, 11 de julio.
Haba subido hasta este observatorio, que posee el telescopio ms poderoso de todo el
mundo, para obtener las ltimas noticias sobre el universo, de labios de un astrnomo que, en
tiempos pasados, hizo sus estudios pagndole yo todos los gastos. No le haba advertido mi
llegada y no lo hall. Pero, en cambio, pude hablar con su asistente, el doctor Alf Wilkovitz, un
joven polaco de origen, que hasta me pareci demasiado inteligente para el puesto subalterno
que ocupa. Por ejemplo, ayer por la noche, mientras fumbamos y bebamos en una de las
terrazas del observatorio, bajo un cielo densamente poblado de estrellas como pocas veces se
le suele ver. Alf Wilkovitz comenz a hablar de improviso diciendo con voz cambiada:
Mister Gog, siento la necesidad de confesarle algo que hasta ahora no he confiado ni
siquiera a mis maestros. Pienso que usted me comprender mejor que ellos.
Hasta hace algunos aos la astronoma me pareca la ms divina de las ciencias, fue mi
primer amor intelectual, apasionado y fuerte. Hoy en da, despus de haber conocido ms de
cerca el cielo, me siento perplejo, turbado, dudoso, a veces hasta atemorizado. La astronoma
me ha desilusionado. Comprndame bien: la astronoma, como ciencia exacta, es uno de los
ms maravillosos edificios levantados por la mente humana en los ltimos siglos, pero, en
cambio, me ha desilusionado su objeto: el universo sideral.
Procedo de una familia religiosa, y desde la niez reson en mi alma el famoso
versculo: Los cielos cantan la Gloria de Dios. Pero, ahora que conozco mejor el cielo, que
conozco de cerca a sus ocupantes y sus lugares, me parece que he sido traicionado. Me haba
imaginado al firmamento como una arquitectura inmutable y racional, completamente diversa
del caos terrestre, como una esfera casi divina muy por encima de este planeta demasiado
humano, y... en cambio.... Alf Wilkovitz arroj con rabia el cigarrillo encendido un momento
antes y levant su mano hacia el cielo estrellado
Qu sucede all arriba?, esto: innumerables e inmensos fuegos huyen y se consumen.
Por qu huyen?, adnde huyen? Estamos acostumbrados a las rotaciones regulares de
nuestros planetitas alrededor de esa estrella mediana que es el sol. Pero la mayor parte de los
astros huyen vertiginosamente, tanto las nebulosas como las estrellas adultas, y no sabemos a
dnde y no sabemos por qu. Nuestras mediciones son ridculamente pobres, nuestros ms
poderosos telescopios se pueden parangonar a los ojos de un insecto que observaran
fijamente las excelsas quebradas del Himalaya; el cielo que vemos no es el de hoy, el de este
momento; en algunas partes es el cielo de hace varios siglos, en otras partes es el cielo de
hace milenios. Parece que las nebulosas ms lejanas se esfuerzan por alejarse cada vez ms
de la Va Lctea, pero jams sabremos por qu huyen y a dnde van.
Los astros huyen como desesperados perseguidos, y al huir se convierten en fuego, es
decir, se destruyen. Sus tomos se disgregan por millones cada vez, produciendo luz y calor,
pero, qu es lo que se ilumina con esa luz?, quin es calentado con ese calor?, tal vez se
disuelven con tan loca prodigalidad a fin de que nuestras noches sean iluminadas con una
plida palpitacin? Sera tonta soberbia pensar as, e inconcebible locura el gasto gigantesco
hecho para lograr un efecto tan nfimo. Los abismos siderales son tan enormes que ni siquiera
esa gigantesca convulsin calorfera puede elevar mucho su temperatura.
Y sin embargo, millones de nebulosas, millares y millares de estrellas, desde hace siglos
de siglos no hacen ms que huir y destruirse, sin una razn imaginable. El derroche de luz y
calor que se hace a cada instante en los inconmensurables golfos del firmamento, supera a
toda posibilidad de clculo y de fantasa.
Es posible que una Inteligencia superior y perfecta haya querido esa dilapidacin
enorme, perenne y completamente intil? Para qu sirven esos innumerables y
pavorosamente grandes fuegos huidizos, que continuamente nacen y arden, destinados a
consumirse vanamente aun cuando demoren millones de aos? Ante ese pensamiento la
mente humana se confunde, aterrorizada ante ese espectculo absurdo. Algo semejante
sucedera si los hombres iluminaran todas las noches, con millones de lmparas y reflectores,
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el desierto del Sahara o los ocanos rticos, lugares donde nadie habita y por donde nadie
anda.
Pero esto no es todo. Hay en el cielo otros misterios que ningn entendimiento terreno
podr desvelar. Durante un tiempo se acostumbr imaginar al cielo como la sede y el espejo
de la eternidad: otra ilusin y otra desilusin. Las investigaciones de la astronoma moderna
han demostrado que tambin la ciudad estelar est hecha, de teros y de cadveres, de
infantes y de moribundos. Las gigantescas nebulosas en espiral son las matrices o las
placentas de nuevas estrellas. Pero esos fuegos suicidas no son eternos: crecen, se dilatan,
resplandecen con luz azul y clara en los vigores de la juventud, y despus, poco a poco se
empobrecen, adquieren color amarillento oro, luego el color de las brasas v finalmente se
convierten en cuerpos negros e invisibles, en tenebrosos espectros de muertos que deambulan
en los tenebrosos atades del infinito. El cielo es una infinita incubadora de infantes, pero es
tambin un infinito cementerio de muertos. La ley del nacimiento, el crecimiento y la
decadencia, que se crea propia de la efmera vida terrestre, es la ley que reina tambin en lo
alto del cielo. Lo que se dijo acerca de los seres humanos: similares a hojas que se desarrollan
frescas en la primavera y caen marchitas en el otoo, es tambin verdad para las estrellas.
Esos intiles fuegos fugaces son, al igual que los hombres, mortales, tan slo hay una
diferencia: que los hombres viven por espacio de millones de segundos, y los astros viven
millones de aos, pero, respecto de la eternidad, hay en ello alguna diferencia?.
Comprender usted ahora mi extravo y mi angustia. Donde crea hallar la perfeccin
sublime de lo racional no he hallado ms que un desgaste intil, una prodigalidad alocada, un
movimiento y una destruccin sin objetivo y sin razn. Donde crea hallar finalmente la
majestad de lo inmutable y de lo incorruptible he hallado las habituales alternativas de lo
pasajero y lo transitorio, del nacimiento trabajoso, de la juventud malgastada, de la
decadencia senil y de la muerte inevitable. En cuanto regrese mi maestro abandonar el
observatorio y la astronoma. Al igual que los dems hombres me contentar con ser un pobre
insecto hambriento que se mueve entre las hojas de hierba de los prados terrestres. As me
habl el joven Alf Wilkovitz; se notaba en su voz el temblor de la ira y en sus ojos se trasluca
ese hmedo brillo que se asemeja al llanto.
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VISITA A MOLOTOV
(O ACERCA DEL COMUNISMO)
Washington, 12 de noviembre.
Jams he hallado tantas dificultades y objeciones para entrevistarme con personas
clebres como en esta oportunidad, en que pretenda hablar con Molotov, quien se hallaba de
paso en los Estados Unidos. El poderoso vicario de Stalin se rehus, durante muchos das, a
concederme una audiencia. Precis recurrir a un jefe comunista muy influyente, del que haba
sido amigo en tiempos pasados, para lograr que Molotov consintiera en recibirme, y esto tan
slo por unos minutos. La conversacin se realiz bien entrada la noche, en el hotel ocupado
por el Comisario del Pueblo para los Asuntos Extranjeros. He aqu, en compendio, lo que me
dijo:
El terror al comunismo, reinante en Amrica y en gran parte de Europa, es muy
extrao, y as lo califico para no emplear otros adjetivos demasiado fuertes. Vuestros
gobiernos, impulsados por la necesidad de las cosas, estn preparando en sus propios pases
un embrollo de controles, vnculos, planes econmicos, intromisiones burocrticas y
estatales, que concluirn por crear en todas partes regmenes del tipo colectivista y
conformista, los que a su vez no diferirn mucho del tan temido comunismo. Y no pueden
proceder diversamente a causa de la complejidad y de las exigencias de la vida moderna, las
que requieren una continua y progresiva intervencin del Estado en todos los campos de la
actividad humana. Aun cuando vuestros gobiernos continen utilizando las viejas palabras del
liberalismo y de la democracia, la realidad cotidiana les obliga a imitar, aun cuando sea de un
modo gradual y disimulado, a los sistemas socialistas. Es completamente ridculo que vosotros
proclamis el peligro comunista mientras con vuestras propias manos estis formando
regmenes cada vez ms similares, en sustancia, al comunista.
Es una fatalidad histrica de la que ningn pas moderno puede liberarse. Al cabo de
algunos lustros bastarn pocos cambios de estructura y nomenclatura, unos pocos retoques, a
fin de que vuestros pases se conviertan en hermanos gemelos de los pases comunistas.
Hoy en da en el Occidente toda la poltica se ha reducido a la economa. En el siglo
pasado an se hablaba de principios, de ideas, de valores nacionales o ideales; ahora vuestros
seores no hablan ms que de problemas financieros, de tarifas, salarios, reformas agrarias,
sindicatos y huelgas, hablan de exportaciones y de mercados, de nacionalizacin de las
industrias, de produccin, ocupacin y de otros temas semejantes. Al mismo tiempo que
declaran ser adversarios del marxismo estn demostrando da a da haberse convertido,
prcticamente, a una doctrina genuinamente marxista: la del materialismo histrico. As
pues, incluso ideolgicamente ya estis maduros para el comunismo.
Por todo ello, Rusia no tendr necesidad ninguna de promover guerras para fundar el
comunismo mundial. Ante todo, nuestro gran Stalin no es un romntico, un soador, un
impulsivo, como lo eran Mussolini, Hitler y Trotzski, por lo que no ama las aventuras costosas
y peligrosas. Es un asitico de buen sentido y conoce la difcil pero preciosa virtud de saber
esperar. Tiene la seguridad de que la doctrina marxistaleninista es la verdad, y aguarda
pacientemente a que las fuerzas inmanentes de la economa capitalista cumplan su obra, sin
necesidad de empear a su pueblo en una lucha peligrosa y sangrienta. Conoce bien lo que
sucede en el mundo: el rgimen capitalista, a causa de las leyes mismas de su desarrollo
interno, tarde o temprano debe llevar a una crisis mortal: desocupacin creciente,
desequilibrio entre la produccin y el poder adquisitivo, descontento y desorden, anhelo y
espera de una edad nueva. Adems, Stalin sabe que en cada pas enemigo puede contar con
un nmero cada vez ms ponderable de aliados voluntarios y entusiastas, que no cuestan casi
nada a nuestro erario, mientras que los pases capitalistas no pueden contar con ningn aliado
serio en los pases comunistas. Por todas estas razones es inverosmil una guerra de conquista
querida por las Repblicas Soviticas, mientras que, ms que probable es casi cierto el triunfo
definitivo del comunismo mundial. Estas son verdades elementales que ya hubiera debido
comprender el Occidente si no estuviera ensordecido por fraseologas ya superadas y por
temores injustificados. Pero, ya he hablado quiz demasiado. No tengo nada ms que decirle.
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Y Molotov, haciendo con la cabeza una seal de despedida sali prontamente de la sala.
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NOTICIAS DEL MAS ALLA
Edmonton (Canad), 9 de agosto.
Un ministro de la Iglesia Adventista, al que conoc ocasionalmente hace pocos das, me
present al hombre ms sorprendente que haya encontrado en todos mis viajes a travs del
mundo. Se llama George A. Gifford, tiene ochenta aos de edad y me dijo ser el director
general de la Sociedad para la Resurreccin de los Muertos. Me habl en esta forma:
Los espiritistas se contentan con entablar alguna que otra conversacin con los
desencarnados. Nosotros, en cambio, nos proponemos realizar de hecho, antes del ltimo
juicio, una de las promesas ms grandiosas de la religin cristiana: la resurreccin de la carne.
Yo soy discpulo del ruso Feodorov, quien en el siglo pasado sostuvo en su famoso libro Obra
Comn la necesidad y la posibilidad de la resurreccin de los antepasados. Pero Feodorov se
content con la teora y la esperanza, como suele acontecer en los hombres de su raza. Yo soy
norteamericano y quiero que la sublime idea del profeta eslavo sea traducida en el reino
concreto y prctico de la realidad. Los obstculos que se presentaron fueron innumerables he
debido cambiar los mtodos y los sujetos, he debido crear una asociacin que colaborase a la
gran obra, considerada humanamente imposible, con voluntad unnime y oracin obstinada y
perseverante. Muchos me dicen: solamente Jess tuvo el poder de resucitar a los muertos.
Esto no es verdad, la resurreccin fue lograda tambin por los santos, quienes no eran ms
que hombres como nosotros aun cuando estuvieran fortalecidos con una fe ms vigorosa que
la fe de los fieles tibios y mediocres. Y ha logrado realmente resucitar a los muertos?
As es, aunque con infinito desgaste de espritu y de tiempo. Nuestra sociedad cuenta
con varios millares de adherentes, y en un trabajo afanoso e incesante de veinticinco aos tan
slo hemos podido restituir la vida a seis muertos. Uno de ellos, el ltimo, vive en esta ciudad,
y he venido a visitarlo, cosa que hago todos los aos.
Seria posible que tambin yo le viera y le interrogara?
Mster Newborn (Renato) ste es su nombre actual, no se negar a hablar con una
persona presentada y acompaada por m.
Sera posible ir en seguida?
Ir a buscarle a su hotel esta noche, despus de la cena, y estoy seguro de que mster
Newbornle contar cosas que ninguna fantasa humana sera capaz de inventar. La casa del
resucitado se hallaba ubicada en un extremo de la ciudad, en la cima de una colina boscosa.
Una mujer todava joven nos hizo entrar, a m y a mster Gifford, en una sala de paredes
recubiertas de madera, con rellenos de preciosas pieles canadienses, dispuestas con mucho
cuidado en sostenes de pino brilloso.
Esperamos en aquella sala por espacio de algunos minutos; ni siquiera se vea una silla.
Luego reapareci la mujer, la que nos llev a un escritorio de aspecto comercial, donde frente
a una mquina de escribir cerrada, se hallaba sentado un hombre plido, pensativo, que vesta
un traje de terciopelo negro. Era mster Newborn.
Gifford dijo mi nombre y le hizo conocer mi deseo, rogndole que quisiera relatarme
algunos episodios de su estada en la otra vida. El taciturno resucitado, que no se haba alzado
de su poltrona, me mir fijamente con ojos tristes, grises, casi apagados. Luego comenz a
hablar en voz lenta y baja
No le dir nada acerca de m, de mi partida y mi regreso a este mundo, puesto que
mster Gifford lo sabe todo y podr decirle lo que considere til para el progreso de nuestra
sociedad. Tan slo le hablar acerca del acontecimiento ms notable al que asist durante los
largos aos de mi estada entre los muertos.
Segn me parece, los hombres creen que el mundo del ms all no tiene historia: todo
es determinado y fijado por la omnipotencia del Eterno, cada difunto tiene su nicho y su
sentencia, nada puede hacer cambiar su suerte, los condenados rechinan en las tinieblas, los
bienaventurados exultan en la luz, diablos y ngeles tienen a perpetuidad sus misiones y nada
cambia por los siglos de los siglos. Pues bien, puedo asegurarle que, muy al contrario, incluso
en el ms all hay una historia, o sea: el ms all tiene sus crisis y sus alternativas.
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Haca ya mucho tiempo que yaca en las tinieblas exteriores, bajo el peso de mis culpas,
cuando repentinamente se difundi en el inmenso reino de los muertos una noticia inaudita:
un grupo de veteranos del infierno haba dado la primera seal de la sublevacin general de
los condenados. Multitudes cada vez ms numerosas y alborotadoras de compaeros en la
desventura estaban listas para seguirlos. Los custodios y guardianes del infierno, considerando
que los condenados se hacan discpulos suyos imitando su pasado de rebelin contra Dios, les
dejaban hacer, y segn se deca hasta instigaban a los tmidos y tibios.
Uno de los jefes de la revuelta, el famoso Mnzer, andaba de un lado para otro por las
interminables tinieblas, incitando a los pusilnimes y los dudosos. Les hablaba as
Somos vctimas de una despiadada injusticia que se halla en abierta contradiccin con
el mensaje de perdn anunciado por el Hijo de Dios. La eternidad de las penas no es
conciliable con el Dios todo amor proclamado por los santos y los telogos. Un padre amoroso,
que ama en verdad a sus hijos, puede castigarlos por una culpa, pero no quitarles por toda la
eternidad la esperanza de la remisin del pecado. El hombre es un ser limitado, finito, que
comete un error limitado en el espacio y en el tiempo, y a veces lo comete arrastrado por la
fatalidad de su naturaleza, de lo cual no es siempre responsable. Por qu, a la finitud del ser
culpable y de su culpa, debe corresponder la infinitud del castigo? Por qu el error de una
hora breve, de una sola estacin, y hasta de toda una efmera existencia, debe ser castigado
con una tortura eterna e infinita, sin conclusin?
Se dice que si bien el pecador es finito, su pecado es infinito porque es una ofensa
contra el Ser Infinito. Pero Dios, que es perfeccin absoluta y amor perenne, puede ser
ofendido por una pobre criatura, que en definitiva es obra suya?
Reconocemos a la justicia divina el derecho de castigar a los malvados. Pero no
podemos admitir y tolerar que un pecado, finito por naturaleza, deba ser castigado con una
pena sin fin. Que el pecado de una hora sea castigado con la condenacin a un siglo de
tormentos, y que el pecado de una vida entera sea expiado con milenios de exilio en el
abismo, pero que en definitiva haya una conclusin, un fin. Vosotros sabis qu es la
eternidad, cun atroz es el pensamiento de un dolor que jams tendr trmino, de las tinieblas
que nunca tendrn un resquicio de amanecer. Despus de siglos en la crcel y la oscuridad tan
slo pedimos una liberacin final, un retorno a la luz. Apelamos a la misericordia de Dios
contra su cruel justicia. Si Dios es amor y nada ms que amor, que lo demuestre de un modo
conclusivo perdonando a sus enemigos. Nuestro movimiento no es una sublevacin sino una
santa cruzada hecha en nombre de la caridad.
Estas arengas suscitaban un gran entusiasmo entre los mseros sufrientes, y millones
de rprobos elevaban al cielo lejano coros de splicas furiosas, de gritos y blasfemias, de
gemidos y clamores de angustia.
Algunos demonios se haban plegado a sus vctimas y las exhortaban a la rebelin. Les
decan: No tenis nada que perder, estis condenados a los suplicios eternos y por lo tanto no
os queda lugar para temer algo peor, ya podis estar seguros de la impunidad y, en cambio,
podis alimentar la esperanza de una redencin.
Pero el cielo permaneca mudo, ninguna voz descenda desde lo alto, no apareci
ningn ngel para anunciar la confirmacin de la sentencia o la pro mesa del indulto. Sin
embargo, la revuelta no se aplacaba y los desesperados gritos de los malditos continuaban
golpeando las invisibles paredes del abismo.
Pero, no s cmo, un da lleg al infierno una noticia increble: hasta los
bienaventurados del paraso amenazaban abrazar la causa de sus hermanos condenados. Se
entiende que su sublevacin era completamente diversa de la infernal, adoptaba la forma de
una inmensa, cordial y reverente oracin. Los justos pedan a Dios compasin para con los
injustos. Cada uno de ellos, decan, tena en aquellas profundidades de oscuridad eterna algn
hermano, amigo, pariente, una mujer amada, un hijo extraviado. Su propia felicidad no era
perfecta porque se vea perturbada por el pensamiento de los tormentos infinitos que sufran
seres a los que haban amado en la tierra. Se dirigan a Dios: Nos prometiste la felicidad
eterna, pero esta felicidad no puede ser plena y total mientras nos veamos entristecidos por la
compasin que nos inspiran los seres a los que destinaste al dolor eterno. La tortura de los
condenados es una disminucin de nuestro gozo, y, consiguientemente, tambin nosotros
somos castigados indirectamente por culpas que no hemos cometido, y esto no se conforma
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con tu justicia y tu misericordia. Ordenaste a los hombres que perdonaran a sus enemigos,
por qu no das el ms sublime ejemplo perdonando a los enemigos de tu Ley, despus de
tantas vigilias de horror?
Pero Dios escuchaba y callaba. Entonces muchos bienaventurados, y entre los primeros
los santos ms venerados, se ofrecieron para descender al infierno y ocupar el lugar de los
infelices desterrados. Decan as: Los sufrimientos de los inocentes podrn expiar en un tiempo
menor los pecados de los culpables, y en esta forma se vern satisfechas al mismo tiempo tu
justicia y tu misericordia. Concede, Oh Seor!, que tambin en la segunda vida sea eficaz la
Comunin de los Santos. Nosotros, que gracias a tu benignidad estamos ciertos de la Luz
Eterna, nos ofrecemos a ti para ocupar el puesto de nuestros hermanos desesperados, que
sufren desde hace tanto tiempo en las tinieblas eternas, y ocuparemos su lugar todo el tiempo
que te plazca.
En el Empreo haban cesado los cantos, ahora resonaban los gemidos y las splicas; los
ngeles, asombrados y conmovidos, guardaban silencio con templando el rostro del Eterno.
Pero Dios escuchaba y callaba.... Llegado a esas palabras de su relato, mster Newborn
interrumpi de golpe aquel inaudito acontecimiento. Y despus? pregunt mster Gifford
pasados algunos instantes.
Despus, no supe ms nada ni nada puedo decir replic el resucitado con voz dbil.
Precisamente mientras todos los muertos, los que alababan y los que gritaban, esperaban la
decisin de Dios, fui llamado otra vez a la vida terrestre por mis hermanos vivientes. Tal vez,
cuando llamis a un nuevo resucitado, ste podr relataros la continuacin de mi historia. Poco
despus nos despedamos del melanclico resucitado. Y desde entonces, incluso en este
momento, me he estado preguntando: sueo?, imaginacin?, verdad?
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LA FABRICA DE NOVELAS
Chicago, 2 de marzo.
Desde hace ya algn tiempo soy uno de los mayores accionistas de la Novel's Company
Ltd., y como estoy transitoriamente en Chicago quise visitar el laboratorio de la sociedad.
Entre todos los productos presentados en papel impreso y ofrecidos al pblico, la novela es el
ms solicitado y el que ms se vende, de modo que surgi en el cerebro de un joven amigo la
idea de levantar una verdadera industria cuyo objetivo seria ofrecer a los consumidores, y en
grandes cantidades, un material novelstico tipo standard. La fantasa al servicio de la
evasin, tal seria la frmula bsica de la Novel's Company Ltd. La novela, que ha llegado a
ser para muchas personas un producto de consumo diario y de primera necesidad, no poda
ser dejada a la anticuada produccin individual casi artesana, no poda quedar librada a la
iniciativa privada. El establecimiento donde se fabrican en serie las novelas, se levanta junto a
las orillas del lago Erie, y se compone de varios cuerpos distribuidos en un jardn, pabellones
en los que se han instalado las diversas reparticiones. La divisin del trabajo se aplica aqu
rigurosamente, y es la clave de la produccin industrial en masa. En uno de los pabellones
trabajan los especialistas en paisajes agrestes y los de escenarios urbanos; en otro los que
preparan las descripciones de interiores y de mobiliarios: desde la taberna negra hasta el
castillo del multimillonario. En un tercer pabelln se afanan los creadores de tipos femeninos
de toda clase y medida: aventureras de mediana categora, vrgenes ricas y enamoradas,
damas adlteras, campesinas del Oeste, mulatas delincuentes y prostitutas fatales. En otro
pabelln prximo se elaboran los tipos masculinos: los gngsters, los cowboys, los polticos,
los bailarines profesionales, los conquistadores de saln y los aprovechadores de mujeres.
Luego est el pabelln donde se inventan nuevas modalidades y formas de delitos e intrigantes
alternativas tenebrosas; otro da cabida a los peritos en erotismo, en toda clase de inversiones
y perversiones sexuales, los que son asesorados por mdicos psicoanalistas y meretrices
retiradas. No falta una biblioteca de novelas, de todos los tiempos y pases, utilsima para las
imitaciones y plagios; en ella un lingista adscrito a la seccin vocabularios sugiere a los
obreros principiantes y menos expertos los trminos de los diccionarios tcnicos: el slang y el
argot. En el centro del parque se alza el edificio de la direccin central, donde un grupo de
ajustadores bien pagados, utilizando las diversas partes proporcionadas por los repartos antes
mencionados y unificndolas, elaboran novelas bien confeccionadas, de acuerdo a los mdulos
y especies preferidos por el gran pblico. El director general, un viejo novelista que en tiempos
pasados fue bastante popular en los Estados Unidos, me dijo que ahora la produccin se
orienta, por razones econmicas, hacia dos tipos de novela: la Novela Venrea (con una
juiciosa dosis pornogrfica) y la Novela Criminal en dos subespecies: aquella en la que triunfan
los delincuentes y aquella en que triunfan los policas. La Novela Sentimental y la Psicolgica
se hallan en el mercado en franco descenso, igual que la Histrica y la Social, y aadi
Nuestra produccin media anda alrededor de unas doscientas novelas mensuales, pero
esperamos aumentarla en el ao prximo. Los obreros que se ocupan de la fabricacin suman
quinientos, en su mayor parte son jvenes diplomados en las universidades, y tambin hay ex
periodistas y literatos fracasados. Pero no faltan mujeres, quienes han demostrado ser
trabajadoras diligentes e incansables. Naturalmente, tenemos una grandiosa tipografa dotada
de mquinas modernsimas, y una oficina comercial que por medio de agentes y
representantes distribuye nuestras novelas hacindolas llegar hasta los lugares ms remotos
del pas. Nuestros productos standard han conquistado millones de lectores porque
corresponden al tipo promedio de los gustos. Sumadas en total, nuestras tiradas anuales
ascienden a varios millones de ejemplares, nuestro xito es inmenso y seguro, la ganancia
comienza a ser activa. En la prxima asamblea de accionistas podremos proponer un dividendo
del 12 por 100. Sal muy satisfecho de la fbrica Novel's Company Ltd. El negocio se
desenvuelve de una manera inmejorable y estoy satisfecho por no haber invertido mal mis
dlares.
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EL ENEMIGO DE LA NATURALEZA
New Parthenon, 18 de abril.
Pocos das hace, mientras paseaba por el jardn de mi villa martima, advert con el
estupor consiguiente, que el ms bello de mis cerezos, que el da anterior estaba cubierto por
una nube de flores, no era ms que un desnudo esqueleto de ramas, como si estuviramos en
enero. Las flores y las hojas que lo adornaran hasta el da anterior, yacan por tierra como
sucia hojarasca. No haba habido torbellinos ni golpes de viento durante la noche. Aquel delito
haba sido hecho por una mano humana. Quin poda haber realizado aquella sacrlega
devastacin?, un loco o un enemigo? Al da siguiente experiment otra sorpresa: todos mis
tendales de narcisos, todas mis espalderas de glicinas no tenan ni una flor; los setos de
siempre verdes, laureles y boj, estaban transformados en un entrelazamiento miserable de
vstagos sin hojas. Llam a Harry, el capataz de los jardines, quien ya haba advertido
aquellas depredaciones y estaba ms aterrorizado que yo. Me dijo que tambin la huerta,
donde hago cultivar legumbres y verduras de toda clase, estaba devastada, pisoteada, con las
plantas desenraizadas o cortadas a flor de tierra. Aquello era demasiado grave. En seguida
habl por telfono con el comisario quien poco despus estaba en la villa y qued asombrado,
lo mismo que yo, ante la comprobacin de aquel insensato estrago. Me dijo
Esta noche mandar aqu dos vigilantes que harn guardia durante toda la noche, y en
caso deque vuelva el malhechor, lo sorprendern.
Pero aquella noche y la subsiguiente los policas no vieron ni oyeron absolutamente nada.
Al amanecer del tercer da fui despertado por el ruido de armas de fuego y por gritos. Descend
al jardn y vi venir hacia m a un joven palidsimo, que era arrastrado violentamente por los
dos policas hacia la entrada de la casa. Cuando el joven estuvo encerrado en un cuarto de la
planta baja, con buena custodia, quise interrogarlo.
Al principio permaneci mudo e inmvil, como si las preguntas no fueran dirigidas a l.
Pude entonces observarlo bien: era rubio y de aspecto delicado, tena un rostro asctico de
intelectual y soador, vesta pulcramente de color gris oscuro, sus manos eran mrbidas y
finas, manos de artista o de mujer. Me miraba con dos bellsimos ojos celestes, luminosos
como los de un piadoso novicio.
El comisario, advertido telefnicamente, lleg pocos minutos despus e interrog
tambin al desconocido, siendo ms afortunado que yo, pues le respondi con voz dulce Me
llamo David Bayton, tengo veinticinco aos de edad y soy pintor. No tengo familia, vivo enel
Hotel Sanderson, en Fire Street. He estudiado en Boston y he expuesto obras en Filadelfia.
Quiere saber alguna otra cosa?
S. Queremos saber lo ms importante, fue usted quien destruy repetidas veces las
flores y plantas del jardn de mster Gog?
S, he sido yo.Y por qu lo hizo? Tiene algn motivo personal de resentimiento
contra mster Gog? Ningn motivo. Pocos minutos hace, y por primera vez, he visto a mster
Gog.
Pues entonces, cmo explica su alocada accin?
Ser algo difcil que ustedes puedan comprender las razones que me han inducido a
hacer lo que he hecho.
Esto no le compete a usted, seor Bayton. Diga todo cuanto pueda y pondremos
nuestra mejorvoluntad a fin de comprenderle.
Lograrn comprender que yo odie, desde mi niez, a los poetas, a los que mienten en
rima, a los estafadores laureados? Podrn comprender que los odie principalmente a causa de
sus insulsos lugares comunes acerca de la primavera? La verdadera primavera, la que conoc
en mi miseria, est hecha de lodo sucio, de viento spero, de olor a estircol. Vuestra
primavera es una estafa insultante de los literatos y de los jardineros.
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Sin embargo, usted mismo ha dicho que es pintor, puede un artista blasfemar como
usted lo hace de las obras del Seor?
Soy pintor, pero de los que se han liberado, y espero que para siempre, de la
humillante fidelidad a lo verdadero, a la naturaleza, a la belleza. Queremos representar un
mundo nuestro, un mundo nuevo, arbitrario y metafsico, que sea obra de nuestra mente y no
creacin de ese Dios vuestro de las escuelas dominicales.
No estoy aqu para discutir sobre las teoras de las bellas artes. Tiene alguna otra
declaracin que hacer?
S. Deseo aadir que la vegetacin es, ante mis ojos, una forma inferior de la vida
terrestre, una forma parasitaria, pasiva, inmvil, muda. No puedo soportar el verla, y si me es
posible la ataco.
Bien, y qu ms?
Puesto que me escuchan, quiero decirles que odio con especial intensidad a las flores,
desde que he sabido que son desvergonzadas exhibiciones sexuales hechas por las plantas
para inducir a los insectos a que acten como intermediarios en la diseminacin del polen.
Esas poticas flores que vosotros, personas sabias y virtuosas, olis con tanta dedicacin y
ofrecis galantemente a las castas doncellas, no son ms que obscenos rganos genitales
carnosos y viscosos. Hemos comprendido, qu ms?
Declaro tambin que detesto y vomito con sinceras nuseas a vuestra bella naturaleza,
que incluso en el reino vegetal se reduce a una lucha atroz por la supervivencia, o sea a una
perenne guerra y a una mutua destruccin. Se admite por doquier que un hombre culto, civil,
bien educado, debe admirar a la santa, a la divina naturaleza. Siempre me he rebelado contra
ese hipcrita lugar comn. Para m la naturaleza es un caos sospechoso y misterioso, del que
no puedo huir pero que aprisiona y amenaza mi existencia, mi personalidad. Es algo impuesto
y enemigo, de lo que slo puedo sustraerme con la revuelta y la destruccin. Pero no soy un
loco, un insano, como vosotros lo creis, y puesto que no puedo desenraizar los montes o
asesinar a las ballenas, me desahogo contra los vivientes ms frgiles e inermes, contra los
vegetales. Ha concluido ya?
Hay otra razn que me induce a todo esto, pero es demasiado ntima y personal.
Jams la conoceris. Prescindiremos de ella. Para m, el nico problema es ste: debo
meterle en una crcel o acompaarle a un manicomio?
Entre un lugar y otro no hay mucha diferencia replic David Bayton, sonriendo.
Llveme allugar que est ms cercano.
El comisario y sus hombres hicieron que el joven subiera a un automvil y se alejaron de
la villa. Al quedarme solo comenc a pensar en lo que haba odo.
Ese pintor manitico, en el fondo no me desagrada. Querra hacer algo a fin de que lo
pongan en libertad.
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EL PADRE DE CIEN HIJOS
Pasadena, 17 de julio.
El gran neurlogo C. W. Carr, que me cur repetidas veces de mis perturbaciones, ha
querido que pasara dos semanas en su maravillosa villa, a donde vino a curar su propio
sistema nervioso ya fatigado. Adems de m tiene unos pocos huspedes juiciosamente
seleccionados y que hacen buena compaa. Pero tan slo uno, el ms taciturno y pensativo,
ha sido capaz de despertar al viejo demonio de mi curiosidad. Mster H. B. es un joven de unos
treinta aos de estatura equilibrada y de fsico agraciado, tiene un hermoso color rosado y ojos
de flor de lis. Se sienta a la mesa con nosotros pero habla poqusimo, nicamente lo necesario
para no ser tenido por mudo o mal educado. Durante el resto de las horas del da est casi
siempre apartado y meditabundo. Jams le he visto sonrer, varias veces procur iniciar una
conversacin, pero siempre, con excusas corteses y gentiles, me ha eludido. Tampoco el
profesor Carr quera darme datos precisos acerca de su melanclico husped Es un actor
cansado, un msico equivocado, un poeta que pasa sus vacaciones de tal. No prest fe a esas
evasivas, hasta que ayer, finalmente, Carr se decidi a decirme la verdad a fin de obtener de
m una codiciable promesa.
Ese joven es un semental humano afectado a objetivos cientficos. Usted sabe cunto
se difunde en Norteamrica el mtodo de la fecundacin artificial. El entusiasmo experimental
de ciertos bilogos y la renuencia de ciertas mujeres a los contactos sexuales, favorecen esa
tendencia y la propagan cada vez ms. Hay muchsimas jvenes que desean ardientemente
ser madres, pero se asustan ante la idea de los impetuosos y algo bestiales abrazos
masculinos. Por esto se ha pensado acudir en auxilio de ellas poniendo en accin las prcticas
de la fecundacin artificial que ya se ha probado eficazmente en la produccin de terneros.
Naturalmente, estas mujeres quieren tener hijos hermosos, sanos y robustos, de ah la
importancia que tiene la seleccin del semen. Por otra parte, preocupados los bilogos por la
progresiva decadencia fsica de la especie humana, se convierten en promotores de esas
experiencias de maternidad sin cohabitacin, porque hacen factible la seleccin racional e
higinica de los padres colectivos.
Una comisin de fisilogos, gineclogos, eugenistas e higienistas, busca por todo el pas
machos reproductores considerados los ms idneos para proporcionar un selecto licor
seminal. El seor H. B. ha sido descubierto por esa comisin, aceptando, por razones idealistas
y sobre todo financieras, formar parte en la reserva de padrillos humanos. Ha brindado
voluntariamente su semen a muchos centenares de mujeres a las que jams ha visto ni
conocido, y segn las estadsticas de la comisin hoy en da es padre de cien hijos que ignoran
su existencia y a los que jams ver.
Segn el juicio de los especialistas posee los mejores requisitos, fsicos e intelectuales,
para lograr excelentes ejemplares del horno sapiens. Y en realidad de verdad, segn se
asegura, los hijos e hijas que proceden de sus espermatozoides han satisfecho plenamente a
las que podremos llamar sus esposas in incgnito. Pero ninguna de ellas ha querido
encontrarse con l, todas han rechazado la idea de hacerle ver el fruto de su colaboracin.
Podr comprender ahora el porqu de su profunda tristeza: tiene cien hijos y est solo,
ha hecho madres a cien mujeres y no am a ninguna. Durante estos ltimos tiempos su
melancola se torn tan inquietante, que los mdicos, sus propietarios, lo han confiado a mis
cuidados, y ahora est pasando aqu un perodo de absoluto reposo. El sntoma ms grave es
el siguiente: se ha enamorado de una mujer, pero sta no quiere ni marido ni hijos. En cuanto
se cure deber retornar a su oficio de reproductor diplomado, pero me temo que su
desesperacin sentimental haya alterado sus virtudes gensicas. Esta maana encontr en el
parque a mster H. B. Mir fijamente su rostro pero no me atrev a dirigirle la palabra. El
solitario padre de cien hijos me caus la impresin de estar ms abatido que en los das
anteriores. Cuando me vio hizo un distrado gesto de saludo y desapareci.
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EL PIANISTA CELEBRE
New Parthenon, 29 de septiembre.
Hace algunos das sucedi en mi casa una breve pero singular aventura que merece ser
mencionada en este diario. A fin de agasajar a mis huspedes de vacaciones, invit a uno de
los ms clebres pianistas de todo el mundo, quien se encuentra de paso en los Estados
Unidos. Es un alemn, el maestro Rudolf Ebers, hombre de unos cuarenta aos de edad, de
cabellera estilo Liszt y de exterior austero y reservado. Parco en el hablar, nunca se acercaba
al gran piano Steinway, de concierto, que tengo en el saln central de la villa. Haca ya tres
das que viva con nosotros y ni siquiera nos haba hecho sentir un acorde. Aquella noche
languideca ya la conversacin y las mesas de juego, no s por qu causa, estaban desiertas.
Una mujer bellsima, esposa del propietario ms rico de Maryland, mujer alta, morena, algo
criolla y muy agresiva, rog al maestro Ebers que tocara algo. Todos mis huspedes, que
sumaban unos treinta, se plegaron a la magnfica mujer implorando del maestro que les
brindara una muestra de su decantado virtuosismo. Pero el alemn se encerraba en su torre
de marfil y no acceda. Haba andado por las mayores ciudades de los Estados Unidos dando
muchos conciertos, y ahora necesitaba un reposo absoluto, peda que lo disculparan, que leo
perdonaran, que aguardaran algn da ms. Entonces, la hermosa criolla tom las delgadas
manos del msico reluctante, las apret y exclam
Esta noche o nunca! Y los dems clamaron a coro
Una sola sonata! Un solo nocturno! Una tocata! Un impromptu! Hasta ese momento
yo no haba abierto los labios a fin de que el desventurado artista no pensara que quera
aprovecharme de mi autoridad como dueo de la casa. Pero entonces, todos los huspedes
dejaron al maestro y me rodearon insistiendo a grandes voces a fin de que uniese mis splicas
a las de ellos. Me acerqu a Ebers y le mir fijamente en los ojos. No me dio tiempo para decir
una sola palabra se levant repentinamente de la poltrona de cuero en que estaba sentado y
se dirigi a la brillante mole negra del piano, lo abri, se sent en el taburete y sin decir
palabra comenz a tocar. Todos callaron para escuchar al clebre pianista. Se oa ascender v
descender los mgicos acordes de la Apasionada, siendo una revelacin incluso para los que ya
la conocan. Cuando concluy estallaron los aplausos, pero el maestro ni siquiera se dio vuelta,
y sin intervalo ninguno comenz a tocar el Claro de Luna. Los ltimos compases de esa obra
maestra resonaban todava en el ambiente cuando ya Ebers haca surgir del instrumento los
acordes patticos de un Nocturno de Chopin. Omos despus una Sonata de Debussy, una
Suite de Albniz y finalmente Las Florecillas de San Francisco, de Liszt. Esperbamos que,
despus de aquella orga de sonidos maravillosos, que duraba ya casi dos horas, el clebre
virtuoso estara seguro de haber complacido y conquistado el auditorio, cerrara el instrumento
y se ira a dormir. Pero, nada de eso: pareca que Ebers estuviera encadenado a mi
majestuoso y brillante Steinway y que no se preocupara de nadie. Ejecut otras sonatas que
no supe reconocer y en seguida comenz a improvisar con renovado vigor. Los huspedes, que
le haban inducido a aquel esfuerzo, estaban ya mucho ms cansados que l. Comenzaron las
deserciones: una de las primeras en abandonar la sala, con los ojos soolientos y el rostro
contrado a causa de los bostezos contenidos, fue precisamente la bellsima seora que haba
despertado a aquel demonio musical, otros la siguieron en puntillas de pie, y el heroico
pianista, cada vez ms exaltado, se abandonaba a insistentes y delirantes improvisaciones. Yo
estaba sentado cerca del piano y miraba su rostro: no daba seal ninguna una de cansancio;
sus manos, giles y frgiles, blanqusimas e incansables, se movan sobre el teclado cada vez
ms rpidas y seguras; su rostro grave y severo se haba transfigurado, adquiriendo un color
subido, como si tuviera una fiebre violenta; los ojos semicerrados miraban hacia arriba como si
escuchara los acordes v los temas de una msica celestial que le fuera dictada por un dios.
Tena un exterior tan exttico, recluido, de rapto, que ninguno se atreva a aproximarse y
hablarle. Ya eran las dos de la madrugada y casi todos los oyentes, saciados y llenos de sueo,
haban desaparecido. Tan slo permanecan en el fondo de la sala dos fanticos melmanos:
un joven y una muchacha que parecan ligados a las sillas por aquellos sortilegios sonoros.
Pero pasadas ya las tres de la madrugada tambin ellos hallaron fuerzas para levantarse e
irse. Tan slo quedaba yo, entontecido por aquellas cataratas sonoras, escuchando al clebre
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pianista. A pesar de todo lo que Ebers nos dijera al comienzo del concierto, no daba ninguna
seal de fatiga. Sus hermosas y delgadas manos continuaban acariciando y golpeando el
teclado, como si hubiera comenzado a hacerlo pocos minutos antes, y lograba de aquel
perfecto instrumento melodas anglicas, cabalgatas infernales, clamores alegres y lamentos
ocultos de ternura implorante. Su rostro se haba transformado otra vez: ahora pareca el de
un joven alucinado y plido, que sufre y se consume en un amor intil. Yo no poda ms, me
adormec en mi poltrona, durante un minuto o durante una hora? Cuando me despert ya se
filtraban por los ventanales las luces del alba. Ebers continuaba tocando siempre, inspirado y
alucinado. Con mano suave le toqu el hombro, y entonces se conmovi, se distendi, apoy
la frente en el teclado tocando un ltimo acorde y repentinamente se qued dormido. Me hizo
la impresin de un hombre asesinado, cado en los escalones de un catafalco negro.
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LA IGNORTICA
Nueva York, Waldorf Astoria, 1 de junio.
En la primera audiencia de la tarde de hoy me han presentado al doctor Horeb Naim,
quien deseaba pedirme trescientos mil dlares para crear una nueva ctedra en la Universidad
de Nuevo Mjico. Ya me haba escrito repetidas veces, pero sin querer decirme de qu doctrina
o disciplina se trataba. Esta vez le he obligado a hablar con franqueza. Comenz a decir:
Usted sabe que existen en nuestro pas ctedras para todas las ciencias conocidas y
posibles, eincluso para muchas especialidades, subdivisiones y hasta para enseanzas
pragmatistas de actividades prcticas, como la cocina y la vida conyugal. Pero tambin sabe
usted que los conocimientos conquistados y posedos por el hombre no son ms que una
fraccin minscula comparados con todo lo que ignoran hasta los ms doctos. A pesar de las
innumerables ctedras que sustentan el honor de nuestros colleges y de nuestras
universidades, an falta una, tal vez la ms importante, la que debera ocuparse de lo que
todava no sabemos y que jams llegaremos a saber.
A esta ciencia de la ignorancia he dado el nombre de Ignortica, y pido su proteccin a
fin de que sea creada por lo menos una ctedra para ensearla. Y me permito aadir que
ningn otro podra ocupar esa ctedra con mejor preparacin que la ma.
Idea maravillosa! exclam, y le agradezco que me haya elegido precisamente a m,
que estoy mucho ms provisto de dinero que de conocimientos, para que sea el mecenas de
su Ignortica. Pero, me agradara que me dilucidara una pequea y muy legtima curiosidad: si
la Ignortica se ocupa de lo que no sabemos, cmo har para ensear exactamente aquello
que todos ignoran, sin excepcin? El doctor Horeb Naim se acarici la barbilla color sal y
pimienta, sac del bolsillo un espejo redondo en el que contempl su rostro color oliva
arabescado por graciosas arrugas y esboz en sus labios una elegante sonrisa. Luego, jugando
con el espejo, me habl as:
Querido mster Gog, su curiosidad confirma la utilidad de mi proposicin. Reconozco
que hastaahora he dicho muy, poco, pero an quedan muchas flechas en mi carcaj. La
Ignortica, como lo expongo en un manual que todava est indito, tiene ante s un vastsimo
campo, de modo que nunca faltar materia para mis futuros cursos.
Ante todo deber proceder a compilar un diligente inventario de lo que no sabemos.
Esta empresa puede parecer desesperada, pero nos atrevemos a realizarla. Hasta las ciencias
ms adelantadas estn saturadas de misterios y de preguntas sin respuesta. Las hiptesis ms
afortunadas son tentculos que palpan en el vaco. La astronoma ha realizado progresos
maravillosos, pero an carecemos de una idea precisa y segura sobre el origen y la estructura
del universo. Durante este medio siglo la medicina ha hecho milagros, pero todava no
sabemos cules son las verdaderas funciones de ciertos rganos y humores de nuestro cuerpo.
La biologa ha logrado la dignidad de verdadera ciencia, pero a pesar de todo an estamos a
oscuras respecto de las causas que han determinado las innumerables formas de la vida
vegetal y animal.
Despus de este inventario, la Ignortica se propone otro problema: dividir las cosas no
conocidas en dos grandes clases: las que presenten una fuerte posibilidad de ser descubiertas
en un futuro ms o menos lejano y las que probablemente jams sern conocidas, ya porque
se refieren a cuestiones absurdas o mal planteadas, o porque faltan a la inteligencia humana
los medios necesarios para descubrirlas.
Queda una tercera misin para la Ignortica: investigar mediante la historia de las
ciencias, de qu modos y con qu mtodos se han descubierto las verdades que en el pasado
eran ignoradas hasta por los hombres de ingenio poderoso. Esta investigacin, de carcter
histrico y analtico, no ser menos fundamental que las dos anteriores.
Aadir para edificacin de usted, que la enseanza oficial de la Ignortica tendr
grandsima repercusin incluso en la esfera de la moralidad, aun cuando ello parezca
contradictorio. Demostrando que las cosas ignoradas son mucho ms numerosas que las
sabidas, se suscitar en los hombres, y especialmente en los jvenes, un saludable sentido de
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humildad. Y por otra parte, enseando cmo la mente humana ha sabido convertir lo ignoto en
conocido, y de qu manera podr hacerlo an mejor en el porvenir, la Ignortica robustecer
el justo orgullo del hombre pensante.
Creo haber dicho ya bastante como para responder a su cuestin y para lograr su
consentimiento. He de confesar que el doctor Horeb Naim logr convencerme. Quiz me dej
ir demasiado lejos, pero le entregu una orden de trescientos mil dlares, avalada por mi
firma.
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36
DEL MSCULO AL ESPIRITU
New Parthenon, 30 de marzo.
Se me ha ocurrido repentinamente una pequea observacin que quiero registrar en este
diario, a fin de no olvidarla. Los hombres, para conservar su vida y defenderse de las
amenazas o resistencias hostiles del ambiente en que viven, siempre han debido recurrir a la
fuerza, a una forma ms o menos dcil de la energa fsica. Comenzaron utilizando el esfuerzo
muscular propio; ms adelante, una vez lograda la domesticacin de los animales, recurrieron
a la potencia muscular de stos. Por espacio de muchos siglos la fuerza del viento fue tan slo
un auxiliar limitado y poco digno de confianza. La revolucin industrial del siglo XIX pudo tener
a sus rdenes la fuerza del vapor obtenido del agua, cosa que pareci, y fue una conquista
maravillosa. Pero el vapor fue superado muy pronto, desde los ltimos aos del siglo, por las
esencias minerales y por esa energa multiforme invisible, misteriosa y obediente, que es la
electricidad. Hoy en da podemos prever que dentro de pocos aos todas las fuentes de
energa usufructuadas hasta ahora por el hombre, sern sustituidas por otra energa an ms
misteriosa y potente, accesible para todos los pueblos la energa atmica. En sus lneas
esenciales ya est claro ese paso de las fuerzas individuales, bastas y dbiles, hacia las fuerzas
cada vez ms universales, inmateriales y poderossimas. Nos detendremos en la utilizacin de
la energa que se libera en la disgregacin del tomo? No hay tal vez en el hombre una
energa mal conocida pero prodigiosa, que comnmente se llama "espritu" y que, en ciertos
individuos y en determinados momentos, ha demostrado ser capaz de lograr efectos
sorprendentes que hasta hoy ninguna maquina es capaz de producir? Acaso no ser posible
que algn da tal vez lejano, esa energa espiritual, utilizada hasta ahora solamente para el
trabajo del pensamiento, cuando est educada, desarrollada y debidamente guiada, logre
hacer todo lo que es necesario para la vida del hombre con la simple emanacin y radiacin de
su voluntad? No suceder que en el prximo milenio, la veleidosa ilusin mgica de los
primitivos llegue a convertirse en una realidad?
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UNA VISITA A LIN-YUTANG
(O DEL PELIGRO AMARILLO)
Cambridge (Mass.), 29 de octubre.
Finalmente he logrado conocer personalmente a LinYutang, el chino ms inteligente
entre todos los conocidos por m. Haba ledo con grandsimo gusto algunos de sus libros, y me
urga saber cules eran sus ltimas opiniones acerca de su patria. LinYutang es un hombre
franco y cordial, no tiene nada de profesoral, pedantesco ni diplomtico; sonre
frecuentemente, incluso cuando habla de cosas serias. Hasta respondi a mi pregunta sin
anticipar los habituales prembulos de precaucin. Me dijo as:
El pueblo chino es el pueblo ms peligroso que hay en el mundo, y por eso est
destinado adominar la tierra. Por espacio de siglos permaneci encerrado en los confines del
inmenso imperio porque crea que el resto del planeta careca de toda importancia. Pero los
europeos, y despus los japoneses, le han abierto los ojos, los odos y la mente. Han querido
desanidarnos a la fuerza, y ahora han de pagar caro su ambicin y su curiosidad. Desde hace
un siglo los chinos aguardan la hora de vengarse, y se vengarn.
La sublevacin de los Boxers, del ao 1900, no fue ms que la primera tentativa, mal
conducida y mal lograda. Pero el pueblo chino, que es astuto y paciente, ha elegido otros
caminos. En el ao 1910 se convirti a la democracia republicana, en 1948 al comunismo. En
realidad, de verdad, los chinos no son ni conservadores, ni democrticos ni comunistas. Son
simplemente chinos, o sea: una especie humana aparte, que quiere vivir y sobrevivir, que se
multiplica y debe expandirse por necesidad biolgica ms que por ideologas polticas.
El pueblo chino es inmortal, siempre igual a s mismo bajo todas las dominaciones. Ni
los trtaros, ni los japoneses, ni los norteamericanos, ni los rusos han logrado o lograrn
transformarlo. Pulula y se expande como un gigantesco plipo tenaz y compacto, que ningn
extranjero lograr desarraigar.
Las invasiones no lo han domeado; las guerras perdidas no lo han vencido; las
carestas no lo han diezmado; el opio no lo ha embrutecido, las revoluciones no lo han
sacudido. Ningn otro pueblo puede tener esperanzas de superarlo y rechazarlo. Es un pueblo
astuto y cruel, un pueblo de gente mercante y embrollona, de bandoleros y verdugos, que
sabe utilizar para sus fines ya el engao, ya la ferocidad. Por esto est destinado a convertirse
en amo del mundo, porque los dems pueblos son ms ingenuos y ms buenos que l.
Transcurrir el tiempo que sea necesario, pero el futuro le pertenece.
Cuando el emperador Guillermo II denunci hace ya cincuenta aos el peligro
amarillo, demostr el mayor rasgo de genio de toda su vida. Se burlaron entonces de la
imperial ave de mal agero, pero la Historia se prepara a darle la razn.
Los chinos han comenzado por enviar vanguardias a todos los pases del mundo: a la
Malasia, a la Indonesia, a casi todas las tierras del Asia; hay barrios chinos en San Francisco y
en Nueva York, en Londres y en Pars. En el primer perodo postblico aparecieron vagos
chinos por las calles de Berln, de Roma, de Madrid y de El Cairo; iban con la excusa de vender
perlas falsas, pero en realidad eran los primeros mensajeros del gran desborde.
Los chinos se han servido de la repblica de SunYatSen para librarse de los
parsitos del antiguo imperio manch; utilizaron al bolcheviquismo para liberarse de los
parsitos de la repblica burguesa; un da u otro, bajo una bandera de conveniencia, se
liberarn de los parsitos del comunismo. Son un pueblo sin escrpulos, que se sirve de las
ideas pero se niega a ser esclavo de las mismas; con el tiempo les pertenecer la tierra.
Para la interminable masa de chinos, lo esencial es engendrar hijos y tener arroz
suficiente para mantenerlos; el resto es ficcin, mscara, pretexto. Su pas es grande pero
pobre, por lo cual y poco a poco sern impulsados a ocupar otros pases: el Tbet, Corea, la
Indochina, la pennsula de Malaca, tales seran los primeros bocados. Pero el apetito viene a
medida que se come. Cuando tengan cantidad suficiente de las armas ms modernas, nadie
ser capaz de atajar a esos quinientos millones de ladrones hambrientos y crueles, ni siquiera
los doscientos millones de eslavos. Ya en la Edad Media los mongoles invadieron a Rusia y
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llegaron hasta los confines de Italia; en la nueva Edad Media que se prepara se difundirn
como un diluvio por toda la Europa; Amrica lograr salvarse, pero no para siempre. Despus
de algunas generaciones, el peligro amarillo se convertir en el dominio amarillo. El color
amarillo, segn vosotros, los occidentales, es el color de la envidia y del odio; los amarillos no
pueden tolerar la idea de que haya razas superiores a la propia y las sometern. Su dominio
no ser dulce ni fcil, pero a pesar de todo, el Imperio del Sol Naciente llegar a ser un da,
aunque lejano, el Imperio donde el Sol no se levantar ni se pondr jams. Habla
seriamente? pregunt a LinYutang.
Nada hay ms serio, mster Gog me contest el genial chino, y estall en una sonora
carcajada,tan alegre y prolongada que me espant. Yo no lograba decir una palabra ms, y
cuando lo dej aun estaba riendo.
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VERDUGOS VOLUNTARIOS
TungKwang, 6 de octubre.
Supe que en esta ciudad rige una costumbre que no se conoce en ningn otro lugar de la
tierra, costumbre que vale la pena consignar aqu. Todos los condenados a muerte de las
provincias cercanas, son enviados y reunidos en TungKwang, donde hay una prisin bastante
grande, una de las ms modernas de China. Mas las ejecuciones capitales no son hechas por
verdugos profesionales, sino por ciudadanos privados que no slo se ofrecen voluntariamente
para ese trabajo de alta justicia, sino que adems pagan una suma bastante elevada para
obtener el placer y el honor de ejecutar las sentencias con sus propias manos. Estas
ejecuciones se realizan en das fijos, tres veces a la semana, pero con sistemas diversos. Los
lunes estn reservados a la muerte por la horca; los mircoles a los fusilamientos y los viernes
a la silla elctrica. Hay personas que prefieren uno u otro de esos sistemas, pero tampoco
faltan los que quieren probar ya uno, ya otro mtodo de quitar la vida a los delincuentes. En
estos tiempos de perturbaciones y guerras civiles las condenas a muerte son numerosas, y
cada semana afluyen a TungKwang verdaderas caravana de rebeldes, ladrones, traidores,
desertores y prevaricadores pblicos. Me han asegurado que llegan a la ciudad por lo menos
treinta condenados por da. El verdugo jefe, a quien corresponde asignar las clases de
ajusticiamiento, los divide en tres grupos: los condenados polticos son reservados al
fusilamiento; los ladrones y bandoleros a la horca, y el resto de los delincuentes menores a la
silla elctrica, considerada el mtodo menos doloroso. Los ciudadanos que desean ejercitar el
oficio de verdugo voluntario, deben inscribirse una semana antes y pagar los derechos
determinados por la ley. Los postulantes abundan, ms de lo necesario, tanto es as que
delante de la puerta del jefe de verdugos siempre hay cola, y los retrasados deben esperar
hasta dos y tres semanas para poder hacer ejecuciones. He podido observar que esos
verdugos voluntarios son hombres de todas las edades y condiciones sociales; me han hecho
saber que los pobres echan mano a prstamos gravosos a fin de procurarse la suma requerida,
bastante elevada. Tambin se admite a las mujeres con tal que hayan alcanzado la edad de
veinte aos y sean robustas, y me dicen que frecuentemente son ellas ms entusiastas y
capaces que los hombres. Pregunt a un viejo literato que sabe ingls y que dice ser taosta,
cules eran las razones de tan singular costumbre, y me respondi:
Se trata de una sabia estratagema ideada por nuestro gobernador para mejorar la
moralidad pblica. Usted sabe que en nuestro pueblo est muy difundida y arraigada
profundamente, la necesidad de matar. Segn la doctrina de Tao, los instintos demasiado
reprimidos acaban por vengarse, y as hemos hallado el secreto para encauzar, por lo menos
en parte, esa mana homicida, que se satisface as peridicamente sin dao de los inocentes y
sin los temores y remordimientos de los asesinatos clandestinos. Los hombres y mujeres que
experimentan con ms fuerza esa necesidad de matar, tan comn en nuestra naturaleza,
pueden satisfacerla impunemente, y en lugar de matar arbitrariamente, segn los caprichos
del odio personal, brindan su trabajo para obtener la supresin de seres malvados que
merecen la muerte por sus desenfrenados delitos. As hemos abierto una legitima va de
escape que no daa a nadie, y, adems, es muy til para la comunidad.
Le hice observar que, si esa cura lograra plenamente sus efectos, gradualmente
disminuiran los verdaderos asesinos, con lo cual tambin seria menor el nmero de las
condenas a muerte. Esta objecin no conmovi lo ms mnimo al literato.
Nosotros condenamos a muerte no slo a los asesinos, sino tambin a los ladrones, a
los revoltosos, a los violadores de mujeres y a los sacrlegos; gente de esa especie siempre
habr en abundancia. Y nada impide cambiar los cdigos de modo que se pueda aplicar
condena capital incluso por delitos que hoy son castigados nicamente con la crcel.
Finalmente, piense en los beneficios que obtiene el erario; con dicho sistema el gobierno no
slo ahorra el salario que correspondera a los verdugos de carrera, sino que, con las condenas
a muerte, obtiene una entrada bastante voluminosa. La pasin de los ciudadanos de todas las
clases sociales por esas macabras prestaciones de servicios por las que se paga, es tan
popular y poderosa, que un diario de TungKwang est realizando una campaa contra los
jueces acusndolos de indulgencia exagerada y de venalidad desenmascarada. Segn parece
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los jueces no dictan suficientes condenas a muerte, con el resultado de que muchos amantes
del arte del verdugo no puedan comprar con la necesaria frecuencia el derecho a matar
legalmente a sus prjimos.
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EL MERCADO DE NIOS
MingPo, 15 de junio.
El amigo taosta ha querido acompaarme a visitar el negocio ms extrao y ms famoso
de la ciudad, que est situado en la calle principal del suburbio oriental. En la entrada hay uno
de los habituales cartelones de latn, en el que se puede leer una serie de ideogramas color
escarlata. El local consiste en un largo corredor que, para el paso de los compradores, tiene en
medio un estrecho pasadizo formado por dos divisiones de palos, paralelas, que a su vez
forman con las paredes dos galeras angostas y oblongas donde se halla la mercanca a
vender. Aproximndome a las divisiones de madera pude ver que, acurrucados en tierra,
sentados en pequeas sillas o tendidos en pobres esteras de bamb, haba all decenas de
nios de edad varia, entre los cinco y los diez aos; estaban inmviles, silenciosos, como si
fueran objetos inertes y no criaturas humanas. La mayor parte de ellos estaban macilentos y
agotados, pero no faltaban algunos gordos y mofletudos aunque su color era triste. Casi todos
tenan los ojos semicerrados y no los abrieron ni siquiera al or el ruido de los pasos y de la
conversacin. De ambas galeras, cerradas y llenas de cuerpos infantiles, sala un acre olor a
sudores y excrementos. En aquel momento haba all tan slo dos compradores, un viejo y una
vieja. Pero mi amigo el filsofo me dijo que el comercio de nios era por entonces prspero y
beneficioso, tanto as que el dueo de aqul haba podido comprar todas las tierras de un
pueblo cercano.
Mas, para qu compra la gente a estos nios?
Son diversos los motivos me respondi el amigo taosta . Hay quienes no tienen
hijos y quieren ver en su casa a un nio de su propiedad; los ricos compran alguno que otro
para que sus hijas tengan juguetes vivientes en lugar de muecas de trapo o de porcelana.
Los mendigos invierten sus ahorros en la adquisicin de un nio delgaducho y enfermizo para
suscitar mayor compasin en el corazn de la gente que pasa. Tambin hay algunos que de
vez en cuando se valen de un nio en sus actividades de magia negra, sacrificndolo
ocultamente a alguna divinidad infernal; finalmente, y aunque son pocos, estn los
antropfagos clandestinos que para sus festines de canbales prefieren la tierna carne de los
nios, y hasta se dice, aunque sin dar pruebas, que algunos viciosos utilizan a nios
comprados para satisfacer sus sucias perversiones.
Y los padres que saben todo esto pregunt aterrorizado , por qu continan
vendiendo a sus hijos?
En nuestros campos la miseria es espantosa. Son frecuentes las carestas causadas
por la sequa o la langosta. Hay padres que tienen un regimiento de hijos y no saben cmo
alimentarlos; venden entonces dos o tres, generalmente los ms chicos, y con el dinero as
obtenido compran un poco de arroz para que los mayores no mueran de inanicin. Las madres
se rebelan y lloran, pero despus, ante el terror al marido y a la necesidad, concluyen por
resignarse.
En ese momento sali de la oscuridad del fondo el infame comerciante, obsequioso y
sonriente, animado por la presencia de un cliente extranjero. Era un chino todava joven, de
rostro chato, color azafrn; vesta una hermosa tnica de seda celeste. Se par ante nosotros
haciendo una inclinacin; inmediatamente le di la espalda y hu a grandes pasos de aquel
horrible mercado. El amigo taosta me alcanz en la calle y me pregunt con plcida voz.
Tal vez no le ha gustado la visita?
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UNA VISITA A OTORIKUMA
(O LAS PARADOJAS DE LA GUERRA)
Tokio, 3 de abril.
Hoy en da Otorikuma es considerado el historiador ms genial del Japn, aun cuando
desde hace muchos aos no haya publicado ninguna obra nueva. Es un anciano modesto y
pequeo, tiene setenta y cinco aos de edad, y vive privadamente dando lecciones a
estudiantes de la Universidad. Fui a verlo con la esperanza de saber por su medio qu piensan
hoy, acerca del mundo, los japoneses ms inteligentes. Pero Otorikuma no gusta hablar acerca
de su patria. Me habl en perfecto ingls:
Yo era contrario a la ltima guerra, y por muchas razones, algunas buenas y otras
malas. El Japn haba vencido la vez primera a un coloso, la China; la segunda vez venci a
otro coloso: Rusia. Pero stos eran gigantes avejentados, enfermos, todava medievales. No
deba ahora enfrentarse contra un tercer coloso en pleno crecimiento de fuerzas y de
ambiciones, como son los Estados Unidos. Una vez que se han dado dos golpes con buen xito
es una locura arriesgarse a dar un tercero y un cuarto. Ah tenemos a Napolen: haba
conquistado a Alemania e Italia, pero no logr el mismo xito contra Inglaterra y se vio
arruinado en la campaa de Rusia.
En el ao 1853, los norteamericanos haban obligado al Japn, con amenazas, a abrir
sus fronteras a la civilizacin del Occidente, y nosotros, en lugar de resistir, nos convertimos
en alumnos e imitadores de Europa y de los Estados Unidos. Fuimos discpulos excelentes,
pero es muy difcil que el alumno pueda superar al maestro si contina obrando en el mismo
plano de la enseanza recibida. A pesar de las amenazas hubiramos podido continuar siendo
un pueblo de samurai, de artistas y poetas; en cambio, quisimos convertirnos en un pueblo de
fabricantes, de ingenieros y navegantes. Traicionamos el espritu antiguo de nuestras
tradiciones nacionales y finalmente sobrevino el castigo.
Si un pueblo de ruiseores siente envidia del guila y pretende parecerse a los
gavilanes, acaba por ser vctima del cndor. Pero, le suplico que abandonemos este tema,
demasiado doloroso para mi viejo corazn. Qu piensa acerca de la tragedia actual del
mundo?
Si en verdad es una tragedia, no puede concluir ms que en una catstrofe. Pero
tambin puede ser que sea una tragicomedia, y entonces tambin puede concluir en un
contrato de bodas. Pero yo soy historiador, no profeta. Ya que tiene la bondad de escucharme,
deseo hablarle de las muy extraas paradojas que se han producido despus de la ltima
guerra.
En otros tiempos, y bajo otras civilizaciones, las naciones derrotadas eran obligadas a
ceder territorios y a pagar indemnizaciones, pero los jefes de esas naciones, y menos an los
jefes militares, no eran procesados por los vencedores. Los monarcas abdicaban a veces, pero
por su propia voluntad; los generales vencidos podan ser castigados por sus gobiernos, pero
no por los vencedores; el dolor y la vergenza de la derrota ya eran de por s un duro castigo.
Ahora, en cambio, los jefes polticos y militares de los pases vencidos son considerados
delincuentes, y como tales son procesados y castigados. Este es un hecho completamente
nuevo en la historia moderna. Se ha hablado de criminales de guerra, pero todos los
ejrcitos que estn en guerra cometen, en formas ms o menos graves, lo que se llama
atrocidades. Si los vencidos hubieran resultado vencedores, con los mismos pretextos
hubieran podido declarar criminales a los mismos hombres que han sido sus jueces. Si
maana hubiera otra guerra, cualquier general de cualquier pas puede correr el riesgo de
morir ahorcado o fusilado si no tiene la fortuna a veces puramente fortuita , de pertenecer
al bando de los vencedores.
Pero, hay otra paradoja an ms sorprendente. Los vencedores sacrifican millones de
vidas ygastan centenares de miles de millones para lograr la victoria, pero inmediatamente
despus se apuran a gastar otros centenares de miles de millones para alimentar a los pueblos
vencidos, para darles los medios de reparar las ruinas de la guerra, para levantar otra vez las
industrias, para alcanzar un mejor nivel de vida y lograr una mayor prosperidad. Este singular
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espectculo se vio ya despus de 1918, pero ahora es todava ms espectacular. El hombre
comn de la calle podra pensar que era mucho ms sencillo ahorrar los millones destinados a
la destruccin, con lo cual tambin se ahorraran los destinados a la reconstruccin, millones
todos que proceden de los combatientes y de los contribuyentes del pueblo victorioso.
Pero hay todava otra paradoja an ms increble e inverosmil. Los vencedores han
gastado profusamente vidas y millones para aniquilar a las fuerzas armadas del adversario, y
apenas obtenida esta finalidad que pareca ser para ellos de importancia vital, se apresuran a
proporcionar fusiles, caones, aeroplanos y miles de millones a los pueblos vencidos a fin de
que el da de maana stos se conviertan en sus aliados contra algunos de sus aliados de ayer.
Sera algo similar que la polica, despus de desarmar a una banda de malhechores, pusiera en
manos de stos armas ms poderosas que las que antes tenan, y los invitara a combatir
contra las milicias auxiliares que participaron en su captura.
Estas paradojas no son absurdos inventos de mi fantasa, podra leer las pruebas y
confirmaciones en los diarios de todos los pases. Ciertamente, en estas paradojas hay una
necesidad dialctica en vas de realizacin, pero deber usted confesar que se trata de una
dialctica diablica o, mejor an, demente. Segn mi parecer, la verdad es que, desde 1914,
el gnero humano ha sido herido por una forma grave de locura colectiva, la que por el hecho
de ser comn y universal no es advertida y reconocida como locura autntica. Lo que sucede
en los ltimos lustros no es juzgado fruto de la fiebre o del delirio, como es en realidad de
verdad, sino simplemente se le considera un desarrollo natural de la vida humana. Ninguno
piensa o puede pensar, consiguientemente, en una verdadera y apropiada curacin. El frenes
y la obsesin parecen estados normales y nadie se da cuenta de las alocadas paradojas a que
se ven arrastrados los hombres.
Esta enfermedad, lo mismo que todas las enfermedades mentales, tiene un desarrollo
caprichoso y cclico: a los ataques de furor homicida de los perodos 19141918 y 1939
1945, suceden perodos menos violentos, pero en los que son evidentsimas y constituyen un
pavoroso preludio de otros ataques furiosos, las manas de persecucin, de grandezas, la
mana del suicidio, de la destruccin y otras igualmente peligrosas. La humanidad tendra
necesidad urgente de una cura drstica y radical, pero, dnde estn los siquiatras titanes
capaces de intentarla? Cuando la Tierra toda es un manicomio hasta los mdicos y enfermeros
se ven reducidos a ser simples espectadores impotentes o se vuelven locos igual que sus
pacientes. Esta locura, colectiva e incurable, conducir probablemente a un exterminio total o
a un suicidio universal. Solamente la Divinidad podra curar y traer la salvacin, pero hasta
ahora Dios guarda silencio, y ese silencio de Dios es quiz la ms terrible condenacin de los
hombres. Otorikuma ces de hablar y me mir. Por la expresin de mi rostro debi darse
cuenta de que sus pensamientos me haban turbado y entristecido, pues me estrech
fuertemente la mano derecha con sus dos pequeas manos y me acompa obsequiosamente
hasta la puerta.
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EL DESQUITE DEL SALVAJE
Apia (archipilago de Samoa), 4 de octubre.
El recuerdo ms hermoso que me llevar de estas islas es la conversacin tenida pocos
das ha con un viejo polinesio, con quien habl en la glorieta de un pastor metodista de quien
yo era husped. El viejo, que posee los mejores rasgos de su raza y un rostro abierto e
inteligente, es, segn me ha dicho el pastor, un convertido al Cristianismo y ha viajado por
Europa y Amrica. Se llama Wukaawa, cuenta unos setenta aos de edad y habla con facilidad
en muy buen ingls. Se discurra acerca de la civilizacin anglosajona, de sus conquistas y de
sus culpas, y entre otras cosas se habl de la destruccin casi completa de las razas juzgadas
inferiores, primitivas, por los cristianos burgueses de Londres y de Nueva York. Me dijo
Wukaawa:
La forma de ceguera ms grave de aquellos seores es la que les induce a
considerarsecivilizados al parangonarse con nosotros salvajes. Si conocieran un poco
mejor nuestra vida y la historia de sus pueblos, comprobaran con estupor, vergenza y
remordimiento, que esa distincin tan til a sus intereses y tan favorecedora de su orgullo, en
realidad no existe. Los civilizados son todava salvajes, o si le place ms as, los llamados
salvajes se parecen en los aspectos ms comunes de la vida a los pretendidos civilizados.
Bastarn unos pocos hechos para probarle que no soy un malabarista de paradojas sino un
honrado observador de lo que sucede en el mundo.
Comencemos por uno de los hechos fundamentales de la historia humana: la guerra. La
guerra que hacen las tribus salvajes con finalidades de rapia, podemos encontrarla,
cambiando slo las proporciones, en todos los pueblos civilizados, que asaltan a otras
naciones para apropiarse de territorios, ciudades, riquezas y otras presas.
Se ha reprochado a los salvajes por hacer guerra improvisadamente, de sorpresa, sin
razones ni declaraciones. Pero, lo mismo ha sucedido en la ltima guerra mundial, por todas
partes y por obra de los civilizados, quienes procediendo como los primitivos, han dado muerte
a los prisioneros vivos o los han reducido a la esclavitud.
Hoy en da, en todos los pases progresistas se tiende en formas diversas, pacficas o
violentas, a establecer la comunidad de bienes, con los nombres de socialismo o comunismo.
Pero se olvida que en las antiguas tribus salvajes la propiedad privada era desconocida; todo,
absolutamente todo, perteneca al clan, o sea, a la comunidad.
Los pueblos civilizados se jactan de que, al cabo de luchas seculares, han llegado a la
democracia. Pero, en todas las sociedades salvajes primitivas el gobierno era ejercido por un
consejo de ancianos, el que deba rendir cuenta de su actuacin ante una asamblea de adultos.
Se afirma que los salvajes no tienen conocimientos fuera de la magia, y es verdad, pero
Sir James Frazer ha demostrado las profundas afinidades que median entre la ciencia y la
magia: ambas se proponen poner al servicio del hombre las fuerzas de la naturaleza actuando
sobre la esencia universal de las cosas, llamada por nosotros mana y por vosotros materia o
energa. Adems, si se quisiera hacer alusin a nuestros magos, bastara recordar que todas
las grandes ciudades del Occidente e incluso en nuestros das, estn llenas de magos y magas,
de profetas y ocultistas, de hechiceros y nigromantes, y que todos ellos hacen ptimos
negocios. Hasta el mismo Hitler se haca aconsejar, en sus decisiones de guerra o de paz, por
especialistas en ciencias ocultas.
Adems, se dice que muy frecuentemente la religin de los salvajes se reduca al culto
de los muertos. Lo mismo acontece hoy en las naciones que se jactan de ser las ms
inteligentes y positivas. Las religiones reveladas son reducidas cada vez ms a un residuo de
smbolos y prcticas exteriores, sin un verdadero contenido de fe viva, mientras que el culto
de los muertos es vivsimo incluso entre los ateos y los indiferentes. Bastar citar la adoracin
de la momia de Lenin, en Mosc, para probar que el culto de los difuntos y de sus reliquias es
lo nico que ha sobrevivido a las negaciones del escepticismo y del materialismo.
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Las diversiones que prefieren las plebes pobres o ricas de los pases civilizados, o sea el
abuso de lquidos fermentados, las danzas frenticas, las fiestas de mscaras, las msicas
ruidosas y bestiales, son las mismas que se usan entre los salvajes.
En cuanto a la promiscuidad sexual que a veces es reprochada a los primitivos, y casi
siempre errneamente, ser mejor que no insistamos. La difusin del adulterio, la
multiplicacin de todas las formas de prostitucin, la creciente fortuna de los invertidos y de
los pervertidos, son hechos reveladores de que la corrupcin sexual de los civilizados supera
en mucho a la de los salvajes.
Los salvajes andan desnudos, muchas veces por exigencia del clima o por pobreza.
Pero, basta visitar vuestras playas durante las temporadas veraniegas, basta asistir a las
exhibiciones de criaturas semidesnudas en los teatros y estadios, aproximarse a las colonias
nudistas que florecen en los pases nrdicos, para observar que los civilizados, tambin en
esto, se parecen cada vez ms a los escandalosos salvajes.
Finalmente, hasta la originalidad de los tocados femeninos mancomuna a la perfeccin
en la inconsciencia del ridculo, a los ricos civilizados y a los pobres salvajes. Algunas seoras
de Pars o de Nueva York nos parecen extravagantes y cmicas a nosotros los salvajes, de
igual modo que parecan tales a los viajeros europeos las mujeres de la Nigeria o las indgenas
de la Tasmania.
Y hasta los tatuajes de los polinesios estn ahora de gran moda entre los delincuentes
de Italia y de Francia, entre las mujeres de negocios turbios y los dandies de Inglaterra y de
los Estados Unidos.
As, pues, querra saber cules son las diferencias esenciales y sustanciales entre los
llamados civilizados v los salvajes. Las formas exteriores, los enmascaramientos, los atuendos
y las denominaciones del salvajismo civilizado, son en gran parte diversos, y digamos tambin
que son ms hipcritas y mortferos, pero la estructura ntima de su existencia, los gustos, los
hbitos y los mitos, son por doquiera casi los mismos. El civilizado que desprecia al
primitivo, encarnece a su sosa, se condena a s mismo. El inteligente polinesio no habl
ms, pero ni yo ni el pastor metodista fuimos capaces de decir algo para contradecir los
irrefutables hechos puntualizados por Wukaawa.
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EL INSTITUTO DE REGRESION
Honolulu, 6 de marzo.
El Instituto Cientfico para la Regresin Humana ocupa un vallecito situado a dieciocho
millas de la ciudad. El director del mismo el conocidsimo bilogo australiano Austen Finlay,
quien me haba escrito repetidas veces invitndome a visitar su Instituto, nico en el mundo, y
que tiene ya varios aos de vida. Finalmente pude aceptar y no me arrepiento de haber venido
hasta ac slo para esta visita. Fui recibido por el doctor Finlay con una cortesa exquisita,
tanto ms sorprendente por ser un hombre que a primera vista parece rudo, agresivo y
extrao. Es completamente calvo y lampio, tiene grandes ojos grises, saltones, enorme nariz
roma, voluminosos labios plidos y carnosos; viste como un empleado de tienda en
vacaciones: una camisa color turqu sin cuello y pantalones cortos de terciopelo negro. Me dijo
as:
Una de mis primeras lecturas de la juventud fue La Isla del Doctor Moreau, de Wells,
obra queme caus una impresin muy grande y fue el libro que me decidi a estudiar biologa.
Soaba con poder hacer en la realidad, muy pronto, lo que Wells haba soado con su frtil
imaginacin de profeta cientfico. Usted conoce, ciertamente, esa obra de Wells; recordar que
el doctor Moreau intenta hacer humanos a varios animales que ha recogido en una isla
educndolos y transformndolos. Cuando conclu en Cambridge mis estudios de zoologa
comparada y de biologa general, regres a mi patria y me fue fcil hallar los capitales
necesarios para mi gran experimento. Esta intentona continuada tenazmente durante muchos
aos, concluy como la imaginada por Wells, en un clamoroso fracaso. Hasta los perros y los
monos, que parecen ser los animales ms reducibles al estado humano, se mostraron
reluctantes y rebeldes. Poda lograr perros sabios y monos amaestrados, pero todo
exteriormente, de una manera automtica y mecnica; nada logr que se asemejase, ni
siquiera desde lejos, a la mente y menos todava al alma del hombre. De un modo especial los
felinos se mostraban refractarios a todos mis esfuerzos de sublimacin antropoide.
Ese fracaso me hizo reflexionar llegando finalmente a una inversin total de mis
conceptos. Slo Dios puede elevar a los seres de un estado inferior a otro superior, como lo
demuestra la teora transformista que es aceptada ahora por todos los bilogos, incluso por los
que militan en las Iglesias cristianas.
Pero el hombre, demiurgo principiante e indeciblemente lejano de la potencia divina,
puede tener xito en el camino contrario: puede hacer una regresin del estado superior al
inferior. Indudablemente, esta empresa es ms fcil puesto que no se trata de aadir, o sea,
de crear, sino de quitar, es decir empobrecer y rebajar, operaciones stas que no son
imposibles ni siquiera para los monos de Dios.
Guiado por este pensamiento, hace catorce aos que fund el Instituto Cientfico Para la
Regresin Humana, obra que me ha costado muchsimos esfuerzos y cuantiosos gastos, pero
que me ha permitido conseguir casi perfectamente la finalidad que me haba propuesto. Usted
sabe que muchos hombres estn disgustados y asqueados de su condicin de seres humanos
conscientes y responsables. Desde los Cnicos de Grecia hasta los Materialistas del siglo XVIII,
son muchsimas las personas que han deseado la paz y la simplicidad de vida de los brutos. En
lugar de practicar el ejemplo del doctor Moreau procur seguir con mtodos prcticos y
cientficos el mito de Circe, y recordar usted que no todos los compaeros de Ulises,
transformados en cerdos, aceptaron de su voluntad recuperar su condicin de hombres.
Por todo ello no me fue difcil hallar una docena de nuestros semejantes dispuestos a
someterse con alegra a mis experimentos, para un metdico embrutecimiento animal. Exclu
intencionalmente a los salvajes, puesto que su transformacin en verdaderos animales se
hubiera prestado a polmicas malignas. Los ejemplares humanos que eleg fueron hombres de
raza blanca y bastante civilizados, hasta hubo entre ellos un profesor de filosofa idealista, que
estaba saciado y hastiado de las acrobacias mentales de sus maestros.
Debo confesar que no todas las metamorfosis intentadas tuvieron un xito satisfactorio,
pero las ms logradas, seis en total, son una prueba innegable de mi afirmacin primera
bsica: no se puede transformar a los animales en hombres, pero s se puede reducir
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perfectamente a los hombres al estado de animales, al que estn, naturalmente, inclinados
inclusive sin la intervencin consciente de la biologa. Adems, deb contentarme con los
modelos animales ms comunes, que se pueden observar fcilmente, in nuce, en la mayora
de nuestros semejantes. As pude lograr un oso, un lobo, un puerco, una hiena y hasta un
chacal, pero la obra maestra de mi Instituto es el hombre gorila, el que con excepcin de
algunas particularidades somticas, es una maravillosa imitacin de ese simptico primate.
Pero quiero que usted pueda juzgar por s mismo acerca del feliz xito de mis facsmiles. Estos
seis ex hombres gozan de ptima salud, han renunciado a sus facultades humanas, como, por
ejemplo, al lenguaje articulado, y casi siempre estn de buen humor. Con gruidos que
calificara de afectuosos y casi amorosos, quieren manifestarme su gratitud por el estado
menos doloroso y angustioso al que los he hecho retrogradar lentamente. Estos resultados
tienen una importancia decisiva para el progreso de la biologa, pero desde el punto de vista
moral pueden ser juzgados como una inesperada contribucin al aminoramiento de la
infelicidad humana. El profesor Finlay me llev despus a ver a sus seis ex hombres por los
diversos recintos dispuestos racionalmente en el valle. En el primero pude ver... (En el
manuscrito del diario falta la ltima parte de la descripcin prometida por Gog.)
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EL ENTONTAMIENTO PROGRESIVO
Calcuta, 29 de noviembre.
En una revista que se publica en lengua inglesa en la ciudad de Bombay, Maya, hall una
colaboracin enviada desde Niza y firmada por Aurananda; dicha colaboracin merece ser
considerada. El autor debe ser un joven hind muy culto, y sostiene que los pueblos
occidentales, europeos y americanos, despus de haber sido durante muchos siglos
poseedores de la ms elevada inteligencia creadora y crtica, causan ahora la impresin de un
entontamiento total casi pavoroso, que ao a ao se vuelve ms visible y ms grave. Despus
de hacer notar, con agudeza y sin prejuicios, los sntomas y las pruebas de ese decaimiento
general, Aurananda enumera las causas principales de ese inesperado fenmeno. Segn su
opinin, son las siguientes:
1) Las publicaciones semanales ilustradas, que se ocupan casi exclusivamente de los
escndalos mundanos, de los delitos y de las cosas extraas, prevaleciendo las imgenes
fotogrficas sobre las ideas y las discusiones criticas.
2) El cinematgrafo, que embrutece sistemticamente a la gran masa de las clases
medias y proletarias con espectculos de bestialismo feroz, de sentimentalismo idiota, de un
falso lujo y, en general, de una vida hueca, artificiosa y presuntuosa. El cine ayuda tambin a
sustituir el pensar por el ver.
3) Los deportes, en los que es evidente la supremaca de los valores puramente fsicos y
musculares sobre los valores morales e intelectuales.
4) La difusin, siempre creciente en todas las clases sociales, de los estupefacientes:
opio, morfina, cocana, herona, etc., que terminan por embotar y ofuscar las facultades
superiores del alma y preparan generaciones de maniticos, imbciles y neurticos.
5) El abuso, tambin creciente y de un modo especial entre los jvenes de ambos sexos,
de las bebidas alcohlicas y excitantes.
6) El auge universal de las danzas y msicas de origen primitivo y salvaje, que
entontecen el cerebro, desvigorizan la voluntad y crean un paroxismo afrodisaco debilitante.
Tambin el baile favorece los estmulos musculares y sexuales, todo con desmedro de las
actividades mentales superiores.
7) La radio, que transmite principalmente msica, y generalmente msica mala,
incitando a ensueos extenuantes y morbosos, alejando del estudio, de la meditacin, del
ejercicio del pensamiento operante.
8) La exagerada importancia que tienen hoy en la vida occidental los muchachos, las
mujeres y los trabajadores manuales, los tres seores de la poca, los tres sectores de la
humanidad menos capaces de un profundo y continuado trabajo de reflexin.
Aurananda se asombra de que los gobernantes de Europa y de Amrica no se preocupen
por ese progresivo entontamiento de sus pueblos, y de que no intenten contenerlo o retardarlo
en alguna forma. La experiencia obtenida por m durante estos ltimos aos en mis viajes por
esos pueblos, confirma plenamente las conclusiones a que llega la colaboracin del nmero 76
de la revista Maya. Pero, quin lee en Pars o en Nueva York esa humilde revista de jvenes
hindes?
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EL EJERCITO DE BAADUR
Nipur (India), 24 de enero.
He aqu lo que me cont ayer por la noche un viejo Veda, de barba corta, mendigo,
charlatn, quien, segn l mismo lo afirma, ha recorrido todos los pases del Asia Central:
El ejrcito del Sultn Baadur dej sus campamentos del Valle Negro hacia fines de
marzo. Era un ejrcito inmenso, marchaba destinado a conquistar Cachemira, pero era
completamente diverso de los que hasta ese da se haban enfrentado y combatido. En
realidad de verdad, no se pareca a ningn ejrcito de los reinos e imperios de los hombres.
El Sultn Baadur, convertido a las doctrinas del Profeta Muni, pensaba que la guerra no
condice con la dignidad de nuestra especie, creada por los dioses tan por encima de las dems
especies. Deca Baadur el Sabio que los hombres tienen misiones y oficios mucho ms
elevados que quitar la vida a sus semejantes. Morder, despedazar, estrangular, envenenar,
son operaciones que corresponden mejor a la mayor parte de los animales, a quienes fueron
dadas armas naturales aptas: cuernos, dientes, garras, vesculas con veneno. Y el Sultn
Baadur, glorificado sea su nombre!, fue el primer prncipe que form un gran ejrcito
compuesto por animales amaestrados para la guerra.
El ejrcito, que en una maana de marzo sali del Valle Negro, llevaba como
vanguardia una manada de lobos hambrientos; segua a stos una legin de leopardos
atraillados, una tropa de osos velludos y feroces, un lote de toros salvajes, un apretado
regimiento de fieros leones y finalmente, una larga hilera de grandes elefantes, destinados los
ltimos a pisotear y deshacer a los enemigos que las bestias precedentes hubieran herido sin
llegar a matar.
Para guiar y vigilar a esas manadas de bestias, aun cuando ya estuvieran domadas y
adiestradas para prestar servicios de guerra, era necesario contar con un cierto nmero de
hombres. Mas, el prudente Baadur no haba querido que para ese peligroso y desagradable
oficio fueran llamados hombres libres e inocentes. Haba hecho salir de las crceles a todos los
condenados por homicidio o intento de homicidio que eran huspedes de las prisiones de su
reino, concedindoles gracia y libertad con la condicin de que amaestraran a las fieras en el
arte de la guerra y las condujeran contra el enemigo. Mas prohibi que esos hombres
participaran en los combates: tan slo deban vigilar y azuzar a los animales puestos a sus
rdenes. Afirmaba Baadur que ni siquiera a los asesinos se les deba permitir dar la muerte.
Algunos de esos hombres conducan, en carros tirados por mulas, muchos halcones con
capuchn, los que en el momento de la batalla seran liberados de los capuchones y, de
acuerdo a la enseanza recibida, se lanzaran contra los enemigos arrancndoles los ojos.
Otros delincuentes indultados guardaban en amplias canastas cerradas serpientes que, en el
momento oportuno, seran arrojadas en medio del ejrcito enemigo, esparciendo la muerte a
su alrededor.
As estaba formado y ordenado el ejrcito que el poderoso Sultn Baadur, amigo de los
hombres, hizo partir una maana de marzo desde el Valle Negro. Y el ejrcito march por
montes y bosques, durante das 57 das, S, todos los seres vivientes se alejaban de su camino
apenas oan el aullido de los lobos, el rugido de los leones, el bramido de los osos, el mugido
de los toros y los clamores de los elefantes. Y el ejrcito de las fieras entr en Cachemira y fue
lanzado contra los aterrorizados defensores, hombres simples y dbiles armados con lanzas y
flechas. La furibunda tropa de los animales famlicos anonad, trastorn y devor al poderoso
ejrcito del rey de Cachemira. Pero cuando los infelices guerreros humanos estuvieron todos
muertos o dispersos, sucedi algo horrible, sucedi lo que el sabio Baadur no haba previsto:
las fieras, cebadas y ebrias de sangre y de exterminio, no obedecan ms las rdenes y
amenazas de sus guardianes. Estos, profiriendo voces espantosas, repartiendo latigazos,
dando golpes con mazas de hierro y punzando con lanzas, intentaban reducir y alinear a sus
animales, pero, todo era en vano! Ni siquiera los halcones queran volver a sus refugios, ni las
serpientes oan los taidos de flauta de los encantadores. Ms an, se desat otra espantosa
carnicera: las hordas desencadenadas de las fieras, como enloquecidas por la libertad y el
tumulto, se lanzaron contra los malhadados domadores y conductores y en poco tiempo los
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deshicieron hasta el ltimo. Finalmente, una vez ahtas, se diseminaron y escondieron en la
interminable selva.
As termin la veloz conquista de Cachemira, as concluy el ejrcito ferino del Sabio
Baadur, del Gran Sultn que no quera enviar a los hombres para que mataran a los
hombres. Escuch en silencio, con la gravedad que se estila en estos pases orientales, la
historia del viejo Veda. Pero en mi interior no poda contener una risa invisible y prolongada. O
el viejo de la barba corta haba inventado enteramente el relato, o el sabio Baadur haba sido
el ms loco de todos los sultanes.
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EL NAVEGANTE AEREO SOLITARIO
Ciudad del cabo, 22 de septiembre
Hace dos das conoc al famoso navegante areo solitario, a quien un fallo del motor
oblig a detenerse, slo por un da, en esta Ciudad del Cabo. Es un individuo de unos
veinticinco aos, tiene un hermoso rostro oval, moreno, de mujer o de poeta, y ojos
almendrados y opacos, de enamorado o de santo. Se llama Udai Singh, y desde hace ya tres
aos vive casi siempre en el cielo. Viaja de un continente a otro, pasa de un ocano a un
desierto, con un aeroplano privado; tan slo lleva consigo a un mecnico ayudante, obediente
y callado. Hace dos noches lo observ con curiosidad, en el saln del hotel, pues ya me haban
hablado acerca de l. Estaba triste, con la tristeza cerrada que es conde la desesperacin, sus
ojos hmedos hacan juzgar que hubiese llorado. Procur darme nimo y me acerqu a l con
intencin de brindarle un poco de alivio:
Mster Udai Singh, le dije, s quin es usted y cmo pasa su vida. Me imagino que esta
detencin obligada ser para usted una causa de sufrimiento. Cuente usted con toda mi
simpata y reciba mis buenos deseos de que maana pueda reanudar el vuelo hacia el mar.
Le agradezco su simpata, respondi el aviador, y le confieso que tengo mucha
necesidad deella. Tener que descender y detenerme en la tierra es para m una verdadera
maldicin. No puedo vivir ms en el barro y en la piedra, no puedo soportar la vida y el ruido
de mis semejantes. No tolero al planeta sino vindolo desde lo alto: las fauces de sus crteres,
las gibas de sus montes, los ojos de sus lagos, las serpientes plateadas de sus ros. A los
hombres, a esos desventurados y agitados hombres, no los veo desde all arriba, o todo lo
ms como insectos annimos, como hormigas que se mueven.
Tan slo soy feliz cuando me libero, solo en el cielo libre: el sol es mi compaero fiel,
las nubes son mis islas y mis etapas de viajes, las brumas mis lugares de ocultamiento, el
viento es mi msica. Cuando estoy a varios miles de metros por encima de la dura corteza
habitada, me siento dueo del mundo y sobre todo me siento propietario nico e
imperturbable de mi alma. Usted, esclavo terrestre, no puede imaginar la ebriedad pura y
alocada de los navegantes del cielo. Los pensamientos son ms lcidos y serenos, la mente
est ms libre, el corazn ms seguro, el alma es ms divina. Un archipilago de rosados
cirrus a la hora del ocaso, es mi paraso; las guilas con sus alas desplegadas son mis
hermanas; el espejo inmenso del mar reflejando la grandiosidad del cielo es la pantalla de mis
visiones. Solamente en la atmsfera elevada hallo la medida de mi respiracin y el ritmo de mi
ser. El cielo es todo mo porque yo soy todo del cielo.
Mis antepasados huan del engao, de la falsa realidad visible refugindose en la
contemplacin del ser nico, del ser indistinto, de Brahma. Estaban evadidos y ausentes, pero
siempre apegados a la tierra. Yo aprovecho un invento de los occidentales para mi liberacin y
transfiguracin ultraterrestre. Me repugnan las infamias de los pueblos y las miserias de los
hombres, y por eso eleg vivir donde no veo sus rostros ttricos y no oigo sus voces
insensatas.
Debo descender frecuentemente a la tierra para reaprovisionarme de alimento tanto
para m como para mi motor. Pero todo descenso entre vosotros es para m humillacin y
angustia, y procuro que dure tan slo unos pocos minutos. All en lo alto puedo prescindir del
sueo por espacio de varias noches seguidas, y si el cansancio me vence, entonces mi fiel
servidor ocupa mi lugar.
Es verdad que hay all tempestades y huracanes, pero los enfrento con menos terror
del que siento ante el alboroto y los olores repugnantes de las ciudades. Atravieso con ms
gusto los mares que me inspiran temor, que las tierras habitadas. En el Atlntico hay una
regin espantosa donde reinan siempre la oscuridad, la niebla y los vientos, la llamamos el
pozo de las tinieblas; siempre que pueden los aviadores la evitan, pero yo la sobrevuelo
sintiendo la salvaje voluptuosidad del peligro, y cuando me veo sumergido en aquel caos negro
y rugiente me parece estar en la espantosa vagina de un mundo que an espera a su
demiurgo. La he atravesado ya cuatro veces y las cuatro he salido de ella con el nimo de un
resucitado victorioso que ha visto con sus propios ojos el preludio de la creacin. Al hablar en
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esa forma, Udai Singh se haba reanimado, brillaban sus ojos, su rostro haba adquirido nueva
luz. Pero, en aquel momento se acerc su ayudante para decirle que lo llamaban desde el
aeropuerto
Podr partir al alba! exclam el joven hind. Me salud apresuradamente y
desapareci en la noche.
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LAS VENUS FEAS
Mozambique (Africa Oriental), 28 de mayo.
He conocido aqu a un riqusimo negociante y armador portugus que vive en
Mozambique, durante varios meses del ao, para vigilar sus negocios. Se llama Francisco de
Azevedo, es una persona afable, de maneras abiertas, de ptimo gusto y posee una hermosa
cultura. Hace pocos das me invit a cenar en su residencia, situada un poco en las afueras de
la ciudad, donde no tiene ms compaa que la de sus servidores y servidoras de color.
Despus de tomar el caf y una vez encendidos los cigarros, mi amable anfitrin me dijo con
aire de hacerme una confidencia preciosa
A pesar de las apariencias paso aqu una vida melanclica. Ya ha muerto la mujer que
amaba; mis hijas se han casado en Amrica, no tengo a nadie, no puedo querer a nadie. Las
mujeres y los hombres que viven en esta isla, de cualquier raza y color que sean, son
personas horribles, de una fealdad obtusa que ni siquiera tienen los rasgos monstruosos y
encantados de los primitivos autnticos. Son todos bastardos y mestizos, teniendo al mismo
tiempo los vicios de la civilizacin y las miserias de la barbarie. Los soporto, pero sufro. Para
atenuar el horror de esta malhecha humanidad he debido procurare una evasin y quiero
hacerle ver en qu consiste. Me hizo pasar por varios cuartos vacos, y luego, con una llave de
plata, abri una gran puerta taraceada con maderas raras. Encendi unas luces escondidas en
el techo y me hall en una enorme sala redonda, cuyas paredes eran de rojo oscuro
pompeyano, y que estaba llena de blancas figuras inmviles.
Mirad me dijo Francisco de Azevedo, sta es quiz la ms rica coleccin de Venus
que hay en todo el mundo. He querido reunir aqu, en fieles reproducciones, a todas las Venus
que se admiran en las diversas partes del viejo mundo, en los museos y palacios. Aprovech
mis estadas en las principales ciudades de Europa para ordenar a buenos artistas que me
hicieran reproducciones de estas imgenes famosas de la belleza ideal. Qu os parece?.
Reconoc a las estatuas ms clebres de Afrodita que haba visto en mis viajes: la Venus de
Milo, la Venus de los Mdicis, la Venus de Cirene, la Venus Capitolina, la de Cellini, la de
Canova y muchsimas otras a las que no pude situar o no fui capaz de reconocer. Algunas
estaban sin cabeza, otras sin brazos, pero todas mostraban el florecimiento de los senos, el
suave escudo del vientre, la bien torneada perfeccin de las piernas. Aquello era un
espectculo desconcertante y casi molesto, una asamblea de mujeres cndidas y desnudas,
una junto a otra, algunas en actitudes lascivas, otras recogidas y pdicas, la mayor parte
erguidas y soberbias, con aire de desafo y de ofrecimiento. Bajo la clara luz elctrica aquel
desfile inmvil y cndido de cabelleras bien rizadas, de senos bien modelados, de caderas
perfectamente curvadas, de brazos bien torneados, todo ello no inspiraba ninguna idea de
amor o de excitacin libidinosa, sino ms bien una especie de extraa incomodidad que se
pareca confusamente al pudor. No saba qu decir, y nada dije, hasta que finalmente volvi a
hablar mi anfitrin.
Comprendo su silencio. Usted ha captado en seguida lo que yo, por un instinto de
defensa, captmuy tardamente. Cuando en la sala de un museo contemplamos una de estas
clebres Venus, aislada en su esplendor, tenemos la ilusin de estar frente a un milagro de
belleza antigua. Cuando por vez primera vi en Roma, en el Museo de las Termas, a la Venus de
Cirene, en la estrecha sala que ocupa ella sola, sent el casto xtasis causado por la perfeccin
de la belleza. Pero, cuando ms adelante pude reunir aqu, como en un templo secreto, a
todas estas Venus, no volv a encontrar la alegra pura que me prometa. Esperaba que estos
monumentos del eterno femenino me serviran de consuelo ante la vista real de seres
degradados y contrahechos que estoy obligado a hallar todos los das. Pero las Venus, reunidas
todas ellas, no me han causado la exaltacin intelectual y no carnal que cada una de ellas,
mirada durante unos pocos minutos, me haba causado anteriormente. La multitud congregada
de los cuerpos perfectos engendra la saciedad, y casi dira hasta la nusea.
Durante estos aos hice un doloroso descubrimiento. Las Venus, incluso las ms
afamadas y celebradas, son feas. La mujer es juzgada por nosotros bella en cuanto es una
promesa de placer y de voluptuosidad. Pero si uno de nosotros, una vez anciano, equilibrado y
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sabio, supiese mirar a estas Venus con la misma fra imparcialidad con que un sabio zologo
examina a un ejemplar comn de la fauna terrestre, se dara cuenta de que tambin las Venus
son animales que distan mucho de causar admiracin y maravilla: esa pequea probscide que
es la nariz, esa hendidura ferina que es la boca, esos dos abultamientos nutrientes que son los
senos, esos glteos indecentes que hacen pensar en la defecacin... Pero no quiero insistir
ms. Quizs hice mal al hacerle ver estas hembras de mamferos en mrmol que los artistas
han intentado transfigurar en armona abstracta para compensarnos por las otras, mucho ms
repugnantes, que debemos ver cada da en carne y hueso. Perdone, mster Gog, y volvamos
otra vez al saln para beber un poco ms de Oporto. Y Francisco de Azevedo concluy
diciendo A pesar de la coleccin de las Venus mi vida contina siendo triste y desconsolada.
Me veo obligado a aturdirme en los negocios as como otros se aturden en el juego o en la
guerra. Desde aquella velada no he vuelto a ver al negociante portugus, y no tengo deseo
ninguno de verlo nuevamente.
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EL ELOGIO DEL FANGO
El Cairo, 2 de febrero.
El profesor Denis Poissard, el ms original de los egiptlogos vivientes, me invit a
escuchar una conferencia que pronunciara en el Liceo Francs de El Cairo. Ms que el orador
mismo, quien por lo dems es un hombre de mltiples recursos, me atraa el tema de su
conferencia: Les gloires de la boue. Comenz el conferenciante con una vigorosa protesta
contra el sentido despectivo que se atribuye generalmente a la palabra barro, fango. Tirar
fango, quiere decir acusar a un pueblo o a un hombre; el fango que sube significa en la
jerga de los catones puritanos la denuncia de los progresos de la corrupcin en la vida pblica,
en el modo de vestir o en las costumbres. Declar Poissard con acentos conmovidos que esas
expresiones son un insulto a la verdad. Segn l, tambin las formas de la materia inerte
tienen derecho al respeto y a la justicia. Manifest que el fango no puede ser sinnimo de
fealdad o de vergenza, porque la civilizacin humana no habra sido posible sin l. En todos
los sitios del mundo, gran parte de los edificios est hecha con ladrillos, y stos no son ms
que porciones de barro endurecido y enrojecido por el fuego. Las hermosas casitas de Holanda
y los protervos rascacielos de Nueva York, no son ms que conjuntos de barro cocinado en los
hornos. En la antigua Babilonia los ladrillos adquirieron an mayor dignidad, puesto que
sirvieron como pergamino y papel para transmitir los poemas de los dioses y las gestas de los
reyes mediante caracteres cuneiformes grabados en los mismos. Una de las artes ms nobles
y tiles, la escultura, ni siquiera sera concebible sin la creta, o sea sin el barro. Las terracotas,
como su nombre lo indica, no son ms que fango plasmado armoniosamente por las manos de
los artistas o artesanos, y no slo esto sino que, adems, la mayora de las estatuas de bronce
y de mrmol fueron modeladas con barro antes de ser traducidas a materiales ms duraderos.
El mismo Miguel Angel, que ha quedado en la imaginacin de la gente como el titn capaz de
lograr sus estatuas en mrmol con la violencia de su cincel, siempre comenzaba recurriendo al
limo de los ros Arno o Tber para hacer previamente los modelos de sus creaciones. Y acaso,
no dice expresamente el Gnesis, que el primero y mximo estatuario, Jahveh, model a
Adn con el limo de la tierra? El pas de los lotfagos, descrito por Homero, nos hace
recordar que para algunos pueblos primitivos, el barro fue un alimento. Y por lo dems,
muchos de nuestros alimentos, qu otra cosa son sino barro transformado y sublimado por el
calor del sol? La fertilidad fabulosa del antiguo Egipto se deba, como ya lo escriba Herdoto,
al fango del Nilo. Si algunas veces el lodo dejado por el ro, era escaso, los sbditos de los
faraones se vean condenados al hambre. El barro siempre ha estado en relacin necesaria con
las bebidas y los comestibles. Toda la cermica y vajilla de la antigedad, muchas veces
agraciada con la pintura, y tambin en gran parte la alfarera moderna, tesoro de la gente
pobre, no son ms que trozos de barro que han pasado por el torno y por los hornos. Las
nforas griegas y etruscas, los bcaros espaoles, los huacos peruanos, la vajilla del
Renacimiento, todas son cosas que llenan los armarios y vitrinas de todos los museos del
mundo. Pero tiene el barro una gloria, la ms singular y significativa, que hasta ahora no ha
sido captada por la sutileza de los historiadores: He descubierto exclam el profesor
Poissard con aire triunfal , que las grandes civilizaciones de la tierra han nacido y han
florecido en el barro. Los emigrantes africanos que fundaron el Imperio Faranico eligieron
como sede el valle del Nilo, inundado por el fango de ese ro; Asiria y Babilonia crearon sus
ciudades en medio de las regiones palustres formadas por los ros de la Mesopotamia; China
tuvo su primer foco de vida civilizada en los aguazales fangosos del HwangHo; una gran
parte de los actuales Pases Bajos no es ms que cieno arenoso conquistado al mar.
Las ms famosas ciudades de Europa son hijas del barro. El valle donde naci Florencia
era un inmenso pantano situado entre el ro Arno y el monte de Fisole; Pars naci en las
barrosas orillas del Sena; su nombre antiguo, Lutecia, significa precisamente lodosa, fangosa;
Venecia surgi en las islitas barrosas de la laguna; Berln, entre las aguas estancadas y
fangosas del Spree; San Petersburgo, en el fangoso estuario del Neva.
La historia universal concluy diciendo el profesor Poissard , podra ser
compendiada en esta breve frmula: Las civilizaciones comienzan en el fango y concluyen en
la sangre. Cuando el conferenciante ces de hablar fueron poqusimos los aplausos que se
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oyeron. Yo me haba divertido mucho oyndole, y fui el nico que tuvo el valor necesario para
aproximarse a la ctedra y estrechar la mano del ingenioso reivindicador de las Gloires de la
boue.
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LA INTERROGANTE DEL MONJE
Monasterio de Zografo (Monte Athos), 9 de julio.
Desde hace algn tiempo me siento atrado por los santuarios, y no s con claridad cul
es la causa. He querido visitar ahora estos celebradsimos monasterios, en los que, segn se
me ha dicho, viven an cenobitas contemplativos similares a los que durante la Edad Media se
hallaban por todas partes. Acompaado de un pintoresco intrprete, con ribetes de telogo, he
pasado varios das en estas fortalezas sagradas que se aferran a la montaa, pero nada vi que
saliese de lo comn. Hombres encapuchados, casi todos ancianos y con barbas grises o
blancas, absortos y taciturnos, pero con poca luz en sus rostros. Esta noche me acaba de
suceder una aventura extraa. Soy husped en una hostera del monasterio en la que me
asignaron una pequea celda de paredes cubiertas con mediocres iconos de fondo dorado. Era
ya medianoche y no haba podido dormir, quizs a causa de las muchsimas tazas de caf que
haba bebido durante el da. En un momento dado sent que se abra cautelosamente la puerta
de la celda y not una escasa claridad. Me sent en el lecho, algo asustado, y vi entrar a un
monje de elevada estatura, un viejo barbudo que llevaba un farol en la mano. Con lentos
pasos se aproxim a mi lecho y clav en mi rostro dos ojos ardientes, pero sin decir palabra.
Confieso que me qued en suspenso y temblando, porque aquel rostro me recordaba a otros
vistos aos antes, en una casa de salud para enfermos mentales. El monje pos el farol sobre
una mesita adosada al muro y siempre de pie y sin quitarme los ojos, me interrog as en
buen ingls Ser verdad? Ser todo verdad? Est usted seguro de ello? No comprend de
qu verdades me hablaba y nada respond, me senta cada vez ms turbado por aquella
extraa visita.
Usted viene desde lejos continu diciendo el monje, ha viajado por muchas regiones
delmundo, ha conversado con personas de todas las razas, religiones y, segn parece, se
siente atrado por las cosas de la religin. Y por todo esto yo le pregunto si cree que todo lo
que ensea y profesa nuestra religin es verdadero, absolutamente verdadero. Le respond
que yo no era ni telogo ni santo, y que no me senta capaz de resolver de buenas a primeras
un problema semejante. Aad que a una pregunta tal cada uno responde por su lado, de
acuerdo a sus conocimientos, y a sus experiencias espirituales. Como si no hubiese
comprendido mis palabras, el monje continu hablando con mayor vehemencia
Quiz no entiende usted por qu le planteo con tanta ansiedad mi interrogante. Todo el
sentido yel valor de mi vida dependen de su s o de su no. Cuando era nio, cre, cre todo, y
por anhelo de una vida de perfeccin que me acercara con mayor seguridad a Dios, me hice
monje. Piense en que hace ya sesenta aos que practico esta vida, una vida de soledad, de
renunciamiento, de sacrificio, de oracin y mortificacin. A pesar de la constancia de mi
vocacin monstica me veo asaltado, desde hace algn tiempo, por una duda, atroz. Si mi fe
no correspondiese a la verdad, si la otra vida fuera un invento de la esperanza, si no lograse
como recompensa la bienaventuranza eterna..., se da usted cuenta?, entonces yo habra
hecho la permuta ms absurda que se puede imaginar, habra rechazado los nicos bienes
reales de la nica vida que me ha sido acordada; habra trocado el todo por la nada. No he
conocido ninguna de las alegras y goces que consuelan los esfuerzos de los mortales. Hubiera
podido gozar del amor de las mujeres, del orgullo de la paternidad, del descubrimiento de las
naciones y del arte, quizs hasta de los triunfos que brinda el poder y de las dulzuras de la
gloria. No he vivido como hombre viviente sino como un autmata al servicio de Dios. Pero, si
no hubiera Dios?, si no se cumpliese ninguna de las promesas? En el decurso de sesenta aos
he hecho una vida montona, encerrada, pobre, melanclica, con la nica garanta de una fe
que vacila en mi corazn y a veces se apaga por completo precipitndome hacia la
desesperacin. No querra haberme equivocado, no querra haber entregado doradas
manzanas a cambio de un puado de ridas cenizas, no querra haber fundado sobre la nada
toda una existencia de recluso soador. Por todas estas razones a todos los que vienen desde
lejos, desde el mundo de los hombres, les pregunto en la noche si eso es verdad, si es
absolutamente cierto lo que he credo y esperado. Respndame en nombre de Dios o en
nombre de Satans! Finalmente comprend que me las tena que ver con un frentico
perseguido por ideas obsesionantes. Con la esperanza de lograr calmarlo le dije que, en
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cualquiera de los casos, su eleccin haba sido la mejor, que la vida del mundo hace pagar a
precio dursimo los pocos momentos de placer imaginario que les tocan en suerte a los
hombres, que una vida solitaria y tranquila, libre de las desilusiones y de las traiciones, es ya
de por s misma un premio grande, aun cuando no existiera una recompensa despus de la
muerte. El monje me escuch de mal talante, sacudiendo su cndida cabezota. Me pareci que
su rostro se pasmaba y se contraa ms que nunca, como el de un condenado al or su
sentencia. Luego, sin decir palabra tom el farol y se alej sin saludarme. Quiz pretenda
que yo, con pocas palabras, more geomtrico, le demostrara en breves frmulas la existencia
de Dios y la eficacia de la Redencin? Eso no poda ser ms que el deseo de un psicastnico.
Huelga decir que no pude recuperarme de la sacudida causada por tan extraa visita, y que
durante la noche no pude cerrar los ojos. Hoy mismo me alejar del Monte Athos.
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EL MUSEO DE LOS DESPOJOS
Estambul, 8 de marzo.
Un estimado sacerdote maronita al que conoc pocos das antes y que me demuestra
sincero aprecio, me dijo hoy por la maana
Ya ha visto todas las maravillas que es obligatorio ver en Constantinopla, desde Santa
Sofahasta el Gran Bazar. Pero no ha visto aro la curiosidad ms curiosa de esta sorprendente
Bizancio: el Museo de los Despojos.
Jams o hablar de l.Est libre? Podemos ir en seguida. El propietario del museo,
Muzafer, es amigo mo. Vayamos. Ya en una de las ms viejas y tortuosas calles del sector
imperial, el buen maronita me hizo entrar por una puertecita que conduca a un hermoso
patio, en el que una fuente cantarina pona una nota de alegra. Pocos momentos despus baj
el dueo de la casa, un turco venerable, vestido al estilo antiguo, corpulento y obsequioso, que
en seguida nos acompa para visitar su pequeo pero singular museo.
El amigo Muzafer, dijo el buen sacerdote, ha querido reunir aqu aquellos
complementos de lavida que los hombres, habitualmente, descartan o desdean. En la primera
sala se vean expuestos en cajas o estuches de buen gusto lentes de todas formas y colores,
viejos espejuelos con aros de hierro o de cuerno, algunos empaados, polvorientos, estriadas
de trizaduras. Junto a las lentes se vean ojos de vidrio, celestes y castaos, que mostraban
una mirada inmvil y siniestra. Luego se vea una rica coleccin de dentaduras y dientes, con
agarraderas de oro viejo y paladares de gutapercha que parecan arrancados a calaveras de
mandbulas rechinantes. Venan luego las pelucas, de hombre y de mujer, negras como
cepillos de lustrar zapatos, rubias como sobrantes de panojas, blancas con una blancura sucia
v amarillenta, semejantes a colas recortadas de caballos decrpitos, casi todas carcomidas y
excoriadas, mseros trofeos de difuntas coqueteras. En otra sala, se exhiban hileras de senos
de goma, de ventreras elsticas, de cintos para herniados, untuosos v descortezados. En una
vitrina grande estaban alineadas muletas de todas las formas y tamaos, manos artificiales,
brazos mecnicos, piernas ortopdicas, costillas de cuero y de metal para paralticos. En una
tercera salita vimos un casquete de plata que haba formado parte de un crneo, tambin un
rin postizo, un canuto que haba servido de trquea, narices de cera y un phallos muy bien
imitado. Muzafer nos acompaaba, pero sin decir palabra. Se contentaba con extender su
carnosa mano hacia los objetos que le parecan ms notables. Pero todos aquellos despojos
me parecan ms repugnantes que curiosos. Finalmente salimos de all. El sacerdote maronita
haba notado mi desilusin, y me habl as:
Si el Museo de los Despojos no le ha satisfecho, la culpa es suya. Usted no est
acostumbrado ala meditacin cristiana acerca de la caducidad de la vida y la victoria de la
muerte. Esos pobres restos, testimonios de imperfecciones y desventuras humanas, pueden
inspirar pensamientos saludables parecidos a los que los antiguos eremitas lograban en la
contemplacin de una calavera, y tal vez hasta ms profundos, puesto que ms dolorosos,
dado que la calavera es siempre obra arquitectnica y divina, mientras que los adminculos
recin vistos son sucedneos desmaados y tristes que fabrica el ser humano para atenuar u
ocultar sus miserias corporales, y sin lograr siempre ese objetivo. Por mi parte, voy
frecuentemente al Museo de mi amigo Muzafer, y me sirve como escenario de ejercicios
espirituales, me ensea humildad y resignacin, me recuerda lo que mentaba un poeta
italiano: La infinita vanidad de todo.
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LA UNIVERSIDAD DEL HOMICIDIO
Tnger, 12 de febrero.
Desde tiempo antes saba que exista en esta ciudad una escuela superior para alumnos
dedicados al asesinato, pero no haba logrado entrar para conocerla a pesar de prometer
gruesas recompensas a varias personas. Un telegrama de palabras ya convenidas me hizo
volver a Tnger, y el remitente de ese telegrama, un marroqu que tiene un caf de mala
fama, vino pronto a mi encuentro y me dijo que en la noche siguiente poda acompaarme a
donde tanto deseaba ir. La Universidad del Homicidio se halla instalada en una casona de
aspecto pobre, situada en el suburbio oriental de la ciudad. Un letrero de latn, escrito en
varias lenguas, hace saber que all hay una agencia de colocaciones y de alquileres. El
marroqu, que pareca ser bastante conocedor, dijo algunas palabras en lengua rabe al
portero, un adiposo gigante de exterior pacfico, y atravesamos un patio con piso de lajas,
hacia el que se abran muchas puertas. Mi gua golpe tres veces, con los nudillos, en una
puertita entreabierta, y se oy una voz que deca: Entrez! Era el cuarto del rector de la
Universidad, un hombre seco y enrgico, que mostraba una cicatriz roja en la mejilla derecha y
estaba vestido completamente de blanco. No quiso decirme su nombre, y me advirti
cortsmente que si hiciera saber a otros lo visto y odo en su Universidad, no apostara dos
centavos por mi piel. Le respond, con la misma cortesa, que deseaba vivamente visitar la
Universidad del Homicidio, pero que no deseaba en lo ms mnimo ser asesinado; por lo tanto,
poda contar con mi silencio. Ale hizo sentar en un taburete que estaba cerca de su mesa y me
dijo
No estar de ms que le haga or algunas observaciones preliminares acerca de
nuestro Instituto. Sin duda usted sabe que el homicidio est ocupando el primer lugar entre los
factores dominantes y determinantes de la vida moderna. Aumenta da a da la sed de
venganza, de riquezas y de poder poltico, por lo cual aumenta tambin el nmero de
homicidios, puesto que la supresin de vidas humanas es uno de los medios ms rpidos para
satisfacer nuestras pasiones, tanto en el amor como en la poltica.
Mas, habr observado que al aumento de los asesinatos no corresponde un proceso
cientfico seguro en la tcnica del homicidio. Muchos asesinos tan slo logran herir, y a veces
ligeramente sus objetivos humanos: otros dejan huellas de su obra demasiado reconocibles,
otros no son capaces ni de esconder los cadveres ni de sustraerse a la captura. Casi siempre
se trata de jvenes muy capaces, pero que carecen re experiencia, son novicios y hasta
ignoran que el homicidio perfecto es una obra de arte y que se debe hacer con mtodos
cientficos. Parece esto una paradoja, pero en realidad de verdad es as. Por lo tanto, es
preciso venir en ayuda de los aspirantes y de los principiantes. Por todo ello, una sociedad de
veteranos del delito ha decidido fundar el Instituto que tengo el honor de presidir. En esta
escuela de altos estudios queremos atender a la instruccin profesional y al adiestramiento
prctico de los jvenes que desean consagrarse al gran arte del asesinato, y que hasta hoy se
vean abandonados a las reglas de un empirismo precario. Pero, adems, hemos instituido un
curso superior de perfeccionamiento para homicidas habituales, o sea para los hombres
maduros que poseen ya una cierta experiencia profesional.
Por trmino medio los cursos duran dos aos, puesto que son muchas las materias de
enseanza y los estudios son muy difciles. En primer lugar hay una ctedra de anatoma
humana, que es dictada por un mdico evadido de crcel perpetua; esta ctedra es utilsima
para el conocimiento de los rganos vitales vulnerables con mayor seguridad. Tambin hay
una ctedra de psicologa, que se ocupa preferentemente en investigar los diversos caracteres
humanos y su manera de reaccionar en los momentos de peligro grave.
Tenemos despus una ctedra de toxicologa destinada a los que prefieren servirse de
venenos seguros con mximas garantas de impunidad. Naturalmente, tampoco falta una
ctedra de balstica, en la que se ensea todo lo que respecta a las armas de fuego,
especialmente a las modernas, y a los mtodos para utilizarlas con utilidad y seguridad.
La ctedra de metalurgia, en cambio, se ocupa de las armas metlicas, las de punta y
las de corte, puales y cuchillos, con instrucciones aptas para la conservacin y el uso.
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Entre nosotros, la enseanza de la gimnasia es algo diversa de la que se estila en las
escuelas comunes. Se hacen ejercicios de salto y de escalamiento, y se dictan cursos de
savate y lucha japonesa, pero muy especialmente nos preocupamos por iniciar a los alumnos
en la tcnica de la estrangulacin y de la sofocacin, y tambin nos esforzamos por ensear el
arte, nada simple, de empujar un hombre al agua y de arrastrar un cadver sin hacer
esfuerzos y ruidos excesivos.
Quiz le sorprender al saber que hay una ctedra de qumica, dedicada especialmente
al estudio de los cidos y los solventes, auxiliares preciosos para la disolucin integral de los
cadveres. El arte de ocultamiento, tan importante en nuestro ingrato oficio, est confiado a
una ctedra especial en la que los discpulos aprenden los diversos sistemas de
caracterizacin, disfraz y enmascaramiento, y aprenden principalmente los recursos oportunos
para hacer desaparecer, rpidamente, las manchas de sangre y las impresiones digitales.
Tambin tenemos una ctedra de historia universal del Asesinato, donde se describen e
ilustran los homicidios ms clebres de todos los pases y sus mtodos especficos personales.
Finalmente, aun cuando pueda parecer superflua, hay una ctedra de antimoral, en la que un
hbil filsofo expone las justificaciones biolgicas y sociales de la supresin de hombres, refuta
las doctrinas moralistas de la Antigedad y de la Edad Media y, si hubiera necesidad, quita a
los escolares los ltimos escrpulos de la compasin y de la vileza. Y ahora, si lo desea,
podemos dar un vistazo a las aulas. Salimos los tres del cuarto del rector y visitamos, en
primer lugar, el Museo Retrospectivo, donde pude ver armas homicidas de todas las pocas y
de todas formas: desde la piedra afilada de los prehistricos, hasta el boomerang; desde las
cimitarras hasta las navajas, as como tambin retratos de muchos asesinos famosos: Stenka,
Razine, Cartouche, Lacenaire, Pranzini, Bonnot y otros que no fui capaz de reconocer. Pasamos
luego a la biblioteca, donde no faltaba, por supuesto, la obra El Asesinato como una de las
Bellas Artes, de Toms de Quincey, ni La Mujer Asesinada con Ternura, de Heywood, ni
tampoco El Hombre Delincuente, de Csar Lombroso, El Homicida, de Ottolenghi, El Poeta
Asesinado, de Apollinaire, la Tragedia Americana, de T. Dreiser, el Ravaillac, de los hermanos
Tharaud y una extensa monografa sobre Gilles de Retz. Tambin pude entrar en las aulas de
enseanza, que no se diferenciaban mucho de las aulas de alguna pequea universidad de
provincias. Los alumnos no tenan un rostro patibulario y siniestro, como sera lgico suponer,
y los profesores mostraban un exterior austero y respetable, de sabios honrados poco
afortunados. Luego me hicieron pasar a una enorme sala llena de fantoches, bastante bien
fabricados, que representaban hombres y mujeres; segn me explicaron, los alumnos se
ejercitaban en ellos tomndolos como blancos humanos. Pregunt al rector algunos datos
sobre los inscritos en aquella singularsima institucin docente, y me respondi
Tenemos alumnos de casi todos los pases del mundo, porque en otras partes no hay
institutos similares. Nuestra universidad es verdaderamente internacional, y las enseanzas se
imparten en diversas lenguas: francs, ingls, italiano y espaol. La cuota de inscripcin es
mdica, pero recibimos elevadas colaboraciones en dinero de ex alumnos que han hecho
fortuna gracias a las enseanzas aprendidas en nuestros cursos acelerados. Y espero que
tambin usted, aun cuando no sea ms que un simple visitante, no sea menos generoso.
Capt fcilmente la onda, y entregu al rector un sobre con quinientos dlares en billetes. Los
cont con aire satisfecho y me dijo
Si desea asistir a alguna de nuestras lecciones, la puerta le estar siempre abierta.
Desde este momento le consideramos un amigo de nuestra universidad. Los cursos se
desarrollan durante las horas de la noche, desde las doce hasta las cinco de la maana. Le
proporcionaremos un pase libre. Pero debemos advertirle que, por razones evidentes, no
podemos dar diplomas ni ttulos de ningn gnero.
El seor rector me acompa hasta el patio y el marroqu me llev afuera. Miles de
estrellas brillaban en el claro cielo africano. Me pareci que respiraba con ms alegra y
libertad.
Est contento? me pregunt el marroqu, y le respond:
Contentsimo. Le pagu la suma convenida y me fui a dormir. Pero mi sueo estuvo
perturbado por visiones horribles.
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RETIRO MARINO
Filadelfia, 8 de agosto.
El invierno de los aos 1933 y 1934 fue funesto para mis bronquios y para mis nervios.
No saba a dnde ir y todo me causaba disgusto: los hombres me hastiaban, las ciudades me
cansaban, los montes me opriman. No estimo a los mdicos, pero sin embargo, acostumbro a
consultarlos porque me divierte llegar a confundirlos. Uno de ellos, menos idiota que los
dems, comprendi el juego y me sugiri mar y soledad. Recorr toda la costa de Florida, de
Provenza y de la Magna Grecia en busca de una casa solitaria junto al mar. Vi muchas y
ninguna me agrad, Modas estaban cercanas a un camino, a una playa, a una ciudad; hubiera
debido soportar la vista y la curiosidad de seres humanos no elegidos por m. Pens entonces
en comprarme una casa flotante, hasta navegante, donde pudiera habitar tranquilo, casi solo
en medio del mar. Por casualidad hall en Reikiavik, en Islandia, lo que buscaba. Era un vapor
grande, de paseo, con palos y velas slo de figuracin, tenia a proa un cmodo departamento:
dormitorio, sala y estudio, separado de las cabinas del capitn y de la tripulacin. Lo hice
llevar a Nueva York y enarbol la bandera de las estrellas. Hall un capitn y siete hombres de
tripulacin dispuestos a hacer un contrato de embarque de larga duracin. Llev conmigo un
secretario, un camarero y un cocinero. Hice cargar a bordo abundantes abastecimientos, una
biblioteca, mazos de cartas de juego, un centenar de botellas de buenos vinos y licores, un
gato siams, una guitarra, una farmacia y una mquina de proyeccin. Zarpamos en los
primeros das de mayo. Esta era la consigna: la nave deba navegar siempre, con rutas
variables ordenadas por mi capricho y por las estaciones. Aquel verano lo pasamos casi todo
en los mares del Norte, cerca del Crculo Polar Artico. En la primavera bajamos al
Mediterrneo, en el invierno se naveg entre los ocanos Indico y el Pacfico. No tena ninguna
meta determinada, no quise desembarcar en ningn puerto ni en isla alguna. Tres o cuatro
veces al ario la nave se vio obligada a hacer escala en alguna ciudad para proveerse de agua
potable, de nafta, carbn y carne fresca. Pero las detenciones eran brevsimas y yo jams
descenda a tierra. Ms an, durante las horas del forzado detenimiento junto a los muelles,
haca cerrar las persianas de mis cuartos a fin de ahorrar a mis ojos la horrible visin de las
casas y de los rostros humanos. Mis contactos con la tripulacin eran escasisimos, muy raros;
coma solo y uno de los puentes era exclusivamente para m, en l daba algunos pasos y
contemplaba el variable humor de las olas; me aburra cuando reinaba bonanza y me excitaba
si reinaba la tempestad. Tan slo el capitn y el secretario eran admitidos a mis separadas
habitaciones para tener alguna breve conversacin o para participar en alguna prolongada
partida de bridge. Pasaba mis horas leyendo o fumando y, ms que nada, durmiendo.
Frecuentemente me aburra ms de lo que haba previsto, pero aun as me senta
extraamente feliz. Aquel librrimo errar por las aguas ilimitadas, aquella casa nmada,
aireada y silenciosa, aquel alejamiento de los hedores y rumores de las selvas ciudadanas,
aquella vida plcida y solitaria sin jams echar pie a tierra, sin ver jams rostros nuevos ni
monumentos odiosos, todo ello me agradaba ms de lo que puedo decir, aun cuando debiera
pagar tan profundo placer con el elevado precio de la melancola. Pero acaso, no es la
melancola una forma de alegra? Pocos meses bastaron para sanar mis bronquios y reponer
mis nervios. Pas todo un ao en aquel retiro flotante, surcando los mares ms hermosos del
globo, y ya pensaba transcurrir el resto de mi vida en tan cmoda prisin, en medio de la
sonora salsedumbre de las enormes aguas.
Pero cuando llegamos al comienzo del segundo verano fui presa de atroces dolores
abdominales, y las medicinas que tena a bordo no lograban calmar me. Tuve que
desembarcar en Filadelfia, con grandsimo pesar, hacindome hospitalizar en una clnica y
quedando a merced de los mdicos.
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63
LA MUERTE DE LA ISLA
En el ocano Antrtico, 18 de abril.
El cataclismo ms apocalptico al que asist durante mi prolongada navegacin solitaria,
fue la destruccin de la Isla Desdichada, situada al sur de la Tierra del Fuego. Era una isla de
aspecto siniestro y estaba deshabitada, ya que se elevaban en ella siete volcanes de varia
magnitud, que casi siempre estaban en erupcin. Muy pocos arbustos semiquemados lograban
vivir en ella, entre una y otra invasin de lava. Hasta las mismas aves marinas, aun cuando
estuvieran cansadas en sus vuelos hacia la Antrtida, evitaban posarse en aquellas abruptas
alturas, en aquellos crteres enrojecidos y llenos de cenizas. Cuando por espacio de alguna
semana descansaban los volcanes, y en lugar de llamas y piedras sus bocas lanzaban
solamente enormes humaredas, entonces la isla era sacudida y agitada por los terremotos que
abran abismos en los flancos de los montes y hacan desaparecer en las tumultuosas aguas
extensiones enteras de la ptrea y escarpada orilla. Se dira que la isla quisiera aniquilarse y
desaparecer del ocano con el fuego de sus volcanes y las convulsiones de los terremotos.
Todos los elementos, el impetuoso azote del viento, el fuego de las ptreas vsceras, el
obstinado furor del mar, todo la amenazaba, la flagelaba, la corroa, como si la isla maldita
estuviera condenada a una catstrofe. A veces pareca que los enemigos de la isla estuviesen
guerreando entre s. La furia de los embates del mar irrumpa y sumerga la cima de las
escolleras, pero los volcanes ms prximos al agua vomitaban entonces ros de lava que
descenda sobre el mar, como queriendo reparar y cubrir las ruinas causadas. Lluvias tupidas y
abundantsimas lograban apagar por algn da las erupciones de un volcn, transformando su
crter en un lago hirviente y fangoso, pero luego, algn turbin huracanado venido del Norte
haca huir a las nubes, desecaba los crteres y conceda la victoria a las erupciones. Es
imposible saber desde cunto tiempo antes aquella Isla Desdichada era teatro de los combates
entre los titanes de la naturaleza. Y a pesar de ser sacudida, herida, baada y golpeada,
estaba siempre all, con sus lvidos salientes, sus embudos infernales, sus hendiduras
escarpadas, sus inmensos valles desiertos y grises, sus escollos golpeados y fragmentados.
Pero un da, el viejo e irascible ocano perdi la paciencia y quiso que la tragedia concluyera
de una vez. Hasta aquella jornada se haba ensaado contra ella empleando marejadas
furiosas, huracanes arrolladores, ciclones devastadores, pero la isla, impertrrita siempre,
resista y responda con las salvas de sus volcanes. Entonces, el ocano unific todas sus
fuerzas y desencaden la tempestad mxima. Comparadas con sta, todas las anteriores no
haban sido ms que dbiles y breves cleras, capaces, a lo ms, de arrastrar consigo aristas y
jirones. Aquel da sobrevino desde el mar un viento tan poderoso y vertiginoso que logr
decapitar las montaas y romper las escolleras naturales como si fueran dunas de arena. No
hubo ni torrentes de lluvia, ni truenos ni relmpagos. Desde lejos no se oa otra cosa que el
silbido horrendo del viento y el mugido ensordecedor del ocano enfurecido. Tres das con sus
noches dur la grandiosa tempestad. El mar alzaba incansablemente muros altos y verdes
coronados por espuma delirante; poco a poco convirti los valles en enormes lagos, tritur las
montaas, dispers los escollos, inund y apag los crteres, todo lo cubri y sumergi bajo la
furia y la mordaza babosa de las olas movedizas y resonantes.
Cuando la enorme tempestad hubo concluido, de la Isla Desdichada no qued ms que
algn escape de humo y el recuerdo de un castigo definitivo.
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64
ASCENZIA
Tierra del Fuego, 21 de octubre.
No pude permanecer ms de veinticuatro horas en esta singularsima ciudad, donde
todos los extranjeros son considerados espas enemigos. Un enviado del rey me acompa sin
dejarme un solo momento, ni siquiera durante las horas del sueo. En cuanto pude captar, los
habitantes estn divididos en seis castas, cada una de las cuales tiene un color determinado.
Los sacerdotes deben vestir enteramente de blanco, los conductores del pueblo de rojo, los
ricos y los comerciantes de amarillo, los maestros y los artistas de verde, los servidores y
esclavos de negro. Las mujeres, de cualquier condicin o estado que sean, visten de violeta
hasta los cuarenta aos, y despus de castao. Todo el que viola esas normas es desnudado y
expuesto como vino al mundo en una jaula de hierro situada en la plaza mayor de la ciudad.
Todo ciudadano, sea hombre o mujer, debe llevar en el pecho un trozo de gnero en forma
rectangular donde est escrito con caracteres bien marcados su nombre y apellido, su
direccin y la fecha de nacimiento. As pues, con una ojeada a la ropa y al cartelito, cualquiera
puede saber la casta, el nombre y la edad del que pasa a su lado, del que est sentado junto a
s, del que entra en una oficina o en un comercio. Nadie puede ocultar sus datos, el incgnito
es juzgado como actitud culpable. El gobierno de Ascenzia es una democracia pura, pero de
una forma completamente diversa de las dems. Los nombres de los ciudadanos cuya edad
oscila entre los veinticinco y los sesenta y cinco aos, son insaculados en grandes urnas. Cada
siete das un nio extrae un nombre, y el as designado por la suerte ser rey de la ciudad
durante una semana. Con el mismo sistema se extraen cien nombres ms, y los agraciados
desempean durante el mismo perodo de tiempo el oficio de parlamentarios. Ped
explicaciones al hombre que me acompaaba acerca de tan absurdo mtodo; me respondi
que, como lo haban notado sus antepasados, en las democracias todos aspiraban a mandar y
gobernar. Con el sistema elegido por ellos tal deseo era satisfecho con ms generosidad que
en otras partes, pues al cabo de un ao eran ms de cinco mil los ciudadanos que haban
participado directamente en el gobierno de la ciudad. De ese modo, adems, se evitaban los
peligros de las camarillas y patrocinios, tan funestos para la libertad cuando el que gobierna
permanece durante mucho tiempo en el poder. Le hice notar que en esa forma se suprima lo
que se llama en otras partes eleccin, o sea, escoger a los mejores. Mi gua no se inmut lo
ms mnimo por tan ingenua crtica, y me replic
Debera saber usted que en las repblicas, los hombres ms inteligentes y honrados,
procediendo por instinto y por autodefensa, rehuyen ocuparse en la vida poltica, la que es
tenida por ellos como basta e infecta, de modo que los electores se ven forzados a elegir entre
las personas menos geniales y menos ntegras. En cambio, con nuestro sistema nadie puede
rehuir el sacrosanto deber de guiar por turno la cosa pblica, y frecuentemente sucede que
son sealados por la suerte hombres estimados por su ingenio y sus virtudes, cosa que casi
nunca sucede en las dems repblicas. Al mismo tiempo se ahorra el gasto desenfrenado de
mentiras y de dinero que se hace en las elecciones comunes.
Pero, no es demasiado breve el perodo del mandato?
Tambin esta costumbre nuestra tiene sus ventajas. En caso de que los designados por
el sorteo sean imbciles o malvados, poco es el dao que pueden hacer en el breve lapso de
siete das; en cambio, si son personas rectas e inteligentes, la misma brevedad del tiempo
acordado les estimula a proceder prestamente, a efectuar sin demora lo que consideran til
para el bien comn. Ese sistema de gobierno, aun siendo tan extrao, es superado en
singularidad por la religin dominante en Ascenzia. Casi todos los habitantes siguen la antigua
doctrina de Zaratustra, por lo cual creen en una divinidad creadora y bondadosa que lucha
contra otra divinidad destructora y psima. Mas, de esa doctrina sus seguidores deducen una
consecuencia increble y jams pensada: su culto, las oraciones, ritos y sacrificios, son
tributados nicamente a la divinidad mala,
o sea al Diablo. Todos los santuarios estn consagrados al Demonio, todos los sacerdotes
estn al servicio de Satans. Las razones con que justifican tan diablica adoracin merecen
ser consignadas, aun cuando tengan sabor a paradojas infernales. Afirman sus telogos que
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Dios es un padre amoroso, y por su naturaleza eterna no puede menos que amar y perdonar.
No tiene necesidad de ofrendas ni de oraciones, sabe mejor que nosotros lo que se precisa
cada da y no puede menos que proteger a sus hijos. El Dios malo, por el contrario, necesita
ser adulado, propiciado, implorado, a fin de que no se ensae contra nosotros. Se dedican
ofrendas y tributos a los monstruos con la esperanza de que no se ensaen contra nosotros.
Pues tal cosa es la que hacemos con el demonio. El mayor pecado del diablo es la soberbia, y
por lo tanto nuestro culto exclusivo hacia l, nuestras alabanzas a su poder, nuestra perenne y
humilde veneracin logran halagarlo, dulcificarlo, ablandarlo, de tal manera que sus venganzas
nos alcanzan mucho menos que a otros pueblos. El Dios Bueno, en su bondad infinita tiene
compasin de nuestro miedo y debilidad, y sabe perfectamente que, aun cuando el culto
externo sea para el Demonio, nuestro amor interno es para l. El delegado del rey, que me
hizo saber todas estas cosas, no me dej entrar en ningn templo de la ciudad, aun cuando le
ofrec una gruesa suma de oro para que me lo permitiese. Me fui de Ascenzia lleno de estupor
y asaltado por la curiosidad.
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66
EL CONGRESO DE LOS PANCLASTAS
Setebos, 5 de marzo.
El congreso de los Panclastas, o sea, como lo explicaba el manifiesto, de los Destructores
Universales, estaba fijado para las cinco, pero yo me retras en el campamento de los gitanos
y llegu una hora despus de la convenida. Serva de sede un circo ecuestre que estaba de
paso por all. Reinaba all una confusa hediondez de establo y carnicera. Los toscos asientos
dispuestos en crculo estaban ya ocupados por personas de todos los colores y edades:
hombres siniestros de mirada torva, rostros de condenados a muerte agraciados en el ltimo
momento, de frenticos contumaces, de epilpticos viciosos, de mujeres torvas y agitadas que
jams pudieron ser nias. Aqu y all se vea alguna mscara de negro encanecido, de indio
color de terracota rajada, de chino viejo, sin cejas ni labios. En medio de la polvorienta pista
se vea un enorme cajn de embalar que serva de escenario y tribuna. Cuando entr ya
estaba encaramado un viejo corpulento, que gritaba y gesticulaba y llevaba por todo vestido
un camisn de noche que le llegaba hasta los pies. Vociferaba diciendo a gritos
Esa indigna burla debe concluir para siempre!, no queremos ser estafados y
mofados! Nos han prometido la libertad, todas las libertades, y en cambio somos ms esclavos
que nunca. Libertad de palabra, libertad de imprenta, libertad de reunin, libertad de
conciencia, pero todas ellas libertades parciales y preliminares, libertades homeopticas, para
uso y contentamiento de las minoras burguesas e intelectualoides. A nosotros no nos bastan!
Apenas son los entremeses del gran banquete de los hambrientos de libertad absoluta y total.
Bien sabis cmo junto a esas briznas de libertad, se destaca ms an la dureza de las
antiguas prohibiciones de la moral, y de las viejas esclavitudes de la ley.
Segn nuestra doctrina es un insulto para la libertad del hombre toda limitacin, por
pequea que sea, hecha a los instintos ms naturales y a los deseos ms comunes de nuestra
especie. Y bien sabis cules son los deseos fundamentales del hombre apropiarse de lo que le
sirve, aun cuando pertenezca a otro el deseo de quitar la vida a los que amenazan nuestros
intereses y nuestros gustos; el de poseer a todas las mujeres que nos agraden, ya sean
vrgenes o esposas. Esos son los instintos secretos y profundos de todos los hombres, de
todos, de cualquier raza y condicin que sean, incluso son los deseos de los que crean y
aplican las leyes, sin exceptuar a los jueces, a los carceleros y a los verdugos.
Y todava estamos sometidos a cdigos que prohiben y castigan el robo, la rapia, el
homicidio, el adulterio y el estupro, o sea, precisamente, los actos que constituyen el
verdadero fondo de nuestra naturaleza, los actos que con ms gusto realizaran los hombres!
Por lo tanto, no es la ley la ms desvergonzada violacin de las libertades humanas? Los
valientes que se rebelan contra esas imposiciones arbitrarias son sealados a fuego con el
nombre de malhechores y se les castiga atrozmente con la prisin o la muerte. Qu es lo que
parlotean entonces, hablando de libertades pblicas? Queremos todas las libertades, y en
primer lugar las individuales y privadas! Una libertad circunscrita por restricciones y
prohibiciones, no es verdadera libertad, sino esclavitud presentada engaosamente por
traidores charlatanes! No seremos libres mientras no se hayan suprimido hasta los ltimos
legisladores, los ltimos jueces, los ltimos tiranos!.
Una explosin de aplausos y de aullidos interrumpi al orador en camisa de noche
Mueran los diputados! Abajo los ministros!
A la horca con los policas! A exterminar a los maestros! A fusilar a los oficiales
! Mueran los opresores! Mueran todos!
Vivan los anarquistas! Apenas se hizo un poco de silencio se oy tronar nuevamente la
voz indignada del enorme viejo orador:
He sentido un viva! por los anarquistas, y no puedo ocultar mi estupor ante tanta
ingenuidad. Frente a nosotros, los Panclastas, los anarquistas no son ms que vulgarsimos
reaccionarios. Estos impvidos cultores del compromiso suean con una sociedad idlica,
fundada sobre la fraternidad y el amor. Lo mismo que para los tiranos de todos los tiempos,
tambin para ellos el robo y el asesinato son crmenes.
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67
Imaginan, en su ceguera e insensatez, que la supresin de la propiedad privada y la
creacin de grupos obreros autnomos pueden transformar los caracteres esenciales y
constantes de la naturaleza humana. El ser humano, aun despus de la muerte de todos los
reyes y de todos los presidentes, continuar siendo lo que hemos dicho: un animal de presa y
de lujuria. Siempre ser verdadera la mxima del filsofo ingls: Homo homini lupus, el
hombre es un lobo para el hombre, y la definicin del filsofo francs: L'homme n'est qu'un
gorille lubrique et froce, el hombre no es ms que un gorila lbrico y feroz. Los anarquistas
quieren abolir a los patronos, pero conservan la ley, que es la peor de las tiranas. Unicamente
nosotros, los Destructores Universales consecuentes, podemos llegar a ser los libertadores de
la humanidad; slo nosotros proclamaremos los verdaderos Derechos del Hombre, pero no las
vanas palabras de los burgueses franceses del ao 1789, sino los concretos y efectivos
Derechos del Hombre, del hombre integral y sincero: el derecho a robar, a matar y a violentar.
Al terminar de decir estas palabras, estall un aplauso an ms fuerte, y en seguida salt
al cajn que serva de tribuna, como una tigre, una mujer desgreada, vestida con harapos
negros, que comenz a vociferar furiosamente a pesar de que el tumulto ahogaba sus
palabras. Era delgadsima y blanqusima, tena dos ojos de bruja fijos en el fondo de dos
rbitas de calavera. Cuando ces el huracn de aplausos pudo hacer or sus gritos.
Me parece que el compaero Cerdial no ha insistido suficientemente acerca de la
libertad de nosotras, las mujeres! Ha dicho cosas completamente ciertas, pero es un macho y
su mentalidad es demasiado masculina. Ha defendido el derecho de los hombres a poseer
todas las mujeres que les agraden, pero ni una palabra sobre el derecho de las mujeres a
hacerse poseer por todos los hombres que ellas deseen. A pesar de las religiones, de las
morales y de las leyes, es necesario reconocer que los machos ejercen ya bastante ese su
justo derecho, aun cuando deban echar mano a expedientes y comedias de diverso gnero.
Mas, para nosotras, las mujeres, esa libertad es mucho ms difcil y peligrosa. Por ejemplo: las
prostitutas deben aceptar a todo cliente que pague, aun cuando sea repulsivo, y en cambio,
estn obligadas a pagar por el hombre que les agrada. Las muchachas no pueden elegir ms
de un marido; las casadas, habitualmente no logran tener ms de tres o cuatro amantes, y
esto a precio de subterfugios y frecuentemente con peligro de perder la vida. Y las leas y las
viejas, acaso no deben tener su derecho a satisfacer las emociones erticas exigidas por la
naturaleza?
Esta condicin de interioridad debe llegar a su trmino, y si triunfamos, terminar junto
con los Derechos del Hombre, proclamados claramente por el amigo Cerdial, nosotras
exigirnos una Declaracin de los Derechos de la Mujer. Y tambin estos derechos son tres: el
derecho al libre abrazo, el derecho a la infidelidad cotidiana, el derecho al aborto.
Las mujeres que asistan a la asamblea, harpas y bizcas, que eran muy numerosas, se
pusieron simultneamente de pie y se apretujaron alrededor del palco, gritando, riendo y
queriendo estrechar la mano de la valerosa intrprete de su pensamiento. Aprovech aquel
tumulto de brujas desenfrenadas para escurrirme, sin ser observado, por una salida de lona
del circo. Ya haba aprendido bastante acerca de lo que pretendan los Panclastas, y no me
senta seguro en medio de aquellos locos sueltos.
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MUERTE A LOS MUERTOS
Ciudad de Mjico, 25 de abril.
Seor, pertenece usted al partido de los vivos o al de los muertos?As me interpel
anoche el joven vestido de negro que se sentaba a mi lado en la desierta sala del Bar de la
Revolucin.
No le respond y lo mir fijamente; hasta ese momento no haba reparado en su
presencia: su rostro era alargado como el de algunas figuras del Greco, era moreno y delgado,
tena bigotes negros bien recortados, unos ojos vivaces de gato salvaje a la espera de saltar
sobre su presa. Tena algo de bandido y de poeta, algunos de sus rasgos hacan pensar en
antepasados indios. Pens primeramente que mi interpelante habra bebido excesivamente, y
record que con los borrachos conviene ser sincero, por lo cual le respond que no comprenda
bien su pregunta. Usted es viejo afirm desdeosamente el desconocido joven, y debera
saber mejor que yo quelos muertos perjudican y subyugan de mil maneras a los vivos. Los
muertos, muertos estn sin duda, pero son infinitamente ms numerosos que los vivos, y en
todas las guerras triunfa en definitiva la superioridad en nmero; adems, los muertos no
tienen nada que perder y estn seguros de su inmunidad y de su impunidad; son prepotentes,
maliciosos, malignos, pobre de quien no sabe defenderse de los muertos! Siempre llevamos la
peor parte; recuerda la vieja frase francesa? Le mort saisit le vif. Tienen un poderoso aliado:
el miedo y la supersticin de los vivos. Sigue mis explicaciones?
Sigo sus palabras, pero an no comprendo bien qu es lo que quiere demostrar y a
dnde quiere llegar.
No es usted el famoso mister Gog? Me haban dicho que no slo era un hombre rico,
sino tambin excepcin muy rara entre los potentados del dinero, que adems era
inteligente. Tal vez me han informado mal, y ahora le pido disculpas por haber expuesto
razonamientos que trascienden su inteligencia de simple propietario de dlares.
Tenga un poco de paciencia, amigo. Quiz logre comprender si tiene la cortesa de
aadiralguna dilucidacin concreta. Me atraen todas las ideas, ninguna me espanta.
Le dedicar entonces diez minutos ms, y no ms de diez minutos porque no tengo
tiempo paradesperdiciar. As pues, le dir que quiero proclamar y conducir la revolucin ms
formidable que se ha visto sobre la tierra desde el Diluvio Universal: la revolucin de los vivos
contra los muertos. Creemos ingenuamente que los muertos no existen, siendo as que
durante siglos usurpan nuestro espacio y nuestro tiempo, dominan nuestro pensamiento, nos
oprimen con sus fantasmas y con sus antojos. Los muertos son seores y dueos de los vivos.
Es necesario concluir de una vez con esta engaosa y perpetua esclavitud.
Fjese en nuestras escuelas: gran parte del tiempo de enseanza se emplea para
explicar y aprender las vicisitudes, aventuras, vergenzas y teoras acerca de los muertos. La
historia, ese dolo de la gente moderna, no es ms que un interminable y aburrido Libro de los
Muertos.
En poltica debemos obedecer constituciones, leyes, costumbres y frmulas que, en
grandsima proporcin, son obras elaboradas con el pensamiento de personas muertas. En la
vida privada nos vemos obligados a obedecer las llamadas ltimas voluntades de los
muertos, sus quirgrafos, sus testamentos espirituales y no espirituales. En los pases catlicos
se recurre diariamente a los sacerdotes para oficiar ceremonias con el objeto de lograr la
salvacin eterna de los muertos.
Nuestros museos estn llenos de obras de muertos clebres que, con el prestigio de su
antigedad, impresionan a los jvenes, desvigorizan los ingenios y obstaculizan cuanto pueden
el surgimiento de novedades. Muchos de los artistas se ven atados an ahora a los cnones de
la escultura griega de veinticinco siglos atrs y a los preceptos de los pintores muertos Mace
quinientos aos.
En nuestras plazas se pavonean difuntos famosos, ya sea a caballo y con el sable
desenvainado en alto, amenazando, ya sentados como pensadores, vestidos con ropas
pasadas de moda.
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En todos los pases del mundo hay millares de imbciles: espiritista.5, magos,
metafsicos, que pretenden evocar a los muertos o, por lo menos, trabar con ellos alguna
relacin misteriosa.
Finalmente, los muertos ocupan una grandsima extensin de la superficie terrestre. Los
cementerios, que cada da se multiplican y se amplan, son una creciente amenaza de caresta
y de hambre. Aumenta la poblacin, y al mismo tiempo las reas cultivables, aptas para
proporcionar alimento a los vivientes, se convierten en lugares para el ltimo descanso de los
muertos. Si en los milenios pasados no se hubiera destruido a las necrpolis, hoy en da no
habra ni una hectrea de terreno para sembrar trigo. Hay en la tierra demasiadas tumbas,
demasiados sepulcros, tmulos, campos santos, capillas funerarias, etc. O matamos por
segunda vez a los muertos o stos nos harn morir, dentro de poco, como a perros
hambrientos!
Supongo que ahora habr comprendido la necesidad, ms an, la urgencia de la
revolucin que quiero promover. Es preciso cambiar, y en el menor tiempo posible, el estado
actual de esas cosas: el dominio de los fallecidos sobre los vivientes. Ya he elegido la palabra
de orden: Muerte a los muertos!, vivan los vivos!
Quiere ayudarme con su dinero? Se precisan grandes sumas: para la propaganda de la
idea, para la destruccin de los monumentos y de los cementerios, para la violenta supresin
de todos los traidores partidarios y cmplices de los muertos. Qu quiere ser usted?, una de
nuestras columnas o una de nuestras vctimas?.
Finalmente le respond, he podido comprender perfectamente el sentido y la
finalidad de sus razonamientos. Me ha persuadido de que los muertos son ms poderosos que
los vivos, y consiguientemente, como ya soy viejo, cosa que usted ha hecho observar
gentilmente, prefiero pertenecer al partido de los ms fuertes. El joven vestido de negro
permaneci un momento sin saber qu decir, y, yo aprovech su confusin para salir del bar y
subir prestamente en el automvil que me estaba esperando afuera.
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LA PREDICACION DE LA SOBERBIA
Bogot, 26 de agosto.
Ciudad sta bella y cordial, situada sobre montaas, fresca, en ella el ocio no causa,
remordimientos y el pensar no fatiga. En un atardecer, paseando Por una calle larga, estrecha
v solitaria, desemboqu imprevistamente en una amplia plaza, en forma de tringulo issceles,
llena de verdor. En el costado base, el ms largo, se alzaba un edificio grande en el que
reconoc, al cabo de algunos momentos de incertidumbre, una iglesia, pero una iglesia
completamente diferente de las que haba visto en el resto del mundo. Ostentaba una fachada
altsima, cuadrada, sin ventanas ni aberturas de ninguna especie. El centro de ese enorme
cuadrado de piedra griscea estaba ocupado por un Cristo hecho en mosaico, que con las
espinas de la, corona, alcanzaba a 1~. Parte superior de la fachada. No estaba suspendido en
una cruz, como se le ve casi siempre, sino que con sus dos brazos alzados pareca llamar a s a
los que por all transitaban. Me detuve a. contemplarlo, y entonces me di cuenta de que, bajo
los pies, muy prximos al suelo, se abra una puertecita estrecha, segn me pareci, la nica
entrada de aquella singularsima iglesia. Me aproxim a aquella abertura, pero era tan baja
que hube de agachar la cabeza y doblar el espinazo para poder entrar. Me hall entonces en
un atrio espacioso, de forma rectangular, que luca un pavimento de mrmol negro y estaba
alumbrado con luminarias de siete llamas cada una y que pendan del techo. Aquel atrio estaba
desierto, no tena altares ni imgenes, pero las paredes estaban ocupadas a breves trechos
por confesionarios piramidales, cerrados y oscuros como sepulcros. Observando mejor vi en el
fondo, frente a m, los primeros escalones de dos escaleras en descenso, las que deban
conducir a una iglesia subterrnea. Baj por la escalera derecha y me hall, efectivamente, en
una gran baslica de tres naves, que reciba luz de una doble fila de ventanales redondos
abiertos hacia el claro cielo. Las paredes estaban cubiertas por mosaicos estilo bizantino, en
los que predominaban el azul y el oro. Las columnas, majestuosas y slidas, eran de mrmol
rosado veteado por filamentos color negro. En el fondo de la nave central, pero algo distante
del altar mayor en el que brillaban centenares de velas encendidas, se alzaba un plpito de
madera blanca, muy simple y casi pobre, poco elevado sobre el suelo. La nave estaba llena de
gente que se mantena de pie: mujeres con la mantilla, viejos calvos o canosos, jvenes
trigueos vestidos de color claro, algunos indios que a cada momento bostezaban dejando ver
las hileras de sus blanqusimos dientes. Todos parecan esperar a alguien o algo, y tambin yo
me dispuse a esperar con ellos, y me apoy en una columna. De pronto se oy el tintineo
argentino de una campanilla y vi subir al plpito a un sacerdote de estatura elevada, con la
cabeza cubierta por un velo de color negro con pespuntes, velo que descenda sobre su rostro
llegando casi hasta la boca. Rez algunas oraciones en latn, y luego comenz su sermn
hablando con voz sonora en muy buen castellano
Hermanos y hermanas. Vimos en los das precedentes cul es la forma y gravedad de
los siete pecados capitales o pecados mortales. Hoy deseo deciros una verdad que nadie ha
dicho hasta ahora al pueblo cristiano. Quiero anunciar, en esta iglesia consagrada a Nuestra
Seora de la Humildad, que en realidad de verdad esos siete pecados se reducen a uno solo:
el pecado de la soberbia.
Considerad, por ejemplo, los modos y motivos de la ira. Este horrible pecado no es ms
que un efecto y un escape de la soberbia. El hombre soberbio no tolera ser contrariado, se
siente ofendido por cualquier contraste y hasta por la ms justa reprensin; el hombre
soberbio siempre quiere vencer y superar a quien considera inferior, y por esto se ve
arrastrado a las injurias, a la clera y la rabia.
Pensad en otro pecado igualmente odioso y maldito: la envidia. El soberbio no puede
concebir que otro hombre tenga cualidades o fortunas de las que l carece; no puede soportar,
a causa de su ilusin de que est sobre todos, que otros estn en sitios ms elevados que el
suyo, que sean ms alabados y honrados, que sean ms poderosos y ricos. Por lo tanto la
envidia no es ms que una consecuencia y manifestacin de la soberbia.
Tambin se manifiesta claramente la soberbia en el repugnante pecado de la lujuria. El
lujurioso es el que quiere someter a su capricho y a su placer al mayor nmero posible de
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mujeres dciles y complacientes. La mujer lujuriosa es la que quiere someter a su carne y a su
vanidad al mayor nmero de hombres robados al derecho o al deseo de otras mujeres. El
frenes de la posesin carnal se funda en la ilusin de una dominacin recproca, o sea, en la
libido dominandi que es, a su vez, el verdadero fundamento de la soberbia. Poseer quiere decir
ser dueo, o sea, superior; ser amado significa ser preferido a los dems, es decir: ser
considerado y adorado como criatura privilegiada. Y todo esto no es otra cosa que
manifestacin y satisfaccin de ciega soberbia.
Ya es ms difcil reconocer a la soberbia en el innoble pecado de la gula. Mas, como de
costumbre, tambin en esto viene en nuestra ayuda la Sagrada Biblia. Cuando la serpiente,
smbolo de la soberbia, quiso tentar a Eva, a qu medio recurri adems de mentirosas
promesas? Present a la mujer una fruta deseable a la vista y dulce para comer. Recordad
tambin que en la ltima Cena Nuestro Seor ofreci pan mojado, es decir, el bocado
preferido, al traidor, y esto despus de haber dicho que Satans, o sea, la soberbia, haba
entrado en Judas. Por lo tanto, los que ponen sus delicias en llenar el vientre ms all de lo
que se precisa para saciar el hambre, estn emparentados con los soberbios; en tan bestial
proeza o mana buscan una prueba de su riqueza, de su capacidad o valer, de su arte de
engullir y saborear, resumiendo, de su superioridad.
Tambin la avaricia, hermanos mos, o la voracidad por el dinero y dems bienes
terrenos, se halla estrechamente relacionada con el pecado de la soberbia. El hombre avaro
desea hacer todo suyo y no ceder a los hermanos ni siquiera una parte mnima de su tesoro.
Su sueo supremo consiste en llegar a ser el ms rico de todos en medio de una turba de
pobres, pues sabe que en nuestro mundo idiota y perverso el rico es respetado, es adulado,
honrado, implorado y servido como un monarca. Para el avaro la riqueza es antes que nada un
medio para saciar su avidez de dominio, su torpe vanidad, su loca soberbia.
Ahora no nos queda ms que volver nuestra consideracin hacia la vergonzosa pereza.
Como bien lo pensis, el perezoso es el ser humano que anhela o pretende vivir a costa del
trabajo de los dems, como si tuviera un derecho natural al tributo de seres que le son
inferiores, como si el trabajo fuera algo indigno de su orgullosa superioridad; perezoso es el
que nada hace y nada emprende para mejorarse a si mismo, para mejorar su alma y su
condicin, y en esto fcil es descubrir la implcita persuasin de que ya es perfecto, de que es
mejor que quienes estn a su alrededor, pero en esa su loca certeza notis fcilmente la
diablica afirmacin de la omnipresente soberbia.
Espero haber demostrado, aunque haya hablado brevemente, la verdad de mi aserto:
hay un solo pecado en sxtuple forma, el homicida y deicida pecado de la soberbia.
De todo lo que se ha dicho podemos deducir una pavorosa conclusin. Los cristianos
son llamados a la imitacin de Cristo, quien fue, antes que nada, portaestandarte sublime de
la humildad: siendo Dios quiso humillarse hasta el punto de encarnarse en figura de hombre
en la tierra. Pero los cristianos, la mayor parte de ellos, son pecadores, y en cuanto tales se
cubren con las diversas vestiduras y hbitos de la soberbia, que fue la culpa mxima de
Lucifer. Por lo tanto, dejan de lado la imitacin de Cristo para imitar a Satans. Nosotros,
todos nosotros, ostentando el nombre de cristianos somos imitadores del Demonio. Diciendo
esto el predicador apart el velo que cubra su rostro y pude entrever dos mejillas plidas,
surcadas por gruesas lgrimas. Luego se arrodill en el piso del plpito y continu diciendo
En el caso de que yo, al exponeros esta doctrina creda por m verdadera y nueva, haya
cado como sucede a todos en el horrible pecado de la soberbia, aqu postrado pido perdn a
Cristo, mi Seor y Maestro, y tambin a vosotros, hermanos y hermanas, que con tanta y tan
humilde paciencia me habis escuchado. Las palabras del extrao sacerdote fueron
interrumpidas por un acceso de sollozos; tambin se alzaron sollozos, lamentos y suspiros
entre los oyentes. Yo me separ de la columna, cruc el pavimento negro del atrio, me curv
bajo el marco de la puertecita abierta bajo los pies de Cristo y me vi en la plaza verde y
desierta. Respir ms libremente, pero confieso que me senta extraordinariamente contento y
satisfecho por haber odo aquella predicacin.
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EL FIN DE LOS PERSEGUIDORES
Buenos Aires, 6 de junio.
En una pequea revista catlica que cay por casualidad entre mis manos, hall un
curioso artculo, sin firma, que quiero copiar aqu para hacerlo leer a un amigo norteamericano
que halla sus deleites en investigar las leyes y los misterios de la historia. El artculo se titula:
El Fin de los Perseguidores.
Con ese ttulo escribi el famoso Lactancio, en el siglo IV despus de Cristo, un pequeo
tratado que es considerado por los modernos racionalistas como una simple fantasa
apologtica. Pero, en nuestros tiempos, la verdad demostrada por Lactancio en esa obra, o
sea, que los enemigos del Cristianismo son castigados casi siempre con un fin desdichado, es
confirmada con numerosos casos y ejemplos. Nos limitaremos a recordar cmo concluyeron,
durante el siglo XIX y en lo que va del nuestro, los ms famosos adversarios de la religin y
especialmente del Cristianismo.
El Marqus de Sade, quien no fue nicamente un novelista obsceno y perverso, sino
tambin un ateo declarado, como lo demuestra su obra Dialogue entre un Prtre et un
moribond, muri loco, en Charenton, en el ao 1814.
El clebre poeta Shelley, que en su juventud escribi una llameante Necesidad del
Atesmo, muri ahogado en el mar Tirreno, en el ao 1822, a la temprana edad de treinta
aos.
El celebrrimo filsofo alemn Hegel, quien se jactaba de haber superado a la religin
con su sistema idealista, muri atacado de clera en el ao 1831, en la plenitud de sus
fuerzas, teniendo poco ms de cincuenta aos de edad.
El renombrado crtico ruso Belinski, enemigo acrrimo del Cristianismo, muri tsico en
el ao 1848 y a los treinta, y ocho de edad.
El fundador del positivismo, tambin el superador y negador de las religiones
reveladas, se volvi loco delirante en los ltimos aos de su vida falleciendo en el ao 1857 a
los cincuenta y nueve de edad.
Isidoro Ducasse, escritor famoso bajo el seudnimo de Conde de Lautremont, autor de
los blasfemos Chants de Maldoror, una de las ms alocadas acusaciones lanzadas contra el
Creador, muri miserablemente, tal vez asesinado, a la temprana edad de treinta aos, en
1870.
El profeta del superhombre, Federico Nietzsche, autor del Anticristo, se volvi loco en
1888 y loco muri en 1900.
El popularsimo novelista francs Emilio Zola, que en sus obras hizo gala de un bajo
materialismo y denigr al Catolicismo en Lourdes y en Roma, muri asfixiado mientras dorma
en el ao 1902.
Roberto Ardig, el sacerdote que colg los hbitos y abjur de su fe para consagrarse a
la filosofa positivista, muri quitndose la vida con sus propias manos, en 1920.
Lenin, que aprob y foment la asociacin de los SinDios, fue herido por la parlisis
progresiva en 1920 y muri en 1924.
Su amigo y compaero Trotszky, tambin el enemigo y perseguidor de la Iglesia
Cristiana, fue asesinado por sus enemigos polticos en 1940.
Adolfo Hitler, que pretendi restaurar en Alemania el viejo paganismo anticristiano,
concluy suicidndose en el ao 1945 en el momento de su derrota final.
Alfredo Rosemberg, amigo y colaborador del anterior, el terico del racismo antisemita
y anticristiano, fue ahorcado en Nuremberg en el ao 1946.
Buscando en la historia de estos ltimos siglos y tambin de los precedentes, fcil seria
hallar otros ejemplos del triste fin reservado a los que, con sus escritos o sus acciones, se
propusieron abatir la fe cristiana. Como se ve por nuestra enumeracin, no se trata de
hombres oscuros, de poca o ninguna importancia, sino de hombres que tuvieron y tienen
grandsima fama, que han dejado sus nombres en la historia de la literatura, de la filosofa o
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de la poltica. Nos parece que vale la pena meditar sobre tan pavorosa nmina, que adems es
una inesperada prueba de la tesis sostenida ya en el ao 317 por el doctsimo escritor que se
llam Firmiano Lactancio.
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LA JUVENTUD DE DON QUIJOTE
(DE CERVANTES)
Granada, 7 de abril.
En la preciosa coleccin de manuscritos desconocidos que comprara en Londres hace ya
algunos meses, y que perteneciera a Lord Everett, he hallado un esbozo titulado Mocedades de
Don Quijote, manuscrito autgrafo de Don Miguel de Cervantes y desconocido hasta ahora
para todos los estudiosos de la literatura castellana. Lo hice descifrar, transcribir y traducir por
un joven profesor de esta ciudad, y finalmente pude leer esta indita prehistoria del famoso
Caballero de la Triste Figura. Como lo recordarn todos, la famosa Obra de Cervantes nos
presenta a un Don Quijote que alrededor de los cincuenta aos se ha retirado a su casa de
Argamasilla de Alba para leer novelas de caballera. Acerca de la vida que llevara hasta ese
tiempo, es nada o casi nada lo que nos dicen las dos partes de la obra publicadas hasta el
presente. Es mi opinin que Don Miguel tena en su nimo la idea de narrar Cambien la
juventud de su hroe, pero la muerte le impidi dar forma artstica al esbozo que tengo ante
mi vista. Segn este desconocido manuscrito don Quijote haba nacido en una familia noble
pero venido a menos; desde la infancia dio muestras de espritu audaz y de ingenio movedizo.
Siendo algo mayorcito, y cuando hubo aprendido con el sacerdote del lugar algo de latn y de
teologa, fue enviado por su padre a la famosa Universidad de Salamanca, donde en un
principio se sinti atrado por las ctedras que dictaban los maestros de filosofa. Pero al cabo
de un par de aos perdidos en aquella fatigosa y, tediosa disciplina, nuestro Alonso Quijano,
pues ste era su verdadero nombre, se disgust de aquellas acrobacias y artimaas mentales
y de tan estriles juegos dialcticos; entonces se orient hacia las letras humanas y hall sus
deleites en escribir romances y redondillas sobre temas amorosos. Durante este perodo se
haba enamorado de una hermosa jovencita, hija de un corregidor, doncella que, aun cuando
ms no fuera que con miradas y guios, daba seales de corresponder a su tmida pero fogosa
pasin. Finalmente, una noche pudo hablarla aunque por muy pocos momentos, y la joven,
temblando en la oscuridad, le prometi que sera suya y jams de ningn otro. El joven
caballero, delirante de felicidad, continu soando y escribiendo para ella poemas tan
ardorosos que, segn escribe Cervantes, parecan chamuscar el papel en que los garabateaba.
Pero... un mal da el pobre enamorado se enter de que su prometida se haba casado con un
doctor en leyes, amigo del padre de ella. Entonces Don Quijote comprendi de qu clase de
pao estaban hechas las mujeres, sin excluir a las que parecen angelicales, y cobr odio hasta
contra la poesa que tan poca ayuda le haba prestado. Fue tal su desesperacin que solicit y
obtuvo ser admitido como novicio en un convento de carmelitas. Desde su temprana niez
haba sido un cristiano devoto, y ahora, sabida la traicin de la amada, se persuadi de que
nicamente Dios merecera el afecto ntegro de su corazn. Permaneci en el convento por
ms de un ao, esforzndose por llegar a los ms elevados grados de la perfeccin. Pero el
espectculo que le brindaban los monjes, tanto los jvenes como los viejos, era para su
cndida alma algo muy distante de ser ejemplo de edificacin. Los ms eran perezosos e
indiferentes, como ligados por un hbito mecnico a los deberes externos de su profesin.
Algunos se mostraban arrogantes, impacientes, malignos e hipcritas. Ni siquiera faltaba
alguno que se embruteciera en la ebriedad o buscara a las mujeres. El futuro Don Quijote tuvo
valor suficiente para quejarse de aquellas desvergenzas ante el Maestro de Novicios, quien
desde ese da le cobr ojeriza y se complaca atormentndolo con castigos injustos. Una buena
maana, el Superior del convento lo llam a su celda y le dijo que no estaba seguro de su
vocacin religiosa; el joven novicio tuvo que dejar los hbitos y salir de all. Gracias a la
proteccin que le brind un to marqus, bien visto por el Rey, fue recibido como gentilhombre
de cmara en la corte de Madrid. Segn lo da a entender Cervantes, esa experiencia fue una
de las ms desgraciadas en su vida. Contaba ya casi treinta aos de edad y su espritu haba
madurado con largas lecturas y meditaciones. Todo cuanto observaba a su alrededor le haca
sufrir: la corrupcin de las damas, la altanera de los grandes, la avidez de los ministros, las
intrigas de los cortesanos, la abyeccin de los subalternos, todo ello hera y ofenda
continuamente su nimo sensible y delicado. No pudiendo aguantar ms el hedor de aquella
cloaca dorada, pidi licencia a Su Majestad y obtuvo permiso para dirigirse al Nuevo Mundo,
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como oficial de la guardia de un virrey. Al comienzo el joven castellano hall grandsimo placer
recorriendo a caballo montaas y bosques, en medio de gente salvaje tan diversa de la que
moraba en su patria. Pero tiempo despus tambin esta nueva experiencia concluy
dolorosamente, como las anteriores. Cristiano e hidalgo como era, el futuro defensor de los
dbiles no pudo soportar la vista de las atroces exacciones y cargas a que eran sometidos los
pobres indios. La crueldad y jactancia de los conquistadores, la avidez y desenfreno de los
oficiales de gobierno, los abusos y costumbres depravadas de la soldadesca, todo esto le llen
de nuseas, repugnancia y horror. En su honrada ingenuidad tuvo la malhadada idea de
denunciar tales vergenzas al Consejo de Indias, que tena su sede en Sevilla. Se envi
entonces desde Espaa un inquisidor real, quien comprado con ducados sonantes por el virrey,
escribi en su informe que el seor Alonso Quijano era un visionario calumniador, un
desatinado loco, y como tal lo hizo arrestar. Llevado a Espaa fue encerrado en las crceles de
Alba de Tormes, donde languideci por espacio de varios aos sin ser juzgado por tribunal
alguno. El desventurado se resinti por aquella infame injusticia y cay en una especie de
melancola fantasiosa de la que nunca se recuper. Finalmente fue considerado enfermo poco
peligroso y le devolvieron la libertad. No hizo entonces intento ninguno por reiniciar una nueva
vida. Volvi a la casa paterna, en la que ya haban muerto todos los suyos, y procur
consolarse de la desagradable realidad, por l en tan diversos modos conocida, refugindose
en el reino de la fantasa heroica y potica, en los poemas caballerescos y novelescos donde
hallaba intelectualmente satisfechos sus ideales de caballero cristiano, enamorado y sin miedo.
Lo que le sucedi una vez saturado con aquellas lecturas solitarias, es conocido por todos los
que han ledo la obra maestra de Don Miguel de Cervantes y Saavedra. Pero, me parece que
en esta otra obra apenas esbozada, que actualmente se halla en mi poder, est la verdadera
clave y justificacin de las fantasas y empresas de Don Quijote de la Mancha. Finalmente, se
comprende as tambin por qu el viejo hidalgo, desilusionado, contristado y perseguido, solo
en su casa, se consagr a leer aquellos libros de aventuras imaginarias, los nicos que podan
consolarlo y compensarlo de la dura y sucia realidad que hasta entonces tanto le haba hecho
sufrir. Quien no conoce la juventud de Alonso Quijano no puede comprender al Don Quijote de
la Mancha ya maduro, ni tampoco sus generosas y desinteresadas extravagancias.
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COLOQUIO CON GARCIA LORCA
(O DE LAS CORRIDAS)
Madrid, 8 de abril.
Fui ayer a la Plaza de Toros, y un amigo espaol que me acompaaba me present a un
joven de aspecto genial y viril que se llamaba Garca Lorca, y es ya famoso aqu y en Amrica
como poeta y pintor. Me caus una bellsima impresin, incluso por su orgulloso nimo salvaje,
y concluida la corrida fuimos los tres al Caf del Pombo. Como sucede frecuentemente en este
pas, la conversacin vers acerca de la tauromaquia, y quise saber de labios de Garca Lorca
qu pensaba de los extranjeros dispuestos a ver en ese juego sangriento una prueba de
crueldad del pueblo espaol, y el joven poeta me respondi
No todos los extranjeros son tan imbciles, pero la mayora de los que vienen son
simultneamente atrados y asqueados por el espectculo de nuestras corridas. Esto depende
en gran parte de que son viajeros filisteos, y aun cuando sean personas cultas carecen de
verdadero espritu potico. Estoy escribiendo un poema sobre Ignacio Snchez Mejas, uno de
nuestros toreros ms famosos, y espero hacer comprender la belleza heroica, pagana, popular
y mstica que hay en la lucha entre el hombre y el toro. Pero creo que nadie ha sabido explicar
a los extranjeros el contenido profundo, sublime, y hasta dir casi sobrehumano, del sacrificio
taurino.
La corrida, en s, a pesar de sus acompaamientos acrobticos y espectaculares, es en
realidad un misterio religioso, un rito sacro. Con sus acompaantes o aclitos, el torero es una
especie de sacerdote de los tiempos precristianos, pero al que el Cristianismo no puede
condenar. Qu es lo que representa el toro en la conciencia de los hombres?, la energa
primitiva y salvaje, y al mismo tiempo la ultrapotencia fecundadora. Es el bruto con toda su
potencia oscura; el macho con toda su fuerza sexual.
Pero el hombre, si quiere ser verdaderamente hombre, debe disciplinar y conducir la
fuerza con la inteligencia, debe ennoblecer y sublimar el sexo con el amor. Le corresponde
matar en si mismo la animalidad primigenia, vencer el porcentaje de bruto que hay en l. Su
antagonista ms evidente en su voluntad de purificacin, es el toro. El hombre debe matar los
elementos taurinos que hay en l: la adoracin de la fuerza muscular agresiva y de la fuerza
ertica, igualmente agresiva.
La corrida es la representacin pblica y solemne de esa victoria de la virtud humana
sobre el instinto bestial. El torero, con su inteligencia pronta y despierta, con la ligereza de los
movimientos rpidos y elegantes de su cuerpo, supera, vence y da por tierra con la masa
membruda, ciega y violenta del toro. La victoria sobre la bestia sensual y feroz es la
proyeccin visible de una victoria interior. Por lo tanto, la corrida es el smbolo pintoresco y
agonstico de la superioridad del espritu sobre la materia, de la inteligencia sobre el instinto,
del hroe sonriente sobre el monstruo espumajeante o si prefiere, del sabio Ulises sobre el
cruel Cclope. As pues, el torero es el ministro cruento en una ceremonia de fondo espiritual,
su espada no es otra que el descendiente suprstite del cuchillo sacrificial que utilizaban los
antiguos sacerdotes. Y as como tambin el Cristianismo ensea a los hombres a liberarse de
las sobrevivencias bestiales que hay en nosotros, nada hay de extrao que un pueblo catlico
como el nuestro concurra a este juego sacro, aun cuando no comprenda con claridad la ntima
significacin espiritual del mismo. Se podra recordar tambin que el rito inicial del antiguo
culto de Mitra, aquella religin que en un cierto momento amenaz el triunfo del Cristianismo,
consista en el sacrificio del toro: el taurobolio. Si los humanitarios y puritanos extranjeros,
que habitualmente estn dotados de inteligencia ms bien estrecha, fueran capaces de
profundizar el verdadero secreto de la tauromaquia, juzgaran de una manera muy diversa a
nuestras corridas. El amigo espaol se levant y abraz a Garca Lorca. Tambin yo, aun
cuando no diera muestras externas de entusiasmo tan expresivas, reconoc que su ingeniosa y
paradojal teora era merecedora de una atenta meditacin.
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EL PRIMERO Y EL ULTIMO
(DE MIGUEL DE UNAMUNO)
Madrid, 29 de mayo.
Cada vez se acenta ms en m la mana por los autgrafos. No satisfecho con haber
comprado la coleccin de Everett, que contiene tantas obras maestras desconocidas, voy
buscando por todas las ciudades manuscritos de autores clebres. En estos das he tenido la
fortuna de hallar en casa de un periodista que se vio reducido a la miseria, el comienzo de un
drama indito escrito por Miguel de Unamuno. Se titula El Primero y el Ultimo, pero slo
contiene el esbozo de la primera escena. El comienzo de la obra tiene una grandsima
originalidad, pero no he logrado dilucidar si se trata de una obra juvenil, o de los ltimos
tiempos de la vida del gran pensador y poeta. Me inclino a creer que se trata de una idea
habida en la ancianidad, cuando estaba atormentado por la idea de la decadencia del
Cristianismo. Comienza la accin cuando el mundo est a punto de ser destruido y la vida ha
concluido sobre la tierra. En la inmensa soledad hay dos seres vivientes sobrevivientes o
resucitados?, se encuentran y se reconocen: el Primer Hombre o sea Adn, y el Ultimo
Hombre, que ni siquiera tiene un nombre al estilo antiguo, sino que es una especie de
autmata viviente, identificado por una sigla grabada en una medalla que le cuelga sobre el
pecho: W. S. 347926. Ambas criaturas, tan distintas entre s, se miran en silencio: el hombre
perfecto, salido de la mano de Dios; el hombre mecnico, convertido en nmero y tomo por
voluntad de la ciencia y de la masa. El ser casi ngel; el ser casi mquina. Al comienzo no
saben qu decirse, pero se miran sospechosos y rencorosos. Uno frente a otro representan el
principio y el fin de la historia humana, y a pesar de ello se sienten seres mutuamente
extraos, lejsimos, tan diversos y adversos que no saben cmo entablar dilogo. En el
pensamiento de Unamuno aqu est la tragedia, la pavorosa tragedia: el primer padre no sabe
qu decir al ltimo hijo. Entre ambos taciturnos seres aparece improvisamente un gigantesco
ser velludo: Hanuman, el dios de los monos, amigo de los hombres. Reprocha a ambos su
extrao silencio. Los dos debern debatir su causa ante l, quien a su vez contar con la
asistencia del ngel Ariel y del demonio Belfegor. Adn es obligado a hablar. El anciano primer
hombre, casi desnudo, con una piel de len en la cintura, manifiesta que hubiera querido
reprochar y acusar a su lejansimo y degenerado descendiente, pero el remordimiento de la
propia culpa le haba impedido hacerlo
Cuando fui vencido por el ansia de saber, de conocer, de hacerme semejante a Dios,
en aquella mi voluntad ya se hallaba en germen todo lo que stos llamaron ciencia, y ms que
nada su loca intencin de ponerse a s mismos en lugar de Dios. La intentada deificacin del
hombre condujo a mis insensatos descendientes a renegar de lo humano, a la verdadera y
definitiva cada del hombre. Por lo tanto no tengo derecho a lanzar reprimendas y reproches
contra este aborto degradado y deshumanizado. Pero entonces habl Ariel diciendo
Olvidas, Adn, que tu prole fue rescatada, que el sacrificio de Dios le restituy gran
parte de lo que haba perdido a causa de tu error. As pues, tienes derecho a acusar y
condenar.
No replic Belfegor, Dios no lleg a restaurar la dignidad y perfeccin anteriores del
hombre.Los descendientes de Adn, incluso despus que el Hijo descendi a la tierra,
continuaron siendo dbiles y frgiles, continuaron baj el dominio de la sangre y del orgullo y
debieron dedicarse a reconquistar con sus pobres fuerzas la sabidura y el poder. Dios los
haba maldecido y castigado, los haba entregado a Satans y entonces se dirigieron a
nosotros pidiendo auxilio. Lo dems est escrito en la historia de los ltimos milenios.
Nosotros, los demonios, nos hemos vengado, y estoy dispuesto a defender al ltimo hombre,
que es hijo de nuestras obras. Entonces W. E. 347926 pidi hablar
Todo lo que estis profiriendo es una sarta de ideas sin sentido, expresadas en una
jerga salvaje, desusada, incomprensible y hueca. Para nosotros, las palabras de Dios: culpa,
redencin, pecado, bien y mal, desde hace ya siglos y siglos no tienen ningn significado. El
hombre haba llegado a ser el nico y verdadero seor y dueo del mundo y se ocupaba
solamente en aprovechar los recursos del planeta para la propia conservacin. Todas las viejas
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elucubraciones ideales, todas las mitologas y disfraces de la edad primitiva haban sido ya
abolidas y olvidadas. La libertad de la voluntad era una ilusin, el amor un ridculo perder el
tiempo, la virtud un sueo fastidioso, el individuo no era ms que un tomo y un nmero, Dios
un concepto intil y absurdo. La vida automtica y colectiva haba destruido todos los
sentimientos idiotas, las emociones torturantes, los pensamientos vanos, los tormentos
imbciles, los afectos superfluos. Esas frusleras supersticiosas tuvieron algn crdito
nicamente en la brbara edad de la cultura, en los tiempos transcurridos desde Platn a
Dante y desde Milton a Kant.
Si hay alguno que podra juzgarme, se sera Hanuman, pues es a l, y no a vuestro
Adn, al que reconozco como mi progenitor. Lamentablemente, lo legible del manuscrito
concluye en ese punto. En otras pginas se leen palabras dispersas, abreviaciones, nombres
de otros personajes, comienzos de perodos, etc., pero es imposible reconstruir la continuacin
de la tragedia. Mi amigo Ernesto Gimnez Caballero, ptimo conocedor de la literatura
castellana antigua y moderna, opina como yo.
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LA REVUELTA DE LOS ACTORES
Toledo, 8 de junio.
Ayer por la noche presenci en un gran teatro de esta ciudad una aventura que, segn
creo, es la nica que debe haber sucedido en el mundo desde que existen teatros y actores.
Haba ledo una cartelera anunciando la representacin de la obra Muerte de Danton, de
Bchner, y como no tena ninguna ocupacin y nunca haba visto esa tragedia, fui a ese teatro.
Llegu algo antes de la hora. La platea estaba vaca y en los palcos no se vea a nadie. Poco a
poco llegaron algunos espectadores, todos hombres. Lleg la hora fijada para comenzar la
representacin y a lo ms habra unas treinta personas distribuidas por todos los lugares
destinados al auditorio. Pens que el nombre del autor, aun cuando se hubiera hecho clebre
con Woyzek, sera casi desconocido en este pas, y tal vez el argumento mismo no atraa a un
pueblo que nunca sinti entusiasmo especial por los hroes de la Revolucin Francesa. Poco a
poco y muy especialmente llegaron otros melanclicos espectadores, y finalmente, con media
hora de atraso se levant el teln. No conozco muy bien las finezas de la bellsima lengua
castellana, pero como en tiempos pasados haba ledo la tragedia de Bchner, pude
comprenderlo todo y comprob que los actores eran excelentes, todos ellos sin excepcin, y
no, como sucede casi siempre, slo los protagonistas. Pero el escaso auditorio, desparramado
ac y all en las butacas de terciopelo rojo, pronto comenz a hacer demostraciones de que el
espectculo no le agradaba: uno comenz a rerse en sordina, otros cuchicheaban entre s
haciendo gestos de disgusto, algunos dichos cnicos y paradojales de Danton y de sus amigos
eran recibidos con exclamaciones de indignacin y con toses fingidas. A pesar de todo esto el
primer acto concluy sin graves inconvenientes, pero el descenso del teln fue acompaado
con silbidos rabiosos y voces de burla. Con el acto segundo comenz la segunda tragedia el
choque violento entre las plateas y el escenario. Los espectadores, aun cuando eran pocos,
parecan estar cada vez ms exasperados, ya porque no les agradara el tono sin cadencias y
sin prejuicios de los dilogos de Bchner, ya porque tuvieran mala disposicin para con los
actores y actrices. No se contuvieron las risas sino que estallaron ostentosamente, no falt
quien se sacudiera como un obeso y alzara voz y bastn, los comentarios mordaces fueron tan
ruidosos que casi superaron las voces de los actores. Un viejo barbudo, ms exaltado que los
dems, se acerc a la boca del escenario y lanz contra Danton un bastn de Malaca con pomo
de marfil. Y en aquel momento comenz lo inverosmil. El protagonista de la tragedia, hombre
alto y macizo, como lo demandaba su papel, recogi el bastn, lo levant y con gesto
imperioso hizo que sus compaeros interrumpieran la representacin, les dijo
apresuradamente algunas palabras que no comprend, aparecieron de entre bastidores otros
actores vestidos de soldados y sansculottes, surgieron los maquinistas, tramoyistas,
vestidores, todos los que prestaban servicio en la representacin. Uno de ellos apoy una
escalerita contra el borde del escenario hacia el lado de la orquesta, y toda aquella turba
descendi precipitadamente a la platea, silenciosa pero resuelta, comenzando en seguida a
expulsar a los espectadores. Incluyendo a los refuerzos logrados de entre las candilejas la
compaa sumaba ms personas que los malhadados espectadores, los que, atemorizados y
aterrados ante aquel imprevisto pronunciamiento, casi no oponan resistencia al asalto.
En seguida capt cmo habra de concluir aquel tumulto, y aprovechando la confusin
suscitada corr hacia un pasadizo lateral, hall abierta la puertita de un palco y me ocult lo
mejor que pude detrs de una mampara. Algunos de los espectadores, al ser alcanzado
intentaba defenderse contra aquella violenta expulsin, pero sin xito, puesto que los
asaltantes eran ms numerosos y tenan la ventaja de la sorpresa. En pocos minutos la platea
fue despejada por los rebeldes, se cerraron las puertas del teatro y todos los actores, felices
con el triunfo logrado en la improvisada revuelta, volvieron al escenario. Supona yo que
suspenderan la representacin y que se apagaran las luces, cuando con gran maravilla de mi
parte vi que todo aquello, aunque increble, continuaba sindolo: los maquinistas y tramoyistas
desaparecieron entre bastidores y los actores y actrices ocuparon otra vez sus sitios. Danton,
plido y enorme, antes de recomenzar el recitado, dijo en voz alta
Esos granujas no entienden absolutamente nada y han querido impedirnos recitar una
obra maestra. Por vez primera en la historia del teatro, los actores, artistas e intrpretes de
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poetas, nos hemos sublevado y hemos logrado la victoria. Ahora, lanzadas fuera aquellas
bestias; podemos empezar de nuevo tranquilamente nuestro trabajo, finalmente podremos
recitar a nuestro gusto y modo. Comenz nuevamente la representacin, con mayor vida y
conviccin que antes, como si los actores tuvieran ante s un pblico atento y benvolo. La
platea estaba oscura y desierta, como un campo de batalla en el filo de la noche. Recatado
detrs de mi mampara pude escuchar todo, hasta la ltima escena de la intensa y original
tragedia de Bchner, y al concluir no pude menos que aplaudir ruidosamente. Hemos sido
descubiertos! exclam Danton , quin es el intruso que ha permanecido ah adentro? Sal
del palco y corr presurosamente hacia ellos, les expliqu mi presencia y les manifest mi
admiracin hacia Bchner y hacia toda la compaa, y tambin yo fui blanco de un aplauso a
teln corrido. Nos hicimos amigos en pocos minutos y todo concluy trasnochando todos
juntos en una taberna prxima al teatro, comentando alegremente la primera "revuelta de los
actores" que se recuerda en la historia del teatro.
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VISITA A SALVADOR DAL
(0 ACERCA DEL GENIO
Barcelona, 26 de Junio.
Fui a ver una muestra de obras de Salvador Dal, con la esperanza de encontrarme con el
famoso pintor cataln. Y efectivamente estaba all, en el fondo de la ltima sala, con sus
bigotes largos y enhiestos como los de un mandarn manch, siendo la figura central de una
reunin de adolescentes imberbes y viejas seoras teidas y reteidas. Me dijeron que aqul
era su auditorio predilecto: el de los que todava no haban comenzado a vivir y el de las
personas que ya haban dejado de vivir. Por intermedio del secretario de la exposicin hice
preguntar a Dal si poda concederme una audiencia privada, de breves minutos. El pintor me
mir fijamente por un buen lapso y me dijo
Lo conozco, he ledo su diario y me asombra que se haya demorado tanto en venir a
conocerme. Mis palabras le hubieran ahorrado el fastidio, hasta el intil suplicio de escuchar
millares de palabras sin peso y sin sentido. Ahora, es demasiado tarde. Vuelva, pues, a sus
imbciles de escape libre y a sus loros cronomtricos. Me disculp lo mejor que pude, pero Dal
se mostr irreducible; sus bigotes se agitaban al soplo de su ira mal contenida
Vyase, mster Gog, no soy yo el hombre que usted busca. Usted no podra
comprender ni siquiera uno de mis pensamientos. Usted ama a los hombres originales, y yo
estoy muy por encima de la originalidad puesto que represento lo nuevo en lo eterno. Usted
busca a los hombres inteligentes, y yo estoy por encima de la inteligencia dado que soy el
genio absoluto, el genio tout court.
No puedo decir que soy semejante a usted, que est sumergido todava en las baeras
de la banalidad. En estos tiempos mi empresa es demasiado importante y no puedo perder ni
siquiera un minuto para reparar ese mecanismo gastado que es su cerebro.
Pero, seor Dal!...Tal vez quiere saber qu es lo que estoy haciendo? Es cosa
demasiado difcil para usted. Simplemente, estoy transformando en formas y signos nuevos
toda la realidad humana y divina; estoy dando vuelta al mundo que todos conocen a fin de
mostrar la otra parte, el anverso, el otro lado. La verdad es como la luna que muestra
solamente una de sus faces. Solamente mi genio puede imponer tina segunda y ms autntica
visin del universo. Dios ha dejado su creacin a medio hacer, corresponde ahora a Salvador
Dal completarla y terminarla. Por todo ello estoy obligado a rehacer a Dios, es decir, la idea
errada y baja que tienen los hombres acerca de Dios. Dal no es un artista como lo fueron
todos los artistas hasta hoy, sino es un creador que ha de abrir la segunda era de la
humanidad: antes de Dal y despus de Dal; Dal es el nico redentor y la pintura es su
evangelio. Cmo quiere, pues, que pueda perder ni un solo minuto con usted? Vyase o lo
har expulsar por mi ngel gendarme. Ya tena bastante, ya haba conocido la persona de Dal
y su mana. El pintor me haba dicho mucho ms de lo que yo quera saber. Ni siquiera lo
salud, sal de la exposicin y entr en seguida en un caf de la Rambla para tomar una
naranjada fresca.
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LA VENGANZA
Arbuela tras los Montes, 12 de abril.
Un abogado de Toledo me habl acerca de un pueblecito vasco, escondido entre las
montaas, donde desde siglos atrs se practicaba una extrasima ceremonia llamada La
Venganza, al amanecer del Viernes Santo. Rito singularsimo, cristiano en s pero
completamente laico, sin clero, nico en el mundo. Hasta en la misma Espaa son muy pocos
los que estn enterados y es desconocido enteramente para los viajeros extranjeros. Llegu a
Arbuela el jueves Santo y tuve que pasar la noche en casa de un caballerizo, porque el nico
hotel del lugar estaba lleno. Al alba del da siguiente ya se haban reunido en la Plaza Mayor
los actores del rito, poco ms de un centenar de personajes, nicamente hombres, casi todos
de edad madura; no vi entre ellos ni adolescentes ni viejos. Todos ellos tenan el rostro
manchado con una tinta de color escarlata vivo y vestan largas capas de pao color ceniza.
Todos estaban montados en borricos bajos, enjaezados pobremente, al estilo de la regin. Al
son apagado de una trompeta la cabalgata se puso en movimiento, y tambin yo la segu
montado en un asno. A la cabeza del cortejo flameaba un estandarte donde campeaba la
blanca imagen de un esqueleto. Se suba por un sendero de mulas empinado y pedregoso, que
tena a los costados junperos de poca altura. Ninguno hablaba ni cantaba. De vez en cuando
rebuznaba alguno de los animales, y tan desagradable interrupcin del silencio se perda en los
matorrales cercanos, en el aire hmedo. La subida dur aproximadamente una hora. La larga
hilera de asnos y de hombres graves, de rostro escarlata, serpenteaba a travs de pequeos
llanos y lugares rocosos ms y ms pobres y desprovistos. De pronto se detuvo en un llano
amplio, donde y a estaban esperando otras personas. A la sombra de una alta roca se vea una
gran mesa de piedra, sostenida por cuatro columnas de haya sin trabajar. Sobre la mesa haba
siete cofres, segn me parecieron, cubiertos por gneros de color blanco. Detrs de la mesa
aguardaban siete hombres, con el rostro teido de rojo, igual que los recin llegados. Cerca de
la misma mesa arda un gran montn de malezas y ramas secas, al que se haba aplicado
fuego y comenzaba a echar llamas. El espectculo era misterioso y majestuoso. Alrededor del
lugar se levantaban los picos agudos y amenazadores de la Sierra Negra; dos halcones
describan crculos a gran altura, en el suave vapor amarillento causado por el sol del
amanecer. Los silenciosos peregrinos descendieron de sus cabalgaduras y se colocaron en
semicrculo alrededor de la mesa de piedra. Sus rostros, aun cuando estuvieran pintarrajeados
de rojo como los de los payasos, sin embargo causaban impresin de austeridad y meditacin.
Comenz entonces la ceremonia. Uno de los siete hombres que haban estado aguardando
nuestra llegada, descubri el primer cofre y lo abri. Sac afuera un gallo, un gallo orgulloso,
altivo, con una hermosa cresta erguida, de color sangre. El hombre lo tom por el cuello, lo
apret fuertemente para hacerlo morir, y exclam
T, gallo, eres nuestra soberbia; que el fuego te consuma! Y arroj al gallo, en los
ltimos estertores de la agona, sobre el montn de ramas encendidas.
El segundo hombre sac del segundo cofre un cachorro aullador que en seguida comenz
a ladrar, lo degoll con un estilete con empuadura de plata, y exclam:
T, perro, eres nuestra ira, que el fuego te destruya! Y el cachorro sangriento fue a
dar a la hoguera. El tercer hombre abri cautelosamente el tercer cofre y tom entre sus
manos un palomino blanqusimo que se debata afanosamente. Le golpe la cabeza con una
piedra y habl as:
T, paloma, eres nuestra lujuria, que el fuego t reduzca a cenizas!Y el pobre
palomino fue a dar con las dems vctimas entre las ramas ardientes del montn.
El cuarto hombre sac del cuarto cofre un enorme ratn. Lo sofoc entre sus fuertes
manos nudosas y exclam:
T, ratn, eres nuestra gula, que el fuego te aniquile! El quinto hombre sac del
quinto cofre una pequea serpiente negra, y con un tosco cuchillo le cort la cabeza, diciendo:
T, serpiente, eres nuestra envidia, que el fuego te devore !El sexto hombre tom del
sexto cofre una urraca que lanz gritos estridentes agitando sus hermosas alas azules. Pero el
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sacrificador, procediendo con rpidos movimientos, la apret entre sus dos manazas y la
arroj, moribunda, entre las llamas:
T, urraca ladrona, eres nuestra avaricia, que el fuego te destruya! El sptimo hombre
sac del sptimo cofre un viejo gato gordo y atigrado, con un rapidsimo movimiento de sus
manos forzudas lo estrangul y grit:
T, gato, eres nuestra pereza, que el fuego te deshaga para siempre Entonces, el
portaestandarte que llevaba el emblema del esqueleto, se adelant y tambin entreg a las
llamas su fnebre insignia.
En seguida todos los peregrinos se quitaron las capas color ceniza, y se vio que debajo
estaban vestidos con hermosas tnicas blancas orladas de oro. Luego corrieron de a uno hasta
una fuente cercana donde se lavaron el rostro quitando la tinta escarlata. Reaparecieron con
sus caras al natural, honradas y severas caras surcadas de arrugas de campesinos, de
artesanos adustos, de hombres en buena posicin, blancas y plidas.
Cuando todos estuvieron listos, limpios de rostro y cndidos en sus vestiduras, montaron
otra vez y el cortejo se movi hacia el pueblo, dejando sola, en aquel llano, la pira funeraria
con sus siete vctimas. Contrariamente a la subida, la bajada fue ruidosa y alegre. Todos
hablaban y rean; alguno, un poco ms joven que los otros, cantaba con voz sonora y bien
entonada un viejo romance. Los asnos trotaban por el sendero pedregoso con alegre prisa. En
poco ms de media hora se lleg a la plaza de Arbuela, y los peregrinos se dirigieron a sus
casas.
Pero yo quise saber algo ms sobre el significado de aquella singular ceremonia, que
tena algo de cristiana y algo de pagana. Me dirig entonces a un sacerdote anciano y enjuto
que nos haba recibido al regreso, y le interrogu acerca de lo que haba visto con mis ojos.
Es una costumbre antiqusima me respondi, que se ha mantenido nicamente en
Arbuela. Debe ser el ltimo testimonio sobreviviente de una devocin medieval que, en el da
de la Crucifixin de Nuestro Seor, quiere simbolizar la muerte de los siete pecados capitales.
Los peregrinos se tien el rostro de bermelln para demostrar la vergenza por las culpas
cometidas, cabalgan nicamente sobre asnos para imitar la humildad del Redentor, arrojan los
siete animales simblicos en la pira que representa el fuego del infierno. Como todos los que
participan en ese rito son buenos catlicos, nosotros los sacerdotes lo toleramos, pero el clero,
por orden del Obispo, se ha negado siempre a participar en la ceremonia, porque nos parece
que tiene algo de ingenuo y ridculo. Se llama La Venganza, pero no se comprende bien si
quiere decir venganza de Dios, o venganza de los hombres contra los pecados. El pueblo
denomina a esa ceremonia, quizs con algo de irona: la salida de los burros.
Agradec al anciano sacerdote las explicaciones proporcionadas, pero le manifest que no
participaba de su opinin acerca del valor de aquella antigua costumbre. Por mi parte estoy
contentsimo, incluso desde el punto de vista esttico, de haber presenciado un espectculo
tan grandioso en su mgica y salvaje simplicidad.
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EL GRAN SABIO
Npoles, 19 de febrero.
Algunos amigos napolitanos me han hecho saber que en Castellammare di Stabia vive un
viejo sabio, contrario en todo, por principios y costumbres, a sus contemporneos y a los
nuestros, hasta el punto de hacer pensar que, como la estatua de algn filsofo antiguo, haya
surgido de entre los escombros y despojos de las ciudades sepultadas por el Vesubio. En estos
tiempos de neurticos y frenticos, la perfecta sabidura y prudencia es cosa tan rara que no
pude resistir la tentacin de conocer a ese hombre. El seor Gersol me pareci ser un hombre
redondo y sin brazos. Su dorso se parece lejanamente a una joroba aplastada y planchada; su
prominente abdomen a un saco lleno de harapos. Algo intermedio entre un Sileno perezoso y
un Polichinela serio. Afirma contar ochenta aos de edad, pero quizs lo dice por coquetera,
puesto que tiene el cabello siempre oscuro y una dentadura casi perfecta, adems de una piel
fresca y una complexin llena. Le pregunt a qu atribua su aspecto juvenil en tan avanzada
edad.
Los amigos me respondi , se mofan gustosamente de mi antigua sabidura, y les
dejo decir.En realidad de verdad, mi sabidura consiste en haber rechazado todas las formas
de la vida. No he querido estudiar porque siempre he sabido, y esto por instinto, que muchos
de los conocimientos se olvidan, muchos otros hacen tristes a los seres y los ms son inciertos
y engaosos. Jams me enamor porque esa estpida forma de locura que consiste en preferir
a una sola criatura sobre todas las dems, siempre llev a los hombres a la intranquilidad, a la
angustia, al delirio, causndoles desilusiones y furores homicidas; por esto consider al amor
como una simple necesidad fisiolgica, natural y tranquila, como la que me induce a comer un
melocotn maduro o a liberar los intestinos de su molesta carga.
De ese modo me salv de la familia y de los innumerables fastidios, trabajos y
servidumbres, que surgen por tener esposa e hijos.
Ni siquiera quise obstaculizar mi vida con la poltica. El amor de patria es una de las
tantas infatuaciones absurdas y funestas del hombre moderno el amor de patria inyecta
envidias, soberbia, ira y otros pecados capitales, es un promotor de odios, es decir, de
guerras, lo que equivale a decir, de muertes. Y poco me importa ser gobernado por los rojos o
por los negros, por los blancos o por los azules. S perfectsimamente bien, que, tanto los
unos como los otros arrebatan pedazos de mi libertad y sacan provecho de mis haberes.
Cualquiera que sea el partido dominante, el buen ciudadano est condenado a vivir en una
jaula y a pagar los impuestos y tasas.
A propsito no he querido profundizar la religin, para no aadir suplicios y tormentos.
No hay ms que dos caminos razonables: o negarlo todo sin discutirlo o aceptarlo todo a ojos
cerrados. Por diversas razones de comodidad personal social he elegido el segundo, y me hallo
bien a gusto. Creo en todo, pero jams pienso en nada: conviene dejar en el misterio lo que
en el misterio se halla.
Me aconsejaron la lectura de poemas y novelas para pasar mejor el tiempo. Prob
hacerlo, pero casi en seguida desist. Los poetas me parecen nios vagabundos que andan a la
caza de mentiras; los novelistas me narran historias de ciertos hombres y de ciertas mujeres
que, si los hallara por casualidad en la vida, con sus ridculas miserias y actitudes fijas, huira
de ellos como el diablo huye ante la cruz.
Tengo una pequea renta que me es suficiente para vivir sin lujos, pero tambin sin
estrecheces, y as Dios Santsimo y Bendito me ha salvado de la carga asnal del trabajo y
tambin de la maldicin, todava ms atroz, de buscar, acumular, salvar y administrar las
riquezas.
Tal es, estimado seor Gog, mi verdadero secreto. Soy un renunciante universal y
perpetuo, soy el remisionario de la vida. Rechazando todas las ilusiones y ocupaciones, todas
las trampas y cadenas, he llegado a la quietud de la carne y del espritu llamada sabidura por
los agitados y obsesionados. En eso consiste mi secreto cabal.
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Pero, resumiendo: es usted feliz o no lo es? pregunt al seor Gersol.El gran sabio
cerr los ojos y pas la mano derecha, a modo de peine, sobre los cabellos; los reabri
nuevamente y mirndome con fijeza, exclam:
No, ni siquiera yo soy feliz. Y sepa que la verdadera sabidura no tiene relacin ninguna
con la felicidad, sino con la muerte.
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EL NICO HABITANTE DEL MUNDO
Positano, 10 de febrero.
Con la esperanza de poder descansar alquil una villa prxima al mar, en esta
maravillosa costa. Anoche, mientras regresaba a casa en medio de la oscuridad, tropec con
un cuerpo humano tendido delante de mi puerta. Tuve por un momento la sensacin de
experimentar un escalofro, pero muy breve porque no se trataba de un muerto, ya que de
aquel cuerpo tendido sobre el empedrado surgi una voz que deca:
An ests vivo? Eres t el amo? Aquel hombre se levant. Encend entonces mi
linterna de bolsillo y con la otra mano me asegur de que llevaba mi revlver. Vi ante m el
rostro imbcil de un pordiosero que tendra treinta aos o poco ms de edad, estaba todo
sucio de polvo y cubierto por pelos ensortijados. Le pregunt Quin es usted? Qu es lo
que quiere? Sonri estpidamente y replic No tienes algn lugar donde pueda dormir: un
establo, un granero, un stano? No tienes un pedazo de pan, un ajo, dos nueces? Comprend
que era un mendigo vagabundo y me pareci inofensivo. Sin responder palabra le hice pasar al
jardn y luego a un cuarto de la servidumbre, ordenando que le trajeran comida. Rechaz la
sopa y la carne, pero acept el queso y las nueces. Una vez comido le pregunt quin era y
por qu andaba vagando por ah con tal atuendo, pues estaba vestido con telas de saco mal
cosidas, llevaba en la cabeza una especie de guirnalda hecha con hojas secas y en los pies
unas sandalias de paja mal entretejida.
Me llamo Eugenio contest, y hu para aguardar la venganza. Los hombres son
malos, los hombres se matan y se matarn, de modo que Dios los har morir a todos, a todos,
hasta el ltimo. Me haban encerrado en una especie de prisin sucia, donde hombres vestidos
de blanco me decan: Eugenio, t desvaras; Eugenio, ests enfermo! Eugenio, obedece y te
curaremos. Pero yo no quera obedecer a aquellos hombres malos, a aquellos hombres
vestidos de blanco como los peluqueros de mi regin. Hu de esa prisin y voy por el mundo
esperando la venganza de Dios. La venganza? Qu venganza?
Los hombres son malvados, son asesinos, se matarn todos, unos a otros, y Dios
permitir que todos mueran, hasta el ltimo, para castigar el mal que me hicieron. Unicamente
yo no morir, slo yo permanecer vivo sobre la tierra y ser dueo de todas las cosas; el
mundo ser mo, todo mo! Esta es la venganza. Los hombres queran hacer la guerra, yo no
quera hacerla y entonces me encerraron en la prisin. Dios los har morir y solamente yo
quedar; he ah la venganza que espero.
Pero, cuando ests solo sobre la tierra, qu hars? Qu comers?
Ordear las ovejas y har requesones, luego comer los requesones que son blancos
pero buenos. Ir a los campos y recoger cerezas, luego comer las cerezas que son rojas
como la sangre pero son buenas. En las casas de los muertos hallar tanto vino que me
bastar para trescientos aos, y beber vino, que es blanco y rojo, pero es bueno. Ser el amo
del mundo e ir a donde me plazca y ya no habr muchachos que me tiren piedras, no habr
ningn polica que me pida documentos; no habr ya ninguna persona porque todas habrn
muerto, habrn muerto asesinadas, porque fueron malas con Eugenio y con Dios.
No logr sacar otra clase de razonamientos a aquel mentecato vagabundo, y lo mand a
dormir en las dependencias del casero. Hoy por la maana fui a buscarlo para saber cules
eran sus intenciones, pero el fugitivo Eugenio haba desaparecido. Los razonamientos de aquel
loco me han hecho meditar acerca de un problema en el que nunca haba pensado: si quedara
sobre la tierra solamente un hombre, cmo podra vivir? Lograra sobrevivir durante mucho
tiempo? Se sentira feliz por su libertad? O tal vez, se sentira desesperado por su soledad?
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EL OPTIMISMO DE LEOPARDI
Npoles, 5 de marzo.
En un negocio de libros viejos, situado cerca del puerto, hall dos folletos autgrafos del
clebre poeta Giacomo Leopardi, y todos los estudiosos napolitanos me aseguran que son
completamente inditos. Indudablemente, la escritura es la suya, yo mismo pude comprobarlo
y persuadirme confrontando esas pginas con los autgrafos del mismo escritor que se
encuentran en la Biblioteca Nacional, pero el contenido de los pensamientos parecera
contradecir, o por lo menos atenuar, el obstinado y radical pesimismo del gran poeta.
Transcribir aqu, para mi recuerdo, estos dos pensamientos
Los que razonan o escriben largamente acerca de la infelicidad de la vida humana
como lo estoy haciendo yo desde los aos de mi juventud pueden ser fcilmente acusados
de estar en abierta contradiccin consigo mismos. Puesto que el escritor, quien no slo pone
en blanco y negro, en la forma ms prolija y adornada que puede, sus desesperados
pensamientos, sino que adems los hace imprimir y vender para que sean ledos, meditados y
admirados por los que se deleitan en las cosas de la literatura y de la filosofa moral,
manifiesta con los hechos expresados
aplicndose a escribir sus quejas y dndolas a la luz , que no es el desesperado
negador de toda clase de felicidad que pretende hacer creer a sus lectores. Y tal cosa se puede
probar con dos argumentos.
El primero, es a mi juicio el siguiente: si el susodicho escritor, que afirma
continuamente que para el hombre es imposible cualquier alivio del tedio y del dolor, se
ingenia y esfuerza por transcribir en excelente prosa o poesa sus humores melanclicos y sus
quejas acerca de los males de la vida, si no me equivoco demuestra con ello que, escribir
sobre la infelicidad propia y la de los dems le deleita o por lo menos hace que sienta esos
males como menos acerbos e insoportables. Un verdadero desesperado puede llorar, o gritar,
o callar, mas, conociendo la inutilidad total y final de toda ocupacin humana, jams piensa en
tomar la pluma para describir en el papel, con la complacencia que se comprueba en la
consecucin de un buen estilo, sus lamentos sobre las miserias de la existencia humana. Esto
significa, a mi parecer, que el desahogo volcado en las pginas, los cuidados empeosos en
lograrlas perfectas y la solicitud desplegada para hacerlas conocer a los dems, le causan un
cierto placer, o por lo menos sirven de alivio a su cotidiano suplicio.
La segunda razn podra ser sta: el que escribe y hace imprimir demuestra su deseo
de ser ledo y, aun cuando el pudor le impida confesarlo, demuestra tambin su deseo de ser
comprendido y admirado. Se sigue de esto que juzga a los hombres capaces de hallar deleite
en leer sus escritos, ms an: los juzga dispuestos a comprender esos pensamientos hasta el
punto de vencer la natural despreocupacin y la universal ceguera. Este escritor demuestra,
adems, que cree en el valor efectivo del juicio humano, por l siempre y justamente
despreciado, y finalmente, confiesa que halla complacencia en las alabanzas de los mismos
hombres que en s nada tienen que merezca ser estimado y alabado. Estas esperanzas y
esperas suyas contrastan y desmienten las verdades juzgadas ciertas e inatacables por el
mismo escritor. Si el hombre es una criatura msera y tonta, que nada tiene propio y eterno,
qu podr comprender? Qu precio y valor podrn tener su consentimiento y su aplauso?
El escritor acerca del cual estamos razonando y que bien podra ser el mismo que
estas cosas escribe , confiesa, sin quererlo, que est menos so metido al dolor de lo que
dicen y repiten sus obras. En realidad de verdad, demuestra que segn su creencia vale la
pena exponer ordenada y elegantemente sus pensamientos; demuestra que ese esfuerzo es
un placer o aminoracin del sufrimiento, que los hombres, no obstante su manifiesta
insensatez, son capaces de comprender y estimar sus escritos, y demuestra, finalmente, que
esa comprensin y esas alabanzas son bienes apetecibles y consuelos deseables. Por el
contrario, el infelicsimo negador de la felicidad que conoce bien "1'infinita vanit del tutto",
jams se dejar seducir por las pueriles ilusiones de la hermosa literatura y de la inteligencia
humana. Si a semejanza de la vacua plebe de literatos y filsofos cede ante esos deleitosos
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engaos, es seal segura de que no cree, en lo profundo de su nimo, en lo que afirma y
repite hastiadamente, o sea, que la vida no es ms que tedio, afliccin y desventura.
Y, puesto que yo mismo me doy cuenta de que soy uno de esos escritores de dos caras,
como el Jano de la antigedad y quizs el nico que existe hoy en Italia , quiero reconocer
sinceramente las contradicciones de mi entendimiento aun cuando no tenga todava el coraje
suficiente para avergonzarme en pblico. He aqu el segundo pensamiento, ms breve:
Me sucedi repetidas veces que lamentara en mis escritos los "amenos engaos" que
causaba a la gente antigua la benigna ilusin de la felicidad, hacindoles creer en la proteccin
de la Divinidad, en los beneficios de la naturaleza, en el amor o en la gloria. Pero luego,
cuando me acuerdo de las desgracias, calamidades, destrucciones u otras alocadas y malvadas
acciones que, segn lo dicen los historiadores y los poetas, abundaban en aquellas lejanas
edades, no menos que en la tan bestial y malvada edad nuestra, comienzo a dudar bastante
de mi opinin anterior. Ni siquiera los engaos ms amenos como se ve incluso en el tiempo
de la juventud , bastan para que el hombre eluda la desventura y las mltiples formas del
mal. De modo que, razonablemente, se debera llegar a la conclusin de que entre las ilusiones
humanas se ha de incluir la que hace estimar como beneficiosa a ciertas ilusiones comunes.
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VISITA A MARCONI
(0 ACERCA DEL FIN DEL MOVIMIENTO)
Roma, 25 de septiembre.
Hace muchos aos fui presentado a Marconi, en Nueva York, estando en casa de unos
amigos, pero aquel da el famoso italiano estaba tan asediado por seoras admiradoras, que
no pude conversar con l ms de medio minuto. Hace algunos das logr obtener una
audiencia de l, y esta maana el clebre hombre de ciencia me recibi en la Villa Farnesina,
donde tiene su sede la Academia de Italia de la que es presidente. Fui llevado a una
hermossima sala en la que Sodoma pint el encuentro de Alejandro Magno con Roxana. A
pesar de su fortuna y de su ingenio, Guillermo Marconi es suave y modesto, tiene modales
seorialmente cordiales pero algo reservados, hay en l una mezcla de bonhoma italiana y
empeo ingls. Me caus la impresin de un gentleman cansado, que ya ha saludado a todos
los personajes de la fiesta y tuviera deseos de irse a dormir. Luego de conversar un poco
dndonos mutuas noticias sobre amigos comunes de los Estados Unidos, me atrev a
preguntarle qu haba de verdad acerca de su nuevo descubrimiento. El noble rostro de
Marconi se ensombreci, en un momento pareci que sus claras pupilas se ofuscaban y
permaneci pensativo por un breve espacio. Luego, hablando con voz baja y constante, me
respondi
Ese descubrimiento, que no he revelado a nadie, es la ltima de mis tragedias y quizs
apurar mi muerte. Desde hace algn tiempo estoy gravemente enfermo, y el terrible
problema que se plantea a mi conciencia acrecienta mis preocupaciones. Call nuevamente y
me mir con fijeza, como si quisiera escrutar mi interior; entonces le dije
Si me concede el grandsimo honor de revelarme algo, puede tener plena certeza de
que no dir a ningn viviente ni una de sus palabras.
Le creo replic el gran inventor , pero, por lo dems, no puedo y no quiero decirle
lo que para todos es y debe ser y permanecer un secreto. Pero el descubrimiento del que tanto
se habla en Italia, es desgraciadamente cierto y ha sido confirmado completamente con los
experimentos que se han hecho hasta ahora.
Los profanos y los periodistas parlotean acerca de un rayo de la muerte. Tal
expresin es tonta y equivocada, pero lo que realmente he hallado no es menos espantoso. He
descubierto un sistema simple pero infalible para detener, sbitamente y aun a muchas millas
de distancia, a cualquier motor. Entreveo, adems, el modo de inmovilizar toda clase de
mquinas y hasta toda forma de movimiento, incluso el paso del hombre; todava ms: hasta
el latido de su corazn.
Comprender usted en seguida cules seran las mortales consecuencias de ese
invento. Hasta ahora hemos logrado detener a todos los automviles que, en una hora
determinada, se acercaban a Roma. Despus se quiso detener en los cielos de las marismas
toscanas a dos aeroplanos que estaban volando: se precipitaron a tierra y los dos pilotos
quedaron gravemente heridos.
Comprender, pues, las tremendas aplicaciones que podra tener mi descubrimiento en
caso de guerra, hoy en da, cuando todos los ejrcitos avanzan y combaten mediante motores:
los tanques, los vehculos armados, los trenes elctricos, los automviles, las ambulancias,
todos los medios de transporte y de ataque quedaran inmviles, paralizados. Para el ejrcito
que tuviera mis aparatos, sera un juego fcil hacer estragos entre los enemigos reducidos por
sorpresa a la inmovilidad. Y, cosa an ms terrible, todos los aeroplanos caeran del cielo
envueltos en llamas, con sus pasajeros carbonizados o deshechos.
Si despus, como as lo pienso, se llegara a impedir todos los dems movimientos, sin
excluir los del cuerpo humano, ya no habra salvacin para los atacados, que repentinamente
quedaran convertidos en estatuas firmes o en cadveres inertes. Mi dispositivo paralizante,
que sin embargo no es una verdadera arma, sera un instrumento para causar hecatombes
inmensas.
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Frente a tales perspectivas mi mente se ve desorientada y atormentada. Soy cristiano y
s que Dios quiere que reine la fraternidad entre sus hijos, no el fratricidio. Soy un fsico, y s
que el movimiento es la esencia y el alma del universo: suspender el movimiento es un delito
contra la naturaleza. Finalmente, soy hombre, y s que las mquinas inventadas por el ingenio
de los hombres sirven para su bienestar y para contribuir a su potencia creadora; detenerlas,
sera un crimen de esa humanidad. No podra acrecentar mi gloria situndome contra las leyes
humanas y divinas. Esto, no obstante, el pensamiento de llevar conmigo al sepulcro el secreto
de ese descubrimiento, es algo que me perturba y me oprime. Las tentaciones son fuertes,
pero la responsabilidad es grande. En mi conciencia de catlico he decidido renunciar a esta
ltima gloria, y callar. Pero usted adivinar cules son los sentimientos humanos, demasiado
humanos, que hacen difcil ese silencio y dolorosa esa renuncia. El creyente y el patriota, el
cientfico y el hombre combaten sin tregua dentro de mi conciencia. La angustia causada por
esta postrera tragedia de mi vida me quita el sueo, la paz, la serenidad. Tengo el
presentimiento de que no podr vivir por mucho tiempo, estoy seguro de que no nos veremos
nunca ms. Cualquier consuelo que hubiera querido prodigarle no hubiera sido ms que una
serie de palabras vanas. Al despedirme de Marconi not que su mano estaba hmeda por el
sudor y que temblaba perceptiblemente.
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LA HUMANIDAD DE MARMOL
Carrara, 19 de mayo.
Da feliz, gozoso, memorable! Principio y promesa de mi victoria blanca! Desde muchos
aos atrs soaba con los ojos abiertos y cerrados en este sueo gigantesco; pareca que
debiera permanecer como un objetivo vano de mi cotidiano delirio. Hoy, en cambio, todo est
diseado y listo para ser traducido en bella y maciza materia real. Se precisarn algunos
millones de dlares y cinco aos de trabajo, pero finalmente podr ver lo que ningn ser
semejante a m ni siquiera se atrevi a imaginar. El sueo es ste: una mole de mrmol para
estatuas, blanco, que tenga treinta y tres metros por lado, en forma cbica. En sus cuatro
caras laterales estar representada, en bajorrelieves paralelos y sobrepuestos, la historia del
gnero humano. En la primera se grabarn los orgenes de la civilizacin y las alternativas de
los grandes imperios de Africa y de Asia. La segunda se destinar a los hroes y a las gestas
de la historia de Grecia y de Roma, desde los egeos y etruscos hasta las invasiones de los
brbaros. En la tercera estarn los protagonistas espirituales e imperiales de la enorme et
delicat epopeya humana y divina de la Edad Media. Finalmente, en la cuarta veremos la trgica
y milagrosa aventura de los tiempos modernos, desde las carabelas de Coln hasta la bomba
de Hiroshima. En el centro del gran rellano superior del cubo y sobre un pedestal poblado por
fieras y constelado de flores, habr dos estatuas colosales: Adn en toda su original y potente
belleza viril; Eva en toda su carnal y espiritual belleza materna. Las cabezas de los dos
primeros padres del gnero humano sobresaldrn sobre sus descendientes una altura de
cincuenta metros. Esta obra, ideada por m, es titnica y no poda ser realizada sino en Italia,
ms an, en estas riberas dominadas por los Alpes Apeninos, donde Miguel Angel, vicario
previsorio del Creador, anduvo buscando la materia de los cuerpos de sus gigantes. He
apalabrado a doce excelentes escultores, los ms clebres y audaces que hay hoy en toda
Italia; cada uno de ellos, a fin de concluir a su debido tiempo los bajorrelieves que le
correspondan, tendr a sus rdenes diez expertos diseadores y cinceladores que traducirn al
mrmol las escenas de esta epopeya y tragedia humana. Ya han sido extrados casi todos los
bloques, muchos estn ya en las canteras de trabajo y bajo la accin del cincel; se han
firmado los contratos con los doce artistas y varios de stos me han mostrado las primeras
figuras en creta, esbozos de las grandes escenas ideadas. Centenares de hombres entre los
que hay excavadores, esbozadores y escultores, trabajarn por espacio de cinco aos para
alzar frente al azul mar etrusco, un portentoso monumento dedicado al esfuerzo y a la gloria
del hombre. Dejar aqu, como representantes mos y tambin con funciones de supervisores
de tan magna obra, a un poeta de gran corazn y a un arquitecto verdaderamente honrado. Si
Dios me concede vida, dentro de cinco aos podr contemplar en su cndida y excelsa mole a
mi obsesin convertida en piedra y belleza. En estas jornadas iniciales ya me parece ver la
geomtrica masa blanca del enorme dado esculpido, alzndose altsima en la luz radiante del
cielo italiano bajo el sol estival, entre la majestad del monte y la inmensidad del mar. Ese
gigantesco torren historiado, con innumerables seres de proporciones ms que humanas,
recordar por espacio de milenios, en caso de que la tierra no se haga pedazos antes de
tiempo, las alternativas gloriosas e infames de nuestra temeraria y desesperada especie
humana.
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ITALIA ES DESPOJADA DE SU BELLEZA
Miln, 20 de noviembre.
He querido visitar otra vez Italia, sus ciudades fabulosas y populosas, sus sorprendentes
capitales de provincia, sus paisajes de sueo y clamor: desde Taormina a Borromeo. Al cabo
de tres meses y medio de peregrinaciones y detenciones me siento extraamente entristecido.
Tanto por m como por este pas. Vi a Italia por vez primera hace cincuenta aos. Ya estaba
decentada y deslucida por la llamada civilizacin moderna, pero era siempre la patria hermosa
de hombres humanos. Haba ciudades y regiones intactas, donde an se respiraba el aire del
feliz siglo XIX en un escenario del XIV o del
XVI. Italia era pobre, pero los italianos posean todava las riquezas que ningn banco
puedep proporcionar: amor, cordialidad, gentileza, buen humor. Italia era sucia en algunas de
sus regiones, pero con una suciedad antigua y saludable, natural y lugarea, que no
menoscababa la belleza de la naturaleza y no privaba al aire de su pureza. Italia era incmoda,
algo primitiva, careca de confort, pero compensaba al visitante con la quietud de sus calles,
con la generosidad ambiental de sus plazas, con la paz de sus pequeas ciudades, con la
tranquilidad de su vida humilde y trabajosa, con la estimada simplicidad de sus costumbres,
con la serenidad bondadosa de sus seores campechanos y sus plebeyos seoriales. Ya
entonces haba bandoleros, timadores, mendigos y rameras, pero en cantidad reducida y
tolerable, en formas distintas y reconocibles. Los bandoleros antiguos tenan algo de paladines
e hidalgos, mientras que hoy en da los ladrones y asaltantes son muchachotes brutales que
han convertido la prctica de su delito en una gran industria organizada sin poesa alguna. Los
mendigos parecan ser parte legtima de la cristiandad, y casi eran custodios pintorescos de las
iglesias y palacios. Hoy en da se llaman desocupados, y viven a costillas del que trabaja
detestando a los que son ms inteligentes y trabajadores que ellos. Los estafadores y liosos
formaban una clase aparte, eran simpticos artistas del engao y se contentaban con
ganancias modestas; hoy en da, la estafa y el timo se encuentra por doquiera: en las
industrias, en los negocios, en las oficinas estatales y en las aceras de las calles. A las rameras
era necesario buscarlas en los prostbulos; hoy en da hasta las seoritas de buenas familias y
las seoras con ttulos han conocido los frutos de la prostitucin clandestina. Adis, vieja y
querida Italia; adis, malandrines y vagabundos de Npoles; adis, desocupados y mirones de
Florencia; adis, cantantes, msicos callejeros, vendedores ambulantes y floristas de Roma;
adis, gondoleros y vividores negros de Venecia; adis, pescadores de Capri y titiriteros de
Palermo; adis, popular, festiva, ingeniosa y genial Italia. En estos aos, despus de la
segunda infernal guerra, hasta el dulce paraso italiano se est convirtiendo en un infierno al
estilo yankee. La civilizacin norteamericana, la del dlar y la mquina, ha invadido la vieja y
adorable pennsula para civilizarla a su imagen y semejanza. Las calles, casi todas ellas
estrechas, construidas para un pueblo de peatones y jinetes, estn ahora saturadas por
automviles ruidosos, por motocicletas accionadas con motores insoportables. En sitios donde
antes se oan tan slo los lamentos musicales de los vendedores ambulantes, los cantos de las
doncellas y los jvenes, las alegres risas de las comadres que charlaban a la puerta de sus
casas y los chasquidos de las fustas, ahora no se ove ms que estrpitos metlicos, mugidos y
ladridos de automviles, rechinamientos de ruedas, fragores de escapes libres, estruendos de
motores y sonidos de bocinas, coros cacofnicos y ensordecedores de gramfonos y altavoces.
Las calles de Italia se han convertido en las ms ruidosas y peligrosas de toda Europa. Los
italianos se comportan como si el ruido fuera la afirmacin indispensable del movimiento, la
rapidez, la riqueza, el lujo, el orgullo, la vida. Ya no es posible detenerse en una plaza para
admirar tranquilamente una fachada o un monumento. El cerebro se siente aturdido v
entontecido por los ruidos, la persona fsica se ve bajo una continua amenaza de ser
atropellada v deshecha. Las mquinas han empeorado la ndole de los italianos: todos tienen
apuro, hablan con voz dura, tienen el rostro triste, hacen gala de actitud despectiva. Los
hedores se han multiplicado igual que los ruidos y no slo en las hormigueantes calles
urbanas; hasta en los caminos que bordean el mar, en las callejas de las ciudades medievales,
en los parques pblicos y en las colinas florecidas, hasta en algunos caminos del campo, los
olores que trae la brisa son vencidos por el hedor de la bencina, de la gasolina, del aceite
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quemado, de todos los acres residuos de la combustin. A eso han reducido a la divina Italia
de mi juventud! Aparentar ser hoy ms rica, ms activa, ms moderna. En realidad es ms
pobre y ms fea que antes. Las casas nuevas son cajones annimos e innobles, que no llegan
a tener la grandiosidad de los rascacielos y hacen lamentar la ausencia de las humildes casas
al estilo antiguo, entre huertas y prgolas, desprovistas quizs de las recientes comodidades
hidrulicas, pero enriquecidas por el verdor y patinadas por el sol. Casi todo lo nuevo que se
ha hecho en Italia durante los ltimos decenios es ms presuntuoso, pero indeciblemente ms
feo. En las ciudades se destruyen cruelmente sombreados jardines para levantar cajones de
cemento, odiosas celdas donde vivirn mezquinos idiotas de buena posicin. En las grandes
carreteras, junto a los lagos y en la visibilidad de los montes, la vista es impedida y ofendida
por cartelones de publicidad salpicados con horribles colores vulgares que ensalzan las virtudes
de un licor o de un jabn para afeitarse. Por doquiera se cortan rboles y se destruyen
bosques. La patria de San Francisco y de Leonardo no puede sufrir la belleza de la vegetacin
ni el canto de las aves. En cada italiano anida en germen el alma de un cortador de bosques y
de un cazador. En ningn otro pas del mundo hay, como en Italia una pasin tan fuerte por
destruir las plantas y matar seres emplumados. El escudo de esta nacin debera tener como
emblemas simblicos un hacha y un fusil. Yo, que procedo de un pas donde lo moderno con
todas sus mquinas triunfa abierta e incontestablemente, tampoco soy enemigo del llamado
progreso. Pero en Norteamrica, antes de la invasin europea no haba ms que praderas
desiertas y tiendas o chozas de indios pieles rojas. Italia, en cambio, es un venerable museo
que contiene tres o cuatro civilizaciones, y tiene el derecho y el deber de salvar, para alegra y
satisfaccin de todos, sus bellezas y apariencias. En cambio, cada da se est volviendo ms
ruidosa, ms maloliente, ms vulgar, ms mecnica y ms fea; o sea: cada vez es menos
digna de admiracin y menos habitable. Dentro de cincuenta aos, y tal vez antes, las gracias
y las glorias del jardn de Europa habrn sido deshechas, degradadas y escondidas por una
mala copia de la civilizacin brbara de este siglo alocado.
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VISITA A PICASSO
(O ACERCA DEL FIN DEL ARTE
Antibes, 19 de febrero.
Hace muchos aos haba comprado en Pars seis cuadros de Picasso, no porque me
gustaran, sino porque estaba de moda y poda utilizarlos para hacer regalos a las seoras que
me invitaban a comer. Pero ahora, hallndome solo en la Cte d'Azur y no sabiendo cmo
pasar los das, me vino el deseo de ver personalmente al autor de aquellas pinturas. Vive cerca
de aqu, en una villa martima, en compaa de su esposa, mujer muy joven y florida; Picasso
segn creo tiene sesenta y cinco o sesenta y seis aos de edad, pero conforme a su buena
sangre espaola es hombre fuerte y bien formado, tiene un hermoso color y goza de buen
humor. Al principio conversamos acerca de algunos conocidos comunes, pero muy pronto el
tema se circunscribi a la pintura. Pablo Picasso es no slo un artista feliz, sino tambin un
hombre inteligente, que no tiene miedo de sonrerse, a su debido tiempo y lugar, de las teoras
de sus admiradores.
Usted no es ni crtico ni esteta, me dijo, y por lo tanto puedo hablar con usted
libremente. Cuando era joven tuve como todos los jvenes la religin del arte, del gran arte.
Pero ms adelante, a medida que pasaron los aos, me di cuenta de que el arte, tal cual fue
entendido hasta el siglo XIX inclusive, ya est concluido, moribundo, condenado, y que la
llamada actividad artstica, con la misma abundancia que ostenta, no es ms que la
multiforme manifestacin de su agona. A pesar de las apariencias en contrario los hombres
pierden ms y ms el afecto hacia las pinturas, las esculturas y la poesa. Los seres humanos
de ahora han puesto su corazn en cosas completamente diversas: mquinas, descubrimientos
cientficos, riquezas, dominio de las fuerzas naturales y de las extensiones de la tierra. Ya no
sienten el arte como una necesidad vital, espiritual, como suceda en los siglos pasados.
Muchos de ellos continan actuando como artistas y ocupndose del arte, pero lo hacen por
razones que poco tienen que ver con el verdadero arte, lo hacen por espritu de imitacin, por
la nostalgia de la tradicin, por la fuerza de la inercia, por amor a la ostentacin, al lujo, a la
curiosidad intelectual, por seguir la moda o por clculo. Por hbito o por snobismo viven
todava en un pasado reciente, pero la inmensa mayora, tanto de la clase elevada como de la
inferior, no siente una sincera y clida pasin por el arte, al que considera, a lo ms, como una
expansin, una diversin o un ornato. Poco a poco, a medida que las nuevas generaciones se
enamoren de la mecnica y de los deportes, se vuelvan ms sinceras, mas cnicas y ms
brutales, dejarn el arte en los museos y bibliotecas, como restos intiles e incomprensibles
del pasado.
Qu puede hacer un artista que, como me ha sucedido a m, ve con claridad ese
prximo fin? Sera un partido demasiado duro cambiar de ocupacin, y adems, peligroso
desde el punto de vista alimenticio. Para l no quedan ms que dos caminos: procurar
divertirse y procurar ganar dinero.
Desde el momento en que el arte no es ms el alimento que nutre a los mejores, el
artista est en libertad para desahogarse segn su talento en todas las tentativas de frmulas
nuevas, en todos los caprichos de la fantasa, en todos los expedientes del charlatanismo
intelectual. El pueblo ya no busca en el arte consuelo y exaltacin, pero los refinados, los ricos,
los ociosos, los alambicadores de quintaesencias, buscan lo nuevo, lo extrao, lo original, lo
extravagante, lo escandaloso. A partir del cubismo yo he contentado a esos seores y a esos
crticos con todas esas mudables singularidades que me han venido a la cabeza, y cuanto
menos las comprendan ms las admiraban. A fuerza de sobrepasarme en esos juegos, con
esas cosas funambulescas, con los rompecabezas, arabescos y dems cosas, llegu a ser
clebre bastante rpidamente. Para un pintor, la celebridad significa ventas, ganancias,
fortuna, riqueza. Ahora, como ya lo sabe usted, soy, clebre y soy rico. Mas, cuando estoy a
solas conmigo mismo no tengo valor para considerarme un artista en el sentido grande y
antiguo de la palabra. Verdaderos pintores fueron Giotto y Ticiano, Rembrandt y Goya; yo no
soy ms que un amuseur public, que ha comprendido su tiempo y ha aprovechado lo mejor
que ha sabido hacerlo la imbecilidad, la vanidad y la ambicin de sus contemporneos. Esta
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que le hago es una amarga confesin, ms dolorosa de lo que le pueda parecer, pero tiene el
mrito de ser sincera.
Et aprs a concluy por decir Picasso , allons boire. La conversacin no termin
ah, pero no tengo la paciencia necesaria para consignar las otras desprejuiciadas paradojas
que brotaron de los labios del viejo pintor cataln.
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VISITA A VORONOV
(0 DE LA TRANSFORMACIN DEL HOMBRE)
Niza, 17 de marzo.
El viejo y rejuvenecido ruso me hizo pasar a una aireada sala de estar, donde se
encontraba tambin su juvenil esposa.
Nada hay que hacer con usted me dijo Voronov riendo en cuanto nos sentamos ,
nada quehacer, segn creo. Usted no desea volver a ser joven ni ser transformado en genio.
Por lo tanto, no comprende por qu quiso venir a verme.
Le respond diciendo que sus investigaciones y experimentos haban excitado mi
curiosidad aunque sin ninguna finalidad personal, y que gustosamente dara una buena
contribucin en dlares para su Instituto de Mejoramiento Humano.
Repentinamente se volvi ms amable:
Agradezco mucho su inteligente propsito, mister Gog. En lo que respecta a la clnica
de rejuvenecimiento, no tengo necesidad de nada, fuera de algn mono sano. Mis clientes son
riqusimos y no reparan en gastos. Su oferta es, en cambio, ms preciosa que nunca en lo que
respecta a la metamorfosis de los cretinos e idiotas. Estos desgraciados son tan estpidos que
ni siquiera comprenden la necesidad en que se hallan de ser redimidos de su estupidez. Y aun
comprenden menos que es preciso pagar mucho dinero para llegar a ser diversos de lo que
son.
Le pregunt si sus primeras pruebas en este campo eran satisfactorias y si la audaz
operacin de transformar el cerebro haba dado los primeros frutos.
Me permitir usted respondi Voronov que por ahora guarde el secreto, porque de
lo contrario dira algunos nombres de celebridades contemporneas que le dejaran
asombrado.
Debe saber que mis experimentos para lograr un genio, o algo que se le parezca, de un
cretino, son anteriores a los experimentos para el rejuvenecimiento que me hicieron conocer
en todo el mundo. Acerca de la primera empresa call hasta los ltimos tiempos, aun cuando
me enorgulleci y me divirti mucho ms que la segunda. Restituir a un viejo algunas
caractersticas de la juventud, es una operacin ms bien fcil, pero que trasunta su utilidad
slo en favor del individuo tratado, es decir, la prolongacin de su actividad sexual, y que no
tiene larga duracin.
Muy diverso es el caso del cretino. Aqu podemos trabajar con cuerpos de seres muy
jvenes, habitualmente nios, y cuando la aosa mutacin tiene xito, el nuevo genio puede
ser til no slo para s mismo, sino para toda la humanidad. Algunos escritores famosos,
ciertos admirados artistas, varios pensadores de moda, en su infancia no eran ms que pobres
y obtusos retardados, recogidos por m en los hospicios para nios deficientes. Llegaron a ser
lo que son despus de pasar por mis manos.
No podra decirme por lo menos algn nombre, uno slo?
En verdad, no puedo, mster Gog, traicionara, faltara al secreto profesional, y dara
como bocado a la envidiosa plebe intelectual, un hombre famoso que me debe su valer. Esto,
no obstante, si es usted un buen observador, no le ser imposible hacer algunos
reconocimientos.
Gracias a mi ciencia y mi paciencia he realizado lo que los profanos estaran dispuestos a
llamar un milagro. Pero debo confesar que mi obra casi nunca es perfecta. En esos cretinos
convertidos en genios queda siempre alguna traza, a veces evidentsima, de su idiosincrasia
original. Gracias a mis esfuerzos su cretinismo se sublim mediante la exaltacin de la locura y
la exasperacin del yo. Ciertas manas por tener originalidad a toda costa, ciertas extraezas
tontas y de charlatanes, ciertos accesos de imbecilidad presuntuosa, que se observan en
algunos hombres clebres de nuestra poca, para una mirada advertida son ndices de los
bajos y oscuros orgenes de esa artificial genialidad. He logrado hacer mucho, muchsimo, pero
la naturaleza es engaosa y tenaz, la pobreza primitiva se trasluce, y con mucha frecuencia, a
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travs de la grandeza intelectual as elaborada. Observe constantemente a las celebridades de
hoy en da, con ojo atento y receloso, y quiz descubra a algunas de mis imperfectas obras
maestras. No puede imaginar cul es mi irnica diversin, cuando en alguno de mis
afortunados pupilos entreveo seales de regresin al cretinismo de antes. Pero el pblico,
acostumbrado a creerlos seres superiores, aplaude y abre la boca, incluso cuando la recidiva
de la imbecilidad es ms escandalosa y patente que nunca. Es preciso que me excuse usted,
pues se trataba en esos casos de los primeros esbozos y tanteos, modelados hace ya muchos
aos, cuando no posea todos los recursos de la tcnica. Los genios que estoy formando ahora,
utilizando como base a lamentables idiotas, resultarn mucho mejores. Y no puede decirme
nada acerca de sus mtodos?
Lo siento, pero en realidad no puedo. La tcnica para transformar a un idiota en un
genio declase, es tan complicada que no bastaran unas pocas frases ni siquiera para hacer
comprender los principios de los que parte. Ms bien le expondr la idea general que gui mi
vida. Desde jovencito me sent aterrorizado por el espectculo de mis semejantes y de su
mediocre y animal existencia. Pens que se haba detenido la evolucin de la especie porque la
especie ltima, que hubiera debido sustituir a la naturaleza con una propia y consciente
voluntad, ya no se preocupaba de ello. El hombre, mediante su inteligencia poda y por lo
tanto deba, mejorarse a s mismo y a los dems animales.
Por consiguiente, mi problema esencial fue la transmutacin de los hombres. Esto haba
sido intentado por sacerdotes, por filsofos, moralistas, maestros, polticos, pero los efectos
logrados siempre fueron precarios y espordicos. Se precisaba la ciencia solamente la biologa
poda dedicarse a rehacer racionalmente al hombre. Para comenzar me propuse hacer que los
viejos volvieran a ser viriles y que los imbciles se convirtieran en seres geniales. Y tuve xito.
Ahora me propongo hacer que los criminales se conviertan en santos, los enanos en gigantes,
que los apocados y tmidos se vuelvan feroces, que los nios tengan la sabidura de los viejos,
que los normales se vuelvan locos y las hembras se conviertan en machos.
Nada es imposible para la ciencia, nada es arduo y absurdo para la biologa, la medicina
o la ciruga. El mundo de los seres humanos debe ser sacudido y dado vuelta. Es ya la hora de
superar la monotona milenaria de esta raza ovina, ha llegado el da de la gran revolucin
biolgica, la nica revolucin radical digna de nosotros y de este siglo. Si algn mal aconsejado
se atreviera a oponerse a esta revolucin total, lo transformar en animal insensato o en
autmata mudo. Mster Gog, quiere ser usted el munfico sostenedor de mi Instituto para el
Mejoramiento Humano? Nuestra divisa ser la de Nietzsche, se la robaremos: El hombre no
es ms que un puente entre el mono y el superhombre. A todo esto, mientras el profesor
hablaba se haba puesto de pie, su rostro haba ido adquiriendo un tinte rojo, gritaba y
gesticulaba como un delirante. Pero su esposa corri hacia l y le dijo al odo algunas palabras
en un idioma desconocido para mi. Luego, la misma seora se volvi hacia m y me acompa
hasta la puerta
Le agradezco mucho, mister Gog, la promesa que ha hecho a mi marido. Ya le
telefonear paradecirle cundo puede volver a nuestra casa.
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EL ABATE Y LAS PECADORAS
Montpellier, 6 de marzo.
El Dr. Gr., quien me cur hace ya varios aos de una de mis crisis de depresin
melanclica, me habl hace varios das para decirme:
S que para huir del hasto usted anda de cuidad en ciudad buscando a personas que
salgan de lo comn. Por qu no va a conocer al Abate d'Espagnac, que es el sacerdote ms
singular de toda la dicesis? No tiene cura de almas, no ensea, es de familia noble y rica y
vive en su palacio, uno de los ms hermosos y ms antiguos de Montpellier, en el que tiene
una capilla privada, un hermoso jardn y una rica biblioteca, cosas que le ayudan a soportar la
melosa antipata de sus cofrades y de la buena sociedad.
Pero, en qu consiste su singularidad? Vaya a visitarlo y lo sabr directamente de l.
No quiero disminuir el sabor picante de la sorpresa. El Dr. Gr. fue tan atento que lleg a
griffonner una cartita de presentacin, y hoy hice que me condujeran a casa del Abate
d'Espagnac. El palacio donde vive se levanta en uno de los ms amenos sitios de Montpellier, y
por lo que pude ver se remonta al siglo XVI. Lo circunda y adorna un amplio jardn de estilo
italiano, con bordes de boj, bosquecillos de cedros y pinos y fuentes de mrmol ubicadas en
medio de matorrales de rosales. El Abate d'Espagnac me recibi con una amabilidad
intermedia entre lo aristocrtico y lo eclesistico. Estbamos en su biblioteca, donde en
seguida atrajo mi curiosidad una gran tela, de la escuela veneciana, que representaba a Mara
Magdalena mientras con su abundante cabellera rubia seca los pies de Jess.
El Dr. Gr. dijo el corts abate, me escribe dicindome que usted desea conocer la
misin que he elegido para santificar mi vida sacerdotal. Puedo confesrsela en seguida sin
recurrir a hipcritas giros de palabras: desde hace muchos aos me consagr a la redencin
pstuma de las pobres pecadoras, de esas mujeres bellas y frgiles que son famosas en la
historia terrena, pero que ahora sufren y gimen en la otra vida. Lo mir ms atentamente,
algo desconcertado por sus palabras. El Abate d'Espagnac debe haber pasado los sesenta
aos, pero es todava un hombre bien plantado, de rasgos nobles, su cabeza parece estar
aureolada e iluminada por una cabellera blanca, abundante, sus ojos son angelicalmente
celestes y afectuosos. Continu diciendo
Quiz le cause admiracin que un sacerdote catlico, servidor obsecuente de la Santa
Iglesia Romana, haya sentido la vocacin de dedicar su vida en pro de la salvacin de esas
mujeres desventuradas que se han hecho clebres ms por su pecado que por su belleza. Pero
debe reflexionar recordando que cada uno de nosotros, los cristianos, tiene la sacrosanta
obligacin de imitar en cuanto le sea posible a nuestro Salvador. Para nosotros, los mortales,
es imposible imitar en todas sus partes a tan sublime y divino modelo. Es preciso elegir un
aspecto, un episodio, un acto particular en el que ms brille la luz de su infinita caridad. Por mi
parte, desde mi juventud he tenido presente en el espritu su encuentro con Mara Magdalena.
Como lo comentan algunos por ah, hubiera podido dedicarme a la conversin de las mujeres
perdidas vivientes, pero como usted lo comprende, sa hubiera sido una empresa
extremadamente comprometida y peligrosa para un sacerdote joven, sano y no deforme.
Adems, era muy intenso mi deseo de conservar fidelidad integra a mis votos y al crisma
santo de mi ordenacin sacerdotal.
Pens entonces que en el pasado lejano y prximo, hubo pecadoras ilustres que son
recordadas por muchos por curiosidad histrica o por amor al escndalo, pero por ninguno con
el propsito de hacer algo, si an es posible, en beneficio de sus desventuradas almas. Yo creo
firmemente que la mayor parte de esas desventuradas no fueron precipitadas en las tinieblas
infernales, como lo imagina el vulgo, sino que, como lo aseguran las palabras de Cristo dichas
a Mara Magdalena, no se condenaron y estarn en el Purgatorio. Nuestra Santa Madre la
Iglesia, fiel intrprete del espritu de perdn que inspira a nuestra religin, ensea que los
vivos podemos interceder para abreviar los sufrimientos de las almas que se encuentran en el
Purgatorio. La Comunin de los Santos, una de las ms maravillosas doctrinas del Catolicismo,
nos da la esperanza de poder aliviar los sufrimientos de los fallecidos con tal de que no hayan
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sido condenados eternamente. Las oraciones, las splicas, ms que nada la Santa Misa,
pueden anticipar la ascensin de las almas que purgan sus culpas a la gloria del Paraso.
Esta es la obra de caridad que me propuse realizar y que me consuela en mi solitaria
vida. Usted sabe cun numerosas son, slo en la historia de mi pas, esas pecadoras clebres,
favoritas de reyes y de prncipes, como Gabriela d'Estres, Madame de Montespan, Madame
Dubarry, o heteras de lujo como Ninn de Lenclos o Mara Duplessis, hecha inmortal por la
pluma de Dumas. Pero no me ocupo solamente de ellas, aun cuando estn ms prximas a mi
corazn. Celebro Misas tambin por la Vannozza, la amante de Alejandro VI, por la famosa
Imperia, por Tulia de Aragn, por la Perricholi, famosa en la crnica escandalosa del viejo
Per, por Emma Liona y por Lady Hamilton, por la Condesa Walewska que fuera amante de
Napolen, por Lola Montes, que puso en peligro el trono del Rey de Baviera, por la Condesa de
Mirafiori, concubina de Vctor Manuel II, por Mara Vetzera, la amante del Archiduque Rodolfo
de Habsburgo, muerta trgicamente en Mayerling y finalmente por Catalina Schratt, la del
amoroso romance clandestino del Emperador Francisco Jos.
Podra seguir nombrando a muchas otras, son legin. Estudi diligentemente la
biografa y documentos de ellas, y me parece ya haberlas conocido en persona. Estoy
persuadido de que casi todas amaron sinceramente, por lo menos alguna vez, y me atengo por
ellas a las palabras dichas por el Redentor a Mara de Magdala: Mucho le ser perdonado
porque am mucho. Y efectivamente, algunas de ellas no amaron solamente a los mortales; en
algunas horas de su vida, por lo menos, amaron tambin al Hijo del Hombre, al Hombre Dios.
En favor de esas criaturas demasiado hermosas, que pecaron pero al mismo tiempo tambin
sufrieron, yo celebro durante el ao el mayor nmero de Misas que me es permitido por los
Cnones, y ofrendo a Dios misericordioso, por su salvacin, mis oraciones, mis renuncias
cotidianas, mis pobres mritos de sacerdote y de hombre. Con la frente alta y sin ruborizarme,
puedo asegurar a usted que no me siento atrado hacia ellas por fantasiosas lascivias ni por lo
que llaman los telogos delectacin morosa, sino por una inmensa compasin hacia esas almas
abandonadas y descuidadas por los mismos que ganan dinero relatando sus gestas galantes.
Esta empresa a la que he denominado redencin pstuma no me parece indigna de un
cristiano ni de un sacerdote. Mis cofrades en el sacerdocio se burlan de lo que ellos llaman mi
extravagante mana, pero yo estoy seguro de que Cristo no me condena, y quiz, si la
soberbia no me ciega, estoy seguro de que no desdea mis humildes oraciones. Acaso no
vino a la tierra para salvar a todos los humanos, y antes que nadie a los pecadores? Y cada
una de esas desventuradas, no tena un alma que como las dems fue rescatada con su
Preciosa Sangre?. Cuando fui a ver al sacerdote pens conocer una extravagancia risuea,
algo as como un divertissement para mi hasto. En cambio, sal del palacio del Abate
d'Espagnac casi edificado y hasta un poco conmovido.
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100
QUIERES LA PAZ?
Avin, 18 de febrero.
Me agrada infinitamente esta vieja ciudad papal y provinciana; siempre me brind alguna
buena sorpresa. He aqu la ltima: hace algunos das, pasando cerca del famoso puente
impresion mi vista un carteln enorme, pintado a mano y con vivaces colores. rezaba as:
CIUDADANOS DE TODOS LOS PARTIDOS! AMIGOS!, ENEMIGOS!
HOMBRES Y MUJERES DE FRANCIA! HOMBRES Y MUJERES DE EUROPA!
HOMBRES Y MUJERES DE TODO EL MUNDO!
QUEREIS VERDADERAMENTE LA PAZ?
NO OS FIIS DE NADIE LAS PALOMAS HAN SIDO HECHAS PARA SER
ASADAS LAS CRUCES HAN SIDO HECHAS PARA LAS ALMILLAS DE LOS
CABALLEROS SI QUEREIS CONOCER CUAL ES EL REMEDIO INFALIBLE
PARA IMPEDIR CUALQUIER GUERRA ACUDID EL MIERCOLES A LA
NOCHE, A LAS 9,30 HORAS P/M. AL GRAN CAFE MOGADOR PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE PIERRE - LOUIS GOURJAT SOBRE EL TEMA
QUEREIS LA PAZ?
PRECIO DE LA ENTRADA FRANCOS 300 (INCLUIDA LA CONSUMICIN)
ESTE AVISO EST DESTINADO ESPECIALMENTE A LAS PERSONAS
INTELIGENTES
En la noche del mircoles fui de los primeros que entraron en el saln del Gran Caf
Mogador. Era la sala grande, pero cuando llegu habra al mximo una docena de personas,
casi todas ancianas. Se hicieron las nueve y media y an estaba sin ocupar la mitad del lugar.
A las diez apareci en el palco destinado al orador el seor PierreLouis Gourjat. Era un
hombre rechoncho, de unos cincuenta aos edad, usaba barba negra de coleta y traa un
sobretodo tambin negro en el que luca un cuello de astracn. De su larga perorata citar
aqu nicamente los pasajes que ms me impresionaron:
No os dejis embrollar por las largas eyaculaciones oratorias en las que se repite hasta
perder el aliento, con sospechosa monotona, la palabra "paz". Juzgando por lo que vociferan
nuestros gramfonos polticos, difundidos por la radio y los diarios, todos los gobiernos quieren
la paz, todos los partidos aspiran a la paz, todos los responsables, sin excluir a los generales y
almirantes, suean nicamente con la paz. No os fiis de esas charlataneras hipcritas ni de
esas proclamaciones hechas de mala fe. Las omos ya, casi iguales, en los aos 1914 y 1938, y
fueron el preludio y el prlogo de las guerras ms horribles y duraderas que han perturbado al
mundo. Cuando vuestros jefes polticos y militares hablan demasiado de la paz, se debe
temblar de espanto.
Tambin hoy, si damos crdito a las recuas parlanchinas oficiales y oficiosas, el
pensamiento dominante de todos los pueblos y de todos los partidos es la paz universal y
definitiva. Tanto en el Norte como en el Sur, en el Oriente y en el Occidente, entre los negros y
los rojos, entre los grises y los azules, nadie hay que no desee la paz, que no trabaje en pro
de la paz, que no predique la paz. Y es precisamente esa unanimidad lo que me aterra.
Durante los escasos perodos en los que rein verdaderamente la paz, ninguno hablaba
acerca de ella, a lo ms se hablaba de guerras, de guerras de un triste pretrito.
Sabis vosotros cmo es que nuestros presidentes y ministros, en cualquier pas de la
tierra, preparan la paz. Su mtodo consiste en fabricar armas cada vez ms abundantes y
mortferas, consiste en adiestrar a un nmero cada vez ms elevado de seres humanos, en el
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arte de suprimir a sus semejantes. En definitiva actan como actuara el que dijese que el
modo ms seguro para evitar los incendios consiste en amontonar paja, estopa y petrleo en
una fbrica de explosivos y de fuegos artificiales. Todos sabis que cuando se colocan en
conjunto o a poca distancia millones de armas, basta un fsforo, o sea: un malentendido, un
pretexto, una chispa de locura, para provocar una conflagracin mundial.
Para alejar tan ingente peligro, para impedir una nueva guerra que implicara el fin de
la civilizacin y quiz la destruccin de casi todo el gnero humano, no bastan folletos de
propaganda, manifiestos, congresos, desfiles ni agitar al viento smbolos pacifistas. Hay tan
slo dos medios, ambos eficaces y radicales, pero nadie tiene el coraje de proponerlos.
El primero consistira en una profunda y total transmutacin del alma humana, al decir
esto, entiendo decir el alma de todos los hombres, transmutacin de las mentes y de los
sentimientos, de modo que en definitiva todos los hombres, de cualquier raza o fe que sean,
estn persuadidos y convencidos de que el recurso a la violencia y al asesinato colectivo es el
modo ms absurdo, criminal y bestial que se puede imaginar para hacer que las naciones se
pongan de acuerdo entre s. Pero una obra tal de mejoramiento espiritual requerira, adems
de una autoridad fuerte y de una tcnica apropiada, centenares de aos, mientras por
desgracia, es ya inminente la amenaza de la catstrofe.
Por esto es necesario recurrir a otro medio, de actuacin ms fcil y ms rpida. Tened
presente estos dos hechos, igualmente observables e innegables no sera posible fabricar las
armas destinadas a nuestra destruccin sin el trabajo de innumerables tcnicos y obreros. El
segundo hecho es ste: los tcnicos y los obreros estn dispuestos a suspender su trabajo por
razones de diversas especies, por cuestiones de salarios y de disciplina, por protestas polticas
o ideolgicas, y a veces hasta por motivos ms ftiles.
Mi proposicin, tan simple como el huevo de Coln, se funda en esos dos hechos. En un
momento dado, por decisin sindical aceptada y obedecida por los trabajadores de todo el
mundo, todos los que trabajan en la fabricacin de los instrumentos blicos, ya lo hagan
directa o indirectamente, debern cruzarse de brazos, desertar de las minas y las fbricas,
proclamar una huelga universal, todo ello en nombre de la paz. Pero, es necesario que esa
sacrosanta huelga sea efectuada simultneamente en todos los pases, los de Oriente y los de
Occidente, y en todas las fbricas que preparan o producen material de guerra. Debern
declararse en huelga los peones y los oficiales, los ingenieros y los empleados, todos los que
se dedican a la fabricacin de fusiles y caones, de bombas incendiarias y de bombas
atmicas, de tanques y de explosivos, de acorazados y submarinos, de aeroplanos a reaccin y
de helicpteros, de sables y bayonetas, de cascos y de puales, sin excluir a ninguno. Hoy en
da esos trabajadores estn dispuestos a hacer huelga para obtener un aumento de salario o
una reduccin en los horarios, pero la huelga que yo propongo ser tambin para ellos
muchsimo ms importante, sin parangn. Deben pensar que los terribles artefactos que
construyen con sus manos, sern utilizados en el da de maana contra ellos mismos, contra
sus hijos, sus hermanos, contra sus casas y sus ciudades; estn colaborando con su esfuerzo
en pro de una prxima destruccin de todo lo que es ms caro a su corazn: familia, hogar
domstico, vida. Quien sea capaz de reflexionar con mnimo alcance, cmo podr negarse a
prestar su adhesin?
Y ahora, qu podran hacer los gobiernos y los estados mayores frente a una
conjuracin semejante? Es posible dominar una huelga parcial, limitada a una industria o a
una regin, pero cmo se podra impedir y debelar la huelga de millones de hombres,
declarada en un mismo da, en todas las naciones de la tierra?
Esa huelga universal constreira a los gobiernos a arrepentirse y a rendirse. Entonces,
pronuncindose concordemente todos los pueblos ser fcil obtener que las armas ya
fabricadas sean destruidas y que se declare fuera de la ley a todas y cualesquiera fabricacin
futura de medios destinados a diezmar vidas humanas. Las naves de guerra sern
transformadas en buques de transporte, las fbricas de armas sern convertidas para la
fabricacin de cosas tiles en la vida civil; los fusiles, caones, ametralladoras y bombas, los
explosivos y los tanques sern lanzados a los abismos, al fondo de los ocanos, con solemnes
y jocundas ceremonias. Slo con esta condicin, slo con este medio, las palabras de paz
significarn un verdadero estado de paz entre los seres humanos. Haciendo una sencilla
aadidura, bastar utilizar el grito famoso de Carlos Marx: " Trabajadores de las industrias
blicas de todo el mundo unos si queris en verdad la paz!".
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Quiz, tal vez alguno de vosotros creer poder refutar mi vital proposicin planteando
una simple objecin: durante y despus de la huelga, cmo vivirn los millones de
trabajadores que ahora se ganan la vida preparando la muerte? No me sorprende esa objecin
ni tampoco me hace perder el nimo. Todo el resto de la humanidad, todos los dems seres
humanos que viven bajo la amenaza de esa incubacin de exterminio, todos ellos, repito,
estn interesados a fin de que esa huelga colosal, segura promesa de salvacin, tenga buen
xito, razn por la cual todos se sentirn felices ofrendando dinero y medios de vida,
aprovisionamientos, subsidios y pagas diarias a los obreros de las industrias blicas, para el
sostenimiento de ellos y de sus familias. Y una vez lograda la victoria de esta sublevacin en
pro de la paz, cuando los gobiernos y los ciudadanos no deban y a ms soportar el
insoportable peso de los gastos militares, entonces ser fcil crear nuevas industrias
destinadas al bienestar general, industrias en los que se dar ocupacin, con fines ms
humanos y prudentes, a los obreros que hasta entonces haban vertido sus esfuerzos a las
industrias del homicidio y de la devastacin. As pues, para todos nosotros se trata de algo en
que se juega vida y muerte.
Seores: he sugerido el nico medio eficaz para que la vida triunfe sobre la muerte.
Veremos ahora si los proletarios y sus guas son capaces de comprender y actuar mi
proposicin. Queris en verdad la paz? Destruid entonces y para siempre lo que sirve para
hacer la guerra! Con gran maravilla de mi parte comprob que el fogoso discurso del seor
PierreLouis Gourjat no conmovi demasiado al escaso auditorio del Gran Caf Mogador. Se
oyeron algunos dbiles y raros aplausos; algunos seores de edad avanzada sonrean y se
hacan guios; uno de ellos dijo en voz alta: Este seor Gourjat es un alucinado, y las
autoridades deberan entregarlo a los psiquatras.
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MUERTO POR EL AMOR
Biarritz, 6 de septiembre.
Conoc a Runo Elodial en Pars, hace pocos aos, en el estudio de un amigo pintor. Era
entonces un hermoso joven rubio, fresco e infantil, agitado por el anhelo de ver, de
comprender, de admirar. Fijaba sus glaucos ojos en las telas del estudio como si quisiera
asimilarse a ellas, como si pretendiera devorarlas. Su entusiasmo de adolescente apasionado
qued impreso en mi memoria porque era muy raro hallarlo, incluso entre los ms jvenes.
Salimos juntos, cruzamos el Sena y nos sentamos en un caf de la avenida de los Campos
Elseos, y Runo Elodial no ces ni un solo instante de manifestarme su gozo de existir, de
mirar, de descubrir, de conmoverse frente a la insospechada belleza que notaba hasta en las
ms mnimas partecitas del mundo. Levant una hoja de rbol y me hizo notar la finura de la
verde grana, el diseo armonioso de los nervios, la perfecta proporcin del contorno, la gracia
primaveral del dentado. Se detuvo una nia cerca de nosotros, y Runo qued como extasiado
ante la expresin de los labios entreabiertos, ante la transparencia de las rosadas mejillas,
ante la morbidez del humilde vestido color verde marino. El rostro de ese joven estaba
siempre iluminado, trasmitindome su xtasis, por una sonrisa de ngel feliz.
El mundo es demasiado bello me dijo en un momento dado, y no s cmo hacen los
hombres para soportar sin peligro tanta felicidad. Quiz no se dan cuenta, quiz se defienden
con la ceguera, quiz no son capaces de amar. Yo, en cambio...
No quiso decir nada ms. Desde aquel da no volv a ver a Runo Elodial, pero jams pude
olvidarlo. Hace pocos das caminaba yo de noche por un paseo de Biarritz cuando vi venir
hacia mi una sombra decada y plida a la que no reconoc en el momento. Se detuvo a un
paso y me dijo con dbil voz:
No me reconoce? Soy aquel Runo Elodial que estuvo con usted por espacio de algunas
horas, en Pars, hace ya mucho tiempo.
Qued mudo e inmvil. A pesar de mi buena memoria visual no lograba conciliar la
imagen del tenue espectro que tena delante con la del adolescente florido y fogoso que
conociera en Pars: los cabellos eran todava rubios, pero escasos y tendiendo a un color
ceniza, los ojos parecan estar hundidos en las cavidades orbitales, la espalda estaba algo
curvada, la graciosa sonrisa anglica de otrora se haba convertido en una cansada contraccin
de labios casi blancos. Tom mi mano, y al estrecharla me pareci apretar los ptalos
hmedos de una medusa muerta. Finalmente dije que lo reconoca, pero ms lo dije por
compasin que por conviccin.
Qu ha sucedido? le pregunt. Cmo es que se ha transformado de esa manera?
No puedo mantenerme mucho rato de pie me respondi, disclpeme. Venga a mi
casa y le responder.
Su casa, pequea y florida, estaba prxima al mar. Se dej caer en una poltrona y bebi
todo el lquido que quedaba en un vaso alto colocado cerca de su sitio.
Est usted enfermo?
Mi enfermedad no se encuentra consignada en los tratados de medicina, pero tiene un
nombre bastante conocido: se llama amor.
Le ha traicionado alguna mujer?, o tal vez ha muerto?
Am a muchas mujeres y fui correspondido por ellas, pero no son esos amores los que
me han llevado al umbral de la muerte. Quiz recuerde usted algunas palabras que le dije en
Pars, estando alrededor de la mesa de aquel caf. Lo que tema se ha realizado: soy vctima
de la inaudita y universal belleza del mundo. Estoy consumido y muerto por mi sensibilidad
jams adormecida, por mi obstinado entusiasmo, por mi irrefrenable eretismo intelectual, por
mi infinito amor hacia todos los seres, hacia todas las cosas.
Voy por una calle, entro en un museo o en un bosque, en un palacio o en una taberna,
en una feria campesina o en un jardn de suburbio, y paso as de una maravilla a otra, de un
xtasis a otro. Todo me atrae y me aferra, me inflama, me causa sorpresa y maravilla.
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Entindalo usted bien: todo, sin exceptuar ninguna cosa, todo cuanto veo me fuerza a amar y
a admirar: una piedra jaspeada, una flor moribunda, una joven florecida, una pobre prostituta
ajada, un rbol sin hojas, las manchas y musgos de una vieja pared, un pensamiento inslito y
temerario, un torso de mrmol ennegrecido, un dibujo hecho por un nio, una oveja que come
hierbas en el campo, la espuma del mar, la nube del atardecer y la estrella de la noche; todas
las infinitas ostentaciones del universo me conmueven, me inundan de felicidad, me obligan a
deshacer en mil palpitaciones mi corazn de eterno enamorado.
Y no le hablo del arte, que tiene sobre m un poder irresistible, pavoroso, lacerante. He
viajado mucho, pero, cuntas veces, no pudiendo resistir las congojas causadas por repentinas
nostalgias, part apresuradamente para ir a ver la Sainte Chapelle o la Resurrezione de Pier
della Francesca, el Sindaco del Villaggio que se admira en el Museo de El Cairo, o la Galatea de
Rafael, o los Goya que hay en el Prado, las esculturas de Olimpia, un retrato de Bronzino o de
Rembrandt. Era como un amante angustiado por la lejana del ser amado, que recorre miles de
millas para ver, aunque sea por unos pocos minutos, los ojos, la boca, la cabellera, las manos
que le han embrujado.
Siento fuertemente, y por eso amo fuerte y perdidamente. Tengo tambin la malhadada
pasin de hacer sentir a los dems lo que yo siento, de querer persuadirles a que amen lo que
amo. Por esto siempre estoy excitado, me siento feliz y lacerado, torturado por el recuerdo y
la espera, siempre estoy en el fuego del incendio, siempre me veo en movimiento sobre la
tierra, siempre intranquilo, lleno de gozo y de locuacidad.
Usted no imagina qu dilapidacin de fuerzas, qu gasto de nervios y de sangre me
cuesta ese perpetuo amor. Desde hace muchos aos casi no puedo dormir, y frecuentemente
me olvido de comer. Para el que ama desesperadamente al amor, toda hora de sueo es una
hora de ausencia y de pecado, de vergenza, de martirio. Si el universo es una perenne
posibilidad de hacer maravillosos descubrimientos, si la vida es un milagro continuo, si el
amor, el amor desinteresado y fiel es la nica ocupacin digna de un hombre, entonces la
indiferencia y el olvido son culpas inexpiables contra el espritu y contra Dios. Pero esa llama
interna me ha consumido, me derrite, me destruye, me mata. Siento que no puedo resistir
ms, que estoy ya en vsperas del fin. Hrcules pudo arrancarse de encima su vestido de
fuego, pero mi fuego est en lo interior, me quema hasta las ltimas fibras en cada instante.
Perdneme que no le pueda decir cosas diversas, que no pueda darle otras noticias respecto
de mi persona. Quiz no volveremos a vernos. Acurdese de m. El amor ha saturado y
colmado mi vida, el amor me mata, adis!. Dos das despus fui a la casita de Runo Elodial y
golpe a la puerta con nimo de pedir noticias acerca del joven. Sali una anciana vestida de
blanco, quien me dijo que Runo haba expirado la noche anterior.
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LA RESURRECCION DE LA MATERIA
Biarritz, 3 de agosto.
Me hall casualmente en la playa con mi viejo amigo Dodsworth, de Minneapolis, quien
estaba en compaa de un joven de tez oscura y de ojos vivaces, que me pareci era un
mestizo con algo de sangre india. El amigo Dodsworth me lo present: se llama Curro,
Alcionillo Curro, y parece ser brasileo.
El seor Curro sigui diciendo Dodsworth, es el sabio ms fantstico que he
conocido en mi vida, v precisamente ahora me estaba hablando de su teora sobre la
resurreccin de la materia. Estoy seguro de que tendr la amabilidad de exponerla tambin
ante ti. El joven Curro no se hizo rogar; se vea claramente que tena alma de apstol. Nos
sentamos en un bar, y una vez frente a tres vasos de whisky la conversacin comenz as:
Conoce usted pregunt Curro, la teora de Preyer?
Tuve que confesar mi ignorancia, aqulla era la primera vez que oa ese nombre. El
apstol cientfico continu hablando:
Prever fue un sabio del ochocientos, a quien su poca no fue capaz de comprender,
cosa que sucede frecuentemente. Usted sabe que, a pesar de los esfuerzos de los
mecanicistas, la ciencia no logr explicar jams cmo es que la vida puede surgir de la materia
inerte, de la materia inorgnica. Preyer tuvo una idea digna de su genio: pens que si es
inconcebible el paso de la materia a la vida, puesto que sta presenta caracteres
completamente nuevos y no reducibles a fenmenos fsicos, es concebible en cambio, y ms
an, es natural, la realizacin del paso opuesto: de la materia viviente a la materia muerta.
Por disociacin o decadencia se puede pasar del conjunto a lo simple, mientras que nuestra
mente no logra comprender la aparicin repentina de la novedad y de la complejidad en los
cuerpos elementales v casi homogneos. Cada da asistimos en la naturaleza a la
transformacin de seres vivientes en materia muerta, mientras que por todos los bilogos es
reconocida como imposible la generacin espontnea, o sea: el nacimiento de un viviente que
no provenga de un germen o de una madre viviente.
Preyer sostuvo entonces una hiptesis que parece ser ms audaz, pero que segn mi
juicio est muy fundada. Segn l, en un principio todo el universo estuvo vivo, estuvo
constituido enteramente por lo que se llama vida. En el principio era el Verbo y el Verbo se
encarn en la Vida. Este concepto concuerda mejor que ningn otro con la dignidad del
Creador. Cmo poda Dios, que es puro espritu, dar origen a un mundo formado de materia
inerte, o sea a una sustancia tan inferior a la suya? No; cre la vida, solamente la vida, esa
vida que, incluso en sus formas ms humildes, est asociada a las manifestaciones
espirituales.
Pero la vida, como para pagar su divina superioridad, est sujeta a la muerte. Y aqu se
halla, finalmente, la revelacin del misterio que fatiga desde hace siglos a los hombres. La
materia no es ms que el inmenso cadver de la vida originaria. No sucede que surja la vida
de la materia, como sin prueba vlida alguna lo pretenden los materialistas, sino que de la
vida que poco a poco se apaga, toma su origen lo que hoy se denomina materia. Los seres
vivientes no seran otra cosa que los ltimos restos suprstites de aquella vida total y triunfal
que llenaba el universo. Hoy, en cambio, el universo se ha convertido en un interminable
cementerio donde las criaturas vivas, restos extremos de la creacin viviente, parecen ser
huspedes errantes y amenazados, raros y casi a desaparecer en medio de un mundo que
poco a poco se ha vuelto inerte e inorgnico por parlisis y caquexia en el decurso de los
milenios.
Los clebres experimentos de Bose han venido a confirmar la intuicin de Preyer:
incluso en los metales, hasta en las piedras, hay trazas aun cuando sean mnimas y apenas
perceptibles, de algunos caracteres de la vida, por ejemplo, de la sensibilidad y de la
enfermedad.
Si estas concepciones son verdaderas, y yo las juzgo cientficamente demostrables,
corresponde al hombre, al suprstite ms consciente de la vida universal, una labor y misin
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gigantesca: la resurreccin de la materia. Si sta fue en su origen enteramente viviente,
debemos restituirla a su estado primitivo, a su dignidad superior. Las piedras que hollamos, las
inmviles montaas que contemplamos maravillados, las rocas y las aguas, todos esos
elementos fueron en un principio criaturas semejantes a nosotros, capaces de sentir, de amar,
de pensar, de engendrar. En una palabra, son seres hermanos nuestros, que estn
adormecidos en el inmvil congelamiento de la muerte. Es deber nuestro resucitarlos,
elevarlos nuevamente a la vida, y solamente entonces ser posible la sublimacin suprema: el
retorno de toda la vida al espritu puro, la ascensin del universo a Dios.
El Espritu por excelencia, o sea Dios, cre la vida; la vida decada y extinguida se ha
cambiado, en su mayor parte, en materia; ahora debemos hacer el camino contrario: devolver
la vida a la materia, a toda la materia; luego transformar la vida, toda la vida, en espritu, y de
este modo reunir al universo con su Creador. Dicho esto, Curro call y bebi su whisky. Por
su rostro oscuro, de mulato, corran gotas de sudor; sus negrsimas pupilas se haban dilatado
hasta ocupar casi todo el ojo; jadeaba ligeramente, pero sus labios tenan un firme rictus de
sonrisa feliz. Le pregunt tmidamente si haba pensado en los medios para lograr esa
milagrosa resurreccin de la materia. Se sec lentamente el sudor y luego de unos breves
momentos de silencio respondi as
Entreveo ya el mtodo que nos llevar certeramente a la resurreccin. Se me ocurren
instalaciones colosales que requerirn gastos cuantiossimos. Soy pobre y no me escuchan; los
ms benignos me juzgan un loco; los ms malignos un engaador. Me he dirigido a los sabios
y a los gobiernos de muchas naciones, pero ninguno quiere proporcionarme ni un centavo.
Usted es rico, y creo que fabulosamente rico. Aydeme. Se trata de una obra gigantesca e
ilimitada, pero que cambiar la faz del mundo y la suerte del gnero humano.
Lo pensar le respond. Pero ahora debo dejarle porque ya estoy atrasado y alguien
me esperaen el hotel. Me levant, salud al amigo Dodsworth y al joven Curro y sal del bar
con tanto apuro que me olvid de pagar mi whisky.
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UNA CONVERSACION CON PAUL VALERY
(O CERCA DE LA FILOSOFA Y LA POESA
Pars, 20 de marzo.
Paul Valry, miembro de la Acadmie Franaise, es un hombrecillo de exterior modesto,
de rostro delgado, de cabello blanco, que recuerda mucho a ciertos distinguidos ex empleados
ya jubilados de los ministerios franceses. Es distradamente afable con los desconocidos; aun
cuando junto con Alain sea considerado el penseur national, habla gustosamente con los que
gustosamente le escuchan. No haba tenido valor para ir en su busca, pero lo encontr por
casualidad en un almuerzo de amigos comunes, y por espacio de varios minutos pude
conversar con l. Cuando supo que yo era ciudadano norteamericano, creyendo hacerme un
favor record en seguida a Edgar Poe.
Poe ha sido uno de los grandes maestros de mi gran maestro Mallarm, y yo mismo
escrib un ensayo sobre Eureka, pues considero que este libro ha sido dejado de lado, con
excesiva ligereza, por los literatos ignorantsimos de todo lo que es ciencia y pensamiento. Lo
cual no quiere decir, aadi con una maliciosa sonrisa, que sean muy sabios en su arte. Poe, lo
mismo que yo, fue poeta y filsofo, tomando esta palabra en su ms humilde significado
etimolgico. Le pregunt cmo se podan unir, en una misma persona, dos facultades que para
los profanos parecen ser incompatibles entre s.
Los profanos respondi, no pueden hablar sino como profanos o sea como esos que
nada saben de las cosas de las que quieren hablar. Desde los griegos hasta nosotros la
verdadera poesa es tambin pensamiento, y por otra parte, el verdadero filsofo no llega a
ser tal si no tiene en s algo de la imaginacin que es la trama secreta de la poesa. Poetas y
pensadores escriben dictndoles los dioses, pero como usted lo sabe, los dioses son avaros y
celosos, y no dictan ms que el primer verso del poeta y el primer prrafo del discurso.
Le pregunt entonces cul de las dos actividades le haba proporcionado goces ms
profundos, y me respondi:
Ni el poeta ni el filsofo van en busca de goces. La poesa no es un vino generoso ni es
la filosofa un ter que cause placer. Estos dos superiores juegos de los ms nobles espritus
son, casi siempre, fatigantes y engaadores. La poesa, cuando tiende hacia lo absoluto se
halla frente a lo inexpresable; el pensamiento, cuando intenta poseerse plenamente a s
mismo, se debate contra el muro de lo imposible.
La verdadera, la nica tragedia del hombre es la que yo mismo he vivido y recitado
hasta la ltima escena. El hombre que sale de lo comn descubre que la ms elevada
operacin posible es la del pensamiento desinteresado, del pensamiento no envilecido al
servicio de los dogmas de la civilizacin ni destinado a consolar los temores de los dbiles.
Pero el pensamiento puro es un microscopio quemante, que consume aquello mismo que
debera hacernos ver; a fuerza de anlisis, de profundizaciones, de crticas 5, subdivisiones,
hasta el pensamiento ms independiente y audaz se corroe y mina a s mismo, se da cuenta
de su propia falacia e inutilidad, disuelve y destruye su propio objeto. El pensamiento que no
conoce el temor siempre concluye por ser suicida. La nica actividad del hombre, pues, que
vale la pena ser cultivada, conduce a la desesperacin y al aniquilamiento. Los que no saben o
no admiten esto.... Lamentablemente, en aquel preciso instante se acerc a Paul Valry una
bella y joven seora, prodigndole una sonrisa maravillosa que invitaba ms que cualquier
frase, y el penseur national, haciendo un gesto de excusa dej truncado su doloroso raciocinio.
Durante el resto de la noche no logr acercarme a l nuevamente.
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LA POESIA DEL OCTOGENARIO
(DE VCTOR HUGO)
Niza, 29 de diciembre.
Paso las noches seleccionando en mi coleccin de escritos, autgrafos e inditos. Una de
las perlas que hall entre esos viejos papeles es una poesa corta de Vctor Hugo, fechada el
12 de septiembre de 1880. Cuando escribi esos diecisis versos contaba el poeta casi ochenta
aos de edad, y tal vez fueron los ltimos que brotaron de su alma y de su pluma. Y sin
embargo, el pensamiento, o mejor el nostlgico deseo que se los inspir, es todava
deliciosamente potico. Durante su juventud, su madurez y su ancianidad, Vctor Hugo fue el
poeta de lo terrible, de lo enorme, de lo espantoso, de lo majestuoso, de la naturaleza salvaje
y de la noche misteriosa, exceptuando, quizs, algunas aclaraciones y trozos aislados. Ahora,
en la vspera de la muerte, el poeta habra querido que se deshiciera y desapareciera su
mundo pavoroso y solemne, le bastara un fresco jardn, una jovencita vestida de blanco. Ms
all del trgico escenario dantesco y esquiliano, el octogenario visionario de Notre Dame
entrev la infancia del mundo: un jardn y una mujer, el Edn y Eva antes del pecado. Pero yo
no soy un crtico, y hay ciertas cosas que no s decir. Me contentar con copiar aqu los suaves
versos de la edad senil de Vctor Hugo:
Si les deserts, si les sables, Si les grands bois, Si les choses formidables Que 1'entrevois
Etaient, sauvage nature, Coups soudain Par la gait toute pure D'un frais jardn,
Si tout coup, en mantille, En blanc corset, Une belle jeune fille Apparissait,
Si je rencontrais des roses Dans les forts, Nymphes, ah! les douces choses Que je
dirais!
(12 septiembre 1880).
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109
DEL ODIO
(DE STENDHAL)
Pars, 30 de marzo.
Aprovech mi estancia en Pars para hacer que un apasionado stendhalfilo descifrara el
brouillon indito atribuido a Henry Beyle en el catlogo de los papeles Everett. Obtuve as la
confirmacin de la autenticidad absoluta de esos fragmentos, destinados a ser material de un
libro sobre el Odio, y que hubiera sido secuela del otro, quiz demasiado famoso De l'Amour.
Se recopilan esos fragmentos en nueve piezas intituladas De la Haine, difciles de leer. El
conocido stendhaliano al que recurr, no pudo transcribirlas todas, tan diminuta es la escritura
y tan llena est de abreviaciones y de palabras en ingls e italiano. Copiar aqu, para darme
el gusto, los prrafos ms notables. La Haine est plus puissante et durable que 1'Amour. La
Haine qui nait de 1'Amour deu ou trahi est plus profonde que la premire passion. Chi ben
ama ben odia. Espces et variets de la Haine dite carthaginoise (serment d'Annibal)
L'Odium theologicum et ses mfaits anciens et modernes (Calvin Genve). Les Haines
familiales; les frres ennemis; les maris haissables et l'adultre comme consquence de la
Haine. Le Christianisme dfini par Tacite odium huniani generis: explication de ce jugement
trange. Le vrai chrtien doit hair soimme, sa chair de pech. Le moi haissable de Pascal.
La haine inspire plusiers episodes du pome de Dante. Massacres des Albigeois, etc. Les
plaisirs de la Haine compares aux plaisirs de l' Amour. L'Amour a ses tourments et la Haine a
ses dlices. Les fautes et les malheurs de celui qu'on halt nous remplissent de volupt bien
plus que sa mort. On dit que la Haine est aveugle mais on dit la mme chose de l'Amour. II
n'y a qu'une difference la Haine n'est pas capable de voir les bons cts d'un tre; 1'Amour est
incapable de percevoir ses mauvais cts. Au point de vue des relations humaines cette
difference est notable mais elle n'existe pas du tout quand on songe la substance de la
chose. Ceux qui ne voient pas le blanc et ceux qui n'aperoivent pas le noir sont galement
dous de mauvais yeux. Les aboutissements de la Haine : le Pardon ou la Vengeance. Les
mes faibles et craintives choisissent le Pardon. Les mes orgueilleuses et sans crain te font
recours la Vengeance. Mais la Vengeance exige beaucoup d'efforts et de patience:
quelquefois il faut attendre des annes 1'ocassion propice de se venger. On pourrait dmontrer
que le Pardon n'est qu'une forme peuttre la plus cruelle de la Vengeance. Mpris absolu
envers celui que nous hassons. Son acte ne m'atteint pas (orgueil?). La Vengeance est confie
Dieu et era d'autant plus terrible. Utilit de la Haine. Elle pargne 1'homme ha (et qui se
sait surveill par son ennemi) beaucoup de sottises et de faux pas. Ya Haine, comme toutes
les passions, grandit son object et accroit le sentiment de sa valeur. Les mediocres n'ont pas
d'ennemis. Celui qui hait est un bienfaiteur malgr lui. Odio il peccato e non il peccatore,
disent les italiens. Mais le pech n'a pas d'existence propre, abstraite, impersonnelle. II est
toujours incarn dans certains hommes en chair et os. Celui que hat le pech est forcment
conduit la haine du pcheur, c'est dir de son prochain, et il tombe lui mme, sans le
vouloir, dans le pech. La Haine, quelquefois, peut mourir mais alors elle se transforme
presque toujours dans le sentiment oppos: 1'Amour. Les mes passiones ne connaissent pas
le mpris, qui est la negations de la Haine, ni l'indifference: elles vont toujours aux extrmes.
G i o v a n n i P a p i n i E l l i b r o n e g r o
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TODO POR REHACER
SaintMoritz, 28 de julio.
Desde hace quince das estoy en este hotel, solo con mi secretaria india, y no he querido
conocer a ninguna de las personas que andan por aqu. Pero me he dado cuenta de que un
seor anciano, que tal vez fuera escandinavo, me segua y espiaba, como si deseara mucho
trabar conversacin conmigo. Siempre lo vea cerca de m, en la sala de escribir, en el bar, en
el porche, en la veranda y en el parque, y no me quitaba los ojos de encima. Yo le hua, no me
agradaba y tena un aspecto poco grato. Era de fsico grande, con caractersticas de enfermo
bacilar, dos ojos sucios encajados en las rbitas y rodeados por arrugas lvidas; el color de su
piel oscilaba entre el terroso y el verde. Pareca un reptil que se hubiera criado en arenales
paldicos. Me esforzaba por no mirarlo, apartando mis ojos de los suyos. Sin embargo, ayer
por la noche el nrdico logr hablarme. Fue culpa de mi secretaria india, a la que el reptil logr
sobornar, no s cmo. Me hallaba sentado solo contemplando las montaas, y ella se aproxim
acompandolo, musit su nombre y se alej. Yo estaba cansado y no tuve fuerzas para
seguirla y reprenderla. El hombre enfermo y grisceo comenz a hablar en perfecto ingls
Le dir en seguida por qu deseo conversar con usted. En un diario suyo que se public
en los Estados Unidos le algunas drsticas y mordientes definiciones de las obras maestras de
la literatura universal. Me agradaron muchsimo, tanto que las aprend de memoria y
frecuentemente reflexiono sobre ellas. Las mismas me han inspirado el proyecto de una
titnica, pero urgentsima empresa. Me escucha usted?
Le escucho porque tengo dos odos y no puedo evitarlo; le escucho porque no tengo ni
la voluntad ni la energa suficiente para levantarme de esta poltrona. Siga, pues, pero no deje
de mirar su reloj, pues dentro de media hora me ir a dormir.
Vale la pena escuchar una idea que tuvo su origen en su libro. Me convenci usted de
que la vieja literatura humana se ha de rehacer toda, o por lo menos precisa audaces
restauraciones. Desde hace algunos aos consagro todo mi tiempo, mi ingenio y mi ciencia, a
esta gigantesca empresa. Desde los tiempos de Homero en adelante, y tambin desde Goethe
hasta ahora, el mundo se ha transformado profundamente, mientras que aquellas obras
clebres han permanecido obstinadamente siendo las mismas. Cambiaron los gustos, los
humores, los pensamientos, las costumbres, las tcnicas y las metafsicas; todo se ha
cambiado y cambia. Por esto, los libros antiguos son parcialmente ininteligibles y parcialmente
duros para los lectores de ahora. Hasta la forma, que tan perfecta pareca a los antiguos, ha
de ser mejorada y pulida para que sea ms grata a nuestro tiempo. Alas que nada se han de
cambiar las situaciones, las alternativas, las tesis y las catstrofes. Un trabajo mprobo, pero
apasionante.
Conozco y domino las lenguas ms importantes del mundo y pude, consiguientemente,
trabajar en los originales. Comenc con los poemas homricos, tan ingenuos y bastos para
nuestros ojos. Quit de la Odisea todas las fbulas infantiles que en ella haba, sustituyndolas
con un instructivo periplo del antiguo Mediterrneo. La matanza de los Procos me pareci
indigna del prudente Ulises; la cambi imaginando que los procos fueron enviados al exilio y
que el hijo de Laertes se puso en camino para hacer otros viajes ms all de las Columnas de
Hrcules.
Tambin el Edipo, de Sfocles, me pareci demasiado fabuloso y deshumanizado. He
hecho que Edipo recupere milagrosamente la visin y que Antgona contraiga un buen
matrimonio.
Tuve que rehacer casi por completo La Divina Comedia. Desde el fallecimiento de Dante
hasta nosotros han pasado ya ms de seiscientos aos, apareciendo en ese nterin muchos
otros pecadores y malhechores que bien merecen ser colocados en el Infierno. Elimin,
adems, todos los rellenos teolgicos que haba en el poema, los que no slo eran fastidiosos,
sino que, y esto es an peor, no corresponden ya a las conclusiones alcanzadas por la
moderna filosofa positivista.
G i o v a n n i P a p i n i E l l i b r o n e g r o
111
Tambin el Hamlet me ha dado mucho trabajo. Deseoso Shakespeare de saciar los
feroces gustos de su pblico, ha hecho morir con muerte violenta a la mayora de los
personajes. Ya he remediado eso Hamlet mata al padrastro adltero, pero sale del paso con
algn que otro rasguo; Ofelia es salvada mediante la respiracin artificial y en la ltima
escena ya puede casarse con su querido prncipe.
Del Don Quijote tuve que rehacer por lo menos la mitad. En el hroe reformado por m,
sus ratos de buen juicio se alternan con los ataques de locura, y surgen as amensimos
encuentros y aventuras formidables.
Tambin el Fausto, de Goethe, me ha hecho trabajar empeosamente. Suprim la
segunda parte, demasiado ligada y hermtica, y mejor mucho la primera. Mefistfeles
reconoce que los demonios no son ms que una tonta invencin de la mente humana y
desaparece en el aire de la madrugada como un sueo; Margarita es absuelta por los jueces,
Fausto la toma como esposa y vuelve a su ctedra de Wittenberg.
Pero, apenas me hallo al comienzo de esta necesarsima obra de perfeccionamiento
literario. En estos das estoy rehaciendo el Moby Dick, de Melville, y la Saison en enfer, de
Rimbaud.... No le fue posible continuar hablando. Yo no poda aguantar ms: el disgusto y la
indignacin me proporcionaron fuerzas suficientes para levantarme en actitud amenazadora
frente a aquel hombre reptil; la expresin de mis ojos debi ser terrible, porque el desconocido
reformador de las grandes obras humanas se sinti lleno de pavor, balbuci algunas palabras
de disculpa y desapareci entre las sombras del parque.
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EL REGRESO
(DE FRANZ KAFKA)
Praga, 27 de marzo.
Un librero de Praga, conocedor de mi pasin por los autgrafos de escritores clebres,
me ofreci en venta el borrador (indito) de un cuento de Franz Kafka. Tiempo antes yo haba
ledo la traduccin inglesa de su obra El Proceso; dicha lectura me haba simultneamente
hastiado y entusiasmado. Por eso quise hacer una rpida lectura del manuscrito, seis paginitas
de apuntes en alemn, antes de pagar el elevado precio que me peda el librero. El Regreso,
ttulo que se lee en la parte superior, es el rpido esbozo de un cuento que Kafka no quiso o
no tuvo tiempo de desarrollar. Un agente de seguros, el seor W. B., quiere emprender un
largo viaje de negocios por Bohemia, debiendo dejar sola a su joven esposa en la casa de
campo, situada a unos cien kilmetros de Praga. Le disgusta mucho dejarla porque se han
casado poco tiempo antes y estn muy enamorados, pero el deber y el inters le obligan a
partir. Dicho viaje deba durar un mes y medio, pero por diversas causas, que Kafka no hace
saber, el seor W. B. se ve obligado a permanecer ausente por espacio de dos meses.
Finalmente llega el tan deseado da del regreso; aproximndose la noche desciende en la
estacin ms cercana a su morada, en la estacin le aguarda una carroza pedida por
telegrama; ha realizado buenos negocios y est contento, pero ms que nada est contento al
pensar que al cabo de tanto tiempo podr abrazar a su buena y hermosa Mara. Llega
finalmente a la puerta de madera de su jardn. Ya es de noche. El jardinero sale a su
encuentro llevando un farol. Mirando a su alrededor todo le parece nuevo, aunque nada ha
cambiado. El viejo perro blanco lo reconoce y le hace fiestas; la vieja criada que le sirvi desde
la niez est a la entrada de la puerta, le sonre, le da la bienvenida, le ayuda a quitarse el
grueso capote negro especial para viajes Ninguna novedad? Ninguna, seor. Y la
seora?
Baja en estos momentos. En efecto: por la escalera de haya que conduce a la planta
alta desciende una mujer que saluda alegremente al seor W. B., pero ste, cuando la mujer
est cerca, hace un movimiento de estupor y en lugar de abrazarla camina hacia atrs sin
decir palabra. Aquella joven seora, vestida de terciopelo, no es su Mara, no es su esposa.
Mara es morena como una meridional, mientras que sta tiene los cabellos de un color rubio
ceniza; Mara es de mediana estatura y algo redonda, mientras que sta es alta, delgada. Ni
siquiera los ojos son los mismos: la desconocida que pretende abrazarle tiene ojos azules
clarsimos, casi grises, mientras que los de Mara, oscuros v ardientes, se parecen a los de una
mujer criolla. Y, sin embargo, esa seora lo llama por su nombre con voz acariciadora, le pide
noticias acerca de su viaje y de su salud, toma una de sus manos y le atrae hacia s, lo besa
con labios clidos en ambas mejillas. El viajero es incapaz de articular una sola palabra, le
parece que en lugar de entrar en su casa ha ingresado al mundo de los sueos; le agradara
que alguien lo despertara. Pero, todo es all normal excepto la nueva mujer: la casa es
siempre la misma, los muebles son los mismos que dej al partir, el jardinero, dejadas las
maletas, aguarda rdenes de la duea de casa, la sirvienta trata a la desconocida como si
fuese la seora Mara e incluso el perro se mueve por all haciendo fiestas y ladrando como
acostumbraba hacerlo con su verdadera ama. Qu haba sucedido?, por qu ninguno de los
presentes, excepto l, se da cuenta de que aquella mujer no es su Mara?
Siempre en silencio, el seor W. B. sigue a la desconocida, suben por la escalera de
madera y entran en la cmara conyugal. Tambin all est todo igual que antes. La toilette
de Mara es la misma, con sus frascos y dems cosas bien conocidas por l; los vestidos de
Mara cuelgan en el mismo perchero, su retrato, el de W. B., est en la misma mesita de la
esposa. La nueva Mara se aprovecha de su turbacin para abrazarlo y besarlo en la boca, y l
siente que el perfume es el mismo, bien conocido, extico e intenso, aun cuando el cuerpo sea
diverso. Ests cansado? le pregunta la mujer . Quieres reposar un poco antes de bajar
para cenar? Me parece que ests extrao, muy cambiado. Por qu te muestras tan fro
conmigo, que te estoy esperando desde hace tiempo?, te sucedi algo desagradable?, no te
sientes bien?, quieres beber un sorbo de tu licor preferido?, siempre tuve a mano la botella
para tu regreso...
G i o v a n n i P a p i n i E l l i b r o n e g r o
113
No necesito nada logra decir, finalmente el seor W. B.. Solamente querra
descansar un pocoy reflexionar sobre lo que est sucediendo No lo puedo comprender. Djame
solo por un momento.
Como quieras responde dulcemente la mujer. Voy a la cocina para vigilar que la
cena est apunto. Hice preparar los platos que ms te agradan. Estrecha su mano, le sonre y
sale del cuarto. El seor W. B., vestido como haba llegado, se tiende en el lecho presintiendo
que se aproxima una especie de vrtigo. No logra darse cuenta de la inaudita aventura que le
est sucediendo. En su aturdimiento no es capaz de hallar una explicacin satisfactoria. Qu
haba sucedido? Durante aquellos dos meses de ausencia, se habra transformado l hasta el
punto de no reconocer ms a su amada esposa, o tal vez, aun cuando nadie se diera cuenta,
su Mara se habra cambiado enteramente dejando de ser como antes era?; u otra hiptesis
an ms absurda y pavorosa: la verdadera Mara habra sido sacada de all por la fuerza,
quizs hasta asesinada, contando con la complicidad de la servidumbre, y otra mujer a la que
nunca haba visto pero que tal vez lo amaba, habra ocupado el puesto de la primera? Todas
estas suposiciones le parecieron igualmente infundadas, y procur hacerlas desaparecer de su
mente. Pero, por ms que hiciera trabajar a la fantasa no lograba hallar explicaciones ms
naturales y convincentes. El seor W. B. no era un romntico y no senta simpata ninguna por
los relatos de Holffmann y de Poz. Finalmente prevaleci en l el buen sentido: decidi no
hacer caso de nada y adaptarse, por lo menos en las apariencias, a aquella incomprensible
situacin. Aceptara y recitara su parte en la comedia, tratando a la desconocida como si fuera
en verdad su Mara. Tal vez, pasando el tiempo y con una tenaz observacin, llegara a
descubrir la verdad. Esta resolucin calm su excitacin, pero no mitig la intensidad de sus
pensamientos. Cuando la falsa Mara entr otra vez en la habitacin matrimonial, el seor W.
B. se levant del lecho y vio brillar una nueva esperanza: en la penumbra le pareci que era
ella, la que haba dejado al partir. Pero, slo por un brevsimo momento; luego, era la
desconocida, la intrusa. Logr ser dueo de s mismo y la tom del brazo, comprobando con
estupor que aquel brazo, tibio a travs de la tenue manga, le recordaba el de Mara, y tanto
que casi sinti remordimiento. La nueva esposa se mostraba afectuosa, solcita, alegre,
elegante, como la anterior. Ahora, la experiencia que pensaba hacer le pareca menos difcil,
menos pavorosa. Bajaron juntos para ir a cenar... Ah concluye, y de un modo brusco, el
escrito de Kafka, y no es posible imaginar el fin de tan enigmtica situacin, cosa que, por lo
dems, est conforme al singular ingenio de ese escritor. Aun cuando el cuento no estuviera
completo, pagu con gusto las doscientas coronas pedidas por el librero.
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ANCIANOS Y NIOS
(DE LEN TOLSTOI)
Praga, 24 de octubre.
El profesor Fedor Kuzmaniof, docente de lengua rusa en una escuela de Praga, me hizo la
traduccin literal de un cuento breve, indito, de Len Tolstoi, que haba hallado entre los
autgrafos de la coleccin Everett. Lo copio aqu:
Se cuenta que una vez el zar Alejandro, horrorizado ante la maldad de los hombres
adultos y maduros que lo rodeaban, aprovechando de su poder quiso hacer una singular
experiencia. Haba observado que los malos instintos y las feas pasiones que reinan en las
almas humanas son menos fuertes y prepotentes en las edades extremas: en la niez y en la
ancianidad. Los nios estn todava cerca de la inocencia primitiva, pues an son dbiles en
ellos los estmulos de la lujuria y de la ambicin; los viejos, perdida ya gran parte de sus
fuerzas y habiendo adquirido con la experiencia el sentido de la vanidad definitiva de los
freneses humanos, se hallan como purificados por la proximidad de la muerte, y al cabo de un
largo y doloroso camino vuelven a la inocencia de su infancia. Cuando el hombre llega a la
edad adulta se corrompe y se deprava, y permanece en ese estado desde la audacia de la
juventud sensual y pendenciera hasta la decadencia de la madurez viciosa y ambiciosa. El
hombre no es puro ms que al comienzo y al fin de la vida; en la edad mediana, la ms
prolongada, todo es tinieblas y corrupcin.
Inspirado Alejandro por este descubrimiento orden que en una isla del Alar Negro,
poblada hasta entonces slo por rboles y pjaros, se levantara una ciudad de madera y de
mrmol: un centenar de casitas de slo planta baja, diseminadas en medio de prados
florecidos y de bosques jvenes. Cuando las moradas estuvieron listas hizo transportar a tan
amena isla, acariciada y favorecida por un clima suave a cien viejos y cien nios, seleccionados
de un modo muy riguroso en todas las regiones del imperio; all habran de vivir juntamente
en un mundo de paz y de alegra. Los nios no tenan ms de doce aos y los ancianos no
menos de setenta. A cada anciano se asignaba un nio para que le acompaara y ayudara, y
cada nio tenia como padre y maestro a un anciano. En aquella isla de seres inocentes el
trabajo era desconocido. Todas las maanas, por orden y cuenta del zar, tocaba la isla una
nave cargada de pan, frutas y leche, a fin de que aquellos doscientos seres felices tuvieran
alimento sano, apropiado a su edad. Los nios deban servir a los viejos, cuidar la limpieza de
la casa comn y preparar la comida. Los viejos, por su parte, deban ensear a los nios las
verdades de la fe, adiestrarlos en la sabidura de la vida, precaverles de las alternativas y
malas costumbres de los adultos corrompidos en medio de los cuales habran de pasar su
existencia cuando fueran mayores. En la isla no haba escuelas en el sentido habitual de la
palabra; cada maestro tenia un solo discpulo, cada escolar tenia un nico docente. La
enseanza se imparta en forma de conversaciones amables y familiares, se hacan por lo
comn al aire libre, a la sombra de un pltano, a la orilla cubierta de hierbas de algn torrente
o sentados alumno y maestro en rsticos bancos de haya. Cuando el sol proyectaba sus
ltimos rayos sobre las olas del mar, todos aquellos seres de cabellos rizados o canosos deban
volver a sus casas para comer una sobria cena y dormir el buen sueo de la noche.
Das y aos felices pasaron los cien nios y los cien ancianos en aquella isla serena y
asoleada. Pero, falleci inesperadamente el zar Alejandro, y su sucesor, a quien el padre
siempre haba prohibido ir a la isla bendita, quiso ir a visitarla. Como de costumbre, se hizo
acompaar por varios dignatarios de la corte. Una vez recorrida la pequea isla y despus de
interrogar a varios ancianos y nios, un ministro habl al nuevo emperador dicindole
La gran sabidura de vuestro venerado padre hizo mucho en pro de la felicidad de estos
nios y ancianos. Pero, si Vuestra Majestad me permite darle un consejo, an hay mucho por
hacer. Estas doscientas almas no cuentan con un sacerdote que celebre los divinos oficios, no
tienen a nadie que pueda rehacer sus sandalias rotas y sus ropas deshechas; es cosa que va
contra la naturaleza que tantos nios hayan de vivir sin la asistencia materna de alguna mujer.
Quiera Vuestra Majestad impartir las rdenes necesarias para ello, y entonces la felicidad de
estas inocentes criaturas ser an ms perfecta.
G i o v a n n i P a p i n i E l l i b r o n e g r o
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El joven emperador, inexperto todava en las cosas del mundo, secund tan
desacertado consejo. Fue a la isla un pope acompaado por su esposa, llegaron varios
artesanos: zapateros, sastres, carpinteros y albailes, jvenes criados Y cocineras.
Al cabo de poco tiempo aquella plcida vida se cambi enteramente: se construyeron
casas nuevas, se derribaron aosos rboles para fabricar muebles y para alimentar el fuego,
los artesanos tuvieron pendencias y luchas entre s a causa de las jvenes criadas, stas
tentaron a los nios ms crecidos y a los viejos ms robustos, las conversaciones de antao
fueron perturbadas por las exclamaciones y las carcajadas de los nuevos moradores. Algunos
viejos murieron por enfermedad o tristeza o se quitaron voluntariamente la vida; sus alumnos,
abandonados, convivieron con los artesanos y aprendieron sus vicios. Al cabo de pocos aos
haban muerto todos los viejos y los nios haban llegado a la edad adulta, o sea estaban
corrompidos y eran malvados como lo son casi siempre los adultos.
De ese modo miserable concluy el experimento del emperador Alejandro; a eso vino a
parar, por la estupidez de falsos sabios, la inocente comunidad de ancianos y nios, la felicidad
de la isla bienaventurada.
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LA HISTORIA UNIVERSAL A VUELO DE CUERVO
Jena, 2 de noviembre.
Me han dicho que en esta famosa universidad, en la que dict ctedras de historia
Federico Schiller, hay ahora un historiador de ingenio extraordinario, discpulo de Vollgraf y
adversario de Toynbee, que arrastra a sus lecciones un auditorio numerossimo compuesto en
su mayora por oyentes extraordinarios y por muy pocos estudiantes matriculados. Tambin yo
quise ir a escuchar sus clases. El profesor Eselstein es un hombre macizo, elefantino, de rostro
rubicundo y de cabellera rojiza. Habla con voz suave y sutil, lo que causa un contraste enorme
con su corpulencia. Comenz afirmando que todas las divisiones actuales de la historia
universal, son tontas, superficiales y errneas. Segn Eselstein, la menos estpida es la que se
funda en el agua y divide la historia del gnero humano en tres edades: potmica,
mediterrnea v ocenica. Mas, tambin esta divisin tiene un valor ms espacial y geogrfico
que temporal e histrico, de modo que ha de ser rechazado lo mismo que las otras. Afirma el
profesor que la divisin de los periodos histricos se ha de hacer teniendo en cuenta el factor
esencial, dominante y permanente de la historia que se ha desenvuelto hasta el presente. De
acuerdo con su juicio es ahora claro que ese factor constante y determinante, tanto en las
alternativas internas de cada nacin como en las relaciones entre los pueblos, es el propsito
de suprimir el mayor nmero posible de adversarios, en lo interno para asegurarse el poder,
en lo exterior para apoderarse de nuevas tierras y riquezas. La guerra, antes que nada la
guerra, la guerra por encima de todo, sea guerra civil o guerra de conquista: ste es el factor
primigenio que debe tener muy en cuenta el verdadero historiador. Pero, las guerras no se
hacen sin armas, y las victorias de los Estados y las sucesivas hegemonas de las civilizaciones
dependieron casi siempre del descubrimiento y del uso de las armas ms perfeccionadas o sea
ms mortferas. Por lo tanto, la historia se divide en tantas pocas cuantas fueron las
revoluciones en los armamentos, en los medios ms aptos para el exterminio de seres
vivientes. La primera edad; o la prehistrica, se determina por las piedras con puntas y las
redondeadas. La segunda edad comienza con el uso de los metales que permiti el invento del
hacha y de las espadas, instrumentos ms manejables y mortferos que las piedras. Pero la
verdadera revolucin se inici en la tercera poca, en que se vio la aparicin de la lanza y el
arco. Con estas armas, y especialmente la segunda, concluy el primitivo cuerpo a cuerpo
entre los combatientes; con la flecha entr a jugar un gran principio que se ha ido afirmando
cada vez ms: la posibilidad de matar al enemigo estando a gran distancia. La cuarta poca,
caracterizada por el descubrimiento del fuego griego y de las catapultas, implica otra
revolucin que ya hace presentir anticipadamente los tiempos modernos. Pero la revolucin
decisiva y resolutiva se verific en el siglo XV con el descubrimiento de la artillera, y es la que
seala en verdad el comienzo de la edad moderna, mucho mejor que el descubrimiento de
Amrica o la reforma protestante. Desde el arcabuz a las ametralladoras, desde las modestas
culebrinas a los caones de largo alcance, desde las dumdum a las potentes bombas
incendiarias lanzadas por los aviones, hay un verdadero fervor de obras y progresos, hay toda
una verdadera ascensin triunfal hacia el arte de matar en masa, arte protegido por una
relativa seguridad del que mata, cada vez ms alejado de sus vctimas.
Hoy en da, finalmente, hemos entrado ruidossimamente en la poca sexta, en la edad
de la bomba atmica, la que ruede destruir a una ciudad entera con todos sus habitantes y sin
peligro para el lanzador de la bomba: y maana o pasado maana, gracias al infatigable genio
destructor del hombre, se podr, aniquilar en pocos instantes toda la vida que haya en
regiones vastsimas y pobladas. El profesor concluy diciendo:
Y no se ha dicho que la edad atmica haya de ser la ltima v la ms terrible. A pesar
de las glorias efmeras de la civilizacin, el deseo fundamental del hombre es siempre el de
matar el mayor nmero posible de hombres, del modo ms seguro y en el menor espacio de
tiempo. Y es as cmo ya los sabios, en el taciturno terror de sus gabinetes, estn preparando
los principios y los medios orientados a la creacin de armas destinadas a hacer palidecer el
fulgor actual de la bomba de hidrgeno.
En este rpido recorrido por la historia universal hemos visto cmo se delineaba una ley
cuya enunciacin podra ser sta: la destruccin de los enemigos debe hacerse con armas cada
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vez ms terribles, en medidas siempre mayores, en espacios de tiempo cada vez ms breves,
a distancias ms y ms lejanas, aumentando cada vez ms las probabilidades de impunidad.
Esta, ley, mis queridos oyentes, es la esencia y compendio de milenios de experiencia
terrestre. Las ltimas palabras del profesor Eselstein fueron recibidas con un ruidoso aplauso.
Por mi parte, confieso que no tuve voluntad ni fuerza para aplaudir, y sal de la universidad un
poco ms pensativo de lo que haba entrado.
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VISITA A HITLER
(0 DE LA DICTADURA)
Berln, 10 de agosto.
La audiencia fijada en la Cancillera era para las diez de la noche, pero tuve que esperar
ms de una hora en un saloncito forrado de cuero, vindome frente a frente con un dominante
retrato de Federico II de Prusia. Me dijeron que a ltima hora el Fhrer haba hecho reunir un
consejo de generales. Finalmente, cuando me condujeron hasta su estudio experiment la
sorpresa de verme frente a un hombre que ms pareca ser un bonachn polica vestido de
civil que el dictador de un imperio. El famoso mechn que luca sobre la frente no alcanzaba a
darle un aspecto romntico ni belicoso. Me mir fijamente y en silencio por un instante, y
luego dijo as:
S todo acerca de usted, y como no es ni diplomtico, ni periodista, ni sacerdote,
puedo hablarle sin perfrasis ni omisiones, con la antigua franqueza germnica. Usted ha
venido aqu inducido por la curiosidad de ver cara a cara a un dspota de nuevo cuo, y por
conocer el secreto de su poder. Quiero satisfacer su curiosidad en seguida, sin perder tiempo
en prembulos hipcritas.
Yo soy un hombre del pueblo, y conozco mejor que los seores y los politiqueros cules
son los humores y rencores del pueblo. En los Estados modernos el pecado dominante es la
envidia, ya sea de un Estado respecto a otro, ya de las clases entre s dentro de cada pas. En
las democracias, y a causa de la multiplicidad de cuerpos legislativos, de consejos y
comisiones, los que mandan son demasiados, y sin embargo son demasiado pocos. La masa
que se ve excluida, por eso mismo se siente atormentada por celos y envidias continuos. Si la
suma del poder se concentra en manos de un solo hombre, entonces las envidias se atenan y
casi desaparecen. El campesino, el obrero, el empleado inferior, el comerciante modesto, todos
ellos saben que deben obedecer, pero saben tambin que incluso sus amos de ayer,
banqueros, polticos, demagogos, nobles, estn sometidos lo mismo que ellos a ese poder
nico. La dictadura restablece una cierta justicia de igualdad y aminora las torturas y
sufrimientos causados por la envidia. Esto explica la fortuna de que gozan los jefes absolutos
de nuestros tiempos y el favor rayano en adoracin que les dispensan los pases ms diversos
entre s. Dicho esto call por breves instantes y en sus labios se dibuj un gesto apenas
perceptible que pareca ser un intento de sonrisa; luego, hablando en voz ms elevada,
continu as
Como bien lo sabe usted, nuestros telogos afirman que, en lo referente a las
religiones, el paso del politesmo al monotesmo es un progreso admirable. Pero los telogos
de los principios inmortales consideran que un paso similar, en poltica, constituye un error
y una vergenza.
Si tuviera que revelar el fondo de mi pensamiento poltico, dira que para m el rgimen
ideal seria la libertad perfecta de todos, o sea la anarqua. Mas, para que la anarqua fuera
posible se precisara una transformacin radical de la naturaleza humana. La sociedad ideal
debera estar formada por un pueblo de gentileshombres, de caballeros inteligentes, guiados
por algn santo genial. Pero bien sabe usted que la honradez, la bondad y la inteligencia son
muy raras y muy frgiles en todos los pueblos y en todos los tiempos. Sabe usted tambin que
los santos escasean, y que aun cuando los hubiera, difcilmente se dedicaran al gobierno de
los pueblos; siempre prefirieron practicar el renunciamiento en la tierra a fin de lograr la
felicidad en el cielo.
Si el gnero humano hubiera sido transformado profundamente, no habra necesidad de
gobernantes y mucho menos de amos de mi especie. Pero la sabidura y la virtud de los sabios
antiguos no logr cambiar a los hombres y al cabo de casi dos milenios tampoco pudo hacerlo
el Cristianismo. Si los filsofos, sabios, educadores, apstoles y sacerdotes, hubieran hecho de
los brutos seres humanos otros tantos seres amables o por lo menos razonables, no habra
necesidad de monarcas, presidentes, magistrados, y mucho menos de tiranos.
Los hombres han continuado siendo egostas y feroces. Para domar a fieras tales se
precisa la magia verbal del encantador y, ms que nada, el ltigo del domador. Las tribus
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humanas no se rigen con razonamientos ni afectos. Se precisa excitar la fantasa e inspirar
temor, como lo ensea tanto la historia antigua como la moderna. El animal-hombre
nicamente transige si se apela a su pasin de ser rapaz y se le amenaza con privarle de la
libertad y la vida. No es culpa ma que la materia prima esencial de la poltica sea de tan baja
calidad. El triunfo de los dictadores es consecuencia de tres fracasos: de la filosofa, de la
religin, del capitalismo democrtico, con sus ficciones, sus espejismos, sus envidias. Los
filsofos, sacerdotes y parlamentarios condenan con gestos de horror a la dictadura, pero no
se dan cuenta de que ellos precisamente son los principales responsables de lo que llaman
tirana. Si hubieran sido ms capaces, ms poderosos y ms afortunados, yo no ocupara este
lugar.
Y ya que le hablo en confianza y puedo decir a un extranjero lo que no dira a ninguno
de mis compatriotas, le har saber que me sentira feliz si no me viera obligado a ejercer el
dursimo arte de la dictadura. Como todo lo que deseamos, el poder parece ser mucho ms
hermoso cuando todava no lo poseemos. Le aseguro a usted que pensar, querer, decidir,
hablar con tantos millones de servidores mudos, es un horrible y fatigoso trabajo. Esto sin
contar la ambicin de los compaeros de antao, la imbecilidad de los ejecutores, la hipocresa
de los amigos, la malicia de los enemigos y todos los dems peligros que trae consigo la
concentracin del poder en los autcratas. Le aseguro que estoy cansado, disgustado y hasta
arrepentido. Hay en mi vida horas de tan insoportable angustia, que he sentido, cosa que me
avergenza, la vil tentacin del suicidio. Los que me juzgan se equivocan, los que me odian
son injustos, pero los que me envidian son los ms insensatos de todos los idiotas. Mi
infelicidad es tan grande que un da u otro provocar una guerra, ms terrible que la anterior,
a fin de salir de la caverna de mi secreta miseria. Si venzo en esa guerra ser emperador de la
tierra, o sea, algo mejor que un simple dictador local; si la pierdo, ser muerto, es decir, me
ver liberado del angustioso peso del mando.
Para corresponder a mi franqueza le ruego que no repita ni una slaba de lo que le he
dicho, antes de mi muerte. Si me traiciona, mi venganza sabr alcanzarle en cualquier rincn
del mundo. Puede irse. No le digo hasta que nos volvamos a ver, porque cuento con que
maana abandonar usted Berln para siempre. Me qued estupefacto y atontado con todo lo
que me haba dicho aquel hombre y apenas tuve fuerzas para levantarme y saludar. En la
antecmara me aguardaba un oficial, quien quiso acompaarme hasta la puerta de mi cuarto
en el hotel.
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LA SUBLEVACION DE LOS DIOSES
(DE GOETHE)
Weimar, 6 de abril.
Pagando una suma enorme logr fotografiar en el archivo secreto de la casa de Goethe
las hojas de apuntes de una obra incompleta escrita por el poeta del Fausto, obra a la que los
herederos, ignoro por qu razn, han querido tener oculta y que jams fue impresa. Hice
transcribir y traducir para m esas desconocidas cuartillas, tituladas La Sublevacin de los
Dioses y que datan del ao 1810. El viejo pagano, que comprendi poco o nada el
Cristianismo, imagina que los cados dioses de las religiones antiguas no estn muertos, sino
que viven en una especie de Olimpo que dista igualmente del infierno y del cielo. Nmenes
derribados, lo han perdido todo: honores y culto, pero no han perdido la existencia. Viven en
una especie de melanclico apartamiento, algo similar a los Ades de los griegos, piensan y
discurren entre s recordando con resignada nostalgia las glorias y gestos de los tiempos idos.
El venerable Zeus sostiene an en su cansada mano los rayos apagados; Juno se ha
convertido en una harpa enfermiza; la belleza de Venus se ha marchitado; Apolo ya perdi su
nimbo solar; Minerva, triste y llena de achaques, se parece ms y ms a su mochuelo; Marte
se muestra flojo y lento como un guerrero veterano reblandecido por la vida sedentaria;
Neptuno, expulsado ya del ocano, se parece a un monstruo marino abandonado e inerte en la
playa. Los esplendorosos dioses de Grecia, escribe Goethe, parecen ser una tropa de srdidos
mendigos a los que se ha desprovisto hasta la de la esperanza de obtener limosnas. Incluso
las Nueve blusas parecen decrpitas y trasquiladas ovejas que se apretujan para atenuar la
frialdad de la vejez.
Solamente Dionisio, dios de la ebriedad y de la resurreccin, conserva algn reflejo de
las antiguas fuerzas. No ser acaso similar al nuevo Dios victorioso, que am como l el fruto
de la vid y resucit de la muerte? Y un buen da Dionisio se apresta a sacudir del torpor a sus
compaeros, los rene en asamblea y con verbo alado les reprocha y anima
Fue en verdad justa nuestra condena? Han pasado ya diecisis siglos desde que se
abatieron nuestros santuarios y se echaron por tierra nuestras estatuas, pero, acaso los
hombres llegaron a ser ms virtuosos y felices? No ramos nosotros ms benignos para con
la msera vida de los mortales? Zeus, el padre supremo, era llamado tambin Soter, el
liberador; Heracles redima a los hombres del terror de los monstruos; Prometeo les
proporcion los inestimables bienes de la civilizacin; Orfeo dominaba a las fieras y consolaba
a la tierra con su canto. Despus de nuestra derrota y abatimiento, cul ha sido la suerte de
los hombres? Han llorado y orado ante la imagen de un Dios ensangrentado y traspasado por
la lanza, han invocado a su llorosa Madre sufriente, han martirizado sus carnes y se han
cubierto la cabeza de cenizas. Pero a pesar de todo no son menos malvados que antes y segn
parece son an ms infelices. El plido Galileo, a pesar de su amor y de su sacrificio, no logr
hacer que los hombres fueran ms perfectos. Todava hoy, al cabo de tantos siglos, los
hombres odian y sufren, se traicionan y matan, se dejan vencer por las tentaciones y
pasiones.
No ser llegada ya la hora de liberarlos otra vez?, no es deber nuestro sublevarnos
con la injusta condena que nos envilece en la impotencia? Si an queda en vuestra alma algn
tenue resplandor de vuestra divinidad, os llamo a la sublevacin y a la redencin! El discurso
del dios ebrio caus efectos varios: los Semidioses, los Hroes, los Stiros y los Faunos,
rodearon a Dionisio gritando que lo seguiran, que estaban dispuestos a la lucha. Pero los
Dioses mayores permanecieron indiferentes y silenciosos. Dionisio, airado ante esa actitud, los
apostrof con palabras punzantes. Entonces la sabia Atena se puso de pie, y habl diciendo
Al cabo de tantos siglos an tu cabeza est ofuscada por los vapores del vino. Si los
hombres nos abandonaron y renegaron de nosotros, ello fue seal clara de que no estaban
satisfechos de nosotros. Y en caso de que su traicin para con nosotros hubiera sido, de su
parte, error y culpa, entonces es perfectamente justo que purguen esa culpa con el
acrecentamiento de su angustia. He dicho. Despus de Minerva habl el venerable Zeus, padre
de los dioses y de los hombres, diciendo as
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121
Tus palabras, Dionisio, son las propias de un tonto que jams supo aprender nada del
dolor. Si recordaras los ejemplos que brindamos a los hombres, no te sentiras agitado ahora
por alocados pensamientos de hallar otra oportunidad para vencer. No siento ningn rencor
contra el Dios crucificado. Supo l ser puro para ensear la pureza, supo ser amante para
ensear el amor, supo sufrir para ensear la resurreccin. Los hombres precisaban un Dios
que en realidad estuviera por encima de la humanidad, y nosotros fuimos humanos,
demasiado humanos y hasta celosos de la felicidad humana. As, pues, sabe que... Ah
concluye el texto indito de Goethe, y nadie podr adivinar jams cul fue el final de la
singular Sublevacin de los Dioses.
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VIDA IGUAL A MUERTE
(DE KIERKEGAARD)
Copenhague, 6 de enero.
Entre los manuscritos inditos de la coleccin Everett hall una libreta con apuntes
desordenados, escritos en lengua dinamarquesa; lo traje aqu a Copenhague a fin de que me
los tradujeran. El joven profesor Olaf Rasmussen, despus de examinar el cuadernillo me dijo
que se trata de pensamientos inditos de un valor inestimable, pues ha reconocido la escritura
del famoso Sren Kierkegaard, primer patriarca del existencialismo. Segn parece,
Kierkegaard tena la intencin de escribir, antes de morir, una obra nueva, y tal vez esos
apuntes en mi poder son la prueba ltima de su pensamiento. El profesor Rasmussen
fotografi una a una todas las pginas de la libreta e hizo para m una diligente traduccin del
contenido. El libro del malhadado filsofo hubiera tenido por ttulo Vida Igual a Muerte, y su
comienzo era el siguiente Platn escribi que la filosofa es una preparacin para la muerte.
Pero debi haber dicho que la vida misma, en su conjunto, no es otra cosa que la preparacin
y actuacin progresiva de la muerte. Lo que llamamos vida es la agona, ms o menos
prolongada, entre la salida de la Nada y el regreso a la Nada. Entiendo la Nada en el sentido
material y humano. En verdad, la fe nos asegura que su verdadero nombre es Dios, pero no se
cambia la sustancia de las cosas, porque la existencia en el abismo divino, antes y despus de
nuestra fugaz aparicin terrena, contina siendo para la mente humana un misterio, o sea, en
definitiva, similar a la Nada. Al nacer se comienza a morir. Segn los fsicos y los mdicos,
cada da se anula alguna partecita de nosotros. Por lo tanto, la vida no es resistencia contra la
muerte, como alguno podra pensarlo, sino una cotidiana aceptacin de la misma, o sea, no
otra cosa que una forma de la muerte... Cuando el mstico dice que es necesario morir al
mundo no hace ms que repetir lo que en realidad nos sucede a todos y todos los das. El vivir
no es ms que un continuo renunciar, una prdida perpetua, una anulacin jams
interrumpida.
El asceta, el mstico y el santo no hacen ms que esforzarse por abreviar los tiempos,
por acelerar esa disolucin universal de los vivientes.
* * *
Dios conden al hombre a una sepultura diaria en el sueo, para recordarle esta verdad
saludable y fundamental: no hay diversidad sustancial entre la vida y la muerte.
* * *
Quiz Dios cre a Eva durante el sueo, facsmil de la muerte de Adn, para ensearnos
que la vida no puede proceder sino de la muerte.
* * *
En el Breviario Romano hay un texto que dice as: Media vita in morte sumos. La
diferencia profunda entre los hombres es solamente sta: que los muertos se burlan de estar
vivos, mientras que algunos vivos saben con certeza que estn muertos en cuanto estn "nel
mezzo del cammin di nostra vita".
* * *
Lo que muchos consideran ser propiedades de la vida, amor, creacin, felicidad, para
los ojos del filsofo y del cristiano se demuestra ser completamente imposible. El amor, que
debera ser ensimismamiento, no es ms que el sueo de dos egosmos solitarios; la creacin,
incluso en los genios ms poderosos, es tan slo una final confesin de impotencia; la felicidad
no existe sino como ilusin relativa del pasado o como ilusin que se ubica en el futuro. Por lo
tanto, la vida no existe en realidad, por esto existe solamente su opuesto: la muerte.
* * *
Mi agona a la que, vctima tambin yo del error comn, frecuentemente denomin vida,
est por concluir. Pero, si en la vida no hallamos otra cosa que muerte, lcito es suponer que el
estado denominado por nosotros muerte, por retorsin o devolucin dialctica ser la vida,
aquella vida verdadera, que anhelamos intilmente en la prolongada agona de la tierra.
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* * *
Cristo fue condenado a muerte ya desde su nacimiento (la matanza de los inocentes en
Beln) para significar el fin ltimo y supremo de su venida al mundo: ser muerto. Entre esas
dos condenas a muerte, la de Herodes y la de Caifs, adquiere consistencia y significado la
"vida" de Jess. Es el Muerto por excelencia, y por esto es el Unico que tiene poder para
resucitar a los dems y a Si mismo.
* * *
Las palabras de Cristo: "Dejad que los muertos entierren a sus muertos", son
incomprensibles si no se acepta la identidad entre la Vida y la Muerte. Cmo podran los
muertos, en el sentido vulgar de la palabra, cavar fosas y depositar los cadveres?
Simplemente, Cristo quiere significar que tanto los sepultureros como los difuntos pueden ser
denominados con un mismo nombre, dado que estn en una misma condicin: muertos.
* * *
Los muertos estn todava vivos, tal fue el gran descubrimiento de los primitivos. Los
vivos estn muertos; tal fue el descubrimiento de la moderna filosofa existencialista. En
este lecho en el que me hallo tendido, oh Seor!, no concluyo de vivir, sino que concluyo de
morir. La Resurreccin no tendra sentido...
Con estas palabras truncadas llegan a su trmino los pensamientos de Kierkegaard. El
resto de las pginas del cuadernillo, la mayora, han quedado en blanco.
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EL NEOCOSMOS
Turku,10 de julio.
En Turku, ciudad ms conocida con el nombre sueco de Abo, hay una gran universidad, y
segn se dice ensean en ella profesores excelentes. El cnsul norteamericano me propuso
hacerme conocer al ms original de esos profesores y, con esta finalidad, le invit a comer. El
profesor Murmienni es un hombre de estatura mediana, andar por los sesenta aos, est bien
constituido y se conserva robusto; tiene una cabeza de cnsul romano en la que brillan dos
ojos de vikingo. Ocupa la ctedra de Problemtica General, ciencia enteramente nueva, segn
me lo dijo l mismo, y que se ensea nicamente en la universidad de Turku. Al principio se
mostr reservado y hasta demasiado taciturno, pero al final de la comida, despus de beber
vinos y licores de todas clases, comenz a hablar con una desenvoltura que no hubiera
esperado de l pocos minutos antes:
Usted quiere saber en qu consiste la ciencia que yo profeso. Le puedo decir que es la
doctrina de lo deseable contrapuesta al conocimiento de lo inevitable, pero para mayor
claridad, prefiero brindarle sucintamente una muestra de mis enseanzas.
Todos aceptan el universo como es, con sus limitaciones, sus lagunas, sus cosas mal
hechas, y los ms, ya sea por inercia o por resignacin, lo consideran el mejor de los universos
posibles. La Problemtica, en cambio, no se contenta con esa indiscriminada aceptacin. Yo
me he planteado este problema: es nuestro universo racional y perfecto en todas sus partes?,
es posible imaginar y concebir un universo mucho mejor que ste en el que estamos
obligados a vivir?
Ese problema fue apenas esbozado o entrevisto, en plena Edad Media, por aquel docto
Rey de Castilla, renombrado precisamente con el nombre de Alfonso el Sabio. Un da tuvo la
temeridad de exclamar, que si Dios le hubiera pedido consejo en el momento de la creacin, el
mundo hubiera sido bastante ms digno de admiracin.
Aquel sabio rey no estaba equivocado. Mirad, por ejemplo, nuestro planeta, con sus
montaas demasiado altas que presentan solamente abismos y ventisqueros, con sus
inmensos desiertos estriles e inhabitables, con sus insoportables desequilibrios en la
temperatura, tanto que nuestros pobres lapones no conocen ms que dos meses de plida
primavera mientras los negros ecuatoriales viven en medio de un horrible horno desde el
primero hasta el ltimo da del ao. Todo es irregular e irracional en este pequeo globo
terrqueo: las tierras emergidas, las nicas donde podemos vivir, constituyen apenas una
tercera parte de la superficie; tenemos que soportar un largo y oscuro invierno para ser
quemados ms tarde por los feroces veranos; durante algunos meses y en determinadas
tierras las noches son eternas y fras, los das brevsimos y glidos; algunos pases, como el
nuestro, estn saturados de ros y lagos, mientras que otros aguardan sedientos un poco de
agua del cielo despus de pasar estaciones enteras azotados por la sequa. Pienso que, con
una variacin alternada de la eclptica, hubiera sido mejor hacer reinar siempre una suave
primavera, con perenne abundancia de flores y frutos, y hacer que las noches, si era preciso
que hubiera noches, fueran siempre ms breves que los das.
El hombre, por ejemplo, est condenado a consumir un tercio de su existencia en la
inoperante inconsciencia del sueo. Por qu no haberlo constituido de modo que sus energas
naturales se renovaran continuamente sin necesidad de recurrir a una humillante semimuerte
cotidiana?
Si observa un momento el cuerpo humano ver que tiene una complejidad tan
espantosa de rganos y funciones, que la salud es un verdadero milagro y, como los milagros,
es algo rarsimo. Piense en la multiplicidad de vsceras y glndulas, en la red inextricable de
venas, arterias, vasos, canalculos, en el continuo trabajo de los humores y secreciones, en sus
delicadas y complicadas relaciones a fin de que se pueda eliminar la bilis y la urea, el
hidrgeno de los pulmones y la materia de los intestinos, a fin de que la irrigacin sangunea
sea total y regular, de que las corrientes nerviosas lleguen a los msculos ms lejanos, de que
el cerebro pueda percibir, imaginar, recordar, conectar. En cada cuerpo humano hay
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centenares de mecanismos, millares de ramificaciones, millones de choques y acuerdos,
cuadrillones de clulas que cada da mueren y se renuevan.
La complejidad de nuestra mquina corprea es tan peligrosa y, maligna que algunos
gnsticos pensaron que el hombre fue obra de algn demiurgo satnico y no obra del
verdadero Dios. Se pregunta la Problemtica: no era acaso posible crear un cuerpo ms
simple, ms racional, menos sujeto a los desgastes y averas?
La mente humana se propone siempre lograr el efecto mximo con el esfuerzo mnimo.
Por el contrario, en nuestro organismo vemos efectos no por cierto admirables: piense en la
eliminacin diaria de los desechos y en las innumerables enfermedades, efectos obtenidos con
un esfuerzo y una aparatosidad de medios en verdad sorprendentes.
Y no hablo del increble dispendio de formas y especies, en su mayor parte intiles e
infelices, que vemos en el reino vegetal y en el animal. Hay miles y miles de criaturas
vivientes, frecuentemente hrridas y estpidas, que no tienen otro objetivo visible ms que
matarse y devorarse mutuamente.
Podra aadir otros muchos argumentos y hechos a esta crtica apenas esbozada de
nuestro incmodo y absurdo universo, pero no me es posible repetir en la mesa todo el curso
desarrollado este ao en la universidad.
Solamente le dir que la Problemtica General no se agota en una requisitoria negativa.
Mi programa consiste en la construccin ideal de lo que yo llamo Neocosmos, o sea un
universo ms ordenado, ms lgico, ms amable y deseable que ste en el que, por desgracia,
nos hallamos, pero requerira demasiado tiempo esa exposicin descriptiva de mi Neocosmos,
aun cuando slo la hiciera a grandes rasgos. Quedar para otra oportunidad, si alguna noche
acepta sentarse a cenar en mi modesta mesa. Agradec al profesor Murmienni la leccin dada
y la invitacin, pero, desgraciadamente debo partir de Turku dentro de dos das, y creo que
jams sabr en qu consiste el Neocosmos ideado por la Problemtica General.
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LA CONVERSION DEL PAPA
(DE ROBERTO BROWNING)
Dakar, 6 de abril.
Ninguno de los autgrafos inditos que se hallan en la coleccin Everett, ahora propiedad
ma, me invita ms frecuentemente a una nueva lectura que el poemita de Roberto Browning.
Fue Browning menos clebre que Cervantes y que Goethe, tambin de stos tengo
manuscritos en mi caja fuerte porttil, pero me doy cuenta de que estoy ms prximo a l que
a los otros. Se trata de uno de los imaginarios soliloquios que figuran entre los ms felices
inventos del poeta, y me asombra que jams lo haya publicado. Su ttulo es extrao: La
Conversin del Papa. Creo que es una idea genial. En el poema habla el hijo nico de un ignoto
hereje bohemo de la Edad Media, hereje a quien Browning llama Jan Krepuzio; por haber
profesado pblicamente algunas teoras blasfemas sobre los motivos de la Redencin, la
Inquisicin lo hizo apresar, torturar y finalmente fue quemado vivo en una plaza de Praga. Su
hijo, el nio Aureliano, fue escondido en Alemania por algunos parientes lejanos, pero jams
pudo olvidar el fuego que haba consumido a su padre. Una vez adulto y libre decidi vengarse
de la Iglesia de Roma, empleando un nuevo sistema de venganza jams ideado por otro. Con
nombre fingido se fue a un convento de Miln, y solicit ser recibido como hermano lego. Su
obediencia y bondad le valieron el premio deseado se le recibi entre los novicios. Su celo por
la vida monstica y por la Sagrada Teologa pareci ser tan ardoroso y sincero, que al cabo de
slo tres aos fue ordenado sacerdote. Obtuvo entonces ser enviado a predicar la verdad
catlica a pases de infieles y cismticos, y con su palabra y ejemplo logr convertir a ciudades
enteras. Fue encarcelado por los enemigos de la verdadera fe, pero pudo huir de entre sus
manos, y hasta se dijo que lo logr con la ayuda de un ngel. Su nombre lleg a odos del
Pontfice reinante, que lo llam a Italia y le confiri un obispado. Tambin como obispo y en
breve tiempo, lleg a ser famoso en los pueblos. La austeridad de sus costumbres en medio de
un clero corrompido, la victoriosa elocuencia de su palabra, la perfecta ortodoxia de sus
enseanzas teolgicas, todo hizo de l uno de los prelados ms ejemplares e ilustres de su
siglo. Pero esto no le bastaba, precisaba obtener otros honores y dignidades para consumar la
venganza premeditada. En sus vigilias jams olvidaba la hoguera en la que haban hecho arder
a su padre, segn l injustamente. Deba vengarlo, en forma diablica y clamorosa,
precisamente en la capital de la Cristiandad, en Roma, en San Pedro. La palidez de su
demacrado rostro era atribuida al ascetismo de suvida, pero en realidad no era ms que el
reflejo de su prolongado rencor, era el efecto de una fatigosa y perpetua simulacin. Muri el
anciano Papa y se eligi a otro que haba conocido y admirado a Aureliano, y en el primer
consistorio lo cre cardenal. Aureliano ya se vea prximo a la meta, y su ardor apostlico en
pro de la Iglesia se acrecent ms y ms. Fue Legado Pontificio, Doctor en un Concilio y
Cardenal de Curia; en todo ello demostr ser un infatigable defensor de los dogmas y de los
derechos de la Iglesia Romana. Ya casi era anciano, pero el alucinante pensamiento de la
venganza no lo dejaba ni de da ni de noche. Tambin fue alcanzado por la muerte el Papa
protector suyo, y en el cnclave subsiguiente Aureliano fue elegido Vicario de Cristo,
obteniendo la unanimidad de los sufragios. Aun entonces supo ocultar su inmenso gozo bajo la
mscara de una tranquila humildad. Ya estaba prximo el gran da por l esperado y deseado
secretamente durante dolorosos aos de forzada comedia. Haba sido elegido a comienzos de
diciembre; entonces anunci al Sacro Colegio y a la Corte del Vaticano que la ceremonia de su
coronacin se realizara la noche misma de Navidad. Desde muchsimo tiempo antes haba
planeado y soado la inaudita escena: despus del Pontifical, despus de haberse realizado
todos los ritos de la coronacin, dueo ya de los privilegios y de las prerrogativas del Supremo
Magisterio como cabeza infalible de la Iglesia Docente, entonces se pondra de pie para hablar
al clero y al pueblo, y en el silencio solemne de la mxima baslica pronunciara finalmente las
tremendas palabras que vengaran para siempre al padre inocente. Dira que Cristo no era
Dios, que haba sido un pobre bastardo, un pobre poeta iluso vctima de su ingenuidad, y
finalmente, aqu hara resonar su voz como un desafo satnico, finalmente, con el sello de su
autoridad proclamara que Dios jams haba muerto porque jams haba existido. Cul habra
sido el efecto causado por tan espantosas blasfemias, brotadas de los labios de un Pontfice
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Romano? Tal vez, despus del primer momento de estupor lo habran reducido, gritando que
era un loco? Lo habran hecho pedazos sobre la tumba de San Pedro? No se preocupaba
mucho por ello; la voluptuosidad brindada por tan estupenda venganza jams tendra un
precio demasiado elevado. Lleg la vigilia de Navidad y anocheci. Todas las campanas de
Roma taan a fiesta, ros humanos de nobles y plebeyos marchaban a la Plaza de San Pedro,
llenaban el gran templo que pareca ser una inmensa cavidad luminosa, para poder asistir a la
fastuosa ceremonia que celebraba simultneamente el Nacimiento de Dios y la coronacin de
su Vicario en la tierra. Desde una sala de su palacio Aureliano miraba y escuchaba. Vea
aquellas multitudes de fieles gozosos y confiados, oa sus cnticos de Navidad, sus laudos, sus
himnos, y en todos ellos se transparentaba una sencilla pero infinita esperanza en el Divino
Infante, en el Salvador del mundo, en el Consuelo de los pobres, de los perseguidos y llorosos.
Y en aquel instante, en aquella sala donde el nuevo Papa se haba encerrado, solo, para
concentrar sus pensamientos y sus fuerzas, sucedi algo que jams fue conocido por otros, se
realiz el inesperado y providencial milagro: el pensamiento de toda aquella pobre gente que
corra hacia l, que crea en l porque haba credo en sus palabras, ese pensamiento lo burl,
lo conmovi, lo sacudi y arrastr consigo. Experiment un escalofro, se sinti agitado por un
temblor, le pareci que una luz jams vista invada la gruta oscura de su alma.
Repentinamente se sinti inundado y vencido por una dulzura aniquiladora jams
experimentada en su larga vida, por una ternura infinita hacia todas aquellas almas simples,
infelices y sin embargo felices, que crean en Cristo y en su Vicario, y sbitamente, el nudo
negro y gravoso de la anhelada venganza se deshizo, se cort, se disolvi en un llanto
continuo, desesperado, que le quemaba los ojos y el corazn, que consuma su interior ms
que una llama viva. El nuevo Papa se postr sobre el mrmol del pavimento, y or de rodillas,
or por vez primera con abandono total del alma, con toda la sinceridad de la pasin, como
nunca haba orado en toda su vida. El viento impetuoso de la Gracia lo haba derribado y
vencido en el ltimo instante. Hasta el mismo dolor del remordimiento por su infame pasado
de fingimiento, de engao y duplicidad, le pareca un consuelo inmerecido, un consuelo divino.
Aquel dolor quemante lo podra acompaar hasta la muerte, pero purificndolo, salvndolo de
la segunda muerte. Cuando los ayudantes y aclitos penetraron en la sala precedidos por el
Cardenal Decano, hallaron al nuevo Papa arrodillado, hecho un mar de lgrimas, y se sintieron
grandemente edificados. Concluido el solemne rito de la coronacin, el Pontfice quiso hablar al
pueblo. Habl de Cristo y de su nacimiento en Beln, habl de la Madre Virgen, de los ngeles
y los pastores, y lo hizo con tal calor de afecto que todos los oyentes, hasta los viejos
cardenales apergaminados en su prpura, lloraron como hijos que finalmente encuentran al
padre a quien crean perdido. Y muchas mujeres, al salir de la Baslica iluminada a la oscuridad
de la ciudad, afirmaron que al cabo de siglos un verdadero santo haba ascendido a la Ctedra
de San Pedro.
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VISITA A HUXLEY
(0 LA MUERTE DEL INDIVIDUO)
Londres, 7 de enero.
La bondad y la tenacidad de un amigo lograron satisfacer mi viejo deseo de interrogar a
Aldous Huxley sobre el porvenir del hombre.
Huxley, descendiente de una dinasta de sabios, es un novelista que piensa, o sea un
novelista nada comn; senta admiracin por l desde que leyera Point Counter Point y Jesting
Pilate. Me recibi en su Club, porque esa misma noche tena que salir de Londres. Es un
hombre corts, no es viejo, gran trabajador a pesar de su vista ya debilitada. Le hice la
pregunta por la que ms inters senta.
Cul ser la condicin futura del hombre? Huxley me mir esbozando una maliciosa
sonrisa de complicidad, y respondi:
Es el problema que hoy ocupa mi mente ms que todos los otros. Le har conocer mis
ltimas previsiones deseando que resulten vanas y falaces.
Lo que se llama ahora "edad atmica" es, a mi parecer, la crisis del paso del estado
anrquico de la inteligencia humana al estado celular y gregario al que probablemente
estamos destinados. Nos hemos acostumbrado a admirar los progresos intelectuales realizados
por nuestra especie desde la edad cuaternaria hasta el siglo vigsimo: artes, ciencias,
pensamiento, y dems progresos. Pero esa lozana del espritu humano quiz no sea ms que
un lujo infantil, una juvenil explosin de la raza humana, y que ha puesto en peligro hasta
nuestra existencia como podemos verlo claramente hoy en da, y que el instinto de
conservacin har cesar para dar lugar a una forma de vida enteramente diversa.
La inteligencia, que en su origen fue para el hombre un arma de defensa contra los
peligros y amenazas de la naturaleza, desde hace unos veinte o treinta siglos se dedic a
trabajar por su cuenta, caprichosa y alocadamente, siguiendo dos orientaciones: la fantasa y
el raciocinio. Todos los mitos, los inventos, las metafsicas, las artes, las utopas polticas y
sociales, han procedido de ese doble juego de la libre actividad mental. Han proporcionado al
hombre alegras, diversiones, alivios momentneos, entusiasmos y voluptuosidades, pero al
cabo de treinta siglos de experiencia los resultados finales son pavorosos y desastrosos. El
hombre ha creado mundos imaginarios, ha construido edificios frgiles, se ha entregado a
encantamientos debilitantes, se ha enviciado con estupefacientes espirituales nocivos, ha
intentado evasiones que concluan por duplicar su esclavitud. Dicho colapso comenz a
manifestarse en el ochocientos. El romanticismo, el individualismo, el anarquismo, el
esteticismo, el satanismo, todo ello precedi, mediante la disgregacin de la sociedad, de la
familia y del alma, a la disgregacin del tomo operada por los fsicos. La inquietud moral, la
alineacin progresiva, el pesimismo radical, la inestabilidad social, la ruptura con las
tradiciones y la decadencia de las religiones, todo esto condujo a los hombres civilizados de
nuestro tiempo a la amargura, al descontento, a la rebelin, al terror, a la mana del suicidio, a
la previsin de un exterminio total de la especie humana.
Pero el hombre, al igual que el resto de los animales, posee todava el instinto de
conservacin y ha corrido al refugio. Hay dos fenmenos bastante recientes que representan el
muro de contencin contra el desastre y son seales premonitorias del prximo vuelco de
nuestra vida; son de orden diverso pero concomitante: la sustitucin de la mquina por el
esfuerzo humano y la de los regmenes totalitarios en lugar de los sistemas liberales y
democrticos.
El hombre se est convirtiendo en siervo y scubo de las mquinas; los pueblos se
estn transformando en masas annimas, movidas y niveladas por un poder central autoritario
y sin "control".
Las tentativas de las dictaduras de nuestro siglo parecen haber fracasado, por lo menos
parcialmente. Pero su frecuente aparicin y multiplicacin es un hecho histrico indestructible
y que no se agota. Lenin, Mussolini, Hitler, Pilsudski, Franco, Antonescu, Stalin, todos ellos
pueden ser para los ltimos fieles de la libertad, seres odiosos y odiables, pero sin duda alguna
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son los portaestandartes de un sistema social que, para evitar los errores, las demoras, los
desrdenes, las dilapidaciones y los peligros de la edad parlamentaria, concluir por reducir las
naciones del mundo a hormigueros y colmenas.
Sin saberlo tiende a la misma finalidad la imposicin de los medios mecnicos en todas
las actividades del hombre, hasta en las mentales. El triunfo de la Ciberntica, que ya se prev
como inminente, acabar con los ltimos vestigios de la iniciativa humana. En las grandes
fbricas norteamericanas, que sirven de modelo para el resto del mundo, el hombre ya no es
ms que un adminculo de la mquina, aun cuando sea de carne, y forma parte de la gran
mquina sin nada humana que algn da hasta prescindir de l.
O sea: el hombre se est convirtiendo en una simple clula del Leviatn poltico y en un
simple engranaje del inmenso monstruo de la mquina omnipresente y omnifactora.
Presenciamos hoy un hecho que cien aos antes hubiera parecido increble la supresin y la
muerte del individuo.
El desencadenamiento del individuo ha llevado a la locura, al dolor, al desorden, a las
guerras, al peligro del hambre y la muerte. El hombre, con tal detener seguridad acerca de su
alimento y de su paz est dispuesto a renunciar a todas las prerrogativas de la libertad, del
genio, de la creacin, del riesgo. El hombre, que hasta ahora haba sido un joven movedizo e
independiente, con todos los grillos e impetuosidades de la juventud, est pasando a la edad
madura, a la edad de la renuncia, del orden, de la calma, del conformismo. Eramos aves libres
en el espacio, fieras independientes en la selva, pero ya se ha visto que no era posible
continuar as, resultaba demasiado caro, era algo que pona en peligro la existencia misma de
nuestra especie. El mundo del futuro ser muy semejante a los hormigueros, a las colmenas, a
las moradas de los comejenes. El yo ser muerto, se renegar de la fantasa, el individuo ser
reprimido y oprimido, la libertad y la iniciativa sern abolidas; slo a costa de ese dursimo
precio podr sobrevivir el gnero humano.
Quiz tambin las hormigas, las abejas y los comejenes, que sin duda alguna son
animales inteligentes, en tiempos antiqusimos disfrutaron de genio e iniciativa libre antes de
reducirse a su condicin actual de sociedades instintivas y gregarias. Pues una revolucin
similar se est verificando en la especie humana, y en algunos pases, como por ejemplo en
Rusia, hay ya un esbozo de realizacin. Tendremos que dejar a un lado cosas que para
nuestros padres eran el tesoro ms maravilloso del hombre la poesa, la libertad, la locura del
genio, la autonoma del individuo. Pero no tendremos ms remedio que hacer ese sacrificio si
queremos salvar los bienes esenciales y primordiales: el pan, la seguridad, la existencia.
Hasta en mi propia patria, que fue cuna de las libertades civiles e intelectuales, se est
consolidando un socialismo estatal que, a pesar de un disfraz parlamentario, tiende a hacer la
vida social muy, similar a la del comunismo. El individuo muere a fin de que pueda sobrevivir
la especie; tal es, hoy en da, el meollo de mis observaciones y el fundamento de mis
previsiones. Diciendo esto Huxley se puso de pie y me pidi disculpas por tener que
interrumpir la conversacin, pues antes de su partida deba acudir a dos citas ms. Le agradec
calurosamente sus razonamientos, tristes pero lcidos, y me desped de l.
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EL MASCULINISMO
Londres, 18 de septiembre.
No tengo la costumbre de escuchar a los oradores heterodoxos e inconformistas que, en
homenaje a la libertad de palabra, predican y vociferan todos los das en Hyde Park. Pero hoy
mientras cruzaba por el parque me detuve sin saber por qu frente a un caballete que sostena
un cartel en el que se lea escrito en grandes caracteres negros: El Masculinismo. Era el orador
un hombre larguirucho, de edad mediana, de cabellos rojizos y alborotados, tena dos ojos
negros, de visionario; an no haba comenzado a perorar porque los oyentes eran muy pocos,
apenas tres o cuatro y todos ancianos. Quise esperar la prometida revelacin y al cabo de
pocos minutos el hombre de la cabellera roja se decidi a hablar:
Os anuncio la nueva doctrina moral, social y poltica que transformar la vida del
mundo; os anuncio la revolucin del Masculinismo.
En esta misma metrpoli, hace ya muchos aos, las mujeres se levantaron furiosas
contra los privilegios masculinos, y guiadas por la clebre miss Pankhurst, fundaron el
Feminismo. Hoy, al cabo de cincuenta aos de luchas y polmicas, el Feminismo ha triunfado:
las mujeres tienen todos los derechos civiles y polticos. Hay mujeres en el gobierno y en el
parlamento, hay mujeres embajadoras y mujeres militares, las mujeres han invadido las
administraciones pblicas y privadas, las escuelas y las fbricas, perfectamente bien!
Nosotros, los masculinistas, no somos contrarios a los continuos y progresivos triunfos
del Feminismo. No surge el Masculinismo para oponerse al Feminismo, muy al contrario!, su
objetivo declarado y lgico es el de tomar nota de las conquistas del Feminismo, ms an,
ampliarlas, extenderlas, hacerlas universales.
Escuchadme, seores, y seguidme atentamente. En su ingenuidad casera y provinciana
imaginaban las mujeres que el privilegio de gobernar a los pueblos, cosa que hasta hace medio
siglo le estaba reservada a los hombres, era un honor, una alegra, una satisfaccin. Nuestras
rivales se engaaban por completo. La poltica es un arte grosero y falaz, se funda en los
compromisos y en los engaos, en la hipocresa y en la desfachatez. La poltica es incmoda,
sucia y peligrosa. Por esto, los masculinistas proponen la entrega total de los poderes a las
mujeres, las que por su misma naturaleza son ms astutas, ms mentirosas y ms
acomodaticias. Que no haya tan slo alguna diputada o ministra, sino que todos los
parlamentos y todos los gobiernos estn formados nicamente por mujeres!
Ellas tienen la lengua ms suelta que nosotros, poseen un mayor sentido prctico y
menos repugnancia para las cosas sucias; la poltica est hecha para ellas y solamente para
ellas. Y frente al espectculo de lo que est sucediendo hoy en el mundo no hay que temer
que la cosa pblica vaya a andar todava peor, pues esto es claramente imposible. En la peor
de las hiptesis los pueblos serian llevados a la miseria y a la muerte, y es lo que ya est
sucediendo, de modo que nada se cambiara. En lugar de esto, cambiar para mejor la suerte
de los hombres, quienes finalmente se vern en libertad para dedicarse a actividades ms
nobles.
Escuchadme, ciudadanos hombres: el Masculinismo prepara vuestra liberacin de los
trabajos y misiones ms duros e ingratos. Ahora las mujeres han ingresado ya en la
enseanza, pero todava estn en minora. El oficio de instruir a los nios y jvenes, es,
digamos la verdad de una vez por todas, muy fatigoso y molesto; por doquiera es el programa
de los escolares estudiar poco y engaar a los maestros. Los nicos alumnos que logran en
verdad aprender algo son los que estudian por s solos, por pasin natural. As pues, por qu
no confiar a las mujeres, y solamente a ellas, la enseanza inferior y superior? Ellas tienen
ms paciencia y astucia y un poder de atraccin muy superior; se puede descontar desde
ahora que los discpulos aprovecharn bastante ms que con profesores hombres, quienes a su
vez, libres del odioso tedio de la escuela, finalmente podrn estudiar seriamente por su
cuenta.
Y dgase lo mismo del trabajo en todas sus formas. Segn las escrituras el trabajo fu
impuesto al hombre como castigo, pero, dado que de acuerdo a las mismas Escrituras la
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131
primera y verdadera culpable fue la mujer en la persona de Eva, justo es entonces que la pena
sea soportada por ella y solamente por ella.
Me preguntaris, estimados amigos oyentes, qu harn los hombres si se realizan
plenamente las sagradas y legtimas reivindicaciones del Masculinismo. No es difcil responder:
liberados ya del trabajo y fastidio que implican el gobierno y dems, finalmente podremos
gozar en paz de la maravillosa belleza del mundo. De la accin siempre penosa y, peligrosa
ascenderemos todos a la felicidad de la contemplacin. Las ms elevadas actividades del
espritu, que hoy son patrimonio de pocos porque los ms deben atender a las bajas
ocupaciones de la vida, podrn ser ejercitadas por todos los varones. La poesa, la pintura, la
escultura, la investigacin cientfica y la especulacin metafsica, tales sern nuestras nicas
ocupaciones diarias. La humanidad se dividir en dos grandes castas diferenciadas por el sexo:
la una se dedicar a la poltica, al comercio, a la produccin material, a las escuelas y oficinas,
y la otra, la de nosotros los varones podr consagrarse con plcida tranquilidad a las artes, al
pensamiento, al descubrimiento de lo bello y lo verdadero, en una palabra: a todo lo que hace
soportable y deseable la existencia. Me parece que el programa del Masculinismo,
lacnicamente expuesto con lo dicho, merecer los sufragios de nuestro sexo, que se ver
redimido de esas obligaciones prcticas indignas de su primaca espiritual.
Y no sentiremos ningn remordimiento, pues precisamente las mujeres han sido las
primeras en pretender con todas sus fuerzas hacer lo que haca nicamente el hombre con
sacrificios y resignacin. No hacemos ms que aceptar las consecuencias extremas de su
sublevacin. El Masculinismo no es la contestacin al Feminismo, sino su realizacin universal
en nombre de nuestra felicidad y de la verdadera justicia. Mientras hablaba el orador la
audiencia haba ido engrosando hasta convertirse en una pequea multitud, y fueron muchos
los que aplaudieron con entusiasmo. El hombre de los cabellos rojos y los ojos negros se sec
el sudor y sonri beatficamente. Yo me fui de Hyde Park caminando a largos pasos y entr en
el Savoy.
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LOS VENDEDORES DE IMPOSIBLES
Galway, 10 de julio.
La feria de San Patricio es la fiesta mxima del ao en esta pequea ciudad irlandesa.
Acuden a ella comerciantes, juglares, acrbatas y msicos, desde todos los rincones del pas;
adems llegan innumerables grupos de gente del campo. Esa feria dura tres das, y tanto el
barrio del puerto como los suburbios se llenan de barracas, palcos, bancos y ruidos que
resuenan por todas las calles y plazas. Es una bacanal rstica y diablica que tanto durante el
da como durante la noche no conoce interrupcin de los gritos, los ruidos, las msicas, los
estrpitos y las resonancias de las cornetas y trompas. Los ciegos cantan melopeas tristes que
nadie escucha; los negros bailan y ruedan hinchando las mejillas, los muchachitos se gastan
los labios soplan do en las cornetas; los jvenes hacen estallar petardos entre los pies de las
muchachas, stas agitan en el aire los multicolores componentes de sus ropas; los viejos
beben, fuman y ren; disparan los tiradores al blanco; los charlatanes hablan hasta quedar
roncos; los saltimbanquis se estiran y retuercen; sudan los vendedores de lquidos; chirran los
gramfonos, gimen y gorjean las radios. En una palabra: se concentra el ruido bestial y la
balumba infernal de todas las ferias del mundo. Entontecido por el calor y el fragor me alejaba
en direccin al campo, pensando para m cun locos y bufones eran mis semejantes al llamar
fiestas y di versiones a esos ataques de furor colectivo, capaces nicamente de herir los odos,
de echar a perder el estmago, de martirizar el cerebro, de impedir el sueo y de multiplicar
las enfermedades nerviosas. Senta necesidad de soledad y silencio. Pero cuando estaba ya
dejando atrs la ciudad entrev a mi derecha, en el trmino de una callecita breve, que haba
all una placita donde estaban algunas personas en pie, parecan escuchar y mirar a alguien
que yo no poda distinguir. No parta de all ruido alguno, y quise conocer las causas de aquel
prodigio. Ms que plaza pareca ser un gran patio rodeado por edificios altos, oscuros y
leprosos, ennegrecidos y descortezados por el aire salino. Se aproximaba el crepsculo, y el
conjunto causaba una impresin de ambiente misterioso y embrujado. Haba en la placita una
especie de escenario abierto que tena a los costados colgaduras negras a modo de bastidores.
En el tablado, y a poca distancia una de otra, se vean dos mesas de abeto, sin pintura, y
detrs de cada una estaba de pie un viejo, ambos de elevada estatura, de largas barbas
blancas y de rasgos severos. Uno de ellos vesta una garnacha de terciopelo turqu, el otro
tena puesta una tnica castao que le daba el aspecto de un fraile. Una de las mesas estaba
ocupada por objetos que brillaban a los ltimos reflejos del sol; la otra estaba llena de botellas
de tamaos diversos. El viejo vestido de turqu levant uno de los objetos brillantes y lo
ense a las pocas personas presentes. Era un espejo redondo.
Este dijo, es el espejo revelador del tiempo pasado; en l podris ver a vuestro
gusto las imgenes de vuestros difuntos padres, de los antepasados ms lejanos de vuestra
familia. Luego, el viejo vestido de castao levant una botella de color hiel y exclam
Esta botella contiene un licor portentoso. Bastan unas pocas gotas para devolver la
vida a un moribundo o a un cadver. Pero debo advertir que esa resurreccin no puede durar
ms de veinticuatro horas. El otro viejo tom de su mesa otro espejo, de forma oval y dijo as:
Este es el espejo de la belleza desconocida. Todo el que se mire en l despus de
haberse purificado con un bao, se ver a s mismo bellsimo, aun cuan do sea un monstruo
deforme o una bruja repugnante. El viejo de castao ense otra botella, pequea y
transparente.
En esta botella est contenida una esencia oriental que inspira ternura y voluptuosidad.
Bastar que la hagis oler a la mujer que se os resiste, y os amar. Pero debo confesar que su
milagroso efecto no dura ms de doce horas. Sin embargo, en doce horas un enamorado
audaz puede obtener mucho de lo que desea.
El viejo de turqu, a su vez, mostr otro espejo grande y cuadrado.
Este se llama el espejo de las verdades futuras. Mirndolo atentamente por espacio de
muchas horas sin cansaros, veris desfilar los hechos notables de vuestra vida futura hasta la
hora de la muerte. Cada uno de vosotros podr conocer anticipadamente lo que le suceder,
tanto lo bueno como lo malo.
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133
El viejo de castao alz otra botella, grande y de color verde.
Escuchad, seores. Esta es una de las bebidas ms prodigiosas entre todas las que se
pueden ofrecer a los hombres y sobre todo a las mujeres. Cada gota os har retroceder un
ao, veinte gotas os quitarn veinte aos de edad. Pero se advierte que la juventud as
recuperada desaparece al cabo de dos das. Mas, quin no querr comprar por dos libras
esterlinas dos das de fresca y altiva juventud?
El viejo de turqu mostr al pblico otro espejo, esta vez triangular.
Con este espejo se supera y vence cualquier dificultad para leer escrituras indescifrables
o extranjeras. Poned mirando hacia el mismo una carta llena de abreviaturas o de manchas, la
pgina de un libro escrito en rabe o japons, y todo lo podris leer y comprender en
inmejorable ingls.
El otro empu una de sus botellas, parecida a un frasco de medicinas, y afirm La
emulsin contenida en esta botella es una de las ms prodigiosas que puedo ofrecer a mis
oyentes ingerida en ayunas y bastan dos cucharadas de sopa, proporciona
improvisadamente al bebedor el genio poltico. Se recomienda especialmente a los diputados,
a los ministros, a los secretarios de partidos polticos y tambin a los simples consejeros
comunales; desgraciadamente, el efecto dura muy poco, tan slo cuarenta minutos. Pero en
cuarenta minutos un poltico puede tomar decisiones capaces de cambiar la suerte de una
nacin y hasta de todo un continente.
El otro viejo, sin dejar pasar un instante tom un enorme espejo hexagonal y dijo as
Seores y amigos: con este espejo podris descubrir a vuestro gusto lo que est sucediendo
lejosde vosotros, de vuestra casa y de vuestra ciudad. Podris ver qu es lo que hace vuestra
mujer amada, cmo se comporta vuestro hijo en la universidad o en el buque en el que viaja
por los mares, podris ver lo que sucede en la corte del emperador _y en las casas de vuestros
amigos. Su nombre es: el espejo de las realidades aproximadas.
An no haba concluido de hablar cuando su compaero tendi hacia el escaso auditorio
otra botella; voluminosa v de color azul.
Sin duda alguna sabis que cada uno de nosotros no est viviendo por vez primera,
que hemos tenido otras existencias, otras vidas en otras edades. Quien bebe un sorbo del
liquido contenido en esta botella podr verse a si mismo tal cual fue en los siglos pasados, con
otros aspectos externos y otros destinos. Pero este milagro tiene una duracin mnima cinco
minutos.
Recordaris que los moribundos pueden repasar en poqusimos instantes toda su
existencia, del mismo modo aqu. Apresuraos, ciudadanos, porque sta es la ltima de mis
botellas.
Atnitos y dudando, los pocos presentes no decan palabra, ninguno compraba y los dos
viejos no demostraban tener prisa en vender. El crepsculo se acentuaba ms y ms, la plaza
se haca ms negra y siniestra. Los dos viejos hablaban en voz baja. Abandon aquel lugar y
march hacia las afueras a lo largo de un camino arbolado. Pero despus de dar unos
centenares de pasos, pens
Y si todo fuera verdad?... Si aquellos charlatanes no fueran charlatanes?
Repentina e irresistible me sobrevino la tentacin de comprar todos los espejos y las
botellas. Con pocas libras esterlinas me quitara la curiosidad. Los espaoles suelen decir:
Quin sabe?!
Volv lentamente sobre mis pasos y hall la placita, pero aquel lugar estaba desierto y
silencioso, la gente haba desaparecido, el escenario y sus colgaduras no se vean, los dos
viejos se haban desvanecido. Solamente estaban firmes las casas negras, altas, leprosas,
apretadas.
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EL PARAISO HALLADO NUEVAMENTE
(DE WILLIAM BLAKE)
Aberdeen, 5 de septiembre.
Entre los manuscritos inditos de la coleccin Everett hay uno que a pesar de su
brevedad es de los ms importantes, segn me lo confirm un scholar de Cambridge: es de
William Blake, el visionario poeta autor de El Matrimonio del Cielo y el Infierno. Segn parece,
el fragmento que tengo ante mis ojos debi ser el esbozo de un poema que hubiera tenido por
ttulo El Paraso Hallado Nuevamente, titulo que recuerda al Paradise Regained, de John Milton,
pero tanto el tono como el contenido son muy diversos. Blake comienza diciendo que el Edn
del que habla la Biblia no puede haber desaparecido de la faz de la tierra, porque Dios es por
esencia creador, y ciertamente no ha querido destruir una de sus obras maestras. As pues, es
necesario buscar ese Paraso, cosa que ya intentaron muchos hombres durante los siglos de
las luces o sea durante la Edad Media. El ltimo navegante que se esforz por hallar el Paraso
Terrenal fue Cristbal Coln, quien marchando hacia Occidente se propona llegar al Oriente,
lugar donde Dios habra preparado el jardn de delicias para su primer husped. Pero, por
desgracia, el mstico genovs hall tierras que se interponan entre Europa y Asia, y que
resultaron ser cebo y barrera. Con l concluy la Edad Media y termin la bsqueda del Edn.
Blake imagina ser l mismo el nuevo peregrino que pretende recorrer, afanosamente, el
camino seguido por los dos exilados: por nuestro primer padre y por nuestra primera madre.
Por espacio de largos aos viaja por estepas y bosques, atraviesa cadenas de montaas y
multitud de ros, recorre valles fertilsimos y selvas terrorficas, marcha por las dunas del mar
y los senderos herbceos de los altiplanos. Encuentra llanuras verdes y jardines florecidos,
bosques donde mora la alegra de los pjaros y frescos oasis de palmeras y fuentes, pero en
ningn sitio halla al verdadero Paraso Terrenal, por doquiera reinan el gemido del sufrimiento
y las sombras de la muerte. Una noche, cansado y afligido se duerme el peregrino sobre el
musgo de una caverna. Tiene un sueo en el que se le aparece un gigante de cabello blanco,
un gigante que lo mira con ojos fulgurantes e imperiosos; el peregrino cree reconocer en l al
Creador pintado por Miguel Angel en la capilla Sixtina. El anciano habla as al desesperado
viandante
En vano recorres la tierra buscando el lugar donde estuvo el Jardn destinado a ser
morada de Adn. Como premio a tu fe y tu constancia te revelar la verdad que fue adivinada
nicamente por rarsimos santos. El Paraso Terrenal es toda la tierra, nada ms que la tierra
con todas sus regiones, con sus alturas y sus aguas. Adn y Eva no fueron expulsados de un
lugar cerrado, sino que fueron cegados. Las espadas llameantes de los Querubines cambiaron
la visin de sus ojos, los obnubilaron y no reconocieron el asilo de las delicias y jams lo
volvieron a reconocer. Sus ojos ofuscados vieron malezas y espinas donde haba flores
esplendorosas, vieron piedras escabrosas donde haba gemas refulgentes, zonas desiertas
donde en realidad haba extensiones alfombradas de hierbas olorosas, lugares nebulosos
donde brillaban cielos resplandecientes, horrendos abismos donde haba valles bendecidos por
la sonrisa del sol. El mundo ha quedado tal cual fue en su creacin desde el primer da, pero
los hombres, debido a la alteracin de su mirada, ven en el Paraso, ya un doloroso Purgatorio,
ya un horrendo Infierno.
Y tambin su facultad auditiva fue alterada por el fragor de las espadas, y dejaron de
comprender el lenguaje de los animales y los armoniosos mensajes de las plantas. Si el
hombre pudiera recuperar la limpidez de sus pupilas obcecadas y la virtud perfecta de sus
odos, entonces todo se le aparecera como es en la realidad, como se le apareci el primer
da, antes del pecado. El anciano extendi su diestra y toc los ojos del durmiente, luego
sopl con su boca en sus odos. Al percibir aquella sensacin el peregrino se despert
sobresaltado, sacudido por un gozoso terror, y sali de la caverna. Ya amaneca, y Blake
comprob que el Seor no le haba engaado: lo que en la tarde anterior le haba parecido una
tierra pedregosa y estril, la vea ahora como una multicolor fiesta de hierbas y flores, de
arbustos cargados con bayas maduras, por doquiera vea ovejas pastando. Extasiado de
estupor, comprendi de golpe los razonamientos que se decan gorjeando los mirlos y las
alondras, alegrndose con l por la recuperada felicidad. Y yo, concluye diciendo Blake,
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despus de agradecer al Seor con un canto nuevo, regres a mi ciudad, a mi pobre casita, y
me di cuenta de que hasta mi reducida huerta de Londres era un rincn, hasta entonces
ignorado, del Edn omnipotente y eterno.