Revista Antropologia
Revista Antropologia
Revista Antropologia
Oficial
del
Instituto
71
Nacional
de
Antropologa
Historia
Antropologa
JULIO-SEPTIEMBRE DE 2003
Director General
Sergio Ral Arroyo
Colaboradores
Secretario Tcnico
Moiss Rosas Silva
Solange Alberro
Paulina Alcocer
Jess Monjars-Ruiz
Beatriz Braniff
J. Arturo Motta
Jrgen K. Brggemann
Enrique Nalda
Johannes Neurath
Margarita Nolasco
Beatriz Cervantes
Jaime Corts
Roberto Escalante
Antonio Saborit
Rafael Tena
Jess Juregui
Julia Tun
Irene Jimnez
Franoise Vatant
Samuel Villela
Laura Magri
Marcus Winter
Secretario Administrativo
Luis A. Haza Remus
Coordinador Nacional de Difusin
Gerardo Jaramillo
Directora de Publicaciones
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Editor
Benigno Casas
Asistente editorial
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Diseo
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El Boletn Oficial del Instituto Nacional de
Antropologa e Historia. Antropologa es una
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A RT E
Fotomontaje en Mxico:
razones sociopolticas
Jos Antonio Rodrguez
3
Algo ms que la inocencia
(notas en torno a algunas coincidencias
de la antropologa y la literatura)
David Martn del Campo
13
Eric Jervaise:
la fotografa como intuicin
Mauricio Carrera
18
Aerocromacias
Felipe Ehrenberg
24
A N T R O P O L O G A
H I S T O R I A
Los caminos de
Alejandro Casarn (1840-1907)
Esther Acevedo
49
Las huellas del paisaje
en Alexander von Humboldt
Rosa Casanova
64
Reflexiones sobre la llamada cultura popular:
un vagn escasamente tripulado en el tren
de la historiografa de la Revolucin Mexicana
Ricardo Prez Montfort
73
pticas, emblemas y alegoras en dos frontispicios
europeos del siglo XVII
Ma. Celia Fontana Calvo
79
N O TA S
29
Anita Brenner en la fotografa mexicana
y su expedicin etnofotogrfica a Guerrero
Samuel Villela F.
38
90
Soldados de Salamina:
historia y literatura
Benigno Casas
96
Cine e Historia
(un breve comentario)
Juan Antonio Barrio Barrio
99
Agustn Jimnez, Anuncio publicitario de La Tolteca, publicado en Revista de Revistas, Mxico, 8 de enero de 1933.
Fotomontaje
en Mxico: razones
sociopolticas
n el ao de 1946, todava en los mejores momentos del fotomontaje mexicano, Juan Renau hermano y colaborador cercano de Jos
reconoca:
La fotografa pone al descubierto puntos de vista infinitos sobre el mundo exterior y el fotgrafo o el artista al aduearse por completo de la tcnica fotogrfica puede captar aspectos y valores que anteriormente eran imposibles
siquiera adivinar La caracterstica ms esencial del fotomontaje estar determinada por el ingenio del artista, su agilidad en la combinacin de las diferentes fotos que integran la composicin y el equilibrio o dinamismo que preside
el conjunto.1
en Mxico no faltaron estas primarias prcticas fotomontajistas, como dan cuenta algunas fotografas sueltas en donde se insertaban dos imgenes provenientes
de distintas matrices. El carcter poltico de esta prctica no ha sido justamente dimensionado en su sentido
histrico, de tal suerte que se ha pasado por alto de que
el fotomontaje poltico prcticamente inici desde el
ao de 1867, cuando se represent el fusilamiento de
Maximiliano de Habsburgo, Manuel Miramn y Toms Meja en el cerro de Las Campanas. En una imagen trastocada aparecen el pelotn de fusilamiento,
los tres personajes y el muro, componentes stos que
tienen distintos orgenes; tan slo la pared, se sabe,
Tina Modotti, Julio Antonio Mella, Tina Modotti y Jos Magri, publicado en Detective, Mxico, 9 de noviembre de 1931.
pictorialista. Esta nueva fotografa mexicana estara permeada por las corrientes vanguardistas europeas y estadounidenses, provenientes de la redimensionalizacin
objetual postulada por la nueva objetividad alemana, el
dinamismo constructivista ruso, la geometra industrial purista estadounidense, o del entrecruce de todas
ellas. No se puede eliminar el fotomontaje de este marco de propuestas que exaltaban la vida moderna (la mquina, la herramienta, el trabajo, la fbrica y aun los
objetos orgnicos) desde la experimentacin visual,
porque de ellas se aliment y fue parte. No por nada seran los fotgrafos mexicanos de vanguardia (Agustn
Jimnez, Lola lvarez Bravo, Emilio Amero, Antonio y
Rafael Carrillo, con el antecedente de Modotti), quienes haran uso y difusin del fotomontaje.
Fue a finales de 1931 cuando una parte de ellos se
dieron a conocer por medio de una exposicin-manifiesto, organizada como concurso por parte de La Tolteca,
una fbrica cementera vuelta smbolo de modernidad.
Los sorpresivos planteamientos de los ganadores Lola
y Manuel lvarez Bravo, Agustn Jimnez, Aurora Eugenia Latap y Walter Lipkau perfilaron un parteaguas
en la tradicional visualidad contenida en diarios y revistas. Y fue tal el impacto, que el publicista Federico Snchez Fogarty cerebro detrs del concurso contrat
a Agustn Jimnez para realizar la publicidad de la empresa cementera. A principios de 1933 se public en Revista de Revistas un extraordinario fotomontaje realizado
por el fotgrafo, en el que aparece la ineludible referencia a los cementos La Tolteca, pero en su elaboracin
establece una construccin de diversos planos en punto de fuga, en donde predominan los volmenes industriales sobre la presencia de los obreros, hasta ascender
hacia los imponentes silos, los mismos que haban aparecido en su fotografa ganadora de un ao antes. Un
sistema de iconos fundamentales de la construccin fotomontajista de sentido poltico aparece aqu (el trabajador y el entorno industrial), con todo y que esto era
aparentemente publicidad.3 Slo apariencia, porque el
fotgrafo puso en juego una sutil irona: un letrero a
la izquierda, colocado de manera estratgica, seala:
Cuidado con el tren; un tren nada menos que de la
fbrica cementera, que aplasta visualmente a los trabajadores.
Poco despus de ganar el concurso de La Tolteca, Jimnez recurri al fotomontaje para ilustrar las pginas
de Revista de Revistas,4 y en ese mismo ao colabor en
un reportaje sobre los Nuevos recursos de la publicidad, donde se puso en evidencia al fotomontaje como
una nueva gramtica incluido el uso de la tipografa, para obtener una fuerza grfica suficiente para
hacernos pensar no slo en aquello que haya sido captado por la mirada cristalina de la cmara, sino en lo
que el anunciante desea incrustarnos en la memoria.5
Causa y efecto, motores de la intencin fotomontajista, se encontraban ah perfilados. Por todo ello no fue
casual que en ese mismo ao Agustn Jimnez pasara a
Revista de Revistas, nm, 1182, Mxico, 8 de enero de 1933,
p. 15.
4
Ibidem, nm. 1135, Mxico, 14 de febrero de 1932, pp. 2832. El trabajo fotomontajista de Agustn Jimnez an falta por estudiarse. Con este recurso Jimnez incursion en la publicidad e
incluso realiz notables alegoras en el libro de Gustavo Ortiz Hernn, Chimeneas, Mxico, 1937.
5
Guillermo de Luzuriaga y Agustn Jimnez, Nuevos recursos
de la publicidad, en Revista de Revistas, nm. 1192, Mxico, 19
de marzo de 1933, pp. 14-16.
3
(tema ineludible de la modernidad), al lado de un ensamblaje de retratos a la manera de una serie de mosaicos cuadrangulares. Adems se deca: De este modo,
la fotografa es un arte que destruye conceptos previos
e imgenes seculares, para crear un imprevisto sentido
de nuestro mundo, un arte dentro del cual no debe caber, como de hecho no cabe, la ancdota por concreta
y fatal,12 con relacin no nicamente a la fotografa
moderna sino tambin al fotomontaje.
Durante la segunda quincena de septiembre de 1935,
Gutmann y Blum inauguraron una muestra en el Palacio de Bellas Artes, conocida como Exposicin de la
obra de los fotgrafos europeos Enrique Gutmann y Albrecht V. Blum, misma que fue abierta al pblico el 14
de septiembre de ese ao. Una seleccin de sus trabajos
fue presentada por Manuel lvarez Bravo, quien expres que la obra de Gutmann actuaba en reaccin contra
lo pintoresco, sealamiento no gratuito de quien tambin practicara una nueva visin sobre la fotografa.13
El primer fotomontaje de Gutmann en las pginas
de Futuro ya defina su trabajo por venir, al utilizar
imgenes provenientes de otras autoras, adems del
necesario uso de leyendas impresas en tipografa sobre
la imagen; creaba una dislocacin de la perspectiva tradicional, dominada todava por el cuadrngulo de las
imgenes en unin, y menos por el recorte de figuras,
algo que pronto depurara. Y, sobre todo, inclua de
manera magnificada y saturada la presencia obrera y
circunstancialmente algunos iconos nacionalistas (en
este primer caso la Catedral Metropolitana, algo que
por su lado le dara ms de relevancia en el diario El
Nacional, hacia 1937-1938). Las figuras de los obreros
y lderes insertadas (no casualmente en necesaria desproporcin con respecto a la maqueta general en donde
aparecan las masas), le deban mucho a la gramtica
constructivista, por el punto de vista en contrapicado
que exaltaba al personaje hasta deificarlo, adems del
uso en transversal de lo arquitectnico. En este inicial
12
Hctor Prez Martnez, La fotografa arte de hoy, en El Nacional, seccin rotograbado, Mxico, 13 de octubre de 1935.
13
Exposicin de la obra de los fotgrafos europeos Enrique
Gutmann y Albrecht V. Blum, polptico de invitacin, Galera de
Exposiciones del Palacio de Bellas Artes, del 14 al 30 de septiembre, Mxico, 1935.
10
zador cielo azul, o se solicitaba la paz con un mazo coronado por una paloma (el trabajo antes que la guerra).23 Con el conflicto mundial el mensaje social de
Futuro llegaba a su fin. Poco lograron Luis Arenal y
Federico Silva, los ltimos directores grficos, porque
para 1946 la publicacin se redujo hasta desaparecer la
imagen. As, de Enrique Gutmann se dej de saber a
mediados de 1941; Jos Renau sigui experimentando
en el muralismo, el cartel cinematogrfico y estaba por
emprender The American Way of Life, su gran fresco
contra la guerra fra.24 Lola lvarez Bravo, como Renau, se mantuvo en solitaria prctica del fotomontaje.
Antes de su ingreso a Futuro, Lola ya haba publicado en las pginas de El maestro rural fotomontajes de
carcter social, y espordicamente de sentido poltico,
porque el medio segua rigiendo el contenido del mensaje. Los trabajos incluidos en las pginas de esa revista, dependiente inicialmente de la SEP, se volvieron
regulares en 1936, y sus mensajes eran directos para ser
asimilados de manera inmediata por el pblico al que
iban dirigidos. En portadas e interiores de El maestro
rural predominaba una presencia de lo industrial (en
muchos sentidos elemento salvador de la sociedad,
nica salida de la pobreza), la organizacin gremial y el
trabajo, a lo que se agregaba un trato alegrico de la salud. Se inclua lo mismo a un nio bebiendo agua dentro de una tubera, que un gran manto protector,
smbolo de la necesaria potabilizacin del lquido.25 El
primero de mayo oportunidad siempre aprovechable
para el tema de la clase obrera le sirvi a Lola para
construir un excelente fotomontaje para la contraportada de ese mes de 1936. Para ello elabor una armoniosa conjuncin de maquinaria y obreros, sin
antagonismo entre las partes (en realidad nunca lo hubo en la iconografa fotomontajista de la poca, cuando se trataba de la produccin fabril en medio del
clima moral cardenista), en un slido fundido visual
entre maquinaria y obreros, dominado no casualmente por una plasta roja: una fbula que miraba
27
11
y jefe de redaccin, respectivamente. Entre los fotgrafos se encontraban Manuel lvarez Bravo, los hermanos Mayo y despus Lola. Pero tanto los fotomontajes
como los fotocollages muy probablemente provenan de
las fotografas de los Mayo (quienes haban realizado
algunos espordicos ejercicios en Futuro, contagiados
por el nimo de sus colegas), a partir de las ideas y el
complementario collage de Silva y Arenal.29
En el primer nmero de 1945 predomina la imagen
del obrero como smbolo del trabajo (el mazo como
herramienta ad hoc y la obligada atmsfera industrial),
pero tambin una abierta posicin anticlerical (el alto
clero pisotea gracias a las lneas del fotocollage a
unos desamparados nios de la calle, las felices ovejas
desde hace ms de 400 aos), posiciones stas cada vez
ms encendidas en sus mensajes, como haban advertido. As, en el primer nmero de 1946 aparece el Obrero en huelga asesinado (1934), de Manuel lvarez Bravo,
fotografa de origen lejano y distinto que funcionaba
dramticamente para hacer hincapi sobre los peligros
que acechaban a la clase obrera.30 Dos fotomontajes
ms, entre otros, no daban concesiones: el de los lderes de partidos emergentes, distintos al surgido de la
Revolucin, denominado Los judas del Mxico de hoy,
presentaba como demonios a Ezequiel Padilla, Manuel
Gmez Morn y Salvador Abascal, a quienes se les auguraba que cuando truenen no quedar ni mecate;31 y el de una feroz dentadura que engulla a una
humilde familia indgena, incluido en la portada de febrero. La antropofagia social como modo de denuncia.
Los actos sociales (en este caso la mordida como una
institucin heredada de la Colonia y el Porfirismo),
alterndose visualmente para exhibirse en su contundencia, con todo y sus elaboradas extralimitaciones.
Acaso por todo esto les falt decir a los hermanos
Renau que, con todos los recursos de juego y plasticidad que permita el fotomontaje, ste tambin posibilitaba otra circunstancia: el acto ideolgico en todas sus
manifestaciones y de acuerdo al practicante que lo pusiera a la consideracin pblica.
1945, nm. 1, Mxico, noviembre de 1945.
1946, Mxico, enero de 1946.
31
1946, Mxico, 1 de mayo de 1946.
29
1945 una nueva revista, en Futuro, nm. 106, Mxico, diciembre de 1945, p. 23.
28
12
30
Algo ms que
la
inocencia
(notas en torno a algunas coincidencias
de la antropologa y la literatura)
a observacin, ante todo. Mirar, anotar, recordar lo contemplado. Igual que un testigo amoral, el cronista (llammosle as por ahora) participa con la vista registrando detalles, gestos, movimientos y,
como Roquetn en la novela de Jean-Paul Sartre, La nusea, deja que sus
impresiones evolucionen hacia la ms ruin de las indolencias: Siempre lo haba sabido: yo no tena derecho a existir. Haba aparecido por
casualidad, exista como una piedra, como una planta, como un microbio, tal y como confiesa el personaje en su escalofriante diario.
Mirar, s, y reflexionar despus en la soledad del estudio sobre las constantes o las variantes de tal o cual comportamiento. Algo no muy distinto
a lo que ocurre, individual y dialcticamente, entre el psicoanalizado y su
interlocutor al otro lado del divn. Qu tienen en comn, entonces, el escritor, el antroplogo y el psicoanalista? La respuesta est, posiblemente,
en una frase de Nigel Barley, quien ha inspirado buena parte de esta serie
de reflexiones: los antroplogos afirma han ido a donde no haba
ido ningn hombre. Estn, pues, rodeados de un halo de santidad y divina ociosidad; de donde se desprendera una actitud ausente (voyerista?) del observador-cronista.
Sorprendido por el xito editorial que tuvo su en principio tesis
doctoral (The Innocent Anthropologist. Notes from a Mud Hut), Nigel
Barley desmitifica con su trabajo muchos de los prejuicios que, hasta aquel
ao de 1983, acompaaban al desempeo de la antropologa... o por lo
menos de la Antropologa Occidental (as, con maysculas) ante las poblaciones atrasadas y aborgenes de los pases llamados del tercer y cuarto
mundos. La edicin en castellano del libro de Barley (El antroplogo inocente, Editorial Anagrama, 13 ediciones de 1989 a 1999), nos permite
establecer una serie de especulaciones en torno al ser y el hacer de antroplogos y escritores.
13
creando al mayor divulgador en Occidente de las costumbres, mitos y prejuicios raciales del continente
negro. Con el paso de los aos y tras el proceso de descolonizacin, la figura de Tarzn demostrara de qu
manera un personaje literario puede ser emblemtico
(el Quijote, Gregorio Samsa, Hamlet) de un ideal, un
terror, una obsesin. El rey de los monos reuni todo ello y nos permiti, en la placidez cinematogrfica
una vez adaptado en personaje de celuloide (para mi
generacin, Johnny Weismller), alimentar nuestros
recelos y confusiones en torno a un continente..., un
continente y sus habitantes, desde luego, que no tendra salvacin si no era guiado, asistido y financiado
por la generosa mano del hombre blanco.
Algo similar quedara sugerido en las obras de Rudyard Kipling, El libro de las tierras vrgenes y Kim de la
India, en las que el destino imperial y el honor britnico confluiran en una sola misin ante la carga civilizadora que representaban los pueblos abandonados del
Asia subtropical. Una vez ms, en esos libros clsicos de
la literatura juvenil, quedaran lecciones de antropologa y lirismo colonial que nutriran los prejuicios de varias generaciones. Antropologa y literatura como dos
espejos enfrentados, cada cual reflejando una imagen
incierta, de la subjetividad virtual apareciendo en la superficie bruida del otro engao.
En el Alto Maran
Una de las confesiones ms directas del vnculo antropologa-literatura lo constituye el testimonio que en
15
El caso de Fernando Bentez resulta un captulo aparte. Desde luego que su discutible coleccin de crnicas
(ensayos?) Los indios de Mxico, cuatro volmenes exitosamente publicados por la editorial ERA entre los aos
de 1967-1979, constituyen un esfuerzo admirable de
reconciliacin del redactor cosmopolita con las comunidades aborgenes del pas. El medio antropolgico mexicano, en su momento, no recibi con demasiada
simpata esa coleccin de crnicas-reportaje, a la que se
calific de parcial y poco slida. Sin embargo, esas expediciones por las comunidades indgenas del pas le permitiran, en un plano ms literario, emprender notables
narraciones como las contenidas en sus libros: Ki, el drama de un pueblo y una planta, En la tierra mgica del peyote y Viaje al centro de Mxico, entre otros ttulos.
Obviamente que el medio acadmico ha criticado
mucho esos afanes divulgadores bajo el principio de
que, careciendo del rigor cientfico, los libros con nimo
etnogrfico se quedan en la buena intencin meditica,
pero sin la calidad y el nivel terico requeridos.
Tocar a Atino
Para concluir nos queda el caso aleccionador de Marguerite Yourcenar. En las adendas de su novela clsica
Memorias de Adriano, cuenta la novelista una experiencia arrobadora. Fue el da en que finalmente logr tocar la materia de su obsesin juvenil. La Yourcenar
haba intentado escribir el libro en dos intentos previos,
pero los resultados no la satisfacan (no hallaba lo que
literariamente se dice su voz). El tercer tratamiento
Grupo de nios en Yaxcopoil.
S.
Cundo piensas volver?
Y entonces, incontenible, Nigel Barley suelta la carcajada. Dos aos en las montaas de los Dowayo, en
los que perdi todos sus ahorros y dos dientes, hizo
amigos inimaginables (misioneros borrachines, profesores de primaria que practicaban la brujera) y, sobre
todo, cambiaron irremisiblemente sus das.
La fiesta del Ritz
Experiencias como (si cabe el caso) la del coronel Hemingway en el hotel Ritz durante la liberacin de Pars. Llega el ruidoso corresponsal de guerra al barecito
y enseguida es asaltado por un viejo portero del hotel
que le pregunta dos veces su nombre y que si alguna
vez estuvo hospedado all. Cuando obtiene la respuesta afirmativa le informa que ah abajo, en la bodega y
desde 1929, est un viejo bal que permanece abandonado. Ernest Hemingway lo recupera y, al abrirlo, nace la leyenda. En ese cajn estn los rizos de sus novias,
los billetes de la pera, las cartas de sus amigos, aquella
vieja bufanda escocesa... Se enfrenta de pronto, como
si un regalo de Dios, a su juventud (o su propia arqueologa personal). Esa experiencia dar como fruto
una novela de conmovedora intensidad: Pars era una
fiesta. Habr sido la victoria de la memoria sobre el
cruel paso del tiempo. La inocencia del observador habr sido derrotada. Habrn comenzado los das, si se
quiere, de la santidad (literaria). Memoria, observacin, testimonio. Y lo dems ser polvo sin destino.
Hunucm: tricitaxis con servicio de orden.
Mauricio Carrera*
A
Eric Jervaise:
la fotografa como intuicin
ric Jervaise descree del momento exacto. Para l, el momento correcto en que la fotografa debi haberse tomado no existe. Tampoco la
premeditacin. O la pose. O el artificio del cheese, sonran al pajarito. El
momento se da o no se da y constituye, ms que una oportunidad irrecuperable, una emocin. La fotografa, dice, es ojo, alma, corazn. No siempre ha sido as. Durante aos, este fotgrafo de origen francs se ha
dedicado a ahondar en los misterios tcnicos de su arte. Es un experto en
la ciencia detrs de la cmara. Conoce los secretos qumicos y fsicos que
permiten fijar y reproducir una imagen, extraerla del reino de lo real para
perpetuarla en soportes materiales ajenos a su propia naturaleza y ontologa. Su aprendizaje lo ha llevado a descomponer, entender, desgranar, desarmar, los elementos de la fotografa. Por mucho tiempo sus objetos de
estudio han sido la luz, la ptica, la mecnica, la composicin icnica, los
procesos de fijacin, la historia y la teora en torno a esta actividad que lo
mismo es destino que arte y profesin. La fotografa era lgica y razonamiento, frialdad y tcnica, objetivo y cerebral perfeccionamiento; lo que
lo llev a desarrollar un trabajo muy simplificador y sintetizador, minimalista, para utilizar la palabra en boga. Fue una bsqueda por eliminacin,
descartando aquello que no condujera a comprender, manejar y reproducir la magia de la caverna platnica.
En el principio fue as. En sus orgenes la fotografa era dominio de los
cientficos. Nipce, Talbot. Ilustracin e industrializacin. La burguesa
ilustrada que se apropiaba de la realidad por medio de una cmara (tomar una foto, decimos) y el reforzamiento del yo (el retrato para las masas). En este nuevo momento de su vida y de su carrera como fotgrafo,
sin embargo, Eric Jervaise abandona el ambiente controlado de su obra
para acercarse a elementos ms vitales, menos calculados y ms inquietantes, menos solipsistas y ms cercanos a una visin humanista del devenir
*
Novelista. Subdirector de Proyectos Especiales de la Coordinacin Nacional de Difusin, INAH.
19
20
Torre Latinoamericana.
en abime frente a mi propia vida que se va. Es muy molesto. Existencialmente es profundamente inquietante.
Cosa terrible, la fotografa. Por eso no gusta del autorretrato, o mejor, de la autofotografa. Jervaise apenas si
aparece fsicamente en sus fotos. Es una sombra en Maz
tierno. Es una sombra y unos zapatos en Palacio Nacional. Tal vez sea una sombra pero en esas fotografas el
mundo la imagen del mundo est literalmente a
sus pies. El fotgrafo como pequeo dios malogrado
(otra vez Borges) con la capacidad, as sea ficticia un
mero artilugio de la tcnica, de detener ese continuum, ese estar echados en el mundo entre el ser y el
tiempo (Heidegger dixit). De ah nuestra nostalgia (angustia) por ese pasado que nos acerca a la vida y nos aleja del instante de nuestra muerte. De ah fotografas
como Ritmo latino, donde hay un aire de los aos cincuenta, con ese carro de coleccin y esa mujer como demode caminando por la ciudad actual. De ah los
danzantes con indumentaria prehispnica entre el trajn
de lo contemporneo alrededor del Templo Mayor. De
ah este fotgrafo moderno con su cmara antigua. Jervaise ve en esto, ms que un desfase, una continuidad.
El D.F. es una ciudad eterna, que no cambia. Es una ciudad fascinante en la cual como que puedo ver algo que
se contina. Es un lugar de encuentros, de intercambios,
de convivencia, pero donde hay una armona. Siempre
veo armona en ese bullicio. Cuando estoy en el Templo
Mayor y veo a los vendedores, a las mams con sus nios,
a los cargadores, a la gente, estoy viendo algo que siempre
ha estado. Para m es un mundo fascinante. Me gusta mucho el lado imaginario de la Ciudad de Mxico. Con mi
educacin francesa, la Ciudad de Mxico es como estar
frente a una cosa mgica. Se me paran los pelos de punta.
Es como la presencia de lo que no se puede saber, es decir,
de lo que uno cree que ha perdido y ah est.
En sus panormicas Jervaise conjuga sus conocimientos tcnicos y sus experiencias personales para producir una obra que refleja sus propias inquietudes y, al
mismo tiempo, una esencia colectiva. Su cmara del siglo XIX le permite no slo aprehender una mayor porcin de la realidad sino liberarse de los formatos a los
que nos ha acostumbrado la industria fotogrfica. No es
21
22
instante, el de la intuicin de tomar la fotografa. Esto le ha permitido muchas tomas memorables. Menciono El mexicanito, por ejemplo. El nio que en brazos de
su padre ve hacia lo alto del astabandera, mientras que
ste mira en direccin al Palacio Nacional. Polisemia de
nuevo, enmarcada en un momento donde lo nacional
se funde con lo personal: patria, paternidad, esperanza,
reclamo, alturas y simas, presente y futuro, potencial y
pobreza, en un Mxico que cabe entero en una fotografa. A ese momento nico, irrepetible, a la altura del arte, agrguese la perfeccin del encuadre: no hay visor en
la cmara y Jervaise intuye, presiente, los ngulos de la
toma. No hay un concepto preestablecido, tampoco
una intencin ideolgica, una nocin anticipada de patria, tan slo sentimiento, emocin, en el instante en
que el fotgrafo aprehende al mismo tiempo un fragmento y un todo de lo real.
El mexicanito subvierte asimismo nuestra trayectoria
visual y nuestro concepto de panormica. No es una
fotografa horizontal sino vertical. 140 grados de arriba a abajo. En nuestro mundo occidental estamos acostumbrados al movimiento de izquierda a derecha. As
leemos. As escribimos. As se nos ha hecho reproducir
y entender la realidad. Por eso prevalece lo horizontal
en la propia obra panormica de Jervaise. No obstante,
la verticalidad aparece aqu y all, en fotos que son de
lo mejor de su produccin. Otro ejemplo memorable:
Torre Latinoamericana. El rascacielos otrora smbolo de
modernidad y resistencia (no se cay con el terremoto, seguimos diciendo), y abajo el tropel, la muchedumbre que se agolpa para cruzar la calle. Ntense los
detalles. Las ventanas abiertas en oposicin a la aparente
lisura del inmueble. El reflejo en sus cristales del edificio de enfrente, que en su tiempo lleg a ostentar el ttulo del ms alto de Mxico. El reloj, Nido, detenido
no slo en la fotografa sino en la realidad a las 14:13
horas. Los anuncios, que podran hacer un buen cadver exquisito a la usanza de los surrealistas: sordera,
Labastida, poesa, new center, Lzaro. Y el mar de gente: los rostros, la prisa, el hambre, la vestimenta, los
peinados, los tenis, las miradas, reflejo de un pas que
a ratos pareciera, como en la foto, dirigirse otra vez a
cruzar por el mismo bache.
Jervaise, con sus panormicas, nos brinda otros horizontes qu ver o pensar. Incluso en sus tomas sobre
ruinas arqueolgicas (Teutonas y atlantes) o sus estudios
sobre la arquitectura o la naturaleza, la intuicin del fotgrafo permite observar y conocer, percibir, otros aspectos de una realidad que la fotografa fragmenta,
totaliza, dinamiza. En El mar, por ejemplo, hay una
calma, una tranquilidad aparentes. El fotgrafo est interesado en el ritmo, el movimiento. No le interesa la
naturaleza muerta sino viva. En una fotografa como
Lnea blanca, tan desrtica, tan vaca, tan plana, hay un
discurso muy fuerte de vida y movimiento en esa carretera que lleva a alguna parte o a ninguna. En Celestn
esto es ms que evidente. La algaraba de unos nios
que corren a la orilla del mar. La toma es impecable,
23
Felipe Ehrenberg*
A
Aerocromacias
Ponderaciones dedicadas
a los cuates de
Botellita de Jerez,
que mala hierba
nunca muere.
24
Otros cuantos piquetitos, y el ratn nos llevar al Mundo de los Opositores del grafiti,
panormico en sus furias desbordadas. Son
rectos urbanistas y socilogos de toda estirpe;
hay indignados tericos de la esttica y artistas
plsticos, ciudadanos annimos y asociaciones
de condminos encabronadsimos, ecologistas
desfasados y ms. Incluye desapegados cientficos (el Departamento de Fsica Aplicada y
Tecnologa Avanzada de la UNAM gasta una laniza en su intento por desarrollar el milagro de
una pintura antigrafiti que consiga acabar con
El Problema) y hasta fabricantes de pinturas
y aerosoles (la Comex de Mxico colabora con
los cientficos de la UNAM).
Se podr discrepar en torno a los orgenes
del grafiti. Ojo: no confundir con el tag o
placazo, cuyos hermticos glifos le paran de
punta los pelos a los grafiteros ms clsicos;
tampoco confundir con los paisajes de ciencia
ficcin creados en parques y banquetas por
ingeniosos artesanos, con slo aerosoles y sus
dedos. Y mucho menos con la hueste de rotulistas multicromados que cubren las paredes
de la perifera con anuncios de bandas igual
que con consignas de partidos polticos. Hay
quienes insisten en que la necesidad que tiene
la humanidad de expresarse en el espacio social ha estado presente desde la prehistoria (la
pintura rupestre). Hay quienes se remiten a las
convulsiones sociales de Mayo del 68, en Pars. Otros,
tan eurocntricos como los anteriores, evocan los aos
setenta neoyorquinos, poca en que Keith Harring &
Co. (with a little help from Andy) quisieron apropiarse
del grafiti para colocarlo en las sacrosantas salas del arte erudito (como si le importara al grafitero). Como
fuera, la noble y antigua palabra (del griego graphos, de
ah al italiano graffiti) describe una accin creativa surgida de un logro tecnolgico de cuo muy reciente: la
elaboracin de imgenes con latas de pigmento comprimido o con pinceles de aire, sobre vallas y muros
pblicos (con o sin permiso de sus dueos). Las consecuencias de este hallazgo son muy similares, demasiado, a las que siguieron al invento en la Europa de
finales del siglo XV, cuando los hermanos Van Eyck refinaron la tcnica del leo. Nos guste o no pues, el grafiti lleg para quedarse en todito el mundo.
****************
Ante el hecho consumado, la resignacin. Y de ah a
la complicidad, qu caray: a principios de marzo del
2003, los atnitos paulistas (me incluyo) fuimos testigos de una tremenda accin pictrica que se dio en el
cntrico complejo de tneles Paulista / Rebouas / Avenida Dr. Arnaldo. Se trataba del Proyecto SP CAPITAL
GRAFFITI, que acababa de ser puesto en accin por la
Prefectura de So Paulo con el apoyo del poderoso
25
BankBoston y una ONG llamada Cidade Escola Aprendiz, y por supuesto, con la colaboracin de los 150 mejores grafiteros de la ciudad.
Unas semanas despus, los habitantes de esta urbe vimos, algunos con mucho placer y otros con odio jarocho, la aparicin del Mural Global, en la cntrica
Avenida 23 de Mayo, y luego, la extraordinaria metamorfsis de la sucursal ms elegante de BankBoston, en
plena Avenida Paulista. Una de los ltimas cinco o seis
mansiones construidas por antaos barones del caf y
que sobrevivieron la verticalizacin barbrica que sufri
la ciudad, el adusto inmueble usualmente de blanca
sobriedad se transform en un triz en una brillante
joya multicolor, cubierta de cabo a rabo por las garigoleadas aerocromacias de siete grafiteros que engarzaron
cada una de sus aerogrficas propuestas en un todo armoniosamente maravilloso. El gusto nos dur poco
pues la mansin ya volvi a vestir su alba seriedad.
La Prefectura, sin embargo, se empea en estimular el arte del grafiti, y contina apoyando el proyecto
26
en 50 espacios pblicos ubicados en toda la megaciudad. A cargo de la coordinacin general del proyecto
est el artista plstico Eymard Ribeiro, del projeto Beco Escola, ncleo de grafiti de la Cidade Escola Aprendiz. As, So Paulo Capital Graffiti se ha sumado al
conjunto de actividades con las que la ciudad conmemor su 450 aniversario, en 2004. Quin lo hubiera
imaginado, verdad?
Ya fuera cobijado por el buen gusto de patrocinios
corporativos pblicos y privados, o siguiendo sus propios
e irrefrenables impulsos de base, el grafiti, insisto, est
aqu para quedarse. Ajeno a las consideraciones estticas
que rigen al arte visual con adjetivo (quiero decir, el arte
culta o como le dicen los brasileos, la erudita), el
grafiti por tantos practicado se erige como un muy eficaz
sustituto de esas artes, las de video o instalacin o performance y hasta las de pintura pintada cuyo hermetismo las separa cada vez ms de la comprensin de los
mortales comunes, y se suma de manera sustancial al poderoso caudal de las otras expresiones vivas, dinmicas,
pulsantes, del imaginario colectivo.
(En un aparte, se me ocurre que podemos comparar
el fenmeno con lo que sucede en msica con el MPB o
movimiento de msica popular brasileira que adopta
reggae y rap sin empacho alguno; y al guaca-rock o charrock preconizado por Botellita de Jerez, tan bien cultivado por el eclecticismo de Caf Tacuba, Maldita
Vecindad y el ska de Los de Abajo.)
Vemos, miramos, contemplamos y meditamos a partir de las imgenes. Estas surgen y nos llegan desde las
fuentes ms primigenias hasta las ms industrializadas,
desde el trazo de un lpiz (relleno, al cabo, de grafitO)
sobre una hoja de papel, hasta los alardes de la digitalizacin cinematogrfica (Matrix), pasando por televisin
en todas sus versiones, microvideo mdico, fotos satelitales y su retransmisin instantnea, rayos X y tomografas y sonido visualizado, hasta los videocelulares que
est comprando al mayoreo la chamacada ms prspera.
El asunto puede resumirse, a final de cuentas, de la
manera ms sencilla (otro logar comn): el momento
actual y nuestro es preponderantemente visual. En este
alucinante contexto, en el que nos jugamos la existencia misma entre la ms abyecta pasividad y una interaccin controlada, el grafiti parece ser el sistema de crear
BC.
27
Muros que
agreden, sentencian,
cuestionan, critican,
ridiculizan, ofenden,
fantasean...
o simplemente divierten.
El graffiti surge en el siglo XX como concepto grfico y es una forma de representar la palabra hablada mediante signos. Viene de la expresin italiana
graffito (derivada del griego graphis) y ha sido por
excelencia el medio de comunicar el pensar y el sentir de sectores especficos de la sociedad.
Con el surgimiento de diversos movimientos sociales, especialmente estudiantiles y guerrilleros, los
muros llegaron a ser parte clave en la propagacin
de consignas polticas e ideolgicas, y resultaron ser
efectivos medios difusores de la lucha contra los regmenes antidemocrticos o totalitarios, aun mejores que los habituales medios de comunicacin
como la radio, la televisin y la prensa escrita. En
la dcada de los aos sesenta, movimientos juveniles y urbanos a nivel internacional emplearon el
graffiti como una forma de denuncia a su acontecer cotidiano, poniendo de manifiesto su falta de
28
pacios pblicos), como parte de las actividades conmemorativas de los 450 aos de la ciudad?
FE. De manera normal y sin confrontaciones mayores: a travs de cartas a redacciones de diarios, una que otra columna de opinin..., no
hay que olvidar que grafiti es una expresin
plstica consolidada, de perfil claramente esttico, mientras que los placazos son meros glifos, parecidos al orn de un perro con que
marcan territorios.
Deborah Dorotinsky*
A
Los investigadores
vistos en la fotografa
Investigadora independiente.
IIS-UNAM, Signos de identidad, Mxico, UNAM-IIS, 1989.
2
Deborah Dorotinsky, La vida de un archivo. Mxico indgena y la fotografa etnogrfica de los aos cuarenta en Mxico, Mxico, tesis para obtener el grado de Doctora en
Historia del Arte, UNAM-FFyL, 2003.
3
Bancomext, El ojo de vidrio. Cien aos de fotografa del Mxico indio, Mxico, Bancomext, 1993.
4
Ana Mara Salazar Peralta (coord.), Antropologa visual, Mxico, UNAM-IIA, 1997.
*
29
Foto Cat. nm. 1658. Grupo de la expedicin del Instituto camino para el pueblo de San Juan de los Jarros, Atlacomulco, Estado
de Mxico. Archivo Mxico Indgena, IIS-UNAM, aos cuarenta.
material reunido por la Escuela Nacional de Antropologa e Historia (ENAH) en sus concursos de fotografa
antropolgica, con prlogo de Luis Gerardo Morales
Moreno.5 Diferentes autores como Ignacio Gutirrez
Ruvalcaba han publicado ensayos en la revista Alquimia, relativos a la fotografa indgena del siglo XIX.6
Como es posible discernir a partir de la produccin
bibliogrfica, la historia de la fotografa en el pas gest su propio repertorio folklrico de imgenes desde
el Porfiriato. Desde las tomadas por Winfield Scott o
las de C.B. Waite, que oscilaron entre lo documental y
lo esttico, lo testimonial y lo teatral, generalmente como escenificaciones congeladas para el gusto de un pblico que las consuma como souvenirs. Las fotografas
ms serias, las consideradas cientficas algunas de
Lupercio colgaban de las paredes de la sala de etnografa del antiguo Museo Nacional, hasta los primeros
aos del siglo XX.
En 1917 se crearon las primeras instituciones abocadas a la investigacin y formulacin de soluciones a la
5
Armando Bartra, Alejandra Moreno Toscano y Elisa Ramrez
Castaeda, De fotgrafos y de indios, Mxico, Tecolote, 2000.
6
Vanse Ignacio Gutirrez Ruvalcaba, Antroplogos y agrnomos viajeros. Una aproximacin, en Alquimia, ao 2, nm. 5,
Mxico, enero-abril de 1999, y Deborah Dorotinsky, "El imaginario indio de Luis Mrquez", en Alquimia, nm. 10, Mxico, septiembre-diciembre de 2000, pp. 7-11.
30
9
Carlos Basauri relata estos movimientos y relaciones con Lucio Mendieta y Nez en la seccin Cmo se hizo este libro, en
Carlos Basauri, La poblacin indgena de Mxico, Mxico, SEP,
1940, pp. 7-8.
10
No es fortuito por lo tanto que fuera en la dcada de 19381948 (incluyendo parte del periodo de Miguel Alemn), cuando
los diferentes centros de estudio donde se practicaban y ejercan las
disciplinas sociales adquirieran carcter oficial e institucional. Vemos as que en 1938 cuando se cre el INAH, que empez a funcionar en 1939 y a l pas el Museo Nacional de Arqueologa
Historia y Etnografa se le dio carcter oficial al Instituto de Investigaciones Sociales dentro de la UNAM. En 1938 tambin se cre
el Departamento de Antropologa dentro de la Escuela Nacional
de Ciencias Biolgicas, del Instituto Politcnico Nacional, con el
Dr. Paul Kirchoff al frente del Departamento de Etnografa. En
31
32
Nacional, y de donde se removi antes de iniciar la restauracin del inmueble. La nica explicacin que puedo ofrecer para la existencia
de estas fotografas fuera del IIS-UNAM, es que
alguien debi hacerlas llegar al Museo con algn propsito en mente. Sin embargo, como a
la fecha no hay documentacin que demuestre,
contradiga o confirme esta hiptesis, tenemos
que contentarnos con saber que ah estn y
aguardan revisin.
Una de esas imgenes localizadas en la Fototeca de la CNMH, es la que lleva el nmero
Foto hoja del lbum: Hoja del lbum de los zapotecos del Valle donde aparece el
original de inventario CDII-92. En primer Dr. Emile Sicard en San Juan Guelavia, Oaxaca, s/f.
plano tenemos un comprimido grupo familiar
mexicana se consideraba como una ciencia en ciernes.
de madre con hijos. De hecho, los nios estn flanLo que esta ciencia requera era la consolidacin de los
queados por dos mujeres adultas, de un lado la madre
objetos de estudio los miembros de las sociedades
que carga al pequeo en los brazos y parece estar platihumanas. Y del otro lado del espectro, lo que se emcando con la otra mujer, a su costado. Ninguna de ellas
pezaba a construir era al investigador modelo que ejermira al fotgrafo y la sensacin de pose se percibe con
ciera esa ciencia social. La fotografa, donde aparecen
fuerza porque los nios han sido acomodados por estatanto investigadores como investigados, puede interturas, chiquitos al frente, ms altos detrs, y ellos, al
pretarse como un registro de ese doble proceso de consigual que el beb que carga la mujer, miran directatruccin: de los sujetos de conocimiento y de los
mente a la cmara. En lugar de centrar la escena, el foobjetos de estudio.
tgrafo la registr de manera un poco oblicua,
Volviendo a la fotografa de la trabajadora social con
cargando el grupo hacia el lado izquierdo y marcando
la familia, es justo indicar que las disciplinas sociales
con las piedras que hay en el suelo una diagonal
la arqueologa inclusive fueron campos donde las
que se fuga hacia la derecha. La vista del techo de la camujeres empezaron a tener una presencia como invessa refuerza la sensacin de perspectiva. Lo que me intigadoras, aunque con gran desventaja frente a sus coteresa de esta imagen no es tanto su composicin, sino
legas hombres, an y cuando enfrentaran situaciones
la coexistencia en el registro de la trabajadora social y la
de trabajo de campo similares a las de ellos. Extranjefamilia objeto de estudio.
ras como Gertrude Duby o Frances Toor, por ejemplo,
En los aos cuarenta, las disciplinas sociales en
pudieron realizar sus trabajos de investigacin sin denuestro pas no se encontraban an cabalmente sepamasiados tropiezos, por lo que habra que indagar si las
radas ni estaban del todo profesionalizadas. Sin eminvestigadoras nacionales se enfrentaban a mayores libargo, empezaba a sentirse ya una fuerte tendencia
mitaciones. Podemos entonces considerar que la fotopor especializar y deslindar las arenas de accin de la
grafa, como la que vemos, no slo es un testimonio de
antropologa, la etnografa y la sociologa. Durante
la presencia de los investigadores al lado de los invesese primer decenio, el IIS-UNAM gravit en torno al estigados, sino un documento visual que ofrece inforfuerzo de consolidar un mtodo de investigacin, con
macin histrica en ms de un sentido, como el de
fines pragmticos las ms de las veces, sobre todo en el
narrar en imgenes la insercin de las mujeres en la inaporte de datos para el diseo de polticas de gobierno.
vestigacin social.16
Esos mtodos retomaron propuestas de socilogos europeos como Morgan, Spengler, Durkheim y por su16
Sobre las mujeres en la investigacin antropolgica, vase
puesto Comte, lo que quiere decir que la sociologa
33
derecho y de pie con los brazos en jarras, refuerza la sensacin de arresto del tiempo. Los
cuatro sujetos portan sombreros para guarecerse del brillante e implacable Sol, y miran de
frente al fotgrafo abriendo la imagen para
que los observadores penetremos en ella, hacindonos parte de esa expedicin. En otra
parte he sealado cmo la representacin de
los exploradores dej de ser un elemento del
imaginario indigenista cientfico, desde finales
del siglo XVIII. Quizs los nicos preocupados
Foto Cat. nm. 5037. Emile Sicard con un zapoteco de San Juan Guelavia, Oa- por registrarse en pleno trabajo durante el siglo XIX, en Mxico, fueron los artistas viajeros,
xaca. Archivo Mxico Indgena, IIA-UNAM, aos cincuenta.
como el pintor J.M. Rugendas o paisajistas coEn la dcada de los aos cuarenta, el fotgrafo Ral
mo el maestro y director del ramo de pintura de paisaEstrada Discua se hizo fotografiar con su asistente, la
je en la Academia de San Carlos, el piamonts Eugenio
seorita Milln, y un curandero otom. Se trata de una
Landesio, quienes incluyeron sus propias figuras al lade la pocas imgenes de este autor en el campo, siendo
do de cargadores y otros tipos costumbristas, dejando
que era l quien siempre estaba detrs de la cmara. En
adems testimonio de las vistas, volcanes, haciendas y
ese mismo lugar retrat a un grupo de investigadores,
dems maravillas naturales de esta tierra.17 En las fotocuya fotografa porta al reverso la leyenda: Grupo de
grafas del archivo del IIS-UNAM el fotgrafo jug un pala expedicin del Instituto camino al pueblo de San
pel testimonial, y sus imgenes se nos ofrecen como
Juan de los Jarros, Atlacomulco Edo. de Mxico, poherramientas para poder articular los modos en que la
siblemente tomada entre 1943 y 1945 (Nm. Cat.
investigacin sociolgica va construyendo el discurso es1658 grupo mazahua). Comprimidos en el segundo
crito y visual de los indgenas, pero tambin nos muesplano de la fotografa con una extensin de terreno
tran como en el caso considerado la necesidad de
al frente y un paisaje en lontananza detrs, apreciareinscribir en la fotografa a los investigadores. Tengo pamos un automvil al lado del cual posan cuatro sujetos
ra mi que el sujeto parado en el extremo izquierdo es un
(que no logramos identificar) para el fotgrafo. El priinformante, o un miembro de una comunidad cercana,
mero a la izquierda tiene una canasta en la mano donque posiblemente vende los productos que porta dende posiblemente trae las viandas para el almuerzo; el
tro de la canasta. Los dos hombres de en medio ms
segundo, recargado contra el auto, cruza los brazos en
altos y corpulentos son los investigadores (as lo desseal de espera; el tercero, con un pantaln de montar
cubrimos comparando sta con la fotografa nm.
y chaqueta colgando del brazo, contempla y aguarda
1701), y el de la derecha por la gorra que trae puesel final de la toma; el ltimo, localizado en el extremo
ta posiblemente es el chofer. Ya el antroplogo Carl
Lumholtz haba dejado constancia fotogrfica de su
Martha Judith Snchez y Mary Goldsmith, Prcticas de gnero y
sujetos femeninos. Mujeres en la antropologa mexicana 19351968", en Mario Alejandro Carrillo (coord.), Reflexiones finiseculares, Mxico, UAM, 2000, pp. 41-55. En la historia del arte en la
UNAM, consultar Rita Eder y Olga Senz Gonzlez (comps.), Del
Carnaval a la Academia. Homenaje a Ida Rodrguez Prampolini,
Mxico, Doms, 1987. Para las historiadoras en el IIH-UNAM, consultar a Alicia Olivera (coord.), Historia e historias. Cincuenta aos
de vida acadmica del Instituto de Investigaciones Histricas, Mxico, UNAM-IIH, 1998.
34
XIX,
propia presencia en la sierra tarahumara al cierre del siglo XIX, montado sobre una slida mula. Cambiando el
medio de transporte y en medio de la aridez del entorno, los modernos investigadores de los aos cuarenta
posan al lado del automvil.18
Por ltimo, una serie de tres imgenes en la zona de
los zapotecos del valle, que nos permiten ver al investigador in situ ejerciendo su oficio frente a la cmara. En
la primera de ellas nos presenta el fotgrafo a un hombre muy relajado, caucsico, con las manos despreocupadamente metidas dentro de los bolsillos; a su lado un
hombre indgena, vestido de blanco con huaraches y
sombrero, y junto a l una nia, seguramente su hija,
quien se cubre con un rebozo. Fuera de centro, casi al
margen de la imagen, una seora sostiene de la mano a
un nio pequeo que es el nico que no mira hacia
el fotgrafo (Cat. nm. 5037). En la imagen siguiente el
investigador ha tomado entre sus manos tres piezas de
cermica y sonre mostrndolas al fotgrafo (Cat. nm.
5038). Finalmente, en la ltima fotografa, el investigador sonre nuevamente a la cmara, con una nia
sentada sobre sus piernas. Ella no nos mira, l est sentado sobre unas piedras, bajo un rbol, con un cigarrillo entre los dedos (Cat. nm. 5039). Al fondo, hay
una pared y una puerta abierta por donde penetra la
luz; un espacio que se ha abierto para recibir, incluso
a los extraos. El investigador que aparece en las imgenes es el doctor Emile Sicard, quien public varios
artculos en la Revista Mexicana de Sociologa, entre
1955 y 1960.19
Qu podemos hacer de estas tres fotografas incluidas en el lbum, una al lado de la otra? Si el propsito
del archivo era reunir tipos indgenas, incluyendo paisaje, habitacin, artesana e indumentaria y sin consideraciones para las prcticas rituales o sociales, qu
18
La Fototeca Nacho Lpez del INI tiene una seleccin de fotografas de Lumholtz, donadas por el Museo de Historia Natural
de Nueva York.
19
Sus ensayos se preocuparon por hacer revisiones de las teoras
sociolgicas de Durkheim, Comte, la sociologa terica, la emprica, la experimental, y sobre las clases sociales. Las fotografas que
vemos fueron tomadas en el pueblo de Guelavia, entre zapotecos
del Valle, Oaxaca. Vase Efran Prez Espino (comp.), Revista Mexicana de Sociologa, ndice Acumulativo 1939-1982, Mxico, IISUNAM, 1985, pp. 96 y 136-137.
35
En la etnografa, en general, las culturas que se describan y representaban casi siempre parecan existir en
un vaco fuera del tiempo, un tiempo siempre presente
que no es el nuestro sino otro. La descripcin de otras
culturas como si estuvieran fuera del tiempo es la relacin etnogrfica que Johannes Fabian describe y analiza en su libro Time and the Other: How anthropology
makes its object.20 Cul es la caracterstica principal de
una situacin de contacto entre cultura estudiada y
antroplogo, etnlogo o socilogo? La coetaneidad o
coexistencia en el tiempo y el espacio de uno y otros
miembros de la investigacin. Sin embargo, esta contemporaneidad se niega dentro de la escritura etnogrfica de los aos cuarenta. A travs de su representacin
como otredad, los nativos, aborgenes, indios son descritos de tal modo que la condicin de coetaneidad es
borrada o alterada, dejando al otro o los otros en un
tiempo siempre distinto al del investigador que escribe
sus hallazgos. El resultado de esta escritura antropolgica hecha casi siempre en lo que Fabian denomina
presente etnogrfico (i.o. un tiempo presente como
Los tzotziles son un grupo...) construye al otro en
trminos de distancia, tanto temporal como espacial, y
definitivamente racial. El otro siempre esta all, espacialmente escindido, entendiendo que entre ms lejos
y remoto sea ese all, ms primitivo y extico es ese
otro tambin. De esta manera, casi invariablemente
la distancia se refiere a una lejana en el espacio y en el
tiempo, una manera de sacar a los otros culturales de la
historia. Las fotografas donde aparecen juntos ambos
sujetos los estudiados y los que los estudian fracturan los recuentos sociolgicos de las monografas, como las reunidas en Etnografa de Mxico (1957), y
aunque en las fotografas siempre hay motivos iconogrficos que distinguen y diferencian a unos sujetos de
otros por el vestido, el calzado, el color de la piel, el
cabello o los instrumentos que se estn manipulando el que aparezcan reunidos en la toma los hace
parte de un proceso histrico comn.
Quizs para un antroplogo o un etnlogo que ejerce su oficio da a da, estas observaciones resulten triVase Johannes Fabian, Time and the Other: How anthropology makes its object, New York, Columbia University Press, 1983.
20
36
viales. Quiero hacer hincapi en el hecho de que histricamente resultan enriquecedoras porque hablan mil
palabras que los textos especializados de los aos cuarenta no hablaban, es decir, por que colocan al investigador en el espacio pictrico fotogrfico del indio, y
en ese sentido la foto los rene, mientras los textos
mantenan la distancia racial y de clase. Es verdad que
en cierta forma estas fotografas son trofeos de trabajo:
Ah estuve, se soy yo, pero tambin es cierto que
hacen visibles las relaciones que los antroplogos, socilogos y etnlogos entablan con miembros de las comunidades que estudian. Como muestra un botn: las
fotografas que con especial insistencia tom el antroplogo Carl Lumholtz a finales del siglo XIX del shamn huichol Dr. Rubio. En sus trabajos, adems, el
noruego reitera los lazos ms estrechos que entabl con
determinados informantes, creando por supuesto amistades muy fuertes. Pero esto en los aos cuarenta no era
cientfico y permaneci latente en las fotografas.
La historia de la fotografa en Mxico ramo al
que nos dedicamos historiadores del arte y algunos
historiadores, antroplogos, socilogos, etnlogos, arquelogos y archivistas es un campo que si no nuevo, se ha ido profesionalizando con ms fuerza en la
ltima dcada. Las revistas especializadas de fotografa, Alquimia, Luna Crnea, Cuarto oscuro, han venido
ofreciendo a sus lectores trabajos cada vez ms puntuales y enriquecedores, tanto en materia de historia como
de anlisis de la imagen y difusin de los trabajos de los
fotgrafos contemporneos. El acceso a los archivos fotogrficos, la catalogacin de colecciones abandonadas,
o el encuentro de materiales perdidos, han fomentado
el trabajo de investigacin, con propuestas metodolgicas variadas y acercamientos tericos mltiples. Desde la semitica, la fenomenologa o la hermenutica, la
fotografa ofrece actualmente la posibilidad de hacer
reflexiones interdisciplinarias que enriquecen el conocimiento de la historia, la construccin de los proyectos nacionalistas, la iconografa poltica y las historias
particulares de las disciplinas y las ciencias. Me parece
que la imagen fotogrfica ha pasado de ser accesorio de
los textos, a ser considerada como una importante fuente primaria de informacin que es necesario rescatar,
analizar y comprender.
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ra Nacional, 1970.
37
38
de legitimar ideolgicamente las aspiraciones independentistas de los criollos ilustrados, los indgenas reales
seguan siendo marginados y explotados. No fue sino
hasta que empuaron las armas y dejaron sentir su
fuerza social en el movimiento revolucionario sobre
todo en la cobertura del zapatismo que su papel fue
reivindicado.
Una muestra de cmo se iba dando en trminos declarativos esa recuperacin y revaloracin de lo indgena,
en el campo cultural, la encontramos en la siguiente referencia de Debroise (1998: 172): En 1923, el recin
creado Sindicato de Obreros Tcnicos, Pintores y Escultores enuncia en su manifiesto: El arte del pueblo de Mxico es la manifestacin espiritual
ms grande y ms sana del mundo y su tradicin indgena es la mejor de todas.
A partir de la gestin de Vasconcelos y de la
obra de mltiples creadores, artistas, poetas, se
emprendi una cruzada de reivindicacin de lo
popular y lo indgena que, en agudo comentario
de Debroise (ibidem, loc. cit.), conduce a que
Sin formacin previa, los artistas se erigen, sobre
la marcha, en antroplogos: Roberto Montenegro, el Dr. Atl y Miguel Covarrubias coleccionan
y exponen artes populares; Fernando Leal, Diego Rivera y Fermn Revueltas dibujan fiestas tradicionales; Jean Charlot y Anita Brenner
descubren dolos detrs de los altares
En efecto, como parte de ese proceso apareci la obra de Anita Brenner que s se
formara posteriormente como antroploga, una lcida escritora de origen hidroclido, quien escribira a fines de la dcada de
los veinte una obra memorable: Idols behind
the altars. Es ah donde ella acua el trmino
Renacimiento mexicano, para referirse a la
produccin cultural resultante del movimiento social de 1910, un trmino con el
cual haba denominado uno de los dos manuscritos que, posteriormente fusionados,
daran origen a Idols
Pero otro de los efectos del proceso se dio
tambin en el campo de la fotografa:
Por efectos de esta transformacin, la fotografa mexicana, que haba privilegiado el retrato de la clase
dominante y el de los tipos fsicos, tipos populares e
Anita Brenner naci en Aguascalientes en 1905, siendo hija de inmigrantes judo-alemanes. Creci en medio de la vorgine de la Revolucin y fue llevada por su
padres a la frontera, para sustraerla de los estragos de la
lucha armada. Quizs de ese crecimiento en medio de
la tormenta fue de donde aliment su inters por las
profundas transformaciones que se daran en Mxico,
y para que se formara una inquieta posicin poltica
2
El noruego Carl Lumholtz inici sus exploraciones en el noroeste de Mxico en 1890, patrocinado por el Museo de Historia
Natural de Nueva York, mientras que el francs Lon Diguet inici sus estudios en Baja California y El Nayar entre 1889 y 1913.
Frederick Starr, por su parte, realiz trabajos de registro antropomtrico y del entorno fsico en cinco jornadas que van de diciembre de 1895 a marzo de 1901. Las etnias visitadas por Starr fueron,
entre otras, las de los otomes, tarascos, nahuas, mixtecos, triquis,
zapotecos, tzeltales y choles. Para ello cont con el apoyo de la
Universidad de Chicago y el Museo Nacional de Mxico. Para realizar dicho trabajo le acompaaron los fotgrafos Charles B. Lang,
Bedros Tatarian y Louis Grabic. En una de las ltimas fases del trabajo, Starr protagoniz uno de los episodios ms deplorables dentro de la fotografa etnogrfica en Mxico, al obligar a los indgenas
de la comunidad de Chicahuastla a posar, mediante el uso de la
fuerza pblica (Rodrguez, 1999: 37). Para mayores detalles sobre
la obra de stos y otros fotgrafos-viajeros, vase Villela, 1998.
3
Durante el rgimen de los llamados caudillos lvaro
Obregn y Plutarco Elas Calles, el proyecto educativo oficial,
establecido y comandado en un inicio por Jos Vasconcelos, incorpor el nacionalismo como elemento central (Prez, 2003: 3)
40
Aunque poco afecta a tomar ella misma la cmara fotogrfica, la obra de Anita Brenner se halla atravesada por
una notable presencia de la imagen fotogrfica. De esos
vnculos con la imagen a travs de algunas tomas,5 ensayos, seleccin de imgenes, dilogo con su esposo y aun
como modelo trataremos en los siguientes apartados.
Anita Brenner como modelo
Una de las ms famosas imgenes tomadas por Edward
Weston durante su episodio mexicano, es aquella donde Anita Brenner posa desnuda, de espaldas, en una
4
En septiembre de 1936, Rivera recibi un cable de la escritora Anita Brenner, informndole que Trotsky haba sido expulsado de Noruega y que no haba sido aceptado en ningn otro pas,
por lo tanto, ella buscaba asilo para Trotsky y pensaba que Mxico
podra drselo. (Pgina de Internet de Educal).
5
Son pocas las fotos donde hemos identificado la autora de
Anita Brenner: la que tom a Frida Khalo (Glusker, 1998: 185),
la foto nm. 146 en The wind that swept Mxico, y una foto, indita, que tom a Miguel de Unamuno, ms alguna (s) de las que
se tomaron durante la expedicin a Guerrero.
41
al grado que, aseguran algunos autores,8 el gran cineasta sovitico se inspir en dicha obra para la realizacin
de Que viva Mxico!.
Respecto a las imgenes que aparecen en Idols, en
la edicin en espaol de dicha obra puede leerse lo siguiente:
NOTAS SOBRE LAS ILUSTRACIONES
La inmensa mayora de las ilustraciones de dolos tras los
altares se publica aqu por primera vez. Ellas fueron seleccionadas entre los materiales reunidos por la autora, los
fotgrafos y los artistas que colaboraron durante muchos
meses de cuidadosa y amorosa investigacin. La mayor
parte de las fotografas se tomaron en pueblos y edificios
que generalmente no son incluidos ni siquiera en los itinerarios de los artistas; tanto las fotografas como las dems ilustraciones se escogieron siempre por su valor
8
No es casual que el libro de Brenner y con ello las fotografas de Weston y Modotti haya sido determinante para Sergei
Eisenstein, el cineasta sovitico que permaneci en Mxico de diciembre de 1930 a febrero de 1932 para rodar su filme Que viva
Mxico! (Marie Seton, Sergei M. Eisenstein. Una biografa, Mxico, FCE, 1986, cit. en Rodrguez, op. cit.)
artstico, tomando en cuenta las ms tpicas y mejores expresiones del arte mexicano (Brenner, 1983: 385).
Por su parte, Tina Modotti escribi a Anita unas lneas antes de leer el libro, en una misiva menos formal
que la de Weston y hablando ms de sus perspectivas
personales que de la obra y sus fotografas (ibidem, loc.
cit.).
Anita tena 24 aos de edad cuando se public dicha obra, en 1929.
The wind that swept Mexico y las fotografas
de la Revolucin Mexicana
Aunque elaborada despus del viaje a Guerrero, The
wind that swept Mexico (El viento que barri Mxico) es
otra de las obras importantes elaborada por Anita y
donde la fotografa juega un papel protagnico. Es, a
decir de los editores de la versin mexicana, el primer
libro que intent recoger una visin de conjunto de la
Revolucin Mexicana (Brenner, 1985: 7, subrayado
mo). Habra que aadir, tambin, que es el primer libro donde las imgenes de la Revolucin Mexicana se
estructuran en un discurso propio que, apoyado con
Es un privilegio tener su libro y sentir que yo he tenido una
pequea parte en su elaboracin. Me gusta lo que usted dice y la
forma en que lo dice. Es el libro ms interesante sobre Mxico que
he ledo. Claramente pensado, agradable y sin sentimentalismo. Y
qu bien impreso! Mis congratulaciones para usted y los editores.
Yo estoy hablando y presumiendo por donde quiera. Afectuosamente, Edward.
9
43
44
Dentro de este contexto de desarrollo de la mirada etnogrfica, Anita y David emprendieron su expedicin.
Las imgenes
45
En la sierra, fue David Glusker quien sobre todo tomaba las fotografas. Anita ha de haber sugerido, propuesto, indicado los tpicos, los temas. Pero fue
David quien se encargaba del registro fotogrfico.19 Sin
embargo, podemos atribuir al binomio Brenner/Glusker el tipo de mirada etnofotogrfica con el cual se form un acervo de 45 imgenes, de las cuales se muestra
aqu una parte ilustrativa.
En unas palabras acerca de dichas imgenes que
Susana Glusker escribi para una edicin previa de las
fotografas que ahora researemos, vemos la siguiente
presentacin: Andando en mula por la sierra, juntos
exploran las races del arte y de la cultura mestiza; el resultado son estas fotografas, tomadas con el cario total del uno por el otro y de ambos por el pas.
46
Varias de las imgenes nos muestran a individuos solos, algunos de ellos posando abiertamente. Una de dichas fotos nos parece indicativa en cuanto al uso de la
tcnica pues, aunque un nio de cuerpo entero aparece
con una ligera sombra sobre sus pies, su figura resalta sobre un fondo difuminado, en lo que parece ser una fotografa tomada as, deliberadamente por el fotgrafo,
con foco selectivo, a efecto de dar poca profundidad de
campo y resaltar la imagen del sujeto.
Los rostros indican un acercamiento seguro del fotgrafo pues la gente posa confiadamente. No hay aprehensin en su pose. Algunos rostros portan mscaras, en
una intencin del fotgrafo por mostrar la peculiaridad
cultural de los atuendos. La toma cercana de una pareja,
en un retrato de busto, nos muestra los indicios de la penetracin de la modernidad, para aquel entonces. La
mujer luce un vestido moderno y el varn porta una playera o camiseta con cuello redondo alto. Su mirada parece inquisitiva, poco comn entre los grupos tnicos de
entonces.
Finalmente, para terminar con esta breve presentacin de los materiales registrados por Brenner/Glusker, nos referiremos a una ltima imagen que nos
muestra una ceremonia religiosa, en un escenario que
parece el curato o la casa comunal. En ella aparecen un
grupo de mujeres postradas en el exterior, frente a los
portales de dicha casa, mientras los varones permanecen en los corredores, tambin postrados. Pequeos
festones de ramas adornan las columnas de acceso al recinto, y una imagen de Cristo se puede apreciar a la derecha, por lo cual suponemos se est ante la presencia de
un festejo de cuaresma. A la izquierda del corredor se
distingue una mesa, donde, a su alrededor se encuentran
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Esther Acevedo*
H
Los caminos
de Alejandro Casarn
(1840-1907)
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4
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AHSEDENA.
51
Figura 2. Alejandro Casarn (1840-1907). No ha concluido aun el culto del Dios Huitzilopochtl?, en El Padre Cobos. Peridico alegre,
campechano y amante de decir indirectas... aunque sean directas, t. I, nm. 6, Mxico, ed. resp. J.R. Torres, Imp. de Vicente Garca Torres,
11 de marzo de 1869. Litografa de 21.5 x 30.5, Hemeroteca Nacional de Mxico. Inscripcin: El Siglo y la Opinin se han hecho rosca. Y dicen: no se mueve ni una mosca. No ha concluido aun el culto del Dios Huitzilopochtl? El tecolote canta y el indio muere. Esto no es
cierto pero sucede.
En el mismo artculo, al referirse a la pintura de gnero, comenta Altamirano que es justo confesar que
si antes la Academia de San Carlos la pintura de gnero no era de la predileccin de los directores y profesores, hoy es ms tolerada, y quizs ms gustada,
10
aunque a juzgar por la obra de los alumnos no es todava recomendada ni se le da en los estudios el lugar
que merece.11
Casarn no era hijo de la Academia, como ellos decan, pero haba introducido en Mxico un gnero que
empezaba a ser apreciado por una creciente burguesa,
el cual se distingua del costumbrismo practicado durante la primera mitad el siglo.
Felipe Gutirrez el renombrado pintor decimonnico coincidira con la crtica en general, al estar de
acuerdo de que en verdad Casarn era acreedor al ttulo del Meissonier mexicano; sin embargo reconoca
que sus trabajos eran
11
52
Ibidem, p. 40.
Figura 3. Jess T. Alamilla. Dad un punto de apoyo al pueblo, y acabar por palanquearse en Huitzilopostli, en El Padre Cobos. Peridico alegre, campechano y amante de decir indirectas... aunque sean directas, 2 poca, t. I, nm. 47, Mxico, 11 de junio de 1871. Litografa de 15 x 20.5, Hemeroteca Nacional de Mxico.
...demasiado bonitos y que si bien educa la vista no educada del vulgo, desdice enteramente la verdad, porque cada asunto y cada objeto exigen una manera diferente de
tratarse, para que no resulte falsedad y amaneramiento.
En los gneros mitolgico y alegrico, es cuando ms se
puede pasar este estilo bonito o ideal, o como quiera llamrsele; pero en el gnero de costumbres, en el retrato
y en la historia es chocante emplear ese idealismo equvoco que hace las figuras una especie de muecos de
porcelana12
ra la venta tres obras originales: Un Lasquenet, La limosna y El bufn de Enrique VIII, calificados por la crtica
como lindos cuadritos de nuestro Meissonier, es decir,
de Casarn y quedamos complacidos al ver que en Mxico hay una copia en carne y hueso de aquel maestro
que en Europa llaman tanto la atencin y cuyas obras
son pagadas a peso de oro.13
Fuera de la Academia, se abri en 1888 un nuevo espacio para exponer y vender obra en el hotel Jardn. Ah
coloc Casarn los cuadros Antes del Sermn y Un Anticuario, los cuales fueron calificados de primorosos.
Debido al sistema impuesto en la Academia para la
adquisicin de obra, es que los cuadros de Casarn no
13
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54
55
Figura 5. Alejandro Casarn (1840-1907). La sombra de Zaragoza, en El Padre Cobos. Peridico alegre, campechano y amante de decir indirectas... aunque sean directas, t. I, nm. 22, Mxico, ed. resp. J.R. Torres, Imp. de Vicente Garca Torres, 5 de mayo de 1869. Litografa de 29.3 x 39.7, Biblioteca de Arte Mexicano Ricardo Prez Escamilla, Fondo Museo Nacional de Arte, p. 100. Inscripcin: El guin
perdido. El asalto. La sombra de Zaragoza. A la gloria inmortal... Defensores de Puebla.
56
Su pretensin de la prensa de ser los representantes de la opinin pblica, hizo que en sus diatribas
el pueblo quedara como motor de sus acciones, y sin
embargo ese pueblo considerado por ellos en realidad
estaba compuesto por un sector urbano de la clase media. La llamada plebe y los grupos indgenas no formaban parte de su lucha, y sin embargo el indigenismo
histrico s entraba en sus conmemoraciones.
Polticamente la prensa se haba convertido en el
cuarto poder, y a travs de ella se impulsaban candidatos a puestos de eleccin popular y se defendan a sus
allegados. Esa funcin como medio de ascenso poltico
queda de manifiesto en las historias de vida de algunos
diputados, que nos dan a conocer sus orgenes como redactores de algn peridico, ya sea de la
capital o de provincia.
El lpiz de Casarn se afil contra Jurez,
por estar el dibujante ms vinculado a
Gonzlez Ortega, quien en su calidad de
presidente de la Suprema Corte aspiraba a
ocupar la presidencia de la repblica en
tiempos del Imperio, al momento que
conclua el periodo regular de Benito Jurez. ste no consinti en esa pretensin
por razones de Estado, mantenindose como presidente trashumante a lo largo del territorio nacional. En 1869, al empezar su
labor de caricaturista, Casarn lo hizo desde tres
frentes periodsticos: La Tarntula, El Padre Cobos y
San Baltazar, todos enemigos de Jurez y consecuentemente de Sebastin Lerdo de Tejada.
Veamos dos caricaturas sobre el Benemrito, a quien
diferentes caricaturistas con quince meses de distancia lo comparan con el sangriento dios Huitzilopochtli. Sin que le baste una sola imagen para contar
un problema, Casarn dibuja en 1869 un trptico: al
centro ubica a Huitzilopochtli/Jurez ms grande
que las pirmides que lo rodean, quien recibe de
Lerdo los corazones de los sacrificados en Puebla y Tamaulipas; del lado derecho est Francisco Zarco, editor
de El Siglo XIX, que observa a travs de un telescopio la
escena al revs, por lo que permanece callado, pretendiendo no darse cuenta de los problemas surgidos en
los diferentes estados de la repblica; atrs de Zarco
57
Entre Alamilla oscuro y Cazarn [sic] radiante, opuestos polos del arte, no haba comparacin posible. El primero por su robusta
personalidad y su visin directa era sin duda el creador pero el talento lo mismo que el diamante nativo, necesita para irradiar luz, ser pulido por la cultura y
montado en el oro del carcter, y Alamilla careci de ambas virtudes.
En cambio Cazarn [sic] era culto, pulido y de fcil palabra, su misma figura arrogante, sus grandes ojos negros
y su traje arbitrario pero correcto, le allanaban todos los
obstculos y as pudo medrar y vivir con cierto lujo en el
mismo medio donde Alamilla sin ventura, logr apenas
refugiar en el menguado paraso del alcohol su fracaso pecuniario y su existir claudicante26
58
Figura 6. Jess T. Alamilla. Coro, en El Padre Cobos. Peridico alegre, campechano y amante de decir indirectas... aunque sean directas, 3 poca, nm. 36,
Mxico, ed. resp. J.R. Torres, 4 de mayo de 1873. Litografa de 30 x 21, Hemeroteca Nacional de Mxico. Inscripcin: Coro, Gloria a ti, generoso guerrero,
que supiste a tu patria salvar. Gloria a ti, mexicano sincero. Gloria a ti, Zaragoza inmortal.
59
randa, relativa al final de la Batalla del 5 de mayo; los dems recuadros refieren el asalto y el
guin perdido.34 Se completa con una cinta de
laurel y un texto que dice a la gloria inmortal
defensores de Puebla.
Cuatro aos ms tarde, los impresores de
El Padre Cobos convirtieron la celebracin del
5 de mayo en un festejo ntimo. En la escena,
Alejandro Casarn sita a los cofrades en el
interior de un estudio, alrededor de una mesa
festiva y un piano; los congregantes entonan
un coro a la memoria de Zaragoza, cuya imagen pende sobriamente de la pared (figura 6).35
La festividad resulta privada, porque lo editores no estn de acuerdo con la alharaca celebratoria realizada en las calles de la ciudad,
pues desde su punto de vista las glorias de
Zaragoza han sido traicionadas. En el editorial comentan:
...cuan preciosos estuvieron todas las farsas del 5 de
mayo y decimos esto porque la farsa es que el presidente y sus ministros y todos los de pacotilla vayan azotando calles al rayo del sol con la sonrisa en
los labios como el nio de San Antonio, farsa es
que por obligacin concurran a solemnizar ese gran
da muchos incidentes que estn ahora rodeando al
gobierno farsa en cuanto no lleva el sello de un gobierno espontneo hay que suprimir tantos gastos intiles.36
Los problemas y divisiones entre los liberales no impedan que las glorias del pasado fueran apropiadas tambin por los oposicionistas.
Sin embargo, las formas de apropiacin fueron
transformndose: la celebracin alegrica
triunfante, vinculada a un vocabulario acadmico, fue
60
dejndolas atrs Casarn para comenzar a crear imgenes historiadas a la manera de un cuadro de costumbres. Si de 1867 a 1869 los caricaturistas utilizaban
un lenguaje acadmico para referirse a los momentos
histricos, ello cambiara muy pronto cuando cayeron en la cuenta de que esas celebraciones constituan
parte de un programa oficial para construir un Estado-nacin.
La situacin poltica de las diferentes facciones del
partido liberal despus de la toma de posesin de
Lerdo como presidente electo en diciembre de 1872
se complicaron. Los lerdistas esperaban un cambio de
gabinete a su favor que no obtuvieron; los porfiristas
haban recibido la amnista por el levantamiento, y todos queran una parte de las carteras. En este clima,
San Baltazar, en su segunda poca, propona
como candidato a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia a Porfirio Daz. El resultado de las elecciones, celebradas en
febrero de 1873 favoreci, por un margen muy amplio a Jos Ma. Iglesias con
un total de 5488; en segundo lugar qued Vicente Riva Palacio con 1078 y
Daz obtuvo 962.37
La Constitucin, representada como
una mujer togada, fue sujeto de cientos de
caricaturas, siendo uno de los principales
motivos con el que la prensa oposicionista sali a la palestra por su defensa. En su caricatura del 25 de enero de 1873, publicada en San
Baltazar y bajo el seudnimo de Piquete, Casarn atacaba la ceguera de Lerdo ante la ley. El peridico en general opinaba que los que crean que Lerdo era capaz
de salvar la situacin creada por la ineptitud juarista se
estn decepcionando de una manera lastimosa.38 El pie
de caricatura dice: Es intil hablarle por arriba cuando
oye por abajo. (figura 7). Los que le hablaban por abajo eran los redactores de Juan Diego, peridico que postulaba a Iglesias como su candidato a la presidencia de
Jos Ortiz Monasterio, Patria tu ronca voz me repeta Vicente Riva Palacio y Guerrero, Mxico, UNAM, 1999, p. 139.
38
San Baltazar, 18 de enero de 1873. Casarn tom diversos
seudnimos: Piquete, Pique, Lira, Pdico, Picudo, Palomo y Piquetsimo.
37
39
Juan Diego, 24 de enero de 1874. Si bien el reclamo sali antes de la fecha de la caricatura, se lo podemos adjudicar al retraso
de los peridicos, que guardaban sus fechas originales.
61
40
62
43
AHSEDENA.
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Rosa Casanova*
H
64
Parece ser que al llegar a Europa, Humboldt y Bonpland tenan alrededor de 60 000 muestras de plantas, de las que describen
ms de 4 000, as como millares de notas sobre las mediciones y
observaciones llevadas a cabo.
4
65
66
Ms adelante agrega: Nada es ms difcil que comparar naciones que han seguido caminos diferentes en
su perfeccionamiento social. Los mexicanos y los peruanos no deberan ser juzgados segn principios tomados
de la historia de los pueblos que nuestros estudios nos
recuerdan sin cesar.6 Confirma su filiacin libertaria y
su creencia en la igualdad de los hombres, que segua vigente en Cosmos, donde descarta la existencia de razas
superiores e inferiores. Para l existen:
familias de poblaciones ms susceptibles de cultura,
ms civilizadas, ms iluminadas; pero no hay algunas ms
nobles que otras. Todas son igualmente hechas para la libertad que, en una sociedad menos desarrollada, pertenece solo al individuo, pero que en las naciones que gozan
de verdaderas instituciones polticas, es el derecho de todo
el conjunto de la comunidad.7
De regreso en Europa, en agosto de 1804, Humboldt requiri tiempo para asimilar y procesar el cmulo de vivencias y datos recabados, de manera que su
experiencia fuera accesible a los lectores.8 Aos ms
6
Se refiere a los paradigmas de la cultura clsica. La obra fue
conocida tambin como Atlas pittoresque du voyage. Utilizo la edicin de Jaime Labastida, Mxico, Secretara de Hacienda y Crdito Pblico, 1974, pp. 9 y 15.
7
El primer tomo de Cosmos apareci en Berln en 1845, y fue
traducido al francs con adendas, entre 1846 y 1859, cuando concluy el cuarto tomo. Pstumamente apareci, incompleto, un
quinto volumen (1860). La cita esta tomada de la versin francesa, publicada en Miln en 1846 por Charles Turati, impresor, t. I,
p. 306.
8
Ciertamente, gran parte de su conocimiento histrico sobre
Amrica se gener a su regreso, cuando se inici la publicacin de
Gographie des plantes equinoxiales. Cuadro fsico de los Andes y pases vecinos. Grabado por Bouquet segn un dibujo de Schenberg
y Turpin, 1805, basado en un boceto de Humboldt y Bonpland en 1799-1801. Presenta un resumen de la reparticin de la flora en esas latitudes que deba seguir de gua para artistas y cientficos. Publicado en Alexander von Humboldt. Inspirador de una nueva ilustracin en
Amrica, Berln, Instituto Ibero-Americano, 1988, p. 92. (Essai sur la gographie des plantes, Pars, 1807).
tarde, todava escriba: Queda por examinar si, a travs de la operacin del pensamiento, se puede esperar
reducir la inmensidad de los diversos fenmenos que
comprenden al Cosmos, a una unidad de principio, a
la evidencia de verdades racionales.9 Se dedic tambin a reunir los cdices mexicanos dispersos en bibliotecas europeas y a trabajar con algunos de los mejores
dibujantes y grabadores de Francia e Italia, para que,
con la mayor fidelidad, tradujeran a lminas las complejas figuras prehispnicas, as como sus apuntes y los
de su compaero de viaje, Bonpland.10 En las Vistas
se incluan 69 grabados en cobre en parte coloreados,
41 de ellos con tema mexicano, de los cuales cinco eran
numerosos manuscritos y crnicas desconocidos hasta entonces y
que fueron rescatados en primera instancia por Juan Bautista Muoz, el cronista mayor de Carlos III.
9
A. Humboldt, Cosmos, op. cit., t. I, p. 50.
10
H. Beck afirma que colaboraron alrededor de 50 artistas; Introduccin, en Artistas alemanes, op. cit., p. 12.
paisajes. Fue hasta 1807 que empezaron sus publicaciones, Essai sur les gographie des plantes, en que establece las bases cientficas de su gran proyecto que
acabara, dcadas ms tarde, en Cosmos, obra de vocacin cientfica que por la riqueza de sus reflexiones filosficas y el esmerado lenguaje, pronto se convirti en
una lectura casi obligada para un amplio pblico educado.11 En este escrito culminan sus aportaciones sobre
la representacin del paisaje.
11
Es difcil establecer una cronologa exacta para sus publicaciones, ya que la fecha que llevan es generalmente la de conclusin,
pero se tienen referencias a otros aos en que aparentemente ya circulaban, al menos en parte. Por ejemplo, la dedicatoria al rey Carlos IV en el Ensayo poltico sobre el Reino de la Nueva Espaa, es de
marzo de 1808, pero generalmente se fecha en 1811. En Pars y en
francs, public la obra relativa al viaje americano que inici en
1807-8 y abarc 30 volmenes (unos dicen 34), editados a costo
del autor, bajo el ttulo global de Voyages aux rgions equinoxiales
du Nouveau Continent. Claudio Greppi seala las crticas de Arago
a Humboldt, relativas al continuo retorno sobre ciertos temas que
67
La pintura de paisaje
La naturaleza adquiere sentido a partir de una construccin visible que proporciona orden a partir de un
cdigo compartido, con el objetivo de poder abarcarla.
Como tal, es una operacin histrica y cultural.12 Ya
los situaba en una especie de espiral inagotable; en Introduccin,
Linvenzione del Nuovo Mondo, C. Greppi ed., Florencia, La Nuova Italia, 1992, p. XXXV.
12
Existen mltiples reflexiones sobre estas cuestiones, especficamente vinculadas a nuestro tema. Vase Alberto Castrilln Aldana, Alejandro de Humboldt, del catlogo al paisaje, Medelln,
68
frontispicio del Examen crtico de la historia de la geografa del Nuevo Continente. Atlas geogrfico y fsico (1814),
donde se puede observar una visin positiva de la relacin entre los dos mundos: los dones aportados por Europa (el trigo y, con ello, la civilizacin) y la denuncia
de los males de la Conquista (Minerva y Mercurio consolando a Amrica), contextualizados con elementos
americanos autnticos (el perfil de la pirmide de Cholula, por ejemplo), basados en los materiales aportados
por el alemn.16 En la representacin impera la armona, la belleza de los cuerpos y la gestualidad inspirados
en los esquemas del mundo clsico.
Influenciado por la visin kantiana, para Humboldt
el paisaje es todo lo que se percibe con los sentidos. Por
ello, su representacin deba partir de la observacin
directa de los parajes, donde el artista tomaba multitud
de apuntes que permitiran recrear posteriormente la
escena de manera fidedigna. Ello presupona una contemplacin inteligente de la naturaleza, fundamentada
en conocimientos geogrficos, complementados con la
sensibilidad artstica. Me impuse hacer ver en el Cosmos, como en los Cuadros de la naturaleza, que la descripcin exacta y precisa de los fenmenos no es
inconciliable con la pintura animada y vivaz de las escenas imponentes de la creacin, nos dice.17
No se trataba de obtener una compilacin de elementos aislados, sino que el pintor deba alcanzar una
recreacin que pusiera en evidencia los elementos distintivos del sitio o regin: los rasgos que, segn l, conferan un carcter concreto a cada una de ellas. A travs
del intercambio con Goethe y de su propia experiencia,
infiere la trascendencia de presentar a la naturaleza de
manera clara y comprensible, para lo cual genera una
morfologa, concentrada en 17 prototipos o formas
primarias que caracterizan el aspecto de un paisaje y
que al mismo tiempo simbolizaran lo esencial, lo tpico de un conjunto de plantas.18 En cierta manera haca
lo mismo que Johann Kaspar Lavater, quien aos antes
Vase el esclarecedor ensayo de Helga von Kgelgen, La alegora de Amrica en el frontispicio del Viaje de Humboldt y Bonpland, en Alejandro de Humboldt en Mxico, op. cit., pp. 165-182.
17
A. Humboldt, Cosmos, op. cit., t. I, p. XVII.
18
Renate Lschner, op. cit., p. 24. Beck habla de 17 prototipos,
Castrilln menciona 15.
16
69
70
Humboldt fue uno de los gestores del reconocimiento del invento en 1839, operacin promovida sobre todo por su amigo, el astrnomo y fsico Arago, quien era
secretario de la Academia de Ciencias de Pars, adems
de diputado durante la monarqua constitucionalista de
Luis Felipe.27 El proceso fue complejo y vale la pena
darle seguimiento para comprender la visin en torno
a este inicio de la fotografa:28 comenz el 7 de enero
con una sesin de la Academia, donde Arago present el
invento sin revelar el proceso, tal como lo haba pedido
Jacques Louis Mand Daguerre, para poder negociar
los derechos. Se form una comisin, que evidentemente dio un dictamen positivo, en la que participaron
Arago, Jean Baptiste Biot y Humboldt. Las expectativas del pblico se acrecentaron ante la exhibicin de
algunas placas y las notas periodsticas, por lo que el
gobierno formul una propuesta de ley mediante la
cual pretenda adquirir el derecho sobre el descubrimiento, a cambio de una pensin anual para Daguerre
y el hijo de Joseph Nicphore Nipce, quien haba iniciado las experimentaciones que culminaran con el daguerrotipo.
El 3 de julio Arago ley un reporte en la Cmara de
Diputados, donde subrayaba la importancia de emitir
un juicio fundamentado en el cuidadoso anlisis de cuatro puntos: si se trataba verdaderamente de una invencin; si sta rendira servicios valiosos a la arqueologa y
Ibidem, t. II, pp. 70-71.
Como muestra de la amistad entre ellos, basta recordar que
Humboldt escribi el prlogo de las Obras completas de Arago, a su
fallecimiento en 1853; vase la cronologa elaborada por Juan A.
Ortega y Medina como parte del aparato crtico que acompaa su
edicin del Ensayo poltico sobre el Reino de la Nueva Espaa, op.
cit., p. CXX.
28
Me refiero a la concurrencia de al menos cuatro vas para obtener la fijacin de la imagen visible a travs de la cmara oscura:
el daguerrotipo, las imgenes en papel de Henry Fox Talbot y de
Hippolyte Bayard, as como los experimentos de Hercules Florence en Brasil.
26
27
Hugo Brehme, Mercado de Amecameca, ca. 1930. Negativo nitrato 5 x 7 n. 372839, Sinafo-Fototeca Nacional del INAH. En esta atractiva imagen del fotgrafo alemn Brehme, que rene informacin etnogrfica con volcn, podemos entender la dificultad de Humboldt por
incorporar la fotografa a su concepto de paisaje, puesto que la informacin que provee va ms all de la naturaleza.
las bellas artes; si poda volverse de uso comn, y finalmente, si vala esperar que las ciencias obtuvieran beneficios futuros. Hizo un relato de cmo se lleg al
daguerrotipo, partiendo de Nipce, para luego enumerar los mritos del mtodo del creador del diorama,
que haba servido como punto de partida para las historias de la fotografa. Especficamente refiri las posibles aportaciones para el estudio de los jeroglficos
egipcios, tema relevante para los franceses por la expedicin napolenica que aport a la fundacin de una
ciencia nueva, la egiptologa:
los dibujos [se refiere a los daguerrotipos] superarn en
todo en fidelidad, color local, las obras de los ms hbiles
pintores; y estando las imgenes fotogrficas sometidas en
su formacin a las reglas de la geometra, permitirn
remontarse a las dimensiones exactas de las partes ms
elevadas y ms inaccesibles de los edificios.
71
Como era de esperarse, inmediatamente sugiri su utilizacin en los viajes, aunque apuntaba que El tono general es suave, sutil, pero
como si estuviera oscurecido, gris, un tanto
triste.31
Para cerrar
72
Reflexiones sobre
la llamada cultura popular:
un vagn escasamente tripulado en el tren
de la historiografa de la Revolucin Mexicana1
e han escrito miles de hojas sobre la participacin del llamado pueblo en la Revolucin Mexicana. La discusin alrededor de figuras y grupos
populares de dicho movimiento tambin, hasta la fecha, parece interminable. Y no cabe duda que, independientemente de los usos polticos de una
concepcin muy resbaladiza del pueblo, en su dimensin muy concreta ese
mismo pueblo fue protagonista fundamental de la Revolucin. En nombre
suyo se justificaron infinidad de acciones blicas e intentos de reconstruccin. Y son constantes las referencias que del pueblo mexicano aparecen
en planes, discursos, proyectos o festejos, como si ste fuera no slo el protagonista sino la razn misma, el fin ltimo de la Revolucin.
Sin embargo, a no ser por su apoyo annimo a tal o cual programa o
caudillo, por su presencia en las imgenes multitudinarias o individuales
de los documentos visuales de aquella poca, o por algunas de sus expresiones culturales concretas, difcilmente quedaran testimonios de su participacin en este proceso.
A diferencia de los registros de orden blico, econmico, poltico o de
alta cultura, las expresiones de la cultura popular, por lo general, no han
tenido un recinto o espacio especfico capaz de salvaguardarlas de las inclemencias temporales. Han merodeado en las memorias personales, en
las canciones, en algunos peridicos, en los teatros de barriada, en las fiestas, en las colonias populares, por las calles y los campos, y han estado expuestas a mil y un avatares. Su fragilidad, sin embargo, puede ser una de
las causantes en su afn por desaparecer con frecuencia en recuerdos, plumas o catos, y a la vez las hace capaces de impregnarse en otras memorias, otros peridicos, otros teatros, otras fiestas, etctera.
*
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social (CIESAS), Mxico.
1
Una primera versin de este breve ensayo se realiz en septiembre de 1991. Por ello
la mayora de las referencias no pasan de los aos ochenta. El autor es consciente de que
en los ltimos aos se han generado muchas referencias sobre la cultura popular que no
aparecen en este trabajo.
73
As, esas expresiones culturales populares pueden llegar muy lejos en el tiempo y en el espacio, pero tambin
limitarse a una brevsima referencia de un momento
muy concreto. Pueden convertirse en muestra no slo
de la participacin del pueblo en determinado acontecimiento, sino que ayudan a conocer opiniones, ideas,
formas de ver, es decir, representaciones o imaginarios
de lo que est sucediendo. Esto es, a travs de la cultura popular se puede acceder a una infinidad de matices,
que la amplitud de la palabra pueblo no otorga. Y ms
an, su sobre-explotacin demaggica ha sabido esconder con ciertos visos manipuladores mucho del pensamiento autnticamente popular.
Si aceptamos que el pueblo mexicano fue quiz el
protagonista esencial y su bienestar el pretexto ms socorrido de la Revolucin Mexicana, llama la atencin
la poca presencia que la cultura popular de ese mismo
protagonista ha tenido en la historiografa que compete a tal proceso. A no ser por algunos trabajos fundamentales sobre los corridos, sobre ciertos aspectos de la
literatura popular, o sobre algunas representaciones
plsticas, hasta hace muy poco las expresiones de la cultura popular no parecan interesar demasiado a los historiadores de la Revolucin Mexicana.
74
INAH,
Los sones, como expresin popular de la Revolucion, todava no se han estudiado de manera acuciosa.
Algunos cronistas regionales, como Humberto Aguirre
Tinoco,13 en Tlacotalpan, Veracruz, o Eduardo Santiago Sahagn,14 en La Barca, Jalisco, a manera de ejemplo, han registrado ciertos aspectos del tema, pero
sorprende la ausencia de una trabajo especfico sobre
sones durante la Revolucin. He aqu un tema que sin
duda encontrara muchos obstculos, pero que su simple enunciado muestra uno ms de los maravillosos retos de la investigacin en las expresiones de la cultura
popular.
Pero volviendo al tema central, despus de aquellos
trabajos de Vicente T. Mendoza y de Armando de
Maria y Campos, a no ser por los estudios sobre corridos y una que otra investigacin aislada, la narrativa en la cultura popular ms bien se baj de aquel
tren de la historiografa de la Revolucin. De pronto
apareci en los territorios de la literatura o los estudios
literarios, en algunas referencias generales de historias
de la cultura mexicana, o en libros que difcilmente podran incluirse dentro del rango de historiografa de la
Revolucin Mexicana.15
Entre los aos cincuenta y setenta la cultura popular
no pareci interesar a los historiadores, y curiosamente
menos a los historiadores de la Revolucin Mexicana.
13
Humberto Aguirre Tinoco, Sones de la tierra y cantares jarochos, Mxico, Premi Editora, 1983.
14
Eduardo Santiago Sahagn, La Barca. Su pasado reciente,
Guadalajara, Jalisco, s/e, 1989.
15
Vase Carlos Monsivis, Notas sobre la cultura mexicana en
el siglo XX, en Historia General de Mxico, Mxico, El Colegio de
Mxico, l976, o Sara Sefchovich, Mxico: pas de ideas, pas de novelas, Mxico, Grijalbo, l987.
75
Fue hasta la segunda mitad de los aos setenta, cuando se inici una revaloracin ms extensa de la cultura
popular como recurso importante del saber histrico.
Si bien Luis Gonzlez y Gonzlez en sus proposiciones
de hacer microhistoria ya lo planteaba desde fines de
los aos sesenta,16 ms bien toc a antroplogos como
Guillermo Bonfil,17 Arturo Warman,18 Irene Vzquez19
y Victoria Novelo,20 a escritores como Carlos Monsivis21 y a lingistas como Margit Frenk,22 la tarea de retomar la cultura popular, tanto urbana como rural,
para convertirla en material de investigacin, a veces
histrica, a veces antropolgica, a veces tan general que
resultaba muy difcil sujetarla dentro de los tenues lmites que separan a las ciencias sociales.
Como antecedente fundamental estaba el esplndido
trabajo de Alicia Olivera sobre la literatura cristera que,
publicado en l970 por el INAH,23 no slo mostraba la
inmensa riqueza de los materiales populares que utiliz
para su libro Aspectos del conflicto religioso de l926 a
16
Vase Luis Gonzlez y Gonzlez, Pueblo en vilo, Mxico, El
Colegio de Mxico, 1968.
17
Guillermo Bonfil Batalla, El Mxico profundo, Mxico, SEP/
CIESAS, l987.
18
Arturo Warman, La danza de moros y cristianos, Mxico, SEP
Setentas, 1972.
19
Irene Vzquez ha sido coordinadora de una larga serie de productos fonogrficos realizados bajo los auspicios del INAH, desde
principios de los aos ochenta.
20
Victoria Novelo, Artesanas y capitalismo en Mxico, Mxico,
SEP/INAH, 1976.
21
Entre muchos otros textos se puede consultar Carlos Monsivis, Amor perdido, Mxico, Era, l977.
22
Margit Frenk, et al., Cancionero folklrico de Mxico, 5 vols.,
Mxico, El Colegio de Mxico, 1975-1985.
23
Alicia Olivera de Bonfil, La literatura cristera, Mxico, INAH,
1970.
76
Apaando lugar.
abarcan espacios temporales que trascienden la Revolucin, al tocarla arrojan imgenes de estereotipos, representaciones o simples miradas que plantean nuevas
preguntas sobre el tema revolucionario. Por ejemplo,
cmo es posible tanta riqueza en el teatro de revista
urbano durante las aciagas hambrunas de l915 y l917?,
o qu tanto apoyo del pueblo perdi el maderismo a
causa de una prensa conservadora plagada de historietas ofensivas al nuevo presidente? No era esa prensa un
producto de consumo urbano y de sectores medios?
Sin embargo, no todos los trabajos relacionados con
la cultura popular y la Revolucin se han llevado a cabo
bajo los auspicios de estas instituciones. Otros investigadores de la UNAM, el INEHRM, la UAM.I o de otros centros
regionales, no demasiados por cierto, han tocado la temtica revolucionaria desde otras reas que tambin deben considerarse como parte de la cultura popular. La
investigacin a partir del cine y la fotografa ha encontrado en Aurelio de los Reyes uno de sus mximos exponentes. Si bien este rubro tiene varios seguidores (algunos
Culturas Populares/Grijalbo, l988, y Alfonso Morales (coord.), Un
viaje por el ter, Mxico, Museo de las Culturas Populares (Serie de
discos: MCP), 1988.
Templo Mayor.
77
78
cin. Y si esto se hace a partir de referencias que forman parte de una memoria popular, esto es, de expresiones de la cultura popular, el conocimiento su
generacin y adquisicin afirmar y abrir constantemente nuevos temas. stos, por su origen pero tambin por su destino la divulgacin del conocimiento
histrico, debern estar estrechamente relacionados
a las dimensiones concretas de aquel protagonista inicial del movimiento revolucionario. No de el pueblo
en abstracto, sino de el pueblo que se puede ver y or,
de aquel que es finalmente un sujeto especfico de la
memoria.
Afortunadamente, cada da son ms quienes tratan de
acercarse a los fenmenos de la cultura popular en la historia de este siglo en Mxico. Visitar y revisitar las estaciones de expresiones populares en el largo trayecto de la
historigrafa de la Revolucin Mexicana ha reivindicado
entre tesis inditas y publicaciones recientes diversos
puntos que ataen tanto a actores redescubiertos como
las mujeres, los productores artesanales o los nios, por
ejemplo, hasta personalidades como el mismsimo Pancho Villa, el general Lucio Blanco o los hermanos Cedillo. Aun cuando se trate de obras monogrficas o
generales, estilo Friedrich Katz o Alan Knight, resulta
plausible que hasta dichos santones se lleguen a ocupar
de la cultura popular, reconocindola a travs del cine,
los corridos, la literatura, las representaciones, los refranes y hasta la invencin de palabras e imaginarios.
Y para llegar a la estacin final de este tropezado recorrido, habra que afirmar que al tocar la cultura popular no se trata de banalizar el conocimiento de la
historia de la Revolucin. Las expresiones populares, si
bien tienen mucho de festivo, no por ello dejan de tomar los acontecimientos con seriedad, a veces incluso
en forma de tragedia. Pensar que al acercarse el investigador a un tema o a un proceso por una va que ms
bien sugiere diversin, no implica la ausencia de rigor,
y por eso mismo el trabajo requiere de una extrema
acuciosidad. Trabajos como los de los autores aqu presentados as lo demuestran. Lstima que todava no
sean suficientes, y tal vez no lo sean durante mucho
tiempo, los que pretendan subirse a este vagn tan escasamente tripulado de la historiografa de la Revolucin Mexicana: el vagn de la cultura popular.
**
79
80
ciones estn distribuidas en la parte superior y en la inferior de la portada, campos prcticamente iguales en
extensin que estn puestos bajo el dominio de sendas
aves: el guila y el pavo real. El guila es el ave que alcanza mayor altura por su capacidad de volar muy cerca del Sol y de poder mirarle directamente sin quedar
ciega, por eso en el cielo del frontispicio, el guila despliega orgullosa sus alas. El pavo real es por el contrario smbolo de oscuridad, pues la flamante cola que
levanta desde el suelo es ocelada, como la noche. En
torno a esta dualidad, entendida no como oposicin,
sino como complemento, se construye una parte del
programa iconogrfico, destinado a suministrar la clave para entender como necesarios en los procesos pticos dos elementos esenciales: la luz y la sombra.
El guila y el pavo real son los animales de la majestad por excelencia ya que pertenecen respectivamente a
Jpiter y a Juno, y en ellos se representa la completa
hierogamia ornitolgica. Por esta cualidad esencial en
la composicin se encuentran destinados a elogiar la
persona de Fernando II, emperador de Alemania y rey
de Bohemia y Hungra, a quien va dirigida la obra. El
monarca se distingui por su esfuerzo en perseguir a los
protestantes y por restablecer el catolicismo bajo sus
dominios, y precisamente fue elegido emperador en
1619, ao de la publicacin de Oculus. Las metforas
solares referidas a reyes son frecuentes en la emblemtica de la poca, pues ellos con su prudente gobierno
proporcionan luz y sustento a sus sbditos. El guila,
por su parte, es smbolo imperial por antonomasia.
Desde Felipe II, los austrias son rey-Sol. Se crea desde
la antigedad que el guila, animal de Jpiter, remontaba el vuelo desde el confn del mundo y ascenda hasta llegar a la vertical de Delfos, con lo cual repeta la
trayectoria del Sol.4 El guila de Oculus porta una corona laureada con la inscripcin PLVS VLTRA, seal de
la trascendencia del feliz reinado de Fernando ms all
de la Tierra. Adems sostiene entre sus garras dos cetros
con ojos, una versin adaptada de los poderosos rayos
4
Federico Revilla, Diccionario de iconografa y simbologa, Madrid, Ctedra, 1995, p. 21. Sobre el guila en la emblemtica vase J.J. Garca Arranza, Ornitologa emblemtica. Aves en la literatura
simblica ilustrada en Europa durante los siglos XVI y XVII, Cceres,
Universidad de Extremadura, 1996, pp. 143-220.
81
82
Unos aos despus, en 1646, el tambin jesuita alemn Athanasius Kircher public en Roma una de sus
obras de ms repercusin bajo el ttulo Ars Magna Lucis et Umbrae, vuelta a editar en Amsterdam en 1671.
Kircher (1601-1680) fue considerado uno de los lti8
9
83
Lucis et Umbrae, algo que en Oculus no resulta tan claro. La luz y la sombra aparecen encarnadas en este caso en las figuras antropomorfas del Sol y la Luna.
Scheiner haba utilizado un escenario terrenal para
componer sus emblemas, pero Kircher se sirvi de toda una representacin del cosmos para articular su gran
alegora sobre la luz y la sombra. De acuerdo con las
ideas de la Antigedad y la Edad Media, dibuj el cosmos como una unidad formada por regiones radicalmente diferentes y regidas por leyes tambin distintas:
la Tierra el mundo sublunar como un jardn en la
parte baja de la imagen, imperfecto y corruptible, el
cielo con sus planetas y estrellas, perfecto e incorruptible, y finalmente el empreo, hasta llegar a los umbrales del Templo de Dios.
Las representaciones antropomorfas del Sol y de la
Luna estn acompaadas del guila y el pavo real, utilizados, al igual que Scheiner, como smbolos de la luz
y de la sombra. La mxima diferencia estriba en que
ahora las dos aves son bicfalas, quizs en homenaje a
la casa de los Habsburgo, a uno de cuyos miembros, el
prncipe Fernando, archiduque de Baviera, va dedicada
la obra. Las figuras de los planetas se enriquecen, adems, con toda una serie de elementos adicionales.
El Sol resplandece sentado en un trono de luz con
el guila como escabel. Su rostro irradia tres rayos especiales: uno se refleja en el espejo de la Luna, otro
atraviesa un catalejo, y el tercero se adentra en las profundidades de una caverna. En cuanto a elementos, el
Sol porta el caduceo de Mercurio con las dos serpientes enroscadas, coronado por el ojo de la inteligencia
que permiti a Hermes, en un momento de lucidez, separar a las serpientes enfrentadas. Este instrumento integra los planetas conocidos entonces: Mercurio, Venus,
Marte, Jpiter y Saturno. Falta la Luna que, como se
ha dicho, Mercurio tiene frente a s bajo forma humana, y la Tierra, mostrada como un jardn en la parte inferior de la composicin. El Sol y la Luna rigen los
tiempos de la naturaleza.
En la concepcin fsica del geocentrismo, despus
de las rbitas de las primeras esferas planetarias se encuentra la rbita de las estrellas fijas, de movimiento
mucho ms lento que los cuerpos anteriores, donde
destacan las doce constelaciones del zodiaco.12 Los signos
84
13
18
85
Ibidem, p. 441.
20
Ibidem, p. 444.
19
86
87
En algunas lminas de Ars Magna se pueden ver distintos tipos de relojes de Sol, algunos con el diseo del
IHS, el emblema de Compaa de Jess (p. 496 de la edicin de 1646).31 Ambas imgenes, la del frontispicio y la
del interior del libro debieron inspirar los relojes que
don Vincencio Juan de Lastanosa, gran admirador del
sabio jesuita, hizo trazar en el jardn de su casa de Huesca (Espaa) a mediados del siglo XVII. Los dibujos que
de l se conservan muestran en la parte occidental del
recinto, justo antes del estanque, un reloj muy parecido
al del frontispicio, y entre los parterres ms alejados por
ese lado un Iesu horscopo. En ambos casos seguramente fue necesario rectificar el diseo general de la zona y variar su orientacin para que estos instrumentos
pudieran sealar correctamente la trayectoria solar.32
Si el Sol puede ser interpretado como el agente de la
Magia horogrfica, Diana-Luna sera en parte la responsable de la Magia catptrica, resuelta mediante espejos
planos o curvos, como el que sostiene Diana. Con estos
espejos los rayos solares se podan utilizar para quemar
(Kircher reconstruy en la imagen de la p. 883 la forma en que Arqumedes, segn la tradicin, logr incendiar las naves que asediaban Siracusa), o se podan
utilizar para construir estatuas sonoras, que al salir el
Sol producan msica por efecto del calentamiento del
aire. Quizs las esculturas ornamentales del jardn aludan a ellas.
Relaciones entre ambos frontispicios
88
89
N O TA S
N
Hernn Corts
inventor de Mxico:
una metfora
infortunada
Luis Barjau*
Juan Miralles, Hernn Corts inventor de Mxico, Mxico, Tusquets
(Tiempo de Memoria),
2001, 694 pp.
INAH.
90
91
gn, Cervantes de Salazar, Francisco de Aguilar, Juan Surez de Peralta, Baltazar Dorantes de Carranza,
Lpez de Gmara, Torquemada,
Andrs de Tapia, Muoz Camargo,
Fernndez de Oviedo, el propio
Corts y un sinnmero de documentos del Archivo General de la
Nacin (AGN), el Archivo General
de Indias (AGI), los conjuntados
por Garca Icazbalceta a finales del
siglo XIX y los recientemente escogidos por Jos Luis Martnez.
La reunin de los datos ha contrado resultados fundamentales.
Los datos contradictorios de las
fuentes, incontables, y muchas veces camuflados en muchos estilos
del castellano del siglo XVI, al punto en que, con facilidad se pasa por
alto su significacin, ha presentado
en otras obras del gnero la historia
de la Conquista como un relato un
tanto crptico.
Gran tarea de investigacin fue
la de haber podido escoger los datos de mayor confiabilidad, la de
haberlos conjuntado, la de haberles
arrancado su significacin dormida. Como quien sacudiendo, de un
conjunto de objetos tapados de pol-
92
93
94
ro el papel jugado por los totonacas, tlaxcaltecas, cholultecas, texcocanos, chalcas, xochimilcas y otros
ms. Sin que por ello se deje de reconocer el liderazgo de Corts y su
papel primordial en la conquista de
Tenochtitlan.
El historiador es clsicamente y
en primer lugar el cronista de la
cultura occidental. Es tambin el
investigador que escruta en datos
escritos y no se debe olvidar que las
sociedades locales prehispnicas carecieron de escritura alfabtica. Por
ltimo, se ha dicho que la labor del
historiador abona los nacionalismos. Todo ello para poder contemplar algunas opiniones del autor,
como las que siguen:
En la pgina 343 se dice, respecto de la cada de Tenochtitlan:
Desaparecido un orden poltico,
al momento ya estaba funcionando uno de repuesto. Y en la misma pgina: En el momento de la
cada, el imperio mexica sucumbi para siempre.
La primera afirmacin no es
completamente exacta y en el propio texto se cita que se utiliz la
infraestructura indgena, compuesta, desde luego, por institucio-
95
Soldados de Salamina:
historia y literatura
Benigno Casas*
INAH.
96
que an se daban por el poder. Pero la mayor incgnita de Cercas segua siendo la personalidad del
miliciano salvador de Snchez Mazas, y de la ideas que pasaron por
su cabeza en esos momentos, al mirar al falangista frente a frente. Reconoce Cercas:
...lo que a mi me fascin es por
qu ese hombre hizo lo que hizo?
Por qu un hombre que tiene que
matar a otro, tiene que delatarlo,
decide no hacerlo? Qu haba en
esa mirada? Qu pens ese hombre? se es precisamente el motor
de la historia, la fascinacin por ese
episodio tremendo. La aventura de
guerra de Snchez Mazas fue increble, fue asombrosa, fue tremenda,
yendo de un lado a otro desesperadamente. Y por otro lado esa escena, esa simple escena. En el fondo
la novela es la historia de una mirada..., es un poco una novela de de-
97
98
Cine e Historia
(un breve comentario)
Juan Antonio Barrio Barrio*
99
CD-ROM / DVD
PRODUCIDO POR EL
INAH
ANALES
del Museo Nacional de Mxico
Coleccin completa 1877-1977
Coedicin: INAH / Fundacin MAPFRE TAVERA, 2002.
ISBN: 970-18-7783-7
NOVEDADES
EDITORIALES DEL
INAH
Mito e ideologa
Lawrence Krader
(Mayn Cervantes, trad.;
Alberto Cue, ed. y notas)
De venta en: Librera Francisco Javier Clavijero Crdoba 43, col. Roma, tel.: 5514 0420 Librera del Aeropuerto Internacional Benito Jurez Sala A,
local 11, Llegadas nacionales, tel.: 5571 0267 Librera del Museo Nacional de Historia Castillo del Bosque de Chapultepec, col. Polanco Librera del Museo
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