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Serie Oeste Legendario n
079. CAPTULO I CAPTULO II CAPTULO III CAPTULO IV CAPTULO V CAPTULO VI CAPTULO VII CAPTULO VIII CAPTULO IX CAPTULO X CAPTULO XI ESTE ES EL FINAL
LOU CARRIGAN EL SILENCIO DE LOS MUERTOS oOo CAPTULO I ALABAMA Estaba cabalgando bajo la lluvia y se llamaba Alabama. Eso era todo. Haca rato que haba divisado aquella pobre edificacin que quera ser un rancho. El sitio era bueno, pero la apariencia del lugar, muy pobre. El rancho estaba en una suave colina desde la que, seguramente, se divisaba San Antonio de Texas. Alabama era un hombre alto y seco, de finos msculos dursimos. Llevaba un revlver, un corazn y un caballo. Eso era todo. Era inusitado que en aquella parte de Texas lloviese de aquel modo. Pero, a Dios gracias, as estaba ocurriendo de un modo indiscutible. El agua caa en espesas cortinas transparentes. Llova. Y eso era bueno para aquella parte de Texas. Los pastos reverdecan, el \ganado comera buena hierba, tendra agua nueva... Llova. Eso era todo... y era bastante. Alabama lleg ante el porche de aquel rancho de pobre aspecto. Y cuando se dispona a desmontar, apareci aquella forma femenina, con un rifle en las. manos. Quin va? Gente de paz, seora., Puedo desmontar? La mujer qued como petrificada durante unos segundos. El hombre haba dicho gente de paz, y haba acompaado su frase con otra que tena hondas resonancias en todo el Oeste: Puedo desmontar? Desmonte susurr la mujer. Alabama desmont. No tena prisa. Se haba mojado ya tanto que un poco ms no importaba. Cachazudamente, condujo su caballo hasta el porche, le quit la silla, le puso una manta seca que extrajo de su petate sobre el lomo, y, finalmente, se quit el pobre encerado con que se haba estado protegiendo de la lluvia. Entonces se vio cul era: un hombre alto, delgado, con un solo revlver. Todava era de da, pero la lluvia lo oscureca todo. El porche estaba casi a oscuras. Alabama se quit el sombrero y sacudi de l el agua que se haba acumulado en la curva de sus alas. No dijo nada, pero mir hacia el interior de la casa. La mujer pareca haberse olvidado del rifle. Quiere... quiere pasar? Gracias, seora. Entraron los dos en la casa, la mujer delante. Dentro haba luz, y cuando la mujer se volvi hacia el hombre lanz una exclamacin, ahogada, mal reprimida. Alabama se llev una mano a la frente, en su parte derecha. La asusta mi cicatriz, seora? La mujer ni siquiera contest, pareca haber perdido el habla. Y cuando pudo hablar, murmur: No... No... Es que... Si le molesta mi presencia me marchar, seora. No! No, por Dios. Qudese. No me molesta... S que mi cicatriz no es agradable. No... no importa... Alabama mir fijamente a aquella mujer. Era muy hermosa. Algo en ella daba la sensacin de calidez, de bienestar, de ternura. Ni siquiera deba tener treinta aos. Demasiado hermosa. Haba dicho que no le importaba su cicatriz, pero Alabama lo dudaba. Aquella cicatriz...! Le corra desde el parietal al pmulo derecho, y era en verdad un milagro que la herida que la haba ocasionado hubiese respetado su ojo. En realidad, la cicatriz no afeaba en absoluto a Alabama. Ms bien le daba un cierto aire trgicamente varonil. Alabama dijo: S que San Antonio no est lejos, seora. Pero si no tiene inconveniente, me gustara pasar la noche en su rancho. Puedo hacerlo? La mujer todava estaba plida... Miraba con intensidad a aquel hombre de rostro trgicamente varonil. Y cuando iba a hablar apareci un chiquillo de unos cinco aos, que pregunt de sopetn: Mam, es uno de los pistoleros del seor McPherson? La mujer se mordi los labios. No lo s, hijo. El seor te lo dir. Y se qued mirando a Alabama. Este sonri de tal modo que la mujer se sinti dbil y pequea. Y dijo: No, pequeo. No soy pistolero de nadie. Ya le he dicho antes a tu madre que soy gente de paz. Cmo te llamas? Keno Savage. Y usted? Alabama se pellizc los labios. Keno Savage musitEs un nombre bonito. Me gusta. Y usted, cmo se llama? insisti el nio. Alabama. Alabama? Eso no es un nombre. Lo es, pequeo. Por lo, menos, sirve para que me llamen as. Alabama..., qu ms? Slo Alabama. Es usted pistolero? Creo que si. Por qu? Pues... Alabama sonri extraamente. No lo s, sa es la verdad. El seor McPherson tiene pistoleros. Tal como t lo dices, parece que sean caballos. La mujer se sonroj. No haga caso al nio. Qu puedo hacer por usted? Muchas cosas, seora. Pero me conformar con que me d algo de comer hizo una pausa. Puedo pagarlo, claro. Se me acabaron las provisiones y... Le preparar algo... Le ocurre algo, seora? No..., no... Si mi presencia le causa repulsin, me marchar. No me la causa. Por qu motivo? Alabama se toc la cicatriz. S que esto no es agradable. Ni desagradable. Qu le pas? La guerra. La maldita Secesin. Un yanqui consigui darme un sablazo. Muchos quedaron peor que usted. Lo s. Pero la ausencia de un brazo o una pierna no causa repulsin. Esto... Esto tampoco: En realidad... le..., le encuentro agradable. Alabama sonri. Sus grises y fros ojos se iluminaron de tal modo que pareci rejuvenecer. Y ni siquiera tendra treinta aos. De veras, seora? De veras la mujer enrojeci. Qu..., qu le apetece? Cualquier cosa. Tengo un estmago muy condescendiente. No le ha quedado otro remedio en los ltimos tiempos. Est bien. La mujer hizo ademn de retirarse, pero el hombre la detuvo con su pregunta: Cmo se llama usted, seora? Carol... Carol Hawks. Pero hace tiempo que soy Carol Savage. Est usted casada? Qu piensa usted? Perdone. No quise ofenderla. Por supuesto, si tiene un hijo es que est casada. Disculpe mi torpeza. No importa. * * * Haba salido el sol. Por muy poco tiempo, porque el ocaso era inminente, pero all estaba. Rojo, redondo, grande; no tardara en ponerse. detrs de las Rocosas. El aire estaba fresco y el ambiente agradable. Alabama haba comido bien. Se senta feliz. Aquella mujer tena los ms bellos ojos del mundo y su boca era dulce,.roja. Haba algo de pena en su rostro, pero... Alabama dej de pensar en ella. Estaba casada. Y eso tena su importancia. El chico era estupendo. Le haba pedido su revlver, y Alabama, tras descargarlo, se lo haba dejado. Alabama se dijo que el chico tena buena pasta. Se haba colocado el cinto a la cintura, y la funda casi le llegaba al suelo. Pero tena manos para desenfundar. Dios se apiadase de l. En aquellos momentos estaba jugando, pero dentro de unos aos... Por qu me mira as, seora? Los labios de Carol Savage temblaron imperceptiblemente. Su mirada haba estado fija en el pistolero demasiado tiempo y con demasiada fijeza. Lo..., lo siento. No debe sentirlo. Slo decirme por qu me mira... Se interrumpi. Pareci como si sus orejas se moviesen. Alguien viene dijo. Carol palideci intensamente. Lo esperaba. Lo tema. Saba que aquello tena que ocurrir no tardando mucho. Se levant y camin hacia la puerta. Pareca cansada, abatida. Y lo pareci an mucho ms cuando abri la puerta. Alabama oy sus pasos sobre el porche, y, en seguida, aquella voz masculina, bronca, seca: Buenas tardes, seora Savage. Qu quieren? Alabama oy risas. Y la misma voz preguntando: De veras no lo sabe? Queremos su rancho. Si hoy tampoco vende, le quemaremos el granero. Luego..., luego, seora Savage, slo le quedar el rancho para ser quemado. La casa, comprenda. Qu har usted cuando le quememos la casa? La voz de Carol Savage puso escalofros en el nimo de Alabama. Reconstruirla dijo la mujer. Usted no lo entiende, seora Savage. Queremos su rancho. Para conseguirlo, no reparamos en medios. Lo quemaremos una y cien veces. Y tenga en cuenta que cuesta mucho ms construir que destruir. Son ustedes unos cobardes. Por qu, seora Savage? Porque hablan y se comportan as sabiendo que en esta casa no hay ningn hombre para defenderla... Puede llamar a su marido, seora Savage. La voz de Carol tembl., Si mi marido estuviese aqu, ustedes ya se habran marchado... Los que quedasen con vida. No nos haga rer. Ahora somos tres. Slo tres hombres. Y actuaramos igual aunque estuviese su marida No podemos cambiar nuestra norma de trabajo porque l no est. Sea razonable, seora Savage. Recuerde que nadie puede ayudarla... Puedo ayudarla en algo, seora? Fue una voz lenta, seca, arrastrada y firme. Haba sonado en el porche, y hacia all convergieron todas las miradas. Se pona el sol. Y un hombre alto y seco se estaba colocando calmosamente el cinto, del que penda un solo revlver. Carol Savage palideci. No... No es necesario... Gracias, pero... Los tres pistoleros de Esley T. McPherson miraban burlonamente al solitario paladn de la seora Savage. Tan slo cuando ste termin de colocarse el cinto y avanz dos pasos hacia el borde del porche, comprendieron la realidad. Y se estremecieron. Seora Savage insisti Alabama; hay cosas que no se pagan slo con dinero. Su amabilidad conmigo es una de esas cosas. Le aseguro que no perder nada ayudndola. Qu tengo que hacer? Oiga, amigo, nadie le ha dado vela en este entierro. Alabama mir al hombre que haba hablado. Todava no es un entierro dijo. Pero lo ser pronto, si no se van de aqu los tres... inmediatamente. Fanfarrn, eh? Alabama sonri y la cicatriz se distendi ligeramente. Un poco acept. Pero siempre he respondido de mis fanfarronadas. Acostumbra a fanfarronear delante de tres hombres? Por qu no? Mi revlver tiene seis tiros. Los tres pistoleros se miraron, comprendindose al instante. Y fue el que llevaba la voz cantante durante todo el rato quien invit: Qu puede hacer usted con seis plomos? Nos gustara verlo. Mientras l hablaba, sus dos compaeros llevaron velozmente sus manos derechas hacia los revlveres de aquel lado. Alabama movi levemente la cintura, inclinndose un poco hacia la izquierda. Su mano derecha se desdibuj en el aire. Las dos rojizas llamaradas de su revlver coincidieron con el fulgor de sus blancos dientes. Aquellos dos hombres ni siquiera haban logrado desenfundar. Sus manos quedaron como agarrotadas junto a los revlveres, acaricindolos postreramente, trgicamente. Uno de ellos pareci ser arrancado de la silla, y cay de espaldas al suelo. E1 otro se llev las manos al cuello, y pareci que conseguira sostenerse sobre el caballo; pero ste se encabrit y el jinete dio con su cuerpo en tierra, ya muerto. El pistolero que quedaba palideci casi hasta lo cadavrico. Se notaba la boca como si fuese un angosto pozo reseco desde haca miles de aos. No movi las pestaas. Alabama se enderez. Su mano derecha sostena el revlver casi pegado a la cadera, indiferentemente apuntando al corazn del pistolero que haba llevado la voz cantante. Alabama dijo: Ha visto de lo que soy capaz de hacer con dos plomos. Y supongo que no ignora que quedan cuatro en la panza de mi amigo. Vamos, tome una decisin: desenfunde, o mrchese. Carr asom la punta de la lengua por entre los sbitamente resecos labios, todo l estaba reseco. Mir de soslayo a sus compaeros Talmage y Whitney, ambos en, el suelo, muertos. Sin decir nada, movi las riendas de su caballo, obligando al animal a girar sobre sus cuartos traseros. Pero le detuvo la voz de Alabama: No me gusta la basura. Llvese a sus amigos. Carr desmont, coloc a sus compaeros cruzados sobre las sillas de sus respectivos caballos y entonces pudo marcharse. Un fro sudor pegaba los cabellos a sus sienes. Se dio cuenta de que estaba temblando cuando se hubo alejado de aquel hombre de la cicatriz. Alabama enfund el revlver tras reponer los dos cartuchos gastados. El pequeo Keno Savage lo miraba con los ojos muy abiertos, desde el umbral de la casa. Carol tena fija en l la vista, muy brillantes los ojos. Alabama repar en la pujanza que manifestaba aquel joven busto en su agitacin. Una mujer como aqulla... sola. Dnde est su marido, seora Savage? El..., yo... Keno dijo que volvera... Alabama apret los dientes. Comprendo. Puedo quedarme en su rancho? S! Carol se sonroj. Bueno..., quiere decir que me pide empleo? No, seora. Tan slo quisiera quedarme aqu algunos das... Por supuesto, mientras est en su casa trabajar en lo que me ordene. Cunto..., cunto querr cobrar...? Alabama sonri y de nuevo pareci rejuvenecer: Dos comidas al da, seora. Y su permiso para charlar con el muchacho. Slo eso? Para m es bastante. Es usted... Es usted un hombre muy extrao. Yo... Creo que debo advertirle que si saben que trabaja para m, querrn matarle. Tambin queran hacerlo ahora murmur sombramente Alabama. Y ya ha visto que s cmo defenderme. A Carol Savage le brillaban increblemente los ojos. S susurr, usted parece capaz de defenderse... y de defender a los dems. No hace mucho, tena dos vaqueros que mantenan el rancho en aceptables condiciones. Una noche se me presentaron en la casa y, sin mirarme a los ojos, se despidieron. Les amenazaron? Supongo que s. Desde entonces, el rancho va de mal en peor... Y seguir as hasta que se lo venda a McPherson. Por qu no se lo vende? Acaso le da poco por l? Me ha ofrecido cinco veces su valor real. Alabama alz las cejas. Debo decir, seora, que eso no me parece propio de una persona que carezca de honradez. Cinco veces el valor, real de un rancho que no va a poder cuidar, me parece un buen negocio. Por qu no vende? El rancho no es slo mo, seor... Alabama... Sin el seor. Llmeme simplemente Alabama. Pues bien, Alabama, como le deca, el rancho no es slo mo. Est mi marido. Est? el pistolero mir a su alrededor. Dnde est? Carol enrojeci. Quiero..., quiero decir... l vendr, y entonces... Haga lo que guste, seora Savage. Pero en su lugar yo me vendera el rancho en tan buenas condiciones y me marchara de aqu. Si su marido siente inters por usted, la buscar... donde quiera que se halle. Este es el mejor sitio para que l me encuentremurmur Carol. Alabama encogi los hombros. Dolor de barriga por capricho, no mata a ningn bicho sentenci, Va a necesitarme esta noche? Carol parpade. Acaso piensa marcharse? S. Supongo que el seor McPherson vive en San Antonio, no? Qu..., qu va a hacer? Puesto que usted no quiere vender su rancho, ir a convencer al seor McPherson de que no debe molestarla ms. No! No vaya! Le matarn... No me matarn. Cul es el nombre completo de ese Mac Pherson? Esley T. McPherson. Charlar con l. Por qu? Por qu va a arriesgarse usted por una mujer y un nio que ni siquiera conoce? Por qu lo hace? Su hijo es un muchacho estupendo. Y usted... Alabama se mordi la lengua. No poda decirlo. No tena derecho a decirle a una mujer casada, y delante de su hijo, que le pareca la ms hermosa de las mujeres y que envidiaba a su marido. Un hombre como l no poda decir esas cosas. Era demasiado honrado, demasiado serio... Carol Savage, por su parte, not cmo la sangre cobraba vida en sus venas. La ausencia de su marido era ya larga, ella era una mujer y Alabama un verdadero hombre que... Dios mo! A veces, la vida tiene jugarretas que quiz hagan rer a los que no las viven, a los que no las sufren. Carol no pudo resistir la honrada, limpia y varonil mirada de Alabama. Tuvo que inclinar la vista, notando el impetuoso latir de su corazn que ya crea dormido, seco para siempre para el amor. Levant la cabeza cuando oy la voz del hombre: Hasta luego, seora. Nos vemos, Keno. Parti sin prisas. Keno Savage dijo con su fina vocecilla: Es un hombre extrao, verdad, mam? S, hijo, lo es. Pap era como l? No. Tu padre era completamente distinto a Alabama. Esperemos que vuelva. Quin hemos de esperar que vuelva? Pap? Los labios de Carol Savage temblaron. No, Keno. Prefiero que vuelva Alabama. Por qu, mam? La mujer acarici la cabeza de su hijo. Sonrea nostlgicamente. Sin necesidad de que yo te lo explique, t lo comprenders cuando seas mayor... As lo espero... Alabama estaba ya al pie de la ligera colina en la que se alzaba el rancho de los Savage. Era un sitio agradable, fresco y maravilloso en la puesta del sol. La hierba brillaba, muy verde ahora. Se volvi, pero no hizo ningn gesto, ni agit la mano, ni dio muestras de que los estaba mirando. Una mujer hermosa y un chiquillo inteligente. Nada de eso era para l. Jams podra serlo. No, al menos, aquella mujer y aquel nio. Aunque quiz algn da... Quin sabe? Cuando Alabama reanud su camino, sin haber saludado, Carol Hawks not una dolorsima punzada en el corazn. S pona el sol. CAPTULO II REGRESO OPORTUNO Eran cinco jinetes. Se detuvieron ante el porche cuando ya la noche haba cerrado definitivamente. Cinco pistoleros. Qu duda poda caber? Aparecan tensos, vigilantes, pero su tensin se relaj, cuando en el porche apareci solamente Carol Savage, empuando su viejo rifle. Qu quieren? Buscamos a un hombre. Usted lo conoce. sta tarde mat a dos de nuestros compaeros. No es as; Carr? S. Estaba aqu, con ella y con el chico; Carol tembl imperceptiblemente. Ya no est inform. Se march. Y ustedes tambin se van a marchar ahora mismo, antes de que... Movi el rifle significativamente. Pero uno de aquellos hombres solt una gruesa palabrota. Y dijo: No sea estpida, seora Savage. La cosa no va ahora con usted. Pero queremos a ese hombre. Slo a l. En cuanto a usted, si cree que ese rifle nos asusta, est en un gran error. Qu puede hacer con l? Herir o matar a. alguno de nosotros? Nada ms que eso. Se imagina lo que haramos los dems con usted... y con su hijo? Muy despacio, Carol baj el rifle. Lo saba. Desde un principio, lo sabia, del mismo modo que saba que Esley T. McPherson conseguira lo que se habla propuesto. Ella sola no podra hacer frente a aquella situacin que si estaba durando era nicamente quiz porque tanto McPherson como sus asesinos la consideraban divertida. El hombre que buscan no est aqu repiti desmayadamente. Dnde est? Yo qu s? Se fue, sencillamente. Est bien, desmontad, muchachos. Lo buscaremos por la casa... Y espero por su bien, seora Savage, que no est escondido en ella. T, Carr y t Cooper, buscadlo en la casa. Purdom, bscalo t en el granero; acompale, Gordon. Yo me quedo con la preciosa seora Savage aqu fuera. Todava no se decide a soltar el rifle, seora Savage? El arma reson casi estruendosamente en las tablas del porche., Ford, el pistolero que pareca llevar la voz cantante, solt una risotada. Y ri ms cuando el llamado Cooper sac a Keno de la casa, arrastrndolo de una oreja, y lo tir a los brazos de Carol. Seora Savage: por qu es usted tan terca? Todas estas molestias se las podra haber ahorrado si hubiese vendido ya su rancho a nuestro patrn, el seor McPherson. La mujer no contest. Estrechaba contra su cuerpo al chiquillo, cuyos ojos grises miraban con hostilidad casi cmica a los pistoleros que rondaban por all. Usted es muy hermosa, seora Savage... continu Ford . Muy hermosa. Oh, diablos, su marido debe ser el mayor estpido del mundo por no estar junto a usted! Tampoco esta vez contest Carol. Su seno se agitaba inconteniblemente a consecuencia de la ira y la desesperacin. Pensaba en Alabama Si l hubiera estado all...! Palideci. No, no. Era mejor que no estuviese. Ella no quera..., no quera ver su cuerpo ensangrentado, sin vida... Se estremeci... No, no quera eso. No quera que a l le pasase eso. Carr y Cooper regresaron del granero. Aquel tipo no est en el granero, Ford. Qu te parece si lo quemsemos? El granero? No. Esta noche, no. Primero buscaremos a ese ventajista que asesin a Whitney y Talmage. Lo encontraremos, y entonces se lo traeremos a la seora Savage. Es posible que cuando lo vea muerto por su culpa, por haberla defendido, se decida a vender. Y en ese caso, por qu hemos de quemar tan bonito granero? Cooper lanz una risita de hiena. Purdom y Gordon salieron de la casa. No est. Ford encogise de hombros. De acuerdo. Entonces, es seguro que est en San Antonio. Quiz haya seguido un camino distinto al nuestro y por eso no nos hemos cruzado con l. Yo creo opin Carr que sali, hace ya el tiempo suficiente como para que cuando nosotros salimos de Santone l ya estuviese en algn saloon o posada, hotel. Tienes razn, Carr. Este rancho est demasiado cerca de la ciudad. Quiz el patrn lo quiere por eso? Quiz. Pero esto a nosotros no nos importa... Eh! Adonde va ese mocoso? Keno habase separado de su madre, lanzndose a correr por un lado del porche, salt el verandal y, puerilmente, continu corriendo explanada abajo, en direccin a San Antonio. Ford contuvo la. reaccin de sus compaeros con una seca orden: Dejadlo! Yo lo traer. Parsimoniosamente, prescindiendo de los gritos de Carol llamando a su hijo mientras se debata en los brazos de Purdom, Ford mont en su caballo y lo lanz al trotecillo detrs del muchacho. Cuando estuvo a cinco metros de l descolg el lazo de la silla de montar y lo lanz tras voltearlo con cierta experiencia que, desde luego, no bastara para ocupar la plaza de vaquero en ningn rancho. Pero el lazo consigui su objetivo, rodeando los hombros del muchacho que se detuvo tan bruscamente que cay al suelo de espaldas. Ford ri guturalmente. Movi las riendas hacia la derecha, y el caballo emprendi el regreso a la casa. Keno fue arrastrado por sobre la verde y todava hmeda hierba, y su llanto, que hel la sangre de Carr, ocasion risas burlonas en los pistoleros.; Bien hecho, Ford! Arrstralo un rato! Hay buena hierba, hombre! Pero Ford no lo arrastr ms que el trecho necesario para dejar al muchacho al pie de los escalones del porche de su casa. Entonces, desmont. Suelta a la, mujer, Purdom. Carol se precipit en busca de su hijo, ayudndole a levantarse. Pero ste, apenas en pie, en lugar de cobijarse en el consuelo de su madre, se lanz contra Ford, utilizando pies y manos para golpearle. Una sola bofetada, que restall secamente en la noche, envi al chico otra vez contra su madre, con violencia. Seamos sensatos gru Ford. Yo no quiero causarles ningn dao innecesario, seora Savage. Vuelvo a repetirle que slo nos interesa el hombre que la ayud esta tarde, el tipo de la fea cicatriz. Y como me ha parecido que su hijo quera avisarle, he tenido que obrar, en consecuencia; No le parece lamentable? Canalla... Asesino... Ford tuvo un estallido de ira. Se acerc a la mujer y la cogi de un hombro. Est bien! rugi. Sern tratados como prefieran, Pero como en modo alguno me interesa que su protector sepa que le buscamos, yo me quedar aqu, con usted y el nio, mientras mis compaeros lo buscan. Y le aconsejo... Sulteme! Carol hizo un gesto brusco. En seguida se arrepinti de ello, al ver el trozo de tela que qued en la mano de Ford. Los ojos de ste brillaron como los de una fiera, fijos en. aquel trozo de carne blanca, que brillaba como Una gran perla en la noche, bajo la luna. El resto de los pistoleros tambin guardaron silencio. Un silencio tan significativo que Carol se estremeci de horror, como si aquellas miradas tuvieran la facultad del tacto... Retrocedi hasta el porche, subiendo de espaldas los escalones, hasta llegar bajo la sombra, all donde no llegaba la luz de la luna. Est bien mascull Ford. Se volvi hacia sus compaeros. Vosotros, marchaos de aqu. Buscad a ese hombre y matadlo. Por qu t, Ford? Por qu has de ser t el que..., el que se quede? Te parece mal? Gordon, que era el que haba hablado, se movi nervioso. Ni mal ni bien. Pero creo que tu presencia ser ms til en Santone, buscando a ese hombre que aqu... buscando a la mujer. Algn da, Gordon Ford se palp un revlver, te coser esa sucia boca con aguja de plomo. Comprendes? Y puedes encoger el momento y lugar que quieras. Aqu y ahora, si te parece bien. Gordon reneg por lo bajo, pero se dirigi hacia su caballo. Nadie dijo nada ms. Ford no era hombre que hablase barato. Y todos saban cmo manejaba los revlveres. Al mismo tiempo que el acobardado Gordon, montaron los otros tres pistoleros: Carr, Purdom y Cooper. Y segundos ms tarde galopaban hacia San Antonio, en busca de un tipo que tena cruzado el rostro por una cicatriz y del cual ni siquiera saban que era llamado Alabama. Ford afloj la tensin de sus msculos. Se volvi hacia el porche, clavando la mirada en Carol y Keno. Se acarici las mejillas con la mano izquierda. Vaya, vaya, vaya susurr. De pronto, sonri, mientras comenzaba a caminar hacia los escalones que le llevaran hasta el porche, junto a Carol. Esta reaccion con la rapidez de la desesperacin: dio un salto atrs, arrastrando a su hijo hasta el interior de la casas. Una vez dentro, quiso cerrar la puerta, dejando fuera a Ford. No lo consigui, y el empujn del pistolero la envi desacompasadamente hacia el centro de la pieza. Gordon abri entonces la puerta, muy ceremonioso, y la volvi a cerrar cuidadosamente a sus espaldas. Vaya, vaya, vaya... Carol not que le temblaban los labios. Mantena estrechamente abrazado a su hijo, pero comprendi que no sera barrera para un individuo como Ford. No... no se acerque... No se acerque! Ford se detuvo. Su mirada expresaba una irnica perplejidad. Qu le ocurre, seora Savage? Tan slo quera devolverle el trozo de su vestido... No! Djelo... djelo por ah... Como quiera. El pistolero dej caer el trozo de tela. Se sent en un viejo silln y extrajo una bolsita de tabaco y un librito de papel de maz. No pareca acordarse de que estaba en casa ajena y con los dueos de sta cerca de l. No tena prisa. Acab de liar el cigarrillo y se lo puso en los labios. Al encenderlo, lade la cabeza. Malignamente, sus ojos se clavaron en el hombro de Carol. Aspir una bocanada de humo; mientras lo expela, pregunt: Quiere que la ayude a acostar a su hijo? No! No se va a acostar... Cree que eso es lo ms conveniente? S. No piensa acostarlo? No. Seora Savage: ha odo usted decir que un culatazo bien dado es suficiente para privar del sentido al ms fuerte de los hombres? Carol mir a su hijo; luego, los revlveres de Ford. El pistolero haba hablado tan claramente! Si no acostaba a su hijo ella, lo acostara l... a culatazos. Lo... lo acostar. Sensata determinacin. No debe temer nada de m., Si me he quedado aqu ha sido solamente para asegurarme de que usted o ese endiablado y agresivo chiquillo suyo no corran a avisar a su defensor de esta tarde. Comprndalo, no podemos permitir que el primer tipo que llega mate a dos de nuestros compaeros y se largue tan tranquilamente sonri con, amabilidad que eriz el vello a Carol. Comprndalo: nos perderan el respeto, Puedo ayudarla en algo, repito? No... A su gusto. Dnde duerme el chico? Ah seal una puerta, en mi habitacin, conmigo. En su misma cama? No. Carol se notaba fra, como hueca. Tan slo en la misma habitacin... Comprendo. Le pesa la soledad, no es as, seora Savage? Carol no contest; se diriga, caminando de lado, hacia la habitacin que comparta con su hijo, nica compaa en sus largas noches. Lleg junto a la puerta: la abri. Cuando iba a entrar, Ford susurr: La espero fuera, seora Savage. Y crame: ser mejor que salga usted a que tenga que entrar yo a buscarla. Me explico? Puede cerrar la puerta si quiere. Ah! Si tiene algn arma por ah dentro, olvdese de ella... o mteme al primer disparo... Est claro? Carol no respondi tampoco esta vez. Cerr la puerta. Ford qued con la vista fija en la madera. Comenz a sonrer, lentamente, y sus ojos fueron cobrando ms y ms brillo. No tena prisa. Pero media hora ms tarde s tena prisa. Ya no sonrea. Habase fumado varios cigarrillos, y su vista, fruncido el ceo, se clavaba con insistencia en la puerta, vez tras vez. De pronto arroj la colilla y se levant. Lleg junto a la puerta, y tras golpearla suavemente con los nudillos, susurro: Creo que tendr que entrar, seora Savage. La puerta se abri de inmediato, y Carol, muy plida, apareci ante el hombre. Se haba cambiado de vestido; el de ahora, era ms completo... y no estaba desgarrado. Ford comenz a sonrer de nuevo. Me gustaba ms el otro vestido dijo. Se acerc ms a la mujer, y los labios de ella comenzaron a temblar: Ford adelant las manos y las coloc sobre los hombros de Carol. Me tienes miedo? Por qu? Soy un hombre como otro cualquiera solt una risotada. Y no creo que ests en condiciones de despreciar a un hombre, preciosa. Haba prescindido ya del seora Savage. Bruscamente, atrajo hacia s a la mujer, buscando la roja y temblorosa boca. No lo consigui, porque Carol lade la cabeza, y los labios del forajido slo encontraron el blanco cuello. La separ de s, furioso. Te conviene ser ms amable! Me oyes? No olvides que ah dentro est tu hijo... Ven aqu! La volvi a agarrar, apretndola contra su pecho. Quiso de nuevo intentar besarla en la boca, pero entonces se fij en los ojos de la preciosa mujer, fijos en la. puerta. Y la oy musitar: Alabama... Qu diablos...? Presinti lo que era, y cuando se volva hacia la puerta, su mano derecha ya volaba hacia el revlver. Lo sac. Pero un disparo se lo arrebat de la mano, destrozndole los dedos corazn, ndice y anular. Aullando, quiso desenfundar el otro revlver, pero un balazo en el hombro lo tir contra la pared, cerca de donde estaba Carol, que se alej de all presurosamente. El tercer disparo destroz el pie derecho de Ford; el cuarto, el pie izquierdo, y el hombre ya no pudo aguantarse en pie. Chillando cada vez ms, cay al suelo. Sus gritos pusieron escalofros en la espalda de Carol, que huy de all hacia su habitacin, donde era llamada por su hijo. Ford jadeaba incomprensibles splicas... El quinto disparo se incrust en su estmago, hacindole retorcerse por el suelo como una serpiente recin decapitada. Alabama lo miraba framente, sin odio, sin irritacin, con una frialdad impresionante. Ford continuaba chillando, cada vez ms dbilmente, retorcindose por el suelo y dejando grandes brochazos de sangre. Era un guiapo. As tienes que morir: como una fiera... Alabama dispar por sexta vez, y la cabeza de Ford estall violenta y horripilantemente. Dentro de la habitacin sollozaba Carol, con acompaamiento de la voz aguda de su hijo. Alabama se acerc a la puerta, los mir a los dos y sonri con una bondad, con una ternura que no pareca poder caber en el corazn de un hombre que acababa de matar a otro despus de destrozarlo a balazos. Todo va bien ahora. Cmo se encuentran? Carol continuaba sollozando, casi histricamente. De pronto lanz un grito y corri hacia Alabama. Este la recogi en sus brazos, silencioso, apretando los dientes para ocultar aquella cosa rara que le estremeca. Era por aquel calor de mujer, aquella ternura que... La apart. Los ojos de ella brillaban maravillosamente. Alabama inclin la cabeza. Limpiar la casa de fieras. No puedo... no puedo dejar ah fuera el cadver de ese hombre. S, Alabama... Volver pronto... S, Alabama. El pistolero de la cicatriz sali de la habitacin. Se senta extraamente... blanco, suave... Volvi media hora ms tarde a la habitacin que compartan madre e hijo. Los dos continuaban all, mudos, expectantes, en una clara espera del hombre que les haba ayudado dos veces aquel mismo da. Alabama haba limpiado la sangre y, despus de colocar a Ford sobre su propio caballo, haba llevado a ste lejos del rancho, para dejarlo libre de elegir su camino desde all. Los dos estaban ms calmados, y Carol pareci vibrar a la sola presencia de l. Dormir en el granero dijo Alabama. Y no se preocupe por nada, seora Savage. Si pasa algo, ni siquiera tendr que llamarme. Yo acudir cuando sea necesario. No... no va a dormir? El hombre de la cicatriz sonri con viril suavidad Dormir asegur. Pero hace aos que tengo, una manera muy especial de hacerlo. El seno de la mujer pareca agitado por una extraa tempestad emocional. El mir. Se sinti distinto y ms joven. Pero desvi en seguida la vista. Ella pareca a punto de decir muchas grandes cosas, pero al final slo dijo: Vinieron... vinieron, cinco hombres de McPherson... Uno se qued aqu. Los otros cuatro... fueron a buscarle a Santone. Los ojos de Alabama parecieron helarse. Lo s dijo. Tuve ocasin de verlos. Hasta maana su gesto se dulcific; mir rectamente al muchacho y se despidi. Nos vemos, Keno. Hasta maana..., seora Savage. Alabama sali, y Carol Hawks not que la habitacin, como aos atrs, quedaba fra, solitaria... CAPTULO III SE BUSCA POR ASESINO Amaneci un da esplendoroso. Aquella, noche haba vuelto a llover, pero no tan torrencialmente como la tarde anterior. La pradera brillaba y ola a tierra frtil y satisfecha. Desde el porche, Carol vio a Alabama. Este estaba lavndose en el largo abrevadero provisto en un extremo de una fuente de bomba a mano para la elevacin del agua. Alabama deba saber que ella le haba visto, pero no lo demostr.: Se haba afeitado y puesto su nica camisa limpia. En aquel momento se estaba peinando, mirando al cielo, impvido, sereno. Alabama semejaba una extraa estatua; tan extraa que haca vibrar de nuevo el corazn de una mujer que llevaba casi seis aos esperando... Ahora vendr se dijo CarolVendr y le ver... Pero antes que Alabama lleg hasta el porche otro jinete. Carol lo conoca... Se llamaba Alan Lawford, y era el sheriff de San Antonio. Tena cerca de sesenta aos, pero su rostro era duro, ptreo y cabalgaba y disparaba como un pistolero joven. Alan Lawford, al parecer, no haba visto a Alabama. Cuando el hombre de la estrella al pecho lleg junto a Carol, salud, llevndose la mano al sombrero. Buenos das, seora Savage. Buenos das, sheriff. El representante de la ley desmont. Llevaba un solo revlver, a la izquierda; tan bajo como pudiera llevarlo el ms peligroso de los pistoleros. Sus firmes labios se suavizaron en una amable sonrisa. Busco a un hombre, seora Savage. Ah. Algn pistolero? Aja. Lawford asinti con la cabeza. Un pistolero peligroso. Un asesino. Algn reclamado? Hasta ahora no lo ha estado. Pero creo que ya empiezan a ofrecer dinero por su cabeza. A quin ha matado? Alan Lawford enrojeci levemente. Al seor McPherson. Le conoce? Carol haba retrocedido un paso, plida, demudada, Qu... qu dice? Digo que ese hombre mat anoche a Esley T. McPherson, seora. S que McPherson era un mal bicho. Me consta, aunque no siempre he podido actuar contra l y de la forma en que hubiese deseado. Era... era. muy poderoso. Carol comprendi. Ms de una vez haba solicitado la ayuda del sheriff para solucionar el asunto de su rancho y los deseos de McPherson de comprarlo, pero Lawford no haba reaccionado como ella hubiese deseado. Nunca reproch nada a aquel hombre ya viejo, que aparte de aquella impotencia ante McPherson y sus pistoleros era suficiente y valiente en su cargo. Quin... quin es ese hombre? murmur Carol. Me refiero al que mat anoche a McPherson. Todo lo que sabemos de l es que maneja su revlver ms mortferamente que el diablo su tridente... Oh perdone...! Bueno, quiero decir que ese hombre es capaz de enfrentarse a cuatro pistoleros, matar a dos de dos disparos y poner en fuga a los otros dos. Un gran tipo, parece. Pero: un asesino. Dicen que tiene una cicatriz en el lado derecho de la cara... Haca rato que Carol saba ya a quin se estaba refiriendo el sheriff, pero palideci ms cuando ste mencion el detalle de la cicatriz.! No... no... balbuce. Ese hombre no es un asesino... Quiz no admiti Lawford. Pero se sospecha de l. Y dos de los pistoleros de McPherson, que escaparon a su revlver, han apuntado la posibilidad de que est aqu... A...aqu? S, seora. Duerme el pequeo? Eh? S, s, duerme... No le apetece caf, sheriff? Muy agradecido, seora Savage. Aunque ni siquiera he comenzado a buscar a ese hombre en serio, puedo detenerme unos minutos. Pase adentro, por favor. Gracias. Pocos segundos ms tarde, Alan Lawford tena ante s el humeante caf que haba estado destinado a Alabama. Sopl al interior del pote y lo prob. Excelente caf, seora. Sonri bonachonamente. Qu quiere saber? Oh! Cmo sabe...? Empiezo a ser viejo, seora Savage. Eso quiere decir que algunas cosas puedo ya adivinarlas. Por ejemplo: despus de esto s que, en efecto, el hombre que busco est aqu... o ha estado aqu. Dgame qu puedo hacer por usted, y, despus de tomarme este delicioso caf, continuar buscndolo. Explqueme lo que ocurri,. Ya. Era eso, eh? Pues bien, ms o menos ocurri que... * * * Alabama haba llegado la noche anterior a San Antonio o Santone cuando todava no estaba muy animada la ciudad... Recin anochecido, son pocos los pueblos del Oeste que muestran demasiada animacin. Apenas enfil la calle principal, Alabama comenz a preguntar por el domicilio de Esley T. McPherson. En otro lugar, en otro pueblo menos importante, la localizacin de un individuo que tena varios pistoleros a sus rdenes no hubiese resultado difcil. Pero San Antonio era demasiado grande, y al principio nadie pudo informar a Alabama. En realidad, no haba prisa, y Alabama pens que tomar un trago en cualquier saloon o taberna no era obstculo para que continuase preguntando por McPherson. Un trago aqu y otro all. Poco. Jams se haba emborrachado, que l recordase. Por fin, tuvo suerte. S, conocan a Esley T. McPherson. Quin no conoca a McPherson en Santones Alabama pudo decir que l mismo y otras muchas personas, a las que haba preguntado antes. Pero opt por callar y escuchar. McPherson viva en la calle principal, cmo no!, y su casa era una de las mejores de San Antonio de Texas. Seguro. Tema jardn a los lados, detrs y delante. Sobre todo delante. Era un jardn muy bonito y con verde csped y algunas flores... Alabama continu bebiendo mientras aquel hombre le informaba concienzudamente. Ya no le haca caso, pero no era necesario mostrarse descorts con tan amable informador. Le pag un trago y sali de la taberna. Hara una amistosa visita a McPherson. Segn los detalles de su informador, McPherson viva casi en la otra punta de la calle. Alabama se dirigi a su caballo, suelto ante el atamulas de la taberna, y se dispuso a montar. Pero no lo hizo. Los vio. Cuatro. Eran pistoleros y cabalgaban hacia l por el centro de la calle. Santone comenzaba a animarse imperceptiblemente; aunque cada vez era ms bulliciosa su vida nocturna. Al principio, Alabama pens que aquellos cuatro jinetes llegaban a Santone dispuestos a pasarlo en grande. Pero no. Reconoci a uno de ellos, y eso le puso sobre aviso. Era el segundo de la izquierda. La discreta iluminacin de la calle le dio de lleno en el rostro, pese al sombrero. Muy bien. Aqul era el nico de los tres hombres que haba conservado la vida despus de su visita de aquella tarde, no haca mucho en realidad, a los Savage. Alabama permaneci junto a su caballo, sin decidirse a.montar. Sera estpido; ya que se disparaba mejor, con ms acierto a pie firme que desde la silla de un caballo que, indudablemente, se inquietara en cuanto sonase el primer disparo. Quiz se equivocaba. Quiz... Tambin la luz le daba ms o menos directamente en el rostro. Un rostro inconfundibe. Ese es! grit de pronto Carr, el hombre que le conoca. Fueron desenfundando los revlveres, brillando a la luz sus partes no pavonadas. Carr consigui disparar una vez, incrustando la bala a los pies de Alabama, que ni siquiera se movi. Es decir, no movi los pies, porque su mano derecha haba descendido en arco hacia el revlver, siguiendo una trayectoria de atrs a adelante. Alabama dispar casi al mismo tiempo que desenfundaba. Su primer disparo fue para Carr, que pareca ser el ms veloz. Le acert de lleno en el pecho, estremecindolo en la silla hasta que cay hacia delante, dando de cara contra el cuello de su montura; el caballo se espant entonces, se levant de patas traseras y derrib al pistolero. Pero Alabama no poda prestar atencin a esos detalles, pues ya haba dirigido su atencin hacia los dems enemigos. Su segundo disparo vaci un ojo del hombre escogido a continuacin de Carr como blanco. El chillido del hombre fue electrizante, tenso, en estremecido agudo. Salt por s mismo del caballo, enloquecido por el dolor y la proximidad de la muerte. La bala no le haba entrado directamente, ms an as ni siquiera vivi dos segundos una vez en el polvo de la calzada. El cuarto disparo que matizaba aquella pelea no brot del revlver de Alabama, sino de uno de los dos pistoleros que quedaban vivos. Alabama not un sbito quemazo en la cara interna de su muslo izquierdo. Fue tal la sacudida de dolor que su siguiente disparo sali desviado y alto, al caer de rodillas. A su vez, esto le salv la vida, ya que el disparo del cuarto pistolero tambin pas alto, por encima de su cabeza, haciendo aicos los cristales de una de las ventanas de la taberna. Arrodillado en el suelo, Alabama dispar de nuevo contra aquel hombre, pero ste ya haba encabritado su caballo, y el plomo se incrustaba sordamente en el pecho del animal, que cay arrastrando a su jinete. El hombre que haba herido a Alabama, Purdom, se alejaba ya de all, espoleando despiadadamente a su caballo. Se volvi un par de veces en la silla, haciendo fuego infructuosamente contra Alabama, quien, a su vez, consider estpido desperdiciar plomo disparando contra un enemigo tan alejado. El ltimo pistolero, Gordon, lanzaba aullidos de dolor, aprisionada su pierna derecha bajo el cuerpo de su caballo, que todava se agitaba agnicamente. Alabama se puso en pie y camin sin cojear lo ms mnimo, hacia el doliente grupo. Apunt serenamente y dispar. El caballo dej de agitarse. Gordon, que haba estado haciendo esfuerzos desesperados para alcanzar su revlver, cado poco ms all, lo logr al fin. Sus aullidos de dolor se convirtieron en un alarido de triunfo, sin comprender que si estaba vivo no era porque su enemigo fuese un pobre desdichado que no saba controlar a sus enemigos, sino porque Alabama no quera matarlo estando en aquella situacin. Alabama vio el gesto de Gordon. Hubiese podido matarlo antes, y hubiese podido matarlo en aqul preciso momento, pues todava le quedaba una bala en el cilindro. Sin embargo, se limit a desarmar a Gordon de un puntapi en la mano, lanzando lejos definitivamente el arma. No, no, no...! chill Gordon. Esperaba, tema que Alabama reventase su cabeza con aquel plomo que todava quedaba en su revlver, pero el pistolero de la cicatriz volvi a usar el pie, estrellndolo contra la barbilla de Gordon, cuya cabeza fue impulsada hacia atrs como si estuviese a punto de separarse del cuello. Perdi el conocimiento. Alabama permaneci all unos segundos, inmvil, mirando a su alrededor, mientras recargaba con ceremoniosa parsimonia el casi vaco revlver. Mal... maldito...! Se volvi. El jadeo brotaba de los labios, ensangrentados de Carr, que se los morda lleno de odio y dolor. Se arrastraba por el polvo hacia el revlver que Alabama haba arrancado de un puntapi de la mano de Gordon, dejando tras de s una oscura mancha de barro, producto del polvo y de su sangre. Alabama enfund el revlver, y, tranquilo, camin hacia Carr. Ya la mano de ste se posaba sobre el revlver que perteneciera a Gordon. Sin violencia, framente, la bota de Alabama aplast contra el suelo la mano de Carr, retenindolo por ese medio lejos de la posibilidad de disparar contra l. Quines eran los otros dos? Carr ri broncamente. Dos...? Son ms, maldito..., maldito...! Y ellos... Ford ya est con ellos... y... Ford... a la mujer... Quin es Ford y a qu mujer te refieres? Carr quiso volver a rer, pero una enorme bocanada de sangre brot de su boca, vaciando su cuerpo de vida. Alabama haba fruncido el ceo. Al diablo aquel idiota! La calle estaba llena de gente, que rodeaban la amplitud de la escena, hablando con excitacin. Haba un corrillo ante cada cadver u hombre sin sentido. Dos muertos, uno fuera de combate y un huido. Este ltimo estaba listo, terminada su carrera de pistolero profesional. Nadie le volvera a contratar. Por lo menos, nadie que supiese que haba huido ante un hombre despus de atacar a ste ayudado por tres compaeros. Alabama ni siquiera mir a la gente. Bulla a su alrededor sin que l se dignase prestarle atencin. Cogi las bridas, de su caballo y tir de ste hacia un callejn lateral, adentrndose en l hasta que lleg a un lugar oscuro, casi en el campo ya, Extrajo un pequeo paquete de alforja que portaba en la parte de atrs de la silla de montar, y, de l, algunas gasas; con algo de whisky que quedaba en su cantimplora, se limpi despreocupadamente la herida del muslo, despus de quitarse los pantalones; luego se coloc la gasa y se vend. Senta ganas de rer. Era como un animal salvaje, que corra a esconderse cuando llegaba el momento de lamer las heridas que le haban inferido sus enemigos. Era como un lobo solitario que caminaba en una aterradora oscuridad... Cuando, un poco inclinado, estaba sujetando la corrella que pegaba la funda, al muslo derecho, Alabama palideci. Dios mo! Pens en Carol. Quin si no ella poda haberle dicho que l estaba en Santone? No, ella no se lo haba dicho. No crea que ella... Pero aquellos hombres que le haban atacado en la calle debieron ir primero al rancho de los Savage, y al no encontrarlo all... A qu otra mujer sino a Carol poda haberse referido Carr en sus ltimas palabras? l no conoca a nadie ms cuya suerte pudiese impresionarle poco ni mucho. Un hombre haba quedado en el rancho con Carol y Keno. Tengo que llegar a tiempo. Mont de un salto. Tengo que llegar! Lanz el caballo al galope, desembocando en la calle principal de San Antonio a velocidad mxima, para, inmediatamente, lanzarse por ella hacia la salida, hacia aquella colina en la que haba una casa muy abandonada... y una mujer tan abandonada como la casa. Alabama pens en Carol, y la sangre se agit en sus venas. Cuando por su imaginacin pas lo que poda estar ocurriendo, la sangre se enfri. Tengo que llegar...! Lleg justamente a tiempo. Sin acordarse de la herida de la pierna, se tir del caballo antes de llegar al porche, recorriendo con presurosas zancadas la distancia que le separaba de la casa. Iba a entrar precipitadamente, pero se contuvo. Estuviese ocurriendo lo que estuviese ocurriendo, difcilmente vendra de un par de segundos uno u otro desenlace... Mir a travs de la ventana. Vio a Carol a un hombre. El hombre quera... intentaba... Como siempre que su ira llegaba al mximo, Alabama not un inusitado calor en la cicatriz de la frente. Sin embargo, cuando abri la puerta, lo hizo tranquilo, sereno... * * * Por supuesto que Alan Lawford no pudo explicar tantas cosas a Carol. Tan slo las que conoca: que Alabama haba llegado la noche anterior a Santone, haba matado a dos hombres, roto de un puntapi la mandbula de otro y puesto en fuga al cuarto. Y lo ms interesante: despus de esto, el hombre de la cicatriz, como le llamaban los que le haban visto de cerca, se meti por un callejn que llevaba al descampado. Cuando volvi, a aparecer, fue al galope tendido, como huyendo. Y algunas horas ms tarde, un tipejo que iba a dormir su romntica borrachera a la pradera, vio un cuerpo tendido cara arriba sobre el verde csped del cuidado jardn trasero que adornaba la casa de Esley T. McPherson. Ese cuerpo precisamente era. Esley T. McPherson, cadver ya merced a los tres plomos que agujereaban su pecho. Y el hombre de la cicatriz acab el sheriff, comenzando a liar un cigarrillo, se haba pasado la noche preguntando por la casa de Esley T. McPherson. Hay varios testigos que estn dispuestos a jurarlo un milln de veces. Carol estaba plida. Mentira! El no era un asesino. No poda ser un asesino. Un hombre como era ahora Alabama no poda jams ser un asesino. Ella lo saba... Alabama se limitaba a hacer lo que l crea que tena que hacer. Llegaba, peda comida, mataba a dos hombres, se iba a Santone, mataba a otros dos hombres, regresaba y mataba a otro... Y ni siquiera deca o dejaba ver que le haban preocupado en absoluto las muertes ni los disparos... Continuaba impasible, tranquilo, como si todo lo que haca ya estuviese ensayado, como si supiese que todo iba a salir a la medida de sus deseos, como si supiese que nadie le iba a vencer... o no le importase morir... Haba matado l a Esley T. McPherson? Ciertamente, haba ido a Santone en busca de McPherson, pero de eso a asesinarlo... Quin le asegura, sheriff, que McPherson no fue muerto en pelea limpia? Alan Lawford sonri torcidamente. McPherson estaba en batn: debi salir al jardn a pasear o a cualquier cosa. Quiz se le atrajese con alguna artimaa. No llevaba encima ni un arma. Por qu defiende a ese hombre, Carol? No me cabe en la cabeza que signifique algo para usted. Me consta que hombres ms convincentes han sido rechazados por usted y... Le ha gustado el caf, sheriff? Lawford comprendi los deseos de Carol y los acat, cambiando rpidamente de conversacin. Excelente, seora Savage volvi a llamarla as. Y ahora, proseguir la bsqueda. Puede darme alguna pista? No. Fue una respuesta seca, huraa. El sheriff la acept con una ligera sonrisa. Cogi su sombrero y se dirigi a la puerta. La abri, pero todava de, cara al interior de. la casa, de espaldas al porche. No lo olvide, seora Savage, es un tipo peligroso, un asesino. Es inconfundible gracias a la cicatriz en el lado derecho de la cara, por encima del ojo y en el pmulo. Si le ve, le aconsejo... Que le avise a usted? pregunt una voz seca desde el porche. Alan Lawford, sheriff de San Antonio, se volvi rpidamente, llevando su zurda hacia el revlver. CAPTULO IV TRISTE DESPEDIDA Consigui desenfundarlo, porque el hombre que haba hablado no tena intencin alguna de impedirlo. Alabama continu apoyado en uno de los postes del porche, con los brazos cruzados sobre el pecho; llevaba el sombrero muy inclinado hacia los ojos, y en sus labios humeaba un cigarrillo. Quin es usted? pregunt Lawford, sin dejar de apuntarle. Alabama mir a Carol y musit: Hola. Carol estaba plida y ni siquiera contest. Una dbil sonrisa se form en sus prietos labios del pistolero, cuando de nuevo volvi a dirigirse al sheriff: Soy el hombre que anda buscando, sheriff. El asesino de McPherson? El pistolero se estremeci. Cmo ha dicho? Alabama se haba echado hacia atrs el sombrero al decirle a Lawford que era el hombre que andaba buscando. Lo hizo para mostrarle la cicatriz y que el sheriff le creyese. No pensaba luchar contra aquel hombre. Pero Lawford no saba esto, y sus nimos ya se haban enfriado, apenas vistos los ojos del pistolero. Luego fij su vista en el nico revlver, cuya culata, por la postura del hombre que lo llevaba, se proyectaba muy hacia afuera, fcil de empuar. He dicho que busco al asesino de Esley T, McPherson. Lo es usted? No. Lawford vacil. No voy a decir que no le creo, forastero, pero el caso es que en San Antonio todos estn convencidos de su culpabilidad. Por qu? Porque despus de matar a. dos de los hombres de McPherson, y romperle la cara a otro, usted se meti en una callejuela y cuando volvi a salir por sta, galopaba a revientacaballo. M caballo no revent, sheriff. Por qu no le pregunta a la seora Savage el motivo de mi precipitacin al venir hacia aqu? Vino directamente hacia aqu? S. Y pude matar a otro hombre de McPherson, que intentaba... Bueno, lo mat. Y para venir aqu tuvo que darse tanta prisa? Acaso saba que la seora Savage se encontraba en un aprieto? S, lo saba. Lo comprend al recordar las ltimas palabras de uno de aquellos hombres que quisieron matarme. Lo... intu. Carol intervino: Es cierto todo lo que ha dicho, sheriff. Lawford se acarici la barbilla. S, no lo dudo. Pero mir de nuevo a Alabama, dnde estuvo usted cuando se adentr en aquel callejn? Le vieron muchas personas. Fui a vendarme una herida en el muslo. Carol palideci, y Lawford lade la cabeza. Le hirieron? Quiere verlo? Luego. Por qu no fue a cualquier mdico de la ciudad? La cosa no le hubiese costado ms all de un par de dlares... si la herida tiene tan poca importancia como parece. Estoy acostumbrado a valerme solo. No se le cansa la mano, sheriff? Lawford carraspe. Vacil antes de enfundar el revlver con el que haba estado apuntando continuamente al pistolero. Lleg a la conclusin de que aquel hombre no necesitaba ser encaonado, y enfund. Cmo se llama usted? pregunt mientras lo haca. Alabama. Es de Alabama? El pistolero se encogi de hombros por. respuesta. Cul es su verdadero nombre? insisti Lawford. Brill una extraa luz en los ojos del pistolero. No lo s dijo. Oiga, si cree que va a burlarse de m... Prefiero dedicar mi tiempo a comer algo... Cree que eso es posible, seora Savage? Hay algo para su nico vaquero-pistolero? De veras no sabe cmo se llama usted? pregunt ella, Alabama ri irnicamente. Cree que eso es posible, seora? No..., no s. Me refiero a si es posible que yo coma algo antes de marcharme. Se va? No se queda aqu... en el rancho? Cuando le ofrec mi ayuda lo hice por el asunto de McPherson. Pero si ste ha muerto, segn parece, no tengo nada que hacer aqu..., me parece. Ha dicho bien, Alabama. Vngase conmigo. Alabama mir fijamente a Lawford. Seguro. Ir con usted... cuando haya comido algo y me haya despedido de Keno., Le conoce? Un chico estupendo, eh? Lawford frunci el ceo. Me temo que no lo entiende, Alabama. Usted es mi prisionero. Y va a venirse conmigo ahora mismo. Comer en la crcel de Santone. Vamos, entrgueme su revlver. Alabama alz las cejas con expresin divertida. Creo que es usted quien no lo entiende, sheriff. He dicho que ir con usted, no que me voy a dejar llevar prisionero. No pienso comer en la crcel, e ir con usted ms tarde. En cuanto a mi revlver. Bueno, de veras ha credo que se lo voy a entregar? Lawford not la garganta seca. Ahora estaban en igualdad de condiciones, no como antes, cuando l tena encaonado al pistolero. Las cosas haban cambiado notablemente. Dios! Estaba seguro de que jams podra adelantar a aquel hombre desenfundando. No oponga resistencia a la ley, muchacho gru, Claro que no sonri, rejuvenecido. Tan slo te pido una tregua de unos pocos minutos... a la ley. Seora Savage, cree que a Keno le disgustar si lo despertamos? No susurr Carol. No. Creo que no... Le preparar algo y avisar a mi hijo. Gracias. Carol entr en la casa y Alabama fue en su seguimiento. Pero apenas se haba vuelto de espaldas a Lawford, cuando ste le arrebat rpidamente el revlver, al tiempo que le encaonaba con el suyo. Muy bien, Alabama. Ahora s se vendr conmigo... en seguida. No. Se lo dije antes, sheriff; tendr que esperar. No sea terco, muchacho. Camine hacia la puerta. Alabama pareci olvidar la presencia de Lawford. Tranquilo, sereno, con aquella seguridad en las cosas que tanto desconcertaba a Carol, se dirigi a la mesa, apart una silla y se sent. Mir a Carol y sta not en su cuerpo todo el calor de la mirada del pistolero. Ella era joven, y cuando l se fue, tiempo atrs... Y ahora tena ante ella a Alabama, completamente distinto a lo que haba sido su marido. Dos hombres diferentes. Y ella amaba a ste, al pistolero reposado y fro de la cicatriz.! Por favor, seora pidi Alabama, vaya a buscar a su hijo. S... Fue hacia la habitacin y entr en ella. Lawford se haba acercado ms a Alabama, encanonndole de muy cerca. Su rostro estaba rojo de ira. Levntese o disparo orden conminando. Alabama se quit el sombrero y lo colg en el respaldo de la silla que ocupaba. Cuando mir a Lawford, su rostro, no mostraba ninguna expresin. Haga lo que guste, sheriff. * * * Cuando Carol y Keno salieron de su habitacin, vieron a Alabama apaciblemente sentado ante la mesa. En el otro extremo, fruncido el ceo, mirndolo hoscamente, estaba Alan Lawford, vigilando a su prisionero. Keno se dirigi resueltamente hacia el sheriff. Alabama no es ningn asesino, sabe? Lawford parpade, asombrado, y no supo qu decir. Alabama ri burlonamente. Ya ha odo a mi amiguito, sheriff. Me parece que es ms listo que usted. El representante de la ley se volvi hacia Carol. Hay ciertas cosas que no es necesario que las sepa un nio, seora. Tampoco tiene por qu ignorarlas, sheriff cort Alabama , Un chico debe saber juzgar a la gente por lo que l piensa de ella, no por lo que dicen los dems. Keno es tan libre de creer que yo no mat a McPherson como usted de creer que s lo hice. Vyase al diablo! No hay que perder la serenidad, sheriff. Si la hubiese perdido usted ya estara muerto. Prueba de que la conservo es que he preferido esperarle y llevarle vivo a Santone. Espero que se le juzgue acertadamente. Me juzgarn? ri Alabama. Lo procurar. Santone es grande. La ley funciona bastante bien all. Incluso para los asesinos. Alabama pareci a punto de decir algo sobre la ltima afirmacin de Lawford, pero opt por mirarlo con expresin divertida. Luego se volvi hacia Keno. Por qu crees que yo no mat a McPherson, Keno? Lo ha dicho mam. .S? Alabama mir a Carol, que se sonroj, y luego otra vez al chico. Qu te ha dicho tu madre, Keno? Que ya nadie nos quiere quitar la casa, porque el seor McPherson. ha muerto. Pero que usted no lo ha matado, aunque cuando se march de aqu dijo... Qu dijo? salt interesado Lawford. Que..., que ira a convencer al seor McPherson para que no nos molestase ms. Muy interesante. No creo que pueda negar sus intenciones de entrevistarse con Esley T. McPherson, Alabama. Por qu haba de negarlas? Gusta, sheriff? Lawford lanz un gruido. Lo desconcertaba aquel pistolero. Haba detenido a muchos pistoleros en San Antonio. Unos alardeaban de haber matado a tantos y a cuantos, a tal y a cual. Otros negaban todo. Y en todos los casos, jams se dejaban prender. Aqul, no. Aqul ni aceptaba ni negaba nada con excesiva firmeza ni gestos exagerados de inocencia. Se le preguntaba si haba matado a McPherson y deca no. Eso era todo. Alabama comi tranquilamente, charlando con Keno como si nadie ms hubiese en la estancia. Cunto ganado tenis, Keno? Cincuenta cabezas. Eso es poco. Mam dice que para nosotros resulta demasiado. Seguramente, ahora que ha muerto McPherson volvern vuestros vaqueros. Ya no tendrn miedo. Usted tiene miedo? Yo? Miedo a qu? No s... No tiene miedo? No. Entonces, por qu se va? Alabama sonri. No me voy, Keno. Es el sheriff quien me obliga a ir con l. Para qu? Debes suponerlo: para meterme en la crcel... juzgarme dentro de poco por el asesinato del seor McPherson. Pero si no lo mat usted...! El cree que s, ya lo sabes... Durante diez minutos ms, bajo la silenciosa expectacin de Carol y Alan Lawford, Keno Savage y el pistolero Alabama estuvieron charlando como viejos amigos. Por fin, Alabama se ech hacia atrs en la silla y sac la bolsita de tabaco, procediendo a liar un cigarrillo. Un cigarrillo, sheriff? Tengo mi propio tabaco. No se ofusque. Parece que sea usted el prisionero. Muy gracioso. Podemos marcharnos ya? Seguro, Keno. Quieres traerme mi caballo? Est en el granero. S, seor! El chico sali a cumplir el encargo del pistolero. Este comenz a caminar hacia la puerta, pero se detuvo al ver fijos en l los ojos de Carol. Adis, seora Savage. Los labios de ella temblaron. No..., no volver? Depende de lo que opin la ley sobre m. Quiz lleguen al convencimiento de que debo ser colgado por el cuello, hasta que muera. En ese caso, no, no volver. Pero..., pero... Carol estaba plida; aquel hombre.... Yo..., yo le esperar. Es mejor que no, seora. Con qu objeto? Alan Lawford miraba a uno y a otro. Sobre todo, a Carol. Bien, todo llega en la vida. Y all estaba demostrndolo. Carol Hawks, la cual pareca que iba a estar toda la vida aguardando el regres de su marido. Pero llegaba un pistolero, un tipo que slo deca de l que se llamaba Alabama, y la mujer volva a ser mujer. La lstima es que sea con este hombre se dijo Lawford. Es viril y valiente, qu duda cabe? Pero no el hombre que necesita Carol. No es un pistolero lo que necesita Carol, sino un hombre capaz de quedarse en el rancho y no pelear ms. Durante los cuatro aos que la conozco, desde que llegu a Santone, he visto a muchos hombres acercarse a ella. Ninguno tuvo suerte. Y ahora, ste... Bah! Qu me importa a m? Carol se haba acercado ms a Alabama, detenindose ante l. Lo miraba con ojos tan brillantes, que Alan Lawford se pregunt qu poda tener aquel hombre de la cicatriz. Y, de pronto, Lawford sali de la casa. Saba que aquel pistolero no se le escapara; no tena ningn inters en hacerlo, ya que de otra forma pudo haber aprovechado el momento en que l enfund su revlver y quedaron los dos frente a frente, en las mismas condiciones. Prefiri ver a Keno, que estaba sacando del granero el caballo de Alabama, qu presenciar la escena entre ste y Carol. Ella pos sus manos sobre las de l. Con qu objeto? susurr . Con objeto de amarme, Alabama. No me importa nada ms que eso. No quiero recordar lo pasado ni..., no quiero recordar nada. Qu importa lo que pudo ocurrir hace tiempo? En cambio, importa lo que puede ocurrir ahora... Seora Savage... Ella entreabri los labios. No s si te ests burlando de m, Alabama. No puedo saberlo..., ni me interesa. Ests aqu. Se termin mi espera..., Alabama. El pistolero no pudo evitar que los labios, de la mujer se posaran en los suyos, hacindole vibrar con un calor viejo, casi olvidado... No pudo contenerse; No quiso contenerse. Por qu hacerlo? Por qu rechazar los besos de una mujer joven, hermosa, clida, tierna..., que pareca amarlo, y a la cual l ya amaba? Sus manos entraron en contacto con la fina cintura de Carol estrechndola suavemente contra su pecho. Cuando dejaron de besarse. Carol ech la cabeza hacia atrs. Sus ojos brillaban cada vez ms. No me importa por qu haces las cosas y cmo lo haces, amor mo; Si he esperado tu amor durante seis aos, esperar ms. Quiero que seas t quien lleve la iniciativa en todo momento. No dir nada... y te esperar... La voz de Alabama brot ronca: Carol, no comprendo... Ella le impidi hablar besndole en los labios. Est bien, mi amor musit . Todo est bien. Te esperar... Pero, no quiero quedar sola otra vez...! Escucha, Carol: cualquier da, cuando ms felices vivisemos el uno junto al otro, volvera tu marido. Qu sucedera entonces? O quiz te ofreciste a m porque sabes que tu marido ha muerto? Es eso, Carol? Ha muerto tu marido? Porque si l ha muerto, Carol, yo volver... No. Mi marido no ha muerto suspir ella. Alabama se separ bruscamente de ella. Entonces, Carol, adis. Adis?! Pero... No, no te yayas! Quiso abrazarse a l, pero el pistolero la apart. Sali al porche y mantuvo la puerta cerrada mientras miraba hacia el granero. Vio acercarse a Keno con su caballo. Vmonos, sheriff. Alan Lawford estaba perplejo. Pero cuando vio al pistolero dirigirse a buen paso hacia su caballo, mont en el suyo, que haba permanecido amarrado al verandal del porche. Alabama lleg junto a Keno, cogi las. bridas de manos del muchacho y le acarici la cabeza. Adis, Keno. Mont y se emparej con el sheriff, cada vez ms desconcertado respecto a aquel, pistolero. Carp apareci entonces en el porche. Keno! llam. Los dos jinetes partieron y el chico corri hacia su madre, que haba descendido del porche. Qu quieres, mam? Ella desvi la vista de los dos jinetes de uno de los dos jinetes que se alejaban, y mir a su hijo. Este vio las lgrimas. Por qu lloras? Es por culpa de Alabama? Ella se sec las lgrimas. No. No es culpa suya. Creo que es ma, porqu deb dejar... Deb dejar que fuese l quien... Por qu no lo ha hecho? No te entiendo, mam. Carol no se lo explic. No poda decirle que haba sido rechazada por un hombre al que siempre haba presentido; un hombre al qu siempre haba amado y al que siempre amara... pasase lo que pasase. CAPTULO V LINCHAMIENTO PARTICULAR Entraron en San Antonio poco despus. En realidad, la distancia desde el rancho de los Savage a la ciudad era mnima. Desde el lado sur de la pequea colina en la que se asentaba la casa, se vea la ciudad a menos de un par de kilmetros. Un caballo riada ms que mediano ni se enteraba de aquella distancia. Y los dos hombres montaban buenos caballos. Alan Lawford era zorro viejo, y as, el recorrido por la calle principal hasta su oficina fue rpido, y directo, de tal modo que cuando la gente comenz a darse cuenta de que llevaba un prisionero y que ese prisionero tena una cicatriz en el lado derecho de la cara, Alabama ya estaba en el interior de un calabozo. Lawford tena tres en la parte trasera del edificio en que estaba su oficina. Los otros dos estaban vacos. Quiere algo? Mi revlver sonri Alabama. Quiz ms tarde. O maana. O dentro de una semana. Depende de lo que decida la ley sobre usted. Mientras tanto, si quiere algo, llmeme. Gracias por no disparar, sheriff. Por qu haba de hacerlo? No me refiero ahora, sino antes, en la casa de los Savage. Lawford se acarici la barbilla. Prefer el placer de traerlo prisionero. Eso me dar un poco de prestigio, no cree? No s. Es usted muy modesto. Un hombre que mata a cinco hombres como eran los de McPherson en una tarde tiene que ser peligroso. Por qu se ha dejado apresar por m? Se equivoca. No me he dejado apresar. Usted me quit el revlver, no lo recuerda? Oh, s, claro! No me diga que no hubiese podido impedirlo. Usted, adems, es de esos que no vuelven la espalda a nadie... No le importaba que yo le capturase. Por qu? Tiene usted buen humor sheriff. Le aseguro... Est bien. Cllese. Prefiero el silencio a las mentiras. Se lo repito: si necesita algo, llmeme. De acuerdo. Lawford sali del recinto trasero destinado a celdas provisionales. Dicho recinto, comunicaba con la parte delantera de la casa por medio de un corto pasillo, en cuyo extremo una puerta conduca directamente a la oficina del representante de la ley, que ste comparta con sus tres comisarios. Alan Lawford tena tres comisarios a sus rdenes directas, pero en aquellos momentos, dos estaban persiguiendo a dos tipos que la noche anterior haban robado sendos caballos. Vulgar y aburrido. Todo no. Todo no, porque all tena al tal Alabama... Slim Jones levant la cabeza y larg un manotazo al puado de boletines de reclamacin que haba sobre la mesa. No est reclamado dijo. Me lo imaginaba, Casi podra jurar que no fue l quien mat a McPherson. Estuvo curndose una herida en el muslo que le infirieron durante la pelea con los cuatro... Lo de la herida es cierto. Es una herida sin importancia ninguna, pero est all en su pierna. Slim Jones tena veintitrs aos, mucho valor, un cuello muy largo, un bigote de guas no menos largas y, adems, rizadas, y muchas ganas de ocupar honradamente y a su tiempo el puesto que pronto tendra que dejar vacante Alan Lawford. Por eso Slim Jones se tomaba inters por las cosas. Bueno gru levantndose y cediendo la mesa al sheriff, si no lo mat l, quin lo hizo? Lawford suspir. Me temo que eso tendremos que intentar averiguarlo nosotros, Slim. Ya. Tarea fcil. Seguro; Nada ms tenemos que salir a la calle y preguntarlo. Lo ms irritante es que pudo ser cualquiera, en cualquier momento... Incluso el mismo borracho que encontr el cadver. Lo dudo,ri Slim. Iba tan borracho que no hubiese acertado el edificio del Ayuntamiento a tres pasos. Imagnate que cuando se encontr en el Paradise me dijo que haba visto dos cadveres. Muy gracioso, Slim, muy gracioso. Se hace lo que se puede. No le parece que Bart y Sonway tardan mucho? Un par de cuatrerillos no es motivo para pasarse la noche fuera y continuar igual a media maana. Ellos saben defenderse. En cuanto a ti... Por qu no me haces caso y dejas de frecuentar The Paradise Saloon? Slim Jones enrojeci. No hago mal a nadie. Claro. Slo a ti mismo. Y slo a m me importa. Claro, muchacho Lawford lo mir reprobativamente. Pero espero que tu inteligencia funcione lo suficiente para comprender que esa hermossima Liona Gallsworthy no se fijar en ti. No lo comprendes? En Santone hay tipos de todas clases... y casi todos, Slim, tienen ms dinero que t y que yo... Y no me digas, que Liona Gallsworthy es de las que no conceden importancia al dinero, porque me reira. Slim cogi su sombrero y se lo hundi de un manotazo. Voy a dar una vuelta. Muy bien. Adems, chico, eres ms joven que Liona, y lo que ella necesita son tipos como... seal hacia las celdas, con el pulgar como se, por ejemplo. Adis, Slim. La despedida tuvo efecto cuando ya Slim haba cerrado la puerta violentamente tras l. Lawford movi la cabeza con un gesto de disculpa y se dedic a ordenar los boletines esparcidos por encima de la mesa. Cuando levant la cabeza, al or pisadas en el porche, vio las tres sombras que se recortaban fugazmente en la ventana. No le gust su actitud. Se levant rpidamente y corri hacia la puerta. Cuando sta se abri, l ya estaba detrs de la hoja de madera. Entraron tres hombres. No se vuelvan exclam Lawford. Les estoy apuntando a la espalda. Qu significa esto,. sheriff? Digan lo que quieren. Pronto. Ver al preso. Al tipo de la cicatriz. Vulvanse cuando los tres hombres obedecieron, Lawford sonri burlonamente. Nada menos que los amigos Gordon y Purdom, acompaados de un simptico compinche. Cmo ya esa mandbula, Gordon? Fue Purdom, el pistolero, que la noche anterior huyera ante Alabama, quien explic: Gordon no puede hablar, sheriff. No ve cmo tiene la cara? Claro que la veo. Y vosotros, que os habis enterado que yo tengo preso al hombre que le hizo eso y te hizo huir a ti... Yo no fui enrojeci Purdom. Fue mi caballo que..., que se asust de los disparos. Oh, claro! Y ahora quieres desquitarte del susto de tu caballo pegndole cuatro tiros a mi prisionero desde fuera de la celda, no es eso? Le aseguro. que no, sheriff. Tan slo queremos hablar con l. Si no lo cree, desrmenos. Entraremos a verlo sin armas. Le aseguro que lo que nos interesa es charlar con l. Slo eso. Purdom se desabroch la hebilla del cinto doble. Sus dos compaeros le imitaron. Siempre de espaldas al sheriff, se dirigieron hacia la mesa de ste y dejaron las armas. Alan Lawford gru: No me fo de vosotros. Qu tenis que hablar con Alabama? Se llama Alabama? Bueno, lo qu tenemos que hablar con l es... confidencial, sheriff... S? Pues escoged: si entris ah es porque yo voy a estar delante y lo voy a or todo. O eso, o no entris. Purdom vacil unos instantes. De acuerdo acept al fin, de mala gana. * * * Alabama frunci el ceo cuando vio entrar a los cuatro hombres. No le gust. Y le gust menos todava cuando vio que los tres primeros en entrar iban desarmados y que, detrs de ellos, con un revlver en su mano izquierda, Alan Lawford todava no pareca muy seguro de lo que convena hacer. No, no le gustaba. Reconoci inmediatamente a Cordn, pese y precisamente el vendaje que rodeaba su cara. Tambin le pareci que otro de aquellos tres hombres, el de enmedio, era el que haba huido a caballo... Al tercero no le conoca. Algn compinche sacado de la manga. Estos hombres quieren hablar con usted, Alabama. Qu bien! Me aburra de veras. De qu se trata? Nada; importantesonri rufianescamente Purdom. Se acuerda de cierta mujer y cierto nio? Alabama se mordi el labio inferior. No sonri. Oh, veo que s se acuerda! ri Purdom. Le traemos recuerdos de su parte. Gracias, muy amables. Vea; siempre es deber de humanidad respetar los ltimos deseos de quienes van a morir. Y la mujer nos pidi... Alan Lawford adelant hasta hundir el can de su revlver en la espalda de Purdom. Su voz son aguda, violenta: Purdom, como sea cierto... Demasiado tarde comprendi Lawford de qu iba la cosa. Antes de que pudiera evitarlo, el pistolero que acompaaba a Purdom y Gordon le golpe el brazo armado, haciendo caer el revlver al suelo. Acto seguido, sin transicin, su otro puo se incrust en el estmago del viejo sheriff; cada vez ms rpidamente, de nuevo el derecho, golpe en la mandbula del representante de la ley, lanzndolo contra la pared de enfrente a las rejas de las celdas. Lawford qued tumbado panza arriba, sin conocimiento. Alabama se pas la lengua por los labios. Bien, haba llegado la hora de morir. Y qu? Acaso no se dio por muerto cuando aquel atardecer, en Alabama, vio descender sobre su cabeza el sable de aquel soldado nordista? Haba vivido algunos aos ms... La cuerda, Gordon dijo Purdom. Luego, se dirigi al otro . T, Turner, qutale al sheriff las llaves de las celdas. Y no dejes de apuntar a nuestro amigo ni un segundo. Turner recogi el revlver de Lawford; luego las llaves que portaba el inanimado sheriff, y las tendi a Purdom. Mientras ste introduca una de ellas en la cerradura de su celda, Alabama contemplaba la maniobra de Gordon, cuyos ojos, de cuando en cuando, lo miraban llenos de odio. Gordon se haba bajado los pantalones, dejndolos resbalar hasta el suelo. En otras circunstancias, Alabama hubiese soltado la carcajada ante las blanqusimas, peludas y torcidas piernas del pistolero, as como de su ropa interior. En otras circunstancias... No en aqullas. Gordon se estaba desliando la cuerda que haba llevado arrollada a una pierna. Una cuerda de camo, seca, dura, fuerte. No demasiado gruesa, pero suficiente para soportar el peso de una res. Y l, Alabama, pesaba menos que una res. Afuera dijo Purdom. Se te est preparando una bonita fiesta. De buena gana te lincharamos en la calle, pero no queremos correr riesgos ni molestias. Nosotros tres sabemos disfrutar solitos de tan distrado espectculo. Vamos, afuera! Se pregunt cmo lo iban a linchar. Y como si Purdom hubiese adivinado sus pensamientos y quisiera informarle, dijo: Pasa la cuerda por el montante de la puerta de la celda, Turner. Eso es. Este tipo es alto, pero si le pegamos bien la cabeza al hierro de arriba, no le llegarn los pies al suelo. Vulvete de espaldas, Alabama, o como diablos te llames. tale t las manos, Gordon. Gordon emiti una risita con la garganta. Se acerc a Alabama por detrs, con un trozo de cuerda en las manos. Antes de proceder a atar las manos del hombre que iba a ser colgado tan srdidamente, Gordon hundi en corto, lleno de odio, el puo en el costado de Alabama, que resopl echndolo fuera. Gordon se iba cegando. Vez tras vez, sus nudillos golpearon los costados de Alabama, hundindose a veces en los riones o en la columna vertebral. Alabama soportaba el castigo sin rechistar, procurando incluso que Gordon no lo moviese con sus golpes, exasperando al torturador. La fra mirada del hombre de la cicatriz estaba fija en Turner, el nico que estaba armado all. Dale, Gordon! Rmpele las costillas! Turner y Purdom rean, Gordon fue cegndose ms y ms, hasta el punto de que, poco despus, cuando sus compaeros le dijeron que ya estaba bien, que iban a linchar a Alabama, pareci no orlos. He dicho basta, Gordon gru Purdom. Como Gordon siguiera golpeando, ciego a todo lo que no fuese aquello, Purdom se adelant. Te he dicho que lo dejes, idiota! No ves que...? El terrible puetazo de Alabama le cogi tan de sorpresa que ni siquiera se enfureci, de momento. Ni se dio cuenta de que haba sido lanzado contra Turner y que, el revlver que ste empuaba haba saltado de su mano como consecuencia del choque. Gordon qued desconcertado, tras golpear dos veces al vaco. Turner, tambaleante, maldijo a Gordon y a Purdom, Este ltimo, tras chocar contra Turner, haba, cado al suelo, por fin. Venci el ms sereno. Cuando los tres pistoleros fueron a darse cuenta exacta de lo sucedido, Alabama les miraba framente, por encima del revlver que se haba apresurado a recoger. Respiraba agitadamente, ensanchando con exageracin el pecho, buscndole nuevo aire. Est bien mascull. La diversin ha terminado para vosotros... y empieza para m. De un salto se coloc junto a Gordon. Sin piedad, no slo como venganza por los golpes recientemente recibidos de l, sino como castigo, Alabama golpe con el can del revlver la mandbula del hombre, que cruji como la noche anterior, de nuevo desencajada. Cuando Gordon, tras un espantoso grito de dolor y con los ojos en blanco, todava no haba llegado al suelo, Alabama le propin un puntapi en la garganta que lo tir contra los barrotes de la celda. Se volvi hacia los otros dos. Y dijo: Red. Purdom y Turner abrieron la boca, la volvieron a cerrar y la abrieron, de nuevo. Alabama levant el percutor del revlver. Red repiti. Purdom se aclar la garganta Eh... Bueno... Ja, ja, ja... Ms. Ja, ja, ja, ja... T tambin, Turner. Arriba esos nimos hombres. Red. Los dos pistoleros rieron.Daba asco orlos..., o verdaderas ganas de rer. Se limitaban a lanzar su ja, ja, como el que recita la escala musical, aburridamente, sin alegra. Acercaos. Vamos! Los dos hombres obedecieron. Alabama le clav la punta del can del revlver a Purdom en el estmago. Este palideci instantneamente, doblndose por la cintura y cayendo al suelo hecho un ovillo, gimiendo. Turner quiso atacar, pero Alabama le golpe en la barbilla, moviendo el revolver de abajo a arriba, echndole la cabeza hacia atrs. Sin darle tiempo a reponerse, se acerc a l y le hundi el can del revlver de plano, en la frente. Turner se desplom sin sentido. Purdom se estaba reponiendo. Alabama esper pacientemente, aunque fueron pocos segundos. Cuando Purdom levant la cabeza observ que su enemigo, el hombre que haba pensado linchar, se haba metido el revlver entr la camisa y los pantalones y lo esperaba. Se tir de cabeza contra su vientre cuando estaba a medio incorporar simulando no haberse recobrado plenamente. Lo hizo mal. Muy mal. Un puo dursimo, que brot desde el suelo cmo era esto posible?, se estrell contra sus labios, levantndole la cabeza grotescamente, para recibir una terrible bofetada que incendi su cara. Purdom cay de nuevo al suelo. Gema, y no pareca tener intencin de proseguir la pelea. Alabama se inclin sobre l, lo agarr por la pechera y tir hacia arriba, hasta ponerlo en pie. Ech el _ puo derecho hacia atrs, esperando que Purdom reaccionara entonces. Pero el tipo se limit a chillar y a intentar ocultar su cara con ambas manos. Lo hizo mal. Muy mal, porque Alabama le golpe el estmago con tanta violencia que le oblig a llevarse las manos all;.entonces, le golpe en la cara. Le dio de lleno en la nariz, tirndolo contra los barrotes de la celda, igual que poco antes hiciera con Gordon. Purdom rebot, quedando tambaleante, sin saber quin era ni dnde estaba ni qu haca. Todo l era un nico latido lleno de dolor. Ni siquiera protest cuando Alabama lo llev de nuevo junto a los barrotes, ni cuando sostenindolo pegado de cara a ellos, l pas al interior de la celda, meti la mano por entre los hierros, lo agarr con fuerza por la pechera, lo ech hacia atrs y finalmente, atrayndolo con fuerza, casi incrust su cara en los barrotes. Cuando Alabama solt a Purdom, ste se dobl como si fuese de papel y, adems, estuviese mojado. El pistolero de la cicatriz lanz un resoplido. Pens que quiz se haba portado un poco bruscamente con aquellos chicos, pero entonces vio la cuerda cada en el suelo. Tendra que colgarlos a ellos se dijo. De pronto, oy un gemido. Se volvi hacia Alan Lawford, el viejo representante de la ley en Santone, Texas, comenzaba a agitarse. No tena edad para soportar golpes como el qu le haba propinado Turner. CAPTULO VI LOS BESOS DE LIONA Alan Lawford abri los ojos. Vio el techo. Durante un par de segundos, la incomprensin brill en sus pupilas, pero de pronto, se incorpor, sobresaltado. Qu tal se encuentra, sheriff? Lawford movi en todos los sentidos el maxilar inferior. Bien grazn con voz seca .Bien... Oiga! Qu ha pasado? Alabama, en el interior de su celda, pegado a los barrotes, lanz una carcajada. No se haga el modesto, sheriff. Es usted todo un enemigo. En mi vida he visto pegar igual. Ni lo ver, seguro. Depende de lo que viva, muchacho mir a su alrededor y se qued petrificado al ver a Turner, Gordon y Purdom metidos en otra celda, los tres sin sentido, al parecer. Quin ha metido ah a esos tres? Alabama alz las cejas... Habla en serio, sheriff? Claro que hablo en serio! Qu diablos ha ocurrido aqu? Bueno, no me importar regalarle los odos. Uno de esos tipos le golpe, hacindole caer el revlver; luego, le golpe en el mentn. Pero usted encaj el golpe y... ...Y me qued sin sentido. Dgame la verdad de lo que ha pasado. No puedo. Por qu? Porque no estaba aqu. Ah, no? Dnde estaba? Estaba en... Alabama gui un ojo. Bueno, le dir la verdad: aprovech la ocasin para salir de aqu y asesinar a otro hombre. Vyase al diablo! O me explica lo que ha pasado aqu o... Ante la irnica mirada de Alabama, Lawford se llev la mano a la funda y, para su sorpresa, el revlver estaba all. No puedo creer que sea capaz de disparar contra m, sheriff. Pues le aseguro... La aseveracin que iba a pronunciar Lawford fue interrumpida por unos agudos gritos casi histricos que sonaron en el despacho, ms all de la puerta que separaba ste de la parte de las celdas. Tiene visita, sheriff. Lawford dirigi una mirada hosca a Alabama. Luego, a travs de los barrotes, mir a los tres hombres que... Qu significaba aquella cuerda que haba junto a ellos? Alabama se anticip a la pregunta, pues haba visto dnde diriga Lawford la mirada y la perplejidad de sus ojos. Queran lincharme. El de la cara rota llevaba la cuerda arrollada en una pierna. Alan Lawford qued lvido. No hubiese sido nada agradable despertar y encontrarse con que su prisionero, haba sido linchado delante de su nariz y en las mismas celdas, pues comprendi el gesto de Alabama sealando el montante de la puerta de su celda. Se pas la mano por la boca, momentneamente olvidado de los gritos del despacho. Muchacho, usted se ha portado... La misma voz, sonando ahora ms aguda y ms cerca: Es que no hay nadie aqu...? Oh, por fin! No me haba odo, sheriff? La mujer entr decididamente en el recinto de las celdas. Alabama abri la boca, asombrado y maravillado. Era una mujer qu restallaba ante los ojos de los hombres. As deba ser, seguro: como si un trozo de oro bajo el sol apareciese de pronto ante la vista. Era muy rubia, casi cenicientos sus cabellos, blanqusimas sus carnes, de rojos labios. Alta, de busto fino, agudo, mostrado de forma que obligaba a los hombres a permanecer durante todo el tiempo con la vista fija all, temiendo qu si la apartan, precisamente en ese momento, se produzca el milagro de la aparicin... de la fina ropa interior. Las caderas eran, tan firmes y pujantes como el busto, vibrtiles, finas. Los ojos eran verdes, perversos de tan hermosos, grandes... Vesta de tal forma que si en lugar de ser como era hubiese sido una mujer corriente,. hubiese causado risa. Pero ella no causaba risa, pese a sus plumas, a su escote, a sus tres lunares postizos uno en la barbilla, otro en la comisura izquierda de los labios y otro en la mejilla derecha, y al rojo rabioso de su vestido, amplio, con gran miriaque. No, no causaba risa, sino como un gran golpe de un aliento gigante repleto de sensualidad de pasin... La mujer lleg frente a Alabama en el momento justo en que ste cerraba la boca, medianamente recuperado de la restallante, espectacular y briosa entrada de la hermossima mujer. Tambin la cerr en el momento justo para recibir en los labios el beso de la mujer. Esta haba pasado sus desnudos brazos por entre los barrotes, rodeando con ellos el cuello del hombre y obligndole sin ningn esfuerzo ni resistencia por parte de Alabama a inclinar la cabeza para recibir el beso. Alabama! chill luego . Eres un maldito embustero, un granuja...! Ah, si hubiese sabido que ibas en busca de otra mujer...! Alabama era un hombre fro, sereno, casi taciturno. Sus rasgos de humor eran pocos y espaciados. Durante un solo segundo, el mundo entero pareci girar bajo l. Luego tuvo su rasgo de humor. Sac las manos, apres la nuca de la mujer, la atrajo hacia los barrotes y le devolvi cumplidamente el beso. Perdname, cario. No lo har ms. Esta vez fue la mujer quien sinti que el mundo entero giraba bajo ella. Pero tambin deba tener serenidad y rasgos de humor, porque hizo un delicioso mohn con su estupenda boca y dijo: No me engaas? Y lo volvi a besar. Alabama respir hondo, muy hondo... No te engao asegur. Y repiti exactamente la misma jugada: atrajo por la nuca a la mujer y volvi a besarla en los labios. Ya est bien! gru el atnito Lawford...No ests en tu saloon, Liona. Qu pretendes? Qu significa esto? Conoces a este hombre? La mujer abri desmesuradamente los ojos. Est de broma, sheriff? Preguntarme si conozco a Alabama! Le he preguntado yo a usted si conoce a sus bigotes? Eso core con gran concisin Alabama. Lawford se llev una mano a su estupendo bigote, pero la retir inmediatamente. Su ceo se frunci ms y ms. Lo conoces o no? Que si lo conozco! Alabama, el sheriff pregunta si te conozco. Es muy bromista pareci censurar Alabama. Vamos, hombre, mira que preguntar si me conoces...! Lawford, definitivamente ceudo, mir a Alabama. Conoce usted a Liona Gallswhorthy? El pistolero se ech a rer. Hombre, sheriffl Mire que preguntar si conozco a Liona...! Lawford se rasc una patilla, mirando alternativamente a uno y a otro. Se retir unos pasos, sac la bolsita de tabaco y procedi a liar un cigarrillo. Lo encendi. Est bien, Liona dijo. Qu te traes entre manos? No me traigo nada entre manos! Pero quiero... exijo... que dejes libre inmediatamente a Alabama! Est acusado de asesinato. Lo sabas? Claro que lo saba! A ver, .quin le vio matar a McPherson? Nadie. Pero sospechamos... Sospechas! Nadie puede atestiguar que Alabama matase a. McPherson. En cambio, yo puedo atestiguar que no lo vi hacerlo. El cigarrillo cay de los labios del sheriff. Si has venido a tomarme el pelo... gru. No sea vulgar, sheriff. He venido a decirle que Alabama no pudo matar a McPherson, porque el poco rato que estuvo en San Antonio y que no invirti en dar una leccin a esos mamarrachos de McPherson, lo pas conmigo. Ah, s? Dnde? pregunt Lawford, recogiendo el cigarrillo. Los ojos de Liona Gallsworthy echaron chispas furiosas. Dnde cree que puede estar un hombre como Alabama conmigo... y a solas? El cigarrillo volvi a desprenderse de los labios de Lawford. Enrojeci tan sbitamente como si le hubiesen dado un inesperado brochazo de sangre en la cara. Quieres decir que...? Alabama pareca divertido. Sin embargo, sus ojos, entrecerrados, miraban fijamente a la maravillosa mujer cuyos labios saban... Diablos, saban a autnticos labios, como brasas...! Liona golpe el suelo con el pie. No seas sucio, sheriff! Alabama se me present por la parte de atrs del saln, segn me dijo. Vena herido y me pidi que le ayudara. Me volv loca de alegra al verle de nuevo. Hice lo que me pidi, y no le hubiese dejado marchar si l no me hubiese asegurado que tena que hacer algo ineludible. Le dej abandonar mis habitaciones con la promesa de que volvera en cuanto pudiese... se volvi hacia el risueo pistolero. Eres un sinvergenza, Alabama Qu tena la seora Savage que yo no pudiese ofrecerte? Solamente un labio de Alabama sufri una ligersima crispacin. Pero se domin perfectamente y dijo: No es lo que t piensas, Liona, cario. De veras que slo fui a ayudarla. No me cayeron simpticos esos hombres de McPherson. Slo por eso? De verdad? De verdad. Te perdono suspir la hermosa. Anda, vmonos. Este no es sitio para ti. Se me deja opinar sobre eso? ironiz Lawford. Que sea con sensatez. Lo procurar. Veamos, Liona, si lo he entendido todo bien. T lo que quieres es que yo, bonitamente, deje en libertad a un hombre que est acusado de asesinato... McPherson era un granuja y a usted le consta. Que fuese un granuja o no, ste no es el momento de discutirlo la indirecta amosc a Lawford . Alabama asegur que el tiempo que no se le vio estuvo en el final de una calle, cerca de la pradera, atendindose l slito la herida. A quin creo? A m. l lo hizo para no complicarme en esto, porque yo le habl de McPherson cuando l, mientras yo le curaba, me contaba lo sucedido. O sea que Alabama se enter de que t y Esley T. McPherson no os llevabais bien, y prefiri no mezclarte a ti ni a tu terrible Arthur McQueen en su pelea aparte con McPherson. No quiso, en una palabra, que McPherson y sus hombres se enterasen que haba recibido ayuda tuya de ninguna clase. Y entonces invent el cuento de que se cur l solo, y dems embustes. Es eso? Aja. Verdad, Alabama? Verdad, Liona. Alan Lawford inclin la cabeza Quiz no fuese ya muy rpido con el revlver, ni muy fuerte ni contundente con los puos. Pero su cabeza funcionaba estupendamente. Estupendamente, s. l saba seguro que el pistolero se haba atendido personalmente la herida. Alabama le haba mostrado durante el recorrido del rancho de los Savage a San Antonio, su pequeo botiqun y algunas manchas de sangre que pareca reciente en alguna gasa. Alabama haba dicho la verdad, Liona Gallsworthy menta. Por qu? Porque quera que Alabama saliese libre. Por qu? Por qu? Por otra parte, Lawford se dijo que un tipo que como Alabama, patea l solo a tres pistoleros que lo quieren linchar, los mete en una celda, coloca al sheriff que lo tiene prisionero su propio revlver en la funda y se vuelve a encerrar en su celda, mereca un poco de confianza. Y la ltima conclusin, la ms importante: l haba llegado ya haca rato a la conclusin de que Alabama no haba asesinado a McPherson. Qu perda dejando libre al pistolero? Nada. Que poda ganar? Su amistad que no era poca cosa, viniendo de un hombre como Alabama, y seguramente conocer los propsitos de Liona Gallsworthy. Muy bien abri la celda . Puede marcharse, muchacho. Venga conmigo, le dar su revlver. Quiz lo necesite si a la gente le da por querer lincharle. Nadie intentar nada mientras yaya conmigo. Y ya me encargar yo de decir la verdad a todos. Estupendo, Liona. Qu haces ah? La estupenda mujer se haba acercado a la celda en la que Turner, Purdom y Gordon comenzaban a agitarse, y estaba mirndolos. No son de la camada de McPherson esos tres? S. Qu hacen ah? Alabama sali de la celda, rode el talle de Liona, la estruj contra su pecho, la bes en los labios, suspir y explic: Los encerr el sheriff, por desacato a la autoridad. Los encerr l solo? se extra Liona, pegndose a Alabama. Eso es. Ah donde lo ves, el sherff es un tipo de cuidado. Alan Lawford lanz un resoplido que hizo oscilar sus bigotazos. Se dirigi hacia la puerta, seguido del pistolero y la corista ms popular de Santone. Alabama acarici la culata de su revlver, lo sac, mir el cilindro y lo volvi a enfundar. Esto es otra cosa dijo. Vamos, Liona? Salieron. Alan Lawford se sent ante su mesa, colocando los pies en ella. Haba conocido pensaba tipos imbciles y estpidos, pero ninguno como su ayudante Slim Jones. Seguro que ste haba dado su. perruna vuelta en torno a los dominios de Liona Gallsworthy Paradise Saloony al verla se apresur a contarle la interesante historia que haca alusin a Alabama, McPherson, los Savage... Me dejara afeitar el bigote por saber lo que est tramando la muy... Liona. Se encogi de hombros y li otro cigarrillo, sin saber que la brevsima escena que estaba transcurriendo en la calle tena su pizquita de inters. * * * Alabama y Liona salieron a la calle colgada sta del brazo del pistolero. Un murmullo de estupor rod por la calle principal de Santone. La gente que se haba congregado, all, se decepcion. Liona Gallsworthy se quedaba con el pistolero de la cicatriz, que sala libre. Algunos quisieron acercarse, pero no podan hallar mejor freno que la mirada fra y dura, insensible, de Alabama. Durante unos segundos el pistolero y la corista esperaron a que la calle se despejase. Cuando esto ocurri, Alabama sinti una punzada en el corazn. All estaba ella. A su lado, ambos en el pequeo asiento del calesn, estaba Keno, madre e hijo lo miraron profundamente, sosteniendo su mirada. Alabama vio el brillo en los ojos de Carol una fraccin de segundo antes de que sta moviese las riendas. El caballo se movi sobre los cuartos traseros, gir el calesn, y en pocos segundos fue slo una estela de polvo. Vamos, cario? ri Liona. Echaron a andar en direccin a The Paradise Saloon, mientras Lawford, que por fin haba acudido a la ventana al or el murmullo de la gente se preguntaba, rascndose una patilla, el significado de todo aquello. Carol Savage se haba decidido a llegarse a Santone. Por qu? Para qu? CAPTULO VII DE PISTOLERO A PISTOLERO Alabama mir a trasluz de sol el contenido del vaso que tena en la mano izquierda. Y bien? pregunt amablemente. Liona Gallsworthy se pregunt si aquel hombre tan varonil y agradable, no mereca mejor suerte que la que le estaba destinada. Se lo pregunt en serio, no fingiendo de ojos afuera, sino de ojos adentro, hacia el corazn. Alabama bebi otro sorbito. Es muy bueno alab. Liona sonri. Todo lo mo es bueno, Alabama. El pistolero mir los hermosos labios, y lo dems, que no era menos hermoso. Seguro asinti. Lo he comprobado. Sonri de aquella manera suya, tan varonil y rejuvenecedora, y una vez ms Liona se pregunt si semejante hombre no mereca mejor suerte. Alabama estaba tendido a medias en un sof, con la parte izquierda del cuerpo dentro del confortable mueble, pero con el revlver colgando fuera, y la mano derecha lo suficientemente alejada del arma para que la cosa pareciese natural, una postura natural. Liona Gallsworthy se haba quitado algunos de sus perifollos, con lo cual haba ganado en lozana y juventud... y hermosura: Ella estaba sentada en la otra punta del sof que adornaba ricamente su habitacin privada. Se estaba bien all, se ola bien, se beba bien, se vea bien... Y bien? insisti Alabama. Y bien... qu? De qu se trata? Cmo tengo que agradecer tu ayuda, Liona? Todava no te he pedido que me agradezcas nada... Ya, ya. Pero a m no me gusta alargar demasiado las cosas. No es que sea un ansioso, un precipitado... Pero creo que lo que tiene que hacerse conviene hacerlo pronto. Qu tengo que hacer, Liona? Esta se decidi rpidamente por la suerte que deba correr aquel viril pistolero de la cicatriz. Y dijo: Matar a un hombre. Alabama arrug los labios, movi la cabeza y bebi otro sorbito. Trabajo fcil admiti. Para segn quin. Oh, claro. Me imagino que t no seras capaz de hacerlo. O s? T qu crees? Prefiero recordarte besando, Liona. Por qu crees t que yo voy a aceptar matar al hombre que t me indiques? Eres un pistolero profesional, no? No. Liona pareci sorprenderse. Tu aspecto, tu habilidad... Es que has acertado... en parte. Soy pistolero. Pero no profesional, como esos desdichados que trabajaban a las rdenes del no menos desdichado McPherson. Por qu y quin lo matara? Realmente te importa? En absoluto. Curiosidad. Pero dime: verdad que t sabes quin lo hizo? Liona sonri. Si te digo que s, insistirs hasta que te lo diga. Si te digo que no, perders inters por m y te marchars. No puedo decirte nada, Alabama. Ni quiero que te marches de mi lado. De tu lado... o de tu servicio? Liona Gallsworthy aspir hondo. De mi lado. Cuntos hombres tienes a tu lado, Liona? Quiero tener slo uno. Eso es muy agradable. A quin has tenido hasta ahora? Por qu preguntas eso? Porque creo que tengo ya treinta aos, y edad para saber casi todas las cosas del mundo. Lo que t me digas no me escandalizar, ni me asombrar... Ya te lo he dicho. Para que mates a un hombre. Por qu he de hacerlo yo? Porque aparte de ese hombre eres el ms peligroso de Santone. S lo que hiciste en slo medi da. Por eso me escogiste a m para ese trabajito, a pesar de no conocerme? S. Por qu quieres matarlo? Liona se qued muda. No poda decir que haba decidido matarlo haca tan slo unos minutos, y que tal decisin estaba basada en la sustitucin de Alabama por el otro. Eso es cuenta ma. Entonces, Liona amada, mtalo t. Yo no... Son una discreta llamada a la puerta. Liona pareci sobresaltarse, pero Alabama permaneci indiferente, bebiendo, aunque su mano recorri alguna distancia hacia el revlver. Tena la puerta enfrente, y no necesitaba estar de pie para disparar. Liona abri. Los brazos de un hombre aparecieron en el talle de la mujer. Eso fue lo primero que Alabama vio del hombre: sus brazos, ciendo la cintura de la mujer ms hermosa de Santone. Ella correspondi al beso, pero su brevedad, pareci disgustar al hombre. Qu te ocurre, Liona? Ella se apart. Entonces, el hombre entero apareci a los ojos de Alabama. Y el recin llegado tambin le vio a l. Comprendo dijo. Es l? Liona asinti. Estaba violenta, pero ninguno de los dos hombres pareci darse cuenta de ello. Pasa de una vez, Arthur invit Liona. Este es Alabama, el hombre que ha matado a cinco hombres de McPherson en pocas horas. A seis rectific el recin llegado. No hace ni dos minutos, he visto sacar de la crcel a otro, muerto, con la mandbula y el cuello rotos. Este es Arthur McQueen, Alabama present Liona. Y aadi: El hombre ms peligroso de San Antonio. Alabama lade entonces la cabeza de modo ms conveniente para mirar bien al recin llegado. Record qu Lawford, el sheriff, haba mencionado su nombre cuando hablaba con Liona, llamndole tu terrible Arthur McQueen. Y bien: si aqul era el hombre ms peligroso de Santone, quera decir que Liona le haba sentenciado a muerte. Era, en suma, el hombre que Liona quera que l matase. Se mereca una mirada. Arthur McQueen era alto y delgado; fuerte, pero elegante. Vesta un bien cortado traje oscuro, camisa blanca y chalina negra. Su rostro era muy agradable y varonil, inteligente. No tendra ms de treinta y dos aos. Llevaba dos revlveres cuyas culatas aparecan hacia delante por la abierta chaqueta. Y, por lo visto, haca pocos segundos, las relaciones entre McQueen y la bella Liona no podan ser ms ntimas..., por lo menos ante los extraos. Qu haran a solas? No me gusta que me miren tan fijamente y con ese aire, Alabama. Lo dijo tan bruscamente, con tanto aire de desafo, que Alabama tuvo que musitar: Entonces, qutese de delante. Arthur McQueen enrojeci. Sus manos sufrieron una crispacin, un temblor que Alabama conoca muy bien: el temblor del hombre que se contiene, no por miedo, sino porque hay algo ms conveniente que replicar en aquellos momentos a una ofensa. Algo que producir ms satisfaccin que la aniquilacin inmediata del antagonista, o del ofensor. Qu poda ser? Fuese lo que fuese, resultaba obvio que Liona no estaba de acuerdo con McQueen, puesto que quera que l lo matase. Sin embargo, McQueen pareca estar muy seguro de Liona. Resultado? Liona fuese como fuese y en lo que fuese, haba engaado, mentido a McQueen hacindole creer que Alabama iba a ser utilizado en algo que redundara en beneficio de ellos dos, para; quiz en el ltimo momento, decidir que era mejor deshacerse del peligroso Arthur McQueen. De buena gana, Alabama hubiese mirado a Liona para estudiar su reaccin, pero no poda hacerlo, pues estaba esperando la reaccin de McQueen. La rojez desapareci, si bien lentamente, del rostro de McQueen. Y dijo: No me gustan sus palabras, Alabama. El pistolero de la cicatriz sonri plcidamente. Entonces no las escuche; mrchese. McQueen volvi a enrojecer. Por un momento, olvid que los planes que haba trazado con Liona implicaban respetar por el momento la vida del pistolero burln y fro que resultaba ser Alabama, pero sus manos fueron controladas a tiempo. Sin embargo, en dos zancadas lleg junto a Alabama y, cogindolo por la cazadora, lo levant del sof. Escuche, sucio pist...! Algo se hundi dolorosamente en su estmago por encima de la gruesa hebilla del cinto doble. Cuando se dio cuenta de lo que era, en su rostro haban restallado ya las dos violentsimas bofetadas una de revs y otra con la palma surgidas de la mano izquierda de Alabama. Con el estmago hecho polvo por el feroz puetazo y las mejillas ardiendo por las no menos feroces bofetadas, Arthur McQueen manote hacia atrs, hasta chocar con la ya cerrada puerta. Qued all, curvado por el dolor en las tripas y humillado por el calor en la cara. Alabama se dej caer, como agotado, en el sof. Su mano izquierda se apoder del vaso de whisky, y lo mantuvo en alto frente a sus ojos. Dijo: Que se marche, Liona y no mir a ninguno de los dos. De pronto, se ech a rer. La cosa le hizo gracia. Y la repiti, paladendola. Que se marche, Liona continuaba mirando el vaso de whisky. Tres segundos de tensin. Silencio. Luego, casi imperceptiblemente, las manos de Arthur McQueen fueron dirigindose hacia las culatas de sus. revlveres. Alabama volvi a rer. Le estoy viendo reflejado en este hermoso vaso de whisky, McQueen. Pero siga, si quiere... o se atreve. Entonces lade la cabeza y lo mir directamente. McQueen inmoviliz las manos. An le ardan las mejillas, y tuvo que decir: Nos veremos en otro momento. Procure que no sea a la hora de la siesta. El da que no la duermo, McQueen, me vuelvo muy irritable. A lo peor sonri lo mataba. Antes de salir, McQueen mir a Liona, y sta a l. Su gesto de inteligencia fue tan torpe que si Alabama no hubiese querido simular que no lo haba visto, se hubiese echado a rer. Liona cerr la puerta. Te has buscado un enemigo peligroso, Alabama. El que t queras, no? No es McQueen el hombre que t queras que matase? S admiti ella. Pero no ahora. A la noche. Por qu a la noche? Caprichos. Una mujer como t, Liona, puede permitirse incluso esos caprichos. Pero te dir una cosa: matar a McQueen... en el momento que l mismo elija. S que eres capaz de hacerlo. Me halagas, Liona. Liona Gallsworthy estaba verdaderamente impresionada del alarde de valor y seguridad de Alabama, de su serenidad, de su virilidad, de su indiferencia ante lo que quiz hubiese podido significarle la muerte. Se acerc a l y se arrodill, tomndole la mano derecha. Se inclin sobre l hasta que el hombre not sobre el suyo el corazn de la mujer. Entonces, Liona, una vez ms, lo bes en los labios. Luego le pas uno de sus finos dedos por la cicatriz que no era horrible, sino trgicamente varonil. Quin te la hizo? Un yanqui. Vi bajar el sable... Quieres creerme, Liona? A veces ni siquiera puedo creer que est vivo. Ella le bes en la barbilla, y l la dej hacer, porque le convena saber qu quera aquella mujer... y porque en modo alguno le desagradaba. Cuntame tu historia, Alabama... susurr Liona. Mi historia?.el pistolero sonri, y quiz pareca un poco perplejo. Pues... Bueno, ah va: nac, estoy viviendo... y no s cundo morir. Vulgar, verdad? Nada en ti es vulgar. Pero dime la verdad... A dnde vas? Alabama se haba puesto en pie, apartando a Liona. Dej el vaso de whisky en el respaldo del sof, y dijo: Espero que haya algo de comer para m en Santone, cario.! Qu dices? Ordenar que nos traigan... No, no, no, Liona. Todava no estoy a tu lado. Comprendes? Si ms adelante ocurre as, comer contigo... de lo que t pagues. De momento, lo har solo... de lo que pague yo. Creo que dormir un rato. Y cuando ya no haya sol, vendr a verte. Ella le ofreci los labios. Te esperar, Alabama. Lo s le toc los labios con un dedo. Cuando vuelva recoger este beso. Lo bueno, Liona, hay que dosificarlo. Es triste llegar a aborrecer lo que tanto lleg a gustarnos. CAPTULO VIII LA CURIOSIDAD DE KARL HENREID Mont. Separ el, caballo de la barra y se dirigi calle abajo, en busca de un sitio donde le pareciese que se podra comer medianamente. Cuando pas ante una barbera, Alabama detuvo su caballo. Instintivamente, su mano izquierda subi a sus cabellos. Iba afeitado, pues lo haba hecho aquella maana en el ranchito de los Savage. Pero... cunto haca que no se cortaba el pelo? Mucho. Si he esperado tanto se dijo, podr esperar un da ms. Y fue al reanudar su camino cuando vio a los dos jinetes. Estaban parados junto a la otra acera, a unos treinta metros, de espaldas a l. De espaldas, pero mirndole con la cabeza ladeada, forzando los ojos y la postura. Est bien, chicos musit : seguidme. As fue. A partir de aquel momento, Alabama se las arregl para que su espalda no quedase inerme en ningn momento ante los posibles disparos de los dos pistoleros. Poda caber alguna duda respecto a quien los enviaba contra l? Alabama pensaba rpidamente. Si tal como crea, haba sido McQueen, de qu utilidad les sera l ms adelante al elegante pistolero y a la bella Liona? Era absurdo sacarlo de la crcel pensando utilizarlo en un plan que tan bien deban haber estudiado, para matarlo luego tontamente, en medio de la calle. Muy bien. Adelante. Ellos tenan la iniciativa. Pero cuando Alabama se detuvo ante una casa de comidas, los dos hombres no haban tomado todava ninguna iniciativa. Ni siquiera cuando desmont intentaron nada. Alabama entr en el local. Era un sitio agradable, fresco y limpio, con verdes plantas en los ngulos y en torno a las mesas. El sol entraba de lado por las ventanas cubiertas con alegres visillos. Caramba! se asombr Alabama, As da gusto... Se dirigi a una mesa que le pareci la mejor situada; adems, era, la que ms plantas tena a su alrededor. El verdor era agradable, y produca frescor, o por lo menos sugestionaba en tal sentido. Colg el sombrero en el respaldo de la silla y se sent. Ni siquiera entonces hizo caso del sbito silencio que haba ocasionado su aparicin, y que an persista. Sac la bolsita de tabaco y li un cigarrillo. Cuando lo encendi, pase la mirada en torno suyo, fro, indiferente. Ms de veinte pares de ojos parpadearon, sorprendidos en su indiscrecin. Casi inmediatamente, de manera paulatina, en cinco segundos, el murmullo propio de semejante lugar recuper su normalidad. Ya nadie miraba al pistolero... por lo menos con tanto descaro y expectacin. Un indio hopi, bajo y ancho, de ojos y pelo negrsimo, este ltimo muy brillante, y completamente vestido de pulcro blanco, apareci ante l. Tenemos de tododijo. Alabama sonri. Slo quiero lo mejor que se pueda conseguir por cinco dlares. El hopi asinti con la cabeza, impasible, y se fue. Puedo sentarme con usted, muchacho? Alabama mir al hombre que le haba hecho la pregunta. Era bajo y gordo, con tres papadas y enorme bigote. Vesta un traje completo, de confeccin, pero lo llevaba con un total desalio. Llevaba un plato en cada mano y una servilleta doblada en un antebrazo. Alabama comprendi que el hombre haba abandonado una mesa para ir a la suya. Para qu? Pues... el hombre sonri mostrando algunos dientes, muy amarillos para charlar un rato. Soy el doctor Henreid. Puedo sentarme? Alabama vio entrar por fin a los dos pistoleros que le haban seguido por la calle. Se haban detenido a la entrada del local, y con descuido aparente miraban por la sala. Alabama inclin la cabeza, para que ellos no le viesen mirndolos, y acept. Sintese, doctor, si se es su gusto. Pero me temo que se ha buscado mala vecindad. O, digamos, mala compaa. Por qu? Las noticias corren pronto incluso en una ciudad bastante grande, como San Antonio. Usted no mat a Esley T. McPherson. Por lo tanto, y de momento, es una persona honrada. Gracias ri Alabama. El grueso doctor movi despreciativamente una mano. Bah. Sabe que lleva una bonita cicatriz? Claro que lo s. Slo que no es bonita. No; es cierto. No resulta bonita. Pero tampoco le cae mal. Corrjame si me equivoco: un sablazo. Justo. Se lo debi dar un nio, no? No. Fue un tipo alto y fuerte, con una gran barba y ojos de loco, saltones. Siempre he pensado que al tiempo que me largaba el sablazo debi recibir un balazo perdido. Y, claro, su brazo perdi fuerza. Le duele la cabeza a menudo? Nunca... Alabama mir atentamente a Henreid. Oiga, doctor: qu pretende? Ya se lo dije: charlar con usted. Siempre es interesante charlar con un hombre que, lgicamente, debera estar muerto... o ciego. Ve usted bien? Alabama sonri. Sus dientes contrastaron con los amarillentos del desaseado doctor Henreid. Creo que s veo bien. Y adems, presiento. Qu tal suele usted hacer la digestin, doctor? Se le altera con facilidad? En absoluto. Tengo un estmago estupendo Por qu? Ps! Oiga: de verdad no le duele la cabeza ni ve con dificultad? De verdad Cree que esta herida ha tenido, forzosamente, que traer otras consecuencias aparte de la cicatriz? Esa consecuencia... Esta es nuestra mesa dijo una voz. Alabama los mir bonachonamente a travs del humo del cigarrillo que estaba fumando en la espera de su comida. Eso era todo lo que saban hacer aquellos dos tipos? Qu poca imaginacin! De veras?se levant... Lo siento. Buscar otra. Permtame que le ayude a transportar sus platos, doctor. Karl Henreid mir un poco asombrado a Alabama; luego a los dos hombres. Y dijo: Esta mesa no es ni vuestra ni de nadie. Aparte de que jams os he visto comer aqu... Y yo vengo todos los das. Nos llama embusteros? La atencin de todos los presentes se haba centrado en aquella mesa. Alabama cogi un plato y se lo puso en la palma de la mano izquierda. No sea maleducado, doctor. Si los caballeros dicen que la mesa es suya, es porque as es. Nosotros comeremos en otra. Le parece? Oiga, huele muy bien esta enchilada. Seguro que para tragarse esta salsa necesita usted un estmago fuerte... Henreid, que haba ido guiando nerviosamente los ojos, decidi que Alabama, forzosamente, estaba ms capacitado que l para resolver situaciones como aqulla. Est bien... Iremos a otra mesa... Se haba levantado con un plato en la mano; caminando pesadamente, se dirigi a otra mesa. Un pie apareci entre los suyos, y Henreid y su comida rodaron por el suelo. Los dos tipos rieron, sin perder de vista a Alabama. Este dijo: Supongo que querris hacerme lo mismo a m, no? el tono de su voz haba cambiado. Pero como no quiero que esta comida se desperdicie, t te la vas a comer...: Movi la mano izquierda, y el plato, con la comida por delante, se aplast contra la cara del pistolero ms cercano, que comenz a aullar inmediatamente por, efectos de la picante salsa en los ojos. El otro quiso desenfundar su revlver, pero Alabama, que ya lo esperaba y por tanto haba estado vigilndolo a l mientras clavaba el plato en la cara del otro, le atenaz la mueca y, arrebatndole su propio revlver, le golpe en la boca con el can, reventndole los labios y dejando bailando varios dientes. El pistolero lanz un rugido de dolor. Se desasi de la presa de Alabama y, retrocediendo un paso, se llev con sumo cuidado una mano a su dolorida boca. Su compaero continuaba gritando, todava sin ver y con los ojos irritados al mximo. Pero gritaba: Mtalo, Bascomb, mtalo...! El llamado Bascomb dej de palparse delicadamente la boca y mir con odio a Alabama. Este, algunos pasos separado de los dos compinches, sonrea irnicamente. Vamos, Bascomb anim : mtame. Y para darle una oportunidad, le tir el revlver al aire, aunque algo alto. El pistolero alz las manos, en busca de su arma. Un disparo que retumb en el local tuvo como consecuencia que el pistolero esperase en vano la cada de su revlver a sus manos. El plomo disparado por Alabama lo haba empujado lejos. Sonaron risas en el local y Alabama sonri como si le hubiesen prodigado un aplauso. Volte desganadamente su revlver antes de volverlo a la funda con gesto elegante y sobrio, suelto. Mrchate, Bascomb dijo . Y llvate a tu amigo. Decidle a quien os ha enviado que las cosas se arreglan de otra manera... cuando los dos enemigos son hombres de verdad. Dile todo eso... si es que puedes hablar con esa dentadura tan linda. Alabama comprendi su error una milsima de segundo tarde. Haba estado hablando demasiado, sin comprender que estaba delatando su posicin al otro pistolero, al que no poda ver. Pero la voz le indic dnde estaba Alabama, y, despreocupndose momentneamente del picor en los ojos, tir de su revlver y dispar hacia aquel lugar. Alabama not el quemazo en el cuello al mismo tiempo que su mano derecha, con la velocidad que imprima el deseo de conservar la vida, desenfundaba el revlver recin enfundado. Su plomo choc sordamente contra la frente del otro, tirndolo hacia atrs, ya muerto. La sangre que brot de la herida se confundi con la salsa de la enchilada, creando un nuevo y horrible plato. En el silencio de muerte, son, fra, la voz de Alabama, Recoge a tu amigo y mrchate, Bascomb Alabama estaba plido, y la sangre resaltaba extraordinariamente en su cuello. Mrchate pronto, ahora, antes de que me arrepienta. Un poco de calor y de vida alent en el comedor cuando Bascomb hubo salido llevndose el cadver de su compaero. Alabama suspir, recarg el revlver en los dos cartuchos gastados y lo enfund. El color haba vuelto a su rostro. Se dirigi al todava cado Karl Henreid, cuya gordura pareca desparramada por el suelo. Arriba, doctor le tendi la mano para ayudarle. Regresemos a nuestra mesa. Y le ruego que me permita invitarlo a enchilada. Karl Henreid se dej caer en la silla. Haban gruesas gotas de sudor en su grasienta frente. Por... un momento, tem que... Que lo que haba odo de m no fuese cierto? Crey que yo era uno de esos tipos a los que se les encoge el corazn? No se lo tome as. Qu tal su digestin? Espero que seguir siendo buena... cuando haya comido mi enchilada. Buen provecho ri Alabama. Por qu se ha interesado por m? No me he interesado por usted, sino por su cicatriz. Qu le ve de interesante? Cien mil cosas. Pero desde el momento en que usted est vivo, es que es una cicatriz vulgar y corriente. Sin consecuencias? Karl Henreid qued pensativo durante casi un minuto, sin mirar a Alabama. Cuando lo hizo, fue con gran fijeza. Y dijo: Usted sabe tan bien como yo, muchacho, que esa herida ha tenido sus consecuencias. Depende ahora de si a usted, esas consecuencias le parecen agradables o desagradables. Alabama se mordi los labios. Y al fin, dijo: Muy desagradables. CAPTULO IX INTERESANTE CONVERSACIN Mora la tarde cuando Alabama sali del hotel en que se haba alojado. Haba dormido a ratos y pensado a ratos an mayores. Carol. Ese haba sido el tema central, insistente, de sus pensamientos. Y la haba estado viendo en sus imaginacin, tal como apareciera aquella maana ante l, frente a la oficina del sheriff, cuando la gente se fue marchando y qued ella sola, con el chico... Alabama senta enormes deseos de verla. Por supuesto que Liona Gallsworthy era ms hermosa... No! Era, simplemente, que Liona haca resaltar ms su belleza. Viva de ella. Adems, eran distintas... No ir a verla... ahora. Eso era lo mejor. Primero convena enterarse de la verdadera razn por la que Liona le haba sacado de la crcel. Y a. eso iba. Alan Lawford apareci ante l, caminando por la misma acera y en su direccin. Le acompaaba un muchacho joven, de largo cuello. Hola, Alabama. Buenas tardes, sheriff. Qu tal? Muy contento con usted, muchacho. Este es mi ayudante, Slim Jones. Bueno, uno de mis tres ayudantes. Los otros dos estn ahora en la oficina. Qu bien? Por qu est contento de m, sheriff? Porque me est limpiando la ciudad. Esta tarde fue muy blando al perdonarle la vida a Bascomb, no cree? Es posible. Quiz tenga razn... Por qu me mira as su ayudante? Lawford ri. Porque sabe lo de Liona y usted... y el muy imbcil est enamorado de Liona. Oh, comprendo. Bueno; dgame lo que sea, sheriff. Lawford se movi sobre un solo pie, manosendose el bigote. Se ha dado cuenta de que le esperaba, eh? Lo he sospechado ri Alabama: Pero ahora estoy seguro. Dgame de qu se trata... o djeme marchar. Esto... Slim, hijo: ve a tomar un trago. Jones gru algo, mir torvamente a Alabama y al sheriff y se meti en el ms prximo saloon. No se fa de su ayudante? pregunt el pistolero. Me fo de su honradez, pero no de su discrecin. Los tres que tengo a mis ordenes son buenos chicos. Vea: ayer, un par de idiotas robaron dos caballos. Pues bien, Bart y Sonway salieron tras ellos, y yo estaba seguro de que los cazaran. Lo hicieron? Claro. Volvieron este medioda. Escuche, Alabama, usted me parece un hombre honrado... No se ra, diablos. Quiero que sepa que hay algo sucio en lo de Liona y usted, comprende? He estado pensando mucho esta tarde; mejor dicho, he estado pensando desde que ella se lo llev de mi oficina. Liona y McQueen, un tipo muy peligroso que... Diablos, dgame de qu se re! Es que McQueen no me parece muy peligroso. Pero contine. Usted parece tomrselo todo a broma... unas veces. Otras, demasiado en serio. Est bien, esto es todo lo que tengo que decirle: Liona y McQueen han vivido hasta ahora como... Bueno, se casaron solos, comprende? Llevan un tiempo as y las cosas les van bien. Desconfe de cualquier cosa que ellos hagan para hacerle creer a usted que estn desunidos, comprende? Comprendo. Cul es su inters por m, sheriff? Alan Lawford se mordi fuertemente los labios. Me gustara poder decrselo, Alabama, de veras. Pero promet no hacerlo. Prometi? Prometi qu y a quien, sheriff? No insista, muchacho. Y recuerde: Liona y McQueen estarn siempre unidos. S, ya s. Las cosas les van bien. Mejor que a nadie. Hombre, mejor que a nadie, no. Ah tenamos a Esley T. McPherson que les pisaba el terreno en todos los negocios. Incluso en lo de la compra del rancho a los Savage. Es muy posible que de no haber existido McPherson hubiese tenido que luchar usted contra los hombres de McQueen e Liona, pues hubiesen sido stos quienes hubiesen querido comprar el rancho a Carol a toda costa. Alabama lade la cabeza. Estamos pensando lo mismo, sheriff? Seguramente, muchacho. Hasta la vista. Recuerdos a Liona... Y mucho cuidado con McQueen. Toda una interesante conversacin. Alabama reanud su caminar hacia The Paradise Saloon. Saln el Paraso, se llamaba. Bah! * * * Liona abri la puerta de sus habitaciones. Le ech los brazos al cuello. Le bes. Luego dijo: Has tardado mucho. Qu prisa tenas? Ella se apret contra l. Verte. Y... dar contigo un paseo a caballo. Me encanta la puesta del sol en la pradera. Te gustara ver mi rancho? Tienes un rancho? Liona lo bes en la barbilla. Tenemos un rancho, amor mo. T y yo. Bueno sonri Alabama, creo que si tengo un rancho lo ms lgico y sensato es que lo vea. Cuando t quieras... Bsame antes, Alabama... susurr Liona Gallsworthy. Y Alabama la bes. Por qu no? Era agradable... y conveniente. CAPTULO X EL SILENCIO DE LOS MUERTOS No fueron a caballo, sino en el bonito calesn de Liona. Un calesn ligero, elegante, negro; llevaba las ruedas pintadas de rojo, y Alabama pens qu pareca un poco como continuacin de The Paradise Saloon. No importaba. Ni poco ni mucho. No importaba nada en realidad. Lo que s importaba era que as lo crea l se iba a enterar de algo importante. Tan importante, por lo menos, que servira para saber la verdad sobre el asesinato de Esley T. McPherson y el deseo que tuviera ste y el que deba continuar teniendo Liona Gallsworthy por poseer el rancho de los Savage. Durante el recorrido de la calle principal de Santone, Alabama e Liona pudieron captar varias sonrisitas... Tampoco eso importaba. No le importaba a Alabama, ni pareca imprtale a Liona. San Antonio qued atrs, medio diluido en el polvo de las rojas, llamativas ruedas del calesn. Alabama llevaba las riendas, y la hermosa Liona le iba indicando el camino, muy pegada a l, mirndolo exticamente de vez en cuando con sus alegres ojos verdes. Ojos que parecan limpios, espejo de un corazn joven y honrado. De pronto Liona dijo: Pronto suceder. Alabama contuvo el aliento. Qu es lo que suceder? pregunt. Ella le mir una vez ms con sus verdes ojos limpios. Mi plan dijo. Luego, Alabama, t y yo... Liona: quiero saber cul es tu plan. No. Todava... no. Lo mismo da ahora que ms tarde, no? No. No, Alabama, no da lo mismo. Quiero que seas para m sola. Eso es muy agradable, Liona. Crees que si me dices ahora tu plan ya no ser para ti sola? No me gusta correr riesgos. No quiero perderte, Alabama, porque te amo. No vamos a discutir sobre eso. Tengo una manera muy personal de considerar estas cosas, Liona. Ni siquiera tengo decidido lo que debe o no debe perdonarle un hombre a una mujer. Qu quieres decir? Que s la vida que habis sostenido Arthur McQueen y t. No, no digas nada. Ya te he dicho que ni siquiera he pensado si esas cosas deben o no deben perdonarse. Supongamos que s. Supongamos que a partir de este mismo momento, Liona, t me amas a m, no a McQueen. Eso es ms que una suposicin, Alabama. Bien. Entonces, te dir algo sobre lo que s tengo una opinin bien definida. Los asuntos de mi... compaera y los mos debo dirigirlos yo. O, por lo menos, debo saber en todo momento a qu atenerme respecto a ellos. No es por ambicin, Liona. Te comprendo. Te amo, Alabama. Entonces, Liona, dime qu es lo que suceder pronto. Es la trampa que Arthur y yo te habamos preparado a ti... Eso... tendrs que perdonrmelo, cario. No te conoca. Perdonado. Ya te dars cuenta de que sospech algo as. Ninguna mujer como t acude a una crcel a sacar de all a un pistolero acusado de asesinato, a menos que tenga muy buenos motivos. Motivos muy buenos cuando incluso besa a ese pistolero. Liona ri, feliz. Entonces me enamor de ti. Te bes y... No eres como los dems hombres, Alabama. Ni siquiera como Arthur McQueen? No! Explcame en qu consista esa trampa, Liona. Esley T. McPherson y nosotros me refiero ahora a Arthur y yo queramos el rancho de los Savage. Una mujer abandonada por su marido y un nio. Pareca cosa fcil. Lo era, en realidad. Pero McPherson era ms poderoso que nosotros, y decidi tomar la iniciativa. De no ser por tu llegada, el rancho sera suyo, seguramente. Ya. Por qu tanto inters por ese rancho? No me parece gran cosa. Como rancho no lo es. Pero McPherson tena una gran idea,. San Antonio est lleno de saloons ms o menos elegantes y bien provistos de todo, aunque un tanto... toscos. Del sur de Texas. y. desde Mxico, pasan por aqu cientos de manadas que son conducidas hacia el norte, hacia Kansas y, desde all, a los grandes mataderos de Chicago. Esley pens disponer para ellos de un saloon especial, a precios elevadsimos, que seran pagados no slo por la novedad, sino por la calidad y la abundancia de todo. Los ganaderos que se ceiran a la ruta de Jess Chissholm, pasaran por aqu. Por qu no hacer un alto en el famoso saloon de las afueras de Santone? Durante la subida, seran pocos los que se detendran, quiz. Pero a la vuelta... Esley T. McPherson, si no he entendido mal, quera el rancho de los Savage, tan cerca de Santone, y al mismo tiempo tan discretamente situado para formar all un centra elegante de todos los vicios, no es eso? S. Un centro elegante y caro. Derribaran lo que ahora es la casa de los Savage y all, en la loma, construiran el mejor saloon de toda Texas. Sera un edificio de ladrillo rojo, ventanas verdes y blancas, se plantaran algunos lamos blancos... Habra de todo: juego, bebidas, mujeres, saloncitos reservados... Desde la salida de la ciudad se allanara una pista hasta la colina, hasta el saloon, para los carruajes y los caballos. Todo sera all carsimo... Y Esley estaba convencido de que, pese a eso, siempre estara lleno. Alabama notaba arder su cicatriz. Pero su voz continuaba siendo pausada serena: Y para la construccin de ese saloon quera McPherson conseguir el rancho de los Savage fuese como fuese? S. Muerto l, t sers quien construya ese saloon, no es eso? Yo no, Alabama: nosotros. T y yo. S claro. Eso me hace sospechar una cosa, Liona: t mataste a McPherson. Yo? Cmo puedes...? Clmate. Al decir t, quise decir McQueen. S Liona inclin la cabeza . Fue l. Comprenda Pero si fue l, y a m se me acusaba de ello, no comprendo que decidieseis salvarme. Lawford sabiendo que no soy yo el asesino lo buscar por otro lado. Lawford buscar lo que quiera pero no encontrar nada. Jams podr acusar a McQueen. Adems, estaba el plan que habamos ideado con respecto a ti. Ser interesante conocerlo, supongo. Aunque no agradable. No. No es agradable. Despus de sacarte de la crcel, yo deba simular, que me enamoraba de ti. McQueen seguira el juego, demostrndote antipata, pero sin matarte... l no, quiz. Pero envi dos hombres a que lo hiciesen. No sonri Liona. Me enter, de esto; McQueen se molest realmente contigo, y pens que si muerto no nos servas de nada, una buena paliza, en cambio, te sentara muy bien. De modo que aquellos dos hombres, el tal Bascomb y el otro, slo vinieron a vapulearme? Slo a eso. McQueen es demasiado fro para echar por tierra un plan tan bueno, por motivos personales. Pero uno de aquellos tipos quiso matarme, Liona. Desobedecieron rdenes. Debiste dejarlos muy escocidos, cario. Es posible. Para qu os serva yo estando libre? Liona inclin la cabeza. Para matarte susurr. Alabama palideci ligeramente. Interesante, ciertamente. Qu ganabais con ello? Tu muerte obligara a Carol Savage a vender el rancho. Por qu? Porque ella te ama. Alabama no contest. Era curioso como las fieras que perseguan el mismo bocado luchaban de idntica manera. Llevar su cadver ensangrentado a Carol pareca ser la solucin que salvara la terquedad, la obstinacin de sta en vender el rancho. Se supona que en cuanto Carol le viese muerto, considerara que haba sido por su culpa, por culpa del rancho, y que lo vendera para marcharse de una vez lejos de all. No, no, no. La cosa no contena, una explicacin tan slida, tan lgica. Haba algo ms. Algo que Liona no haba dicho, algo que no quera decir... Pero no te matarn, cario... Alabama pareci salir de un sueo pesado. En...? Dices que no me matarn, Liona? Gracias. No te burles de m. Yo he tergiversado el plan en tu beneficio, cario. McQueen est ahora con los Savage, y dos de sus hombres esperan en el camin que desde Santone conduce all para matarte. Una vez muerto, te llevarn hasta all y... Pero t y yo... estaremos juntos y solos en mi rancho... Por qu no has utilizado tu rancho para lo del saloon, Liona? No! McPherson y yo queramos conservar los dos. nuestras casas, ese lugar donde... Donde todos tenemos derecho a vivir en paz? Has pensado que los Savage viven en paz en su casa, Liona? No... no te comprendo. Te estoy salvando la vida para m, Alabama. Dos hombres con rifles te esperan en el camino al rancho de los Savage... Toda la explicacin que daran ms adelante de tu muerte, sera que se pelearon contigo. Les creeran. Has armado muchos tiroteos desde tu llegada, y... Mi amor, no... no te comprendo... Alabama volvi la cabeza. Eran unos hermosos ojos verdes, pero l tena algo que decir. Algo que no se refera a aquellos ojos. Y cuando lo dijo, su voz era dura, helada: No lo comprendes, Liona? Yo te lo explicar: amo a Carol Savage. Tir salvajemente de una de las riendas, y el caballo qu tiraba del calesn se vio obligado a cambiar \ de direccin. No! grit Liona. T no puedes amarla! No puedes amarla, porque no sabes... Se detuvo, pero Alabama se pas las riendas a una sola mano y la agarr cruelmente por un brazo, con la mano libre. Qu es lo, que yo no s, Liona? S que algo qued incompleto en tu explicacin de antes. Qu es ello? No, no! Liona intent abrazarse al pistolero, pero ste la rechaz hacia el extremo opuesto del asiento. Yo te amo, Alabama! Te amo de verdad... No vayas all! Te matarn! Entonces, Liona, si de verdad me amas, tendrs t una pena que sufrir. Si no me amas... qu te importa? Y yo creo que no me amas, Liona. Liona Gallsworthy se qued en el otro extremo del asiento, todo lo quieta que le permita el traqueteo del calesn tan velozmente lanzado. Sus ojos verdes se empaaron. Humill la cabeza y permaneci silenciosa. Qu poda decir? Qu poda decirle a un hombre que amaba a otra mujer y que iba a arriesgar la vida por ayudarla? CAPTULO XI DUELO A MUERTE Larkane hizo una sea a Barston, situado unos metros ms all. Ah llegan. Se han retrasado mucho. Yo creo que sos se la han pegado a McQueen. Eso no nos importa a nosotros, Barston. Fjate en Liona: va echada sobre un extremo del pescante, ofrecindonos enterito el tal Alabama. Esa mujer es una... Calla, estpido. Ella est cumpliendo la parte del trabajo que se asign a s misma, no? Pues t cumple la tuya. No falles. Corren demasiado. Larkane ri, regocijado ante esta idea: Me gustara saber lo que hara McQueen contigo si en lugar de acertar a ese tipo, hirieses a Liona. Barston palideci. Eres un estpido. Seguro, seguro volvi a rer Larkane. Ah les tenemos! * * * Era buen camino, y el caballo, aunque ya cansado, poda desarrollar todava una aceptable velocidad. A ambos lados del camin haban algunos peascos terrosos y grandes matas de salvia comn, proliferada exageradamente. Al mismo tiempo que Alabama vea medio cuerpo de un caballo oculto tras las peas terrosas, Liona vio el rifle. Primero uno; luego, un poco ms all, otro. Se abraz a Alabama, gritando: Cuidado, Alabama...! Las dos balas pasaron altas: * * * Barston lanz una obscenidad de lo ms bestial. Est loca! chill Larkane, muy plido. Pudimos matarla a ella! Qu diablos.se propone? Barston se pas la manga por la frente. No s cmo he conseguido desviar el rifle... Ni yo. Pero... Ah viene! Ella... ella contina abrazada a l...! Pues mtala tambin, idiota! Ms vale huir de McQueen por haberla matado que quedarnos aqu para siempre por no hacerlo... * * * Eran demasiado lentos. Hablaban demasiado. O estaban muy desconcertados por el inesperado comportamiento de Liona. Los dos, primeros balazos que Alabama dispar desde casi cuarenta metros, entraron juntos en el pecho de Barston, hacindole tirar el rifle hacia lo alto, mientras l caa de cara entre la gran mata de salvia tras la que haba estado ocult. Larkane fue ms hbil. No se dej ver, para disparar, sino que lo hizo a travs de las matas. Pero Alabama haba tirado tan cruelmente de las riendas que el caballo, levantado de manos, recibi el grueso plomo en el pecho. Inmediatamente, sus patas se doblaron. El calesn qued frenado bruscamente, y Alabama e Liona salieron despedidos hacia delante, rodando por el polvo del camino. Larkane lanz un grito de triunfo. Sali corriendo de detrs de las matas, y, desde aquella distancia de veinticinco metros, con el rifle todava al hombro, fue siguiendo la trayectoria del rodante cuerpo de Alabama, esperando que se detuviese para dispararle ms certeramente. Comprendi su error demasiado tarde, porque cuando Alabama se detuvo no fue cuando cedi el impulso de la cada, sino cuando l decidi dejar de rodar lo cual, haba estado haciendo a propsito por considerar que su enemigo ya estaba a tiro. Larkane recibi un solo plomo en el centro de la frente, y pareci que tirasen hacia atrs de su cabeza. Cay de espaldas a un lado del camino, y se hizo el silencio. Alabama corri en busca del caballo que haba visto antes. Eran dos. Mont en uno y regres junto a Liona, que pese al desgarrn de su vestido y las magulladuras de cara y brazos, no pareca estar herida de cuidado. Le esperaba en pie junto al tumbado calesn. Menta y mrchate, Liona. Alabama, yo... Pero Alabama ya haba vuelto grupas, y galopaba hacia el rancho de los Savage. * * * Arthur McQueen sonrea burlonamente. Le aseguro, seora Savage, que el tal Alabama no vendr aqu... vivo. Se ha empeado en ayudarla, pero mis hombres se lo impedirn, sea como. sea,. Y a ese hombre slo hay una forma de impedirle las cosas. Usted me comprende, verdad? En mi opinin, si mis nombres lo matan, ms culpable, ser usted que ellos, ya que si hubiese vendido su rancho a su debido tiempo, nada de esto sucedera. No se hubiese enfrentado con nosotros ni con los hombres de McPherson. Qu tiene que ver usted y su... aquella mujer, con McPherson? Nada en absoluto ri McQueen. En realidad a nosotros nos ha entusiasmado su muerte. Vamos, decdase, seora Savage. La oferta es inmejorable... Est bien. Vendern Cuando llegue Alabama aqu, vender. McQueen parpade. Bien, pareca cierto que aquella mujer estaba enamorada de Alabama. Se aconsejara de l... Qu hacer? Y... qu habra ocurrido? Haca ya rato que haban odo varios estampidos de rifle y le pareci que tambin de revlver. Qu les ocurra a Barston y Larkane que se retrasaban tanto? Claro que era mejor, pues el juego les haba salido mal. Quiz Carol Savage al ver muerto a Alabama, sera precisamente cuando se negara de un modo rotundo a vender y... Ni McQueen ni los tres hombres que le acompaaban, todos tumbados cmodamente en el porche, haban visto la sombra que en el rojo, crepsculo haba salido de detrs del granero y se diriga hacia la casa, pegado a la valla de los pequeos corrales de doma de caballos. McQueen conversaba, en pie, con Carol, dando la espalda a la explanada hasta aquel momento. Se volvi cuando Carol dijo su ltima palabra sobre el asunto tratado. Se volvi justo en el momento en que Alabama se detena junto a la valla y llamaba: McQueen! Pero al mismo tiempo, uno de los pistoleros de McQueen vio a Alabama, frente a ellos, junto a la valla, con el sombrero muy echado hacia delante, como si quisiera ocultar la cicatriz y los ojos. Y una mueca de odio apareci en los ojos de aquel pistolero de boca reventada y dientes tambaleantes. Era Bascomb, el superviviente de la pareja que al medioda haba querido vapulear a Alabama. Bascomb ech mano al revlver, tras haberse puesto rpidamente de rodillas. Alabama grit: Adentro, Carol! Al mismo tiempo, su mano derecha se movi. Bascomb recibi el plomo en el corazn, muriendo instantneamente. Qued unos segundos de rodillas, con el revlver que no haba podido disparar volteando brevemente en su dedo ndice. McQueen se encontr de pronto con que Carol se haba apresurado a obedecer la indicacin de Alabama, entrando en la casa y cerrando la puerta. Matadlo! les chill a sus hombres. Que no salga vivo de aqu! Salt el verandal gilmente y mont en su caballo. Desde la silla, se volvi hacia Alabama, disparando varias veces, sin resultado, por el nerviosismo de su montura. Pero sus dos hombres que quedaban no estaban montados y disparaban con mayor acierto. Mientras McQueen montaba y Bascomb iba cayendo con exasperante lentitud hacia delante, ellos haban disparado ya contra Alabama, el cual fue lanzado contra la valla por la fuerza del plomo que le produjera el compaero de Bascomb aquel medioda en el alegre comedor de Santone. El que le haba herido se puso en pie, chillando de alegra. Volvi a apuntar a Alabama, creyndolo ya inutilizado. Los dos plomos que astillaron su crneo y salpicaron de cabellos y sangre el porche, marcaron indiscutiblemente su error. El ltimo que quedaba estaba palidsimo, desencajado el rostro a efectos del inverosmil blanco efectuado por Alabama tirando en tan mala postura. El ltimo se llamaba Wynn, y tena unas ideas muy particulares respecto a la forma, de salvar la vida. Salt hacia atrs y dispar dos veces contra la cerradura de la puerta de la casa. Esta salt, y Wynn acab de abrir la puerta de una patada mientras, cerca de su cabeza, los dos ltimos plomos del revlver de Alabama levantaban gruesas astillas del marco. Con. una risita nerviosa, Wynn entr en la casa, dispuesto a apoderarse de la mujer y escudarse en ella para escapar de aquel maldito diablo llamado Alabama. Incluso podra matarlo... Con el brazo izquierdo inerte, colgando, Alabama corri hacia la casa, comprendiendo lo que ocurrira si no llegaba a tiempo... Se detuvo cerca del porche cuando retumb en el interior el seco estampido. Vio salir al hombre, tambalendose, arandose el pecho con la mano izquierda, mientras la derecha todava empuaba el revlver, aunque el brazo colgaba a lo largo del cuerpo tan inerte como el de Alabama. Wynn qued vacilantemente de pie en el porche, cerca del primer escaln. Sus ojos giraron, buscando algo; sus labios estaban crispados, rgidos... Estaba de espaldas a la puerta, y vio a Alabama, de pie a menos de diez metros de l, con el vaco revlver todava en la mano derecha. Wynn solt una risita quebradiza, extraa. Su mano derecha comenz a alzarse con el revlver. Lo estaba consiguiendo. Alabama vio ascender la mano del pistolero y oy su risita que pareca denotar el placer de la venganza. En el silencio del crepsculo se oy ntidamente el cri-cri del percutor al ser alzado... Pero, de pronto, Wynn se demadej, tan sbitamente que cay al suelo como si se lanzase con fuerza contra l; rebot en el primer escaln y, de all, al polvo de la explanada. Alabama lo mir. Cuando alz la cabeza vio a Carol. Estaba de pie en el umbral de su casa muy plida; en sus manos sostena, humeante, el viejo rifle. Alabama fue hasta ella. Vio cmo temblaba su boca. Tenas que hacerlo, Carol. No pienses ms en ello. Lo... lo he matado... Quera disparar yo, pero mam no me dejdijo Keno, apareciendo junto a su madre. Le hubiese acertado, de veras. Alabama sonri. Te creo. Volver en seguida. No! grit Carol. Adonde vas...? Ests herido y...! Alabama la mir fijamente. La amaba. Ya la encontraba necesitada de l, de un hombre que, como l, supiese amarla y consolarla... Adelant un brazo, la atrajo hacia s y la bes. Luego dijo: Esta vez, volver. Salt sobre uno de los caballos de los hombres de McQueen y emprendi un veloz galope hacia Santone. Llegaba la noche. * * * Liona desmontaba ante su saloon cuando Arthur McQueen desembocaba en la punta de la calle principal. Un puado de hombres se precipit a ayudarla, procurando sacar el mayor partido posible. Se sucedieron los halagos y las picardas, pero Liona Gallsworthy no era la misma en aquellos momentos a la que ellos conocan en el escenario del The Paradise Saloon. Cuando Liona consigui llegar al porche, los cascos del caballo que montaba Arthur McQueen atronaban ya sus odos. Liona! La mujer se volvi, plida. Los hombres se apresuraron a apartarse de ella al reconocer a McQueen. Qued sola, frente al pistolero al que haba estado amando hasta entonces, hasta haca escasas horas. McQueen desmont, pero no se acerc a la mujer. Te voy a matar, Liona. Qu... qu...? Arthur... He visto a Larkane y Barston, Liona. Barston an viva. Y me ha contado que ayudaste, que protegiste a Alabama. Le amas a l de verdad? No! No, Arthur... La gente se haba apartado, dejando amplio callejn desde la calzada hasta el porche. Pero no se iban. All slo uno de los contendientes podra disparar. Y era poco probable que sus balas se perdiesen;... Te voy a matar de todas formas, Liona. Aunque no ames a ese maldito... No, no! solloz Liona. Arthur, amor mo, no...! McQueen desenfund el revlver. Morirs diciendo que soy tu amor, siendo eso mentira, Liona? Esta, de pronto, cambi de actitud. Mientras sealaba a McQueen con un tembloroso dedo, chill, mirando a su alrededor: Linchadlo! Es el asesino de McPherson! l fue quien mat en el jardn de su casa a Esley T. McPherson...! McQueen sonri. Por qu mientes, Liona? Crees que McPherson me hubiese recibido a m en su jardn, vistiendo batn y sin una sola arma con qu defenderse en caso necesario? Fuiste t, Liona, quien lo mat! El plan fue de los dos: tuyo y mo... No! Es mentira! No le escuchis... Me escucharn, Liona. Mira sus rostros vidos, su gesto ansioso por conocer la verdad... Me escucharn, seguro. Y yo les voy a hablar, les voy a contar la verdad: Muerto McPherson, nosotros lograramos ser los amos de la diversin en Santone, y nos impondramos en todo. Y luego, Liona, estaba la casa de la colina, la casa de los Savage. Eran demasiadas cosas agradables para nosotros una vez muerto McPherson. Aprovechamos la ocasin. Lleg a Santone un hombre que preguntaba en todos los sitios por el. domicilio de McPherson. Cinco hombres de ste murieron a manos de ese hombre, Alabama, le llaman. Quin mejor que l, si haba matado a cinco de sus hombres, para cargar con la muerte del propio McPherson? Y t, Liona, que sabas que McPherson estaba loco por ti, fuiste a su jardn trasero y lo llamaste. Le hiciste creer que queras desembarazarte de m para quedarte con l. Se confi. Entonces, Liona sacaste el revlver que llevabas escondido... y lo mataste. Era un buen plan, Liona. Nadie me hubiese acusado a m nunca, porque no me mov en toda la noche de aquella mesa de pquer. Y quin iba a sospechar de ti? Luego, pensamos sacar ms partido an de ese pistolero de la cicatriz, pero t lo has echado todo a perder, Liona... Por qu lo has hecho? Es mentira, mentira...! la mujer miraba ansiosa a su alrededor. Os juro que es mentira! Quiere que lo creis para vengarse porque no le amo ya, porque me he enamorado de Ala... Lo siento, Liona haba musitado McQueen. Y apret el gatillo una, dos veces. Liona Gallsworthy se llev las manos a su hermoso pecho, ya rojo de sangre. Cay de rodillas. Arthur, no me... El gesto del hombre era duro, fro. Apunt otra vez, pero no lleg a disparar. Cuando oyeron la voz, seca y restallante, todos comprendieron quin haba llegado en aquel caballo que pareca desbocado. La voz fue: McQueen! Arthur McQueen se detuvo en su movimiento. Se volvi. Alabama estaba a treinta metros de l, recargando penosamente el revlver. Llevaba el brazo izquierdo introducido en la cazadora, de modo que no le estorbase, ya que era inevitable el dolor. Hola, Alabama. Alabama carg solamente una bala, e hizo girar el cilindro hasta que el cartucho qued en la posicin anterior al pico del percutor, de modo que al alzar ste, girase el cilindro y quedase el cartucho listo para ser disparado. Los dos hombres enfundaron a la vez sus revlveres. Y comenzaron a caminar al mutuo encuentro ms cercano. Nadie prest atencin a la cada definitiva de Liona Gallsworthy, que qued con la cara pegada. a las tablas, los ojos abiertos, el rostro plido... Liona Gallsworthy haba muerto. Tampoco hizo nadie caso al calesn que apareci por la punta de la calle, conducido por una mujer que llegaba acompaada de un nio. Keno! llam una voz. Pero nadie hizo caso. Ni siquiera Alabama, que reconoci la voz de Carol Savage. Se detuvieron cuando la distancia entre ellos era de siete metros. De pistolero a pistolero. Ahora era cuando se iba a solventar aquella cuestin que haba surgido en la habitacin de Liona. Ahora. Ahora! McQueen demostr que era el hombre ms peligroso de San Antonio. Su mano actu con velocidad increble, con un sincronismo perfecto. El dedo anular tir de la culata hacia arriba, desenfundando, mientras el meique se ajustaba a la parte inferior de la culata y el corazn rodeaba la garganta, del arma. Al mismo tiempo el pulgar, comenzaba a tirar del percutor y el ndice se apoyaba en el gatillo. Y son un disparo. Uno slo. McQueen qued petrificado. Luego, se estremeci. Su elegante chaqueta oscura se estaba manchando de sangre. Siete metros ms all, Alabama esperaba. McQueen poda, quiz, conseguir disparar. Y l haba disparado ya su nico plomo. Pero no. El revlver se escap de la mano de Arthur McQueen. Sus agradables y varoniles rasgos se crisparon. Volvi la espalda al hombre que le haba matado y comenz a caminar lenta, torpemente, hacia el abandonado cadver de Liona Gallsworthy. Cay antes de llegar. Quiso decir: Liona, te amo. Pero de su boca slo brot una bocanada de sangre. Dio media vuelta sobre s mismo, y cuando lleg al suelo lo hizo de espaldas, con su vidriada mirada fija en el cuelo... Alabama se volvi. Carol lleg junto a l. Estaba demudada; Se detuvo a un paso. Y, de pronto, se ech en sus brazos. Oh, Keno, amor mo ya... ya no puedo ms...! Iba a besarlo, pero l la apart. No comprendo... Me has llamado Keno? S, amor mo. Eres Keno Savage, mi marido y padre de mi hijo. Y mientras t guardabas el angustioso silencio de los muertos, yo te he esperado. Te he estado esperando siempre, para siempre, Keno, amor mo. Alabama capt los labios de aquella mujer que deca ser la suya y tener un hijo de l. Los acept porque la amaba. Pero su perplejidad continu despus del beso. T eres... eres mi esposa? S, Keno. Pero... pero... yo no comprendo. Luego, es cierto! Todos tenemos pasado... Aunque no siempre vale la pena recuperarlo, amigo Alabama. El pistolero se volvi. All estaba el doctor Karl Henreid, y, a su lado, Alan Lawford, el sheriff. Qu quiere decir, doctor? Que su pasado vale la pena. Una mujer y un hijo. Enhorabuena... Debo continuar llamndole Alabama? Por qu se llama as? Cuando me hicieron esta herida se toc la cicatriz perd el conocimiento. Fue en Alabama. Cuando recuper el conocimiento estaba entre los mos, soldados confederados. A sus preguntas respecto a mi identidad tuve que contestar que no lo saba; no se pudo averiguar mi nombre, y comenzaron a llamarme Alabama. Desde entonces, he ido siempre solo; buscando algo... algo que no saba... Esa cicatriz, muchacho, le ocasion la prdida de la memoria. Se llama amnesia. Pero no se apure demasiado. Ha encontrado a su mujer y a su hijo, no? Carol vino esta maana a consultarme. Estaba convencida de que usted estaba enfermo. Dijo que anoche, cuando apareci en la casa, ella le reconoci, pero que qued tan sobrecogida que no supo cmo reaccionar. Luego, ella se comport de acuerdo a su manera de obrar, Alabama. Si usted no se daba a conocer, si pareca no conocerla... qu ocurra? Yo le suger lo que poda ser. Y acert. Entonces, soy... soy... me llamo Keno Savage, igual que mi hijo? Carol le abraz. Tu hijo se llama como t rectific. Cuando te fuiste a la guerra l an no haba nacido, y quise... Cuando naci quise... Alabama record las preguntas del doctor, la conversacin sostenida con el sheriff... Comprendi cul era la jugada mxima en el plan inicial de Liona y McQueen. Claro qu obligaran a Carol a lo que ellos quisiesen si la amenazaban con la vida de su marido! Luego, ellos lo saban... Todos lo saban, quiz, menos l. Carol tena razn; haba guardado con respecto a ella el angustioso silencio de los muertos. Pero cmo poda l saber...? Pero yo...: mi memoria... murmur. Recuperar algn da la memoria, doctor Henreid? Karl Henreid decidi decrselo de una manera llevadera: Para qu la quiere, hombre? Dichoso usted que empieza a vivir a los treinta aos y tiene una hermosa mujer que lo ama... y un estupendo chico! Y ahora, venga conmigo. No podemos dejar que le salga ms sangre de ese hombro... hizo una breve pausa. Su historia es increble, muchacho. No comprendo... La Unin es enorme. Por qu vino precisamente a Texas, a Santone? Por qu fue en primer lugar al que haba sido su rancho? Alabama se encogi de hombros. No lo s. Debemos creer que algo me empujaba hacia all, no? As debi ser. Venga conmigo. Hay que cuidar esa herida. ESTE ES EL FINAL Keno Savage, hijo, regresaba a su rancho montando en el caballo de Keno Savage padre, escoltando el calesn en el que este ultim iba con su mujer. El calesn iba despacio, bajo las estrellas y la risuea luna. Alabama separ sus labios de los de la mujer. Pero t debiste decirme al verme: soy tu mujer, te he estado esperando durante casi seis aos... y todava te amo. No s por qu no lo hice... Me daba... quiz era miedo... Miedo? Oh, no, no lo s! Hoy te esperaba para decrtelo, pero saliste de la crcel con aquella mujer... Me pareci que lo sabas todo y que no queras volver conmigo... Alabama volvi a besarla. Ahora comprendo dijo tus palabras de esta maana, cuando Lawford se me llev. Me disgust tu comportamiento, Carol, porque yo no saba que el marido que t decas que exista... era yo. Carol Savage suspir. Recost la cabeza en el hombro sano de su marido y musit: Nada importa ya, Keno. Slo..., slo quisiera tener la seguridad de que si vuelves conmigo es por tu voluntad. Alabama sonri. No s si debo ser el nico hombre que se enamora dos veces de la misma mujer, Carol. Pero s me enamor de ti hace seis aos... qu te hace suponer que no me pueda enamorar ahora? Oh, Keno, yo...! Keno Savage, hijo, dej de or las voces de sus padres. No entenda mucho de aquellas cosas, pero... Bueno, lo cierto y agradable era que nunca haba visto tan feliz y radiante a su madre. Muy lentamente, escoltado por tan juvenil jinete, el calesn se dirigi hacia la casita de la loma. Miles de estrellas en el cielo. oOo