Aguila o Pollo
Aguila o Pollo
Aguila o Pollo
¿Aguila o Pollo?
Érase una vez un hombre, que mientras caminaba por el
bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso
en un corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida
que los pollos y a conducirse como estos.
Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al
propietario porqué razón un águila, el rey de todas las aves y
los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con
los pollos.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó
diciéndole: Eres un águila. Abre las alas y vuela. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo
desconocido y saltó
una vez más en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña.
Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: Eres un águila. Eres un águila y
perteneces tanto al cielo
como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela.
El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el
naturalista la levantó directamente hacia el sol el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las
alas y finalmente,
con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo.
Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia hasta es posible que, de
cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida
de pollo. Sin embargo, fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.
Esta parábola refleja muy bien la situación de cada uno de nosotros y del hombre de hoy. Este ha
perdido su identidad y el sentido de la vida. ¿Quién es el hombre? ¿Cuál es el sentido de su vida?
¿Quién soy yo? La respuesta no es fácil ¿Soy águila o soy pollo? Mi conciencia me dice lo primero
mi forma
de vida tal vez lo segundo.
Pero el pollo ha perdido su libertad, la ha entregado a cambio de unos granos de
trigo que llenen su buche hambriento, es explotado y sometido al sucio mercado
de la compra y venta. El águila en cambio, es libre, sus alas le permiten surcar
los cielos y explorar horizontes siempre nuevos.
¡Que triste es ver al hombre, como el aguilucho, en el corral comiendo la
comida de los pollos y llevando la vida de estos, cuando su corazón y su mente
están hechos para cosas más grandes.
La tarea no es fácil en parte, porque estamos convencidos de ser pollos o
porque no conocemos cuál es realmente nuestra identidad en parte, porque
nuestros amos, la comodidad, la dependencia y el consumismo, no nos dejan
salir. Sentiremos miedo, indecisión tendremos que luchar contra la inercia, que
una y otra vez tratará de devolvernos al corral. Únicamente el aire limpio de la
montaña y la contemplación de ideales tan nobles y altos como el sol, podrán
desplegar nuestras alas y hacer cantar el grito triunfante de la liberación.
Recordaremos con nostalgia nuestra vida de pollos y sufriremos la tentación de
volver al corral. Pero quien realmente descubre su vocación a la libertad y
encuentra un claro sentido de su vida, jamás dará un paso