La Legion Caribe
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La Legion Caribe
- LA -
LEGION CARIBE
(Gloria y Hazaas)
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CONTENIDO
PRLOGO
17
. 27
. 35
. 42
. 67
. 69
PRLOGO
La sencillez y la sinceridad de un relato cautivan siempre a
los lectores. La primera condicin, con ser a simple vista de fcil
alcance, es precisamente la cumbre de toda expresin literaria y el
ms difcil estado a que se puede llegar. La lnea clsica, limpia
y esbelta, que nos parece tan asequible, tiene su gracia -gracia de
su propio ser, gracia inmanente- en su sencillez, que le da un
hlito con sentido perenne, ms all de interpretaciones personales
o de aplicacin a su gracia de la metafsica humana.
La sinceridad, que es la expresin ms sencilla del alma, es
en el fondo de toda cuestin, lo que nos hace reconocer, palpar,
sentir o sintonizar, que se dice ahora, cuanto hay de inmediato, de
humano y por lo tanto de valioso en lo que creemos, escuchamos o
aprendemos. Solamente las cosas muy llenas de sinceridad, que es
decir muy llenas de cosa humana, me interesan ya deca una
brillante escritora, que se mostraba cansada de su poca juvenil de
admirar el talento, el ingenio, la elegancia, el cinismo y la
crueldad de los seres humanos. Solamente lo humano es en realidad
un valor perenne en el arte, podramos decir, pero no nos
atreveramos a tanto, aun cuando creemos que solamente las cosas
escritas, -esculpidas, pintadas o cantadas con sencillez y con
sinceridad, van hacia el valor de permanecer en el corazn de las
gentes con sentido de prolongacin.
Dickens y Galds son, en estos dos aspectos, quienes como
relatadores de hechos lograron unir con ms acierto en la gloria de
su literatura la sencillez de su expresin a la par de la
sinceridad de los tipos humanos, de sus hechos sucedidos y contados
y de las reacciones de esos seres y esos ambientes. Ellos fueron,
por tales caractersticas, dos de los cuatro ms grandes novelistas
del siglo pasado.
Cuando el hecho que se relata, como pn este caso, tiene
proporciones de epopeya, y en ese suceso quedaron boca arriba y
entiesados en la muerte seres humanos que fueron antes compaeros y
amigos, y cuando como ahora estaba en juego la condenacin o
salvacin eterna de un pueblo entero, quien cuenta la hazaa, si en
ella pone la sencillez de su escribir y la sinceridad de su sentir,
da de la propia obra escrita, en lneas solas, puras, limpias, una
idea slida. Y el hecho toma proporciones y ngulos de belleza pura
porque no necesita que el adjetivo la agrande ni la hojarasca la
ensucie, ni la retrica la prostituya. El hecho en s, por su vigor
y lozana, por su propio tamao y nervio se sostiene en perspectiva
de la historia.
A la mujer costarricense,
paradigma de amor,
virtud y sacrificio.
subirme al tabanco de marras, con tan mala suerte que apenas estaba
arriba, se vino abajo con, estrpito y en medio de las maldiciones
de todos. Como camos nos quedamos, pues la cosa no tena remedio.
Despus de este desastre se nos present una disyuntiva: o nos
moramos asfixiados por el humo o nos aguantbamos el fro. Nos
resolvimos por el segundo y despus de una velada en la que nadie
pudo pegar los ojos, nos levantamos a las cuatro de la maana para
proseguir la jornada.
Varelita nos encamin un rato y luego se despidi de nosotros,
pues l tena que llegar a Cartago y la carretera Panamericana ya
estaba cerca, segn nos aseguro. Continuamos la marcha solos,
siguiendo los consejos que nos diera Varelita. Como a las siete de
la maana pudimos ver no muy lejos, una cinta plateada que se
dibujaba en el horizonte: era la carretera Panamericana. La alegra
fu enorme, indescriptible, la pierna dej de dolerme como por
encanto, saltbamos locos de contentos. Quirs haca como si ya
tuviera en las manos una ametralladora y se senta general.
Apuramos el paso y al rato salimos a la carretera para encontrarnos
con un retn figuerista que nos di el alto: eran ocho campesinos
armados de fusiles que cuidaban la entrada de la carretera a Santa
Mara, en el lugar denominado Macho Gap. Como no sabamos el santo
y sea tuvimos que gritarles desde la montaa que no dispararan
pues venamos a incorporarnos al ejrcito de Pepe. Apuntndonos con
sus fusiles se acercaron poco a poco, y cuando reconocieron entre
aquel grupo de pordioseros a unos amigos, nos abrazaron con
entusiasmo y alegra de ver que habamos llegado sanos y salvos.
Esperamos en Macho Gap como quince minutos, y al ver que no pasaba
ningn camin que nos recogiera, decidimos continuar la marcha
hasta una casita en la que nos esperaba un suculento banquete:
cubaces calientitos y deliciosos, arroz, tortillas, verduras y una
maravillosa taza de caf caliente y vaporoso; caf de campo...
A los pocos minutos vimos venir un jeep conducido por el Macho
Nez quien se diriga a San Isidro del General. Cambiamos saludos
y nos prometi que dentro de algunos minutos vendra un camin a
recogernos. En efecto, no se hizo esperar el camin: al poco rato
baj uno en direccin a Santa Mara y en el que vena el Capitn
Morazn que se present a nosotros con muy corteses razones y
buenos modales. Nos subimos al camin alborotados y felices, y
despus de dos horas de camino apareci ante nuestros ojos la
serena belleza de ese pueblo acogedor y hospitalario: Santa Mara
de Dota!!
General de Brigada
JOSE FIGUERES F.
Comandante en Jefe del
Ejrcito de Liberacin Nacional
Esos son los hombres que tripularon el primer avin que aterrizo en Limn con la
Legin Caribe. Son ellos de izquierda a derecha, el Capitn Fernando Cruz y el
Teniente Coronel Guillermo Nez
La Batalla de Altamira
Como los aviones en que se nos transport durante la guerra
estaban acondicionados para el servicio militar, no tenan ni
asientos ni ninguna de las comodidades que ofrecen los aviones de
pasajeros. Nos acomodamos en el piso del avin como mejor pudimos,
procurando tener mucho cuidado con las armas y el parque asindonos
en donde primero podamos cuando el aparato sufra golpes de
viento. Describimos un crculo sobre San Isidro y el avin tom
altura para evitar ser vistos por los aviones del Gobierno que era
probable que aparecieran de un momento a otro. Como volamos
demasiado alto, ms o menos a 15.000 pies de altura, era muy
difcil saber por dnde nos llevaban. En nuestro avin iban
muchachos que por primera vez sentan la sensacin del vuelo y
permanecan absortos y en silencio escuchando el ronquido de los
motores y asomndose de vez en cuando para contemplar los campos y
las casitas que abajo se dibujaban como adornos de un portal
maravilloso.
Como a los tres cuartos de hora de volar aterrizamos en un
lugar que para m no era del todo desconocido. Me extrao y conmigo
a todos mis compaeros, que no se nos diera orden de ninguna clase
para el desembarco, solamente que tuviramos cuidado de que los
fusiles estuvieran con el seguro en buena posicin. Soplaba un
fuerte viento y Manuel Enrique Guerra tuvo que poner en juego toda
su pericia de piloto para lograr un aterrizaje sin contratiempos.
Nos estaban esperando nuestros compaeros que haca media hora
haban llegado sin contratiempos de ningn gnero. Cuando bajamos
del avin volv los ojos para todas partes tratando de adivinar el
lugar donde nos encontrbamos. La vegetacin me era familiar y el
lugar tambin. Sin mucha dificultad averig que nos encontrbamos
en la zona de San Carlos pero no pude precisar por el momento el
lugar exacto. No se nos dijo nada. Recurr a uno de los campesinos
que con curiosidad miraba a tan extraos seres armados hasta los
dientes y con los trajes rodos y sucios. Me dijo sin mayores
rodeos que estbamos en Altamira, en la finca de Gastn y Manuel
Peralta. Mi sorpresa fue enorme pues no me imaginaba todava cul
era la misin de la Legin Caribe en aquellos lugares.
El campo de Altamira est bien acondicionado para el
aterrizaje de los aviones Douglas DC-3; es en forma rectangular con
cercas a ambos lados. De largo tiene aproximadamente mil metros y
de ancho unos sesenta metros.
Se nos orden que permaneciramos cerca de los aviones que se
colocaron en cada extremo del campo a lo ancho para evitar el
aterrizaje de cualquier otro aparato. Cuando llegamos seran
Eplogo
Me toca ahora terminar esta narracin en la cual he tratado
por todos los medios a mi alcance, de describir aunque fuera con
pobreza de estilo y con sencillez en las formas, la obra que en
beneficio de la patria realiz la Legin Caribe. Despus de la
batalla de Mon, la Legin se concret a ocupar militarmente la
Provincia de Limn; en ese puerto los atendi la sociedad con
muestras de aprecio y simpata, y estuvimos en ella hasta que el
Alto Mando del Ejrcito orden nuestro traslado a San Jos.
Pocos das despus de la cada de Limn, el Mayor Horacio
Julio Ornes, Comandante de la Legin, pronunci unas elocuentes
palabras por la Radio Casino de ese puerto, refirindose a la labor
de la Legin y en las cuales exalt el valor y el coraje de los
muchachos de la Legin que pudieron realizar con precisin
cronomtrica la primera operacin area que se realiz en el
Continente Americano. Pido a todos los que hasta este momento han
sido mis amables lectores, disimulen las faltas en que haya
incurrido, pues lo nico que he perseguido con esta narracin ha
sido dar a conocer la gesta de la Legin Caribe que pasm a todo el
Continente y contribuy con sacrificio y herosmo a libertar a mi
adorada Patria de las cadenas que la ataron durante largos ocho
aos, a la ms execrable tirana.
El recibimiento que nos tribut la ciudad de San Jos quedar
grabado en nuestros corazones con letras de oro pues fu la
demostracin de gratitud de un pueblo agradecido: y altivo.
Termino esta narracin con la orden especial que nos fu leda
el 17 de abril de 1948 con la cual se di por terminada nuestra
misin, dice as:
EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL
LEGION CARIBE
Orden Especial:
1- La misin encomendada a la Legin Caribe por el Alto Mando del
Ejrcito de Liberacin Nacional, fu cumplida con todo xito
gracias a la valenta de la Oficialidad, clases y soldados que la
componen, cubrindose de gloria con esta memorable hazaa del 11 de
abril de 1948. La ciudad de Limn fu tomada en una operacin, que
en su clase, es la primera que se realiza en el Continente
Americano.
Fernando Rey
Guillermo Molina
Hctor Julio Vquez
Roberto Madriz
Rodrigo Carranza
Jos J. Herrera
Alfredo Chacn
Gonzalo Madrigal
Rudy Venegas
Vctor Manuel Hidalgo
Alfonso Leitn
Alfonso Jimnez Muoz
Rodrigo Badilla
Benjamn Piza C.
Vctor A. Quirs S.
Carlos Steinvorth J.
Eladio Alvarez Urbina
Olman Obando
Jos J. Barquero
Jorge Mora
Manuel Gmez
Hctor Solano
Marcial Camacho
Fernando Jimnez
Alfredo Rojas
Isidro Brenes
Arnoldo Guzmn
Juan B. Solano
Antonio Mata
Abelardo Mass
Ramn Cordero
Jorge Arrea
Sub-Teniente
CARLOS STEINVORTH
Jefe del Cuerpo
de Ametralladoras
Sub-Teniente JORGE
GARCIA
Cabo del Pelotn No.
1
Teniente CARLOS DE LA
ESPRIELLA
ametralladorista del
Pelotn No. 1
que luego se llam "Rolando
Aguierre"