Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Clara Asuncion Garcia

Descargar como rtf, pdf o txt
Descargar como rtf, pdf o txt
Está en la página 1de 21

El camino de su piel *

Publicado en "mbitos Feministas". Volumen 2. Otoo 2012. Western


Kentucky University, Kentucky (EEUU).

(*el relato est situado cronolgicamente antes de "El primer caso de Cate
Maynes", primer libro de la serie)

Era ella.
Me detuve, conmocionada. Por el contrario, ella no pareca preocupada o en
alerta, ni asustada. Solo esperaba a que yo llegara a su lado, mientras
clavaba la mirada en m y su rostro dibujaba una socarrona sonrisa.
Cuando lo hice, cuando me plant frente a ella y la mir a esos desconocidos
ojos azules, no supe entonces si pegarle o besarla.

Tres meses atrs

Tena resaca; ergo, no me haba enterado de casi nada de lo que me haba


dicho la pelirroja de ojos de jade que haba entrado en mi despacho.
No saba a quin acudir termin, expectante, su exposicin.
Vale, puede que el conjunto no mucho, pero el moratn disimulado con
maquillaje me daba una pista, junto a, por qu no, las palabras novio y
agresivo que haba llegado a captar.
Cuando termin esa maana, servidora tena una nueva consulta y tambin
un nuevo propsito: aumentar la dosis de paracetamol desde ya! y ad
infinitum.

Ojitos De Jade se llamaba Antgona James, tena veinticinco aos y un ex que


confunda amor con dominacin. Le haba costado asumir que un puetazo
no era precisamente sinnimo de pasin, aunque en tamao descubrimiento
tuviera que ver mucho y sobre todo el que la ltima paliza la hubiera
enviado directa al hospital. Con esos datos en la mano y en un par de sus
costillas, Antgona haba decidido acabar con la relacin.
El problema era que su ex discrepaba. Y ah era donde entraba yo, Catherine
S. Maynes, flamante detective privada de Ocano, chica-con-pistola-paratodo y escolta; faceta esta ltima la de su inters. La pregunta, en ese punto,
era obligada.
Ha acudido a la polica?
No voy a denunciarlo.
Por qu?
Le el miedo en sus ojos. La capitulacin. Sent pena por ella y, por qu no,
empata. Las perdedoras somos as de solidarias.
Joseph es vacil. Peligroso.
Razn de ms para hacerlo.
Ya lo hice. No sirvi de nada. Solo baj la voz y la mirada, para que me
diera una nueva paliza y me advirtiera de que la prxima vez dej morir
la frase en sus labios.
La solucin no es dejar que se salga con la suya. La ley se encargar de l.
La ley? Me mir, esbozando una mueca. Cunto tiempo cree que
estar encerrado? Y despus? Se inclin sobre la mesa. Ir a por m. Y
esta vez no se detendr en un par de patadas. Mire, s que no est bien
hacerlo, pero solo quiero olvidar todo esto y empezar de nuevo en otra parte.
Ah, eso me sonaba. Era exactamente lo que yo haba hecho tan solo haca
unos meses. Al parecer, Antgona y yo tenamos algo ms en comn que
haber sacado los dados equivocados: nuestra aficin al running vital. En su
caso, por un cabrn cobarde que la trataba a patadas. En el mo, por uno a
quien le met una bala en la cabeza. Insustancial detalle, salvo por el hecho
de que, realmente, mi cabrn particular no haba tenido tanto que ver en mi
huida como la actitud de una mujer Helena, su hermana, que eligi la
sangre de sus venas por encima de la que haca latir su corazn.
Partindome el mo al hacerlo.
Me ir de Ocano en unos das la angustia se reflej en su mirada. Solo

necesito proteccin hasta entonces. Me ayudars? pregunt, tutendome.


La splica en su tono no fue tan determinante como la aceptacin por mi
parte de que esa mujer tena derecho a hacer lo que iba a hacer. En mi poca
de polica conoc demasiados casos de mujeres a las que ni denuncias ni
proteccin salvaron. Ella quera otra oportunidad.
Por qu no ayudarle a tenerla?

Mi clienta y yo decidimos que, adems de acompaarla en sus salidas, pasara tambin las noches en su casa. Le aterraba la idea de que su ex la
asaltara all.
Ella no era la nica que contemplaba esa posibilidad. Ech mano de Geppo,
un polica al que le salv la vida por pura casualidad, pero eso no haca
falta que lo supiera l, para averiguar hasta qu punto se mereca Joseph el
calificativo de peligroso. Cuando tuve la informacin comprend el miedo de
Antgona. Joseph Nsar perteneca al clan de los Sinno, una poderosa
organizacin criminal que se dedicaba a menesteres tan edificantes como el
trfico de drogas o el ajuste de cuentas, pasando por la trata de blancas y el
blanqueo de dinero.
Conclusin: No Sin Mi Glock.

Mi pistola y yo nos instalamos en casa de Antgona. Resumiendo: s, follamos.


Inapropiado, lo s. La culpa, de la frmula:
2 mujeres x 24 h. al da juntas + {1 vapuleada emocional y fsicamente} +
{1 esencialmente desmantelada} = consuelo mutuo del modo ms bsico
que viene conociendo la Humanidad desde que se le ocurri comprobar qu
coo haba al pie del rbol [=fornicacin].
Un error, ya. Yo estaba all como profesional y esa debera haber sido la nica
va en mi trato con Antgona. Cualquier otra opcin no solo era ticamente
reprobable sino que me deslizara un peldao ms en mi desmantelamiento.
Que fue, claro, la que escog.

Haba sido esa una noche como las precedentes. Las jornadas se haban
caracterizado sobre todo por el tedio. El primer da no fue un problema; ya se
sabe, el tiempo se pasa volando averiguando cul de las misteriosas puertas
dar acceso al bao y en qu armario de la cocina guarda el caf tu
anfitriona. Pero, a partir de la hora veinticinco se cae en el riesgo de
sucumbir a la falta de estmulos, que en mi caso se agravaban: a) por la falta
de la preceptiva dosis de alcohol que llevarme a los labios, y b) por idntica
dosis de mujeres para llevrmelas al mismo sitio. Soy una mujer de
costumbres fijas, qu le vamos a hacer.
A falta de otras tentaciones pasbamos el tiempo hablando. Antgona tena
algo que lograba sacar al ser humano con un futuro que una vez fui. Claro
que, tal vez, tuviese algo o mucho que ver el whisky con el que
empezamos a regar nuestras conversaciones. S, tambin lo s, no debera
beber mientras trabajo, voy a ir derechita al infierno. Pero el hecho es que
Antgona y yo establecimos una especie de puente emocional que cualquier
espectador avispado habra sabido que en breve pasara a ser tambin fsico.
No s cul de las dos empez, lo juro, solo que una cosa llev a la otra, la
vida rota de Antgona se cruz con la ma, su dolor con el de servidora y, de
repente, tena su boca sobre la ma.
No supe, no pude o no quise detenerme.
Ese primer beso me supo a prdida. Sus labios, a un camino sin salida. Y, sin
embargo, me adentr en l. Como vena sucediendo desde haca meses, el
maana no exista, solo el ahora. Y el ahora era Antgona y su piel de
terciopelo y su deseo por m.
Respond a su beso devorando esa boca sin futuro como si no fuese a conocer ninguna ms. Ella gimi y yo vacil. Durante un instante me aterr la
posibilidad de hacerle dao. La mir a los ojos. Solo vi deseo, deseo y deseo.
A veces, la vida puede ser muy simple. La llev hacia la cama y camos en un
enredo de piernas y brazos. Nos desnudamos entre besos y caricias
desabridas. En el instante en el que mi piel toc la suya, perd
definitivamente de vista el mundo. Antgona apres mis caderas con sus
piernas mientras retena mis manos por encima de mi cabeza. Not la clida
humedad de su sexo mojar mi vientre. Empez a comer de mis labios como si
arrastrara un hambre primigenia, al tiempo que se meca sobre m. Intent
llevar una de mis manos a su coo, pero ella me la apart y, en el mismo
movimiento, coloc la suya en el mo. Hundi dos dedos en mi interior y
empez a follarme, utilizando el taln de la mano para asegurarse mi excitacin. Cuando ya me tena a punto liber mi boca y dobl los dedos dentro de
m, haciendo que la explosin se precipitara, sacudindome como un mueco
inarticulado.

Antgona susurr.
Ella se ech a mi lado con un suspiro y, segn pude comprobar, temblando.
Eso encendi todas mis alarmas.
Ests bien? pregunt, con un hilo de voz.
Aunque no tena muy claro quin haba empezado el juego de seduccin, s
saba que ella haba dado el primer paso con su beso, pero Catherine de las
narices, immmmBcil de marca mayor, coo con patas, borrachuza a una
barra de bar adosada, Antgona era una mujer con la autoestima probablemente por los suelos, recin salida de una relacin plagada de abusos fsicos
y emocionales y yo iba y me la tiraba! Bueno, estrictamente, haba sido
ella la que se me haba follado, pero, cmo no reconocer un comportamiento
que a m me debera resultar tan familiar como la imagen que vea cada
maana en el espejo? Cmo no saber que, quizs, lo que estaba haciendo
Antgona era buscar consuelo en el sexo? Peor an, haba sido ese sexo una
especie de ofrenda de gratitud a la persona que no solo la haba escuchado
sino que la protega? Que yo supiera, Antgona era heterosexual o, como
mnimo, acababa de salir de una relacin htero, y ahora le echaba ojitos y
dedos a una mujer que no solo se haba convertido en su nica compaa en
una situacin de alto estrs sino que, para ms inri, era su protectora.
Evidentemente, Antgona deba de tener un lo emocional de espanto y ah
estaba yo para empeorarlo. Cmo poda haber cometido ese error?
Perfectamente susurr entonces ella, respondiendo a mi pregunta,
mientras pasaba un dedo por el hueco de mi garganta, buscando mi cuello
con sus labios.
Ah se acabaron todas mis cavilaciones. Cuando ese dedo encontr la aureola
de mi pecho y esos labios mi acelerada yugular; cuando el temblor de su
cuerpo se convirti en un susurro de lujuria y su piel en una ardiente ascua;
cuando la obligu a mirarme a los ojos y no vi en ellos ms prdida que los
segundos que se malgastaban sin estar dentro de m; cuando asum que todo
mi galimatas interior no sera ms que eso, mi propia y desmantelada visin,
y lo acept, puede que me estuviera engaando y con ello a ella tambin
; pero, como ya he dicho, la vida puede ser muy simple.
Me apoder de su dedo, de sus labios, de su cuerpo, de su inmediato futuro
entre esas cuatro paredes. La hice ma con pasin, con ternura, con ganas,
en silencio y gritando.
Fuese cual fuese la muesca que todo ello dejara, ya era demasiado tarde.

A esa primera vez siguieron muchas ms. Haba das que no salamos de la
casa. Entre aquella nube de sexo que nos mantena desgajadas de la realidad
me asaltaban destellos de lucidez que me gritaban que aquello no estaba
bien. Intent decrselo, desprenderme de sus besos, de su deseo, del mo,
intent decirle que en m no haba nada que pudiera ofrecerle, pero ella
acallaba mis palabras con una mirada herida que me parta el alma. Qu
esperaba ella de m? Saba que haca das que debera haberse ido, pero
segua aqu. Por m?
Que no sea por m, rogaba. Pese a que haba acabado por aceptar aquella
confusa relacin, no perda de vista que a Antgona ya le haban hecho
suficiente dao. Yo haba recalado en Ocano con un lastre demasiado
pesado como para volver a echarme a la mar, y tampoco es que lo
contemplara. Yo no era su futuro ni ella el mo. Pero siempre que intentaba
sacar el tema ella me miraba y mi alma sala volando por la ventana.
Hasta que una noche pronunci las palabras que no saba si tema yo, ella o
ambas, pero que estaban destinadas a ser pronunciadas.
Me marcho pasado maana. Pero antes quiero hacer algo.
La mir. En el fondo de sus ojos le el dolor, pero tambin la aceptacin. Lo
que yo sintiera al respecto saba que no importara y tampoco me cost
demasiado asumirlo. Quizs es que me estaba acostumbrando a dejar atrs
ms pedacitos de m cada vez.
Dime.
Toc mi mandbula con su dedo y una nube de pesar oscureci el verde de su
mirada.
Antes quiero decirte que esto ha sido
No la dej continuar. No quera orlo. Y ella no necesitaba decirlo. La bes con
el adis que siempre haba estado presente entre nosotras. Acarici su mejilla
antes de colocarme la coraza que nunca tendra que haberme quitado.
Qu quieres hacer?
Ella call durante unos segundos, mirndome como si quisiera tallarme entre
los pliegues de su iris, esboz a continuacin una triste sonrisa y lo acept.
Cerr los ojos un instante y, cuando los volvi a abrir, llevaba en ellos su
propia armadura.
Voy a denunciarle dijo, con firmeza. No voy a permitirle que me haga
eso tambin.

La ltima vez que nos acostamos fue diferente. La Antgona que me foll no
tena casi nada que ver con la mujer cuya piel me haba aprendido de memoria. Habamos estado por la maana en la Comisara, con Geppo, dando curso
a la denuncia. Antgona estaba feliz, como si dando ese paso recuperara
parte de la dignidad que los golpes de aquel cabrn le haban quitado. Pero,
al mismo tiempo, notaba en ella el pesar por la inminente despedida.
Habamos pasado casi dos semanas juntas, evadindonos a conciencia del
mundo, reconocindonos no solo en nuestros cuerpos, sino en nuestras
prdidas. La conexin, lo saba, haba ido ms all de lo puramente fsico;
pero tambin y eso lo sabamos las dos, se haba acabado. Esa noche
sera la ltima. Al da siguiente, Antgona se ira de Ocano.

Su mano rode mi cintura. La noche era cerrada ya. Habamos estado


bebiendo, tras una cena en la que nos habamos tragado los adioses y las
palabras solemnes.
Acababa de hacer la ronda habitual para asegurarme de que todo estuviera
en orden. Saba que tena mucho que reprocharme a nivel profesional, pero,
por mucho que el alcohol o la lujuria enturbiaran mi sangre, haba procurado
asegurarme de que Joseph no nos hiciera una visita inesperada. Gracias a
Geppo saba que haca semanas que estaba fuera de la ciudad. Cuando le
llegara la denuncia se iba a cabrear lo suyo, pero para entonces Antgona ya
estara lejos.
Nos dijimos adis utilizando el lenguaje que nos haba servido como medio de
comunicacin. Enlaz mi cintura y me atrajo hacia ella para besarme. Desde
que recal en Ocano me haba acostado con tantas mujeres como mi libido
y la ocasin me haban permitido. Todas fueron sexo de una noche, en pareja,
en grupo, annimo o a cara descubierta. Con todas ellas apenas haba
intercambiado las palabras necesarias para certificar nuestra libre disposicin
e intencin y a todas ellas las haba olvidado al da siguiente.
Con Antgona saba que no sera as. Que podra desear olvidarla, pero que
nunca lo lograra del todo. Que, pese a no tocar la parte ms hundida de mi
corazn, s haba dejado la huella suficiente como para que su espectro

regresara.
Cuando me liber del beso dio un paso atrs, cogi los vasos de whisky y me
ofreci uno, al tiempo que levantaba el suyo en una especie de ofrenda de
despedida. Ambas los vaciamos hasta el fondo, sin dejar de mirarnos a los
ojos. Cogi mi vaso y lo deposit junto al suyo en la mesa. Llev sus manos a
mi camisa y empez a desabotonrmela, al tiempo que lama mis labios. Mi
respiracin se espes y ech la cabeza hacia atrs cuando su boca atac mi
pecho. Sent una pesadez que me embotaba la razn y a partir de ese
momento me dej hacer, me permit un momento de autocompasin con esa
Cate en la que me haba convertido y que a veces odiaba y me rend a la
pleitesa del deseo de otra mujer, con la vana esperanza de que sirviera de
blsamo a mis propias heridas.
Antgona era el nombre de ese blsamo. Empez una lentsima danza entre
ambas, en la que el sexo era la msica, y con cada caricia, con cada
movimiento, yo empec a sentir que me ahogaba, que me perda, que me
funda.
Que podra haber amado a esa mujer si me lo hubiera podido permitir.
La danza culmin con un orgasmo que me sacudi de arriba abajo, que me
puso del revs, que inciner mi sangre y mis sentidos y me dej exhausta,
postrada, perdida.
Antgona me cobij. Besndome con delicadeza, susurr:
Todo estar bien, Cate.
Quise creerla. Por ella y por m. Quizs, egostamente, sobre todo por m.
Otra mujer en mi vida que se me iba. Puede que yo jugara al sexo sin
ataduras, pero creo que algo dentro de m anhelaba algo ms. Solo que
todava no poda permitrmelo y no saba an si algn da podra.
Antgona me meci con ternura y me dorm entre sus brazos. Despert con
sus dedos dentro de m. En esta ocasin, y para el resto de la noche, vera a
otra Antgona. En nuestra relacin fsica no es que se hubiera mostrado
timorata o pasiva, pero al parecer haba estado sujetando algo que por fin
quedaba libre. Intua la razn, el porqu esa ltima noche se mostr tan
diferente.
Esta es la Antgona, pareca clamar su actitud, que deberas haber conocido.
No la mujer derrotada por la violencia, sino la libre y vital que era antes de
eso. La mujer que nunca debera haber cambiado. Saba que detrs de esa
liberacin estaba el paso que haba dado denunciando a su maltratador. Algo
dentro de ella haba echado a volar y eso era algo que jams podran quitarle
ya.

Despert por el sonido de un fuerte golpe. De lo primero que fui consciente


fue grandiosa novedad que saludaba al nuevo da con un terrible dolor de
cabeza. Lo segundo, que Antgona no estaba conmigo en la cama. Ay,
Antgona, pens, haciendo un repaso a mi vapuleada anatoma. Haba sido
una noche intenssima. Que me escociera el coo era aparte de constituir
mi tercer descubrimiento del da una nimiedad, dado lo que esa mujer me
haba hecho. Pero esta tercera cosa no tena ni punto de comparacin con la
que saba me esperaba.
Su adis.
Me levant escocida, resacosa y apesadumbrada. Antgona, para bien o para
mal, me dejara una huella que, aunque por mi pasado podra ser como huella de pato en una de dinosaurio, saba que siempre estara ah. Solo
esperaba que la vida no pusiera ms cabrones al alcance de sus costillas,
pero creo que la Antgona segura, directa y agresiva que se me mostr la
noche anterior no iba a permitirlo.
Solo que no tendra ocasin de demostrrselo al mundo, porque la cuarta y
definitiva cosa de la que fui consciente esa maldita maana de su adis fue
su cuerpo destripado sobre el suelo de la cocina.

Grit, precipitndome hacia ella. Resbal con la sangre que empapaba el


suelo y ca de bruces. El cuerpo de Antgona, el hermoso cuerpo de esa
mujer, yaca boca arriba y una horrible escisin en su vientre dejaba entrever
sus vsceras.
No, no, no! gem, sintiendo una arcada.
Busqu su rostro, la hermosa mirada de jade, ahora velada por unos prpados ensangrentados. Empec a sollozar y adelant las manos para tocarla.
Y entonces algo me golpe en la cabeza y la oscuridad me trag.

Cuando despert, lo primero que vi fue el rostro preocupado de Geppo


inclinado sobre m.
Lo segundo, que el cadver de Antgona haba desaparecido.
Cuando Geppo lleg slo haba un inmenso charco de sangre y un reguero
que evidenciaba que algo haba sido arrastrado. Yo estaba inconsciente, con
el mvil todava en la mano y empapada de sangre. Al parecer, haba
recobrado el conocimiento el tiempo suficiente como para llamarle y
balbucear unas incoherentes palabras que incluan asesinato y
jodergeppojoder antes de volver a caer redonda.
Llevaba toda la maana en el hospital, dolorida y hundida. Geppo me haba
interrogado, pero solo poda decirle lo que saba: la ltima vez que haba
visto a Antgona estaba tirada en el suelo, abierta en canal.
Y ahora haba desaparecido.
Y si todava estaba viva, Geppo? saba que era prcticamente imposible
dada la gravedad de la herida, pero mi angustia y desesperacin eran superiores a mi razn.
l me mir con compasin, sacudiendo la cabeza.
El forense ha dicho que la cantidad de sangre encontrada es incompatible
con la vida, Cate.
No haba que ser muy sagaz para sealar al primer sospechoso.
Cmo pudo saber que ella le haba denunciado? Estuvimos ayer en
Comisara!
Geppo hizo una mueca. No hubo tiempo de cursar la denuncia. Ambos
sabamos qu significaba eso. Alguien de dentro le haba avisado.
Qu he hecho, Geppo? me lament, tapndome la cara con las manos.
Esto no es culpa tuya.
Yo deba protegerla!
Sent cmo algo dentro de m empezaba a arrasarme, me cortaba en trocitos,
me converta en pulpa. Antgona estaba muerta, yo la haba matado.

Varias semanas despus todo haba acabado.


Joseph Nsar sali impune. No haba una sola prueba en el escenario que lo
implicara. La nica que se haba hallado la huella de un zapato del 46, el
nmero que calzaba, impresa en la sangre no haba sido concluyente. No
haba huellas dactilares, ni ningn tipo de resto biolgico o fsico que lo
sealara. La principal fuente de pruebas que podra haber sido el cuerpo
haba desaparecido y l tena coartada, avalada por sus compinches: se
encontraba fuera de la ciudad en el momento del crimen.
Le encubren, Geppo. Sabes que ese cabrn la mat. Que se llev el cuerpo
para eliminar las pruebas.
Lo s, Cate. Pero sin ellas
Di un puetazo, frustrada y rabiosa. Durante esas semanas me haba
sumergido an ms en el pozo que era mi vida y solo aguantaba porque tena
un objetivo.
Quiero que pague por lo que hizo.
Yo tambin, Cate Geppo abri el expediente del caso. Pero no tenemos
nada. Las huellas de neumticos que haba en el exterior no se corresponden
con ningn vehculo a su nombre. No he encontrado otras denuncias de
Antgona contra Joseph, ni nada que la relacione con l. Ni siquiera he
encontrado partes de agresiones de Antgona, maldita sea!
Los mdicos de Urgencias estn obligados a denunciar cualquier sospecha
de agresin y t lo sabes, es el protocolo dije, mirndole con toda la intencin del mundo.
l resopl. Saba hacia dnde apuntaban mis sospechas.
Cate, ya le hemos dado mil vueltas a eso baj el tono. No tenemos
pruebas de que haya un sopln en la Comisara.
Pero encaja, Geppo, joder, encaja insist. Avis a Joseph de la denuncia
contra l y tambin hara desaparecer los partes de los hospitales y cualquier
otra denuncia que lo relacionara con ella.
Lo siento, Cate. El caso no est cerrado todava, pero si no aparecen nuevas pistas sacudi la cabeza. Yo tambin quiero cogerle, no se me
olvida su cara cuando le dije que Antgona haba sido asesinada.
Geppo me haba contado cmo fue el interrogatorio. Joseph primero neg
conocer a nadie con ese nombre y cuando Geppo le plant su fotografa,

sonri y dijo: Una pelirroja de ojos verdes preciosa. Nada ms. Era todo lo
que tena que decir al respecto y lo saba.
Saba que no haba nada firme contra l.
Hasta en eso iba a fallarle a Antgona. Alargu la mano y cog el informe.
Saqu la copia de la fotografa de su documento de identidad.
Puedo quedrmelo unos das? ped, sealando la carpeta.
Cate, no hay nada que hacer por ahora. Intenta olvidarlo, por favor.
Eso era como pedirle al sol que no iluminara. Pas el pulgar por la fotografa.
El jade de sus ojos destacaba en su rostro. Me miraban, acusadores.
A veces deseara que ese cabrn me hubiera matado a m tambin
musit. Por qu no lo hizo?
No digas eso, Cate. Comprendo que es doloroso, pero debes sobreponerte
carraspe, vacilante. S que has estado bebiendo ms de lo habitual y
No necesito ninguna niera, Geppo gru.
S, el asesinato de Antgona me haba perturbado y, s, lo combata del nico
modo que conoca: bebiendo, bebiendo, bebiendo. Pero no necesitaba ni
quera buenos samaritanos a mi lado. No con los ojos de Antgona mirndome
desde algn lugar dentro de m. Puse un dedo sobre el expediente.
S o no, me lo puedo llevar?
l hizo una mueca, pero acab cediendo. Creo que pensaba que aquello no
iba servir ms que para profundizar en el pozo de mis remordimientos.
Y no es que fuese desencaminado, no, solo que
el vaso no estaba.

Encontr la discrepancia al repasar las fotografas del escenario. Faltaba el


vaso que debera haber estado junto a su gemelo, sobre la mesa del saln.
Frunc el ceo. Segn el informe, el nico vaso hallado llevaba las huellas de
Antgona, as que el que faltaba era el que yo haba usado. Llam a Geppo,
pero l se mostr reticente, supongo que temiendo que volviera a insistir en

la teora del polica vendido. Creo que pensaba que yo iba a empezar a liarla
con una trama en la que ese misterioso desconocido al servicio de los Sinno
se haba apropiado de la prueba para utilizar mis huellas con algn oscuro
propsito.
No s, Cate, Antgona se levant antes que t. Quizs orden el saln, lo
lav y volvi a dejarlo en su sitio.
Solo el mo?
Le escuch suspirar. Saba lo que pensaba: estaba perdiendo la perspectiva
por culpa de mi obsesin.
Cate... empez a decir, en un tono paternalista que me hizo hervir la
sangre.
Est bien, Geppo, djalo. No importa dije, cortante, antes de colgar.
Pero s importaba. Volv a repasar las fotografas y cuando llegu a la serie de
la cocina, el corazn me dio un vuelco.
Joder musit, sosteniendo la fotografa de la huella en la sangre.
Nadie se haba fijado? Estaba menos marcada en la zona de la punta del
zapato, como si hubiera faltado apoyo en esa parte. Podra ser atribuible a la
propia inconsistencia de un elemento como la sangre o indicaba algo ms?
El vaso ausente y la huella equvoca. Lo del vaso era accidental o el hecho
de que fuera el mo con mis huellas, no lo olvidemos era determinante?
Tan descuidado podra haber sido Joseph que dej su huella en el escenario
del crimen? O tal vez no obedeca a ningn descuido y s a una calculada
intencin?
No compart mis sospechas con Geppo. Empec a buscar en la Red todo lo
relacionado con Joseph Nsar y Antgona James. Varios das despus recib un
sms:

La curiosidad mat a la gata, no lo sabas? Guijarro, lunes, 23:00,


embarcadero

Crptico, parco, amenazador? Al parecer, alguien se haba percatado de mi

inters. Pero, quin? Intent averiguar el origen del sms, pero haba sido
enviado desde una web que no dejaba rastro. Eso me dejaba sola con mi
crptica cita y, desde luego, si yo fuese una chica lista habra puesto en
antecedentes a Geppo, por aquello de las encerronas probablemente
mortales y todo eso; pero, por desgracia, no es que no lo fuese, sino que la
muerte de Antgona era un asunto muy personal.
A quin me encontrara?
Al chivato a sueldo de los Sinno? Al dueo de la equvoca huella del 46?
O al propio Joseph Nsar?

Pero lo que me aguardaba en aquel embarcadero de Guijarro, una pequea


localidad costera a 120 kilmetros de Ocano, era un nuevo zarpazo a mi
triturado corazn.
Porque era ella.
Pese al cabello ahora negro como la brea, era ella. Me detuve, conmocionada.
Por el contrario, ella no pareca preocupada o en alerta, ni asustada. Solo
esperaba a que yo llegara a su lado, mientras clavaba la mirada en m y su
rostro dibujaba una socarrona sonrisa.
Cuando lo hice, cuando me plant frente a ella y la mir a esos desconocidos
ojos azules, no supe entonces si pegarle o besarla.
Antgona

Cate salud ella con toda tranquilidad.


No reaccion hasta pasados varios segundos. Pese al cambio en el color y
corte del pelo y las lentillas que cambiaban sus ojos de jade a ail, era
Antgona.

Cmo? pregunt, con voz agarrotada.


Y al tercer da Antgona solt una breve carcajada y yo sent como si
algo me partiera en dos. Oh, venga, Cate, no pongas esa cara! No te
alegras de verme?
Qu es esto, Antgona? Di un paso hacia ella y aferr su brazo. Qu
coo es esto?
Me haces dao.
Yo le haca dao? Todo el dolor, todos los remordimientos, toda la angustia
que haba pasado por ella. La rabia empez a formarse en mis ojos. Respir
hondo un par de veces y me obligu a soltarla.
Buena chica dijo, masajendose el brazo.
La mujer cuya muerte me haba sumido en un pozo de oscuridad me miraba
sin un pice de sentimiento. Yo tena tantas ganas de abofetearle como de
sentir de nuevo sus labios. Ninguna de las dos alternativas me procuraba
mucha paz espiritual, que dijsemos.
No podas dejar que descansara en paz, Cate?
Cmo supiste?
Un programita espa en tu ordenador. Sencillo y muy productivo.
Necesitbamos estar al tanto de lo que hacas y
Necesitbamos? un escalofro recorri mi columna. Quin ms est
en esto?
Oh, no quieras estropear la sorpresa tan pronto.
Debera haber mirado hacia atrs en ese momento, debera haberlo hecho.
Pero la persona que esperaba entre las sombras no se me revel hasta que
no escuch lo que Antgona tena que contarme.

Nos dedicamos al chantaje dijo, como si hablara del clima y nos equivocamos de presa. Cremos que se trataba del tpico to que quera echar una
cana al aire. Ya sabes cmo va, no? Sexo, fotos, no querrs que tu mujercita
se entere hizo una mueca. Pero nuestro fogoso amigo result ser algo

ms.
Joseph Nsar adivin.
Premio para la detective privada. Pusimos pies en polvorosa, pero al
parecer es un tipo rencoroso. Nos ha estado siguiendo la pista por todo el
pas.
As que decidisteis simular tu muerte. Y el sospechoso, por supuesto, sera
Joseph. Entre rejas no os molestara.
Oh, mi pobre Cate. No lo has entendido. No, no era nuestra intencin
encerrarlo. Si hubisemos querido eso habramos acumulado pruebas en su
contra. Pero eso no habra sido prudente, al fin y al cabo, l saba que era
inocente y no hubiese parado hasta averiguar quin le haba endosado ese
marrn.
Entonces?
Solo queramos librarnos de l, dulce Cate. Que creyera que estaba muerta.
Que, pese a la ausencia del cuerpo, la historia fuese creble.
Mi testimonio dije, con amargura.
No iba a ser suficiente con colar la noticia falsa de la muerte. No iba a
tragarse algo tan simple como una esquela en un peridico.
De ah la denuncia dije.
Una pelirroja de ojos verdes preciosa, haba dicho Joseph. Sus palabras
cobraban ahora pleno sentido. Probablemente, l la habra conocido con otro
aspecto y bajo otro nombre.
Tenamos que asegurarnos de que le llegara el mensaje replic.
Y lo hicisteis en la ciudad donde viva. Arriesgado, meterse en la guarida
del lobo.
Ella, por primera vez, dio muestras de inquietud.
No conoces a ese to. Preferamos eso a que el lobo nos fuera detrs el
resto de nuestras vidas. No bastaba con desaparecer bajo otra identidad o
irnos a la otra punta del mundo. Para l, Antgona James deba estar muerta.
Y lo haba estado, durante todo ese tiempo. Una representacin muy convincente. Frunc el ceo al recordar algo.
La sangre, tanta cantidad Cmo lo hiciste? Te la extrajiste y la
conservaste?

Sonri, burlona.
No exactamente.
No juegues conmigo o
O qu, Cate? me interrumpi, desafiante. Me matars?
Me tragu la rplica.
Por qu yo? pregunt.
Se alz de hombros.
Eras la nica guardaespaldas femenina que encontramos en el directorio de
Ocano. Pensamos que una mujer se mostrara ms receptiva al tema del
maltrato.
Pens en la ausencia de otras denuncias, de partes hospitalarios de agresin.
Ahora lo comprenda. Nada de eso haba sucedido nunca. Tom aire.
Y era necesario acostarse conmigo?
Un brillo malicioso cruz su mirada.
Oh, no me lo reproches a m. Yo no lo empec.
Ah, no? Me encresp, pensando en su primer beso. Como tampoco
eres la autora de toda esta mierda?
Todava no lo has entendido, verdad?
Qu coo tengo que entender, Antgona? grit, apretando los puos.
Ella se movi hacia m y yo no reaccion. Adelant una mano para enlazar mi
cintura y acerc su cara a la ma. Cerr los ojos, reprochndome el ligero
temblor ante su tacto. Al fin y al cabo, haba pasado un infierno por la prdida
de esa mujer.
Tena que probarte, dulce Cate susurr.
Vete a la mierda, Antgona.
No me llamo Antgona. Si te digo mi nombre, lo pronunciars mientras te
beso? inquiri, lamiendo mis labios.
Abr los ojos y la empuj. Ella sonri con burla.
No te gust esa ltima vez, Cate? S que solo tena una oportunidad, pero
te juro que intent dar lo mejor de m para igualar el marcador sus labios se

curvaron en una imitacin de congoja. O es que ella folla mejor que yo?
Ella?!
De qu ests hablando?
Antgona sacudi la cabeza como si me perdonara la vida.
De verdad, Cate, todava no lo has adivinado?
Esa ltima vez. El sexo con Antgona haba sido distinto. Cerr los ojos. No
puede ser. Me qued dormida entre sus brazos y cuando despert... La mir,
notando la quemazn de la sospecha.
Cmo...? balbuce.
Djame darte un consejo, Cate. Si follas, no bebas. El alcohol te confunde.
No, no fue solo el alcohol... El vaso! exclam. Qu llevaba la bebida?
Empezamos a atar cabos, bravo levant las manos. Un inofensivo
somnfero, nada ms. Te necesitbamos bien dormida para preparar la
escenita del hallazgo del cuerpo. Es increble lo que se puede hacer con un
kit de maquillaje especial y algo de casquera, verdad? Pero no podamos
dejar el vaso all por si les daba por analizarlo. Aunque no habran hecho falta
tantas precauciones. Eres una testigo muy fiable.
La sangre. Tanta cantidad
La sonrisa en su rostro se expandi.
ADN, querida dijo. Un precioso y casi idntico ADN.
La mir, esta vez con atencin. Algo empez a removerse en mi interior. No
era el enmascaramiento de su nuevo aspecto, no tena nada que ver con lo
meramente fsico. Era algo ms. Algo que tena ms que ver con el fondo que
con la encubierta forma que tena delante de m. Algo que enlazaba la
arrogancia de esta Antgona con el incisivo comportamiento de aquella ltima
noche.
La certeza se aposent en mi pecho como una losa.
Quin coo eres t? pregunt lentamente.
Date la vuelta si quieres saber quin coo no soy, Cate me dijo esta
mujer que ya saba que nunca haba sido Antgona. No, al menos, hasta la
ltima parte de la grotesca representacin.
Not cmo se me erizaba el vello de la nuca. Luch contra el deseo de

girarme, porque saba que, en cuanto lo hiciera, el ltimo clavo sera hundido
en mi carne.
Gemelas? pregunt, notando el sabor de la bilis en mi garganta.
Idnticas concedi. Has odo hablar de los gemelos monocigticos,
Cate? No voy a aburrirte con detalles, pero te dir que tenemos
prcticamente el mismo ADN. Usamos sangre de ambas para la escena.
Existen diferencias, por supuesto, pero un simple anlisis forense no
detectara nada, solo uno ms exhaustivo sonri. Pero, claro, qu
necesidad haba de hacer tal cosa en el caso del asesinato de la pobre
Antgona? Todo fue muy convincente: el estado del cuerpo, la cantidad de
sangre Tu testimonio.
Baj la mirada hacia sus pies.
Ms pequeos que un 46, no?
Ella arque las cejas en un gesto divertido.
Fue eso? La huella del zapato?
Y el vaso.
Chasque la lengua.
En fin, era la primera vez que simulbamos un asesinato. Mejoraremos.
Por qu fingir la muerte de una sola de vosotras?
Durante, digamos, nuestros negocios, nunca revelamos que somos dos.
Es mejor guardarse un as en la manga. Poltica empresarial sonri sin
alegra.
Por qu t? Pregunt, notando un nudo en la garganta. Por qu ests
t aqu y no ella?
Oh, eso hizo un mohn. Vers, mi hermanita tiene un pequeo defecto.
A veces es, digamos, algo sentimental. No estaba de acuerdo en que yo la
sustituyera, la verdad es que no estaba planeado, el somnfero empezaba a
hacer efecto, pero suspir. Cate, dulce, Cate, no pude resistir la
tentacin.
Apret la mandbula con rabia.
Te aprovechaste de que estaba drogada y
Reproches ticos ahora, Cate? Me interrumpi, con dureza. La escolta
que se foll a su vulnerable clienta? su expresin se oscureci. Al parecer,

se haba cansado ya de la conversacin. Y bien? Qu vas a hacer?


Me preguntas si os voy a delatar? Ella asinti y yo me gir hacia el mar.
Estaba en calma. Todo lo contrario que mi interior. La mir. Y si lo hago?
Ella sonri como un perro de presa.
Y si me felicito por mi extraordinaria previsin y hago llegar a la polica
una grabacin de alto contenido sexual con cierta detective como co-protagonista? De verdad quieres destapar esa caja, Cate? An en el caso de que te
creyeran, qu crees que parecera? Una truculenta historia de sexo lsbico,
alcohol, tal vez celos chasque la lengua. A tu amiguito el poli le
costara parar toda la mierda que te iba a caer encima, no crees?
Cerr los ojos un instante. El dedo acusador me sealaba, pero no por su
amenaza. Lo haba hecho todo mal, y de ello s era culpable. Me sent vaca.
De acuerdo acced. No era tanto por su coaccin como por la certeza de
que al final ganara alguien como Joseph Nsar. Por ello, pese a todo, me vi en
la obligacin de decrselo: Pero yo de vosotras no bajara la guardia. Puede
que Joseph quiera saber por qu vuestra Antgona hizo creer a la polica que
tuvieron una relacin.
Tal vez fue una mezquina revancha, o tal vez de verdad me preocupaba. La
expresin de mi interlocutora se ensombreci. Yo ya no tena nada ms que
hacer all. Me gir para irme, pero su spera pregunta me detuvo.
No quieres despedirte de ella?
Capt un movimiento unos metros detrs de m. Antgona o como se
llamara ahora tambin haba cambiado su aspecto. Y ella s pareca preocupada, en alerta y asustada. No saba si por m o por ellas. Hizo ademn de
dar un paso en mi direccin, pero me di la vuelta y me encamin hacia la
salida del embarcadero.
No volv a mirar atrs.

Esa noche fui al Sappho. Dispuesta a beber, dispuesta a follar, dispuesta a


olvidar. Otra y otra y otra vez, todas las que hicieran falta.
No repar en ella, pero ella en m s. De hecho, haca tiempo que me segua
la pista, que se haba fijado en mi aire triste y melanclico. Que deseaba

conocerme.
Sin embargo, eso no ocurri esa noche. An habra de pasar un tiempo hasta
que esa mujer de largo cabello rubio, rostro armnico y mirada azul tuviera
un papel predominante en mi vida a partir del instante en el que cruzara su
mirada con la ma.
Pero, hasta ese da, yo seguira siendo la mujer perdida en el camino de la
piel de otra mujer que solo me haba llevado a una nueva y amarga
decepcin.

También podría gustarte