Estilo Buffon
Estilo Buffon
Estilo Buffon
SOBRE EL ES1'ILO
TRADUCIDO Y ANO'l' ADO
POR
MANUEL G. REVILLA
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MEXICO
'l'lP. ECONMIC A, 2~ SAN LORENZO NM.
191.1
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SOBRE EL ESTILO
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DISCURSO DE BUFFON
SOBRE EL ESTILO
TRADU CIDO Y ANOTADO
POR
MANUEL G. REVILLA
MEXICO
TIP. ECONMICA, 2~ SAN LORENZO N ~f.
1911
32.
DISCURSO DE BUFFON
SOBRE EL ESTILO
brillantez, y lo
provechoso de sus
obra~
po~teridad,
es modelo de oracio-
cons~jos
confrmalos el pre-
muy corto espacio contiene mucha uoctrina y s6lidos preceptos. Gral1de ejemplo
para aquellos que creen que n o se puede
hablar con lucimiento sin extenderse demasiado.
Tan conocida es la inmortal frase de
Buffon sobre el estilo, como ignorado de la
generalidad de los que hablan castellan o,
la obra en que ella fue vertida. As (ju e,
aunque s610 fuera por este concepto, merecera divulgarse un poco ms de 10 que
est, tan selecta pieza literaria.
El giro francs tan diverso del giro castellano, la delicada ideologa de Buffon y
lo galano y majestuoso de su fnu,e, sOn
otros tantos tropiezos para la interpretacin propia y castiza del discurso. Que tales dificultades sirvan, si no para excusar
intrnseco de su discurso, bien puede figurar ste al lado de las ms famosas producciones didctico-literarias de Horacio,
Quintiliano, Boileau, Hugo Blair y el abate Maury, las que sin duda supera por
lo sinttico y lo prctico de la enseanza.
Al abrirme las puertas de esta Academia sintome encumbrado por vuestra benevolencia uno de los ms altos honores.
La gloria, empero, no puede estimarse
completa, mientras el favorecido no se
concepte digno de ella. Y es lo cierto,
que no puedo yo persuadirme de que, unos
cuantos ensayos mos, escritos con arte
bien modesto y sin ms mrito que la naturalidad , puedan constitur titulo bastan-
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tras propias obras (pues que en ellas tomaron base y fundamento), yal someterlas
vuestro ilustrado criterio, espero no me
negaris vuestra benevolencia.
Dlscun.;o
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pensamiento y comunicar
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comienzan en un tono en el que no pueden sostenerse; los que por temor de que
se les escapen algunos pensamientos fugaces los van anotando parcial y aisladamellte, no aciertan despus ligarlos entre s; y no es otra, por fin, la causa, de
que se escriban tantas obras mal zurcidas
y como retazos, y tan contadas que tengall aquella trabazn y firme contextUl'a
propias de un trabajo bien meditado. :,,~
No hay asunto alguno que de por s deje
de tener unidad, que, por complexo que
sea, no pueda reducirse y ser desarrollado
** Sin embargo de lo que asienta el autOl', de que
los que escriben tal como hablan, aun cuando hablen bien, escriben mal:>, no ha faltado preceptista que haya hecho esta indicacin: Escrbase
hasta donde sea posible tal como se habla: mas no se.
extreme el hablar tal como se escribe. 11 fant Cl''''e le
plus po.sible comme on PU1'le, et ne pus t,op pwrlel' comme
on c'rit. Estas dos enseanzas, al parecer contradic
torias, quedan conciliadas al advertir que, un autor
se refiet'e al estilo interno, y el otro, al externo.
Por su parte, un escritor espaol ha dicho:
:oRemos llegado una poca en que la literatura debe hablar como las gentes, esto es, con arreglo las
prcticas del uso comn y constante:>.
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en un solo discurso. Los cortes, las interrupciones, las secciones, no convienen sino en aquellos asuntos entre s bien diversos, cuando, tratndose de materias desemejantes, se halle embarazada la mente
por la multiplicidad de los visos puntos
de mira que se le ofrecen, con motivo de
lo heterogneo de las cuestiones.
Si las divisiones se extreman en demasa, la obra no tendr el vigor y consistencia necesarios, por falta del debido encadenamiento de sus partes. Al primer golpe de vista y aparentemente acaso nos
parezca clara; pero en realidad no nos daremos cabal cuenta de los propsitos del
autor, sin la ilacin rigurosa de las ideas
mediante su no interrumpido encadenamiento.
A qu se debe que las obras de la naturaleza se nos presenten tan acabadas y per\,
fectas? . No es otra la causa que el consti-
DIscunso
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lS
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(Jante caudal de palabras, carecen, sin embargo, .d e ideas. Y as, tmbajan por combinar vocablos,
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fOljnd~se
la ilnsil1 de que
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m;;cu n,;o
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24 DIscunso
~iem
pI os ilustraran mucho mejor que los simples preceptos; pero no sindome dado citar ahora cuantos pasajes selectos he ledo
eon entusiasmo en vuestras propias producciones, tengo por fuerza que ceirme
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importanci~
de los asuntos, ni la
qe laper-
.si
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ria y del espacio, del tiempo y el movimiento, del alma humana y sus pasiones.
Para los dems casos bastarle un tono noblemente sostenido. Pero el que correspnde al orador y al poeta, por fuerza ha
de ser el sublime, siempre que el asunto.
de que traten sea de pr s elevado; puesto
que tanto el uno como el otro son libres
para realzar cuanto quieran los conceptos,
con tanto colorido, co.n tanta animacin
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