El Camino de La Trascendencia - Karlfried Dürckheim
El Camino de La Trascendencia - Karlfried Dürckheim
El Camino de La Trascendencia - Karlfried Dürckheim
El Camino
dla
trascendencia
M ensajero
KARLFRIED DRCKHEIM
EL CAMINO DE LA
TRASCENDENCIA
El hombre en busca de su integridad
i
E d ic io n e s M e n s a j e r o
INDICE
p z s-
PROLOGO......................................................................
PREFACIO. Falsos an tag o n ism o s........................
FINALIDAD....................................................................
Madurez.....................................................................
Transparencia...........................................................
Form a........................................................................
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EL CAMINO...................................................................
La va inicitica.........................................................
Experiencia y f e .................................................
Trascendencia inmanente................................
Direccin inicitica y terapia...........................
Oriente y Occidente................................................
Zen.......................................................................
El hombre universal.........................................
La sombra............................................................
Espritu oriental y espritu occidental...........
Sentimiento religioso oriental y occidental..
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Pgs.
Yin y Y ang..........................................................
Ser esencial y persona......................................
El peligro oriental..............................................
Experiencia del Ser y Fe..................................
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EL EJERCICIO..............................................................
Los tres aspectos del Camino.........................
Expansin de la conciencia.............................
La experiencia de lo numinoso......................
La trinidad del SER.............................................
Lo numinoso y los sentidos............................
Lo numinoso en la forma................................
Prcticas meditativas.........................................
Lo numinoso en el am or.................................
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EL FRUTO......................................................................
Altruismo...................................................................
El hombre y su prjimo...................................
El sentimiento altruista del mdico................
El prjimo en la psicoterapia..........................
Vejez y madurez.......................................................
Acompaar a aqul que va a morir.....................
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203
203
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231
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PRLOGO
PREFACIO
FALSOS ANTAGONISMOS
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FINALIDAD
MADUREZ
en la fuerza.
Existe tambin una tercera forma de experiencia
del Ser. Cuando en TOTAL SOLEDAD, como puede
suceder tras la muerte del compaero de la vida, se
cae en un estado de insoportable tristeza. Si a este
hombre le es dado el realizar lo imposible, some
tindose a la realidad tal como sta se presenta, es
decir, una vez ms, aceptando lo inaceptable, puede
entonces llegar a sentirse recogido, protegido,
envuelto en un amor del que no se puede decir ni
quin es el que ama ni quin es amado. Al igual que
en el caso de la fuerza y la luz, ahora es en el amor.
Cada una de estas experiencias hace de quien las
vive un testigo vivo de ese Ser que le ha llevado ms
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TRANSPARENCIA
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s, yo soy Eso.
En cada paso hacia la madurez, la Vida es presen
cia de lo sobrenatural, que se expresa cada vez en el
lenguaje que es propio de ese estadio. En cada grado
de evolucin se percibe el SER de forma distinta.
Cada ser humano lo percibe de manera diferente
segn el nivel que le es propio; puede ser innato o
adquirido en el curso de su vida. La luz del Ser est
siempre coloreada por el prisma de un determinado
estado de conciencia. Sea cual fuere su grado de
evolucin, el hombre, en lo ms profundo del
ncleo de su Ser esencial, vive por el SER. No sin
resistencia, como la flor o el animal, pues l es un ser
consciente, es decir, ms o menos desviado. Pero por
eso mismo, en ese trasfondo, tiene la oportunidad de
6 Vase La trinidad del ser.
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FORMA
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EL CAMINO
LA VA INICITICA
Experiencia y fe
En nuestros das estamos siendo testigos de un
acontecer de importancia universal, cuyas conse
cuencias histricas en la evolucin humana no son
an previsibles: Occidente comienza a abrirse,
ampliamente, a la dimensin inicitica.
Cmo hay que entenderlo?
Junto a una fe en un Dios trascendente, se ve apa
recer hoy el sentido religioso de la va interior. Se
funda en el Ser sobrenatural y, mediante el ejercicio,
busca una transformacin que culmine en el despersar al SER. Junto a la fe en un Dios del que nos sepa
ra una distancia infranqueable, y a una redencin
que debemos a un Salvador, nos llega el conoci
miento de un despertar, posible, a la vida sobrenatu
ral que nos habita y que nosotros mismos somos en
el ncleo de nuestro Ser esencial, de la que nunca
hemos sido desterrados. Existe una posibilidad - y es
esto lo que Occidente est ahora reconociendo- de
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Trascendencia inmanente
Lo esencial de la gran experiencia para aqul que
est comprometido en la va inicitica es el sentirse no
al borde de esa realidad participando en ella slo por
intuicin, sino el saberla en s mismo, habitando su
Ser esencial; saber que, por l, l es esa realidad. Lo
verdaderamente decisivo en esta gran experiencia es
el despertar en la conciencia a la TRASCENDENCIA
INMANENTE.
A un cierto nivel humano ya no se consideran las
experiencias, temerosamente, como una especie de
exaltacin, incluso un tanto enfermiza, ni tampoco
se vuelve ms seguro o curado a los viejos lmites y
al estrecho mundo. Esta aceptacin marca el
comienzo del camino hacia la plena madurez del
hombre, hacia su mayora de edad. Aqul que la
vive admite que esta dimensin, en la que antes, a lo
ms, poda creer, es ahora la que determina su pro
pia realidad. Reconoce que lo real habitual es slo
un aspecto de lo Todo. No es sino la forma en que
la realidad se presenta cuando la verdadera Vida,
que el hombre encarna, pasa por el prisma simplificador del yo, que se ve y se clasifica en su propio
sistema de categoras.
La realidad que se hace presente en la experien
cia del SER, que se marginaba como algo solamen
te mstico y subjetivo con respecto a la de la objeti
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tos a tales instantes preguntndose -c o n extraezaqu puede ser eso. Dichosos son aquellos que se
encuentran entonces con una persona competente
que pueda indicarles cules son los criterios que per
miten identificar tales momentos, y ensearles a
interpretarlos. Porque as podrn guardar el tesoro
que contienen. Pero todava hoy se cometen muchos
errores y se peca an mucho con respecto a estas
experiencias. Hay padres y educadores incomprensivos, que eluden estas cuestiones que les plantean
ciertos nios y adolescentes, o que las rehyen con
una sonrisa de indiferencia. Pero tambin hay algu
nos terapeutas, todava poco maduros, o inhibidos
por sus prejuicios cientficos y su orientacin prag
mtica, que ven esos momentos como instantes de
exaltacin, como una sublimacin, una inflacin del
yo, o que simplemente los sitan entre los fantasmas.
En lugar de resaltar su importancia, privan de su
valor metafsico momentos esenciales en la vida
humana. Tomar conciencia y llevar la atencin a esos
instantes puede abrir una va que eventualmente
aunque no necesariamente- conduzca ms all de
la terapia.
La gran terapia no se interesa prioritariamente
por la capacidad existencial del hombre, por aque
llo que le permita funcionar sin problemas ni
malestar en el mundo, aunque en ocasiones sea a
expensas de su Ser esencial. Se interesa por la pro
pia realizacin del hombre desde su Ser esencial.
No es, sin embargo, todava aqu necesario dejar el
campo de la terapia y entrar en el de la iniciacin.
Esto ser cuando ya no sea cuestin de una simple
adaptacin a las condiciones externas o de dejar de
sufrir. Cuando se trate ya de vivir la realizacin de
s mismo desde el Ser esencial. La gran terapia
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ORIENTE Y OCCIDENTE
Zen
La Va inicitica ha sido siempre el camino religio
so de Oriente. No es, pues, de extraar que la sabidu
ra oriental, as como sus ejercicios prcticos, ejerzan
un particular atractivo para los occidentales. ste es
especialmente el caso del Zen, cuya enseanza y ejer
cicios no son, en absoluto, privativos de los orientales,
pues su influencia en la evolucin hacia la madurez es
tambin importante en Occidente14. El Zen es una
herencia de sabidura cuyas bases tericas son el resul
tado de experiencias vividas por hombres espiritual
mente maduros y evolucionados. Ellos rompieron la
coraza de su yo existencial, ellos paladearon el SER, y
su vida prueba que es posible dar de l testimonio. A
travs del Zen corre el hilo de oro de experiencias que
estn lejos de ser puramente orientales. Su naturaleza,
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Vanse Enomiya Lasalle, Zen, u n cam ino hacia la propia
identidad, Budismo Zen; K. Drckheim, El Zen y nosotros, Ed.
Mensajero.
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El hombre universal
Al hombre en su integridad no se le puede pre
sentir sino en relacin con la humanidad en cuanto
todo o, en definitiva, en nosotros mismos. Ni siquie
ra entre las particularidades de sentimiento, de pen
samiento o de comportamiento de un pueblo, por
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La sombra
Siempre que en el encuentro con el otro aparezca
un rechazo categrico (como si tuviramos algo que
defender), o, por el contrario, una especial fascina
cin, es una buena ocasin para tomar conciencia de
esa totalidad que nos habita. As es; tanto en uno como
en otro caso, estamos respondiendo, en el otro, a un
aspecto de nuestra propia naturaleza, reprimido por la
sombra e impaciente por ser aceptado. Por eso los
caracteres especficamente orientales revelan con fre
cuencia una SOMBRA. La violencia con la que reac
cionan los campeones de Occidente cuando se habla
del espritu oriental nos indica, en la mayora de los
casos, que ah encuentran su sombra. La sombra es un
elemento rechazado de nuestra totalidad interior. Va
hacia la luz y ha de ser aceptado. Si no sucede as, el
hombre se mantiene inacabado y con malestar. Ms
pronto o ms tarde choca necesariamente con sus
lmites y su salud psquica se resiente. Es preciso que
reconozca y acoja esa sombra. Para hallar su integralidad y su equilibrio, el hombre de Occidente debera
aprender a discernir y recibir su parte oriental, recha
zada o insuficientemente aceptada.
Qu significa aqu la sombra oriental en el hombre
de Occidente? Es una cuestin de costumbres o tradi
ciones de los pueblos de Oriente? De ciertos conteni
dos de su cultura? Ciertamente que no. Se trata ms
bien de principios espirituales FUNDAMENTALES que
en Oriente se mantienen vivos. En s, no son particu
larmente orientales. Representan, bien al contrario, un
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otra orilla.
Segn la concepcin oriental de la realidad, todo
lo que sea singularidad, individualidad, autonoma,
por lo tanto tambin la relacin yo/T basada en
este modo de ver, se les presenta como una quime
ra, una ilusin. El modo de existencia y de pensar
formado sobre esta ilusin y obstinadamente reco
menzado, est marcado por una conciencia limita
da que forma parte, y es verdad, de la visin huma
na, pero que sigue siendo fuente de todo sufrir. Esto
tiene su origen en la irrealidad de un yo que, por
dividir lo UNO y por la necesidad de definir lo divi
dido, engendra todo error. La enseanza segn la cual
la conciencia del yo vela el SER, no es una creencia
sino resultado de la ms profunda experiencia. La
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Yin y Yang
Si, como acabamos de hacer, se confrontan las
concepciones orientales y occidentales de la verdad y
de la religin, estaremos siempre ante posiciones irre
vocables e inconciliables. Dos cosas no pueden estar
juntas en el mismo punto del espacio; dos movimien
tos que vayan en direcciones opuestas no pueden
encontrarse en el mismo lugar y tiempo. Igual que
inspirar y espirar. Pero qu ocurrira si Oriente y
Occidente se comportaran uno con respecto al otro
como ESPIRACIN E INSPIRACIN cuando se respi
ra? Son dos polos dialcticamente coordenados en el
movimiento vital de AQUEL QUE RESPIRA. Ahora
bien, todo lo que vive es, de alguna manera, un res
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Oriente-Occidente.
El peligro oriental21
En cuanto a la reserva y reticencias de Occidente
con respecto al sentimiento religioso oriental, hay
que distinguir dos elementos: por una parte los
21 Vase A. Cutat, La mystque et les Mystiques.
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EL EJERCICIO
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Expansin de la conciencia
Una de las principales finalidades de la va inici
tica es la expansin de la conciencia.
Este trabajo de evolucin pone en marcha, con
jugadas, las tres partes del trabajo inicitico, ya que
se hace necesaria otra forma de existencia y una dis
tinta actitud fundamental del sujeto. En su obra
Origine et prsent, Jean Gebser indica y describe la
progresin de los diferentes grados de conciencia,
que van de lo mgico a lo mental, pasando por el
aspecto mstico, para desembocar en la conciencia
integral. l muestra que cada grado no slo presu
pone la existencia de los precedentes sino que, en
cierto sentido, los incluye.
26 Vase K. Drckheim, Hara, cen tro vital del hom bre. Ed.
Mensajero.
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La experiencia de lo numinoso
Uno de los captulos del interesante libro del Dr.
Jacobs, Sagesse indienne et thrapie, comienza
haciendo esta observacin: Existen dos tipos de
forma de conciencia.
Tuve un da ocasin de preguntar al anciano
maestro Daisetzu Suzuki cul era, a su entender, la
diferencia entre sabidura oriental y ciencia occiden
tal. Sin dudar ni un momento me respondi: La cien
cia occidental mira lo exterior, la sabidura oriental
contempla lo interior. Y aadi sonriendo ligera
mente: Cuando uno mira lo interior de la misma
manera que mira lo exterior, bace de lo interior un
exterior. Ello quiere decir que si se mira lo que es
interior como un objeto, se deja escapar lo supraobjetivo, es decir, justo aquello que se buscaba en lo
interior. La interioridad es lo no-objeto, lo sobrenatu
ral. El gran pecador contra el Espritu no es tanto el
pequeo yo, con su apetito de gozo, de xito y de
poder: el gran pecador contra el Espritu, el gran
divisor es mucho ms aquella forma en nosotros que
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La trin id ad d el SER
El hombre es alcanzado por el SER bajo sus tres
aspectos: su p len itu d indivisa, su o rd e n sobrenatu
ral, una unidad presente en cada cosa. La plenitud
se presenta como una fuerza que colma al hombre
de dicha, el orden como la ley y la estru ctu ra del
mundo, la unidad del Ser se manifiesta en el amor.
La vida inicitica se hace plenamente realidad
cuando el hombre comprende y acepta el hecho de
que su vida, subordinada a un sentido ms all de
todo sentido, est destinada a servir, en este mundo,
a lo sobrenatural. Al igual que el sentido de todo lo
racional es la creacin de un espacio no racional, la
vida del hombre se cumple all y en la medida en
que, en cuanto ser humano, l acepta ser, en lo que
siente y en lo que hace, un intermediario de lo
sobrenatural.
El ejercicio que debe hacer tomar conciencia del
Ser en la existencia, distingue tres aspectos por los
que aqul se manifiesta. Son la plenitud, el orden y
la forma, y el amor. En ciertas cualidades de lo vivi
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El encuentro con las fuerzas csmicas supranaturales es distinto del aflorar del Logos. Al igual que el
encuentro con la M ater m agna es diferente del di
logo con el Espritu-Padre. Cabe preguntarse, por
tanto, si no se debera aplicar el trmino VIDA para el
aspecto femenino y el de SER para el masculino. O,
como nosotros hacemos, designar como SER lo UNO
que abraza todo lo creado y que en cuanto TAO se
manifiesta en la polaridad, tanto desde el polo mascu
lino, como desde el femenino. En cierto sentido, sin
embargo, el SER (Logos) est POR ENCIMA de la Vida
en cuanto vida csmica, el Cielo por encima de la
Tierra. Por eso se puede hablar de una trascendencia
hacia lo alto y de una trascendencia hacia lo bajo. sta
tiene un carcter ms femenino, clido y oscuro, en
tanto que la trascendencia hacia lo alto tiene un carc
ter ms masculino de lucidez clara y fra. Este frente a
frente del Yin y del Yang tiende siempre, de modo
natural, a elevarse hacia la experiencia de lo UNO que
lo contiene todo, y que se manifiesta en la polaridad.
Cuando el SER que abraza todas las cosas se hace pre
sente en uno u otro de los dos polos opuestos, aqul
que ha sido animado queda colmado de su presencia.
Siempre que lo que se siente sobrepasa la senso
rialidad natural, tiende a borrarse la dualidad yomundo. Pero percibir un pujante sentimiento csmi
co que desemboque en una fusin exaltante que
absorbe toda conciencia, es bien distinto a vivir la
presencia lcida del orden sobrenatural del que nace
una conciencia ms elevada. Esta situacin puede
despertar las imgenes arquetpicas, que, aunque
escapan a los conceptos, son, sin embargo, transpa
rentes y, dando sentido a toda vida, nos esclarecen
con su misteriosa irradiacin. Es entonces cuando
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P rcticas m editativas
No es posible concebir la va inicitica sin la prc
tica de la meditacin. No slo la meditacin bien
practicada, sino tambin una actitud meditativa fun
damental. De este modo la dimensin de lo sobrena
tural -dimensin de lo profundo, como la llama Paul
Tillich- no slo penetra temporalmente la concien
cia, sino que puede tambin desarrollarse en ella y
modificarla.
Meditar no significa hacer, ser activo, sino aco
ger. Etimolgicamente, esta palabra viene de m edita ri y no de m ed itare. Significa dejarse ocupar
totalmente, hasta el centro, sin ejercer actividad. En
la actitud meditativa, el que la practica renuncia a
cuanto est orientado a un trabajo, a un resultado, y
se abandona en una aquiescencia interior. Meditar
no es tampoco concentrarse en algo, sino recogerse
por el efecto de algo, gracias a algo. No es discurrir,
es unirse. Es verdad que al comienzo de todo ejerci
cio hay una c o n c e n tra c i n , un esfu erzo p ara
s a lir d el tiem p o, del momento, un re to rn a r a si
m ism o e n tod os lo s sen tid o s. Pero la meditacin,
el estado de meditacin, comienza cuando ya hay
concentracin.
La meditacin no es observar una relacin, ya se
trate de una imagen, una palabra, un pensamiento.
No es en absoluto una argumentacin, o una expli
cacin a algo determinado. Es hacerse uno con algo,
con alguien. Por eso la manera de meditar es ms
importante que el contenido de la meditacin, a con
dicin que su prctica sea en el camino y no con
cualquier otro objetivo, como pudiera ser el apren
der a concentrarse. Si la finalidad de la meditacin,
como de cualquier otro ejercicio en el camino, es la
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nadas en su modo individual, las figuras codeterminantes de todas las existencias. Cuando el alumno las
realiza en una larga repeticin meditativa, trae a la
luz de la conciencia la individualidad propia de su
Ser esencial en una creacin nueva, liberada del
viejo yo.
Al acoger la forma, un destello del Ser puede lucir
y alcanzar el Ser esencial del que la recibe. La imagen
de una flor puede de este modo hacer que trasluzca
su esencia, su naturaleza esencial y, eventualmente,
aportar la percepcin de una calidad numinosa que
alcance al alumno y a su propio Ser esencial. Esta
puede ser la finalidad de un ejercicio contemplativo.
Toda experiencia de la plenitud del Ser se vive
como una forma que anima, sostiene y renueva.
Parece desafiar a todos los peligros de la existencia
espacio-temporal. La experiencia del Ser bajo su
aspecto de orden y de estructura se vive bajo el signo
de la luz33 que alumbra las tinieblas de lo contingen
te. Dejando de lado lo insustancial, saca a la luz lo
autntico.
La luz hace salir de la sombra las formas y su
orden. Cuando se percibe el Ser como ese orden
sobrenatural, su claridad penetra en la existencia,
haciendo que aparezca un sentido que est ms all
del sentido y del no-sentido en el mundo. Esta luz
no es la claridad sobre algo; es un estado de luz, un
estar-en-la-luz. En cuanto testigo del Ser, este esta
do se afirma tanto ms cuanto que luce en medio de
las tinieblas de nuestra vida temporal. En ciertos
momentos estelares, el Ser se manifiesta as como
un sentido ms elevado que el sentido y el no-sen
33 Mara Hippius, Transzendenz ais Erfahrung.
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Lo n u m in o so e n e l am or
El ejercicio relativo al tercer aspecto del Ser ense
a a discernirlo en su UNIDAD, que religa, contiene
y lo conserva todo.
El hombre puede ser alcanzado por el Ser en su
aspecto de unidad cada vez que en este mundo bus
que la fusin, acoja y viva la unidad, o perciba su dicha
incluso en el dolor de faltarle. O tambin cuando la
crueldad de la vida se deja sentir en el abandono, la
soledad y el rechazo de todos.
A veces, en medio de un aislamiento que se
hace insoportable, y paradjicamente, puede bro
tar de lo profundo un sentimiento de unin que, a
pesar de la frialdad del mundo, permita sentir la
calidez protectora del Ser.
Por otra parte, sucede con frecuencia que es en el
seno de la soledad donde se percibe mejor, en su
carcter sobrenatural, la calidad especfica de la
fusin en el Ser. El mismo hecho de su privacin
puede hacernos ms sensibles a la calidad, al gusto
de su presencia. Que la soledad en este mundo se
transforme en abrazo sobrenatural, es ciertamente
una experiencia muy particular. Cuando el desgarro
de una separacin llega a lo intolerable, este mismo
exceso puede hacer posible el vivenciar la unidad
del Ser. Es preciso no ignorar esos instantes sino, por
el contrario, estar presto a reconocer en ellos esa par
ticular calidad sobrenatural, a recibirlos y a abrirse,
por ellos, al Ser.
Las situaciones excepcionales no son la nica posi
bilidad de una experiencia del Ser en el lazo de uni
dad que viene de lo profundo. Se puede ya sentir su
cercana cada vez que el hombre escape al aislamien
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200
EL FRUTO
ALTRUISMO
E l h o m b re y su p r jim o
El prjimo: en la era que toca a su fin, esta palabra
suena mal. No concordaba - y sigue sin concordarcon el espritu de un tiempo dominado por lo racional,
un espritu duro y sin alma, en el que el corazn no
tiene cabida. El altruismo parece ser demasiado clido
y hasta un poco blando. Evoca la piedad y esto crea un
malestar. En principio porque nos recuerda algo que
hubiramos debido practicar y que hemos descuidado,
y tambin porque ya no se acepta la piedad sino slo
aquello que se nos concede de derecho.
Sin embargo, cuando el hombre se reencuentra
a s mismo, descubre al prjimo como compaero,
a la vez que com o deber. La vida humana se desen
vuelve bajo la forma de llamadas y respuestas: de
universo a universo, de un ser a otro ser. Pocos son
los que a pesar de ello comprenden que por enci
ma de esta relacin de llamada y respuesta entre el
hombre y el mundo, est la llamada de Dios:
203
seln zu knnen.
218
El prjimo en la psicoterapia
As como ocurre en la medicina en general, se
produce ahora en psicoterapia un virar hacia la per
sona, y de ser objeto el paciente pasa a ser un t al
que el terapeuta se dirige de modo personal sin tra
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VEJEZ Y MADUREZ
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ACOMPAAR A AQUL
QUE VA A MORIR
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ISBN
84-271-2041-9
!r^
CM