Teorias de Desarrollo Amartya Sen
Teorias de Desarrollo Amartya Sen
Teorias de Desarrollo Amartya Sen
AMARTYA SEN
Amartya Sen1
1
Catedrático universitario de Lamont y profesor de economía y filosofía de la Universidad de Harvard.
Aunque no podamos analizar aquí cada uno de los fenómenos citados, no faltan sin
duda experiencias concretas y diversas, de las cuales extraer algunas enseñanzas.
Así, la teoría del desarrollo evolucionaba ya sea obedeciendo a su propia dinámica
interna, o en respuesta directa a observaciones empíricas. En todo caso, no se
puede negar que nuestra comprensión de los procesos de desarrollo es mucho más
completa ahora que hace cincuenta años.
2
Algunos análisis esclarecedores acerca de estos temas pueden encontrarse en Bauer (1972, 1991).
3
3
Entre los estudios de carácter general en torno a este tema, se destacan Stiglitz (1988), Stern (1989), Suzumura (1955) y Malinvaud y
otros. (1996).
Esta concepción contrasta vivamente con aquélla que considera el desarrollo como
un proceso esencialmente amigable, donde se destaca la cooperación entre los
individuos y para con uno mismo, pudiéndose reducir a la estrofa de los Beatles:
4
Alberto Hirschman (1958, 1981) ha puesto de relieve la complejidad característica de los procesos de desarrollo y las diversas influencias
que inciden en ellos.
5
Nota del traductor: BLAST es la sigla en inglés de blood, sweat and tears (sangre, sudor y lágrimas).
GALA del inglés, (getting by, with a little assistance) para comparar esta
interpretación del desarrollo con la ya mencionada concepción BLAST.
6
El primer caso se encuentra en Smith (1776), I.ii (p.27), y el segundo en V.i.f (p.785). Muchos lectores devotos de Smith (a juzgar por
su adhesión casi incondicional a los paradigmas del carnicero-cervecero-panadero y los beneficios del mercado) parecen negarse a pasar de
la página 27 de La riqueza de las naciones. De hecho, Adam Smith resalta la importancia de la cooperación y asistencia públicas no sólo en
La riqueza de las naciones (Smith 1776), sino también en Lecciones de jurisprudencia y Teoría de los sentimientos morales (Smith 1762-3,
1790).
En tercer lugar, algunos de los efectos del consumo social, incluidos la educación y
la atención de la salud van más allá de la productividad económica y del bienestar
inmediato. Por ejemplo, la educación y el empleo remunerado de las mujeres,
puede incidir especialmente en la reducción de las desigualdades de género,
elemento central del subdesarrollo en muchos lugares del mundo . La formación 11
En este contexto, la concepción GALA del desarrollo armoniza de una forma natural
la interdependencia existente entre mejorar el bienestar social y estimular la
capacidad productiva y el desarrollo potencial de una economía. Y aunque las
compensaciones intertemporales y la acumulación de capital perviven en la fórmula
presente, al incorporar el factor de interdependencia entre calidad de vida y
productividad económica eliminaremos en parte la rígida dicotomía entre el
bienestar y la acumulación rápida.
9
Los debates públicos en torno a la incidencia de la racionalidad en las decisiones sociales podrían encauzarse en esta dirección, contamos
con el ejemplo de las democracias efectivas, que dan prioridad a la prevención del hambre (véase Sen 1984, 1995).
10
Véanse, entre otros, Bliss y Stern (1978), Bardhan (1984a), Sen (1984), Dasgupta y Ray (1987, 1988), Drèze y Sen (1989), Osmani
(1992), Birdsall (1993), Dasgupta (1993) y Malinvaud y otros. (1996).
11
He tratado de debatir estos temas en Sen (1984, 1985, 1990, 1992). También véanse, entre otras aportaciones al tema, Bardhan (1984a),
Drèze y Sen (1989) y Harriss (1990).
12
A este respecto, véanse Schultz (1981); Birdsall (1988); Caldwell y otros. (1989); Dasgupta (1993), Cassen (1994); Sen, Germain y
Chen (1994); y Murthi, Ghio y Drèze (1995). También consulte el conjunto de trabajos elaborado por Lindahl-Riesling y Lanberg (1994).
que éste es el modelo a seguir persisten en exigir un trato preferente para los
intereses empresariales, con el objeto de incrementar radicalmente la capacidad
productiva de una nación, a la vez que se muestran contrarios a renunciar a los
beneficios a largo plazo a costa de una prematura política que ellos califican de
‘blanda’; están aterrados ante los perjuicios que podrían resultar de la influencia de
los “corazones blandos”.
No puede decirse que Sri Lanka haya registrado grandes progresos en términos de
crecimiento económico; ni tampoco ha sido el caso del estado indio de Kerala, que
apostó muy pronto por una amplia cobertura de la atención de la salud, la
educación, la seguridad social y la reforma agraria igualitaria. Sin embargo, existen
otros casos, como el de Corea del Sur o Taiwan, donde la combinación de estas
medidas sociales y una mayor liberalización del comercio y el sector empresarial ha
logrado en cambio un crecimiento económico rápido junto con una mayor igualdad
social y una distribución más equitativa del ingreso. Si bien es cierto que el
desarrollo social por sí solo no es capaz de generar crecimiento económico,
13
En los Estados Unidos se ha estado ejerciendo cierta presión política con el objeto de acabar con el Estado de bienestar, y ya se han dado
los primeros pasos en esta dirección.
Otra modalidad que apuesta por la “vía dura” para el desarrollo considera la
supresión de los derechos humanos y otros “sacrificios” relativos a la democracia y
los derechos civiles y políticos como necesarios en las etapas tempranas del
desarrollo. Existe la creencia general, reiterada hasta la saciedad, de que ciertos
estudios empíricos a nivel internacional “demuestran” que los derechos civiles y
políticos obstaculizan el crecimiento económico. Lee Ruan Yew, ex-primer ministro
de Singapur, enunció una suerte de “teoría general” en torno a este conflicto. La
teoría no revela nada nuevo. Hasta las críticas al ‘Estado blando’, expuestas por
Gunnar Myrdal en Asian Drama (1964), conducían vagamente a esta clase de
interpretaciones . 16
¿Existe tal conflicto entre el desarrollo económico y los derechos civiles y políticos?.
Bien es cierto que algunos estados de carácter autoritario, como Corea del Sur, el
Singapur del propio Lee o la China posterior a la reforma, han registrado tasas de
crecimiento económico más rápidas que las de otros estados menos autoritarios
como India, Costa Rica o Jamaica. Sin embargo, la hipótesis de Lee se basa en
datos muy concretos y limitados, en vez de las verificaciones estadísticas globales
sobre la amplia información existente. El notable crecimiento económico de los
países asiáticos como China o Corea del Sur no es prueba suficiente de que el
autoritarismo fomenta el crecimiento económico mejor que, pongamos por caso,
Bostwana, uno de los países de crecimiento más rápido tanto de Africa como del
resto del mundo, que es al mismo tiempo un auténtico oasis democrático en ese
desafortunado continente.
14
Una interpretación de la experiencia de Asia oriental, tanto en sí misma como en términos comparativos, puede encontrarse en Banco
Mundial (1993), Birdsall (1993), Birdsall y Sabot (1993a, 1993b), Fishlow y otros. (1994), Rodrik (1994a, (1994b) y McGuire (1995).
Sobre otras formas activas de política estatal (pública) en Asia oriental, véanse Amsden (1989), Wade (1990) y Suzumura (1995).
15
Entre los estudios más recientes se encuentran los de Alesina y Perotti (1993), Alesina y Rodrik (1994), Persson y Tabellini (1994),
Fishlow (1995), Bruno y otros. (1996), y Deininger y Squire (1996). En torno a otros temas relacionados con esta cuestión, véanse Fields
(1980), Bardhan (1984a), Rakwani (1986), Stiglitz y Mathewson (1986), Drèze y Sen (1989), Stern (1989), Basu (1990), Sachs (1990) y
Desai (1995).
16
En realidad, Myrdal no abogaba por la supresión de los derechos humanos, sino más bien por políticas estatales firmes, no susceptibles
de ser alteradas por intereses personales. Pranab Bardhan (1984b) estudió las barreras erigidas por una serie de poderosos grupos de
presión que dificultaban el crecimiento económico de la India.
17
Véanse, entre otros, los trabajos de Barro y Lee (1993), Dasgupta (1993), Bhalla (1994), Heliwell (1994), y Przeworski y Limongi
(1994).
Todo ello nos conduce a pensar que, aparte de los datos estadísticos, hemos de
estudiar detenidamente los procesos causales que intervienen en el crecimiento y el
desarrollo económico. La política y las condiciones particulares que contribuyeron al
éxito de las economías de Asia oriental incluían una competencia sin restricciones,
la participación en los mercados internacionales, altos índices de alfabetización y
educación, una reforma agraria efectiva, y la incentivación de inversiones,
exportaciones y la industrialización. Ningún elemento nos induce a pensar que
estas políticas sociales sean inconsistentes con una democracia auténtica, o que
puedan llevarse a cabo exclusivamente en regímenes autoritarios como los de
Corea del Sur, Singapur o China. Es tentador equiparar antecedentes y causas,
pero ello no contribuye a dilucidar los procesos de causalidad que aquí nos
interesan.
Hay que señalar que, en la terrible historia del hambre en el mundo, en ningún país
dotado de un gobierno democrático y una prensa más o menos libre se han
conocido hambrunas de proporciones considerables. Las más notables han tenido
lugar en territorios colonizados y gobernados por autoridades imperialistas
extranjeras (véase el caso de la India antes de la independencia, o el de Irlanda);
en dictaduras militares de corte moderno bajo el control de potentados autoritarios
(como Etiopía o Sudan); o en regímenes de partido único donde no se tolera la
disidencia política (como la Unión Soviética de los años treinta y la China de la
Revolución Cultural; en ambos casos los muertos alcanzaron las decenas de
millones: sólo en China probablemente hayan muerto entre 23 y 30 millones de
personas durante la hambruna de 1958-1961) . Por el contrario, ningún país dotado
19
Así pues, la función que pueden desempeñar los derechos civiles y políticos en la
prevención de catástrofes mayores no debe desdeñarse. Recientemente se ha
suscitado un gran debate, acerca de los incentivos económicos en relación con el
fracaso de la planificación estatal desmedida y la burocratización excesiva de las
empresas públicas, así como de la necesidad de incentivos de mercado y otros
incentivos económicos. Los incentivos políticos, por el contrario, no han suscitado la
atención que merecen. Cuando todo va sobre ruedas, el papel incentivador de la
democracia pasa desapercibido, mientras que cuando las cosas van mal, la función
correctiva de la democracia puede constituir un factor decisivo.
Por lo tanto, existen razones para dudar no sólo de la “hipótesis de Lee” – que
presume casi invariablemente una relación negativa entre el crecimiento económico
y los derechos civiles y políticos – sino también para considerar tales derechos
como elementos positivos en el proceso de desarrollo, proveyendo, si llegara el
caso, una protección frente a los desastres y a los errores del gobierno. Una vez
más, la alternativa GALA nos proporciona un marco más amplio para entender el
proceso del desarrollo, frente a la creencia de que los estados autoritarios son
supuestamente los precursores de un sólido progreso económico.
20
A este respecto, véanse Sen (1984), Drèze y Sen (1989), Ram (1990), D'Souza y otros. (1992), Human Rights Watch (1992), las
organizaciones de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (1994).
21
Tal análisis parte de una premisa obvia: si el gobierno de un país pobre se propone erradicar el hambre, lo conseguirá. Todo lo cual
guarda relación con nuestra comprensión acerca de la naturaleza y causas del hambre, así como de los medios para prevenirla, véanse Sen
(1981), y Drèze y Sen (1989, 1990). Véanse asimismo Arrow (1982); Solow (1984); Ravallion (1987); Desai (1988, 1995); Harrison
(1988); Basu (1990); Drèze (1990a, 1990b); Osmani (1990, 1995); Platteau (1990); Riskin (1990); Svedberg (1990, 1996); Drèze, Sen y
Hussain (1995), y Hussain (1995).
22
La cuestión de los incentivos políticos está directamente relacionada con la información de que disponen los gobernantes, información
en que se basa su toma de decisiones. Una prensa libre y un comportamiento verdaderamente democrático contribuyen enormemente a
revelar información crucial (por ejemplo, información relativa a las tempranas repercusiones de sequías e inundaciones, o sobre la
naturaleza y consecuencias del desempleo). Los medios de comunicación constituyen la fuente de información más elemental acerca de la
amenaza potencial del hambre, sobre todo cuando existen incentivos (como los presentes dentro de un sistema democrático) para develar
asuntos espinosos para el gobierno (asuntos que serían censurados en un régimen autoritario).
Efectivamente, cuando las hambrunas posteriores a la fallida Revolución Cultural China llegaban a su punto álgido, el gobierno central
erraba en cien millones de toneladas al calcular las provisiones de grano de que disponía. El hecho es que el gobierno chino manejaba datos
falseados por diversas localidades que se disputaban el crédito prometido por Pekín como recompensa a sus progresos. El mismo
presidente Mao admitiría, una vez reconocido el fracaso (de la actuación gubernamental), el papel de la información en el sistema
democrático (véase Sen, 1984, ensayo decimonoveno). En 1962, después de que las hambrunas hubieran dejado tras de sí millones de
muertos, Mao hablaba de esta manera ante una asamblea de siete mil funcionarios: 'Sin democracia, no podemos saber qué está pasando allí
abajo; la situación será turbia; no seremos capaces de conocer todas las opiniones existentes; no existirá nexo de comunicación entre los que
están arriba y los que están por debajo; las cúpulas dirigentes dependerán de datos sesgados e imprecisos para la toma de decisiones…'
(Mao, 1976, pp. 277-8).
Sin embargo, los estudios más recientes tienden a reconocer el potencial que
albergan las habilidades del hombre, y este ‘nuevo’ desarrollo ha traído consigo el
restablecimiento de una corriente de pensamiento antigua y a la vez marginada . 25
Hoy día, se reconoce de forma casi unánime la importancia del capital humano en
el desarrollo económico, y así se ha interpretado la experiencia de las economías
más productivas del este y sudeste asiático.
Hay una gran diferencia entre los medios y los fines . El reconocimiento del papel 27
que desempeñan las cualidades humanas como motor del crecimiento económico
no nos aclara cuál es la meta del mismo. Si, en último término, el objetivo fuera
propagar la libertad del hombre para vivir una existencia digna, entonces el papel
del crecimiento económico consistiría en proporcionar mayores oportunidades en
23
Adam Smith creía decididamente en el poder de la educación y el aprendizaje. Tomando como referencia el debate actual acerca de las
respectivas funciones de “naturaleza” y “educación”, Smith hubiera sido partidario incondicional de la segunda, muy de acuerdo con su
confianza en las posibilidades de perfeccionamiento de las habilidades del hombre: “La diferencia entre dones naturales de las personas son
más insignificantes de lo que creemos; y la aparente genialidad que distingue a unos profesionales de otros una vez alcanzada la madurez no
es a menudo la causa sino el resultado de la división del trabajo. La diferencia entre los caracteres más dispares, por ejemplo entre el
filósofo y el portero, no parece tanto fruto de la naturaleza como del hábito, la costumbre y la educación. Cuando nacieron y, más tarde,
durante los primeros seis u ocho años de su vida, quizá fuesen muy parecidos, y tal vez ni siquiera sus padres ni sus compañeros de juego
percibían diferencias notables entre ambos.” (Smith 1776, I.ii, pp. 28'9).
24
Uno de los hallazgos más determinantes de la teoría neoclásica del crecimiento fue la identificación de Roberto Solow (1956) de las
muchas incógnitas que quedaban por aclarar dentro del esquema interpretativo de dicha teoría una vez tomada buena nota de la
acumulación de capital y trabajo.
25
Aunque existían muchas similitudes entre el enfoque de Smith y la más reciente teoría del crecimiento, fue necesario esclarecer las
conexiones entre ambas e integrarlas en modelos plenamente articulados; véanse Romer (1987), Lucas (1988), Helpman y Krugman (1990),
y otras aportaciones sobre el tema. Véase también Jorgenson (1995).
26
Véase Sen (1973, 1984, 1985).
27
Acerca de este tema, véanse, entre otros, Pigou (1952), Pan y otros. (1962), Adelman y Morris (1973), Sen (1973, 1980, 1984), Bardhan
(1974, 1984a) Haq (1976), Herrera y otros. (1976, OIT (1976), Ghai y otros. (1977), Grant (1978), Griffin (1978), Streeten y Burki (1978),
Morris (1979), Chichilnisky (1980), Streeten (1981, 1984), Streeten y otros. (1981), Osmani (1982), Ranis (1982), Rawls (1982), Stewart
(1985), Behrman y Deolalikar (1988), Drèze y Sen (1989), Anand y Ranbur (1990), Griffin y Knight (1990), Dasgupta (1993), y Lipton y
van der Gaag (1993).
considerarse como parte del “desarrollo”, dado que nos procuran una existencia
más prolongada, libre y fructífera, además de estimular la productividad o el
crecimiento económico.
Algunos críticos se han mostrado reticentes a ampliar el concepto del desarrollo del
simple crecimiento del PIB per cápita, a la ampliación de las capacidades y las
libertades humanas. Se ha sugerido la necesidad de valorar en su justa medida las
diversas capacidades a las que se hace referencia. T. N. Srinivasan (1994, 239)
nos recordaba recientemente, citando a Robert Sugden (1993), que ‘el marco de los
ingresos reales incluye una medición operativa para ponderar el costo de los bienes
básicos – la medición del valor de cambio –’ y que no existe una “medición
operativa” similar para ponderar las capacidades y los diversos aspectos de la
28
Esta vinculación se analiza en Sen (1980, 1985a), y Nussbaum y Sen (1993). Asimismo, véase Sen (1985b), Roemer (1986), Nussbaum
(1988), Arneson (1989), Cohen (1990), Griffin y Knight (1990), Anand y Ravallion (1993), Arrow (1995), Atkinson (1995), y Desai (1995),
entre otras contribuciones.
29
Existen algunas evidencias de que la efectividad del crecimiento económico incide en la difusión de logros tan elementales como la
longevidad si esto viene acompañado de otros factores característicos de la expansión económica, tales como un aumento de los ingresos de
los estratos más pobres de la población o la expansión de los servicios de salud pública; véanse Drèze y Sen (1989), y Anand y Ravallion
(1993).
30
En su Informe sobre el desarrollo mundial de 1995, el Banco Mundial destacaba la importancia de “las habilidades y capacidades de los
trabajadores”, lo cual es un importante componente del desarrollo, aunque prácticamente la totalidad del análisis se limita a la expansión de
la producción de bienes primarios e ingresos.
Dado que existen precios de mercado para todos y cada uno de los bienes
producidos, y que obviamente no es posible tasar la actividad humana, debemos
establecer cuál es el valor, en términos de medición, de los precios de mercado. No
resulta obvio que al emitir un juicio evaluativo acerca del progreso se eviten
decisiones de esta clase atendiendo exclusivamente a la lectura de los precios de
mercado y a la medición del valor de cambio. Por un lado, el problema de las
externalidades o los mercados inexistentes nos induce a reajustar los precios de
mercado, y luego a decidir qué reajustes son necesarios y de qué modo llevaremos
a cabo esta operación . En el proceso, no podemos eludir las valoraciones, aun
32
cuando nuestra intención sea la de emplear ante todo la valoración del mercado.
Hasta la ceguera del mercado ante el dólar del millonario y el del hombre pobre
exige una respuesta, de manera que la “medición del valor de cambio” podrá
difícilmente constituir la base automática de toda valoración comparativa . 33
31
La teoría de Robert Sudgen se concentra más bien en la forma de medir la capacidad que en rechazar de plano el enfoque, como sugería
Srinivasan: ‘Queda por saber si podremos elaborar mediciones análogas para el enfoque basado en la capacidad ’ (Sudgen 1993).
32
Véanse, por ejemplo, Nordhaus y Tobin (1972).
33
Sobre los diferentes métodos de comparación de los ingresos reales, una vez corregidos por el factor “distribución”, véase Sen (1976,
1979).
Dado que es ineludible realizar una valoración al efectuar juicios acerca del
progreso y el desarrollo, parece indispensable emplear la noción de valor en la
forma más explícita posible, y así facilitar su análisis critico y su debate público. La
valoración de la calidad de vida así como de las diferentes habilidades del ser
humano, debe someterse a debate público como parte del proceso democrático de
“elección social”. Al emplear cualquier tipo de referencia – como el índice de
desarrollo humano (IDH), el índice de equiparación de géneros propuesto por el
PNUD, y otros indicadores agregados similares – se hace indispensable una
formulación y articulación explícita que haga que el índice sea susceptible al
examen, la crítica y la modificación de la opinión pública. Si optásemos por vías
menos transparentes (por ejemplo la de hacer valoraciones de mercado, como si se
tratasen de un conjunto de valores inalterables y universales que pudiesen
emplearse del mismo modo que una lista de precios) estaríamos escogiendo el
camino equivocado, sobre todo si lo que pretendemos es sostener una concepción
del desarrollo que gire en torno a la razón y las libertades humanas.
económica como eje central del proceso de desarrollo, no podemos olvidar que tal
supuesto se basa en los valores compartidos por la sociedad. Al proponer la forma
democrática de elección social como elemento diferenciador fundamental respecto
de la concepción BLAST del desarrollo, nos adherimos a un enfoque que ensalza la
cooperación, el protagonismo y la difusión de las libertades y la capacidad
humanas. Así pues, el rechazo de los regímenes autoritarios que niegan la
trascendencia de los derechos humanos (incluso el derecho a convocar o a
participar en debates públicos) es uno de los muchos aspectos que repudiamos de
esa versión despiadada del proceso de desarrollo.
34
Véanse Knight (1947), Arrow (1951), Buchanan (1954) y Sen (1970, 1995), diferentes aspectos que ponen de relieve este
reconocimiento general.
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