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Sistemas Penitenciarios y Derechos Humanos PDF

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Primera edicin, 2007

D. R. 2007, Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal


Av. Chapultepec 49, Centro Histrico
06040 Mxico, D. F.
www.cdhdf.org.mx
D. R. 2007, Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas
para la Prevencin del Delito y el Tratamiento del Delincuente
Avenidas 6 y 8, calles 17 y 19, barrio Gonzlez Lahmann
San Jos, Costa Rica
www.ilanud.or.cr
Ejemplar de distribucin gratuita, prohibida su venta
: 978-970-765-093-0
Impreso en Mxico Printed in Mexico
ndice
Prlogo 9
Elas Carranza
Presentacin 13
Emilio lvarez Icaza Longoria
Conferencias
Crcel y justicia penal: el modelo de derechos
y deberes de las Naciones Unidas 19
Elas Carranza
Los derechos fundamentales de los reclusos:
la construccin jurdica de unos derechos devaluados 39
Iaki Rivera
El sistema penal y garantas penales y penitenciarias 75
Sergio Garca Ramrez
El panorama mundial de resultados en materia
de privatizacin penitenciaria 91
Stephen Nathan
La privatizacin de las prisiones 115
Elas Carranza
La seguridad dinmica como modelo
de seguridad penitenciaria 123
Christer Isaksson
El sistema penitenciario mexicano: retos y perspectivas 133
Elena Azaola
Retos y perspectivas del sistema penitenciario mexicano 149
Ana Laura Magaloni Kerpel
El sistema penitenciario y los derechos humanos
en la ciudad de Mxico: una visin desde la 157
Emilio lvarez Icaza Longoria
El personal penitenciario: su capacitacin
y desarrollo en un contexto de derechos humanos 169
Denia Nez
Sistema de justicia penal en Mxico: propuestas
para una justicia pronta y expedita 177
Mario Alberto de la Rosa Fierro
Panel 1. La situacin de las mujeres
privadas de libertad
Mujer, crcel y derechos humanos: una perspectiva
de la situacin actual en Amrica Latina 199
Denia Nez
Apuntes para un anlisis del sistema penitenciario
desde la perspectiva de gnero 213
Ana Lucia Sabadell
Panel 2. La prevencin de la tortura
en el sistema penitenciario
Introduccin al Protocolo Facultativo 231
Jan Perlin
La prevencin de la tortura en los centros penitenciarios 243
Miguel Sarre
Panel 3. Propuestas y alternativas para mejorar
el sistema penitenciario en el Distrito Federal
El sistema penitenciario en el Distrito Federal 251
Daniel Ordez Hernndez
Alternativas para mejorar el sistema penitenciario
en el Distrito Federal 269
Mara del Carmen Segura Rangel
Propuestas para mejorar el sistema penitenciario
en el Distrito Federal 275
Jorge Schiaffino Isunza
Propuestas para los reclusorios de la ciudad de Mxico 289
Xiuh Tenorio
Sobre las y los autores 303
Prlogo
Elas Carranza
En el curso de los ltimos quince aos las tasas de personas
presas en los pases de Amrica Latina y el Caribe crecieron ace-
leradamente, y continan hacindolo. Varios pases duplicaron
sus tasas entre 1992 y 2006, y algunos ya estn triplicndolas. El
crecimiento acelerado del encierro ocasiona situaciones de atroz
hacinamiento, promiscuidad, deterioro de la salud y violencia.
La tasa ms baja de homicidios al interior de las crceles es 25
veces ms alta que la tasa de homicidios de la vida en libertad, y
la situacin de irrespeto a derechos fundamentales, tanto de las
personas privadas de libertad como de funcionarios y funciona-
rias, es permanente. El caso de Mxico es uno ms dentro de esta
dantesca realidad regional. En 1992 el pas tena una tasa de 100
homicidios por cada 100 mil habitantes y una poblacin presa
total de 87 723 personas; la tasa de encierro y el volumen de pre-
sos y presas fueron creciendo ao a ao, con el resultado de que
en 2005 ya la tasa haba alcanzado 190 por 100 mil, para un total
de 203 686 presos y presas.
Qu ocasiona este crecimiento desmesurado de personas pre-
sas, al mismo tiempo, en tantos y tan diversos pases de una re-
gin tan extensa?, qu se podra hacer para reducir este nmero?
Las pginas de este libro describen y analizan la situacin con
informacin comparada de los pases, y proporcionan orienta-
ciones al respecto.
El libro recoge los trabajos presentados en el seminario Siste-
mas Penitenciarios y Derechos Humanos, que se llev a cabo en
la ciudad Mxico del 18 al 20 de abril de 2007, patrocinado por la
Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal ( ),
el Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho
Humanitario, y el Instituto Latinoamericano de las Naciones
Unidas para la Prevencin del Delito y el Tratamiento del Delin-
cuente (Ilanud), en el marco del programa Sistemas Penitencia-
rios y Derechos Humanos en Amrica Latina, de tres aos de
duracin, con actividades de investigacin y capacitacin desple-
gadas en talleres regionales y nacionales, que comprende los 19
pases de la regin latinoamericana, entre ellos Mxico, y que fue
creado justamente en razn de la grave situacin penitenciaria
regional descrita.
Tambin las poblaciones penitenciarias de los pases de altos
ingresos de Europa y Amrica del Norte han venido creciendo,
pero hay que notar algo muy significativo. Su crecimiento se
debe al desmesurado aumento del nmero de presos y presas
migrantes provenientes de los pases del este de Europa, de frica,
de Asia, y de Amrica Latina. Pases como Austria, Blgica, Chi-
pre, Grecia y Luxemburgo tienen en sus prisiones porcentajes de
migrantes presos que superan el increble 40%; Holanda, Espaa
e Italia no van muy a la zaga, todos con porcentajes superiores a
treinta. En los pases de medianos y bajos ingresos aumenta el
encierro de sus nacionales, primordialmente pobres, excluidos,
subempleados y desempleados; y tambin en los pases de altos
ingresos aumenta el encierro de los migrantes pobres y desem-
pleados que, en busca de trabajo y afrontando travesas riesgosas,
provienen de los pases de bajos y medianos ingresos, encontran-
do muchos de ellos la muerte en su camino, o la crcel, en lugar
del trabajo que buscaban. Efectos de la globalizacin, que aunque
ha trado otras cosas positivas en el mbito de la ciencia y la tec-
nologa, en materia de justicia distributiva y de justicia penal
viene distribuyendo con creciente inequidad.
As las cosas, los operarios de los sistemas de justicia penal de
los pases de Amrica Latina, como asimismo los operarios de los
sistemas de justicia penal de los pases de medianos y bajos ingre-
sos de las regiones del mundo en general, confrontan dos respon-
sabilidades difciles de llevar a cabo en este medio social mundial
de creciente violencia. Una, en su carcter propio de funciona-
rios de la justicia: la de esforzarse por sancionar y aplicar una
justicia ms humana y verdaderamente justa, como lo establecen
10 n
las convenciones, estndares y normas de las Naciones Unidas; y
otra, ya no slo como operarios de la justicia, sino en su carcter
ms amplio de ciudadanos y ciudadanas: la de ejercitar participa-
tiva y activamente la democracia, para lograr sociedades con una
distribucin equitativa del ingreso y el bienestar. En las encuestas
de victimizacin y en los estudios sobre criminalidad y justicia
penal de las Naciones Unidas se evidencia que los pases que no
logran establecer sociedades de equidad, no logran reducir el
delito, y generan, por el contrario, sociedades violentas, con cri-
minalidad y justicia penal tambin violentas.
n 11
Presentacin
Emilio lvarez Icaza Longoria
En la actualidad, los regmenes democrticos latinoamericanos se
encuentran en la paradoja de favorecer la seguridad sobre los de-
rechos humanos. En muchas de estas democracias se han destina-
do enormes recursos econmicos al resguardo y castigo de las
personas sancionadas, los cuales no sern nunca suficientes ante
el crecimiento de la delincuencia y el acelerado ritmo de encarce-
lamiento. Conceptos como democracia, seguridad, delincuencia, cri-
men organizado y terrorismo han contribuido a que la mayora de los
sistemas jurdicos y penales de la regin refuercen medidas cada
vez menos tolerantes, no slo contra la poblacin que delinque,
sino sobre las personas que podran delinquir, segn el criterio
del Estado.
1
Esta tendencia ha provocado una gran sobrepoblacin y haci-
namiento en los centros de reclusin, lo que ha generado una
seria crisis penitenciaria en la regin, la cual est lejos de resol-
verse ante la tendencia de utilizar soluciones drsticas para en-
frentar el crimen, incrementando y ampliando las penas privativas
de libertad por delitos cada vez ms diversos.
Mxico no es ajeno a la inercia de emplear sistemticamente
la privacin de la libertad como un recurso para enfrentar los
problemas de seguridad. Esta estrategia no ha impactado en la
percepcin ciudadana de contar con mayor seguridad y no ha
reducido los ndices de criminalidad. En cambio, aumenta los
problemas de financiamiento de los centros de reclusin, propi-
1
Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal, Informe especial sobre la situacin
de los centros de reclusin en el Distrito Federal. 2005, Mxico, , 2006, p. 23.
14 n
ciados por la sobrepoblacin en 129% de su capacidad y las defi-
ciencias en cuanto a la atencin y resguardo de la poblacin
recluida.
Uno de los casos ms graves en Mxico es el del Distrito Fede-
ral, que presenta 165% de sobrepoblacin penitenciaria. El siste-
ma penitenciario en la capital cuenta con capacidad instalada
para albergar a 20 000 reclusos y reclusas, donde actualmente se
encuentran 34 000 personas privadas de su libertad, lo que cons-
tituye un grave problema de hacinamiento y afecta directamente
la calidad y el funcionamiento de las instalaciones, que se deterio-
ran de manera grave por una asignacin presupuestal reducida
ante los problemas que presenta el encarcelamiento como recurso
sistemtico en la administracin de justicia.
Ante este panorama que no es nuevo, una de las principales
preocupaciones de la Comisin de Derechos Humanos del Dis-
trito Federal ( ) es la de velar por el respeto y la proteccin
de los derechos humanos en los centros de reclusin de la capital.
No ha sido tarea fcil. De las 159 recomendaciones emitidas por
la Comisin desde su creacin, 32 (20% del total) estn relacio-
nadas con el sistema penitenciario, de ellas 17 estn concluidas y
15 sujetas a seguimiento para su cumplimiento. Asimismo, du-
rante 2006 se registraron 1 654 menciones en las quejas contra
diversas autoridades encargadas de administrar el sistema peni-
tenciario en el Distrito Federal.
Desde la perspectiva de la , no es ticamente aceptable
mantener las condiciones actuales de administracin de justicia,
hacinamiento y trato indigno de la poblacin recluida. Por ello,
se requiere construir espacios de debate y discusin para encon-
trar alternativas y soluciones a la problemtica que presenta el
sistema penitenciario en Mxico, especficamente en el Distrito
Federal.
En este sentido, la y el Instituto Latinoamericano de
las Naciones Unidas para la Prevencin del Delito y el Tratamien-
to del Delincuente (Ilanud), en coordinacin con el Instituto
Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho Humanita-
rio de Suecia ( ), convocaron al seminario Sistemas Peniten-
ciarios y Derechos Humanos, que se llev a cabo los das 18, 19
n 15
y 20 de abril de 2007 en el Distrito Federal, como parte del
programa de capacitacin en la materia que impulsan el Ilanud
y el en el continente desde 2005, y que cuenta en su haber,
entre otras actividades, con la realizacin de dos seminarios re-
gionales y siete seminarios nacionales en Ecuador, Nicaragua, El
Salvador, Repblica Dominicana, Panam, Uruguay y Bolivia.
Metodolgicamente, el seminario previ la presentacin de
conferencias a cargo de especialistas nacionales e internacionales
en la materia, como Sergio Garca Ramrez, presidente de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos; Elas Carranza,
director del Ilanud; Emilio lvarez Icaza Longoria, presidente de
la ; Christer Isaksson, jefe de seguridad del sistema peni-
tenciario sueco; Stephen Nathan, especialista en privatizacin de
prisiones; Iaki Rivera, investigador de la Universidad de Barce-
lona, y Elena Azaola, investigadora del Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores de Antropologa Social.
Asimismo, se llevaron a cabo paneles de debate y discusin
con diferentes temticas, en los que participaron Denia Nez,
investigadora del Ilanud; Ana Lucia Sabadell, de la Universidad
Metodista de Piracicaba, Brasil; Miguel Sarre, investigador del
Instituto Tecnolgico Autnomo de Mxico; Jan Perlin, de la
Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos en Mxico, as como Daniel Ordez, Mara
del Carmen Segura, Jorge Schiaffino y Xiuh Tenorio, de la Asam-
blea Legislativa del Distrito Federal.
Al seminario asistieron 120 personas provenientes del sistema
penitenciario del Distrito Federal, legisladores y legisladoras,
acadmicos y acadmicas, personal de organismos pblicos aut-
nomos e integrantes de organizaciones civiles.
Con esta memoria, la y el Ilanud ofrecen su aportacin
para la construccin de un sistema de administracin de justicia
y reclusin, respetuoso de los derechos humanos y acorde con un
Estado democrtico de derecho.
Conferencias
Crcel y justicia penal: el modelo de derechos
y deberes de las Naciones Unidas
Elas Carranza
Para este anlisis hay que partir de un dato real: la crcel es, en el
mundo contemporneo, la pena y la medida cautelar prototpi-
cas. A pesar de los intentos abolicionistas a partir de los aos
setenta por suprimirla y de las luchas minimalistas por reducirla,
en el panorama mundial ha habido ciclos de ascenso y descenso
de las tasas de poblacin penitenciaria; sin embargo, sta ha ve-
nido creciendo, y en esta dcada quiz se tienen las tasas ms altas
de presos y presas en la historia.
Hacia los aos setenta se fortalecieron el estudio y promocin
de alternativas a la justicia penal y a la prisin, tanto preventiva
como punitiva. En el seno de las Naciones Unidas y de las asocia-
ciones internacionales penales y criminolgicas surgieron instru-
mentos y declaraciones para promover la reduccin del uso de
la prisin y de la justicia penal. El movimiento tuvo resultados en la
legislacin: muchos pases incorporaron algunos mecanismos para
desviar el ingreso de casos a la justicia penal, como el principio de
oportunidad, la instruccin criminal con el imputado o imputada
en libertad y formas de sancin penal no privativas de libertad.
Sin embargo, la investigacin criminolgica determin ms ade-
lante algo paradjico: la aplicacin de las penas no privativas de la
libertad no redujo el uso de la prisin sino que provoc la llamada
ampliacin de la red de control social o control penal. Se conti-
na encarcelando por las mismas conductas que antes pero, ade-
ms, otras personas que antes no hubieran recibido prisin ni
sancin alguna reciben ahora sanciones alternativas.
As las cosas, hoy en da las altsimas tasas de presos y presas
en los pases de medianos y bajos ingresos como los de Amrica
20 n
Latina y el Caribe, son, con alguna excepcin, mayores que en
los pases de altos ingresos, y sus efectos son ms graves en razn
de los reducidos recursos con que se cuenta para afrontar las ca-
rencias de espacio, de personal penitenciario y de atencin de las
necesidades bsicas de alimentacin, salud, higiene, etctera.
Antes de pasar a otro punto, deben plantearse varias pregun-
tas: cules son los fundamentos de la pena y, sobre todo, de la
pena de prisin?; qu objetivos cumplen los sistemas penitencia-
rios?, y qu ocasiona el crecimiento acelerado de las poblaciones
penitenciarias?
Respecto de las dos primeras preguntas los tratados de dere-
cho penal suelen tener un captulo sobre las teoras que funda-
mentan la pena y, en particular, la pena de prisin; stas suelen
clasicarse en teoras absolutas o relativas segn la pena agote su
funcin en s misma, o bien sirva de medio para objetivos ulte-
riores, el ms clsico de ellos sera la reeducacin del penado o
penada. Desde una perspectiva criminolgica y de poltica crimi-
nal se han clasicado las teoras de la pena en: a) teoras de la
retribucin: consideran que la pena es un mal que retribuye el
mal causado por el infractor; b) de la disuasin: consideran
que la pena tiene un efecto disuasor general o particular; en el
primer caso, disuade a los miembros de la sociedad en general de
delinquir; en el segundo, disuade al infractor de cometer otros
delitos en el futuro; c) de la rehabilitacin: adjudican a la pena
el objetivo de rehabilitar, resocializar, reeducar, reinsertar al in-
fractor (diversas versiones de las que Ral Zaffaroni denominara
teoras re); y d) las teoras que integran elementos de las tres
anteriores.
1
Hace poco, en la dcada de los ochenta, se plante
en Estados Unidos otra teora, la de la incapacitacin, que
asigna a la pena de prisin el objetivo pragmtico de incapacitar
o inhabilitar al infractor para cometer otros delitos durante el
tiempo que dura su privacin de libertad.
2
1
Stanley E. Grupp, Theories of Punishment, Bloomington y Londres, Indiana University
Press, 1971, pp. 3-10.
2
Franklin E. Zimring y Gordon Hawkins, Incapacitation: Penal Connement and the Restraint
of Crime, Oxford, Oxford University Press, 1995, pp. 3 y ss.
n 21
De acuerdo con las diversas teoras se crean distintos modelos
penitenciarios en los que se pretende ver plasmadas las teoras en
la realidad; sin embargo, por lo general, la realidad marcha por
su cuenta y es muy similar en todos los pases, sin importar cul
es la teora sobre la pena y la prisin prevaleciente en cada uno
de ellos.
Se han llenado muchos volmenes sobre este tema. Es difcil
no coincidir con al menos un punto de cada teora: en cuanto a
las teoras de la retribucin, es indudable que la pena constituye
un castigo, y as lo interpretan sin duda los penados; respecto de
las teoras de la disuasin, se ha vericado que en determinados
delitos y bajo determinadas condiciones, la pena o su amenaza
tienen cierto efecto disuasorio; por ejemplo, en delitos e infrac-
ciones de trnsito. Respecto de las teoras de la educacin, aunque
se discute la posible funcin resocializadora o reeducativa de
la prisin, existe consenso en que el tiempo que sta dura puede
o podra utilizarse para brindar educacin o capacitacin a las
personas recluidas para reducir su vulnerabilidad a su regreso a la
vida en libertad; al respecto se debe tomar en cuenta que la ma-
yora de las y los penados a prisin pertenecen a las clases sociales
con menor acceso a la educacin. En el caso de la privacin de
libertad a menores de edad se debe puntualizar que stos se en-
cuentran en edad escolar y el acceso a la educacin es para ellos
un derecho, como establece la Convencin sobre los Derechos
del Nio. Res-pecto de la reciente teora de la incapacitacin, es
cierto que durante su condena, quienes han delinquido estn
incapacitados para cometer otros delitos (al menos fuera de la
prisin).
El anlisis de las mltiples teoras de la pena y de la pena de
prisin, de sus coincidencias y diferencias, es interesante y re-
velador aunque tambin suele ser encubridor de las funciones
reales de la prisin y de la realidad de sus condiciones materiales,
que en lo esencial son muy similares en todos los pases, a pesar
de la diversidad de las teoras que las sustentan. Por eso en este
anlisis se parte de este hecho sociolgico, para armar que las
diversas teoras sobre la pena vendran en realidad a constituirse
en racionalizaciones a posteriori de algo que existe con relativa
22 n
independencia de ellas, y de manera muy similar en todos los
pases.
Ahora bien, a lado de las teoras, justicaciones y objetivos
sobre la pena y sobre la pena de prisin, la comunidad interna-
cional en las Naciones Unidas ha logrado consensar principios
bsicos o mnimos que deben o deberan presidir las polticas
penales y los sistemas penitenciarios de los pases miembro. En
este cmulo de instrumentos se condensa lo que debe ser la jus-
ticia penal y el trato que deben recibir las personas presas. El
primero y ms antiguo de ellos son las Reglas Mnimas para el
Tratamiento de los Reclusos y Recomendaciones Relacionadas,
sancionadas en Ginebra en 1955;
3
a ellas les siguieron los Princi-
pios Bsicos para el Tratamiento de los Reclusos,
4
las Reglas de
las Naciones Unidas para la Proteccin de los Menores Privados
de Libertad,
5
las Reglas Mnimas de las Naciones Unidas sobre
las Medidas no Privativas de Libertad o Reglas de Tokio,
6
y otras
resoluciones. Otros instrumentos establecen ya no orientaciones
polticas sino normas vinculantes u obligatorias para los pases
que los han rmado y raticado, como la Convencin contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradan-
tes
7
y su reciente Protocolo Facultativo que establece un rgimen
especial de visitas a los lugares de detencin; entr en vigencia el
22 de junio de 2006 luego de reunir las 20 raticaciones que se
requeran. Este conjunto de instrumentos de las Naciones Uni-
das constituye lo que se podra llamar modelo penitenciario de dere-
chos y obligaciones de las Naciones Unidas.
3
Reglas Mnimas para el Tratamiento de los Reclusos. Adoptadas por el Primer Congre-
so de las Naciones Unidas sobre Prevencin del Delito y Tratamiento del Delincuente,
celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo Econmico y Social en sus
resoluciones 663C ( ) de 31 de julio de 1957 y 2076 ( ) de 13 de mayo de 1977.
4
Principios Bsicos para el Tratamiento de los Reclusos. Resolucin 45/111 de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, 1990.
5
Reglas de las Naciones Unidas para la Proteccin de los Menores Privados de Libertad.
Resolucin 45/113 de la Asamblea General, 1990.
6
Reglas Mnimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas no Privativas de Libertad o
Reglas de Tokio. Resolucin 45/110 de la Asamblea General, 1990.
7
Convencin contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradan-
tes. Resolucin 39/46 de la Asamblea General, 1984.
n 23
De acuerdo con este modelo, las personas presas, con excep-
cin de las limitaciones necesarias por el hecho del encarcela-
miento, siguen gozando de los derechos humanos y las libertades
fundamentales consagradas en la Declaracin Universal de los
Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Eco-
nmicos, Sociales y Culturales,
8
en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Polticos
9
y su Protocolo Facultativo, as como
de los dems derechos estipulados en otros instrumentos de las
Naciones Unidas.
10
Los instrumentos que conforman este modelo no establecen,
por ejemplo, que las personas presas deben ser reeducadas,
pero s que deben tener acceso a la cultura y a la educacin;
11

tampoco que deban ser rehabilitadas por medio del trabajo,
pero s que tienen obligacin y derecho de trabajar, y que deben
tener acceso al trabajo,
12
y garantizan asimismo para las personas
presas el derecho a la satisfaccin de las necesidades bsicas de
salud, higiene, agua pura, visita y contacto con el mundo exterior,
seguridad personal, entre otros.
13
Establecen, en denitiva, un
modelo penitenciario de derechos y obligaciones.
En busca de un modelo penitenciario deseable y posible, dig-
no de ser promovido en cualquier pas del mundo, en el Institu-
to Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevencin
del Delito y el Tratamiento del Delincuente (Ilanud) se evita
continuar la discusin paralizante sobre las teoras y modelos
antedichos. Tales teoras y modelos se ponen entre parntesis,
como informacin que aporta criterios valiosos; en cambio, se
propone, para la accin, trabajar para hacer realidad el modelo
penitenciario de derechos y obligaciones de las Naciones Unidas,
que incorpora lo mejor de cada uno de los otros modelos antedi-
chos, transformndolos en derecho positivo internacional. Este
8
Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales. Resolucin 2200
A ( ) de la Asamblea General, 1966.
9
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos. Resolucin 2200 A ( ) de la
Asamblea General, 1966.
10
Principios Bsicos, nm. 5.
11
De acuerdo con Principios Bsicos, nm. 6 y Reglas Mnimas, nm. 77, 43 y ss.
12
Reglas Mnimas, nm. 77 y ss.; y nm. 43 y ss.
13
Reglas Mnimas, nm. 9 a 26; Reglas Mnimas, nm. 31 y ss.
24 n
modelo, salvo alguna probable excepcin, ha sido formulado en
las constituciones y legislaciones nacionales de todos los pases.
Al igual que en el caso de las personas presas, las Naciones
Unidas han creado estndares y normas para la poltica criminal
en general y la prevencin del delito, las vctimas del delito, los
policas, los jueces, los defensores, el ministerio pblico, la mu-
jer, la justicia penal juvenil, y los estndares y las normas en
muchas otras materias relacionadas. A este conjunto se le puede
denominar modelo de justicia penal de las Naciones Unidas.
14
Por lo dicho hasta aqu, con respecto a modelos y polticas
penitenciarias y en la justicia penal en general, en el Ilanud se
recomienda atenerse a los instrumentos ya aprobados en el seno
de las Naciones Unidas, muchos de los cuales constituyen dere-
cho positivo; sin embargo, es sabido que no todo el derecho co-
incide con la realidad, y la realidad penitenciaria es, quiz, el
ejemplo ms grave y horroroso de esa discrepancia. En el Cuadro
1 se exhibe el hacinamiento en los sistemas penitenciarios de los
pases de Amrica Latina, es decir, los promedios de las densida-
des a las que funcionan:
Cuadro 1. Amrica Latina: hacinamiento penitenciario
1999-2002 2005
Presos(as) Densidad Presos(as) Densidad
Argentina 37 543 118 40 590 106
Bolivia (99) 8 057 162 7 682 207
Brasil (02) 240 107 132
Colombia (01) 54 034 136 61 133 117
Costa Rica (02) 6 613 110 7 862 99
Chile (01) 33 635 141
Ecuador (01) 7 859 115 12 061 160
El Salvador (02) 10 278 167 12 581 162
Guatemala (99) 8 169 113
Hait (99) 3 694 185
Honduras (99) 10 938 209 11 691 141
Mxico (00)
a
151 662 126 204 130 128
Nicaragua (02) 5 555 104 5 672 104
14
Estos instrumentos pueden verse en la pgina electrnica de la Ocina de Drogas y
Criminalidad de las Naciones Unidas: <http://www.unodc.org/ unodc/index.html> o
en la del Ilanud: <http://www.ilanud.or.cr/>.
n 25
Panam (02) 9 607 137
Paraguay (99) 4 088 151 6 238 128
Per (02) 27 493 138 33 471 154
Rep. Dom. (99) 11 416 256 12 708 138
Uruguay (01) 5 107 151 7 042 145
Venezuela (00) 23 147 113
Fuente: elaboracin propia a partir de la informacin penitenciaria proporcionada por la
autoridad penitenciaria de cada pas.
a
Datos solamente del sistema penitenciario federal, no de los provinciales o estatales.
El hacinamiento carcelario ha sido denido como un trato cruel,
inhumano o degradante, en los trminos de la Convencin de las
Naciones Unidas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crue-
les, Inhumanos o Degradantes. Esto ha sido denido as por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos; por el Comit Eu-
ropeo sobre Problemas Criminales;
15
por el Comit contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradan-
tes de las Naciones Unidas;
16
por la Sala Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia de Costa Rica;
17
por la Corte Suprema
de Justicia de Argentina,
18
y por otros tribunales de justicia y orga-
nismos de derechos humanos. Este trato, adems de ser un mal
en s mismo, incide negativamente sobre todas o casi todas las
funciones esenciales de los sistemas penitenciarios: en tal situa-
cin la higiene, la salud y la comida son peores, el descanso se
diculta o se hace imposible, la seguridad de las personas presas y
del personal penitenciario empeora y se facilitan las fugas.
Ahora bien, hay que responder la tercer pregunta: qu ocasio-
na el actual crecimiento acelerado de las poblaciones penitencia-
15
Comit Europeen pour les Problemes Criminels, Projet de rapport sur le surpeuplement des
prisons et lination carcrale, plenary/docs 1999/18F Add I - Rec CP Surpeuple-
ment, 2006, p. 43.
16
Comit contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
de las Naciones Unidas, cat/C/cr/33/1, 33 periodo de sesiones, 15 a 26 de noviembre
de 2004.
17
Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, sentencia 1032-96
del 1 de marzo de 1996.
18
Corte Suprema de Justicia de Argentina, V. 856. xxxviii, Recurso de Hecho, Horacio
Verbitsky, s/habeas corpus, 2005.
Cuadro 1. Amrica Latina: hacinamiento penitenciario (continuacin)
26 n
rias y el deterioro de los sistemas, generalizados desde hace dos
dcadas en los 36 pases de Amrica Latina y el Caribe? Al tratar de
responder, no slo se sacia la curiosidad cientca o acadmica,
sino tambin se trazan las orientaciones para las polticas pbli-
cas y para la accin en estas materias.
Hay dos explicaciones antagnicas en la criminologa para
explicar el aumento de las poblaciones penitenciarias. Una dice:
hay ms presos y presas porque hay ms delito. En este caso se
toman las tasas penitenciarias como indicadores de criminalidad.
La otra explicacin dice: hay ms presos y presas porque hay
polticas criminolgicas centradas en la pena de prisin.
La interpretacin del Ilanud, basada en informacin recogida y
recibida de los pases de la regin, es que ambas explicaciones son
parcialmente vlidas y se retroalimentan. Lamentablemente es
cierto que a partir de la dcada de los ochenta hay ms delito en
los pases; pero tambin es cierto que a menudo se elaboran leyes
o proyectos de ley que pretenden resolver el problema de la crimi-
nalidad slo a travs de penas ms severas, en muchos casos con el
solo objetivo de resolver coyunturas polticas en respuesta a la
alarma social, o inclusive para crearla a partir de informacin exa-
gerada. El resultado ha sido un aceleradsimo aumento de las po-
blaciones penitenciarias, como se exhibe en los cuadros siguientes:
en el Cuadro 2 se ve el panorama regional del aumento generaliza-
do de las tasas de poblacin penitenciaria. Hay que advertir que en
algunos casos las tasas del cuadro son ms altas que la informacin
ocial de los sistemas penitenciarios de los pases. Esto se debe a
que se adicionaron las cifras de personas presas alojadas en comi-
saras policiales. Se ha tenido que recurrir a esto en la regin como
una respuesta prctica al grave problema de la sobrepoblacin pe-
nal. Como puede verse tambin, en los dos cuadros hay algunos
casilleros vacos que han de completarse mediante talleres de tra-
bajo con los funcionarios competentes de cada pas.
En el Cuadro 3 se presentan varias columnas. La primera con-
tiene el nombre de cada pas; la segunda indica la cifra total de
presos en 1995; la tercera indica la cifra de presos al 2005; la
cuarta columna indica el aumento de las poblaciones penitencia-
rias originado por el aumento demogrco de cada pas, su-
poniendo que se hubiera mantenido la misma tasa de encierro
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durante los 10 aos transcurridos. La quinta columna indica el
porcentaje que este aumento representa, obtenido sobre el au-
mento total de personas presas al 2005. Las columnas sexta y sp-
tima indican la cifra y el porcentaje de personas presas en razn
del aumento de la tasa de encierro por cada cien mil habitantes, o
sea el aumento habido con respecto al mayor uso de la prisin.
Del Cuadro 3 se desprende que el gran aumento de la pobla-
cin penitenciaria se debe al creciente uso del encierro, sin tomar
en cuenta si ste se origina por un correlativo aumento del delito
o por polticas de mayor uso de la prisin.
El aumento del delito, la alarma social y la creciente utilizacin
de la justicia penal en tan gran nmero de pases, difcilmente
Cuadro 3. Poblaciones penitenciarias en Amrica
Latina 1995-2005. Crecimiento por aumento demogrco
y crecimiento por mayor uso de la prisin
Por aumento
demogrco
Por mayor uso
de la prisin
1995 2005 f % f %
Argentina 25 852 63 357 2 834 8 34 671 92
Bolivia
Brasil 173 104 420 544 27 332 11 220 108 89
Colombia 37 428 93 018 7 281
Costa Rica 4 200 8 453 1 063 25 3 190 75
Chile 22 023 2 984
Ecuador 9 646 12 081 1 968 81 467 19
El Salvador 7 013 12 766 1 492 26 4 261 74
Guatemala
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6 387 11 066 1 537 33 3 142 67
Hait 1 617 325
Honduras 8 933 11 691 2 675 97 83 3
Mxico 92 623 203 686 15 245 14 95 818 86
Nicaragua 4 586 6 382 1 396 78 400 22
Panam 6 108 11 602 1 013 18 4 481 82
Paraguay
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3 427 6 432 870 29 2 135 71
Per 21 057 33 478 3 631 29 8 790 71
R. Dominicana 12 663 13 182 2 294 -1 775
Uruguay 3 192 7 069 235 6 3 642 94
Venezuela
Fuente: elaboracin propia a partir de la informacin proporcionada por la autoridad
penitenciaria de cada pas y los datos del Celade en 2006.
a
Estos datos son de 1996-2006.
n 29
podra ser una coincidencia. La situacin exige una explicacin
estructural en la que incidan alguna o algunas variables comunes
en los diversos pases, prevalecientes o concomitantes con otras
posibles variables especcas en cada pas. A partir ello, se tratar
de avanzar en una explicacin de este tipo. Primero hay que tomar
en cuenta la incidencia de la inequidad en la distribucin de los
ingresos. Si sta se mide por medio del coeciente de Gini, se
evidencia su correlacin con las tasas de delito en Amrica Latina
y en pases de otras regiones del mundo.
Para comprender mejor la siguiente informacin, hay que te-
ner presentes algunas premisas sobre las que existe consenso en
la criminologa:
a) No todas las clases de delitos tienen la misma explicacin (v.
gr. delitos contra la vida, delitos contra la propiedad, delitos
sexuales, criminalidad econmica, etctera);
b) Aunque tengan caracteres comunes, no todas las subclases de
delitos tienen necesariamente una nica explicacin (v. gr.
dentro de la clase de los delitos contra la propiedad hay una
subclase de delitos de estafa, una de delitos de robo con vio-
lencia contra las personas, una de delitos de emisin de cheque
sin fondos, una de delitos de dao, entre otros);
c) Tampoco la explicacin de cada delito cometido se agota en la
explicacin criminolgica de la clase o subclase de delitos a
la que pertenece.
Esto quiere decir que la variable inequidad en la distribucin de
los ingresos no es una explicacin monocausal ni mecnica de la
criminalidad ni es la nica. Por el contrario, hay una correlacin
matemtica de variables en pases de diversas regiones del mundo,
que arroja bastante luz sobre el crecimiento del delito a partir de
la dcada de los ochenta y los noventa en los pases de medianos
y bajos ingresos de Amrica Latina y otras regiones del mundo.
Para una mejor sntesis se muestran a continuacin algunos
cuadros y grcas. Primero se presenta el caso de Costa Rica, que
investigamos personalmente para el Proyecto Estado de la Na-
30 n
cin.
19
Estudios similares se han hecho en pases de otras regiones
del mundo.
20
La hiptesis del personal del Ilanud, basado en la
informacin e interpretaciones que se presentan, es que lo que
ocurre en Costa Rica ocurre tambin, en general, en pases de
medianos y bajos ingresos de Amrica Latina y otras regiones del
mundo.
Las Grcas 1 y 2 muestran que a medida que aumenta la in-
equidad en la distribucin de los ingresos tambin lo hacen las
tasas de los delitos de homicidio, las de los delitos contra la pro-
piedad ms convencionales, las de otros delitos que no estn
ubicados en estas categoras pero que persiguen lucro, como el
19
Elas Carranza y Emilio Solana, Seguridad frente al delito en Costa Rica. Magnitud y mani-
festaciones de la violencia delictiva en las dos ltimas dcadas. Documento preparado para el
Programa Estado de la Nacin, San Jos, Costa Rica, 2004.
20
Algunas de esas investigaciones se resean en el captulo El delito como costo social
de la pobreza y la inequidad: un examen del tema focalizado en los pases en va de
desarrollo de F. Bourguignon, Crime as a Social Cost of Poverty and Inequality: A
Review Focusing on Developing Countries, en Facets of Globalization, World Bank Dis-
cussion Paper, nm. 415, 2001.
3,80
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= 0,62
Grfica 1. Relacin entre la inequidad en la distribucin del ingreso medida por el coeficiente de Gini
y las tasas de los delitos de homicidio, Costa Rica 1988-2003
Fuente: Elaboracin propia con base en informacin del sitio web: <www.poder-Judicial.go.cr/planificacion/
estadstico/policiales/Homicidios%20dolosos/index.htm> y Encuesta de Hogares de Propsitos Mltiples, INEC.
n 31
secuestro extorsivo.
21
stos fenmenos son denominados por
Joseph Stiglitz como malestares en la globalizacin.
22
En el Cuadro 4 se presenta una secuencia que esquemtica-
mente contribuira a explicar, para el caso de los pases de
Amrica Latina, que la globalizacin, tal como est siendo ges-
tionada,
23
distribuye inequitativamente, no solamente los ingre-
21
Se incluyeron en el ejercicio los delitos de hurto, hurto de ganado, robo con fuerza en
las cosas, robos y hurtos de medios de transporte, robo con violencia contra las perso-
nas, secuestro extorsivo, tentativa de robo con fuerza en las cosas, tentativa de robo o
hurto de medios de transporte, tentativa de hurto o robo, tentativa de robo con violen-
cia sobre las personas, tentativa de secuestro extorsivo, usurpacin. Se incluyeron
tambin otros delitos que los cdigos penales no categorizan como contra la propiedad,
pero que tienen como objetivo nal el lucro (secuestro extorsivo y tentativa de secuestro
extorsivo).
En contraste, el ejercicio result en una correlacin negativa en el caso de los delitos
contra la propiedad que la criminologa denomina de cuello blanco y guras prxi-
mas a ellos: administracin fraudulenta, apropiacin irregular, apropiacin o retencin
indebida, estafa, estafa con cheque, extorsin, fraude de simulacin, fraude de entrega
de cosas, usurpacin de aguas, usurpacin de dominio pblico, tentativa de estafa. Sera
interesante profundizar en las razones de esta correlacin inversa.
22
Stiglitz, Joseph, El malestar en la globalizacin, Madrid, Taurus, 2002.
23
Ibid.
Grfica 2. Costa Rica: Relacin entre la inequidad en la distribucin del ingreso medida por
el coeficiente Gini y las tasas de los delitos contra la propiedad ms convencionales, 1988-2002
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Fuente: Elaboracin propia con base en informacin del sitio web: <www.poder-judicial.go.cr/planificacion/
estadstico/policiales/Homicidios%20dolosos/index.htm> y Encuesta de Hogares de Propsitos Mltiples, INEC.
= 0,60
32 n
sos y los benecios del desarrollo, sino tambin la criminalidad
y la criminalizacin.
24
Cuadro 4. Relacin entre la inequidad en los ingresos
y los ndices de criminalidad
1980: se establecen las directrices econmicas del Consenso de Wa-
shington y comienzan a instrumentarse en los pases de Amrica Latina
(planes de ajuste estructural, recortes de funcionarios estatales, venta de
activos del Estado, apertura de mercados nancieros);
2000: el Banco Mundial informa que a nivel mundial la inequidad en la
distribucin de los ingresos entre pases de altos y de bajos ingresos au-
menta rpidamente. El promedio del ingreso en los 20 pases ms ricos
es 37 veces ms alto que en los 20 ms pobres, brecha que se ha duplica-
do en los ltimos 40 aos, y que contina amplindose;
a
24
Para ms informacin sobre la evolucin y descenso de la criminalidad en los pases
citados de Europa Occidental y Amrica del Norte vase la publicacin del Home
Ofce de Gran Bretaa, donde Barclay y Tavares analizan en detalle la informacin de
los pases de la Unin Europea y exhiben que entre los aos 1996 y 2000 se produjeron
descensos en las tasas de criminalidad de los pases citados: <http://www.homeofce.
izov. uk/rds/pdfs2/hosb 502.pdf>. Vase tambin sobre esto el Boletn Estadstico del
Home Ofce de Gran Bretaa que explica que durante 2001 y 2002 se registraron
descensos en la criminalidad en Inglaterra y Gales. Para el caso de Estados Unidos
durante el curso del ltimo quinquenio vanse los anuarios del Sourcebook of Crimi-
nal Justice Statistics, Deparment of Justice.
Vase tambin sobre este tema, Elas Carranza, Distribucin del delito y la victimizacion en la
sociedad global, San Jos, Costa Rica, Ilanud, 2006. No obstante, cabe aclarar que en Eu-
ropa Occidental y Norteamrica tambin existe preocupacin por el delito, ya que una
persona de cada cinco mayores de 15 aos es victimizada al ao por delitos como hurto,
robo de auto o asalto.
Fuente: Elaboracin propia.
a
Banco Mundial, World Development Report 2000/2001: Attacking Poverty, Nueva
York, Oxford University Press, 2000.
n 33
2005: de manera similar, la Cepal informa que en Amrica Latina la
inequidad de la distribucin al interior de los pases creci, y los porcen-
tajes regionales de pobreza, pobreza crtica y pobreza urbana fueron ms
altos en 2002
b
que en 1980 (40.5% en promedio de pobreza en 1980;
44% en el 2002);
2005: la investigacin criminolgica verica en pases de medianos y
bajos ingresos de las diversas regiones del mundo la correlacin mayor
inequidad en la distribucin de los ingresos es igual a ms delito;
c
2005: en materia de criminalidad y justicia penal el panorama global
exhibe dos situaciones distintas:
a) En los pases de altos ingresos desde mediados de la dcada de los
noventa se registran descensos en las tasas globales de criminalidad;
esto ocurre al menos en Canad, Estados Unidos, Irlanda, Inglaterra
y Gales, Italia, Escocia, Alemania, Dinamarca, Espaa y Finlandia
(vanse las citas a pie de pgina).
b) Por contraste, en los pases de Amrica Latina (pases de medianos y
bajos ingresos) aumentan los delitos contra la propiedad y contra las
personas, la criminalidad econmica y otras formas de criminalidad
transnacional; aumenta tambin la alarma y la selectividad de la cri-
minalizacin, y como consecuencia aumenta la sobrecarga laboral en
la justicia penal. En el curso de diez aos (1992-2002); los pases
elevan sus tasas penitenciarias entre 50 y 100% y la mayora duplica
su nmero de personas presas, con lo que se ha producido gran
hacinamiento carcelario con explosiones de violencia y muchsimas
muertes en casi todos los pases.
d
b
Cepal, Notas de la Cepal. Boletn, nm. 43, noviembre, 2005.
c
Banco Mundial, Crime as a Social Cost of Poverty and Inequality: A Review Focusing
on Developing Countries por F. Bourgignon, en Facets of Globalization, World Bank
Discussion Paper, nm. 415, 2001; y Elas Carranza, y Emilio Solana, op. cit.
d
Ilanud, Informacin del Programa Sistemas Penitenciarios, 2006.
34 n
Si se analiza el cuadro anterior, surge una cuarta pregunta: qu
hacer ante la situacin presente? Dentro de los estrechos lmites
de este artculo se presenta un esquema de los puntos que se
deberan tener en cuenta en los pases de Amrica Latina no slo
para los programas de poltica penitenciaria, porque no sera
suciente, sino para los programas de poltica criminal, insertos
en los programas de polticas pblicas, o de los proyectos de so-
ciedad de los pases.
Lineamientos para polticas integrales de prevencin del
delito y justicia penal en los pases de Amrica Latina
a) Dosis prudentes de justicia penal de excelencia, realmente
justa, severa en los casos en que corresponda, transparente, y
distribuida sin impunidad. Esto incluye un uso prudente de
la prisin, y una prisin adecuada al modelo de derechos y
obligaciones de las Naciones Unidas;
b) Dosis prudentes de prevencin situacional del delito (con-
troles en los aeropuertos, adecuada iluminacin en determi-
nados lugares, mapeo del delito, adecuada distribucin de los
efectivos policiales, etctera);
c) Dosis prudentes de prevencin municipal del delito, con
participacin de las comunidades. Sobre esto hay valiosas ex-
periencias en pases de Amrica Latina y en los pases del Foro
Europeo para la Seguridad Urbana;
d) Control de variables especcas: armas de fuego, drogas;
e) Dosis inagotables de justicia social, hasta lograr una equitativa
distribucin de los ingresos y el bienestar en sociedades sin
exclusin social.
En cuanto a las y los menores de 18 aos poblacin que constituye
ms de 40% en Amrica Latina la poltica debe ser incorporarlos
en la escuela, como establece la Convencin sobre los Derechos del
Nio. Se debe hacer esto porque el acceso a la educacin es su de-
recho fundamental, adems, promoverlo trae el benecio colateral
de reducir el delito y la criminalizacin de las personas menores de
edad, como lo demuestra la investigacin criminolgica.
n 35
Si hubiera que sintetizar en un solo prrafo lo escrito hasta
aqu, habra que armar que para reducir la violencia y el delito
y construir buenos sistemas de justicia penal es necesario cons-
truir al mismo tiempo sociedades con justicia social. Y no ser
fcil ni demasiado rpida la tarea, porque la inequidad al interior
de nuestros pases est inserta en un sistema econmico global de
inequidad, dentro del cual se construyen sociedades de creciente
violencia. Pero es la tarea que queda por delante.
De los estudios de las Naciones Unidas sobre criminalidad y
funcionamiento de los sistemas de justicia penal y de las encuestas
de victimizacin de las Naciones Unidas se desprende que los
pases que fortalecen sus sistemas de justicia penal, pero no logran
desarrollar sociedades de equidad, construyen sociedades violen-
tas, y no logran reducir sus tasas de delito a pesar de la creciente
utilizacin de la justicia penal, que al abusar de ella se torna ileg-
tima, por la ausencia de defensa tcnica para el alto nmero de
casos de personas de escasos recursos, por el alto nmero de pre-
sos y presas sin condena, hacinamiento en las crceles y sinnme-
ro de otras violaciones a derechos fundamentales.
La tarea que queda ser entonces que los operadores de la
justicia se empeen en producir una justicia verdadera, y que los
ciudadanos y ciudadanas, como mujeres y hombres polticos,
elijan bien a los gobernantes y participen en la gestin de las de-
mocracias para lograr sociedades de equidad.
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36 n
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n 37
Los derechos fundamentales de los reclusos:
la construccin jurdica de unos derechos devaluados
Iaki Rivera
El sector de la sociologa que se ha dedicado al estudio del con-
trol social y, particularmente, al del control penal, seala que un
anlisis de tal tipo ha de efectuarse distinguiendo dos momentos de
actuacin del derecho: 1) el de la creacin de las normas (penales y
penitenciarias, en este caso) y 2) el de la interpretacin y aplicacin
de las mismas.
1
Desde este enfoque puede examinarse la congu-
racin de los derechos fundamentales de los reclusos tanto en su
plasmacin normativa cuanto en su delimitacin jurispruden-
cial. El anlisis de tales momentos de actuacin del derecho en
el mbito penitenciario constituye el objeto de estudio central de
este trabajo, en el que se pretende demostrar que, pese a las de-
claraciones normativas que sealan que a los reclusos slo se les
ha de privar de su libertad, todos y cada uno de sus derechos
fundamentales (a la vida, a la salud y a la integridad fsica y ps-
quica, a la defensa, al trabajo remunerado, al respeto de su vida
privada, al secreto de su correspondencia, etc.) se encuentran
devaluados en comparacin con la tutela que poseen esos
mismos derechos cuando se aplican a quienes viven en libertad.
Con esa intencin se estudiarn tanto las normas de carcter
internacional y espaol como las principales decisiones jurisdic-
cionales europeas y espaolas que afectan los derechos funda-
mentales de quienes viven privados punitivamente de su libertad.
No se trata de armar que tales derechos no sean respetados por
el estado actual de las crceles por la situacin de facto. Se trata,
1
Roberto Bergalli, El control penal en el marco de la sociologa jurdica, en El derecho
y sus realidades, Barcelona, , 1989.
40 n
en cambio, de demostrar que ya en estadios anteriores se puede
apreciar que los derechos fundamentales de los reclusos han sido
concebidos en las normas y congurados por la jurispruden-
cia como derechos de segunda categora. Dicho de otro modo,
se intentar vericar cmo se ha ido construyendo jurdicamente
un ciudadano de segunda categora, en comparacin con quie-
nes viven en situacin de libertad.
Como este trabajo se inscribe en el gnero de las investigacio-
nes dedicadas al anlisis de los derechos humanos, se hace nece-
saria una presentacin sobre las perspectivas que se han ofrecido
en la fundamentacin de tal tipo de derechos. Ello puede contri-
buir a entender por qu se han vericado distintos procesos de
reconocimiento de aquellos derechos y qu sucedi cuando los
mismos se orientaron al intento de consagrar derechos funda-
mentales para las personas que viven privadas de su libertad.
Doctrinas de justicacin de los derechos humanos
Suele mencionarse que determinados acontecimientos histri-
cos, como la Declaracin de Derechos de Virginia (12 de junio
de 1776), la Declaracin de Independencia de los Estados Unidos de
Norteamrica (4 de julio de 1776), o la Declaracin de los Dere-
chos del Hombre y del Ciudadano francesa (26 de agosto de 1789),
supusieron el primer reconocimiento normativo de los derechos
humanos. A partir de estas declaraciones, y en los dos siglos
posteriores, se ha vericado un proceso de positivizacin de
estos derechos.
2
En efecto, este proceso que se inici con las de-
claraciones francesa y norteamericana y que continu en los
siglos y principios del con la introduccin de aquellos
derechos en los prembulos y artculos de las numerosas consti-
tuciones promulgadas en los pases democrticos culmin con
la Declaracin Universal de los Derechos del Hombre (1948).
2
Renato Treves, Diritti umani e sociologia dei diritti, en Renato Treves y Vincenzo
Ferrari (coords.), Sociologia dei diritti umani, Miln, Franco Angeli, 1989, pp. 7-14, en
particular p. 7.
n 41
A partir de esa fecha se inici otro proceso que Treves deno-
mina de internacionalizacin de los derechos humanos: el
Convenio Europeo para la Proteccin de los Derechos Funda-
mentales y de las Libertades Pblicas, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Polticos, el Pacto Internacional de Derechos
Econmicos, Sociales y Culturales, entre otros, marcan importan-
tes hitos del citado proceso sobre el cual se volver ms adelante.
Ahora bien, ms all del reconocimiento normativo de los
derechos humanos, es necesario conocer aunque sea brevemen-
te, cmo se plante una doctrina acerca de ellos, puesto que sta
ha de ser necesariamente anterior al reconocimiento jurdico-
positivo de los derechos humanos.
3
En este sentido, es convenien-
te repasar las diversas fundamentaciones que se han presentado
en torno a este tema.
La fundamentacin iusnaturalista
Bobbio seala que la doctrina de los derechos del hombre naci
del pensamiento iusnaturalista: en efecto, segn esta escuela, para
poder justicar la existencia de derechos pertenecientes a los
hombres en cuanto tales, fue necesario ofrecer la hiptesis de un
estado de naturaleza donde aquellos derechos se referan esen-
cialmente a la vida y a la supervivencia, incluyndose en ellos los
derechos a la propiedad y a la libertad.
4
La explicacin iusnatura-
lista que ofrece Bobbio siguiendo a Locke para luego criticarla,
culmina con Kant en su concepcin acerca del nico derecho del
3
Para conocer cmo se plate una doctrina acerca de los derechos humanos es necesario
discutir el problema de la naturaleza de stos. Por ello, resulta imperioso efectuar ciertas
precisiones terminolgicas, para que no se produzcan confusiones posteriores. Como
seala Eusebio Fernndez, Teora de la justicia y derechos humanos, Madrid, Debate (Serie
Derecho), 1984, p. 77: la necesidad de contar con un lenguaje preciso, coherente y bien
construido es una exigencia de cualquier conocimiento cientco y, como tal, es de di-
recta aplicacin al problema de la elaboracin de una teora de los derechos humanos.
Para una completa lectura en torno al fundamento de estos derechos puede verse Javier
Muguerza et al., El fundamento de los derechos humanos, ed. Gregorio Peces Barba, Madrid,
Debate, 1989.
4
Norberto Bobbio, Diritti delluomo e societ, en Renato Treves y Vincenzo Ferrari
(coords.), op. cit., pp. 15-28, en particular p. 20.
42 n
cual es titular el hombre natural: el derecho a la libertad, en-
tendida como la independencia de toda constriccin impuesta
por la voluntad de otro. El goce de la libertad trae como conse-
cuencia, siguiendo a los iusnaturalistas, la igualdad de todos los
hombres, esto es, la imposibilidad de que unos individuos posean
ms libertad que otros. Esta losofa inspir las primeras decla-
raciones de derechos humanos, las cuales, por lo general, en sus
primeros artculos, consignaron frmulas en las que se proclama-
ba la igualdad de los seres humanos.
5
La fundamentacin tica
Una fundamentacin diferente es la llamada fundamentacin
tica, que parte de la tesis de que el origen y fundamento de estos
derechos no puede ser jurdico, sino previo a lo jurdico.
6
Para
esta visin, el derecho (positivo) no crea los derechos humanos:
su labor est en reconocerlos, convertirlos en normas jurdicas y
garantizarlos tambin jurdicamente.
7
La apelacin a la natura-
leza humana vuelve a aparecer como fundamento ltimo de los
derechos humanos. Ello puede apreciarse, por ejemplo, en la
explicacin de Truyol y Serra: decir que hay derechos humanos
o derechos del hombre en nuestro contexto histricoespiritual
equivale a armar que existen derechos fundamentales que el ser
humano posee por el hecho de serlo, por su propia naturaleza y
dignidad; derechos que le son inherentes y que, lejos de nacer de
5
Varias son las crticas que se han formulado a la doctrina iusnaturalista de los derechos
humanos. En primer lugar, la referencia a un estado de naturaleza supone recurrir a
una ccin doctrinal que, por lo tanto, carece de toda autoridad cientca, adems de
que la idea misma de naturaleza no es unvoca. Por otra parte, el hecho de que la
lista de los derechos humanos haya ido en continuo aumento a travs de los dos lti-
mos siglos, pero sobre todo en el presente, demuestra no slo que la explicacin iusna-
turalista ha perdido toda credibilidad (N. Bobbio, op. cit., p. 21), sino que es del mundo
de las complejas relaciones sociales de donde surge la demanda por el reconocimiento
de nuevos derechos fundamentales pues ya no basta con los tradicionales derechos a la
vida, a la libertad o a la propiedad.
6
Eusebio Fernndez, op. cit., p. 106.
7
Idem.
n 43
una concesin de la sociedad poltica, han de ser consagrados y
garantizados por sta.
8
Para otro de los partidarios de esta perspectiva, Gregorio Peces
Barba, el problema de la fundamentacin de los derechos huma-
nos se reere
a esta compleja actividad intelectual que lleva a integrar lo que llamo la lo-
sofa y el derecho positivo de los derechos humanos. Es un punto de en-
cuentro entre derecho y moral, quizs el ms relevante de todos, o dicho de
otra manera, el que se sita en el derecho al nivel superior del ordenamien-
to y en la moral plantea los problemas centrales.
9
Para abundar ms, Peces Barba seala que fundamentar los dere-
chos humanos hay que buscar la raz de un fenmeno que se
explica plenamente slo cuando est incorporado en el derecho
positivo, aunque su origen se encuentre en el plano de la moral.
Para este autor, moralidad y juridicidad o moralidad legalizada
forman el objeto integral de los derechos humanos y al funda-
mentarlos se debe tener presente, en toda su extensin, el conte-
nido integral.
10
En sntesis, para los partidarios de esta perspectiva el origen
de los derechos humanos es previo al derecho y, en consecuencia,
si no se acepta esa existencia moral anterior, no es posible criticar
a cualquier ordenamiento jurdico que no los reconozca o garan-
tice, ni defender la necesidad de su incorporacin al derecho
positivo.
11
8
Antonio Truyol y Serra, Los derechos humanos, Madrid, Tecnos, 1984, p. 11.
9
Gregorio Peces Barba, Sobre el fundamento de los derechos humanos, en Javier
Muguerza y Gregorio Peces Barba (coords.), El fundamento de los derechos humanos, Ma-
drid, Debate, pp. 265-278, en particular p. 267.
10
Idem. En cuanto a la distincin/separacin entre moral y derecho, el autor seala que
moralidad y derecho se distinguen, y es positiva la lnea que inici Tomasio, pero no se
separan: el punto de encuentro son los derechos humanos que se fundamentan en la tica
como forma de realizacin histrica de la autonoma moral del hombre, posible por su
inicial libertad de eleccin, ibid., p. 277.
11
Eusebio Fernndez, op. cit., p. 110.
44 n
La fundamentacin historicista
Segn Eusebio Fernndez, para esta corriente, los derechos hu-
manos maniestan los derechos variables y relativos a cada con-
texto histrico que el hombre tiene y mantiene de acuerdo con
el desarrollo de la sociedad.
12
Se tratara entonces de derechos
que se fundan, no en la naturaleza humana, sino en las necesi-
dades que los individuos van teniendo en las sociedades a medida
que stas evolucionan.
Esta tesis, como seala Eusebio Fernndez, fue la defendida
por el lsofo italiano Benedetto Croce en la investigacin lleva-
da a cabo por la en 1947 acerca de los fundamentos de
la Declaracin de Derechos del Hombre. Croce, tras armar que
los postulados iusnaturalistas en torno al fundamento de los dere-
chos humanos se haban convertido en algo losca e histrica-
mente insostenible, vino a armar que estos derechos eran:
a lo sumo, derechos del hombre en la historia. Esto equivale a decir que los
derechos son aceptados como tales para hombres de una poca particular.
No se trata, por consiguiente, de demandas eternas, sino slo de hechos
histricos, manifestaciones de las necesidades de tal o cual poca e intentos
de satisfacer dichas necesidades.
13
Lo ms importante de esta corriente es haber sealado una evo-
lucin en el reconocimiento de los derechos humanos.
14
En este
sentido, se sealan tres etapas que, a su vez, enfatizan tres aspec-
12
Ibid., pp. 100-101.
13
Benedetto Croce apud Eusebio Fernndez, op. cit., p. 103.
14
Otras tentativas se han efectuado para clasicar las diversas fases o generaciones de
los derechos humanos. Tal vez, una de las ms brillantes, sea la que B. Sousa present,
en 1989, en la Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Ceuta), titulada Os
direitos humanos na ps-modernidade. En ella se distinguen las siguientes fases o ge-
neraciones:
Primera. Caracterizada por las luchas por los derechos civiles y polticos contra la opre-
sin.
Segunda. Denida por las reivindicaciones de los derechos sociales en contra de la ex-
plotacin.
Tercera. La poca de las luchas por la conquista de derechos en la esfera cultural y sim-
blica contra la alienacin.
n 45
tos: qu papel asume el Estado en cada periodo histrico, cmo
son contemplados los individuos y qu derechos les van siendo
reconocidos:
a) En el siglo , los derechos humanos suponan un simple
concepto poltico que englobaba una serie de libertades frente
al Estado. Este concepto, caracterstico de la forma-Estado liberal
y, por tanto, inspirado en una losofa individualista, se refe-
ra a los hombres en cuanto tales. De esta concepcin se deduca
la necesidad de garantizarles determinados derechos individuales.
b) El posterior proceso de positivizacin de los derechos huma-
nos que, fundamentalmente, ocupar el siglo y parte del
(hasta las guerras mundiales) provocar el establecimiento
en las constituciones de derechos cvicos y polticos que, obser-
vando ahora al hombre como ciudadano, contribuir a la conso-
lidacin de la forma-Estado de derecho.
c) El reconocimiento de derechos sociales, proceso que contempla-
r al hombre como trabajador y que, a su vez, provocar el surgi-
miento de la forma-Estado social, en la cual ha de ser el Estado
el promotor y el garante del bienestar econmico y social,
culmina el proceso histrico sealado.
La construccin social de los derechos humanos
como su fundamento sociolgico
Las anteriores explicaciones de los fundamentos de los derechos
humanos han tomado siempre en consideracin al hombre salvo
la corriente historicista como un ente abstracto, ms o menos
desligado de la sociedad en la cual ha de desenvolverse. En efecto,
si para los iusnaturalistas lo esencial es el recurso al estado de natu-
raleza (estadio preestatal), y para los partidarios de la fundamen-
tacin tica lo importante es resaltar que la existencia de los
derechos humanos es previa al derecho (puesto que el individuo
los posee por el hecho de ser hombre), la visin que ambas pers-
Cuarta. La poca actual, caracterizada por los problemas tpicos de la sociedad tecnol-
gica (por ejemplo, aqullos ligados a la revolucin informtica, a la bioingeniera, a la
defensa del medioambiente y otros).
46 n
pectivas reejan es que el hombre puede ser considerado separado
del contexto social en el cual vive y, asimismo, alejado de un de-
terminado espacio histrico y de unas concretas pautas culturales
y/o econmicas propias de su poca. En tales circunstancias, los
derechos humanos devienen invariables, universales y absolutos.
La llamada corriente historicista subrayar por primera vez
el aspecto variable o cambiante de los derechos humanos, de
acuerdo con la evolucin de la historia. A partir de aqu, precisa-
mente, estos derechos tendrn un tiempo histrico y dejarn de
ser absolutos. La evolucin y transformacin de los derechos hu-
manos (que sern paralelas a los cambios que se operarn en las
distintas formas-Estado), junto a su nueva fundamentacin en el
concepto de necesidades humanas, los harn ms terrenales.
El desarrollo de la teora sociolgica, y ms precisamente, de
la sociologa del derecho, ha aportado recientemente
15
otra
fundamentacin para la elaboracin de una teora de los dere-
chos humanos. Ya no se contempla al hombre en abstracto, al
hombre en cuanto hombre, sino al hombre en su manera de estar
y desenvolverse en la sociedad, al hombre segn la categora o
sector de la vida social de la cual forma parte.
15
Como seala Treves, los derechos humanos han sido durante mucho tiempo uno de los
problemas especcos de la losofa del derecho, de la moral y de la poltica. Ms recien-
temente, los constitucionalistas, penalistas y administrativistas se ocuparon del tema en
los aspectos jurdico-positivos; sin embargo, no sucedi lo mismo con los socilogos del
derecho sino hasta pocas muy recientes, y no porque estos no hayan sido sensibles a los
valores de la libertad y de la justicia social, sino porque i sociologi dei diritto non hanno
ritenuto di dover inserire i problemi relativi ai diritti stessi tra quelli specici della disci-
plina di cui si ocupano, Treves, op. cit., p. 7. Tras armar que un repaso por las obras de
los fundadores de la sociologa del derecho (Ehrlich, Weber o Gurvitch) demostrar que
los derechos humanos fueron en ellos siempre un tema marginal y no un objeto de estu-
dio especco de la materia, Treves seala las obras de Evan y Aubert como las primeras
que, a principios de la dcada pasada, marcaron el inicio de los estudios de los socilogos
del derecho especcamente dedicados al anlisis de los derechos humanos, op. cit., pp.
7-8. Como signo ms evidente de la tendencia a incluir esta problemtica entre
los temas a analizar por los socilogos del derecho, el citado autor seala las Conferen-
cias celebradas en mayo y junio de 1988 en Rvena y Bolonia, en el mbito de la celebra-
cin del noveno centenario de la Universidad de Bolonia, del Comit de Investigacin
en Sociologa del Derecho de la Asociacin Internacional de Sociologa. Las contribu-
ciones presentadas en las mesas redondas de ese encuentro fueron publicadas por la
Universit degli Studi di Bologna, Centro Nazionale di Prevenzione e Difesa Sociale, en
la obra Sociologia dei diritti umani bajo la direccin de Renato Treves y Vincenzo Ferrari.
n 47
Pensar en los derechos de la mujer, de los nios, de los ancia-
nos, de los incapaces, de las vctimas, de los refugiados, de los
extranjeros, de los grupos minoritarios tnicos o religiosos supo-
ne prestar atencin a toda una serie de nuevos derechos que slo
pueden ser valorados si se asume este nuevo paradigma: el pensa-
miento sociolgico.
El progresivo reconocimiento de estos nuevos derechos huma-
nos
16
constituye lo que se ha denominado proceso de multipli-
cacin y especicacin.
17
De acuerdo con la exposicin de
Bobbio, este proceso se ha vericado por tres razones:
a) Porque ha ido en aumento la cantidad de bienes considerados
merecedores de una tutela especca. En este sentido, se ha veri-
cado el paso de los derechos a la libertad, opinin, etc., a los dere-
chos sociales, que requieren una intervencin directa del Estado.
b) Porque la titularidad de algunos derechos tradicionales se
ha extendido a sujetos diversos del hombre (como la familia,
las minoras tnicas o religiosas, la humanidad entera).
c) Porque, nalmente, el hombre mismo ha dejado de ser conside-
rado como un ente genrico o abstracto para ser analizado segn
sus diversas formas de estar y desenvolverse en la sociedad: como
nio, como anciano, como enfermo, etc. Para ello, se han utiliza-
do diversas variables como el sexo, la edad, las condiciones fsicas
y otras que revelan diferencias especcas y, por tanto, resaltan la
necesidad de no consentir igual trato o proteccin.
Este planteamiento se halla muy distante de aqullos que consi-
deraban a los hombres como entes abstractos o alejados de su
espacio y de su tiempo histrico. Ahora se trata de reconocer
ms bienes, ms sujetos y ms estatus de un nico sujeto.
18
Como
16
Pinsese, por ejemplo, en la Convencin de los Derechos Polticos de la Mujer (1952); la
Declaracin de los Derechos del Nio (1959); la Declaracin de los Derechos de los De-
cientes Mentales (1971); la Declaracin de los Derechos de las Personas Incapaces (1975)
o la primera asamblea mundial celebrada en Viena sobre los derechos de los ancianos.
Estas declaraciones y convenciones, que han supuesto el reconocimiento normativo de
nuevos derechos fundamentales, se han vericado, como puede apreciarse, en los ltimos
cuarenta aos.
17
Renato Treves, op. cit., p. 9 y Norberto Bobbio, op. cit., p. 15.
18
Norberto Bobbio, op. cit., p. 16.
48 n
seala Ferrari, al constatar que los derechos humanos tienen
una autntica raz social, se puede avanzar en la hiptesis de una
cons-truccin social de los derechos del hombre. En efecto, no
se puede pensar que la autoridad poltica reconozca derechos
que la sociedad o ciertos movimientos sociales no hayan pre-
viamente reconocido y hayan luchado por su reconocimiento: he
ah el verdadero origen de los derechos humanos.
A partir de este ltimo marco terico o modelo de anlisis, se
estudiar a continuacin la problemtica de los derechos funda-
mentales de una cierta categora de personas, quienes viven o so-
breviven en las sociedades actuales o al margen de ellas: los
reclusos.
Los derechos fundamentales de los reclusos en el mbito
internacional y en Espaa
En esta seccin se analiza el reconocimiento normativo y la con-
guracin jurisprudencial de los derechos fundamentales de los
reclusos en Europa occidental y Espaa. Para una presentacin
ms clara, se ha optado por analizar separadamente algunos de
los ms relevantes derechos fundamentales que afectan a la po-
blacin reclusa.
El derecho a la vida y a la integridad fsica y moral
En el mbito internacional, pese a que numerosas disposiciones
reconocen como fundamental el derecho a la vida
19
para todas
las personas, semejante consagracin encuentra su lmite si se
trata de la ejecucin de una condena que imponga pena capital
dictada por un tribunal al reo de un delito para el que la ley esta-
blece esa pena.
20
Adems, estas normas destacan que las dispo-
19
Vanse el articulo 3 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos de 1948; el
artculo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos de 1966 o el artculo
2.1 del Convenio Europeo para la Proteccin de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales de 1950.
20
Artculo 2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos ( ).
n 49
siciones relativas a la consagracin del derecho a la vida no se
vulneran si la muerte se produce para detener a una persona
conforme a derecho o para impedir la evasin de un preso o de-
tenido legalmente.
21
Por lo que se reere a Espaa, el artculo 15 de la Constitucin
establece que todos tienen derecho a la vida y a la integridad fsica
y moral [...] Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan
disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra.
En la conguracin jurisprudencial que el Tribunal Constitu-
cional ( ) ha dado a estos derechos fundamentales, la sentencia
del Tribunal Constitucional 89/1987, de 3 de junio, indic que
no se vulnera el derecho a la integridad fsica o moral por dene-
garse la pertinente autorizacin administrativa para que un re-
cluso pueda mantener comunicaciones ntimas (vis vis) con su
familia. En este caso, los recurrentes se haban apoyado en el ar-
tculo 15 de la Constitucin. Ante ello, el Tribunal Constitucio-
nal seal que, por importante que sea la sexualidad en la vida
de las personas,
de ello no se sigue en modo alguno, que la abstinencia sexual, aceptada por
decisin propia o resultado de la privacin legal de la libertad, ponga en
peligro la integridad fsica o moral del abstinente, tanto ms cuando se trata
de una abstinencia temporal como aqu es el caso.
Por su parte, las sentencias 120/1990, de 27 de junio, 137/1990
de 19 de julio y 67/1991, de 17 de enero dictadas con ocasin de
numerosas cuestiones que plante la prolongada huelga de ham-
bre de los reclusos de los autodenominados Grupos de Resistencia
Antifascista Primero de Octubre (grapo) tambin analizaron el
derecho a la vida y a la integridad fsica y moral en el mbito
penitenciario, en relacin con la prohibicin constitucional de
someter a nadie a torturas, ni a penas o tratos inhumanos o
degradantes.
En la primera de las resoluciones indicadas se seal que la
Constitucin espaola impone a los poderes pblicos, y en espe-
cial al legislador, la obligacin de adoptar las medidas necesarias
21
Artculo 2.2 del
50 n
para proteger la vida e integridad fsica y moral de las personas
(en este caso, los reclusos), frente a los ataques de terceros (en
referencia a quienes protagonizaban la huelga de hambre), sin
contar para ello con la voluntad de sus titulares e incluso cuando
ni siquiera quepa hablar, en rigor, de titulares de ese derecho.
22
A continuacin, se arma que tiene, por consiguiente, el
derecho a la vida un contenido de proteccin positiva que impide
congurarlo como un derecho de libertad que incluya el derecho
a la propia muerte. Ello no impide, sin embargo, reconocer que
siendo la vida un bien de la persona que se integra en el crculo
de su libertad, pueda aqulla fcticamente disponer sobre su
propia muerte,
pero esa disposicin constituye una manifestacin del agere licere, en cuanto
que la privacin de la vida propia o la aceptacin de la propia muerte es un
acto que la ley no prohbe y no, en ningn modo, un derecho subjetivo que
implique la posibilidad de movilizar el apoyo del poder pblico para vencer
la resistencia que se oponga a la voluntad de morir, ni, mucho menos, un
derecho subjetivo de carcter fundamental en el que esa posibilidad se ex-
tienda incluso frente a la resistencia del legislador, que no puede reducir el
contenido esencial del derecho [...] En virtud de ello, no es posible admitir
que la Constitucin garantice en su artculo 15 el derecho a la propia
muerte y, por consiguiente, carece de apoyo constitucional la pretensin de
que la asistencia mdica coactiva es contraria a ese derecho constitucional-
mente inexistente.
Parece importante destacar que estas situaciones pueden asumir
una distinta conguracin segn se trate de reclusos o de ciudada-
nos libres, como se puede ver en este sealamiento del Tribunal:
una cosa es la decisin de quien asume el riesgo de morir en un acto de
voluntad que slo a l le afecta, en cuyo caso podra sostenerse la ilicitud
de la asistencia mdica obligatoria o de cualquier otro impedimento a la
realizacin de esa voluntad y cosa bien distinta es la decisin de quienes,
hallndose en el seno de una relacin especial penitenciaria, arriesgan su
22
Sentencia del Tribunal Constitucional 53/1985.
n 51
vida con el n de conseguir que la administracin deje de ejercer o ejerza de
distinta forma potestades que le conere el ordenamiento jurdico.
23
Prohibicin de torturas, penas o tratos inhumanos o degradantes
Este derecho fundamental se regula en el artculo 3

del , y
est destinado a todas las personas, sin exclusin (de ah la utiliza-
cin de las palabras nadie podr ser sometido a...). La concrecin
de estos vocablos, en especial de la palabra tortura, se encuentra en
la Convencin contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanas o Degradantes. Mayores problemas se plantean cuan-
do se han de precisar las palabras penas o tratos inhumanos o degra-
dantes, especialmente, en el mbito de la ejecucin de las penas
privativas de libertad (pinsese, por ejemplo, en los llamados reg-
menes cerrados, celdas de castigo o aislamiento, etctera).
Al respecto cabe decir que una de las tareas emprendidas por
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ( ), ha consisti-
do en concretar el alcance de cada uno de los trminos establecidos
en el artculo 3 del .
24
Como seala Balaguer Santamara:
23
Frente a esta opinin, mayoritaria en el , el magistrado Rodrguez-Piero y Bravo-
Ferrer formul un voto particular en el que seal:
la razn principal de mi discrepancia es la de que, segn la opinin mayoritaria del
Pleno, la relacin de sujecin especial del penado y, ms genricamente del interno,
frente a la Administracin penitenciaria, justicara la imposicin, que habra de ca-
licar de especial, de una limitacin de derechos fundamentales como la que supo-
ne la alimentacin forzosa, limitacin que se reconoce que no sera lcita si se
tratara de ciudadanos libres o incluso de internos que se encuentran en situaciones
distintas. A mi juicio, la obligacin de la Administracin penitenciaria de velar por
la vida y la salud de los internos no puede ser entendida como justicativa del esta-
blecimiento de un lmite adicional a los derechos fundamentales del penado, el cual
en relacin a su vida y salud, y como enfermo, goza de los mismos derechos y liberta-
des que cualquier otro ciudadano, y por ello ha de reconocrsele el mismo grado de
voluntariedad en relacin con la asistencia mdica y sanitaria.
24
El tuvo ocasin de pronunciarse en relacin con el artculo 3 del , en su
sentencia de 18 de junio de 1971/125 asunto De Wilde, Ooms y Versyp pero no de-
ni los conceptos de tortura, penas o tratos inhumanos o degradantes. La concrecin de tales
trminos no se efectu sino hasta el pronunciamiento de 18 de enero de 1978
asunto Irlanda contra Reino Unido, que se analizar en este apartado.
52 n
de las deniciones del Tribunal [sc. el ] se desprende que es la intensi-
dad de los sufrimientos que se producen, el elemento diferenciador entre
las torturas y los tratos comentados [sc. inhumanos o degradantes], pare-
ciendo exigir un nivel especial en el dolor que caracteriza a la tortura.
25
El , al delimitar el signicado preciso de tales conceptos,
seal en la sentencia de 25 de abril de 1978 asunto Tyrer,
26

que una persona puede ser humillada al ser condenada, pero que
lo que interesa para calicar una pena como degradante es
que la humillacin se produzca no por la mera existencia de la
condena sino por la forma en que se ejecuta.
27
En efecto:
sera absurdo sostener que cualquier pena judicial, debido al aspecto humi-
llante que ofrece de ordinario, casi inevitablemente tiene una naturaleza
degradante en el sentido del artculo 3. Hay que complementar la interpre-
tacin del texto de que se trata. Al prohibir expresamente las penas inhu-
manas y degradantes, el artculo 3 supone adems su distincin de las
penas en general. Entiende el Tribunal que para que una pena sea degra-
dante e infrinja el artculo 3, la humillacin o el envilecimiento que im-
plica tienen que alcanzar un nivel determinado y diferenciarse, en cualquier
caso, del elemento habitual de humillacin que se ha mencionado en el
prrafo anterior.
Por su parte, el artculo 15 de la Constitucin espaola dispone,
tras garantizar el derecho de todos a la vida y a la integridad
25
Xavier Balaguer Santamara, Derechos humanos y privacin de la libertad: en parti-
cular, dignidad, derecho a la vida y prohibicin de torturas, en Iaki Rivera Beiras
(coord.), Crcel y derechos humanos. Un enfoque relativo a la defensa de los derechos fundamen-
tales de los reclusos, Barcelona, Bosch, 1992, pp. 93-117, en particular, pp. 114-115.
26
Este caso fue motivado por el seor Anthony M. Tyrer, ciudadano del Reino Unido y
residente en la Isla de Man, quien al haber agredido a otro alumno de su escuela fue
condenado a tres azotes con vara de abedul, lo que fue ejecutado en presencia de su
padre y de un mdico mientras dos agentes de la polica le sujetaban y un tercero mate-
rializaba el castigo.
27
Analizando esta sentencia, Balaguer Santamara, op. cit., pp. 115-116, seala: para que
una pena sea degradante e infrinja el artculo 3

, la humillacin o el envilecimiento
que implica tienen que alcanzar un nivel determinado y diferenciarse en cualquier caso
del elemento normal de humillacin que contiene toda pena. Tal apreciacin, reconoce
el Tribunal, es forzosamente relativa y depende del conjunto de circunstancias del caso
y especialmente de la naturaleza y el contexto de la pena, as como de la manera en que
se ejecute.
n 53
fsica y moral, que en ningn caso puede alguien ser sometido
a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. La sen-
tencia 65/1986, de 22 de mayo, indic al respecto que la negativa
a permitir visitas ntimas a los reclusos no implica, por ello, la
sumisin a tratos inhumanos o degradantes, por no
acarrear sufrimientos de una especial intensidad, o provocar una humilla-
cin o sensacin de envilecimiento que alcance un nivel determinado, dis-
tinto y superior al que suele llevar aparejada la imposicin de la condena
[...] La privacin de libertad, como preso o como penado, es sin duda un
mal, pero de l forma parte, sin agravarlo de forma especial, la privacin
sexual.
En cuanto al debate de si las sanciones disciplinarias de aisla-
miento en celdas pueden constituir un trato inhumano o degra-
dante, la sentencia 2/1987, de 21 de enero, seal:
no cabe duda que cierto tipo de aislamientos en celdas negras, el conna-
miento absolutamente aislado o cerrado es una forma de sancin que en-
vuelve condiciones maniestamente inhumanas, atroces y degradantes, y
por ello han venido siendo vedados en los ms modernos sistemas peniten-
ciarios. De ah las restricciones que la Ley y el Reglamento Penitenciario
establecen para la aceptacin, residual, de este tipo de sancin.
Adems, el Tribunal tambin arm que:
la Comisin de Estrasburgo en bastantes casos ha tenido ocasin de exami-
nar quejas relativas a este tipo de connamiento aislado, y su posible colisin
con el artculo 3 del Convenio de Roma. De acuerdo a la Comisin el
connamiento solitario, debido a exigencias razonables, no constituye, de
por s, un tratamiento inhumano o degradante, slo cuando por las condi-
ciones (alimentacin, mobiliario, dimensiones de la celda), circunstancias
(de acceso a biblioteca, peridicos, comunicaciones, radio, control mdico)
y duracin, se llegue a un nivel inaceptable de severidad; y si ha dicho que
un connamiento prolongado solitario es indeseable, ello ha sido en su-
puestos en los que la extremada duracin de tal connamiento superaba,
mucho ms all, el mximo legal previsto de cuarenta y dos das en nuestra
legislacin penitenciaria. No es la sancin en s, sino el conjunto de circuns-
tancias y condiciones de su aplicacin, incluyendo su particular forma de
ejecucin, el carcter ms o menos estricto de la medida, su duracin, el
54 n
objeto perseguido y sus efectos en la persona en cuestin, los que podran
hacer en concreto de esa sancin una infraccin del artculo 3 del Conve-
nio de Roma.
28
Por otra parte, la sentencia 137/1990, de 19 de julio seal que,
no puede ponerse en duda que la reclusin en un centro peniten-
ciario origina una relacin jurdica especial, segn ha declarado la
sentencia 2/1987, y as se desprende directamente de la propia
Constitucin, cuyo artculo 25.2 establece: en atencin al estado
de reclusin en que se encuentran las personas que cumplen pe-
nas de privacin de libertad, admite que los derechos constitucio-
nales de estas personas puedan ser objeto de limitaciones que no
son de aplicacin a los ciudadanos comunes y, entre ellas, las
que se establezcan en la Ley Penitenciaria, que regula el estatuto
especial de los recluidos en centros penitenciarios.
Esta relacin de especial sujecin, que debe ser siempre entendida en un
sentido reductivo compatible con el valor preferente que corresponde a los
derechos fundamentales, cuya titularidad corresponde tambin a la pobla-
cin reclusa en los trminos del artculo 25.2 de la Constitucin, origina un
entramado de derechos y deberes recprocos de la Administracin y el re-
cluido, entre las que destaca el esencial deber de la primera de velar por la
vida, integridad y salud del segundo, valores que vienen constitucionalmen-
te consagrados y permiten, en determinadas situaciones, imponer limitacio-
nes a los derechos fundamentales de internos.
De vuelta a la sentencia 120/1990, de 27 de junio, cuando el
Tribunal Contitucional analiz el tema de las torturas y tratos
inhumanos o degradantes,
29
seal que el artculo 15 de la
Constitucin espaola la prohbe, pero esta prohibicin no
puede estimarse que haya sido quebrantada por la asistencia
mdica cuya autorizacin judicial se recurre. Tras reiterar la de-
nicin del trmino tortura en la Convencin contra la Tortura
y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes y de
citar algunas sentencias del tedh (que se han analizado aqu en
pginas anteriores), la sentencia reitera su doctrina relativa a
28
Decisin Adm. Com. Ap. 8.395/1978, de 16 de diciembre de 1981.
29
Segn el Fundamento Jurdico nm. 9.
n 55
que, para apreciar si existen tratos inhumanos o degradantes, es
necesario que stos acarreen sufrimientos de una especial inten-
sidad o provoquen una humillacin o sensacin de envilecimien-
to que alcance un nivel determinado, distinto y superior al que
suele llevar aparejada la imposicin de condena.
Prohibicin de realizar un trabajo forzado u obligatorio en relacin
al derecho al trabajo penitenciario remunerado
El artculo 23 de la Declaracin Universal de los Derechos Hu-
manos ( ) establece que toda persona tiene derecho, sin
discriminacin alguna, a igual salario por trabajo igual, y luego
aade: toda persona que trabaja tiene derecho a una remunera-
cin equitativa y satisfactoria, que le asegure, as como a su fami-
lia, una existencia conforme a la dignidad humana y que ser
completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de
proteccin social (artculo 23.3). Por otra parte, es conocida la
prohibicin de que a nadie se le puede someter a esclavitud,
servidumbre, ni constrersele a realizar trabajos forzosos u
obligatorios.
30
Pese a tales estipulaciones, inmediatamente se dispone que no
se considerarn infringidas tales normas cuando se trate de los:
trabajos o servicios que [...] se exijan normalmente de una per-
sona presa en virtud de una decisin judicial legalmente dictada
o de una persona que habiendo sido presa [...] se encuentra en
libertad condicional (artculo 8.3 del Pacto Internacional), o de
todo trabajo exigido normalmente a una persona privada de li-
bertad (artculo 4.2 a del ).
En la regulacin de Espaa, el derecho al trabajo penitenciario
remunerado se encuentra reconocido en el artculo 25.2 de la
Constitucin (ah mismo se establece el derecho a disfrutar de
los benecios de la seguridad social). Pese al reconocimiento
normativo del derecho al trabajo penitenciario remunerado, el
Tribunal Constitucional lo ha congurado como un derecho de
30
Estas disposiciones pueden encontrarse en el artculo 8

del Pacto Internacional de


Derechos Civiles y Polticos o bien en el artculo 4.2 del .
56 n
aplicacin progresiva, exigible nicamente si la Administracin
tiene medios para ello y no cuando realmente exista imposibili-
dad material de satisfacerlo (auto del de 14 de marzo de
1988). Frente a esta resolucin, la doctrina espaola muy crtica
con aqulla ha manifestado:
como era de temer, el recurso a la argumentacin jurdica ha servido de va
para la negacin, en la prctica, de un derecho fundamental tan importante
en prisin como el derecho al trabajo. En efecto, el curioso trasplante a este
campo de la discutible nocin de derecho de aplicacin progresiva permite al
Tribunal negar el contenido constitucional de la cuestin planteada.
31
Derecho a la reeducacin y reinsercin social
Dispone el artculo 25.2 de la Constitucin espaola que las
penas privativas de libertad [...] estarn orientadas hacia la reedu-
cacin y reinsercin social. En el mismo sentido se pronuncian
los artculos 1 de la Ley Orgnica General Penitenciaria ( )
y del Reglamento Penitenciario ( ). Ambos agregan que otra -
nalidad de tales penas es la retencin y custodia de detenidos,
presos y penados.
La delimitacin de esta nalidad para las penas privativas de
libertad ha sido tarea del Tribunal Constitucional en diversas oca-
siones. As, el auto del Tribunal Constitucional 15/1984, de 11
de enero, seal que la reeducacin o la reinsercin social del
penado no constituye un derecho fundamental de la persona,
sino un mandato del constituyente al legislador para orientar la poltica
penal y penitenciaria, mandato del que no se derivan derechos subjetivos,
aunque, como es obvio, pueda servir de parmetro para resolver acerca de
la constitucionalidad o inconstitucionalidad de las leyes penales.
Por ello, no cabe pedir que no se ejecute una sentencia que im-
pone una pena cinco aos ms tarde de haber sucedido los he-
chos alegndose que aqulla ya no puede tener ningn sentido
31
Jos Luis de la Cuesta Arzamendi, Diez aos despus: el trabajo penitenciario, en Revista
de Estudios Penitenciarios, extra, nm. 1, Madrid, 1989, p. 79.
n 57
reeducador. En consonancia con dicha interpretacin, el Tribu-
nal aadi despus que por ello no es admisible que se solicite la
anulacin de una condena porque el penado se encuentre per-
fectamente reinserto (auto del 486/1985, de 10 de julio).
En otra ocasin al tener que resolver una cuestin de incons-
titucionalidad promovida en torno a los arrestos sustitutorios
impuestos por impago de multas penales, la 19/1988, de
16 de febrero, indic que:
en relacin al primer argumento, concluyente en el aserto de que la medida
a que puede dar lugar la aplicacin del precepto cuestionado contradijera el
enunciado inicial del artculo 25.2 de la Constitucin, no puede ser acepta-
do por este Tribunal. Dispone all la norma fundamental, en efecto, que
las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarn orienta-
das hacia la reeducacin y la reinsercin social, pero de esta declaracin
constitucional no se sigue ni que tales nes reeducadores y resocializadores
sean los nicos objetivos admisibles de la privacin penal de la libertad ni,
por lo mismo, que se haya de considerar contraria a la Constitucin la
aplicacin de una pena que pudiera no responder exclusivamente a dicho
punto de vista.
32
Derecho de defensa
Este derecho se encuentra en el mbito internacional, en los
apartados b y c del artculo 6.3 del . En primer lugar, el
apartado b establece el derecho a disponer del tiempo y de las
facilidades necesarias para la preparacin de su defensa. El de-
recho de defensa puede ser ejercido: por el propio interesado,
por un defensor libremente escogido por l, y si no tiene medios
para pagarlo, poder ser asistido gratuitamente por un abogado
de ocio, cuando los intereses de la justicia lo exijan, segn el
apartado c del artculo 6.3 de la .
33
32
Auto de la Sala Primera, de 19 de noviembre de 1986, asunto 780/86.
33
Para abundar en la defensa gratuita, hay que hacer mencin del Reglamento del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, adoptado por el Pleno del Tribunal el 24 de noviembre
de 1982. En su Addendum regula (en los artculos 2

a 8

) el procedimiento relativo a la
asistencia judicial ante el Tribunal Europeo. Asimismo, en el Addendum al Reglamento
Interno de la Comisin de Derechos Humanos (texto revisado adoptado el 7 de mayo de
58 n
A este respecto, el seal que, como puntualiza la
Comisin, las razones de seguridad podran justicar algunas
restricciones en las visitas de los abogados a los presos.
34
En Espaa, la Constitucin garantiza a toda persona detenida
el derecho fundamental a ser asistida por un abogado (artculo
17.3) y a una defensa jurdica sin que, en ningn caso, pueda
producirse indefensin (artculo 24.1 y 2).
En cuanto al ejercicio de estos derechos constitucionales en el
mbito penitenciario, el Tribunal Constitucional ha tenido oca-
sin de pronunciarse reiteradamente. En primer lugar, la senten-
cia 77/1983, de 3 de octubre, arma que el derecho de defensa
es tambin aplicable a los procedimientos administrativos san-
cionadores en forma y grado estimables como proporcionados
a la falta, a la sancin y al procedimiento.
En la sentencia 74/1985, de 18 de junio, tambin admiti la
vigencia de estos derechos fundamentales en el mbito peniten-
ciario en este caso, se trataba de analizar la potestad disciplinaria
de la administracin penitenciaria, en particular, cuando la
sancin implique una grave restriccin de la ya restringida liber-
tad inherente al cumplimiento de la pena. Seala esta resolucin
que es claro que el interno de un centro penitenciario est, res-
pecto de la administracin, en una relacin de sujecin especial
de la cual deriva para aquella una potestad sancionatoria discipli-
naria, cuyo ejercicio y lmites se regulan en los artculos 104 y
siguientes del Reglamento Penitenciario. Que la Junta de Rgi-
1983), tambin se establecen las normas para lograr el benecio de asistencia judicial
ante la Comisin Europea. Estos dos organismos, la Comisin y el Tribunal Europeo,
fueron instituidos en el Convenio para la tutela efectiva de los derechos y libertades fun-
damentales reconocidos en el mismo. En los Addenda citados, se estipula que la asistencia
judicial podr ser concedida si la Comisin, o en su caso, el presidente del Tribunal, la
estiman necesaria para la buena marcha del caso ante el organismo de que se trate (ade-
ms del requisito de que el demandante carezca de la asistencia, de medios nancieros
para sufragar los gastos de la misma). Se insiste, una vez ms, en la no obligatoriedad de
la asistencia letrada, aunque, en este caso, el supuesto es diferente al comentado antes. En
efecto, los Addenda regulan este benecio (que no, derecho) a la asistencia, slo para
los procedimientos que se sustancien ante la Comisin y Tribunal Europeo. En cambio,
el artculo 6.3 c del Convenio Europeo de 1950 se reere a un derecho (que no, bene-
cio) de todo acusado ante los tribunales ordinarios de justicia y no, por lo tanto, ante
los tribunales internacionales de justicia.
34
Sentencia de 28 de junio de 1984, asunto Campbell y Fell.
n 59
men y Administracin sea el rgano competente para imponer
sanciones, y que sea el Director del Centro o un miembro de la
Junta en quien aqul delegue, los encargados de incoar el expe-
diente y de decidir qu pruebas propuestas son convenientes, no
tiene nada de anmalo, segn el Tribunal Constitucional, ni de
lesivo, contra los derechos constitucionales del artculo 24.1. A
continuacin, aade:
la Junta no es un rgano jurisdiccional, sino administrativo, y es normal y
an necesario que cuando la Administracin, en este caso la penitenciaria,
acta en ejercicio de su potestad disciplinaria, sean rganos administrativos
los que la ejerzan, respecto a los cuales no es exigible esa neutralidad o im-
parcialidad en su composicin que el recurrente reclama.
Es importante destacar que en esta sentencia el Tribunal seal
algunos lmites al ejercicio del derecho constitucional a la defen-
sa. Al comienzo se arma:
el artculo 130.1 e del Reglamento Penitenciario exige que en el pliego de
cargos se le ha de hacer constar al interno la posibilidad de asesorarse du-
rante la tramitacin del expediente, como en efecto se le hizo saber. El
precepto transcrito no dice de modo expreso que tal asesoramiento pueda
ser el del Letrado elegido por el interno, pero as hay que entenderlo para
cumplir con el derecho de asistencia letrada del artculo 24, y as lo ha en-
tendido el Juez, quien reconoce en su Auto que, recibiendo el pliego de
cargos, si hubiese querido el interno comunicar con su Letrado para aseso-
rarse, nada hubiere impedido hacerlo.
El problema se suscita si se atiende a que el interno no solicit la
asistencia entendida como asesoramiento, sino la presencia de
mi abogado, que fue lo que se le deneg. Frente a ello, el Tribu-
nal seal que la limitacin del asesoramiento o asistencia del
abogado, implcita en la negacin de su presencia,
no puede considerarse contraria en este caso al artculo 24.2 de la Constitu-
cin, cuyo reconocimiento del derecho a la asistencia letrada, aun siendo
aplicable, como lo es sin duda, a los procedimientos sancionatorios del r-
gimen disciplinario penitenciario, admite esta regulacin [...] pues, en efec-
to, la ecacia de la asistencia tcnica no queda sustancialmente disminuida
60 n
por la falta de presencia fsica del Letrado, ya que su asesoramiento est
previsto que se produzca en un momento oportuno, puede versar tanto so-
bre el pliego de cargos como sobre la prueba, y puede dar lugar a una con-
testacin de descargo tcnicamente preparada.
Aadi esta resolucin que el asesoramiento y asistencia de letra-
do debe ser permitida en forma y grado estimables, como pro-
porcionados a la falta, a la sancin y al procedimiento:
no se trata de un derecho a la asistencia letrada, entendida como un derecho
pleno a la asistencia de Letrado, incluyendo el derecho a la asistencia jurdi-
ca gratuita en caso de necesidad si se carece de los medios sucientes para
ello, pues tal derecho, como resulta de los trminos del artculo 6.3 de la
, slo existe claramente en los procesos judiciales, y adems no en to-
dos los casos, sino cuando los intereses de la justicia lo requieren.
35
Derecho a un proceso equitativo o igualdad de armas
El concepto igualdad de armas ha sido acuado por la jurispru-
dencia de la Comisin Europea de Derechos Humanos. El dere-
cho a un proceso equitativo se halla reconocido en el artculo 6.1
del y de la interpretacin de esta norma surgi tal acep-
cin. El tuvo diversas ocasiones para pronunciarse en torno
a este derecho fundamental. As, las sentencias de 8 de junio de
1976 asunto Engel, 21 de febrero de 1984 asunto Oztrl y
35
Heriberto Asencio Cantisn, Rgimen disciplinario y procedimiento sancionador, en
Revista de Estudios Penitenciarios, extra, nm. 1, Madrid, 1989, p. 40, a propsito de esta
sentencia, manifest que a nuestro juicio, la postura adoptada por el Tribunal Consti-
tucional en esta materia es desde todo punto de vista censurable, puesto que con ella
permite la asistencia letrada slo a quien pueda acceder a un letrado con el que previa-
mente haya contratado sus servicios, pero no quien carezca de medios para ello y si bien
es cierto que en los procesos administrativos no es exigible la presencia de letrado, ni
tampoco la designacin de ocio, no lo es menos que la especialsima situacin en la
que todo interno se encuentra, con las claras limitaciones que ello implica, lo colocan
en una postura de clara inferioridad con respecto a la que se encuentran el resto de los
ciudadanos ante un proceso administrativo en lo que se reere a las posibilidades de
asesoramiento y de contratacin de letrados. Entiendo que estos argumentos podran
haber sido utilizados por el Tribunal Constitucional para exigir tambin la obligatorie-
dad de la designacin de letrado de ocio. La especial relacin de sujecin especial [...]
podra aqu haberse utilizado con los nes expuestos.
n 61
28 de junio de 1984 asunto Campbell y Fell, sealaron dos
importantes orientaciones de este derecho fundamental en el
mbito penitenciario:
a) el Convenio Europeo de Derechos Humanos no impide que
los Estados creen o mantengan la distincin entre derecho
penal y derecho disciplinario, y sealen la lnea divisoria entre
ellos, pero no se deduce de ello que esta delimitacin sea
vinculante para las nalidades del Convenio;
b) si los Estados contratantes pudieran, a su gusto, mediante la
calicacin de una infraccin como disciplinaria y no como
penal, evitar que se tuvieran en cuenta los preceptos funda-
mentales de los artculos 6

y 7

, la aplicacin de stos que-


dara sometida a la voluntad soberana de los Estados. Esta
exible interpretacin podra llevar a resultados incompatibles
con el objeto y los nes del Convenio.
As, en la ltima de las resoluciones citadas, el seala:
en su sentencia en el caso Engel y otros, tuvo buen cuidado de advertir que
se limitaba, en cuanto a la separacin entre lo penal y lo disciplinario,
al mbito en el que se planteaba concretamente la cuestin, que era el del
servicio militar. El Tribunal no ignora que en el mbito penitenciario hay
razones de hecho y polticas que justican un rgimen disciplinario especial;
por ejemplo, consideraciones de seguridad y de orden, necesidad de repri-
mir la mala conducta de los presos con toda la rapidez posible, la existencia
de sanciones a la medida de las que los Tribunales ordinarios no pueden
disponer, y el deseo de las autoridades penitenciarias de tener vara alta para
asegurar la disciplina en sus establecimientos.
Por lo que se reere a la relacin entre este derecho y el de no ser
sancionado dos veces por un mismo acto, esta Sentencia destaca
que una conducta opuesta al Reglamento de Prisiones puede, en
ocasiones, constituir adems una infraccin penal. As, seala el
, un acto violento contra un funcionario de prisiones pue-
de ser un delito de lesiones, y si bien la rebelin o la incitacin a
ella no inciden intrnsecamente en el derecho penal comn, los
hechos que la producen pueden justicar la acusacin por cons-
62 n
piracin: hay que recordar adems que, en teora al menos,
nada impide actuar por hechos de distinta naturaleza en el terri-
torio penal y en el disciplinario.
Derecho al respeto de la correspondencia
Este derecho fundamental se establece en el artculo 8.1 del
Convenio Europeo de Derechos Humanos: toda persona tiene
derecho al respeto [...] de su correspondencia. En principio,
pues, el reconocimiento de este derecho no excluye a nadie de
su ejercicio. Sin embargo, el numeral 2 del artculo 8

establece
una serie de excepciones al mismo: a) que la injerencia en la
correspondencia sea necesaria para la seguridad nacional; b) o
para la seguridad pblica; c) o para el bienestar econmico
del pas; d) o para la defensa del orden y la prevencin del
delito; e) o para la proteccin de la salud o de la moral; f) o
para la proteccin de los derechos y las libertades de los de-
ms.
El derecho al secreto de la correspondencia constituye un
tema de capital importancia en la vida de la poblacin reclusa.
Acerca de la conguracin del sobre este derecho, la sen-
tencia de 21 de febrero de 1975 asunto Golder seala:
la necesidad de interferir en el ejercicio del derecho de un condenado reclu-
so respecto a su correspondencia debe apreciarse en funcin de las exigen-
cias normales y razonables de la detencin. La defensa del orden y la
prevencin de infracciones penales, por ejemplo, puede justicar interfe-
rencias ms amplias en relacin con un recluso que con una persona en li-
bertad.
Al resolver la denuncia de unos reclusos sobre la interceptacin
o demora de sesenta y cuatro cartas, el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos arm que se deben tener en cuenta las
exigencias normales y razonables del encarcelamiento. Reconoce
el Tribunal que es aconsejable alguna scalizacin de la corres-
pondencia de los presos, la cual no se opone al Convenio, en la
sentencia de 25 de marzo de 1983, asunto Silver.
n 63
En el mbito de la normativa espaola, el Reglamento Peni-
tenciario arma que, en principio, no se establecern limitacio-
nes en el nmero de cartas que pueden recibir y remitir los
internos, salvo cuando deban ser intervenidas por las mismas
razones que las comunicaciones orales (artculo 98.1). Adems,
se permite que el funcionario abra la carta destinada a un reclu-
so, en presencia de ste y, en todo caso, la correspondencia entre
los internos de distintos Establecimientos se cursar a travs de
la Direccin y ser intervenida (artculo 98.5). En cuanto a la
interpretacin jurisprudencial de este derecho fundamental, el
tema se abordar en el siguiente apartado por la estrecha relacin
que guarda con los derechos que all se analizan.
Derecho a la intimidad personal y familiar en relacin con el derecho
al respeto de las comunicaciones de los reclusos
El artculo 51 de la Ley Orgnica General Penitenciaria reconoce
el derecho de los internos a tener comunicaciones con sus fami-
liares, amigos y representantes de organismos e instituciones de
cooperacin penitenciaria, salvo en caso de incomunicacin ju-
dicial. Tales comunicaciones, como seala el apartado 1, pueden
ser en su propia lengua y de forma oral y escrita. Aade el segun-
do prrafo, que este derecho se ejercer en armona con el respe-
to a la intimidad del recluso, no pudiendo tener ms restricciones
que las impuestas por razones de seguridad, de inters de trata-
miento y del buen orden del establecimiento. Por su parte, el
apartado 2 del mismo artculo consagra el derecho de los reclusos
a entrevistarse con el abogado defensor o con el letrado expresa-
mente llamado por el interno (y con el procurador que le repre-
sente). Esta disposicin establece que estas comunicaciones han
de tener lugar en departamentos apropiados, sin que puedan ser
suspendidas ni intervenidas salvo por orden judicial y en los
supuestos de terrorismo. Dispone este artculo en su apartado 5
que, no obstante lo sealado anteriormente, estas comunicacio-
nes orales y escritas podrn ser suspendidas o intervenidas moti-
vadamente por el director de la crcel dando cuenta a la autoridad
judicial competente.
64 n
El Tribunal Constitucional ha tenido ocasin de pronunciarse
acerca de las comunicaciones de los reclusos. En este sentido, la
sentencia 89/1987, de 3 de junio seal en un supuesto en el
cual se analizaban las comunicaciones ntimas o vis vis que,
pese al reconocimiento normativo expreso de tal derecho, no
existe un derecho fundamental a disfrutar de dichas comunica-
ciones: para quienes se encuentran en libertad, el mantenimien-
to de estas relaciones no es el ejercicio de un derecho, sino una
manifestacin ms de la multiplicidad de actividades y relaciones
vitales que la libertad hace posibles y las manifestaciones de la
libertad no constituyen otros tantos derechos fundamentales,
por importantes que sean en la vida del individuo, sino en los
casos expresamente previstos en la Constitucin. Bueno Ars
seala al respecto: por lo tanto, impedir las prcticas sexuales a
quienes estn privados de libertad tampoco implica restriccin o
limitacin de derecho fundamental alguno.
36
En sentido similar se ha pronunciado la jurisprudencia del
, al sealar que para precisar las obligaciones que el artculo
8

del Convenio impone a los Estados contratantes sobre las vi-


sitas en las prisiones, hay que tener en cuenta las normales y ra-
zonables exigencias de la reclusin y la extensin de la facultad
discrecional que se debe conceder a las autoridades nacionales
para regular las relaciones del preso con su familia.
37
En tal sen-
tido, el concluye indicando que como sucede en las visitas
en prisin, hay que tener en cuenta la facultad discrecional de
que disfrutan las autoridades nacionales para regular los encuen-
tros de un preso con su familia.
Derecho a la libertad de expresin
El artculo10.1 del Convenio Europeo dispone que toda perso-
na tiene el derecho a la libertad de expresin. Este derecho com-
prende la libertad de opinin y la libertad de recibir o comunicar
36
Francisco Bueno Ars, La jurisprudencia del Tribunal Constitucional en materia
penitenciaria, en Consejo General del Poder Judicial, Poder Judicial, nm. especial ,
Madrid, 1989, p. 173.
37
Sentencia de 27 de abril de 1988, asunto Boyle y Rice.
n 65
informaciones o ideas sin que pueda haber injerencia de autori-
dades pblicas y sin consideracin de fronteras. En consecuen-
cia, este derecho fundamental abarca una serie de libertades:
libertad de opinin, libertad de recibir informaciones o ideas
y libertad de comunicar informaciones o ideas. El reconocimien-
to de ellas no excluye, en principio, a nadie (toda persona) y
la circulacin de tales opiniones, informaciones o ideas, no pue-
de restringirse a ningn mbito geogrco (sin consideracin de
fronteras).
Este amplio reconocimiento encuentra, sin embargo, nume-
rosas restricciones y/o excepciones: a) una genrica, al establecer-
se que el presente artculo no impide que los Estados sometan
las empresas de radiodifusin, de cinematografa o de televisin
a un rgimen de autorizacin previa;
38
b) Otras que pueden so-
meterse a:
ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones previstas por la
ley, que constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrtica, para
la seguridad nacional, la integridad territorial, la seguridad pblica, la de-
fensa del orden y la prevencin del delito, la proteccin de la salud o de la
moral, la proteccin de la reputacin o de los derechos ajenos, para impedir
la divulgacin de informaciones condenciales o para garantizar la autori-
dad y la imparcialidad del poder judicial.
39
Cuando el se ocup de congurar este importante dere-
cho, en la sentencia de 27 de abril de 1988 asunto Boyle y
Rice, seal que no se opone al texto del interceptar la
correspondencia de los reclusos cuando las cartas van destinadas
a los medios de comunicacin para ser publicadas.
Derecho a expresarse en su propia lengua en relacin
con el derecho a la asistencia de un intrprete
El artculo 6.3 e del consagra el derecho de todo acusado
a ser asistido gratuitamente de un intrprete, si no comprende
38
artculo 10.1 in ne.
39
artculo 10.2.
66 n
o no habla la lengua empleada en la Audiencia. Por su parte, el
artculo 3.2 de la Constitucin espaola reconoce el derecho
al uso de las lenguas de las diversas comunidades autnomas del
Estado espaol.
El Tribunal Constitucional se ha ocupado de congurar el
derecho a expresarse en su propia lengua en el mbito peniten-
ciario, en diversas ocasiones. As, la sentencia 82/1986, de 26 de
junio, seal que el derecho al uso del euskera es un derecho
de aplicacin progresiva, en funcin de las posibilidades de la
Administracin en cada momento, y no puede ser exigido en su
totalidad de forma inmediata.
Ello ha sido repetido en otras dos ocasiones por el Tribunal.
La sentencia 2/1987, de 21 de enero al tener que pronunciarse
acerca de si hubo o no indefensin en un recluso que aleg tal
situacin al no permitrsele declarar en euskera ante la Junta de
Rgimen y Administracin del Centro penitenciario de Basauri
reiter la doctrina sentada por la anterior sentencia citada; ade-
ms, se aadi:
no se da adems el presupuesto que el artculo 6.3 del Convenio de Roma
establece para reconocer el derecho a ser asistido gratuitamente por un intr-
prete, el no comprender o hablar la lengua empleada en la Audiencia, el
castellano, que ha de presumirse en todo ciudadano espaol, pero cuyo cono-
cimiento consta adems, como se deduce de los bien argumentados escritos
personales del recurrente. De todo lo anterior se inere que su falta de decla-
racin oral ante la Junta, por no querer expresarse en castellano, no puede ser
alegada aqu como indefensin ocasionada por el Organismo penitenciario.
En idntico sentido se pronunci la sentencia del Tribunal
Constitucional 190/1987, de 1

de diciembre.
Derecho a la libertad de reunin pacca y de asociacin
El reconocimiento de este derecho fundamental se establece en
el artculo 11.1 del Convenio Europeo cuando se dispone que
toda persona tiene derecho a la libertad de reunin pacca y a
la libertad de asociacin, incluido el derecho de fundar, con
otras, sindicatos y de aliarse a los mismos para la defensa de sus
n 67
intereses. Como puede observarse, este derecho fundamental
incluye, tambin, varias libertades individuales. El reconoci-
miento, pues, de estas libertades es amplio, para toda persona
sin exclusin, en consecuencia, de nadie.
Sin embargo, el numeral 2 del artculo 11 seala una serie de
lmites al ejercicio de esas libertades. Las restricciones que se se-
alan han de ser previstas por la ley excluyndose, por consi-
guiente, todo tipo de actuacin arbitraria de los poderes pblicos
y, a la vez, sin que sea ajustada a derecho la imposicin de otras
restricciones que las establecidas legalmente, por aplicacin del
principio de legalidad. Parece excluirse, asimismo, cualquier im-
posicin de restricciones por va reglamentaria si se observa el
tenor literal de esta disposicin. Con tales requisitos, los lmites
se reeren a los siguientes supuestos: la seguridad nacional; la
seguridad pblica; la defensa del orden y la prevencin del delito;
la proteccin de la salud o de la moral; la proteccin de los dere-
chos y libertades ajenas. Se permite, asimismo, la imposicin de
restricciones para los miembros de las fuerzas armadas, de la
polica o de la Administracin del Estado.
Dentro del mbito penitenciario, tanto la libertad de reunin
pacca, cuanto las de asociacin y sindicacin en defensa de los
intereses de los reclusos cobran una trascendental importancia.
Es muy ilustrativo, en consecuencia, analizar el posible reconoci-
miento de estas libertades en la situacin de privacin punitiva
de la libertad. En este sentido, conviene recordar la narracin de
Garca Valds sobre las discusiones en el Parlamento espaol
con ocasin de la sancin de la Ley Orgnica General Parlamen-
taria. Tras comentar la enmienda al artculo 24 del anteproyecto
de ley que intent introducir el Grupo Parlamentario Comunis-
ta, y que pretenda incluir este derecho fundamental para los re-
clusos, Garca Valds justica dicho rechazo al sealar que se
trata de un derecho desconocido e incompatible con la situa-
cin del sistema penitenciario en el que en aquel momento se
trabajaba.
40
40
Carlos Garca Valds, Escritos, Madrid, Ministerio de Justicia, 1989, pp. 256-257.
68 n
Prohibicin de discriminacin
La garanta fundamental de impedir que se produzcan situacio-
nes discriminatorias se contempla en el artculo 14 del Convenio
Europeo, donde se dispone que:
el goce de los derechos y libertades reconocidos en el presente Convenio ha
de ser asegurado sin distincin alguna, especialmente por razones de sexo,
raza, color, lengua, religin, opiniones polticas u otras, origen nacional o
social, pertenencia a una minora nacional, fortuna, nacimiento o cualquier
otra situacin.
En Espaa, semejante reconocimiento se halla en el artculo 14
de la Constitucin. Pese a ello, como se ha visto en los apartados
anteriores, tanto el Tribunal Europeo como el Tribunal Consti-
tucional han destacado que la situacin de sujecin en la cual se
encuentran los reclusos frente a la administracin penitenciaria
provoca una mayor restriccin en sus derechos en comparacin
con quienes viven en libertad, pero no por ello ha de pensarse
que se producen situaciones discriminatorias entre unas y otras
personas.
Conclusiones
Como se ha visto, pese al indudable avance que han trado consigo
la positivizacin, la internacionalizacin, la multiplicacin y la especica-
cin de los derechos humanos, tales procesos no han logrado toda-
va consolidar unos verdaderos derechos subjetivos para quienes
viven privados de su libertad. Como se haba mencionado antes, y
ahora puede comprobarse, la devaluacin de los derechos funda-
mentales de los reclusos se observa en los dos momentos de actua-
cin del derecho: en la creacin de la norma y en su interpretacin.
Adems de cuanto aqu se ha analizado, cabra analizar la penosa
situacin del derecho procesal penitenciario, cuya inexistencia
provoca graves problemas de seguridad y certeza jurdicas y que ha
sido reiteradamente denunciada en las reuniones de jueces de vigi-
lancia penitenciaria. Por su parte, las normas internacionales que
n 69
s han plasmado verdaderos derechos para los reclusos carecen de
vigencia efectiva en el derecho interno al ser simples recomenda-
ciones que los organismos internacionales dan a los Estados
miembro. Se alude aqu a las Reglas Mnimas Penitenciarias que,
tanto en el mbito de las Naciones Unidas cuanto en el del Con-
sejo de Europa, han intentado delimitar el estatus jurdico del in-
terno. Si aqu no se han analizado, es porque esa falta de vigencia
efectiva impide su invocacin ante la jurisdiccin.
Se ha visto, asimismo, que los argumentos esgrimidos por los
ms altos tribunales de justicia para justicar la devaluacin de
estos derechos, se reeren, unas veces, a razones de orden y seguridad
de los centros penitenciarios, otras, a la apelacin a la doctrina de la
relacin de sujecin especial en la cual se hallan los reclusos frente
a la administracin penitenciaria y, tambin en otras ocasiones, a
la mencin de la categora de los derechos de aplicacin progresiva.
A propsito de ello, Snchez Illeras, quien se desempeaba como
juez de vigilancia penitenciaria, seal que:
la elaboracin de las categoras de derechos de aplicacin progresiva y la
relacin de sujecin especial, traducen una doctrina que fundamenta
la limitacin de los derechos fundamentales [...] Para resolver un conicto
de bienes jurdicos [...] se rescata la vieja doctrina de la relacin especial de
supremaca que como guardiana aparece y desaparece como fundamenta-
dora del estatus jurdico del penado segn conviene [...] Esperemos nica-
mente que dichas resoluciones no tengan relacin alguna con la condicin
de penados de sus destinatarios porque ello sera reducir y supeditar su
mbito de libertades a la diligencia de la Administracin en cumplir los
mandatos constitucionales [...] Slo resta esperar que no hayamos iniciado
el descenso por un plano inclinado el que justica las limitaciones de dere-
chos por la relacin especial de sujecin cuyo nal es difcil adivinar, pero
que hace que el preso sea jurdicamente algo distinto a un ciudadano.
41
No parecen existir demasiadas dudas acerca de la hiptesis que
se plante: la devaluacin de los derechos fundamentales de
41
I. Snchez Illeras, Derecho a la tutela judicial efectiva de personas privadas de libertad:
especial referencia a la asistencia letrada, ponencia presentada en la mesa redonda
Crcel y Derechos Humanos, organizada por el Grup de Presons de la Comisi de
Defensa dels Drets de la Persona del Col
.
legi dAdvocats de Barcelona, el 22 de febrero
de 1992, pp. 16-17.
70 n
los reclusos, diseada en las normas y delimitada por la jurispru-
dencia, ha supuesto la construccin (jurdica) de un ciudadano
de segunda categora en comparacin con quien vive en libertad.
Todo ello, sin haber hablado todava de la situacin de facto en la
cual se encuentran las crceles. Pero, si tal devaluacin se observa
en niveles anteriores al anlisis emprico de la situacin peniten-
ciaria, parece que no hay inversin econmica suciente para
paliar un cuadro como el descrito, pues ste es precisamente an-
terior a dicha situacin fctica. Como siempre en el tema peni-
tenciario, cabe preguntarse: qu se puede hacer entonces?
Se ha visto antes que el pensamiento sociolgico otorg un
fundamento a la aparicin y transformacin de los derechos
humanos. Se avanz as hacia una construccin social de tales
derechos que ya no observaba al hombre como ente abstracto,
sino en su manera de actuar en la sociedad, segn su categora o
estatus (trabajador, anciano, extranjero, enfermo, joven, etc.).
Las luchas protagonizadas por los movimientos sociales (de tra-
bajadores, de la mujer, etc.) para lograr el reconocimiento de
mayores cuotas de derechos fundamentales, supone una expe-
riencia que puede aprovecharse para potenciar movimientos de
defensa de los derechos fundamentales de los reclusos. Ello su-
pone, en realidad, impulsar la construccin de una cultura de la
resistencia, que ha de partir del convencimiento de que la lucha
jurdica slo puede constituir un medio puramente instrumen-
tal para desarrollar una cultura as. Evidentemente, el anlisis
de algo semejante excede el marco de esta investigacin.
42
Mientras se siga empleando la privacin de la libertad y mien-
tras no se produzca un verdadero debate sobre qu polticas crimi-
nal y social ha de tener un Estado social y democrtico de derecho,
algo ha de hacerse con los miles de personas que padecen los ne-
gativos efectos de la crcel (se alude no solo a los reclusos, sino
tambin a sus familias). La resistencia tambin puede ser una
forma lcida de supervivencia que evite el riesgo de seguir produ-
ciendo discursos legitimadores de la crcel, como arma Pegoraro.
Por otra parte, supone que sean los propios afectados y sus en-
42
En torno a dicho tema puede consultarse Iaki Rivera Beiras, La cuestin carcelaria,
Buenos Aires, Editores del Puerto, 2006.
n 71
tornos comprometidos en dicha tarea quienes construyan su
propio camino emancipador. Las recientes iniciativas de diversos
movimientos sociales que estn promoviendo diversas platafor-
mas de integracin de colectivos afectados que luchan en el mbi-
to penitenciario suponen claros ejemplos de una forma de
resistencia que ha entendido aquel mensaje.
43
La lucha jurdi-
ca, social y poltica encaminada a la promocin de los derechos
fundamentales de los reclusos, aun cuando ha de partir de la im-
posibilidad de una efectiva tutela de aquellos derechos en el inte-
rior de la institucin de reclusin, puede suponer el trazado de
un escenario de trabajo y de representacin permanente de un
conicto que, cuando menos, no puede permanecer en silencio.
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43
Se alude aqu a la constitucin de la Coordinadora para la Prevencin de la Tortura
que tiene ya una proyeccin en todo el Estado espaol, donde se agrupa una cuarente-
na de organismos sociales, colegios de abogados y algunas universidades que trabajan
en denuncia de la tortura y abogan por la constitucin los llamados mecanismos nacio-
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Sergio Garca Ramrez
Sistema penal. Un espacio crtico en la relacin
entre el Estado y el individuo
El sistema penal, que abarca delito, delincuente, prevencin, con-
secuencias jurdicas, proceso y ejecucin, gobernados por ciertos
principios y atentos a determinados nes es la expresin ms seve-
ra y elocuente del encuentro entre el poder del Estado y el indivi-
duo: vasallo, gobernado o ciudadano. Por lo tanto, es piedra de
toque de los derechos humanos y espacio dramtico para la mani-
festacin de la democracia o el autoritarismo. En el escenario penal
entran en riesgo, siempre grave, los derechos fundamentales de la
persona enfrentada bajo los ttulos de una imputacin o una
sentencia, y en ocasiones a partir de una simple sospecha al poder
punitivo del Estado, que se despliega con mxima intensidad.
De ah se forja el concepto que ha existido sobre el sentido y
la importancia de la legislacin penal, esto es, del sistema penal
o de los instrumentos punitivos, como expresin de la justicia.
Entre nuestros clsicos, Manuel de Lardizbal expres en el Dis-
curso sobre las penas que:
nada interesa ms a una nacin que el tener buenas leyes criminales, porque
de ellas depende su libertad civil y en [gran] medida la buena constitucin y
seguridad del Estado. Pero acaso no hay una empresa tan difcil como llevar
a su entera perfeccin la legislacin criminal.
Un siglo despus, Mariano Otero advirti en sus aleccionadoras Indica-
ciones sobre la importancia y necesidad de la reforma de las leyes penales, que en la
legislacin penal, fundamento y la prueba de las instituciones sociales [se
76 n
acredita] ms que en alguna otra parte la combinacin de talento, el progre-
so de la ciencia.
Evolucin y actualidad
En el trnsito del siglo al se observa la presencia de una
mltiple herencia en el sistema penal, a saber: a) legado liberal
derivado de la Ilustracin, al nal del siglo ; b) aportacin
positivista alentada por el desarrollo de la criminologa; c) dato
autoritario correspondiente a los regmenes de este carcter ins-
talados en la primera mitad del siglo ; d) sntesis, que instituye
un derecho penal (en amplio sentido) democrtico, as llamado
en funcin de los valores y principios que acoge una sociedad de
este signo. Supone: a) mnima intervencin del Estado (raciona-
lidad y reduccin penal); b) garantismo: mayores y mejores dere-
chos; c) proceso acusatorio con amplios derechos del inculpado
y la vctima; d) ejecucin dirigida a la reinsercin social, sin alte-
racin de la personalidad ni invasin de la conciencia; e) sntesis
criminolgica: aportaciones de la criminologa clnica y la crimi-
nologa crtica, que pone el acento en los problemas del rgimen
social y poltico, y del sistema penal que es reejo de ste.
En el ltimo cuarto de siglo ha comenzado o se ha acentua-
do un retroceso inquietante. Con una expresin elocuente,
parfrasis de Zaffaroni sobre Merkl, aquel tratadista argentino
subraya: el Estado de razn no acab con el Estado de terror;
[slo] lo encapsul, de tal modo que el Estado de polica habita
en su interior y pulsa por emerger y dominar en cuanto la coraza
racional cede. Esta expresin, reejo de una realidad inquietan-
te, debiera poner en guardia a los defensores de los derechos
humanos y la democracia contra las tentaciones autoritarias que
abundan en normas penales y proyectos de reciente factura, pero
de antiguo cuo.
Los factores del retroceso son diversos y complejos. Han mili-
tado a favor de la severidad penal, como reaccin frente a diversos
fenmenos que inquietan o irritan a la sociedad. Cabe mencio-
nar, por ejemplo: a) permanencia y crecimiento de la delincuen-
cia tradicional y aparicin y desarrollo de la organizada (o mejor
n 77
dicho, de la delincuencia evolucionada, que se benecia con el
desenvolvimiento de la vida social y la tecnologa); b) crisis por
erosin y debilidad de los medios de control no jurdicos o no
punitivos (familia, escuela, iglesia, asociaciones, partidos, etcte-
ra); c) desactualizacin o envejecimiento de las tradicionales
instituciones preventivas y persecutorias, que pierden terreno
frente a la criminalidad; d) avance de la corrupcin, que diluye
o frustra la lucha legtima contra la delincuencia. Todo esto
provoca exasperacin y desesperacin, malas consejeras para la
poltica criminal.
El retroceso erosiona notoriamente lo conseguido en el enjui-
ciamiento penal durante la era liberal. Existe, en efecto, un
retraimiento del garantismo instalado en todo el horizonte del
proceso. Se procura, en cambio, la construccin de sistemas pa-
ralelos de enjuiciamiento: uno, el tradicional, oriundo de la era
liberal, con plenos derechos y garantas; otro, de la nueva era
(paradjicamente, una nueva era antigua) con derechos reduci-
dos y garantas suprimidas o enrarecidas. La idea de que el debido
proceso constituye un obstculo para la seguridad pblica y la
seguridad nacional impulsa la dispersin del enjuiciamiento. En
Mxico, sta inici a travs de la Ley Federal contra la Delincuen-
cia Organizada, que ha inuido en frmulas procesales reducto-
ras de garantas y cuyos datos caractersticos alcanzan las
propuestas ms recientes de reforma constitucional en materia
penal. Alguna legislacin europea y americana sobre crimen or-
ganizado y la guantanamizacin de la justicia penal son ejem-
plos del retroceso procesal.
El derecho internacional de los derechos humanos
Como el propsito de este ensayo es vincular algunos desarrollos
en el mbito de la justicia penal con las preocupaciones derivadas
de la preservacin de los derechos humanos, particularmente a
propsito del orden internacional de esta materia, me referir
brevemente al denominado derecho internacional de los derechos
humanos. El orden internacional de los derechos humanos, que
constituye una de las ms vigorosas y avanzadas aportaciones
78 n
para el amparo de la dignidad humana (considerando al ser hu-
mano como destinatario es decir, beneciario de la vida social,
del rgimen jurdico y, en general, del quehacer del Estado),
contiene un amplio catlogo de normas que suponen determina-
das selecciones en materia penal. Al signicado y contenido de
estas selecciones me referir ms adelante.
El mencionado orden internacional, construido sobre todo a
partir de la segunda mitad del siglo , se documenta en nume-
rosos instrumentos. Sobresalen las declaraciones de derechos
(Declaracin Universal de Derechos Humanos y Declaracin
Americana de Derechos y Deberes del Hombre, ambas de 1948)
y los tratados generales y especiales (entre ellos, los Pactos Inter-
nacionales de Derechos Civiles y Polticos y de Derechos Econ-
micos, Sociales y Culturales, de Naciones Unidas, de 1966, y la
Convencin Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de
San Jos, de 1969, con alcance en diversos pases del continente
americano y el Caribe).
En Mxico estn vigentes tanto los Pactos como la Conven-
cin. Contemplan obligaciones insoslayables para el Estado
mexicano que ste ha asumido en ejercicio de la soberana y
derechos precisos, inmediatos y exigibles por diversos medios
para los individuos que se hallan bajo la jurisdiccin del Estado
Mexicano. Hoy da es posible armar, con toda certeza, que el
rgimen jurdico penal particularmente el enjuiciamiento de
esta especialidad posee una doble fuente: la tradicin constitu-
cional interna, por una parte, y el derecho internacional de los
derechos humanos, por la otra.
Las selecciones penales
Vayamos ahora a lo que he denominado selecciones poltico-
jurdicas del sistema penal, con las que se construyen la legisla-
cin y la prctica punitiva. Entraan ciertos procesos o cuestiones
bsicas de la justicia. Son, en suma, decisiones polticas funda-
mentales en materia penal ncadas en ideas, experiencias y
circunstancias. En ellas concurren: a) tendencias universales, ge-
neralmente identicadas e impulsadas por la perspectiva occi-
n 79
dental dominante; b) realidades, y tendencias y soluciones
regionales; y c) realidades, y tendencias y soluciones nacionales.
Tales tendencias y realidades deben ser analizadas en una triple
dimensin: a) histrica, que sugiere las fuentes de las soluciones
adoptadas, sea que stas se hallen vigentes, sea que hayan sido
atenuadas o relevadas; b) actual, que recoge las realidades y los
intereses dominantes, y c) futura, que toma en cuenta la previsin
poltica, social y cultural y sugiere los desarrollos del porvenir
conforme a sus caractersticas previsibles.
En los siguientes prrafos me referir a esas selecciones y a al-
gunos pronunciamientos de la jurisprudencia sobre derechos
humanos (opiniones consultivas y sentencias en casos contencio-
sos, emitidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos)
que se reeren a ciertos aspectos relevantes para el anlisis de
las selecciones, desde la perspectiva de la tutela internacional
de los derechos humanos. Los instrumentos que jan o reejan
esa tutela presentan los elevados estndares como se suele decir
que actualmente prevalecen como productos de una profunda
reexin valorativa y de una larga evolucin histrica.
Tipicacin de la conducta: el delito. Jurisprudencia
En primer trmino existe una seleccin de la transgresin o del
delito. Se responde a las preguntas: qu es delito?, a qu con-
ducta o intencin se debe calicar as? El derecho es el catlogo
de conductas incriminadas porque se consideran insoportables.
Son el extremo de la ilicitud, que afecta un bien superior a travs
de una lesin severa o un peligro muy grave. Este es el escena-
rio de la tipicacin y la destipicacin penal: incorporacin de
nuevos tipos (o modalidades de tipos bsicos preexistentes) y
desincorporacin de conductas antes consideradas punibles, que
un nuevo contexto social y cultural, seguido por una renovada
decisin poltica, excluye del catlogo de los hechos punibles.
Por lo que toca a la previsin de delitos en los ordenamientos
penales, es decir, a la seleccin de la transgresin o del delito a
travs del proceso de tipicacin la Corte Interamericana de
Derechos Humanos ha establecido que:
80 n
la elaboracin de los tipos penales supone una clara denicin de la conducta
incriminada, que je sus elementos y permita deslindarla de comportamien-
tos no punibles o conductas ilcitas sancionables con medidas no penales. La
ambigedad en la formulacin de los tipos penales genera dudas y abre el
campo al arbitrio de la autoridad
En un Estado de derecho seal la Corte, rerindose a lo que
se conoce como garanta de no retroactividad desfavorable,
los principios de legalidad e irretroactividad presiden la actua-
cin de todos los rganos del Estado, en sus respectivas compe-
tencias, particularmente cuando viene al caso el ejercicio de su
poder punitivo.
1
Es preciso que el legislador penal analice y tome en cuenta, a
la hora de formular los tipos penales y establecer las sanciones
respectivas, la diversa gravedad de las conductas delictuosas. Por
ejemplo:
La privacin intencional e ilcita de la vida de una persona (homicidio in-
tencional o doloso, en sentido amplio) puede y debe ser reconocida y con-
templada en la legislacin penal, si bien bajo diversas categoras (tipos
penales) que correspondan a la diversa gravedad de los hechos, tomando en
cuenta los distintos elementos que pueden concurrir en ellos: especiales
relaciones entre el delincuente y la vctima, mvil de la conducta, circuns-
tancias en las que sta se realiza, medios empleados por el sujeto pasivo, etc.
De esta forma se establecer una graduacin en la gravedad de los hechos,
a la que corresponder una graduacin de los niveles de severidad de la
pena aplicable.
2
Conforme a la tendencia dominante en el derecho penal demo-
crtico, que no acepta la incriminacin del supuesto infractor en
funcin de sus rasgos de personalidad o en atencin a determi-
nadas conjeturas o predicciones acerca de su comportamiento
futuro, la Corte ha reprobado la admisin de criterios de peli-
grosidad. La inclusin de sta en la ley penal como referencia
para la incriminacin y la condena
1
Caso Lori Berenson, prrs. 125 y 226.
2
Caso Hilaire, Constatine, Benjamin y otros, prr. 102.
n 81
constituye claramente una expresin del ejercicio del ius puniendi estatal
sobre la base de las caractersticas personales del agente y no del hecho co-
metido, es decir, sustituye el derecho penal de acto o de hecho, propio del
sistema penal de una sociedad democrtica, por el derecho penal de autor,
que abre la puerta al autoritarismo precisamente en una materia en la que
se hallan en juego los bienes jurdicos de mayor jerarqua.
3
Las consecuencias del delito: penas y medidas.
Jurisprudencia
Existe, adems, una seleccin de la recticacin o de la conse-
cuencia jurdico-poltico-social del delito. Es el mbito en el que
aparecen, prosperan, proliferan, se transforman y desaparecen
las penas y las medidas. Una amarga experiencia ensea en frase
de McConville, que la historia de las penas se nutre con prome-
sas incumplidas, esperanzas frustradas e instituciones desecha-
das. Al hacer la seleccin de las consecuencias del delito es
preciso optar, por lo que toca a la identidad de las sanciones,
entre las demoledoras (de la persona: muerte; diversas expresio-
nes de exclusin perpetua) y las recuperadoras. En el mbito de
esa seleccin es necesario hablar de la intensidad de las sancio-
nes: mxima o moderada.
Incluso las penas ms graves pueden ser previstas y ejecutadas
con diferente intensidad. Por ejemplo, considrese la diferencia
que media si contemplamos los hechos en la frontera entre dos
etapas de la historia, ambas distantes de la nuestra entre la pena
de muerte exacerbada a travs del suplicio del ajusticiado, y la
sancin capital fulminante, con la que se pretendi evitar sufri-
mientos muy graves o prolongados. As, durante la Revolucin
francesa se introdujo la ejecucin por medio de la guillotina. Esta
no slo relev el empleo del hacha o la espada, sino desplaz en
denitiva la tortura previa a la muerte, acostumbrada durante el
antiguo rgimen (ejemplo: la ejecucin del magnicida Damiens,
que narra Focault en el inicio de su Vigilar y castigar.
Tambin la prisin ofrece manifestaciones o modalidades de
muy diverso carcter. Tmese en cuenta la diferencia que existe
3
Caso Fermn Ramrez, prr. 94.
82 n
entre la pena mnima privativa de libertad tres das, como ha
previsto la legislacin penal mexicana en numerosos cdigos del
siglo y la cadena perpetua maniesta o disfrazada (esto ltimo,
a travs de acumulaciones penales o penas de reclusin muy pro-
longadas, previstas recientemente: 60 o 70 aos de prisin). En
muchos pases o pocas se ha empleado profusamente la prisin,
primero como sucedneo de la muerte y los castigos corporales
como a partir del Renacimiento y luego como panacea en la
lucha contra el crimen. De aqu derivan la irracionalidad en el uso
de esta sancin y, por supuesto, la sobrepoblacin penitenciaria.
En Estados Unidos, la poblacin penitenciaria ha alcanzado
un nmero muy elevado: 2.2 millones de personas, segn el in-
forme presentado el 8 de junio de 2006 por la Comisin de Se-
guridad y Abuso en las Prisiones. Durante un ao, 13.5 millones
de personas llegaron a prisin. Hay cinco mil crceles y prisio-
nes para adultos, en las que laboran 750 mil empleados. La ero-
gacin para sostener el sistema carcelario es de 60 mil millones
de dlares. Entre 1995 y 2000, la poblacin carcelaria creci
28% y 40% la connada en segregacin.
Evidentemente, las penas extremadas contraran la famosa
frmula penal con la que Beccaria, el ilustre reformador, conclu-
ye la obra De los delitos y de las penas: Para que toda pena no sea
violencia de uno o de muchos contra un particular ciudadano,
debe esencialmente ser pblica, pronta, necesaria, la ms peque-
a de las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a
los delitos, dictada por las leyes. Los excesos en la privacin de
la libertad y el fracaso generalizado de esta sancin han determi-
nado fuertes movimientos a favor de su sustitucin, la adopcin
de otras consecuencias penales de la conducta ilcita (en Alema-
nia la mayora de los delitos se sanciona con multa), e incluso la
peticin por ahora irrealizable de abolir la prisin.
En el debate sobre las consecuencias jurdicas del delito y la
forma de regularlas y ejecutarlas, es menester reexionar nueva-
mente sobre los nes de la previsin, imposicin y ejecucin de
sanciones. Las nalidades ms mencionadas son: retribuir, intimi-
dar, expiar, readaptar, contener, reparar. Desde luego, algunos de
estos objetivos pueden coexistir. La retribucin es inherente a la
idea misma de la pena como consecuencia del delito (efecto jurdi-
n 83
co formal de una hiptesis normativa: la conducta tpica, ilcita y
culpable). Tambin se quiere obtener, a travs de todas o casi todas
las sanciones, la prevencin general: disuasin. Por su parte, son
compatibles en gran medida la contencin y la readaptacin. La
reparacin puede coexistir con otros designios de la pena.
La Constitucin mexicana dispone que el sistema penal se
dirige a la readaptacin social del infractor. El artculo 56 de la
Convencin Americana sobre Derechos Humanos, raticada
por Mxico, seala: Las penas privativas de la libertad tendrn
como nalidad esencial la reforma y la readaptacin social de los
condenados. Estas son las reglas en el orden jurdico nacional e
internacional, que se inscriben en el espacio de los derechos
humanos. Existe hay que reconocerlo un vigoroso y constante
cuestionamiento de la doctrina de la readaptacin social. Segn
algunos crticos, la readaptacin es un objetivo irrealizable; otros
consideran que es indebido pretender la modicacin de la per-
sona a travs del tratamiento con el que se procura alcanzar la
readaptacin.
La Convencin Americana no suprime inmediatamente la
pena de muerte, cuya abolicin se halla prevista en un Protocolo
de 1990 a esa Convencin, suscrito hasta ahora por un reducido
nmero de Estados. Sin embargo, la propia Convencin restringe
las hiptesis de aplicacin de la pena capital. As se inscribe en una
etapa del movimiento abolicionista. La Corte Interamericana ha
destacado que el artculo 4 de la Convencin revela una inequ-
voca tendencia limitativa del mbito de dicha pena, sea en su im-
posicin, sea en su aplicacin.
4
La Corte tambin arm que las
normas de la Convencin Americana deben interpretarse en el
sentido de limitar denitivamente su aplicacin y su mbito, de
modo que ste se vaya reduciendo hasta su supresin nal.
5
Las penas corporales son inaceptables desde la perspectiva de los
derechos humanos. La Corte Interamericana seala que aqullas
tienen naturaleza intrnsecamente cruel, inhumana y degradante.
El Estado, en virtud de los artculos 1.1, 5.1 y 5.2 de la Conven-
cin Americana sobre Derechos Humanos, tiene una obligacin
4
Opinin Consultiva oc-3/83. Restricciones a la Pena de Muerte, prr. 52.
5
Caso Hilaire, Constantine, Benjamn y otros, prr. 57.
84 n
erga omnes de abstenerse de imponer penas corporales, as como
de prevenir su imposicin, por constituir en cualquier circuns-
tancia un trato o pena cruel, inhumano o degradante.
6
La age-
lacin, pese a ser permitida por la ley, ordenada por las
autoridades judiciales y ejecutada por las autoridades penitencia-
rias, constituye una sancin incompatible con la Convencin
[] estas sanciones constituyen una forma de tortura.
7
Tanto los instrumentos internacionales como la jurispruden-
cia de la Corte Interamericana se han ocupado en el examen de
las condiciones que debiera cumplir el Estado con respecto a las
personas privadas de libertad, sea en prisin preventiva tema al
que adelante me referir, sea en ejecucin de pena. Ese tribunal
ha sealado ante las instancias polticas de la Organizacin de
los Estados Americanos,
con nfasis especial, que en diversos casos se ha observado una verdadera
crisis en el sistema de reclusorios para adultos y menores de edad. Esta crisis
se traduce en extremada violencia y genera riesgos constantemente seala-
dos. La Corte ha dictado resoluciones sobre medidas provisionales en las
que se formulan diversas observaciones a este respecto y se urge a las autori-
dades a revisar a fondo el sistema de reclusorios.
Es preciso que la Organizacin y los Estados dediquen especial
atencin al examen de este problema y provean soluciones inme-
diatas y progresivas, segn las circunstancias.
La jurisprudencia destaca diversos principios sobre los derechos
humanos de los detenidos y los consecuentes deberes del Estado.
Enseguida mencionar algunos principios invocados a menudo,
que constituyen el marco normativo de la prisin: a) la privacin
de libertad como sancin penal deja a salvo los derechos cuya for-
mal restriccin no es inherente a la prisin; b) es preciso que los
detenidos cuenten con condiciones de vida dignas; c) el Estado es
garante de los derechos de las personas sujetas a cualquier forma
de detencin, y d) se debe reducir al mnimo estrictamente indis-
pensable los apremios que afectan a los detenidos.
El tribunal interamericano ha sealado que:
6
Caso Caesar, prr. 70.
7
Ibid., prr. 73.
n 85
la detencin en condiciones de hacinamiento, el aislamiento en celda redu-
cida, con falta de ventilacin y luz natural, sin cama para el reposo ni con-
diciones adecuadas de higiene, la incomunicacin o las restricciones
indebidas al rgimen de visitas constituyen una violacin a la integridad
personal.
En lo que respecta a la mencionada posicin de garante, la doc-
trina de la Corte se maniesta en los siguientes trminos: frente
a las personas privadas de libertad, el Estado se encuentra en
una posicin especial de garante, toda vez que las autoridades
penitenciarias ejercen un control o dominio total sobre las per-
sonas que se encuentran sujetas a su custodia. En este particu-
lar contexto de subordinacin del detenido frente al Estado, este
ltimo tiene una responsabilidad especial de asegurar a aquellas
personas bajo su control las condiciones que les permitan retener
un grado de dignidad consistente con sus derechos humanos
inherentes e inderogables (o que dejen a salvo sus derechos).
8
El procedimiento penal. Jurisprudencia
Una tercera seleccin indispensable para los propsitos del siste-
ma penal tiene que ver con el mtodo para investigar los hechos
delictuosos, acreditar la responsabilidad del inculpado y resolver
la pena o medida pertinentes en el caso concreto. Se trata, pues,
de seleccionar una forma de enjuiciamiento que permita al Estado
ejercer, en concreto, el denominado jus puniendi sobre determi-
nada persona a la que se atribuye una conducta delictuosa. Aqu
se plantean ciertas cuestiones: cmo se investiga?, cmo se juz-
ga?, cmo se resuelve? Nos hallamos ante los quehaceres del in-
vestigador, el acusador y el juzgador, personajes centrales de la
justicia penal en la trinchera del Estado o trincheras, porque
el juez y el acusador se instalan en posiciones diferentes e inde-
8
Caso Caesar, prr. 96; Caso Lori Berenson, prr. 102; Caso Tibi, prr. 150; Caso
Instituto de Reeducacin del Menor, prr. 151; Caso Hilaire, Constantine y Benja-
mn y otros, prr. 164; Caso Cantoral Benavides, prr. 89, y Caso Loayza Tamayo,
prr. 58.
86 n
pendientes entre s, frente a la cual se ubica el acusado, asistido
por el defensor. En el enjuiciamiento inquisitivo destaca el papel
de la autoridad; en el acusatorio cobran mayor dimensin los
derechos del individuo.
En cuanto a la indagacin de la verdad, la Convencin Ame-
ricana sobre Derechos Humanos, la Convencin Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, de 1985 que es instrumen-
to especco sobre esta cuestin, y la jurisprudencia de la Corte
Interamericana han rechazado frontalmente la tortura, pues la
consideran ms grave de los apremios ilcitos de que se vale el
investigador. No importa cul sea su nalidad: lo mismo el sufri-
miento inigido como castigo (pena por el delito cometido) que
el aplicado como medio de indagacin (dentro del procedimien-
to penal) son rechazables. Se trata, pues, de un tema que se puede
examinar en el mbito de las sanciones o en el de los medios de
investigacin de los delitos. En todo caso, no hay concesin algu-
na al respecto.
La prohibicin de la tortura y las penas o tratos crueles, inhu-
manos o degradantes es absoluta e inderogable, aun en las circuns-
tancias ms difciles.
9
El Estado tiene el deber de iniciar de ocio
e inmediatamente una investigacin efectiva que permita identi-
car, juzgar y sancionar a los responsables, cuando existe denuncia
o razn fundada para creer que se ha cometido un acto de tortura
en violacin del artculo 5 de la Convencin Americana.
10
Un punto sobresaliente en la seleccin del mtodo en el
sentido en que utilizo esta expresin, es la privacin procesal de
la libertad, o sea, la detencin y la prisin preventiva. En el rgi-
men acusatorio evolucionado que preside diversos proyectos de
reforma o reformas consumadas, se utiliza moderadamente la
privacin cautelar de la libertad que pugna con la presuncin
de inocente. En cambio, en los regmenes procesales acentuada-
mente autoritarios se hace uso frecuente de esta lamentable
providencia, a la que un clsico llam castigo que se anticipa al
castigo: en todo caso, privacin de un derecho del presunta-
9
Caso Caesar, prr. 59; Caso Lori Berenson, prr. 100; Caso De la Cruz Flores, prr. 125;
Caso Tibi, prr. 143; Caso de los Hermanos Gmez Paquiyauri, prr. 111; Caso Marit-
za Urrutia, prr. 89; Caso Cantoral Benavides, prr. 95.
10
Caso Tibi, prr. 159; Caso Maritza Urrutia, prr. 95.
n 87
mente inocente, que se realiza antes de la declaratoria formal y
nal de responsabilidad.
La Corte Interamericana observa que el contenido esencial
del artculo 7 de la Convencin Americana sobre Derechos
Humanos es la proteccin de la libertad del individuo contra la
interferencia arbitraria o ilegal del Estado y, a su vez, la garanta
del derecho de defensa del individuo detenido.
11
Ese precepto
establece lmites al poder pblico y prohbe tanto las detenciones
ilegales como las arbitrarias.
12
La detencin (y cualquier otra restriccin legtima en el curso
del procedimiento) no debe impedir la defensa del inculpado,
que es el derecho principal de ste para los nes del enjuicia-
miento que se sigue en su contra. En este punto la informacin
sobre los motivos de la detencin que permite preparar a defen-
sa juega un papel central. El artculo 7.4 de la Convencin
contempla un mecanismo para evitar conductas ilegales o arbitrarias desde el
acto mismo de privacin de libertad y garantiza la defensa del detenido. Tanto
ste como quienes ejercen representacin o custodia legal de l tienen derecho
a ser informados de los motivos y razones de la detencin y acerca de los de-
rechos que tiene el detenido.
13
[El] detenido, al momento de ser privado de su libertad y antes de que rinda
su primera declaracin ante la autoridad, debe ser noticado de su derecho
de establecer contacto con una tercera persona, por ejemplo, un familiar,
un abogado o un funcionario consular, segn corresponda, para informarle
que se halla bajo custodia del Estado.
14
11
Caso Instituto de Reeducacin del Menor, prr. 223; Caso Maritza Urrutia, prr. 66;
Caso Bulacio, prr. 129; y Caso Juan Humberto Snchez, prrs. 82-83.
12
Caso Tibi, prr. 98; Caso Instituto de Reeducacin del Menor, prr. 224; Caso de
los Hermanos Gmez Paquiyauri, prr. 83; Caso Maritza Urrutia, prrs. 63 y 65; Caso
Juan Humberto Snchez, prr. 78; Caso Bulacio, prr. 125; Caso Bmaca Velsquez,
prr. 139; Caso Durand y Ugarte, prr. 85; Caso Villagrn Morales y otros (Caso de los
Nios de la Calle), prr. 131; Caso Cesti, prr. 140; Caso Surez Rosero, prr. 43; y
Caso Gangaram Panday, prr. 47.
13
Caso Tibi, prr. 109; Caso de los Hermanos Gmez Paquiyauri, prr. 92; Caso Marit-
za Urrutia, prr. 72; Caso Bulacio, prr. 128; y Caso Juan Humberto Snchez, prr.
82.
14
Caso Tibi, prr. 112; Caso de los Hermanos Gmez Paquiyauri, prr. 93; Caso Bulacio,
prr. 130; y El Derecho a la Informacin sobre la Asistencia Consular en el marco de
88 n
El detenido tiene derecho a que se verique, judicialmente, la
legalidad de la detencin que se le aplica
El control judicial inmediato es una medida tendiente a evitar la arbitrarie-
dad o ilegalidad de las detenciones, tomando en cuenta que en un Estado
de derecho corresponde al juzgador garantizar los derechos del detenido,
autorizar la adopcin de medidas cautelares o de coercin, cuando sea es-
trictamente necesario, y procurar, en general, que se trate al inculpado de
manera consecuente con la presuncin de inocencia.
15
Es importante destacar el carcter excepcional y restringido de la
prisin preventiva, ampliamente analizada y cuestionada por la
jurisprudencia internacional. La Corte Interamericana ha sea-
lado que
el principio de presuncin de inocencia constituye un fundamento de las
garantas judiciales. De lo dispuesto en el artculo 8.2 de la Convencin de-
riva la obligacin estatal de no restringir la libertad del detenido ms all de
los lmites estrictamente necesarios para asegurar que aqul no impedir el
desarrollo eciente de las investigaciones ni eludir la accin de la justicia.
En este sentido, la prisin preventiva es una medida cautelar, no punitiva.
16
En otros trminos,
la prisin preventiva es la medida ms severa que se le puede aplicar al im-
putado de un delito, motivo por el cual su aplicacin debe tener un carcter
excepcional, en virtud de que se encuentra limitada por los principios de
legalidad, presuncin de inocencia, necesidad y proporcionalidad, indis-
pensables en una sociedad democrtica.
17
Algunas leyes prevn la incomunicacin del detenido o el ais-
lamiento del sentenciado durante cierto tiempo. La Corte ha
las Garantas del Debido Proceso Legal. Opinin Consultiva -16/99 de 1 de octubre
de 1999, prr. 106.
15
Caso Tibi, prr. 114; Caso de los Hermanos Gmez Paquiyauri, prr. 96; Caso Maritza
Urrutia, prr. 66; Caso Bulacio, prr. 129; Caso Juan Humberto Snchez, prr. 84; Caso
Bmaca Velsquez, prr. 140; y Caso Castillo Petruzzi y otros, prr. 108.
16
Caso Tibi, prr. 180; y Caso Surez Rosero, prr. 77.
17
Caso Tibi, prr. 106; Caso Instituto de Reeducacin del Menor, prr. 228; y Caso
Surez Rosero, prr. 77.
n 89
examinado estas prcticas. En la materia, sostiene: La incomu-
nicacin es una medida de carcter excepcional que tiene como
propsito impedir que se entorpezca la investigacin de los he-
chos. Dicho aislamiento debe estar limitado al periodo [] deter-
minado expresamente por la ley.
18
En esta breve revisin de un tema descollante para la tutela de
los derechos humanos y crucial en la relacin entre el poder p-
blico y el ciudadano, me he limitado a invocar algunos temas de
la justicia penal y un reducido conjunto de criterios sustentados
por la Corte Interamericana en sentencias y opiniones consulti-
vas. Por supuesto, la materia requiere un examen ms amplio
que el de este trabajo. Muchas cuestiones han quedado fuera del
texto que aqu concluye, y otras merecen mayor anlisis. Tampo-
co he intentado abordar ahora los problemas que suscita la ac-
tuacin del Estado con respecto a menores de edad que infringen
la ley penal, supuesto en el que es menester concordar las exigen-
cias de la juridicidad, que no admite salvedades en la expresin
y proteccin a los derechos con las reclamaciones de la especi-
cidad, que demanda trato diferente (diverso, claro est, a la dis-
criminacin y a la exclusin de derechos) en lo que atae a
integrantes de grupos con caractersticas distintas de las que
concurren en la generalidad de los casos.
18
Caso Surez Rosero, prrs. 51-52. El aislamiento prolongado y la incomunicacin co-
activa son, por s mismos, tratamientos crueles e inhumanos, lesivos de la integridad
psquica y moral de la persona y del derecho al respeto de la dignidad inherente al ser
humano (Caso Velsquez Rodrguez, prrs. 156 y 187); Caso Fairn Garbi y Sols
Corrales, prr. 149; Caso Godnez Cruz, prrs. 164 y 197; Caso Hilaire, Constantine y
Benjamin y otros, prr. 164; Caso Bmaca Velsquez, prr. 150; Caso Cantoral Benavi-
des, prr. 83; Caso Lori Berenson, prr. 103; Caso De la Cruz Flores, prr. 128; Caso
Maritza Urrutia, prr. 87.
El panorama mundial de resultados
en materia de privatizacin penitenciaria
Stephen Nathan
Este artculo explicar brevemente cmo en los ltimos veinte
aos, la privatizacin de las prisiones no ha funcionado y cmo
el nanciamiento privado y el aprovisionamiento de las prisiones
y sus servicios desvan dinero pblico a los bolsillos de unos
cuantos, a costa de la sociedad como conjunto.
El artculo disipar algunos mitos sobre las asociaciones p-
blicas privadas conocidas como iniciativas de nanciamiento
privadas o concesiones. Tambin sealar la discrepancia entre
lo que la industria privada de prisiones arma de su xito opera-
cional y lo que los estudios independientes han encontrado.
Asimismo, mostrar que la decisin gubernamental de priva-
tizar las prisiones o sus servicios necesita un escrutinio minucio-
so y un debate pblico mayor. Sin embargo, las discusiones sobre
prisiones pblicas, privadas o semiprivadas no deben distraer la
atencin del debate fundamental acerca del futuro de los siste-
mas criminales de justicia como conjunto y acerca de cmo estar
seguros de que la prisin constituye el ltimo recurso.
Algunos incidentes recientes
Una autopsia revel que la prisionera Estelle Richardson fue
azotada, quiz contra una pared, con fuerza tal que su crneo se
fractur, cuatro costillas se le rompieron y su hgado result da-
ado, cuando estaba en una prisin manejada por la Corrections
Corporation of America (Corporacin de Correcciones de Esta-
dos Unidos) en Nashville, Tenessee. Ella muri el 7 de julio de
92 n
2004, por lo que se present una demanda de sesenta millones
de dlares por muerte violenta de manos de los guardias de la
prisin.
Ese incidente fue uno de los varios reportados en 2004. Pero,
informacin de los medios estadunidenses sobre prisiones priva-
das durante los ltimos meses incluye muertes de reos bajo cus-
todia, fugas, prisioneros golpeados por los guardias, motines,
reclusiones, demandas por negligencia mdica, funcionarios es-
tatales corruptos expuestos en los procesos de contratacin y
compaas que violan los derechos de sus empleados.
Algunos casos recientes de prisiones privadas en Estados Uni-
dos incluyen:
Group y el condado Val Verde, en Texas, acordaron pagar
una demanda de doscientos mil dlares a la familia de un
prisionero que muri ahorcado en la crcel del Condado de
Val Verde en julio de 2004. La demanda se alegaba que los
empleados de la prisin ignoraron la actividad sexual entre
los prisioneros y las prisioneras que ocupaban el mismo blo-
que de celdas.
, compaa privada de atencin mdica, supuestamente
operaba casi en secreto mientras provea servicios al depar-
tamento de correcciones de Michigan en los ltimos cuatro
aos. Una investigacin reciente encontr cientos de casos
de diagnsticos incorrectos o tardos, adems de negativas de
tratamiento, retencin de medicamentos contra el dolor y
alojamiento inadecuado de personas con discapacidad. Los
servicios de esta compaa le costaban al estado setenta millo-
nes de dlares.
La Corrections Corporation of Americas North East Ohio
Correctional Center (Centro Correccional en el Noroeste de
Ohio de la ) en Youngstown ha presentado la tasa de ata-
ques entre prisioneros ms elevada de todo el sistema estatal de
prisiones, conformado por 32 instalaciones, de 2005 a 2006.
Ms de mil inmigrantes detenidos sostuvieron una huelga de
hambre durante dos das de marzo en protesta por las pauprri-
mas condiciones del centro de detenciones de la en Lum-
pkin, Georgia. De acuerdo con los reportajes del consulado
n 93
salvadoreo, Georgia lleg a recibir seiscientas llamadas en un
da referentes a las malas condiciones de las instalaciones.
La American Civil Liberties Union (Unin Estadounidense
de Libertades Civiles) present 10 demandas de nios inmi-
grantes recluidos en el centro de detencin familiar de la
misma compaa en Texas. En las demandas se sostiene que el
centro encarcela nios y viola estndares humanitarios.
Hace un ao se descubri que la posesin de drogas de los prisio-
neros del centro correccional de Lawrenceville de Group
duplicaba la del resto de las otras prisiones de Virginia juntas.
Despus de una investigacin federal se averigu sobre la corrup-
cin que practicaba un guardia contratado por Cornell Compa-
nies Inc. en un centro comunitario correccional de Utah. Fue
sentenciado a 27 meses de prisin por falsicar los resultados de
un examen de orina en el expediente de un prisionero.
El estado de Arkansas dio por terminado el contrato con Cor-
nell despus de haber descubierto que los jvenes a su cargo
estaban siendo drogados para controlar su comportamiento.
El Disability Rights Center (Centro de Derechos de los Disca-
pacitados) en Arkansas aleg que un joven de 15 aos fue
vctima de abuso por parte del personal del Group4Securicor
del Centro Correccional Juvenil Alexander, y que los dems
empleados no lo ayudaron a pesar de haber escuchado gritos
detrs de una puerta de una ocina sin cmara de vigilancia.
Fuera de Estados Unidos, reportes recientes sobre prisiones priva-
das incluyen casos como los que se mencionan a continuacin:
El ombudsman de Nueva Gales del Sur, Australia, encontr
que en el periodo 2005-2006 su ocina lidi con ms quejas
de reos de una prisin privada que de cualquiera otra estatal.
En Inglaterra, el jefe inspector de prisiones report en febrero
de 2007 que en la prisin Devengate los empleados sin expe-
riencia no pudieron mantener el control de los prisioneros ni
lidiar con el mal comportamiento, y recurrieron con frecuencia
a la aplicacin de drogas y a la intimidacin. El jefe inspector
recomend entonces que la compaa operadora de la prisin,
Serco, tomara acciones urgentes para obtener mejoras.
94 n
En Downview, una prisin pblica del sur de Londres, monito-
res independientes sealaron: la introduccin de [la compaa
de servicios de alimentacin] Aramark para manejar la cafetera
de la prisin ha sido un desastre los precios han aumentado
drsticamente, las opciones se han limitado y la administracin
es deiciente. En contraste, la cafetera anterior administrada
por la prisin entenda las necesidades de los prisioneros y co-
braba precios que armonizaban con sus salarios.
El 16 de abril de 2007, la televisora present los resultados
de cinco meses de grabaciones de un reportero que, de incgni-
to, obtuvo un trabajo como guardia en la prisin privada Rye
Hill, administrada por . Se report que personal sin expe-
riencia fue intimidado y amenazado por prisioneros que admi-
nistraban las alas; altos directivos indicaron al personal que no
llevaran a cabo sus deberes formales por temor a enojar a los
prisioneros; debido en parte a la corrupcin de algunos emplea-
dos, los prisioneros tuvieron acceso a drogas y alcohol; se utili-
zaron telfonos celulares para organizar negocios de drogas de
gran escala, y la cantidad de personal era inadecuada.
Muchos ms reportes similares podran listarse aqu.
Por la situacin actual en las prisiones de Mxico, estos inci-
dentes pareceran comunes, pero puestos en contexto, indican
fallas sistmicas y prcticas turbias que demuestran que el sector
privado puede ser culpable de los excesos encontrados en las
peores prisiones gubernamentales.
Es importante considerar que el sistema de prisiones en Mxi-
co opera con nanzas muy limitadas, mientras las compaas de
prisiones privadas generalmente han acordado contratos con
precios que les resultan convenientes.
No obstante, se dice constantemente que el sector privado es
ms eciente e innovador y mejor rendidor de cuentas; que las
prisiones privadas son mejores o al menos tan buenas como las
prisiones pblicas, y que slo ellas pueden solventar la crisis de
instalaciones inadecuadas y sobrepoblacin que enfrenta el siste-
ma pblico de prisiones.
Nos han dicho que el sector privado est aqu para quedarse y
deberamos asegurarnos que funcionar correctamente. Por su
n 95
parte, los promotores de la privatizacin de las prisiones nos di-
cen que el debate sobre si el sector privado puede dirigir o no
prisiones se termin. A pesar de todo esto, la pregunta losca per-
manece: debera el sector privado estar autorizado para dirigir
prisiones o servicios de prisiones?
En muchos lugares alrededor del mundo, sin embargo, este
debate sigue vivo. Un solo ejemplo muy reciente est en el conda-
do Pike, Mississippi, donde miles de residentes votaron de mane-
ra abrumadora en rechazo a un plan de construccin de una
prisin privada en el rea.
En esta conferencia sobre los mritos de la privatizacin de las
prisiones hay una discusin que adquiere relevancia debido a
numerosas razones, entre ellas que Mxico necesita nueva infra-
estructura carcelaria; hay propuestas para dos nuevas prisiones
con participacin del sector privado en la ciudad de Mxico de-
bido a la falta de recursos del sector pblico; la industria de pri-
siones privadas quiere expandir sus mercados en Amrica Latina;
tres estados fronterizos de Estados Unidos han considerado
concesionar la construccin de prisiones privadas en Mxico
para que puedan enviar ah a miles de mexicanos detenidos ah
y evitar el alto costo del encarcelamiento en Estados Unidos.
En este evento, lo importante es encontrar soluciones renta-
bles, y que aumenten los estndares, mejoren la transparencia,
eliminen la corrupcin, aseguren los derechos humanos de los
reos y el personal de la prisin, se reduzca el uso de las crceles
y se prevenga que la poblacin caiga en el sistema de justicia
criminal.
En contraste, la bien documentada experiencia internacional
en los ltimos veinte aos muestra que, en general, la privatiza-
cin ha tenido el efecto opuesto al esperado. Adems, el sector
privado en las prisiones aplica las mismas polticas del Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, las cuales han
contribuido al incremento de la poblacin en las crceles mexi-
canas y otras de la regin. (Este asunto se aborda en la presenta-
cin de Elas Carranza.)
Ms de nueve millones de personas en el mundo estn actual-
mente recluidas en instituciones penales. La vasta mayora perte-
nece a instituciones dirigidas por el Estado y, como se sabe, las
96 n
batallas por los derechos humanos y la reduccin de los niveles de
encarcelacin tienen un largo camino por recorrer. Pero mientras
el Estado tiene completa responsabilidad sobre esta funcin fun-
damental, permanece la posibilidad de reforma.
Sin embargo, la sociedad debe estar preparada para una reforma
que implique transferir a unas cuantas corporaciones multinacio-
nales los poderes fundamentales y las funciones que corresponden
al Estado, aun cuando los cumpla de manera imperfecta.
Varios ponentes en esta reunin ya han sugerido que Mxico
no debe seguir el ejemplo de la poltica de justicia criminal de
Estados Unidos. El funcionamiento de prisiones privadas traera
polticas y prcticas que resurgieron en Estados Unidos durante
la dcada de los ochenta, y las compaas que las ponen en
prctica no fueron fundadas por expertos en justicia criminal,
sino por empresarios ligados al Partido Republicano que vieron
aqu una lucrativa oportunidad de negocio.
El crecimiento de las prisiones privadas en Estados Unidos
fue lento al principio, y dos de las compaas pioneras (la y
Wackenhut Corporacin Correccional, , conocida ahora
como Group) pronto desarrollaron sus aspiraciones de ex-
pansin global, primero con el apoyo del gobiernos de su pas, y
luego gracias a gobiernos anes en el extranjero.
La se ha convertido en el mayor operador de prisiones
privadas en Estados Unidos, con 63 prisiones y ganancias de 71
millones de dlares durante 2005. Las acciones de esta empresa
y sus mayores competidores estadounidenses recientemente han
presentado cifras rcord.
Cabe mencionar que desde 1995, un analista de la industria
declar que la haba identicado a Mxico como uno de sus
primeros mercados internacionales; sin embargo, dicha compa-
a opera ahora exclusivamente en Estados Unidos, por lo que
Mxico ya no est considerado en sus planes.
Intencionalmente hoy existen varios grandes jugadores en el
llamado mercado de servicios para la justicia criminal. Entre
ellos estn Serco, Sodexho, , Group4Securicor, Group
y Management & Training Corporation ( ), todas ellas com-
paas estadounidenses y europeas, algunas de las cuales tienen
presencia en Latinoamrica.
n 97
Estados Unidos, llamado la tierra de las libertades, irnica-
mente contaba con casi 2.3 millones de prisioneros en el pas a
partir del 31 de diciembre de 2005; de ellos, 7% estaba en pri-
siones privadas. Desde 2000, el nmero de presos en crceles
privadas federales ha aumentado 74.2%, y en prisiones estatales,
7.2%. La mayora de estos nuevos reos es gente joven de color
que ha sido condenada por ofensas no violentas, adems de
inmigrantes aprehendidos debido a las nuevas y estrictas leyes
contra el terrorismo.
Un nuevo estudio publicado en febrero de 2007 predijo que si
los estados de Estados Unidos continan con sus polticas actuales
de sentencias ms rgidas y reducen la asignacin de libertad con-
dicional, en 2011, uno de cada 178 residentes estar en una prisin.
sta es la moda que Mxico est en peligro de seguir.
En cuanto a otros lugares, en Australia, aproximadamente 17%
de sus prisioneros est en crceles privadas; en Inglaterra, Gales y
Escocia, que administran sus prisiones de manera independiente
unos de otros, recluyen alrededor de 10% del total de presos, aun-
que los tres tienen planes para incrementar esta cifra.
Muchos pases toman al Reino Unido como un modelo. En
Inglaterra y Gales, desde 1992 las nuevas prisiones han sido -
nanciadas, diseadas, construidas y dirigidas por el sector priva-
do. Lo mismo ocurre con muchos centros de detencin para
inmigrantes, tutelares, residencias para personas en libertad bajo
caucin, programas de monitoreo electrnico, transportacin de
prisioneros y otros servicios. Muchos tribunales y estaciones po-
liciacas tambin son nanciados, diseados, construidos y dirigi-
dos con recursos privados, y el gobierno ha instaurado una ley
que permite abrir servicios de libertad provisional bajo caucin
a competidores del sector privado y a voluntarios. Finalmente,
muchas prisiones de Inglaterra y Gales reciben varios servicios
distintos de la custodia (como educacin y servicios de alimenta-
cin) contratados con proveedores privados.
Otros gobiernos han contratado ciertos servicios no custodia-
les, particularmente la alimentacin. La industria de monitoreo
electrnico, por su parte, est creciendo como resultado de la
cada vez mayor tendencia, si bien polmica, de usar brazaletes
electrnicos para mantener el control de los delincuentes.
98 n
En Amrica Latina, Chile, Honduras, Argentina y Per han
instaurado alguna forma de prisin privada, o estn considerando
hacerlo. Las propuestas chilenas sern discutidas ms adelante.
Brasil tiene algunas prisiones que administran compaas
privadas de seguridad y organizaciones religiosas. Ahora el estado
de Minas Gerais planea siete nuevas prisiones para quinientos
prisioneros cada una, de cuya custodia el gobierno se responsabili-
zar, pero el nanciamiento, diseo, construccin, mantenimiento
y provisin de servicios no custodiales provendr de la iniciativa
privada, a la que el Estado otorgar contratos por treinta aos.
En Honduras, Noa Group, una compaa israelita, quiere
que el gobierno le otorgue un contrato para nanciar, disear,
construir y administrar una nueva prisin. La compaa est di-
rigida por el antiguos agentes de servicios secretos, uno de los
cuales es el agente de distribucin en Honduras, Venezuela y
Guatemala de una metralleta que dispara alrededor de esquinas
de otra compaa.
Mientras tanto, Group es la segunda mayor compaa de
prisiones privadas en Estados Unidos, con contratos en prisiones
de Sudfrica, Reino Unido y Baha de Guantnamo. Por otra
parte, hace algunos aos un ejecutivo de otra compaa de pri-
siones de Estados Unidos, Management & Training Corporation
( ), fue llamado por el gobierno estadounidense para tener
funcionando las prisiones de Abu Ghraib, en Irak.
Esta informacin nos lleva a plantear la pregunta de si realmen-
te quienes deberan estar dirigiendo prisiones lo estn haciendo.
Francia tiene 27 prisiones semiprivadas, donde una compaa
construye la prisin y provee servicios que no incluyen la custodia,
pues sta la otorga el Estado. Este pas tiene ahora un nuevo pro-
grama para construir 18 prisiones ms, pero con nanciamiento
privado, mientras que otros gobiernos tambin consideran o ya
han adoptado alguna forma de privatizacin de la prisin.
Esta decisin no fue tomada debido al xito operacional de
las prisiones privadas, sino al impacto de la agenda neoliberal y a
la fuerza poltica de aquellos que promueven la privatizacin y
restan importancia a que el gobierno preste servicios pblicos.
Lo que esos pases tienen en comn es el poco o nulo debate
pblico sobre la privatizacin de prisiones. Decisiones polticas
n 99
relevantes se han tomado al mismo tiempo que se han ignorado
las preocupaciones morales, ticas e incluso constitucionales so-
bre el tema. Tambin se ha ignorado el peso de las investigaciones
independientes sobre los efectos adversos de las prisiones, en
general, y sobre la pobre operacin de las prisiones privadas,
en particular.
Fundamentalmente, debido a la necesidad de aparentar ser
estrictos frente al crimen y a la de construir una nueva infraes-
tructura, los polticos han fracasado en visualizar la naturaleza
del sistema de justicia criminal del siglo .
Un libro reciente de Eugene Price, de la Universidad de Rut-
gers, ha concluido que decisiones tomadas en diferentes estados
de Estados Unidos referentes a privatizar prisiones no han tenido
por motivacin el ahorro de gastos, sino razones polticas e
ideolgicas.
Por desgracia, este patrn se repite alrededor del mundo. Por
ejemplo, en el estado alemn de Hesse, el ministro de justicia
declar en 2006 por televisin: No estoy interesado en la inves-
tigacin cuando debi haberlo estado, pues luego del primer
ao de la primera prisin semiprivada en Hesse se encontr que
el declarado ahorro de gastos no haba funcionado y no haba
sido posible que los prisioneros obtuvieran un trabajo.
En Escocia, una decisin de privatizar dos nuevas prisiones
fue tomada conn base en una investigacin deciente. El gobier-
no de Per pag a una compaa estadounidense, con 31 aos de
experiencia en construccin y expansin de sistemas de prisio-
nes, por consejera sobre cmo resolver la sobrepoblacin en las
crceles. No sorprende que la compaa recomendara construir
una prisin ms grande. Siguiendo el desempeo de esa compa-
a, un instituto dentro del ministerio de educacin de Per ha
recomendado reemplazar las 80 prisiones existentes con 20
completamente privadas.
Las nuevas prisiones privadas de Brasil seguirn adelante sin
importar que no haya registros de que el sector privado realmen-
te disminuir las tasas de reincidencia. En Chile, el gobierno
slo ha considerado dos opciones para sus diez nuevas prisiones:
privadas o semiprivadas; ni siquiera se consider la participacin
pblica. Hay muchos ejemplos similares.
100 n
Chile y algunos otros gobiernos han copiado el modelo fran-
cs de prisiones semiprivadas, supuestamente exitoso. Pero, cerca
de veinte aos despus en Francia, este modelo no se ha someti-
do a evaluaciones independientes; unos aos atrs, este autor le
pregunt al ministro francs de Justicia si estas prisiones reducan
las tasas de reincidencia: la respuesta fue que nadie haba pedido
hasta entonces que se recabara esa informacin.
De entonces ahora, un colosal estudio fue publicado en 2006
por la ocina de auditora nacional de Francia y se encontr que
el gobierno nunca ha tenido un mtodo para cuanticar costos
ni valores monetarios ni para comparar las prisiones semipriva-
das y pblicas. Los clculos del auditor mostraron que las prisio-
nes semiprivadas eran mucho ms costosas, y hubo un rechazo
por que el gobierno hubiese usado este modelo en sus 18 nuevas
prisiones.
Por qu el de Chile y otros gobiernos entonces aceptan dicho
modelo? Una respuesta es que a los gobiernos se les advierte que
deben pedir prstamos para manejarse solas.
Por qu es importante que esta poltica se aplique de esta
manera? La respuesta corta es porque la privatizacin, en cual-
quier forma, no es neutral. Quienes la promueven estn funda-
mentalmente contra los valores y las aspiraciones planteadas en
esta conferencia.
La privatizacin es un arma ideolgica. En 1988, en una con-
ferencia internacional en Londres organizada por el instituto
Adam Smith, una agrupacin de expertos de mercado declar
que la privatizacin reformara la sociedad y que el desmantela-
miento del sector pblico hara que la oposicin permaneciera
como tal durante mucho tiempo.
Aplicar ese criterio a la justicia criminal se convierte en un
arma de encarcelamiento masivo. La razn de existir de las cor-
poraciones es la de expandir sus mercados para el benecio de
sus accionistas (tienen el deber legal de hacerlo). Para maximizar
las ganancias del sector de justicia penal, la industria necesita
que ms gente sea ingresada y mantenida en el sistema por ms
tiempo; ms adelante se explicar cmo la industria de prisiones
privadas lo logra.
n 101
Asociaciones pblico-privadas e inuencia
sobre la poltica de justicia
Uno de los representantes del gobierno de la ciudad de Mxico
ha declarado en esta conferencia que, dada la falta de recursos en
el sector pblico, se estn buscando ofertas del sector privado
para construir dos nuevas prisiones.
No hay duda de que Mxico necesita nueva infraestructura,
pero cuando se considera esta estrategia, las primeras preguntas
por formular son: qu clase de infraestructura?, para qu tipo
de prisioneros, cuntos, y por cunto tiempo?, dnde deben
construirse nuevas prisiones o espacios adicionales? Luego, hay
que cuestionarse: de dnde debe provenir el nanciamiento?, y
en qu trminos? No es claro si en este caso esas preguntas ya
han sido formuladas.
Algunos pases en la regin, como Costa Rica, Venezuela y
Repblica Dominicana, han comprometido las nanzas pblicas
y las soluciones que ofrece el sector pblico para la solucin de
sus problemas con las prisiones.
Esto va contra la tendencia global (encabezada por Reino
Unido y Estados Unidos) de promover la construccin de infra-
estructura nueva y de operar servicios mediante nanciamiento
privado y asociaciones pblico-privadas.
El trmino asociacin evoca la idea de equidad, pero los bancos
internacionales, las consultoras, los contratistas y grupos de
presin mantienen en silencio qu tan desiguales son realmente
estas asociaciones.
Hay numerosos ejemplos de cmo las asociaciones pblico-
privadas estn siendo promovidas en esta regin; aqu hay unos
cuantos:
En enero de 2007, en un exclusivo hotel de Londres, hubo un
seminario de negocios auspiciado por International Financial
Services London ( , Servicios Financieros Internacionales
de Londres, que representaba la industria de servicios nan-
cieros de Gran Bretaa) y organizado por la embajada mexica-
na y el (grupo de presin britnica de inuencia que
promueve de manera activa la privatizacin de las prisiones).
102 n
La reunin posibilit que los lderes de la industria de servi-
cios nancieros se encontrara con los ministros de Finanzas y
Economa de Mxico.
A esa reunin sigui una junta en abril de 2006, tambin
promovida en Londres por , entre nancieros del Reino
Unido, el doctor Pedro Aspe y Protego Financial Consultants
(Consultores Financieros Protege). El texto de la invitacin
declaraba:
El propsito es promover las experiencias del Reino Unido en asociaciones
pblico-privadas e iniciativas de nanciamiento privado que el gobierno
federal de Mxico est introduciendo. La compaa del doctor Aspe advier-
te a los gobiernos estatales y municipales, y a grandes corporaciones, respec-
to del nanciamiento de proyectos, la reestructuracin de deudas y bonos.
Protego ya est trabajando con los gobiernos estatales de Mxico para desa-
rrollar proyectos de asociaciones pblico-privadas [] Como anterior minis-
tro mexicano de Finanzas, el doctor Aspe es una gura inuyente en Mxico,
con conexiones polticas y corporativas importantes. Su visita lo presentar
ante servicios nancieros y legales de Gran Bretaa, lo que sin duda bene-
ciar a Gran Bretaa y las relaciones econmicas bilaterales.
La Organizacin de los Estados Americanos ( ) tiene una
estrategia para coadyuvar a desarrollar la participacin del
sector privado en la construccin y manutencin de prisiones
y su intervencin con las para proveerlas de bienes y
servicios. Vale la pena sealar que, en 2000, Mxico pidi a
la que averiguara los benecios de involucrar al sector
privado en la administracin de las prisiones.
En septiembre de 2006, el Primer Banco Internacional del
Caribe anunci que estaba emprendiendo iniciativas de pro-
yectos que incluan asociaciones pblico-privadas. El director
ejecutivo del banco dijo que con su establecimiento en 17
pases y con recursos internacionales, provenientes, por ejem-
plo, del Banco Barnclays, el Primer Banco Internacional del
Caribe est listo para asistir a los gobiernos regionales en el
impulso de la potencialidad y de los benecios de las asocia-
ciones pblico-privadas. Luego, declar que esta manera de
hacerse de recursos estaba bastante establecida en el Reino
n 103
Unido y con reportes de buen funcionamiento, permitiendo
al gobierno la realizacin de nuevas carreteras, prisiones, escue-
las y hospitales, sin tener que aumentar los impuestos.
Es cierto que las provisiones privadas estn bastante establecidas
en el Reino Unido; ms adelante, se mencionarn algunos de los
problemas sistemticos de las prisiones privadas de Gran Breta-
a, que el Primer Banco Internacional del Caribe ha ignorado
segn su conveniencia.
Otros numerosos hechos alrededor del mundo promueven las
asociaciones pblico-privadas entre los gobiernos. Algunos ejem-
plos recientes incluyen:
En abril de 2006, despus de organizar el seminario El Clima
para la Inversin del Sector Privado en la Infraestructura de
Latinoamrica y el Caribe, el Banco Interamericano de Desa-
rrollo, el banco declar que la regin necesita depender ms
de asociaciones pblico-privadas.
Washington D. C. fue el lugar de reunin para la 2 Cumbre
Anual de las Amricas de Asociaciones Pblico-Privadas en
diciembre de 2005. Los patrocinadores fueron The Reason
Foundation (Fundacin de la Razn, agrupacin estadouni-
dense de expertos en mercado libre), (la asociacin brit-
nica, que antes era una unidad gubernamental, privatizada y
establecida para promover la privatizacin), entre otros. Po-
niendo nfasis en el ejemplo de los proyectos de prisiones de
Chile, el paneto de la reunin declaraba: Este importante
evento multinacional ofrece un foro para que el gobierno y el
participantes del sector privado compartan ideas sobre el de-
sarrollo de las asociaciones pblico-privadas en Amrica.
La sexta Cumbre Anual Global para Asociaciones pblico-pri-
vadas tuvo lugar en Copenhague, del 15 a 17 de noviembre de
2005. Enfocado en lo que llam regiones globales clave (Eu-
ropa, Estados Unidos, Asia-Pacco y Latinoamrica), en el en-
cuentro se realiz un taller sobre las dicultades que enfrentan
las asociaciones pblico-privadas en el sector carcelario, con
discusiones sobre la inclusin de servicios operacionales para
104 n
proyectos de asociaciones pblico-privadas y el desarrollo de la
primera prisin pblico-privada de Francia.
Incluso el Consejo Econmico y Social de las Naciones Unidas
tiene una Alianza de Asociaciones Pblico-Privadas. Su cuarta re-
unin tuvo lugar el 25 de octubre de 2005 en Londres, e incluy
la conferencia Cmo los Gobiernos Convierten Servicios de Aso-
ciaciones Pblico-Privadas en una Realidad, que se basaba en el
xito de las asociaciones pblico-privadas de Gran Bretaa y en
el aprendizaje y la adopcin de la experiencia de Gran Bretaa.
Estos eventos generalmente excluyen la participacin de jue-
ces, defensores pblicos, defensores de personas encarceladas,
psiclogos de prisioneros, trabajadores sociales, directores de
penitenciarias, criminlogos, representantes de guardias de pri-
sin u organizaciones de guardias, grupos de derechos humanos
y otras de justicia criminal. La razn por la que no son invi-
tados es porque ninguno de estos expertos invita a privatizar las
prisiones, con o sin asociaciones pblico-privadas.
Para todos los gobiernos, las prisiones o cualquier otra infra-
estructura que se haya delegado a las asociaciones pblico-priva-
das aparentan ser nanciera y polticamente atractivas. Sin
embargo, esto es slo una conveniencia poltica de corto plazo.
Aunque se preera una variedad de modelos que operan en el
sector privado, las opciones ms rentables estn donde un go-
bierno transere a este sector las nanzas, el diseo y la construc-
cin de una instalacin, as como la provisin de los servicios
relacionados. Para una prisin, esto signica generalmente pedir
ayuda a los bancos, empresas de construccin y mantenimiento,
y a una operadora de la prisin. El gobierno rma un contrato
por 25 aos y acepta pagar honorarios mensualmente, una vez
que la prisin se construye y est lista para recibir prisioneros. El
punto de venta ms importante es que el gobierno no tiene cos-
tos iniciales porque el consorcio pide en prstamo las nanzas
del proyecto.
Sin embargo, las experiencias en Estados Unidos, Gran Breta-
a, Australia, Canad, Sudfrica y otros lugares revelan que estos
esquemas implican situaciones sociales, econmicas y polticas
negativas.
n 105
En los trminos de un contrato de asociaciones pblico-priva-
das e iniciativas de nanciamiento privado, si ocurriera una falla
operacional, quienes nancian el proyecto, y no el Estado, son
los que deciden si una nueva operadora privada debe ser incor-
porada o si el Estado puede comprar los contratos y tomar el
control.
Debido a que el argumento central sobre el nanciamiento pri-
vado es que representa la solucin para los gobiernos que no tienen
el capital, o que se ven forzados a recortar el gasto y los prstamos
pblicos, en caso de que no tengan recursos para construir una
nueva instalacin, probablemente no tendrn acceso al nancia-
miento que les permita tomar el mando sobre un contrato.
En Victoria, Australia, en el ao 2000, al entonces prspero
gobierno estatal se le permiti comprar los contratos fallidos de
un operador por 22 millones de dlares australianos. La prisin
femenil con 125 camas, administrada por la corporacin de co-
rreccionales de Australia, haba sufrido cuatro aos problemas
constantes. Pero, si problemas similares ocurrieran en una pri-
sin privada o semiprivada de Mxico, podran las autoridades
mexicanas costear la compra de un contrato, aun si tuviese la
voluntad poltica y si los bancos lo permitiesen?
La leccin de Sudfrica tambin ilustra. Con la gua del Reino
Unido, el gobierno sudafricano rm contratos por dos prisio-
nes con 3 000 camas (hasta ahora, las mayores prisiones privadas
del mundo), dotando a los prisioneros de espacios nuevos y bo-
nitos, comparados con la mayora en el sistema del Estado, y al-
gunas nuevas tecnologas y prcticas de gestin. Sin embargo,
estos contratos son demasiado caros: al departamento de correc-
cionales le ha costado aproximadamente 50% del presupuesto
de todo el sistema correctivo. El gobierno ha tratado de renegociar
los contratos a un precio ms asequible, pero las dos compaas
simplemente se han negado. Por qu deberan stas renegociar,
si estos contratos les permiten recuperar entre 25 y 30% de sus
inversiones?
Tambin se argumenta que el uso de nanciamiento privado
en infraestructura reduce los prstamos gubernamentales y re-
corta el dcit. Esto tambin se sostiene para el concepto de
arrendamiento, y se permite a una compaa privada nanciar y
106 n
luego construir una prisin que el gobierno alquilar por 20, 25
o 30 aos. Puede ponerse a Chile como referencia de esto: un
documento ocial chileno indica que el concepto de concesin
no implica formalmente una deuda pblica. Esto resulta clara-
mente absurdo, y en realidad se empeora la situacin econmica
de un gobierno. Cualquier gobierno que rma un contrato con
una compaa privada para pagarle millones de dlares cada mes
durante veinte o treinta aos est creando una deuda. Puede que
no aparezca en el balance del gobierno como un prstamo, pero
la sociedad mantiene la obligacin de pagar durante el periodo
del contrato.
Hay un absoluto acuerdo en que el nanciamiento privado
cuesta ms que las deudas gubernamentales, as que el costo de
largo plazo de la sociedad es mayor. Y, qu pasa si un gobierno
mexicano rma uno o varios contratos de 25 o 30 aos y luego
quiere reducir las penas de encarcelamiento? Aun si existe la vo-
luntad poltica, muchas restricciones legales y econmicas di-
cultaran extremadamente las negociaciones para encontrar una
solucin. Una vez contratadas, las prisiones deben llenarse.
Tambin hay ejemplos de ganancias inesperadas gracias al
renanciamiento de deudas. En los mercados ms maduros
para prisiones privadas, las compaas venden la deuda. En el
Reino Unido, por ejemplo, esto ya ha llegado a una segunda
ronda de obtencin de ganancias, pues el dinero se extrae de los
recursos pblicos para que las compaas ganen y no se reinvier-
te en servicios.
En abril de 2007, un estudio publicado en el Reino Unido
concluy que los mtodos usados como base de declaraciones de
las eciencias del costo del nanciamiento privado de la Tesore-
ra presentaban serias deciencias y sesgos en favor de un com-
promiso ideolgico. Las declaraciones de la Tesorera sobre la
superioridad de las iniciativas de nanciamiento privado est
basada en argumentos exagerados sobre el tiempo y el costo, de
los cuales no hay evidencia. Los autores agregaron que los datos
apoyan toda la poltica gubernamental de las asociaciones pbli-
co-privadas en el Reino Unido y el extranjero.
Hace unos cuantos meses, en Victoria, Australia, un comit
parlamentario de representantes report que despus de 15 aos,
n 107
todava no podan determinar si estas asociaciones valan la
pena; dijo que la mayor barrera para determinar los benecios
o los perjuicios de las asociaciones pblico-privadas ha sido la
falta de informacin pblica sobre tales proyectos.
No obstante, ellos debieron prever lo que iba a suceder, ya que
en 1998 un grupo de acadmicos concluy que como los actores
privados no estn sujetos a los mismos estatutos constitucionales ni
a la misma vigilancia que el gobierno [] la delegacin de funciones
que realice el gobierno cambia radicalmente las nociones de conta-
bilidad y diculta la obligacin del gobierno de controlarse.
Es til mencionar aqu los recientes desarrollos en Chile. Una
visin de la participacin del sector privado la brind Dante
Bacigalupo, del Consorcio , formado por la compaa france-
sa Sodexho, la italiana Ingenieras Torno y la empresa chilena de
construccin que ofreca contratos de operacin de prisiones
semiprivadas en Chile. En 2003, Bacigalupo dijo a la revista
Economist: Si un guardia le da una paliza a un prisionero, ten-
dremos que hacernos de la vista gorda, aunque seremos respon-
sables de los servicios de rehabilitacin.
Si esto indica lo que est ocurriendo en la prctica, por ms
que se haya reconocido la excelencia arquitectnica de las nuevas
prisiones semiprivadas de Chile, no van a mejorar las condicio-
nes de los prisioneros. De hecho, es ampliamente sabido que en
las tres nuevas prisiones de Chile, el costo por prisionero es ma-
yor que lo originalmente calculado, y la prctica no ha sido tan
buena como lo descrito en documentos ociales.
La Gendarmera no tiene idea de qu esperar o cmo proce-
der. Dada la falta de entrenamiento, los cambios en las prcticas
de trabajo y el choque entre la cultura de lo pblico y lo privado,
se han presentado problemas al transferir a los trabajadores a las
nuevas instalaciones. Los prisioneros tampoco han sido bene-
ciados: de hecho, el nmero de suicidios ha aumentado entre los
presos. Una carta suicida de un recluso culpaba directamente al
nuevo rgimen de la prisin por su decisin de morir.
La comida que suministraba una de las compaas lderes
mundiales era tan mala que el gobierno oblig a esta compaa
a mejorar. La Gendarmera tambin observ que ellos estaban
108 n
preocupados por el bienestar de los prisioneros, pero a la compa-
a slo le interesaban sus ganancias.
El gobierno an no ha determinado por completo cmo se
debe administrar el programa sin problemas; y todas las evalua-
ciones al respecto no se han hecho pblicas.
Sin embargo, tambin se debe sealar que s ha habido mejo-
ras signicativas en el nuevo sistema, en comparacin con las
viejas prisiones: las nuevas todava no estn sobrepobladas, si
bien se permite el hacinamiento, y algunas prcticas negativas
han cesado.
Pero de acuerdo con la Gendarmera, dados los mismos recur-
sos, no haba razn por la que ellos no pudieran ofrecer los ser-
vicios que el sector privado ahora provee.
Adems existe otra preocupacin: las compaas no tienen
experiencia local, as que deben contratar a la gente ms experi-
mentada de la Gendarmera para operar su negocio, por lo que
se ahorra la capacitacin del personal, a la vez que merma los
recursos del sector pblico.
Algunos ociales de otros pases latinoamericanos han expresado
su inters por las prisiones nuevas de Chile, lo que hace importante
el estudio cuidadoso de la exportacin del modelo chileno.
Debera ser motivo de verdadera preocupacin que los bancos
decidan quines deben operar las prisiones, pero la privatizacin
permite al sector privado moldear las polticas de justicia crimi-
nal de otras maneras.
As funciona en Estados Unidos: en 1990, el jefe ejecutivo de
la admiti: Nosotros literalmente gastamos millones de d-
lares educando a nuestros legisladores sobre los benecios de
contar con operadores privados de prisiones.
En abril de 2006, un reporte independiente mostr que du-
rante las elecciones de 2002 y 2004, las compaas operadoras de
prisiones privadas, sus ejecutivos y los grupos de presin contri-
buyeron con 3.3 millones de dlares a candidatos y partidos po-
lticos estatales. El reporte declaraba: una mirada cercana a sus
contribuciones demuestra una estrategia cuyo objetivo es darle
dinero a los candidatos que con mayor probabilidad modicarn
las leyes y presupuestos relacionados con las correccionales.
n 109
Tambin en Estados Unidos, a travs de una organizacin
llamada American Legislative Exchange Council (Consejo de
Intercambio Estadounidense Legislativo), la cual tiene unos dos
mil legisladores miembro, las compaas que administran prisio-
nes han ayudado a redactar, promover y aplicar leyes que permi-
ten la existencia de prisiones privadas y medidas de sentencia
ms severas, que llevan a que haya ms prisioneros encarcelados
durante ms tiempo.
La Asociacin de Correccionales Privadas y Organizaciones de
Tratamiento (grupo de presin para la industria de prisiones
privadas en Estados Unidos) tambin interviene en el mbito
internacional y ofrece un ejemplo de cmo se engaa a quienes
crean las polticas. En febrero de 2007, la Universidad de Lima
public los resultados de una encuesta a 578 adultos peruanos
de Lima y Callao, a quienes les preguntaron: Estaras de acuerdo
o en desacuerdo con la privatizacin de las prisiones en Per?
Los resultados fueron: 52.1% de los encuestados estuvo de acuer-
do; 35.4%, en desacuerdo, y 10.5% no estaba seguro.
Sin embargo, en los materiales publicitarios, el grupo de pre-
sin estadounidense slo report: Encuestas demuestran que
las prisiones privadas son bienvenidas en Per, y agregaba: la
mayor parte de la gente en el rea metropolitana de Per est en
favor del desarrollo de espacios de detencin privados.
Este tipo de reportes est diseado para allanar el camino a las
prisiones privadas en Per, porque cuando sean una realidad,
uno de los miembros del grupo de presin obtendr contratos.
En el resto del mundo, el sector privado se ha unido con una
organizacin internacional que busca reformar las prisiones, que
para su fortuna tiene compaas de prisiones, y auspicia con-
ferencias en que se promueve la participacin privada en las
correccionales. La International Corrections and Prisons Asso-
ciation (Asociacin Internacional de Correccionales y Prisiones,
) est particularmente interesada en ayudar a los llamados
pases en vas de desarrollo. En una conferencia reciente de la
, una compaa representante de Estados Unidos declar
que la estrategia de la industria debe ser la de ganar contratos,
sin aparentar apoyarlos directamente.
110 n
Otras cosas que el material mercadotcnico no menciona
Cuando las prisiones privadas empezaron en los aos ochenta, se
desconoca su efectividad. Veinte aos despus, la experiencia in-
ternacional demuestra que muchas prisiones privadas han fallado
individualmente en satisfacer las especicaciones contractuales y
han causado tragedias, como las mencionadas al principio. As
que, adems de construir prisiones rpidamente, en general el
sector privado no ha cumplido sus promesas.
Sin embargo, cuando los gobiernos consideran la privatizacin,
es porque han recibido los bien impresos folletos brillosos de las
compaas, y tal vez han realizado viajes para ver las instalaciones
modelo, limpias y con personal completo expresamente para la
visita. La mayor parte o toda la investigacin que se realiza (si es
que se hace alguna) ha sido producida por la misma industria, por
un grupo de expertos en mercado libre o por consultoras instala-
das y nanciadas especialmente para promover la privatizacin.
Por otra parte, la investigacin independiente, las inspecciones
y las auditorias muestran una historia diferente en cuanto a la
falta de pruebas sobre el benecio de costos y la obtencin de
ganancias; las ejecuciones son pobres, faltan programas, los con-
tratos tienen fallas, no hay vigilancia en la observacin del
contrato y falta innovacin. Tal vez, lo fundamental es que toda-
va no existe evidencia en ninguna parte del mundo de que las
prisiones que operan de manera privada o semiprivada contribu-
yan a alguna reduccin en la tasa de reincidencia.
Todos esos reportes, al igual que las opiniones legales de casos
constitucionales, son pblicos, para que cualquier persona en-
cargada de tomar decisiones los vea. No obstante, de algn modo
se los ignora.
Antes se mencion que el Primer Banco Internacional del
Caribe declar que las prisiones privadas del Reino Unido eran
un xito; por desgracia, no hay aqu espacio suciente para entrar
en detalle sobre la toda la evidencia que lo contradice. Baste por
ahora con decir que el jefe inspector de prisiones de Inglaterra y
Gales encontr que de 2005 a 2006, las cuatro prisiones privadas
que su equipo inspeccion tenan una amplia variedad de pro-
blemas fundamentales. La situacin queda mejor resumida por
n 111
el grupo del doctor David Wilson, destacado criminlogo, quien
escribi este mes que lo que ha pasado en el Reino Unido los
ltimos 15 aos, debera hacer que la gente parara y pensara
sobre el impacto general de la privatizacin sobre nuestro sistema
penal y la manera en que ha favorecido que Inglaterra y Gales se
conviertan en un gulag.
En contraparte, aunque Sudfrica est construyendo prisiones
nuevas, no promover que el sector privado las nancie u opere,
pues hace unos meses, el departamento de correccionales dijo a
los ministros que los centros de las asociaciones pblico-priva-
das no estn rindiendo mejor que nuestros nuevos centros co-
rreccionales, y que la gestin operacional debe darse dentro
del gobierno.
En Latinoamrica, la industria tambin ha sufrido algunos
contratiempos. El gobierno de Costa Rica deba otorgar un con-
trato por una prisin con 1 200 camas y valor de 73 millones de
dlares a la compaa estadounidense Management & Training
Corporation, Corporacin de Gestin y Entrenamiento ( ),
pero encontr que poda construir una prisin de 2 600 camas
por una fraccin del costo, as que el gobierno costarricense y la
compaa ahora discuten la compensacin por el retiro del con-
trato. Por un lado, sta quiere 20 millones de dlares, y por otro,
el gobierno ofrece 4 millones. De cualquier modo, el pueblo es
el que paga el proceso con dinero que se podra haber usado en
la provisin de servicios.
En 2002, el departamento de correccionales de Puerto Rico
termin tres contratos de gestin de prisiones con una compaa
estadounidense despus de encontrar que resultaba ms barato
operarlas directamente.
En el Reino Unido, Australia y Canad, algunas prisiones
privadas han tenido que regresar al sector pblico. Por ejemplo,
el gobierno provincial de Ontario decidi en abril de 2006 no
renovar un contrato con la , ya que no haba un benecio
signicativo, comparado con una prisin pblica idntica. La
prisin pblica funcion mejor en reas clave, como seguridad,
salud y reduccin de la tasa de reincidencia.
En Australia occidental, la nica prisin administrada con
recursos privados abri en mayo de 2001. Hasta mayo de 2006,
112 n
la prisin fue dirigida por la Corporacin , subsidiaria de
Sodexho. En julio de 2005, el ministro de Justicia de esa regin
de Australia anunci que la actuacin de haba sido irre-
gular y que haba sido multada con 600 000 dlares australianos
por no haber cumplido con medidas de ejecucin en los ltimos
cuatro aos. El gobierno originalmente busc un nuevo contra-
to con una compaa privada para establecer a Australia occiden-
tal como ejemplo de gestin y operacin correccional innovadora,
pero eso no ocurri.
En 2000, el entonces ministro de Justicia de Nueva Zelanda
declar: en el extranjero ha habido intentos, con bases ideolgi-
cas, por introducir prisiones privadas y no ha funcionado. En
2004, el gobierno legisl contra las prisiones privadas, y en julio
de 2005, el control de la nica prisin privada fue traspasado a
otro estado.
Y en cuanto a Estados Unidos, de donde todo esto proviene,
hay que mantener en mente lo que se ha dicho hasta aqu, y que
la industria y los promotores de la privatizacin no mencionan a
los gobiernos.
Aunque las comparaciones con Mxico se dicultan, sera
negligente que en este texto no se mencionaran tambin breve-
mente los problemas de los empleados de las prisiones privadas.
En las prisiones privadas hay un patrn ampliamente documen-
tado de entrenamiento deciente, salarios insucientes, largas jor-
nadas laborales, altas ganancias y una gran dependencia de la
tecnologa, en lugar del contacto personal con los prisioneros, gra-
cias al modo en el que las prisiones privadas estn organizadas.
Una investigacin reciente de un profesor de derecho de la
Universidad de California revel que la falta de inversin en re-
cursos humanos es la razn por la cual, cuando se compara la
poblacin en el mismo nivel de seguridad, las prisiones privadas
tienden a ser ms violentas que las prisiones pblicas.
En Illinois, los guardias de una prisin dirigida por
Group ganaban apenas ms de siete dlares la hora, sin un au-
mento durante cuatro aos. El ao pasado, emprendieron accio-
nes en busca de mejores condiciones, pues carecen de un
resplado en caso de ser despedidos. Por otro lado, si el director
de Group, George Zoley, fuese despedido, obtendra el do-
n 113
ble de su salario anual, de aproximadamente 3.8 millones de
dlares, y un bono de 1.8 millones de dlares (benecios por
haber sido empleado durante 10 aos); podra conservar el coche
de la compaa, y le pagara los impuestos federales que ge-
nerasen dichos benecios. Si se retira, recibira 2.9 millones de
dlares. En contraparte, un guardia de prisin de Illinois no
puede costear su retiro.
El salario y los benecios del seor Zoley, quien no es el nico,
por cierto, demuestran el tipo de ganancia generada por las com-
paas que manejan prisiones. Aqu aparecen las preguntas ob-
vias: Cmo se genera este excedente y a costa de quin?, es
correcto que el dinero pblico sea usado de esta manera cuando
podra ser usado para proveer servicios pblicos?
Conclusin
Aun cuando la idea de las prisiones privadas se ha expandido
alrededor del mundo, hay una fuerte oposicin de los gobiernos,
las , los grupos ciudadanos y todos aquellos preocupados
por las reformas en las prisiones.
En Estados Unidos, en abril de 2003, los obispos catlicos del
sur hicieron un llamado para terminar con las prisiones privadas,
y lo mismo ocurri en mayo de 2003 en la 215 Asamblea General
de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos, y ambas hacen
campaas de apoyo a su postura.
Los abogados de derechos humanos en Israel mantienen una
batalla legal sobre si el gobierno tiene el derecho constitucional
de privatizar la gestin de las prisiones. Y en Canad, el gobierno
federal dej fuera el tema de las prisiones privadas para un
nuevo comit que revisa el sistema de prisiones del pas.
Aun as, en Mxico la gente puede preguntarse si la privatiza-
cin puede representar una peor opcin que la que ofrece ahora
o en el futuro el sector pblico de Mxico. Quiz la respuesta de
largo plazo sea s.
Mejorar el sistema de prisiones en Mxico requerir mucha
voluntad poltica y una visin clara de lo que la administracin
pblica debe ofrecer y cul es el mejor modo de nanciarlo.
114 n
Finalmente, es usual que las polticas referentes a las prisiones
privadas y los servicios correccionales las aplique el gobierno sin
que la poblacin tenga conciencia de lo que ocurre. A veces,
hasta el ministerio que dirige las prisiones es el ltimo en ente-
rarse sobre los planes de otros ministerios para privatizar los tra-
bajos pblicos o el nanciamiento.
Es importante estar conscientes de que mientras se discute el
futuro del sistema de prisiones de la ciudad de Mxico, la indus-
tria de las prisiones privadas y quienes apoyan la privatizacin de
las crceles en todos los niveles han estado buscando, al mismo
tiempo, un cambio en benecio de su propia agenda.
La privatizacin de las prisiones
Elas Carranza
Dejando de lado precedentes histricos de los siglos y ,
y de inicios del en los que el sector privado tuvo activa parti-
cipacin en la gestin de las prisiones en pases de Europa y
Amrica del Norte (en la mayora de los casos utilizando a las
personas presas como mano de obra barata o sin costo), el tema
se vuelve a plantear como negocio en Estados Unidos en la dca-
da de los ochenta, y se pone en el tapete primordialmente en
trminos econmicos, de costo-benecio y calidad de los servi-
cios. Estos son los argumentos principales que ahora promueven
tal privatizacin en Amrica Latina y el Caribe, a partir de las
necesidades de espacio por la sobrepoblacin, y la consecuen-
te necesidad de construccin carcelaria.
Se debe partir del hecho real de que en este momento estn
considerndose, y en algunos casos producindose, modalidades
de privatizacin en numerosos pases del mundo, y en varios de
Amrica Latina, a saber, Brasil, Chile, Colombia y Mxico. En el
Ilanud, despus de haber estudiado el tema e indagado la expe-
riencia de pases que han incursionado en el negocio de las
transnacionales penitenciarias, se ha llegado a la conclusin de
que las crceles privadas, lejos de ser una solucin para los
pases de Amrica Latina, agravaran la de por s grave situacin
penitenciaria. En este trabajo se explicar porqu.
Qu son las crceles privadas
Se denomina as a la situacin en la que el Estado delega a la
iniciativa privada su funcin de ejecutar la pena de prisin. En
116 n
este tema hay lmites que no han sido an analizados a profundi-
dad ni estn claramente denidos: en qu medida son delegables
las actividades que implican la ejecucin de la pena de prisin,
sin llegar a delegar la funcin misma?
El paquete completo que venden las transnacionales peniten-
ciarias y que preeren que sea aceptado ntegramente incluye
diseo, construccin, nanciamiento y administracin (opera-
cin y mantenimiento) de los centros penitenciarios. Hay que
analizar cada uno de estos cuatro segmentos por separado, pero
hay que tomar en cuenta que en el segmento de la administracin
de los centros en el que se plantea en concreto el tema de los lmi-
tes de lo delegable: es delegable la alimentacin?, la limpieza?, el
mantenimiento edilicio?, el vestido? Es delegable la seguridad?,
la guardia externa?, la guardia interna?, la disciplina? Hasta
dnde puede participar la empresa privada sin que el Estado
delegue la ejecucin de la pena misma?
La administracin de los centros que las empresas plantean
con una duracin de veinte aos es la parte ms importante del
negocio y la que produce mayores ganancias. Las empresas insisten
en que para ejecutar este componente deben tener a su cargo la
guardia interna; sin embargo, en la mayora de los pases esta fun-
cin es considerada indelegable por disposicin constitucional.
Puntos de vista para considerar el uso de las crceles privadas
Puntos de vista constitucional y legal
Qu es delegable y qu no lo es a una empresa privada y cules
no lo son? Planteados estos cuestionamientos, los juristas de
cada pas deben encontrar las respuestas a tales interrogantes.
Punto de vista poltico-criminal
Qu ventajas o desventajas podran traer las crceles privadas?
Desde este punto de vista son evidentes las consecuencias nega-
tivas de las crceles privadas:
n 117
Primera desventaja. Introducir una crcel privada en un sistema
penitenciario que tiene varias o muchas unidades sobrepobladas
y carencias materiales y de personal, crea una situacin de privi-
legio para un pequeo grupo, al tiempo que aumenta el deterio-
ro del resto del sistema.
Por ejemplo, pongamos que los pases X e Y hace tres aos
construyeron su ltima crcel. El pas X construy una crcel esta-
tal; el pas Y construy una crcel privada. Ambos pases tienen 10
crceles con capacidad para 10 000 personas presas, pero ambos
tienen 15 000 personas presas, o sea, a 150% de su capacidad. El
pas X tiene 10 crceles estatales; el pas Y tiene nueve estatales y
una privada. En los Cuadros 1 y 2 se describe esta situacin.
Cuadro 1. Pas con capacidad para 10 000, pero con 15 000 personas presas
Crceles de 1 000 cupos c/u Distribucin por unidad
0 crceles privadas 0
10 crceles pblicas 1 500
Cuadro 2. Pas con capacidad para 10 000, pero con 15 000 personas presas
Crceles de 1 000 cupos c/u Distribucin por unidad
1 crcel privada 1 000
9 crceles pblicas 1 555
Como se ve, en el pas X los limitados recursos penitenciarios
pueden distribuirse equitativamente con mejores resultados. En
el pas Y, en cambio, la sobrepoblacin se acumula progresiva-
mente en las crceles estatales, al tiempo que se establece una
distincin injusta y de dudosa constitucionalidad entre quienes
cumplen su pena en las crceles estatales y los pocos privilegiados
que la cumplen en la crcel privada.
En pases con alto crecimiento de poblacin penitenciaria,
como en los de Amrica Latina, a medida que pasa el tiempo la
sobrepoblacin aumenta, y se va acumulando inequitativamente,
hacinando a las personas de las crceles estatales, en contraste
con el privilegio de los pocos que estn, a un costo muy alto, en
la crcel privada.
118 n
Segunda desventaja. La empresa privada, por denicin, hace
negocios con nes de lucro. Ahora bien, si la ejecucin de la
pena se transforma en un negocio, se sustituirn los criterios que
hasta ahora han regido el uso de las penas (el derecho penal, la
poltica criminal, la tica), por los resultados del mercado y el
incentivo de lucro. Como resultado se tendra que vender y com-
prar cupos carcelarios y esto podra elevar las tasas penitenciarias.
Sobre esto no hay demasiada investigacin, pero es un hecho que
los pases que tienen ms tiempo en el negocio de la privatizacin
de prisiones y que tienen ms prisiones privadas poseen tambin
las tasas ms elevadas de presos. Estados Unidos tiene las tasas
ms altas del mundo; Escocia, Inglaterra y Gales cuentan entre
las tasas ms altas de Europa Occidental. Por contraste, las tasas
de la Repblica de Irlanda, que posee slo crceles estatales, son
mucho ms bajas que las de sus pases vecinos.
Tercera desventaja. Otras posibles consecuencias negativas de
las crceles privadas son cuestiones de diseo penitenciario y
tienen que ver con los costos de construccin y con una concep-
cin tecnocrtica (no tcnica) de la ejecucin de la pena que
deshumaniza las prisiones y lesiona derechos fundamentales de
las personas sancionadas con pena de prisin.
Si se hace una contratacin para el diseo y construccin de
una prisin es indispensable que participen criminlogos y peni-
tenciaristas del pas en la tarea asegurando su calidad desde el
punto de vista penitenciario y evitar innecesarias elevaciones de
costos. Se debe poner especial cuidado al controlar el tamao
de las crceles y sus caractersticas (mxima, mnima o media se-
guridad). Es comn que las empresas promuevan la construccin
de carsimos megacomplejos con el argumento de que permitirn
ahorrar costos en la ulterior administracin. Con este argumento
se construyen crceles inmensas contrarias a todo criterio peni-
tenciario o de derechos humanos, pues las investigaciones demues-
tran que existe una correlacin directa entre el tamao de las
crceles y la violencia y los conictos que ocurren en ellas.
De manera similar, las empresas son proclives a construir cr-
celes de mxima seguridad que son ms costosas y que, desde el
punto de vista criminolgico y penitenciario, deberan ser de uso
excepcional.
n 119
Hay que considerar tambin la introduccin de tecnologas
innecesarias y costosas con el argumento de que producirn ma-
yor seguridad. Por el contrario, un efecto de tales tecnologas es
que crean una dependencia tecnolgica que obliga a los pases de
bajos y medianos ingresos a importar repuestos electrnicos de
manera indenida para poder abrir o cerrar la puerta de una celda
que podra cerrarse con mayor seguridad por medio de una pa-
lanca y una barra de hierro. Lo mismo sucede en cada una de las
funciones elementales de los establecimientos penitenciarios.
Cuando los mecanismos se descomponen, no hay presupuesto
para reponerlos, y las crceles se transforman en un inerno en el
que no funcionan las cosas ms necesarias y elementales. Esta la-
mentable realidad se verica en varios pases de la regin.
Un argumento para utilizar tales tecnologas es que reducen
los costos de personal. Una promotora de esos negocios arma
que pronto se podr manejar un penal completo con una sola
persona y una computadora, y que ese sera el ideal, porque se
reducira el gasto de personal y por otra parte los presos y presas
no tendran ningn contacto humano con funcionarios, con lo
que se gana en seguridad.
Punto de vista econmico
Implica un ahorro para el Estado la delegacin de las actividades
punitivas a una empresa privada?
Un incentivo para contratar una empresa privada transnacio-
nal es el nanciamiento: en situacin de dcit scal, los gobier-
nos no tienen recursos para construir, y las empresas vienen con
un paquete que incluye nanciamiento.
En algunos casos, los organismos nancieros internacionales
no ofrecen lneas de crdito para prisiones y los pases que no
pueden acceder a crditos blandos para la construccin estatal se
ven tentados a tomar los paquetes con nanciamiento incluido
que les ofrecen las transnacionales penitenciarias. Estos paquetes
resuelven el problema del nanciamiento, pero a travs de costos
de construccin y ejecucin e intereses altsimos. Conclusin: el
negocio es malo y los pases aumentan su dcit y endeudamien-
to. En este error incurren los gobiernos que, en sus brevsimos
mandatos en muchos pases de slo cuatro aos de duracin
necesitan dar respuestas de corto plazo en el poco tiempo del
que disponen.
La mayora de las veces, la promesa de nanciamiento de la
empresa transnacional es una trampa. La empresa inicia o com-
promete la construccin, pero despus de lanzar el proyecto, lo
complementa con prstamos blandos que solicita de la banca
nacional, as el Estado termina nanciado con sus propios recur -
sos el negocio de la empresa privada.
Sin tomar en cuenta de los inconvenientes o posibles bonda-
des de las crceles privadas en los pases de altos ingresos de
Amrica del Norte y Europa,
1
no se puede trasladar su experien-
cia a los pases de ingresos medianos y bajos (o en vas de desa-
rrollo) entre los que estn los de Amrica Latina y el Caribe, y
suponer que la cosa funcionar de la misma manera.
En los pases de altos ingresos,
2
las crceles estatales y privadas
cuentan con recursos sucientes (todos pagados por el Estado
con dinero de los contribuyentes), y compiten para ver quin los
maneja con mayor eciencia. Las crceles estatales y las privadas
(en los pases que las tienen), cuentan con el presupuesto necesa-
rio. En cambio, en los pases de medianos y bajos ingresos con
grave dcit scal, abultada deuda externa, presupuestos raquti -
cos en materia de bienestar social y de administracin peniten-
ciaria, el problema fundamental son los recursos limitadsimos,
pues se carece de lo ms bsico en alimentacin, salud, espacio
fsico, etc. En tales condiciones, sera un grave error contratar el
bienestar de unos pocos a un costo per cpita mayor que el que
se asigna al resto de los presos y presas del sistema. En lo que se
debe pensar es en cmo mejorar, aunque sea en pequea medida,
las condiciones de los presos y presas del sistema.
1
Sobre el desarrollo de las crceles privadas en los pases de altos ingresos vase el infor-
me electrnico Prison Privatisation Report International <http://www.psiru.org/ppri.asp>
a cargo de Stephen Nathan de la Universidad de Greenwich.
2
Se ha utilizado la clasicacin del Banco Mundial en pases de altos, medianos y bajos
ingresos.
120
n 121
Se cita un ejemplo concreto: durante 1999 en un pas de
Amrica Latina la Direccin General de Adaptacin Social en
colaboracin con el Ilanud determinaron que el costo por perso-
na presa era de 15 dlares diarios. Esto representa un costo mo-
desto (aunque mucho ms alto que el de la mayora de los pases
de la regin) para un pas modesto, que debe atender tambin las
necesidades de salud, escuela, vivienda, infancia y ancianidad.
Luego, una transnacional penitenciaria contrat el diseo, cons-
truccin, nanciamiento y administracin de una crcel para
1 200 presos a 37 dlares diarios por persona (ms del doble del
costo real).
Si se multiplica en nmero de presos por el monto diario por
persona y esto se multiplica por 365 das del ao, se necesitarn
15 millones 984 mil dlares slo para sufragar el funcionamiento
anual de la crcel privada. Adems, la empresa j el diseo, -
nanciamiento y construccin en 73 millones de dlares. Los del
Ministerio de Justicia indican que si se ejecutara el contrato 7%
de las personas presas insumiran alrededor de 32% del presu-
puesto de todo el sistema penitenciario. El negocio resultara sin
ninguna duda muy benecioso para la empresa contratante, y es
probable que gastando ms del doble per cpita estos 1 200 presos
estaran atendidos de mejor manera. Pero es una solucin impo-
sible de extender a todo el sistema penitenciario, y causara un
grave quebranto econmico al sistema y al pas. En la actualidad,
como los dos gobiernos sucesivos al gobierno contratante detu-
vieron con buen criterio la ejecucin del contrato, la transnacio-
nal reclama una indemnizacin de 20 millones de dlares.
Este es un ejemplo real que se puede aplicar con pequeas
variantes a otros pases de la regin. Por eso no es posible trasla-
dar el negocio penitenciario de los pases de altos ingresos a
nuestros pases de medianos y bajos ingresos, porque los resulta-
dos son distintos, y pueden ser muy daosos. Ral Prebisch,
quien durante varios aos fue secretario general de la Comisin
Econmica para Amrica Latina de las Naciones Unidas (
, y el reciente premio Nobel de economa Joseph Stiglitz han ex-
plicado, con su gran autoridad, por qu esto funciona as.
Segn el ejemplo anterior, lo que nuestros pases deben hacer
no es mantener al grueso de las personas en crceles estatales por
122 n
15 dlares diarios, y a un grupo reducido en una crcel privada
por 37. Se debe tratar progresivamente de ir elevando el nivel de
bienestar de todas las personas presas.
Punto de vista tico
Es ticamente conveniente privatizar la ejecucin de las sancio-
nes penales que representan el poder punitivo estatal?
Aunque la Constitucin lo permitiera o aunque se pudiera
cambiar la Constitucin para permitir la privatizacin de la eje-
cucin de la pena, sera acertado hacerlo?, sera acertado entre-
gar la ejecucin del poder punitivo estatal a la empresa privada?
En este argumento no se consideran los costos o la mayor o
menor eciencia con que la empresa privada pueda ejecutar las
sanciones, sino la conveniencia de que la ejecucin del poder pu-
nitivo estatal se transforme en un negocio. No sera la primera vez
que esto ocurre en la historia, pero repetirlo sera abandonar el
rumbo que la humanidad ha venido siguiendo. Primero el Estado
reasumi la ejecucin de la sancin, luego se introdujo el control
judicial, y cada vez mayor transparencia y control pblico.
En conclusin, ni ticamente ni por razones econmicas ni
segn la poltica criminal es conveniente entregar la ejecucin de
la pena de prisin a la empresa privada.
La seguridad dinmica como modelo
de seguridad penitenciaria
Christer Isaksson
Deniciones de seguridad
Hay muchas formas de describir qu es y lo que signica real-
mente la seguridad en un contexto penitenciario. En Suecia y
otros pases de Europa, a menudo se usa el trmino seguridad di-
nmica o, en ocasiones, dinmica de la seguridad. El problema es
que hay varias deniciones de este concepto. Muchos dicen co-
nocer la mejor denicin y muchos otros sostienen que ellos in-
ventaron el trmino, pero en este trabajo slo se trata de explicar
cmo se pueden mezclar los diferentes componentes de la segu-
ridad, de la mejor forma, para formar un concepto dinmico que
pueda utilizarse para mejorar la seguridad y que pueda aplicarse
prcticamente.
Como antecedente del concepto, hay que decir que algunas
deniciones de seguridad distinguen dos tipos: una esttica y
otra dinmica. La primera tiene que ver con aspectos tcnicos
y fsicos como muros, vallas, alarmas, puertas, ventanas, celdas,
etc. Este concepto tambin abarca los garrotes cortos, las armas,
las esposas y otras.
Todo lo que tiene que ver con el personal, como la educacin
y la capacitacin, la forma en que los miembros del personal, los
funcionarios o los guardias se comportan con los reclusos, su
actitud y la forma en que realmente se encuentran y comunican
con ellos es la parte dinmica de la seguridad.
124 n
Seguridad dinmica
En este texto se recalcan las consecuencias de la seguridad din-
mica, las posibilidades que ofrece y qu problemas anes puede
tener. Al nal se habla de otro trmino usado comnmente, segu-
ridad inteligente.
Antes de profundizar en el tema se debe aclarar que no se expo-
ne nada revolucionario. Esta no es una invencin exclusiva, es slo
una forma de concebir la seguridad que se ajusta a propsitos
personales y ojal que tambin a los de muchas otras personas.
Componentes de la seguridad dinmica
Se habla de cuatro componentes distintos o aspectos bsicos de
seguridad dinmica, tambin se dice que crean la dinmica de la
seguridad, ellos son: la seguridad tcnica y fsica, la seguridad
procedimental, el papel del personal y su comportamiento, por
ltimo, la asignacin de personal.
La seguridad tcnica y fsica
Este componente se reere a todo lo que facilita el control del
permetro fsico que constituye la prisin. Las edicaciones mis-
mas constituyen un respaldo. La mayora de las prisiones se
construyeron para que sean estables, para reclusos plenamente
controlados.
En los edicios carcelarios hay celdas o dormitorios para al-
bergar a los reclusos durante la noche, pero algunas veces tambin
en ciertos momentos del da. Hay barrotes, puertas, ventanas y
todo lo necesario para mantener el control y conar en las con-
diciones de las edicaciones. Esto depende del grado de seguri-
dad de la prisin.
De acuerdo con este parmetro, muchas prisiones en Europa
algunas de ellas en Suecia cuentan con buena seguridad: tie-
nen muros altos de cinco a seis metros de altura y difciles de
escalar. Otras prisiones con menor grado de seguridad tienen
n 125
cercas que slo evitan que la gente trate de escapar en forma es-
pontnea. Todo depende del grado de seguridad del centro de
reclusin. Entre las prisiones suecas, dos fueron construidas
de manera que fuera muy difcil entrar en ellas y sacar reclusos.
Esto se convirti en todo un problema hace dos o tres aos.
En la dimensin de la seguridad tcnica y fsica tambin se
cuenta con otro tipo de instrumentos que permiten mantener el
control. La mayor parte del personal de seguridad lleva alarmas
para llamar a sus colegas. Algunos tienen otros equipos de comu-
nicacin como radiotransmisores. Tambin hay fuera y dentro
del penal. Se cuenta tambin con alarmas que se activan por ra-
dar cuando alguien cruza una determinada lnea o zona.
El equipo tcnico y fsico depende del grado de seguridad de
la prisin. En las prisiones de tipo abierto casi no hay instrumen-
tos de esta naturaleza. En este tipo de prisin se procura mantener
slo reclusos que funcionan bien sin estas cosas; reclusos de
buena conducta por motivacin o por temor a perder sus privile-
gios si no se portan bien.
Todas estas cosas son de inters para una prisin, su uso de-
pende del n que persigue o de su grado de seguridad. En Suecia
se procura mantener el menor nmero de reclusos en prisiones
de alta seguridad; slo se mandan a stos cuando hay buenas ra-
zones para ello. La seguridad cuesta dinero y es frustrante para
quienes tienen que permanecer ah.
Aqu interviene el asunto de las armas. En Suecia, el personal
penitenciario no est armado. Se intenta controlar la situacin
sin ellas. Esto sucede en la mayor parte de Europa septentrional
y en Inglaterra, mientras que en Europa central y oriental pasa
todo lo contrario: los guardias tienen armas.
Seguridad procedimental
La segunda dimensin de la seguridad dinmica es lo que se lla-
ma seguridad procedimental. Este concepto remite a todo lo que
tiene que ver con reglas, instrucciones, rdenes, rgimen y planes
de emergencia.
126 n
Seguridad procedimental es la forma en la que el personal de la
prisin acta de acuerdo con las reglas y los procedimientos: es
llevar el tiempo, ver que se mantengan los puntos de control y
ver que los reclusos se encuentren donde deben. Tiene que ver
con la transportacin de reclusos a otros sitios de manera segura,
con hacer rondas, revisar las celdas y registrar a quienes visitan
a los reclusos. Todas las prisiones tienen normas y reglamentos.
El problema ms usual es que casi todas las instrucciones y los
reglamentos no estn actualizados. Otro problema es que han
sido redactados durante distintos periodos; en algunas ocasio-
nes el problema es que pueden incluso contradecir otras ins-
trucciones.
A veces estas instrucciones y rutinas se encuentran en sitios
tan distintos que nadie est realmente actualizado y es difcil sa-
ber con exactitud cules son las instrucciones vigentes. En oca-
siones estas instrucciones son actuales y apropiadas pero, en
otras, a nadie le importan porque se han vuelto obsoletas.
Estas son algunas de las experiencias pasadas, y la nica forma
de corregirlas es revisar todo, modernizarlo. Hay que simplicar
los reglamentos y planes para que puedan ser asimilados y com-
prendidos por quienes tienen que observarlos.
La experiencia tambin indica que las reglas e instrucciones
deben redactarse muy cuidadosamente para que el personal de la
prisin pueda seguirlas. El personal sigue instrucciones si las co-
noce, si est de acuerdo con ellas y si puede seguirlas. Para lograr
esto es importante contar con cierto grado de colaboracin al
redactar las instrucciones. Se debe permitir que el personal par-
ticipe en esto y entonces actuar de conformidad.
La seguridad procedimental tiene que ver con planes de emer-
gencia acerca de cmo actuar ante cualquier incidente en la pri-
sin. En Suecia se han revisado la mayora de los antiguos planes:
qu hacer en caso de incendio, conatos de violencia, amenazas,
tentativas de escape, manifestaciones, huelgas y otras emergen-
cias. Hay planes acerca de cmo actuar cuando hay problemas
tcnicos, cortes de electricidad y muchas otras cosas. Idealmente
stos se revisan cada ao y cada prisin tiene que ensayarlos re-
gularmente con ejercicios para que las cosas funcionen como se
quiere. Los planes de emergencia y ejercicios han tenido gran
n 127
xito. Permiten que nuestras acciones sean ms predecibles.
Aprendemos de nuestros errores y a la mayor parte del personal
le gusta pasar por estas pequeas sesiones de prctica.
El papel del personal; capacitacin, conducta y actitud
El papel del personal de la prisin constituye la tercera dimen-
sin de la seguridad dinmica y es el aspecto ms destacable.
Tiene que ver con los aspectos blandos de la seguridad, est
relacionada con la calidad del personal, con su capacitacin, con
sus aptitudes interpersonales y con su capacidad para comuni-
carse. Tiene relacin con la actitud del personal con los reclusos,
cmo se relacionan con ellos y cmo los tratan.
La mayor parte de la seguridad en la prisin depende del
personal, de los funcionarios o guardias. Si estn bien capacita-
dos, motivados y dotados de aptitudes puede evitarse la mayor
parte de los problemas. Si los guardias de la prisin hacen bien
su trabajo se pueden evitar muchos problemas.
La idea es aprovechar las aptitudes de los funcionarios para ir
un paso adelante, para estar ah antes de que ocurran las cosas y
para saberlo antes de que ocurran. Si se sabe qu est pasando en
la prisin, si se reune suciente informacin, si se escucha con la
debida atencin y se buscan los signos, estaremos un paso ade-
lante y se conocer la situacin. Si hay cercana con los reclusos
se puede tener nocin de lo que est ocurriendo: se puede saber
si hay drogas en la prisin, si hay violencia, hostigamiento, asesi-
natos o amenazas, se puede estar enterado si algo grande est por
ocurrir en trminos de violencia, manifestaciones, planes para
escapar o simplemente para perturbar el orden en la prisin.
Si el personal penitenciario est cerca de los reclusos podr
obtener buena informacin, ganarse su conanza y con eso
puede medirse el ambiente de la institucin. Si los guardias tie-
nen una relacin buena y clara, van a recibir de vuelta lo mismo
de parte de los reclusos. Esto no quiere decir que se entablen
relaciones estrechas. Alentamos a nuestro personal a crear, cuan-
do sea posible, relaciones pero de carcter profesional, no priva-
das. Hay una diferencia, aunque a veces la lnea que las separa es
muy delgada.
128 n
Tomar una actitud equivocada hacia el trabajo y los reclusos
es arriesgar la seguridad. Si no se es justo se crea frustracin, ira
y potencial violencia. Tal vez algunas personas piensen que esta
posicin es en alguna medida ingenua, pero sigue siendo parte
del concepto sueco. Se debe estar tan cerca de los reclusos como
la seguridad lo permita. En la mayor parte de las prisiones de
Suecia esto es posible; en ellas es seguro estar cerca de los reclusos
y entre ellos todo el tiempo o la mayor parte del mismo. Por su-
puesto, esta era mi losofa cuando fui director de la prisin en
la que trabajaba.
Esto nos lleva a otro tema en el que se debe poner nfasis tener
un sistema para recolectar informacin sensible. La situacin en
las prisiones, con un nmero cada vez mayor de reclusos que
pertenecen a pandillas, a la delincuencia organizada y a la delin-
cuencia internacional, ha hecho que se instrumente un trabajo
profesional de recoleccin real de informacin sensible para po-
der tenerla con anticipacin y controlar y detener actividades de-
lictivas que se cometeran en las prisiones, as como otras que se
planicaran en la prisin y se realizaran fuera, en la sociedad.
Estos son los tres principales componentes de la seguridad
dinmica. En los ltimos aos se ha agregado un cuarto compo-
nente del que se hablar a continuacin.
La asignacin de personal
No importa cun bueno sea el personal, cun capacitado est,
cun dedicado sea si no est en el sitio adecuado; es decir, en la
prisin o en el sitio en que debera estar. Tal vez ste es un pro-
blema europeo o slo sueco, pero de alguna manera parece que
se coloca a la gente en el sitio en que debera estar cuando no se
pone atencin al asignarlos.
Hay muchas otras cosas que ocupan el tiempo disponible: se
hacen muchas reuniones, hay muchos quehaceres y asuntos im-
portantes que mantienen al personal fuera del sitio donde podra
ser ms til. Tambin es problemtico que cuanto ms tiempo se
trabaja ms se buscan otras cosas que hacer. Estar donde estn
ocurriendo las cosas, en torno a los prisioneros todo el tiempo es
n 129
agotador, pesado y de mucha responsabilidad, porque stos no
siempre son amables. En muchas ocasiones son acosadores, rega-
ones, molestos y a veces amenazantes. A menudo es mucho ms
cmodo hacer otra cosa, conversar con los otros guardias o estar
sentado en la ocina de algn funcionario de la prisin en vez de
estar donde podra uno ser ms til. En otros pases de Europa
en que se habla de la seguridad dinmica se omite este aspecto
pero es necesario recalcarlo.
La dinmica de la seguridad
Para hacer efectiva esta propuesta, se deben sopesar estos factores
juntos y en forma dinmica, esto signica que se haga un intercam-
bio de distintas fuerzas y poderes distintos. La dinmica de la segu-
ridad es equilibrar estos factores dependiendo de la necesidad, de
los recursos de la situacin real y del grado de seguridad.
En una prisin abierta no hay muchos mecanismos de restric-
cin tcnicos o fsicos, de manera que se tiene que tener mejor
calidad en los otros factores. En una prisin de mxima seguri-
dad normalmente se tienen muy buenos medios tcnicos y fsicos
para controlar el orden y hacerla segura, se tiene un rgimen es-
tricto y buena seguridad procedimental. Esto signica que las
aptitudes individuales de los funcionarios de la prisin tienen
que ser distintas, quizs no puedan estar tan cerca, probablemen-
te sera peligroso.
En una prisin normal se puede tener cierto rgimen, deter-
minada interaccin entre el personal y los reclusos. Si hay pro-
blemas podran agregarse algunas de las dimensiones de la
seguridad procedimental, cambiar las instrucciones e imponer
un rgimen que administre mejor la situacin. Es necesario co-
nocer bien la prisin en la que se trabaja para dar a estos aspectos
el peso correcto para mantener un buen control.
Posibilidades
Trabajar en seguridad de manera dinmica, ofrece muchas posi-
bilidades. Se pueden tener distintas instrucciones para prisiones
distintas dependiendo el grado de seguridad. Tener las mismas
instrucciones o regmenes sera un desperdicio de tiempo, dinero
y tambin implicara la imposicin de restricciones innecesarias
a prisioneros que probablemente no las requeriran.
Trabajar dinmicamente signica que se puede cambiar el r -
gimen segn se presente la situacin. Se pueden tener instruccio-
nes o seguridad ms laxas cuando las cosas estn funcionando
bien y la poblacin carcelaria no requiere de ms. Las restriccio-
nes se pueden hacer ms fuertes cuando sea necesario adquirir el
control de nuevo.
De acuerdo con esta forma de pensar, una buena seguridad
fsica permite mayor apertura dentro de la prisin y un trato ms
humanitario. Con un buen trabajo de recoleccin de informa-
cin sensible se garantiza un mayor control. Se sabe a quin hay
que vigilar y a quin se le puede tener ms conanza. Esta es la
base para la adopcin de medidas y acciones necesarias y ofrece
la oportunidad de evitar incidentes, violencia y el control de la
prisin por parte de pandillas.
La buena capacitacin del personal es indispensable para ad-
ministrar la prisin dinmicamente. Hay que ponderar las opi-
niones y la informacin que se obtienen con un buen personal.
Es tambin una forma de involucrar a ste. Siempre es ms grati-
cante que la administracin de la prisin confe en la opinin
del personal. Trabajando as, cualquier prisin puede adaptarse
constantemente a la situacin a partir de la interpretacin y se-
guimiento de lo que est ocurriendo y de los cuatro pilares de la
seguridad dinmica.
Problemas
Esta propuesta puede ser cara porque no funciona bien si hay
poco personal y si se est funcionando con presupuesto muy
bajo, pero esta no es una cuestin de blanco o negro; no es
todo o nada. Pueden usarse aspectos humanos y tcnicos de
la seguridad y mezclarlos sin importar cunto personal se tiene,
por supuesto que en una forma distinta.
130
n 131
Trabajar muy cerca de los reclusos puede acarrear una posicin
de peligro con posibles amenazas y violencia contra el personal. La
toma de rehenes es otro problema posible. Esto tiene que evitarse
mediante un juicio sensato y las precauciones del caso. De otro
modo, se acabar teniendo un personal con miedo y eso no es
signo de seguridad dinmica ni de ninguna buena seguridad.
Otro posible problema cuando se trabaja en proximidad de
los reclusos es la corrupcin. Es todo un tema en s y tiene que
abordarse por separado y de manera adecuada. Adems, en algu-
nos pases los sindicatos tienen sus ideas acerca del trabajo cerca
de los reclusos y es probable que planteen interrogantes e inten-
siquen los problemas.
En conclusin
La seguridad dinmica es una forma de equilibrar distintos as-
pectos de la seguridad de manera dinmica y exible. Su prop-
sito es lograr lo mejor a partir de los recursos disponibles; tener
un instrumento para que el director de una prisin sepa qu est
ocurriendo en ella, interpretarlo y crear una mezcla equilibrada
de medidas, una especie de coctel adecuado al nivel de seguridad
establecido y que pueda cambiarse con rapidez.
Por ltimo, van unas pocas palabras acerca de otro trmino de
la seguridad que se trata de ensear al personal sueco, a los direc-
tores de prisiones para que lo tengan presente: seguridad inteligen-
te. Y, qu es?, qu signica?, es algo distinto de la seguridad
dinmica? En cierto modo no es distinto pero s en otro sentido.
Esto se reere a pensar en trminos de procesos cuando se admi-
nistra una prisin, cuando se decide qu medidas tomar. La se-
guridad inteligente implica simplemente pensar antes y tratar de
imaginarse qu acciones en contra tomarn los reclusos cuando
se toman ciertas medidas.
Seguridad inteligente signica que antes de que se tome cual-
quier decisin activa que vaya a tener impacto en asuntos impor-
tantes o marcar una gran diferencia en la prisin, se debe analizar
cules sern las consecuencias: Si hacemos esto cmo reaccio-
narn y cmo reaccionaremos a sus reacciones? Seguridad inte-
132 n
ligente signica pensar por adelantado, prepararse para un
cambio, adelantarse y tener soluciones alternativas.
Si las consecuencias no son lo que se esperaba, entonces se
debe pensar en una forma distinta de alcanzar los resultados que
se queran al comenzar. Es esto algo sobre lo que se pueda con-
versar o escribir?, seguridad inteligente? Suena ms bien a simple
sentido comn. Es cierto, es sentido comn, pero el sentido co-
mn es algo que no puede menospreciarse. Varios problemas
que se producen en las prisiones han sido creados por no analizar
las opciones o las reacciones de antemano. El sentido comn no
ha sido tomado debidamente en cuenta.
El sistema penitenciario mexicano:
retos y perspectivas
Elena Azaola
Agradezco a quienes han tenido el acierto y han hecho grandes
esfuerzos para podernos reunir aqu en torno al tema de las
prisiones.
Quiero, en primer trmino, dirigirme a los ponentes que nos
acompaan y que han venido de distintos pases para decirles:
bienvenidos! Hace aos que los estamos esperando, aos que
miramos nuestras crceles que no nos satisfacen, y que no hemos
sido capaces de modicar esta dolorosa realidad. Hace aos que
estamos inconformes, como s que ustedes tambin lo estn.
Nada deseara ms que en este seminario pudiramos sacar pro-
vecho de nuestras inconformidades; que nuestros esfuerzos no se
agotaran en la crtica, la denuncia o el lamento, sino que pudie-
ran arribar a buen puerto con el diseo de propuestas.
Tambin me gustara dirigirme a las autoridades presentes, a
quienes tienen en sus manos la posibilidad de tomar decisiones
que produzcan cambios, para rogarles que escuchen, que atien-
dan las propuestas de los ponentes, porque no podemos confor-
marnos con la situacin en la que hoy se encuentran nuestras
prisiones como si fuera irremediable. Por el contrario, estoy
convencida de que podemos disear mejores soluciones e invito
a todos a que nos demos la oportunidad de aprovechar el espacio
que nos brinda este seminario para imaginarlas.
134 n
Quisiera comenzar con una cita de don Antonio Beristain:
La crcel del maana ser diferente o no ser,
1
a la que regresa-
r al nal de mi exposicin.
Estudios sobre la prisin
Ahora har un breve recuento de estudios que se han hecho so-
bre la prisin y que han dejado huella. En primer trmino po-
dramos mencionar el estudio de John Howard The State of
Prisons, que ya desde 1777 hizo el primer anlisis de las crceles
europeas y comprob su deplorable desempeo. Ello a pesar de
que, segn se deca, dichas instituciones haban nacido con el
propsito de humanizar los castigos y dejar atrs la tortura y la
pena de muerte, como ms tarde lo mostr de manera ejemplar
Michel Foucault en su ya clebre Vigilar y castigar.
2
Desde entonces hasta ahora, los diagnsticos se han sucedido
y tambin los intentos de reforma. Despus de Howard vendra
Bentham, con su conocido panptico, cuya propuesta resultaba
ciertamente ms prctica y econmica, aunque tambin ms in-
humana.
3
Ya en el siglo , en 1940, Clemmer publica en Nueva York
su tesis sobre la prisionizacin, en que muestra los efectos ne-
gativos y destructivos que la pena privativa de la libertad tena
sobre los internos, abriendo la interrogante que, desde entonces,
nunca nos ha abandonado. En efecto, Clemmer se pregunta:
Cmo podemos sostener la tesis de la readaptacin social ante
la evidencia de los daos irreparables que produce la prisin?
4
Ms tarde, Erving Goffman conrmara esta tesis en su famoso
texto Internados, donde postula el concepto de instituciones totales
1
Jos Luis Prez, La construccin social de la realidad carcelaria. Los alcances de la organizacin
informal en cinco crceles latinoamericanas (Per, Chile, Argentina, Brasil y Bolivia), Lima,
Ponticia Universidad Catlica del Per, 2000, p. 17.
2
Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin, Mxico, Siglo XXI, 1984.
3
Jeremias Bentham, De la medida de las penas y de las cualidades que deben tener, en
Revista Mexicana de Prevencin y Readaptacin Social, nm. 16, pp. 161-173.
4
Jos Luis Prez, op. cit., p. 17.
n 135
y muestra con todo detalle y sin lugar a dudas la alienacin que se
produce en los sujetos internos en este tipo de instituciones.
5
Tambin en Amrica Latina han surgido obras cuestionado-
ras de la realidad carcelaria. Para nombrar unas cuantas, cabe
recordar las de Lola Aniyar de Castro, Rosa del Olmo, Elas
Carranza, Ral Zaffaroni, Elas Newman o las de Sergio Garca
Ramrez. Estos y otros especialistas no han dejado dudas de que
las prisiones son a menudo los rostros ms dolorosos y olvidados
de la accin del Estado, los rincones ms obscuros donde todo
tipo de desviaciones se hacen posibles, quiz precisamente, a
fuerza de intentar esquivar el dolor o, mejor dicho, los distintos
dolores con los que hay que lidiar en el encierro. No hay ms que
mirar el deterioro continuo y brutal que ha tenido lugar en las
condiciones de vida en nuestras prisiones, cada vez ms atiborra-
das, cada vez ms inhumanas y cada vez ms degradantes.
Otros estudios han enfocado el mundo propio de las relacio-
nes que se producen entre los internos y el rgimen especial que
se genera para sobrevivir en prisin. Rgimen que, sin duda,
alienta el desarrollo de conductas crimingenas, lo que contradi-
ce los propsitos maniestos de la pena privativa de libertad.
Otras crticas han calado ms hondo y han dejado en claro la
irracionalidad de un sistema que, con el encierro, no logra reparar
los daos inigidos a la vctima ni restaurar los desgarros del tejido
social ni mucho menos logra mostrar a los agresores las razones
por las que les resultara ms conveniente acogerse a las normas
que rigen la convivencia social. Dentro de estos aportes cabra
destacar los formulados bajo el paradigma abolicionista, as como
aquellos que siguen el modelo de la justicia restaurativa.
Asimismo, otros estudios han penetrado a las prisiones para
hacernos or las voces de los internos. Estos estudios han dejado
en claro que los internos tambin tienen algo que decir y que nos
conviene escucharlos siempre que queramos que no sigan produ-
ciendo mayores daos a la sociedad. Algunos de los trabajos que
he realizado han hecho uso de esta forma de aproximacin.
6
5
Erving Goffman, Internados, Buenos Aires, Amorrortu, 1981.
6
Elena Azaola y Cristina Jos, Las mujeres olvidadas. Un estudio acerca de las crceles para
mujeres en la repblica mexicana, Mxico, El Colegio de Mxico/ , 1996.
136 n
Por otro lado, y si bien a menudo se tiene la idea de que en las
crceles reina el pleno desorden la ley de la selva, otros estudios
han mostrado que, detrs de esta apariencia, lo que existe es un
rgimen especial, con sus propias reglas, sus cdigos de conducta
que, si los miramos bien, no expresan ms que la forma en que
los seres humanos se adaptan a las condiciones, muchas veces
aberrantes, impuestas por el encierro.
7
Ello a pesar de que tam-
poco podemos negar que los cdigos de conducta impuestos por
lo presos son a menudo muy crueles y se encarnizan con los ms
dbiles.
Pasar ahora a hacer una breve descripcin general de las pri-
siones en Mxico.
Las crceles mexicanas
Existen en la repblica mexicana un total de 447 establecimien-
tos penitenciarios que, de acuerdo con el tipo de autoridad que
los tiene a su cargo, se distribuyen de la siguiente manera: 5 pe-
nales federales, 330 estatales, 103 municipales y 10 del gobierno
del Distrito Federal.
8
La composicin de la poblacin penitenciaria por sexo es de
95% hombres y 5% mujeres, porcentaje similar al que existe en
otros pases.
9
Del total de la poblacin interna, 56% ha obtenido
sentencia, en tanto que 44% son reos sin condena, porcentaje
que se ha mantenido ms o menos constante a lo largo de la l-
tima dcada.
En cuanto al fuero, 26% de los internos en el mbito nacional
se encuentran acusados por delitos del fuero federal, principal-
mente trco de drogas; mientras que 74%, por delitos del fuero
comn, porcentaje que tampoco se ha alterado signicativamen-
te durante la ltima dcada.
7
Jos Luis Prez, op. cit.
8
Elena Azaola y Marcelo Bergman, The Penitenciary System, en Wayne A. Cornelius
y David A. Shirk (eds.), Reforming the Administration of Justice in Mexico, La Jolla y Notre
Dame, Center for U.S.-Mexican Studies/University of Notre Dame Press.
9
Elena Azaola y Cristina Jos, op. cit.
n 137
Sin embargo, lo que s ha ocurrido durante el ltimo decenio
es que la poblacin en prisin se ha incrementado a un ritmo sin
precedente. En efecto, en los ltimos diez aos la poblacin en
prisin se ha ms que duplicado, lo que nunca antes haba ocu-
rrido en un periodo tan corto. De hecho, Mxico tiene hoy
(2006) una tasa de 245 presos por 100 mil habitantes, una de las
ms elevadas en Amrica Latina, mientras que hace diez aos
(1996) tena una de 102 por 100 mil. Ello signica que cada no-
che un cuarto de milln de habitantes duermen hacinados en
nuestras prisiones.
10
Me referir ahora a los resultados de dos encuestas que un
grupo de acadmicos hemos tenido la oportunidad de levantar
en el Distrito Federal y el Estado de Mxico.
11
Encuestas en las prisiones del Distrito Federal
y el Estado de Mxico
Con base en dos encuestas que hemos levantado para recabar la
opinin de los internos en los establecimientos penitenciarios
ms importantes del centro del pas (Distrito Federal y Estado de
Mxico), hemos podido obtener datos que ponen en cuestin no
slo el desacierto que resulta incrementar en proporciones geo-
mtricas el nmero de personas en reclusin, sino tambin para
someter a juicio el desempeo de las instituciones que determi-
nan quines han de ir a prisin.
En efecto, los datos obtenidos permiten poner en cuestin las
polticas de seguridad pblica que se han impuesto como meta
llevar a ms personas a prisin, sin importar a quin y por qu; es
decir, sin importar que sea por delitos banales o que las crceles se
saturen de aquellos que estn ah bsicamente porque no han te-
nido una defensa apropiada. Y sin importar, tampoco, que nada
10
Informacin proporcionada por el rgano Desconcentrado de Prevencin y Readapta-
cin Social de la Secretara de Seguridad Pblica federal, 2006.
11
Marcelo Bergman, Elena Azaola y Ana Laura Magaloni, Delincuencia, marginalidad y de-
sempeo institucional. Resultados de la segunda encuesta a poblacin en reclusin en el Distrito
Federal y el Estado de Mxico, Mxico, , 2006.
138 n
de ello haga descender los ndices de criminalidad, en general, y de
violencia, en particular, que tanto preocupan a los ciudadanos.
12
Las encuestas que hemos tenido oportunidad de levantar en
centros penitenciarios en 2002 y 2006 se han propuesto interro-
gar a los internos para obtener informacin sobre cuatro rubros:
1) las caractersticas sociodemogrcas de los internos y del entor-
no familiar en que crecieron; 2) los delitos por los que se encuen-
tran recluidos y los que haban cometido con anterioridad; 3) la
evaluacin que hacen de las instituciones que intervinieron en su
detencin y juicio y, 4) las condiciones de vida en la prisin.
Levantar este tipo de encuestas de manera peridica permite
no slo obtener una radiografa de un conjunto de indicadores
en un momento determinado, sino tambin conocer cmo evo-
lucionan y se modican estos indicadores a lo largo del tiempo.
Otra razn para levantar estas encuestas tiene que ver con el he-
cho de que la informacin de la que se dispone para conocer los
distintos temas relacionados con la justicia proviene generalmen-
te de fuentes ociales: procuraduras, juzgados, policas y centros
penitenciarios. Esta informacin es valiosa pero incompleta ya
que proporciona solamente la versin ocial de los hechos con
los sesgos propios de la institucin que la provee.
Una encuesta levantada en prisin permite, en cambio, obte-
ner informacin desde el punto de vista del autor del delito.
Recolectar esta clase de informacin se constituye en una fuente
alternativa que permite contrastar y validar registros ociales
pero, fundamentalmente, permite detenerse y enfocar un tipo de
informacin que rara vez las instituciones de administracin de
justicia tienen inters en recabar.
La extensin de este trabajo no nos permitir abordar el con-
junto de temas sobre los que interrogamos a los internos. Nos
ocuparemos principalmente del deterioro que muestran las
condiciones de vida en prisin, y nos referiremos a las conclusio-
nes que nos fue posible extraer acerca del desempeo de las ins-
tituciones de justicia en Mxico.
12
Secretara de Seguridad Pblica, Programa Nacional de Seguridad Pblica 2001-2006,
en Diario Ocial de la Federacin, 14 de enero de 2003; Guillermo Zepeda, Los retos de la
ecacia y la eciencia en la seguridad ciudadana y la justicia penal en Mxico, Mxico,
, Fundacin Friedrich Naumann, 2006.
n 139
Entre los factores que han incidido en el incremento de ms de
ciento por ciento de la poblacin penitenciaria durante la ltima
dcada, cabe referir los siguientes: a) incremento en los ndices
delictivos, b) reformas a los cdigos que han endurecido las penas
y c) medidas administrativas que prolongan la estancia en pri-
sin.
La primera encuesta a establecimientos penitenciarios del
Distrito Federal y el Estado de Mxico se levant en 2002 y la se-
gunda en 2006. Estas dos entidades concentran 50 mil internos,
es decir, casi la cuarta parte del total de la poblacin en prisin
del pas. En ambas entidades se dise una muestra aleatoria y
representativa de la poblacin de sentenciados, lo que representa
poco ms de la mitad (56%) de quienes se hallan en prisin.
13
Se trata, al mismo tiempo, de las dos entidades que cuentan
con el mayor nivel de sobrecupo ya que renen a 40% de la po-
blacin excedente en prisin en escala nacional. Asimismo, son
las entidades que han tenido los mayores incrementos en pobla-
cin penitenciaria, ya que sta se duplica cada seis aos, lo que
da una idea de la magnitud de los problemas que enfrentan las
instituciones penitenciarias de estas dos entidades.
Por lo que se reere a las condiciones de vida, algunos de los datos
de la segunda encuesta que quisiera destacar, son los siguientes:
26% de los internos seal que no dispone de suciente agua
para beber.
63% considera que los alimentos que le proporcionan son
insucientes.
27% seal que no recibe atencin mdica cuando la re-
quiere.
Slo 23% de los internos dijo que la institucin le proporcio-
na los medicamentos que requiere.
La tercera parte de los internos opina que el trato que reciben
sus familiares cuando los visitan es malo o muy malo.
13
La muestra estuvo conformada, en la primera encuesta, por un total de 1 615 internos
e internas y, en la segunda, por 1 264. Los resultados completos de dichas encuestas
pueden consultarse en Marcelo Bergman, Elena Azaola, Ana Laura Magaloni y Layda
Negrete, Delincuencia, marginalidad y desempeo institucional, Mxico, , 2003; y
Marcelo Bergman, Elena Azaola y Ana Laura Magaloni, op. cit.
140 n
El apoyo que reciben los internos por parte de sus familiares
para proveerles de alimentos, material de trabajo, medicamen-
tos, ropa, etc., ha disminuido respecto de los datos que obtu-
vimos en la primera encuesta.
72% de los internos dijo que se siente menos seguro en la
prisin que en el lugar donde viva antes de ingresar.
57% dijo que no conoce el reglamento del centro penitencia-
rio donde se encuentra recluido.
El problema del hacinamiento es particularmente grave en los
dormitorios de las prisiones del Distrito Federal y los de la zona
metropolitana, donde existen establecimientos que cuentan con
ms de 9 mil internos.
14
Comparando los resultados de las dos encuestas, queda claro
que las instituciones penitenciarias estudiadas cada vez proveen
menos a los internos de bienes bsicos como ropa, cobijas y zapa-
tos. De hecho, en la segunda encuesta se obtuvieron, en todos
los renglones, porcentajes ms elevados para los artculos que la
familia provee a los internos; es decir, para los que la institucin
ha dejado de proveer.
Con respecto al trato que reciben sus familiares cuando los
visitan, 30% opina que es malo o muy malo, porcentaje simi-
lar al que se obtuvo en la primera encuesta. Uno de los motivos
14
Vale la pena sealar que el Conjunto de Principios de las Naciones Unidas para la
Proteccin de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detencin o Prisin,
as como el Comentario General 20 del Comit de Derechos Humanos sobre el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Polticos, han establecido que la obligacin de
tratar a los detenidos respetando su inherente dignidad es una regla bsica de aplicacin
universal. Los Estados no pueden alegar la falta de recursos materiales o dicultades
nancieras para justicar el trato inhumano. Los Estados estn obligados a proporcio-
nar a todos los detenidos y presos, servicios que satisfagan sus necesidades bsicas. El
hecho de no ofrecer comida o atencin mdica sucientes viola estos principios. De
igual modo, estos principios establecen que los detenidos o presos tienen derecho a
solicitar mejoras en el trato que reciben, o a quejarse del mismo. Las autoridades deben
responder con celeridad, y si la solicitud o reclamo son denegados, pueden ser presen-
tado ante una autoridad judicial o de otro tipo. Organizacin de las Naciones Unidas,
Conjunto de principios de las Naciones Unidas para la Proteccin de Todas las Perso-
nas Sometidas a Cualquier Forma de Detencin o Prisin, en <www.ohchr.org/spa-
nish/law/tratamiento_reclusos.htm>.
n 141
ms frecuentes de queja son los pagos que tienen que efectuar
sus familiares cuando los visitan, ya que les cobran, desde la en-
trada al penal, hasta por mandar llamar al interno o poderle en-
tregar ropa, alimentos o medicinas.
En cuanto a los niveles de seguridad, 72% de los internos dijo
sentirse menos seguro en la prisin que en el lugar donde viva
antes, porcentaje similar al que se obtuvo en la primera encuesta.
Asimismo, 57% dijo que, cuando menos en una ocasin, le ha-
ban robado sus pertenencias en la prisin y 12% dijo haber sido
golpeado, cuando menos en una ocasin, durante los ltimos
seis meses.
En la encuesta no obtuvimos cifras conables respecto del
porcentaje de internos que participan en actividades laborales o
educativas. Mientras que tres cuartas partes de los internos dicen
participar en estas actividades, las autoridades penitenciarias re-
conocen que slo cerca de una tercera parte tiene, en realidad, la
oportunidad de participar en actividades laborales o educativas.
De hecho, la mayora no participa porque la institucin no tiene
la capacidad para ofrecer a todos lo que, paradjicamente, les
exige para poder reducir sus tiempos de condena.
Conclusiones que se desprenden de las encuestas
En relacin con las condiciones de vida, los datos que arrojan las
dos encuestas levantadas en los centros penitenciarios ms den-
samente poblados de la repblica mexicana, nos permiten for-
mular las siguientes reexiones:
En trminos generales, casi todos los establecimientos peni-
tenciarios incluidos en el estudio muestran un deterioro y caren-
cias importantes en lo que se reere al acondicionamiento de sus
espacios, al estado de las instalaciones y del mobiliario, as como
en la disponibilidad y el acceso universal por parte de los internos
a bienes y servicios bsicos. Estas deciencias tienen un induda-
ble impacto negativo sobre la calidad de vida de los internos y,
consecuentemente, sobre el tipo de relaciones e intercambios
que se generan entre ellos y con el personal.
Una de las primeras conclusiones que esta situacin general
permite extraer, es que las prisiones no se consideran un rubro
sustantivo o relevante tanto dentro de la agenda poltica de
nuestro pas como de las polticas de asignacin de recursos. Las
prisiones no son vistas, en otros trminos, como un rengln en
el que merece la pena invertir sino, ms bien, como un gasto que
siempre sera deseable poder reducir, acortar.
Entre los temas que se debaten al interior del campo peniten-
ciario no parece haber una discusin que pondere seriamente los
costos y los benecios de esta poltica o que se centre en el anlisis
riguroso de los riesgos que entraa. Entre otros, los resultados de
las encuestas permiten sealar que no puede armarse que seguir
considerando la prisin como una institucin poco relevante o
marginal sea un hecho banal o que carezca de consecuencias.
Por otro lado, es preciso hacer notar que los familiares asumen
con frecuencia y de diferentes maneras una parte importante de
los costos de reclusin del interno dado que lo abastecen de bie-
nes y servicios bsicos que la institucin no les proporciona o lo
hace de manera insuciente. Esto signica que la institucin
impone o admite de facto que se impongan penas que incluyen a
la familia, que trascienden al interno. Adems de que esto es ju-
rdicamente inadmisible, coloca en una situacin de desventaja
a los internos que carecen de familia o cuyas familias no estn
dispuestas o no tienen la posibilidad de asumir dichos costos.
No obstante, tampoco encontramos que este tema est com-
prendido en el debate, cada vez ms necesario, en torno de los
lmites y los alcances de la funcin penitenciaria.
Varios de los datos que las encuestas mostraron en relacin
con el orden, la legalidad y la seguridad al interior de los estable-
cimientos penitenciarios, contribuyen a fortalecer la hiptesis de
que la institucin carcelaria tiende a conformar un universo
propio de relaciones que se caracteriza por el predominio de un
rgimen paralegal. Esto es que, como diversos estudios lo han
documentado, las crceles son espacios que propician la existen-
cia de una normatividad y una organizacin informal paralelas al
orden institucional formal.
15
15
Jos Luis Prez, op. cit.
142 n
El hecho de que los internos convivan durante cierto tiempo
en un rgimen con estas caractersticas, constituye un argumento
ms en favor de emprender una revisin a fondo y frontal acerca
del papel que, en la prctica, desempea hoy la institucin peni-
tenciaria.
Otro factor que aconseja la revisin del modelo que rige a las
prisiones, es el hecho de que stas no se encuentren en condicio-
nes de cumplir con los preceptos legales que tienen como funda-
mento; es decir, la doctrina de la readaptacin social mediante el
trabajo, la educacin y la capacitacin para el trabajo.
En este punto parece haberse centrado el debate que durante
muchos aos ha tenido lugar al interior del campo penitenciario,
sin que por ello pueda decirse que se hubiera logrado arribar a
una solucin satisfactoria. Esto ha conducido a considerar como
una de las salidas posibles la privatizacin de estas instituciones
lo que, por la experiencia que otros pases han tenido, sabemos
que tampoco constituye una respuesta a los problemas.
Por cuanto toca a la ecacia del conjunto de las instituciones
que intervienen en la procuracin de justicia, as como de las
polticas que sera aconsejable impulsar para poder mejorar su
desempeo, las encuestas sugieren otro conjunto de reexiones.
Por una parte, los datos sugieren que no slo importa conocer
quines son los sujetos que estn en prisin sino tambin cmo
puede explicarse que llegaran ellos y no otros, y qu puede esto
decirnos acerca de la calidad de los procedimientos judiciales y
de su apego a las normas.
Por otra, lo que hemos observado en las prisiones es que
buena parte de los bienes y servicios que requieren los internos
le son provistos por sus familiares, lo cual signica que la institu-
cin delega en ellos una parte de sus responsabilidades. Esto
pone de maniesto la ausencia de estndares explcitos respecto
de los bienes que las instituciones penitenciarias estn obligadas
a proveer, de acuerdo con las normas nacionales y con los trata-
dos internacionales que el pas ha suscrito sobre la materia. En
este caso, no parece que a la institucin le preocupe incurrir en
falta cuando, desde otra perspectiva, generar dichos estndares y
cumplir con las normas sera la forma ms efectiva para lograr
que los internos hicieran lo propio.
n 143
144 n
La ausencia de estndares o parmetros de calidad se percibe
tambin en otras fases de la procuracin de justicia. Tanto la ac-
tuacin de la polica, como la de los ministerios pblicos y los
jueces deja mucho qu desear en trminos de los estndares que
la ley establece y del respeto a garantas bsicas. Se puede decir
que cuando estos parmetros no existen, cualquier cosa puede
ocurrir, puesto que no hay normas claras a las que todos deban
sujetarse. A largo plazo, lo que situaciones como stas generan,
es una sociedad sin reglas claras en que todos saben que stas se
aplican slo parcialmente y con numerosas excepciones.
Es claro que una buena parte de los delitos no llega al conoci-
miento de las autoridades, por la desconanza que los ciudadanos
tienen por las represalias que pudieran sufrir por parte de los de-
lincuentes, y por el deciente desempeo de los rganos de procu-
racin de justicia. El reto consiste, entonces, en mejorar la calidad
de estos servicios y en incrementar la conanza de los ciudadanos.
La conanza no puede ser sino una consecuencia de la ecacia y de
la eliminacin de los abusos. Hoy en da, en cambio, quien denun-
cia, no slo teme enfrentarse a una autoridad que no cumplir ca-
balmente con su funcin, sino que tambin teme que el
delincuente pueda sobornar a la autoridad y perjudicarle an
ms.
Valdra tambin la pena preguntarse cmo nos imaginara-
mos instituciones de justicia que generaran ms conanza en los
ciudadanos?, qu tipo de resultados produciran estas institucio-
nes?, cules seran sus metas, sus prioridades?, de qu manera
tendran que operar para que pudieran contribuir a la recons-
truccin del tejido social en lugar de propiciar su debilitamiento?,
cules seran los estndares mnimos de calidad que podran
pedrseles?
Desde otra perspectiva cabra tambin formular la pregunta:
cul es el costo o los costos que paga el pas por las deciencias
de su sistema de procuracin de justicia? El principal es, sin duda,
el impacto que tiene sobre el Estado de derecho. En esta medida,
los objetivos primordiales del conjunto de las instituciones que
intervienen en la procuracin y administracin de justicia no
pueden reducirse al combate a la delincuencia, sino que tienen
que incorporar la necesidad de generar conanza en los ciudada-
n 145
nos, de reducir la arbitrariedad, de fortalecer la legalidad. Contri-
buir, en cambio, a reproducir la cultura de la ile-galidad, como en
buena medida ocurre ahora, implica una prdida para todos. Ello
no obstante que reconocemos la dicultad real que existe para
hacer visibles y convincentes las ganancias que se obtendran de,
por ejemplo, invertir para mejorar nuestras prisiones.
Invertir en mejorar el desempeo de las instituciones de pro-
curacin y administracin de justicia, en la ejecucin del debido
proceso, elevara los niveles de conanza de los ciudadanos al
tiempo que permitira arraigar la percepcin de que hay reglas
que nadie viola, que todos respetan. sta sera la mejor manera,
la ms slida y sustentable de reducir los ndices delictivos. Los
niveles de denuncia se incrementaran y la conanza tambin se
elevara como resultado de haber mejorado la habilidad para in-
vestigar y la disposicin para castigar a cualquiera que hubiera
violado las normas, con independencia de su posicin social.
Sin embargo, no se trata de invertir ms recursos, sino de
modicar prcticas, crear incentivos para las buenas prcticas y
disear procesos inteligentes. Sin un esquema claro de estndares
y parmetros de calidad o sin el establecimiento de prioridades y
estrategias podrn invertirse ms recursos, como se ha venido
haciendo, con los pobres resultados que hasta ahora se han obte-
nido. No se trata por tanto de un problema de falta de recursos,
sino de falta de diseo de polticas ms adecuadas.
Mientras este tipo de cuestionamientos no puedan formularse
y dar lugar al diseo de las polticas que orienten el quehacer de
las instituciones de procuracin y administracin de justicia, es
muy probable que stas continen contribuyendo a reproducir
una cultura de escaso apego a la legalidad.
Por otra parte, durante aos se ha discutido sobre la pertinen-
cia de sostener o no el paradigma de la readaptacin social, a
pesar de que numerosos estudios lo han puesto en cuestin.
Algunos de ellos han mostrado con toda nitidez que lejos de la
readaptacin, lo que prevalece en las prisiones es una subcultura
carcelaria donde predomina el rgimen informal, paralegal, que,
en todo caso, no hace otra cosa que prolongar la subcultura cri-
minal y llevarla adentro de la prisin, donde adems encuentra
las condiciones ideales para reproducirse. Baste sealar que los
146 n
valores y normas que sustentan la organizacin informal en las
prisiones, como lo han mostrado diversos estudios, no dieren
de los que rigen en las subculturas delincuenciales de los barrios:
son su prolongacin. La nica diferencia es que al interior de la
prisin involucran la participacin del personal penitenciario.
Para concluir
Quisiera retomar la idea de don Antonio Beristain que cit al
inicio de este trabajo, en que seala que las crceles del maana
deben ser otras. Efectivamente, pienso que las de hoy deben des-
aparecer para dar lugar a otras formas de justicia donde reparar
los daos a las vctimas ocupe el lugar principal en lugar de privi-
legiar, como hoy ocurre, el deseo de venganza, ms que de justicia,
sobre los agresores. Nada ganamos con denigrarlos; al contrario,
todos perdemos con ello. Debemos avanzar hacia una justicia ca-
paz de reparar los daos, restaar las heridas, en lugar de un siste-
ma que, como el que hoy tenemos, no hace sino producir nuevos
daos, magnicarlos. Avanzar hacia una justicia reparadora, hu-
manizante, que propicie la construccin de lazos sociales basados
en la solidaridad y no en la venganza. Es por ese camino que,
considero, debemos transitar.
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especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito
Federal, 2005, Mxico, , 2006.
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Retos y perspectivas del sistema penitenciario mexicano
Ana Laura Magaloni Kerpel
En este trabajo se exponen los resultados de un trabajo colectivo
que se ha desarrollado desde hace varios aos en la divisin de
estudios jurdicos del Centro de Investigacin y Docencia Eco-
nmicas ( ).
La investigacin denominada Delincuencia, marginalidad y desem-
peo institucional se ha elaborado en colaboracin con Elena
Azaola, Marcelo Berman y la autora de este trabajo. En ella se
intenta recolectar datos sobre cmo funcionan las instituciones
de procuracin y administracin de justicia en Mxico.
Los resultados presentados se obtuvieron de dos encuestas
con el mismo cuestionario, levantadas en los establecimientos
penitenciarios del Distrito Federal y el Estado de Mxico. La
primera encuesta se levant de mayo a junio de 2002, y la segun-
da entre septiembre de 2005 y enero de 2006. Ambas se constru-
yeron tomando en cuenta los estndares metodolgicos
necesarios para poder generalizar a partir de nuestros hallazgos.
Los temas que cubri la encuesta son cuatro:
1. Las caractersticas sociodemogrcas de las personas que estn
recluidas;
2. los patrones e historias delictivas;
3. el debido proceso, y
4. las condiciones de la vida en prisin.
Al respecto, esta ponencia abarca dos de estos temas. En el traba-
jo de Elena Azaola incluido en este volumen se presentan los
resultados de la encuesta con relacin a las condiciones de la
150 n
vida en prisin, mientras en este se abordan los patrones e histo-
rias delictivas y el debido proceso que debe tener todo recluso o
reclusa.
En el Distrito Federal, 50% de la poblacin en reclusin se
encuentra en tal situacin por robo simple sin violencia, con
montos menores a dos mil pesos. Esto contrasta un poco con el
Estado de Mxico, donde sobresalen los robos con violencia. Sin
embargo, en cualquiera de los dos casos, la mitad de la gente est
por robos simples, que en algunos pases democrticos ni siquiera
se sancionaran con crcel. Esta diferencia se va acentuando con
el tiempo y tiene que ver con la poltica criminal que ha seguido el
Distrito Federal en los ltimos cinco o seis aos. Adems, se debe
resaltar que a los elementos policiacos en el Distrito Federal se les
estn pagando bonos por puesta a disposicin ante el Ministerio
Pblico y por nmero de consignaciones ante el juez.
Este sistema de incentivos est causando estas polticas per-
versas, segn las cuales, se priorizan los casos ms fciles de re-
solver, los ms simples, esos que tienen que ver con el robo del
champ de la seora que estaba en el supermercado, y se hacen
a un lado los casos de investigacin criminal o los casos que re-
queriran mucho ms trabajo de los ministerios pblicos.
El segundo aspecto destacable es que, en vista de que los ndi-
ces delictivos son muy parecidos en las dos entidades federativas,
realmente no podran diferenciarse; en cambio, s hay diferencia
en lo que cada estado prepondera en su poltica criminal. En
todos los casos hay diferencias sustantivas entre el Estado de
Mxico y el Distrito Federal.
Quines son los reclusos?
La mitad de los robos son por montos menores a mil pesos y la
cuarta parte por robos menores a quinientos pesos, 50% de los
internos que estn por delitos contra la salud estn recluidos por
montos inferiores a mil pesos y la cuarta parte por montos infe-
riores a quinientos pesos; nalmente, una tercera parte de los
reclusos son reincidentes, o dicho de otra forma, dos terceras
partes no lo son.
n 151
Estos datos evidencian que el sistema penal mexicano est
atrapando posiblemente al eslabn ms dbil de la cadena delic-
tiva y todava no se pueden concentrar las fuerzas en las cabezas
o en las personas que se estn dedicando profesionalmente al
negocio de delinquir.
Qu pasa en trminos del debido proceso?
Las conclusiones ms importantes del estudio son que en estas dos
entidades federativas todas las autoridades que conforman el siste-
ma penal violan sistemticamente los estndares del debido proce-
so y dicha violacin no tiene ninguna consecuencia dentro del
proceso. Lo primero que revelan los datos es que 93% de los dete-
nidos fueron aprehendidos en agrancia o agrancia equiparada.
El primero de esos conceptos consiste en que atrapen a una
persona que est delinquiendo en ese momento y sea puesta a
disposicin del Ministerio Pblico. Por su parte, la agrancia
equiparada procede a travs de una investigacin criminal em-
prendida por la polica y el Ministerio Pblico contra un probable
responsable. En este caso, se tiene que pedir una orden de apre-
hensin al juez y cuando se detiene al delincuente, ya no va a la
agencia del Ministerio Pblico sino que se le pone inmediata-
mente a disposicin del juez.
En esta ciudad y en el Estado de Mxico, 93% de las detencio-
nes en agrancia no va acompaado de un proceso de investiga-
cin criminal sino que sucede en la calle, en los patrullajes, etc.
Es muy poco probable que se detenga a delincuentes despus de
cuatro horas de cometido el crimen.
Casi 70% de las detenciones suceden en las primeras cuatro
horas. La probabilidad va bajando signicativamente hasta llegar
a 15% de los que podran representar algn tipo de investigacin
un poco ms a fondo; sin embargo, si sucede despus de cuatro
das o ms, se est cerca del trmino agrancia equiparada. La a-
grancia equiparada son tres das.
La Constitucin seala que cuando la polica realiza una de-
tencin, tiene que dejar al detenido inmediatamente frente al
Ministerio Pblico o el juez. Qu signica inmediatamente?, pues
152 n
es algo que todava no denen bien los tribunales; su signica-
do es: sin demora.
Sin embargo, nosotros pensamos que ms de tres horas de
traslado en la patrulla no es un tiempo razonable. En este senti-
do, es fcil armar que 36% de las detenciones tardan ms del
tiempo razonable; hay todava un grupo importante de detencio-
nes que dura ms de 24 horas; y entre 7 y 24 horas est concen-
trado otro grupo que sera muy preocupante.
En la encuesta se pregunt si la persona detenida sufri alguna
amenaza, maltrato o tortura por parte de la autoridad. La res-
puesta vara segn el tipo de autoridad. Si se compara el 2002
con el 2005, el grueso de las agresiones amenazas, humillacio-
nes o golpes suceden en la fase de detencin, sea ante la polica
preventiva o ante la judicial. Esta ltima se percibe como la auto-
ridad ms agresiva y violenta.
Por lo tanto, mientras no se controle lo que sucede durante el
tiempo de detencin, es decir, la fase entre que el polica detiene
a una persona y la pone a disposicin de una autoridad, seguirn
sucediendo este tipo de conductas abusivas. La Suprema Corte
de Justicia de la Nacin ha decido que, cuando no se cumpla con
el derecho de poner a disposicin sin demora a la persona dete-
nida, el acusado puede proceder penalmente contra el polica, y
el juez podr evaluar o hacer las consideraciones pertinentes al
momento de evaluar las pruebas. Este es el ejemplo paradigmti-
co de que mientras esto no tenga consecuencias en el proceso, o
sea, mientras que a la polica o al Ministerio Pblico no le lleguen
casos por este tipo de arbitrariedades, seguirn sucediendo. No
hay sancin frente a este tipo de conductas.
Qu pasa durante la fase de la acusacin?
Al respecto, en la investigacin se est tratando de determinar
cunta informacin tiene el detenido para poderse defender, para
poder lidiar con las autoridades. La conclusin ms importante
es que la falta de informacin y la incomunicacin del detenido
siguen siendo conductas frecuentes. Por ejemplo, a 72% de la
muestra no se le explica la diferencia entre la fase de detencin y
n 153
la de juicio, no se le informa su derecho a no declarar y no se le
informa sobre su derecho a hacer una llamada telefnica. Los
detenidos pasan 48 horas o a veces ms tiempo con una autori-
dad y muchas veces integran el expediente a su criterio porque el
detenido no cuenta con un abogado, no pueden comunicarse
con sus familiares, entre otras circunstancias adversas.
En 70% de los casos no estuvo presente el abogado o una per-
sona de conanza cuando los inculpados rindieron su declaracin
y se declar culpable ante el Ministerio Pblico. Una tercera parte
de la poblacin en reclusin se declar culpable desde esa fase.
En cuanto al papel del juez, se trata de la gura ms desdi-
bujada y ausente, parece un simple funcionario que ratica algo
que ya hizo el Ministerio Pblico pero que no funciona realmen-
te como un rbitro entre las dos partes. De los sentenciados,
80% nunca pudo hablar personalmente con el juez; en 66% de
los casos, no estuvo presente el juez al rendir declaracin; y en
61%, no se le inform del derecho a no declarar. Como se puede
observar, siguen sucediendo claras violaciones a los derechos del
debido proceso sin ninguna consecuencia.
Cuando se pregunt a los acusados quin controlaba las au-
diencias, stos tenan la impresin de que ese es el papel bsico del
rbitro: un juez que est deniendo cmo participan las partes.
Segn los acusados, es mucho ms relevante la funcin de la secre-
taria mecangrafa que la del propio juez. No es sorprendente que
20% crea que la parte acusadora es la que est conociendo el pro-
ceso y nalmente, como cualquiera que haya tenido que ver con la
prctica de los tribunales, es en los secretarios de acuerdos donde
estn delegadas las ms importantes facultades jurisdiccionales.
Por ltimo hay que recalcar un tema, que es de los ms olvida-
dos en el debate sobre la reforma penal: la calidad de la defensa.
De los acusados, 73% tuvo un defensor de ocio. Este personaje,
por lo general, representa a personas que no tienen recursos para
contratar a un abogado privado.
En tales casos, slo 4% de la poblacin cree que su abogado
se esforz mucho en defenderlo, en contraste con los defensores
privados, que es de 32%. La diferencia entre ambos tipos de defensa
parece originarse en los problemas tpicos de nuestra sociedad,
entre ellos, una profunda inequidad frente a la ley.
154 n
Estas son algunas de las conclusiones ms importantes en
cuanto al debido proceso. Uno de los mayores retos del sistema
penal es elevar la calidad de las instituciones encargadas de perse-
guir y castigar al delincuente, as como recuperar la conanza de
la ciudadana a lo largo de todo el proceso penal, desde la deten-
cin hasta la sentencia. El acusado tiene que padecer un sistema
que no le garantiza en lo ms mnimo un juicio justo. Est amplia-
mente documentado que, en trminos de conanza ciudadana, el
proceso a travs del cual se priva de la libertad a un individuo es
tan o ms importante que el resultado mismo del juicio.
Por ejemplo, en una investigacin realizada en Estados Unidos
sobre los factores que inuyen en la conanza de las autoridades
judiciales, se detectaron los siguientes requerimientos centrales:
1. Que los traten dignamente;
2. que las autoridades estn dispuestas a escuchar la versin del
detenido, y
3. que puedan entender la secuencia lgica del proceso, y que
puedan tener algn control sobre l.
La muestra del revela que ninguna de esas tres condiciones
se da en el sistema penal mexicano. Por ello, no debe sorprender
la desconanza generalizada hacia todas estas instituciones, y no
debera sorprender a las propias instituciones. Para terminar, sera
bueno recordar una idea de Javier Solana respecto de la ecacia de
los derechos humanos en Mxico. Como habrn odo, este perso-
naje era un alto representante de la Unin Europea que vino a
evaluar la situacin de los derechos humanos y dijo: Mxico tiene
una situacin razonable de respeto a los derechos humanos, si
bien es cierto que an tiene que resolver problemas con el sistema
de justicia. Tambin sera bueno recordar una reexin de Robert
O. Varenik, director de Open Society Justice Initiative:
En la dcada de los ochenta y a principios de los noventa las grandes batallas
a favor de los derechos humanos estuvieron contra las dictaduras militares
y las intervenciones del ejrcito, sobre todo, en pases como Guatemala y El
Salvador, donde existieron masacres masivas de la poblacin civil. Todo fue
consecuencia de los enfrentamientos entre la guerrilla y los gobiernos dicta-
n 155
toriales. En cambio, ahora que estos pases han transitado a la democracia,
la agenda de derechos humanos es otra, y el grueso del problema dej de
estar en los dictadores o en los ejrcitos para ubicarse en los sistemas pena-
les. A diferencia de lo que ocurri en la dcada de los ochenta, cuando
Mxico tal vez no fue uno de los principales pases objeto del escrutinio
internacional, en esta dcada, nuestro pas est entre aquellos donde ocu-
rren los casos ms paradigmticos de abusos sistemticos en la operacin
del sistema de justicia.
Las instituciones del pas no han podido transformarse para recu-
perar su legitimidad democrtica. Tampoco el debate pblico ha
podido hacer algo en favor de los derechos humanos en este mbi-
to. Los datos presentados revelan cun importante es transformar
el sistema y qu tan urgente es, si se toma en serio la defensa de los
derechos humanos. Es necesario dejar de pensar que el juicio penal
es slo un nudo ms de los temas de la agenda nacional.
El sistema penitenciario y los derechos humanos en la ciudad
de Mxico. Una visin desde la
Emilio lvarez Icaza Longoria
La consolidacin de un Estado democrtico de derecho requiere
y exige que cada uno de sus ciudadanos ejerza de manera plena e
incondicional sus derechos fundamentales, los que debern estar
garantizados incluyendo a quienes son procesados por la presun-
ta comisin de un delito o los que estn compurgando una pena
privativa de la libertad.
En este sentido, el Estado tiene una obligacin positiva en
favor de quienes son especialmente vulnerables por su condicin
de estar privados de la libertad; as, los derechos humanos de las
y los reclusos son aquellos que se desprenden de los derechos
universales.
La dignidad humana de quienes se encuentran recluidos im-
plica que gocen de los mismos derechos que cualquier otra per-
sona, salvo los explcitamente afectados por la ley, por lo que el
sistema penitenciario no deber agravar los sufrimientos inhe-
rentes a la privacin de la libertad.
1
Por ello, en el diseo y aplicacin de las polticas pblicas de-
ber imperar la inclusin e igualdad de todas las personas, lo que
nos lleva a armar que si un sistema penitenciario carece de una
base fundamental en torno al respeto y ejercicio de los derechos
humanos no podr considerarse efectivo, lo que pondr en en-
tredicho el principio de readaptacin social.
Por tanto, proteger los derechos humanos dentro del sistema
penitenciario implica buscar los medios para evitar la limitacin de
1
Cartilla Derechos humanos y el sistema penitenciario, en <http://www.cdhdf.org.mx/pu-
blicaciones/cartillas/2004/05publipeni04.htm>.
158 n
los derechos que no hayan sido legalmente restringidos o la invasin
innecesaria del Estado en la esfera privada de los individuos.
2
En este sentido, en nuestro mbito los derechos de las perso-
nas en reclusin tienen su principal fundamento en el artculo
18 de la Constitucin mexicana; as como en los diversos instru-
mentos internacionales que en la materia han sido rmados y
raticados por nuestro pas, los que forman parte de nuestro
derecho interno.
Dentro de los principales documentos internacionales suscri-
tos por Mxico y vinculados con el mbito penitenciario estn la
Declaracin Universal de los Derechos Humanos,
3
el Pacto In-
ternacional de Derechos Civiles y Polticos,
4
las Reglas Mnimas
para el Tratamiento de los Reclusos,
5
las Reglas de las Naciones
Unidas sobre las Medidas No Privativas de la Libertad (Reglas de
Tokio),
6
Conjunto de Principios para la Proteccin de Todas las
Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detencin o Prisin
7

y los Principios Bsicos para el Tratamiento de los Reclusos.
8
Actualmente existe una tendencia en Amrica y Europa, debido
a temas como democracia, seguridad, delincuencia, crimen orga-
nizado y terrorismo, a que los sistemas jurdicos y penales refuercen
medidas cada vez menos tolerantes, no slo hacia la poblacin que
2
Miguel ngel Contreras Nieto, 10 temas de derechos humanos, Comisin de Derechos
Humanos del Estado de Mxico, p. 19, en <http://www.bibliojuridica.org/libros/4/
1531/4.pdf>.
3
Fecha de adopcin, el 1 de diciembre de 1948. Jess Rodrguez y Rodrguez (comp.),
Instrumentos internacionales sobre derechos humanos , t. II, Mxico, , 1994,
p. 19.
4
Raticado por Mxico el 23 de marzo de 1981; publicado en el Diario Ocial de la Fede-
racin, 20 de mayo de 1981. Ibid., p. 42.
5
Fecha de adopcin, el 3 de agosto de 1955. Instrumento declarativo que, si bien no
impone obligaciones jurdicas, es un imperativo moral para los Estados miembro de la
. Ibid., p. 129.
6
Fecha de adopcin, el 14 de diciembre de 1990. Instrumento declarativo que, si bien
no impone obligaciones jurdicas, es un imperativo moral para los Estados miembro de
la . Ibid., p. 270.
7
Fecha de adopcin, el 9 de diciembre de 1988. Instrumento declarativo que, si bien no
impone obligaciones jurdicas, es un imperativo moral para los Estados miembro de la
. Ibid., p. 215.
8
Fecha de adopcin, el 14 de diciembre de 1990. Instrumento declarativo que, si bien
no impone obligaciones jurdicas, es un imperativo moral para los Estados miembro de
la . Ibid., p. 248.
n 159
delinque, sino tambin contra quien podra delinquir, de acuerdo
con la consideracin del Estado. As, hoy la prisin adquiere pre-
eminencia como un mtodo para castigar el delito.
9
Esto ha derivado en diversas consecuencias para el sistema pe-
nitenciario en general y en particular para los derechos humanos
de quienes se encuentran privados de la libertad. No ha sido ajeno
a esta problemtica nuestro pas, donde la situacin es bastante
desalentadora porque subsisten en gran medida el hacinamiento,
la corrupcin, los castigos ilegales, la falta de fuentes de trabajo, las
condiciones de vida subhumanas (en materia de comida, aloja-
mientos y servicios mnimos como agua o atencin mdica), la
violencia y la falta de trabajo, estudio y capacitacin.
10
En la actualidad, la capital del pas, una de las ciudades ms
grandes del mundo, alberga a 8 millones 605 mil 239 habitantes,
lo que equivale a 8.5% del total nacional.
11
Esto ha generado una
composicin demogrca heterognea, plural, con diversas ca-
rencias, necesidades, conictos y problemticas.
Dentro de este contexto, la ciudad de Mxico ha venido pade-
ciendo sus propias dicultades al existir un grave rezago en el
ejercicio ecaz de los derechos humanos de las y los internos,
muchos de los cuales se derivan de problemas estructurales que
deben ser atendidos con prontitud, a n de que el sistema peni-
tenciario pueda cumplir con su objetivo, que es la readaptacin
de los y las reclusas a la vida en libertad mediante su reinser-
cin al entorno comunitario.
12
De acuerdo con un informe de la de 2005, la
normatividad penitenciaria vigente para el Distrito Federal establece que los
centros de reclusin son aquellos establecimientos de carcter pblico desti-
nados a resguardar a las personas procesadas o sentenciadas que deban ser
9
Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005,
Mxico, , 2006, p. 40.
10
Diagnstico sobre la situacin de los derechos humanos en Mxico, Mxico, Ocina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Mxico, 2004,
p. 19.
11
II Conteo de Poblacin y Vivienda 2005, sntesis de resultados, Mxico, , 2006, en
<www.inegi.gob.mx>.
12
Graves rezagos en los establecimientos penitenciarios, en DFensor, en <http://cdhdf.
org.mx/index.php?id=dfemar04edi>.
160 n
privadas de la libertad, por mandato de la autoridad judicial de acuerdo con
las diversas modalidades de privacin o restriccin de la libertad, prisin
preventiva o arresto administrativo.
13
Actualmente, en el Distrito Federal existen 11 centros de reclusin:
una penitenciara, tres reclusorios preventivos, dos centros de ejecu-
cin de sanciones penales, tres centros de readaptacin social (dos
de ellos para mujeres), un centro de rehabilitacin psicosocial y un
centro para sanciones administrativas (El Torito, no empleado para
la prisin preventiva ni para las sentencias de carcter penal).
14
La Secretara de Gobierno del Distrito Federal, a travs de la
Direccin General de Prevencin y Readaptacin Social, reporta
un total de 33 543 personas recluidas.
15
Este dato nos revela una
situacin acuciante que no debemos soslayar.
Al menos, 8 millones de personas en el mundo estn privadas
de la libertad legalmente; Mxico ocupa el dcimo lugar de la
poblacin mundial, y el sexto lugar de poblacin recluida con
212 mil personas.
16
En relacin con el total de la poblacin,
Mxico se encuentra entre los 32 pases con mayor tasa de perso-
nas recluidas por cada 100 mil habitantes.
17
Segn datos de la , la ciudad de Mxico, con una tasa
de reclusin de 384 por cada 100 mil habitantes, se ubica en el
lugar 11 mundial.
13
Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005, op. cit.,
p. 49.
14
Penitenciara del Distrito Federal, Reclusorio Preventivo Varonil Norte, Reclusorio
Preventivo Varonil Oriente, Reclusorio Preventivo Varonil Sur, Centro de Ejecucin
de Sanciones Penales Varonil Norte, Centro de Ejecucin de Sanciones Penales Varonil
Oriente, Centro de Readaptacin Social Varonil (Ceresova), Centro Femenil de Re-
adaptacin Social Santa Martha Acatitla, Centro Femenil de Readaptacin Social Te-
pepan, Centro Varonil de Rehabilitacin Psicosocial (Cevarepsi), Centro de Sanciones
Administrativas El Torito, en <http://www.reclusorios.df.gob.mx/reclusorios/index.
html>.
15
Secretara de Gobierno, Direccin General de Prevencin y Readaptacin Social, en
<http://www.reclusorios.df.gob.mx/estadisticas/index.html>.
16
Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005, op.
cit.
17
Ibid., p. 341.
n 161
Por s sola, su poblacin de alrededor de 33 543 personas re-
cluidas, ubica al Distrito Federal en el lugar 41 mundial. Son
slo cuatro los pases latinoamericanos que concentran mayor
poblacin recluida que la ciudad de Mxico: Brasil, Colombia,
Argentina y Cuba.
En el presente ao, el Distrito Federal ya cuenta con los dos
centros de reclusin ms poblados de Amrica Latina, cada uno
con ms de 10 mil internos, lo que, a su vez, los ubica como dos
de las crceles ms pobladas del mundo. Se trata del Reclusorio
Preventivo Varonil Oriente (con una capacidad para 4 870 perso-
nas) y el Reclusorio Preventivo Varonil Norte (con una capacidad
para 5 036 personas). Cada uno de stos tiene mayor nmero de
internos que el penal de Lurigancho, en Per, con 9 100 inter-
nos, para una capacidad de 2 000, y mucho mayor al ya clausura-
do penal de Carandiru, en Brasil, que al momento de ocurrir la
masacre en 1992 reclua 7 772 personas, ms del doble de la ca-
pacidad instalada.
En conjunto, los diez centros de reclusin de la ciudad de
Mxico cuentan con una capacidad instalada de 20 068 lugares. El
ndice de ocupacin alcanza un porcentaje equivalente a 167 por
ciento.
Lo anterior, tambin nos muestra un gran hacinamiento en
las centros de reclusin capitalinos, donde el ndice de ocupa-
cin pas de 142% en 2001, a 167% en 2007, y la capacidad
instalada aument en 6 488 plazas durante el mismo periodo;
en cambio, la poblacin se increment el equivalente a 11 000
personas.
Esto se ha visto reejado en las condiciones y la calidad de vida
de las personas privadas de su libertad; por ejemplo, en 2005, el
costo promedio diario por persona recluida era de aproximada-
mente 15 dlares, y para 2007 se redujo a alrededor de 10 dlares.
En ambos casos, 9 dlares estn destinados al pago de los sueldos
del personal que labora en el mbito penitenciario. De esa forma,
el gasto para alimentacin, mantenimiento y rehabilitacin de las
instalaciones, readaptacin y servicios generales se redujo de 6
dlares a uno diario en promedio.
Se trata de una situacin que no debemos soslayar, si partimos
del hecho de que la sobrepoblacin en los centros penitenciarios,
162 n
como lo ha sealado la Comisin Interamericana de Derechos
Humanos ( ), produce efectos perniciosos en las personas
recluidas e imposibilita una existencia digna, ya que se requiere
de condiciones elementales que hagan tolerable su cautiverio.
18
Pero las condiciones del sistema penitenciario del Distrito
Federal no slo las padecen las internas y los internos, sino que
van ms all al verse involucrada la sociedad en general, y los fa-
miliares de las reclusas y los reclusos en particular, quienes du-
rante las visitas llegan a sufrir un trato degradante e incluso
llegan a gastar de 100 a 200 pesos en cada da de visita, lo que
representa de dos a cuatro veces el salario diario mnimo vigente
en el Distrito Federal.
19
Es preocupante ver la situacin de las personas recluidas en
los centros penitenciarios de la ciudad capital, donde las cifras
nos reejan que existen violaciones sistemticas a sus derechos
humanos.
En 2001 se registraron en la Comisin de Derechos Humanos
del Distrito Federal ( ) 1 116 quejas presuntamente viola-
torias de derechos humanos en el sistema penitenciario de esta
ciudad, y para 2005 se incrementaron a 2 398, lo cual implic un
aumento de alrededor de 115 por ciento.
20
Cabe resaltar que la tambin ha registrado un incre-
mento de las menciones de autoridad en las quejas presuntamente
violatorias de derechos humanos en el mbito penitenciario.
En 2001 se registr un total de 1 135 menciones (de las cuales
1 040 fueron para la Secretara de Gobierno y 95 para la Secreta-
ra de Salud) y en 2005 hubo un total de 2 591 (2 010 para la
Secretara de Gobierno y 581 para la Secretara de Salud); esto
nos muestra que el incremento fue de aproximadamente 128 por
ciento.
21
18
Comisin Interamericana de Derechos Humanos, Informe sobre la situacin de los dere-
chos humanos en Mxico, Washington, D. C., 2 de septiembre de 1998, en <http://www.
cidh.org/countryrep/Mexico98sp/Capitulo-3.htm>.
19
Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005, op.
cit., p. 310.
20
Cifras reportadas por la Direccin General de Quejas y Orientacin de la .
21
Idem.
n 163
En relacin con el total de violaciones a derechos humanos en
las quejas presuntamente violatorias de derechos humanos refe-
rentes al sistema penitenciario, vemos que en 2001 fueron 1 198,
en tanto que para 2005 la cifra ascendi a 3 284; es decir, un
incremento de aproximadamente 174 por ciento.
22
En 2006 hubo un total de 1 859 quejas presuntamente viola-
torias de derechos humanos en el sistema penitenciario. Estas
quejas las presentaron 2 388 agraviadas y agraviados (482 perso-
nas del sexo femenino y 1 855 del masculino, y 51 grupos).
En relacin con las menciones de autoridad en las quejas
presuntamente violatorias de derechos humanos, la Secretara
de Gobierno tuvo un total de 1 592 y la Secretara de Salud 459.
Asimismo, el total de violaciones a derechos humanos en las
quejas presuntamente violatorias de derechos humanos fue de
2 658.
23
Sensible a esta problemtica y a sus consecuencias, as como
en el entendido de que toda persona sometida a cualquier forma
de detencin o prisin ser tratada humanamente y con el respe-
to debido a la dignidad inherente al ser humano,
24
la ,
desde el inicio de la presente administracin, se ha dado a la tarea
de ocuparse de la situacin de los centros de reclusin de la ciu-
dad de Mxico.
Por ello, en 2002 se dio inicio a un arduo trabajo de investiga-
cin y exigencia de rendicin de cuentas acerca de las condiciones
en que se administra la pena privativa de la libertad en los centros
de reclusin de la ciudad de Mxico.
25
En ese ao, la
elabor, junto con distintas instancias del gobierno local, el
Diagnstico interinstitucional del sistema penitenciario en el Distrito
Federal ( ). A partir de los principios de defensa y respeto a los
derechos fundamentales, el propsito de dicho documento no
22
Idem.
23
Idem.
24
Conjunto de Principios para la Proteccin de Todas las Personas Sometidas a Cualquier
Forma de Detencin o Prisin, adoptado por la Asamblea General en su Resolucin
43/143, el 9 de diciembre de 1988, Principio 1, en <http://www.ordenjuridico.gob.
mx/>.
25
Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005, op.
cit., p. 15.
164 n
fue slo sealar las condiciones del sistema penitenciario en
nuestra ciudad, sino impulsar las propuestas derivadas de los
trabajos, de acuerdo con las atribuciones y funciones de cada
una de las instituciones participantes.
Siguiendo esta lnea, en 2005 la present a la opinin
pblica y a los habitantes del Distrito Federal el Informe especial
sobre los centros de reclusin del Distrito Federal. 1 de enero de 2003 al
31 de diciembre de 2004, cuya informacin fue producto del anli-
sis y la sistematizacin de las quejas recibidas en la , del
seguimiento de las recomendaciones pendientes de cumplimien-
to, de las observaciones sobre la materializacin de las propuestas
contenidas en el y de la interlocucin con las autoridades y
los sectores involucrados.
26
Recientemente, el 14 de diciembre de 2006, la presen-
t el Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el
Distrito Federal 2005, el cual vino a ser el tercer informe que da
cuenta de la situacin de los derechos humanos de quienes estn
recluidos en las instalaciones penitenciarias de esta ciudad, as
como de las fortalezas y debilidades del sistema penitenciario.
En este documento se realiz un anlisis de los siguientes ru-
bros: espacios e instalaciones, alimentacin, servicios de salud,
seguridad y custodia, poblacin de reclusin bajo proceso penal,
readaptacin social, ejecucin de la sancin penal, grupos mayo-
ritariamente discriminados y visitantes.
De lo anterior deriv la necesidad de hacer mejoras a los ser-
vicios penitenciarios, a n de que incidan en un aumento de la
calidad de vida de quienes habitan los reclusorios, as como de
las personas que los visitan y de los que ah laboran.
Algunos resultados del ltimo informe de la son
contundentes, preocupantes y reveladores, lo que nos permite
reexionar y tomar conciencia tanto de las condiciones imperan-
tes al interior de los reclusorios, como de las implicaciones que
stas traen en materia de respeto a los derechos humanos de las
personas recluidas y sus familias. Cabe sealar que la principal
26
Informe especial sobre los centros de reclusin del Distrito Federal. 1 de enero de 2003 al 31 de
diciembre de 2004, Mxico, , 2005, p. 7.
n 165
recomendacin del informe 2005 fue la urgencia por erradicar la
sobrepoblacin penitenciaria.
Por otra parte, como resultado de las facultades que le han
sido encomendadas a la y de su actividad diaria, desde su
fundacin en 1993, ha emitido a la fecha 154 recomendaciones,
de las cuales 32 corresponden a violaciones a los derechos huma-
nos en el mbito penitenciario del Distrito Federal, y de stas,
cuatro se han emitido en el presente ao.
27
Lo anterior nos muestra que actualmente existe un dcit en
el ejercicio de los derechos humanos de quienes se encuentran
privados de su libertad en los centros de reclusin de la ciudad
de Mxico, aunque no debemos perder de vista que este proble-
ma es tan slo el ltimo eslabn de una cadena que forma parte
del sistema de justicia penal en su conjunto.
Por ello, en la actualidad es necesario poner de maniesto que
un sistema de justicia penal acorde con un Estado democrtico
de derecho, deber garantizar un efectivo acceso a la justicia, lo
que slo ser posible si existen las instituciones, las normas y las
prcticas que le den posibilidad a los derechos humanos.
Asimismo, es urgente que en el Distrito Federal contemos con
rganos de procuracin de justicia autnomos, en los que las
violaciones a los derechos humanos se investiguen y sancionen
con estricto e incondicional apego a la ley, y en los que se hagan
reparaciones justas que consideren los efectos de la violacin en
la dignidad de la vctima.
Hoy por hoy es urgente, imprescindible e impostergable una
reforma integral al sistema de justicia penal, en la que de manera
transversal impere la proteccin y la defensa irrestricta e incondi-
cional de los derechos humanos; dicha reforma deber incluir
no slo a todas las esferas de gobierno (ejecutiva, legislativa y ju-
dicial), sino tambin a la ciudadana.
En el mbito de la imparticin de justicia se requiere tomar
otras medidas que permitan atenuar la pena de prisin, por
ejemplo, por motivos culturales y econmicos, tales como la pro-
mocin y apoyo de las anzas de inters social para la poblacin
27
Informacin de la Direccin Ejecutiva de Seguimiento de la .
166 n
de bajos recursos y anteponer la reparacin del dao a las vcti-
mas frente al castigo del encarcelamiento.
Por ello, si bien es cierto en un Estado democrtico de derecho
es aplicable el ius puniendi (derecho a castigar), ste tambin debe
ser la ltima ratio; es decir, la imposicin de una pena privativa de
la libertad debe ser la excepcin y no la regla.
Por otra parte, hay que poner especial atencin a aquellos de-
litos que han sido dotados de gravedad, como el robo patrimonial
por cantidades mnimas de dinero, en donde se prioriza el castigo
antes que la reparacin del dao.
Otro elemento fundamental es dejar atrs la falacia de la incom-
patibilidad entre la seguridad pblica y los derechos humanos.
Slo ser posible resolver esta paradoja por medio de polticas
pblicas que tengan como sustento la dignidad de las personas,
y que no tengan a la privacin de la libertad como un recurso
para hacer frente a la inseguridad.
En este sentido, es importante generar en la ciudadana una
nueva actitud frente al delito, lo cual de ninguna manera deber
implicar que renuncie a sus derechos humanos frente al fenme-
no de la inseguridad pblica. Tambin se debe apoyar y no dis-
criminar a quienes se encuentran en situacin de crcel, para
contribuir a su readaptacin social.
La consolidacin de un Estado democrtico de derecho exige
que la readaptacin social se asuma como el ejercicio pleno,
irrestricto e incondicional de los derechos que le corresponden
a todas y todos los que han sufrido la privacin de su libertad.
En este sentido, la acompaa la posicin del actual
gobierno de la ciudad para llevar a cabo una reforma estructural
del sistema penitenciario.
Por lo anterior, consideramos que la creacin de nuevos cen-
tros penitenciarios difcilmente podr solucionar el problema de
la sobrepoblacin y las consecuencias que ello conlleva, si no son
resueltos previamente otros problemas vinculados tanto con la
prevencin del delito como con la procuracin e imparticin de
justicia.
En el lnforme especial sobre la situacin de los centros de reclusin
en el Distrito Federal 2005 subrayamos que la principal recomen-
dacin consiste en la necesidad de erradicar la sobrepoblacin
n 167
penitenciaria, ya que es un impedimento para la vida digna de
las reclusas y los reclusos.
De esta manera, en la proponemos la realizacin de
cuatro acciones que buscan hacer eco en el sistema penitenciario
del Distrito Federal, a n de contribuir a la solucin de las prin-
cipales problemticas que ya fueron sealadas.
1. La primera propuesta consiste en el tratamiento en externa-
cin para las personas en proceso; es decir, que puedan en-
frentar su proceso en libertad, ya que tan slo en 2005, una
tercera parte de la poblacin recluida en el Distrito Federal
an no haba sido sentenciada
28
y, siendo que los procesos se
llevan de un ao y medio a dos para la sentencia de primera
instancia y de dos aos a dos y medio para la sentencia de se-
gunda instancia, la lentitud de los procesos es una de las
principales causas de la sobrepoblacin.
2. La segunda propuesta de accin se reere al establecimiento
de penas alternativas para delitos no graves, porque considera-
mos que la solucin de fondo consiste en orientar las sancio-
nes de las faltas a la reparacin del dao y no a la reclusin
inmediata. Estamos convencidos de que a partir de la genera-
cin de sinergias y del trabajo corresponsable entre todos los
actores involucrados en el problema, tendremos la posibilidad
de transitar de un sistema de justicia que administra la ven-
ganza a uno que imparta una justicia estricta.
3. La tercera propuesta de accin se encamina hacia la aplicacin
de un programa orientado a iniciar de ocio los procedimientos
para la obtencin de los benecios de libertad anticipada, el
que se enfocara a la poblacin susceptible de dichas medidas.
4. La cuarta propuesta consiste en llevar a cabo las acciones ne-
cesarias para el traslado de la poblacin recluida por delitos
del fuero federal a penales de ese mbito.
Debemos ser objetivos y tener presente que tanto los problemas
de la delincuencia e inseguridad, as como los que aquejan al
28
Informe especial sobre la situacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005, op. cit.,
p. 45.
168 n
sistema penitenciario de la ciudad de Mxico son diversos y
complejos, ya que son consecuencia de la falta de empleo y edu-
cacin, de la pobreza, y de la escasez de recursos y oportunidades
equitativas, entre otros.
29
No obstante lo anterior, en la apostamos porque una
reforma que considere las propuestas que ya he sealado, contri-
buir al desarrollo de un sistema penitenciario ms justo y ms
eciente, en el que en realidad se ponga en el centro la defensa
de la dignidad de todas las reclusas y todos los reclusos.
29
Los rangos de edad que integran la poblacin penitenciaria del Distrito Federal son: de
18 a 20 aos (3 231); de 21 a 30 aos (14 108); de 31 a 40 aos (9 480), y de 41 en
adelante (6 724).
El personal penitenciario: su capacitacin y desarrollo
en un contexto de derechos humanos
Denia Nez
El aspecto ms importante de una prisin es la dimensin huma-
na, esencialmente referida a los dos grupos de personas que estn
en ella: las personas privadas de libertad y el personal penitencia-
rio. Sin embargo considero que el anlisis y las acciones se han
dirigido primordialmente a uno de estos dos grupos.
Un sistema penitenciario organizado, claro y transparente es
aquel que respeta a las personas en funcin de sus necesidades b-
sicas y posibilita formas de potenciar sus capacidades, previniendo
el deterioro penitenciario, y esto aplica para todas las personas que
estn en la prisin: las privadas de libertad y quienes trabajan ah.
En este sentido, la administracin penitenciaria es un servicio
pblico y como tal debe responder a la transparencia y a la tica.
Es decir, todo sistema penitenciario debe fundamentarse en
valores compartidos que constituyen un marco tico y moral
para la actividad pblica. Valores como respeto a la dignidad de
la persona, incluida la equidad entre gneros; respeto de la diver-
sidad de culturas, religiones y opiniones polticas y sociales; soli-
daridad; respeto de la ley; honradez y transparencia. Sin un
fuerte contexto tico, esa situacin en la que a un grupo de per-
sonas se le otorga una considerable autoridad sobre otro, puede
fcilmente devenir en un abuso de poder.
El personal penitenciario
Existe un Declogo del personal penitenciario escrito por An-
tonio Beristain, realmente hermoso y valioso, el cual tiene una
frase que siempre me llama la atencin: Nuestros funcionarios,
170 n
hombres y mujeres, necesariamente dotados de gran cabeza y
gran corazn. Creo que sta es la forma en que debe caracteri-
zarse al personal penitenciario.
Una de las labores ms difciles de la administracin pblica
es la relacionada con el trabajo penitenciario. Quienes hemos
tenido la valiosa experiencia de laborar en crceles sabemos lo
particular que resulta la institucin penitenciaria. Una institu-
cin en la cual las cosas se viven siempre al lmite (al menos en el
contexto latinoamericano) y hacemos intervenciones en situacio-
nes extremas, y donde el personal debe cada minuto resolver si-
tuaciones en las cuales la mayor parte de las veces est en juego
la vida de las personas: la vida en el sentido amplio de la palabra,
no slo en la proteccin de la integridad, sino porque tomamos
decisiones sobre las personas, decisiones que afectan su vida.
Para trabajar en una prisin, uno debe entender en qu con-
texto est realizando su trabajo, para poder as darle un sentido.
Entender la prisin como institucin total, como lo apuntaba
Goffman en su clsico libro Internados. Entender que la crcel es
una contradiccin y que la mejor prisin que consigamos ser
siempre una mala prisin.
Como le escuchara una vez a Pedro David, la crcel ha supera-
do los lmites de vigencia del fracaso. Es decir, la crcel ha fraca-
sado como institucin recuperadora, y tampoco ha funcionado
como medida ejemplar. El paradigma de la resocializacin entr
en crisis. Esto no signica que el personal deba resignarse a lo
irremediable de la situacin; el conformismo slo daa. Ah donde
las cosas son ms inhumanas tiene sentido un trabajo humano.
Lo que sucede es que ante la imposibilidad de cumplir la tarea
en los trminos en que la misma ha sido establecida, lo que viene
de afuera no siempre es apoyo y claridad, usualmente son crticas.
Ahora bien, cmo asumimos el personal penitenciario estas crti-
cas? Generalmente las sentimos como un ataque y lo vivimos en
nuestra persona, sentimos que no se valora nuestro aporte a la
sociedad. Algunos sectores de la sociedad consideran que los pre-
sos son personas de segunda categora y a veces los funcionarios
nos sentimos como funcionarios tambin de segunda. El trabajo
penitenciario no tiene un estatus alto. Mxime si consideramos
que en una sociedad regida por una economa de mercado, el es-
n 171
tatus de las personas se mide muchas veces por el lugar de trabajo
y el salario que se tenga. Y es que muchas veces la crcel, como
institucin, margina todo lo que se pone en contacto con ella, no
slo a la poblacin privada de libertad: tambin al personal.
Por tanto, es mucho tambin lo que debe trabajarse en el tema
de los derechos del funcionario penitenciario. Generalmente
cuando discuto con el personal el tema de los derechos de la po-
blacin privada de libertad, algunas veces me preguntan: Y
nuestros derechos? Esto al menos en el contexto latinoamericano,
porque si una crcel no rene las condiciones adecuadas para los
privados de libertad, tampoco la rene para los funcionarios.
Cuando un Estado decide no invertir en prisiones, ha decidido
implcitamente tambin no invertir en la salud de sus funciona-
rios, y hay que tomar en cuenta que como funcionarios pblicos
somos representantes del Estado. No es acaso sta una contradic-
cin?
En la actualidad, aun cuando hay una aceptacin retrica de
que los derechos laborales tambin son derechos humanos, es
mucho el camino que se debe recorrer para lograr una congruen-
cia entre los enunciados de los diferentes instrumentos interna-
cionales y su realizacin prctica. Incluso, a menudo falta tambin
voluntad poltica.
Es importante rescatar que la Organizacin Internacional del
Trabajo ha realizado una importante contribucin en la incorpo-
racin de los derechos laborales como derechos humanos, lo
cual puede verse en diversas declaraciones, resoluciones, infor-
mes, convenios y recomendaciones. Quiero rescatar aqu la Re-
comendacin 195 sobre el desarrollo de los recursos humanos:
educacin, formacin y aprendizaje permanente, adoptada en la
Conferencia 92 el 17 de junio de 2004.
En el instrumento se reconoce que la educacin y la formacin
son un derecho para todas las personas, y se reconoce tambin la
importancia de la inversin en la provisin de programas de
aprendizaje y formacin en el lugar de trabajo.
1
Pero no slo la
capacitacin es un derecho, lo son tambin:
1
Organizacin Internacional del Trabajo, Recomendacin sobre el desarrollo de los re-
cursos humanos: educacin, formacin y aprendizaje permanente, 2005, en <http://
172 n
Estabilidad
Condiciones de trabajo acordes a la dignidad humana
Igualdad de trato y no discriminacin
Derecho a una remuneracin justa
Igualdad salarial
Limitacin de la jornada laboral
Derecho al descanso
Derecho a la promocin laboral
Seguridad e higiene en el trabajo
Tratamiento de enfermedades profesionales
Derecho a la seguridad social
Derecho a la defensa
Vacaciones psicoprolcticas
Retomemos el tema de la capacitacin, podramos entonces
preguntarnos Para qu capacitar al personal penitenciario? Para
aumentar la competencia del personal en la atencin a los hom-
bres y las mujeres que han sido privados de su libertad; para que
hagan frente a los problemas y situaciones delicadas y urgentes
que fcilmente se presentan en los centros; para que sean genera-
dores de cambios cuando stos sean necesarios; para mantener
una experiencia colectiva que propicie la interaccin con miras
al logro de la misin que la sociedad encomienda.
Lo que marca la diferencia de cualquier institucin es su capital
humano, y la formacin es la clave en este proceso. La formacin
es la mejor estrategia para lograr los objetivos institucionales. Lo
cambiante de nuestra sociedad hace que ningn funcionario
pueda prescindir de la capacitacin continua como desarrollo de
sus potencialidades, facultades, aptitudes y caractersticas; en suma,
del incremento de sus posibilidades.
Una institucin con personal capacitado est en mejores
condiciones de solventar y hacer frente a los constantes retos que
se imponen en la actualidad. El personal debe ser el ms adecua-
do, capaz, formado y motivado; debe saber desempear su labor,
www.ilo.org/public/english/employment/skills/download/recom195sp.pdf#search=
Recomendacion%20sobre%20el%20desarrollo%20de%20los%20recursos%20huma
nos%3A%20educacion%2C%20formacion%20y%20aprendizaje%20permanente>.
n 173
y estar implicado y comprometido con la organizacin. Precisa-
mente por ello, la capacitacin debe ser entendida como una
inversin, no como un costo, y como tal debe planicarse y dise-
arse a la medida de la institucin. La capacitacin no es slo
transferencia de informacin o conocimiento sino desarrollo de
habilidades y aptitudes para el cambio.
Cmo debe ser esa capacitacin al personal penitenciario?
Las Reglas Mnimas de Naciones Unidas han cumplido ya sus
cincuenta aos de edad. Prcticamente es el nico instrumento
que dedica un espacio importante al tema de la seleccin y capa-
citacin del personal. Es el instrumento ms conocido y menos
aplicado.
En Europa tambin podemos encontrar la Recomendacin
R (97) 12 del Comit de Ministros sobre la responsabilidad del
personal penitenciario en cuanto a la aplicacin de sanciones y
medidas. Considero que esto es de mucha importancia, pues re-
toma el tema del reclutamiento, seleccin del personal, capacita-
cin y condiciones de trabajo, as como requerimientos ticos en
general.
A esta recomendacin podemos agregar una ms reciente, la
Rec (2006) 2, del 11 de enero de 2006, que constituye una revi-
sin de las Reglas Europeas para las prisiones, basadas en las
Reglas Mnimas. Esta ltima recomendacin subraya el concepto
de trabajo en una prisin como un servicio pblico, separado del
ejrcito y de la polica o servicios de investigacin criminal.
Quiero hacer aqu un poco de historia, para poder enmarcar lo
que sealar luego.
Como ustedes saben, las Reglas Mnimas fueron adoptadas el
30 de agosto de 1955 por el primer Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevencin del Delito y Tratamiento del Delin-
cuente, celebrado en Ginebra, y aprobadas por el Consejo Eco-
nmico y Social es sus resoluciones 663 (XXIV), del 31 de julio
de 1957, y 2076 (LXII), del 13 de mayo de 1977.
Las Reglas Mnimas tienen su origen en las Reglas Generales
para el Trato de los Reclusos, redactadas por la Comisin Inter-
174 n
nacional Penal y Penitenciaria en 1929 y revisadas por ese mismo
organismo en 1933. Estas reglas fueron raticadas en 1934 por la
Asamblea de la Sociedad de las Naciones.
El primer grupo internacional de expertos en materia de pre-
vencin del delito y tratamiento del delincuente en 1949 reco-
mend a la Comisin de Asuntos Sociales la revisin de dichas
reglas. Al mismo tiempo, la Comisin Internacional Penal trataba
de obtener la colaboracin de las Naciones Unidas para el mismo
n. Luego de varios aos de trabajo y consulta a los pases, por n
el Comit Asesor Especial de Expertos, reunido en 1953, incluy
en el programa del Congreso el tema de las Reglas Mnimas.
Tras fuertes deliberaciones durante el Congreso, se adopt
por unanimidad y sin abstenciones el texto de las Reglas Mnimas
para el Tratamiento de los Reclusos. En este valioso instrumento
podemos encontrar de la Regla 46 a la Regla 54, las recomenda-
ciones en materia de seleccin y formacin de personal.
El Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevencin
del Delito y Tratamiento del Delincuente adopt tambin, el 1


de septiembre de 1955, una resolucin como Anexo de las Reglas
Mnimas: Recomendaciones sobre Seleccin y Formacin del
Personal Penitenciario. Son un total de 24 recomendaciones de
gran importancia que explicitan el nuevo concepto de la misin
que se le asigna al personal penitenciario, la cual los ha conver-
tido de simples guardianes, en miembros de un importante ser-
vicio social que exige competencia, una formacin apropiada y
una armoniosa cooperacin entre todos sus miembros.
Estas recomendaciones abordan los siguientes temas:
a) Concepto moderno del servicio penitenciario
b) Estatuto del personal y condiciones de servicio
c) Seleccin del personal
d) Formacin del personal
Es importante destacar que la Seccin I del Congreso dedic
cuatro sesiones para discutir este tema, el cual fue examinado
por el Congreso en su novena sesin plenaria y aprobado por
unanimidad. Asimismo, las aprobaron por unanimidad todas las
n 175
representadas en el Congreso y las personas participantes a
ttulo personal.
Quisiera especialmente destacar la importancia que estas re-
comendaciones expresan en cuanto al carcter social del servicio
penitenciario, el cual exige competencia y una formacin apro-
piada. Por otra parte, el punto d) del Ttulo seala que los
funcionarios penitenciarios disfrutarn de un estatuto perma-
nente que les dar derecho a gozar de los benecios de la carrera
administrativa como, por ejemplo, ascensos, seguridad social,
compensaciones y derecho a jubilarse o a recibir una pensin.
El artculo 2

del Ttulo seala que


Los sueldos y otros benecios de la carrera no deben ligarse arbitrariamente
a los de otros funcionarios pblicos, sino que deben calcularse en funcin
del trabajo que es preciso efectuar en un sistema penitenciario moderno,
tarea compleja, ardua y que tiene la naturaleza de un servicio social impor-
tante.
Las recomendaciones ponen especial nfasis en que el personal
penitenciario deber tener carcter civil. Por otra parte, propo-
nen un modelo especial de formacin que vale la pena revisar.
Es una lstima que dentro de la amplia divulgacin que han
tenido las Reglas Mnimas, este anexo no haya sido incluido,
mxime tomando en cuenta la importancia que tuvieron en las
discusiones del Primer Congreso.
De esta manera, la instauracin de un programa de formacin
y capacitacin requiere la incorporacin sistemtica de toda la
legislacin en materia de derechos humanos, adems de un
fuerte compromiso de las personas que tienen bajo su responsa-
bilidad una institucin penitenciaria.
La capacitacin tiene que ser un proceso continuo y perma-
nente, orientado por los objetivos estratgicos de la institucin;
es un proceso dinmico, con continuidad y coherencia global.
Nuestras universidades no preparan a sus estudiantes para
ejercer su profesin en una prisin. Y dada la complejidad de la
misma, el personal deber someterse a una preparacin inicial y
continua conforme a los diferentes puestos que ocupe; es decir:
capacitacin bsica y capacitacin especializada. A todo el personal
176 n
se le debe transmitir las aptitudes bsicas necesarias para tratar con
la poblacin privada de libertad de manera decente y humana.
Es importante que los funcionarios penitenciarios sean perso-
nal civil adecuadamente seleccionado y sin inuencia poltica.
Deben recibir capacitacin tcnica con base en la idea de preven-
cin de crisis y conictos y el esquema de la seguridad dinmica.
Fundamental es tambin la capacitacin al personal directivo,
al cual no siempre se atiende adecuadamente. Nombramientos
para esos puestos que tienen un matiz claramente poltico; nom-
bramientos sin que se haya vericado la idoneidad para el puesto;
cambios constantes de autoridades de direccin ante el fracaso
de dichos nombramientos, son algunos de los problemas dema-
siado frecuentes en nuestra regin.
Si el personal no es estable, si cada vez que pasa algo se cambia
al director general o al director de seguridad o al de la prisin, no
puede aprender de los errores cometidos. Salvo algn asunto se-
rio disciplinario o de corrupcin, debe analizarse la situacin y
tomar medidas preventivas para el futuro.
El nivel y la duracin de la capacitacin que se da a los nuevos
funcionarios para el trabajo penitenciario vara enormemente de
pas en pas. Podemos encontrar funcionarios que ingresan a la-
borar sin ninguna capacitacin, pero aprenden de sus compae-
ros de mayor experiencia, lo cual puede tener sus riesgos y sus
benecios, en el sentido de que pueden aprender buenas prcti-
cas penitenciarias, al tiempo que otras ms cuestionables.
En algunos pases, lo nuevos funcionarios son enviados du-
rante algunas semanas a una escuela o academia para aprender
lo bsico de su funcin, y en otros reciben un curso de capacita-
cin de hasta dos aos antes de poder trabajar como funcionarios
penitenciarios. En general, todos los pases deberan tener su es-
cuela de capacitacin penitenciaria.
Quiero concluir con una frase del ex presidente de la Repbli-
ca de Sudfrica, Nelson Mandela:
Suele decirse que nadie conoce realmente cmo es una nacin hasta haber
estado en una de sus crceles. Una nacin no debe ser juzgada por el modo
en que trata a sus ciudadanos de ms alto rango, sino por la manera en la
que trata a los de ms bajo.
Sistema de justicia penal en Mxico: propuestas
para una justicia pronta y expedita
Mario Alberto de la Rosa Fierro
Es para m un honor estar en la capital de nuestro pas, ante una
audiencia tan selecta como son todos ustedes, expertos nacionales
e internacionales, legisladores y legisladoras, acadmicos y acad-
micas, personal de organismos pblicos de derechos humanos,
personal penitenciario, integrantes de organizaciones civiles y me-
dios de comunicacin interesados e interesadas en la administra-
cin de justicia, el sistema penitenciario y los derechos humanos.
Tengo la fortuna y la responsabilidad de haber sido designado
juez de Tribunal Oral en la ciudad de Chihuahua, y vengo en
representacin del licenciado Jos Chvez Aragn, presidente
del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Chihuahua, a
intentar exponerles algunas reexiones en torno al sistema de
justicia penal en Mxico y plantear algunas propuestas para
una justicia pronta y expedita. Agradeciendo, desde luego, la
atenta invitacin que para tal efecto formul el maestro Emilio
lvarez Icaza Longoria, presidente de la Comisin de Derechos
Humanos del Distrito Federal.
Breve anlisis de la situacin actual
Quiero hablarles acerca de algunos aspectos muy generales del
sistema tradicional de justicia, sin la pretensin de realizar un
estudio acabado sobre el tema; para luego abordar la reforma al
sistema de justicia penal en el estado de Chihuahua, pasando
por un panorama muy somero del procedimiento y su relacin
con algunos derechos fundamentales del imputado penal.
178 n
Pienso que los problemas muchas veces no radican en las
personas, sino en las herramientas de que disponen en el mbito
de la aplicacin de justicia. En este sentido, no se trata de denos-
tar, as sin ms, a los actuales operadores del sistema de justicia
en Mxico. Muchos funcionarios judiciales competentes con
probidad y dedicacin han consagrado su vida y su intelecto a la
carrera judicial bajo el sistema tradicional, por lo que en este
sentido pienso que uno de los objetivos bsicos de la reforma es
el de dotar de herramientas en mayor medida efectivas a dichos
operadores para lograr una justicia ms rpida, ecaz y transpa-
rente; respetuosa de los derechos fundamentales de la persona, y
que otorgue mayor participacin a la vctima en el procedimiento
penal.
Bajo el sistema anterior a la reforma, hay que mencionar que
gran parte del trabajo que se desarrolla en los juzgados de prime-
ra instancia lo realizan los secretarios. En este sentido, existe un
gran porcentaje de asuntos en los que el juez titular no percibe
de manera directa la prueba, sino que resuelve con base en las
actuaciones escritas que realizan aqullos. La mayora de las veces
no se encuentra presente el juez en las audiencias, precisamente
por la enorme carga de trabajo que tiene que sacar adelante,
fundamentalmente la elaboracin de proyectos para sentencia,
situaciones jurdicas y rdenes de aprehensin. De manera tal
que el juez resuelve a partir de la fra redaccin de las actas judi-
ciales, sin percibir importantes datos que le permitiran valorar
las pruebas de manera ms efectiva, como gestos, ademanes,
nerviosismo, enojo, actitud, etc., que tienen mucha relacin,
tanto con la credibilidad del testigo o perito, como con la verosi-
militud en el contenido de sus declaraciones.
En muchas ocasiones, los esfuerzos del personal del tribunal
para transcribir a cabalidad y delidad las declaraciones, son in-
fructuosos. Puede ocurrir que el testigo hable muy rpido, y
aunque se le solicite en un momento dado que repita sus aseve-
raciones, ya no se expresa en trminos en que lo hizo antes, va-
riando en este sentido su dicho inicial y diluyndose informacin
valiosa. As pues, puede armarse que el riesgo de error judicial
derivado de esta situacin, aunada a la no presencia del juez en
las audiencias, es importante.
n 179
Otra de las situaciones relevantes es que el catlogo de delitos
graves ha ido creciendo con el paso del tiempo, de suerte tal que
la prisin preventiva se ha convertido en la regla general. Un
ejemplo proyectado a la legislacin de Chihuahua: el delito de
robo en casa habitacin en trminos de lo que era el artculo
266, fraccin I, del anterior Cdigo Penal, ilcito calicado como
grave en los trminos del catlogo del artculo 145 bis del Cdigo
de Procedimientos Penales. De esta suerte, si un individuo se
apoderaba de un televisor de un domicilio particular, al ser delito
grave, no alcanzaba el benecio constitucional de la libertad
provisional bajo caucin, vindose en la situacin de enfrentar
todo su proceso en prisin preventiva. Si a esto agregamos la
enorme carga de trabajo que suelen tener los Juzgados de Prime-
ra Instancia, tenemos que al inculpado vena sentencindosele
varios meses despus, con el resultado de que, o se le declaraba
compurgada la pena de prisin, dado su bajo grado de punibili-
dad, o se le conceda el benecio de la condena condicional.
Hubo necesidad de tener presa a esta persona por tanto tiempo,
si nalmente iba a ser acreedora a estos benecios? Qu sucedi
con su familia en todo este tiempo que se le priv de la fuente de
ingresos? Qu sucedi con los hijos a quienes se les priv de la
presencia de su padre o madre en el ncleo familiar? Cunto
dinero le cost al Estado el sufragar los gastos de manutencin al
interior del centro de reclusin? Sera la misma persona al salir?
Podemos tener la certeza de su disposicin al trabajo y a no de-
linquir, luego de estar en contacto con individuos de mayor ex-
periencia delictiva?
Otra situacin: el procesado, a pesar de tener derecho a la li-
bertad provisional bajo caucin, estaba en imposibilidad econ-
mica para cubrir el monto respectivo. Incluso en asuntos en que
ni siquiera exista monto a sealar por concepto de reparacin
del dao, sino que slo haba que cubrir los rubros correspon-
dientes a la libertad personal y a la posible multa a imponer. Y
obviamente al no haber pago, enfrentaba su proceso privado de
su libertad.
En otras ocasiones el ofendido otorgaba el perdn, y ste no
era procedente. De manera tal que no exista ningn otro meca-
nismo para dar una solucin satisfactoria al asunto, por lo que
180 n
ste continuaba por todas sus etapas y conclua con una senten-
cia, la cual obviamente poda ser absolutoria.
Es bien sabido que los jueces destinan una buena parte de su
tiempo a las cuestiones administrativas, en detrimento del tiem-
po y esfuerzo intelectual que deben dedicar a las cuestiones neta-
mente jurisdiccionales. Tal es la carga de trabajo que en ocasiones
los secretarios se ven imposibilitados para realizar muchas de
estas tareas, y el juez interviene en muchas de ellas. Las estadsti-
cas mensual y anual, la tramitacin de los exhortos y las requi-
sitorias, el acuerdo cotidiano, los informes urgentes como el de
detenidos y el de trmite, quitan tiempo valioso al juez en su ac-
tividad ms importante.
En cuanto a la publicidad, si bien est consagrada constitu-
cionalmente, existen muchos tribunales que no cuentan con la
infraestructura necesaria para dar cabal cumplimiento a este
mandato. De manera tal que las audiencias se llevan a cabo en
espacios tan limitados que muchas veces slo caben las partes y
el personal del tribunal.
El auto de formal prisin nos da la idea que la regla general es
la prisin preventiva. Auto de formal prisin... prisin preven-
tiva. Y la excepcin vendra a ser la libertad provisional bajo
caucin, lo que viola de manera evidente el principio de presun-
cin de inocencia. Summosle que es tal el estndar de prueba
exigido para esta determinacin judicial, que prcticamente re-
sulta muy difcil obtener una sentencia absolutoria y la etapa de
instruccin viene a ser la oportunidad de la defensa de desvirtuar
los razonamientos efectuados por el juez en la resolucin de tr-
mino constitucional, con la inversin consiguiente de la carga de
la prueba, y la sensacin de que es el procesado quien debe pro-
bar su inocencia.
Otra de las situaciones es la excesiva trascendencia de la averi-
guacin previa, en razn de que es muy difcil para la defensa
desvirtuar el contenido de las probanzas desahogadas durante
esta etapa, con base en el principio de inmediatez procesal; di-
cultad que incluye la prueba ilcita, que en los casos extremos lo
nico que trae como consecuencia son las responsabilidades del
orden penal en contra de agentes policiales que actuaron ilcita-
mente, pero en muchas ocasiones el valor de la prueba ilcitamente
n 181
obtenida queda intocado, sirviendo de base para dictar senten-
cias condenatorias.
Sistema inquisitivo, acusatorio y mixto mexicano
Siguiendo a Moiss Moreno Hernndez, el sistema mexicano se
ha caracterizado por contener tanto rasgos del sistema acusatorio,
como del inquisitivo; es decir: se trata de un sistema mixto, mo-
tivo por el cual, al contar con rasgos del sistema inquisitivo, no
corresponde cabalmente con las exigencias de un sistema de jus-
ticia penal de un Estado democrtico de derecho.
En este sentido, se arma que el que ms se acomoda al tipo
de sistema penal que debe regir al Estado mexicano, como Estado
democrtico de derecho que es, es el sistema acusatorio. Sin
embargo, hago notar que las diferentes iniciativas de reforma
constitucional que propenden a hacer realidad la implementa-
cin en Mxico de un sistema preponderantemente acusatorio
no han tenido resultados concretos; lo positivo, desde mi punto
de vista, es que el impulso se ha dado.
El mismo autor establece que:
Atendiendo a las directrices constitucionales y a las tendencias poltico-cri-
minales de la legislacin comparada, es claro que el sistema procesal penal
a seguir deber ajustarse a las exigencias del Estado democrtico de derecho;
por lo tanto, debe sustentarse en el reconocimiento y respeto de los derechos
humanos y debe reconocer lmites a la potestad punitiva del Estado. En
virtud de ello, el sistema procesal penal debe regirse por ciertos criterios o
principios fundamentales que tienen la funcin de limitar el ius puniendi
estatal y garantizar los derechos de los individuos, como son: el principio de
legalidad (el de ultima ratio, el de bien jurdico, el de acto, el de culpabilidad,
el de racionalidad de las penas y medidas de seguridad), el de previo y debi-
do proceso, el de presuncin de inocencia, el de in dubio pro reo, el de non bis
in idem, el de la verdad objetiva y material, el de equilibrio entre las partes,
el de mediacin, oralidad, publicidad y concentracin, el de brevedad y de
defensa, entre otros.
182 n
En otro apartado dice:
Si bien el sistema acusatorio no est expresa y claramente consagrado en la
Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos, ste es el sistema
procesal que se compagina con la ideologa constitucional, pues del conte-
nido de diversas disposiciones se desprende que ese es el tipo de sistema
procesal que ella reconoce y debe aplicarse. As, por lo que hace a la necesa-
ria diferencia de las funciones procesales, del artculo 21 constitucional se
desprende la existencia tanto del rgano de acusacin, que es el Ministerio
Pblico, como del rgano de decisin, o sea, el juzgador, que deben estar
estrictamente separados; mientras que del artculo 20 constitucional se de-
riva la funcin de la defensa, que se relaciona con el derecho que todo in-
culpado tiene de una defensa adecuada y que puede ejercer por s, por
abogado o por persona de su conanza (fraccin ); asimismo, del propio
artculo 20 se desprende que las audiencias sern pblicas, ya sea ante un
juez o ante un jurado de ciudadanos (fraccin ). Por otra parte, de esas y
de otras disposiciones constitucionales puede tambin desprenderse que el
criterio que prevalece es que entre el rgano acusador y la defensa debe
existir igualdad ante el rgano juzgador, es decir, debe haber equilibrio entre
las partes, entre otros aspectos caractersticos del sistema acusatorio. En el
diseo del sistema procesal penal habr que considerar tambin ciertos
instrumentos internacionales, como tratados, pactos o convenciones, sus-
critos por Mxico, que igualmente consagran principios fundamentales que
deben regirlo, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos y
la Convencin Americana sobre Derechos Humanos, que de acuerdo con
lo previsto en el artculo 133 de la Constitucin tambin constituyen la Ley
Suprema de toda la Unin.
Traigo a colacin las ideas de este destacado tratadista para hacer
hincapi en que precisamente los principios que menciona,
como veremos a continuacin, han quedado insertos en los or-
denamientos penales del estado de Chihuahua, tanto el sustan-
tivo como el adjetivo.
La reforma en Chihuahua
El gobierno del estado inici, durante el transcurso de 2005, un
proceso de anlisis para adecuar el sistema de justicia penal a los
principios de un Estado democrtico de derecho, a efecto de
n 183
ecientar y transparentar la justicia penal. La Reforma Integral al
Sistema de Justicia Penal nace como una propuesta del goberna-
dor del estado, y fue validada por los poderes Judicial y Legislati-
vo.
Hay que recordar que tal y como se desprende de la exposicin
de motivos de la reforma, en los ltimos diez aos, una decena de
pases latinoamericanos, desde Argentina, en el sur del globo,
hasta nuestro vecino Guatemala, se han dado a la tarea de em-
prender una serie de proyectos de reformas a sus sistemas de jus-
ticia penal, cada uno con sus propias caractersticas y de acuerdo
con sus particulares necesidades, pero orientados en un sendero
comn: sustituir el tradicional sistema de corte inquisitivo, here-
dado de las instituciones coloniales, por un nuevo modelo de
tipo acusatorio.
A travs de este proceso de reforma integral, el sistema de
procuracin y administracin de justicia de Chihuahua busca
hacer suyos los estndares internacionales en materia de dere-
chos humanos. El nuevo sistema de justicia penal tiene como
meta primordial la concrecin de los principios de una justicia
que resuelva los conictos sociales de forma rpida, eciente,
transparente, imparcial, accesible y con respeto a los derechos
fundamentales de las personas.
Su objetivo es instalar una procuracin y administracin de
justicia moderna, capaz de conciliar con toda eciencia el poder
punitivo del Estado con pleno respeto a las garantas individua-
les, y orientar una poltica criminal preventiva que genere una
cultura de la paz, a travs de la justicia alternativa. Para ello, la
reforma consagra en el Nuevo Cdigo Procesal Penal los princi-
pios de imparcialidad, publicidad, oralidad, eciencia, concentracin e
inmediacin.
Todo lo anterior, con una clara visin de que, en los trminos
de la Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos, el
enjuiciable resulte sancionado, en su caso, como resultado de un
procedimiento penal transparente, gil, conable, eciente y con
un trato digno y humano, tanto para l como para la vctima u
ofendido del delito, ante jueces inmediatos e imparciales.
Cumplir con las expectativas constitucionales en cuanto a
una justicia pronta y expedita se ha convertido en un derecho
prcticamente nugatorio, cuando frente a la voluntad de los
cuerpos jurisdiccionales prestos a aplicar la ley al caso concreto,
encontramos trmites lentos, con papeles y expedientes ilegibles
que tornan an ms burocrtico el asunto.
El estado de Chihuahua, entonces, emprendi una reforma
integral, dejando a un lado las reformas parciales al ordenamien-
to jurdico. Precisamente, Chihuahua se dio a la tarea de moder-
nizar su marco jurdico, y en este sentido, la reforma alcanz al
aspecto sustantivo de derecho penal, mediante la promulgacin
de un nuevo Cdigo Penal, as como la creacin de nuevas leyes,
como la Ley de Atencin y Proteccin a Vctimas u Ofendidos
del Delito, Ley de Ejecucin de Penas y Medidas de Seguridad,
Ley de Justicia Penal Alternativa, entre otras. Y nalmente, la
modicacin sustancial de otros ordenamientos.
Panorama general del procedimiento
A continuacin, proporcionamos un panorama muy general de
las etapas del procedimiento, con base en la exposicin de moti-
vos del Cdigo de Procedimientos Penales, con algunas precisio-
nes, modicaciones y comentarios realizados por el suscrito, en
razn de la redaccin nal de algunos preceptos.
El procedimiento penal consta de tres etapas: a) la etapa de
investigacin, b) la etapa intermedia, y c) la etapa de juicio.
Etapa de investigacin
El nuevo procedimiento penal puede comenzar por:
Denuncia ante el Ministerio Pblico o la polica ministerial.
Querella ante el Ministerio Pblico.
Cualquier persona podr detener a quien sorprenda cometiendo
un delito agrante, ponindolo sin demora a disposicin de la
autoridad inmediata y sta, con la misma prontitud, al Ministerio
Pblico. El imputado detenido deber ser presentado dentro de
184 n
las 48 horas siguientes ante un juez para la audiencia de control
de la detencin.
El Ministerio Pblico, al recibir la denuncia o querella, junto
con los antecedentes que haya recabado la polica, puede optar
por alguna de las siguientes alternativas:
1. Ejercer la facultad de abstenerse de investigar. El Ministerio
Pblico puede abstenerse de toda investigacin cuando fuere
evidente que los hechos relatados en la denuncia o querella
no fueren constitutivos de delito o cuando los antecedentes y
datos suministrados permitan establecer, de forma indubita-
ble, que se encuentra extinguida la accin penal (pretensin
punitiva) contra el imputado. Esta alternativa busca evitar
que el sistema de justicia penal se utilice para otros nes diver-
sos a la persecucin de los delitos.
2. Archivar temporalmente. El Ministerio Pblico podr archivar
temporalmente aquellas investigaciones en las que no aparecie-
ran elementos que permitian desarrollar actividades conducentes
al esclarecimiento de los hechos. La vctima u ofendido podr
solicitar al Ministerio Pblico la reapertura del procedimiento y
la realizacin de diligencias de investigacin, y de ser denegada
esta peticin, podr reclamarla ante el procurador general de
Justicia del estado. En cualquier tiempo, y siempre que no haya
prescrito la accin penal, el Ministerio Pblico podr ordenar
ociosamente la reapertura de las diligencias, si aparecieren
nuevos elementos de conviccin que as lo justiquen.
3. No ejercicio de la accin penal. El Ministerio Pblico que
cuente con los antecedentes sucientes que le permitan con-
cluir que en el caso concreto se actualiza alguno de los supues-
tos previstos en el artculo 288 (hiptesis de sobreseimiento)
decretar, mediante resolucin fundada y motivada, el no
ejercicio de la accin penal.
4. Aplicar el principio de oportunidad. El Ministerio Pblico
puede no iniciar la persecucin penal o abandonar la ya iniciada
cuando los hechos denunciados no comprometan gravemente
el inters pblico y, en su caso, le ha sido reparado el dao a la
vctima u ofendido. Para estos efectos, el Ministerio Pblico
n 185
deber emitir una decisin fundada y motivada que podra ser
impugnada por la vctima u ofendido ante el juez de garanta.
Hay que precisar que la regla general es el principio de legalidad
procesal, es decir, que el Ministerio Pblico debe ejercer la pre-
tensin punitiva en todos los casos en que sea procedente, con
arreglo a las disposiciones de la ley. Y el principio de oportunidad
es la excepcin, ya que el Ministerio Pblico puede prescindir de
la pretensin punitiva slo en los casos en que lo autoriza la ley
(artculo 83).
Investigacin
Formulacin de la imputacin. Cuando la investigacin practicada
arroja antecedentes sucientes que permitan determinar que se
ha cometido un delito y que una persona probablemente ha
participado en el mismo, el Ministerio Pblico puede formularle
a dicha persona una imputacin en presencia del juez de garanta
y su defensor. El imputado puede contestar el cargo y rendir su
declaracin en la misma audiencia en la que se le formula la
imputacin.
Vinculacin a proceso. Una vez que ha sido formulada la impu-
tacin, en la misma audiencia el Ministerio Pblico solicitar al
juez de garanta que se vincule formalmente al imputado al pro-
ceso y se le apliquen medidas cautelares que procedieren, para
garantizar que no se sustraer a la accin de la justicia, obstaculi-
zar la investigacin o pondr en riesgo la seguridad de la vctima.
Como ejemplo de estas medidas cautelares personales est la
prisin preventiva, la prohibicin de salir del pas, de la localidad
en que reside o del mbito territorial que je el juez, la presenta-
cin de una garanta econmica, el arraigo, la obligacin de
presentarse peridicamente ante el juez, etc. Al vincular al impu-
tado en denitiva al proceso, el juez de garanta, tomando en
cuenta la complejidad del caso y las solicitudes de las partes, ja
al Ministerio Pblico un plazo para que cierre la investigacin, el
cual no podr ser menor a un da ni exceder de seis meses.
186 n
Quisiera ser muy puntual en sealar que la prisin preventiva
como medida cautelar, est concebida como ultima ratio, como
ltimo recurso del Estado, respetando en este sentido el princi-
pio de presuncin de inocencia
1
en su variante de tratamiento al
imputado, en razn de que slo es aplicable cuando no pueda
evitarse razonablemente la sustraccin a la accin de la justicia
del imputado, la obstaculizacin de la investigacin o del proceso
o el riesgo para la vctima u ofendido, mediante la imposicin de
una o varias de aqullas que resulten menos gravosas para el im-
putado. La prisin preventiva ya no es la regla general.
Salidas alternas. Durante la etapa de investigacin y hasta antes
de que se dicte el auto de apertura de juicio oral en la audiencia
intermedia, se podr acordar la aplicacin de salidas alternas.
stas son soluciones al conicto que acortan el proceso y evi-
tan que el caso llegue a juicio (oral o abreviado), siempre y
cuando se cumplan con los requisitos establecidos para la aplica-
cin de las mismas. Estas soluciones tienen ventajas para la vcti-
1
Que, como sabemos, es un derecho fundamental que se encuentra consagrado de
manera expresa en instrumentos internacionales suscritos por el Estado mexicano,
como la Declaracin Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Polticos y la Convencin Americana sobre Derechos Humanos. E
incluso existe una tesis del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nacin, fechada
el 15 de agosto de 2002 (Tesis XXXV/2002), en la cual se considera que la presuncin
de inocencia est contenida de manera implcita en la constitucin federal, aunque de
acuerdo con el autor Ral Crdenas Rioseco, la Tesis de la Corte no contempla la va-
riante del tratamiento al inculpado. De acuerdo con el mismo tratadista, para otros
autores, como Jaime Vega Torres, la presuncin de inocencia tiene tres signicados
claramente diferenciados: 1) como garanta bsica del proceso penal, 2) como regla de
tratamiento del imputado durante el proceso, y 3) como regla relativa a la prueba. En
este sentido, pienso que el Cdigo de Procedimientos Penales abarca los tres signica-
dos atribuidos por el autor en comento, en razn de que como garanta bsica del
proceso penal, propende a respetar en mayor medida todas las garantas que prev la
Constitucin y los tratados internacionales suscritos por Mxico, propiciando de esta
manera un proceso ms justo. Como regla de tratamiento, considero que al establecer-
se la prisin preventiva como ltimo recurso, no como regla general, y al establecer una
serie de medidas cautelares distintas de la prisin preventiva, las cuales son menos
vulneradoras del derecho a la libertad, se respeta la presuncin de inocencia bajo este
signicado, respetndose tambin en mayor medida los tratados internacionales suscri-
tos por Mxico, que, despus de la Constitucin, son ley suprema de toda la unin. Y
como regla relativa a la prueba, efectivamente toda condena habr de ir precedida
siempre de una actividad probatoria, impidiendo se produzca sin pruebas y teniendo la
carga total de tal actividad el Ministerio Pblico.
n 187
188 n
ma u ofendido, porque obtiene una oportuna y reparadora
solucin por el dao que le causaron; ventajas para el imputado,
porque aumenta sus posibilidades de rehabilitacin y reinsercin
en la comunidad, y ventajas para el Estado, porque ahorra recur-
sos materiales y humanos. Satisface con rapidez las demandas de
justicia de las personas. Las salidas alternas pueden ser dos:
1. Suspensin del proceso a prueba. Cuando la pena mxima de
prisin no exceda cinco aos; cuando el imputado no haya
sido condenado por delitos dolosos con anterioridad; cuando
no tenga o haya tenido otro proceso suspendido a prueba, y
cuando no exista oposicin fundada del Ministerio Pblico
y de la vctima u ofendido, proceder la suspensin del proce-
so a prueba a pedido del imputado o del Ministerio Pblico
con acuerdo de aqul. El efecto es que el procedimiento queda
suspendido por un plazo no menor de un ao ni mayor de
tres. La persona deber cumplir un plan de reparacin del dao
causado por el delito y las condiciones que le aplicar el juez.
Tales pueden ser, por ejemplo, someterse a un tratamiento
mdico o psicolgico, abstenerse de consumir drogas o estu-
pefacientes o de abusar de las bebidas alcohlicas, aprender
una profesin u ocio, entre muchas otras. Si el imputado no
cumple con las condiciones jadas por el juez de Garanta o
con el plan de reparacin del dao, se revoca la suspensin
del proceso a prueba y se contina con el proceso como si
nunca hubiera sido suspendido. Si durante la suspensin el
imputado comete otro delito, se inicia una investigacin por
el nuevo hecho delictivo y se contina con el proceso del deli-
to anterior. Pero si transcurre el plazo de la suspensin del
proceso a prueba, sin que sta haya sido revocada, se extingue
la accin penal, debiendo el Tribunal dictar de ocio o a peti-
cin de parte el sobreseimiento.
2. Acuerdos reparatorios. stos pueden aplicarse cuando, con la
aprobacin del juez de Garanta, la vctima u ofendido y el
imputado acuerden una forma de poner trmino al conicto
a travs de cualquier mecanismo idneo. Los acuerdos repara-
torios proceden cuando se trate de delitos imprudenciales,
aqullos en que proceda el perdn de la vctima u ofendido,
n 189
en los delitos de naturaleza patrimonial cometidos sin violen-
cia sobre las personas, en los que admitan presumiblemente la
sustitucin de sanciones o condena condicional, y en los que
tengan sealada una pena media aritmtica menor a cinco
aos y carezcan de trascendencia social. Sus efectos son que la
vctima recibe una reparacin satisfactoria y se pone trmino
a la causa, impidiendo el ejercicio de la pretensin punitiva o
extinguiendo la ya iniciada.
Cierre de la investigacin
De no haberse solucionado el conicto por medio de una salida
alterna antes de que se venza el plazo jado por el juez de garanta
al Ministerio Pblico para cerrar su investigacin (aunque cierta-
mente las salidas alternas proceden incluso antes de dictarse el
auto de apertura de juicio oral), ste debe proceder a cerrar dicha
investigacin y tiene tres opciones: a) formular acusacin, b) soli-
citar el sobreseimiento de la causa, y c) solicitar la suspensin del
proceso.
a) Acusacin. El Ministerio Pblico debe acusar cuando al cerrar
su investigacin cuente con los elementos sucientes para
considerar al imputado como culpable de la comisin de un
delito.
b) Sobreseimiento. El juzgador, a peticin del Ministerio Pblico,
decretar el sobreseimiento cuando de la investigacin practi-
cada se desprende que el hecho no se cometi o no constituye
delito; aparezca claramente establecida la inocencia del impu-
tado; el imputado est exento de responsabilidad penal; agota-
da la investigacin, el Ministerio Pblico estime que no cuenta
con los elementos sucientes para fundar una acusacin; se
extinga la accin penal por alguno de los motivos establecidos
en la ley; una nueva ley quite el carcter de ilcito al hecho por
el cual se viene siguiendo el proceso; el hecho de que se trate
sea materia de un proceso penal en el que se hubiera dictado
sentencia rme respecto del imputado, y en los dems casos en
que lo disponga la ley.
190 n
c) Suspensin del proceso. El juez decretar la suspensin del proce-
so a peticin del Ministerio Pblico cuando se advierta que el
delito por el que se est procediendo es de aquellos que no
pueden perseguirse sin previa querella del ofendido y sta
no ha sido presentada, o cuando no se ha satisfecho un requi-
sito previo que la ley exija para que pueda incoarse el procedi-
miento; se declare formalmente al imputado sustrado a la
accin de la justicia; despus de cometido el delito, el imputado
sufra trastorno mental transitorio. A solicitud de cualquiera
de las partes, el juez podr decretar la reapertura del proceso
cuando cese la causa que haya motivado la suspensin.
Etapa intermedia
Esta etapa comienza con la formulacin de acusacin por parte
del Ministerio Pblico, la que dar lugar a la citacin a una au-
diencia intermedia.
Audiencia intermedia. En esta audiencia oral y pblica el Minis-
terio Pblico y la defensa discutirn pblicamente sobre las pruebas
que cada una pretende presentar en el juicio oral, formulando las
solicitudes, observaciones y planteamientos relevantes, para los -
nes de exclusin de pruebas, y podrn solicitar conjuntamente al
juez que d por acreditados ciertos hechos, que no podrn ser
discutidos en el juicio. Dichos acuerdos probatorios sern autori-
zados por el juez siempre y cuando existan antecedentes de la in-
vestigacin con los que se acredite la existencia del hecho.
Las pruebas susceptibles de ser excluidas son a) las maniesta-
mente impertinentes, b) las que tengan por objeto acreditar he-
chos pblicos y notorios, c) las inadmisibles, d) las que provengan
de actuaciones o diligencias que hayan sido declaradas nulas, e)
las que hayan sido obtenidas con inobservancia de garantas
fundamentales,
2
f) la prueba que pretenda rendirse sobre la
2
De acuerdo con el artculo 19 del Cdigo de Procedimientos Penales, los elementos de
prueba slo tendrn valor si han sido obtenidos y producidos por medios lcitos e incor-
porados al proceso del modo que autoriza este Cdigo. Tambin estatuye que no tendr
valor la prueba obtenida mediante torturas, amenazas o violacin de los derechos funda-
mentales de las personas. De acuerdo con el artculo 75, no podrn ser valorados para
n 191
conducta sexual anterior o posterior de la vctima, en los casos
de delitos contra la libertad y seguridad sexuales, a menos que
sea maniestamente justicado, y nalmente, g) se reducir el
nmero de testigos, peritos y documentos, cuando por su nme-
ro se produzcan efectos puramente dilatorios (prueba sobreabun-
dante). Posteriormente, el juez de Garanta dicta el auto de
apertura de juicio oral, indicando la acusacin que ser objeto
del juicio y las pruebas que debern rendirse en l, sealando
ante qu Tribunal Oral en lo Penal se llevar a cabo. sta consti-
tuye la ltima instancia para acordar salidas alternativas.
Procedimiento abreviado. Presentada la acusacin y hasta an-
tes de que concluya la audiencia intermedia, el imputado, aseso-
rado por su abogado, podr renunciar libre e informadamente a
su derecho a tener un juicio oral, aceptando expresamente los
hechos contenidos en la acusacin y ser juzgado de inmediato
con los antecedentes que arroje en ese momento la investigacin.
A cambio, el Ministerio Pblico puede solicitar la aplicacin de
una pena inferior hasta en un tercio de la mnima sealada para
el delito por el que se acus al imputado. El juez de Garanta, si
considera procedente el juicio abreviado, no puede aplicar una
pena superior a la solicitada por el Ministerio Pblico.
fundar una decisin judicial ni utilizados como presupuesto de ella, los actos que impli-
quen violacin de derechos fundamentales, ejecutados con inobservancia de las formas,
salvo que el defecto haya sido saneado, de acuerdo con las normas previstas por el Cdigo.
Y nalmente, conforme al artculo 331, los elementos de prueba no tendrn valor si han
sido obtenidos por un medio ilcito o si no fueron incorporados al proceso conforme a
las disposiciones de este Cdigo. Como se observa, las disposiciones del Cdigo propen-
den a evitar que las pruebas obtenidas como consecuencia de actuaciones ilegales de los
rganos de investigacin, sean aptas para fundar una sentencia condenatoria. Principio
que es reconocido en un importante nmero de legislaciones de otras naciones. Conse-
cuentemente tales probanzas no seran aptas para desvirtuar la presuncin de inocencia.
De acuerdo con la doctrina, son bsicamente dos los fundamentos de la regla de exclusin
de la prueba ilcita: la disuasin de los funcionarios pblicos para que no realicen actos
que impliquen violacin de derechos fundamentales, y la preservacin de la integridad
judicial, puesto que los Tribunales no deben hacerse cmplices de tales violaciones, emi-
tiendo sentencias que otorguen valor a los mismos. La prueba ilcita es un tema amplsimo
que rebasara en gran medida los propsitos de esta modesta colaboracin.
192 n
Etapa de juicio*
Juicio oral
Audiencia de juicio oral. En una audiencia continua, concentrada,
oral y pblica, se lleva a cabo el juicio oral a cargo de un Tribunal
Oral en lo Penal, de carcter colegiado, integrado por tres jueces
que conocen directamente la acusacin, la defensa y las pruebas,
de la siguiente manera:
El presidente del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal da inicio
al juicio, vericando la presencia de las partes, los testigos y
peritos.
El Ministerio Pblico y el defensor presentan sus alegatos de
apertura.
Si el acusado lo desea, puede declarar ante el Tribunal de Juicio
Oral en ese momento o durante el interrogatorio de la defensa.
Cada parte presenta sus pruebas ante el Tribunal y el pblico
(testigos, periciales, documentales, etc.). Primero lo hace el
Ministerio Pblico y luego el acusado.
El Tribunal conoce directamente las pruebas y las valora libre-
mente.
El Ministerio Pblico y el defensor presentan sus alegatos de
clausura.
Interviene el acusado si estima conveniente su intervencin,
declarndose cerrado el debate.
El Tribunal delibera en privado, de forma continua y aislada,
hasta emitir el fallo correspondiente.
Si el Tribunal resuelve condenar, citar a las partes a una au-
diencia donde se reciban las pruebas y alegatos relativos a la
pena que debe imponerse al condenado.
Si el Tribunal resuelve absolver, a ms tardar, en cinco das se
da lectura de la sentencia en una audiencia pblica.
* En el documento original de Mario Alberto de la Rosa Fierro se omite este subttulo
que formara parte de las tres etapas del procedimiento penal al que se reere en la
pgina 182, prrafo 5, de la presente publicacin. Se incluye, entonces, considerando
que Mario Alberto se refera a la Etapa de juicio al dar entrada al subtema Juicio
oral. [N. del E.]
n 193
Contra la sentencia se puede interponer el recurso de ley,
dentro de los diez das hbiles siguientes a su noticacin.
Es en esta audiencia en la que deben proyectarse en mayor
medida los principios que ya sealbamos anteriormente y que
se contienen en el artculo 3 del Cdigo de Procedimientos
Penales: las alegaciones, argumentaciones, declaraciones del
acusado, recepcin de prueba y toda intervencin de quien
participe en ella, debe desarrollarse en forma oral. Asimismo, el
juicio oral como regla general es un juicio de puertas abiertas,
con esto se quiere signicar que el pblico est en el derecho de
entrar en la sala en cualquier momento, para lo que se cuenta
con salas diseadas ex profeso. La igualdad de armas y oportuni-
dades de las partes en la formulacin de sus alegaciones y
planteamientos, justicar sus pretensiones e impugnar la deci-
siones que les perjudiquen, habr de respetarse.
El tribunal fallar slo con base en las impresiones personales y
en la conviccin que le produjeron los medios de prueba; as
pues, nada mediar entre la prueba y el tribunal. De igual forma,
el juicio oral favorecer el libre juego del conicto entre las partes
del proceso, portadoras de puntos de vista contrastantes o de
intereses opuestos, ya que fundamentalmente la defensa es el
instrumento ms importante de impulso y control de mtodo de
prueba acusatorio. Los actos procesales debern desarrollarse
de manera sucesiva y sin ms interrupciones que las estrictamen-
te necesarias. Finalmente, en la medida de lo posible, los medios
de prueba habrn de ser presentados en una misma oportunidad
y observados y escuchados sin interrupciones.
El Ministerio Pblico estar en la posibilidad de destruir el
estado de inocencia que todo imputado tiene en su favor, me-
diante la exhibicin y desahogo de la prueba de cargo lcita nece-
saria para tal n, y el Tribunal condenar al acusado, slo si
adquiriere, ms all de toda duda razonable, la conviccin de
que realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la
acusacin y que en l le hubiere correspondido al acusado una
participacin culpable y penada por la ley. En caso contrario, el
acusado habr de ser absuelto.
194 n
Ya para concluir mi intervencin, deseo destacar que, al me-
nos en sede judicial y hasta esta fecha, los mecanismos del sistema
han funcionado de la manera esperada. Y quiz un poco ms all
en relacin a dichas expectativas, en razn de que hasta hoy no
hemos tenido el primer juicio oral, el cual, segn los tiempos del
procedimiento, quiz se celebre hasta el mes de junio o julio.
Fundamentalmente los asuntos se han resuelto va procedimien-
to abreviado ante el juez de Garanta, en el momento de la au-
diencia intermedia, cuando el acusado presta su conformidad a
este procedimiento de manera libre, voluntaria, informada y con
asistencia de su defensor; renuncia voluntariamente a su derecho
de exigir un juicio oral; acepta ser juzgado con base en los ante-
cedentes recabados en la investigacin; entiende los trminos del
acuerdo; acepta los hechos materia de la acusacin en forma in-
equvoca y de manera libre y espontnea, y el acusador coadyu-
vante no presenta oposicin fundada. Al sentenciado bajo este
procedimiento se le impone como sancin hasta un tercio de la
mnima de que se trate.
Hay que precisar que incluso es posible la solicitud del procedi-
miento abreviado en la misma audiencia de vinculacin del impu-
tado a proceso, lo cual abre la posibilidad de que los asuntos se
resuelvan de una manera realmente gil, lo cual va en beneplcito
de la justicia pronta y expedita que exige nuestra Constitucin.
De acuerdo con los datos de los asuntos seguidos ante los jueces
de garanta, en el mes de enero de este ao, de las 50 medidas cau-
telares que fueron impuestas, slo a 6 imputados les fue impuesta
la prisin preventiva. En el mes de febrero, de 48 medidas cautela-
res habidas hasta ese momento, 3 eran casos de prisin preventiva.
Y en el mes de marzo, de 58 medidas cautelares, 11 imputados es-
taban sujetos a prisin preventiva. Lo cual demuestra la proceden-
cia de esta medida cautelar slo en casos excepcionales.
En cuanto a las salidas alternas, a pesar de que es muy tempra-
no para evaluar su funcionalidad, tenemos que ya estn en mar-
cha: en el mes de enero estaban pendientes por concluir cuatro,
es decir, tres acuerdos reparatorios y una suspensin del proceso
a prueba. En el mes de febrero, estaban pendientes por concluir
nueve, es decir, cinco bajo acuerdos reparatorios y cuatro por
suspensin del proceso a prueba. Y nalmente, en el mes de
n 195
marzo estaban pendientes por concluir ocho: tres por acuerdos
reparatorios y cinco por suspensin del proceso a prueba.
En enero hubo una sentencia en procedimiento abreviado ante
los mismos jueces de Garanta. En febrero hubo dos y, por ltimo,
en marzo hubo seis. No tengo el dato de las sentencias que hayan
pronunciado en este mes, pero extraocial y genricamente se ha
conocido que son varias. Los mecanismos del sistema en sede ju-
dicial, al menos hasta este momento, han funcionado.
La reforma apenas inicia. Aunque falta mucho por evaluar, y
esperamos que poco por ajustar, nuestra propuesta es el modelo
de Chihuahua.
Es para m un honor tener la oportunidad de estar participan-
do en este enorme esfuerzo por cambiar el actual estado de cosas.
No descansaremos en el intento de hacer operable el nuevo siste-
ma de justicia en nuestra entidad, en afn de consolidar en mayor
medida las directrices de un Estado democrtico de derecho.
Panel 1.
La situacin de las mujeres
privadas de libertad
Mujer, crcel y derechos humanos: una perspectiva
sobre la situacin actual en Amrica Latina
Denia Nez
El tema de la mujer y su relacin con el sistema de justicia penal
ha sido poco desarrollado, visualizndose en trminos generales
una carencia de estudios o investigaciones sistematizadas sobre la
criminalidad y la criminalizacin de la mujer. Una revisin de
los libros, manuales, tratados o estudios de criminologa, reeja
lo anterior, donde el tema aparece mencionado de manera mar-
ginal sin mayor desarrollo terico. Los estudios sobre mujeres en
prisin tambin son limitados, pues se han realizado los mismos
que a los hombres privados de libertad. Sin embargo, en los lti-
mos aos ha habido una mayor preocupacin no slo sobre las
condiciones de las mujeres privadas de su libertad, sino sobre
las razones por las que ingresan a prisin. En este sentido es im-
portante mencionar que la Declaracin de Viena sobre la Delin-
cuencia y la Justicia. Frente a los Retos del Siglo (A/RES/55/59),
que surge del 10 Congreso de las Naciones Unidas sobre Pre-
vencin del Delito y Tratamiento del Delincuente, seala en su
numeral 12: Nos comprometemos tambin a formular reco-
mendaciones de poltica orientadas a la accin y basadas en las
necesidades especiales de la mujer, ya sea en calidad profesional
de la justicia penal o de vctima, reclusa o delincuente.
Asimismo, como parte del citado congreso se realiz un curso
prctico sobre la mujer en el sistema de justicia penal (A/
CONF.187/12) del que destaca el nmero cada vez mayor de
mujeres encarceladas y con penas prolongadas de prisin por
delitos relacionados con las drogas, evidenciando la urgente ne-
cesidad de examinar las consecuencias para la mujer por partici-
par en esta actividad.
En Amrica Latina, en los ltimos aos se han realizado algunas
actividades de discusin de estos temas. As, en la regin andina se
realiz el seminario-taller La Criminalidad y la Criminalizacin
de la Mujer, realizado en la ciudad de Caracas entre el 8 y el 10 de
diciembre de 1997, patrocinado por el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo ( ), la embajada de Gran Bretaa,
la embajada real de los Pases Bajos, la embajada de Estados Unidos
de Amrica, as como la Corte Suprema de Justicia de Venezuela,
discutindose desde una perspectiva de gnero los problemas de la
criminalizacin de la mujer por delitos de drogas, planteando algu-
nas propuestas para planicar acciones futuras.
Por su parte, la Fundacin para el Debido Proceso Legal, la
Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal y la Comi-
sin Mexicana de Defensa y Promocin de los Derechos Humanos,
realiz en la ciudad de Mxico, el 28 y 29 de abril de 2003, el se-
minario-taller Violencia contra las Mujeres Privadas de Libertad
en Amrica Latina.
1
Las discusiones se orientaron hacia la violen-
cia que padecen cotidianamente las mujeres cuando son detenidas
por la polica, bajo custodia migratoria o sometidas a prisin, po-
niendo nfasis en la proteccin de sus derechos humanos.
Por otra parte, teniendo como punto de partida el Marco de
Quito,
2
en la programacin 2002 y 2003 de la Ocina del Alto
Comisionado para las Naciones Unidas para los Derechos Hu-
manos ( ), se acord llevar a cabo un estudio sobre las
condiciones de las mujeres en prisin en los pases de Amrica
Central con nfasis en la situacin de las mujeres madres y sus
hijos e hijas menores de edad. Se acord tambin que las reco-
mendaciones de este estudio seran el objeto de un taller donde
los pases de la subregin estudiaran las estrategias para aplicarlas.
1
Vase <http://www.dplf.org/framcsct_pub_span,htm>.
2
El Marco surge a raz de un taller sobre Promocin y Proteccin de Derechos Humanos
para Amrica Latina y el Caribe, realizado en Quito, el 1

de diciembre de 1999, organi-


zado por la Ocina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en cooperacin
con el gobierno de Ecuador. En este taller los gobiernos consideraron las necesidades
para la cooperacin tcnica en la regin, adoptando como uno de los temas prioritarios
el de la mujer.
200 n
Este trabajo fue desarrollado por el Instituto Latinoamericano
de las Naciones Unidas para la Prevencin del Delito y el Trata-
miento del Delincuente (Ilanud) durante 2003, concluyendo
con el taller regional que se realiz en San Jos, Costa Rica, del
24 al 26 de febrero de 2004.
En este taller se analiz una serie de problemas que afectan
negativamente a las mujeres en prisin y particularmente a las
mujeres en prisin con hijos. Otros temas analizados fueron los
relacionados con los presupuestos insucientes, con el aumento
de la poblacin femenina procesada o sentenciada por delitos
originados en la actividad del narcotrco, con la falta de capaci-
tacin al personal penitenciario en materia de gnero, con la
necesidad de capacitacin y trabajo a las privadas de libertad, y
con la inexistencia de programas de ayuda pospenitenciaria.
Producto de esta importante iniciativa surge la publicacin
Mujeres madres en prisin en Amrica Central. En este sentido
quiero destacar las palabras del seor Elas Carranza durante la
presentacin del libro al sealar:
En esta materia, como en tantas otras, nuestras sociedades androcntricas
disearon instituciones androcntricas, pensadas en funcin de los proble-
mas y necesidades del gnero masculino, que malamente responden a los
objetivos que establecen las leyes penales y los instrumentos internacionales
de Naciones Unidas y de la Organizacin de los Estados Americanos.
En materia de derechos humanos y de pena de prisin resulta
importante continuar con los espacios de discusin que, aunque
limitados, han revestido singular importancia, especialmente
porque las mujeres en el imaginario social se encuentran invisi-
bilizadas en su condicin de presas. Si partimos de la perspectiva
de que la crcel es un reejo exacerbado de lo que ocurre en la
sociedad, entenderemos entonces que de igual manera produce
y reproduce la discriminacin contra la mujer, cuyos derechos
son, en la mayor parte de los casos, desconocidos y violentados.
Si bien las ltimas dcadas han sido testigos de una importan-
te e imprescindible lucha en favor de los derechos humanos de
las mujeres, tambin lamentablemente lo ha sido que esta lucha
ha permeado muy poco en la situacin de la mujer en prisin. Es
n 201
202 n
decir, son pocos los grupos que en este campo han tenido un
compromiso activo. Sobre la mujer que comete delito ha sido
ms el silencio que la accin.
Las mujeres presas
Desde hace aproximadamente quince aos, la poblacin femeni-
na presa se increment de manera desproporcionada, surgiendo
de nuevo interrogantes y respuestas sobre el fenmeno del para-
digma etiolgico de la criminologa. Los estudios deben reorien-
tarse para abordar prioritariamente los procesos sociales de
criminalizacin de la mujer.
El incremento de la poblacin (y est sobradamente demostrado)
ha sido denido en esencia por el aumento en los delitos relacio-
nados con el trco de drogas a partir de la entrada en vigencia de
las diferentes legislaciones.
3
Por tanto, estos delitos son de natu-
raleza social y denitorial y no ontolgica; integran una realidad
social que se construye a partir de deniciones, es decir, la crimi-
nalidad es creada por el control social, en este caso, altamente
discriminatorio y selectivo.
Qu caracteriza a la mayor parte de las mujeres que se en-
cuentran en prisin? Las estadsticas penitenciarias muestran la
alta proporcin de mujeres presas por delitos relacionados con el
trco de drogas. Muestran asimismo que las mujeres represen-
tan en relacin con el total de la poblacin presa menos de 10%:
en general, un promedio de 6.5% en Amrica Latina. Los cua-
dros 1 y 2 lo demuestran:
Por otra parte, la mayora de las mujeres presas provienen de
sectores sociales marginalizados, su nivel educativo tiende a ser
bajo, sin que hayan concluido la educacin secundaria, lo cual
las coloca en una situacin laboral desventajosa. Estudios de la
Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe ( )
3
Algunos ejemplos son: Per, en 1982; Venezuela, en 1984; Chile, en 1985; Colombia,
en 1986; Bolivia, Repblica Dominicana, Paraguay y Costa Rica, en 1988; Argentina, en
1989.
n 203
Cuadro 1. Porcentaje de mujeres presas por delitos relacionados
con el trco de drogas en algunos pases de Amrica Latina (2003-2004)
Pas Porcentaje
Argentina 49
Colombia 47
Costa Rica 66
Ecuador 73
El Salvador 46
Guatemala 26
Honduras 59
Nicaragua 80
Panam 72
Per 56
Repblica Dominicana 50
Venezuela 64
Fuentes: Argentina: Sistema Penitenciario Federal Argentino, datos a junio de 2003; Co-
lombia: Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario del Ministerio de Justicia y del De-
recho, datos a enero de 2003; Costa Rica: Direccin General de Adaptacin Social, datos
a enero de 2004; Ecuador: Direccin Nacional de Rehabilitacin Social del Ministerio de
Gobierno, datos a noviembre de 2005; El Salvador: Direccin General de Centros Penales
del Ministerio de Gobernacin, datos a enero de 2004; Guatemala: Direccin General del
Sistema Penitenciario, datos a enero de 2004; Honduras: Direccin General de Estableci-
mientos Penales, Despacho de Gobernacin y Justicia, datos a enero de 2004; Nicaragua:
Direccin General del Sistema Penitenciario Nacional, Ministerio de Gobernacin, datos
a enero de 2004; Panam: Direccin General del Sistema Penitenciario del Ministerio de
Gobernacin y Justicia, datos a enero de 2004; Per: Instituto Nacional Penitenciario del
Ministerio de Justicia, datos a junio de 2003; Repblica Dominicana: Sistema Penitencia-
rio de Adultos, datos a noviembre de 2005; Venezuela: Direccin de Prisiones del Minis-
terio de Justicia, datos a enero de 2003.
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n 205
demuestran que la pobreza afecta de manera diferente a hombres
y a mujeres.
4
La desigualdad de oportunidades que afecta a las mujeres para
acceder al trabajo remunerado perjudica sus posibilidades de alcan-
zar la autonoma econmica. En 2002 se observ que, en el rea
urbana, casi 43% de las mujeres mayores de 15 aos carecan de in-
gresos propios, mientras que slo 22% de los hombres se encontra-
ban en esa situacin. Las mujeres rurales tenan una dependencia
econmica todava mayor en todos los grupos etarios.
5
Estos estudios de la sealan que la falta de autonoma
econmica, expresada en su capacidad de generar ingresos pro-
pios, coloca a las mujeres en una situacin ms vulnerable e in-
crementa la probabilidad de que importantes grupos de mujeres
caigan en la pobreza. Los datos disponibles muestran que las
mujeres contribuyen de manera signicativa a la reduccin de la
pobreza, pero sufren con mayor severidad sus efectos. Estos datos
ilustran cmo el control social afecta a los sectores ms vulnera-
bles econmica y socialmente. Por citar dos ejemplos externos a
Amrica Latina, una investigacin del Home Ofce en el Reino
Unido indica que para 2002, 20% de la poblacin femenina
presa era de extranjeras y 75% eran mujeres negras condenadas
por delitos de drogas, comparado con 41% del total.
6
En Estados Unidos un reporte especial de marzo de 2004
realizado por el Bureau of Justice Statistics sobre mujeres en
prisin seala que 46% corresponde a mujeres negras.
7
Del
mismo modo, el nmero de mujeres en las prisiones estatales
creci 75% de 1986 a 2001, constituyendo 5.2% de la poblacin
presa. El crecimiento de la poblacin de mujeres que descuentan
sentencia por delitos de drogas constituy ms de la mitad del
total del crecimiento.
4
, Panorama social de Amrica Latina 2002-2003, Santiago, Chile, 2004, en <http://
www.eclac.cl/cgi-bin/gctProd.asp?xml=/publicaciones/xml/012980/P12980.xml&xsl=/
dds/tpl/p9f.xsl&base=/prensa/tpl/top-bottom.xslt>.
5
L. Godoy, Entender la pobreza desde la perspectiva de gnero, / /Repblica de
Italia, Santiago, Chile, 2004, en <http://www.eclac,cl/publicaciones/UnidadMu-
jer/3/LCL2063/lcl2063c.pdf>.
6
Statistics on Women and the Criminal Justice System, Home Ofce, 2003, en <http://www.
homeofce.gov.uk/rds/pdfs2/s95women03.pdf>.
7
Vase <http://www.ojp.usdoj.gov/bjs/pub/pdf/wopris.pdf>.
206 n
Otros datos importantes en el contexto Latinoamericano indi-
can que ms de 85% de las mujeres presas tiene hijos, con el im-
pacto que tiene para ellos la privacin de la libertad de la madre.
En relacin con la edad, los porcentajes de mujeres a partir
de los 35 aos en adelante siempre son ms altos que en los va-
rones, lo que podra estar relacionado con el impacto diferencial
de la pobreza y el desempleo. Los estudios tambin evidencian
un alto porcentaje de mujeres presas sin condena que supera los
porcentajes de los hombres. Esta situacin coloca a la mujer en
una posicin de mayor vulnerabilidad, con el costo social que
esto representa, dadas las implicaciones para la familia, especial-
mente los nios y las nias. Evidencia, por otra parte, el abuso
en la regin de la prisin preventiva.
Condiciones de las mujeres en prisin
El incremento en la poblacin y la falta de una poltica planicada
para atender la situacin dio lugar a soluciones de emergencia tran-
sitorias que se consolidan y se convierten en la poltica a seguir.
Tenemos as, en muchos casos, centros con vieja infraestruc-
tura hacinados, y por tanto, la improvisacin de nuevos espacios
que en muchos casos gener los llamados anexos femeninos en
centros de varones. De nuevo, la situacin de la mujer en prisin
denida en funcin de la del hombre preso: como un anexo.
Muchas veces el permanecer en crceles mixtas podra impli-
car estar sujetas a las mismas medidas de seguridad de los hom-
bres. Algunas crceles de hombres han sido diseadas con altas
medidas de seguridad, siendo injusto ubicar una mujer en un
lugar como ste por su perl de riesgo. Al mismo tiempo, esto
obviamente afecta los programas de atencin.
La falta de presupuesto no debe ser excusa para la no satisfac-
cin de un derecho. Debemos tener presente el principio de cui-
dado que seala que cuando el Estado priva a una persona de su
libertad asume tambin el deber de cuidarla. El principal deber
del cuidado es mantener la seguridad de las personas privadas de
su libertad, como tambin proteger su bienestar. sta es una res-
ponsabilidad que el Estado no puede evadir. Proteger el bienes-
n 207
tar de hombres y mujeres reviste de diferencias signicativas, en
trminos de que las necesidades bsicas de ambos grupos pobla-
cionales son diferentes. No pueden por tanto ignorarse las dife-
rencias de gnero. Es decir, las cosas no han sido denidas en
trminos de atender las necesidades de las mujeres presas, sino
en trminos de lo ms cmodo y econmico para los siste-
mas penitenciarios. De nuevo la pobreza, en este caso de los
sistemas penitenciarios, afecta diferencialmente a hombres y a
mujeres reejando la discriminacin de que son objeto las mu-
jeres en la sociedad en general.
Si bien algunos pases han consolidado gradualmente un
modelo centrado en la atencin de las necesidades de las perso-
nas presas, en muchos casos an encontramos:
Limitado acceso a la educacin. La educacin se establece como
un derecho, as lo sealan los Principios Bsicos para el Trata-
miento de los Reclusos (Principio 6) y en las Reglas Mnimas
(Regla 77.1). Asimismo, la Convencin sobre la Eliminacin de
Todas las Formas de Discriminacin contra la Mujer ( ),
en su artculo 10 se reere al tema de la educacin y el acceso a
la misma, siendo que la mujer en su condicin de presa no debe
excluirse de estos derechos que le son inherentes.
Ausencia de atencin mdica continua y especializada, centra-
da en la prevencin y no slo en la atencin de emergencias.
Este derecho est consagrado en toda la normativa internacio-
nal, en las Reglas Mnimas de la 22 a la 26, en el artculo 6
del Cdigo de Conducta para Funcionarios Encargados de
Hacer Cumplir la Ley y en los Principios Bsicos para el Tra-
tamiento de los Reclusos (Principio 9). Asimismo en el artcu-
lo 12 de la .
Criterios moralistas para la concesin del derecho a la visita
ntima; para ampliar este tema puede revisarse lo sealado en
el artculo 16 de la en trminos de la libertad de la
mujer para decidir sobre su eleccin de pareja. Al mismo
tiempo es importante tomar en cuenta el principio de norma-
lidad que seala que aunque la vida en prisin nunca puede
ser normal, las condiciones en ella deberan ser tan cercanas a
la vida normal como sea posible.
208 n
Limitado acceso al trabajo y a la formacin para la capacita-
cin, la que reproduce los papeles tradicionales. Este derecho
est consagrado en toda la normativa internacional, en las
Reglas Mnimas de la 71 a la 76 y en los Principios Bsicos
para el Tratamiento de los Reclusos (Principio 8). Las regula-
ciones de la
8
y, por supuesto, el artculo 11 de la .
Falta de asistencia jurdica.
Limitados programas de atencin en el campo de la salud
mental.
Falta de atencin en el campo de la pediatra, la nutricin y la
psicologa, entre otros, para los nios y las nias que viven
con sus madres en prisin, obvindose la legislacin interna-
cional en esta materia, que establece que los Estados deben
velar por el inters superior del nio. El Estado tiene respon-
sabilidad con los nios y las nias en esta situacin en lo
concerniente a:
Servicio de guarderas mientras las madres trabajan.
Sistemas de proteccin contra cualquier forma de abuso
fsico, mental, descuido, trato negligente y malos tratos.
Servicios de salud adecuados.
Suministro de alimentos nutritivos.
Atencin prenatal y posnatal a las madres.
Condiciones adecuadas para el desarrollo fsico, mental,
espiritual, moral y social.
Espacios adecuados para el juego y el esparcimiento, es de-
cir, para las actividades recreativas propias de su edad.

Aunado a lo anterior las mujeres en prisin se encuentran ex-
puestas o vulnerables a sufrir situaciones de agresin fsica,
sexual y psicolgica, sumado a la experiencia de trauma de mu-
chas de ellas, debido a los abusos previos de que han sido objeto.
Por citar un ejemplo concreto, Amnista Internacional realiz un
estudio sobre el tema de la violacin de los derechos humanos de
8
C29 Convenio sobre el trabajo forzoso, C105 Convenio sobre la abolicin del trabajo
forzoso, Declaracin de la relativa a los principios y derechos fundamentales en el
trabajo y su seguimiento.
n 209
las mujeres en las crceles en Estados Unidos, sealndose en
algunos casos actos de agresin verbal, fsica y sexual por parte
del personal.
9
Debe tomarse en cuenta que conforme la norma-
tiva internacional, stos son actos de tortura que afectan la dignidad
humana. Esto ya fue sealado en un informe de la Comisin de
Derechos ( Commission on Human Rights, Doc E/
CN.4/1992/SR.21, 21 de febrero de 1992, prrafo 35).
Otro derecho que debe valorarse es el de votar. En principio,
las personas presas conservan todos sus derechos, salvo la liber-
tad de trnsito, como se seala en el artculo 7, inciso a), de la
, y las mujeres presas no deben ser la excepcin. Es im-
portante rescatar el caso de Costa Rica, pas donde todas las
personas privadas de libertad, hombres y mujeres pueden ejercer
su derecho al voto.
Veamos otro tema relevante y poco tratado, que tiene que ver
con la arquitectura penitenciaria. Nunca las crceles de mujeres han
sido diseadas pensando en sus necesidades especiales. En Amrica
Latina, buena parte de los penales estuvieron a cargo de las monjas
del Buen Pastor y el modelo arquitectnico es el de un convento,
modelo que tambin se reejaba en el trato y en las obligaciones
impuestas a las mujeres. Recientemente, con el aumento de la po-
blacin de mujeres presas, cuando se han construido nuevas crce-
les, se han realizado duplicando los modelos arquitectnicos de las
crceles de varones porque as es ms fcil y ms econmico.
La arquitectura de un lugar determina en mucho lo que all
ocurre. Debe pensarse en una arquitectura penitenciaria acorde
a los programas que van a ser desarrollados con las personas que
estn privadas de libertad, y no como ocurre generalmente: la
arquitectura responde a la seguridad y no a la atencin de las
necesidades de las personas presas.
9
Una versin abreviada de este reporte est en Not Part of My Sentence-Violations of the
Human Rights of Women in Custody, AI Index, 51/19/99, Estados Unidos.
210 n
Algunas consideraciones nales
Los aspectos desarrollados anteriormente no quedan agotados,
todo lo contrario son tan slo una provocacin a su desarrollo y
a una mayor investigacin en este campo con miras a mejorar la
situacin de las mujeres presas. Es necesario sealar que resulta
urgente la denicin por parte de los sistemas penitenciarios
de una poltica de gnero que garantice un modelo adecuado de
atencin de las necesidades de las mujeres presas.
Las diferencias entre ambas poblaciones pueden ser denidas
por los niveles de violencia y amenaza a la seguridad comunitaria,
tomando en cuenta el patrn de ofensa; la responsabilidad de ni-
os, nias y otros miembros de la familia; la vulnerabilidad a la
violencia sexual por parte del personal de prisiones; la necesidad
de programas especiales que atiendan la salud, la salud mental, las
adicciones, las situaciones de trauma, la formacin vocacional y la
reinsercin e integracin a la comunidad, entre otras cosas.
Debe, asimismo, desarrollarse una estrategia de capacitacin
para el personal que posibilite el logro de este modelo penitencia-
rio desde una perspectiva de gnero. Las Reglas Mnimas se ree-
ren a la importancia de la seleccin y capacitacin del personal
penitenciario (ver Regla 46.1, 47.2 y 47.3) para trabajar con la po-
blacin reclusa, siendo por tanto imprescindible que esta seleccin
y capacitacin no niegue que una parte de la poblacin presa est
conformada por mujeres; negarlo sera discriminatorio, y ya sabe-
mos que la discriminacin produce violencia. Por otra parte, debe
analizarse el tema de la clasicacin penitenciaria, incorporando
variables de gnero en el anlisis de la temtica.
Otro asunto de anlisis lo constituye la disciplina. General-
mente los reglamentos que abarcan esta materia fueron denidos
para los centros de varones y no siempre son aplicables a los
centros de mujeres, es decir, deben revisarse los medios discipli-
narios y de imposicin de castigos.
La atencin de las mujeres presas debe incluir proyectos diri-
gidos a prevenir el impacto deteriorante de la prisin, as como
la aplicacin de un servicio completo de salud fsica y mental. Es
imprescindible, asimismo, un programa de capacitacin en dere-
chos humanos de la mujer para las reclusas que, retomando las
n 211
palabras del artculo 3

de la , asegure el pleno desarrollo


y el adelanto de la mujer, con el objeto de garantizarle el ejercicio
y el goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales
en igualdad de condiciones con el hombre.
Ms importante an es que se creen o utilicen alternativas a la
pena en prisin, pues las estadsticas demuestran que la mayora
de las privadas de libertad no son una amenaza para la sociedad.
Esto implica la necesidad de una residencia comunal para la ma-
yora de las mujeres que estn presas con sentencias cortas. El
mayor reto consiste en implementar el mayor nmero de alterna-
tivas a nivel comunal y dejar de visualizar la crcel como la nica
alternativa. Es decir, deben crearse programas que, ms que cas-
tigar, ayuden a las mujeres a salir de las condiciones en que se
encuentran.
Apuntes para una anlisis del sistema penitenciario
desde la perspectiva de gnero
Ana Lucia Sabadell
Introduccin
En los aos setenta ya se identican claramente, en el ambiente
acadmico, estudios sobre las relaciones entre derecho y gnero.
Tales estudios nacen de la constatacin que los problemas clave
de las mujeres que necesitan una tutela jurdica especca ya
que muchas veces se reeren a violaciones de derechos funda-
mentales, simplemente no son objeto de tutela del derecho o,
cuando lo son, eso se hace de modo inadecuado generando una
ulterior violacin de un derecho fundamental (muy evidente,
por ejemplo, en todo el anlisis sobre la doble victimizacin de
la mujer).
1
El derecho y sus principios fundamentales reejan una forma
masculina de ver y relacionarse con el mundo. Por ello, las nece-
sidades de las mujeres, sus derechos e intereses, suelen ser exclui-
dos por el discurso jurdico.
Sera necesario, por lo tanto, desarrollar un derecho de las
mujeres. As, por ejemplo, en 1974 se introdujo en la Facultad
de Derecho de la Universidad de Oslo la materia de Kvinnerett
(derecho de las mujeres).
2
1
Para una introduccin en este debate, cfr. Ana Lucia Sabadell, Manual de sociologa
jurdica. Introduo a uma leitura externa, do direito, en Revista dos Tribunais, So
Paulo, 2005, pp. 230 y ss.
2
Sobre el desarrollo de esta disciplina, cfr. T. S. Dahl, Taking Women as a Starting
Point: Building Womens Law, en International Journal of the Sociology of Law, vol. 14,
1986, pp. 239-247, y O direito das mulheres. Uma introduo teoria do direito feminista,
Lisboa, Gulbenklan, 1993, pp. xi, 25 y ss., 67 y ss.
Desde otra perspectiva, se plantea la necesidad de analizar
con atencin lo que sera el derecho de las relaciones entre los
gneros.
3
As, en Alemania se cre en 1992 una ctedra con tal
denominacin en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Bremen (Recht der Geschlechterbeziehungen).
4
El desafo y, a la vez,
el objetivo cientco, sera la formulacin de un derecho que
lleve en consideracin la diferencia entre hombres y mujeres.
Tambin se proyecta la construccin de una teora del dere-
cho feminista o de una ciencia jurdica feminista de mayor
alcance y con nalidad de remplazar las concepciones tradiciona-
les androcntricas sobre el sistema jurdico en general.
5
Tomando
en cuenta reexiones como esas, han sido desarrollados muchos
estudios sobre el derecho.
6
Se constata que la crtica feminista, en un primer momento,
ha concentrado sus estudios sobre determinadas reas del dere-
cho, donde era ms visible la problemtica de gnero. ste fue el
caso del derecho penal, el laboral y el civil. Muchos son, por
ejemplo, los estudios sobre discriminacin en el local de trabajo,
sobre delitos sexuales y sobre derecho de familia.
Interesa aqu destacar la posicin de las corrientes ms radica-
les que sostienen que el derecho solamente reproduce el carcter
3
Ana Lucia Sabadell, La administracin del derecho de las mujeres en el marco del derecho in-
ternacional, 1998 (indito).
4
A ctedra se dedica pesquisa e ao ensino das condies de vida e de trabalho das
mulheres, ao estudo de medidas contra a discriminao e ao desenvolvimento de con-
cepes alternativas sobre o sistema jurdico. [Esta ctedra se dedica a la investigacin
y divulgacin de las condiciones de vida y laborales de las mujeres, al estudio de medi-
das contra la discriminacin y al desarrollo de concepciones alternas sobre el sistema
jurdico.]. Vase B. Sokol, Gleichstellungspolitik am juristischen Fachbereich der
Universitt Bremen en U Rust (ed.), Juristinnen an den Hochschulen-Frauenrecht in Lehre
und Forschung, Baden-Baden, Nomos, 1997, pp. 24-29.
5
Cfr. la presentacin en S. Baer, Feministische Anstze in der Rechtswissenschaft, en U.
Rust (ed.), Juristinnen an den Hoschschulen-Frauenrecht in Lehre und Forschung, Baden-Baden,
Nomos, 1997, pp. 168 y ss.
6
Dos revistas inglesas y una estadounidense empezaron, a partir de los aos ochenta, a
ofrecer un gran espacio para la publicacin de trabajos feministas sobre el derecho. Cfr.
The International Journal of the Sociology of Law, en particular el nmero especial de 1986,
vol. 14, nm. 3-4; Social and Legal Studies, y, por ltimo, la Women and Criminal Justice.
Feminist Perspectives on Law. Cfr. Pitch, Diritto e diritti. Un percorso nel dibattito femi-
ninista, en Democrazia e Diritto, vol. 33, nm. 2, pp. 3-47; y S. Baer, op. cit.
214 n
patriarcal y estructuralmente opresivo del propio Estado.
7
As,
en cuanto existan relaciones sociales de poder que opriman a las
mujeres, el derecho continuar funcionando como un instru-
mento de reproduccin de estas relaciones.
Ocurre que el derecho de nuestra modernidad, que inicia su
desarrollo a nes del siglo e inicios del , conrma a la
vez que crea, la exclusin de la mujer de la vida pblica. En el
siglo , por medio de imposiciones restrictivas de derechos, se
le impone una especie de aislamiento en la esfera privada (no
poder votar, administrar negocios, estudiar ni trabajar). Se difun-
de la concepcin de que las que all se quedan (en el hogar), son
las mujeres buenas, y la tutela jurdica de la virginidad viene
conformada como parte del honor familiar, como lo indican,
desde entonces, los propios ttulos donde estn insertos los deli-
tos sexuales en los cdigos penales de diversos pases.
8
Obsrvese que no digo que las mujeres antes del iluminismo
fuesen consideradas seres autnomos. Ocurre que en el proceso
de mutacin a que se somete el viejo derecho europeo, de ori-
gen romano (que nos interesa directamente debido a la coloni-
zacin), se crean normas jurdicas en el sentido formal, que
apoyan la conformacin del espacio pblico y privado de nues-
tra modernidad. De esta manera, una parte signicativa de la
vida de las mujeres pasa ocialmente a situarse fuera del al-
cance de las normas que regulan y protegen los espacios pbli-
cos-masculinos. En un contexto tal, el ideal de autonoma y de
libertad de la mujer constituye una ilusin. Aqu se destaca el
papel que representa la conformacin de la esfera privada en el
mbito del Estado liberal.
7
A. Baratta, O paradigma do gnero. Da questo criminal questo humana, en C.
Hein de Campos (ed.), Criminologia e feminismo, Porto Alegre, Sulina, 1999, pp. 19-80.
8
Recuerdo que la formulacin de los tipos penales en materia sexual de nales del siglo
ha permanecido igual durante muchos decenios, recordando que hace unas tres
dcadas que han sido iniciadas reformas; las ms destacadas son, en mi opinin, la
alemana y la italiana. Para un estudio del tema desde una perspectiva histrica y com-
parada, vase Ana Lucia Sabadell, A problemtica dos delitos sexuais numa perspecti-
va de direito comparado, en Revista Brasileira de Cincias Criminais, nm. 27, 1999, pp.
80-102.
n 215
Aunque la situacin ha cambiado, es posible armar, de
acuerdo con mi tesis, que hay una inclusin limitada
9
de las muje-
res en la esfera pblica. Considero eso una trampa del patriarca-
do moderno: la mujer moderna piensa ser incluida y, no
obstante, no tiene amplio poder de decisin. La invisibilidad
todava se hace presente y el tema de la crcel nos permite de-
mostrarlo.
En el caso especco del derecho penal se observa que, tanto
en el nivel del derecho internacional como en el interno, los es-
tudios se han concentrado sobre todo en el proceso de elabora-
cin y aplicacin de normas, especialmente las relativas a la
tipicacin y abrogacin de delitos, si bien se han discutido
tambin temas procesales importantes. En todo caso, un rea
que parece poco explotada, por as decir, sobre todo en Amri-
ca Latina, es la cuestin de las relaciones entre crcel y gnero.
Por otro lado, la centralidad que ha adquirido el debate penal
para los estudios sobre derecho y gnero impone afrontar esa
cuestin. Cmo es que los pases en parte pobres como los
nuestros que poseen un sistema de justicia penal que funciona
entre cdigos de legalidad e ilegalidad, pases donde todava la
cultura machista (patriarcal) desempea un papel muy importan-
te en la conguracin de las relaciones sociales reaccionan
cuando quien va a la crcel es ella y no l? Cmo se reproducen
las formas de relacin de carcter patriarcal al interior de la crcel
y hasta qu punto algunas variables que inciden sobre el tema
son de gnero o se reeren simplemente al funcionamiento de la
crcel como institucin en el mbito social?
10
La primera caracterstica de gnero que posee la crcel es, sin
duda, el hecho de constituirse en un espacio privado. Por ello,
9
Ana Lucia Sabadell, La administracin del derecho de las mujeres en el marco del derecho in-
ternacional, op. cit.
10
La violencia del sistema penitenciario es un problema per se, que existe independiente-
mente de la problemtica de gnero. Eso nos indica, entonces, lo importante que es
diferenciar las cuestiones que tienen relevancia de gnero de las que no la poseen.
Tambin resulta necesario pensar cmo cuestiones comunes y muy elementares de la
cultura penitenciaria (por ejemplo, la violencia sexual) adquieren contornos propios de
una problemtica de gnero cuando el condenado es una mujer. En todos los casos, los
criterios deben ser establecidos metodolgicamente.
216 n
de una cierta forma entrar en la prisin para una mujer es pene-
trar en un mundo no totalmente ajeno a su historia de vida o a
la cultura que marc su desarrollo de vida. Pinsese en el ejemplo
de la ejecucin de las tareas internas de limpieza en el presidio,
las cuales constituyen actividades tpicamente femeninas que la
mayora realizaba fuera de la prisin.
Pero, por otro lado sabemos que la gloricacin de las activi-
dades domsticas (cuidar, cocinar, limpiar, lavar, planchar) fue
un factor importante en el proceso de exclusin histrica de la
mujer del ejercicio del poder, legitimando su connamiento en
el espacio privado. Aqu se identica un factor interesante para
ser investigado desde la perspectiva de gnero: la conguracin
de la crcel como un espacio privado. Se trata de una cuestin to-
dava poco analizada y que necesita mayor atencin.
La problemtica de la prisin
Cmo punir? sta es una interrogante de poltica criminal que
recibe, en varios pases y pocas, respuestas diversas.
En mi opinin, para realizar con seriedad cualquier tipo de
anlisis sobre la crcel es necesario saber cmo estamos punien-
do, qu empleamos para punir y cmo lo empleamos. Por su-
puesto, sta es una cuestin criminolgica, pero se trata de una
informacin que posee una gran importancia en el anlisis de la
problemtica de gnero.
La cuestin formulada no resulta difcil de contestar. Hoy por
hoy estamos puniendo principalmente por medio de la pena de
prisin y, sobre todo en los pases pobres, con empleo sistemtico
de violencia.
11
Las estadsticas indican, seguramente, que existe
un predominio de la pena de multa, eso sin hablar de las penas
alternativas. Pero, esas penas no tienen la capacidad de afectar la
vida del condenado y adems se tratan de sanciones a la cuales
no se aplica al condenado la etiqueta de criminoso, o sea, su
empleo no genera efectos colaterales. Por otro lado, se utiliza la
11
D. Dimoulis y Ana Lucia Sabadell, Criminalidad urbana y espacio pblico: el caso del
en la ciudad de San Pablo, en Roberto Bergalli e Iaki Rivera (coords.), Emergen-
cias urbanas, Barcelona, Anthropos, 2006, 239-260.
n 217
218 n
multa en casos de conictos pequeos, castigados con penas in-
feriores (menos de un ao). Las lesiones graves, y que llaman la
atencin de la media, son en general castigadas con pena de pri-
vacin de la libertad.
12
Pensando inicialmente en el tema de las mujeres, resulta impor-
tante siempre recordar que, de la privacin de derechos que impo-
ne el cumplimiento de esa pena, se desarrollan ulteriores
privaciones y violencias (violaciones de derechos) que afectan la
calidad de vida de las mujeres que cumplen una condena. Cul de
stas tiene relevancia para la problemtica de gnero? Vamos tratar
de identicar esto aqu, empleando algunos ejemplos de Brasil.
El hogar del imperativo de la seguridad en la poltica
penitenciaria actual
La prisin es hoy, sobre todo en nuestros pases latinoamerica-
nos, un enorme mecanismo que genera corrupcin y violencia y,
adems, que se come una gran parte del presupuesto del Esta-
do, emplea miles de personas en todo el mundo e incluso posibi-
lita a muchos hacer dinero.
13
Cul es la nalidad de esta institucin? Tericamente se dice
que procura recuperar, resocializar, neutralizar, vengar e intimi-
dar al condenado. El socilogo que analiza esta prctica ve que
en las prisiones existe una nica regla que estructura toda la acti-
vidad: la seguridad, es decir, evitar evasiones y mantener el orden
dentro de la prisin, protegiendo la integridad fsica de guardias
y presos.
Otras nalidades, como el trabajo, las visitas, etc., pierden
importancia frente al imperativo de la seguridad, conforme la
interpretacin de los responsables por la poltica criminal. Esta
preocupacin tiene consecuencias mltiplas y nefastas sobre la
vida de los presos. La prisin que conocemos hoy no tiene como
objetivo central tocar el alma, afectar el comportamiento de los
presos. No se proyecta educar para la moral del trabajo, hacer al
12
Nilo Batista, Novas tendncias do direito penal, Ro de Janeiro, Revan, 2004.
13
L. D. Minhoto, Privatizaco de presdios e criminalidade. A gesto da violncia no capitalismo
global, So Paulo, Max Limonad, 2000.
n 219
condenado cambiar despus de un largo trabajo educacional, con
miras a romper resistencias.
Las prisiones modernas son nada ms depsitos de personas
segregadas que deben simplemente aprender a no molestar du-
rante el cumplimiento de su pena. Por tal motivo, se arma que
la tesis de Foucault sobre las prisiones modernas no se sostiene
en la actualidad.
14
El orden se mantiene por la sumisin de los presos que acep-
tan las reglas. Por otro lado, quienes controlan las prisiones
tambin toleran las reglas informales e ilegales de los presos.
Aclaro esto con dos ejemplos. El director de un presidio en
Brasil una vez me dijo, de modo hipottico, que puede faltar
todo en la crcel, pero hay algo que l considera siempre necesa-
rio tener a pesar de su ilegalidad: la marijuana; se debe simple-
mente aceptar como una regla informal. Para l, cosas como
cocana, crack, que agitan, hay que perseguirlas, pero la marijuana
calma los nimos.
Segunda situacin. En Brasil hay en la actualidad una tenden-
cia a crear presidios de mxima seguridad, lo que se hace acom-
paar de una legislacin especca de cumplimiento de pena,
que impone un rgimen disciplinar tambin muy riguroso (Ley
n. 10.792/2003). Actualmente, eso signica que evitar evasiones
y mantener el orden es un objetivo central que justica ese au-
mento del empleo de la violencia por parte del Estado en la
confrontacin con el preso. Celdas aisladas, presos sin contacto
con el mundo externo, baos de sol una vez al da de dos horas,
son algunas de las reglas que se imponen en tales presidios. O
sea, estamos hablando de tanta violencia y privacin que puede
fcilmente llevar un hombre a la locura.
Ese movimiento del Estado de endurecimiento a la respuesta
de la criminalidad, a su vez, coincide con el desarrollo de grupos de
pandillas en las crceles masculinas, como el Primeiro Comando
da Capital en So Paulo y el Comando Vrmelo en Ro de Janei-
ro. Me quedo pensando cunto se hace y cunto todava falta por
hacer para legitimar e intentar salvar la prisin.
14
M. Foucault, Surveiller et punir. Naissance de la prison, Pars, Gallimard, 1975.
220 n
En este sentido, la particularidad de gnero implica que, para
atender el imperativo de seguridad, se solicita a la mujer sumi-
sin, en el sentido de cumplir con las expectativas sociales de
carcter patriarcal y aceptando ser pasiva. De hecho, en Brasil,
donde tantas veces hay rebeliones en las crceles, las referencias
a rebeliones en prisiones femeninas suelen ser muy escasas.
Criterios para el anlisis de la conguracin de las relaciones
de gnero en la crcel
Primero quiero recordar cuatro criterios que se consideran cen-
trales en la conguracin de la crcel y la relacin entre personal
carcelario y presos: clase, gnero, nacionalidad y edad. Se trata
de criterios de selectividad. El derecho penal es vlido para todos,
pero la prisin castiga solamente a unos cuantos, siempre los
mismos. En relacin con el gnero, sabemos que 95% de la pobla-
cin de los presidios son hombres. En Brasil, 5% son mujeres,
conrmando la tesis de que el sistema de justicia penal es casi
exclusivamente masculino.
15
La clase social de los que cumplen
condena es mayoritariamente pobre.
16
Aqu hay una sobrerrepre-
sentacin de este grupo social, tal como ocurre en relacin con
el criterio del gnero.
Sobre la nacionalidad hay dos aspectos interesantes. En princi-
pio, este criterio tiene ms importancia cuando se habla de pri-
siones en pases ricos, donde hay una gran cantidad de extranjeros,
pero en Amrica Latina el problema es diverso. En Brasil, estu-
dios indican que la presencia de extranjeros todava es pequea
pero en ascenso, sobre todo en las grandes ciudades.
17
Interesan-
15
Cfr. los datos en el Relatrio sobre mulheres encarceradas publicado por la Associa-
o Juzes para a Democracia, en <http://www.ajd.org.br/ler_noticia.php?idNoticia
=129>.
16
Esa situacin es recurrente en Brasil. Basta recordar que el censo penitenciario de 1994
indicaba que 95% de la poblacin carcelaria eran pobres. Cfr. tem 36: Nvel scio-
econmico da clientela dos sistemas, en Censo Penitencirio Nacional 1994, p. 65.
17
Cfr. los datos en el Relatrio sobre mulheres encarceradas, op. cit., y en el informe O
Brasil atrs das grades, producido por el Human Rights Watch, en <http://hrw.org/
portuguese/reports/presos/index.htm>. En la provincia de San Pablo tenamos, en
n 221
te sera trabajar con el criterio de localidad, incluyendo aqu no
slo el lugar de origen, sino dnde viva el condenado. Eso per-
mitira vericar si proviene de barrios ms pobres y con mayor
carencia de desarrollo de polticas pblicas.
18
Por ltimo, la edad. La mayora de los que cumplen condena
son jvenes; aqu tambin se identica un problema de una
abrumadora mayora. En Brasil, 61% de los presos hombres estn
entre los 18 y 29 aos de edad, y 17% tiene menos de 34 aos.
19
Especcamente en cuanto a la relacin mujer-crcel, un pri-
mer dato importante es la ausencia de investigaciones sobre el
tema. En Brasil, por lo menos, poco se sabe sobre las condiciones
de cumplimiento de pena entre las mujeres. Considerando tales
hechos, me gustara indicar los seis puntos donde es posible
identicar la problemtica de genero, aqu ejemplicados por
datos de Brasil:
20
infraestructura, sobrepoblacin, salud, violen-
cia sexual y privacidad, raza, y relaciones familiares.
Sobre la infraestructura, la cuestin inicial es el hecho de que el
sistema penitenciario no es apto para recibir a la mujer encarce-
lada. Las mujeres cumplen su pena en instalaciones pequeas,
en nada comparables en tamao con las prisiones masculinas.
En general, se trata de adaptaciones de construcciones existentes
previamente en la ciudad, como antiguos hospitales psiquitri-
cos, monasterios o edicios pblicos en desuso. Otras veces, las
mujeres cumplen condenas en reas reservadas dentro de pri-
siones masculinas o en locales de detencin temporaria o en la
comisara de polica.
2000, 40 mujeres extranjeras cumpliendo condena. En seis aos, este nmero se elev
a 300 mujeres.
18
De todas formas, pensando en la realidad de Amrica Latina creo que es importante
considerar con ms seriedad el criterio de raza. Quiz nos permitiera ver mejor el pro-
blema de discriminacin que sufren los negros y los indgenas en Amrica Latina.
19
Cfr. los datos en el Relatrio sobre mulheres encarceradas, op. cit.
20
No estamos aqu evaluando el empleo de los castigos ilegales, puesto que no encontramos
informaciones en Brasil sobre el empleo de malos tratos a las condenadas por parte de los
funcionarios de las prisiones. El perl de la mujer encarcelada en Brasil es ste: en general
(84%) es madre soltera; joven; proveniente de la raza negra (afrodesciendente); condenada
por delitos relacionados con el trco de drogas (alrededor de 40%), y en relacin con la
reincidencia, 72% cumple su primera condena. Cfr. O Brasil atrs das grades, op. cit.
222 n
Esto signica que faltan habitaciones adecuadas, baos, salas
para realizar actividades educacionales y laborales, un patio para
tomar sol y hacer actividades fsicas, y locales para recibir visitas
de familiares e hijos. Las necesidades femeninas parecen invisi-
bles. El censo penitenciario de 2002 en Brasil indic problemas
causados por la falta de infraestructura, como el que las presas
reincidentes cumplan su condena junto a aquellas que han sido
condenadas por primera vez y con quienes se encuentran presas
durante el desarrollo del proceso y aguardan su sentencia.
21
El problema en general de la sobrepoblacin en los presidios
femeninos se relaciona con la problemtica de la infraestructura.
Aunque sea contraria a la prisin como institucin (no creo que
la respuesta violenta pueda generar resocializacin), es necesario
reconocer la necesidad de ofrecer a las mujeres mejores condicio-
nes de cumplimiento de su pena. En Brasil, estudios indican que
solamente la penitenciara de Natal (en la provincia de Rio
Grande do Norte) se limita a su capacidad; en general, en todas
las prisiones femeninas tenemos graves problemas de sobrepo-
blacin.
22
Por supuesto, se puede decir que se trata de una cuestin
econmica. Frente al reducido nmero de mujeres que cumplen
una pena (5% en Brasil) y al aumento de la criminalidad en las
ltimas dcadas, el Estado, por cuestiones nancieras, opta por
concentrar sus esfuerzos (y su presupuesto) en la delincuencia
masculina. Pienso que aqu tambin la invisibilidad femenina y
el desinters del Estado se hacen presentes.
La salud es tambin un problema grave para la mujer detenida.
La mayora de los presidios no tienen ni enfermera ni personal
especializado para atender a las mujeres (mdicos o enfermeras)
y, por otro lado, las mujeres muchas veces necesitan de cuidados
especcos, por ejemplo durante el embarazo. En este contexto,
la asistencia mdica a la mujer embarazada tambin resulta muy
limitada. La Casa de Recuperao Feminina Bom Pastor, en la
provincia de Joo Pessoa, constituye un ejemplo de esa situacin
21
Cfr. Censo Penitencirio 2002, en <http://www.funap.sp.gov.br/faq_censo.htm>.
22
Cfr. O Brasil atrs das grades, op. cit.
n 223
extrema. Ninguna de las mujeres embarazadas en este presidio
fue sometida a un control mdico durante todo su embarazo.
Adems, el tratamiento mdico para las detenidas lo ofreca una
enfermera que visitaba el presidio tres veces a la semana y sola-
mente por las maanas. El sida tambin constituye un serio
problema: estudios indican que cerca de 20% de las mujeres han
sido contaminadas, porcentaje ms alto que el de los hombres
encarcelados.
23
Las detenidas tampoco reciben objetos necesarios
para la higiene femenina, como los tampones.
La violencia sexual suele ser un problema al cual estn someti-
das las mujeres presas. En Brasil, los hombres trabajan en presi-
dios femeninos como custodios. Adems, como muchas mujeres
cumplen su condena en una comisara de polica o en otras ins-
tituciones donde hay presencia masculina, resulta comn tener
datos relacionados con abusos sexuales por parte de funcionarios
u otros presos. Eso ocurre a pesar de que la ley de ejecucin penal
brasilea (Lei de Execuo Penal, Ley 7.210/1984) no autoriza la
presencia de hombres en presidios femeninos, con excepcin del
personal tcnico especializado. En este contexto, las presas mu-
chas veces intercambian sexo por benecios.
24
La especicidad
de gnero resulta evidente. Existe una relacin de poder desigual
(y sumisin) entre las partes involucradas, por lo menos en lo
que se reere a los funcionarios de prisin y los policas, por un
lado, y las presas por otro.
25
Aqu la especicidad de gnero se
traduce en la propia violencia sexual y en la prostitucin, a la
cual la mujer encarcelada se somete por no tener otras opciones.
Se repite as una forma de violencia y discriminacin de gnero
que ocurre fuera de la crcel. Es como si el hecho de la reclusin
(en el hogar, en la prisin) creara la oportunidad para la mani-
festacin de este tipo de comportamiento violento.
La cuestin racial tambin es un factor importante en el an-
lisis de gnero. Brasil es un pas compuesto por negros, blancos,
indios y muchos inmigrantes europeos. En las prisiones siempre
23
Idem
24
Idem.
25
Debe considerarse que la ley impone la separacin de mujeres condenadas de otros
presos. Se trata del artculo 82, pargrafo 1
,
de la Ley 7.210/1984.
224 n
hubo una mayora de poblacin de origen negra (afrodescen-
diente). En el caso de la mujer, no resulta diferente. Tenemos
54% de mujeres negras o afrodescendientes en las prisiones,
siendo que el porcentaje de negros entre la poblacin es de 42%.
Quizs la mujer negra sea la que ms sufra discriminaciones
dentro de las prisiones, porque, adems de la cuestin de gnero
tambin se enfrenta con la cuestin racial.
26
En cuanto a las relaciones familiares, quizs se site uno de los
problemas ms graves para las mujeres. Hay dos aspectos muy
importantes: en general, ellas son abandonadas por su familia y
por su compaero; asimismo, muchas siguen siendo responsables
de la manutencin de sus hijos que, provisionalmente, permane-
cen con familiares o conocidos. Como la mayora de las mujeres
est condenada por trco de drogas (40%) y para este delito no
se autoriza el cumplimiento de pena en rgimen parcialmente
abierto, las mujeres en general cumplen casi integralmente la
pena en las prisiones. Adems, en el caso de las mujeres embara-
zadas, la situacin es todava peor. Ellas permanecen en un rgi-
men riguroso de cumplimiento de pena, lo que posibilita que sus
hijos permanezcan con ellas hasta los seis aos de edad.
La cuestin de los hijos resulta muy seria. A pesar de ser posible
que una presa permanezca con sus hijos en el presidio, la mayora
de las veces no tienen las condiciones para recibir a los nios. De
acuerdo con una experiencia en una ciudad de provincia, donde
ocho madres permanecieron con sus hijos en la crcel, las mujeres
teman por el futuro de sus hijos. En esta investigacin se ha des-
cubierto, por medio de entrevistas, que las madres presas son es-
tigmatizadas por los funcionarios. Ellos consideran que cuidar de
los hijos constituye un privilegio y que las presas usan a sus hijos
para tener mejores condiciones de cumplimiento de su pena.
Adems, como no est permitido que ellas duerman en la misma
habitacin que sus hijos, los funcionarios son quienes deben
cuidar de ellos, con lo que se crean ms insatisfaciones.
27
26
Cfr. los datos en el Relatrio sobre mulheres encarceradas, op. cit.
27
Silmara A. Quintino, A presena da creche: Cantinho feliz na Penitenciria Feminina
do Paran-um olhar sociolgico sobre outros olhares, en Revista Sociologia Jurdica,
n 225
Todava en el mbito familiar se presenta un ltimo problema.
Existen pocas prisiones de mujeres en Brasil, y ya hemos dicho
que muchas presas cumplen su pena en locales precarios, como
comisaras de polica, pero algunas veces su permanencia en tales
sitios resulta una opcin para la misma presa en funcin de la
proximidad con su hogar. Debido a la falta de prisiones, cuando
una mujer recibe una condena, en general se traslada muy lejos
de su casa y pierde el contacto con sus hijos. Por ello, muchas
preeren permanecer donde estn, aunque ello implique mayor
sufrimiento. En otras palabras, los hijos son un motivo impor-
tante para la recuperacin de estas mujeres.
No obstante, el sistema penitenciario no permite en la prcti-
ca que ellas puedan siquiera amamantar a sus pequeos hijos
(debido a los problemas de infraestructura), sin importar que la
ley les tenga reservado todos esos derechos, simplemente por-
que no hay una infraestructura que les autorice el ejercicio de tal
derecho. Considero que estamos delante de una violacin de un
derecho fundamental (el derecho de amamantar), pero esa cues-
tin ni siquiera se discute en Brasil.
Conclusin
La mujer presa en Brasil est sometida a una condicin de invisi-
bilidad, y no creo que sea muy diferente en otros pases latinos.
Esta ausencia de visibilidad permite, a la vez, legitimar la des-
igualdad de gnero a la cual se somete a las presas. Las mujeres
que cumplen una condena rompen con el estereotipo de la buena
mujer en nuestra sociedad patriarcal. Con el crimen, la mujer
rompe la idea de la pasividad femenina, aceptando un papel tpi-
camente masculino. Estamos delante de la mujer deshonesta.
La mujer detenida recibe, simblicamente, un doble castigo:
la pena correspondiente por el crimen cometido y por el hecho
de quebrar con el papel que se espera de una mujer. Es como si
el sistema penal, que por tantas dcadas ha trabajado con con-
nm. 2, enero-junio de 2006, en <http://sociologiajur.vilabol.uol.br/rev02silmaraq.
htm>.
226 n
ceptos como el de la mujer honesta en los delitos sexuales,
28

considerase a la mujer condenada a prisin como doblemente
deshonesta: por la violacin al cdigo penal y por la violacin a
las normas patriarcales.
En tal contexto, para entender la crcel como un local que
busca slo producir pasividad, sea en hombres o en mujeres,
necesitamos observar cmo se trabaja con el orden en la crcel,
cmo funcionan y qu papel desempean los cdigos de legali-
dad-ilegalidad en la prisin, adems de cmo se ocupa hoy el
tiempo de quien cumple una condena.
En una de las pocas investigaciones realizadas en Brasil, se
haca referencia a la poca incidencia del empleo del castigo cor-
poral (malos tratos, tortura) en los presidios femeninos por parte
de los funcionarios de prisiones. Eso permite reforzar la idea de
la importancia de la pasividad en las prisiones y nos permite, a la
vez, plantear dos hiptesis explicativas. En general, las mujeres se
someten a la disciplina de los presidios, o sea, contribuyen a la
moderna conguracin de la prisin en nuestra sociedad como
un depsito de personas sin derechos. Basta recordar aqu que
en Brasil no ocurren rebeliones en presidios de mujeres. Segun-
do, la importancia que tiene la violencia sexual en la congura-
cin del castigo femenino en la prisin. Esa violencia en s ya es
la expresin de una relacin de poder patriarcal donde se eviden-
cia quin manda y quin se somete, por lo que se vuelve innece-
sario castigar de otras formas a las mujeres.
A partir de los pocos datos que tenemos me fue posible com-
prender que la situacin de violacin de derechos sociales es una
constante en las penitenciaras femeninas. Y creo que las mujeres
se encuentran en una situacin peor que los varones, ya que la
infraestructura (obviamente tambin muy precaria en el caso de
los presidios masculinos) resulta inexistente. Se trata de una cues-
tin de gnero relacionada con la invisibilidad femenina que, a
pesar de los avances, todava existe y no solamente en la crcel.
Tambin quiero recordar siguiendo aqu la mala conciencia
del jurista de la cual hablaba Gustav Radbruch que si la crcel
28
Ana Lucia Sabadell, A problemtica dos delitos sexuais numa perpectiva de direito
comparado, op. cit.
n 227
constituye una institucin intil, en el sentido de ser incapaz de
recuperar hombres, tambin lo es en relacin con las mujeres.
As, creo que debemos concentrar nuestra atencin en entender
las especicidades de gnero en la crcel, pero considero igual-
mente importante usar nuestra capacidad de reexin para pen-
sar en formas de ejercer el control social menos violentas y ms
educativas que la propia prisin.
Bibliografa
Censo Penitencirio Nacional 1994, Publicacin del Ministrio
da Justia/Conselho Nacional de Poltica Criminal e Peniten-
ciria, Brasilia, 1994.
Censo Penitencirio 2002, en <http://www.funap.sp.gov.br/
faq_censo.htm>.
Curi, U., y G. Palombari (eds.), Diritto penale minimo, Roma,
Donzelli Editore, 2002.
Tesn, F. R., Feminism and International Law: a Replay, en
Virginia Journal of International Law, vol. 33, nm. 3, 1993, pp.
647-684.
Panel 2.
La prevencin de la tortura
en el sistema penitenciario
Introduccin al Protocolo Facultativo
Jan Perlin
La aplicacin del Mecanismo Nacional de Prevencin de la tor-
tura en Mxico, de acuerdo con las obligaciones que el Estado
mexicano contrajo como Estado parte del Protocolo Facultati-
vo de la Convencin contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes ( ),
1
presenta un desa-
fo a la vez esperanzador y complejo. Las pautas de su diseo
exigen la creacin de una institucionalidad y un mandato nove-
dosos para la proteccin de los derechos humanos, ya que busca
articular el seguimiento de los compromisos respecto de la pre-
vencin de la tortura mediante una instancia hbrida (nacional e
internacional), con un enfoque singular y prctico (prevencin
de la tortura y el maltrato mediante un sistema de visitas a luga-
res de detencin y el dilogo dirigido a aplicar recomendaciones
especcas para mejorar la prevencin).
Este esquema considera una instancia nacional conocida en
el Protocolo como Mecanismo Nacional de Prevencin (Meca-
nismo o ) y otra de carcter internacional denida como
Subcomit de Prevencin de la Tortura (Subcomit). Su mandato
se materializa a travs de un programa de visitas a lugares de de-
tencin
2
en todo el territorio nacional, cuyos resultados se deri-
van en actividades de dilogo, recomendacin y seguimiento
sistmico, con la nalidad de prevenir actos de tortura y malos
tratos. En este sentido, el Protocolo busca la disminucin en la
1
Mxico ratic el Protocolo Facultativo en abril de 2005.
2
Vanse las conclusiones del tercer foro realizado en Quertaro (junio de 2006), para el
detalle sobre la cobertura del mandato y las actividades que debe llevar a cabo el o los
mecanismos nacionales de prevencin.
232 n
prctica de las violaciones a derechos relacionados con la integri-
dad y seguridad fsica de las personas, mediante la adopcin de
polticas pblicas y de prcticas institucionales dedicadas espec-
camente a la prevencin.
La operacin de este esquema genera la pregunta de cmo crear
controles ecaces que redunden directamente en un efecto positi-
vo y prctico en el mbito de interaccin cotidiana que se vive a
nivel nacional entre la persona y el Estado. En especial se busca
reglamentar el comportamiento del Estado respecto de las personas
privadas de libertad, ya que stas son las ms vulnerables a las prc-
ticas de tortura o maltrato.
3
En este sentido, la creacin del
pone en la mira el desafo de crear espacios democrticos de partici-
pacin, rendicin de cuentas y conocimientos tcnico-profesionales,
que se articulen en una cobertura nacional dirigida especcamente
a la solucin de una problemtica documentada y vigente, la cual
sigue presentando un cuadro de violaciones a derechos fundamen-
tales de las personas sobre la base de un ejercicio de poder desme-
dido e inexperto por parte del Estado.
Desde la perspectiva del Mecanismo, el trabajo de prevencin
debe llevarse a cabo de manera constructiva. Por ello, sus activi-
dades deben articularse sobre la base de una relacin de trabajo,
a la par de las instituciones que custodian personas privadas de
su libertad.
4
Ms all de un mandato de denuncia, la encomienda
del Mecanismo es facilitar la aplicacin prctica de medidas que
redundarn en una prevencin efectiva de la tortura y el maltrato,
cosa que las instituciones existentes no han podido lograr a la
fecha. Por ello, se habla de uno o varios mecanismos de preven-
cin que puedan articularse en una nueva instancia que lleve a
cabo precisamente las medidas necesarias de prevencin que las
instituciones y organismos existentes no han podido adecuar en su
3
Este hecho es notorio y, por ello, constituye el sustento principal para la creacin y vi-
gencia del .
4
sta es la condicin que, sin lugar a dudas, es el factor de riesgo ms grande para la
tortura y el maltrato. La premisa del Protocolo Facultativo es que un sistema de visitas
a lugares de detencin, adems de la prevencin puntual que pueda representar, se
convierta en un medio para analizar y recomendar cambios sistmicos que permitan
eliminar todos los factores de riesgo posibles, en aras de erradicar la tortura y el maltra-
to contra personas en situacin de vulnerabilidad por estar privadas de su libertad.
n 233
actividad. Por lo tanto, se yuxtaponen dos instancias una nacio-
nal y otra internacional cuyo mandato es impulsar y asegurar
dicha actividad, en cumplimiento de un compromiso internacio-
nal muy preciso en materia de derechos humanos.
En el campo internacional, el proceso de seleccin de los inte-
grantes del Subcomit premi, como qued de maniesto, tanto
la experiencia de los candidatos como su compromiso con la
erradicacin de la tortura, cualidades que aseguran la efectividad
de los trabajos de aqul. En este marco, la seleccin del candida-
to mexicano
5
para el Subcomit se bas en una convocatoria
pblica ncada en un perl profesional y de compromiso, la cual
estuvo acompaada de un proceso que permiti la participacin
directa de las organizaciones de la sociedad civil al lado de las
instancias gubernamentales. Estos antecedentes son esperanza-
dores en tanto provean modelos y criterios de selectividad para
los mecanismos nacionales de prevencin que aancen la inde-
pendencia de sus funciones es decir, independencia en el buen
sentido de la palabra, con vistas a que la rendicin de cuentas
pblicas y la excelencia en su empeo garanticen el adecuado
cumplimiento de su mandato.
Este mandato, no del todo cmodo para el Estado y sus insti-
tuciones, ha sido concebido con la idea de contribuir de manera
constructiva a los esfuerzos del Estado para acabar con el agelo
de la tortura y el maltrato. Sin embargo, este esquema prev que
ante la falta de voluntad poltica para llevar esta agenda adelante
o la misma incapacidad para lograr los cambios necesarios, acti-
var la intervencin ms agresiva del Subcomit, para dar un se-
guimiento enfocado en provocar acciones vericables en materia
de prevencin. En este caso, tanto el como el resto de la
sociedad podrn proveer informacin al Subcomit para el buen
cumplimiento de su funcin.
Otro tema importante en las discusiones sobre la implementa-
cin del Mecanismo es el relativo a cmo aprovechar las expe-
riencias ganadas en las acciones de prevencin a nivel nacional, y
5
Miguel Sarre, profesor en derecho del Instituto Tecnolgico Autnomo de Mxico, fue
el candidato de Mxico seleccionado para formar parte del Subcomit.
234 n
evitar la duplicidad de instancias que terminen obstaculizndo-
las, en vez de potenciarlas. Por otra parte, se resalt la naturaleza
sui generis de este organismo hbrido que debe operar en varios
niveles, manteniendo su enfoque nico.
Por ejemplo, debe realizar actividades operativas (visitas a luga-
res de detencin); de planeacin (asegurar cobertura nacional); de
sistematizacin y anlisis de los resultados de las visitas con una
perspectiva de indicadores de prevencin; de diseo de recomen-
daciones prcticas susceptibles de ser realizadas, y de promocin
del dilogo y la identicacin de acciones concretas de aplica-
cin con las instancias responsables de llevar a cabo las recomen-
daciones. Dichas actividades implican una interlocucin con los
poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, as como con la sociedad
civil, con la idea de aportar asesora tcnica, dar seguimiento a su
cumplimiento y mantener informado al Subcomit, adems de
emitir informes sobre su actividad y para conocimiento del p-
blico sobre el estado de la prevencin en el pas. Como qued de
maniesto en las conclusiones de los foros, esta labor es integral
y requiere de una dedicacin especca de tiempo y recursos. El
mismo Protocolo refuerza tales conclusiones y exige independen-
cia en el ejercicio del mandato del al hacer mencin del
compromiso de los Estados parte a facilitar los recursos necesa-
rios para el funcionamiento de los mecanismos nacionales de
prevencin (artculo 18.3).
El dilema sobre la cobertura nacional gener preguntas en
cuanto a la problemtica que se presenta, al tratarse de un pas
con una organizacin poltica federal. Por ejemplo, cmo crear
un mecanismo que tome en cuenta las distintas jurisdicciones
(municipal, estatal y federal), y a la vez se aseguren la coherencia
y calidad de su trabajo. El sentido de las conclusiones de los foros,
que el lector podr revisar por s mismo, es que sera importante
aprovechar las experiencias locales y potenciar tanto el trabajo de
las comisiones pblicas de derechos humanos como el de las or-
ganizaciones de la sociedad civil, sin que con ello se desvirten
sus mandatos actuales. Es importante no confundir el mandato
especial del Mecanismo con las lgicas institucionales existentes,
debido a que se estara diluyendo el esfuerzo en esta materia de
n 235
su inicio. En este sentido, sera tambin importante identicar
posibles conictos de inters institucionales con el modelo del
Mecanismo, para asegurar la toma de medidas especcas que
eviten que esos conictos entorpezcan el trabajo de la prevencin
que manda el Protocolo Facultativo.
En el marco del Proyecto Implementacin de las Recomenda-
ciones derivadas del Diagnstico sobre la Situacin de los Dere-
chos Humanos en Mxico, de la Ocina en Mxico del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Huma-
nos ( ), se realizaron una serie de foros y talleres, en
colaboracin con la Secretara de Relaciones Exteriores y con el
apoyo de la Asociacin para la Prevencin de la Tortura, entre
otros, dirigidos a informar e impulsar consensos sobre el diseo del
Mecanismo Nacional de Prevencin en Mxico. Estas actividades
se realizaron gracias al nanciamiento de la Unin Europea.
El Proyecto fue concebido en 2004 a la luz de la ampliamente
documentada problemtica de la tortura en Mxico
6
y de la dis-
ponibilidad del gobierno mexicano para tomar medidas preven-
tivas, de investigacin y sancin de la tortura y otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes prohibidos por la .
Todas las actividades del Proyecto fueron realizadas conjunta-
mente con la Direccin de Democracia y Derechos Humanos de
la Secretara de Relaciones Exteriores, y en ellas se cont con la
participacin de las instituciones del Estado que custodian a
personas privadas de su libertad, as como organizaciones de la
6
Como referencia, el lector podr ver los informes del Relator Especial de Naciones
Unidas sobre la Tortura relativos a Mxico, y los informes del gobierno de Mxico al
respecto; la Recomendacin General 10 de la Comisin Nacional de los Derechos
Humanos; publicaciones del Centro de Derechos Humanos; informes de las comisio-
nes estatales de derechos humanos en Mxico, informes de organizaciones de la socie-
dad civil nacionales (Centro Pro-Derechos Humanos Miguel Agustn Pro-Jurez, en
especial su libro Injusticia legalizada; la Comisin Mexicana para la Promocin y Defen-
sa de los Derechos Humanos mediante la documentacin de casos ante la Comisin
Interamericana de Derechos Humanos; Accin de los Cristianos contra la Tortura,
) e internacionales (Amnista Internacional y Human Rights Watch en sus infor-
mes sobre Mxico), entre otras fuentes.
sociedad civil que tenan trayectoria previa en el tema de la pre-
vencin y sancin de la tortura y los malos tratos.
7
7
Entre las instancias y organizaciones que participaron en las actividades de este proyec-
to guran: el gobernador constitucional del estado de Guanajuato y el presidente mu-
nicipal de Len; la Comisin Nacional de los Derechos Humanos y su Centro Nacional
de Derechos Humanos; las Comisiones Estatales de Derechos Humanos de Baja Cali-
fornia, Chiapas, Coahuila, Distrito Federal, Campeche, Estado de Mxico, Jalisco,
Morelos, Quertaro, Sinaloa, Tlaxcala, Zacatecas; la Coordinacin General de Acuer-
dos de la Comisin para el Acceso a la Informacin Pblica del Estado de Puebla; las
secretaras de seguridad pblica del Distrito Federal, Durango y Guanajuato; la Secre-
tara de Gobernacin y la Procuradura General de la Repblica; las procuraduras ge-
nerales de justicia de Chihuahua, Distrito Federal y Guanajuato; Estado Mayor de la
Defensa Nacional, Secretara de la Defensa Nacional, Instituto Nacional de Migracin,
Secretara de Marina, Secretara de Salud Federal; Secretara de Salud del Distrito Fe-
deral; Consejo de Menores; Instituto Mexicano de la Juventud; el secretario de gobier-
no del estado de Quertaro; Secretara de Seguridad Pblica Federal; Programa de
Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana ( ), ciudad de Mxico; Insti-
tuto Tecnolgico Autnomo de Mxico ( ); Universidad del Valle de Mxico (
); Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso); el rea de Derecho de la
Informacin del Instituto de Investigaciones Jurdicas de la Universidad Nacional Au-
tnoma de Mxico ( ); el rea de Legislacin, Jurisprudencia y Documentacin
de Libertad de Informacin-Mxico, A. C. (Limac); Academia Mexicana de Derechos
Humanos; Accin de los Cristianos para la Abolicin de la Tortura ( ); Asociacin
para la Defensa de los Derechos Ciudadanos Miguel Hidalgo; Asociacin Mexicana
pro Niez y Juventud Barzn; Casa Tomada, A. C.; Aguascalientes; Centro de
Derechos Humanos Miguel Agustn Pro-Jurez; Centro de Derechos Humanos Fray
Francisco de Vitoria, O. P., A. C.; Centro de Estudios Fronterizos y Promocin de los
Derechos Humanos; Centro de Formacin Profesional Vasco de Quiroga; Centro Fray
Julin Garcs, Derechos Humanos y Desarrollo Local; Ciudadanos en Apoyo a los
Derechos Humanos, A. C. ( ); Comisin Estatal de del estado de Quer-
taro; Comisin Independiente de Derechos Humanos de Morelos; Comisin Mexicana
de Defensa y Promocin de los Derechos Humanos; Comit de Ciudadanos en Defen-
sa de los Derechos Humanos, A. C.; Consejo de Organizaciones no Gubernamentales
de Puebla, A. C.; Colectivo contra la Tortura y la Impunidad; ; Centro de
Derechos Humanos Tepeyac del Istmo de Tehuantepec; Centro de Derechos Humanos
y Asesora Jurdica a Pueblos de Oaxaca; Centro de Estudios Fronterizos y de Promo-
cin a los Derechos Humanos, A. C.; Comisin Regional de Derechos Humanos Ma-
hatma Ghandi; Comit Nacional de los 63 Pueblos Indgenas, A. C.; Coordinador
Comit Sol y Arco Iris; Coordinacin de Programas y Proyectos, rgano Administrati-
vo Desconcentrado Prevencin y Readaptacin Social; Federacin Quertaro;
Fraternidad Nacional de Organizaciones Unidas de Derechos Humanos; Frente Cvico
Sinaloense; Frente Mexicano Pro Derechos Humanos; Frontera con Justicia A. C.;
Fundacin Renacimiento; Fundacin Mexicana de Reintegracin Social, A. C. (Rein-
tegra); Gente del Mundo; Instituto Nacional de Asistencia; Capacitacin y Desarrollo
de los Valores y Derechos Humanos, A. C.; Liga Mexicana por la Defensa de los Dere-
chos Humanos; Mujeres Universitarias de Quertaro; Pro Metro A. C.; Red por los
236 n
En su inicio, el Proyecto se enfoc en la capacitacin amplia
8

sobre la gura del Mecanismo Nacional de Prevencin de la
Tortura, y abarc la experiencia comparada
9
y el marco jurdico
internacional de los derechos humanos.
10
El reto especial de estas
primeras actividades radicaba en que la gura del represen-
ta un tipo de institucionalidad nuevo. Al encomendar a instan-
cias nacionales la tarea de realizar una serie de acciones concretas
para dar cumplimiento a un tratado internacional, se vincula la
institucionalidad nacional directamente con otra a nivel interna-
cional. Especcamente, el Mecanismo debe vericar la existencia
o no de factores de riesgo de tortura o maltrato, para emitir reco-
mendaciones de accin concreta que los prevengan y apoyar, con
el debido seguimiento, su aplicacin. Para ello, tanto el Meca-
nismo como las instituciones nacionales sujetas a visitas, estn
obligados a dialogar con la nalidad de dar cumplimiento a las
recomendaciones. Hacia ese n, se prev que el Mecanismo ten-
dr un papel de asesor tcnico para las instancias tanto federales
como estatales, que custodian a personas privadas de su libertad,
las legislaturas, los poderes judiciales, las procuraduras de justi-
cia, el sistema de salud pblica, educacin pblica y otras instan-
Derechos de la Infancia en Mxico; Red Nacional del Organismos Civiles Todos los
Derechos para Todos; Ronda Ciudadana, y Sin Fronteras I. A. P.
8
El documento del Proyecto dice textualmente: Promover la difusin y capacitacin a
organizaciones de la sociedad civil, rganos autnomos estatales y nacionales, as como
funcionarios(as) pblicos encargados de la vigilancia y custodia de lugares de asegura-
miento y detencin administrativa, sobre el mecanismo de vericacin nacional esta-
blecido en el Protocolo Facultativo a la Convencin contra la Tortura y Otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes.
9
Entre las experiencias comparadas de debate sobre la implementacin del que se
pudieron aprovechar directamente estn las de Paraguay, Uruguay, Argentina, Costa
Rica y del Comit Europeo de Prevencin de la Tortura. Por otra parte, la Asociacin
para la Prevencin de la Tortura aport informacin sobre los debates en otros pases,
como Espaa, Eslovenia, Georgia, Nueva Zelanda, el Reino Unido, entre otros. Es de
destacarse que el anlisis de estas experiencias comparadas demuestra que obstculos
similares surgan en los debates, especialmente respecto a la participacin de distintos
sectores de la sociedad en el Mecanismo y el diseo institucional, particularmente en
los pases federales.
10
El fungi como asesor del Proyecto y facilit la identicacin de expertos de los
diferentes pases. Aport, adems, documentos de anlisis de la aplicacin. Tambin
participaron consultores del Instituto Interamericano de Derechos Humanos y de la
sede de la Ocina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ( ).
n 237
238 n
cias ociales, as como la sociedad civil y, en particular, los
defensores de derechos humanos, los acadmicos y profesionales
de la medicina, psicologa, derecho, entre otros, que se ven impli-
cados en la cadena de formacin de polticas pblicas para la
prevencin de la tortura.
Otro aspecto novedoso de este diseo institucional tiene que
ver con su carcter multidisciplinario y representativo de los
sectores de la poblacin ms afectados por este tipo de compor-
tamiento, como lo son las poblaciones ms vulnerables o desfa-
vorecidas de la sociedad: indgenas, mujeres, nios, discapacitados,
personas adultas mayores, entre otros. En este sentido, el Proto-
colo Facultativo busca no solamente un ejercicio tcnico de pre-
vencin, sino tambin la creacin o designacin de una instancia
que goce de credibilidad frente a los sectores desfavorecidos y
desprotegidos de la sociedad; esto en adicin al perl tcnico, de
excelencia profesional y del apoyo nanciero necesario para que
pueda lograr resultados concretos en la prevencin. Se hace
hincapi en la transparencia y participacin en el proceso de se-
leccin de los integrantes del Mecanismo, as como las pautas
respecto al acceso y utilizacin de la informacin que precisen
sus actividades, de manera que se permita un funcionamiento
ecaz dentro del marco de la transparencia y proteccin adecuada
de los datos personales.
El Protocolo destaca, adems, la necesidad de asegurar una
independencia de gestin y nanciera que permita al Mecanismo
hacer frente a las resistencias institucionales y a los obstculos
estructurales que han impedido la erradicacin de la tortura.
Para ello, el Mecanismo debe cumplir con los Principios de Pars
11

como punto nodal para lograr la referida independencia.
11
Los Principios de Pars o Principios Relativos al Estatuto y Funcionamiento de las Insti-
tuciones Nacionales de Proteccin y Promocin de los Derechos Humanos tienen su
origen en los encuentros internacionales de las Instituciones Nacionales de los Derechos
Humanos celebrados en Pars, en octubre de 1991, y adoptados por la Asamblea General
de las Naciones Unidas en 1993 (Resolucin A/RES/48/134 del 20 de diciembre de
1993). En dichos encuentros se examin y actualiz la informacin relativa a las institu-
ciones nacionales de derechos humanos existentes, y a ellos asistieron representantes de
instituciones nacionales, Estados, las Naciones Unidas, sus organismos especializados,
organizaciones intergubernamentales y organizaciones no gubernamentales.
n 239
Al cabo de los dos primeros foros donde se profundiz en las
implicaciones prcticas de un organismo de esta descripcin y
durante el periodo de la adopcin del Proyecto (abril de 2005),
Mxico ratic el Protocolo Facultativo de la . Catorce meses
ms tarde, y al cabo del tercer foro, se conrm la entrada en
vigencia del mismo, para el 22 de junio de 2007, requiriendo los
Estados parte para esa fecha, mantener,
12
designar o crear el
Mecanismo. Estas circunstancias, junto con las conclusiones de
los tres foros ya realizados, provocaron que se reorientaran las
actividades restantes del Proyecto, buscando una mayor integra-
cin del anlisis desde el marco jurdico-prctico nacional.
En diciembre de 2006 se determin encomendar tres investi-
gaciones relativas al marco-jurdico nacional: una sobre lo refe-
rente a la ubicacin y el diseo institucional del ; otra sobre
el acceso y la utilizacin de la informacin, habida cuenta de su
mandato y su diseo especializados, y una tercera sobre la canali-
zacin de denuncias de casos de tortura y maltrato, dado su
mandato de prevencin y no de seguimiento en forma individual
de denuncias de tortura o maltrato pasadas. En el curso de la
discusin sobre el alcance de estos estudios, se determin realizar
una encuesta para conocer la realidad existente sobre todas las
instancias que en la actualidad realizan visitas, con nes preven-
tivos, a lugares de detencin, con miras a tener un punto de
partida prctico para la realizacin del .
La encuesta fue dirigida a comisiones pblicas de derechos
humanos, organizaciones de la sociedad civil en todo el pas y a
instancias gubernamentales, a pesar de que stas ltimas carecen
de la requerida independencia para ser designadas como parte
del Mecanismo.
13
En ltima instancia, el anlisis de los resulta-
12
El Protocolo Facultativo referencia la obligacin de mantener, designar o crear el o los
mecanismos nacionales de prevencin. Sin embargo, en el caso mexicano es evidente del
inventario realizado que no existe un mecanismo que cumple con todos los requisitos de
Protocolo, en especial respecto a la cobertura nacional y a la sistematicidad del programa
de visitas, as como al dilogo y a la asesora que debe practicarse (artculo 17).
13
Sin embargo, es muy positiva la existencia dentro de las instituciones nacionales de
ocinas de derechos humanos, ya que stas pueden servir de puente para asegurar un
dilogo informado entre el y las instancias nacionales de los poderes Ejecutivo,
Judicial y Legislativo.
240 n
dos de la encuesta se convirti en la materia del estudio de cana-
lizacin de las denuncias, ya que cont, adems, con una relacin
del marco jurdico pertinente a la actividad de las comisiones
pblicas, e instancias gubernamentales en materia de pre-
vencin y sancin de la tortura.
Al dar lectura a este anlisis,
14
podr darse cuenta de que
tanto la actividad de los encuestados como los marcos legislativos
dejan espacios importantes sin cobertura en materia de preven-
cin. Por un lado, se nota cierto vaco en cuanto a la cobertura
geogrca, y tambin respecto de los distintos tipos de lugares de
detencin (tales como hospitales psiquitricos, crceles militares,
lugares de arraigo y de detencin durante la averiguacin previa,
crceles de mxima seguridad, entre otros); por otro, falta desa-
rrollar indicadores claros y completos de prevencin para guiar
el trabajo de las visitas y medir los avances. Finalmente, falta in-
cluir expertos de varias disciplinas adicionales para poder cumplir
con los tipos de visitas que prev el Protocolo. Estos importantes
vacos tendrn que ser superados por el para dar una cober-
tura adecuada y, con ello, emprender los trabajos propios de su
mandato.
Otra observacin que se destaca del anlisis de la encuesta
tiene que ver con que las reglas de acceso a los lugares de deten-
cin varan, lo que da como resultado una capacidad de revisin
desigual tanto por instituciones u organizaciones cuanto por re-
giones, lo que ha dado lugar a una actividad de prevencin limi-
tada. Los obstculos para acceder a los lugares de detencin o
para llevar a cabo inspecciones completas se dirigen a las y
a las comisiones pblicas de derechos humanos que se han visto
limitadas en el acceso. Estas variaciones en la cobertura de las
visitas y las modalidades de acceso deben ser remediadas me-
diante la creacin de un sistema de visitas con el alcance nacional
y estatal exigido por el Protocolo, que logre la inspeccin de to-
dos los lugares de detencin. En este sentido, se concluy en los
debates que sera aconsejable consagrar el mandato y operacin
14
Todos los estudios estarn disponibles en <www.hchr.org.mx> y en forma de libro. La
publicacin fsica saldr posterior a su ubicacin en internet.
n 241
del Mecanismo en una ley, como declaracin rme de la sociedad
y las instituciones del Estado, del compromiso y obligacin con
la prevencin de la tortura y el maltrato.
El anlisis de la encuesta destaca, por una parte, la tensin
que existe entre el trabajo de denuncia de casos individuales, su
vericacin y seguimiento, y por otra, el trabajo de asistencia
tcnica y dilogo para la prevencin en sentido sistmico y am-
plio. Estos enfoques diversos requieren metodologas de trabajo
y conocimiento especializado diferentes, aunque se nutren cada
uno del trabajo del otro. Lo anterior, condujo a que se concluye-
ra en los debates de los foros que el debe contar con una
identidad institucional propia, no obstante que logre la cobertu-
ra nacional a travs de la coordinacin de actividades especcas
con instancias existentes.
Como conclusin de los foros realizados, la aplicacin del
en Mxico, a n de aprovechar las instancias existentes de
visita a lugares de detencin, debe contemplar el fortalecimiento
de la capacidad de las para contribuir al trabajo de preven-
cin, monitoreo y seguimiento respecto de las acciones preventi-
vas que recomiende el .
15
Esta actitud constructiva de las
en apoyo a la labor del se fortalecer en la medida en
que suceda lo propio con el sistema general de prevencin. Al
reconocer el papel esencial de las como scalizadores de la
funcin pblica, el se beneciar de la informacin que
aquellas generan en materia de casos y condiciones en los lugares
de detencin. Asimismo, el Mecanismo se ver beneciado con
la participacin de miembros de la sociedad civil al incorporar
en su integracin y funciones a profesionales, personas con amplia
experiencia en la materia y con conocimiento sistemtico de las
problemticas que sufren los sectores menos favorecidos de la so-
ciedad respecto a la tortura y el maltrato. Con ello, se fortalecer
el carcter democrtico y de excelencia tcnica del .
15
Es interesante notar que en los ltimos aos se ha incrementado el trabajo de capacita-
cin, tanto en las comisiones pblicas de derechos humanos, como en las , en
materia de visitas a lugares de detencin. Este trabajo es muy saludable ya que contri-
buye al conocimiento tcnico de estas instancias que deben contribuir a la fortaleza del
Mecanismo.
242 n
En este mismo sentido, se concluy que el debe potenciar
las capacidades de las comisiones pblicas de derechos humanos
en materia de prevencin sistmica y amplia de la tortura. Algunas
de stas ya realizan, al igual que las , visitas a lugares de deten-
cin. Aunque exista una variacin amplia respecto a las comisio-
nes de las distintas entidades federativas en cuanto a la dedicacin
de recursos y tiempo, hay una experiencia sobre la que pueden
construir. Por otra parte, esta accin permitir que las instancias
de vigilancia interna de las instituciones que custodian personas
privadas de su libertad, tengan la posibilidad de contar con una
contraparte informada gracias al dilogo que entablen el Meca-
nismo y las respectivas instituciones. Sin embargo, para funcionar
como parte del Mecanismo, deben cumplir con los Principios de
Pars, es decir, con la requerida independencia.
Otra problemtica importante para la articulacin del mandato
del tiene relacin con el carcter federal del Estado mexicano
y el llamado a no duplicar estructuras o esfuerzos al implementar
esta nueva modalidad de trabajo mediante el Mecanismo.
Se espera que tanto estas investigaciones, como las actividades
de discusin y debate,
16
contribuyan al conocimiento y expecta-
tiva de la sociedad mexicana respecto de la prevencin de la tor-
tura y el maltrato por parte del o los mecanismos nacionales de
prevencin. En esa medida, seguramente, ser un apoyo para el
seguimiento que se le d a los procesos de aplicacin y operacin.
Ser determinante la decisin de la sociedad mexicana de no
permitir ms comportamientos que tanto lesionan a la colectivi-
dad y que nada aportan a mejorar la calidad de vida que repre-
senta el respeto a todos los derechos humanos.
16
Las conclusiones de esta serie de foros de discusin estn en la pgina web de la
, <www.hchr.org.mx>.
La prevencin de la tortura en los centros penitenciarios
Miguel Sarre
Este tema est tan vigente, como siempre, sin embargo, parece a ve-
ces que no fuera algo tan grave. En das pasados encontr a un pena-
lista muy famoso en los pasillos de la universidad y me pregunt:
An hay tortura en los centros de reclusin? Ya no hay
muchos incentivos para torturar, porque las personas, los deteni-
dos seguramente, en todo caso, ya confesaron, ya pasaron por
sas en la etapa previa y ya en prisin siento que hay carencias,
pero tortura en prisin?
Cmo se ve que tus clientes son de cierto nivel!, que no
pasan por sas en prisin. Porque quienes no tienen ese nivel,
ciertamente conocen muy muy bien todas las situaciones que
van desde la tortura hasta otros tratos o penas crueles y degra-
dantes, pero que son parte casi consustancial del sistema peni-
tenciario mexicano respond.
En nuestro sistema, la disciplina en los reclusorios est im-
puesta bsicamente a partir del terror: por parte de la administra-
cin o de los autogobiernos. Necesitamos un mecanismo que
nos ayude a romper esa estructura de violacin sistemtica a to-
dos los derechos de los internos.
En este sentido, hay un nuevo modelo integrado por el Meca-
nismo Nacional de Prevencin y el Subcomit para las acciones
de tortura y las Comisiones Pblicas de Derechos Humanos con
accin en un mbito ordinario para dicultar o alejar este pano-
rama sombro que es la tortura, de nuestros reclusorios.
244 n
Algunos elementos para erradicar este problema
Los reglamentos y leyes penitenciarios
En muchas entidades federativas se autoriza un plazo para la
sancin de aislamiento temporal superior a las 36 horas. Este l-
mite est marcado indirectamente por la Constitucin cuando
establece que en las sanciones administrativas, el arresto no debe
tener una duracin de 36 horas; el arresto fuera de prisin tiene
ese lmite, entonces el arresto dentro de la prisin, el aislamiento
corporal, no debiera excederlo, sin embargo, el propio marco
legal muchas veces autoriza 15 o 30 horas y hasta tres meses.
Si estar en una celda de aislamiento temporal hasta tres meses
no es tortura, entonces no s que es esto. Hay que combatir el
criterio de la Corte, que ha legitimado para el caso de los milita-
res sanciones administrativas de arresto por ms de 36 horas,
pero no se ha pronunciado respecto del arresto penitencario
porque hay pocos casos que se llevan a la Corte; sin embargo, se
esperara que tomara el mismo criterio para ambos arrestos.
Establecimiento de una jurisdiccin territorial
Necesitamos autoridades judiciales que lleven todo el control
jurdico de la ejecucin de la pena. No se puede dejar todo a la
autoridad administrativa; se debe lograr un equilibrio de fuerzas
para que impere el Estado de derecho dentro de la prisin. De
otra forma, la autoridad administrativa es juez y parte respecto
de la situacin del detenido, y dadas las condiciones no hay la
estructura para evitar los abusos que esto propicia.
Qu funciones tendran los jueces de ejecucin de la pena
para el caso especco de la tortura?
Control del debido proceso el rgimen disciplinario
La decisin nal en materia de traslado, de educacin de los inter-
nos o de otorgamiento de benecios como libertad anticipada.
n 245
La autoridad administrativa es un auxiliar de la autoridad ju-
dicial, por lo que no se le debe dejar a esta autoridad administra-
tiva toda la decisin del caso. Se debe cumplir con lo establecido
en la Constitucin, en su Artculo 21, el cual seala que la impo-
sicin de las penas es propia y exclusiva de la autoridad judicial,
por lo tanto todos los actos que tengan que ver con esta imposi-
cin y que afecten los derechos sustanciales deben estar someti-
dos al control judicial. La autoridad administrativa, la Secretara
de Seguridad Pblica Federal, la estatal, deben tener el carcter de
auxiliares, es decir, estarn bajo el control judicial.
Hay una iniciativa de ley que ya est aprobada por una Cmara:
la Ley Federal de Ejecucin de Sanciones Penales, que establece
la jurisdiccin penitenciaria. Es importante retomar este tema,
pues se est planteando una reforma al sistema de justicia penal
en Mxico, y sera muy triste que logrsemos tener un sistema que
respetara las reglas del debido proceso, pero que ya concluido el
juicio entregara a los sentenciados a su suerte bajo el control de
la autoridades administrativas.
Es muy importante lograr esta jurisdiccin penitenciaria, consi-
derando un factor complementario y necesario que evita la para-
doja de que esta jurisdiccin resulte peor si no se realiza el cambio
completo. Tenemos jueces de ejecucin de la pena, pero seguimos
manteniendo el mismo esquema conceptual respecto a la nalidad
de sta, y seguimos considerando a los internos como sujetos des-
adaptados, anormales y raros; convertimos as a los jueces de ejecu-
cin de la pena en jueces de la personalidad de los internos.
Necesitamos, primero, dignicar al interno, dejar de hablar
de readaptacin y no partir de una descalicacin. Ellos no
son ningunos desadaptados, son normales y responsables de lo
que hacen. Si no consideramos esto, los degradamos desde que
pisan una prisin y los exponemos a un trato propicio a la tortu-
ra y a los malos tratos.
Por lo tanto, la jurisdiccin penitenciaria o los jueces de ejecu-
cin de la pena no pueden seguir bajo el mismo esquema de basar
sus decisiones en la consideracin del grado de adaptacin y de-
sadaptacin o la peligrosidad de los internos, sino apegarse al
derecho penal del acto que se juzga, sobre situaciones de hecho y
no sobre la personalidad de los internos sin atribuirles conse-
246 n
cuencias jurdicas a la calicacin que se hace de esa personalidad
(por ejemplo, las tendencias que pueden observar los psiclogos
basados en los sueos, etc.).
La preocupacin por reincidir en la delincuencia no debe
preocuparnos, pues se repitiera el proceso de detencin, lo im-
portante es dar un trato justo y digno y respetar los derechos a
travs de la garanta que el juez de ejecucin de la pena otorga
a partir del comportamiento del interno en reclusin, y no a
partir de la interpretacin de su vida interna. Esto ltimo es
profundamente violatorio del derecho a la autonoma de la per-
sona, el derecho a la intimidad y el derecho al debido proceso,
pues no puede establecerse un proceso a partir de categoras no
vericables ni refutables, como en las ejecuciones del siglo .
No podemos aspirar a un derecho penal del siglo con
igualdad de partes, con publicidad, con control, etc., y tener un
sistema de ejecucin de la pena del siglo . Si optamos por
un modelo del siglo , sigamos entonces el modelo inquisitivo y
el modelo penitenciario vigente: tratamiento tcnico, progresivo,
individualizado con estudios de personalidad y toda la parafernalia
que impide que los tcnicos encargados del funcionamiento de las
diferentes reas del centro (cocina, reas deportivas, etc.) estn
dedicados a estudiar la personalidad de los sujetos. Tenemos que
lograr este cambio total para llegar a una posibilidad de mayor
respeto a los derechos humanos y evitar la tortura en prisin.
Importancia del escrutinio sobre los sitios de reclusin
Escrutinio por parte de los organismos pblicos de derecho hu-
manos y tambin por parte de la sociedad, de las organizaciones
de la sociedad civil y de los medios. Necesitamos ventilar estos
sitios, darles aire. En este aspecto podemos extrapolar lo que
establece el artculo 20 constitucional, en su fraccin segunda,
donde habla de la publicidad de las audiencias y de la publicidad
de la declaracin preparatoria. Tenemos una publicidad muy res-
tringida en nuestro sistema de justicia penal, aunque en la im-
particin de justicia tambin debe haber publicidad, con las
condiciones propias para la ejecucin de la pena.
n 247
La sociedad tiene derecho de ver cmo se condena a las perso-
nas y por qu se las condena. Esto se conoce como el control
comunitario en la obtencin de la prueba: no basta el juez, es
necesaria una audiencia pblica para cerciorarnos, como socie-
dad, de lo que pasa, y para que a su vez se ejerza un control sobre
la autoridad judicial. Esto hay que llevarlo tambin a la ejecucin
de la pena. De qu nos servira ese juicio pblico con una ejecu-
cin secreta? De qu, una ejecucin donde prevalece el mito de
la seguridad y donde se aplican las reglas inversamente: mientras
ms seguridad, mayor secreca? Debera ser todo lo contrario: a
mayor seguridad mayor escrutinio, porque hay mayor condicio-
nes de vulnerabilidad de las personas.
Mientras ms exigencias en seguridad tenga una prisin (mu-
ros, helicpteros, subterrneos, etc.), ms acceso controlado debe
haber a los organismos pblicos, a los medios y a la sociedad,
pues con este panorama y con negacin del acceso no se garanti-
za la seguridad de los internos en cuanto a su integridad personal,
y esa es una responsabilidad del Estado democrtico.
En este contexto, quisiera vincular el tema de los horizontes
de accin con la funcin que se desarrolla a partir del Mecanismo
Nacional de Prevencin y del Subcomit para la prevencin de la
tortura.
Que piezas ya existen para el funcionamiento de este Meca-
nismo? Estn las Comisiones Pblicas de Derechos Humanos, y
no hay mecanismos que las excluyan, con sus fortalezas y debili-
dades, y resultan centrales para cualquier diseo de un mecanis-
mo de la prevencin de la tortura.
Cmo funcionar? Del proyecto que se lleve con base en las
propuestas que se han hecho habr una idea muy valiosa para
que esto funcione: el establecimiento de un Consejo, un rgano
independiente que interacte con las piezas existentes (comisio-
nes, sociedad, medios, etc.) cuando stas no trabajen adecuada-
mente y se relacione con las autoridades pblicas mexicanas y
con el subcomit para la prevencin de la tortura.
Es decir, ms que crear una institucin nueva, grande, etc.,
crear una pequea institucin benca con una parte jurdica
muy rme, un organismo con autonoma, con independencia
legal, no sectorizado, algo similar al Instituto Federal de Acceso
248 n
a la Informacin, que tenga la posibilidad de actuar directamen-
te en el campo, que visite las prisiones con el n de ver la causas
que en stas favorecen la tortura, cuya funcin sea supletoria o
subsidiaria, de manera que pueda actuar donde las otras piezas
del mecanismo acten menos. De esta manera, sera un incentivo;
si en un estado la Comisin de Derechos Humanos tiene poca
actividad, el Consejo mandara sus tcnicos con ms frecuencia
a ese estado. Esta accin sera un motivador para la Comisin,
de manera que se pueda actuar con pocos elementos y hacer que
cada quien cumpla su funcin desde su mbito.
Otro ejemplo: si en un estado determinado, las autoridades
son poco permeables a la accin de la sociedad civil o no permi-
te para nada el acceso a las prisiones, ms que pensar en un re-
glamento, lo cual es muy difcil operativamente (nmero,
seleccin, condiciones, alcances, etc.), podemos ver el nivel de
apertura de ese estado para evaluar la intervencin y la presencia
del Consejo del mecanismo. Si la sociedad civil no entra, el
Consejo s, y tendr facultades para hacerlo, y esto va a promover
un cambio en las polticas pblicas de dicho estado.
Si las cosas funcionan como es deseable, el Consejo tendra
una funcin mnima, para ser ese estimulante, tomar informa-
cin, llevar el pulso, proponer cambios estructurales, favorecer el
trabajo ordinario de la jurisdiccin penitenciaria, inuir tambin
en el marco legal de sta, etc. Tener la informacin y preparar las
visitas, darle toda la informacin necesaria al Subcomit para
cuando ste venga a Mxico, opere el mecanismo del Consejo en
relacin con las Comisiones locales, a la Comisin Nacional y
los gobiernos estatales.
En caso de que este Consejo fuese ignorado, vendra ms fre-
cuentemente el Subcomit para la prevencin de la tortura con el
conocimiento exacto de dnde acudir y dnde hay problemas.
Estas piezas se pueden articular de tal manera que ms que
sustituir la labor de quienes ya desempean una funcin, la po-
tencialicen y aseguren que, en su propio benecio, cumplirn
mejor la tarea de por qu y cmo se puede evitar la tortura siste-
mtica en los sitios de reclusin.
Panel 3.
Propuestas y alternativas para mejorar
el sistema penitenciario en el Distrito Federal
El sistema penitenciario en el Distrito Federal
Daniel Ordez Hernndez
El Distrito Federal necesita nuevas alternativas para tratar de evi-
tar el problema de la sobrepoblacin penitenciaria. En los centros
preventivos y de readaptacin social del Distrito Federal es bien
sabido que, adems del exceso de poblacin, existe la corrupcin,
lo cual es una enfermedad que daa los nes de la readapta-
cin social del sentenciado, persona o personas que se encuen-
tran en un proceso de capacitacin, de educacin y de trabajo
que no se concretiza por estos vicios.
En el Distrito Federal, el procedimiento penal se inicia con la
denominada notitia criminis, la cual denuncia hechos que podran
considerarse delictuoso; es aqu, con este primer movimiento,
que se da la primera etapa del procedimiento penal.
Es de observarse que el procedimiento penal tambin es cono-
cido como el derecho de los procedimientos penales, ya que cada
etapa es un procedimiento y dentro de cada uno se llevan a cabo
actos y actuaciones, tanto de particulares como de la propia au-
toridad. Es por ello que se debe conocer cada momento del
procedimiento.
Para entender las etapas del procedimiento penal, acudamos
a lo que establece el artculo 1

del Cdigo de Procedimientos


Penales Federales:
Artculo 1

. El presente Cdigo comprende los siguientes procedimientos:


I. El de la averiguacin previa a la consignacin a los tribunales, que
establece las diligencias legalmente necesarias para que el Ministerio
Pblico pueda resolver si ejercita o no la accin penal.
252 n
II. El de preinstruccin, en el que se realizan las actuaciones para deter-
minarlos hechos materia del proceso, la clasicacin de stos confor-
me al tipo penal aplicable y la probable responsabilidad del inculpado,
o bien, en su caso, la libertad de ste por falta de elementos para
procesar.
III. El de instruccin, que abarca las diligencias practicadas ante y por los
tribunales con el n de averiguar y probar la existencia del delito, las
circunstancias en las que hubiese sido cometido y las peculiaridades
del inculpado, as como la responsabilidad e irresponsabilidad de
ste.
IV. El de primera instancia, durante el cual el Ministerio Pblico precisa
su pretensin y el procesado su defensa ante el Tribunal, y ste valora
las pruebas y pronuncia sentencia denitiva.
V. El de segunda instancia ante el Tribunal de Apelacin, en que se
efectan las diligencias y actos tendientes a resolver los recursos.
VI. El de ejecucin, que comprende desde el momento en que cause eje-
cutoria la sentencia de los tribunales hasta la extincin de las sancio-
nes aplicadas.
VII. Los relativos a inimputables, a menores y a quines tienen el hbito o
la necesidad de consumir estupefacientes o psicotrpicos.
Si en cualquiera de esos procedimientos algn menor o incapaz
se ve relacionado con los hechos objeto de ellos, sea como autor
o como partcipe, testigo, vctima u ofendido, o cualquier otro
carcter, el Ministerio Pblico o el Tribunal respectivo suplirn
la ausencia o la deciencia de razonamientos y fundamentos que
conduzcan a proteger los derechos que legtimamente puedan
corresponderles.
El artculo 1

del Cdigo mencionado nos reere que no se


trata de un procedimiento penal, sino de varios procedimientos;
ntese que cada procedimiento que se menciona es llevado ante
la representacin de una autoridad llamada Ministerio Pblico u
rgano jurisdiccional. En el caso de los menores, ante el presi-
dente del Consejo de Menores.
En el Distrito Federal bien es conocida la gura del Ministerio
Pblico, y el propio Cdigo de Procedimientos Penales para el
Distrito Federal seala que le corresponden obligaciones, fun-
ciones y atribuciones en su funcin persecutoria y como parte
del proceso penal.
n 253
Cuando el sujeto activo del delito, llamado por los procesalitas
presunto responsable, es consignado ante un rgano jurisdiccio-
nal, es la gura del juez quien, como autoridad, encabezar este
procedimiento.
Pero, qu sucede con el procedimiento de ejecucin? Es aqu
donde urge una reforma, en la cual el n sea la readaptacin so-
cial del reo, para que se cumpla con los principios que marca la
Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos en su
artculo 18, prrafo segundo, que a la letra reza:
Los gobiernos de la Federacin y de los estados organizarn el sistema penal,
en sus respectivas jurisdicciones, sobre la base del trabajo, la capacitacin para
el mismo y la educacin como medios para la readaptacin social del delin-
cuente.
Este artculo considera tres factores trascendentes para tener una
readaptacin social adecuada. Por ello es necesario que la autori-
dad que gue esta readaptacin tenga las bases constitucionales
de la debida readaptacin social.
En el Distrito Federal se considera al sistema penitenciario
sobre las bases de un sistema progresivo tcnico donde el presun-
to responsable, desde que ingresa al Centro de Readaptacin
Social, siendo an un indiciado, se lo coloca en un rea denomi-
nada Ingreso. Posteriormente pasar a otra rea denominada
Centro de Observacin y Clasicacin. Despus de determinado
tiempo, y dependiendo de la situacin jurdica del sujeto, se le
colocar en un dormitorio, donde convivir con los sentencia-
dos. ste es uno de los vicios en los que se ha cado en nuestro
sistema penal, debido al exceso de poblacin interna.
En efecto, las violaciones a los derechos humanos son reales, y
los internos se encuentran en hacinamiento, ociosos, maltratados
por los vigilantes y con descuido del personal tcnico penitencia-
rio. Se requieren medidas para erradicar la extorsin, la corrup-
cin, el maltrato y cualquier tipo de abuso hacia los internos.
La prisin es una gura jurdica, ejecutable en un estableci-
miento, que tiene por objeto privar de la libertad corporal a un
sujeto que se presume ha cometido un delito, hasta en tanto no
se le catalogue como un sentenciado ejecutoriado.
En todas las instituciones educativas y preventivas del Sistema
Penitenciario del Distrito Federal, se instala un Consejo Tcnico
Interdisciplinario, que tendr la funcin de asesora y consulta;
asimismo, conocer del trato y tratamiento de los internos.
El tratamiento es un periodo del Rgimen Progresivo Tcnico,
el cual se aplica en fases de: internacin, externacin, prelibera-
cional y posliberacional. Su aplicacin puede ser individual,
grupal o institucional, y el logro prctico de sus objetivos est li-
gado al trato penitenciario.
El tratamiento en internacin toma en cuenta medios preser-
vadores y readaptadotes, estableciendo, su aplicacin en princi-
pales, de apoyo y auxiliares. Los principales o bsicos se reeren
a los medios para la readaptacin social establecidos en el artcu-
lo 18 constitucional, relativos al trabajo, la capacitacin y la
educacin, as como las actividades artsticas, deportivas y cultu-
rales. Los de apoyo son aquellos proporcionados por el equipo
tcnico del establecimiento preventivo o de ejecucin y que se
reeren a terapias, consultas, valoraciones, visitas familiares e
ntimas. Los auxiliares son asesoras y consultas proporcionadas
por instancias externas; pueden ser pblicas o privadas, con nes
religiosos, laborales o educativos.
El trabajo es fuente de salud fsica y mental, sin embargo, en
las instituciones del Sistema Penitenciario del Distrito Federal es
insuciente, por ello se debe promover y aumentar las actividades
de capacitacin.
El sistema educativo en las instituciones preventivas y de ejecu-
cin es deciente; a n de mejorarlo, deben establecerse convenios
con universidades de prestigio, para que por medio del servicio
social se imparta educacin media y superior a los internos.
Todo interno del Sistema Penitenciario en el Distrito Federal
conserva la titularidad de sus derechos inherentes a su persona,
a la seguridad jurdica y a su calidad de internos, lo que por nin-
gn motivo deben de vulnerarse ni restringirse. Los derechos de
un interno, que protegen a la persona, son: a la vida, a la salud,
a la dignidad humana, a la integridad fsica, a la integridad mo-
ral, a la alimentacin, a la libertad de pensamiento y de creencias,
y al libre desarrollo de su personalidad.
254 n
Los derechos que amparan la situacin jurdica del interno se
reeren a: el debido proceso legal, la presuncin de inocencia, la
legalidad ejecutiva, la certeza de la pena, el control judicial, la de-
fensa y la asistencia de un abogado.
Los derechos inherentes a la calidad de interno, fundamenta-
dos en su situacin de encierro son: la clasicacin constitucio-
nal, la readaptacin social, un buen trato y tratamiento, benecios
de ley, comunicacin con el exterior y acceso a instancias externas
e internas.
La visita ntima debe garantizar la privacidad, cuidando la hi-
giene en los espacios destinados a su realizacin, para evitar la
propagacin, dentro del centro, de alguna enfermedad de trans-
misin sexual.
Propuesta
Se propone que en el Distrito Federal se cree una gura jurdica
que dependa del Tribunal Superior de Justicia, en que un exper-
to en la materia de ejecucin pueda otorgar, previo estudio de
casos en particular, los diversos benecios a que tiene derecho
un preso, como libertad anticipada, preliberacin o una semili-
bertad con uso de una pulsera electrnica.
No debe olvidarse, sin embargo, que la gura de la represen-
tacin social es el Ministerio Pblico, que podr aportar al juez
de Ejecucin su consideracin acerca de si el sujeto llamado
sentenciado o ejecutoriado puede gozar o no de este benecio.
Por ello se propone lo siguiente:
El procedimiento ante el juez de Ejecucin
1. Solicitud del reo de tramitar su libertad ante el juez de Ejecu-
cin.
2. La admisin de la solicitud del reo ante el juez de Ejecucin.
3. La valoracin de los estudios de personalidad que otorga el
personal tcnico interdisciplinario.
n 255
256 n
4. La resolucin del juez de Ejecucin.
5. El recurso ante la resolucin.
Para llevar a la prctica este procedimiento es necesario realizar
lo siguiente:
Anlisis de la reforma penitenciaria que trae como consecuencia la
creacin del juez de Ejecucin
1. Reformas a la Ley Orgnica del Tribunal de Justicia del Distri-
to Federal.
2. Aclarar de quin depende el juez de Ejecucin.
3. Ubicacin del juez de Ejecucin en la estructura del Poder
Judicial.
4. Seleccionar al personal que integra los juzgados de Ejecucin
de penas.
Es necesaria la gura del juez de Ejecucin en el Distrito Federal;
no estamos pasando por alto que se trata de uno de los procedi-
mientos por los que deben pasar los reos sentenciados, pero hay
que dignicar esta gura, porque se necesita una reforma peni-
tenciaria en el Distrito Federal.
El juez de Ejecucin de sanciones penales deber tener un
perl especial para resolver en los casos pertinentes a la libertad
anticipada, la preliberacin u otro sustituto de la pena.
Propuesta para la Ley de Ejecucin de Penas y de Sanciones
En todo centro se llevar un libro de gobierno que contenga
el registro de:
I. Nombre, sexo, edad, lugar de origen, domicilio, estado civil y profe-
sin u ocio de cada uno de los internos.
II. Nmero de causa y ofendidos.
III. Los motivos de la detencin del interno y la autoridad competente
que la dispuso.
IV. Da y hora de su ingreso.
n 257
El contenido de este libro queda sujeto a lo sealado en el artcu-
lo 35.
El director del Centro que no reciba copia autorizada del auto
de formal prisin de un indiciado, dentro de las 72 horas que
seala el artculo 19 de la Constitucin Poltica de los Estados
Unidos Mexicanos, deber advertir al juez de la causa sobre
dicho particular en el acto mismo de concluir el trmino, y si
no se cumple con lo dispuesto por la fraccin XVIII del ar-
tculo 107 constitucional, dentro de las tres horas siguientes
pondr al indiciado en libertad, levantando el acta adminis-
trativa correspondiente.
El rgimen institucional de tratamiento tendr carcter progre-
sivo y tcnico y constar de los periodos de estudio, diagnstico
y tratamiento. Este ltimo se divide en fases de clasicacin y
de tratamiento preliberacional, en los trminos y las condicio-
nes que establezca la presente Ley; se fundar en los resultados
de los estudios de personalidad que se practiquen al interno,
los que debern ser actualizados peridicamente.
Durante el periodo de estudio y diagnstico, el personal tcni-
co del centro realizar el estudio integral del interno, desde
los puntos de vista mdico, psicolgico, psiquitrico, social,
pedaggico y ocupacional. Tomando en cuenta los resultados
de los estudios aplicados, se har la clasicacin, atendiendo
a criterios cientcos criminolgicos, tales como edad, salud
mental y fsica, capacidad, ndice de peligrosidad, grado de
reincidencia y tipo de delito.
Los enfermos mentales a los que se reere el Cdigo Penal
sern enviados a instituciones especiales, y en tanto no existan
stas, se organizarn dentro de los centros anexos psiquitri-
cos, donde deber aplicarse el tratamiento adecuado. Los in-
ternos sordomudos, ciegos y farmacodependientes sern
recluidos en un lugar especial.
Durante el periodo de tratamiento, se sujetar a los internos
a las medidas que se consideren ms adecuadas a juicio del
Consejo Interno Interdisciplinario. Dicho periodo se dividir
en fases que permitan seguir un mtodo gradual y adecuado a
la readaptacin de los internos, debindose observar al res-
pecto, lo estipulado en el ttulo siguiente.
258 n
Sistema institucional del rgimen de tratamiento
El tratamiento de los internos tendr como base el trabajo, la
capacitacin para el mismo y la educacin.
La nalidad inmediata del trabajo, la capacitacin para el
mismo y la educacin, ser la de modicar las tendencias e
inclinaciones antisociales de los internos, as como facilitar la
adquisicin de conocimientos que puedan serles tiles en su
vida libre, por lo que el interno deber participar de las activi-
dades deportivas, culturales y educativas que se le asignen.
La privacin de la libertad de los internos no tiene por objeto
infringirles sufrimientos fsicos, morales o psquicos.
El rgimen disciplinario ser empleado en modo tal que per-
mita estimular el sentido de responsabilidad y la capacidad de
autocontrol de los internos, y ser adecuado a las condiciones
fsicas y psquicas en cada uno de ellos.
El traslado de un interno a otro centro puede ser dispuesto
por graves y comprobados motivos de seguridad, por exigen-
cias procesales o materiales de los centros, por motivos de sa-
lud, estudio o integracin familiar.
Del rgimen ocupacional
El trabajo y la capacitacin para el mismo debern fundamen-
talmente signicar un tratamiento, y se les asignarn a los in-
ternos tomando en consideracin sus aptitudes y habilidades,
en correlacin con las fuentes ocupacionales que ofrezca cada
centro.
La organizacin y administracin del trabajo en los centros
corresponder en forma inmediata a la Direccin General de
Prevencin y Readaptacin Social, a travs del Departamento
de Industria Penitenciaria.
La Direccin General de Prevencin y Readaptacin Social
procurar proporcionar a los internos trabajo suciente y ade-
cuado, que en ningn caso podr ser objeto de contratacin di-
recta de los internos con particulares o personal de los centros.
n 259
El Ejecutivo proporcionar a los internos, de acuerdo con sus
posibilidades en esta materia, la capacitacin y formacin
tcnica necesarias para desarrollar sus habilidades y aptitudes
a juicio de las reas tcnicas, de tal modo que puedan dedicar-
se a un ocio, arte o actividades productivas en su vida de li-
bertad.
Todo trabajo realizado en el interior de los centros se contra-
tar por la industria penitenciaria, en coordinacin con la
Direccin del centro.
Los internos coadyuvarn a su sostenimiento con cargo a la
percepcin que reciban como resultado del trabajo que des-
empeen.
El trabajo penitenciario se realizar tcnicamente de acuerdo
con el mercado de mano de obra regional, procurando siem-
pre lograr la autosuciencia en cada centro.
Los internos estarn obligados a cuidar las herramientas y
utensilios de trabajo y capacitacin. En caso de destruccin,
debern pagar el importe de los mismos; si los daan inten-
cionalmente, se les descontarn del fondo de ahorros.
De la remuneracin obtenida por el interno, el Estado aplica-
r la distribucin de sus ingresos de la manera siguiente:
a) 35% para sus dependientes econmicos
b) 25% para el pago del sostenimiento del interno en el cen-
tro
c) 20% para el pago de gastos menores del interno
d) 10% para el pago de la reparacin del dao
e) 10% para la formacin del fondo de ahorro del interno
En el caso de que el interno no tenga dependientes econmi-
cos o haya sido absuelto de la reparacin del dao, esos por-
centajes se aplicarn al fondo de ahorro del interno.
Los internos que realicen actividades artsticas, profesionales
o intelectuales productivas, podrn hacer de stas si lo desean,
su nica ocupacin, si fueran compatibles con su tratamiento,
por lo que el Consejo Interno Interdisciplinario deber apro-
bar dichas actividades.
260 n
Los internos que se nieguen a continuar con la terapia laboral
indicada, sin causa justicada, sern corregidos disciplinaria-
mente conforme al reglamento respectivo.
Estn exceptuados de trabajar:
Los que padezcan alguna enfermedad o incapacidad que
los imposibilite para el trabajo.
Las mujeres durante las seis semanas anteriores y las seis
semanas posteriores.
Las personas comprendidas en estos casos y que voluntaria-
mente desearan trabajar, podrn dedicarse a la ocupacin
que elijan, siempre que sea congruente con su tratamiento
y no fuere perjudicial a su salud.
El trabajo de los internos deber realizarse en lo posible bajo
las condiciones que rigen para los trabajadores en el Estado.
Ningn interno podr desempear funciones de autoridad o
ejecutivas, empleo o cargo alguno dentro del centro. Queda
prohibido el establecimiento de negocios particulares por
parte de los internos y del personal del centro.
Del rgimen educativo
En los Centros Preventivos y de Readaptacin Social, la edu-
cacin de los internos deber ser factor primordial para su
readaptacin, teniendo adems del carcter acadmico, ele-
mentos cvicos, sociales, artsticos, fsicos, ticos y de higiene,
procurando armar con ellos el respeto a los valores humanos
y a las instituciones nacionales.
La enseanza primaria ser obligatoria. Se procurar instaurar
dentro de los Centros de Readaptacin la enseanza secunda-
ria y preparatoria, as como la educacin profesional en su
modalidad abierta y cursos de capacitacin y de adiestramien-
to tcnico conforme a los planes y programas ociales.
La documentacin de cualquier tipo que expidan las autori-
dades educativas en los centros, no contendr referencias o
alusin a stos.
n 261
Cada centro tendr un coordinador de rea educativa, quien
ser auxiliado por el personal docente, tendr a su cargo la di-
reccin y la organizacin de la enseanza, representar a dicha
rea en el Consejo Interno Interdisciplinario, sin perjuicio de
que existan otros directores en los dems niveles de enseanza.
A juicio del rea Educativa, algunos internos podrn auxiliar
en la tarea docente a los profesores, sin que esto implique po-
sibilidad de mando o superioridad frente a sus compaeros de
la comunidad interna.
En los centros, los profesores con la participacin de los direc-
tores de los mismos organizarn conferencias, veladas litera-
rias, presentaciones teatrales, funciones de cine, conciertos y
eventos deportivos y cvicos. Estas actividades tienen por obje-
to reforzar el Sistema de Tratamiento Institucional, por lo que
la participacin de los internos en dichas actividades ser
obligatoria.
En cada centro se facilitar la formacin de una biblioteca, a
la cual tendrn acceso los internos. Se tendr cuidado de que
las obras que la integren sean propias y adecuadas para su su-
peracin.
El Consejo Tcnico, en coordinacin con el Consejo Interno
Interdisciplinario, establecern el rgimen educativo bajo el
que quedarn sujetos los ancianos, los enfermos mentales, los
sordomudos, los ciegos y otras personas con discapacidad.
Los planes y programas educativos debern reunir las caracte-
rsticas propias de la educacin para adultos, conforme a los
planes ociales.
La educacin que se imparta en los centros deber ser apoyada
por las dependencias educativas que tienen a su cargo los
servicios de educacin ocial.
Del rgimen disciplinario
Los internos, al ingresar al Centro, estn obligados a observar
las normas y disposiciones que regulen la vida interior de ste.
Para tal efecto, las autoridades harn del conocimiento de los
internos, las disposiciones a que quedan sujetos.
262 n
Ningn interno tendr, dentro del establecimiento, primacas
o privilegios sobre otros, ni ejercer poder disciplinario res-
pecto de sus compaeros.
Los internos estn obligados a acatar las normas de conducta
que se dicten para lograr su readaptacin y una adecuada con-
vivencia en los centros.
Queda prohibido todo castigo consistente en torturas o tratos
crueles, fsicos o morales, as como el aislamiento en celdas
distintas y la realizacin de labores no retribuidas o el traslado
a otra seccin diferente de la de su tratamiento y, en general,
cualesquiera otros actos que menoscaben la dignidad humana
de los internos.
El orden y la disciplina se impondrn con rmeza, teniendo en
cuenta que la seguridad de los centros se mantendr tcnica-
mente como producto de una buena organizacin, cientca y
humanitaria, ajena a cualquier principio de represin. El uso
de la fuerza slo podr emplearse en la medida estricta y nece-
saria para repeler agresiones violentas que pongan en peligro la
integridad fsica de cualquier persona dentro del estableci-
miento o cuando se altere el orden o la seguridad del mismo.
Las medidas disciplinarias, as como los estmulos, sern im-
puestos u otorgados por la Direccin del centro, previa con-
sulta y opinin del Consejo Interno Interdisciplinario.
Ningn interno ser sancionado sin haberse cumplido con la
garanta de audiencia en relacin con la falta que se le atribuya.
En el Reglamento Interior del centro se sealarn las faltas
o infracciones y las medidas disciplinarias a que se hagan
acreedores los internos, as como los hechos que merezcan
estmulo.
Queda prohibido que los internos posean materiales obsce-
nos, bebidas alcohlicas, estupefacientes, psicotrpicos, sus-
tancias txicas o explosivos, as como armas de toda clase.
Para efectos de esta Ley, se entiende por buena conducta,
adems de la el observancia de la disciplina, el mejoramiento
cultural, la aplicacin en la instruccin pedaggica, la supera-
cin en el trabajo, la cooperacin para el mantenimiento del
orden interno, as como cualquier otra manifestacin que re-
vele un rme deseo de readaptacin social.
n 263
De las relaciones con el medio exterior
Durante la estancia de los internos en el centro, se fomentar
la conservacin y el fortalecimiento de las relaciones de stos
con personas del exterior, principalmente con sus familiares o
quienes constituyan su ncleo afectivo.
Las autoridades de cada centro, con sujecin a las normas
contenidas en el reglamento, difundirn entre los internos y
sus visitantes, instructivos que contengan los derechos y las
obligaciones de cada uno.
A los internos, desde su ingreso, se les facilitar la forma de
entablar comunicacin verbal o escrita con sus cnyuges, fa-
miliares, amistades o defensores.
Los coloquios se desarrollarn en los locales adecuados, deno-
minados interlocutorios, bajo el control visual y no auditivo
del personal de custodia.
Quedan prohibidas las comunicaciones de los internos hacia
el exterior mediante el uso de los sistemas de telecomunica-
cin por los que se pueda realizar la emisin, transmisin o
recepcin de signos, seales, escritos, imgenes, voz, sonidos
o informacin de cualquier naturaleza, que se efecte a travs
de hilos, radioelectricidad, medios pticos, fsicos, va satelital
u otros sistemas electromagnticos.
La Direccin General de Readaptacin Social proveer lo ne-
cesario para instalar los equipos tcnicos adecuados para in-
terceptar y bloquear las seales de telecomunicaciones a que
se reere el prrafo anterior.
Podr ser autorizada la comunicacin telefnica almbrica en
las relaciones con sus familiares y en casos particulares con
terceros, con las modalidades y cautela previstas por el regla-
mento, pero siempre bajo la estricta responsabilidad del direc-
tor del Centro, quien sin excepcin deber grabarlas.
La correspondencia de los internos puede ser puesta bajo
control visual del director o de la persona que ste designe,
para el efecto de comprobar que junto con ella no se enven
objetos cuya introduccin al centro est prohibida.
Se autorizar dentro de los centros la venta de peridicos, re-
vistas, libros o cualquier otro medio de informacin, que sean
264 n
tiles a los internos para su readaptacin social, en los trmi-
nos que establezca el reglamento interno.
Se conceder la relacin marital del interno en forma sana y
moral, nicamente cuando se hayan realizado los estudios
mdicos y sociales correspondientes. Jams ser concedida o
negada con base en la buena o mala conducta del interno.
La nalidad de la reincorporacin social de los internos debe
ser alcanzada mediante la solicitud y organizacin de la parti-
cipacin de los ciudadanos y de instituciones o asociaciones
pblicas. En consecuencia, los Centros Preventivos y de Re-
adaptacin Social podrn ser visitados con autorizacin del
director, por todas aquellas personas que, teniendo un concre-
to inters por la obra de resocializacin de los internos, de-
muestren promover tilmente el desarrollo de los contactos
entre la comunidad de internos y la sociedad libre.
Se combatir, a travs de esta participacin social, la toxico-
mana, el alcoholismo y todos los vicios que degradan al indi-
viduo.
Podrn concederse a los internos salidas del Centro en ocasio-
nes especiales o por motivos excepcionales de ndole familiar
o afectiva, bajo las condiciones de seguridad y vigilancia que
la Direccin considere oportunas. En dichos casos, el interno
podr portar sus propias prendas de vestir. Previa solicitud del
interesado, dichas situaciones extraordinarias sern calicadas
por la Direccin General de Prevencin y Readaptacin So-
cial, la cual dar una respuesta denitiva dentro de un trmino
no mayor de diez das.
De la asistencia mdica, psicolgica y psiquitrica
Los centros contarn permanentemente con los elementos
necesarios para prestar a los internos asistencia mdica, psico-
lgica y psiquitrica. En los casos en que se requiera una
atencin especializada, sern canalizados a los hospitales.
Los servicios mdicos de los centros velarn por la salud fsica
y mental de la poblacin interna. Sin perjuicio de lo anterior y
a solicitud escrita del interno y de sus familiares, o de la per-
n 265
sona previamente designada por aqul, podr permitirse a
mdicos ajenos al establecimiento que examinen y traten a un
interno. En este caso, el tratamiento respectivo, cuyo costo
correr a cargo del solicitante, deber ser autorizado previa-
mente por el jefe de los servicios mdicos del centro; pero la
responsabilidad profesional en su aplicacin, en consecuen-
cia, ser de aqullos.
El tratamiento hospitalario en instituciones pblicas, slo
podr autorizarse por recomendacin de las autoridades m-
dicas de los centros, cuando exista grave riesgo para la vida o
secuelas posteriores que puedan afectar la personalidad del
interno o no se disponga de los elementos necesarios para la
atencin adecuada.
Ninguno de los internos podr usar medicamentos no autori-
zados por el personal mdico del centro.
Quedan estrictamente prohibidas las prcticas mdicas expe-
rimentales en los internos.
El rea mdica har inspecciones regulares al centro y asesora-
r al Director de la misma en lo referente a:
I. La cantidad, calidad, preparacin y distribucin de alimentos.
II. La higiene de los centros y de los internos.
III. Las condiciones sanitarias, alumbrado y ventilacin del centro.
El mdico del Centro deber poner en conocimiento del di-
rector los casos de enfermedades transmisibles a que se reere
la Ley General de Salud, a n de que ste cumpla con la obli-
gacin de dar aviso a los rganos competentes en los trminos
del propio ordenamiento, adoptndose las medidas preventi-
vas necesarias.
El rea mdica de los centros deber realizar peridicamente
eventos de medicina preventiva y planicacin familiar.
El tratamiento psicolgico se fundar en los resultados de los
estudios de personalidad que se practiquen al interno, los que
debern ser actualizados peridicamente. Se procurar iniciar
dicho estudio desde que el interno quede formalmente preso,
y en ese caso se deber turnar copia de dicho estudio a la au-
toridad judicial de la que aqul dependa.
266 n
El rea psicolgica apoyar, auxiliar y asesorar a la Direccin
de los centros en todo lo concerniente a su especialidad para:
I. El debido manejo conductual requerido por los internos, considern-
dose las caractersticas de personalidad.
II. Manejar adecuadamente al interno, en posibles situaciones criticas de
ste, para prevenir trastornos en su personalidad.
III. Procurar un ambiente psicolgicamente adecuado entre el interno y
personal del centro.
IV. Detectar las situaciones en las que el estado emocional del interno
amenace su integridad fsica, la de terceros o la seguridad del Centro.
Las reas mdicas, psicolgicas y psiquitrica debern presen-
tar los informes que les requieran las autoridades competentes
y proporcionar a stas los elementos tcnicos especializados
en los casos inimputables.
Ley Orgnica del Poder Judicial del Distrito Federal
El juez ejecutor de sentencia tendr las atribuciones siguientes:
I. Informar al presidente del Tribunal Superior de Justicia, en materia
de Ejecucin de Sentencias.
II. Brindar orientacin a quien lo solicite, respecto de los benecios y el
tratamiento preliberatorio que esta ley otorga.
III. Analizar los estudios tcnicos jurdicos peridicamente, respecto de la
situacin individualizada de la poblacin penitenciaria con sentencia
que ha causado ejecutoria.
IV. Informar al presidente del Tribunal Superior de Justicia de todos
aquellos internos que han cumplido con su sentencia y que ha causa-
do ejecutoria, que estn en posibilidades de obtener un benecio
preliberatorio o tratamiento preliberatorio que otorgue la ley.
V. Elaborar y emitir las resoluciones judiciales apoyndose los dictme-
nes que emitan los Consejos Internos Interdisciplinarios de todos
aquellos internos con sentencia que ha causado ejecutoria y que estn
en posibilidades de obtener benecios, respecto de las medidas preli-
beracionales, la remisin parcial de la pena y la libertad condicional,
sin perjuicio de ordenar.
n 267
VI. Resolver sobre el otorgamiento del tratamiento preliberacional, apo-
yndose en los dictmenes que emitan los Consejos Internos Interdis-
ciplinarios.
VII. Visitar y entrevistar a los internos con sentencia ejecutoriada, que
sean susceptibles de obtener algn benecio o tratamiento.
La creacin del juez ejecutor de Sanciones Penales no pretende
quitarle funciones a la Direccin General de Prevencin y Re-
adaptacin Social, sino que se ocupe con mayor ecacia de su
objetivo: la readaptacin de los sentenciados.
Es por ello que se busca la actualizacin de las instituciones de
derecho penitenciario. Y es indispensable una reforma en el
Distrito Federal que cumpla las expectativas de la readaptacin
social.
Se han aplicado cuestionarios a cierto grupo de internos sen-
tenciados y a familiares de stos, y se ha visto que los objetivos de
la readaptacin social estn lejos de poder llevarse a cabo, por
ello es urgente que se piense en esta reforma.
Este problema es real e inminente, y lejos de sancionar, hace
que los sentenciados vuelvan a delinquir, porque no se encuen-
tran lo sucientemente capacitados en trabajos y la mayora care-
ce de estudios.
Pensemos en este apartado que ayudar a gran parte de la
poblacin, no slo penitenciaria, sino a la poblacin general del
Distrito Federal.
Alternativas para mejorar el sistema penitenciario
en el Distrito Federal
Mara del Carmen Segura Rangel
A nombre y representacin del diputado Miguel Hernndez La-
bastida, coordinador del Grupo Parlamentario de Partido Accin
Nacional en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, agra-
dezco la invitacin a participar en este foro.
Para abordar las propuestas tendientes a mejorar el sistema
penitenciario de la ciudad de Mxico, es indispensable partir de
las siguientes consideraciones:
Primera. Que el artculo 18 Constitucional sustenta el sistema
penitenciario mexicano, con la base de la readaptacin social del
delincuente.
Segunda. Que el propio sistema penitenciario debe ubicarse den-
tro de la conceptualizacin integral y moderna de la seguridad
pblica, que abarca la prevencin, la procuracin e imparticin
de justicia, y menores infractores, hasta la readaptacin social.
Por tanto, las mejoras al sistema penitenciario del Distrito Fede-
ral debern dirigirse a contribuir en la creacin y el manteni-
miento de un clima de orden, tranquilidad y estabilidad social, a
travs del combate a la delincuencia, dentro de un anlisis de los
componentes de la seguridad pblica.
Tercera. Que las propuestas y adecuaciones al marco normativo
sancionador, deben ser animadas con la previa denicin de los
valores a tutelar; si queremos como ltimo recurso la pena priva-
tiva de libertad o tener sobrepoblados los penales; si vale la pena
270 n
mantener el abuso de la prisin preventiva; si privilegiar las pol-
ticas reactivas es adecuado para abatir la inseguridad y combatir
la delincuencia, o debemos identicar y privilegiar polticas p-
blicas preventivas.
Cuarta. Conocer el comportamiento de la delincuencia con me-
todologas conables sobre los ndices delictivos y que stos sirvan
de base para estrategias preventivas.
Ahora bien, la realidad en los penales del Distrito Federal indica
que son al mismo tiempo causa y efecto de la delincuencia, y que
constituyen un crculo vicioso, ya que no hay readaptacin por-
que no hay prevencin y no hay prevencin porque no existe re-
adaptacin.
Basta analizar las cifras que aporta la Direccin General de
Prevencin y Readaptacin Social del Distrito Federal. En octu-
bre de 2006, las cifras de poblacin total eran de 33 008 internos,
con una infraestructura de 20 728 espacios en los 11 centros de
reclusin de la capital. Con una sobrepoblacin de alrededor
de 13 000 internos, que representa 59.24%. De 2002 a 2006 hay
un ndice de crecimiento anual de 14.95%, lo que representa
3 082.75 internos ms en promedio, anualmente. Mientras la
poblacin penitenciaria se increment en casi 60%, en cuatro
aos, en el mismo periodo, el presupuesto destinado a este sector
slo creci en 39%, pasando de 843 515 pesos en 2002 a 1 178
141 pesos durante 2006, de los cuales el mayor porcentaje fue
destinado a nmina y a la alimentacin. El costo diario por in-
terno se calcula en 101 pesos, lo que deja un pequeo margen
para las reas de tratamiento bsico penitenciario y profesionali-
zacin del personal, entre otros.
De la poblacin total, 64.92% son primodelincuentes, 30.01%
reincidentes y 5.07% habituales. El mayor porcentaje de la po-
blacin penitenciaria, 71.62%, ingresa por delitos patrimoniales,
y 10.76%, por delitos contra la vida.
Respecto del personal penitenciario, a octubre de 2006 suman
6 956 elementos, de los cuales 3 178 (46%) corresponden a segu-
ridad y custodia.
n 271
En materia de derechos humanos, aunque se realizan campa-
as de fomento a la denuncia para dignicar el trato hacia las
visitas familiares, con audiencias que atienden personalmente
los directores de los centros de reclusin, se dan abusos y viola-
ciones a los derechos humanos de los internos. Ello se reeja en
que de 154 recomendaciones emitidas por la Comisin de Dere-
chos Humanos del Distrito Federal desde su creacin, 32 son
dirigidas a centros de reclusin. En 2006, de 7 157 quejas por
presuntas violaciones a derechos humanos, 1 569 (22%) se rela-
cionan con personas privadas de su libertad.
Persisten problemas de higiene debido a la sobrepoblacin y a
la falta de recursos. Se observan carencias en la atencin mdica,
que es proporcionada por la Secretara de Salud del Distrito Fede-
ral, lo que impacta directamente en el nmero de quejas recibidas
por la Direccin General de Prevencin y Readaptacin Social y
en problemas de gobernabilidad.
Aunque en los ltimos cuatro aos (de 2003 a 2006) se han
incorporado un total de 29 socios industriales, y 47.77% de la po-
blacin de internos se encuentra realizando trabajo penitenciario,
es necesario incrementar la capacidad de oferta laboral, ya que es
uno de los principales medios para encaminar a su readaptacin.
En esta realidad del Sistema Penitenciario del Distrito Federal,
es ineludible la referencia a la proliferacin del uso de celulares,
con la complicidad del personal de seguridad y custodia, utiliza-
dos en extorsiones desde los centros de reclusin, ya que facilitan
este modo de operar.
Es cierto que se han tomado algunas previsiones, como las
grabaciones de advertencia sobre el origen de la llamada desde
un centro de reclusin, el intento de bloquear las llamadas con
un costoso equipo, o los operativos de revisin en los dormitorios
de penales capitalinos con la participacin de la Polica Federal
Pblica, la Agencia Federal de Investigacin y la Secretara de
Seguridad Pblica del Distrito Federal, para buscar drogas, armas
y el retiro de telfonos celulares y chips. Sin embargo, el Consejo
para la Ley y los Derechos Humanos estima que al menos 240
bandas de extorsionadores operan en los distintos penales del
pas, y 11 de las ms activas operan en el Distrito Federal.
272 n
Esta realidad de los centros de reclusin del Distrito Federal
nos permite diagnosticar:
Que se han realizado reformas aisladas y coyunturales a la le-
gislacin penal, as como esfuerzos de avanzar en la capacita-
cin del personal penitenciario, pero todo ello ha respondido
ms a las circunstancias que a la denicin de una poltica
criminolgica integral.
Que la delincuencia se ha atacado ms por sus efectos que por
sus causas.
Que la sobrepoblacin aleja la posibilidad de organizacin de
espacios, de trato y tratamiento adecuado al delincuente para
contribuir a su readaptacin. Ello los convierte en espacios
que facilitan la comisin de delitos desde los penales.
Que se abusa de la prisin preventiva y de la pena privativa de
libertad.
Que el gasto para el mantenimiento de los servicios resulta
insuciente para cubrir las necesidades.
Que no hay suciente personal de seguridad y custodia ni su-
cientes mecanismos y controles que permitan mejorar la se-
guridad dentro de ellos.
Con base en lo expuesto, nos permitimos presentar las siguientes
propuestas:
1. La integracin de un programa de poltica criminolgica inte-
gral en tres aspectos: preventivo, punitivo y readaptativo, con
nfasis en la prevencin para abatir por sus causas a la delin-
cuencia.
2. La creacin de un grupo interinstitucional y multidisciplinario
en que participen autoridades del gobierno central, de seguri-
dad pblica, procuracin e imparticin de justicia, menores
infractores y de readaptacin social, as como de derechos hu-
manos y legisladores, para abordar permanentemente el anlisis
integral de las necesidades a cubrir en materia de seguridad
pblica, y que garantice una visin integradora de todos los
componentes del sistema de seguridad pblica y presente pro-
puestas de acciones legislativas, administrativas y de la sociedad,
n 273
bajo principios de la disminucin del abuso de la prisin pre-
ventiva, de la pena privativa de libertad, de penas alternativas
de acuerdo con la valoracin del bien jurdicamente protegido
y la peligrosidad del delincuente, la realizacin de juicios orales
y la desburocratizacin y la profesionalizacin de los diversos
servicios del sistema de seguridad pblica.
3. La instalacin y funcionamiento del Instituto de Estudios Cien-
tcos para la Prevencin del Delito en el Distrito Federal.
4. La adopcin de bloqueadores de celulares y que se reanude el
funcionamiento de aparatos de revisin electrnica.
5. Que la Direccin de Prevencin y Readaptacin Social sea
elevada a rango de subsecretara, para inyectarle fuerza jerr-
quica y mejorar su presupuesto.
6. La promocin de campaas en la sociedad para erradicar la
violencia y prevenir las adicciones.
Propuestas para mejorar el sistema penitenciario
en el Distrito Federal
Jorge Schiafno Isunza
Un problema que se enfrenta en el anlisis y el combate a la cri-
minalidad es la falta de informacin, las trabas burocrticas para
obtenerla y la poca credibilidad de las cifras ociales. Ante estos
problemas es necesario que organizaciones de la sociedad civil y
los partidos polticos involucrados en el tema de la seguridad p-
blica y la justicia penal, generen y sistematicen informacin sobre
este tema: transparentar la prevencin del delito es lo que mejora-
r la procuracin de justicia y lo que permitir que la ejecucin de
sanciones no est fragmentada, pues hasta ahora parece que se
castiga la pobreza y la falta de recursos para defenderse.
En menos de veinte aos, la violencia urbana se ha duplicado.
Durante los siguientes cinco aos se espera que ms de la mitad
de la poblacin mundial que vive en las ciudades ser vctima de
alguna forma de delito. En Mxico se incrementan los ilcitos
penales, y se presentan crmenes en forma frecuente, sin ningn
resultado que evidencie su abatimiento.
El resultado de toda esta actividad criminal es incalculable en
cuanto a los perjuicios que causa a nuestra ciudad. Las estimacio-
nes anuales tratan de calcular en nmeros las prdidas materiales,
pero an ms grave es el efecto psicolgico sobre las comunidades
mismas. En muchas ciudades de Mxico ya vivimos en estado de
sitio, y los defeos no estamos lejos de esta miserable meta.
Confrontados por la creciente actividad delictiva, los partidos
polticos, los habitantes del Distrito Federal, las organizaciones
comunitarias y el sector comercial deben unirse con la autoridad
local y el gobierno federal para disear formas ms ecientes de
combatir el delito.
276 n
En los ltimos aos han surgido muchas soluciones para re-
ducir y prevenir el delito que buscan ser innovadoras, con aseso-
ramientos extranjeros para la creacin de un diseo urbano ms
seguro. El ejemplo lo tenemos en las famosas 146 recomendacio-
nes que el despacho Giuliani Partners elabor para el gobierno
del Distrito Federal, a n de buscar mejorar la seguridad pblica
en el Distrito Federal. Al respecto, no puedo dejar de aceptar
que el secretario de Seguridad informa sobre su avance en forma
peridica a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, sin que
esto signique una verdadera articulacin de las acciones y la
solucin al problema.
Tambin es pertinente sealar que el gobierno del Distrito
Federal emiti su programa denominado Estrategias y Acciones
de Seguridad Pblica y Justicia para la Ciudad de Mxico, en el
periodo 2007-2012, con fecha del 1 de febrero de 2007, progra-
ma en el que no se tom en cuenta a la Asamblea Legislativa,
aunque este diverso poder del Distrito Federal tiene facultades
especcas para jar directrices en materia de seguridad pblica,
las que el gobierno local tiene obligacin de cumplir. Por otra
parte, surgen acciones mediticas como las expropiaciones en
Tepito e Iztapalapa, en las que a n de cuentas no se resuelve el
problema de inseguridad de la ciudad, ni tampoco se desarrollan
estas acciones en una sana aplicacin de la ley; violentan las ga-
rantas individuales de gobernados inocentes y con ello se limitan
sus derechos humanos. Si lo que se pretende es recuperar el
producto pecuniario o los bienes incautados y hacer que los pro-
ductos de actos ilcitos tengan un n social, vamos a modicar la
ley para hacerlo. Pero sobre todo, se pretende saber cules son las
bandas del crimen organizado que han sido detenidas.
Estas armaciones las vierto slo para dejar asentado que el
problema de la violencia urbana no se resuelve por el nico plu-
rito [sic] de que no se cumple con el marco constitucional esta-
blecido en el artculo 122, respecto de la divisin de poderes en
el Distrito Federal, en su orden interno y su correlatividad de
funciones con el orden federal.
Razn suciente para concluir que en el Distrito Federal no
existe una correcta prevencin del delito y mucho menos una de-
bida procuracin de justicia, ya que existe una omisin de origen
n 277
en su diseo; razn de que falta el elemento sustancial: la parti-
cipacin social para la solucin del problema delincuencial en el
Distrito Federal, y establecer un frente comn a la prevencin
del delito y a su persecucin, as como promover elementos co-
rrectos para la administracin de justicia. sta debera ir de la
mano de la ejecucin de sanciones, as no existirn dos corrientes
antagnicas, la del ofendido y la del presunto responsable, y a
ambas se les deben respetar sus derechos humanos.
Razonamiento que nos lleva a establecer que a los habitantes
del Distrito Federal nos falta mejorar nuestra democracia para
establecer formas correctas de comunicacin. Por eso las polticas
pblicas estn desvinculadas de las necesidades sociales, y es
obligacin de los partidos ampliar su actividad democrtica
como gestores efectivos de la ciudadana. La aplicacin de las
polticas pblicas debe de ir de la mano de la participacin social
para obtener un vinculo de efectividad, que haga gobernable la
ciudad ms grande del mundo.
La democracia propone proyectos de convivencia y orden
social cuyo objetivo es lograr el desarrollo humano de los habi-
tantes del Distrito Federal, situacin que tambin debe ocurrir
en favor de la zona metropolitana en que limita al Distrito Fede-
ral; por ello las polticas pblicas deben buscar el bienestar social
de manera uniforme, para toda la poblacin y no slo a sectores
especcos de habitantes, por quienes exista una preferencia ms
bien clientelar, con nes electorales.
El gobierno del Distrito Federal debe transparentar su dilogo y
su informacin documental, con la sociedad civil y el Poder Legis-
lativo local, a n de que las estrategias sean vinculantes y permeen
en la procuracin de justicia, adems de que tambin se transparen-
te la administracin de justicia de manera que la ejecucin de la
sancin sea una clara aplicacin de la ley por el delito cometido.
La falta de un dilogo efectivo vinculante entre el ejecutivo
federal y el jefe de gobierno del Distrito Federal, por cuestiones
de carcter poltico partidista, retraen la posibilidad de que las
acciones y los programas de gobierno en el orden federal resulten
positivos, porque se politizan y evitan jar el mbito de compe-
tencia federal y local para el desarrollo de funciones conjuntas,
todo ello en perjuicio de los habitantes del Distrito Federal.
Esta armacin se avala al revisar el Informe especial sobre la si-
tuacin de los centros de reclusin en el Distrito Federal 2005, de la
Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal, cuando
seala: La democracia es el rgimen de gobierno que mejor se
ajusta a un esquema de libertades amplias donde prevalece el
inters y la dignidad del individuo frente a la autoridad del Esta-
do. En principio, este tipo de regmenes reivindica el reconoci-
miento de los derechos humanos inherentes a las personas que
toda autoridad debe atender y salvaguardar. La sancin del Esta-
do se orienta, preferentemente entonces, a aquellas acciones que
atentan contra los dems individuos. La prioridad del gobierno
tiende a centrarse en garantizar la seguridad de las personas y sus
bienes. Por su parte, la ciudadana calica la ecacia de un go-
bierno, en buena medida, de acuerdo con el cumplimiento de la
promesa de seguridad. Los gobiernos y quienes aspiran a ser
electos se ven entonces instados a resguardar la seguridad para
garantizar las preferencias electivas de la ciudadana.
Aqu es donde reside un riesgo potencial de las democracias:
prometen salvaguardar la seguridad y la dignidad de unas perso-
nas, incluso al costo de restringir la libertad y atentar contra la
dignidad de otras. Esto es lo que llamaramos una de las parado-
jas de la democracia: la articial contraposicin entre seguridad
y derechos humanos. La paradoja de la seguridad implica subyu-
gar los derechos humanos a los requerimientos del combate
contra el crimen. Sus efectos se traducen en destinar importantes
recursos econmicos al resguardo y al castigo de las personas
sancionadas, los cuales nunca sern sucientes ante el creciente
ritmo del encarcelamiento. En el contexto mundial, las sanciones
penales han sido endurecidas en el transcurso de los aos.
Sin embargo, la paradoja de la seguridad y los derechos huma-
nos no es sino un riesgo latente que debemos atender y resolver de
manera adecuada. Esta situacin no prevalece en todas las demo-
cracias ni en todos los pases de alto desarrollo. Al contrario, la
reorientacin de las prioridades de seguridad puede contribuir al
desarrollo y a la consolidacin de la democracia. Apostar por una
poltica de seguridad basada en el respeto irrestricto a los derechos
humanos no slo es un mandato insoslayable, sino adems un
factor para canalizar recursos importantes a acciones de poltica
278 n
social que fortalezcan la ampliacin de oportunidades a la pobla-
cin y el incremento del capital humano de las sociedades.
Por ello se concluye que la tasa promedio de poblacin reclui-
da por 100 mil habitantes en Argentina, Chile, Brasil y Mxico
ha crecido de manera constante desde 1992. La comparacin de
nuestra nacin con estos pases se considera pertinente en tanto
son naciones de caractersticas similares a la nuestra, en trminos
de desarrollo econmico y tradicin cultural.
El problema de la criminalidad en Mxico debe entenderse en
un contexto amplio y se debe reconocer su gran complejidad. Un
entendimiento del fenmeno obliga a aceptar que sus orgenes y
soluciones es de tiempo atrs; no se trata de un problema ni
esencial ni exclusivamente policial. Es una mala distribucin del
ingreso, es la falta de mercados laborales en expansin que pro-
vean de oportunidades reales a la creciente poblacin econmi-
camente activa, es la falta de un sistema educativo eciente, son
variables socioeconmicas con impacto negativo en el nivel de
seguridad pblica.
En particular resulta fundamental reconocer que existe una
clara relacin entre variables econmicas y criminalidad. Las
cadas en el per cpita van acompaadas de tasas positivas en
las denuncias por robo, es decir, cadas en el per cpita de la
poblacin se traducen en mayores robos por cada cien mil habi-
tantes. Claramente la delincuencia en Mxico tiene un compo-
nente econmico.
Esta evidencia permite entender el problema de la criminalidad
en un contexto de largo plazo, en el que el combate a la delincuen-
cia pasa necesariamente por la solucin de retos socioeconmicos.
Mientras la economa y las instituciones de la sociedad mexicana
no provean ciertas oportunidades bsicas, es difcil que pueda re-
solverse el problema.
Sin embargo, el fenmeno de la delincuencia responde no
slo a factores socioeconmicos de largo plazo, sino tambin a
factores que se encuentran dentro del aparato de seguridad p-
blica y justicia penal, y que operan en el corto y mediano plazos.
La investigacin y la sancin efectivas de delitos o la atencin
profesional, imparcial y expedita de los jueces no se atienden
exclusivamente va la educacin escolar o por una mejor distri-
n 279
280 n
bucin del ingreso. Para lograr estos objetivos, se requiere repen-
sar el marco jurdico que organiza nuestro sistema de seguridad
pblica y justicia penal, as como los procesos administrativos
internos a travs de los cuales las autoridades brindan sus servi-
cios a la ciudadana.
Ante el incremento de la criminalidad en Mxico, las autori-
dades locales han fallado en adaptarse a un ambiente cada vez
ms complejo, y se han enfocado en atrapar delincuentes relati-
vamente poco peligrosos, dejando sin castigo a delincuentes con
recursos logsticos y monetarios superiores a los suyos.
A pesar de que nuestro pas ya enfrentaba tendencias delictivas
crecientes desde mediados de los aos ochenta, no fue sino hasta
el periodo de 1993 a 1997 que se observ un incremento impor-
tante en el nmero de reportes sobre posibles ilcitos en todo el
pas.
El aumento en el nmero de delitos locales cometidos contrasta
con la capacidad de respuesta de las instituciones encargadas de
investigar y castigar estos delitos, de acuerdo con una radiografa
nacional para 2001, en que se aprecia el nmero de delitos locales
que no se atienden por falta de denuncia o por problemas en las
etapas de procuracin y administracin de justicia.
Al menos en 2001, ante el aumento de la criminalidad de or-
den local en Mxico, la respuesta de las autoridades no fue satis-
factoria: de cada cien delitos que se cometen, el sistema condena
solamente a uno. El hecho de que no tengamos esta informacin
disponible salvo para un ao habla elocuentemente de la falta de
informacin que trata este reporte.
Adems de la muy baja tasa de castigo o el alto ndice de im-
punidad, nuestro sistema de seguridad pblica y justicia penal se
enfoca, al parecer, en perseguir y atrapar delincuentes no peli-
grosos. Un anlisis de la composicin de la poblacin en reclu-
sin en el Distrito Federal, el Estado de Mxico y Morelos en
2003 estima que 50% de los internos son detenidos por robos
menores sin violencia, y 25% de ellos rob menos de mil pesos.
Adems, la mayora de los reclusos y reos son gente de pocos re-
cursos econmicos y poca educacin formal.
Analizando la evidencia fragmentada se puede concluir que
nos enfrentamos a un sistema penal que no castiga a delincuentes
n 281
que pueden evadir al sistema por tener recursos monetarios o
logsticos superiores a las autoridades, y que castiga la pobreza y
la falta de recursos.
En resumen, combatir la delincuencia en el Distrito Federal y
la zona conurbada requiere un enfoque de largo y de corto plazos.
En el largo plazo, es necesario lograr una mejor distribucin del
ingreso, mercados laborales ms dinmicos y una educacin de
calidad para todos los mexicanos. En el corto plazo, es necesario
reconocer los errores y aciertos institucionales para mejorar cada
vez ms el desempeo de la polica, el Ministerio Pblico, los
jueces y las crceles, y as reducir el alto nivel de impunidad que
prevalece. Sin embargo, el necesario reconocimiento de los
errores y los aciertos institucionales no puede realizarse cabal y
responsablemente en un contexto de informacin mnima sobre
lo que sucede al interior de las instituciones encargadas de lidiar
con la criminalidad.
Para lograr el respeto a los derechos humanos es necesario
incluir la participacin social para lograr una verdadera convi-
vencia, a n de obtener el orden social en el que se incluya el
respeto al ofendido en sus derechos humanos, como consecuen-
cia lgica.
Es por ello que tanto los derechos del ofendido como los de-
rechos humanos de las personas internas en los centros peniten-
ciarios son garantas universales de los que cada ser humano
puede y debe gozar. Tales derechos han sido enumerados en las
leyes y normas internacionales. Entre los ordenamientos ms
importantes estn la Declaracin Universal de Derechos Huma-
nos, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Polticos, la
Convencin Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes de las Naciones Unidas, entre otros.
La prisin no niega el pleno ejercicio de ciertos derechos
aplicables a toda persona:
A la vida y a la seguridad
A no ser torturado o maltratado
A la salud
Al respeto de la dignidad humana
A un juicio justo
282 n
A la no discriminacin
A no ser sometido a la esclavitud
A la libertad de culto
Al respeto a la vida familiar
Al desarrollo personal
De acuerdo con lo estipulado en normas nacionales e internacio-
nales, la pena privativa de la libertad tiene el carcter de pena de
libertad corporal que impide al individuo en cuestin gozar
de la libertad de accin y movimiento, pero no de sus dems
derechos humanos. Cierto derechos pueden ser limitados por la
prdida de la libertad corporal, entre los que se encuentran el
derecho a la privacidad, a la libertad de movimiento, a la libertad
de expresin, a la libertad de asamblea y a la libertad de voto.
El Cdigo Penal Federal seala que la pena de prisin suspen-
de los derechos polticos y los derechos de tutela, curatela, apo-
derado, defensor, albacea, perito, depositario o interventor
judicial, sndico o interventor en quiebra, rbitro, arbitrador o
representante de ausentes. Sin embargo, cualquier limitacin
adicional que no sea necesaria ni justicada dentro de la aplica-
cin de la pena privativa de la libertad se considera una violacin
a los derechos humanos del interno.
Tanto las normas internacionales de derechos humanos como
la legislacin interna indican que el trato a los internos debe basar-
se en el respeto de los derechos generales universales de toda per-
sona. La pena privativa de la libertad dentro del sistema mexicano
no debe violentar el desarrollo humano de los reclusos.
Sin embargo, la prctica actual dentro de nuestro sistema pe-
nitenciario diere substancialmente de lo que establecen los
instrumentos nacionales e internacionales. Entre los abusos ms
graves que vulneran la dignidad humana de los presos se encuen-
tran las violaciones al derecho a la salud, al derecho a la visita
familiar y la visita ntima, al trato digno y humano, al trabajo y a
la capacidad para el mismo, a la separacin entre mujeres y
hombres y entre los procesados y los sentenciados.
Derechos sobre los que mi partido, el Revolucionario Institu-
cional, acepta su pleno ejercicio y la aplicacin en benecio del
n 283
infractor de la ley, y desde luego descarta cualquier limitante en
perjuicio de las personas sujetas a un procedimiento penal.
Sin embargo, es claro que al no existir una correcta poltica
pblica sustentada en principios democrticos, que logren en
forma efectiva la prevencin del delito para lograr una correcta
conduccin en la investigacin de los ilcitos penales que se co-
mentan, resulta difcil establecer el grado de responsabilidad y la
peligrosidad de los actos del infractor, adems que los procesos
penales estn viciados, por lo que la imparticin de justicia queda
en el total desamparo, lo que trae que en los centros de reclusin
exista sobrepoblacin y hacinamiento.
A pesar de los instrumentos internacionales que regulan el
trato de los reclusos, la prctica los contradice cotidianamente.
Algunas garantas consagradas en el derecho internacional son
an ignoradas en la propia legislacin nacional y local, o se en-
cuentran en un estado irregular. Tal es el caso de la administra-
cin de la prisin preventiva y de la libertad anticipada, que
hasta hoy estn sometidas a decisiones discrecionales de autori-
dades administrativas.
Esta situacin la conrmamos con base en el informe de la
Comisin Nacional de los Derechos Humanos de diciembre de
2001. Las principales violaciones a los derechos humanos dentro
del sistema penitenciario nacional son: la sobrepoblacin; los
privilegios que tienen algunos internos; la inadecuada separacin
entre procesados y sentenciados; los grupos de poder entre inter-
nos que manejan varias actividades ilcitas, incluso el trco de
drogas; la prostitucin; el consumo de bebidas alcohlicas; la
reparticin de espacios; el acceso a productos dentro del centro
penitenciario por medio de pago para evitar la realizacin de la
fajina, y la falta de servicios mdicos adecuados.
Por su parte, el Instituto Interamericano de Derechos Huma-
nos seala que:
El hacinamiento o la sobrepoblacin, por s misma; el factor distorsionante
que cause directamente el trato inhumano y la respuesta del personal del
establecimiento en la atencin de los internos, no puede ser, ni por aproxi-
macin, la idnea, cuando debe laborar bajo la presin extraordinaria que
284 n
provoca el nmero exagerado de internos. As las relaciones entre los inter-
nos se exacerban, principalmente en una lucha por proteger los escasos
bienes que en prisin se pueden poseer; las relaciones entre stos y los ser-
vidores desaparecen, crendose entonces una situacin de valores que con-
ducen a la sujecin especial y se agranda, tambin, la brecha que separa al
interno de la posibilidad real de reinsercin en la sociedad.
Puede ser tema de debate el hecho de que la readaptacin social
constituya realmente uno de los objetivos de la pena privativa de
libertad, pero no puede cuestionarse la necesidad de garantizar
los derechos bsicos de los reclusos. El artculo 18 de la Consti-
tucin poltica dene la prisin como una pena corporal que
priva a los individuos de su libertad; cualquier otra lesin que se
inija es violatoria de la Constitucin.
Esta situacin irregular ya ha sido materia de la recomenda-
cin general 03 en el mes de octubre de 2006 por parte del om-
budsman nacional sobre el sistema penitenciario y centros de
internamiento y del comisionado de Derechos Humanos del
Distrito Federal, al nuevo gobierno del Distrito Federal, sin que
exista una solucin efectiva a la problemtica penitenciaria en el
Distrito Federal. La razn es muy simple, nuestro marco norma-
tivo penal es obsoleto y debe sufrir reformas constitucionales
efectivas y las leyes locales deben ser reformadas; es decir, debe
existir no slo la reforma poltica del Distrito Federal, si no que
sta debe ir acompaada de reformas en materia penal, espec-
camente las reformas de prevencin del delito y la que se reere
a la procuracin de justicia, ya que ambas, a n de cuentas, inci-
den en la problemtica penitenciaria que se plantea en este semi-
nario. La nalidad es que efectivamente exista un respeto a los
derechos humanos, no slo en el infractor de la ley sino tambin
en la parte agraviada, conclusin que nos lleva a establecer que
no habr conicto de inters para determinar a quin se debe
privilegiar, sino que existe un sano equilibrio.
As se llega al centro de la tesis que me propongo comentar.
Para resolver aquella dicultad, Ferrajoli mismo propone agregar
un segundo parmetro de utilidad: el Derecho Penal, adems de
procurar el mximo bienestar posible de los no desviados, ha
de buscar tambin el mnimo malestar necesario de los desvia-
n 285
dos. Este segundo parmetro no est dirigido, como el primero,
a la prevencin de los delitos: cualquier delito que se cometa
parece demostrar que para prevenirlo habra sido necesaria una
pena mayor, de modo que la prevencin slo sirve para justicar
la prohibicin penal y el limite mnimo de las penas, el umbral
por debajo del cual stas carecen de capacidad disuasoria.
Hay otro objetivo del derecho penal, que no es ya la preven-
cin de los delitos sino el de la mayor reaccin informal, salva-
je, espontnea, arbitraria, punitiva pero no penal que a falta de
penas podra provenir de la parte ofendida o de fuerzas sociales
o institucionales solidarias con ella. De este modo, la pena no
sirve slo para prevenir los delitos injustos, sino tambin los
castigos injustos; no slo tutela a la persona ofendida por el deli-
to, sino tambin al delincuente frente a las reacciones informa-
les, pblicas o privadas. Este n es idneo para indicar el lmite
mximo de la pena, por encima del cual no se justica que ella
sustituya a las medidas punitivas informales.
Muchas veces se ha concebido y justicado el derecho penal
como un perfeccionamiento del derecho natural de la defensa
individual, que ha dado lugar al derecho positivo de defensa so-
cial. Esta tesis, sostiene Ferrajoli, debe ser vuelta del revs: no es
una tesis explicativa, sino una doctrina normativa. El derecho
penal es la negacin de la venganza privada, que histricamente
la precediera, y se justica con el n de impedirla, no con el de
garantizarla. El primer paso se dio cuando la venganza fue regu-
lada como un derecho-deber privado, segn la ley del Taleon. El
segundo, ms decisivo, cuando el juez sustituy a la parte ofendi-
da y se prohibi la venganza privada: en ese momento naci el
Derecho Penal.
Desde luego, la prevencin general de los delitos sigue siendo
una nalidad esencial del derecho penal y la razn primordial, si
no de las penas, s de las prohibiciones penales. Pero el derecho
penal asume una doble funcin preventiva, en ambos casos de
signo negativo: una es la prevencin general de los delitos, que
marca el lmite mnimo de las penas y reeja el inters de la ma-
yora no desviada; la otra, la prevencin general de las penas arbi-
trarias o desproporcionadas, que ja el limite mximo de las penas
y reeja el inters del reo, sospechoso o acusado. Sus portadores
286 n
son las dos partes de un proceso penal contradictorio: la acusa-
cin, encargada de la defensa social y por tanto de maximizar la
prevencin y el castigo, y la defensa, interesada en el individuo
acusado y, por lo tanto, en maximizar la prevencin de las penas
arbitrarias.
Vale la pena destacar este n adicional. Ante todo, porque el
derecho penal ha demostrado dudosa capacidad para cumplir
el primer objetivo, pero resulta bastante ms idneo para satisfa-
cer el segundo, aun con penas modestas y poco ms que simbli-
cas. Luego, porque las autoridades han mostrado siempre mayor
inters en el primero que en el segundo. Y, por ltimo, porque el
segundo objetivo es necesario y suciente para fundar un modelo
de derecho penal mnimo y garantista. Es ms: la tutela del ino-
cente y la minimizacin de la reaccin frente al delito es el princi-
pio que sirve para distinguir el derecho penal de otros sistemas de
control social (policial, disciplinario, terrorista) que acaso fueran
ms ecaces para satisfacer el n de la defensa social.
El n genrico del derecho penal es, entonces, la proteccin
del ms dbil contra el ms fuerte. En el momento del delito, el
ms dbil es el ofendido o amenazado por la conducta desviada,
en tanto el ms fuerte es el delincuente. En el momento de la
reaccin, el ms dbil es el ofendido o amenazado por la vengan-
za y el ms fuerte la parte ofendida o los sujetos pblicos o priva-
dos solidarios con ella. En ambos casos, el derecho penal se
legitima como un instrumento de tutela de los derechos funda-
mentales, que denen normativamente los bienes que no est
justicado lesionar, ni con los delitos ni con los castigos.
Es sta una legitimidad democrtica, pero tambin una garan-
ta individual. Es la tutela de los valores o derechos fundamenta-
les, cuya satisfaccin se persigue aun contra los intereses de la
mayora. Es precisamente la garanta de estos derechos funda-
mentales la que hace aceptable para todos el derecho penal, aun
para los reos y los imputados. Y el propio principio mayoritario
no sera susceptible de aceptacin general sin cortapisa.
De este modo, un sistema penal est justicado slo si la
suma de las violencias delitos, venganzas y castigos arbitrarios
que est en condiciones de prevenir es superior a la de las violen-
cias constituidas por los delitos no prevenidos y por las penas
n 287
establecidas para stos. Se justica como un mal menor: es decir,
slo si es menor que los males que se produciran en su ausencia.
Y el monopolio estatal de la potestad punitiva est tanto ms
justicado cuanto ms bajos sean los costes del Derecho Penal
respecto a los costes de la anarqua punitiva.
Es preciso responder claramente dos preguntas. La primera es
descriptiva: es el derecho penal o cada sistema particular de dere-
cho penal, un factor disuasivo aceptablemente ecaz? La otra es
normativa: es moralmente admisible aplicar las penas capaces de
lograr aquel nivel aceptable de disuasin? Si nicamente la respues-
ta a la primera pregunta es negativa, en la medida en que lo sea
tienen razn los abolicionistas. Si es positiva y la segunda es negati-
va, tambin. Slo si las dos respuestas son positivas es posible justi-
car el derecho penal; pero en este caso la cuanta de la pena no
puede quedar disociada de la ecacia de su funcin preventiva.
Todava es posible evitar caer en el derecho penal mximo si
al clculo economicista de la pena se aplican lmites extrapenales,
como los previstos en la doctrina de los derechos humanos; para
este enfoque, sean cuales fueren las conveniencias de la preven-
cin, ninguna pena puede sobrepasar cierto mnimo de respeto
para cualquier ser humano. Pero el problema de fondo slo se
traslada con ello al mbito extrapenal. Si el umbral de los dere-
chos humanos llegara a afectar la capacidad del derecho penal
para la prevencin, las conductas desviadas remanentes debern
tolerarse. Si la disposicin social a tolerar las ofensas fuera insu-
ciente, el modelo garantista volvera a debatirse entre el aboli-
cionismo y el maximalismo y podra quebrarse.
En estas condiciones, tal vez podra imaginarse un sistema
distinto para la jacin de las penas. Una vez decidida la prohi-
bicin penal (que supone al menos cierta esperanza de preven-
cin mediante el castigo), habra un umbral mnimo absoluto,
por debajo del cual no sera til jar penas que careciesen de
todo efecto, y un dintel mximo absoluto por encima del cual
cualquier pena, aplicada por cualquier motivo, se considerara
violatoria de los derechos humanos. Dentro de esta escala, para
cada conducta desviada puede haber un punto de equilibrio, en
el que la gravedad de la pena, unida a la probabilidad de su
aplicacin, ejerza una disuasin tal que las conductas desviadas,
288 n
sin llegar a desaparecer, se reduzcan a una proporcin compatible
con la capacidad de tolerancia de la comunidad.
Desde luego, el punto de equilibrio es funcin de diversas
variables extrapenales, entre las que se cuentan las circunstancias
econmico sociales y culturales a las que acertadamente se reere
Ferrajoli. Pero esta reexin sirve tambin como advertencia. Si
aquellas circunstancias son prolongadamente desfavorables (lo
que ciertamente ocurre en nuestros das), la capacidad de tole-
rancia social se satura y tiende a bajar. La ecacia disuasiva de las
penas tambin disminuye, superada por las necesidades y la dis-
gregacin cultural y disuelta en el creciente nmero de delitos.
El punto de equilibrio tiende entonces a elevarse por encima del
dintel de los derechos humanos, y el resultado puede ser lo ha
sido ya muchas veces la quiebra del garantismo y el paso a un
modelo salvaje, social o estatal.
Para el Partido Revolucionario Institucional, la prevencin
del delito, la procuracin de justicia, la administracin de justicia
y la ejecucin de las sanciones forman parte de un todo que debe
ser atendido en forma integral en todas sus vertientes; en este
conjunto es indispensable la participacin de todos los niveles
de la sociedad, con una apertura total del gobierno del Distrito
Federal para el diseo de estrategias de corto, mediano y largo
plazo para las que no importa el partido en el poder, sino el be-
necio social de sus habitantes, a n de mejorar su bienestar.
Por eso reiteramos nuestra voluntad de mantener un dilogo
abierto, para que todos encontremos la solucin.
Propuestas para los reclusorios de la ciudad de Mxico
Xiuh Tenorio
Quiero agradecer y reconocer la invitacin que el maestro lvarez
Icaza y la Comisin de Derechos Humanos del Distrito Federal
han hecho a los coordinadores parlamentarios de la Asamblea
Legislativa para discutir un problema que, aunque no tiene la
preeminencia meditica de otros, es por lo menos igual de im-
portante.
Antes de compartir con ustedes mis reexiones sobre la si-
tuacin de los reclusorios del Distrito Federal, tengo que co-
menzar con una confesin. La seguridad pblica de la ciudad
de Mxico no forma parte sustantiva de la agenda de Nueva
Alianza en la Asamblea Legislativa. Esta decisin, que obedece
a razones prcticas que no viene a cuento detallar ahora, me
invit a dedicar muchas horas de trabajo a esta ponencia; pens
que una propuesta interesante ayudara a mitigar en parte la
omisin programtica. Pienso que, como sucede con el trata-
miento de tantos otros problemas los enfoques frescos, si bien
a veces no son los ms pertinentes, siempre ayudan a revitalizar
el dilogo.
Con este nimo me puse a investigar sobre la situacin en las
crceles de nuestra ciudad, de nuestro pas, y de otras partes del
mundo. Aqu me detengo para compartir con ustedes fragmentos
de un artculo escrito en 2005 y que describe una situacin que
nos puede resultar muy familiar.
No es un secreto para nadie. Tenemos un sistema penitenciario saturado.
En los ltimos cinco aos, la poblacin reclusa ha aumentado 35%. Pero
no slo se ha producido un incremento cuantitativo; tenemos una pobla-
cin cada vez ms compleja. Algunos reos forman parte de grupos organiza-
290 n
dos y peligrosos incluso dentro de la prisin; hemos detectado cmo desde
las crceles captan a personas para inducirlas a cometer delitos. Tambin es
importante el nmero de personas condenadas por agresin sexual, abuso
de menores o violencia contra sus parejas; personas que requieren trata-
miento para abordar su problemtica. Hay entre la poblacin reclusa un
porcentaje cada vez mayor de personas con patologas psiquitricas cuya
falta de tratamiento tiene que ver con la comisin de delitos; personas dis-
capacitadas intelectualmente. Y est la lacra de la droga. La mayora de las
personas que cometen delitos sufre farmacodependencia. Muchos son cr-
nicos del sistema penitenciario y de su propia autodestruccin; salen y en-
tran por pequeas infracciones. Muchos arrastran enfermedades graves.
Dirigir el sistema penitenciario de un pas permite ver los problemas
que la sociedad no ha resuelto o no sabe afrontar: la droga, la enfermedad
mental, la crisis de la familia, el desarraigo, la marginacin, la ambicin
desmedida, la ausencia de valores, la pobreza. Tambin ensea que la crcel
no puede ser la alternativa a las carencias sociales, a la desigualdad, y al
subdesarrollo.
La sociedad del siglo , asombrosamente, se resiste a hacer reexiones
sobre los cambios que se han producido en nuestra forma de vida y su inci-
dencia en la delincuencia. Se ha instalado la inexacta idea de que la manera
de combatirla es mandar a ms gente a la crcel, lo que ha puesto al sistema
penitenciario al borde del colapso. El gobierno tiene un ambicioso plan de
infraestructuras, pero cada cuatro aos, que es el tiempo que lleva hacer un
centro de mil plazas, la poblacin reclusa se incrementa en seis mil personas.
Si se sigue valorando que la manera ms efectiva de abordar los problemas
sociales es enviar a ms gente a la crcel, desoyendo la opinin de los exper-
tos, la situacin ser insostenible en pocos aos.
Este texto fue escrito por Mercedes Gallizo, directora de Institu-
ciones Penitenciarias de Espaa, y me sirve para mostrar que la
situacin por la que atraviesan las crceles de nuestra ciudad no
es muy distinta de la que se vive en las crceles del mundo. Les
doy ms datos: entre 1997 y 2003, la tasa de encarcelamiento en
Argentina pas de 83 por cada 100 mil habitantes, a 144 por
cada 100 mil, concentrndose en Buenos Aires y Crdoba. En
Brasil, notorio por la violencia en sus prisiones, existen unos 330
mil presos y la poblacin penitenciaria casi se triplic entre 1992
y 2004. En Per, donde la tasa de crecimiento de la poblacin
penitenciara es de 12% anual, hay una sobrepoblacin carcelaria
de 66 por ciento.
n 291
La evidencia es contundente: el modelo ha quedado rebasado
ante las nuevas condiciones socioculturales, ha entrado en crisis
y requiere de cambios de fondo. Cules pueden ser estos cam-
bios? Leo los diagnsticos y veo resultados unvocos; pero no
hemos podido dar el siguiente paso. Por ello, pienso que antes
de proponer nada deberamos mirar el problema a travs de la
mirada del entendimiento.
Para hacerlo, recurro al polmico Michel Foucault por dos razo-
nes. Primero, porque desde la losofa nos mostr lo que parece
una obviedad metafsica: nada puede existir fuera de su cuerpo. Y
recurro a Foucault en segundo lugar porque desde la historia nos
demostr que los cuerpos son ms que materia: son entidades di-
nmicas y receptivas de conocimiento y de comunicacin.
En Disciplina y castigo, su clsico tratado sobre el sistema peni-
tenciario moderno, Foucault propone que miremos a la crcel
no como una institucin individual, sino como parte del cuerpo
social en el que radican las estructuras de poder que lo originan.
El argumento histrico del libro es simple. Entre 1700 y 1850,
occidente cambi su paradigma de justicia; el nuevo modelo es,
bsicamente, el que subsiste hasta nuestros das.
Cmo ocurre la transicin? En la Europa anterior al siglo
, la ejecucin pblica y la tortura eran las formas habituales
de justicia; el castigo pblico buscaba reestablecer el signicado de
la autoridad, pero resultaba muy ineciente pues aquellos inci-
pientes Estados no tenan ni el saber-hacer para castigar a todos
los criminales, ni una reglamentacin para distinguir entre los
delitos. Por ello es que se plantearon en el espritu de la Ilustra-
cin diversas reformas al sistema de justicia. As fue como en las
postrimeras del siglo naci la prisin moderna.
La prisin tiene su razn de ser en el surgimiento de las disci-
plinas. A la luz de la Ilustracin, una disciplina es un conjunto de
tcnicas a travs de las cuales es posible manipular un cuerpo.
Esta visin era fruto de la poca; los ilustrados pensaban que el
hombre exista con el n de ser feliz y que era de espritu noble;
sostenan que la sociedad debera regirse con criterios laicos y
vean el futuro con optimismo. Por sobre todas las cosas, la Ilus-
tracin fue la llegada de la razn al centro de la cultura. No es
292 n
casual que el castigo corporal, cosa tan comn, resultara absolu-
tamente inaceptable para los ilustrados. En cambio y casi por
obligacin, ellos se planteaban lo siguiente: en vez de torturar o
matar a los criminales, por qu no tratar de reorientarlos, re-
adaptarlos y reinsertarlos en la sociedad?
El castigo en la prisin moderna, nos dice Foucault, se dirige
hacia el alma del infractor; si bien sera ms preciso hablar de
un castigo del orden psquico, lo cierto es que en esta denomina-
cin encontraremos una denicin clave para entender el sistema
carcelario y por supuesto, las tesis centrales del lsofo francs.
Mientras que el castigo corporal resultaba incompatible con el
espritu del tiempo, violentar el alma ampliaba las potencialidades
del castigo y, paradjicamente, abra las puertas al raciocinio.
La punicin del alma termin primero con la publicidad de la
pena corporal y posteriormente, con la pena corporal en s misma.
Esto transform radicalmente la naturaleza del castigo, en princi-
pio un ritual ms cultural que penal, en un asunto de la esfera
privada, experimentado en aislamiento y alienacin. Las ofensas
criminales conformaron un campo de investigacin cientca, al
tiempo que en los procesos penales se comenzaron a considerar
los mviles y las pasiones del criminal como evidencias racionales.
En su afn reformador, el sistema de justicia buscaba administrar,
supervisar y redirigir al individuo; con una lgica impecable,
planteaba que para poder corregir al delincuente, primero deban
conocerse los motivos que lo impulsaron a delinquir.
Por lo mismo, en las prisiones modernas, los trabajadores so-
ciales, los capellanes y los custodios sustituyeron a los verdugos.
Las nuevas guras administrativas ejercan diversas parcelas de
poder sobre el prisionero. La ejecucin del castigo se fragment:
basados en sus diagnsticos clnicos, doctores y psiquiatras adqui-
rieron tanta o ms autoridad que los mismos jueces para determi-
nar la naturaleza y duracin de las penas impuestas. Fueron ellos,
ms que los custodios, quienes ejercan la disciplina carcelaria.
Disciplina es el eje rector del nuevo paradigma carcelario. En
la prisin moderna la disciplina tiene el objetivo de lograr la co-
rreccin del criminal al obligarlo a reacomodar su experiencia
espacio-temporal. El panptico de Jeremy Bentham, nunca cris-
n 293
talizado, sintetizaba con precisin la aplicacin prctica de los
tres principios disciplinarios que entran en juego en la prisin:
la observacin, el juicio y la examinacin.
Los funcionarios carcelarios, adems de ejercer sus facultades
administrativas, son los ojos del sistema ante cada recluso. El
observador es mucho ms que un individuo: es parte del cuerpo
y del sistema observante; forma parte de un gran hermano orgni-
co. La capacidad de observacin, sumada al poder disciplinario
investido en el funcionario, dejaba al prisionero, que se pensaba
bajo permanente observacin individual, completamente inde-
fenso ante el sistema.
Un tema recurrente en Foucault es el desarrollo de las ciencias
humanas. Como ya lo he mencionado, en la prisin trabajaban
psiquiatras, mdicos y trabajadores sociales. Dichos personajes
tenan como principal trabajo juzgar la normalidad o la anor-
malidad de los reclusos. Para juzgar, partan de la premisa que la
gente normal se encontraba fuera de la prisin. Salta a la vista
que el juicio, segundo elemento disciplinario de la prisin, es a
nal de cuentas una construccin discursiva, pues se constituye
como un cuerpo de conocimiento transferible. Los funcionarios
carcelarios jan sus cnones de normalidad y anormalidad; dichos
conocimientos se transeren al cuerpo acadmico de la ciencia
social que los hace extensivos a sus campos de estudio. De ah
pasan al lenguaje del hombre comn y en automtico, se vuelven
una realidad social.
La examinacin es un ritual de organizacin social que busca
transformar la invisibilidad individual en un ejercicio de poder y
exhibicin por parte del examinador. La examinacin ocurre en
las prisiones pero es un modelo que todos conocemos: escuelas,
hospitales y gobiernos, por mencionar algunas cuantas entida-
des, estn legitimadas y facultadas para examinarnos. En las cr-
celes, examinar signica organizar, clasicar, cuestionar y, sobre
bases estadsticas, castigar o recompensar a los internos. Para un
recluso, de cuyo resultado en el examen pende la recuperacin
de su libertad o la extensin de su pena, la examinacin se en-
cuentra en el centro del proceso mediante el cual el individuo se
constituye como un objeto del poder.
294 n
La suma de los principios disciplinarios conforma, segn Fou-
cault una tecnologa del poder; estamos hablando de un cuerpo
de tcnicas aplicables al prisionero en las que el poder ni excluye
ni reprime por s mismo, sino que crea las condiciones de lo ver-
dadero. Dicho de otra forma: lo verdadero no es el horror que se
vive dentro de la prisin, sino el alivio social que signica saber-
nos protegidos por prisiones que no vemos y no conocemos; lo
verdadero no es la condena, sino las condiciones de reproduc-
cin en las que se desarrolla el conjunto de las condenas de los
reclusos del conjunto de las crceles. En suma, lo verdadero no
es el dolor del condenado, sino el cuerpo de tcnicas pensadas y
dirigidas hacia su transformacin.
La crcel es, por as decirlo, un rgano del cuerpo social que
busca, mediante una tecnologa disciplinaria sistemtica, la re-
formacin de ciertos individuos anormales que han incurrido
en falta. Cul es el resultado de la tecnologa del poder? Plantea-
r el anlisis desde la lgica del poder como una red y como una
estrategia.
En primer lugar encontramos que el cuerpo de la crcel, con-
formado por los prisioneros y los funcionarios, est polarizado:
sus redes de poder existen sin el soporte de una red de comuni-
cacin. En la crcel las indicaciones, las rdenes y las humillacio-
nes no se discuten ni se comentan: simplemente se obedecen. La
falta de redes de comunicacin en el interior se reproduce igual-
mente en la relacin entre la crcel y el cuerpo social. Los que
vivimos fuera ignoramos lo que ocurre dentro de la prisin; en
parte porque la funcin carcelaria as lo decide, en parte porque
los que estamos fuera as lo preferimos.
El sistema carcelario es un sistema totalitario in extenso, capaci-
tado, facultado y legitimado para observar, juzgar y examinar. En
el fondo, hemos venido a este foro a tratar de resolver la incompa-
tibilidad entre derechos humanos y la administracin y procura-
cin de justicia, as como las consecuencias perniciosas que dicha
incompatibilidad trae al ejercicio pleno de derechos. Me parece a
m, desde la visin de las redes del poder, que el problema no es
de incompatibilidad. Por qu seran incompatibles los derechos
humanos y el sistema penitenciario, si lo que busca ste ltimo es
n 295
justamente reintegrar a una minora dentro de una mayora?
Porque para que la tecnologa disciplinaria funcione, debe violar
sistemticamente los derechos del prisionero.
La crcel observa permanentemente, negando con ello, entre
otros, el derecho a la intimidad; la crcel juzga partiendo no de
una supuesta culpabilidad, sino de una anormalidad que para el
juzgador es maniesta e inatacable; nalmente, en la crcel se
examina sobre la base del anonimato, pues siendo que no hay
comunicacin, el resultado del examen es propiedad del exami-
nador. No hay garanta de objetividad en el resultado.
El problema de los derechos humanos en la crcel no es de
incompatibilidad ni de recursos, stas son manifestaciones de un
problema ms hondo. Regreso a las razones por las cuales recurr
a Foucault para reorientar mi mirada hacia el sistema penitencia-
rio: nada puede vivir fuera de su cuerpo. Pues bien, lo que noso-
tros entendemos por derechos humanos no solamente no tiene
cabida dentro de la crcel por contravenir la tecnologa discipli-
naria. Hablar de derechos humanos en una prisin es tratar de
hablar y describir algo que en ese universo no se puede pensar. Y
no puede pensarse porque no existe.
Pensemos ahora en las crceles de la ciudad de Mxico, no en
trminos de cifras o de hechos, sino en trminos de construccin
de verdad. A continuacin me reero a un estudio hecho por
estudiantes de la sobre la situacin de las crceles del
Distrito Federal. Dice el reporte en cuestin, con lujo de irona:
Durante sus primeras horas en los centros, los reclusos tienen una induc-
cin muy adecuada para su situacin. Son obligados a desvestirse para su
revisin y a permanecer largos periodos de tiempo de pie y en una sola po-
sicin; aqu es donde surgen las primeras acciones de abuso fsico por parte
de los custodios: el aislamiento y maltrato fsico, revisiones frecuentes y con
extremo nimo de denigrar y humillar a la persona.
Dice el estudio en relacin con la visita familiar:
Los visitantes estn obligados a someterse a revisin al entrar y al salir del
penal; queda prohibida la introduccin de dinero, objetos o alimento para los
reclusos. El espacio destinado a las visitas es constantemente vigilado, de tal
296 n
forma que los visitantes no encuentran privacidad y se sienten intimidados
por los custodios, quienes asumen actitudes agresivas, como el no permitir
que los visitantes se levanten de su asiento ni que tengan contacto corporal
con el interno.
El mismo reporte nos informa que sistemticamente se viola la
correspondencia de entrada y de salida de los reclusos. Sobre
esto ltimo el reporte de la destaca que:
el hecho de que la correspondencia sea objeto de scalizacin, provoca en
el recluso una clara disyuntiva de expresar y compartir sus sentimientos.
Esto, aunado al sufrimiento que se presenta con el encierro, agrega una
nueva forma de aislamiento para el interno, por no hablar de una renuncia
prctica a establecer comunicacin escrita con su abogado defensor.
Un apartado de este reporte titulado Uso de medicina psiqui-
trica y de las ciencias conductuales como formas de sometimien-
to y control de los internos, llam poderosamente mi atencin.
Los autores describen el trabajo efectuado en el rea conocida
como Tratamientos Especiales. Cito textualmente un prrafo, en
que se lee lo siguiente:
Otro uso del saber psiquitrico vinculado con el tratamiento, es el relativo
a los estudios de personalidad, los cuales incluyen estudios y evaluaciones
psiquitricas que dan base para presumir la anormalidad de ciertos presos.
Es importante notar que dichos estudios carecen de bases para que se les
pueda considerar como objetivos y conables, pues aunque los diagnsticos
y los informes de respuesta al tratamiento resulten positivos, las evaluacio-
nes criminolgicas y psiquitricas pueden resultar adversas para el interno.
Observacin, juicio, examinacin; tambin en nuestras crceles.
Qu se puede esperar de un sistema carcelario que, como casti-
go, reduce la experiencia vital del individuo? Por el contrario,
qu puede esperarse de un individuo cuya experiencia vital est
permanentemente controlada por una organizacin cuya nica
razn de ser es castigarlo? Incomunicado y alienado, enajenado
de sus derechos fundamentales, el prisionero no tiene acceso a
otro universo que el de su propia alienacin. Todos sabemos que
la formacin de redes ocurre con gran vitalidad entre la pobla-
cin reclusa; prcticamente no tienen otra cosa que hacer. En
n 297
este microcosmos conviven criminales peligrosos con gente ino-
cente, indiciados con juzgados, delincuentes primerizos con
reincidentes; sanos y enfermos. La heterogeneidad de la vida de
la prisin es reejo de la complejidad del mundo exterior, que lo
rodea sin siquiera voltear a verla.
As, dejados a su suerte, los reclusos hacen del mundo que los
rodea el suyo propio y solemos pasar esto por alto ese mundo
es el del crimen, no el de la justicia. No es que las crceles sean
escuelas del crimen; es que las crceles son, desde sus inicios,
territorios independientes que comparten espacio pero no co-
existen con la sociedad. Quienes comparten el encarcelamiento
se convierten en su nica fuente de identidad; no puede verse
con sorpresa que al poco tiempo reproduzcan las conductas y
que adopten ese universo como propio.
Qu podemos hacer? Antes de plantear algunas ideas para
mejorar las condiciones de las crceles en la ciudad de Mxico,
quisiera revisar dos de intentos recientes para mejorar el paradig-
ma del sistema carcelario occidental.
En 1980, en el estado de Texas, Estados Unidos, se privatiz
la primera crcel de aquel pas. La experiencia se ha repetido en
diversos estados de la Unin Americana, en Australia y en Gran
Bretaa, principalmente. El modelo econmico de la crcel pri-
vada es interesante: propone que el ente privado construya el
inmueble y administre sus servicios como si se tratase de un ho-
tel, mientras que el Estado paga por estos servicios y mantiene la
administracin de los castigos y el trabajo policial de supervisin
de los reclusos.
No es un secreto para nadie que en Nueva Alianza, un partido
liberal, favorecemos y simpatizamos con la libertad de mercado, la
competencia y la reduccin de la intervencin del Estado en los
asuntos pblicos. Pero en lo que compete a las prisiones, la evi-
dencia seala que en el mejor de los casos la administracin de la
crcel no cambia al pasar a manos privadas. Muy por el contrario,
en su bsqueda de mayor rentabilidad, las crceles privadas privi-
legian la disminucin de costos de atencin para los reclusos,
aumentando con ello las condiciones de hacinamiento y margina-
cin en la prisin; motivan la prolongacin de las condenas, lo
que incide directamente en la sobrepoblacin de las crceles y
298 n
disminuyen sus plantillas de psiclogos y doctores, con el conse-
cuente aumento de enfermedades y patologas psquicas.
El segundo paradigma que me gustara explorar es el llamado
sistema irlands, diseado por sir Walter Crofton. Producto de las
resoluciones del Congreso Internacional Penitenciario de Lon-
dres en 1872, el sistema propuso un programa de asistencia al
reo para reintegrarlo a la sociedad civil, aadiendo a los pasos
tradicionales de prisin rigurosa, trabajo en comn y libertad
condicional, una fase en la que el preso pasaba a un campo inter-
medio de prisin, menos riguroso y, de trabajo. Para ascender, el
reo dependa de su conducta y trabajo. Este modelo penitencia-
rio es el que, con mnimas modicaciones, actualmente opera en
la mayora de los pases de Europa.
Si bien ambas experiencias subsisten, e incluso en Mxico di-
versos empresarios ya han planteado la conveniencia de privatizar
las prisiones, parten de los supuestos equivocados. La principal
crtica que pudiera hacerse a las crceles privadas radica en que
es una copia exacta del sistema carcelario estatal que describe
Foucault. Con base en las deciencias de los reclusorios de nues-
tra ciudad, sumadas a los vicios inherentes a las crceles privadas,
puedo asegurar que se trata de un proyecto que no alcanzar las
metas que promete. En cuanto al sistema irlands, la crtica es la
misma; se trata de una variacin sobre un mismo tema: para ob-
tener mejores condiciones de vida, el reo es permanentemente
observado, juzgado y examinado.
Cules son las posibles soluciones a la problemtica de las
crceles en el Distrito Federal? El problemas es tan complejo
que, en este momento proponer soluciones concretas sera una
irresponsabilidad. En Nueva Alianza nos parece que hay que
trabajar sobre cinco vertientes, las cuales permitan, en el largo
plazo, incidir en la tecnologa disciplinaria de las prisiones, y con
ello, mejorar la calidad de vida de los reos.
Lo primero es aceptar que el ritmo de crecimiento de la delin-
cuencia supera la capacidad de absorcin que tiene el sistema de
reclusorios, y no hay seales de que esto vaya a cambiar en el fu-
turo prximo, lo que agudizar los problemas de sobrepoblacin.
De ninguna manera propondramos la abolicin de las crceles;
en cambio, la estrategia que nosotros vemos factible para enfren-
n 299
tar el reto es la reclasicacin de delitos, con el objeto de que
sean los verdaderamente graves los que se castiguen con crcel.
Para el resto de crmenes, proponemos sanciones administrativas
de acuerdo con el dao patrimonial que representa el delito, o
en su defecto, trabajo social.
En el mismo sentido, proponemos revisar los expedientes de
ese 30% de reclusos que estn encarcelados sin haber an recibido
sentencia, para que de acuerdo con la nueva reclasicacin de de-
litos, dejen la crcel temporal o incluso permanentemente.
Si logrsemos reducir la sobrepoblacin de las prisiones, eso
en s mismo sera un enorme logro, pero no sera suciente. Para
que la estrategia que proponemos funcione adecuadamente, ha-
bra que disear, planear y ejecutar una agencia de administra-
cin de trabajo social que a la fecha no existe En nuestra
perspectiva, en el diseo e incluso la operacin de la hipottica
agencia, deberan participar las , y esto por una cuestin
simple: su razn de ser. La lgica de la es exactamente
opuesta a la de la prisin: pretenden el mismo n de reinsercin
social, pero la lo hace desde la visin de respeto a sus dere-
chos y de reconocimiento a su humanidad. Adems, si bien la
es una organizacin privada, no tiene una visin empresa-
rial o de mercado; de hecho, su xito no se puede medir en tr-
minos econmicos, sino en relacin con el nmero de casos que
resuelva exitosamente.
Lo ms importante, desde nuestra perspectiva, es que la vida
interna de las prisiones debe cambiar. Estar encerrado, sin con-
tacto con el mundo exterior, es ya en s mismo un castigo tre-
mendo. Dos medidas inmediatas visualizamos para mejorar las
que he llamado las redes de comunicacin. La primera es me-
jorar sensiblemente las condiciones en las que ocurren las visitas
familiares: ste es uno de los pocos derechos que el recluso
mantiene durante su aprehensin, hay que preservarlo. Suavizar
las inspecciones de los familiares al entrar o salir del reclusorio y
la vigilancia de los custodios, ayudaran a mejorar el clima de la
visita. Ambas son medidas sencillas de tomar y no costosas. En
este mismo sentido, debe prohibirse y sancionarse la scalizacin
de la correspondencia de los reclusos.
300 n
Desde luego que los problemas que se presentan durante las
visitas familiares son, como las inspecciones sorpresa, la negacin
sistemtica de los derechos del reo, las redes de corrupcin,
asuntos que no tienen tanto que ver con el presupuesto, sino que
son producto de una conducta originada en la lgica de poder
sobre la que descansa el sistema. Cambiar esta visin me parece
que es el meollo de la cuestin. Hablamos de capacitacin, de
renovacin del cuerpo de funcionarios, de modicacin de los
principios de las organizaciones. Hablamos, sobre todo, de derri-
bar el muro que existe entre los reclusos y el aparato burocrtico
que lo observa, lo juzga y lo examina. Hablamos, para decirlo
claro, de ver con menos miedo y ms respeto a la que hemos co-
nocido histricamente como la escoria de la sociedad.
Lo que trato de decir es que este cambio de actitud no ser
posible en tanto no aprendamos como sociedad a ver con com-
pasin a los encarcelados. Y s muy bien que entre ellos hay miles
que han cometido los delitos ms espantosos y atroces, y que
merecen castigo. Eso no lo discuto. Pero tampoco podemos ava-
lar un sistema que acta vengativamente en nuestro nombre,
porque eso es hipocresa pura. Es acaso que a nadie le interesa
que los convictos se reintegren a la sociedad una vez que termi-
nan su condena?
De todas las reexiones que he compartido con ustedes, me
quedo con dos. La primera es de Mercedes Gallizo: la crcel es la
sntesis de todos los males que, como sociedades, no queremos o
no podemos afrontar, ya no digamos resolver. La segunda es una
que hago a partir de Disciplina y castigo. Lo que me gusta de
Foucault es que nos ensea a pensar diferente, al tiempo que nos
muestra hasta dnde es posible hacerlo. Creo que su enseanza
central se lee entre lneas: la opresin de los reclusos no es ms
que una reproduccin y una extensin de las inexactitudes, los
fallos y las imperfecciones del alma del hombre moderno, con-
ducidas hoy ms que nunca y por una innidad de factores cul-
turales, sociales y mediticos, por la desconanza y el miedo
hacia quienes son diferentes.
Cierro con una ltima reexin. En Nueva Alianza nos suma-
mos a la postura manifestada por la Comisin de los Derechos
n 301
Humanos del Distrito Federal. El encarcelamiento sistemtico ya
no puede ser la solucin primera al problema de la seguridad p-
blica. Al contrario, el combate a la delincuencia slo ser eciente
cuando se haga con base en y dentro del marco del respeto a los
derechos humanos. Y esto signica una sola cosa: necesitamos un
sistema que imparta justicia, no que administre la venganza.
Sobre las y los autores
Elas Carranza
Criminlogo, director del Instituto Latinoamericano de las Na-
ciones Unidas para la Prevencin del Delito y el Tratamiento del
Delincuente (Ilanud), con sede en Costa Rica. Como investiga-
dor, trabaja en poltica criminal, sociologa criminal y sociologa
del sistema de justicia penal. Ha enseado en diversas universi-
dades y centros de estudio. Es autor de varios libros y numerosos
artculos publicados en revistas especializadas. Cabe nombrar
sus libros Justicia penal y sobrepoblacin penitenciaria: respuestas posi-
bles (2001), Delito y seguridad de los habitantes (1997), Criminalidad:
prevencin o promocin? (1994), Sistemas penitenciarios y alternativas a
la prisin (1992), Infancia, adolescencia y control social en Amrica La-
tina (1990), Sistema penal y derechos humanos en Costa Rica (1989), El
preso sin condena en Amrica Latina y el Caribe (1983). Por su funcin
en el Instituto de las Naciones Unidas para Amrica Latina y el
Caribe tiene conocimiento de primera mano sobre la criminalidad
y los sistemas de justicia penal de los pases de la regin.
Emilio lvarez Icaza Longoria
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Polticas y
Sociales de la , y maestro en Ciencias Sociales por la Facul-
tad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) Mxico. Profe-
sor universitario, experto consultor y asesor en temas de
participacin ciudadana, derechos humanos y sociedad civil. Fue
director general del Centro Nacional de Comunicacin Social
(Cencos) y cofundador de Alianza Cvica. Fungi como conseje-
ro electoral del Consejo General del Instituto Electoral del Dis-
304 n
trito Federal desde 1999 hasta 2001, cuando fue nombrado por
unanimidad presidente de la Comisin de Derechos Humanos
del Distrito Federal, cargo que se conrm en septiembre de
2005, tambin por unanimidad.
Iaki Rivera
Licenciado en derecho por la Universidad de Barcelona (1985)
con maestra en el Programa de Estudio Comn en Justicia Penal
y Criminologa Crtica por parte de la Cooperacin Interuniver-
sitaria Europea, compuesta por seis centros universitarios de la
Unin Europea, con la tesis encargada de examinar las Cortes de
Monitoreo Penitenciario en Espaa. Es doctor en derecho por
la Universidad de Barcelona (1993), y su tesis doctoral obtuvo la
calicacin de excelente cum laude. Autor y coautor de 13 libros
dedicados al derecho penitenciario e historia y sociologa de la
prisin. Es tambin autor de ms de cien artculos y ensayos pu-
blicados en varios trabajos acadmicos en Espaa, Europa y
Amrica Latina. Ha sido profesor invitado en varias universida-
des de Italia, Reino Unido, Argentina, Mxico y Per.
Sergio Garca Ramrez
Doctor en derecho, magna cum laude, por la Universidad Nacio-
nal Autnoma de Mxico. Fue presidente de la Corte Interame-
ricana de Derechos Humanos de 2004 a 2007. Investigador
jubilado del Instituto de Investigaciones Jurdicas, profesor en la
Facultad de Derecho y miembro de la Junta de Gobierno de la
misma universidad. Es directivo de la Revista de la Facultad de
Derecho y presidente fundador de la Junta de Gobierno del Insti-
tuto Nacional de Ciencias Penales. Ha sido procurador general
de Justicia del Distrito Federal, secretario del Trabajo y Previsin
Social y procurador general de la repblica mexicana. Mexicano,
es autor de ms de cuarenta libros, entre ellos La jurisdiccin inter-
americana de derechos humanos (2006) y La libertad de expresin en la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
n 305
(2007), editados en la Comisin de Derechos Humanos del
Distrito Federal y numerosos artculos publicados en revistas es-
pecializadas de Mxico y otros pases.
Stephen Nathan
Principal autoridad internacional en el tema de privatizacin de
prisiones. Investigador independiente y periodista, tambin es el
editor del Informe internacional sobre privatizacin de prisiones publi-
cado por los Servicios Pblicos de la Unidad de Investigacin
Internacional, Universidad de Greenwich, Inglaterra. Radicado
en Londres, durante ms de veinte aos ha investigado y escrito
sobre el crecimiento e impacto de las privatizaciones. Como ase-
sor y consultor es autor de numerosos informes y artculos, asi-
mismo es colaborador frecuente en los medios de comunicacin
internacionales. Es autor de dos captulos del libro Capitalist
Punishment: Prison Privatisation and Human Rights (2003) y de
otros importantes captulos de libros de prxima aparicin.
Christer Isaksson
Psiclogo, actualmente es jefe de Seguridad del Sistema Peniten-
ciario de Suecia. Ha trabajado por muchos aos en el sistema
penitenciario. Fue gobernador de prisiones y jefe de capacitacin
del personal. Experto del Consejo de Europa en materia peni-
tenciaria, ha trabajado como experto en capacitacin de personal
penitenciario para el Instituto Raoul Wallenberg en pases de
Asia y frica; para Reforma Penal Internacional en Afganistn,
Argelia y Lbano, y para el Ilanud en Amrica Latina.
Elena Azaola
Antroploga y psicoanalista. Durante treinta aos se ha desem-
peado fundamentalmente como investigadora y ha realizado
numerosos estudios sobre instituciones penitenciarias, fenme-
306 n
nos delictivos, violencia e instituciones policiales. Ha publicado
ms de cien trabajos tanto en Mxico como en otros pases, que
han merecido diversos premios y reconocimientos. Desde 2001
es consejera de la Comisin de Derechos Humanos del Distrito
Federal.
Ana Laura Magaloni Kerpel
Profesora investigadora de la Divisin de Estudios Jurdicos del
Centro de Investigacin y Docencia Econmicas ( ) e investi-
gadora nacional del Sistema Nacional de Investigadores. Doctora
en derecho por la Universidad Autnoma de Madrid y licencia-
da en derecho por el . Ha sido investigadora visitante en el
European Law Research Center de la Universidad de Harvard
y profesora visitante del International and Comparative Law
Research Center en la Universidad de California en Berkeley.
Realiz estudios en el Centro de Especializacin Judicial de la
Suprema Corte de Justicia. Actualmente coordina el programa
de Estudios de Seguridad y Estado de Derecho en Mxico. Fue
directora fundadora de la Divisin de Estudios Jurdicos. Partici-
p en el diseo de la encuesta a poblacin en reclusin y la en-
cuesta de victimizacin que elabor la Divisin de Estudios
Jurdicos. Fue coordinadora del proyecto del Banco Mundial
sobre la justicia mercantil en el Distrito Federal. Trabaj por va-
rios aos como secretaria proyectista en los juzgados de Distrito
y como directora en la Comisin Nacional de Derechos Huma-
nos. Sus ltimas publicaciones son: Cuellos de botella y ventanas de
oportunidad de la reforma a la educacin legal de elite en Mxico, Latin
Americas Prisons: A Crisis of Criminal Policy and Democratic Rule y
The Mexican Judicial System: Continuity and Change in a Period of
Democratic Consolidation.
Denia Nez
Psicloga clnica, penitenciarista y profesora universitaria. Coor-
dinadora del Programa Penitenciario en el Instituto Latinoame-
n 307
ricano de Naciones Unidas para la prevencin del Delito y
Tratamiento del Delincuente (Ilanud), y anteriormente tuvo a su
cargo el Programa de Mujer y Crcel en este mismo instituto. Ex
directora de la Escuela de Capacitacin Penitenciaria de Costa
Rica, trabaj en el sistema penitenciario de este pas durante 15
aos. Como especialista en materia penitenciaria ha sido invita-
da a diversos pases: Panam, Nicaragua, Guatemala, El Salvador,
Cuba, Colombia, Ecuador, Per, Bolivia, Repblica Dominicana
y Uruguay.
Mario Alberto de la Rosa Fierro
Licenciado en derecho por la Universidad Autnoma de Chihua-
hua. Cuenta con una experiencia de diez aos en materia de
imparticin de justicia. Ha desempeado diversos cargos en el
Poder Judicial del estado de Chihuahua, entre ellos el de secreta-
rio proyectista, y de acuerdos. En la actualidad funge como juez
de Tribunal Oral en la capital de Chihuahua.
Ana Lucia Sabadell
Graduada en derecho y psicologa en Brasil. Master en Critical
Criminology y Criminal Justice para el programa Erasmos de la
Comunidad Europea, y master en derecho penal por la Facultad
de Derecho de la Universidad Autnoma de Barcelona. Es doc-
tora en derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad
del Saarland, Alemania, donde ha trabajado como investigadora
y profesora asistente de 1992 a 1998. Ha participado en investi-
gaciones y congresos relacionados con la temtica de los derechos
humanos, derecho penal y gnero en Brasil y en el extranjero. Ha
publicado libros y artculos especializados en Brasil, Espaa,
Grecia, Alemania, Italia, Argentina, Per y Mxico. Actualmente
es profesora del curso de master en derecho y del curso de gra-
duacin en derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad
Metodista de Piracicaba, en la provincia de San Pablo, Brasil. Su
ltima investigacin internacional fue realizada para el Instituto
308 n
Max Planck de Derecho Penal Internacional, en Alemania, sobre
el fenmeno de la organizacin de pandillas en las prisiones de
San Pablo, analizando el caso especco del primer comando de
la capital.
Jan Perlin
Abogada penalista con especializacin en sistemas comparados
de justicia penal, derecho internacional penal y derechos huma-
nos. Obtuvo su licenciatura en historia latinoamericana por la
Universidad de Wisconsin-Madison. Curs estudios en historia
en la Universidad de los Andes, en Bogot, Colombia. Recibi
el grado de juris doctor en la Universidad de Nueva York y es
miembro de la Barra de Nueva York. Ejerci como defensora
pblica en esa misma ciudad y posteriormente se incorpor a la
. Se desempe como asesora legal en misiones de paz de
Naciones Unidas y para la Comisin para el Esclarecimiento
Histrico de Guatemala. Su trabajo de campo en El Salvador,
Guatemala, Mxico y Panam, entre otros pases de la regin,
con la y otras entidades gubernamentales y no guberna-
mentales, incluye la formulacin y aplicacin de proyectos de
fortalecimiento de las instituciones de justicia y su marco legal
en el respeto a los derechos humanos. Form parte del Grupo de
Mujeres en Apoyo a la Corte Penal Internacional, en la que par-
ticip en las negociaciones sobre las normas de procedimiento y
evidencia para ese nuevo tribunal internacional. Imparti clases
en la American University y la Universidad de Nueva York. Es
autora de varias publicaciones relacionadas con justicia y dere-
chos humanos.
Miguel Sarre
Abogado por la Escuela Libre de Derecho y maestro en derecho
por la Universidad de Notre Dame. Fue el primer ombudsman
en Mxico (Aguascalintes, 1988-1990) y actualmente se desempe-
a como profesor del . Ha sido miembro del Subcomit
n 309
para la Prevencin de la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles
Inhumanos o Degradantes, de la .
Daniel Ordoez Hernndez
Licenciado en derecho por la Escuela Nacional de Estudios Profe-
sional ( ) de la . Ha sido militante del Partido Revolu-
cionario Institucional ( ) con diversos cargos, como coordinador
de capacitacin electoral y consejero electoral. En su actividad
como legislador ha sido diputado federal, secretario de la Comi-
sin de Gobernacin, integrante de las comisiones de Vivienda
y de la de Fomento Cooperativo y Economa Social, y presidente
del Grupo Amistad-Mxico-India. Elabor una iniciativa de ley
que reforma y brinda autonoma al Ministerio Pblico; una ini-
ciativa al artculo 74, fraccin V, de la Ley de Amparo y present
un acuerdo sobre las asociaciones religiosas en Mxico.
Mara del Carmen Segura Rangel
Es abogada por la Escuela Libre de Derecho y milita en el Partido
Accin Nacional desde 1972. En su trayectoria profesional se ha
desempeado como coordinadora general de la Secretara de
Gobernacin, ha sido diputada federal y local. Destaca su parti-
cipacin en la elaboracin de la iniciativa de la Ley General de
Proteccin Civil, de la reformas a la Ley de Proteccin Civil en el
Distrito Federal, particip en la elaboracin de la reformas
constitucionales de la Ley Nacional de Seguridad Pblica y la Ley
Federal contra la Delincuencia Organizada.
Jorge Schiafno Isunza
Licenciado en derecho por la Universidad Autnoma del Estado
de Mxico. Ha impartido ctedra en el Instituto de Capacitacin
Poltica de Mxico, el Comit Ejecutivo Nacional del , y el
Instituto Nacional de Capacitacin de la Federacin de Sindica-
310 n
tos de Trabadores al Servicio del Estado, por citar algunos. Ha
desempeado diversos cargos pblicos entre los que destacan:
secretario particular del secretario general de trabajadores del
, director de operaciones del Servicio de Transportes
Elctricos del Distrito Federal, asesor de diferentes sindicatos,
asesor del jefe del Departamento del Distrito Federal y diputado
federal.
Xiuh Tenorio
Licenciado en ciencia poltica por el Instituto Tecnolgico Aut-
nomo de Mxico ( ) en donde tambin curs un diplomado
en mercadotecnia poltica. Ha tomado diferentes cursos, por ci-
tar algunos: Seminario de Habilidades para el manejo de Grupos,
en Alemania, y el curso de Evaluacin de Polticas Educativas en
el Centro de Investigacin y Docencia Econmicas ( ).
Fue miembro de la Coordinacin de Asesores de la Secretara
de Gobernacin de 2000 a 2003. Actualmente es diputado por
el Partido Nueva Alianza en la Asamblea Legislativa del Distrito
Federal. Ha publicado artculos en diversas revistas y diarios de
circulacin nacional.
Sistemas penitenciarios y derechos humanos se termin de imprimir
en diciembre de 2007 en los talleres de Jano, S. A. de C. V.,
av. Lerdo pte. 864, col. Electricistas Locales, 50040 Toluca, Mxico.
El tiro fue de 1 000 ejemplares en papel cultural de 90 g
con tipos Goudy Old Style de 8:10, 9:11 y 12:14 puntos.

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