Leff. Racionalidad Ambiental
Leff. Racionalidad Ambiental
Leff. Racionalidad Ambiental
y
democracia
RACIONALIDAD AMBIENTAL
La reapropiacin social de la naturaleza
por
ENRIQUE LEFF
portada de ivonne murillo
primera edicin, 2004
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-2560-9
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en mxico
Para Jacquie y Tatiana
y a la memoria de Sergio
PRLOGO
La problemtica ambiental emerge como una crisis de civilizacin: de
la cultura occidental; de la racionalidad de la modernidad; de la eco-
noma del mundo globalizado. No es una catstrofe ecolgica ni un
simple desequilibrio de la economa. Es el desquiciamiento del mun-
do al que conduce la cosificacin del ser y la sobreexplotacin de la
naturaleza; es la prdida del sentido de la existencia que genera el
pensamiento racional en su negacin de la otredad. Al borde del
precipicio, ante la muerte entrpica del planeta, brota la pregunta
sobre el sentido del sentido, ms all de toda hermenutica. La cri-
sis ambiental generada por la hegemona totalizadora del mundo
globalizado por la voluntad homogeneizante de la unidad de la
ciencia y la unificacin forzada del mercado no es ajena al enigm-
tico lugar del yo ante el otro que cuestiona Rimbaud al afirmar je
est un autre, dando el banderazo de salida a la desconstruccin del
yo, sacudindolo de la complacencia de su mismidad en la autocon-
ciencia del sujeto de la ciencia y lanzndolo al encuentro con la alte-
ridad; o la disociacin entre el Ser y la significacin del mundo la
falta de correspondencia entre las palabras y las cosas que seala
Mallarm al evidenciar la ausencia de toda rosa en la palabra rosa.
La crisis ambiental, como cosificacin del mundo, tiene sus races
en la naturaleza simblica del ser humano; pero empieza a germinar
con el proyecto positivista moderno que busca establecer la identi-
dad entre el concepto y lo real. Mas la crisis ambiental no es slo la
de una falta de significacin de las palabras, la prdida de referentes
y la disolucin de los sentidos que denuncia el pensamiento de la
posmodernidad: es la crisis del efecto del conocimiento sobre el mundo.
Ms all de las controversias epistemolgicas sobre la verdad y la ob-
jetividad del conocimiento; ms all del problema de la representa-
cin de lo real a travs de la teora y la ciencia, el conocimiento se ha
vuelto contra el mundo, lo ha intervenido y dislocado. Esta crisis de
la racionalidad moderna se manifest, antes que como un problema
del conocimiento en el campo de la epistemologa, en la sensibilidad
de la poesa y del pensamiento filosfico. Pero la crtica a la razn
del Iluminismo y de la modernidad, iniciada por la crtica de la me-
[ix]
PRLOGO x
tafsica (Nietzsche, Heidegger), por el racionalismo crtico (Adorno,
Horkheimer, Marcuse), por el pensamiento estructuralista (Althus-
ser, Foucault, Lacan) y por la filosofa de la posmodernidad (Levinas,
Deleuze, Guattari, Derrida), no ha bastado para mostrar la radicali-
dad de la ley lmite de la naturaleza frente a los desvaros de la racio-
nalidad econmica. sta ha debido mostrarse en lo real de la natu-
raleza, fuera del orden simblico, para hacerle justicia a la razn. La
crisis ambiental irrumpe en el momento en el que la racionalidad de
la modernidad se traduce en una razn anti-natura. No es una crisis
funcional u operativa de la racionalidad econmica imperante, sino
de sus fundamentos y de las formas de conocimiento del mundo. La
racionalidad ambiental emerge as del cuestionamiento de la sobree-
conomizacin del mundo, del desbordamiento de la racionalidad
cosificadora de la modernidad, de los excesos del pensamiento obje-
tivo y utilitarista.
La crisis ambiental es un efecto del conocimiento verdadero o
falso, sobre lo real, sobre la materia, sobre el mundo. Es una crisis
de las formas de comprensin del mundo, desde que el hombre apa-
rece como un animal habitado por el lenguaje, que hace que la his-
toria humana se separe de la historia natural, que sea una historia
del significado y el sentido asignado por las palabras a las cosas y que
genera las estrategias de poder en la teora y en el saber que han tras-
tocado lo real para forjar el sistema mundo moderno.
Los mestizajes culturales a lo largo de la historia de la humanidad
fusionaron cdigos genticos y cdigos de lenguaje a travs de las di-
versas formas culturales de significacin y apropiacin cultural de la
naturaleza. La racionalizacin econmica del mundo, fundada en el
proyecto cientfico de la modernidad, ha llegado a escudriar los n-
cleos ms ntimos de la naturaleza, hasta hacer estallar la energa del
tomo, descubrir los hoyos negros del cosmos y penetrar el cdigo
gentico de la vida. Las cosmovisiones y las formas del conocimiento
del mundo han creado y transformado al mundo de diversas mane-
ras a lo largo de la historia. Pero lo indito de la crisis ambiental de
nuestro tiempo es la forma y el grado en que la racionalidad de la
modernidad ha intervenido al mundo, socavando las bases de susten-
tabilidad de la vida e invadiendo los mundos de vida de las diversas
culturas que conforman a la raza humana, en una escala planetaria.
El conocimiento ha desestructurado a los ecosistemas, degradado
al ambiente, desnaturalizado a la naturaleza. No es slo que las cien-
cias se hayan convertido en instrumentos de poder, que ese poder se
PRLOGO xi
apropie la potencia de la naturaleza, y que ese poder sea usado por
unos hombres contra otros hombres: el uso blico del conocimiento
y la sobreexplotacin de la naturaleza. La racionalidad de la moder-
nidad est carcomindose sus propias entraas, como Saturno devo-
rando a su progenie, socavando las bases de sustentabilidad de la vi-
da y pervirtiendo el orden simblico que acompaa a su voluntad
ecodestructiva. La epistemologa ambiental ya no se plantea tan slo
el problema de conocer a un mundo complejo, sino cmo el cono-
cimiento genera la complejidad del mundo. La reintegracin de la
realidad a travs de una visin holstica y un pensamiento complejo
es imposible porque la racionalidad del conocimiento para aprehen-
der y transformar el mundo, ha invadido lo real y trastocado la vida.
La transgnesis y la complejidad ambiental inauguran una nueva re-
lacin entre ontologa, epistemologa e historia.
La crisis ambiental no es tan slo la mutacin de la modernidad a
la posmodernidad, un cambio epistmico marcado por el postestruc-
turalismo, el ecologismo y la desconstruccin, la emergencia de un
mundo ms all de la naturaleza y de la palabra. No es un cambio
cultural capaz de absorberse en la misma racionalidad ni de escapar-
se de la razn. La crisis ambiental inaugura una nueva relacin en-
tre lo real y lo simblico. Ms ac de la prdida de referentes de la
teora, ms all de la identidad del Logos con lo real y de la significa-
cin de las palabras sobre la realidad, la entropa nos confronta con
lo real, ms que con una ley suprema de la materia: nos sita dentro
del lmite y la potencia de la naturaleza, en la apertura de su relacin
con el orden simblico, la produccin de sentidos y la creatividad
del lenguaje. Contra la epopeya del conocimiento por aprehender
una totalidad concreta, objetiva y presente, la epistemologa ambien-
tal indaga sobre la historia de lo que no fue y lo que an no es (ex-
ternalidad denegada, posibilidad subyugada, otredad reprimida),
pero que trazado desde la potencia de lo real, de las fuerzas en jue-
go en la realidad, y de la creatividad de la diversidad cultural, an es
posible que sea. Es la utopa de un futuro sustentable.
Entre los pliegues del pensamiento moderno, emerge una racio-
nalidad ambiental que permite develar los crculos perversos, los en-
cerramientos y encadenamientos que enlazan a las categoras del
pensamiento y a los conceptos cientficos al ncleo de racionalidad
de sus estrategias de dominacin de la naturaleza y de la cultura. En
sordina, a travs de la neblina de los gases de efecto invernadero que
cubre la tierra y ciega las ideas, este libro va desentraando el efecto
PRLOGO xii
de la racionalidad terica, econmica e instrumental, en la cosifica-
cin del mundo, hasta llegar al punto abismal en el que se desba-
rranca en la crisis ambiental. Muestra las causas epistemolgicas de
esta crisis, de las formas de conocimiento que ancladas en la metaf-
sica y la ontologa del ente, llegan a desestructurar la organizacin
ecosistmica del planeta y a degradar el ambiente. Critica los con-
ceptos con los que la filosofa guard celosamente la comprensin
del mundo el valor, la dialctica, la ley, la economa, la racionali-
dad y la esperanza de su trascendencia a travs de la autoorganiza-
cin de la materia, la evolucin de la vida y la cultura, la reconcilia-
cin de los contrarios o una ecologa generalizada. La ideologa del
progreso y el crecimiento sin lmites topa con la ley lmite de la na-
turaleza, iniciando la resignificacin del mundo para la construccin
de una racionalidad alternativa.
La racionalidad ambiental reconstruye al mundo desde la flecha
del tiempo y de la muerte entrpica del planeta, pero tambin des-
de la potencia de la neguentropa y de la resignificacin de la natu-
raleza por la cultura. La condicin existencial del hombre se hace
ms compleja cuando la temporalidad de la vida enfrenta la erosin
de sus condiciones ecolgicas y termodinmicas de sustentabilidad,
pero tambin cuando se abre al futuro por la potencia del deseo, la
voluntad de poder, la creatividad de la diversidad, el encuentro con
la otredad, y la fertilidad de la diferencia.
La desconstruccin de la razn que han desencadenado las fuer-
zas ecodestructivas de un mundo insustentable, y la construccin de
una racionalidad ambiental, no es tan slo una empresa filosfica y
terica. sta arraiga en prcticas sociales y en nuevos actores polti-
cos. Es al mismo tiempo un proceso de emancipacin que implica la
descolonizacin del saber sometido al dominio del conocimiento
globalizador y nico, para fertilizar los saberes locales. La construc-
cin de la sustentabilidad es el diseo de nuevos mundos de vida,
cambiando el sentido de los signos que han fijado los significados de
las cosas. No es una descripcin del mundo que proyecta la realidad
actual hacia un futuro incierto, sino des-cripcin de lo ya escrito,
prescrito, inscripto en el conocimiento de la realidad, del saber con-
sabido que se ha hecho mundo. La racionalidad ambiental recupera
el sentido crptico del ser para desenterrar los sentidos sepultados y
cristalizados, para reestablecer el vnculo con la vida, con el deseo de
vida, para fertilizarla con el humus de la existencia, para que la tensin
entre Eros y Tanatos se resuelva a favor de la vida, donde la muerte
PRLOGO xiii
entrpica del planeta sea revertida por la creatividad neguentrpica
de la cultura. Si el Iluminismo gener un pensamiento totalitario
que termin anidando la pulsin de muerte en el cuerpo, en los sen-
timientos, en los sentidos y en la razn, la racionalidad ambiental es
un pensamiento que arraiga en la vida, a travs de una poltica del
ser y de la diferencia.
La racionalidad ambiental inquiere y cuestiona los ncleos f-
rreos de la racionalidad totalitaria porque desea la vida. Formula
nuevos razonamientos que alimenten sentimientos que movilicen a
la accin solidaria, al encantamiento con el mundo y la erotizacin
de la vida. Construye saberes que antes de arrancar su verdad al
mundo y sujetarlo a su voluntad dominadora, nos lleven a vivir en el
enigma de la existencia y a convivir con el otro. La tica de la otre-
dad no es la dialctica de los contrarios que lleva a la reduccin, ex-
clusin y eliminacin del adversario del otro opuesto, incluso en
la trascendencia y redencin del mundo donde se impone un pensa-
miento dominante. La tica ambiental explora la dialctica de lo
uno y lo otro en la construccin de una sociedad convivencial y sus-
tentable. Ello implica no slo la desconstruccin del Logos, sino de la
unidad y del pensamiento nico como eje rector de la construccin
civilizatoria desde el monotesmo de la tradicin judaica hasta la
idea absoluta hegeliana, para poder pensar y vivir la otredad, para
establecer una poltica de la diferencia.
La racionalidad ambiental indaga as sobre la fundacin de lo uno
y el desconocimiento del otro, que llev al fundamentalismo de una
unidad universal y a la concepcin de las identidades como mismi-
dades sin alteridad, que se ha exacerbado en el proceso de globali-
zacin en el que irrumpe el terrorismo y la crisis ambiental como de-
cadencia de la vida, como voluntad de suicidio del ser y exterminio
del otro, como la prdida de sentidos que acarrea la cosificacin del
mundo y la mercantilizacin de la naturaleza. La racionalidad am-
biental busca contener el desquiciamiento de los contrarios como
dialctica de la historia para construir un mundo como convivencia
de la diversidad.
Este libro no es un intento ms por comprender, interpretar y re-
significar la realidad, para armonizar la globalizacin econmica con
el pensamiento de la complejidad. No se trata de rebarajar las cartas
para adivinar el futuro en el juego de abalorios de la sustentabilidad.
Pues lo que entraa la crisis ambiental no es tan slo los lmites de
los signos, de la lgica, de la matemtica y de la palabra para apre-
PRLOGO xiv
hender lo real; no son tan slo las fallas del lenguaje para decir y de-
cidir el mundo. La palabra que ha nombrado y designado las cosas
para forjar mundos de vida, se ha tornado en un conocimiento. Y el co-
nocimiento ya no slo nombra, describe, explica y comprende la rea-
lidad. La ciencia y la tecnologa trastocan y trastornan lo real que
buscan conocer, controlar y transformar.
La racionalidad ambiental desconstruye a la racionalidad positi-
vista para marcar sus lmites de significacin y su intromisin en el
ser y en la subjetividad; para sealar las formas como ha atravesado
el cuerpo social, intervenido los mundos de vida de las diferentes
culturas y degradado el ambiente a escala planetaria. La racionali-
dad ambiental inaugura una nueva mirada sobre la relacin entre lo
real y lo simblico una vez que los signos, el lenguaje, la teora y la
ciencia se han hecho conocimientos y racionalidades que han recon-
figurado lo real, recodificando la realidad como un mundo-objeto y
una economa-mundo. La racionalidad ambiental construye nuevos
mundos de vida en la rearticulacin entre la cultura y la naturaleza
que, ms all de una voluntad de forzar la identidad entre lo real y
lo simblico en un monismo ontolgico, reconoce su dualidad y di-
ferencia en la constitucin de lo humano. Del desquiciamiento de la
naturaleza y de la razn que se expresa en la crisis ambiental, emer-
ge una nueva racionalidad para reconstruir el mundo, ms all de la
ontologa y la epistemologa, desde la otredad y la diferencia.
Este libro nace de piezas en bruto cinceladas sobre la dura piedra
del pensamiento en el que fueron tomando forma mis primeras re-
flexiones sobre epistemologa ambiental y ecologa poltica desde
hace veinticinco aos. He retomado algunos de esos textos, en la me-
dida que en ellos indagaba sobre algunos de los ncleos y bloques
ejemplares de la racionalidad de la modernidad sobre todo del pen-
samiento y el discurso crtico de la modernidad frente a los cuales
se fue delineando, contrastando y construyendo el concepto de ra-
cionalidad ambiental: el valor econmico; el pensamiento ecologis-
ta; el discurso y la geopoltica del desarrollo sostenible; la entropa
en el proceso econmico; las relaciones de poder en el saber; la re-
lacin entre cultura y naturaleza; los movimientos sociales de reapro-
piacin de la naturaleza. Estos textos se encontraban atrapados en su
magma original como aquellos esclavos de Miguel ngel en que la
forma lucha por nacer de su marmreo origen. En su sintaxis teri-
ca se asomaba la categora de racionalidad ambiental como una in-
tuicin apenas insinuada. Vuelvo al cincel para desprender a estos
PRLOGO xv
textos de su forma arcaica, para darle movimiento a la roca original
de su pensamiento indagador, para desconstruirlos y reconstruirlos
desde la perspectiva de una racionalidad ambiental emergente que
pone al descubierto los lmites del pensamiento de la modernidad,
para pensar la condicin del tiempo de la sustentabilidad.
Los textos de cada captulo son esclavos de su tiempo, de las for-
mas de pensamiento, los giros de lenguaje y la sintaxis terica con los
que fueron articulados y estructurados. El tiempo vuelve a golpear la
piedra dura en la que cristalizan las ideas para dejar que de sus en-
traas fluya una nueva savia. Como en una pintura en movimiento
donde las diversas escenas del paisaje epistmico se van expresando
en la tela fluida del tiempo, se entretejen las discursividades y argu-
mentaciones de la episteme moderna, hasta que van enmudeciendo,
acalladas por sus propias contradicciones y sus lmites de significa-
cin, para dar voz as a esa otredad que es el saber ambiental que es-
tablece los puntos de referencia y las lneas de demarcacin desde
donde se configura una nueva racionalidad.
La racionalidad ambiental se va constituyendo al contrastarse con
las teoras, el pensamiento y la racionalidad de la modernidad. Su
concepto se fue gestando en la matriz discursiva del ambientalismo
naciente, para ir creando su propio universo de sentidos. Este libro es
la forja de este concepto. Su construccin terica no es la de una cre-
ciente formalizacin o axiomatizacin del concepto para mostrar su
verdad objetiva, sino la de la emergencia de nuevos sentidos civiliza-
torios que se forjan en el saber ambiental, ms all de todo idealismo
terico y de la objetivacin del mundo a travs del conocimiento. La
racionalidad ambiental se forja en una tica de la otredad, en un di-
logo de saberes y una poltica de la diferencia, ms all de toda onto-
loga y de toda epistemologa que pretenden conocer y englobar al
mundo, controlar la naturaleza y sujetar a los mundos de vida.
El captulo primero aborda el concepto de valor en el que Karl
Marx funda uno de los pilares del pensamiento crtico de la economa
convencional. Ms all de la historicidad del concepto de valor-traba-
jo por efecto del progreso tecnolgico, su desconstruccin adquiere
nuevas perspectivas al contrastar el principio de un valor objetivo
con los principios de la racionalidad ambiental. El captulo segundo
cuestiona al pensamiento ecolgico principalmente en la propuesta
del naturalismo dialctico de Murray Bookchin y debate la cuestin
del monismo-dualismo ontolgico en la perspectiva de la compleji-
dad ambiental. El captulo 3 indaga sobre el dislocamiento del orden
PRLOGO xvi
simblico y del entendimiento del mundo por la hiperrealidad gene-
rada por el conocimiento. El pensamiento de Jean Baudrillard se fun-
de en el discurso y a la geopoltica del desarrollo sostenible, replan-
teando la sustentabilidad como un nuevo encuentro entre lo real y lo
simblico. El captulo 4 avanza en ese propsito al confrontar a la teo-
ra econmica desde la ley lmite de la entropa, contrastando los
aportes de Nicholas Georgescu Roegen y de Ilya Prigogine y actuali-
zando mi propuesta para la construccin de un paradigma de produc-
cin sustentable y productividad neguentrpica. El captulo 5 ocupa
el centro del libro para desarrollar el concepto de racionalidad am-
biental a partir del pensamiento crtico de Max Weber sobre la racio-
nalidad de la modernidad. En el captulo 6 retomo el tema del saber
ambiental y las relaciones de poder que all se entretejen a partir de
Michel Foucault, abriendo una reflexin crtica en el campo de la eco-
loga poltica sobre la sustentabilidad y llevando el pensamiento de la
posmodernidad hacia una poltica del ser, de la diferencia y de la di-
versidad cultural. El captulo 7 abre la construccin de la racionalidad
ambiental demarcndola del postulado de la racionalidad comunica-
tiva de Jurgen Habermas y atrayendo el pensamiento tico de Emma-
nuel Levinas sobre la otredad al campo ambiental para pensar la cons-
truccin de un futuro sustentable como un dilogo de saberes. En el
captulo 8 desarrollo la aplicacin del concepto de racionalidad am-
biental en la relacin cultura-naturaleza como campo privilegiado de
la reconstruccin de la relacin de lo Real y lo Simblico en la pers-
pectiva de la sustentabilidad; parto de mis anteriores argumentos so-
bre la construccin de una racionalidad productiva asentada en la sig-
nificacin cultural de la naturaleza, actualizando una reflexin sobre
las relaciones entre cultura ecolgica y racionalidad ambiental y enla-
zndolos con el pensamiento de George Bataille sobre el don y la pul-
sin al gasto. El captulo 9 lleva la reflexin sobre la racionalidad am-
biental a su construccin social, a travs de la constitucin de nuevos
actores polticos y su despliegue en los movimientos ambientalistas
emergentes. Retomo aqu mis reflexiones sobre estos movimientos so-
ciales y la relacin entre pobreza y degradacin ambiental, para mirar
la reinvencin de identidades en las luchas actuales de reapropiacin
de la naturaleza y la cultura de las poblaciones indgenas, campesinas
y locales.
La racionalidad ambiental se construye debatindose con la racio-
nalidad terica que habita la visin materialista de la historia de
Marx, el naturalismo dialctico de Bookchin, la retrica posmoderna
PRLOGO xvii
de Baudrillard, la ley de la entropa de Georgescu-Roegen, la termo-
dinmica disipativa de Prigogine, el pensamiento de la complejidad
de Morin, la racionalidad comunicativa de Habermas y la ontologa
de Heidegger. El libro debate los aportes y lmites de esos autores y
de los grandes relatos fundados en conceptos-esencias, de los princi-
pios ordenadores que han generado una visin realista y objetiva,
omnicomprensiva y totalitaria del mundo, de donde va emergiendo
la racionalidad ambiental: del valor-trabajo; de la autoorganizacin
generativa, evolutiva y dialctica de la materia y la ecologizacin del
mundo; de la entropa como ley lmite de la naturaleza y muerte ine-
luctable del planeta; de la organizacin simblica como ordenadora
de la relacin entre cultura y naturaleza; de las relaciones de poder
en el saber; de la diferencia frente a la ontologa genrica del Ser; de
una tica de la otredad ms all de la racionalidad comunicativa; de
la invencin de identidades ms all de todo esencialismo.
El libro va desconstruyendo estos bloques de racionalidad llevn-
dolos hasta el lmite de su significancia, donde quedan atrapados en
su propio laberinto terico y discursivo, para descubrir sus puntos
ciegos y encontrar la puerta de salida entre las sombras de lo impen-
sado y lo que queda por pensar. Los nudos se desanudan, el tejido se
desteje, los conceptos se disuelven, se esfuman, pero se entretejen
nuevas tramas discursivas por las que avanza una indagatoria que
abre vas al pensamiento en una exploracin infinita, donde se man-
tiene el sentido de la bsqueda de una comprensin del mundo que
no est fijada por un paradigma y una estructura terica que fuercen
una identidad entre lo real posible y una idea establecida, donde la
construccin de la realidad quede sometida a una ley. Esta es la tra-
ma de la racionalidad ambiental que se muestra en la mirada aguja
que recorre las teoras que han sostenido y sometido al mundo, pa-
ra tejer una nueva razn que ilumine nuevos sentidos civilizatorios y
construya nuevas realidades.
De umbral en umbral, el concepto de racionalidad ambiental se
contrasta con los conceptos que sostienen a la racionalidad de la mo-
dernidad hasta llevarlos a sus propios lmites de comprensin de la
complejidad ambiental. La racionalidad ambiental aparece como un
concepto mediador entre lo material y lo simblico, un pensamiento
que recupera el potencial de lo real y el carcter emancipatorio del
pensamiento creativo, arraigado en las identidades culturales y los
sentidos existenciales, en una poltica del ser y de la diferencia, en la
construccin de un nuevo paradigma de produccin sustentable fun-
PRLOGO xviii
dado en los principios de la neguentropa y la creatividad humana.
La racionalidad ambiental reivindica una nueva relacin teora-pra-
xis, una poltica de los conceptos y estrategias tericas que movilizan
las acciones sociales hacia la sustentabilidad. Ms all del realismo to-
talizador de las teoras que han dado soporte al pensamiento de la
modernidad, la racionalidad ambiental busca repensar la relacin
entre lo real y lo simblico en el mundo actual globalizado, la media-
cin entre cultura y naturaleza, para confrontar a las estrategias de
poder que atraviesan la geopoltica del desarrollo sostenible.
El libro no es un collage de mis escritos anteriores sobre estos te-
mas. stos se han injertado, amalgamado y entretejido, abriendo va-
sos comunicantes y reconstituyendo el cuerpo textual en el que se va
construyendo el concepto de racionalidad ambiental. Estos textos
han sido piezas clave de este tapiz discursivo; han servido como basti-
dor y tela de fondo en las cuales se dibuja este concepto. Estas ideas
saltan fuera de su imagen representativa para moverse por el mundo,
donde la racionalidad ambiental se construye en los procesos sociales
de reapropiacin de la naturaleza. De esta manera se va articulando
un pensamiento y un discurso con un conjunto de prcticas produc-
tivas y procesos polticos, donde el concepto de racionalidad ambien-
tal se va delineando, adquiriendo sustancia y atributos, desplegndo-
se al contrastarse con los ncleos y esferas de racionalidad terica y
con procesos de racionalizacin social de la modernidad, y aplicndo-
se en la construccin de sociedades y comunidades sustentables.
La elaboracin de este libro ha implicado una labor de artesano,
en la que he tomado mis propios borradores y ensayos para elaborar
un cuadro mayor, en el que stos se han reacomodado en el espacio
discursivo y la arquitectura del libro, estableciendo nuevas perspecti-
vas e iluminando el centro ocupado por el personaje principal: la ra-
cionalidad ambiental. Este tejido discursivo no es el de un gobelino,
sino un tapiz de diferentes texturas; sus textos se entrelazan en un
juego de contextos, con sus diferentes planos y perspectivas, sin aspi-
rar a una representacin final. Muchas de las reflexiones que se
anuncian en el libro han sido apenas esbozados: la relacin entre cul-
tura y racionalidad, entre el ser y el saber; la incorporacin del saber
en identidades y el arraigo del saber en territorios de vida; los proce-
sos sociales y las formas culturales de reapropiacin de la naturaleza,
de los servicios ambientales y los bienes comunes del planeta; las es-
trategias de poder que permitan construir un mundo de diversidades
culturales, un proceso de globalizacin que articule islas de produc-
PRLOGO xix
tividad neguentrpica y un futuro sustentable construido por un di-
logo de saberes. Son brechas abiertas para seguir pensando y constru-
yendo: los valores de mediacin de una tica de la otredad, que sin
reducir la diversidad a una unidad-valor, permitan a las autonomas
proliferar sin temor al relativismo axiolgico generado por el culto a
la unidad aseguradora; que establecezca valores para la convivencia
de las diferencias que contengan el estallido de la violencia y la ani-
madversin hacia lo otro por la confrontacin de intereses, de senti-
dos, de regmenes de verdad y de matrices de racionalidad; la legiti-
macin social de un derecho a la diferencia que cierre el paso a la
dialctica de la violencia de los contrarios como explicacin y volun-
tad de la evolucin de la historia. Son cabos sueltos y puentes colgan-
tes, como lianas en espera de que otros monos gramticos, epistmi-
cos y polticos se abracen de ellos para desplazarse por las copas de
los rboles y las florestas del saber. Es un tejido abierto a seguir entre-
tejiendo las ideas que nacen de la racionalidad ambiental.
No faltar quien cuestione la relacin que establezco entre el con-
cepto de racionalidad ambiental y las esferas de la sensibilidad, de la
tica, y del saber, hasta ahora externas al orden de la racionalidad
formal e instrumental, de la racionalidad econmica, jurdica y tec-
nolgica que han constituido la columna vertebral del proyecto de
modernidad. Pero esta racionalidad ha empezado a resquebrajarse y
est inundada por islas de irracionalidad. En tanto, el orden de la
cultura, los procesos de significacin y la produccin de sentido, se
amalgaman con la razn en tanto que son razonables; que las diver-
sas culturas en su relacin con la naturaleza, al construir sus formas
de significacin entre el lenguaje y la realidad, lo real y lo simblico,
construyen diferentes matrices de racionalidad. La racionalidad am-
biental articula los diversos rdenes culturales y esferas del saber,
ms all de las estructuras lgicas y los paradigmas racionales del co-
nocimiento.
El concepto de racionalidad ambiental se va constituyendo as en
un soporte del pensamiento crtico que no pretende constituir un
paradigma cientfico, un conocimiento axiomatizado y sistematiza-
do, capaz de inducir un proceso de racionalizacin hacia la consecu-
cin de fines y medios instrumentalmente trazados de la sustentabi-
lidad, un concepto capaz de finalizarse a travs del pensamiento
terico y la accin social. Este libro, consistente con la condicin del
saber ambiental, aspira a desconstruir la racionalidad opresora de la
vida, pero como el lenguaje en el que se expresa, no podr decir una
PRLOGO xx
ltima palabra. Abre un camino para hacer caminos, para labrar te-
rritorios de vida, para encantar la existencia, fuera de los cercos de
objetividad de una razn de fuerza mayor que anule los sentidos a la
historia.
Escribo desde Mxico y la mayor parte de este libro fue elaborado
en los aos que he trabajado en el Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente como coordinador de la Red de Formacin
Ambiental para Amrica Latina y el Caribe. Quiz lo plasmado en es-
te libro hubiera podido pensarse y escribirse en cualquier lugar del
planeta. Pero la potencia de la racionalidad ambiental se me ha ma-
nifestado por la presencia y la vivencia de la riqueza ecolgica y cul-
tural de esta maravillosa regin del mundo que ha conducido mi re-
flexin sobre estos temas. Muchas notas, ideas y textos fueron confec-
cionados en incontables viajes en los que hemos construido alianzas
con gobiernos y universidades; solidaridades con grupos acadmicos,
sociales y gremiales, en favor de la educacin ambiental. Las reflexio-
nes de este libro se entrelazan con un movimiento social cada vez
ms amplio por una tica de la Sustentabilidad que se expresa en un
Manifiesto por la Vida; muchos nombres se inscriben ya en la construc-
cin de un Pensamiento Ambiental Latinoamericano y una Alianza
por la Educacin Ambiental, en la que destacan los empeos de la
Confederacin de Trabajadores de la Educacin de la Repblica Ar-
gentina (CTERA). En el campo abierto por la ecologa poltica, la ra-
cionalidad ambiental dialoga con los movimientos sociales por la
construccin de sociedades sustentables y por la reapropiacin de su
naturaleza y sus territorios de vida. Este libro nace y se inserta en ese
proceso social de construccin de un futuro sustentable.
Todos los nombres! A cuntos tendra que nombrar para dejar
constancia de mi agradecimiento a las personas que en distintos mo-
mentos han estimulado y dado impulso al pensamiento que se plas-
ma en este libro, que han dejado su huella a travs de escritos, de
dilogos, de debates; de presencias y encuentros; de solidaridades y
complicidades; de vida compartida. Aquellos que de forma ms pa-
tente han inquietado mi pensamiento y atrado mi pulsin por pen-
sar y mi pasin de escribir, estn inscritos en las referencias bibliogr-
ficas a lo largo del libro, en mis alianzas y demarcaciones con sus
pensamientos. Son presencias sin las cuales no existira este libro.
Pues no hay pensamiento que no surja en el contexto de su tiempo,
en congruencia o discordia con lo ya afirmado por alguien y escrito
por otro, del Alef al Omega de la cultura humana. Otras presencias,
PRLOGO xxi
ms cercanas, han acompaado mi camino a travs de invitaciones a
dar cursos y conferencias, a escribir un texto, a compartir congresos
y seminarios, donde el dilogo en vivo ha estimulado mis reflexiones
sobre estos temas. Cmo hacer justicia a todos los que a lo largo de
estos aos, al convocarme a un coloquio me han puesto a pensar y a
escribir; a los colegas y los interlocutores quienes al debatir estos te-
mas me han hecho consciente de nuevos problemas en los que ha-
ba que pensar, de posiciones que era necesario fundamentar, de ar-
gumentos que faltaba elaborar? Este pensamiento est enlazado en
las redes de economa ecolgica, ecologa poltica y educacin am-
biental, en las que he fraguado alianzas de ideas y de vida con entra-
ables amigas y amigos ambientalistas, cuya lista, para mi fortuna, es
extensa. Entre todos ellos debo agradecer a los alumnos de mi semi-
nario de ecologa poltica de la UNAM, con quienes hemos estableci-
do un espacio para el debate y la creacin libre de las ideas. Y sobre
todo, a esas presencias y ausencias que forman el tejido ntimo de mi
vida, de mis padres, mis hermanas y mi hermano, de amigas y ami-
gos entraables e imprescindibles; y mi universo ms cercano, don-
de destella la luz de Jacquie, de Tatiana y de Sergio, artfices y sopor-
tes de mi existencia.
Finalmente, quiero dejar constancia de mi agradecimiento a mis
amigos de Siglo XXI, mi casa editorial y hogar de sus autores, por ha-
ber consentido en mi obsesin de que este libro, como los anterio-
res, viera la luz en este ao par, y por su cario y cuidado en la edi-
cin del texto.
ENRIQUE LEFF
18 de noviembre de 2004
1. LA TEORA OBJETIVA DEL VALOR,
LA REVOLUCIN CIENTFICO-TECNOLGICA
Y LAS FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA
INTRODUCCIN
Los economistas de todas las escuelas han firmado el acta de defun-
cin de la teora del valor como el principio que habra de asentar el
proceso de produccin en un sustento objetivo y en una sustancia
material, ya sea en las fuerzas de la naturaleza o la potencia del tra-
bajo. Sin este anclaje en lo real, el proceso econmico ha quedado
determinado por las leyes ciegas del mercado, subjetivado en el inte-
rs individual, guiado por el espritu empresarial, y sostenido por el
potencial tecnolgico que, convertidos en principios de una ciencia
econmica, han legitimado una racionalidad desvinculada de las
condiciones ecolgicas de la produccin, de un juicio moral sobre la
distribucin de la riqueza y de las formas de significacin cultural de
la naturaleza.
Ni el ecomarxismo en su contribucin a la crtica de la econo-
ma poltica, ni la economa ecolgica en sus esfuerzos por incor-
porar las condiciones ecolgicas y econmicas del proceso producti-
vo han logrado restaurar un principio y una sustancia de valor
como fundamento del proceso econmico. En este vaco terico ha
germinado la teora del valor total del neoliberalismo ecolgico y
de la economa ambiental.
1
En este contexto cobra inters una her-
menutica de la teora del valor en Marx y del orden epistemolgico
y discursivo del materialismo histrico, para descubrir las razones de
la desvalorizacin del valor dentro de la propia teora en que se inscri-
1
El concepto de valor econmico total la suma del valor real directo, del valor
de uso indirecto, del valor de opcin y del valor intrnseco expresa la voluntad om-
nvora de la economa ambiental para recodificar al mundo a todas las cosas y todos
los valores en trminos de capital (capital natural, capital humano, capital cientfico
y tecnolgico). El concepto de valor econmico total es una estrategia totalitaria pa-
ra la apropiacin econmica del mundo, desde el valor econmico actual de los bie-
nes naturales y los servicios ambientales, hasta los valores contingentes asignados a esa
naturaleza humana que se expresan en la voluntad de pagar de individuos ecologi-
zados y empresarios conservacionistas.
[1]
ENRIQUE LEFF 2
be su concepto, es decir, las limitaciones de la racionalidad terica
que comprende la dialctica social de la que el concepto de valor es
fundamento.
El anlisis de la teora del valor muestra la historicidad de la teora
marxista de la produccin y abre una reflexin sobre las formas do-
minantes de explotacin de la naturaleza y del trabajo en el momen-
to actual la capitalizacin de la naturaleza, as como los procesos de
apropiacin y distribucin desigual a partir de las estrategias de po-
der inscritas en la lgica del mercado y la racionalidad del conoci-
miento. Esta indagatoria abre nuevas perspectivas para la construc-
cin de una racionalidad ambiental en la cual la fuerza de trabajo, los
potenciales de la naturaleza, el poder de la ciencia y la tecnologa, y
la potencia del saber son movilizados por intereses sociales diferen-
ciados y valores culturales diversos hacia una economa sustentable.
ORIGEN DEL VALOR
La teora del valor no es el centro a partir del que se trazara un cr-
culo perfecto del pensamiento marxista; sin embargo, la teora del
valor-trabajo constituy uno de los pilares ms slidos y una argu-
mentacin fundamental del materialismo histrico como una teora
objetiva y cuantitativa, siguiendo los cnones epistmicos de las cien-
cias naturales de su tiempo. Con la teora del valor-trabajo Marx cues-
tiona las bases ideolgicas de la ciencia econmica emergente y plan-
tea un principio explicativo del proceso de produccin capitalista.
En Smith la teora del valor se encontraba an atrapada en ese
juego de representaciones y similitudes que constituye la configura-
cin epistemolgica del saber en la era clsica, que resulta en una
circularidad tautolgica de la relacin trabajo-mercanca (Foucault,
1966). Con Ricardo aparece el trabajo como principio generador del
valor, pero ste se resuelve en la categora de salario o en una mer-
canca-patrn. En Marx, la categora de tiempo de trabajo socialmente ne-
cesario aparece como la sustancia del valor; es el principio estructural
y cuantitativo que permite un conocimiento objetivo sobre la din-
mica del capital. La teora del valor constituye as el nudo conceptual
que enlaza al conjunto de procesos econmico-sociales que dan
cuenta del proceso de produccin. La naturaleza que fuera la fuen-
te originaria del valor en la doctrina fisiocrtica queda desterrada
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 3
del campo de la economa, relegada como objeto de trabajo a la fun-
cin de dotar al proceso econmico de materias primas y recursos
naturales. Para Marx lo concreto es concreto por ser la sntesis de
mltiples determinaciones. La teora del valor explica una de di-
chas determinaciones, aquella que, inserta dentro del modo de pro-
duccin capitalista, impulsa el desarrollo de las fuerzas productivas.
Estas fuerzas productivas se desarrollan en relacin con el cambio
tecnolgico generado dentro de las relaciones sociales de produc-
cin que oponen a la clase capitalista (propietarios de los medios de
produccin) con la clase proletaria (poseedores de la fuerza de tra-
bajo) en un campo de lucha de clases.
El materialismo histrico debati largamente sobre el proceso que
habra de determinar la superacin del modo de produccin capita-
lista, entre la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas producti-
vas. Empero no repar en los constreimientos que imponan los
presupuestos de positividad que la teora objetiva del valor haba le-
gado de la episteme de su tiempo a su proyecto de emancipacin. Ar-
mado del mtodo dialctico, el materialismo histrico pudo develar
las causas de la explotacin social y de la naturaleza, pero fue incapaz
de ver la historicidad misma de la teora del valor, es decir, la forma
como la teora del valor habra de desvalorizarse dentro de su propia
dialctica histrica, antes de ser destituida por la revolucin proleta-
ria. La positividad del valor fue negada por el objetivismo de la racio-
nalidad terica del materialismo histrico. Pero dejemos que el pro-
pio Marx exprese las contradicciones de su razonamiento.
Para Marx toda mercanca tiene una utilidad particular, resultado
de la accin de un trabajo especfico que transforma objetos de tra-
bajo distintos para producir una diversidad de valores de uso inter-
cambiables. Pero lo que hace que estos trabajos distintos puedan te-
ner una unidad fundamental de medida es que pueden reducirse a
un cierto desgaste de energa humana, de msculos, nervio y cere-
bro. Ciertamente es el modo de produccin capitalista en su cons-
truccin de la realidad, y no Marx con su teora, lo que desustantiva
al hombre de su ser para reducirlo a pura fuerza de trabajo, a esa
funcin dentro del modo de produccin capitalista que da su sopor-
te emprico a la teora del valor-trabajo. El trabajo productor del va-
lor para Marx es un trabajo simple y directo, y en general resulta de
la aplicacin de la mano para accionar los medios de produccin pa-
ra transformar la materia. La generalizacin de este tipo de trabajo
surge del progreso tcnico, que con el desarrollo de la gran indus-
ENRIQUE LEFF 4
tria va transformando las formas de trabajo (en cuanto a su diversi-
dad de movimientos y complejidad en el uso de la energa corporal
y mental) hasta reducirlas a un trabajo manual simple y repetitivo.
En este sentido, la determinacin que hace del tiempo de trabajo la
unidad sobre la cual se establecen las equivalencias del intercambio
de mercancas es resultado del movimiento histrico que genera el
progreso tcnico, que a su vez produce el principio emprico de la
teora cuantitativa del valor en la dinmica del modo de produccin
capitalista. En este sentido Marx afirma que:
La utilizacin de la cantidad de trabajo como nica medida del valor, sin im-
portar su calidad, supone a su vez que el trabajo simple se ha convertido en
el pivote de la industria [y que] los trabajos se han igualado por la subordi-
nacin del hombre a la mquina o por la divisin extrema del trabajo.
2
TRABAJO SIMPLE, TRABAJO ABSTRACTO, TRABAJO COMPLEJO
El fundamento terico de la teora del valor gira en torno del concep-
to de trabajo abstracto. En la teora marxista este concepto represen-
ta el ncleo productor y la sustancia de los fenmenos econmicos;
pero a su vez es el resultado de un proceso histrico que produce el
trabajo simple y directo como principio productor del valor. De esta
manera Marx elude tanto el individualismo metodolgico de la eco-
noma vulgar como el idealismo racionalista que produce la realidad
histrica a partir del pensamiento. En este sentido, Marx afirma:
Esta abstraccin del trabajo en general no es el resultado mental de una to-
talidad concreta de trabajos. La indiferencia con respecto del trabajo parti-
cular corresponde a una forma de la sociedad en la que los individuos pasan
con facilidad de un trabajo a otro [] El trabajo se ha convertido entonces,
no solamente en tanto que categora, sino en la realidad misma, en un me-
dio de producir la riqueza en general.
3
2
K. Marx, Misre de la Philosophie, en uvres, conomie. I, Pars, Ed. Gallimard,
1965, pp. 28-29 [Miseria de la filosofa, Mxico, Siglo XXI, 1981, pp. 33-34].
3
K. Marx, Introduction Gnrale la Critique de lconomie Politique, en uv-
res [], op. cit., p. 259 [Introduccin general a la crtica de la economa poltica/1857,
Mxico, Siglo XXI, 1997, pp. 54-55]. Indiferente a la materia particular de los valo-
res de uso, el trabajo creador de valor de cambio es por lo mismo indiferente a la sus-
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 5
Marx reconoci la historicidad de los conceptos del materialismo
histrico al afirmar que:
Las categoras ms abstractas, a pesar de su validez (a causa de su abstrac-
cin) para todas las pocas, no son menos, dentro de esta determinacin
abstracta, el producto de condiciones histricas, y no tienen su plena validez
que para ellas y dentro de su lmite.
4
Marx enfrent al fetichismo abstracto de la economa vulgar basa-
do en una relacin ahistrica entre factores de la produccin (capi-
tal y trabajo), partiendo de las condiciones de empiricidad produci-
das por la historia, es decir, aquellas que generaron el trabajo pro-
ductivo de valor como efecto de las relaciones sociales de produc-
cin capitalista. De esta manera, si bien Marx cuestiona la reificacin
de la realidad que produce el modo de produccin capitalista y su
aparente naturalidad que hace ver las relaciones sociales como rela-
ciones entre cosas, su teora crtica se alimenta de las bases empri-
cas y epistmicas de las ciencias naturales de su tiempo:
El valor de cambio aparece as como la determinacin natural de los valores
de uso en la sociedad, como una determinacin que les concierne en tanto
que cosas y gracias a la cual se substituyen una a la otra en el proceso de cam-
bio segn relaciones cuantitativas determinadas; forman equivalentes igual
que los cuerpos qumicos simples se combinan segn relaciones determina-
das y forman equivalentes qumicos.
5
tancia particular del trabajo mismo. [] representa un trabajo homogneo, indife-
renciado [] trabajo en el cual la individualidad del trabajador se ha borrado [] el
trabajo que crea el valor de cambio es trabajo general abstracto [] Para medir los
valores de cambio de las mercancas en base al tiempo de trabajo que contienen, es
necesario que los diferentes trabajos sean reducidos a un trabajo indiferenciado, ho-
mogneo, simple, a un trabajo de igual calidad, y que no se distinga sino en su canti-
dad. [slo entonces] el tiempo de trabajo materializado en los valores de uso de las
mercancas es a la vez la sustancia que hace de ellos valores de cambio. [] y la me-
dida que determina la cantidad de su valor. [] Esta reduccin aparece como una
abstraccin [] Sin embargo se trata de una abstraccin que cada da se traduce en
actos en el proceso de la produccin. La resolucin de todas las mercancas en tiem-
po de trabajo no es una abstraccin ms grande, ni menos real [] que la resolucin
de todos los cuerpos orgnicos en aire. K. Marx Critique de lconomie Politique,
en uvres[], op. cit., pp. 280-281.
4
K. Marx, Introduction, uvres, op. cit., pp. 259-260 [p. 55].
5
K. Marx, Critique, uvres, op. cit., p. 285.
ENRIQUE LEFF 6
El pensamiento marxista no logr superar la objetividad de la teo-
ra del valor, que habra de encontrar sus lmites en la historicidad
misma de su objeto cientfico y en una realidad que se ira transfor-
mando como efecto de su propia dinmica interna. sta habra de ge-
nerar la no correspondencia entre los conceptos atemporales del ma-
terialismo histrico modo de produccin, formacin social, relacio-
nes sociales de produccin, desarrollo de las fuerzas productivas con
los conceptos temporales que constituyen la teora del valor el traba-
jo abstracto y el tiempo de trabajo socialmente necesario como prin-
cipios de la acumulacin de capital, cuya temporalidad depende de
las transformaciones propias de la realidad a la que corresponden.
Aunque el trabajo abstracto, en su manifestacin emprica como
trabajo simple y directo, es la fuente de todo valor, en realidad su de-
terminacin cuantitativa no surge de la aplicacin de un tiempo de
trabajo indeterminado. Para que el trabajo abstracto produzca una
cantidad de valor, ste debe ser un tiempo de trabajo socialmente necesa-
rio. El carcter social y necesario del trabajo significa, por una parte,
el hecho de que los valores de uso producidos como cristalizacin de
un determinado tiempo de trabajo representan una utilidad real
en el mercado de mercancas. Pero adems implica que el tiempo de
trabajo que determina su valor de cambio depende a su vez del de-
sarrollo de las fuerzas productivas del trabajo que modifican su pro-
ductividad.
6
En este sentido, es necesario comprender la forma en
que el progreso tcnico afecta el tiempo de trabajo social productor
de valor.
Una vez que el desarrollo de la gran industria reduce todo traba-
jo a la aplicacin de movimientos simples y directos, cada progreso
tcnico impone ciertas condiciones medias de intensidad para la
aplicacin de la fuerza de trabajo, de manera que en tiempos igua-
les produce valores iguales. De esta forma, el valor que contiene
cualquier mercanca estar ponderado por la intensidad media que
requiere su fabricacin.
7
Pero al mismo tiempo, el progreso tcnico
6
Por aumento de la fuerza productiva o de la productividad del trabajo, entende-
mos en general un cambio en los procesos que reducen el tiempo socialmente necesa-
rio para la produccin de una mercanca, de tal forma que una cantidad menor de tra-
bajo adquiere la fuerza de producir ms valores de uso. (K. Marx, Le Capital, vol, I,
en uvres [], op. cit., p. 852) [El capital, Mxico, Siglo XXI, 1987, t. I, vol. 2, p. 382].
7
Toda fuerza de trabajo individual es igual a las otras, en tanto que posee el ca-
rcter de una fuerza social media y funciona como tal (de manera que) no emplea en
la produccin de la mercanca sino el tiempo de trabajo necesario en promedio, o el
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 7
hace variar la productividad de la fuerza de trabajo, de modo que es-
tablecer el tiempo de trabajo socialmente necesario que resulta del
proceso de innovacin y difusin tcnica ha constituido un proble-
ma terico y tcnico fundamental para la teora marxista del valor.
VALOR Y PROGRESO TCNICO
El clculo en valor plantea inicialmente el problema de determinar
cules son las condiciones tcnicas que definen el tiempo de trabajo
socialmente necesario en una formacin capitalista en la que existe
una heterogeneidad de tcnicas y una productividad diferencial de las
fuerzas productivas, no slo entre las diversas ramas productivas, sino
incluso en la industria productora de un mismo valor de uso. En la
obra de Marx surge una confusin terica a este respecto, ya que en
algunos pasajes el tiempo de trabajo socialmente necesario aparece
determinado por la tcnica ms productiva, mientras que en otros el
valor se establece por las condiciones tcnicas medias en un momen-
to dado. Cuando Marx analiza el efecto de la mquina de vapor en la
produccin de tejidos, afirma que, despus de su introduccin, los va-
lores de uso producidos en condiciones tcnicas inferiores reducen su
contenido de valor; el tiempo de trabajo que los produjo o que los si-
gue produciendo se desvaloriza, ya que el producto de su hora de tra-
bajo individual no representaba ms que la mitad de una hora social
de trabajo y no daba ms que la mitad de su valor.
8
Sin embargo, en
otros pasajes de El capital Marx atribuye el establecimiento del tiempo
de trabajo socialmente necesario a las condiciones tcnicas medias, y
no a la tcnica ms productiva. En este sentido Marx afirma que:
El valor individual de cada pieza, producida en las condiciones (tcnicas)
excepcionales, va a caer por debajo del valor social [ya que] cuenta me-
nos trabajo que la masa de los mismos artculos producidos en las condicio-
tiempo de trabajo socialmente necesario. (K. Marx, Le Capital, vol. I, en uvres, op.
cit., p. 566) [El capital, op. cit., t. I, vol. 1, p. 48].
8
K. Marx, Le Capital, vol. I, en uvres, op. cit., p. 566 [El capital, op. cit., t.I, vol.1,
p.48]. Supongamos que un artculo representa seis horas de trabajo. Si se produce
una invencin que permite producirlo [] en tres horas, el artculo ya producido,
que circula en el mercado, no tendr ms que la mitad de su valor primitivo. (K.
Marx, Le Capital vol. I, en uvres, op. cit., p. 1031) [op. cit., p. 653].
ENRIQUE LEFF 8
nes sociales medias. [] Ahora bien, valor de un artculo quiere decir, no
su valor individual, sino su valor social, y ste est determinado por el tiem-
po que cuesta, no en un caso particular, sino en promedio.
9
Ya sea que se opte por una u otra interpretacin del tiempo de tra-
bajo socialmente necesario, el capitalista individual que introduce
una nueva tcnica reduce el tiempo de trabajo necesario para produ-
cir sus mercancas, lo que le procura una mayor plusvala relativa y
una sobreganancia sobre sus competidores. Pero ste no es un crite-
rio terico satisfactorio para determinar cul es el tiempo de trabajo
socialmente necesario como determinante de la formacin de valor.
Si la tcnica ms productiva es la que establece el tiempo de trabajo
socialmente necesario, entonces puede hablarse de una desvaloriza-
cin de las mercancas producidas en condiciones tcnicas inferio-
res. Pero si ste se fija por las condiciones tcnicas promedio, enton-
ces dependera tanto del proceso de difusin tcnica, como del peso
especfico del conjunto de tcnicas que en cada momento confor-
man las condiciones medias de las fuerzas productivas aplicadas a
producir un bien determinado.
La solucin que se d a este problema terico repercute en las hi-
ptesis sobre la eliminacin progresiva de la ley del valor. Si la tcni-
ca ms productiva es la que determina el tiempo de trabajo social-
mente necesario, entonces la aparicin de una tecnologa totalmente
automatizada en una rama industrial desvalorizara todos los artcu-
los que se producen en ella. Pero si son las condiciones tcnicas pro-
medio, entonces la desaparicin de la teora del valor debera espe-
rar a que se produjera una generalizacin completa de la automatiza-
cin de los procesos productivos. Marx busca resolver este problema
terico postulando que el trabajo de una productividad excepcional
cuenta como trabajo complejo o crea en un tiempo dado ms valor
que el trabajo social medio del mismo gnero.
10
Sin embargo, este
subterfugio terico no resuelve la cuestin de fondo y plantea nuevos
problemas: por una parte, nada indica que todo progreso tcnico, al
9
Ibid., p. 854 [op. cit., p. 385].
10
Ibid., p. 856 [op. cit., pp. 386-387]. Maximilian Rubel indica en sus notas a la obra
de Marx que el texto alemn habla de potenzierte Arbeit, subrayando el adjetivo, lo
que parecera indicar que no se trata de un trabajo calificado, sino de un trabajo de
mayor intensidad. La traduccin inglesa dice intensified labour (op. cit., p. 1661) Es-
to, sin embargo, no aclara el problema, puesto que se trata de la introduccin de una
innovacin tcnica, y no slo de un aumento en la intensidad del trabajo.
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 9
aumentar la productividad del trabajo, deba al mismo tiempo reque-
rir un trabajo complejo, en cuyo caso las condiciones empricas que
permiten constituir al trabajo simple y directo como determinantes
de la formacin del valor desapareceran con el desarrollo tecnolgi-
co. Por otra parte, slo la reduccin del trabajo complejo a trabajo
simple permitira una evaluacin de la cantidad de valor que produ-
ce. M. Rubel afirma as que
La reduccin del trabajo complejo a trabajo simple no es un hecho de la ex-
periencia, contrariamente a lo que Marx afirma en la Crtica. [] y en El ca-
pital. En cuanto a las leyes que rigen esta reduccin, no sern jams formu-
ladas en ningn libro de El capital.
11
De esta forma, el tiempo de trabajo socialmente necesario, como
determinante emprico y cuantitativo de la formacin del valor, se va
transformando en un principio abstracto, cuyos efectos seran percep-
tibles a travs de los precios del mercado y de una demanda que fija-
ran, como resultado, el tiempo de trabajo destinado a producir cada
mercanca. La competencia de capitales en el mercado de mercancas
sera el proceso encargado de traducir a su unidad cuantitativa simple
el valor variable de las mercancas provenientes de las diferentes acti-
vidades productivas, en las que las innovaciones tecnolgicas se pro-
ducen en diferentes tiempos, afectando en forma variable la produc-
tividad de la fuerza de trabajo.
12
Marx afirmara as que:
La ley del valor determina cunto de su tiempo disponible puede gastar la so-
ciedad en la produccin de cada tipo de mercanca. En la divisin manufac-
turera del taller, el nmero proporcional fijado primeramente por la prcti-
ca, despus por la reflexin, gobierna a priori a ttulo de regla la masa de
obreros aplicados a cada funcin particular; en la divisin social del trabajo,
no acta sino a posteriori, como necesidad fatal, oculta, muda, visible slo en
las variaciones baromtricas de los precios del mercado, que se imponen y
dominan [...] la arbitrariedad irregular de los productores mercantiles.
13
11
Ibid., p. 1636.
12
Para aplicar una medida similar, debemos contar con una escala comparativa
de las diferentes jornadas de trabajo: es la competencia la que establece esta escala.
(K. Marx, Misre de la Philosophie, en uvres, op. cit., p. 28) [Miseria de la filosofa,
op. cit., p. 33].
13
Marx dir en el libro III de El capital, que los valores se disimulan detrs de los
precios de produccin y los determinan en ltima instancia (K. Marx, op. cit., p.
1592) [El capital, op. cit., t. III, vol. 8, pp. 1106-1107].
ENRIQUE LEFF 10
LA LEY DEL VALOR Y LA LEY DE LA OFERTA Y LA DEMANDA
Con la divisin en ramas tcnicas que genera el proceso de acumu-
lacin ampliada del capital, el principio emprico y cuantitativo del
proceso econmico capitalista se va transformando en una esencia
invisible, que slo es perceptible a travs de sus efectos en el movi-
miento de los precios del mercado. La economa poltica aparece as
constituida, como cualquier otra ciencia, por conceptos que repre-
sentan la estructura oculta de la materia que determina y regula sus
manifestaciones empricas (as el inconsciente en psicoanlisis, los
genes en biologa o los ncleos atmicos en fsica). La particularidad
epistemolgica del materialismo histrico radica en la transforma-
cin de un principio terico y emprico a la vez el tiempo de traba-
jo simple y directo que genera un momento histrico determinado,
el cual pierde su soporte emprico y terico como resultado de la di-
nmica del propio proceso econmico que explica. La ley del valor,
que en un primer momento aparece como causa determinante de la
ley de la oferta y la demanda al generar la sustancia en torno a la cual
se equilibran los precios del mercado, va subordinando su jerarqua
terica hasta convertirse en un efecto regulado por la competencia
de los capitales individuales y por la ley de la oferta y la demanda del
mercado de mercancas.
Marx indica claramente que para que un cierto tiempo de traba-
jo produzca valor, debe producir simultneamente un valor de uso,
una utilidad, un bien para el cual existe una demanda efectiva. En
este sentido, toda mercanca para la cual no existe una demanda
pierde automticamente su valor. Dentro del modo de produccin
capitalista, tanto la oferta como la demanda son producto de la din-
mica de la acumulacin capitalista y no del libre juego de factores
productivos en el mercado o de un principio subjetivo fundado en
los deseos o necesidades de los hombres. Son las leyes del valor y de
la plusvala las que determinan la oferta de mercancas al mismo
tiempo que inducen y modelan su demanda. El desarrollo de las
fuerzas productivas como resultado de la competencia de los capita-
les individuales y la bsqueda de nuevos sectores de inversin para la
revalorizacin de la plusvala producida, influyen en las orientacio-
nes de la ciencia y la tecnologa y determinan la cantidad y diversi-
dad de la oferta de mercancas. Este proceso modifica al mismo tiem-
po la estructura del empleo, la distribucin del ingreso y la deman-
da efectiva, de manera que la plusvala generada pueda realizarse en
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 11
el intercambio de mercancas, y revalorizarse nuevamente para ali-
mentar a la reproduccin ampliada del capital.
VALOR Y PLUSVALA
Con la teora de la plusvala Marx demuestra que el proceso econ-
mico no es determinado por las leyes del mercado que regulan la
oferta y la demanda y el libre juego de factores productivos, sino por
la lucha de clases, que dentro de la estructura social capitalista movi-
liza el progreso tcnico y la distribucin econmica entre capitalistas
y trabajadores. Con la ley del valor busca una medida cuantitativa del
proceso econmico que se produce como efecto de dicha estructu-
ra, y no como resultado del juego de categoras econmicas como el
salario, el costo de produccin y la ganancia. Por estas razones, la ley
de la oferta y la demanda, si bien puede anular a posteriori una cierta
cantidad de valor constituido por la aplicacin de un tiempo de tra-
bajo, no puede convertirse en el principio constitutivo del valor.
La determinacin que imprimen las condiciones tcnicas sobre el
tiempo de trabajo socialmente necesario vuelve a plantearse con el
concepto de plusvala relativa. El progreso tcnico aparece all como
un proceso determinado por la dinmica de la acumulacin capita-
lista, permitiendo extraer una plusvala relativa creciente de la fuer-
za de trabajo una vez que las luchas proletarias limitan la posibilidad
de incrementar la plusvala absoluta por un aumento en la duracin
o la intensidad de la jornada de trabajo.
14
El incremento de la pro-
ductividad en las industrias productoras de bienes-salario disminuye
el valor de la fuerza de trabajo al reducir el tiempo de trabajo social-
mente necesario para su mantenimiento, de manera que el capitalis-
ta puede apropiarse una mayor parte del valor producido durante la
14
El modo de produccin se consideraba dado cuando examinamos la plusvala
proveniente de la duracin prolongada del trabajo. Pero desde que es necesario ga-
nar plusvala por la transformacin del trabajo necesario en sobre trabajo, ya no bas-
ta que el capital, dejando intactos los procesos de trabajo tradicionales, se contente
con prolongar simplemente su duracin. Entonces le es necesario transformar las
condiciones tcnicas y sociales. (K. Marx, Le Capital, en uvres, op. cit., p. 852) [El
capital, op. cit., t. I, vol. 2, pp. 382-383]. Una vez establecidos los lmites de la jornada
de trabajo, la tasa de plusvala no puede elevarse sino por el incremento de la inten-
sidad o de la productividad del trabajo. (K. Marx, Le Capital, op. cit., p. 1003 ) [op.
cit., p. 620].
ENRIQUE LEFF 12
jornada de trabajo. De esta manera, la produccin de plusvala rela-
tiva a travs de la reduccin del tiempo de trabajo necesario se vin-
cula con los efectos que sobre la produccin del valor ejerce la re-
duccin del tiempo de trabajo socialmente necesario. El progreso
tcnico, al mismo tiempo que desvaloriza al capital y las mercancas
que produce, aumenta la plusvala relativa que extrae de la fuerza de
trabajo, contrarrestando la tendencia hacia la baja de la tasa de ga-
nancias. Estos procesos se conjugan para aumentar la tasa de ganan-
cia del capitalista innovador en el sector de bienes-salario. Sin em-
bargo, para fines tericos, es necesario analizar separadamente el au-
mento en la tasa de ganancias que produce el incremento de plusva-
la relativa del que surge como efecto de la desvalorizacin del capi-
tal fijo instalado por la incorporacin de un adelanto tcnico por
parte de un capitalista frente a sus competidores. Marx funde ambos
procesos al afirmar que:
El capitalista que emplea una tcnica perfeccionada se apropia en conse-
cuencia en forma de sobre-trabajo, una parte ms grande de la jornada de
trabajo que sus competidores. l hace por su cuenta particular lo que el ca-
pital hace en grande y en general en la produccin de plusvala relativa.
15
El capitalista que emplea una tcnica perfeccionada desvaloriza
las mercancas que producen sus competidores con tcnicas menos
productivas. Pero esto no le permite apropiarse ms sobretrabajo,
porque el tiempo de trabajo necesario slo se reduce con la genera-
lizacin de la utilizacin de un progreso tcnico en la produccin de
bienes-salario. Mientras que el capitalista innovador extrae sobrega-
nancia en tanto que su innovacin tcnica no se generaliza, la plus-
vala relativa que releva la tasa media de ganancia se produce por la
generalizacin del incremento de la productividad de los bienes-sa-
lario. Al eliminar la especificidad de estos dos procesos se confunde
la teora del valor con la teora de la plusvala.
15
Ibid., p. 856 [op. cit., p. 387].
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 13
COMPOSICIN ORGNICA DEL CAPITAL
Y APROPIACIN PRODUCTIVA DE LA NATURALEZA
El problema del clculo del tiempo de trabajo socialmente necesa-
rio, o de la cantidad de valor que contiene una mercanca, se hace
an ms complejo al considerar que este valor no slo es producto
del trabajo vivo directo que la mquina extrae del trabajador, sino
que toda mercanca incorpora tambin una parte proporcional del
valor contenido en el capital fijo, es decir, en las materias primas, bie-
nes intermedios y equipo que se consumen en la produccin de un
valor de uso determinado. Las materias primas y bienes intermedios
que entran en la composicin de un nuevo producto transfieren a
ste su valor original, el cual se suma al que produce el tiempo de
trabajo socialmente necesario empleado en el proceso productivo;
su valor se ve afectado, como el de cualquier otra mercanca, por los
efectos del progreso tcnico en el tiempo de trabajo socialmente ne-
cesario para producirlos. El caso de la maquinaria y el equipo es di-
ferente, puesto que la cantidad de valor que estos medios de produc-
cin transfieren al producto no slo depende del valor que incorpo-
ran en el proceso de produccin de los bienes de capital, sino tam-
bin de su ritmo de utilizacin fsica y obsolescencia tcnica, as co-
mo del lapso de tiempo en el que conservan su funcin productiva
antes de ser desplazados por bienes de produccin ms productivos.
Marx presupone que el tiempo de reproduccin del capital corres-
ponde al tiempo necesario para su consumo.
16
De esta forma, dos
tcnicas que contienen el mismo valor, pero distinta durabilidad de-
bido a su constitucin material como valores de uso, habrn transmi-
tido el mismo valor al producto, y si la composicin orgnica de di-
cho capital es proporcional a su duracin, ambas tcnicas habrn
producido la misma plusvala, lo que permite su recapitalizacin al
trmino de la usura del equipo. Esto podra constituir una hiptesis
pertinente para una teora abstracta del capital, pero en la realidad
de la competencia entre capitales, el reemplazo de un equipo por
otro ms productivo depende del ritmo de produccin de una inno-
vacin tecnolgica, as como de un balance entre los beneficios que
implica el poder monoplico de una tecnologa ms productiva,
16
K. Marx, Grundrisse, vol. 3, Anthropos, Pars, 1968, p. 305 [Elementos fundamen-
tales para la crtica de la economa poltica (Grundrisse) 1857-1858, Mxico, Siglo XXI,
1986].
ENRIQUE LEFF 14
frente a los costos de una rpida reposicin del capital invertido. Es-
to hace que el tiempo de reproduccin del capital, y sobre todo su
revaloracin en la forma de una innovacin tecnolgica, no corres-
pondan con su tiempo de usura natural.
Si un equipo es reemplazado antes del trmino de su usura natu-
ral, de su obsolescencia tcnica o de su revalorizacin econmica, es-
to no implica lgicamente que el valor que transmiti a las mercan-
cas que produjo durante su vida til haya sido igual al valor total que
transmite un equipo similar que funcione durante un periodo ms
largo de tiempo a manos de un competidor incapaz de introducir
una innovacin tecnolgica. El valor que transmite una maquinaria
a las mercancas que produce no slo dependera entonces de su
propio valor, sino del tiempo de produccin e incorporacin de una
innovacin tecnolgica que determina el tiempo til de transmisin
de valor, distinto al tiempo normal de operacin de la mquina en
cuestin. En todo caso, sea por la ley de la competencia o por el pro-
ceso de innovacin tecnolgica, surge de all un grado de indetermi-
nacin en la ley del valor. La parte alcuota del valor que transfiere
un equipo a las mercancas que con l se producen depende del
tiempo que se mantenga operando como resultado de la competen-
cia entre capitales; pero el reemplazo de los bienes de capital depen-
de a su vez de la aparicin de una innovacin tcnica. Ahora bien, la
creatividad que genera una innovacin que eleva la productividad
de los nuevos equipos y las condiciones tcnicas medias de la pro-
duccin depende cada vez ms de inversiones en el sector tecnol-
gico, pero no est determinada por el tiempo de trabajo manual o
intelectual aplicado a un descubrimiento cientfico y su desarrollo
tecnolgico, ni por la cantidad de valor destinado a la produccin de
estos conocimientos. Marx afirma en este sentido que:
El progreso incesante de la ciencia y de la tecnologa dota al capital de una
potencia de expansin, independiente, dentro de ciertos lmites, de la mag-
nitud de las riquezas de las que se compone [...] el progreso de la potencia
productiva del trabajo que se produce sin el concurso del capital que se en-
cuentra en funcin, pero de la que se beneficia desde que cambia de piel, lo
deprecia tambin ms o menos durante el intervalo de tiempo en el que
continua funcionando bajo su antigua forma.
17
17
K. Marx, Le Capital, uvres, op. cit., p. 1112 [op. cit., p. 749].
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 15
LAS FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA CIENCIA Y LA DESVALORIZACIN DEL VALOR
Desde el momento en que la acumulacin de capital induce la pro-
duccin y la aplicacin tecnolgica de la ciencia como un requisito
para la reproduccin del capital, se vuelve imposible el clculo del va-
lor que contiene el capital incorporado a una nueva tcnica, y en con-
secuencia la cantidad de valor que transmite a las mercancas que pro-
duce. La introduccin de estos nuevos medios de produccin desva-
loriza la maquinaria y equipo que siguen operando, as como el valor
de las mercancas que producen. De esta forma, el valor que transmi-
te el equipo viejo al producto ya no slo depende del tiempo de tra-
bajo que contiene y que extrae de la fuerza de trabajo. El valor de una
mquina en el momento en el que aparece una nueva tecnologa en
el mercado no puede revaluarse a partir del tiempo de trabajo social-
mente necesario para producir la nueva maquinaria, sino a partir de
su productividad, que no tiene una relacin cuantitativa con el costo
o el tiempo de trabajo necesarios para su produccin. Su valor se vuel-
ve incalculable, puesto que ya no depende del tiempo de trabajo vivo
directo aplicado en la produccin de bienes de produccin y de con-
sumo, sino de un trabajo intelectual mediato, que es irreductible a tra-
bajo simple directo. De esta manera se van socavando las bases con-
ceptuales necesarias para fundar una teora cuantitativa del valor y se
abren las vas para una teora cualitativa del valor; pero sta no est
exenta de los problemas de toda teora que intente fundarse en el
principio de un clculo objetivo de valor.
El progreso tcnico es una necesidad inherente del capital para
elevar la produccin de plusvala relativa y al mismo tiempo para des-
valorizarse y vencer los efectos del aumento de la composicin org-
nica del capital sobre la tendencia hacia la baja de la tasa de ganan-
cia. Pero este proceso de valorizacin-desvalorizacin-revalorizacin
del capital se produce en un movimiento contradictorio que va des-
plazando a la formacin del valor como el principio determinante
de la dinmica del capital. En general, toda revalorizacin del capi-
tal incorporado a una nueva tecnologa implica la introduccin de
un capital fijo con menor valor, y con menor capacidad para extraer
valor de la fuerza de trabajo.
18
Sin embargo, la expansin misma del
18
Marx apunta que, estando dadas las bases generales del sistema capitalista, el
desarrollo de los poderes productivos del trabajo social surge siempre a un cierto pun-
to de la acumulacin para convertirse desde entonces en el mecanismo ms podero-
ENRIQUE LEFF 16
capital provoca un aumento de la masa de trabajo incorporada al
proceso productivo y se contrapone a la disminucin del valor pro-
ducido en un proceso individual.
La reduccin y la desaparicin de la ley del valor-trabajo como prin-
cipio cuantitativo que determina el desarrollo del capital, no ha elimi-
nado las relaciones de explotacin en que se funda la produccin ca-
pitalista. La resolucin de las contradicciones internas del capital en
los pases con un mayor grado de desarrollo capitalista implic desde
sus inicios la implantacin de este modelo en las formaciones precapi-
talistas. La ganancia capitalista sigui dependiendo en gran medida de
la explotacin del trabajo y de los recursos de los pases subdesarro-
llados o perifricos. En este sentido, aunque la revolucin cientfi-
co-tecnolgica tiende a desvalorizar el equipo productivo y a reducir
en gran parte el trabajo vivo directo que ste pone en movimiento y
que por lo tanto crea valor, las mercancas producidas con estos avan-
ces tecnolgicos han seguido incorporando el valor producido en la
elaboracin de las materias primas y productos intermedios que ali-
mentan la acumulacin del capital, incluso aquellos elementos del ca-
pital que son producidos con tcnicas tradicionales y que incorporan
la oferta ecolgica de recursos naturales en los que se desvanece todo
posible clculo de valor. De all que el pensamiento marxista se haya
mantenido fiel hasta el fin a una teora del valor-trabajo como deter-
minante de la dinmica del proceso de acumulacin e internacionali-
zacin del capital. Pero esto no autoriza a pensar en una teora cuanti-
tativa del valor, ni a seguir ignorando la importancia creciente de la
aplicacin de las fuerzas naturales y tecnolgicas de produccin a tra-
vs de la aplicacin de la ciencia en la produccin de mercancas.
so. [] El desarrollo de las potencias productivas del trabajo social que dicho progre-
so acarrea se manifiesta a travs de los cambios cualitativos [] en la composicin tc-
nica del capital [] es decir, que la masa de herramientas y de materiales aumenta
cada vez ms en comparacin con la suma de fuerzas de trabajo necesarias para ha-
cerlos funcionar. En la medida que el incremento del capital vuelve al trabajo ms
productivo, disminuye la demanda de ste en proporcin de su propia magnitud. []
Esos cambios en la composicin tcnica del capital se reflejan en su composicin va-
lor, en el crecimiento progresivo de su parte constante a expensas de su parte varia-
ble. [] Sin embargo el decrecimiento de la parte variable del capital en relacin con
su parte constante, ese cambio en la composicin valor del capital, slo indica lejana-
mente el cambio en su composicin tcnica. La razn es que el progreso de las poten-
cias del trabajo, que se manifiesta por el incremento del equipo y de los materiales
puestos en movimiento por una suma menor de trabajo, hace tambin disminuir de
valor a la mayor parte de los productos que funcionan como medios de produccin.
(K. Marx, Le Capital, uvres, op. cit., pp. 1134-1135) [op. cit., pp. 772-775].
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 17
TRABAJO MANUAL Y TRABAJO INTELECTUAL:
TEORA CUANTITATIVA Y CUALITATIVA DEL VALOR
El problema fundamental para elaborar una teora cualitativa del va-
lor, manteniendo los principios bsicos del pensamiento marxista,
surge de la desarticulacin que se produce entre las condiciones de
produccin del valor a partir del tiempo de trabajo y el proceso de
desarrollo de las fuerzas productivas; pues si bien son las condiciones
tcnicas de las fuerzas productivas las que le confieren al trabajo el
carcter de socialmente necesario, la produccin misma de estas fuerzas
productivas naturales y tecnolgicas aparece como un proceso ex-
terno a la produccin de valor,
19
o como un proceso uniforme hist-
ricamente, que por lo tanto no afecta las relaciones de valor.
20
Marx
no integra el proceso de innovacin tecnolgica al ciclo de rotacin
del capital al considerar que las fuerzas naturales que se ofrecen
gratuitamente pueden ser incorporadas al proceso de produccin
donde actuarn con ms o menos eficacia. El grado de sta depende
de los mtodos y de los progresos cientficos que no cuestan nada al
capitalista.
21
Desde el momento en el que se concibe el desarrollo de las fuer-
zas productivas como un proceso independiente de la formacin del
valor, se rompe la consistencia de la teora del valor como determi-
nante de la acumulacin capitalista. Esta desarticulacin terica se
produce tambin por la falta de conexin entre el trabajo manual y
el trabajo intelectual como determinantes del desarrollo de las fuer-
zas productivas. Aunque Marx no slo admite la existencia del traba-
jo complejo frente al trabajo simple, sino que lo considera como una
categora conceptual para dar cuenta del trabajo colectivo dentro de
una jerarqua de fuerzas de trabajo, el trabajo intelectual aparece
siempre como una propiedad que el capital extrae de la clase prole-
taria y que concentra para explotar su fuerza de trabajo.
22
Pero nun-
19
Hemos introducido el desarrollo de las fuerzas productivas como un elemento
exterior (K. Marx, Grundrisse, vol. 2, uvres, op. cit., p. 145).
20
El desarrollo progresivo de las fuerzas productivas sociales acta uniformemen-
te o casi sobre el tiempo de trabajo exigido para la produccin de las diferentes mer-
cancas (K. Marx, Critique de lconomie Politique, en uvres, op. cit., pp. 289-290).
21
K. Marx, Le Capital, Livre 1, en uvres. conomie. I, op. cit., p. 931 [op. cit., pp.
470-472].
22
Lo que los obreros parcelarios pierden se concentra frente a ellos en el capital.
La divisin manufacturera les opone las potencias intelectuales de la produccin co-
mo la propiedad de otro y como un poder que los domina. Esta escisin empieza a
ENRIQUE LEFF 18
ca se hace explcita la conexin necesaria entre el valor producido
por la explotacin del trabajo manual (del proletariado) y el trabajo
intelectual que incrementa el poder de explotacin del capital. Pues-
to que la ciencia aparece como una fuerza productiva independien-
te del trabajo, no es posible articular el proceso de innovacin que
da al trabajo su carcter socialmente necesario ni pensar el progreso
tecnolgico como efecto de la formacin de valor. Tampoco es posi-
ble incorporar el concepto de valor a las fuerzas naturales que pone
en marcha la ciencia para la produccin de mercancas. De esta for-
ma, el trabajo cientfico, y su cristalizacin en el desarrollo de las
fuerzas productivas que adopta el capital, aparecen como un trabajo
no productivo, en el sentido capitalista, es decir, no productor de va-
lor. Slo el trabajo simple directo que estos medios de produccin
bombean de la fuerza de trabajo es fuente de valor y, como tal, de-
terminante de la dinmica del capital.
El trabajo cientfico adquiere otra perspectiva dentro de la teora
de la plusvala y de la circulacin. Marx afirma que en el sistema ca-
pitalista el fin determinante de la produccin es la plusvala. No se
considera pues productivo sino el trabajador que produce una plus-
vala para el capitalista, y cuyo trabajo fecunda al capital.
23
Fecun-
dar al capital no significa simplemente extraer una plusvala en el
proceso productivo, sino que implica tambin la capacidad de repro-
ducir las condiciones de explotacin de la fuerza de trabajo. Para la
reproduccin ampliada del capital no basta con extraer una canti-
dad de valor que pueda recapitalizarse en forma de capital fijo al tr-
mino de la usura de una maquinaria o equipo. La acumulacin capi-
talista y la competencia de capitales hacen necesario que la plusvala
producida, para ser recapitalizada, cristalice en medios de produc-
cin de una productividad creciente,
24
es decir, en un progreso tec-
nolgico. En este sentido, no hay trabajo ms fecundo para el capi-
tal que el trabajo cientfico-tecnolgico, ya que ms que el trabajo
surgir desde la cooperacin simple. [] se desarrolla en la manufactura, que mutila
al trabajador a] punto de reducirlo a una parcela de si mismo; se completa al fin con
la gran industria que hace de la ciencia una fuerza productiva independiente del tra-
bajo y que la enrola al servicio del capital (K. Marx, Le Capital, uvres, op. cit., p.
905, subrayado mo) [op. cit., p. 440].
23
Ibid., p. 1002 [op. cit., p. 616].
24
La plusvala no es pues convertible en capital sino porque el producto neto en
el que esta plusvala existe, contiene ya los elementos materiales de un nuevo capital
(K. Marx, Le Capital, uvres, op. cit., p. 1084) [op. cit., p. 715].
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 19
simple directo, permite que la plusvala producida en el proceso di-
recto pueda ser recapitalizada y reproducido el ciclo del capital. Ade-
ms,
al descubrir nuevos materiales tiles o nuevas cualidades de la materia ya en
uso, la mquina [la ciencia en general] multiplica las esferas de inversin pa-
ra el capital acumulado. Al ensear los mtodos adecuados para reutilizar
los excrementos [del capital] en el curso circular de la reproduccin y del
consumo social, convierte, sin concurso alguno del capital, esos no-valores
en tantos otros elementos adicionales de la acumulacin.
25
Por todo esto, si bien la produccin de valor depende cada vez
menos del trabajo simple directo, la revalorizacin del capital depen-
de cada vez ms del trabajo cientfico y de la innovacin tecnolgica.
En la medida en que la propia acumulacin capitalista determina
una tendencia hacia la sustitucin creciente del trabajo vivo directo
y su conjugacin con la aplicacin directa de las fuerzas de la ciencia
en la produccin de mercancas, tiende a desaparecer la determina-
cin especfica del valor como principio fundamental de la dinmi-
ca estructural del capital.
26
DESARROLLO DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS/RELACIONES SOCIALES
DE PRODUCCIN
El cambio en la dinmica del capital que genera la revolucin cient-
fico-tecnolgica plantea el problema de pensar la dialctica entre el
desarrollo de las fuerzas productivas y la transformacin de las rela-
ciones sociales de produccin. Puesto que el valor producido por la
fuerza de trabajo es el fundamento para la comprensin del proceso
25
Ibid., pp. 1111-1112 [op. cit., pp. 748-749].
26
En la medida misma que el tiempo quantum de trabajo surge del capital co-
mo el nico elemento determinante de la produccin, el trabajo directo tomado co-
mo principio de creacin de los valores de uso desaparece, o al menos se reduce cuan-
titativamente y cualitativamente a un rol ciertamente indispensable, pero subalterno,
en relacin con el trabajo cientfico en general, de la aplicacin tecnolgica de las
ciencias naturales, y de la fuerza productiva general resultado de la organizacin so-
cial del conjunto de la produccin (K. Marx, Principes dune Critique de lcono-
mie Politique, en uvres, op. cit., vol. 2, p. 301).
ENRIQUE LEFF 20
econmico, Marx afirma que si la produccin pudiera efectuarse sin
trabajo alguno, no existira ni valor, ni capital, ni produccin de va-
lor.
27
De esta manera Marx transita del momento histrico pasado
que produjo las condiciones sociales para pensar en la formacin de
valor como el principio fundamental de la dinmica del capital, a un
futuro utpico, en el que todo trabajo habra desaparecido. En otro
texto Marx apunta:
El intercambio de trabajo vivo contra trabajo materializado, en otras pala-
bras, la determinacin del trabajo social en tanto que oposicin entre capi-
tal y trabajo asalariado, constituye el ltimo desarrollo de la relacin de va-
lor y del sistema de produccin fundado sobre el valor. Su condicin perma-
nente, es la masa del tiempo de trabajo inmediato, el quantum de trabajo
aplicado en tanto que factor de produccin decisivo de la riqueza. Pero a
medida que se desarrolla la gran industria, la creacin de la verdadera rique-
za depende menos del tiempo y de la cantidad de trabajo empleados que de
la accin de los factores puestos en movimiento en el curso del trabajo, cu-
ya poderosa eficacia no tiene comparacin con el tiempo de trabajo inme-
diato que cuesta la produccin; ms bien depende del estado general de la
ciencia y del progreso tecnolgico [] Cuando, en su forma inmediata, el
trabajo haya cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo
cesar y deber cesar de ser la medida del trabajo, as como el valor de cam-
bio dejar de ser la medida del valor de uso. El sobre-trabajo de las masas hu-
manas dejar de ser la condicin del desarrollo de la riqueza general. []
Desde entonces, la produccin fundada sobre el valor de cambio se derrum-
ba, y el proceso inmediato de la produccin material se despoja de su forma
y de sus contradicciones miserables.
28
El desarrollo de las fuerzas productivas aparece as como el factor
determinante de la transformacin de las relaciones sociales de pro-
duccin, al eliminar la ley del valor.
29
De all que algunos tericos
posmarxistas desplazaran el centro de la explotacin social en la era
27
K. Marx, Principes, en uvres. Economie. II, op. cit., p. 250.
28
Ibid., pp. 305-306.
29
En tanto que el progreso de la produccin reside en la mecanizacin y en la in-
dustrializacin extensiva, el capital constituye su forma de movimiento eficiente, ade-
cuada. A escala histrica, podemos encontrar all una cierta justificacin de la existen-
cia del capital, en tanto que forma social externa, transitoria, del desarrollo de la civi-
lizacin. [] las relaciones de produccin no son sino una forma del movimiento de
las fuerzas productivas (Richta, 1969: 30-34).
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 21
de la automatizacin del modo de produccin capitalista a la razn
tecnolgica y a la racionalidad del pensamiento cientfico.
30
La revo-
lucin cientfico-tecnolgica fue ocupando el centro del pensamien-
to crtico sobre el devenir histrico y la dialctica social, convirtin-
dose incluso en un medio trascendente para la liberacin del hom-
bre, desplazando a segundo trmino la lucha de clases en la transfor-
macin de las relaciones sociales de produccin y el cambio social.
31
El progreso tecnolgico ha generado una sustitucin progresiva
del trabajo manual directo por trabajo intelectual indirecto en la pro-
duccin de mercancas, hasta que lleg a desaparecer la determina-
cin cuantitativa del valor-trabajo. El desarrollo de las fuerzas pro-
ductivas condujo a que la produccin de la riqueza dependiera cada
vez ms del empleo de las fuerzas naturales de produccin magnifi-
cadas por la ciencia y la tecnologa que del trabajo vivo directo, gene-
rando el derrumbe de la produccin fundada en la ley del valor. Em-
pero, las transformaciones del proceso de trabajo generadas por la
cientifizacin de la produccin no han eliminado las relaciones so-
ciales de produccin capitalista las formas asimtricas de propiedad-
apropiacin y de explotacin-control social fundadas en el poder
sobre los medios de produccin de una clase capitalista que hoy ba-
sa su poder econmico y poltico en la capitalizacin de la naturale-
za y en la propiedad privada del conocimiento cientfico-tecnolgico.
La teora del valor ha quedado atrapada en sus insuficiencias, in-
consistencias y contradicciones que han llevado a una hermenutica
de concepto de naturaleza que le subyace como una metafsica de la
30
La razn, en tanto que pensamiento conceptual, en tanto que comportamien-
to, produce necesariamente la dominacin. El logos es la ley, el comando, el orden
por el poder del conocimiento (Marcuse, 1968: 190).
31
El cambio poltico no puede convertirse en un cambio social y cualitativo sino
en la medida en que cambiara el sentido del progreso tcnico, es decir, en la medida
en que pueda desarrollar una nueva tecnologa [] Para que la realidad tecnolgica
pueda ser trascendida, es condicin necesaria previa que sta se cumpla; realizndo-
se, constituira al mismo tiempo la racionalidad que permitira esta trascendencia []
Si la racionalidad tecnolgica alcanzara su perfeccin, traducira la ideologa en rea-
lidad, y trascendera al mismo tiempo la anttesis materialista de esta cultura (Marcu-
se, 1968: 252, 255, 258). Saltan a la luz las contradicciones a las que lleva este pensa-
miento dialctico: la dominacin es producida no por una estructura social sino por
una razn tecnolgica; pero las condiciones de su desaparicin son la plena realiza-
cin del desarrollo cientfico-tecnolgico. En lo poltico implica que la liberacin de-
pende del desarrollo de las fuerzas productivas y la automatizacin generalizada de
los procesos de trabajo, y no de una prctica poltica tendiente a transformar las rela-
ciones sociales de produccin.
ENRIQUE LEFF 22
produccin, de una dialctica trascendental que, fundada en un
concepto de naturaleza, ha iluminado y guiado al pensamiento mar-
xista en su lucidez y en sus oscuridades.
EL CONCEPTO DE NATURALEZA EN MARX
El principio de un valor objetivo, del valor-trabajo formado por un
tiempo de trabajo socialmente necesario, de una ley social como
principio del pensamiento crtico sobre la economa vulgar, de la
construccin terica que externaliz a la naturaleza del proceso de
formacin de valor, remite a un fondo ontolgico y epistemolgico,
a un concepto de naturaleza como base de objetividad de los proce-
sos materiales, incluso de la objetividad del proceso social que reifi-
ca la realidad al considerarla como relaciones entre cosas. En el ma-
terialismo histrico, la historia pierde su naturalidad; pero al mismo
tiempo queda atrapada en las mallas de una racionalidad objetivista,
de un orden ontolgico que orienta la praxis social a travs de una
teleologa de la historia fundada en la produccin.
Alfred Schmidt realiz una exgesis de El concepto de naturaleza en
Marx (Schmidt, 1976), sobre el saber de fondo en el que se produce
la teora marxista y que orienta la prctica poltica. Esta concepcin
naturalista de la historia se expresa en la obra filosfica de Marx como
una categora ontolgica, ms que como un concepto de naturaleza
construido dentro de su teora del modo de produccin capitalista. El
concepto de naturaleza en Marx remite as a una categora ontolgica
transhistrica que permitira comprender la totalidad del mundo.
el proceso laboral productor de valor de uso en su movimiento histrico (y)
la interpretacin recproca de naturaleza y sociedad, tal como se produce en
el seno de la naturaleza como realidad que abarca ambos [] la sociedad se
muestra a la vez como un contexto natural [] en el sentido metafsico de
una teora de la totalidad del mundo [] La naturaleza para Marx es un
momento de la praxis humana y al mismo tiempo la totalidad de lo que exis-
te [] El concepto marxista de naturaleza resulta idntico al de la realidad
en conjunto (Ibid., 11, 12, 23, 25).
La elevacin a un rango ontolgico del concepto de naturaleza
opera una confusin entre la categora de lo Real y la categora de lo
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 23
Natural. De esta forma se obstaculiza el camino para una ontologa
que permita captar lo real constituido por diferentes niveles de ma-
terialidad, as como la relacin entre lo Real y lo Simblico en la
constitucin de una racionalidad social. La interpretacin recproca
de naturaleza y sociedad no es considerada aqu como la articula-
cin o interdeterminacin entre procesos naturales y procesos socia-
les, sino que se reduce a la interiorizacin del mundo por la praxis
humana que constituye un todo natural. A partir de esta concep-
cin de la naturaleza, Schmidt elabora una interpretacin fenome-
nolgica del marxismo. De esta forma, desarticula el concepto de va-
lor de uso del concepto de valor de cambio para construir una apre-
ciacin metafsica y ahistrica de la relacin entre naturaleza y socie-
dad, entre el hombre y su actividad productiva, reduciendo el ser de
lo real, de la naturaleza y de la historia a la existencia del hombre.
Al formalismo mecanicista que parte de Descartes y Newton al ra-
cionalismo del a priori kantiano, el marxismo opone una ontologa
de la praxis histrica que no logra desprenderse del trasfondo meta-
fsico de un concepto realista de naturaleza. Con Feuerbach se da el
trnsito del idealismo trascendental de Kant y Hegel al subjetivismo
humanista que antecede a Marx y que influye en sus escritos de ju-
ventud.
32
La praxis humana se convierte en el principio de lo real pa-
ra el hombre, en el proceso de constitucin de su mundo, de su co-
nocimiento y de su transformacin. Marx no se detuvo en esta feno-
menologa de la historia; su aportacin fundamental consisti en
descubrir la estructura socioeconmica en la que se enmarca la pra-
xis humana, las determinaciones del proceso histrico en el que se
produce toda prctica social. El postulado epistemolgico del prima-
do de lo real sobre el pensamiento, de la praxis sobre la conciencia,
fue el punto de inflexin fundamental para una epistemologa ma-
terialista de la historia: de lo natural, fsico-biolgico; de lo social,
histrico-simblico. Esto llev a diferenciar los niveles de materiali-
dad que conforman lo real, abriendo el pensamiento crtico para es-
capar de la visin subjetivista y naturalista de la historia. Cuando
Marx habla en El capital de la sumisin del hombre a leyes natura-
les sobre las que no tiene ningn dominio, se refiere a las leyes ob-
32
Para Feuerbach, la metafsica o lgica slo es una ciencia real, inmanente,
cuando no se separa del as llamado espritu subjetivo [] Slo el hombre es la reali-
dad, el sujeto de la razn. Es el hombre el que piensa, no el yo, no la razn (cit. en
Schmidt, 1976: 22).
ENRIQUE LEFF 24
jetivas de la historia. La determinacin mecanicista de la naturaleza
da curso a la naturalidad de una determinacin histrica, de las le-
yes del valor y la plusvala. Marx afirma as que:
El acto de la visin [] es una relacin fsica entre cosas fsicas. Pero la for-
ma valor y la relacin de valor de los productos del trabajo no tienen abso-
lutamente nada que hacer con su naturaleza fsica. Es solamente una rela-
cin social determinada entre los hombres la que reviste aqu para ellos la
forma fantstica de una relacin entre cosas (Marx, 1965: 606) [El capital, op.
cit., pp. 88-89].
El concepto de praxis abre la posibilidad de superar el monismo
naturalista de Feuerbach, es decir, el carcter abstracto de una onto-
loga general que relaciona la naturaleza y toda conciencia de ella
con el proceso vital de la sociedad y donde la relacin entre lo Real
y el Saber quedan reducidos a un conocimiento sobre la naturaleza,
33
como una conciencia prctica del mundo.
34
La metafsica de la natu-
raleza que subyace a la filosofa de la praxis, desconoce la especifici-
dad del conocimiento cientfico como aprehensin cognoscitiva de
lo real y de sus aplicaciones tcnicas frente a las otras formas de sa-
ber que surgen del carcter prctico transformacional de la praxis so-
cial. El predominio de la categora ontolgica de Naturaleza ha arro-
jado una cortina de humo que impidi pensar el orden ontolgico
propio de la naturaleza dentro de la teora del modo de produccin
capitalista, as como el papel que desempean la produccin y apli-
cacin de conocimientos cientficos en la acumulacin capitalista.
El concepto de naturaleza en Marx no es una categora ontolgi-
ca omnicomprehensiva que subyace a la dialctica trascendental de
la historia. Este significado se filtra en los presupuestos ontolgicos y
en el tejido terico-discursivo del materialismo histrico y de su obje-
to terico. De esta forma, los conceptos de valor y de renta diferen-
33
La naturaleza es el nico objeto de conocimiento. Incluye en s tanto las for-
mas de la sociedad humana, como tambin, inversamente, slo aparece mental y real-
mente en virtud de esas formas (Schmidt, 1976: 25).
34
Schmidt se apoya en la Ideologa alemana y en los Manuscritos parisinos de Marx,
donde afirma que la naturaleza fijada en separacin del hombre, no es nada para el
hombre, para aseverar que para Marx las ciencias no proporcionan ninguna con-
ciencia inmediata de la realidad natural, porque la relacin humana con sta no es
primordialmente terica, sino de carcter prctico-transformacional; no existe una
naturaleza histricamente no modificada que sea objeto de conocimiento de las cien-
cias naturales (Schmidt, 1976: 28, 46).
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 25
cial hacen intervenir a los procesos naturales, en tanto que stos afec-
tan el tiempo de trabajo socialmente necesario para la produccin de
mercancas, as como las tasas de plusvala y de ganancia. Desde esta
perspectiva, toda propuesta monista sobre la unidad naturaleza-so-
ciedad aparece como una postulacin ideolgica. Para el materialis-
mo histrico no existe ni la sociedad en general ni la naturaleza en
general, sino como objetos empricos o categoras metafsicas incapa-
ces de ser articuladas en un discurso cientfico. Para la teora de la
historia, los modos de produccin articulan el medio ambiente en el
que se desarrollan; por su parte, la naturaleza existe como procesos
que son aprehendidos tericamente por las diferentes ramas de las
ciencias fsico-biolgicas y que a travs del conocimiento tecnolgico
se insertan en el proceso capitalista de produccin. De esta forma se
produce una articulacin terica y tcnica entre naturaleza y socie-
dad en el proceso capitalista de produccin (Leff, 1994a: cap. 1).
Marx no slo ve la unidad del mundo como la unificacin trascen-
dental de naturaleza y sociedad a travs del proceso de trabajo. El
materialismo marxista no consiste en el hecho de que todo es ma-
teria, o en pensar el mundo como una determinacin metafsica
segn la cual todo ente aparece como material de trabajo. El mate-
rialismo histrico busca dar cuenta de la estructura social que con-
vierte a la naturaleza en objetos de trabajo, en valores de uso natura-
les capaces de ser incorporados al proceso de produccin de valor y
plusvala. El materialismo marxista no es una visin del mundo co-
mo una relacin entre cosas; esto es justamente aquello que Marx
critic como el fundamento metafsico de la alienacin de los suje-
tos sociales. Con la fetichizacin de la mercanca, Marx pone al des-
cubierto el efecto ideolgico producido por el proceso capitalista de
produccin que hace aparecer a la realidad como una relacin en-
tre cosas. Por ello Marx, en los Grundrisse, afirma que:
El materialismo tosco de los economistas, que trata las relaciones sociales de
la produccin de los hombres y las determinaciones que las cosas reciben en
tanto se subsumen bajo esas relaciones, como si fueran propiedades natura-
les de las cosas, es igualmente un tosco idealismo, e incluso fetichismo, pues
atribuye las relaciones sociales a las cosas como si fueran determinaciones in-
manentes a ellas, y as mistifica tales relaciones (cit. en Schmidt, 1976: 148).
Marx da as el primer paso contra la metafsica naturalista al de-
marcar el materialismo histrico de una visin naturalista de la his-
ENRIQUE LEFF 26
toria del realismo ingenuo de la dialctica de la naturaleza de En-
gels, y de una visin monista que habra de reducir la comprensin
del mundo a una dialctica abstracta entre sujeto y objeto del traba-
jo, a una fenomenologa trascendental que en el proceso laboral
guiara una teleologa histrica hacia la desalienacin del hombre
frente a la naturaleza. Sin embargo esta demarcacin del pensamien-
to cosificador que lcidamente denuncia Marx no fue suficiente pa-
ra superar la metafsica de la naturaleza que acompaa a la dialcti-
ca trascendental inscrita en el proceso laboral y que seguir confir-
mando el saber de fondo del naturalismo dialctico del ecologismo
emergente.
35
La conversin de la naturaleza en objetos de trabajo y de sus pro-
ductos en mercancas, el intercambio generalizado entre estos produc-
tos en funcin del tiempo de trabajo socialmente necesario de su va-
lor, no es un presupuesto filosfico materialista ni una dialctica del
proceso laboral de la historia humana en general, sino de la estructu-
ra social, la racionalidad terico-prctica y el modo de produccin de
la sociedad capitalista. Schmidt slo ve en el trabajo una manifesta-
cin de la fuerza natural; desconoce las determinaciones histricas y
econmicas de la acumulacin capitalista que modifican los procesos
de trabajo y sus tasas de explotacin en funcin de la lucha de clases:
la del capitalista por elevar la tasa de ganancia y por buscar nuevas
fuentes de produccin de valor y plusvala; la del proletariado por
reducir la jornada de trabajo y mejorar sus condiciones de vida.
Schmidt se previene de identificar su hermenutica marxista con
una dialctica de la naturaleza o una visin evolucionista de la histo-
ria. De esta manera afirma que no debe subsumirse la historia social
en la natural ni aplicar las leyes naturales directamente a las relacio-
nes sociales, como ocurre con el darwinismo social, donde la histo-
ria humana es un apndice de la historia natural, y sus leyes de movi-
miento son meras formas fenomnicas de las leyes biolgicas. Sin
embargo, una cierta visin ecologista no deja de acechar la compren-
35
De esta manera, el propio Schmidt afirmaba que: La naturaleza se vuelve dialc-
tica porque produce al hombre como sujeto mutable, conscientemente activo, que se
le enfrenta como potencia natural. En el hombre se relacionan entre s el medio de
trabajo y su objeto. La naturaleza es el sujeto-objeto del trabajo. Su dialctica consiste
en que los hombres cambian su naturaleza en tanto quitan gradualmente a la natu-
raleza externa su carcter extrao y exterior, la median consigo mismos, la hacen tra-
bajar telticamente para ellos [] la dialctica del proceso laboral como proceso na-
tural se ampla a la dialctica de la historia humana en general (Schmidt, 1976: 56-57).
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 27
sin de la organizacin social y del proceso productivo. Para Schmidt,
la clave del proceso de intercambio en Marx estara en el concepto de
stoffwessel (que la versin inglesa traduce por metabolism y la castellana
por intercambio orgnico; y afirma que con el concepto de inter-
cambio orgnico Marx describe el proceso social segn el modelo de
un fenmeno natural (Schmidt, 1976: 99). Schmidt descubre en la
nocin de stoffwessel un concepto central en El capital que en reali-
dad slo seala el aspecto general de transformacin de la materia en
el proceso de trabajo, para adjudicarle a Marx una concepcin eco-
logista de la sociedad.
36
Al subsumir las formas sociales de apropia-
cin de la naturaleza en los momentos abstractos de un intercambio
de materia y un intercambio de valor, se ha abierto una va falsa a una
antropologa ecolgica que quisiera pensar a la formacin social co-
mo una articulacin de las determinaciones formales-histricas de la
ley del valor y las condiciones materiales a partir de un anlisis ener-
gtico-ecolgico de los procesos de trabajo.
Schmidt busca responder a los problemas que plantea la interre-
lacin dialctica entre naturaleza y sociedad en la teora del conoci-
miento de Marx. Su exgesis de los textos marxistas lo lleva a ver en
el trabajo el trmino que vincula la legalidad propia de la materia
con los fines humanos, de manera que si bien las leyes de la natura-
leza subsisten independientemente y fuera de la conciencia y la vo-
luntad de los hombres, slo son apropiables por ste a travs de las
formas de su proceso laboral (Schmidt, 1976: 112). Schmidt absor-
be as las determinaciones sociales en la naturalidad de los fines hu-
manos. A travs del trabajo, el hombre sometera las leyes naturales
a sus propios fines.
37
Los fines del trabajo dependen por un lado de las necesidades y
36
Tanto es cierto que toda naturaleza est mediada socialmente, como tambin
lo es, inversamente, que la sociedad est mediada naturalmente como parte constitu-
tiva de la realidad total. Este ltimo aspecto de la vinculacin caracteriza la especu-
lacin latente en Marx sobre la naturaleza. Schmidt queda atrapado en esa identifi-
cacin especular entre naturaleza y sociedad al afirmar que: el sujeto y el objeto de
trabajo estn, en ltima instancia, determinados por la naturaleza; en el proceso
inmediato de trabajo [] en el intercambio orgnico entre hombre y naturaleza, el
aspecto material se impone a sus determinaciones formales histricas; en el proceso de
intercambio, que se basa en el proceso laboral, las determinaciones formales histri-
cas se imponen a su aspecto material (Schmidt, 1976: 87, 97, 99-100).
37
Los contenidos telticos perseguidos en el trabajo son limitados tanto para
Hegel como para Marx. En ambos hay una limitacin objetiva fijada por el material
de que se dispone y por sus leyes, y una limitacin subjetiva establecida por la estruc-
tura de impulsos y necesidades del hombre (Schmidt, 1976: 114).
ENRIQUE LEFF 28
deseos subjetivos del hombre, y por otro de las leyes del material de
que dispone para satisfacerse. Pero ni el sujeto es principio de sus
propios deseos y necesidades, ni las leyes de la naturaleza son inma-
nentes y estticas, ni la ciencia es en s misma una va de liberacin.
Marx produce el conocimiento del proceso histrico que condicio-
na el deseo humano, para transformarlo en una demanda creciente
de mercancas, y que opera sobre el deseo de saber que determina el
proceso de produccin de conocimientos cientficos; no para some-
ter la materia y la naturaleza a los fines del hombre, sino a la lgi-
ca del capital. Schmidt mira la historia como un proceso orientado
por los fines del hombre en abstracto; el proceso dialctico entre na-
turaleza y sociedad se convierte en el medio para alcanzar los fines
del ser humano. La actividad teleolgica del hombre es el proceso
trascendental que permite al sujeto reunir los momentos separados
del objeto y el sujeto del trabajo, de la sociedad con la naturaleza:
Slo con la vida orgnica, con la aparicin del hombre como sujeto auto-
consciente y activo, puede reunirse la naturaleza consigo misma, pues en el
trabajo sta se deshace de s misma, y el hombre se contrapone a s mismo,
segn dice Marx, como sustancia natural y como potencia natural que se
pone fines. El ser para s del hombre consiste en su capacidad de hacer tra-
bajar para l a la naturaleza en su mecanismo y su quimismo, a travs de los
cuales se realizan los fines humanos. La actividad teleolgico-finita del hom-
bre no rompe la conexin de la naturaleza. Para explicarla no se requiere
ningn principio trascendente a sta. Los fines que al comienzo son extra-
os a la naturaleza no slo se sirven de ella sino que tienen a su vez causas
naturales (Schmidt, 1976: 120).
De esta forma Schmidt identifica la vida orgnica con la historia.
El valor de cambio y el valor de uso pierden sus determinaciones es-
pecficas; el intercambio de mercancas puede reducirse en ltima
instancia a un intercambio de materia, a un metabolismo, puesto que:
lo que vale para una sustancia natural tratada aisladamente en rela-
cin con los estadios de su transformacin, caracteriza en general la
relacin existente entre hombre y naturaleza en la historia de la so-
ciedad. Esta concepcin de las relaciones entre naturaleza y socie-
dad aparece como un reflejo de la unidad contradictoria de los mo-
mentos del conocimiento en Marx, donde se compenetran por me-
diacin de la praxis histrica el realismo gnoseolgico y el subjetivis-
mo (Schmidt, 1976: 121).
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 29
El papel predominante de la praxis en la transformacin del mun-
do es un argumento fundamental de la filosofa marxista; pero no se
restringe a una mediacin entre un realismo objetivista y un huma-
nismo subjetivista. La praxis en el mundo moderno no est guiada
por procesos de cognicin y la emergencia de una conciencia del
mundo dentro de una fenomenologa biologista, sino que se inscri-
be dentro del ordenamiento ontolgico y epistemolgico que confi-
gura una racionalidad social determinada. Lo que caracteriza al cam-
bio de episteme en la modernidad es que las cosas dejan de ser per-
cibidas en su relacin de diferencias y similitudes; la palabra deja de
designar la cosa; lo real aparece como el efecto de un proceso de
produccin a partir de las estructuras y principios de la vida, la len-
gua y la historia (Foucault, 1966). All se inserta la praxis histrica en
un conjunto de prcticas sociales, de prcticas productivas, de prc-
ticas discursivas.
Marx critica en las Tesis sobre Feuerbach al materialismo tradicional
por haber concebido la realidad como objeto dado en la intuicin y
no como actividad sensorial humana, como praxis. Schmidt desco-
noce el efecto del proceso capitalista en la objetivacin de la realidad
y en la materialidad del conocimiento. Para l, si en el periodo pre-
capitalista antes del conocimiento moderno predomina el saber
sensualista de lo real, la sociedad industrial habra transformado las
condiciones de este saber objetivo en una subjetivacin creciente de
la realidad. De esta manera afirma que Como en el comienzo de la
edad moderna la naturaleza se reduce cada vez ms a un momento
de las actividades sociales, las determinaciones de la objetividad van
entrando gradualmente en el sujeto [de manera que] slo sera cog-
noscible, en sentido estricto, lo hecho por los sujetos (Schmidt,
1976: 136). El primado materialista de la praxis queda as reducido
a una fenomenologa del sujeto. Es el sujeto quien produce lo real
por su trabajo, orientado a sus fines, y no un modo de produccin
especfico lo que determina la subjetividad de los individuos. La sub-
jetivacin de la realidad que parte de la separacin entre objeto y su-
jeto en el proceso de trabajo lleva a una reabsorcin de lo social en
lo natural. Es esto lo que en el humanismo del joven Marx de los Ma-
nuscritos parisinos abri las puertas a la utopa de una teleologa his-
trica, en la que se producira la reconciliacin entre el hombre y la
naturaleza. El materialismo dialctico, entendido como una ontolo-
ga general de lo real, participa de ese imposible proyecto de unifi-
cacin positivista del saber. Ni la historia es un caso particular de esa
ENRIQUE LEFF 30
ontologa general fundada en la categora de naturaleza, ni la natu-
raleza queda subsumida en una ontologa transhistrica de la pro-
duccin. La epistemologa realista de la teora crtica marxista impi-
de disolver a naturaleza y sociedad en el orden de una identidad en-
tre humanismo y naturalismo, cuya diferencia ha puesto de manifies-
to la crisis ambiental, mostrando que
Es parte inherente y esencial de la civilizacin que avanza como dominio or-
ganizado, el hecho de que la naturaleza, rebajada a mero material de los fi-
nes humanos, se vengue de los hombres haciendo que stos slo puedan ad-
quirir su dominio con una represin cada vez mayor de su propia naturale-
za [] Una sociedad que siguiera por cierto alimentndose mediante su in-
tercambio orgnico con la naturaleza, pero que al mismo tiempo estuviera
estructurada de manera que pudiera renunciar a la explotacin excesiva de
sta, permitira hacer resaltar an ms claramente la verdad del momento
realista en la teora del conocimiento de Marx, es decir, que la naturaleza es
tambin algo existente en s, independientemente de la intervencin mani-
puladora de los hombres (Schmidt, 1976: 161, 177).
La construccin de tal sociedad ecolgica no podra ser, pues, el
simple desenvolvimiento de una teleologa histrica guiada por los
designios de la naturaleza o de un sujeto trascendental de la historia.
La construccin de una racionalidad ambiental habr de ser el resul-
tado de una praxis social que implica una desconstruccin de la me-
tafsica naturalista que subyace a la teora social y a la comprensin
del mundo, es decir una estrategia y una poltica del conocimiento.
En la dialctica de la historia, el capitalismo rompe con la unidad en-
tre sociedad y naturaleza; la sociedad se separa de su organicidad ori-
ginaria y el modo de produccin instaura la racionalizacin del do-
minio de la naturaleza. En este sentido afirmaba Schmidt que
En comparacin con la determinacin concreta que el proceso laboral asume
en su forma especficamente capitalista, es inherente a las formas que lo pre-
ceden algo de propiamente ahistrico y de natural [] Slo con el trnsito
al capitalismo el dominio sobre la naturaleza toma una cualidad nueva: ni-
camente entonces el proceso laboral, que Marx en un primer momento ha-
ba definido como igual en sus determinaciones generales para todas las po-
cas de la sociedad, se transforma en un proceso social de produccin, en sen-
tido estricto, para cuyos anlisis no bastan aquellas determinaciones genera-
les [] que caracterizan momentos particulares de la produccin preburgue-
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 31
sa. Lo que la crtica de la economa poltica estudia y quiere explicar es ms
bien la separacin entre estas condiciones inorgnicas de la existencia hu-
mana y esta existencia, una separacin que slo se ha realizado plenamente
en la relacin entre trabajo asalariado y capital (Schmidt, 1976: 200-201, 205).
En todo caso, el concepto de naturaleza, ya sea en la trascenden-
cia de la separacin con la sociedad en una visin organicista o eco-
nmica del mundo, no logra emanciparse del objetivismo que ha im-
preso en la racionalidad econmica la ontologa naturalista y objeti-
vista del mundo. La crtica a la razn econmica de Marx queda atra-
pada en la comprensin misma de lo natural, en la complicidad en-
tre la naturalizacin y la economizacin del mundo, en la concepcin
del progreso civilizatorio, sobredeterminado y condicionado por la
base econmica, por el modo de produccin, en la dialctica trascen-
dental que lleva, con el modo de produccin capitalista, a subordinar
el valor de uso al valor abstracto, a la lgica del mercado, enajenando
al ser en la cosificacin del mundo. Pues como seala Echeverra,
Segn l [Marx], para construir un mundo propio, la vida moderna necesi-
ta descansar sobre un dispositivo econmico peculiar, consistente en la su-
bordinacin, sujecin o subsuncin del proceso social-natural de repro-
duccin de la vida humana bajo un proceso social-artificial, slo transito-
riamente necesario: el de la reproduccin del valor mercantil de las cosas en
la modalidad de una valorizacin del valor o acumulacin del capital. En
la base de la vida moderna acta de manera incansablemente repetida un
mecanismo que subordina sistemticamente la lgica del valor de uso, el
sentido espontneo de la vida concreta, del trabajo y el disfrute humanos, de
la produccin y el consumo de los bienes terrenales, a la lgica abstrac-
ta del valor como sustancia ciega e indiferente a toda concrecin, y slo
necesitada de validarse con un margen de ganancia en calidad de valor de
cambio. Es la realidad implacable de la enajenacin, de la sumisin del rei-
no de la voluntad humana a la hegemona de la voluntad puramente c-
sica del mundo de las mercancas habitadas por el valor econmico capita-
lista (Echeverra, 1998: 63).
El modo de produccin capitalista somete a la naturaleza a la l-
gica del mercado y a las normas de produccin de plusvala, al tiem-
po que las potencias de la naturaleza y el ser humano se convierten
en objetos de apropiacin econmica. Pero esto no anula los proce-
sos organizativos y productivos de la naturaleza y los sentidos de las
ENRIQUE LEFF 32
culturas. El fenmeno de la vida y los procesos neguentrpicos de or-
ganizacin ecolgica, dominados por la racionalidad de la produc-
cin capitalista, estn latentes, en espera de ser incorporados a una
nueva racionalidad productiva.
VALOR CUALITATIVO, PODER DEL CONOCIMIENTO
Y REAPROPIACIN SOCIAL DE LA NATURALEZA
Las reflexiones anteriores muestran la importancia que Marx atribuy
a la ciencia y al progreso tecnolgico en el proceso de reproduccin
del capital y en la superacin del modo de produccin capitalista. Sin
embargo, sus anlisis nunca llevaron a conceptuar el carcter determi-
nado y determinante del trabajo intelectual y de la produccin cient-
fica en el proceso contradictorio de valorizacin-desvalorizacin-reva-
lorizacin del capital por el efecto del desarrollo tecnolgico de las
fuerzas productivas. Marx reconoce el carcter determinante de la ley
del valor y de la plusvala en el desarrollo del conocimiento cientfico
y sus aplicaciones tecnolgicas para elevar la productividad de los pro-
cesos productivos y para la revalorizacin del capital. Mas no lleg a
caracterizar a este sector productor de conocimientos, ni a integrar
al trabajo intelectual como trabajo productivo dentro del proceso eco-
nmico y la valorizacin del capital.
Los anlisis de Marx parten del efecto producido por el trabajo in-
telectual incorporado a los medios de produccin en la elevacin de
la productividad del trabajo manual, es decir en su efecto sobre el
tiempo de trabajo socialmente necesario que es afectado por la com-
petencia entre capitales y por los ciclos de rotacin del capital. Pero
el trabajo intelectual no es considerado como un proceso determina-
do y determinante del proceso de reproduccin del capital. Esto no
tendra mayor importancia si el papel que desempeara la produc-
cin de conocimientos fuera accesorio para el proceso de valoriza-
cin del capital, o si ste pudiera ser explicado a partir de la ley del
valor. Pero en el estudio de la rotacin del capital y de la competen-
cia entre capitales el concepto de valor se vuelve cada vez ms elusi-
vo, y el propio Marx admite las dificultades a las que se enfrenta pa-
ra aprehender a partir de all el movimiento real del capital.
38
38
De esta forma, ante las dificultades para explicar la igualacin de la tasa de ga-
nancia de sectores productivos con tiempos de rotacin y con composiciones orgni-
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 33
La revolucin cientfico-tecnolgica, desencadenada por la dinmi-
ca del capital, ha llevado a disolver el principio que dio fundamento
a la teora del valor, es decir, al trabajo simple y directo como determi-
nante cuantitativo de la produccin de mercancas. Este hecho tiene
dos repercusiones fundamentales para el pensamiento marxista. La
primera se refiere a la relacin orgnica entre teora y praxis, entre ra-
cionalidad y accin social; la segunda a la especificidad epistemolgi-
ca de la ciencia de la historia. Las condiciones de sustentabilidad de
la produccin plantean la necesidad de resignificar los conceptos del
materialismo histrico para entender las determinaciones del proce-
so de produccin y de reproduccin del capital en la innovacin y
aplicacin de conocimientos cientficos y tecnolgicos, as como para
poder conceptuar la funcin productiva del trabajo intelectual y de la
naturaleza en el proceso de reproduccin-transformacin del capital.
Pero aun generando estos avances tericos para integrar las funciones
manuales e intelectuales del trabajo productivo con los potenciales
productivos de la naturaleza, el condicionamiento social de la produc-
cin de conocimientos no podr reducirse a las determinaciones que
le impone la formacin cada vez ms indeterminada del valor en el
proceso de reproduccin ampliada y ecologizada del capital. El poder
explicativo del concepto de valor y la teora de la produccin en las
condiciones de produccin de conocimientos se va desdibujando, no
obstante que las leyes cientficas y los medios tecnolgicos sean en
efecto el mayor soporte del desarrollo de las fuerzas productivas.
El conocimiento de las determinaciones socioeconmicas de la
produccin de conocimientos en su funcin productiva se desplaza
as hacia el condicionamiento histrico sobre la produccin de co-
nocimientos en su funcin terica de aprehensin de lo real y en la
forma como el conocimiento transforma el mundo. Ello habr de
llevar a indagar sobre la construccin de la teora econmica y la ra-
cionalidad que de all se desprende en cuanto al conocimiento y la
transformacin del mundo real. Esta indagacin, fundamental para
comprender la crisis ambiental como una crisis del conocimiento,
rebasa las capacidades de comprensin que puede aportar el mate-
rialismo histrico y habr de llevar a su desconstruccin para cons-
truir una nueva racionalidad social y productiva.
39
cas de capital diferentes, Marx escribe: Puede parecer que la teora del valor sea aqu
incompatible con el movimiento real y los fenmenos empricos de la produccin, y
que sea necesario renunciar a comprender estos ltimos (K. Marx, Ibid: 945).
39
De las cenizas de la revolucin como significante del cambio, de la novedad,
ENRIQUE LEFF 34
La dialctica entre el conocimiento y la transformacin del mun-
do en el pensamiento marxista ha constituido su totalidad orgni-
ca. Marx no pens que las leyes internas del capital llevaran direc-
tamente a la disolucin del modo de produccin capitalista. Pero al
plantear la dinmica del capital como efecto de leyes objetivas y
cuantitativas abri el camino para que Lukcs (1923) pensara en el
surgimiento de la conciencia de clase como producto de esta legali-
dad. De esta manera, la prctica revolucionaria adquira un carcter
objetivo, determinado por las leyes internas del capital. Al desapare-
cer la ley del valor como principio cuantitativo determinante de las
transformaciones sociales, las prcticas polticas dejan de ser el efec-
to de un mecanismo automtico. La accin social no es el efecto de
un determinismo teleolgico, y se inscribe en el contexto de una ra-
cionalidad que confiere los sentidos y valores de la organizacin so-
cial. La historia, la lucha de clases y los movimientos populares son
los procesos que generan y transforman las estructuras sociales y sus
leyes tendenciales temporales. Estas estructuras no cambian simple-
mente como efecto de leyes inmanentes, sino por las relaciones de
poder que se desarrollan en su seno. Las prcticas sociales transfor-
man la realidad social y modifican de esta forma sus leyes internas.
Por ello no existen leyes absolutas que rijan la praxis, pero sta no se
realiza libre de las determinaciones y condiciones que configuran
una racionalidad social.
La revolucin cientfico-tecnolgica est operando una transfor-
macin del proceso de trabajo e interviniendo a la naturaleza. Las
fuerzas de la naturaleza magnificadas por la ciencia se han converti-
do en las fuerzas predominantes en la produccin de la riqueza, al
tiempo que el equilibrio de los sistemas ecolgicos se ha vuelto una
condicin de sustentabilidad del proceso econmico. La compleji-
de la insurgencia, la emancipacin y la justicia en la modernidad, la desconstruccin es
el mot dordre del pensamiento y la condicin posmodernos. De esta manera, la recons-
titucin de las relaciones sociales de produccin y el desarrollo de las fuerzas produc-
tivas son parte del mismo proceso de desconstruccin del logocentrismo de las cien-
cias (Derrida, 1989) en las que se forja la racionalidad econmica, de la deslegitima-
cin del rgimen hegemnico de su discurso y la legitimacin de otros saberes,
abriendo el cauce a nuevos juegos de lenguaje que obedecen a reglas diferentes, que
desplazan la idea de razn y reemplazan el principio de un metalenguaje universal
por el de una pluralidad de sistemas formales y axiomticos capaces de argumentar
enunciados denotativos [] lo que habr de conducir a inventar el contraejemplo,
es decir, la inteligibilidad; trabajar a la argumentacin es buscar la paradoja y legiti-
marla con nuevas reglas del juego del razonamiento (Lyotard, 1979).
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 35
dad ambiental que articula los procesos de productividad ecolgica
y de innovacin tecnolgica y que anida en la constitucin de iden-
tidades culturales y sentidos existenciales, sustituye progresivamente
al tiempo de trabajo como determinante de la produccin de valo-
res de uso y de mercancas. La productividad de la naturaleza, el de-
sarrollo cientfico, el equilibrio ecolgico, la innovacin tecnolgica
y los valores culturales se han convertido en una condicin sistmica
del proceso econmico.
La produccin y la distribucin de la riqueza dependen de estra-
tegias de produccin y apropiacin del conocimiento. Estos proce-
sos naturales y cognoscitivos no son determinados por la ley del va-
lor. Sin embargo, los descubrimientos cientficos tampoco se produ-
cen simplemente como efecto de una lgica interna de la ciencia
del crecimiento del conocimiento por la libre creacin o la planifi-
cacin de la empresa cientfica; por la refutacin y verificacin de
sus hiptesis y teoras (Popper, 1973); por la estructura y revolucio-
nes de los paradigmas cientficos (Kuhn, 1970), ni por una razn
tecnolgica (Marcuse, 1967), independientes de la dinmica social,
de la pulsin por conocer y las estrategias de poder en el saber (Fou-
cault, 1980). La creacin cientfica y la innovacin tecnolgica no se
convierten en los nuevos principios determinantes del desarrollo
sustentable ni fundan una tica del conocimiento capaz de dirimir y
solucionar los conflictos en torno a la apropiacin productiva de la
naturaleza. Lo anterior implica la necesidad de pensar y construir
una nueva racionalidad productiva sustentada en los principios de la
entropa y la complejidad ambiental, integrando las formaciones
ideolgicas, la produccin cientfica, los saberes personales y colec-
tivos, las significaciones culturales y las condiciones reales de la sus-
tentabilidad ecolgica.
40
La economa fundada en el tiempo de trabajo ha sido desplazada
por la economa basada en el poder del conocimiento cientfico co-
mo medio de produccin e instrumento de apropiacin de la natu-
40
Vanse los captulos 4 y 5 infra. Karl Polanyi plante un criterio fundamental pa-
ra romper la visin objetivista y positivista de la ciencia, no slo al inscribir dentro del
proceso de produccin de conocimientos objetivos la pulsin epistemoflica del cien-
tfico y su saber personal (Polanyi, 1958), sino al sacar a lo Real del cerco de la rea-
lidad presente y esbozar la idea del futuro como la potencia de lo Real y del Conoci-
miento, cuestionando la idea de su identidad y correspondencia: Lo Real es aquello
que se espera que se revele indeterminadamente en el futuro [] el ideal de exacti-
tud debe abandonarse (Polanyi, 1946: 10).
ENRIQUE LEFF 36
raleza.
41
La acumulacin y la concentracin del capital ya no se ba-
san tan slo en la sobreexplotacin de la naturaleza y de la mano de
obra barata del tercer mundo, sino tambin en nuevas estrategias de
apropiacin capitalista de la naturaleza dentro de la nueva geopol-
tica del desarrollo sostenible (vase el captulo 3, infra), incluyendo
la apropiacin gratuita y el pillaje de los recursos genticos, la subva-
lorizacin de los bienes naturales y servicios ambientales, y el acceso
subvencionado a hidrocarburos y recursos hdricos que mantiene
una agricultura supercapitalizada y un planeta hiperurbanizado.
La valorizacin de la complejidad ambiental implica transformar
la actual mtrica que reduce la diversidad ontolgica y axiolgica del
mundo a los valores objetivos, cuantitativos y uniformes del merca-
do, a una teora cualitativa de una economa sustentable, capaz de
integrar los procesos econmicos, ecolgicos y culturales dentro de
un pluralismo epistemolgico y axiolgico capaz de expresar los an-
tagonismos entre la racionalidad econmica y la racionalidad am-
biental incluyendo la multiplicidad de racionalidades culturales
que la conforman en los procesos de apropiacin de la naturaleza
y la incorporacin de las condiciones ecolgicas de sustentabilidad
de los procesos productivos.
La complementariedad de los valores objetivos y subjetivos asigna-
dos a la naturaleza en la construccin de una racionalidad ambien-
tal demanda nuevos acercamientos que permitan integrar la valora-
cin de las condiciones ecolgicas de sustentabilidad y los significa-
dos y sentidos de la naturaleza construidos desde la cultura a travs
de las identidades que se forjan en la relacin entre lo material y lo
simblico que se expresan en los derechos comunales y ambienta-
les de las poblaciones indgenas y campesinas para la reapropiacin
de su patrimonio de recursos naturales (vase el captulo 8, infra).
De esta manera se plantea la necesidad de desconstruir la racionali-
dad econmica en las perspectivas, abriendo nuevas perspectivas pa-
ra la construccin de una racionalidad ambiental orientada por un
ecosocialismo democrtico y sustentable.
41
La legitimacin de los derechos de propiedad intelectual sobre los recursos ge-
nticos de la biodiversidad y el poder de invadir las regiones tropicales del tercer mun-
do con productos transgnicos expresan el poder de esta economa ecologizada y
cientifizada.
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 37
LA CRTICA POSMODERNA AL CONCEPTO DE VALOR
La teora marxista del valor-trabajo se ha desdibujado y colapsado
por las contradicciones internas de su aparato terico ante el cambio
tecnolgico; ha sido sofocada por el peso mismo de su armadura
conceptual, de sus bases epistmicas, de su objetivacin de la reali-
dad histrica. En la raz de estas contradicciones hay una razn
ms profunda. La prdida de referentes en la realidad es la manera
como se manifiesta el error metafsico y epistemolgico de la teo-
ra econmica y de los conceptos de produccin, de trabajo, de ne-
cesidad y escasez que fundan la racionalidad econmica de la mo-
dernidad. Si el pensamiento posmoderno busca en la gramtica las
fuentes de la ideologa de la representacin que ha burlado el senti-
do de la existencia humana (Derrida, 1967), Baudrillard centra su
crtica al marxismo en el concepto mismo de produccin. Marx no
slo habra producido en El capital una teora del orden productivo
de su tiempo sino una ontologa transhistrica fundada en el princi-
pio de produccin y en el cdigo de la economa poltica. El mate-
rialismo histrico habra quedado cautivo de la lgica de la represen-
tacin, que el materialismo dialctico no fue capaz de trascender:
No obstante su radicalidad en el anlisis lgico del capital, la teora marxista
mantiene un consenso antropolgico con las opiniones del racionalismo occi-
dental en la forma definitiva que adquiere en el pensamiento burgus del si-
glo XVIII. Ciencia, tcnica, progreso, historia... en esas ideas tenemos toda
una civilizacin que se comprende a s misma como produciendo su propio
desarrollo y que toma su fuerza dialctica para completar a la humanidad en
trminos de totalidad y felicidad. Tampoco invent Marx los conceptos de
gnesis, desarrollo y finalidad. No cambi nada bsico: nada en relacin con
la idea del hombre producindose a s mismo en su determinacin infinita, y
trascendindose continuamente hacia su propio fin [] Diferenciar los mo-
dos de produccin no cuestiona la evidencia de la produccin como una ins-
tancia determinante. Slo generaliza el modo de la racionalidad econmica
sobre toda la historia humana, como el modo genrico del devenir humano
[] El hombre no slo es explotado como una fuerza de trabajo por un sis-
tema de economa poltica capitalita, sino que tambin est metafsicamen-
te sobredeterminado como un productor por el cdigo de la economa pol-
tica [] Necesidades y trabajo son la doble potencialidad del hombre o su
doble cualidad genrica. ste es el mismo dominio antropolgico en el cual
el concepto de produccin se esboza como el movimiento fundamental de
ENRIQUE LEFF 38
la existencia humana, que define una racionalidad y una sociabilidad apro-
piadas para el hombre [y que] generaliza el modo de la racionalidad econ-
mica sobre toda la historia humana, como el modo genrico del devenir hu-
mano [] Si uno plantea la hiptesis de que nunca ha habido y nunca habr
nada sino el nico modo de produccin regido por la economa poltica capitalista
[] entonces incluso la generalizacin dialctica de este concepto es so-
lamente la universalizacin ideolgica de los postulados de este sistema []
Para cuestionar el proceso que nos somete al destino de la economa polti-
ca y al terrorismo del valor, y para repensar la descarga y el intercambio sim-
blico (Bataille), los conceptos de produccin y de trabajo desarrollados por
Marx [] deben ser resueltos y analizados como conceptos ideolgicos, in-
terconectados con el sistema general de valor. Y para encontrar un dominio
ms all del valor econmico [] debemos romper el espejo de la produccin
en el que se refleja toda la metafsica del Occidente (Baudrillard, 1980, cit.
en Poster, 1988: 104-105, 113).
La propia dialctica del modo de produccin capitalista, objeto
de la economa poltica, llega al lmite de su poder explicativo; sus
conceptos se desanudan y se evapora su poder explicativo. El vncu-
lo entre el valor de uso y la demanda, asentados en la necesidad y la
utilidad, y el valor de cambio, fundado en la equivalencia de los tra-
bajos y las utilidades, se disuelve, al tiempo que la lgica del valor
de cambio se vuelve autnoma, configura un cdigo general en el
cual se subsume el ser de todas las cosas, y va trasmutando las nece-
sidades, los deseos y las utilidades en una misma sustancia etrea de
valor, fuera de todo referente y todo sentido. El cdigo econmico
gira vertiginosamente por encima de toda lgica y toda razn. Es el
imperio de la ley estructural del valor sobre el valor de uso ceido a
una significacin cultural:
Esta revolucin consiste en que los dos aspectos del valor, que algunas veces
se pens que estuvieran coherente y eternamente vinculados, como por una
ley natural, se desarticulan; el valor referencial se nulifica en beneficio del juego es-
tructural del valor. La dimensin estructural gana autonoma excluyendo a la
dimensin referencial, establecindose sobre la muerte de esta ltima. Ter-
minados los referenciales de la produccin, de la significacin, del afecto,
de la sustancia, de la historia, toda la equivalencia de contenidos reales
que daban su peso al signo al anclarlo con un cierto peso de utilidad y de
gravedad su forma de equivalente representativo. Todo eso queda rebasa-
do por el otro estadio del valor, el de la relatividad total, de la conmutativi-
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 39
dad generalizada, de la simulacin combinatoria. Simulacin en el sentido
que de ahora en adelante los signos se intercambiarn entre s, sin interac-
tuar con lo real [...] La misma operacin ocurre en el nivel de la fuerza de
trabajo y del proceso de produccin: la eliminacin de todas las finalidades
de contenido de la produccin permite a sta funcionar como un cdigo, y
permite al signo monetario evadirse en una especulacin indefinida fuera
de toda referencia a lo real de la produccin (Baudrillard, 1976: 18).
Y sin embargo, si bien el signo monetario parece liberarse de todo
referente como valor de uso y flotar en el goce pleno de una espec-
tacular especulacin sin un anclaje en lo real, no logra desprenderse
de su vnculo con la naturaleza. El discurso del desarrollo sostenible
es una de las expresiones ms claras de este simulacro, mediante el
cual todo lo real es desustantivado de su ser y al mismo tiempo reco-
dificado por el signo unitario del mercado, generando la sobreeco-
nomizacin del mundo (vase el captulo 3, infra). Y sin embargo, lo
real sigue resistiendo y respondiendo a esa falla de la teora desde la
ley lmite de la naturaleza. Desde las entraas del proceso econmi-
co siguen gestndose los efectos destructivos de la naturaleza que ha-
bran de manifestarse, con el crecimiento de la economa global, en
la crisis ambiental. Es ello lo que ha generado en la teora econmi-
ca una preocupacin por sus externalidades las condiciones eco-
lgicas de la produccin, buscando internalizar lo negado y desco-
nocido por la teora acerca del mundo sobredeterminado por la es-
tructura econmica, por un devenir llevado por la idea de progreso,
por una liberacin dependiente del desarrollo de las fuerzas produc-
tivas guiadas por la ciencia y la tecnologa. El mundo objetivado por
la necesidad de mantener un proceso creciente de produccin, guia-
do por el principio de realidad generado por la racionalidad tecno-
econmica, se encuentra con su Otro, con el ambiente.
Para Baudrillard el desplazamiento de la economa poltica del
signo fundada en un sistema de representaciones hacia el campo
de la simulacin regida por la ley del cdigo significa el fin de la
era de la produccin y el inicio de la era de la simulacin:
La economa poltica del signo resultaba an de una extensin de la ley
del valor de la mercanca y de su verificacin en el dominio de los signos.
Mientras que la configuracin estructural del valor pura y simplemente po-
ne fin al rgimen de la produccin y de la economa poltica, as como al de
la representacin y de los signos. Todo esto, junto con el cdigo, se tamba-
ENRIQUE LEFF 40
lea con la simulacin [...] Fin del trabajo, fin de la produccin, fin de la eco-
noma poltica. Fin de la dialctica significante-significado que permiti la
acumulacin del saber y del sentido, el sintagma lineal del discurso cumula-
tivo. Fin simultneo de la dialctica valor de cambio-valor de uso, que haca
posible la acumulacin de la produccin social. Fin de la dimensin lineal
del discurso y de las mercancas. Fin de la era clsica del signo. Fin de la era
de la produccin (Baudrillard, 1976: 20).
Lo anterior marca una mutacin epistmica desde el principio de
realidad y la ley del valor inscritos en la metafsica de la representa-
cin, hacia el orden del simulacro y la simulacin:
El principio de realidad coincida con una determinada fase de la ley del va-
lor. Hoy todo el sistema se tambalea en la indeterminacin, toda la realidad
es absorbida por la hiperrealidad del cdigo y de la simulacin. Es el princi-
pio de simulacin el que nos rige ahora, en lugar del antiguo principio de
realidad. Las finalidades han desaparecido; somos generados por modelos.
No hay ms ideologa; slo hay simulacros. Para aprehender la hegemona y
la hechicera del actual sistema de la revolucin estructural del valor, de-
bemos restituir toda la genealoga de la ley del valor y de los simulacros
(Baudrillard, 1976: 8-9).
La nueva geopoltica de la globalizacin econmica y del desarro-
llo sostenible, y las estrategias de apropiacin de la naturaleza que
all se despliegan, ya no se fundan en una teora del valor sino en
una estrategia simblica que tiene por fin recodificar todos los rde-
nes del ser en trminos de valores econmicos. De la cosificacin de
la naturaleza como condicin de su apropiacin productiva por el
capital transitamos hacia una sobreeconomizacin del mundo. La
superacin de la racionalidad capitalista no slo plantea la necesidad
de resolver sus contradicciones con el trabajo asalariado y con las
condiciones ecolgicas de la produccin como una segunda contra-
diccin del capital (J. OConnor, 1991); al mismo tiempo lleva a
cuestionar el pensamiento metafsico que redujo el mundo a entes y
la naturaleza a cosas, y que en su fase actual de globalizacin econ-
mico-ecolgica tritura la realidad y engulle los mundos de vida para
someterlos al cdigo global del valor econmico. En este sentido,
Baudrillard plantea la necesidad de trascender los presupuestos me-
tafsicos que fundan los conceptos de la economa poltica y el con-
cepto de valor econmico:
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 41
La idea de que un concepto no es meramente una hiptesis interpretativa
sino una traduccin del movimiento universal se funda en la pura metafsi-
ca. Los conceptos marxistas no escapan a ello. Por lo tanto [] el concepto
de historia tambin debe ser concebido como histrico [] e iluminar so-
lamente el contexto que lo produjo, abolindolo. En cambio, en el marxis-
mo se ha transhistorizado a la historia: se redobla en s misma y se universa-
liza en consecuencia [] De esta manera, al universalizarse cancel su di-
ferencia, en una regresin hacia la forma dominante del cdigo y a la estra-
tegia de la economa poltica [] Ello indica la presente forma explosiva y
mortal de los conceptos crticos. En cuanto se constituyen en universales, de-
jan de ser analticos y empieza la religin del sentido [] Se establecen co-
mo si expresaran una realidad objetiva. Se convierten en signos: significan-
tes de un real significado [] y han cado en el imaginario del signo, o la es-
fera de la verdad. Ya no estn ms en la esfera de la interpretacin y han en-
trado en la de la simulacin represiva (Poster, 1998: 114).
La metafsica de la produccin y del trabajo que se expresa en el
discurso terico del materialismo histrico no se resuelve por el pen-
samiento dialctico que lo funda y debera pensar su trascendencia.
El materialismo dialctico no logra liberarse del propsito de objeti-
var a la naturaleza, inscrito y enquistado en la propia teora:
Slo el trabajo funda el mundo objetivo y al hombre histrico [] slo el
trabajo funda una dialctica real de la superacin y la realizacin [] La
culminacin dialctica de todo esto es el concepto de naturaleza como el
cuerpo inorgnico del hombre: la naturalizacin del hombre y la humani-
zacin de la naturaleza [] la dialctica de medios y fines que est en el co-
razn del principio de transformacin de la naturaleza [] implica virtual-
mente la autonomizacin de los medios (la autonomizacin de la ciencia, la
tecnologa y el trabajo; la autonomizacin de la produccin como actividad
genrica; la autonomizacin de la dialctica misma como esquema general
de desarrollo) (Poster, 1988: 107-108).
La metafsica de la produccin ha migrado hacia el pensamiento
ecolgico en bsqueda de esta superacin, tanto en el discurso de una
ecologa poltica fundada en una dialctica (ecologizada) de la natu-
raleza (vase el captulo 2 infra), como en las estrategias del desarro-
llo sostenible para la capitalizacin de la naturaleza (vase el captulo
3 infra). La emergencia del pensamiento ecologista es el ltimo bas-
tin que intenta recuperar el pensamiento dialctico, buscando resol-
ENRIQUE LEFF 42
ver el desgarramiento del hombre actual entre la extrema objetiva-
cin del mundo en el valor y el cdigo econmico, y su reintegracin
al intercambio simblico sin referentes sin soportes, anclajes y senti-
dos en lo real. Pero este naturalismo dialctico tampoco logra escapar
de la voluntad de dominio del pensamiento universal y objetivo que
lleva a racionalizar a las sociedades primitivas [] y a decodificarlas
de acuerdo con sus propios conceptos (Poster, 1988: 115).
En vano buscaremos una teora posmarxista del valor, una ley ob-
jetiva del valor, que no sea una hoja de clculo de gastos y balances
energticos, una bitcora de instrumentos econmicos para la valo-
rizacin econmica de los bienes y servicios ambientales, y de los va-
lores subjetivos entendidos como preferencias del consumidor. Ms
all de preconizar una diversidad de valores (Altvater, 1993) o un
pluralismo epistemolgico (Norgaard, 1994), no ha sido formulada
una nueva teora econmica que conjugue las fuerzas de la naturale-
za con los significados culturales de la naturaleza, ms all del domi-
nio del valor econmico.
La construccin de una nueva racionalidad que supere la dicoto-
ma y la polaridad entre el mundo sobreeconomizado y el mundo so-
bresimbolizado que lo libere del simulacro del exceso de objetivi-
dad, no se plantea como una superacin de la necesidad econmica
y el acceso a un mundo de postescasez ms all de la produccin
donde el ser humano aparece como un ser para el consumo, inva-
dido por la ficcin del signo, la simulacin de realidades virtuales y
los modelos semiolgicos que seducen al sujeto. El sobredimensiona-
miento del hombre como ser productivo, la recodificacin econmi-
ca de la vida humana, cierra las perspectivas para mirar la produccin
desde nuevos puntos de vista al desconocer los lmites y potenciales
de la naturaleza, as como los saberes y racionalidades que se configu-
ran en la diversidad cultural. Para trascender el objetivismo de la ra-
cionalidad econmica es necesario fundar otra racionalidad productiva,
donde el valor renace all desde los significados asignados a la natu-
raleza desde la cultura, por los valores-significados de las culturas.
De la misma manera que la narrativa del homo economicus convier-
te al ser humano en fuerza de trabajo, el discurso ecologista le asig-
na una funcin como custodio de la biodiversidad en el orden eco-
nmico-ecolgico del desarrollo sostenible. La codificacin del ser
como elementos aleatorios del capital es redoblada por el naturalis-
mo implcito en el concepto de naturaleza y del valor de uso. La ra-
cionalidad ambiental trasciende as las intenciones de una teora
TEORA DEL VALOR Y FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 43
econmica o ecolgica del valor, pues stas remiten a un valor obje-
tivo que elude al ser. Lo que est en juego en los conflictos ambien-
tales no se dirime ni por el valor econmico objetivo, ni por valores
ecolgicos intrnsecos, sino por valores culturalmente asignados a la
naturaleza. En este sentido Sartre ha afirmado que:
El fundamento del valor no es el ser: Si lo fuese, el valor dependera de al-
go que no es mi decisin, mi voluntad, y dejara de ser un valor para m. Por
el contrario, el valor se muestra en una libertad activa, una libertad que lo
hace existir como valor por el slo hecho de reconocerlo como tal. Por eso
mi libertad es el nico fundamento de los valores y nada, absolutamente na-
da me justifica si adopto este o aquel valor, esta o aquella escala de valores
(Givone, 1995: 234).
La produccin y la economa deben redimensionarse dentro de
una nueva racionalidad. Para ello ser necesario repensar los concep-
tos marxistas de relaciones sociales de produccin y desarrollo de las
fuerzas productivas desde los potenciales de la naturaleza y los senti-
dos de la cultura. Ello implica desplazar la teora econmica funda-
da en la productividad del capital, el trabajo y la tecnologa, hacia un
nuevo paradigma fundado en la productividad ecolgica y cultural,
en una productividad sistmica que integre el dominio de la natura-
leza y el mundo de vida de sujetos culturales en las perspectivas abier-
tas por la complejidad ambiental (Leff, 2000). La controversia entre
la racionalidad econmica y la racionalidad ambiental en las perspec-
tivas del desarrollo sustentable llevan a contraponer a la lgica del va-
lor de cambio de la ley estructural del valor una racionalidad pro-
ductiva fundada en valores-significados. La racionalidad ambiental
lleva a repensar la produccin a partir de los potenciales ecolgicos
de la naturaleza y las significaciones y sentidos asignados a la natura-
leza por la cultura, ms all de los principios de la calidad total y la
tecnologa limpia de la nueva ecoindustria, as como de la calidad
de vida derivada de la soberana del consumidor. La racionalidad
ambiental que de all emerge se aparta de una concepcin conserva-
cionista y productivista de la naturaleza para convertirse en una estra-
tegia para la reapropiacin social de la naturaleza, basada en la valo-
rizacin cultural, econmica y tecnolgica de los bienes y servicios
ambientales de la naturaleza. La racionalidad ambiental desemboca
en una poltica del ser, de la diversidad y de la diferencia que replan-
tea el valor de la naturaleza y el sentido de la produccin.
2. LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL
Y EL FIN DEL NATURALISMO DIALCTICO
INTRODUCCIN
La descomposicin del concepto de valor del valor-trabajo al valor-
signo que buscaba establecer las condiciones materiales de la pro-
duccin como principio de la organizacin econmica y un princi-
pio de realidad en la comprensin de la historia, ha culminado en la
capitalizacin de la naturaleza y la sobreeconomizacin del mundo.
La racionalidad econmica ha llevado a recodificar el mundo a to-
dos los entes y los rdenes ontolgicos en trminos de valor econ-
mico, pero se ha quedado sin un referente y un soporte en el orden
de la naturaleza. Ni la dialctica de la naturaleza, ni la dialctica de
la historia, logran comprender y trascender este proceso que, par-
tiendo de la sujecin del ser a la metafsica, desemboca en el impe-
rio del orden econmico que convierte al ser en ser para la produccin,
en homo economicus. La sobreobjetivacin de la naturaleza en el orden
econmico produce su reflejo deformado en la antropologa que es-
tableci el anlisis de la cultura a travs de una estructura simblica
sin relacin con la naturaleza. De all nace la preocupacin por vol-
ver a la naturaleza olvidada para arraigar el pensamiento en lo Real,
en un paradigma perdido (Morin, 1973), que, como fuente de ob-
jetividad, abra la posibilidad de recomponer el mundo dividido y
fragmentado por el conocimiento. All se desliza el pensamiento cr-
tico hacia un pensamiento de la complejidad que se inscribe dentro
de la episteme emergente del ecologismo. El colapso ecolgico ha
concitado un retorno a la naturaleza. La crisis ambiental se expresa
como una angustia de separacin de la cultura de sus races orgni-
cas, buscando reconstituir el orden social desde sus bases naturales
de sustentacin. El ecologismo emerge como uno de los movimien-
tos sociales ms significativos del fin del siglo XX, buscando restituir
las condiciones que impone el orden natural a la supervivencia de la
humanidad y a un desarrollo sustentable. Este movimiento est lle-
vando a revalorizar las relaciones econmicas, ticas y estticas del
hombre con su entorno, penetrando en los valores de la democracia,
[44]
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 45
de la justicia y de la convivencia entre los hombres; y entre stos y la
naturaleza.
El ecologismo no slo se ha constituido en un movimiento en de-
fensa de la naturaleza, sino en una nueva cosmovisin basada en la
comprensin del mundo como un sistema de interrelaciones entre
las poblaciones humanas y su entorno natural. Ello ha alimentado un
pensamiento de la complejidad, fundado en una ecologa generaliza-
da (Morin, 1977, 1980, 1993). Esta visin ecologizada del mundo ha
sido transferida al campo de lo social: de la filosofa, la poltica y la
economa. De esta manera nacen la ecologa humana, la biotica y
la ecologa profunda (Devall y Sessions, 1985; Naess y Rothenberg,
1989; Jonas, 2000), buscando arraigar el orden social y moral en una
ontologa de la naturaleza y de la vida, enriquecida por la compleji-
dad de la organizacin ecolgica. Empero, este reenraizamiento de
lo social en sus bases naturales ha implicado un desconocimiento del
orden simblico que, desde las significaciones del lenguaje y la orga-
nizacin de la cultura, organizan los mundos de la vida del ser hu-
mano, sus relaciones sociales y sus relaciones de poder, las cuales no
pueden subsumirse dentro de un sistema de relaciones ecolgicas y
ser comprendidas dentro de un orden biolgico.
En este campo ideolgico se ha configurado la corriente ecoanar-
quista de Murray Bookchin (1989,1990), con la pretensin de funda-
mentar la ecologa social en una filosofa natural un ecologismo dialc-
tico, para orientar la construccin de una sociedad ecolgica. La eco-
loga social no slo aporta un anlisis de la sociedad desde sus condi-
cionamientos ecolgicos y las complejas interrelaciones de sus proce-
sos; al mismo tiempo busca conducir las estrategias y prcticas del
ecologismo hacia un proceso de descentralizacin basado en la crea-
tividad de la vida y en la autogestin de las comunidades sobre su pro-
ceso de desarrollo. La ecologa social de Bookchin orienta nuevos es-
tilos de vida y formas de organizacin social basados en una teora de
evolucin ecosocial, donde los principios ecolgicos adquieren valor
ontolgico como una verdad objetiva liberadora para construir una
sociedad ecolgica. Su proyecto de fundar la filosofa poltica del
ecologismo en una renovada dialctica de la naturaleza y en una ti-
ca ontolgica plantea problemas a la teora y a la accin social ca-
paces de sentar las bases tericas y forjar los sentidos existenciales pa-
ra la construccin de una racionalidad ambiental.
ENRIQUE LEFF 46
LA TICA AMBIENTALISTA Y LA NATURALIZACIN DE LA SOCIEDAD
La teora social se ha dividido en dos grandes campos: una teora cr-
tica y un acercamiento emprico-analtico-positivista de la realidad. La
dialctica lleg a convertirse en el fundamento terico e ideolgico
del racionalismo crtico, en el mtodo (el materialismo dialctico)
que fundamenta el conocimiento de la historia y del sistema capitalis-
ta (el materialismo histrico), y que orientara la construccin del
socialismo. El pensamiento dialctico ha sobrevivido a la cada del so-
cialismo real. Aunque ha perdido el sentido ontolgico y la suprema-
ca epistemolgica que pretendieron otorgarle desde Hegel, Engels y
Lukcs hasta Sartre y Lefebre, frente a la lgica formal, la dialctica
sigue an inspirando el discurso terico y poltico.
Si Marx busc fundar el socialismo en el mtodo de pensamiento
del materialismo dialctico, Bookchin busca construir una sociedad
ecolgica inscribiendo la razn dialctica en una base ontolgica s-
lida: en la organizacin ecolgica de la naturaleza. Bookchin com-
prende que la degradacin ecolgica tiene sus orgenes en la domi-
nacin del hombre por el hombre, as como en la dominacin del
hombre sobre la naturaleza, y rastrea los momentos histricos en
que se establecieron estas jerarquas y formas de dominacin en las
desigualdades de clases y de gnero; pero la eliminacin de estas for-
mas de inequidad aparece como la expresin de una racionalidad
ecolgica, sin reconocer las fuentes de esas relaciones de domina-
cin en el orden simblico y en la racionalidad econmica a lo lar-
go de la historia, ni sus formas actuales en el discurso y las polticas
de la globalizacin econmico-ecolgica. Su dialctica no emana de
las estrategias de poder que se plasman en las formaciones discursi-
vas de la globalizacin econmica y que emergen de los intereses en
conflicto por la apropiacin de la naturaleza.
La filosofa de la naturaleza de Bookchin se funda en una teora evo-
lutiva que llevara el germen de una sociedad ecocomunitaria, ignoran-
do los procesos culturales de significacin que han orientado la coevo-
lucin del hombre con la naturaleza. Bookchin busca rearraigar el or-
den simblico, las fuentes del poder y el cambio social en la naturale-
za, no en la razn crtica y en la accin estratgica, de manera que la
evolucin de la sociedad ecolgica hacia sus estadios de autoconcien-
cia vendra a disolver en su desarrollo dialctico las anteriores contra-
dicciones y opresiones de la historia. La libertad estara ya prescrita y
predestinada en el orden biolgico. En este sentido, Bookchin afirma:
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 47
Lo que unifica a la sociedad con la naturaleza en un continuo gradual y evo-
lutivo es el extraordinario grado en el cual los seres humanos, viviendo en una
sociedad racional y ecolgicamente orientada, incorporan la creatividad de la
naturaleza [...] Las formas de vida que crean y alteran conscientemente el am-
biente, de modos que lo hacen ms racional y ecolgico, representan una vas-
ta e indefinida extensin de la naturaleza hacia [...] la evolucin de una na-
turaleza completamente autoconsciente [...] Dada esta concepcin de la natu-
raleza como una historia acumulativa de niveles cada vez ms diferenciados
de organizacin material (especialmente de formas de vida) y de subjetivi-
dad creciente, la ecologa social establece una base para una concepcin sig-
nificativa de la humanidad y sobre el lugar de la sociedad en la evolucin na-
tural [...] La humanidad se convierte, en efecto, en una expresin potencial
de la naturaleza convertida en un proceso autoconsciente y autoformativo
(1989: 35-37:201).
Bookchin sugiere que la conducta humana no debe verse simple-
mente como una respuesta adaptativa al ambiente, ya que la con-
ciencia puede orientar acciones individuales y la evolucin social
hacia la libertad, a partir de las potencialidades y la creatividad de la
naturaleza:
Por las propias races biolgicas de su poder mental, ellos [los seres huma-
nos] estn literalmente constituidos por la evolucin para intervenir en la bios-
fera [...] su presencia en el mundo de la vida marca un cambio crucial en la
direccin de la evolucin, desde una que es principalmente adaptativa a una
que es, al menos potencialmente, creativa y moral (Bookchin, 1989:72).
Bookchin arraiga su dialctica ecolgica en una moral naturalista,
y define como racional el pensamiento y las acciones que se consti-
tuyen y comportan conforme a las leyes ecolgicas. La subjetividad
humana y el conocimiento aparecen como extensiones de la evolu-
cin natural una vez que sta alcanza su estado ltimo en la auto-
conciencia del hombre. Bookchin sugiere as la necesidad de volver
a entrar dentro del continuo de evolucin natural y desempear un
papel creativo en l (1989:73). Sin embargo, no ofrece un pensa-
miento estratgico para esa reconstruccin social. Este proceso de li-
beracin dependera de una tica naturalista que habra de emerger
y seguir el desarrollo espontneo de la evolucin biolgica. La con-
ciencia ecolgica habra de generar un movimiento libertario mun-
dial basado en un inters humano unificado, guiado por los valores
ENRIQUE LEFF 48
ecoanarquistas que emergen de la generalizacin de la condicin de
postescasez de la sociedad actual.
1
La idea de un proceso global que estara llevando al mundo (in-
cluso a los pases ms industrializados) a un estadio de postescasez es
cuestionada por la crisis econmica, la dificultad de elevar las tasas
de crecimiento econmico y la creciente desigualdad econmica en
la dinmica de la globalizacin econmica, as como la persistente
destruccin de la naturaleza y de la pobreza en el mundo. Bookchin
no parece percibir los lmites termodinmicos que impiden seguir
acelerando el progreso hacia esa abundancia que a su paso va so-
cavando las bases ecolgicas del planeta, ni las races de la desigual-
dad del orden econmico-ecolgico dominante, ni las estrategias del
poder que bloquean la difusin de los avances cientficos que ha-
bran de liberar a la humanidad de sus cadenas preecolgicas. La
hiptesis de que la sociedad afluente llevar a la transicin a una so-
ciedad ecolgica es an menos convincente; no hay evidencias sobre
la capacidad del sistema econmico para ecologizarse, del progreso
tecnolgico para desmaterializar la produccin, de la voluntad real
de los pases para reducir sus emisiones de gases con efecto inverna-
dero, de la sociedad de consumidores para generar un rechazo ge-
neralizado al sobreconsumo, ni de un cambio en las preferencias
personales que favorezca los valores del ecologismo, la frugalidad y
la solidaridad.
2
Bookchin sustenta sus argumentaciones en principios morales y fi-
losficos que estn lejos de ser confirmados por la historia actual y
1
Nuestra mayor necesidad es crear un inters del ser humano general que pue-
da unificar a la humanidad como un todo [...] no existe la ms remota posibilidad de
que [una sociedad ecolgica libre] se pueda alcanzar hoy a menos de que la humani-
dad sea libre para rechazar las nociones burguesas de abundancia, precisamente por-
que la abundancia est disponible para todos (Bookchin, 1989:171-170). Hoy en da
el avance de la pobreza y de la pobreza extrema en el mundo, as como de las desi-
gualdades econmicas, estn lejos de confirmar la transicin hacia una sociedad don-
de la abundancia est disponible para todos. Por su parte, la divergencia de intereses
y estrategias para transitar hacia una sociedad sustentable, as como la resistencia de
las comunidades indgenas y los grupos ambientalistas a seguir las polticas del desa-
rrollo sostenible guiado por las estrategias neoliberales para capitalizar a la naturale-
za a travs de los mecanismos del libre mercado, anulan la posibilidad de unificar a la
humanidad en torno a un inters ecolgico general (vanse los captulos. 7-9 infra).
2
Bookchin revis su posicin sobre la viabilidad de una sociedad de postescasez
en la introduccin a la segunda edicin (1990) de su libro Post-scarcity society. Sin em-
bargo, ello no cambia de manera fundamental los presupuestos ticos y tericos bsi-
cos que guan su visin sobre la construccin de una sociedad ecolgica.
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 49
que apoye su idea sobre la transicin a una sociedad ecolgica. Pa-
ra Bookchin la moral natural vendra a unificar a la raza humana en
una nueva empresa (r)evolucionaria. Sin embargo, los instrumentos
de control ideolgico, tecnolgico y econmico obstaculizan la incor-
poracin de las condiciones ecolgicas y los principios de equidad so-
cial y democracia poltica en nuevas formas de organizacin produc-
tiva y social, as como la emergencia de una nueva conciencia y de
estrategias de poder capaces de cambiar el orden dominante. Book-
chin mantiene un amplio debate con la ecologa profunda. Si sta se
funda en una biotica normativa, la ecologa social descansa en prin-
cipios ticos que habran de emerger de una conciencia evolutiva pa-
ra guiar el proceso liberador de la humanidad en su era ecolgica:
Los principios ecolgicos que dieron forma a las sociedades orgnicas re-
emergen en la forma de principios sociales para dar forma a la utopa [...]
la reemergencia de los pueblos [...] debe tratar cuestiones que se definen
mejor como problemas ticos y no simplemente econmicos. Slo por un
acto supremo de conciencia y de probidad tica esta sociedad podr cam-
biar en lo fundamental (Bookchin, 1971/1990:23, 41).
La representacin societal que emerge de la ecologa social apare-
ce como una fuerza moral capaz de controlar la economa y ajustar la
tecnologa a condiciones ecolgicas que permitan la supervivencia de
los pueblos y una produccin sustentable. Bookchin busca en la natu-
raleza ese principio tico capaz de ejercer un control sobre los actua-
les procesos ecodestructivos y de guiar a la sociedad hacia la sustenta-
bilidad. Si bien reconoce el carcter creativo de la naturaleza, y no le
es ajena la idea de la ecotecnologa, no incorpora la fecundidad y los
potenciales de su organizacin ecosistmica como base para generar
una nueva economa fundada en los potenciales ecolgicos de la na-
turaleza y los sentidos provenientes de la diversidad cultural.
Su visin de la utopa como la realizacin completa de un proyec-
to revolucionario del cual se encargara la dialctica interna de la na-
turaleza, sigue siendo rehn del totalitarismo ideolgico y terico.
3
3
Bookchin idealiza la utopa como una revolucin total; presupone que la tensin
entre realidad y potencialidad continuar surgiendo hasta que la utopa sea alcanza-
da [...] este estilo de vida y los procesos conducentes al mismo son indispensables en
la reconstruccin del proceso revolucionario, para despertar sus sensibilidades hacia
todo lo que debe cambiar de manera que la revolucin sea completa (Bookchin,
1971/1990: 17,18)
ENRIQUE LEFF 50
Esta idea del cambio social que debe conducir hacia una sociedad
ecolgica contrasta con la propuesta de construir una racionalidad
ambiental a partir de la emergencia del saber ambiental y las trans-
formaciones del conocimiento que ste induce (Leff, 1986/2000;
1998/2002), que implican una revolucin permanente y la incom-
pletitud del conocimiento. Dentro de esta racionalidad ambiental, la
utopa se plantea como una poltica de la diversidad y de la diferen-
cia, fundada en las potencialidades de la naturaleza, la tecnologa y
la cultura, que se construye socialmente a travs de una teora polti-
ca y de acciones estratgicas, y no por una simple actualizacin de
lo real existente.
Bookchin revuelve los sedimentos del pensamiento dialctico para
articular una retrica mesinica y liberadora sin una visin crtica so-
bre el cambio social. Su narrativa de una sociedad desalienada, sin cla-
ses y sin propiedad privada, ignora la dialctica del poder y el deseo
que constituyen la naturaleza humana, sin llegar a plantear una teora
estratgica y una prctica capaz de desconstruir el sistema dominante
y de construir un orden social alternativo. El anarquismo de Bookchin
es una emergencia libidinal de las personas, como una revuelta del
inconsciente social que viene desde [...] las luchas ms tempranas de
la humanidad contra la dominacin y la autoridad (Bookchin,
1971/1990: 21). De esta manera vincula la reconstruccin de la socie-
dad con la reconstruccin de la psique. Uniendo los rasgos de la es-
pontaneidad en la naturaleza humana con la evolucin biolgica,
Bookchin confunde la especificidad de la naturaleza humana (el or-
den simblico, del inconsciente, de la cultura y del poder) con el or-
den biolgico, desconociendo as los obstculos (humanos y no natu-
rales) que impiden la transicin a un desarrollo justo y sustentable a
travs de estrategias simblicas y polticas.
4
Esta filosofa natural de-
semboca en una espontaneidad alejada del pensamiento crtico y de
la accin estratgica. Sus hondas races ecolgicas resultan en la pasi-
vidad de los actores sociales del ecologismo, en espera de que las fuer-
zas de la naturaleza sean actualizadas en la sociedad por un proceso
natural de autoconsciencia y de cambios espontneos. Esta teora es
incapaz de explicar la crisis socioambiental y desarrollar una estrategia
efectiva para la construccin de una sociedad ecolgica.
4
La creencia en la accin espontnea es parte de una creencia an ms grande:
la creencia en el desarrollo espontneo. Cada desarrollo debe ser libre para hallar su
propio equilibrio [...ste] implica desatar las fuerzas internas del desarrollo para que
pueda encontrar su orden autntico y su estabilidad (Bookchin, 1971/1990: 23).
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 51
MONISMO ONTOLGICO Y HOLISMO ECOLGICO:
LA NEGACIN DEL NATURALISMO DIALCTICO
Con el propsito de establecer un campo terico unificado para ver
su continuo evolutivo y expandir el funcionamiento de la naturaleza
(su dialctica?) al terreno de la sociedad y del pensamiento, Book-
chin busca fundar la ecologa social en un monismo ontolgico. Las
categoras de naturaleza y ser lo natural, lo cultural y lo social,
pierden su especificidad ontolgica y epistemolgica. La naturaleza
de la naturaleza se confunde con las formas del ser; las producciones
humanas (el pensamiento, la cultura y la historia) aparecen como
segunda naturaleza. Bookchin busca elaborar un naturalismo dia-
lctico que le permita
derivar orgnicamente la segunda naturaleza de la naturaleza primera [...]
usando un modo de pensamiento que distingue las fases del continuo evo-
lutivo de donde emerge la naturaleza segunda, preservando la naturaleza
primera como parte del proceso (1990: 164).
Bookchin encuentra en este naturalismo dialctico lo que de ma-
nera ms elaborada desarrolla el pensamiento de la complejidad
como un proceso de autoorganizacin de la physis en la perspecti-
va de una ecologa generalizada (Morin, 1977, 1980). La naturale-
za segunda aparece as como un epifenmeno de la evolucin natu-
ral de la naturaleza. Esta concepcin de la realidad puede describir,
pero no ofrece una explicacin de la constitucin de la jerarqua, la
dominacin, el patriarcado, las clases y el estado, que fueron emer-
giendo con este desarrollo. Esta filosofa naturalista no puede apre-
hender el punto de inflexin donde de la naturaleza emerge la cul-
tura, y la diferencia irreductible de lo real y lo simblico.
Bookchin intenta forjar una dialctica de la naturaleza en el mol-
de de la ecologa, desarrollar nuevas formas de la razn que sean or-
gnicas y que al mismo tiempo conserven sus cualidades crticas
(Bookchin, 1990: 11). Busca as establecer la superioridad del natu-
ralismo dialctico frente a la razn analtica y la teora de los siste-
mas.
5
En esta perspectiva, Bookchin critica con acierto la racionali-
5
La razn convencional descansa en la identidad, no en el cambio [...] Lo que
han tenido en comn pensadores desde Herclito en adelante [...] es una visin de la
realidad como un proceso evolutivo: del Ser como un Devenir en continuo desarro-
llo (Bookchin, 1990: 13,12).
dad cientfica que mira la realidad social como hechos dados, sin re-
conocer que stos son la objetivacin de una visin determinada del
mundo, una construccin social de lo real. Con su obsesin por la
objetividad de los datos, las variables y los hechos, la visin cientifi-
cista pierde de vista la potencialidad de lo real, la fertilidad del deve-
nir, la apertura hacia la novedad, el campo de lo posible y la cons-
truccin del futuro. Esta racionalidad niega la utopa como un pro-
yecto prospectivo generador de cambios sociales. En su Dialctica del
iluminisno, Horkheimer y Adorno haban afirmado:
El iluminismo es totalitario. El iluminismo reconoce a priori como ser y acae-
cer, slo aquello que se deja reducir a la unidad: su ideal es el sistema, del
cual se deduce todo y cualquier cosa. En eso no se distinguen sus versiones
racionalista y empirista [...] El postulado baconiano de una scientia universa-
lis es pese al pluralismo de los campos de investigacintan hostil a lo que
no se puede relacionar como la mathesis universalis leibiziana al salto. La mul-
tiplicidad de las figuras queda reducida a la posicin y el ordenamiento, la
historia al hecho, las cosas a la materia [...] La unificacin de la funcin in-
telectual, por la que se cumple el dominio sobre los sentidos, la reduccin
del pensamiento a la produccin de uniformidad, implica el empobreci-
miento tanto del pensamiento como de la experiencia (Horkheimer y Ador-
no, 1944/1969:19, 52).
El pensamiento dialctico ofrece principios generales para perci-
bir la transformacin de lo real. Sin embargo, para que esta lgica
pueda aprehender la realidad como conocimiento concreto, debe
haber una correspondencia (nunca identidad) entre el pensamiento
y lo real que se manifiesta en el movimiento de los procesos materia-
les. Para Marx la dialctica se expresa en la contradiccin social como
una relacin estructural entre intereses de clase opuestos; lo concre-
to se condensa en el concepto como la articulacin de determinacio-
nes mltiples que hacen inteligible la realidad. As, Marx invirti la
dialctica idealista de Hegel y fund el materialismo dialctico. La
dialctica deja de ser una lgica que se forma en la mente como re-
flejo de la realidad o que genera una autoconsciencia de los hombres
a travs de un proceso evolutivo.
En el materialismo histrico la razn dialctica surge en el pensa-
miento como una necesidad de aprehender un proceso social gene-
rado por el conflicto entre clases y de las contradicciones internas
del capital como modo de produccin. Engels (1968) trat de dar
ENRIQUE LEFF 52
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 53
bases ontolgicas ms generales al materialismo dialctico enraizn-
dolo en una dialctica de la naturaleza. Ms all del predominio onto-
lgico del ser sobre el pensar y de la praxis sobre la teora en el pen-
samiento de Marx, Engels quiso ajustar las leyes de la naturaleza a los
principios generales de la dialctica (totalidad, negacin y contradic-
cin; cambio de cantidad en calidad; la relacin del todo y las par-
tes), de manera que stos pudieran ser confirmados por la realidad.
Sin embargo, estos principios slo representan un acercamiento me-
taterico que no suple la necesidad de elaborar conceptos tericos
especficos para aprehender las determinaciones, la dinmica propia
y las transformaciones de cualquier proceso material. Esto es lo que
produjo el desarrollo de la ciencia en el siglo XIX, desde la fsica, la
biologa evolutiva y la termodinmica hasta el materialismo histrico
y el psicoanlisis. Bookchin seala con acierto los desvaros de la dia-
lctica en el idealismo de Hegel y en el materialismo de Engels:
Hegel reific la dialctica como un sistema cosmolgico que se aproxim a
la teologa al tratar de reconciliarla con el idealismo, con el conocimiento
absoluto, y con el desarrollo de un logos mstico [...] De la misma manera,
la dialctica se entremezcl con un crudo materialismo cuando Engels lo vis-
ti con las leyes del materialismo dialctico [...] Engels estaba tan enamo-
rado de la materia y del movimiento como atributos irreductibles del Ser,
que en su trabajo la cintica basada en el movimiento tendi a invadir su dia-
lctica del desarrollo orgnico (Bookchin, 1990: 15).
Bookchin tiene razn en su crtica de Engels; pero la misma crti-
ca podra aplicrsele a l, pues tan enamorado est de la evolucin y
de la ecologa como modelo para la dialctica de la naturaleza, que
la transfiere acrticamente al orden social.
6
Bookchin busca rescatar
el pensamiento dialctico amalgamndolo en la evolucin biolgica,
y establecer una filosofa de la naturaleza que pueda guiar la accin
social a travs de leyes racionales y objetivas. Como resultado, postu-
la una ontologa organicista y una ecologa generalizada. Bookchin
afirma que su naturalismo dialctico puede contestar preguntas ta-
les como qu es naturaleza?; cul es el lugar de la humanidad en
la naturaleza?; qu es la fuerza de la evolucin natural y cul es la
6
Bookchin admira as la extraordinaria coherencia que ofrece la razn dialctica
y su extraordinaria aplicabilidad a la ecologa, particularmente a una ecologa enrai-
zada en el desarrollo evolutivo (Bookchin, 1990: 16).
relacin de la sociedad con el mundo natural? Piensa que el natu-
ralismo dialctico puede dar coherencia [...y] agregar una perspec-
tiva evolutiva al pensamiento ecolgico ...a pesar del rechazo de He-
gel a la evolucin natural y su recurso a las teoras mecanicistas de la
evolucin que estaban en boga hace un siglo (Bookchin, 1990: 16).
Pero, cmo podan los principios generales de la razn dialcti-
ca dar coherencia y ofrecer una perspectiva evolutiva a la ecologa?
El carcter evolutivo de la ecologa proviene de su objeto cientfico,
de sus articulaciones conceptuales con la biologa evolutiva y con las
teoras de los sistemas complejos, y no del pensamiento metafsico.
Ciertamente la ecologa puede informar a la accin social para in-
ternalizar las condiciones ecolgicas de una organizacin social y
una produccin sustentable; mas ello no implica la necesidad de
ecologizar el pensamiento humano y de generalizarlo para expli-
car la conciencia social y la accin poltica. La ecologa contribuye al
anlisis de los sistemas complejos emergentes (Funtowicz y Ravetz,
1994); sin embargo, no conduce a la reconversin del orden social
dentro de un modelo ecolgico ni a fundar una sociedad ecolgica
en los principios del naturalismo dialctico.
Bookchin va a la bsqueda de una filosofa de la naturaleza para
apoyar una moral de la isonoma. Ciertamente la tica de la natu-
raleza ha sido pervertida por el predominio de la epistemologa so-
bre las condiciones ontolgicas del ser; la racionalidad cientfica de
la modernidad del mecanicismo al positivismo lgico y al estruc-
turalismo ha cristalizado en una racionalidad de dominio sobre la
naturaleza. La fenomenologa abre una va para reconstruir las diver-
sas formas del ser en su relacin con la naturaleza, pero justamente
esa indagacin implica un imposible retorno a una filosofa natural.
La vuelta hacia una metafsica de la naturaleza concebida como un
proceso evolutivo de autoorganizacin de la naturaleza que alcanza
su estadio ltimo en la conciencia humana, en la moral y en el cono-
cimiento, resulta en un idealismo renovado que reduce el pensa-
miento crtico a una autorreflexin del organismo biolgico sobre la
conciencia del sujeto del conocimiento y de la accin social.
El naturalismo ontolgico y el esencialismo ecologista han perdi-
do sentido en la tecnologizacin del mundo actual y la percepcin
de la historia como una construccin social a travs del lenguaje y la
cultura, del orden simblico y de estrategias de poder en el saber
(Foucault). El sujeto autoconsciente de la ciencia ha sido descentra-
do por el psicoanlisis, descubriendo las races inconscientes del de-
ENRIQUE LEFF 54
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 55
seo y del poder. Nada es menos natural que el sujeto y la concien-
cia, el deseo y el poder. La dialctica encuentra su sentido en el cam-
po del psicoanlisis y de la organizacin cultural como la negacin
de lo orgnico y la emergencia de lo simblico. En esta perspectiva,
el sujeto no podr alcanzar la idea absoluta y el conocimiento total;
no lograr su realizacin y su completitud por la reflexin de la na-
turaleza en el conocimiento como un acto de autoconsciencia.
7
El molde de la biologa evolucionista no corresponde ya a ningu-
na dialctica de la trascendencia. Lo real aparece modelado por el
caos, el azar y la indeterminacin, segn el paradigma que inaugura
el orden de la vida organizado por el cdigo gentico (Monod), y por
la incertidumbre y el caos determinista en la ciencia de la compleji-
dad (Prigogine).
8
Sin embargo, el cambio del paradigma evolucionis-
ta hacia el cdigo gentico no podra tampoco generar la va de una
reunificacin de lo real y lo simblico. En ello fracasan las perspecti-
vas epistemolgicas que buscan anclarse y arraigar en una naturaleza
objetiva (sea sta el cdigo gentico, la ecologa generalizada o la or-
ganizacin ciberntica de los autmatas), para establecer el hilo con-
ductor que guiara el proceso de autoorganizacin de la physis que
permitira unificar en un mtodo la naturaleza de la naturaleza y
el conocimiento del conocimiento (Morin).
9
7
Lacan se sirvi del reverso del pensamiento dialctico para plantear este imposi-
ble encuentro de la verdad con el saber: La verdad no es otra cosa sino aquello de lo
cual el saber no puede enterarse de lo que sabe sino haciendo actuar su ignorancia
(Lacan, 1976: 777).
8
Es lo que permite a Baudrillard afirmar que, Concluida la evolucin dialctica,
es el indeterminismo discontinuo del cdigo gentico lo que rige la vida el principio
teleonmico: la finalidad ya no est en la conclusin, no hay ni conclusin ni deter-
minacin; la finalidad est all por adelantado, inscrita en el cdigo (Baudrillard,
1976: 92).
9
Baudrillard habra de demarcarse de ese afn de unificacin monista criticando
a esos tericos para quienes El cdigo debe tener un asiento objetivo; qu mejor
trono que la molcula y la gentica? Monod es el telogo severo de esa trascendencia
molecular; Edgar Morin es su aclito exttico [...] En cada uno, el fantasma del cdi-
go, que es equivalente a la realidad del poder, se combina con el idealismo de la mo-
lcula [...] una vez ms encontramos el sueo delirante de reunificar el mundo bajo
un principio unitario (Baudrillard, 1976: 92).
DIALCTICA Y TOTALIDAD. ECOLOGA Y SISTEMAS
El materialismo dialctico, con el cual Engels pretendi unificar el
pensamiento y la materia, no sobrevivi la prueba de la historia y de
la razn crtica. Sin embargo, el pensamiento dialctico hall suelo
frtil en la ecologa y en la teora de sistemas luego que autores co-
mo Lukcs, Kosik y Goldmann le dieron un nuevo sentido, privile-
giando la categora de totalidad por encima de los principios de ne-
gacin y contradiccin:
No es el predominio de los motivos econmicos en la explicacin de la
historia lo que distingue de manera decisiva al marxismo de la ciencia bur-
guesa, sino el punto de vista de la totalidad. La categora de totalidad el
predominio universal y determinante del todo por encima de las partes
constituye la esencia del mtodo que Marx ha tomado de Hegel y transfor-
mado para construir la base original de una ciencia completamente nueva
[...] El predominio de la categora de totalidad es el soporte del principio revoluciona-
rio en la sociedad (Lukcs, 1923/1960: 39).
La categora de totalidad se convirti en el caballo de Troya que in-
trodujo la Idea Absoluta al territorio del materialismo dialctico. Con
la incorporacin paradigmtica de la teora general de sistemas como
un mtodo transdisciplinario para la articulacin de las ciencias, la ca-
tegora de totalidad perdi su sentido revolucionario. Bookchin ha cri-
ticado acertadamente la teora general de sistemas (von Bertalanffy,
1976) por su enfoque positivista y su falta de bases ontolgicas; a cam-
bio, ha hipostasiado a la ecologa como base material y conocimiento
de un proceso de autoorganizacin que se desenvuelve dialctica-
mente hacia un estado acabado de completitud y totalidad.
La evolucin de los ecosistemas naturales, el comportamiento de
los sistemas complejos y el devenir en el pensamiento dialctico com-
parten, como principios comunes, la novedad y la emergencia. Al
subsumir la dialctica como mtodo de pensamiento y argumenta-
cin (la dialgica, la negacin, la oposicin de los contrarios) en la
ecologa, la razn crtica se disuelve en la evolucin biolgica, la or-
ganizacin ecolgica y la ciberntica; la dialctica se convierte en in-
terrelacin, interdependencia y retroalimentacin. Bookchin esta-
blece un paralelo entre el pensamiento orgnico y la dialctica como
opuestos al pensamiento analtico y la abstraccin formal. El pensa-
miento orgnico-dialctico sera superior a la teora de sistemas pre-
ENRIQUE LEFF 56
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 57
cisamente porque el primero puede explicar los procesos materiales
diferenciados que son reducidos por la teora de los sistemas a sus es-
tructuras analgicas comunes:
El poder de la tradicin orgnica occidental ms precisamente de la dialc-
tica (incluso en el alto nivel conceptual de Hegel) descansa en la construc-
cin de la diferencia entre fenmenos naturales y sociales desde lo que est
implcito en sus niveles abstractos, no en [...] reducir su rica concrecin ar-
ticulada a datos abstractos y lgicamente manipulables [...] La dialctica
[...] trata de comprender el desarrollo de los fenmenos desde su nivel de
homogeneidad abstracta, latente en la rica diferenciacin que marcar su
madurez, mientras que la teora de sistemas trata de reducir los fenmenos
desde su particularidad altamente articulada hasta el nivel de abstraccin
homognea tan necesaria para la simbolizacin matemtica. La dialctica
[...] es una lgica de la evolucin que va de la abstraccin hacia la diferen-
ciacin; la teora de los sistemas es una lgica de involucin que va de la di-
ferenciacin hacia la abstraccin (Bookchin, 1990: 153).
Bookchin acierta al sealar el carcter aontolgico y reduccionista
de la teora de sistemas. Pero su reconocimiento de la diferenciacin
de procesos materiales no es coherente con su afirmacin de un mo-
nismo ontolgico. Bookchin busca fundamentar su argumentacin
en un naturalismo dialctico capaz de aprehender la especificidad de
los diferentes procesos que emergen con la autoorganizacin de la na-
turaleza, desde la materia fsica hasta el orden simblico, desde la evo-
lucin biolgica hasta la conciencia de los sujetos de una nueva socie-
dad ecolgica. En esta visin del desarrollo de la materia (que gene-
ra una mayor complejidad y procesos de diferenciacin), pasa por al-
to la constitucin de nuevos rdenes ontolgicos el orden simblico,
cultural, histrico y social, y las formas especficas de conocimiento
que les corresponden, es decir sus rdenes epistemolgicos. Los dife-
rentes rdenes de lo real son aprehendidos mediante conceptos te-
ricos especficos, no por la extensin de los principios de la biologa
evolutiva y de los sistemas ecolgicos hacia la sociedad.
La comprensin del mundo como totalidad plantea el proble-
ma de integrar los diferentes niveles de materialidad que constituyen
al ambiente como un sistema complejo, y la articulacin del conoci-
miento de estos rdenes diferenciados de lo real, para dar cuenta de
estos procesos. En esa construccin epistmica, el pensamiento dia-
lctico ha sido seducido por el pensamiento organicista, por la teo-
ra de sistemas buscando la unidad de las ciencias en las estructuras
analgicas de diferentes rdenes de materialidad, y por el estructu-
ralismo gentico, desde donde la evolucin del pensamiento y de los
conceptos cientficos parece emerger del desarrollo complejo de la
materia. En este sentido, Kosik vio la reunificacin de lo real a tra-
vs de las analogas estructurales entre los ms diversos dominios de
la realidad, al grado de que todas las esferas de la realidad objetiva
son sistemas o agregados de elementos que ejercen, unos sobre
otros, una influencia recproca. Kosik adopt una postura crtica
del reduccionismo monista al afirmar que:
slo una concepcin dialctica de los aspectos ontolgicos y epistemolgicos
de una estructura y de un sistema pueden dar una solucin frtil y evitar los
extremos del formalismo matemtico y de una ontologa metafsica [...] las
analogas estructurales entre las diferentes formas de las relaciones humanas
(lenguaje, economa, parentesco, etc.) pueden llevar a una comprensin
ms profunda y a una explicacin de la realidad social slo si se respetan tan-
to las analogas estructurales como la especificidad de los fenmenos consi-
derados (Kosik, 1970: 31).
En una visin que integrara al estructuralismo gentico con el pen-
samiento dialctico, Kosik pens la diferenciacin ontolgica de la
materia y el ser como una jerarqua de niveles de complejidad de dife-
rentes estructuras en la transformacin evolutiva de la totalidad con-
creta:
En el pensamiento dialctico, la realidad es concebida y representada por la
totalidad, que no es slo un conjunto de relaciones, hechos y procesos, sino
que incluye tambin su creacin, su gnesis y su estructura (Kosik, 1970: 34).
Sin embargo, Kosik termin adoptando una epistemologa realis-
ta y una visin evolutiva de los conceptos al afirmar que la compleji-
dad emergente de la materia se refleja en el proceso evolutivo de
produccin terica. De esta manera, argument que para aprehen-
der procesos materiales de complejidad creciente (materia fsica, sis-
temas vivos, orden simblico), las categoras que se aplican en los
primeros niveles (los de procesos mecnicos) sirven como un primer
acercamiento que puede enriquecerse por categoras lgicas ms
elaboradas. Sin embargo, los conceptos tericos no evolucionan en
un proceso progresivo de adecuacin del pensamiento a la realidad.
ENRIQUE LEFF 58
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 59
Como ha argumentado el racionalismo crtico y la epistemologa es-
tructuralista, los conceptos mecanicistas y organicistas han funciona-
do como obstculos epistemolgicos en la construccin de concep-
tos que corresponden a la organizacin del orden simblico y social
(Bachelard, 1938). La aplicacin de una visin mecanicista a los sis-
temas biolgicos vel la inteligibilidad de la vida (Canguilhem, 1971,
1977), as como la extensin de los principios organizadores de la vi-
da y de los procesos ecolgicos a la sociedad humana desconoce la
especificidad del orden histrico y simblico; del poder, el deseo y el
conocimiento (Lacan, 1971; Foucault, 1966, 1969).
La diferenciacin de la materia y de los conceptos (nica manera
de aprehender lo concreto de la articulacin de procesos que cons-
tituye el ambiente) no se puede reducir a la emergencia de nuevos
rasgos, caracteres y funciones en la autoorganizacin de la materia
viviente. La evolucin del ser arroja al mundo la emergencia de
formas diferentes de organizacin de la materia y del pensamiento,
que no pueden reducirse a un monismo ontolgico basado en la ge-
neralizacin de principios ecolgicos. Se plantea as una necesaria
produccin de conceptos para aprehender la especificidad de dife-
rentes rdenes de lo real. Estos conceptos no pueden reducirse a las
categoras generales de la dialctica ni subsumirse en la biologa evo-
lutiva como una teora orgnica transdisciplinaria capaz de unificar
lo natural y lo social. Estos principios ontolgicos y epistemolgicos
son condiciones necesarias para aprehender la articulacin de los di-
ferentes rdenes de lo real: fsico, biolgico, histrico y simblico.
10
La totalidad como concrecin de la complejidad es una categora
epistemolgica que puede aplicarse como principio metodolgico a
diferentes rdenes ontolgicos. En este sentido, la totalidad concre-
ta aparece en el pensamiento como categora para aprehender la
sntesis de las determinaciones mltiples de un proceso. Para que el
concepto represente lo concreto, debe haber una forma de corres-
pondencia objetiva con lo real. Esta concrecin no emerge de los
10
En contraposicin con la visin sistmica y ecolgica de la sociedad, el concep-
to de ambiente se construye como un orden emergente de complejidad que articula
procesos materiales y simblicos fsicos, biolgicos, culturales, sociales que implican
diferentes rdenes ontolgicos y epistemolgicos (Leff, 1994: caps. 1 y 2). Este con-
cepto opone las tendencias a derivar una ley general para unificar los distintos rde-
nes ontolgicos de lo real; asimismo, cuestiona la posibilidad de encontrar un princi-
pio en la organizacin de la naturaleza que pudiera extenderse hacia el orden de lo
simblico, de la cultura y del cambio social.
hechos y los datos puros de la realidad, ni tampoco resulta de un
reflejo de la naturaleza en la conciencia subjetiva. La naturaleza, la
materia y el ser se organizan en rdenes ontolgicos distintos, que
no tienen ninguna conciencia de s (el sujeto psicolgico no tiene
una conciencia de sus procesos inconscientes). La totalidad concre-
ta de estos rdenes materiales aparece en el pensamiento conceptual
por medio de la produccin de objetos tericos de conocimiento. Este pro-
ceso epistemolgico da sentido, significado y valor a lo real. El con-
cepto aprehende la realidad en su correspondencia con los proce-
sos materiales, dando as cuenta de la especificidad de los diferentes
rdenes ontolgicos de lo real. Sin embargo, esta relacin entre el
concepto de su objeto de conocimiento, lo real y la realidad empri-
ca, nunca alcanza la identidad en el proceso de representacin cog-
noscitiva del ser y del ente. En consecuencia, lo real y lo simblico
no pueden fundirse en un monismo ontolgico que hara corres-
ponder una naturaleza y una lgica por la autorreflexin de la mate-
ria en la mente en un proceso ecolgico evolutivo.
Ante el predominio del uso instrumental de la ciencia moderna,
Bookchin ve en la ecologa la posibilidad de restaurar e incluso tras-
cender el estado liberador de las ciencias y filosofas tradicionales
(1971/1990: 80). Sin embargo, la ecologa como la teora general
de los sistemas no resulta revolucionaria por su enfoque integrador
y por su voluntad de totalidad. Ms an, la ecologa se ha generaliza-
do y extendido hacia los dominios de la historia del orden simbli-
co y social, desconociendo el carcter especfico de la naturaleza
humana las relaciones del poder, los intereses sociales, el deseo hu-
mano, la organizacin cultural, la racionalidad econmica, que no
pueden subsumirse en un orden ecolgico genrico y generalizado.
El ecologismo busca recuperar las conexiones entre el todo y las
partes, en un sentido tanto dialctico y trascendental como existen-
cial; a travs de un mtodo para pensar la complejidad busca recon-
ciliar la armona del individuo en el cosmos que fuera rota tanto por
la enajenacin del hombre ante la creacin divina, como del orden
social del cosmos, el logos y la polis, desde los gnsticos hasta la
deriva del nihilismo en el existencialismo. Esta separacin entre el
orden csmico y el ser humano no slo es un sntoma de un orden
social totalitario opresivo y enajenante, sino de la condicin del ser
humano como ser simblico.
11
ENRIQUE LEFF 60
11
As pues, precisamente aquello en virtud de lo que el hombre es superior a to-
da la naturaleza, lo que le distingue y singulariza, el espritu, ya no nos lleva a consi-
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 61
La voluntad de identidad y totalidad del monismo ontolgico ha
sido cuestionada tanto por el estructuralismo crtico como por las
teoras postestructuralistas. Cuando vemos a la naturaleza y a la so-
ciedad desde la perspectiva de la cultura y del orden simblico del
sentido y los valores; del inconsciente y del deseo, resulta imposible
aspirar a la totalidad. El ambiente puede ser conceptualizado como
una estructura socioecolgica compleja que incorpora bases ecolgi-
cas de la sustentabilidad y condiciones sociales de equidad y demo-
cracia. Sin embargo, los principios y valores que guan la reorganiza-
cin de la sociedad como una nueva utopa aparecen como un de-
seo que induce un proceso interminable de transformacin social y
del saber que ningn conocimiento por holstico que sea puede
saciar. Esta falta en ser y falta de conocimiento no puede llenar-
se con el progreso de ciencia, el poder de la tecnologa, o la actuali-
zacin de la naturaleza orgnica en la conciencia humana.
El saber ambiental viene as a cuestionar la pretensin de alcanzar
la verdad como la identidad de un saber holstico con una realidad
total. El deseo que anima la bsqueda de una unidad y totalidad del
conocimiento ha encantado y encadenado a los seres humanos a un
mundo homogneo e instrumental, reprimiendo la vitalidad y la
productividad de lo heterogneo, de la diferencia y la diversidad en
el campo del conocimiento y de la cultura, desconociendo al am-
biente como el gran Otro de los paradigmas positivistas, como esa
fuente de creatividad que impulsa la construccin de otra racionali-
dad (Leff, 1998).
12
El proyecto de fundar la dialctica en un concepto de totalidad, y
la voluntad de extender su dominio de aplicacin a un campo que
incluya a todos los rdenes de la naturaleza, la materia, el espritu y
el ser, lleva a generar una retrica metafsica en lugar de contribuir
a la elaboracin de una teora crtica del ambiente. En este sentido,
es necesario revalorizar la contribucin de la dialctica al conoci-
miento crtico capaz de guiar la construccin de una racionalidad
ambiental y una sociedad ecocomunitaria. El pensamiento dialctico
derar su ser perteneciente a un nivel superior dentro de la totalidad del ser, sino por
el contrario designa el abismo insuperable que le separa del resto de la realidad. Apar-
tado de la comunidad del ser en un todo, es precisamente su conciencia quien hace
de l un extrao en el mundo, y en todo acto de verdadera reflexin da nuevas prue-
bas de que sa es su condicin. Tal es el estado del hombre. Se acab el cosmos, con
cuyo logos inmanente se puede sentir emparentado el mo propio; se acab el orden
del todo, en el que el hombre tiene su lugar propio (Jonas, 2000: 282).
12
Cf. caps. 5 y 6, infra.
debe reenlazarse con los procesos emergentes de la complejidad am-
biental para ver los efectos del pensamiento metafsico y cientfico
en la crisis ambiental y para reorientar la ciencia, el pensamiento y
la accin hacia la construccin de una racionalidad ambiental (Leff,
2000).
El pensamiento de la complejidad abre nuevos abordajes para en-
tender la articulacin de procesos materiales, ms all de los lmites
de comprensin que se derivan de sus paradigmas cientficos espec-
ficos y de la razn instrumental, incorporando principios ticos y va-
lores culturales. Empero, la complejidad emergente no incluye en
forma natural al conocimiento crtico, los intereses sociales y las for-
maciones ideolgicas que orientan la construccin de una sociedad
ecolgica y una racionalidad ambiental. Frente a los mtodos de la
complejidad que emergen de la ecologa y de la ciberntica, que
explican la realidad como sistemas de interrelaciones y retroalimen-
taciones, el pensamiento dialctico aporta la fertilidad de la contra-
diccin discursiva y la confrontacin de intereses que movilizan el
proceso de construccin social. Ms all de una dialctica fundada
en la negacin, la anttesis y la alternancia de positividades en el ho-
rizonte del devenir histrico y la emergencia de la novedad, el pen-
samiento dialctico demarca territorios y abre la invencin del futu-
ro en la relacin del ser con la otredad y con la nada como origen y
fuente de creatividad de lo indito.
13
La reorganizacin de la sociedad como una red de ecocomunida-
des descentralizadas para alcanzar los fines de la sustentabilidad de-
be llevar a definir crticamente la transicin hacia un nuevo orden
social que rompa con la hegemona del mundo centralizado, unifi-
cado y totalitario. Mientras que la poltica del consenso busca ajustar
los intereses de diferentes actores sociales a un futuro comn
(WCED, 1987) dentro del orden econmico insustentable y dominan-
te, mediante la accin comunicativa (Habermas, 1989, 1990), el pen-
ENRIQUE LEFF 62
13
Louis Althusser (1970) afirmaba que, para Lenin, la funcin de la filosofa es la
de trazar lneas de demarcacin en el campo terico. Demarcar posiciones en la teo-
ra y en la poltica es decir no, afirmar lo que no es, lo que no cabe dentro de la tota-
lidad del sistema terico y social establecido. Es el no frente a una idea, una propues-
ta, una afirmacin, un estado de cosas. Es la creatividad del pensamiento que dice lo
que no es para dar curso a lo que an no es. Ese no no es solamente una afirmacin
que contradice lo afirmado en un discurso positivo; no es el No de la falsificacin de
una teora. La racionalidad ambiental se demarca de la racionalidad dominante para
delinear el terreno donde habr de construir su diferencia y decir el an no de la pa-
labra, del pensamiento y de la accin.
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 63
samiento dialctico revela la oposicin de fuerzas e intereses en la
apropiacin social de la naturaleza. El pensamiento complejo provee
un esquema heurstico para analizar procesos interrelacionados que
determinan los cambios socioambientales, mientras que la dialctica,
como pensamiento crtico, ilumina el camino interminable de reali-
zacin una revolucin permanente en el pensamiento y de trans-
formacin social, que moviliza a la sociedad para la construccin de
una nueva racionalidad social.
LA CRTICA DE SARTRE
AL MONISMO ONTOLGICO Y AL NATURALISMO DIALCTICO
En su Crtica de la razn dialctica, Sartre desarroll una de las refle-
xiones modernas ms lcidas del pensamiento dialctico y una pos-
tura filosfica frente a la metafsica naturalista. Sartre afirma el ca-
rcter crtico de la razn dialctica como la forma de pensamiento
que hace inteligible la accin humana en la historia. Pero tambin
sita a la dialctica en su contexto histrico, preguntndose por las
condiciones que hacen posible esta forma de razonamiento para
aprehender lo histrico real. Sartre interroga as desde la razn
crtica la historicidad y los fundamentos de la razn dialctica:
El materialismo histrico tiene este rasgo paradjico de ser al mismo tiem-
po la nica verdad de la historia y una total indeterminacin de la verdad. Es-
ta verdad totalitaria ha fundado todo, menos su propia existencia [...] As, el
marxismo se nos muestra a nosotros, los idelogos, como el develamiento
del ser y al mismo tiempo como una interrogante que ha permanecido en el
nivel de una demanda insatisfecha (Sartre, 1960: 118).
La respuesta a esta paradoja del pensamiento dialctico es par-
ticularmente pertinente hoy ante la crisis del marxismo, frente al
cuestionamiento de su estatus terico y de su sentido praxeolgico
para guiar las transformaciones sociales de nuestro tiempo. Si el ma-
terialismo histrico es incapaz de explicar su verdad, entonces ser
necesario repensar la razn dialctica como racionalidad terica,
pensamiento metodolgico y accin poltica.
Sartre aborda la cuestin ontolgica y epistemolgica de la razn
dialctica afirmando que:
La dialctica es un mtodo y un movimiento en el objeto: se funda [...] en
la afirmacin bsica que concierne tanto a la estructura de lo real y a nues-
tra praxis [...] el proceso de conocimiento responde al orden dialctico y el
movimiento del objeto es en s dialctico, y estas dos dialcticas hacen una
sola [...] que define una racionalidad del mundo [...] La razn dialctica va
ms all del campo de la metodologa. Ella expresa [...] lo que es el univer-
so total: no se limita a orientar la investigacin, ni a prejuzgar sobre la for-
ma de aparicin de los objetos [...] define al mundo como debiera ser para que el
conocimiento dialctico sea posible, muestra al mismo tiempo [...] el movimien-
to de lo real y el de nuestro pensamiento [...] La nica unidad posible de la
dialctica como una ley del desarrollo histrico y de la dialctica como el co-
nocimiento en movimiento de este desarrollo, debe ser la unidad de un mo-
vimiento dialctico. El ser es la negacin del conocer y el conocer llega a ser
por la negacin del ser (Sartre, 1960: 119, 131, cursivas mas).
Esta relacin paradjica entre el ser y el conocer no es la que su-
giere la aletheia de Heidegger, de una verdad siempre en fuga de la
aprehensin de lo real por el pensamiento. La unidad de la dialc-
tica entre historia y conocimiento no implica un movimiento homo-
gneo de la materia y del pensamiento, ni la reduccin de ambas es-
feras en el campo unificado de un monismo ontolgico. La nega-
cin dialctica entre el conocimiento y el ser en el campo de la his-
toria la relacin entre el conocimiento y el movimiento de los pro-
cesos sociales reales, se puede ejemplificar con la extincin de la
teora del valor en el materialismo histrico. En este sentido, la teo-
ra del valor-trabajo es negada por el desarrollo de las fuerzas produc-
tivas generado por el cambio tecnolgico en la reproduccin de las
relaciones capitalistas de produccin; su valor terico es confrontado
por el movimiento histrico que va eliminando la base material sobre
la cual el concepto de valor el tiempo de trabajo socialmente nece-
sario se fund como la fuente del plusvalor y de la acumulacin de
capital.
14
La dialctica entre historia y conocimiento muestra el mo-
vimiento de la historia en el orden terico, que desde una metafsica
del mundo como naturaleza de la naturaleza conduce a la forma-
cin del concepto de valor y al efecto del pensamiento metafsico en
la construccin del orden histrico por la objetivacin y cosificacin
del mundo. La desconstruccin del orden terico y del orden hist-
rico van de la mano, pero no la unifica una identidad. Esta relacin
ENRIQUE LEFF 64
14
Cf. cap. 1, supra.
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 65
dialctica entre conceptos tericos y cambio histrico se aplica a to-
das las categoras filosficas y a la relacin entre razn crtica y pra-
xis social. La transformacin de las condiciones de produccin plan-
tea la necesidad de nuevos conceptos para aprehender la dinmica
de la economa capitalista en su fase postindustrial y ecolgica.
Sartre indaga los lmites, la validez y la extensin de la razn dia-
lctica (Sartre, 1960: 120) y sostiene que la praxis desborda al co-
nocimiento en su eficacia real (p. 122). La razn dialctica ya sea
que se la considere como una forma de pensamiento o incorporada
al proceso evolutivo de la naturaleza puede orientar, pero no anti-
cipa ni predetermina lo que la praxis genera. La potencialidad (la
creatividad e indeterminacin) de la praxis trasciende al pensamien-
to.
15
se es el significado de la dialctica entre la teora y los movi-
mientos sociales en la construccin de una racionalidad ambiental.
16
Sin embargo, el monismo ontolgico de Bookchin elude la pregun-
ta por el sentido del pensamiento dialctico y se afirma en el ecolo-
gismo que unificara al ser y al pensamiento por la evolucin de la
materia hasta alcanzar la autoconsciencia de la naturaleza. La fsica
moderna fund un nuevo racionalismo (Bachelard, 1938/1972);
Bookchin busca reconstruir el pensamiento dialctico a partir del
evolucionismo ecolgico eludiendo la cuestin epistemolgica de la
relacin entre las formas del ser y del conocer. La historia de la ra-
zn dialctica no ha sido otra que la de la dificultad de reconciliar a
la dialctica como una ley del ser y como una forma de razonamien-
to: de su significado en el orden de la naturaleza, del pensamiento y
del conocimiento. En la Idea Absoluta de Hegel el pensamiento es
al mismo tiempo constitutivo y constituido, unificando el Ser y el Co-
nocimiento. Pero esta posicin idealista encierra una contradiccin
epistemolgica. Pues, como advierte Sartre,
No existe una contradiccin insuperable entre el conocimiento del ser y el
ser del conocimiento? El error ha sido tratar de reconciliar ambos, presen-
tando al pensamiento como el ser, llevado por el mismo movimiento de la his-
toria como un todo [...] si el conocimiento no es el todo, entonces seguira
su propio desarrollo como una sucesin emprica de momentos, y esta expe-
riencia dar lo que es experimentado como contingencia y no como necesi-
15
Emmanuel Levinas habr de resignificar esta propuesta como la construccin
del mundo desde la otredad, ms all de la ontologa. (Cf. cap. 7, infra.)
16
Cf. cap. 9, infra.
dad [...] nada puede autorizar [al conocimiento] a decidir que el movimien-
to de su objeto sigue su propio movimiento, ni que [el pensamiento] regu-
la su movimiento por el de su objeto. Si el ser material, la praxis y el conoci-
miento son realidades irreductibles, no tendramos entonces que apelar a
una armona preestablecida para reconciliar sus desarrollos? [...] Si la inves-
tigacin de la verdad debe seguir un acercamiento dialctico, cmo podra-
mos probar, sin idealismos, que se rene con el movimiento del Ser; y si con-
trariamente a esto, el conocimiento debe permitir que el Ser se desarrolle
por sus propias leyes, cmo evitar que los procesos [...] aparezcan slo co-
mo hechos empricos? (Ibid: 122).
El estructuralismo marxista ofreci una respuesta a esta pregunta
con la construccin de objetos de conocimiento y la produccin de
conceptos cientficos de las diferentes esferas ontolgicas (Althusser,
1969). Las formas especficas de organizacin de los diversos procesos
materiales que conforman lo real son aprehendidas a travs de la
construccin de los objetos tericos de las ciencias; no se reducen a
principios dialcticos que corresponderan a leyes generales de Ser ni
con los objetos empricos de la realidad. Los conceptos tericos, en
experimentacin con la realidad, prueban la correspondencia de
sus leyes con las regularidades de procesos materiales especficos. En
cambio, Bookchin busca fundar su teora en un monismo ontolgico
(ecolgico) ignorando el problema del conocimiento en la razn dia-
lctica. En su naturalismo dialctico, la naturaleza llega a ser au-
toconsciente en un proceso evolutivo; este se extiende al reino del
pensamiento como un epifenmeno del organismo biolgico, sin una
reflexin crtica sobre las condiciones de ser, del pensamiento y de la
relacin de conocimiento. Anticipando a Bookchin, Sartre afirm:
El monismo materialista ha buscado sustituir de manera muy superficial al
dualismo de la materialidad del pensamiento y del ser total. Sin embargo, de
esta manera ha restablecido como antinomia [...] el dualismo entre el Ser y
la Verdad [...] No hay conocimiento propiamente dicho. El ser no se manifiesta
ms, de forma alguna: simplemente evoluciona segn sus propias leyes [...]
hasta que alcanza su propia [autoconsciencia] sin la reflexin crtica del
pensamiento, que hasta ahora le ha dado su significado a la dialctica [...]
Cuando el materialismo dialctico busca establecer una dialctica de la na-
turaleza, el resultado no es [...] una sntesis general del conocimiento huma-
no, sino una simple organizacin de hechos [...] El objeto del pensamiento
es la naturaleza tal como es; el estudio de la historia es una especificacin
ENRIQUE LEFF 66
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 67
del mismo: debemos seguir el movimiento que engendra la vida de la mate-
ria, al hombre de las formas elementales de vida, la historia social de las pri-
meras comunidades humanas. Esta concepcin tiene la ventaja de disolver
el problema: presenta a la dialctica como exterior: la naturaleza humana
residira entonces fuera, en una regla a priori, en una naturaleza extra huma-
na, en una historia que comienza con las nebulosas [...] todo vuelve siempre
a la totalidad de la historia natural donde la historia es una especificacin
[...] Sin embargo, el principio absoluto de que la naturaleza es dialctica
no es susceptible de ser verificado (Sartre, 1960: 123-125).
El monismo ontolgico y el naturalismo dialctico de Bookchin de-
rivan en la autoconsciencia del sujeto terico y del actor social, sin
una reflexin sobre el sentido crtico del pensamiento y el significado
estratgico de la accin social. Al ecologizar la dialctica, Bookchin
cae en el mismo error que Engels: piensa que el objeto del materialis-
mo dialctico es la naturaleza (o la sociedad) como tal. De esta mane-
ra afirma que: es en esta racionalidad humana en la que la naturale-
za finalmente actualiz su propia evolucin de la subjetividad a travs
de largos eones de desarrollo neuronal y sensorial (Bookchin, 1990:
161). El pensamiento queda all reducido a la epignesis de un proce-
so evolutivo, a un acto reflejo con la cosa significada y no como un
acto significante recreador de lo Real. El concepto aparece como la
reflexin de la realidad en la conciencia y no como un proceso de
produccin social de significados. Hoy en da ni la lingstica, ni el
psicoanlisis, ni la epistemologa postestructuralista podran autorizar
tal identidad entre el concepto y lo real, la palabra y la cosa.
Por arraigar la dialctica en la ecologa, Bookchin niega la especi-
ficidad de la razn dialctica dentro del orden simblico para intro-
ducirla como un momento del Ser en la evolucin biolgica. Con
ello busca darle fundamento terico a su discurso ecoanarquista, pe-
ro al costo de desconocer el problema del conocimiento y su rela-
cin con la construccin de lo real social. De esta manera pierde su
funcin reflexiva, sin la cual su narrativa gira alrededor de s misma
sin establecer una conexin entre teora crtica y praxis social. Su
teora ecoevolucionista conduce a la pasividad, esperando que la
evolucin actualice las potencialidades de la materia en la concien-
cia ecolgica de las personas, para disolver las contradicciones de la
historia entre naturaleza y sociedad.
17
17
Cmo podra el hombre emprico pensar? l se queda frente a su propia his-
toria tan incierto como ante la naturaleza: la ley no genera por s misma el conoci-
Sartre critica as la visin que impone a la naturaleza leyes dialc-
ticas y destaca el significado de la dialctica en el movimiento de la
sociedad:
Engels reprocha a Hegel el imponer a la materia las leyes del pensamiento.
Pero eso es justamente lo que l hace cuando fuerza a las ciencias a verificar
la razn dialctica que ha descubierto en el mundo social. Slo en el mun-
do histrico y social [...] tratamos verdaderamente con la razn dialctica [...]
si existe algo como la razn dialctica, esto se descubre y se funda en y por
la praxis humana, de hombres situados en una cierta sociedad, en cierto mo-
mento de su desarrollo. A partir de este descubrimiento debemos establecer
los lmites y la validez de la evidencia dialctica: la dialctica ser efectiva co-
mo mtodo en tanto siga siendo una ley necesaria para la inteligibilidad de
la estructura racional del ser [...] es en el interior de una sociedad, que tie-
ne sus herramientas y sus instituciones, donde descubriremos los hechos ma-
teriales pobreza o riqueza del subsuelo, factores climticos, etc. que la
condicionan [...] mientras que la dialctica de la naturaleza no puede ser el
objeto sino de una hiptesis metafsica. Los pasos seguidos por el espritu,
que consisten en descubrir en la praxis la racionalidad de la dialctica, para
proyectarlo como una ley incondicional en el mundo inorgnico y volver de
all a las sociedades proclamando que la ley de naturaleza, en su opacidad
irracional, la condiciona, son un procedimiento aberrante [...] que rempla-
zan, en nombre del monismo, la racionalidad prctica del hombre hacien-
do la historia (Sartre, 1960: 128-129).
La paradoja del monismo ontolgico de Bookchin, con el cual
pretende fundar una filosofa que sostenga su ecologa social, es que
la teora aparece como la reflexin de la evolucin natural en el pen-
samiento, unificando la materia y la mente. De esta manera, lo real
llegara a ser transparente en su expresin en el pensamiento. Este
idealismo ecolgico se opone a todo principio materialista del cono-
cimiento, donde la dialctica de lo concreto se construye a travs de
estrategias tericas capaces de aprehender lo real, que no es mani-
fiesto a travs de los sentidos y de los datos puros de la realidad. sa
es la condicin ineludible del conocimiento humano, donde el pen-
samiento puede liberar procesos o pervertir la realidad a travs de
ENRIQUE LEFF 68
miento de la ley. Al contrario; si se la acepta pasivamente, transforma su objeto en
pasividad, eliminando toda posibilidad de recoger su polvo de experiencias en una
unidad sinttica [...] si la razn dialctica ha de ser la racionalidad, debe ofrecer la Ra-
zn de sus propias razones (Sartre, 1960: 127).
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 69
las estrategias de poder inscritas en el orden del saber (Foucault).
Pero nada hay en el orden natural que contenga el germen de esta
perversin; nada en el reino de la naturaleza puede revelarnos el
enigma de la produccin de sentidos que moviliza el cambio social y
la posibilidad de construir un nuevo orden social que incorpore los
principios ecolgicos en la moral humana, en la organizacin social
y en la produccin sustentable.
El existencialismo y el pensamiento dialctico no resuelven el di-
lema de un dualismo que deja desamparado al ser humano ante un
cosmos indiferente; ante una naturaleza que no lo contiene; ante
una tica sin fundamento ontolgico. Jonas busca en su Principio vi-
da una salida a la metafsica dualista del existencialismo de Heideg-
ger:
La expresin de estar arrojado al mundo es un resto de una metafsica dua-
lista para cuyo uso el punto de vista metafsico carece de todo derecho. C-
mo se puede estar arrojado sin alguien que arroje y un lugar desde el que se
arroje? El existencialista debiera decir ms bien que el ser humano ese s
mismo consciente, preocupado, sentienteha sido arrojado por la naturale-
za. Si eso sucedi de manera ciega, tenemos que el ser dotado de vista es un
producto de lo ciego, el que se preocupa un producto de lo despreocupado,
y que una naturaleza teleolgica ha sido suscitada ateleolgicamente (Jonas,
2000: 301).
Esta reflexin, antes de poner al descubierto la inconsistencia de
la ontologa heideggeriana, como restos de una metafsica dualista,
pone en evidencia su estrecha comprensin del problema. Pues si del
ser biolgico emerge el ser consciente como un proceso epigentico,
una vez que el ser-ah est en el mundo deja de estar arrojado por la
naturaleza. Por ello es intil querer reintegrar la existencia a un ori-
gen natural en lugar de afianzarla en la diferencia insalvable del or-
den natural y el orden simblico. El rompimiento entre el hombre y
el ser total que est en la base del nihilismo no slo es el resultado de
una operacin del pensamiento que disoci el ser y el ente, como ha
denunciado Heidegger, sino de la disociacin que se establece con
la emergencia del orden simblico que establece una diferencia no
reintegrable al orden natural. Por ello, querer salvar al hombre del
aislamiento o la alienacin del todo al que est condenado, por la va
de un naturalismo dialctico, eliminara la idea del hombre en cuan-
to tal. Jonas buscar un camino que evite la alienacin dualista y sin
embargo guarde lo suficiente de la intuicin dualista para conservar
la humanidad del hombre, postulando una tica fundada en una
ontologa de la naturaleza del ser en su conjunto y en un principio
que se pueda descubrir en la naturaleza de las cosas.
18
Ms all de
los malabarismos de esta tica objetiva para mantener al mundo en
un equilibrio inestable entre monismo y dualismo y en una ontolo-
ga de la naturaleza, la encrucijada de la sustentabilidad convoca a
una ontologa de la diferencia y una tica de la otredad para cons-
truir una nueva racionalidad social.
19
MONISMO-DUALISMO. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
El pensamiento occidental, obsesionado por las ideas universales y la
unidad de las ciencias, est siendo cuestionado en el pensamiento
posmoderno por haber disociado lo real y lo simblico, las ciencias
lgico-fcticas de la naturaleza y las ciencias del espritu. La separa-
cin entre pensamiento y realidad, as como la disyuncin entre el
ser y el ente, se remontan a la filosofa griega, y se han expresado a
lo largo de la historia del pensamiento en posiciones controversiales
entre materialismo e idealismo. Su ruptura se extrema con el pensa-
miento cartesiano, donde la disociacin entre la idea y la materia se
demultiplica en una serie de dadas polares: mente-cuerpo, objeto-
sujeto, razn-sentimiento, naturaleza-cultura, antropologa-biologa,
ciencias empricas y saberes especulativos. El pensamiento ecologis-
ta se debate as entre teoras monistas y teoras dualistas sin haber al-
canzado una clara sistematizacin de los diferentes campos temti-
ENRIQUE LEFF 70
18
La respuesta que la ontologa acabase dando todava podra volver a llevar el
fundamento del deber desde el yo del hombre, a donde se le haba relegado, a la na-
turaleza del ser en su conjunto [...] La reunificacin [entre ontologa y tica; entre el
reino objetivo y el subjetivo] slo puede efectuarse [...] desde el lado objetivo, es
decir, mediante una revisin de la idea de naturaleza [...] De la direccin interna de
su evolucin total quiz se pueda obtener una determinacin del hombre de confor-
midad con lo cual la persona, en el acto de su autocumplimiento, est haciendo rea-
lidad un inters de la sustancia original. De all se seguira un principio de la tica que
en ltimo trmino no estara fundado en la autonoma del s mismo ni en las necesi-
dades de la sociedad, sino en una asignacin objetiva por parte de la naturaleza del
todo [...] en un principio que se pueda descubrir en la naturaleza de las cosas (Jo-
nas, 2000: 326-327).
19
Cf. cap. 7, infra.
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 71
cos y programas de investigacin donde tal dilema se plantea, sin ha-
ber logrado clarificar las controversias entre diferentes acercamien-
tos filosficos: ontolgicos, epistemolgicos y metodolgicos.
Desde la filosofa trascendental de Kant y hasta la ciencia de la com-
plejidad de Prigogine, la epistemologa ha buscado disolver el dualis-
mo ontolgico que se estableci como un principio metodolgico pa-
ra la produccin de conocimiento cientfico a partir de la disyuncin
entre objeto y sujeto del conocimiento: son las formas posibles de co-
nocimiento (categoras a priori del entendimiento, conceptos y obje-
tos de conocimiento) las que organizan las regularidades de los fen-
menos del mundo para el entendimiento. El conocimiento es una re-
lacin de conocimiento que busca aprehender la materia, la naturaleza,
a travs de una correspondencia entre el pensamiento y la realidad,
entre el concepto y lo real, entre la palabra y la cosa. Ms all de las
teoras del reflejo (de la realidad en el pensamiento), objeto del em-
piriocriticismo de Lenin (1908), las teoras fenomenolgicas y biol-
gicas del conocimiento parten de la intencionalidad del ser (Husserl),
de los esquemas de pensamiento y accin en sus procesos de adapta-
cin y transformacin del medio (de la realidad), que establecen una
dialctica en la que la naturaleza es incorporada en el pensamiento, o
mediante la cual el pensamiento que emerge en el proceso de autoor-
ganizacin busca su correspondencia (ajuste/equilibrio) con la reali-
dad (Piaget, 1968). De esta manera, la ciencia vendra a neutralizar la
posible autonoma del orden simblico en el ordenamiento del
mundo a travs del conocimiento objetivo. Toda hermenutica inter-
preta la realidad refirindose a una realidad; el constructivismo no es
una libertad de la imaginacin por encima y ms all de lo real. El co-
nocimiento hace corresponder lo real y lo simblico; pero lejos de
fundirlos en una identidad monista, la epistemologa no ha logrado
disolver su diferencia.
El ecologismo busca la reunificacin naturaleza-cultura por la va
de un monismo ontolgico que encontrara su complemento en una
epistemologa y una metodologa derivadas de un pensamiento de la
complejidad. Sin embargo, el debate terico en torno del monismo-
dualismo no se resuelve por la voluntad de disolver la separacin en-
tre lo Real y lo Simblico en una visin totalizadora y omnicompre-
hensiva del mundo. El problema no se plantea ya en trminos de se-
paraciones absolutas entre estos pares de rdenes opuestos. stos ca-
da vez se vuelven ms plsticos, el razonamiento que buscaba justifi-
car su perfecta separacin o su ideal unificacin cede ante la presen-
cia de entes hbridos y la construccin de nuevos esquemas de un
pensamiento complejo en los que se plantean las interrelaciones e
interacciones entre lo material y lo simblico.
De esta manera, el pensamiento ecologista posmoderno ha incor-
porado en sus narrativas una posicin antiesencialista el rechazo a
una naturaleza definible del hombre que remita su existencia a un
orden objetivo de esencias en el todo de la naturaleza y la compren-
sin del mundo como un conjunto de rdenes hbridos entre lo
orgnico, lo simblico y lo tecnolgico (Haraway, 1991).
20
Asimismo,
la idea del arraigo (embeddedness) del conocimiento y la encarnacin
(embodyment) del saber habla ms all del conocimiento personal y
la intervencin del sujeto en la produccin cientfica, o de la apro-
piacin subjetiva de conocimientos objetivos, de su asentamiento
en un territorio y de su incorporacin en unas identidades. El mo-
nismo ontolgico del ecologismo trata de descubrir o construir una
organicidad sin fisuras entre ideologas, cosmologas, teoras y rde-
nes ontolgicos de lo Real; una unificacin entre procesos cognosci-
tivos, procesos naturales y prcticas culturales. El rigor epistemolgi-
co no siempre ha acompaado a nuevos esquemas de pensamiento
que buscan acomodar los presupuestos tericos a la prctica social
del ecologismo. En este sentido, dentro de los debates actuales de la
antropologa ambiental, Philippe Descola aboga por
Un modelo transformacional para dar cuenta de los ampliamente implcitos
esquemas de praxis a travs de los cuales cada sociedad objetiva tipos espe-
cficos de relaciones con su ambiente. Cada variacin local resulta de una
combinacin particular de tres dimensiones bsicas de la vida social: modos
de identificacin o el proceso por el cual las fronteras ontolgicas son crea-
das y objetivadas en sistemas cosmolgicos tales como el animismo, el tote-
ENRIQUE LEFF 72
20
La emergencia de un mundo constituido por rdenes hbridos del ser rompe
con la ontologa y la epistemologa herederas del pensamiento metafsico. La hibrida-
cin de lo Real y lo Simblico no es la retroalimentacin y articulacin de rdenes on-
tolgicos y epistemolgicos como los concibe un pensamiento de la complejidad. No
son rdenes culturales mestizados por la integracin de razas y la compenetracin de
los valores generados por las exogamias y emigraciones cada vez ms aceleradas en un
mundo globalizado. La hibridacin se refiere al efecto del conocimiento sobre lo real
que conoce, de la vida por los smbolos y la tecnologa que la invaden. De manera que
un cyborg no se comporta siguiendo las leyes del organismo, los fines de la tecnologa
y los sentidos de un texto: es una conjuncin de vida, tecnologa y smbolos; pero no
existe an una ciencia que la describa y un saber que la comprenda, ms all de su
percepcin como entes y existentes, desde la narrativa que los enuncia.
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 73
mismo o el naturalismo; modos de interaccin que organizan las relaciones
entre y dentro de las esferas de los humanos y los no humanos de acuerdo
con principios tales como reciprocidad, depredacin o proteccin; y modos
de clasificacin (bsicamente el esquema metafrico y el esquema meton-
mico) a travs de los cuales los componentes elementales del mundo son re-
presentados como categoras socialmente reconocidas (Descola y Plsson,
1996: 17).
El razonamiento terico es atrado por el inters investigativo. Si
bien es posible convenir que los conceptos de naturaleza que se des-
prenden de diferentes culturas y momentos histricos son construi-
dos, ello no sostiene la idea de que lo Real sea una construccin
social sin caer en el ms aberrante idealismo. Si bien no debemos
trasponer la visin dualista del mundo construida por la cultura oc-
cidental a los mundos de las culturas tradicionales, tampoco es lcito
tratar de reconstruir el pensamiento posmoderno desde las cosmo-
logas premodernas. Debemos pues prevenirnos de trasponer las ca-
tegoras de ontologa y epistemologa al pensamiento de las socieda-
des tradicionales, o de extender sus procesos cognoscitivos al terre-
no de la sociedad racionalizada.
21
La tesis monista podra ser pertinente para los programas de in-
vestigacin de la antropologa ambiental, en el sentido de que per-
mitira trascender el debate entre universalismo y relativismo, y de
esta manera seguir tratando a la naturaleza y a la cultura como sus-
tancias autnomas, abriendo el camino para una verdadera com-
prensin ecolgica de la constitucin de entidades individuales y co-
21
Pues si bien puede postularse que en las sociedades primitivas o tradicionales sus
formas de simbolizacin de la naturaleza, sus imaginarios y sus formas de identifica-
cin orientan sus acciones configurando esquemas de praxis que objetivan su am-
biente, no es claro el sentido en el que las fronteras ontolgicas son creadas por, y
al mismo tiempo objetivadas en, sistemas cosmolgicos. Sobre la imposibilidad de es-
tablecer analogas entre las cosmovisiones y procesos cognoscitivos de las culturas no
occidentales y aquellas herederas de la metafsica, la ontologa y la epistemologa, Ro-
ger Bastide sealaba que en el pensamiento occidental, al lado de un pensamiento
de articulacin (al fin de cuentas, identificador) que hace que los conceptos penetren
unos en los otros, tambin existe un pensamiento de divisin, que separa, delimita,
asla los conceptos, una vez que las participaciones no funcionan sino dentro de un
determinado dominio del cosmos, sin pasar de un sector al otro. El pensamiento afri-
cano, tal como se desprende de nuestras investigaciones, no puede ser definido ni por
la participacin de Lvy-Brhl, ni por la clasificacin de Durkheim. Ambos son com-
plementarios, ya que la clasificacin no es de seres, como entre los occidentales, sino
de fuerzas y participaciones (Bastide, 2001: 258).
lectivas (Descola y Plsson, 1996: 98). De esta manera se traslada el
dilema ontolgico-epistemolgico al terreno de un pragmatismo
metodolgico que abre una lgica combinatoria de las diversas for-
mas culturales de produccin de sentido y asignacin e significados
a la naturaleza, pues segn afirma Descola,
Las entidades que forman nuestro universo slo tienen significado e identi-
dad a travs de las relaciones que las constituyen en cuanto tales. Aunque las
relaciones son anteriores a los objetos que conectan, ellas mismas se actuali-
zan en el proceso por el cual producen sus trminos. Una antropologa no
dualista sera entonces una especie de fenomenologa estructural en la que
se describen y comparan sistemas locales de relaciones, no como redes fun-
cionales que difieren en sus respectivas escalas y tipos de conexiones [...] si-
no como variaciones dentro de un grupo de transformaciones, como un
conjunto de combinaciones estructuradas por compatibilidades e incompa-
tibilidades entre un nmero finito de elementos. Entre esos elementos figu-
raran relaciones de objetivacin de humanos y no humanos, modos de ca-
tegorizacin, sistemas de mediacin y tipos de posibilidades (affordances) tc-
nicas y perceptivas orientadas hacia ambientes especficos. Una vez que nos
hayamos deshecho de la vieja retcula ortogonal naturaleza-cultura, podr
surgir un nuevo paisaje antropolgico multidimensional, en el que las ha-
chas de piedra y los quarks, las plantas cultivadas y el mapa del genoma, los
rituales de caza y la produccin de petrleo, puedan llegar a ser inteligibles
como una serie de variaciones dentro de un solo conjunto de relaciones que
abarque a humanos y no humanos (Descola y Plsson, 1996: 120-121).
Ms all de todo creacionismo y del sentido sociolgico de las
perspectivas constructivistas; ms all del hecho concreto de que los
conceptos de naturaleza son construcciones ideolgicas, tericas y
discursivas; ms all de que el conocimiento intervenga y transforme
a la naturaleza, el punto nodal del debate entre monismo y dualismo
como problema ontolgico y epistemolgico estriba en reconocer la
condicin misma del ser y del conocer, es decir, la diferencia entre ser
y pensar, entre lo real y lo simblico. sta es una premisa fundamental pa-
ra evitar el creacionismo y el idealismo, as como su doble, el mate-
rialismo y el determinismo objetivo. Desde all se pueden trazar en-
tonces los puentes, los enlaces y las interrelaciones entre lo real y lo
simblico para llegar a entender cmo las formas de comprensin
del mundo, de induccin y deduccin, los procesos cognoscitivos, la
construccin de paradigmas tericos y el desarrollo de tecnologas,
ENRIQUE LEFF 74
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 75
se revierten sobre el orden material de las cosas estructurando y des-
estructurando los procesos nticos, interviniendo y transformando a
la naturaleza y generando entes hbridos, hechos de smbolos e ima-
ginarios, de materia biolgica y de artefactos tecnolgicos.
Este debate se inscribe ya en el campo de la epistemologa y no en
el de las gnoseologas populares, de las cosmovisiones de los pue-
blos, donde no se establecen separaciones entre el orden natural y el
simblico, entre el mundo material y los mundos de vidas de las per-
sonas. El dilema entre monismo y dualismo es el de la relacin del
lenguaje y del orden simblico con lo real y lo material; responde a
la pregunta de cmo existe lo real, cmo conocemos lo real, y cmo
se transforma la naturaleza conducida no slo por sus leyes inter-
nas su orden-desorden, sino por los modos como la conocemos,
y de esta manera actuamos (con ella, sobre ella). Este posiciona-
miento ontolgico y epistemolgico es necesario para escapar al bio-
logismo, en el que el conocimiento es un sistema adaptativo a la na-
turaleza, y al constructivismo, donde la naturaleza es socialmente
construida e interpretada por el pensamiento. Si la conciencia es
una epignesis del organismo pero que una vez que emerge no se
mantiene como su sombra, si el conocimiento no es un mero reflejo
del ser en el pensar, debemos admitir que todo conocimiento teri-
co ms all de las determinaciones biolgicas de la intuicin, la cog-
nicin y la conciencia, se organiza en el orden simblico del len-
guaje que significa las cosas, y desde all va al encuentro con lo real.
La tesis dualista no implica un separatismo maniqueo entre lo real
y lo simblico; apunta a la imposible fusin y confusin de ambos r-
denes. Pues es condicin del conocimiento y del orden simblico su
infinita reflexin sobre lo real. El pensamiento que se dirige al obje-
to de su reflexin pertenece al orden simblico (el inconsciente, el
lenguaje, la ideologa, el saber); el conocimiento implica un desdo-
blamiento entre lo real y su concepto, entre los procesos convertidos
en objetos de conocimiento y la teora con la cual buscamos com-
prenderlos, aprehenderlos, transformarlos. Desbrozar esta cuestin
lleva a especificar el sentido de lo real y a diferenciarlo de la realidad,
para evitar polarizar las perspectivas epistemolgicas entre el realis-
mo determinista y el constructivismo hermenutico, donde lo real
no tendra existencia propia y estara socialmente e histricamente
construido. Pues todas las cosmovisiones y epistemologas cambian
la interpretacin de los procesos materiales, pero no erradican lo
real; ninguna idea concebida por el hombre y por la cultura cambia
la dinmica del universo ni la constitucin del tomo que siguen pre-
sentndose a la inteligibilidad de la razn. Por estructurados que es-
tn el inconsciente y la cultura por el orden simblico, ste no ter-
mina absorbiendo y negando lo real que sostiene el vnculo estruc-
tural con lo imaginario y lo simblico. El hecho mismo de que la na-
turaleza ha sido intervenida por la ciencia y la tecnologa el conoci-
miento del tomo y de la gentica no funde el principio dualista
que funda el conocimiento en un monismo ontolgico.
Aun cuando en las cosmovisiones de las culturas tradicionales
en sus mitos, ritos, narrativas y prcticas sociales no se evidencie
una concepcin dualista y testimonien el ser y el sentir su existen-
cia fusionada con la naturaleza, ello no elimina el dilema de saber si
la unidad naturaleza-cultura es obra de la naturaleza que se manifies-
ta en el lenguaje, o si es la forma particular como la lengua organiza
la percepcin, la cognicin y la significacin de la naturaleza. Esta
cuestin no ha quedado zanjada por la investigacin etnolingstica
desde Humboldt hasta Descola, pasando por Whorf, Sapir y Lvy
Strauss, entre los universales lingsticos, las determinaciones de la
naturaleza, los arquetipos del inconsciente, las estructuras del pensa-
miento y la emergencia de la conciencia. La desnaturalizacin de la
naturaleza no arrastra consigo el ocaso de lo real.
Lo real y lo simblico no se funden en una identidad y en una mis-
midad. De la misma manera que el conocimiento no se cierra en una
realidad fija hacindole corresponder un concepto a lo real, la fuen-
te del sentido de la palabra y el lenguaje no se agota en una relacin
de significante a significado. La significancia y la reinterpretacin del
mundo se dan en un juego infinito de relacin entre lo real y lo sim-
blico, entre las palabras y las cosas, entre la cultura y la naturaleza,
que no se encierra en el monismo ontolgico de la autogenerativi-
dad de la materia, ni en el monismo epistemolgico guiado por la
unidad de la Idea Absoluta, los a priori de la razn y los universales
del lenguaje humano.
Lo real es el referente de los objetos de conocimiento de las cien-
cias, de los paradigmas cientficos que buscan aprehender racional-
mente la estructura y la dinmica de procesos materiales y simbli-
cos. En este nivel epistemolgico hay correspondencia pero no
identidad entre el ser de esos rdenes ontolgicos y las teoras y con-
ceptos generados para comprenderlos. No hay monismo epistemol-
gico; la teora no es una copia de lo real que explica. Lo real est
conformado por rdenes ontolgicos diferenciados. La realidad es-
ENRIQUE LEFF 76
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 77
t constituida por entes, por cosas, por realidades construidas social-
mente. El orden econmico no es inmanente. Fue producido a tra-
vs de la constitucin de una racionalidad econmica que, ms que
un modelo de comprensin de lo real, construy una realidad a su
imagen y semejanza. Marx descubre as cmo las relaciones de clase
en el modo de produccin capitalista estructuran y construyen a la
racionalidad econmica como una estrategia de poder en el saber.
En la dialctica entre lo real y lo simblico, el conocimiento que
interviene en la realidad hacindola cada vez ms compleja no se
completa con los enfoques interdisciplinarios y un saber holstico.
La intervencin del conocimiento en lo real genera la hiperrealidad;
produce esos cyborgs, hechos de organismo, tecnologa y texto (Hara-
way, 1991). Pero la hibridacin del conocimiento con la realidad no
disuelve el dualismo entre lo real y lo simblico en un monismo on-
tolgico en el que se confundira el conocimiento que construye la
realidad y la naturaleza que participa en el conocimiento. La hibri-
dacin ontolgica generada por el conocimiento implica una nue-
va ciencia y nuevos saberes, en la medida en que la transgnesis ge-
nera un nuevo orden orgnico-tecnolgico-econmico que no alcan-
zan a comprender las ciencias establecidas. Pero ello no disuelve la
diferencia ontolgica, metodolgica y epistemolgica entre lo real y
lo simblico en el momento del conocimiento.
La realidad se construye socialmente y conforma mundos de vida
a travs de las formas de conocer esa realidad que es modelada y
moldeada por las formas de conocerla. El esencialismo y el aprioris-
mo que resultan del pensamiento racional occidental remiten a la
inmutabilidad de las cosas del mundo, a un entendimiento de la
realidad presente como principio inmanente del ser y como una ob-
jetividad a la que el conocimiento debe ajustarse como necesidad
histrica y devenir ineluctable. se es el error de las epistemologas
positivistas, que parten de la objetivacin y cosificacin del mundo
para luego convertirlo en razn suprema de lo real existente y en la
que est predestinada la realidad posible. Es este principio de racio-
nalidad el que ha sido cuestionado tanto por la ciencia de la com-
plejidad (Prigogine y Stengers, 1984) como por el pensamiento pos-
moderno.
Hermann Broch expresa bellamente, en las reflexiones del poeta
Virgilio, el indisoluble dualismo entre el mundo de la palabra y el
mundo de la materia:
Nombres y nombres [...] el nombre de las cosas creadas junto con las cosas
[...] nunca ms podr el poeta reclamar su dignidad, no, ni siquiera si el tra-
bajo primordial de la poesa fuera el de exaltar los nombres de las cosas, ah,
incluso cuando suena su momento ms grande, el de conseguir lanzar una
mirada hacia la fuente creativa del habla, bajo cuya luz profunda flota la pa-
labra para la cosa, la palabra intocada y casta en la fuente del mundo de la ma-
teria, el poema, aunque capaz de duplicar la creacin en palabras, nunca fue
capaz de fundir la duplicacin en una unidad, incapaz de hacerlo porque la
reversin aparente, la adivinacin, la belleza, porque todas esas cosas que de-
terminaron, que devinieron poesa, tuvieron lugar nicamente en el mundo
duplicado; el mundo de la palabra y el mundo de la materia permanecieron
separados, doble el hogar del mundo, doble el hogar del ser humano, doble
el abismo de lo creacional, pero doble tambin la pureza del ser [...] la cual
llevaba en s misma la semilla de la destruccin del mundo, la falta de casti-
dad bsica de la existencia (Broch, 1945:188).
Lo que est en juego en la cuestin del monismo-dualismo es la li-
bertad. Pues si tanto la conciencia como el saber estn contenidos en
el todo de lo real existente, la libertad no tiene ms horizontes que
los del azar dentro de los cdigos genticos o los de la necesidad
predeterminada por el cdigo econmico. Hay all novedad y emer-
gencia, pero no libertad y vida recreada por el orden simblico, la
palabra y la significacin que se afianzan en la vida a pesar de los
constreimientos de la realidad, la objetividad y la cosificacin del
mundo. El dualismo es la consecuencia inevitable de la condicin de
existencia del existente, de la hipstasis del yo y su despliegue hacia
su relacin de alteridad con el mundo, con los otros, con lo Otro fue-
ra de lo Mismo, de una totalidad ensimismada, ya sea la del ecologis-
mo, la fenomenologa o la dialctica que remiten a lo Uno y a lo
Mismo. Es la condicin misma del sujeto cognoscente como ser sim-
blico. Por ello afirma Levinas que
La sexualidad, la paternidad y la muerte (las relaciones no objetivas ni pre-
sentes que emergen del orden simblico) introducen en la existencia una
dualidad que concierne al existir mismo de cada sujeto. El existir en cuanto
tal se torna doble. La nocin eletica del ser queda superada. El tiempo ya
no constituye la forma degradada del ser, sino su acontecimiento mismo. La
nocin eletica del ser domina la filosofa de Platn, en la que la multiplici-
dad se subordina a lo uno y el papel de lo femenino est pensado mediante
las categoras de pasividad y actividad, reducido a la materia [...] A partir de
ENRIQUE LEFF 78
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 79
Platn, el ideal de lo social se buscar en un ideal de fusin. Se pensar que,
en su relacin con otro, el sujeto tiende a identificarse con l, abismndose
en una representacin colectiva, en un ideal comn. Es la colectividad que
dice nosotros que, vuelta hacia el sol inteligible, hacia la verdad, siente al
otro junto a s y no frente a s (Levinas, 1993: 137-138).
La libertad que renace de esa diferencia ontolgica es lo que abre
el pensamiento a participar en el (libre) juego de la idea, reactivar
la accin soberana de la forma, dejar ser a las cosas que son, significa
no tanto transferir en los sentidos y en los colores las puras armonas
inteligibles, ni mucho menos revelar las esencias arquetpicas, sino
ms bien liberar la realidad del principio de razn y restituirla al pu-
ro ser por s (Givone, 1995:83). Esa relacin del pensamiento creati-
vo y la potencia de lo real no puede darse dentro de un esquema
monista. Slo el dualismo deja ser al Ser y libera al pensamiento para
dejar fluir la potencia del concepto en la esfera autnoma del pensa-
miento y la virtualidad del ser. Es el pensamiento libre el que permi-
te afirmar una ontologa no esencialista, en tanto que no sigue un
dictamen, no realiza una esencia, sino que crea dejando ser (Givone,
1995: 95).
El monismo ontolgico naturaliza a la dialctica despojndola de
su constitucin simblica; pierde sus referentes en lo real y su sentido
en el pensamiento. La naturaleza ecologizada emigra hacia una refe-
rencialidad artificial, generada por una estrategia discursiva que bus-
ca reordenar el mundo, pero que no responde ni corresponde ms
con una construccin a partir de la potencia de lo real en su vnculo
creativo con el pensamiento. El monismo ontolgico anula la dialc-
tica entre el ser y el pensar, la diferencia entre lo real y lo simblico,
para forjar un sistema de equivalencias en una combinatoria que
tiende a igualar el estatus ontolgico de las cosas, del ser y de la ra-
zn.
La racionalidad ambiental forja un pensamiento que no pretende
ni imitar, ni representar, ni simular, ni modelar a la naturaleza y al or-
den ecolgico. Busca recuperar la potencia de lo real y del pensa-
miento para construir otra realidad posible. El problema del dualismo
que puede ser trazado en la modernidad desde su origen cartesiano
como el problema de la separacin mente-cuerpo (Rorty, 1979) es
planteado en la posmodernidad en trminos diferentes. Ms all del
dualismo entendido como la separacin entre la res cogitans y la res ex-
tensa; ms all de la crtica a la metafsica de la representacin; ms
all de todo ese maniquesmo y polaridades de trminos y entidades
sin conexiones, la epistemologa de la complejidad ambiental se abre
desde la diferencia indisoluble entre lo Real y lo Simblico hacia pro-
cesos en los que el conocimiento se hace cuerpo y tierra al arraigarse
en un Territorio e incorporarse en el Ser.
NATURALISMO DIALCTICO, ECOLOGA POLTICA Y RACIONALIDAD AMBIENTAL
El pensamiento dialctico, que una vez fuera el mtodo de la teo-
ra crtica, se enfrenta a la razn de su razonamiento, la prueba de
su aplicacin para la construccin de una racionalidad ambiental a
travs de un dilogo de saberes. Esa revisin se hace necesaria en la
medida en que el pensamiento dialctico se desliza hacia las figuras
retricas del simulacro discursivo.
22
El futuro sustentable aparece co-
mo una utopa en el horizonte de un devenir, en el que Bookchin
confa que la tecnologa y la dialctica social podrn disolver la ten-
sin entre lo existente y lo real posible, y guiar la transicin hacia un
nuevo orden social. Este anarquismo lleva en la teora al individua-
lismo metodolgico y en la prctica a la accin espontnea para la
construccin de una sociedad ecolgica.
23
El valor revolucionario del pensamiento dialctico no es un poder
inmanente de la materia contenido en la productividad de la natura-
leza, en los potenciales ecolgicos y los poderes de la tecnologa; s-
te se alimenta de la creatividad derivada de un principio de anttesis
ENRIQUE LEFF 80
22
El discurso de Bookchin es profuso en el uso retrico de la dialctica. De esta
manera afirma: as como la abundancia invade el inconsciente para manipularlo, as
el inconsciente invade la abundancia para liberarla (1971/1990:14). Mas el incons-
ciente no conoce abundancia ni totalidad alguna; al contrario, se organiza a partir de
una falta en ser (Lacan) que impide al sujeto alcanzar su completitud. Bookchin des-
conoce esta verdad y afirma: Cuando estamos ante el umbral de la sociedad de
postescasez, la dialctica social empieza a madurar [...] Lo que debemos crear para
reemplazar a la sociedad burguesa no es slo la sociedad sin clases que imagin el so-
cialismo, sino la utopa no represiva concebida por el anarquismo (pp.15-16). La li-
beracin de la represin reclama, ms all de una retrica emancipatoria, una teora
y una estrategia poltica efectiva para la construccin de una nueva racionalidad social.
23
Los problemas de la transicin que ocup a los marxistas por casi un siglo se
eliminan no slo por el avance de la tecnologa, sino por la misma dialctica social.
Los problemas de la reconstruccin social se han reducido a tareas prcticas que se
pueden resolver espontneamente por actos autoliberatorios de la sociedad
(Boockchin, 1971/1990: 62).
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 81
y negacin de lo real que no es intrnseco a lo real, sino a la fertili-
dad de la otredad que es desencadenada por la dialgica, por la con-
tradiccin de los sentidos que se manifiesta en las formas diferencia-
das de significacin de lo real y en los intereses discordantes en la
comprensin del mundo y la apropiacin de la naturaleza. La dialc-
tica que se expresa a travs de un dilogo de saberes es lo que pro-
duce una revolucin permanente hacia lo nuevo y la diversidad de
una sociedad ecolgica.
24
En este sentido, la dialctica recupera su
funcin como motor de la historia y de la historicidad de lo real,
que resiste la voluntad de congelar la sociedad y proscribir el futuro,
proclamando el fin de la historia para mantener la inercia reproduc-
tiva de la racionalidad econmica dominante.
La dialctica, como movimiento trascendental de la historia, ha
tenido efectos perversos en el materialismo histrico cuando ha vis-
to en la tecnologa y el desarrollo de las fuerzas productivas el medio
para trascender la alienacin y la necesidad. Para Bookchin el reino
de la libertad sera alcanzado despus de pasar las fases necesarias de
explotacin y dominacin que se justificaran por un principio de es-
casez objetiva, y que se disolveran por el desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad y la realizacin espontnea de las poten-
cialidades de la naturaleza. El naturalismo dialctico que se dibuja
como desarrollo de una potencialidad intrnseca de la naturaleza
presupone un progreso hacia la totalidad y la completitud, como la
realizacin de la verdad en la autoconsciencia de la especie humana.
Este discurso idealista, fundado en los principios de la evolucin bio-
lgica, anula la dialctica como razn crtica. Ms an, desconoce la
dialctica de la historia, en la cual la naturaleza, antes que seguir un
proceso evolutivo propio, es significada, intervenida e interpelada
por la cultura y por las estrategias de poder que atraviesan el desa-
rrollo y la aplicacin de la ciencia y la tecnologa (de la biotecnolo-
ga y la ingeniera gentica) en los actuales procesos de capitaliza-
cin de la naturaleza.
El naturalismo dialctico, como principio organizativo de la reali-
dad y las ideas, se ha desplazado hacia la teora constructivista y her-
menutica, donde el concepto mismo de naturaleza aparece como
una construccin social, mediada por significaciones culturales. Los
recursos naturales se definen a travs de cosmologas y valores cultu-
rales, por intereses sociales y poderes econmicos. El naturalismo
24
Cf. cap. 7, infra.
dialctico desconoce las estrategias del poder del conocimiento que
determinan el campo terico y poltico de la cuestin ambiental. En
la era de la globalizacin econmica y ecolgica, la historia no se mo-
viliza por el desarrollo espontneo de la naturaleza, sino por el con-
flicto de intereses sociales por la apropiacin de la naturaleza que se
expresan hoy en da en las estrategias discursivas y en la geopoltica
del desarrollo sustentable.
25
Confrontando los enfoques del estructuralismo gentico y la teo-
ra de sistemas, Bookchin intenta ecologizar el pensamiento dialcti-
co y guiar prcticas ecocomunitarias inspiradas en el concepto hege-
liano de actualizacin. ste aparece como una expresin que sinteti-
za la dialctica entre la potencialidad de la idea y la transformacin
de lo real. Para Bookchin el rasgo ms importante de la dialctica es
su capacidad para aprehender la potencialidad del ser. As, enfatiza
la propiedad de autodesarrollo [como] la actualizacin completa
de la potencialidad en sus ricas fases autoincorporativas de creci-
miento, diferenciacin, maduracin y totalidad [que] nunca son tan
completas como para dejar de ser la potencialidad para un desarro-
llo an ms amplio (1990: 167). Desde esa perspectiva de la actuali-
zacin, Bookchin propone:
modificar la dialctica filosfica [...] para convertirla en un modo ecolgico
de pensamiento [...] Una dialctica ecolgica tendra que responder al he-
cho de que Aristteles y Hegel no trabajaron con una teora evolutiva de la
naturaleza [...] como para reemplazar la nocin de scala naturae por la no-
cin de un rico y mediado continuo [...] Actualidad, para usar el trmino
hegeliano, es la culminacin en el momento de la madurez, de manera que
la objetividad de lo potencial, que sostengo que es crucial para desarrollar
una verdadera tica objetiva, se subordina a su actualizacin. Al dar una en-
ftica prioridad histrica a la naturaleza como base del proceso de entendi-
miento, la dialctica ecolgica nos obliga a reformular trminos hegelianos
como lo real y lo actual (1990: 167-169)
Bookchin busca superar el idealismo hegeliano por el cual lo real
se actualiza en su concepto, agregndole el peso de la objetividad
de lo potencial de lo que est necesariamente latente en lo poten-
cial. Bookchin cambia el nfasis en el significado que le da Hegel
como la realizacin racional de lo potencial, por la realizacin de un
ENRIQUE LEFF 82
25
Cf. cap. 3, infra.
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 83
devenir inscrito en la potencia objetiva de la naturaleza y base del
proceso de entendimiento, a travs de cuyas mediaciones se confi-
gura una tica objetiva, de manera que la actualidad estara inscri-
ta en el carcter evolutivo de los procesos ecolgicos. De esta mane-
ra elimina el sentido de la utopa, del conocimiento y de la accin
social; del potencial de la relacin del orden real y el orden simbli-
co; de las relaciones de otredad que generan lo que an no es en
la perspectiva de un futuro sustentable, y que no estn inscritas de
antemano en el orden de la naturaleza.
La racionalidad ambiental, como construccin social y realizacin
de un potencial, puede ser actualizada (realizada) por el saber, la
accin social y las relaciones de otredad, no por un proceso evolutivo
de la naturaleza. La racionalidad ambiental emerge de las potenciali-
dades y posibilidades contenidas en diferentes procesos materiales,
rdenes ontolgicos y formaciones simblicas: potenciales ecolgi-
cos, significados culturales, desarrollos tecnolgicos, estrategias pol-
ticas y cambios sociales. Estos procesos de construccin de una socie-
dad ecolgica son movilizados por un saber que constituye a los
actores sociales del ambientalismo, que generan el cambio social y la
transicin hacia la sustentabilidad. As, el concepto de racionalidad
ambiental sntesis de valores, racionalidades y sentidos civilizatorios
expresa lo real como potencia de lo que puede llegar a ser (lo po-
tencialmente actualizable) en la realidad. En cambio, el naturalismo
dialctico de Bookchin, purificado de todo principio de contradic-
cin, otredad, diferencia y conflicto social, aparece como un proceso
de evolucin, actualizacin y autoconsciencia de la naturaleza:
Una visin ecolgica de la dialctica inclinara la filosofa dialctica hacia la
diferenciacin ms que hacia el conflicto y redefine el progreso para enfati-
zar el papel de elaboracin social en lugar de la competencia social. Es desa-
rrollo, no solamente cambio; es derivativa, no simple movimiento; es me-
diacin, no slo proceso; y es acumulativa, no un simple continuo (Book-
chin, 1990: 170).
As, Bookchin enraiza su ecoanarquismo en una filosofa natural
y en una ecologa generalizada donde el progreso sera alcanzado
por una creciente auto-conciencia y mutualidad (p. 170), ms que
por un movimiento histrico que emerge de intereses opuestos. Es-
ta proyeccin de su tica naturalista, se cubre de un velo dialctico
para legitimar su ideologa como discurso cientfico y filosfico. El
ecologismo desplaza as a la historia y a la cultura (al orden social y
simblico). La dialctica se funde en la ecologa, siguiendo el sueo
de Engels de ver a la dialctica como la reflexin de la naturaleza de
manera ms orgnica.
Goldmann, uno de los ltimos pensadores modernos que indag
sobre la dialctica en su funcin como pensamiento utpico y en la
transformacin de la realidad social, la concibi como estructuras
significantes, acercando el pensamiento dialctico al campo de la ra-
cionalidad, en una postura intermedia entre la razn hegeliana y el
naturalismo evolucionista:
Cuando tratamos con las ciencias humanas y sobre todo con la historia y la
cultura, el concepto principal de inteligibilidad, el de estructura significante,
representa al mismo tiempo una realidad y una norma, precisamente por-
que define al mismo tiempo el motor real y el fin hacia el cual se orienta es-
ta totalidad, que es la sociedad humana [...] No debemos suponer que la na-
turaleza evoluciona progresivamente hacia estructuras legales, geomtricas
o causales; sin embargo, la hiptesis de una historia dominada por las ten-
dencias hacia estructuras de una creciente significacin y coherencia, para
alcanzar al final una sociedad transparente, compuesta tan slo por tales es-
tructuras, es una de las principales hiptesis positivas en el estudio de las rea-
lidades humanas (Goldmann, 1959: 111).
Frente a estas posturas racionalistas, que anunciaran el fin de la
filosofa (del pensamiento crtico) en la construccin de la realidad,
Marcuse (1937/1968) habra afirmado que Cuando la razn se ha
realizado como la organizacin racional de la humanidad, la filoso-
fa se queda sin objeto. El materialismo histrico busc fundarse en
una razn crtica para construir el socialismo como una sociedad ms
racional. Bookchin critica el economicismo del materialismo histri-
co y postula la fundacin ecolgica de la sociedad. Empero, si la eco-
loga explica el potencial de un orden social racional, si la concien-
cia es la autorreflexin en el pensamiento de una racionalidad eco-
lgica, entonces la filosofa y la razn crtica claramente se habrn
quedado sin objeto.
La civilizacin humana est lejos de haber llegado al fin de la his-
toria, del pensamiento y del sentido. La sociedad moderna est tran-
sitando hacia un orden global que intenta resolver el conflicto en
torno a la apropiacin de la naturaleza por la va de una poltica del
consenso y la democracia, que supere la contradiccin y la lucha de
ENRIQUE LEFF 84
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 85
clases, sometiendo todos los rdenes del ser a la ley universal del
mercado. Una poltica de convivencia en la diversidad tiende a rem-
plazar el significado de la diferencia como oposicin y negacin del
otro. Sin embargo, este progreso hacia formas y medios ms pacficos
para la resolucin de conflictos no autoriza una visin organicista de
la sociedad. Al reducir lo social a un orden ecolgico generalizado se
desconoce que los cambios histricos son generados por intereses
conflictivos y por fuerzas polticas opuestas. La dialctica socioam-
biental se expresa a travs de una disputa de sentidos en torno a la
construccin del futuro y moviliza posiciones contrastadas que se en-
cuentran en los caminos hacia el desarrollo sustentable y los intere-
ses involucrados en la apropiacin social de la naturaleza. Mas la dia-
lctica no est inscrita en la naturaleza, sino en el pensamiento. Es
una dialgica marcada por la bsqueda y el encuentro de sentidos. Co-
mo seala Gonzlez Casanova, es contradiccin entre sentidos diver-
sos y opuestos:
Por dialctica se entienden los intentos de dar sentido a las contradicciones.
Esos intentos varan segn se quiera dar sentido a las palabras de un discur-
so o a los hechos de una oposicin. Varan segn se piense en las contradic-
ciones de la vida, de la historia humana, de una civilizacin, de un sistema
social, de un modo de produccin y dominacin, de un estado o un rgimen
poltico. La bsqueda dialctica se centra en encontrar el sentido de un dis-
curso, de un texto y su contexto, o de la vida y la historia, o de la moderni-
dad, el capitalismo, el socialismo, el comunismo, la democracia, realmente
existentes y alternativos. El sentido se busca en las contradicciones presentes
y entre contradicciones con historia, pasado y futuro, desentraadas desde
el andar y el luchar [...] La dialctica vara [...] segn se d importancia o
no a las interacciones de los actores como interdefiniciones de unos actores
por otros en los hechos y los conceptos; esto es, segn se postule o no que
es imposible comprenderse a uno mismo sin considerar las relaciones con el
otro, segn se acepte o rechace que uno se define en parte porque el otro
lo redefine a uno o lo obliga a redefinirse, y uno obliga al otro, hasta sin que-
rer, a que se redefina (Gonzlez Casanova, 2004: 215-216).
La dialctica nace, se expresa y desemboca en la relacin de alteri-
dad que abre los sentidos de la historia. En ello consiste la radicalidad
de la dialctica actual. La sustentabilidad no se juega entre dos lgicas
opuestas (econmica/ecolgica) o en un campo de concertaciones
tericas y discursivas que nulifican sus contradicciones sus diferencias
ontolgicas, epistemolgicas, semnticas, polticas por el predominio
de la racionalidad econmica o de una racionalidad comunicativa, si-
no en el campo antagnico de los intereses en torno a la reapropia-
cin de la naturaleza, en el principio de diferencia que se decanta en
el campo poltico, en la apertura hacia la otredad, hacia un dilogo de
saberes. La dialctica social que lleva a la construccin de sociedades
sustentables no est guiada por el paradigma de la ecologa, sino por
la configuracin de nuevas identidades y saberes que entran en juego
en la revalorizacin y resignificacin de la naturaleza.
La racionalidad econmica e instrumental dominante niega el or-
den ecolgico. Los principios de organizacin, estabilidad y produc-
tividad ecolgica permean al pensamiento para producir una nueva
utopa y proveer nuevas bases materiales capaces de sustentar un or-
den social alternativo, ms orgnico y democrtico. Se abre as la his-
toria hacia nuevas opciones y posibilidades para orientar el cambio
social y la organizacin productiva, fundados en bases ecolgicas. En
esta perspectiva la naturaleza recobra su lugar en el proceso produc-
tivo, como condicin de sustentabilidad y como potencial ecolgico.
Mas la accin social orientada hacia la construccin de sociedades
sustentables no se funda en la filosofa del naturalismo dialctico, si-
no en la excedencia del ser y del pensar que, ms all de la generatividad
de la materia, de la significacin entre la palabra y la cosa, de la re-
lacin de conocimiento entre el concepto y lo real abre el camino
para la construccin de una racionalidad ambiental.
26
El pensamiento dialctico podr fertilizar a esta nueva racionali-
dad elucidando el campo conflictivo de los intereses en juego y los
procesos estratgicos en el campo del poder que movilizan los cam-
bios ambientales globales y los procesos de reapropiacin de la natu-
raleza. Empero, el orden social no podr reducirse al orden biolgi-
co; la tica, el poder y el conocimiento no podrn subsumirse en las
leyes de la evolucin biolgica y la organizacin ecolgica de la na-
ENRIQUE LEFF 86
26
No se puede concebir este abordaje como un conocimiento en el que el sujeto
cognoscente se refleja y se absorbe. Sera destruir simultneamente esta exterioridad
del ser, por una reflexin total a la cual aporta el conocimiento. La imposibilidad de
la reflexin total no debe ser planteada negativamente como la finitud de un sujeto
cognoscente que, mortal y de antemano comprometido en el mundo, no accede a la
verdad, sino en la medida de la excedencia de la relacin social en la que la subjetivi-
dad permanece de cara a la verdad [...] y no se mide por ella [...] La multiplicidad su-
pone pues una objetividad planteada en la imposibilidad de una reflexin total, en la
imposibilidad de confundir en un todo el yo y el no yo (Levinas, 1977: 234).
LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL 87
turaleza para ver emerger de all una sociedad ecolgica. El ecologis-
mo, como forma de entendimiento que orienta las prcticas de con-
vivencia y las acciones sociales de transformacin del mundo, impi-
de dar cuenta de las estrategias de poder por la apropiacin social de
la naturaleza y orientar la construccin de una racionalidad ambiental.
La racionalidad ambiental penetra las mallas nebulosas de la metaf-
sica de la representacin, del imaginario dialctico, de la teora del
conocimiento, para repensar la relacin entre lo Real y lo Simblico
en la dimensin del ser y del saber.
27
El totalitarismo de la realidad
cosificada y del mundo objetivado ha puesto fin al naturalismo dia-
lctico.
27
Cf. cap. 6, infra.
3. EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO:
LA CAPITALIZACIN DE LA NATURALEZA Y LAS
ESTRATEGIAS FATALES DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
LA OBJETIVACIN DEL MUNDO Y LA METSTASIS DEL CONOCIMIENTO
Con el advenimiento de la modernidad y de la racionalidad del Ilu-
minismo, la naturaleza no slo se ha fracturado y fragmentado. Ms
simple y llanamente, ha fracasado. Sin un orden ontolgico que con-
tenga al ser, sin un cosmos ordenador del mundo, sin una naturale-
za capaz de ofrecer referentes ciertos al conocimiento, leyes traduci-
bles en normas de vida y sentidos existenciales, el orden simblico se
ha dislocado, ha cado en el delirio. La dialctica hegeliana y el ma-
terialismo dialctico, ambos herederos de la metafsica y arrastrados
hacia el naturalismo y el objetivismo por el orden del saber de la mo-
dernidad, han sido incapaces de saldar la divisin entre lo real y lo
simblico. El juego de los opuestos se abre en la posmodernidad ha-
cia un pensamiento de la diferencia, atrapado por el simulacro del
orden simblico:
Trabajar sobre los indecidibles, como hace Derrida, significa desconstruir el
texto de la metafsica mostrando que las oposiciones en las cuales l se arti-
cula son slo diferencias; al mismo tiempo menos y ms que oposiciones:
menos, porque los trminos opuestos se dan no en correspondencia con una
estructura originaria fracturada, sino slo en virtud de una decisin, de un
golpe de dados, que los constituye como opuestos sin ningn fundamento;
pero esa decisin no es el lugar de una posible conciliacin, puesto que ella
es un no lugar, a su vez pura huella de un original que no se manifiesta y no
puede manifestarse, y, en ese sentido, lo indecidible revela la oposicin co-
mo ms que oposicin, dado que la muestra como insuperable. La dualidad
irreductible a unidad es as contagiada de un delirio que la multiplica en un
proceso sin fin (Vattimo, 1998: 135).
La voluntad de conocimiento engendrada por la epistemologa
ha generado un exceso de objetividad del mundo. El afn de ilumi-
nar el mundo por medio de la razn hasta hacerlo transparente, de
[88]
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 89
nombrar y normar las cosas con las palabras y el lenguaje hasta de-
signarlas sin ambivalencia, de ordenar la realidad emprica con for-
mulaciones lgicas y frmulas matemticas hasta alcanzar la verdad
absoluta, ha engendrado una realidad omnipresente en el horizon-
te de la existencia humana. Esta hiperrealidad ha dislocado el orden
simblico. Lo existente aparece y se muestra en un juego de espejos
entre el ser burlado por la seduccin del objeto y el discurso sarcs-
tico que de l emerge, como un juego de simulaciones entre el mo-
delo y lo real modelado por designios de una razn sin sentidos ni
referentes.
Baudrillard articula una narrativa sobre el reflejo deformado del
conocimiento y de lo real, sobre las certezas sustentadas en los prin-
cipios de cientificidad, determinacin y objetividad que sostienen el
proyecto epistemolgico de la modernidad. Baudrillard ve en las es-
trategias fatales del Objeto la forma como el ente se escenifica en un
mundo cosificado, en el cual la realidad aparece ante el sujeto fue-
ra de todo devenir, de toda historia, de toda causalidad, de toda re-
ferencialidad. La aparicin (produccin) de esta hiperrealidad en
un mundo sobreobjetivado desplaza la ontologa de lo real hacia una
estrategia de simulacin. Los modelos no representan a la realidad,
sino que la simulan; y al simularla la construyen a su imagen y seme-
janza.
El modelo, al contrario del concepto, no es del orden de la representacin,
sino del orden de la simulacin (virtual, aleatorio, disuasivo, irreferencial) y
es un contrasentido total querer aplicarle la lgica de un sistema de repre-
sentacin [...] se trata de la indiferencia profunda al principio de realidad bajo el
golpe de la prdida de toda ilusin. Todos los viejos dispositivos de conocimien-
to, el concepto, la escena, el espejo, buscan crear la ilusin, subrayan una
proyeccin verdica del mundo. Las superficies electrnicas carecen de ilu-
sin, ofrecen lo indecidible (Baudrillard, 1983: 97, 96).
La hiperrealidad es la contraparte del modelo, de la realidad que
emerge del intento de moldearla y aprehenderla mediante el cono-
cimiento objetivo hasta forzar la identidad entre el concepto y lo
real. El modelo y lo real quedan presos dentro de su propia ficcin.
Por ello la construccin del mundo ha derivado en una imposibili-
dad de aprehender lo real, ha engendrado una hiperrealidad que es-
t fuera de toda ontologa y de toda epistemologa. Al tiempo que la
ciencia se aferra al ideal positivista de la unidad de la ciencia para
controlar el mundo a travs de la correspondencia entre el concepto
y lo real, en la era del cdigo el conocimiento se aparta cada vez
ms de su referente fctico, para construir realidades virtuales y mun-
dos de vida flotantes. Pero esta cada en la relacin entre el mundo
y el pensamiento no podra ser una mutacin natural del objeto y su
reflejo en el conocimiento. La relacin perversa entre el modelo y la
hiperrealidad la deformacin del concepto y el desmoronamiento
de lo real es el efecto de la construccin social de la realidad gene-
rada por las formas dominantes de conocimiento del mundo. Las es-
trategias fatales del Objeto han sido generadas por la sobreobjetiva-
cin del mundo. La simulacin de la realidad viene de esa relacin
especular entre el modelo y el objeto que se miran frente a frente
desde ese orden imaginario que flota por encima y ms all de la re-
lacin entre lo real y lo simblico. Habr pues que cuestionar la ra-
cionalidad que ha generado el principio de representacin, el prin-
cipio de realidad que produce una hiperrealidad que se degrada en
la simulacin y la prdida de referentes entre la idea y el ente, el con-
cepto y lo real.
La hiperrealidad la monstruosidad del Mundo Objeto no resul-
ta de una evolucin de la materia, de una teleologa de la existencia.
Son las formas de conocimiento del ente y de las cosas las que han
generado la objetivacin del mundo. De all nace esa hiperrealidad
que lanza una mirada seductora al sujeto para atraparlo en su pura
presencia, en una actualidad no causada y sin perspectivas. La meta-
fsica y la racionalidad cientfica se hacen cuerpo en forma de Obje-
to, cuerpo gangrenado sin sensibilidad, sin razn y sin sentido. Si en
las sociedades precientficas predominaron la magia, la fatalidad del
destino y los enigmas de la naturaleza, ahora la intervencin del co-
nocimiento en la naturaleza, en las cosas, desencadena el riesgo y la
incertidumbre.
Si la verdad no habr de mostrarse en el objeto ni ser de all extra-
da por un sujeto; si ya no es posible derivar la verdad de una determi-
nacin objetiva, habremos de cuestionar a la epistemologa como me-
canismo de pensamiento que transforma al mundo, y preguntar al
orculo del saber sobre el enigma que mueve a sus designios. Pues ms
all del concepto en el que cristalizan las determinaciones de lo real,
ms all del encadenamiento de significantes que desencripta la ver-
dad oculta de las cosas, las estrategias de poder han penetrado en el
lenguaje hasta saturar y agotar las fuentes de significacin de lo real.
Esta metstasis del conocimiento rebasa aquello que Lvi-Strauss lla-
ENRIQUE LEFF 90
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 91
maba el exceso de significante, es decir, el hecho de que la significacin
desborda siempre a aquello que es designado por un significante.
1
La crisis ambiental y la catstrofe de nuestros mundos de vida
no han sido provocadas por la proliferacin de los significados de-
sencadenados despus de Babel, sino por la saturacin del sentido
y de los sentidos provocados por el concepto que busca apresar y fi-
jar la realidad. La verdadera fatalidad de la hiperrealidad del mun-
do no es la del excedente de significante que radica en la potencia
de significacin y sentido de la palabra, del lenguaje, de los sueos
y de la poesa. Las estrategias fatales son la respuesta de un Mundo
Objeto que ha desbordado al sujeto del conocimiento. Su seduc-
cin se produce en su retirada de la significacin y su cada en un
vaco de sentido. No es la nada de la que emerge el pensamiento;
no es la relacin de otredad y el infinito inefables que movilizan a
la palabra. Es ese todo al que aspira el proyecto epistemolgico
ms que nada, lo que ha congelado al mundo en una glacial trans-
parencia que ya no toca el calor de la palabra y el silencio de la mi-
rada. Es la negacin del orden simblico por el dominio de la pura
objetividad, por la pretensin de una objetividad verdadera, casta y
pura, universal y total. La entropizacin del mundo es efecto de la
objetivacin descarrilada por una racionalidad repulsiva a toda ra-
zn, a todo conocimiento. Se trata del desencadenamiento de efec-
tos ms all de toda causa determinable, all donde la multicausali-
dad, la articulacin de ciencias y el dilogo de saberes, no alcanzan
a comprender, a aprehender y a controlar el desbarrancamiento del
sistema-mundo-objeto.
Este descarrilamiento se produce en otra va que aquella por la
cual Rilke vea que lo que sucede va siempre adelante de lo que pen-
samos y de nuestras intenciones de alcanzarlo, del hecho de lo real
siempre en fuga del conocimiento. Vivimos en una realidad produ-
cida por la epistemologa que se ha convertido en generadora de
1
La idea de que el significante antecede, desperdigado por todas partes, en una
profusin que felizmente jams agota al significado. Ese orden sobreabundante del
significante es el de la magia (y de la poesa), no es un orden del azar ni de la inde-
terminacin [...] La seduccin mgica del mundo debe ser reducida, aniquilada. Y lo
ser el da que todo significante haya recibido un significado, cuando todo se haya
convertido en sentido y realidad. Habremos llegado evidentemente al fin del mundo.
Literalmente el mundo habr llegado a su fin cuando todos los encadenamientos se-
ductores hayan cedido su lugar a los encadenamientos racionales. sa es la empresa
catastrfica en la que estamos comprometidos: resolver toda la fatalidad en la causali-
dad o en la probabilidad ...es la verdadera entropa (Baudrillard, 1983: 168).
efectos que no son previsibles ni atendibles por la teora. Se trata de
un objeto un sistema que rechaza todo saber, en el que incluso el
pensamiento de la complejidad y la ecologa generalizada se convier-
ten en un modelo de simulacin de la realidad, en el que toda tras-
cendencia queda bloqueada por un sistema de objetos que funciona
como un mecanismo ecolgico-ciberntico fuera de toda voluntad y
sentido. El exceso de centralidad del objeto y de la objetividad del
conocimiento ha conducido a la crtica posmoderna al logocentris-
mo de la ciencia (Derrida, 1967, 1989), generando un descentra-
miento de los objetos de conocimiento hacia su ambiente externali-
zado (Leff, 1986b):
Un ejemplo de esta excentricidad de las cosas, de esa deriva en la excrescen-
cia, es la irrupcin, en nuestro sistema, del azar, de la incertidumbre y de la
relatividad. La reaccin a ese nuevo estado de cosas no ha sido un abando-
no resignado de los viejos valores, sino ms bien una loca sobredetermina-
cin, una exacerbacin de sus valores de referencia, de funcin, de finali-
dad, de causalidad [...] una hiperdeterminacin: redundancia de la determi-
nacin en el vaco. La finalidad no desaparece en beneficio de lo aleatorio,
sino en beneficio de una hiperfinalidad, de una hiperfuncionalidad [] la
hipertelia no es un accidente en la evolucin de algunas especies animales,
sino ese desafo de finalidad que responde a una indeterminacin creciente
(Baudrillard, 1983: 11-12).
El ambiente se va configurando as dentro como un nuevo saber y
una nueva racionalidad en el campo de externalidad de las ciencias,
en el horizonte invisible del conocimiento, ms all de las fronteras
del Mundo Objeto (Leff, 1986b, 1994a, 1994b, 1998, 2000).
2
Ms all
de la posibilidad de recomponer el mundo desarticulado mediante
un pensamiento de la complejidad, que sera inteligible gracias a
una articulacin de ciencias y un dilogo de saberes abierto hacia el
conocimiento no cientfico una hibridacin entre ciencias, tcnicas
y saberes, el conocimiento sucumbe ante la sobreobjetivacin del mun-
do que desborda la capacidad de entendimiento racional del sujeto
a travs de una teora de sistemas, un mtodo interdisciplinario, una
tica ecolgica o una moral solidaria. El mundo objetivado y cosifi-
cado por la racionalidad cientfica y econmica desencadena una
reaccin incontrolable por una gestin racional del riesgo y aniqui-
ENRIQUE LEFF 92
2
Cf. caps. 5-7, infra.
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 93
la de antemano toda utopa como construccin social de un futuro
sustentable.
El saber, que no resulta de la deduccin de la razn ni por induc-
cin de la realidad por el pensamiento, es seducido y eludido por el
objeto. El proyecto racionalista de aprehensin del mundo desde la
razn es confrontado por una ontologa del objeto que no se trans-
forma segn los encadenamientos racionales [...] sino segn un ci-
clo incesante de metamorfosis, segn los encadenamientos seducto-
res de las formas y las apariencias (Baudrillard, 1983: 167). Mas las
formas y apariencias del Objeto no seducen al sujeto de la manera
como ste es atrado por el sensualismo que lleva al conocimiento
emprico, sino por cdigos y designios que se configuran en el orden
simblico, dentro de estrategias de poder en el saber que rigen la
metamorfosis de los objetos y la metstasis del sistema de conoci-
mientos.
Baudrillard pasa de la metafsica de la representacin a la metaf-
sica del cdigo: monta en escena un discurso que simula las manifes-
taciones del Mundo Objeto como metfora del dominio del ADN, del
cdigo gentico. Ms all de las analogas de los ismos isonomas,
isomorfismos del estructuralismo, de las teoras anti que ha gene-
rado el racionalismo crtico, de las doctrinas de la lgica dialctica y
el pensamiento de la complejidad, del campo social construido en
torno a la produccin y el trabajo, a la tica y la moral; ms all de la
ontologa, de la significacin y del sentido de la palabra, el mundo
posmoderno aparece como un juego de simulaciones entre el ADN
como operador de las posibilidades de manipulacin de los cdigos
genticos y los cdigos de lenguaje que los imitan en una pura simu-
lacin del ente. El discurso cientfico y terico es cmplice de este si-
mulacro modelado y camuflado bajo el disfraz del cdigo gentico:
Los grandes simulacros construidos por el hombre pasan de un universo de
leyes naturales a un universo de fuerzas y tensiones de fuerzas, y hoy, a un
universo de estructuras y oposiciones binarias. Despus de la metafsica del
ser y de las apariencias, despus de la de la energa y la determinacin, la
metafsica de la indeterminacin y del cdigo [...] Es en efecto en el cdigo
gentico donde la gnesis de los simulacros encuentra hoy su forma ms
acabada. En el lmite de un exterminio siempre creciente de las referencias
y las finalidades, de una prdida de las similitudes y las designaciones, en-
contramos el signo digital y programtico, cuyo valor es puramente tctico,
en la interseccin de otras seales [...] cuya estructura es la de un cdigo mi-
cromolecular de comando y control [...] As se disea el modelo estratgico
actual que [...] reencontraremos, bajo el signo riguroso de la ciencia, en El
azar y la necesidad de Jacques Monod. Concluida la evolucin dialctica, es el
indeterminismo discontinuo del cdigo gentico lo que regula la vida el
principio teleonmico: la finalidad ya no est localizada en la conclusin; ya no
hay ni fin ni determinacin; la finalidad est de antemano inscrita en el c-
digo (Baudrillard, 1976: 89, 92).
La metafsica del simulacro cancela toda idea de la historia y todo
proyecto de transicin hacia un propsito pensado, anticipado y pro-
yectado por una utopa. El intercambio simblico queda atrapado en
un mundo sin referentes en el que la teora se habra emancipado
de lo Real. Ms all de la hermenutica que resignifica los hechos y
sucesos, est la narrativa como imaginario puro, sin referentes rea-
les, pero que no enmascara menos una estrategia de poder que no
es la de la cosa en s, sino del poder simblico depositado en el obje-
to, en el mundo objeto. El mismo juego terico de Baudrillard es un
facsmil del mundo regido por las reglas del cdigo gentico, descu-
biertas e inventadas por Monod. La gentica se convierte as en el
modelo organizador del mundo; regenera la metafsica de la repre-
sentacin, esta vez a imagen y semejanza del cdigo gentico; engen-
dra la clonacin de la realidad como prototipo de la existencia,
produce un ideal desidealizado, una cultura de la diferencia indife-
renciada:
Una vez ms encontramos el sueo delirante de reunificar al mundo bajo un
principio unitario [...] Puesto que el programa actual no tiene que ver nada
con la gentica; es un programa social e histrico. Lo que la bioqumica ha
hipostasiado es el ideal de un orden social regulado por un cierto cdigo ge-
ntico o clculo micromolecular de PBS (planning programming budgetary sys-
tem) que irradia al cuerpo social con sus circuitos operacionales. La tecnoci-
berntica devela aqu su filosofa natural, como la llama Monod (Baudri-
llard, 1974: 141).
El mundo actual se encuentra atrapado en una encrucijada entre
la modernidad y la posmodernidad; transita por un puente sobre el
vaco de determinacin, causalidad, objetividad, estructura y uni-
dad del conocimiento que deja el paradigma mecanicista de la cien-
cia que corre bajo sus pies; avanza a travs de la incertidumbre y la
prdida de referencialidad emprica del concepto, para llegar a la
ENRIQUE LEFF 94
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 95
otra orilla, la de un mundo complejo, que demanda una nueva ra-
cionalidad para orientar acciones polticas y estrategias emancipato-
rias que permitan hacer frente al discurso de la simulacin que nos
seduce.
El poder de seduccin del objeto sobre la razn reafirma la impo-
sibilidad de nombrar al mundo y designar la condicin humana, siem-
pre a la deriva en el juego de apariencias que no puede salvar ningu-
na estrategia de representacin, de una realidad siempre en fuga del
concepto; no es slo un intento ms de marcar el lmite de la produc-
cin, de la epistemologa en su pretensin de aprehender la realidad
para gobernarla y controlarla; para sobrepasar el reino de la magia y
del saber por la razn y la ciencia, para llegar a travs del Iluminismo
a la claridad de las cosas y al reino de la libertad, all donde trasluce
la transparencia del mal. La transparencia del objeto, sin tiempo ni lu-
gar, conduce al dislocamiento del ente fuera de toda representacin
y del ser fuera de todo sentido. Es lo obsceno fuera de escena, la ms-
cara transparente de las cosas sin imagen, arrancadas del orden sim-
blico que les da sentido, que deja entrever su verdadero rostro en el
rastro donde son destazados los restos del cuerpo del conocimiento y
se desangra el ser de las cosas. Es el
Fin del secreto [y la] irrupcin de la transparencia [...] que pone fin al ho-
rizonte del sentido. La saturacin de los sistemas los lleva a su punto de iner-
cia [...] a las teoras flotantes, satlites de un referente ausente [...] pasaje
del crecimiento a la excrescencia, de la finalidad a la hipertelia, de los equi-
librios orgnicos a las metstasis cancergenas. Es el lugar de una catstrofe
y no de una crisis (Baudrillard, 1983: 29).
Lo real enloquece dentro de la prisin a la que lo somete el cono-
cimiento, generando una hiperrealidad que escapa al orden de lo
simblico. La racionalidad econmica es hipertlica, en el sentido
de que no tiene otro fin que el crecimiento sin consideracin de los
lmites (p. 36). El pensamiento metafsico en su universalidad, la
ciencia en su dominio de lo real, han cosificado y objetivado al mun-
do al punto en el que han creado un Objeto que desborda todo po-
sible proyecto de conocimiento del mundo. Hemos abierto las fauces
de una monstruosidad incognoscible e incontrolable que nos devo-
ra. Esta trasmutacin del orden de lo real y lo simblico, esta ruptu-
ra del espejo de la representacin, hace que la reintegracin del
mundo sea una ilusin que est ms all del propsito de abrir el cer-
co de las ciencias hacia la interdisciplinariedad y un dilogo de sabe-
res, para comprender el nuevo orden hbrido de lo real: los objetos
transgnicos. Estamos irremediablemente atrapados por el simula-
cro de vida que genera la transgnesis de la cultura posmoderna, por
la seduccin de un orden pervertido por el imperio del Objeto. No
se trata de la seduccin de la pura presencia del objeto, de su apari-
cin de forma inusitada: una luna, una mirada, un hecho inslito; no
es la seduccin que ejerce el objeto esttico: un cuadro, un paisaje,
una mujer. La seduccin de la hiperrealidad y del transobjeto es de
otro orden; es la de la intervencin de lo simblico en lo real que lle-
va a desnaturalizar a la naturaleza y a convertirla en ficcin y maqui-
llaje de lo real.
El discurso de Baudrillard refleja la condicin del sujeto en la pos-
modernidad, dominado y seducido por el Objeto. No es un discurso
terico que intenta aprehender una realidad. Es la manifestacin
textual de las estrategias fatales del Objeto Mundo una vez rota la
imagen especular del conocimiento, perdido el referente de todo sa-
ber. Si Dios habla por la boca del profeta, el Objeto se expresa en el
texto de Baudrillard. La relacin de simulacin (ya no de conocimien-
to) establece esa identidad vaporosa y contundente entre el cdigo de
lenguaje, el pensamiento codificado y los modelos de codificacin
que exuda el gen.
Y sin embargo, ante este discurso que reconoce el poder absoluto
del Objeto, el pensamiento crtico alcanza a vislumbrar que este pro-
ceso de descomposicin (metstasis del objeto y del texto) tiene sus
referentes en la criticidad del Objeto Mundo, del mundo sobreobje-
tivado y sobreeconomizado donde se manifiestan los efectos de la
crisis ambiental. Las estrategias fatales del objeto en s se expresan en
el discurso del desarrollo sostenible, en cuyos enunciados se traslu-
cen las estrategias de poder que ejerce el mundo objetivado, la im-
posibilidad de abrir sus objetos de conocimiento y reorientar sus ten-
dencias, sus falsos fundamentos ideolgicos para frenar la carrera
hacia la muerte entrpica del planeta.
Para Baudrillard la estrategia fatal por excelencia es la teora. El
sujeto del conocimiento orientado hacia un objeto una hiperreali-
dad aparece como el ms elusivo de los entes, pues la estrategia
del objeto excede cualquier forma de conocimiento. Mas el objeto en
s no es el autor de esa estrategia fatal. Es el resultado de la objetiva-
cin del ser que opera las formas de conocimiento. La transgnesis
no es generada por un gen malfico, sino por el efecto de la invasin
ENRIQUE LEFF 96
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 97
tecnolgica sobre la vida y la economizacin del mundo. La catstro-
fe de la hiperrealidad se produce en la abstraccin del evento puro,
que absorbe su propio significado, que hace al origen de las cosas
coincidir con su fin, donde el origen y el destino son ininteligibles y
estn fuera del juego humano del poder.
3
Sin embargo, Baudrillard
alcanza a esbozar algunos indicios de ese lugar, esa otra parte de
donde proviene la cada:
Los sistemas racionales de la moral, del valor, de la ciencia, de la razn, no
conducen sino a la evolucin lineal de las sociedades, a su historia visible.
Pero la energa profunda que impulsa incluso a esas cosas viene de otra par-
te. Del prestigio, del desafo, de todos los impulsos seductores o antagni-
cos, incluso suicidas, que no tienen nada que ver con una moral social de la
historia o del progreso (Baudrillard, 1983: 81).
Ante esta cada en el vaco de los referentes y los significados, del
hombre que gira sin rumbo ni destino como efecto de este mundo
sobreobjetivado, se abre la pregunta sobre el posible retorno al or-
den simblico, sobre la resignificacin del mundo. Baudrillard no
ofrece una teora sobre esta posible reconstruccin del mundo, sino
que teje un discurso que corresponde a las estrategias fatales de la hi-
perrealidad que reconoce, se autoseduce con su verdad y queda
atrapado en los reflejos de su propia representacin. Queda velada
all la factura de la metafsica que genera esa hiperrealidad, que anu-
la y sujeta al sujeto en la hiperobjetivacin del mundo. Esta narrati-
va del mundo actual relata la realidad transgnica, pero no descons-
3
El esquizofrnico ha sido privado de toda escena, abierto a todo a pesar de s mis-
mo en la ms grande confusin [...] Lo que lo caracteriza es menos el alejamiento de
lo real [...] que la proximidad absoluta, la instantaneidad total de las cosas, sin defen-
sa, sin vuelta atrs, el fin de la interioridad y de la intimidad, la sobreexposicin y la
transparencia al mundo, que lo atraviesan sin que pueda hacerles frente. Ya no puede
producir ms los lmites de su propio ser, ya no puede reflejarse ms : no es sino una
pantalla absorbente, una placa giratoria e insensible de todas sus redes de influencia
[...] Si ello fuera posible, este xtasis obsceno y generalizado de todas las funciones se-
ra el estado de transparencia deseado, el estado de reconciliacin del sujeto y del mun-
do, en el fondo sera para nosotros el juicio final y ya hubiera tenido lugar. Dos even-
tualidades, iguales tal vez: nada ha acontecido an, nuestro malestar viene del hecho
de que nada en el fondo ha comenzado verdaderamente (liberacin, revolucin, pro-
greso): utopa finalista. La otra eventualidad es que todo ha acontecido ya. Ya esta-
mos ms all del fin. Todo lo que era metfora ya se ha materializado, colapsado en la
realidad. Nuestro destino est all: es el fin del fin. Estamos en un universo transfinito
(Baudrillard, 1983: 76).
truye su gnesis ni apunta a una posible desrealizacin. El mundo
queda atrapado por el Objeto. Lo Real no responde al llamado de lo
simblico.
La racionalidad ambiental busca discernir los efectos del pensa-
miento metafsico y cientfico en la sobreeconomizacin del mundo
y los impactos y consecuencias de la entropizacin del planeta en la
pobreza, la inequidad y la degradacin socioambiental. En la dilu-
cin de lo real que preconiza el pensamiento de la posmodernidad,
el discurso crtico vuelve la mirada hacia la entropa como la ley lmi-
te de la naturaleza (lo Real) frente al desvaro y las estrategias fatales
del discurso del desarrollo sostenible que postula el crecimiento sin
lmites. Si la comprensin racional del mundo ha generado la com-
plejizacin del ser y la muerte entrpica del planeta, toda propuesta
de una gestin racional cientfica del ambiente estara fundada en
una falacia y condenada al fracaso. La racionalidad cientfica parte
de un concepto de naturaleza ya prefijado e inteligible desde la esce-
na primaria del ordenamiento de un mundo sujeto a leyes causales.
Sin embargo, ello no lanza al ser a la deriva del saber, a la renuncia a
toda inteligibilidad de lo real, fuera de la razn y de un pensamien-
to para reapropiarse el mundo. La racionalidad ambiental acoge el
orden simblico, el enigma del ser y la vida.
El pensamiento de la posmodernidad ha venido a cuestionar a la ra-
cionalidad cientfica y sus fuentes metafsicas, ontolgicas y epistemo-
lgicas que estn en la raz de la crisis ambiental. Si la transicin hacia
la sustentabilidad se da en un puente levadizo entre una modernidad
inacabada (irrealizable) y una posmodernidad que rompe con el mito
de la representacin, tampoco vivimos en un puro vaco ontolgico,
fuera de toda necesidad y todo referente. La vuelta al ser y la transi-
cin hacia un futuro sustentable estn tensadas por una diferencia
real: el hiperconsumo, que regido por la ley de la demanda a travs de
la manipulacin del deseo sigue remitiendo al imperativo de la ganan-
cia y a la necesidad de la produccin, de la explotacin del trabajo, de
la expoliacin de la naturaleza, de la contaminacin del ambiente; de
una pobreza que no alcanza a esconder su rostro. La diferencia no es
una metfora sino que est inscrita en lo real. El pensamiento de la di-
ferancia (Derrida, 1989) se convierte en una poltica de la diferencia y
no queda recluido en la metonimia de los signos y en un encadena-
miento infinito de significaciones ficticias. La diferencia encuentra su
referente en identidades (con raza, piel y color); la pobreza extrema
se expresa por encima de las estadsticas, de su funcin en la econo-
ENRIQUE LEFF 98
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 99
ma global y de las falsas esperanzas de igualdad y emancipacin den-
tro del orden establecido.
La ontologa de la simulacin, el simulacro del Mundo Objeto y el
modelo de la racionalidad moderna ofrecen la tela de fondo y el hilo
que tejen el discurso del desarrollo sostenible como una ficcin, cuya
hiperrealidad no es connatural con lo natural, sino obra misma del re-
flejo del conocimiento (la metafsica, la epistemologa, la ciencia) en
la destruccin y reconstruccin de la realidad. El colapso ecolgico y
la crisis ambiental son el sntoma y el efecto de estas formas de cono-
cimiento, donde hoy en da se decantan diversas estrategias de poder
por la reapropiacin de la naturaleza. En esa malla discursiva anida la
insoportable levedad de la globalizacin econmica y se despliegan
las estrategias fatales del desarrollo sostenible.
LA CRISIS AMBIENTAL Y EL DISCURSO DE LA SUSTENTABILIDAD
El principio de sustentabilidad emerge en el discurso terico y pol-
tico de la globalizacin econmico-ecolgica como la expresin de
una ley lmite de la naturaleza ante la autonomizacin de la ley es-
tructural del valor. La crisis ambiental ha venido a cuestionar los fun-
damentos ideolgicos y tericos que han impulsado y legitimado el
crecimiento econmico, negando a la naturaleza y a la cultura, dis-
locando la relacin entre lo Real y lo Simblico. La sustentabilidad
ecolgica aparece as como un criterio normativo para la reconstruc-
cin del orden econmico, como una condicin para la superviven-
cia humana y para un desarrollo durable; problematiza las formas de
conocimiento, los valores sociales y las bases mismas de la produc-
cin, abriendo una nueva visin del proceso civilizatorio de la hu-
manidad.
La visin mecanicista del mundo que produjo la razn cartesiana
y la dinmica newtoniana se convirti en el principio constitutivo de
la teora econmica, predominando sobre los paradigmas organicis-
tas de los procesos de la vida y orientando el desarrollo antinatura de
la civilizacin moderna. De esta forma, la racionalidad econmica
desterr a la naturaleza de la esfera de la produccin, generando
procesos de destruccin ecolgica y degradacin ambiental que fue-
ron apareciendo como externalidades del sistema econmico. La no-
cin de sustentabilidad emerge as del reconocimiento de la funcin
que cumple la naturaleza como soporte, condicin y potencial del
proceso de produccin.
La crisis ambiental se hace evidente en los aos sesenta, mostran-
do la irracionalidad ecolgica de los patrones dominantes de produc-
cin y consumo, y marcando los lmites del crecimiento econmico.
De all surge el inters terico y poltico por valorizar a la naturaleza
con el propsito de internalizar las externalidades ambientales del
proceso de desarrollo. De este debate emergen las estrategias del eco-
desarrollo, promoviendo nuevos estilos de desarrollo fundados en
las condiciones y potencialidades de los ecosistemas y en el manejo
prudente de los recursos (Sachs, 1982). La economa se ve inmersa
dentro de un sistema fsico-biolgico ms amplio que la contiene y
condiciona (Passet, 1979, Naredo, 1987). De all habra de surgir la
economa ecolgica como un nuevo paradigma que busca integrar el
proceso econmico con la dinmica poblacional y el comportamiento
de los ecosistemas (Costanza et al., 1989).
La economa ecolgica arroja una mirada crtica sobre la degra-
dacin ecolgica y energtica resultante de los procesos de produc-
cin y consumo, intentando situar el intercambio econmico dentro
del metabolismo general de la naturaleza. Sin embargo, la produc-
cin sigue estando guiada y dominada por la lgica del mercado. La
proteccin del ambiente es considerada como un costo y condicin
del proceso econmico, cuya sostenibilidad depende de las posibi-
lidades de valorizar a la naturaleza. Sin embargo, el cuestionamien-
to a la economa desde la ecologa no ha llevado a desconstruir la ra-
cionalidad econmica dominante y a fundar una nueva teora de la
produccin en los potenciales de la naturaleza y en los sentidos de
las culturas, con lo que las polticas ambientales siguen siendo subsi-
diarias de las polticas neoliberales.
El discurso del desarrollo sostenible fue oficializado y difundido
ampliamente a raz de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Ro de Janeiro en 1992.
Sin embargo, la conciencia ambiental comenz a expandirse desde
los aos setenta, a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas so-
bre el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo en 1972.
Es en ese momento cuando se sealan los lmites de la racionalidad
econmica y los desafos que genera la degradacin ambiental al pro-
yecto civilizatorio de la modernidad. La escasez, como principio que
fundamenta la teora y prctica econmica, movilizando y desplazan-
do los recursos productivos de un umbral a otro de su escasez relati-
ENRIQUE LEFF 100
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 101
va, se convirti en una escasez global. sta ya no puede resolverse me-
diante el progreso tcnico, la sustitucin de recursos escasos por
otros ms abundantes, o el aprovechamiento de ambientes no satu-
rados para la disposicin de los desechos generados por el creci-
miento desenfrenado de la produccin.
La publicacin en 1972 de Los lmites del crecimiento (Meadows et
al., 1972) difundi por primera vez a escala mundial una visin cr-
tica de la ideologa del crecimiento sin lmites, haciendo sonar la
alarma ecolgica y planteando los lmites fsicos del planeta para
proseguir la marcha acumulativa de la contaminacin y del creci-
miento demogrfico. En 1971 Georgescu-Roegen public La ley de la
entropa y el proceso econmico, donde mostraba el vnculo entre el pro-
ceso econmico y la segunda ley de la termodinmica que rige la de-
gradacin de la materia y la energa en todo proceso productivo, y,
con ello, los lmites fsicos que impone la ley de la entropa al creci-
miento econmico y a la expansin de la produccin. El crecimien-
to econmico avanza a costa de la prdida de fertilidad de la tierra y
la desorganizacin de los ecosistemas, enfrentndose a la ineluctable
degradacin entrpica de todo proceso productivo. Es esto lo que
habra de manifestarse en el calentamiento global del planeta, efec-
to de la creciente produccin de gases con efecto invernadero y la
disminucin de la capacidad de absorcin de dixido de carbono
por la biosfera, debido al avance de la desforestacin.
En respuesta a esta crisis ambiental se propusieron y difundieron
las estrategias del ecodesarrollo, postulando la necesidad de crear
nuevas formas de produccin y estilos de vida basados en las condi-
ciones y potencialidades ecolgicas de cada regin, as como en la di-
versidad tnica y la capacidad de las poblaciones locales para la
gestin participativa de los recursos. El discurso del ecodesarrollo
emerge en un momento en que las teoras de la dependencia, del in-
tercambio desigual y de la acumulacin interna de capital orientan
la planificacin del desarrollo. Sin embargo, su potencial crtico se
fue disolviendo en sus propias estrategias tericas y prcticas. Su pro-
puesta se fue desdibujando ante la dificultad de flexibilizar a las ins-
tituciones y a los instrumentos de la planificacin para romper la l-
gica economicista e internalizar una dimensin ambiental al pro-
ceso de desarrollo. El ecodesarrollo qued atrapado en las mallas de
la teora de sistemas con la que buscaba reintegrar al sistema econ-
mico un conjunto de variables (crecimiento poblacional, cambio tec-
nolgico) y de condiciones ambientales (procesos ecolgicos, degra-
dacin ambiental). Este esquema terico aliment la esperanza de
una prctica de planificacin encargada de asimilar y abolir las ex-
ternalidades ambientales. El mtodo sistmico habra as de resolver
los problemas ambientales, con lo cual el ambiente se disolvera en
el terreno del conocimiento y desaparecera del campo de la planifi-
cacin.
4
La degradacin ambiental irrumpi en la escena poltica como sn-
toma de una crisis de civilizacin, marcada por el modelo de moderni-
dad regido bajo el predominio del conocimiento cientfico y la razn
tecnolgica sobre la naturaleza. La cuestin ambiental problematiza
as las bases mismas de la produccin; apunta hacia la desconstruc-
cin del paradigma econmico de la modernidad y a la construccin
de una nueva racionalidad productiva, fundada en los lmites de las
leyes de la naturaleza, as como en los potenciales ecolgicos y en la
creatividad humana. Empero, la visin sistmica y pragmtica del eco-
desarrollo careci de una base terica slida para construir un nuevo
paradigma productivo y vel el potencial de los saberes culturales y de
los movimientos sociales por la apropiacin de la naturaleza en la
transparencia de las prcticas de la planificacin ambiental. Empero,
el concepto de ambiente fue cobrando un sentido estratgico en el
proceso poltico de supresin de las externalidades del desarrollo
la explotacin econmica de la naturaleza, la degradacin ambien-
tal, la desigual distribucin social de los costos ecolgicos y la margi-
nacin social, que aumentaban por encima de los cambios tericos
y prcticos promovidos para ecologizar la produccin y capitalizar a
la naturaleza.
En los aos ochenta, las estrategias del ecodesarrollo fueron des-
plazadas por el discurso del desarrollo sostenible. Si bien esta nocin se
haba insinuado desde los textos de la Estrategia Mundial de la Con-
servacin en 1980 que sera retomada por las Estrategias para una vi-
da sostenible (IUCN/UNEP/WWF, 1991), fue en Nuestro futuro comn
(WCED, 1987) mejor conocido como el Informe Brundtland, publica-
do por la Comisin Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo a so-
licitud del Secretario General de las Naciones Unidas para evaluar los
avances de los procesos de degradacin ambiental y la eficacia de las
polticas ambientales para enfrentarlos y generar una visin compar-
ENRIQUE LEFF 102
4
A medida que el sistema dispone de polticas referentes al medio ambiente, es-
te ltimo se estrecha; el buen xito de tales polticas se evaluar [...] por la desapari-
cin misma del concepto de medio ambiente, que terminar por ser asimilado al sis-
tema (Sachs, 1982:36).
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 103
tida por todas las naciones del orbe sobre las condiciones para alcan-
zar la sustentabilidad ecolgica y la supervivencia del gnero huma-
no, donde empez a plasmarse el sentido del desarrollo sostenible.
All se formul la definicin del desarrollo sostenible como el proce-
so que permite satisfacer las necesidades de la poblacin actual sin
comprometer la capacidad de atender a las generaciones futuras. De
all en adelante, la nocin de desarrollo sostenible se convirti en el
referente discursivo y el saber de fondo que organiza los sentidos di-
vergentes en torno a la construccin de sociedades sustentables.
El discurso del desarrollo sostenible busca establecer un terreno
comn para una poltica de consenso capaz integrar los diferentes in-
tereses de pases, pueblos y clases sociales que plasman el campo con-
flictivo de la apropiacin de la naturaleza. La ambivalencia del discur-
so del desarrollo sostenible se expresa ya en la polisemia del trmino
sustainability, que integra dos significados: el primero, traducible co-
mo sustentabilidad, implica la incorporacin de las condiciones ecol-
gicas renovabilidad de la naturaleza, dilucin de contaminantes,
dispersin de desechos del proceso econmico; el segundo, que se
traduce como sostenibilidad, implica perdurabilidad en el tiempo del
proceso econmico. Si la crisis ambiental es producto de la negacin
de las bases naturales en las que se sostiene el proceso econmico,
entonces la sustentabilidad ecolgica aparece como condicin de la
sostenibilidad temporal del proceso econmico. Sin embargo, el dis-
curso del desarrollo sostenible ha llegado a afirmar el propsito de
hacer sostenible el crecimiento econmico a travs de los mecanis-
mos del mercado, asignando valores econmicos y derechos de pro-
piedad a los recursos y servicios ambientales, mas no ofrece una justi-
ficacin rigurosa sobre la capacidad del sistema econmico para in-
corporar las condiciones ecolgicas y sociales (sustentabilidad, equi-
dad, justicia, democracia) de este proceso a travs de la capitalizacin
de la naturaleza.
Ms all de la difcil ecologizacin de la economa, y del imposi-
ble propsito de alcanzar la sustentabilidad ecolgica por la va de
la economizacin y la mercantilizacin de la naturaleza, el discurso
de la sustentabilidad entraa significaciones y valores que trascien-
den a la posible manipulacin del mundo como objeto. Sustainable
development ha sido traducido al francs como dveloppement durable,
nocin que al poner el acento en el tiempo, abre su significado ha-
cia una acepcin fenomenolgica y existencial, frente al economicis-
mo del desarrollo sostenible y el ecologismo del desarrollo sustenta-
ble. Pues durable, en francs, acarrea el sentido que le atribuy Hen-
ri Bergson en su debate con Newton, cuando ante la idea mecanicis-
ta del tiempo reversible propuso el concepto de dure como tiempo
vivido, como el tiempo de un devenir (becoming) (Prigogine y Sten-
gers, 1984: 294)
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo, celebrada en Ro de Janeiro en junio de 1992, elabor
y aprob un programa global (conocido como la Agenda 21) para
dar institucionalidad y legitimidad a las polticas del desarrollo soste-
nible. De esta forma se fue prefigurando una estrategia discursiva pa-
ra disolver las contradicciones entre medio ambiente y desarrollo.
Los acuerdos de Ro han sido renovados diez aos despus en la
Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en Johan-
nesburgo en 2002, estableciendo un Plan de Implementacin para
alcanzar los objetivos del desarrollo sostenible.
En este proceso, el discurso del desarrollo sostenible se ha ido di-
vulgando y vulgarizando hasta formar parte del discurso oficial y del
lenguaje comn. Empero, ms all del mimetismo retrico que ha
generado, no ha logrado engendrar un sentido conceptual y praxeo-
lgico capaz de unificar las vas de transicin hacia la sustentabili-
dad. Las contradicciones no slo se hacen manifiestas en la falta de
rigor del discurso, sino en su puesta en prctica, donde surgen los di-
sensos en torno al discurso del desarrollo sostenible y los diferentes
sentidos que adopta este concepto en relacin con los intereses con-
trapuestos por la apropiacin de la naturaleza (Redclift, 1987; Mar-
tnez Alier, 1995, Leff, 1998; Escobar, 1999, cap. 4).
El ao de 1992 marc los 500 de la conquista de los pueblos de
Amrica Latina, de la colonizacin cultural y de la apropiacin capi-
talista del ambiente y los recursos que otrora fueran el hbitat de los
pueblos prehispnicos y prelusitanos, de las culturas mesoamerica-
nas y andinas, de los pueblos amaznicos y patagnicos, de las pobla-
ciones mestizas y afrodescendientes que fueron ocupando las tierras
del continente. Con ello, la emancipacin de los pueblos indgenas
surgi como uno de los hechos polticos ms relevantes del fin del si-
glo XX. stos han ido ganando espacios polticos para legitimar sus
derechos culturales a sus territorios tnicos; a sus lenguas y costum-
bres; a su dignidad y autonoma. All se est fraguando una nueva
conciencia sobre los derechos de los pueblos indgenas a autogestio-
nar los recursos naturales y el entorno ecolgico donde han coevo-
lucionado sus culturas.
ENRIQUE LEFF 104
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 105
LA CAPITALIZACIN DE LA NATURALEZA
Y LAS ESTRATEGIAS FATALES DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
Las estrategias de apropiacin de los recursos naturales del tercer
mundo en el marco de la globalizacin econmica se han reconfigu-
rado en el marco del desarrollo sostenible. Ante la imposibilidad de
asimilar las condiciones de sustentabilidad y los principios que orien-
tan la construccin de una racionalidad ambiental, la poltica del de-
sarrollo sostenible va desactivando, diluyendo y pervirtiendo las pers-
pectivas que abre el concepto crtico de ambiente a un desarrollo
alternativo. Si en los aos setenta la crisis ambiental llev a procla-
mar el freno al crecimiento antes de alcanzar el colapso ecolgico, a
partir de los aos ochenta el discurso neoliberal anuncia la desapa-
ricin de la contradiccin entre ambiente y crecimiento. Los meca-
nismos de mercado se postulan como el medio ms certero para asi-
milar las condiciones ecolgicas y los valores culturales al proceso de
crecimiento econmico. En la perspectiva neoliberal desaparecen
las causas econmicas de los problemas ecolgicos. La crisis ambien-
tal ya no es efecto de la acumulacin de capital, sino del hecho de
no haber otorgado derechos de propiedad (privada) y asignado va-
lores (de mercado) a los bienes comunes. Una vez establecido lo an-
terior afirma el discurso del desarrollo sostenible, las clarividentes
leyes del mercado se encargaran de ajustar los desequilibrios ecol-
gicos y las diferencias sociales, la equidad y la sustentabilidad.
El discurso del desarrollo sostenible promueve el crecimiento
econmico negando las condiciones ecolgicas y termodinmicas
que establecen los lmites y posibilidades para una economa susten-
table. La naturaleza est siendo incorporada al capital mediante una
doble operacin: por una parte se busca internalizar los costos am-
bientales del progreso asignando valores econmicos a la naturaleza;
junto con ello se instrumenta una operacin simblica, un clculo
de significacin (Baudrillard, 1974) que recodifica al hombre, a la
cultura y a la naturaleza como formas aparentes de una misma esen-
cia: el capital. As, los procesos ecolgicos y simblicos son reconver-
tidos en capital natural, humano y cultural, para ser asimilados al
proceso de reproduccin y expansin del orden econmico, rees-
tructurando las condiciones de la produccin mediante una gestin
econmicamente racional del ambiente.
5
5
Las condiciones de la produccin no slo son transformadas por el capital. Tam-
bin deben ser transformadas en y a travs del discurso [...] Una vez completada la
La ideologa del desarrollo sostenible libera al mercado, desenca-
denando un proceso incontrolado y desregulado de produccin, un
delirio de la razn econmica, una mana de crecimiento (Daly,
1991). El discurso de la sustentabilidad aparece as como un simula-
cro que niega los lmites del crecimiento para afirmar la carrera de-
senfrenada hacia la muerte entrpica del planeta. Se afirma as un
proceso que se aparta de toda ley de conservacin ecolgica y repro-
duccin social para dar curso a un proceso que desborda toda nor-
ma, referente y sentido para controlarlo. El discurso de la sustenta-
bilidad opera como una estrategia fatal, una inercia ciega que se
precipita hacia la catstrofe. El discurso de Baudrillard se refleja y
encuentra su referente en el discurso del desarrollo sostenible y en
sus manifestaciones en la crisis ambiental cuando afirma que:
Estamos gobernados no tanto por el crecimiento sino por crecimientos. Nues-
tra sociedad est fundada en la proliferacin, en un crecimiento que prosigue
a pesar de que no puede medirse frente a ningn objetivo claro. Una socie-
dad excrescente cuyo desarrollo es incontrolable, que ocurre sin considerar su
autodefinicin, donde la acumulacin de efectos va de la mano con la desapa-
ricin de las causas. El resultado es un congestionamiento sistmico bruto y
un malfuncionamiento causado por una hipertelia: por un exceso de impera-
tivos funcionales, por una suerte de saturacin [...] Las causas mismas tienden
a desaparecer, a volverse indescifrables, generando la intensificacin de pro-
cesos que operan en el vaco. Mientras exista una disfuncin del sistema, una
desviacin de las leyes conocidas que gobernaban su operacin, existe siem-
pre la perspectiva de trascender el problema. Pero cuando el sistema se preci-
pita sobre sus supuestos bsicos, desbordando sus propios fines, de manera
que no puede encontrarse ningn remedio, no estamos contemplando ya una
crisis sino una catstrofe [...] Lo que llamamos crisis es de hecho la anticipa-
cin de su inercia absoluta (Baudrillard, 1993: 31-32).
El capitalismo ha engullido al mundo, lo ha enmascarado y vela-
do en su propia imagen, llevado por esa estrategia exponencial en
la cual las cosas, privadas de su finalidad o de su referencia, se reite-
ran en una suerte de juego en un abismo. La sobreeconomizacin
del mundo ha generado una
ENRIQUE LEFF 106
conquista semitica de la naturaleza, se vuelve imperativo el uso racional y sustenta-
ble del ambiente. All radica la lgica subyacente de los discursos del desarrollo soste-
nible y de la biodiversidad (Escobar, 1995: 202-203).
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 107
revolucin en las cosas que no se da ms en su superacin dialctica, sino en
su potenciacin, en su elevacin a la potencia dos, a la n potencia, de ese as-
censo a los extremos en ausencia de toda regla del juego [...] Parece que las
cosas, habiendo perdido su determinacin crtica y dialctica, slo pudieran
redoblarse en su forma exacerbada y transparente [que] nos lleva hacia un
xtasis que es tambin el de la indiferencia (Baudrillard, 1983: 38, 46).
Lo que est en acto en esa excrecencia del Mundo Objeto no es
la celebracin del gasto, la manifestacin exacerbada de la pulsin al
derroche en la que Bataille vea el destino gobernado por el exceso,
por una organizacin aventurera, eventualmente absurda, un pro-
yecto de energa devastadora, una antieconoma, un prodigio, un de-
safo a la naturaleza conservacionista (1983: 86-87). Se trata de una
compulsin al consumo que, contra el principio de escasez de la eco-
noma, desborda la ideologa del progreso. La cuestin no se plan-
tea como un dilema del sujeto del control racional frente a la des-
mesura del deseo, sino de la racionalidad econmica misma, cuyo
falso principio de racionalizacin de la escasez lo conduce a todos
los excesos, que pervierte la tica iluminada por el pensamiento de
la complejidad y la naturaleza ecologizada.
La retrica del desarrollo sostenible ha reconvertido el sentido
crtico del concepto de ambiente en un discurso voluntarista, procla-
mando que las polticas neoliberales habrn de conducirnos hacia
los objetivos del equilibrio ecolgico y la justicia social por la va ms
eficaz: el crecimiento econmico guiado por el libre mercado. Este
discurso promete alcanzar su propsito sin una fundamentacin so-
bre la capacidad del mercado para dar su justo valor a la naturaleza,
desmaterializar la produccin, revertir las leyes de la entropa y ac-
tualizar las preferencias de las generaciones futuras. Esto lleva a cues-
tionar la posible sustentabilidad del capitalismo (M. OConnor,
1994), es decir del irrefrenable impulso hacia el crecimiento de la ra-
cionalidad econmica y su impotencia para detener la degradacin
entrpica que genera. La racionalidad econmica resiste a su des-
construccin y monta un simulacro en el discurso del desarrollo sos-
tenible, una estrategia de simulacin, un juego falaz de perspectivas
trompe loeil, que burla la percepcin de las cosas y pervierte toda
razn y accin en el mundo hacia un futuro sustentable. El discurso
del desarrollo sostenible se vuelve como un bumerang, decapitando
al ambiente como concepto que orienta la construccin de una nue-
va racionalidad social. La estrategia discursiva de la globalizacin se
convierte en un tumor semitico y genera la metstasis del pensa-
miento crtico; disuelve la contradiccin, la alteridad, la diferencia y
la alternativa, para ofrecernos en sus excrementos retricos una re-
visin del mundo como expresin del capital. El ambiente ya no s-
lo es refuncionalizado para valorizar y reintegrar sus externalidades
dentro de la racionalidad econmica que lo genera, al tiempo que lo
rechaza. El ambiente es reapropiado por la economa, fragmentan-
do y recodificando a la naturaleza como elementos del sistema: del
capital globalizado y la ecologa generalizada.
No ha faltado quien haya querido ver en el origen comn de sus
conceptos la va para reintegrar la economa al sistema ms amplio de
la ecologa, por el reconocimiento de su idntica raz etimolgica: oi-
kos. Mas esta operacin hermenutica y su tctica semitica no po-
dran unificar los sentidos diferenciados dentro de los cuales se han
construido los paradigmas de la economa y de la ecologa, as como
las diferentes cosmovisiones y significaciones culturales donde se han
desarrollado los saberes sobre la vida y la produccin, ni disolver las es-
trategias de poder de la economa que han dominado a la ecologa. El
discurso del desarrollo sostenible ha colonizado a la naturaleza convir-
tindola en capital natural. La fuerza de trabajo, los valores culturales,
las potencialidades del hombre y su capacidad inventiva se trasmutan
en capital humano. Todo es reductible a un valor de mercado y repre-
sentable en los cdigos del capital. El capital clona identidades para
asimilarlas a una lgica, a una razn, a una estrategia de poder para la
apropiacin de la naturaleza como medio de produccin y de repro-
duccin de la racionalidad econmica. De esta manera, las estrategias
de seduccin y simulacin del discurso del desarrollo sostenible cons-
tituyen el mecanismo extraeconmico por excelencia de la posmoder-
nidad para mantener el dominio sobre el hombre y la naturaleza.
El capital, en su fase ecolgica, est pasando de las formas tradi-
cionales de apropiacin primitiva, salvaje y violenta de los recursos de
las comunidades la rapia del tercer mundo denunciada por Pierre
Jale (1968), de los mecanismos econmicos del intercambio desi-
gual entre materias primas de los pases subdesarrollados y los pro-
ductos tecnolgicos del primer mundo (Amin, 1973, 1974; Emma-
nuel, 1971), a una estrategia discursiva que legitima la apropiacin
de los recursos naturales y ambientales que no son directamente in-
ternalizados por el sistema econmico. A travs de esta operacin
simblica, se define la biodiversidad como patrimonio comn de la
humanidad, las comunidades del tercer mundo como un capital
ENRIQUE LEFF 108
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 109
humano y sus saberes como recursos patentables por un rgimen de
derechos de propiedad intelectual. El discurso de la globalizacin
aparece as como una mirada glotona ms que como una visin ho-
lstica; en lugar de aglutinar y dar integridad a la naturaleza y la cul-
tura, las fragmenta como partes constitutivas del desarrollo sosteni-
ble para globalizar racionalmente al planeta y al mundo bajo el
principio unitario del mercado. Esta operacin simblica somete a
todos los rdenes del ser a los dictados de una razn global y univer-
sal. De esta forma, prepara las condiciones ideolgicas para la capi-
talizacin de la naturaleza y la reduccin del ambiente a la razn
econmica. Las estrategias fatales del discurso del desarrollo soste-
nible resultan de su pecado capital: su gula infinita e insaciable.
Las polticas del desarrollo sostenible buscan reconciliar a los con-
trarios de la dialctica del desarrollo: el medio ambiente y el creci-
miento econmico. La tecnologa sera el medio instrumental para
revertir los efectos de la degradacin entrpica en los procesos de
produccin, distribucin y consumo de mercancas (el monstruo de-
vora sus propios desechos y los reintegra a sus entraas; la mquina
anula la ley natural que la crea). El discurso del crecimiento sosteni-
ble levanta una cortina de humo que vela las causas de la crisis ecol-
gica. Ante el calentamiento global del planeta se desconoce la degra-
dacin entrpica que produce la actividad econmica cuya forma
ms degradada es el calor y se niega el origen antropognico del fe-
nmeno al calificar sus efectos como desastres naturales. De esta
manera, el discurso del desarrollo sostenible no slo significa una
vuelta de tuerca ms a la racionalidad econmica, sino que da un sal-
to mortal, un vuelco y un torcimiento de la razn: su mvil no es in-
ternalizar las condiciones ecolgicas de la produccin, sino postular
el crecimiento econmico como un proceso sostenible, sustentado en
los mecanismos del libre mercado y en la tecnologa como medios efi-
caces para asegurar el equilibrio ecolgico y la justicia ambiental.
El desarrollo sostenible lleg a proclamar su triunfo anticipado,
basado en las posibilidades de desmaterializar la produccin.
6
La
tecnologa ha sido llamada a disolver la escasez de recursos haciendo
descansar la produccin en un uso indiferenciado de materia y ener-
ga (Barnett y Morse, 1963); los demonios de la muerte entrpica
6
sta ha sido el proyecto prometeico que han emprendido el Wuppertal Institut
y el World Resources Institute con el propsito de reducir el uso de recursos natura-
les por unidad de producto gracias al aumento en la eficiencia tecnolgica y cambios
en la estructura de la demanda.
seran exorcizados por la eficiencia tecnolgica. La racionalidad tec-
nolgica ha sido a su vez transferida al campo de la ecologa. La
ecoeficiencia y el manejo ecosistmico se han convertido en los ins-
trumentos idneos para la gestin del desarrollo sostenible, am-
pliando el espacio biosfrico para extender los lmites del crecimien-
to econmico. El sistema ecolgico funciona como una tecnologa de
reciclaje y dilucin de contaminantes; la biotecnologa inscribe a los
procesos de la vida en el campo de la produccin; el ordenamiento
ecolgico reubica las actividades productivas, refuncionalizando el
espacio que da soporte a la produccin y el consumo de mercancas.
Las polticas del desarrollo sostenible se inscriben en las vas de
ajuste que aportara la economa neoliberal a la solucin de los proce-
sos de degradacin ambiental y al uso racional de los recursos ambien-
tales; al mismo tiempo, responde a la necesidad de legitimar a la eco-
noma de mercado, que en su movimiento inercial resiste el estallido
que le est predestinado por su inercia mecanicista. Como un alud de
nieve, en su cada va adhirindose una capa discursiva con la que in-
tenta contener su colapso. As, prosigue un movimiento ciego hacia
un destino sin futuro, sin horizontes ni perspectivas, que cierra las vas
para desconstruir el orden econmico antiecolgico y transitar hacia
un nuevo orden social, guiado por los principios de sustentabilidad
ecolgica, democracia participativa y racionalidad ambiental.
Las estrategias fatales de capitalizacin de la naturaleza han pene-
trado al discurso oficial de las polticas ambientales y de sus instru-
mentos legales y normativos. Con base en los fines comunes del de-
sarrollo sostenible se convoca a todos los actores sociales (gobierno,
empresarios, acadmicos, ciudadanos, campesinos, indgenas) a una
operacin de concertacin y participacin en la que se integran las
diferentes visiones y se enmascaran los intereses contrapuestos en
una mirada especular, convergente en la representatividad universal
de todo ente en el reflejo del argnteo capital. As se disuelve la po-
sibilidad de disentir frente al propsito de un futuro comn, una vez
que el desarrollo sostenible se define, en buen lenguaje neoclsico,
como la contribucin igualitaria del valor que adquieren en el mer-
cado los diferentes factores de la produccin.
7
Esta estrategia discursiva busca codificar y reconvertir a la cultura
ENRIQUE LEFF 110
7
Este discurso conciliador plantea reunir a todos los grupos de inters para alcanzar
consensos y dirimir conflictos socioambientales, sin advertir que si bien existen intere-
ses y posiciones negociables, existen otras que no podrn armonizarse en el concertan-
te de los protagonistas del drama actual de la desigualdad social y la insustentabilidad.
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 111
y a la naturaleza dentro de la lgica del capital. Asimismo, intenta lle-
var las disputas sobre los sentidos de la sustentabilidad y la despose-
sin de los recursos naturales y culturales de las poblaciones hacia
un esquema concertado, donde sea posible dirimir los conflictos en
un campo neutral. A travs de esta mirada especular (especulativa),
se pretende que las poblaciones indgenas se reconozcan como capi-
tal humano, que resignifiquen su patrimonio de recursos naturales y
culturales (su biodiversidad) como un capital natural, que acepten
una compensacin econmica negociada por el dao o por la cesin
de su patrimonio de recursos naturales y genticos a las empresas
transnacionales de biotecnologa. stas seran las instancias encarga-
das de administrar racionalmente los bienes comunes de la humani-
dad en beneficio del equilibrio ecolgico y de garantizar la distribu-
cin equitativa de sus beneficios, de lograr el bienestar de la sociedad
actual y el de las generaciones futuras. De la valorizacin de los cos-
tos ambientales se pasa hacia la legitimacin de la capitalizacin del
mundo como forma abstracta y norma generalizada de las relaciones
sociales. Este simulacro del orden econmico, que levita sobre las re-
laciones ecolgicas y sociales de produccin, pretende liberar al hom-
bre de las cadenas de la produccin para reintegrar su cuerpo ex-
hausto a la metstasis del orden simblico donde se configuran los
designios del desarrollo sostenible.
As, las estrategias del capital para reapropiarse la naturaleza van
degradando el ambiente en un mundo sin referentes ni sentidos, sin
relacin entre el valor de cambio y la utilidad del valor de uso. La
economa del desarrollo sostenible funciona dentro de un juego de
poder que otorga legitimidad a la ficcin del mercado, conservando
los pilares de la racionalidad de la ganancia y el poder de apropia-
cin de la naturaleza fundado en la propiedad privada del conoci-
miento cientfico-tecnolgico. Las estrategias fatales de la globaliza-
cin econmica conducen a una nueva geopoltica de la biodiversi-
dad, del cambio climtico y del desarrollo sostenible.
LA GEOPOLTICA DE LA BIODIVERSIDAD, DEL CAMBIO CLIMTICO
Y DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
En el proceso de objetivacin del mundo, el valor de cambio se des-
vincul de su conexin con lo real, la economa se desprendi de la
condicin de materialidad de la naturaleza y de la necesidad huma-
na; la generalizacin de los intercambios comerciales se convirti en
ley universal, invadiendo todos los dominios del ser y los mundos de
vida de las gentes. Con la invencin de la ciencia econmica y la ins-
titucionalizacin de la economa como reglas de convivencia univer-
sales, dio inicio un proceso de cinco siglos de economizacin del
mundo. Este proceso de expansin de la racionalidad econmica ha
llegado a su punto de saturacin y a su lmite, como efecto de su ex-
trema voluntad de globalizar al mundo devorando todas las cosas y
traducindolas a los cdigos de la racionalidad econmica, razn
que conlleva la imposibilidad de pensar y actuar conforme a las con-
diciones de la naturaleza, de la vida y la cultura. Este proceso econ-
mico no slo exuda externalidades que su propio metabolismo eco-
nmico no puede absorber; ms an, a travs de su credo fundamen-
talista y totalitario se enclava en el mundo destruyendo el ser de las
cosas la naturaleza, la cultura, el hombre para reconvertirlas a su
forma unitaria y universal.
En este sentido, el proceso de globalizacin los crecientes inter-
cambios comerciales, las telecomunicaciones electrnicas con la in-
terconexin inmediata de personas y flujos financieros que parecen
eliminar la dimensin espacial y temporal de la vida, la planetariza-
cin del calentamiento de la atmsfera, e incluso el aceleramiento
de las migraciones y los mestizajes culturales, ha sido movilizado y
sobredeterminado por el dominio de la racionalidad econmica so-
bre los dems procesos de globalizacin. La sobreeconomizacin del
mundo induce la homogeneizacin de los patrones de produccin y
de consumo, y atenta contra un proyecto de sustentabilidad global
fundado en la diversidad ecolgica y cultural del planeta.
Desde los orgenes de la civilizacin occidental, la disyuncin del
ser y el ente que opera el pensamiento metafsico prepar el camino
para la objetivacin del mundo. La economa afirma el sentido del
mundo en la produccin; la naturaleza es cosificada, desnaturaliza-
da de su complejidad ecolgica y convertida en materia prima de un
proceso econmico; los recursos naturales se vuelven simples objetos
para la explotacin del capital. En la era de la economa ecologiza-
da la naturaleza deja de ser un objeto del proceso de trabajo para ser
codificada en trminos del capital. Mas ello no le devuelve el ser a la
naturaleza, sino que la trasmuta en una forma del capital capital na-
tural, generalizando y ampliando las formas de valorizacin econ-
mica de la naturaleza. En este sentido, junto con las formas de explo-
ENRIQUE LEFF 112
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 113
tacin intensiva, se promueve un uso conservacionista de la natu-
raleza. La biodiversidad aparece no slo como una multiplicidad de
formas de vida, sino como reservas de naturaleza territorios y h-
bitat de diversidad biolgica y cultural, que estn siendo valorizados
por su riqueza gentica, sus recursos ecotursticos y su funcin como
colectores de carbono.
Pero sobre qu criterios podra asignarse un valor econmico a la
biodiversidad y a los servicios ambientales que ofrece? Y ms an, ba-
jo que principios cientficos, ticos y econmicos se establecen las nue-
vas formas de apropiacin de estas riquezas biolgicas del planeta?
Las polticas que estn siendo diseadas y aplicadas para la conser-
vacin y la valorizacin econmica de la biodiversidad no responden
tan slo a una preocupacin por la prdida de especies biolgicas y
por su importante funcin en el equilibrio ecolgico del planeta. La
biodiversidad se ha revelado como un enorme banco de recursos ge-
nticos que son la materia prima de los grandes consorcios de la in-
dustria farmacutica y de alimentos. Sin embargo, para los pueblos
que se encuentran asentados en las reas de mayor biodiversidad, s-
ta es el referente de significaciones y sentidos culturales que son tras-
tocados al ser transformados en valores econmicos; por otra parte,
la biodiversidad es la manifestacin del potencial productivo de un
ecosistema, ante el cual se plantean las estrategias posibles de su ma-
nejo sustentable, as como las formas de apropiacin cultural y eco-
nmica de sus territorios de biodiversidad.
En el discurso del desarrollo sostenible, la fase actual del capital
ecologizado y la capitalizacin de la naturaleza aparece como un
nuevo estadio en el cual el capital sera capaz de exorcizar sus demo-
nios y resolver las contradicciones que lo han acompaado desde su
acumulacin originaria y hasta la globalizacin econmica actual.
Sin embargo, llegado a su lmite, y ante la imposibilidad de estabili-
zarse como un organismo vivo, el capital sigue una inercia expansio-
nista que descarga sobre la naturaleza los desechos del proceso de
creacin destructiva del capital. La geopoltica de la biodiversidad
y del cambio climtico no slo prolonga e intensifica los anteriores
procesos de apropiacin destructiva de los recursos naturales, sino
que cambia las formas de intervencin y apropiacin de la naturale-
za, llevando a su lmite la lgica econmica, en tanto que su inercia
de crecimiento desborda los lmites de sustentabilidad del planeta.
Economistas ecolgicos como Ren Passet, Herman Daly, Jos Na-
redo y Joan Martnez Alier han advertido las limitaciones del merca-
do para regular efectivamente los equilibrios ecolgicos y su capaci-
dad para internalizar los costos ambientales a travs de un sistema de
normas legales, de impuestos o de un mercado de permisos transa-
bles para la reduccin de las emisiones de gases causantes del efecto
invernadero y del calentamiento global del planeta. Sugieren as que
la economa debe constreirse a los lmites de una expansin que
asegure la reproduccin de las condiciones ecolgicas de una pro-
duccin sustentable y de regeneracin del capital natural, de un
principio precautorio basado en el clculo del riesgo y la incertidum-
bre y a lmites impuestos a travs de un debate cientfico-poltico fue-
ra del mercado.
8
Sin embargo, la racionalidad econmica carece de flexibilidad y
maleabilidad para ajustarse a las condiciones de sustentabilidad eco-
lgica del planeta. El debate poltico se ha enriquecido con los apor-
tes de la ciencia sobre los riesgos ecolgicos de la desforestacin, la
erosin gentica y el calentamiento global, pero no ha logrado des-
asirse de las razones de fuerza mayor del mercado. La ley de la en-
tropa, que establece los lmites fsicos y termodinmicos al creci-
miento econmico, es negada por la teora y las polticas del desarro-
llo sostenible. Mas la teora crtica de la economa basada en las le-
yes de la naturaleza, antes de haber llegado a fundar la positividad
de un nuevo paradigma econmico (de una economa ecolgica),
ha abierto las compuertas al campo emergente de la ecologa poltica,
donde el debate cientfico se desplaza hacia los conflictos ambienta-
les. El tema de la sustentabilidad se inscribe en las luchas sociales por
la apropiacin de la naturaleza, orientando la reflexin terica y la
accin poltica hacia el propsito de desconstruir la lgica econmi-
ca y de construir una racionalidad ambiental.
9
La geopoltica del desarrollo sostenible se configura en el contex-
to de la globalizacin econmica que, al tiempo que conlleva una
desnaturalizacin de la naturaleza la transgnesis que invade la vi-
da, promueve una estrategia de apropiacin que busca naturalizar
ENRIQUE LEFF 114
8
En este sentido, ante la ficcin del secuestro del carbono por la naturaleza y la
toma de la naturaleza como rehn de la economa, posturas ms lcidas y crticas de
la economa ecolgica afirman que Este objetivo de reduccin debe fijarse fuera del
mercado, a travs de un debate cientfico-poltico en un terreno de incertidumbres
factuales y cientficas, lo mismo que de poltica de intereses. As, la cuestin no es la
internalizacin exacta de las externalidades en el sistema de precios (lo cual es impo-
sible en el caso de tratar con acontecimientos futuros e inciertos), segn las indicacio-
nes de un mercado ecolgicamente ampliado (Martnez-Alier y Roca, 2000:459).
9
Cf. caps. 6 y 9, infra.
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 115
dar carta de naturalizacin a la mercantilizacin de la naturaleza.
En esa perversin de lo natural se juegan las controversias entre la
economizacin de la naturaleza y la ecologizacin de la economa. A
esta muerte de la naturaleza sobrevive lo sobrenatural del orden
simblico en la resignificacin poltica y cultural de la naturaleza.
Las formas emergentes de intervencin de la naturaleza, as como
nuevas manifestaciones de sus impactos y riesgos ecolgicos, han
puesto en uso comn y en la retrica oficial nociones antes reserva-
das para los medios cientficos y acadmicos; esta terminologa se
inscribe dentro de nuevas estrategias conceptuales que alimentan a
la ecologa poltica, donde se expresan visiones controversiales, con-
flictos de intereses contrapuestos y estrategias diferenciadas en el
proceso de reapropiacin de la naturaleza. La economa poltica, en-
garzada en la relacin de la fuerza de trabajo, el capital y la tierra, se
desplaza hacia una ecologa poltica en la que los antagonismos de
las luchas sociales se definen en trminos de identidad, territoriali-
dad y sustentabilidad. Las relaciones de produccin y las fuerzas pro-
ductivas ya no se establecen entre el capital y el proletariado indus-
trial entre capital, trabajo y tecnologa; se redefinen por sus vncu-
los con la naturaleza. En el nuevo discurso sobre la biodiversidad y
del desarrollo sustentable-sostenible, los conceptos de territorio, de
autonoma y de cultura se han convertido en conceptos polticos que
cuestionan los derechos del ser y las formas de apropiacin produc-
tiva de la naturaleza.
10
El manejo ecosistmico de los recursos naturales es regido ahora
por un cdigo global de ajuste a las condiciones del mercado. Con
el mecanismo de desarrollo limpio (MDL), establecido dentro de
10
El concepto de territorio condensa, mejor que ningn otro, el reanudamiento
entre lo real y lo simblico en el campo de la ecologa poltica, entre modelos cog-
noscitivos, soportes materiales y acciones sociales en las formas humanas de ser en el
mundo. A diferencia del espacio geogrfico, el territorio ha sido siempre el espacio
habitado por relaciones de poder, espacios demarcados donde se establecen dominios
y propiedades, donde se siembran y cultivan las culturas. Son espacios tnicos. Ms
all de la sintomtica trasposicin metafrica de la poltica del espacio geogrfico, que
ha movido la historia por la conquista de territorios al terreno ms etreo de las ideas
en el que se demarcan objetos de conocimiento y se establecen los dominios discipli-
narios del saber (Foucault, 1980), el territorio es lugar de significacin de prcticas,
hbitat de culturas, soporte del Ser, al tiempo que el ser cultural forja sus territorios
simblicos y existenciales en relacin con lo real que habita. La relacin cultura-natu-
raleza se juega en el territorio, en trminos de territorializaciones y desterritorializa-
ciones (Guattari, 2000), que son las formas de geografiar la tierra a partir de prcticas
en las cuales se reconfiguran identidades (Gonalves, 2001) (vase cap. 6, infra.)
las polticas de la globalizacin econmico-ecolgica, se busca indu-
cir la restauracin ecolgica de la economa. Este mecanismo se
basa en engaosas certezas cientficas sobre la capacidad de absor-
cin (captura, secuestro) de carbono por parte de las actividades
agrcolas y las reservas de biodiversidad, sobre la funcionalidad de las
tasas de descuento de una economa especulativa y la eficacia del
mercado para reconvertir las tierras en los nuevos latifundios gen-
ticos (Gonalves, 2002a, 2002b) para los fines del desarrollo soste-
nible. Las polticas del desarrollo sostenible se fundan en un su-
puesto control del proceso de largo plazo a travs del automatismo
del mercado, desconociendo la incertidumbre que rige a los proce-
sos econmicos y ambientales, la ineficacia de las polticas pblicas y
los intereses encontrados sobre las estrategias de apropiacin de la
naturaleza. El candor terico y el inters poltico se unen a la fasci-
nacin por las frmulas cientficas, la sofisticacin de las matemti-
cas y la fe en el mercado, sin un rigor conceptual de las premisas so-
bre las cuales se construyen estos modelos de regresin mltiple ha-
cia el no saber.
La geopoltica del desarrollo sostenible mira con optimismo la so-
lucin de las contradicciones entre economa y ecologa; propone la
reconversin de la biodiversidad en colectores de gases de efecto in-
vernadero (principalmente bixido de carbono) y establece nuevos
derechos transables de contaminacin. De esta manera deja en ma-
nos del mercado el balance posible entre economa y ecologa, salda
por adelantado la deuda ecolgica de los pases industrializados y los
exculpa del excedente de sus cuotas de emisiones, extendiendo la
huella ecolgica sobre la biosfera, mientras induce la reconversin
ecolgica forzada de los pases del tercer mundo hacia las finalida-
des globales del desarrollo sostenible.
EQUIDAD Y SUSTENTABILIDAD:
DISTRIBUCIN ECOLGICA E INTERCAMBIO DESIGUAL
Luego de los esquemas de sustitucin de importaciones e industria-
lizacin de los aos sesenta y setenta, inspirados en las teoras de la
dependencia, las economas latinoamericanas han vuelto a basar sus
economas en su frondosa naturaleza en su generosa dotacin de
recursos naturales y servicios ambientales y en sus ventajas compara-
ENRIQUE LEFF 116
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 117
tivas en los mercados verdes emergentes, orientndolas a la expor-
tacin dentro de las estrategias y mecanismos del desarrollo sosteni-
ble. Al tiempo que las normas de la sustentabilidad, los regmenes
ambientales y los certificados verdes hacen aparecer nuevas formas
de proteccionismo comercial disfrazadas de competencia por la cali-
dad ambiental y la conservacin ecolgica, el crecimiento econmi-
co sustentado ecolgicamente no deja de ser un simulacro, cuyas fa-
lacias se hacen manifiestas con la erosin de la biodiversidad a pe-
sar de las reservas de la biosfera y los sistemas de reas protegidas,
la prdida de sustentabilidad de los ecosistemas, el calentamiento
global y las crisis econmicas y financieras de los pases del Sur.
En la era de la produccin intensiva en conocimiento, este factor
estratgico de la produccin se ha concentrado en los pases del
Norte, tanto en el sector industrial como en el agrcola. Esto no s-
lo se debe al mayor nmero de cientficos y tecnlogos y a su capaci-
dad para financiar un sistema de investigacin altamente producti-
vo. Ello se debe a su vez a la implementacin de una estrategia de po-
der que les ha llevado a establecer derechos de propiedad intelectual
dentro del nuevo orden global de la OMC, abriendo la posibilidad pa-
ra que los consorcios transnacionales de biotecnologa se apropien
de la riqueza gentica de los pases biodiversos e invadan sus territo-
rios con productos transgnicos. La desigual distribucin ecolgica
generada por estos mecanismos de desarrollo sostenible ha ahon-
dado la dependencia de los agricultores del Sur a travs del rgimen
de patentes, que permite a las empresas de biotecnologa captar los
mayores beneficios econmicos provenientes del control y la explo-
tacin de los recursos genticos (Bellmann et al., 2003).
11
Para algunos investigadores, el mecanismo de desarrollo limpio
(MDL) y el mecanismo de implementacin conjunta (MIC) ofrecen la
panacea de una triple ganancia econmica, social y ecolgica, por-
que transfieren capitales de los pases industrializados a los pases en
desarrollo [...] se beneficia a las zonas rurales ms pobres donde con
frecuencia se localizan los bosques y se mantiene la cubierta forestal,
en especial la de los bosques primarios, elemento crucial para conser-
var la diversidad biolgica tropical (Castro, 1999).
12
Sobre la premisa
11
Hoy en da los cinco gigantes de la biotecnologa concentran ms riqueza que
los grandes consorcios petroleros y las transnacionales de otros sectores industriales,
como lo indican los anlisis de Silvia Ribeiro y Hope Shand (Leff y Bastida, 2001).
12
Las estrategias win-win del mecanismo de desarrollo limpio muchas veces se
traducen en proyectos y acciones lose-lose. Como sealan Martnez-Alier y Roca en re-
del valor total de la biodiversidad que concentra su valor en su ri-
queza gentica, su capacidad de absorcin de bixido de carbono y su
oferta de riquezas escnicas, estas estrategias de revalorizacin de la
naturaleza se justifican mediante sofisticados clculos del valor de la
biodiversidad basados en la asignacin de precios a la funcin de cap-
tura de carbono y las tasas de descuento que conforman los modelos
de simulacin del neoliberalismo ambiental (Pearce y Moran, 1994).
Sin embargo, los clculos sobre la capacidad de secuestro de car-
bono por ecosistemas clmax y plantaciones comerciales son ms
una ficcin que una hiptesis cientfica verificable, capaz de traducir-
se en una poltica de conservacin ecolgica efectiva y en una distri-
bucin econmico-ecolgica equitativa.
13
Ms elusiva es la aplicacin
de tasas de descuento para actualizar los precios de la captura de car-
bono y los procesos econmico-ecolgicos asociados, sujetos a altos
grados de incertidumbre, as como a las luchas sociales y los conflic-
tos ambientales de los que dependen las formas de apropiacin y de
manejo productivo de la biodiversidad. Con la captura virtual del ex-
cedente de carbono por los bosques tropicales y del valor arbitrario
que adquiere en los mercados de permisos de emisin de gases de
efecto invernadero, los pases industrializados pretenden cumplir su
responsabilidad en el calentamiento global del planeta y el desborda-
miento de su huella ecolgica ms all de sus fronteras nacionales.
Estas transacciones no se establecen a travs de un valor real y de pre-
cios justos para la captura de carbono, sino del poder negociador en-
tre las partes. Puesto que los pases pobres venden baratas sus funcio-
nes de captura de carbono de la misma manera que lo hacen con el
petrleo, los recursos estticos y las riquezas genticas que albergan
sus reservas de biodiversidad, los pases del norte encuentran en es-
te artificio legal (en la ficticia justeza del mercado y el comercio jus-
to) un salvoconducto para saldar sus deudas ecolgicas, sin que eso
signifique una reduccin efectiva de sus emisiones a niveles que ase-
guren el equilibrio ecolgico y la sustentabilidad del planeta.
ENRIQUE LEFF 118
lacin con la reconversin de 75 mil hectreas de monte andino en Ecuador para su
reforestacin con eucaliptos y pinos: al plantar pinos en los pramos, cuyos suelos tie-
nen mucha materia orgnica, se desprende ms carbono que el que ellos absorbern:
una solucin lose-lose (Martnez- Alier y Roca, 2000: 461).
13
En realidad son el manejo de bosques nativos y los procesos de regeneracin de
ecosistemas secundarios los que presentan mayores capacidades de captura de bixi-
do de carbono por la intensificacin de la fotosntesis en los procesos de formacin
de biomasa, a la vez que ofrecen mayores oportunidades de empleo en la gestin par-
ticipativa y en la apropiacin colectiva de sus productos (Cf. Leff, 1994a, cap. 7).
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 119
sta es la eficacia de la retrica y de la poltica del desarrollo sos-
tenible y de sus estrategias de simulacin, que al tiempo que concen-
tra el poder econmico sobre la naturaleza, elude el inters global
por la conservacin y burla los derechos colectivos de las poblacio-
nes indgenas. De esta manera, la mercantilizacin de la naturaleza
bajo la geopoltica econmico-ecolgica emergente ahonda las dife-
rencias entre pases ricos y pobres bajo los principios del desarrollo
sostenible. La nueva globalidad justifica las ventajas comparativas en-
tre los pases del Norte y los pases del Sur, que se ven constreidos
a valorizar la capacidad de sus suelos, sus bosques y su biodiversidad
para absorber los excedentes de emisiones de gases de efecto inver-
nadero de los pases ricos y a mercantilizar en condiciones inequita-
tivas los recursos genticos y ecotursticos de sus reservas de biodiver-
sidad. Las diferencias entre pases centrales y perifricos ya no slo
resultan del pillaje y la sobreexplotacin de los recursos. Las asime-
tras de la distribucin ecolgica son camufladas bajo las nuevas fun-
ciones asignadas a la naturaleza por la lgica del desarrollo limpio.
Para algunos gobiernos estas polticas resultan positivas tanto en
el plano econmico como en el ecolgico. El caso de Costa Rica se
ha vuelto ejemplar por sus polticas de desarrollo sostenible bajo las
reglas del MDL y los MIC, promoviendo la conservacin de la biodiver-
sidad y la siembra de bosques artificiales para incrementar la capaci-
dad de captura de las emisiones excedentes de los pases del Norte.
En este sentido, la biodiversidad adquiere un papel econmico pasi-
vo y engaoso en el balance de las emisiones de gases de efecto in-
vernadero y los procesos de mitigacin del calentamiento del plane-
ta. Este intercambio de funciones parecera brindar beneficios a los
pases tropicales: a cambio de la artificializacin de los ecosistemas
del Norte, del avance de la industrializacin y la agricultura altamen-
te capitalizada y tecnologizada, el Sur se permitira el lujo de vivir de
una economa natural de la generosidad de la madre tierra,
aprovechando las ventajas comparativas de la localizacin geogr-
fica de sus territorios para la captura de gases de efecto invernadero.
Ms all de la lgica de distribucin de costos y beneficios actua-
les derivados de la gestin econmica de la biodiversidad sometida a
las reglas del mercado, sus efectos transgeneracionales son incalcu-
lables e inactualizables. As, la disputa sobre una justa distribucin
de los beneficios derivados de los recursos genticos de la apropia-
cin econmica de la informacin gentica, la bioprospeccin y la
implantacin de nuevas especies transgnicas no se dirime en tr-
minos de una justa distribucin de ganancias econmicas, sino por
el impacto de largo plazo en la conservacin de la biodiversidad y sus
efectos en la seguridad ecolgica y la calidad de vida de la gente,
principios y objetivos que no entran en la evaluacin econmica del
negocio de la biotecnologa y los cultivos transgnicos (Pengue,
2000). De all que el principio precautorio, as como las visiones e
intereses de los pueblos sobre las formas de uso y apropiacin de la
biodiversidad, deban prevalecer sobre la incierta contabilidad del va-
lor econmico incalculable de estos impactos.
En la geopoltica del desarrollo sostenible se ponen en juego ven-
tajas y desventajas comparativas derivadas de la localizacin geogr-
fica de los pases y de la distribucin de su oferta y sus riesgos ecol-
gicos. Ms all de los posibles beneficios de la valorizacin de la bio-
diversidad, la situacin geogrfica de los pases tropicales y del Sur
ha tenido un efecto perverso en la concentracin de impactos am-
bientales. As, los efectos del enrarecimiento de la capa de ozono se
han concentrado en la Antrtica y en el Cono Sur, en tanto que los
desastres ecolgicos y humanos ocasionados por el impacto de hura-
canes y fenmenos meteorolgicos derivados de fenmenos como el
Nio o la Nia, tienden a manifestarse con mayor fuerza y frecuen-
cia en la franja intertropical del planeta.
Por otra parte, la geopoltica de la globalizacin le confiere al
mercado la capacidad de internalizar los costos ambientales y de
constituir un nuevo capital natural con los bienes y servicios ambien-
tales que hasta ahora han sido campos tradicionales de apropiacin
y manejo de un patrimonio de recursos naturales y bienes comuna-
les que funcionan fuera del mercado. Ms an, asume a priori la vo-
luntad de los pueblos del tercer mundo en particular poblaciones
indgenas y campesinas de colaborar en este propsito, cediendo a
las iniciativas del mercado temas fundamentales del desarrollo sus-
tentable manejo de recursos naturales, pobreza rural, seguridad ali-
mentaria que han vinculado a estas poblaciones con su entorno en
prcticas no mercantiles que aseguran la autosuficiencia de las co-
munidades y la sustentabilidad de sus ecosistemas.
Los impactos ecolgicos generados por la globalizacin econmi-
ca estn a su vez afectando formas ancestrales de convivencia y de
manejo sustentable de la naturaleza. De esta manera, los desastres
naturales se han convertido en los ltimos aos en una razn de
fuerza mayor que han obligado a las comunidades indgenas y cam-
pesinas a abandonar sus prcticas milenarias de uso del fuego en el
ENRIQUE LEFF 120
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 121
sistema de roza-tumba-quema, muchas veces acusados de ser los cau-
santes de estas tragedias ecolgicas. Sera ms justo reconocer que
el calentamiento global del planeta que no ha sido generado en pri-
mera instancia por los pueblos indgenas y poblaciones locales y del
que son contribuyentes menores, ha vuelto ms vulnerables sus eco-
sistemas y ms riesgosas sus prcticas, constriendo sus opciones pa-
ra un desarrollo sustentable autnomo a las estrategias globales del
desarrollo sostenible.
Junto con la simulacin de una supuesta distribucin equitativa
de los beneficios derivados de los cambios en el uso del suelo y la va-
lorizacin econmica de los servicios ambientales que induce el MDL,
la equidad ante al problema del calentamiento global se ha plantea-
do en trminos de la reduccin de los niveles actuales de emisiones
y de cuotas entre pases y entre personas. La reduccin proporcional
por pases, como fuera planteado desde el inicio en el Convenio de
Cambio Climtico, estara aceptando como base de este esfuerzo glo-
bal las desigualdades existentes entre naciones, y condenando a los
pases en desarrollo incluyendo a China e India al subdesarrollo.
Frente a este criterio, Agarwal y Narain (1991) propusieron el de
una distribucin ecolgica por habitante la cual estara favorecien-
do los altos ndices demogrficos de esos pases y la formacin de
un fondo para el desarrollo sustentable. En realidad, ninguna de es-
tas opciones ofrece una solucin para la muerte entrpica del plane-
ta generada por la racionalidad econmica dominante. Para alcan-
zar los objetivos de la sustentabilidad y de la equidad ser necesario
desconstruir la racionalidad econmica y construir una racionalidad
ambiental fundada en el principio de productividad neguentrpica.
14
Hoy en da el signo ms elocuente del lmite ecolgico al creci-
miento econmico y a la produccin de entropa est dado por el de-
sequilibrio ecolgico causado por el calentamiento global y la capaci-
dad de captura y dilucin de bixido de carbono por la biosfera y los
ocanos. Los mecanismos que han derivado de los acuerdos alcanza-
dos para la implementacin del Protocolo de Kioto en el marco del
Convenio de Cambio Climtico (con sus mercados emergentes sobre
cuotas y derechos de contaminacin), no permitiran reducir las emi-
siones ms all de aquellos niveles que no contravengan las condicio-
nes e intereses del mercado: el crecimiento econmico, la valoriza-
cin de sus costos ecolgicos segn las reglas del mercado y la des-
14
Ver cap. 4, infra.
materializacin de la produccin que haga posible el progreso tec-
nolgico. La apuesta del MDL es incrementar la captura de los exce-
dentes de gases de efecto invernadero por las capacidades de fotosn-
tesis y biosntesis de los bosques, los suelos y los ocanos, elevando los
umbrales y niveles del equilibrio ecolgico del planeta. Si bien el MDL
se orienta en este sentido, al mismo tiempo propone que la solucin
del problema no debe residir en ltima instancia en la captacin del
CO
2
a travs del incremento de la biomasa del planeta, pues existe
siempre el riesgo de que el carbono en forma vegetal tarde o tempra-
no sea expulsado hacia la atmsfera debido a incendios forestales,
quema de lea y otros procesos en forma de gases de efecto inverna-
dero. Se propone as reducir la emisin de estos gases desde la fuen-
te, una solucin tecnolgica a la degradacin entrpica generada por
la propia tecnologa (Fearnside, 2001).
15
La curvatura de esta debili-
tada sustentabilidad se har asinttica antes de cruzar las coordena-
das de la racionalidad econmica estabilizando los ritmos de emisio-
nes y el equilibrio entrpico del planeta. La racionalidad econmica,
y tecnolgica no podrn revertir esos procesos de degradacin am-
biental y orientarlos hacia un desarrollo sustentable.
La constreida operatividad del MDL, sujeta al funcionamiento de
artificios del mercado, as como a la ratificacin y el cumplimiento
de los compromisos internacionales por parte de los gobiernos y a
las resistencias a desacelerar la economa en beneficio del ambiente,
ha llevado a propuestas ms radicales, como el reclamo de la deuda
ecolgica de los pases pobres. Si bien es imposible calcular el valor ac-
tual utilizando tasas retroactivas de descuento, as como dar un valor
crematstico real a los bienes y servicios ambientales, la movilizacin
social en torno a la deuda ecolgica no deja de ser un carismtico re-
curso ideolgico y poltico, que al nombrar la inequidad histrica,
nutre la resistencia a la globalizacin y apoya las acciones polticas a
favor de la sustentabilidad. Empero, la solucin a la deuda ecolgi-
ca, al intercambio desigual y a la inequitativa distribucin de benefi-
cios en el marco de la geopoltica del desarrollo sostenible, es impo-
ENRIQUE LEFF 122
15
A diferencia de los grupos de inters que esgrimen este argumento contra la in-
clusin de los bosques en el mecanismo de desarrollo limpio, las organizaciones de
base en Brasil y la Amazona abogan por su inclusin. Claramente, lo que estn defen-
diendo es su inters porque la biodiversidad y los bosques sigan siendo un territorio
y un hbitat, frente a los criterios especulativos de quienes no viven en la biodiversi-
dad sobre el peligro de la acumulacin de carbono en forma de materia vegetal que
eventualmente sera devuelta a la atmsfera.
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 123
sible dentro de una regla equitativa de intercambio, pues ms all de
la inconmensurabilidad de los valores econmicos, ecolgicos, cul-
turales involucrados,
estamos en una sociedad en la cual el intercambio se vuelve cada vez ms im-
probable, en la que las cosas cada vez menos pueden negociarse realmente,
porque se han perdido las reglas o porque el intercambio, al generalizarse,
ha hecho emerger los ltimos objetos irreductibles al intercambio, y stos se
han convertido en la verdadera encrucijada [...] Lo incambiable es el obje-
to puro, aquel cuya potencia impide, ya sea poseerlo, ya sea intercambiarlo
(Baudrillard, 1983: 52).
Adems, la equidad a travs del intercambio es imposible porque
ste supone forzar el valor de mercado como unidad de medida, con
lo cual se pierde el valor ecolgico y cultural de la naturaleza, que
irremediablemente se desustantiva y desnaturaliza para ser codifica-
da como valores econmicos. Como apunta Gorz,
El orden basado en el mercado es fundamentalmente amenazado cuando la
gente encuentra que no todos los valores son cuantificables, que el dinero
no puede comprarlo todo, y que eso que no puede comprar es algo esencial,
o incluso lo esencial (Gorz, 1989:116).
En este campo de controversias y de bsqueda de opciones, el
predominio de las estrategias de valorizacin econmica de la natu-
raleza est excluyendo otras alternativas de manejo productivo de la
biodiversidad, lo cual ha venido generando una oposicin de las po-
blaciones indgenas a someter el valor de sus bosques a la funcin de
captura de carbono. El MDL no representa un instrumento neutro pa-
ra los diferentes pases y actores sociales del desarrollo sostenible.
Las ventajas percibidas por algunos pases difcilmente pueden gene-
ralizarse como un modelo o una norma para otras regiones y comu-
nidades que no entran tan decididamente en el juego de la imple-
mentacin conjunta.
16
Las transacciones econmico-ecolgicas
16
En este sentido, los pueblos indios representados en el Primer Foro Internacio-
nal de los Pueblos Indgenas sobre Cambio Climtico, celebrado en Lyon, Francia, en
septiembre de 2000, expresaron su oposicin a la inclusin de los sumideros de car-
bono bajo el MDL porque significa una forma reducida de considerar nuestros terri-
torios y tierras a la captacin o liberacin de gases de efecto invernadero, lo cual es
contrario a nuestra cosmovisin y filosofa de vida. La inclusin de sumideros provo-
como en el intercambio de deuda por naturaleza operan en espa-
cios y montos marginales, de manera que sus estrategias compensa-
torias no alcanzan a frenar las causas y los efectos ecodestructivos
generados por la racionalidad econmica dominante. El progreso
tecnolgico orientado hacia la reconversin ecolgica est disminu-
yendo los ritmos de produccin de gases de efecto invernadero, pe-
ro no llega a revertir un proceso que ya ha rebasado los umbrales del
equilibrio ecolgico y que ha empezado a desencadenar severos im-
pactos en el ambiente y en la humanidad, sobre todo en los territo-
rios y las comunidades ms vulnerables.
Ms all del simulacro del desarrollo sostenible se estn abriendo
posibilidades para construir una nueva economa, fundada no slo
en la productividad econmico-tecnolgica y las estrategias del con-
servadurismo ecolgico, sino en una nueva racionalidad productiva
basada en el potencial productivo de los ecosistemas y en la apropia-
cin cultural de la naturaleza. Esto ofrece nuevas vas para generar
formas diversificadas de produccin sustentable deslindndose del
mercado como ley suprema del mundo globalizado. Se trata de la
desconstruccin de la racionalidad econmica y de la construccin
de nuevos territorios de vida.
CONSTRUYENDO NUEVOS TERRITORIOS DE VIDA: HACIA UNA POLTICA
DE LA DIFERENCIA, LA IDENTIDAD, EL SER Y EL TIEMPO
Ante el proceso de globalizacin regido por la racionalidad econ-
mica y las leyes del mercado est emergiendo una poltica del lugar,
del espacio y del tiempo (Leff, 2001b) movilizada por los nuevos de-
rechos culturales de los pueblos (CNDH, 1999; Sandoval y Garca,
1999), legitimando reglas ms plurales y democrticas de conviven-
cia social y de reapropiacin de la naturaleza. En esta reafirmacin
ENRIQUE LEFF 124
car adems una nueva forma de expropiacin de nuestras tierras y territorios y la vio-
lacin de nuestros derechos que culminara en una nueva forma de colonialismo [...]
creemos que [el MDL] es una amenaza por la continua invasin y prdida de nuestras
tierras y territorios y la apropiacin de ellas a travs del establecimiento o la privatiza-
cin de nuevos regmenes de reas protegidas [...] Nos oponemos rotundamente a la
inclusin de sumideros, plantaciones, plantas de energa nuclear, megahidroelctri-
cas y de energa del carbn. Adems nos oponemos al desarrollo de un mercado de
carbono que ampliara el alcance de la globalizacin.
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 125
de las identidades se manifiesta lo real de la naturaleza y lo verdade-
ro de la cultura frente a una lgica econmica que, habindose cons-
tituido en el ms alto grado de racionalidad del ser humano, ha ge-
nerado un proceso de degradacin socioambiental que afecta las
condiciones de sustentabilidad y el sentido de la existencia humana.
La sustentabilidad se enraiza en bases ecolgicas, en identidades cul-
turales y en territorios de vida; se despliega en el espacio social donde
los actores sociales ejercen su poder de control de la degradacin am-
biental y movilizan potenciales ambientales en proyectos autogestio-
narios para satisfacer las necesidades y aspiraciones que la globaliza-
cin econmica no puede cumplir. El territorio es el locus de los deseos,
demandas y reclamos de la gente para reconstruir sus mundos de vi-
da y reconfigurar sus identidades a travs de sus formas culturales de
valorizacin de los recursos ambientales y de nuevas estrategias de rea-
propiacin de la naturaleza. Si la economa global genera el espacio
donde las sinergias negativas de la degradacin socioambiental hacen
manifiestos los lmites del crecimiento, en el espacio local se forjan
nuevas territorialidades (Guattari, 1989) y emergen las sinergias positi-
vas de la racionalidad ambiental para construir un nuevo paradigma
de productividad ecotecnocultural.
17
Sus geografas son las marcas
que los movimientos sociales van dejando sobre la biosfera para ins-
cribirse en su territorio, escribir su historia y reapropiarse su naturaleza
(Gonalves, 2001).
El territorio es lugar porque all arraiga una identidad en la que se
enlazan lo real, lo imaginario y lo simblico. El ser cultural elabora
su identidad construyendo un territorio, hacindolo su morada. Las
geografas se vuelven verbo. Las culturas, al significar a la naturaleza
con la palabra, la convierten en acto; al irla nombrando, van constru-
yendo territorialidades a travs de prcticas culturales de apropia-
cin y manejo de la naturaleza.
18
Sus tierras comunes no son tierras
libres ni naturaleza virgen; estos espacios han sido significados por la
cultura, trabajados, recorridos, transformados, convertidos en terri-
torios tnicos y culturales, frente a la racionalidad del capital y del es-
tado moderno que promueven un desarrollo econmico que ha que-
rido desprenderse de la naturaleza dominndola e instrumentndo-
la, hacindola recurso natural (Thompson, 1998). La globalizacin
17
Ver cap. 4, infra.
18
El seringueiro toma su nombre del rbol de la seringa y llama seringal al lugar por
donde camina y lucha para establecer su ser; funda un territorio donde forja una
identidad que da sentido y sustento a la vida.
econmica es insustentable porque desvaloriza a la naturaleza, al
tiempo que desterritorializa y desarraiga a la cultura de su lugar. El
mercado va erradicando al espacio vivido como proceso determinan-
te de la transformacin del medio. Frente a la racionalidad del capi-
talismo mundial integrado, hoy se reafirman las geografas de las cul-
turas, generando una tensin de territorialidades de donde emer-
gen nuevos actores sociales que dislocan el espacio en el cual se cons-
truyen nuevos sentidos existenciales y prcticas productivas, donde se
reconfiguran las identidades en su lucha de resistencia frente a la glo-
balizacin del mercado para reafirmar su ser en la naturaleza.
En el territorio se precipitan tiempos diferenciados donde se arti-
culan identidades culturales y potencialidades ecolgicas. Es el lugar
donde convergen los tiempos de la sustentabilidad: los procesos de res-
tauracin y productividad ecolgica, de innovacin y asimilacin tec-
nolgica, de reconstruccin de identidades culturales. El eslogan
pensar globalmente y actuar localmente, tan tenazmente promovi-
do por el discurso del desarrollo sostenible, ha sido una artimaa pa-
ra inducir en las culturas locales el pensamiento nico y el saber de
fondo de la racionalidad econmica de un mundo hegemnico en
el que no caben otros mundos. Empero, los retos de la sustentabi-
lidad y de la democracia, de la entropa y la otredad, abren el cerco
del pensamiento nico globalizado y lo desplazan hacia las singula-
ridades locales, conduciendo la construccin de una racionalidad ca-
paz de amalgamar la potencia de lo real (ecologa) y el sentido de lo
simblico (cultura): una racionalidad ambiental que acoge a la dife-
rencia (las diversas matrices de racionalidad cultural) asumiendo su
relatividad y su inconmensurabilidad.
El tiempo se estructura alrededor de eventos significativos, tanto
sociales como econmicos, como sealaba Evans Pritchard. Cada
cultura define sus tiempos a travs de sus cosmologas y sus sistemas
simblicos. El tiempo no es slo la medida de eventos externos (fe-
nmenos geofsicos, ciclos ecolgicos, procesos de degradacin y re-
generacin de la naturaleza), sino que se entreteje a travs de la his-
toria en las formas culturales de significacin de sus mundos de vida,
en la actualizacin de identidades tnicas y seres culturales. Frente a la
codificacin econmica de la naturaleza fuera del ser y del tiempo,
la racionalidad ambiental libera a la naturaleza designada por la me-
tafsica y consignada por la racionalidad econmica, para restituirle
su lugar en la cultura y en la palabra nueva.
Una nueva poltica del lugar, de la identidad y de la diferencia es-
ENRIQUE LEFF 126
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 127
t siendo construida a partir del sentido del ser y del tiempo en las
luchas actuales por la identidad, por la autonoma y por el territorio.
Lo que subyace al clamor por el reconocimiento de los derechos a la
supervivencia, a la diversidad cultural y la calidad de vida de los pue-
blos, es una poltica del ser, del devenir y de la transformacin, que valori-
za el derecho de cada individuo, de cada pueblo y cada comunidad
a forjar su propia vida y construir su futuro. Los territorios culturales es-
tn siendo fertilizados por un tiempo que recrea las estrategias pro-
ductivas y los sentidos existenciales. No es slo la reivindicacin de
los derechos culturales a preservar los usos y costumbres de los pue-
blos, sus lenguas autctonas y sus prcticas tradicionales, sino una po-
ltica cultural para la reconstruccin de identidades que proyectan a
seres individuales y colectivos hacia un futuro, ms all del Mundo
Objeto prefijado y excluyente. La poltica de la diferencia se mani-
fiesta as como la resistencia a la hegemona homogeneizante de la
globalizacin econmica y como la afirmacin de la diversidad crea-
tiva de la vida desde su heterognesis ecolgico-cultural. La produc-
cin que objetiva la naturaleza entraa a su vez la significacin de la
naturaleza y de la produccin cultural de valores de uso-significado,
abriendo el cerco objetivador y totalizador de la produccin impues-
to por los cdigos de la racionalidad econmica:
La dimensin semitica del proceso de reproduccin social consiste en un
producir-cifrar y un consumir-descifrar objetos-significaciones que slo pue-
de llevarse a cabo en la medida en que un cdigo diferente de todos los que
rigen a los seres vivos puramente naturales [...] el componer/descomponer
libremente la forma del objeto prctico es un producir/consumir significa-
ciones que juega con los lmites del cdigo, que rebasa la obediencia ciega
de las reglas que rigen su realizacin (Echeverra, 1998: 186).
La sustentabilidad emerge como una fractura de la razn moder-
nizadora, que lleva a construir una racionalidad productiva fundada
en el potencial ecolgico de la biosfera y en los sentidos civilizatorios
de la diversidad cultural. La racionalidad ambiental no es la actuali-
zacin de la razn pura en la complejidad ambiental; es una estrate-
gia conceptual que orienta una praxis de emancipacin del mundo
sobreobjetivado y del logocentrismo del conocimiento. Es una vuel-
ta al orden simblico para resignificar el mundo. Sin embargo, la ins-
tauracin de valores culturales no se da como una asignacin de c-
digos predesignados a la naturaleza. La identidad no es una esencia
inscrita en el cdigo de la cultura. La autonoma cultural se estable-
ce en un proceso de resistencia y confrontacin con la racionalidad
econmica y con la geopoltica del desarrollo sostenible. En ese pro-
ceso se reinventan los significados, intereses y derechos de la cultura
con la naturaleza. Mas si la sustentabilidad tiene por condicin des-
prenderse del peso del Mundo Objeto y de la hiperrealidad genera-
da por las formas dominantes de conocimiento, tampoco podr rea-
lizarse en la abstraccin del orden simblico sin referentes ni cone-
xiones con lo real. La recuperacin del sentido de la vida se enlaza
as con los potenciales y los lmites de la naturaleza y de la cultura.
La poltica de la diferencia fundada en una ontologa del ser y la
tica de la otredad, se plantea en la perspectiva de una reconstruc-
cin del mundo y una apertura de la historia. La poltica de la dife-
rencia emerge del punto de saturacin de la globalizacin y como re-
sistencia al cerco impuesto sobre el ser diverso por un pensamiento
nico y homogeneizante. El derecho a la diferencia es un reclamo
fundado en el principio primigenio del ser, pero que se manifiesta
como reaccin a los principios de universalidad, naturalidad, supe-
rioridad que promueve el proceso de globalizacin, que van absor-
biendo y desustantivando las formas diversas de ser. La poltica de la
diferencia no emerge ni de la confrontacin ni del consenso de las
singularidades de las distintas culturas que han surgido a lo largo de
la historia, pues, como seala Baudrillard,
Otras culturas nunca han hecho reclamos de universalidad. Como nunca re-
clamaron ser diferentes hasta que la diferencia les fue inyectada por la fuerza
como parte de una suerte de guerra del opio cultural. Estas culturas viven con
base en su propia singularidad, su propia excepcionalidad, en la irreductibi-
lidad de sus propios rituales y valores. No encuentran consuelo en la ilusin
letal de que todas las diferencias pueden reconciliarse ilusin que para ellas
significa solo su aniquilamiento [...] Dominar los smbolos universales de la
otredad y la diferencia es dominar al mundo [...] En la lgica de la diversidad
en la unidad, del consenso de las diferencias, lo radicalmente Otro es intole-
rable: no puede ser exterminado, pero tampoco puede ser aceptado, de ma-
nera que tiene que promoverse el otro negociable, el otro de la diferencia. Es
aqu donde empieza una forma ms sutil de exterminio, una forma que en-
vuelve a todas las virtudes de la modernidad (Baudrillard, 1993: 132, 133).
19
ENRIQUE LEFF 128
19
La crtica de esta lgica de reunificacin, consenso y negociacin de las diferen-
cias en el contexto de una racionalidad comunicativa, y una propuesta para superar
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 129
Sin embargo, la etapa en que las culturas vivan en la inocencia y
desconocimiento de su diferencia, habitando simplemente en la au-
tonoma de su singularidad, ha quedado atrs en la historia de la hu-
manidad. En el encuentro de culturas, el conquistador que se impo-
ne al otro conquistado desencadena la dialctica del amo y el escla-
vo. El proceso de globalizacin de la economa ha disuelto el mundo
de coexistencia de la diversidad; desconoce a la cultura y la naturale-
za, englobndolas en el cdigo del valor de mercado. La sobreecono-
mizacin del mundo avanza subyugando culturas, sometiendo la di-
ferencia, eludiendo la otredad e ignorando a su gran Otro: el am-
biente.
El discurso de la globalizacin econmica, al tiempo que pregona
su reconocimiento de las diferencias tnicas, despliega una estrate-
gia para convertirlas al credo de las leyes supremas del mercado y pa-
ra recodificarlas en trminos de valores econmicos. Si bien se ha in-
corporado el principio de equidad al imperativo de la sustentabili-
dad, las polticas del desarrollo sostenible han incrementado las de-
sigualdades sociales al inducir una estrategia de asimilacin y exter-
minio del ambiente y de la diversidad cultural como lo absolutamen-
te otro de la racionalidad econmica.
La poltica de la diferencia es una poltica de resistencia de la cul-
tura a ser englobada por el mercado y la razn econmica; a partir
de ese principio de demarcacin de la globalizacin econmica se
construye una nueva racionalidad que emerge de la potencia del ser
(de la naturaleza, la cultura, la tecnologa), de la hibridacin de pro-
cesos materiales y simblicos que abren la va hacia un mundo inte-
rrelacionado e interdependiente que ya no tiene un eje central y un
solo polo de atraccin, sino que se constituye en la convivencia de in-
dividualidades singulares, de diversidades culturales y de racionali-
dades diferenciadas en nuevos territorios existenciales.
La otredad que viene del ambiente no slo se manifiesta en su
presencia antagnica, como una reaccin hacia la racionalidad do-
minante y un proceso ineluctable de descomposicin; aparece sobre
todo como principio ontolgico del ser (Heidegger) y un valor tico
(Levinas) que abren alternativas a la globalizacin homogeneizante.
En esta perspectiva, la diferenciacin no es el proceso virulento, la
metstasis que lleva a la clonacin por contagio de la contigidad y
el principio dialctico de la reconciliacin de los contrarios desde el principio tico
de una otredad radical, sern desarrolladas en el cap. 7, infra.
ENRIQUE LEFF 130
a legitimar las desigualdades ecosociales, siguiendo la narrativa bau-
drillardiana. La fatalidad de la degradacin ambiental no viene de
un agente no humano; su hiperrealidad es producto del pensa-
miento globalizador y cosificante, de la epistemologa y las formas de
conocimiento que avanzan afirmando su positividad, objetivando al
mundo y negando el no saber (Bataille, 2001).
Baudrillard transparenta, tematiza y temporaliza las estrategias fa-
tales de la hiperrealidad que irrumpe en la escena del mundo (del
pensamiento) en la posmodernidad. Sin embargo la simulacin y el
simulacro no son inherentes a lo real-en-s, a una esencia ontolgica
de las cosas. Son un efecto del conocimiento sobre lo real, pero estn al
mismo tiempo en la naturaleza misma del orden simblico. Refle-
jan en el mundo la imposibilidad de nombrar la diferencia como es-
tructura originaria, la prohibicin de proferir el nombre de un
dios como origen y causa de todas las cosas:
La diffrance, apenas enunciada, desaparece, se oculta identificndose con
las efectivas diferencias que constituyen la concatenacin del significante.
Nombrar la diferencia no hace ms que abrir el sistema de las diferencias
que constituyen lo simblico en su efectiva estructura diferencial; revela las
diferencias como diffrance, es decir, en su naturaleza de simulacros [...] de
huellas sin original, y de este modo sometidas a una suerte de epoch, de sus-
pensin del consentimiento metafsico que las archai han pretendido siem-
pre en el mbito de la mentalidad representativa (Vattimo, 1985: 134).
Slo lo real manifiesto en la crisis ambiental devuelve ese juego de
diferencias suspendido en el orden simblico hacia un referente ma-
terial: lleva la diferencia que emerge del juego abstracto del lengua-
je a la diferencia que produce la relacin entre lo real y lo simbli-
co, el conocimiento y el mundo, el ser y el saber. Es el arraigo en el
mundo y en los mundos de vida de la ley (naturaleza) y el sentido
(cultura). Es la puesta en acto de una poltica de la diferencia en el
campo conflictivo por la apropiacin social de la naturaleza.
La retrica del desarrollo sostenible es fundamentalmente una es-
trategia de poder que transfiere el control de la produccin de la
teora a un dispositivo ideolgico. Esta operacin simblica funcio-
na dentro de los aparatos ideolgicos del capital transnacional bus-
cando legitimar las nuevas formas de apropiacin de la naturaleza a
las ya no slo podran oponerse los derechos tradicionales a la tierra,
el trabajo o la cultura. La resistencia a la globalizacin lleva a desac-
EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO 131
tivar el poder de simulacin y perversin de las estrategias de la glo-
balizacin econmico-ecolgica. Frente a ellos emergen nuevos de-
rechos ambientales y culturales (Leff, coord., 2001) y una voluntad
de poder para construir una racionalidad social y productiva que,
ms all de burlar el lmite como condicin de existencia, refunde la
produccin desde los potenciales de la naturaleza y los sentidos de
la cultura.
La geopoltica del desarrollo sostenible se inscribe dentro de una
geopoltica del conocimiento, en estrategias de poder en el saber
donde juega por una parte el conocimiento hegemnico producido
por el modelo de la civilizacin europea, y por otra los saberes ex-
cluidos, subyugados, colonizados (Foucault, 1980; Lander, 2000; Mi-
gnolo, 2000). La racionalidad ambiental atraviesa ese campo de fuer-
zas. Arraigar la sustentabilidad en nuevos territorios de vida implica,
ms all de construir nuevas epistemologas y ontologas, generar es-
trategias del saber para enfrentar las estrategias del conocimiento
que han colonizado los saberes y las prcticas de seres culturales di-
ferenciados que habitan un planeta biodiverso.
La capitalizacin de la naturaleza est generando as diversas ma-
nifestaciones de resistencia cultural al discurso y a las polticas del
neoliberalismo ambiental, al igual que nuevas estrategias para la rea-
propiacin del patrimonio histrico de recursos naturales y cultura-
les de los pueblos. Se est dando as una confrontacin de posicio-
nes entre las estrategias para asimilar las condiciones de sustentabili-
dad a los mecanismos del mercado y movimientos de resistencia que
se articulan con la construccin de un nuevo paradigma de sustenta-
bilidad, en el cual los recursos ambientales aparecen como potencia-
les capaces de reconstruir el proceso econmico dentro de una nue-
va racionalidad productiva, planteando un proyecto social fundado
en las autonomas culturales, la democracia y la productividad de la
naturaleza (Leff, 1994a). Ello implica a su vez reconectar el orden
simblico y cultural, dislocado y alienado, con el orden de lo real,
con la naturaleza como una ley lmite y como potencial para la cons-
truccin de un mundo sustentable. La racionalidad ambiental en-
frenta de esta manera a las estrategias fatales de la globalizacin y del
desarrollo sostenible.
4. LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA:
ENTROPA, PRODUCTIVIDAD NEGUENTRPICA
Y DESARROLLO SUSTENTABLE
LA LEY DE LA ENTROPA Y EL VALOR ECONMICO
En el devenir de la humanidad la economa emerge desde el momen-
to en que los pueblos y las naciones fueron inventando diversos mo-
dos de produccin que implicaban diferentes formas de apropiacin
de la naturaleza. stas constituyeron en su inicio economas de sub-
sistencia que, en la medida que las sociedades evolucionaron hacia es-
tructuras cada vez ms jerrquicas, fueron generando excedentes que
fueron concentrados por las clases ms poderosas. Ms adelante, con
el desarrollo del transporte naval, se intensificaron las relaciones de
intercambio comercial entre diversas culturas. Este comercio se incre-
ment con el auge del capitalismo mercantil, fundado en la explota-
cin de la naturaleza de los abundantes recursos de los territorios
conquistados por las potencias monrquicas europeas; ms tarde, con
el auge del capitalismo industrial, fue dando lugar al intercambio de-
sigual entre mercancas naturales y tecnolgicas, hasta llegar al mo-
mento actual de intervencin biotecnolgica y capitalizacin de la na-
turaleza.
Con la generalizacin del intercambio mercantil emerge en el mun-
do el orden de la economa. Sin embargo ste no penetra en el imagi-
nario social de manera generalizada sino en el momento en el que se
instaura como una ley que legitima su funcionamiento. La produccin
terica viene a operar esta funcin simblica con la emergencia de la
ciencia econmica inaugurada por Smith y Ricardo en el siglo XVIII. En
ese momento la economa comienza a regir el orden humano. Ms all
del esquema marxista que ve la evolucin de la organizacin social a
partir de sus modos de produccin y sus condiciones materiales de
existencia, con el surgimiento de la ciencia econmica se establece una
racionalidad que comienza a dominar el orden natural de las cosas del
mundo, las formas de produccin de riquezas, las reglas de intercam-
bio de mercancas y el valor de la naturaleza. Este orden econmico,
fundado en el equilibrio de los factores de la produccin bajo el
[132]
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 133
principio de la escasez, va construyendo una racionalidad que lleva en
ciernes la desnaturalizacin de la naturaleza misma y la insustentabili-
dad del proceso de produccin.
La ciencia econmica nace dentro de la visin mecanicista que fun-
da el paradigma cientfico de la modernidad que de esta manera se
extiende al campo de la produccin. La economa emerge como la
ciencia de la asignacin racional de recursos escasos y del equilibrio
de los factores de la produccin: capital, trabajo, y ese factor resi-
dual la ciencia y la tecnologa, en que descansa la elevacin de la
productividad y que se ha convertido en la fuerza productiva predo-
minante. La naturaleza es as desnaturalizada, fraccionada y mutilada,
desconociendo su organizacin ecosistmica y termodinmica, para
ser convertida en recursos naturales discretos, en materias primas que
entran como simples insumos al proceso de produccin, pero que no
son productoras de una sustancia de valor. La naturaleza es concebi-
da como un bien abundante y gratuito, como un orden con una capa-
cidad propia de regeneracin, cuya existencia no dependa directa-
mente del comportamiento econmico. La naturaleza es recluida
dentro de un campo de externalidad del sistema econmico.
Mientras en el siglo XIX y XX las ciencias fsicas empezaron a cues-
tionar sus orgenes newtonianos, la economa reafirm su fundamen-
to mecanicista como un sistema ideal cercano al equilibrio, basado
en dos factores bsicos de produccin: capital y trabajo. Por lo tanto
los procesos naturales se valuaron slo por la contribucin a la pro-
ductividad del capital, a la fuerza de trabajo y a la tecnologa. Los ser-
vicios ambientales se consideraron un regalo eterno de la naturaleza,
un sistema externo del cual la actividad econmica poda extraer re-
cursos ilimitados. En la perspectiva terica de la ciencia econmica
emergente la naturaleza no contribua a la formacin de valor. De es-
ta manera, la autodestruccin de la base ecolgica y de las condiciones
ambientales de produccin qued velada por las estrategias de conoci-
miento que fueron legitimando a los paradigmas de la ciencia econ-
mica. As, los procesos ecolgicos que sustentan el equilibrio ecolgi-
co y la productividad natural del planeta fueron negados por el siste-
ma econmico.
La naturaleza est tomando su revancha por este desconocimien-
to de la humanidad. La degradacin ecolgica del planeta aparece
como la explosin de una verdad ontolgica negada por la teora eco-
nmica. Con la crisis ambiental, la economa ya no enfrenta proble-
mas de escasez relativa de recursos aquella que era resuelta por el
ENRIQUE LEFF 134
progreso tecnolgico y la apertura de nuevos campos de explotacin
de la naturaleza, sino una escasez global que no es natural, sino ge-
nerada por la destruccin de las condiciones ecolgicas de sustenta-
bilidad de la economa global, como efecto de los niveles de entropa
generados a escala planetaria por el proceso econmico: desforesta-
cin y prdida de cobertura vegetal, contaminacin del aire, agua y
suelos, calentamiento global.
La crisis ambiental ha hecho su irrupcin en un mundo en el que
la economa se ha quedado sin ley del valor, en que la naturaleza se
desnaturaliza y se cosifica, en que la dialctica busca anclarse en las
leyes de la naturaleza, en que el mundo se convierte en una hiper-
realidad donde lo simblico parece perder su referencialidad y su
conexin con lo real.
1
Justo en ese punto, cuando las estrategias del
cdigo econmico triunfan sobre la ley del valor, cuando los concep-
tos pierden su referencia con lo real, cuando lo simblico parece
emanciparse de lo fctico y la ecologa fracasa en su intento de arrai-
gar al mundo en el orden de la vida; cuando se colapsa el proyecto
de la racionalidad cientfica y el mundo parece flotar en la incerti-
dumbre y en la relatividad de los signos, cuando la hiperrealidad ge-
nerada por las estrategias fatales del cdigo parece burlar al pensa-
miento y el discurso del desarrollo sostenible seduce al inters prc-
tico en la bsqueda de un equilibrio guiado por un mercado sin va-
lores; cuando el constructivismo y la hermenutica llevan al pensa-
miento a la conformidad de la imaginacin y al juego de sentidos
ms all de cualquier determinismo ontolgico; cuando quedan ven-
cidas la ley y la norma fundadas en la naturaleza y en la tica; en ese
vaco ontolgico y en ese reino de la simulacin, emerge la entropa
como la ley lmite de la racionalidad econmica. La naturaleza se im-
pone ante las falacias, las ficciones y las especulaciones del discurso
del desarrollo sostenible: las de un orden simblico autnomo des-
prendido de su conexin con lo real.
Esta psicosis del conocimiento del mundo no es la invencin de
una nueva mirada crtica del mundo posmoderno que hace prevale-
cer el dominio del cdigo y del objeto, sino el resultado de la racio-
1
El principio de realidad coincida con una determinada fase de la ley del valor.
Hoy todo el sistema se tambalea en la indeterminacin, toda la realidad es absorbida
por la hiperrealidad del cdigo y de la simulacin. Ahora es el principio de simula-
cin el que nos rige, en lugar del viejo principio de realidad. Las finalidades han de-
saparecido, somos generados por modelos. No hay ms ideologa; no hay sino simula-
cros (Baudrillard, 1976: 8-9).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 135
nalidad econmica que ha producido la sobreobjetivacin, sobre-
economizacin y sobretecnologizacin del mundo. Es este proceso
econmico el que ha generado
Una revolucin [que] ha puesto fin a la economa clsica del valor, una re-
volucin del valor mismo que, ms all de su forma mercanca, la lleva a su
forma radical. Esta revolucin consiste en que los dos aspectos del valor, que
cremos que eran coherentes y que estaban eternamente vinculados como
por una ley natural, estn desarticulados, el valor referencial se nulifica a favor
del juego estructural del valor. La dimensin estructural se vuelve autnoma ex-
cluyendo la dimensin referencial, establecindose sobre la muerte de sta.
Se acabaron los referenciales de produccin, de significacin, de afecto, de
sustancia, de historia, toda esa equivalencia con contenidos reales que da-
ban su peso al signo al anclarlo con una cierta carga til, de gravedad: su for-
ma de equivalente representativo. El otro estadio del valor toma su lugar, el
de la relatividad total, de la conmutacin general, combinatoria y simulato-
ria. Simulacin en el sentido de que de ahora en adelante los signos se in-
tercambiarn entre ellos sin intercambiarse para nada con lo real (Baudri-
llard, 1976: 18).
La economa es el orden en el que ms radicalmente se manifies-
ta el dislocamiento de la razn moderna, el desprendimiento de la
teora de su referente ontolgico. La racionalidad econmica ha
transformado al ser humano en homo economicus, despojndolo de su
relacin simblica con la naturaleza para someterlo a la accin me-
cnica de las leyes del mercado. La economa ha promovido un cre-
cimiento sin lmites, negando las condiciones (potenciales y constre-
imientos) de la naturaleza. En la teora econmica la naturaleza
aparece como una fuente infinita de recursos disponibles para su
apropiacin y transformacin econmica guiada por las leyes del
mercado; su falla proviene de su visin del proceso econmico como
un flujo circular de valores econmicos y precios de factores produc-
tivos. Sin embargo, desde un anlisis termodinmico, la produccin
aparece como un proceso irreversible de degradacin entrpica, de
transformacin de baja en alta entropa. La externalizacin de la na-
turaleza del sistema econmico ha sido el efecto, justamente, del des-
conocimiento de la entropa (la segunda ley de la termodinmica),
que establece los lmites de la naturaleza al crecimiento econmico,
ocultado las causas de la crisis ambiental y de la insustentabilidad
ecolgica de la economa.
ENRIQUE LEFF 136
El concepto de entropa confronta a la racionalidad econmica al
introducir un lmite al crecimiento econmico y a la legalidad del
mercado, al tiempo que establece el vnculo con las leyes de la natu-
raleza que constituyen las condiciones fsico-biolgicas, termodin-
micas y ecolgicas de una economa sustentable. Entre los precur-
sores de la economa ecolgica que abordaron las condiciones eco-
lgicas del proceso econmico, Nicholas Georgescu-Roegen (1971)
fue quien devel la relacin ntima entre economa y naturaleza, al
establecer la relacin fundamental entre el proceso econmico y la
segunda ley de la termodinmica.
2
La entropa aparece as como una
ley-lmite que impone la naturaleza a la expansin del proceso econ-
mico. De esta manera devela la causa ltima de la insustentabilidad
de la racionalidad econmica que emerge de la falla constitutiva de
la ciencia econmica. Georgescu-Roegen atribuye el pecado origi-
nal de la economa a la visin mecanicista que funda su paradigma
cientfico desde su origen y la acompaa en sus desarrollos y aplica-
ciones hasta nuestros das:
Pues el pecado est all, aun si vemos al proceso econmico exclusivamente
desde el punto de vista fsico [...] La economa, en la forma en la que esta
disciplina se profesa generalmente hasta ahora, es mecnica en el mismo
sentido fuerte en el que generalmente pensamos que lo es la mecnica cl-
sica [...] La misma falla fue incorporada a la economa por sus fundadores,
quienes, en testimonio de Jevons y Walras, no tenan una aspiracin mayor
que la de crear una ciencia econmica siguiendo el patrn exacto de la me-
cnica [...] la concepcin del proceso econmico como una analoga mec-
nica ha dominado desde entonces por completo el pensamiento econmi-
co. En esta representacin, el proceso econmico ni induce cambio cualita-
tivo alguno, ni se ve afectado por el cambio cualitativo del ambiente en el
que se encuentra anclado. Es un proceso aislado, autocontenido y ahistri-
co un flujo entre produccin y consumo sin salidas ni entradas, como lo
pintan los libros de texto elementales [...] en ninguno de los numerosos mo-
delos econmicos existe una variable que d cuenta de la contribucin pe-
renne de la naturaleza (Georgescu-Roegen, 1971: 1,2).
2
Antes de Georgescu-Roegen, Frederick Soddy (1877-1956) haba sealado la im-
posibilidad de mantener un crecimiento exponencial de la economa, debido justa-
mente a la existencia de la ley de la entropa (cf. Martnez-Alier y Schlpmann, 1991,
cap. VIII, pp. 157-181).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 137
Para Georgescu-Roegen este mecanicismo est en la base del des-
conocimiento de la contribucin de la naturaleza al proceso econ-
mico, tanto en el estudio de la renta en Ricardo, donde la tierra es
un factor inmune a cualquier cambio cualitativo, como en la teora
de la produccin y la reproduccin econmica de Marx, para quien
la naturaleza que se ofrece al proceso econmico en forma gratuita
no contribuye a la formacin de valor, quedando desvinculada de las
condiciones de la produccin. La paradoja de la historia de la eco-
noma y de su obsesin mecanicista es que en el tiempo en que
Jevons y Walras colocaban las piedras angulares de la economa
moderna, las revoluciones tericas en el campo de la fsica de la ter-
modinmica estadstica, la teora de la relatividad y la mecnica
cuntica estaban derrumbando el dogma mecanicista, tanto en las
ciencias naturales como en la filosofa. Pero ms paradjico an es
el hecho de que la termodinmica haba surgido como una fsica del
valor econmico.
3
El descubrimiento de la ley de la entropa, formu-
lada por Sadi Carnot en 1824 y ms tarde por Claussius en 1856, fue
impulsado por la necesidad de incrementar la eficiencia de la tecno-
loga. El problema al que se abocaron fue el de determinar las con-
diciones bajo las cuales se poda obtener la mayor eficiencia del tra-
bajo mecnico producido por una unidad de calor libre.
La ley de la entropa es hija de la racionalidad econmica y tecno-
lgica, del imperativo de maximizar la productividad y minimizar la
prdida de energa. Esa racionalidad, en su bsqueda de orden, con-
trol y eficiencia, desencaden las sinergias negativas que habran de
conducir hacia la degradacin de la naturaleza. En este sentido, la
escasez como principio que funda a la ciencia econmica cambia de
signo y adquiere un nuevo significado. El problema de los lmites del
crecimiento no surge por el agotamiento de los recursos naturales
(renovables y no renovables), ni por los lmites de la tecnologa pa-
ra extraerlos y transformarlos; ni siquiera por los costos crecientes de
generacin de recursos energticos. Los lmites del crecimiento eco-
nmico los establece la ley lmite de la entropa, que gobierna los fen-
menos de la naturaleza y que conduce el proceso irreversible e ine-
luctable de degradacin de la materia y la energa en el universo. La
3
La nueva ciencia de la termodinmica comenz como una fsica del valor econ-
mico y, bsicamente, an puede considerrsela as. La propia ley de la entropa emer-
ge como la ms econmica en naturaleza de todas las leyes naturales [puesto que] la
ley de la entropa es tan slo un aspecto de un hecho ms general, que esta ley es la ba-
se de la economa de la vida en todos los niveles (Georgescu-Roegen, 1971: 3).
ENRIQUE LEFF 138
Tierra no escapa a esa ley universal; pero en este minsculo punto
de nuestra galaxia este proceso es acelerado por la imposicin de
una racionalidad econmica que incrementa y magnifica la transfor-
macin de la materia y la energa de baja entropa hacia estados de
alta entropa, cuya manifestacin ms clara en la actualidad es el ca-
lentamiento global del planeta.
La acumulacin de capital, las tasas de explotacin de los recursos
y los patrones dominantes de consumo han llegado a sobrepasar la ca-
pacidad de carga y de dilucin de los ecosistemas, llevando a formas
y ritmos sin precedentes de degradacin ecolgica, de extincin bio-
lgica, de erosin de suelos y destruccin de biodiversidad. Esta crisis
ambiental no solamente ha llevado a cuestionar la racionalidad eco-
nmica prevaleciente y a revisar el papel de la naturaleza en la econo-
ma, planteando el imperativo de internalizar las condiciones ecolgi-
cas y culturales para un desarrollo sustentable, equitativo y diverso. La
racionalidad econmica ha trastocado los mecanismos de autoorgani-
zacin de los sistemas biolgicos que sostienen el equilibrio ecolgi-
co global del planeta y de los que dependen tanto la productividad
primaria de los ecosistemas como los procesos de regeneracin de la
naturaleza, destruyendo las condiciones de sustentabilidad de la eco-
noma. El mercado es incapaz de asignar valores econmicos a la pro-
ductividad de la naturaleza y de los servicios ambientales que corres-
pondan con las condiciones ecolgicas para un desarrollo sustenta-
ble. Ms an, stos resultan inconmensurables con los valores de la
equidad social y la diversidad cultural. La racionalidad econmica no
puede subsumirse dentro de las leyes biolgicas, pero tampoco le es
posible incorporar los derechos colectivos, los intereses sociales y las
normas institucionales para el manejo participativo democrtico de
los recursos naturales.
Hoy en da el problema del agotamiento de los recursos naturales
no slo se plantea en trminos de las reservas probadas de hidrocar-
buros y minerales en el planeta. La despetrolizacin de la economa
es un imperativo que no se impone desde las condiciones tcnicas,
econmicas, e incluso polticas de acceso, apropiacin y transforma-
cin de los hidrocarburos, sino de la creciente produccin de entro-
pa (de gases de efecto invernadero, de calor) asociada con la extrac-
cin, transformacin y consumo de energa fsil, incluso de la pro-
duccin de hidrocarburos sintticos por la licuefaccin del carbn o
el uso directo de este elemento, as como de otras fuentes tradiciona-
les de energa (termoelctricas a partir de la fisin y fusin atmica,
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 139
obtencin de metales no ferrosos de los fondos ocenicos y energa
hidroelctrica) (Dragan y Demetrescu, 1986: 138-140).
La ley de la entropa como condicin y lmite del proceso econ-
mico se convierte as en un argumento adicional que cuestiona la va-
lidez de la teora del valor fundada en el trabajo y el cambio tecno-
lgico.
4
Ms an, la entropa como condicin de sustentabilidad del
proceso econmico cambia el sentido de la relacin del valor econ-
mico con la naturaleza. Pues en la ley clsica del valor, y en toda la
economa anterior a Georgescu-Roegen, la actividad econmica con-
verta a la naturaleza en un capital econmico a travs del trabajo, en
un proceso en el que la naturaleza era abundante, renovable y gra-
tuita, y por lo tanto inocua en trminos de su contribucin, tanto a
la formacin del valor econmico como a la degradacin entrpica.
Por el contrario, al asociar la ley de la entropa con el proceso pro-
ductivo, la contribucin de la naturaleza a la produccin de riqueza
material adquiere un valor inverso, en el sentido de que en el proce-
so econmico la materia y la energa pasan de la abundancia a la es-
casez, de la utilidad a la desutilidad, y del aprovechamiento al dese-
cho, en un proceso ineluctable de degradacin de entropa. El pro-
ceso econmico podra definirse entonces como la transformacin
de la energa existente de formas utilizables, hacia estados de ener-
ga inutilizable, ofreciendo en el camino tan slo utilidades tempo-
rales (Dragan y Demetrescu, 1986: 147).
El vnculo del proceso econmico con la ley de la entropa, la de-
pendencia de la economa con la naturaleza, viene a cuestionar la
idea de una economa emancipada de la necesidad, el imaginario de
un crecimiento econmico sin lmites y la ilusin de haber entrado
en una era de postescasez, ms all de la produccin. Al mismo
tiempo reconoce la escasez material producida por el crecimiento
econmico el agotamiento de bienes naturales, la contaminacin
de los servicios ambientales, la desestructuracin de los ecosistemas
y la degradacin de la energa, como un efecto de la ley ineluctable
de la entropa magnificada por el proceso econmico. La segunda
ley de la termodinmica, como ley lmite de la naturaleza, restablece
las relaciones entre lo real del orden natural y el orden simblico de
los signos del mercado.
Esta constatacin ha abierto una reflexin para refundar el proce-
so econmico a partir de los principios de la termodinmica desde
4
Ver cap.1, supra
ENRIQUE LEFF 140
sus bases energticas y sus condiciones ecolgicas de sustentabili-
dad, y para reconsiderar la teora del valor econmico con base en
las leyes de la naturaleza. En este sentido Georgescu-Roegen apunta-
ba que:
Puesto que el proceso econmico materialmente consiste en una transforma-
cin de baja entropa en alta entropa, es decir, en desechos [calor], y puesto
que esta transformacin es irrevocable, los recursos naturales deberan repre-
sentar necesariamente una parte de la nocin de valor econmico. Y porque
el proceso econmico no es automtico, sino volitivo, los servicios de todos los
agentes, humanos y materiales, tambin pertenecen a la misma faceta de esa
nocin. En cuanto a la otra faceta, deberamos notar que sera totalmente ab-
surdo pensar que el proceso econmico existe slo para producir desechos.
La conclusin irrefutable es que el producto verdadero de ese proceso es un
flujo inmaterial, el disfrute de la vida. Este flujo constituye la segunda faceta
del valor econmico (Georgescu-Roegen, 1971:18).
Georgescu-Roegen busca fundar una nueva teora econmica en
un principio material (la ley de la entropa) y en un principio tico,
cultural y subjetivo (el disfrute de la vida). No se plantea pues una
teora cuantitativa del valor una fsica de la economa, y se aparta
conscientemente de todo intento de recuperar una teora del valor-
energa preconizada por Engels en su Dialctica de la naturaleza. Geor-
gescu-Roegen rompe con los cnones de la ciencia objetiva y abre un
campo heurstico ms comprehensivo e integrado del proceso eco-
nmico, reconociendo el papel de la cultura en las formas de pro-
duccin y en la evolucin del consumo exosomtico de energa, que
generan la degradacin entrpica de la materia. En este sentido afir-
m que:
Aunque parezca paradjico, la ley de la entropa es una ley de la materia ele-
mental que no nos deja otra alternativa que reconocer el papel de la tradi-
cin cultural en el proceso econmico. La disipacin de la energa, como la
proclama esa ley, se produce automticamente en todas partes. Esto es as
porque la reversin de la entropa, como se ve en cada lnea de produccin,
lleva la marca indeleble de la actividad propositiva. Y la manera como esta
actividad es planeada y llevada a cabo ciertamente depende de la matriz cul-
tural de la sociedad en cuestin [...] La evolucin exosomtica se abre cami-
no a travs de la tradicin cultural, y no slo a travs del conocimiento tec-
nolgico (1971: 18-19).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 141
Para Georgescu-Roegen siguiendo a Schrdinger (1944), lo
que permite a las estructuras de soporte de la vida (life bearing struc-
tures) mantener su organizacin es su capacidad para succionar ener-
ga de baja entropa de su ambiente; pero hace depender esa fun-
cin, ms que de una ley fsica, de una cualidad del orden vital que
denomina propsito (purpose):
Independientemente de sus inclinaciones filosficas, todos reconocen que
los procesos ordenadores, que son mucho ms complejos y mucho ms per-
fectos que los de cualquier dispositivo automtico conocido por la tecnolo-
ga hasta ahora, ocurren slo en las estructuras de soporte de la vida. Esta
actividad peculiar de los organismos vivos es tipificada de la manera ms
transparente por el demonio de Maxwell, el cual selecciona de su ambiente
altamente catico y dirige las partculas de gas para algn propsito definido
[...] Los fsicos, en oposicin a los socilogos positivistas, han admitido, uno
tras otro, que el propsito es un elemento legtimo de las actividades de la
vida, donde la causa final est en su propio derecho, pero que no lleva a nin-
guna contradiccin si uno acepta la complementariedad en lugar del monis-
mo [...] El dominio de los fenmenos de la vida representa un caso muy es-
pecial [...] puesto que la vida se manifiesta por un proceso entrpico que,
sin violar ninguna ley natural, no puede derivarse completamente de estas
leyes... incluyendo las leyes de la termodinmica! Entre el orden fsico-qu-
mico y el de la vida hay una ruptura ms profunda que entre la mecnica y
la termodinmica. Ninguna forma de causalidad que pudiera ajustarse a
otros fenmenos podra hacerlo para las ciencias de la vida (1971: 190-194).
Esa caracterstica particular del mundo orgnico es lo que hace
que la vida pertenezca a un orden ontolgico diferente al del resto de
la naturaleza y permite a la bioeconoma escapar de la epistemologa
mecanicista.
5
Sin embargo, el establishment econmico se ha mostrado
5
Georgescu-Roegen afirma su posicin dualista frente al monismo mecanicista, y no
confunde la causa final la teleonoma y el azar que caracterizan a la vida (Monod)
con el propsito de la vida humana. Georgescu-Roegen mantiene la diferencia entre
naturaleza inerte, la naturaleza viva y la naturaleza humana. Sin embargo, no indaga en
el dominio ms radical y fundamental de la diferencia entre naturaleza y cultura, entre
lo real y lo simblico, en el sentido del propsito como significacin, deseo y voluntad
humana, que est en la base ms profunda del dualismo ontolgico y epistemolgico
de las relaciones entre naturaleza y sociedad. Pues no habr que confundir el azar y la
teleonoma que guan a los procesos biolgicos (Monod), o las fluctuaciones, desequi-
librios e irreversibilidad de las estructuras disipativas (Prigogine), con el propsito
orientado y extraviado por el orden simblico, por el lenguaje, el deseo y el poder.
ENRIQUE LEFF 142
inconmovible ante la emergencia de la ley de la entropa en el esce-
nario de la ciencia. Resulta sintomtico que la ciencia emergente de
la complejidad, que cuestiona radicalmente las creencias y certezas
que han guiado la percepcin del devenir y el sentido civilizatorio de
la humanidad (la idea de progreso, la reversibilidad de los procesos,
el crecimiento sin lmites) haya tenido tan poca repercusin en el
pensamiento terico y en la conciencia cotidiana sobre el mundo.
6
Ese enigma nos lleva a indagar las implicaciones de la ley de la entro-
pa para la construccin de una racionalidad ambiental y la transicin
hacia un futuro sustentable.
La ley de la entropa vincula el proceso econmico con las leyes
de la naturaleza dentro de nuestro planeta vivo. Sin embargo, la
bioeconoma no ha logrado una definicin consistente del concep-
to de entropa dentro de la pluralidad terica y dispersin discursiva
de los diversos campos donde ha sido formulada, ni de su transferen-
cia y traduccin con el debido rigor terico y epistemolgico para
fundar un concepto econmico de entropa. Esta exigencia terica no im-
plica el forzamiento de una unificacin terminolgica o de un prin-
cipio cientfico, abandonado a lo largo de la historia del concepto de
entropa dentro de sus diferentes paradigmas tericos. De lo que se
trata es de dar coherencia al concepto en la economa de los diferen-
tes discursos tericos, a los usos cientficos y metafricos que se han
producido, desde la teora clsica de Carnot-Claussius sobre sistemas
cercanos al equilibrio, la termodinmica estadstica de Boltzmann, y
la termodinmica de las estructuras disipativas de Prigogine, hasta
sus aplicaciones a los procesos ecolgicos, econmicos, culturales y
sociales. Ello implica a su vez la necesidad de acotar tanto temporal
como espacialmente el concepto de entropa como potencial y como
lmite del proceso econmico en este planeta y en la perspectiva de
6
George Steiner advierte que no existe una historia adecuada de las implicaciones
filosficas y psicolgicas de la ley de la entropa; y se pregunta sobre la influencia de
la segunda ley de la termodinmica en la sensibilidad y el lenguaje, sobre todo en
cuanto a las ideas y a las formulaciones lingsticas sobre los tiempos futuros. La pre-
gunta no es ociosa, pues como advierte Steiner, el buen sentido slo es convincente
a medias cuando replica que las remotas inmensidades del tiempo consideradas en las
especulaciones tericas sobre la entropa no pueden conmover a una imaginacin sa-
na, que las magnitudes y las generalidades estadsticas de este orden no son vividas de
un modo concreto [...] Pero cualquiera que sea el grado de diversidad individual y
cultural, existe un punto en el tiempo, existen coordenadas de la muerte trmica,
donde la amenaza de la entropa mxima podra cargarse de realidad para la concien-
cia colectiva (Steiner, 1992/2001:168).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 143
la transicin hacia un estado de sustentabilidad ecolgica y termodi-
nmica.
ENTROPA, BIOECONOMA Y ECONOMA ECOLGICA
Georgescu-Roegen introdujo la ley de la entropa a la crtica de la
economa estndar, readaptando el concepto tal como fuera formu-
lado en la teora clsica de la termodinmica de los procesos cerca-
nos al equilibrio (ms que de la termodinmica estadstica o de las
estructuras disipativas) para aplicarla al proceso econmico, donde
ver su manifestacin emprica en la prdida irrecuperable de mate-
ria y energa til (reciclable), tanto en el sistema ecolgico como
dentro del proceso econmico.
7
En este sentido afirma que:
Separar y clasificar (sorting), sin embargo, no es un proceso natural [] de-
sordenar (shuffling) es la ley universal de la materia elemental. Por ello sur-
ge la aparente contradiccin entre las leyes fsicas y la facultad distintiva de
las estructuras de soporte de vida (life-bearing structures) [] Es por esta acti-
vidad peculiar que la materia viva mantiene su propio nivel de entropa, aun-
que el organismo individual finalmente sucumba a la ley de la entropa. No
hay nada errneo al decir que la vida se caracteriza por la lucha contra la de-
gradacin entrpica de la mera materia. Pero sera un error craso interpre-
tar esta aseveracin en el sentido de que la vida puede prevenir la degrada-
cin del sistema en su totalidad, incluyendo el ambiente. La entropa del sis-
tema total deber incrementarse, con vida o sin ella (Georgescu-Roegen,
1971: 192).
La nocin de entropa como ley lmite de la naturaleza permite
enfrentar la resistencia a reconocer nuestras limitaciones en rela-
cin con el espacio, el tiempo, la materia y la energa (1971: 6) y el
7
La entropa como ley lmite de la naturaleza, que comprende en su forma ms
general, y al mismo tiempo concreta, la diversidad de procesos de degradacin am-
biental, presenta la paradoja de que el concepto mismo de entropa se aleja de las
condiciones de equilibrio termodinmico (Claussius), de probabilidad estadstica
(Boltzmann) y de las estructuras disipativas (Prigogine), donde adquiere su valor
cientfico, para volcarse al campo de la economa como un concepto heurstico, pero
que al mismo tiempo es el significante ms elocuente del olvido de la naturaleza por
parte de la economa.
ENRIQUE LEFF 144
deseo de encontrar una fuente inagotable de energa: el movimien-
to perpetuo, el crecimiento sin lmites. La bioeconoma propuesta por
Georgescu-Roegen sienta as las bases para comprender la insusten-
tabilidad de la economa a partir del incremento inexorable de en-
tropa en los procesos de produccin y consumo inducidos por la ra-
cionalidad econmica. La bioeconoma emerge como una teora
heurstica que vincula a la economa con las leyes de la termodin-
mica. Su mayor reto es el de integrar el funcionamiento de la entro-
pa como ley lmite, con los procesos neguentrpicos generadores
de orden, vida, creatividad y productividad de la naturaleza. Las im-
precisiones que de all surgen remiten al problema de definir y con-
cretar las leyes de la entropa en el campo de la economa, estable-
ciendo la relacin entrpica-neguentrpica entre la organizacin
ecosistmica del planeta Tierra, el proceso econmico y el universo
que las contiene. Ello implica revisar el sentido terico y prctico de
las leyes de la entropa, provenientes de la termodinmica clsica
(Carnot, Claussius), la termodinmica estadstica (Boltzmann) y la
termodinmica de las estructuras disipativas (Prigogine), as como
del sentido de sus aplicaciones en el campo de la ecologa, la tecno-
loga y la economa, para dar consistencia a un concepto de entropa
que d cuenta de la integracin de estos procesos que confluyen y
configuran un paradigma bioeconmico, es decir, de una economa
fundada en las leyes de la naturaleza y los sentidos de la cultura, que
abra las vas de la sustentabilidad en el contexto de la globalizacin
econmico-ecolgica.
El concepto econmico de entropa requiere as ser especificado
en su escala planetaria y en los niveles locales donde opera. Ello im-
plica romper el imaginario de una ley general de la entropa en el
sentido de una degradacin ineluctable e irreversible que operara de
la misma manera a escala csmica y planetaria, en los procesos cerca-
nos al equilibrio (procesos tecnolgicos) y los procesos alejados del
equilibrio (procesos biolgicos, ecolgicos, econmicos). Ciertamen-
te la vida en el planeta Tierra no habr de cambiar el curso de la ley
universal de la entropa a escala csmica ni la flecha del tiempo en la
vida terrenal. Pero se no es el problema terico y prctico de la eco-
noma frente a la naturaleza en trminos de la conservacin de la vi-
da en el planeta y de la sustentabilidad econmica y social. El reto que
se plantea es el de saber si la productividad de la vida puede equili-
brar la degradacin entrpica que genera la racionalidad econmica,
la cual, en vez de crear orden del caos (Prigogine), genera entropa
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 145
a partir del orden de la naturaleza, revirtiendo el principio del con-
sumo productivo de la naturaleza (Marx) en un consumo improduc-
tivo, entrpico e insustentable.
Georgescu-Roegen atrae el concepto de entropa a un nuevo terre-
no terico, aplicando el principio de la segunda ley de la termodin-
mica al proceso macro-econmico y amplindolo con su cuarta ley
de la entropa para incluir, junto con la degradacin de la energa
til, la prdida irrecuperable de materia en el proceso econmico.
Sin embargo, Georgescu-Roegen no elabora una nueva economa so-
bre los principios de la vida y los potenciales de la organizacin eco-
lgica del planeta; no incorpora un concepto de neguentropa (a par-
tir de Schrdinger) que, ms all de la crtica al proceso econmico
desde la entropa como ley lmite de la naturaleza, d fundamento a
una bioeconoma propiamente dicha, fundada en la productividad
de la vida. Cierto es que aun dentro de un sistema abierto y alejado
del equilibrio la economa no escapa a la degradacin entrpica, pro-
veniente tanto del desgaste y los lmites del reciclaje de materiales (la
cuarta ley), como de la degradacin de la energa utilizada (segunda
ley), al pasar de energa de baja a energa de alta entropa, y por su
transformacin en calor. Pero ello no implica desconocer los proce-
sos neguentrpicos que emergen de la organizacin de los sistemas
ecolgicos en la biosfera como fuente de una productividad sustenta-
ble y sostenida y como nico proceso capaz de equilibrar los procesos
econmicos responsables de la degradacin entrpica de la Tierra.
El incremento de la entropa en la economa y en la biosfera de-
be plantearse en relacin con la productividad neguentrpica prove-
niente de la funcin fotosinttica de la naturaleza y de la produccin
subsecuente de entropa generada por los procesos metablicos de
la materia viva y su transformacin tecnolgica en el proceso econ-
mico. Sabemos que todo organismo vivo se mantiene vivo succionan-
do neguentropa de su ambiente, y que la fotosntesis genera mate-
ria viva (biomasa) captando y transformando la energa radiante del
sol en bioenerga, a travs de complejos procesos biolgicos y ecol-
gicos. Ciertamente la entropa generada por los sistemas vivos es ex-
ternalizada hacia su ambiente. Sin embargo, subsiste una ambige-
dad en la definicin de las fronteras entre el sistema vivo y su entor-
no, el cual debe establecerse no tanto para cada ser vivo individual
cuanto en escalas de ecosistemas acotados y de sus relaciones con sus
procesos internos de circulacin de nutrientes, materia y energa,
as como sus relaciones con su entorno prximo en diferentes nive-
ENRIQUE LEFF 146
les espaciales, hasta el funcionamiento global de la biosfera y su re-
lacin con el espacio csmico.
Tomemos el caso de un ecosistema biodiverso (un bosque tropi-
cal no intervenido, una reserva natural), que acta como un verda-
dero colector de energa radiante. Este sistema succiona energa so-
lar y la procesa para convertirla en biomasa a partir de la fotosntesis
y gracias a su compleja organizacin ecosistmica. Este ecosistema,
natural o bajo manejo, genera entropa como resultado de los pro-
cesos metablicos a todo lo largo las cadenas trficas y de los flujos
de materia y energa en el ecosistema. Pero, cmo determinar la en-
tropa que all se produce y cmo definir y delimitar el sistema al que
descarga la entropa que produce y disipa a ecosistemas contiguos,
a la biosfera, a la atmsfera desde la absorcin y biosntesis de la
energa solar, hasta las transformaciones de materia y energa que se
operan en el ecosistema para mantenerse en equilibrio dinmico a
travs de sus procesos de evolucin hacia un estado clmax o de su-
cesin ecolgica? Cmo determinar que un ecosistema biodiverso
genera ms entropa que la neguentropa que produce, de manera
que tome sentido la afirmacin de que el sistema total produce en-
tropa con o sin vida? En qu sentido y magnitud se incrementa la
entropa del sistema Tierra al aumentar los bosques, la biodiversidad
y la biomasa en la biosfera?
Georgescu-Roegen no adopta un acercamiento ecosistmico al pro-
blema de la degradacin entrpica, sino que sigue el principio termo-
dinmico de la fsica, adaptndolo para entender el desgaste de mate-
ria y energa en los procesos econmicos. La extensin de las leyes de
la entropa al campo de la bioeconoma ha llevado a concebir los pro-
cesos de degradacin ecolgica insertos en un proceso ms general,
que caracteriza a la muerte entrpica guiada por la flecha del tiempo,
como resultado tanto de una ley cosmolgica ineluctable del universo
como de la degradacin entrpica que genera el proceso econmico
guiado por el signo unitario del mercado, y cuya manifestacin emp-
rica ms clara hoy en da es el calentamiento global de la Tierra.
La economa ecolgica ha propuesto integrar a la economa co-
mo un subsistema que opera dentro de un proceso ms amplio, que
incluye a las condiciones biogeoqumicas y ecolgicas de la produc-
cin. En este sentido, el comportamiento econmico debera de-
sarrollarse como una extensin de los sistemas vivos, subsumiendo a
la economa dentro del sistema ms amplio de la ecologa humana,
y reconstruyendo la racionalidad econmica a partir de los princi-
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 147
pios de la ecologa y la termodinmica (Georgescu-Roegen, 1971;
Passet, 1979; Grinevald, 1993). Desde las perspectivas de la econo-
ma ecolgica se ha intentado articular al proceso econmico con las
fuentes de la vida, y sujetar a la economa a las condiciones ecolgi-
cas del sistema ambiental, para asegurar un proceso productivo sus-
tentable. El proceso econmico aparece as integrado a los procesos
termodinmicos que rigen la transformacin de la materia y la ener-
ga en los diferentes momentos de produccin, distribucin y consu-
mo. Sin embargo, la reconversin ecolgica de la economa no se lo-
gra simplemente aadiendo a los clculos econmicos estndar una
evaluacin ecolgica y una medida energtica de la ineficiencia de
las externalidades del proceso econmico: la disminucin de rendi-
mientos energticos, la desforestacin y la prdida de la fertilidad de
la tierra, las deseconomas del crecimiento y la degradacin ambien-
tal, la disipacin creciente de masa y energa. Estos procesos son in-
conmensurables con los precios de mercado y no pueden evaluarse
en trminos estrictamente econmicos (Martnez-Alier, 1995).
8
El paradigma emergente de bioeconoma se basa pues en un con-
cepto fsico-econmico de entropa y en una visin sistmica de las in-
terrelaciones de los procesos econmicos con el ambiente biogeoqu-
mico. Esta nueva mirada sobre la produccin, a partir de las leyes de
la termodinmica, ha ayudado a entender el creciente flujo de ener-
ga degradada que conduce a la insustentabilidad ecolgica del pro-
ceso econmico, as como a la erosin de la biodiversidad y a la exa-
cerbacin del conflicto que surge de las luchas sociales por la super-
vivencia y por el acceso a los recursos naturales ante la creciente es-
casez ecolgica que genera la racionalidad econmico-tecnolgica
dominante. Sin embargo, esta visin del ambiente como restriccin,
como costo y como lmite impuesto por las leyes de la ecologa y de
la termodinmica, es insuficiente para revertir las actuales tendencias
de la racionalidad econmica hacia la degradacin entrpica. Para al-
8
Passet (1985) ha enfatizado la necesidad de concebir la interdependencia de la
esfera productiva y el ambiente, sin reducir los procesos ecolgicos a una lgica de
mercado ni el proceso econmico a las leyes de la ecologa y la termodinmica. De es-
ta manera ha propuesto que los mecanismos reguladores con los cuales el ambiente
natural y las sociedades aseguran su reproduccin, deberan aplicarse como un con-
junto de normas capaces de constreir el proceso econmico (gestin normative sous
contrainte). En forma similar, Daly (1991) ha propuesto un concepto fuerte de susten-
tabilidad a partir del cual el crecimiento econmico debera controlarse para no so-
brepasar el lmite que permita la renovacin del stock de recursos naturales.
ENRIQUE LEFF 148
canzar un desarrollo sustentable es necesario internalizar la contribu-
cin de la productividad ecolgica al proceso econmico y concebir
el ambiente como un potencial para la construccin de una raciona-
lidad productiva alternativa.
Los procesos biolgicos que contribuyen al stock de materias pri-
mas haban sido considerados hasta antes de la crisis ambiental como
una oferta gratuita de recursos naturales. Ahora son evaluados por la
economa ambiental como un costo del crecimiento econmico. Sin
embargo, para fundar un nuevo paradigma productivo de una econo-
ma sustentable, los bienes y servicios ambientales deben compren-
derse como un potencial productivo que depende tanto de los lmites f-
sicos y de la escasez de recursos, como de estrategias sociales para ad-
ministrar los potenciales ecolgicos de la naturaleza. Los sistemas vi-
vos no solamente establecen un conjunto de condiciones que debe
respetar la economa y que funcionan como umbrales de capacidad
de carga de los ecosistemas. La naturaleza, como un conjunto de sis-
temas de soporte de la vida, potenciales ecolgicos y servicios ambien-
tales, es condicin fundamental de una economa sustentable.
Las condiciones ecolgicas de la produccin aparecen as como un
potencial para un proceso alternativo de produccin. Esta posibilidad
ha sido negada por las corrientes dominantes de la economa y ha si-
do insuficientemente explorada por la economa ecolgica y la bioe-
conoma. Estas escuelas reconocen que la energa solar acta como la
fuente primaria de la vida y que los organismos vivos funcionan como
sistemas complejos emergentes, que gracias a sus procesos de autoor-
ganizacin retardan la degradacin entrpica. Estos paradigmas emer-
gentes cuestionan el modelo mecanicista de la economa desde la
perspectiva de su ineficiencia energtica y de la entropa creciente ge-
nerada en el trasflujo (throughput) de energa en los procesos produc-
tivos que destruyen las bases biolgicas y ecolgicas de la produccin.
Por su parte, los sistemas termodinmicos abiertos y las estructuras
disipativas ofrecen una base cientfica para desmitificar los falsos fun-
damentos de la ideologa del progreso y del crecimiento econmico
sin lmites. Sin embargo, el proceso de produccin de biomasa a par-
tir de la fotosntesis y su contribucin a la produccin econmica, ha
sido subestimado por la bioeconoma. Por lo tanto, se han subvalo-
rado paradigmas alternativos de desarrollo sustentable, basados en la
productividad de la naturaleza de una economa alimentada por la
energa solar y sintetizada por las plantas verdes (Georgescu-Roegen,
1993a) como estrategias viables para una economa ecolgica fun-
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 149
dada en el principio de productividad ecotecnolgica. La entropa de-
be pasar de un concepto crtico a un concepto positivo. Ello implica pasar
de las leyes de la entropa como lmite de la economa, al de los pro-
cesos disipativos como un potencial para un paradigma de produc-
cin sustentable, es decir, una bioeconoma fundada en la producti-
vidad neguentrpica proveniente del proceso fotosinttico y de la or-
ganizacin ecolgica de la biosfera, de la organizacin simblica y la
significacin cultural de la naturaleza.
Edwin Schrdinger (1944) concibi la vida en la tierra como un
proceso termodinmico que se nutre de la extraccin de entropa ne-
gativa del universo. Esta fuente de vida se traduce en un proceso de
produccin de biomasa y recursos vegetales a travs de la captura y
transformacin de la energa radiante del sol a travs de la fotosnte-
sis. De esta manera, los procesos neguentrpicos se convierten en un
potencial productivo, en un recurso de la naturaleza para el proceso
econmico. Georgescu-Roegen lleg a afirmar, siguiendo la idea de
Schrdinger, que toda estructura generadora de vida se mantiene
en un estado de casi equilibrio succionando baja entropa del am-
biente y transformndola en entropa ms alta (Georgescu-Roegen,
1971: 10). Sin embargo no lleg a extraer las consecuencias tericas
y prcticas de este principio, pues para l, como para muchos de sus
seguidores, este proceso neguentrpico slo se manifestaba en la vi-
da pasajera de los seres vivos pero, siguiendo el principio de mxima
potencia de Lotka (1922), terminaba incrementando los niveles de
entropa del sistema, ya que: Un ser vivo puede evadir tan slo la de-
gradacin entrpica de su propia estructura. No puede evitar el in-
cremento de la entropa en el sistema total, que consiste en su estruc-
tura y su ambiente [y] la presencia de la vida causa que la entropa
del sistema se incremente ms rpido de lo que sucedera de otra
manera (Georgescu-Roegen, 1971: 11).
El esquema de Georgescu-Roegen comprende la vida, la actividad
econmica y el consumo como procesos que se alimentan de baja en-
tropa, entendida esta como la condicin necesaria para que una co-
sa sea til. De all que la utilidad de la tierra y su contribucin al
valor econmico se traduzcan en soporte de una productividad ne-
guentrpica, ya que la tierra es la nica red con la que podemos atra-
par la forma ms vital de baja entropa para nosotros. (1971: 278).
9
9
La nocin de tierra se acerca a la concepcin del ecosistema como ecosistema
recurso, como organizacin vital que funciona como colector y transformador de ra-
ENRIQUE LEFF 150
Sin embargo Georgescu-Roegen no da ese paso, el cual requiere la
construccin de un concepto econmico de entropa que incluya los
procesos neguentrpicos para darle la consistencia terica necesaria
que permita orientar sus aplicaciones prcticas al campo de la bioe-
conoma en el terreno estratgico de la sustentabilidad.
En el esfuerzo por construir un nuevo paradigma de bioeconoma
derivado de las leyes de la termodinmica, stas se han extendido y
transferido a diferentes campos tericos, discursivos y prcticos, crean-
do muchas confusiones conceptuales y terminolgicas [] sobre la
entropa, la vida y la actividad econmica (Grinevald, 1993: 251). En
este sentido, han surgido muy diversas controversias sobre el uso y el
significado de la entropa, desde la formulacin cientfica de la segun-
da ley de la termodinmica por Carnot-Claussius y Boltzmann hasta
Prigogine, incluyendo los usos heursticos en el campo de la economa
y la sociedad.
Con la cuarta ley de la entropa Georgescu-Roegen extiende el
segundo principio de la termodinmica para comprender la degra-
dacin de materia y energa en el proceso econmico, es decir, la
prdida irrecuperable de desechos y residuos a travs del sistema
econmico y de las tecnologas de reciclaje que se acumulan en la
biosfera, la atmsfera y la estratsfera como partculas contaminan-
tes y como energa degradada en forma de calor. Estos procesos no
son reductibles a una ley unitaria y cuantitativa, ni se desprenden di-
rectamente de las leyes de la entropa en su acepcin clsica.
10
Sin
embargo, ello no invalida su manifestacin como una ley lmite del
proceso econmico-tecnolgico, pues se mantiene como verdadero
el hecho de la prdida ineluctable de materia y de energa til en
cualquier transformacin de la naturaleza y en particular en su con-
sumo productivo en el proceso econmico. El concepto heurstico
diacin solar en biomasa, como principio de productividad neguentrpica. Pues la
tierra no slo es una fuente de baja entropa, sino que es al mismo tiempo el soporte
ecosistmico de la bioproductividad econmica.
10
Mayumi ha dado buenas razones de por qu la cuarta ley no puede conside-
rarse como una ley cientfica, como las leyes de la entropa de Claussius o Boltzmann.
En este sentido argumenta que el concepto de entropa es, en esencia, entropa de
la difusin de la energa. En consecuencia, la degradacin de la materia en bloque al
nivel de nuestros sentidos, no se puede tratar en los trminos de la entropa en ter-
modinmica (Mayumi, 1993: 403). Lozada va ms all en su crtica a las aplicaciones
del concepto de entropa, afirmando con Prigogine la imposibilidad de unificar los
campos de la entropa en los niveles micro y macro, desde las mquinas trmicas has-
ta los procesos econmicos y la escala csmica del universo (Lozada, 1993: 396).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 151
de entropa conlleva un significado prctico que permite conectar la
prdida de materia en los procesos de produccin y consumo, as co-
mo la degradacin de energa disponible como efecto del proceso
econmico, es decir, como producto de la obsolescencia planificada
y la lgica del crecimiento econmico, y no slo por el desgaste nor-
mal de los valores de uso.
La limitacin de la bioeconoma de Georgescu-Roegen surge de
su concepcin de la relacin entre economa y entropa dentro de
un sistema cerrado, sin haber considerado suficientemente el hecho
de que la biosfera es un sistema abierto que recibe energa radiante
del sol, que es transformada en biomasa a travs de la fotosntesis. La
bioeconoma no debe restringirse a incorporar las limitaciones que
establecen las condiciones ecosistmicas de la tierra y termodinmi-
cas del universo al crecimiento econmico: la capacidad de carga pa-
ra ciertos procesos de produccin, el equilibrio ecolgico para la
produccin de gases de efecto invernadero, la escasez y las condicio-
nes de renovabilidad de los recursos naturales. La bioeconoma co-
mo lo expresa la sntesis de sus significantes debera pasar, de su
concepto crtico, a fundar un nuevo paradigma econmico, concebi-
do a partir del proceso neguentrpico productor de biomasa a tra-
vs de la fotosntesis, sustentado por ecosistemas autoorganizados.
En este sentido, las perspectivas del desarrollo sustentable no deben
limitarse a establecer un cuerpo de normas para controlar las ten-
dencias de los patrones de produccin y consumo hacia la degrada-
cin entrpica, sino orientar la construccin de un paradigma de de-
sarrollo sustentable a partir de procesos ecotecnolgicos basados en
el potencial productivo de los sistemas vivos y de la organizacin cul-
tural. La construccin de una bioeconoma fundada en la organiza-
cin neguentrpica de la vida y en los potenciales ecolgicos del pla-
neta requiere una revisin crtica de la forma en que el concepto de
entropa ha sido asimilado por la biologa y la ecologa.
ENTROPA, VIDA Y ECOLOGA
Joseph Lotka extendi los principios de la segunda ley de la termo-
dinmica (tanto en el sentido terico de Clausius aplicado a los sis-
temas termodinmicos cercanos al equilibrio, como en la termodin-
mica estadstica de Boltzmann) de las ciencias fsicas al campo de la
ENRIQUE LEFF 152
biologa. Lotka afirm que la seleccin natural aumenta la masa to-
tal del sistema orgnico, incrementando el flujo total de energa a
travs del sistema en tanto exista un gradiente inutilizado de materia
y de energa disponible. Ms all de las interpretaciones de este pos-
tulado determinista sobre el incremento en la produccin de entro-
pa asociado con la evolucin biolgica, su falla fundamental consis-
te en ver la evolucin como un proceso irreversible pero unidimen-
sional de degradacin entrpica, sin considerar la complejidad del
ordenamiento neguentrpico de las estructuras disipativas. Para Lot-
ka la maximizacin de la produccin de entropa es relativa a las
fuentes disponibles de energa y vas existentes para la disipacin de la
energa, es decir, depende de los arreglos estructurales del ecosiste-
ma, de las cadenas trficas y ciclos de nutrientes y energa y de la ex-
plotacin competitiva de fuentes de energa ambiental bien defini-
das (M. OConnor, 1991: 114-115).
El concepto de entropa fue incorporado ms tarde en el campo
de la ecologa como una medida del orden y la complejidad de los
ecosistemas. A partir de ese presupuesto, la ecologa ha buscado re-
lacionar la productividad natural con medidas de diversidad y com-
plejidad de los ecosistemas. Sin embargo, los eclogos se han enfren-
tado a la dificultad de establecer relaciones cuantitativas entre la di-
versidad de especies, la complejidad y la productividad de los ecosis-
temas, y su traduccin en trminos y unidades de entropa.
11
11
Margalef ha sealado que La analoga formal de expresiones utilizadas para
computar un ndice de diversidad de las proporciones de individuos que caen en di-
ferentes especies, con expresiones de entropa, no justifica el fundar las propiedades
termodinmicas de los ecosistemas en valores de ndices de diversidad. Sin embargo,
l mismo afirma que es apropiado hablar de la entropa producida para sostener una
unidad de biomasa en el ecosistema; esta entropa es proporcional en trminos gene-
rales al flujo total de energa. Si el sistema tiene muchos niveles trficos, el flujo de
energa por unidad de biomasa es menor porque una fraccin de la energa pasa a
travs de los diferentes niveles. En un sistema sujeto a cambios frecuentes en los cua-
les una alta proporcin de la sustancia de los productores primarios es descompuesta
por bacterias, la energa es usada ineficientemente y relativamente se produce ms en-
tropa por unidad de tiempo y unidad de biomasa que en un ecosistema ms diverso
y eficiente (Margalef, 1968:19-21). Por su parte, Giampietro (1993:206), revisando el
principio de mximo poder de Lotka, ha afirmando que los sistemas autoorganiza-
dos muestran una tendencia natural a evolucionar hacia diseos transformaciones
energticas, patrones jerrquicos, controles de retroalimentacin o acciones amplifi-
cadoras que hacen posible un aumento en la cantidad de energa disponible y su uso
eficiente para sostener su estructura y funciones. Sin embargo, no se ha desarrollado
un mtodo para medir la evolucin de este orden complejo, su entropa interna y sus
descargas de entropa hacia el exterior. La aplicabilidad de este principio se restringe
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 153
Varios seguidores de Georgescu-Roegen han reafirmando el funcio-
namiento de la ley de la produccin mxima de entropa a partir de
las formulaciones de Lotka, segn el cual, a medida que es ms com-
plejo y organizado un ecosistema, su dinmica maximiza la produccin
de entropa que es expulsada hacia su ambiente.
12
Sin embargo, del
hecho de que el sistema vivo se organice absorbiendo entropa nega-
tiva de su entorno (Schrdinger) no se desprende que el aumento en
la complejidad del sistema su productividad neguentrpica vaya de
la mano de un incremento paralelo de entropa producida por el ma-
yor grado de organizacin y complejidad del sistema ecolgico. De
sostenerse tal afirmacin, la vida misma se hara imposible o sera muy
limitada, pues entraara un crecimiento de la entropa de la biosfera;
la neguentropa explicara el fenmeno de la vida y algunas islas de
organizacin y orden que emergen de las estructuras disipativas, pero
no habra de constituirse en el fundamento de la sustentabilidad de la
vida, y menos an del proceso econmico, que continuara su ineluc-
table trayectoria hacia la muerte entrpica del planeta.
Esta paradoja plantea la necesidad de definir el sistema bajo con-
sideracin desde un ecosistema natural bajo conservacin o manejo
hasta la biosfera, el cual no slo funciona como un conjunto de orga-
nismos vivos, sino como un sistema que, gracias a su ordenamiento
ecolgico, mantiene una productividad sustentable y sostenida de ma-
teria vegetal a partir de la fotosntesis. La estructura del ecosistema or-
dena procesos ecolgicos: la circulacin y reciclaje de materia y ener-
ga, los procesos de sucesin ecolgica y de evolucin biolgica. Ello
lleva a indagar en qu sentido (y en qu escalas de magnitud) el fun-
cionamiento del ecosistema y la sucesin ecolgica que maximizan la
captacin de energa solar y de productividad natural es decir la pro-
duccin neguentrpica de biomasa, podran maximizar la produccin
por la dificultad de definir fronteras claras en el espacio y en el tiempo para los com-
ponentes que interactan en un sistema jerrquico de mltiples niveles (Gianpietro,
1993: 207-208).
12
En este sentido Gnther afirma que el proceso ordenador de este sistema au-
topoitico est asociado con la sucesin de los ecosistemas hacia la maximizacin de
su capacidad para captar energa solar y producir entropa (en este caso: calor trmi-
co que se exporta del sistema). Esto podra ser el reflejo de un cambio hacia la mxi-
ma produccin de entropa del sistema, ya que el sistema (vivo) aumenta en organi-
zacin y en consecuencia decrece su entropa interna al incrementarse los mecanis-
mos de reciclaje y retroalimentacin que evolucionan conforme el sistema se aleja del
equilibrio. En consecuencia, esperaramos que la produccin mxima de entropa in-
crementase la complejidad del sistema (Gnther, 1993: 268, 265).
ENRIQUE LEFF 154
de entropa que expulsa el sistema fuera de sus fronteras y por la defi-
nicin de sus entornos. La aplicacin del concepto de entropa a los
sistemas ecolgicos abre una serie de preguntas. Cmo delimitar es-
pacialmente la frontera y el espacio externo hacia el cual todo ecosis-
tema complejo expulsa su entropa para mantener su proceso de au-
toorganizacin, estabilidad y productividad? Cmo puede medirse la
produccin de mxima entropa de los procesos de fotosntesis y pro-
ductividad ecolgica de los ecosistemas? Tiene necesariamente el me-
tabolismo y la evolucin de los organismos vivos un efecto desestructu-
rante del ambiente circundante que da soporte a la vida, y cmo esta-
blecer las fronteras de su entorno? Cul sera el sentido de esta maxi-
mizacin de entropa generada por los mecanismos autoorganizadores
de los ecosistemas en estado clmax de equilibrio o de sucesin ecol-
gica? Qu relacin guarda la productividad ecolgica (neguentrpi-
ca) de los ecosistemas con la produccin de entropa?
La respuesta a estas preguntas habra de llevar a discriminar entre
la entropa que genera el proceso fotosinttico (el calor producido
por la reaccin qumica de la fotosntesis), la que produce el meta-
bolismo de cada organismo viviente, y la disipacin de energas con-
jugadas del ecosistema como macroorganismo por los intercambios
energticos de los diferentes niveles trficos del ecosistema y, a una
escala mayor, de la biosfera. Asimismo ser necesario establecer cla-
ramente el sistema y el entorno hacia los cuales cada uno de estos ni-
veles y formas de degradacin de la energa disipan su entropa: al
ecosistema, a la biosfera, a la atmsfera, o finalmente al universo,
donde efectivamente la entropa habr de seguir aumentando, con
o sin vida en la Tierra. Habr que dilucidar las relaciones existentes
y los balances posibles entre ordenamiento neguentrpico y degra-
dacin entrpica a partir de la funcin ordenadora del ecosistema y
de la productividad natural que genera la fotosntesis y la transfor-
macin en la energa de baja entropa de las plantas.
Dentro de la concepcin de la bioeconoma fundada en el princi-
pio de mximo poder, el problema de la sustentabilidad, el ordena-
miento ecolgico y la productividad neguentrpica de los ecosistemas
complejos, el valor conservacionista de las reservas de biodiversidad y
los bosques adopta un sentido relativo y un valor temporal limitado,
en tanto que seran contrarrestados y rebasados por la degradacin
entrpica generada por los procesos metablicos, econmicos y tec-
nolgicos de la biosfera. En este sentido, y dentro del debate de la
geopoltica de la sustentabilidad, y de los efectos de la creciente de-
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 155
gradacin entrpica del planeta que se traduce en la creciente pro-
duccin de gases de efecto invernadero y en el calentamiento global
del planeta, no tendra sentido conservar los bosques tropicales y re-
servas de biodiversidad como colectores de radiacin solar y de bixi-
do de carbono, ya que los procesos neguentrpicos que llevan a la or-
ganizacin de estos ecosistemas complejos incrementaran como re-
sultante la produccin de entropa. Quedara cuestionada la posibili-
dad de reverdecer el planeta.
Lo que est en juego es la pertinencia de pensar e impulsar la tran-
sicin hacia una economa basada en fuentes renovables de energa
(fundamentalmente de la radiacin solar), lo que conlleva el incre-
mento de la capacidad de absorber los excedentes de emisiones de
carbono, transitando de esta manera, ms que a una economa de es-
tado estacionario (Daly, 1991), a una economa basada en un balan-
ce entre la productividad neguentrpica de biomasa y la produccin
entrpica de los procesos de transformacin tecnolgica y del meta-
bolismo de los seres vivos. Entre el razonamiento terico para fundar
una bioeconoma y las razones que orientan las polticas del desarro-
llo sostenible, existe una contradiccin que expresa la confrontacin
entre dos estrategias opuestas. As, la geopoltica del desarrollo soste-
nible sugiere limitar la capacidad de acumulacin de carbono en las
plantas por el riesgo eventual de que las propias polticas econmi-
cas generen condiciones para que ese carbono se revierta sobre la at-
msfera, entre otras causas, por incendios forestales naturales o indu-
cidos. De esta manera, la vida en s del planeta, y la organizacin de
sus ecosistemas complejos que la hacen posible, aparecen como las
causas naturales de la produccin mxima de entropa, lo que aca-
ba siendo un razonamiento ilgico, una contradiccin conceptual y
un hecho no validado emprica y experimentalmente en el nivel del
comportamiento entrpico de los sistemas vivos.
James Kay aplic los principios de la termodinmica de procesos
disipativos al estudio de ecosistemas, adoptando un anlisis de los
procesos ecolgicos como sistemas autoorganizativos, holrquicos y
abiertos (self-organizing holarchic open systems). Desde la perspectiva de
una ciencia posnormal, postula un concepto de integridad ecolgi-
ca
13
que asume la incertidumbre y se funda en la teora de las cats-
13
El concepto de integridad ecolgica implica dejar de administrar a los ecosis-
temas para alcanzar un estado fijo, ya sea un bosque clmax ideal y prstino o un cam-
po de maz. Los ecosistemas no son cosas estticas, sino entidades dinmicas constitui-
ENRIQUE LEFF 156
trofes, del caos determinista y la termodinmica de procesos disipati-
vos alejados del equilibrio (Kay et al, 1999). Adoptando y adaptando
las propuestas de Schrdinger, Margalef y Prigogine, los autores
mantienen que un sistema neguentrpico se organiza absorbiendo
exerga (energa de alta calidad) de su entorno (energa solar y otros
potenciales de energa til) y mantiene su estructura organizada di-
sipando esa exerga, evitando as la tendencia hacia el equilibrio ter-
modinmico. En este sentido, y siguiendo el principio de Lotka,
apuntan que los procesos autoorganizativos disipativos emergen
siempre que hay suficiente exerga disponible para darles soporte.
Los procesos disipativos reestructuran las materias primas disponi-
bles de manera que disipan la exerga.
14
Sin embargo queda sin resolver la pregunta fundamental: cuan-
ta exerga se disipa en relacin con la exerga acumulada como or-
ganizacin neguentrpica? En qu forma se disipa la exerga den-
tro del mismo sistema y en el entorno, generando entropa (calor)
que se difunde hacia ecosistemas contiguos y que se refleja hacia la
atmsfera? Que significa concretamente este principio en trminos
de la sustentabilidad del planeta y de la sustentabilidad local? Con
qu base emprica se afirma que la entropa global aumenta y cul es
la resultante final en trminos de una degradacin global de la ener-
ga como costo de las islas de neguentropa (de biodiversidad, de
complejidad ecosistmica, de productividad ecolgica) que generan
los procesos neguentrpicos?
Para estos autores la dinmica de los ecosistemas sigue dos mo-
mentos alternados y complementarios: en un primer momento el
ecosistema absorbe exerga hasta llevarlo a un umbral en el que
emergen los procesos disipativos:
das por procesos autoorganizativos. Los objetivos de manejo que implican mantener
algn estado fijo en un ecosistema o la maximizacin de alguna funcin (biomasa,
productividad, nmero de especies) o minimizar alguna otra funcin (irrupcin de
plagas) siempre llevarn al desastre en algn punto, no importa qu tan bien inten-
cionadas sean. Debemos reconocer que los ecosistemas representan un equilibrio, un
punto ptimo de operacin que est en continuo cambio para adaptarse a un ambien-
te cambiante (Kay y Schneider, 1994: 8).
14
En otra parte, Kay reitera que los sistemas en no equilibro, a travs de su inter-
cambio de materia y/o energa con el mundo externo, pueden mantenerse por un pe-
riodo de tiempo alejados del equilibrio termodinmico en estados estacionarios esta-
bles producidos localmente. Esto lo hacen al costo de incrementar la entropa del sis-
tema global ms amplio en el cual se asientan; en consecuencia, siguiendo la segun-
da ley, la entropa global, en el sentido global, debe incrementarse (Kay, 2000: 4).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 157
La primera trayectoria es la rama termodinmica que va de la explotacin
a la conservacin que culmina en la comunidad clmax. El atractor bio-
lgico es el sistema autotrfico (v.g. un bosque). El canon se expresa, por
ejemplo, como el crecimiento del bosque hasta alcanzar su madurez y es
energizado por la energa solar. Sin embargo, en el proceso de incrementar
la utilizacin de la energa solar, y en consecuencia de construir ms estruc-
tura, mucha exerga se acumula en la biomasa. Esto tiene el efecto de ale-
jarse ms y ms del equilibrio conforme se desarrolla. Cuando [...] el acci-
dente inevitable (fuego, tormenta de viento, irrupcin de plagas) sucede, de
repente mucha exerga queda disponible en forma de biomasa muerta. Esta
exerga energiza un nuevo atractor biolgico, el sistema heterotrfico o de
descomposicin. sta es la rama termodinmica que corre de la descarga a
la reorganizacin. Conforme el sistema progresa en este camino, despren-
de los nutrientes guardados en tanto que utiliza la exerga acumulada. Even-
tualmente la exerga guardada se agota y el sistema heterotrfico se colapsa.
Sin embargo en el proceso ha desprendido los nutrientes necesarios para
que reemerja el sistema alimentado por la energa solar (Kay et al., 1999: 14).
En este anlisis, el fuego o las plagas irrumpen en la dinmica del
ecosistema aprovechando la exerga acumulada en la biomasa. Sur-
ge de all la paradoja de que cuanto ms efectivo es el proceso de or-
ganizacin neguentrpica, cuanto ms eficaz es el sistema en insu-
mir exerga, ms probable es que sea consumido por otro proceso
autoorganizativo (fuego, irrupcin de plagas, etc.). Por otra parte,
esta narrativa cientfica que pretende trascender el determinismo
de la ciencia normal queda atrapada en el esquematismo y la linea-
lidad de su argumentacin: hay un tiempo de acumulacin y otro de
disipacin. La holisticidad del anlisis sistmico no se desprende
de una visin parcializada de los procesos complejos. Aplicada esta
perspectiva al manejo conservacionista de los bosques y la biodiver-
sidad, este modelo se presenta como un proceso en el que la con-
servacin lleva a un punto en el cual el sistema utiliza la exerga dis-
ponible tan completamente como es posible, pero eso la lleva al pun-
to de mayor riesgo, pues es el punto ms alejado del equilibrio.
Este anlisis estara as dando bases a la argumentacin dentro de
las negociaciones del mecanismo de desarrollo limpio contra el uso
de los bosques tropicales como secuestradores de carbono, como una
medida para abatir los niveles del calentamiento global.
15
En el con-
15
La desforestacin y el cambio de uso del suelo aparecen como una causa cre-
ciente del calentamiento global junto con las emisiones provenientes de combustibles
ENRIQUE LEFF 158
texto de las polticas para un desarrollo sostenible, el incremento en
la capacidad de captura del carbono causante del calentamiento
global mediante una intervencin que favoreciera la organizacin
neguentrpica de produccin de biomasa (reforestacin, manejo y
aprovechamiento de los bosques), generara a futuro mayores niveles
de emisiones, ya que el carbono acumulado en las plantas y bosques
sera eventualmente devuelto a la atmsfera. Las argumentaciones
sobre la conservacin de los bosques cambian de signo cuando se los
constrie a una funcin temporal de mitigacin, y cuando las pers-
pectivas son abiertas por la propuesta de una nueva racionalidad pro-
ductiva que favorece la reforestacin del planeta y la magnificacin
de la productividad fotosinttica y ecolgica como base de una nue-
va economa neguentrpica.
Esta polmica debe llevarnos a analizar ms de cerca el sentido
terico y prctico de los procesos entrpicos y neguentrpicos en la
construccin de la sustentabilidad. Por ahora no parecen existir ba-
ses cientficas slidamente fundadas para afirmar que la productivi-
dad neguentrpica proveniente de la fotosntesis y el ordenamiento
ecolgico que se incrementa con la mayor complejidad y diversidad
del ecosistema, maximice a su vez la produccin de entropa como
resultado de los procesos metablicos de cada organismo y de los in-
tercambios de materia y energa dentro del ecosistema natural o ba-
jo manejo. El sentido entrpico-neguentrpico de estos procesos
depender de la estructura de cada ecosistema natural, as como de
las estrategias de conservacin, manejo y transformacin de sus re-
cursos biticos y abiticos. El valor heurstico del concepto de entro-
pa, aun sin poder aportar valores y medidas conmensurables de or-
den, complejidad y equilibrio ecolgico, abre la posibilidad de abor-
fsiles: Las emisiones de carbono por el cambio de uso de tierras tropicales indican
una contribucin sustancial al calentamiento global. Para los pases tropicales a esca-
la mundial en el periodo 1981-1990, las emisiones netas del desmonte de vegetacin
natural y bosques secundarios (incluyendo tanto los flujos de biomasa como de sue-
los) fueron de 2.0 x 10
9
toneladas de carbono (t C), correspondientes a 2.0-2.4 x 10
9
del equivalente de C en CO
2
considerando los potenciales de calentamiento global
adoptados dentro del Protocolo de Kioto. Sumando a ello las emisiones de 0.4 x 10
9
t C por cambios de categoras en el uso del suelo, aparte de la desforestacin, se llega
a un total para el cambio del uso de la tierra (sin considerar la captacin de bosques
intactos, quemas recurrentes de sabanas o fuegos en bosques intactos) de 2.4 x 10
9
t
C, equivalente a 2.4-2.9 x 10
9
toneladas de carbn equivalente del CO
2
. Si uno consi-
dera las emisiones anuales promedio de combustibles fsiles de 6.0 x 10
9
t C en el pe-
riodo 1981-1990 [...] los 2.4 x 10
9
t C de las emisiones provenientes del cambio del uso
de la tierra representan el 29% del total combinado (Fearnside, 2001: 171).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 159
dar la relacin entre la productividad neguentrpica y los procesos
de degradacin entrpica del metabolismo de los sistemas vivos y del
proceso econmico-tecnolgico de transformacin de la materia.
Grinevald (1993), siguiendo a Vernadsky, padre de le geoqumica,
ha observado que los organismos vivos llevan a cabo funciones auto-
organizativas y productivas a travs de complejas interrelaciones esta-
blecidas por comunidades biolgicas con el ambiente biogeoqumico.
A travs de ciclos de materia y energa y de las retroalimentaciones
que movilizan los procesos de evolucin biolgica y sucesin ecolgi-
ca, las prdidas de energa disponible son reemplazadas constante-
mente por la energa solar. Slo cuando estos complejos mecanismos
se alteran por la intervencin del hombre, como en los sistemas agr-
colas intensivos en insumos energticos de origen fsil, la entropa
crece por la disminucin de los mecanismos ecolgicos encargados
de mantener la productividad natural. De la misma manera, la desfo-
restacin disminuye la capacidad de dilucin de la biosfera del exce-
so de bixido de carbono generado por la industria. Grinevald ha se-
alado as que
Vernadsky adopt la idea, compartida con Bergson, Auerbach y muchos
otros pensadores anteriores a Schrdinger, de que la vida es un proceso que
revierte el incremento de la entropa, y no, como enfatizara Georgescu-Roe-
gen, que acelera el incremento del flujo de entropa. El caso es una cuestin
sobre la diferencia entre sistemas cerrados y abiertos, de sistemas totales y
sistemas delimitados. Las estructuras vivas son sistemas abiertos y disipativos
delimitados, siempre acoplados a un sistema global, el ambiente. Contraria-
mente a la visin de que la vida es un orden opuesto a la degradacin de la
energa y el incremento de la entropa, o que al menos la retarda, la conclu-
sin de Georgescu-Roegen es que la actividad de la vida acelera de hecho el
flujo de energa que conecta al organismo vivo y al ambiente total (Grine-
vald, 1993: 247).
Como seala Grinevald, la vida es tambin una potencia natural
especfica, con una actividad propositiva ordenadora como un de-
monio de Maxwell. La actividad ordenadora de la organizacin
ecolgica es el soporte de una capacidad de productividad neguen-
trpica, cuya funcin es mantener un equilibrio ecolgico del plane-
ta, absorbiendo el exceso de bixido de carbono y gases de efecto in-
vernadero generados por el proceso econmico. OConnor a su vez
argumenta contra la idea generalizada en el sentido de que los siste-
ENRIQUE LEFF 160
mas disipativos incrementan la entropa global del sistema para man-
tener su orden, contribuyendo as al calentamiento global por la dis-
persin de energa degradada en forma de calor.
16
En este sentido, la disipacin y la degradacin de energa en un
ecosistema complejo y altamente productivo aparecen como poten-
ciales de transformacin, reorganizacin y productividad, que ope-
ran tanto en la productividad natural de los ecosistemas como en el
balance de entropa-neguentropa y de la sustentabilidad global del
planeta. Aqu se complementan la emergencia de estructuras dife-
renciadas, la reorganizacin de energa libre, la degradacin de la
energa til y la disipacin de la entropa. Si efectivamente los eco-
sistemas ms complejos y productivos degradan ms energa en for-
ma de calor, habra aun que preguntarse: hacia dnde se disipa ese
calor?; cmo circula en el ecosistema y contribuye a la productivi-
dad neguentrpica de la biosfera?; cmo se diferencia del calor pro-
veniente de la contaminacin industrial? Pues existen diferentes ca-
lidades de calor diferentes exergas, y diferentes vas de disipacin.
El ecosistema ms complejo podra degradar ms materia y energa,
pero sa se recicla en el ecosistema como nutrientes y como energas
utilizables, al tiempo que el calor evapora el agua que en forma de
lluvia contribuye a la productividad del ecosistema. De manera que
la degradacin de la energa no es un proceso irreversible lineal, ni
el calor producido se manifiesta directamente en el calentamiento
global del planeta.
17
El concepto de entropa se muestra as sintnico con su referen-
te, los procesos termodinmicos. No es un concepto unvoco que in-
tegre los diferentes procesos y vas en los que la materia y la energa
se organizan y disipan. La entropa refleja la crisis de identidad en-
tre el concepto y lo real en la teora de la representacin, no por la
falta de correspondencia y de sentido para aprehender los procesos
naturales, sino por la falta de determinacin de los procesos natura-
les y sociales a los que se refiere y la variedad de niveles de organiza-
cin que no se reducen a una ley natural y a un sentido unvoco del
concepto. Ms all de los usos tericos y metafricos del concepto de
16
La dispersin de calor degradado de un sistema hacia su ambiente, junto con
la dispersin de materiales, frecuentemente es considerada como el eptome de la de-
gradacin irreversible de estructuras de energa potencial tiles (Georgescu-Roe-
gen, 1971) [] Pero esta disipacin no debe verse como una degradacin sino co-
mo una faceta de una reestructuracin organizacional (OConnor, 1991: 105).
17
Omar Masera (comunicacin personal).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 161
entropa para comprender el caos, el desorden, la desorganizacin,
la ineficacia, la prdida de energa til y la irreversibilidad del tiem-
po en sus aplicaciones a procesos alejados del equilibrio epistemol-
gico de las ciencias naturales (la entropa en la comunicacin, en la
organizacin burocrtica y empresarial), ms all de su carcter heu-
rstico, su sentido se decanta en los diferentes procesos y realidades
que conforman el campo de la sustentabilidad; no slo en la incerti-
dumbre, probabilidad e irreversibilidad de los procesos, sino como
ley lmite de la naturaleza frente a la ley del mercado y la racionali-
dad econmica, que se manifiesta en la degradacin de la energa y
el calentamiento global del planeta.
La ley de la entropa como ley lmite de la naturaleza atrae al or-
den simblico hacia el mundo terrenal. No devuelve la naturaleza a
un orden ontolgico que pudiera ofrecer seguridad y completitud al
ser desamparado por la dislocacin el orden simblico, sino una na-
turaleza complejizada, marcada por el caos y la incertidumbre. Sin
retorno a la naturaleza determinista, a una naturaleza capaz de con-
tener y darle sentido al ser, la entropa establece la conexin con lo
real, vnculo sin el cual el orden simblico se desborda hacia una r-
bita delirante. Ms all de la polisemia del concepto de entropa y de
las diferentes acepciones teorticas de la segunda ley de la termodi-
nmica (Carnot, Claussius, Boltzmann, Prigogine), hay un real que
se expresa como ley lmite irrevocable, a la que debe constreirse la
racionalidad econmica antes de desbocarse en la perdicin de su
goce por la va de las estrategias de poder del mercado. La renuncia
a tal goce abre la va a la construccin de otras relaciones sociales y
ecolgicas de produccin fundadas en los potenciales de lo real
(productividad neguentrpica) y nuevas formas de significacin de
la naturaleza.
Ms all del propsito de modelar los procesos termodinmicos,
la economa ecolgica propone una intervencin racional para reo-
rientar sus dinmicas. Si bien el reconocimiento de las estructuras di-
sipativas implica renunciar a la certidumbre y el control de los pro-
cesos que intervienen en la gestin de la sustentabilidad, tampoco se
reduce a una observacin desinteresada de los eventos econmico-
ecolgicos. Los conceptos de entropa y de neguentropa ofrecen
una comprensin heurstica sobre los procesos de ordenamiento y
productividad ecolgica en relacin con los procesos de degrada-
cin entrpica generados por la racionalidad econmica en sus for-
mas de intervencin sobre la naturaleza; sirven para saber que el
ENRIQUE LEFF 162
consumo productivo de naturaleza induce un proceso irreversible de
produccin de entropa en el sentido de degradacin de energa
til, y finalmente de produccin de calor, como forma degradada de
la energa, as como el hecho de que este proceso slo se puede com-
pensar por la productividad neguentrpica de biomasa, contribu-
yendo as al equilibrio ecolgico que asegure condiciones de susten-
tabilidad a la vida y a la economa.
18
El problema de la sustentabilidad no se agota en una comprensin
de la complejidad en trminos de fluctuaciones, irreversibilidad, es-
tructuraciones, orden y posibilidad (Prigogine). El problema no slo
estriba en la imposibilidad de dar una medida termodinmica con-
mensurable y exacta de estos procesos. El problema terico y prcti-
co de la construccin de un paradigma neguentrpico de produc-
cin no se plantea en trminos del acoplamiento de los procesos au-
toorganizativos y disipativos a la coevolucin de sistemas ecolgicos y
econmicos, sino de las estrategias tericas y polticas para la cons-
truccin social de una racionalidad ambiental que reduzca la entro-
pa generada por los procesos econmico-tecnolgicos dominantes y
movilice la reconstruccin ecolgico-econmico-cultural del sistema
productivo hacia un futuro sustentable. Se trata pues de la construc-
cin de un paradigma productivo que integre el orden ecolgico (la
productividad neguentrpica y el potencial ecolgico) con el orden
simblico (la significacin cultural, la creatividad humana).
18
OConnor ha sealado que la interrelacin entre diferentes niveles de estruc-
tura, entre constreimientos al nivel macro y actividades a nivel micro, conduce hacia
una fenomenologa compleja de estabilidad y cambio en diferentes escalas espaciales
y temporales. En este sentido seala que la multiplicidad de escalas relevantes en
trminos de estructura y cambio, cada una de las cuales requiere sus propias modali-
dades de anlisis, es la razn por la cual las medidas y conceptos de organizacin uni-
dimensionales resultan tan faltos de utilidad [as como el hecho de que] el concepto
de entropa en s no puede servir de mucho como una variable explicativa de tenden-
cias organizacionales cuando prevalecen condiciones alejadas del equilibrio [pues]
aun aceptando que la produccin de entropa est asociada ineluctablemente con to-
do cambio y actividad de desarrollo, no es obvio que el curso particular de los even-
tos, histricos y otros, pueda explicarse en forma deductiva de los principios de la ter-
modinmica (OConnor, 1991: 108, 111, 113). Sin embargo, esta idea se mantiene en
un nivel de abstraccin y relatividad al sugerir que todo tipo de diferentes modelos
y conceptos multifacticos y ms o menos situados y especficos son necesarios y per-
tinentes para el anlisis de sistemas socioeconmicos y ecolgicos, sin especificar las
relaciones entre economa y ecologa, produccin entrpica y neguentrpica.
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 163
LA FUENTE DE NEGUENTROPA: FOTOSNTESIS Y PRODUCTIVIDAD PRIMARIA
DE RECURSOS BIOLGICOS
La fotosntesis es el proceso neguentrpico ms significativo para la
construccin de una bioeconoma como un paradigma positivo fun-
dado en el potencial productivo de la naturaleza. Si bien es cierto
que la fotosntesis del planeta Tierra no revierte la entropa global
del universo, es determinante en la dinmica ecolgica de la biosfe-
ra, incluyendo el proceso econmico. El proceso fotosinttico y la or-
ganizacin de la vida en la biosfera, que extraen entropa negativa
en el sentido de Schrdinger, implican diferentes escalas fsicas y
temporales en relacin con los procesos metablicos y la disipacin
de la entropa en su organizacin ecolgica. La produccin de en-
tropa de cualquier organismo viviente en la tierra la muerte entr-
pica de cada individuo, as como la muerte entrpica del universo,
corresponden a procesos diferenciados en escala, tiempo y significa-
do en relacin con la formacin neguentrpica de biomasa a travs
de la fotosntesis.
El proceso econmico est inserto dentro de un sistema ecolgi-
co planetario y csmico que es un sistema abierto en el cual la ma-
teria vegetal se crea extrayendo entropa negativa del sol. Las des-
cargas de entropa de este proceso de autoorganizacin no alteran
el tiempo en que el sol se extinguir. Cualquier cosa que ocurra al
hombre y al planeta Tierra no afectar el proceso de expansin del
universo, ni incrementar su entropa csmica en niveles significa-
tivos. Por otra parte, la manera como la fotosntesis expulsa entro-
pa hacia su entorno ms prximo (hacia la biosfera, la atmsfera y
la estratosfera), depende del orden ecosistmico global del plane-
ta, de la dinmica poblacional y del proceso econmico de los que
se desprenden los procesos metablicos, de produccin, transfor-
macin y consumo que generan la produccin de entropa en el
planeta.
La construccin de un paradigma ecotecnolgico de produccin,
basado en un balance entrpico-neguentrpico del proceso econ-
mico, requiere as diferenciar los distintos procesos (niveles y esca-
las) donde opera la transformacin de la materia y la energa en la
naturaleza y la produccin, en los procesos ecolgicos, tecnolgicos
y econmicos. Las leyes de la entropa en sistemas cerrados y cerca-
nos al equilibrio no se aplican a sistemas abiertos disipativos alejados
del equilibrio, como es el caso de los organismos vivos, la innovacin
ENRIQUE LEFF 164
cientfica o la organizacin cultural. Debemos pues distinguir entre
el proceso neguentrpico por el cual se forma la materia vegetal de
otros procesos de autoorganizacin biolgica y ecolgica la evolu-
cin biolgica, la sucesin ecolgica, el metabolismo de los organis-
mos vivos, y diferenciarlos de los procesos tcnicos industriales que
degradan la energa til disponible y generan alta entropa en for-
ma de calor, contaminacin y desechos. En los sistemas ecolgicos
un mayor orden, complejidad y estabilidad se asocia con la produc-
tividad ecolgica, mientras que los sistemas tecnolgicos aparecen
como productores de entropa a pesar de sus posibles retroalimen-
taciones cibernticas y el reciclaje de materiales y energa. Si los sis-
temas tecnolgicos tienden a maximizar la degradacin entrpica,
los sistemas ecolgicos funcionan como orden productivo neguen-
trpico.
Georgescu-Roegen no llev su crtica de la economa fundada en
la entropa hacia la construccin de una verdadera bioeconoma, ya
que en su opinin, si bien la vida se caracteriza por ser un proceso
neguentrpico, no puede evitar la degradacin del sistema en su to-
talidad, incluyendo al ambiente. La ley de la entropa aparece as co-
mo una pulsin de muerte intrnseca a la vida y a la actividad econ-
mica. Empero, la racionalidad ambiental rompe con ese fatalismo
terico para fundar una economa en la productividad ecolgica y en
la creatividad humana, como un potencial capaz de generar una pro-
duccin sustentable a travs del incremento de la productividad ne-
guentrpica derivada de la fotosntesis, de los procesos biolgicos y
de la organizacin ecolgica. Para ello, no debe confundirse la entro-
pa del universo, siempre en aumento, y la validez de las leyes de la
entropa en sistemas cerrados cercanos al equilibrio, con los flujos de
materia y energa en los ecosistemas y su productividad natural deri-
vada de su carcter de sistemas abiertos, alejados del equilibrio, con
la degradacin entrpica generada por los procesos econmicos y
tecnolgicos con los que se interrelacionan en un paradigma de pro-
duccin sustentable.
La construccin de un paradigma de productividad neguentrpi-
ca implica la necesidad de definir las diferentes escalas y los diferen-
tes procesos involucrados, as como las fronteras de lo que se consi-
dera el ambiente para el sistema bioeconmico. La cuestin funda-
mental en la perspectiva de alcanzar un estado de sustentabilidad de
la vida y de la produccin en el planeta Tierra est en el balance en-
tre la formacin neguentrpica de la biomasa y la degradacin de la
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 165
masa y energa en los procesos metablicos de los seres vivos, las ca-
denas trficas de los ecosistemas y la transformacin tecnolgica en
los procesos de produccin. La ingeniera ecolgica puede reducir
en trminos relativos la inevitable degradacin entrpica de los pro-
cesos tecnolgicos, es decir, contribuir a desmaterializar la produc-
cin para contrarrestar la cuarta ley de la termodinmica propuesta
por Georgescu-Roegen, pero jams podr lograr reciclar por com-
pleto los desechos ni evitar el irreversible camino hacia la muerte de
un organismo especfico. Sin embargo, los sistemas vivos y los ecosis-
temas extraen de la energa radiante del sol la entropa negativa
que requieren para sus procesos de autoorganizacin y para crear
materia viva a travs de la fotosntesis.
Para analizar las posibilidades de poner en prctica este nuevo en-
foque bioeconmico, basado en el concepto de la productividad eco-
tecnolgica y en los principios de una racionalidad ambiental, es
importante evaluar el balance actual entre la produccin neguentr-
pica de biomasa y la degradacin entrpica generada por el proceso
econmico, y hacer un anlisis prospectivo sobre los cambios nece-
sarios en el conocimiento, las instituciones y las prcticas producti-
vas, para orientar la transicin hacia una economa coevolutiva (Nor-
gaard, 1984, 1994), de manera que la productividad neguentrpica
de los recursos naturales pueda estabilizar la degradacin entrpica
de los procesos de transformacin econmicos y tecnolgicos. Para
ello es necesario evaluar la capacidad actual de formacin de bioma-
sa en la biosfera, as como disear polticas y estrategias orientadas
hacia la productividad sustentable de los recursos naturales, incre-
mentando la productividad de biomasa a travs de procesos de alta
eficiencia fotosinttica y de nuevas tecnologas ecolgicas capaces de
reducir la degradacin entrpica de los procesos productivos.
En este sentido se plantea la construccin de un paradigma de
productividad ecotecnolgica que concibe el desarrollo sustentable
como un balance entrpico-neguentrpico en los procesos tecnol-
gicos y ecolgicos, relacionando los flujos de materia y energa con
la productividad sostenible de bienes y servicios. En el nivel ecolgi-
co de produccin, el reordenamiento de los ecosistemas maximiza-
r la formacin neguentrpica de biomasa, pero no evadir la degra-
dacin entrpica en el manejo de los recursos. En el nivel tecnolgi-
co, las innovaciones deben orientarse a reducir la degradacin de la
energa utilizable. Ms an, la biotecnologa puede incrementar la
eficiencia de los procesos fotosintticos y de sucesin ecolgica para
ENRIQUE LEFF 166
maximizar la productividad ecolgica y los procesos de absorcin de
gases de efecto invernadero.
19
La realizacin de este paradigma ecotecnolgico se concreta a tra-
vs de valores y prcticas culturales. La cultura media a las prcticas
del desarrollo sustentable desde el momento en que stas son conce-
bidas como procesos de gestin participativa y apropiacin colectiva
de la naturaleza. Es imposible evaluar en trminos de entropa las ac-
ciones creativas, organizativas y productivas de toda organizacin
cultural y sus efectos en el balance entpico-neguentrpico y en la
sustentabilidad global del planeta. Sin embargo, el sentido que apor-
tan las estructuras disipativas al campo social sirve para cuestionar to-
da una tradicin en el campo de la antropologa ecolgica y cultu-
ral, que desde White y Steward ven la evolucin cultural como la
constitucin de estructuras jerrquicas de poder que van ganando
complejidad asociadas con un inexorable incremento en la degrada-
cin de las fuentes energticas que le sirven de soporte (Adams,
1975).
La teora econmica ha legitimado una racionalidad productiva
que destruye las condiciones de sustentabilidad del proceso econ-
mico, desestructurando y degradando los procesos de autoorganiza-
cin de los sistemas vivientes que dan soporte al equilibrio ecolgico
del planeta Tierra. Esta racionalidad econmica no puede subsumir-
se dentro de un orden ecolgico ms amplio, que a su vez sea capaz
de incorporar la especificidad de la organizacin sociocultural pro-
cesos simblicos, intereses sociales, estructuras institucionales, que
determinan en ltima instancia los procesos de significacin, valo-
rizacin y apropiacin de la naturaleza, y las condiciones sociales pa-
ra el uso sustentable y equitativo de los recursos naturales.
Para dar bases tericas y operativas a este nuevo paradigma produc-
tivo es necesario construir el concepto de productividad ecotecnolgica
desde los sentidos del concepto de entropa en el campo de la bioe-
19
Przybylsky Tadeusz (1993) ha enfatizado el valor de la entropa en relacin con
el balance ecolgico de los gases atmosfricos del planeta (oxgeno y dixido de car-
bono). La desforestacin disminuye la produccin de biomasa y como resultado de
ello reduce la tasa de asimilacin de bixido de carbono en la atmsfera. De esta ma-
nera el concepto de entropa se relaciona con el equilibrio ecolgico. La reduccin
de la biomasa incrementa la entropa al degradar el ordenamiento ecolgico y la pro-
ductividad neguentrpica del proceso fotosinttico. La destruccin de los ecosistemas
forestales, la erosin de las tierras frtiles y la desertificacin favorecen la acumulacin
de gases de efecto invernadero y el calentamiento global del planeta.
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 167
conoma y de las estructuras disipativas.
20
Para ello es necesario cons-
truir un concepto heurstico de entropa, destacando tanto los potenciales de
una produccin neguentrpica fundada en la organizacin ecolgica
de la biosfera, como los lmites que plantea la ineluctable degradacin
entrpica generada por los procesos metablicos y tecnolgicos. Ello
conducira a fundar un nuevo paradigma de produccin que incorpora
tanto las condiciones entrpicas de todo proceso de transformacin
de masa y energa como el proceso neguentrpico de formacin de
biomasa a partir de los procesos fotosintticos de la biosfera, para ba-
sar en ellos una produccin sustentable de valores de uso para satisfa-
cer necesidades humanas culturalmente diferenciadas. Este hecho ha
sido soslayado tanto por la ecologa ms preocupada en la producti-
vidad primaria de los ecosistemas, la conservacin de la biodiversidad,
los procesos de desforestacin, la emisin y dilucin de los gases de
efecto invernadero, como por la bioeconoma preocupada por la
degradacin entrpica del proceso econmico, y la economa ecol-
gica, interesada en asignar precios a las funciones de sumidero de los
bosques.
La construccin de sociedades sustentables implica la necesidad
de construir un paradigma de productividad ecotecnolgica inclu-
yendo su expresin en las teoras y prcticas de la agroecologa y la
agroforestera, capaz de transformar la racionalidad econmica do-
minante a travs de la activacin de nuevos principios productivos
fundados en la productividad ecolgica sustentable del planeta. Ms
all de los mecanismos compensatorios propuestos por el Protocolo
de Kioto, esta nueva racionalidad productiva sera capaz de con-
trarrestar, a partir del potencial fotosinttico del planeta y de la pro-
ductividad neguentrpica de biomasa, los excedentes de produccin
de gases de efecto invernadero generados por el proceso econmico
que, guiado por su inercia de crecimiento y por su incapacidad de
20
En escritos anteriores propuse el concepto de productividad ecotecnolgica como la
articulacin de dos niveles de productividad: la productividad primaria de los ecosiste-
mas la produccin de biomasa proveniente de la fotosntesis y la productividad tec-
nolgica que transforma los recursos naturales en valores de uso naturales y en mer-
cancas para el consumo humano (Leff, 1975). Este paradigma productivo fue plantea-
do como una racionalidad productiva alternativa que dara soporte a una sociedad
neguentrpica (Leff, 1984). En esta estrategia conceptual la produccin sustentable
es concebida como un potencial sinrgico que emerge, sincrnicamente, de la articu-
lacin de un sistema complejo de recursos naturales, procesos tecnolgicos y valores
culturales, y diacrnicamente de la coevolucin de los procesos de sucesin ecolgica,
innovacin tecnolgica, organizacin cultural y cambio social (Leff, 1986a, 1994a).
ENRIQUE LEFF 168
subsumirse en las condiciones de equilibrio ecolgico, acelera la
marcha hacia la muerte entrpica del planeta. Esto lleva a la necesi-
dad de evaluar el potencial actual para sustentar a una poblacin hu-
mana que muy posiblemente llegar a 12 mil millones durante este
siglo, sin acelerar las tendencias hacia el agotamiento de los recursos
no renovables, el incremento de la contaminacin de los servicios
ambientales, y la emisin de gases de efecto invernadero con sus
efectos en el calentamiento global del planeta.
El potencial productivo proveniente de la formacin de biomasa
se ha considerado insuficiente para responder a las necesidades de
la poblacin humana actual.
21
Empero, la produccin de biomasa en
la biosfera se ha estimado en el orden de 2.4x10
12
toneladas mtri-
cas, con una tasa de formacin anual de 1.7x10
11
, equivalente a 10
19
kilocaloras (Rodin et al., 1975),
22
en tanto que el gasto energtico de
21
La energa solar ha estado aqu desde la emergencia de las plantas cloroflicas.
La hemos estado usando por milenios [] pero no en la medida que pudiera soste-
ner un desarrollo de los sectores vitales de la vida exosomtica a la que estamos acos-
tumbrados (Georgescu-Roegen, 1993a:14).
22
stos son estimados tericos, ya que la equivalencia entre el peso de la biomasa
y su valor calorfico depende del estado de oxidacin de las molculas de carbn que
se producen, las cuales varan entre 3-10 Kcal/g. La produccin primaria neta total de
la biosfera, la comunidad de todos los organismos de la superficie de la Tierra, es de
alrededor de 170 x 10
9
toneladas de materia orgnica seca al ao. Las comunidades
terrestres son en promedio ms productivas que las marinas, y ms o menos dos ter-
ceras partes de la productividad global ocurre en la Tierra. Debido a la acumulacin
de biomasa en forma de madera en la tierra, la disparidad de la biomasa es an ms
grande; la biomasa en la tierra es de alrededor de 1 800 x 10
9
toneladas, ms de mil
veces la biomasa en forma de plantas y de plancton marino. La eficiencia global de la
produccin primaria es de alrededor de 0.27% para la produccin primaria neta y
0.6% para la produccin primaria bruta en relacin con la energa del sol en la re-
gin visible en la superficie de la Tierra. El hombre cosecha alrededor de 1 200 x 10
6
toneladas anuales de alimento vegetal y alrededor de 90 x 10
6
de alimento animal de
la biosfera. Estas cosechas y las descargas de energa provenientes de la industria son
an pequeas comparadas con la biosfera como un todo, pero las presiones del hom-
bre en la biosfera se estn incrementando de manera exponencial (Whittaker, 1975).
Otros autores estiman que la produccin fotosinttica total por ao es de alrededor
de 220 mil millones de toneladas de materia seca (Hall y Rosillo-Calle,1999: 101-102,
109, 118). sta contrasta con una extraccin energtica anual de cerca de 3 500 mi-
llones de petrleo, 2,000 millones tep (toneladas equivalentes de petrleo) de gas na-
tural, y 2 400 millones tep de carbn, es decir, 8 000 millones tep escasas de recursos
fsiles, destinadas a cubrir la demanda de corriente elctrica, carburantes, energa de
calefaccin, y materias base de la industria qumica [...] Para una produccin media
de unas 15 toneladas de materia seca por hectrea sera necesaria una superficie de
cultivo o de arbolado inferior a 12 millones de km
2
para suplantar el petrleo, el gas
natural y el carbn como energas fsiles que cubren las necesidades energticas del
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 169
la economa mundial se calcula en el orden de 8.1x10
16
kilocaloras
(WRI, 1990). Sin embargo, la productividad primaria ha estado decli-
nando a ritmos crecientes en las ltimas dcadas debido a los proce-
sos de desforestacin y erosin de los suelos. Al mismo tiempo, el in-
cremento en la extraccin y consumo de fuentes no biolgicas de
energa (petrleo, gas, carbn, energa hidrulica) aumenta la en-
tropa de la biosfera. Ambos procesos alteran las estructuras y los
procesos auto-organizativos de los ecosistemas de los que depende la
formacin de biomasa, y afectan el balance geofsico entre el oxge-
no y los gases de efecto invernadero en la atmsfera, incidiendo de
manera conjugada en el calentamiento global del planeta.
Hasta ahora se ha subestimado el potencial de la energa solar pa-
ra construir una economa basada en los potenciales ecolgicos del
planeta.
23
Se considera que la cantidad de energa solar que se pue-
de capturar y transformar por la biosfera es entre 1 y 2% el total de
energa que llega al planeta. Sin embargo el punto en discusin no
es qu tan pequeo o grande es este porcentaje, sino cunto es sufi-
ciente para sostener una economa basada en un equilibrio entrpi-
mundo (en el supuesto de que toda la energa fsil fuese sustituida slo por biomasa
y sta se cultivase exclusivamente para su combustin directa, sin utilizar las llamadas
sustancias residuales del cultivo de productos comestibles, ni el potencial del biogs
procedente de desechos orgnicos) (Scheer, 2000: 81-82).
23
En cuanto a la capacidad de sustitucin de las fuentes fsiles por materias pri-
mas de origen solar en la industria qumica, Scheer observa que hacia 1989 La indus-
tria qumica procesaba anualmente 900 mil millones de toneladas de materias bsicas
fsiles en todo el mundo. Esta cifra contrasta con una produccin anual de la biosfe-
ra de 170 billones de toneladas, que corresponden tan slo a la superficie terrestre del
globo, [es decir] casi dos mil veces ms que lo que se necesita para elaborar los pro-
ductos petroqumicos (Scheer, 2000:269). Sin embargo sus argumentaciones se ba-
san ms en la creciente contaminacin qumica y los riesgos a la salud, y en la necesi-
dad de transitar hacia tecnologas limpias, que en la construccin de una nueva racio-
nalidad productiva fundada en los potenciales neguentrpicos del planeta. Cierta-
mente la diversidad biolgica en la que toma cuerpo esta productividad natural en-
frenta el criterio hasta ahora dominante de la ventaja que ofrece la homogeneidad de
las materias primas de origen fsil, sobre todo cuando a ste se agrega el de las eco-
nomas de escala. No obstante, la correcta evaluacin de los costos y riesgos ecolgi-
cos involucrados, as como la bioseguridad y la distribucin econmica y ecolgica, se
convierten en criterios para promover economas locales de menor escala pero ms
sustentables. La apuesta de Scheer es coincidente con nuestra propuesta de una pro-
ductividad ecotecnolgica sostenida fundada en los principios de la racionalidad am-
biental, cuando apunta que Sobre la base de energas y materias primas solares vuel-
ven a ser posibles las retroalimentaciones del desarrollo econmico global con los ci-
clos ecolgicos, con estructuras de economa y cultura regional estables, y con institu-
ciones democrticas (2000: 32).
ENRIQUE LEFF 170
co-neguentrpico. La energa equivalente de la productividad pri-
maria neta de los ecosistemas an excede la cantidad de energa de
origen fsil que se produce y consume por los procesos econmicos.
Estos datos son importantes para ver las potencialidades actuales de
los procesos naturales y transitar de una economa contaminante y
no renovable a una economa enraizada en las fuentes de neguentro-
pa de los sistemas ecolgicos y en la productividad sustentable de re-
cursos renovables. Para ello es necesario generar prcticas agroeco-
lgicas y agroforestales orientadas a magnificar la capacidad de cap-
tura de energa solar y su transformacin en biomasa, as como estra-
tegias que permitan una distribucin y apropiacin ms equitativas
de los recursos ambientales del planeta.
La fuente principal de esta bioeconoma es el potencial de forma-
cin de biomasa de la tierra. El potencial biolgico de la formacin
de biomasa se ha estimado en una tasa anual promedio del 8% en
los ecosistemas tropicales del planeta. Sin embargo, la formacin de
biomasa no aparece como una produccin directa de valores de uso,
de manera que esta biomasa diferenciada debe seguir procesos tec-
nolgicos de transformacin para producir satisfactores para las ne-
cesidades humanas. La productividad primaria neta de los ecosiste-
mas puede aumentar a travs de procesos fotosintticos y biotecno-
lgicos que incrementen los rendimientos ecolgicos sustentables
en vez de destruir el soporte ecolgico de la produccin, como en el
caso de los sistemas agrcolas basados en la homogenizacin de cul-
tivos comerciales y la aplicacin intensiva de agroqumicos. El de-
sarrollo cientfico y tecnolgico debe orientarse para incrementar
los procesos de productividad primaria y para transformar sus pro-
ductos en valores de uso de baja entropa. La productividad prima-
ria de los ecosistemas puede transformarse a travs de procesos de
regeneracin selectiva de los ecosistemas. Ello no slo permitir ge-
nerar una alta produccin sustentable de las especies de mayor inte-
rs para el consumo humano sin degradar el potencial productivo
de los ecosistemas, sino que el manejo de la sucesin secundaria per-
mite magnificar la capacidad de captacin de bixido de carbono
por estos procesos disipativos alejados del equilibrio. La biotecnolo-
ga puede incrementar la productividad ecolgica preservando la ca-
pacidad productiva de los ecosistemas complejos, dndoles un mane-
jo productivo y sustentable a los recursos naturales (Leff, 1986a).
Este paradigma de productividad ecotecnolgica no tiene como fi-
nalidad alcanzar un crecimiento sostenido de la economa, puesto
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 171
que aun recuperando y magnificando la productividad neguentrpi-
ca y la capacidad de produccin de biomasa, la biosfera presenta l-
mites ecolgicos y termodinmicos que debern llevar, junto con los
procesos demogrficos y productivos, a un equilibrio dinmico que
conserve el potencial de este orden productivo. En esta perspecti-
va es posible prever un escenario donde la poblacin humana llega-
r a un estado estacionario en el curso del presente siglo, en tanto
que se opera la transicin del presente orden econmico insustenta-
ble hacia un sistema bioeconmico sustentable. Al mismo tiempo se
promueve la apropiacin social de los bienes y servicios ambientales
de las estructuras disipativas de la biosfera en la construccin de
una racionalidad ambiental para edificar sociedades sustentables.
NEGUENTROPA, SUSTENTABILIDAD Y CULTURA
La crisis ambiental ha impuesto la necesidad de internalizar las con-
diciones ecolgicas para dar bases de sustentabilidad a la economa.
El mundo se ha convertido en un sistema complejo que desborda las
capacidades de las ciencias naturales y sociales para aprehender sus
dinmicas emergentes, impredecibles con base en los dominios dis-
ciplinarios del conocimiento. De esta manera se ha impuesto la ne-
cesidad de reconstruir los paradigmas cientficos y elaborar nuevos
acercamientos sistmicos y mtodos interdisciplinarios para apre-
hender la complejidad ambiental, trascendiendo el espacio restricto
de la articulacin de las disciplinas cientficas y abriendo un espacio
para la incorporacin de nuevos saberes.
La necesidad de nuevos mtodos interdisciplinarios para estudiar la
complejidad de los sistemas socioeconmicos y para democratizar el
conocimiento, como base para una gestin sustentable del potencial
ambiental, ha llevado a revisar las concepciones del mundo generadas
por la visin mecanicista de la realidad, desplazando al conocimiento
cuantitativo, unitario y matematizado de las ciencias hacia paradigmas
heursticos ms comprensivos aunque menos mensurables, ms
arraigados en el inters social y ms cercanos a los sentidos existencia-
les y a los mundos de vida de la gente. De esta manera la ciencia pos-
normal incorpora los saberes de la gente para un proceso participati-
vo de toma de decisiones en la apropiacin social de la naturaleza
(Funtowics y Ravetz, 1993; 1994).
ENRIQUE LEFF 172
Los enfoques provenientes de la ley de la entropa adquieren un
carcter heurstico, conectando sus significados cientficos con sus
sentidos sociales en una nueva percepcin del orden ecolgico y del
proceso econmico. Lo anterior no implica la conmensurabilidad ni
una fcil traduccin de los procesos fsicos, biolgicos y sociales en
los que se expresa la ley de la entropa como ley lmite de la natura-
leza, como potencial productivo o como una medida del orden cul-
tural. El desplazamiento de la polisemia de los conceptos cientficos
de entropa, de sus valores cuantitativos y probabilsticos acotados en
sus campos de experimentacin la termodinmica de sistemas cer-
canos al equilibrio, de una medida de orden fsico y cultural, de la
termodinmica de estructuras disipativas hacia sus sentidos heurs-
ticos y metafricos, no evapora la verdad cientfica en una ficcin. La
degradacin de la energa (la flecha del tiempo) y la creatividad y
productividad de la materia (del orden a partir del caos) son signos
y realidades de la dialctica entre entropa y neguentropa entre na-
turaleza y cultura en la que se juegan los sentidos de la sustentabili-
dad. Pues ms all del sentido metafrico que nos permite ver a la
sociedad organizada como una estructura disipativa, el orden cultu-
ral incide en las formas y grados en que la ley de la entropa se ex-
presa en la degradacin ambiental, en el equilibrio ecolgico y en la
productividad ecotecnolgica, a travs de las racionalidades produc-
tivas y los hbitos de consumo de cada cultura.
La economa convencional y las perspectivas del desarrollo soste-
nible no han tomado en cuenta los lmites fsicos, las condiciones
ecolgicas, los constreimientos sociales y los sentidos culturales que
constituyen las condiciones ambientales de la sustentabilidad. El
neoliberalismo ambiental sigue desconociendo los aportes crticos
de la bioeconoma, que desde Soddy hasta Georgescu-Roegen y Daly
han sealado la ineluctable degradacin entrpica del proceso eco-
nmico. Sin escapatoria posible de la ley de la entropa, a lo ms que
pueden aspirar las polticas del neoliberalismo econmico es a retar-
dar el colapso del sistema a travs de sus programas de conservacin
de la biodiversidad, de la materia y la energa; de sus estrategias pa-
ra desmaterializar la produccin sujeta a los avances de la tecnolo-
ga limpia, del control de las emisiones de gases de efecto inverna-
dero y sus efectos en el calentamiento global a travs de los permisos
transables de emisiones; y del cambio de los patrones de produccin
y de consumo fundado en una tica empresarial y en la soberana
de los consumidores. En el mejor de los casos, estas acciones podrn
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 173
desacelerar el ritmo de destruccin ecolgica, para seguir marchan-
do con paso ms lento, pero no menos firme, por el camino que con-
duce hacia el colapso ecolgico y la muerte entrpica del planeta.
El cambio social y las transformaciones productivas orientadas ha-
cia la sustentabilidad no resultan de extender el concepto de entro-
pa al orden cultural y al campo social o de aplicar las leyes de la ter-
modinmica y los principios de la ecologa a la gestin ambiental. El
carcter organizativo de los sistemas ecolgicos y el funcionamiento
de los sistemas termodinmicos deben guiar procesos productivos
sustentables, pero ello implica la asimilacin cultural de los concep-
tos de entropa y de neguentropa. La transicin hacia la sustentabili-
dad no se conduce por la aplicacin de leyes naturales a la sociedad,
sino por significados y estrategias sociales que incluyen valores cul-
turales, deseos humanos y poderes polticos, que ponen en juego a
los paradigmas cientficos y tecnolgicos, pero que van ms all de la
aplicacin compulsiva de una ingeniera ecolgica y una energtica
social, basadas en las teoras de la ecologa y de la termodinmica.
24
La visin entrpica de la economa disipa las ilusiones de que el
reciclaje tecnolgico de materiales, la desmaterializacin de la pro-
duccin y el crecimiento econmico sin lmites, que emergen de la
racionalidad econmica y tecnolgica dominantes puedan conducir
hacia la construccin de sociedades sustentables. Al mismo tiempo,
los propsitos del desarrollo sustentable y de la justicia ambiental se
basan en valores culturales y sociales que movilizan a la sociedad por
la autonoma y la participacin en procesos de reapropiacin de la
naturaleza, que trascienden a la incorporacin de los conceptos cien-
tficos de entropa y autoorganizacin como formas de conocimien-
to y fines sociales. La gente lucha hoy por principios de autodetermi-
24
La prescripcin de un determinado orden social en trminos de su entropa re-
sulta elusivo cuando efectivamente una sociedad ms jerarquizada y desigual como
lo ha sido la sociedad capitalista, la experiencia histrica del socialismo real y el actual
orden global, induce procesos ms entrpicos de uso y transformacin de la natura-
leza que sociedades tradicionales menos jerarquizadas y ms ecolgicas. En este sen-
tido, Giampietro ha afirmado que cuando el sistema analizado es un sistema con una
dinmica compleja que involucra diversos niveles, su caracterizacin de su comporta-
miento como ordenado o desordenado se vuelve elusiva; ello significa que la aso-
ciacin frecuente del incremento de entropa con un aumento del desorden slo
puede explicarse por una evaluacin antropomrfica, ms que como cambios en los
niveles de entropa (Giampietro, 1993: 219). En todo caso, la asimilacin de los con-
ceptos de entropa y neguentropa en la organizacin social abren una va para la
construccin de sociedades sustentables.
ENRIQUE LEFF 174
nacin y de autogestin, sin fundar estas demandas legtimas en las
leyes de la entropa. Empero, ante las perspectivas poco promisorias
del desarrollo sostenible, la racionalidad ambiental, informada por
el concepto de entropa, postula un nuevo paradigma productivo ba-
sado en las potencialidades neguentrpicas de los ecosistemas natu-
rales y de la organizacin cultural. El paradigma de productividad
ecotecnolgica abre la posibilidad de transitar hacia una economa
sustentable, moldeando el desarrollo de las fuerzas productivas con
las condiciones de productividad y equilibrio ecolgico y con las sig-
nificaciones y sentidos de la cultura, balanceando la ineluctable de-
gradacin entrpica de todos los procesos vivos y productivos con la
transformacin neguentrpica de la energa solar en una fuente sus-
tentable de recursos biticos.
Este paradigma de produccin neguentrpica involucra procesos que
trascienden la crtica que ha abierto la ley lmite de la entropa a la
concepcin del proceso productivo y a la teora econmica. Ms all
del propsito de internalizar las condiciones ecolgicas de sustenta-
bilidad a la racionalidad econmica prevaleciente, la construccin
de un paradigma productivo fundado en una racionalidad ambien-
tal, implica la necesidad de desarrollar estrategias tericas, investiga-
ciones cientficas y acciones prcticas que abran las vas para que los
potenciales de la naturaleza se conviertan en una fuente activa de ri-
queza. Este nuevo paradigma no se construye solamente sobre la ba-
se de los derechos humanos y culturales que plasman el nuevo dis-
curso de la sociedad civil y de las comunidades rurales por sus auto-
nomas, sus territorios y su patrimonio de recursos naturales. Es ne-
cesario fundar estas estrategias polticas en una nueva teora de la
produccin. Los principios de productividad ecotecnolgica y de ra-
cionalidad ambiental confrontan as a la racionalidad econmica an-
tiecolgica impuesta sobre los potenciales de la naturaleza y los sen-
tidos de la diversidad cultural, dando soporte a un nuevo paradigma
econmico, basado en los potenciales de la naturaleza y los sentidos
de la cultura.
La construccin de una racionalidad ambiental y el trnsito hacia
la sustentabilidad implican procesos sociales que no son conducidos
solamente por el control social de las leyes de la termodinmica. Los
procesos sociales que intervienen en la gestin de los recursos y la
apropiacin de la naturaleza la democracia, la autonoma, la auto-
gestin productiva, no se comprenden ni se reducen a la incorpo-
racin de leyes fsico-biolgicas en el orden simblico cultural y po-
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 175
ltico. De los principios y perspectivas que emergen de los procesos
disipativos se desprende que el manejo ecosistmico (neguentrpi-
co) de los recursos naturales no podra seguir una va predetermina-
da y que toda intervencin humana sobre estos procesos ecosistmi-
cos seguira caminos alternativos, guiados por las preferencias de los
actores sociales hacia diferentes estados posibles, pero sin una certe-
za absoluta sobre la emergencia de nuevos procesos en esta va de
construccin de un futuro sustentable. De esta manera, la construc-
cin de la sustentabilidad estar guiada por una resignificacin y re-
valorizacin social de la naturaleza que habr de conducir hacia la
apropiacin cultural de los procesos ecolgicos.
Este cambio de perspectiva desplaza al enfoque determinista que
orientara una posible planificacin de las prcticas sociales basada
en la prediccin del comportamiento de los ecosistemas. El proble-
ma no slo se complica porque los ecosistemas sean sistemas comple-
jos autoorganizativos, sino porque son afectados por la economa
global y por una diversidad de prcticas de apropiacin de la natura-
leza, donde no slo intervienen los conocimientos cientficos para
moldear el ecosistema (conservarlo, manejarlo), sino diferentes sa-
beres culturales. De manera que una vez que aceptamos al grado de
libertad (de incertidumbre) con el que se modifica (a veces en for-
ma catastrfica) el comportamiento de los ecosistemas, el papel de
la ciencia ecolgica en la toma de decisiones no es tan slo el de in-
formar sobre los escenarios posibles, sobre las posibilidades ecol-
gicas (atractores) para saber cules promover y cules desestimular
(Kay, 2001: 7). La cuestin es saber cmo habrn de evolucionar los
ecosistemas hacia una productividad sustentable y sostenida conside-
rando su intervencin desde las diferentes cosmovisiones y valoriza-
ciones culturales de la naturaleza.
Esta propuesta trasciende las perspectivas ecolgicas abiertas por
los procesos disipativos de los sistemas abiertos holrquicos, al hacer
intervenir en la complejidad del manejo ecosistmico el orden sim-
blico y cultural. En la perspectiva de la construccin de una racio-
nalidad ambiental, la dinmica de los ecosistemas no se rige por el
juego de atractores que conducen los destinos inciertos de los sis-
temas evolutivos a travs de sus fluctuaciones y estados catastrficos.
La creatividad y el propsito se inscriben como condicin de lo
real en el orden simblico, de la significacin y del sentido. Los sa-
beres culturales van guiando, modulando y actuando sobre los pro-
cesos ecosistmicos para guiarlos a estados de mayor productividad
ENRIQUE LEFF 176
ecotecnolgica (de mxima utilizacin de exerga y productividad
neguentrpica), de manera que los riesgos ecolgicos implcitos en
estos procesos (vgr. el uso del fuego) se convierten en procesos so-
cialmente intervenidos, controlados y reorientados por el conoci-
miento, el saber y la accin social. De esta manera, se prepara un
cambio de paradigma social de produccin, fundado en las bases y
principios de la termodinmica, as como en las significaciones cul-
turales, en el manejo participativo de los recursos y la apropiacin
social de la naturaleza.
Ello implica pasar de la idea de los sistemas ecolgicos como siste-
mas autoorganizativos y del nuevo papel asignado a la ciencia pos-
normal en la toma de decisiones y la orientacin de las acciones ha-
cia un futuro sustentable,
25
hacia la construccin de una racionalidad
ambiental, donde la complejidad ecosistmica se integra a la comple-
jidad ambiental que emerge desde la cultura y los saberes en la ges-
tin participativa de la naturaleza. Esta complejidad ambiental reba-
sa los marcos de una termodinmica de segundo orden y al principio
de correspondencia entre el modelo terico y una realidad compleji-
zada. Los modelos morfogenticos causales, de autocatlisis y retroa-
limentaciones de procesos, se desplazan hacia el campo de la relacin
del orden simblico, de la significacin y el sentido que se forjan en
el orden cultural, y el orden complejo de la materia. La asimilacin
cultural del orden complejo de lo real que se expresa en los procesos
entrpicos, caticos y neguentrpicos, que no son un simple reflejo
en la mente de la complejidad del mundo externo. La dialctica en-
tre entropa y neguentropa expresa este nuevo encuentro entre lo
Real y lo Simblico que reconstruye el campo de la economa.
Los movimientos sociales por la apropiacin de los procesos pro-
ductivos, fundados en los potenciales de la naturaleza y de la cultura,
estn llevando as a desarrollar estrategias de manejo sustentable de
los recursos naturales afines con los principios de autonoma cultural,
25
En este sentido, James Kay afirma que En el paradigma posnormal, el papel del
cientfico en la toma de decisiones se desplaza de la inferencia de lo que habr de ocu-
rrir, es decir, hacer predicciones que son la base de decisiones, a proveer a los toma-
dores de decisiones y a la comunidad con una apreciacin [...] de cmo el futuro po-
dra evolucionar [...] La ciencia, haciendo uso de diferentes tradiciones epistemolgi-
cas, ayuda a identificar constreimientos conocidos y posibilidades de los sistemas ho-
lrquicos abiertos. Un dilogo explora lo deseable y lo factible, y los reconcilia en una
visin de cmo proseguir. Los cientficos informan este dilogo proveyendo las narra-
tivas a travs de un proceso en el cual participan como iguales con otros en la tarea de
articular la visin, y de identificar caminos para el futuro (Kay et al., 1999: 8, 18).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 177
equidad social y justicia ambiental, internalizando en las condiciones
de la naturaleza y la ley lmite de la entropa en la gestin producti-
va de la biodiversidad a escala local y en el mbito comunitario.
26
En
esta hibridacin de procesos biofsicos, culturales y econmicos, los
saberes ambientales de las comunidades habrn de incorporar el
principio de productividad neguentrpica, generando nuevas prcti-
cas productivas que se plasman en la construccin de una nueva ra-
cionalidad productiva y un paradigma de sustentabilidad. La cons-
truccin de sociedades sustentables conduce a nuevas formas de or-
ganizacin social que incorporan las condiciones termodinmicas y
ecolgicas de la produccin para alcanzar los propsitos de un desa-
rrollo sustentable, diverso y equitativo. Frente a la va de sociedades
centralizadas, segmentadas y desiguales sometidas a los designios de
la globalizacin econmica y la normatividad ecolgica, se abre la al-
ternativa de un mundo sustentable, integrado por comunidades des-
centralizadas que produzcan sus condiciones de vida en armona con
su entorno ecolgico. En tanto que la economa de mercado genera
una tendencia homogenizante que erosiona las fuentes de la produc-
tividad ecolgica y de la diversidad cultural, la racionalidad ambien-
tal orienta la construccin de una sociedad neguentrpica basada en
redes de economas locales y regionales, abriendo nuevas posibilida-
des para un desarrollo democrtico y sustentable.
TIEMPO Y ENTROPA. LA CONSTRUCCIN DE UN FUTURO SUSTENTABLE
La bioeconoma de Georgescu-Roegen se inscribe en el dominio de la
teora negativa, como parte del pensamiento reactivo, que dice no a
la economa convencional, que marca su ineluctable lmite entrpico,
que transgrede pero no trasciende el orden de lo pensable y de lo po-
sible dentro de la racionalidad establecida. El descubrimiento de las
estructuras disipativas ha puesto sobre la tierra el principio cientfico
de la segunda ley de la termodinmica surgido de las condiciones idea-
les de los sistemas cercanos al equilibrio. La flecha del tiempo indica
el camino ineluctable hacia la muerte entrpica del planeta, pero tam-
bin de creatividad de la materia y el sentido irreversible del tiempo.
Nietzsche se adelant a Prigogine en esa percepcin del mundo
26
Ver cap. 9, infra.
ENRIQUE LEFF 178
como devenir como ser-siendo , al carcter constructivo de la mate-
ria y del ser, del mundo abierto al futuro y la irreversibilidad del tiem-
po, frente al mecanicismo y la metafsica que instauraron un pensa-
miento que afirma la realidad inmutable, la verdad por encima del
sentido, all donde incluso la dialctica, el conocimiento positivo y el
pensamiento crtico aparecen como fuerzas reactivas al devenir,
donde el positivismo erige una barrera contra el tiempo. Prigogine
abre una nueva visin de la ciencia hacia la emergencia del orden a
partir del caos y la creatividad de la materia, que en ltima instancia
habra de aplicarse y confirmarse en sus trminos ms generales en
el orden social y en la historia humana, un paradigma que habra de
resolver el dualismo entre ciencia y filosofa. Y sin embargo, la carac-
terizacin genrica de las estructuras disipativas no disuelve la dife-
rencia entre la temporalidad de la materia y la temporalidad que for-
ja el orden simblico, del tiempo como materia fundamental del
ser y la existencia humana; del futuro abierto por las relaciones de
otredad (Levinas) y por la voluntad de poder (Nietzsche).
27
En este
sentido, Nietzsche, ese primer desconstructor del orden metafsico y
cientfico, sealaba que
Las fuerzas reactivas triunfan, la negacin vence dentro de la voluntad de
poder! No solamente se trata de la historia del hombre, sino de la historia
de la vida, y de la Tierra, por lo menos en su cara habitada por el hombre.
Por todas partes vemos el triunfo del no sobre el s, de la reaccin sobre
la accin. Incluso la vida se vuelve adaptativa y reguladora, se reduce a sus
formas secundarias: ya ni siquiera comprendemos lo que significa actuar. In-
cluso las fuerzas de la tierra se agotan sobre esta cara desolada (Deleuze,
2000: 33).
27
Habra que indagar sobre el tiempo de estos acontecimientos: sobre el tiempo
interno de la desujetacin y la creatividad; sobre los tiempos polticos del cambio so-
cial; sobre esos tiempos que se enganchan con los tiempos csmicos, biolgicos y ter-
modinmicos, pero cuya temporalidad no es una temporalidad genrica de las fluc-
tuaciones y la creatividad de la materia. Pues las flechas del anhelo hacia la otra ori-
lla (Nietzsche) son lanzadas desde un corazn que no late al mismo ritmo que la fle-
cha del tiempo de la entropa universal. Habr que desentraar los enigmas de ese
tiempo que convierte el saber de la entropa, de la ley lmite y potencial de la natura-
leza, en una voluntad de poder, pues en su lucidez el loco afirma frente a los odos
sordos del mundo dominado: Mi tiempo an no es. Este tremendo evento est an
en camino, an vagabundeando; an no ha llegado a los odos de los hombres. El re-
lmpago y el trueno necesitan tiempo; la luz de las estrellas necesita tiempo; los actos
necesitan tiempo, aun despus de haber sido realizados, para ser vistos y odos
(Nietzsche, 1974: III,125).
LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA 179
Es sta la faz oscura del positivismo, la faceta reduccionista del ni-
hilismo, en la que lo Real y el Deseo se anulan en una realidad esta-
blecida, impuesta y fijada a travs de las formas que adopta el cono-
cimiento y la moral, en un principio universal y unitario que niega
lo mltiple y el devenir. En este sentido, interpretando a Nietzsche,
Deleuze seala:
La afirmacin es la ms alta potencia de la voluntad. Pero qu es lo afirma-
do? La Tierra, la vida. Pero qu forma tienen la Tierra y la vida cuando son
objeto de afirmacin? [] Lo que el nihilismo condena y se esfuerza por ne-
gar no es tanto el Ser [] es ms bien lo mltiple, es ms bien el devenir. El
nihilismo considera el devenir como algo que se debe expiar y que debe ser
reabsorbido en el Ser; considera lo mltiple como algo injusto que debe ser
juzgado y reabsorbido en lo Uno (Deleuze, 2000: 43).
Nietzsche desde la voluntad de poder y Prigogine desde la fle-
cha del tiempo abren el pensamiento al devenir para desconstruir
la racionalidad mecanicista de la economa. Mas ello implica algo
ms que extender la visin del ser y el devenir abierta por las estruc-
turas disipativas de Prigogine hacia el campo social. Sobre todo ha-
br que entender que la voluntad de poder no es una estructura
disipativa, que el principio del eterno retorno
28
es un juego de desa-
nudamiento del orden simblico que no sigue un esquema general
de fluctuaciones y desestabilizaciones para abrirse a lo nuevo. Es una
negacin que abre una afirmacin ms all de la dialctica de la ne-
gacin y del pensamiento crtico y que pasa a la construccin de una
nueva racionalidad. Pues slo la activacin del deseo de vida podr
28
El eterno retorno como lo propio de todo devenir no es el retorno de lo Mismo
a lo Mismo, no es una compulsin a la repeticin del Ser ni se inscribe, ms all de un
sentido analgico o metafrico, en el juego de retroalimentaciones en el proceso de
autoorganizacin de la materia. Regresar es precisamente el ser del devenir; lo uno
de lo mltiple, la necesidad del azar. Hay que evitar hacer del eterno retorno un retor-
no de lo Mismo... Lo Mismo no regresa, el regresar y slo l es lo Mismo de lo que de-
viene (Deleuze, 2000: 46). El eterno retorno no es la manifestacin de una identidad
inamovible; es la irreversibilidad del tiempo vivido, el juego de una memoria inelucta-
ble e indefectible que habita la represin y la apertura del Ser en la apertura hacia el
futuro, hacia el porvenir, hacia lo que an no es del Ser en su devenir. Afirmacin
enigmtica entre la voluntad, el pensamiento, el querer y la accin en la produccin
de la libertad de la voluntad que rebasa la comprensin heurstica de una termodi-
nmica aplicada al orden del ser-ah. Pues, qu desencadena el deseo al punto de que
la voluntad de poder querer d lugar a un querer poder, que la voluntad de poder ge-
nere la potencia de la accin capaz de desconstruir el pasado para abrir el futuro?
ENRIQUE LEFF 180
desconstruir la epistemologa objetivista del ente y transformar la
teora econmica para generar una teora de la produccin que sea
un agenciamiento de los potenciales de la naturaleza y los sentidos
de la cultura; para iniciar un movimiento social de transformacin y
apropiacin de las estructuras disipativas al servicio de la vida, de la
vida humana, de la construccin de un mundo durable, de mundos
de vida diversos y de sociedades sustentables. En este sentido se abre
la posibilidad de construir un nuevo paradigma de produccin sus-
tentable que se inscribe en el proceso de construccin de una racio-
nalidad ambiental.
5. LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL
LA GLOBALIZACIN ECONMICA Y LA MUERTE DE LA NATURALEZA
La crisis ambiental ha sido el gran aguafiestas en la celebracin del
triunfo del desarrollismo, expresando una de las fallas ms profundas
del modelo civilizatorio de la modernidad. La economa, la ciencia de
la produccin y la distribucin, mostr su rostro oculto en el disfraz
de su racionalidad contra natura. El carcter expansivo y acumulativo
del proceso econmico ha suplantado el principio de escasez que
funda a la economa, generando una escasez absoluta, traducindose
en un proceso de degradacin global de los recursos naturales y los
servicios ambientales.
1
Este hecho se hace manifiesto en el deterioro
de la calidad de vida, as como en la autodestruccin de las condicio-
nes ecolgicas del proceso econmico (J. OConnor, 1988). La degra-
dacin ecolgica es la marca de una crisis de civilizacin, de una mo-
dernidad fundada en la racionalidad econmica y cientfica como los
valores supremos del proyecto civilizatorio de la humanidad, que ha
negado a la naturaleza como fuente de riqueza, soporte de significa-
ciones sociales, y raz de la coevolucin ecolgico-cultural. A pesar de
la marca indeleble de esta falta, la cada del socialismo real se ha con-
vertido en un argumento triunfalista para la racionalidad econmica
unipolar, para la expansin y globalizacin del mercado sin contrape-
sos polticos y de un nuevo crecimiento, con controles ecolgicos, pe-
ro sin lmites.
En este sentido, la viabilidad del desarrollo sustentable se ha con-
vertido en uno de los mayores retos tericos y polticos de nuestro
tiempo. De all ha surgido el imperativo de ecologizar la economa,
la tecnologa y la moral. En esa perspectiva se inscriben los intentos
de la economa neoclsica para internalizar las externalidades am-
bientales con los criterios de la racionalidad econmica, o los de la
1
La escasez de recursos es lo que hace posible y necesario el clculo econmico
racional. Pero paradjicamente, su mismo xito en el proceso de crecimiento y expan-
sin ha llevado a un dficit en la calidad vital de la naturaleza, socavando a su vez el
principio de escasez, y por lo tanto, de la racionalidad econmica misma (Altvater,
1993: 6).
[181]
economa ecolgica para fundar un nuevo paradigma, capaz de inte-
grar los procesos ecolgicos, poblacionales y distributivos con los
procesos de produccin y consumo. La economa ambiental (la eco-
noma neoclsica de los recursos naturales y de la contaminacin) su-
pone que el sistema econmico puede internalizar los costos ecolgi-
cos y las preferencias de las generaciones futuras, asignando derechos
de propiedad y precios de mercado a los recursos naturales y servicios
ambientales, de manera que stos puedan integrarse a los engranajes
de los mecanismos del mercado que se encargaran de regular el equi-
librio ecolgico y la equidad social. Sin embargo, la reintegracin de
la naturaleza a la economa se enfrenta al problema de traducir los
costos de conservacin y restauracin en una medida homognea de
valor. La economa ecolgica ha sealado la inconmensurabilidad de
los procesos energticos, ecolgicos y distributivos con la contabilidad
econmica, as como la imposibilidad de reducir los valores de la na-
turaleza, la cultura y la calidad de vida a la condicin de simples mer-
cancas,
2
y los lmites que imponen las leyes de la entropa al creci-
miento econmico. La valorizacin de los recursos naturales est suje-
ta a temporalidades ecolgicas de regeneracin y productividad, que
no corresponden con los ciclos econmicos, y a procesos sociales y cul-
turales que no pueden reducirse a la esfera econmica. La internaliza-
cin de las condiciones ambientales de la produccin implica as la ne-
cesidad de caracterizar a los procesos sociales que subyacen y desde
donde se asigna un valor econmico, cultural a la naturaleza.
La crisis de recursos ha desplazado a la naturaleza del campo de la
reflexin filosfica y de la contemplacin esttica para reintegrarla al
proceso econmico. La naturaleza ha pasado de ser un objeto de tra-
bajo y una materia prima a convertirse en una condicin, un poten-
cial y un medio de produccin. La conservacin de los mecanismos
reguladores y los procesos productivos de la naturaleza aparecen as
como condicin de supervivencia y fuente de riqueza, induciendo
procesos de apropiacin de los medios ecolgicos de produccin y la
2
No existe un instrumento econmico, ecolgico o tecnolgico de evaluacin con
el cual pueda calcularse el valor real de la naturaleza en la economa. Contra la pre-
tensin de reducir los valores diversos del ambiente a una unidad homognea de me-
dida, William Kapp (1983) advirti ya desde 1970 que en la evaluacin comparativa
de la racionalidad econmica, energtica y ambiental, intervienen procesos heterog-
neos, para los cuales no puede haber un denominador comn. Ms all de la imposi-
bilidad de unificar esos procesos materiales heterogneos, la economa misma se ha
quedado sin una teora objetiva del valor (ver cap. 1, supra).
ENRIQUE LEFF 182
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 183
definicin de nuevos estilos de vida. Sin embargo, la problemtica
ambiental rebasa el propsito de realizar ajustes (ecolgicos) estruc-
turales al sistema econmico y de construir un futuro sustentable a
travs de acciones racionales con arreglo a valores ambientales.
Desde tiempos inmemoriales la sociedad humana ha incorporado
normas morales que probaron ser fundamentales para la superviven-
cia y la convivencia humanas. La prohibicin del incesto fue una ley
interna de la cultura que el hombre aprendi antes de ser formulada
por ningn antroplogo, y el mito de Edipo marc la condicin del
deseo desde donde se ha trazado la historia de la subjetividad y de la
cultura humana. Sin embargo, la racionalidad cientfica del iluminis-
mo fue construyendo un proyecto ideolgico que pretenda emanci-
par al hombre de las leyes lmite de la naturaleza. De esta manera, la
razn cartesiana y la fsica newtoniana modelaron una racionalidad
econmica basada en un modelo mecanicista, desconociendo las con-
diciones ecolgicas que imponen lmites y potenciales a la produc-
cin. La economa fue desprendindose de sus bases materiales para
quedar suspendida en el circuito abstracto de los valores y los precios
del mercado.
La toma de conciencia sobre los lmites del crecimiento que surge
de la visibilidad de la degradacin ambiental ms que de las formu-
laciones cientficas sobre la segunda ley de la termodinmica emerge
como una crtica al paradigma normal de la economa. Al borde del
precipicio son la alarma ecolgica anunciando una catstrofe tan
inesperada como impensable en la autocomplacencia del progreso
cientfico-tecnolgico, y la conviccin, tanto en el campo capitalista
como socialista, de que el desarrollo de las fuerzas productivas abrira
las puertas a una sociedad de postescasez y a la liberacin del hombre
del reino de la necesidad. Al descubrirse el velo terico y quedar al
desnudo la realidad flagrante de la degradacin ambiental, se plante
una fractura terica y social de mayores consecuencias que la revolu-
cin copernicana ante el poder teolgico construido en torno al siste-
ma tolemaico.
Sin embargo, el paradigma econmico el sistema cientfico e ins-
titucional ha sido incapaz de asimilar la crtica que plantea la ley de
la entropa a la racionalidad econmica. Ante las propuestas de
poner el freno al crecimiento y del trnsito a una economa de esta-
do estacionario fundados en el reconocimiento de las leyes de la
termodinmica que condenan al proceso econmico a la degrada-
cin entrpica, la teora y las polticas econmicas buscan eludir el
ENRIQUE LEFF 184
lmite y acelerar el proceso de crecimiento, montando un dispositi-
vo ideolgico y una estrategia de poder para capitalizar a la natura-
leza. De all emergen el discurso neoliberal y la geopoltica del desa-
rrollo sostenible reafirmando al libre mercado como el mecanismo
ms clarividente y eficaz para ajustar los desequilibrios ecolgicos y las
desigualdades sociales. Ms all de los obstculos epistemolgicos, de
las controversias en torno a los sentidos de la sustentabilidad y del en-
frentamiento de intereses para ecologizar a la economa y disolver las
contradicciones de la racionalidad econmico-tecnolgica formal-
instrumental dominante, varias cuestiones estn en el centro de esta
polmica, como por ejemplo la eficacia de las polticas ambientales pa-
ra incorporar los valores de la naturaleza, ya sea mediante instrumen-
tos econmicos (subsidios, impuestos e incentivos; cuentas verdes e in-
dicadores de sustentabilidad) o de normas ecolgicas que establezcan
las condiciones externas que deba asumir la economa de mercado.
Dentro de este espectro de reformas a la racionalidad econmica se si-
ta el debate de las posibles soluciones tecnolgicas (tecnologas ms
limpias, desmaterializacin de la produccin), as como el lugar de los
valores y la moral de los individuos para corregir las desviaciones del
sistema econmico a travs de una tica conservacionista y la sobera-
na de los consumidores.
La crisis ambiental ha puesto al descubierto la insustentabilidad
ecolgica de la racionalidad econmica. De all el propsito de inter-
nalizar las externalidades socioambientales del sistema econmico o
de subsumir el proceso econmico dentro de las leyes ecosistmicas
en las que se inscribe. Ello plantea el problema de la inconmensura-
bilidad entre sistemas econmicos y ecolgicos, entre procesos fsi-
cos, biolgicos, termodinmicos, culturales, poblacionales, polticos
y econmicos, que conforman diferentes rdenes de materialidad, y
la diferencia de las posibles estrategias para compatibilizar polticas
econmicas y ambientales y para transitar hacia un desarrollo susten-
table. Tres grandes vertientes han sido planteadas para enfrentar los
retos de la sustentabilidad:
a) la economa ambiental que busca incorporar las condiciones
ambientales de la sustentabilidad los procesos energticos, ecolgi-
cos y culturales externos al sistema econmico, a travs de una eva-
luacin de costos y beneficios ambientales y su traduccin en valores
econmicos y precios de mercado.
b) la economa ecolgica que establece el lmite entrpico del pro-
ceso econmico y la inconmensurabilidad entre procesos ecolgicos
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 185
y los mecanismos de valorizacin del mercado, buscando desarrollar
un nuevo paradigma que integre procesos econmicos, ecolgicos,
energticos y poblacionales.
c) la posibilidad de pensar y construir una nueva racionalidad pro-
ductiva, fundada en la articulacin de procesos ecolgicos, tecnolgi-
cos y culturales que constituyen un potencial ambiental de desarrollo sus-
tentable.
Una cuestin fundamental en este debate se refiere a la posibili-
dad de globalizar y extender la racionalidad econmica hacia todas
las comunidades y espacios de sociabilidad, es decir, la capacidad de
universalizar la razn econmica frente a las limitaciones que le im-
pone la naturaleza misma de los sistemas vivos y de los ecosistemas
(sus condiciones de conservacin y regeneracin), as como los valo-
res culturales de pueblos y comunidades que se resisten a ser absorbi-
dos por la lgica del mercado y reducidos a las razones del poder do-
minante. Si una argumentacin razonada y consistente, as como la
realidad evidente, muestran que ni la eficacia del mercado, ni la nor-
ma ecolgica, ni una moral conservacionista, ni una solucin tecno-
lgica, son capaces de revertir la degradacin entrpica, la concentra-
cin de poder y la desigualdad social que genera la racionalidad eco-
nmica, entonces es necesario plantearse la posibilidad de otra racio-
nalidad, capaz de integrar los valores de la diversidad cultural, los po-
tenciales de la naturaleza, la equidad y la democracia, como valores
que sustenten la convivencia social, y como principios de una nueva
racionalidad productiva, sintnica con los propsitos de la sustentabi-
lidad. Para ello es necesario dilucidar los principios que fundan y los
retos que plantea la construccin de una racionalidad ambiental.
LA CRTICA DE LA ECOLOGA A LA RACIONALIDAD ECONMICA
Desde el socialismo utpico y el marxismo, y hasta el racionalismo
crtico, la racionalidad econmica ha sido criticada por fundarse en
la explotacin de la naturaleza y del trabajador, por su carcter con-
centrador del poder que segrega a la sociedad, aliena al individuo y
subordina los valores humanos al inters econmico e instrumental.
3
3
En este sentido Weber seal que El clculo riguroso de capital est, adems, vin-
culado socialmente a la disciplina de explotacin y a la apropiacin de los medios de
ENRIQUE LEFF 186
Si Marx puso sobre bases sociales a la dialctica hegeliana, el ecolo-
gismo est refundando a la economa poltica desde sus races so-
cioecolgicas. La crtica ecolgica a la racionalidad econmica es ra-
dical; proviene de la constatacin de que el proceso econmico im-
plica un proceso de transformacin de masa y energa, regido por la
segunda ley de la termodinmica, la que le decreta un ineluctable
proceso de degradacin entrpica (Georgescu-Roegen, 1971). El pro-
ceso econmico est inmerso en un sistema ecolgico que es abierto
pero finito; por lo tanto, est sujeto a las leyes de la naturaleza. Ello
significa que todo proceso productivo transforma recursos de baja en-
tropa en desechos de alta entropa, que tanto el reciclaje de materia
como el movimiento perpetuo son imposibles.
4
El condicionamiento ecolgico y termodinmico de todo proceso
productivo no es slo un problema terico. Su manifestacin en la
realidad es visible en los ndices crecientes de destruccin ecolgica
(degradacin de ecosistemas complejos de los que depende la con-
servacin de la biodiversidad y la regeneracin de recursos renova-
bles provenientes de la energa solar, la fuente inagotable de energa
limpia ms importante); contaminacin (produccin de desechos
que rebasan la capacidad de dilucin de los ecosistemas terrestres,
areos y acuticos), y degradacin de materia y energa, manifiesta
en el calentamiento global del planeta.
Los pases del norte se han empeado en encontrar una solucin
tecnolgica a la escasez global de recursos mediante procesos ms efi-
cientes que disminuyan el consumo de materia y energa, y eleven la
productividad de los recursos naturales. As, el Wuppertal Institut en
Alemania se ha enfrascado en un ambicioso proyecto que explora la
posibilidad de desmaterializar la produccin en un factor de cuatro y
hasta diez veces (Hinterberger y Seifert, 1995). Ms all de las dificul-
tades reales a las que se ha enfrentado tal pretensin, la reduccin de
la cantidad de masa y energa que entra, se transforma y degrada en
cada proceso productivo individual y en el proceso econmico global
tiene un lmite. La tecnologa no podr llegar a alimentar al proce-
so de produccin con masa y energa indiferenciada (Barnett y Mor-
se, 1963), ni alcanzar un reciclaje total de desechos; menos an po-
dr negar y exorcizar los demonios de la degradacin entrpica. De
produccin materiales, o sea a la existencia de una relacin de dominacin (Weber,
1922/1983: 83).
4
Ver cap. 4, supra.
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 187
manera que si la economa global sigue un ritmo positivo de creci-
miento, la disminucin relativa de la entropa por la desmaterializa-
cin de la produccin que pueda lograr la innovacin tecnolgica
tarde o temprano ser anulada por el propio crecimiento econmi-
co. Lo que est en juego es la posibilidad de estabilizar la economa
(su escala global), por una parte, y por otra equilibrar el balance en-
tre entropa y neguentropa del proceso econmico.
5
Por ello no hay
una solucin meramente tecnolgica para una economa sustenta-
ble, si no es construyendo otra racionalidad productiva que permita
un balance entre produccin neguentrpica de biomasa a partir de
la fotosntesis y la transformacin entrpica de los recursos finitos del
planeta.
6
La produccin de gran escala que promueve la globaliza-
cin econmica no compensa, mediante las ventajas comparativas
del comercio internacional y del mecanismo de desarrollo limpio, la
destruccin de los ecosistemas, la sepultura de prcticas tradiciona-
les, la vulnerabilidad y el riesgo ecolgico y la inseguridad econmi-
ca frente a los poderes y vaivenes del mercado mundial. La globaliza-
cin econmica acelera la apropiacin destructiva de la naturaleza y
la degradacin entrpica del planeta. En este sentido, la diversidad
cultural y la diversificacin de estilos de desarrollo actan como un
principio conservacionista que desactiva los efectos ecodestructivos
de la produccin en gran escala para el mercado globalizado.
Las propuestas de la economa ecolgica y de la tecnologa para
subsumir al sistema econmico dentro de sus condiciones ecosist-
micas de sustentabilidad se enfrentan a las limitaciones de la racio-
nalidad econmica para asimilar las condiciones ecolgicas de la sus-
tentabilidad dentro de sus mecanismos operativos.
7
El sistema eco-
nmico, fundado en la rentabilidad de corto plazo, no puede funcio-
nar sino como un proceso acumulativo y expansivo, alimentndose
5
Finalmente lo que importa no es el impacto del progreso tecnolgico en el con-
sumo de recursos por unidad de PIB, sino el incremento en la tasa de agotamiento de
los recursos (de la polucin y la degradacin entrpica) que resulta de dicho progre-
so (en Daly, 1993: 93).
6
Ver cap. 4, supra.
7
Los instrumentos tericos de la economa neoclsica, cubiertos en su velo de ra-
cionalidad formal, han mostrado su falacia e inconsistencia. As, la validez de la regla
de Hotelling, que establece que los costos de extraccin de la unidad marginal del
recurso deben crecer a una tasa igual a la tasa de inters del mercado, regulando as
el balance entre equilibrios ecolgicos y econmicos y acercndolos a un ptimo so-
cial, es refutada por la aplicacin de polticas econmicas que han generado un ace-
lerado desequilibrio ecolgico y degradacin ambiental.
de stocks y flujos crecientes de materia y energa procedentes de los
ecosistemas locales y de la ecosfera global del planeta. No basta as
con postular la estabilizacin de la economa (y de la poblacin) en
algn momento en el prximo siglo, sin cuestionar la posibilidad de
desescalar y desconstruir la economa para internalizar las condicio-
nes de sustentabilidad ecolgica. La ecologizacin de la economa
no es un problema de adecuacin de ritmos y escalas, sino de cam-
bio de estructura y construccin de una nueva racionalidad.
En esta perspectiva, no slo es imposible un crecimiento econmi-
co sostenido; tambin una economa de estado estacionario, tal co-
mo ha sido propuesta por Daly (1993), regida por los principios de
la racionalidad econmica, es insostenible a largo plazo. En el marco
de esta racionalidad la nica salida posible sera una estrategia de de-
crecimiento; pero la racionalidad econmica a diferencia de las se-
millas terminator no tiene inscritos en su cdigo gentico los meca-
nismos de su propia desactivacin. Las polticas neoliberales, orien-
tadas a recuperar y mantener un crecimiento econmico sostenido,
niegan las leyes de la termodinmica. Por ello la economa ecolgica
cuestiona los programas neoliberales de crecimiento sostenible (Qui-
roga, 1994). La economa global, en su inercia acumulativa, ha alcan-
zado una escala que rebasa los lmites de sustentabilidad del planeta;
las externalidades del sistema han generado un estado de escasez ab-
soluta, una deseconoma global y generalizada. Desde esa perspecti-
va surgi la propuesta de transitar hacia una economa de estado es-
tacionario (Daly, 1991) basada en los siguientes principios:
a) que los recursos no renovables sean explotados a ritmos que
permitan su reposicin por recursos renovables;
8
b) que las emisiones de desechos no excedan la capacidad de asi-
milacin de los ambientes locales y del ecosistema planetario.
El estado estacionario sera aquel en el cual se mantienen constan-
tes tanto la poblacin como el stock de artefactos o capital exosomti-
ENRIQUE LEFF 188
8
La sustitucin de recursos no renovables por renovables se basa en el hecho de que
En tanto que el agotamiento nos fuerza a explotar progresivamente recursos de ms
baja ley, el trasflujo total de materia y energa deber incrementarse de manera de ge-
nerar el mismo trasflujo neto de los minerales requeridos para mantener los stocks cons-
tantes. Tambin, una fraccin ms grande del capital constante tendr que dedicarse
a medios cada vez ms intensivos en capital para aprovechar recursos minerales [...]
La economa de estado estacionario busca conducir la economa hacia el mximo
aprovechamiento posible de energa solar y recursos renovables y a alejarnos de las
prcticas insustentables actuales de vivir sobre todo del capital geolgico acumulado
(Daly, 1993: 379).
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 189
co. Daly adopta el concepto de capital de Fisher, como un stock, es de-
cir, un inventario de bienes de produccin, bienes de consumo y
cuerpos humanos. La satisfaccin de necesidades se entiende como
un flujo inconmensurable que se traduce en un ingreso psquico
(Daly, 1993:326). Para alcanzar este estado, Daly sugiere dejar operar
a la economa dentro de ciertas condiciones fsicas de equilibrio eco-
lgico que deben ser impuestas al mercado en trminos de agregados
cuantitativos de orden fsico (1993: 249). La posibilidad de introdu-
cir estas reformas a la economa dependera del crecimiento moral
de la gente, y de una jerarqua de valores objetivos, capaz de ordenar
y concertar intereses diversos, controlando al mercado y reordenan-
do a la economa. En una economa as normada,
Los precios de mercado no deberan decidir sobre las tasas de flujo de ma-
sa-energa a travs de la frontera economa-ecosistema o decidir la distribu-
cin de recursos entre diferentes personas [...] La primera es una decisin
ecolgica, la segunda una decisin tica que debe determinar los precios, en
vez de ser determinada por ellos (Daly, 1993: 374-375).
La propuesta de Daly constituye, si no un modelo axiomatizado de
una racionalidad ecolgica para la sustentabilidad, s un conjunto de
principios ecolgicos, morales y religiosos que deberan de condu-
cir la accin racional con arreglo a ciertos valores y ciertas condicio-
nes de sustentabilidad. En este sentido, la economa ecolgica estara
proponiendo una norma a la racionalidad formal del capital. En prin-
cipio nadie podra oponerse a los objetivos buscados por esta regula-
cin social y ecolgica del mercado.
9
Y, sin embargo, no es claro que
la economa pueda conducir su funcin de asignar racional y eficien-
temente factores productivos y recursos, dejando que las condiciones
ecolgicas y distributivas sean fijadas por principios y valores extraeco-
nmicos. Daly reconoce que aun una economa de estado estaciona-
9
En este punto coinciden otros autores. Para Altvater el error del discurso neoli-
beral no radica en el nfasis en la formacin a travs del mercado de precios relativos,
sino en el hecho de erigirse como el principio racional que estructura todas las esfe-
ras de la vida social [...] La economa de mercado [...] surgi de la desincorporacin
de la racionalidad econmica de los lazos sociales existentes [...] Hoy, la ulterior evo-
lucin de la sociedad slo es posible si la racionalidad econmica de los procedimien-
tos del mercado se arraiga firmemente en un sistema social complejo de regulacin
del dinero y la naturaleza fuera del mercado (Altvater, 1993: 255, 260). El desarrollo
sostenible dependera as de la posibilidad de ecologizar y democratizar al mercado,
delimitando y normando el campo de actuacin de la economa.
rio sera insostenible y deja en manos de Dios los destinos de la huma-
nidad. De esta manera afirma que su propuesta no podra sino llevar
a la economa a un estado de casi equilibrio, como una estrategia de
buena administracin [...] para cuidar la creacin de Dios por tanto
tiempo como l quiera que dure (Daly, 1993: 280). El destino del de-
sarrollo sustentable estara signado en una encrucijada, entre el fata-
lismo de la muerte entrpica y la esperanza en la voluntad divina. Ello
no ofrece salidas a la crisis del sistema. El problema no radica en de-
finir las reglas que deben normar al proceso econmico, sino las vas
de transicin hacia una economa en estado estacionario. Mas no hay
signos perceptibles en ninguna parte despus de ms de 30 aos de
haberse planteado los lmites entrpicos al crecimiento, ms de 20
aos de polticas neoliberales y ms de 15 aos de una bsqueda de
soluciones a travs del paradigma emergente de la economa ecolgi-
ca de que la racionalidad econmica contenga los mecanismos para
poder desacelerarse y alcanzar un estado estacionario (en equilibrio
con la naturaleza), sin que el proceso lleve a su colapso, y con ello al
de la naturaleza misma. La desconstruccin de la racionalidad econ-
mica sera tan quimrica como intentar convertir un avin supersni-
co en pleno vuelo en un helicptero capaz de aterrizar en este mun-
do antes de estrellarse contra el tiempo. Y sin embargo...
La diferenciacin de racionalidades, ms all de la inconmensura-
bilidad entre procesos, es fundamental para pensar la construccin
de una racionalidad ambiental. La economa no ha mostrado ser una
disciplina capaz de delimitar su campo de conocimiento, de acoger
otras racionalidades, de abrirse a la alteridad y a la alternativa. Al con-
trario, es una razn totalitaria, que se expande y globaliza, que impo-
ne un proceso de racionalizacin que va ocupando todas las esferas
de la vida social y del orden ecolgico. La economa tiende por su
propia naturaleza a desbordar la esfera de la produccin para capi-
talizar a la naturaleza y a la cultura. La incorporacin en la economa
de las condiciones ecolgicas de sustentabilidad, as como su deses-
calacin y reconversin hacia una economa ecolgicamente susten-
table, no es un problema metodolgico, de un ajuste de cuentas en-
tre paradigmas tericos; implica sobre todo un proceso histrico en
el que las estrategias de poder en el saber han llevado a instituciona-
lizar y a legitimar la racionalidad econmica.
Si el crecimiento econmico no es sostenible, si la racionalidad
econmica no contiene los mecanismos para su desactivacin, enton-
ces es necesario construir otra racionalidad productiva que pueda ope-
ENRIQUE LEFF 190
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 191
rar conforme a los principios de la sustentabilidad. Si los recursos de
la naturaleza son limitados, si la segunda ley de la termodinmica es
inescapable, si la flecha del tiempo es ineluctable y se manifiesta en la
desestructuracin de los ecosistemas y la degradacin del ambiente; si
la capacidad de la ciencia y la tecnologa para revertir la entropa y pa-
ra desmaterializar a la economa es ilusoria e incierta; entonces una
razn guiada por un instinto de supervivencia y por la erotizacin de
la vida debe llevar a la humanidad a buscar nuevas vas civilizatorias,
antes de quedar atrapada en la complacencia generalizada dentro del
fanatismo totalitario del orden econmico establecido, en la creencia
de que ello representa el estadio ms alto de desarrollo de la civiliza-
cin y que expresa la voluntad de los dioses. Ms all del propsito de
incorporar los costos ecolgicos dentro de una racionalidad que los
rechaza y excluye, es necesario formular una nueva economa que
funcione sobre la base de los potenciales ecolgicos del planeta, del
poder del saber, la ciencia y la tecnologa, y las formas culturales de
significacin de la naturaleza.
Para la economa ecolgica y la bioeconoma, los lmites entrpi-
cos deben acoplarse con una moral que limita el consumo exosom-
tico. Empero, la solucin no radica en una tica de la frugalidad y el
tiempo libre, sino en una reorientacin del deseo para generar nue-
vos procesos emancipatorios y la construccin de un nuevo paradig-
ma productivo fundado en la productividad ecolgica, los valores
culturales, los significados subjetivos y la creatividad humana. La
construccin de un nuevo paradigma productivo fundado en princi-
pios y bases de racionalidad ambiental implica una estrategia de des-
construccin de la racionalidad econmica a travs de actores socia-
les capaces de movilizar procesos polticos que conduzcan hacia las
transformaciones productivas y del saber para alcanzar los propsi-
tos de la sustentabilidad, ms que a travs de normas que puedan im-
ponerse al capital y a los consumidores para reformar la economa.
Ms all de la capitalizacin de la naturaleza por la va de una racio-
nalizacin econmico-ecolgica formal, la sustentabilidad se debate
en el campo emergente de la ecologa poltica, donde entran en jue-
go las percepciones e intereses de los grupos mayoritarios de la so-
ciedad, de las poblaciones del tercer mundo y de los pueblos indios,
que se resisten a ser globalizados, reducidos a la condicin de pro-
ductores y consumidores del sistema de mercado reverdecido. Fren-
te a las perspectivas del desarrollo sostenible, estos movimientos so-
ciales reivindican sus espacios de autonoma para reapropiarse de su
patrimonio de recursos naturales y culturales y para definir nuevos
estilos de vida.
10
En un escenario de diversidad cultural, soberana nacional y auto-
nomas locales, el nuevo orden sustentable no podr construirse por
la globalizacin del mercado, sino a travs de procesos sociocultura-
les en los que se definen nuevas estrategias de apropiacin, uso y
transformacin de la naturaleza y donde la economa global habr
de reconstituirse como la articulacin de economas locales susten-
tables. Estos procesos de transformacin implicarn el encuentro de
diversas racionalidades, algo mucho ms complejo y complicado, pe-
ro ms viable como estrategia de sustentabilidad, que los dictados
del mercado.
La complejidad ambiental que emerge del encuentro del orden
fsico, biolgico, cultural y poltico; de ontologas, epistemologas y
saberes; de lo real, lo imaginario y lo simblico no es sino resultado
del fracaso de la epopeya homogeneizadora de la racionalidad eco-
nmica de la modernidad; y es esta condicin lmite de la moderni-
dad lo que reabre la historia hacia mundos de utopas, de creatividad
y de posibilidades. De all la necesidad de una construccin racional
del futuro, que renueve las utopas, que incluya los aspectos no ra-
cionales (deseos, aspiraciones, valores) que no se reducen a valores
de mercado. Ello implica comprender las sinrazones del sistema ac-
tual e incorporar los aspectos irracionales del ser que al fin y al cabo
definen la calidad de vida de los hombres y mujeres que habitan es-
te mundo.
LMITES DEL MERCADO. VALORIZACIN DEL AMBIENTE
Y PRODUCCIN DE SENTIDOS
El problema de la valorizacin de la naturaleza y la cultura como me-
dio para asegurar las condiciones de sustentabilidad del sistema eco-
nmico, no slo radica en la imposibilidad de asignarles precios rea-
les y justos a travs de los mecanismos del mercado, sino en las con-
secuencias ticas que acarrea la sobreeconomizacin del mundo. La
contradiccin entre economa y ecologa surge de la compulsin al
crecimiento de la racionalidad econmica. Esta dinmica econmi-
ENRIQUE LEFF 192
10
Ver caps 8-9, infra.
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 193
ca implica un uso creciente de materia y energa, enfrentndose a los
umbrales de capacidad de carga, a la resistencia y a las condiciones
de regeneracin de la naturaleza; a la capacidad de dilucin y reci-
claje ecolgico de residuos de los ecosistemas, y en ltima instancia
al ineluctable incremento de la entropa, manifiesto tanto en la de-
gradacin de energa utilizable en los procesos tecnolgicos como
en la desestructuracin de ecosistemas de los que depende la pro-
duccin neguentrpica de biomasa.
Las limitaciones del mercado para regular los procesos ecolgicos
que constituyen la base de sustentabilidad del proceso econmico no
slo se deben a que los procesos econmicos, ecolgicos y energti-
cos son inconmensurables, sino al hecho de que su movilizacin
depende de racionalidades culturales diferentes y especficas. Por el
carcter mismo de los recursos naturales y los servicios ambientales
como bienes comunes y posicionales (Hardin, 1968), conforme los
recursos se van se agotando, desestructurando y saturando, los ecosis-
temas pierden su carcter de valores de uso, limitando el funciona-
miento de la racionalidad econmica (Altvater, 1993).
11
La capitali-
zacin de la naturaleza individualiza a los recursos y a las personas,
esto es, los abstrae de los sistemas ecolgicos y culturales en donde
adquieren su valor y su sentido como bienes comunes y comunales
(Thompson, 1998). El individualismo metodolgico implcito en el
que se apoya la racionalidad econmica crea la ilusin de que las per-
sonas podran evitar el colapso ecolgico a travs de su conciencia
ciudadana, sus demandas individuales y su soberana como consu-
11
El valor de uso de los bienes posicionales no est ligado a mercancas individua-
les, sino a un ambiente de cuya calidad depende la posibilidad de ser producidos o
usados. El consumo, distribucin y acumulacin de productos en los lmites ecolgi-
cos no puede ser regulado por el mercado y por medio del dinero, puesto que sim-
plemente no tienen el carcter de bienes que puedan ser consumidos libremente so-
bre una base individual. El principio ordenador de la racionalidad econmica, con
sus seales de precios y pagos, se convierte aqu en un principio de desorden que re-
bota sobre la economa. La falta de oportunidades de crecimiento debe traer a discu-
sin criterios de asignacin que no sigan definiendo la justicia como resultado de los
procedimientos del mercado. Los sistemas econmico y social reclaman una reorga-
nizacin fundamental cuando la produccin regida por el valor de cambio slo es ca-
paz de crear valores de uso con una capacidad limitada para satisfacer necesidades.
En consecuencia, la acumulacin capitalista de ninguna manera es ilimitada, aun
cuando la tendencia expansionista del capital no reconozca fronteras. En vista de los
limitados recursos y de la capacidad de carga de la tierra como ecosistema, los lmites
ecolgicos se vuelven lmites sociales y finalmente barreras a la racionalidad econmi-
ca (Altvater, 1993:230).
midores. El sentido de la existencia y la calidad de vida son presa del
mercado. El sujeto ecologizado se parecera a ese famoso barn de
Mnchhausen, quien se salva de hundirse en el pantano al que ha
cado jalndose de sus propios cabellos (Pcheux, 1975: 30).
Frente a la crtica ecolgica, la razn econmica ha construido su
propia defensa. La teora del equilibrio y el crecimiento ha reafirma-
do como sus premisas verdaderas, falacias tericas. De esta manera,
presupone que el valor de los recursos se incrementar conforme au-
menta la tasa de inters; que sta conlleva un ritmo paralelo de cre-
cimiento econmico, y que estas variables establecen la tasa ptima
de explotacin de los recursos naturales. El sistema econmico supo-
ne la existencia de agentes econmicos racionales, cuyo comporta-
miento es coherente con las seales del mercado. Ello ha llevado a
hipostasiar un principio racionalista del hombre como agente eco-
nmico su constitucin como homo economicus, sin ver que es justa-
mente la institucionalizacin de la teora econmica la que genera
sujetos ideolgicos que van ajustando su comportamiento como su-
jetos racionales, una vez que han sido convertidos en productores
y consumidores para el mercado. La racionalidad econmica es una
construccin social y no el resultado de la evolucin natural de la ci-
vilizacin humana:
El conflicto entre el mercado y las exigencias elementales de una vida social
organizada suministr al siglo XIX su dinmica y produjo las tensiones y pre-
siones tpicas que finalmente destruyeron a esa sociedad [...] La verdadera
crtica de la sociedad humana no es que estuviera basada en la economa
[...] sino que su economa estaba basada en el propio inters. Tal organiza-
cin de la vida econmica es enteramente antinatural [...] Los pensadores
del siglo XIX supusieron que en sus actividades econmicas el hombre lucha-
ba por la ganancia [...] que en su actividad econmica tendera a regirse por
lo que describan como el racionalismo econmico, y que toda conducta
contraria era resultado de una injerencia externa. De esto se desprenda que
los mercados eran instituciones naturales, que surgiran naturalmente si so-
lamente se dejaba en paz a los hombres. As pues, nada poda ser ms nor-
mal que un sistema econmico que consistiera en mercados y bajo el nico
control de los precios de mercado, y una sociedad humana basada en tales
mercados apareca, por tanto, como la meta de todo progreso [...] En reali-
dad [...] la conducta del hombre en su estado primitivo y a travs del curso
de la historia ha sido casi la contraria de la implicada en esa opinin [...] el
mercado ha sido el resultado de una intervencin consciente y con frecuen-
ENRIQUE LEFF 194
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 195
cia violenta por parte del gobierno que impuso la organizacin mercantil a
la sociedad para fines no econmicos (Polanyi, 1992: 327-328).
La racionalidad econmica ha desarrollado una estrategia de po-
der para legitimar su principio de racionalidad fundado en el mode-
lo cientificista de la modernidad. Desde esa perspectiva, no slo se
define como racional la conducta de los actores sociales que se rigen
por las motivaciones del mercado, la ganancia y la utilidad, sino que
se busca deslegitimar los modos de organizacin social guiados por
otros valores. En el discurso apologtico de la globalizacin econ-
mica (que engloba al discurso del desarrollo sostenible) las prcticas
tradicionales, as como las demandas de las comunidades locales y
las sociedades no capitalistas, aparecen como derechos y valores, pe-
ro carentes de racionalidad. La racionalidad que rige el comporta-
miento de estas sociedades tradicionales no se constituye a travs
de leyes objetivas de su mundo ideal y material, si bien en toda or-
ganizacin cultural lo real es incorporado en los mundos de vida de
los sujetos sociales a travs de procesos de significacin, de raciona-
lizacin y de produccin de sentidos, dentro de diferentes cdigos
culturales.
La globalizacin econmica instala la soberana del consumidor
en el lugar de la soberana de los pueblos, que en sus procesos hist-
ricos establece las reglas de cohesin y solidaridad social y los imagi-
narios colectivos que definen las necesidades y deseos de la gente
dentro de organizaciones culturales diferenciadas. De estos princi-
pios emergen hoy en da las luchas de resistencia de los pueblos a sub-
sumirse dentro de las reglas homogeneizantes del mercado globaliza-
dor, a ser reducidos a elementos de un capital humano, a disolver
sus valores y estilos de vida. Desde la tica surge una crtica a la racio-
nalidad econmica, planteando el carcter irreductible de los princi-
pios de autonoma, solidaridad y autosuficiencia a la razn reduccio-
nista del mercado. La reivindicacin de la calidad de vida en el deba-
te ambiental va ms all de la percepcin economicista sobre la pro-
duccin y administracin del ocio y del tiempo libre. El desarrollo
sustentable no slo est guiado por la racionalidad del equilibrio eco-
lgico, sino por la finalidad del placer y el gozo, lo que da mayor
complejidad al significado de la produccin y el consumo. El bienes-
tar, jalado por el deseo, no se agota ni en la acumulacin de bienes ni
en la frugalidad del consumo, sino en la calidad de vida derivada de
procesos de significacin cultural y sentidos subjetivos del valor de la
vida. Y stos son tan reales y fundamentales para los ciudadanos del
mundo de la abundancia como para las comunidades indgenas que
reclaman sus derechos de ser, as como condiciones econmicas, pol-
ticas y ecolgicas para satisfacer sus necesidades bsicas.
La lgica del mercado dio lugar a un proceso de racionalizacin
tecnolgica fundado en el control y la eficiencia social, cerrando las
vas a otras opciones histricas. Las cosmovisiones de las culturas tra-
dicionales, fundadas en una visin ms orgnica de la vida y de la re-
lacin con la naturaleza, fueron sustituidas por la visin mecanicista
que emerge de la racionalidad cartesiana y la revolucin industrial. La
posmodernidad est generando una cultura de la diferencia, de la
otredad y de la calidad de vida. Frente a los postulados del fin de la his-
toria y de las ideologas se abre una nueva bsqueda de sentidos sub-
jetivos, existenciales y civilizatorios. Ello implica una revisin de la di-
cotoma que ha generado la modernidad entre razn y sentimientos,
entre fundamentos racionales y principios morales, entre las ciencias
duras, los saberes personales y las prcticas tradicionales de las dife-
rentes etnias, que integran conocimientos empricos y valores cultura-
les. En este sentido, la racionalidad ambiental cuestiona a la raciona-
lidad de la modernidad, para valorizar otros principios de productivi-
dad y convivencia. Ello lleva a descubrir que las prcticas cotidianas,
los sentimientos, los saberes empricos y las tradiciones, los mitos y los
ritos, constituyen diferentes matrices de racionalidad que dan cohe-
rencia y sentido a las diferentes formas de organizacin cultural. Las
diferentes racionalidades culturales no son integrables dentro de un
patrn nico o estandarizado de racionalidad ambiental; no se subsu-
men en el modelo hegemnico y uniformador de una lgica polar,
dicotmica y excluyente (De Oliveira Cunha, 1996).
La insustentabilidad ecolgica y la imposible valoracin econmi-
ca de lo humano, la cultura, la ecologa y el largo plazo, plantean el
lmite de la va unidimensional y reduccionista de la racionalidad eco-
nmica e instrumental. Al mismo tiempo se abre la posibilidad de
pensar futuros alternativos y de generar otros valores y principios pro-
ductivos para construir nuevos sentidos civilizatorios, desde la valori-
zacin de lo diverso y lo cualitativo. Sin embargo, la tica ambiental
es incapaz de contener la destruccin de la naturaleza en tanto que
sus principios remitan simplemente al establecimiento de cdigos de
conducta que se institucionalicen a travs de normas sancionables
dentro de los principios jurdicos del derecho positivo que comple-
menta a la lgica formal de la racionalidad econmica. Las polticas
ENRIQUE LEFF 196
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 197
de la sustentabilidad estn recodificando los valores conservacionistas
dentro de la racionalidad del mercado, traduciendo los principios ti-
cos en una evaluacin de costos, en una voluntad y disponibilidad de
pago, donde lo sustantivo de la cultura pasa a ser negociado a travs
de procedimientos jurdicos normales y traducidos en dinero. En es-
te marco jurdico, las comunidades indgenas slo podran aspirar a
reapropiarse de su patrimonio histrico de recursos mostrando su vo-
luntad y capacidad para preservarlo como reservas de biodiversidad,
convirtindolo en valor econmico como reservas de recursos genti-
cos, espacios escnicos y capacidad de captura de carbono. De esta
manera, stas pueden ser pagadas como recursos ecotursticos o ser
capitalizadas por empresas de biotecnologa dispuestas a apropiarse
de su capital gentico y su valor econmico potencial. En esta pers-
pectiva, slo se podra preservar a la naturaleza a travs de su recon-
versin en valores transables en el mercado. As, la racionalidad eco-
nmica mercantiliza la naturaleza, las conductas ecolgicas y los valo-
res culturales.
Sin embargo, la naturaleza y la cultura se resisten a tal someti-
miento. El principio de democracia en la gestin de los recursos na-
turales no puede convertirse en un mecanismo de sujecin que legi-
timara la participacin en la toma de decisiones slo en tanto los
sujetos asumieran una posicin negociadora dentro del esquema
contable fijado por la racionalidad econmica. La gestin democr-
tica de la biodiversidad implica un proceso de concertacin que per-
mita dirimir conflictos, pero que tambin abre opciones para dife-
rentes estrategias de apropiacin, gestin y transformacin de la na-
turaleza, dentro de los principios de racionalidad ambiental.
Ante el imperio de la racionalidad econmica, la nica accin ra-
cional es la que reconoce su principio de realidad, ante el cual la
sola opcin posible es la que conduce a las estrategias de adaptacin
y supervivencia del ms apto. Sin embargo, reconocer el mundo en
que vivimos no implica que su racionalidad garantice bases de super-
vivencia de equidad y de sustentabilidad de largo plazo. Desactivar o
desacelerar la inercia del proceso econmico podra desencadenar
un colapso del sistema que tuviera adems efectos negativos para la
sociedad y el medio ambiente. Pero ello no lleva a otorgarle la razn
a este modelo o carta de naturalidad como producto de la evolucin
de la civilizacin humana o capacidad al mercado para recomponer
el mundo. Ninguna ciencia permite reconocer que sta sea la nica
o la mejor va para el futuro de la humanidad. As como la revolucin
cientfica confront al orden teolgico de su tiempo al sacar a la
Tierra del centro del universo y ponerla en su lugar incierto en el cos-
mos, un cambio de racionalidad debe operarse ahora frente a un or-
den social construido sobre la base de un inters econmico que no
ofrece garantas de sustentabilidad y de justicia para la humanidad.
La construccin de una nueva racionalidad una racionalidad am-
biental es la gran transformacin que haba imaginado y sustentado
Karl Polanyi en la libertad de una sociedad compleja ante la sobreeco-
nomizacin del mundo y la pretensin autorreguladora del mercado.
La cuestin de la sustentabilidad plantea una encrucijada a la ci-
vilizacin humana, plagada de incgnitas, de riesgos e incertidum-
bres. Hoy percibimos la crisis de la racionalidad econmica sobre la
cual se ha construido el mundo moderno. Pero al mismo tiempo se
han desmoronado los referentes tericos e ideolgicos, las cosmolo-
gas y las utopas, para guiar una transformacin de la realidad, para
construir una racionalidad que oriente y d viabilidad al trnsito ha-
cia un desarrollo sustentable y democrtico. Para responder al reto
del ambientalismo frente al lmite de la razn econmica no basta el
diagnstico certero de la destruccin ecolgica del planeta, la fini-
tud de la existencia humana y la muerte entrpica del universo. En
el lmite del paradigma neoliberal, frente al abismo del fin de la his-
toria, es necesario construir una nueva racionalidad para crear (que
no descubrir) nuevos mundos. Debemos pues incorporar los lmites
y potencialidades de lo Real que emergen de la complejidad ambien-
tal, as como las condiciones del ser, y rastrear los signos de las res-
puestas posibles en la imaginacin sociolgica y en la creatividad po-
ltica, para generar respuestas al riesgo ecolgico y a los retos de la
sustentabilidad. Debemos construir alternativas racionales, fundadas
en el saber actual sobre las condiciones ecolgicas del proceso pro-
ductivo, en los valores de la democracia y en los principios de la di-
versidad cultural. Ello implica la necesidad de elaborar estrategias
para desconstruir esta racionalidad insustentable y construir una ra-
cionalidad ambiental.
RACIONALIDAD AMBIENTAL: ESTADO Y SOCIEDAD
La nueva racionalidad que se forja en los intersticios de los escombros
y las murallas de la racionalidad que funda la modernidad no surge
ENRIQUE LEFF 198
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 199
tan slo de la confrontacin con la racionalidad econmica, sino con
el todo social que la contiene, con el orden jurdico y el poder del es-
tado. El ambiente emerge del campo de externalidad al que ha sido
centrifugado por la centralidad de la racionalidad econmica y el lo-
gocentrismo de las ciencias. De esta manera, la cuestin ambiental ha
venido a problematizar las teoras cientficas y los mtodos de investi-
gacin para aprehender una realidad en vas de complejizacin que
desborda la capacidad de comprensin de los paradigmas estableci-
dos. Se ha planteado as la necesidad de interiorizar un saber ambien-
tal emergente en el cuerpo de las ciencias naturales y sociales, para
construir un conocimiento capaz de integrar la multicausalidad y las
relaciones de interdependencia de los procesos de orden natural y so-
cial que determinan, condicionan y afectan los cambios socioambien-
tales, as como para construir una racionalidad productiva fundada
en los principios del desarrollo sustentable. De all ha surgido un pen-
samiento de la complejidad (Morin, 1993) y mtodos interdisciplina-
rios para la investigacin de sistemas complejos (Garca, 1986, 1994),
as como una estrategia epistemologa para fundamentar las transfor-
maciones del conocimiento que induce la cuestin ambiental (Leff et
al., 1986, 1994). Esta estrategia conceptual parte de un enfoque pros-
pectivo sobre la construccin de una racionalidad social abierta hacia
la diversidad y la complejidad, que confronta el proceso de racionali-
zacin de la modernidad fundado en la bsqueda de una unidad de
la ciencia y en la unificacin del mundo a travs del mercado, lo que
implica la necesidad de abrir las ciencias sociales y la reflexin socio-
lgica a la cuestin ambiental, ya que:
Histricamente, la eleccin de las grandes dimensiones analticas en la cien-
cia social [...] se ha hecho sin referencia a consideraciones ecolgicas: la no-
cin hegeliana sobre la racionalidad encarnada por el estado; la visin mar-
xista sobre la lucha de clases como motor de la historia; los estados natu-
rales de desarrollo de Compte; los ptimos de Pareto [...] En consecuen-
cia, en la interfase vital hombre-ambiente, el anlisis de vnculos entre fen-
menos del ambiente natural y la actividad socioeconmica humana es radi-
calmente incompleto. Aparte de los considerables avances de la ecologa hu-
mana [...], no existe ningn paradigma terico acordado [...] Como resulta-
do, las metodologas de investigacin tienden a ser, ya sea ad-hoc [...] o inde-
seablemente rgidas para su aplicacin a fenmenos del mundo real [...]
Una buena parte de la teora sociolgica est orientada a la estructura y no
a los procesos, y tiende a enfocarse hacia las instituciones. Esto ha llevado a
tres problemas especficos: los de estabilidad y cambio, de fronteras y de in-
flexibilidad. La sociologa tiene dificultad para abordar el cambio porque
sus modelos han sido estticos y sus acercamientos a los procesos de cambio
social han sido apriorsticos. Ha tenido problemas con las fronteras porque
el nfasis en las instituciones ha llevado a una tendencia a enfocar procesos
dentro y entre ellas, y a ignorar la riqueza de las interacciones informales
[...] frecuentemente ha sido incapaz de explicar fenmenos bien comproba-
dos, porque no encuadran dentro de ninguno de sus paradigmas explicati-
vos (Walker, 1987: 760, 774).
La construccin de una racionalidad ambiental es un proceso de
produccin terica y de transformaciones sociales. La racionalidad
ambiental es una categora que aborda las relaciones entre institu-
ciones, organizaciones, prcticas y movimientos sociales, que atravie-
san el campo conflictivo de lo ambiental y afectan las formas de per-
cepcin, acceso y usufructo de los recursos naturales, as como la ca-
lidad de vida y los estilos de desarrollo de las poblaciones. Este con-
junto de procesos sociales donde se entretejen las relaciones entre
las formaciones tericas e ideolgicas, la produccin de saberes y co-
nocimientos, la organizacin productiva y las prcticas sociales indu-
cidas por los valores del ambientalismo, orienta las acciones para
construir una nueva racionalidad social y para transitar hacia una
economa global sustentable.
La cuestin ambiental es una problemtica eminentemente social
generada por un conjunto de procesos econmicos, polticos, jurdi-
cos, sociales y culturales. Este campo emergente ha sido abordado
por un pensamiento de la complejidad en el que predomina una vi-
sin ecolgica del mundo. La conexin entre lo social y lo natural ha
estado guiada por el propsito de internalizar normas ecolgicas y
tecnolgicas a las teoras y las polticas econmicas, dejando al mar-
gen el anlisis del conflicto social y las relaciones de poder que all se
plasman y se hacen manifiestas en torno a las estrategias de apropia-
cin social de la naturaleza. Los procesos de destruccin ecolgica y
degradacin socioambiental (prdida de fertilidad de los suelos, mar-
ginacin social, desnutricin, pobreza y miseria extrema), han sido
resultado de prcticas inadecuadas de uso del suelo y de los recursos
naturales, que dependen de un modelo depredador de crecimiento
y de patrones tecnolgicos guiados por la racionalidad de la maximi-
zacin del beneficio econmico de corto plazo, el cual revierte sus
costos sobre los sistemas naturales y sociales.
ENRIQUE LEFF 200
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 201
La resolucin de los problemas ambientales, as como la posibili-
dad de incorporar condiciones ecolgicas y bases de sustentabilidad
a los procesos econmicos de internalizar las externalidades am-
bientales en la racionalidad econmica y los mecanismos del merca-
do y para construir una racionalidad ambiental y un estilo alterna-
tivo de desarrollo, implica la activacin de un conjunto de procesos
sociales: la incorporacin de los valores del ambiente en la tica in-
dividual, en los derechos humanos y en las normas jurdicas que
orientan y sancionan el comportamiento de los actores econmicos
y sociales; la socializacin del acceso y la apropiacin de la naturale-
za; la democratizacin de los procesos productivos y del poder pol-
tico; las reformas del estado que le permitan mediar la resolucin de
conflictos de intereses en torno a la propiedad y aprovechamiento
de los recursos y que favorezcan la gestin participativa y descentra-
lizada de los recursos naturales; las transformaciones institucionales
que permitan una administracin transectorial del desarrollo; la in-
tegracin interdisciplinaria del conocimiento y de la formacin pro-
fesional y la apertura de un dilogo entre ciencias y saberes no cien-
tficos.
La construccin de una racionalidad ambiental es un proceso po-
ltico y social que pasa por la confrontacin y concertacin de inte-
reses opuestos; por la reorientacin de tendencias (dinmica pobla-
cional, crecimiento econmico, patrones tecnolgicos, prcticas de
consumo); por la ruptura de obstculos epistemolgicos y barreras
institucionales; por la innovacin de conceptos, mtodos de investi-
gacin y conocimientos, y por la construccin de nuevas formas de
organizacin productiva. El saber ambiental, aun en sus construccio-
nes tericas y conceptuales ms abstractas, emerge del cuestiona-
miento de una racionalidad insustentable, con el fin prctico de so-
lucionar problemas y de elaborar polticas de desarrollo sustentable
(Walker, 1987; Dwivedi, 1986). En un sentido ms crtico y proposi-
tivo, el saber ambiental se orienta hacia la construccin de una nue-
va racionalidad social. En esta perspectiva, las formaciones tericas e
ideolgicas, as como las prcticas del ambientalismo, emergen con
un sentido prospectivo y utpico, reorientando valores, instrumen-
tando normas y estableciendo polticas para construir sociedades sus-
tentables.
El saber ambiental adquiere un sentido estratgico en la recons-
truccin de la realidad social (Mannheim, 1936, 1940). El saber am-
biental se configura desde su espacio de externalidad y negatividad,
como un nuevo campo epistmico en el que se desarrollan las bases
conceptuales para abordar la realidad compleja en la que se articu-
lan procesos de diferentes rdenes de materialidad (fsico, biolgi-
co, social), fundamentando y promoviendo la construccin de una
nueva racionalidad social que incorpora las condiciones ecolgicas y
sociales de un desarrollo equitativo y sustentable. Estas transforma-
ciones tericas y sociales implican la necesidad de dilucidar los pro-
cesos ideolgicos, los intereses sociales y las formas de organizacin
que se plasman en la tica, los principios y los objetivos del movi-
miento ambientalista, as como la praxeologa que orienta la accin
social hacia la construccin de una racionalidad ambiental.
MAX WEBER Y EL CONCEPTO DE RACIONALIDAD
La cuestin ambiental confronta la racionalidad que ha constituido
la jaula de hierro en la cual se ha forjado la modernidad la orienta-
cin de la accin hacia fines preestablecidos; la preeminencia de la
razn econmica y tecnolgica, la sobreeconomizacin y sobreobje-
tivacin del mundo para construir una nueva racionalidad, que re-
cupere el sentido del pensamiento y la accin en el orden social y los
mundos de vida de las personas, que integre la razn y los valores, la
naturaleza y la cultura. Para ello ser necesario recuperar el concep-
to de racionalidad de Weber y atraerlo al problema actual de la sus-
tentabilidad.
El concepto de racionalidad constituye la pieza clave para el anli-
sis que hace Weber de la constitucin de la sociedad moderna: las for-
mas de la conciencia y su materializacin en la racionalidad de las ins-
tituciones sociales de la modernidad y en particular el racionalismo
de la cultura occidental, que orienta la accin racional con arreglo a
fines y de esa manera conduce un proceso de racionalizacin que le-
gitima dichos fines y moviliza deseos, aspiraciones y conductas socia-
les para alcanzarlos. En este contexto terico-metodolgico, la racio-
nalidad social se define como el sistema de reglas de pensamiento y
de accin que se establecen dentro de esferas econmicas, polticas e
ideolgicas, legitimando determinadas acciones y confiriendo un sen-
tido a la organizacin de la sociedad en su conjunto. Estas reglas
orientan procesos, prcticas y acciones sociales hacia ciertos fines, a
travs de medios socialmente construidos, que se reflejan en sistemas
ENRIQUE LEFF 202
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 203
de creencias, normas morales, arreglos institucionales y patrones de
produccin. Para Weber, la accin social puede ser:
1) racional con arreglo a fines: determinada por expectativas en el comporta-
miento, tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y uti-
lizando esas expectativas como condiciones o medios para el logro de fi-
nes propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2) racional con arreglo a
valores: determinada por la creencia consciente en el valor tico, esttico,
religioso, o de cualquiera otra forma como se le interprete propio y abso-
luto de una determinada conducta, sin relacin alguna con el resultado, o
sea puramente en mritos de ese valor, 3) afectiva, especialmente emotiva,
determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4) tradicional: de-
terminada por una costumbre arraigada (Weber, 1983: 20).
Weber distingue distintos tipos de racionalidad terica, formal,
instrumental y material o sustantiva, que operan sobre las esferas ins-
titucionales de la economa, el derecho y la religin. La racionalidad
terica, que permite el control consciente de la realidad a travs de la
elaboracin de conceptos cada vez ms precisos y abstractos, se articu-
la en la modernidad a una racionalidad formal, cuya expresin ms con-
tundente y dominante es el clculo en capital, que rige los modos de
produccin y los mundos de vida de las personas. Estas concepciones
del mundo se reflejan en la esfera jurdica en las reglas procesales abs-
tractas del derecho, y en la esfera econmica se traducen en teoras de
la produccin y en principios del clculo econmico que determinan
las formas sociales de apropiacin de la naturaleza, la explotacin de
los recursos y la degradacin del ambiente. La racionalidad instrumen-
tal implica la consecucin metdica de determinado fin prctico a tra-
vs de un clculo preciso de medios eficaces. En la esfera econmica,
se traduce en la elaboracin y uso de tcnicas eficientes de produccin
y en formas eficaces de control de la naturaleza, as como en la racio-
nalizacin del comportamiento social para alcanzar ciertos fines (eco-
nmicos, polticos); en la esfera del derecho se plasma en los ordena-
mientos legales que norman la conducta de los agentes sociales.
La racionalidad material o sustantiva ordena la accin social en pa-
trones basados en postulados de valor. Si bien la opcin entre distin-
tos sistemas de valores no puede justificarse racionalmente, la forma
como los sujetos orientan sus acciones con arreglo a estos valores es
susceptible de evaluacin en trminos de procesos de racionaliza-
cin ideolgica, de consistencia de sus exigencias y mandatos, y
de la eficacia de las acciones sociales para alcanzar sus fines. Weber
afirmar que el concepto de racionalidad material
es completamente equvoco. [En l] se plantean exigencias ticas, polticas,
utilitarias, hedonistas, estamentales, igualitarias o de cualquier otra clase y
de esa suerte se miden las consecuencias de la gestin econmica [...] con
arreglo a valores o a fines materiales [...] Acta estrictamente de un modo ra-
cional con arreglo a valores quien, sin consideracin de las consecuencias
previsibles, obra en servicio de sus convicciones sobre lo que el deber, la dig-
nidad, la belleza, la sapiencia religiosa, la piedad o la trascendencia de una
causa, cualquiera que sea su gnero, parecen ordenarle. Una accin racio-
nal con arreglo a valores es siempre [...] una accin segn mandatos o de
acuerdo con exigencias que el actor cree dirigidos a l (y frente a los cua-
les el actor se cree obligado) (Weber, 1983: 64-65; 20-21).
Los postulados de valor varan en contenido, comprensin y con-
sistencia interna en su relacin con las bases materiales que dan so-
porte a toda accin conducente a su consecucin. Sin embargo, la
accin orientada por valores puede tambin romper o desbordar los
principios de la racionalidad formal e instrumental dentro de un es-
quema de relaciones entre fines y medios eficaces. La racionalidad
sustantiva acoge a la diversidad cultural, la relatividad axiolgica y el
conflicto social que emergen entre valores e intereses diferentes. En
este sentido, la racionalidad sustantiva no es un campo restricto a la
accin tradicional, guiada por la costumbre, por la dominacin de
gerontocracias y economas patrimoniales, sino que se abre hacia
otros valores ms actuales que soportan o confrontan a los principios
de la racionalidad formal e instrumental.
Para Weber el prototipo de la racionalidad moderna es la raciona-
lidad formal, sobre todo en su expresin en la racionalidad econ-
mica que funciona con base en un clculo en capital y a la cual se su-
bordina la racionalidad instrumental. As, considera que
El centro de gravedad del desarrollo tcnico est en su condicionamiento
econmico; sin el clculo racional como base de la economa y, por consi-
guiente, sin la existencia de condiciones histrico-econmicas en extremo
concretas, tampoco hubiera surgido la tcnica racional (Weber, 1983: 49).
El concepto de racionalidad en Weber no es un concepto unvo-
co; sus sentidos se especifican en cada una de las esferas de raciona-
ENRIQUE LEFF 204
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 205
lidad
12
y ha mostrado su potencia terica en el campo de la sociolo-
ga para explicar la constitucin y funcionamiento del estado moder-
no y la empresa capitalista. El concepto de racionalidad abre impor-
tantes perspectivas para el anlisis de la problemtica ambiental; no
por su referencia directa a la relacin entre procesos sociales y natu-
rales, sino porque hace posible reflexionar de manera integrada sobre
los diferentes procesos ideolgicos, tcnicos, institucionales, econ-
micos y jurdicos que permiten pensar, legitimar y sancionar accio-
nes sociales; que determinan las transformaciones de la naturaleza y
dan coherencia y eficacia a los principios materiales y a los valores ti-
cos del ambientalismo. Es en trminos de formas de racionalidad y de
procesos de racionalizacin ms que de modos de produccin co-
mo es posible comprender el complejo de procesos sociales que de-
terminan la constitucin de relaciones de produccin depredadoras
de la naturaleza, o que proyectan la accin social hacia la construc-
cin de otra racionalidad productiva, hacia la puesta en prctica de
un proceso de gestin participativa de la sociedad sobre sus recursos
productivos, orientada por los objetivos de un desarrollo sustentable.
En el anlisis de la conducta humana, Weber pone el acento en el
concepto de la significacin vivida o de sentido subjetivo, a diferencia
de Pareto, que descarta los aspectos subjetivos como una desviacin o
residuo de la conducta lgica ideal. Weber abre as la posibilidad de
incorporar al estudio de la racionalidad social los aspectos cualitativos
de los valores culturales, as como las motivaciones y fuerzas sociales
que se plasman en el campo de la ecologa poltica. Mientras que Pa-
reto resalta los rasgos ideales comunes, Weber comprende los sistemas
sociales e intelectuales dentro de sus rasgos singulares. Con el concep-
to de racionalidad sustantiva, Weber rechaza la validez de una jerar-
qua universal de fines, contraponiendo una diversidad de valores y es-
tableciendo la inconmensurabilidad de fines y medios entre diferen-
tes racionalidades.
13
Los procesos de racionalizacin movimientos
12
El propio Weber admite que los conceptos de racionalidad o racionalizacin
adoptan diferentes acepciones segn se trate del tipo de racionalizacin a que el pen-
sador sistemtico somete una imagen del mundo, con el resultado de un creciente do-
minio terico de la realidad mediante conceptos cada vez ms precisos, o bien de la
racionalizacin en el sentido de la consecucin metdica de un determinado fin prc-
tico mediante el clculo cada vez ms preciso de los medios adecuados (Weber, 1963:
265, cit. Habermas, 1989: 228).
13
Para Weber la defensa del pluralismo cultural se basa en un pluralismo axiol-
gico primigenio, en donde cada valor representa una forma especial tan vlida como
cualquier otra (Gil Villegas, 1984: 46).
sociales, transformaciones tericas, innovaciones tecnolgicas, cam-
bios institucionales, ordenamientos jurdicos que orientan la cons-
truccin de una racionalidad ambiental son susceptibles de ser siste-
matizados y de asignarles prioridades, pero no es posible establecer en
ellos un orden jerrquico de racionalidad.
14
En este sentido, Weber
abre el pensamiento sociolgico al anlisis de la diversidad cultural,
de los sentidos subjetivos y los valores ticos que movilizan a los acto-
res sociales del ambientalismo en una perspectiva afn con los princi-
pios de pluralidad poltica y diversidad cultural.
El concepto de racionalidad, como un sistema de razonamientos,
valores, normas y acciones que relaciona medios y fines, permite ana-
lizar la coherencia de un conjunto de procesos sociales que intervie-
nen en la construccin de una teora de la produccin y la organiza-
cin social fundada en los potenciales de la naturaleza y en los valores
culturales. El concepto de racionalidad ambiental permitira sistema-
tizar los principios materiales y axiolgicos de su teora, organizar la
constelacin de argumentos que configuran el saber ambiental, y ana-
lizar la consistencia y eficacia del conjunto de acciones desplegadas pa-
ra el logro de sus objetivos. Al mismo tiempo permite ver la confron-
tacin y la convivencia de racionalidades que no se subsumen en una
lgica unificadora, sus estrategias de poder y el dilogo posible que
establecen dentro de una poltica de la diferencia.
15
El pensamiento ambiental ha elaborado principios conceptuales,
polticos y ticos que sostienen una teora alternativa del desarrollo,
que incorpora los potenciales de la naturaleza y los valores de la de-
mocracia participativa a nuevos esquemas de organizacin social. Es-
ta teora est legitimando un conjunto de derechos que norman el
comportamiento social, que ordenan procesos materiales y movili-
zan acciones sociales para generar estrategias alternativas de produc-
cin, as como nuevos patrones de consumo y estilos de vida. La
puesta en prctica de los principios del ambientalismo requiere ins-
trumentos eficaces para la gestin ambiental. As se han venido ela-
ENRIQUE LEFF 206
14
La historia no puede sujetarse al significado trascendental del inexorable avan-
ce dialctico de la razn hegeliana o las leyes evolucionistas de cualquier tipo o al eje
de una sola esfera institucional, tal como la economa [...] La historia es un laberinto
de procesos de racionalizacin que llegan a constituirse en rdenes legtimos dentro
de una sociedad. Algunos de estos procesos convergen, otros chocan, otros ms se di-
viden para coincidir en un momento futuro y algunos llegan a traslaparse, surgiendo
y luchando con otros procesos en diversas esferas. Por esta razn, los distintos proce-
sos no pueden jerarquizarse en un patrn legal de evolucin (Gil Villegas,1984: 44).
15
Ver caps. 6 y 7, infra.
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 207
borando ordenamientos legales e innovaciones tcnicas para el con-
trol de la contaminacin y la evaluacin de impacto ambiental, que
norman la toma de decisiones sobre proyectos de desarrollo; asimis-
mo, se ha planteado la necesidad de elaborar inventarios e indicado-
res de sustentabilidad (CEPAL, 1991) y cuentas del patrimonio de los
recursos naturales y culturales (Sejenovich y Gallo Mendoza, 1996),
para incorporar las condiciones ecolgicas y las externalidades am-
bientales a los instrumentos del clculo econmico y evaluar prcti-
cas alternativas de manejo de los recursos.
Los principios de racionalidad econmica y tecnolgica son as
cuestionados por las condiciones ecolgicas y por los principios de
diversidad y equidad del desarrollo sustentable. As como la raciona-
lidad capitalista est dominada por una racionalidad formal e instru-
mental, la racionalidad ambiental se sostiene en sus principios de
racionalidad terica y sustantiva, que incluye los valores de la diver-
sidad tnica y cultural, de lo cualitativo sobre lo cuantitativo. Estos
valores se articulan con los principios materiales y los potenciales
productivos que sustentan un paradigma de productividad ecotecno-
lgica
16
para impulsar un desarrollo sustentable. Ello implica la ne-
cesidad de elaborar sus propios instrumentos de evaluacin y ejecu-
cin, y los medios que aseguren la eficacia de las estrategias polticas
y las acciones sociales para alcanzar sus objetivos.
La constitucin de una racionalidad social fundada en los princi-
pios de sustentabilidad implica un conjunto de procesos de descons-
truccin y transformacin de la racionalidad econmica as como de
los aparatos ideolgicos, las prcticas institucionales y las instancias
de poder que legitiman e instrumentan sus procedimientos y sus ac-
ciones. La construccin de una racionalidad ambiental implica la ad-
ministracin transectorial del estado y la gestin participativa de la
sociedad para el desarrollo sustentable, la construccin de un saber
ambiental interdisciplinario, la incorporacin de normas ambienta-
les al comportamiento de los agentes econmicos, las conductas in-
dividuales y las organizaciones sociales. Pero ms all de plantearse
nuevos valores, objetivos y fines a los que habra que orientar el pen-
samiento y la accin racional, la cuestin ambiental expresa la crisis
de la racionalidad en la que se ha fundado el proyecto de moderni-
dad. La racionalidad ambiental se construye desconstruyendo la ra-
cionalidad econmica y cientfica de la modernidad.
16
Ver cap. 4, supra.
LA CONSTRUCCIN DEL CONCEPTO DE RACIONALIDAD AMBIENTAL
El discurso ambientalista apunta hacia un conjunto de cambios ins-
titucionales y sociales necesarios para contener los efectos ecodes-
tructivos de la racionalidad econmica y asegurar un desarrollo sus-
tentable. La sociedad capitalista ha generado un proceso de raciona-
lizacin formal e instrumental creciente, que ha moldeado todos los
mbitos de la organizacin burocrtica, los mtodos cientficos y los
patrones tecnolgicos, as como los diversos rganos del cuerpo social
y los aparatos del estado, penetrando en la piel y en la intimidad de
los mundos de vida de las personas. La cuestin ambiental no slo
plantea la necesidad de introducir reformas al estado, de incorporar
normas al comportamiento econmico, de producir tcnicas para
controlar los efectos contaminantes y disolver las externalidades socia-
les y ecolgicas generadas por la racionalidad del capital. Sobre todo
cuestiona la posibilidad de alcanzar la sustentabilidad dentro de la ra-
cionalidad social fundada en el clculo econmico, en la formaliza-
cin, control y uniformizacin de los comportamientos sociales, y en
la eficiencia de sus medios tecnolgicos.
Los principios de racionalidad en los que se ha fundado la civili-
zacin moderna han inducido un proceso global de degradacin so-
cioambiental que ha socavado las bases de sustentabilidad del proce-
so econmico, minando los principios de equidad social y negando
los valores de la diversidad. La cuestin ambiental abre as nuevas
perspectivas al desarrollo, descubriendo nuevos potenciales ecolgi-
cos y sociales, transformando los sistemas de produccin y de cono-
cimiento, estableciendo nuevos principios ticos que antes y ms
all de toda ontologa, de toda epistemologa y de todo imperativo
de objetividad, eficacia y productividad reorientan el comporta-
miento de la sociedad dentro de una racionalidad alternativa.
Pero en qu sentido podemos hablar de racionalidad de otra
racionalidad cuando pretendemos desenmascarar y desconstruir los
cimientos mismos que dan cuerpo y sentido al concepto moderno de
racionalidad? El concepto de racionalidad ha quedado cercado (co-
dificado, significado) por el principio de una conduccin racional
del pensamiento y de la accin para alcanzar fines racionalmente es-
tablecidos. Ello ha instaurado un criterio discriminatorio en la ra-
zn, en el pensamiento y en la accin entre las diferentes formas de
ordenamiento simblico y de significacin del mundo, as como en
los comportamientos sociales en las tradiciones, las costumbres y las
ENRIQUE LEFF 208
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 209
emociones, por la idea de alcanzar fines preestablecidos a travs de
la construccin social de medios eficaces. La dicotoma entre la ra-
zn (un tipo particular de ordenamiento de la razn), los sentimien-
tos y los comportamientos, ha exacerbado la disyuncin originaria
en el pensamiento metafsico occidental entre el ser y el ente en la
comprensin del mundo. Y es este proceso globalizante y totalitario
de racionalizacin formal cuya expresin ms acabada es la racio-
nalidad cientfica y econmica, lo que ha conducido a la crisis am-
biental.
La crtica a la racionalidad de la modernidad ha desbordado al
pensamiento crtico al que de Marx a Habermas, pasando por We-
ber, Horkeimer, Adorno y Marcuse, se ha recurrido para combatir las
formas de manifestacin e imposicin de esa racionalidad en la so-
ciedad. Y sin embargo, el distanciamiento con respecto a ese cerco
de racionalidad formal, instrumental, capitalista, no podra ser una
renuncia a la razn, a la conduccin de la accin a travs de sentidos
no pensados. ste salto fuera del imperativo categrico de la razn
de la modernidad implica poner el pensamiento al servicio de lo
por pensar (Heidegger). Ese nuevo pensamiento pone en juego di-
versas formas de comprensin, de entendimiento, de valoracin. El
abstencionismo de la razn no podr avizorar los potenciales ocultos
ni desentraar los sentidos que habrn de movilizar la accin social
ante la muerte entrpica del planeta y la muerte simblica de la hu-
manidad. Ms all del propsito de Weber de comprender cmo la
sociedad moderna se construy a partir de los axiomas de la raciona-
lidad, es necesario comprender las vas por las cuales esa racionali-
dad ha destruido las bases de sustentabilidad y los sentidos existen-
ciales del mundo actual. Esta desconstruccin del proceso histrico
construido sobre el predominio del criterio de racionalidad va de la
mano de la construccin de una nueva racionalidad capaz de orientar
las acciones sociales hacia un futuro sustentable, sobre la base de
otros principios tericos y ticos.
La racionalidad ambiental que orienta la construccin de la sus-
tentabilidad implica un encuentro de racionalidades de formas di-
ferentes de pensar, de imaginar, de sentir, de significar y de dar valor
a las cosas del mundo. En ese contexto, las contradicciones entre eco-
loga y capital van ms all de una simple oposicin de dos lgicas abs-
tractas contrapuestas; su solucin no consiste en subsumir la raciona-
lidad econmica en la lgica de los sistemas vivos o en internalizar un
sistema de normas y condiciones ecolgicas en la dinmica del capi-
tal. La diferencia entre la racionalidad ambiental y la racionalidad ca-
pitalista se expresa en la confrontacin de intereses sociales arraiga-
dos en estructuras institucionales, paradigmas de conocimiento, for-
mas de comprensin del mundo y procesos de legitimacin, que en-
frentan a diferentes agentes, clases y grupos sociales.
Las acciones y polticas ambientales no se circunscriben a los prin-
cipios de una racionalidad ecolgica, pues como ha advertido Geor-
ge Canguilhem, si bien la evolucin biolgica es un proceso finaliza-
do (teleonoma), le faltan sus rganos de legitimacin. La lgica
de la unidad econmica campesina y el estilo tnico de una cultu-
ra, remiten a racionalidades sociales constituidas como sistemas
complejos de creencias, comportamientos, acciones y prcticas, irre-
ductibles a una lgica comn y unificadora. La racionalidad ambien-
tal no es la expresin de una lgica, sino un nudo complejo de pro-
cesos materiales y simblicos, de razonamientos y significaciones
construidas por un conjunto de prcticas sociales y culturales, hete-
rogneas y diversas. Los principios que organizan estos procesos y les
dan sentido a travs de reglas, medios y fines socialmente construi-
dos, desbordan a las leyes derivadas de la estructura de un modo de
produccin. Por ello el propsito de resolver las contradicciones en-
tre la lgica del capital, la dinmica de los procesos ecosistmicos y
las leyes biolgicas debe prevenirse para no caer en una fcil analo-
ga entre la organizacin de los sistemas sociales y los sistemas biol-
gicos.
17
Ms all de la ecologizacin del orden social, la construccin de
una racionalidad ambiental plantea la intervencin de un conjunto
de procesos sociales: la reforma democrtica del estado para encau-
zar la participacin de la sociedad en la gestin de los recursos; la
reorganizacin transectorial de la administracin pblica; la forma-
cin de una tica ambiental; la construccin de un nuevo saber, que
ENRIQUE LEFF 210
17
Para poder identificar la composicin social con el organismo social, en el sen-
tido propio de este trmino, sera necesario poder hablar de las necesidades y de las
normas de vida de un organismo sin residuo de ambigedad [...] Pero basta con que
un individuo se interrogue en una sociedad cualquiera acerca de las necesidades y las
normas de esta sociedad y las impugne, signo de que estas necesidades y esas normas
no son las de toda la sociedad, para que se capte hasta qu punto la norma social no
es interior, hasta qu punto la sociedad, sede de disidencias contenidas o de antago-
nismos latentes, est lejos de plantearse como un todo. Si el individuo cuestiona la fi-
nalidad de la sociedad, acaso no es se el signo de que la sociedad es un conjunto
unificado de medios, carentes precisamente de un fin con el cual se identificara la ac-
tividad colectiva permitida por la estructura? (Canguilhem, 1971: 202-203).
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 211
ms all de su relacin de objetividad con el mundo se da en su re-
lacin con el ser. El principio de gestin participativa de los recursos
ambientales tiene implicaciones que desbordan a la incorporacin
de los criterios de racionalidad ecolgica dentro de los instrumentos
de la racionalidad econmica, en el comportamiento de los actores
sociales del movimiento ambientalista y en las prcticas de la gestin
ambiental. La racionalidad ambiental no es, pues, la expresin de
una lgica o de una ley (del valor, del mercado, de la entropa, del
equilibrio ecolgico); es la resultante de un conjunto de normas, sig-
nificaciones, intereses, valores y acciones que no se dan fuera de las
leyes de la naturaleza, pero que la sociedad no se limita simplemen-
te a imitar. As, la dialctica entre lgicas opuestas se traduce en una
dialctica social que induce transformaciones del conocimiento y de
las bases materiales de los procesos productivos. Es una dialctica
que no se deduce de una ontologa de lo real, sino que emerge de
una dialgica guiada por la otredad.
La racionalidad capitalista se ha asociado con la racionalidad
cientfica y tecnolgica en el propsito de incrementar la capacidad
de control social de la realidad y una eficacia creciente entre medios
y fines. La problemtica ambiental cuestiona la legitimidad de esta
racionalidad social fundada en una racionalidad cientfica que apa-
rece como el instrumento ms elevado de racionalidad, capaz de re-
solver, a partir de su creciente poder predictivo, las irracionalida-
des o externalidades del sistema.
18
La transicin de una racionalidad capitalista hacia una racionali-
dad ambiental implica la confrontacin de intereses y la concerta-
cin de objetivos comunes de diversos actores sociales que inciden
en todas las instancias de los aparatos del estado (Althusser, 1971).
stos configuran el campo conflictivo de la cuestin ambiental, que
prevalece y se manifiesta ms all del propsito del discurso y la po-
ltica del desarrollo sostenible de disolver este conflicto a travs de
un consenso mundial en torno a los retos del cambio global y fren-
te al futuro comn de la humanidad. En ese contexto el saber am-
biental emerge como un pensamiento crtico que avanza con un pro-
psito estratgico, transformando los conceptos y mtodos de una
18
El argumento racionalista de la supuesta comunidad de la ciencia afirma que
la ciencia proporciona un control predictivo acumulativo del medio ambiente y que
su posicin evidentemente privilegiada en este sentido sobre todos los dems sistemas
de creencias conocidos es una piedra de toque universal de racionalidad. (Hesse,
1985: 174).
constelacin de disciplinas y construyendo nuevos instrumentos pa-
ra la gestin ambiental. Ello conduce a un primer nivel en la construc-
cin de una racionalidad ambiental, que implicara el ordenamien-
to de un conjunto de objetivos, explcitos e implcitos, del desarrollo
sustentable; de instrumentos y medios; de mtodos y tcnicas de pro-
duccin; de reglas sociales, normas jurdicas y valores culturales; de
sistemas de conocimiento y de significacin; de teoras y conceptos.
La racionalidad ambiental estara constituida por un conjunto de
criterios para la toma de decisiones de los agentes sociales, para
orientar las polticas pblicas, normar los procesos de produccin y
consumo, y legitimar las acciones y comportamientos de diferentes
actores y grupos sociales para alcanzar ciertos fines definibles y obje-
tivos del desarrollo sustentable.
19
En este primer nivel la racionalidad ambiental interviene an
dentro de la norma que conduce el pensamiento y la accin con arre-
glo a nuevos objetivos y valores: al integrar procesos de racionalidad
terica, instrumental y sustantiva, la categora de racionalidad am-
biental permite analizar la consistencia de los principios del ecologis-
mo en sus formaciones discursivas, las reformas administrativas del es-
tado, las normas jurdicas y los cambios institucionales, para alcanzar
ciertos fines establecidos. La racionalidad ambiental articula las bases
materiales, los instrumentos tcnicos, las normas legales y las acciones
sociales en una perspectiva integrada, y funciona como un concepto
heurstico para analizar y orientar los procesos y las acciones ecologis-
tas hacia esos fines. Sin embargo, el sentido de la racionalidad am-
biental desborda los fines del ordenamiento ecolgico. La racionali-
dad ambiental se construye y concreta a travs de la relacin entre la
teora y la praxis que surge en el terreno prctico de una problemti-
ca social generalizada, orientando el saber en el campo estratgico
del poder y de la accin poltica. La categora de racionalidad am-
biental da coherencia a los enunciados tericos del discurso ambien-
tal y a la eficacia en sus momentos de expresin, es decir, al poder
transformador del concepto en sus aplicaciones prcticas.
20
ENRIQUE LEFF 212
19
En este nivel se establecen, por ejemplo, las normas ecolgicas industriales; los
sistemas de reas protegidas y reservas de la biosfera; los clculos de la huella ecolgi-
ca, las cuentas verdes y los indicadores de sustentabilidad; la legislacin ambiental y
los sistemas normativos de la geopoltica del desarrollo sostenible, incluyendo los cri-
terios y normas establecidos en los convenios de biodiversidad y cambio climtico.
20
La riqueza de un concepto cientfico se mide por su poder deformador. Esta
riqueza no puede asignarse a un fenmeno aislado al que le sera reconocida una ri-
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 213
La orientacin de criterios y acciones para alcanzar los objetivos de
la sustentabilidad implica una praxeologa que d eficacia a los diver-
sos procesos que conducen las acciones sociales hacia la concrecin
prctica de sus fines, y en sus estrategias de poder frente a la raciona-
lidad capitalista, considerando las diferencias y el antagonismo entre
ambas racionalidades, pues como apunta Marcuse,
En el desarrollo de la racionalidad capitalista, la irracionalidad se convierte
en razn: razn como desarrollo desenfrenado de la productividad, conquis-
ta de la naturaleza, ampliacin de la masa de bienes; pero irracional, porque
el incremento de la productividad, del dominio de la naturaleza y de la ri-
queza social se convierten en fuerzas destructivas (Marcuse, 1972: 207).
La sobreexplotacin de los recursos naturales y de la fuerza de tra-
bajo, la degradacin ambiental y el deterioro de la calidad de vida,
antes problemas marginales (aunque funcionales) para el sistema
econmico, fueron adquiriendo en su proceso acumulativo y expan-
sivo del capital un carcter crtico para su crecimiento. De all el pro-
psito de internalizar las externalidades ambientales refuncionali-
zando la racionalidad econmica y sus paradigmas de conocimiento
reorientados hacia los fines de la sustentabilidad. En el concepto de
racionalidad ambiental prevalece un valor de adaptacin y conviven-
cia sobre la voluntad de dominio de la naturaleza en el que se fundan
la racionalidad capitalista y los paradigmas de la ciencia moderna.
Los principios, valores y procesos que constituyen una racionalidad
ambiental son inconmensurables con una racionalidad capitalista e
irreductibles a un patrn unitario de medida; ni las preferencias de
los consumidores futuros, ni los procesos ecolgicos de largo plazo,
ni los valores humanos ni los derechos ambientales son traducibles a
valores monetarios actuales. Adelantndose a las argumentaciones
de la economa ecolgica sobre la inconmensurabilidad, la distribu-
cin ecolgica y la diferenciacin de racionalidades, Weber haba
afirmado que
queza cada vez mayor de caracteres, y sera cada vez ms rico en comprensin [...]
Habr que deformar los conceptos primitivos, estudiar sus condiciones de aplicacin
y sobre todo incorporar las condiciones de aplicacin de un concepto en el sentido
mismo del concepto. Es en esta ltima necesidad en la que reside [...] el carcter do-
minante del nuevo racionalismo, correspondiente a una fuerte unin de la expresin
y de la razn (Bachelard, 1938: 61).
La comparacin de procesos productivos de distinta naturaleza y con me-
dios de produccin de distintas clases y mltiple aplicabilidad es cosa que re-
suelve para sus fines el clculo de rentabilidad de la explotacin sirvindose
de los costos en dinero, mientras que para el clculo natural se ofrecen aqu
difciles problemas que no pueden resolverse de un modo objetivo [...] el
clculo natural no podra resolver el problema de la imputacin del rendi-
miento total de una explotacin a sus factores y disposiciones particulares,
en la misma forma que esto lo realiza hoy el clculo de rentabilidad en di-
nero; y que por eso, cabalmente, el actual abastecimiento de masas por me-
dio de explotaciones produciendo en masa opone la ms fuerte resistencia a
aquella forma de clculo [...] La imposibilidad de una solucin racional (a
los problemas del clculo natural para una socializacin plena) slo indi-
cara [...] que ste no se apoya en postulados tcnicos, sino como en todo so-
cialismo de convicciones en postulados ticos y de otra clase, igualmente ab-
solutos; cosa que ninguna ciencia puede emprender [...] La racionalidad
formal y material (cualquiera que sea el valor que la oriente) discrepan en
principio en toda circunstancia [...] Pues la racionalidad formal del clculo
no dice en s nada sobre la naturaleza de la distribucin de los bienes natura-
les (Weber, 1983: 78, 79, 80, 83).
Y como insiste Weber, si llegan a coincidir la racionalidad formal
y la racionalidad material, no es sino por el forzamiento de la prime-
ra sobre la segunda:
Como criterio racional de la produccin para un nmero mximo de hom-
bres, la experiencia de los ltimos decenios muestra la coincidencia de la ra-
cionalidad formal y la material, por razn del tipo de impulsos que ponen
en movimiento la nica clase de accin social econmica que es adecuada al
clculo en dinero [...] slo en conexin con la forma de distribucin de los
ingresos puede decirnos algo la racionalidad formal sobre el modo de abaste-
cimiento material (Weber, 1983: 83).
Ms all del sentido que adquiere este primer nivel de comprensin
y aplicabilidad de los principios de una racionalidad ambiental, enten-
dida como nuevos imperativos y fines a alcanzar, sta no podra redu-
cirse a una investigacin de operaciones o a un mtodo sistmico con
el propsito de organizar ms eficazmente medios limitados para al-
canzar los objetivos ms ecolgicos y complejos, pero cuantificables
de la sustentabilidad. El ambientalismo cuestiona la racionalidad for-
mal e instrumental de la civilizacin moderna la codificacin y valo-
ENRIQUE LEFF 214
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 215
rizacin de la naturaleza en trminos de un clculo de capital y la ra-
cionalidad econmica guiada por las fuerzas ciegas del mercado, pa-
ra construir otra racionalidad, fundada en otros principios y valores,
en otras fuerzas materiales y medios tcnicos, a travs de la moviliza-
cin de recursos humanos, naturales, culturales y gnoseolgicos que
impiden que sus estrategias puedan ser evaluadas en trminos del mo-
delo de racionalidad generado por el capitalismo. De lo que se trata
entonces es de analizar los procesos de legitimacin y las posibilidades
de realizacin de los propsitos transformadores del ambientalismo,
frente a las restricciones que impone a su proceso de construccin la
institucionalizacin de los mecanismos del mercado, de la razn tec-
nolgica y de la lgica del poder establecidos. La racionalidad ambien-
tal se construye as mediante la articulacin de cuatro niveles de racio-
nalidad:
a) una racionalidad material o sustantiva que establece el sistema
de valores que norman los comportamientos sociales y orientan las
acciones hacia la construccin de una racionalidad social fundada en
los principios tericos (saber ambiental), materiales (racionalidad
ecolgica) y ticos (racionalidad axiolgica) de la sustentabilidad.
b) una racionalidad terica que construye los conceptos que arti-
culan los valores de la racionalidad sustantiva con los procesos mate-
riales que la sustentan. La teora hace inteligible una concepcin de
la organizacin social en su conjunto y de esta manera orienta la ac-
cin prctica hacia su construccin. Fuera de toda lgica que se cons-
tituira en una racionalidad formal que codifica y constrie todos los
rdenes de racionalidad (como la lgica formal del capital), la racio-
nalidad terica ambiental da soporte a la construccin de otra racio-
nalidad productiva, fundada en el potencial ecolgico y en las signi-
ficaciones culturales de cada regin y de diferentes comunidades.
c) una racionalidad tcnica o instrumental que produce los vncu-
los funcionales y operacionales entre los objetivos sociales y las bases
materiales del desarrollo sustentable a travs de acciones coherentes
con los principios de la racionalidad material y sustantiva, generan-
do un sistema de medios eficaces que incluye un sistema tecnolgi-
co adecuado y una praxeologa para la transicin hacia una raciona-
lidad ambiental, as como las estrategias de poder del movimiento
ambiental.
d) una racionalidad cultural, entendida como un sistema de signi-
ficaciones que conforma las identidades diferenciadas de formacio-
nes culturales diversas, que da coherencia e integridad a sus prcti-
cas simblicas, sociales y productivas. La racionalidad cultural esta-
blece la singularidad de racionalidades ambientales heterogneas
que no se someten a la lgica general de una racionalidad formal, si-
no que alimenta la constitucin de seres culturales diversos.
Ms all de la inconmensurabilidad entre los principios, procesos
y objetivos de racionalidades diferentes, la conformacin de una ra-
cionalidad ambiental plantea el problema de su construccin terica
y social, de la posibilidad de que sta pueda funcionar como una pra-
xeologa, como toda actividad finalizada, con posibilidad de poseer
una lgica que le asegure la eficacia frente a una serie de restriccio-
nes (Godelier, 1969: I, 18). Ello tiene relevancia para comprender el
proceso social de construccin de un paradigma de productividad
ecotecnolgica, as como para analizar la eficacia del movimiento am-
bientalista para revertir los costos sociales y ambientales de la raciona-
lidad econmica dominante y para construir otra racionalidad social.
Sin embargo, esta racionalidad trasciende a un nuevo esquema de fi-
nes y medios ecologizados, incluso aquellos que hoy en da buscan
incorporar la incertidumbre de los procesos ecolgicos y los procesos
disipativos, el anlisis multicriterial en la toma de decisiones y la aper-
tura de la ciencia hacia otros saberes en una gestin ambiental.
RACIONALIDAD AMBIENTAL SUSTANTIVA
La cuestin ambiental emerge como una problemtica social del de-
sarrollo, planteando la necesidad de normar los procesos de produc-
cin y consumo que, sujetos a la racionalidad econmica y a la lgi-
ca del mercado, han degradado el ambiente y la calidad de vida. De
esta crisis ambiental surgen nuevos valores y fuerzas materiales para
la construccin de un nuevo orden social que se van plasmando co-
mo principios de las formaciones discursivas del ambientalismo y
fundamentos de una racionalidad ambiental:
1] El derecho de todos los seres humanos al desarrollo pleno de
sus capacidades, a un ambiente sano y productivo, y al disfrute de la
vida en armona con su medio ambiente.
2] Los derechos de los pueblos a la autogestin de sus recursos
ambientales para satisfacer sus necesidades y orientar sus aspiracio-
nes desde diferentes valores culturales, contextos ecolgicos y condi-
ciones econmicas.
ENRIQUE LEFF 216
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 217
3] La conservacin de la base de recursos naturales y de los equi-
librios ecolgicos del planeta como condicin para un desarrollo
sustentable y sostenido, que satisfaga las necesidades actuales de las
poblaciones y preserve su potencial para las generaciones futuras.
4] La valoracin del patrimonio de recursos naturales y culturales
de la humanidad, incluyendo el valor de la diversidad biolgica, la
heterogeneidad cultural y la pluralidad poltica.
5] La apertura de la globalizacin econmica hacia una diversi-
dad de estilos de desarrollo sustentable, fundados en las condiciones
ecolgicas y culturales de cada regin y cada localidad.
6] La eliminacin de la pobreza y de la miseria extrema, la satis-
faccin de las necesidades bsicas y el mejoramiento de la calidad de
vida de la poblacin, incluyendo la calidad del ambiente, los recur-
sos naturales y las prcticas productivas.
7] La prevencin de catstrofes ecolgicas, de la destruccin de
los recursos naturales y de la contaminacin ambiental.
8] La construccin de un pensamiento complejo que permita ar-
ticular los diferentes procesos que constituyen la complejidad am-
biental, comprender las sinergias de los procesos socioambientales y
sustentar un manejo integrado de la naturaleza.
9] La distribucin de la riqueza y del poder a travs de la descen-
tralizacin econmica y de la gestin participativa y democrtica de
los recursos naturales.
10] El fortalecimiento de la capacidad de autogestin de las co-
munidades y la autodeterminacin tecnolgica de los pueblos, con
la produccin de tecnologas ecolgicamente adecuadas y cultural-
mente apropiables.
RACIONALIDAD AMBIENTAL TERICA
La racionalidad ambiental no puede concretarse tan slo a partir de
sus valores morales, sino que debe arraigarse en procesos materiales
que dan soporte a una racionalidad social alternativa, reconstituyen-
do las relaciones de produccin del hombre con la naturaleza y reo-
rientando el desarrollo de las fuerzas productivas sobre bases de sus-
tentabilidad. Estos principios estn inspirando nuevas teoras, desde
las ecosofas y el pensamiento de la complejidad inspirado en la eco-
loga hasta los enfoques emergentes de la bioeconoma, la economa
ecolgica y la economa ambiental, para generar una economa sus-
tentable.
La racionalidad ambiental terica aparece as como una produc-
cin conceptual orientada hacia la construccin de una racionalidad
social y productiva, fundada en nuevos valores y potenciales. Al dar
congruencia a los postulados y principios de una racionalidad am-
biental sustantiva, permite activar un conjunto de procesos materia-
les que dan soporte a nuevas estrategias productivas fundadas en el
potencial que ofrece el ambiente, articulando niveles de productivi-
dad ecolgica, cultural y tecnolgica. Este potencial ecotecnolgico
se va realizando en un proceso prospectivo que orienta las prcticas
cientficas, tecnolgicas y culturales para construir y objetivar esos ni-
veles de productividad. Se plantea as la articulacin de un sistema
de recursos naturales con un sistema tecnolgico apropiado y con
sistemas culturales, polticos y econmicos, que norman y condicio-
nan la construccin de ecosistemas productivos integrados a las fuer-
zas productivas y a las relaciones sociales, polticas y econmicas de
diferentes formaciones ambientales (Leff, 1994a).
La teora ambiental sistematiza y da coherencia a los postulados
de valor de las formaciones ideolgicas del discurso ambientalista, y
organiza conceptualmente los diferentes procesos naturales y socia-
les que constituyen el soporte material de la racionalidad ambiental,
contrastable, en sus espacios de aplicacin y en funcin de sus obje-
tivos diversos, con las prcticas productivas derivadas de la racionali-
dad econmica o tecnolgica dominante. De esta forma, la raciona-
lidad terica orienta la elaboracin de los instrumentos de gestin
ambiental y del desarrollo sustentable.
RACIONALIDAD AMBIENTAL TCNICA O INSTRUMENTAL
La racionalidad tcnica o instrumental establece los medios que con-
fieren su eficacia a la gestin ambiental, incluyendo las ecotcnicas y
tecnologas limpias, los instrumentos legales y los arreglos institucio-
nales de las polticas ambientales, as como las formas de organiza-
cin del movimiento ambiental de donde surgen las fuerzas sociales
y las estrategias de poder para transformar la racionalidad econmi-
ca dominante. El propsito de internalizar los costos ecolgicos y las
externalidades ambientales en el clculo econmico y de generar un
ENRIQUE LEFF 218
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 219
potencial ambiental para un desarrollo sustentable, plantea la nece-
sidad de elaborar un conjunto de instrumentos econmicos, legales
y tcnicos, de procesos de legitimacin y racionalizacin, de organi-
zaciones institucionales y de dispositivos de poder, todo ello para tra-
ducir los objetivos de la gestin ambiental en acciones, programas y
mecanismos concretos para la construccin de una sociedad ecol-
gica.
La ineficacia de la planificacin y la gestin ambiental no slo se
debe al hecho de que el discurso ambiental se ha constituido como
un discurso crtico (Marcuse) o un juicio racional independiente
(Mannheim) para revertir los efectos de la racionalidad capitalista,
pero que carece de los instrumentos tcnicos para construir, a partir
de los elementos de racionalidad terica y sustantiva, los instrumen-
tos de una racionalidad funcional y operativa. Por el contrario, el
propsito de ecologizar a la economa y a la sociedad ha sido coop-
tado por el discurso del desarrollo sostenible, y las prcticas de pla-
nificacin del estado han sido marginadas por las polticas neolibe-
rales. Al mismo tiempo, la geopoltica del desarrollo sostenible se ha
convertido en un proceso de racionalizacin econmica y tecnolgi-
ca que convierte la sustentabilidad en un fin objetivable y soluble
mediante una racionalidad econmica e instrumental.
21
Empero, los valores que constituyen la racionalidad sustantiva y los
principios de la gestin ambiental impiden que sus proyectos y pro-
cesos sean evaluados con los instrumentos de la racionalidad econ-
mica e instrumental dominantes, y reducidos a una unidad de medi-
da homognea y de clculo. De all se ha planteado la necesidad de
elaborar nuevos indicadores de carcter cualitativo y cuantitativo, pa-
ra dar consistencia a esta nueva racionalidad: cuentas del patrimonio
natural y cultural, indicadores ambientales y mtodos multicriteriales
de toma de decisiones, evaluadores sobre calidad de vida. Sin embar-
go, la tica ambientalista y los procesos sociales inscritos en el campo
de la ecologa poltica rompen el molde de una racionalidad instru-
mental ecologizada y complejizada, pero orientada hacia fines prees-
tablecidos y objetivables por una lgica econmica o ecolgica. La
apertura hacia la diversidad cultural y la diferencia aparece como lo
ms sustantivo de la racionalidad ambiental.
21
Ver cap. 3, supra.
RACIONALIDAD AMBIENTAL CULTURAL
Weber considera a la cultura como un conjunto de esferas o sistemas
conectados empricamente con el racionalismo occidental. As reco-
noce esferas culturales de valor que comprenden a la ciencia y la tcni-
ca, las artes, la literatura, el derecho y la moral; sistemas culturales de
accin en los que se elaboran sistemticamente estas tradiciones en
mbitos organizativos institucionales; los sistemas centrales de accin
economa capitalista, estado moderno, familia que fijan estas es-
tructuras en la sociedad, y los sistemas de personalidad, que establecen
las disposiciones para la accin y las orientaciones valorativas que
subyacen al comportamiento metdico en la vida (Habermas, 1989:
224). Estas esferas culturales de valor, aun en su inconmensurabili-
dad y su diversidad, se inscriben dentro del proceso de racionaliza-
cin de esa cultura suprema de la modernidad que emerge del prin-
cipio de racionalidad.
Weber no se refiere a la dispersin del concepto de racionalidad
para pensar las matrices de racionalidad (de pensamiento-accin)
de las sociedades tradicionales. Sin embargo, el principio de raciona-
lidad sustantiva que establece el valor de la diversidad y del proceso
de diversificacin ecolgica y cultural desconstruye el concepto de
racionalidad cultural entendido como un orden homogneo e in-
cluso hegemnico, para plasmarlo en sus diferencias irreductibles.
Si bien este principio de diversificacin ha acompaado a la evolu-
cin de la naturaleza y de la cultura, no ha sido hasta ahora el prin-
cipio de una conciencia tica o una deontologa universal.
La categora de racionalidad ambiental integra las diversas organi-
zaciones culturales y las racionalidades de las diferentes formaciones
socioeconmicas, de los pueblos y comunidades, que constituyen a
las naciones del mundo globalizado. Los valores del ambientalismo
incluyen el derecho de los pueblos a resignificar y reapropiarse la na-
turaleza que habitan, y el principio de gestin ambiental implica la
participacin directa de las comunidades en el manejo de sus recur-
sos. La racionalidad ambiental no es la racionalizacin de los valores
intrnsecos de la naturaleza o de una esencia de las culturas. Los va-
lores intrnsecos de la naturaleza que reclaman las polticas conser-
vacionistas son ya un valor cultural asignado a la naturaleza. Los valo-
res que se entretejen en las prcticas tradicionales de una formacin
cultural incorporan ciertos principios de la organizacin ecolgica
del medio en el que se han asentado y florecido diferentes grupos t-
ENRIQUE LEFF 220
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 221
nicos; a su vez, la cultura imprime su sello en la naturaleza a travs de
sus formas de significacin del medio y de los usos socialmente san-
cionados de los recursos. La racionalidad ambiental acoge as a las di-
ferentes formas culturales de aprovechamiento de los recursos de las
comunidades para satisfacer sus necesidades fundamentales y su cali-
dad de vida. En este sentido, la racionalidad ambiental cultural orga-
niza y da especificidad al proceso de mediacin entre la sociedad y la
naturaleza, a travs de los estilos tnicos y las normas culturales de
aprovechamiento de los recursos naturales.
22
La racionalidad ambiental cultural establece un vnculo entre el
principio de diversidad cultural y su realizacin dentro de organiza-
ciones culturales especficas. De esta manera conduce a un dilogo
de saberes, entre los saberes encarnados en identidades culturales y
los saberes que desde la tica, la tcnica y el derecho fortalecen las
identidades y capacidades locales. El proceso de racionalizacin am-
biental implica as la realizacin de un proceso de desconstruccin
de la cultura dominante y hegemnica para incorporar los valores de
una cultura ecolgica y ambiental, al tiempo que se abre al encuen-
tro con los valores de otras culturas y una poltica de la intercultura-
lidad, que no est exenta de contradicciones y antagonismos.
La poltica cultural que emerge en el encuentro de racionalidades
culturales, se confronta con los principios de la racionalidad ambien-
tal sustantiva del conjunto de principios y valores ecolgicos que se
viene legitimando como un orden ecolgico universal, incluyendo
los nuevos derechos humanos al ambiente. As, por ejemplo, el ca-
lentamiento global ha generado una condicin de vulnerabilidad y
riesgo en relacin con las prcticas tradicionales de uso del fuego pa-
ra los cultivos itinerantes. De esta manera, la racionalidad ecolgica
(independientemente de que sta haya sido causada por la raciona-
lidad econmica y no por las propias prcticas tradicionales) impo-
ne una razn de fuerza mayor que se convierte en norma y regla de
prohibicin de prcticas productivas que operaban dentro de una
racionalidad ecolgica, otrora sustentable y arraigada en la cultura
local. En este sentido, la racionalidad ecolgica se funde con la ra-
cionalidad econmica que confronta a las racionalidades culturales
locales. Si la racionalidad econmica fue la que domin, subyug y
excluy a las culturas, ahora la racionalidad ecolgica constrie el
despliegue de las prcticas tradicionales y conduce desde la cultura
22
Ver cap. 8, infra.
ecolgica la configuracin de nuevas identidades y nuevas prcticas
dentro de la geopoltica del desarrollo sostenible. Por otra parte, la
democratizacin de los derechos humanos el derecho a tener dere-
chos est llevando a un encuentro de sus diferencias en diversos
contextos culturales. As, los derechos de la mujer imponen una con-
dicin de respeto e igualdad que va penetrando como un juicio ex-
terno a las comunidades locales donde la sumisin y opresin de la
mujer estn an interiorizadas en los usos y costumbres de sus cultu-
ras patriarcales.
Pero mientras los valores ecolgicos y los derechos culturales emer-
gentes van penetrando en los regmenes de racionalidad vigentes, lle-
gando a confrontar los valores culturales tradicionales, al mismo tiem-
po la racionalidad ambiental se erige como una barrera contra el pro-
ceso de racionalizacin que lleva a subsumir a las culturas tradiciona-
les dentro de los cnones de la racionalidad moderna, a travs de su
extensin a los paradigmas de las ciencias sociales y de la antropolo-
ga. Tim Ingold (1996) critica con razn la aplicacin de los modelos
de juicio racional (rational choice) y de la conducta adaptativa derivada
de la ecologa evolutiva para comprender el comportamiento de estos
hombres primitivos.
23
La racionalidad ambiental cultural se demar-
ca as de la racionalidad econmica y ecolgica dominante.
RACIONALIDAD ECONMICA/RACIONALIDAD AMBIENTAL
La construccin de una racionalidad ambiental implica un proceso
de racionalizacin que confiere legitimidad a los criterios de toma
de decisiones y que orienta un conjunto de acciones hacia los fines
del desarrollo sustentable. La construccin de una racionalidad am-
biental es la realizacin de una utopa,
24
de un proyecto social que
ENRIQUE LEFF 222
23
En este sentido Tim Ingold (1996:42) ha afirmado que la seleccin natural apa-
rece (en cuanto modelo de explicacin del comportamiento del cazador-recolector)
no como un proceso del mundo real, sino como una reflexin de la razn cientfica
en el espejo de la naturaleza, proveyendo al terico con el pretexto para exhibir mo-
delos de comportamiento como si fueran explicaciones del comportamiento. Ingold
sostiene que, ms que estar inscritas en una determinacin gentica o en un cdigo
cultural, sus conductas responden a un proceso de habilitacin (enskillment) que de-
riva de sus habilidades perceptivas y cognoscitivas frente a los cambios del medio.
24
Ms all de la utopa de Mannheim como el campo de posibilidades que cons-
truye el pensamiento propositivo en la conexin que establece con la potencia de lo
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 223
surge como respuesta a otra racionalidad que ha tenido su periodo
histrico de construccin, de legitimacin, de institucionalizacin y
de tecnologizacin. La racionalidad ambiental emerge debatindose
y avanzando a travs de la racionalidad capitalista que se plasma en la
esfera econmica, tecnolgica, poltica y cultural del rgimen civiliza-
torio hegemnico y dominante. El proceso de transicin hacia la sus-
tentabilidad se caracteriza por la oposicin de intereses y perspectivas
de ambas racionalidades, por sus estrategias de dominacin y por sus
tcticas de negociacin. Es un proceso transformador de formaciones
ideolgicas, prcticas institucionales, funciones gubernamentales,
normas jurdicas, valores culturales, patrones tecnolgicos y compor-
tamientos sociales que estn insertos en un campo de fuerzas en el
que se manifiestan los intereses de clases, grupos e individuos, que
obstaculizan o movilizan los cambios histricos para construir esta
nueva racionalidad social. La construccin de la racionalidad am-
biental se inscribe dentro de una dialctica social, que implica un
conjunto de procesos polticos y sociales que expresan la confronta-
cin de dos lgicas opuestas.
En la esfera de la racionalidad econmica, la racionalidad formal
e instrumental es dominante, fundamentndose y legitimndose en
los valores de la productividad y la eficiencia que ha llegado a gene-
rar una razn tecnolgica (Marcuse, 1968). Por su parte, la racio-
nalidad ambiental se apoya ms en sus valores (pluralidad tnica, ra-
cionalidades culturales, economas autogestionarias no acumulati-
vas, dilogo de saberes), que en sus medios instrumentales. El con-
cepto de calidad de vida y de calidad ambiental como objetivos de la
estrategia ambiental de desarrollo sustentable funda su racionalidad
en los valores cualitativos de sus metas, en una racionalidad sustanti-
va entendida como un sistema de significaciones y valores culturales
caracterizado por su diversidad, por una poltica de la diferencia y
una tica de la otredad.
La diferencia entre estas dos racionalidades (su carcter incon-
mensurable), va ms all de la posibilidad de transformar los fines
real y la movilizacin de la accin social hacia el logro de sus objetivos, la utopa am-
bientalista se presenta como un proyecto realizable a travs de estrategias de poder y
de saber para vencer los obstculos que plantea el pensamiento como representante
de los intereses establecidos. La utopa no es una trascendencia, sino la realizacin de
lo posible a travs de la accin estratgica. La utopa adquiere nuevas perspectivas en
el pensamiento de Levinas al inscribirse en una tica de la otredad, que abre un infi-
nito donde la meta a alcanzar no es proyectable como accin consciente dirigida con
arreglo a fines previsibles.
del desarrollo a los que apuntan los propsitos de la racionalidad
ambiental con los medios de la racionalidad econmica y sus instru-
mentos tecnolgicos. La racionalidad ambiental, construida por la
articulacin de procesos ecolgicos, tecnolgicos y culturales con
su expresin en diferentes espacialidades y temporalidades, as co-
mo los principios de diversidad cultural y de equidad social en torno
a objetivos de carcter ms cualitativo, impiden evaluar la gestin
ambiental del desarrollo como una funcin objetivo generalizable y
cuantificable en una unidad de medida. En este sentido, la raciona-
lidad ambiental implica otra razn que parte de la crtica a la ra-
cionalidad tecnolgica y el clculo econmico que conforman el ins-
trumental de la civilizacin moderna orientada por los principios de
la ganancia, la eficiencia y la productividad inmediatas.
La crisis ambiental emerge como una manifestacin de la exclu-
sin de la naturaleza, la cultura y la subjetividad del ncleo duro de
racionalidad de la modernidad. Sin embargo, los criterios cientficos
para ecologizar a la economa y los juicios ticos para incorporar al
orden social los nuevos valores ambientales y los nuevos derechos hu-
manos, no parecen tocar el corazn de la racionalidad que pervierte
al sistema. La tica y el pensamiento ecologista no han generado un
sentido suficientemente fuerte para contener el mpetu expansionis-
ta y globalizador de la racionalidad econmica. La racionalidad am-
biental es una racionalidad consciente de los lmites de lo racional,
es decir, del hecho de que la calidad de vida depende de procesos
subjetivos, de valores que no son plenamente comprensibles y expre-
sables a travs de un cdigo universal, que no son administrables por
una regla objetiva ni instrumentables por un programa de gobierno
comprometido con la sustentabilidad. La calidad de vida implica la
irrupcin de la diferencia, de la diversidad cultural y del valor de la
subjetividad, frente al modelo de una racionalidad objetiva que ha fi-
jado lo real en una realidad presente inconmovible e insostenible.
La sumisin de la naturaleza a las leyes del mercado pone en ries-
go la preservacin del equilibrio ecolgico y de la complejidad orga-
nizativa que sustenta su coevolucin con las diversas culturas que
integran a la raza humana. La organizacin de las culturas y de los
ecosistemas aparece as como una condicin de sustentabilidad, como
un conjunto de principios creativos y potenciales productivos que
orientan la reconstruccin social frente a la racionalidad econmica
que domina el valor de la vida y el sentido de la existencia. La racio-
nalidad ambiental reconoce los diferentes procesos materiales que
ENRIQUE LEFF 224
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 225
constituyen el ambiente y la complejidad de sus interrelaciones. En es-
te sentido conduce hacia la construccin de un paradigma de produc-
tividad ecotecnolgica que se funda en la articulacin de un sistema
de recursos naturales con un sistema de significaciones culturales y un
sistema tecnolgico adaptado a las condiciones de sustentabilidad de
los ecosistemas y de autogestin de las comunidades. Este sistema pro-
ductivo se funda en el potencial sinrgico de sus relaciones; articula la
dinmica de procesos ecolgicos de los que dependen la productivi-
dad ecolgica de la naturaleza, los procesos culturales de coevolucin,
innovacin y apropiacin de la naturaleza, y los procesos tecnolgicos
que transforman los recursos naturales en satisfactores sociales.
La racionalidad ambiental se construye integrando las esferas de
racionalidad terica, sustantiva, material, instrumental y cultural. Ello
implica que esta racionalidad no se sostiene simplemente en princi-
pios de una tica conservacionista, sino que estos valores se convier-
ten en principios productivos que dan coherencia a una nueva teora
de la produccin, la cual requiere mecanismos que le den eficacia,
alimentndose y orientando los avances y aplicaciones de la ciencia y
la tecnologa. En este sentido, la racionalidad ambiental produce una
nueva teora de la produccin orientada a establecer un balance en-
tre la produccin neguentrpica de biomasa y recursos renovables y
la ineluctable degradacin entrpica en la transformacin producti-
va de la naturaleza. Este paradigma ecotecnolgico est regulado por
racionalidades culturales diversas, es decir, por los procesos cognosci-
tivos y de significacin cultural que permiten una apropiacin colec-
tiva de las nuevas teoras, tcnicas y mtodos por parte de las propias
comunidades en un proceso descentralizado de produccin. Es en el
nivel local donde se definen las racionalidades ambientales de cada
comunidad en funcin de los potenciales ecolgicos y culturales de
cada regin. All se enraizan los potenciales ambientales de una nue-
va racionalidad productiva que orienta la coevolucin ecolgico-cul-
tural a travs de estrategias de manejo sustentable de los recursos na-
turales. Esta racionalidad productiva no tiene pretensiones de univer-
salidad y hegemona. Cada cultura deber delimitar y dar sentido al
sistema de recursos naturales y tecnolgicos que constituyen sus for-
mas de apropiacin y transformacin de la naturaleza. La construc-
cin de una racionalidad ambiental plantea as la articulacin de las
economas regionales y locales al orden global.
De estos principios surge la contraposicin entre racionalidad eco-
nmica y racionalidad ambiental. La primera intenta medir (y de esa
manera controlar) los valores de la diversidad cultural y biolgica, los
procesos de largo plazo, las diferencias sociales y la distribucin eco-
lgica a travs de la contabilidad econmica. La segunda incorpora
los valores culturales diversos asignados a la naturaleza y la inconmen-
surabilidad de los procesos ecolgicos de los que dependen la resis-
tencia, los equilibrios y la productividad de los ecosistemas complejos
y de la biodiversidad, as como de los procesos culturales y tecnolgi-
cos de los que depende la sustentabilidad del proceso econmico. La
primera busca regular los equilibrios ecolgicos, incorporando las
condiciones ecolgicas y culturales dentro del orden econmico esta-
blecido. La segunda arraiga en la racionalidad de las sociedades loca-
les y sus economas de autosubsistencia, fundadas ms en los valores
tradicionales de culturas diversas y en sus identidades propias, que
dan sentido a la produccin con la naturaleza. En esta perspectiva, la
sustentabilidad se construye como un proceso marcado por una dis-
persin de intereses sociales que plasman el campo de la ecologa po-
ltica dentro de proyectos culturales diversos.
Estas dos racionalidades se definen por los diferentes modos de
apropiacin de la naturaleza y se caracterizan por diferentes princi-
pios, valores y medios para alcanzar sus objetivos. As, la contraposi-
cin entre racionalidad econmica y racionalidad ambiental no es
una confrontacin terica entre la visin mecanicista de la racionali-
dad formal y de las leyes del mercado, y la concepcin orgnica y de
los sistemas ecolgicos, sino que se manifiesta sobre todo en la mane-
ra como las motivaciones individuales, las normas culturales y las ins-
tituciones sociales interiorizan una regla mecanicista o una visin eco-
logista del mundo, as como por las diferentes formas de valorizacin
significativa de la naturaleza desde diferentes racionalidades cultura-
les. En este sentido, los procesos de significacin y las prcticas cultu-
rales desarrolladas a travs de la convivencia con las condiciones de
resistencia, conservacin y productividad de los ecosistemas se contra-
ponen a la racionalidad que emerge del individualismo metodolgico
de la economa.
Desde esta perspectiva es posible saldar la controversia entre con-
servacin y crecimiento, entre ecologismo y desarrollismo, como una
irresoluble contradiccin entre principios de racionalidad econmica
y valores subjetivos, o en la sumisin de los valores ticos al predomi-
nio de los principios de una racionalidad formal a travs de acciones
con arreglo a valores. La supremaca de la racionalidad econmica se
desmorona ante la evidencia del deterioro ambiental, la pobreza y la
ENRIQUE LEFF 226
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 227
desigualdad social crecientes en el mundo que ha construido. Desde
esa situacin lmite se construye la racionalidad ambiental a travs de
un concepto que integra las condiciones ecolgicas de produccin
sustentable con los procesos de significacin que conforman formas
diversas de organizacin cultural. La controversia entre racionalida-
des se desplaza del terreno neutro de la discusin terica al de las es-
trategias sociales por la apropiacin de la naturaleza.
TICA PARA LA VIDA Y RACIONALIDAD AMBIENTAL
Dentro del discurso y las polticas del desarrollo sostenible se han ve-
nido acuando un conjunto de eslogans y clichs con los que se pre-
tende conformar una cierta tica del desarrollo sostenible. Enuncia-
dos de principios tales como pensar globalmente y actuar localmen-
te, el principio precautorio, las responsabilidades comunes pero di-
ferenciadas, el consentimiento previo informado, etc., que surgen
de los Principios de Ro promulgados en la Conferencia sobre Me-
dio Ambiente y Desarrollo celebrada en Ro de Janeiro en 1992, han
adquirido derecho de ciudadana, plasmndose en una Carta de la
Tierra. Inspirados en el pensamiento ecologista y una teologa (eco-
lgica) de la liberacin (Boff, 1996), estos principios no slo circu-
lan en el imaginario abstracto de la conciencia ecolgica de una ciu-
dadana ambiental emergente y en los instrumentos legales que sir-
ven para normar conductas y sancionar acciones de actores sociales.
A su vez, se van insertando en las formaciones discursivas y en la ne-
gociacin de intereses que entran en juego en los instrumentos de la
gobernabilidad del desarrollo sostenible. De esta manera, una cierta
tica del desarrollo sostenible se entreteje en las disputas entre las
reglas de la bioseguridad y los imperativos del crecimiento econmi-
co, entre las reglas comerciales de la OMC y los regmenes ambienta-
les de los Acuerdos Ambientales Multilaterales, y en las negociacio-
nes de los Convenios sobre Cambio Climtico y Biodiversidad. Los
principios de racionalidad sustantiva tensan las vas en las que se van
plasmando los acuerdos internacionales para conducir racional-
mente acciones concertadas hacia un desarrollo sostenible.
Sin embargo, los enunciados ticos que se plasman en el discur-
so del desarrollo sostenible no alcanzan a constituir una deontologa,
es decir, un conjunto de principios que a travs del consenso alcan-
cen legitimidad y operatividad para reorientar los procesos de racio-
nalizacin de la cultura global; no constituyen principios universales
que lleven a establecer una tica formal y a orientar acciones racio-
nales con arreglo a valores, dentro de los cnones prevalecientes de
la racionalizacin social. Menos an lo son los principios ms crticos
y radicales de una tica ambiental que antepone a los criterios ecolgi-
cos los principios de la diversidad cultural, la poltica de la diferencia
y la tica de la otredad (PNUMA, 2002).
Los principios ticos del ecologismo han sido asimilados a las es-
trategias discursivas y a las polticas del desarrollo sostenible; incluso
los valores intrnsecos que fundamentan una poltica conservacionis-
ta son codificados y refuncionalizados dentro del proceso de raciona-
lizacin econmica. Por otra parte, los principios ticos del ambien-
talismo radical son sistematizados y operacionalizados a travs de con-
ceptos, teoras, tcnicas, para construir las bases materiales de una
nueva racionalidad social y de un paradigma productivo alternativo.
stos se plasman en un ideario que moviliza a nuevos actores sociales
en el campo de la ecologa poltica, y a travs de la legitimacin de
nuevos derechos colectivos llega a incidir en las polticas ambientales
y a generar nuevas estrategias productivas, instrumentos tecnolgicos
y normas jurdicas. De esta manera, los valores del ambientalismo se
traducen en potenciales para edificar un nuevo orden econmico
mundial sobre bases de sustentabilidad ecolgica, de equidad social y
diversidad cultural. La tica de la sustentabilidad construye estrate-
gias de poder que desplazan el requisito de su consistencia formal co-
mo condicin de legitimidad para reintegrarse a un orden de racio-
nalidad formal y operativa, en el sentido que seala Habermas:
La racionalidad de los valores que subyacen a las preferencias de accin se mi-
de no por su contenido material, sino por sus propiedades formales, es decir,
viendo si son lo suficientemente fundamentales como para poder servir de ba-
se a una forma de vida regida por principios. Slo los valores que pueden ser abs-
trados y generalizados y transformados as en principios, que pueden ser inte-
riorizados como principios bsicamente formales y aplicados procedimentalmen-
te, pueden ejercer una fuerza orientadora de la accin lo bastante intensa co-
mo para trascender las situaciones concretas, y, en el lmite, penetrar sistem-
ticamente todos los mbitos de la vida, poner bajo la fuerza unificadora de
una idea toda una biografa e incluso la historia entera de grupos sociales
(Habermas, 1989: 232).
ENRIQUE LEFF 228
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 229
La tica ambiental no es una conciencia de especie ni un saber de
fondo que al unificar a la humanidad en torno a un principio ecolo-
gista genrico pudiera ser acogido por la racionalidad econmica o
por un nuevo orden ecolgico formal y operativo. No es una moral
de poca, como la tica protestante, que se constituy en un modo ra-
cional de vida en el ascenso del sistema capitalista (Weber, 1930). La
tica ambiental surge y se inscribe dentro de diferentes racionalida-
des culturales, como en el ejemplo del budismo primitivo, al que We-
ber considera como una tica racional en el sentido de un dominio
siempre vigilante de todas las tendencias naturales, pero con un fin
totalmente distinto (Weber, 1983: 487). La racionalidad ambiental
no toma esos principios y valores como fines a los cuales habra que
inventar los medios eficaces para su consecucin. La racionalidad
ambiental rompe el presupuesto que constituye a la categora de ra-
cionalidad, entendida como la conduccin racional de acciones y
medios con arreglo a fines predeterminados. Los propsitos de estos
valores, al constituirse en objetivos cuantificables y mensurables,
abriran la posibilidad para instrumentar una gestin racional de la
sustentabilidad.
La racionalidad ambiental rompe con la supremaca del principio
de racionalidad instrumental; ningn fin justifica medios que per-
viertan el fin buscado; los propsitos de la sustentabilidad no son fi-
nes plenamente objetivos y objetivables. Puesto que la construccin
de sociedades sustentables involucra un proceso temporal, el fin es-
t en un futuro que no es plenamente prediseado. Toda racionali-
dad empecinada en alcanzar el fin caera en la paradoja de anular el
futuro como la creatividad que desborda los procesos de racionaliza-
cin; sera tautolgica, redundante y totalitaria. La racionalidad am-
biental abre horizontes y futuros en los que los fines no justifican los
medios porque sus valores modulan a sus medios. Pero los fines tam-
poco estn dados, no estn visibles ni son previsibles, pues lo posible
de un futuro sustentable est guiado por el encuentro con la otredad
y la apertura hacia un porvenir a travs de un dilogo de saberes.
25
La racionalidad ambiental desborda as el marco conceptual de
Weber y de Habermas, en el sentido de que los procesos de raciona-
lizacin (basados en valores) slo pueden obrar sobre los rdenes de
la vida social porque la estabilidad de los rdenes legtimos depende
de que se reconozcan fcticamente pretensiones de validez tales que
25
Ver cap. 7, infra.
puedan ser atacadas desde dentro del orden mismo donde se reali-
zan. La tica ambiental no se conforma a la idea weberiana de com-
prender su diversidad mediante la adecuada construccin de tipos
racionales, es decir, destacando las formas internamente ms conse-
cuentes de comportamiento prctico deducibles de premisas bien
sentadas (Weber, 1963: 252, en Habermas, 1989: 258). Weber que-
da all atrapado en las mallas tericas del racionalismo idealista. La
racionalidad sustantiva no se estabiliza y legitima con la construccin
de tipos racionales, sino a travs de estrategias de poder, donde ms
all de la dispersin de valores, fines y formas de argumentacin in-
cluso los consensos sobre los valores humanos o ecolgicos los valo-
res se confrontan en la prctica con el poder efectivo de la raciona-
lidad econmica y sus instrumentos materiales, imaginarios y simb-
licos.
Los valores ambientales penetran con dificultad en las concien-
cias; alcanzan reconocimientos relativos porque en muchos casos no
se pueden fundar en un conocimiento fctico, en una correlacin
entre valores, hechos y experiencias; entre racionalidad sustantiva y
material es el caso de los riesgos ecolgicos, de la transgnesis, de
la ambivalencia de la biotica entre el resguardo de valores tradicio-
nales y religiosos asociados a sus recursos biticos y los prospectos de
sus aplicaciones mdicas, que muchas veces se disuelven en su con-
frontacin con las razones de fuerza mayor de la racionalidad domi-
nante. Los valores entran en un juego de simulaciones dentro de es-
trategias de poder en las cuales se van legitimando los sentidos rela-
tivos y nunca definitivos de relaciones de valores-intereses que con-
ducen en formas ambiguas hacia procesos de racionalizacin (de
normatividad ecolgica). Estos valores no son formalizables dentro
de una lgica y en el orden de una razn que se ha convertido en
una finalidad sin fin, que precisamente por ello, se puede utilizar
para cualquier fin (Horkheimer y Adorno, 1969).
La racionalidad cambia de signo cuando se plantea desde la pers-
pectiva de la existencia que abri Nietzsche como respuesta al nihi-
lismo al que lleva la racionalidad de la modernidad. En este sentido
afirmaba que
Se logr el sentimiento de la falta de valor cuando se comprendi que el ca-
rcter global de la existencia no debe ser interpretado ni con el concepto de
fin, ni con el concepto de unidad, ni tampoco con el concepto de ver-
dad. Con ello no se logra ni alcanza nada; falta la unidad abarcadora en la
ENRIQUE LEFF 230
LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL 231
pluralidad del acontecer: el carcter de la existencia no es verdadero [...]
uno no tiene ya en absoluto fundamento ninguno para persuadirse de un
mundo verdadero (Deleuze, 2000:).
Heidegger disloc el sentido de la verdad oculto en una nocin
de razn y un criterio de verdad en los que no haba cabida para el
sentimiento ni para la irracionalidad de acciones que se mostraran
inconsistentes con los cdigos e intereses de los procesos de raciona-
lizacin social conducidos por el pensamiento nico y hegemnico
que llev a cosificar y objetivar el mundo, excluyendo el sentimiento
y los valores ticos del orden de lo racional. En este sentido afirm:
Quiz lo que aqu [...] llamamos sentimiento o estado de nimo es ms ra-
cional y ms percipiente, porque es ms abierto al ser que toda razn, el cual
convertido entretanto en ratio se interpret equivocadamente por racional.
El mirar de reojo a lo irracional, como el engendro de lo racional irreflexi-
vo, prest un servicio raro. El concepto corriente de cosa, ciertamente, con-
viene en todo tiempo a cada cosa. A pesar de esto, no capta la cosa existen-
te, sino que la atraca (Heidegger, 1958:48).
La tica ambiental rompe as los esquemas de racionalidad funda-
dos en la verdad objetiva y abre las perspectivas a una nueva raciona-
lidad en la que el valor de la vida pueda reencontrarse con el pensa-
miento y amalgamarse la razn con el sentido de la existencia.
6. ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL
EL SABER Y EL DISCURSO AMBIENTAL
La problemtica ambiental ha abierto un nuevo campo del saber y
del poder en el saber que se despliega en las estrategias discursivas
y en las polticas del desarrollo sostenible. El saber ambiental no
emerge del desarrollo normal e interno de las ciencias, sino del cues-
tionamiento a la racionalidad dominante. Esta problematizacin de
las ciencias la crtica a su logocentrismo y a su fraccionamiento en
reas compartimentadas del conocimiento induce la transforma-
cin de diferentes paradigmas del conocimiento para internalizar
un saber ambiental complejo.
La complejidad de los problemas sociales asociados con los cam-
bios ambientales globales ha abierto el camino a un pensamiento de
la complejidad y a mtodos interdisicplinarios de investigacin, ca-
paces de articular diferentes conocimientos para comprender las
mltiples relaciones, causalidades e interdependencias que estable-
cen procesos de diversos rdenes de materialidad: fsico, biolgico,
cultural, econmico, social. Sin embargo, la demanda de un saber
integrado para la comprensin de los procesos socioambientales no
se satisface ni se agota en un pensamiento unificado por los isomor-
fismos estructurales, la formalizacin lgica y la matematizacin de
los procesos objeto de diferentes campos de conocimiento, en una
teora general de sistemas (Bertalanffy, 1976), ni se restringe a un
mtodo interdisciplinario capaz de integrar los conocimientos, dis-
ciplinas y saberes existentes (Leff, 1986b, 1994a, cap. 1). El saber am-
biental surge de una problemtica social que desborda a los objetos
del conocimiento y al campo de racionalidad de las ciencias. La cues-
tin ambiental emerge de una problemtica econmica, social, pol-
tica, ecolgica, como una nueva visin del mundo que transforma
los paradigmas del conocimiento terico y los saberes prcticos. Por
el carcter global de esta problemtica social del conocimiento y del
saber, la cuestin ambiental inaugura una nueva perspectiva de an-
lisis en el campo de la sociologa del conocimiento.
Las perspectivas que abre Foucault en el campo del saber permi-
[232]
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 233
ten ver la irrupcin del saber ambiental como efecto de la saturacin
de los procesos de racionalizacin de la modernidad y de los para-
digmas cientficos la teora econmica, el pensamiento sistmico, la
ecologa generalizada como dispositivos de poder en este proceso
de racionalizacin. El saber ambiental se inscribe en las formaciones
ideolgicas del ambientalismo y en las prcticas discursivas del de-
sarrollo sustentable, incorporando nuevos principios y valores: de di-
versidad cultural, sustentabilidad ecolgica, equidad social y solidari-
dad transgeneracional. Pero, sobre todo, emerge con un sentido cr-
tico de la racionalidad dominante y con un sentido estratgico en la
construccin de una racionalidad ambiental. De esta manera, el sa-
ber ambiental se entreteje en las teoras y prcticas discursivas del de-
sarrollo sustentable-sostenible, transformando saberes y conocimien-
tos, y reorientando el comportamiento de agentes econmicos y ac-
tores sociales.
En el discurso emergente sobre el cambio global se incorporan di-
versos temas relativos a la ecologizacin del orden econmico mun-
dial: la innovacin de tecnologas limpias, adecuadas y apropiadas
para el uso ecolgicamente sustentable de los recursos naturales; la
recuperacin y el mejoramiento de las prcticas tradicionales (eco-
lgicamente adaptadas) de uso de los recursos para la autogestin
comunitaria de los mismos; el marco jurdico de los nuevos derechos
ambientales, la normatividad ecolgica internacional y la legislacin
nacional de las polticas ambientales; la organizacin del movimien-
to ecologista; la interiorizacin del saber ambiental en los paradig-
mas del conocimiento, en los contenidos curriculares de los progra-
mas educativos y en las prcticas pedaggicas, y la emergencia de
nuevas disciplinas ambientales.
Desde esta perspectiva de anlisis es posible ver aparecer las for-
maciones discursivas del saber ambiental y del desarrollo sostenible
como estrategias conceptuales y como efectos de poder en el campo
de la ecologa poltica, donde se expresa el conflicto social del cam-
bio global en sus relaciones con el conocimiento, donde circulan y
transforman sus conceptos, se legitiman y manipulan sus significados
a travs del juego de intereses opuestos de pases, instituciones y gru-
pos sociales. El saber ambiental no conforma una doctrina homog-
nea, cerrada y acabada; emerge y se despliega en un campo de for-
maciones ideolgicas heterogneas y dispersas, constituidas por una
multiplicidad de intereses y prcticas sociales: las estrategias de po-
der inscritas en el discurso terico de las ciencias (economa, ecolo-
ENRIQUE LEFF 234
ga, antropologa, derecho); el saber campesino y de las comunida-
des indgenas integrado a sus sistemas gnoseolgicos, sus valores cul-
turales y sus prcticas tradicionales de uso de la naturaleza; el saber
ambiental inscrito en las polticas del desarrollo sustentable, en sus
estrategias y en sus prcticas discursivas, y sus instrumentos normati-
vos y jurdicos.
Desde all es posible aprehender el saber ambiental que se va con-
figurando en el tejido discursivo del cambio global, en la disputa de
sentidos y los intereses en conflicto que atraviesan el campo ambien-
tal y las polticas del desarrollo sostenible; captar su insercin en di-
ferentes espacios institucionales y su incorporacin en diferentes do-
minios del conocimiento, induciendo transformaciones diferencia-
das en los objetos cientficos, sus campos temticos y sus prcticas
disciplinarias.
SABER AMBIENTAL Y SOCIOLOGA DEL CONOCIMIENTO
La cuestin ambiental aparece como sntoma de la crisis de la razn
de la civilizacin moderna, como una crtica del orden social y del
modelo econmico dominante, y como una propuesta para funda-
mentar una racionalidad alternativa. El saber ambiental problemati-
za al conocimiento cientfico y tecnolgico que ha sido producido,
aplicado y legitimado por la racionalidad formal dominante, y se abre
hacia nuevos mtodos, capaces de integrar los aportes de diferentes
disciplinas, para generar anlisis ms comprehensivos e integrados de
una realidad global y compleja en la que se articulan procesos socia-
les y naturales de diversos rdenes de materialidad, as como saberes
insertos en distintas matrices de racionalidad. Los problemas gnoseo-
lgicos de la problemtica ambiental se han concentrado en sus as-
pectos axiolgicos y metodolgicos. As se ha planteado el estudio de
los valores que impulsan la conciencia ambiental y ha surgido la preo-
cupacin por elaborar un pensamiento y un mtodo de la compleji-
dad, capaces de aprehender las interrelaciones entre procesos natu-
rales y sociales que determinan los cambios ambientales globales. Sin
embargo, menos atencin se ha dado a las races epistemolgicas de
la crisis ambiental y a las transformaciones del conocimiento que in-
duce la problemtica ambiental.
La cuestin ambiental aparece como una problemtica social y
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 235
ecolgica generalizada de alcance planetario, que trastoca todos los
mbitos de la organizacin social, los aparatos del estado, y todos los
grupos y clases sociales. Ello induce un amplio y complejo proceso
de transformaciones epistmicas en el campo del conocimiento y del
saber, de las ideologas tericas y prcticas, de los paradigmas cient-
ficos y los programas de investigacin. Estos procesos no son produ-
cidos por el desarrollo interno de las ciencias ni ataen solamente a
las polticas cientficas y tecnolgicas, es decir, a la aplicacin de los
conocimientos existentes a los fines del desarrollo sustentable. La
conflictiva social puesta en juego por la crisis ambiental cuestiona a
su vez los intereses disciplinarios y los paradigmas establecidos del
conocimiento, as como las formaciones tericas e ideolgicas que,
como dispositivos de poder en el orden de la racionalidad formal y
cientfica, legitiman el orden social establecido la racionalidad eco-
nmica y jurdica que ha legitimado e institucionalizado las formas
de acceso, propiedad y explotacin de los recursos naturales, que
aparece a la luz del saber ambiental como la causa ltima de la de-
gradacin socioambiental.
Desde esta perspectiva, la construccin de una racionalidad am-
biental implica la necesidad de desconstruir los conceptos y mtodos
de diversas ciencias y campos disciplinarios del saber, as como los sis-
temas de valores y las creencias en que se funda y que promueven la
racionalidad econmica e instrumental en la que descansa un orden
social y productivo insustentable. Estas transformaciones ideolgicas
y epistmicas no son efectos directos trazables desde el emplazamien-
to al conocimiento por diferentes clases sociales: implican procesos
ms complejos, que ponen en juego los intereses de diferentes gru-
pos de poder en relacin con la apropiacin de los recursos natura-
les, con los intereses disciplinarios asociados con la identificacin y
apropiacin de un saber dentro del cual se desarrollan las carreras
cientficas y profesionales que se despliegan en las diversas instancias
institucionales del poder y la toma de decisiones. En este sentido, el
saber ambiental abre una nueva perspectiva a la sociologa del cono-
cimiento.
La problemtica ambiental induce efectos desiguales en la trans-
formacin de diferentes disciplinas y paradigmas cientficos y en la
produccin, integracin y aplicacin de conocimientos. El saber am-
biental emergente cuestiona y reorienta el desarrollo del conoci-
miento en tres niveles:
1] La orientacin de la investigacin y la aplicacin de saberes
ENRIQUE LEFF 236
cientficos y tcnicos a travs de una demanda social de conocimien-
tos y de polticas cientfico-tecnolgicas.
2] La integracin de procesos diversos y de un conjunto de sabe-
res existentes en torno a un objeto de estudio y a una problemtica
comn, y la elaboracin de un conocimiento integrado a travs de
mtodos interdisciplinarios y de sistemas complejos (Garca, 1986,
1994).
3] La problematizacin de los paradigmas tericos de diferentes
ciencias, planteando la reelaboracin de conceptos, la emergencia
de nuevas temticas, la construccin de objetos interdisciplinarios de
conocimiento y la constitucin de nuevas disciplinas ambientales
que desbordan los objetos de conocimiento, los campos de experi-
mentacin y los esquemas de aplicacin de los actuales paradigmas
tericos (Leff, 1986b, 1994a, caps. 1 y 2).
Desde su lugar en el espacio de exterioridad de las ciencias, el sa-
ber ambiental genera una demanda de saber que repercute en el de-
sarrollo, la orientacin y la aplicacin de conocimientos. El propsi-
to de internalizar una dimensin ambiental en las prcticas de la
planificacin econmica y la gestin del desarrollo sustentable exige
el diseo y la implementacin de polticas cientficas y tecnolgicas
para producir los conocimientos y los instrumentos que exige la re-
funcionalizacin ecolgica de la racionalidad econmica prevale-
ciente, y para operar como un medio eficaz en la consecucin de los
fines de la sustentabilidad.
Las tcnicas descontaminantes, los procesos de reciclaje de dese-
chos y residuos y la innovacin de ecotcnicas configuran un siste-
ma tecnolgico adecuado o apropiado, pero no transforman los
principios tericos y metodolgicos de las ciencias fsicas o biolgi-
cas. Con la incorporacin de funciones de dao ecolgico en las
funciones de produccin, la aplicacin del concepto de capital natu-
ral y los instrumentos econmicos para la gestin ambiental, se in-
tenta internalizar las externalidades ambientales al proceso econ-
mico; pero no se cuestiona el edificio paradigmtico de la economa
neoclsica. La conciencia ambiental produce cambios en la percep-
cin de la realidad social, en las creencias, comportamientos y acti-
tudes de los actores sociales, pero no transforma los mtodos de las
ciencias sociales. En esta perspectiva slo es posible establecer un pro-
grama dbil para la sociologa ambiental del conocimiento.
Sin embargo, el conjunto de principios, valores, procesos y finali-
dades que orientan la construccin de una racionalidad ambiental
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 237
problematiza los paradigmas de conocimiento dominantes y genera
transformaciones tericas en diversos campos de la ciencia. Esto per-
mite plantear un programa fuerte de sociologa del conocimiento,
a travs de los efectos que induce la cuestin ambiental como una
problemtica social externa, compleja y generalizada en el desarro-
llo y la aplicacin de diferentes ciencias, a travs de intereses y con-
diciones sociales opuestos. Este programa fuerte de sociologa del conoci-
miento se construye sobre nuevas bases epistemolgicas, en tanto que
la problemtica ambiental genera nuevos objetos de conocimiento e
intereses terico-prcticos que desbordan el campo de las disciplinas
tradicionales. A su vez promueve nuevas metodologas para la inte-
gracin de los saberes existentes y la colaboracin de diferentes dis-
ciplinas para la explicacin de realidades complejas; induce la pro-
duccin de nuevos conceptos y la construccin de nuevos paradig-
mas del conocimiento.
Los cambios epistmicos que problematizan a las ciencias desde el
saber ambiental dependen a su vez de las estructuras del conocimien-
to de cada campo del conocimiento, que las hacen ms dctiles o r-
gidas para incorporar un saber ambiental. El saber ambiental no es
un saber omnicomprehensivo y totalizador capaz de ser incorporado
por los diferentes paradigmas tericos. Por el contrario, el saber am-
biental se va configurando como un campo de externalidad especfi-
co a cada uno de los objetos de conocimiento de las ciencias consti-
tuidas. En este sentido, la contribucin de las ciencias sociales a la de-
finicin de un paradigma ambiental es un proceso en el cual, al
mismo tiempo que las ciencias sociales se orientan en torno al con-
cepto de ambiente y se integran en un campo ambiental del conoci-
miento, un saber ambiental emergente se va interiorizando dentro
de los paradigmas tericos y las temticas tradicionales de las ciencias
sociales.
Las disciplinas que resultan ms profundamente cuestionadas por
la problemtica ambiental son las ciencias sociales y las ciencias na-
turales ms cercanas a las relaciones entre sociedad y naturaleza, co-
mo la geografa, la ecologa y la antropologa. Estas transformacio-
nes no slo implican a disciplinas prcticas, como la etnobotnica y
la etnotcnica, para recuperar los saberes tcnicos de las prcticas
tradicionales de uso de los recursos, sino que incluyen los paradig-
mas tericos de diversas ciencias biolgicas y sociales.
En este sentido, la antropologa ecolgica ha evolucionado de la
antropologa cultural de Steward que vea en el nivel de integra-
ENRIQUE LEFF 238
cin sociocultural la articulacin de la organizacin cultural con las
condiciones de su medio ambiente y de la ley bsica de evolucin
de White para quien la evolucin de la cultura implica el incre-
mento en el control y uso de energa (Adams, 1975; Rappaport,
1971), hacia el neofuncionalismo y el neoevolucionismo en antro-
pologa, que incorporan los principios de la racionalidad energtica
y ecolgica, de adaptacin funcional de poblaciones al medio y la
capacidad de carga de los ecosistemas en la explicacin de la orga-
nizacin cultural (Vessuri, 1986). Ms recientemente ha surgido una
antropologa ambiental con una perspectiva fenomenolgica, cues-
tionando los enfoques de la ecologa evolutiva (Descola y Plsson,
1996). Por su parte, la ecologa funcional ha generado los conceptos
de resistencia, tasa ecolgica de explotacin y capacidad de carga,
para incorporar los efectos de las prcticas productivas y de los pro-
cesos econmicos en la estructura y el funcionamiento de los ecosis-
temas (Gallopn, 1986).
La geografa y la ecologa han buscado nuevos campos de colabo-
racin (Bertrand, 1982; Tricart, 1978 y 1982; Tricart y Killian, 1982)
para espacializar a la ecologa y darle escalas temporales, de mane-
ra de captar los mecanismos de apropiacin de los recursos natura-
les a travs de los procesos de produccin rural y construir unidades
operacionales de manejo de los recursos naturales. Asimismo han
surgido nuevas ramas de la geografa fsica y de la ecologa del paisa-
je, una geografa y una ecologa humanas, as como nuevos mtodos
que buscan integrar el anlisis cartogrfico de la geografa descripti-
va con las explicaciones de la ecologa al estudio de los ecosistemas
(Toledo, 1994a).
La economa neoclsica ha respondido al reto ambiental con los
conceptos de capital natural, de funciones de dao, mximo ren-
dimiento sustentable o mxima capacidad de explotacin de los
recursos naturales en la construccin de una nueva economa am-
biental, y ha generado un debate con la economa ecolgica sobre la
sustentabilidad fuerte y dbil (Pearce y Turner, 1990; Daly, 1991); la
bioeconoma ha incorporado la ley de la entropa al anlisis del pro-
ceso econmico (Georgescu-Roegen, 1971) y ha propuesto la transi-
cin hacia un estado estacionario de la economa (Daly, 1991). Por
su parte, el ecomarxismo ha buscado incorporar las condiciones eco-
lgicas de la produccin y los procesos naturales en la dinmica del
capital y en el desarrollo de sus fuerzas productivas (Leff, 1993; J.
OConnor, 2001).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 239
Estos procesos de transformacin ambiental de los paradigmas de
las ciencias no se producen por un desarrollo interno de sus progra-
mas de investigacin, sino por una demanda externa. Este proceso
tampoco puede explicarse como una finalizacin de las ciencias
(Bhme et al., 1976), en el sentido de que a partir de su maduracin
se abriran a una multiplicacin de sus aplicaciones tcnicas para so-
lucionar problemas socioeconmicos. En estas transformaciones del
conocimiento han influido fuertemente la emergencia y la madura-
cin de los campos tericos de la termodinmica de los sistemas
abiertos y de la ecologa. Ambos dominios han generado un proceso
transdisciplinario, extendiendo sus principios, conceptos y mtodos
hacia otros campos del conocimiento.
El potencial de transformacin transdisciplinaria del saber y de fi-
nalizacin aplicativa de las ciencias depende de la estructura terica
de cada una de las ciencias que son convocadas y demandadas por la
cuestin ambiental. De esta forma, la antropologa ha mostrado ser
un campo particularmente abierto y dctil a su ambientalizacin.
Ello no depende tan slo del hecho de que la organizacin cultural
est sustentada por una base natural donde se entrelazan las forma-
ciones ideolgicas y se desarrollan las prcticas productivas que les
permite vivir en ese medio (lo mismo podra argumentarse de la de-
pendencia ciega de la economa de su base natural de sustentacin).
Es el desarrollo y maduracin de la antropologa evolucionista y fun-
cionalista lo que hace a estas ramas ms susceptibles de ambientali-
zarse que a otras disciplinas, como la antropologa estructural.
Por su parte, los paradigmas dominantes de la economa han sido
mucho ms resistentes a incorporar los principios ambientales. Ms
all del aporte crtico a la economa desde la segunda ley de la ter-
modinmica (Georgescu-Roegen, 1971), no ha sido fcil incorporar
las normas y las condiciones ecolgicas de una economa sustentable,
los procesos de largo plazo y los valores de la sustentabilidad y la equi-
dad a los paradigmas tradicionales de la economa. No obstante el
imperativo de transitar hacia una economa sustentable, el paradig-
ma neoclsico no se finaliza ecologizando a la economa. El prop-
sito de dar bases de sustentabilidad a la economa exige redefinir los
principios de la economa y elaborar un nuevo paradigma producti-
vo para constituir formaciones econmico-socio-ambientales que in-
corporen la oferta natural de recursos naturales, los tiempos de rege-
neracin y los potenciales ecolgicos en los procesos productivos.
Las categoras de racionalidad ambiental y de saber ambiental
ENRIQUE LEFF 240
aparecen as como constructos tericos capaces de articular un con-
junto de formaciones ideolgicas y discursivas, de creencias y com-
portamientos sociales, de procesos de legitimacin e institucionaliza-
cin del saber, con la racionalidad interna de las ciencias y con la
aplicacin de nuevos conocimientos y tcnicas al desarrollo de las
fuerzas productivas de la sociedad. El saber ambiental se inserta as
en los enunciados explicativos, valorativos y prescriptivos del discur-
so ambiental, en sus estrategias de produccin de sentido, de movili-
zacin social, de organizacin poltica, que se concretan en las prc-
ticas de la gestin ambiental y en la construccin de sociedades sus-
tentables fundadas en una racionalidad ambiental. De esta manera es
posible pensar las relaciones entre la constitucin del saber ambien-
tal y de las disciplinas ambientales con la construccin de un paradig-
ma productivo fundado en los procesos materiales que dan soporte a
una productividad ecotecnolgica, orientado por los objetivos de un
desarrollo equitativo, sustentable y duradero.
La racionalidad ambiental que conduce la construccin de la sus-
tentabilidad entraa un sentido prospectivo en un proceso de trans-
formaciones histricas y cambios sociales donde se enlaza la teora
con la praxis. El concepto de racionalidad ambiental se concreta en
el proceso mismo de construccin de la realidad de la que da cuen-
ta. Esto lleva a indagar la forma en que las ciencias sociales contribu-
yen a explicar los procesos sociales que convergen en la realizacin
de los objetivos de una racionalidad ambiental. La cientificidad de
las ciencias sociales no se limita al conocimiento objetivo que produ-
ce sobre la realidad social cristalizada a travs del proceso histrico
pasado de racionalizacin, sino tambin como las condiciones de
verificacin de las utopas ambientales cuya realizacin orientan.
El saber ambiental se confirma en relacin con las bases materiales
y los sentidos que sustentan su potencial transformador, en su efica-
cia para movilizar los procesos naturales y simblicos que dan sopor-
te a la construccin de una racionalidad social alternativa y a la veri-
ficacin histrica de su potencial transformador, en la sustentabili-
dad de las prcticas de manejo de los recursos, en la legitimacin de
los principios de racionalidad ambiental, en la eficacia del movi-
miento ambiental. La racionalidad ambiental genera un proceso de
racionalizacin terica, tcnica y prctica, que le confiere su cohe-
rencia conceptual, su eficacia instrumental y su sentido existencial.
Desde esa convalidacin interna se confronta y se contrasta con la ra-
cionalidad social prevaleciente y se verifica en el proceso de cons-
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 241
truccin de su referente, a travs de procesos de racionalizacin que
se manifiestan en las innovaciones del conocimiento, las transforma-
ciones productivas y los cambios sociales a los que conduce.
El saber ambiental es movilizado desde dos momentos de pro-
blematizacin del conocimiento disciplinario prevaleciente. Por un
extremo, es empujado por las causas de la crisis ecolgica, que im-
plica un cuestionamiento al saber terico e instrumental de la racio-
nalidad social dominante. Desde otro extremo, el saber ambiental es
jalado por una racionalidad social alternativa, por un saber pros-
pectivo que proyecta una nueva visin de la realidad, reorientando
los avances del conocimiento hacia sus objetivos. El saber ambiental
entreteje una compleja dialctica entre realidad social y conocimien-
to: no es tan slo una respuesta terica ms adecuada a una realidad
social ms compleja a partir de acercamientos holsticos y sistmicos.
El saber ambiental cuestiona a las teoras sociales que han legitima-
do e instrumentado la racionalidad social prevaleciente y plantea la
necesidad de elaborar nuevos paradigmas del conocimiento y nuevos
saberes para construir otra realidad social. Estas caractersticas del sa-
ber ambiental sus efectos en las creencias y comportamientos de los
agentes sociales, as como en el desarrollo de las ciencias y disciplinas
sociales, abonan el terreno para fundar una ecologa poltica del sa-
ber ambiental.
GLOBALIZACIN ECONMICA Y COMPLEJIDAD AMBIENTAL
La crisis ambiental no es una catstrofe ecolgica, sino el efecto del
pensamiento con el que hemos construido y destruido el mundo glo-
balizado y nuestros mundos de vida. Esta crisis civilizatoria se presen-
ta como un lmite en lo real que resignifica y reorienta el curso de la
historia: lmite del crecimiento econmico y poblacional; lmite de los
desequilibrios ecolgicos y de las capacidades de sustentacin de la vi-
da; lmite de la pobreza y la desigualdad social. La crisis ambiental es
la crisis del pensamiento occidental, de la metafsica que produjo la
disyuncin entre el ser y el ente, que abri la va a la racionalidad cien-
tfica e instrumental de la modernidad, que produjo un mundo frag-
mentado y cosificado en su afn de dominio y control de la naturale-
za. La crisis ambiental se expresa como un cuestionamiento de la on-
tologa y de la epistemologa con las que la civilizacin occidental ha
ENRIQUE LEFF 242
comprendido el ser y las cosas; de la ciencia y la razn tecnolgica con
las que ha dominado a la naturaleza y economizado al mundo moder-
no. La crisis ambiental es sobre todo un problema del conocimiento (Leff,
1986b) que lleva a repensar el ser y sus vas de complejizacin, para
reabrir los cauces de la historia y dar curso al saber ambiental hacia la
reconstruccin del mundo y la reapropiacin social de la naturaleza.
Nuestra percepcin del mundo ha estado cercada por la raciona-
lidad de la modernidad. El logocentrismo del conocimiento moder-
no y la racionalidad econmica han conducido un proceso de globa-
lizacin que tiende a unificar las miradas y las identidades de un
mundo diverso y complejo. La construccin de la racionalidad am-
biental implica pues desconstruir y reconstruir el pensamiento occi-
dental: remite a la comprensin del pensamiento que arraig en fal-
sas certezas sobre el mundo; a descubrir y reavivar la complejidad del
ser que qued escindido y bloqueado por la positividad del ente, por
una epistemologa generada con el fin de apropiarse al mundo cosi-
ficndolo, objetivndolo, homogeneizndolo. La racionalidad de la
modernidad se desborda sobre la complejidad ambiental al toparse
con sus lmites, con la alienacin y la incertidumbre del mundo eco-
nomizado, arrastrado por un proceso insustentable de produccin
que se ha constituido en el eje sobre el cual gira el proceso de globa-
lizacin.
El saber ambiental problematiza el pensamiento metafsico y la ra-
cionalidad cientfica, abriendo nuevas vas de transformacin del co-
nocimiento desde los mrgenes de la ciencia y la filosofa modernas.
En el saber ambiental fluye la savia epistmica que reconstituye las
formas del ser y del pensar para aprehender la complejidad ambien-
tal. Si lo que caracteriza al hombre es la constitucin del ser por el
pensar, la cuestin de la complejidad no se reduce al reflejo de una
realidad compleja en el pensamiento. La complejidad ambiental
emerge del encuentro de un mundo en vas de complejizacin con
la construccin del pensamiento complejo. El saber ambiental se de-
marca del pensamiento de la complejidad que ha concebido la com-
plejidad como un proceso de autoorganizacin de la materia, de la
que emerge una conciencia ecolgica que vendra a completar y a re-
componer el mundo fragmentado y alienado, heredado de esta civi-
lizacin en crisis, a travs del pensamiento sistmico.
La racionalidad ambiental rompe con ese pensamiento sistmico
y totalizador para reconstruir el mundo desde la ontologa del ser, la
potencialidad de lo real, el sentido del orden simblico y una tica de
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 243
la otredad; para restablecer el vnculo entre el ser, el saber y el pen-
sar. Esta va de comprensin y acceso a la complejidad ambiental hace
su entrada por la puerta de la desnaturalizacin de la historia que
habra culminado en la tecnificacin y economizacin del mundo,
donde el ser y el pensar han sido seducidos y absorbidos por la racio-
nalidad formal e instrumental de la modernidad: por el clculo y la
planificacin, por la determinacin y la legalidad. Este mundo domi-
nado y asegurado llega a su lmite y se expresa en la crisis ambiental.
La complejidad ambiental no llega por una evolucin natural de la
materia y del hombre que los conduce hacia un mundo tecnificado y
economizado, sino como un efecto de la intervencin del pensamien-
to en el mundo. Slo as es posible dar el salto fuera del ecologismo
naturalista y situarse en el ambientalismo como poltica del conoci-
miento y de la diferencia, en el campo del poder en el saber ambien-
tal, en un proyecto de reconstruccin social desde el reconocimiento
de la diversidad y el encuentro con la otredad.
La sustentabilidad es la marca de una crisis de una poca que in-
terroga los orgenes de su emergencia en el tiempo actual y su pro-
yeccin hacia un futuro posible, que lleva a la construccin de una
racionalidad alternativa fuera del campo de la metafsica, del logo-
centrismo y de la racionalidad econmica que han producido la mo-
dernidad insustentable (Leis, 2001). La construccin de la racionalidad
ambiental remite a la reconstitucin de identidades a travs del sa-
ber. La complejidad ambiental implica una reformulacin del cono-
cimiento y un nuevo saber; entraa una reapropiacin del mundo
desde el ser, a travs del poder en el saber y de la voluntad de poder, que
es un querer saber.
La solucin de la crisis ambiental global y planetaria, no podr
darse slo por la va de una gestin racional de la naturaleza, del ries-
go ecolgico y del cambio global. La crisis ambiental interroga al co-
nocimiento, cuestiona el proyecto epistemolgico que ha buscado la
unidad, la uniformidad y la homogeneidad del ser y el pensar; al pro-
yecto de unificacin del mundo a travs de la idea absoluta y de la ra-
zn totalizadora; a la idea de su trascendencia y el trnsito hacia un fu-
turo sustentable, negando el lmite, el tiempo y la historia. La crisis
ambiental replantea la pregunta sobre la naturaleza de la naturaleza y
el ser en el mundo, desde la flecha del tiempo y la ley de la entropa
como condicin de la vida, desde la muerte como ley lmite en la cultu-
ra que constituyen el orden simblico, del poder y del saber; desde la
diferencia, la diversidad, la otredad que abren el cauce de la historia.
ENRIQUE LEFF 244
La crisis ambiental es el resultado del desconocimiento de la ley de
la entropa, que ha desencadenado en el imaginario economicista la
ilusin de un crecimiento sin lmites, de una produccin infinita. La
crisis ambiental anuncia el fin de este proyecto. Pero por ello su solu-
cin no podra basarse en el refinamiento del proyecto epistemolgi-
co y cientfico que ha resultado en la crisis ambiental, el desconoci-
miento de la ley y la alienacin del hombre. El saber ambiental plan-
tea la desconstruccin de la lgica unitaria, de la verdad absoluta, del
pensamiento unidimensional, de la ciencia objetiva; del crecimiento
sin lmites, del control cientfico del mundo, del dominio tecnolgi-
co de la naturaleza y de la gestin racional del ambiente. El saber am-
biental abre una nueva comprensin del mundo a partir de la falta
del conocimiento, la incompletitud del ser y la historicidad de la ver-
dad desde las relaciones de poder en el saber.
1
En la crtica al proyecto epistemolgico positivista que busca la
verdad como adecuacin entre el concepto y la realidad, la herme-
nutica abre una multiplicidad de sentidos en la interpretacin de lo
real. No es el abandono de la verdad, sino la dislocacin de su senti-
do para la construccin del mundo movilizado por la verdad como
causa (Lacan), del deseo que abre al ser hacia el infinito, lo indito,
lo posible; de una verdad que se forjar en la pulsin por decirse y
hacerse, en la necesidad de decir lo indecible, que transitar por el
pensamiento, el saber y la accin, y a la que siempre le faltar la pa-
labra para decir su verdad final, definitiva y total.
Los sentidos que forjan el mundo se construyen discursivamente
desde intereses sociales diferenciados. Sin embargo esta irradiacin
de verdades no es una mera dispersin de certidumbres subjetivas
y saberes personales. Como verdades virtuales estn tensadas entre
las potencialidades de lo real y la fuerza de los sentidos del ser cons-
truidos y transmitidos a travs del tiempo; de seres que forjan sus
verdades sobre la naturaleza desde cdigos culturales, sentidos co-
lectivos y significaciones personales. Las verdades, como utopas car-
1
Durante mucho tiempo el individuo se autentific gracias a la referencia de los
dems y a la manifestacin de su vnculo con otro (familia, juramento de fidelidad,
proteccin); despus se lo autentific mediante el discurso verdadero que era capaz
de formular. La confesin de la verdad se inscribi en el corazn de los procedimien-
tos de individuacin por parte del poder [...] una historia poltica de la verdad de-
bera dar vuelta mostrando que la verdad no es libre por naturaleza, ni siervo del
error, sino que su produccin est toda entera atravesada por relaciones de poder
(Foucault, 1977: 74, 76).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 245
gadas de sentido, se construyen confrontando los lmites y las poten-
cialidades de lo real; en la comprensin de un mundo no predeter-
minado; en la conformacin de mundos de vida a partir de una di-
versidad de sentidos que conllevan la reconstitucin del ser en un
tiempo complejizado; en la recuperacin de verdades acalladas que
exigen una exgesis del silencio, de lo no pensado que ha dejado
en su paso por la historia el dominio de la naturaleza a travs del dis-
curso de la ciencia objetiva. Estas verdades son respuestas a la intro-
yeccin de una violencia represiva de la palabra perdida, de la sub-
yugacin de saberes como forma de resistencia y estrategia de
emancipacin frente a la racionalidad dominante que cuestiona su
identidad y su autonoma. La hermenutica ambiental no es tan s-
lo la interpretacin de los sentidos de los discursos que atraviesan el
campo de la sustentabilidad para construir un consenso y una verdad
comn. La construccin de un mundo sustentable fundado en la di-
versidad cultural habr de resultar del enlace de los sentidos diferen-
ciados de seres diversos que se encuentran y fecundan en el presen-
te, proyectndose en la historia sin poder siempre decir sus intencio-
nes, recuperar su memoria pasada y anticipar su futuro.
La incertidumbre, el caos y el riesgo son al mismo tiempo efecto de
la aplicacin del conocimiento que pretenda anularlos y condicin
intrnseca del ser y el saber. La complejidad ambiental abre una nue-
va reflexin sobre la naturaleza del ser, del saber y del conocer; sobre
la articulacin de conocimientos en la interdisciplinariedad y sobre el
dilogo de saberes, donde se entretejen subjetividades, valores e inte-
reses en la toma de decisiones y en las estrategias de apropiacin de
la naturaleza. El saber ambiental cuestiona las formas en que los valo-
res son incorporados al conocimiento del mundo, abriendo un espa-
cio para el encuentro entre lo racional y lo moral, entre la racionali-
dad formal y la racionalidad sustantiva.
La complejidad ambiental emerge como respuesta al constrei-
miento del mundo y de la naturaleza por la unificacin ideolgica,
tecnolgica y econmica del conocimiento. La naturaleza estalla
para liberarse del dominio de las ciencias, abriendo los cauces de la
historia desde los potenciales de la naturaleza compleja, desde la ac-
tualizacin del ser a travs de la historia y su proyeccin al futuro a
travs de las posibilidades que abre la productividad ecolgica, la
potencia del pensamiento y la fecundidad de la otredad. En este sen-
tido, la racionalidad ambiental desencadena una revolucin del pen-
samiento, un cambio de mentalidad y una transformacin del cono-
ENRIQUE LEFF 246
cimiento, para construir un nuevo saber que funda una nueva racio-
nalidad y orienta la construccin de un mundo sustentable, justo y
democrtico. Es un reconocimiento del mundo que habitamos.
La crisis ambiental remite a una pregunta sobre el mundo, sobre
el ser y el saber. La complejidad ambiental abre una nueva compren-
sin del mundo a travs de los saberes y conocimientos arraigados en
cosmologas, ideologas, teoras y prcticas que estn en los cimien-
tos de la civilizacin moderna, en la sangre de cada cultura, en el ros-
tro de cada persona. En ese saber del mundo sobre el ser y las co-
sas, sobre sus esencias y atributos, sobre sus leyes y condiciones de
existencia, en toda la tematizacin del conocimiento, subyacen no-
ciones que han dado fundamento y que han arraigado en los sabe-
res culturales de los pueblos y en los saberes personales de la gente.
El saber ambiental implica un proceso de desconstruccin de lo pen-
sado para pensar lo an no pensado, para desentraar lo ms entra-
able de nuestros saberes y para dar curso al futuro por venir. Es un
saber que se sostiene en la incertidumbre y en el an no del saber,
movido por el deseo de vida que se proyecta hacia la construccin de
lo indito, a travs del pensamiento y la accin, en la perspectiva del
infinito, la diferencia y la alteridad.
COMPLEJIDAD Y DIFERENCIA. IDENTIDAD Y OTREDAD
La complejidad ambiental no es la ecologizacin del mundo. El pen-
samiento complejo desborda la visin ciberntica de una realidad
que se estructura y evoluciona a travs de un conjunto de interrela-
ciones y retroalimentaciones, como un proceso de desarrollo que va
de la autoorganizacin de la materia a la ecologizacin del pensa-
miento (Morin, 1977, 1980, 1986). La complejidad no es slo la in-
corporacin de la incertidumbre, el caos y la posibilidad en el orden
de la naturaleza (Prigogine, 1997). El saber ambiental reconoce las
potencialidades de lo real, incorpora valores e identidades en el sa-
ber e interioriza las condiciones de la subjetividad y del ser en la cons-
truccin de una racionalidad ambiental.
El ambiente es la falta de conocimiento que impulsa al saber. Es
el otro lo absolutamente otro frente al espritu totalitario de la ra-
cionalidad dominante. El saber ambiental se proyecta hacia el infini-
to de lo impensado lo por pensar reconstituyendo identidades en
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 247
la reapropiacin del mundo. La racionalidad ambiental conduce al
reposicionamiento del ser a travs del saber; emerge desde la poten-
cia de lo real, la fuerza de la diferencia y la movilizacin del deseo
que trasciende al mundo totalitario. El ambiente es el otro comple-
jo en el orden de lo real y lo simblico, que trasciende la realidad
unidimensional y su globalidad homogeneizante, para dar curso al
porvenir de un futuro sustentable, abierto a lo infinito por la poten-
cia de la creatividad, la diversidad y la diferencia.
El saber ambiental no es slo un pensamiento alternativo capaz
de incorporar a los saberes subyugados en la retotalizacin de un
mundo ecologizado. La racionalidad ambiental genera lo indito en
el encuentro con la otredad, en el enlace de diferencias, en la com-
plejizacin de seres y la diversificacin de identidades. En el concep-
to de ambiente subyacen una ontologa y una tica opuestas a todo
principio homogeneizante, a todo conocimiento unitario, a toda glo-
balidad totalizadora. El saber ambiental enfrenta las estrategias de
disolucin de las diferencias en un campo comn y bajo una ley uni-
versal. De esta manera fertiliza el campo de una poltica de la dife-
rencia, de convivencia en el disenso.
La complejidad ambiental es el espacio donde se encuentran y en-
lazan la complejidad de lo real y del conocimiento, del ser y del sa-
ber, del tiempo y las identidades. La complejidad ambiental es el en-
trelazamiento del orden fsico, biolgico y cultural; la hibridacin
entre la economa, la tecnologa, la vida y lo simblico. Esta comple-
jizacin de lo real no emerge de una nueva mirada holstica, inter-
disciplinaria a un mundo cuya complejidad le es inmanente pero
que ha sido invisible para los paradigmas disciplinarios. Ms all de
la complejidad creciente de los rdenes nticos que emergen en el
proceso de autoorganizacin de la materia (el paso del mundo cs-
mico a la organizacin viviente y al orden simblico), la materia se
ha complejizado por la re-flexin del conocimiento sobre lo real. El cono-
cimiento ha pasado de constituir un conjunto de teoras y formas de
organizacin del pensamiento para el entendimiento de las cosas y
del mundo objetivo, a ser un orden conceptual y un conjunto de ar-
tefactos que intervienen y transforman lo real, que ha tecnologizado
y economizado al mundo. La relacin de la teora con lo real ya no
es una simple relacin de conocimiento. Ms all de las relaciones
que se establecen entre lo ideal y lo material en el orden de la cultu-
ra y en las racionalidades de las sociedades tradicionales (Godelier,
1984), la racionalizacin y la tecnologizacin del conocimiento en la
ENRIQUE LEFF 248
modernidad lo han llevado a intervenir y trastocar el ser mismo de
las cosas. De esta manera, el ser biolgico ha llegado a hibridarse con
la razn tecnolgica y con el orden discursivo generando nuevos en-
tes cyborgs hechos de organismo, tecnologa y signos (Haraway,
1991, 1997; Escobar, 1995, 1999).
Lo real siempre fue complejo; las estructuras disipativas siempre
existieron y son ms reales que los procesos reversibles y en equili-
brio de la termodinmica clsica. La ciencia simplificadora, al desco-
nocer lo real, construy una economa mecanicista y una racionali-
dad tecnolgica que negaron los potenciales de la naturaleza; las
aplicaciones del conocimiento fraccionado, del pensamiento unidi-
mensional, de la eficiencia tecnolgica, aceleraron la degradacin
entrpica del planeta por el efecto de sus sinergias negativas. La cri-
sis ambiental es la primera crisis del mundo real producida por el des-
conocimiento del conocimiento, desde la concepcin cientfica del mun-
do y el dominio tecnolgico de la naturaleza que generan la falsa cer-
tidumbre de un crecimiento econmico sin lmites. El pensamiento
de la complejidad no es slo la respuesta de la conciencia a ese olvi-
do. La complejidad ambiental no es la evolucin de la naturaleza ha-
cia formas de complejidad creciente que culminan con la emergen-
cia de una conciencia ecolgica. La construccin de una racionali-
dad ambiental que reconoce la complejidad es una estrategia de
poder en el saber (Foucault, 1980) que no corresponde a una evolu-
cin natural hacia niveles superiores de autoconciencia.
El proyecto positivista buscaba asegurarse en el mundo a travs de
un conocimiento que ira emancipando al hombre de la ignorancia
y acercndolo a la verdad. La ciencia que se pensaba liberadora del
atraso y de la opresin, del primitivismo y del subdesarrollo, ha ge-
nerado un desconocimiento del mundo, un conocimiento que no sa-
be de s mismo; que gobierna un mundo alienado del que descono-
cemos su conocimiento especializado y las reglas de poder que lo go-
biernan. El conocimiento ya no representa la realidad; por el contra-
rio, ha construido una hiperrealidad en la que se ve reflejado.
2
La
ideologa ya no es lo falso y la ciencia lo verdadero. Ambas son soli-
darias de una concepcin del mundo que ha construido una reali-
dad que, en su manifestacin emprica, le confirma su verdad abso-
luta, intemporal e inconmovible.
Las estrategias fatales que destila la hiperrealidad del mundo pos-
2
Ver cap. 3, supra.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 249
moderno son reflejo del poder que ha cimentado la civilizacin oc-
cidental, desde la comprensin metafsica del mundo hasta las arma-
duras de los paradigmas de la ciencia moderna. Si ya desde Hegel y
Nietzsche la no verdad aparece en el horizonte de la verdad, la cien-
cia misma ha ido descubriendo las fallas del proyecto cientfico de la
modernidad, desde la irracionalidad del inconsciente (Freud) y el
principio de indeterminacin (Heisenberg), hasta el encuentro con
la flecha del tiempo y las estructuras disipativas (Prigogine). El pen-
samiento de la complejidad y el saber ambiental acogen la incerti-
dumbre, la irracionalidad, la indeterminacin y la posibilidad en el
campo del conocimiento. Desde la externalidad de la racionalidad
modernizante; desde los ncleos del conocimiento que han configu-
rado a los paradigmas de las ciencias, sus objetos de conocimiento y
sus mtodos; desde los mrgenes del logocentrismo de las ciencias,
emerge un nuevo saber, marcado por la diferancia (Derrida, 1989).
3
El saber ambiental no es la retotalizacin del conocimiento a partir
de la conjuncin interdisciplinaria de los paradigmas de las ciencias.
Por el contrario, es un saber que problematiza los paradigmas cien-
tficos y que genera un haz de saberes donde se enlazan diversas vas
de sentido. El saber ambiental disloca el cuerpo rgido de las cien-
cias, el sentido unvoco de la racionalidad formal y el pensamiento
unidimensional que genera la razn tecnolgica; mira hacia los ho-
rizontes invisibles de la ciencia, abre los caminos de lo impensable
de la racionalidad modernizadora y hace escuchar nuevas armonas
en los contrapuntos y disonancias de los saberes.
El saber ambiental abre un nuevo campo de nexos interdisciplina-
rios entre las ciencias y un dilogo de saberes; es el encuentro entre
la ciencia objetivadora y un saber que condensa los sentidos que han
fraguado en el ser a travs del tiempo. La complejidad ambiental es
la re-flexin del tiempo en lo real (Prigogine) y en el ser (Heideg-
ger). Es un entrecruzamiento de tiempos: de los tiempos csmicos,
fsicos, biolgicos y econmicos; de los tiempos que se configuran en
las teoras sobre el mundo y en las cosmovisiones de las diversas cul-
turas a travs de la historia. No es tan slo el enlazamiento de los
3
Se puede tratar de la filosofa (la metafsica, incluso la ontoteologa) sin dejar-
se ya dictar, con esta pretensin de unidad y unicidad, la totalidad inatachable e im-
perial de un orden? [...] Podremos, pues, llamar diferancia a esa discordia activa, en
movimiento, de fuerzas diferentes y de diferencia de fuerzas que opone Nietzsche a
todo el sistema de la gramtica metafsica en todas partes donde gobierna la cultura,
la filosofa y la ciencia (Derrida, 1989: 23, 53).
ENRIQUE LEFF 250
tiempos objetivados en la historia, de las historicidades diferenciadas
de lo real, de la historicidad del pensamiento que se ha hecho histo-
ria real; del encuentro de procesos que han sido llevados por la fle-
cha del tiempo hacia la catstrofe ecolgica. Es la emergencia de
nuevos tiempos donde se articulan las temporalidades de la evolu-
cin biolgica con los tiempos fenomenolgicos; los ciclos de la vi-
da, los ciclos econmicos y la innovacin tecnolgica; es la trasmuta-
cin de los tiempos que induce la transgnesis, la actualizacin de
tiempos vividos en la invencin de nuevas identidades y la emergen-
cia de nuevos mundos de vida.
La ciencia moderna no slo ha negado el tiempo de la materia;
tambin el de la historia. Hoy el tiempo se manifiesta en la irreversi-
bilidad de los procesos alejados del equilibrio y del tiempo que ha
anidado en el ser cultural que renace del yugo de la dominacin y la
opresin, expresndose a travs del silencio, que ha sido el grito elo-
cuente de una violencia que paraliz el habla de los pueblos. Hoy, los
movimientos de emancipacin de los pueblos indios y las naciones t-
nicas estn descongelando la historia; sus aguas fertilizan nuevos cam-
pos del ser y fluyen hacia ocanos cuyas mareas abren nuevos hori-
zontes de tiempo. Hoy, la historia se est rehaciendo en el lmite de
los tiempos modernos; en la reemergencia de viejas historias y la
emancipacin de los sentidos reprimidos por una historia de conquis-
ta, de sometimiento y de holocausto. Estas historias ancestrales, que
en su quietud parecan haber perdido la memoria, despiertan para
resignificar tradiciones y reconfigurar identidades, abriendo nuevos
cauces en el flujo de la historia.
La complejidad ambiental lleva a repensar el principio de identi-
dad formal que afirma la mismidad del ente frente a la compleji-
dad que emana de la diversidad, la pluralidad y la otredad. La rein-
vencin de las identidades en la perspectiva de la globalizacin
confronta la idea del ser humano como un ser-ah genrico ser pa-
ra la muerte, para ver el mundo habitado por una diversidad de
identidades que constituyen las formas diferenciadas del ser y entra-
an los sentidos colectivos de los pueblos. La identidad resiste y en-
frenta la imposicin del pensamiento externo sobre el ser, de las et-
nociencias hasta la lgica de la globalizacin ecolgico-econmica.
El llamado al ser en la complejidad disuelve el sentido de la identi-
dad como igualdad del pensamiento formal y de la identificacin del
sujeto anclado en su yo subjetivo, marcado por el lmite de su exis-
tencia. En el pensamiento de la complejidad el ser es pensado ms
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 251
all de su condicin existencial general (lo constitutivo de todo ser
humano) para penetrar en el sentido de las identidades colectivas
que se constituyen desde la diversidad cultural, movilizando a los ac-
tores sociales hacia la construccin de estrategias alternativas para la
construccin de un mundo sustentable. Las nuevas identidades se
constituyen en el campo de una poltica de la diferencia, en el encuen-
tro de intereses y valores muchas veces antagnicos de nuevos ac-
tores sociales por la apropiacin de la naturaleza.
La reconfiguracin del ser y las identidades en la globalizacin es
el reposicionamiento de los individuos y de los pueblos en el mundo;
es la reconstruccin de los mundos de vida de las personas. Es en es-
ta relacin del ser, el pensar y el saber que toma sentido pleno el
principio de identidad. Es desde la identidad que se plantea el dilo-
go de saberes en la complejidad ambiental como la apertura desde el
ser constituido por su historia, hacia lo indito y lo impensado; hacia
una utopa arraigada en el ser y en lo real, construida desde los po-
tenciales de la naturaleza y los sentidos de la cultura. Las identidades
se reconstituyen en la reapropiacin del mundo y de sus mundos de
vida. En un mundo globalizado, los procesos de mestizaje cultural
implican la reconstruccin de identidades fuera de todo esencialis-
mo que remita a una raz inmutable y a una cultura sin historia. En
el contexto de la complejidad ambiental, se reconfiguran las identi-
dades culturales en el orden emergente de los nuevos derechos del
ser colectivo, en un proceso de resistencia cultural que parte, como
punto de anclaje, de un origen, una tradicin y una situacin, desde
donde confronta las estrategias de poder de la globalizacin econ-
mico-ecolgica. La afirmacin de las identidades se apoya en dere-
chos que se inscriben en estrategias de vida que confluyen en la cons-
truccin social de una racionalidad ambiental, arraigada en las con-
diciones de la naturaleza (lo real) y los sentidos de la cultura (lo sim-
blico).
La reconfiguracin de las identidades en la complejidad ambien-
tal lleva a interrogar las formas de asentamiento del ser colectivo en
su territorio y en su cultura; su resistencia y permanencia en el tiem-
po. Si la racionalidad cientfica busca legitimarse en la relacin de
verdad entre el concepto y lo real, la racionalidad ambiental es el or-
den donde el saber encuentra su arraigo en el ser. Estas identidades,
sin dejar de nombrarse desde su origen tnico, nacional, religioso,
se complejizan en un proceso de mestizajes tnicos y de hibridaciones
culturales, para constituir identidades inditas que se van inventan-
ENRIQUE LEFF 252
do a travs de estrategias de poder para arraigar en un territorio, pa-
ra reapropiarse su naturaleza y su cultura.
En el juego democrtico y en el espacio de la complejidad, la iden-
tidad no es slo la reafirmacin del uno en la tolerancia a los dems;
es la reconstitucin del ser por la introyeccin de la otredad la alteri-
dad, la diferencia, la diversidad, en el vnculo entre naturaleza y cul-
tura, a travs de un dilogo de saberes. ste es el sentido del juego
dialgico: la apertura a la complejizacin de uno mismo en el encuen-
tro con los otros lleva a comprender la identidad como conservacin
de lo uno y lo mismo en la incorporacin de lo otro en un proceso
de complejizacin en el que las identidades sedentarias se vuelven
trashumantes, hbridas, virtuales. As se reconstituyen las identidades
en la posmodernidad: desde una ontologa no esencialista, fuera del
individualismo en el que el yo que habla se reconoce y se afirma en
identidades individuales, errantes y pasajeras; desde la falta en ser de
todo ser y frente a un otro, en un campo no suturado ni saturado;
desde la palabra a travs de la cual se expresa la existencia del ser cul-
tural, ms all de los mestizajes culturales y las hibridaciones genti-
cas en los que fuera posible trazar los rasgos de origen y la esencia
constitutiva de su identidad. Hoy, cuando el sujeto individualizado es-
t siempre en proceso de dejar de ser uno para fundirse en el anoni-
mato colectivo como las monedas que se funden en un signo econ-
mico unitario, como las mercancas que se confunden en el patrn
oro y en el dinero circulante, las identidades emergen en el ser y se
arraigan en el territorio a travs del saber.
Ser y saber; espacio y tiempo; territorio e identidad. Encrucijada
y reencuentro. El ser que permanece y al mismo tiempo deviene, se
reconstituye y se proyecta hacia un futuro sustentable en un mundo
en vas de complejizacin. El ser se complejiza por la complejizacin
de lo real, del pensamiento, del tiempo y de las identidades, cuya ma-
nifestacin ms elocuente es el renacimiento de las identidades tni-
cas. El indgena, ese ser marginado, dominado, subyugado; ese ser
forjado en una sociedad tradicional, en una sociedad fra, sin tiem-
po, sin racionalidad; en un mundo en el que se ha perdido su me-
moria en la historia de dominacin, donde su habla ha encallado en
la roca del silencio y la sumisin. Ese ser revive en el tiempo actual
transportando sus tiempos inmemoriales, rearraigando en su territo-
rio, reubicndose en el mundo globalizado desde sus luchas de resis-
tencia y sus estrategias de reapropiacin de la naturaleza.
El indgena resignifica su historia y reubica su ser en un mundo
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 253
complejizado como lo Otro de la globalizacin econmica y de la eco-
loga generalizada. Frente a las estrategias de capitalizacin de la na-
turaleza y de la cultura, el ser indgena se sita dentro del discurso de
la sustentabilidad, de la globalizacin, de la democracia; se posiciona
frente a las estrategias de control de su patrimonio natural para rea-
firmar sus identidades y reclamando su autonoma como su derecho
de ser y su derecho al territorio. Los pueblos indios estn reconstitu-
yendo sus identidades en un proceso que no slo recupera su histo-
ria, su memoria y sus prcticas tradicionales, sino que les plantea la
necesidad de reconfigurar su ser indgena frente a la globalizacin eco-
nmica. Su reclamo no es tan slo la reivindicacin de una deuda
ecolgica por una historia de conquista y sumisin; es el derecho de
ser diferentes, su rechazo a ser integrados al orden econmico-ecol-
gico globalizado, a la unidad dominadora y la igualdad inequitativa
del proceso de racionalizacin de la modernidad. Es el derecho a un
ser colectivo que revive su pasado y proyecta su futuro; que reconoce
su naturaleza y restablece su territorio; que recupera el saber y el ha-
bla para ubicarse en su lugar, para decir su palabra en el terreno es-
tratgico del desarrollo sustentable, para construir su verdad desde
territorios autnomos que se entrelazan en la solidaridad de identi-
dades colectivas diversas. De la ontologa del ser de los entes, de una
ontologa del ser-ah genrico (ser para la muerte del ser humano),
la ecologa poltica se funda en una ontologa del ser diverso, del Ser
cultural marcado por su diferencia.
4
La complejidad ambiental emerge de la confluencia de procesos y
de tiempos que han bloqueado la complejidad del pensamiento, de-
gradado la trama ecosistmica y erosionado la fertilidad de la vida; que
han subyugado las identidades mltiples de la raza humana. La crisis
ambiental es resultado de la sujecin, sumisin, dominio y desconoci-
miento de lo real complejo, del tiempo complejo, del ser complejo.
Desde este forzamiento de la razn, de lo real y del ser, emerge la fuer-
za de la complejidad, las sinergias del ser complejo donde se enlazan
tiempos, donde se entretejen identidades, donde se amalgaman cultu-
ras, donde se hibridan la naturaleza, la cultura y la tecnologa, don-
de se bifurcan procesos con sentidos diversos hacia la diferenciacin
4
Es la presencia de una pluralidad de ser-ah que impide pensar la integracin
hermenutica del horizonte de la presencia como una Aufhebung dialctica. La resis-
tencia del otro a la integracin [...] no es un accidente histrico [...sino] la condicin
natural de la que parte toda interpretacin (Vattimo, 1998: 144).
ENRIQUE LEFF 254
del ser. Es el haz que abre un abanico de luces multicolores, en dife-
rentes frecuencias, hacia un mundo infinito y un futuro sustentable.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL
El saber ambiental no emerge de la profundidad de las ciencias pa-
ra volver a sumergirse y a disolverse en la racionalidad terica y los
paradigmas prevalecientes de conocimiento. El saber ambiental
constituye una nueva racionalidad y una nueva episteme. Ms all de
la evolucin del pensamiento sociolgico, desde el estructuralismo
hasta el surgimiento de una ecologa generalizada y el pensamien-
to de la complejidad, el saber ambiental rompe el espejo de la re-
presentacin y la especulacin de un mundo objetivado y la transpa-
rencia del conocimiento. El saber ambiental es una conciencia crti-
ca del conocimiento que ejerce una vigilancia epistemolgica sobre
las condiciones sociales de produccin del saber y del efecto del
conocimiento sobre lo real, que se despliega en estrategias de poder
en el saber dentro de la globalizacin econmico-ecolgica.
La ecologa poltica emerge dentro de esta nueva perspectiva del
saber, dentro de la politizacin del conocimiento por la reapropia-
cin social de la naturaleza. La ecologa poltica se encuentra as en
el momento fundacional de su campo terico-prctico, en la cons-
truccin de un nuevo territorio del pensamiento crtico y de la accin
poltica. Situar este campo en la geografa del saber no significa tan
slo delimitar su espacio, fijar sus fronteras y colocar membranas per-
meables para facilitar los intercambios tericos y metodolgicos con
disciplinas adyacentes. Ms bien implica desbrozar el terreno, dislo-
car las rocas conceptuales y movilizar el arado discursivo que confor-
man este nuevo campo del saber, para establecer las bases seminales
que den identidad y soporte a este nuevo territorio; para pensarlo en
su emergencia y en su trascendencia en la configuracin de la com-
plejidad ambiental de nuestro tiempo, en la construccin de una ra-
cionalidad ambiental y en el horizonte de un futuro sustentable.
La ecologa poltica en germen abre una pregunta sobre la muta-
cin ms reciente de la condicin existencial del hombre. Partiendo
de una crtica radical de los fundamentos ontolgicos y metafsicos de
la epistemologa moderna, ms all de una poltica fundada en la di-
versidad biolgica, en el orden ecolgico y en la organizacin simb-
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 255
lica que dan su identidad a cada cultura, la ecologa poltica viene a
interrogar la condicin del ser en el vaco de sentido y la falta de refe-
rentes generada por el dominio de lo virtual sobre lo real y lo simb-
lico, de un mundo donde, citando a Marx segn Marshal Berman
(1988), todo lo slido se desvanece en el aire. A la ecologa poltica le con-
ciernen no slo los conflictos de distribucin ecolgica, sino que asu-
me la tarea de explorar con nueva luz las relaciones de poder en el sa-
ber que se entretejen entre el mundo globalizado y los mundos de vi-
da de las personas.
Si la mirada del mundo desde la hermenutica y el constructivis-
mo ha superado la visin determinista de la historia y el objetivismo
de lo real, si el mundo est abierto al azar y a la incertidumbre, al
caos y al descontrol, al diseo y a la simulacin, tenemos que pregun-
tarnos qu grado de autonoma tiene la hiperrealidad del mundo so-
breeconomizado, sobretecnologizado y superobjetivado sobre el ser.
En qu sentido se orientan el deseo y la utopa en la reconfigura-
cin del mundo guiado por intereses individuales, imaginarios socia-
les y proyectos colectivos? Qu relaciones y estrategias de poder
emergen en este nuevo mundo en el que el aleteo de las mariposas
puede llegar a conmover, derribar y reconstruir las armaduras y las
jaulas de hierro de la civilizacin moderna y las rgidas estructuras
del poder y del conocimiento? Qu significado adquieren la liber-
tad, la identidad, la existencia, la voluntad de poder?
La ecologa poltica construye su campo de estudio y de accin en
el encuentro y a contracorriente de diversas disciplinas, pensamien-
tos, ticas, comportamientos y movimientos sociales. All colindan,
confluyen y se confunden las ramificaciones ambientales y ecolgi-
cas de nuevas disciplinas: la economa ecolgica, el derecho ambien-
tal, la sociologa poltica, la antropologa de las relaciones cultura-na-
turaleza, la tica poltica. La ecologa poltica no constituye un nue-
vo paradigma de conocimiento o un nuevo orden social. Ocupa un
campo que an no adquiere nombre propio; por ello se la designa
con prstamos metafricos de conceptos y trminos provenientes de
otras disciplinas para ir nombrando los conflictos derivados de la dis-
tribucin desigual y las estrategias de apropiacin de los recursos
ecolgicos, los bienes naturales y los servicios ambientales. Las met-
foras de la ecologa poltica se hacen solidarias del lmite del sentido
de la globalizacin regida por el valor universal del mercado para ca-
tapultar al mundo hacia una reconstruccin de las relaciones de lo
real y lo simblico, de la produccin y el saber.
ENRIQUE LEFF 256
La ecologa poltica emerge en el hinterland de la economa ecol-
gica para analizar los procesos de significacin, valorizacin y apro-
piacin de la naturaleza que no se resuelven, ni por la va de la valo-
racin econmica de la naturaleza, ni por la asignacin de normas
ecolgicas a la economa; estos conflictos socioambientales se plan-
tean en trminos de controversias derivadas de formas diversas y mu-
chas veces antagnicas de significacin de la naturaleza, donde los
valores polticos y culturales desbordan el campo de la economa po-
ltica, incluso de una economa poltica de los recursos naturales y
servicios ambientales. De all surge esa extraa politizacin de la eco-
loga.
En la ecologa poltica han anidado trminos que derivan de cam-
pos contiguos por ejemplo la economa ecolgica, como el de dis-
tribucin ecolgica, definido como una categora para comprender
las externalidades ambientales y los movimientos sociales que emer-
gen de conflictos distributivos; es decir, para dar cuenta de la car-
ga desigual de los costos ecolgicos y sus efectos en las variedades del
ambientalismo emergente, incluyendo movimientos de resistencia al
neoliberalismo, de compensacin por daos ecolgicos y de justicia
ambiental.
5
La distribucin ecolgica comprende pues los procesos
extraeconmicos (ecolgicos y polticos) que vinculan a la economa
ecolgica con la ecologa poltica, en analoga con el concepto de
distribucin en economa, que desplaza la racionalidad econmica
al campo de la economa poltica. El conflicto distributivo introduce
en la economa poltica del ambiente las condiciones ecolgicas de
supervivencia y produccin sustentable, as como el conflicto social
que emerge de las formas dominantes de apropiacin de la natura-
leza y la contaminacin ambiental. Sin embargo, la distribucin eco-
lgica apunta hacia procesos de valoracin de la naturaleza que no
corresponden a los criterios de racionalidad econmica para la asig-
nacin de precios de mercado y costos crematsticos al ambiente,
movilizando a actores sociales por intereses materiales y simblicos
(de supervivencia, identidad, autonoma y calidad de vida), ms all
de las demandas estrictamente econmicas de propiedad de los me-
dios de produccin, de empleo, de distribucin del ingreso y de de-
5
La distribucin ecolgica designa las asimetras o desigualdades sociales, espa-
ciales, temporales, en el uso que hacen los humanos de los recursos y servicios am-
bientales, comercializados o no, es decir, la disminucin de los recursos naturales (in-
cluyendo la prdida de biodiversidad) y las cargas de la contaminacin (Martnez-
Alier, 1997).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 257
sarrollo. La distribucin ecolgica se refiere a la reparticin desigual
de los costos y potenciales ecolgicos, de esas externalidades econ-
micas que son inconmensurables con los valores del mercado, pero
que se asumen como nuevos costos a ser internalizados por la va de
instrumentos econmicos, de normas ecolgicas o de los movimien-
tos sociales que surgen y se multiplican en respuesta al deterioro del
ambiente y la reapropiacin de la naturaleza.
En este contexto se ha venido configurando un discurso reivindica-
tivo sobre la idea de la deuda ecolgica, como un imaginario y un con-
cepto estratgico dentro de los movimientos de resistencia a la globa-
lizacin del mercado y sus instrumentos de coercin financiera, cues-
tionando la legitimidad de la deuda econmica de los pases pobres,
buena parte de ellos de Amrica Latina. La deuda ecolgica pone al
descubierto la parte ms perversa, y hasta ahora oculta, del intercam-
bio desigual entre pases ricos y pobres, es decir, la destruccin de la
base de recursos naturales de los pases subdesarrollados, cuyo esta-
do de pobreza no es consustancial a una esencia cultural o a su limi-
tacin de recursos, sino que resulta de su insercin en una racionali-
dad econmica global que ha sobreexplotado su naturaleza, degrada-
do su ambiente y empobrecido a sus pueblos. Esta deuda ecolgica
resulta inconmensurable, pues no hay tasas de descuento que logren
actualizarla ni instrumento que logre medirla. Se trata de un despojo
histrico, del avasallamiento de la naturaleza y subyugacin de sus
culturas que se enmascara en un mal supuesto efecto de la dotacin
y el uso eficaz y eficiente de sus factores productivos.
Hoy, el pillaje del tercer mundo (Fanon) se reviste e instrumen-
ta a travs de los mecanismos de apropiacin de la naturaleza por la
va de la etno-bio-prospeccin y los derechos de propiedad intelec-
tual de los pases del Norte y las empresas transnacionales de biotec-
nologa, sobre los derechos de propiedad de las naciones y pueblos
del Sur. Para estos ltimos la biodiversidad representa el territorio
donde arraigan los significados culturales de su existencia y el patri-
monio de recursos naturales y culturales con el que han coevolucio-
nado en la historia. Estos valores culturales son intraducibles en va-
lores econmicos. Esta diferencia irreductible entre racionalidad
econmica y racionalidades culturales establece el umbral y el lmite
entre lo que es negociable e intercambiable entre deuda y naturale-
za, y lo que impide dirimir el conflicto de distribucin ecolgica en
trminos de compensaciones econmicas.
El campo de la ecologa poltica se abre en un horizonte que des-
ENRIQUE LEFF 258
borda el territorio de la economa ecolgica. La ecologa poltica se
localiza en los linderos del ambiente que puede ser recodificado e
internalizado en el espacio paradigmtico de la economa, de la va-
lorizacin de los recursos naturales y los servicios ambientales. La
ecologa poltica se establece en el campo del conflicto por la reapro-
piacin de la naturaleza y de la cultura, all donde la naturaleza y la
cultura se resisten a la homologacin de valores y procesos (simbli-
cos, ecolgicos, polticos) inconmensurables y a ser absorbidos en
trminos de valores de mercado. All es donde la diversidad cultural
adquiere derecho de ciudadana como una poltica de la diferencia, de
una diferencia radical, ms all de la distribucin equitativa del ac-
ceso y los beneficios econmicos derivados de la puesta en valor de
la naturaleza.
DESNATURALIZACIN DE LA NATURALEZA Y CONSTRUCCIN DEL AMBIENTE
En el curso de la historia del pensamiento occidental la naturaleza
aparece como un orden ontolgico y una categora omnicomprensi-
va de todos los rdenes de lo real. Ms all de su existencia en s su ca-
rcter ntico, la naturaleza se construye como el referente necesa-
rio del imaginario de la metafsica y de la representacin, en el que
la naturaleza se refleja en la idea de la naturaleza. Este imaginario dualis-
ta es el que sostiene la epistemologa empirista y positivista de toda
teora del conocimiento y de la filosofa misma, que se establece co-
mo el espejo de la naturaleza (Rorty, 1979). Lo natural se convirti
en un argumento fundamental para legitimar el orden existente, tan-
gible y objetivo. Lo natural fue hipostasiado como lo que tena de-
recho de ser. En la modernidad, la naturaleza se convirti en obje-
to de dominio de las ciencias y de la produccin, al tiempo que fue
desterrada del sistema econmico; se desconoci as el orden com-
plejo y la organizacin ecosistmica de la naturaleza, en tanto que se
fue cosificando como objeto de conocimiento y materia prima del
proceso productivo. La naturaleza fue desnaturalizada al ser transfor-
mada en recurso dentro del flujo unidimensional del valor y la pro-
ductividad econmica. Esta naturalidad del orden de las cosas y del
mundo la naturalidad de la ontologa y la epistemologa de la natu-
raleza fue construyendo una racionalidad contra natura, basada en
leyes naturales inexpugnables, ineluctables, inconmovibles.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 259
En este sentido, la crisis ambiental es una crisis de la naturaleza, no
slo como crisis ecolgica, sino del concepto ontolgico de natura-
leza que est en la base epistemolgica de la comprensin, explota-
cin y exclusin de la naturaleza. La naturaleza es uno de los concep-
tos ms amplios del diccionario metafsico y de la gnoseologa occi-
dental. Lo natural no slo se confunde con lo material y con lo real,
sino que otorga carta de naturalizacin a un cierto estado de cosas.
Este proceso de legitimacin qued inscrito en las ciencias desde el
momento en el que las leyes naturales no slo fueron establecidas
como leyes de un cierto orden ontolgico de la naturaleza, sino que
fueron siendo designadas para legitimar un proceso de racionaliza-
cin social, en ese campo de poder donde no era suficiente que la
ciencia dictara las leyes que organizan un espacio terico-ontolgico,
sino donde la naturalidad de las cosas acentuaba la razn de ser de
su legalidad. La naturaleza adquiere as una enorme plasticidad con-
ceptual que le permite extenderse al campo sociocultural asocindo-
se a los principios esencialistas que establecen la naturalidad del or-
den ontolgico y su correspondiente campo de conocimiento.
No es fcil desconstruir y desprenderse de ese naturalismo. Las
ideas fundamentales de la ecologa poltica estn cimentadas an en
metforas, en nociones frgiles e inestables, contradictorias y polis-
micas, en trminos sugerentes pero sin suficiente consistencia con-
ceptual. En este diccionario de trminos de la ecologa poltica apare-
cen trminos tales como naturalezas y regmenes de naturalezas:
de naturaleza orgnica, naturaleza capitalizada, tecno-naturale-
za (Escobar, 1999);
6
o los entes hbridos de organismo, tecnologa
6
En los tres regmenes de naturaleza que analiza Escobar, el sustrato natural es
orgnico, ecosistmico, biodiverso. La diferencia est en el orden no natural que lo
significa y lo invade, que lo hibrida. Las naturalezas orgnicas se caracterizan por
estar significadas por lo cultural; su especificidad radica menos en ser orgnicas que
por el hecho de estar organizadas culturalmente. La biodiversidad no es slo un ente
natural ecosistmico generado por la evolucin biolgica, sino un ente hbrido de na-
turaleza y cultura, producto de la coevolucin de la naturaleza por las diferentes for-
mas de significacin cultural. Son naturalezas cultivadas, culturalizadas. El rgimen de
naturalezas capitalizadas se caracteriza por estar codificado por las formas de denomi-
nacin de las ciencias y circunscrito a los procesos de valorizacin del mercado y del
capital. El rgimen de la tecnonaturaleza al que Escobar le asigna una autonoma re-
lativa y un carcter creativo y estratgico en la produccin de alteridad y novedad,
si bien abre posibilidades diferenciables de los procesos de hibridacin con la natu-
raleza orgnica, no tiene autonoma propia, en tanto que est fuertemente determi-
nado por el proceso de racionalizacin del capital, como en el caso de la biotecnolo-
ga. En todo caso, la conjuncin de las naturalezas orgnico-culturales y la tecno-
ENRIQUE LEFF 260
y smbolos de Donna Haraway (1991, 1997). La ecologa poltica no
slo reivindica a la naturaleza olvidada y sometida por el orden eco-
nmico que desconoci y neg la organizacin ecosistmica de lo real
natural; al demarcarse de la economa poltica y de la economa eco-
lgica combate la naturalizacin de sus regmenes, politiza los territo-
rios ecolgicos y los inscribe en la esfera del poder, de la disputa de
sentidos y los conflictos sociales por la apropiacin social de la natu-
raleza.
No es sino hasta los aos sesenta que la naturaleza se convierte en
referente poltico, no slo de una poltica de estado para la conser-
vacin de las bases naturales de sustentabilidad del planeta, sino co-
mo objeto de disputa y apropiacin social, al tiempo que emergen
por fuera de la ciencia diversas corrientes interpretativas, en las que
la naturaleza deja de ser un objeto que es dominado y desmembrado
para convertirse en un cuerpo a ser seducido, resignificado, reapro-
piado. De all emergen las diversas ecosofas desde la ecologa pro-
funda (Naess, 1989; Devall y Sessions, 1985), una tica de la vida (Jo-
nas, 2000) o una teologa ecolgica de la liberacin (Boff, 1996);
del ecosocialismo (OConnor, 2001) y el ecoanarquismo (Bookchin,
1970, 1989, 1990) que nutren a la ecologa poltica. En estas pers-
pectivas, la ecologa viene a desempear un papel preponderante en
el pensamiento reordenador del mundo. Se convierte en un paradig-
ma que, basado en la comprensin de lo real y del conocimiento co-
mo un sistema de interrelaciones, orienta el pensamiento y la accin
en una va reconstructiva. De esta manera se establece el campo de
una ecologa generalizada (Morin, 1980), configurndose diversas
teoras y metodologas que iluminan y acechan el campo de la ecolo-
ga poltica, desde las teoras de sistemas y los mtodos interdiscipli-
narios, hasta el pensamiento de la complejidad.
La irrupcin de la complejidad ambiental indujo un cambio epis-
temolgico y societario el paso del paradigma mecanicista a uno
ciberntico-termodinmico-ecolgico, que si bien contrapone al
fraccionamiento de las ciencias la visin holstica de un mundo en-
tendido como un sistema de interrelaciones, interdependencias y re-
troalimentaciones, no renuncia a su voluntad objetivadora del mun-
do. Se gener as un nuevo centralismo terico, que si bien empeza-
naturaleza, en tanto se desprenden de su naturalidad y salen fuera de los regme-
nes de racionalizacin econmica, tecnolgica, ecolgica o cultural que los contiene,
contribuyen a la construccin de regmenes de racionalidad ambiental.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 261
ba a enfrentar el logocentrismo de las ciencias, no ha penetrado el
cerco de poder del pensamiento totalizador asentado en la ley unita-
ria y globalizante del mercado. La ecologa se fue haciendo polti-
ca y la poltica se fue ecologizando, en tanto que la totalidad sist-
mica se abre desde un orden natural omnipresente, hacia el orden
simblico y cultural, hacia el terreno de la tica y de la justicia (Bo-
rrero, 2002).
Las corrientes dominantes de pensamiento ecolgico que alimen-
tan la accin social van complejizando a la naturaleza, pero no lo-
gran salir de la visin naturalista que, desde la biosociologa hasta los
enfoques sistmicos y la ecologa generalizada, no han logrado rom-
per el cerco de naturalizacin del mundo en el que la ley natural ob-
jetiva vela las estrategias de poder que han atravesado en la historia
las relaciones sociedad-naturaleza. Por ello la ecologa poltica es el
campo de una lucha por la desnaturalizacin de la naturaleza: de las
condiciones naturales de existencia, de los desastres naturales,
de la ecologizacin de las relaciones sociales. No se trata tan slo de
adoptar una perspectiva constructivista de la naturaleza, sino una po-
ltica, donde las relaciones entre seres humanos, y entre ellos y la na-
turaleza se construyen a travs de relaciones de poder (en el saber,
en la produccin, en la apropiacin de la naturaleza). En este senti-
do la ecologa poltica transgrede los procesos de normalizacin de
las ideas, los comportamientos y las polticas asentadas en una onto-
loga naturalista del mundo.
Ms all de los enfoques ecologistas, nuevas corrientes del pensa-
miento ambiental estn contribuyendo a la desconstruccin del con-
cepto de naturaleza, enfatizando que la naturaleza es siempre una
naturaleza marcada, significada, geografiada. Dan cuenta de ello los
recientes estudios de la nueva antropologa ambiental (Descola y
Plsson, 2001) y de la geografa ambiental (Gonalves, 2001), que
muestran que la naturaleza no es tan slo producto de la evolucin
biolgica, y que ms all de la coevolucin entre la naturaleza y las
culturas que la han habitado, hoy despliegan estrategias cognosciti-
vas y creativas de reidentificacin y reapropiacin de sus naturale-
zas. La resignificacin poltica de la naturaleza confronta as a la na-
turaleza capitalizada y tecnologizada por una cultura globalizada que
hoy en da impone su imperio hegemnico y homogeneizante bajo
el dominio de la tecnologa y el signo unitario del mercado.
La ecologa poltica se establece en el encuentro, confrontacin y
enlace de racionalidades dismiles y heterogneas en el conflicto social
ENRIQUE LEFF 262
por la apropiacin de la naturaleza. Ms all de pensar estas raciona-
lidades como opuestos dialcticos, la ecologa poltica mira la consti-
tucin de estas matrices de racionalidad en la perspectiva de una his-
toria ambiental, cuyos orgenes se remontan a una historia de resis-
tencias anticolonialistas y antiimperialistas y de donde nacen nuevas
identidades culturales en torno a la defensa de una naturaleza cultu-
ralmente significada, desplegando estrategias novedosas de aprove-
chamiento sustentable de los recursos de entre las cuales son ejem-
plares el movimiento social que llev a la invencin de la identidad
del seringueiro y de sus reservas extractivistas en la Amazona brasile-
a (Gonalves, 2001), as como el proceso de las comunidades negras
del Pacfico de Colombia (Escobar, 1999, cap. 7). Estas identidades se
han configurado a travs luchas de resistencia, afirmacin y recons-
truccin del ser cultural frente a las estrategias de apropiacin y trans-
formacin de la naturaleza que promueve e impone la globalizacin
econmica.
La ecologa poltica se abre as al campo del poder que define,
ms all de todo naturalismo o apriorismo de la razn, espacialidades
y temporalidades diferenciadas de la relacin entre lo real, lo simb-
lico y lo imaginario; entre economa, tecnologa y cultura; entre lo
orgnico, la tecnologa y el orden simblico-discursivo; de sus cone-
xiones en la escala global y la demultiplicacin de rdenes hbridos
a escala local y cultural. La ecologa poltica se inscribe as en el pro-
ceso poltico de construccin de nuevos mundos de vida. Su mira es-
t en los conflictos ambientales que se inscriben en la construccin
de futuros sustentables, en la perspectiva de una heterognesis que
no es la de una historia natural y una evolucin biolgica. En la for-
ja del futuro se redefine el sentido de la utopa como construccin
de lo posible por la accin poltica, por el pensamiento crtico y por
una tica de lo bueno y lo justo, ms all de la generatividad biolgi-
ca del mundo y la emergencia de lo virtual.
SABER ENCARNADO/SABER ARRAIGADO
El imaginario de la representacin que funda el proyecto epistemol-
gico de la teora del conocimiento se sostiene en un presupuesto dua-
lista: la separacin entre el cuerpo y la mente. Despus de cuatro si-
glos de este debate que ha ocupado a tantas generaciones de filsofos
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 263
y epistemlogos desde Descartes, Bacon y Spinoza hasta Nietzsche,
Wittgenstein, Heidegger y los filsofos posmodernos desconstruccio-
nistas (Derrida, Levinas), ya no es posible mantener la discusin en
trminos de una res cogitans fuera del espacio y una res extensa fuera del
pensamiento. El problema del dualismo se ha concentrado en investi-
gaciones y reflexiones en torno a las relaciones (o la falta de ellas) en-
tre la mente y el cuerpo. Sin embargo, poco sentido tendra hoy en da
discutir si las ideas de la mente se expresan en lo real o si los procesos
mentales no son otra cosa que la manifestacin de procesos orgnicos.
Ms all de la incorporacin de los efectos labernticos del inconsciente
en las formas de somatizacin del deseo, de la manifestacin de los
sueos, los pensamientos y los estados anmicos en las ondas cerebra-
les, ms all del debate en torno al sentido y las falacias de una teora
del conocimiento, hoy en da el hecho incontrovertible al que respon-
de la ecologa poltica es el del conocimiento que invade y penetra el
cuerpo de la vida: la estructura gentica del organismo y la organiza-
cin ecosistmica de la biosfera. Es en este sentido que en otra dimen-
sin que la del debate sobre el dualismo ontolgico y epistemolgico
y de la relacin mente-cuerpo, idea-materia, hoy en da se replantea la
cuestin de las relaciones entre el conocimiento y la vida en trminos
de la encarnacin y el arraigo del conocimiento.
7
Desde Wittgenstein y hasta Foucault, las investigaciones en torno
a las relaciones que guarda la estructura de la lengua y del discurso
con el pensamiento han complejizado las formas como un lenguaje,
un habla, una formacin discursiva moldea el pensamiento y, de esa
manera, abre las vas diferenciadas de sentido que orientan y condu-
cen la accin que se hace cuerpo social en una relacin de otredad. En
este sentido, Levinas ha sealado que
La funcin fundamental del discurso en el surgir de la razn fue desconoci-
da hasta una poca muy reciente. La funcin del verbo se comprenda en su
dependencia frente a la razn: el verbo que refleja el pensamiento. El nomi-
nalismo fue el primero que busc al verbo otra funcin: la de instrumento de
la razn. Funcin simblica de la palabra que simboliza lo no pensable, an-
tes que significante de contenidos pensados, este simbolismo remita a la aso-
ciacin con un cierto nmero de datos conscientes, intuitivos, que siendo su-
ficientes, no exigan al pensamiento. La teora no tena otro objetivo que la
explicacin de una diferencia entre el pensar, incapaz de apuntar a un obje-
7
Ver cap. 2, supra.
ENRIQUE LEFF 264
to general, y el lenguaje que pareca referirse a l. Diferencia que la crtica
de Husserl ha mostrado como de carcter aparente, al subordinar completa-
mente la palabra a la razn. La palabra es una ventana; si hace de velo, hay
que rechazarla. En Heidegger, la palabra esperantista de Husserl toma el co-
lor y el peso de una realidad histrica. Pero sigue estando ligada al proceso
de la comprensin [...] Merleau-Ponty [...] mostr que el pensar descarnado,
que piensa la palabra antes de hablarla, el pensamiento que constituye el
mundo de la palabra, que la adhiere al mundo previamente constituido de
significaciones, en una operacin siempre trascendental, era un mito. Ya el
pensamiento consiste en elaborar el sistema de signos, en la lengua de un
pueblo o de una civilizacin, para recibir la significacin de esta operacin
misma. Va a la aventura, en la medida que no parte de una representacin
previa, ni de esas significaciones, ni de frases a articular. El pensamiento ca-
si opera, pues, en el yo puedo del cuerpo. Opera en l antes de representar o de
constituir ese cuerpo. La significacin sorprende al pensamiento mismo que lo
ha pensado [...] No es la mediacin del signo la que hace la significacin, si-
no que es la significacin (cuyo acontecimiento original es el cara-a-cara) la
que hace posible la funcin del signo [... Ese] algo que se llama significa-
cin surge en el ser con el lenguaje, porque la esencia del lenguaje es la re-
lacin con el Otro (Levinas, 1977/1997: 218-220, cursivas mas).
Hoy, la teora y el conocimiento han intervenido de otra manera
el ser, el ente, el organismo, el cuerpo. La ciencia se hace tecnologa;
ya no slo observa, sino que penetra lo real desnaturalizndolo, de-
sustantivndolo, tecnologizndolo. El dualismo entre el concepto y
lo real de la relacin de conocimiento que reduce la comprensin
del mundo a esa identidad que dentro del rgimen de racionalidad
busca la adecuacin entre la naturaleza y la idea, pasa al del instru-
mento que disecciona, sintetiza, clona y hace estallar el ncleo del
ser entre la mismidad y la diferencia.
8
El problema del conocimien-
8
Horkheimer y Adorno (1969: 41, 214, 37-38) haban sealado la paradoja de que
No hay ser en el mundo que no pueda ser penetrado por la ciencia, pero aquello
que puede ser penetrado con la ciencia no es el ser [...] con esta operacin se cum-
ple el paso del reflejo mimtico a la reflexin controlada. En el lugar de la adecua-
cin fsica a la naturaleza se coloca el reconocimiento por medio del concepto, la
asuncin de lo diverso bajo lo idntico. Pero la constelacin dentro de la cual se ins-
taura la identidad (la inmediata de la mimesis como la mediata de la sntesis, la ade-
cuacin a la cosa en el ciego acto vital o la comparacin de lo reificado en la termino-
loga cientfica) es siempre la del terror [...] La apologa metafsica delataba la injus-
ticia de lo existente, por lo menos en la incongruencia del concepto y la realidad. En
la imparcialidad del lenguaje cientfico la impotencia ha perdido por completo la
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 265
to se desplaza hacia los efectos del conocimiento; de la relacin te-
rica con lo real, se abre a la relacin entre el saber y el ser en un pro-
ceso de reapropiacin del mundo. Es en este cambio de contexto
que se plantea el problema de la reencarnacin y el rearraigo del sa-
ber, en la biosfera, en los territorios de vida y en el cuerpo de la exis-
tencia.
El conocimiento y el saber se enraizan en el suelo vital de la bios-
fera y se incorporan a la existencia por diversas vas de intervencin.
Los conocimientos tecnologizados, las tecnologas mdicas y las tec-
nologas agrcolas, los agroqumicos y los desechos txicos, invaden
la tierra, el agua, el aire y el cuerpo a travs de sus productos trans-
gnicos; pero tambin invaden la existencia a travs de las estrategias
de poder en el saber que penetran tanto en el cuerpo de las institu-
ciones como en el cuerpo humano, a travs de ideologas que orien-
tan comportamientos y moldean los sentimientos. Por otra parte, los
saberes ambientales arraigan en la tierra a travs de nuevas prcticas
polticas, sociales y productivas. El saber ambiental se va conforman-
do en el proceso mismo en el que se va configurando una identidad
en la que va encarnando y arraigando, desplegndose en prcticas y
hacindose habitus (Bourdieu).
La ecologa poltica abre la interrogante sobre si el mundo pue-
de ser redefinido y reconstruido desde la perspectiva de mltiples
prcticas culturales, ecolgicas y sociales encarnadas en modelos y
lugares locales (Escobar, 1999:370). Puede construirse una racio-
nalidad global que conduzca los destinos de la humanidad (y del pla-
neta) sobre la base de una poltica y una estrategia de conexin de
racionalidades ambientales locales, que hagan de la diversidad eco-
lgica y cultural la base de una economa y un saber diferenciados?
La ecologa poltica demarca y abona un nuevo campo terico-prc-
tico en el que el saber encarna en el ser y se arraiga en la tierra, en
territorios existenciales y mundos de vida.
fuerza de expresin, y slo lo existente halla all su signo neutral. Esta neutralidad es
ms metafsica que la metafsica. Finalmente el iluminismo ha devorado no slo los
smbolos, sino tambin sus sucesores, los conceptos universales, y de la metafsica no
ha dejado ms que el miedo a lo colectivo del cual sta ha nacido.
ENRIQUE LEFF 266
POLTICA CULTURAL/POLTICA DE LA DIFERENCIA
La diferencia es siempre una diferencia ontolgica y radical; est fun-
dada en la raz del Ser, cuyo destino es diferenciarse y diferirse; diver-
sificarse, ramificarse y reedificarse (Heidegger, 1957/ 1988; Derrida,
1967, 1986; Vattimo, 1985; Deleuze y Guattari, 1987; Guattari, 1989).
9
El pensamiento de la diferencia confronta al pensamiento unitario,
aquel que busca acomodar la diversidad a la universalidad y someter
lo heterogneo a la medida de un equivalente universal, cerrar el cr-
culo de las ciencias en una unidad del conocimiento, reducir las va-
riedades ontolgicas del ser a las homologas de sus estructuras for-
males, y encasillar las ideas dentro de un pensamiento nico. La eco-
loga poltica enraiza el trabajo terico de desconstruccin del logos
en el campo poltico, donde no basta reconocer la existencia de la di-
versidad cultural, de los saberes tradicionales, de los derechos indge-
nas, para luego intentar resolver el conflicto que emana de sus dife-
rentes formas de valorizacin de la naturaleza por la va del consen-
so y la equidad que buscan resolver la diferencia en una ecuacin,
una homologa, una mismidad.
10
Hablamos de ecologa poltica, pero la ecologa no es poltica en
s. Las relaciones entre seres vivos y naturaleza, las cadenas trficas,
las territorialidades de las especies, incluso las relaciones de depre-
dacin y dominacin, no son polticas en ningn sentido. Si la pol-
9
Con el concepto de rizoma, Guattari ha hecho un cuestionamiento radical del
centralismo decisional que ponen en accin a individuos serializados, y propuesto la
puesta en contacto de una multiplicidad de deseos moleculares [...] la convergencia
de los deseos y afectos de las masas y no su reagrupamiento en torno a objetivos estan-
darizados [...] la unificacin deja de ser antagnica a la multiplicidad y la heteroge-
neidad de los deseos (Guattari, 1989: 87).
10
La crtica no se ha hecho esperar entre quienes ven con sospecha el reclamo de
la ecologa profunda a un derecho a la diferencia en el que creen encontrar una ana-
loga con la poltica nazi del Blut und Boden; un discurso asimilable por la ideologa fas-
cista; la idealizacin de un comunitarismo de comunidades aisladas, autrquicas e inco-
municadas, encerradas en sus territorios e identidades comunes; el temor al relativis-
mo jurdico y a una moral fuera de toda norma, a la autogestin y las autonomas lo-
cales; la reivindicacin del disenso, que rompera la armona de la convivencia demo-
crtica, los valores de la res publica en cuyo seno slo es posible construir libremente,
a travs de la discusin y la argumentacin, el consenso de la ley y el inters general; en
fin, quienes no ven en la poltica de la diferencia sino un individualismo democrti-
co en el que la ecologa se integra al mercado y se adapta naturalmente a las exigen-
cias de los consumidores (Ferry, 1992). Estas sospechas se disipan cuando la poltica
de la diferencia se aleja de la superficie y arraiga en una tica de la otredad que tras-
ciende el conservacionismo de la racionalidad comunicativa (ver cap. 7, infra).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 267
tica es llevada al territorio de la ecologa es como respuesta al hecho
de que la organizacin ecosistmica de la naturaleza ha sido negada
y externalizada del campo de la economa y de las ciencias sociales.
Las relaciones de poder emergen y se configuran en el orden simb-
lico y del deseo humano, en su especificidad y diferencia radical con
los otros seres vivos que son objeto de la biologa.
Desde esta perspectiva, al referirse a las ecologas de la diferen-
cia, Escobar pone el acento en la nocin de distribucin cultural,
como los conflictos que emergen de diferentes significados cultura-
les, pues el poder habita a los significados y los significados son la
fuente del poder (Escobar, 2000:9). La significancia en la que se
plasma el poder se produce dentro de estrategias discursivas, movili-
zando actores sociales hacia ciertos objetivos cargados de sentido. De
esta manera surgen movimientos que reivindican valores culturales y
los legitiman como derechos humanos. Pues es por la va de los de-
rechos (humanos) que los valores culturales entran en el campo del
poder para enfrentar a los derechos del mercado.
Mas la nocin de distribucin cultural puede llegar a ser tan falaz
como la de distribucin ecolgica, si se olvida que la cultura est cons-
tituida por la diferencia y se le somete a un proceso de homologacin
y homogeneizacin. La inconmensurabilidad no slo se da en la dife-
rencia entre economa, ecologa y cultura, sino dentro del propio or-
den cultural, donde no existe una equivalencia ni traduccin posible
entre significaciones diferenciadas. La distribucin siempre apela a
una materia homognea: el ingreso, la riqueza, la naturaleza, la cul-
tura, el poder. Pero ms all del derecho genrico a tener derechos,
y en particular a los derechos de la cultura, los valores que dan sus-
tancia a cada cultura, objeto de derecho, son radicalmente heterog-
neos. En este sentido, los derechos culturales implican trascender,
tanto los principios generales del derecho positivo, como la idea ge-
nrica del ser ah heideggeriano, an herederos de una ontologa uni-
versal, para pensar la poltica de la diferencia como derechos del ser cul-
tural, especfico y localizado; del ser que, siendo, abre la historia hacia
la diferencia desde su ser diferente. La ecologa poltica opera un
proceso similar al que Marx realiz con el idealismo hegeliano, al
poner sobre sus pies a la filosofa de la posmodernidad (Heidegger,
Derrida), al volver al Ser y a la diferencia la sustancia de una ecologa
poltica. La esencial diversidad del orden simblico y cultural se con-
vierte en la materia de la poltica de la diferencia.
Pero la diferencia de valores y visiones culturales no se convierte
ENRIQUE LEFF 268
por derecho propio en fuerza poltica. La legitimacin de esa dife-
rencia que le da valor y poder proviene de una suerte de efectos de
saturacin de la homogeneizacin forzada de la vida inducida por el
pensamiento metafsico y la racionalidad modernizante. Es de la re-
sistencia del ser al dominio de la homogeneidad hegemnica, de la
cosificacin objetivante, de la igualdad inequitativa, que surge la di-
ferencia en el encuentro con la otredad, en la confrontacin de la
racionalidad dominante con lo que le es externo y con aquello que
excluye, rompiendo con la identidad de la igualdad y la unidad de lo
universal. De esa tensin se establece el campo de poder de la ecolo-
ga poltica, de la demarcacin del pensamiento nico y la razn uni-
dimensional, para valorar la diferencia del ser y convertirlo en un
campo de fuerzas polticas.
Hoy es posible afirmar que las luchas por la diferencia cultural,
las identidades tnicas y las autonomas locales sobre el territorio y
los recursos estn contribuyendo a definir la agenda de los conflic-
tos ambientales ms all del campo econmico y ecolgico, reivin-
dicando las formas tnicas de alteridad comprometidas con la justi-
cia social y la igualdad en la diferencia (Escobar, 2000:6,13). Esta
reivindicacin no se justifica en un esencialismo tnico ni en dere-
chos fincados en los principios jurdicos y metafsicos del individuo,
sino en el derecho del Ser; tanto en los valores intrnsecos de la natura-
leza y los derechos humanos diferenciados culturalmente, como en
el derecho a disentir de los sentidos preestablecidos y legitimados
por poderes hegemnicos.
La poltica de la diferencia no slo implica diferenciar criterios,
opiniones y posiciones. Tambin hay que entenderla en el sentido
que asigna Derrida (1989) a la diferancia, que no slo establece la di-
ferencia en el aqu y el ahora, sino que la abre al tiempo, al devenir,
al advenimiento de lo impensado y lo inexistente.
11
De esta manera,
11
En este sentido, Derrida ha afirmado que la diferancia [...] no es ms esttica que
gentica, no es ms estructural que histrica [...] es lo que hace que el movimiento de
la significacin no sea posible ms que si cada elemento llamado presente, que apare-
ce en la escena de la presencia, se relaciona con otra cosa, guardando en s la marca del
elemento pasado y dejndose ya hundir por la marca de su relacin con el elemento fu-
turo [...] constituyendo lo que se llama presente por esta misma relacin con lo que no
es l [...] es decir, ni siquiera un pasado o un futuro como presentes modificados. Es pre-
ciso que le separe un intervalo de lo que no es l para que sea l mismo [...] es lo que
podemos llamar espaciamiento, devenir-espacio del tiempo o devenir-tiempo del espa-
cio (temporalizacin) [...] sntesis originaria e irreductiblemente no-simple [...] no-
originaria, de marcas, de rastros, de retenciones y de protenciones (Derrida, 1989: 48).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 269
frente al cierre de la historia en torno al cerco del pensamiento ni-
co y del mercado globalizado, la poltica de la diferencia abre la his-
toria hacia la utopa de construir sociedades sustentables diferencia-
das. El derecho a diferir en el tiempo abre el sentido del ser que
construye en el tiempo lo que an no es (Levinas, 1977), aquello
que es potencialmente posible desde lo real y del deseo.
La ecologa poltica reconoce en el ambientalismo luchas de po-
der por la distribucin de bienes materiales (valores de uso), pero
sobre todo de valores-significaciones asignadas a los bienes, necesi-
dades, ideales, deseos y formas de existencia que definen los proce-
sos de adaptacin/transformacin de los grupos culturales a la natu-
raleza. No se trata pues de un problema de inconmensurabilidad de
bienes-objeto, sino de identidades-valoraciones diferenciadas por
formas culturales de significacin, tanto de la naturaleza como de la
existencia misma. Esto est llevando a imaginar y construir estrate-
gias de poder capaces de vincular y fortalecer un frente comn de lu-
chas polticas diferenciadas en la va de la construccin de un mun-
do diverso, guiado por una racionalidad ambiental y una poltica de
la diferencia. De ese otro mundo posible por el que claman las voces
del Foro Social Mundial; de otro mundo donde quepan muchos
mundos (subcomandante Marcos).
Las reivindicaciones por la igualdad en el contexto de los dere-
chos humanos genricos del hombre, y sus aplicaciones jurdicas a
travs de los derechos individuales, son incapaces de asumir este
principio poltico de la diferencia que reclama un lugar propio den-
tro de una cultura de la diversidad, pues como afirma Escobar,
Ya no es el caso de que uno pueda contestar la desposesin y argumentar a fa-
vor de la igualdad desde la perspectiva de la inclusin dentro de la cultura y
la economa dominantes. De hecho, lo opuesto est sucediendo: la posicin
de la diferencia y la autonoma est llegando a ser tan vlida, o ms, en esta
contestacin. El apelar a las sensibilidades morales de los poderosos ha deja-
do de ser efectivo [] Es el momento de ensayar [] las estrategias de po-
der de las culturas conectadas en redes y glocalidades, de manera que puedan
negociarse concepciones contrastantes de lo bueno y el valor de diferentes
formas de vida y para reafirmar el predicamento pendiente de la diferencia-
en-la-igualdad (Escobar, 2000: 21).
La democracia ambiental no se forja en las urnas de los partidos
verdes o ecologistas. No es la democracia representativa de los rga-
ENRIQUE LEFF 270
nos del estado, de las leyes del mercado o de la diseminacin del co-
nocimiento. La democracia ambiental convoca a una democracia di-
recta. Es el campo de la reconstitucin de identidades (polticas) y la
reapropiacin de la naturaleza. La poltica de la diferencia no slo
reconoce la existencia y el valor de los saberes tradicionales como lo
hace con deferencia, paternalismo y condescendencia el discurso del
desarrollo sostenible. Esos saberes fundan nuevos derechos del ser
cultural y un derecho a la diferencia, que es el de no sujetarse a la
camisa de fuerza de un imperativo ecolgico ni someterse a la ley de
hierro del mercado. La justicia ambiental est ms all de la bsque-
da de equidad en la distribucin ecolgica, en la compensacin de
daos, en la distribucin de beneficios de la etno-bio-prospeccin.
La democracia ambiental abre la puerta a otra justicia, la de los de-
rechos colectivos, la del derecho de ser, de crear, de pensar, de pro-
ducir, de vivir.
ECOLOGA POLTICA/EPISTEMOLOGA POLTICA
La ecologa poltica es la poltica de la reapropiacin social de la na-
turaleza. Sus estrategias no slo orientan las aplicaciones del conoci-
miento, sino que se plasman en una lucha terica por la produccin
y apropiacin de conceptos y en una disputa de sentidos en el cam-
po discursivo de la sustentabilidad. El ambientalismo crtico comba-
te las ideologas que sostienen una racionalidad insustentable y
orienta acciones hacia la construccin de sociedades sustentables en
un campo de confrontaciones tericas y de relaciones de poder en el
saber. Las categoras filosficas y los conceptos tericos bajan de las
alturas del pensamiento y arraigan en el campo de las luchas polti-
cas. El sujeto, lo tnico, la identidad, la diferencia dejan de ser cate-
goras epistemolgicas y tericas para convertirse en poltica cultural,
de la identidad, de la diferencia.
12
As se estn reconfigurando los sig-
nificados de nociones tales como biodiversidad, territorio, autono-
ma y autogestin, dentro de estrategias discursivas donde se hacen
12
Eric Hobsbawm (1996) haca notar as que los conceptos de identidad colecti-
va, grupos de identidad, poltica de la identidad y etnicidad slo empezaron a
usarse en el discurso poltico en los aos sesenta. Heidegger haba publicado su libro
Identidad y diferencia en 1957.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 271
derechos, arraigan en actores sociales y conducen acciones hacia la
reapropiacin social de la naturaleza. Las formaciones discursivas
pueden deformar, tergiversar y pervertir los sentidos de las palabras
y las cosas; pero tambin pueden transgredir los significados ya asig-
nados y generar nuevos sentidos.
Una serie de trminos que estn plasmando el campo ambiental
estn siendo resignificados a travs de esta disputa de sentidos. La
ecologa poltica asume una perspectiva antiesencialista, trascen-
diendo el principio de identidad como esencias originarias inma-
nentes e inalterables y la existencia de rdenes ontolgicos puros, di-
ferenciados y autnomos que permanecen inmutables en el ser y en
el tiempo.
13
Mientras abre una reflexin sobre la hibridacin de lo
material, lo textual y lo simblico en el orden ontolgico y de la re-
lacin entre naturaleza, cultura y tecnologa en el orden econmi-
co, la epistemologa poltica analiza las relaciones entre rdenes on-
tolgicos, procesos cognoscitivos e identidades culturales en el cam-
po emergente de los conflictos socioambientales.
La comprensin del mundo deja atrs el fundamento ontolgico
del ser en tanto que ser como soporte del proyecto epistemolgico
que llev a conocer el mundo lo real, la cosa como algo que es
de cierto modo, que tiene una esencia que define su unicidad, su es-
pecificidad, su autenticidad. Ms all de las controversias entre pro-
yectos epistemolgicos del empirismo al logicismo, del realismo al
13
Esta postura antiesencialista emerge tanto de una visin fenomenolgica como
de la termodinmica de los procesos alejados del equilibrio (Prigogine, 1984, 1997) de
esa complejidad ambiental en la que el ser-siendo destruye su esencia. Pues La existen-
cia no es un don de derecho, una ventaja adquirida; es una produccin contingente constante-
mente cuestionada, es una ruptura del equilibrio, es una huida hacia adelante que se instala en
un modo defensivo o bajo un rgimen de proliferacin, en respuesta a todos estos cracks, gaps,
ruptures... (Guattari, 1989: 109). Mas si la identidad y la existencia desbordan el mol-
de rgido de una esencia inmutable, no se desprenden de un pasado desde el cual pro-
yectan un futuro. La memoria de lo vivido y la huella de lo sido encarnan en la exis-
tencia, no slo en la carne viva del recuerdo de los holocaustos y genocidios sufridos
por los pueblos, sino en huellas ms sutiles y enigmticas que manifiestan en el ser-aqu-
ahora lo que fue-all-entonces y se proyectan hacia lo que ser-all-despus, sin que ello
emerja a la superficie visible de la realidad emprica. Si Prigogine reinstala el sentido
del tiempo en la materia en una agencia de las cosas que las mueve a desenvolver-
se, el concepto de agenciamiento que propone Guattari inscribe a la subjetividad hu-
mana en la transformacin del mundo y de sus mundos de vida. Agenciamiento es la
movilizacin de lo que est en potencia en lo real desde las motivaciones y deseos del
sujeto y es al mismo tiempo apropiacin de ese mundo en transfomacin. En el agen-
ciamiento del mundo, las identidades se territorializan se desterritorializan y se rete-
rritorializan; se hacen cuerpo y arraigan en la tierra. Es el devenir del Ser-Saber.
ENRIQUE LEFF 272
idealismo, las fronteras ontolgicas parecen disolverse y los obstcu-
los epistemolgicos se desplazan de las ideologas tericas que prece-
dan y oscurecan con su cortina de humo el conocimiento concreto
de un real, hacia un torbellino de visiones, de modos de cognicin y
de saberes cuyos referentes tampoco otorgan certificados de veraci-
dad y autenticidad ontolgica a la mirada epistemolgica. No se tra-
ta tan slo del hecho de que toda observacin y todo sujeto afecten
el objeto bajo observacin; no se trata tan slo de dar su lugar al su-
jeto (individual, personal o colectivo) en la construccin del conoci-
miento. Estamos ante la hibridacin de rdenes ontolgicos conside-
rados hasta hace poco como entidades autnomas y diferenciadas: el
orden fsico, biolgico, cultural, simblico, tecnolgico. Con la inter-
vencin tecnolgica de la vida, lo orgnico ya no se rige por las leyes
de la biologa, sino que aparece como un nuevo orden modelado, di-
seado, simulado por la ciencia y la tecnologa. El principio ontol-
gico del materialismo que haca prevalecer al ser sobre el pensar se
derrumba. Las relaciones entre rdenes ontolgicos y sus correspon-
dientes rdenes epistemolgicos no se sostienen ms. Hoy el mundo
se construye (y destruye) a partir de las formas y estrategias de cono-
cimiento. El conocimiento interviene lo real; lo transforma y recons-
tituye en una nueva dialctica entre el ser y el pensar. Ms all de la
relacin de conocimiento entre rdenes ontolgicos y gnoseolgi-
cos, en la epistemologa ambiental emerge una relacin fluida entre
registros, cdigos y regmenes que interrelacionan lo real, lo imagi-
nario y lo simblico, no slo en el sentido de que los diversos rde-
nes ontolgicos de la materia implican diferentes formas de razona-
miento, de construcciones lgicas, mtodos de investigacin y proce-
dimientos de verificacin o falsificacin, sino en las formas como lo
real y lo simblico estn entrelazados por efectos de conocimiento.
En esta perspectiva, el conocimiento no se presenta como una apro-
piacin cognoscitiva del mundo, sino que invade lo real, la materia y
la naturaleza, transformndolas por sus estrategias de conocimiento.
Por ello el conocimiento nunca es neutro (objetivo). Ms all de
cualquier intencin subjetiva, est atravesado (constituido) por estra-
tegias de poder que encarnan en la materia, en la vida y en el ser.
La epistemologa ambiental trasciende el juego de interrelacio-
nes, interdependencias y retroalimentaciones del pensamiento com-
plejo, fundado en una ecologa generalizada o en un naturalismo
dialctico. Ms all de todo naturalismo, se localiza en el orden sim-
blico y en la produccin de sentido. La ecologa poltica no se des-
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 273
prende del orden ecolgico preestablecido, ni de una ciencia que
hara valer una conciencia-verdad capaz de vencer los intereses an-
tiecolgicos y antidemocrticos, sino en el campo poltico donde el
destino de la naturaleza y de la humanidad se apuesta en un proce-
so de creacin de sentidos (ms que de verdades) y en sus estrategias
de poder.
La ecologa poltica se plantea una redefinicin del conocimiento
desde el saber ambiental. La epistemologa ambiental se establece
ms all del campo estricto y restricto de la filosofa de la ciencia ob-
jetiva, de los fundamentos y presupuestos de los paradigmas tericos
de la ciencia positivista. Si la epistemologa normal conduce el pen-
samiento hacia el establecimiento de reglas de construccin del cono-
cimiento cientfico, de la relacin de verdad entre el concepto y lo
real, de la teora y la realidad objetiva, la epistemologa ambiental par-
te del cuestionamiento de los paradigmas cerrados del crculo de las
ciencias desde el lugar de externalidad que en ellos ocupa el saber
ambiental, para arribar a una indagacin sobre la relacin del saber y
el ser, de su mutua relacin constitutiva. La epistemologa ambiental
emerge all donde la pulsin epistemoflica (Freud) se vuelve volun-
tad de saber (Foucault); en ese espacio de permanente tensin entre
la objetividad del conocimiento y el saber que forja identidades. La
epistemologa ambiental surge de la tentacin irrenunciable del ser a
desbordar el conocimiento normado, la norma del deseo y el saber
consabido, para trascender lo sido y aventurarse a explorar lo desco-
nocido, a construir lo que an no es a travs de la experiencia del
mundo y el encuentro con el otro (Levinas).
La poltica de la diferencia se abre a una proliferacin de sentidos
existenciales y civilizatorios que son la materia de una epistemologa po-
ltica que desborda al mtodo del pensamiento complejo y al proyec-
to interdisciplinario, en su voluntad de integracin y complementarie-
dad de conocimientos a travs de teoras de sistemas, reconociendo
las estrategias de poder que se juegan en el campo del saber y recon-
duciendo el conflicto ambiental hacia un encuentro y un dilogo de
saberes. Ello implica una radical revisin del conocimiento y una re-
conceptualizacin del enlace entre lo real, lo simblico y lo imagina-
rio, donde lo que est en juego es la relacin entre el ser y el saber,
ms all de toda poltica de la representacin orientada a copiar a la
naturaleza, a adoptar un pensamiento complejo y a subsumirse en la
ecologa como modelo de racionalidad (Leff, 2004).
Ese reanudamiento entre lo real, lo simblico y lo imaginario es
ENRIQUE LEFF 274
lo que pone en juego la entropa como ley lmite de la naturaleza (lo
real) en su relacin con la racionalidad, la cultura y el lenguaje (lo
simblico), y con el imaginario del discurso de la sustentabilidad.
Mientras que el discurso neurtico del desarrollo sostenible afirma
su voluntad del goce desconociendo lo real, quedndose en lo ima-
ginario de la teora a la que da lugar la razn econmica, la raciona-
lidad ambiental reconoce en la entropa la ley ineluctable de la en-
tropa como un real fuera de lo simblico y lo imaginario (hors-signi-
fi) (Lacan) antes y ms all de la teora, del discurso, del texto, que
pone una barrera ante el goce del desarrollo sin lmites y relanza las
utopas en la construccin de otra realidad por otras vas de raciona-
lizacin y en otra racionalidad. Pues contra la va infinita de progre-
so que pretende la racionalizacin de la economa, de la ciencia y la
tecnologa, y de la transparencia del mundo, se levanta un lmite en
lo real que se engancha con la estructura simblica del lenguaje pa-
ra abrir el campo de la vida posible y de una economa sustentable.
La epistemologa poltica de la diferencia lleva a situarse en el ima-
ginario de las representaciones de la naturaleza para desentraar sus
estrategias de poder (del discurso del desarrollo sostenible). Ms all
de una hermenutica de los diferentes sentidos asignados a la natura-
leza, la epistemologa ambiental indaga las formas como la naturaleza
se hace cuerpo (humano) al ser habitado por la lengua como origen
y fuente inagotable de poder y diferencia. La naturaleza es incorpora-
da por diferentes lenguajes y culturas, a travs de relaciones simbli-
cas que entraan visiones, razones, sentimientos, sentidos e intereses
que se debaten en la arena poltica por la apropiacin material y sim-
blica de la naturaleza. Es dentro de esta epistemologa poltica que
los conceptos de territorio-regin funcionan como lugares-soporte pa-
ra la reconstruccin de identidades enraizadas en prcticas culturales
y racionalidades productivas sustentables, como hoy lo construyen las
comunidades negras del Pacfico colombiano. En este escenario,
El territorio es visto como un espacio multidimensional fundamental para la
creacin y recreacin de las prcticas ecolgicas, econmicas y culturales de
las comunidades [...] Puede decirse que en esta articulacin entre identidad
cultural y apropiacin de un territorio subyace la ecologa poltica del movi-
miento social de comunidades negras. La demarcacin de territorios colecti-
vos ha llevado a los activistas a desarrollar una concepcin del territorio que
enfatiza articulaciones entre los patrones de asentamiento, los usos del espa-
cio y las prcticas de usos-significados de los recursos (Escobar, 1999: 259-260).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 275
La ecologa poltica lleva as a la desconstruccin de la nocin
ideolgico-cientfica-discursiva de naturaleza, con el propsito de re-
significar a la naturaleza, es decir, de articular la sustancia ontolgi-
ca de lo real del orden biofsico, con el orden simblico que la signi-
fica, que la convierte en referente de una cosmovisin, de una teo-
ra, de un discurso sobre el desarrollo sustentable. La ecologa pol-
tica remite directamente al debate sobre monismo/dualismo en el
que hoy se desgarra la teora de la reconstruccin/reintegracin de
lo natural y lo social, de la ecologa y la cultura, de lo material y lo
simblico. Es all donde se ha desbarrancado el pensamiento ecolo-
gista, bloqueado por efecto del maniquesmo terico y la dicotoma
polarizada entre el naturalismo de las ciencias fsico-biolgico-mate-
mticas y el antropomorfismo de las ciencias de la cultura; unas atra-
das por el realismo empirista y el ecologismo funcionalista; el otro
por el relativismo del constructivismo y de la hermenutica.
En el naufragio del pensamiento crtico, filsofos y cientfico se han
agarrado de la tabla de salvacin que les ha ofrecido la ecologa como
ciencia por excelencia de las interrelaciones de los seres vivos con su
entorno, llevando a una ecologa generalizada que no logra despren-
derse de esa voluntad de totalizacin del mundo del pensamiento de
la complejidad (Morin, 1993). Surgen de all todos los intentos por re-
conciliar a esos entes no dialogantes (mente-cuerpo; naturaleza-cultu-
ra; razn-sentimiento) ms all de una dialctica de contrarios unifi-
cados por un creacionismo evolucionista, de donde habra de emer-
ger la conciencia ecolgica capaz de saldar las deudas de una raciona-
lidad antiecolgica. Mas ese monismo ecolgico no ofrece bases sli-
das para guiar las acciones sociales hacia un futuro sustentable en una
poltica de la diferencia.
14
Ms all del diagnstico de la civilizacin occidental que mira el
malestar de la cultura en la disociacin del ser y el ente en el pensa-
miento metafsico; ms all de ver la causa de la crisis ambiental en el
fraccionamiento del conocimiento y su solucin en un pensamiento
holstico, un mtodo interdisciplinario y el pensamiento de la comple-
jidad, otro eje crtico adjudica a la ontologa dualista el origen y la cau-
sa de la cosificacin del mundo y la prdida de los sentidos de la vida.
Ello ha llevado a diversas bsquedas para una reunificacin monista
de la naturaleza y la cultura. En este campo se ubican los esfuerzos de
una nueva antropologa ambiental (Descola y Plsson, 2001), a partir
14
Ver cap. 2, supra.
ENRIQUE LEFF 276
de la constatacin de que las cosmovisiones de las sociedades tradi-
cionales no reconocen una distincin entre lo humano, lo natural y
lo sobrenatural. Sobre la base de una perspectiva fenomenolgica,
buscan trasladar este monismo ontolgico y epistemolgico al terre-
no de la cultura y la racionalidad moderna. Empero, las matrices de
racionalidad de las culturas tradicionales no constituyen epistemo-
logas conmensurables y susceptibles de ser asimiladas por la episte-
mologa que ha fundado la civilizacin occidental y la modernidad. Si
por una parte las culturas tradicionales no son susceptibles de seguir
un proceso de racionalizacin (como lo son los mbitos de valor y las
religiones el protestantismo en la sociedad capitalista), la epistemo-
loga occidental tampoco es susceptible de reacomodarse a las gno-
seologas y cosmologas de las sociedades tradicionales (as como la ra-
cionalidad econmica no se readapta a los imperativos y condiciones
ecolgicas de la sustentabilidad). Si bien las gnoseologas y saberes tra-
dicionales pueden inspirar una poltica de la diferencia, el cuerpo de
la epistemologa que anima y legitima la poltica de la globalizacin
econmico-ecolgica debe desconstruirse desde sus fundamentos.
El pensamiento de la posmodernidad inaugura el fin del universa-
lismo y del esencialismo por la emergencia de entes hbridos, hechos
de organismo, smbolos y tecnologa (Haraway, 1991). Pero es nece-
sario diferenciar este enlace de lo natural, lo cultural y lo tecnolgico
en la emergencia de la complejidad ambiental (Leff, 2000), del mun-
do de vida de los primitivos que desconocen la separacin entre el
cuerpo y el alma, la vida y la muerte, la naturaleza y la cultura. La con-
tinuidad y fluidez del mundo primitivo se da en un registro diferente
de la relacin entre lo real, lo simblico y lo imaginario en la cultura
moderna. La ecologa poltica se sita fuera del esencialismo de la on-
tologa occidental y del principio de universalidad de la ciencia mo-
derna. Pues la ciencia ha generado, junto con sus universales, al hom-
bre genrico que se convirti en el principio de discriminacin de los
hombres diferentes. Los derechos humanos norman y unifican al
tiempo que segregan y discriminan. La epistemologa ambiental con-
fronta a todos los conceptos universales y genricos: el hombre, la na-
turaleza, la cultura, etc., pero no para pluralizarlos como hombres,
naturalezas y culturas (con sus propias ontologas y epistemo-
logas), sino para construir los conceptos de su diferencia. La ecolo-
ga poltica habr de edificarse y convivir en una babel de lenguajes
diferenciados, que se comunican e interpretan pero que no se tradu-
cen en un lenguaje comn unificado.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 277
La epistemologa poltica emerge desde ese orden que inaugura
la palabra, el orden simblico y la produccin de sentido. En esta
perspectiva, la ecologa poltica se ubica ms all del orden ecolgi-
co establecido; de las interrelaciones e interdependencias del pensa-
miento complejo fundado en una ecologa generalizada (Morin) o
un naturalismo dialctico (Bookchin); de una ciencia de la comple-
jidad (Prigogine) o de un principio vida (Jonas) que hara valer una
conciencia-verdad capaz de vencer los intereses antiecolgicos y an-
tidemocrticos. La ecologa poltica funda un nuevo espacio donde
el destino de la naturaleza se juega en un proceso de creacin de
sentidos-verdades atravesado por estrategias de poder en el saber. La
cuestin de la sustentabilidad no se dirime en el terreno del conoci-
miento, sino en el de la poltica, en el sentido de que la naturaleza
(la biodiversidad) no es una entidad objetiva y que la vida propia (el
ser, la transformacin, el devenir) de la naturaleza depende del efec-
to de poder de los imaginarios y formas simblicas que la intervie-
nen a travs de procesos de conocimiento. La epistemologa poltica
se arraiga de esta manera en los territorios de la ecologa poltica;
donde los conocimientos y los saberes resurgen, se reconfiguran y se
enraizan en territorios de vida y en modos de produccin, en imagi-
narios sociales, en hbitos y en prcticas culturales que resignifican
y reorientan procesos sociales hacia la sustentabilidad. En este senti-
do, la construccin de una racionalidad ambiental implica la des-
construccin de la racionalidad dominante, que a su vez implica la
descolonizacin y la emancipacin de los saberes locales.
15
CONCIENCIA DE CLASE, CONCIENCIA ECOLGICA, CONCIENCIA DE ESPECIE
La poltica de la diferencia desborda al pensamiento ecolgico, pues
el sentido de la naturaleza que mueve a los actores sociales en el cam-
po de la ecologa poltica no podra proceder ni fundarse en una con-
15
Michel Foucault ha denunciado con rigor las estrategias de poder del conocimien-
to que han llevado en la historia a colonizar, dominar y subyugar a los saberes otros.
La filosofa, la sociologa y la pedagoga latinoamericanas han legado un rico patrimo-
nio de pensamiento crtico. Un compendio reciente de algunos aportes significativos
del pensamiento social latinoamericano en el siglo XX puede consultarse en Marini, Dos
Santos y Lpez Segrera (1999). Acerca de los nuevos abordajes sobre la colonialidad de
los saberes y de las ciencias sociales, vanse Mignolo (2000) y Lander (2000).
ENRIQUE LEFF 278
ciencia genrica de la especie humana. La conciencia ecolgica que
emana de la narrativa ecologista como una noosfera que emerge des-
de la organizacin biolgica del cuerpo social humano esa forma-
cin discursiva desde la cual la gente habla del amor a la naturaleza,
se conmueve por el cuidado del ambiente y promueve el desarrollo
sostenible no es consistente con bases tericas ni con visiones y pro-
yectos compartidos por la humanidad en su conjunto. La tica ecol-
gica no ha logrado conformarse como un proceso de racionalizacin
capaz de contestar, ser asimilada o trascender a la racionalidad eco-
nmica dominante. Por ello los tomadores de decisiones pueden
anteponer la conciencia econmica a la de la supervivencia humana
y del planeta, y negar las evidencias cientficas sobre el cambio clim-
tico. Los principios del desarrollo sostenible (el pensar globalmente
y actuar localmente, las responsabilidades comunes pero diferencia-
das, el consentimiento previo e informado, o el principio de que
quien contamina paga) se han convertido en eslogans que no alcan-
zan a constituir una deontologa o un sistema normativo para mode-
rar y reorientar el proceso econmico hacia la sustentabilidad. El mo-
vimiento ambientalista es un campo disperso de grupos sociales que
antes de solidarizarse por un objetivo comn, muchas veces se con-
frontan, se diferencian y se dispersan tanto por el fraccionamiento de
sus reivindicaciones como por la comprensin y el uso de conceptos
que definen sus estrategias polticas.
Para que hubiera una conciencia de especie sera necesario que
la humanidad en su conjunto compartiera la vivencia de una cats-
trofe comn o de un destino compartido por todo el gnero huma-
no en trminos equivalentes, como aquella que llev el silogismo
aristotlico sobre la mortalidad del hombre a una conciencia de s
de la humanidad.
16
La peste convirti el simbolismo del silogismo
en experiencia vivida, transformando la mxima del enunciado en
un imaginario colectivo. De forma similar, la prohibicin del inces-
to fund la cultura humana en una conciencia genrica antes que
el simbolismo del complejo de Edipo le diera sentido trgico y for-
ma literaria a una ley cultural vivida que no fue instaurada ni por
Sfocles ni por Freud. El saber constitutivo del ser y de la identidad
16
Pues como ha afirmado Lacan (1974-1975), del enunciado de Aristteles todos
los hombres son mortales se desprende un sentido que slo anid en la conciencia
una vez que la peste se propag por Tebas, convirtindola en algo imaginable y no
slo en una pura forma simblica, una vez que toda la sociedad se sinti concernida
por la amenaza de una muerte real.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 279
implica un desprendimiento de la conciencia de s como certi-
dumbre del sujeto frente a un mundo objetivo. Est ms cerca de un
sentimiento de s que pasa por la experiencia vivida.
17
En la sociedad del riesgo del mundo actual la inseguridad global
est ms concentrada en la guerra generalizada y en la violencia co-
tidiana que en el peligro inminente de un colapso ecolgico. La
amenaza que se ha establecido en el imaginario colectivo y que man-
tiene pasmado al mundo es la del terrorismo que se manifiesta en un
miedo a la guerra desenfrenada, al derrumbe de reglas bsicas de
convivencia y a la disolucin de una tica de y para la vida, ms que
en una conciencia de la revancha de una naturaleza sometida y ex-
plotada. El holocausto y los genocidios a lo largo de la historia hu-
mana no parecen haber dejado como enseanza la necesidad de una
tica de la vida como proteccin ante los intereses del poder. Ms
alejada del conocimiento comn, del imaginario colectivo y de la ex-
periencia vivida est la ley lmite de la entropa, para generar una
conciencia que responda efectivamente al riesgo ecolgico y que re-
conduzca la accin hacia la construccin de sociedades sustentables.
La crisis ambiental que se cierne sobre el mundo an se percibe co-
mo una premonicin catastrofista, ms que como un riesgo ecolgi-
co real para toda la humanidad.
El conocimiento puesto al servicio de la productividad y la ganan-
cia ha roto la relacin del saber con la trama de la vida. El conoci-
miento convertido en soporte de la razn econmica produce el des-
conocimiento del ser y proscribe la experiencia vivida como fuente
del saber. La biotica se inscribe en este debate entre el conocimien-
to como racionalidad formal del capital y una tica de la vida. La
transgnesis pone la vida al servicio de la ganancia econmica a un
ritmo que impide que el conocimiento cientfico, la norma legal y la
experiencia vivida puedan generar una conciencia o un saber sobre
las transformaciones que imprime al orden ontolgico y al riesgo
ecolgico. Lo peligroso no es lo desconocido o la vulnerabilidad de
las acciones desprotegidas por un saber, sino el desencadenamiento
de consecuencias imprevisibles por la intervencin del conocimien-
to en lo real, que se produce fuera de la conciencia humana.
17
Ese sentimiento elemental no es la conciencia de s. La conciencia de s es conse-
cutiva a la conciencia de los objetos, que slo se da distintamente en la humanidad.
Pero el sentimiento de s vara necesariamente en la medida en que quien lo experi-
menta se asla en su discontinuidad (Bataille, 1997: 105).
ENRIQUE LEFF 280
Hoy en da la filosofa se debate entre un conocimiento que ase-
gure la existencia y la transgresin del conocimiento como la aven-
tura hacia lo desconocido. Esta encrucijada del saber es una tensin
tica entre el deseo y la moral, donde, dice Levinas,
podemos ver cierta concepcin del saber, que ocupa en la civilizacin occi-
dental un lugar privilegiado. Unir el mal al bien, arriesgarse por los rinco-
nes ambiguos del ser sin hundirse en el mal y, para ello, mantenerse ms all
del bien y del mal, es saber [] Saber es probar sin probar antes de hacer.
Pero nicamente queremos un saber enteramente experimentado en nues-
tras propias evidencias. No emprender nada sin saberlo todo; no saber nada
sin haber ido a verlo por s mismo, sean cuales sean las malaventuras de la
exploracin. Vivir peligrosamente pero asegurado en el mundo de las ver-
dades. Vista as, la tentacin de la tentacin es [] la propia filosofa
(Levinas, 1996: 63).
Pero ese aseguramiento no es el que proporciona un conocimien-
to a priori, sino el saber de la experiencia vivida. No es el que viene
del logos del pensamiento terico, de la norma racional, sino de la
vida probada, del saber alimentado por el sabor de la existencia. La
prohibicin del incesto es un saber que se implanta en el ser desde
la experiencia vivida de los hombres, del descubrimiento de sus labe-
rintos como seres simblicos y biolgicos. No es la ley dictada por un
dios, sino la norma social construida para asegurarse la vida. Quiz
por ello esa ley social no necesit quedar grabada en las tablas de
Moiss como mandamiento divino, sino que se inscribi en la con-
ciencia humana como norma de convivencia y supervivencia. Por
ello no hay posible conocimiento de la mujer como mujer, del hom-
bre como hombre, desde el logos. Conocerse pasa por la experiencia
sexual y la relacin amorosa, por la vivencia existencial, la cual nun-
ca llega a descifrar el enigma de la relacin del amor y la sexualidad
con el ser para establecer el origen del conocimiento en la diferen-
cia entre los sexos, el nexo del saber con esa fuente originaria del ser.
Para Levinas la tentacin de la tentacin a la que cede la filosofa
es la de construirse un saber que conjure los peligros de lo descono-
cido y asegure la existencia. Contra la tentacin epistemolgica de
generar un conocimiento que cerca a la realidad para controlarla, el
saber que navega entre las aguas inquietas de la vida, sorbindola y
saborendola, llegando a saberla, pero sin llegar nunca al conoci-
miento, dejando siempre abierta la puerta del deseo de seguir sa-
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 281
biendo y seguir siendo, dejando al acto de vida la alteridad y la otre-
dad, que trasciende la unidad y la universalidad del conocimiento,
para poder seguir percibiendo al otro como otro, como extrao a
todo clculo, como prjimo (1996: 64).
Sin duda prcticamente todo el mundo tiene hoy conciencia de
problemas ecolgicos que afectan su calidad de vida; pero stos se
encuentran fragmentados y segmentados segn su especificidad lo-
cal. Ms an, no todas las formas y grados de conciencia generan mo-
vimientos sociales. Ms bien prevalece lo contrario, y los problemas
ms generales, como el calentamiento global, son percibidos desde
concepciones muy diferentes, desde quienes ven all la fatalidad de
catstrofes naturales, hasta quienes lo entienden como la manifesta-
cin de la ley lmite de la entropa y el efecto de la racionalidad eco-
nmica. El ambientalismo es pues un caleidoscopio de teoras, ideo-
logas, estrategias y acciones no unificadas por una conciencia de es-
pecie, salvo por el hecho de que el discurso ecolgico ha empezado
a penetrar todas las lenguas y todos los lenguajes, todos los idearios y
todos los imaginarios. La ley lmite de la entropa que sustentara des-
de la ciencia tales previsiones, y los desastres naturales que se han
desencadenado en los ltimos aos, parecen an disolver su eviden-
cia en los clculos de probabilidades, en la incertidumbre vaga de los
acontecimientos, en el corto horizonte de las evaluaciones y la multi-
plicidad de criterios en los que se elaboran sus indicadores. Lo que
prevalece es una dispersin de visiones y previsiones sobre la existen-
cia humana y su relacin con la naturaleza, en la que se borran las
fronteras de las conciencias de clase, pero no por ello la diversidad
de conciencias alimentadas por intereses y valores diferenciados.
La recomposicin del mundo por la va de la diferenciacin del
ser y del sentido rompe el esquema imaginario de una concertacin
de intereses diferenciados a travs de una racionalidad comunicati-
va (Habermas, 1990). La conciencia de la crisis ambiental se funda
en la relacin del ser con el lmite, en el enfrentamiento del todo ob-
jetivado del ente con la nada que alimenta el advenimiento del ser,
en la interconexin de lo real, lo imaginario y lo simblico que obli-
tera al sujeto, que abre el agujero negro de donde emerge la existen-
cia humana, el ser y su relacin con el saber. El sujeto de la ecologa
poltica no es el hombre construido por la antropologa, ni el ser-ah
genrico de la fenomenologa, sino el ser propio que ocupa un lugar
en el mundo, que construye su mundo de vida como produccin de
existencia (Lacan, 1975): la nada, la falta en ser y la pulsin de vida
ENRIQUE LEFF 282
que van impulsando y anudando el posible saber en la produccin
de la existencia, forjando las relaciones del ser y el saber, del ser con
lo sido y lo que an no es, de la utopa ms all de toda trascenden-
cia prescrita en la evolucin ecolgica.
No hay conciencia ecolgica porque la trascendencia no se da en
el orden ecolgico sino en la relacin de otredad, y lo absolutamen-
te otro, no se refleja en la conciencia. Se le resiste al punto de que
incluso su resistencia no se convierte en contenido de conciencia...
La puesta en cuestin del Yo por obra del Otro me hace solidario
con el Otro de una manera incomparable y nica. No solidario co-
mo la materia es solidaria con el bloque del que forma parte, ni co-
mo el rgano es solidario con el organismo del que es funcin
(Levinas, 2000: 63, 64):
El Otro no es otro con una alteridad relativa, como en una comparacin, las
especies, aunque sean ltimas, se excluyen recprocamente, pero se sitan en
la comunidad de un gnero, se excluyen por su definicin, pero se acercan
recprocamente por esta exclusin a travs de la comunidad de su gnero. La
alteridad del Otro no depende de una cualidad que lo distinguira del yo,
porque una distincin de esta naturaleza implicara precisamente esta comu-
nidad de gnero que anula ya la alteridad [...] El lenguaje condiciona el pen-
samiento: no el lenguaje en su materialidad fsica, sino como actitud del Mis-
mo frente al otro, irreducible a la representacin de otro, irreducible a la in-
tencin de pensamiento, irreducible a una conciencia de [...], porque se re-
laciona con lo infinito del Otro. El lenguaje no funciona en el interior de una
conciencia, me viene del otro y repercute en la conciencia al cuestionarla [...]
Considerar al lenguaje como una actitud del espritu no conduce a desencar-
narlo, sino precisamente a dar cuenta de su esencia encarnada, de su diferen-
cia con relacin a la naturaleza constituyente, con relacin a la conciencia
pura, destruye el concepto de inmanencia (Levinas, 1977: 207, 218).
Si el saber ambiental reestablece el saber en el ser, cul es el espa-
cio de la relacin entre el ser y el ambiente? El ambiente no es el en-
torno ni el medio ecolgico; no es tan slo ese saber que circunda al
conocimiento centrado. El ambiente del saber arraigado en el ser, del
ser constituido por su saber, es la red de relaciones de otredad que se
establecen entre seres diferenciados con sus saberes diferenciados. La
conciencia ecolgica se inscribe as en una poltica de la diferencia re-
ferida a los derechos del ser y a la invencin de nuevas identidades
atravesadas y constituidas en y por relaciones de poder en el saber.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 283
GNERO Y ECOFEMINISMO: FALOCRACIA, DIFERENCIA Y EQUIDAD
En aos recientes, las reivindicaciones de los derechos de la mujer y
los debates en torno a la cuestin de gnero se han sumado a las
luchas ambientalistas. Desde el feminismo radical hasta el ecofemi-
nismo, el dominio de la mujer y la explotacin de la naturaleza apa-
recen como resultado de la conformacin de estructuras sociales
jerrquicas, desde el patriarcado y la gerontocracia de las primeras
formaciones culturales hasta las divisiones de clases de la sociedad
moderna. As, una visin ecofeminista emancipatoria ha venido aso-
ciando la sensibilidad y la naturaleza orgnica de las mujeres con el
cuidado de la naturaleza, enlazando de esta manera las luchas femi-
nistas y ambientales (Shiva, 1991).
Ms all de la visin naturalista que asocia al feminismo y al eco-
logismo, la ecologa poltica indaga los fundamentos de las luchas
ecofeministas dentro de una poltica de la diferencia. Pues no se tra-
ta simplemente de un movimiento a favor de la participacin de las
mujeres en los asuntos y reivindicaciones ambientalistas o en la pro-
mocin de los derechos ciudadanos y de gnero dentro de las pers-
pectivas abiertas por el desarrollo sustentable. El enigma a descifrar
y la poltica a construir reclaman la comprensin de la forma parti-
cular de ser mujer y de la perspectiva poltica que abre una visin fe-
minista y de gnero en la cuestin del poder, la cultura, la organiza-
cin social, la naturaleza y el desarrollo sustentable, y que va ms all
del lugar de la mujer en una estructura social dada y de las reivindi-
caciones de igualdad con los lugares privilegiados de los hombres en
un orden establecido determinado.
Si bien no existe un movimiento ecofeminista formalmente cons-
tituido y actuante, ste se expresa en las ideas, teoras y prcticas que
dan soporte y orientan las luchas actuales de las mujeres para identi-
ficar las causas fundamentales de los problemas ambientales y los
vnculos entre la degradacin ambiental y las estructuras del poder
social, econmico y poltico (Mellor, 1997). Este propsito expreso
del movimiento lleva a indagar: cul es la especificidad del lugar
desde donde las mujeres comprenden en tanto que mujeres la cri-
sis ambiental y aportan una visin propia para la construccin de
una racionalidad ambiental? Hay una afinidad natural de las muje-
res con la naturaleza que legitima sus reivindicaciones sociales y las
vuelve voceras privilegiadas de los derechos de la naturaleza? Cmo
se inscriben las formas particulares de cognicin y sensibilidad de la
ENRIQUE LEFF 284
mujer y las identidades de gnero en la desconstruccin de las lgi-
cas de dominacin? De qu manera las diferentes visiones de gne-
ro, ms all de sus reivindicaciones legtimas de igualdad dentro del
modelo establecido, abren perspectivas alternativas para un desarro-
llo sustentable, equitativo y justo?
Luego de que Simone de Beauvoir planteara que ninguna revolu-
cin puede disolver la estructura social de la manera que la revolucin
social puede modificar las diferencias de clase, el ecofeminismo ha in-
tentado abrir un debate sobre el lugar que ocupa la diferencia de g-
nero en los procesos de jerarquizacin social organizados en torno al
falocentrismo en la divisin histrica del trabajo y en sus impactos am-
bientales. Empero, el debate ha girado por lo general en torno a la
condicin biolgica de la mujer en la divisin sexual-social del trabajo
y a las relaciones de dominacin dentro de las estructuras jerrquicas
establecidas por el patriarcado. Menor ha sido el inters por indagar
la rajadura en el ser que instaura la diferencia de los sexos, esa diferen-
cia originaria y particular que produce la otredad sexual significada
por el lenguaje. El pensamiento ecofeminista toma como referencia
buena parte del pensamiento ecologista sobre el dualismo como cau-
sa de la objetivacin de la naturaleza y dominacin de la mujer que
conduce a la crisis ambiental, extendiendo la diferencia de gnero
desde su origen biolgico-simblico hasta su construccin sociohist-
rica. Si no hay una causa natural de la diferencia entre los sexos que
justifique la desigualdad y la dominacin de la mujer lo que lleva el
debate al terreno de una tica poltica ms all del plano de lo natu-
ral, la cuestin ecofeminista se traslada hacia una indagacin sobre la
diferencia de los sexos que, a travs de procesos de significacin y en
el orden simblico de la cultura, produce efectos en las formas de
identificacin de los sujetos, en las jerarquas sociales, en las relaciones
de dominacin desde la diferencia de gneros como construccin sim-
blico-social. Pues ms all de todo esencialismo y naturalismo,
la diferencia de los gneros precede a la diferencia de los sexos [...] la dife-
rencia est desde siempre, en el orden del significante, en el orden simbli-
co, desde donde distribuye emblemas y atributos de gnero. Estos atributos
se resignificarn como diferencia sexual en el camino de las identificaciones
que llevarn al sujeto humano a ser hombre o mujer, o cualquier combina-
cin de ambos [...], porque el contenido de lo que puede ser masculino y fe-
menino no posee ninguna esencialidad natural, adquiere diferentes moda-
lidades acordes con una historicidad socialmente determinada y con varian-
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 285
tes en el tiempo y en el espacio [...] Qu es lo que conserva un carcter es-
tructurante y fundante? Lo que es fundante es la diferencia de los sexos, y esa
diferencia es un efecto del significante. De all la promocin al primer pla-
no del significante Falo, que es el significante de la diferencia. Lugar de la
represin originaria, tachadura que funda al sujeto separndolo, cortndo-
lo, diferencindolo del Otro, promovido a objeto del deseo ya y desde siem-
pre perdido [...] Si el falocentrismo es la relevancia del significante flico en
relacin con la castracin simblica, la falocracia emana de un orden total-
mente distinto: es la manera en que la diferencia se organiza como apropia-
cin diferenciada de privilegios y poderes. De la diferencia se deriva un or-
denamiento jerrquico de dominacin y sumisin (Saal, 1998: 24, 33).
Lo anterior llevara a preguntarnos por el papel que desempea
la interdiccin del incesto en la desigualdad de los sexos, el lugar del
complejo de Edipo en el establecimiento de las relaciones de domi-
nio del hombre sobre la mujer y el sentido en que la falocracia orga-
niza este poder de sumisin. El hecho de que desde siempre y en to-
da cultura existe y funciona una ley que permite el acceso a ciertas
mujeres al tiempo que plantea la interdiccin de otras y que siempre
ha existido una jerarquizacin cuyas posiciones ms elevadas estn
reservadas a los hombres, parecera confirmar la universalidad del
Edipo. Pero si este dominio no es el de un orden natural, tampoco
estara determinado por el orden simblico (flico). Es justamente
por la falta en ser que instala el orden simblico, que el deseo se des-
boca hacia una voluntad de dominio en bsqueda de una comple-
titud. Desde ese soporte (esa falla), el hombre toma recursos de su
fortaleza fsica para establecer una supremaca en el orden natural y
social, desarrollando estrategias discursivas, tericas y jurdicas en las
que los juegos de lenguaje se convierten en armas de dominio. No es
que haya nada natural o esencial en el orden simblico que autorice
al hombre a una posicin de superioridad. Pero desde una posicin
de poder en su relacin con la mujer (y con los otros) ha construido
y se ha apropiado un lenguaje que opera como dispositivo de poder.
Se ha construido su discurso de amo.
18
La jerarqua y el dominio del
hombre no se fundan en ninguna superioridad legtima. Sin embar-
18
Para Moscovici el dominio de los hombres se ha apuntalado en el uso que han
dado a la ley de prohibicin del incesto aferrndose a ella como una ley simblica
transhistrica para mantener su dominio en el orden establecido. Pero de ser as, ha-
bra que mostrar la anacrona de la ley de prohibicin del incesto en las sociedades
modernas, la posibilidad de transgredirla y de trascender la culpa de su trasgresin.
ENRIQUE LEFF 286
go, la poltica feminista se sostiene en ese lugar preestablecido pa-
ra la mujer por la estructura simblica y la estructura econmica que
tiene sus orgenes en el don-intercambio de mujeres;
19
en el lugar
del falo y de las funciones de produccin y reproduccin.
20
El ecofeminismo, siguiendo al feminismo radical, ve en las jerar-
quas sociales del patriarcado la causa principal de la destruccin
ecolgica y del dominio de la mujer. El patriarcado aparece como la
forma social que organiza el pensamiento, la cultura y las relaciones
de gnero. Las cosmogonas y formas de uso de la naturaleza son ms
ecolgicas en sociedades tradicionales. Mas no por ello las relacio-
nes sociales son menos patriarcales e impera menos la gerontocracia
y el dominio sobre la mujer. Para estas sociedades la reivindicacin fe-
minista les viene de fuera, de la cultura moderna (occidental), lo que
rompe la visin lineal del origen patriarcal de la crisis ambiental, al
19
El intercambio [...] el don de las mujeres, pone en juego los intereses de quien
da pero se funda en la generosidad. Esto responde al doble aspecto del don-intercam-
bio, de la institucin a la que se dio el nombre de potlatch [...], la superacin y la cul-
minacin del clculo [...] se trata de [...] una especie de revolucin interna cuya in-
tensidad debi de ser grande, puesto que el pavor embargaba los espritus con slo
pensar en un incumplimiento. ste es el movimiento que probablemente est en el
origen del potlatch de las mujeres, es decir, en la exogamia, del don paradjico del ob-
jeto de la codicia. Porqu se habra impuesto con tanta fuerza y en todas partes una
sancin, la de la prohibicin, si no se hubiera opuesto a un impulso difcil de vencer,
como es el de la actividad gensica? Recprocamente, no fue designado a la codicia
el objeto de la prohibicin por el mero hecho de la prohibicin? No lo fue al menos
al principio? Al ser la prohibicin de naturaleza sexual, parece que subray el valor
sexual de su objeto. O, ms bien, dio un valor ertico a dicho objeto [...] Pero esta evo-
lucin contradictoria estaba dada de antemano. La vida ertica no pudo ser regulada
ms que durante un tiempo. Las reglas al final tuvieron como resultado expulsar al
erotismo fuera de las reglas. Una vez disociado el erotismo del matrimonio, ste co-
br un sentido ante todo material [...]: las reglas que apuntaban al reparto de las mu-
jeres-objeto de codicia fueron las que aseguraron el reparto de las mujeres-fuerza de
trabajo (Bataille, 1997: 218-219).
20
La apropiacin del poder, la ocupacin del lugar del falo, la asuncin imagina-
ria de esa completitud que no posee, trae como consecuencia la anulacin de las mu-
jeres, y a veces tambin la psicosis del hijo [...] Es en este campo as deslindado don-
de las reivindicaciones polticas de las mujeres encuentran su legitimidad [...] Dada su
condicin de reproductora, apropiarse de la mujer es apropiarse de la productora de
productores y, en consecuencia, es tambin la primera expropiacin (Saal, 1998:38).
Desde esta visin freudo-marxista el feminismo encontrara una va de emancipacin
en la medida en que la mujer se aleja de la funcin reproductora y se libera de ese lu-
gar asignado por la estructura econmica, pero tambin en la medida que logra des-
construir el lugar designado por la teora psicoanaltica al complejo de Edipo y a la ley
de prohibicin del incesto, desujetndose de la racionalidad econmica y de la racio-
nalizacin de las formaciones del inconsciente (Deleuze y Guattari, 1985).
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 287
mismo tiempo que plantea el problema de las reivindicaciones cultu-
rales de los pueblos ante la sustentabilidad y las de gnero en un en-
cuentro intercultural de diferencias. Si el conocimiento del mundo
aparece como una construccin masculina, sera necesaria su des-
construccin feminista. Empero, esta perspectiva ecofeminista no lo-
gra romper con la concepcin esencialista de la naturaleza y de la
mujer o la visin constructivista del lugar de la mujer en la estructu-
ra social. Desde all se plantea una reivindicacin conjugada de la
mujer y de la naturaleza que no llega a explicitar una visin femeni-
na del saber ms all de sus atribuciones naturales, de su sensibilidad
y de su lugar en una estructura de poder determinada.
Ms all de los roles asignados por la tradicin, de las relaciones
de poder que establece el patriarcado, de las metforas que aseme-
jan la fertilidad de la madre tierra con la funcin biolgica reproduc-
tora de la mujer, con las tareas de recoleccin y cuidado de la tierra,
en fin, de la distribucin de roles sociales y la divisin sexual del tra-
bajo, la poltica del gnero plantea la cuestin de una diferencia ori-
ginaria y radical: la de ser hombre y ser mujer, la diferencia de los se-
xos como constitutiva del orden simblico, lugar donde se inscribe
la lengua para asignar y distribuir los lugares de los seres humanos
(mujeres y hombres) y las cosas del mundo en cosmovisiones y es-
tructuras sociales; lugares desde donde se generan sentidos, se pro-
ducen sensibilidades y se atribuyen formas de ser en el mundo, de
pensar el mundo, de sentir el mundo; lugares donde se establece la
diferencia entre el afn de control de la naturaleza, la apertura al
enigma de la existencia y la seduccin del infinito. Desde esa divisin
originaria se construyen culturalmente las diferencias de gnero:
la razn, la sensibilidad y la mirada de la mujer y del hombre en la
cultura occidental (cosificadora y dominante); sus contrastes con las
culturas orientales y tradicionales (ms sensuales, menos posesivas).
Sobre ese fondo, la cultura distribuye roles sociales y configura dife-
rentes formas de ser frente y con la naturaleza. Estos enigmas e in-
terrogantes sobre la relacin del gnero en el orden del ser, del len-
guaje, de la significacin y del sentido, desnaturalizan la cuestin del
gnero; llevan a mirarla desde esa disyuncin no natural de la dife-
rencia de los sexos que constituye el orden simblico de la naturale-
za humana, de donde emanan las relaciones de poder y las jerar-
quas sociales. De esta manera es posible trascender la mirada natu-
ralista que busca revalorizar las funciones y relaciones con la natura-
leza a partir de las capacidades naturales del hombre y la mujer, o de
ENRIQUE LEFF 288
las jerarquas que llevan a la explotacin del hombre, de la naturale-
za y de la mujer.
El ecofeminismo se debate entre la visin esencialista de la mujer
vinculada a la naturaleza por sus condiciones naturales y la visin
constructivista que indaga los procesos sociales que han llevado a co-
dificar y jerarquizar las relaciones de gnero con la naturaleza. La po-
ltica de la diferencia indaga lo propio del gnero, de la divisin de los
sexos en su relacin con el pensamiento y la construccin de la reali-
dad; busca entender cmo se enlaza la divisin de los sexos y la cons-
titucin del orden simblico con la disyuncin del ser y el ente, la co-
sificacin del mundo y el establecimiento de jerarquas sociales, es de-
cir, la constitucin y legitimacin de relaciones de dominacin del
hombre hacia la mujer y hacia la naturaleza. La ecologa poltica en-
laza as el orden de la naturaleza, el lenguaje, la cultura y el gnero co-
mo agentes conjugados en la construccin de las relaciones cultura-
naturaleza.
En esta perspectiva, lo que distingue a la mujer del hombre no es
tanto su afinidad con la naturaleza por las funciones orgnico-natu-
rales que cumple como mujer (gestacin, maternidad, cuidado de la
casa y la progenie), sino su resistencia a subsumirse dentro de un or-
den plenamente racional, su amalgama de inteligencia y sensibilidad
y su renuncia a doblegar las emociones y sentimientos bajo el rgi-
men de la lgica racional. La equidad de gnero demanda un dere-
cho que no es slo el de una mejor distribucin de los lugares y pues-
tos que ha ganado el hombre en la sociedad. La reivindicacin eco-
feminista busca recuperar, para hombres y mujeres, el sentido de una
feminidad perdida al equipararse e igualarse con el hombre dentro
de los cdigos de la razn que separan y dominan al hombre, a la mu-
jer, a la cultura y a la naturaleza. La poltica de la diferencia lleva as
a indagar, ms all de todo esencialismo, la manera como en la divi-
sin de los sexos se configura el enigma del gnero y del erotismo,
como se constituye el carcter simblico del ser humano donde se
inscribe el orden del deseo, que marca para siempre el problema de
la dominacin y de justicia humana. Pues ms all de los derechos a
la igualdad ante la diferencia de los sexos, ms all de la divisin de
los seres humanos cosificados a travs de su distribucin (natural-
/simblica) en gneros (masculino, femenino, neutro), que se desig-
nan como el, la, lo la diferencia entre la a y la o que los de-
finen, el gnero como cuestin que atae al ser, y al derecho a ser,
se inscribe en el orden del erotismo:
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 289
Hay, quiz, para la justicia un fundamento en el dominio de la pasin. Es en
el orden ms equvoco, en el dominio ejercido a cada instante sobre ese or-
den o ese desorden, en donde se funda la justicia por la que subsiste el
mundo. Ese orden, equvoco por excelencia, es justamente, el orden de lo
ertico, el terreno de lo sexual (Levinas, 1996: 130)
No hay una fuente natural del erotismo ni de la justicia de gnero,
y ante este propsito fracasan los dispositivos tericos e instrumenta-
les (e ideolgicos) de la jurisprudencia y de una tica naturalista. En
esta visin errada de la justicia de gnero se han alistado tantas luchas
feministas, buscando justicia en la identidad e igualdad de derechos:
polticos, econmicos, ecolgicos y sexuales. Al no reconocer la ori-
ginalidad fundacional de la diferencia de gnero se pasa por encima
y de lado de lo fundamental de la justicia ambiental. Pues la diferen-
cia de gnero y entre los sexos es raz y abismo de lo humano, y la
justicia que de all emana entre la tentacin y la responsabilidad con
el otro (habr que decir tambin la otra), va ms all de los funcio-
nes socioorgnicas que juega cada sexo en una redistribucin de
funciones ante la sustentabilidad; va ms all de los derechos relacio-
nados con las preferencias y las identidades sexuales.
21
Ms all de la gnesis y la determinacin de la divisin de los se-
xos y la diferencia de gnero sobre el lugar que ocupan los sujetos
en la estructura social y en la distribucin ecolgica, la diferencia de
gnero emerge enigmticamente desde la fuente del deseo que abre
esta disyuncin de lo uno y una ontologa de la otredad en la que se
juegan las posiciones de lo masculino y lo femenino, y todos los ma-
tices que se expresan en la proliferacin de identidades de gnero,
que ciertamente no pacifican el conflicto y la lucha entre los sexos ni
neutralizan la perversin y la lucha por el poder como forma de fa-
lificar (falsificar) la bsqueda de completitud del ser. Por ello el fe-
minismo, el ecofeminismo y las reivindicaciones de gnero, si bien se
sitan dentro de una poltica de la diferencia, no se resuelven en una
21
Quizs una veta para comprender lo femenino en el orden del poder est ins-
crita en la concepcin de la justicia proveniente de la Biblia (Viejo Testamento) que
seala al definir la palabra sanedrn como el significante por antonomasia de la justi-
cia en su sentido fundamental de responsabilidad hacia el otro, en un espacio semi-
circular que provoca la mirada frente a frente como un cliz de flores donde la justi-
cia se separa de la tentacin por una corona de flores, y no por las murallas, fronte-
ras, fortificaciones y crceles con las que el orden jurdico y judicial pretenden en
nuestras sociedades occidentales separar lo bueno de lo malo (Levinas, 1996).
ENRIQUE LEFF 290
frmula de distribucin econmica o ecolgica, reasignando dere-
chos de propiedad y apropiacin de la naturaleza a partir de la rea-
signacin de roles y funciones socioecolgicas que, ms all de todo
esencialismo, quisieran disolver toda jerarqua, opresin y sojuzga-
miento provenientes de ciertas relaciones originarias de poder dicta-
das por la divisin de los sexos y las circunstancias de gnero.
Esta perspectiva no tira por la borda la legitimidad de las reivindica-
ciones de igualdad de gnero en el acceso al trabajo y a las funciones
sociales y a las posiciones de poder dentro de las estructuras sociales es-
tablecidas; pero lleva la indagacin sobre las relaciones gnero/am-
biente a descifrar otros enigmas. Pues ciertamente las relaciones de po-
der que se han establecido en la larga historia de dominacin de la mu-
jer y de la naturaleza no se resuelven por la reparticin de cuotas de
poder en el mundo cosificado y reglamentado por la sociedad falocn-
trica, que coloca al falo como significante de la totalidad imposible, de
la completitud ilusoria originada por la falta originaria y una falla esen-
cial: el vaco en el que fragua la divisin originaria de los sexos y la dis-
yuncin entre el ser y el ente, all donde se establece la marca de la di-
ferencia y la otredad, condicin de la vida donde se abisma la existen-
cia humana.
Si el ecofeminismo est llamado a pensar la posible desconstruc-
cin de esas estructuras del inconsciente y de la racionalizacin te-
rica para sitiar y asaltar los espacios de poder forjados y ganados por
los hombres, tambin debe armarse con estrategias de poder que,
sin ser exclusivas de la mujer, son ms femeninas frente a las for-
mas machistas de dominacin. El poder de la seduccin es ms no-
ble y sabio que la imposicin del poder; la seduccin es ms dulce
aunque no siempre menos perversa (Baudrillard, 1979). La seduc-
cin reconduce el poder del deseo la nietzscheana voluntad de po-
der que es voluntad de poder querer abriendo las vas de la historia pa-
ra forjar una nueva racionalidad a travs de las relaciones de otre-
dad. En ese proceso emancipatorio, es dado esperar que la mujer ha-
ble, formule sus derechos y los reivindique. Pero cabe preguntarse si
hay un habla propia de la mujer, un estilo, una tonalidad, una sensi-
bilidad que ratifique, si no un dualismo fundado en la diferencia de
gnero, s una diferencia en la manera de pensar, de sentir y de ha-
cer su mundo. De ser as, la teora feminista radical implicara un
nuevo pensamiento, nuevas formaciones discursivas, una nueva gra-
mtica: una estrategia de seduccin como alternativa a las estrategias
de dominacin.
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 291
Las mujeres, que como los indgenas han resistido al dominio des-
de el silencio, no habrn de reivindicar sus derechos por una ecuali-
zacin de las partes alcuotas del poder de dominio que las ha sojuz-
gado. Para emanciparse del poder real, habrn de construir el espa-
cio terico entre la organizacin del orden simblico y del deseo en
la gnesis del sujeto, y la relacin entre el ser, el saber y el poder. Los
puentes entre esos espacios tericos han quedado colgantes. No se
ha vinculado la estructura del deseo inconsciente con las formas cul-
turales de cognicin y sus estructuras epistmicas; los lugares socia-
les que generan las identidades de gnero con las formas de saber y
las relaciones de poder en el saber que atraviesan (y son atravesadas
por) las relaciones de gnero. Establecer una identidad entre la ra-
cionalidad y la masculinidad por un lado, y la feminidad, la natura-
leza y la sensibilidad por el otro, resulta demasiado simplista. Habra
pues que indagar el sentido de la alteridad trascendente en la que la
feminidad ocupa un lugar privilegiado:
La nocin de alteridad trascendente obra del tiempo se investiga en prin-
cipio a partir de la alteridad-contenido, a partir de la feminidad. La feminidad
y habra que ver en qu sentido puede decirse esto de la masculinidad o de
la virilidad, es decir, de la diferencia de los sexos en general se nos aparece
como una diferencia que contrasta con todas las dems diferencias, no sola-
mente como una cualidad diferente de todas las dems, sino como la cuali-
dad misma de la diferencia [...] La diferencia sexual es una estructura for-
mal, pero una estructura formal que troquela la realidad de otro modo y con-
diciona la posibilidad misma de la realidad como multiplicidad, contra la
unidad del ser proclamada por Parmnides. La diferencia sexual no es tam-
poco una contradiccin. La contradiccin del ser y la nada los reduce a uno
y otro, no deja lugar a distancia alguna. La nada se convierte en ser, y ello es
lo que nos condujo a la nocin de hay. La negacin del ser tiene lugar en el
plano del existir annimo del ser en general. La diferencia sexual no es tam-
poco la dualidad de dos trminos complementarios [...que] presuponen un
todo preexistente [...] Lo pattico del amor consiste en la dualidad insupe-
rable de los seres. Es una relacin con aquello que se nos oculta para siem-
pre. La relacin no neutraliza ipso facto la alteridad, sino que la conserva. Lo
pattico de la voluptuosidad reside en el hecho de ser dos. El otro en cuan-
to otro no es aqu un objeto que se torna nuestro o que se convierte en noso-
tros: al contrario, se retira en su misterio. Este misterio de lo femenino lo
femenino, lo esencialmente otro (Levinas, 1993: 74, 128-129).
ENRIQUE LEFF 292
Siguiendo a Levinas, podemos decir que el ambiente es femeni-
no, por su relacin de otredad con el conocimiento positivo:
Lo que me parece importante en esta nocin de lo femenino no es nicamen-
te lo incognoscible, sino cierto modo de ser que consiste en hurtarse a la luz
[...] Todo su poder consiste en su alteridad. Su misterio constituye su alteri-
dad [...] Del mismo modo que con la muerte, no nos enfrentamos en este ca-
so con un existente, sino con el acontecimiento de la alteridad [...] la esencia
del otro es la alteridad. Por ello, hemos buscado esta alteridad en la relacin
absolutamente original del Eros, una relacin que no es posible traducir en
trminos de poder [...] se trata de un acontecimiento en el existir, pero un
acontecimiento diferente de la hipstasis mediante la cual surge un existen-
te. Mientras que el existente se realiza en lo subjetivo y en la conciencia,
la alteridad se realiza en lo femenino (1993: 130-131).
La diferencia entre los sexos no slo se estructura desde los luga-
res que ocupan hombres y mujeres por la castracin y el Edipo. No
es una diferencia de esencias constitutivas en la que el hombre es
congnere de la cultura y la mujer de la naturaleza; donde la subje-
tividad del hombre se estructura en la produccin y la de la mujer en
la reproduccin. La cuestin del gnero se juega en una relacin de
alteridad en los vaivenes del ser, del tiempo y la existencia, en la re-
lacin entre las luces y las sombras del saber, en la relacin original
del Eros, entre la vida y la muerte, en la fusin sexual en la que el
hombre se viene y la mujer se va. La ecologa poltica se abre al enig-
ma por el cual la diferencia de gnero genera diferentes formas de
identificacin, distintas formas de saber y de sentir en las que advie-
ne el ser a la vida y se abisma ante la nada.
TICA, EMANCIPACIN, SUSTENTABILIDAD
La ecologa poltica busca su identidad terica y poltica en un mun-
do en mutacin, en el que las concepciones y conceptos que hasta
ahora orientaron la inteligibilidad del mundo y la accin prctica pa-
recen desvanecerse del campo del lenguaje significativo. Mas el pen-
samiento dominante se resiste a abandonar el diccionario de las
prcticas discursivas que envuelven a la ecologa poltica (como a to-
dos los viejos y nuevos discursos que acompaan la desconstruccin
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 293
del mundo) a pesar de que han perdido consistencia terica y resue-
nan como el eco nostlgico de un mundo para siempre pasado,
para siempre perdido: el del pensamiento dialctico, el de la univer-
salidad y unidad de las ciencias, el de la esencia de las cosas y la tras-
cendencia de los hechos. Y sin embargo algo nuevo puja por salir y
manifestarse en este mundo de incertidumbre, de caos y confusin,
de sombras y penumbras, donde a travs de los resquebrajamientos
y resquicios de la racionalidad monoltica y monoplica del pensa-
miento totalitario se asoman las primeras luces de la complejidad
ambiental: lucidez mnima en la inconformidad, necesidad de com-
prensin, deseo de emancipacin, voluntad de poder.
La emancipacin del proyecto objetivador del mundo fundado en
la metafsica, la epistemologa positivista y el pensamiento totaliza-
dor, llevado a su lmite por la racionalizacin modernizadora de la l-
gica formal de la racionalidad econmica, no radica en una reivindi-
cacin del sujeto separado, aislado y esterilizado a travs de la tica
cientfica que invitaba a no intervenir con los sentimientos ni con el
deseo en la razn pura y el conocimiento objetivo. El sujeto renace
de la imposible totalizacin de una conciencia (de especie), arraigan-
do en la invencin y proliferacin de nuevas identidades, en la emer-
gencia de nuevos actores sociales habitados por el deseo y el derecho
de ser en el mundo:
La muerte del sujeto [...] ha sido sucedida por un nuevo y extendido inte-
rs en las mltiples identidades que estn emergiendo y proliferando en
nuestro mundo contemporneo [...] Tal vez la muerte del Sujeto [...] ha si-
do la principal precondicin de este renovado inters en la cuestin de la
subjetividad. Quizs es la misma imposibilidad de seguir refiriendo las ex-
presiones concretas y finitas de una subjetividad multiforme a un centro tras-
cendental lo que hace posible concentrar nuestra atencin en la propia mul-
tiplicidad [...] en el mismo momento en el que se colapsa el terreno de la
subjetividad absoluta, tambin se colapsa la posibilidad misma de un objeto
absoluto [...] Soy un sujeto precisamente porque no puedo ser una concien-
cia absoluta, porque algo constitutivamente ajeno me confronta; y no puede
haber un objeto puro como resultado de esta opacidad/alienacin que
muestra las trazas del sujeto en el objeto. As, una vez que el objetivismo de-
sapareci como un obstculo epistemolgico, se hizo posible desarrollar
todas las implicaciones de la muerte del sujeto [...] el secreto veneno que
lo habitaba, la posibilidad de su segunda muerte: la muerte de la muerte
del sujeto; la proliferacin de finitudes concretas cuyas limitaciones son la
ENRIQUE LEFF 294
fuente de su fuerza; el percatarse que puede haber sujetos porque la bre-
cha que el Sujeto supuestamente deba cerrar, en realidad es incolmable
(Laclau, 1996: 20-21).
La tica ambiental es una tica de la emancipacin en el sentido
de una vuelta al Ser que entraa una reapropiacin del mundo: de la
cultura, de las identidades, de la naturaleza. Es la actualizacin de la
voluntad de poder. Mas la reactivacin de esta voluntad est ms all de
cualquier voluntarismo. Sobre todo en la era del vaco (Lipovetsky,
1986), en la que se ha desactivado la voluntad como agencia y dispo-
sitivo a la mano del sujeto. El sujeto la ha cedido involuntariamente a
una voluntad suprema y externa. Parece haberse disipado as la vo-
luntad de liberarse de los poderes totalitarios: del amo, del capital,
del jefe, del jerarca. Ni la lucha de clases ni la rebelin parecen abrir
puertas a esa necesidad de emancipacin, tan proclamada por Marcuse.
La vida flota en un espacio vaco, sujeta al azar, a la incertidumbre, a
la entropa, a procesos de degradacin de la vida donde la voluntad
como propsito no apunta hacia ningn fin, a una luz, a una salida.
La ideologa dominante nos hace desear conforme a los designios del
poder establecido. La voluntad se ha adormecido y se ha depositado
en un banco que no responde a nuestros intereses, se ha delegado a
un dispositivo tecnolgico externo para adquirir cosas, bienes, inclu-
so sueos, deseos, belleza y poder. Ya no es necesario movilizarnos, ac-
tuar, ni desear. El deseo muere de inanicin por inutilizacin e inuti-
lidad de la voluntad propia, porque sta ha sido transferida al poder
de la tecnologa y del mercado. La voluntad de poder a travs de la
recuperacin del sentido no puede provenir de la razn pura, de un
consenso entre las razones deslavadas por el proceso de racionaliza-
cin. La tica como relacin con el Otro hace revivir al Ser de los es-
combros de la racionalidad que ha forjado al Mundo Objeto.
La voluntad de poder (Nietzsche, 1968) no es la que afirma la ra-
zn econmica, ni como voluntad de ejercer su poder sobre el mun-
do y las cosas, ni como su imaginera de conducir hacia una va ilimi-
tada de progreso, de placer y felicidad. La voluntad de poder se ins-
cribe en la tica ambiental como deseo de vida (del deseo que habi-
ta al ser), de una vida que anime no slo el gusto por la vida, sino
que d vida a un pensamiento que fecunde la vida humana en el ca-
mino de su poder querer vivir.
Mientras los juegos de lenguaje para seguir imaginando este mun-
do de ficcin y virtualidad son infinitos, tambin lo son para avizorar
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 295
futuros posibles, para construir utopas, para reconducir la vida. Y el
pensamiento, que ya nunca ser nico ni servir como instrumento
de poder, busca comprender, enlazar su poder simblico y sus ima-
ginarios para reconducir lo real hacia los intereses de la vida. Y si es-
te proceso no habr de sucumbir al poder perverso y annimo de la
hiperrealidad y la simulacin guiadas por la aleatoriedad de las cosas
o por los designios de los poderes dominantes, es porque un princi-
pio bsico sigue sosteniendo la existencia en la razn y en la consis-
tencia del pensamiento, en un mundo que nunca ser totalmente co-
nocido y controlado por el pensamiento; que nunca ms ser regido
por razones de fuerza mayor.
La crisis ambiental marca el lmite del logocentrismo, de la volun-
tad de unidad y universalidad de la ciencia, del pensamiento nico y
unidimensional, de la racionalidad entre fines y medios, de la pro-
ductividad econmica y la eficiencia tecnolgica, del equivalente uni-
versal como medida de todas las cosas, que bajo el signo monetario y
la lgica del mercado han recodificado al mundo y los mundos de vi-
da en trminos de valores de mercado intercambiables y transables.
La emancipacin de esta racionalidad se plantea como un desasi-
miento de la sobreeconomizacin del mundo. Ello implica resignifi-
car la libertad, la igualdad y la fraternidad como principios de una
moral poltica que termin siendo cooptada por el liberalismo eco-
nmico y poltico por la ecualizacin y privatizacin de los derechos
individuales, de fraternidades disueltas por el inters y la razn de
fuerza mayor, para renombrarlos en la perspectiva de una poltica
de la desujecin y la emancipacin, de la equidad en la diversidad,
de la solidaridad entre seres humanos con culturas, visiones e intere-
ses colectivos, diversos y diferenciados.
La ecologa poltica es una poltica de la diferencia, de la diversifi-
cacin de sentidos; ms all de una poltica para la conservacin de la
biodiversidad que sera recodificada y revalorizada como un universal
tico o por el equivalente universal del mercado, es la trasmutacin de
la lgica unitaria hacia la diversificacin de proyectos de construccin
de sociedades sustentables. Esta poltica abre los sentidos civilizatorios,
no como una mutacin de la naturaleza o el progreso del conocimien-
to cientfico-tecnolgico, sino por una revolucin del orden simblico
y una agenda abolicionista que ponen la voluntad desconstruccionista
del pensamiento posmoderno al servicio de una poltica de la diferen-
cia, bajo el principio de libertad y de sustentabilidad:
ENRIQUE LEFF 296
La agenda abolicionista propone comunidades autogestionarias establecidas
de acuerdo al ideal de organizacin espontnea: los vnculos personales, las re-
laciones de trabajo creativo, los grupos de afinidad, los cabildos comunales
y vecinales; fundadas en el respeto y la soberana de la persona humana, la
responsabilidad ambiental y el ejercicio de la democracia directa cara a ca-
ra para la toma de decisiones en asuntos de inters colectivo. Esta agenda
apunta a cambiar nuestro rumbo hacia una civilizacin de la diversidad, una tica
de la frugalidad y una cultura de baja entropa, reinventando valores, desatando los
nudos del espritu, sorteando la homogeneidad cultural con la fuerza de un planeta
de pueblos, aldeas y ciudades diversos (Borrero, 2002: 136).
El discurso de la ecologa poltica no es el discurso lineal que ha-
ce referencia a los hechos, sino aquel de la poesa y la textura con-
ceptual, que al tiempo que enlaza la materia, los smbolos y los actos
que constituyen su territorio y la autonoma de su campo terico-po-
ltico, tambin lleva en ciernes la crtica de los discursos de los para-
digmas y las polticas establecidas, para abrirse hacia el proceso de
construccin de una nueva racionalidad a partir de los potenciales
de la naturaleza y los sentidos de la cultura, de la actualizacin de
identidades y la posibilidad de lo que an no es.
La ecologa poltica no solamente explora y acta en el campo del
poder que se establece dentro del conflicto de intereses por la apro-
piacin de la naturaleza; a su vez hace necesario repensar la poltica
desde una nueva visin de las relaciones de la naturaleza, la cultura
y la tecnologa. La ecologa poltica abre as nuevos espacios de ac-
tuacin en la complejidad ambiental emergente y se inscribe dentro
de un proyecto libertario para abolir toda relacin jerrquica y toda
forma de dominacin a travs de movimientos sociales y prcticas
polticas. La ecologa poltica se funda en un nuevo pensamiento y
en una nueva tica: una tica poltica para renovar el sentido de la
vida (Leff, 2002; PNUMA, 2002).
La emancipacin no es una distribucin del poder, de los medios
y estrategias polticas para proveer condiciones de produccin, de-
cisin y participacin en una poltica de equidad y democracia. La
emancipacin viene de ms adentro, de la voluntad de poder que
tiene sus races en el ser y no en el orden jurdico de la justicia y el
orden econmico de la distribucin. El empoderamiento con el
cual se pretende dar voz a los sin voz no les devuelve la palabra pro-
pia. La emancipacin del Ser es la liberacin de la palabra y del
pensamiento para ejercer el derecho de Ser, que est ms all de las
ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL 297
reivindicaciones por una distribucin ecolgica y una justicia am-
biental.
As, dentro de la imaginacin abolicionista y el pensamiento liber-
tario que inspiran a la ecologa poltica, la disolucin del poder de
una minora privilegiada para sojuzgar a las mayoras excluidas se
convierte en una tarea prioritaria. La ecologa poltica es un rbol
cultivado por los movimientos sociales que se cobijan bajo su follaje;
un rbol con ramas que enlazan diversas lenguas, una Babel donde
habremos de comprendernos desde nuestras diferencias, donde ca-
da vez que alcemos el brazo para alcanzar sus frutos degustemos el
sabor de cada terruo de nuestra geografa, de cada cosecha de
nuestra historia, de cada vino de nuestra invencin. Andando ese ca-
mino habremos de darle nombre propio a su savia, como esos serin-
gueiros que se inventaron como seres en este mundo bajo el nombre
del rbol del que con su ingenio extrajeron el alimento de sus cuer-
pos y el espritu de su cultura.
7. RACIONALIDAD AMBIENTAL, OTREDAD
Y DILOGO DE SABERES
INTRODUCCIN
La crisis ambiental es el sntoma la marca en el ser, en el saber, en
la tierra del lmite de la racionalidad fundada en una creencia in-
sustentable: la del entendimiento y la construccin del mundo lleva-
do por la idea de totalidad, universalidad y objetividad del conoci-
miento que condujo a la cosificacin y economizacin del mundo. El
ecologismo es el ltimo intento por recuperar la unidad de ese mun-
do resquebrajado, fundado en ese mito de origen anclado en la me-
tafsica, que con la disyuncin entre el ser y el ente inicia la odisea
del mundo occidental, aventura civilizatoria que llega a su lmite con
la crisis ambiental: crisis de la naturaleza como degradacin del am-
biente, pero, sobre todo crisis del conocimiento, que slo es posible
trascender rompiendo el cerco de la mismidad del conocimiento y
su identidad con lo real fundado en el imaginario de la representa-
cin, abrindose al infinito desde un dilogo de saberes en el en-
cuentro del Ser con la Otredad.
A partir de los aos sesenta la interdisciplinariedad y las teoras de
sistemas aparecieron como las vas ms certeras para articular un co-
nocimiento fraccionado del mundo (Apostel, 1975; Leff, 1986b). Al
mismo tiempo se fue configurando un discurso en torno al desarro-
llo sostenible, el cual busca actualizar y unificar las visiones del mun-
do conmovidas y dislocadas por la crisis del desarrollo y el lmite del
crecimiento econmico. En la perspectiva de la sustentabilidad ree-
merge la idea de futuro de un futuro sustentable en el campo de la
historia, de un proceso de transformacin social orientado por una
tica de solidaridad transgeneracional. El discurso del desarrollo sos-
tenible se ha dado as unos principios que deberan orientar las accio-
nes para alcanzar los fines de la sustentabilidad. As llega a formular-
se la idea de un futuro comn como el saber de fondo en el que
se inscriben los Principios de Ro, la Carta de la Tierra, la Agenda 21
y el ms reciente Plan de Implementacin de Johannesburgo. Los do-
cumentos en los que se plasma este ideario con problemas a resol-
[298]
RACIONALIDAD AMBIENTAL 299
ver, mecanismos a establecer y fines a alcanzar, conforman una bit-
cora programtica de acciones a emprender, de polticas a desarro-
llar, de comportamientos a modificar. Mas estos principios no alcan-
zan a constituir una tica, una deontologa, una racionalidad prcti-
ca o una ruta crtica para alcanzar fines de sustentabilidad.
La sustentabilidad como marca de un lmite de la racionalidad que
organiza al planeta-mundo y a los mundos de vida en la era de la glo-
balizacin es el horizonte que permite trascender el cierre de la his-
toria y reabrir el caso del punto final del estado del mundo que, par-
tiendo de la denominacin de lo real, llega al congelamiento de sus
significados; no tanto por un agotamiento de la significacin del len-
guaje, sino por la codificacin del mundo bajo el signo omnipresen-
te, omnipotente y ominoso de la ley econmica. La logstica del de-
sarrollo sostenible se viene aplicando como un ars combinatoria, en un
intento de reintegrar las partes disociadas y fragmentadas del cuerpo
social, sin un fundamento terico sobre las races ontolgicas, episte-
molgicas y ticas de esta crisis de la humanidad. La construccin de
un futuro sustentable implica pensar la apertura de la historia, el des-
asimiento del orden cosificador y sobreeconomizador del mundo.
Apunta hacia la creatividad humana, el cambio social y la construc-
cin de alternativas. Es ello lo que lleva a la racionalidad ambiental a
pensar la apertura de lo mismo hacia lo otro.
En la profundidad de las transformaciones y el reordenamiento
del mundo bajo la gida de la globalizacin econmico-ecolgica, es-
t fraguando el campo de una ecologa poltica, donde emergen los
conflictos en torno a la apropiacin social de la naturaleza. Estos pro-
cesos se expresan en formaciones discursivas que resignifican a la na-
turaleza y confrontan a las polticas dominantes del desarrollo soste-
nible. La disputa sobre los sentidos de la sustentabilidad dentro del
campo de la ecologa poltica problematiza a los principios ticos,
epistemolgicos y ontolgicos, atrayndolos de su campo originario
de la metafsica y de la filosofa al del conflicto de intereses en torno
a la apropiacin social de la naturaleza. En este sentido se abren nue-
vas perspectivas de indagacin sobre los procesos sociales que orien-
tan la construccin de un futuro sustentable.
a) El desbordamiento de la interdisciplinariedad como una com-
binatoria e integracin de las perspectivas provenientes de las disci-
plinas existentes y sus referentes (cosificados) del mundo, hacia un
dilogo de saberes. La comprensin y la intervencin social sobre la
naturaleza rebasan el campo privilegiado de las ciencias y de la racio-
ENRIQUE LEFF 300
nalidad dominante y llevan a pensar la sustentabilidad desde el en-
cuentro de seres constituidos por saberes.
b) La construccin de una racionalidad ambiental dentro de un
campo conflictivo de intereses y concepciones diversos, que pone en
juego una disputa sobre los sentidos de la sustentabilidad, problema-
tizando el lugar del conocimiento, de la racionalidad, del saber y de
la tica en la construccin de un futuro sustentable.
c) La construccin de sociedades sustentables trascendiendo la re-
lacin del conocimiento con la objetividad de una realidad produci-
da por el efecto de la globalizacin y de la unificacin de las formas
de comprensin del mundo, abriendo la puerta de la historia desde
la diversidad cultural y la relacin tica del Ser con lo Otro.
Estos temas ponen de relieve el problema de la relacin social a
travs del lenguaje y del habla, de la comunicacin intersubjetiva y
de la relacin de otredad, que llevan a cuestionar y a desconstruir los
preconceptos que fundan nuestra percepcin del mundo desde las
entraas de su racionalidad dominante. Para ello habremos de ex-
plorar dos vas para abordar el encuentro de saberes y de racionali-
dades en la construccin del desarrollo sostenible:
a) El concepto de racionalidad comunicativa de Jurgen Haber-
mas, como forma de entendimiento de los procesos actuales de ra-
cionalizacin social, en cuanto a su posibilidad de conducir hacia la
construccin de un consenso social que oriente la accin social para
alcanzar un futuro comn sustentable.
b) El concepto de otredad de Emmanuel Levinas, que introduce
una relacin tica, anterior y ms all de toda ontologa y toda epis-
temologa, en la construccin de un porvenir sustentable.
Estas vas sern contrastadas con el concepto de racionalidad am-
biental y nos llevarn a desarrollar los principios de un dilogo de sa-
beres en la construccin de sociedades sustentables. Esta indagacin
habr de problematizar el concepto mismo del saber (ambiental) pa-
ra pensar las relaciones de constitucin entre el ser y el saber que
permitan trascender las relaciones de conocimiento del mundo en-
tre sujeto cognoscente y realidad objetiva; de los lmites de lo cog-
noscible y la apertura a lo Otro y lo Infinito desde una perspectiva
tica. La racionalidad ambiental emerger como el concepto de una
razn razonable que trasciende a la racionalidad sujeta a la positividad
de un presente sin futuro, de una utilidad sin valores, de un mundo
objetivado sin referentes ni sentidos.
El dilogo de saberes es la tensin dialctica del vaco de sentido,
RACIONALIDAD AMBIENTAL 301
de lo que falta por decir al poner en tensin dos sentencias, dos pro-
puestas, dos argumentaciones, de donde emerge la potencia de la ra-
zn, de la palabra, del habla y de lo inefable en el encuentro con la
otredad ms all de la razn terica y la ontologa del ser. En el con-
texto de este texto, la produccin terica que habr de producirse
en la contrastacin de pensamientos y teoras es la puesta en acto
(de escritura) de un dilogo en el que la relacin de otredad de los
saberes convocados se produce en un texto a texto (letra a letra),
ms ac del encuentro cara a cara y el dilogo fresco de la palabra vi-
va de los actores sociales, quienes desde sus razones, significaciones
y prcticas apuestan por un futuro sustentable.
HABERMAS Y LA RACIONALIDAD COMUNICATIVA
Jurgen Habermas se inscribe dentro de la tradicin del pensamiento
crtico alemn que de Marx y Weber a Horkheimer y Adorno cuestio-
na el saber totalizante que se desprende de la dialctica del iluminis-
mo y de la racionalidad terica e instrumental como fundamento del
pensamiento de la modernidad. Sin abandonar dicho concepto de
racionalidad, busca actualizarlo y adecuarlo al carcter de la socie-
dad que esta misma racionalidad ha construido. De esta manera pos-
tula que
La teora de la accin comunicativa puede explicar [el hecho de que] es la
propia evolucin social la que tiene que generar los problemas que objetiva-
mente abran a los contemporneos un acceso privilegiado a las estructuras
generales de su mundo de vida (1990: 572).
Y en esta perspectiva declara:
El propsito de este bosquejo argumentativo es mostrar que necesitamos
una teora de la accin comunicativa si queremos abordar hoy de forma ade-
cuada la problemtica de la racionalizacin social (1989: 23).
Habermas recusa la totalizacin del conocimiento y de una con-
ciencia genrica. De esta manera seala que
ENRIQUE LEFF 302
La filosofa no puede referirse hoy al conjunto del mundo, de la naturaleza,
de la historia y de la sociedad, en el sentido de un saber totalizante [] El
caso es que el pensamiento, al abandonar su referencia a la totalidad, pier-
de tambin su autarqua. Pues el objetivo que ahora ese pensamiento se pro-
pone de un anlisis formal de las condiciones de racionalidad no permite
abrigar ni esperanzas ontolgicas de conseguir teoras sustantivas de la natu-
raleza, la historia, la sociedad, etc., ni tampoco las esperanzas que abrig la
filosofa trascendental de una reconstitucin apriorstica de la dotacin tras-
cendental de un sujeto genrico, no emprico, de una conciencia en gene-
ral (Ibid.: 16-17).
Habermas busca situar la racionalidad del momento actual ms
all de la retotalizacin del conocimiento por la va de la razn te-
rica, el pensamiento sistmico y la interdisciplinariedad de las cien-
cias. Sin embargo, esta crtica del saber totalizante, de la esencialidad
ontolgica que soporta las teoras objetivantes y de una conciencia
general fundada en la idea de un sujeto trascendental, traslada la su-
premaca del concepto cientfico y la categora filosfica que sostie-
nen a la racionalidad terica e instrumental, a una razn inmanente
al lenguaje como soporte a su racionalidad comunicativa. En este
sentido, Habermas busca:
Introducir una teora de la accin comunicativa que d razn de los funda-
mentos normativos de una teora crtica de la sociedad [...] dentro del cual
puede retomarse aquel proyecto de estudios interdisciplinarios sobre el tipo
selectivo de racionalizacin que representa la modernizacin capitalista [a
partir] del concepto de razn comunicativa, de una razn inmanente al uso
del lenguaje, cuando este uso se endereza al entendimiento (1990: 563).
Con su teora de la accin comunicativa Habermas busca enten-
der cmo la razn objetivamente escindida puede mantener todava
una unidad, y cmo establecer una mediacin entre las culturas de
expertos y la prctica cotidiana. Ante la recusa de un saber totaliza-
dor, la racionalidad comunicativa enfrenta el reto de hacer inteligi-
ble la dispersin de enunciados y actos de habla. Basado en una teo-
ra de la argumentacin, busca una frmula razonable para alcanzar
consensos por medio de una comunicacin que se expresa a travs
del lenguaje racional, superando las sombras de irracionalidad que
refleja el fracaso del iluminismo ante la imposible transparencia del
mundo. Siguiendo la tradicin filosfica del idealismo, el racionalis-
RACIONALIDAD AMBIENTAL 303
mo y la fenomenologa, Habermas contina adherido a una suerte
de razn a priori unitaria, universal, genrica inmanente al lengua-
je, capaz de generar consensos entre racionalidades y mundos de vi-
da diferentes. En esta perspectiva, afirma que
el mundo slo cobra objetividad por el hecho de ser reconocido y considerado
como uno y el mismo mundo por una comunidad de sujetos capaces de len-
guaje y de accin. El concepto abstracto de mundo es condicin necesaria
para que los sujetos que actan comunicativamente puedan entenderse en-
tre s sobre lo que sucede en el mundo o lo que hay que producir en el mun-
do. Con esta prctica comunicativa se aseguran a la vez del contexto comn
de sus vidas, del mundo de la vida que intersubjetivamente comparten. ste
viene delimitado por la totalidad de las interpretaciones que son presupues-
tas por los participantes como un saber de fondo. Para poder aclarar el con-
cepto de racionalidad, el fenomenlogo tiene que estudiar, pues, las condi-
ciones que han de cumplirse para que se pueda alcanzar comunicativamen-
te el consenso (1989: 30-31).
Cun alejada de este mundo ideal de una intersubjetividad basa-
da en un saber de fondo est la visin de una racionalidad ambien-
tal conformada por matrices de racionalidad que no unifican sus vi-
siones, cogniciones e interpretaciones en ninguna totalidad, y cuyos
consensos no disuelven las diferencias que alimentan la productivi-
dad del dilogo de los saberes que en ellas se inscriben. En todo ca-
so, el saber de fondo que establece las condiciones de consenso no
slo se deriva de una racionalidad instrumental o de una verdad pre-
establecida. Pues como afirma Habermas,
la racionalidad de las personas no slo se manifiesta en su capacidad para
llegar a un acuerdo sobre hechos o para actuar con eficiencia [] es eviden-
te que existen otros tipos de emisiones y manifestaciones que, aunque no va-
yan vinculadas a pretensiones de verdad o de eficiencia, no por ello dejan
de contar con el respaldo de buenas razones.
Habermas incorpora al orden de lo racional toda accin que, fun-
dndose en valores, sea posible de ser argumentada racionalmente y
susceptible de crtica. En este sentido, es racional
aquel que sigue una norma vigente y es capaz de justificar su accin frente
a un crtico interpretando una situacin dada a la luz de expectativas legti-
ENRIQUE LEFF 304
mas de comportamiento. E incluso llamamos racional a aquel que expresa
verazmente un deseo, un sentimiento, un estado de nimo, que revela un se-
creto, que confiesa un hecho, etc., y que despus convence a un crtico de
la autenticidad de la vivencia as develada sacando las consecuencias prcti-
cas y comportndose en forma consistente con lo dicho [incluyendo las] ma-
nifestaciones provistas de sentido inteligibles en su contexto, que van vincu-
ladas a una pretensin de validez susceptible de crtica (Ibid., 1989: 34).
De esta manera, una accin no slo es racional por ser objetiva y
corresponder con hechos, sino por ser argumentable racionalmen-
te y susceptible de crtica. En este sentido, la racionalidad comunica-
tiva excluye las razones inefables y las motivaciones irracionales, con-
siderando vlidas tan slo las expresiones que puedan establecer una
intersubjetividad fundada en un cdigo cultural y estndares de va-
lor compartidos, de manera que,
las acciones reguladas por normas, las autopresentaciones expresivas y las
manifestaciones o emisiones evaluativas vienen a completar los actos de ha-
bla constatativos para configurar una prctica comunicativa que sobre el
trasfondo de un mundo de vida tiende a la consecucin, mantenimiento, y
renovacin de un consenso que descansa sobre el reconocimiento intersub-
jetivo de pretensiones de validez susceptibles de crtica (Ibid.: 36).
En este sentido, los valores son vlidos en la medida que remitan
a juicios objetivos que se expresan a travs de una capacidad argu-
mentativa sobre un saber de fondo, delimitando el campo de la ra-
cionalidad a aquel en el cual un hecho o un valor puedan fundamen-
tarse objetivamente y ser susceptibles de crtica. Y en este sentido
considera que
una manifestacin cumple los presupuestos de la racionalidad si y slo si en-
carna un saber falible guardando as una relacin con el mundo objetivo, es-
to es, con los hechos, y resultando accesible a un enjuiciamiento objetivo
(Ibid.: 26).
Habermas parte de
la versin cognitiva en sentido estricto del concepto de racionalidad, que est
definido exclusivamente por referencia a la utilizacin de un saber descripti-
vo [...] de la utilizacin no comunicativa de un saber proposicional en accio-
RACIONALIDAD AMBIENTAL 305
nes teleolgicas [que nace] del concepto de racionalidad cognitivo-instrumental
que a travs del empirismo ha dejado una profunda impronta en la autocom-
prensin de la modernidad. Este concepto tiene la connotacin de una autoa-
firmacin con xito en el mundo objetivo posibilitada por la capacidad de ma-
nipular informadamente y de adaptarse inteligentemente a las condiciones de
un entorno contingente. [A esta versin cognoscitiva Habermas aade] la uti-
lizacin comunicativa del saber proposicional en actos de habla [incorporan-
do] un concepto de racionalidad ms amplio que enlaza con la vieja idea de
logos. Este concepto de racionalidad comunicativa posee connotaciones que en
ltima instancia se remontan a la experiencia central de la capacidad de au-
nar sin coacciones y de generar consenso que tiene un habla argumentativa
en que diversos participantes superan la subjetividad inicial de sus respectivos
puntos de vista y merced a una comunidad de convicciones racionalmente
motivada se aseguran a la vez de la unidad del mundo objetivo y de la inter-
subjetividad del contexto en que desarrollan sus actividades (Ibid.: 27).
La racionalidad comunicativa se enmarca as en una concepcin
del mundo objetivo y de una intersubjetividad anclada en un yo due-
o de su lenguaje y de su razn. Sin embargo, la capacidad argumen-
tativa no remite ni a la verdad ni a la justicia. Habermas no logra des-
prenderse de la idea de racionalidad que organiza y limita el entendi-
miento del mundo moderno. De esta manera, concibe al psicoanlisis
como una teraputica basada en la argumentacin, donde en el pro-
ceso de autorreflexin juegan su papel las razones; el correspondien-
te tipo de argumentacin lo estudi Freud para el caso del dilogo te-
raputico entre el mdico y el paciente. Los sueos, los deseos, las
utopas, la denegacin y la resistencia del silencio todo lo que estara
estructurado por el lenguaje del deseo inconsciente, estara fuera de
la esfera de la racionalidad comunicativa, pues lo racional sera exclu-
sivo de una persona que se muestra dispuesta al entendimiento y que
ante las perturbaciones de la comunicacin reacciona reflexionando
sobre las reglas lingsticas (Ibid.: 42).
Siguiendo a Horkheimer y Adorno, Habermas busca superar el
entendimiento del mundo desde el principio de representacin y de
la racionalidad cognoscitivo-instrumental para construir el concepto
de racionalidad comunicativa fundado en una filosofa del lenguaje
en el que:
esa facultad mimtica [que] escapa a la conceptualizacin de las relaciones
sujeto-objeto definidas en trminos cognitivo-instrumentales [donde] el n-
ENRIQUE LEFF 306
cleo racional de estas operaciones mimticas slo podra quedar al descubier-
to si se abandona el paradigma de un sujeto que se representa los objetos y que
se forma en el enfrentamiento con ellos por medio de la accin, se lo sustitu-
ye por el paradigma de la filosofa del lenguaje, [donde] el entendimiento in-
tersubjetivo o comunicacin, y el aspecto cognitivo-instrumental queda inser-
to en el concepto, ms amplio, de racionalidad comunicativa. [Ello implica] un
cambio de paradigma en teora de la accin: mudar de la accin teleolgica
a la accin comunicativa; y por otro lado, un cambio de estrategia en la ten-
tativa de reconstruir el concepto moderno de racionalidad que la descentra-
cin de la comprensin del mundo hace posible. El fenmeno que hay que
explicar ya no es el conocimiento y el sojuzgamiento de una naturaleza objetiva-
da tomados en s mismos, sino la intersubjetividad del entendimiento posible [...]
El foco de la investigacin se desplaza entonces de la racionalidad cognitivo-
instrumental a la racionalidad comunicativa (Habermas, 1989: 497, 499)
Habermas deja atrs el paradigma del conocimiento de lo real fun-
dado en el imaginario de la representacin para acercarse a un en-
tendimiento del mundo. De esta manera busca pasar de la filosofa
de la conciencia a una filosofa del lenguaje que dara nuevas bases a
la idea iluminista de la razn y los procesos de racionalizacin, en el
sentido de repensar las condiciones de un pacto social orientado por
un entendimiento del mundo y fundado en una racionalidad comu-
nicativa:
A diferencia de representacin o de conocimiento, entendimiento pre-
cisa de la apostilla no coaccionado, ya que ese trmino ha de entenderse
aqu en el sentido de un concepto normativo. Desde la perspectiva de los
participantes, entendimiento no significa un proceso emprico que da lu-
gar a un consenso fctico, sino un proceso de recproco convencimiento,
que coordina las acciones de los distintos participantes a base de una motiva-
cin por razones [...] Es precisamente esto lo que nos autoriza a abrigar la es-
peranza de obtener, a travs de la clarificacin de las propiedades formales
de la interaccin orientada al entendimiento, un concepto de racionalidad
que exprese la relacin que entre s guardan los momentos de la razn sepa-
rados en la modernidad, ya los rastreemos en las esferas culturales del valor,
en las formas diferenciadas de argumentacin o en la propia prctica comu-
nicativa cotidiana (Ibid.: 500)
Empero, la razn integradora y consensual que propone Haber-
mas resulta en una racionalizacin de lo social establecido y del pen-
RACIONALIDAD AMBIENTAL 307
samiento de lo social por el funcionamiento de la racionalidad inma-
nente a la accin comunicativa, ms que de una poltica de la dife-
rencia capaz de conciliar visiones e intereses diversos mediante un
dilogo de saberes. La racionalidad comunicativa sera la que corres-
pondera a la funcin unificadora de lo social del estado democrti-
co de la modernidad:
Si partimos de que la especie humana se mantiene a travs de las actividades
socialmente coordinadas de sus miembros y de que esta coordinacin tiene
que establecerse por medio de la comunicacin, y en los mbitos centrales
por medio de una comunicacin tendiente a un acuerdo, entonces la repro-
duccin de la especie exige tambin el cumplimiento de las condiciones de la
racionalidad inmanente a la accin comunicativa. Estas condiciones se tor-
nan accesibles en la modernidad es decir, con la descentracin de la com-
prensin del mundo y la diferenciacin de distintos aspectos universales de
validez [...] El proceso de autoconservacin, al tener ahora que satisfacer las
condiciones de racionalidad de la accin comunicativa, pasa a depender de
las operaciones interpretativas de los sujetos que coordinan su accin a tra-
vs de pretensiones de validez susceptibles de crtica. De all que lo caracte-
rstico de la posicin de la conciencia moderna no sea tanto la unidad de au-
toconservacin y autoconciencia como esa situacin de que son expresin la
filosofa social burguesa y la filosofa burguesa de la historia: que el plexo de
la vida social se reproduce a travs de las acciones racionales con arreglo a
fines de sus miembros, controlados por medios generalizados de comunica-
cin, y simultneamente a travs de una voluntad comn anclada en la prc-
tica comunicativa de todos los individuos [...] A diferencia de la razn instru-
mental, la razn comunicativa no puede subsumirse sin resistencias bajo una
autoconservacin enceguecida. Se refiere no a un sujeto que se conserva re-
lacionndose con objetos en su actividad representativa y en su accin, no a
un sistema que mantiene su consistencia o patrimonio deslindndose frente
a un entorno, sino a un mundo de la vida simblicamente estructurado que
se constituye en las aportaciones interpretativas de los que a l pertenecen y
que slo se reproduce a travs de la accin comunicativa. As, la razn comu-
nicativa no se limita a dar por supuesta la consistencia de un sujeto o de un
sistema, sino que participa en la estructuracin de aquello que se ha de con-
servar. La perspectiva utpica de reconciliacin y libertad est basada en las
condiciones mismas de la socializacin (Vergesellschaftung) comunicativa
de los individuos, est ya inserta en el mecanismo lingstico de reproduc-
cin de la especie (Ibid.: 506-507).
ENRIQUE LEFF 308
El entendimiento del mundo que propone la racionalidad comu-
nicativa de Habermas resuena en las estrategias discursivas del desa-
rrollo sostenible que buscan un consenso para la autoconservacin
del planeta ms all del dictado de un imperativo econmico, ecol-
gico o tecnolgico y se abre a un dilogo de interpretaciones (sim-
blicamente estructurado) que no se sometera a las razones de fuer-
za mayor del sistema, participando en la estructuracin de aquello
que hay que conservar. Si bien las condiciones de la sustentabilidad
no son las que emergen de una conciencia de especie, la socializa-
cin comunicativa se da con un fondo de saber establecido y del
mecanismo lingstico de reproduccin de la especie.
Sin embargo, lo que justamente est en juego en la construccin de
un futuro sustentable son las formas emergentes de significacin del
mundo y de la naturaleza, por lo que la poltica de la sustentabilidad
no lleva a un consenso sobre la base de una racionalidad fundada en
la inmanencia del lenguaje, sino de las estrategias de poder que pro-
mueven el saber de fondo de la ecologa, del pensamiento sistmico y
de la lgica del mercado, y de estrategias diferenciadas, divergentes y
muchas veces antagnicas de reapropiacin del mundo y de la natura-
leza. La sustentabilidad posible ser la resultante de estas tensiones y
sus vas polticas de resolucin, ms que de una solucin por la va de
un consenso a travs de una racionalidad comunicativa, que oriente la
construccin de un futuro comn.
A partir de los presupuestos de la racionalidad comunicativa, Ha-
bermas analiza las relaciones actor-mundo como tipos puros de ac-
cin orientada al entendimiento y piensa que
analizando los modos de empleo del lenguaje puede aclararse qu significa
que un hablante [...] entable una relacin pragmtica con: algo en el mun-
do objetivo (como totalidad de las entidades sobre las que son posibles
enunciados verdaderos); con algo en el mundo social (como totalidad de las
relaciones interpersonales legtimamente reguladas); con algo en el mundo
subjetivo (como totalidad de las propias vivencias a las que cada quien tiene
un acceso privilegiado y que el hablante puede manifestar verazmente ante
un pblico), relacin en la que los referentes del acto de habla aparecen al
hablante como algo objetivo, como algo normativo o como algo subjetivo
(Habermas, 1990: 171).
Habermas define as al saber como la experiencia subjetiva que
puede trasladarse hacia el entendimiento y ser tematizada:
RACIONALIDAD AMBIENTAL 309
En cuanto el asunto se convierte en ingrediente de una situacin, puede de-
venir sabido y ser problematizado como hecho, como contenido de una nor-
ma, como contenido de una vivencia. Antes de hacerse relevante para una
situacin, esa misma circunstancia slo est dada en el modo de una autoe-
videncia del mundo de la vida con la que el afectado est familiarizado intuiti-
vamente sin contar con la posibilidad de una problematizacin. Ni siquiera
es algo sabido en sentido estricto, si el saber se caracteriza por poder ser
fundamentado y puesto en cuestin. Slo los limitados fragmentos del mun-
do de la vida que caen dentro del horizonte de una situacin constituyen un
contexto de accin orientada al entendimiento que puede ser tematizado y
aparecer bajo la categora de saber (Ibid.: 176).
La racionalidad comunicativa se constituye as desde el fondo de
un saber, un saber que remite a la conciencia que se levanta por en-
cima de la evidencia del mundo de la vida para poner a prueba su
objetividad, para ser fundamentado y cuestionado, tematizado y pro-
blematizado. El saber sale de su interioridad para entrar en el mbi-
to de la norma, de la objetividad de la relacin intersubjetiva, aleja-
do de la relacin ser-saber, de los saberes comunes diferenciados y de
sus disensos. La otredad (el saber del otro, el saber en potencia, el
no saber) queda fuera del entendimiento, para disolverse en la fami-
liaridad de la cultura constituida por el saber comn de formas de la
inteligibilidad del entendimiento posible preestablecidas por las es-
tructuras del mundo de la vida:
las nuevas situaciones emergen a partir de un mundo de la vida que est
construido a partir de un acervo cultural de saber que nos es siempre fami-
liar. Frente a ese mundo los agentes comunicativos no pueden adoptar una
posicin extramundana, al igual que tampoco pueden hacerlo frente al len-
guaje como medio de los procesos de entendimiento merced a los que el
mundo de la vida se mantiene [...] Las estructuras del mundo de la vida fi-
jan las formas de la intersubjetividad del entendimiento posible [...] hablan-
te y oyente se entienden desde, y a partir de, el mundo de la vida que les es
comn, sobre algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo
subjetivo (Ibid.: 178-179).
La racionalidad comunicativa se mantiene dentro de una episte-
mologa positivista y fenomenolgica, desconociendo el campo de la
comprensin existencial del ser en el mundo, del saber abierto al
mundo no objetivo, del saber abierto a la diversidad de saberes y a la
ENRIQUE LEFF 310
otredad, afirmando la necesidad de rescatar una razn universal ca-
paz de iluminar las figuras opacas del pensamiento mtico y las ma-
nifestaciones incomprensibles de las culturas ajenas:
La prueba definitiva de una teora de la racionalidad con la que la compren-
sin moderna del mundo pudiera asegurarse de su universalidad, slo estri-
bara en que las figuras opacas del pensamiento mtico se iluminaran y se acla-
raran las manifestaciones no-comprensibles de las culturas ajenas, y se aclara-
ran de suerte que no slo entendiramos los procesos de aprendizaje que nos
separan de ellas, sino que nos percatramos tambin de lo que hemos desa-
prendido en el curso de nuestros procesos de aprendizaje (Ibid.: 568).
El saber ambiental y el dilogo de saberes emergen del cuestiona-
miento de ese saber de fondo por la crisis ambiental que vuelve pro-
blemticos los mundos de vida modernos y tradicionales, y cuestiona
la centralidad, la universalidad y la generalidad de un pretendido sa-
ber totalizante ordenador del proceso de globalizacin. La razn eco-
nmica e instrumental y los procesos de racionalizacin en el enten-
dimiento de la realidad han quedado saturados y rebasados. El trn-
sito hacia la sustentabilidad anuncia otro saber, otra racionalidad, que
trascienden lo pensable desde la ontologa y la epistemologa herede-
ras de la metafsica y la naturalizacin de la cultura.
1
La racionalidad comunicativa vendra a ser el intento pstumo pa-
ra hacer inteligible el mundo y los mundos de la vida que ha gene-
rado la racionalidad cognoscitiva e instrumental. La accin social es
movilizada normada, legitimada por lo comunicable racionalmente
y cercada por los lmites que esa razn impone a la invencin de un
futuro. El dilogo de saberes se establece dentro de una racionalidad
ambiental que rompe el cerco de la racionalidad objetivante y se abre
hacia la otredad; busca comprender al otro, negociar y alcanzar acuer-
dos con el otro, sin englobar las diferencias culturales en un saber de
fondo universal ni traducir lo otro en trminos de lo mismo. El fu-
turo se abre en un dilogo de saberes diferenciados, mas tambin con
1
A un desarrollo de la diferencia ontolgica, en el sentido de una teora de la co-
municacin generalizada (que se sirva de las contribuciones de la psicologa, de la
teora de la informacin, de los estudios sobre la pragmtica de la comunicacin, de
la teora de los sistemas), debera de este modo ponerse al lado una nueva meditacin
de la diferencia ontolgica, como hacerse valer de la naturaleza en cuanto fondo-tras-
fondo-desfundamentacin natural de la cultura (Vattimo, 1998:147). Cf. cap. 7, supra
y cap. 8, infra.
RACIONALIDAD AMBIENTAL 311
un dilogo abierto a lo inefable e invisible, en una atenta espera con
las incgnitas de aquello que no se presenta al conocimiento objetivo
y a la argumentacin razonada: que no es inmanente a la ontologa, a
la razn y a la palabra. Las perspectivas de la sustentabilidad se desplie-
gan as en el horizonte del encuentro del ser con la otredad.
TICA, ONTOLOGA Y SABER EN LEVINAS:
EL TODO, EL OTRO, EL FUTURO, EL INFINITO
La racionalidad de la modernidad, al orientar el pensamiento y la
accin hacia ciertos fines, ha construido diques al flujo del tiempo
en el ser. La ciencia, afirma Prigogine, produce un conocimiento
fuera del tiempo; desconoce el pasado y el futuro. La racionalidad
que se propone como sentido un fin, pone fin a la historia; va inter-
viniendo a las gramticas y conjugaciones de los tiempos futuros de
las diferentes lenguas y bloqueando el campo de significancia que
viene de la relacin abierta por la diversidad cultural en la creativi-
dad de los sentidos de la naturaleza, en la infinita generatividad
entre lo real y lo simblico.
Dante habra sido el primero en denunciar en su Infierno los lmi-
tes del conocimiento y el cerco que erige al futuro:
Per comprender puoi
che tutta morta
fia nostra conoscenza
da quel punto, che del futuro
fia chiusa la porta
Y George Steiner ms recientemente advierte que
No habr historia individual ni social, tal como la conocemos, sin las siem-
pre renovadas fuentes de vida que brotan de las proposiciones en futuro.
Componen lo que Ibsen llamaba mentira de la vida, la dinmica compleja
de la anticipacin, de voluntad, de ilusin consoladora de la que depende
nuestra supervivencia psquica y, por qu no, biolgica (Steiner, 2001a: 172).
El futuro humano no es la evolucin de la naturaleza. Es un tiem-
po que se construye a partir de proposiciones de futuro que se formu-
ENRIQUE LEFF 312
lan en relaciones de otredad y en un dilogo de saberes. La relacin
de otredad no es una de referencia con lo Real, de trascendencia del
Ser o de transferencia con un gran Otro. No se establece en la pola-
ridad que produce el pensamiento metafsico como la dualidad men-
te-cuerpo, sujeto-objeto, unidad-diversidad. No es una relacin dia-
lctica. La relacin con lo otro se da en el orden del ser y del saber;
es una relacin de diferencia, pero sobre todo es deferencia, relacin
tica con el otro humano y no una relacin ontolgica, epistemolgi-
ca o fenomenolgica. Si Heidegger encuentra la raz del malestar de
la cultura occidental en la disyuncin entre el ser y el ente, Levinas
acusa un pecado original de races ms profundas: el de la constitu-
cin del ser humano por el lenguaje. Desde all recupera un sentido
tico capaz de conmover los fundamentos ontolgicos del pensa-
miento que cerca al ser, que lo pone en estado de sitio y lo fija en la
objetividad de un presente sin trascendencia ni escapatoria. Pues el
conocimiento objetivo, aunque sea desinteresado, no por ello deja de
estar marcado por el modo en que el ser cognoscente ha abordado lo
Real. Por ello, todo dilogo guiado por una racionalidad comunicati-
va, ms all de su voluntad expresa de lograr consensos que diriman
los conflictos de la diferencia, queda atrapado en un saber de fon-
do que desconoce a la otredad que abre la puerta al futuro.
Desde esa aseveracin se devela otro sentido del discurso, del ha-
bla y de la comunicacin: aquel que se expresa al descubrirse el ros-
tro y entrar en dilogo con un otro:
El rostro es una presencia viva, es expresin. La vida de la expresin consis-
te en deshacer la forma en la que el ente, que se expone como tema, se di-
simula por ella misma. El rostro habla. La manifestacin del rostro es ya dis-
curso [...] Esta manera de deshacer la forma adecuada al Mismo para pre-
sentarse como Otro, es significar o tener un sentido. Presentarse al signifi-
car, es hablar (Levinas, 1977/1997: 89).
Levinas, demarcndose de Heidegger, postula as una tica ante-
rior y ms all de toda ontologa:
La esfera primordial que corresponde a lo que llamamos el Mismo slo se
vuelve hacia lo absolutamente otro por la llamada del Otro. La revelacin,
con relacin al conocimiento objetivante, constituye una verdadera inversin.
En Heidegger ciertamente, la coexistencia es planteada como una relacin
con otro, irreducible al conocimiento objetivo, pero reposa tambin, a fin
RACIONALIDAD AMBIENTAL 313
de cuentas, en la relacin con el ser en general, en la comprensin, en la on-
tologa. De antemano, Heidegger plantea este fondo del ser como horizon-
te en el que surge todo ente, como si el horizonte y la idea de lmite que in-
cluye y que es propia de la visin, fuesen la trama ltima de la relacin. Ade-
ms, en Heidegger, la intersubjetividad es coexistencia, un nosotros anterior
al Yo y al Otro, una intersubjetividad neutra. El cara-a-cara, a la vez, anuncia
una sociedad y permite mantener un Yo separado (Ibid.: 91).
El Otro es rostro, pero tambin es lo otro del saber totalizador. El
ambiente, en tanto que es un saber, aparece como esa externalidad (lo
absolutamente Otro) del conocimiento objetivo que busca la mismi-
dad entre la palabra y la cosa, la identidad entre el concepto y lo real,
el reflejo del ente en el conocimiento. Por ello el ambiente no es una
dimensin internalizable o asimilable dentro de un sistema terico,
una economa del saber, o en los paradigmas objetivantes del cono-
cimiento:
Si la totalidad no puede constituirse, es porque lo Infinito no se deja inte-
grar. No es la insuficiencia del Yo la que impide la totalidad, sino lo Infinito
del Otro [...] En la metafsica, un ser est en relacin con lo que no podra
absorber, con lo que no podra comprender, en el sentido etimolgico de es-
te trmino [...] El Mismo y el Otro no podran entrar en un conocimiento
que los abarcara. Las relaciones que sostiene el ser separado con el que lo
trasciende no se producen sobre el fondo de la totalidad, ni se cristalizan en
sistema (Ibid.: 103).
El infinito no es existir sin lmites, sino la apertura a la invencin
del ser por la accin del lmite en lo real (entropa) y en lo simblico
(la muerte). La realidad del ente cosa, dato, hecho como suma ar-
ticulada de determinaciones de procesos objetivos, ignora y niega la
indeterminacin absoluta del hay, postulando un existir sin exis-
tentes, negando la existencia en el tiempo y el tiempo del ser y de lo
real. El ente que se manifiesta en la realidad presente se produce
en el tiempo y abre lo posible como potencia indeterminada del ser.
La diferencia no slo se da en la disyuncin del ser y en la diversidad
del ser. Se da en una relacin de alteridad que rechaza la totalidad y
la globalidad, que abre as el infinito en la dialctica del ser de lo real
y del ser-ah, con lo Otro y con el otro. La apertura y fertilidad del ser
que surge del encuentro con lo otro es algo invisible, imprevisible
desde una visin, un conocimiento y un saber que pudieran anticipar-
ENRIQUE LEFF 314
se a los hechos, al advenimiento del ser en un devenir de lo posible
ya inscrito en la potencia de lo real como epignesis, novedad, azar y
teleonoma. La llamada del infinito es la convocatoria a aquello que
slo podra provenir de un encuentro con un otro que no se confor-
ma ni disuelve en la universalidad, generalidad, unidad o mismidad
del pensamiento sobre el mundo presente. Lo que emerge en el en-
cuentro con la otredad escapa a toda voluntad, a toda idea y a todo
poder sobre su realizacin posible:
El Otro me mide con una mirada incomparable con aquella con la que lo
descubro. La dimensin de altura en la que se coloca el Otro es como la cur-
vatura primera del ser en la cual se sostiene el privilegio del Otro, el desni-
velamiento de la trascendencia [...] El Otro no es trascendente porque sera
libre como yo. Su libertad, al contrario, es una superioridad que viene de su
trascendencia misma [...] La relacin con el Otro no se convierte, como en
el conocimiento, en gozo y posesin, en libertad. El Otro se impone como
una exigencia que domina esta libertad, y a partir de aqu, como ms origi-
nal que todo lo que pasa en m. El otro, cuya presencia excepcional se ins-
cribe en la imposibilidad tica de matarlo [...] indica el fin de los poderes.
Si no puedo ms poder sobre l, es porque desborda absolutamente toda
idea que puedo tener de l (Ibid.: 109).
El saber emerge en esa relacin de otredad con el conocimiento
objetivo. El saber ambiental, con su criticidad de la razn dominado-
ra, no es internalizable en los paradigmas cientficos y su diversidad
y diferencia no se disuelven en la totalidad del conocimiento objeti-
vo ni en el saber de fondo que posibilita un consenso de saberes a tra-
vs de una racionalidad comunicativa. Este Otro del conocimiento
no se abandona a la tematizacin o a la conceptualizacin del Otro. Que-
rer escapar a la disolucin en el Neutro, plantear el saber como un recibi-
miento del Otro [es] la condicin del lenguaje sin la cual el discurso filos-
fico mismo no es ms que un acto truncado [...en] que la apariencia de un
discurso se desvanece en el Todo (Ibid.: 110).
El Ambiente-Otro no se subsume en un saber de fondo; los sabe-
res en los que encarna no se unifican en un consenso guiado por
principios de una racionalidad comunicativa. sa es la condicin del
dilogo de saberes como un encuentro creativo que abre la puerta de
salida a la autonoma subsumida en la homogeneidad y universali-
RACIONALIDAD AMBIENTAL 315
dad del mundo, al a priori racional y al entendimiento de una exis-
tencia para s, que globalizan y engullen a la diversidad en el forza-
miento de una unidad. El dilogo de saberes conduce la heterono-
ma de un habla dirigida al otro, donde es posible dar el salto afue-
ra de la realidad establecida para construir nuevos mundos de vida:
Hablar supone una posibilidad de romper y de comenzar. Plantear el saber
como existir mismo de la creatura, como el remontarse, ms all de la con-
dicin hacia el Otro que funda, es separarse de toda una tradicin filosfica
que buscaba en s el fundamento de s misma, fuera de las opiniones heter-
nomas. Pensemos que la existencia para s, no es el ltimo sentido del saber,
sino el retomar el cuestionamiento de s, el retorno hacia el antes que s en
la presencia del Otro. La presencia del Otro heteronoma privilegiada no
dificulta la libertad, la invierte. La vergenza de s, la presencia y el deseo de
lo Otro, no son la negacin del saber: el saber es su articulacin misma. La
esencia de la razn no consiste en asegurar al hombre un fundamento y po-
deres, sino en cuestionarlo y en invitarlo a la justicia [...] El Otro no nos afec-
ta como aquel que es necesario sobrepasar, englobar, dominar, sino en tanto
que otro, independiente de nosotros: detrs de toda relacin que pudira-
mos mantener con l, que surge nuevamente absoluto (Ibid.: 110, 111).
El dilogo de saberes es un dilogo entre seres marcado por la he-
teronoma del ser y del saber, por una otredad que no se absorbe en
la condicin humana genrica, sino que se manifiesta en el encuentro
de seres culturalmente diferenciados; de seres constituidos por sabe-
res que no se reducen al conocimiento objetivo y a la verdad ontolgi-
ca, sino que remiten a la justicia hacia el otro: justicia que no se disuel-
ve ni se resuelve en un campo unitario de derechos humanos, sino en
el derecho a tener derechos diversos de seres diferenciados por su cul-
tura. El dilogo de saberes se forja desde la virtualidad de todo ser que
se da en una trascendencia que es devenir, de lo sido-siendo abierto a
lo porvenir que no habr de emerger por la potencia de un desenvol-
vimiento ontolgico (la autoorganizacin de la materia, la mutacin
gentica, la epignesis del desarrollo biolgico y la emergencia de la
noosfera). El saber se constituye y el dilogo de saberes se produce en
la relacin del ser con su externalidad infinita, en el encuentro con un
ser-Otro, desde sus diferencias, en el horizonte de un infinito que
anuncia un futuro no proyectable, no predecible, quiz inefable.
Lo que an no es, no es la imposibilidad del ser, no es la desazn de
la palabra que falta y de lo real inasible, sino la potencia de aquello
ENRIQUE LEFF 316
que se encuentra, que nace y se construye desenmascarando la opre-
sin del discurso y la realidad fijada por la palabra, develando el co-
nocimiento que encubre el ser, desencadenando la potencia de lo real
hacia el infinito, que es horizonte que no llega nunca a mostrar su ros-
tro y hacerse presente, que no es integrable en un ser pleno, que se
produce movilizando las ausencias y la falta en ser, la fuerza del no,
del an no, del menos que nada, que ms que elogio de la contra-
diccin y de la negacin del No convertido en un nuevo absoluto, el
contrario de la Idea totalizadora, es el reencantamiento de la vida
con el infinito que abre la relacin de otredad; el paso de la indiferen-
cia de la naturaleza hacia el ser a la reanudacin de los sentidos des-
de la diferencia. Ms que aprender a convivir en un mundo desasegu-
rado por la inminencia del caos y la incertidumbre, es la reinsercin
de la vida en el enigma indescifrable de la existencia humana.
Levinas desenmascara el efecto silenciador del empirismo, de la
palabrera que articula datos y hechos (la realidad hecha por la de-
notacin cosificadora), que deja con su estela de silencio la imposi-
bilidad de proferir una palabra lcida y un acto salvador frente al
cierre de la historia en la globalizacin mercantilizada y ecologiza-
da.
2
De esta manera desplaza la idea de verdad como corresponden-
cia entre lo real y el concepto, la palabra y la cosa, al juego infinito
de pensamientos, razonamientos y saberes entre seres diversos, dife-
rentes, diferenciados. Es desde este cuestionamiento de la represen-
tacin de la realidad que la tica sale al rescate del ser de los desva-
ros del conocimiento y el encerramiento de las ciencias. Desde all
se establece el rencuentro de lo real y lo simblico como potencia
del ser no cosificado en la realidad avasallante de una razn de fuer-
za mayor, lugar donde el dilogo de saberes abre, an, un porvenir
fundado en la otredad y la justicia. El saber trasciende al conoci-
miento fundado en la relacin entre objetos. El dilogo de saberes
parte de la interlocucin con un otro que no est dado. Contra to-
do empirismo, Levinas afirma que
el Otro es principio del fenmeno. El fenmeno no se deduce de l; no se
lo encuentra al ascender a partir del signo que sera la cosa, hacia el interlo-
cutor que emite ese signo sin un movimiento anlogo a la marcha que con-
2
El espectculo del mundo silencioso de los hechos est embrujado: todo fen-
meno enmascara, mistifica infinitamente, volviendo la actualidad imposible [...] Com-
prender una significacin no es ir de un trmino de la relacin al otro, percibir rela-
ciones en el seno del dato (Levinas: 114)
RACIONALIDAD AMBIENTAL 317
ducira de la apariencia a las cosas en s. Porque la deduccin es una mane-
ra de pensar que se aplica a objetos ya dados. El interlocutor no podra ser
deducido, porque la relacin entre l y yo es presupuesta por toda prueba
(Ibid.: 114, 115).
El dilogo de saberes no es el dilogo intersubjetivo ni el de las co-
sas en s puestas en comunicacin como entes denotados, como una
relacin de objetos significados por la palabra. Lo que la palabra po-
ne en juego es aquello que se produce en el lenguaje, a saber, el des-
pliegue positivo de la relacin pacfica con lo Otro sin frontera o sin
negatividad alguna (Derrida, 1998: 120). El dilogo de saberes slo
es posible dentro de una poltica de la diferencia, que no es apuesta
por la confrontacin, sino por la paz justa desde un principio de plu-
ralidad. Es en ese sentido que Levinas afirma que La unidad de la
pluralidad es la paz y no la coherencia de elementos que constituyen
la pluralidad (Ibid.: 125).
El saber ambiental viene as a cuestionar al sistema discursivo que
afirma la realidad realmente existente: la objetividad puesta en escena
por una conciencia que emerge como representacin de una realidad
presente; la correspondencia de una racionalidad con el todo social
que esta misma racionalidad ha generado. La otredad proviene del sig-
nificante que se manifiesta al hablar, pensar y proponer otro mundo
que est en otro lugar utopa del mundo objetivo y presente, pues:
La objetividad en la que el ser es propuesto a la conciencia no es un residuo
de la finalidad [] Se plantea en un discurso, en una negociacin que propo-
ne el mundo. Esta proposicin se realiza entre dos puntos que no constituyen
un sistema, un cosmos, una totalidad [] La objetividad del objeto y su sig-
nificacin, provienen del lenguaje. Esta modalidad por la cual el objeto es
puesto como tema que se ofrece, incluye el hecho de significar: no el hecho
de remitir al pensador que lo acopla a eso que es significado (y que es par-
te del mismo sistema), sino el hecho de manifestar el significante, el emisor
del signo, una alteridad absoluta que, sin embargo, le habla y, por lo mismo,
tematiza, es decir, propone un mundo (Levinas, 1977/1997: 118).
El saber ambiental funda otra racionalidad, cuestionando el cono-
cimiento que ha construido la realidad actual, controvirtiendo las fi-
nalidades preestablecidas y los juicios a priori de la racionalidad eco-
nmica e instrumental. El discurso ambiental es palabra viva que
propone un mundo nuevo desde significantes que asignan nuevos
ENRIQUE LEFF 318
sentidos a lo real y a las cosas; desde una palabra que no slo deno-
mina y domina; desde un habla que espera un escucha y una res-
puesta. Es en este sentido que Levinas afirma que El lenguaje no ex-
terioriza una representacin preexistente en m: pone en comn un
mundo hasta ahora mo (Ibid.: 192). La significacin y la inteligibili-
dad del mundo no provienen pues de la falta del Mismo y su necesi-
dad de completarse, sino del deseo del Otro:
La significacin se sostiene en el Otro que dice o que entiende el mundo y
al que su lenguaje o su entendimiento precisamente tematizan. La significa-
cin parte del verbo en que el mundo es, a la vez, tematizado o interpreta-
do, en el que el significante no se separa nunca del signo que emite, sino que
recobra siempre al mismo tiempo que expone [] La significacin de los se-
res no se manifiesta en la perspectiva de la finalidad, sino en la del lenguaje.
Una relacin entre trminos que se resisten a la totalizacin [] La resisten-
cia de un trmino al otro no seala aqu el residuo oscuro y hostil de la alte-
ridad, sino, por el contrario la inagotable excedencia de delicadeza de la pa-
labra [] La palabra es siempre un recuperar lo que siempre fue simple sig-
no arrojado por ella, promesa siempre renovada de esclarecer lo que fue os-
curo en la palabra (Ibid.: 119-120).
El dilogo de saberes no se conduce por la frmula de racionali-
dad comunicativa basada en significados objetivos y en cdigos de ra-
cionalidad preestablecidos por un saber de fondo comn; el dilogo
de saberes es el encuentro de interlocutores que rebasa toda concep-
tualizacin, toda teora y toda finalidad guiada por una racionalidad,
que antepone la justificacin de una racionalizacin a la razn y la
justicia del Otro. Pues como acierta Levinas,
La comunicacin de las ideas, la reciprocidad del dilogo, ocultan ya la
esencia profunda del lenguaje. sta reside en la irreversibilidad de la rela-
cin entre Yo y el Otro [...] el lenguaje slo puede hablarse, en efecto, si el
interlocutor es el comienzo de su discurso, si permanece, en consecuencia,
ms all del sistema, si no est en el mismo plano que yo [...] Los interlocuto-
res como singularidades, irreductibles a los conceptos que constituyen al co-
municar su mundo y al apelar a la justificacin del Otro, presiden a la comu-
nicacin. La razn supone estas singularidades o estas particularidades, no
a ttulo de individuos ofrecidos a la conceptualizacin o que se despojan de
su singularidad para recobrarse idnticas, sino precisamente como interlo-
cutores, seres irremplazables, nicos en gnero, rostros. La diferencia entre
RACIONALIDAD AMBIENTAL 319
las dos tesis: la razn crea las relaciones entre el Yo y el Otro y la ensean-
za del Yo por el Otro crea la razn no es puramente terica (Ibid.: 124, 263).
La relacin de otredad funda otra racionalidad. El encuentro ca-
ra-a-cara no es un encuentro en el imaginario de lo visible o en los
reflejos de la representacin. Lo simblico que se expresa en el ros-
tro vuelve a las fuentes del enigma del lenguaje, la confluencia de
significaciones y la disputa de sentidos que emanan de la organiza-
cin simblica de lo real y se expresa en la diversidad cultural. El en-
cuentro con la otredad que entra en juego por el lenguaje y el habla,
ms all del nombrar lo nuevo, abre el camino a la realizacin de lo
que an no es. Pero la emergencia de lo indito y lo innombrable
pasa tambin por esa llamada al ser desde el lenguaje, del todava
no del lenguaje que evoca y convoca la poesa:
El poeta; a pesar de todo, el poema [...] Para ser lo que debe, lo que es ca-
paz de ser un acto de acercamiento, un movimiento hacia el Otro debe co-
menzar con el reconocimiento de su disparidad, admitir de una vez por to-
das que habla desde otro mbito y que no puede imponerse, que debe con-
tentarse con ofrecerse a s mismo, aunque nadie lo solicite, en su desnudez,
en el silencio que lo rodea. Ningn poema puede nacer de la conviccin
que ya existe un lenguaje que une dos cosas distintas; an debemos crear y
descubrir el todava-no del lenguaje: el anhelo de una utopa, de un sitio ine-
xistente. Como si desde este punto del vaco por fin pudiramos continuar
y averiguar donde estamos (Auster, 1996: 18-19, del prlogo de Jordi Doce).
El dilogo de saberes no aspira a la analoga ni a la reduccin de
la diversidad de sentidos en las homologas de significantes, en su su-
misin a un discurso que recoja sus puntos comunes haciendo de la-
do sus diferencias, sus polisemias, sus silencios y sus significaciones
creativas. El dilogo de saberes produce lo absolutamente nuevo en
la fusin de los elementos que se encuentran, como en una reaccin
qumica, donde las propiedades de la molcula y del nuevo com-
puesto no estn contenidas en sus tomos y sus elementos origina-
rios; o a la produccin de sentido y de lo real que surge de las siner-
gias de la pluralidad y la diversidad cuando
la rima que crean [...] altera la realidad de cada uno. De la misma manera
que dos objetos fsicos, cuando se los aproxima uno al otro, generan fuerzas
electromagnticas que no slo afectan la estructura molecular de cada uno,
ENRIQUE LEFF 320
sino tambin el espacio entre ellos, alterando su propio ambiente, as dos (o
ms) eventos que riman establecen una conexin en el mundo, agregando
una sinapsis ms a ser transitada a travs del vaso pleno de la experiencia
(Auster, 1988: 161).
Mas el dilogo de saberes no es una qumica, ni una gentica, ni
una potica, pues all los elementos no se funden, no riman; se en-
cuentran desde su otredad absoluta; la armona de sus contrapuntos
no elimina las disonancias y desentendidos entre paradigmas y forma-
ciones discursivas, entre el habla y la escucha. Qu es entonces aque-
llo que se produce en el chispazo de ese encuentro de otredades y di-
ferencias, en esa virtualidad de la produccin de sentidos asignados a
la naturaleza por la creatividad de la palabra y la fertilidad del dilo-
go de saberes? Pues no basta afirmar que el mundo llega a ser obje-
to. Ser objeto, ser tema, es ser aquel del cual puedo hablar con al-
guien que ha atravesado el plano del fenmeno y me ha asociado a
l (Levinas, 1977/1997: 22). La racionalidad ambiental complejiza el
encuentro con la otredad que se da en la epifana del rostro al aso-
ciar formas diferenciadas de significar lo real, el fenmeno, la reali-
dad objetiva; al descongelar los sentidos de la naturaleza que han
quedado fijados por la palabra haciendo dialogar naturalezas que
han sido denominadas por diferentes lenguajes. La palabra que en-
cadena significantes y fija significados desencadena a su vez nuevos
sentidos.
El encuentro entre matrices de racionalidad que articulan lo ma-
terial y lo simblico en una diversidad de identidades culturales se
plasma en un campo de relaciones y estrategias de poder en el saber,
por encubrimientos ideolgicos que velan las miradas, que sujetan a
los sujetos, y que el encuentro cara-a-cara no alcanza a develar. El di-
logo de saberes est habitado por el no saber, por lo indecible, por
una huella que est antes y ms all de la palabra, ms all del ser y
del saber. Es la apertura a la idea de infinito alimentado por el ham-
bre del deseo. La huella, dice Levinas, es el ms all del que provie-
ne el rostro. Es
el Ausente absolutamente perimido, absolutamente pasado, retirado en
aquello que Paul Valry llama profond jadis, jadis jamais assez y que ninguna
introspeccin sabra descubrir en S [...] La idea del infinito es Deseo. Con-
siste, paradjicamente, en pensar ms de lo que es pensado, conservndolo
sin embargo en su desmesura en relacin con el pensamiento, en entrar en
RACIONALIDAD AMBIENTAL 321
relacin con lo inasible, garantizando su estatuto de inasible (Levinas, 2000:
67, 64).
Es la huella que desde el lmite mira al infinito y abre lo posible:
La clara distincin de los diversos posibles, el don de ir al lmite de lo ms
lejano, proceden de la tranquila atencin. El juego sin regreso de m mismo,
el ir ms all de todo lo dado, exige no slo esta risa infinita, sino tambin
esta lenta meditacin (insensata, pero por exceso). Es la penumbra y el equ-
voco. La poesa aleja al mismo tiempo del da y de la noche. No puede cues-
tionar ni poner en accin este mundo que me ata (Bataille, 1996: 161).
El saber que habita al ser lleva a cuestas la huella de algo que fue,
que no procede de, sino que precede a mi existencia, que no logro
pensar, comprender, decir. Es ante-pensamiento por obra del orden
simblico. Renacimiento desde la palabra, el habla y el encuentro
con la otredad. El infinito al que remite la relacin de Otredad, el
tiempo que fragua en el campo del saber, el futuro que abre el di-
logo de saberes, no podra ser un tiempo cronolgico; ni siquiera se
reduce al tiempo existencial al que nos remite la ontologa heideg-
geriana, el del ser para la muerte, de una temporalidad inscrita en el
ser ah. En el prefacio al libro que recoge el curso de 1946-1947 don-
de esboza las ideas (una fenomenologa de la alteridad y de su tras-
cendencia) que habrn de dejar la huella a ser recorrida en su pen-
samiento posterior y pstumo, Levinas reflexiona y evala treinta
aos despus, en la madurez de su pensamiento (Le temps et lAutre
fue publicado en 1979), la idea de tiempo que all se anunciaba:
El tiempo del Otro no presenta el tiempo como horizonte ontolgico del ser del
ente, sino como modo del ms all del ser, como relacin del pensamiento con
lo Otro mediante diversas figuras de la socialidad frente al rostro de otro
hombre: erotismo, paternidad, responsabilidad respecto del prjimo como
relacin con lo Absolutamente Otro, con lo Trascendente, con lo Infinito.
Una relacin o una religin que no est estructurada como saber, es decir,
como intencionalidad [] El tiempo [] significara, en su diacrona, una
relacin que no compromete la alteridad del otro, asegurando sin embargo
su no-indiferencia al pensamiento (Levinas, 1993: 68).
El tiempo del otro se inscribe en el dilogo de saberes como una
apertura hacia lo impensable (para una tradicin, un paradigma,
ENRIQUE LEFF 322
una racionalidad) del pensamiento del otro y de aquello que queda
fuera del campo de significacin y comprensin de un conocimien-
to, de una teora, de una cosmovisin. El dilogo de saberes se sita
en la perspectiva de esta relacin de otredad, en su horizonte de tras-
cendencia del ser, en una espera activa con lo impensado y el no sa-
ber. El dilogo de saberes no se produce con la intencin y la finali-
dad de reabsorber cosmovisiones y racionalidades diferenciadas en
un cdigo comn de lenguaje de un mundo acabado, presente, glo-
balizado, sino que se proyecta en la creacin de un mundo futuro,
de otro mundo posible; de un mundo hecho de muchos mundos, de
diversidad cultural e identidades diferenciadas. El saber se inscribe
en el devenir del ser ms all de todo conocimiento por la agen-
cia de lo no pensado y la productividad de lo invisible. La produc-
cin de la historia a partir de esa relacin de otredad no es una rela-
cin de conocimiento. Se trata de una
relacin con aquello que, siendo de suyo inasimilable, absolutamente otro,
no se dejara asimilar por la experiencia, o con aquello que, siendo de suyo
infinito, no se dejara com-prender [...] Una relacin con un In-visible cuya
invisibilidad no procede de la incapacidad del conocimiento humano sino
de la ineptitud del conocimiento en cuanto tal de su in-adecuacin fren-
te al Infinito de lo absolutamente otro (Ibid.: 69-70).
La justicia no podr entonces producirse por la objetividad del
mundo, sino contra la evidencia de la historia, de la razn que produ-
ce una verdad que es dominio, de las normas universales del juicio:
Es necesario que el juicio, en el que la subjetividad debe permanecer apolo-
gticamente presente, se haga contra la evidencia de la historia (y contra la
filosofa, si la filosofa coincide con la evidencia de la historia). Es necesario
que lo invisible se manifieste para que la historia pierda su derecho a la l-
tima palabra, necesariamente injusta para la subjetividad, inevitablemente
cruel [...] La manifestacin de lo invisible no remite a la evidencia. Se pro-
duce en la bondad reservada a la subjetividad, que no se encuentra as sim-
plemente sometida a la verdad del juicio, sino que es la fuente de esta ver-
dad. La verdad de lo invisible se produce ontolgicamente por la subjetivi-
dad que la dice [...] Lo invisible es el agravio que inevitablemente resulta del
juicio de la historia visible, aunque la historia se desarrolle racionalmente.
El juicio viril de la historia, el juicio viril de la razn pura, es cruel. Las nor-
mas universales de este juicio hacen callar la unicidad en la que se sostiene
RACIONALIDAD AMBIENTAL 323
la apologa y de donde saca sus argumentos. Lo invisible, al ordenarse en to-
talidad, agravia la subjetividad, porque, por esencia, el juicio de la historia
consiste en traducir toda apologa en argumentos visibles y en silenciar la
fuente inagotable de la singularidad de donde surgen y de la cual ningn ar-
gumento podr dar razn. Porque la singularidad no puede tener lugar en
una totalidad (Levinas, 1977/1997: 257).
La subjetividad se comunica con ese secreto nunca develado por
una ontologa o por una epistemologa, con esa sombra invisible e
inefable del ser, ms all de la conciencia y de la intencionalidad re-
presentativa, con ese yo extrao que habla:
El secreto que es para el otro es lo que se revela slo para el otro [...] Al dene-
gar este secreto, la filosofa habra llegado a residir en un malentendido de lo
que hay que conocer, a saber, que hay secreca y que es inconmensurable con
conocer, con el conocimiento y con la objetividad, como en la interioridad
subjetiva inconmensurable que extrae Kierkegaard de cada relacin del co-
nocimiento del tipo sujeto/objeto [...] Quiz sea all donde encontramos el se-
creto de la secreca, a saber, que no es una cuestin de conocer y que est all
para nadie. Un secreto no pertenece, nunca puede decirse que est (chez soi)
[...] Tal es el Unheimlichkeit del Geheimnis, y debemos cuestionar sistemtica-
mente el alcance de este concepto y sus funciones, de forma regulada, en dos
sistemas de pensamiento que se extienden igualmente, aunque en diferentes
maneras, ms all de la axiomtica del s mismo o del chez soi como ego cogito,
como conciencia de la intencionalidad representativa, por ejemplo, y de ma-
nera ejemplar en Freud y Heidegger. La cuestin del yo mismo [self]: quin
soy yo?, no en el sentido de quin soy yo, sino quien es ese yo que puede
decir quin? Qu es el yo, y que pasa con la responsabilidad una vez que
la identidad del yo tiembla en secreto? (Derrida, 1996: 92).
La idea de eso otro no cognoscible cuestiona la idea del saber y
del conocimiento que ha generado el pensamiento metafsico y filo-
sfico. Mas si el horizonte del devenir al que abre la otredad se da en
una relacin que est ms all del ser y no est estructurada como un sa-
ber, no por ello es indiferente al pensamiento. Si bien la relacin del
pensamiento con lo Otro entraa una relacin ms all de toda on-
tologa y de toda epistemologa, no por ello es ajena al ser y al saber,
a la relacin del ser con el saber. El vnculo del ser con el saber no
es una relacin de conocimiento, de representacin de la realidad
en el pensamiento, de identidad del concepto con lo real. Pero la re-
ENRIQUE LEFF 324
lacin tica del encuentro cara-a-cara con el Otro tampoco se pro-
duce en un mundo separado del orden ontolgico: de la potencia de
lo real que se despliega en el tiempo hacia un futuro de posibilida-
des; de un ser ah que, en el orden del sujeto y ms all del carcter
genrico del ser humano (del ser para la muerte), encarna como ser
en el mundo, arraiga en formas de identidad que sin estar enclava-
das en un orden intemporal y mantenerse inmutables dentro de una
estructura mtica, que ms all de toda esencialidad como marca
inalterable de un origen que garantizara su inmanencia en el ser y su
permanencia en el tiempo, conserva y proyecta lo sido hacia lo que
an no es. Pero al mismo tiempo, en esa relacin de otredad, el tiem-
po se abre hacia algo nuevo que no est prefigurado ni determinado
en la generatividad de la materia y la potencia de lo real; que est
ms all del ser, de toda ontologa y toda epistemologa. El saber se
produce en el horizonte de una diacrona que trasciende a la sincro-
na de los tiempos que confluyen en un presente, que pudieran re-
flejarse y expresarse en una conciencia que emerge orgnicamente
de la evolucin del cosmos hacia la gnesis de una noosfera. En ese
sentido, el dilogo de saberes se inscribe en la perspectiva de una
diacrona [que] sea ms que una sincronizacin, [donde] la proxi-
midad sea ms preciosa que el hecho de darse, que la fidelidad de lo
inigualable sea mejor que la conciencia de s (Ibid.: 70).
En este sentido, la relacin con lo Otro y la idea de Infinito desde
el tiempo del Otro, permiten pensar el saber ambiental como el cam-
po de externalidad (el Otro) del conocimiento cientfico, y el dilo-
go de saberes como la relacin de otredad que abre la historia hacia
un futuro sustentable. All se construye el campo de la racionalidad
ambiental en el que las ciencias y la economa se confrontan con ese
Otro absoluto que es el Ambiente. En ese encuentro se van constitu-
yendo identidades estratgicas que van dialogando con otras que le
son semejantes en cuanto a su diferenciacin con el Mismo comn
(el pensamiento nico); singularidades que habrn de situarse siem-
pre como uno frente a otro, haciendo tica, poltica y pedaggica su
relacin de otredad. sta es la fecundidad del dilogo de saberes
que, partiendo de la condicin existencial del ser y de la tica de la
otredad, se despliega en un campo de diversidades culturales.
RACIONALIDAD AMBIENTAL 325
INTERDISCIPLINARIEDAD, INTERCULTURALIDAD,
INTERSUBJETIVIDAD Y DILOGO DE SABERES
La crisis ambiental ha sido asociada con el fraccionamiento del co-
nocimiento. De esta manera, la comprensin del mundo actual ha
reclamado un pensamiento de la complejidad para reintegrar los
miembros mutilados al cuerpo de la ciencia. La interdisciplinariedad
y la teora de sistemas emergen como dispositivos metodolgicos pa-
ra la constitucin de un saber holstico. Estos nuevos enfoques bus-
can reintegrar las partes fragmentadas de un todo de conocimiento
que, si bien pone el acento en las interrelaciones de los procesos, no
renuncia a los principios de objetividad y unidad del conocimiento.
Tanto la interdisciplinariedad como la teora de sistemas se mantie-
nen dentro del cerco del logocentrismo de las ciencias, de la mate-
matizacin del saber, de la certidumbre y control del mundo; son las
nuevas herramientas de un saber totalitario que se resiste a compren-
der el lugar de exterioridad que ocupa el saber ambiental en rela-
cin con el conocimiento cientfico. El saber ambiental aparece co-
mo un imposible de las ciencias.
3
Entre las mallas de las teoras de sistemas y los mtodos interdisci-
plinarios se escurre la onda ontolgica de lo real y las significaciones
asignadas a la realidad que escapan a los paradigmas formales del co-
nocimiento, as como los saberes que no estn en la misma frecuen-
3
George Bataille habra afirmado que la ciencia [...] ofrece al pensamiento un
fundamento estable. Pero al margen de ese fundamento permanece un inaccesible,
un imposible que no puedo tampoco eliminar (Bataille, 1996: 180). Contra una posi-
ble comunicacin entre esos saberes impares reunidos por un saber de fondo, Guat-
tari habra afirmado que Un agenciamiento colectivo de enunciacin dir algo del
deseo sin referirlo a una individuacin subjetiva, sin encuadrarlo en un tema preesta-
blecido y sobre significaciones previamente codificadas. En esas condiciones, el anli-
sis no podra instaurarse por sobre las relaciones de fuerza, despus de la cristaliza-
cin del socius en diversas instancias: ms bien participa de esa cristalizacin, vol-
vindose inmediatamente poltico en un momento en que la divisin del trabajo en-
tre especialistas del decir y especialistas del hacer tiende a esfumarse [...] El agencia-
miento colectivo de enunciacin pone en interaccin los flujos semiticos, los flujos mate-
riales y los flujos sociales, ms all de su posible recuperacin en un corpus lingsti-
co o un metalenguaje terico. Pues al intentar hacer converger la significancia a un
saber de fondo cabe preguntarse A quin se habla? A un interlocutor universal? A
alguien que ya conoce los cdigos, las significaciones y combinaciones posibles? La
enunciacin individuada est prisionera por significaciones dominantes. Slo un gru-
po-sujeto puede trabajar los flujos semiticos, quebrar las significaciones, abrir el len-
guaje a otros deseos y forjar otras realidades (Guattari, 1989: 88-89).
ENRIQUE LEFF 326
cia de las ciencias y por lo tanto no se integran en un mismo sistema
de conocimiento.
4
Las teoras y disciplinas cientficas constituyen pa-
radigmas que edifican obstculos epistemolgicos que se erigen en
barreras para la reintegracin de los saberes que giran desorbitados
en sus espacios de externalidad. El saber ambiental problematiza a las
teoras constituidas para internalizar en ellas una dimensin am-
biental que constituye lo impensable de sus paradigmas de conoci-
miento. Sin embargo, el saber ambiental no viene a completar la fal-
ta de conocimiento de las ciencias ni su propsito es retotalizar y reu-
nificar el conocimiento. El ambiente es la falta incolmable de conoci-
miento de las ciencias. Es la exterioridad del saber ambiental lo que
cuestiona el encerramiento del conocimiento objetivante, que al for-
zar la unificacin del saber, genera el fraccionamiento de las ciencias
y el desconocimiento del saber. El saber ambiental es el actor disiden-
te del proyecto epistemolgico totalitario de las ciencias.
La sustentabilidad aparece en el horizonte de esta desconstruccin
de la historia, mas no podr plantearse como un objetivo a ser alcan-
zado por la va de la racionalidad cognoscitiva e instrumental. La sus-
tentabilidad no es decidible desde el conocimiento (de la gestin
cientfica, la interdisciplinariedad, o la prospectiva tecnolgica). La
construccin de un futuro sustentable es un campo abierto a lo posi-
ble, generado en el encuentro de otredades en un dilogo de sabe-
res, capaz de acoger visiones y negociar intereses contrapuestos en la
apropiacin de la naturaleza. El dilogo de saberes se plantea desde
el reconocimiento de los saberes autctonos, tradicionales, locales
que aportan sus experiencias y se suman al conocimiento cientfico y
experto; pero implica a su vez el disenso y la ruptura de una va ho-
mognea hacia la sustentabilidad; es la apertura hacia la diversidad
que rompe la hegemona de una lgica unitaria y va ms all de una
estrategia de inclusin y participacin de visiones alternativas y racio-
nalidades diversas cuyas diferencias seran zanjadas por una raciona-
lidad comunicativa para hacerlas converger en un futuro comn.
En este sentido, la apuesta por una poltica de la diferencia est
llevando a la reinvencin de identidades culturales y al diseo de
4
Contra la voluntad de unificar ciencias y saberes tradicionales, Baudrillard ha
afirmado que se trata de dos sistemas heterogneos que no pueden transcribirse de
uno al otro: Proyeccin ilgica de un sistema operacional, estadstico, informtico,
simulacional, sobre un sistema de valores tradicionales, de representacin, de volun-
tad de opinin [...] no existe ninguna relacin entre un sistema de sentido y un siste-
ma de simulacin (Baudrillard, 1983: 97-98).
RACIONALIDAD AMBIENTAL 327
nuevas estrategias de reapropiacin de la naturaleza. Esta poltica se
establece en un espacio de confrontacin, resistencia y negociacin
con la globalizacin econmico-ecolgica que se encuentra y enfren-
ta con su Otro en las comunidades indgenas y campesinas locales.
En el dilogo de saberes se pone en juego un proceso de reapropia-
cin de saberes, de conocimientos, de discursos. Es un campo de de-
bate, confrontacin y disputa de sentidos en el que se constituyen
nuevas identidades, desde las cuales se abre un dilogo entre comu-
nidades y un intercambio de experiencias entre sociedades campesi-
nas y grupos indgenas. Es la apuesta poltica de esa hospitalidad
levinasiana, donde la identidad cultural recibe al otro (a las otras)
comunidades fuera de la totalidad sistmica, como un acto de solida-
ridad en el que se potencian mutuamente y donde surge algo nuevo
e indito en el campo de la historia.
El dilogo de saberes se plantea en la fecundidad de la otredad que
abre un porvenir que no est dado ni en la extrapolacin del presen-
te ni en la conduccin racional de un proceso de desarrollo fundado
en el conocimiento. El futuro el porvenir est ms all de la gene-
ratividad del mundo material, de la novedad que emerge de la evolu-
cin biolgica y la mutacin gentica, de la invencin e innovacin
tecnolgica. Est ms all del devenir y de la trascendencia como ex-
presin de algo contenido de antemano dentro de un orden ontol-
gico, epistemolgico y fenomenolgico; como una potencialidad del
ser, de lo real y del lenguaje. La otredad como el encuentro entre yo
y t, de lo Mismo con lo Otro, abre un mundo hacia lo que puede lle-
gar a ser en el encuentro y dilogo entre seres hablantes.
Si el ser se trasciende en su relacin con lo otro, ello significa que
el futuro no es slo actualizacin y trascendencia de la potencia de lo
real, del elemento que despliega su ser liberado de las barreras y cade-
nas que le impone la realidad, el inters, la economa, la razn. El por-
venir no es el desarrollo dialctico del ser o de la materia hacia un fu-
turo sustentable como potencia de lo real, de la razn o de la concien-
cia. Sin duda se sostiene y funda en la potencia de lo real y se desplie-
ga en un proceso de apropiacin de esa potencia por el pensamiento;
pero es impulsado por el deseo y por la apertura hacia la otredad, que
trasciende (est ms all de) la realidad, del ser y de la existencia.
Levinas trasciende la fijacin objetivista y el cerco totalitario de la
epistemologa y la ontologa, para comprender la construccin del
mundo su objetivacin a partir de la otredad; no escapa sin embar-
go a una tica basada en una concepcin humanista de la existencia
ENRIQUE LEFF 328
guiada por el gozo, la satisfaccin, la felicidad, de la tica como for-
ma suprema de la condicin humana que rige la significacin del ser
y nuestro actuar en el mundo. Esta visin se enlaza a la comprensin
del ambiente como lo Otro de la ciencia y que abre un dilogo de sa-
beres; que no slo reconoce lo indito, lo incomprensible y lo inefa-
ble del Otro que aparece en la injusticia y la desigualdad, sino tam-
bin el derecho a la diferencia y de lo absolutamente otro de las iden-
tidades no asimilables a un cdigo superior de conocimiento y justi-
cia. La racionalidad ambiental incorpora en las relaciones de otredad
al otro cultural, a la variedad de formas de comprensin y significa-
cin del mundo que abren la va de construccin de un futuro sus-
tentable a partir de las formas de ser y de saber de los pueblos. El di-
logo de saberes se inscribe en una racionalidad ambiental que lleva
a la desconstruccin de la globalizacin totalitaria del mercado para
abrir paso a la construccin de sociedades sustentables a partir de sus
formas diversificadas de significacin de la naturaleza.
La sustentabilidad no es la ecologizacin del planeta y est ms
all de los consensos que unifican mundos de vida orientados por
una racionalidad comunicativa hacia un futuro comn. El destino es
un infinito que se forja en el encuentro de muchos mundos, de mun-
dos que se miran con otros ojos, que lo moldean de otras formas. Los
saberes que all se encuentran admiten la inclusin del no ser en el
ser en una relacin que no es una dialctica. El dilogo de saberes se
establece en un campo de fuerzas donde la creatividad del lenguaje
y el habla trascienden a la rima de los significados asignados a la rea-
lidad y a la innovacin pura de la palabra. Es un dilogo habitado y
habilitado por el poder. La produccin de sentidos en el campo de
la sustentabilidad emerge dentro de estrategias de poder en el saber.
La disputa de sentidos en torno a la sustentabilidad no resulta de
una polisemia de significantes, sino de estrategias de valorizacin y
apropiacin de la naturaleza.
Las nociones de desarrollo sustentable o sostenible adquieren su
sentido dentro de formaciones discursivas organizadas por estrate-
gias de poder, sea por la recodificacin de la naturaleza (de los bie-
nes y servicios ambientales) en trminos econmicos y valores de
mercado, sea por la valorizacin cultural de la naturaleza. Las nocio-
nes de desarrollo, de biodiversidad, de territorio, de autonoma,
emergen para configurar estrategias que movilizan acciones sociales,
que legitiman derechos, que reinventan identidades asociadas con la
reapropiacin social de la naturaleza. Estas estrategias de poder en
RACIONALIDAD AMBIENTAL 329
el campo del saber ambiental se despliegan en el dilogo de saberes
entre intelectuales y grupos de base en la invencin de discursos te-
ricos y polticos que se entretejen, se hibridan, se mimetizan y se con-
frontan en un dilogo entre las comunidades y la academia, entre la
teora y la praxis, entre el saber indgena y el conocimiento cientfi-
co de la naturaleza.
La epifana del rostro como tica que trasciende a la ontologa del
ser debe repensarse as como un encuentro entre seres y un dilogo
de saberes en la perspectiva de una racionalidad ambiental, replan-
teando la relacin sociedad-naturaleza, materia-cultura, real-simbli-
co. Pues junto con la tica de la otredad del t y yo, de la ruptura con
la mismidad que funda la metafsica y la ciencia aparece ese Otro el
ambiente como externalidad del logos (de las ciencias objetivantes,
de la realidad generada como reflexin del conocimiento sobre lo
real). El saber ambiental emerge all como lo absolutamente Otro de
las ciencias cerradas en sus objetos de conocimiento. El Ambiente
produce una significancia que trasciende toda posible trasmutacin
del Otro en lo Mismo, la absorcin de los diferentes niveles de gene-
ratividad de la materia (del cosmos a la biosfera y a la noosfera) en
un orden ecolgico y un pensamiento holstico que reabsorbe sus di-
ferencias en una nueva totalidad sistmica. El saber ambiental y el
dilogo de saberes conduciran as a una experiencia de lo total-
mente exterior, tan contradictorio en los trminos como una expe-
riencia heternoma (Levinas, 2000: 53).
La mxima tica que se expresa en la epifana del rostro en el man-
damiento del no matars trasciende en el orden de una racionali-
dad ambiental al respeto de la vida del prjimo para dejar ser a la vi-
da y dar vida al ser. Ello implica el no matar la diversidad de formas
de vida y formaciones culturales; dejar ser a la naturaleza y los signifi-
cados culturales, la riqueza de seres y saberes. El dilogo de saberes
desactiva as la violencia que se ejerce por la homogeneizacin forza-
da del mundo diverso, por la sumisin de voluntades y visiones dife-
renciadas a un discurso universal sobre la naturaleza y el desarrollo
sostenible, por la sujecin a un sistema (lgico, ecolgico, econmi-
co) que desustantiva al ser para someterlo al poder de una lgica su-
prema (economizacin de la naturaleza, del hombre, de la cultura).
El dilogo de saberes se inscribe en la desconstruccin del mundo
globalizado atrapado en las formas de representacin de la realidad
que produce el logocentrismo y el pensamiento nico. Pues como
apunta Levinas,
ENRIQUE LEFF 330
La relacin con las cosas, la dominacin de las cosas, esta manera de estar so-
bre ellas, consiste precisamente en no abordarlas jams desde su individuali-
dad [que] slo existe (y es) accesible a partir de la generalidad, a partir de
lo universal, a partir de las ideas, a partir de la ley. Nos hacemos de la cosa a
partir de su concepto. La violencia, que parece ser la aplicacin de una fuer-
za a un ser, en realidad, niega al ser toda su individualidad, tomndolo como
elemento de su clculo y como caso particular de un concepto. Esta manera
de la realidad sensible de ofrecerse a travs de su generalidad, de tener un
sentido no a partir de ella misma, sino a partir de relaciones que sostiene con
todos los otros elementos de la representacin [de un sistema] y en el seno
de una representacin que ya se ha apoderado del mundo, es lo que puede
llamarse la forma de esta realidad (Ibid.: 2000: 86-87).
En esta denuncia de la violencia del concepto, de la teora y el
pensamiento sistmico, Levinas parece reivindicar los saberes subyu-
gados bajo el peso del poder de un orden lgico supremo, de una ley
universal, de los saberes institucionalizados, cuya mejor autopsia nos
ha sido legada por Michel Foucault. Contra la violencia del sujeta-
miento a las relaciones sistmicas bajo el dominio de la racionalidad
econmica y la racionalidad instrumental, se levanta la voz de la otre-
dad a travs del dilogo de saberes. Es all donde Levinas hace inter-
venir la expresin del rostro, que ms que el reflejo de un pensamien-
to que anima al conocimiento del otro, convoca a un acto de inter-
locucin en el que seres diferentes se subordinan uno al otro dentro
de un dilogo de saberes donde se establece un campo de sentidos
plurales que provienen de la diversidad del ser. En este dilogo ad-
quieren expresin seres culturales constituidos por sus saberes, cuyos
conflictos podrn resolverse en el consenso generado a travs de una
racionalidad comunicativa, pero que no disuelven sus diferencias en
el conocimiento del otro o en un saber de fondo comn:
Lo que es expresado no es un pensamiento que anima al otro [autrui] es tam-
bin el otro [autrui] presente en ese pensamiento. La expresin torna pre-
sentes lo comunicado y el comunicante, ellos se confunden en ella. Pero eso
no quiere decir tampoco que la expresin nos brinda conocimiento del otro
[autrui]. La expresin nos habla de alguien, no es un dato sobre una coexis-
tencia, no suscita, adems del saber, una actitud; la expresin invita a hablar
a alguien. La actitud ms directa hacia un ser Kath Aut no es el conocimien-
to que podemos tener de l, sino precisamente el comercio social con l [...]
El ser presente domina o penetra su propia aparicin: l es interlocutor. Los
RACIONALIDAD AMBIENTAL 331
seres que se presentan uno a otro, se subordinan uno al otro. Esta subordina-
cin constituye el acontecimiento primero de una transicin entre libertades
y de un mandamiento [...] Un ser manda a otro, sin que eso sea simplemen-
te en funcin de un todo que abraza, de un sistema, y sin que esto sea por ti-
rana (Ibid.: 88).
Al decir de Lenger (en su entrevista a Levinas), ste muestra fe-
nomenolgicamente que el Decir del otro antecede al Cogito y que
inaugura por vez primera cada sentido posible de cada pensamiento
posible (Ibid.:105). Esta relacin tica desplaza la subjetividad tras-
cendental hacia la exterioridad del ser, que es al mismo tiempo la ex-
teriorizacin del conocimiento hacia el saber en relacin con el ser
y lo real y no slo del yo en relacin con el prjimo. El dilogo de sa-
beres reenlaza as la tica, la ontologa y la epistemologa. Es el tren-
zado de lo real, lo simblico y lo imaginario tensado por la otredad
situada en la diversidad cultural.
Frente al proyecto totalizante del conocimiento objetivo y la fija-
cin del conocimiento en el presente, de la historia basada en he-
chos, de un futuro limitado a la extrapolacin de las tendencias de la
realidad, sin cambio, sin creatividad, sin posibilidad, el dilogo de sa-
beres reestablece la relacin entre el ser y el saber, abre el concepto
genrico del ser (Heidegger) para pensar la diversidad del ser cultu-
ral dentro de una poltica de la diferencia y para la reapropiacin del
mundo arraigado en la reconstitucin de las identidades culturales.
El dilogo de saberes pone en relacin seres y saberes que no se
subsumen ni retotalizan como simples variantes de lo Uno y lo Mis-
mo. Son relaciones de otredad en cuanto a sus diferencias irreconci-
liables; pero que al mismo tiempo se dan en un fondo de Otredad,
en un espacio y un tiempo que estn fuera de la positividad del cono-
cimiento, en la esfera de un saber ambiental como Otro del conoci-
miento, en esa trascendencia que no es la del desarrollo de aquello
que est en la inmanencia del ser y en la potencia de lo real, sino en
ese devenir hacia un futuro ms all del presente, en ese Infinito que
est ms all de la trascendencia orgnica, fenomenolgica o dialc-
tica. Es la condicin existencial del existente del ser simblico, lo
que abre el mundo a un haz de diferenciaciones que, siendo ramas
de una misma condicin humana, configuran identidades que se vi-
ven, se encuentran y dialogan desde la relacin de constitucin del
ser-saber que reconoce su alteridad fundamental, su diferencia radi-
cal, su irreconciliable otredad.
ENRIQUE LEFF 332
Es en este sentido que Levinas afirma que la relacin con el por-
venir es la relacin misma con otro (Levinas, 1993: 117). El encuen-
tro de saberes se produce ms all de la conciencia y del conocimien-
to, ya que,
La intencionalidad de la conciencia permite distinguir al yo de las cosas, pe-
ro no hace desaparecer el solipsismo [que como afirma Levinas no es un so-
fisma, sino la estructura misma de la razn], porque su elemento, la luz, nos
hace dueos del mundo exterior, pero es incapaz de encontrarnos un inter-
locutor. La objetividad del saber racional no elimina en absoluto el carcter
solitario de la razn (Ibid.: 105).
El dilogo de saberes no es pues lo que se pone en juego en la in-
tersubjetividad de la racionalidad comunicativa para disolver las dife-
rencias en un consenso. Si bien es cierto que las contradicciones en-
tre interlocutores y actores sociales remiten al campo poltico de la
resolucin de conflictos, donde se negocian intereses y se alcanzan
acuerdos, esto no disuelve las diferencias entre seres culturales. Por
ello el dilogo de saberes, ms que una fusin o reconciliacin entre
opuestos, produce una demasa que se da en el encuentro con los de-
ms. Lo que abre la historia hacia el porvenir de un futuro sustenta-
ble en el dilogo de saberes no es slo lo incognoscible, lo irrepre-
sentable de eventos que an no afloran a la realidad y al pensamien-
to, sino tambin esa relacin del saber con lo real y la existencia que,
sin dejar de tener referentes en la realidad, est en un espacio de ex-
ternalidad del conocimiento y de la objetividad del presente.
El futuro sustentable no es el devenir de una conciencia colectiva,
la comunin de una colectividad de un consenso comn de toda la hu-
manidad frente a la crisis ambiental. La construccin social de la sus-
tentabilidad se da en otra dimensin de lo posible y de la creatividad
que pudieran provenir desde la conciencia del sujeto. Pone en juego
aquello que emerge de relaciones de otredad. No es tan slo la rela-
cin que surge del encuentro de individuos que se comunican desde
su yo mismo; tambin enfrenta y concilia identidades colectivas que se
presentan ante un yo privado. Esos comunes no se disuelven en lo
que tiene de comn la humanidad, en la generalidad de lo humano,
en una conciencia de especie. Junto con la individualidad del yo, el he-
cho humano se organiza en formaciones culturales diferenciadas, en
colectividades de seres con identidades propias que se reconfiguran y
actualizan en una relacin con el saber, de estrategias de poder en el
RACIONALIDAD AMBIENTAL 333
saber, que se definen en relacin con la naturaleza, con los otros cul-
turales y con ese Otro que es la racionalidad modernizadora.
La otredad que conforma el campo de fuerzas donde se produce
el dilogo de saberes est ms all de la positividad del conocimien-
to que fija la realidad en un presente; de un principio hologramti-
co y un pensamiento holstico, donde la parte est en un todo y el to-
do en cada parte en una totalidad de interrelaciones sin otredades.
Las relaciones de otredad no son una dialctica donde el contrario
fuera internalizable como un alter ego dentro de un sistema; no es una
alteridad asimilable en un movimiento predecible o en una argu-
mentacin predicable, en el contenido en una estructura, en un des-
doblamiento del ser, o en la produccin de una novedad, en la emer-
gencia de una conciencia de s a partir de un fundamento ecolgico
del ser.
El saber ambiental no se justifica por la certeza de sus postulados
y su correspondencia con la realidad. Su sentido ms fuerte es el que
establece con la utopa, como pensamiento que moviliza la construc-
cin de otros mundos posibles y nuevas realidades sociales, abriendo
el cerco del conocimiento consabido. El saber ambiental no slo se ma-
nifiesta en el modo propositivo y argumentativo del discurso en el
campo conflictivo de los sentidos de la sustentabilidad. Tambin se
encarna en los imaginarios colectivos, las cosmovisiones y formacio-
nes simblicas que se plasman en los saberes, tcnicas y prcticas que
configuran estilos e identidades culturales y en las formas de organi-
zacin socio-cultural-productiva de apropiacin de la naturaleza.
El dilogo de saberes en la construccin de un futuro sustentable
no produce pues la sntesis e integracin de las ciencias y los saberes
existentes: enlaza palabras, significaciones, razones, prcticas, propsi-
tos, que en sus sintonas y disonancias, sus acuerdos y disensos, van for-
mando un nuevo tejido discursivo y social. El dilogo de saberes se ma-
nifiesta en la disputa de sentidos de la sustentabilidad y se expresa por
intereses contrapuestos en torno a la apropiacin de la naturaleza. Pe-
ro el conflicto social generado por la externalizacin (exterminio) de
la naturaleza no se reabsorbe en una retotalizacin del saber. El con-
flicto ambiental no es resoluble (reintegrable en lo Uno y lo Mismo)
por medio del conocimiento objetivo de la ciencia ni por la reintegra-
cin interdisciplinaria del saber, desplazando la problemtica de una
gestin cientfica de la sustentabilidad hacia el campo (abierto) de un
conflicto por la reapropiacin social de la naturaleza. Es all donde la
interdisciplinariedad se desplaza hacia el dilogo de saberes.
ENRIQUE LEFF 334
El dilogo de saberes articula palabras en discursos que son algo
ms y otra cosa que postulados de una axiomtica, de una racionali-
dad instaurada en una realidad, para dar coherencia y consistencia a
aquello que hoy empieza a manifestarse en el encuentro y enlaza-
miento de discursividades, de pensamientos, de hablas y de acciones
que plantea la relacin entre el ser y el saber. Se trata del campo de
una poltica de la diferencia que pone en movimiento una relacin del
ser y lo real, con lo Otro y con el Infinito. El saber ambiental es el es-
pacio de disidencia del conocimiento centrado, de la epistemologa
apoltronada en su trono unitario y en su reino universal. El saber
ambiental combate todo totalitarismo del conocimiento: su propsi-
to holista, sistmico, transparente; su objetivo cosificador y su afn
de controlar y dominar el mundo. El saber ambiental no aspira a la
totalidad, sino al infinito; enfrenta as al logocentrismo de las cien-
cias y a los regmenes de poder que discriminan a los saberes no
cientficos.
Frente a una epistemologa que busca empuar la palabra para
designar a los objetos de la realidad, en el dilogo de saberes el habla
es empeada en un sentido dialgico frente a otro, en una construc-
cin de la realidad fundada no en el crecimiento del conocimiento
que avanza en su adecuacin a un objeto preexistente, sino en la
construccin de una realidad posible fundada en una tica de la otre-
dad. Levinas recupera as el sentido originario de la palabra:
La funcin original de la palabra no consiste en designar un objeto para en-
trar en comunicacin con otro, en un juego que carece de mayores conse-
cuencias; sino en asumir respecto de alguien una responsabilidad ante al-
guien. Hablar es empear intereses humanos. La responsabilidad sera la
esencia del lenguaje [...] reconocer la prioridad de lo objetivo no excluye
que las personas desempeen un papel: no hay corazn sin razn, y no hay
razn sin corazn (Levinas,1996: 40, 50).
El saber no es el conocimiento que lleva a la objetivacin del ser,
la fijacin de lo real en la realidad, del control y manipulacin de la
naturaleza y de la sociedad, sino aqul que surge de la exigencia de
enfrentar la violencia del no saber. Por ello puede definirse la filoso-
fa como una subordinacin de todo acto al saber que cabe poseer
sobre ese acto, siendo el saber, justamente, la exigencia despiadada
de no pasar al lado de nada, de superar la congnita estrechez del
acto puro y poner as remedio a su peligrosa generosidad (Ibid. : 64).
RACIONALIDAD AMBIENTAL 335
El dilogo de saberes se produce en un nuevo espacio de relaciones
que desborda al campo comunicacional establecido por reglas de ra-
cionalidad. Es un encuentro entre seres diferenciados a travs de dis-
cusividades cuyos sentidos trascienden a las relaciones entre las cosas
del mundo marcadas por signos que, desde una densidad histrica de
significados asignados a la realidad, han sido postuladas, codificadas y
afirmadas en las expresiones del lenguaje y en sus estrategias argu-
mentativas sobre un estado de cosas. El dilogo de saberes est ms
all de la positividad del lenguaje que afirma al ser y al pensamiento,
que se hace presente en toda enunciacin y predicacin. El dilogo de
saberes convoca tambin al encuentro a esas sombras de la nada que
acompaan a la creatividad que surge de toda denominacin de las
cosas del mundo y a la emergencia de lo nuevo que emana del en-
cuentro de saberes: lo irrepresentable, lo inefable, lo inslito, lo indi-
to; lo que pone en predicamento a todo predicamento que busca ins-
taurar su realidad y fijar su presencia como presente intemporal. El
ser-saber dialoga con lo que an no es y con lo que nunca adviene al
ser, pero que moviliza el surgimiento del pensamiento y la insurgencia
de la accin. Saber ante otro, ante lo otro, es deseo de ser; es pensar
ms all de lo que se piensa:
El Deseo es arder en un fuego diferente de la necesidad que la saciedad ex-
tingue, pensar ms all de lo que se piensa. A causa de ese aumento inasimi-
lable, a causa de ese ms all, hemos llamado Idea del Infinito a la relacin
que vincula al Yo con el Otro. La idea del infinito es Deseo. Consiste, para-
djicamente, en pensar ms all de lo que es pensado, conservndolo sin
embargo en su desmesura en relacin con el pensamiento, en entrar en re-
lacin con lo inasible. El infinito no es entonces el correlato de la idea del
infinito, como si la idea fuera una intencionalidad que se realizara en su ob-
jeto [...] Hablar es antes que nada este modo de venir desde atrs de la pro-
pia apariencia, desde atrs de su forma, una apertura en la apertura (Levi-
nas, 2000: 63-64, 60).
La relacin de otredad abre un devenir y un porvenir que no pro-
vienen de una trascendencia dialctica, de una determinacin gen-
tica, de una realizacin de lo real, de una productividad del ser. Es
una eventualidad que viene del encuentro del ser y del saber con lo
impensado. El dilogo de saberes se inscribe en una poltica de la di-
ferencia que trasciende a todo ecologismo que, est a la espera de la
emergencia de una conciencia ecolgica prefigurada en el seno de
ENRIQUE LEFF 336
las relaciones ecosistmicas que soportan la vida del planeta. Es esta
poltica de la diferencia la que impide una reabsorcin de los diver-
sos seres, saberes e identidades en lo Mismo, en lo Uno, sea sta la
unidad de las relaciones que postula la ecologa generalizada, la uni-
dad dialctica de los contrarios, la unidad de la ciencia, el pensa-
miento nico o el cerco hegemnico de la ley del mercado.
El dilogo de saberes no es un dilogo intersubjetivo en la bs-
queda de un consenso a travs de una racionalidad comunicativa. El
dilogo de saberes convoca y se inserta en una poltica de la intercul-
turalidad, que se plantea en el campo estratgico del posicionamien-
to de actores sociales ante la reapropiacin social de la naturaleza y
la construccin de un futuro sustentable. Ese futuro ms all del co-
nocimiento no es tan slo obra de la fecundidad del Yo, de un yo que
abierto al Otro trasciende el cerco de lo Mismo, del pensamiento
nico, del cierre de la historia por un logos centralizador y un mer-
cado globalizador. El dilogo de saberes se despliega desde identida-
des propias que, sin recurso a una esencia, se reconfiguran inven-
tando nuevos territorios del ser, que se demarcan del Gran Otro de
la globalizacin econmica que impone su razn de fuerza mayor, pa-
ra hablar desde nuevos lugares del ser. Desde el arraigo del ser cul-
tural en identidades y sus territorios se generan saberes ambientales
que se encuentran y dialogan en un intercambio de experiencias, re-
solviendo los conflictos generados por intereses contrapuestos, hi-
bridando las ciencias con los saberes y prcticas tradicionales. No es
sin embargo obvio el proceso mediante el cual se establece el dilo-
go de saberes, se fertilizan culturas diversas y se construyen solidari-
dades ni unificacin, ni integracin, ni consenso entre sus dife-
rencias.
5
El dilogo de saberes como tensin y solidaridad entre seres cul-
turales que dialogan desde sus diferencias no siempre integrables ni
traducibles, se plantea como condicin de la democracia en el
campo de la sustentabilidad; lo que desborda el propsito de una
5
En este terreno, Boaventura de Sousa Santos ha postulado la necesidad de una
teora de la traduccin como parte de la teora crtica postmoderna. Es por va de la
traduccin y de una hermenutica diatpica que una necesidad, una aspiracin, una
prctica en una cultura dada puede hacerse comprensible e inteligible para otra cul-
tura. El conocimiento-emancipacin no aspira a una gran teora, sino a una teora de
traduccin que sirva de soporte epistemolgico a las prcticas emancipatorias, todas
ellas finitas e incompletas y, por eso, solamente sustentables cuando estn ligadas en
red (Santos, 2000).
RACIONALIDAD AMBIENTAL 337
gestin del desarrollo sustentable basado en el conocimiento de la
ciencia o el conocimiento experto, para incluir las visiones, saberes
e intereses culturales que participan, fuera de la ciencia, en los pro-
cesos sociales de reapropiacin de la naturaleza. En este sentido, el
futuro sustentable no podra asegurarse mediante una racionalidad
cognoscitivo-instrumental. Ms bien pone en juego una multiplici-
dad de racionalidades e intereses, cuya resultante ser un mundo
ms democrtico, diverso, justo, creativo y sustentable, donde nada
est asegurado de antemano.
Mas si la sustentabilidad est ms all de un proceso conducido
por el control de la razn (cientfica, interdisciplinaria), el dilogo de
saberes abre caminos para transitar de un mundo objetivado hacia la
resignificcin del mundo que subvierte y trasciende a una comunin
de valores y una lgica que orientara el proceso de desarrollo hacia
un futuro comn (la internalizacin de una conciencia ecolgica y
de un valor de la supervivencia de la vida), y a la negociacin de inte-
reses bajo la lgica del mercado. La sustentabilidad convoca a una pa-
labra nueva para reconducir la historia, una palabra que emerge de la
relacin con el otro, que procede de una diferencia absoluta:
Esta relacin entre el Otro y yo, que brilla en su expresin, no termina ni en
el nmero ni en el concepto. El Otro permanece infinitamente trascendente,
infinitamente extranjero, pero su rostro, en el que se produce su epifana y
que me llama, rompe con el mundo que puede sernos comn y cuyas virtua-
lidades se inscriben en nuestra naturaleza y que desarrollamos tambin por
nuestra existencia. Pero la palabra procede de la diferencia absoluta. O, ms
exactamente, una diferencia absoluta no se produce en un proceso de especi-
ficacin en el que, descendiendo de gnero a especie, el orden de las relacio-
nes lgicas choca contra el dato que reduce a relaciones: la diferencia as en-
contrada permanece solidaria a la jerarqua lgica en la que resulta y aparece
sobre el fondo del gnero comn. La diferencia absoluta, inconcebible en tr-
minos de lgica formal, slo se instaura por el lenguaje. El lenguaje lleva a ca-
bo una relacin entre los trminos que rompen la unidad de un gnero. Los
trminos, los interlocutores, se absuelven de la relacin o siguen siendo abso-
lutos en la relacin. El lenguaje se define tal vez como el poder mismo de rom-
per la continuidad del ser o de la historia [...] El discurso pone en relacin con
aquello que sigue siendo esencialmente trascendente [...] En el Discurso, la
diferencia que se acusa inevitablemente entre el Otro como mi tema y el Otro
como mi interlocutor, eximido del tema que por un instante pareca poseer-
lo, pone pronto en tela de juicio el sentido que doy a mi interlocutor. Por ello,
ENRIQUE LEFF 338
la estructura formal del lenguaje anuncia la inviolabilidad tica del Otro [...]
El hecho de que el rostro mantiene por el discurso una relacin conmigo, no
lo alinea en el Mismo. Permanece absoluto en la relacin. La dialctica solip-
sista de la conciencia siempre sospechosa de su cautividad en el Mismo, se in-
terrumpe. La relacin tica que sostiene el discurso, no es, en efecto, una va-
riedad de la conciencia cuyo radio parte del Yo. Cuestiona el yo. Este cuestio-
namiento parte del otro (Levinas, 1977/1997: 208-209).
La palabra nueva no encuentra el campo labrado, ni libres las vas
de acceso; no slo por las cargas denotativas del lenguaje que arras-
tra la realidad presente, sino sobre todo por las estrategias de poder
en el saber, que obstaculizan las posibilidades de la sustentabilidad
convirtindolas en una retrica del desarrollo sostenible, en la afir-
macin de un presente insustentable. El dilogo de saberes abre as
una va de la comprensin del mundo hacindose y transformndo-
se en su diversidad, ms all de un conocimiento holstico de la
realidad a partir de saberes objetivos sobre procesos cosificados, rea-
lizados. El conocimiento margina al sujeto y al sentido; el entendi-
miento comprende las relaciones entre procesos en el encuentro de
las formas diferenciadas de significacin del otro, de los otros. El di-
logo de saberes se ofrece como un proceso de comunicacin de sa-
beres, de intercambio de experiencias y complementacin de cono-
cimientos. Mas no es una metodologa para establecer una comuni-
dad de aprendizaje, as como el pensamiento de la complejidad no
es un mtodo para la interdisciplinariedad de las ciencias. El dilo-
go de saberes no slo establece un espacio de sinergias y comple-
mentariedades entre los saberes existentes sobre el mundo actual y
la realidad presente, sino que apunta a la produccin (ms que la ge-
neratividad ntico-epistmica-cientfica-tecnolgica) de nuevas for-
mas de comprensin del mundo que emergen del intercambio dia-
lgico de saberes y de la disputa de sentidos de la sustentabilidad en
la reapropiacin social de la naturaleza y de la cultura.
RACIONALIDAD AMBIENTAL Y FUTURO SUSTENTABLE:
OTREDAD, SIGNIFICANCIA Y SENTIDO
El conocimiento slo conoce objetos, aun los objetos del conoci-
miento. Conoce objetivando el mundo. Cuanto ms lo aprehende,
RACIONALIDAD AMBIENTAL 339
ms se desborda sobre lo incognoscible, sobre lo impensable. El sa-
ber ambiental se despliega en la externalidad de ese centro, de esa
objetividad. El no saber del conocimiento alza su vuelo como guila
sobre un abismo, flotando sobre el vaco del pensamiento para dete-
ner la cada del ser en la nada. El saber ambiental no aspira a la reto-
talizacin del mundo y a la complementariedad del conocimiento
por la va del dilogo de saberes. El saber ambiental se construye co-
mo recuperacin del ser, apertura del mundo hacia lo posible, libe-
racin del cerco del conocimiento y la jaula de la racionalidad. Es el
soplo de vida que renace de la pulverizacin del conocimiento obje-
tivo, en los intersticios que se abren de sus fracturas y en la diferen-
cia del ser; polvo terrenal que se hace suelo fertilizando una nueva
racionalidad, otra manera de pensar el mundo, de vivir en la tierra.
En la categora de racionalidad ambiental, lo sustantivo es el con-
cepto de ambiente. El ambiente es el saber que emerge en el espa-
cio de externalidad del logocentrismo de las ciencias modernas. La
crisis ambiental es generada por el desconocimiento de lo real la
exclusin de la naturaleza, la marginacin de la cultura, el extermi-
nio del otro, la anulacin de la diferencia, por la unidad, sistemici-
dad y homologacin de las ciencias. La problemtica ambiental es el
efecto que produce la racionalidad formal, instrumental y econmi-
ca como formas de conocimiento y en su voluntad de dominacin,
control, eficacia y economizacin del mundo. Mas el ambiente no es
el campo de exterminio de la razn, espacio de exclusividad de lo in-
consciente y lo irracional, delirio de una tica divorciada del juicio
racional. La cuestin ambiental inaugura una nueva racionalidad; es
racional porque es pensable (incluyendo el orden de lo no pensado y
de lo por pensar); moviliza saberes y acciones sociales para la cons-
truccin de sociedades sustentables.
La racionalidad ambiental no es una ecologizacin del pensa-
miento ni un conjunto de normas e instrumentos para el control de
la naturaleza y la sociedad, para una eficaz administracin del am-
biente. La racionalidad ambiental es una teora que orienta una pra-
xis a partir de la subversin de los principios que han ordenado y le-
gitimado la racionalidad terica e instrumental de la modernidad. Es
una racionalidad en sentido weberiano que articula una racionali-
dad terica e instrumental con una racionalidad sustantiva; es una
racionalidad que integra el pensamiento, los valores y la accin; es
una racionalidad abierta a la diferencia, a la diversidad y pluralidad
de racionalidades que definen y dan su especificidad e identidad a la
ENRIQUE LEFF 340
relacin de lo material y lo simblico, de la cultura y la naturaleza.
La racionalidad ambiental es una razn desconstructora de la racio-
nalidad de la modernidad; es una racionalidad abierta a lo impensa-
ble dentro de los cdigos de la razn establecida. Es una razn crti-
ca de la racionalidad dominadora encerrada en s misma y cegada
a la otredad, para pensar la diferencia y lo que an no es; es una ca-
tegora para construir un real que haga posible la realizacin de esos
fines a los que apuntan esas desgastadas palabras (equidad, demo-
cracia, diversidad, sustentabilidad), para devolverles su sentido y su
potencialidad.
6
La apertura al futuro no es un mero reinicio de la gnesis del
mundo movilizada por la autoorganizacin de la materia y por las in-
finitas posibilidades de traer el mundo al ser por la asignacin de sig-
nificados a la realidad mediante la funcin creadora del signo. El fu-
turo sustentable es una construccin social que emerge de la tensin
productiva del encuentro de seres y el dilogo de saberes, que cuestio-
na el imperio de una racionalidad cosificadora y objetivadora, la mer-
cantilizacin de la naturaleza y la economizacin del mundo. La
racionalidad ambiental renueva la potencia de la palabra para signifi-
car la hiperrealidad que ha generado la racionalidad instrumental y
las formas de conocimiento del mundo. El futuro sustentable se deba-
te entre la automatizacin de procesos en los que se aceleran las inter-
comunicaciones y la sinapsis de conexiones electrnicas generadoras
de realidades virtuales, y la posibilidad de que la historia se reoriente
por la va de la recreacin y multiplicacin de sentidos de una vida
sentida y con sentido que supere el vertiginoso vrtigo de la expul-
sin hacia la nada del ser por el automatismo autorreflexivo del clcu-
lo y la aceleracin de colisiones de objetos fuera de todo significado
que rebasan las posibilidades de recuperacin del sentido mediante la
comunicacin de comunidades interactivas guiadas por intereses,
ideologas y pasiones comunes.
All donde el habla se agota en su capacidad de generar comunin
y sentido es donde la racionalidad ambiental aparece como una ra-
zn que orienta la sustentabilidad y una tica por la vida fundada en
el sentido de la existencia (cultura) y su relacin con lo real (natura-
leza); donde el sentido an pueda ser encarnado en un ser-ah, arrai-
gado y territorializado en la tierra firme de lo real: una racionalidad
capaz de contrarrestar la proyeccin hacia el vaco de la realizacin y
6
Ver cap. 5, supra.
RACIONALIDAD AMBIENTAL 341
racionalizacin, objetivacin y fragmentacin del mundo conducido
por las leyes ciegas del mercado de un mercado libre de ideas, don-
de la palabra y el concepto dejan de tocar al mundo, de producir
significaciones, disolvindose en la transparencia de una realidad en
la cual ya no hay creacin posible.
El punto crucial del futuro sustentable est entre la operatividad
de un proceso de generatividad y autoorganizacin de la materia y el
conocimiento (de los mecanismos de la mutacin gentica y la evo-
lucin biolgica a los de la innovacin tecnolgica y la comunica-
cin electrnica en la hiperrealidad virtual), y un devenir como crea-
tividad y poiesis, un llegar a ser del Ser (Heidegger) a travs de la pa-
labra y el pensamiento, del sentido y la significancia, de la creativi-
dad de la relacin de lo real y lo simblico.
El dilogo de saberes es el proceso que libera al mundo de la fija-
cin de la realidad en la generalidad de lo uno en la globalizacin
de ley universal del mercado, para abrir el horizonte de un ms all;
de un porvenir cuyo motor no es la generatividad de la physis, sino
un campo de posibilidad que se funda en la potencialidad de lo real
movilizado por el deseo de ser y la significancia del mundo. La racio-
nalidad ambiental est ms all de la ontologa pero no es puro ima-
ginario. El porvenir est iluminado por la responsabilidad hacia el
otro que se expresa en la epifana del rostro y que se vuelve accin a
travs del dilogo en un fondo de intereses contrapuestos por la
apropiacin del mundo. En ese contexto, la responsabilidad como
habilidad para responder al otro se convierte en el principio para un
dilogo de saberes:
la activacin de la responsabilidad (decisin, acto, praxis) siempre tendr lu-
gar antes y ms all de cualquier determinacin terica o temtica [...] Disi-
dencia, diferencia, hereja, resistencia, secreto tantas experiencias que son
paradjicas en el sentido fuerte que Kierkegaard le da a la palabra. De he-
cho se reduce a vincular el secreto a una responsabilidad que consiste [...]
en responder, es decir, en contestar al otro, ante el otro y ante la ley (Derrida,
1996: 26).
El dilogo de saberes es una relacin que, ms all de compren-
der las relaciones ontolgicas del mundo, compromete una respon-
sabilidad con el otro; pero no es una pura relacin tica, pues la ti-
ca que asume la responsabilidad con el otro no destraba la fijacin
del espritu totalitario de la realidad globalizada en el conocimiento
ENRIQUE LEFF 342
del mundo. El dilogo de saberes se inscribe dentro de una poltica
de la diferencia que moviliza a actores sociales constituidos por sabe-
res que se enfrentan en procesos de apropiacin de la naturaleza.
Aqu el saber se ubica en otro lugar que el conocimiento que inten-
ta correlacionar el concepto con la realidad. El saber que constituye
al ser es un saber fctico pero al mismo tiempo es una constelacin
de sentidos que organizan prcticas culturales y productivas. Es un
saber que no renuncia a la razn, pero que la irriga con sensibilida-
des, sentimientos y sentidos. El dilogo de saberes fertiliza la diversi-
dad cultural; no es slo confluencia, consenso y sntesis de pensa-
mientos y conocimientos, sino una serie sin fin de relaciones de otre-
dad entre seres diferenciados, sin sntesis dialctica, donde las hibri-
daciones y confrontaciones de saberes generan nuevos potenciales
para afianzar identidades singulares y heternomas que, en un pro-
ceso inverso a la homogeneidad y a la generalidad de la idea univer-
sal, fortalece cada autonoma en las sinergias de encuentros con lo
otro y lo diferente.
7
El dilogo de saberes no es un mero intercambio simblico. La sig-
nificancia del lenguaje destraba la fijacin de significados estableci-
dos entre las palabras y las cosas. El dilogo de saberes reabre el di-
logo entre lo material y lo simblico, entre cultura y naturaleza. El
dilogo de saberes renace de la expulsin del lenguaje del paraso de
la unidad, despus de Babel, dejando que las lenguas se enlacen co-
mo lianas con una naturaleza que despliega las ramas de la vida en la
exuberante biodiversidad del planeta y la riqueza cultural de la hu-
manidad. Es la dispersin que surge de esa explosin originaria del
ser y de la identidad en la que la primera palabra del mono gramti-
co toca a la semilla semntica donde se enlazan los signos de la pala-
bra con los signos de la naturaleza en el erotismo infinito de la rela-
cin entre lo real y lo simblico:
Hanuman: mono/grama del lenguaje, de su dinamismo y de su incesante
produccin de invenciones fonticas y semnticas. Ideograma del poeta, se-
or/servidor de la metamorfosis universal: simio imitador, artista de las re-
peticiones, es el animal aristotlico que copia del natural pero asimismo es
la semilla semntica, la semilla-bomba enterrada en el subsuelo verbal y que
7
Todos los humanos poseen un marco cognoscitivo, pero los diferentes humanos
poseen marcos diferentes. Los dilogos y contactos entre humanos son, por lo tanto,
procesos de constante (y de hecho, infinita) traduccin: entre lenguajes y entre mar-
cos cognoscitivos (Bauman, 2001: 128, cit. en Floriani, 2004: 46).
RACIONALIDAD AMBIENTAL 343
nunca se convertir en la planta que espera su sembrador, sino en la otra,
siempre otra. Los frutos sexuales y las flores carnvoras de la alteridad bro-
tan del tallo nico de la identidad (Paz, 1974: 111).
Esta creatividad de la historia fundada en el encuentro con la
otredad, la recreacin del mundo y la construccin de un futuro,
hoy aparece como una quimera ms que como una utopa, cuando
el terror en la era de la globalizacin impone la desconfianza hacia
el otro, cuando la sociedad homogeneizada en sus formas de ser y
pensar ve en su semejante el reflejo fantasmagrico de uno mismo
que le reafirma su identidad aterrorizada, vaciada de significado y de
sentido (Heine: Der Doppelgnger).
Y sin embargo, slo la relacin con lo otro abre la va para salir de
la mismidad ensimismada del yo que se afirma en la presencia y en
la empiricidad de la realidad. La otredad es la condicin del ser del
ser all fuera del yo, pues como especula Paul Auster, Ser est siem-
pre afuera, nunca dentro del yo mismo (1990: 132). Haciendo reso-
nar el llamado del inconsciente freudiano: wo Es war soll Ich werden
y la potica de Baudelaire: il me semble que je serais toujours bien l o
je ne suis pas, Auster afirma: wherever I am not is the place where I am
myself. Este enunciado vendra a problematizar las propuestas hei-
deggeriana y lvinasiana; la primera por pensar el ser como anclaje
y fundamento de toda ontologa; la otra por pensar todo encuentro
con la otredad desde la ipseidad del yo como el lugar desde donde
la mismidad puede mirar al otro, migrar hacia lo otro. El ser afuera
del yo mismo (self), significa que el ser no se constituye en la afirma-
cin del yo ni desde las determinaciones que le vienen del incons-
ciente, sino desde una exterioridad del yo mismo, en relacin con lo
otro. Decir que soy en el lugar en el que no estoy, significa que no
soy all, sino en un lugar all, afuera en el mundo, fuera de mi mun-
do. Mi ser no se constituye en una relacin interna, sino en una re-
lacin con una otredad que no es la del otro inconsciente o de la
condicin existencial del ser para la muerte, sino de la externalidad
del yo y del ser. Salir al encuentro con lo otro es desandar el camino
para llegar a ese lugar donde an no soy, donde no estoy, del cual
an no hay un saber; lugar donde el saber encarna en el ser; donde
el saber se siente y se hace sentido, siguiendo el sendero sealado
por Eliot:
ENRIQUE LEFF 344
Para llegar a donde ests, para ir desde donde no ests,
Debes ir por un camino en el que no hay xtasis.
Para llegar a lo que no sabes
Debes tomar el camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees,
Debes ir por el camino de la desposesin.
Para llegar a lo que no eres
Debes ir a travs del camino en el cual no eres.
Y lo que no sabes es lo nico que sabes
Y lo que tienes es lo que no tienes
Y donde ests es donde no ests.
Eliot, Four quartets
El ser se desborda hacia lo otro antes de poder totalizarse en su
interioridad. Steiner nos previene sobre cualquier salida fcil hacia
la exterioridad del ser con, ya sea en una relacin tica o en los en-
tramados del lenguaje:
Ser nos sobrepasa con su coercin ciega y dispendiosa. Siempre est en ex-
ceso. Somos llevados ante ello hacia nuestra extincin personal [...] Levinas
en su dilogo continuo con la celebracin del ser de Heidegger, argumenta
que slo el altruismo, slo la resolucin de vivir para los otros, puede validar
y hacer aceptable el terror de la existencia. Debemos trascender el ser para
ser con. Una noble doctrina, pero tambin una evasin. Ningn motivo de
sacrificio, ninguna lucha por reparar, va al corazn de la cuestin (Steiner,
2001b: 40).
El dilogo de saberes fertiliza la existencia humana en el encuen-
tro de seres diferenciados. Su potencial no est en la generacin de
un consenso de visiones y perspectivas alternas, de la negociacin de
intereses encontrados, de una sntesis dialctica o una tica de la res-
ponsabilidad y la otredad. El dilogo de saberes es una comunica-
cin entre seres constituidos y diferenciados por sus saberes; en la
forja del ser-ah en el saber que se plasma en el ser cultural que dife-
rencia al ser genrico ser para la muerte, en una plyade de seres
culturales constituidos por identidades propias, que acarrean una
huella de su origen pero al mismo tiempo lo reinventan al diferen-
ciarse (resistir y desistir) de la identidad global y el pensamiento ni-
co. Ese encuentro entre seres en el dilogo de saberes prende la chis-
RACIONALIDAD AMBIENTAL 345
pa de la creatividad humana, donde la diversidad cultural se vuelve
innovacin discursiva, hibridacin de racionalidades y sentidos que
se despliega ramificando procesos que enlazan diversas vas de signi-
ficancia entre lo simblico y lo real, entre el pensamiento y la accin;
donde las ramas del saber se sueltan del tronco del conocimiento pa-
ra convertirse en nuevas races y fertilizar nuevos territorios del ser,
del saber: produccin infinita de sentidos que, entre filiaciones y
otredades, abona el suelo de la fertilidad humana.
El dilogo de saberes trasciende as el solipsismo del sujeto y de la
razn individual y la ipseidad del yo en su relacin con el otro. Es so-
bre todo el encuentro de identidades colectivas fundadas en autono-
mas culturales, desde donde se despliega un dilogo intercultural. Es
en este sentido y en este contexto que estn emergiendo proyectos,
estudios y movimientos sociales en los cuales la autonoma cultural
aparece como condicin del desarrollo sostenible y una sociedad fun-
dada en la convivencia de sujetos autonmicos basados en sus diver-
sidades culturales y en una poltica de la diferencia.
8
El dilogo de saberes no se da en una multirreferencialidad con la
complejidad de lo real desde un saber de fondo. Por el contrario, el
dilogo de saberes produce un saber sin fondo, abierto al infinito por
la interaccin del ser y el saber con el mundo, donde la relacin de
lo real con lo simblico trasciende al significado de la palabra y la co-
sa y desborda la relacin de significacin entre el concepto y la reali-
dad. El dilogo de saberes en la diversidad cultural y en el contexto
de una poltica de la diferencia no se da en un saber de fondo por-
que la comunicacin es un intercambio de sentidos, no siempre y no
en todo convergentes, entre interlocutores con lenguajes, significan-
cias, intenciones e intereses diferentes; sentidos anclados en un yo
(individual) y un nosotros (colectivo) que no se funden en un todos,
salvo por la condicin comn de todos los hombres como mortales,
que afirma el silogismo y confirma la experiencia.
No hay saber de fondo en una accin comunicativa que implica un
dilogo entre desiguales y diferentes, porque toda comunicacin bus-
ca un entendimiento y entender es siempre traducir (Steiner, 2001a).
Toda palabra pronunciada, todo mensaje emitido, todo sentido com-
partido, pone en movimiento un desciframiento y comprensin des-
de el lugar de otro, que no disuelve su diferencia en un entendimien-
to comn; lo que disolvera la significancia misma del lenguaje y del
8
Ver cap. 9, infra.
ENRIQUE LEFF 346
ser en el que anida en un significado fijado entre signo y referente.
Como un juego intergalctico, el dilogo de saberes es el encuentro
entre soles que se iluminan, chocan y se dispersan desde diferentes
trayectorias, cambiando luces y colores, transformando la materia por
un fuego que no consume la autonoma de los astros que en su inter-
accin funden sus cuerpos celestiales para generar nuevas estrellas
que deambulan desorbitadas en la entropa del firmamento que no
est sellado por la palabra divina ni por la ley universal. Espacio exte-
rior en espera de la palabra humana.
La relacin entre las palabras y las cosas, entre el concepto y lo
real, no alcanza a completar un mundo, ni siquiera entre los hablan-
tes de una misma lengua y en el seno de una cultura. Siempre hay al-
go de lo real que se anuncia en el lenguaje, aunque no siempre se
enuncia por la palabra. La realidad se produce por el lenguaje. Hay
un algo que se genera por la significancia del lenguaje que no es ni
la designacin de la realidad ya dada por la palabra ni un efecto de
conocimiento que en tanto no adviene a la presencia, es invisible,
impensable e inefable. Ese algo por venir que nace de la relacin de sig-
nificancia entre lo real y lo simblico es activado por el dilogo de sa-
beres.
El dilogo de saberes abre los sentidos que se cierran y se agotan
en la designacin del mundo por la palabra, donde la existencia que-
da consignada en un designio, en una deuda-significado-culpa del ser
con la realidad forjada por el signo y el cdigo, ante la cual el sujeto
resignado, sometido al poder de la palabra que fija lo real en una rea-
lidad, deja de aletear y sobrevolar el mundo en bsqueda de nuevos
significados. El dilogo de saberes emancipa el poder de la palabra
desde la tensin de otros lenguajes y otras miradas; desde la otredad
del ser y del saber. Tensin de seres-saberes que est ms all de la dia-
lgica y la dialctica de sentidos preestablecidos; que enfrenta a seres
constituidos por saberes encarnados en sentimientos, sensualidades y
sentidos que no se colman y saturan en la totalidad de lo ya sido, lo
ya pensado, lo ya asignado por la palabra. Estos seres-saberes se car-
gan de energa, generan sinergias en su apertura y tensin con la
otredad, con el Otro, con lo otro, con la nada y con el no saber; con
la diferencia y diversidad de lo existente; con el advenimiento de la
existencia en su relacin con lo sido, con lo conocido, y con el porve-
nir; con lo por pensar y con lo que an no es. Este dilogo prepara el
campo para una fertilizacin infinita de sentidos por la palabra, da lu-
gar a la palabra nueva, pues
RACIONALIDAD AMBIENTAL 347
La fruta de la pasada estacin fue comida
Y la bestia bien alimentada patear el plato vaco
Pues las palabras del ao pasado pertenecen al lenguaje del
ao pasado
Y las palabras del ao siguiente esperan una nueva voz.
Eliot, Four quartets
El futuro sustentable ser el fruto de ese tiempo nuevo, donde la
palabra pueda baar con su frescura al ser secuestrado y a lo real pa-
ralizado por la palabra envejecida, por el arma terica que ha con-
quistado al ser y lo ha encarcelado en su realidad. Pues desde la me-
tafsica, el pensamiento ha cosificado al mundo, encerrndolo en sus
conceptos y categoras (ser, naturaleza, ente, cosa, idea, mente, cuer-
po). En todo este revuelo de palabras lanzadas al viento desde la an-
tigua Babel, la significancia del mundo se reactiva desde la potencia
del habla en el movimiento del dilogo de saberes (todo lo contrario
al extraviado deseo de construir diccionarios y glosarios que fijen el
sentido de los conceptos para lograr un consenso y una comprensin
de la complejidad ambiental sobre un fondo comn de saber). La ra-
cionalidad no se somete a una lgica del lenguaje pues la palabra es
como el amor gitano: un enfant de Bohme qui na jamais connu de loi.
Es as como la tica se reencuentra con la ontologa y con la gno-
seologa en la relacin de lo real, lo imaginario y lo simblico, en el
acto de pensar y de sentir, de ser en el mundo y de construir un mun-
do desde un ser diverso arraigado en su cultura, en sus formas de sig-
nificar sus mundos de vida, desde una tica de la otredad y una pol-
tica de la diferencia. La racionalidad ambiental en la que se inscribe
el dilogo de saberes conduce hacia un nuevo concepto de lo social
de las relaciones sociales, del tejido social, donde se inscriben los
procesos de sociabilidad del ser y del saber. Contra la idea de que la
sociabilidad provendra de la autonoma del sujeto y su capacidad co-
mo hablante, Vigotsky comprendi que todas las funciones psqui-
cas superiores surgen de una colaboracin social [que] el lenguaje
interior surge de la diferenciacin de la funcin originariamente so-
cial del lenguaje [de] la progresiva individualizacin que se produce
sobre la base de su esencia social (Marina, 1998: 86).
La constitucin originaria del yo mismo provendra de su esencia
social. La otredad encontrara su fundamento en lo humano sobre
la base de su ser social. La lengua y la facultad del lenguaje no son
ENRIQUE LEFF 348
propiedades individuales, sino que surgen de la sociabilidad origina-
ria del ser humano. Lo que supone admitir que la mente indivi-
dual es en realidad social, en su gnesis y su funcionamiento. El len-
guaje interior se origina por la introyeccin del habla comunicativa,
y de ella retiene sus propiedades. Los signos, en su carcter externo,
son instrumentos objetivos de la relacin con otros. Al volverse inte-
riores se convierten en instrumentos internos y subjetivos de la rela-
cin con uno mismo (Ibid.: 87).
Lo anterior abre la pregunta sobre esa esencia social, una socia-
bilidad originaria del ser humano anterior al lenguaje y al habla co-
municativa, donde emerge y se configura el yo mismo que sale al en-
cuentro con el otro. Mas, qu relaciones constituyen lo social, si es
que este tejido no est hecho primordialmente de lenguaje? Dnde
encontramos la esencia social cuando sta se fuga de las relaciones
de produccin, de la significacin de la lengua, y del orden de la cul-
tura? Tal vez habr que rastrearla en el orden del poder, de las estra-
tegias de poder en el saber y su encarnacin en el ser.
No podemos hoy concebir la generatividad de lo humano y lo so-
cial en trminos del paradigma del progreso fundado en el desarro-
llo de las fuerzas productivas, de esa razn dialctica puesta al servi-
cio de un materialismo histrico fundado en su base econmica. No
slo por el fracaso histrico del socialismo real, sino porque la crisis
ambiental marca el lmite de la racionalidad econmica e instrumen-
tal que orient los fines de la modernidad. No es la objetividad de la
dialctica entre fuerzas productivas y relaciones sociales de produc-
cin lo que abre la historia a travs de sus cambios revolucionarios.
Su objetividad queda atrapada en el sistema de representacin desde
el cual la conciencia no alcanza a desalienarse de la cosificcin eco-
nmica del mundo. La salida hacia un mundo sustentable y con sen-
tido existencial est en la exterioridad de ese mundo cosificado y su
apertura hacia el ser. En este sentido, Levinas afirma:
La existencia del hombre permanece fenomenal en tanto que sigue siendo
interioridad. El lenguaje por el cual un ser existe para otro, es su nica po-
sibilidad de existir una existencia que es ms que su existencia interior [...]
Entre la subjetividad cerrada en su interioridad y la subjetividad mal enten-
dida en la historia, est la asistencia de la subjetividad que habla [...] Con la
exterioridad, que no es la de las cosas, desaparece el simbolismo y comien-
za el orden del ser [...] Lo que falta a la existencia interior no es un ser su-
perlativo, que prolongue y amplifique los equvocos de la interioridad y de
RACIONALIDAD AMBIENTAL 349
su simbolismo, sino un orden en el que todos los simbolismos se descifran
por los seres que se presentan absolutamente: que se expresan (Levinas,
1977/1997: 200, 195).
El ser no se devela a travs de una esencia, de una verdad oculta
pero inmanente. El ser se expresa a travs de un saber, que no es un
cdigo interno, sino un tejido de relacin entre lo interno y lo exter-
no, entre lo material y lo simblico, entre el objeto y su ambiente,
entre el presente y el devenir, entre yo y el otro. El ser se constituye
en relacin con un saber y se expresa por un discurso ante otro dis-
curso como el sentido que no proviene de la relacin unvoca del
signo y el significado de la cosa, sino del enlazamiento de un signifi-
cante con otros significantes en un tejido discursivo. El dilogo de sa-
beres es un dilogo de seres ante una exterioridad. Abre lo que el
signo cierra al designar al ser como un ente, como una cosa. Pone
en juego nuevamente la palabra viva, el significante abierto ante otro
significante:
El ser, la cosa en s, no es, con relacin al fenmeno, lo oculto. Su presencia
se presenta en su palabra. Poner la cosa en s como oculta, implicara supo-
ner que ella es al fenmeno lo que el fenmeno es a la apariencia. La ver-
dad del develamiento es, a lo sumo, la verdad del fenmeno oculto bajo las
apariencias. La verdad de la cosa en s no se devela. La cosa en s se expre-
sa. La expresin manifiesta la presencia del ser, no corriendo simplemente
el velo del fenmeno. Es, de suyo, presencia de un rostro y a partir de aqu,
llamada y enseanza, entrada en relacin conmigo, relacin tica. Adems, la
expresin no manifiesta la presencia del ser al remontar del signo al signifi-
cado. Presenta el significante. El significante, el que dona el signo, no es sig-
nificado. Es necesario haber estado en sociedad de significantes para que el
signo pueda aparecer como signo. El significante debe pues presentarse an-
te todo signo, por s mismo: presentar un rostro. La palabra [...] desbloquea
lo que todo signo cierra en el momento mismo en que abre el paso que con-
duce al significado, haciendo asistir al significante a esta manifestacin del
significado. Esta asistencia mide la excedencia del lenguaje hablado sobre el
lenguaje escrito vuelto signo [...] El lenguaje no agrupa los smbolos en sis-
temas, descifra los smbolos. Pero en la medida que esta significacin origi-
nal del Otro ya ha tenido lugar, en la medida que un ente se ha presentado y
se ha auxiliado, los signos distintos a los signos verbales pueden servir de len-
guaje (Ibid.: 199).
ENRIQUE LEFF 350
El significante debe representarse para resignificar el mundo, pa-
ra salvar al lenguaje de sus desviaciones en toda denotacin y conno-
tacin que desde la formacin social establece y cristaliza significa-
dos en los imaginarios sociales, en la referencia del signo con lo real,
del discurso con la realidad. El nuevo comienzo al que apunta la sus-
tentabilidad no pretende un retorno al estado del lenguaje anterior
a Babel, al germen del pensamiento nico y de la idea universal, pa-
ra que el significante pueda generar nuevos sentidos de lo real. El
dilogo de saberes se inicia desde seres diferenciados habitados ya
por significaciones y saberes que se han constituido en relacin con
mitos, ritos, prcticas, ideologas y paradigmas de conocimiento.
El dilogo de saberes se establece en el campo de estrategias de
poder en el saber: las que se entretejen en cada constelacin de sabe-
res; las que se desarrollan en relacin con el saber dominante para
reorganizar los mundos de vida desde la resistencia a la globalizacin
econmica, a la colonizacin del saber, a la integracin cultural. El
dilogo de saberes es un campo de confrontacin de racionalidades
y de hibridacin de saberes que arraigan en identidades culturales y
en prcticas de uso de la naturaleza. Lo social es anterior y est ms
all de toda relacin denotativa entre la palabra y la cosa, del signo y
el significado, en el sentido de que ningn lenguaje logra abstraerse
de las significaciones sociales (culturales) insertas en estrategias de
poder por la apropiacin del mundo. Ms all de los juegos de len-
guaje posibles en la produccin del sentido de lo real, el dilogo de
saberes se inscribe en un proceso de resignificacin y reapropiacin
cultural de la naturaleza.
El dilogo de saberes, ms all de toda estrategia comunicativa, se
establece en este campo del poder en el saber, instaurado en el dis-
curso de la sustentabilidad, donde ningn trmino es neutro; donde
incluso las nociones de territorio, autonoma, cultura y naturaleza
son resignificados en este proceso de renovacin/apropiacin del
mundo. Es desde la disputa de los sentidos de la sustentabilidad que
emerge en lo social una creatividad del lenguaje puesta en juego por
el dilogo de saberes, que rompe el cerco de racionalidad impuesto
sobre el mundo actual. El dilogo de saberes da la mano y abraza a
los saberes subyugados, sobre todo con aquellos que dieron sustento
a las culturas tradicionales y que hoy resignifican sus identidades y se
posicionan en un dilogo y resistencia con la cultura dominante que
impone su saber supremo. El dilogo de saberes es un dilogo con
interlocutores que han perdido la memoria y la palabra, cuyos sabe-
RACIONALIDAD AMBIENTAL 351
res tradicionales han sido sepultados por la modernidad impuesta.
El dilogo se convierte en indagacin, exgesis y hermeneusis de tex-
tos borrados; es una teraputica poltica para devolver el habla y el
sentido de lenguajes cuyo flujo ha sido bloqueado. Es la recupera-
cin de esas lenguas que una vez fueron de fuego, pero que han si-
do obliteradas en mudas cenizas (Steiner, 2001b: 203).
No es necesario remitirse a la poesa para cuestionar el propsito
representativo del lenguaje. La accin comunicativa desplegada para
establecer consensos en torno a una visin y una poltica del de-
sarrollo sostenible no es producto de la creatividad del lenguaje ni
del dilogo racional. El consenso es movilizado por procesos comu-
nicacionales que responden a estrategias de poder que trabajan en el
tejido mismo del discurso y de la poltica, donde los conceptos, los
trminos y los instrumentos de la gestin del desarrollo sostenible
son organizados (innovados, negociados, aplicados) por la lgica del
poder de la racionalidad dominadora y no por una racionalidad dia-
lgica crtica. El consenso se sostiene en un discurso automtico que
se difunde por contagio y mimetismo y no por una respuesta racio-
nal de interlocutores heternomos. Los trminos se establecen por la
fuerza del uso y la convencin sin dar cuenta de la razn terica del
discurso o de la razn prctica que orienta el sentido de las acciones.
La formacin de una racionalidad ambiental es un proceso de re-
novacin del mundo, de desconstruccin de los fundamentos de la
civilizacin occidental y las falacias de la globalizacin econmica. El
dilogo de saberes apunta hacia un renacimiento que no surgir de
la palabra maestra de un dios, sino del encuentro de los seres ah que
habitan el mundo desde sus culturas y sus condiciones existenciales.
El dilogo de saberes no es la introyeccin de los principios preesta-
blecidos en el saber de fondo del pensamiento o de una tica ecolo-
gista sino el encuentro del que nace el sentido colectivo, desde sus di-
versidades y diferencias, sus consensos y disensos, de sus condiciones
ecolgicas y culturales de existencia.
En otro lugar que el de la creacin filosfica, terica y potica que
extiende sus alas y se hace mundo, la construccin de un futuro sus-
tentable habr de forjarse en el crisol de un dilogo de saberes, don-
de nace lo nuevo en el encuentro con la otredad, la diversidad y la
diferencia; sin jerarquas, desde el derecho humano a hacerse un lu-
gar en el mundo y a ser con los dems. Condicin de dignidad de la
existencia humana que hoy reclama su derecho de reapropiacin de
la naturaleza a travs del habla y la palabra.
8. CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD:
PULSIN AL GASTO Y ENTROPA SOCIAL
CAMBIO GLOBAL Y SUSTENTABILIDAD: RACIONALIDAD Y CULTURA
La racionalidad econmica que se configur en el proceso de cons-
titucin, expansin e internacionalizacin del capital, ha instaurado
una nueva cultura global, donde se expresa el orden de racionalidad
del proceso civilizatorio de la modernidad. La teora econmica ha
desempeado una funcin predominante en el proceso de legitima-
cin y de racionalizacin del capital: del establecimiento del modo
de produccin capitalista, el desarrollo de las ciencias, el progreso
tecnolgico y la generalizacin de los intercambios mercantiles. La
racionalidad econmica gener una concepcin del desarrollo de
las fuerzas productivas que privilegi al capital, al trabajo y al progre-
so tcnico como los factores fundamentales de la produccin, des-
terrando de su campo a la cultura y a la naturaleza. La degradacin
socioambiental emerge como el efecto ms elocuente de la crisis de
la civilizacin moderna, construida sobre bases de una racionalidad
social contra natura que atenta contra la diversidad tnica y cultural
del gnero humano.
En el proceso histrico de construccin de la modernidad, la con-
quista, la colonizacin y la integracin al mercado mundial de las cul-
turas precapitalistas dej truncos los proyectos civilizatorios de las
culturas de los trpicos y sus procesos de coevolucin con las muy va-
riadas condiciones de su entorno geogrfico y ecolgico. Con la im-
posicin de la racionalidad econmica en la vida cultural de los pue-
blos la naturaleza dej de ser referente de la simbolizacin y significa-
cin de las prcticas sociales, potencial de la riqueza material y sopor-
te de la vida espiritual de los pueblos, para convertirse en la fuente de
materias primas que aliment la acumulacin de capital a escala mun-
dial. El progreso impulsado por la acumulacin de capital y la lgica
del mercado, antes de alcanzar el pleno empleo y una justa distribu-
cin de la riqueza, ha generado un proceso de crecimiento econmi-
co caracterizado por el intercambio desigual entre recursos naturales
y mercancas tecnolgicas. La desigualdad, inmanente a la racionali-
[352]
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 353
dad econmica, se manifiesta en procesos de polarizacin y margina-
cin social, as como en una produccin de pobreza estrechamente
asociada con la degradacin del ambiente, la destruccin de la base
de recursos y la desintegracin de las formaciones culturales fundadas
en sus identidades tnicas, sus lenguas autctonas y sus prcticas tra-
dicionales. El efecto ecodestructivo generado por la racionalizacin
econmica del mundo por sus dispositivos tericos, discursivos y lin-
gsticos de poder as como por las distorsiones y desviaciones de las
idealizadas condiciones de equilibrio econmico las imperfecciones
del mercado, han generado una conciencia crtica sobre la irraciona-
lidad ambiental de la racionalidad econmica.
1
La crisis ambiental ha planteado la necesidad de dar bases de sus-
tentabilidad al proceso econmico, buscando controlar y revertir los
costos ecolgicos de los patrones de produccin y consumo, y sus
efectos en el deterioro ambiental y en la calidad de vida de las mayo-
ras. Esta degradacin ambiental est asociada con procesos de des-
forestacin, erosin y prdida de fertilidad de los suelos, con la con-
taminacin de recursos hdricos y el despilfarro de recursos energti-
cos, as como con la polucin ambiental y el aumento de riesgos eco-
lgicos. El calentamiento global, la desestabilizacin de los equilibrios
ecolgicos, el enrarecimiento de la capa estratosfrica de ozono y la
contaminacin de los recursos hdricos del planeta son la manifesta-
cin de esta crisis ambiental a escala global. El incremento de la po-
breza, la marginacin y el deterioro de la calidad de vida de la pobla-
cin expresan la dimensin social de esta degradacin ecolgica.
La destruccin creciente de la base de recursos de la Tierra, as co-
mo los desequilibrios ecosistmicos que ocasionan estos procesos, ha
llevado a que los asuntos ambientales ocupen un lugar prioritario
dentro de la agenda de la geopoltica del desarrollo sostenible y de las
metas del milenio. Esto muestra el carcter global de la degrada-
cin ambiental y la interdependencia de las condiciones de orden
geofsico y ecolgico con los procesos econmicos, las estructuras ins-
1
En este sentido, el imperialismo del ingls, dice Steiner, asociado con toda la
imagen que se tiene en el mundo del consumo de masas, del comercio y la comuni-
cacin internacionales, de las artes populares, del conflicto generacional, de la tecno-
cracia, se encuentra embebida de referencias y hbitos lingsticos ingleses y anglo-
norteamericanos [...] son, en virtud de su misma difusin planetaria, agentes de pri-
mer orden en la destruccin de la diversidad lingstica natural. Acaso esta destruc-
cin sea la ms irreparable de las catstrofes ecolgicas que caracterizan a nuestra
poca (Steiner, 2001a: 478-479).
ENRIQUE LEFF 354
titucionales, las relaciones de poder y las formas de organizacin cul-
tural, a escala tanto mundial como nacional y local, que acompaan
a estos procesos de cambio. En las ltimas tres dcadas se ha venido
diseando una nueva geopoltica de apropiacin de la naturaleza en
el contexto de la globalizacin econmica. Desde que son la alarma
ecolgica a principios de los aos setenta, y luego del ocaso del socia-
lismo real, el surgimiento del orden unipolar de la economa neoli-
beral ha estado acompaado de avances en las formas y prcticas de
la democracia poltica, de la emergencia de la sociedad civil y el for-
talecimiento de los derechos humanos. La cultura de la posmoderni-
dad pone de relieve el valor de la pluralidad y de la diferencia. As, el
mundo antes jalonado entre los polos capitalismo-socialismo, este-
oeste, centro-periferia, Norte-Sur, aparece ahora atravesado por las
tensiones generadas por la tendencia homogeneizadora de la razn
econmica, frente a la emergencia de nuevos actores sociales y luchas
populares por sus autonomas tnicas y por sus derechos culturales.
La protesta social por el deterioro ambiental y los reclamos por mejo-
rar la calidad de vida estn llevando la cuestin ambiental al terreno
de los derechos humanos; junto con el reconocimiento de la impor-
tancia de conservar la biodiversidad del planeta se estn legitimando
las reivindicaciones de las comunidades indgenas y campesinas para
preservar su patrimonio de recursos naturales y culturales.
Los procesos de degradacin ecolgica, de desintegracin cultural
y de inequidad social, generados por la sobreeconomizacin del mun-
do, se han convertido en un costo ecolgico-social creciente del pro-
ceso de globalizacin. Las polticas del desarrollo sostenible buscan
interiorizar estos costos para garantizar las condiciones ambientales
de un proceso de produccin sostenible en el largo plazo. Sin embar-
go, la transicin hacia la sustentabilidad est generando posiciones
tericas y polticas diferenciadas. Frente a las propuestas que buscan
soluciones tecnolgicas, as como la asignacin de precios de merca-
do y derechos de propiedad a los bienes y servicios ambientales del
planeta, en los movimientos ambientalistas de los pases del Sur se es-
t configurando una concepcin alternativa en la cual las condiciones
de la sustentabilidad se basan en los potenciales ecolgicos de la na-
turaleza, la diversidad cultural, la democracia participativa y una pol-
tica de la diferencia. En esta perspectiva, la diversidad ecolgica y cul-
tural no slo es considerada como un principio tico como un valor
intrnseco, no mercantil, sino como medios de produccin y potenciales
productivos que conforman un sistema de recursos naturales, cultura-
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 355
les y tecnolgicos capaces de reorientar la produccin hacia la satis-
faccin de las necesidades bsicas, reconociendo los valores culturales
de las poblaciones del tercer mundo. El principio de diversidad no s-
lo se concibe como un patrimonio cultural que debe ser conservado,
sino como una condicin para la construccin de un futuro sustenta-
ble. Esta visin del desarrollo sustentable entraa la socializacin de
la naturaleza y de sus potenciales ecolgicos. De esta manera, el impe-
rativo de la sustentabilidad est llevando a la emergencia de nuevos
movimientos sociales en las reas rurales del tercer mundo por la rea-
propiacin de su patrimonio de recursos naturales y culturales, y por
la autogestin de sus procesos productivos.
2
La racionalizacin de la sustentabilidad abre la posibilidad de
construir un nuevo paradigma productivo, fundado en los potencia-
les de la naturaleza y en la recuperacin y el enriquecimiento del co-
nocimiento que a lo largo de la historia han desarrollado diferentes
culturas sobre el uso sustentable de sus recursos ambientales. El de-
recho a la gestin participativa en el manejo comunitario de los re-
cursos est construyendo sus vas de legitimacin social, as como los
instrumentos tcnicos y legales que requiere para reorientar las deci-
siones en materia de poltica econmica hacia los objetivos y valores
de la sustentabilidad. La orientacin de la accin social hacia los fi-
nes de la sustentabilidad moviliza los potenciales ecolgicos negados
por la racionalidad econmica y terica dominantes, al haber subyu-
gado a los saberes tradicionales, desintegrando a las identidades tni-
cas donde arraiga el potencial de la diversidad cultural, y desencade-
na las fuerzas sociales que han quedado all bloqueadas, oprimidas y
marginadas.
La construccin de una racionalidad ambiental encuentra as sus
races ms profundas en la cultura, entendida como el orden que en-
treteje lo real y lo simblico, lo material y lo ideal, en las diferentes
formas de organizacin social de los grupos humanos en comunida-
des y naciones, en las formas diversas en que sus lenguajes y sus ha-
blas dan significado a los territorios que habitan y a la naturaleza con
la cual conviven y coevolucionan. A diferencia de la racionalidad eco-
nmica que busca colonizar y reintegrar la diversidad del mundo
dentro de sus cdigos de comprensin y sus estrategias de domina-
cin, la racionalidad ambiental no es un orden supremo que busca-
ra reorganizar a partir de sus principios generales el pensamiento y
2
Ver cap. 9, infra.
ENRIQUE LEFF 356
las prcticas sociales para ajustarlos a ciertas condiciones objetivas de
sustentabilidad, establecidas desde fuera y por encima de las organi-
zaciones culturales que habitan el mundo. No es un orden superior
donde fraguan las culturas en moldes de acero y jaulas de hierro, si-
no nidos donde germinan sus identidades y donde reinventan sus
sentidos existenciales. La diversidad cultural es lo ms sustantivo de
la racionalidad ambiental, el principio que la constituye como un or-
den radicalmente diferente de la racionalidad econmica.
Entre racionalidad ambiental y orden cultural hay una estrecha re-
lacin, que no es de identidad. Toda racionalidad se establece en el
dominio de lo pensado y lo razonado, incluso cuando se abre hacia
la comprensin de lo ms irracional y enigmtico de la existencia hu-
mana. Aun cuando nos referimos a la racionalidad de un cierto or-
den ontolgico, de un cierto orden de cosas, esas racionalidades
intrnsecas se refieren ya a una codificacin de los principios, axio-
mas y rasgos que la caracterizan, que establecen un sistema de reglas
que configuran pensamientos y movilizan acciones con arreglo a fi-
nes o valores, o que confieren sentidos conforme a normas sociales
preestablecidas por la tradicin. As, cuando aludimos a una racio-
nalidad ecolgica, nos referimos a las condiciones materiales, fsicas
y biolgicas del conjunto de procesos que mantiene el funcionamien-
to de un ecosistema, o de la biosfera, incluyendo la incorporacin de
dichas condiciones como valores de conservacin en una tica eco-
lgica. La cultura es un orden ms comprehensivo y significativo que
el de una racionalidad, aunque tambin una cultura puede ser inter-
venida por una racionalidad hasta el punto en el que sta penetra,
codifica e invade todas sus esferas culturales. Es en ese sentido que el
nazismo lleg a ser la expresin cultural de la racionalidad domina-
dora del iluminismo, o que el totalitarismo objetivador y cosificador
de la racionalidad de la modernidad ha invadido al erotismo huma-
no hasta su exacerbacin (Horkheimer y Adorno, 1944, 1969).
Una racionalidad cultural puede referirse a los rasgos que dan iden-
tidad a una cultura, su lengua, sus costumbres y prcticas que configu-
ran un estilo tnico. Mas la cultura no queda subsumida en el orden
de racionalidad que la define como una esencia o un carcter inma-
nente. La organizacin cultural no est orientada por una teleologa
o por un fin preestablecido. Si una racionalidad confiere sentidos a
una organizacin cultural, la cultura contiene en s la capacidad de
reorganizar su relacin simblica con la naturaleza y de producir nue-
vos sentidos que abren los significados codificados y predeterminados
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 357
por un proceso de racionalizacin. Si el orden cultural se manifiesta a
travs de racionalidades culturales diversas, esas racionalidades no se
refieren simplemente a las cosmovisiones propias de cada cultura, si-
no que son ya la resultante del encuentro entre racionalidades y cul-
turas, donde el orden cultural mantiene viva su capacidad de simboli-
zacin y significacin que trasciende la axiomatizacin, sistematiza-
cin y codificacin por un orden de racionalidad determinado.
La cultura la diversidad cultural est constituida por matrices
de racionalidad. stas se expresan como matrices de sentido, ms
que como rdenes preestablecidos de racionalidad, es decir, como
estructuras culturales organizadas por el lenguaje que se reproducen
determinadas por su propia estructura. Si la significancia trasciende
al orden racional, la matriz de racionalidad no conforma una retcu-
la de carcter algebraico, topolgico o geolgico, donde se ordenan
elementos de un conjunto, donde se asignan lugares en un espacio o
se asientan en una roca fundamental los cristales y fsiles de las for-
mas de la existencia material y simblica. Son matrices de racionalidad
en el sentido genrico (orgnico) del trmino, lugares donde se fe-
cunda, anida y se desarrolla el germen de la significancia que abre los
sentidos infinitos de la cultura. La cultura es el orden de una raciona-
lidad sin fin, porque el fin constrie el significado hacia un objetivo y
de esa manera marca el fin del tiempo, del infinito. Las racionalida-
des culturales abren un dilogo de saberes que no se unifica en un
consenso, ni tan slo es una traduccin o trasmutacin de sentidos.
El dilogo de saberes que se produce en el encuentro entre culturas
es un proceso de hibridacin en el cual el encuentro de culturas di-
ferentes anida en una matriz generativa de lo nuevo, que no est ins-
crita ni determinada en el orden generativo y transformacional de
una estructura gentica o del lenguaje. La cultura no slo se diversi-
fica, sino que sus ramas se reencuentran, enlazan e hibridan, gene-
rando una dialctica social que desde una tica de la otredad abre y
construye nuevos sentidos emanados del espritu de los pueblos y
del habla de las personas, ms all de las determinaciones del logos,
de la lengua, de la economa. Es el acto potico la poiesis que recu-
pera el sentido creativo de las gramticas de futuro lanzadas al mun-
do despus de Babel y que desde la existencia y el encuentro de se-
res culturales diversos genera lo que an no adviene al ser: nuevos
mundos de vida. Este campo generativo de diversidad de sentidos no
es infinito, y ciertamente remite a la sintaxis de los tiempos pasados
y a la conjugacin de los tiempos futuros. Como afirma Steiner:
ENRIQUE LEFF 358
El hombre que realmente tenga algo nuevo que decir, cuyas innovaciones
lingsticas no se limiten al decir, sino que se orienten hacia lo que se quiere de-
cir, es excepcional [...] La cultura y la sintaxis, la matriz cultural que la sin-
taxis define y delimita, tienen la suficiente fuerza para retenernos donde es-
tamos. sta es la razn fundamental por la que resulta imposible toda len-
gua privada eficaz. Todo cdigo cuyo sistema de referencias sea puramente
individual carece, por definicin, de consistencia propia. Las palabras que
hablamos encierran mucho ms conocimiento; una carga afectiva mucho
ms rica que la que poseemos conscientemente; en las palabras, los ecos se
multiplican. El significado es una funcin de los antecedentes sociales e his-
tricos, y de los reflejos compartidos (Steiner, 2001a: 474).
La racionalidad ambiental se constituye en esa matriz cultural, en
ese dilogo de saberes y encuentro de otredades; emerge como aque-
llo que, siendo desconocido por la racionalidad cientfica y econmi-
ca, es pensable mediante la razn, pero que est ms all de la razn.
El orden de la cultura no es slo el de los territorios en los que se han
sedimentado y cristalizado formas autctonas, ancestrales y tradicio-
nales del ser cultural, sino el de universos abiertos a la resignificacin
de sus mundos de vida, en procesos de mestizajes culturales, de resig-
nificaciones de la naturaleza, de reinvenciones culturales, de hibrida-
ciones entre lo orgnico, lo tecnolgico y lo simblico. En un mundo
que se ha desprendido de todo esencialismo ontolgico e identitario,
la cultura es el orden abierto a la resignificacin del mundo, a lo por
pensar, a la produccin de una diversidad de mundos posibles.
En el proceso de globalizacin, las identidades culturales se estn
reconfigurando en el marco y en las perspectivas del desarrollo sus-
tentable, como una redefinicin del ser, en un proceso de arraigo en
un territorio y de reapropiacin de la naturaleza. La identidad no re-
nace simplemente desde su esencia originaria y la resistencia de la
tradicin a travs del tiempo y de la historia. sta se forja en su rela-
cin, enfrentamiento y demarcacin con una identidad suprema,
aquella que desde la invencin cultural de un dios nico, y hasta el
mercado global, han trazado un proyecto de unificacin del pensa-
miento y de la humanidad, como una integracin de sus diversidades
y diferencias. La relacin de otredad no existe en las culturas aisladas
que coevolucionaron con su medio ecolgico. All toda tica fue con-
figurada dentro del marco de creencias y sentidos existenciales orga-
nizados en forma de mitos y rituales en sus cosmovisiones particula-
res. Las culturas se desconocan entre s. Esta forma de ser de las pri-
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 359
meras culturas se transform con la sociedad de clases, desde la es-
clavitud hasta el proletariado, y luego con la emergencia de las iden-
tidades hbridas, en el proceso de democratizacin de la ciudadana
y el renacimiento de las comunidades indgenas.
Luego de las guerras tribales y las guerras de los primeros impe-
rios, es el capitalismo mercantil, industrial, tecnolgico, ecolgico
el que lleva a la unificacin forzada de la raza humana dentro de una
racionalidad econmica y la ley suprema del mercado. La tica como
responsabilidad hacia el otro (el negro, el indgena, el judo, el gita-
no) es la respuesta del ser al forzamiento de una unidad, de un pen-
samiento nico, de una unidad lgica: la de la identidad de la lgica
formal, la del imaginario de la representacin. La lgica del pensa-
miento nico, del conocimiento transparente, se ha filtrado hacia
los designios guiados por una voluntad de pureza racial y superiori-
dad cultural, que han llevado a la sumisin, subyugacin, opresin,
explotacin, negacin y exterminio del otro. La emancipacin a par-
tir del proyecto tico de la otredad, y los derechos culturales que
abren una poltica de la diferencia, se configuran en esta respuesta y
resistencia al dominio e imposicin de una lgica unitaria sobre la
diversidad cultural.
Si hoy el forzamiento de la razn unitaria est llevando hacia un
pensamiento y una poltica de la diferencia, a una desconstruccin
de la economa globalizada guiada por la ley suprema del mercado
para fundar economas regionales y locales fundadas en la potencia
de la naturaleza y los sentidos de la cultura, al mismo tiempo la reac-
cin hacia esta razn hegemnica est generando fundamentalismos
radicales que, sin un proyecto de reconstruccin cultural para la sus-
tentabilidad de los pueblos, se manifiestan en una voluntad desespe-
rada e irracional de muerte y destruccin. Fuera de una poltica de
la diferencia y del disenso se exacerba la negacin absoluta del ser
engendrada por la afirmacin de identidades nicas y superiores,
que han abierto una confrontacin de fundamentalismos que no de-
ja lugar para la construccin de una nueva racionalidad para la sus-
tentabilidad y convivencia de la diversidad cultural. La resistencia cul-
tural que se hace manifiesta en la resistencia a la globalizacin de lo
Uno y de lo Mismo no es la defensa de una identidad inmutable, si-
no la preservacin de la capacidad de una cultura de revivir, de reor-
ganizarse, de reidentificarse, de reinventarse. Ms all de la conserva-
cin de una esencia cultural que certifica una identidad; ms all de
una etnognesis, la complejidad ambiental est llevando a reconfigu-
ENRIQUE LEFF 360
rar las identidades en su cara a cara con el Otro de la globalizacin y
los otros de la diversidad cultural en un dilogo de saberes.
Los rdenes de racionalidad establecen complejas relaciones con
esa reconfiguracin de las culturas. El rgimen de racionalidad eco-
nmica y cientfica que ha regido los destinos de los diferentes pa-
ses y pueblos del orbe no tiene nacionalidad ni territorio. Si bien es
posible identificar expresiones y matices que caracterizan y diferen-
cian al capitalismo ingls y francs, al socialismo sovitico y cubano,
a la ciencia norteamericana y rusa, a la tecnologa alemana y japone-
sa, las esferas culturales de cada nacin norteamericana, alemana,
francesa, italiana, espaola, brasilea, argentina, mexicana, aymara,
nhuatl, inca, maya, etc. son constelaciones que se expanden en
universos ms amplios que los que pueden identificarse y reducirse
a las formas particulares de una determinada racionalidad. Existen,
sin embargo, grados ms o menos fuertes de simbiosis, sintona y si-
nergia entre racionalidades y culturas; culturas ms susceptibles de
ser racionalizadas a travs de procesos histricos. As, el rgimen de
racionalidad que caracteriza a la modernidad ha podido recodificar
las organizaciones culturales de pueblos y naciones, y ha prestado sus
armas a los regmenes militares y fascistas ms opresivos e inhuma-
nos que haya podido vivir la humanidad. La cultura de la moderni-
dad puede definirse por el grado en el que el orden cultural es ab-
sorbido por una cierta racionalidad formal e instrumental, que orga-
niza tanto sus instituciones econmicas y jurdicas como los mundos
de vida de las personas. En la medida en que la modernidad marca-
da por la racionalidad econmica se convierte en el orden hegem-
nico, coloniza e invade todos los rdenes del ser. La resistencia a es-
tos regmenes racionalizados que opone la cultura de los pueblos se
manifiesta en procesos histricos en los que se van entretejiendo las
racionalidades impuestas con las fuentes autctonas de las culturas
dominadas. La cultura moldea las formas de adopcin y adaptacin
a la racionalidad de la modernidad.
3
Las diferentes culturas nacionales definen las maneras como se in-
3
En este sentido podemos identificar en Amrica Latina (y en todo el mundo) di-
versas modalidades de capitalismos ecologizados que son resultado del encuentro en-
tre la racionalidad econmico-ecolgica, tal como se expresa en el discurso, los meca-
nismos y los instrumentos de la geopoltica del desarrollo sostenible, y las identidades
de las diferentes culturas nacionales y locales, cuyos rasgos culturales las hacen ms o
menos susceptibles de adaptarse o de resistir a un esquema de racionalidad legitima-
do por un orden global externo, desde los sentidos de sus culturas.
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 361
serta, se institucionaliza y funciona la racionalidad econmico-ecol-
gica: los principios, normas, reglas que orientan el pensamiento y la
accin social hacia la sustentabilidad ambiental del planeta. La varie-
dad de ambientalismos depende de las culturas que subyacen a los
movimientos sociales que llevan a oponerse a la imposicin de un r-
gimen econmico y a interiorizar los principios y valores de una ra-
cionalidad ecolgica. Las diferencias en los ecologismos manifiestos
en los pueblos y las polticas ambientales de los gobiernos de los pa-
ses latinoamericanos son en buena parte expresin de una cultura
mexicana, argentina, chilena, brasilea, costarricense, venezolana,
cubana en sus predisposiciones, mentalidades, resistencias de su
propia historia de sumisin y luchas libertarias para dejarse raciona-
lizar por las razones de fuerza mayor de la economa y la ecologa.
Los propsitos de la transicin democrtica y los principios del
ambientalismo la participacin de la sociedad civil en la gestin de
sus recursos ambientales y sus estilos diversos de vida, enfrentan a
los esquemas del crecimiento que destruye la naturaleza y concentra
el poder, abrindose a un proyecto social fundado en los principios
de la productividad ecolgica, la diversidad cultural y la democracia
participativa. La ecologa poltica emerge ante los impactos de la ra-
cionalidad econmica (guiada por la maximizacin de las ganancias
y del excedente econmico en el corto plazo, con sus efectos en la
concentracin del poder econmico y poltico), sobre la degrada-
cin del medio y la destruccin de la base de recursos naturales,
abriendo cauces a un desarrollo ms democrtico, equitativo y sus-
tentable.
DIVERSIDAD CULTURAL, AUTOGESTIN COMUNITARIA
Y DESARROLLO SUSTENTABLE
En los aos setenta el discurso del ecodesarrollo plante un conjun-
to de principios para alcanzar un desarrollo sustentable: el reconoci-
miento del valor de la diversidad biolgica y cultural; el fortaleci-
miento de las capacidades (self-reliance) de las comunidades; la pro-
mocin de la participacin ciudadana en la gestin de los recursos
naturales y del medio ambiente (Sachs, 1982). Las estrategias del eco-
desarrollo orientaban la descentralizacin de los procesos productivos
con base en las condiciones ecolgicas y geogrficas de cada regin,
ENRIQUE LEFF 362
incorporando los valores culturales de las comunidades en la defini-
cin de sus proyectos de desarrollo y sus estilos de vida. Fundado en
esos principios, ha surgido un proceso social por la defensa, protec-
cin y reapropiacin de su patrimonio de recursos naturales, plan-
teando alternativas al orden econmico dominante.
Las bases culturales del desarrollo sustentable se manifiestan tan-
to en el mbito urbano como en el rural, en tanto que todo grupo
humano es portador y parte de una cultura. Sin embargo su expre-
sin ms clara en relacin con la construccin de un paradigma pro-
ductivo alternativo, fundado en los potenciales ecolgicos y cultura-
les, se da en el medio rural, en los procesos de produccin de las so-
ciedades campesinas y las comunidades indgenas. La produccin
agrcola, ganadera y forestal depende all fundamentalmente de las
condiciones geogrficas y ecolgicas del medio en el que las culturas
han evolucionado, transformando los ecosistemas a travs de sus es-
tilos tnicos de apropiacin de la naturaleza. Sin embargo, la pro-
duccin silvcola y agropecuaria ha venido adoptando las formas de
propiedad de la tierra y los patrones tecnolgicos de uso del suelo
que ha impuesto la racionalidad econmica y tecnolgica, traducin-
dose en formas de sobreexplotacin y subutilizacin de los recursos
potenciales. Los procesos productivos inducidos por la economa de
mercado desde las grandes agroempresas capitalistas hasta los gi-
gantes de la biotecnologa, desplazan los valores culturales tradicio-
nales de las prcticas actuales de uso de la tierra y los recursos.
As pues, la propuesta de un paradigma productivo fundado en
las identidades culturales de los productores toma mayor sentido en
las comunidades rurales indgenas y campesinas, que conservan o
que son capaces de reapropiarse productivamente sus economas lo-
cales con base en la revalorizacin de sus prcticas y saberes tradicio-
nales. En este sentido se viene reconociendo la importancia del pa-
trimonio cultural de la humanidad, y la posibilidad de aprovechar el
vasto repertorio de conocimientos an existente en diversas culturas,
para disear polticas de manejo de los recursos capaces de mante-
ner el equilibrio ecolgico, la biodiversidad y la base de recursos na-
turales, proveyendo al mismo tiempo a las poblaciones locales de
medios para participar, y oportunidades para beneficiarse, directa-
mente de la gestin de sus recursos, a travs de prcticas productivas
acordes con sus identidades culturales (McNeely y Pitt, 1985).
Estos principios se estn convirtiendo en nuevos derechos cultu-
rales que estn siendo plasmados tanto en el discurso del desarrollo
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 363
sostenible
4
como en las propuestas que emergen de los nuevos mo-
vimientos de las comunidades indgenas (Instituto Indigenista Inte-
ramericano, 1991).
5
El reconocimiento del valor de la diversidad cul-
tural llev al establecimiento de la Comisin Mundial sobre Cultura y
Desarrollo y a lanzar la Dcada Mundial para el Desarrollo Cultural,
buscando rescatar el papel de la cultura en el nuevo orden mundial
(Unesco, 1995). Hoy en da las demandas de autonoma y diversidad
cultural empiezan a ser reconocidas como derechos humanos funda-
mentales y se estn incorporando de manera decisiva a los procesos
de reforma del estado de un estado pluritnico en la transicin de-
mocrtica de los pases del tercer mundo (Daz Polanco, 1991; Gon-
zlez Casanova y Roitman, 1996; Snchez, 1999). La necesidad de res-
petar los principios de autonoma, participacin y autodeterminacin
de los pueblos no slo se presenta como una condicin para la pre-
servacin de su cultura y sus identidades tnicas, sino tambin como
una estrategia para adaptar a las poblaciones indgenas a la moderni-
dad, integrarlas a la sociedad nacional y al orden econmico mundial
(Goodland, 1985). Ms all de la voluntad de integrar la diversidad
cultural al orden econmico global dominante, la reivindicacin de
4
As, el Informe Bruntland, elaborado por la Comisin Mundial sobre Medio Am-
biente y Desarrollo afirma: Las poblaciones tribales e indgenas requerirn una aten-
cin especial, ya que las fuerzas del desarrollo econmico trastornan sus estilos de vi-
da tradicionales [...] que pueden ofrecer a las sociedades modernas muchas lecciones
en la administracin de los recursos en los complejos ecosistemas de bosques, monta-
as y zonas ridas. Algunas enfrentan la amenaza de verse extinguidas a causa de un
desarrollo insensible, sobre el cual no tienen control. Se deberan reconocer sus de-
rechos tradicionales y se les debera conceder una participacin decisiva en la formu-
lacin de las polticas acerca del desarrollo de los recursos en sus regiones [...] para
aumentar el bienestar de la comunidad en consonancia con su estilo de vida (WCED,
1987: 12,116).
5
En este sentido, la Declaracin de los Pueblos Indgenas y Campesinos sobre los
Recursos Naturales de Mxico, aprobada en el Segundo Simposio sobre Pueblos In-
dios y Recursos Naturales en Mxico, celebrado en Oaxtepec, Morelos, en junio 5-9 de
1991, destac la importancia de las identidades tnicas y los valores culturales en el ma-
nejo sustentable de los recursos naturales. Se afirma as la gran trascendencia de los
pueblos indios y campesinos de la regin, como defensores de los recursos naturales,
pues sus formas de percepcin, conocimiento, uso y manejo de la naturaleza, han per-
mitido establecer opciones contra los planes de explotacin y usos industriales moder-
nos, ecolgicamente destructivos. Asimismo, se exige que los indgenas y campesinos
que vivimos en las [...] reservas de la biosfera y las zonas ecolgicamente protegidas o
en sus reas de influencia participemos en la elaboracin de los reglamentos de ma-
nejo para la proteccin y aprovechamiento de los recursos naturales, as como en la
elaboracin de los decretos para el establecimiento de nuevas reas protegidas.
ENRIQUE LEFF 364
las autonomas culturales de los pueblos es el reclamo de un derecho
de las comunidades a conservar su lengua, sus costumbres y creen-
cias, a decidir sobre sus propias instituciones, a reapropiarse sus terri-
torios y su naturaleza como hbitat y medios de produccin, y a rein-
ventar y readaptar sus prcticas de uso de los recursos.
Las estrategias de manejo productivo de la biodiversidad de las
poblaciones indgenas y campesinas no se sujetan a las polticas con-
servacionistas para establecer reas de reserva de los recursos natu-
rales, o para ajustarse a los mecanismos de la geopoltica del desarro-
llo sostenible, muchas veces en conflicto con los intereses y derechos
de las poblaciones locales.
6
La dimensin cultural del desarrollo sus-
tentable replantea las condiciones y potenciales de la produccin en
el medio rural, incluyendo no slo a los pueblos indgenas y a las po-
blaciones campesinas, sino en general a las comunidades rurales y
urbanas que, arraigadas en sus identidades culturales, participan en
la gestin de sus recursos naturales. Esta estrategia de desarrollo sus-
tentable se funda en una nueva tica y en nuevos principios produc-
tivos del desarrollo, tanto para preservar la base de recursos, como
para asegurar la supervivencia y elevar el bienestar de las mayoras
marginadas de los beneficios del actual desarrollo y de una pobla-
cin creciente que rebasa los umbrales de la pobreza crtica.
En la transicin hacia la sustentabilidad se debaten diversas estra-
tegias. Por una parte, el progreso de la racionalizacin econmica
avanza en un proceso de capitalizacin de la naturaleza y de la cultu-
ra, buscando refuncionalizar las condiciones ecolgicas y comunales
(los costos ecolgicos y las demandas culturales) dentro de formas
ecologizadas de reproduccin y expansin del capital. Por otra par-
te, emergen nuevos movimientos campesinos e indgenas por la rea-
propiacin de sus estilos de vida y su patrimonio de recursos natura-
les y culturales, que de esta manera se convierten en actores privile-
giados en la construccin de una racionalidad ambiental. Estas lu-
chas sociales buscan rescatar los potenciales ecolgicos incorporados
a los estilos tnicos de aprovechamiento sustentable de los recursos,
imbricados en los valores culturales y en las prcticas productivas de
las sociedades rurales de Amrica Latina y del tercer mundo. Estos
movimientos tericos y polticos estaran llevando as a enriquecer el
patrimonio natural y cultural que ha cristalizado en prcticas tradi-
cionales de uso de la naturaleza, generando un potencial ecolgico y
6
Ver cap. 3, supra.
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 365
cultural para el manejo productivo sustentable de la naturaleza. En
este sentido, las prcticas culturales de manejo de los ecosistemas no
slo contribuyen a preservar el equilibrio ecolgico del planeta, sino
a potenciar la sustentabilidad de las comunidades rurales.
La revalorizacin de los saberes tradicionales y la revitalizacin de
economas autogestionarias para satisfacer las necesidades bsicas
de las comunidades empiezan a ser incorporadas en las demandas de
nuevos actores sociales en el medio rural del tercer mundo.
7
Los sabe-
res autctonos articulan el conocimiento tcnico con las cosmovisio-
nes de los pueblos, integrando as los procesos de significacin cultu-
ral donde se decantan percepciones y prcticas arraigadas en contex-
tos geogrficos, ecolgicos y sociales especficos. Las capacidades
adaptativas e innovadoras de los campesinos se derivan de aos de ex-
perimentacin de sus prcticas tradicionales y de coevolucin con las
transformaciones del medio. As, la reapropiacin de sus saberes no
slo contribuye a elevar sus niveles de produccin, sino que al mismo
tiempo fortalece las identidades tnicas, la cohesin social y la inven-
tiva cultural, que determinan la capacidad de autogestin productiva
de las comunidades.
Siguiendo este impulso histrico, diversos grupos de cientficos y
tcnicos, as como promotores del desarrollo rural y comunidades de
base, han venido desarrollando distintas experiencias de manejo de
recursos naturales, que incluyen a la cultura como un recurso co-
munitario. De esta manera buscan crear condiciones polticas en el
interior de la sociedad nacional para fomentar las iniciativas de pro-
yectos de pequea escala, promoviendo apoyos de los gobiernos pa-
ra reforzar las capacidades de subsistencia y produccin sustentable
de las comunidades, y para multiplicar alternativas ecolgicamente
adaptadas a partir de la fertilizacin de proyectos culturales diversos.
En esta perspectiva del desarrollo sustentable los valores ticos del
ambientalismo no se disuelven en los fines de la productividad eco-
nmica. La racionalidad ambiental se va asentando en el soporte ma-
terial del ecosistema y en el orden simblico de la organizacin cul-
tural donde se arraiga un desarrollo ecolgicamente sustentable,
econmicamente sostenible y socialmente justo. En este proceso se
van concretando diferentes estilos de etno-eco-desarrollo y estrate-
gias de integracin de las economas de autosubsistencia a las econo-
mas nacionales y al mercado mundial. La racionalidad ambiental
7
Ver cap. 9, infra.
ENRIQUE LEFF 366
reorienta la produccin en el medio rural en funcin de las matrices
de racionalidad de los diferentes productores rurales, incrementan-
do su potencial ecotecnolgico y compatibilizando al mismo tiempo
la autogestin y autosuficiencia de las comunidades con la preserva-
cin de los equilibrios ecolgicos globales y con la produccin de ex-
cedentes comercializables para la economa global.
La viabilidad del desarrollo sustentable fundado en una concep-
cin del ambiente como potencial productivo depender no slo del avan-
ce de los derechos de apropiacin de las comunidades rurales, sino
tambin del incremento de sus capacidades de autogestin. Ello im-
plica la puesta en prctica de estrategias de conocimiento para lograr
una alta productividad en el manejo integrado de los recursos: la re-
cuperacin del saber tradicional y su mejoramiento a travs de la in-
corporacin crtica y selectiva de los avances de la ciencia y la tecno-
loga; los procesos de transformacin productiva y de asimilacin de
innovaciones tecnolgicas por parte de las comunidades, conservan-
do sus identidades, el arraigo a sus territorios y sus estilos culturales
de etno-eco-desarrollo. De esta manera, el desarrollo sustentable es
resignificado desde la cultura.
RACIONALIDADES CULTURALES Y RACIONALIDAD PRODUCTIVA
La cultura, como forma especfica de organizacin material y simb-
lica del gnero humano, remite a una diversidad de cosmovisiones,
formaciones ideolgicas y formas de significacin, as como de tcni-
cas y prcticas productivas que definen diferentes estilos de vida.
Hoy en da se ha configurado una cultura ecolgica que conforma un
sistema de valores que orienta a un conjunto de comportamientos
individuales y colectivos hacia los fines de la sustentabilidad. stos in-
cluyen valores relativos a las prcticas de conservacin y uso de los re-
cursos naturales y energticos; a la vigilancia de los agentes sociales
sobre los impactos ambientales y los riesgos ecolgicos; a la organi-
zacin de la sociedad civil por la defensa de sus derechos ambienta-
les; a la participacin de las comunidades en la autogestin de sus re-
cursos naturales (Leff, 1990). Esta cultura ecolgica constituye una
categora general de la racionalidad ambiental sustantiva, ya que es-
te conjunto de valores y prcticas se concretan a travs de racionali-
dades culturales especficas, es decir, de la articulacin entre los sis-
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 367
temas de significacin y los sistemas productivos de formaciones
socioeconmicas, comunidades rurales y grupos sociales especficos,
en contextos geogrficos e histricos determinados. De esta forma,
los valores que movilizan las acciones sociales hacia una gestin am-
biental del proceso de desarrollo y hacia los fines de la sustentabili-
dad se definen en la prctica a travs de racionalidades culturales
que surgen de las formas de organizacin productiva y de los estilos
tnicos de los pueblos indios, las comunidades campesinas, las clases
medias urbanas y las organizaciones vecinales.
El proceso de acumulacin y globalizacin del capital, al inducir
un consumo creciente de naturaleza como insumos del proceso pro-
ductivo y generar un cmulo cada vez mayor de desechos y residuos
convertidos en contaminacin txica y trmica, ha generado una
presin creciente sobre el equilibrio de los ecosistemas, as como so-
bre la capacidad de renovacin y la productividad de los recursos na-
turales. Con la sobreexplotacin del capital natural se han trans-
formado y destruido muchas de las prcticas productivas de pueblos
y civilizaciones que durante milenios mantuvieron un uso sustenta-
ble de sus recursos ambientales. As, por ejemplo, la explotacin de
productos maderables y la desforestacin con el propsito de im-
plantar sistemas de cultivo comerciales y reas de ganadera extensi-
va, han llevado a una rpida destruccin de las selvas tropicales del
planeta. La preocupacin por los efectos de estos procesos en los
equilibrios ecolgicos globales y en la degradacin de la base de re-
cursos, ha venido en aumento, y con ello el inters por recuperar los
conocimientos tradicionales de las poblaciones autctonas y locales,
que incluyen un amplio repertorio de tcnicas para la conservacin
y manejo sustentable de sus recursos (Vayda et al., 1985; Gmez-Pom-
pa, 1993). En esta perspectiva, los valores culturales de la naturaleza
arraigan en principios de una nueva racionalidad productiva.
El orden cultural ha sido visto como un conjunto de valores que
entran en sintona con la racionalidad formal del capital (la tica pro-
testante en el espritu del capitalismo), o en las formas de comple-
mentariedad entre la racionalidad econmica y la jurdica, donde la
economa incorpora ciertos principios ticos o morales como valores
y derechos universales del hombre. Pero la cultura en tanto que va-
lores especficos que modulan los estilos de vida y los derechos de las
comunidades sobre sus territorios tnicos, sobre sus prcticas sociales
y sus instituciones para la autogestin de sus recursos, ha estado ex-
cluida de los paradigmas de la economa, de los procesos de raciona-
ENRIQUE LEFF 368
lizacin social y de las polticas del desarrollo sostenible. Los princi-
pios de la gestin ambiental del desarrollo y la construccin de socie-
dades sustentables no slo plantean la necesidad de establecer crite-
rios ecolgicos sobre el uso del suelo y la distribucin de la poblacin
en el territorio, sino que se fundan en una crtica de las necesidades
de produccin y consumo inducidas por el crecimiento acumulativo
y la lgica de la ganancia de corto plazo. A ello se suma la crtica a la
homogeneizacin de los patrones productivos y culturales, en tanto
que se reivindican los valores de la diversidad cultural y la preserva-
cin de las identidades de los pueblos como un principio tico y co-
mo condicin para un desarrollo sustentable.
Estos planteamientos van ms all de las posiciones ecologistas que
buscan preservar la naturaleza por sus valores estticos y recreativos,
por apego a los valores tradicionales, por solidaridad con las socieda-
des primitivas, o por simple resistencia al cambio y al progreso. Los
valores de la conservacin han adquirido una importancia prctica en
la esfera productiva por los efectos globales de la destruccin de los
mecanismos de equilibrio de la naturaleza de la preservacin de la
biodiversidad depende el equilibrio ecolgico del planeta, pero tam-
bin porque la naturaleza es fuente de recursos genticos y de mate-
rias primas para la produccin de mercancas (productos alimenti-
cios, farmacuticos y nuevos materiales). La preservacin de las iden-
tidades tnicas, los valores culturales y las prcticas tradicionales de
uso de los recursos, aparecen as como una condicin para la puesta
en prctica de proyectos de gestin ambiental y de manejo de los re-
cursos naturales a escala local, al tiempo que se han convertido en un
insumo para los procesos de etno-bio-prospeccin de las empresas de
biotecnologa que se apropian de esos saberes a travs de los derechos
de propiedad intelectual. En todo caso, los saberes culturales son una
base para la reapropiacin de la naturaleza desde una racionalidad al-
ternativa.
En esta perspectiva, las disciplinas etnolgicas y antropolgicas
adquieren un nuevo sentido como herramientas prcticas para el es-
tudio de las relaciones de las culturas con su medio y como instru-
mentos para la apropiacin productiva de la naturaleza. Particular
importancia han tenido los estudios etnobiolgicos, en cuanto per-
miten recuperar las formas de uso de los recursos vegetales de las so-
ciedades tradicionales, as como de muchos grupos tnicos y comu-
nidades campesinas que mantienen prcticas de uso sustentable de
sus recursos. Estas prcticas productivas incorporan principios de
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 369
una racionalidad ecolgica en el uso de los recursos que se reflejan
tanto en las formaciones ideolgicas como en los instrumentos tc-
nicos de cada organizacin cultural, generada en el desarrollo de
una economa natural basada en largos procesos de adaptacin
ambiental y de asimilacin cultural.
Sin embargo, la organizacin cultural no se constituye ni es guia-
da por un determinismo biolgico o geogrfico. La tecnologa y las
prcticas productivas de cada formacin social estn entretejidas con
sus formaciones ideolgicas, la simbolizacin de su ambiente, el sig-
nificado social de los recursos y los referentes naturales de sus creen-
cias religiosas; estos procesos generan estilos tnicos (Leroi-Gourhan,
1964-1965) de percepcin y apropiacin, formas de acceso social-
mente sancionado, prcticas de manejo de los ecosistemas y patrones
culturales de uso y consumo de los recursos, que han configurado las
ideologas agrcolas tradicionales (Alcorn, 1993) y diversas estrate-
gias de produccin mesoamericanas (Boege, 1988) basadas en el
aprovechamiento mltiple y sustentable de los ecosistemas-recurso
(Morello, 1986). En la perspectiva de construccin de una racionali-
dad ambiental basada en la diversidad cultural, no slo interesa cono-
cer las clasificaciones y las taxonomas que reflejan el saber florstico
y faunstico de las diversas etnias, sino todo un sistema de creencias y
saberes, de mitos y rituales, que conforman los modelos holsticos
de percepcin y aprovechamiento de los recursos ambientales de las
culturas tradicionales (Pitt, 1985), y que estn ntimamente relaciona-
dos con la organizacin econmica y las prcticas productivas de las
sociedades tradicionales (Godelier, 1974; Meillassoux, 1977).
Lo tnico adquiere as una especificidad propia en el diseo de
prcticas diferenciadas de manejo de los recursos, que constituyen la
riqueza del patrimonio cultural y de recursos naturales de los pue-
blos.
8
Esta organizacin cultural va readaptndose a los procesos de
aculturacin y de cambio tecnolgico, reafirmando y transformando
sus rasgos de identidad. De esta forma, las culturas indgenas ameri-
canas conservaron y redefinieron sus identidades tnicas a travs de
los procesos de mestizaje ocurridos desde la conquista espaola y
portuguesa. Hoy en da, ante el proceso de racionalizacin econmi-
ca llevado por los imperativos de la globalizacin, cobra particular
inters la supervivencia de las etnias y su articulacin a nuevas estra-
8
Para un estudio de lo tnico en la cultura del maz en Mxico, vase Boege,
1988.
ENRIQUE LEFF 370
tegias de uso de los recursos, frente al impacto de la modernizacin
del agro.
La cultura aparece as como un orden tensado entre la racionali-
zacin econmica y la construccin de una racionalidad ambiental.
La cultura es concebida como un recurso social que se articula con
la base de recursos naturales.
9
En este sentido, las disciplinas etnol-
gicas y antropolgicas se articulan con la ecologa para definir el pa-
trimonio de recursos naturales y culturales de diferentes etnias y gru-
pos culturales; para comprender las prcticas culturales de uso de los
recursos y aplicarlas a las estrategias de un desarrollo sustentable
(Leff, 1985; Leff y Carabias, 1993). La cultura constituye un conjun-
to de procesos mediadores entre las determinaciones histricas,
polticas, econmicas y geogrficas sobre el uso del suelo y los recur-
sos, y la transformacin efectiva de los ecosistemas naturales. De es-
te modo, las prcticas tradicionales de percepcin y uso de los recur-
sos actan como un mecanismo amortiguador de la degradacin
ambiental, incluso en los casos en los cuales se incrementa la deman-
da econmica y se intensifica el ritmo de explotacin de los recursos
de una determinada regin. Sin embargo, esta resistencia cultural
ha venido desapareciendo al desintegrarse las identidades tnicas y
la organizacin productiva de las culturas tradicionales en los proce-
sos de colonizacin, capitalizacin y modernizacin. De esta mane-
ra, ms all de ser guiada por una cultura ecolgica genrica, la sus-
tentabilidad se construye a travs de las formas que adoptan las ra-
cionalidades culturales especficas de cada etnia, cada pueblo y cada
comunidad.
Los procesos de aculturacin continan vulnerando las identidades
tnicas a travs de procesos de colonizacin que desplazan a las pobla-
ciones de sus territorios, transformndolas en trabajadores asalaria-
dos, por la imposicin de megaproyectos de desarrollo rural, por la lo-
calizacin de polos de desarrollo y por la implantacin de paquetes
tecnolgicos para maximizar los beneficios econmicos de cultivos co-
merciales y transgnicos, as como de la ganaderizacin en los trpi-
cos, que se han venido implantando a pesar de ser inapropiados para
las condiciones ecolgicas y edafolgicas del trpico y ajenos a la cul-
9
La cultura aparece como el complemento de los recursos naturales en los siste-
mas productivos campesino-indgenas [... que] orienta el uso de los recursos, mientras
que stos condicionan, hasta cierto grado, las opciones de vida del grupo tnico. As
concebida, la cultura es un recurso social, capaz de usarse destructiva o racionalmen-
te, de perderse o desarrollarse (Varse y Martin, 1993).
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 371
tura tradicional de uso de los recursos. A su vez, la degradacin am-
biental repercute en el desuso de muchas tcnicas tradicionales, como
ocurre con las prcticas de silvicultura y de pesca (Cunha y Rougeulle,
1993). Muchas veces el contacto de la poblacin autctona con los
procesos de modernizacin genera respuestas hacia la reafirmacin
de sus valores tradicionales; pero en otros casos conduce a la negacin
de su identidad tnica y sus valores culturales, por el deseo de asimi-
larse a la cultura dominante (Viveros, Casas y Caballero, 1993).
Ante la prdida de patrimonio cultural, varios autores han seala-
do la importancia de rescatar los estilos de desarrollo prehispni-
cos (Gligo y Morello, 1980) y el modo de produccin campesino
(Toledo, 1980). Se plantea as el proyecto de incorporar las bases
ecolgicas y los valores culturales en las condiciones generales de la
produccin y de explorar el potencial de la organizacin cultural y
de la productividad ecotecnolgica de diversos ecosistemas para el
desarrollo sustentable de las comunidades rurales del tercer mundo,
es decir de construir una nueva racionalidad productiva basada en
una diversidad de racionalidades culturales.
PATRIMONIO DE RECURSOS NATURALES:
COMPLEMENTARIEDADES ECOLGICAS Y CULTURALES
Hasta muy recientemente, siguiendo las tendencias generadas por la
racionalizacin de la produccin capitalista, la produccin agraria se
ha venido impulsando dentro del criterio de maximizar la productivi-
dad agronmica de la tierra la produccin anual por hectrea, sin
considerar sus costos energticos y socioambientales ni, incluso, los
costos econmicos vistos en una perspectiva de mediano y largo pla-
zo. Los estudios de Pimentel y Pimentel (1979) sobre la irracionali-
dad energtica de la agricultura capitalizada llevaron a elaborar indi-
cadores para medir y valorizar la fertilidad sostenida de los suelos
(produccin por unidad de espacio y tiempo), la eficiencia energti-
ca (kilocaloras producidas por kilocaloras invertidas) y la produc-
cin sostenida de recursos (de valores de uso naturales), en relacin
con las necesidades bsicas y la calidad de vida de la poblacin.
10
Ello
10
El sistema de milpa en Mxico extrae 12 Kcal. por Kcal. invertida, mientras que
en los sistemas agrcolas de Estados Unidos vara de 2.7 a 3 Kcal. Esta relacin cambia
ENRIQUE LEFF 372
es particularmente importante en los ecosistemas tropicales, que pre-
sentan la ms alta productividad natural debido a su diversidad y com-
plejidad, pero que al mismo tiempo son los ms frgiles e inadecua-
dos para un uso intensivo del suelo. Esto est llevando a definir la sus-
tentabilidad ambiental del desarrollo agrcola a travs del ordena-
miento ecolgico de los flujos de materia, energa e informacin, que
sienta las bases para asegurar una productividad ambientalmente sos-
tenida. Asimismo promueve un nuevo paradigma de produccin ru-
ral que se define a travs de las racionalidades culturales de uso de los
recursos.
Los estudios recientes sobre la racionalidad energtica y ecolgica
de los sistemas tradicionales de cultivo muestran cmo las prcticas
tradicionales de labranza y el uso de fertilizantes orgnicos, as como
la asociacin, relevo y rotacin de cultivos, conservan e incluso incre-
mentan el rendimiento agrcola de los suelos. As, la ciencia y prctica
de la agroecologa ha venido registrando incrementos de la produc-
cin en cultivos asociados, confirmando el valor de una estrategia de
manejo mltiple y diversificado de los recursos en la elevacin de la
productividad ecolgica (Altieri, 1987, 1993). Por su parte, la alternan-
cia de cultivos acelera el tiempo de cosecha, reduciendo la incidencia
de plagas, as como el consumo de agua y de energa. La asociacin de
cosechas anuales de ciclo corto con cultivos perennes permite obtener
varias cosechas al ao de manera sostenible, incrementando la eficien-
cia del uso del suelo. A su vez, la integracin de estas prcticas mejora
la eficiencia en el uso del suelo y la productividad agroecolgica, dis-
minuyendo al mismo tiempo el deterioro ambiental.
La puesta en prctica de estos principios agroecolgicos hace
necesario elaborar indicadores que permitan evaluar proyectos alter-
nativos de uso de recursos, no slo en trminos de su rentabilidad
econmica, sino tambin de su racionalidad energtica y de sus be-
neficios en cuanto a sus efectos de equilibrio ecolgico, equidad so-
cial y sustentabilidad ambiental. Sin embargo, no es posible traducir
los valores y potenciales ambientales en precios de mercado y homo-
geneizarlos dentro de las cuentas nacionales que miden la produc-
cuando se aplican insumos agroqumicos y maquinaria en suelos delgados y frgiles
del trpico, y en reas donde las lluvias son inestables. As, mientras que en Estados
Unidos se producen entre 129 y 144 kg de grano por litro de disel, en Mxico se ob-
tienen slo 20 kg. de cereales como trigo y sorgo, ya que los suelos tropicales son ms
vulnerables y muestran una menor capacidad de respuesta al uso de agroqumicos pa-
ra mantener una productividad sostenida (Pimentel y Pimentel, 1979).
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 373
cin econmica de riqueza (Tsuru, 1971; Kapp, 1983); tampoco es
posible reducir estos valores a un clculo energtico. Ciertamente se
pueden simular modelos alternativos de uso de los recursos y asignar
precios sombra a las externalidades negativas del proceso econmi-
co y a los objetivos no econmicos de las estrategias de uso sustenta-
ble de los recursos. Pero ms all de las dificultades para asignar
tasas de descuento a procesos de largo plazo, la valorizacin del pa-
trimonio de recursos naturales y culturales en trminos econmicos
es un problema irresoluble. El valor econmico asignado a la conser-
vacin de la biodiversidad (valor de sus recursos genticos, valor su-
midero de carbono, valores escnicos y ecotursticos) no correspon-
de a los valores materiales y simblicos asignados desde las diferentes
culturas. Ningn precio compensa la alienacin y el desarraigo pro-
ducidos por la destruccin de las identidades tnicas. Qu valor de
mercado tienen la equidad, la democracia, la calidad de vida?
Se plantea as el problema de evaluar los principios ticos, los va-
lores culturales y los potenciales cualitativos e inconmensurables del
desarrollo sustentable. ste no es solamente una cuestin tcnica, si-
no que implica la legitimacin de conocimientos y valores tradiciona-
les (Thrupp, 1993), as como de los nuevos derechos ambientales. Pe-
ro, sobre todo, la valorizacin del patrimonio natural y cultural como
principios de una estrategia alternativa de desarrollo fundada en la
diversidad cultural requiere la construccin terica de una nueva ra-
cionalidad productiva, que incorpore los procesos culturales y ecolgi-
cos como fundamento del proceso productivo capaz de constituir las
relaciones sociales y orientar las fuerzas productivas hacia un desarro-
llo sustentable. En esta perspectiva, el legado cultural de los pueblos
indgenas de Amrica Latina aparece como un recurso indisociable
de su patrimonio de recursos naturales y del vnculo que han estable-
cido histricamente con su entorno a travs de sus prcticas sociales
y productivas. En este sentido, la organizacin espacial y temporal de
cada cultura conforma un sistema de relaciones sociales de produc-
cin que potencian el aprovechamiento integrado, sustentable y sos-
tenido de los recursos naturales.
11
11
El patrimonio cultural es un recurso importante para la regin [...] La susten-
tabilidad de las grandes estrategias agrcolas de los Andes, en las selvas tropicales, en
las tierras anegadizas, etc., requerir la incorporacin de tecnologas mayas, incaicas
y preincaicas, aztecas y de otras etnias. Tales etnias campesinas poseen un riqusimo
patrimonio tecnolgico cuyo deterioro ha provocado enormes costos ecolgicos en
numerosos pases, especialmente en Mxico y Per. Ellos lograron resolver problemas
ENRIQUE LEFF 374
El manejo ecolgico de los recursos fue una prctica ampliamente
desarrollada por diversas culturas prehispnicas. Estas prcticas con-
templaron la complementariedad de los diversos espacios y pisos eco-
lgicos de regiones que muchas veces se extendan ms all del terri-
torio y los ecosistemas de un grupo tnico (Murra, 1975; Denevan,
1980). Ello permiti optimizar la oferta ecolgica de diversas regiones,
basada en el uso estacional de los cultivos y de la fuerza de trabajo, los
espacios productivos y los tiempos de regeneracin de los recursos (el
sistema de roza-tumba-quema), integrando la produccin a travs del
intercambio interregional de excedentes econmicos. Asimismo, fo-
ment el aprovechamiento de los recursos hidrulicos y la construc-
cin de importantes obras tecnolgicas para la captacin y conserva-
cin de agua, para la prevencin de la erosin (terrazas) y para elevar
la productividad agrcola (chinampas, camellones, campos elevados).
Esta estrategia productiva implic el desarrollo no slo de prcti-
cas de uso de los recursos especficos de cada grupo tnico, sino de
toda una cultura ecolgica, que funcionaba como soporte material
y simblico de las relaciones sociales y las fuerzas productivas de las
sociedades prehispnicas y precapitalistas. Esa macrocultura ordenado-
ra de los procesos productivos operaba a travs de un sistema de com-
plementariedades de los espacios ecolgicos y los tiempos de produc-
cin y regeneracin de la naturaleza para un manejo sustentable y
productivo de los recursos; de las temporadas de lluvias y sequas; de
la distribucin anual de cultivos segn sus procesos de crecimiento di-
ferenciados y las condiciones ecolgicas de cada estacin; del uso in-
tegral de un recurso y el manejo integrado de las variedades genti-
cas de diversas especies vegetales (el maz, la papa), en funcin de las
condiciones topogrficas y de la variedad y calidad de suelos; de las
diferentes estrategias de uso final (autoconsumo/mercado), y de los
en los que la tecnologa del Norte ha fracasado o est en balbuceos iniciales como,
por ejemplo, en articular el policultivo agrcola en pequeos desmontes con el uso ex-
tensivo de la selva contigua (lo hacen los descendientes de los mayas); manejar rodeos
mixtos multipropsito para sobrevivir en climas semiridos de alta variabilidad (los ay-
mara y los quechua en Bolivia); manejar la selva caducifolia para transformarla en eco-
sistema poliproductivo, incluso en pocas de sequas extraordinarias; desarrollar ger-
moplasma que responda a climas de baja predictibilidad de lluvias (variedades de
maz y frijol de ciclos muy cortos, cortos y largos); desarrollar variedades adaptables a
distintos pisos altitudinales (incas, mayas) y al gradiente latitudinal (pueblos andinos,
mayas); desarrollar sistemas de variedades de germoplasma de rpida respuesta a dis-
tintos climas higrotrmicos, como por ejemplo en tomate, maz, poroto, papa, zapa-
llos (Morello, 1990).
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 375
insumos tecnolgicos (maquinaria, fertilizantes) para el manejo de
los recursos (Belln, 1993).
Estas prcticas tradicionales generaron diversas estrategias de cul-
tivos combinados, de procesos de regeneracin selectiva y de mane-
jo de los recursos naturales de los bosques tropicales, a travs de la
diversificacin y complementariedad de sus funciones ecolgicas. Es-
tos principios fueron utilizados en diversas prcticas de uso integra-
do de recursos naturales (huertos familiares, milpas y acahuales), y
estn siendo recuperados en un nuevo concepto de manejo de reser-
vas de la biosfera, con sus reas ncleo, de amortiguamiento, de ma-
nejo y de investigacin (Lpez-Ornat, 1993). Sin embargo, las tem-
poralidades impuestas por las estrategias productivas actuales no
respetan la periodicidad e intensidad en el uso de los recursos en las
comunidades indgenas tradicionales debido a la creciente presin
que ejerce la economa de mercado y el incremento de la poblacin
en las formas de uso de los recursos naturales.
La articulacin productiva de distintos ecosistemas y regiones, as
como la percepcin de la naturaleza como procesos y no como un
stock de recursos, defini diferentes estilos de desarrollo ambiental
prehispnicos que permitan optimizar el uso de la fuerza de traba-
jo y el potencial ecolgico a travs de una produccin diversificada,
ajustada a las condiciones ambientales de cada regin, combinando
cultivos e integrando actividades agrcolas y forestales con las de caza,
pesca y recoleccin (Gligo y Morello, 1980). Este estilo de desarrollo
se fue concretando a travs de la complementariedad de los procesos
de trabajo y de un conjunto de prcticas de cooperacin intertnica
para el manejo integrado de los recursos. La integracin de las eco-
nomas familiares, comunitarias y regionales permita el usufructo e
intercambio de productos provenientes de un territorio ms amplio.
Asimismo se establecieron reglas consensuales sobre la administra-
cin y regulacin colectiva de la produccin, basadas en largos proce-
sos de observacin de la naturaleza, de desarrollo tcnico, de experi-
mentacin productiva, de innovacin de conocimientos, de intercam-
bio de experiencias y dilogo de saberes.
En el medio rural del tercer mundo, la estructura social est nti-
mamente asociada con los valores de la cultura, que norman la inter-
vencin del hombre en la transformacin de su entorno natural. As,
el acceso social y culturalmente sancionado a los recursos naturales,
tanto a travs de las tradiciones culturales como de las formas de te-
nencia de la tierra (los ejidos y la propiedad comunal de la tierra) y
ENRIQUE LEFF 376
la divisin del trabajo, favorecen en muchos casos prcticas produc-
tivas que utilizan de manera ecolgicamente racional los recursos na-
turales. De esta manera, las culturas tradicionales en India establecen
relaciones especficas con el medio, desarrollando prcticas de con-
servacin y de manejo sustentable de sus recursos a travs de la diver-
sificacin de nichos ecolgicos ocupados por diferentes grupos en-
dgamos, que se complementan sin sobreponerse en una misma re-
gin. Cada familia, tribu o casta social tiene derecho a la explotacin
de una parcela de tierra o a ciertos recursos naturales bajo la regula-
cin de la comunidad (Gagdil y Iyer, 1993). Estas prcticas incluyen
restricciones sobre el territorio que puede ocupar cada grupo social
y en el que puede usufructuar sus recursos, sobre las tcnicas, los m-
todos y los periodos autorizados para la explotacin de los recursos
vegetales y animales, estableciendo una divisin del trabajo por sexo
y edad, y una especializacin ecolgica de cada casta para el usufruc-
to de los recursos (Gagdil, 1985).
De esta manera, la organizacin cultural de cada formacin social
regula la utilizacin de los recursos para satisfacer las necesidades de
sus miembros. Estos sistemas generan mecanismos que restringen el
acceso, norman las prcticas y regulan los ritmos de extraccin de los
recursos, estableciendo lazos de parentesco y reciprocidad, derechos
territoriales y formas de propiedad que favorecen el uso sustentable y
sostenido de los recursos. La percepcin holstica del ambiente que
caracteriza a los sistemas gnoseolgicos de las sociedades tradiciona-
les se inscribe en sus cosmovisiones, sus mitos, sus rituales y sus prc-
ticas productivas; el saber de los procesos geofsicos (cambios de esta-
ciones y climas; ciclos bio-geo-qumicos, ecolgicos e hidrolgicos) se
asocia con el conocimiento de los diferentes tipos de suelo, permitien-
do utilizar los espacios ecolgicos de manera complementaria y hacer
un uso mltiple e integrado de los recursos biticos. La naturaleza es
percibida as como un patrimonio cultural y no slo como un recurso
econmico.
LAS CONDICIONES CULTURALES DEL DESARROLLO SUSTENTABLE:
PRODUCTIVIDAD ECOTECNOLGICA Y RACIONALIDAD AMBIENTAL
La incorporacin de la cultura y la diversidad cultural en la perspecti-
va del desarrollo sustentable abre tres posibles vas de interpretacin:
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 377
a) La emergencia de una cultura ecolgica como la incorporacin
en la conciencia social de un conjunto de valores de cuidado de la
naturaleza y valorizacin de la diversidad biolgica, incluyendo los
derechos de los diversos grupos tnicos a la apropiacin, manejo y
usufructo de los recursos de sus territorios.
b) La integracin de la cultura a las condiciones generales de la
produccin, entendiendo que la gestin ambiental participativa de
las propias comunidades que implica la preservacin de su identi-
dad tnica y sus valores culturales es una condicin para la conser-
vacin ecolgica y de la base de recursos para cualquier estrategia de
produccin sustentable.
c) Como un principio tico-productivo del desarrollo de las fuer-
zas productivas en un paradigma alternativo de produccin, en el
que la innovacin tecnolgica y la productividad ecolgica estn en-
tretejidas con las formas culturales de simbolizacin y significacin
de la naturaleza que definen la productividad ambiental de un terri-
torio y articulan la organizacin productiva de diferentes formacio-
nes socioeconmicas en procesos de productividad cultural.
12
Los principios de racionalidad ambiental definen as un concepto
de productividad sustentable que trasciende la oposicin entre conser-
vacin y crecimiento. No slo se trata de preservar espacios de con-
servacin de recursos, de incorporar tecnologas limpias, de generar
programas de recuperacin y ordenamiento ecolgico, o de integrar
microeconomas marginales de subsistencia al proceso de globaliza-
cin dominante. La racionalidad ambiental construye espacios de
produccin sustentable fundados en la capacidad ecolgica de sus-
12
El concepto de productividad cultural vincula la nocin de cultura que gene-
ralmente designa formaciones sociales y actividades humanas que no se caracterizan
por tener como finalidad un incremento de su productividad, con el concepto de
productividad, propio de la racionalidad econmica y tecnolgica y de la ideologa
del progreso de la modernidad, la cual ha buscado diezmar, colonizar, reducir e inte-
grar a las sociedades tradicionales y recodificar sus valores culturales en trminos de
los valores de la modernidad. El concepto de productividad cultural aparece as como
un concepto hbrido en el encuentro entre las ciencias modernas y los saberes tradi-
cionales, para dar cuenta de la fuerza productiva de una comunidad a partir de su per-
cepcin y valorizacin significativa de la naturaleza, de las formas de aprovechamien-
to productivo de sus recursos, de sus motivaciones para reorganizar sus actividades
productivas y de su capacidad para generar y asimilar nuevos conocimientos a sus
prcticas productivas tradicionales. En forma anloga, el concepto de productividad
primaria, proveniente de la ecologa, es transformado en un concepto de productivi-
dad ecolgica dentro de un paradigma de productividad ecotecnolgica (Leff, 1975,
1984,1994a).
ENRIQUE LEFF 378
tentacin de la base de recursos de cada regin y de cada localidad y
en las racionalidades culturales de las poblaciones que las habitan.
Los conceptos de productividad ecotecnolgica y racionalidad ambien-
tal permiten construir un proceso productivo integrado por tres ni-
veles de productividad: ecolgica, tecnolgica y cultural. Las formas
de significacin y valorizacin cultural de la naturaleza establecen un
sistema de recursos naturales culturalmente definido y orientan un conjun-
to de prcticas productivas hacia una economa sustentable, basada
en una productividad sostenible a largo plazo. Entre los procesos y
prcticas culturales que establecen las condiciones culturales de sus-
tentabilidad, es posible distinguir, por una parte, procesos directamente
productivos (la significacin cultural de la naturaleza que define un
sistema de recursos, las prcticas culturales de aprovechamiento de la
productividad natural y la obtencin de una cosecha sostenible de va-
lores de uso-significado, la mediacin de la racionalidad cultural en
la innovacin tecnolgica) y un conjunto de condiciones culturales de
una produccin sustentable (la preservacin de las identidades tnicas,
las normas culturalmente sancionadas de acceso y uso de los recur-
sos, los derechos sobre sus territorios, etc.), que son soporte de las
prcticas de gestin de procesos productivos sustentables.
Todo sistema de recursos naturales es definido culturalmente. To-
do sistema de produccin rural depende de la racionalidad de sus
agentes productivos. Una racionalidad cultural no es nunca homog-
nea; sta variar si el productor es una empresa rural comercial o una
comunidad que ha coevolucionado en un medio desarrollando a lo
largo de su historia un conjunto de prcticas productivas en las cua-
les han asignado significados culturales a la naturaleza, seleccionado
y transformando algunos de sus elementos como recursos, y desarro-
llando formas culturales de aprovechamiento. Estas racionalidades se
configuran en cada formacin social a travs de la integracin de sus
cosmovisiones con sus formas sociales de organizacin de su territo-
rio, de propiedad de la tierra y percepcin de los recursos, estable-
ciendo relaciones sociales y tcnicas de produccin especficas. Es a
travs de la cultura que se definen las prcticas de uso del suelo y los
patrones de aprovechamiento de los recursos naturales.
La preservacin de las identidades tnicas y los valores tradiciona-
les de las culturas, el arraigo a sus tierras y sus territorios tnicos, cons-
tituyen soportes para la conservacin de la biodiversidad del equili-
brio, la resistencia y la complejidad de los ecosistemas, establecin-
dose como condicin de su productividad sostenida. La solidaridad,
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 379
la cohesin interna y la autonoma de las comunidades indgenas y
campesinas son fuente de motivacin de las poblaciones rurales y ba-
se de su actividad creativa, innovadora y productiva, de su capacidad
de cambio y adaptacin, de su potencial para incorporar elementos
de la ciencia y la tecnologa modernas a sus prcticas tradicionales,
que contribuyen a incrementar y estabilizar la productividad ecotec-
nolgica de un territorio. Si bien no es posible desagregar la contri-
bucin especfica de cada uno de estos procesos culturales directos
o indirectos a la productividad global, su eficacia y funcionalidad
dentro de un sistema eco-tecno-social complejo y productivo constitu-
yen en conjunto las condiciones culturales de la sustentabilidad den-
tro de una racionalidad ambiental.
Varios estudios sobre el uso que han hecho diversos grupos tni-
cos de su ambiente a lo largo de su historia en diferentes regiones del
mundo, han mostrado cmo su conocimiento sobre el funciona-
miento de los suelos les ha permitido aprovecharlos de manera efi-
ciente, obteniendo cosechas bajo condiciones socioeconmicas y am-
bientales limitantes, conservando a su vez la base de recursos natura-
les. Un vasto sistema de conocimientos, prcticas y tradiciones sobre
el potencial de aprovechamiento mltiple e integrado de los recur-
sos ha estado entretejido en las tramas ecolgicas, las relaciones so-
ciales, los imaginarios colectivos y los procesos productivos sustenta-
bles de los pueblos (Leff y Carabias, 1993; Par, 1996; Lazos y Par,
2000; Diegues, 2000; Par y Chavero, 2003). All se entrelazan el co-
nocimiento tradicional de los recursos vegetales, tanto silvestres co-
mo cultivados; los complejos sistemas taxonmicos de diversas cultu-
ras; las mltiples funciones que realizan las prcticas agrcolas tradi-
cionales en la conservacin de procesos ecolgicos y en la proteccin
del suelo de la erosin hdrica y elica; la conservacin de la diversi-
dad gentica y de la vegetacin silvestre; la regeneracin selectiva de
especies tiles; el mantenimiento de la fertilidad de los suelos por el
mejoramiento de sus caractersticas fsico-qumicas y biolgicas y por
la captacin y retencin del agua; y la innovacin de sistemas agroe-
colgicos altamente productivos.
Entre estos procesos destaca el conocimiento tradicional sobre el
manejo del barbecho o selva secundaria, en el que interviene un sofis-
ticado saber sobre los procesos de regeneracin selectiva de especies
en el sistema de roza-tumba-quema, que permite transformar los eco-
sistemas tropicales en eficientes sistemas agro-silvo-productivos aprove-
chando el subsidio que ofrece la naturaleza (Hecht et al., 1993) a la
ENRIQUE LEFF 380
productividad ecotecnolgica. Los huertos familiares y los sistemas de
barbecho han funcionado como proyectos culturales de sucesin diri-
gida a partir de las caractersticas de los ecosistemas y de los estilos t-
nicos de uso de los recursos de las comunidades que intervienen en su
diseo y aprovechamiento. Estas estrategias de manejo de los recursos
constituyen agro-eco-sistemas altamente estables, diversificados y pro-
ductivos, que simulan la estructura y dinmica de los ecosistemas na-
turales, maximizando el uso de cada nicho ecolgico disponible. Ade-
ms, estn basadas en un amplio repertorio de conocimientos, saberes
y prcticas tradicionales de las culturas que se han asentado en los
complejos y productivos ecosistemas de las zonas tropicales del plane-
ta, preservando y cultivando de forma selectiva especies tiles (Gis-
pert, et al., 1993; Gmez-Pompa, 1993).
Los sistemas de saberes tradicionales conjugan as diversos objeti-
vos a travs de la fusin de prcticas culturales, sociales y producti-
vas; stas permiten optimizar la oferta ecolgica de los recursos, con-
servando las condiciones de una produccin sostenida, una distribu-
cin ms equitativa de los recursos y una apropiacin diferenciada
de satisfactores en el tiempo y en el espacio. De esta manera, las es-
trategias de uso mltiple de la naturaleza llevan a decodificar la va-
riedad de sus diversos microambientes, desarrollando prcticas pro-
ductivas que no slo preservan la biodiversidad, sino que elevan el
nivel de autosatisfaccin de las necesidades materiales de la comuni-
dad (Toledo y Argueta, 1993). La racionalidad cultural arraigada en
las prcticas productivas basadas en un aprovechamiento ecolgico
de la naturaleza contrasta con los modelos de especializacin pro-
ductiva, homogeneizacin de la naturaleza y maximizacin del bene-
ficio a los que induce la racionalidad econmica. La naturaleza no
acumulativa de las economas indgenas y campesinas, as como la ra-
cionalidad de las economas de autosubsistencia (Chayanov, 1974),
integran valores culturales orientados por objetivos de prestigio, es-
tabilidad, solidaridad interna y satisfaccin endgena de necesida-
des, as como de distribucin y acceso equitativo de la comunidad a
los recursos ambientales. Los valores culturales que se expresan en
los mitos y en los rituales de las sociedades tradicionales, se entrete-
jen con los saberes de la comunidad sobre sus condiciones de pro-
duccin (saberes acumulados en una larga tradicin y experiencia),
manifestndose tanto en el conocimiento del medio como en la di-
visin y formas de trabajo. Las tcnicas en uso alcanzan un alto gra-
do de complejidad, articulndose con la organizacin social y con las
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 381
formaciones ideolgicas de las comunidades. Estas formas de cohe-
sin social y autosuficiencia productiva permiten en la actualidad la
supervivencia de muchas poblaciones en condiciones de autosubsis-
tencia. El mejoramiento de las prcticas autogestionarias de aprove-
chamiento mltiple de los recursos permitira incorporar a una vas-
ta poblacin marginada y pauperizada a un proceso de desarrollo
sustentable (Parra, 1993).
La organizacin ecosistmica y cultural de los recursos ofrece as
nuevos potenciales para orientar formas innovadoras de organiza-
cin social y productiva. Esta racionalidad ambiental irradia nuevas
fuerzas productivas a travs de la redistribucin de la poblacin en
el espacio geogrfico, de la reorganizacin y relocalizacin de las ac-
tividades productivas y de la actividad autogestionaria de la sociedad.
Este proceso modifica la cantidad y calidad de los satisfactores, as
como la distribucin social de la riqueza, a travs de la descentraliza-
cin de actividades econmicas, la conservacin e incremento de la
productividad sostenida de los ecosistemas y las formas de apropia-
cin y manejo del patrimonio natural y cultural de los pueblos.
Desde estos principios se abre la posibilidad de construir un nuevo
paradigma productivo fundado en los principios de una productivi-
dad ecotecnolgica resignificada y normada por los valores y las for-
mas de organizacin cultural. Este paradigma productivo est susten-
tado en la conservacin de ciertas estructuras funcionales bsicas de
los ecosistemas, de las que dependen su fertilidad y estabilidad, es de-
cir, de su potencial productivo a largo plazo y de la capacidad de rege-
neracin de sus recursos. De esta manera, las prcticas tradicionales
han conservado las condiciones ecolgicas del medio, guiando el pro-
ceso evolutivo de las especies a travs de prcticas culturales de selec-
cin y aprovechamiento de los recursos de la naturaleza (Colunga y Zi-
zumbo, 1993). En ese mismo sentido puede seguirse potenciando la
productividad primaria de los ecosistemas mediante la aplicacin de
una tecnologa ecolgica para incrementar una produccin de valores
de uso socialmente necesarios y culturalmente definidos.
La distribucin espacial de los recursos biolgicos, sus intercam-
bios materiales y energticos, el reciclaje ecolgico de los desechos
orgnicos y de los residuos o subproductos de los procesos industria-
les, establecen nuevos ciclos de nutrientes y balances de energa en
el ecosistema. Los procesos biotecnolgicos pueden incrementar el
crecimiento de las especies sujetas a procesos de manejo mltiple,
contribuyendo a elevar el nivel de la productividad ecolgica. La con-
ENRIQUE LEFF 382
servacin de las estructuras funcionales que sustentan las condicio-
nes de estabilidad y productividad de los ecosistemas depende de las
prcticas culturales y econmicas de acceso y explotacin de los re-
cursos. As, la preservacin y el aprovechamiento productivo de la
biodiversidad dependen de las organizaciones culturales que viven
en ecosistemas particulares y desarrollan estilos propios de manejo
de su ambiente, generando formas particulares de seleccin y rege-
neracin de especies, transformando a los ecosistemas en sistemas de
recursos con una oferta sostenida de satisfactores para la comunidad.
La productividad ecotecnolgica depende del conocimiento cul-
tural de las condiciones de fertilidad de los suelos y del manejo pro-
ductivo, sustentable y sostenido de los ecosistemas; de la comple-
mentariedad productiva de los espacios territoriales y de los ciclos
temporales en el aprovechamiento integral e integrado de los recur-
sos naturales. El estilo de desarrollo de la poblacin y la percepcin
cultural de su ambiente, as como las condiciones sociales de acceso
y apropiacin de sus recursos, la aplicacin de sus medios tcnicos
de produccin y consumo de sus productos, norman los procesos de
explotacin, degradacin y productividad sostenible de sus ecosiste-
mas. La divisin social del trabajo, la distribucin del tiempo dispo-
nible entre diversas actividades productivas y no productivas, y la efi-
ciencia de sus procesos de trabajo, se establecen en funcin de los es-
pacios territoriales, las formas de propiedad y las unidades legales de
produccin de los diferentes grupos culturales.
En muchos casos, las prcticas tradicionales de las comunidades
han incorporado los principios de un aprovechamiento ecolgica-
mente racional de sus recursos al desarrollo de sus fuerzas producti-
vas. En este sentido, la defensa de su autonoma cultural contribuye
a conservar y a desarrollar el potencial productivo de su ambiente.
El impacto ambiental de estas prcticas productivas no depende so-
lamente de las propiedades tcnicas de sus medios de produccin,
sino que est sujeto a las condiciones socioculturales y los estilos t-
nicos de vida de los que depende su aplicacin. Las creencias religio-
sas, las normas morales y los valores culturales de los pueblos, as co-
mo sus transformaciones a travs de un proceso histrico de explo-
tacin econmica y dominacin cultural, no slo establecen formas
determinadas de organizacin productiva, sino que condicionan su
disposicin y capacidad para incorporar nuevos conocimientos tec-
nolgicos a sus prcticas tradicionales. El acceso socialmente sancio-
nado y la participacin comunitaria en la gestin de sus recursos pro-
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 383
ductivos, afectan la distribucin social de los recursos de la naturale-
za y de la riqueza producida; adems, promueven la satisfaccin de
las necesidades bsicas y las demandas de la poblacin, a la vez que
contribuyen a establecer nuevas formas y niveles de productividad. A
travs de los valores culturales de una comunidad se inserta el poten-
cial ecolgico y tecnolgico en sus procesos de trabajo y opera como
una fuerza productiva. En este sentido, las instituciones culturales
las formas de cooperacin, el trabajo colectivo, la divisin familiar
y social del trabajo, el intercambio intercomunitario definen la pro-
ductividad cultural del desarrollo sustentable.
La sustentabilidad del sistema productivo implica la necesidad de
construir una tecnoestructura que est normada por las condiciones
ecolgicas del medio. Sin embargo, las formas efectivas de su utiliza-
cin como medios de produccin estn sujetas a las condiciones de
asimilacin cultural de nuevas tecnologas que potencien los saberes
tcnicos tradicionales y que puedan ser administradas por las propias
comunidades. En este sentido, es posible definir un sistema tecnolgico
apropiado como aquella tecnoestructura que, estando caracterizada
por su adecuacin e integracin a las condiciones ecolgicas del me-
dio, se concreta a travs de las prcticas productivas de las comunida-
des y define su productividad a travs del proceso de apropiacin co-
lectiva y subjetiva de los medios ecotecnolgicos de produccin por
parte de los productores directos. Este proceso implica la asimilacin
cultural de nuevas habilidades, la interiorizacin de nuevos conoci-
mientos y la posesin de los medios de produccin y de los instru-
mentos de control que hagan posible la autogestin de sus recursos
productivos.
Desde la perspectiva cultural del desarrollo sustentable, la produc-
tividad tecnolgica est asociada con la capacidad de recuperar y me-
jorar las prcticas tradicionales de uso de los recursos. Estos procesos
de innovacin dependen de las motivaciones de las comunidades ha-
cia la autogestin de sus procesos productivos y de su capacidad inno-
vadora para incorporar conocimientos cientficos y tecnolgicos mo-
dernos que incrementen la productividad de sus prcticas tradiciona-
les, sin destruir su identidad tnica y sus valores culturales, de los cua-
les dependen su vitalidad, el sentido existencial de sus estilos de vida,
su creatividad y su energa social como fuentes de productividad. La
articulacin de estos procesos ecolgicos, tecnolgicos y culturales de-
fine la base real de recursos de una formacin social y genera nuevos
potenciales productivos para el desarrollo sustentable.
ENRIQUE LEFF 384
Las prcticas agroecolgicas constituyen un ejemplo prctico de
aplicacin de los principios del paradigma ecotecnolgico. Estas
prcticas amalgaman el conocimiento agrcola tradicional con ele-
mentos de la ciencia y la tecnologa modernas, innovando prcticas
que son culturalmente compatibles con la racionalidad de la produc-
cin campesina. Las tcnicas resultantes son ecolgicamente apro-
piadas y culturalmente apropiables; permiten elevar la productividad
y preservan la capacidad productiva del ecosistema; conservan las
identidades culturales y los servicios ambientales del planeta, contri-
buyendo a la adaptabilidad hacia los cambios climticos (Altieri,
1987, 1993). El paradigma de productividad ecotecnolgica ofrece
nuevas bases para un desarrollo sustentable que se sostiene en las cul-
turas que han habitado los ecosistemas y que se actualizan en los pro-
cesos de innovacin y asimilacin cultural en las prcticas producti-
vas en el mbito local. Estos procesos estn siendo movilizados por la
emergencia de nuevos actores sociales en el campo que luchan por
traducir los principios del ambientalismo en nuevas prcticas pro-
ductivas que puedan ser apropiadas por las comunidades para satis-
facer sus necesidades bsicas y sus aspiraciones dentro de diversos es-
tilos de vida y de desarrollo.
13
LA CULTURA Y LA PULSIN AL GASTO: LA PARTE MALDITA
La cultura ecolgica emerge en la narrativa de la globalizacin como
una conciencia conservacionista frente a la racionalidad econmica
productivista y derrochadora. El discurso de la sustentabilidad tiende
a atribuir a la cultura y a las culturas una voluntad y una capacidad
intrnsecas de preservacin del medio ambiente donde habitan como
una experiencia vivida de conservacin cultural, como una facultad y
un mecanismo adquirido en el proceso de evolucin ecocultural. Y sin
embargo, la cultura no funciona como una superestructura de la ba-
se orgnica de la vida que asegura su reproduccin a travs de proce-
sos de adaptacin y transformacin, donde las leyes de conservacin
y evolucin se reflejan en las cosmovisiones y prcticas culturales de
uso de la naturaleza. Los estilos tnicos de aprovechamiento de la na-
turaleza no siguen una ruta trazada por un determinismo geogrfico
13
Ver cap. 9, infra.
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 385
o biolgico; sus cosmovisiones no son ideogramas que corresponden
y reflejan fielmente a la naturaleza donde habitan; el proceso de sig-
nificacin cultural de la naturaleza no es una relacin de significante-
significado. Por ello, si bien las racionalidades de las culturas tradicio-
nales sus cosmovisiones y prcticas resultan ms afines a las condi-
ciones de conservacin y evolucin de la naturaleza sobre todo com-
paradas con la impronta antinatura de la racionalidad econmica, la
organizacin cultural no escapa a la entropa social que produce el
desorden del orden simblico y la desmesura del deseo, y su relacin
con el derroche de energa viva, con la furia destructora y la or-
ga de aniquilamiento de la naturaleza desencadenada por el orden
simblico y la sexualidad. En ese sentido Bataille habra afirmado que,
La posibilidad humana dependi del momento en que, presa de un vrtigo
insuperable, un ser se esforz en decir que no [...] El hombre se sublev para
no seguir ms el movimiento que le impulsaba; pero de ese modo, no pudo
hacer otra cosa que precipitarlo hasta una velocidad vertiginosa. Si en las pro-
hibiciones esenciales vemos el rechazo que opone el ser a la naturaleza enten-
dida como derroche de energa viva y como orga de aniquilamiento, ya no
podemos hacer diferencias entre la muerte y la sexualidad. La sexualidad y la
muerte slo son los momentos agudos de una fiesta que la naturaleza celebra
con la inagotable multitud de los seres; y ah sexualidad y muerte tienen el
sentido del ilimitado despilfarro al que procede la naturaleza, en un sentido
contrario al deseo de durar propio de cada ser [...] Las prohibiciones en las
que tom forma una reaccin nica con dos fines distintos [...] [forman] un
complejo indivisible. Como si el hombre hubiese captado inconscientemente
y de una sola vez lo que la naturaleza tiene de imposible (lo que nos es dado)
cuando exige seres a los que promueve a participar en esa furia destructora
que la anima y que nada saciar jams (Bataille, 1997: 65-66).
Ms all de comprender y ajustar el comportamiento de las socie-
dades tradicionales sobre la base de los imperativos de una racionali-
dad ecolgica y energtica, Bataille (1967) indag el pensamiento
primitivo y su organizacin cultural desde su pulsin al gasto, como
una forma cultural de desperdicio de un excedente (de libido, de
energa). Bataille contrapone la tica protestante de la frugalidad y la
acumulacin, a la del gasto ritual. La entropa social no es la manifes-
tacin simple y llana del ser humano inmerso en un mundo donde
imperan las leyes generales de la entropa, de un sistema termodin-
mico alejado del equilibrio, sino la expresin de un ser movido por
ENRIQUE LEFF 386
un deseo insaciable, por el exuberante desgaste y la irremediable per-
dicin de lo humano. Ya desde 1933 Bataille ese explorador del la-
do oscuro de la existencia humana adelanta con La nocin de gasto,
su visin entropizante de la cultura, dentro de su propsito de for-
mular una economa general que habra de continuar (su culmina-
cin nunca fue consumada) con La parte maldita (Bataille, 1967). Em-
pieza as a disearse desde 1931, cuarenta aos antes que Georgescu-
Roegen, una indagacin sobre la dependencia de la economa en re-
lacin con las travesas de la energa sobre el globo terrestre. Su iti-
nerario se iniciaba con estas preguntas fundadoras:
No debe abordarse el conjunto de la actividad productiva dentro de las mo-
dificaciones que recibe de lo que la rodea, o lo que esto aporta a su alrede-
dor? [...] Si desarrollamos incesantemente las fuerzas econmicas, no debe-
mos plantearnos los problemas generales vinculados al movimiento de la ener-
ga sobre el globo? (Bataille, 1967: 58).
Si bien en esa poca flotaba ya en el ambiente el concepto de en-
tropa en la temtica energtica y ecolgica emergente que impuls
a precursores de la economa ecolgica como Patrick Geddes, Alfred
Lotka, Frederick Soddy y Vladimir Vernadsky, estas preguntas crticas
habran de desarrollarse veinte aos ms tarde con el surgimiento de
una conciencia ecolgica. Bataille transgrede el dogma de la racio-
nalidad econmica desde el impulso de la vida simblica y deseante:
desde la cultura. Su aporte no consisti, como en otros autores de la
poca, en acomodar un concepto de entropa proveniente de las
ciencias naturales al campo cultural que haba penetrado en el m-
bito cientfico. En vano buscaremos en los textos de Bataille la pala-
bra entropa o su aplicacin del concepto al orden cultural.
14
Bataille
esboza una nocin de entropa social desde su descubrimiento del
gasto no utilitarista en el intercambio destinado a la prdida pura.
En una clarividente visin pre-prigoginiana sobre la vida humana
afirmaba:
La vida humana, distinta de la existencia jurdica y tal como ha tenido lugar
de hecho sobre el globo aislado en el espacio celeste, del da a la noche, de
14
Aparentemente su nico acercamiento a las nociones relacionadas con la circu-
lacin de la energa en la tierra parece haber sido La biosphere de Vernadsky, y eso va-
rios aos despus, en la publicacin de La parte maldita.
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 387
una comarca a la otra, no puede en ningn caso limitarse a los sistemas
cerrados que le son asignados dentro de las concepciones razonables. El in-
menso trabajo de abandono, de derramamiento y de tormenta que la cons-
tituyen podran expresarse diciendo que ella no comienza sino con un dfi-
cit de esos sistemas: al menos lo que ella admite de orden y de reserva no tie-
ne sentido sino a partir del momento en el que las fuerzas ordenadas y reser-
vadas se liberan y se pierden por fines que no pueden sujetarse a nada sobre
lo que sea posible rendir cuentas. Es slo por tal insubordinacin, incluso
miserable, que la especie humana cesa de estar aislada en el esplendor sin
condicin de las cosas materiales (Ibid.: 43-44).
Contra la visin de los impulsos e intereses humanos planteados
en trminos de conservacin y produccin por la racionalidad econ-
mica, Bataille postula una razn ms profunda del comportamiento
econmico: la pulsin hacia el gasto, el deseo y voluntad de una pr-
dida pura, sin inters ni retorno. Bataille anticipa el mvil del placer
ante el fin de una necesidad o de un valor econmico fundado en
un tiempo de trabajo socialmente necesario o en una racionalidad
utilitarista. La fiesta, el derroche y el desgaste aparecen como el prin-
cipio originario y el fin ltimo que conducen la motivacin del aho-
rro y la racionalizacin de las conductas econmicas. Frente al consu-
mo productivo de naturaleza, Bataille adelanta la idea de un gasto im-
productivo, de una necesidad de prdida desmesurada. Este gasto no se re-
fiere al consumo entendido como el momento de realizacin de la
mercanca condicin sine qua non de la revalorizacin del capital
sino a un gasto simblico que, como un sacrificio, aparece como una
prdida pura, sin un fin econmico, como una degradacin de ener-
ga sin lmite. El sentido de la nocin de gasto surge cuando
La riqueza aparece como adquisicin en tanto que el hombre rico adquiere
un poder, pero se dirige completamente hacia la prdida en el sentido de
que ese poder se caracteriza como poder de perder. Es slo por la prdida
que trae aparejados la gloria y el honor (Ibid.: 34-35).
Ms all del problema de la internalizacin de costos y beneficios
ecolgicos y ambientales preconizados por la economa ambiental, o
del problema de la inconmensurabilidad destacado por la economa
ecolgica, Bataille pone el acento en la imposible valorizacin de ese
acto de prdida pura, en esos
ENRIQUE LEFF 388
impulsos ilgicos e irresistibles de rechazo de bienes materiales o morales
que hubiera sido posible utilizar racionalmente [...] de esa degradacin que,
bajo formas tanto siniestras como magnficas, no ha dejado de dominar la
existencia social (Ibid.: 44).
De esta manera anticipa lo que veinte aos despus plasmara el
discurso ambiental. Sin recurrir a un concepto de entropa, Bataille
ve a la economa general y su crisis como un conflicto entre la sobrea-
bundancia de energa disponible y la necesidad de una prdida sin
ganancia del excedente de energa que no puede servir al crecimien-
to del sistema. Y todo ello a consecuencia de una causa: el lujo que
precipita la dilapidacin de energa, de un ineluctable movimiento
de lujosa exuberancia, de la cual somos [los humanos] la forma ms
aguda (Ibid.: 73). La economa nos impulsa al crecimiento y al con-
sumo lujoso (exacerbacin del consumo exosomtico), que consume
al mundo descargando un excedente de energa dilapidada, un de-
rroche de recursos sin intercambio econmico, sin ganancia econ-
mica. Es la sinrazn de la prdida pura y catastrfica:
Generalmente no hay crecimiento sino bajo las formas de una lujosa dilapi-
dacin de energa. La historia de la vida sobre la tierra es principalmente el
efecto de una loca exuberancia: el evento dominante es el desarrollo del lu-
jo, la produccin de formas de vida cada vez ms onerosas [...] El sentimien-
to de una maldicin est ligado a esta doble alteracin del movimiento que
exige de nosotros el consumo de riquezas. Rechazo de la guerra bajo la for-
ma monstruosa que reviste, rechazo de la dilapidacin lujosa, cuya forma tra-
dicional significa desde ahora la injusticia. En el momento en que el acrecen-
tamiento de las riquezas es ms grande que nunca, acaba de tomar ante nues-
tros ojos el sentido que siempre tuvo, de alguna manera, de parte maldita [...]
Lo que la economa general define de entrada es un carcter explosivo de este
mundo, llevado al extremo de la tensin explosiva en la poca actual. Una
maldicin pesa evidentemente sobre la vida humana, en la medida que no
tiene la fuerza de detener un movimiento vertiginoso (Ibid.: 71, 76-77, 79).
La radical intuicin de Bataille sobre las fuerzas destructivas pro-
venientes de las cavernas del deseo, volver a resurgir en su aborda-
je sobre El erotismo. En su deseo de elaborar en La parte maldita una
economa poltica iluminada por la pulsin al gasto, su propsito es
estudiar el movimiento de la energa excedente que se traduce en
la efervescencia de la vida. En sus formas ms actuales de expresin
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 389
esta prdida se enmarca dentro de la dinmica poblacional y econ-
mica; aparece como problemas que resultan de la existencia de ex-
cedentes (econmicos, demogrficos), el primero por una necesi-
dad de una exudacin; el segundo por una necesidad de creci-
miento. Es el problema de una produccin excedente que desbor-
da sobre procesos improductivos disipadores de una energa que no
puede acumularse de manera alguna (Ibid.: 63). Por la primera va
habramos de desembocar en el problema de la bomba poblacio-
nal (Erlich, 1968); por la segunda, en el del gasto improductivo,
desde la creacin destructiva del capital (Schumpeter, 1972), hasta la ab-
sorcin del excedente econmico como estrategia del capital mono-
polista, ya sea a travs del consumo y la inversin de los capitalistas,
del esfuerzo por vender, o del gasto en la industria de guerra (Baran
y Sweezy, 1970).
Exuberancia de la vida y delirio de la economa. Sin embargo, la
parte maldita se mantiene oculta tras la racionalidad econmica que
genera el inexorable gasto exuberante del excedente econmico o
del crecimiento exponencial de la poblacin por sobreabundancia
de la naturaleza. Estas causas naturales velaran las verdaderas cau-
sas y sentidos que quedan as encubiertos bajo una cortina de humo
en el pensamiento que los piensa, en la imposible conciencia de su
verdad. Si la primera habr de surgir de la negra luz de la entropa,
la segunda habr de refulgir en la oscura lucidez del deseo, y ambas,
del poder de la vida de consumirse intensamente. La racionalidad
ambiental establece los vasos comunicantes que van del proceso ine-
luctable hacia la muerte entrpica que genera la racionalidad econ-
mica con las fuerzas oscuras de la subjetividad humana, en sus intrin-
cados laberintos entre lo Real y lo Simblico y con las singularidades
de racionalidades culturales diferenciadas.
La parte maldita de la economa no es slo ese exceso de energa
que se dilapida por incapacidad del metabolismo humano y de la ra-
cionalidad econmica para gobernar su crecimiento y su cada ca-
tastrfica en forma de destruccin de recursos y bienes, de vidas hu-
manas, en las guerras, en la lucha de clases o en los conflictos am-
bientales. La parte maldita es tambin la entropa en s, la prdida
ineluctable de energa til, su degradacin en calor. Estos dos pro-
cesos se conjugan: tanto en la dinmica poblacional como en el
proceso econmico, el impulso al gasto por el deseo es el principio
humano que desencadena, moviliza y magnifica el metabolismo de
la materia en los organismos vivos y en la economa global. La ley
ENRIQUE LEFF 390
de la cultura se enlaza as con la ley de la entropa, no como una me-
ra analoga o como una ley ontolgica genrica del ser y de las cosas,
sino como dos procesos diferenciados que se desnudan y se anudan.
Es lo real de la muerte entrpica frente a la muerte existencial y el
orden simblico; es la ley dialctica de la entropa en la organizacin
y desorganizacin de la materia y de la vida; es la ley contradictoria
del deseo entre la vida y la muerte.
El ecologismo postula una tica de la vida. Y sin embargo sta no
podr incorporarse a una nueva racionalidad mientras sigamos des-
conociendo la marca de la muerte que significa la vida humana, des-
de donde construimos nuestros mundos de vida y salimos al encuen-
tro con la naturaleza. Pues como afirma Bataille,
La muerte, ruptura de esa discontinuidad individual en la que nos fija la an-
gustia, se nos propone como una verdad ms eminente que la vida [...] Hay,
en el paso de la actitud normal al deseo, una fascinacin fundamental por
la muerte. Lo que est en juego en el erotismo es siempre una disolucin de
las formas constituidas [...] una disolucin de esas formas de vida social, re-
gular que fundamentan el orden discontinuo de las individualidades que so-
mos [...] El erotismo abre a la muerte. La muerte lleva a negar la duracin
individual. Podramos, sin violencia interior, asumir una negacin que nos
conduce hasta el lmite de todo lo posible? [...] Se requiere mucha fuerza
para darse cuenta del vnculo que hay entre la promesa de vida que es el
sentido del erotismo y el aspecto lujoso de la muerte (Bataille, 1957/1997:
24, 23, 29, 63).
Bataille explora esa pulsin al gasto que provoca la erotizacin de
la existencia humana en el don, que opera como una forma cultural
de despilfarro de un excedente (de libido, de energa), que contra-
pone el gasto ritual a una tica de la frugalidad y la conservacin.
15
Ms all de enlazar los flujos de valor econmico y valor energtico
y de abrir las perspectivas de una teora del valor capaz de articular
al valor econmico con el desgaste energtico y con el deseo huma-
no la naturaleza y la cultura, lo material y lo simblico, en el proce-
15
El deseo de producir con poco gasto es pobremente humano. Y an es, en la
humanidad, el principio estrecho del capitalista, del administrador de una sociedad o
del individuo aislado que revende con la esperanza de engullir al final los beneficios
acumulados. Si tomamos en consideracin la vida humana en su globalidad, veremos
que sta aspira a la prodigalidad [...] hasta la angustia, hasta el lmite en que la angustia
ya no es tolerable. El resto es chchara de moralista (Bataille, 1957/1997: 64).
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 391
so econmico, Bataille introduce la tendencia al gasto (entropa)
como un hecho cultural, producto del deseo humano, que se hace
manifiesto en las formas simblicas del intercambio econmico y del
consumo. Es lo que Bataille ve en el sacrificio y el don que descubre
en la organizacin econmico-simblica de los aztecas en Mxico y
en el potlatch de los indios del noroeste de Estados Unidos. Es la ma-
nifestacin de una entropa social del gasto sin utilidad, de disipa-
cin de la riqueza inscrita en una racionalidad social diferente, en
una economa fundada en relaciones de otredad, en relaciones de
reciprocidad donde el poder se adquiere a travs de la prdida. A
partir del Essai sur le don de Marcel Mauss, Bataille analiza la parado-
ja del don como forma de intercambio mediante el cual se adquiere
un poder:
El potlatch deja ver un vnculo entre las conductas religiosas y las de la eco-
noma [...] No habra potlatch si [...] el problema ltimo fuera la adquisicin
y no la disipacin de las riquezas tiles [...] si hay en nosotros, a travs del
espacio donde vivimos, un movimiento de la energa que utilizamos, pero
que no es reductible a la utilidad [...] podemos desconocerla, pero tambin
podemos adaptar nuestra actividad al cumplimiento de eso que ocurre fue-
ra de nosotros. La solucin del problema que as se plantea demanda una
accin en dos sentidos contrarios: por una parte debemos rebasar los lmi-
tes ms prximos dentro de los cuales actuamos normalmente, y por otra
parte incorporar por algn medio nuestro exceso dentro de nuestros lmi-
tes. El problema planteado es el del gasto del excedente. Por una parte de-
bemos dar, perder o destruir. Pero el don sera insensato [...] si no tomara
el sentido de una adquisicin. Es necesario que dar resulte en adquirir un po-
der. El don tiene la virtud de un exceso del sujeto que da, pero a cambio del
objeto donado el sujeto se apropia del exceso: l encara su virtud, aquello
para lo cual tuvo la fuerza, como una riqueza, como un poder que a partir de
ahora le pertenece. Se enriquece de un desprecio de la riqueza, y aquello en
lo que se muestra avaro es el efecto de su generosidad. Pero no podra ad-
quirir l solo un poder hecho de un abandono del poder: si destruyera el ob-
jeto en su soledad, en silencio, no resultara ninguna suerte de poder [...] pe-
ro si destruye el objeto ante otro, o si lo dona, el que da toma efectivamen-
te ante los ojos del otro el poder de dar o de destruir. l es rico desde aho-
ra por haber hecho de la riqueza el uso deseado en la esencia de la riqueza:
es rico por haber consumido ostensiblemente aquello que no es riqueza si-
no consumindola. Pero la riqueza efectuada dentro del potlatch en el con-
sumo para otrono tiene existencia de hecho, sino en la medida en que el
ENRIQUE LEFF 392
otro es modificado por el consumo [...] la accin que se ejerce sobre los
otros constituye justamente el poder del don, que uno adquiere por el he-
cho de perder. La virtud ejemplar del potlatch se da en esa posibilidad del
hombre de aprehender lo que se le escapa, de conjugar los movimientos sin
lmite del universo con el lmite que le pertenece (Bataille, 1967:106-107).
El potlatch expresa una racionalidad diferente de la racionalidad
econmica, la explotacin del otro, el fin de maximizar ganancias, el
poder por la propiedad y acumulacin de bienes de produccin y de
consumo. El potlatch establece una paradjica relacin de poder que
proviene de dar, obligando al otro a responder dando ms. La rivali-
dad con el otro acarrea como contrapartida un don mayor. Ese inter-
cambio de dones, ofrendas y regalos implica una usura, no en el sen-
tido del beneficio de un inters por un prstamo o de la usura de los
bienes de capital en el proceso de produccin, sino de la pulsin a
extraer, acumular, intercambiar y consumir ms naturaleza que lo
necesario, para poderla donar al otro. Esta lgica de intercambio
y consumo conlleva una prdida en trminos de entropa.
En el erotismo se abre la puerta hacia la prdida pura, el deseo de
perderse en la nada antes que someterse a una norma de vida. A vi-
vir el xtasis de la voluptuosidad y beber el cliz de una muerte que
abrasa lo que a la vida razonable no conviene, ni contiene. El ser hu-
mano es un ser entropizante: no slo porque su instinto de super-
vivencia y la mana de acumulacin de capital y riqueza lo llevan a
acelerar y exacerbar los procesos de explotacin y transformacin de
la materia y la energa del planeta, sino porque la degradacin de la
entropa est inscrita en el orden de lo real (muerte entrpica del
universo; flecha del tiempo) as como en el orden simblico y de la
existencia humana (ser para la muerte), por esa falta en ser que im-
pulsa al ser humano en el erotismo, en su bsqueda de continuidad
y totalidad, hacia un gasto sin reserva en la sexualidad y en el inter-
cambio, en la produccin y el consumo, en la vida y la muerte.
Quin podra entonces condenar al hombre por llevar dentro de
s ese impulso hacia el despilfarro, a encarnar la contradiccin de una
vida insustentable? Esa relacin entre naturaleza y cultura abre una ex-
traa dialctica en la que el hombre inaugura su historia poniendo l-
mites a la naturaleza desbordada de su sexualidad, reconduciendo el
deseo por la va de la economizacin del mundo que culmina en una
crisis marcada por el derroche ilimitado del consumo, llevando a que
las leyes de la naturaleza (entropa) impongan sus lmites a la cultura
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 393
de la modernidad. Bataille habra adelantado as una ley antropomr-
fica de la ineluctable entropa de la cultura humana al afirmar:
Me limito a dar a entender hasta qu punto la vida, que es exuberante prdi-
da, est al mismo tiempo orientada por un movimiento contrario que exige su
crecimiento. No obstante, lo que gana al final es la prdida. La reproduccin
no multiplica la vida ms que en vano, la multiplica para ofrecerla a la muer-
te, cuyos estragos es lo nico que se acrecienta cuando la vida intenta ciega-
mente expandirse. Insisto en el despilfarro que se intensifica a pesar de la ne-
cesidad de una realizacin en sentido contrario (Bataille, 1957/1997: 237).
La sustentabilidad es la marca de la prohibicin y del lmite en el
orden econmico. La racionalidad ambiental asume la interioriza-
cin del lmite y de la prohibicin en el terreno de la produccin;
pero al mismo tiempo el saber ambiental reerotiza el mundo ante la
deserotizacin del pensamiento objetivador y la economizacin del
mundo (Leff, 1998). La racionalidad ambiental transgrede el orden
dominante para incorporar los principios de un desorden organiza-
do (neguentropa). La construccin de la sustentabilidad no condu-
ce a la negacin de la naturaleza entrpica del universo y de lo hu-
mano, sino a su reconocimiento y a un saber vivir dentro del lmite,
en sus mrgenes y frente a los horizontes de lo posible y del porve-
nir. sta es la funcin del saber ambiental y el sentido prigogiano
del acto emancipatorio y creativo de la transgresin:
El efecto ms constante del impulso al que doy el nombre de transgresin es
el de organizar lo que por esencia es desorden. Por el hecho de que com-
porta el exceso hacia un mundo organizado, la transgresin es el principio
de un desorden organizado [...] El lenguaje no se da independientemente
del juego de la prohibicin y de la transgresin. Por eso la filosofa, para po-
der resolver [...] los problemas, tiene que retomarlos a partir de un anlisis
histrico de la prohibicin y de la transgresin. A travs de la contestacin,
basada en la crtica de los orgenes, es como la filosofa, volvindose trans-
gresin de la filosofa, accede a la cima del ser (Ibid.: 125, 280).
Empero, la reapropiacin cultural de la naturaleza no podr ser
resultado de una transgresin del orden establecido por medio del
pensamiento filosfico, como tampoco lo ser como una expresin
de la naturaleza en una conciencia ecolgica de la especie humana.
La emancipacin y la creatividad de otros mundos posibles se dan en
ENRIQUE LEFF 394
un juego entre lo Real y lo Simblico, entre Naturaleza y Cultura,
entre la cosa y la obra. En este sentido Heidegger habra abierto una
pregunta justa, cargada de sentido:
Debe ser llevada la obra a la naturaleza, no por s, sino por su llegar a ser
creatura y la relacin que sta tiene con las cosas de la tierra, si es que lo c-
sico debe meterse exactamente en lo manifiesto? [...] Cmo se extraera la
desgarradura si no fuera llevada a lo manifiesto por la proyeccin creadora
como lucha entre la medida y lo sin medida? En la naturaleza est metida en
verdad una desgarradura, que es medida y lmite, y un poder productor li-
gado con ella que es el arte. Pero tambin es cierto que este arte se hace pa-
tente en la naturaleza nicamente mediante la obra, porque est metido ori-
ginalmente en sta (Heidegger, 1958: 109).
La reapropiacin de la naturaleza es una resignificacin de la na-
turaleza en los senderos de vida que abre la existencia. Implica un
pensamiento pero tambin tomar la palabra para renombrar, resig-
nificar y dar nuevos sentidos a la vida cultural en su conexin con el
orden natural, para hacer manifiesto el ente desde el ser a travs del
lenguaje, para reincorporarse al mundo a travs del discurso:
El lenguaje es el que lleva primero al ente como ente a lo manifiesto. Don-
de no existe ningn habla como en el ser de la piedra, la planta y el animal
tampoco existe ninguna patencia del ente y en consecuencia tampoco de la
no-existencia y de lo vaco. Cuando el habla nombra por primera vez al en-
te, lo lleva a la palabra y a la manifestacin. Este nombrar llama al ente a su
ser, partiendo de l. Tal decir es un proyectar la luz donde se dice lo que co-
mo ente llega a lo manifiesto. Proyectar es descargar algo yacente, en que la
ocultacin se dirige al ente como tal [...] El lenguaje en este caso es el acon-
tecimiento de aquel decir en el que nace histricamente el mundo de un
pueblo y la tierra se conserva como lo oculto. Es decir, proyectante es aquel
que en la preparacin de lo decible, al mismo tiempo, trae al mundo lo in-
decible como tal. En tal decir se acuan de antemano los conceptos de la
esencia de un pueblo histrico, es decir, la patencia de ste a la historia uni-
versal (Ibid.: 112-113).
Si el lenguaje codifica y organiza a la cultura, al mismo tiempo es
el instrumento que rompe las cadenas de la racionalidad fijada en
sus propios fines, de la racionalizacin que condena a un orden es-
tablecido, de la referencia a una realidad cristalizada, de una ciencia
CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD 395
verificadora de hechos de la historia y datos de la realidad. El len-
guaje es la va que resignifica al mundo y recrea los sentidos de la
existencia. En este sentido afirma Steiner:
Creo que la comunicacin de la informacin, de los hechos manifiestos y
verificables constituye slo una parte, y quiz una parte secundaria, del dis-
curso humano. Los orgenes y la naturaleza del habla tienen como caracte-
rsticas profundas su potencial de artificio, de antiobjetividad, de indeter-
minable futuridad [...] que hacen que las relaciones de esa conciencia con
la realidad sean creativas. Por medio del lenguaje [...] refutamos lo inexo-
rablemente emprico del mundo. Por medio del lenguaje construimos lo
que he llamado mundo de la alternatividad [...] las distintas lenguas impri-
men al mecanismo de la alternatividad un ciclo dinmico, transferible. Ma-
terializan las necesidades de la vida privada y las necesidades de territoriali-
dad, indispensables para la conservacin de la propia identidad. En mayor
o menor grado, cada lengua ofrece su propia lectura de la vida. Moverse en-
tre las lenguas, traducir, aun cuado no sea posible pasear sin restricciones
por la totalidad, equivale a sentir la propensin casi desconcertante del es-
pritu humano hacia la libertad (Steiner, 2001a: 482).
La reapropiacin cultural de la naturaleza entraa una poltica
del ser y del tiempo, de la identidad y de la diferencia que estn arrai-
gadas en la tierra, incorporadas en el Ser y hechas historia a travs del
tiempo. La obra de un pueblo se produce como su particular forma
de ser en su mundo, de decir su mundo, y de crearlo al decirlo; pero
esa creacin de su verdad como identidad no prescinde ni se abstrae
de lo Real. Su identidad, su estilo tnico nace de ese encuentro de lo
real de su naturaleza su ambiente, su entorno ecolgico y de sus
formas de significacin como construccin de sus territorios de vida.
Desde la transgresin a la cultura dominante y la desconstruccin
del pensamiento dominador, se plantea la posibilidad de construir
una racionalidad ambiental, que ms all de la ecologizacin de la cul-
tura, da curso a un movimiento social por la reapropiacin de la natu-
raleza y a la construccin de sociedades sustentables. La ecologa pol-
tica transita del pensamiento emancipador del discurso filosfico a la
praxis de los movimientos sociales. Los protagonistas del ambientalis-
mo naciente toman la palabra para reconstituir la relacin creativa en-
tre naturaleza y cultura.
9. EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN
SOCIAL DE LA NATURALEZA:
SERINGUEIROS, ZAPATISTAS, AFRODESCENDIENTES
Y PUEBLOS INDGENAS DE AMRICA LATINA
LA ECOLOGA POLTICA Y LOS MOVIMIENTOS AMBIENTALISTAS
La destruccin ecolgica y la degradacin ambiental, junto con la
marginacin social y la creciente pobreza generadas por la racionali-
zacin econmica del mundo por las ineficaces polticas asistencia-
les del estado y las polticas neoliberales de ajuste, estn impulsando
la construccin de identidades colectivas y expresiones de solidaridad
inditas, generando nuevas formas de organizacin social para afron-
tar la crisis ambiental, cuestionando al mismo tiempo la centralidad
del poder y el autoritarismo del estado. Sin embargo, el ambientalis-
mo no ha penetrado propiamente en el campo del anlisis sociolgi-
co de los nuevos movimientos sociales. Los primeros analistas que se
percataron de la emergencia del ecologismo lo percibieron como
uno ms de los nuevos movimientos sociales feministas, religiosos,
urbanos, populares, de gnero, que en sus formas no polticas de
hacer poltica, aportaban nuevas perspectivas a la cultura poltica
(Mainwaring y Viola, 1984). Otros analistas han visto en el ambienta-
lismo el nico movimiento verdaderamente nuevo dentro de los
nuevos movimientos sociales, cuya novedad se deriva de la respuesta
social hacia un hecho sin precedentes en la historia: la destruccin
ecolgica y el cambio global (Gunder-Frank, 1988).
La crisis ambiental no slo plantea los lmites de la racionalidad
econmica, sino tambin la crisis del estado; de esta crisis de legiti-
midad y de sus instancias de representacin emerge la sociedad civil
en bsqueda de nuevos principios para reorientar el proceso civiliza-
torio hacia los fines de la sustentabilidad. Las demandas de democra-
cia, equidad y justicia de la sociedad estn llevando a la construccin
de un nuevo ideario poltico donde confluyen ideas, valores e intere-
ses, que si bien no constituye una visin del mundo homognea que
d consistencia a una conciencia ecolgica global y comn, y a un
bloque de principios que otorguen organicidad y legitimidad a una
[396]
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 397
tica ambiental capaz de generar un consenso en el proceso de ra-
cionalizacin ambiental, est abriendo espacios de poder y movili-
zando procesos polticos donde surgen los nuevos actores de los mo-
vimientos ambientalistas que estn poblando la escena de la ecologa
poltica.
Las investigaciones sociolgicas sobre los nuevos movimientos so-
ciales han puesto de relieve los problemas tericos y metodolgicos
que surgen para la percepcin y caracterizacin del ambientalismo.
Su reciente irrupcin y sus manifestaciones en la arena poltica estn
planteando retos tericos a la sociologa para que los comprenda y los
explique, ya que por su complejidad no corresponden a la tipologa
de los actores de los movimientos sociales tradicionales y a su defini-
cin en funcin de los sistemas de referencia a los que se remite la ac-
cin colectiva. Los movimientos sociales del medio rural, que surgen
por la reapropiacin de la naturaleza y la autogestin de sus recursos
productivos, problematizan su clasificacin como movimientos polti-
cos reivindicativos en la esfera del sistema econmico por una mejor
distribucin de los recursos y la riqueza social dentro del modo de
produccin dominante, del sistema poltico por el reconocimiento
de sus derechos e intereses en el marco de las normas jurdicas y de
los procesos institucionales de representacin o del sistema cultural
por un estado pluritnico y la integracin de las poblaciones indge-
nas al desarrollo nacional (Gimnez, 1994). Los movimientos am-
bientales emergentes no luchan tan slo por una mayor equidad y
participacin dentro del sistema econmico y poltico dominante
cuyas reglas de funcionamiento seran compartidas por los grupos
sociales en conflicto, sino por construir un nuevo orden social.
Las organizaciones socioambientales tienden a asociarse en redes
de agrupaciones autnomas, segmentadas y policfalas, en estructu-
ras no jerrquicas, descentralizadas y participativas. Estos nuevos mo-
vimientos se caracterizan por sus nuevas demandas de participacin
social, la obtencin de bienes simblicos y la recuperacin de estilos
tradicionales de vida, pero tambin por la defensa de nuevos dere-
chos tnicos y culturales, ambientales y colectivos, y la reivindicacin
de su ancestral patrimonio de recursos ambientales. Sus luchas por la
dignidad y la democracia, contra el sometimiento y sobreexplotacin
de grupos sociales, lo son al mismo tiempo por un derecho de rea-
propiacin de sus territorios y de autogestin de sus recursos natura-
les. Sus formas apolticas de hacer poltica son una nueva manera
de establecer las reglas del juego y las estrategias de lucha en el cam-
ENRIQUE LEFF 398
po de la ecologa poltica. Las estrategias de estos nuevos movimien-
tos sociales plantean una ruptura con las formas tradicionales de or-
ganizacin y con los canales de intermediacin poltica. Estos proce-
sos estn dinamizando y transformando las formas de sustentacin,
de ejercicio y de lucha por el poder, al abrir nuevos espacios de con-
frontacin, negociacin y concertacin relacionados con la toma de
decisiones relativa a la apropiacin de la naturaleza y la participacin
social en la gestin ambiental. En este sentido los movimientos am-
bientalistas emergen como transmisores de cambios sociales a travs
de conflictos que no suelen resolverse mediante los procedimientos
jurdicos establecidos ni analizarse dentro de los paradigmas domi-
nantes del pensamiento sociolgico normal (Gerlach y Hine, 1970;
Gunderlach, 1984; Nedelmann, 1984).
En este contexto surgen los movimientos de protesta por el dete-
rioro ambiental y la destruccin de los recursos naturales, por la tala
inmoderada de bosques, por los efectos ambientales y sociales gene-
rados por los procesos de ganaderizacin, de la agricultura altamen-
te tecnologizada, la invasin de productos transgnicos, la hipercon-
centracin urbana y los megaproyectos de desarrollo regional, por
los peligros de las plantas nucleares y los riesgos de la biotecnologa,
as como a favor de la conservacin de los recursos naturales, de la
diversidad biolgica y el mejoramiento del ambiente; por el desarro-
llo de nuevas tecnologas y la promocin de procesos autogestiona-
rios y de participacin en la toma de decisiones.
Los grupos ecologistas o ambientalistas emergentes han venido
ocupando un lugar importante entre los nuevos movimientos de la
sociedad civil (religiosos, feministas, juveniles, estudiantiles y de las
minoras tnicas). Aunque estos movimientos comparten muchos
rasgos, tambin se diferencian tanto por sus mviles y objetivos co-
mo por sus formas especficas de organizacin y sus estrategias de lu-
cha, as como por las diversas formas en las que significan y valorizan
su naturaleza desde sus culturas. Los movimientos ambientalistas
emergen como respuesta de la sociedad al creciente deterioro am-
biental, adoptando muy diversas formas de organizacin, de expre-
sin poltica y eficacia de sus acciones, lo que dificulta sistematizar
sus experiencias, tipificar sus estrategias y determinar sus tendencias.
Una caracterstica de estos movimientos es la eficacia de sus formas
de organizacin y de lucha. El principio de autonoma en el que fun-
dan sus formas de organizacin, y su cautela en inscribirse en los
procedimientos polticos establecidos, puede confinarlos en espacios
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 399
de solidaridad marginal carentes de medios para generar un pro-
ceso generalizado de transformaciones sociales e institucionales, o a
radicalizar los medios de la accin poltica, rompiendo los canales
institucionales de intermediacin entre los individuos y el estado a
travs de las organizaciones y partidos polticos convencionales.
Al mismo tiempo los nuevos movimientos ambientalistas mues-
tran un mayor grado de flexibilidad, adaptabilidad, capacidad de
respuesta y posibilidades de radicalizar sus demandas, lo que les ofre-
ce ventajas estratgicas frente a las organizaciones polticas institu-
cionalizadas, partidos polticos y sindicatos. Los nuevos movimientos
polticos han diferenciado as las formas de accin y de comporta-
miento poltico. En oposicin a muchos de los nuevos movimientos
polticos que surgen en torno a demandas morales y sociales, indivi-
duales y asignables a grupos definidos de la poblacin (religiosos, ju-
veniles, estudiantiles, de gnero), los movimientos ambientalistas en
los pases subdesarrollados estn directamente asociados con las con-
diciones de produccin y de satisfaccin de las necesidades bsicas
de la poblacin y estn caracterizados por su diversidad cultural y po-
ltica. Esto les confiere una perspectiva ms global, a pesar de la he-
terogeneidad de los diferentes grupos ambientalistas, de sus diferen-
tes perspectivas sociales, estrategias polticas y prcticas concretas de
accin.
Los movimientos ambientalistas pueden caracterizarse por una se-
rie de objetivos explcitos en sus programas de organizacin y por las
manifestaciones de sus estrategias polticas, as como por la organi-
zacin en torno a la incorporacin de valores y a la resolucin de
problemas concretos, que encuentran canales de expresin, orien-
tan acciones y despliegan estrategias de poder en formas novedosas.
Los movimientos ambientalistas se orientan por uno o ms de los si-
guientes objetivos:
a] Una mayor participacin en los asuntos polticos y econmicos
y en la gestin de los recursos ambientales.
b] Su insercin en los procesos de democratizacin del poder po-
ltico y la descentralizacin econmica.
c] La defensa de sus territorios, sus recursos y su ambiente, ms
all de las formas tradicionales de lucha por la tierra, el empleo y del
salario.
d] La construccin de nuevos modos de produccin, estilos de vi-
da y patrones de consumo apartados de los modelos capitalistas y ur-
banos globales, transnacionales y extranjeros.
ENRIQUE LEFF 400
e] La bsqueda de nuevas formas de organizacin poltica, dife-
rentes de los sistemas corporativos e institucionales de poder.
f] La organizacin en torno a valores cualitativos (calidad de vi-
da), ms all de los beneficios derivados de la oferta del mercado y
del estado benefactor.
g] La crtica a la racionalidad econmica fundada en la lgica del
mercado, la maximizacin de la ganancia y la eficiencia tecnolgica,
y a los aparatos de control econmico y coercin poltica e ideolgi-
ca del estado.
Las estrategias del movimiento ambientalista incorporan deman-
das populares de participacin y contra la desigualdad, marginacin,
explotacin y sujecin que producen los procesos econmicos y pol-
ticos prevalecientes demandas de mejoras salariales, de propiedad
de la tierra, de vivienda y servicios pblicos en sus nuevas luchas por
la defensa de su patrimonio de recursos naturales, de conservacin de
la biodiversidad, de preservacin del medio ambiente, de afirmacin
de sus identidades y derechos culturales, de mejoramiento de la cali-
dad de vida. De esta manera abren nuevas perspectivas para la cons-
truccin de un futuro sustentable, para incidir en la toma de decisio-
nes sobre nuevos patrones de uso de los recursos, modelos de urbani-
zacin, formas de asentamientos humanos, innovacin de procesos
productivos y condiciones de trabajo ms satisfactorias. Si bien el mo-
vimiento ambiental llega a fragmentarse por la diversidad de sus de-
mandas, formas de organizacin y estrategias de lucha, tambin pue-
de generar una fuerza social capaz de incorporar las reivindicaciones
ambientalistas en los programas del estado y de los partidos polticos
tradicionales, abriendo nuevos espacios de participacin para la socie-
dad civil en la gestin ambiental, as como para la gestacin de nue-
vos derechos ambientales, legitimando nuevas vas para la apropia-
cin social de la naturaleza.
1
El movimiento ambiental no slo incide sobre el problema de la
distribucin del poder y del ingreso, de la propiedad formal de la tie-
rra y de los medios de produccin, y de la incorporacin de la pobla-
cin a los mecanismos de participacin de los rganos corporativos
de la vida econmica y poltica. Las demandas ambientales propug-
nan la participacin democrtica de la sociedad en la gestin de sus
recursos actuales y potenciales, as como en el proceso de toma de
1
En este sentido se viene generando una estrategia poltica de articulacin de la
diversidad. Cf. Grnberg, 1995.
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 401
decisiones para la eleccin de nuevos estilos de vida y la construccin
de futuros posibles bajo los principios de pluralidad poltica, equi-
dad social, diversidad tnica, sustentabilidad ecolgica, equilibrio re-
gional y autonoma cultural (Leff, 1992).
La incorporacin de las clases trabajadoras y de las poblaciones
rurales a las vas abiertas por el progreso y la modernidad, ha signi-
ficado en muchos casos la degradacin de sus condiciones de exis-
tencia: desarraigo cultural, emigracin territorial, marginacin so-
cial, explotacin econmica, desempleo, inaccesibilidad a los servi-
cios pblicos, destruccin de sus recursos naturales, abandono de
sus prcticas culturales de uso de los recursos y prdida de sus me-
dios de subsistencia. La economa del mercado y las compensaciones
derivadas de las polticas sociales del estado han sido incapaces de sa-
tisfacer las necesidades bsicas mnimas de las mayoras y han incre-
mentado las manifestaciones de la pobreza crtica. Esta situacin es
ms notoria en los grupos marginados del proceso econmico nacio-
nal, para quienes la satisfaccin de sus necesidades materiales y espi-
rituales depende en mayor grado de sus condiciones ecolgicas y cul-
turales locales de sustentabilidad. Ningn salario compensa la prdi-
da de integridad cultural de los pueblos y la degradacin irreversible
del potencial productivo de sus recursos. As, ms all de las deficien-
cias e insuficiencias del sistema productivo para satisfacer las deman-
das de los consumidores, la racionalidad ambiental plantea una cr-
tica radical de las necesidades y orienta los procesos econmicos ha-
cia el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, dando nue-
vas bases al proceso de produccin.
Los grupos ambientalistas no siempre se identifican con una clase,
un partido o un estrato social. Es un movimiento que atraviesa, con di-
ferentes lneas de tensin, todo el tejido social. Por otro lado, el movi-
miento ambiental se articula con otros movimientos y organizaciones
polticas dentro de las organizaciones populares y de las clases trabaja-
doras, de campesinos, obreros, grupos indgenas y clases medias. El
ambientalismo va ms all de la adicin de nuevas reivindicaciones
dentro de las demandas y formas tradicionales de negociacin. Incor-
pora nuevos criterios para la accin social, nuevas formas de participa-
cin, nuevos objetivos y valores para el desarrollo humano, nuevas es-
trategias econmicas para la satisfaccin de las necesidades materiales,
a travs de la activacin de otros principios ticos y fuerzas naturales.
Los movimientos ambientales abren as nuevas interrogantes para
el anlisis sociolgico de la accin social:
ENRIQUE LEFF 402
a] sobre el impacto democratizador de estos movimientos en las
estructuras polticas establecidas;
b] sobre las formas en las que el discurso ambientalista sus pro-
psitos, sus valores, sus estrategias y sus prcticas concretas influyen
en la deslegitimacin de las formaciones ideolgicas, del discurso
poltico y de las polticas econmicas prevalecientes;
c] sobre las estrategias polticas de estos movimientos emergentes
ante el estado, los partidos, los sindicatos, y sus alianzas con otros
movimientos de la sociedad civil;
d] sobre la nueva cultura poltica, de mayor pluralidad y tolerancia,
que oriente la transicin de una sociedad jerarquizada, antiecolgica
y desigual hacia una sociedad sustentable, equitativa y democrtica;
e] sobre nuevas reglas del poder que permitan una distribucin
ms igualitaria de los potenciales ecolgicos y de los bienes y servi-
cios ambientales del planeta.
El concepto de racionalidad ambiental permite evaluar el carcter
ambiental de una serie de movimientos sociales. La incorporacin
de principios ambientales en las prcticas productivas y en las estrate-
gias polticas para la construccin de sociedades sustentables slo pue-
de definirse en funcin del conjunto de valores y propsitos que dan
coherencia y sentido a una racionalidad ambiental cultural concreta,
con referencia a la cual pueden evaluarse las acciones y movimientos
sociales que se inscriben y participan en su proceso de constitucin.
Los actos de conciencia y sus efectos en la organizacin social y en la
movilizacin poltica son ambientales en tanto que incorporan un
conjunto de valores que conforman una racionalidad sustantiva del
ambientalismo, y en tanto que, como procesos sociales, prcticas pro-
ductivas y acciones polticas, constituyen actos de racionalidad am-
biental. Sin esta perspectiva metodolgica en el estudio de los movi-
mientos ambientales se corre el riesgo de reducir el campo de percep-
cin a aquellos grupos que se autodenominan ecologistas, y perder
de vista el carcter ambientalista de otros movimientos (campesinos,
indgenas, populares) que, sin reconocerse como ambientalistas ni in-
corporar algunas veces de manera explcita reivindicaciones ecolgi-
cas en sus demandas polticas, se enlazan en luchas que contribuyen
a generar las condiciones para construir sociedades sustentables fun-
dadas en los principios de una racionalidad ambiental.
2
2
Bachelard habra afirmado que La riqueza de un concepto cientfico se mide por
su poder deformador. Esta riqueza no puede asignarse a un fenmeno aislado al que le
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 403
En este sentido el movimiento ambientalista es un medio para la
realizacin de los propsitos de la sustentabilidad, no slo a travs de
sus luchas contra la contaminacin y su defensa de los recursos na-
turales, sino tambin por su eficacia en la legitimacin de los nuevos
derechos ambientales y colectivos de la ciudadana y de los pueblos
indgenas, en la promocin de nuevos saberes, conocimientos cien-
tficos y tecnolgicos y su aplicacin en proyectos de autogestin de
los recursos naturales, en la elaboracin de nuevos instrumentos pa-
ra la gestin ambiental y en el mejoramiento de las condiciones de
existencia y la calidad de vida de diferentes grupos sociales.
El cuestionamiento de los modelos y procedimientos de la demo-
cracia representativa llev a la nueva izquierda de los aos sesenta
junto con los movimientos de la sociedad civil por la igualdad y la
justicia social, la reivindicacin de los derechos humanos de las mi-
noras y la transicin hacia una cultura poltica ms plural a propo-
ner nuevos esquemas para una democracia participativa. Ms all de
la competencia entre los partidos y la alternancia en el poder, se
abri un proceso social que pugna desde entonces por una democra-
cia sustantiva, fundada en la participacin directa de la ciudadana
en la toma de decisiones que afecta sus modos de vida. La ecologa
social y un cierto ecoanarquismo, guiados por un pensamiento eco-
sera reconocida una riqueza cada vez mayor de caracteres, y sera cada vez ms rico en
comprensin [...] Habr que deformar los conceptos primitivos, estudiar sus condicio-
nes de aplicacin y sobre todo incorporar las condiciones de aplicacin de un concep-
to en el sentido mismo del concepto. Es en esta ltima necesidad en la que reside [...]
el carcter dominante del nuevo racionalismo, correspondiente a una fuerte unin de
la expresin y de la razn (Bachelard, 1938: 61). La falta de concepto a su vez vuelve
invisibles a los movimientos. De esta manera, diversos estudios sobre los nuevos movi-
mientos sociales y acerca de las poblaciones indgenas por la autonoma, incluyen las
luchas ecologistas como limitadas al reclamo del control y acceso a los recursos na-
turales (permisos, licencias, concesiones, etc.) y al manejo ambiental, sin abordar abier-
tamente aspectos que tienen que ver con un nuevo ordenamiento jurdico-poltico na-
cional y con cuestiones relativas al poder y al territorio (Snchez, 1999: 13). Como ve-
remos a lo largo de este captulo, si bien la conciencia ecolgica no siempre es un ima-
ginario traslcido que se refleje directamente en la discursividad de los movimientos so-
ciales, y en muchos casos esta conciencia y su expresin quedan diferidas por motivos
estratgicos que ponen de relieve las demandas de autonoma y derechos culturales en
las formas que adopta una poltica de la diferencia y del ser cultural en la lucha de po-
der con el estado nacional (es lo que ocurre con el movimiento de los pueblos indge-
nas de Mxico y otros pases), en muchos casos, ya visibles, los actores sociales de las lu-
chas de los pueblos indgenas y campesinos se estn constituyendo a travs de la rein-
vencin de sus identidades y sus estrategias polticos en una relacin directa con los
procesos de reapropiacin de la naturaleza y de sus procesos productivos.
logista, plantearon la necesaria descentralizacin econmica y una
municipalizacin de los procesos de produccin y de toma de deci-
siones, y la organizacin de ecocomunidades autogestionarias y sus-
tentables.
3
Sin embargo, la democracia que promueve esta ecologa
social, as como la democracia representativa, se sita por encima de
las condiciones de produccin y de existencia del tercer mundo. Los
actores sociales del ecologismo de los pobres (Martnez-Alier,
1995), luchan por el control de sus condiciones de produccin, por
la apropiacin de su patrimonio histrico de recursos naturales y por
la reinvencin de sus identidades culturales. En esta perspectiva, la
democracia adquiere un sentido ms amplio y nuevas atribuciones
como un proceso social orientado a fortalecer las capacidades de de-
cisin y de autogestin para el desarrollo pleno de las facultades y
del potencial productivo de los pueblos y comunidades de cada re-
gin. La democracia ambiental establece un estrecho vnculo entre
las condiciones de sustentabilidad ecolgica, pluralidad poltica, di-
versidad tnica y equidad social.
El movimiento ambientalista se caracteriza por la variedad de sus
actores sociales y por la diversidad de sus reivindicaciones. stas no
slo se distinguen por regiones, grado de desarrollo de los pases o
niveles de consumo de diferentes clases sociales, sino que emergen
del inters particular que se va constituyendo en diferentes grupos
sociales en relacin con problemas ambientales particulares (conta-
minacin ambiental, daos ecolgicos), de la apropiacin y uso de
los recursos naturales, y de demandas sociales y culturales vinculadas
con el usufructo de bienes y recursos ambientales o de los procesos
de degradacin de los potenciales ecolgicos del planeta. El escena-
rio del movimiento ambientalista se despliega en un campo de fuer-
zas caracterizado por disputas y conflictos ambientales que van des-
de la apropiacin de los recursos naturales como medios de produc-
cin y de vida hasta los sentidos existenciales y la tica asociada con
el cuidado o destruccin de la naturaleza.
En este sentido, ms all del propsito de establecer una tipologa
de movimientos y actores sociales, es posible mapear una variedad
de ambientalismos (Guha y Martnez-Alier, 1997). Es posible descubrir
ENRIQUE LEFF 404
3
Esta propuesta adquira sentido dentro de la ilusin de que la sociedad postin-
dustrial habra transitado hacia un estadio de postescasez; una vez satisfechas las ne-
cesidades bsicas, la abundancia material abrira las puertas a los valores de la liber-
tad, la solidaridad y la ecologa (Bookchin, 1971; Ingelhart, 1991).
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 405
all expresiones, manifestaciones, actividades y luchas que van desde
la diferenciacin de las ideologas y demandas de los pases ricos y
pobres, hasta las expresiones que adquieren estos movimientos den-
tro de diferentes ideologas tericas (ecologa social, ecologa pro-
funda, ecoanarquismo, ecodesarrollo, etc.), as como sus formas de
expresin, generalmente asociadas con otras reivindicaciones socia-
les por los derechos humanos, la etnicidad y la justicia distributiva.
Es posible enumerar una serie de casos ilustrativos de conflictos am-
bientales dentro de una amplsima gama de luchas que incluyen los
movimientos en defensa y reapropiacin de los bosques y la biodiver-
sidad (el movimiento Chipko en India, el movimiento de los serin-
gueiros en Brasil o el Proceso de Comunidades negras en Colom-
bia); las reclamaciones de compensacin por daos ecolgicos y a la
salud humana (derrames de petrleo, desforestacin, contamina-
cin industrial); movimientos de resistencia al neoliberalismo y a los
tratados de libre comercio, que incluyen posicionamientos contra las
propuestas de reconversin ecolgica y valorizacin econmica de
los servicios ambientales dentro del mecanismo de desarrollo lim-
pio, as como los convenios y protocolos internacionales para el de-
sarrollo sostenible (convenios de biodiversidad y cambio climtico;
protocolos de bioseguridad y recursos genticos); conflictos entre
conservacin ecolgica y comercializacin de recursos, bienes y ser-
vicios ambientales; controversias en los mecanismos jurdico-econ-
micos y por la legitimacin de derechos de apropiacin de la natura-
leza (derechos de propiedad intelectual-derechos de los agricultores
y de las poblaciones indgenas).
No es el propsito de este captulo desplegar toda la variedad de
expresiones de los movimientos ecolgico-ambientales. Me interesa
sobre todo destacar los procesos que involucran a nuevas organiza-
ciones indgenas y campesinas, a los nuevos actores y movimientos
sociales que estn abriendo cauces y sentidos a la construccin de la
sustentabilidad desde sus identidades y culturas. El discurso en el
que se inscriben las luchas de las poblaciones indgenas se ha venido
ambientalizando, al igual que los reclamos de varios grupos cam-
pesinos. Hay trazas y races profundas de este nuevo ambientalismo
social en las demandas de reapropiacin de tierras, de sus identida-
des culturales, de las prcticas tradicionales y de los procesos produc-
tivos, as como en las luchas por democratizar los poderes locales y
nacionales y descentralizar la economa hacia un desarrollo regional
guiado por los principios de ordenamiento ecolgico del territorio
(Instituto Indigenista Interamericano, 1990). En este sentido, la or-
ganizacin comunitaria y el proceso no jerrquico, autnomo y par-
ticipativo en la toma de decisiones de los movimientos indgenas y
campesinos, adquieren tonalidades y resonancias ambientalistas,
aunque muchos de ellos an no expresan sus races ambientalistas
en demandas concretas de reapropiacin y autogestin de sus recur-
sos naturales (Snchez, 1999).
Las luchas por la tierra estn pasando a ser luchas econmicas
por la apropiacin de los procesos productivos de los que dependen
las condiciones de vida de la poblacin y luchas polticas en tanto
que cuestionan las estructuras de poder y plantean una participacin
activa de las poblaciones en los procesos de toma de decisiones. Las
demandas de socializacin de la naturaleza van ms all del rescate
de un patrimonio natural y cultural y se presentan como una lucha
por la apropiacin del potencial ecolgico de sus recursos producti-
vos. No se trata pues, como pretendera una estrategia revoluciona-
ria ortodoxa, de una simple reapropiacin de los medios de produc-
cin por las clases desposedas y explotadas, sino de toda una crtica
del modo de produccin fundado en la racionalidad econmica y en
los intereses del capital, y excluyente de las condiciones ecolgicas y
de los potenciales productivos de la naturaleza y de la cultura. Ms
all de la apropiacin pasiva de los procesos productivos guiados por
la va unidimensional (econmico-tecnolgica) de las fuerzas pro-
ductivas, la democracia ambiental propugna la participacin creati-
va de las comunidades rurales en la construccin de una nueva eco-
noma. sta se est fraguando en una nueva racionalidad en las prc-
ticas productivas de grupos campesinos e indgenas, fundadas en los
potenciales ecolgicos de cada regin, as como en los valores cultu-
rales y las identidades de cada comunidad.
REVALORIZACIN Y REAPROPIACIN DE LA NATURALEZA:
EQUIDAD Y DIVERSIDAD CULTURAL
Las demandas de democratizacin en el mbito mundial, junto con
los derechos indgenas y los principios ambientales que alcanzaron
notoriedad planetaria y legitimidad en 1992 con motivo de la Confe-
rencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo y con
los quinientos aos de la conquista, dieron por resultado una fertili-
ENRIQUE LEFF 406
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 407
zacin cruzada del movimiento ambiental e indgena, junto con el
movimiento por la democracia que se viene fraguando en las luchas
sociales del mundo y del continente americano. Los principios de la
diversidad ecolgica y cultural y de la gestin participativa de los re-
cursos se han venido arraigando efectivamente en el movimiento
ambientalista, expresndose en el discurso de las luchas indgenas y
en las estrategias de organizacin productiva de las comunidades
agrarias, como lo muestra el surgimiento, en los ltimos aos, de nu-
merosos movimientos campesinos guiados por demandas ecologistas
(Moguel et al., 1992). Sin embargo, en muchos casos la lucha por la
tierra sigue predominando sobre la lucha por la reapropiacin del patri-
monio de recursos naturales y del proceso productivo. En otros casos, a pe-
sar de la fusin de las demandas de democracia, sustentabilidad y
equidad, la expresin de las demandas sigue planteando en primer
trmino los derechos tradicionales por la tierra y el reclamo popular
por transformar las relaciones de poder y dominacin, y por abrir
nuevos espacios de autonoma y democracia. Los principios ecolgi-
cos de la produccin sustentable pareceran quedar relegados a se-
gundo trmino de la contradiccin y la reivindicacin social.
La sobreexplotacin de los recursos, la degradacin del ambiente y
la desposesin de las poblaciones autctonas han sido resultado de la
racionalidad econmica que ha desterrado a la naturaleza del campo
de la produccin y desterritorializado marginado, cuando no exter-
minado a las poblaciones indgenas. La capitalizacin de la naturale-
za y la economizacin del mundo han venido destruyendo las bases
ecolgicas de la produccin y subyugando culturas. De all surge el
propsito de incorporar los valores y potenciales de la naturaleza para
generar un proceso de desarrollo sustentable y sostenido. Sin embar-
go los costos ambientales y la valorizacin de los recursos naturales no
son determinados de manera objetiva y cuantitativa en la esfera econ-
mica, sino que dependen de percepciones culturales, derechos comu-
nales e intereses sociales. Las estrategias de poder por la apropiacin
de la naturaleza estn generando una fuerza poltica que se refleja en
algunos casos en la economa a travs de la elevacin de los precios de
los recursos y los costos ambientales, y en otros casos en la puesta en
valor de bienes y servicios ambientales hasta ahora no mercantilizados,
que abren una disputa por la valorizacin de la naturaleza.
El movimiento ambiental no slo transmite los costos ecolgicos
hacia el sistema econmico como una resistencia a la capitalizacin
de la naturaleza, a travs de una lucha social para mejorar las condi-
ciones de sustentabilidad y la calidad de vida, sino que conlleva un
conflicto por la apropiacin de la naturaleza. Este movimiento social
no solamente incrementa los costos ecolgicos del crecimiento eco-
nmico, sino que tambin reduce la parte de la naturaleza que po-
dra ser apropiada por el capital. La racionalidad ambiental orienta
as procesos y acciones sociales hacia la desconstruccin de la racio-
nalidad econmica, la descentralizacin del proceso de desarrollo y
el descentramiento de las bases mismas del proceso productivo. La
revalorizacin y la capitalizacin de la naturaleza no resuelven la
contradiccin entre conservacin y desarrollo al incorporar las con-
diciones ecolgicas de la produccin al crecimiento sostenido de la
economa, sino que llevan a repensar el ambiente como un potencial
para un desarrollo alternativo que integre a la naturaleza y a la cul-
tura como fuerzas productivas. En esta perspectiva, la naturaleza apa-
rece como un medio de produccin y no slo como insumo de un
proceso tecnolgico, como un objeto de contemplacin esttica y de
reflexin filosfica. El ambiente emerge como un sistema complejo,
objeto de un proceso de reapropiacin social.
La sustentabilidad del proceso econmico no depende solamente
de la elaboracin de normas ecolgicas que deban ser respetadas
por el sistema econmico y del diseo de un sistema jurdico am-
biental que legisle y penalice acciones antiecolgicas. Los movimien-
tos sociales que con sus demandas revalorizan y reivindican para s
las condiciones ecolgicas y comunales de la produccin, aparecen
como el soporte de otra racionalidad productiva, donde se entretejen
de manera sinrgica procesos de orden natural, tecnolgico y social
para generar un potencial ambiental que ha quedado oculto por el
orden econmico dominante. La equidad en el acceso y los benefi-
cios de los bienes y servicios ecolgicos no se reduce a la posible
ecualizacin de costos y beneficios en el uso de los recursos ambien-
tales dentro de la actual racionalidad econmica. Los principios de
equidad y democracia de una tica de la otredad y una poltica de
la diferencia abren nuevas perspectivas para la construccin de so-
ciedades sustentables, ms all del limitado reverdecimiento de la
economa a travs del clculo de los costos de la preservacin y la res-
tauracin ambiental. La racionalidad ambiental impulsa as la crea-
cin de nuevas teoras y valores que cuestionan el paradigma econ-
mico dominante y orientan la accin social hacia la construccin de
una nueva racionalidad productiva, fundada en los potenciales de la
naturaleza y los significados de la cultura.
ENRIQUE LEFF 408
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 409
Es en los mundos de vida de las comunidades donde los princi-
pios de racionalidad cultural del ambientalismo toman todo su sen-
tido en trminos de diversidad y de participacin, y donde puede
concebirse la construccin de esta nueva racionalidad productiva.
En el nivel local es donde ms claramente se manifiesta la irreducti-
bilidad y especificidad de los procesos materiales y simblicos, de las
diversas formas de significacin cultural que definen al potencial
ambiental del desarrollo. No existe una medida cuantitativa y homo-
gnea que pueda dar cuenta de los procesos diferenciados de los que
depende la produccin sustentable de valores de uso y permita cuan-
tificar sus efectos en la calidad de vida definida por diferentes racio-
nalidades culturales.
La produccin sustentable no se reduce a una medida de masa y
energa ni a un clculo cuantitativo de valor. La sustentabilidad es el
resultado de la articulacin de la productividad ecolgica, tecnolgi-
ca y cultural; del balance de la produccin neguentrpica de bioma-
sa a travs de la fotosntesis y de la produccin de entropa genera-
da por la transformacin tecnolgica de la materia y la energa en los
procesos productivos. En esta perspectiva, el desarrollo sustentable
encuentra sus races en las condiciones de diversidad ecolgica y cul-
tural. Esos procesos materiales singulares y no reductibles dependen
de las estructuras funcionales de los ecosistemas que sostienen la
produccin de recursos biticos y servicios ambientales; de la efi-
ciencia energtica de los procesos tecnolgicos; de los procesos sim-
blicos y las formaciones ideolgicas que subyacen a la valorizacin
cultural de los recursos naturales, y de las estrategias de poder que
determinan los procesos de apropiacin social de la naturaleza.
La sustentabilidad ecolgica la destruccin o el fortalecimiento
de los potenciales ecolgicos del planeta est vinculada indisoluble-
mente a un principio de equidad. Ms all de plantearse como un
compromiso con los derechos de las generaciones futuras de dispo-
ner de recursos para su sustento y desarrollo, se trata de un princi-
pio de equidad intrageneracional, es decir, de los derechos de acce-
so y usufructo de los bienes naturales y los servicios ambientales del
planeta por diferentes grupos sociales. La reapropiacin social de la
naturaleza va ms all de la necesidad de resolver los conflictos de
inequidad ecolgica mediante una reparticin ms justa de los cos-
tos de la degradacin y contaminacin ambiental, una mejor evalua-
cin del stock de recursos dentro de las cuentas nacionales y una me-
jor distribucin del ingreso. Es decir, no se trata de un problema de
evaluacin de costos y beneficios dentro de las formas actuales de ex-
plotacin y uso de la naturaleza y de la pretensin de resolver la cues-
tin de la distribucin ecolgica mediante la asignacin de precios y
la designacin de formas adecuadas de propiedad a los recursos.
Las condiciones de existencia de las comunidades dependen de la
legitimacin de los derechos de propiedad de las poblaciones sobre
su patrimonio de recursos naturales y de su propia cultura, y por la
redefinicin de sus procesos de produccin, sus estilos de vida y sus
sentidos existenciales. As, las luchas sociales por la reapropiacin de
la naturaleza van ms all de la resolucin de los conflictos ambienta-
les a travs de la valorizacin econmica de la naturaleza y la conce-
sin de derechos sobre el uso de los recursos. Los nuevos derechos in-
dgenas, ambientales y colectivos estn desconstruyendo los princi-
pios en los que se fundan los derechos humanos individuales de aque-
llos que pretendidamente vendran a ser otorgados a travs de una
distribucin del poder desde arriba a las comunidades, generando
nuevos derechos para la reapropiacin de la naturaleza y de la cultu-
ra. Las reivindicaciones de justicia ambiental de los grupos indgenas,
en sus luchas por la dignidad, la autonoma, la democracia, la partici-
pacin y la autogestin, estn rebasando las demandas tradicionales
de justicia en trminos de una mejor distribucin de los beneficios
derivados del modo de produccin, el estilo de vida y el sistema pol-
tico dominante.
La democracia ambiental cuestiona as la posibilidad de alcanzar
una justicia en trminos de la conmensurabilidad y equivalencia de
los derechos de propiedad sobre los recursos cuando el objetivo y los
fines a alcanzar se definen a travs de visiones y valores diferenciados,
muchas veces opuestos y antagnicos de diversos grupos sociales en
torno a la apropiacin de la naturaleza. De esta manera, la aplicacin
de las reglas del derecho no dirime los conflictos en torno a la justi-
cia ambiental. La aplicacin de la ley no evita que surjan desigualda-
des donde los temas y objetos en disputa dependen de racionalidades
e intereses diferenciados. La reapropiacin de la naturaleza plantea
un principio de equidad en la diversidad, que implica la autodetermina-
cin de las necesidades, la autogestin del potencial ecolgico de ca-
da regin en estilos alternativos de desarrollo y la autonoma cultural
de cada comunidad. Estos procesos definen las condiciones de pro-
duccin y las formas de vida de diversos grupos de la poblacin en re-
lacin con el manejo sustentable de su ambiente.
Lo anterior no implica que los movimientos sociales ambientalis-
ENRIQUE LEFF 410
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 411
tas se siten por encima de la ley, sino que los derechos humanos cul-
turales y por la reapropiacin de la naturaleza los derechos comu-
nales por los recursos comunes se van ganando a travs de procesos
de cambio social que transforman la norma establecida por el siste-
ma de regulacin jurdica de la sociedad: de la racionalidad jurdica
solidaria con la racionalidad econmica. Es en este sentido que la
racionalizacin de los principios de la racionalidad ambiental, al ir
legitimando los nuevos derechos ciudadanos, colectivos e indgenas,
va al mismo tiempo desconstruyendo la racionalidad formal econ-
mico-ecolgica-jurdica que orienta y legaliza los procesos de capita-
lizacin de la naturaleza y la cultura, y afianzando una poltica de la
diferencia. De esta manera, los nuevos derechos indgenas y ambien-
tales van generando sus condiciones de legitimacin dentro del mar-
co jurdico prevaleciente, cuestionndolo y amplindolo para dar
cauce a nuevas demandas y reivindicaciones sociales (Leff, 2001).
La equidad no puede ser definida en trminos de un patrn ho-
mogneo de bienestar, de la reparticin del stock de recursos dispo-
nibles y la distribucin de los costos de contaminacin del ambiente
global. La equidad es la condicin para desarticular los poderes do-
minantes que actan sobre la autonoma de los pueblos, y para posi-
bilitar la apropiacin de los potenciales ecolgicos de cada regin
mediados por los valores culturales y por los intereses sociales de ca-
da comunidad. Desde esta perspectiva, la valorizacin de la naturale-
za rebasa el problema de la inconmensurabilidad de los diferentes
procesos de orden fsico, biolgico y social, a travs de un patrn ho-
mogneo de medida de los valores ambientales y de los flujos de ma-
teriales y energa en los procesos productivos y su metabolismo con
la naturaleza. La sustentabilidad depende de los estilos culturales y
los intereses sociales que definen las formas de propiedad, apropia-
cin, transformacin y uso de los recursos, y que se establecen a tra-
vs de relaciones de poder que se entretejen en la confrontacin en-
tre la racionalidad econmica y la racionalidad ambiental, impulsa-
da por los actores sociales del ambientalismo.
DEMOCRACIA AMBIENTAL Y GESTIN PARTICIPATIVA DE RECURSOS AMBIENTALES
La sociedad civil est emergiendo en respuesta a los procesos de mar-
ginacin, desposesin y empobrecimiento de las mayoras por las cla-
ses dominantes y grupos privilegiados, cuestionando las relaciones de
poder econmico y poltico del orden establecido. Muchos de estos
nuevos movimientos sociales responden a los efectos de las polticas
neoliberales, pero tambin al ejercicio autoritario del poder por par-
te del estado y a la ineficacia de la empresa pblica y privada para do-
tar a la sociedad de condiciones de vida adecuadas (equipamiento
bsico, empleos y medios de produccin, bienes y servicios ambien-
tales). Ante ello, la sociedad civil reclama una mayor participacin en
la toma de decisiones en las polticas pblicas y en la autogestin de
sus recursos productivos y sus condiciones de existencia.
La legitimidad que ha alcanzado el propsito de transitar hacia
una sociedad ms democrtica y una economa ms sustentable est
movilizando a nuevos actores sociales y reivindicando nuevos dere-
chos humanos: stos incluyen tanto el derecho a la informacin y al
conocimiento, como a la defensa, acceso y beneficio equitativo de los
bienes comunes de la humanidad; tambin estn legitimndose
nuevos derechos tnicos, junto con las demandas emergentes de
grupos indgenas y campesinos por la reapropiacin colectiva de su
patrimonio de recursos naturales y culturales, as como por la auto-
gestin de sus medios de produccin y sus condiciones de existencia.
Estos nuevos derechos plantean a su vez la cuestin de la valoriza-
cin y socializacin de la naturaleza como fuente de riqueza, poten-
cial productivo, medios de vida y valores existenciales para las pobla-
ciones que habitan el medio rural.
Estos derechos emergen dentro de una nueva cultura ecolgica y
democrtica, planteando la necesidad de crear rganos de represen-
tacin de los diferentes grupos sociales y mecanismos efectivos para
dirimir sus intereses ambientales, muchas veces contrapuestos. Sin
embargo, estos procesos desbordan los propsitos de una democra-
cia poltica fundada en un rgimen plural de partidos, con modelos
de representacin. La explosin de reivindicaciones diversas que
emergen de la apertura democrtica y el imperativo de sustentabili-
dad ecolgica plantea la necesidad de canalizar sus demandas hacia
procesos de toma de decisiones ms participativos. A su vez, expone
la necesidad de establecer procedimientos que atiendan con justeza
y justicia, y resuelvan de manera consensuada y pacfica, el conflicto
de intereses que necesariamente surge de la recomposicin de fuer-
zas polticas, la redefinicin de los derechos de propiedad de los me-
dios (ecolgicos y tecnolgicos) de produccin, la reapropiacin de
los recursos naturales y la redistribucin de la riqueza.
ENRIQUE LEFF 412
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 413
El problema que viene surgiendo con las organizaciones sociales
no es slo el de su solidaridad interna y su capacidad de coalicin pa-
ra defender sus causas e intereses comunes, sino tambin el de la re-
presentatividad de grupos mayoritarios de la poblacin y de la socie-
dad civil en su conjunto. Ello se debe a que, en su inmensa mayora,
las organizaciones sociales ambientalistas constituyen un campo dis-
perso de intereses que se manifiestan en el localismo de sus espacios
de actuacin y el carcter restringido de sus demandas, lo que impi-
de aglutinar las diferentes manifestaciones de la degradacin so-
cioambiental en un conjunto de actores unidos en torno a reivindi-
caciones y propsitos compartidos, y con estrategias polticas capaces
de enfrentar a los poderes corporativos y hegemnicos dominantes.
El movimiento ambiental, a diferencia de las anteriores luchas obre-
ras y campesinas diferenciadas y aglutinadas en clases sociales, se de-
fine por su carcter transclasista, ya que est constituido por diversos
actores sociales, cuya fuerza tiende a diluirse en la multiplicidad de
sus intereses y demandas, dificultando su articulacin en un frente
comn.
Empero, el principio de autonoma que acoge los intereses di-
versos del ambientalismo viene a cuestionar el principio de la repre-
sentacin de la democracia poltica que unifica a la ciudadana mas
no responde a sus intereses. El principio de autonoma de las orga-
nizaciones ambientalistas, los grupos indgenas y grupos indepen-
dientes emergentes plantea un rechazo a toda estructura jerrquica
y autoritaria y a las formas establecidas de ejercicio del poder. Este
problema se hace manifiesto incluso cuando alguna organizacin
pretende representar los intereses de las dems y hablar en nombre
de la sociedad civil en su conjunto o de grupos diversos de la pobla-
cin de las comunidades indgenas y campesinas o de otras organi-
zaciones de la sociedad civil en los dilogos y negociaciones polti-
cas nacionales e internacionales. Del movimiento ambientalista sur-
ge un nuevo concepto de democracia participativa y directa, demar-
cndose de la va de la democracia representativa.
La problemtica ambiental ha venido resignificando las demandas
y las luchas sociales en el medio rural. Las luchas campesinas estn
transitando de su carcter reivindicativo por el empleo, el salario y
una mejor distribucin de la riqueza, as como por restituir a las co-
munidades agrarias sus tierras para revertir los procesos de empobre-
cimiento del campo, a un movimiento poltico y econmico por la
gestin de sus condiciones de vida y sus procesos productivos. La
cuestin ambiental reclama la preservacin de la base natural de re-
cursos para una produccin sustentable, movilizando a las poblacio-
nes locales para la reapropiacin de sus medios naturales de produc-
cin y de existencia. Emana de all una nueva visin de la naturaleza,
ya no slo como una abstraccin ontolgica de la realidad, espacio
de contemplacin esttica, o condicin general del desarrollo soste-
nible, sino como un nuevo potencial productivo, como un patrimo-
nio histrico y cultural de las comunidades rurales.
Lo anterior est desencadenando nuevas estrategias polticas para
la apropiacin y socializacin de la naturaleza, y generando nuevas
prcticas productivas para una agricultura sustentable. En este senti-
do, los reclamos de los pueblos indgenas ya no slo son por sus es-
pacios tnicos, su cultura, su lengua y sus tradiciones, sino tambin
por la reapropiacin de sus territorios de biodiversidad y el aprove-
chamiento del potencial que encierran los recursos ecosistmicos en
los que se asientan para satisfacer sus necesidades y desarrollar su
cultura. De esta manera se estn redefiniendo los derechos humanos
vinculados con la posesin, propiedad y usufructo de los bienes y ser-
vicios de la naturaleza.
Las nuevas luchas campesinas por el desarrollo sustentable se han
venido asociando y entretejiendo con las luchas por la democracia, es
decir, por una decisin consensuada desde las bases mismas de las or-
ganizaciones populares por su participacin directa en la gestin de
sus recursos productivos. El movimiento ambiental reivindica los prin-
cipios de descentralizacin y autonoma como fundamento de sus for-
mas de organizacin y toma de decisiones, oponindose a las estruc-
turas jerrquicas y los sistemas centralizados de gestin pblica que ca-
racterizan a las instituciones polticas. En las organizaciones producti-
vas de base estos principios adquieren su sentido ms amplio, buscan-
do romper con la ideologa productivista dominada por los rganos
de decisin del poder econmico, por las instancias de mediacin en
la negociacin de los intereses del campesino y por las prcticas de co-
rrupcin en la obtencin de crditos e insumos productivos, as como
en la mercantilizacin de los productos del campo. De all estn sur-
giendo los actores del ambientalismo en las zonas rurales del tercer
mundo, demandando nuevas formas de organizacin autogestionaria
de sus procesos de produccin y comercializacin, y de sus mundos de
vida.
La cuestin ambiental, vista desde los intereses de los actores so-
ciales del campo, aporta una concepcin particular, no slo al desa-
ENRIQUE LEFF 414
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 415
rrollo sustentable sino tambin a la democracia: y no slo a la demo-
cracia representativa, por la necesidad de incorporar, dirimir y resol-
ver pacficamente los conflictos de intereses de diferentes grupos, si-
no tambin a un proyecto de democracia directa, en relacin con la
gestin comunitaria de los recursos productivos y la socializacin de
la naturaleza, abierta a una diversidad de alternativas ecolgicas y
culturales. La democracia se redefine as en trminos de la propie-
dad, el acceso y la apropiacin efectiva de los recursos ambientales y
del vnculo social entre los objetivos de la sustentabilidad ecolgica
y la igualdad social. El principio de equidad es proclamado tanto por
el discurso del liberalismo social como por el discurso del desarrollo
sostenible. Sin embargo las polticas sociales dejan la participacin
efectiva de la sociedad y la distribucin de oportunidades, de em-
pleos y de la riqueza misma, a la resultante de las polticas de ajuste
estructural y crecimiento econmico. La cuestin ambiental plantea
el problema de la inequitativa distribucin de los recursos escasos
del planeta y de los desiguales costos sociales y ambientales del cre-
cimiento econmico que generan los criterios de eficacia producti-
va, los derechos de consumo adquiridos por los grupos privilegiados
de la sociedad y su resultante en la disposicin de desechos contami-
nantes sobre el ambiente global.
La democracia ambiental cuestiona el sentido de la igualdad so-
cial en la generacin y resolucin de los conflictos por la apropia-
cin de la naturaleza. Una sociedad estratificada acepta diferencias
de poder e incluso consiente a travs de los mecanismos ideolgi-
cos, jurdicos y polticos de sujecin social y coercin poltica una
distribucin desigual de los recursos y de la riqueza. Esto sucede en
las sociedades de clases y altamente jerarquizadas, una vez que los es-
tamentos sociales se legitiman a travs de procesos de racionaliza-
cin ideolgica y jurdica, y en tanto que la jerarqua social, con sus
efectos de dominacin y opresin, no rompe los lmites de la tole-
rancia social. As, el sistema de castas en India ha permitido estable-
cer accesos socialmente sancionados a los recursos y ha establecido
un rgimen democrtico con los ms altos ndices de pobreza. La so-
ciedad de clases en el orden capitalista rompe con esas normas de
control ecolgico al mercantilizar al hombre y a la naturaleza.
Los procesos de sujetamiento ideolgico que instrumentan estas
formas de dominacin han logrado inducir una actitud pasiva y tole-
rante ante la desigualdad, que funciona como un mecanismo de
control del conflicto social. Este mecanismo se est desactivando con
la legitimacin de los valores de la sustentabilidad y de la democra-
cia, y con el avance de los derechos humanos por la pluralidad cul-
tural, las identidades tnicas y la calidad de vida a travs de un am-
biente sano y productivo; pero sobre todo porque se ha rebasado el
umbral de tolerancia de la discriminacin racial y la exclusin social.
Reflejo de ello ha sido la emergencia de los derechos indgenas en
el panorama poltico de los derechos humanos.
4
La cuestin de la equidad est surgiendo en relacin con la res-
ponsabilidad compartida de las diferentes naciones y grupos sociales
frente a los problemas ambientales globales. Ciertamente los pases
del Norte son los causantes mayores del cambio global al consumir
tres cuartas partes de los recursos naturales y energticos del planeta.
La Convencin sobre el Cambio Climtico y el Protocolo de Montreal
estn demandando una reduccin proporcional de todos los pases
en la produccin de CFC y gases de efecto invernadero. Sin embargo,
los pases del tercer mundo podran reclamar y algunos grupos am-
bientalistas lo estn haciendo su derecho a elevar sus niveles de con-
sumo para satisfacer sus necesidades bsicas, antes de comprimir an
ms sus ya deprimidos niveles de bienestar. De esta manera, frente a
la responsabilidad compartida de todas las naciones del mundo ante
los problemas globales que reclaman los pases del Norte, los pases
pobres piden a los pases ricos que restrinjan sus niveles de hipercon-
sumo. La responsabilidad comn basada en las desigualdades ya ad-
quiridas se disuelve en una nueva poltica de la equidad en la diversi-
dad, en una tica de la otredad y una poltica de la diferencia.
De esta manera los objetivos de equidad y democracia se enlazan
en la perspectiva del desarrollo sustentable. Desde los diversos inte-
reses sociales antagnicos que atraviesan el campo de la ecologa po-
ltica, emergen estrategias polticas y productivas alternativas y mu-
chas veces contrapuestas para la resolucin de la problemtica ecol-
gica y para la apropiacin social de la naturaleza. Sin embargo, cada
vez se evidencia ms el hecho de que los problemas globales tienen
su arraigo en el mbito local. Es en el espacio del municipio y de la
comunidad donde la sustentabilidad de los procesos productivos de-
pende de una gestin democrtica de los recursos ambientales. Es en
este nivel donde cobran sentido las luchas de los grupos indgenas
ENRIQUE LEFF 416
4
Es emblemtica la insurgencia del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional en
Mxico en 1994 y su ms reciente reorganizacin en torno a comunidades autnomas
y autogestionarias.
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 417
por la socializacin de la naturaleza, por la reapropiacin democrti-
ca de su patrimonio de recursos naturales y culturales y por la auto-
gestin de sus potenciales ambientales de desarrollo sustentable. Es
aqu donde las condiciones ecolgicas de la produccin sustentable
y la equidad social se enraizan en los principios de identidad tnica y
de diversidad cultural.
La representatividad de las comunidades locales generalmente re-
sulta inoperante ante las reglas del poder, los procedimientos polti-
cos y los instrumentos de gestin global establecidos por los gobiernos
nacionales y por la geopoltica del desarrollo sostenible del orden
econmico mundial, ya que se sitan por encima de las conciencias,
los valores y los intereses que definen las condiciones de produccin
de cada localidad. El desarrollo sustentable del campo implica la ne-
cesidad de ajustar las prcticas de uso de los recursos naturales a las
condiciones ecolgicas y geogrficas de cada unidad de produccin;
pero tambin depende de los valores culturales que definen las ne-
cesidades, deseos y aspiraciones de cada comunidad en relacin con
su ambiente. Las normas que rigen las condiciones de propiedad, acceso
y apropiacin de los recursos ambientales de las comunidades rurales
para su subsistencia se enfrentan a las condiciones que dicta el mer-
cado los mecanismos de desarrollo limpio y de implementacin
conjunta para la produccin agrcola, las cuales han venido domi-
nando las decisiones en cuanto a la seleccin de cultivos y de tecno-
logas.
El principio de gestin participativa en el manejo de los recursos
ambientales implica la construccin de una racionalidad productiva
fundada en las condiciones y potenciales de la naturaleza y de la cul-
tura. Este concepto de democracia ambiental va ms all de la plura-
lidad poltica de los partidos, de la representacin de los grupos socia-
les y de la diversidad tnica de una nacin. Los derechos autnomos
de los pueblos no propugnan tan slo una mayor y mejor representa-
tividad de sus intereses en los rganos parlamentarios y de represen-
tacin ciudadana, ni crear instancias para dirimir pacficamente los
conflictos en torno a la propiedad de la tierra y el usufructo de los bie-
nes y servicios ambientales, o una mejor distribucin ecolgica y eco-
nmica en el orden global. La racionalidad ambiental que subyace a
los principios de democracia ambiental confronta a la racionalidad
econmica dominante y a la lgica del mercado, que se han converti-
do a la racionalizacin de la sociedad global en un mecanismo homo-
geneizador, jerarquizante, polarizante y excluyente, generando proce-
sos de explotacin de la naturaleza, de degradacin ambiental y de
marginacin social.
La legitimacin de los nuevos derechos tnicos y ciudadanos en
una cultura democrtica, y la constitucin de nuevas bases jurdicas
para un desarrollo sustentable y equitativo, son insuficientes para lo-
grar la sustentabilidad, la equidad y la diversidad cultural mientras
no se den nuevas bases a una economa sustentable basada en la si-
nergia de los potenciales ecolgicos, culturales y tecnolgicos, de ma-
nera que los valores de la diversidad tnica y biolgica no slo acten
como principios ticos frente a la racionalidad econmica que los
desborda, sino como fundamentos de una racionalidad productiva
alternativa. Ello permitira llevar los valores del ecologismo al plano
de una produccin descentralizada, a un proyecto de nacin plurit-
nica, de una economa integrada por un conjunto de economas lo-
cales y regionales sustentables para satisfacer las necesidades bsicas
de cada poblacin y de cada comunidad, canalizando sus excedentes
hacia el mercado nacional e internacional. No se trata de exaltar las
virtudes de microeconomas autosuficientes dentro de una utopa pa-
rroquial, una economa buclica o la vuelta a un pasado idlico. La
racionalidad ambiental implica un proyecto de democracia en la pro-
duccin que va ms all de la democracia poltica formal y de la tica
ecologista.
El proyecto de democracia ambiental que anima la emergencia de
nuevos movimientos y organizaciones campesinas independientes no
ha sido comprendido por los partidos ni integrado a sus plataformas
electorales y programas de gobierno. Tampoco ha sido incorporado
por buena parte del movimiento ambientalista y ecologista, ms espe-
ranzado en los efectos transformadores de los valores individuales y
conservacionistas de rechazo a la cultura del hiperconsumo y respeto
a los valores humanitarios, o por quienes apuestan al crecimiento sos-
tenible con la fe puesta en el mercado. Los partidos polticos podrn
simpatizar con los campesinos e indgenas, pero ninguno de ellos pa-
rece tener una respuesta a las condiciones de la produccin que de-
manda la solucin a los problemas del campo, y que van ms all de
la regularizacin de la tenencia de la tierra, las reformas del campo y
el respeto a los derechos culturales que se multiplican en torno a nue-
vas demandas ecologistas. Ello implica disolver el proyecto integracio-
nista que busca asimilar el mosaico pluritnico a la cultura nacional y
liberar los modos de produccin de cada comunidad de los designios
del mercado mundial y de las polticas econmicas neoliberales.
ENRIQUE LEFF 418
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 419
La transicin hacia una democracia ambiental entraa un com-
plejo proceso de transformaciones productivas, innovaciones tecno-
lgicas, reformas del estado y cambios culturales e ideolgicos, para
establecer una cultura de pluralidad y de justicia en un proyecto de-
mocrtico. La cultura de la democracia ambiental va ms all de la
difusin de los valores ambientales; implica una poltica de la equi-
dad diferenciada. Ello no slo plantea el problema de concertar in-
tereses encontrados, sino de desplegar una poltica de la diferencia
capaz de amalgamar diversos cdigos culturales.
Los avances de las luchas por los derechos humanos y ecolgicos
han generado nuevas instituciones para dirimir los intereses ambien-
tales de individuos y grupos sociales dentro del marco de un estado
de derecho y de una cultura democrtica. El movimiento indigenis-
ta ha politizado y ecologizado su discurso y sus luchas. Sin embargo,
no basta con aceptar formalmente la existencia de otros grupos cul-
turales como ciudadanos integrantes de la nacin, ni con reconocer
sus diversos cdigos culturales y conocimientos tradicionales en una
nacin multitnica; no se trata de asimilar sus economas dentro de
los patrones de la racionalidad econmica dominante, sino de cons-
truir un nuevo orden econmico, integrado por diferentes unidades
ambientales de produccin definidas por estilos diversos de etno-
eco-desarrollo.
En el trnsito hacia la democracia ha dominado una visin centra-
da en el objetivo de alcanzar un sistema poltico plural, representati-
vo de los intereses de la sociedad, en el marco de una economa neo-
liberal. Las nuevas relaciones de poder que emanan de la sociedad
civil, de las acciones de los movimientos sociales y de la legitimacin
de los nuevos derechos humanos quedan bloqueadas o limitadas
frente al propsito de recuperar el crecimiento y la estabilidad eco-
nmica dentro del margen de accin que permiten las estructuras je-
rrquicas y las prcticas establecidas del poder econmico institucio-
nalizado. La democracia directa es acechada por las razones de fuer-
za mayor y el inters supremo de la racionalidad formal y del orden
econmico-poltico dominantes. El liberalismo econmico est en-
sanchando las desigualdades sociales, desafiando la posibilidad de
establecer regmenes verdaderamente democrticos en condiciones
de pobreza e inequidad. Los gobiernos democrticos de Amrica La-
tina y del tercer mundo mantienen altos niveles de desigualdad y po-
breza, de analfabetismo y desnutricin. Para deshacer el nudo gor-
diano neoliberal y entretejer los objetivos de la democracia con los
de equidad y sustentabilidad, es necesario construir y practicar un
concepto de democracia ms rico en atribuciones; pasar de la liber-
tad y la transparencia del voto a localizar y arraigar su sentido en las
condiciones mismas de la produccin, que permitan mantener un
sistema productivo vigoroso y participativo, en el que se generen
condiciones para erradicar la pobreza y para satisfacer las necesida-
des y aspiraciones de los diferentes grupos de la poblacin, donde la
socializacin y la apropiacin de los recursos productivos permitan
reducir la desigualdad econmica y social.
El principio de gestin participativa de los recursos ambientales
implica una democracia directa, en la que la accin ciudadana no se
restringe al consenso social que puede alcanzarse a travs de los me-
canismos de mediacin y representacin de los altos niveles de toma
de decisiones. Esta democracia desde las bases plantea una va direc-
ta de apropiacin de los recursos productivos, para el manejo colec-
tivo de los bienes comunes de la humanidad y los servicios ecolgi-
cos de la naturaleza. Frente al dominio de los tomadores de decisio-
nes y hacedores del mundo, elegidos democrticamente, hoy en
da emergen las identidades y autonomas de los pueblos, regeneran-
do sus capacidades de autogestin de los procesos productivos para
eliminar la pobreza, mejorar su calidad de vida y construir comuni-
dades sustentables.
5
El proyecto de democracia ambiental enfrenta
as la fragmentacin del mundo que genera la uniformizacin forza-
da de un orden mecnico y homogeneizador impuesto sobre la na-
turaleza y el hombre, promoviendo una reintegracin socioambien-
tal fundada en nuevas solidaridades sociales, en la pluralidad de
identidades culturales y en la diversificacin de estilos de desarrollo.
DEGRADACIN AMBIENTAL Y PRODUCCIN DE POBREZA
La degradacin ambiental y el avance de la pobreza se han converti-
do en los signos ms claros de la crisis social de nuestro tiempo. Han
pasado ms de siete lustros desde que Gunnar Myrdal (1968, 1971)
ENRIQUE LEFF 420
5
La democracia ambiental se expresa as dentro de procedimientos de una demo-
cracia comunitaria de dos formas: 1] por el reparto equitativo de los recursos de la co-
munidad entre todas las unidades domsticas y familiares que la integran y, 2] por una
toma de decisiones colectiva y consensuada mediante las asambleas del ejido (Toledo,
1994b).
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 421
advirtiera el drama y los desafos del mundo pobre, resultado de la
desigualdad mantenida voluntariamente a travs de la estratifica-
cin econmica y social y de la pasividad poltica de las masas. Se
fue perfilando as el derecho de los pases pobres a desarrollarse y a
tomar su destino en sus propias manos. Sin embargo las polticas p-
blicas han sido incapaces de detener el incremento de la pobreza. s-
ta no slo se percibe a travs de las disparidades entre naciones, sino
del ensanchamiento de las desigualdades sociales dentro de cada
pas. La erradicacin de la miseria se plantea como el principio ms
elemental de dignidad humana y justicia social, y como una condi-
cin del desarrollo sustentable.
6
La relacin de las comunidades pobres y su ambiente se caracte-
riza por el hecho de que tanto su supervivencia como la satisfaccin
de sus necesidades bsicas dependen de la armona entre sus prcti-
cas productivas, las condiciones ecolgicas de su medio y sus valores
culturales. De all que el concepto de desarrollo sustentable cobre su
sentido ms amplio en los procesos de produccin rural. En la pro-
duccin agropecuaria y silvcola las condiciones de sustentabilidad
se enlazan de forma directa con los estilos culturales de percepcin
de la naturaleza y con las prcticas de uso y transformacin de los re-
cursos. All se confrontan los intereses relativos a la apropiacin de
la naturaleza de los agentes econmicos con los derechos de propie-
dad y de autogestin de las comunidades de su patrimonio histrico
de recursos naturales y culturales.
Las teoras econmico-sociales que buscaron las causas del subde-
sarrollo, la marginacin y la polarizacin social en la dependencia
tecnolgica, el intercambio desigual, la explotacin del capital y el
colonialismo interno no penetraron en las causas ambientales de la
pobreza: la destruccin de la base de recursos naturales, el desarrai-
go de la poblacin de su entorno natural, la disolucin de sus iden-
tidades colectivas, sus solidaridades sociales y sus prcticas tradicio-
nales. As, los proyectos del estado en Amrica Latina para sacar a los
pueblos de su atraso con la capitalizacin del campo y el proceso
dependiente de industrializacin no slo produjeron fracasos eco-
nmicos, sino que desencadenaron procesos de destruccin ecolgi-
6
Todos los estados y todas las personas debern cooperar en la tarea esencial de
erradicar la pobreza como un requisito indispensable del desarrollo sustentable, a fin
de reducir las disparidades en la calidad de vida y responder mejor a las necesidades
de la mayora de los pueblos del mundo (ONU, 1992: principio 5).
ca y degradacin ambiental, al haber sepultado los potenciales de re-
cursos naturales y culturales que durante centurias han sustentado a
las civilizaciones de los tristes trpicos americanos, asiticos y africa-
nos. Esta desorganizacin de las prcticas productivas en el medio
rural ha trado como consecuencia el empobrecimiento de las comu-
nidades indgenas y campesinas.
El discurso dominante del desarrollo sostenible ha tendido a ver
en el crecimiento demogrfico de los pobres la principal causa de su
pobreza. Al pobre se le acusa de ser el mayor responsable del dete-
rioro ambiental, sin advertir que pobreza y destruccin ecolgica
han sido resultado de una racionalidad econmica que han explota-
do al mismo tiempo al hombre, a la mujer y a la naturaleza; de un
orden econmico que ha transferido los costos ecolgicos del creci-
miento econmico hacia los pases del tercer mundo, y de polticas
econmicas que han expulsado a los pobres hacia las zonas ecolgi-
camente ms frgiles del planeta.
7
De este diagnstico se deduce que
slo podr reducirse el crecimiento demogrfico eliminando la po-
breza y mejorando la calidad de vida de la poblacin; y como corola-
rio se prescribe el crecimiento econmico fundado en la racionali-
dad productiva que ha generado la degradacin ambiental, la pola-
rizacin social y la pobreza extrema de estos pases.
8
La crisis ambiental ha venido a cuestionar la racionalidad econ-
mica que induce la destruccin de la naturaleza y genera la pobreza.
ENRIQUE LEFF 422
7
Contra la argumentacin malthusiana, la pobreza no emerge del desajuste entre
el crecimiento poblacional y la escasez de recursos naturales, sino del desgaste am-
biental que producen los patrones de produccin y consumo. Los pases del Norte
son los mayores causantes de los problemas ecolgicos globales al consumir ms de
tres cuartas partes de los recursos energticos, hidrocarburos, recursos fsiles, mine-
rales y maderas de los bosques del planeta; 1l.5% de la poblacin mundial, concentra-
da en los pases ricos, con tasas de crecimiento poblacional de menos del 0.8% anual,
provocan un impacto mucho mayor sobre el equilibrio ecolgico del planeta que la
poblacin sobreabundante de los pobres de la tierra.
8
Ya desde el Informe de la Comisin Bruntland (WCED, 1987), se reconoci que la
escala de la economa humana era insostenible, en el sentido de que consume su pro-
pio capital natural; pero al mismo tiempo los acuerdos de Ro 92, las Metas del Mile-
nio y el Plan de Implementacin de la ms reciente Cumbre Mundial del Desarrollo
Sostenible de Johannesburgo (2002) prescriben el crecimiento econmico como la
va para mejorar las condiciones de existencia de las mayoras y eliminar la pobreza
(buscando compatibilizar el crecimiento econmico con la preservacin de la base de
recursos y los equilibrios ecolgicos del planeta), sin asumir las limitaciones que im-
pone la racionalidad econmica a la internalizacin (y disolucin) de las externalida-
des socioambientales que genera.
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 423
De all emerge la propuesta para construir una nueva racionalidad
productiva fundada en la articulacin de los procesos ecolgicos
productores de recursos naturales y los procesos tecnolgicos de
transformacin industrial. Ello conduce a revisar las polticas de de-
sarrollo social que intentan resolver el problema de la pobreza por
medio del crecimiento econmico y de las polticas asistenciales del
estado, marginando al pobre de su derecho de autodeterminar sus
condiciones de existencia.
Hoy en da se est configurando una nueva percepcin de esta
problemtica. La pobreza empieza a ser vista como un proceso gene-
rado por la racionalidad econmica y tecnolgica dominante. Esto
est llevando al pobre a cuestionar sus relaciones de sujecin con el
mercado y con el estado tutelar, y a convertirse en un sujeto activo,
capaz de recuperar su potencial productivo desaprovechado (sus va-
lores culturales desdeados, sus tcnicas olvidadas, sus conocimien-
tos y aptitudes despreciados) y de construir nuevas estrategias pro-
ductivas para aliviar su pobreza, satisfaciendo sus necesidades bsicas
y sus aspiraciones culturales. Los pobres estn descubriendo as las
causas de su condicin y estn abriendo vas de participacin indi-
tas para su emancipacin, constituyendo nuevos sujetos sociales que
animan movimientos sociales por la reapropiacin de sus recursos
naturales y culturales.
Este cambio de percepcin, organizacin y accin social comien-
za a legitimarse en los medios acadmicos, en las agencias interna-
cionales y en los programas gubernamentales que buscan entender
y atender a la pobreza a travs de programas de desarrollo social. La vi-
sin del ambiente como un potencial productivo alternativo va abriendo
el crculo ideolgico cerrado de argumentacin sobre las relaciones
poblacin-recursos, y politizando la problemtica de la socializacin
de la naturaleza. En lugar de agregar el objetivo de la supervivencia
de los pobres marginados rurales al del crecimiento de la economa
global, empieza a delinearse una alternativa en la cual la autonoma
cultural de las comunidades y la autogestin de sus recursos ambien-
tales sientan las bases para un desarrollo endgeno sustentable y pa-
ra aliviar la pobreza.
9
9
El estudio del Fondo Internacional de Desarrollo Agrcola sobre El estado de la po-
breza rural en el mundo reconoce que los pobres rurales son pobres por la inadecuada
gestin de los recursos naturales y del medio ambiente, as como por la falta de acce-
so directo y condiciones de autogestin de los recursos productivos: tierra, agua, cr-
dito, infraestructura, tecnologa y servicios sociales. De esta forma empieza a aceptar-
Las prcticas productivas de las sociedades precapitalistas se fue-
ron constituyendo a lo largo de la historia en una estrecha relacin
con su medio geogrfico y ecolgico. Esto permiti a las comunida-
des rurales del tercer mundo desarrollar diversas estrategias de adap-
tacin al medio, generando saberes prcticos y conocimientos tcni-
cos para apropiarse de sus recursos naturales (Palerm y Wolf, 1972;
Leff y Carabias, 1993). Esta relacin cultural con el medio y de co-
evolucin tnico-ecolgica ha sido bloqueada por la implantacin de
tecnologas modernas impulsadas por la capitalizacin del campo,
dejando a su paso una creciente destruccin ecolgica y un empo-
brecimiento de las mayoras marginadas de los beneficios de ese
maldesarrollo.
La pobreza asociada con la prdida de fertilidad de la tierra no re-
sulta del hecho de que el principio ricardiano de los rendimientos
decrecientes se haya acentuado debido a la expansin de la agricul-
tura, que encuentra en los lmites de la frontera agropecuaria un
constreimiento de orden geogrfico; o de la cuestin malthusiana,
entendida como los lmites de la capacidad de carga de los ecosiste-
mas frente al incontrolado crecimiento demogrfico en el medio ru-
ral. La pobreza es resultado del agotamiento de la fertilidad de los
suelos debida a la irracionalidad ecolgica de una agricultura alta-
mente tecnificada y a la capitalizacin de la naturaleza, que encuen-
tra sus lmites en la imposicin de la maximizacin del beneficio eco-
nmico aplicada por encima de las condiciones de sustentabilidad
de los ecosistemas.
El deterioro ambiental ha sido una de las causas principales del
avance de la pobreza rural, as como de la pobreza urbana generada
por la expulsin de la poblacin del campo hacia la ciudad. La capi-
talizacin del agro a travs de la revolucin verde gener sobrepro-
duccin y subconsumo de alimentos, dejando un saldo devastador
de degradacin socioambiental prdida de fertilidad de las tierras,
salinizacin y erosin de suelos, contaminacin de los mantos acu-
feros, polarizacin social y miseria extrema, por el uso intensivo de
insumos agroqumicos y energticos.
10
En este sentido, la globaliza-
ENRIQUE LEFF 424
se que la prosperidad de los pobres depende del mejoramiento de los medios de pro-
duccin a que tengan acceso directo y al desarrollo de sus capacidades institucionales
locales (Jazairi et al., 1992).
10
Varios estudios han mostrado el impacto de esta modernizacin forzada del
campo en la expropiacin, expulsin y marginacin de la poblacin rural, en el desa-
rraigo de sus tierras y de sus tradiciones, en sus procesos de desnutricin y empobre-
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 425
cin econmica genera un proceso de degradacin ambiental y em-
pobrecimiento a escala planetaria.
11
La pobreza se recrudeci con la crisis econmica de los aos
ochenta; las polticas de ajuste acentuaron el proceso de margina-
cin y segregacin social, arrojando un saldo de ms de 200 millones
de pobres en Amrica Latina a final de la dcada, segn datos de la
CEPAL, que se han incrementado hasta alcanzar 224 millones en 2003
(PNUD, 2004). Este proceso ha repercutido en un descenso del ingre-
so y de la calidad de vida de las mayoras empobrecidas del tercer
mundo. Una de sus manifestaciones del avance de la pobreza han si-
do sus efectos en la desnutricin de la poblacin. El deterioro ali-
mentario es mayor en los estratos de ms bajos ingresos, que han te-
nido que suprimir de su dieta el consumo de carne, pescado y pro-
ductos lcteos. Esta crisis alimentaria y nutricional afecta a una pobla-
cin que ya antes de la crisis tena graves deficiencias nutricionales.
La cuestin de la pobreza ha llegado as a ocupar el centro de la
agenda internacional, junto con los problemas ambientales y del desa-
rrollo sustentable (UNEP, 2002). Sin embargo, ms all de los laceran-
tes diagnsticos sobre el estado de la pobreza, de las nuevas metodolo-
gas e indicadores para medir la pobreza rural y de las metas del mile-
nio para revertirla; ms all del inters por conocer las formas, el n-
mero, las condiciones y las lneas divisorias entre pobreza, pobreza ab-
soluta y miseria extrema, se ha vuelto imperativo generar nuevas estra-
tegias para enfrentar la degradacin socioambiental, explorando vas
de reconversin de la pobreza en procesos productivos que permitan satis-
facer las necesidades bsicas de las comunidades rurales y urbanas. La
pobreza no slo resulta del crecimiento demogrfico que sobrepasa las
capacidades de absorcin de mano de obra por el sistema econmico.
cimiento (Garca et al., 1988a, 1988b; Tudela et al., 1989).
11
A pesar que los valores medios de algunos indicadores [...] (esperanza de vida,
mortalidad infantil, caloras per capita) exhibieron a nivel mundial una evolucin ge-
neralmente positiva en las dcadas recientes, si tomamos en cuenta el cambiante siste-
ma socio-ecolgico total, se revela una perversa espiral descendente hacia un empobreci-
miento global [...] a pesar que la produccin de alimentos per capita ha estado aumen-
tando en los ltimos 20 aos [...] el nmero de desnutridos est creciendo. Se estima
que la desnutricin afecta a 950 millones de personas [...] Esto est claramente aso-
ciado a las situaciones de pobreza, a las desigualdades en la distribucin de las tierras
y la riqueza, y no a una escasez fsica de alimentos a nivel mundial. El concepto de em-
pobrecimiento global incluye la existencia de mecanismos globales que generan po-
breza, y la produccin de efectos globales que se originan en pobrezas locales (Ga-
llopn et al., 1991).
El proceso de produccin de pobreza y degradacin socioambiental es gene-
rado por la racionalidad econmica prevaleciente. Esta sobrepoblacin
pauperizada, que se manifiesta como un problema social, constituye al
mismo tiempo un potencial humano que no es apropiable directamen-
te por el mercado de trabajo ni constituye campos de inversin del ca-
pital. Por ello es necesario reintegrar esos espacios marginados a un
proceso productivo que beneficie directamente a las comunidades.
Las polticas de desarrollo en Amrica Latina no han incorpora-
do las condiciones ecolgicas y culturales a un proceso de desarrollo
sustentable para mejorar la calidad de vida de los grupos mayorita-
rios de la sociedad, enfrentando la problemtica de la pobreza rural
desde sus races y en toda su complejidad (Carabias, Provencio y To-
ledo, 1994). Ha surgido as un movimiento social en el campo que
ya no slo defiende los derechos tradicionales por la tierra, sino tam-
bin las identidades y los valores culturales de las etnias y grupos
campesinos; su derecho a establecer relaciones productivas sustenta-
bles con su entorno natural, como una estrategia para reconvertir su
propia pobreza y sus campos erosionados en fuente de riqueza para
satisfacer sus necesidades bsicas y sus aspiraciones sociales.
El movimiento campesino e indgena de los habitantes de los bos-
ques y las selvas tropicales, de las cordilleras, las sierras y los montes,
de los pramos y las pampas, viene as reivindicando sus derechos de
propiedad, acceso, apropiacin y autogestin, e incorporando nue-
vas estrategias de aprovechamiento de los recursos: proyectos agro-
ecolgicos, reservas extractivas y manejo de la biodiversidad (Toledo
et al., 1989; Escobar, 1997; Porto, 2001; Leff, Argueta, Boege y Porto,
2002). Varias comunidades rurales de Amrica Latina y del tercer
mundo se han incorporado a este proceso, tanto por las riquezas fo-
restales y la biodiversidad de sus ecosistemas como por su numerosa
poblacin, cuya supervivencia depende del manejo autogestionado
de sus tierras y sus recursos a travs de la organizacin de economas
autosuficientes y sustentables.
DESARROLLO SOCIAL Y DESARROLLO SUSTENTABLE.
DESARROLLO ENDGENO Y AUTOGESTIN PRODUCTIVA
Hasta ahora la economa fue encargada de crear y distribuir la rique-
za, y por lo tanto de combatir la pobreza, filtrando sus efectos desde
ENRIQUE LEFF 426
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 427
arriba y desde afuera, hasta alcanzar sus efectos distributivos en la so-
ciedad. Este modelo se est agotando con el cuestionamiento de las
polticas neoliberales por generar pobreza y desintegracin social,
depredacin de recursos naturales, deterioro de la calidad de vida,
inestabilidad poltica e incompatibilidad de su prctica con el desa-
rrollo democrtico (Vuskovic, 1993: 247).
12
Las polticas de desarrollo social se inscriben dentro del proyecto
econmico neoliberal, reconociendo que el mercado es incapaz de
regular el empleo y la distribucin equitativa de la riqueza y, por es-
ta va, hacer frente al empobrecimiento de las mayoras. El sistema
econmico no slo produce pobreza a travs del desempleo estruc-
tural que genera el sistema econmico; la pobreza se produce tam-
bin por los efectos de marginacin social y de desequilibrio ambien-
tal que provocan las tecnologas modernas ajenas a las condiciones
ecolgicas y culturales del medio rural. Esto ha llevado a disear
nuevas polticas pblicas que buscan formas de cooperacin entre el
mercado, el estado y la organizacin productiva de las comunidades,
en la gestin de los recursos productivos. Lo anterior ha planteado
la necesidad de incorporar criterios de sustentabilidad en las polti-
cas del desarrollo rural. Ante el descrdito de las anteriores formas
de intervencin del estado en la economa y en los servicios sociales,
el proyecto de desarrollo social llama a definir nuevos modos de co-
laboracin entre el estado y las comunidades locales, planteando for-
mas inditas de participacin de la sociedad en los procesos de toma
de decisiones, as como de atender el reclamo de participacin de las
comunidades en la autogestin de sus recursos productivos.
12
Vuskovic asever que una estrategia eficaz de combate a la pobreza termina por
conformar toda una estrategia de desarrollo global alternativa. En ella se revierten
por completo los signos de las estrategias parciales: en lugar de la reconversin pro-
ductiva que privilegia las producciones de exportacin, una reconversin de la econo-
ma hacia las necesidades bsicas de la poblacin; en vez de la concentracin del in-
greso como condicin para favorecer la acumulacin privada, una redistribucin pro-
gresiva del ingreso que sustente el mejoramiento de la condicin de vida del conjun-
to de la poblacin y genere nuevas demandas como estmulo a la inversin privada y
a la formacin pblica del capital; en lugar de impulsar la mxima tecnificacin posi-
ble de los sectores ya modernizados, dar prioridad al avance tcnico de los estratos re-
zagados. Se trata de que a la fuerza de trabajo que ha quedado fuera de la economa
formal, en ocupaciones precarias con ingresos mnimos e inestables, en lugar de [...]
extenderle una ayuda puramente asistencial, se definan acciones que la incorporen
progresivamente a otras condiciones de trabajo; lo cual puede suponer [...] en muchos
casos, una reorganizacin de sus actividades y un apoyo decidido para que superen su
condicin actual de expulsin y marginacin (Vuskovic, 1993: 252, 263-264).
Las polticas de desarrollo social buscan abastecer bienes y servi-
cios bsicos a la poblacin, contrarrestar la desnutricin y garantizar
servicios mnimos de salud. Se ha promovido as la construccin de
infraestructura y servicios pblicos: caminos, electrificacin, alcanta-
rillado, agua potable, escuelas y clnicas. Los procesos de autocons-
truccin contribuyen as a generar las condiciones generales de la produc-
cin, cubriendo reas que hasta ahora han sido consideradas respon-
sabilidad del estado por no ser del inters de la empresa privada. Es-
tas polticas combinan esquemas de gasto social del estado con las
energas y la fuerza de trabajo de la sociedad civil marginada. El es-
tado pasa as de su condicin de benefactor a la de cogestor, bus-
cando aliviar la pobreza a travs del apoyo a las capacidades propias
de produccin y gestin de la poblacin. Frente a estas polticas so-
ciales, y desde una perspectiva autogestionaria, el alivio a la pobreza
y el acceso a los productos bsicos se plantea como una redefinicin
de las necesidades fundamentales desde las propias comunidades y
con la produccin directa para el autoconsumo basada en el mane-
jo mltiple e integrado de recursos y el establecimiento de mercados
regionales para el intercambio de excedentes.
13
El neoliberalismo social ha surgido como una respuesta del esta-
do a las demandas emergentes de la sociedad para establecer nuevas
relaciones de poder y formas de participacin para democratizar la
toma de decisiones y descentralizar los procesos productivos, fortale-
ciendo las capacidades de las comunidades locales para resolver sus
problemas. Sin embargo, estas polticas se vienen poniendo en prc-
tica con un sentido pragmtico, sin cuestionar las causas de la pobre-
za que surgen de los modelos dominantes de desarrollo y sin buscar
fundar una racionalidad productiva en bases ecolgicas sustentables
y en principios de equidad y autogestin de las comunidades.
Los principios de racionalidad ambiental aplicados a la gestin
ambiental participativa ofrecen nuevas bases para enfrentar la po-
breza. El ambiente, a travs de la articulacin de procesos ecolgi-
ENRIQUE LEFF 428
13
A diferencia del estado benefactor, que busc producir la infraestructura, satis-
factores y servicios que no son cubiertos por el sector privado, la poltica de desarrollo
social pretende, ms que la provisin directa, la garanta de que los grupos sociales po-
drn acceder a esos satisfactores, ya sea por la va mercantil, procesos de autoproduc-
cin o a travs de la provisin pblica. Se trata de una poltica donde el estado produ-
ce, vigila y regula el acceso social a bienes y servicios bsicos, con la obligacin de que
el estado cubra los espacios donde los grupos sociales no pueden hacer efectiva su de-
manda a travs del mercado (Gonzlez Tiburcio, 1992: 202).
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 429
cos, culturales y sociales, hace emerger un potencial productivo hasta
ahora ignorado por las polticas econmicas dominantes. Surge de
all una fuente de productividad sostenible, proveniente de la articula-
cin de los procesos ecolgicos que dan soporte y alimentan la pro-
duccin y regeneracin de los recursos naturales; de la innovacin
de tecnologas productivas y sustentables que amalgaman las prcti-
cas y saberes tradicionales con la ciencia moderna; de la energa so-
cial contenida en la organizacin productiva de las comunidades; de
los estilos culturales que definen la percepcin de los recursos y las
necesidades de cada comunidad.
Estos principios ambientales abren nuevas perspectivas a las pol-
ticas de desarrollo social. stas no vendran a contener tan slo la
destruccin ecolgica, la produccin de pobreza y la marginacin
social que generan las polticas econmicas; no se sumaran a las
normas de control ambiental como polticas coyunturales para hacer
frente a los problemas de degradacin socioambiental en el corto
plazo, asumiendo que en el mediano y largo plazo el mercado habr
de resolver el desequilibrio ecolgico y la desigualdad social. Ms
all de esas acciones preventivas y reactivas, las polticas de desarro-
llo social debern contribuir a encauzar la transicin hacia una eco-
noma sustentable integrada por procesos productivos que se cons-
truyen desde las bases sociales, las races ecolgicas y las identidades
culturales de las comunidades.
El alivio a la pobreza y el desarrollo sostenible requieren, ms all
de la integracin de las polticas de ajuste econmico con polticas
ambientales y de desarrollo social, la necesidad de construir estilos
de desarrollo fundados en una nueva racionalidad productiva para
enfrentar la disociacin entre la esfera econmica que gobierna el
mercado para una clase dominante y la esfera social con polticas de
alivio a la pobreza. Se plantea all la disyuntiva entre un desarrollo
hacia afuera, ajustado a las condiciones del mercado mundial, fren-
te a la alternativa de un desarrollo endgeno (Sunkel, 1991), orien-
tado a fortalecer las capacidades productivas de las comunidades,
abriendo cauces al desarrollo autogestionario y autodependiente de
los pobres para emanciparse de su estado de pobreza (Max-Neef, Eli-
zalde y Hopenhayn, 1993).
Los programas del neoliberalismo social buscan detener la pobre-
za crtica frente a la abundancia depredadora de las minoras; instru-
mentan polticas de proteccin a los ecosistemas en lugar de impul-
sar programas de ecologa productiva que den bases de sustentabilidad
y equidad a la produccin agropecuaria y forestal. El alivio a la po-
breza no depende del aprovechamiento del excedente de fuerza de
trabajo de los pobres para la construccin de infraestructura bsica
y para generar las condiciones de produccin del capital en expan-
sin, sino de la movilizacin del potencial productivo de los ecosiste-
mas y de las propias comunidades para su propio beneficio.
La reorientacin de la economa hacia un desarrollo endgeno
implica la necesidad de fortalecer la capacidad de autogestin de las
comunidades ante el predominio de la produccin para el mercado
y las relaciones de dependencia que tradicionalmente han manteni-
do con el estado. Se plantea all la disyuntiva de que la poblacin
pauperizada se reintegre como fuerza de trabajo desvalorizada a la
produccin de los servicios sociales y productos bsicos, que contri-
buya a la expansin de los mercados, o que se convierta en protago-
nista de sus propias condiciones de existencia a travs de la autoges-
tin de sus recursos productivos. Ello significa una redefinicin de las
estrategias de organizacin productiva de las comunidades rurales,
donde las prcticas autogestionarias de las comunidades enfrentan a
los intereses de las empresas y entran en el terreno conflictivo de las
estrategias y las luchas sociales por la apropiacin de la naturaleza.
Los principios de racionalidad ambiental movilizan acciones ha-
cia el establecimiento de bases de sustentabilidad y para la gestin
democrtica de la produccin rural, de manera que sean los actores
sociales del campo quienes decidan y controlen los procesos produc-
tivos, y no los intereses corporativos y las leyes ciegas del mercado.
De estos principios emerge la demanda de la sociedad civil, de las co-
munidades indgenas y los pueblos de las florestas por el acceso y
apropiacin de sus recursos y del entorno en el que histricamente
se han configurado sus civilizaciones, dndoles sustento vital y cultu-
ral. Estas demandas de las comunidades buscan recuperar sus prc-
ticas tradicionales, generar nuevas tcnicas y apropiarse del conoci-
miento cientfico moderno, para la autogestin de sus fuerzas pro-
ductivas, democratizando as los procesos de produccin y sus me-
dios de vida.
En la transicin hacia la sustentabilidad y la democracia, y en el
contexto de la globalizacin econmica, el ambiente aparece como
un potencial productivo para que las comunidades puedan reapro-
piarse de su patrimonio de recursos naturales y culturales, y desarro-
llen procesos productivos orientados a eliminar la pobreza y a alcan-
zar niveles de autosuficiencia a travs de la autogestin de sus recur-
ENRIQUE LEFF 430
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 431
sos. En este juego y confrontacin de racionalidades, el estado debe
actuar como mediador entre los intereses empresariales y comunita-
rios por la apropiacin de los recursos naturales. El estado debe asu-
mir la responsabilidad de garantizar condiciones mnimas de produc-
cin para la autosubsistencia de las comunidades, otorgndoles el
apoyo poltico, jurdico y financiero necesario para legitimar sus dere-
chos comunales y fortalecer sus capacidades de desarrollo sustentable.
Los imperativos de la sustentabilidad no deben limitarse a ajustar
las condiciones ecolgicas, culturales y sociales que determinan el
aprovechamiento equitativo y sustentable de los recursos a los prin-
cipios de una racionalidad econmica que tan slo valora el patrimo-
nio de recursos naturales y culturales en trminos de un capital na-
tural y humano, es decir, del valor de la fuerza de trabajo y de las ma-
terias primas que fijan los mecanismos del mercado. La transicin
hacia la sustentabilidad plantea al estado el reto de dirimir pacfica-
mente los conflictos que generan las formas de articulacin de la
economa global con microeconomas autosuficientes, endgenas y
sustentables fundadas en el mejoramiento del potencial ambiental
de cada localidad. Parte sustantiva de este proceso es el de garanti-
zar la equidad en el acceso y la distribucin de beneficios derivados
del capital natural, as como la valorizacin de las riquezas genti-
cas y de los saberes tradicionales de los pueblos indgenas y las socie-
dades rurales; pero, sobre todo, el estado debe asumir el compromi-
so de transferir conocimientos a las comunidades y generar una ma-
yor capacidad tcnica para que desarrollen el potencial productivo,
a travs de procesos de cogestin que mejoren las condiciones de vi-
da de la poblacin, que aseguren la sustentabilidad a largo plazo de
los procesos productivos, y que incrementen al mismo tiempo los ex-
cedentes econmicos para el intercambio comercial. Estos procesos
abren as nuevas oportunidades a ejidos y minifundios localizados en
las reas forestales y agrcolas del tercer mundo para un desarrollo
descentralizado y sustentable.
Sin embargo, el movimiento que viene generndose en favor de
una transformacin productiva del campo sobre bases ecolgicas,
junto con el fomento de la autogestin de los recursos agroecolgi-
cos y agroforestales por parte de las propias comunidades, se enfren-
ta al impulso que est dando el estado, en sus polticas agrarias, a re-
formas asociadas con la liberalizacin de los mercados y la inversin
de grandes capitales en predios ganaderos, agrcolas y forestales, y
con el establecimiento de los nuevos latifundios genticos. Con la
capitalizacin del agro se busca incrementar la produccin comer-
cial, induciendo nuevos procesos de concentracin de la tierra y ca-
pitalizacin de la naturaleza que no garantizan las condiciones de
subsistencia de las comunidades rurales ni la preservacin de la base
de recursos naturales.
Frente a estas disyuntivas, los movimientos de las poblaciones ru-
rales por la autogestin de sus recursos ambientales plantean la po-
sibilidad de pasar de las polticas preventivas y remediales frente al
proceso de degradacin socioambiental, hacia la construccin de
una racionalidad productiva sobre bases slidas de equidad y susten-
tabilidad. stos son los principios que orientan los movimientos so-
ciales por la reapropiacin de la naturaleza, de sus culturas, de sus
saberes, de sus prcticas y de sus procesos productivos, abrindose
camino a travs de la instauracin de nuevos derechos ambientales,
culturales y colectivos.
DERECHOS HUMANOS Y AUTONOMA.
LUCHAS SOCIALES POR LA REAPROPIACIN DE LA NATURALEZA
La racionalidad ambiental orienta las acciones sociales por los princi-
pios de la sustentabilidad, la autonoma, la autogestin, la democra-
cia, la equidad y la participacin. No es una racionalidad ecolgica ce-
ida a los valores intrnsecos de la naturaleza que tanto reclaman el
biocentrismo y el conservacionismo. De esta manera, las comunida-
des indgenas y campesinas estn asociando sus luchas por legitimar
sus derechos culturales con demandas por el acceso y la apropiacin
de la naturaleza, en las que subyacen estructuras de poder, valores
culturales y estrategias productivas alternativas. La equidad que pro-
pugna el ambientalismo no slo se refiere a la igualdad de derechos
de la humanidad a poblar el planeta, a consumir energa y descargar
desechos al ambiente comn, en un mundo donde un habitante del
Norte consume 40 veces ms energa y recursos naturales que el pro-
medio de la poblacin de los pases del Sur.
El desplazamiento de los derechos humanos tradicionales hacia
los derechos ambientales rebasa los derechos jurdicos de igualdad
entre los hombres que incluyen a los derechos universales a la salud
y a la educacin hacia los derechos a autogestionar sus condiciones
de existencia, lo que implica un proceso de reapropiacin de la na-
ENRIQUE LEFF 432
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 433
turaleza como base de su supervivencia y condicin para generar un
proceso endgeno y autodeterminado de desarrollo. Las luchas so-
ciales por la reapropiacin de la naturaleza por su resignificacin y
revalorizacin plantean una serie de preguntas: a quin pertenece
la naturaleza?; quin otorga los derechos para poblar el planeta, pa-
ra explotar la tierra y los recursos naturales y para contaminar el am-
biente?; es una decisin que cae sobre la gente de las alturas del po-
der, como la fatalidad de una ley natural, o es la movilizacin de los
pueblos lo que genera el poder para redistribuir los costos ecolgi-
cos y los potenciales de la naturaleza?
La reapropiacin de la naturaleza trae de nuevo al campo de fuer-
zas de la poltica la cuestin de la lucha de clases, esta vez no sobre
la apropiacin de los medios industrializados, sino de los medios y
las condiciones naturales de la produccin, los medios de vida y los
significados de la existencia humana. A diferencia de la apropiacin
de los medios de produccin, guiada por el desarrollo de las fuerzas
naturales desencadenadas y constreidas por la tecnologa, las accio-
nes sociales orientadas por la racionalidad ambiental plantean la
apropiacin de la naturaleza dentro de una diversidad de estilos de
desarrollo sustentable.
Frente a la desposesin y marginacin de grupos mayoritarios de
la poblacin, la sociedad emerge reclamando su derecho a participar
en la toma de decisiones en las polticas pblicas que afectan sus con-
diciones de existencia y en la autogestin de sus recursos productivos.
Estos movimientos se estn fortaleciendo con la legitimacin de las
luchas sociales por la democracia y los nuevos derechos culturales.
Los derechos humanos estn incorporando la proteccin de los bie-
nes y servicios ambientales comunes de la humanidad, as como el de-
recho de todo ser humano a desarrollar plenamente sus potencialida-
des. Los nuevos derechos culturales a sus territorios tnicos, lenguas
indgenas, prcticas culturales estn ampliando las demandas polti-
cas y econmicas de las comunidades por sus autonomas locales y re-
gionales para reivindicar su derecho a autogestionar el manejo pro-
ductivo de sus recursos, incluyendo el control colectivo de sus recur-
sos naturales y la autodeterminacin de sus estilos de vida. Estos mo-
vimientos sociales emergentes estn influyendo en la redefinicin de
los derechos de propiedad, as como en las formas concretas de pose-
sin, apropiacin y aprovechamiento de los recursos naturales.
La apropiacin y el manejo de la biodiversidad se est convirtien-
do en ejemplo paradigmtico. Las estrategias de las empresas transna-
cionales de biotecnologa para apropiarse del material gentico de los
recursos biticos se oponen a los derechos de las poblaciones indge-
nas de los trpicos sobre su patrimonio histrico de recursos natura-
les. Esta cuestin no puede resolverse a travs de una pretendida jus-
ta distribucin de los costos y beneficios derivados de la etno-bio-pros-
peccin y de los derechos de propiedad intelectual sobre los recursos
genticos del planeta; y no slo por la imposibilidad de contabilizar el
valor econmico de la biodiversidad por el tiempo de trabajo inverti-
do en la preservacin y produccin del material gentico, por el valor
actual de mercado de sus productos, o por el futuro potencial econ-
mico frente a los valores culturales de la biodiversidad. El punto cru-
cial en la disputa por la biodiversidad se juega entre las estrategias de
capitalizacin de la naturaleza a travs de los derechos de propiedad
intelectual y la legitimacin de los derechos de los pueblos indgenas
para reapropiarse de su patrimonio de recursos naturales y culturales
que ha sido resultado de la evolucin biolgica guiada por las formas
culturales de seleccin de especies y uso de los recursos.
En este sentido, los pueblos de las florestas amaznicas han plan-
teado la autogestin de reservas extractivistas. La inscripcin de las
comunidades indgenas y campesinas en la globalizacin econmica
y en la geopoltica del desarrollo sostenible est llevando a importan-
tes luchas de resistencia y de reexistencia (Leff, Argueta, Boege y Gon-
alves, 2002), en un proceso de reubicacin en el mundo de la pos-
modernidad. Los pueblos y las comunidades estn resignificando el
discurso de la democracia y de la sustentabilidad para reconfigurar
sus estilos de etno-eco-desarrollo, desencadenando movimientos in-
ditos por la reapropiacin y la autogestin productiva de la biodiver-
sidad, como el hbitat en el que ha evolucionado la cultura de estas
comunidades y donde habrn de definir sus proyectos futuros de vi-
da. Hoy, la reconfiguracin de sus identidades, la reapropiacin de
sus territorios y la reafirmacin de sus lenguas y costumbres estn en-
tretejidas con la revalorizacin de su patrimonio de recursos natura-
les, que conforma el ambiente que han habitado y donde se han de-
sarrollado histricamente, para incorporar su potencial productivo y
orientarlo hacia el mejoramiento de sus condiciones de existencia y
de su calidad de vida, definidas por sus valores culturales y sus iden-
tidades tnicas.
Los propsitos de las luchas indigenistas y ambientalistas que se
traslucen en las prcticas y en el discurso de los nuevos actores socia-
les del medio rural desbordan la norma social establecida en la ley
ENRIQUE LEFF 434
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 435
jurdica. Incluso, debido al carcter innovador y crtico de los proce-
sos ideolgicos y polticos por los que cuales se van legitimando los
derechos y acciones, su expresin rebasa la esfera discursiva y norma-
tiva de lo que puede ser acuado en los cdigos del derecho positi-
vo y de la legislacin ambiental. La generalidad, pero tambin la
concrecin y ambivalencia de la norma jurdica, siempre funcional
al orden social vigente y a los intereses dominantes, desdibujan la
complejidad de las utopas ambientales inscritas en las luchas por la
autonoma de los pueblos indgenas en cuanto a su potencial creati-
vo para construir una racionalidad social alternativa.
Las luchas ecologistas y de las poblaciones indgenas han venido
a cuestionar la capacidad de los rganos oficiales de atencin a los
pueblos indgenas y sus instancias de mediacin. Asimismo, cuestio-
nan el principio constitucional que otorga al estado, como propieta-
rio de los recursos de la nacin, el derecho de dar en concesin su
explotacin, ya sea al estado mismo (minera, hidrocarburos), a la
empresa, o incluso al campesinado, a travs del reparto de la tierra,
los derechos de propiedad de territorios o las condiciones de la pro-
duccin en el campo (precios de insumos, transferencia de tecnolo-
ga y asesora, etc.).
14
Estas luchas plantean el derecho de apropia-
cin y autogestin del patrimonio natural de los pueblos indgenas,
el cual no estara regido ni por un modelo econmico homogneo
ni por un orden jurdico que uniformara los derechos de las comu-
nidades en funcin de un bien comn definido desde el centro, des-
de el estado tutelar y del mercado, para determinar desde all la dis-
tribucin de las condiciones de la produccin a travs de las polti-
cas neoliberales en el campo.
En la bsqueda de nuevos espacios independientes, diversas orga-
nizaciones indgenas en Mxico promovieron la creacin del Conse-
14
En el caso de Mxico, estas consideraciones, que se reflejan en la conciencia, en
el discurso poltico y en las acciones de las organizaciones indgenas y campesinas, vie-
nen a cuestionar las reformas de los aos noventa a la Constitucin. As, el artculo 4
que por primera vez reconoce a los pueblos indgenas como parte de la nacin, de-
be revisarse para integrar estos espacios tnicos dentro de unidades productivas, lo
que implica el reconocimiento a sus derechos de propiedad y apropiacin de un pa-
trimonio histrico de recursos productivos, tanto naturales como culturales. Por otra
parte, las reformas al artculo 27, que buscan reactivar la productividad del campo por
medio de nuevas formas de asociacin de los productores rurales con el capital, han
privilegiado la orientacin de la produccin hacia el mercado sin considerar las con-
diciones socioambientales, los potenciales ecolgicos y la diversidad cultural que de-
be guiar la produccin sustentable en el campo.
jo para el Desarrollo de los Pueblos Indgenas, integrado por repre-
sentantes genuinos de los distintos pueblos indgenas. El consejo ven-
dra a convertirse en un medio de dilogo, coordinacin y gestin di-
recta de los indgenas frente al estado, integrado por consejos loca-
les, estatales y regionales, sin intermediarios y con capacidad propia
de decisin, planteando alternativas viables para el desarrollo de los
pueblos indgenas que partan de ellos mismos, generando sus pro-
pias capacidades para autogestionar su proceso de desarrollo. Esto
plantea la necesidad de una revisin de la Constitucin, de manera
que no slo se reconozca la existencia de las diferentes etnias, sino
tambin las autonomas de los pueblos indgenas. En este proceso es-
tn surgiendo una serie de organizaciones autnomas de los pueblos
indios, tales como la Nacin Purpecha, el Movimiento Nacional por
las Regiones Autnomas Pluritnicas, el Consejo Guerrerense 500
Aos, y numerosos movimientos agrarios y comunalistas, como los de
Chiapas y Oaxaca, que incluyen organizaciones de productores, que
expresan la voluntad de desarrollarse a partir de sus propias identi-
dades tnicas. Estos movimientos sociales estn recuperando, a travs
de sus usos, costumbres y prcticas tradicionales, su patrimonio de re-
cursos naturales y culturales, y encontrando en el ambientalismo las
bases para un desarrollo productivo autnomo y sustentable.
Quiz el caso ms significativo e indito sobre la eficacia de las lu-
chas indgenas ha sido la transformacin de la Constitucin de Co-
lombia en 1991, con la cual el estado reconoce el derecho a la pro-
piedad colectiva de las tierras ocupadas por las comunidades negras
del litoral pacfico uno de los territorios de mayor riqueza en biodi-
versidad del mundo y a sus identidades culturales. Si bien el proyec-
to de constituir estados pluritnicos en Amrica Latina no es exclusi-
vo de Colombia (el renacimiento de los pueblos indios viene pugnan-
do por ello en pases como Bolivia, Ecuador o Mxico), la confluencia
de este proceso con la participacin de las comunidades negras en el
Proyecto Biopacfico para la conservacin de la biodiversidad de esa
zona acicate la emergencia de un movimiento indito por la identi-
dad y el territorio. Ello condujo a la construccin de los nuevos dere-
chos de las comunidades negras que quedaron expresados en la Ley
70 de 1993, ao en que se conforma el Proceso de Comunidades Ne-
gras.
15
ENRIQUE LEFF 436
15
Sobre la constitucin, organizacin y expresin del movimiento del Proceso de
Comunidades Negras, vase L. Grueso, C. Rosero y A. Escobar, 1998, en Escobar, 1999:
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 437
La lucha de los pueblos latinoamericanos por la autonoma, y la
ambientalizacin de sus luchas, est movilizando cambios en el or-
den constitucional y jurdico en torno a los nuevos derechos cultura-
les: a la autonoma, la identidad y el territorio. Los movimientos in-
dgenas estn rebasando los espacios ganados con anterioridad por
los derechos humanos y sancionados por la ley vigente. En el crisol
de los procesos de legitimacin de los derechos de los pueblos, a tra-
vs de sus luchas de resistencia, sus estrategias de poder y sus formas
de organizacin poltica en defensa de su patrimonio de recursos na-
turales y culturales, se estn forjando los nuevos actores del ambien-
talismo en el medio rural, labrando el terreno y cimentando las ba-
ses de un nuevo orden social y productivo.
16
cap. 7. El Proyecto Biopacfico, financiado por el Fondo Mundial para el Medio Am-
biente (GEF), a pesar de su limitado monto en el contexto general del Plan Pacfico de
desarrollo sostenible que vena emprendiendo el estado un plan de capitalizacin
de la naturaleza que pretenda apropiarse y controlar los recursos de la biodiversidad
de la regin, constituye el contrapunto del proceso de construccin de la identidad
negra que vena emergiendo en resistencia al Plan Pacfico, legitimando la participa-
cin de las comunidades en la gestin de la biodiversidad, y abriendo nuevos cauces
por esa va para la reinvencin de las identidades de las poblaciones negras, no en su
lucha contra el sistema, sino con su naturaleza, por la reapropiacin cultural, poltica y
econmica de su territorio. El movimiento del PCN se plante as como objetivo con-
solidar un movimiento social de comunidades negras que asuma la reconstruccin y
la afirmacin de la identidad cultural como base de la construccin de una expresin
organizativa autnoma que luche por la conquista de nuestros derechos culturales, so-
ciales, polticos, econmicos y territoriales, y por la defensa de los recursos naturales
y el medio ambiente (Grueso, Rosero y Escobar, 1998:180).
16
El proyecto Latautonomy, financiado por la Unin Europea, es un ejemplo de
este intento de implantar nuevos parmetros para establecer una sociedad conviven-
cial, a partir de los presentes procesos de autonoma en sociedades indgenas de Am-
rica Latina para una poltica orientada al desarrollo sostenible y la democratizacin
de un ambiente social. Su objetivo principal es la elaboracin de un concepto de au-
tonoma multicultural como una alternativa socioeconmica y un marco poltico a los
estados nacionales centralizados sobre la base de identidades culturales. Tomando co-
mo ejemplo aquellas reas indgenas de Amrica Latina donde los procesos de auto-
noma durante las ultimas dos dcadas han creado una base poltica y socioeconmi-
ca para un desarrollo sostenible, el proyecto busca analizar y evaluar los esfuerzos de
los que hacen poltica tanto en las organizaciones basadas en la comunidad como en
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, para crear un nuevo marco
para el desarrollo de sociedades civiles. Con este fin el primer objetivo cientfico del
proyecto ser la investigacin, anlisis y evaluacin de los conceptos y prcticas de so-
ciedades indgenas en seis reas principales de Amrica Latina:
La regin de Chiapas, Mxico, y la lucha del movimiento zapatista por la autono-
ma municipal;
La Regin Autnoma del Atlntico Norte (RAAN) de Nicaragua, donde la vida polti-
ca y econmica de toda una regin est regulada por el Estatuto de Autonoma de 1986;
LA AMBIENTALIZACIN DE LAS LUCHAS CAMPESINAS,
LAS POBLACIONES INDGENAS Y AFRODESCENDIENTES
Las nuevas luchas sociales en el campo que podemos definir como
ambientalistas en el sentido de que articulan demandas tradicionales
con un proceso emergente de legitimacin de sus derechos a la auto-
gestin de sus recursos productivos y la transformacin del sistema po-
ltico y econmico dominantes (la lucha por la transicin hacia una
democracia en la produccin), estn alejadas del ecologismo meramen-
te conservacionista y de los proyectos individuales de automargina-
cin del orden social dominante. Los nuevos movimientos del medio
rural desafan la hegemona del poder poltico y econmico, de los
procesos de decisin y gobernabilidad; son luchas por la produccin
y por la democracia que implican la participacin directa de las pobla-
ciones en la construccin de una nueva racionalidad social y un nuevo
paradigma de produccin. Aunque muchas veces resulta difcil discernir
estas demandas de manera explcita en las expresiones discursivas y
en las acciones polticas de las luchas indgenas y campesinas ms vol-
cadas hacia la construccin de un sistema poltico democrtico como
condicin para la reapropiacin de sus medios ecolgicos y culturales
de produccin y el desarrollo de nuevas prcticas autogestionarias de
sus recursos productivos, los nuevos actores sociales del campo estn
revalorizando su patrimonio natural y cultural, incluyendo sus prcti-
cas tradicionales de manejo de sus recursos naturales. Las estrategias
de estos nuevos movimientos no se ubican dentro de los esquemas tra-
dicionales por un cambio revolucionario del sistema poltico y la
transformacin del modo de produccin; sus demandas trascienden
las reivindicaciones de clases (en el sentido marxista tradicional), es-
ENRIQUE LEFF 438
La regin kuna de San Blas, Panam, primer rea donde se ha puesto en prctica
la idea de autonoma multicultural, especialmente en el nivel de la educacin multi-
linge;
Los pueblos indgenas de Venezuela, donde la nueva Constitucin de enero de
2000 ha llevado a una discusin amplia dentro y fuera de las comunidades indgenas.
La regin de Alto Ro Negro, Brasil, que ha sido declarada oficialmente, en 1998, Te-
rritorio dos Indios, como resultado de una alianza de 34 diferentes pueblos indgenas;
La Sierra de Ecuador, donde la Confederacin Nacional de Organizaciones Ind-
genas del Ecuador (CONAIE) ha conseguido importantes espacios autonmicos con un
alto grado de autonoma territorial, y lucha en el presente por la constitucin de un
estado plurinacional multitnico y pluricultural;
La regin del Chapare, Bolivia, donde el movimiento de los cocaleros de base in-
dgena multitnica, est luchando por el control de los municipios dentro del acuer-
do de la Ley de Participacin Popular.
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 439
tableciendo nuevas solidaridades, alianzas y efectos simblicos (las es-
trategias del EZLN y de diversas agrupaciones indgenas y campesinas),
y abriendo cauces hacia la construccin de una nueva racionalidad
productiva, a travs de un proyecto de democracia directa.
Los efectos transformadores de estos movimientos sociales en el
medio rural no podran estar dados de antemano en funcin del po-
tencial renovador que llevan en germen o por la incapacidad del sis-
tema para disolver el conflicto social que surge de la marginacin,
opresin e injusticia que genera. La realizacin de sus utopas depen-
der del grado de conciencia de los propios movimientos sociales y
de sus estrategias de poder (en las esferas de lo econmico, poltico
y simblico) para subvertir y transformar el orden social establecido.
Los movimientos sociales en el campo estn pasando de una fase
de lucha por la tierra a una fase de lucha por la apropiacin del pro-
ceso productivo. Si en algo se distingue el ambientalismo del marxis-
mo ortodoxo es en que no busca tan slo un cambio en las formas
de propiedad de los medios de produccin, es decir, la apropiacin
por parte de los campesinos del proceso productivo ahora domina-
do y administrado por empresas e intereses ajenos y externos. Se tra-
ta de una lucha por la reconstruccin del proceso productivo, en la
cual se mezclan la lucha por el territorio, por las tradiciones e iden-
tidades culturales, por los saberes productivos, con los principios de
nuevas ciencias y tcnicas la agroecologa, la economa ecolgica, la
biotecnologa para construir un nuevo paradigma de productividad
que articula los procesos ecolgicos, tecnolgicos y culturales, inter-
nalizando sus saberes en las prcticas productivas de las comunida-
des. Ello implica una nueva amalgama de conocimientos, una rea-
propiacin del saber y una nueva conciencia sobre la naturaleza y la
cultura insertas en el proceso productivo; una nueva visin del mun-
do y un fortalecimiento de las capacidades de autogestin de la vida
social y productiva de cada comunidad.
Lo anterior est llevando a los movimientos indgenas y campesi-
nos a plantear nuevas estrategias productivas. Sin embargo, la con-
traposicin de visiones e intereses en lo relativo a la apropiacin de
la naturaleza se manifiesta en la controversia en torno a las polticas
que afectan las condiciones de transformacin de la produccin ru-
ral. stas se manifiestan en los debates acerca de las reformas del
campo, que siguen estando guiadas por criterios de productividad y
rentabilidad, de descentralizacin econmica y poltica, sin conside-
rar las condiciones ecolgicas y los intereses de las propias comuni-
dades rurales para alcanzar una productividad sustentable a travs
de sus propias capacidades de autogestin, de su autonoma cultural
y sus identidades tnicas.
La voluntad productivista, confiada en la habilidad empresarial y
poltica en pro del campo y del impulso a la produccin derivado de
las fuerzas del mercado, podra llevar a acentuar la destruccin del
medio rural y los riesgos ecolgicos, al imponer tecnologas intensi-
vas en insumos industriales y ritmos de explotacin de los recursos
inadecuados para su uso sostenible. De esta manera, la revolucin
verde destruy la complejidad ecosistmica, induciendo la contami-
nacin y salinizacin de los suelos, ocasionando una prdida de fer-
tilidad de las tierras y una rentabilidad decreciente de las inversio-
nes; al mismo tiempo afect la salud de los productores rurales por
el abuso de plaguicidas, as como el desplazamiento y la desnutricin
de la poblacin rural, provocando un incremento en la pobreza de
los habitantes del campo. Hoy, la invasin de una agricultura trans-
gnica, marcada por la concentracin de tierras y ganancias, est ge-
nerando nuevas formas de inequidad en el campo y nuevos riesgos
ecolgicos (Pengue, 2000).
La cerrazn de la razn econmica imperante a una va producti-
va alternativa ha descalificado los reclamos de muchas organizacio-
nes indgenas y campesinas, que se han organizado para reconstruir
sus modos de produccin, incorporando los potenciales ecolgicos
para un desarrollo sustentable. Esta estrategia implica la gestin di-
recta de las comunidades en la reorganizacin de sus prcticas pro-
ductivas, en la recuperacin y mejoramiento de sus prcticas tradi-
cionales y sus valores culturales a partir de principios de autonoma
e identidad cultural. A su vez conlleva un proceso de reapropiacin
del proceso productivo por parte de las comunidades y una lucha de
resistencia para evitar ser proletarizados o reducidos a simples agen-
tes pasivos de las nuevas asociaciones productivas, guiadas por un
proceso de racionalizacin econmico-ecolgica dentro de la geopo-
ltica del desarrollo sostenible.
La destruccin ecolgica del planeta, la degradacin socioambien-
tal y la desposesin de las poblaciones autctonas de su patrimonio
de recursos naturales y culturales, han planteado la impostergable ne-
cesidad de transformar los principios de la racionalidad econmica,
de su carcter desigual y depredador, para construir una racionalidad
productiva capaz de generar un desarrollo equitativo, sustentable y
duradero. Este debate terico y poltico ha generado un amplio mo-
ENRIQUE LEFF 440
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 441
vimiento social, en el que los principios del desarrollo sustentable se
van arraigando en luchas populares, en organizaciones ciudadanas y
en las comunidades rurales para la autogestin de sus tierras y sus re-
cursos naturales.
En este contexto han surgido vigorosas organizaciones en diferen-
tes regiones del mundo, entre los que destacan el movimiento chipko
contra la privatizacin de los bosques del Himalaya (Guha, 1989), y de
los seringueiros de la Amazona por desarrollar reservas extractivas de
los recursos de sus florestas (Allegretti, 1987; Gonalves, 2001) y de las
comunidades afrodescendientes del Pacfico colombiano por la apro-
piacin y autogestin de sus reservas de biodiversidad (Escobar, 1999).
Varias comunidades rurales del tercer mundo se han venido sumando
a este proceso, tanto por sus riquezas forestales y la biodiversidad de
sus selvas como porque su supervivencia y condiciones de vida depen-
den del manejo sustentable y la autogestin de los recursos agrofores-
tales. Los movimientos sociales asociados con el desarrollo de los nue-
vos paradigmas agroecolgicos a las prcticas productivas del medio
rural, no son sino una parte de un movimiento ms amplio y comple-
jo, orientado hacia la transformacin del estado y del orden econmi-
co dominante. El movimiento por el desarrollo sustentable se inscri-
be as en las luchas sociales por la democracia directa y participativa y
la autonoma de los pueblos indios, abriendo perspectivas a un nuevo
orden econmico, poltico y cultural mundial.
El movimiento por la conservacin productiva de los bosques y
selvas ha pasado a ocupar un papel importante en la resolucin de
problemas ambientales globales, como el calentamiento de la atms-
fera, debido tanto a las tasas de desforestacin como a los efectos de
la creciente concentracin urbana, al incremento de la produccin
industrial y al uso exponencial de energticos de origen fsil. Se ha
planteado as el imperativo de preservar las funciones ecolgicas de
los bosques que contribuyen a mantener los equilibrios hidrolgicos
y climticos de la tierra, y de mejorar el potencial de produccin fo-
restal de los trpicos, basado en sus particulares condiciones de pro-
ductividad natural y regeneracin, a travs de prcticas de conserva-
cin y manejo sustentable de los recursos que permitan preservar su
biodiversidad, al tiempo que se valorizan econmicamente los servi-
cios ambientales que ofrecen al equilibrio econmico del planeta
dentro de la nueva geopoltica del desarrollo sostenible.
17
17
Ver cap. 3, supra.
Sin embargo, el actual proceso de transformacin productiva del
campo guiado por los imperativos del mecanismo de desarrollo lim-
pio y por la implantacin de productos transgnicos no slo plantea
una interrogante sobre la posibilidad de generar empleos para la po-
blacin rural que ser expulsada de un agro modernizado y ahora
ecologizado hacia las ciudades que sufren ya altos ndices de conges-
tin y contaminacin ambiental. El efecto de desposesin y emigra-
cin del campo la reapropiacin del capitalismo verde y transgnico
de tierras comunales y de pequeos propietarios forzados a vender
sus parcelas como forma desesperada de supervivencia, est gene-
rando un xodo del campo y una presin creciente sobre tierras mar-
ginales y ecosistemas frgiles, empobreciendo an ms a la poblacin
rural y acentuando la prdida de fertilidad de los suelos. En esta pers-
pectiva se plantea el reto de frenar la prdida de bosques y suelos, al
tiempo que se desarrollan nuevas opciones que permitan aprovechar
el potencial productivo de los ecosistemas en las comunidades rura-
les de los trpicos.
La transicin hacia la sustentabilidad plantea la necesidad de arti-
cular los espacios de economas autogestionarias y endgenas, funda-
das en la apropiacin comunitaria de los recursos, con las fuerzas
omnipresentes del mercado mundial; incorporar las bases naturales
y culturales de sustentabilidad a la racionalidad de la produccin;
equilibrar la eficacia productiva con la distribucin del poder, de ma-
nera que sean los propios sujetos sociales de esta nueva economa
quienes decidan y controlen los procesos polticos y productivos, y no
las leyes ciegas y los intereses corporativos del mercado. Emergen as
los principios de una gestin ambiental participativa, la exigencia de
la sociedad civil, las poblaciones indgenas, los pueblos de las flores-
tas, las comunidades negras, que demandan un acceso y apropiacin
de sus recursos, del entorno en el que histricamente se han confi-
gurado sus civilizaciones, dndoles sustento vital y cultural. stas se
funden ahora en una demanda de democracia participativa y direc-
ta, que implica su derecho a plantearse y realizar otros futuros posi-
bles, a innovar tcnicas y a apropiarse de ellas como fuerzas produc-
tivas, a democratizar los procesos de produccin de sus medios de vi-
da. As, el movimiento ambiental est abriendo nuevas vas para re-
vertir la degradacin ecolgica, la concentracin industrial, la con-
gestin urbana y la concentracin del poder; para romper con la alie-
nacin de un modelo unipolar y homogneo, depredador y desigual;
para seguir la evolucin de la naturaleza hacia la diversidad biolgi-
ENRIQUE LEFF 442
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 443
ca y la aventura de la humanidad por la va de la heterogeneidad cul-
tural; para lograr formas ms productivas e igualitarias, pero tambin
mejores formas de convivencia social y de relacin con la naturaleza.
Los imperativos de la sustentabilidad no deben limitarse a ajustar
(forzar) las condiciones ecolgicas, culturales y sociales que determi-
nan el aprovechamiento equitativo y sustentable de los recursos a los
principios de una racionalidad econmica que reduce el valor del
patrimonio de recursos naturales y culturales a aquellos elementos
que pueden ser recodificados en trminos de capital natural y huma-
no, es decir, del valor de la fuerza de trabajo y de las materias primas
que fijan los mecanismos del mercado. El verdadero reto es desarro-
llar nuevas formas de articulacin de una economa global sustenta-
ble con economas locales, mejorando el potencial ambiental de ca-
da localidad y preservando la base de recursos naturales y la diversi-
dad biolgica de los ecosistemas. Los principios de la productividad
ecotecnolgica y de la agroecologa plantean la posibilidad de cons-
truir una economa ms equilibrada, justa y productiva, fundada en
la diversidad biolgica de la naturaleza y la riqueza cultural de los
pueblos.
El nuevo orden econmico aspira a dar bases de sustentabilidad a
la racionalidad del mercado. Sin embargo, la sustentabilidad global
depende de los procesos ecolgicos, cuya conservacin y potencia-
cin se establece en los procesos productivos primarios en las eco-
nomas de subsistencia que no han estado regidas tradicionalmente
por los principios de acumulacin y produccin para el mercado,
que afectan directamente la fertilidad de los suelos, la productividad
de los bosques y la preservacin de la biodiversidad. En este sentido,
una economa sustentable debe fundarse en los principios y saberes
de la agroecologa y en el manejo forestal comunitario sustentable,
de los que dependen las condiciones de vida de la mayora de la po-
blacin del tercer mundo.
Los mtodos de la agroecologa han mostrado el potencial de sus
estrategias para desarrollar una agricultura sustentable y altamente
productiva, basada en la capacidad de fotosntesis de los recursos ve-
getales, el manejo de los procesos ecolgicos, los cultivos mltiples y
su asociacin con especies silvestres, el metabolismo entre proce-
sos de produccin primaria y de transformacin tecnolgica, y el re-
ciclaje ecolgico de residuos industriales. Los potenciales ecolgicos
que dan soporte a las estrategias agroecolgicas de las comunidades
rurales han generado vastas y variadas experiencias que empiezan a
ser sistematizadas ofreciendo principios, mtodos y tcnicas capaces
de ser generalizados y aplicados a diferentes contextos geogrficos y
culturales (AGRUCO/PRATEC, 1990; Altieri, 1987; Altieri y Nicholls,
2000; ANGOC, 1991; CLADES, 1991; Gliessman, 1989; Rist y San Martn,
1991; Krishnamurthy y vila, 1999; Krishnamurthy y Uribe, 2002; Se-
villa y Gonzlez de Molina, 1992). La importancia de desarrollar y
aplicar los mtodos de la agroecologa al manejo productivo y sus-
tentable de los recursos forestales y agrcolas radica en la oferta po-
tencial de recursos que puede generar para mejorar las condiciones
de subsistencia de los millones de campesinos e indgenas que se en-
cuentran en estado de desnutricin y pobreza extrema, debido en
gran parte a la implantacin de modelos productivos que no han
considerado las condiciones ecolgicas, sociales y culturales propias
de estas comunidades rurales. En este sentido, los principios de la
agroecologa ofrecen la posibilidad de impulsar prcticas producti-
vas sobre bases ecolgicas y democrticas.
La complejidad y fragilidad de los ecosistemas tropicales que defi-
nen la vocacin de los suelos, as como la heterogeneidad cultural de
la organizacin social de los pases tropicales, obligan a plantearse
nuevas estrategias para el manejo de los recursos forestales, ms que
a competir en el marco de una produccin homognea, fijada por las
condiciones del mercado mundial. La oferta natural de recursos pro-
cedente de la diversidad biolgica de los ecosistemas tropicales, ofre-
ce condiciones ventajosas para aplicar los principios de la agroforeste-
ra en proyectos de autogestin productiva y de manejo mltiple e in-
tegrado de los recursos agrcolas, forestales y ganaderos, as como en
la transformacin agroindustrial in situ de sus recursos, fomentando
la integracin regional de agroindustrias y mercados. Esta estrategia
resulta ms adecuada a las condiciones ecolgicas y sociales de la pro-
duccin sustentable en el trpico que la homogeneizacin forzada de
los recursos, orientada hacia las oportunidades coyunturales del mer-
cado mundial. Ello implica la necesidad de desarrollar tecnologas efi-
cientes y adecuadas para ser administradas por las propias comunida-
des para transformar los recursos naturales a escalas que correspon-
dan con los ritmos de oferta ecolgicamente sustentable, y que permi-
tan el aprovechamiento de especies de uso no convencional.
Los principios de la agroecologa y de la agroforestera para el ma-
nejo integrado de recursos plantean la posibilidad de construir una
economa ms equilibrada, justa y productiva, fundada en la diversi-
dad biolgica de la naturaleza y la riqueza cultural de los pueblos de
ENRIQUE LEFF 444
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 445
Amrica Latina y del tercer mundo. Se abren aqu diversas posibili-
dades, que van desde el manejo de reservas extractivas y del bosque
natural hasta el desarrollo de prcticas agroecolgicas para el apro-
vechamiento mltiple de la selva tropical, la regeneracin selectiva
de sus recursos naturales y el manejo de cultivos diversificados. Inves-
tigaciones actuales muestran el potencial de desarrollo para el auto-
consumo y para el mercado mundial que ofrece el manejo producti-
vo de los diversos y exuberantes recursos de la selva tropical, pasan-
do de la agricultura itinerante tradicional a establecer parcelas fijas
altamente productivas basadas en el uso mltiple e integrado de sus
recursos (Boege, 1992).
Sin embargo, para generar ese nuevo potencial es necesario legi-
timar los derechos de las comunidades y fortalecerlas polticamente,
dotndolas al mismo tiempo de una mayor capacidad tcnica, cient-
fica, administrativa y financiera, para la autogestin de sus recursos
productivos. Desde fines de los aos setenta una vertiente del movi-
miento ambiental en varios pases del tercer mundo se ha venido
arraigando en las comunidades rurales, incorporando a sus deman-
das tradicionales por la tierra la defensa de los bosques y la autoges-
tin de sus recursos naturales. Ello se refleja en la organizacin de los
productores forestales, que luchan por transformar el rgimen de ex-
plotacin de los recursos de las empresas concesionarias, y contar
con un nuevo modelo de apropiacin de su patrimonio de recursos,
de autogestin de la produccin y comercializacin, adquiriendo al
mismo tiempo el control de los servicios tcnicos forestales y gene-
rando un proceso de innovaciones tcnicas a partir de las prcticas
tradicionales de uso de los recursos. Las propuestas para el aprove-
chamiento sustentable de los bosques y los recursos naturales estn
arraigndose en nuevas formas de organizacin de las comunidades
para la defensa y el control colectivo de sus recursos, as como para
el desarrollo de estrategias productivas alternativas (Aguilar, Guti-
rrez y Madrid, 1991).
18
Estn surgiendo as nuevas prcticas produc-
tivas dentro de un desarrollo alternativo fundado en el potencial pro-
18
En este sentido, la Declaracin del Foro Nacional sobre el Sector Social Fores-
tal, celebrado en Ptzcuaro, Michoacn, del 5 al 7 de abril de 1992, reafirma el valor
de las experiencias recientes de autogestin de los recursos forestales, las cuales han
mostrado el papel insustituible de las empresas campesinas en el arraigo de 17 millo-
nes de mexicanos, en la generacin de empleos y productos para el autoconsumo y la
exportacin, y para la conservacin de la cubierta vegetal y la diversidad biolgica (El
Cotidiano, 1992: 49-52).
ductivo de los ecosistemas del trpico, as como en la diversidad cul-
tural y en las capacidades organizativas de las comunidades rurales.
La posibilidad de convertir los recursos agrcolas y forestales en
base del desarrollo y el bienestar de las comunidades rurales apare-
ce tambin como medio para la proteccin efectiva de la naturaleza,
de la biodiversidad y del equilibrio ecolgico del planeta. La conso-
lidacin de estos procesos depender del fortalecimiento de la capa-
cidad organizativa de las propias comunidades para desarrollar alter-
nativas productivas que les permitan mejorar sus condiciones de vi-
da y aprovechar sus recursos de manera sustentable. De esta forma,
los pobladores de los bosques, las selvas tropicales y las reas rurales
del tercer mundo podrn aliviar su pobreza y conservar su patrimo-
nio de recursos como un potencial econmico para satisfacer sus ne-
cesidades actuales y las de las generaciones venideras.
La construccin de este potencial alternativo de desarrollo depen-
der de la produccin de tecnologas apropiadas para el manejo pro-
ductivo de la biodiversidad de los ecosistemas y para el aprovecha-
miento mltiple de sus recursos, revirtiendo las tendencias a transfor-
marlos en plantaciones y cultivos especializados de alto rendimiento
en el corto plazo. Se abren as perspectivas promisorias para un desa-
rrollo agroforestal, generando medios de produccin mejorados asi-
milables a las prcticas productivas de las comunidades rurales. Sin
embargo, el control de las empresas de biotecnologa sobre las cada
vez ms sofisticadas tcnicas de ingeniera gentica, pone en desven-
taja a las poblaciones indgenas y campesinas frente a los consorcios
internacionales, que cuentan con los medios cientficos y econmi-
cos para apropiarse del material gentico de los recursos que han si-
do y son patrimonio histrico de los pobladores de las regiones tro-
picales. Ello plantea la necesidad de desarrollar estrategias que no s-
lo permitan a las comunidades rurales legitimar sus derechos sobre
su patrimonio de recursos y la propiedad de la tierra, sino asegurar
tambin la transferencia y apropiacin de nuevos recursos tecnolgi-
cos para mejorar sus condiciones de autogestin productiva.
Las perspectivas para el uso sustentable de los recursos se encuen-
tran atravesadas por poderes desiguales que defienden proyectos al-
ternativos de desarrollo. As, los pases del Norte han manifestado su
inters en preservar la biodiversidad del planeta y en explotar los re-
cursos forestales de los pases subdesarrollados amparndose en los
derechos de propiedad intelectual y las patentes sobre mejoras gen-
ticas de los recursos vegetales. Por su parte, los pases del Sur se re-
ENRIQUE LEFF 446
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 447
sisten a ceder el control sobre sus recursos a los mecanismos del mer-
cado mundial y a las cada vez ms sofisticadas estrategias de domina-
cin que estn desarrollando los pases del Norte sobre la base del
control del conocimiento cientfico, la propiedad de las innovacio-
nes biotecnolgicas y su poder financiero.
Ante esta disyuntiva, los principios de racionalidad ambiental y
productividad ecotecnolgica se vinculan con la necesidad de refor-
zar el poder y las capacidades de las propias comunidades para em-
prender un desarrollo endgeno, fundado en el aprovechamiento
de las tierras, los bosques y las selvas tropicales, bajo los principios de
la autogestin comunitaria y el uso ecolgicamente sustentable de
los recursos naturales. Esta estrategia ha dejado de ser tan slo una
propuesta de acadmicos, intelectuales y grupos ambientalistas, para
plantearse como una demanda de las comunidades rurales. Han sur-
gido as numerosas experiencias y todo un movimiento para la pues-
ta en prctica de los principios del ecodesarrollo y de la agroecolo-
ga por los propios productores del campo y los bosques, quienes lu-
chan por reapropiarse del control colectivo de sus recursos natura-
les y culturales y de la reorganizacin de sus prcticas productivas.
Los mtodos de la agroecologa en la produccin agrcola y fores-
tal se nutren del conocimiento milenario acumulado por las comu-
nidades indgenas y rurales del mundo entero, y en particular de las
regiones tropicales del planeta; al mismo tiempo conducen hacia
una verificacin cientfica de los fundamentos de las prcticas cul-
turales de manejo sustentable de los recursos. De esta manera, las
propias comunidades rurales han incorporado en sus reclamos de
autogestin un principio de prevencin contra la cientifizacin del
saber agroecolgico inscrito en los sistemas de conocimientos tradi-
cionales y arraigado en la racionalidad cultural y en la identidad t-
nica de las propias comunidades, que pudiera imponerse desde la le-
gitimidad de las instituciones acadmicas a las prcticas de los pro-
ductores rurales.
19
19
En este sentido Lory Ann Thrupp (1993) seala que: Algunos investigadores
examinan el conocimiento tradicional con mtodos empricos formales, tales como
experimentos controlados de laboratorio. Estas investigaciones y anlisis sin duda son
de valor para verificar la funcin y efectividad de las prcticas de las poblaciones loca-
les. Sin embargo [...] esta forma de sistematizacin puede ser inapropiada para apre-
ciar el verdadero significado de esos sistemas de conocimiento, al ser abstrados del
contexto histrico y cultural de las prcticas locales, de sus complejos matices y de su
dimensin filosfica y espiritual.
En la puesta en prctica de estas estrategias de gestin participati-
va se avanza en la realizacin de un desarrollo alternativo, en el que
se va forjando una nueva conciencia social y un conocimiento colec-
tivo sobre el potencial que encierra el manejo ecolgico de los recur-
sos naturales y la energa social que surge de los procesos sociales de
autogestin productiva. stos van rompiendo un largo proceso de
explotacin de los recursos y de las comunidades rurales como fuen-
te de acumulacin de capital, centralizacin poltica y concentracin
urbana, en los que las economas de escala y de aglomeracin ya se
han revertido, rebasando umbrales crticos de equilibrio ecolgico y
tolerancia social que se reflejan en el incremento de la pobreza cr-
tica y la degradacin ambiental.
Desde esta constatacin est surgiendo una demanda de las co-
munidades por el reconocimiento de sus derechos de uso, usufructo
y manejo de sus recursos forestales. Emerge as una nueva concien-
cia y un nuevo espritu de organizacin colectiva, que movilizan un
desarrollo alternativo al modelo homogeneizador del proyecto neo-
liberal, ajeno a la diversidad cultural y al potencial productivo de los
ecosistemas del trpico. Este movimiento ha llevado a incrementar
el nmero de organizaciones rurales y campesinas, as como de pro-
yectos de investigacin, desarrollo y extensin, orientados por los
principios de la agroecologa y la agroforestera comunitaria, gene-
rando una colaboracin en forma de redes para el intercambio de
experiencias y conocimientos, as como para fortalecer el consenso
social a favor de los nuevos proyectos productivos en el agro, buscan-
do incidir en las polticas de produccin rural y generar estilos de de-
sarrollo sustentables.
De esta manera, un movimiento social cada vez ms amplio avan-
za en la construccin de una racionalidad productiva alternativa,
fundada en condiciones ecolgicamente sustentables de produc-
cin, as como en criterios de equidad social y de diversidad cultural
capaces de revertir los procesos de degradacin ambiental y de gene-
rar beneficios directos para las comunidades responsables de la au-
togestin de sus recursos ambientales. Son los pobladores que habi-
tan los bosques, las selvas tropicales y las reas rurales donde se asien-
ta y significa su cultura, donde se forjan sus solidaridades colectivas
y se configuran sus proyectos de vida, quienes pueden asumir el com-
promiso de mantener la base de recursos como legado de un patri-
monio histrico y cultural, y como fuente de un potencial econmi-
co para las generaciones venideras.
ENRIQUE LEFF 448
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 449
MOVIMIENTOS DE REAPROPIACIN DEL MUNDO Y DE REEXISTENCIA
Los nuevos movimientos sociales no slo avanzan en una defensa de
derechos tradicionales, en oposicin a un rgimen de exclusin y
marginacin, en una lucha por la supervivencia. Estos movimientos
de reapropiacin son al mismo tiempo movimientos de resistencia y
de reexistencia.
20
Lo que reclaman estos movimientos no son slo
derechos a la naturaleza, sino un derecho del ser cultural. En este
sentido, a travs de luchas tradicionales por un territorio, estos mo-
vimientos avanzan en la apropiacin de un discurso y una poltica
(del desarrollo sostenible al desarrollo sustentable), y para ello rein-
ventan sus identidades en relacin con los otros y con la naturale-
za. No slo reviven en el panorama poltico como nuevos movimien-
tos que reivindican espacios en un mundo objetivado y economiza-
do. Reexisten. Vuelven a asumir su voluntad de poder ser como son;
no como han sido, sino como quieren ser. Despiertan sus sueos, re-
nacen sus utopas, para reinventar su existencia, para pasar del re-
sentimiento por la opresin al re-sentimiento de sus vidas.
Los seringueiros en la selva amaznica de Brasil han sido los acto-
res de un movimiento por la reafirmacin de sus identidades y de
una estrategia de manejo sustentable de la naturaleza con la cual
han convivido y coevolucionado por ms de un siglo, transformndo-
la a travs de prcticas en las cuales hoy se configura un nuevo pro-
yecto productivo, cultural y poltico. Los seringueiros no son la actua-
lizacin de una identidad originaria; se han formado en un proceso
social desde sus luchas sindicales como trabajadores en el negocio de
exportacin del ltex en el siglo XIX hasta la invencin de sus reser-
vas extractivistas en el estado de Acre, en Brasil. Son protagonistas de
una lucha por la reapropiacin de su naturaleza, por la afirmacin
de su cultura y por la construccin de un proyecto propio de susten-
tabilidad. La geografa que ha trazado el seringueiro es resultado de
un movimiento en el pensamiento que acompaa a una accin so-
cial que reconfigura identidades colectivas, reorganiza el espacio
ecolgico y construye nuevos territorios tericos, polticos y cultura-
les. Esta nueva geografa es producto de un movimiento social en el
que el hombre va significando su hbitat y asignando a sus prcticas
el nombre de su cultura: va geografiando la tierra al hacer el camino
20
La nocin de reexistencia ha sido formulada por Carlos Walter Porto Gonal-
ves (2002b y Leff et al., 2002).
de la seringa, en un proceso histrico en el que se hace seringueiro. La
cultura, a travs de sus saberes sobre el mundo, imprime su sello en
la tierra, en el bosque, en la selva; son saberes que describen y se ins-
criben en un territorio a travs de prcticas productivas y luchas so-
ciales; son prcticas mediante las cuales se apropian de su naturale-
za dndole nombre propio. Son procesos de reterritorializacin en
el sentido que Guattari le da al trmino en los que el hombre se
arraiga en un territorio e irriga su destino: habitus que construye un
hbitat, ser cultural que se conforma y da forma al medio.
Los seringueiros estn construyendo un nuevo territorio epistemo-
lgico donde se estn reconstituyendo las relaciones sociedad-natu-
raleza. No se trata tan slo de una nueva topologa social, sino de un
proceso de resignificacin y transgresin de los territorios del cono-
cimiento para repensar el tiempo y el espacio; es una nueva escritu-
ra en la piel de la tierra que funda un nuevo lugar para nombrar al
ser. Estos territorios se configuran en la confrontacin de intereses
entre el mercado mundial y la cultura local; en este campo de lucha
por la reapropiacin de un lugar donde habitar, los seringueiros han
dejado las marcas de su cultura en la tierra y su huella en la historia,
construyendo su modo de vida en un territorio conformado por la
cultura; de una cultura que coevoluciona con la naturaleza, definien-
do una identidad en confrontacin con los de afuera. El territorio se-
ringueiro es el espacio construido en la disputa por un recurso al cual
la cultura imprime el nombre de una naturaleza en la que se recono-
ce. Los seringueiros llamaron seringueira a ese rbol-madre, cuya leche
es la seringa, alimento de un pueblo del que toma su nombre propio.
El hombre nombra al rbol; el rbol se hace cuerpo. El territorio se-
ringueiro es la tierra extasiada por el calor del sol y por la caricia de
la mano del hombre: erotizacin de su mundo de vida, construccin
social de un espacio habitado. Sol y carne es la seringa, producto de
la fotosntesis y de la cultura; cultura que conserva y cultiva al rbol
como sustento de la vida, extrayendo su savia lechosa, hacindose
cultura seringueira. La seringa nace del encuentro de la tierra cristali-
zada con la vida; del cortejo de la vida con la roca endurecida. Es la
caricia cloroflica del sol en la corteza del rbol; es el amor cortesa-
no del rbol con la tierra y con el hombre. El hombre ador al rbol;
el rbol ech races en la tierra y absorbi del oasis subterrneo la sa-
via de su cultura. El territorio de esta geografa es la vida hecha cuer-
po y smbolo, saberes y sabores, prcticas y costumbres. La cultura da
nombre, significado y sentido a la naturaleza; escribe un territorio,
ENRIQUE LEFF 450
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 451
imprime sus marcas en la tierra. Es la tierra labrada, el rbol labra-
do, de la alborada al sol poniente, sol radiante que va engrosando
sus troncos y extendiendo sus ramas para abrazar al hombre. De la
seringueira acariciada y seducida por el hombre fluye la vida de una
cultura. El seringueiro enlaza a la naturaleza y a la cultura para enju-
gar la leche de la seringa, sentido y sustento de un pueblo. Tierra ero-
tizada por la mano del hombre, fertilizada con tcnicas, con smbo-
los y signos. El seringueiro se va forjando en esa referencia inagotable
con su medio, con ese mundo externo y extrao que es la naturale-
za. Naturaleza desnaturalizada. Naturaleza cultivada, culturizada.
Desde esta poltica cultural por la identidad, el clamor por la equi-
dad y la sustentabilidad es una lucha por la diversidad, por el dere-
cho de ser diferente. Es el derecho a la singularidad y a la autonoma
frente al forzamiento de la universalidad impuesta por la globaliza-
cin dominadora. Esta poltica del ser y el devenir est emergiendo
en la reconstitucin de las identidades y la innovacin de proyectos
culturales en el trnsito a una sustentabilidad fundada en la diversi-
dad, la equidad y la justicia. Una nueva racionalidad ambiental se es-
t forjando en los movimientos emergentes de los pueblos indge-
nas, como en el Proceso de las Comunidades Negras del Pacfico sur
colombiano, las cuales han afirmando nuevos principios y derechos
de organizacin poltica desde la naturaleza y la cultura. De esta ma-
nera estn reclamando:
1. La reafirmacin del ser (de ser negros) [...] desde el punto de vista de
nuestra lgica cultural, de nuestra manera particular de ver el mundo, de
nuestra visin de la vida en todas sus expresiones sociales, econmicas y po-
lticas [...] 2. Derecho al territorio (un espacio para ser) [...] y para vivir de
acuerdo con lo que pensamos y queremos como forma de vida [...] del h-
bitat donde el hombre negro desarrolla su ser en armona con la naturale-
za. 3. Autonoma (derechos al ejercicio del ser) [...] en relacin a la socie-
dad dominante y frente a otros grupos tnicos y partidos polticos, partien-
do de nuestra lgica cultural, de lo que somos como pueblo negro [...] 4.
Construccin de una perspectiva propia de futuro [...] partiendo de nuestra
visin cultural, de nuestras formas tradicionales de produccin [...] y de or-
ganizacin social [...] 5. Somos parte de la lucha que desarrolla el pueblo ne-
gro en el mundo por la conquista de sus derechos. Desde sus particularida-
des tnicas, el movimiento social de comunidades negras aportar a la lucha
conjunta [...] por la construccin de un proyecto de vida alternativo (Esco-
bar, Grueso y Rosero, 1998, cit. en Escobar, 1999: 180-181).
Hernn Corts, lder tambin del movimiento del PCN, expresa
desde su propio ser y con palabra propia el pensamiento y el imagi-
nario que insuflan la reinvencin de su identidad, donde se entrete-
je la identidad en el tiempo en el que nacen y la confrontacin de
los tiempos en los que se debate su existencia y se abre su futuro po-
sible. Su palabra se entreteje en las corrientes de la interculturalidad,
el mestizaje y la hibridacin del ser cultural y la biodiversidad:
La relacin entre pueblos afrodescendientes y la naturaleza est determina-
da por unos mandatos ancestrales, que recogen unos criterios conservados de
nuestros ancestros africanos, otros apropiados de las culturas indgenas y cri-
terios que fueron definidos en el proceso de reconstruccin social y cultural
en los territorios donde se haba conquistado la libertad [...] Los muertos
nunca se van, se quedan en los rboles, en los arroyos, en los ros, en el fue-
go, en la lluvia, en la orilla [...] El mandato ancestral: todos somos una gran fa-
milia, nos designa un profundo respeto hacia los dems seres de la naturale-
za, que como seres vivientes, los rboles, la tierra, los animales, el agua [...]
tienen derechos. Las dinmicas de doblamiento, movilidad, ocupacin territo-
rial y las prcticas de uso y manejo de la biodiversidad pasan por la concep-
cin de que la triloga territorio, cultura, biodiversidad, es un todo ntegro, in-
divisible; el territorio se define como un espacio para ser y la biodiversidad
como lo que permite permanecer [...] los pueblos afrodescendientes asu-
men la naturaleza como un sistema biocultural, donde la organizacin social,
las prcticas productivas, la religiosidad, la espiritualidad y la palabra []
determinan un bien vivir (Corts, 2002: 218-218).
Estas identidades hbridas no slo se construyen en oposicin a
otras identidades, no son slo estrategias de resistencia, no son me-
ras identidades polticas fragmentadas (Hobsbawm, 1996); son la re-
novacin del ser que se constituye con un nosotros, con unos comu-
nes: tierras, ideologas, aspiraciones. Las luchas de emancipacin
son luchas de reexistencia del Ser y de reapropiacin de la naturale-
za. No son slo reclamos por una mejor distribucin ecolgica y eco-
nmica, sino disputas de sentidos existenciales que se forjan en la re-
lacin de la cultura con la naturaleza. Ello implica que los pueblos
tomen la palabra. La descolonizacin implica hablar diferente; es un
derecho a la diferencia y a las identidades comunes que pasa por es-
trategias discursivas donde la poesa poltica puede enfrentar la ver-
dad de la ciencia positivista; donde la justicia ambiental descoloniza
el derecho positivo y a todos los dispositivos de poder en el saber que
ENRIQUE LEFF 452
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 453
se han legitimado e institucionalizado para someter e integrar al otro
al orden dominante.
La resignificacin del mundo y la reidentificacin cultural atravie-
san un campo de fuerzas polticas y se inscriben en estrategias discur-
sivas donde se encuentran la lgica colonizadora del mercado global
y la irrupcin de fuentes locales de los nuevos sentidos, de la recons-
truccin de identidades guiadas por estrategias para la afirmacin de
un lenguaje propio. Estos procesos emancipatorios no surgen por la
explosin de una tica de la liberacin que hubiera quedado repri-
mida; no es la expresin de una conciencia adormecida; no es la alo-
cucin de las lenguas de los pueblos ante un rgimen de tolerancia
en los avances de una cultura democrtica global, respetuosa de las
diferencias. La palabra nueva no surge de la nada, no nace fuera de
las lenguas donde se expresa, de los intereses contra los que se ma-
nifiesta, de las sintaxis y cdigos que organizan sus significados. Pe-
ro como la poesa, nace una palabra nueva que ilumina el mundo
con nuevos significados, con nuevas posibilidades. Es un lenguaje es-
tratgico en el que el derecho a la diferencia se expresa cambiando
las metforas del mundo, desarmando al enemigo con la palabra que
alumbra y deslumbra. sa ha sido la apuesta de Marcos, quien ha he-
cho de la poltica un campo de batalla para la retrica potica y el
cuento metafrico, renunciando a la mismidad y al t por t para en-
trar en una poltica de la otredad y de la diferencia. La negociacin
poltica en la cultura de la diferencia se da en un juego de traduccio-
nes entre significaciones e intereses inconmensurables. El conflicto
no se dirime en un consenso, sino en un acuerdo de convivencia de
la diferencia, que incluye los disensos y los desentendimientos entre
formas diferenciadas de comprensin y una tica de respeto a la
otredad.
En ese encuentro de saberes, disputa de intereses, los discursos
por la sustentabilidad se encuentran y enlazan de formas contradic-
torias. As, los pueblos indgenas se inscriben en la retrica del desa-
rrollo sostenible para extraer de all nuevos sentidos. El dilogo de
saberes genera alianzas entre acadmicos y activistas donde se cons-
truye en comn un discurso poltico de las comunidades. Un bello
ejemplo de estas hibridaciones es la construccin en comn del dis-
curso poltico del Proceso de las Comunidades Negras del Pacfico
colombiano. La investigacin participativa y la accin comprometida
de intelectuales y acadmicos generan en el dilogo constante con
los activistas del movimiento una transmisin de categoras, lengua-
jes que los activistas internalizan para comprender y explicar sus cir-
cunstancias. Este movimiento de emancipacin tnico-cultural tras-
ciende las concepciones meramente raciales de la identidad. Si-
guiendo a Stuart Hall (1990), el PCN comprende que
La identidad es algo que se negocia en trminos culturales, econmicos y
polticos [...] por un lado, la identidad se concibe como enraizada en una
serie de prcticas culturales compartidas, como una especie de ser colectivo
[...] por el otro, la identidad tambin se ve en trminos de las diferencias
creadas por la historia; esta visin enfatiza tanto el ser como el llegar a ser,
implica posicionamientos ms que esencias, discontinuidades al mismo
tiempo que continuidades. Diferencia y semejanza, de esta forma constitu-
yen para Hall la naturaleza doble de la identidad de los grupos de la dispo-
ra africana [...] en el contexto del Nuevo Mundo, lo africano y lo europeo
se creolizan sin cesar, y las identidades culturales son marcadas entonces
por diferencia e hibridacin (Grueso, Rosero y Escobar, 1998, cit. en Esco-
bar 1999: 188-189).
De esta manera las poblaciones indgenas y afrodescendientes es-
tn afirmando sus derechos culturales para recuperar el control sobre
su territorio como un espacio cultural, ecolgico y productivo.
21
Una
nueva racionalidad se est forjando en las identidades de los actores
emergentes de nuevos movimientos sociales, que se expresa como
una demanda poltica para la valorizacin del ambiente y la reapro-
piacin de la naturaleza. La poltica de la diversidad cultural y de la
diferencia est emergiendo junto con la construccin de un saber
ambiental, donde el tiempo-significante habita al ser.
22
Esta poltica
ENRIQUE LEFF 454
21
Pueblos indgenas y afrodescendientes no han luchado hasta ahora brazo con
brazo; en algunos casos, como en el Pacfico colombiano, las poblaciones indgenas
gozan de ciertas prerrogativas por el reconocimiento del estado anterior al ms re-
ciente de las poblaciones afrodescendientes. Slo en estos ltimos tiempos se ha he-
cho manifiesta la voluntad de juntar sus agendas, como sucedi en el Primer Foro So-
cial Amricas, el 30 de julio de 2004, cuando decidieron emprender una poltica que
integre sus luchas desde la interculturalidad. All manifestaron que la lucha tiene que
ser conjunta, porque ambos pueblos sufren discriminacin racial, irrespeto a su dere-
cho a la territorialidad y la biodiversidad, as como a su cultura, porque ambos, ind-
genas y afrodescendientes son afectados por problemas comunes: territorialidad, de-
sigualdad, exclusin social, racismo; pero tambin porque ambos pueblos mantienen
ejes comunes de lucha, como la reafirmacin de su identidad y la cultura de resisten-
cia, y porque hay una deuda histrica con los pueblos indgenas y con los afros.
22
Ver cap. 6, supra.
EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL 455
cultural se est fraguando en el crisol en el que diversos actores socia-
les estn reinventando sus sentidos y prcticas culturales, en la hibri-
dacin de procesos materiales y simblicos, en la actualizacin de se-
res hechos de tiempo, de vida y de historia. El despertar de tradicio-
nes y la supervivencia de significaciones culturales se entretejen en el
diseo de nuevas prcticas sociales y productivas en el encuentro de
lo tradicional y lo moderno. La resistencia cultural que est en la forja
de la racionalidad ambiental no es la manifestacin de una nueva ra-
zn totalitaria, sino la imbricacin de matrices de racionalidad que
se expresan en nuevas identidades que reconfiguran la relacin de lo
Real y lo Simblico, que resignifican y revalorizan la naturaleza.
Estos procesos de emancipacin, reapropiacin y reexistencia se
debaten en un campo de disputas por la construccin de territoriali-
dades, dominada por relaciones de poder instauradas por el proyec-
to de modernidad, guiado por la racionalidad del mercado y del esta-
do nacional. La crisis de este proceso es lo que ha movilizado a los
nuevos actores sociales que hoy en da estn tejiendo nuevas territo-
rialidades, fundadas en la actualizacin de los procesos histricos que
han ido transformando las relaciones de la cultura con la naturaleza;
construyendo otra territorialidad fundada en la produccin de senti-
dos y la construccin de nuevos derechos. De all emergen propues-
tas para construir una nueva racionalidad productiva, basada en el
poder neguentrpico de la fotosntesis. Se van definiendo as nuevas
estrategias para establecer unidades de conservacin y manejo de los
potenciales ecolgicos de diversos territorios, en procesos de reapro-
piacin cultural de la naturaleza. El movimiento de los seringueiros por
sus derechos ecolgicos y culturales, por la invencin de sus identida-
des y de sus reservas extractivistas, aparece, junto con los movimien-
tos de los pueblos indgenas, las poblaciones afrodescendientes y tan-
tos otros movimientos tnico-ambientalistas emergentes, como un
proceso que cambia el lugar asignado a los sujetos por las teoras y
por las formas de racionalidad dominantes, creando nuevos derechos
y construyendo nuevos territorios donde se asientan nuevas identida-
des. Es un campo donde se conforman subjetividades y sentidos que
transforman el medio donde se localizan formas de ser y de habitar;
donde se renuevan usos, costumbres y prcticas.
Hoy las luchas por la reapropiacin de la naturaleza son luchas por
el derecho a la diferencia cultural, por el derecho a vivir en y con la
naturaleza, a forjarse una identidad y a disearse un estilo de vida.
Es un movimiento por la construccin de un futuro sustentable, fun-
dado en los potenciales de la naturaleza y de la cultura; es actualiza-
cin de una historia vivida y proyeccin hacia un futuro posible. Es
la disyuncin de un mundo globalizado, homogeneizado, hacia un
mundo de diversidad y diferencia; la actualizacin de identidades en
el mundo de la complejidad ambiental en una bifurcacin de sende-
ros en el devenir histrico, trazados por los movimientos sociales por
la reapropiacin de la naturaleza y sus modos de vida. Las identida-
des que se afirman en estos procesos no estn predeterminadas; no
son simples actualizaciones en el tiempo; no son reconfiguraciones
de entes que se dan en la hibridacin de rdenes ontolgicos (natu-
ral, tecnolgico, simblico); stas se van tejiendo a travs de luchas
sociales en las que se disputan territorialidades, es decir, espacios
donde se ponen en juego formas del ser y de habitar el mundo. El
ambiente se convierte en el lugar donde se forman las subjetividades
y los actores sociales que estn transformando las relaciones socioes-
paciales de la cultura con la naturaleza.
El movimiento social ambientalista convierte as el pensamiento
en poltica; incorpora las narrativas posmodernas a una poltica de la
diferencia; arraiga la reflexin sobre el ser en nuevas identidades;
desanda los caminos de la racionalizacin, desdice la palabra maldi-
ta y desdichada, recupera la palabra bendecida para ofrecerla a los
condenados de la tierra (Fanon, 1968). Las identidades del seringuei-
ro, del afrocolombiano o del indgena zapatista desconstruyen los so-
portes tericos, jurdicos, econmicos y polticos que sostienen la te-
rritorialidad con la que se debaten y confrontan los hombres y mu-
jeres de los campos, los bosques y las selvas, para construir su singu-
lar forma de ser: su autonoma. La ecologa poltica de estos movi-
mientos est fertilizando territorios donde se plantan las identidades
de los pueblos mesoamericanos, amaznicos, andinos, guaranes; de
las poblaciones negras y los campesinos sin tierra; de los indgenas
que pueblan los desiertos del norte mexicano hasta los mapuches
del sur patagnico; en fin, de todas las etnias de este continente y del
mundo entero que hoy en da despliegan sus luchas por la reapro-
piacin de su naturaleza y la reexistencia de su cultura.
ENRIQUE LEFF 456
BIBLIOGRAFA
Adams, R. N. (1975), Energy and structure: A theory of social power, Austin,Texas
University Press.
Agarwal, A. y S. Narain (1991), Global warming in an unequal world: A case of en-
vironmental colonialism, Nueva Delhi, Center for Science and Environment.
AGRUCO/PRATEC (1990), Agroecologa y saber andino, Lima, Proyecto de Agrobio-
loga de la Universidad de Cochabamba/Proyecto Andino de Tecnologas
Campesinas.
Aguilar, J., P. Gutirrez y S. Madrid (eds.) (1991), La empresa social forestal,
Tercer Taller de Anlisis de Experiencias Forestales, 4-5 de octubre, M-
xico, ERA/SAED/GEA/ICIDAC/CEA/ CAMPO.
Alcorn, J. (1993), Los procesos como recursos: La ideologa agrcola tradi-
cional del manejo de los recursos entre los boras y huastecos y sus impli-
caciones para la investigacin, en E. Leff y J. Carabias (eds.), 1993, Cul-
tura y manejo sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel n-
gel Porra, vol. 2, pp. 329-365.
Allegretti, M. H. (1987), Reservas extrativistas: Uma proposta de desenvol-
vimiento da floresta amaznica, Curitiba, mimeografiado.
Althusser, L. (1969), Pour Marx, Londres, Allen Lane.
(1970a), Idologie et appareils ideologiques dtat, Pars, La Pense, 151.
(1970b), Lenin y la filosofa, Mxico, Era.
Altieri, M. (1987), Agroecology: The scientific basis of alternative agriculture, Boul-
der, Westview.
(1993), Agroecologa, conocimiento tradicional y desarrollo rural sus-
tentable, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los
recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra, 1993, vol. 2, pp.
671-680.
Altvater, E. (1993), The future of the market, Londres y Nueva York, Verso.
Amin, S. (1973), Le developpement inegale, Pars, Minuit.
(1974), La acumulacin a escala mundial, Mxico, Siglo XXI.
ANGOC (1991), Southeast Asia regional consultation on peoples participation in en-
vironmentally sustainable development. Manila.
Auster, P. (1988), The invention of solitude, The book of memory, Nueva York,
Penguin.
(1990), The New York trilogy, Nueva York, Penguin.
(1996), Desapariciones, prlogo de Jordi Doce, Valencia, Pre-textos.
Bachelard, G. (1984), La formacin del espritu cientfico, Mxico, Siglo XXI.
Lengagement rationaliste (1972), Pars, Presses Universitaires de France.
Barnett, H. J. y C. Morse (1963), Scarcity and growth: The economics of natural
resources scarcity, Baltimore, Johns Hopkins University Press.
[457]
BIBLIOGRAFA 458
Bastide, R. (2001), O candombl da Bahia, So Paulo, Companha das Letras.
Bataille, G. (1957/1997), El erotismo, Mxico, Tusquets.
La part maudite (1967), Pars, Minuit.
Lo imposible (1996), Mxico, Coyoacn.
La oscuridad no miente, (2001), Mxico, Taurus.
Baudrillard, J. (1974), Crtica de la economa poltica del signo, Mxico, Siglo
XXI.
(1976), Lchange symbolique et la mort, Pars, Gallimard.
(1980), Espejo de produccin: O la ilusin crtica del materialismo histrico,
Barcelona, GEDISA.
Les strategies fatales (1983), Pars, Grasset.
De la sduction (1979), Pars, Galile.
The transparency of evil (1993), Londres, Verso.
Bauman, Z. (2001), En busca de la poltica, Mxico, Fondo de Cultura Econ-
mica.
Bellmann, C. , Dutfield, G. y Melndez-Ortiz, R. (eds.) (2003), Trading in
knowledge. Development perspectives on trips, trade and sustainability, Reino
Unido y Estados Unidos, Earthscan/ICTSD.
Belln, M. (1993), Conocimiento tradicional, cambio tecnolgico y manejo
de recursos: Saberes y prcticas productivas de los campesinos en el culti-
vo de variedades de maz en un ejido del estado de Chiapas, Mxico, en
E. Leff, y J. Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los recursos natu-
rales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra, 1993, vol. 2, pp. 297-327.
Berman, M. (1993), Todo lo slido se desvanece en el aire. La experiencia de la mo-
dernidad, Mxico, Siglo XXI.
Bertalanffy L. von (1976), Teora general de los sistemas, Mxico, Fondo de Cul-
tura Econmica.
Bertrand, G. (1982), Construire la geographie physique, Hrodote, 26: 90-
118.
Boege, E. (1988), Los mazatecos ante la nacin, Mxico, Siglo XXI.
(1992), Selva extractiva y manejo del bosque natural: Las selvas del su-
reste de Mxico, El Cotidiano, (48): 28-34.
Boff, L. (1996), Ecologa: Grito de la tierra. Grito de los pobres, Madrid, Trotta.
Bhme, G. et al. (1976) Finalization in science, Social Science Information, 15:
307-330.
Bookchin, M. (1971), Post-scarcity anarchism, Montreal y Nueva York, Black
Rose, 1990, 2a. ed.
(1989), Remaking society: Pathways to a green future, Boston, South End.
(1990), The philosophy of social ecology. Essays on dialectical naturalism,
Montreal, Black Rose.
Borrero, J. M. (2002), La imaginacin abolicionista. Ensayos de ecologa poltica,
Cali, PNUMA/CELA/Hivos.
Bray, D. (1992), La lucha por el bosque: Conservacin y desarrollo en la Sie-
rra Jurez, El Cotidiano (48): 21-27.
Broch, H. (1945), The death of Virgil, Nueva York, Vintage.
BIBLIOGRAFA 459
Calva, J. L. (1990), Crisis alimentaria, Mxico, Demos, (3): 27.
Canguilhem, G. (1971), La connaissance de la vie, Pars, J. Vrin.
(1977), Idologie et rationalit dans lhistoire des sciences de la vie, Pars, J. Vrin.
Carabias, J., E. Provencio y C. Toledo (1994), Manejo de recursos naturales y po-
breza rural, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
Carrizosa J. (1985), Racionalidad econmica vs. racionalidad ecolgica, XV
Congreso Interamericano de Planificacin, Bogot, 25-29 de noviembre.
Carvalho, I. (2001), La inveno ecolgica. Narrativas e trajetrias da educao am-
biental no Brasil, Porto Alegre, Universidade Federal de Ro Grande do Sul.
Castro, R. (1999), Los servicios ambientales de los bosques: El caso del cambio cli-
mtico, Mxico, PNUD.
CEPAL/PNUMA (1984), Incorporacin de la dimensin ambiental en la plani-
ficacin, Revista Interamericana de Planificacin, vol. XVIII, nm. 69, Mxico.
CEPAL (1991), Inventarios y cuentas del patrimonio natural en Amrica Latina, San-
tiago de Chile.
Chayanov, A. V. (1974), La organizacin de la unidad econmica campesina, Bue-
nos Aires, Nueva Visin.
CLADES (1991), Agroecologa y desarrollo, nm. 1, marzo de 1991, Santiago,
Chile.
CNDH (1999), El derecho a la identidad cultural, Gaceta, Comisin Nacio-
nal de Derechos Humanos, (Mxico), nm.103.
Colunga, P. y D. Zizumbo (1993), Evolucin bajo agricultura tradicional y
desarrollo sustentable, en en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura y mane-
jo sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra,
vol. 1, pp. 123-163.
Contreras, E., M. E. Jarqun y G. Torres (eds.) (1992), Pobreza, marginalidad
e informalidad (Una bibliografa mexicana 1960-1990), Mxico, CIIH-UNAM.
Corts, H. (2001), El sistema biocultural y la tica del bien vivir de los pue-
blos afrodescendientes del Pacfico colombiano, en E. Leff (ed.) tica,
valor, sustentabilidad, Mxico, Red de Formacin Ambiental para Amrica
latina y el Caribe, PNUMA, (2002), op. cit.
Costanza, R. et al. (1991), Ecological economics: The science and management of
sustainability, Nueva York, Columbia University Press.
Daly, H. E. (1991), Steady-state economics, Washington, D. C., Island.
Daly, H. E. y K. N. (1993), Townsend, Valuing the Earth. Economics, ecology, et-
hics, Cambridge, Mass., The MIT Press.
Deleuze, G. (2000), Nietzsche, Madrid, Arena.
Deleuze, G. y F. Guattari, (1985), El anti-Edipo, Barcelona, Paids.
(1987), A thousand plateaus, Mineapolis, University of Minnesota Press.
Denevan, W. M. (1980), Tipologa de configuraciones agrcolas prehispni-
cas, Amrica Indgena, nm. 40, pp. 610-652.
De Oliveira Cunha, L. H. y M. D. Rougeulle (1993), Usos del espacio y de
los recursos naturales en el litoral de Guaraqueaba, Brasil, en E. Leff y
J. Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales, M-
xico, UNAM/Miguel ngel Porra, vol. 2, pp. 489-549.
BIBLIOGRAFA 460
De Oliveira Cunha, L. H. (1996), Cultura y naturaleza: Saberes y prcticas
en las aguas, Formacin Ambiental, nm. 15, PNUMA.
Derrida, J. (1967), De la grammatologie [ed. en esp. De la gramatologa, Mxico,
Siglo XXI, 1971].
(1989), Mrgenes de la filosofa, Ctedra, Madrid.
(1996), The gift of death, Chicago, The University of Chicago Press.
(1998), Adis a Emmanuel Lvinas. Palabra de acogida, Madrid, Trotta.
Descola, P. y G. Plsson (eds.) (1996), Nature and society. Anthropological pers-
pectives, Londres y Nueva York, Routledge.
Devall, B. y G. Sessions (1985), Deep ecology, Salt Lake City, Gibbs Smith.
Diegues, A. C. (ed.) (2000), A imagem das guas, So Paulo, Hucitec.
Dragan, J. C. y M. C. Demetrescu (1986), Entropy and bioeconomics. The new pa-
radigm of Nicholas Georgescu Roegen, Roma, Nagard.
Dragan, J. C. , E. K. Siefert y M. C. Demetrescu (1993), Entropy and bioecono-
mics, First International Conference of the European Association for Bio-
economic Studies, Roma, 20-30 de noviembre de 1991, Miln, Nagard.
Dwivedi O. P. (1986), La science politique et lenvironnement, Limpact de
lenvironnement, Revue Internationale des Sciences Sociales, 28(3): 403-417,
UNESCO/ErSs.
Echeverra, B. (1998), Valor de uso y utopa, Mxico, Siglo XXI.
Eliot, T. S. (1998),The complete poems and plays (1909-1950), Nueva York, San
Diego, Londres, Harcourt Brace & Company.
Emmanuel, A. (1971), El intercambio desigual, en Imperialismo y comercio
internacional, Mxico, Siglo XXI.
Engels, F. (1966), Ludwig Feuerbach et la fin de la philosophie classique alleman-
de, Pars, ditions Sociales.
(1968), Dialectique de la nature, Pars, ditions Sociales.
Escobar, A. (1995), Encountering development. The making and unmaking of the
third world, Princeton, Princeton University Press.
(1997), Cultural politics and biological diversity: State, capital and so-
cial movements in the Pacific coast of Colombia, en O. Starn, y R. Fox
(eds.), Culture and social protest: Between resistance and revolution, New
Brunswick, Rutgers University Press.
(1999), El final del salvaje. Naturaleza, cultura y poltica en la antropologa
contempornea, Bogot, CEREC/ICAN.
(2000), An ecology of difference: Equality and conflict in a glocalized
world, mimeografiado.
Escobar, A. y A. Pedrosa (eds.) (1996), Pacfico Desarrollo o diversidad? Estado,
capital y movimientos sociales en el Pacfico colombiano, Bogot, CEREC/Ecofon-
do.
Fanon, F. (1968), Les damnes de la terre, Pars, F. Maspero.
Fearnside, P. M. (2001), Saving tropical forests as a global warming counter-
measure: An issue that divides the environmental movement, en Ecologi-
cal Economics, (39) 167-184.
Ferry, L. (1992), Le nouvel ordre cologique, Pars, Grasset.
BIBLIOGRAFA 461
Floriani, D. (2004), Conhecimento, meio ambiente e globalizao, Curitiba, Ju-
ru/PNUMA.
Foucault, M. (1966), Les mots et les choses, Pars, Gallimard [ed. en esp., Las
palabras y las cosas, Mxico, Siglo XXI, 1968].
(1969), Larcheologie du savoir, Pars, Gallimard [ed. en esp., La arqueolo-
ga del saber, Mxico, Siglo XXI, 1970].
(1977), Historia de la sexualidad, vol. I, La voluntad de saber, Mxico, Si-
glo XXI.
(1980), Power/knowledge, Nueva York, Pantheon.
(1998), La verdad y las formas jurdicas, Barcelona, GEDISA.
Funtowicz, S. y J. Ravetz (1993), Epistemologa poltica. Ciencia con la gente, Bue-
nos Aires, Centro Editor de Amrica Latina.
(1994), Emergent complex systems, Futures, 26(6), pp. 568-582.
Gagdil, M. (1985), Social restraints on resource utilization: The Indian ex-
perience, en J. McNeely y D. Pitt, Culture and conservation: The human
dimension in environmental planning, IUCN, Croom Helm, Londres.
Gagdil, M. y P. Iyer (1993), La diversificacin en el uso de los recursos de
propiedad comn en la sociedad india, en E. Leff y J. Carabias (eds.),
Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel
ngel Porra, vol. 2, pp. 551-573.
Gallopn G. (1986), Ecologa y ambiente, en E. Leff (ed.), Los problemas del
conocimiento y la perspectiva ambiental del desarrollo, Mxico, Siglo XXI.
Gallopn, G., M. Winograd e I. Gmez (1991), Ambiente y desarrollo en Amri-
ca Latina y el Caribe: Problemas, oportunidades y prioridades, Bariloche, Gru-
po de Anlisis de Sistemas Ecolgicos, Fundacin Bariloche.
Garca, R. (1986), Conceptos bsicos para el estudio de sistemas comple-
jos, en E. Leff (ed.), Los problemas del conocimiento, op. cit.
(1994), Interdisciplinariedad y sistemas complejos, en E. Leff (ed.),
Ciencias sociales y formacin ambiental, Barcelona, GEDISA/UNAM/PNUMA.
Garca, R. et al. (1988a), Modernizacin en el agro: Ventajas comparativas para
quin? El caso de los cultivos comerciales en El Bajo, Mxico, IFIAS-UNRISD-CIN-
VESTAV/IPN.
(1988b), Deterioro ambiental y pobreza en la abundancia productiva. El caso
de la Comarca Lagunera, Mxico, IFIAS-CINVESTAV/IPN.
Georgescu-Roegen, N. (1971), The entropy law and the economic process, Cam-
bridge, Harvard University Press.
(1993a), Looking back, en J. C. Dragn, E. K. Seifert y M. C. Deme-
trescu (eds.) Entropy and bioeconomics, Miln, EABS, Nagard, pp. 11-21.
(1993b), Thermodynamics and we, the humans, en Entropy and bioe-
conomics, op. cit. pp. 184-201.
Gerlach, L.P. y V. Hine (1970), People, power, change: movements of social trans-
formation, Indianapolis, Ind., Bobbs-Merril.
Giampietro, M. (1993), Escaping the Georgescu-Roegen paradox on deve-
lopment: Equilibrium and non-equilibrium thermodynamics to describe
technological evolution, en Entropy and Bioeconomics, op. cit., pp. 202-229.
BIBLIOGRAFA 462
Gil Villegas F. (1984),El concepto de racionalidad en la obra de Max We-
ber, Revista Mexicana de Ciencias Polticas y Sociales, ao XXX, nms. 117-
118, pp. 25-47.
Gimnez, G. (1994), Los movimientos sociales. Problemas terico-metodo-
lgicos, Revista Mexicana de Sociologa, ao LVI, nm. 2, pp. 3-14.
Gispert, M., A. Gmez y A. Nez (1993), Concepto y manejo tradicional
de los huertos familiares, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura y manejo
sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra,
vol. 2, pp. 575-623.
Givone, S. (1995), Historia de la nada, Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
Gliessman, S. R. (1989), Agroecology: Researching the ecological basis for sustaina-
ble agriculture, Nueva York, Springer-Verlag.
Gligo, N. y J. Morello (1980), Notas sobre la historia ecolgica de Amrica
Latina, en O. Sunkel, y N. Gligo, Estilos de desarrollo y medio ambiente en la
Amrica Latina, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
Godelier, M. (1969), Rationalit et irrationalite en economie, Pars, F. Maspero.
(1974), Economa, fetichismo y religin en las sociedades primitivas, Mxico,
Siglo XXI.
(1984), Lidel et le matriel, Pars, Fayard.
Goldmann, L. (1959), Recherches dialectiques, Pars, Gallimard.
Gmez-Pompa, A.(1993), La silvicultura maya, en E. Leff y J. Carabias
(eds.), Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM-
/Miguel ngel Porra, vol. 2, pp. 367-384.
Gonalves, C. W. P. (2001), Geo-grafas. Movimientos sociales, nuevas territoriali-
dades y sustentabilidad, Mxico, Siglo XXI.
(2002a), Latifundios genticos y existencia indgena, Revista Chiapas,
nm. 14, Mxico, UNAM/Era, pp. 7-30.
(2002b), O latifndio gentico e a r-existncia indgeno-camponesa,
Geographia, ao 4, nm. 8, Niteroi, Universidade Federal Fluminense,
p.p. 39-60.
Gonzlez Casanova, P y M. Roitman (eds.) (1996), Democracia y estado multit-
nico en Amrica Latina, Mxico, Centro de Investigaciones Interdisciplina-
rias en Ciencias y Humanidades, UNAM/Demos/La Jornada Ediciones.
(2004), Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la poltica,
Barcelona, Anthropos.
Gonzlez Tiburcio, E. y A. de Alba (1992), Ajuste econmico y poltica social en
Mxico, Mxico, El Nacional.
Goodland, R. (1985), Tribal peoples and economic development: The hu-
man ecological dimension, en J., McNeely y D. Pitt, Culture and conserva-
tion, Londres, Croom Helm.
Gorz, A. (1989), Critique of economic rationality, Londres, Nueva York, Verso.
Grinevald, J. (1993), The biosphere and the noosphere revisited: Biogeoche-
mistry and bioeconomics, en Entropy and bioeconomics, op. cit., pp. 241-258.
Grueso, L. , C. Rosero y A. Escobar (1998), The process of black commu-
nity organizing in the Southern Pacific coast of Colombia, en S. lvarez,
BIBLIOGRAFA 463
E. Dagnino y A. Escobar (eds.), Cultures of politics/Politics of cultures: Revi-
sioning Latin American social movements, Westview, Boulder (reproducido
en A. Escobar, El final del salvaje. Naturaleza, cultura y poltica en la antropo-
loga contempornea, Bogot, CEREC/ICAN, 1999, cap. 7).
Grnberg, G. (ed.)(1995), Articulacin de la diversidad, Quito, Biblioteca Ab-
ya-Yala.
Guattari, F. (1989) Cartografas del deseo, Santiago de Chile, Francisco Zegers.
(1990), Las tres ecologas, Valencia, Pre-Textos.
Guha, R. (1989), The unquiet woods: Ecological change and peasant resistance in
the Himalaya, Nueva Delhi, University of California Press, Berkeley y Ox-
ford University Press.
Guha, R. y J. Martnez-Alier (1997), Varieties of environmentalism. Essays North
and South, Londres, Earthscan.
Gunder Frank, A. y M. Fuentes (1988), Nine thesis on social movements,
IFDA Dossier, nm. 63, pp. 27-44.
Gunderlach, P. (1984), Social Transformation and New Forms of Voluntary
Associations, Social Science Information, vol. 23, nm. 6, pp. 1049-1081.
Gnther, F. (1993), Man in living systems, en Entropy and Bioeconomics, op.
cit. pp. 259-275.
Gutman P. (1986), Economa y ambiente, en E. Leff (ed.), Los problemas del
conocimiento..., op. cit .
Habermas, J. (1989), Teora de la accin comunicativa. I. Racionalidad de la ac-
cin y racionalizacin social, Buenos Aires, Taurus.
(1990), Teora de la Accin Comunicativa. II. Crtica de la razn funcionalis-
ta, Buenos Aires, Taurus.
Hall y Rosillo-Calle (1999), Biomass: A Future renewable Carbon Feedstock
for Energy, en V.N. Parman, H. Tribusch, A. Bridgwater, D.O. Hall, Che-
mistry for the Energy Future, Oxford, pp. 101-102, 109, 118.
Haraway, D. (1991), Simians, cyborgs and women. The Reinvention of Nature,
Nueva York, Routledge.
(1997), Modest_Witness@Second_Millenium. FemaleMan_Meets_Onco Mou-
se, Nueva York y Londres, Routledge.
Hardin, G. (1968), The Tragedy of commons, Science, 162, pp. 1243-1248.
Hayek, E.(ed.) (1995), Pobreza y medio ambiente en Amrica Latina, Buenos Ai-
res, Konrad Adenauer Stiftung-CIEDLA.
Hecht, S., A. B. Anderson y P. May (1993), El subsidio de la naturaleza: La
agricultura itinerante, los bosques sucesionales de palmas y el desarrollo
rural, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los recur-
sos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra, vol. 1, pp. 249-278.
Heidegger, M. (1951), El ser y el tiempo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
(1988), Identidad y diferencia, Barcelona, Anthropos.
(1975), La pregunta por la cosa, Buenos Aires, Argentina, Alfa.
(2001), Arte y poesa, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
Hesse M. (1985), La tesis fuerte de la sociologa de la ciencia, en L. Oliv,
La explicacin social del conocimiento, Mxico, UNAM.
BIBLIOGRAFA 464
Hinterberger, F. y E. Seifert (1995), Reducing material throughput: A con-
tribution to the measurement of dematerialization and sustainable hu-
man development, en J. van der Straaten y A. Tylecote (eds.), Environ-
ment, technology and economic growth: The challenge to sustainable development,
Aldershot, Edward Elgar.
Hobbelink, H. (1992), La diversidad biolgica y la biotecnologa agrcola,
Ecologa Poltica, (Icaria, Barcelona), nm. 4, pp. 57-72.
Hobsbawm, E. (1996), Identity politics and the left, New Left Review, I/217,
mayo-junio de 1996, pp. 38-47.
Horkheimer, M. y T. Adorno (1969), Dialctica del iluminismo, Buenos Aires,
Sudamericana.
Ingelhart, R. (1991), El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas,
Madrid, Siglo XXI.
Ingold, T. (1996), The Optimal Forager and Economic Man, en P. Desco-
la y G. Plsson, op. cit.
Instituto Indigenista Interamericano (1990), Poltica indigenista 1991-
1995, Amrica Indgena, vol. 50, nm. 1.
IUCN/UNEP/WWF (1991), Caring for the earth. A strategy for sustainable living,
Gland.
Jale, P. (1968), Le pillage du tiers monde, Pars, Franois Maspero.
Jazairi I., M. Alamgir y T. Panuccio (1992), The state of world rural poverty. An
inquiry into its causes and consequences, Nueva York y Londres, FIDA, Nueva
York University Press/Intermediate Technology Publications.
Jonas, H. (2000), El principio vida. Hacia una biologa filosfica, Madrid, Trotta.
Kapp, W. (1983), Social costs in economic development, en J. E. Ullmann
(ed.), Social costs, economic development and environmental disruption, Lan-
ham, University Press of America.
Kay, J. (2000), Ecosystems as self-organizing holarchic open systems: Narra-
tives and the second law of thermodynamics en S.E. Jorgensen y F. M-
ller (eds.), Handbook of ecosystem theories and management, CRC Press/Lewis,
pp. 135-160.
Kay, J., M. Boyle, H. Regier y G. Francis (1999), An ecosystem approach for
sustainability: Addressing the challenge of complexity, Futures, vol. 31,
nm. 7, pp. 721-742.
Kosik, K. (1970), La dialectique du concret, Pars, Franois Maspero.
Krishnamurthy, L. y M. vila (1999), Agroforestera bsica, Mxico, PNUMA.
Krishnamurthy, L. y M. Uribe (eds.),(2002), Tecnologas agroforestales para el
desarrollo sostenible, Mxico, PNUMA.
Kuhn, T. S. (1970), The structure of scientific revolutions, Chicago, The Univer-
sity of Chicago Press.
Lacan, J. (1976), Subversin del sujeto y dialctica del deseo en el incons-
ciente freudiano, Escritos, Mxico, Siglo XXI.
(1974-75) Seminario RSI (Rel, symbolique, imaginaire), mimeografiado.
Seminario VII. La tica en el psicoanlisis.
Laclau, E. (1996), Emancipations, Londres y Nueva York, Verso.
BIBLIOGRAFA 465
Lander, E. (ed.) (2000), La colonialidad del saber, Buenos Aires, CLACSO/UNESCO.
Lazos, E. y L. Par, Miradas indgenas sobre una naturaleza entristecida. Percepcio-
nes del deterioro ambiental entre nahuas del sur de Veracruz, Mxico, UNAM/Pla-
za y Valds.
Leff, E. (1975), Hacia un proyecto de ecodesarrollo, Mxico, Comercio Ex-
terior, vol. XXV, nm. 1, pp. 88-94.
(1980a.), La teora del valor en Marx frente a la revolucin cientfico-
tecnolgica, en E. Leff (ed.), Teora del valor, Mxico, UNAM.
(1980b), Ecologa y capital, Antropologa y marxismo, nm. 3.
(1984), Productividad ecotecnolgica y manejo integrado de recursos:
Hacia una sociedad neguentrpica, Revista Interamericana de Planifica-
cin, vol. XVIII, nm. 69.
(1985), Ethnobotany and anthropology as tools for a cultural conser-
vation strategy, en J. McNeely y D. Pitt (eds.), Culture and conservation:
The human dimension in enviromental planning, Londres, IUCN y Croom
Helm.
(1986a), Ecotechnological productivity: A conceptual basis for the in-
tegrated management of natural resources, Social Science Information, vol.
25, nm. 3, pp. 681-702.
(1986b), Ambiente y articulacin de ciencias, en E. Leff (ed.), Los pro-
blemas del conocimiento y la perspectiva ambiental del desarrollo, Mxico, Siglo
XXI.
(1988), El movimiento ambiental en Mxico y Amrica Latina, Ecolo-
ga: Poltica/Cultura, vol. 2 (6), pp. 28-38.
(1990), Cultura ecolgica y racionalidad ambiental, en M. Aguilar y
G. Maihold (eds.), Hacia una cultura ecolgica, Mxico, Fundacin Frie-
drich Ebert.
(1992), Cultura democrtica, gestin ambiental y desarrollo sustentable
en Amrica Latina, Ecologa Poltica, nm. 4 (Icaria, Barcelona), pp. 47-55.
(1993a.), La dimensin cultural del manejo integrado, sustentable y
sostenible de los recursos naturales, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cul-
tura y manejo sustentable de recursos naturales, Mxico, CIIH-UNAM/M. A. Po-
rra/PNUMA.
(1993b), Marxism and the environmental question: From the critical
theory of production to an environmental rationality for sustainable de-
velopment, Capitalism, Nature, Socialism, nm. 13, pp. 44-66.
(1994a), Ecologa y capital. Racionalidad ambiental, democracia participati-
va y desarrollo sustentable, Mxico, Siglo XXI/UNAM.
(1994b), Sociologa y ambiente, en E. Leff (ed.), Ciencias sociales y for-
macin ambiental, Barcelona, Gedisa/UNAM/PNUMA.
(1994c), El movimiento ambiental y las perspectivas de la democracia
en Amrica Latina, en M. P. Garca y J. Blauert (eds.), Retos para el desa-
rrollo y la democracia: Movimientos ambientales en Amrica Latina y Europa, Ca-
racas, Fundacin Friedrich Ebert/Nueva Sociedad.
(1994d), Pobreza y gestin participativa de los recursos naturales en
BIBLIOGRAFA 466
las comunidades rurales. Una visin desde Amrica Latina, Ecologa Pol-
tica, nm. 8, Barcelona, Icaria, pp. 125-136.
(1995a), Green production. Towards an environmental rationality, Nueva
York, Guilford Press.
(1995b), De quin es la naturaleza? Sobre la reapropiacin social de los re-
cursos naturales, Gaceta Ecolgica, nm. 37, (INE-SEMARNAP, Mxico), pp. 58-64.
(1996a), From ecological economics to productive ecology: Perspecti-
ves on sustainable development from the South, en R. Costanza, O. Se-
gura, y J. Martnez-Alier (eds.), Getting down to earth: Practical applications
of ecological economics, Island Press, Washington, D. C., International So-
ciety for Ecological Economics, pp. 77-89.
(1996b), La insoportable levedad de la globalizacin. La capitaliza-
cin de la naturaleza y las estrategias fatales de la sustentabilidad, Revis-
ta Universidad de Guadalajara, nm. 6, pp. 21-27.
(1996c), Los nuevos actores sociales del ambientalismo en el medio
rural, en H. Carton de Grammont y H. Tejera, La sociedad rural frente al
nuevo milenio, vol. 4 Los nuevos actores sociales y los procesos polticos
en el campo, Mxico, UNAM/INAH/ UAM/Plaza y Valds.
(1997), Ecotechnological productivity: The emergence of a concept
and its implications for sustainable development, Proceedings of the Euro-
pean Association for Bioeconomic Studies, Second International Conference:
Implications and Applications of Bioeconomics, Palma de Mallorca, 11-
13 de marzo de 1994, Nagard, Miln, pp. 235-254.
(1998/2002), Saber ambiental: Racionalidad, sustentabilidad, complejidad,
poder, Mxico, Siglo XXI/UNAM/PNUMA, 3a. ed.
(2000), Pensar la complejidad ambiental, en E. Leff (ed.), La comple-
jidad ambiental, Mxico, Siglo XXI/UNAM/PNUMA.
(2001a), Epistemologa ambiental, So Paulo, Cortez.
(2001b), Espacio, lugar y tiempo. La reapropiacin social de la natu-
raleza y la construccin local de la racionalidad ambiental (Caracas),
Nueva Sociedad, nm. 175, septiembre-octubre 2001, pp. 28-42.
(2003), La ecologa poltica en Amrica Latina: Un campo en cons-
truccin, Polis, vol. II, nm. 5, pp. 125-145.
(coordinador) (1986), Los problemas del conocimiento y la perspectiva ambi-
ental del desarrollo, Mxico, Siglo XXI.
Leff, E., J. Carabias y A. I. Batis (1990), Recursos naturales, tcnica y cultura. Es-
tudios y experiencias para un desarrollo alternativo, Mxico, Centro de Inves-
tigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, UNAM.
Leff, E. y J. Carabias (eds.), (1993), Cultura y manejo sustentable de los recursos
naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra.
Leff, E. (ed.) (1986), Los problemas del conocimiento y la perspectiva ambiental del
desarrollo, Mxico, Siglo XXI.
(1994), Ciencias sociales y formacin ambiental, Barcelona, GEDI-
SA/UNAM/PNUMA.
(2000), La complejidad ambiental, Mxico, Siglo XXI/UNAM/PNUMA.
BIBLIOGRAFA 467
(2001), Justicia ambiental. Construccin y defensa de los nuevos derechos am-
bientales, culturales y colectivos en Amrica Latina, Mxico, PNUMA/CEIICH-
UNAM.
(2002), tica, vida, sustentabilidad, Mxico, PNUMA.
Leff, E. y M. Bastida (eds.) (2001), Comercio, medio ambiente y desarrollo susten-
table. Las perspectivas de Amrica Latina y el Caribe, Mxico, PNUMA/CEIICH-
UNAM.
Leff, E., A. Argueta, E. Boege y C. W. Porto Gonalves (2002), Ms all del
desarrollo sostenible. La construccin de una racionalidad ambiental pa-
ra la sustentabilidad. Una visin desde Amrica Latina, en E. Leff, E. Ex-
curra, I. Pisanty y P. Romero (eds.), pp. 479-578.
Leff, E., E. Excurra, I. Pisanty y P. Romero (eds.)(2002), La transicin hacia el
desarrollo sustentable. Perspectivas de Amrica Latina y el Caribe, Mxico,
PNUMA/INE-SEMARNAT/UAM.
Leis, H. (2001), La modernidad insustentable. Las crticas del ambientalismo a la
sociedad contempornea, Montevideo, PNUMA/Nordan.
Lenin, V. (1962), Matrialisme et empiriocriticisme, uvres, Pars, tomo 14, Edi-
tions Sociales.
Leroi Gourhan, A. (1964-1965), Le geste et la parole, Pars, 2 vols. Albin Mi-
chel.
Levinas, E. (1977/1997), Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Sala-
manca, Sgueme, (4a. ed.).
(1993), El tiempo y el otro, Barcelona, Paids.
(1996), Cuatro lecturas talmdicas, Barcelona, Riopiedras.
(2000), La Huella del Otro, Mxico, Taurus.
Lvy-Strauss, C. (1968), Antropologa estructural, Barcelona, Paids.
Lipovetsky, G. (1986), La era del vaco, Barcelona, Anagrama.
Lpez-Ornat, A. (1993), Las reservas de la biosfera y la gestin de recursos
naturales: El Caso de Sian Kaan, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura
y manejo sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel
Porra, vol. 2, 861-716.
Lotka, A. J. (1922), Contribution to the energetics of evolution, Proc. Nat.
Acad. Sci., 8, pp. 147-154.
Lozada, G. A. (1993), Georgescu-Roegens critique of statistical mechanics
revisited, en Entropy and Bioeconomics, op. cit., pp. 389-398.
Lukcs, G. (1960), Histoire et conscience de classe, Pars, Minuit [ed. en esp.,
Historia y consciencia de clase, Barcelona, Grijalbo].
Lyotard, J. F. (1979), La condition postmoderne, Pars, Minuit.
Mainwaring, S y E. Viola (1984), Los nuevos movimientos sociales, las cul-
turas polticas y la democracia: Brasil y Argentina en la dcada de los
ochenta, Revista Mexicana de Sociologa, nm. 101, pp. 35-84.
Mannheim K. (1936), Ideology and utopia. An introduction to the sociology of
knowledge, Londres, Routledge & Kegan Paul.
(1940), Man and society in an age of reconstruction, Nueva York, Harcourt,
Brace & World.
BIBLIOGRAFA 468
Marcuse, H. (1968), Philosophy and critical theory, Negations, Nueva York,
Penguin.
(1968), Lhomme unidimensionnel, Pars, Minuit [ed. en esp., El hombre
unidimensional, Mxico, Joaqun Mortiz, 1987].
(1972), Industrialization and capitalism in the work of Max Weber,
Negations, Nueva York, Penguin.
Margalef, R. (1968), Perspectives in ecological theory, Chicago, The University of
Chicago Press.
Marina, J. A. (1995/1999), tica para nufragos, Barcelona, Anagrama.
(1998), La selva del lenguaje, Barcelona, Anagrama.
Marini, R. M. y T. Dos Santos (eds.), Lpez Segrera, F. (ed.), El pensamiento
social latinoamericano en el siglo XX, Caracas, tomos I y II, UNESCO.
Martnez-Alier, J. (1994), The merchandizing of biodiversity, Etnoecolgica,
(Mxico), nm. 3, pp. 69-86.
(1995), De la economa ecolgica al ecologismo popular, Montevideo, Nor-
dan-Comunidad/Icaria.
(1997), Conflictos de distribucin ecolgica, Revista Andina, vol. 29,
ao 15, nm. 1, pp. 41-66.
Martnez-Alier, J. y K. Schlpmann, (1991), La ecologa y la economa, Mxico,
Fondo de Cultura Econmica.
Martnez-Alier, J. y J. Roca, (2000), Economa ecolgica y poltica ambiental, M-
xico, Fondo de Cultura Econmica/PNUMA.
Marx, K. (1965), Oeuvres, conomie I, Pars, Gallimard.
(1965), Oeuvres, conomie II, Pars, Gallimard.
(1968), Grundrisse, vols. 1-3, Pars, Anthropos.
Mayumi, K. (1993), Georgescu Roegens fourth law of thermodynamics
and the flow-fund model, en Entropy and bioeconomics, op. cit., pp. 399-413.
Max-Neef, M., A. Elizalde y M. Hopenhayn (1993), Desarrollo a escala huma-
na, Montevideo, Nordan Comunidad/Redes.
McNeely J. y D. Pitt (eds.) (1985), Culture and conservation: The human dimen-
sion in environmental planning, Londres, IUCN/Croom Helm.
Meadows, D. H., D. L. Meadows y J. Randers (1972), Los lmites del crecimien-
to, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
Meillassoux, C. (1977), Terrains et theories, Pars, Anthropos.
Mellor, M. (1997), Feminism & ecology, Cambridge, Polito.
Mignolo, W. (2000), Local histories/global designs: Coloniality, subaltern knowled-
ges, and border thinking, Princeton, Princeton University Press.
Moguel, J., C. Botey y L. Hernndez (1992), Autonoma y nuevos sujetos socia-
les en el desarrollo rural, Mxico, Siglo XXI/CEHAM.
Morello, J. (1986), Conceptos para un manejo integrado de los recursos na-
turales, en E. Leff (ed.), Los problemas del conocimiento..., op. cit.
(1990), Insumos para la agenda ambiental latino-americana, en Nues-
tra propia agenda, BID/PNUD.
Morin, E. (1973), Le paradigme perdu: La nature humaine, Pars, Seuil.
(1977), La mthode. La nature de la nature, Pars, Seuil.
BIBLIOGRAFA 469
(1980), La mthode. La vie de la vie, Pars, Seuil.
(1993), Introduccin al pensamiento de la complejidad, Barcelona, GEDISA.
Murra, J. V. (1975), Formaciones econmicas y polticas del mundo andino, Lima, IEP.
Myrdal, G. (1968), Asian drama, Londres, Penguin.
(1971), Le defi du monde pauvre, Pars, Gallimard.
Naess, A. y D. Rothenberg (1989), Ecology, community and lifestyle, Cambridge,
Cambridge University Press.
Naredo, J. M. (1987), La economa en evolucin, Madrid, Siglo XXI.
Nedelmann, B. (1984), New Political Movements and changes in Processes
of Intermediation, Social Science Information, vol. 23, nm. 6, pp. 1029-
1048.
Nietzsche, F. (1974), The gay science, Nueva York, Vintage.
(1968), The will to power, Nueva York, Vintage.
Norgaard, R. (1984), Coevolutionary development potential, Land Econo-
mics, 60, pp. 160-173.
(1994), Development betrayed, Londres, Routledge.
OConnor, J. (1988), Capitalism, nature, socialism: A theoretical introduc-
tion, Capitalism, Nature, Socialism, nm. 1, pp. 11.
- (1991), The second contradiction of capitalism: Causes and conse-
quences, Santa Cruz, CES-CNS Conference Papers, nm. 1.
OConnor, M. (1991), Entropy, structure, and organizational change, Eco-
logical Economics, 3, pp. 95-122.
(1993a), On the misadventures of capitalist nature, Capitalism, Natu-
re, Socialism 4(3), pp. 7-40. (El mercadeo de la naturaleza. sobre los in-
fortunios de la naturaleza capitalista, Ecologa Poltica, nm. 7 [Icaria,
Barcelona], 1994, pp. 15-34).
(1993b), On steady state: A valediction, en Entropy and bioeconomics,
op. cit., pp. 414-457.
(ed.) (1994), Is capitalism sustainable?, Nueva York, Guilford.
ONU (1992), Agenda 21, Ro de Janeiro, Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Medio Ambiente y Desarrollo.
Par, L. (1996), Experiencias de gestin comunitaria de los recursos natu-
rales, en L. Par, y M. J. Snchez (eds.), El ropaje de la tierra: Naturaleza y
cultura en cinco regiones rurales, Mxico, IISUNAM/Plaza y Valds, pp. 357-
415.
Par, L. y E. Lazos (2003), Escuela rural y organizacin comunitaria: Instituciones
locales para el desarrollo y el manejo ambiental, Mxico, UNAM/Plaza y Valds.
Parra, M. (1993), La produccin silvoagropecuaria de los indgenas de los
Altos de Chiapas, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura y manejo susten-
table de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra, vol. 2,
pp. 445-487.
Passet, R. (1979), lconomique et le vivant, Pars, Payot.
(1985), Lconomie: des choses mortes au vivant, Encyclopaedia Uni-
versalis, Symposium, pp. 831-841.
Paz, O. (1974), El mono gramtico, Barcelona y Mxico, Seix Barral.
BIBLIOGRAFA 470
Pearce, D. y K. Turner (1990), Economics of natural resources and the environ-
ment, Baltimore, Johns Hopkins University Press.
Pearce, D. y D. Moran (1994), The economic value of biodiversity, Gland, IUCN.
Pcheux, M. (1975), Les verites de la palice, Pars, F. Maspero.
Pengue, W. (2000), Cultivos transgnicos, Buenos Aires, Lugar Editorial.
Piaget, J. (1968), Biologa y conocimiento, Mxico, Siglo XXI.
Pimentel, D. y M. Pimentel (1979), Food, energy and society, Nueva York, Ed-
ward Arnold.
Pitt, D. (1985), Towards Ethnoconservation, en J. McNeely y D. Pitt, Cultu-
re and Conservation, op. cit.
PNUMA/AECI/MOPU (1991), Desarrollo y medio ambiente en Amrica Latina y el Ca-
ribe. Una visin evolutiva, Madrid.
PNUMA (2002), Manifiesto por la vida. Por una tica de la sustentabilidad, en E.
Leff (2002a), <www. rolac. unep. mx >
Polanyi, K. (1947/1992), La gran transformacin, Mxico, Juan Pablos.
(1958), Personal knowledge, Chicago, The University of Chicago Press.
(1946), Science, faith and society, Chicago, The University of Chicago
Press.
Popper, K. (1973), La logique de la dcouverte scientifique, Pars, Payot.
Poster, M. (1988), Jean Baudrillard. Selected Writings, Stanford, Stanford Uni-
versity Press.
Prigogine, I. (1997), El fin de las certidumbres, Madrid, Taurus.
Prigogine, I. e I. Stengers (1984), Order out of chaos, Nueva York, Bentam.
Przybylski, T. (1993), Entropy as a measure of forest damages, en Entropy
and Bioeconomics, op. cit., pp. 476-481.
Quiroga, R. (1994), El tigre sin selva. Consecuencias ambientales de la transforma-
cin econmica de Chile: 1974-1993, Santiago de Chile, Instituto de Ecolo-
ga Poltica.
Ramos de Castro, E. M. (1992), Pobreza, desenvolvimiento e crise ecolgi-
ca: rganizaoes do campo como resposta, en Pinto de Oliveira (ed.),
Comunidades rurais, Conflitos agrrios e pobreza, Belm, Brasil, Universidade
Federale do Par.
Rappaport R. A. (1971), The flow of energy in an agricultural society, Scien-
tific American, 224(3).
Redclift, M. (1987), Sustainable development. Exploring the contradictions, Lon-
dres, Routledge.
Richta, R. (1969), La civilisation au carrefour, Pars, Anthropos.
Rist, S. y J. San Martn (1991), Agroecologa y saber campesino en la conservacin
de suelos, Cochabamba, RUNA.
Robles, I. (1985), Para que no olvidemos!: La voz de la verdad: So. Co. Se.
Ma, en E. Leff, y J. M. Sandoval (eds.), Primera Reunin Nacional sobre
Movimientos Sociales y Medio Ambiente, Programa Universitario Justo
Sierra, Mxico, UNAM, mimeografiado, pp. 155-164.
Rodin, L. E., N. I. Bazilevich y N. N. Rozov (1975), Primary productivity of
the main world ecosystems, en W. H. van Dobben y R. H. Lowe-McCon-
BIBLIOGRAFA 471
nell, Unifying concepts in ecology, La Haya, W. Jung B. V., y Wageningen,
Centre for Agricultural Publishing and Documentation.
Rorty, R. (1979), Philosophy and the mirror of nature, Princeton, Princeton Uni-
versity Press.
Saal, Frida (1998), Palabra de analista, Mxico, Siglo XXI.
Sachs I. (1982), Ecodesarrollo. Desarrollo sin destruccin, Mxico, El Colegio de
Mxico.
Snchez, C. (1999), Los pueblos indgenas: Del indigenismo a la autonoma, M-
xico, Siglo XXI.
Sandoval, I. E. y G. Garca Colorado (1999), El derecho a la identidad cultural,
Mxico, Instituto de Investigaciones Legislativas, H. Cmara de Diputados.
Santos, B. (2000), A crtica da raza indolente, So Paulo, Cortez.
Sartre, J.P. (1960), Critique de la raison dialectique, Pars, Gallimard.
Savater, F. (1994), Sobre vivir, Barcelona, Ariel.
Scheer, H. (2000), Economa solar global. Estrategias para la modernidad ecolgi-
ca, Barcelona, Galaxia Gutenberg.
Schmidt, A. (1976), El concepto de naturaleza en Marx, Mxico, Siglo XXI.
Schrdinger, E. (1944), What is life?, Cambridge, Cambridge University Press.
Schumpeter, J. (1972), Capitalisme, socialisme et dmocratie, Pars, Payot.
Sejenovich, H. y G. Gallo Mendoza (1996), Manual de cuentas patrimoniales,
Mxico, PNUMA/Fundacin Bariloche/Instituto de Economa Energtica.
Sevilla, E. y M. Gonzlez de Molina (1992), Ecologa, campesinado e historia,
Madrid, Las Ediciones de la Piqueta.
Shiva, V. (1991), Abrazar la vida, Montevideo, Instituto del Tercer Mundo.
Steiner, G. (2001a), Despus de Babel, Mxico, 3a. ed., Fondo de Cultura Eco-
nmica.
Steiner, G. (2001b), Grammars of creativity, New Haven y Londres, Yale Uni-
versity Press.
Snkel, O. (1991), Del desarrollo hacia adentro al desarrollo desde aden-
tro, Revista Mexicana de Sociologa, ao LIII, nm. 1, pp. 3-42.
Sweezy, P. y P. Baran (1970), Le capital monopoliste, Pars, F. Maspero.
Thompson, E. (1998), Costumes em comum: Estudos sobre a cultura popular tra-
dicional, So Paulo, Cia das Letras.
Thrupp, L. A. (1993), La legitimacin del conocimiento local: De la margi-
nacin al fortalecimiento de los pueblos del tercer mundo, en E. Leff y
J. Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales, M-
xico, UNAM/Miguel ngel Porra, vol. 1, pp. 89-122.
Toledo, V. M. (1980), Ecologa del modo campesino de produccin, Antro-
pologa y Marxismo, nm. 3, pp. 35-55.
(1994a), Tres problemas en el estudio de la apropiacin de los recur-
sos naturales y sus repercusiones en la educacin, en E. Leff (ed.), Cien-
cias sociales y formacin ambiental, op. cit.
(1994b), La va ecolgico-campesina de desarrollo: una alternativa pa-
ra la selva de Chiapas, La Jornada del Campo, ao 2, nm. 23, 25 de ene-
ro, 1994.
BIBLIOGRAFA 472
Toledo, V. M. y A. Argueta (1993), Naturaleza, produccin y cultura en una
regin indgena de Mxico: Las lecciones de Ptzcuaro, en E. Leff y J.
Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales, Mxi-
co, UNAM/Miguel ngel Porra, vol. 2, pp. 413-443.
Toledo, V. M. et al. (1989), La produccin rural en Mxico: Alternativas ecolgi-
cas, Mxico, Fundacin Universo Veintiuno.
Tricart, J. (1978), Vocations des terres, ressources ou contraintes et dvelop-
pement rural, Hrodote, 12, pp. 65-75.
(1982), Gographie/cologie, Hrodote, 26.
Tricart, J. y J. Killian (1982), La ecogeografa y la ordenacin del medio natural,
Barcelona, Anagrama.
Tsuru, Sh. (1971), In place of GNP, Social Science Information, vol. 10, nm. 4.
Tudela, F. (ed.) (1989), La modernizacin forzada del trpico: El caso de Tabasco,
Mxico, El Colegio de Mxico.
UAM (1992), El Cotidiano, nmero especial sobre Bosques, nm. 48, Mxi-
co, UAM-Azcapotzalco.
UICN/PNUMA/WWF (1991), Cuidar la tierra. Estrategia para el futuro de la vida,
Gland.
UNEP (2001), Enhancing synergies and mutual supportiveness of multilate-
ral environmental agreements and the world trade organisation,
<http://www. unep. ch/etu>
UNESCO (1995), Our creative diversity, Pars, Report of the World Commission
on Culture and Development.
UNESCO/PNUMA (1988), Universidad y medio ambiente en Amrica Latina y el Cari-
be. Seminario de Bogot, Bogot, ICFES/Universidad Nacional de Colombia.
Varse, S. y G. Martin (1993), Ecologa y produccin en dos reas indge-
nas de Mxico y Per: Experiencias y propuestas para un desarrollo cul-
turalmente sustentable, en E. Leff y J. Carabias (eds.), Cultura y manejo
sustentable de los recursos naturales, Mxico, UNAM/Miguel ngel Porra,
vol. 2, pp. 717-740.
Vattimo, G. (1998), Las aventuras de la diferencia, Barcelona, Pennsula, 3a. ed.
Vayda, A. P., C. J. Pierce y M. Brotokusumo (1985), Interactions between
people and forests in East Kalimantan, en J. McNeely y D. Pitt, Culture
and Conservation, op. cit.
Vessuri H. (1986), Antropologa y ambiente, en E. Leff, (ed.), Los problemas
del conocimiento..., op. cit.
Viveros, J. L., A. Casas y J. Caballero (1993), El manejo de los recursos y la
alimentacin tradicional entre los mixtecos de Guerrero, en E. Leff y J.
Carabias (eds.), Cultura y manejo sustentable de los recursos naturales, Mxi-
co, UNAM/Miguel ngel Porra, vol. 2. pp. 625-670.
Vuskovic, P. (1993), Pobreza y desigualdad en Amrica Latina, Mxico, CIIH-UNAM.
Walker, K. J. (1987), Methodologies for social aspects of environmental re-
search, Social Science Information, vol. 26, nm. 4, pp. 759-782.
WCED (1987), Our common future, Oxford, Report by the World Commission
on Environment and Development.
BIBLIOGRAFA 473
Weber, M. (1983), Economa y Sociedad, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
(1930), The Protestant ethic and the spirit of capitalism, Londres, Unwin.
Whittaker, R. H. (1975), Communities and ecosystems, Nueva York y Londres,
MacMillan.
Whorf, B. L. (1956), Language, thought and reality, Cambridge, The MIT Press.
WRI/UNEP (1990), World resources 1990-1991, Oxford y Nueva York, Oxford
University Press.
Young, F. W., F. Bertoli y S. Bertoli (1981), Rural poverty and ecological pro-
blems: Results of a new type of baseline study, Social Indicators Research,
(9), pp. 495-516.
NDICE ONOMSTICO
Adams, R.N., 166, 238
Adorno, T., 52, 230, 305, 356
Agarwal, A., 121
AGRUCO/PRATEC, 444
Aguilar, J., 445
Alcorn, J., 369
Allegretti, M.H., 441
Althusser, L., 62, 66, 211
Altieri, M., 362, 384, 444
Altvater, E., 42, 181, 189, 193
Amin, S, 108
ANGOC, 444
Apostel, L., 298
Argueta, A., 380
Auerbach, 159
Auster, P., 319, 320, 343
vila, M, 444
Bachelard, G., 59, 65, 213
Bacon, F., 263
Baran, P., 389
Barnett, H.J., 109, 186
Bastida, M., 117
Bastide, R., 73
Bataille, G., 38, 107, 130, 279, 286,
321, 325, 385-388, 390-393
Baudrillard, J., 37-40, 55, 89, 91-97,
105-107, 123, 128, 130, 134, 135,
290, 326
Bauman, Z., 342
Bazilevich, N.I., 168
Bellmann, Ch., 117
Belln, M., 375
Bergson, H., 104, 159
Berman, M., 255
Bertrand, G., 238
Boege, E., 369
Boff, L., 227, 260
Bhme, G., 239
Boltzmann, 142-144, 150, 151, 161
Bookchin, M., 45-51, 53, 54, 56, 57,
60, 65-68, 80-84, 260, 277, 404
Borrero, J. M., 261, 296
Bourdieu, P., 265
Broch, H., 77, 78
Brundtland, G.H., 102
Caballero, J., 371
Canguilhem, G., 59, 210
Carabias, J., 370, 379
Carnot, S., 137, 142, 144, 150, 161
Casas, A., 371
Castro, R., 117
CEPAL, 207
Chayanov, A. V., 380
Chipko (movimiento), 405
CLADES, 444
Claussius, 137, 142-144, 150, 161
CNDH, 124
Colunga, P., 381
Compte, A., 199
Corts, H., 452
Costanza, R., 100
Daly, H.E., 106, 113, 147, 155, 172,
187-190, 238
Dante, 311
de Beauvoir, S., 284
De Oliveira Cunha, L.H., 196
Deleuze, G., 178, 179, 231, 266, 286
Demetrescu, M.C., 139
Denevan, W.M., 374
Derrida, J., 34, 37, 88, 92, 98, 249,
263, 266-268, 317, 323, 341
Descartes, R., 23, 263
Descola, Ph., 72-74, 76, 238, 261, 275
Devall, B., 45, 260
Daz Polanco, H., 363
[474]
NDICE ONOMSTICO 475
Diegues, A.C., 379
Doce, J., 319
Dos Santos, Th., 277
Dragan, J.C., 139
Dwivedi O.P., 201
Echeverra, B., 31, 127
Edipo, 183, 278, 285, 286, 292
Eliot, T.S., 343, 344, 347
Elizalde, A., 429
Emmanuel, A., 108
Engels, F., 26, 46, 52, 53, 56, 67, 68,
84, 140
Escobar, A., 104, 106, 248, 259, 262,
265, 267-269, 274, 436, 437, 441,
451, 454
Estocolmo, 100
Evans Pritchard, 126
EZLN, 439
Fanon, F., 257
Fearnside, P.M, 122, 158
Ferry, L., 266
Feuerbach, L., 23, 24, 29
Floriani, D., 342
Foucault, M., 2, 29, 35, 54, 49, 69,
115, 131, 232, 244, 248, 263, 273,
277, 330
Freud, S., 249, 273, 278, 305, 323
Funtowicz, S., 54
Gagdil, M., 376
Gallo Mendoza, G., 207
Gallopn G., 238
Garca Colorado, G., 124
Garca, R., 199, 236
Geddes, P, 386
Georgescu-Roegen, N., 101, 136,
137, 139-141, 143-151, 153, 159,
160, 164, 165, 168, 172, 177, 186,
238, 239, 286
Giampietro, M., 152, 173
Gil Villegas, F., 205, 206
Gimnez, G., 397
Gispert, M., 380
Givone, S, 43, 79
Gliessman, S.R., 444
Gligo, N., 371, 375
Godelier M., 216, 247, 369
Goldmann, L., 56, 84
Gmez-Pompa, A., 367, 380
Gonalves, C.W.P., 115, 116, 125,
261, 262, 441
Gonzlez Casanova, P., 85, 363
Gonzlez de Molina, M., 444
Gonzlez Tiburcio, E., 428
Goodland, R., 363
Gorz, A., 123
Grinevald, J., 147, 159
Grueso, L., 436, 437, 451, 454
Grnberg, G., 400
Guattari, F., 115, 125, 266, 271, 286,
325
Guha, R., 404, 441
Gunder-Frank, A., 396
Gnther, F., 153
Gutirrez, P., 445
Habermas, J., 62, 205, 209, 220, 228-
230, 281, 300-306, 308
Hall, S., 168
Haraway, D., 72, 77, 248, 260, 276
Hardin, G., 193
Hecht, S., 379
Hegel, W.F., 23, 27, 46, 52-54, 56, 57,
65, 68, 82, 249
Heidegger, M., 64, 69, 129, 209, 231,
249, 263, 264, 266, 267, 270, 312,
313, 323, 331, 341, 344, 394
Heine, H, 343
Hesse M., 211
Hinterberger, F., 186
Hobsbawm, E., 270
Hopenhayn, M., 429
Horkheimer, M., 52, 230, 264, 301,
305, 256
Husserl, E., 71, 264
Ibsen, 311
Ingelhart, R., 404
NDICE ONOMSTICO 476
Ingold, T., 222
Instituto Indigenista Interamericano,
363
IUCN, 102
Iyer, P., 376
Jale, P., 108
Jazairi, I., 423
Jevons, 136, 137
Johannesburgo, 104, 298
Jonas, H., 45, 61, 69, 70, 260, 277
Kant, E., 23, 71
Kapp, W., 182, 373
Kay, J., 155-157, 175, 176
Kierkegaard, S., 323, 341
Killian, J., 238
Kosik, K., 56, 58
Krishnamurthy, L., 444
Kuhn, T.S., 35
Lacan, J., 55, 59, 80, 244, 274, 278,
281
Laclau, E., 294
Lander, E., 131, 277
Lazos, E., 379
Lefebvre, H, 46
Leff, E., 25, 43, 50, 59, 61, 62, 92, 104,
117, 118, 124, 131, 167, 170, 199,
218, 232, 236, 238, 242, 273, 276,
296, 298, 366, 370, 377, 379, 393
Leis, H., 243
Lenger, 331
Lenin, V.I., 62, 71
Leroi Gourhan, A., 369
Levinas, E., 65, 78, 79, 86, 129, 178,
223, 263, 264, 269, 273, 280, 282,
289, 300, 317, 318, 320, 330, 332
Lvi-Strauss, C., 90
Lipovetsky, G. 294
Lpez-Ornat, A., 375
Lotka, A.J., 149, 151-153, 156, 386
Lozada, G.A., 150
Lukcs, G., 34, 46, 56
Lyotard, J.F., 34
Madrid, S., 445
Mainwaring, S., 396
Mannheim K., 201, 219, 222
Marcos (Sub Comandante), 269
Marcuse, H., 21, 35, 84, 209, 213,
219, 223, 294
Margalef, R., 152, 156
Marina, J. A., 347
Marini, R.M., 277
Martin, G., 370
Martnez-Alier, J., 104, 113, 114, 117,
118, 136, 147, 256, 404
Marx, K., 1-20, 22-34, 37, 38, 46, 52,
53, 56, 77, 137, 145, 186, 209,
255, 267, 301
Mauss, M., 391
Max-Neef, M., 429
Maxwell, 141, 159
Mayumi, K., 150
McNeely J., 362
Meadows. D., 101
Meillassoux, C., 369
Mellor, M., 283
Merleau-Ponty, 264
Mignolo, W., 131, 277
Moguel, J., 407
Moiss, 280
Monod, J., 55, 94, 141
Moran, D., 118
Morello, J., 369, 371, 374, 375
Morin, E., 44, 45, 51, 55, 199, 246,
260, 275, 277
Morse, C., 109, 186
Mnchhausen (Barn de), 194
Murra, J.V., 374
Myrdal, G., 420
Naess, A., 45, 260
Naredo, J.M., 100, 113
Nietzsche, F., 177-179, 230, 249, 263,
294
Norgaard, R., 42, 165
OConnor, J., 40, 181, 238, 260
OConnor, M., 107, 152, 159, 160, 162
NDICE ONOMSTICO 477
OMC, 117, 227
Plsson, G., 73, 74, 238, 261, 275
Par, L., 379
Pareto, 199, 205
Parmnides, 291
Parra, M., 381
Passet, R., 100, 113, 147
Paz, O., 343
Pearce, D., 118, 238
Pcheux, M., 194
Pengue, W., 120
Piaget, J., 71
Pimentel, D., 371, 372
Pimentel, M., 371, 372
Pitt, D., 362, 369
PNUMA, 228, 296
Polanyi K., 35, 198
Polanyi M., 195
Popper, K., 35
Poster, M., 38, 41, 42
Prigogine, I, 55, 71, 77, 104, 141-144,
150, 156, 161, 162, 177-179, 246,
249, 271, 277, 311
Przybylyski, T., 166
Quiroga, R., 188
Rappaport R.A, 238
Ravetz, J., 54, 171
Redclift, M., 104
Ricardo, D., 2, 132, 137
Richta, R., 20
Rio de Janeiro, 100, 104, 227, 298
Rist, S., 444
Roca, J., 114, 117, 118
Rodin, L.E., 168
Roitman, M., 363
Rorty, R., 79, 258
Rothenberg, D., 45
Rosero, C., 436, 437, 451, 454
Rougeulle, M.D., 371
Rubel, M., 8, 9
Saal, F., 285, 286
Sachs, I., 100, 102, 361
San Martn, J., 444
Snchez, C., 363
Sandoval, I. E., 124
Santos, B., 277, 336
Sartre, J.P., 43, 46, 63-68
Scheer, H., 169
Schlpmann, K., 136
Schmidt, A., 22-31
Schrdinger, E., 141, 145, 149, 153,
156, 159, 163
Schumpeter, J., 389
Sejenovich, H., 207
Sessions, G., 45, 260
Sevilla, E., 444
Shiva, V., 283
Siefert. E., 186
Smith, A., 2, 132
Soddy, F., 136, 172, 386
Sfocles, 278
Spinoza, 263
Steiner, G., 142, 311, 344, 345, 351,
353, 357, 358, 395
Stengers, I., 77, 104
Steward, 166, 237
Sunkel, O., 429
Sweezy, P., 389
Thompson, E., 125, 193
Thrupp, L.A., 373
Toledo, V.M. , 238, 371, 380
Tricart, J., 238
Tsuru, Sh., 373
Tudela, F., 425
Turner, K., 238
UNPE, 102
UNESCO, 363
Uribe, M., 444
Valery, P., 320
Varse, S., 370
Vattimo, G., 88, 130, 253, 266, 310
Vayda, A.P., 367
Vernadsky, V., 159, 386
Vessuri, H., 238
NDICE ONOMSTICO 478
Vigotsky, 347
Viola, E., 396
Viveros, J.L., 371
Von Bertalanffy, L., 56
Vuskovic, P., 427
Walker K. J., 200, 201
Walras, 136, 137
WCED, 62, 102, 363
Weber, M., 185, 186, 202-206, 209,
213, 214, 220, 229, 230, 301
White, L., 166, 238
Whittaker, R.H., 168
Whorf, B.L., 76
Wittgenstein, L., 263
WRI, 169
Wuppertal Institut, 109, 186
WWF, 102
Zizumbo, D., 381
NDICE TEMTICO
accin
- racional, 202, 204
- social, 33, 34, 45, 53, 54, 67, 83,
86, 176, 202, 203, 205, 209, 214,
223, 261, 300, 310, 355, 361, 401-
402, 408, 423, 449
actores sociales, 50, 62, 83, 110, 123,
126, 175, 191, 195, 206, 211, 227,
228, 233, 236, 251, 256, 267, 271,
277, 293, 301, 332, 336, 342, 354,
365, 384, 403, 404, 412, 434, 438,
455, 456
- del ambientalismo, 83, 206, 404,
411, 413, 414-415, 430, 434
acuerdos ambientales multilaterales, 227
acumulacin
- capitalista, 10, 11, 17-19, 24, 26,
193, 427, 443, 448
- de bienes, 195, 392
- de biomasa, 168
- de carbono, 122, 155
- de productos, 193
afrodescendientes, 104, 441, 452,
454, 455
agenciamiento, 180, 271, 325
Agenda 21, 104, 298
agroecologa, 267, 372, 439, 443,
444, 447, 448
agroforestera, 167, 444
- comunitaria, 448
alteridad, 78, 85, 108, 190, 246, 252,
259, 268, 281, 282, 291, 292, 313,
317, 318, 321, 331, 333, 343
ambientalismo (s), 83, 198, 200, 201,
205, 206, 214-216, 220, 228, 233,
243, 256, 269, 270, 281, 361, 365,
384, 395, 396, 397, 401, 402, 404-
405, 409, 411, 413, 414, 432, 436,
437, 439
ambiente, 25, 39, 47, 57, 59, 61, 72,
73, 92, 98, 100, 102, 104-107, 109,
111, 122, 124, 129, 136, 141, 143,
145, 147, 149, 153, 154, 156, 159,
160, 164, 182, 191-193, 197, 199,
201, 203, 211, 216, 218, 221, 225,
227, 237, 238, 244, 246, 247, 256-
258, 578, 282, 290, 292, 298, 313,
314, 320, 324, 326, 328, 329, 339,
349, 353, 361, 363, 366, 369, 376,
379, 382, 384, 386, 395, 398, 399,
400, 407, 408, 410, 411, 415, 416,
417, 421, 423, 428, 430, 432, 433,
434, 437, 454, 456
Amrica Latina, 104, 257, 360, 364,
373, 419, 421, 425, 426, 436, 437,
445
antiecolgico, 110
antinatura, 99, 385
antropologa, 27, 44, 70, 72-74, 166,
222, 234, 237-239, 255, 261, 281
- estructural, 239
apropiacin
- capitalista, 36, 104
- cognoscitiva del mundo, 272
- colectiva, 118, 166, 225, 383
- cultural, 113, 124, 175
- de conceptos, 270, 449
- de la biodiversidad, 120, 433-434,
441
- de la naturaleza, 27, 36, 40, 46,
81, 82, 84, 86, 99, 102-104, 108,
111, 113-116, 124, 125, 130, 132,
166, 173-175, 201, 203, 225-227,
245, 251, 252, 256-258, 261, 262,
270, 290, 296, 326-328, 333, 337,
342, 351, 354, 358, 362, 368, 394,
395, 397, 398, 405, 407, 408, 410,
415, 421, 430, 432, 433, 439, 456
[479]
NDICE TEMTICO 480
- de las estructuras disipativas, 180
- de los procesos productivos, 176,
406, 420, 433, 435, 439
- de los recursos ecolgicos, 182,
255, 411, 415, 417
- de los recursos naturales, 105,
108, 235, 238, 404, 431, 442
- del conocimiento, 35, 72
- del mundo, 341, 350
- del poder, 286
- destructiva de la naturaleza, 187
- econmica, 1, 31, 119
- material y simblica de la natura-
leza, 274
- productiva de la naturaleza, 13,
35, 40, 115, 368
- social de la naturaleza, 63, 85, 96,
130, 171, 176, 200, 260, 299, 400,
409, 414, 416
Argentina, 360, 361
atmsfera, 112, 122, 146, 150, 154,
155, 156, 158, 163, 166, 169, 441
atractor, 157
autoconsciente, 28, 47, 54, 66
autogestin, 45, 174, 216, 217, 225,
233, 266, 270, 355, 361, 365, 366,
367, 383, 410, 417, 426, 432, 447
- comunitaria, 233, 361, 428, 430,
432, 439, 440, 447
- productiva, 174, 365, 397, 404,
412, 420, 423-424, 427, 430, 433,
438, 444, 445, 446, 448
automatizacin, 8, 21, 340
autonoma (s)
- cultural (es), 128, 131, 176, 364,
382, 401, 410, 438, 440
- de las comunidades indgenas,
379, 403, 411, 420, 423, 435, 436,
441
- del sujeto, 347
- tnica (s), 354
- locales, 192, 266, 268, 433, 437
- poltica, 398-399, 413, 414
- relativa, 259
autoorganizacin, 51, 54-57, 59, 71,
138, 148, 154, 163-166, 173, 179,
242, 246, 247, 315, 340, 341
autosubsistencia, 226, 365, 380, 381,
431
aymara, 360, 374
azar, 55, 78, 91, 92, 94, 141, 179, 255,
294, 314
aztecas, 373, 391
Babel, 91, 276, 297, 342, 347, 350,
357, 412, 428, 446
bienes
- comunes, 105, 111, 193
- de capital, 13, 14, 392
- naturales, 1, 36, 139, 214, 255,
402, 404, 405, 407, 408, 409, 412,
414, 417, 420, 433
- posicinales, 193
- salario, 11, 12
biodiversidad, 36, 42, 106, 108, 111,
113, 115, 116, 117, 118, 119, 120,
122, 123, 138, 146, 147, 154, 155,
156, 157, 167, 172, 177, 186, 197,
212, 226, 227, 256, 257, 259, 270,
277, 295, 328, 342, 354, 362, 364,
368, 373, 378, 380, 382, 400, 405,
414, 426, 433, 434, 436, 437, 441,
443, 446, 452, 454
- convenio de, 212, 227, 405
- manejo productivo de la, 118,
123, 364, 434
bioeconona, 141, 142, 143, 144, 145,
146, 147, 148, 149, 150, 151, 154,
155, 163, 164, 167, 170, 172, 177,
191, 217, 238
biomasa, 118, 122, 145, 146, 148,
149, 150, 151, 152, 153, 155, 156,
157, 158, 162, 163, 164, 165, 166,
167, 168, 169, 170, 171, 187, 193,
225, 409
bioprospeccin, 119
bioseguridad, 169, 227, 405
biosfera, 47, 101, 116, 117, 121, 125,
127, 145, 146, 149, 150, 151, 153,
154, 159, 160, 163, 165, 167, 168,
NDICE TEMTICO 481
169, 171, 212, 263, 265, 329, 356,
363, 375
biotecnologa, 81, 110, 111, 117,
120, 165, 170, 197, 257, 258, 362,
368, 398, 434, 439, 446
bixido de carbono, 116, 118, 121,
155, 159, 166, 170
Brasil, 122, 405, 438, 449
calentamiento
- de la atmsfera, 112, 441
- global, 101, 109, 114, 117, 118,
121, 134, 138, 146, 155, 157, 158,
160, 161, 166, 168, 169, 172, 186,
221, 281, 353
calidad de vida, 43, 120, 127, 181,
182, 192, 194, 195, 196, 200, 213,
216, 217, 219, 221, 223, 224, 256,
282, 353, 354, 371, 373, 400, 401,
403, 408, 409, 416, 420, 421, 422,
425, 426, 427, 434
cambio climtico, 111, 113, 121, 123,
212, 227, 278, 405, 416
campos disciplinarios, 235
caos, 55, 144, 156, 161, 172, 178,
245, 246, 255, 293, 316
capacidad de carga, 138, 148, 151,
193, 238, 424
capital
- acumulacin de, 6, 15, 16, 31, 64,
105, 138, 352, 392, 448
- creacin destructiva del, 389
- cultural, 105
- exosomtico, 188
- humano, 1, 108, 111, 195
- monopolista, 389
- natural, 1, 105, 108, 111, 112, 114,
120, 236, 238, 367, 422, 431, 443
Capital, El, 6, 7, 9, 11-13, 15, 17-20,
23, 24, 27, 37, 40, 105, 108, 113,
115
capitalizacin, 2, 21, 41, 44, 81, 88,
103, 105, 109, 110, 111, 113, 131,
132, 191, 193, 253, 364, 370, 421,
424, 432
- de la naturaleza, 2, 21, 41, 44, 81,
88, 103, 105, 109, 110, 111, 113,
131, 132, 191, 193, 253, 364, 407-
408, 411, 424, 432, 434
carbono, 101, 113, 114, 116, 118,
121, 122, 123, 124, 155, 157, 158,
159, 166, 170, 197, 373
- captura de, 118, 123, 197
- secuestro de, 116, 118
Carta de la Tierra, 227, 298
catstrofes ecolgicas, 217, 353
China, 121
ciberntica, 55, 56, 62, 246
ciclo(s), 17, 19, 32, 93, 126, 152, 159,
169, 182, 250, 372, 374, 376, 381,
382, 395
- bio-geo-qumicos, 376
- de energa, 152, 159
- de nutrientes, 152, 381
- del capital, 19, 32
- ecolgicos, 126, 169
ciencia, 92, 239
- de la complejidad, 55, 71, 77, 277
- de la historia, 33
- de la termodinmica, 137
- ecolgica, 175
- econmica, 1, 2, 112, 132, 133,
136, 137
- moderna, 60, 213, 249, 250, 276,
479, 439
- objetiva, 140, 244, 245, 273
- positivista, 273, 452
- postnormal, 155, 171, 176
ciencias naturales, 2, 5, 19, 24, 137,
161, 171, 199, 237, 386
codificacin, 42, 96, 126, 214, 299,
356, 357
cdigo
- cultural, 195, 222, 244, 304, 419
- econmico, 38, 42, 78, 134
- gentico, 55, 93, 94, 188
coevolucin, 46, 162, 167, 181, 224,
225, 259, 261, 352, 355, 424
- ecolgico-cultural, 181, 225
Colombia, 262, 405, 436
NDICE TEMTICO 482
complejidad
- ambiental, 35, 36, 43, 44, 45, 47,
49, 51, 53, 55, 57, 59, 61, 62, 63,
65, 67, 79, 71, 73, 75, 77, 79, 80,
81, 83, 85, 87, 127, 171, 176, 192,
198, 217, 241, 242, 243, 245, 246,
247, 248, 249, 250, 251, 252, 253,
254, 260, 271, 276, 293, 296, 347,
359, 435, 456
- de lo real, 247, 345
- de los ecosistemas, 152, 378, 440,
444
- de los problemas sociales, 232
- del ordenamiento neguentrpico,
152
- del pensamiento, 253
- del ser, 242
- del sistema, 153
- ecolgica, 112
- organizativa, 224
complementariedades ecolgicas y
culturales, 371
comunidades
- autogestionarias, 296, 421, 423,
427, 428, 429, 430, 431, 448
- biolgicas, 159
- de base, 365
- del tercer mundo, 108
- descentralizadas, 177
- indgenas, 48, 120, 196, 197, 234,
327, 354, 359, 362, 363, 375, 379,
413, 416, 422, 430, 432, 434, 437,
438, 447
- interactivas, 340
- locales, 195, 222, 404, 417, 427,
428, 433, 434
- negras, 262, 274, 436, 437, 441,
442, 451
- rurales, 174, 362, 364-367, 371,
406, 413, 414, 417, 424, 425, 426,
430, 432, 441, 442, 444-448,
- terrestres, 168
conciencia
- absoluta, 293
- ambiental, 100, 234, 236
- ciudadana, 193
- colectiva, 142, 332
- conservacionista, 384
- crtica, 254, 353
- de clase, 34, 277
- de especie, 229, 277, 278, 281,
308, 332
- de s, 60, 278, 279, 324, 333
- del sujeto, 54, 332
- ecolgica, 47, 67, 227, 242, 248,
275, 277, 278, 282, 335, 337, 386,
393, 396, 403, 439
- econmica, 278
- tica, 220, 403
- genrica, 278, 301, 448, 453
- humana, 54, 61, 279, 280, 439
- moderna, 307
- pura, 282
- social, 54, 377, 448
conflictos ambientales, 43, 114, 118,
262, 268, 389, 404, 405, 410
conocimiento(s) 412, 423, 431, 439,
447, 448, 450
- agrcola, 384
- centrado, 282, 334
- cientfico(s), 21, 24, 28, 32, 33, 35,
71, 102, 111, 175, 234, 273, 279,
295, 324, 326, 329, 383, 430, 447
- cientifico-tecnolgico, 21, 111, 295
- de la ciencia, 337
- del mundo, 90, 95, 134, 245, 287,
300, 340
- del otro, 330
- dialctico, 64
- disciplinario, 241
- emprico (s), 93, 196
- experto, 337
- fraccionado, 248, 298
- holstico, 338
- humano, 66, 68, 322
- moderno, 29, 242
- no cientfico, 92
- objetivo, 61, 62
- personal, 72
positivo, 178, 292
NDICE TEMTICO 483
- tcnico, 365, 424
- tecnolgico(s), 25, 140, 382,
- terico, 75, 232
- tradicional(es), 367, 419, 447
- unitario, 247
constructivismo, 71, 75, 134, 255, 275
consumo exosomtico, 140, 191, 388
consumo productivo de naturaleza,
162, 387
contaminacin, 98, 101, 116, 121,
134, 139, 160, 164, 168, 169, 182,
186, 207, 217, 256, 353, 367, 403,
404, 405, 409, 411, 424, 440, 442
cosificacin
- de la naturaleza, 40
- del mundo, 31, 64, 77, 78, 275, 288
cosmovisin, 45, 123, 275, 322
Costa Rica, 119
crisis
- ambiental, 30, 33, 39, 44, 62, 63,
91, 96, 98, 99, 100, 101, 103, 105,
106, 130, 133, 134, 135, 138, 148,
171, 181, 184, 209, 216, 224, 234,
235, 241, 242, 243, 244, 246, 248,
253, 259, 275, 279, 281, 283, 284,
286, 295, 298, 299, 310, 325, 332,
339, 348, 353, 396, 422
- de civilizacin, 102, 181, 241, 352,
420, 425
- de identidad, 160
- de la humanidad, 299
- de la naturaleza, 259, 298
- de la racionalidad econmica,
198, 425
- de la razn, 234
- de recursos, 182
- del conocimiento, 33, 298
- del desarrollo, 298
- del mundo, 248
- del pensamiento occidental, 241
- del sistema, 190
- ecolgica, 109, 241, 259
cultura
- de la modernidad, 360
- de la posmodernidad, 354
- democrtica, 418, 419, 453
- dominante, 221, 350, 371, 395
- ecolgica, 221, 366, 370, 374,
377, 384, 412, 452, 455, 456
- global, 228, 352
- moderna, 276, 286
- tradicional, 73, 196, 222, 276,
350, 369, 370, 376, 385, 414
cyborg (s), 72, 77, 248
degradacin ambiental, 99, 100,
102, 110, 122, 125, 130, 143, 147,
172, 183, 187, 213, 283, 353, 370,
371, 396, 418, 420, 422, 425, 448
democracia, 44, 49, 61, 84, 85, 103,
110, 126, 131, 174, 185, 197, 198,
206, 253, 269, 270, 296, 336, 340,
354, 361, 373, 396, 397, 404, 407,
408, 410, 414, 415, 416, 430, 432,
433, 434, 438
- ambiental, 269, 270, 404, 406,
410, 415, 417, 418, 419, 420
- comunitaria, 420
- directa, 270, 296, 419, 420, 439
- en la produccin, 418, 438
- participativa, 110, 206, 354, 361,
403, 413, 442
- poltica, 412, 413, 418, 419, 420
- representativa, 269, 403, 413, 415
dependencia tecnolgica, 421
derecho (s)
- a la diferencia, 128, 266, 270, 368,
451, 452, 453, 455
- a la gestin participativa, 355,
432, 433, 438, 451
- a la supervivencia, 127, 416, 423,
426, 437
- a tener derechos, 222, 315, 410,
416, 452
- al territorio, 253, 376, 435, 446, 454
- ambientales, 13, 36, 213, 233, 255,
366, 373, 400, 403, 426, 432, 455
- ciudadanos, 227, 258, 283, 412
- colectivos, 119, 138, 228, 253, 270,
283, 411, 412, 442
NDICE TEMTICO 484
- culturales, 104, 124, 127, 222, 267,
354, 359, 362, 397, 400, 103, 418,
419, 432, 433, 437, 454
- de apropiacin, 366, 405, 435
- de contaminacin, 121
- de la mujer, 222, 283
- de la naturaleza, 283, 405, 410, 449
- de los pueblos y comunidades,
104, 220, 364, 407, 411, 417, 421,
431, 435, 436, 445
- de propiedad, 103, 105, 182, 257,
290, 354, 436, 410, 412, 421, 426,
433, 435
- de propiedad intelectual, 36, 109,
117, 257, 368, 405, 434, 446
- de reapropiacin de la naturale-
za, 351, 397, 410, 433
- de ser, 253, 258, 270, 293, 296, 451
- del mercado, 267
- del ser, 115, 251, 267, 270, 282,
433, 449
- humanos, 174, 201, 221, 222, 224,
267-269, 276, 315, 351, 354, 363,
403, 405, 409, 410, 411, 412, 414,
416, 419, 432, 433, 437, 451, 455
- indgenas, 104, 406, 410, 411, 412,
416, 418, 434
- individuales, 269, 295, 397
- positivo, 196, 267, 435, 452
- tradicionales, 130, 363, 407, 426,
449
- transables, 116
- universales, 367, 432
desarrollo, 100, 187, 200, 217, 371,
375
- autogestionario, 429
- endgeno, 423, 429, 430, 447
- estrategia de, 364, 427
- rural, 365, 370, 427
- social, 423, 427, 428, 429
- sostenible, 36, 39-42, 48, 88, 96,
98-100, 102-111, 113-114, 116,
117, 119-124, 126, 128-131, 134,
155, 158, 172, 174, 184, 189, 191,
195, 211, 212, 219, 222, 227, 228,
232-234, 270, 274, 278, 298-300,
308, 329, 345, 351, 353, 354, 360,
364, 368, 405, 414, 415, 417, 422,
429, 434, 437, 440, 441, 449, 453
- sustentable, 35, 43, 44, 82, 85,
115, 120-122, 132, 138, 148, 151,
165, 166, 173, 177, 181, 184, 185,
190, 195, 198, 199, 201, 205, 207,
208, 212, 215, 217-219, 222, 223,
233-236, 253, 275, 283, 284, 328,
337, 355, 358, 361, 362, 364-366,
368, 370, 371, 373, 376, 381, 383,
384, 407, 409, 414, 416, 417, 418,
421, 425, 426, 431, 433, 440, 441,
449
desconstruccin, 30, 33, 34, 64, 102,
107, 124, 190, 191, 207, 209, 221,
244, 246, 261, 266, 275, 277, 284,
287, 290, 292, 326, 328, 329, 351,
359, 395, 408
desforestacin, 101, 114, 134, 147,
157-159, 166, 167, 169, 353, 367,
405, 441
desnaturalizacin, 76, 114, 133, 243,
258, 261
desorden, 75, 161, 173, 193, 289, 385,
393
desvalorizacin, 1, 8, 12, 15, 32
- de las mercancas, 8
- del capital, 12
- del valor, 1, 15
deuda ecolgica, 116, 122, 253, 257
dveloppement durable, 103
dialctica
- de la entropa, 390
- de la historia, 26, 30, 44, 81
- de la naturaleza, 26, 44, 45, 51,
53, 66, 68, 140
- de la negacin, 179
- de la trascendencia, 55
- de lo concreto, 68
- de los contrarios, 336
- de medios y fines, 41
- del amo y el esclavo, 129
- del desarrollo orgnico, 53
NDICE TEMTICO 485
- del iluminismo, 301
- del modo de produccin, 38
- del poder, 50
- del proceso laboral, 26
- del ser, 313
- ecolgica, 47, 82
- social, 2, 21, 80, 86, 211, 223, 357
- trascendental, 22, 24, 26, 31
dialgica, 56, 81, 85, 211, 346, 351
dilogo
- de saberes, 80, 81, 86, 91, 92, 96,
221, 223, 229, 245, 249, 251, 252,
273, 298-300, 307, 310, 312, 314-
322, 324-342, 344-347, 349-351,
357, 358, 360, 375, 453
- de seres, 349, 413, 436
- intercultural, 345, 453
diferancia, 98, 249, 268
diferencia entre los sexos, 280, 284,
292
diffrance, 130
dimensin estructural, 38, 135
discurso
- ambiental, 212, 219, 232, 240, 317,
388
- ambientalista, 208, 218, 4020
- cientfico, 25, 83, 93
- crtico, 98, 219
- de amo, 285
- de la ecologa poltica, 296
- de la globalizacin econmica, 129
- de la globalizacin, 109
- de la simulacin, 95
- de la sustentabilidad, 99, 103,
106, 253, 274, 350, 384, 453
- del crecimiento sostenible, 109
- del desarrollo sostenible, 39, 96,
98-100, 102-109, 113, 126, 134,
195, 219, 227, 270, 274, 298, 415,
422
- del ecodesarrollo, 101, 361
- ecoanarquista, 67
- ecologista, 42
- filosfico, 314, 395
- humano, 395
- neoliberal, 105, 184, 189
- poltico, 270, 402, 405, 407, 415,
419, 434, 435, 449, 453
- sobre la biodiversidad, 115
- terico, 41, 46, 96, 99, 233
diversidad
- biolgica, 113, 117, 169, 217, 254,
361, 377, 398, 443, 444, 445
- cultural, 42, 49, 127, 129, 138,
174, 177, 185, 187, 192, 198,
204, 206, 219, 221, 224, 226,
228, 233, 245, 251, 258, 266,
300, 311, 319, 322, 331, 342,
345, 354, 355-357, 359-361, 363,
368, 369, 373, 376, 399, 417,
418, 435, 446, 448, 454
- de conciencias, 281
- de cosmovisiones, 366
- de especies, 152
- de estilos de desarrollo, 127, 217,
433
- de formas de vida, 329
- de identidades, 250, 320
- de prcticas, 175
- de racionalidades, 371
- de saberes, 309
- de sentidos, 245, 319, 357
- de valores, 3, 42, 205
- del orden simblico, 267
- del ser, 313, 330, 331
- ecolgica, 112, 265, 354, 415,
407, 409
- tnica, 101, 207, 352, 401, 404,
417, 418
- gentica, 379
- lingstica, 353
- ontolgica, 36
dominios disciplinarios, 115, 171
don, 271, 286, 321, 390-392
dualismo, 66, 69-71, 74, 75, 77-79,
141, 178, 263, 264, 275, 284, 290
ecoanarquismo, 83, 260, 403, 405
ecodesarrollo, 100-102, 361, 405, 447
- estrategias del, 100, 102, 361
NDICE TEMTICO 486
ecodestructivo, 253
ecoeficiencia, 110
ecofeminismo, 283, 284, 286, 288-
290
ecologa
- evolutiva, 222, 238
- funcional, 238
- generalizada, 45, 51, 53, 55, 83,
92, 108, 233, 253, 254, 260, 261,
272, 275, 277, 336, 404
- humana, 45, 146, 199
- poltica, 41, 80, 114, 115, 191,
205, 219, 226, 228, 232, 233, 235,
237, 239, 241, 243, 245, 247, 249,
251, 253-263, 265-277, 279, 281,
283, 285, 287-289, 291-293, 295-
297, 299, 361, 395, 397, 398, 416,
456
- productiva, 429
- profunda, 45, 49, 260, 266
- social, 45, 47, 49, 51, 68, 403, 404,
405
ecologismo, 26, 44, 45, 48, 50, 60,
65, 71, 72, 78, 84, 87, 103, 186,
212, 226, 228, 243, 275, 283, 298,
335, 390, 396, 418, 438
- de los pobres, 404
- dialctico, 45
- funcionalista, 275
- naturalista, 243
ecologizacin
- de la cultura, 395
- de la economa, 103, 115, 188
- de las relaciones sociales, 261
- del mundo, 246
- del orden econmico, 233
- del orden social, 210
- del pensamiento, 246, 339
del planeta, 328
ecomarxismo, 1, 238
economa
- ambiental, 1, 148, 182, 184, 218,
238, 387
- capitalista, 65, 220
- clsica del valor, 135, 405, 407,
426-427, 442
- coevolutiva, 165
- convencional, 172, 177
- de estado estacionario, 155, 183,
188
- de mercado, 110, 177, 184, 189,
362, 375, 401
- del desarrollo sostenible, 111
- ecolgica, 1, 100, 114, 136, 143,
146-148, 161, 167, 182, 184, 187-
191, 213, 238, 255, 256, 258, 260,
386, 387, 439
- estndar, 143
- general, 386, 388
- global, 39, 125, 134, 175, 187,
188, 192, 200, 366, 389, 423, 431,
443
- mecanicista, 248
- moderna, 137
- mundial, 169
- neguentrpica, 158
- neoclsica, 181, 182, 187, 236,
238
- neoliberal, 110, 354, 419
- poltica, 1, 4, 10, 13, 31, 37-41,
115, 186, 256, 260, 388
- sustentable, 2, 36, 105, 136, 148,
174, 187, 218, 239, 274, 378, 412,
418, 429, 443
- vulgar, 4, 5, 22
- y ecologa, 116, 162, 192
economizacin
- de la naturaleza, 115, 329
- del mundo, 31, 97, 112, 243, 298,
339, 340, 392, 393
ecosistema(s)
- autoorganizados, 151
- biodiverso, 146
- clmax, 118
- complejo(s), 154, 155, 160, 170,
186, 226
- contiguos, 146, 156
- degradacin del, 186, 442
- del norte, 119
- forestales, 166
NDICE TEMTICO 487
- locales, 188
- naturales, 56, 174, 370, 380, 409,
424, 426, 443, 446
- productivos, 218, 429-430
- recurso, 149, 369
- secundarios, 118
- terrestres, 186
- tropicales, 170, 372, 379, 444,
446, 448
ecosocialismo, 36, 260
ecosofas, 217, 260
ecotcnicas, 218, 236
efecto invernadero, 48, 101, 114,
116, 118, 119, 122-124, 138, 151,
155, 159, 166-169, 172, 416
emancipacin, 3, 34, 99, 104, 127,
245, 250, 277, 286, 292-296, 336,
359, 393, 423, 452, 454, 455
entropa
- csmica, 163
- de la biosfera, 153, 169
- del universo, 164
- en sistemas cerrados, 163, 164
- global, 156, 160, 163
- interna, 152, 153
- leyes, 145, 150
- ley lmite de la, 137, 143-145, 161,
172, 174, 177, 274, 279, 281
- negativa, 149, 153, 163, 165
- neguentrpica, 160, 409
- social, 352, 385, 386, 391
episteme, 3, 29, 44, 254
epistemologa
- ambiental, 272-274, 276
- de la complejidad, 80
- empirista, 258
- estructuralista, 59
- materialista, 23
- mecanicista, 141
- moderna, 254
- poltica, 270, 271, 273, 274, 277
- positivista, 293, 309
- postestructuralista, 67
- realista, 30, 58
epistemolgico, obstculo, 293
equidad
- de gnero, 288
- en la diversidad, 295, 410, 416
- social, 49, 138, 177, 182, 208,
224, 228, 233, 272, 401, 404, 417,
448
- y democracia, 61, 296, 408, 416
- y distribucin ecolgica, 270
- y sustentabilidad, 420, 432, 451
equilibrio
- de los factores de la produccin,
132, 133
- ecolgico, 35, 107, 109, 111, 113,
118, 122, 124, 133, 138, 151, 158,
159, 162, 166, 168, 172, 174, 182,
189, 195, 211, 224, 362, 365, 368,
372, 422, 429, 446, 448
- entrpico, 122, 169, 170
- termodinmico, 143, 156
eros, 292
erotismo, 286, 288, 289, 321, 342,
356, 388, 390, 392
erotizacin, 191, 390
- de la existencia, 390, 450
- de la vida, 191
esencialismo, 54, 77, 251, 268, 276,
284, 288, 290, 358
esfera(s)
- culturales, 220, 306, 356, 360
- de racionalidad,225
- del poder, 260
- econmica, 182, 203, 223, 397,
407, 429
- institucional, 206
- jurdica, 203, 435
- productiva, 147, 362
estado
- aparatos del, 208, 211, 235
- benefactor, 400, 428
- estacionario, 155, 171, 183, 188,
190, 238
- moderno, 125, 205, 220
- pluritnico, 363, 397
Estados Unidos, 371, 372, 391
estilos tnicos, 221, 362, 364, 367,
NDICE TEMTICO 488
369, 371, 380, 382, 384, 419, 434
estrategias
- conceptuales, 115, 233
- de dominacin, 223, 290, 355
- de poder, 2, 35, 46, 49, 54, 69, 81,
87, 90, 93, 96, 99, 108, 131, 161,
190, 206, 213, 215, 218, 223, 228,
230, 233, 251, 252, 254, 255, 261,
265, 269, 272, 273, 274, 277, 290,
308, 320, 328, 332, 338, 348, 350,
351, 433, 437, 439
- de poder en el saber, 35, 54, 93,
131, 190, 254, 265, 277, 320, 328,
338, 348, 350
- de produccin mesoamericanas,
369
- de seduccin, 108
- fatales, 88-91, 96-99, 105, 109-111,
130, 131, 134, 248
- polticas, 83, 174, 204, 278, 296
- productivas, 127, 218, 228, 375,
423, 432, 439, 445
estratosfera, 150, 163
estructura(s)
- de lo real, 64
- de poder, 287, 406, 413, 414, 419,
432
- de soporte de la vida, 141
- de un modo de produccin, 210
- disipativas, 141-144, 148, 152,
153, 161, 166, 167, 171, 172, 177-
180, 248, 249
- econmica, 39, 286
- formal, 291, 338
- gentica, 263, 357
- mtica, 324
- molecular, 319
- significante, 84
- simblica, 44, 274, 286
- social(es), 11, 21, 25, 26, 34, 283,
284, 287, 289, 290, 375
- socioecolgica, 61
- terica, 239
estructuralismo, 38, 40, 54, 58, 61,
66, 82, 93, 254
tica
- ambiental (ista), 196, 210, 228-
231, 294, 397
- conservacionista, 184, 225
- de la frugalidad, 191, 296, 390
- de la naturaleza, 54, 404, 418
- de la otredad, 70, 128, 223, 228,
266, 324, 329, 334, 347, 357, 408,
416
- de la vida, 260, 279, 390
- de solidaridad, 298
- del conocimiento, 35
- del desarrollo sostenible, 227
- ecolgica, 92, 278, 356
- empresarial, 172
- naturalista, 47, 83, 289
- objetiva, 70, 82, 83
- poltica, 255, 284, 296, 324
- protestante, 229, 367, 385
- racional, 229
etno-bio-prospeccin, 257, 270, 368,
419, 434
etnobotnica, 237
etnociencias, 250
etnognesis, 359
etnotcnica, 237
evolucin
- biolgica, 47, 50, 53, 56, 57, 67,
81, 86, 152, 153, 159, 164, 210,
250, 259, 261, 262, 327, 341, 434
- cultural, 166
- de la cultura, 238
- de la materia, 65, 90
- de la naturaleza, 220, 248, 311,
385, 442
- del pensamiento, 58, 254
- dialctica, 55, 94
- ecocultural, 384
- ecolgica, 282
- ecosocial, 45
- exosomtica, 140
- natural, 47, 53, 54, 68, 194, 248
- social, 47, 301, 425
exgesis, 22, 27, 245, 351
exerga, 156, 157, 176
NDICE TEMTICO 489
externalidad(es)
- ambiental(es),100, 102, 181, 201,
213, 218, 236, 256, 422
- econmica(s),133, 257
EZLN (Ejrcito Zapatista de Libera-
cin Nacional), 416, 439
falo, 285, 286, 290
falocentrismo, 284, 285
falocracia, 283, 285
femenino, 78, 284, 288, 289, 291,
292
fenomenologa, 23, 26, 29, 54, 74,
78, 162, 281, 303, 321
finalidad, 37, 55, 92, 94, 95, 106, 170,
195, 210, 230, 317, 318, 322, 377
flujo, 112, 146, 158, 164, 165, 188,
325, 372, 390
- de materia y de energa, 146, 147,
152, 159, 164, 165, 189, 372, 411
formacin(es)
- culturales, 215, 283, 329, 332,
353
- de biomasa, 118, 165, 167-170
- de valor, 8, 9, 15, 17, 18, 20, 22,
133, 137, 139
- del inconsciente, 286
- discursivas, 46, 212, 216, 227,
233, 271, 290, 299, 320, 328
- ideolgicas, 35, 62, 218, 223,
233, 239, 240, 366, 369, 381, 402,
409
- neguentrpica de biomasa, 163,
165
- simblicas, 83, 333
- social, 6, 27, 350, 369, 376, 378,
383
- socio-econmicas, 220, 367, 377
- tericas, 200, 201, 235
fotosntesis, 118, 122, 145, 146, 148,
149, 151, 153, 154, 158, 163-165,
167, 187, 409, 443, 450, 455
fuerzas
- polticas, 85, 268, 412, 433, 453
- productivas, 1, 3, 5-11, 13, 15-21,
23, 25, 27, 29, 31-35, 37, 39, 41,
43, 64, 81, 115, 133, 174, 183,
217, 218, 238, 240, 348, 352, 373,
374, 377, 381-383, 406, 408, 430,
442
- reactivas, 178
funciones
- de dao ecolgico, 236
- ecolgicas, 375, 441
futuro sustentable, 80, 83, 93, 98,
107, 142, 162, 175, 176, 177, 183,
209, 229, 243, 247, 252, 254, 275,
298-301, 308, 324, 326-328, 332,
333, 336-338, 340, 341, 347, 351,
355, 400, 456
generatividad, 86, 262, 311, 324,
327, 329, 338, 341, 348
gnero, 8, 46, 103, 204, 278, 282-284,
286-292, 318, 337, 352, 366, 396,
399
geografa, 237, 238, 254, 261, 297,
449, 450
geo-grafas, 125, 126
geopoltica, 36, 40, 82, 111, 113, 114,
116, 119, 120, 122, 128, 131, 154,
155, 184, 212, 219, 222, 353, 354,
360, 364
- del desarrollo sostenible, 36, 114,
116, 120, 122, 128, 131, 155, 184,
212, 219, 222, 353, 360, 364, 417,
434, 440, 441
gerontocracia, 283, 286
gestin
- ambiental, 173, 206, 211, 212,
216, 218-220, 224, 236, 240, 367,
368, 377, 398, 400, 403, 428, 442
- cientfica, 326, 333
- de la sustentabilidad, 161
- de los recursos naturales, 197,
361, 423
- del desarrollo sostenible, 110,
351
- econmica, 119, 204
- participativa, 101, 118, 166, 176,
NDICE TEMTICO 490
201, 205, 207, 211, 217, 355, 407,
417, 420, 448
- racional, 92, 98, 229, 243, 244
gnoseologa, 259, 347
hermenutica, 1, 21, 26, 71, 81, 94,
108, 134, 244, 245, 253, 255, 274,
275, 336
hermenutica ambiental, 245
hermenutica diatpico, 336
hibridacin, 72, 77, 92, 129, 177,
247, 259, 271, 272, 345, 350, 357,
452, 454, 455, 456
hiperconsumo, 98, 416, 418
hiperrealidad, 40, 77, 89-91, 95-97,
99, 128, 130, 134, 248, 255, 295,
340, 341
hipertelia, 92, 95, 106
historicidad, 2, 3, 5, 6, 63, 81, 244,
250, 284
- de la teora, 2
- de la verdad, 244
- de lo real, 81
- de los conceptos, 5
- del pensamiento, 250
holstico, 61, 77, 275, 325, 329, 333,
338
hologramtico, 333
homo economicus, 42, 44, 135, 194
identidad(es)
- cultural(es), 35, 125, 126, 221,
251, 262, 271, 274, 320, 326, 327,
331, 333, 350, 358, 362, 364, 384,
404, 405, 420, 429, 436, 437, 439,
440, 454,
- tnica(s), 126, 252, 268, 353, 355,
363, 365, 368-371, 373, 377, 378,
383, 416, 417, 434, 436, 447
- hbridas, 359
ideologa(s), 72, 196, 235, 246, 265,
270, 272, 281, 340, 350, 369, 405,
414, 452
- agrcolas tradicionales, 369
- tericas, 235, 272
imaginacin
- abolicionista, 297
- sociolgica, 198
imaginario(s)
- colectivo(s), 195, 278, 279, 333,
379, 452
- social(es), 132, 255, 277, 350, 403
inca, 360
incertidumbre, 55, 90, 92, 94, 114,
116, 118, 134, 155, 161, 175, 216,
242, 245, 246, 249, 255, 281, 293,
294, 316
inconmensurabilidad, 123, 126, 182,
184, 190, 205, 213, 216, 220, 226,
267, 269, 387, 411
India, 121, 376, 405, 415
indgena(s), 252, 253, 329, 359, 418,
436, 437, 444, 454, 456
- comunidad(es), 48, 120, 196,
197, 234, 327, 354, 359, 362, 363,
375, 379, 413, 422, 430, 432, 434,
437, 438, 447
- cultura(s), 369, 433, 452, 456
- derechos, 266, 406, 407, 410, 411,
416, 426, 438
- grupos, 327, 401, 405, 406, 410,
412, 413, 416, 435
- movimientos, 402, 406, 407, 436,
437, 438, 439, 440, 455
- poblaciones, 36, 111, 119, 120,
123, 363, 364, 397, 403, 405, 407,
434, 435, 442, 446, 454
- pueblos, 104, 121, 123, 363, 364,
373, 403, 414, 431, 434, 435, 436,
438, 451, 453, 454, 455
instrumentos
- de control, 49, 383
- de evaluacin, 207
- de gestin del desarrollo sosteni-
ble, 218
- de la geopoltica del desarrollo
sostenible, 360
- de la planificacin, 101
- econmicos, 42, 184, 219, 236,
257
NDICE TEMTICO 491
- legales, 110, 218, 227
- materiales, 230
- normativos, 234
- para la gestin ambiental, 212,
218, 403, 417
- tcnicos, 212, 219, 355, 369
- tecnolgicos, 224, 228
- tericos, 187
intercambio simblico, 38, 42, 94,
342, 409, 439, 456
interdisciplinariedad, 96, 245, 298,
299, 302, 325, 326, 333, 338
intereses disciplinarios, 235
irreversibilidad, 141, 161, 162, 178,
179, 250, 318
isomorfismos estructurales, 93, 232
isonoma, 54
juego estructural, 38, 135
justicia, 34, 45, 103, 107, 109, 173,
177, 193, 198, 256, 261, 268, 270,
288, 289, 296, 297, 305, 315, 316,
318, 322, 328, 410, 412, 419, 451
- ambiental, 109, 173, 177, 256,
270, 289, 297, 410, 452
- de gnero, 289
- del otro, 318
- hacia el otro, 315
- humana, 288
- social, 107, 268, 396, 403, 421
latifundios genticos, 116
legislacin ambiental, 212
ley(es)
- biolgicas, 26, 138, 210
- cientficas, 33
- cultural(es), 278
- de conservacin, 384
- de la entropa, 142, 143, 145, 150,
161, 164, 172, 183, 238, 243, 244,
390
- de la evolucin, 86
- de la materia, 140
- de la oferta y la demanda, 10, 11
- de la termodinmica, 101, 135,
136, 139, 142, 145, 150, 151, 161,
165, 177, 183, 186, 191, 239
- del cdigo, 39
- del mercado, 11, 105, 124, 135,
224, 226, 270
- del organismo, 68
- del pensamiento, 68
- del valor, 10, 11, 14, 16, 20, 21,
24, 27, 32, 34, 35, 39, 40, 134
- dialctica, 68, 390
- ecolgicas, 47
- econmica(s), 299
- estructural del valor, 38, 43, 99
- estructural, 38, 43, 99
- fsica, 141
- internas del capital, 34
- limite de la naturaleza, 39, 98, 99,
139, 143, 145, 161, 172, 274
- natural(es), 23, 26, 27, 93, 137,
173, 258, 259, 433
- objetivas, 34
- ontolgica, 390
- simblica, 285
- social(es), 22, 280
- universal, 85, 112, 138, 143, 144,
247, 330, 341, 346
logocentrismo, 34, 92, 127, 199, 232,
242, 243, 249, 261, 295, 325, 329,
334, 339
logos, 21, 53, 60, 61, 266, 280, 305,
329, 336, 357
lucha(s)
- ambientalistas, 283, 400, 403,
435, 437, 456
- campesinas, 414
- de clases, 3, 11, 21, 26, 34, 199,
294, 389, 413, 449, 433
- de poder, 269, 439
- de resistencia, 195, 252, 262, 434,
437, 440
- feministas, 283, 289
- indgenas, 403, 405, 407, 416,
434, 435, 436, 438
- poltica(s), 269, 270, 361, 397,
406, 414, 437, 438
NDICE TEMTICO 492
- populares, 354, 441
- social(es), 114, 115, 118, 147,
364, 405, 407, 410, 413, 419, 430,
433, 438, 441, 449, 450, 456
materialismo dialctico, 29, 37, 41,
46, 52, 53, 56, 66, 67, 88
materialismo histrico, 1-3, 5, 6, 10,
22, 24, 25, 33, 37, 41, 46, 52, 53,
63, 64, 81, 84, 348
maya, 360
mecanismo(s), 15, 28, 31, 34, 90, 92,
108, 115-117, 122, 157, 184, 187,
197, 307, 308, 370, 384, 395
- de apropiacin, 238, 257
- de autoorganizacin, 138
- de desarrollo limpio, 115, 117,
122, 157, 187, 405, 442
- de implementacin conjunta, 117
- de mercado, 48, 103, 105, 109,
131, 182, 192, 201, 215
- del desarrollo sostenible, 117
- econmico(s), 138, 154
- lingstico(s), 307, 308
- reguladores, 147, 182, 415
mercanca, 2, 3, 6, 9, 10, 13, 25, 39,
135, 387
mercantilizacin de la naturaleza,
103, 115, 119, 340, 414
metabolismo, 28, 100, 112, 154, 155,
159, 164, 389, 411, 443
metafsica, 21, 23-26-30, 38, 40, 41,
44, 54, 58, 61, 63, 64, 68, 69, 73,
79, 87, 88, 90, 93, 94, 97, 126,
178, 243, 249, 258, 264, 265, 293,
298, 299, 310, 313, 329, 347
metstasis, 88, 90, 93, 95, 96, 108, 11,
129
mtodo(s) interdisciplinario(s), 92,
171, 199, 232, 236, 260, 275, 325
Mxico, 363, 369, 371-373, 391, 403,
416, 435, 436, 437
modelo(s)
- alternativos, 373
- civilizatorio, 181
- cognoscitivo(s), 115
- de codificacin, 96
- de comportamiento, 222
- de explicacin, 222
- de modernidad, 102
- de racionalidad, 99, 215, 224, 273
- de regresin mltiple, 116
- de simulacin, 118
- ecolgico, 54
- econmico(s), 136, 234, 435
- estratgico, 94
- holsticos, 369
- mecanicista, 148, 183
- morfogenticos, 176
- semiolgicos, 42
- terico(s), 176
modernidad, 29, 34, 37, 54, 79, 85,
88, 89, 94, 98, 100, 102, 128, 133,
181, 192, 195, 196, 198, 199, 202,
203, 207, 209, 220, 224, 230, 233,
241-243, 248, 249, 253, 258, 276,
301, 305-307, 311, 339, 340, 348,
351, 352, 356, 360, 363, 377, 393,
401, 455
- insustentable, 243
modo de produccin capitalista, 3,
5, 10, 21, 22, 24, 31, 32, 34, 38, 77,
352, 371, 397, 406, 410, 438
monismo ontolgico, 51, 57, 59, 60,
61, 63-68, 71, 72, 76, 77, 79, 276
movimientos
- ambientalistas, 202, 211, 215,
216, 218, 240, 278, 354, 400, 403,
404, 407, 413, 418
- de reapropiacin de la naturale-
za, 397, 410, 432, 433, 454, 455,
456
- ecologistas, 233
- sociales, 44, 65, 102, 135, 176,
191, 200, 255-257, 281, 296, 297,
345, 355, 361, 395, 396, 397, 398,
402, 403, 405, 408, 412, 419, 423,
432
movimientos histricos, 4, 22, 64, 83
- campesinos, 364
NDICE TEMTICO 493
- de emancipacin, 250
- de la historia, 64, 65
- de la sociedad, 68
- de resistencia, 131, 256, 257
- ecofeminista, 283
- en defensa de la naturaleza, 45
- libertario, 47
- populares, 34
- tericos, 364
mujer, 96, 222, 280, 283-288, 290,
292, 422, 456
mundo objeto, 90-94, 99, 107, 127,
128, 294
mundo(s) de vida, 40, 77, 90, 91,
112, 125, 126, 130, 171, 180, 195,
202, 203, 208, 241, 245, 250, 251,
255, 262, 265, 271, 295, 299, 303,
310, 315, 328, 347, 350, 357, 358,
360, 390, 409, 414, 450
nhuatl, 360
naturaleza
- apropiacin de la, 398, 405, 407,
408, 410, 415, 421, 430, 432, 433,
439
- capitalizada, 259, 261
- concepto de, 21, 22, 24, 31, 41,
42, 98, 261
- consumo productivo de, 162, 387
- orgnica, 61, 259, 283
- reapropiacin de la, 397, 403,
410, 411, 432, 432, 433, 452, 454,
455, 456
- regmenes de, 259
naturalismo, 26, 30, 42, 51, 53, 54,
57, 66, 67, 69, 73, 81, 83, 84, 86-
88, 259, 262, 272, 275, 277, 284
- dialctico, 26, 42, 44, 51, 53, 54,
57, 63, 66, 67, 69, 80, 81, 83, 86,
87, 272, 277
neguentropa, 145, 146, 153, 156,
160, 161, 163, 170-173, 176, 187,
393
neoevolucionismo, 238
neofuncionalismo, 238
neoliberalismo, 1, 118, 131, 172,
256, 405
- ambiental, 1, 118, 131, 172
- econmico, 172
- social, 428, 429
nihilismo, 60, 69, 179, 230
norma(s)
- culturales, 221, 226
- de vida, 88, 210, 280, 392
- ecolgica(s), 184, 200, 212, 256,
257
- jurdicas, 201, 212, 223, 228, 411,
435
- legal(es), 114, 212, 279
- social, 210, 280, 434
nuguentrpicos (procesos), 32, 144,
145, 149, 150, 155, 156
objetivacin
- de la naturaleza, 284
- de la realidad, 29, 37
- del mundo, 42, 88, 90, 111, 112
- del ser, 96, 334
ontologa
- de la diferencia, 70
- de la naturaleza, 45, 70
- de la otredad, 289
- de la praxis, 23
- de lo real, 89, 211
- del objeto, 93
- del ser, 128, 242, 253, 301, 329
- dualista, 275
- general, 24, 29, 30
- metafsica, 58
- no esencialista, 79, 252
- transhistrica, 30, 37
- universal, 267
orden
- biofsico, 275, 411
- ecolgico, 60, 79, 85, 86, 162,
166, 172, 190, 221, 229, 254, 273,
277, 282, 329
- econmico, 408, 412, 415, 417,
419, 422, 441, 443, 453
- jurdico, 403, 435, 437
NDICE TEMTICO 494
- natural, 408, 424
- ontolgico, 22, 24, 88, 141, 161,
258, 259, 271, 279, 324, 327, 356
- productivo, 37, 164, 171, 437
- social, 44, 45, 50, 53, 54, 60, 62,
69, 80, 84, 86, 94, 110, 173, 178,
198, 202, 210, 216, 224, 234, 235,
255, 397, 412, 435, 437, 438, 439
ordenamiento, 29, 52, 71, 98, 110,
152-154, 158, 161, 166, 208, 209,
212, 285, 372, 377
- ecolgico, 110, 153, 154, 158,
166, 212, 372, 377, 405
organizacin
- biolgica, 278
- burocrtica, 161, 208
- ciberntica, 55
- de la cultura (cultural) (sociocul-
tural), 45, 55, 60, 151, 164, 166,
167, 174, 195, 196, 227, 238, 239,
354, 356, 365, 369, 371, 376, 381,
385
- ecolgica, 32, 45, 46, 56, 86, 145,
149, 159, 163, 164, 167, 220
- econmica, 44, 369
- ecosistmica, 49, 133, 144, 146,
258, 260, 263, 267, 381
- espacial, 373
- material, 47, 366
- neguentrpica, 151, 156-158
- poltica, 240, 400, 437, 451
- productiva y social, 19, 27, 34, 45,
49, 54, 69, 86, 132, 173, 177, 195,
200, 201, 206, 215, 235, 283, 355,
367, 370, 377, 380-382
- racional, 84
- simblica (del orden simblico),
59, 149, 291, 319
- social, 19, 27, 34, 45, 54, 69, 132,
173, 177, 195, 206, 215, 235, 286,
335, 380, 381, 396, 402, 444, 451,
452
pases, 16, 48, 103, 108, 116-123,
158, 186, 233, 257, 354, 360, 361,
363, 373, 403, 404, 405, 421, 422,
436, 444
- del Norte, 117, 118, 119, 186,
257, 416, 422, 446, 447
- del Sur, 117, 119, 354, 432, 446
- subdesarrollados, 108, 399, 416,
422, 445, 446
paradigma(s)
- alternativo, 148, 377
- ambiental, 237
- bioeconmico, 144
- cientfico(s), 35, 62, 76, 133, 136,
171, 173, 233, 235, 249, 314
- de la(s) ciencia(s), 133, 213, 222,
239, 249
- de produccin, 149, 164, 167,
174, 180, 372, 438
- de productividad, 125, 164, 165,
167, 170, 174, 207, 216, 225, 377,
384, 439
- de sustentabilidad, 131, 177
- del conocimiento, 232, 233, 237,
241, 255, 306
- econmico (de la economa),
102, 108, 114, 151, 174, 183, 367,
408
- ecotecnolgico, 163, 166, 225, 384
- evolucionista(s), 55
- heursticos, 171
- mecanicista (s), 94, 260
- neoclsico, 239
- normal, 183
- organicista (s), 99
- postnormal, 176
- productivo(s), 102, 148, 162, 166,
167, 174, 191, 228, 239, 240, 355,
362, 381
- social, 176
- terico(s), 74, 142, 190, 199, 236,
237, 273
parte maldita, la, 384, 386, 388, 389
patriarcado, 51, 283, 284, 286, 287
patrimonio
- cultural, 108, 355, 362, 369, 371,
373, 376
NDICE TEMTICO 495
- de recursos naturales, 36, 111,
120, 174, 192, 207, 217, 257, 354,
355, 362, 364, 370, 371, 373, 400,
407, 410, 412, 417, 430, 431, 434,
436, 437, 440, 443
- histrico, 131, 197, 404, 414, 421,
434, 435, 446, 448
- natural, 219, 253, 364, 373, 381,
406, 435, 438
- tecnolgico, 373
pensamiento
- alternativo, 247
- ambiental, 206, 261
- burgus, 37
- cientfico, 21
- complejo, 63, 72, 217, 242, 246,
272, 273, 277
- conceptual, 21, 60
- cosificador, 26
- crtico, 21-23, 44, 50, 54, 63, 84,
96, 108, 178, 179, 209, 211, 254,
262, 275, 277, 301,
- de la complejidad, 44, 45, 51, 62,
71, 72, 92, 93, 107, 199, 200, 217,
232, 242, 248-250, 254, 260, 275,
325, 338
- de la diferencia, 88, 266
- de la modernidad, 301
- de la posmodernidad, 98, 276
- del otro, 322
- dialctico, 21, 41, 46, 50, 52, 53,
55-58, 61-63, 65, 69, 80, 82, 84,
86, 293
- dominante, 292
- ecofeminista, 284
- ecolgico, 41, 54, 261, 277
- ecologista, 41, 70, 72, 227, 275, 284
- econmico, 136
- emancipador, 395
- estratgico, 47
- filosfico, 393
- formal, 250
- globalizador, 130
- holstico, 275, 329, 333
- humano, 54
- libertario, 297
- marxista, 2, 6, 16, 17, 22, 33, 34
- metafsico, 40, 54, 62, 64, 72, 95,
98, 112, 209, 242, 268, 275, 312,
323
- mtico, 310
- objetivador, 393
- occidental, 70, 73, 241, 242, 258
- posmoderno, 37, 70, 73, 77, 295
- propositivo, 222
- sistmico, 233, 242, 302, 308, 330
- social latinoamericano, 277
- sociolgico, 206, 254, 398
- terico, 142, 280
- totalizador, 261, 293
- nico, 126, 128, 231, 266, 268,
269, 295, 324, 329, 336, 344, 350,
359
- unidimensional, 244, 248, 249
- utpico, 84
phycis, 51, 55, 341,
plusvala, 8, 10-13, 15, 18, 19, 24-26,
31, 32
- absoluta, 11
- relativa, 8, 11, 12, 15
pobreza, 48, 68, 98, 120, 200, 217,
226, 241, 257, 353, 364
- alivio a la, 428, 429, 430
- crtica, 364, 401, 429, 448
- extrema, 48, 98, 422, 444
- produccin de, 353, 426, 429
- reconversin de la, 425
- rural, 120, 423, 424, 425, 426
poder poltico, 201, 399, 438
poiesis, 341, 357
poltica
- accin, 54, 63, 114, 212, 254, 262,
396, 397, 398, 401, 437, 440, 456
- conservacionista, 118, 228
- cultural, 127, 221, 266, 270, 451,
454
- de la desujecin, 295
- de la diferencia, 98, 124, 127-130,
206, 223, 228, 247, 251, 258, 266-
270, 273-277, 282, 283, 288, 289,
NDICE TEMTICO 496
295, 307, 317, 326, 331, 334-336,
342, 345, 347, 354, 359, 403, 408,
411, 416, 419, 456
- de la globalizacin econmica,
276
- de la identidad, 270
- de la interculturalidad, 221, 336
- de la reapropiacin social, 270
- de la representacin, 273
- de la sustentabilidad, 308
- de resistencia, 129
- del conocimiento, 30, 243
- del consenso, 62, 84
- del desarrollo sostenible, 105,
119, 211, 351, 449
- del gnero, 287
- del lugar, 124, 126
- del ser, 43, 127, 395, 451
- democracia, 49, 354, 412, 413,
418
- econmica, 38, 355
- estrategia, 80
- feminista, 286
- teora, 50
positividad, 3, 114, 130, 242, 300,
331, 333, 335
positivismo, 54, 178, 179
posmodernidad, 79, 88, 94, 96, 98,
108, 130, 196, 252, 267, 276, 354,
434
postescasez, 42, 48, 80, 139, 183, 404
postindustrial, 65, 404
potencial
- de desarrollo ambiental, 171,
185, 219, 408, 409, 417, 431, 443
- de formacin de biomasa, 170
- de la diversidad cultural, 355, 371
- de la energa solar, 169
- de la naturaleza, 47, 178
- ecolgico, 86, 127, 162, 215, 364,
375, 383, 406, 410
- ecotecnolgico, 18, 366
- fotosinttico, 167
- productivo, 113, 124, 148, 149,
151, 163, 168, 170, 172, 366, 381,
382, 401, 404, 412, 414, 423, 429,
430, 431, 434, 442, 448
- sinrgico, 167, 225
- tecnolgico, 1
- transformador, 239, 240
potlatch, 286, 391, 392
prcticas
- alternativas, 207
- autogestionarias, 381, 430, 438
- cientficas, 218
- cotidianas, 196
- culturales, 72, 125, 166, 226,
265, 274, 277, 342, 365, 370, 378,
380-382, 384, 401, 433, 447, 454,
455
- de apropiacin de la naturaleza,
175
- de conservacin, 366, 376
- de convivencia, 87
- de la agroecologa, 167, 170, 384,
447
- de la gestin ambiental, 211, 240
- de la planificacin, 102, 236
- de silvicultura, 371
- de uso y manejo de la naturaleza,
350, 364, 374, 378
- de uso y manejo de los recursos,
240, 364, 374, 417, 441, 452
- de usos-significados, 274
- del ambientalismo, 201
- del desarrollo sustentable, 166
- del ecologismo, 45
- discursivas, 29, 233, 234, 292
- ecocomunitarias, 82
- ecolgicas, 274
- emancipatorias, 336
- insustentables, 188
- milenarias, 274
- no mercantiles, 120
- pedaggicas, 233
- polticas, 34, 265, 296
- productivas, 29, 127, 165, 177,
217, 218, 221, 238, 239, 362, 364,
366-369, 376-378, 380, 382-384,
402, 406, 414, 421, 422, 424, 439,
NDICE TEMTICO 497
440, 441, 444, 445, 446, 447, 450,
452
- sociales, 29, 34, 76, 175, 200, 210,
233, 352, 356, 367, 373, 405, 455
- tradicionales, 12, 187, 195, 196,
220, 221, 233, 234, 237, 253, 336,
353, 364, 365, 368, 370, 372, 375,
379, 380-383, 405, 421, 430, 436,
438, 440, 445
praxis, 22-24, 28-30, 33, 34, 64-68,
72, 73, 127, 212, 240, 329, 339,
341, 395
- de emancipacin, 127
- de los movimientos sociales, 395
- histrica, 23, 28, 29
- humana, 22, 23, 68
- social, 22, 24, 30, 65, 67
principio
- de democracia, 197
- de equidad, 409, 410, 415
- de gestin participativa, 417, 420
- de realidad, 39, 40, 44, 89, 90,
134, 197
principios de Ro, 227, 298, 422
proceso (s)
- disipativo (s), 149, 155, 156, 170,
175, 216
- fotosinttico, 149, 154, 163, 166
- productivo, 1, 13, 16, 18, 27, 86,
101, 139, 147, 174, 186, 198, 258,
367, 373, 378, 407, 408, 426, 439,
440
- social (es), 22, 23, 27, 30, 52, 64,
174, 182, 200, 201, 205, 206,
210, 216, 219, 234, 240, 277,
288, 299, 337, 362, 402, 403,
404, 448, 449
produccin
- de sentidos, 69, 192, 195, 320,
328, 455
- desmaterializacin de la, 173,
184, 187
- metafsica de la, 41
- sustentable, 49, 54, 69, 114, 124,
149, 164, 167, 170, 180, 227, 256,
365, 377, 378, 407, 409, 414, 417,
435, 444
productividad
- cultural, 377, 383
- ecolgica, 35, 43, 86, 126, 148,
154, 156, 161, 164, 166, 167, 170,
177, 191, 218, 225, 245, 361, 372,
377, 378, 381, 409
- econmica, 258, 295, 365
- ecotecnolgica, 149, 165-167,
169, 170, 172, 174, 216, 225, 240,
371, 376-382, 384, 443, 447
- neguentrpica, 121, 132, 145,
149, 150, 153-155, 158-162, 164-
167, 171, 176, 177
- tecnolgica, 167, 383
progreso
- cientfico-tecnolgico, 183
- de la ciencia, 61
- de la modernidad, 377
- de la racionalizacin, 364
- del conocimiento, 295
- tcnico, 3, 4, 6-8, 11-13, 15, 21,
101, 352
- tecnolgico, 18, 20, 21, 32, 48,
122, 124, 134, 187, 352
propiedad
- comunal, 375
- de la tierra, 362, 378, 400, 417,
446
- de los medios de produccin,
256, 412, 439
- intelectual, 36, 109, 117, 257,
368, 405, 434, 446
Protocolo de Kyoto, 121, 158, 167
Proyecto Biopacfico, 436, 437
pulsin
- al gasto, 352, 384, 385, 388, 390
- epistemoflica, 35, 273
racionalidad (es)
- ambiental, 80, 181, 198, 216-218,
222, 227, 298, 338, 376, 401, 402,
408, 411, 417, 418, 428, 430, 432,
433, 447, 451, 455
- antiecolgica, 275
NDICE TEMTICO 498
- axiolgica, 215
- capitalista, 40, 207, 210, 211, 213,
219, 223
- cartesiana, 196
- cientfica, 202, 204, 213
- cognitivo-instrumental, 305, 306
- cognoscitiva, 310
- comunicativa, 86, 128, 266, 281,
300-302, 304-310, 312, 314, 318,
326, 328, 330, 332
- concepto de racionalidad en We-
ber, 204
- contra natura, 181, 258
- cultural (es), 36, 193, 196, 221,
223, 225, 226, 229, 257, 357, 366,
367, 370-372, 378, 389, 409
- de la modernidad, 196, 209, 224,
230, 242, 311, 340, 356, 360
- del capital, 125, 208
- del conocimiento, 2
- del iluminismo, 88
- del mercado, 197, 443, 455
- del pensamiento, 21, 322
- ecolgica, 46, 84, 189, 210, 211,
215, 221, 356, 361, 369, 385, 424,
432
- energtica, 238, 372
- formal, 187, 189, 203, 204, 207,
209, 214-216, 223, 226, 228, 234,
235, 243, 245, 249, 279, 339, 360,
367, 411, 419
- instrumental, 203, 204, 219, 229,
303, 330, 340, 419
- insustentable, 198, 201, 270
- material, 203, 204, 214, 215
- matrices de, 126, 196, 220, 234,
262, 276, 303, 320, 357, 366, 410,
431
- moderna, 99, 204, 222, 249, 276,
333
- prctica, 68, 299
- productiva, 32, 35, 42, 43, 102,
124, 137, 148, 158, 166, 167, 169,
177, 185, 187, 190, 99, 205, 215,
225, 366, 367, 371, 373, 408, 409,
417, 418, 422, 423, 428, 429, 432,
439, 440, 448, 455
- social, 23, 29, 33, 34, 63, 70, 80,
107, 131, 199-202, 205, 207, 208,
211, 215-218, 223, 228, 240, 241,
352, 391, 435, 438
- sustantiva, 204, 205, 215, 219,
220, 223, 227, 230, 245, 339, 402
- terica, 2, 3, 26, 63, 203, 207, 212,
215, 218, 219, 225, 254, 301, 302,
339
racionalizacin
- ambiental, 221, 397
- de la cultura, 228
- de la economa, 274, 396, 440
- de la escasez, 107
- de la modernidad, 199, 233, 253
- de la produccin, 371, 442
- de la sustentabilidad, 355
- de las conductas, 387
- de las formaciones del incons-
ciente, 286
- de los valores, 220
- del capital, 259, 352
- del comportamiento, 203
- econmica, 219, 228, 260, 353,
364, 369, 370
- econmico-ecolgica, 191
- formal, 208, 209
- ideolgica, 203, 415
- procesos de, 203, 205, 206, 228-
231, 233, 341, 306, 310, 411, 456
- social, 228, 231, 259, 300, 301,
417
- tecnolgica, 196
rational choice, 222
razn
- analtica, 51
- cartesiana, 99, 183
- cientfica, 222
- comunicativa, 302, 307
- crtica, 46, 56, 63, 65, 81, 84, 340
- de fuerza mayor, 120, 221, 295,
316, 336
- dialctica, 46, 52-54, 63-68, 348
NDICE TEMTICO 499
- econmica, 31, 106, 109, 129,
185, 194, 198, 202, 274, 279, 294,
310, 354, 440
- hegeliana, 84, 206
- hegemnica, 359
- inmanente, 302
- instrumental, 62, 307
- moderna, 135
- modernizadora, 127
- prctica, 351
- pura, 127, 293, 294, 322
- reduccionista, 195
- tecnolgica, 21, 35, 102, 215, 223,
242, 248, 249
- terica, 301, 302, 351
- totalitaria, 190, 455
- unitaria, 359
- universal, 310
reapropiacin
- cultural de la naturaleza, 350,
393, 395, 437, 455
- de la naturaleza, 86, 99, 111, 124,
125, 173, 252, 257, 258, 270, 327,
337, 351, 358, 368, 394, 395, 397,
403, 410, 411, 432, 433, 452, 454,
455, 456
- de saberes, 327, 439
- de sus estilos de vida, 364, 440
- del mundo, 243, 247, 251, 265,
294, 308, 331
- del patrimonio de recursos natu-
rales, 36, 355, 362, 407, 442
- del patrimonio histrico, 131
- social de la naturaleza, 32, 43,
242, 254, 270, 271, 328, 333, 336,
338
reciclaje, 110, 145, 150, 153, 164,
173, 186, 193, 236, 281, 443; de
materiales, 145, 164
recursos
- ecolgicos, 255
- ecotursticos, 113, 197
- genticos, 36, 113, 117, 119, 197,
368, 373, 405, 434
- naturales (apropiacin de), 105,
108, 235, 238, 255, 397, 404, 406,
407, 412, 421, 424, 430, 431, 434,
436, 4367, 440, 443
- naturales (manejo de), 120, 365,
398, 400, 401, 403, 409, 410, 416,
422, 423, 427, 429, 432, 433, 441,
445, 447, 448
regmenes
- ambientales, 117, 227
- de naturaleza(s), 259
- de poder, 334, 419
- de poder en el saber, 244, 255,
270, 282, 291
- de racionalidad, 222, 260, 360
relacin estructural, 52
relaciones de poder, 45, 115, 200,
244, 255, 261, 267, 270, 282, 289-
291, 354, 407, 411, 412, 419, 428,
455
- en el saber, 244, 255, 270, 282, 291
relaciones sociales, 3, 5, 6, 19-21, 25,
26, 34, 43, 45, 111, 161, 218, 261,
286, 347, 348, 373, 374, 378, 379
- de produccin, 3, 5, 6, 19-21, 34,
43, 348, 373
reproduccin, 11, 13-15, 18, 19, 31-
33, 64, 195, 196, 108, 114, 127,
137, 147, 286, 292, 307, 308, 364,
384, 393
- ampliada del capital, 11, 18
- de capital, 13-15, 32, 33
- de la especie, 307, 308
- de la vida humana, 31
- del valor, 31
- econmica, 137
- social, 106, 127
reserva(s)
- de biodiversidad, 116, 118, 119,
154, 155, 197, 441
- de la biosfera, 117, 212, 363, 375
- de los recursos naturales, 364
- de recursos genticos, 197
- extractivas, 262, 426, 434, 441,
445, 449, 455
- natural, 146
NDICE TEMTICO 500
revolucin, 1, 3, 16, 19, 21, 33, 34,
38, 40, 49, 50, 63, 81, 97, 107,
135, 183, 196, 197, 245, 284, 286,
295
- cientfico tecnolgica, 1, 16, 19,
21, 33, 34
- estructural, 40
- social, 284
- verde, 424, 440
riesgo ecolgico, 114, 115, 120, 169,
176, 187, 198, 230, 243, 279, 353,
366
rostro, 95, 98, 181, 246, 312, 313,
316, 319-321, 329, 330, 337, 338,
341, 349
- epifana del, 320, 329, 341
saber(es)
- agroecolgico, 443, 447
- ambiental, 207, 232, 234, 254,
454
- arraigado, 262, 282
- autctonos, 365
- campesinos, 234
- colonizacin del, 350
- comn(es), 309
- consabido(s), 273
- cultural(es), 102, 175, 246, 368
- de fondo, 22, 26, 103, 126, 229,
298, 303, 304, 308, 310, 312, 314,
318, 325, 330, 345, 351, 403, 424,
432, 439, 450, 453
- de los pueblos, 328
- empricos, 196
- en potencia, 309
- encarnados, 221, 262
- excluido(s), 131
- florstico, 369
- holstico, 61, 77, 325
- indgena(s), 329
- institucionalizados, 330
- locales, 277
- no cientficos, 201, 334
- no, 116, 130, 280, 309, 320, 322,
334, 339, 346
- personal(es), 35, 196, 244, 246
- prcticos, 232
- proposicional, 304, 305
- subyugados, 247, 330, 350
- tcnicos, 237, 383
- totalizador, 302, 313
- totalizante, 301, 302, 310
- tradicionales, 266, 270, 276, 326,
355, 362, 365, 377, 380, 429, 431
- vivir, 313
seduccin, 89, 91, 95, 96, 108, 287,
290
ser
- -ah, 69, 179, 250, 253, 281, 313,
340, 344
- cultural, 115, 125, 250, 252, 253,
262, 267, 270, 331, 336, 344, 358,
403, 449, 450, 452
- -saber, 271, 309, 331, 335
- -siendo, 178, 271
- simblico, 60, 78, 331
seringueiros, 297
servicios ambientales, 1, 36, 42, 43,
103, 113, 116, 120-122, 133, 138,
139, 148, 168, 171, 181, 182, 193,
255, 256, 258, 328, 354, 384, 402,
405, 407, 409, 412, 417, 433, 441
significancia, 76, 267, 311, 325, 329,
338, 341, 342, 345-347, 357
silvicultura, 371
simulacin, 39-42, 89, 90, 92, 93, 95,
96, 99, 107, 108, 118, 119, 121,
130, 131, 134, 135, 255, 295, 326
simulacro, 39, 40, 42, 80, 88, 93, 94,
96, 99, 106, 107, 111, 117, 124,
130
sistema(s)
- abierto(s), 145, 151, 159, 163,
164, 175, 239
- agrcola(s), 159170351
- agroecolgicos, 379
- agro-silvo-productivos, 379
- ambiental, 147
- autoorganizativos, 176
- autopoitico, 153
NDICE TEMTICO 501
- autotrfico, 157
- biocultural, 452
- bioeconmico, 164, 171
- biolgico(s), 59, 138, 210
- capitalista, 15, 18, 46, 229
- centrales de accin, 220
- cercanos al equilibrio, 142, 172,
177
- cerrado(s), 151, 159, 163, 164,
387
- cientfico, 183
- complejos, 54, 56, 148, 175, 199,
210, 236, 408
- cosmolgico, 53
- culturales, 218, 220, 397
- de reas protegidas, 117, 212
- de barbecho, 380
- de conocimiento(s), 212, 326,
447
- de creencias, 369
- de cultivo, 367
- de medios eficaces, 215
- de mercado, 191
- de milpa, 371
- de normas, 114, 209
- de pensamiento, 323
- de precios, 114
- de produccin, 20, 378
- de razonamientos, 206
- de recursos naturales, 218, 225,
354, 378
- de referencias, 358, 397
- de reglas, 202, 356
- de representacin, 89, 348
- de roza-tumba-quema, 121, 374,
379
- de saberes, 380
- de sentido, 326
- de significaciones, 215, 223, 225
- de signos, 264
- de simulacin, 326
- de soporte, 148
- de valores, 203, 215, 235, 326,
366
- discursivo, 317
- ecolgico(s), 34, 57, 110, 143,
145, 153, 154, 162-164, 170, 173,
176, 186, 193, 226
- econmico, 48, 99, 101, 103, 108,
133, 135, 150, 182-184, 187, 192,
194, 213, 258, 397, 407, 408, 425,
427
- eco-tecno-social, 379
- evolutivos, 175
- global, 159
- gnoseolgicos, 234, 376
- heterotrfico, 157
- holrquicos, 175, 176
- jerrquico, 153
- jurdico, 408, 411
- neguentrpico, 156
- normativo, 212, 278
- operacional, 326
- orgnico(s), 152
- personalidad, 220
- poltico, 397, 410, 414, 419,
438
- productivos, 367, 370, 401
- racionales, 97
- simblico(s), 126
- sociales, 205, 210
- socioeconmicos, 162, 171
- taxonmicos, 379
- tecnolgico, 215, 218, 225, 236,
383
- teora general de, 56, 57, 82,
92, 101, 232, 325
- terico, 62, 313
- termodinmico(s), 148, 151, 173,
385
- tolemaico, 183
- total, 143, 146, 149
- tradicionales, 372
- vivientes, 166
- vivo(s), 58, 145, 146, 148, 151,
153, 155, 159, 165, 185, 209
soberana, 43, 172, 184, 192, 193,
195, 296
- del consumidor, 43, 195
- nacional, 192
NDICE TEMTICO 502
sociedad(es)
- campesinas, 327, 362
- civil, 174, 354, 361, 366, 396, 398,
400, 402, 403, 411, 412, 413, 419,
428, 430, 442
- de clase, 415, 424
- indgenas, 374, 437
- modernas, 285, 363
- no capitalistas, 195
- occidentales, 289
- primitivas, 42, 73, 368
- rurales, 195, 247, 364, 431
- sustentable(s), 48, 86, 103, 167,
171, 173, 177, 180, 201, 229, 240,
269, 270, 279, 295, 300, 328, 339,
368, 395, 402, 437
- sustentables, 86, 103, 167, 171,
173, 177, 180, 201, 229, 240, 269,
270, 279, 295, 328, 339, 368, 395,
402, 408
- tradicionales, 73, 173, 220, 276,
286, 368, 369, 376, 380, 385
sociologa, 200, 205, 232, 234-237,
255, 277, 397
- ambiental del conocimiento, 236
- del conocimiento, 232, 234, 235,
237
sujeto
- autoconsciente, 28, 54
- cognoscente, 78, 86, 300
- de la posmodernidad, 96
- del conocimiento, 56, 71, 91, 96
- ecologizado, 194
- psicolgico, 60
- social, 423, 442
- terico, 67
- trascendental, 30, 302
sustainable development, 103
sustentabilidad
- ambiental, 361, 372
- de la economa, 134, 138, 408
- de la vida, 153, 164
- de largo plazo, 197
- de las comunidades, 365
- de los ecosistemas, 117, 225
- de los procesos productivos, 36
- de los pueblos, 359
- dbil, 238
- del planeta, 113, 118, 156, 188,
260
- del proceso econmico, 34, 139,
166, 193, 208, 226
- ecolgica, 35, 99, 103, 110, 114,
143, 188, 228, 233, 401, 404, 409,
412, 415
- fines de la, 62, 213, 236, 298, 355,
366, 367, 396, 403, 432, 443, 451
- fuerte, 238
- global, 112, 160, 166, 443
- indicadores de, 184, 207, 212,
405, 416, 418, 430, 431, 434, 442,
453
- local, 156
tecno-naturaleza, 259
tecnologa
- ms limpias, 43, 172, 184
- de reciclaje, 110
- ecolgica, 217, 381, 446
- moderna, 379, 384, 398, 424,
427, 444
teleonoma, 141, 210, 314
teologa ecolgica de la liberacin,
227, 260
teora(s)
- abstracta del capital, 13
- cientfica(s), 199
- constructivista, 81
- crtica, 5, 30, 46, 61, 67, 80, 114,
302, 336
- cualitativa del valor, 15, 17
- cuantitativa del valor, 4, 15, 16,
140
- de evolucin ecosocial, 145
- de la accin comunicativa, 301,
302
- de la comunicacin, 310
- de la dependencia, 101, 116
- de la ecologa, 173
- de la historia, 25
NDICE TEMTICO 503
- de la informacin, 310
- de la plusvala, 11, 12, 18
- de la produccin, 33, 100, 137,
174, 180, 203, 206, 225
- de la relatividad, 137
- de la representacin, 160
- del conocimiento, 27, 30, 87, 258,
62, 263
- del equilibrio, 194
- del modo de produccin, 22, 24
- del reflejo, 71
- del valor, 1-4, 6, 8, 12, 16, 17, 21,
33, 40, 64, 139, 140, 390
- dualistas, 70
- econmica, 33, 37, 39, 42, 43, 99,
133, 135, 140, 166, 174, 180, 194,
233, 352, 421
- estratgica, 50
- evolutiva, 46, 82
- feminista, 90
- fenomenolgicas, 71
- general de sistemas, 51, 54, 56,
57, 60, 82, 92, 101, 232, 325
- heurstica, 144
- marxista, 2, 4, 7, 22, 37
- monistas, 70
- objetiva del valor, 1, 3, 182
- poltica, 50
- posmarxista, 42
- postestructuralistas, 61
- psicoanaltica, 286
- social(es), 30, 46, 241, 421
- sociolgica, 199
tercer mundo, 36, 105, 108, 116, 120,
191, 257, 355, 363-365, 371, 375,
404, 414, 416, 419, 422, 424, 425,
426, 431, 441, 443, 445, 446
termodinmica
- clsica, 148, 248
- cuarta ley de la, 165
- de las estructuras disipativas, 142,
144
- de los procesos alejados del equi-
librio, 271
- de procesos disipativos, 155, 156
- de segundo orden, 176
- estadstica, 137, 142-144, 151
- segunda ley de la, 101, 135, 136,
139, 142, 145, 150, 151, 161, 177,
183, 186, 191, 239
- teora de la, 143, 173
territorialidad(es), 115, 125, 126,
266, 395, 454, 455, 456
territorio(s)
- autnomos, 253
- colectivos, 274
- cultural(es), 127, 433
- de biodiversidad, 113, 414
- de vida, 124, 125, 131, 265, 277,
395, 397, 399, 452
- del ser, 336, 345
- ecolgicos, 260
- tnicos, 104, 125, 367, 378
- existenciales, 129, 265
- simblicos, 115
tiempo(s)
- complejizado, 245
- complejo, 253
- csmicos, 178, 249
- cronolgico, 321
- de la entropa universal, 178
- de la sustentabilidad, 126
- de produccin, 14, 374
- de regeneracin, 239, 374
- de trabajo, 2, 4-15, 17, 20, 22, 25,
26, 32, 35, 64, 387, 434
- de trabajo socialmente necesario,
2, 6-9, 11-13, 15, 22, 25, 26, 32, 64,
387
- del otro, 321, 324
- del ser, 313
- diferenciado(s), 126
- existencial, 321
- fenomenolgico(s), 250
- flecha del, 144, 146, 172, 177-179,
191, 243, 249, 250, 392
- futuro(s), 311, 324, 357
- inmemoriales, 183, 252
- interno, 178
- libre, 191, 195
NDICE TEMTICO 504
- modernos, 250
- polticos, 178
- reversible, 104
- vivido, 104, 179
trabajo
- abstracto, 4, 6
- asalariado, 20, 31, 40
- colectivo, 17, 383
- complejo, 4, 8, 9, 17
- directo, 19
- divisin social-sexual del, 9, 284,
287, 376, 382
- fuerza de, 2, 3, 6, 7, 9, 11, 12, 15,
17-19, 37, 39, 42, 108, 115, 133,
213, 286, 374, 375
- intelectual, 15, 17, 18, 21, 32, 33
- manual, 4, 14, 17, 18, 21, 32
- mecnico, 137
- procesos de, 11, 21, 26, 27, 375,
382, 383
- productivo, 5, 32, 33
- simple, 3, 4, 6, 9, 10, 15, 17-19, 33
- terico, 266
- vivo, 13, 15, 16, 19, 20, 21
traduccin, 8, 41, 142, 152, 172, 184,
267, 336, 342, 357
transdisciplinaridad, 56, 59, 239
transgnesis, 77, 96, 114, 230, 250,
279
transobjeto, 96
trasflujo, 148, 188
utopa, 29, 49, 50, 52, 61, 80, 83, 86,
93, 94, 97, 222, 223, 251, 255,
262, 269, 282, 317, 319, 333, 343,
418
valor(es)
- ambientales, 183, 200, 201, 220,
224, 230, 411, 419
- cualitativos, 223, 400
- culturales, 2, 35, 43, 62, 81, 105,
108, 127, 167, 173, 185, 191, 196,
197, 205, 206, 212, 216, 220, 222,
223, 226, 234, 257, 267, 355, 362-
364, 367, 368, 371, 373, 377, 380,
382, 383, 406, 411, 417, 421, 423,
426, 432, 434
- de cambio, 4-6, 20, 23, 28, 31, 38,
40, 43, 111, 193
- de conservacin, 356
- de la democracia, 44, 198, 206
- de la diversidad, 185, 207, 208,
226, 368, 418
- de la equidad, 138
- de la naturaleza, 182, 184
- de la sustentabilidad, 239, 355,
416
- de mercado, 192, 257, 258, 295,
328
- de referencia, 92
- de uso, 1, 7, 10, 13, 19, 20, 22, 23,
25, 28, 31, 35, 38-40, 42, 111, 127,
151, 167, 170, 193, 269, 371, 378,
381, 407
- ecolgicos, 43, 221, 222, 434
- econmicos, 40, 103, 105, 113,
123, 129, 135, 138, 184, 257, 434
- escnicos, 373
- estticos, 368
- ticos, 205, 206, 226, 231, 365
- extraeconmicos, 189
- formacin de, 8, 18, 20, 22, 133,
137
- humanos, 185, 213, 230
- intrnsecos, 220
- materiales, 373
- objetivos, 36, 189, 207
- polticos, 256
- referencial(es), 38, 135
- significados, 42-43, 269
- sociales, 99
- subjetivos, 42, 226
- total(es), 1, 14, 118
- trabajo, 2, 3, 16, 21, 22, 37, 44, 64
- tradicionales, 226, 230, 326, 368,
371, 373, 378, 409
- transables, 197
valorizacin
- cultural, 43, 328, 378
NDICE TEMTICO 505
- de la biodiversidad, 120
- de la complejidad ambiental, 36
- de la diversidad, 377
- de la naturaleza, 192, 266, 407,
411, 412
- de lo diverso, 196
- de los recursos, 125, 182, 258, 407
- del ambiente, 192, 454
- del capital, 32, 408
- del mercado, 185, 259
- del patrimonio, 373
- econmica, 42, 112, 113, 121,
123, 405, 410
- significativa, 226, 377
voluntad
- de dominacin, 339
- de poder, 131, 178, 179, 243, 255,
290, 293, 294, 296
- de saber, 273
zapatismo, 416, 439
NDICE
PRLOGO IX
1. LA TEORA OBJETIVA DEL VALOR, LA REVOLUCIN CIENTFICO-TEC-
NOLGICA Y LAS FUERZAS PRODUCTIVAS DE LA NATURALEZA 1
Introduccin, 1; Origen del valor, 2; Trabajo simple, trabajo abstracto, tra-
bajo complejo, 4; Valor y progreso tcnico, 7; La ley del valor y la ley de la
oferta y la demanda, 10; Valor y plusvala, 11; Composicin orgnica del
capital y apropiacin productiva de la naturaleza, 13; Las fuerzas produc-
tivas de la ciencia y la desvalorizacin del valor, 15; Trabajo manual y tra-
bajo intelectual: teora cuantitativa y cualitativa del valor, 17; Desarrollo de
las fuerzas productivas/relaciones sociales de produccin, 19; El concep-
to de naturaleza en Marx, 22; Valor cualitativo, poder del conocimiento y
reapropiacin social de la naturaleza, 32; La crtica posmoderna al con-
cepto de valor, 37
2. LA COMPLEJIDAD AMBIENTAL Y EL FIN DEL NATURALISMO DIALCTICO 44
Introduccin, 44; La tica ambientalista y la naturalizacin de la sociedad,
46; Monismo ontolgico y holismo ecolgico: la negacin del naturalismo
dialctico, 51; Dialctica y totalidad. Ecologa y sistemas, 56; La crtica de
Sartre al monismo ontolgico y al naturalismo dialctico, 63; Monismo-
dualismo. El problema del conocimiento, 70; Naturalismo dialctico, eco-
loga poltica y racionalidad ambiental, 80
3. EL RETORNO DEL ORDEN SIMBLICO: LA CAPITALIZACIN DE LA NA-
TURALEZA Y LAS ESTRATEGIAS FATALES DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
La objetivacin del mundo y la metstasis del conocimiento, 88; La crisis
ambiental y el discurso de la sustentabilidad, 99; La capitalizacin de la na-
turaleza y las estrategias fatales del desarrollo sostenible, 105; La geopol-
tica de la biodiversidad, del cambio climtico y del desarrollo sostenible,
111; Equidad y sustentabilidad: distribucin ecolgica e intercambio desi-
gual, 116; Construyendo nuevos territorios de vida: hacia una poltica de
la diferencia, la identidad, el ser y el tiempo, 124
4. LA LEY LMITE DE LA NATURALEZA: ENTROPA, PRODUCTIVIDAD NE-
GUENTRPICA Y DESARROLLO SUSTENTABLE
La ley de la entropa y el valor econmico, 132; Entropa, bioeconoma y
economa ecolgica, 143; Entropa, vida y ecologa, 151; La fuente de ne-
guentropa: fotosntesis y productividad primaria de recursos biolgicos,
163; Neguentropa, sustentabilidad y cultura, 171; Tiempo y entropa. La
construccin de un futuro sustentable, 177
88
132
[507]
NDICE 508
5. LA CONSTRUCCIN DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL
La globalizacin econmica y la muerte de la naturaleza, 181; La crtica de
la ecologa a la racionalidad econmica, 185; Lmites del mercado. Valori-
zacin del ambiente y produccin de sentidos, 192; Racionalidad ambien-
tal: estado y sociedad, 198; Max Weber y el concepto de racionalidad, 202;
La construccin del concepto de racionalidad ambiental, 208; Racionali-
dad ambiental sustantiva, 216; Racionalidad ambiental terica, 217; Racio-
nalidad ambiental tcnica o instrumental, 218; Racionalidad ambiental
cultural, 220; Racionalidad econmica/racionalidad ambiental, 222; tica
para la vida y racionalidad ambiental, 227
6. ECOLOGA POLTICA Y SABER AMBIENTAL
El saber y el discurso ambiental, 232; Saber ambiental y sociologa del co-
nocimiento, 234; Globalizacin econmica y complejidad ambiental, 241;
Complejidad y diferencia. Identidad y otredad, 246; Ecologa poltica y sa-
ber ambiental, 254; Desnaturalizacin de la naturaleza y construccin del
ambiente, 258; Saber encarnado/saber arraigado, 262; Poltica cultu-
ral/poltica de la diferencia, 266; Ecologa poltica/epistemologa poltica,
270; Conciencia de clase, conciencia ecolgica, conciencia de especie,
277; Gnero y ecofeminismo: falocracia, diferencia y equidad, 283; tica,
emancipacin, sustentabilidad, 292
7. RACIONALIDAD AMBIENTAL, OTREDAD Y DILOGO DE SABERES
Introduccin, 298; Habermas y la racionalidad comunicativa, 301; tica,
ontologa y saber en Levinas: el todo, el otro, el futuro, el infinito, 311; In-
terdisciplinariedad, interculturalidad, intersubjetividad y dilogo de sabe-
res, 325; Racionalidad ambiental y futuro sustentable: otredad, significan-
cia y sentido, 338
8. CULTURA, NATURALEZA Y SUSTENTABILIDAD: PULSIN AL GASTO Y
ENTROPA SOCIAL
Cambio global y sustentabilidad: racionalidad y cultura, 352; Diversidad
cultural, autogestin comunitaria y desarrollo sustentable, 361; Racionali-
dades culturales y racionalidad productiva, 366; Patrimonio de recursos
naturales: complementariedades ecolgicas y culturales, 371; Las condi-
ciones culturales del desarrollo sustentable: productividad ecotecnolgica
y racionalidad ambiental, 376; La cultura y la pulsin al gasto: la parte mal-
dita, 384
9. EL MOVIMIENTO AMBIENTAL POR LA REAPROPIACIN SOCIAL DE LA
NATURALEZA: SERINGUEIROS, ZAPATISTAS, AFRODESCENDIENTES Y
PUEBLOS INDGENAS DE AMRICA LATINA
La ecologa poltica y los movimientos ambientalistas, 396; Revalorizacin
y reapropiacin de la naturaleza: equidad y diversidad cultural, 406; De-
mocracia ambiental y gestin participativa de recursos ambientales, 411;
Degradacin ambiental y produccin de pobreza, 420; Desarrollo social y
desarrollo sustentable. Desarrollo endgeno y autogestin productiva,
181
232
298
352
396
NDICE 509
426; Derechos humanos y autonoma. Luchas sociales por la reapropia-
cin de la naturaleza, 432; La ambientalizacin de las luchas campesinas,
las poblaciones indgenas y afrodescendientes, 438; Movimientos de rea-
propiacin del mundo y de reexistencia, 449
BIBLIOGRAFA 457
NDICE ONOMSTICO 474
NDICE TEMTICO 479
formacin: eugenia calero
con tipos new baskerville 10/12.5
impreso en encuadernacin domnguez
5 de febrero, lote 8
col. centro, ixtapaluca
edo. de mxico, c.p. 56530
17 de diciembre de 2004