Transparencia y Rendicion de Cuentas
Transparencia y Rendicion de Cuentas
Transparencia y Rendicion de Cuentas
TRANSPARENCIA
Y RENDICIN DE CUENTAS
Jos Fernndez Santilln*
No obstante la imbricacin que hoy existe entre la democracia, los sistemas
electorales y los partidos polticos, esto no debe hacer pensar que estos tres
conceptos sean una y la misma cosa. Por el contrario, son tres conceptos que
nacieron por separado y slo confluyen bajo ciertas condiciones. Al proceder
de esta manera me pondr en mejores condiciones de hablar, con ms propiedad, de la relacin entre los partidos, la transparencia y la rendicin de
cuentas.
1. La democracia durante siglos se practic sin necesidad de recurrir a
los partidos y a las elecciones. En la antigua Grecia la democracia se ejerci, efectivamente, de manera directa, y si alguien trataba de formar una
fraccin (un partido poltico, diramos hoy) era denunciado como un demagogo. Montesquieu, en El espritu de las leyes, seal que la ndole del gobierno aristocrtico recurre a las elecciones porque all se escoge a los mejores
(aristoi); es decir, las elecciones originalmente fueron un mecanismo elitista.
En cambio, la ndole del rgimen popular recurre al sorteo, porque all todos son iguales, y, por tanto, no importa en quin recaiga el puesto, dado
que, sea quien sea, tendr que rendir cuentas a la asamblea de ciudadanos
(polites).
Los antiguos sostenan que las facciones eran nocivas a la democracia,
porque quien entraba a formar parte de ellas ya no pensaba por el bien de
la comunidad, sino por la conveniencia de una parte, y con ello se mermaba
el espritu de cuerpo que deba prevalecer. Por eso, como dice Giovanni Sartori en su libro Partidos y sistemas de partidos, estas asociaciones eran un grupo poltico dedicado a un facere perturbador y nocivo, a actos siniestros.1
Hemos de decir que la connotacin negativa de las facciones lleg hasta los
albores de la modernidad, cuando Robespierre, inspirado en las ideas de
* Investigador
1 Sartori,
en el ITESM-Ciudad de Mxico.
Giovanni, Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza, 1997, p. 18.
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Rousseau, reconoci que corresponde a la naturaleza de todas las facciones sacrificar el inters general.
Quien concili la democracia con los partidos y con las elecciones fue
un autor prcticamente desconocido en nuestro medio, James Harrington,
quien en su libro Ocana, publicado a fines del siglo XVII, ya vea venir los
nuevos tiempos en los que la democracia directa no era viable para Estados de grandes dimensiones y con una poblacin numerosa. De esta forma
naci la democracia representativa, que gest en su seno a la democracia
electiva y al sistema de partidos.
Pero vayamos a la definicin de lo que es un partido poltico. Deca
Edmund Burke en su escrito Thoughts on the Cause of the Present Discontents:
Un partido es un cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su
labor conjunta, el inters nacional sobre la base de algn principio particular acerca del cual todos estn de acuerdo.2 Es decir, los partidos ayudan
a reunir a su alrededor opiniones e intereses sociales para transmitirlos a la
esfera de las instituciones polticas y jurdicas. Agregar voluntades en la esfera civil para darles forma y contenido en la esfera poltica.
Hans Kelsen reconoci que el principio ideal de la democracia se encuentra efectivamente en la antigua democracia directa. Sin embargo, para
llevarla al terreno de la prctica en los grandes Estados modernos es preciso
echar mano del sistema representativo, las elecciones y los partidos polticos.
En su libro Esencia y valor de la democracia se lee:
la democracia slo puede existir si los individuos se reagrupan de conformidad con sus afinidades polticas, con el objeto de orientar la voluntad general
hacia sus fines polticos, de manera que entre el individuo y el Estado se inserten las formaciones colectivas que, como partidos polticos, reasuman la igual
voluntad de los individuos Slo la ilusin o la hipocresa puede creer que la
democracia sea posible sin partidos polticos.3
Edmund, Thought on the Cause of the Present Discontent, Indianpolis, Liberty Fund,
1990, p. 37.
3 Kelsen, Hans, Essenza e valore della democrazia, en La democrazia, Bolonia, Il Mulino, 1981, pp. 56 y 57.
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MacLuhan no era, como se piensa comnmente, un especialista en comunicacin; en realidad era un experto en historia de la literatura se
doctor en 1936 en Cambridge, Inglaterra, con una tesis sobre la poesa
en la poca isabelina, cuya erudicin le permiti calibrar el cambio de
la cultura escrita uno de cuyos momentos estelares fue la invencin de la
imprenta en el siglo XV, precisamente, por Gutenberg a la (contra) cultura televisiva. A su parecer, el choque entre las dos formas de percibir la
realidad ya haba comenzado para desventaja de la reflexin crtica.
Entre los muchos problemas acarreados por este choque podemos mencionar el efecto pernicioso en la poltica y, en particular en la poltica demo5 McLuhan, Marshall, La galaxia de Gutenberg, Mxico, Origen-Planeta, 1985, p. 321 (la
primera edicin en ingls de este libro es de 1962).
6 Ibidem, p. 320.
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se pueden colar, igualmente, un nuevo populismo ciberntico o el autoritarismo recubierto con gestos amables.
No obstante, en contra de estas tendencias, habra que oponerse a la videopoltica tal como se ha inaugurado en Mxico: los ciudadanos no deben
ser tomados como los cretinos que reciben sin inmutarse toda clase de bombardeos publicitarios. (Es conveniente recordar, al respecto, que casi todas
las argumentaciones a favor del autoritarismo comienzan por el desprecio
de la capacidad de discernimiento de los individuos). Ellos, los ciudadanos,
son los verdaderos actores de la democracia y hay que develar en bien de la
poltica democrtica que necesita de una ciudadana activa y por tanto
no manipulada lo que los spots ocultan, la maquinaria y los intereses que
estn a sus espaldas.
El motor de la lucha contra el videopoder debe ser la educacin poltica. Es enormemente significativo que Karl Popper poco antes de morir en
agosto de 1994 escribiera un ensayo justamente sobre la amenaza del poder
televisivo. En ese documento afirm: la democracia siempre ha querido
aumentar el nivel educativo. Esta es su vieja y tradicional aspiracin.13 La
educacin sirve para disipar las tinieblas de la ignorancia y los poderes que
sacan provecho de esa ignorancia. Ahora de lo que se trata es de vivir en la
verdad, como dijera Vaclav Havel. La verdad comienza por distinguir la ficcin de la realidad. Las puestas en escena son seguramente atractivas incluso ldicas e hipnotizantes, pero a fin de cuentas son escaparates artificiales,
y la democracia no puede nutrirse de embelesos.
No hay duda, el pas se encuentra en un parteaguas. As y todo, en
contraste de la opinin segn la cual vamos directo y sin escalas a la democracia, lo cierto es que nada est escrito. Hay factores que obstruyen la tan
deseada transformacin.
Para quien piense que estas consideraciones son simples banalidades,
me remito a lo dicho por uno de los padres del realismo poltico, Max Weber: La poltica consiste en una dura y prolongada penetracin a travs
de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasin y
mesura. Es completamente cierto, y as lo prueba la historia, que en este
mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y
otra vez.14
Hemos de dar la lucha poltica tambin en el rengln televisivo. Bien
deca Popper en el escrito pstumo ya citado:
13 Popper,
14 Weber,
1969, p. 178.
Karl y Condry, John, Cattiva maestra televisione, Miln, Donzelli, 1996, p. 37.
Max, La poltica como vocacin, en El poltico y el cientfico, Madrid, Alianza,
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El proceso poltico democrtico tiene entre una de sus aduanas fundamentales el juicio de la opinin pblica. Y qu es la opinin pblica si no la
voz de la sociedad civil. Otra cosa es la opinin publicada, que es la voz de
los medios de comunicacin.
El asunto es que la opinin pblica ha quedado expropiada por los poderes fcticos y, en consecuencia, por la elite del poder. Y ellos se asumen
como los grandes jueces de los partidos polticos, de los gobiernos y de los
rganos legislativos. Procediendo de esta manera, los medios de comunicacin desplazan a los ciudadanos y a la sociedad civil en el proceso poltico
democrtico. En lugar de pasar por el tamiz de la razn ciudadana, los
partidos en este nuevo esquema distorsionado pasan por el juicio y la conveniencia de los verdaderos dueos del pas que son los oligarcas.