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De La Melancolía y La Mors Voluntaria. Ramon Andres

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Resumen

DE LA MELANCOLA
Y LA MORS
VOLUNTARIA

La relacin entre la melancola y el suicidio es


algo que la Historia ha venido constatando a lo largo
de una abundante documentacin. Son las dos caras
de una misma moneda con la que no se puede comprar
el bienestar emocional del ser humano. Ambas
responden a la insatisfaccin, al tedio, a la
insuficiencia del mundo. Ambas, tambin, denotan el
deseo de un ideal, de un estado superior que conduce al
no dolor y, sin embargo, se presentan como una
involuntaria afirmacin de la vida. El presente artculo
esboza, desde los filsofos griegos hasta los tratadistas
medievales, y aun posteriores -tal es el caso de los
maestros de los siglos XVII y XVIII- cmo ha sido
considerado este fenmeno en el que confluyen razones
no slo ideolgicas, sino tambin patolgicas,
sociolgicas y culturales en una medida muy
significativa.
Palabras clave: Melancola. Suicidio. tica.
Pasiones.

RAMN ANDRS
Poeta y musiclogo

329

Naci en Pamplona en 1955 y curso estudios de


violoncelo. Fund y co-dirigi la Escuela de Msica Antigua de
Barcelona (1983). Ha impartido numerosos seminarios sobre
organologa e historia de la msica y ha realizado diversas
giras como intrprete de msica medieval y renacentista. Ha
editado varios libros de autores clsicos, entre los que se
cuentan los Sonetos completos de Gabriel Bocngel (1986) o
una antologa de poesa barroca, Tiempo y cada. Temas de la
poesa barroca (1994). Es autor de tres libros de poemas,
Imagen de mudanza (1987), La lnea de las cosas (1994) y
La amplitud del lmite (DVD, 2001). Entre sus publicaciones
sobre temas musicales destacan Diccionario de instrumentos
musicales (2001), obra nica en su gnero, y Mozart (2003).
Su ltimo trabajo es Historia del suicidio en Occidente (2003).

Abstract
ON MELANCHOLY AND THE MORS
VOLUNTARIA
The relation between melancholy and suicide has
long been accounted by History through a vast
documentation. They are the both sides of a coin that
cannot be used to buy the emotional welfare of the
human being. Both of them respond to the
insatisfaction, the boredom, and the worlds
insufficiency. Both also denote the wish for an ideal
that leads to the absence of pain and,
notwithstanding, appear as an involuntary affirmation
of life. This article draws up, from the Greek
philosophers to the medieval treatisers, and even later
ones -such is the case of the masters of the XVllth and
XVlllth centuries- how this phenomena, into which not
only ideological but also pathological, sociological and
cultural reasons converge to a very significant extent,
has been considered.
Key words: Melancholy. Suicide. Ethics.
Passions.

69

RAMN ANDRS - DE LA MELANCOLA Y LA MORS VOLUNTARIA

Introduccin
Un quiromntico podra decir que leer la mano de
Judas, esa mano que Goltzius grab en 1558, permite
ver en las rayas el destino de un melanclico. La
sinrazn, el malestar, la confrontacin de distintos
planos ticos, la debilidad, en fin, el deseo de malograr la
perspectiva de un devenir superior -en este caso, ser fiel
a Jess- son rasgos que desde antiguo se atribuyeron a
los melanclicos. Personas emboscadas en la tiniebla,
vidas de una realidad que jams responde al ideal por
ellas formulado. El afectado por la bilis negra -el trmino
melancola procede de los vocablos griegos mlas,
negro y chol, bilis- es un ser que vive el mundo
como insuficiencia, se conduele del non sufit orbis,
esquiva el presente, su afn de excelencia es
incompartible con lo cotidiano, ese eco de un fluir
degradado. Por ello, tras el estado melanclico, se
encierra -lo veremos ms adelante- una voluntad de
poder, un violento desacuerdo; de ah que histricamente
se haya asociado con el acto radical del suicidio, al
menos hasta las ms tardas dcadas del siglo XVIII.
Freud y sus continuadores estudiaron y pusieron nombre
a algo implcito en la raz misma de la conciencia y en el
primer desarrollo de las civilizaciones: el impulso de
muerte, el deseo de destruccin, propia o ajena.

330

Si contemplamos algunas de las xilografas de La


nave de los locos (Stultifera navis), obra que Sebastian
Brant dio a la imprenta en 1494, vemos que los suicidas
y los decados de alma forman parte de una poblacin
desheredada, marginal, cuya conducta era considerada,
a partes iguales, entre el delito y la locura. En algunos
tratados miniados, particularmente de la Edad Media, la
figura del melanclico aparece con cauterizaciones en la
cabeza, tratamiento anlogo que se aplicaba a quien
haba intentado quitarse la vida. Muchos de los nacidos
de la estirpe de Can, por decirlo en palabras de
Geremek, eran juzgados y apartados, enfermos de mal
augurio sometidos a suplicios, embarcados en esa
metafrica nave que ro abajo transportaba una carga de
insensatos, hacinada entre las mercaderas que deban
descargarse en los muelles.
Ciertamente, las autoridades -miembros de los
consejos municipales, clrigos, mdicos y legisladorescedieron por lo comn a la intemperancia, con lo que los
castigos hacia quienes mostraban conductas extraas o
decidan acortarse la vida fueron de la mayor dureza.
Castigar a un melanclico? Castigar a un suicida? Una
copiosa documentacin atestigua que, a partir de la
Edad Media, y especialmente en el linde del siglo XI, las
sanciones contra los suicidas fueron tan variadas como
violentas. La incautacin de los bienes era prctica
habitual, as como la prohibicin de inhumarlos en suelo
sagrado. El cementerio, generalmente situado al lado de
la iglesia, era un lugar destinado para quien haba
muerto acorde con Dios, de modo que el suicida se
enterraba en lugares apartadizos, y no era infrecuente
que su cuerpo permaneciera insepulto, apenas
disimulado, en el mejor de los casos, por unas piedras o
unos leos, o bien depositado en un estercolero. Es
notorio que en muchos lugares de Europa no se lavara
el cadver de los epilpticos, de los locos, tampoco el de
los melanclicos, el de las mujeres que haban muerto
de parto, y todava menos el de los suicidas.

A partir de la Edad Media, y


especialmente en el linde del siglo
XI, las sanciones contra los
suicidas fueron tan variadas como
violentas.
Razn y locura
Esta actitud de desafeccin, desde luego, no slo
expresaba la desaprobacin social, sino tambin una
aprensin alimentada por las supersticiones. No en
vano, el loco, el nacido bajo la influencia de Saturno y el
suicida formaban parte de una genealoga transgresora
del orden. As, stos deban ser corregidos, aunque fuera
tras la muerte. El estigma del maleficio llev a obrar de
la manera ms indecorosa. A menudo se les colgaba de
los pies, y era conforme a la costumbre exhibirlos sobre
unas andas para que las gentes de mal pasar tomaran
escarmiento. No fueron pocos los casos en que se
acusaba al suicida de felona (felo de se), por lo cual,
despus de un macabro juicio, sus restos eran pasados
por la horca o decapitados. En Danzig se bajaba el
cuerpo de quien haba recurrido a la mors voluntaria
por una polea, y luego, el marco de la ventana por la
que haba sido descendido, se arrancaba o quemaba.
Fue ejercicio comn llevarlos a la huesa en los carros de
los animales sacrificados. Ello ocurra en Espaa, en
Francia, en Inglaterra, en Italia. En la ciudad de Metz
sola introducirse al suicida en un tonel y echarlo al
Mosela para que las aguas alejaran un alma indigna y
sufriente. En 1439 cayeron tan intensas lluvias sobre
Basilea, que la ciudad qued inundada; sus habitantes
atribuyeron la desgracia al hecho de que una mujer, que
se haba privado de la vida, fuese enterrada en tierra
sagrada. El Consejo municipal decidi exhumar el
cuerpo y echarlo al Rin. La ciudad se restableci pronto.
La lista de agravios sera tan larga que resulta
ocioso mencionar las represalias tomadas contra quienes
han interrumpido, segn la mentalidad occidental, el
jerrquico orden del tiempo y la recta ratio, aunque esta
procediera, contradictoriamente, de la religin. Quemar
las ropas del desaparecido, enterrarlo en los cruces de
caminos para que el alma no supiera retornar al hogar
del difunto, no fueron nicamente actitudes
testimoniales del pasado, dado que durante una buena
parte del siglo XIX, y con puntual rigor en Gran
Bretaa, la inhumacin se produca en las intersecciones

HUMANITAS, HUMANIDADES MDICAS - Volumen 1 - Nmero 4 - Octubre-Diciembre 2003

No fueron pocos los casos en que


se acusaba al suicida de felona
(felo de se), por lo cual, despus
de un macabro juicio, sus restos
eran pasados por la horca o
decapitados.
70

viales a fin de que el paso de los carruajes despistara al


yacente, de suerte que no pudiera orientarse a la hora
de un supuesto regreso. A mediados del siglo XX, en
algunos lugares de Portugal, Espaa y Francia, y muy
en particular en las zonas rurales, las lpidas de los
alienados y los suicidas se marcaban, y todava hoy es
frecuente encubrir los suicidios, que por un tcito pacto
social se anuncian como muertes accidentales,
enfermedades, o, simplemente, repentinos trastornos del
nimo.

1621, son tan slo unos ejemplos entre los innmeros


libros mdicos en que se manifiesta dicha influencia. De
hecho, no hay acto ni disciplina alguna que se evale al
margen de las cuestiones morales. Sera pueril pensar
que el lenguaje, una de las armas arrojadizas de filo ms
infame, est exento de ello.
Pensemos que la palabra suicidio es un neologismo
aparecido tardamente, en el siglo XVII, concretamente
en Religio medici de Thomas Browne, obra impresa en

331

El Bosco reuni en su misteriosa obra un mundo onrico que se adelant al surrealismo moderno.

Un neologismo, y el temor de vivir y


morir
La moral ha tenido, y sigue teniendo, una honda
incidencia en la medicina. Podra decirse que es un
componente de la misma. Ivan Illich no se cans de
repetir que el bistur cortaba a la profundidad que la
moral permita. El estudio de los temperamentos, ya sea
en el Tractatus de quaternario (h. 1100) o en la clsica
Anatoma de la melancola, que Robert Burton, el
Montaigne ingls, dio a la luz por primera vez en
71

1642. Es de suponer que el trmino ya circulara por


Inglaterra desde haca unas pocas dcadas: se trata de
un vocablo procedente del latn en el que intervienen
dos palabras, sui (de s mismo) y caedere (matar),
toda vez que la terminacin deriva de homicidium.
Jams fue usada una expresin de tal naturaleza con
anterioridad, pues entre los griegos era frecuente el
autocheir, que vena a significar actuar por propia
mano, o emplear circunloquios como acabar con la
vida o darse la muerte, giros que mantuvieron su
equivalencia entre los latinos. Petronio, por ejemplo,
RAMN ANDRS - DE LA MELANCOLA Y LA MORS VOLUNTARIA

escribe no haber tenido nunca cobardes manos


(ingenui timidas non habuisse manus)1, y Lucano
habla de las almas capaces de morir (animaeque
capaces mortis)2. Con todo, la primera vez que se
encuentra la expresin muerte voluntaria, tal como se
ha conservado hasta hoy, se halla en De senectute,
obra de Cicern escrita en el 44 a.C., en la cual se lee
que no a los dos Decios, que espolearon a sus caballos
para en alocado galope se dieran a una muerte
voluntaria (non duos Decios, qui ad voluntariam
mortem cursum equorum incitaverunt)3. Vale la
reflexin de T. Szasz, segn la cual la transformacin de
muerte voluntaria en suicidio seala el comienzo de una
importante migracin ideolgica. Si se tiene en cuenta el
sentido del sufijo cidio, agregado a las palabras con el
significado de muerte, asesinato -parricidio, infanticidio,
magnicidio-, el concepto en cuestin refiere un acto
reprobable y susceptible de castigo: Si llamsemos al
aborto feticidio u homicidio intrauterino, no
podramos hablar como lo hacemos del derecho de las
mujeres al aborto4.
Si hemos revisado el actual sentido de esta voz, no
ha sido con otra intencin que la de subrayar su
carcter punitivo y la aplicacin de ste a cualquier tipo
de conducta que conduzca a tomar la decisin final.

332

En la Anatoma de la Melancola Burton recoge las antiguas reflexiones de Aristteles sobre la melancola y las cristaliza en un libro de enorme influencia en el Renacimiento.

Pensemos que la palabra suicidio


es un neologismo aparecido
tardamente, en el siglo XVII,
concretamente en Religio medici
de Thomas Browne.

Entre los griegos, sobre todo a partir de Platn, los


comportamientos no conformes con los usos de la
comunidad fueron susceptibles de censura, y por tal
razn el filsofo de espalda ancha -de ah deriva su
nombre- habl con relativa insistencia del suicidio y de
los hombres de temperamento melanclico. Sin
embargo, fue Aristteles5 quien puso mayor nfasis en
ello. El estagirita se pregunt por qu todos aquellos que
son hombres de excepcin, fuere en la ciencia, la
poltica, la poesa o la filosofa son melanclicos, a qu
su carcter huidizo e inestable, cul su clarividencia,
pese a que esta enfermedad -exceso de bilis negraproduzca sntomas derivados en temores, torpezas,
estados de locura o de entusiasmo, estupidez y
propensin al suicidio6. Esta supuesta genialidad
atribuida a tales individuos, que durante el
romanticismo ser objeto de una interpretacin muy
parcial, fue para Aristteles consecuencia de una mezcla
inadecuada de los humores que, singularmente,
comportaba un impulso de creatividad e imaginacin. Al
remitir dicho mpetu, prevalece la inconstancia
(anomalon) sobre la constancia (homalon), se establece
una tensin de fuerzas con el objeto de tender al
equilibrio, a la symmetria o trmino medio ansiado por
la filosofa aristotlica. La prdida de dicha simetra
conduce a actitudes suicidas.
La medicina medieval, adems de reconocer los
caracteres positivos de los melanclicos, gracias en
parte a la contribucin en el siglo XIII de David de
Dinant y Bartolomeo da Mesina, traductor de los
Problemata, pudo comprobar que los melanclicos eran
tendentes a la prdida de la memoria y proclives a las
acciones que comportaban furor y violencia; una
enfermedad que cursa sin fiebre aunque provoca
grandes desequilibrios (akrasa o apepsa) debido a la
incorrecta mezcla humoral (krsis), como seal
Galeno7 en su momento. Siguiendo a ste, los mdicos
aconsejaban practicar sangras, ya que su principal
problema resida, segn creencia, en la acumulacin de
bilis negra en el encfalo. Aunque no haba mucho
donde elegir, pues en la Europa medieval la
alimentacin se caracteriz por el exceso de fculas y la
ausencia de protenas, sometan a estos enfermos a una
abstinencia de carne de cabra, buey y asno; tampoco los
caracoles, la liebre y el jabal eran su mejor alimento,
puesto que producan sangre melanclica. La ms
perjudicial de las hortalizas era la col, y de entre las
legumbres la lenteja. Los vinos espesos y negros
generaban humor melanclico, y as tambin los quesos
muy curados. Estos desamparados del mundo tenan
una constitucin determinada: eran fuertes aunque
delgados, velludos, de tez oscura y anchas venas. Les

HUMANITAS, HUMANIDADES MDICAS - Volumen 1 - Nmero 4 - Octubre-Diciembre 2003

72

En el Canon de medicina de
Avicena se manifiesta que los
melanclicos presentan una fuerte
tendencia a desear la muerte,
sufren de ansiedad y desidia,
estn de continuo meditabundos y
su imaginacin delirante les lleva
a padecer visiones extraas.
afectaba el clima, el insomnio les acosaba, y solan
padecer dolores estomacales, a los que Galeno haba
dado una gran importancia. ste los describi iracundos,
penetrantes, de digestin rpida, temerosos a un mismo
tiempo de vivir y morir. Tantas eran sus obsesiones,
que uno tema que Atlante, cansado de sostener el
mundo, lo derribara destruyndose a s mismo y a
nosotros con l8.
Asimismo, en el Canon de medicina de Avicena,
fallecido en 1187, se manifiesta que los melanclicos
presentan una fuerte tendencia a desear la muerte,
sufren de ansiedad y desidia, estn de continuo
meditabundos y su imaginacin delirante les lleva a
padecer visiones extraas, diablos, artilugios de
compleja mecnica y aves desconocidas9. No son muy
distintas las apreciaciones de autores como Hugo de San
Vctor, a los que juzga de soolientos y vigilantes,
pues estn dominados por la aceda o evagatio
mentis10. Hildegarda von Bingen11, para quien la
melancola tena su raz en la Cada de Adn, pues,
segn ella, al comer la manzana se coagul su sangre,
detect diferencias entre los varones y las mujeres que
sufran dicha afeccin. As, los hombres biliosos son
suspicaces y reservados, proclives a la palidez, capaces
de pasar del entusiasmo al abatimiento en apenas unas
horas, desnortados y muy dados a la concupiscencia.
Tienen comercio con la mujer y, sin embargo, la odian.
Mas las melanclicas tienen un difcil trato con los
hombres, suelen ser irritables y de complexin mediana,
a menudo de piel amarillenta, de comn infrtiles y de
carcter inmaduro, bien acogidas en el silencio.

Renacimiento fue un ejercicio de regresin, la apuesta


por una idealidad que chocaba frontalmente con la vida
cotidiana. Porque no todo eran patios con escalinatas de
mrmol ni artesonados de cerezo. Ningn caminante
encontraba a su paso los paisajes del Pinturicchio,
luminosos, con aves esmaltando el aire. Los humanistas
italianos, empleados en recomponer el sueo ureo de
Grecia y Roma, tuvieron una visin muy distinta de lo
aportado por personalidades como Erasmo, Toms Moro
y Juan Luis Vives, quienes denunciaron la precariedad
en que viva la poblacin, amontonada en chamizos,
rodeada de aguas pestilentes y de cadveres que, a
causa de las epidemias, yacan alineados en las calles a
la espera de ser enterrados en grandes fosas. Goltzius
cuenta que, para sus estudios de dibujo anatmico,
trataba de acercarse, en la medida de lo posible, a los
muertos agolpados en las esquinas, y lo haca con un
pauelo en la cara para soportar el hedor. Es razonable
que Hermann Broch pensara que el Renacimiento,
poca del incipiente positivismo, tuviera como distintivo
una actitud juvenil, y que por esa misma razn
estuviera condenado al fracaso.
Fue tal la veneracin hacia el pasado, que el
suicidio y la melancola se convirtieron en enseas de la
nobleza, los intelectuales y los artistas, dado que

333

La exculpacin que Burton pedir en Anatoma de


la melancola para el enajenado que se haya dado
muerte no dista conceptualmente de las razones en los
textos de medicina de la Baja Edad Media. A Boccaccio
le pareca normal que alguien pensara en acortarse la
vida, en despojarse del cuerpo cuando se halla siempre
malinconoso e malcontento12. La iconografa de
entonces representa a estos hijos de Saturno con unos
rostros de sinrazn, recostados, de mirada extraviada,
trasijados, de curva espalda misantrpica, como en el
tratado Von den vier Complexion der Menschen (siglo
XV) guardado en Tubinga.

Bajo la luz plomiza de Saturno


Desear revivir el pasado es prueba de la
insatisfaccin del presente, y en este sentido el
73

Giotto fue el gran pintor que anticip el Renacimiento, tanto por su estilo como por sus
contenidos, en los que se hace presente ya el nuevo sujeto moderno.

RAMN ANDRS - DE LA MELANCOLA Y LA MORS VOLUNTARIA

En el Renacimiento fue tal la


veneracin hacia el pasado, que el
suicidio y la melancola se
convirtieron en enseas de la
nobleza, los intelectuales y los
artistas, dado que remitan a la
Antigedad.

334

remitan a la Antigedad. Haba Lucrecias, Catones,


Lucanos y Snecas en todas las cortes. En el Relox13,
sin edicin hasta 1611, Antonio de Guevara aprueba la
costumbre de un pueblo de la India en el cual se
daban muerte a los cincuenta aos para evitar la
descompostura de la vejez. En esa misma poca, Pierre
de Lostal ensalz en Les discours philosophiques de
1578 los mritos de los suicidas que ornaron la
Antigedad. As las cosas, y en contraposicin a la
condena del suicidio por parte de la Iglesia, no fueron
pocos los moralistas e intelectuales -pensemos en
Montaigne, Girolamo Cardano y John Donne- que se
posicionaron en su defensa, o al menos en su
justificacin. Este proceso de idealizacin, por as decir,
es altamente perceptible en las obras de los maestros
que plasmaron figuras de suicidas, como lo es tambin
en la literatura. Si comparamos la Desperatio pintada
por Giotto hacia el ao 1300 -en la paduana Capella
degli Scrovegni-, mujer ahorcada y de puos todava
tensos, como asidos a la culpa, con el retrato de
Simonetta Vespucci recreada como Cleopatra, pintado
entre 1500 y 1510 por Piero di Cosimo (Muse Cond),
se detecta una extraordinaria traslacin del significado
del acto suicida. En el lienzo de Cosimo es todo
serenidad, reflejo de un mundo ordenado, indoloro,
silencioso. La muchacha est de perfil, con los pechos
desnudos. Alrededor del cuello, entrelazada en un collar
de plata, se desliza una serpiente.
No es una casualidad que Lucas Cranach pintara
por lo menos veintids telas de Lucrecia dndose
muerte. Qu distintas las Lucrecias de Antonio da
Firenze y Francesco Raibolini. Es llamativo observar la
evolucin de la serie del maestro alemn por cuanto
revela un cambio expresivo, muy marcado a medida del
transcurrir de los aos. La Lucrecia conservada en
Kreuzlingen y pintada en torno a 1510, esttica y sin
violentar el rostro, apenas guarda parecido con la
misma noble romana que aparece en la obra de Cranach
terminada hacia 1530 (Kunstmuseum, Basilea). Su cara
es lastimera, pero sobre todo melanclica, con los ojos
hundidos y las cejas enarcadas en oblicuo. Tiene el
cabello crespo y un despojamiento en la frente, muy
semejante a la Lucrecia del mismo artista guardada en
el Muzeum Narodowe de Varsovia y fechada en 1538.
Se dira que es la encarnacin misma de la melancola,
el anuncio de que tarde o temprano morir un mundo,
una poca, una determinada luz. Es una
resquebrajadura que permite ver la Cada, cuya mxima
aceleracin se produjo en el XVII, el siglo menos
proclive a los espejismos.

aparecer fue prohibido por la Inquisicin, trat


largamente la naturaleza de los melanclicos y las
consecuencias de dicho desarreglo de los humores. En
una curiosa comparacin, este pugnaz mdico y escritor
de fuste, refiere que si a cuatro hombres enfermos les
pusisemos delante un pao azul para juzgar el color, el
primero, aquejado de humor cristalino o sanguino,
dira que es rojo; el que padece de clera lo vera
amarillo; el flemtico lo tendra por blanco, mientras que
el afectado de bilis negra lo creera negro. Segn Huarte,
cuya irona y presteza mental se repartan a partes
iguales, declaraba la imposibilidad del bienestar
humano, antes bien el hombre es un animal neurtico
por definicin y sometido a su propia servidumbre.
Adems -escribe- nada favorece a quien de continuo
est sujeto a los cambios del clima; incluso el aire le
trastorna, puesto que el viento le lleva a respirar aires
contrarios, de suerte que el que est hoy en Jerusaln,
corriendo Levante, lo echa en las Indias de Poniente14.
No recuerda esto al hundimiento del que hablaban Stig
Dagerman, Celan y Cioran cuando sobreviene una lluvia
repentina o clarea de improviso? El componente
fisiolgico, argumenta Huarte, resulta tan determinante
que es del todo vano pretender que el espritu posea
dominio del cuerpo, y ms teniendo en cuenta que unos
son recios y los otros entecos.
ste los observa apartadizos, cree que los
melanclicos desean poner fin a sus das a causa de su
temple arisco e indmito, gentes de speras y pocas
carnes, imaginativos, avezados a los decaimientos y a
las repentinas bravuras, cuya sabidura nace de la
melancola, en razn de que en ellos la bilis negra
-dice- da compostura al cerebro, y as viven en una
perpetua lucha y contienda, sin tener quietud ni
sosiego15.
Fueron tan numerosos los libros y escritos sobre la
melancola y sus efectos, que, ciertamente, suponen una
fuente capital para un estudio histrico del suicidio. Un
ejemplo es el de Peter Barrough, cuyo compendio
declara que los posedos por la aceda desean la muerte
y muy a menudo consideran y determinan matarse16.
Sin embargo, ya hemos visto que el ms interesado en
el anlisis del fenmeno melanclico y sus derivaciones
fue Burton, el autor de la citada Anatoma de la
melancola. Por muchas crticas que haya recibido el
extenso libro, al que se le ha achacado desorden, exceso
de citas y una articulacin poco coherente, tiene razn
Starobinski al afirmar que en la Anatoma cabe toda
una biblioteca.
Burton saba que muchos suicidios se producan a
causa de esta enfermedad, para la cual propone un

El navarro Juan Huarte de San Juan, en el Examen


de ingenios para las ciencias de 1575, que al poco de
HUMANITAS, HUMANIDADES MDICAS - Volumen 1 - Nmero 4 - Octubre-Diciembre 2003

Freud, en Duelo y melancola,


admita que la melancola,
inductora de tendencias suicidas,
est sujeta a un concepto que ni
siquiera la psiquiatra descriptiva
haba podido determinar.
74

Una parte de la obra de Burton, de forma ms o


menos explcita, parece querer exculpar los actos de los
suicidas atendiendo a la debilidad humana y a los
impedimentos con que los hombres se encuentran a
cada paso para cumplir la vida sin enojo. La legislacin
al respecto era tan dura que Burton busc justificacin,
como aos antes lo haba hecho el poeta John Donne en
Biathanatos, redactado en torno a 1609 o 1610. De
algn modo quera impedirse, por parte de una minora
culta, que los dados a una mors voluntaria recibieran
humillacin: se talaban los rboles de sus propiedades,
se tapiaban las ventanas de la casa, se exhortaba al
olvido de su nombre. Puede asombrar que Luis XIV
permitiera en el Cdigo Penal de 1670 las mutilaciones
a suicidas. Esta ley todava era contemplada en un
decreto del Parlamento de Pars de 1749, y lleg a
derogarse en 1789, cuando la Revolucin Francesa -ello
suena a chanza- instituy que los suicidas recibieran el
mismo tratamiento que un criminal. Como pidiendo
comprensin de antemano, ya que Robert Burton fue
encontrado ahorcado en su casa de Oxford el 25 de
enero de 1640, proclama que Se debe mitigar la crtica
hacia aquellos que, sufriendo largos aos, se violentan
a s mismos: lo que le ocurre a uno, le puede ocurrir a
cualquiera [...]. No deberamos ser tan precipitados y
rigurosos en nuestras crticas como lo son algunos; la
caridad juzgar y esperar lo mejor18. Hacia el final del
captulo ruega clemencia para los desvalidos que viven
bajo la plomiza luz de Saturno, han perdido la gua y, al
igual que la nave sin timonel -comenta-, estn
condenados a chocar contra una roca o a quedar
varados en los arenales.

La muerte que no se alcanza


Cranach incorpor el tema de la muerte de Lucrecia, habitual en la pintura renacentista,
para ilustrar la cuestin siempre polmica del suicidio.

interminable y variopinto recetario, desde la borraja al


clsico elboro, desde las semillas de ans a la betnica
y la ruda. Cuenta que a algunos favorece ponerse junto
al bazo una piedra llamada quelidonio, que nace en el
vientre de la golondrina; otros mejoran escuchando
msica, otros con purgantes, y los hay que se curan
llevando una esmeralda al cuello. No slo la vejez, la
mala dieta, el aire insano, la vigilia y el cansancio
facilitan ceder ante la melancola; Burton asegura que
no son menos importantes lo que l llamaba discordias
del cerebro, de las cuales nacan la avaricia, el
inmoderado deseo de aplauso, la filauta o egosmo, el
honor, el apetito concupiscible y, por supuesto, la
vergenza. El humanista ingls relata el ejemplo de
Sfocles, que se suicid al no soportar que una obra
suya fuera silbada, al igual, segn cuenta, que
Aristteles, quien decidi acabar con la vida,
avergonzado como estaba al no poder entender el
movimiento de Euripo. Menos ilustre es el caso de un
sabio predicador holands que paseaba por los campos
de Alkmaar; de pronto se vio sorprendido por una
diarrea, y por lo tanto debi retirarse al foso ms
cercano; como quiera que fue visto por algunas mujeres
nobles de su parroquia [...] estaba tan abochornado que
nunca despus mostr su cara en pblico ni subi al
plpito, sino que se consumi de melancola17.
75

En 1790 Weickhard efectu una sutil distincin


entre las enfermedades del espritu y las del sentimiento.
Haban quedado atrs revoluciones, tanto cientficas
como polticas, promulgaciones de derechos del
ciudadano y acontecimientos que cambiaron, al menos
aparentemente, el panorama social. El campo mdico no
qued al margen de tales novedades. El citado
Weickhard pens que entre las enfermedades del primer
grupo (Geisteskrankheiten) deban considerarse la
idiotez, el delirio, los trastornos de la imaginacin, la
lentitud de espritu (tarditas ingenii) y la ausencia de
memoria (oblivio); ms significativo, para el inters de
nuestro texto, es el segundo, en el que se enfatiza sobre
conceptos muy ligados a la idea de melancola que
tuvieron los antiguos, expresiones consideradas
patolgicas de un indomable malestar, expresadas en el
fanatismo, la erotomana, la clera y el orgullo. Dichos
estados los asoci a la excitacin, que tiene en su
contrario la depresin, cuyos sntomas y consecuencia
son la tristeza, la envidia, la desesperacin y el
suicidio19. Es cierto que este afn de sistematizacin
responde a una nueva estructura de racionalidad
espoleada por el ideario de las Luces, aunque su
orientacin divisoria no prosper y cambi sobremanera
durante el siglo XIX, una orientacin que, segn
Foucault, qued establecida en lo que llam grandes
especies: mana, o paranoia, o demencia precoz, las
cuales son catalogaciones que no han funcionado ms
que a ttulo de imgenes, y sus conceptos claros y
RAMN ANDRS - DE LA MELANCOLA Y LA MORS VOLUNTARIA

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explcitos han permanecido sin eficacia20. Con ello


desea sealar que la melancola y el suicidio siguen
siendo de compleja clasificacin y definicin, y ms
teniendo en cuenta la evolucin histrica de dichos
trminos, que escapan a lo establecido por la sociologa
y la psiquiatra. Es llamativo comprobar cmo
conceptualmente la melancola, el suicidio y la locura
han permanecido difusos, y cmo sta se ha constituido
en un comodn de la razn.

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La abundancia de libros aparecidos a partir de la


segunda mitad del siglo XVIII con el objetivo de penetrar
en la mente es sin duda indicativa. En 1758 Battie daba
a la imprenta A treatise of Madness, una obra
considerada como el primer tratado psiquitrico y por
ello una de las fuentes de inspiracin del Trait mdicophilosophique sur lalination mentale ou la manie que
Philippe Pinel public en 1801. Incluso Kant21 dedic un
breve tratado a la locura, que imprimi annimamente
en 1764. Del melanclico opina que, respecto a sus
tristes y enfermizas sospechas, es un delirante, un
apesadumbrado, y ya sabemos que los estados
atrabiliarios llevan a desear la muerte. Szasz y otros
psiquiatras crticos con el sistema sanitario mental han
declarado que en los dos ltimos siglos se ha cumplido
una legitimidad del poder estatal disfrazado de
diagnstico y tratamiento mdico22. Las ideas de
transgresin, pecado, desorden mental, homicidio de s
mismo, han sido absorbidas por la psiquiatra moderna
y les ha dado el nombre de enfermedad, se ha podido
cambiar la nomenclatura de infractor por la de
enfermo. Pero sta es nicamente una cuestin de
lenguaje, ya que no est en manos de ninguna ciencia
condensar en un trmino lo que de por s es
inexplicable, la materia de ese pulvis et umbra
horaciano. La medicina puede actuar como paliativo, lo
mismo que la filosofa y el arte, pero el dolor moral no
tiene ni tendr tratamiento. El propio Freud, en Duelo y
melancola, escrito en 1915 y publicado dos aos ms
tarde, admita que la melancola, inductora de
tendencias suicidas, est sujeta a un concepto que ni
siquiera la psiquiatra descriptiva haba podido
determinar.
Aquellos melanclicos y suicidas observados por
los autores medievales, y ms tarde por Lipsio,
Montaigne, Burton y tantos ms, son descritos por
Freud como personas embargadas por un estado de
nimo doloroso, que presentan una cesacin del inters
por el mundo exterior, prdida de capacidad amatoria y
disminucin del amor propio. Se cuestion, a principios
del siglo XX, por qu el melanclico, que se desprecia y
declara egosta, carente de ideas propias, celoso de sus
debilidades, ha tenido que enfermar para descubrir estas

supuestas verdades y llegar al conocimiento de s


mismo. El odio dirigido hacia el yo, un rasgo del
melanclico, obra a favor del suicidio. Acometerlo es el
jaln de dicho fenmeno, y ms teniendo en cuenta que
el inconsciente es inaccesible a la representacin de la
propia muerte. Al hilo de este discurso, Blanchot nos ha
hecho comprender que la muerte voluntaria es negarse
a ver la otra muerte, la que no se capta y nunca se
alcanza.
Notas
1. Carmina, 25, 2.
2. La Farsalia, I, 461.
3. XX, 75.
4. Fatal Freeedom. Westport, 1999. (Trad. cast.: Libertad
fatal. Barcelona, 2002, pp. 24-25.)
5. Problemata XXX, 1, 953a.
6. Ibid., 945b, 35.
7. De locis affectis, III, 7, 166.
8. III, 10, 193.
9. Cap. Bilis negra y melancola.
10. De medicina animae. En Ptr. Lat., 176.
11. Causae et curae. En: J. Radden. The Nature of Melancholy.
Oxford, 2000; 81-85.
12. Ninfale Fiesolano, LXX.
13. Relox. Libro ureo del gran emperador Marco Aurelio con
el Relox de Prncipes. Madrid, 1611. En muchas partes del
texto Guevara muestra la admiracin ante el saber morir a
tiempo y olvidarse de s mismo.
14. Examen de ingenios... XX, 2.
15. Ibid., X.
16. The Method of Physick. Londres, 1596; 46.
17. Anatoma de la melancola, segunda seccin, miembro III,
subseccin VI. Existe una traduccin espaola de esta obra,
en tres volmenes, con un prlogo de J. Starobinski,
publicada por la Asociacin Espaola de Neuropsiquiatra,
Madrid, 1997-2002.
18. Ibid., II.
19. Der philosophische Artz. Citado por M. Foucault. Histoire
de la folie lge classique. Pars, 1964; trad. cast.,
Historia de la locura en la poca clsica. Mxico D. F.,
1967; I, pp. 303-304.
20. Histoire de la folie... II, p. 304.
21. Versuch ber die Krankheiten des Kopfes. (Trad. cast.:
Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza. Madrid,
2001.)
22. Op. cit., p. 80.

HUMANITAS, HUMANIDADES MDICAS - Volumen 1 - Nmero 4 - Octubre-Diciembre 2003

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