Historia de La Ciencia Moderna
Historia de La Ciencia Moderna
Historia de La Ciencia Moderna
Colección: ENCUENTROS
Maquetación y
preimpresión: FOTOMECÁNICA CONTACTO, S. A.
I.S.B.N.: 84-699-3242-X
Depósito Legal: TF - 144/2001
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PRESENTACIÓN
PRÓLOGO 9
BREVE BIOGRAFÍA DE LOS AUTORES DEL LIBRO................................... 19
ACTAS IX
GALILEO Y LA GESTACIÓN
DE LA CIENCIA MODERNA
ELDIÁLOGOSOBRELOSDOSMÁXIMOSS~TEMAS
DEL MUNDO DE GALILEO. GÉNESIS Y PROBLEMAS
Antonio Beltrán Mari. Universidad Central de Barcelona 219
EL ATOMISMO DE GALILEO
Pietro Redondi. Universita degli studi di Bologna 267
EL AFFAIRE GALILEO
Massimo BucCiantini. Universita di Siena 295
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
y evidencias para corroborar un relato sobre el pasado, y ejercita una labor esen-
cial de pedagogía e ilustración para la supervivencia de la conciencia individual
racionalista en nuestras complejas sociedades modernas. La Historia de la Cien-
cia se ocupa del pasado para, desde la actualidad, plantearse, entre otras cosas,
el sentido crítico-lógico de las múltiples cuestiones de interés público relaciona-
das con la Tecnociencia y orientarsefundadamente sobre ella, asumiendo sus limi-
taciones y evitando caer en posibles mistificaciones.
El tema de los orígenes de la ciencia moderna, uno de cuyos ilustres pro-
tagonistas es Galileo Galilei, invita a la participación de especialistas vinculados
a diversas disciplinas en el estudio de un periodo apasionante de la Historia de
Europa, enmarcado en Italia y en su ambiente político e intelectual, con la pre-
sencia de la Iglesia, las congregaciones religiosas, los poderes estatales, las intri-
gas políticas...
Muchas son las cuestiones internas de la nueva ciencia que son analizadas
en los textos de este libro. Para empezar, los retos de la matematización en curso
y, por tanto, el papel que las matemáticas iban a jugar en la nueva ciencia y en
la educación de los ciudadanos, tarea esta última en la que iban a destacar los
jesuitas. Maurizio Torrini escribe al respecto, en su artículo Platonismo y Revo-
lución cientifica, que "a mediados del siglo XVI la oposición entre Aristóteles y
Platón parece centrarse en el valor que se concede a la matemática y a su fun-
ción, en su legitimidad para el conocimiento de la realidad física [...] ¿Cómo se
habría podido tratar sobre la multiplicidad de fenómenos pasajeros, sujetos a la
generación y a la corrupción, que reinan en nuestra tierra, a través de una disci-
plina que, sin embargo, se fundaba en lo permanente, en entes perfectos no sus-
ceptibles de cambios [...]. A tal respecto el dictado de Aristóteles era preciso, insos-
layable: la matemática era un procedimiento artificioso incapaz de interpretar los
fenómenos naturales".
Pero Galileo ha conseguido establecer, geometrizando el movimiento, las
leyes de caída de los cuerpos y del movimiento de los proyectiles. Por geome-
trización -ver el artículo Infinito y movimiento en Galileo de Michel Blay- "[...]
es preciso entender una serie de pasos cuyo objetivo consiste en reconstruir los
fenómenos del movimiento dentro del dominio de la inteligibilidad geométrica
[...] sin embargo esta empresa no está exenta de dificultades. Se enfrenta rápi-
damente a cuestiones que implican la consideración del infInito [...] ¿cómo se puede
pensar la continuidad y el fin del movimiento?, ¿en su caída, los cuerpos pasan
por todos los grados de velocidad o bien ésta comienza con una velocidad muy
pequeña pero finita?" Así pues, hay que afrontar el tema del infInito, del infInito
físico, matemático, filosófico.
Galileo no se preocupa, como Giordano Bruno, por la finitud o infinitud
del Universo; el tema que le atrae y que no dejará de estar presente en su mente
es el de la "composición del continuo". Consta que en 1610, Galileo preparaba
el texto de un escrito titulado De compositione continui, que nunca se atrevió a
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PRÓLOGO
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
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PRÓLOGO
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PRÓLOGO
leana- de una naturaleza siempre de acuerdo consigo misma, que opera siempre
de modo semejante sobre las mismas cosas, Campanella como profeta-filósofo
[...] defenderá la idea de una naturaleza en suspenso por la siempre posible inter-
vención directa del Creador que se serviría de ella al modo del herrero que modela
su obra a martillazos [...]. Esa concepción de los fenómenos celestes como irre-
ductibles a la simple causalidad de los agentes físicos es lo que Campanella pedirá
a Galileo ratificar, con el escaso éxito que podemos imaginar".
Jesús Sánchez estudia Los experimentos imaginarios: de Occam a Gali-
leo: "[...] sea cual fuere la posición que se elija, lo cierto es que los experimen-
tos imaginarios han jugado un papel importante en la historia de la ciencia, y en
especial en el desarrollo de la ciencia moderna [...] no en vano Galileo, junto con
Einstein, fue uno de los grandes cultivadores [...]. Aunque los experimentos secun-
dum imaginationem utilizados por los medievales tardíos están más cerca de los
experimentos mentales filosóficos que los experimentos científicos imaginarios
en sentido estricto, lo cierto es que hay relaciones evidentes entre ellos y ésta es
una de las razones por las que se suele considerar a los Calculadores de Oxford
o la Escuela de París como precursores de Galileo".
y es que, para hacer un análisis en profundidad de las ciencias moderna y
contemporánea, indagando en su estructura y en sus mecanismos fundamentales,
en sus objetivos, valores y limitaciones, se debe necesariamente acudir a Galileo
y su tiempo. Ya en 1933 -en el tercer centenario de la condena galileana por parte
del Santo Oficio- Ortega y Gasset se interesó por la fascinante persona de Gali-
leo y de su circunstancia, legándonos su libro En torno a Galileo. Ortega era cons-
ciente de que se estaba produciendo el fin del ciclo histórico de la modernidad,
"[...] del sistema de ideas, valoraciones e impulsos que ha dominado y nutrido el
suelo histórico que se extiende precisamente desde Galileo hasta nuestros pies",
y de que se avecinaban profundos cambios en la sociedad y tiempos convulsos,
de crisis histórica. Nada mejor para nuestro filósofo, entonces, que analizar aquel
otro drama histórico en el que se gestó la modernidad y en el que el ilustre ita-
liano había tenido el "misterioso papel de iniciador".
También Edmund Husserl, en 1935, en una serie de conferencias que imparte
en Praga, expone el núcleo de 10 que va a ser su obra cumbre, La crisis de las Cien-
cias Europeas, protagonista de la cual es la ciencia galileana, la ciencia matemática
de la Naturaleza. Crisis de la ciencia como pérdida de su importancia y significa-
ción para la vida. La reducción galileana y positivista de la ciencia a mera ciencia
de hechos llegó a determinar la visión entera del mundo del hombre moderno y sig-
nificó un desvío respecto de las cuestiones realmente decisivas para una humanidad
auténtica. Galileo es -para Husserl- un genio descubridor y encubridor a un tiempo.
Descubre la naturaleza matemática, la idea metódica, la ley de la legaliformidad exacta,
según la cual todo evento de la naturaleza -de la naturaleza idealizada- viene some-
tido a leyes exactas. Todo esto es descubrimiento, pero al mismo tiempo encubre
aquellos rasgos de la realidad que no son formulables matemáticamente.
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
A través de los textos que puntualmente nos hicieron llegar nuestros con-
ferenciantes, podremos realizar este necesario viaje histórico de retorno a Gali-
leo y su época que nos permita apreciar la riqueza y complejidad del personaje:
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PRÓLOGO
Pablo Frade y Luz M.ª Albelo, José M. Pacheco y Juan Luis García Cortí,
en Las Palmas de Gran Canaria; Carlos Martín y Carlos Mederos, Sergio Toledo
y Joaquín Gutiérrez, Francisco Hemández San Luis, en Tenerife, que, con su dedi-
cación, permitieron que el entramado organizativo funcionara de manera ejem-
plar. Por otra parte, quiero destacar que el Curso formó parte de las actividades
conmemorativas del "Año 2000. Año Mundial de las Matemáticas".
Finalmente, nuestro agradecimiento a Dña. Juana del Carmen Alonso Matos,
Directora General de Ordenación e Innovación Educativa, al Servicio de Per-
feccionamiento del Profesorado y a la Unidad de Publicaciones de la misma Direc-
ción General, que han publicado este libro con suma diligencia.
José L. Montesinos
Director de la Fundación Canaria Orotava
de Historia de la Ciencia
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BREVE BIOGRAFÍA DE LOS AUTORES DEL LIBRO
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
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BREVE BIOGRAFÍA DE LOS AUTORES DEL LIBRO
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LAS MATEMÁTICAS ÁRABES Y SU PAPEL
EN EL DESARROLLO DE LA TRADICIÓN
CIENTÍFICA EUROPEA
Ahmed Djebbar
Universidad de París
INTRODUCCIÓN
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
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LAS MATEMÁTICAS ÁRABES Y su' PAPEL EN EL DESARROLLO
DE LA TRADICIÓN CIENTÍFICA EUROPEA
El Álgebra
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
tados. A partir del siglo XII fueron traducidos al latín y al hebreo, recibiendo nue-
vas redacciones. Ese fue también el caso de los manuales de mediciones que usa-
ban algoritmos algebraicos y trataban problemas que se remontaban a la tradi-
ción orientalpreislámica. Pero parece que sus usuarios europeos no esperaron a
estas traducciones para iniciarse en esta ciencia, nueva para ellos. Elementos con-
cordantes nos permiten afirmar que desde el siglo X, usuarios y eruditos hispa-
nos, itálicos y de la Francia meridional, conocedores de la lengua árabe, acce-
dieron parcialmente al contenido del álgebra árabe.
Los dos libros citados son los únicos textos de álgebra cuya transmisión
podemos dar por segura. Respecto a los demás, y en especial los orientales de
los siglos XI y XII, debemos contentarnos con algunas conjeturas. Ningún escrito
científico occidental conocido cita las aportaciones matemáticas de dicho perí-
odo. Respecto a Ornar Khayyam y at-Tusi, la ausencia de un capítulo sobre las
ecuaciones cúbicas en las obras occidentales conservadas, el silencio de los tra-
ductores europeos, y sobre todo, el impreciso testimonio de Ibn Jaldún, nos auto-
riza a decir que sus obras no llegaron al Occidente musulmán o bien no fueron
objeto de enseñanza y estudio. Respecto a los matemáticos innovadores anterio-
res a Khayyam, aunque no fueran citados, encontramos algunas de sus contribu-
ciones en el Libro abreviado de álgebra del andalusí Ibn Badr (siglo XII), en el
Libro de fundamentos y preliminares del magrebí Ibn al-Banna (t 1321) Yen el
Libro de la succión del néctar de al-Qatrawani (siglo XV). No parece que estas
obras hayan sido conocidas por los matemáticos europeos.
La Teoría de números
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LAS MATEMÁTICAS ÁRABES Y SU PAPEL EN EL DESARROLLO
DE LA TRADICIÓN CIENTÍFICA EUROPEA
La Geometría
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GALILEO y LA GESTAC¡Ó DE LA CIENCIA MODERNA
artífices son Tabit Ibn QUITa en el siglo IX, Ibrahim Ibn Sinan y as-Siji en el siglo
X, Ibn al-Haytham en el XI, y probablemente otros cuyos escritos no han lle-
gado hasta nosotros y que futuras investigaciones podrían revelar.
Se ha comenzado a determinar aspectos relativos a la circulación de esas
diferentes tradiciones geométricas orientales. Respecto a la primera, dispone-
mos de dos testimonios poco conocidos que permiten asegurar que llegó a al-
Andalus y al Magreb. El matemático magrebí Ibn Haydur (t 1413) menciona
dos escritos orientales sobre la inscripción del heptágono. Se trata de las epís-
tolas de as-Sagani (siglo X) y de un tal Abu Muhammad. El mismo autor men-
ciona un texto atribuido a un matemático hindú que toma como valor aproxi-
mado del lado del heptágono inscrito la mitad del lado del triángulo equilátero
inscrito en el círculo.
El segundo testimonio, mucho más importante, es el del filósofo zara-
gozano Ibn Bajá (t 1138), Avempace para los latinos, que da informaciones pre-
cisas sobre los trabajos de su profesor Ibn Sayyid, de Valencia, y sobre sus pro-
pios trabajos concernientes al estudio de las cónicas y su uso para generar nuevas
curvas planas, que habrían sido usadas para resolver dos generalizaciones de
problemas clásicos: el de la determinación de n medias proporcionales entre
dos magnitudes dadas (que generaliza el problema para dos medias, resuelto
ya por los griegos) y el de la multisección de un ángulo (que generaliza el de
la trisección).
Hay que señalar que en el siglo XII se consideraban ambas generaliza-
ciones como no resueltas todavía; al menos es lo que dice el gran matemático
as-Sama'wal (t 1175). Este hecho por sí mismo nos permite afirmar no sólo
que el contenido del corpus geométrico clásico (cuyo conocimiento es indis-
pensable para dedicarse a problemas nuevos del mismo tipo) era conocido en
ciertos foros científicos hispanos, sino que sus matemáticos se hallaban bien
informados sobre los problemas en que trabajaban los matemáticos islámicos
orientales y participaron activamente en su resolución.
Para la segunda tradióón no disponemos sino de los libros de al-Muta-
man, que nunca se refiere explícitamente a sus fuentes, pero que debido a la
diversidad de temas tratados en sus obras y a las maneras en que lo hizo, pode-
mos afirmar que una gran parte de la tradición árabe relativa a Arquímedes llegó
a al-Andalus, incluso si las pruebas concretas de que disponemos, por el momento,
no se refieren sino al escrito de Ibrahim Ibn Sinan (t 946) sobre el cálculo del
área de una porción de parábola.
En lo que concierne a la tercera tradición, se sabe desde hace poco tiempo
que la contribución más importante de Ibn al-Haytham en este campo, su Libro
sobre el análisis y la síntesis, llegó a Zaragoza como muy tarde en la segunda mitad
del siglo XI. La copia sirvió para la redacción de algunos capítulos del libro de
al-Mutaman.
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LAS MATEMÁTICAS ÁRABES y SU PAPEL EN EL DESARROLLO
DE LA TRADICIÓN CIENTÍFICA EUROPEA
La Trigonometría
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
dores de la ciencia del siglo XIX y principios del XX, y en particular por los de
Steinschneider, que catalogó pacientemente las traducciones en lenguas no ára-
bes (latín, catalán, hebreo, castellano...), traducciones iniciadas en Toledo a prin-
cipios del siglo XII y que continuaron, en España y otros lugares, hasta el siglo
XlV.
En el capítulo precedente hemos adjuntado a esas informaciones biblio-
gráficas otras que hemos extraído del análisis de los propios textos matemáti-
cos, y que testimonian la presencia en España de importantes obras realizadas
en Oriente, y cuyo contenido posiblemente circuló en Europa por canales dis-
tintos a los de las traducciones.
En esta segunda parte vamos a interesarnos por la producción matemá-
tica en España y en el Magreb en los siglos XI al XIII, tratando de hacer hin-
capié sobre lo que conocemos de tal producción, sobre su circulación interna
y sobre su eventual difusión hacia Europa.
Respecto al siglo XI andalusí, contamos con el Libro de las transaccio-
nes de az-Zahrawi, del que sólo nos han llegado algunas citas, el Gran libro de
geometría de Ibn as-Samh (t 1035), del que se preservaron algunos fragmen-
tos en una traducción hebrea del siglo XV, el Libro de la complexión de al-Muta-
man, que actualmente conocemos en detalle, el libro de trigonometría de Ibn
Muadh al-Jayani, titulado Libro de los arcos desconocidos de la esfera, y sobre
todo, el resumen de una obra perdida de Ibn Sayid sobre la generación y las
propiedades de nuevas curvas distintas de las cónicas.
A excepción del libro de Ibn as-Samh, las demás obras (que son a la vez
síntesis de escritos anteriores y sus prolongaciones a nivel de resultados y de
trayectoria) no fueron traducidas. Es posible que se debiera al hecho de que nin-
guna copia de esos escritos estuviera disponible en las ciudades donde se rea-
lizaban las traducciones. Pero también podemos suponer que el obstáculo prin-
cipal para su traducción fue su elevado nivel y la dificultad de su contenido.
En lo que concierne al Magreb del siglo XI, las escasas informaciones
acerca de las actividades científicas de esta región producen la impresión de
que los foros más dinámicos estaban por entonces en Ifriqya. Entre los cientí-
ficos de esta época nos interesan dos: uno de ellos era natural de Kairuan y el
otro vivió veinte años en Mahdiya.
El más antiguo, Ibn Abi r-Rijal (t 1035), fue conocido como astrónomo.
Fue sin embargo su opúsculo astrológico Libro brillante sobre los juicios de
las estrellas el que le valió la posteridad en la Europa medieval, gracias a las
traducciones latina y española. El segundo, Abu s-Salt (t 1134), fue más cono-
cido por sus escritos matemáticos y lógicos, pero fue su epístola sobre el astro-
labio la que conoció el favor de algunos usuarios europeos medievales, ya que
había sido traducida al hebreo.
En los siglos XII y XIII, factores ~ntemos hispánicos (Reconquista, anta-
gonismos de los reinos de Taifas) y factores regionales (advenimiento del poder
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LAS MATEMÁTICAS ÁRABES Y SU PAPEL EN EL DESARROLLO
DE LA TRADICIÓN CIENTÍFICA EUROPEA
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GALILEO y LA GESTACiÓN DE LA CIE CIA MODERNA
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LAS MATEMÁTICAS ÁRABES Y SU PAPEL EN EL DESARROLLO
DE LA TRADICIÓN CIENTÍFICA EUROPEA
Conclusión
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
y aún más tarde. A primera vista parece extraño que se pensara en traducir un
manual de cálculo como el libreto de al-Hassar y que nadie se interesara en el
capítulo del libro de lbn Muncim dedicado exclusivamente al análisis combina-
torio, con sus definiciones, sus proposiciones y su dominio de aplicación. La pri-
mera explicación que nos viene a la cabeza es la misma que podemos avanzar
para otros tratados matemáticos árabes, que debieron asustar a los traductores a
causa de la complejidad de su contenido. La segunda explicación nos remite a
consideraciones culturales semejantes a las que podrían explicar la ausencia, en
las traducciones de Roberto de Chester y de Gerardo de Cremona, del primer capí-
tulo del libro de álgebra de al-Khwarizmi, consagrado a la resolución de proble-
mas de donaciones, y que no son sino un aspecto de los complejos problemas del
reparto de herencias en los países islámicos.
En el caso de la combinatoria, se trata también, al menos en los prime-
ros autores magrebíes, es decir, lbn Muncim y lbn al-Banna, de un problema plan-
teado y resuelto en el marco de las preocupaciones lexicográficas y lingüísticas
de la lengua árabe, incluso aunque los procedimientos seguidos y los resultados
alcanzados tienen de hecho carácter general.
A pesar de ello no podemos dejar de interrogamos sobre una eventual
circulación de las ideas combinatorias sin mediación de otras lenguas, a partir
del acceso directo al texto árabe. Pudo ser el caso de los matemáticos judíos de
los siglos XII y XIII, que manejaban cómodamente el árabe y el hebreo. Un ejem-
plo nos lo da Levi ben Gershom (Gersonide, t 1344). Su Libro de cálculo con-
tiene resultados combinatorios cuyo contenido es tan completo como el de la tra-
dición magrebí y que se presentan en forma de capítulo independiente, como en
el libro de lbn Muncim. Esto obliga al lector a interrogarse sobre una eventual
circulación, incluso parcial, de ciertos textos magrebíes o sobre una elaboración
paralela de ese capítulo a partir de una preocupación lingüística común.
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EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
I Citado por David C. Lindberg en Roger Bacon's Philosophy of Nature: A critical edition. with English
Translation, lntroduction and Notes, of "De multiplicatione specierum" and "De speculi comburentibus" .
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EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Parece tarea ardua intentar convencer a alguien del siglo XX, o incluso
del XIX, de que quien ha pronunciado las palabras que anteceden pueda ser con-
siderado un predecesor de la ciencia moderna. Las alusiones explícitas, incluso
agresivas, al monopolio de la sabiduría por parte de Dios y a la condición ser-
vil de la filosofía, o el proyecto de convertir a la comunidad de los fieles en una
especie de supraestado controlado por el aparato político de la iglesia romana,
son demasiado duras para los oídos racionales y escépticos de nuestro mundo
contemporáneo. Quizá pesa en exceso una tradición que nos ha querido trans-
mitir el punto de vista según el cual la razón acaba por enfrentarse y vencer a
la fe, la medida sustituye a la simple cualidad y la explicación-predicción per-
mite el dominio del mundo natural extendiendo así el progreso material y moral
de la Humanidad. La figura de Roger Bacon, como otras, sirve para demostrar
que las cosas no son tan sencillas y que, por extraño que pueda parecer a algu-
nos, el propósito principal en los antecesores del pe~samiento científico, cuya
herencia se transmite al Renacimiento y la Modernidad, era de carácter religioso.
Si el mundo contiene en sí el orden y perfección de su creador (San Agustín),
entonces el entendimiento humano puede volverse hacia él para leer en el libro
de la naturaleza (San Francisco de Asís) y adquirir conocimiento del Artífice
por medio de su obra reconociendo la palabra de Dios no sólo mediante la reve-
lación escrita, sino también descubriendo las leyes ocultas del devenir natural
nacido de su voluntad.
2Citado por Étienne Gilsson en La filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el
fin del siglo XIV
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EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
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EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
impulso que culmina con la figura que Bacon considera más importante en toda
la antigüedad y modelo de obrar filosófico. Se refiere a Aristóteles, cuyo pensa-
miento natural y científico fue el primero en enseñar en la facultad de Artes de
París y en el que quiso ver elementos coincidentes con el cristianismo. Tal era su
concepción de saber único de origen divino entregado a los hombres del que los
filósofos griegos eran herederos y continuadores, pero no creadores independientes.
Desde esta perspectiva histórica según la cual el progreso del conocimiento
se iba desarrollando con lentitud e irregularidad, pero inexorablemente, Bacon se
vio a sí mismo como un anunciador de los nuevos tiempos y un reformador. No
dudó en criticar agriamente a otros hombres 'de ciencia como Alberto Magno o
Alejandro de Hales, desconocedores de las lenguas antiguas, de Perspectiva o de
ciencia experimental. Denunciaba abiertamente la ignorancia, que atribuía a la ciega
sumisión a la autoridad, al seguimiento acrítico de las costumbres, a los prejui-
cios del vulgo o la simple apariencia de sabiduría que sólo se utiliza para disimular
la ignorancia. Para luchar contra esta pobreza espiritual que devaluaba al espíritu
humano y lo desconectaba de su Creador no vaciló en proponer el uso por parte
de la teología de todas aquellas ciencias que pudieran ayudar a mejorar el bienestar
del cuerpo, del alma y de la fortuna. Incluyó osadamente a la astrología o a la alqui-
mia, que hasta entonces habían sido consideradas como parte de la magia, y por
tanto excluidas de las prácticas permitidas o aceptables desde el punto de vista
teológico. Mientras Roberto Kilwardby, contemporáneo de Bacon, las eliminó de
su clasificación de las ciencias, nuestro autor afirmaba: "hay una alquimia, ope-
racional y práctica, que enseña, gracias al arte, cómo hacer los metales nobles
y los colores y muchas otras cosas mejor y más abundantes que como se dan en
la naturaleza. Y la ciencia de este tipo es más ciencia que todas las otras dichas
porque produce mayores provechos. Porque no sólo puede proporcionar riqueza
y muchas otras cosas para el bien público, sino que también enseña cómo des-
cubrir cosas que son capaces de prolongar la vida humana durante períodos mucho
más largos que como es realizado en la naturaleza"5. En cuanto a la astrología se
refiere, ya vimos que hace de ella una parte de la astronomía, y defiende su cre-
encia en el influjo de los astros sobre los acontecimientos terrestres no sólo sobre
la base de los textos herméticos, sino aludiendo a la aceptación de dicha influen-
cia por parte de san Agustín, o de Juan Damasceno. Los peligros más evidentes
para la ortodoxia cristiana que conlleva la astrología están en la puesta en entre-
dicho de la voluntad divina como único legislador sobre los objetos y sucesos del
mundo y la relativización o incluso eliminación del libre albedrío. De ambas acu-
saciones tuvo que defender Bacon a la astrología y en su solución de compromiso
aclaró que la superioridad de la voluntad divina sobre las influencias astrales era
absoluta. Todo lo que sucede es así "si Dios lo quiere", pudiendo por su voluntad
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EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
cambiar las leyes del mundo si así lo desea. Por lo que respecta al libre albedrío
de los hombres admitió la 'posibilidad' de que nuestros actos varíen como resul-
tado de los cambios de humor o talante que inducen en nosotros los objetos celes-
tes influyendo sobre nue$tros cuerpos, igual que lo hacen sobre cualquier otro cuerpo
terrestre. Pero eso no debe confundirse con un determinismo riguroso que elimine
la posibilidad de que nuestro entendimiento dirija libremente nuestra conducta.
6 Citado por Étienne Gilsson en Lafilosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Como método científico que es, debe plantear unas metas para la investi-
gación. La primera de ellas es la verificación de los resultados obtenidos por otras
ciencias utilizando para ello la realización de experiencias. De este modo se des-
pejarían las dudas que pudieran caber sobre tales resultados y se podrían confir-
mar con la evidencia observacionallos elementos a partir de los cuales puede dedu-
cirse sobre bases ciertas. El segundo objetivo consiste en hacer patente que hay
más vías en la indagación y el conocimiento que la simple teorización. De la expe-
riencia obtenemos datos y medios a los que no podríamos acceder sin ella. Por
mediación suya la medicina ha conseguido curas para las dolencias del cuerpo,
el magnetismo ha revelado el comportamiento de la piedra-imán, la esfera armi-
lar permite realizar observaciones astronómicas, o se ha favorecido la creación
de instrumentos (por ejemplo el astrolabio). En tercer lugar la ciencia experimental
ayuda a descubrir los secretos de la naturaleza, y gracias a su conocimiento los
hombres podemos predecir los acontecimientos futuros. El control de ellos es un
instrumento de poder que puede proporcionar beneficios para los propios y ven-
tajas sobre los enemigos.
Pero ¿a qué llama Bacon 'experiencia'? Por una parte afirma que se refiere
a la de nuestros sentidos, ya se trate de lo que cotidianamente vemos, ya de lo
que otros observadores puedan habemos informado. Igualmente debe conside-
rarse experiencia a la que tenga lugar de este modo aunque esté posibilitada por
el uso de instrumentos de observación. No debemos olvidar que en este sentido
preconizó el uso de lentes y espejos para agrandar o acercar los objetos, así como
para corregir la falta de visión. Pero ésta es solamente una parte, y no completa
de la experiencia posible, puesto que queda restringida a lo corpóreo. Existe, en
su opinión, otra experiencia con la que acceder a las sustancias espirituales, y ésta
no es otra que la iluminación divina1, un conocimiento más perfecto sentido inte-
riormente como el que Dios proporcionó a los patriarcas para que no dependie-
ran sólo de los sentidos.
Bacon atribuye la representación más genuina de este obrar experimental
a Pedro de Maricourt (Petrus Peregrinus) autor de la epístola De Magnete y de
una obra sobre la construcción de astrolabios. Los elogios que Bacon le dedica
hacen pensar que su trabajo fue mucho más amplio de lo que conocemos. De él
dijo que evitaba el verbalismo y los argumentos de los profesores corrientes, que
mediante la experiencia conocía la medicina, la alquimia, la agricultura y otros
secretos de la naturaleza. Había desenmascarado los trucos fraudulentos de los
magos y trabajado durante años en la construcción de un espejo ustorio (proba-
blemente a partir de un tratado de Alhacén). Todos esos méritos le podrían haber
proporcionado honores que siempre ignoró para poder continuar con su trabajo
de experimentación. Según investigadores como Jeremiah Hackett existe la posi-
J
7 Un toque agustiniano entre tanto aristotelismo.
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EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
El haber tocado el tema de la visión nos lleva ya, en este último apartado,
al tema de la luz y las especies. Bacon creyó acertadamente que la luz viajaba a
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
una velocidad muy alta, pero no infinita; que dada la gran distancia al sol sus rayos
podían tratarse como si fueran paralelos, pese a que no lo son en realidad; que
podrían construirse espejos cóncavos parabólicos capaces de concentrar los rayos
que inciden en ellos en un punto a una distancia focal determinable. También cono-
ció las propiedades de los rayos reflejados, y el fenómeno de la refracción cuando
se atraviesan medios transparentes de distinta densidad.
Sin embargo, y a pesar de estos conocimientos, procedentes de Alkindi o Alha-
cén y de sus propias experiencias, la fmalidad de Bacon no era estrictamente inves-
tigar el comportamiento de la luz. Lo que realmente pretendía era estudiar la natu-
raleza y el desarrollo de aquellas acciones causadas por un agente en el mundo natural.
Así pues, la luz era tan sólo uno de los fenómenos que se pueden considerar desde
este punto de vista, pero no el único. Lo que hay de especial en el hecho luminoso
es que es visible, y su estudio es más accesible para el observador empírico.
En realidad la luz es un ejemplo de acción procedente de un agente sobre
un paciente propagándose a través de un medio. Lo que se transmite es una 'espe-
cie', término que desde mucho antes de Bacon ha sido utilizado con significados
diversos: aspecto, forma, imagen sensorial, virtud, potencia, intención etc. Cons-
ciente de esta multivocidad Bacon restringe su sentido al de "primer efecto de
una causa de que actúa naturalmente. Por ejemplo la luz (lumen) del sol en el
aire es la especie de la luz (lux) que está en el propio sol" (De Multiplicatione
specierum. I.1).
Las especies son similares en esencia y definición al agente que las causa,
aunque el ser de la especie sea incompleto y el del agente sea completo: "la espe-
cie del solo del hombre no es sol ni hombre, pues éstos tienen ser completo. Como
un embrión no es hombre, su especie tampoco, aunque el embrión pueda llegar
a serlo y la especie no". (Ibid).
Los sensibles propios8 afectan nuestros sentidos produciendo especies. Igual-
mente todo ser compuesto de materia y forma produce especies. Y éstas son espe-
cies del compuesto, tanto de su materia como de su forma. Lo mismo la sustan-
cia que el accidente producen especies y la relación entre éstas es análoga a la
que existe entre aquellos'. En cuanto a las especies del universal y las especies
del singular se relacionan del mismo modo, " como el hombre singular produce
sus especies en el medio, el sentido y el intelecto, así el hombre universal pro-
duce simultáneamente sus especies en la especie singular". (Ibid. 1. 2).
Así cada especie se corresponde con su fuente, sea ésta sustancial o acci-
dental, universal o particular, simple o compuesta, material o formal. La diferencia
entre la especie y su origen es, como se ha dicho, el grado de completud de su
ser, pero no hay diferencia de naturaleza entre ambos.
8Aquello que altera los sentidos: luz y color para la vista, sonido para el oído, sabor para el gusto...
9 El accidente no puede darse sin la sustancia y la especie del accidente no puede darse sin la especie de
la sustancia.
46
EL PENSAMIENTO DE ROGER BACON
El haber tomado como ejemplo la luz puede hacernos pensar que la trans-
misión de especies se lleva a cabo de forma parecida a como ha sido concebida
en teorías posteriores al siglo XIII: alguna materia muy sutil que se desliza entre
las partículas de un medio etéreo; pequeños átomos veloces que llegan dispara-
dos hasta los objetos o hasta nuestros ojos, presiones o vibraciones que alteran
la materia y viajan a través suyo. Sin embargo no hay nada de eso. Para Bacon
las especies, luz incluida, no viajan ni se desplazan localmente de ningún modo.
Puesto que son efectos producidos por un agente sobre un paciente, entre éstos
debe haber contigüidad, de tal manera que el agente todo pueda, con su poder
causal, producir en el paciente una alteración para la que éste fuese ya poten-
cialmente susceptible. Una vez que este efecto (la especie) se ha producido en la
primera parte d~l paciente que está en contacto directo con el agente, ésta puede
volver a repetirse en la segunda parte como resultado de su potencialidad, para
alterarse análogamente a la primera. Así se repite el proceso a lo largo de toda la
multiplicación o transmisión de las especies. Queda claro entonces que el agente
no pierde nada de sí mismo ni de su materia para enviarla al paciente. No hay
partículas ni elementos corpóreos que se desplacen a través de un espacio como
un flujo que se mueve de un lugar a otro. Las especies se generan sucesivamente
en las consecutivas partes del medio que las trasmite, y lo hacen con velocidad
finita puesto que ninguna acción causal puede producirse en un tiempo nulo. En
sus propias palabras "una especie no es cuerpo, ni se mueve como un todo de un
lugar a otro. f. ..} No hay movimiento local, sino una generación multiplicada
por las diferentes partes d,rmedio; ni es cuerpo lo que se genera allí, sino forma
corpórea que no tiene dimensiones propias, sino que es producida según las dimen-
siones del aire; y no es producida por un efluvio del cuerpo luminoso, sino por
una generación a partir de la potencialidad de la materia del aire" 10.
Una consecuencia altamente interesante para el desarrollo posterior de la
física del siglo XVII es que, desde esta teoría Bacon defiende no sólo la influen-
cia de los cuerpos celestes sobre los terrestres trasmitida mediante especies, sino
también su conversa, es decir, que los objetos del mundo terrestre también pue-
den enviar sus especies al mundo supralunar e influir consiguientemente allí. Obje-
tos celestiales y terrenales comparten la misma materia y el mismo género. Aún
sigue atado en parte a la división de cielos y tierra cuando sostiene que entre ambos
no puede haber generación y corrupción, pero es un paso significativo hacia la
unificación de ambos mundos la defensa de la alteración mutua mediante espe-
cies. Podemos interpretarlas como fuerzas que generándose en unos actúan cau-
salmente sobre los otros, conforme a propiedades geométricamente descriptibles
que se convierten en leyes universales de la naturaleza.
10 Roger Bacon. Perspectiva. Citado por D. C. Lindberg en Roger Bacon & the Sciences. Commemora-
tive Essays: Roger Bacon on Light, Vision, and the Universal Emanation of Force.
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LOS COMETAS CONTRA COPÉRNICO:
BRAHE, GALILEO Y LOS JESUITAS
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lares y uniformes en tomo al Solo la Tierra, con lo que no podían ofrecer una
teoría decente. Además, tras la condena del copernicanismo en Marzo de 1616,
la perspectiva copernicana de Galileo no se podía defender, mientras que la ticó-
nica adoptada por los jesuitas era políticamente la única. Esto explica gran parte
de lo que ocurrió en la polémica, no menos que los silencios de Galileo acerca
de sus teorías sobre el cosmos.
Hoy sabemos que poco más de un tercio de los cometas poseen órbitas elíp-
ticas y pueden retomar. De éstos muchos se deshacen antes, se perturban y salen
hacia los confines del sistema solar, o sencillamente poseen períodos largos (de
más de 200 años) que toman difícil su identificación. Los que tienen elipses de
período corto (e < 0,97) no son sino un 16%, y normalmente sólo se veían en un
tramo corto tras el perihelio, cuando se gasifican y brillan. Su movimiento es enton-
ces casi recto. De hecho los mejores astrónomos, Kepler y Newton, considera-
ron que se movían en línea recta.
A mediados del siglo XVI aparecían como fenómenos efímeros y evanes-
centes, visibles durante unas pocas semanas. Eran dé dudosa consistencia, pues
a través de sus partes se veían en ocasiones las estrellas. En realidad eran muy
distintos de los eternos y regulares cuerpos celestes, por lo que se consideraban
fenómenos meteorológicos en la atmósfera. Tradicionalmente, los cielos eran dis-
tintos de la Tierra en materiales y leyes de movimiento: los cuerpos celestes eran
inmutables y eternos y se movían en círculos, retomando periódicamente a las
mismas posiciones; mientras que la Tierra estaba compuesta de distintos elementos
inestables que se engendraban y perecían, y que sólo se movían en línea recta
para ocupar su lugar natural tras haber sido separados de él por violencia. Los
cometas, que eran efímeros y se veían sólo en tramos casi rectos, parecían cosas
terrestres.
Sólo cuando, medio siglo tras la muerte de Galileo, E. Halley dispuso de
la teoría gravitatoria newtoniana, pudo estudiar diversas trayectorias cónicas com-
patibles con las escasas observaciones. En 1705 conjeturó el retomo del cometa
de 1682 que lleva su nombre, con una elipse de e = 0.967 (el afelio 60 veces más
lejos que el perihelio) y período de 76 años. Pero antes de disponer de la pode-
rosa mecánica newtoniana, en la época que nos ocupa los cometas seguían siendo
objetos inusuales muy distintos de los cuerpos celestes estables y recurrentes estu-
diados por la astronomía de posición.
Por todo ello, fue una audacia que algunos astrónomos estudiasen el cometa
de 1577 con las técnicas astronómicas aplicadas a los planetas. Cinco años antes,
en 1572, Brahe había observado una nova sin paralaje y dedujo que debía estar
cerca de las estrellas fijas. La aceptación de que se pueden engendrar cuerpos o
50
/
fenómenos efímeros en los cielos alentó a considerar los cometas como objetos
celestes, lo que se vio facilitado porque no se conseguía medir paralajes sensi-
bles, lo que indicaba que estaban más lejos que la Luna, cuya paralaje es de casi
un grado. No obstante, la determinación de la distancia por la paralaje era muy
cruda, si tenemos en cuenta que el mejor observador de la época pre-telescópica,
Brahe, atribuía al familiar Sol una paralaje de 3' , unas 20 veces superior a la deter-
minada tres cuartos de siglo más tarde. La paralaje cometaria, de unas decenas
de segundos a lo sumo, era indetectable con los márgenes de error existentes.
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
conducta muy distinta de la que ofrecen los planetas superiores, entre los que lo
sitúa el propio Maestlin. Comenta Brahe: "Así pues, pregunto, ¿cuál se hallará
entre todos los orbes del cielo que le otorgue su movimiento retrógrado a través
de cuatro signos con tanta constancia y proporción?" Por el contrario, el de 1585
se vio en la oposición con movimiento directo, que es cuando los planetas coper-
nicanos en el perigeo retrogradan al ser adelantados por la Tierra.
Las razones de Brahe para proponer su nueva visión del mundo aparecen
claramente en una carta a Rothmann (21-II-1588). Tras insistir en que hay un único
cielo desde la Luna hasta las estrellas, por el que se mueven libremente los pla-
netas, justifica la propuesta de su sistema porque Ptolomeo y Copérnico han sido
refutados. El primero, porque en 1582 calculó (erróneamente) que Marte en la
oposición estaba más cerca de la Tierra que el Sol, lo que es incompatible con el
esquema ptolemaico. El segundo, porque los cometas lejanos, aunque no tanto
como las fijas, cuando se hallan en oposición, deberían reflejar el movimiento
de la Tierra y retrogradar como los planetas, cosa que no hacía el de 1585.
Resumamos la posición filosófica de Brahe. Su sistema nunca pasó de ser
una idea que no se desarrolló en teóricas para cada astro. De hecho recurre a Copér-
nico, ya que en principio las líneas visuales a los astros coinciden en ambos sis-
temas. Por tanto, las retrogradaciones se producen del mismo modo en ambos.
Si los cometas plantean problemas al copemicanismo de Maestlin y no a Tycho
es porque éste renuncia a explicar dinámicamente su sistema, limitándose a des-
cribir los movimientos sin restricciones dinámicas de ningún tipo: los astros en
general y los cometas en particular son milagros que se mueven libremente como
les da la gana en un medio etéreo continuo y permeable, "como peces en el agua
o aves en el aire" . Concuerda así con la visión escriturística y no científica del
Jesuita Cardenal Bellarmino. Pero, como objetaba el Jesuita Clavio, estas liber-
tades y la eliminación de cualquier mecanismo causal dejaba a la astronomía en
mal estado: como un conjunto de recetas de cómputo ad hoc, sin valor realista y
predictivo (que era la situación que promovía Bellarmino para poder usar la astro-
nomía copernicana sin comprometerse con la realidad de su cosmología). Sin
embargo, con la caída de los orbes sólidos, la tendencia moderna a unir la astro-
nomía matemática descriptiva con la física explicativa consistía en reconocer la
función dinámica del Sol central del copernicanismo.Esa fue la vía fecundamente
desbrozada por Kepler y llevada a la perfección por Newton. Galileo sólo pudo
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aparecido más oportunamente, a menos que sea nocivo aumentar la rabia de los
adversarios, cosa que no creo... Ahora predica en Roma. Trataré con Monsr. Dini
y con éste y con el P. Torquato de Cupis, jesuita y noble romano, que es del mismo
parecer y con otros" .
Sin embargo los tiros iban por otro lado. El funcionario Dini estaba mejor
informado, pues un mes más tarde le escribía a Galileo que no era hora de andar
con demostraciones en favor de Copémico, sean matemáticas o escriturísticas,
sino de callar. La carta de Galileo a Cristina de Lorena de mediados de 1615, en
la que expandía sus argumentos científico-escriturísticos, dio publicidad a las posi-
ciones que serían condenadas en 1616. Cuando en Noviembre de 1615 quiso ir
a Roma a defenderse de las acusaciones de herejía y vindicar el copemicanismo,
el Embajador de Toscana le advirtió que no era buen momento para ir a hablar
de la Luna con los dominicos presionando al Santo Oficio. Pero aún así se tras-
ladó a Roma, donde entre Febrero y Marzo se consumó la condena. El 6 de Marzo,
el propio Galileo escribía a Florencia señalando que estaban prohibidos los libros
que tratan de reconciliar a la Biblia con Copémico. Empezaba así la etapa de:
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debía tratar con guante blanco. En la segunda mitad de 1618 aparecieron tres come-
tas y, a principios de 1619, G. B. Rinuccini avisaba a Galileo del uso anticoper-
nicano de los mismos, señalando que: "Los jesuitas han hecho público un Pro-
blema que se imprime y sostienen firmemente que está en el cielo; y algunos aparte
de los jesuitas corren la voz de que tal cosa echa por tierra el sistema de Copér-
nico, siendo el más importante de los argumentos en contra" .
En este contexto, la De tribus cometis anni MDCXVIlI disputatio astro-
nomica (1619), publicada anónimamente por el jesuita Grassi, presentaba obser-
vaciones apoyadas por la red internacional de los padres. Esto y el hecho de que
se publicase anónimamente, hace que aparezca como una obra colectiva de los
jesuitas. La aceptación explícita de ticonismo se produjo al año siguiente en la
obra de G. Biancani, Sphaera mundi seu cosmographia (Bolonia, 1620). El sis-
tema de censura previa de los jesuitas indica que esa era una posición colectiva.
Sin duda los cometas estaban en el punto central de la discusión entre los siste-
mas modernos, ticónico y copernicano, una vez descartado el ptolemaico por las
fases de Venus (o Marte acrónico).
El problema es que con la condena de 1616 sufrió un serio descalabro la
estrategia de defender unos cielos fluidos con un Sol como centro geométrico y
dinámico, que era el único marco en el que acaso se hubiera podido tratar de dar
acomodo a la generación y corrupción de unos cometas con órbitas y movimientos
muy distintos de los planetarios.
Los jesuitas podían ensayar propuestas sobre los supuestos movimientos pro-
pios de los cometas en los cielos líquidos de Brahe y Bellarmino; pero Galileo no
podía hacer otro tanto con sus cielos aéreos y elementales copernicanos, suscep-
tibles de generar cometas como el Sol manchas, cuyos movimientos propios debe-
rían estudiarse con calma mediante observaciones y demostraciones geométricas.
Como veremos, los jesuitas podían pavonearse con sus cometas y Galileo, no; pues
en cuanto asomaban sus preferencias copernicanas, recibía una amenaza.
En este contexto, los cometas le resultan a Galileo un estorbo, pues aun-
que no probaran efectivamente la verdad del ticonismo, ofrecían la imagen de
que éste constituía un programa progresivo que resolvía todos los problemas.
Galileo estaba atado, y lo que se le ocurrió fue socavar el prestigio de Brahe,
e indirectamente el de sus acólitos, así como arrojar tantas dudas como pudo sobre
el carácter "planetoide" de los cometas. En efecto, aunque Galileo redactó una
larga respuesta a Ingoli (que envió a Roma en Octubre de 1624), la crítica al argu-
mento de Brahe no es muy penetrante, pues no podía cuestionar las suposicio-
nes implícitas del argumento (en el sentido de que los copernicanos deben acep-
tar que los cielos están ya llenos de orbes sólidos) ni la renuncia a ligar armónica
y dinámicamente el sistema del universo, implícita en el milagro de la ciencia
infusa de cada cuerpo celeste. Por el contrario, trató de desacreditar a Tycho como
observador, lo que sin duda no era buena estrategia: "El f. ..} argumento es una
invención arbitraria de Tycho basada en algo que, en mi opinión, no observó jamás
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peligrosos y serios con los que se pueda enredar en estos momentos". No quiere
decirle cuáles son, porque "él [Galileo} sabe muy bien dónde están los proble-
mas" , ya que "los hemos discutido con él y nos los ha oído a nos mismo" . Obvia-
mente no se trataba sencillamente de que hubiera defendido el movimiento terres-
tre, pues eso se podía decir, se debía decir, y de hecho se dijo como justificación
de la condena. Es más, el embajador escribió días después que el Papa le había
señalado que "el asunto es más grave de lo que piensa Su Alteza [de Medici). A
continuación empezó a contarme este asunto y estas opiniones, aunque con orden
explícita de no revelar tales cosas ni siquiera a su Alteza" . Sin duda se trataba de
intrigas políticas entre facciones descritas por P. Redondi, sobre las que no se podía
ser explícito, y no de tesis cosmológicas perfectamente formulables públicamente.
Un buen ejemplo del ocultamiento de las críticas a Brahe se puede rastrear
en la Jornada III del Diálogo. El argumento a favor del movimiento terrestre se
dirige principalmente contra Brahe, dado que comienza distinguiendo el centro
geométrico del dinámico, lo que sólo se aplica a su sistema. El argumento deriva
del patrón de movimiento que muestran estacionalmente las manchas solares, dado
que los ejes de rotación solar y terrestre no son paralelos. Desde una perspectiva
geométrica, puramente cinemática, ese patrón puede generarse en cualquiera de
los sistemas del mundo, si se les permite otorgar cualesquiera movimientos al Sol.
Pero desde una perspectiva física, eso no es posible. Kepler decía que el hecho
de que un modelo geométrico salve las apariencias no basta para establecer su
verdad, ya que otros distintos pueden hacer lo mismo, y señala que el criterio de
decisión es la dinámica. Galileo pensaba lo mismo, pero no podía decirlo de forma
explícita sin transgredir las órdenes de los censores de discutir las cosas ex hypot-
hesi al modo de la astronomía, en la que los mismos fenómenos pueden obte-
nerse con diferentes sistemas de esferas.
Pero la dinámica marca la diferencia, pues en el sistema copemicano hay
que suponer movimientos simples y autoconservados ("inerciales") que no exi-
gen causas: las rotaciones uniformes del Sol y la Tierra en tomo a ejes fijos más
el movimiento circular, uniforme y autoconservado de la Tierra en tomo al Sol.
La variación estacional de la orientación de los ejes no precisa explicaciones cau-
sales ad hoc: el Sol permanece inmóvil con su eje inmutable y la Tierra mantiene
constante la orientación del suyo.
Por el contrario, si negamos los dos movimientos terrestres, hemos de atri-
buir al Sol no sólo una rotación sobre su eje, sino también un movimiento dia-
rio y otro anual. Pero no bastan, pues si el Sol mantiene la orientación de su eje
constante a lo largo del día, tendrá que mostrar en 24 horas un patrón como el
estacional. Para evitarlo hay que atribuir al Sol movimientos ad hoc sobre dis-
tintos ejes sin causa precisable.
Ante la contundencia de este argumento palidece la necesidad de criticar
la endeble teoría de los cometas de Brahe. Pero la falta de libertad de discusión
teórica llevó a la polémica de los cometas e indujo a los padres del Collegio Romano
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a cerrar filas contra Galileo y propiciar su condena. Scheiner, quien según dice
Galileo tuvo en sus manos "el secreto del universo" (la inclinación del eje de
rotación solar) aunque "no supo reconocer esa joya" ,azuzó a Grassi contra Gali-
leo, y según su discípulo Viviani ello "dio lugar a todas las controversias que
nacieron al respecto, no menos que a todos los disgustos que el Señor Galileo
recibió, desde aquel momento hasta sus últimos días, con eterna persecución de
todas sus acciones y declaraciones". También G. Naudé, bibliotecario de un car-
denal romano, escribía a Gassendi explicando que el motor del ataque contra Gali-
leo estaba "en las maquinaciones del P. Scheiner y otros jesuitas que quieren eli-
minarlo" . Lo hicieron.
Históricamente, no obstante, la desorganización del plan original de la obra
de Galileo y la condena posterior no sirvieron para nada. El desarrollo de la cien-
cia iba en el sentido de unir la astronomía matemática descriptiva con la física
dinámica explicativa. La función dinámica solar iniciada por Kepler, que culminó
con la gravitación newtoniana, sólo pudo ser apuntada y sugerida por Galileo en
uno de los casos históricos más desgraciados de injerencia en la ciencia de inte-
reses espurios. Cuáles eran, lo explica muy bien el también jesuita G. Riccioli:
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quier caso, su influencia e importancia para la ciencia es muy grande y Mach llega
a considerarlos necesarios y previos a los experimentos físicos (una condición
previa para el diseño de experimentos). Otros, como Kuhn, los consideran fun-
damentales en los procesos de cambio científico, porque permiten enfocar los pro-
blemas desde nuevos puntos de vista generando anomalías a la teoría dominante
y ayudan a reconceptualizar el mundo de una manera diferente partiendo de datos
ya conocidos y familiares. No obstante, las posiciones dominantes respecto a la
naturaleza de los experimentos imaginarios se reparten entre cuatro grandes pun-
tos de vista:
Sea cual fuere la posición que se elija, lo cierto es que los experimentos
imaginarios han jugado un papel importante en la historia de la ciencia y en espe-
cial en el desarrollo de la ciencia moderna a partir de la Revolución Científica.
No en vano Galileo, junto con Einstein, fue uno de los grandes cultivadores de
este tipo de experimentos, aunque también se encuentran en Descartes, Leibniz,
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Hooke, Newton, etc. Pero son también uno de los elementos que conectan la cien-
cia moderna con el periodo inmediatamente anterior. En efecto, los experimen-
tos imaginarios jugaron también un papel importante en la ciencia y la filosofía
del siglo XIV y en el desarrollo de la cuantificación de las cualidades o la Teo-
ría del Ímpetus. Aunque los experimentos secundum imaginationem utilizados por
los medievales tardíos están más cerca de los experimentos mentales filosóficos
que de los experimentos científicos imaginarios en sentido estricto, lo cierto es
que hay relaciones evidentes entre ellos y ésta es una de las razones por las que
se suele considerar a los Calculadores de Oxford o a la Escuela de París como
precursores de Galileo y a las teorías que desarrollaron como un paso importante
hacia la Revolución Científica pese al giro fundamental que ésta introduciría en
la ciencia. Además, aunque los experimentos mentales se pueden encontrar en la
Antigüedad, como en el caso de Zenón, Platón, Lucrecio o el propio Aristóteles,
su utilización sistemática y a gran escala es una característica distintiva de la época
medieval tardía como consecuencia de la polémica de los universales y de la dis-
puta de la prioridad entre la filosofía y la teología.
a. Las ideas universales son ideas eternas separadas de las cosas particu-
lares y con el mismo tipo de existencia real que éstas (salvo que no son
directamente observables). Más aún, las cosas concretas son como son
porque participan de esas ideas universales, que serían ontológicamente
previas. Se llamaban en este caso universalia ante remo Esta posición,
atribuida tradicionalmente a Platón, fue modificada por S. Agustín para
adaptarla al cristianismo. Así las consideraba ideas eternas en la mente
divina, siendo los objetos concretos, y en general la materia, simples
sombras de esas ideas. Esta posición fue la dominante hasta la irrup-
ción del aristotelismo en el siglo XII y continuó posteriormente con modi-
ficaciones en las propuestas más místicas. Se la llama Realismo Fuerte.
b. Las ideas u~ersales existen realmente, pero de forma diferente a los
objetos concretos. Subsisten en las cosas individuales y sólo en ellas,
no tienen existencia separada. Pero esto no impide que sean tan rea-
les como las cosas concretas; son formas distintas de existencia y se
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El otro gran desarrollo de la ciencia del siglo XIV es la Teoría del Ímpetus
desarrollada en París, especialmente por Buridán. Aunque las repercusiones de esta
teoría son inferiores a las del análisis de las cualidades, sin embargo fue muy influ-
yente en su época y marca el comienzo de una línea que llega hasta Galileo a tra-
vés de Benedetti y otros autores renacentistas. Pero antes de pasar a la exposición
de la teoría conviene señalar los problemas con que se encontraba la teoría aristo-
télica del movimiento, los cuales constituyen el origen de la propuesta de Buridán.
Aristóteles había considerado el movimiento local como uno de los tipos
de cambio y había establecido una distinción entre dos movimientos radicalmente
diferentes:
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ron la 'excitación de la tendencia' con la proximidad al lugar natural (lo que rela-
cionaría, en nuestra terminología, la aceleración con la distancia recorrida), la rari-
ficación del aire producida por el calor generado por el cuerpo al caer o la dismi-
nución de la resistencia del aire en función de la distancia recorrida (como si aumentara
la penetración del objeto). Pero en todos los casos eran causas que no tenían cone-
xión con la fuerza móvil, en este caso el peso. Buridán daba otra explicación. La
causa de la caída de un cuerpo es su cantidad de materia, a la que llamaba gravi-
tas. Esta gravitas es quien determina la caída uniforme natural. Pero, como en el
caso anterior de la fuerza móvil, al iniciar el movimiento la gravitas genera un ímpe-
tus (o gravitas accidental) que se añade al cuerpo e incrementa su velocidad. Este
proceso es continuo, generándose a cada nuevo instante incrementos sucesivos de
ímpetus que dan lugar a incrementos de velocidad yeso explica la aceleración de
la caída. En el movimiento natural intervienen, pues, tres elementos, la gravitas, el
ímpetus y la velocidad, el movimiento observado es resultado de la combinación de
los tres. A pesar de que suponga un avance sobre la teoría aristotélica y, en cierto
modo, un precedente para la dinámica galileana, la Teoría del Ímpetus recurre a impon-
derables, como el concepto mismo de ímpetus. Esta teoría está basada exclusiva-
mente en observaciones y experimentos mentales y sigue siendo básicamente cua-
litativa. Su gran mérito es que es el primer intento de subsumir bajo la misma teoría
todos los movimientos, terrestres y celestes, "naturales y violentos, precisamente como
consecuencia del libre recurso a experimentos secundum imaginationem.
BIBLIOGRAFÍA
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Egidio Festa
Centro Alexandre Koyré. París
INTRODUCCIÓN
I Sobre todo tras la publicación del libro de Pietro Redondi, Galileo eretico, Einaudi, Turín 1983.
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2 Cf. Sexto Empírico, Adv. Mathem. (Logic.) lib. VII § 135-139, pág. 399, ed. Frabric, «Democriti frag-
menta» en Fragmenta philosophorum graecorum, F. G. A. Mollachius, París 1860. Hay que llamar la
atención, desde ahora, sobre esta interpretación atomista de las cualidades sensibles: ella suscitará en el
siglo XVII un. debate, en el que, como veremos, estará directamente implicado Galileo.
3 Cf. Aristóteles, De anima, 409a 10 - 409b 7. Para una crítica en profundidad del atomismo, cf. De gene-
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ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
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contiguas al plano? ¿son desiguales o iguales entre ellas? En el primer caso, habría
observado Demócrito, la superficie lateral del cono debería presentar un escalona-
miento; en el segundo caso, el cono estaría constituido por círculos iguales, y, por
tanto, el cono resultaría ser un cilindro, lo que es absurdo. La respuesta de Crisipo
no es conocida. Se puede, sin embargo, formular la hipótesis de que Demócrito haya
querido extender su atomismo físico a la geometría. Él habría admitido que el cono
puede considerarse un compuesto de partes infinitamente pequeñas en volumen, cuyo
espesor sería tan pequeño que haría imperceptible el escalonamiento.
Aristóteles critica los argumentos de Zenón6 afirmando que a la longitud
y al tiempo, y en general a cualquier continuo, se les llama infinitos de dos mane-
ras: en división o según la cantidad. La longitud infinita, según la cantidad, no
puede tocarse en un tiempo fInito. Pero la longitud infInita, según la división, puede
serlo, porque también el tiempo es infinito de la misma manera. En otras pala-
bras, la objeción de Zenón, que defendía la imposibilidad de recorrer los infini-
tos componentes del espacio en un tiempo finito, se derrumba, puesto que el tiempo
no es finito, sino infinito de la misma manera que el espacio.
Para Aristóteles, por tanto, las magnitudes espacio y tiempo, como todas
las magnitudes continuas, son infinitamente divisibles. Pero esta división puede
imaginarse sólo en potencia, lo que significa que los infinitos componentes indi-
visibles no pueden ser individuados en acto en el continu07 • La asociación del
infinito potencial-y sólo del potencial- con la infinita divisibilidad, procede de
la convicción de Aristóteles según la cual la noción de átomo indivisible es con-
traria a la lógica -como ya hemos señalado- y al sentido común. Y esta convic-
ción es válida tanto para los átomos físicos como para los átomos geométricos,
por ejemplo para el átomo-línea.
• Cf. Aristóteles, Física VI (2), 233a 21-30; ibid. (9), 239b 9-28.
7 Cf. Aristóteles, Física III (6), 206a 14-24.
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ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
• Cf. A. de Libera, «La problématique de I'instant du changement au XIU e siecle», en Studies in Medie-
val Natural Philosophy, Olschki, Florencia 1989, págs. 43-93.
9 Leibniz identifica el infinito categoremático con el infinito «que tiene formalmente partes infinitas en
acto» y el infinito sincategoremático con una «potencia pasiva» que tiene en sí misma las partes y <<la
posibilidad de cambiar posteriormente a través de la división, la multiplicación, la adición y la substracción».
Cf. G.w. Leibniz «Lettre a Des Bosses», en Phi!. Schrif. CJ. Gerhardt (ed.), Georg Olms, Ildesheim 1960,
n, págs. 314-315, nota.
85
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
nito, hay que ponerla en relación con la distinción introducida por Aristóteles entre
infinito en potencia e infinito en acto.
En el contexto cultural que se ha ido creando en los siglos XIII y XIV el
atomismo físico no provoca un verdadero debate. La existencia del vacío, fun-
damento de la doctrina atomista de Demócrito, se discute en relación con la omni-
potencia divina: a la cuestión ¿puede hacer Dios que el vacío exista? la respuesta
más frecuente que dan los autores medievales es que Dios no puede hacer coe-
xistir el vacío, que es nada, y el existir, que es ser algo. La creación del vacío
habría violado el principio de no contradicción 10.
La composición del continuo, con respecto a estructuras en las que preva-
lece (pero no de manera exclusiva) el continuo geométricco, es objeto de estudio
por parte de los calculatores del Merton College en Oxford a lo largo de los siglos
XIII y XlV. En los escritos de Thomas Bradwardine (c. 1290-1349) -uno de los
miembros más notorios del Merton College- encontramos indicaciones bastante
precisas sobre el origen de la doctrina atomista antigua. Para Bradwardine, Demó-
crito habría sido el único en imaginar que el continuo podría estar formado de cuer-
pos indivisibles, esto es, de átomos físicos, mientras que para todos los otros auto-
res, antiguos y modernos, la división infInita del continuo conducía necesariamente
al punto, esto es, a un indivisible carente de dimensión. Pero -explica Bradwar-
dine-, mientras que para Pitágoras, Platón y el modernoWalter Chatton (¿-1344)
los puntos están en número fmito en el continuo, para el moderno Henry di Har-
clayll lo están en número infInIto. Este último, al que ya se ha hecho alusión, admite
la divisibilidad infinita en acto del continuo, y, por consiguiente, su composición
mediante puntos indivisibles. Para Harclay, el indivisible carece de magnitud (indi-
visibile magnitudine carens), y la multiplicación del indivisible por un número fmito,
incluso muy grande, no puede generar la cantidad, que resulta sólo de la multi-
plicación infmita. Harclay es uno de los primeros en interesarse por el problema
de la relación entre infmitos. AfIrma que pueden existir, y que realmente existen,
infmitos distintos entre sí. Pero esta diversidad no puede verifIcarse aplicando a
los infmitos el axioma euclídeo de «la parte es más pequeña que el todo», que sólo
vale para cantidades fmitas. Sin embargo, se puede conjeturar que el axioma euclí-
deo se halla sometido, por así decir, a un axioma más general: un infinito que con-
tiene cualquier otra cosa que sea también infinita es un todo respecto a esa cosa 12 •
El deslizamiento de la doctrina atomista hacia una exclusiva interpretación
geométrica permite la evolución de la noción de infinito. Obsérvese, no obstante,
10 Cf. A. Koyré, «Le vide et l'espace infini au XVII' siecle», en Études d' Histoire de la pensée philo-
86
ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
SOBRELALATITUDOFORMARUM
logo sopra i due Massimi Sistemi del Mondo, escribía: «[oO.] puesto el término A [es decir, el punto origen
del movimiento, N.d.R), como momento mínimo de velocidad, esto es, como estado de reposo y como ins-
tante primero del momento siguiente» (subrayado nuestro). Cf. Dialogo sopra i due Massimi Sistemi del
Mondo, en Opere, Ed. Naz., Barbera, Florencia 1890-1907, VII, pág. 255. Para Galileo el último instante
de no-cambio (quietud) y el primer instante de cambio (inicio del movimiento) coinciden.
"Cf. M. Clagett, «Richard Swineshead and late medieval physics», en Osiris, 9 (1950), pág. 132.
87
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
bien sabido, este resultado, obtenido en el Merton College hacia el 1330, per-
mite transformar un movimiento rectilíneo uniformemente acelerado en un movi-
miento rectilíneo uniforme. Algunos historiadores de la ciencia se preguntan si
el propio Galileo no habría tenido conocimiento de ello 17 • Efectivamente, la repre-
sentación galileana de la velocidad global presenta analogías con el método de
la latitudo formarum. También para Galileo los grados son segmentos de rec-
tas contenidos en una figura plana. Ellos, tomados en conjunto, se definen como
el agregado de los infinitos grados de velocidad l8 • Dejando de lado las consi-
deraciones sobre el significado matemático de estas representaciones, parece
importante, en este punto, subrayar que en los ejemplos citados una superficie
se obtiene mediante la composición de irifinitos. El atomismo geométrico adquiere,
por tanto, un aspecto operativo ya en el siglo XIV, sin que ello plantee obje-
ciones de principio. Como veremos, las cosas marcharán de manera distinta en
el siglo XVII.
Hay que señalar, en fin, que, mientras en Oxford y en París los grados de
velocidad describen movimientos concebidos en abstracto, sin referencia alguna
a los movimientos reales, en la cinemática galileana se aplican al movimiento de
caída libre de los graves.
17 Esta es la tesis que mantiene, en particular, Pierre Duhem en su monumental obra Études sur Leonard
88
ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
las cosas que se mantienen sobre el agua (. ..)20. El motivo de la referencia a Demó-
crito y a los átomos de fuego es la crítica de Aristóteles a la explicación que da
Demócrito a la flotación: según Demócrito, los átomos ígneos que hay en el agua
ascenderían hacia la superficie permitiendo así que los cuerpos sumergidos en el
agua no se hundan. Galileo no comparte esta interpretación, pero admite la exis-
tencia de átomos de fuego en el agua, aunque ellos «no son capaces» de elevar
y empujar hacia arriba a un cuerpo pesad0 21 . La palabra átomo aparece aquí por
primera vez en una obra impresa de Galileo, pero no va acompañada de una defi-
nición, lo que nos hace pensar que, para el autor del Discurso, la etimología de
la palabra bastaría para dejar claro su significado.
La interpretación galileana de la flotación, basada en los principios de la
hidrostática de Arquímedes, fue violentamente atacada por aquellos que,
siguiendo la tradición aristotélica, mantenían que sólo la forma del cuerpo depo-
sitado en el agua posibilitaba la flotación. Benedetto Castelli, discípulo de Gali-
leo, se encargó de responder. a las objeciones de los adversarios. En un escrito
suy022 hay una nota de puño y letra del Maestro: «los átomos --explica Galileo-
se llaman así, no porque sean cuantías [quanti], sino porque, siendo corpúscu~
los mínimos, no hay otros más pequeños que puedan dividirlos».
Para Galileo, por tanto, los átomos tienen magnitud (son quanti) y son indi-
visibles, sólo porque no hay corpúsculos más pequeños que ellos capaces de divi-
dirlos. De esta indicación se puede deducir que su indivisibilidad no es absoluta y
que no se da la misma indivisibilidad en los sólidos que en los líquidos. Sin embargo,
en el Discurso no llega a explicar tal diferencia. La primera dificultad radica en la
imposibilidad de dar un nombre a la virtu que confiere a los sólidos la fuerza de cohe-
sión; la segunda, en la incapacidad para explicar CÓmO pueden las partículas de líquido
perder toda resistencia a la división, aunque conservando características materiales.
Una solución a este problema se propondrá, como veremos, en los Discursos
y demostraciones matemáticas publicados veintiséis años después. En el Discurso
de 1612 Galileo trata, sobre todo, de mostrar que los átomos permiten explicar
algunos fenómenos elementales. En una nota manuscrita añadida en una página
del libro de un adversari023 , explica que «el fuego, mientras estádiseminado por
el agua en pequeñísimos átomos, asciende en ella roo.}. Pero, cuando mediante
una gran multiplicación muchísimos átomos se unen, llega con gran velocidad
y produce el hervor». En otras palabras, las burbujas que aparecen en la super-
89
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
ficie del agua en la ebullición no son más que átomos de fuego. Ellos, explica
Galileo, se comportan como los átomos de tierra, que, aglomerándose en el agua,
forman grumos de fango.
Hay consideraciones sobre la composición del continuo geométrico en
la respuesta a Vicenzo Di Grazia, autor también él de un escrito dirigido con-
tra la interpretación galileana de la flotación 24 • Di Grazia critica la tesis soste-
nida por Galileo, según la cual la fusión de los metales se obtiene «sirviéndose
de instrumentos muy sutiles y agudos, como lo son las partes más tenues del
fuego[ ... ]». Quizá el sólido se disolverá «en sus últimas partículas» en las que
ya «no se mantendrá no sólo la resistencia a la división, sino tampoco la posi-
bilidad de seguir dividiéndose»25. Di Grazia no sabe explicarse cómo puede con-
siderar Galileo que los metales sean «divididos como en partes indivisibles por
sutilísimos aguijones de fuego». Esta interpretación presupone -explica Di Gra-
zia- «que las cosas se componen de átomos y de partes indivisibles». Y añade
que una interpretación semejante es contraria a las matemáticas, ya que una línea
no puede estar compuesta de puntos. Él observa que contra esta hipótesis «hay
infinitos razonamientos de Aristóteles a los que el señor Galileo debería res-
ponder»26.
Galileo considera la objeción de Di Grazia «frívola y no del todo con-
cluyente» y, dirigiéndose a él directamente, explica que «las agujas son cuer-
pos con dimensión [...] y, siendo así, no tienen nada que ver con la cuestión de
si la línea u otros continuos están compuestos de indivisibles». Por tanto, le
pregunta a su oponente: «¿dónde habéis vos encontrado que repugne a las mate-
máticas el que las líneas se compongan de puntos? ¿en qué matemáticos habéis
vos visto que se debata una cuestión semejante? Seguramente vos no la habéis
visto. Tal cuestión no repugna a las matemáticas»27. Los razonamientos asu-
midos por Di Grazia son rebatidos por Galileo: no es que las matemáticas pro-
híban considerar los continuos como compuestos de indivisibles; son los cuer-
pos existentes en la naturaleza, estructuras discretas y con cuantía [quante] (es
decir, dotadas de partes), los que prohíben comparar los átomos físicos con los
indivisibles geométricos.
Galileo no mantiene esta tesis en los Discursos y demostraciones mate-
máticas (. ..). En ellos asume la idea de que todas las magnitudes físicas están
compuestas de infinitos indivisibles que no tienen partes: infinitos átomos sin
24 Cf. Considerazioni di Vicenzo Di Grazia sopra il discorso di Galileo Galilei (. ..), Florencia 1613; actual-
mente en G. Galilei, Opere, op. cit., IV, págs. 143-196.
25 Cf. Discorso (. ..).
27 Risposta al/e opposizioni del Sigo Ludovico del/e Colombe e del Sigo Vicenzo Di Grazia, Florencia 1615;
90
ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
28 Cfr. C.R. Palmerino, «Una nuova scienza della materia per la "scíentia nova" del moto», en Atti del
30 Ibid.
31 Cf. A. Smith, «Galileo's Theory of indivisibles: Revolution or Compromise?», en Joumal o/ the His-
91
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
33Como es sabido, la decretó el Santo Oficio en Marzo de 1616. En aquella ocasión el nombre de Gali-
leo no se mencionó de manera oficial. Sin embargo, Galileo fue condenado y relegado a su residencia
de la Villa d' Arcetri en Junio de 1633 por haber escrito y publicado el Dialogo sopra i due Massimi Sis-
temi del Mondo.
34 Cf. II Saggiatore, en G. Galilei, Opere, op. cito VI, pág. 348.
35 Ibid. pág. 349.
36 Ibid. pág. 348.
92
ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
dentes o cualidades sensibles. Hay que tener muy presente esta caracterización
para entender y valorar las críticas del autor jesuita.
Tres años después de la publicación del Saggiatore, enl626, Orazio Grassi
publicaba en París un libro cuyo contenido se dirige contra el Saggiatore de Gali-
leo37 • Grassi acusa a Galileo, en particular, de haber desarrollado una tesis con-
traria al dogma de la Transustanciación. Conviene en este punto precisar que este
dogma, definido en 1551 en el Concilio de Trento, establecía que en el misterio
de la eucaristía se daba una transformación real del pan y el vino en el cuerpo y
en la sangre de Cristo. La Iglesia católica se posicionaba así (el dogma es una
verdad revelada que ninguna autoridad terrena puede modificar) contra la opi-
nión de las iglesias reformadas que le conferían a la eucaristía un carácter sim-
bólico. La relación que el padre Grassi establece entre el milagro eucarístico y
la interpretación galileana de las sensaciones, no es difícil de entender. En la Euca-
ristía se producen dos milagros: el primero garantiza la transformación de la sus-
tancia del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo; el segundo hace que
las especies sensibles del pan y del vino se mantengan inalteradas.
Una vez hechas estas observaciones, dejamos la palabra al padre Grassi: «no
me es posible evitar -escribe ép8- expresar algunos escrúpulos que me preocu-
pan. Proceden de lo que nosotros consideramos incontestable de acuerdo con los
preceptos de los Padres, de los Concilios y de la Iglesia toda. Se trata de las cua-
lidades en virtud de las que, aunque la sustancia del pan y del vino desaparezca
gracias a palabras todopoderosas, sin embargo, persisten sus especies sensibles,
o sea, su color, sabor, calor o frío. Sólo por obra de la voluntad divina se man-
tienen estas especie,s -y de forma milagrosa-, como ellos [los Padres] dicen. Eso
es todo lo que ellos afirman. Galileo"en cambio, afirma de manera explícita que
el calor, el color, el sabor y el resto de las cosas del mismo tipo son, aparte del
que los siente, y, por tanto, en el pan y en el vino, meros nombres. Por consiguiente,
cuando desaparece la sustancia del pan y del vino, no quedan más que los nom-
bres de las cualidades. ¿Pero sería necesario entonces un milagro perpetuo para
conservar los meros nombres? Véase pues cuánto se aparta él de quienes con tanto
afán se han esforzado en establecer la verdad y la permanencia de tales especies,
hasta el punto de empeñar la potencia divina en tal efecto». El padre Grassi, tras
haber señalado que ofrecer tal interpretación es más grave que creer en el movi-
miento de la Tierra, pasa a discutir el aspecto científico.
El libro de Grassi Ratio ponderum librae el simbellae se publicó con el seudónimo de Lotario Sarsi.
37
93
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
En este punto abandonamos nosotros al buen padre sin poder precisar qué
peso tuvo su crítica en la polémica que los jesuítas mantuvieron contra el atomismo.
Es un hecho que los Revisores del Colegio Romano -la prestigiosa institución que
coordinaba la enseñanza que se impartía en los Colegios de la Compañía de Jesús-
emiten el 10 de Agosto de 1632 una primera censura contra los indivisibles físi-
cos y matemáticos39 • Ciertamente, una demostración mediante el método geomé-
trico de los indivisibles, publicada en el Diálogo sobre los dos máximos sistemas
de Galileo (Febrero de 1632), podría haber sido lo que llevara a los Revisores a
intervenir.
El método de los indivisibles lo había inventado un discípulo de Galileo,
el padre Bonaventura Cavalieri (1598-1647), de la orden de los jesuatas 40 de
San Jerónimo. Copias manuscritas de su libr041 , que se publicaría en 1635, cir-
culaban desde 1619. El método desarrollado por Cavalieri se prestaba a nume-
rosas críticas, tan lejos estaba de los fundamentos sobre los que se asienta la
geometría euclídea. El principio de la nueva geometría consistía en sustituir la
figura plana por los agregados de todas las líneas y las figuras sólidas por los
agregados de los infinitos planos que en ellos se contienen. Las relaciones entre
agregados se extendían posteriormente a las figuras mismas. Para mostrar la
validez de sus demostraciones, Cavalieri aplicó su método a demostraciones ya
conocidas obteniendo los mismos resultados. La controversia científica pronto
se transformó en una violenta polémica, sobre todo tras la muerte, acaecida en
1643, del matemático jesuíta Paul Guldin.
Guldin estaba radicalmente en contra del método de Cavalieri: él recha-
zaba que los agregados de infinitas líneas, o de infinitos planos, pudieran com-
pararse entre sí. «Entre infinito e infinito -observaba Guldin- no hay relación».
Pero -replica Cavalieri-los infinitos puntos de un segmento, por ejemplo, no son
infinitos in ratione totius, es decir, como lo es un todo infinito: a ellos es siem-
pre posible quitarles o afíadirles otros puntos 42 •
El debate entre Guldin y Cavalieri tenía un carácter abiertamente polé-
mico, sin términos medios ni concesiones, pero permaneció siempre en el terreno
de las matemáticas. El estudioso jesuíta evita decir «en qué medida [el nuevo
método] pueda series útil a quienes se dedican a la geometría pura». Y añadía:
94
ATOMISMO y CONTINUO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA
«por motivos que nosotros debemos omitir aquí con un silencio en absoluto ino-
portuno, no soy de la opinión de que eso haya que rechazarlo»43.
El matemático jesuíta no da información sobre la naturaleza de esos moti-
vos. Es evidente que no son de carácter matemático, dado que él no quiere hablar
de ellos. Nosotros sólo podemos constatar que, al menos, otras dos censuras con-
tra los indivisibles físicos y matemáticos fueron emitidas por los Revisores del
Colegio Romano el 17 de Enero de 1641 y el 3 de Febrero de 164944 • En estas
censuras se concreta que los indivisibles son contrarios a la enseñanza de Aris-
tóteles. Un indicio de su incompatibilidad con el dogma de la Transustanciación
lo proporciona el estudioso jesuíta Sforza Pallavicino, quien afirma que la doc-
trina de los átomos tiene un carácter destructivo: «ella turba lo que la Iglesia nos
enseña sobre los Misterios de la Eucaristía»45. El mismo Sforza Pallavicino, unos
años antes, había sido obligado por el padre general Carrafa a retractarse por haber
enseñado «que la cantidad se compone de puntos simples»46.
Estos indicios hacen pensar que las críticas de Orazio Grassi no pasaron
desapercibidas. Hay que señalar, sin embargo, que Cavalieri, a diferencia de Gali-
leo, no manifiesta interés alguno por los argumentos filosóficos relativos a la com-
posición del continuo geométrico. Hace una alusión a ello en el libro séptimo de
su Geometría, pero, en realidad, sólo presta atención a las dificultades resultan-
tes de la relación entre infinitos y propone una solución que, sin embargo, limita
notablemente las aplicaciones del método por él inventado.
En Italia los indivisibles geométricos encuentran un defensor en Evangelista
Torricelli (1608-1647), que introduce la noción de indivisibles curvos en sus demos-
traciones. Como se sabe, Torricelli es también el autor del experimento barométrico
llevada a cabo en Florencia en 1644. La aparición de la región aparentemente vacía
en el tubo de vidrio que contiene el mercurio viene a reavivar la polémica sobre la
posible existencia del vacío que los aristotélicos continúan negando. En efecto, el vacío
macroscópico sugiere la existencia del vacío microscópico y, por tanto, de los áto-
mos. La aversión de los jesuítas hacia la doctrina atomista está probablemente en el
origen del silencio casi absoluto de Torricelli sobre los resultados obtenidos por él:
el asunto sólo se trata en dos cartas, dirigidas a Michelangelo Ricci poco días des-
pués de que se llevara a cabo el experimento. Torricelli, por el contrario, le da una
amplia difusión a sus trabajos matemáticos, en los que los indivisibles ocupan un puesto
de primerísimo orden. Se diría que el debate en tomo al atomismo geométrico se les
deja sólo a los matemáticos, en tanto que aumenta el interés de los fIlósofos y de los
teólogos por el atomismo físico y por los experimentos acerca del vacío.
43 Cf. P. Guldinus, Centrobarica, lib. I1, Viena 1939, pág., citado por Cavalieri en Exercitationes.
44 Cf. C. Costantini, op. cit.
45
Cf. Sforza Pallavicino, Vidicationes Societatis lesu, Roma 1647, pág. 189.
46 Cf. G. M. Pachtler, s.j., Ratio studiorum (. ..), 3, Berlín 1970 1980, pág. 76.
95
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIE CIA MODERNA
47 En 1688 se inicia en Nápoles el proceso contra los ateístas. En esta ocasión fueron detenidos también
algunos atomistas. Cf. L. Osbat, L'inquisizione a Napoli. Il proceso degli ateisti (1688-1697), Nápoles
1995, y A. Borrelli, D'Andrea atomista, Nápoles 1995.
" Cf. S:Gómez López, La passione degli atomi, Florencia 1997; y de la misma autora «Donato e le Cer-
ele pisan», en Geometriae,atomisme et vide dans l' école de Galilei, IMSS Florencia-ENS Éditions Fon-
tenay 1st. Cloud, 1999.
49 Cf. Gómez López, La passione degli atomi (...), op. cit., pág. 191.
96
GIORDANO BRUNO Y EL FINAL
DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
Miguel A. Granada
Universidad de Barcelona
97
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
1. LA COSMOLOGÍA DE ARISTÓTELES}
"En primer lugar [hay que investigar] si hay algún cuerpo infinito, como
creyó la mayoría de los filósofos antiguos, o si esta es una de las cosas imposi-
bles". Así empieza Aristóteles su examen de la cuestión de la extensión del uni-
verso (De caelo 1,5, 271b 2-4), una cuestión -añade- de importancia fundamental,
pues de su respuesta en uno u otro sentido se siguen representaciones de la natu-
raleza completamente divergentes.
A lo largo de los tres capítulos (De caelo 1, 5-7) dedicados al problema Aris-
tóteles acumula argumentos (en su opinión todos válidos) que concluyen con la
imposibilidad de un cuerpo infinito y con la necesaria finitud del cosmos, cuyo
límite exterior está constituído por la esfera de las estrellas fijas. Ahora bien, los
diferentes argumentos están basados en la teoría del movimiento natural y en la
correlación o implicación recíproca de elemento-comportamiento en términos de
movimiento o reposo-lugar natural, es decir, presuponen a través de la noción de
lugar natural o absoluto la finitud del universo que es objeto de demostración y
podemos decir que el razonamiento es, en consecuencia, circular y no conclu-
yente. Así, examinando (en el cap. 5) la posibilidad de una extensión infinita del
elemento éter (y por tanto del universo), Aristóteles señala -a partir de la demos-
tración anterior de su necesario movimiento circular y del tiempo finito de cada
revolución, que en el caso de la esfera de las estrellas fijas es de veinticuatro horas-
que tal extensión infinita es imposible porque implicaría recorrer una extensión
infinita en un tiempo finito, lo cual es imposible. Resulta evidente -señala Aris-
tóteles; cfr. 272a 22- que es imposible que el cielo infinito se mueva, pero en
lugar de examinar la posibilidad de un universo infinito inmóvil, concluye a par-
tir de su teoría del necesario movimiento circular del éter y de la evidencia sen-
sible del movimiento diario del cielo (lo cual es consecuencia de la necesaria inmo-
vilidad de la tierra central) que moviéndose el cielo periférico (y por tanto el mundo
entero), éste no puede constituir un cuerpo infinito 2 •
Tampoco los elementos cuyo movimiento natural es rectilíneo pueden ser
de extensión infinita. En efecto, determinados sus movimientos a lugares natu-
rales delimitados (centro y periferia), tienen una extensión finita y delimitada para
1 Para una exposición más completa véase M. A. Granada, El umbral de la modernidad. Estudios sobre
rrollada en su obra Del infinito: el universo y los mundos (trad. de M. A. Granada, Alianza Editorial,
Madrid 1993). Véase en particular el diálogo segundo. Citamos siempre el De caelo por la traducción
de M. Candel (Acerca del cielo. Meteorológicos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid 1996, reproducida
con anotación nuestra en Acerca del cielo, Círculo de Lectores (Biblioteca Universal. Filosofía), Barce-
lona 1997.
98
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
ellos mismos: "si los lugares están determinados y son limitados, también los
cuerpos lo serán" (cfr. cap. 6, 273a 7-16).
Ahora bien, 10 que Aristóteles concluye de esta argumentación (circular,
repetimos) es la necesaria finitud de la ousía sensible perecedera e imperecedera,
esto es: que el cosmos es [mito necesariamente y resulta imposible un cuerpo infi-
nito. Esta conclusión está de acuerdo con los resultados alcanzados en la Física
(III, 4-8) relativos a la imposibilidad en la naturaleza de un infinito en acto y a
la posibilidad de un rriero infinito potencial (en el caso del tiempo, de la divisi-
bilidad del continuo, del movimiento) que --como muestra Acerca del cielo - tam-
poco se presenta en el caso de la extensión corpórea. En Acerca de la genera-
ción de los animales Aristóteles dirá: "la naturaleza huye del infinito, porque infinito
es lo privado de completud [atelés}, mientras que la naturaleza busca siempre
elfin [télos)" (1,1, 7l5b). Pero ello no implica que el infinito actual sea abso-
lutamente imposible. En efecto, en la medida en que la naturaleza (las ousías sen-
sibles perecedera e imperecedera; cfr. Metafísica XII, 1) no agota todo lo exis-
tente y por encima de ella existe una ousía superior, primera y divina suprema
(ousía inteligible e incorpórea), podría ocurrir que en ese nivel ontológico se pre-
sentara la infinitud. De acuerdo con su programa, reducido a la ousía sensible,
Aristóteles no se plantea la cuestión en Acerca del cielo, pero conviene recordar
que en tratados teológicos (dedicados, por tanto, a estudiarla; cfr. Metafísica XII
y Física VII-VIII) el estagirita afirma que la Inteligencia Motor inmóvil posee
una potencia infinita (dynamis apeiros,potentia infinita), pues produce un movi-
miento extensivamente infinito (el movimiento infinito en potencia del universo
en su existencia eterna; cfr. Metafísica XII, 7, 1073a5-11 y Física VIII,lO, 266a
22-24), aunque intensivamente ese movimiento sea finito (su velocidad es finita,
pues cumple una vuelta cada veinticuatro horas, lo cual por lo demás muestra que
el motor no es extenso-corpóreo, ya que de serlo movería con su potencia infi-
nita en el instante; cfr. Física VIII,lO).
99
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
elemento obliga a atribuir al cielo (sede en exclusiva del movimiento circular uni-
forme) un elemento distinto (y superior) a los elementos que componen el mundo
sublunar (inferior). El cielo está formado exclusivamente de éter, un elemento
superior y divino, cuya excelencia se muestra en la perfección y divinidad del
movimiento eterno circular y uniforme o perfectamente regular que lo constituye.
Carente de contrariedad, el cielo es un ámbito de ser inmutable y divino, ajeno
a la generación y corrupción, a la muerte.
El universo o cosmos finito se muestra así como una jerarquía, cuya cús-
pide es la sustancia o entidad incorpórea, la Inteligencia pura o separada, Motor
Inmóvil teleológico, que constituye la divinidad suprema "más allá de" la esfera
de las fijas y por tanto fuera del cosmos (véase De caelo, 1, 9). El nivel inferior
de la jerarquía está formado por el mundo sublunar, donde habita el hombre. De
este modo la cosmología jerárquica aparece asociada a una teología y a una antro-
pología precisas. Fue el platonismo quien dio su máxima expresión a esta antro-
pología con la visión de la vida humana como un "destierro" o "exilio" de la
"patria celeste" en la "cárcel terrena", de la que el hombre debe huir, por medio
de la filosofía-ciencia y de la religión cristiana, para retomar a la casa del Padre.
100
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
ello en relación con lugares o regiones singulares. Del mismo modo que la corre-
lación un movimiento simple/un elemento excluía la posibilidad de otros elementos,
la singularidad de los lugares naturales para los elementos y sus movimientos traía
consigo que necesariamente las masas totales (finitas) de los elementos estaban
en sus lugares naturales correspondientes: todo el éter en el único cielo, movién-
dose circularmente; toda la tierra en su única región central, debajo de los res-
tantes elementos sublunares: "de modo que será necesario o retirar aquellas hipó-
tesis [i.e. la teoría del movimiento] o que único [hén] sea el centro y la extremidad.
y siendo esto así, necesariamente habrá solamente un mundo y no varios" (De
caelo, l, 8, 277a 9-11).
No hay, por consiguiente, materia para configurar otro mundo, pues toda la
materia está en el único mundo posible (más o menos extenso, pero finito) en vir-
tud de la singularidad de las regiones naturales de los elementos. Y Aristóteles con- .
cluye rotundamente una argumentación que, como siempre, presupone en las pre-
misas lo demostrado: "Es evidente, pues, a partir de lo dicho, que fuera [del universo]
no existe ni cabe que se genere la masa de ningún cuerpo: por consiguiente la
totalidad del mundo consta de toda la materia que le es propia (pues su materia
era el cuerpo natural y sensible). De modo que ni ahora hay una pluralidad de
mundos ni los ha habido ni puede haberlos, sino que este mundo es uno, único y
perfecto" (De caelo, l, 9, 279a 6-11). Notemos que la unicidad del mundo es un
hecho necesario en virtud de la naturaleza misma de las cosas y que la pluralidad
de mundos es absolutamente imposible. Pero, de nuevo, que este mundo sea único
y fInito, no significa que más allá o fuera no haya nada. SignifIca que no hay nada
corpóreo o natural o sensible, que lo que haya allí (ta ekef) es una ousía incor-
pórea y, por tanto, ajena al movimiento y al tiempo (279a 18 ss.).
101
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
102
GIORDA o BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
3Y la existencia de la tierra implica la de su contrario, el fuego, así como la de los elementos intermedios
(agua, aire) y por tanto la de la generación y la corrupción. A su vez generación y corrupción presuponen
la existencia de al menos un movimiento circular aparte del movimiento diario de la esfera de las fijas.
Así deduce Aristóteles a priori la existencia de las esferas planetarias. Cfr. De caelo, n, 3, 286a 20ss. En
el libro cuarto se demostrará más detenidamente la existencia necesaria de los elementos intermedios.
103
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIE CIA MODERNA
4 Cfr. 293b 6-15. Sobre la perfección y "centralidad" de la esfera de las fijas véase De cae/o, n, 10 y 12.
Sabido es que Copémico, quien como los pitagóricos recurre a la excelencia del centro para apoyar el helio-
centrismo, unifica el centro natural y el centro geométrico y pone en el sol, vicario de la divinidad, el prin-
cipio del movimiento de los planetas frente a la esfera estelar, que (inmóvil absolutamente) no es sino el
lugar del mundo que, con su inmovilidad, clausura el espacio de los planetas y cierra el universo.
s 296b 21s. Aristóteles añade dos evidencias empíricas que, en su opinión, hablan contra el movimiento
de la tierra: en primer lugar la caída perpendicular de los graves, cuando deberían caer según una tra-
yectoria oblicua si la tierra tuviera un movimiento de rotación (296b 23-25); en segundo lugar el movi-
miento de la tierra por la eclíptica (movimiento de traslación) debería producir unos movimientos apa-
rentes de las estrellas fijas (paralaje anual; 296b3-6). Son dos objeciones destinadas a repetirse contra la
iniciativa copemicana (incluso por autores avanzados como Tycho Brahe, pero tradicionales en su geo-
centrismo) y a las cuales desde Copémico hasta Galileo y más allá los copemicanos debieron hacer frente.
104
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLiCA
7Sobre estos puntos véase la excelente exposición en M.-P. Lerner, Le monde des spheres, vol. 1, Genese
et triomphe d' une représentation cosmique, París 1996.
105
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
tífico y por la unión con esas inteligencias separadas. Tal proceso culmina en la
unión intelectual con la Inteligencia primera, unión que es la verdadera comu-
nión con la divinidad y que, además de accesible en esta vida por los medios natu-
rales de la contemplación, representa la suprema felicidad y la perfección del hom-
bre. Se trata de una ética expuesta por Aristóteles en Metafísica XII y sobre todo
en Ética Nicomaquea X, 7, la cual fue desarrollada en tierra de Islam, encontrando
su culminación en Averroes y su desarrollo ulterior en el averroísmo judío y latino.
Es evidente que tal programa antropológico resultaba difícilmente articulable con
la religión cristiana y con su afirmación de que la unión con Dios requería la nece-
saria mediación de Cristo para todos los hombres, actuada a través de la fe. Pero
el averroísmo partía de la rígida separación entre sapientes y vulgo y de una teo-
ría de la religión como lex pedagógico-política destinada al vulgo e innecesaria
en puridad para los sapientes, los cuales encontraban en la superior contempla-
ción filosófica, por la vía del concepto, la ley moral, el camino de la perfección
humana y la comunión con la divinidad.
106
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
tóteles, cosa que no se niega, sino que sea así necesariamente, en virtud de una
necesidad intrínseca de las cosas mismas, de manera que no haya alternativa y
por tanto la creación divina no haya podido ser de otro modo. Se condenaba,
por tanto, la necesidad del cosmos aristotélico y de su estructura por incompa-
tible con el dogma cristiano de la libertad divina y la contingencia del mundo y
de su orden, que podía no ser y ser distinto de como efectivamente Dios lo había
creado. Así, cuando en el artículo 27 se condenaba "quod prima causa non pos-
set piures mundos facere" , no se rechazaba la tesis aristotélica de la unicidad
del mundo; se negaba su necesidad, que Dios no pudiera hacer sino un mundo.
Los censores no afirmaban que Dios hubiera hecho realmente una pluralidad de
mundos, sino que habría podido hacerlo y daban a entender que si hubiera que-
rido hacerlo, existiría una pluralidad de mundos. En suma, la condena de Tem-
pier criticaba el necesitarismo del cosmos aristotélico como incompatible con
la concepción ortodoxa de Dios y de su potencia y presuponía la distinción entre
lo posible de potentia ordinata (porque Dios lo ha querido y ordenado, con una
necesidad secundaria a la elección divina) y lo posible absolutamente o de poten-
tia absoluta (10 posible en principio a Dios por no contradictorio en sí mismo,
con independencia de su voluntad y elección). La unicidad del mundo vale de
potentia ordinata, mas no de potentia absoluta 8.
Los efectos de la condena de Tempier sobre la interpretación posterior de
la cosmología de Aristóteles y del De caelo en particular fueron enormes. Pero lo
fueron en el plano de la modalidad y de la discusión de alternativas cosmológi-
cas posibles absolutamente (por no contradictorias), aunque defacto no fueran rea-
les tal como había reconocido Aristóteles, a pesar de atribuir erróneamente al orden
real un estatuto de necesidad absoluta. Así, filósofos del siglo XIV (profesores de
la facultad de artes parisina) como Juan Buridán o Nicolás Oresme contemplarán
en sus reflexiones respectivas sobre el De Caelo (el primero en sus Quaestiones
super libris IV De caelo et mundo; el segundo en su traducción francesa comen-
tada Le livre du ciel et du monde) la posibilidad absoluta de un movimiento de la
tierra y de una pluralidad de mundos, que sin embargo no reconocerán como rea-
lidad efectiva, aceptando el único mundo de Aristóteles con la tierra inmóvil en
su centro como el orden efectivamente elegido por Dios. Un teólogo como Ockham
había seguido la misma línea de razonamiento sobre el problema de la pluralidad
de mundos en su Comentario a los Libri Sententiarum de Pedro Lombardo. Habrá
que esperar hasta Copémico y hasta Giordano Bruno (quien en su Del infinito: el
universo y los mundos de 1584 escribe una especie de Anti-De caelo) en el siglo
8Sobre la condena de Tempier, véase los excelentes estudios de R. Hissette, Enquete sur les 219 arti-
eles condamnés a Paris le 7 mars 1277, Lovaina-París 1977 y L. Bianchi, 11 vescovo e ifilosofi. La con-
danna parigina del 1277 e l' evoluzione del!' aristotelismo scolastico, Bergamo 1990. Sobre la distin-
ción en la potencia divina véase W. J. Courtenay, Capacity and Volition. A History of the Distinction of
Absolute and Ordained Power ofGod, Bergamo 1990.
107
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
XVI para que las tesis (no contradictorias y posibles de potentia absoluta divina)
del movimiento de una tierra planetaria y de la pluralidad de los mundos sean afir-
madas como verdades de hecho (como el orden natural). Pero ahora estas tesis des-
plegarán con respecto a la cosmología aristotélica todas sus implicaciones revo-
lucionarias, de las que las había privado la reducción escolástica a posibilidades
iniciales de Dios no contempladas en la creación efectiva. Todo ello pone de mani-
fiesto la extraordinaria vigencia histórica del De caelo aristotélico, una obra a la
que la escolástica católica no volverá la espalda más que en el momento en que
las novedades celestes (estrellas nuevas y cometas celestes) y las observaciones
con el telescopio (relieve lunar, satélites de Júpiter, manchas solares, fases de Venus)
obliguen a reconocer la realidad de un cielo fluido, sin esferas, homogéneo y a
adherirse al sistema astronómico de Tycho Brahe como único refugio frente al movi-
miento de la tierra. Por el camino quedarán la hoguera de Giordano Bruno (1600),
la condena del movimiento de la tierra y la prohibición de la obra de Copérnico
donec corrigatur (1616), el proceso y abjuración forzada de Galileo, hechos todos
de los que no cabe, ciertamente, hacer responsable a Aristóteles. Pero no nos ade-
lantemos en exceso y pasemos a Copérnico.
108
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
9 Recogemos aquí la exposición de la reforma cosmológica bruniana que hemos efectuado en nuestro
trabajo "La revolución cosmológica de Copémico a Descartes", recogido en nuestro ya citado (supra,
nota 1) El umbral de la modernidad, cap. 2.2.
JO Una adopción evidentemente realista, esto es, al margen de la reducción instrumentalista de la astro-
nomía copemicana como simple expediente calculatorio. Véase G. Bruno, La cena de las cenizas, trad.
de M. A. Granada, Madrid 1987, pp. 107-109, para un rechazo despectivo de la interpretación de Osian-
der, calificado de "asno ignorante y presuntuoso".
109
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
con las distintas regiones del universo, sino idéntica con todas en el universo infi-
nito y homogéneo que es su retrato, la explicatio necesaria de su infinita poten-
cia, en suma: su expresión o, por emplear un lenguaje teológico, su unigénito y
cosustancial Hijo. Evidentemente este desarrollo del copernicanismo no era una
mera cuestión cosmológica, sino que implicaba una ontología (doctrina monista
de la sustancia y reinterpretación de los conceptos de nacimiento y muerte, más
o menos en la dirección del 'consuelo' que la lectura de Schopenhauer procurará
a Thomas Buddenbrook en la novela de Thomas Mann) y una reformulación de
la relación de Dios con el universo y del acceso del hombre a la divinidad a tra-
vés de la contemplación del universo infInito y homogéneo; un acceso mediante
lafilosofía (como religión de la mente y como "perfección del hombre") en for-
tísima polémica con el cristianismo y con la mediación de Cristo, evaluados como
impostura e ilusión posibilitados históricamente por la pérdida de la verdad onto-
lógica, cosmológica y teológica que siguió a la obra de Aristóteles 11.
No podemos tratar aquí, con la extensión que ello merece, de las implica-
ciones ontológicas y teológico-religiosas del desarrollo bruniano del copernica-
nismo, asociadas además a una autoconciencia de profeta de una nueva época de
verdad y justicia antitética a la época de error-vicio dominada por la conjunción
aristotélico-cristiana y por tanto a una reevaluación de la dimensión histórica de
la figura del Anticristo. Nos limitaremos, pues, a una exposición de los compo-
nentes fundamentales de su cosmología infinitista.
11 Véase A. Ingegno, Cosmologia e filosojia nel pensiero di Giordano Bruno, Florencia 1978; M. A. Gra-
nada, "De Erasmo a Bruno: caza, sacrificio y metamorfosis en la divinidad", La balsa de la Medusa 23,
1992, pp. 95-114 (recogido en el volumen citado El umbral de la modernidad); el mismo, "Giordano
Bruno et la dignitas hominis: présence et modification d'un motif du platonisme de la Renaissance", Nou-
velles de la République des Lettres, 13, 1993, pp.115-l69 (recogido también en versión castellana en el
citado volumen; el mismo, "Giordano Bruno e l'interpretazione della tradizione filosofica: l'aristotelismo
e il cristianesimo di fronte aWantiqua vera filosofia", en G. Canziani - y. Ch. Zarka eds., Cinterpreta-
zione nei secoli XVI e XVll, Milán, 1993, pp. 59-82; el mismo, "Cálculos cronológicos, novedades cos-
mológicas y expectativas escatológicas en la Europa del siglo XVI", Rinascimento, 2ª ser., XXXVIT, 1997,
pp. 357-435 (recogido también en El umbral de la modernidad).
110
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
12 Véase M. A. Granada, "Bruno, Digges, Palingenio: omogeneita ed eterogeneita nella concezione dell 'u-
niverso infmito", Rivista di storia dellafilosofia 47,1992, pp. 47-73; el mismo, "Thomas Digges, Gior-
dano Bruno y el desarrollo del copemicanismo en Inglaterra", Endoxa 4 , 1994, pp. 7-42. Para el rechazo
de la escatología véase M. A. Granada, "Cálculos cronológicos, novedades cosmológicas y expectativas
escatológicas...", citado en la nota precedente.
13 Véase La cena de las cenizas, cit., pp. 124 ss.
14 Cfr. De immenso, 1, 1, (G. Bruno, Opera Opera latine conscripta, vol. 1, 1 ,ed. de F. Fiorentino, Nápo-
les 1879, p. 205): "Sic ex visibilium aetemo, immenso et innumerabili effectu, sempiterna, immensa illa
majestas atque bonitas intellecta conspicitur". Véase asimismo nuestra introducción a G. Bruno, De gli
eroicifurori, en G. Bruno, Oeuvres completes, vol. VII, texte critique établi par G. Aquilecchia, intro-
duction et notes par M. A. Granada, Les Belles Lettres, Paris 1999, cap. 6.
111
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"Cfr. G. Bruno, Del infinito: el universo y los mundos, trad. de M. A. Granada, Madrid 1993, pp. 92-93.
lO Ibidem, pp. 102s. Véase asimismo M. A. Granada, "L'infinité de 1'univers et la conception du systeme
solaire chez Giordano Bruno", Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques 82, 1998, pp. 243-
275; el mismo, "La imaginación y la construcción del universo infinito en Giordano Bruno", Nouvelles
de la Republique des Lettres , 18, 1999, pp. 39-62.
17 De immenso, 1,8, p. 231; véase E. Grant, Much Ado about Nothing. Theories 01 Space and Vacuum
from the Middle Ages to the Scientifc Revolution, Cambridge. 1981, pp. 186-192.
18 Véase Del infinito, pp. 106-113; A. Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito, Madrid 1979, pp.
47-51; M. A. Granada, "L'infmíté de l'univers et la conception du systeme solaire chez Giordano Bruno",
(cit., pp. 257-260).
112
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
lO Véase A. O. Lovejoy, La gran cadena del ser. Historia de una idea, Barcelona 1983; M. A. Granada,
"11 rifiuto della distinzione fra potentia absoluta e potentia ordinata di Dio e I'afferrnazione dell'uni-
verso infinito in Giordano Bruno", Rivista di storia dellafilosofia 49,1994,495-532
20 Véase nuestros artículos mencionados en las notas 18 y 19.
113
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Así pues, Bruno no sólo hace estallar la esfera de las fijas, sino que (frente
a Digges) uniformiza la región estelar y planetaria, al hacer de cada estrella un
sol centro de un sistema planetario. La relación privilegiada que Dios tenía con
el ámbito estelar se generaliza al universo infinito homogéneo. La consecuencia
es que la tierra deja de ser la sentina del universo para ser cielo y Dios deja de
estar lejos para estar en nuestro interior:
Sabemos que si estuviéramos en la Luna o en otras estrellas no estaría-
mos en un lugar muy diferente a éste y acaso en uno peor [. ..] sabemos que no
hay que buscar la divinidad lejos de nosotros, puesto que la tenemos aliado, incluso
dentro, más de lo que nosotros estamos dentro de nosotros mismos.
(La cena de las cenizas, p. 71).
Ello implica también que los procesos vitales terrestres se presentan en los
restantes mundos, que pasan a ser mundos habitados.
Bruno tiende a pensar que las estrellas de primera magnitud (quince en el
catálogo estelar de Ptolomeo y Copémico) son los soles más cercanos al nuestro,
en tomo a los cuales deben girar los planetas más cercanos a los de nuestro sistema
solar (De immenso, 1, 4, pp. 215 ss.). Dichos planetas nos son imperceptibles 1)
por su distancia enorme unida a su tamaño menor y al carácter reflejo de su luz
(ibidem, 1, 3, p. 213) Y2) porque la negación teórica de su existencia ha impedido
hasta ahora buscar el fenómeno (Cena, p. 153; De immenso, IV, 3, pp. 20 ss.). Bruno
cree que una observación minuciosa y atenta podría llevar a su descubrimient0 21 .
En todo caso, éste será el interrogante que se planteará a Kepler a propósito de
los descubrimientos galileanos con el telescopio antes de la lectura del Sidereus
nuncius.
Que el sistema planetario es la unidad constitutiva del universo se desprende
de que Bruno 1) no reconoce la existencia de 'sínodos de sínodos', pues cada sis-
tema está separado de los demás por una vasta extensión de espacio ocupado por
aire puro-éter, tan grande como para que desde un sistema los soles más cerca-
nos se reduzcan a un punto de luz y para que la vida sea posible sin perturba-
ciones (De immenso, 1, 4, pp. 215 ss.; V, 3, pp. 125 ss.); 2) el astro o mundo par-
ticular (solo tierra) no constituye una unidad autosuficiente. En efecto, Bruno no
cree que los astros o mundos se disuelvan en el tiempo infinito del universo (como
afirma el epicureísmo)22; piensa que perseveran indefinidamente en el ser en vir-
tud de un decreto de la providencia divina inmanente y del intercambio nutricio
que tiene lugar entre el sol y los planetas. Sólo la synodus permite la vida, puesto
que consta de contrarios (los soles y tierras sujetos de calor-luz y húmedad-frío
respectivamente) y sólo en él los contrarios se encuentran en armonía gracias al
21 Véase M. A. Granada, "La imaginación y la construcción del universo infmito en Giordano Bruno",
cit. supra, nota 16.
22 Véase M. A. Granada, "Voi siete dissolubili ma non vi dissolverete. Il problema della dissoluzione dei
114
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
intercambio de sustancia que tiene lugar entre ellos, situados entre sí a distancias
apropiadas para que el intercambio se realice benéficamente (Del infinito, pp. 185,
230; De immenso, 1, 3, p. 209).
El sistema planetario es visto así como un organismo vivo, autorregulado
en virtud de una providencia interna que es la divinidad misma inmanente23 • Los
movimientos que tienen lugar en su seno (movimiento de 'rotación' de soles; rota-
ción 'diaria' y traslación 'anual' de planetas) están causados por un principio
interno a cada astro (su propia alma) y tienen una función biológica: la repro-
ducción de la propia vida (Cena, p. 124; Del infinito, p. 124). La teoría bruniana
del movimiento resulta, por tanto, una teoría vitalista y teleológica, asociada a
una ontología en la que la materia está siempre y por doquier animada y pene-
trada de principio activo. La relación entre soles y tierras es vista incluso como
una relación sexual entre macho y hembra: el sol fecunda con sus rayos las tie-
rras haciendo posible la generación en éstas (De immenso, VI, 5, p. 178); por su
parte los soles se alimentan (y regeneran su fuego, que no es un elemento pri-
mario, sino derivado del agua; De immenso, IV, 7, p. 33) de las exhalaciones húme-
das de los planetas-tierras de su sistema (Cena, pp. 136, 159; Del infinito, p. 169;
De immenso, 1, 3, p. 209: "es necesario por ley de naturaleza que las llamas tomen
alimento de las aguas"). Se trata de una elaboración bruniana de la doctrina estoica
del alimento húmedo de los cuerpos celestes24, adaptada a su concepción coper-
nicana del sistema planetario y sobre todo en la perspectiva de superar la con-
cepción estoica de la periódica consunción del mundo por el fuego (ekpyrosis)
mediante la visión del universo infinito como una sucesión espacial de sistemas
orgánicos perfectamente autorregulados mediante el intercambio de átomos que
tiene lugar en su interior y por consiguiente indisolubles.
Esta concepción vitalista y teleológica de la estructura del sistema plane-
tario y de los movimientos que tienen lugar en su seno está unida al abandono
de un principio de la tradición astronómica fundamental y vinculado desde Pla-
tón a la perfección divina e inmutabilidad celeste: la perfecta esfericidad de los
astros y la perfecta circularidad y regularidad de sus movimientos. Para Bruno
ni los astros son esferas perfectas ni sus movimientos son perfectamente circu-
lares y uniformes, lo cual cuestiona las pretensiones y programas de la astrono-
mía matemática (Cena, p. 120; De immenso, III, 6, pp. 361-366).
Para Bruno los cometas son cuerpos celestes que en el sistema planetario
giran también en tomo al sol. En 1584 se había limitado a señalar que su carác-
23 Véase La cena, pp. 136 ss.; Del infinito, p. 185 Y M. A. Granada, "L'infinité de l'univers et la con-
Nouvelles de la République des Lettres, 14, 1994, pp. 124-151; el mismo, "Giordano Bruno et le ban-
quet de Zeus entre les Éthiopiens: la transformation de la doctrine stolcienne des exhalaisons humides
de la terre", Bruniana & Campanelliana, I1I, 1997, pp. 185-207.
115
GALILEO y LA GESTACiÓN DE LA CIENCIA MODERNA
25 Véase M. A. Granada, "Giordano Bruno y la Stoa...", cit. en la nota precedente; el mismo, "Cálculos
cronológicos, novedades cosmológicas y expectativas escatológicas en la Europa del siglo XVI", cit. supra,
nota 11.
26 Véase Cena, pp. 146-148; Del infinito, pp. 163,234. Cfr. asimismo De immenso , JI, 9, pp. 290 ss.;
III, 10, pp. 395-398; IV, 13, p. 69; V, 8, pp. 144 ss. y la todavía importante monografía de P. H. Michel,
La cosmologie de Giordano Bruno, Paris 1962, pp. 222-225.
27 Hacemos en lo que sigue uso de la conclusión de nuestro estudio "Cálculos cronológicos, novedades
cosmológicas y expectativas escatológicas...", citado con anterioridad y recogido en nuestro libro El umbral
de la modernidad.
116
GIORDANO BRUNO y EL FINAL DE LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
temporánea: "no haya, por tanto, para ti ni primer cielo ni primer móvil, pues
estas dos cosas perecieron, tal como está predicho por la voz verdadera del pro-
feta que ocurriría en esta época nuestra"28.
La cultura cristiana contemporánea buscaba el nuevo cielo en la nueva con-
figuración celeste producida por el nuevo trígono ígneo y por las novedades celes-
tes, es decir, en un cielo realmente nuevo; veía la nueva tierra en el nuevo mundo
descubierto por los exploradores allende el océano, concluyendo de todo ello que
las profecías ya se habían cumplido y sólo quedaba esperar la segunda venida en
majestad del hijo del hombre para juzgar el mundo que iba a perecer en un colapso
final también anunciado por el vate pagano Lucrecio en el De rerum natura 29.
En cambio, para Bruno, el cielo (mundo) destruido es el mundo finito de Aris-
tóteles y su primum mobile, con sus esferas sólidas de quintaesencia y su dua-
lismo cosmológico; la vieja tierra que desaparece es la tierra concebida como
sentina del universo, lugar de máxima imperfección y cárcel del alma contrapuesta
a la perfección celeste. La destrucción es, por tanto, de un mundo ficticio y de
una cárcel fantástica, de una falsa representación del universo que comportaba
una errónea concepción de su relación con la divinidad y con el hombre. Tal des-
trucción tiene lugar en el momento contemporáneo mediante la recuperación, por
obra del Nolano, del verdadero rostro de la naturaleza:
"Perece, por tanto, esa quintaesencia con sus vanos artificios. Ha brillado
ya,por tanto, ese día rcfr el verso de Lucrecio aquí aludido} que eliminó esos astros
y orbes y los resolvió hablando en su nada, pues también de la nada se habían for-
mado enteramente. Ha brillado el día en que nosotros nos elevamos de nuestras
profundas moradas y pisaremos los astros con fácil vuelo, abriéndonos un espa-
cio inmenso,fuera de las hostiles tinieblas de la cárcel y del claustro profundo" 30.
El nuevo cielo y la nueva tierra resultantes de este proceso conceptual no son un
acontecimiento cósmico, sino un (re)descubrimiento cosmológico: la recupera-
ción, tras el paréntesis tenebroso del ciclo aristotélico-cristiano, de la verdadera
naturaleza del universo, de su relación con la divinidad y de su función media-
dora entre ésta y el hombre. El "nuevo cielo (que es el mismo antiguo anterior a
dichos cielos [aristotélicos)) [es] el espacio etéreo infinito" con los infinitos mun-
28 De immenso, I1I, 10 (Opera, 1, 1, p. 392). Véase también 1, 5 (Opera, 1, 1, p. 219): "Ergo perit coe-
lum quod tantis fixa tenaclis/ Sidera contineat, quodque unum plurima raptet,/ Queis mage non liceat
propria virtute moveri,/ Quam ligni nodo, ligno constante, cieri" .
29 "Una dies dabit exitio multosque per annos/ sustentata ruet moles et machina mundi", De rerum natura,
V, 95-96. Estos versos habían sido tenidos por los autores cristianos como un reconocimiento del fin del
mundo.
]() De immenso, IV, 9 (Opera, 1, 2, pp. 46 ss.). Cfr. la conclusión de la obra: "Perit ergo peripateticum illud
cae1um primum, rerum omnium, quae natura constant principium et fmis; quinta illa substantia [oo.] caelici
illi motores, ut de nihilo ex utero perturbatae phantasiae, pravae dispositionis ignorantia obstretrice editi,
et sub tempestate tenebrosae noctis educati, et adulti; ita in suum nihilum, inteLligentiae sole exoriente, vanes-
cant" (Opera, 1, 2, pp. 314 ss.). Pero ya el elogio del Nolano en La cena de las cenizas (pp. 32 ss.) estaba
construido sobre estos puntos. Véase además A. Ingegno, Cosmologia efilosofia, cit., cap. 2.
117
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
dos que lo llenan; "la nueva tierra" es nuestro planeta que "de la opacidad, oscu-
ridad y sentina de los cuerpos elementales se eleva a la condición de astro de la
misma especie que la luna, Venus y Júpiter" 31.
Pero con este nuevo cielo y nueva tierra se recuperará también la correcta
noción de la divinidad y su grandeza: "Immensique operis moderator verus et
unus/ Noscetur vere magnus, cui numina plaudunt/ Infinita, sua quae immensum
luce serenant"32. En suma: el universo infinito y homogéneo con la tierra plane-
taria como uno de los' infinitos dioses o númenes que, como ministros del Altí-
simo, "pregonan la gloria de Dios" a tenor del salmo, es la verdad recuperada
que pone fin no sólo al error cosmológico de Aristóteles, sino también a la falsa
representación y espera cristianas de la unión con la divinidad a través de la ilu-
soria redención y mediación operadas por Cristo. El nuevo cielo con su nueva
tierra no era únicamente infinito en el espacio; lo era además en el tiempo tam-
bién homogéneo, es decir: era eterno. Escatología y misterio cristianos desapa-
recían -al menos de la conciencia del sabio liberado- y el hombre quedaba con-
frontado a la búsqueda de una nueva y satisfactoria unión con la divinidad en el
,seno de la naturaleza infinita que era la expresión necesaria, única y total de Dios,
el ámbito único en el que podía buscar el hombre el encuentro y la unión 33 • De
la correcta lectura de las novedades celestes contemporáneas se abría, por tanto,
según Bruno una época (un ciclo histórico) nueva, de la cual él se sabía y pre-
gonaba profeta o ministro34 antagónico al profeta religioso del ciclo precedente,
antagónico por tanto a Cristo y revestido lógicamente del papel histórico de Anti-
cristo, que la tradición cristiana conocía, pero cuya función histórica evaluaba e
interpretaba erróneamente35 • La nueva época, que iba a ser una época ilustrada
por la verdad y norma moral justa recuperadas 36 , sería también a los ojos del Nolano,
inevitablemente y al menos para la minoría sabia y para el poder político aliado
a la filosofía, una época poscristiana.
lación de la conclusión del Lamento hermético (Expulsión de la bestia triunfante, trad. de M. A. Gra-
nada, Madrid 1989, pp. 265 ss.) y como "ministro no mediocre de una época mejor que comienza" en
virtud de una determinación expresa de la divinidad (De immenso, III, 9 ;Opera , 1, 1, p. 381).
35 Véase Ingegno, Cosmología efilosofía ,cit., pp. 43-45.
36 Cfr. los versos que siguen a la citada referencia a la profecía del Apocalipsis: "Puesto que llegó el favor
y la sentencia de los dioses en la forma de imagen de la verdad a la cual seguirá inmediatamente el jui-
cio de lo justo y los fundamentos de la santa religiÓn; así sobrevendrá en este orbe la época largamente
esperada" (De immenso, I1I, 10 ; Opera, 1, 1, p. 392).
118
TELESIO y CAMPANELLA:
DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINCIPIA A
LA NATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
119
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
120
TELESIO y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINCIPIA
A LA NATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
"Está claro entonces que hay tres principios: la materia, que parece
padecer porque recibe disposiciones y formas, y los contrarios, que
actúan y son recibidos [por ella]. La materia es una y no hay más
que dos contrarios: basta en efecto una sola materia a partir de la
que se hacen todas las cosas y de dos contrarios para actuar y cons-
tituir todas las cosas"
Basta una materia pasiva y dos principios activos para engendrarlo todo.
¿Sobre qué funda Telesio esta proposición en apariencia tan alejada de los sen-
tidos y que constituye sin embargo el núcleo de su cosmología? La respuesta extra-
ñará sin duda, pero la declaración procede del propio autor: ha sido Aristóteles
121
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
~'En una naturaleza una yen un género uno, no hay, como dice Aris-
tóteles, sino una sola oposición principal, y no puede haber varias
[. ..] Ahora bien, puesto que la substancia natural y sujeta a genera-
ción cuyos principios buscamos es un género uno y una materia una,
es necesario que no esté ocupada e investida sino por dos contra-
rios primeros, y ello tanto más cuanto que en ella se cumplen ente-
ramente la actuación, la generación y la oposición de los contrarios"
122
'fELESIO y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINCIPIA
A LA ATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
solicitado no juega sino un papel de validación poco probatorio. ¿De qué modo
permiten los sentidos afirmar que el cielo y la tierra son los cuerpos más distan-
tes entre sí? Aunque podemos admitir la analogía aparente entre las llamas "blan-
cas" y brillantes observadas aquí abajo con el sol y los astros, no hay nada ahí
que autorice a afirmar que el calor es el constitutivo de estos últimos y aún menos
. del cielo, que no es por sí mismo, ante el testimonio de los sentidos, ni blanco,
ni brillante... ¡ni siquiera caliente! Simétricamente, no haremos mejor en dedu-
cir de la propiedad que tendría el frío de congelar las aguas marinas la tesis de
que la tierra está constituida por el frío.
Mas al concluir, sobre la base de un razonamiento tomado de Aristóte-
les, que el calor y el frío son los primeros principios agentes de las cosas, que el
cielo y la tierra son los cuerpos primeros del universo constituidos por esos prin-
cipios "íntegros", y en fin, que todos los cuerpos intermediarios resultan de la
lucha y el aminoramiento de los cuerpos primeros ¿no va Telesio demasiado deprisa?
¿La propia idea de contrariedad no implica que los contrarios se rehuyen y no se
encuentran nunca? Al hacer de la tierra y el cielo los extrema corpora universi,
Telesio sin duda ha espacializado la contrariedad, pero al mismo tiempo parece
haber fijado los términos de manera contradictoria. Para resolver tal dificultad,
de la que es plenamente consciente, Telesio va a proponer, siempre a priori, una
estructura del universo que hará imposible la huida de los contrarios, y conferirá
a los cuerpos todas las propiedades requeridas para que su conflicto, vuelto ine-
vitable, no destruya el orden del mundo.
Para impedir que los cuerpos primeros se rehuyan" era necesario que
el uno estuviera contenido en el otro, y además que el universo sea esférico
y no construido a lo largo" , estando situado el cielo en uno de los extremos
del mundo, o sea, la periferia, y la tierra ocupando el otro extremo, es decir,
el centro. De golpe el mundo adquiere una unidad que de otro modo sería pro-
blemática y queda asegurada la posibilidad de la generación de los seres deri-
vados.
Una vez dispuesta esta estructura ad hoc del universo, enseguida se ocupa
Telesio de conjurar otro peligro, el de su destrucción. ¿No es evidente, en efecto,
que la minúscula tierra tiene todas las bazas para ser abrasada por el cielo extre-
madamente caliente? Eso lleva a nuestro autor a postular un equilibrio de las fuer-
zas cósmicas antagonistas tal que garantice la supervivencia de nuestro planeta.
Para ello decreta que el cielo que encierra y contiene la tierra se halla dotado de
una tenuidad y de un calor tan aminorado que nuestro globo no está en peligro
de ser consumido, siendo los astros los únicos puntos de calor vivo y luminoso.
Hábil solución, sin duda, pero que se nos antoja escapatoria si nos atenemos a la
definición de cielo dada hasta ahí. Y cuando Telesio, para confirmar esta nueva
perspectiva, sostiene que en lugar de formar un todo unido el cielo se halla divi-
dido en una multiplicidad de orbes cuyos polos y velocidad de rotación difieren,
retoma sin necesidad aparente una concepción astronómica tradicional que parece
123
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
tener como única finalidad justificar el papel del sol, en el cual es preciso ver,
obviamente, el verdadero contrario de la tierra.
El hecho de que el sol sea el verdadero contrario de la tierra, como Tele-
sio declarará explícitamente desde el primer capítulo de la tercera edición del De
rerum natura en nueve libros (Nápoles 1586), va además a intervenir subrepti-
ciamente en la deducción a priori de las cualidades simétricas del cielo y la tie-
rra. Mientras que el cielo, afirma Telesio, es tenue, transparente, blanco, brillante
y móvil, en grado máximo, la tierra es espesa, opaca, negra, oscura e inmóvil, en
grado máximo. ¿Cuál es la base de la atribución de estas propiedades al cielo y
la tierra? El testimonio de los sentidos cuenta poco ahí, y Telesio no siente la nece-
sidad de invocarlo. Queda entonces la analogía entre el fuego de aquí abajo -que
se nos manifestará bajo las apariencias de la rarefacción, la blancura, la luz y el
movimiento- y el cielo que, puesto que se ha postulado que es caliente, debe lógi-
camente estar dotado de las susodichas propiedades. En nombre de esa misma
lógica la tierra "fría" será provista de los atributos contrarios a los que acabamos
de enumerar: densidad, opacidad, negrura e inmovilidad.
3. CONTRARIEDAD Y SENSUS
124
TELESlü y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINCIPIA
A LA NATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
125
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
1. Física y metafísica
126
TELESIO y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINCIPIA
A LA NATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
actúa sobre su porción de materia, que sintiendo por todas partes la invenci-
ble enemistad del calor, gana el centro del mundo, lugar que ocupa no por el
hecho de la gravedad propia del elemento tierra, sino porque es el único refu-
gio posible.
128
'TELESIO y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINCIPIA
A LA NATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
129
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"habiendo hecho Dios todas las cosas en vista de sí mismas, tal como
los principios contrarios, que actúan siempre enfavor de sí mismos,
y comunican bondad, potencia de engendrar y sabiduría, según lo
que han recibido. De ahí viene que haya en el mundo generación,
sensibilidad, movimiento, conocimiento (para cada ser) de su pro-
pia conservación según el más y el menos, para unos más clara, para
otros más oscura, y amor hacia lo que le es próximo según el grado
apropiado"
130
TELESIO y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRlA PRINCIPIA
A LA NATURALEZA lNSTRUMENTUM DEI
131
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"¿ Si hay un alma del mundo y por qué existe?" Tal es la pregunta que Cam-
panella se hace en el De sensu rerum, a la que responde así: Puesto que el espí-
ritu corpóreo del hombre no basta para gobernar todos sus actos, sino que posee
por añadidura un alma inmortal (mens), con mayor razón será necesario atribuir
al mundo ("el más noble de todos los seres e hijo del bien supremo"), además de
a las naturalezas dotadas de sensibilidad, un alma excelentísima predispuesta para
la conservación de todo y superior a cualquier ser angélico. Creada por Dios, este
alma feliz, que sirve de mediadora entre el creador infinito y las naturalezas fini-
132
TELESIO y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRlA PRlNClPlA
A LA NATURALEZA lNSTRUMENTUM DEI
tas, contempla en la Inteligencia primera el modelo de las tareas que debe reali-
zar, actuando sobre la materia y sobre las formas particulares conforme a las ideas
que contempla. Es por tanto el primer instrumento de la sabiduría primera, y sin
un alma de ese tipo el universo sería inferior al hombre (que es como su resu-
men), y el todo a la parte.
Las características del alma del mundo aquí enumeradas confirman de
manera clara ciertas indicaciones de la primera obra de Campanella. Sin reto-
mar exactamente bajo la misma forma el paralelismo entre el hombre y el uni-
verso, puesto que el cielo ostenta aquí el papel del calor correspondiente al spi-
ritus humano, mientras que la tierra y el mar serían el cuerpo y la sangre del
mundo, Campanella regresa a la necesidad de atribuir a este último un alma rec-
tora de todos los seres dotados de sensibilidad que en él habitan. Confirma igual-
mente que este alma es la "sabiduría superior repartida en todas las cosas", de
la que hablaba la Philosophia sensibus demonstrata -aquí la llama "naturaleza
común y arte universal infuso en el Todo" - sin renunciar a la idea de que este
alma extraería de la contemplación del entendimiento divino la ley de su acción.
¿Pero cómo ejerce el alma del mundo su imperio sobre las fuerzas cósmicas?
Curiosamente es en el recuerdo de sus conflictos con la Inquisición respecto al
estatuto del anima mundi y la alusión al lugar eminente que ocuparía ésta en la
jerarquía angélica donde podemos entrever el tipo de solución al que nolens volens
Campanella finalmente se apuntó.
La comparación clásica entre microcosmos y macrocosmos en la que se
había apoyado para atribuir al mundo un alma bienaventurada no podía dejar de
parecer sospechosa a los inquisidores guardianes de la pureza del dogma. Según
Campanella, estos le habrían objetado que un alma semejante debería informar
necesariamente a todos los animales que habitan el mundo, comenzando por los
gusanos, que de repente serían bienaventurados con los mismos derechos que el
alma humana. Es posible que los inquisidores hayan formulado esa objeción ante
su prisionero, pero no parece verosímil que se hayan detenido en ello. Se puede
pensar que interrogaron sobre todo a Campanella acerca de las implicaciones de
su doctrina concernientes directamente al hombre: ¿al interpretar el anima mundi
en términos de forma informante del compuesto humano -lectura de hecho nor-
mal por parte de los teólogos escolásticos- no habrían tenido fundamento los jue-
ces del dominico para acusarlo de poner en cuestión el dogma de la individuali-
dad y de la inmortalidad personal del alma humana? Desgraciadamente debemos
permanecer en el terreno de las conjeturas, por probables que sean, respecto a un
punto que sólo las actas de los interrogatorios de 1594-95 permitirían quizás dilu-
cidar. En cuanto a la objeción más rudimentaria que Campanella prefirió pre-
sentamos, queremos creer que la haya refutado sin problema recurriendo a esta
comparación realista: igual que vemos a los piojos engendrarse en la cabeza del
hombre y a los gusanos crecer en su vientre sin que esos animalejos posean la
razón con que el hombre está dotado, del mismo modo los animales nacen en el
133
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
mundo sin estar informados por este alma bienaventurada, sino estando provis-
tos solamente de una sensibilidad proporcionada a su ser.
Es instructivo leer el relato sutilmente modificado del mismo episodio inqui-
sitorial en la versión que dará Campanella en 1627 en su Defensio libri sui de
sensu rerum. Después de haber atribuido a Telesio la paternidad de la doctrina
de la sensibilidad de las cosas y defendido su ortodoxia ("cuando el Santo Ofi-
cio examinó hacia 1592 la doctrina de Telesio, esa doctrina de la sensibilidad de
las cosas no fue revocada"), escribirá que examinando sus cuatro libros manus-
critos De sensu rerum, los Padres "no objetaron nada contra la sensibilidad natu-
ral de las cosas ni contra el hecho de que yo hubiera propuesto un alma del mundo
auxiliar, como San Agustín, San Basilio, San Gregario Nacianceno, Ficino y Pla-
tón, sino solamente esto: si existe un alma del mundo, es bienaventurada o san-
tificable, y por tanto también las almas de las bestias y todas las partes del mundo.
Respondí f. ..] que si hay un alma del mundo auxiliar f. ..] las almas de las bes-
tias y las cosas naturales dotadas de sensibilidad no serían por ello bienaven-
turadas, en tanto que ellas no proceden de la sustancia o del influjo de dicha
alma, sino que participan del sentido común natural."
Conservemos de este texto dos indicaciones:
Cualquiera que sea de hecho el factor preponderante, está claro que estos
textos compuestos a lo largo de un período dilatado de tiempo, corresponden
a una evolución de la visión campanelliana de la naturaleza en su curso ordi-
nario. Habiendo partido de una posición filosófica que quería restituir a las
fuerzas de la naturaleza una autonomía, comprometida según Telesio por la
doctrina aristotélica de los motores incorpóreos, Campanella llegó a consi-
134
'fELEsro y CAMPANELLA: DE LA NATURALEZA JUXTA PROPRIA PRINClPlA
A LA NATURALEZA INSTRUMENTUM DEI
135
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
porque su ritmo está sometido a la voluntad divina. Esa concepción de los fenó-
menos celestes como irreductibles a la simple causalidad de los agentes físi-
cos es lo que Campanella pedirá a Galileo ratificar, con el escaso éxito que
podemos imaginar.
136
PLATONISMO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
Maurizio Torrini
Universita degli Studi di Napoli Federico 11
Todos, sin duda, recuerdan el prefacio dedicado al papa Pablo I1I, que acom-
paña a la obra maestra de Nicolás Copérnico, el De revolutionibus orbium caeles-
tium libri VI (1543). La investigación de la verdad incitaba al estudioso polaco a
superar su resistencia a afrontar el juicio del vulgo, pero, sobre todo, la ausencia
de armonía y de simetría en la reconstrucción de la imagen del mundo (una esta-
tua formada con trozos de otras estatuas) había sido la causa y el efecto del desa-
cuerdo entre los matemáticos para impulsarlo a ensayar una nueva concepción. «Para
hacerlo --continuaba Copérnico- comencé por recoger los libros de todos los filó-
sofos para ver si sería posible recabar diversas opiniones de las comúnmente acep-
tadas acerca del movimiento de las esferas del universo». Y los había encontrado:
en Cicerón y en Plutarco había leído que Nicetas (!cetas), Filolao el pitagórico, Herá-
elides Póntico y otros más habían defendido la movilidad de la tierra en torno al
sol. ¿Por qué, entonces, no volver a comenzar a partir de ahí? ¿por qué no probar
a pensar que, si se admite un cierto movimiento de la tierra, sería posible explicar
mejor la revolución de las otras órbitas celestes? Como su maestro Platón, también
Copérnico lleva a cabo un viaje, no en el espacio, sino en el tiempo: «se nos ha
transmitido -escribía en el De revolutionibus- que el pitagórico Filolao, excelente
matemático, pensaba que la tierra se mueve; y que, desde luego, se desplaza con
más movimientos; y que ella es uno de los planetas. Y justamente para encontrar
a tal matemático, Platón no dudó en trasladarse a Italia».
Así, el texto fundamental de la revolución científica arrancaba con una refle-
xión sobre los antiguos, con la recuperación de autores y textos olvidados y aca-
137
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA ClE CIA MODERNA
lIados por la tradición aristotélica y escolástica, en suma, con uno de los temas
centrales del Renacimiento: el regreso de los filósofos antiguos, regreso que no
se caracterizó por una recopilación erudita o meramente filológica, como muchas
veces se ha escrito, la cual sólo más adelante habría influido (por acumulación)
sobre el pensamiento filosófico y científico. Tal regreso presuponía una concep-
ción distinta del hombre y de sus cometidos, de su papel en la sociedad y en el
mundo, e influyó muy pronto no sólo en el pensamiento, sino en el obrar mismo
de los hombres, desde la pintura a la arquitectura, desde la política a la religión,
a la ciencia; y fundó efectivamente una nueva ciencia.
Copérnico también hace nuevas preguntas a los antiguos. Una de ellas se
refiere a la verdad de las cosas naturales, entendiendo por cosas naturales tam-
bién los movimientos de las esferas celestes. Pocos años después de la primera
publicación del De revolutionibus, un joven profesor de la Universidad de Wit-
tenberg, Georg Joachim von Lauchen, conocido con el sobrenombre de Rheti-
cus, que había conocido y visitado con frecuencia a Copérnico, editó una sínte-
sis del texto del astrónomo polaco, la Narratio prima, obra que gozó de un largo
éxito en la Europa culta. Más audaz que el maestro, Rheticus pretende explicar
el método y su significado con la ayuda de «el divino Platón, sumo sacerdote de
la sabiduría», cuando afirma «que la astronomía se ha inventado con la guía de
Dios». Copérnico, proseguía Rético, «siempre tiene ante sí las observaciones de
todas las épocas recopiladas junto a las suyas y ordenadas a modo de catálogo;
y dice además que, para establecer cualquier cosa o para aportar alguna contri-
bución a la ciencia y sus principios, pasa de aquellas primeras observaciones a
las suyas y pondera de qué manera concuerdan todas aquellas cosas entre sí. Su
trabajo -concluía Rético- me hizo entender el verdadero sentido de la enseñanza
de Platón y lo de que al matemático que investiga los movimientos de los astros
se le puede considerar semejante a un ciego que, teniendo para guiarse sólo un
bastón, tenga que llevar a cabo un camino largo, infinito, tortuoso f. ..]; el bas-
tón del astrónomo es precisamente la matemática o la geometría, con las que él
se atreve, por primera vez, a tantear el camino y a emprenderlo». Platón, las mate-
máticas: en la narración de Rético aparece, finalmente, una clara alusión al tema
del regreso de los antiguos.
Con Copérnico y con Rético estamos en la primera mitad del siglo XVI.
Habrá que subrayar esta fecha tan temprana, en la que la revolución astronómica,
guiada, como lo hace el bastón de un ciego, por la geometría, está marcada por el
signo de Platón. Eso fue y sigue siendo un punto crucial, cualquiera que sea el jui-
cio o la actitud que se quiera asumir frente al problema del platonismo y de la cien-
cia moderna. Desde un punto de vista meramente historiográfico, las discusiones
sobre este punto se han caracterizado (con aspectos polémicos también muy espi-
nosos) por un marcado contenido ideológico, especialmente en la primera mitad
de nuestro siglo. Una vez que de hecho se ha afirmado la conexión entre revolu-
ción científica y pensamiento moderno, de pronto, ha parecido evidente que la dis-
138
PLATONISMO y REVOLUCIÓ CIENTÍFICA
cusión sobre los caracteres de aquella revolución, sobre sus raíces y sobre sus pro-
cesos, se convertía en una discusión sobre el pensamiento moderno tout-court. No
por casualidad el propio Kant (autor, por otra parte, de una «revolución coperni-
cana» distinta y propiamente suya) en el prefacio a la segunda edición de la Crí-
tica de la razón pura (1787) había fijado el arranque de la filosofía moderna en
la postura de Galileo y Torricelli, ya que fueron los primeros en comprender «que
la razón ve sólo aquello que ella misma produce según su propio designio» y que
la razón ha de presentarse frente a la naturaleza «teniendo en una mano los prin-
cipios según los cuales, solamente, es posible que los fenómenos que concuerdan
tengan valor de ley, y en la otra mano el experimento, que ella misma ha ideado
según estos principios». Pues bien, afirmar las raíces platónicas de la revolución
que ha guiado a la ciencia moderna quiere decir, sobre todo, rechazar tanto las suges-
tiones sociológicas (la ciencia o el saber como producto de la sociedad) como los
nexos con la tradición escolástica y medieval, es decir con el aristotelismo y el
tomismo. Se trataba, por tanto, de afirmar, subrayando la inspiración platónica, el
momento de rotura de la tradición filosófica, poniendo de relieve lo novedoso, lo
revolucionario, aunque sin negar, por otra parte, el valor del experimento, de las
técnicas, de los descubrimientos geográficos y del saber artístico y artesanal; se
trataba de subrayar el carácter mental, ideal, de aquella revolución; como había
escrito Kant, precisamente, manteniendo los principios de la razón. Se entabló una
discusión en la que se vieron implicados desde [males del siglo XIX a la primera
mitad del nuestro muchos de los nombres más significativos de la cultura histó-
rico-filosófica, desde Duhem a Dilthey, desde Brunschvicg a Meyerson, desde Cas-
sirer a Koyré, desde Burtt a Crombie, desde Olschki a Tannery, desde Strong a
Randall, por citar sólo a los más conocidos.
Sería vano (e incluso se ha hecho) buscar para cada afirmación, para las tesis
e incluso para las aparentes citas de Copérnico o de Kepler, de Galileo o de sus
alumnos las respectivas correspondencias de los textos de Platón o·de los platóni-
cos antiguos. También para los protagonistas de la revolución científica la procla-
mada adhesión a Platón y al platonismo tiene un marcado carácter ideológico y filo-
sófico simétrico (Y, por tanto, distinto, obviamente) a la de los historiadores de nuestro
siglo. Declararse platónicos para Copérnico, para Galileo, para Kepler, quería decir,
sobre todo, proclamarse no aristotélicos y, a menudo, desde luego, contra Aristó-
teles; una toma de postura en absoluto vaga, sino bastante precisa, que se fundaba
en pocos puntos estrictamente conectados: el uso de la matemática en la filosofía
natural, la autonomía del saber científico-filosófico, la desvalorización de la expe-
riencia sensible como guía hacia el conocimiento del mundo físico.
Esos puntos están estrechamente ligados, ya que el reconocimiento de la
geometría como guía -ya sea como bastón (Copérnico), ya como alfabeto (Gali-
leo)- para el conocimiento de la realidad natural implicaba (es más, exigía) la
separación y la negación de que el conocimiento se pudiera fundar en la corres-
pondencia con los datos sensibles. En esto se produce ciertamente una gran revo-
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
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PLATONISMO y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
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PLATONISMO y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
sucedido que Dios hubiese dispuesto el universo a semejanza de los cinco cuerpos
regulares».
La matemática, la geometría y la física finalmente se unificaron en un único
plano del conocimiento, igual que única y sola es la verdad. «Los aristotélicos
-escribía Galileo- sostienen que una cosa es tratar las cuestiones por medio de
la física , y otra por medio de las matemáticas, y que los geómetras deberían per-
manecer al margen de los subterfugios de aquélla y no relacionarse con las mate-
riasfilosóficas, cuyas verdades son distintas de las verdades matemáticas. Como
si lo verdadero pudiera ser más que uno; como si la geometría en nuestros tiem-
pos fuese un obstáculo para la adquisición de la verdaderafilosofía; como sifuera
imposible ser geómetra y filósofo». Para eso viste Copémico «la indumentaria
del filósofo», para indagar en el «problema de la verdadera constitución» del uni-
verso; por eso son filósofos Aristarco y Apolonio, Pitágoras y Arquímedes y, sobre
todo, Platón; por eso la afirmación y la aceptación de Copémico es fundamental
para Galileo, porque ratifica por primera vez el trasvase entre matemática y física,
sin el cual «la filosofía no merece el nombre de ciencia sino, más bien, de opi-
nión».
y Arquímedes, como Copémico y quienquiera que se haya mantenido fuera
de las estériles discusiones aristotélicas sobre el movimiento, sobre los graves,
sobre el espacio, sobre las cualidades, sobre la materia, quienquiera que haya inten-
tado indagar libremente «descargado de toda obligación e intención», como dirá
Sagredo en el Diálogo, quienquiera que pretenda <ifilósofar libremente, y no como
si estuviera regido por una especie de gramáticafilosófica o de unafilosofía gra-
matical», indagando en «el libro hermoso y extenso de la naturaleza», desligado
de la «sofistica» de quienes han empeñado «esta infeliz ciencia» «en los muy indig-
nos cepos de las opiniones aristotélicas», podrá y deberá vestir la indumentaria
del filósofo; y, por tanto, también Platón. A finales del siglo XVII el napolitano
Francesco D'Andrea escribía: «sin embargo, la alabanza por haber instaurado
la ciencia de las cosas de la naturaleza, en la cual consiste la verdadera filoso-
fia, estaba reservada a nuestro siglo y, particularmente, al gran Galileo Galilei,
quefue el primero en renovar el antiguo precepto de la escuela de Platón de hacer
que la matemática sirviera para la adquisición de las realidades físicas».
Hay pues otro Galileo en relación con Platón, aquél al que evoca a princi-
pios de nuestro siglo, en la gran obra dedicada al problema del conocimiento, Emst
Cassirer, y que, poco a poco, con el propio Cassirer, con los ya citados Koyré, Meyer-
son, Brunschvicg y antes desde Paul Tannery hasta Thomas Kuhn, ha producido
tanta y a menudo provechosa literatura sobre Galileo y la revolución científica.
Temas, tesis, ensayos, muy conocidos y discutidos para volverlos a citar.
Son autores en los cuales se podría hoy apreciar un marcado origen neokantiano,
una excesiva reducción de la historia del pensamiento filosófico a la problemá-
tica gnoseológica, una cercanía, casi familiar, a la ciencia contemporánea que habría
acentuado su proximidad por los métodos y los modelos físico-matemáticos. Sin
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
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PLATONISMO y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
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KEPLER, GALILEO Y LA DEFENSA DEL SISTEMA
DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓN DE UNA ESTRATEGIA
Isabelle Pantin
Universidad de París - Observatorio de París
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GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIENCIA MODERNA
I Roben S. Westman, "The Melanchthon circle, Rheticus, and the Wittenberg interpretation of the Coper-
nican theory", [sis, 66 (1975), pp. 165-193; J. R. Christianson, "Copernicus and the Lutherans", Sixte-
enth Century Journal, 4 (1973), pp. 1-10; Bruce Moran, 'The Universe of Philip Melanchthon: criticism
and use of the Copernican theory", Comitatus, 4 (1973), pp. 1-23.
2 Por ejemplo Peucer, Hypotyposes orbium coelestium quas appellant theoricas planetarum: congruen-
tes cum tabulis Alphonsinis et Copernici, seu etiam tabulis prutenicis: in usum scholarum publicatae,
1.ª ed. anónima, Strasbourg, 1568; edición fIrmada, Wittenberg, 1571.
3 Owen Gingerich, "The role of E. Reinhold and the Prutenic Tables in the dissemination of the Coper-
nican theory: Johannes Praetorius, Tycho Brahe and Michael Maestlin", en R. S. Westman ed., The Coper-
nican Achievement, Berkeley, 1975.
148
KEPLER, GALILEO y LA DEFENSA DEL SISTEMA DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓN DE UNA ESTRATEGIA
4Girolamo Fracastoro, Homocentrica, Venecia, 1538. Giovanni Magini, Novae coelestium orbium the-
oricae congruentes cum observationibus N. Copernici, Venecia, D. Zenarius, 1589.
149
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
verso, que ha sido creado por un Dios geómetra, es un verdadero sistema armó-
nico en el que todos los elementos son interdependientes. Por tanto sólo puede
ser verdadera aquella teoría astronómica que responde a esta condición. Éste es
el caso de la teoría de Copérnico, a diferencia de la de Ptolomeo, que se conten-
taba con presentar una colección de modelos geométricos sin relaciones esenciales
entre sí. A lo largo de toda su carrera, Kepler no hará otra cosa que demostrar la
coherencia y la armonía del universo heliocéntrico.
Al final de sus estudios Kepler, que por un tiempo quiso ser pastor pro-
testante, aceptó el puesto de mathematicus en la Stiftschule de Graz. Allí pasará
un tiempo, entre 1594 y 1600, redactando su primer libro, el Mysterium cos-
mographicum, que aparecería impreso en 1596. Esta obra representó su primera
tentativa de demostrar la armonía que subyace en el orden del mundo. Su inten-
ción fue descubrir las relaciones geométricas que determinan la sucesión de los
seis planetas y sus trayectorias. Después de algunos ensayos infructuosos Kepler
encontró una solución: el número de planetas y sus distancias respecto al Sol se
explican por la interposición, entre cada una de ellas, de uno de los cincos polie-
dros regulares del modelo. Este ajuste geométrico perfecto concuerda casi exac-
tamente con las medidas dadas por Copémico, lo cual' ofrecía una verificación
incontestable.
Kepler se entusiasmó tanto con su descubrimiento que quiso dar a cono-
cer su libro a los matemáticos más destacados de Europa, comprendidos los de
países católicos. En Italia no conocía a nadie pero confió dos ejemplares de su
obra a un amigo, Paul Homberger, para que a su juicio los distribuyera entre
.los mejores matemáticos 5 • El nombre mismo de Galileo le era aún desconocido
cuando recibió una carta de agradecimiento firmada por él. Esta carta había sido
escrita en Padua el 4 de agosto de 1597 nada más recibir el libro y contenía
una confesión sorprendente: "[te leeré] con tanta atención como la que le he
dedicado a la teoría de Copérnico desde hace años 6 " (id autem eo libentius
faciam quod in Copernici sententiam multis abhinc annis venerim). Esta decla-
ración de copemicanismo constituye la información más sustanciosa de una misiva
redactada deprisa por un Galileo que todavía no había más que hojeado el pre-
facio del Mysterium.
'Véase su carta a Maestlin: "He enviado recientemente a Italia dos ejemplares de mi opúsculo (o, mejor
dicho, el tuyo) que han sido recibidos gratamente y con mucho interés por el matemático de Padua l/a-
mado Galileo Galilei, según figura en su firma. En efecto, también él ha adoptado la doctrina coperni-
cana desde hace años. Ha enviado un ejemplar a Roma y desearía poder disponer de más ejemplares"
(G. W. XIII, n. Q 75, p. 143). Hamberger había dado dos ejemplares a Galileo, lo cual revela el prestigio
de ·este último.
• G. W. XIII, n. Q 73, p. 130. GaWeo ocupa en ese momento la cátedra de matemáticas de la Universidad
de Padua (que depende de la República de Venecia). Allí enseña geometría, la "esfera" (es decir, las bases
de la cosmología) y la mecánica. Sus investigaciones se dirigen principalmente al estudio de la caída
libre de los cuerpos y la aceleración del movimiento. Todavía no ha publicado nada.
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KEPLER, GALILEO y LA DEFENSA DEL SISTEMA DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓN DE UNA ESTRATEGIA
Para nosotros esta carta constituye, junto a otra del mismo año, el primer
testimonio de la adhesión de Galileo al copemicanismo que, si bien es un testi-
monio precioso, es poco explícito y aislado. Como hemos visto, el clima es muy
poco favorable en Italia a finales del siglo XVI para la difusión de ideas nuevas,
pero existían igualmente factores para propiciarlas. Gracias al desarrollo de la lite-
ratura astronómica y a la circulación de libros la información es accesible. Gali-
leo había podido leer las principales obras de los astrónomos alemanes y la corres-
pondencia de Tycho Brahe, aparecida en 1596, que contiene las discusiones
mantenidas con Rothman sobre la cuestión copemicana. Por otro lado, vivía en
Padua, pero con frecuentes contactos con Venecia, dos ciudades particularmente
tolerantes y abiertas a los intercambios culturales. Frecuentaba el círculo de Pine-
lli y Paolo Sarpi, él mismo ya copemicano confeso.
Aunque no conocemos bien cómo fue su progreso, en esta carta manifiesta
haber encontrado en Kepler un "compañero... en la búsqueda de la verdad", uno
de esos raros colegas "que no profesan una forma perversa de filosofar", y en
ella justifica su elección:
151
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
7 G. W. XIII, n.º 76, p. 145 (13 de octubre de 1597): "I1I qua ratione, mostratis litteris (quorsum etiam
mihi tuae prosunt), opinionem hanc in animis doctorum excitare potest, quasi omnes ubique professo-
res mathematum consentirent".
8 El ojo descrito por Kepler no era sólo una cámara oscura sino, de forma algo aproximada al futuro teles-
copio, un aparato óptico en el cual los rayos luminosos salidos de cada punto del objeto observado sufrían
refracciones, focalizaciones e intersecciones para finalmente producirse una correspondencia punto por
punto entre el objeto y su imagen invertida "pintada" sobre la retina.
152
KEPLER, GALILEO y LA DEFENSA DEL SISTEMA DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓN DE UNA ESTRATEGIA
153
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
que las estrellas metamorfoseen el paisaje del cielo nocturno. Aparecen gran can-
tidad de nuevas estrellas y la Vía Láctea ya no se ve como una nube sino como
un gigantesco conjunto de pequeños astros, si bien la explicación de esta forma-
ción queda de momento en suspenso. Enseguida llega el descubrimiento de los
satélites de Júpiter, con lo que se puede probar que es posible la existencia de
varios centros de movimiento en el universo, cosa que ya Copérnico había sos-
pechado, al asignar a la Tierra el lugar de centro secundario de movimiento con
la Luna girando a su alrededor. Al final del libro, Galileo afirma que en esta cues-
tión hay un buen argumento para calmar los escrúpulos hacia el copernicanismo
de aquellos que aceptarían el heliocentrismo de no estar desalentados por la cues-
tión de la anomalía de la Luna.
Con la publicación del Sidereus nuncius Galileo asume abiertamente parti-
cipar en el gran reto del siglo XVII, la lucha para conseguir que la nueva concep-
ción de la naturaleza, regida por la astronomía copernicana, fuera reconocida y acep-
tada. Desde ese momento Galileo se encontró en una situación de semirrivalidad
y semicolaboración con Kepler. Pese a que el Sidereus nuncius tuvo una tirada
limitada, el libro fue muy pronto conocido en toda Europa9 • Su aparición desen-
cadena aquí y allá encendidas reacciones a menudo hostiles. Se podría pensar que
en ese momento los copernicanos aunarían esfuerzos para apoyar a un aliado pero,
al menos en un primer momento, esto no fue así. Para los matemáticos alemanes
Galileo no era nada recomendable. Era italiano y católico y, por otro lado, no se
había dado a conocer como un gran especialista de trigonometría, un observador
profesional o un calculador de tablas astronómicas. Antes de 1610 no había publi-
cado más que un pequeño opúsculo sobre el uso de un compás geométrico, por lo
que parecía excesiva la manera de anunciar esos descubrimientos sensacionales y
que hablara con autoridad sobre una cuestión tan importante como el heliocen-
trismo. Por ello Galileo recibe acusaciones de falta de honestidad. Mentiroso y
astuto como todo buen florentino habría robado el telescopio a los holandeses y
usurpado o inventado sus descubrimientos. La solidaridad copernicana se da sólo
en Kepler. En tales circunstancias, éste hizo más de lo que en principio se le pidió.
El embajador de la Toscana en Praga lo llama para conocer la opinión de un experto
sobre los sucesos que venimos relatando y responde en nombre de la libertad de
filosofar haciendo que su Dissertatio cum nuncio sidereo se imprima primero en
Praga, para ir más rápido, y más tarde en Frankfurt para asegurarse una mayor
audiencia. En este libro no expuso más qu~ críticas moderadas haciendo hincapié
en lo esencial, esto es, la renovación de la visión del mundo que aporta el "men-
sajero" galileano. Explicaba que, como alemán, no tenía porqué ayudar a un ita-
liano, pero que la búsqueda de la verdad debía pasar por encima de todo.
9La primera edición del Sidereus tuvo una tirada de 550 ejemplares. Véase Galileo Galilei, Opere, ed.
Nazionale, a cura di A. Favaro (=E.N.), t. X, p. 300.
154
KEPLER, GALILEO y LA DEFENSA DEL SISTEMA DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓ DE UNA ESTRATEGIA
Kepler demostró al hacer pública su postura que era fiel a su proyecto ini-
cial de unión de los astrónomos copemicanos, que desembocaría en un recono-
cimiento universal del heliocentrismo. Pero quisiera insistir en otro aspecto. En
su libro, Kepler no se limitó a felicitar a Galileo por sus descubrimientos, sino
que situó su obra en un contexto más vasto dentro de la historia de la cosmolo-
gía y la compara con otras, en particular con la suya. Con lo cual dejó claro que
era consciente de las diferencias existentes entre sus métodos.
Para Kepler, Galileo no era un filósofo universal: aunque muestra una habi-
lidad inigualable en la descripción y el análisis de los "efectos naturales", pasa
muy rápido por encima de la búsqueda de las causas. Cada vez que Kepler se
ocupa de evaluar la obra de Galileo distingue dos funciones complementarias pero
distintas; por un lado, la penosa deducción de causas invisibles y, por otro, la explo-
ración del mundo visible. Esto se expresa, por ejemplo, cuando Kepler pone en
evidencia hasta qué punto el genial manipulador del telescopio desconocía todo
lo relativo a los principios de la óptica e incluso no hacía ningún esfuerzo para
comprenderlos mejor, ya que parecía no haber leído sus propios trabajos sobre
la cuestión. Lo mismo se manifestó en otra serie de ideas confrontadas.
Para resaltar sus propios méritos, y también sus límites, al autor del Side-
reus lo compara con otros descubridores, por ejemplo, con los verdaderos inven-
tores del telescopio, los artesanos holandeses, y con los teóricos de la óptica, DelIa
Porta, Kepler mismo o incluso con Colón. En cada ocasión opone el genio teó-
rico y la intuición a priori al genio práctico que permite verificar los hechos.
Al comienzo del capítulo sobre los satélites, Galileo es comparado con Gior-
dano Bruno, el cual ya había avanzado en parte aquello que el "mensajero celeste"
"acababa de ver con sus ojos", es decir, una multitud de estrellas desconocidas.
Es el momento de elogiar el papel desempeñado por aquellos que "por medio
del pensamiento adelantan a la experiencia transitando por campos análogos de
la filosofía" . Los precursores y los especuladores se enfrentan a los experimen-
tadores y Kepler examina su propio caso. Reconoce su deuda contraída con otros
precursores (Euclides, Platón, Copémico) pero se reserva el mérito (evidentemente
superior) de haber pasado de la simple representación matemática del universo
que daba el De revolutionibus a la aprehensión de las causas profundas. Si Copér-
nico sólo había elaborado el retrato del mundo tal y como es, Kepler había lle-
gado hasta el "porqué", penetrando en las razones matemáticas gracias a las que
Dios ha ordenado su creación.
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GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIENCIA MODERNA
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KEPLER, GALILEO y LA DEFENSA DEL SISTEMA DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓN DE UNA ESTRATEGIA
10 Antes formulada en el Discorso del flusso e reflusso del mare, enviado en 1616 al cardenal Alessan-
dro Orsini.
11 Véase sobre todo G. w., xvn, pp. 293-294.
12 Massimo Bucciantini, "Dopo il Sidereus nuncius: il copemicanesimo in Italia tra Galileo e Keplero",
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GALILEO y LA GESTACiÓN DE LA CIENCIA MODERNA
La situación es en ese momento muy grave, pero sólo del lado del mundo
católico. En 1615 las posturas filosóficas adoptadas por Galileo (y el eco que
éstas comienzan a encontrar en Italia, comprendidos ciertos miembros de la Igle-
sia) le han hecho víctima de denuncias que provocan que el Santo Oficio estu-
die su caso y sobre todo la cuestión del problema general del heliocentrismo. El
padre Francesco Ingoli escribe en ese momento, bajo la forma de una carta a Gali-
leo, una Disputatio de situ et quiete terrae contra Copernici systema que jugará
un importante papel en la decisión final, que fue introducir en el Índice el De revo-
lutionibus "hasta que sea corregido" (resuelto en 1616 y publicado en 1620). Kepler
se mantiene informado de lo que pasa en Italia a través de algunos amigos 13 • Puede
así leer la Disputatio de Ingoli en junio de 1617 y se toma el tiempo de respon-
der extensamente a sus objeciones contra el movimiento de la tierra en la pri-
mavera de 1618 14 •
Su intervención no tuvo ningún éxito 15 • Al contrario, ve que su libro más
reciente, el Epítome, es introducido en el Índice. Galileo sigue actuando con
indiferencia hacia su colega. Rechaza incluso con obstinación interesarse por
sus leyes del movimiento planetario l6 . Aunque éstas estén llamadas a ser las
premisas de una auténtica "física celeste", le parece que, sin duda, estas leyes
continúan circunscribiendo el heliocentrismo al pequeño universo de los mate-
máticos, a estar condenadas a no ser comprendidas más que por una pequeña
élite 17 • Galileo se sintió fuertemente impresionado por la condena de 1616, pero
no dejó de trabajar para conseguir que la nueva filosofía triunfara, en los libros
que escribió en italiano para el público culto de la Corte de Toscana y para la
Corte papal. En lugar de buscar cómo convencer a los matemáticos de Europa,
se inclinó más hacia los cardenales romanosl 8 y muy pronto hacia el Papa mismo
cuando, por azar, el florentino Maffeo Barberini es entronizado como Urbano
VIII en 1623 19 • Esta actitud que lleva a Galileo a ignorar, o incluso en oca-
siones a despreciar, los trabajos de los astrónomos alemanes termina por moles-
13 A través de su "discípulo" Vincenzo Bianchi, de Remus Quietanus (médico y astrónomo alemán que
se había establecido en Roma después de haber estudiado en Padua), y de Tommaso Mingoni, médico
imperial en Praga.
14 Kepler, G. W., 1. XX, 1, p. 168 ss. Véase el análisis de Massimo Bucciantini, Contro Galileo. Al/e ori-
17 Galileo reconoce que Kepler es un espíritu libre, pero diférente a él (19 nov. 1634, en Micanzio E. N.,
nº 3018).
18 Sobre las relaciones entre Galileo y sus círculos preferidos véase Mario Biagioli, Galileo courtier, Chi-
cago, 1993.
.. !9 Sobre el impacto de esta elección véase P. Redondi, Galileo eretico, Turín, 1983.
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KEPLER, GALILEO y LA DEfENSA DEL SISTEMA DE COPÉRNICO:
LA ELECCIÓN DE UNA ESTRATEGIA
tar a Kepler20 • Cuando en una discusión sobre la naturaleza de los cometas Gali-
leo ataca los trabajos de Tycho Brahe, se propone defenderlo publicando un Tycho-
nis... Hyperaspistes (Frankfurt, 1625)21. Este libro, que contiene un apéndice
en el que se introducía una crítica bastante severa del Saggiatore de Galileo
constituye, simbólicamente, el último encuentro entre los dos astrónomos (Kepler
morirá en 1630), que trasluce claramente el desacuerdo de dos copernicanos.
CONCLUSIÓN
20 En su Admonitio ad bibliopolas exteros, praesertim Italos (1619), Kepler se queja de los imprudentes
que comprometen su propia causa (señalando probablemente a Galileo): "In uno terrae motu cuca Solem
annuo difficultas oritur; eO quod itnportunitate quorundam, dogmata astronomica loco non suo, ne qua
par erat methodo, proponentium, effectum est, ut lectio Copernici, quae ab annis paulo minus octiginta
(ex quo Paulo III Summo Pontifici opus dedicatum) liberrima fuit; suspensa porro sit, donec emende-
tur" (G. w., VI, p. 543).
21 Véase también E. N., XIII, p. 299 Yla carta del 11 de enero de 1626 en la que Galileo, tras la lectura
del Hyperaspistes, presume de no haber comprendido casi nada hasta el appendix, quizás por la "stra-
vaganza dello stile dell'autore" (E. N., XIII, p. 301).
159
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Preferiría mencionar, para terminar, algo que les acercó: ambos tuvieron
en común la posibilidad de establecer sus hipótesis y desarrollar la interpretación
de sus resultados dentro del contexto riguroso de una concepción del universo
en definitiva bastante parecida. Aunque Galileo fue menos místico que Kepler,
y menos guiado por la abstracción, creía también en la inflexible coherencia de
la naturaleza.
160
LOS COMETAS Y GALILEO
John Beckman,
Instituto de Astrofísica de Canarias
161
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
162
Los COMETAS Y GALILEO
masa. Según esta idea el Sol debe tener el 99% del momento angular y no el 1%.
La explicación de esta discrepancia es que el Sol tenía (y tiene) un viento de par-
tículas que se escapan de su superficie con alta velocidad y que interactuaron con
el gas que formó los planetas, transfiriendo casi todo el momento angular del Sol
original a los planetas.
La razón de describir este proceso, que parece tener poco que ver con los
cometas, es que refleja una conocida idea de Galileo que ha sido muy criticada
por inverosímil. En su carta a Castelli (1), donde interpreta la famosa escena bíblica
de Josué con el Sol parado en el cielo, Galileo ofrece la hipótesis de que no era
el movimiento orbital sino la rotación del Solla que se paró por el milagro, y que
este parón podía causar el cese temporal de la rotación de cada planeta sobre su
eje, deteniendo así la secuencia de día y noche en la Tierra, dentro de un marco
copemicano del Sistema Solar. La idea subyacente era que la rotación de los pla-
netas se controla de forma más o menos directa por la rotación del Sol mediante
un mecanismo no conocido. Si aceptamos que la única forma de interacción entre
el Sol y los planetas es y ha sido la
de la gravedad, esta idea nos parece
absurda y pone en cuestión el sentido
de la física de Galileo. Sin embargo, M
el viento solar, descubierto hace
sólo medio siglo, y ahora conocido
como una propiedad de cualquier
estrella en mayor o menor grado, es
exactamente un efecto que emana del
Sol y que ha afectado fuertemente a
la rotación de los planetas en sus órbi-
tas y en sus ejes. Ironías de la Cien-
cia y de los juicios históricos que se
hacen sobre ella. De todos modos, la e D
teoría de Galileo era obviamente erró-
nea y la mejor manera de considerar
la historia bíblica original sería, Figura 2. Esquema de la segunda ley de movimiento
como en cualquier buena historia de planetario de Kepler. Para que un objeto barra áreas
ciencia ficción, la de una en la que iguales en tiempos iguales, tiene que moverse mucho
más rápidamente en el arco AB que en el arco GH
las leyes de la física se pueden abo-
lir para crear una narración atractiva.
Además de los planetas, el Sistema Solar contiene cuerpos menores: asteroi-
des, meteoritos, y cometas. Los asteroides son planetas menores, con órbitas casi
circulares, pero los cometas tienen órbitas muy alargadas con los perihelios muy cerca
del Sol y los afelios mucho mas alejados que Neptuno y Plutón. Todos los que obser-
vamos tienen órbitas elípticas: son miembros del Sistema Solar, pero éstas son tan
grandes que, salvo cuando están muy cerca del Sol, parecen moverse en línea recta.
163
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
164
Los COMETAS Y GALILEO
que formó el Sistema Solar se encuentra en las afueras del Sistema, a casi la mitad
de la distancia de la estrella más cercana. Esta nube tiene la forma de un enjam-
bre de pequeños cuerpos; rodeados por un gas tenue, que contiene desde partí-
culas muy pequeñas de polvo hasta objetos del tamaño de un asteroide (unas dece-
nas de kilómetros de diámetro). Un nódulo de los grandes consiste en una mezcla
de materiales a los que llamamos piedra, con materiales a los que llamamos hielo.
Hay una tendencia secular y lenta de los trozos más grandes de este material a
crecer debida a la incorporación de las partículas de su entorno bajo la acción de
su gravedad. La nube, antes de la formación del Sol y de los planetas, llega a tener
la forma de un disco porque la fricción interna de cualquier nube en rotación alre-
dedor de un eje adopta esta forma, que se repite en todas las escalas de los cuer-
pos gravitatorios en rotación del Universo, tales como las galaxias, o los discos
alrededor de los agujeros negros. La forma característica de disco se impone con
relativa rapidez en un gas en el espacio, más rápidamente que los procesos que
dan lugar a cuerpos del tamaño de una estrella o un planeta. Así, cuando el mate-
rial del Sistema Solar estaba tan comprimido como para que se formasen el Sol
y los planetas, su estructura era la de un disco, con un eje común de rotación.
Ésta es la razón física por la que los planetas giran en sus órbitas en un plano, el
plano de la eclíptica, y por la que tanto el Sol como los planetas tienen sus ejes
de rotación no muy lejos de la perpendicular a ese plano.
La parte más externa de la nube del Sistema Solar contiene muchos come-
tas. Son de un tamaño similar al del Teide y están formados por una mezcla de
piedra y hielo. Esa nube se llama "la nube de Oort"; su existencia la propuso Jan
Oort para explicar un aspecto llamativo de la fenomenología de los cometas. El
cometa más conocido es el Cometa Halley, que se acercó al Sol y a la Tierra por
última vez en el año 1986, y vuelve cada 76 años. Hay un buen número de come-
tas con periodos de no muchos años, los cometas de periodo corto. En los años
60 las observaciones de la cantidad de material que se perdía de un cometa cada
vez que hacía una pasada alrededor del Sol, permitieron a Oort calcular que un
cometa del tamaño del Halley debía tener una vida de unos 10 millones de años
antes de disiparse por completo. Pero mediante observaciones espectroscópicas
de las razones isotópicas de oxígeno y carbono en los cometas, ya se sabía que
tenían una composición similar a la del Sistema Solar en la época de su forma-
ción. Es decir, un cometa debe tener una vida efectiva de unos 5 mil millones de
años. La aparente incompatibilidad entre estas dos mediciones fue resuelta por
Oort. Su teoría, ahora considerada como la única capaz de explicar las observa-
ciones cuantitativas, es que hay una nube de cometas -resto de la parte exterior
de la nube que dio lugar al Sistema Solar- permanentemente in situ a una dis-
tancia entre 50.000 y 150.000 unidades astronómicas del Sol (el límite exterior
está aproximadamente a la mitad de la distancia de la estrella más cercana). En
su estado de equilibrio, estos cuerpos tienen órbitas casi circulares, con veloci-
dades orbitales muy bajas alrededor del Sol, de acuerdo con la tercera ley de Kepler.
165
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
La forma original del modelo de Oort predice que, con intervalos de unos 10 millo-
nes de años, el Sol y alguna estrella se acercan durante sus órbitas alrededor de
la Galaxia de tal forma que la estrella se encuentra dentro de la nube de los come-
tas, la "nube de Oort". Su presencia perturba de forma más o menos fuerte las
órbitas de los protocometas. En la gran mayoría de los casos, esos protocometas
son expulsados del Sistema Solar y capturados por la estrella, o bien se encuen-
tran en una órbita libre dentro de la galaxia. Pero en un pequeño número de casos,
la perturbación de la estrella envía el cuerpo cometario casi directamente hacia
el Sol. Entonces, el cuerpo adquiere una órbita muy alargada, y en su acercamiento
al Sol la combinación de la radiación y el viento solar liberan la materia conge-
lada de la parte más superficial. Eso da lugar a la imagen clásica de un cometa,
con el núcleo, la parte sólida formada por piedra y hielo, una "coma" brillante
donde se concentra la parte más importante de los gases liberados por los efec-
tos de la proximidad del Sol, y una cola más o menos larga, formada por una nube
muy larga y tenue de gas expulsado del cometa y que es empujado hacia afuera
por la presión de la radiación solar y de su viento. Aunque el cuerpo sólido del
cometa, el núcleo, puede tener el tamaño de una montaña terrestre, la coma puede
tener un diámetro mas grande que un planeta, y la cola puede llegar a una lon-
gitud comparable a la distancia Tierra-Sol. La cola es tan tenue que si pasara por
la atmósfera de la Tierra, sus efectos serían totalmente despreciables y así, los
antiguos temores por la integridad del planeta Tierra como consecuencia de los
cometas no tienen fundamento (El impacto del núcleo de un cometa sobre la Tie-
rra, que sería similar al de un asteroide pequeño podría causar gran daño, sobre
todo climático. Pero las probabilidades no son muy altas por unidad de tiempo).
El empuje de la radiación y del viento solar hacen que la cola de un cometa siem-
pre salga del núcleo en una dirección básicamente opuesta al Sol.
Hay un par de detalles más que merecen ser explicados. En general hay
dos tipos de colas que suelen aparecer simultáneamente: colas del llamado tipo
166
Los COMETAS Y GALILEO
I Y de tipo II. Una cola de tipo II se compone de partículas finas de polvo (5),
que responden a la presión de la radiación solar, mientras la cola de tipo I se com-
pone de iones (6), átomos cargados, que responden al flujo de partículas en el
viento solar. A menudo las dos colas del mismo cometa se pueden observar por
separadas, porque la cola de polvo va directamente a lo largo del radio Sol-cometa,
mientras la de plasma (de los iones), adopta una dirección que es la resultante de
la velocidad del viento solar y la del cometa, y las dos direcciones no son idén-
ticas, aunque no se separan mucho entre sí.
Las investigaciones sobre los cometas siguen muy activas. Ahora se sabe
que hay una parte de la nube de Oort, la "nube interna de Oort" (7), efectiva-
mente ligada al Sol, de donde provienen los cometas que pueden llegar cerca de
la Tierra, y donde residen entre 1 y 10 millones de ellos (8). Pueden parecer muy
numerosos, pero la masa total de ellos es entre diez y cien veces la masa de la
tierra, mucho menor que la masa del Sol.
Hay una cuestión clave para explicar el porqué algunos cometas tienen perio-
dos cortos. Un cometa que inicia una órbita desde dentro de la nube de Oort tarda
unos cinco millones de años en llegar cerca del Sol, lo que implica un período orbi-
tal de alrededor de diez millones de años. Tal cometa pasará casi toda su órbita en
movimiento muy lento, con un aspecto totalmente sólido y congelado, sin coma ni
cola. Tiene solamente un breve periodo de gloria, su cita con el Sol, de unas sema-
nas, cuando se viste de gala para el ojo humano. Una órbita así no se distingue de
la de un objeto que llega desde fuera del Sistema Solar; así, hasta hace poco tiempo,
se suponía que muchos cometas eran cuerpos con origen fuera de nuestro Sistema,
claramente distintos a los miembros del mismo, como el cometa Halley, con perio-
dos de decenas de años. Ahora sabemos que los cometas con periodo corto no son
diferentes en su origen, sino que viajan así porque en un pasado no muy distante
fueron perturbados al pasar cerca de un planeta, el más influyente de los cuales es
Júpiter, debido a que su masa excede a la suma de las masas de los demás plane-
tas. Todos los cometas empezaron en la nube de Oort, pero algunos reciben un impulso
de la gravedad de Júpiter que afecta a sus órbitas y que puede reducir sus periodos
drásticamente. Estos cometas son realmente de la familia Sol-Júpiter, más que del
Sol solamente. Un ejemplo de ellos es el cometa Shoemaker-Levy, de triste memo-
ria, que terminó su vida violentamente chocando contra la atmósfera joviana.
167
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
mera, debida a Aristóteles (9), consideraba a los cometas como objetos meteoro-
lógicos, y la segunda, cuyo defensor principal en la época clásica fue Séneca, era
la de la naturaleza planetaria de los cometas. La razón por la cual Aristóteles con-
sideró a los cometas como fenómenos terrestres fue su evidente cambio de forma,
que era incompatible con su pertenencia a las inmutables esferas translunares. Su
explicación de los mismos es que ciertos vapores telúricos suben por la atmósfera
terrestre hacia la esfera lunar donde, por roce giratorio, se calientan y se encien-
den, dando lugar a una emisión de luz de forma más o menos alargada. Esta idea
estaba en contradicción con otras teorías que defendían la idea de que un cometa
es una unión de planetas conocidos (Anaxágoras y Demócrito) o simplemente un
tipo de planeta que se deja ver a intervalos largos (Hipócrates de Quíos, y Esquilo).
Según los últimos, la cola es una reflexión de la luz del Sol en la humedad cer-
cana al planeta, y que se ve en ciertas orientaciones. La teoría de Aristóteles es
coherente con su cosmología, y explica no solamente la fenomenología de un cometa,
sino sus supuestos efectos en la Tierra. Así, si hay una aparición de cometas con
cierta frecuencia, a ésta siguen vientos calurosos y sequías debido a la abundan-
cia del elemento fuego en ese momento. La teoría de los cometas está descrita en
el primer libro de la "Meteorología" de Aristóteles, de acuerdo a su distinción fun-
damental entre la zona supralunar, donde el movimiento es eterno y circular, y el
cambio y la corrupción no son posibles, y la zona sublunar en la que el movimiento
es transitorio y rectilíneo hacia el centro, con materia corruptible. Para derrocar
esta teoría de los cometas había que derrocar toda una cosmología, lo que explica
la longevidad histórica de la teoría de cometas de Aristóteles.
La otra teoría sobre la naturaleza de los cometas en la época de la ciencia
greco-romana proviene de Séneca (lO), casi tres siglos después de Aristóteles.
Séneca era un estoico y una figura más literaria que científica, pero su estilo ameno
y al mismo tiempo riguroso sobre temas de filosofía natural hizo de su obra un
punto de referencia hasta el siglo xv. Las Cuestiones Naturales es una obra de
siete volúmenes sobre fenómenos de la naturaleza, muchos de ellos de meteoro-
logía y de geografía física. En ella Séneca trata los cometas en el primer tomo,
y sobre todo en el séptimo dedicado enteramente a ellos. Séneca compara y con-
trasta los cometas y los planetas. Su punto de vista sobre los cometas ilustra una
mentalidad muy diferente a la de Aristóteles. El estudio de los cometas es para
él un elemento más en la búsqueda de una respuesta a la cuestión de la natura-
leza de los objetos en el Universo, sin hacer ninguna distinción entre lo supralu-
nar y lo sublunar, entre lo permanente y lo temporal. Su actitud es humilde ante
los hechos observacionales, y este aspecto lo asemeja a un científico experimentalista
moderno; considera varias teorías sobre la naturaleza de los cometas y las deses-
tima, como la de que un cometa es la unión de dos o más planetas, incluso de
muchos que no son normalmente visibles pero que se hacen visibles al agru-
parse. Su argumento en contra es que un planeta muestra una secuencia de inten-
sidades de más a menos luminosas, y después de menos a más, según su órbita
168
Los COMETAS Y GALILEO
circular, mientras que un cometa aparece con un máximo brillo, que disminuye
sistemáticamente. También descarta Séneca la teoría según la cual los cometas
se componen de estrellas débiles, o son brotes de fuego repentinos en la atmós-
fera. Él defiende que un cometa es un objeto lejano, como un planeta, pero con
una órbita diferente y admite que no se encuentran solamente en el zodíaco, como
los planetas, pero no sabiendo suficiente sobre las órbitas de los astros en gene-
ral, no podemos excluir la pertenencia de los cometas a la familia de los plane-
tas. Séneca argumenta que el hecho de que los cometas no tengan la misma apa-
riencia que las estrellas o los planetas no elimina la posibilidad de que pertenezcan
a la zona supralunar y dice que hay una gran variedad de tipos de objetos en el
cielo, e insiste en lo importante de las observaciones para entender el fenómeno
de los cometas, que son difíciles en este aspecto. Tanto la teoría de Séneca como
su actitud son sorprendentemente modernas; se podría pensar que no tenía base
para su teoría (como Demócrito no tenía base para ser atomista) pero eso sería
descartar lo que es la intuición científica moderada por la razón (lo que hoy día
se llamaría una infraestructura teórica). Aunque hay bastante escrito sobre los come-
tas hasta la época de Ptolomeo, en el siglo II d.C., podemos seleccionar el modelo
aristotélico y el modelo de Séneca como paradigmas de teorías terrestres y celes-
tes respectivamente. Ptolomeo adoptó esencialmente el modelo de Aristóteles, tanto
para los cometas como para su cosmología en general.
169
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
170
Los COMETAS Y GALll..EO
si hay movimiento propio significativo del objeto el método es muy difícil de apli-
car.
Regiomontano nació en Konigsberg, Baviera, en 1436 y obtuvo su licen-
ciatura por la Universidad de Viena con solo 15 años de edad. Estableció un obser-
vatorio de su propiedad con la ayuda de un mecenas y también una editorial para
la producción de obras de matemáticas y astronomía, tanto antiguas como moder-
nas (entre ellas, tablas astronómicas y matemáticas). En 1475 el Papa Sixto IV
le invitó a Roma para colaborar en la reforma del calendario. Murió allí, menos
de un año después de su llegada. Regiomontano publicó dos trabajos sobre come-
tas. Uno era teórico y bastante amplio, Dieciséis problemas sobre la magnitud,
longitud y situación verdadera de los cometas, publicado finalmente en 1531 (se
produjo una larga historia de lucha legal sobre sus manuscritos, lo que impidió
la publicación hasta casi un siglo después de su muerte). El segundo, una obser-
vación del cometa de 1475, no fue publicado hasta 1544 (11). Su trabajo sobre
los elementos físicos de los cometas pretendía resolver el problema del paralaje
diurno, es decir, el paralaje estimado aprovechando la rotación de la Tierra. Era
una obra puramente matemática, en la que explicaba cómo, desde una serie de
posiciones en la superficie de la Tierra y diferentes posiciones del cometa en el
cielo, se podía estimar la distancia al cometa usando su paralaje.
Regiomontano trata el problema desde un punto de vista geométrico, supo-
niendo que el radio de la esfera de las estrellas fijas (elprimum mobile) es mucho
más grande que el de la Tierra. Explica cómo determinar la razón de la distancia
del cometa al radio de la Tierra, mediante una serie de medidas de la posición
angular del cometa con respecto a una muestra de estrellas y al polo norte del
cielo. Trata, un caso totalmente general, donde las medidas se hacen en momen-
tos arbitrarios de la noche, y también casos más sencillos de calcular, como aquel
en el que una de las medidas se hace con el cometa en el meridiano. El único
parámetro que se necesita para computar la distancia del cometa usando dos medi-
das de su posición en el cielo (tanto con respecto a tres estrellas fijas, como con
respecto al horizonte y al polo norte) y conociendo la latitud del observador, es
el radio de la Tierra. Una vez determinada su distancia y con el uso de un ins-
trumento simple para medir su radio (el radio de la coma) se puede determinar
su tamaño absoluto y su volumen. Regiomontano estaba perfectamente al tanto
del problema de un eventual movimiento propio del cometa. Sugirió estimarlo
midiendo este movimiento durante un tiempo largo de, como mínimo, varios días
y sustraer el valor medio diurno del paralaje modificado para obtener el paralaje
verdadero.
La metodología de Regiomontano es correcta y rigurosa. Su uso permiti-
ría establecer las distancias a los cometas de forma precisa. Es una obra mate-
mática que impresiona por su percepción y elegancia. Sin embargo, este método
nunca hubiera servido a los astrónomos de su época, por lo pequeños que son los
paralajes de los cometas y sus relativamente grandes (y no constantes) movimientos
171
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
172
Los COMETAS Y GALILEO
subyacente. Tycho creía, en consonancia con su modelo del Sistema Solar, que
los cuerpos celestes ocupan sus trayectorias impulsados por un impulso propio,
una idea que chocaba con una visión más unificadora, como la esencialmente
matemática de Kepler o la esencialmente empírica de Galileo. Tycho era un gran
observador astronómico y sus mediciones sirvieron decisivamente para los avan-
ces de Kepler y de Newton, pero como físico no tenía conceptos claros. Fue una
casualidad que su idea de quitar las esferas cristalinas se combinara con un modelo
geoheliocéntrico pobremente apoyado por medidas cuantitativas, a pesar de que
Tycho era un importante y no menos riguroso observacionalista.
a) El contexto histórico-científico
173
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Figura 6. Dibujo del gran cometa de diciembre de 1618, por John Beinbridge (Londres, 1619).
174
Los COMETAS Y GALILEO
cubriendo un objeto más distante debe cubrirlo por completo cuando los dos se
observen por un telescopio, cosa que en la práctica no ocurre. Para zanjar el argu-
mento citó en el mismo contexto el caso de un eclipse anular del Sol, que según
la "ley de Grassi" debería convertirse en un eclipse total visto por un telescopio.
Las noticias sobre la publicación de la obra de Grassi y sobre todo, de la
reacción de la sociedad intelectual romana a esa obra, llegaron a Galileo, enton-
ces enfermo y casi obligado a estar en cama, a través de unos amigos de Roma.
En una de las cartas que le escribiera Giovanni Batista Rinuccini, se puede leer
estas frases "Los Jesuitas han presentado en público un "problema" sobre la dis-
tancia del cometa, que se ha editado, y mantienen confirmeza que está en el cielo
(es decir mas allá que la Luna). Y algunos otros (no solamente los Jesuitas) han
diseminado que esa idea derriba el sistema copernicano, contra el cual no hay
argumento más seguro que este" (17). De hecho los filósofos que hicieron cir-
cular estas ideas eran mayoritariamente laicos, porque, a pesar de los destacados
enemigos ligados a la Iglesia y ya referidos, Galileo tenía bastante apoyo dentro
de los Jesuitas y en la Iglesia en general. Un ejemplo de esas opiniones viene de
Francesco Ingoli, destacado anticopemicano, quien en una obra inédita, pero bien
conocida entre los intelectuales de la época, escribió: "Podemos inferir del movi-
miento del cometa que nos parece posible no solamente refutar la teoría coper-
nicana, sino también sacar argumentos, cuya eficacia no se puede desdeñar, en
favor de la estabilidad (es decir la no movilidad) de la Tierra" .
Es interesante observar que el situar a los cometas más lejos que la Luna
no favorece la teoría de Tycho frente a la de Copémico. Podríamos pensar que
la reacción de Galileo, que examinaré con cierto detalle abajo, se extremase por
razones políticas y diese lugar a un modelo suyo poco defendible. Sin embargo,
sus ideas tienen mucho que ver con su propio pensamiento físico aplicado al sis-
tema de los planetas. En ausencia de una ley unificadora como la ley de la gra-
vedad, capaz de dar cuenta de los movimientos arbitrarios de un cuerpo celeste,
las ideas sobre el movimiento de los planetas tenían un sentido que se llamaría
hoy puramente cinemática. Es cierto que Kepler ya había usado las precisas obser-
vaciones de Tycho y su propio genio matemático para enunciar sus leyes del movi-
miento planetario, que serían uno de los pilares de la ley de la gravedad newto-
niana. Pero todavía no se sabía cómo funcionaba la potencia motriz de un planeta,
y el propio Galileo pensaba que las órbitas circulares eran inerciales, es decir,
que los planetas circulaban alrededor del Sol en órbitas circulares porque un cuerpo
dejado libre en el espacio debía moverse así. En la carta a Castelli (1) ya men-
cionada en la sección I, donde Galileo intentaba dar una interpretación copemi-
cana a la supuesta parada del Sol narrada en el libro bíblico de Josué, Galileo
juega con la hipótesis de que, de una forma u otra, la rotación del Sol sobre su
eje impulsa directamente la rotación de los planetas en sus órbitas y sobre sus
ejes. Para nosotros, las ideas de inercia de los movimientos circulares y de su impulso
por otro movimiento circular, nos parecen poco verosímiles, pero no lo son del
175
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Dadas las obvias limitaciones que tenía tras la prohibición de 1616, Gali-
leo optó por dar la respuesta a Grassi a través de su amigo Mario Guiducci, que
presentó un discurso sobre los cometas en la Academia Florentina en junio de
1619. Ese Discurso sobre los cometas se publicó después y ha sido fácil deter-
minar, examinando la letra del documento, que solamente una pequeña parte ini-
cial fue escrita por Guiducci y el resto por Galileo, quien además corrigió la parte
de Guiducci. El Discurso comenzaba criticando una de las ideas de Aristóteles:
que el material del cometa, al ser vapor que sale de la Tierra, se prende fuego por
roce con la esfera cristalina de la Luna. Básicamente, el argumento es que los
movimientos planetarios no son consistentes con la existencia real de las esferas
cristalinas, y en este punto Galileo-Guiducci (GG) estaban de acuerdo con Tycho
Brahe.
Sin embargo, el segundo argumento era que, aunque las medidas del para-
laje, especialmente las de Tycho, aparentemente situaban a los cometas mas allá
de la Luna, esto no era concluyente. Citaba el caso del arco iris como ejemplo
de una entidad que muestra paralaje nulo, aun estando situado bastante cerca del
observador, y opina que un cometa puede engañarnos sobre su distancia paraláctica
de la misma manera. Este argumento de Galileo se basa en una observación per-
176
Los COMETAS Y GALILEO
tinente y correcta, pero sin base física adecuada. Sabemos hoy que la ausencia
de paralaje en un arco iris se debe a la constancia de los ángulos de refracción
de las gotas de agua en una nube grande. Aunque el arco iris siempre parece situarse
en la misma dirección, lo hace solamente cuando la nube es suficientemente grande
para permitir que el ángulo sol-gata-ojo se mantenga constante, es decir que si
viajamos por el campo en un coche, y mantenemos un arco iris a la vista durante
bastante tiempo, aquella tiene que ser extensa y cercana. Un cometa ni consiste
en nubes de gotas de agua, ni llena un ángulo suficiente para satisfacer remota-
mente esta condición. No es cuestión de una naturaleza etérea y no bien definida
lo que hace que el arco iris (u otros halos similares alrededor de la Luna) no mues-
tren paralaje, sino que depende de un fenómeno óptico bien medido y explicado,
y de una nube que tiene que estar cerca, o subtender un ángulo grande. De todos
modos, ni Galileo ni sus contrincantes estaban en condiciones de saber eso, y por
lo tanto su argumento en contra de la posición supralunar de los cometas no era
fácilmente descartable.
El tercer punto sobre la naturaleza de los cometas era que se mueven en
líneas rectas y no en círculos, con lo cual no pueden pertenecer a la parte del uni-
verso donde giran los planetas, y donde el movimiento natural es circular. Sobre
este punto podemos decir que está claro que la órbita alargada de un cometa se
aproxima mucho más a una línea recta que a un círculo, aunque en la vecindad
del sol es precisamente donde ocurre su giro mas rápido en términos angulares.
Está claro también que la mayoría de las observaciones de los cometas en épo-
cas anteriores a Galileo ocurrieron cuando el objeto ya había hecho este giro
alrededor del Sol, pues sin telescopios y sin un ejército de miles de aficiona-
dos dedicados a buscar cometas cuando todavía están en las afueras del Sis-
tema Solar, no era normal detectarlos hasta que llegaban cerca, y a menudo hasta
haber completado su paso por el perihelio, dirigiéndose hacia afuera. Es decir,
cuando su órbita ya era más lineal que circular. Sin embargo hubo también obser-
vaciones de cometas antes del perihelio, y no era posible pensar que todos sus
movimientos fuesen rectilíneos. Por otra parte, los mismos GG reconocen que
un objeto cuyo origen es la Tierra y que se mueve en línea recta hacia el cielo
nunca cruza el cenit del observador, mientras que los cometas siguen sus cami-
nos más hacia el norte.
Esta parte de su teoría era poco consistente; así fue advertido por ellos y
apelaron a la humildad expresada por Séneca en relación a las observaciones. Es
decir, admitían no entender muy bien este aspecto, pero como no estaban de acuerdo
con la teoría de Tycho, prefirieron suspender su opinión. Para GG, un cometa con-
siste en un vapor, de origen terrestre, que ha conseguido llegar a distancias rela-
tivamente grandes, incluso mas allá de la Luna. Desde allí refleja los rayos del
Sol, dando una apariencia de un punto de luz, con una cola larga. Pero la forma
se debería más a efectos ópticos que a la realidad de la forma del vapor y para
justificarlo citan dos efectos terrestres análogos: la estela del Solo de la Luna
177
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
sobre la superficie del mar casi en calma, que parece lineal, y que se ve como tal
desde cualquier punto de vista, y al efecto producido por el agua en una botella,
que puede parecer (hasta cierto punto) la forma de un cometa debido a la refle-
xión (y a la refracción, no bien conocida en la época de GG). La mayor parte de
este modelo se apoya en efectos físicos reales, y en observaciones, pero hoy sabe-
mos que no son estrictamente relevantes en cuanto a la naturaleza de un cometa.
No se podían rebatir fácilmente en la época de Galileo, precisamente porque no
existían las bases físicas para distinguir entre efectos realmente relevantes y otros
que no lo eran. El modelo era ingenioso, ya que gran parte del volumen de un
cometa es de gas y polvo muy tenue (reconocido por Galileo y por Tycho, y por
otros buenos observadores, porque se notaba que las estrellas se podían ver a tra-
vés de la cola, que ocupa mucho más volumen que el pequeño núcleo y que la
coma de gas más densa a su alrededor); atribuirlo a un vapor no está tan lejos de
la realidad. Su órbita es en gran parte lineal, por eso tenía cierto sentido pensar
que no compartía la naturaleza de los movimientos de los planetas.
Otro punto en el cual GG (16) disputan con Tycho a través de Grassi es la
forma de la cola de los cometas. Curiosamente, en aquella época, a ésta se la lla-
maba "la barba", y dado que, durante la mitad de su paso alrededor del Sol la
cola va por delante del cometa y no por detrás, la descripción como barba no parece
tan fuera de lugar. Las colas de los cometas no son del todo rectilíneas, como
podemos ver en cualquier foto. Para explicar la curvatura, Tycho había usado la
idea de la perspectiva, pero GG advirtieron que una línea recta no se curva bajo
ningún efecto de mera perspectiva. El argumento de GG de una jarra de agua y
sus efectos sobre una fuente puntual de luz para demostrar que la forma de la luz
que nos llega puede parecer similar a la forma de la cola de un cometa, muestra
a la vez la fuerza y debilidad del tipo de argumentos usados por Galileo. Su prin-
cipio de fundar cualquier conclusión "filosófica" en la experiencia directa era
correcto; sin embargo, sin la infraestructura teórica adecuada tendía a usar argu-
mentos basados en experimentos, aunque a veces eran sólo experiencias analó-
gicas e incluso metafóricas. Sus experimentos sobre la caída de los cuerpos le
permitían derivar leyes cinemáticas básicas con acierto, porque se podían rela-
cionar directamente con la teoría, pero sus ideas sobre las mareas se basaron en
experimentos que no admitían el cambio de escala requerido para llegar al fenó-
meno real y así su conclusión distaba de la explicación real. En el caso de los
cometas Galileo tenía suficientes dudas sobre la aplicabilidad de argumentos ana-
lógicos y no se engañó. De hecho GG nunca propusieron su teoría sin ambigüe-
dades. Galileo(16) comprendió las limitaciones de su teoría para explicar todos
los aspectos de las observaciones de los cometas. Su objetivo era más bien hacer
dudar de la cosmología de Tycho, que los Jesuitas habían abrazado, una vez con-
vencidos de que el simple modelo geocéntrico de Ptolomeo no podía explicar las
nuevas observaciones. La postura de los Jesuitas era comprensible dado el peli-
gro teológico que suponía el modelo de Copérhico. Es un hecho conocido que
178
Los COMETAS Y GALILEO
No puedo tratar con detalle la controversia entre Grassi y Galileo tal y como
se desarrolló en dos obras: la Libra astronómica de Grassi y el Saggiatore, la res-
puesta de Galileo que es una obra polémica muy divertida, cuyo efecto final fue
acentuar la enemistad de algunos jesuitas y que cooperó a provocar el juicio de
1633, con resultados personales tan nefastos para Galileo. Solamente destacaré
algunas cuestiones relevantes a la física. En la Libra, Grassi (18) ofrece podero-
sos argumentos contra la hipótesis del origen telúrico de los cometas contenida
en el Discurso. La teoría de GG intenta combinar el origen telúrico de los come-
tas, al estilo de Aristóteles, con su ubicación supralunar, al estilo de Copémico,
y esto era inconsistente. También Grassi atacaba la debilidad de los argumentos
de GG sobre el movimiento rectilíneo y la tendencia de los cometas a no parar
en el cénit; esta vez en plan irónico, y aprovechando el hecho de que GG no se
atreven a usar abiertamente una solución copemicana para la parte más distante
de este movimiento. Aquí se nota que el "Discurso" de GG, escrito después del
edicto anticopernicano de 1616, pero antes del acceso al papado de Barberini,
estaba mediatizado por razones teológicas, y no podía sostener la hipótesis que
Galileo consideraba conforme a las observaciones. El Saggiatore, publicado en
1623 después de un cierto tiempo, a causa de la reticencia de Galileo a enfren-
tarse más con los Jesuitas (superada finalmente por la presión de sus amigos y
por la llegada de Barberini al papado), es más una obra polémica que científica.
Como explica Carlos Salís en el artículo incluido en este libro, a esas alturas Aris-
tóteles no era el enemigo intelectual, sino Tycho, ya que su modelo, aunque cua-
litativo, era el último refugio de los geocentristas. Pero con su afán de polémica,
Galileo ataca a Tycho de forma exagerada. Por ejemplo, critica ciertos aspectos
técnicos usados por éste en su método de paralaje. Galileo analiza las aproxi-
maciones del método geométrico de Tycho, y muestra que no son exactas, acu-
sándolo de errores elementales en su planteamiento de la medición de los para-
lajes. Esto es casi insultar a Tycho, y hacerlo gratuitamente, porque como he dicho
arriba, implícitamente la teoría de la distancia en el "Discurso" de GG se basa
en el cálculo, realizado por Tycho, del paralaje del cometa de 1577.
179
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
180
Los COMETAS Y GALILEO
(T), (c) Copémico (C), (d) Guiducci/Galileo (GG), y (e) bajo nuestro conocimiento
actual (M).
1. Un cometa aparece brillante, su brillo aumenta un poco, y disminuye progre-
sivamente después.
181
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
3. Hay épocas, en las que el cometa está cerca del Sol, durante las cuales tiene
un movimiento propio muy rápido, pasando por arcos del cielo muy grandes
en unos pocos días.
a) Dado el origen del cometa tan cercano al observador, los movimientos
angulares rápidos pueden ser muy naturales durante las fases iniciales
de su existencia (A-P).
b) La órbita de un cometa alrededor del Sol, que a su vez orbita sobre la
Tierra, implica que hay épocas en las que el cometa se acerca mucho
más que otras, y en las que su movimiento angular aumenta. Esta expli-
cación se cuantificó por Galileo en GG, quienes mostraron su falta de
conformidad cuantitativa con los movimientos reales de los cometas, supo-
niendo como Tycho que la órbita se aproxima a la órbita de Venus (T).
c) Con las esferas cristalinas in situ era muy difícil explicar un movimiento
tan rápido de un cometa, sometido a proseguir una órbita cuasi-circu-
lar, obedeciendo las leyes de Kepler aplicadas a los planetas. Razón para
dudar de la naturaleza "planetaria" de los cometas (C).
d) La proximidad de los vapores del cometa en la fase inicial de su ascenso
da lugar a movimientos angulares rápidos (GG).
e) En su giro alrededor del Sol el cometa se acerca mucho a él, y por la
segunda ley de Kepler su velocidad angular tiene que aumentar también
mucho. Claro está que su órbita dista mucho de ser circular (M).
182
Los COMETAS Y GALILEO
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
184
Los COMETAS Y GALILEO
tes (como el efecto del viento solar) hemos podido elaborar teorías de cometas con
aplicaciones realmente predictivas.
REFERENCIAS
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Edition of the Works of Galileo Ga1i1ei", ('The Nationa1 Edition") Vol. 5, p. 281. Trans1ation by S.
Drake in "Galileo at Work, His Scientific Biography" (D. Chicago Press, 1978), p. 224.
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melte Werke, (eds. M. Caspar, F. Hammer), Munich, 1937-1993, (Beck'sche Verlagsbuchhand1ung).
3. Oort, J. H., 1950. 'The structure of the c10ud of comets surrounding the solar system, and a hypot-
hesis conceming its origin". Bull. Astr. Soco Netherlands. Vol. 11, p. 91.
4. Apian, P., 1540. Astronomicum Caesareum. Ingo1dstadt.
5. Finson M. L. & Probstein R. F., 1968. "A theory of dust comets 1. Model and equations". Astrophys.
Joumal. Vol. 154, p. 327. and "A theory of dust comets II. Resu1ts for CometArend-Ro1and. "Astrophys.
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6. Biermann, L., 1951. "Kometschweife und solar korpuskularstrah1ung. "Zeits. fur Astrophysik. Vol.
29, p. 274.
7. Duncan M., Quinn T. & Tremaine S., 1987 "The formation and extent ofthe solar system comet c1oud".
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8. Femandez, J., 1980, "On the existence of a comet be1t beyond Neptune" Mon. Notices Roy. Astr.
Soco Vol. 192, p. 481.
9. Aristotle "Meteorology' (traduccion al inglés de H. P. Lee), Harvard Dniversity Press, 1952).
10. Séneca, "Naturales Quaestiones"(traduccion al inglés de T. H. Corcoran, Harvard Dniversity Press,
1971).
11. Schoener, J. (editor). 1544, "Scripta c1arissimi mathematici m. Ioannis Regiomontani... Ioannis Scho-
neri Caro10stadij additionibus". J. Montanus & D. Neuber, Nuremberg.
12. Jervis, J., 1980, "Voegelin on the Comet of 1532:Error analysis in the 16th Century", Centaurus, p.
216.
13. Brahe, T., 1588, "De mundi Aetherei recentioribus pheanominis" in Dreher, J. L. E., "Tychonis Brahe
Dani Opera omnia" Vol. 4., Copenhagen, 1918.
14. Bainbridge, J., "An astronomica1 description ofthe late comet from 18 of Novemb. 1618 to the 16th
of December following"(London, 1619).
15. Grassi O., 1619 "On the Three Comets of the Year MDCXVIII, an astronomical disputation presen-
ted publicly in the COLLEGIO ROMANO" of the Society of Jesus, by One of the Fathers of that
Same Society". Rome, Jacobus Mascardus. Trans1ation by C. D. O'Malley in "The Controversy of
the Comets of 1618", 1960, D. Pennsylvania Press, p. 3 ("The Controversy").
16. Guiducci, M. 1619. "Discourse on the Comets", Florence. Trans1ation by S. Drake in "The Contro-
versy" p. 21, (1960). (GG).
17. Favaro, A. 1890-1899 "The National Edition ", Vol. XII, p. 443, Trans1ation by S. Drake in "Gali-
leo at Work" (D. Chicago Press, 1978).
18. Sarsi, L. (Grassi, O) 1619. "The Astronomical and Philosophica1 Balance, "Perugia, Marco Nacca-
rini, MDCXIX. Trans1ation by C. D. O'Malley in "The Controversy", p. 67.
19. Galileo G., 1623, "The Assayer" (Rome/F10rence), Trans1ation by S. Drake in "The Controversy" p.
151, (1960).
20. Kep1er J., Gesamme1te Werke, (eds. M. Caspar, F. Hammer), Munich, 1937-1993, (Beck'sche Ver-
lagsbuchhandlung).
21. Kepler J., "Appendix to the Hyperaspistes, or G1eanings from the Assayer of Galileo", 1625. Trans-
lation by C. D. O'Malley. in "The Controversy", p. 337, (1960).
185
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
A continuación paso a reseñar algunos de los libros que he consultado, que estimo
pueden ser interesantes para el lector.
Sobre la relación de Galileo con la Iglesia, con un capítulo específico sobre los cometas:
"Galileo, for Copemicanism, and for the Church", Fantoli A., Vatican Observatory Foundation, 1994.
(ISBN 0-268-01032-3).
186
CONSIDERACIONES SOBRE
LAS MECÁNICAS DE GALILEO
Romano Gatto
Universiü't della Basilicata
Entre 1592 Y 1610 Galileo dio clases en el Studiode Padua. En esos die-
ciocho años, entre sus enseñanzas, figuraba la de la Mecánica'. Según el testi-
monio del último de sus alumnos Vincenzo Viviani (1621-1703), por entonces
Galileo escribió para sus discípulos un tratado de Mecánica que nunca llegó a
publicar, y que gozó de una amplia difusión en forma de manuscritos 2 • De tales
manuscritos, hasta hace algunos años, se conocían trece: Egidio Festa y yo hemos
encontrado otros cuatro. En estos manuscritos se distinguen dos tipos de texto
diferentes, no tanto por sus contenidos, cuanto por su extensión; por eso los hemos
llamado, respectivamente, "versión breve" y "versión larga". El texto de la ver-
sión larga fue publicado, por primera vez, en traducción libre al francés, por Marin
Mersenne (1588-1648) en 16343 • La primera edición en italiano se publicó en 1649,
al cuidado de Luca Danesi (1598-1672)4. En 1890 Antonio Favaro (1847-1922)
lo incluyó en el volumen II de la Edición Nacional de las Obras de Galileo. El
1 Cfr. Rotuli Artistaurum dello Studio di Padova Pars Prior 1520-1739, c. 43v, del Archivo Universita-
rio de Padua, donde puede leerse: "En Matemáticas -Exc. D. Galileo Galilei florentino--, leg. los Ele-
mentos de Euclides y las Cuestiones Mecánicas de Aristóteles: tercera hora de la tarde".
2 Cfr. G.G., Opere, XIX, pp. 597-632.
3 Cfr. Les mechaniques de Galilée, Mathématicien et 1ngénieur du Duc de Florence. Avec plusieurs addi-
tions rares, et nouvelles, utiles aux Architectes, 1ngénieurs, Fonteniers, Philosophes et Artisians. Tra-
duites de l'italien par le L.P.M.M., París, Guenon, 1634.
4 Della Scienza Mecanica, e delle Utilita, che si traggono da gl' 1strumenti di quella. Opera cavata da
manoscritti dell' Eccellentissimo Matematico Galileo Galilei, dal Cavalier Luca Danesi da Ravenna, Rávena,
Stamperia Camerali, 1649.
187
GALILEO y LA GESTACiÓN DE LA CIENCIA MODERNA
descubrimiento de la versión breve tuvo lugar en el 1898 por obra de Favaro, que
publicó el texto un año después, en 18995 •
Las Mecánicas de Galileo (tal es el nombre con el que este tratado se publicó
en la Edición Nacional de Favaro) representa un punto culminante de la Mecá-
nica a finales del siglo XVI. Con esta obra, de hecho, se completa, por una parte,
el proceso de ruptura con la tradición de la Mecánica del Pseudo-Aristóteles, tra-
dición que había dominado los estudios de esta disciplina a lo largo de todo el
Medievo y de gran parte del Renacimiento, y, por otra, un proyecto de renova-
ción y de refundación de la Mecánica conforme a unos presupuestos completa-
mente nuevos. Galileo no fue, de hecho, el único, ni el primero, en investigar y
proponer una nueva perspectiva para el estudio de la Estática y de las máquinas
simples, la balanza, la romana, la palanca, el gato, la polea, el plano inclinado, y
con ellas el tomillo y la espiral de Arquímedes, y la cuña (tal es el objetivo de la
Mecánica de aquel tiempo): antes que él otros hombres de ciencia, como Fede-
rico Commandino (1509-1575)6, Francesco Maurolico (1494-1575)\ Giovan Bat-
tista Benedetti (1530-1590)8, Guidobaldo Dal Monte (1545-1607)9, en mayor o
menor medida, habían contribuido a renovar los fundamentos de esta ciencia. De
todas maneras, hasta Las Mecánicas de Galileo el estudio de esta disciplina no
aparece completamente liberado de cualquier resto del viejo planteamiento del
Pseudo-Aristóteles y refundado sobre presupuestos totalmente nuevos.
Lo primero que destaca de tal renovación es la forma del tratado, concebido
ya no como una colección de problemas que hay que resolver, como lo eran las
Quaestiones mecanicae Aristotelis y la tradición que a su alrededor floreció, sino
como un verdadero y auténtico tratado sistemático de Mecánica, cuyo objetivo
es demostrar que el funcionamiento de todas las máquinas puede reducirse al de
la balanza, ya que el principio de la balanza es universalmente válido para todas
las máquinas simples. Un segundo aspecto importante es la elección de los méto-
dos de investigación: Galileo abandona el principio fundamental de la Estática
de la tradición del Pseudo-Aristóteles, a saber, el círculo y algunas de sus pro-
piedades, y adopta, por el contrario, el principio arquimediano del equilibrio de
la palanca. Se trata, como veremos mejor luego, de dos vías completamente dife-
rentes, ya que una, la del Pseudo-Aristóteles, representa un acercamiento diná-
mico a la Mecánica, y la otra, la arquimediana, un acercamiento estático.
'A. Favaro, Delle Meccaniche lette in Padova l'anno 1594 da Galileo Galilei, "Memorie del Real Isti-
tuto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti", XXVI (1899), n.5.
6 Cfr. F. Commandino, Liber de centro gravitatis solidorum, Bolonia, Ex Officina Alexandri Benacii, 1565.
188
CONSIDERACIONES SOBRE LAS MECÁNICAS DE GALILEO
E I-----+----k---T-f-"""""T---M B
e
Figura 1
189
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
B D
A
Figura 2
10 El coseno del ángulo QAL, AQ, es menor que el coseno del ángulo TAS, AT, al ser el coseno en el 1~ cua-
drante (tal es la convención de la época) función decreciente. Así que TB=l-AT será menor que QB=l-AQ.
190
CONSIDERACIONES SOBRE LAs MECÁNICAS DE GALILEO
Figura 3
Esta definición requiere, por tanto, que los desplazamientos sean infinita-
mente pequeños y rectilíneos, cosa que no sucede en el Pseudo-Aristóteles. En
191
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
192
CONSIDERACIONES SOBRE LAS MECÁNICAS DE GALILEO
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GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIENCIA MODERNA
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CONSIDERACIONES SOBRE LAS MECÁNICAS DE GALILEO
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
11 Commandino define el centro de gravedad de dos maneras: primero: "y llamamos centro de gravedad
de todo cuerpo a un punto situado en su interior, del cual, si se imagina el grave suspendido, mientras
se desplaza, queda en reposo; y mantiene la misma posición que al principio tenía: y no se da la vuelta
en el desplazamiento". Poco después: "el centro de gravedad de cualquier figura sólida es aquel punto
situado en su interior, alrededor del cual por todas partes hay partes de momentos iguales. Pues si por
tal centro se traza un plano que corte la figura del modo que se quiera siempre la dividirá en partes que
pesen lo mismo" (cfr. F. Commandino, Liber de centro gravitatis solidorum, cit.).
12 Este no ofrece una definición propia de centro de gravedad, sino que se limita a citar la de Cornmandino.
196
CONSIDERACIONES SOBRE LAs MECÁNICAS DE GALILEO
pué S la definición del centro de gravedad y del momento con tres 'Hipótesis de
partida'.
La primera 'hipótesis' dice que el movimiento de los graves en caída libre tiene
lugar a lo largo de la línea que une su centro de gravedad con el centro de la tierra.
La segunda dice que la gravedad de un cuerpo es como si estuviera concen-
trada toda en su centro de gravedad.
La tercera dice que el centro de gravedad de un sistema de dos cuerpos "igual
de pesados" está en el centro de la línea que une los centros de gravedad de cada
uno de los cuerpos.
A G B
Figura 4
Figura 5 1 1
La importancia de la tercera 'hipótesis de partida' es entonces evidente: cons-
tituye el presupuesto fundamental para la enunciación de la ley del equilibrio está-
tico, al establecer que pesos iguales situados a una distancia igual de su baricentro
común están en equilibrio por ser iguales los momentos de las fuerzas que actúan.
Pero, si las distancias o los pesos no son iguales, ¿cuál es la situación de
equilibrio?
Ya Arquímedes había demostrado que si A y B son dos pesos desiguales,
y si sus distancias de un determinado punto C son tales que es válida la relación
A:B=CE:CD (1)
siendo CD y CE, respectivamente, las distancias de A y B hasta C, entonces C
es el centro de gravedad del sistema.
Arquímedes, sin embargo, no había demostrado lo contrario, es decir, que si
C es el centro de gravedad de un sistema de dos masas diferentes, para que que-
den en equilibrio, los momentos de las fuerzas que actúan en D y E deben ser
iguales, o bien, las distancias CD y CE deben satisfacer la relación (1). En otras
palabras, Arquímedes había demostrado solamente que la (1) es condición nece-
197
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
saria para que quede en equilibrio el susodicho sistema. En Las Mecánicas Gali-
leo, haciendo uso de un procedimiento fundamentado esencialmente sobre el con-
cepto-de momento poco antes definido, demuestra que la relación (1) es condi-
ción necesaria y suficiente.
Galileo considera un cilindro homogéneo eDEF suspendido en horizontal por
los extremos e y D de un palo rígido de la misma longitud AB, y hace notar que el
equilibrio persiste si al cilindro se le cortan los vínculos que lo mantienen suspen-
dido de los extremos A y B Y se lo suspende, a su vez, por el punto medio G del
palo. En tal caso, de hecho, la perpendicular por G pasará por el baricentro del cilin-
dro, y (dice Galileo) "en tomo a dicha línea quedaríañ partes de momentos iguales".
Seguidamente, Galileo corta el cilindro en vertical por la línea IS, que pasa
por H, y hace notar que las dos partes resultantes del cilindro, eISE y IDFS, per-
manecerán en equilibrio si se suspendieran de los puntos medios M, de AH, y N,
de HB, respectivamente.
Figura 6
"Y ya empezará a verse (dice Galileo) cómo colgando de los puntos extre-
mos de la línea MN los dos graves es, mayor, y SD, menor, resultan de momen-
tos iguales y generan el equilibrio en el punto G, al ser mayor la distancia GN
que la GM".
Pero, para hacer ver que efectivamente los susodichos momentos resultan
iguales hace falta obtener la relación que se da entre los pesos es y SD y las dis-
tancias NG y GM:
Siendo
1
MH=2 AH
y HN =-.1.- HB
2
1 1
MH+HN = 2 (AH+HB)= 2 AB
198
CONSIDERACIONES SOBRE LAS MECÁNICAS DE GALILEO
Por tanto,
MN= --L AB=AG=GB
2
Si entonces se sustrae a MN y GB la parte común GNySe obtiene:
MN -GN=MG
GB - GN = NB = HN
y en consecuencia
HN=MG
Añadiendo a ambos miembros de esta igualdad la parte común GH tenemos:
MG+GH=MH
HN+GH=GN
y por tanto
MH=GN
Si entontes se considera la relación entre MH y HN, esta será igual a la
relación entre GN y MG:
MH GN
=
MH GN
CS:SD=MH:NH
CS:SD=NG:GM (2)
X:Z=NG:GM (3)
que expresa la ley general del equilibrio de la palanca, es decir, que los pesos
están entre sí en relación inversa a las distancias del fulcro.
Galileo reducirá el estudio de todas las demás máquinas simples al de la balanza,
haciendo ver así que la (3) es principio fundamental, universalmente válido para
todas las máquinas simples.
199
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
C E D
A B
Figura 7
"se deben medir con líneas perpendiculares, que desde los centros
de gravedad de los dos pesos se trazan hacia el centro común de
las cosas pesadas" .
Por tanto, cuando ED rota hacia EF, el brazo del peso en F es menor
que el del peso en D y, en consecuencia, se produce una disminución del
momento del peso B que no estará ya en condiciones de equilibrar el peso
A en C.
Otra consideración hay que hacer sobre la frase con la que termina la defi-
nición de momento de Las Mecánicas: "y por tanto, el momento, aquel ímpetu
de ir hacia abajo, compuesto de gravedad, posición y alguna otra cosa por la que
pueda estar causada tal tendencia".
¿Cuál es esa otra magnitud que pueda sustituir a la distancia? Para res-
ponder a esta pregunta es necesario dar un salto en el tiempo. En la segunda
edición del 1612 del Discurso en torno a las cosas que están bajo el agua, o
que en ella se mueven, Galileo añadió al texto de la edición precedente 13 algu-
nas aclaraciones, entre las cuales figura la siguiente definición de momento:
13 De mayo de 1612.
200
CONSIDERACIONES SOBRE LAS MECÁNICAS DE GALILEO
B'
Figura 8
14 Galileo añade: "ni me parecía que este sentido debiera resultar una novedad en nuestro argot; porque,
si yo no me equivoco, me parece que con bastante frecuencia decimos "este es un asunto bastante grave,
pero el otro es de poca importancia [momento]" y "nosotros nos ocupamos de asuntos menores, y trans-
ferimos los que son de importancia [momento]: metáforas (yo creo) tomadas de la Mecánica".
201
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
y, dado que en la circunferencia las cuerdas son entre sí como sus arcos respec-
tivos, se obtiene
AC
--
AA' V
BC BB' V'
202
CONSIDERACIONES SOBRE LAS MECÁNICAS DE GALILEO
203
LA TEORÍA DE LAS MAREAS DE GALILEO.
EL DIÁLOGO REVISITADO
Pierre Souffrin
Observatorio de la Cote d'Azur
Esta carta, entre otras declaraciones del mismo tenor, señala que la teoría
de las mareas es el argumento esencial del Diálogo, según su propio autor. Puesto
que ese lugar central ha sido olvidado, o más bien, ocultado por los autores moder-
nos, conviene exponer alguna justificación histórica.
En primer lugar, está claro que el desafío histórico es aquí de una impor-
tancia excepcional. Este desafío no es en primer lugar, retrospectivamente, la pro-
ducción de una teoría de las mareas; el desafío principal, desde la perspectiva epis-
205
GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIENCIA MODERNA
1 El Discurso del flujo y. reflujo del mar, EN V, 378 ff data de 1616, recogido ampliamente en 1632 en
el Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, EN VII, 27-526. En lo que sigue se designará
por Diálogo (1998) la gran edición crítica: Galileo Galilei, Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo
Tolemaico e Copernicano, Edizione critica e commento a cura dei O. Besomi e M. Helbing, vol. 1Testo,
vol. 11 Cornmento (Padova, Antenore,1998).
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LA TEORÍA DE LAS MAREAS DE GALILEO. EL DIÁLOGO REVISITADO
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LA TEORÍA DE LAS MAREAS DE GALILEO. EL DIÁLOGO REVISITADO
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
210
LA TEORÍA DE LAS MAREAS DE GALILEO. EL DIÁLOGO REVISITADO
claramente que los dos movimientos uniformes cuya existencia simultánea requiere
Galileo son rotaciones uniformes.
La crítica de Mach es justa en la medida en que se aplica al modelo que
somete a crítica, pero que no es el de Galileo, y su crítica no es pertinente en tanto
que refutación de la teoría galileana de las mareas.
211
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
212
LA TEORíA DE LAS MAREAS DE GALILEO. EL DIÁLOGO REVISITADO
R
"--------------------.....
se obtiene fácilmente como expresión de la aceleración absoluta del punto M
213
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
214
LA TEORÍA DE LAS MAREAS DE GALILEO. EL DIÁLOGO REVISITADO
(1) r a =- ..!5... OM, donde r es la distancia del agua al centro, o sea el módulo de OM.
1'"'
215
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
r e
= _l.-
. R 3
OC
216
LA TEORÍA DE LAS MAREAS DE GALILEO. EL DIÁLOGO REVISITADO
..!!:...-=Ü.zR
R2
de donde la estricta identidad de las aceleraciones r y r' dadas por las ecuacio-
nes (2) y (5). Todas las conclusiones deducidas de la fórmula (2) se aplican a los
correspondientes componentes de (5), lo que podemos expresar a modo de con-
clusión final de este debate.
CONCLUSIÓN
Mareas newtonianas
contribución galileana
217
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
218
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS
SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS Y PROBLEMAS
Y añadía:
I Opere X, 351-353. Cito los textos de Galileo por la edición de las Opere de Favaro, cuya referencia
219
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Es obvio que los libros Sobre el movimiento local y los de mecánica anun-
cian lo que finalmente sería una sola obra sobre dos nuevas ciencias: los Discorsi. 2
Pero lo que me interesa destacar aquí es que por una parte se enuncia una obra
importante sobre cosmología y por otra un opúsculo menor sobre las mareas. Nótese
que se enuncian como dos temas distintos y diferenciados en importancia. A pos-
teriori, podría pensarse que la obra Sobre el sistema o la constitución del uni-
verso anuncia el Diálogo, en el sentido de que se trata de una obra de cosmolo-
gía. Y en este momento, en 1610, ya sabemos que se tratará sin duda de la
presentación de una cosmología copemicana. Efectivamente, entre 1602 y 1609,
Galileo' ya ha desarrollado su nueva física que, al ser compatible con la teoría
copemicana, la refuerza. Sabemos que la geometría constituiría el método de prueba
y el lenguaje necesario para entender estas cuestiones. El destinatario natural de
una obra de estas características, escrita en latín, como el De revolutionibus de
Copémico por ejemplo, era la comunidad científica. Además, en 1610, ha hecho
buena parte de sus descubrimientos astronómicos con el telescopio que presenta
como favorables a la cosmología copernicana. En cambio el texto sobre las mareas
es anunciado como un mero opúsculo sobre una cuestión natural. Y si el De sis-
temate podría compararse al De Caelo de Aristóteles, el opúsculo sobre las mareas,
sería un tema menor comparable a uno de los Parva Naturalia de Aristóteles, junto
al tema del sonido o los colores. Esto plantea un problema interesante respecto
a la génesis, la prehistoria si se quiere, del Diálogo, por una parte, y sobre la géne-
sis y el estatus teórico de la teoría de la mareas galileana por otra. 3 En todo caso,
creo que nos autoriza a pensar que, si en 1610 Galileo establece esta indepen-
dencia y jerarquización entre una obra cosmológica y un opúsculo sobre las mareas,
eso significa que entonces la teoría de las mareas para él todavía no tenía el carác-
ter demostrativo y probatorio del movimiento terrestre copemicano que le atri-
buiría desde 1616.4 Galileo incluso utiliza una terminología, el término latino aestu
o estu que no volverá a emplear jamás.
2 En su Momento, Galluzzi ha estudiado en profundidad las relaciones entre estas dos nuevas ciencias a
lo largo del desarrollo intelectual de Galileo. Véase Galluzzi 1979.
J Recordemos que, cuando en 1597 Galileo le dice a Kepler que es copemicano desde hace años porque
la teoría copemicana le ha ayudado a explicar numerosos efectos naturales que la teoría geocéntrica no
explica, Kepler entiende que Galileo se refiere a las mareas. (Opere, X, 72) Eso animó a Drake a supo-
ner que la teoría de las mareas de Galileo se remontaba a 1595. ("Origin and Fate of Galileo's Theory
ofTides", Physis, 3 (1961),282-290, revisado en Drake 1970, pp. 200-214.) El problema estaba en que
esta hipótesis carece de un apoyo documental claro.
4 No parece verosímil que si ya entonces la teoría de las mareas hubiera sido considerada por Galileo como
"la prueba" del doble movimiento terrestre, Galileo hubiera considerado su tratamiento en un opúsculo menor
y de modo independiente al sistema del mundo que probaba. Es decir, es posible que Kepler -véase nota
anterior- tuviera razón y que Galileo pensara que el movimiento terrestre hacía comprensible el fenómeno
de las mareas. Pero es muy improbable que Galileo considerara que las mareas probaban el movimiento
de la Tierra, como afmnará más tarde. Lo cual, a su vez, podría inducir a pensar que la fe en el carácter
demostrativo de la teoría de las mareas es derivado, es decir que, en última instancia, procede de la con-
vicción de la verdad del sistema copemicano que Galileo desarrolla con sus descubrimientos telescópicos.
220
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
Entre 1611 Y1613, con las polémicas sobre los cuerpos que flotan en el agua
y sobre las manchas solares Galileo se ganó la enemistad de dominicos y jesuitas res-
pectivamente. La oposición a Galileo se organizó y de alú surgieron las denuncias de
sus tesis copernicanas ante la Inquisición. Galileo luchó denodadamente para evitar
que la teoría copemicana fuese condenada. Y, en este proceso, el opúsculo De estu
maris pasó de ser un mero opúsculo sobre un fenómeno natural a ser el Discorso del
flusso e reflusso del mare de enero de 1616.5 Ha pasado de ser un texto académico a
ser un texto militante. De alú su cambio del latín al italiano. Y, sobre todo, ha pasado
de ser la exposición de un fenómeno natural que la teoría copernicana puede expli-
car, a ser una prueba del doble movimiento terrestre afIrmado por Copérnico; o al
menos ambas cosas han pasado a ser equivalentes. Quizás ambas transformaciones
estén relacionadas. 6 En todo caso, ya era tarde. La condena de la teoría copernicana
se precipita en marzo de 1616, y el Discorso sobre las mareas tiene que arrinconarse
sin haber salido a la luz. Siguen años de obligado silencio. 7 Pero, en todo caso, desde
1616, la teoría de las mareas tiene un protagonismo en el campo de la cosmología
que en 1610 no tenía. Ni que decir tiene que la posibilidad de escribir aquel tratado
sobre el "Sistema mundano", como lo llama en el propio Discorso 8, ahora es total-
mente impensable. Ni siquiera es un "sueño" que Galileo se pueda permitir.
5 Opere V, 373-401. Las mareas con sus distintos periodos, diurno, mensual y anual, se explican por la
aceleración y deceleración debida a la combinación de los movimiento diurno y anual de la Tierra. Para
todo punto de la Tierra, durante la noche, la velocidad de rotación y la de revolución se suman, mien-
tras que cuando en este punto amanece y a medida que avanza hacia el mediodía se produce un frenazo
dado que la velocidad de rotación ahora se resta de la de revolución. Al anochecer empiezan a sumarse
de nuevo las velocidades y se reinicia el proceso. La composición de dos movimiento uniformes pro-
duce un movimiento diforme, es decir acelerado. Esa es, según Galileo, la causa verdadera y fundamental
del vaivén de las aguas que conocemos como mareas.
6 Si estoy en lo cierto, habría que buscar la razón de este cambio en lo que pensó Galileo, y en lo que
indignación que ya sé ha vuelto irohÍa, le dice: "Potque ahora que yo sé cuánto convenga obedecer y
creer las determinaciones de los superiores, en tanto que provistos de los más elevados conocimientos,
a los que la bajeza de mi ingenio pOr sí mismo no llega, considero este texto mío como fundado sobre
la movilidad de la tietra o bien '~omo uno de lOs argumentos físicos que yo inventé como confirmación
de esta movilidad, la cotisidefo, digo, como una poesía o un sueño, y como tal recíbala V.A." Opere XII,
390-391.
8 C\Dere V, 378.
"
221
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
9 Efectivamente, así se desprende de la carta de Ciampoli de 7 de enero de 1623, en la que este comenta:
"Me alegro de las nuevas y admirables ideas [invenzioni] sobre elflujo y el reflujo. Espero con ansie-
dad ver el discurso perfeccionado. Este primer esbozo me parece en todo momento un milagro de inge-
nio. ¿Imagina pues V S. cuanto mayor consuelo me dará cuando le plazca enviarme el discurso aca-
bado?" . Opere XIII, 104.
10 Tras una meteórica carrera en el Vaticano durante el pontificado de Gregorio XV, en junio de 1621, el
joven Giovanni Ciampoli había sido nombrado Secretario para los breves de Gregorio Xv. y Virginio
Cesarini era ya Camarero secreto del Papa. Véase A. Favaro 1983,1, 135-180, esp. 152-156.
11 "Este universal júbilo de las buenas letras y aún de la misma virtud" , como dice Cesarini en la dedi-
catoria del Saggiatore al nuevo papa Opere VI, 201. El optimismo es tal que el4 de noviembre de 1623,
Ciampoli urge a Galileo para que publique lo que hasta ahora ha guardado, y le dice que está seguro de
que Urbano VIII, que le tiene una gran admiración,lo recibirá muy bien. Opere XIII, 146-147.
12 Galileo le ha escrito a Cesi que quería ir a Roma porque está "rumiando cosas de alguna importan-
cia para la república literaria, que si no se llevan a cabo en esta admirable coyuntura, no cabe, por lo
menos por lo que a mí afecta, esperar a que se dé nunca otra similw. Los particulares que sobre este
tema tendría que comentar con VE. son tantos que sería imposible ponerlos por carta." Carta de 9 de
octubre de 1623. Opere XIII, 135. El 30 del mismo mes Galileo insistirá "No puedo entrar a comentar
aquí a VS. distintas cuestiones, porque todas requerirían muchas páginas, por lo cual creo mucho mejor
reservarlas para la conversación personal." Opere XIII, 144-145. Y de camino a Roma, Galileo se deten-
drá unos días en Acquasparta, como huésped de Cesi, para ser informado y debidamente aconsejado.
13 Las conversaciones que ha mantenido el papa y los prelados, dice, "me hacen comprobar que soy viejo,
y que esto de la vida de la corte es para gente joven que, con su salud física y el aliciente de las espe-
ranzas, son capaces de soportar tales fatigas. Por eso yo, careciendo de estas cosas, deseo volver a mi
vida apacible y lo haré cuanto antes." Carta a Cesi de 27 de abril de 1624. Opere XIII, 175.
222
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
14 Opere XIII, 183. El cardenal Zollem es quien comunica a Galileo esta afIrmación que le ha hecho el
Papa. La segunda afIrmación nos remite al famoso argumento de Urbano VIII según el cual, por una
parte,si Galileo quiere afirmar que la cosmología copemicana es verdadera deberá mostrar que todas las
demás estructuras cosmológicas posibles implican una contradicción, lo cual no es posible, porque Dios
puede ordenar y mover los cuerpos de modos que nosotros somos incapaces siquiera de imaginar. Ade-
más, según el Papa, la pretensión de haber demostrado la verdadera estructura del universo, implica pre-
tender poner límites a la omnipotencia divina.
l' No puedo discutir este punto aquí. Tan solo me remitiré a la afirmación de Francesco Beretta que ha
estudiado este punto con atención, según la cual en realidad, "desde el punto de vista jurídico, la con-
dena del copernicanismo de 1616 constituía un acto de magisterio emanado por la Sede apostólica y
que concierne a toda la Iglesia. Según el cardenal Beilarmino la cosmología bíblica es indirectamente
objeto de fe. En consecuencia, si aplicamos sus criterios teológicos, no sólo la doctrina copernicana
debe considerarse en adelante como herética, sino que además la definición doctrinal de Paulo V gozaba
del privilegio de inerrancia". Beretta 1998,272-273
16 Efectivamente, la carta del I de junio de 1624, de Faber a Cesi, da a entender claramente que la con-
clusión del círculo de amigos de Galileo fue que, por el momento, más cabía la cautela que la osadía. "El
señor Galileo ha hecho buena amistad con el señor cardenal Zoilern, en cuya casa una mañana, el señor
Galileo, el padre Mostro [Niccolo Riccardi}, el sr. [Gaspare} Scioppio y yo, tuvimos una conversación.
Vimos que el padre Mostro estaba muy bien dispuesto hacia nosotros, pero no aconseja que ahora se trate
de desenterrar esta disputa [supitaj. Por lo que creo que el sr. Galileo imprimirá alguna cosita que indi-
rectamente aluda a la cuestión, de modo que los enemigos no tengan donde agarrarse, .." Opere XIII, 181.
223
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Es decir, ahora los dos libros sobre el sistema del universo y el opúsculo
sobre las mareas se han fundido en una sola obra y el elemento central será el
Discurso sobre elflujo y el reflujo del mar. 19 Pero lo que quisiera destacar de nuevo
aquí es que Galileo estaba pensando y trabajaba en su futuro Diálogo, incluso
antes de conocer la reacción de las autoridades y enemigos a su Carta a Ingoli.
Es decir, Galileo nunca abandonó su plan de escribir una obra de cosmología coper-
nicana. Persistió en él a pesar de las circunstancias, y simplemente se acomodó
a las distintas situaciones del entorno, tanto favorables como adversas. El 7 de
diciembre de 1624 Galileo se refiere a su obra como "Diálogo sobre elflujo y el
17 Bucciantini 1995.
rotundidad su perspectiva: "He respondido al escrito de Ingoli, y dentro de ocho días lo enviaré a Roma.
Ahora he vuelto al flujo y reflujo, y he llegado a esta proposición: si la Tierra está ihmóvil. es imposi-
ble que se produzcan los flujos y reflujos; y si se mueve con los movimientos ya indicados, es neéesa·
rio que se produzcan, con todos los accidentes observados en ellos." Carta de Galileo a Federico Cesi,
de 23 de septiembre de 1624. Opere XIll, p. 209.
224
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
tan abundante, porque cuanto mayores viajes haga la pluma de V S., tanta más luz aportará a los inge-
nios. Leí la respuesta que distéis a Ingoli y también la conté en gran parte a Nuestro Señor [Urbano
VIII] que gustó mucho del ejemplo de la criba y de los cuerpos graves que se consideran poco aptos al
movimiento, con las graciosas experiencias que V S. aporta." Opere XIII, 295. Nótese, una vez más,
que Galileo había comentado que casi había acabado su Diálogo, antes de que Ciampoli le comunicara
que el papa Urbano VIII no había puesto ninguna pega a la Carta a Ingoli.
23 Galileo recibe en estos momentos un ejemplar de la prolusión que el padre Spinola había hecho en la
apertura del curso escolar en el Colegio Romano unos meses atrás, en noviembre de 1624, en defensa
de la doctrina peripatética y en contra de los innovadores. Véase carta de Guiducci. Opere XIII, 236-
237. Redondi 1990, 159 Yss. describe muy bien la situación del momento.
24 Carta de Guiducci a Galileo, de 18 de abril de 1625. Opere XIII, 265.
25 No sólo sigue trabajando en su Diálogo, sino que, a principios de noviembre de 1625 le ha dicho a Gio-
vanni Battista Rinuccini que tiene intención de ir a Roma antes de fmal de año. Opere XIII, 282-283 Y284.
26 Véase la carta de Ciampoli a Galileo del 10 de julio de 1627. Opere XIII, 365.
225
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
21 Quizás el apoyo de Riccardi tranquilizó a Galileo (véase carta de Castelli a Galileo de 28 de febrero
de 1628. Opere XIII, 393-394) Y a partir de marzo de 1628 la cuestión desaparece de la correspon-
dencia.
28 Opere XIV, 105-6.
29 En una carta a Galileo del 7 de junio de 1630, Visconti lo cuenta en estos términos: "El Padre Maes-
tro [Riccardi] le besa las manos y dice que la obra le gusta, y que mañana por la mañana hablará con
el Papa para el frontispicio de la obra, y que por lo demás, acomodando unas pocas cositas, pareci-
das a las que acomodamos juntos, le dará el libro. Quedo servidor suyo." Opere XIV, 120. Las pala-
bras de Visconti están en clara contradicción con la versión que, en 1632, dará la comisión especial que
había nombrado Urbano VIII. El informe, mucho más radical y severo, dice así: "él [el padre Visconti]
lo revisó y enmendó [el Diálogo] en mucho pasajes (advirtiendo también al Maestro de otros discuti-
dos con el autor, los cuales el Maestro eliminó sin oír más)". Opere XIX, 325.
30 Opere XIX, 325.
31 Opere XIX, 326. El elemento básico que el prefacio debe incluir es que en Roma no se condenó la
teoría copernicana por ignorancia, sino tras un riguroso examen de la cuestión, pero por razones supe-
riores.
226
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
488-489.
35 Vale la pena citar al menos parte de la carta de Riccardi a Francesco Niccolini: "El P. Stefani habrá
visto el libro juiciosamente. Pero no conociendo las directrices de Nuestro Señor no puede dar apro-
bación que me baste para dar la mía, de modo que el libro se imprima sin peligro de algún disgusto
suyo o mío si los enemigos nos descubren alguna cosa que se desdiga de las órdenes prescritas. Yo no
tengo mayor apremio que servir a la Srema. Alteza del Gran Duca, mi señor, pero quisiera hacerlo de
modo que la persona protegida por tan gran señor estuviera libre de todo peligro de padecer en su
reputación. Y esto no puedo hacerlo sólo con el permiso de impresión, que ahí [en Florencia] no me
corresponde, sino solamente asegurándome de que sea conforme a la regla que se le ha dado por orden
de Nuestro Señor, viendo si la ha respetado. Si me llega el prefacio puesto al principio, y el final del
libro,fácilmente veré lo que me basta, y daréfe además de haber aprobado la obra. O bien, si ni siquiera
puede llegar aquí una copia, escribiré una carta al Inquisidor, indicándole lo que ha de observar en
el libro, explicándole lo que me ha sido ordenado, de modo que si ve que ha sido obedecido, lo deje
correr e imprimir libremente. O hállese otra posibilidad, con tal que el Sr. Galileo no utilice sólo mi
firma y no me perjudique por mi benignidad [cortesia], y yo haré todo lo factible a la menor indica-
ción de tales patrones." Opere XIV, 254.
227
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
39 Nos consta que las correcciones de Stefani fueron puramente testimoniales, para mostrar que había
leído el libro diligentemente. Así lo muestra una carta de Galileo de 15 de enero de 1633. Opere
XV, 236.
228
\
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
Pero sólo disponemos del texto expurgado que se publicó tras casi dos años
de censura y cinco revisiones. 44 Eso hace más asombroso lo que sucedió después.
Un hecho importante de esta historia es que Clemente Egidi, Inquisidor de Flo-
rencia, apenas acababan de imprimirse los primeros ejemplares del Diálogo, a
finales de febrero de 1632, envió uno al padre Riccardi, Maestro del Sacro Palazzo,
40 La carta de Riccardi va precedida de una nota y dice así: "Al final se deberá hacer la peroración de
las obras (sic) como continuación de este prefacio, añadiendo el Sr. Galileo las razones de la divina
omnipotencia que le dio Nuestro Señor, las cuales deben apaciguar el intelecto, aún en el caso de que
no se pudiese librar uno de los argumentos pitagóricos.
Muy Revmo. Padre Inquisidor Honorabilísimo
De conformidad con la orden de Nuestro Señor en relación al libro del Sr. Galileo, además de lo que
mencioné a V P. M. R. para el cuerpo de la obra, le envío este principio o prefacio que hay que incluir
en el primer folio, aunque con libertad del autor para cambiarlo o adornarlo literariamente, con tal
que se conserve la esencia del contenido. Elfinal deberá ser del mismo argumento. Finalmente le beso
las manos, declarándome verdadero servidor de V P. M. R.
Roma, el19 de julio de 1631." Opere XIX, 330
41 Véase el comentario de Besomi y Helbing, en Galileo 1998, n, 40-41.
43 Sin duda, Riccardi tenía razones personales para desear que el manuscrito se perdiera. En él estaban
registradas puntualmente sus correcciones y evidenciados sus descuidos. Pero una vez acabado el pro-
ceso con la condena de Galileo, nadie en la Iglesia tenía ningún interés en que se aireara el manuscrito
que podía responder a muchas preguntas inquietantes respecto a la censura y poner de manifiesto todas
las irregularidades en relación a la concesión del imprimatur.
44 Dos de Riccardi, una de Visconti, y dos de Stefani. Yeso sin duda es simplificar la cuestión.
229
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
que acusó recibo en carta de 6 de marzo de 1632. No hubo ninguna reacción adversa
por parte de éste. 45 Dos días después, el 8 de marzo, tuvo lugar el tempestuoso
consistorio en el que el Cardenal Borgia, embajador de España en la corte papal,
se enfrentó abiertamente al Pontífice, que había visto fracasar todos su planes con
los que había soñado convertirse en el árbitro de Europa. El Papa que, por una
parte, en la política internacional había coqueteado incluso con los protestantes
en contra de España, y que, en la política cultural, se había aproximado a los inno-
vadores como Galileo, en contra de los jesuitas, tenía que rendirse ahora ante sus
adversarios políticos. Se defendió declarándose el más radical contrarreformista
y el peor enemigo de toda innovación que atentara contra la tradición y el prin-
cipio de autoridad. Los jesuitas vuelven a recuperar la supremacía que en 1623
se había visto seriamente comprometida. La "maravillosa coyuntura" se había aca-
bado. 46 En los meses siguientes, en la familia Barberini están demasiado ocupa-
dos para leer los ejemplares del Diálogo que Galileo les va enviando. 47 Riccardi
hace cinco meses que tiene un ejemplar del Diálogo y sigue sin poner ninguna
pega. Pero en julio los enemigos de Galileo, especialmente los jesuitas, que lo
esperan ansiosamente ya han reaccionado. Y, de pronto, Riccardi, como si todo
fuese tan nuevo para él como para los demás, escribe al inquisidor de Florencia
para decirle
"Ha llegado aquí el libro del sr. Galileo y hay en él muchas cosas
que no gustan, por lo cual los patrones quieren de todas todas que
se corrija." 48
" Este hecho es fundamental. Besomi y Helbing comentan refiriendose a la primera revisión del Diá-
logo que hicieron Riccardi y Visconti en mayo-junio de 1630, que "ciertamente no pudieron examinar
en poco más de dos semanas todo el manuscrito con la debida atención". (En Galileo 1998,11,30-31)
Y añaden que el propio Galileo lo reconoce en el texto de la carta que citamos en nuestra nota 41. Aún
aceptando que esto es así, y aunque ignoráramos todas las revisiones a que con posterioridad fue some-
tida la obra, con instrucciones precisas del propio Riccardi, el hecho de que éste al recibir el libro publi-
cado esté cinco meses sin plantear ninguna dificultad resulta crucial para mostrar que el problema no
estaba en ningún caso en un posible descuido de los censores. Naturalmente, suponer que durante estos
cinco meses Riccardi, por las razones que fueran, no examinó atentamente el Diálogo, restaría toda impor-
tancia al hecho de que al principio no lo hubiera revisado con mayor atención, y haría que tuviéramos
que atribuirle una irresponsabilidad o un descuido que no parecen muy verosímiles.
46 Véase Redondi 1990, cap. 8,269 Y ss.
47 El Cardenal Francesco Barberini, por ejemplo, da el suyo a leer a Castelli. Opere XIV, 357.
230
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
49 Los tres delfines eran el logotipo del editor Landini, pero en Roma ven en ellos malévolas referencias
al nepotismo de Urbano VIII que ha colmado de prebendas a sus tres sobrinos. Opere XIV, 379.
,. Todo indica que los enemigos de Galileo sí hacían esta acusación. Por ejemplo, en carta de 5 de agosto
de 1632, Campanella dice "Yo defiendo contra todos que este libro está enfavor del decreto contra motum
Telluris etc. para que algún literatucho no vaya a perturbar el curso de esta doctrina. Pero mis discí-
pulos conocen el misterio." Opere XIV, 367.
'1 Opere XIV, 384.
" Carta del embajador Niccolini a Andrea Cioli, de 5 de septiembre de 1632. Opere XIV, 384.
" En cuanto al número e identificación de los censores, ahora ya se hace difícil contarlos. El Cardenal
Francesco Barberini presidía la Comisión especial, pero no sabemos hasta qué punto estuvo activo en
las cinco reuniones que tuvieron lugar. Además de Riccardi y Oreggi, también formaba parte de dicha
comisión el jesuita Melchior Inchofer, anticopemicano furibundo.
" El primer texto dice: "se pretende que Galileo haya transgredido las órdenes, abandonando la hipó-
tesis y afirmando absolutamente la movilidad de la Tierra y la estabilidad del Sol." Algo más abajo
cuando vuelve a enumerar los cargos contra el Diálogo, el informe insiste: "En la obra falta muchas
veces o abandona la hipótesis, o afirmando absolutamente la movilidad de la tierra y la estabilidad del
Sol, o calificando los argumentos sobre los que lafundamenta corno demostrativos y necesarios, o tra-
tando la parte negativa corno imposible." Opere XIX, 325-326.
)
231
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
" Quede claro que nadie pretendió que Galileo había modificado en este aspecto el manuscrito corre-
gido pasando por alto las correcciones hechas por los censores. ¿Cómo podría haberlo hecho? La Inqui-
sición de Florencia se preocupó muy mucho de que todo se hiciera según las directrices del Papa dicta-
das por Riccardi. Este acusa a Galileo de un tipo de desobediencia que no tiene que ver con la que nos
ocupa, como se ve claramente por el contexto. El embajador Niccolini ha hablado con Riccardi y dice
que este "Se queja de que no se haya respetado el modelo [la forma] dada con la propia carta al Inqui-
sidor, que la declaración que había que imprimir al principio tenga una letra distinta y no esté unida
con el resto de la obra, y que e/final no se corresponda con el principio." Opere XIV, 385. En la misma
carta, (Ibid. 383-384) se alude también a esta cuestión.
56 Más aún, en cierto sentido Galileo tenía un considerable margen de maniobra. Si nos atenemos a las
órdenes estrictas del Papa, tal como las dicta Riccardi al Inquisidor de Florencia, (véanse nuestras notas
35 y 37) queda claro que Galileo podía exponer los argumentos y las réplicas en favor del copernica-
nismo incluso de manera convincente. \
232
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
Es obvio que la Comisión se sometía a la voluntad del Papa, que era el cri-
terio. Urbano VIII, sin embargo, no creyó oportuno utilizar este recurso. En aque-
lla situación el asunto no tenía marcha atrás.
Pero la artificiosidad del problema queda evidenciada también por el hecho
de que, incluso antes de iniciarse el proceso, el tema de si Galileo había presen-
tado hipotéticamente o no la teoría copemicana pasó totalmente a un segundo plano,
hasta la última fase del proceso y la condena. Esto nos lleva a otra perspectiva
del Diálogo.
Pasqualigo.
'" Opere XIX, 348-360.
( 233
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Prácticamente desde que en 1624 inicia la redacción del Diálogo del flujo
y el reflujo,62 Galileo ya decide que confrontará los sistemas ptolemaico y coper-
nicano. 63 Como él mismo es obligado a decir en el prefacio, y seguramente acepta
de buen grado,
61 Zaccaria Pasqualigo, uno de los miembros de la comisión lo deja muy claro al exponer el problema y
en su respuesta señala que, en 1616, Galileo recibió el precepto en los términos mencionados y conti-
núa: "y habiendo impreso sus Diálogos respecto a esta materia {la teoría copernicana] se investiga si
ha transgredido dicho precepto. Se responde que contravino el precepto en cuanto prohibe non doceat
quovis modo. Primero porque el propósito de quien imprime y escribe es enseñar la doctrina que con-
tiene el libro. f. ..} 2º porque enseñar no es otra cosa que comunicar alguna doctrina, como enseña San
Agustín..." Opere XIX, 359. Además, cuando la sentencia comenta que Galileo presentó el certificado
de Bellarmino como defensa dice: "Pero con este certificado, que presentaste en tu defensa, agravaste
más tu situación, puesto que, al decirse en este que dicha opinión es contraria a la Sagrada Escritura,
sin embargo has osado tratarla, defenderla y persuadir de su probabilidad; y no te excusa la autoriza-
ción que sonsacaste artificiosa y aduladoramente, no habiendo informado del precepto que recibiste."
Opere XIX, 405. (La negrita es mía).
62 Carta de Galileo a Cesare Marsili de 7 de diciembre de 1624. Opere XIII, 236. Los amigos a veces se
refieren a la obra como Diálogos.. Véanse las cartas de Guiducci a Galileo de 4 y 11 de enero de 1625.
Opere XIII, 248 Y249.
63 El 20 de octubre de 1625, escribe a Elia Diodati: "voy escribiendo unos Diálogos en torno alflujo y el
reflujo del mar, donde por ello serán tratados ampliamente los dos sistemas ptolemaico y copernicano,
dado que yo remito la causa de tal accidente a los movimientos de la tierra, etc." Opere XIII, 282.
64 Aunque el texto pertenece al Prefacio, "Al prudente lector", Opere VII, 30, que la Iglesia le obligó a
incluir en la obra y, por tanto, puede considerarse como impuesto, lo cierto es que, a lo largo de la segunda
jornada especialmente, Galileo muestra efectivamente que las experiencias factibles, especialmente las
aducidas contra el movimiento terrestre, son perfectamente compatibles con una Tierra móvil, pero no
pretende que constituyan una demostración de su movilidad. Otro tema es el de los fenómenos que no
dependen de nuestra actividad, como las manchas solares y las mareas.
234 (
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
" Podemos dejar de lado la discusión del valor del movimiento de las manchas solares y del fenómeno
de las mareas como pruebas del movimiento terrestre. Pero en ambos casos, la discusión debería hacerse
en base a criterios del siglo XVII. No basta decir que nosotros sabemos que la explicación galileana de
las mareas es falsa, ni podemos atribuir a las hipótesis que en aquel momento atribuían un papel prin-
cipal a la Luna en la explicación de las mareas una modernidad que no tenían en absoluto.
66 El impacto de algunos descubrimientos astronómicos de Tycho Brahe ya habían puesto en cuestión
algunos elementos importantes de la cosmología aristotélica que constituía un todo unitario. Incluso el
jesuita Clavio, matemático del Colegio Romano hasta 1612, reconocía explícitamente esta crisis, o al
menos la necesidad de una revisión de algunos puntos importantes. Parece que algunos de sus colegas
de la orden hubieran deseado ir más lejos en la dirección de la nueva ciencia, de no ser por su ciega
obediencia y la eficaz censura interna de la Compañía. Estos temas han sido estudiados por Ugo Bal-
dini 1992.
í 235
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Tanto desde el punto de vista del fundamento filosófico, como desde el punto
de vista científico Galileo había conseguido legitimar las aspiraciones del copemi-
canismo, y lo había hecho a la vez que deslegitimaba las pretensiones de la cosmo-
logía aristotélico-ptolemaica. 67 En todo caso, la cuestión central no era entonces ni
es ahora si Galileo disponía o no de una demostración de la movilidad de la Tierra.
En realidad ese fue un truco retórico, que tuvo éxito porque tenía todo el respaldo
político necesario. Los jesuitas tuvieron un papel principal en el desarrollo de este
argumento. En una pirueta defensiva, ante la crisis de la teoría tradicional, ahora se
desplazaba el peso de la prueba hacia el adversario, hacia Galileo. El supuesto tácito
era que mientras los copemicanos no demostraran la verdad de sus tesis, la verdad
del geostatismo seguía fmne. Naturalmente, esto es palmariamente falso, pero lo cierto
es que esta postura fue oficialmente adoptada. De hecho, el jesuita Grienberger que,
como matemático del Colegio Romano, es una de las voces científicas más repre-
sentativas de la ciencia tradicional más competente, ya en 1615 había declarado que
Galileo no había aportado ninguna demostración. 68 Esto sucedía antes de que su supe-
rior, el cardenal Bellarmino escribiera la famosa carta a Foscarini, en que declara
solemnemente la inexistencia de una prueba en favor del movimiento de la Tierra
y su incredulidad en que dicha prueba fuera posible. Afmales de septiembre de 1632,
cuando ya han empezado los problemas, Grienberger insiste en el mismo punto. Pero
es muy interesante el modo en que 10 expresa. Torricelli le cuenta a Galileo:
67 La ilustración por parte de Galileo de la neutralidad de los fenómenos aducidos tradicionalmente como prueba
de la estabilidad de la Tierra, en realidad arruinaban las tesis geostatista y abría posibilidades a la copemicana.
68 EI6 de marzo de 1615, Dini escribe a Galileo que Grienberger le ha dicho "qu~ habría preferido que
VS. primero hubiera hecho sus demostraciones, y después hubiera entrado a hdblar de la Escritura...
Yen cuanto a los argumentos que se proponen por parte de VS., se pregunta el dicho padre si no son
más plausibles que verdaderos, porque hay algún otro pasaje de las Sagradas Escrituras que le da miedo."
Opere xn, 151-152. En 1613, Gio.Battista Agucchi ya había insistido en este punto, apoyándose en el
principio de autoridad, yen argumentos astronómicos, Agucchi acaba diciendo: "... segurísimo de que
vos [Galileo} no vais a publicar nada de la verdad de esta opinión si no tenéis en mano los argumentos
ciertos para probarla. Porque si no sucede que se la puede demostrar con pruebas matemáticas y nece-
sarias, sería sorprendente [granfatto} que se persuadiera al mundo únicamente con las razones proba-
bles, siendo algo que no cabe demasiado bien en el intelecto humano." (XI, 535) Pero Grienberger tenía,
sin duda, una mayor autoridad y poder en el campo y, por eso, me remito preferentemente a él.
69 Opere XIV, 387.
236
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SiSTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
Está claro que a Grienberger le parece que los argumentos de Galileo arras-
tran, pero él es jesuita y no puede aceptar que convencen ni que las conclusio-
nes que se deducen sean verdaderas. Pero su comentario invita a preguntar si la
contrapartida es que la teoría cosmológica aristotélico-ptolemaica es verdadera
aunque ya no lo parezca tanto. En todo caso, parece que la verdad no se impone
ni puede imponerse ya con la evidencia e inmediatez de que parecía gozar antes.
De ahí, también por eso, la necesidad de la retórica... también para los enemi-
gos de Galileo. Sólo que quien tiene el poder, no tiene la misma necesidad de la
retórica que quien tiene que convencer. Los intelectuales orgánicos como los jesui-
tas no dejaron de recurrir a ella. Pero, como bien sabemos, la teoría geocentrista
y geostatista se impuso por decreto y amenaza, no por confrontación retórica ni
teórica de ninguna otra clase.
Aún así, algunos historiadores apologistas recuperaron y siguen presentando
la tesis de que en el Diálogo Galileo no aportó ninguna prueba de la movilidad
de la Tierra como el elemento decisivo del enfrentamiento entre Galileo y la Igle-
sia. 70 La ola de artículos y libros que nos ha invadido con los trabajos de la comi-
sión que el papa Juan Pablo II nombró para llevar a cabo "una reflexión serena
y objetiva"7l del caso Galileo, y sobre todo algunos de estos artículos y libros,
no dejan de insistir en este punto. En ellos prácticamente nunca se entra en deta-
lles respecto a en qué consistía el error de Galileo en su "prueba" de la teoría
de las mareas, según los criterios del siglo XVII, que son los que podían usar
los jueces de Galileo y, por tanto, los únicos pertinentes. Pero su tesis es más
amplia y un buen ejemplo de esto lo constituye uno de los libros insignia de esta
70 A principios de siglo, Duhem fue incluso mucho más allá e intentó hacer de Bellarmino y Urbano VIII
tiva" , dice el cardenal Gabriel Marie Garone, coordinador de la Comisión papal, en el prefacio a Pou-
pard Ed. 1992,5.
237
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"reflexión", editado por el cardenal Poupard. Galileo Galilei 350 ans d'histoire,
1633-1983. En él se afirma reiteradamente que el "núcleo de la cuestión galile-
ana" es de naturaleza filosófica, no teológica, y consiste en si Galileo aportó o
no pruebas en favor del copemicanismo y que valor tenían. 72 Y esta tesis fue rati-
72 En el primer artículo, cuyo título coincide con el del libro, Poupard cree oportuno citar la Enciclope-
dia Universalis: "La única prueba que proponía del movimiento de la Tierra, a saber el flujo y el reflujo
de las mareas, no vale absolutamente nada." Poupard Ed.1983, 18. En su contribución titulada "Gali-
lée et la culture de son temps", el jesuita Mario Vigano afirma que "el examen de todo el caso da la
impresión de que el núcleo de la «cuestión galileana» haya sido de naturaleza filosófica, más que de
naturaleza teológica, en lo que concierne precisamente al valor de las pruebas ofrecidas por Galileo
en favor de la teoría copernicana, o incluso de su incapacidad de ser demostrada ... [hace referencia a
la carta de Bellarmino a Foscarini y continua:] Efectivamente según los teólogos estas pruebas no exis-
tían" lbid., 144-145. Otro jesuita, Franyois Russo, destaca igualmente en su "Galilée et la culture the-
ologique de son temps" que aunque Galileo lo quiera hacer creer, "se sabe que Galileo no había apor-
tado una prueba enteramente satisfactoria [de la teoría copernicanaj" lbid., p. 153. En su artículo "Galilée
et les mileux scientifiques aujourd'hui", Georges J. Bené llega a decir: "El Diálogo... pretende probar
el movimiento de la Tierra por las mareas. Los cientificos de la época ya sabían que este argumento
era falso, porque la acción lunar era la verdadera causa de las mareas. En este asunto el rechazo del
libro -que emanaba de una autoridad responsable de la ciencia profana así como de la doctrina cató-
lica- se inscribe en el mismo contexto que el rechazo de un trabajo reconocido como inexacto por el
comité de lectura de una revista científica seria de hoy." lbid., p. 259. La comparación de la Congre-
gación de la Inquisición con "el comité de lectura" de Nature, por ejemplo, resulta difícil de calificar.
Resulta sorprendente la afirmación de que, en aquellos momentos, los cientificos ya sabían qué tesis de
Galileo era falsa, ¿porque ya sabían lo que Newton diría después? sobre todo si se compara con lo afir-
mado después por Costabel en el mismo libro. Pero la sorpresa que depara Pierre Costabel en su artí-
culo "Galilée, hier et aujourdl1Ui" es de signo contrario. Empieza diciendo: "Sin duda no es inútil recor-
dar primero que las pruebas del movimiento de la Tierra sólo alcanzaron un público amplio entre 1830
y 1850." lbid., 198. Con lo cual la Iglesia queda claramente disculpada por no haber eliminado el Diá-
logo de Galileo dellndice de libros prohibidos hasta 1835. La tesis de Wallace en su artículo es aún más
refinada. Según este historiador, el propio Galileo sabe que no tiene ninguna demostración, no lo pre-
tende siquiera y, por tanto, "no habría cometido perjurio cuando en su retractación suscribió la inter-
pretación de los pasajes de la Escritura que según las autoridades eclesiásticas excluían el movimiento
terrestre. Simplemente aceptaba, por un motivo defe, que la Tierra esta inmóvil, lo que podía hacer con
toda honestidad intelectual porque su razón había fracasado en probar lo contrario" Ibid., 96 Se trata
de una tesis que ha reiterado en otras ocasiones. Véase por ejemplo Wallace 1985, en Coyne, Heller,
Sycinski, 1985, 30 Y3. En este mismo libro, Jean Dietz Moss afirma a su vez: "incluso después del Diá-
logo [Galileo] era consciente de que todavía no podía ofrecer las demostraciones requeridas. Desde
esta perspectiva, pues, la Carta [a Cristina de Lorena] y el Diálogo se presentan como ejemplos signi-
ficativos de retórica más que de la realidad de la prueba.... la discusión de Galileo del modo de argu-
mentación propio de las ciencias en el Diálogo muestra que era totalmente consciente de la diferencia
entre ésta y la retórica ... El problema en la causa de Galileo en pro del copernicanismo era su propio
uso de la persuasión para llenar las lagunas donde la prueba todavía no estaba disponible." Dietz Moss
1985,59-60. Con todo, cabe decir que Dietz Moss ha matizado y ampliado considerablemente sus tesis
sobre este y puntos relacionados (Dietz Moss 1993). Volviendo al libro editado por el cardenal Poupard,
en cierto sentido Bemard Vinaty, o.p. constituye una excepción cu~do afirma que "sería demasiado
expeditivo retener de la explicación galileana de las mareas únicamehte el que es errónea. Ciertamente,
ha sido sustituida por la explicación newtoniana que atribuye la causa principal de las mareas a la atrac-
ción conjunta de la Luna y el Sol sobre la Tierra. Sin embargo, no era enteramente errónea. Por una
parte, el efecto debido a la composición de dos movimientos de la Tierra es real, pero la elevación y
descenso de las aguas marinas que se le puede atribuir es del orden de algunos centímetros, y sería
totalmente insuficiente para explicar las mareas que podemos observar" Bemard Vinaty, "Galilée et
Copemic", en Poupard Ed. 1984, 55. Como puede verse, tampoco él discute la cuestión con los crite-
rios de la ciencia del XVII. Pero tiene el mérito de temperar la importancia atribuida usualmente al error
de Galileo.
238
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
ficada por el propio Juan Pablo Il, cuando hizo balance del resultado de los tra-
bajos de la comisión. El Papa afirmó que Galileo no distinguió adecuadamente
No hay por qué esperar que el Papa fuera un refinado filósofo de la cien-
cia. Pero resulta más sorprendente que los estudiosos del tema todavía parezcan
remitirse vagamente a una especie de rígido código metodológico, de tipo veri-
ficacionista, como las reglas metodológicas que los científicos usan en su trabajo.
En la década 1960 se puso de manifiesto que los esquemas lógicos no ya verifi-
Tras los trabajos de la comisión papal, la tesis se consigeró ratificada una y otra vez. En 1992, otro de
los estudiosos que participó en los trabajos de dicha comisión afmnaba con más entusiasmo que los ante-
riores si cabe que "Galileo en efecto no había aportado prueba alguna. Ni uno sólo de sus argumentos
podía considerarse tal, y menos todavía su teoría sobre las mareas." Brandmüller 1992, 112. Así Brand-
müller anticipa la respuesta a su pregunta respecto al tema central de todo el affaire: "si hubo una cerrada
oposición a un conocimiento que se presentaba comprobado y fuera de toda duda o si, por el contra-
rio, la oposición se ejercitó sobre una mera hipótesis pendiente de demostración. De eso se había tra-
tado en 1616 y ese seguía siendo el planteamiento en la primavera de 1631 -quince años después cuando
Galileo había puesto punto final a su Diálogo, después de muchas suspensiones obligadas por sus enfer-
medades y por el cansancio de un envejecimiento acelerado" . ldem. En su introducción a Brandmüller
- Greipl1992, Brandmüller todavía va más lejos cuando afirma que ya a principios del siglo XIX, el
copemicanismo había ido siendo cada vez más obvio, pero precisa: "si bien, -al menos por lo que se
juzga hoy- sólo los descubrimientos de Friedrich Wilhelm Bessel en 1838 aportaron una prueba con-
vincente a favor de aquel sistema". Brandmüller - Greipl, 1992, 45. En un final apoteósico, Brandmü-
ller destaca la perspicacia de las autoridades eclesiásticas, cuando incluso en el siglo XIX no se dejaron
llevar por "el ingenuo optimismo hacia las ciencias", y añade "Olivieri, y con él después el Santo Ofi-
cio, nunca ha afirmado que el movimiento de la Tierra y el heliocentrismo fueran verdades incontro-
vertibles, si bien en aquel momento se hubieran convencido de ello el mundo de los expertos así como
la opinión publica. La argumentación de Olivieri mostraba simplemente que se puede enseñar esta con-
cepción astronómica sin contradecir la fe católica. Después se ha visto que esta discreción era justifi-
cada, dado que el sistema de Copérnico, de Galileo y de Newton ya ha sido superado desde hace tiempo
por la investigación. Y precisamente este desarrollo confirma nuevamente el escepticismo metodológico
de los teólogos romanos de 1616 basado sobre santo Tomás de Aquino. Con esta constatación por tanto,
el Santo Oficio había observado estrictamente los límites de sus competencias tanto teológico-científi-
cas como eclesiástico-magistrales." Brandmüller - Greipl, 1992, 129-130. Lo cierto es que, al leer a
Brandmüller, no se comprende por qué el Papa mostró su pesar por "ciertas intervenciones indebidas",
en lugar de celebrar los comprobados aciertos que tuvieron lo5-11Íiembros del Santo Oficio de 1616 en
adelante. Cabe decir que Fantoli, en su libro Galileo, per il copernicanesimo e per la Chiesa, que tam-
bién surgió de la iniciativa de la comisión papal, critica el libro editado por el Cardenal Poupard, lamen-
tando que "algunas de las contribuciones recogidas en él aparecen escritas apresuradamente y con varias
-a veces graves- imprecisiones". Fantoli 1997,493-494, nota 46. Fantoli crica también algunos excesos
de Costabel y Brandmüller en Fantoli 1997,479 Y480,485 respectivamente.
73 Discurso de Juan Pablo II a la Academia Pontificia de las Ciencias. Sábado 31 de octubre de 1992.
Cito por la reproducción de Brandmüller 1992, 191. Para un examen más detallado de la posición del
Papa en 1979 y 1992, puede verse Segre 1997.
239
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
74 Frente a los rupturistas y a los que han pretendido hacer de Galileo un positivista que había dejado de
lado la explicación causal, en base sobre todo a algunos escritos de juventud de Galileo, y al uso de la
terminología aristotélica que emplea, Wallace afirma: "El hecho es que Galileo era un hombre de su
tiempo que estaba perfectamente al corriente del pensamiento de los plstotélicos progresistas tales como
los jesuitas y que hizo buen uso del análisis causal y de los cánones metodológicos de los Analitica Pos-
teriora". Wallace 1985,34.
" El geocentrismo y el geostatismo, desde Parménides o Anaximandro con su idea nada obvia de una
Tierra suspendida en el centro del universo, hasta una Tierra clavada en el centro de Aristóteles, fue cons-
truyendo lentamente sus premisas y su obviedad a lo largo de más de dos siglos, y, sólo tras complejí-
simas elaboraciones intelectuales, se incorporó al sentido común de la gente culta. El copemicanismo
tuvo que pasar un proceso similar aunque fue algo más breve.
76 Recuérdense la afIrmaciones de Querengo y Grienberger citadas más arriba.
n El aspecto retórico del Diálogo ha sido señalado desde antiguo. Véase por ejemplo, Koyré 1966,212-
215; trad. cast. 1980,200-204; YDrake 1970,253. Pero cabe ver sobre todo Finocchiaro 1980; y Dietz
Moss 1993.
240
EL DIÁLOGO SOBRE LOS DOS MÁXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO DE GALILEO.
GÉNESIS y PROBLEMAS
cemos con el razonamiento, o para confirmar la realidad de aquella o para descubrir sufalacia" Opere
VII, 281.
81 "SALV Yo sin experiencia estoy seguro de que el efecto [el que la piedra dejada caer desde lo alto
del mástil cae al pie de éste también cuando ésta avanza con velocidad uniforme] se dará como os digo,
porque es necesario que así se dé. Y además añado que también vos sabéis que no puede suceder de
otro modo, por más que fingís o simuláis fingir que no lo sabéis. Pero yo que soy tan buen domador de
cerebros que os lo haré confesar a viva fuerza." Opere VII, 171. He desarrollado algo más ampliamente
este punto en Beltrán 1983, 131 Y ss.
241
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIE CIA MODERNA
tas, SUS oponentes más competentes, parece que no era así. Su adhesión teórica
fue fruto de su obediencia más que de su ciencia. Pero me gustaría acabar des-
tacando el hecho señalado antes. El Diálogo que ha llegado hasta nosotros no es
la obra que Galileo hubiera querido escribir. Ni siquiera es la obra que escribió
porque le corrigieron y cambiaron textos, le impusieron una estructura, le obli-
garon a presentar unas ideas y eliminaron otras. Pues bien, a pesar de todos estos
condicionamientos y manipulaciones, y de toda la retórica impuesta, la querida
y la necesaria, no hay duda de que los argumentos centrales del Diálogo, sus ideas,
que son el inicio de una nueva física que elaboró entre 1602 y 1609, Y sus des-
cubrimientos astronómicos de 1610 a 1612, constituyen el sólido fundamento de
la obra cosmológica de Galileo desde que fue planeada por primera vez. Ahí está,
en última instancia, el valor más permanente de su obra.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Altieri Biagi, Maria Luisa, 1995, "L'Incipit del Diálogo sopra i due massimi sistemi", en
Galileo Galilei e la cultura veneziana. Atti del convegno di studio promosso
neLrambito delle celebrazioni galileiane indette daLrUniversita degli Studi di Padova
(/592-1992) Venezia, 18-20 giugno 1992, Venezia 1995, Istituto Veneto di Scienze,
Lettere ed Arti., 351-361.
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243
LOS DISCURSOS SOBRE DOS
NUEVAS CIENCIAS
Enrico Giusti
Universita di Firenze
INTRODUCCIÓN
I Para una exposición mas detallada se podrá consultar la introducción de A. Favaro al octavo volumen
de las Opere de Galileo (Edizione Nazionale, Giunti-Barbera, Florencia 1968) o, al menos, la introduc-
ción de A. Carugo y L. Geymonat a la edición de los Discursos, Boringhieri, Turín 1958.
245
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Por otra parte, fue el mismo Galilei quien truncó estas tentativas, y en par-
ticular la de Pieroni, tras los contactos que Ludovico Elzevier había mantenido
primero en Venecia con Fulgenzio Micanzio y después directamente en Arcetri
con Galileo, y que debían llevar a la imprenta los Discursos en la famosa tipo-
grafía de Leyden. En septiembre de 1636 llegan a Holanda las dos primeras jor-
nadas (que Galileo había terminado y enviado el año anterior por carta a varios
de sus amigos, entre los que se encontraban Micanzio y Pieroni) junto con la ter-
cera y la cuarta, éstas, sin embargo, incompletas, ya que carecían de la parte refe-
rida al movimiento de los proyectiles, que por la prisa no se había podido man-
dar a copiar. Sobre esta última parte Galileo trabajará todavía algunos meses, y,
de hecho, la mandará a Venecia junto con el apéndice sobre el centro de grave-
dad de los sólidos en junio del año siguiente, cuando ya comenzaban a llegar de
Leyden los primeros folios impresos de los discursos.
La impresión concluyó en julio de 1638, y en diciembre llegan los prime-
ros ejemplares a Roma. Galileo no consiguió sus volúmenes hasta junio del año
siguiente, cuando el libro ya circulaba en Italia y en el extranjero.
No consta que la publicación de la obra, a pesar de la prohibición de la
Inquisición, ocasionase problemas a su autor; indicio acaso de un cierto debili-
tamiento en el rigor de la condena (que, aunque se produjo, no eximió a Galileo,
de todas formas, del confinamiento hasta el fin de sus días) o más probablemente
del hecho de que las materias tratadas no eran relevantes en el terreno de la fe.
Desde luego, a pesar de las repetidas alusiones a la composición de la materia y
las claras profesiones de atomismo, la obra pudo circular sin particulares problemas
y llegó a reimprimirse en todas las ediciones de las obras de Galileo.
246
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
muy significativos: por una parte, la teoría de las proporciones es el lenguaje que
unifica toda la estructura matemática del volumen; lenguaje obligado para una inda-
gación cuantitativa de las leyes físicas. Galileo, aunque dominaba por completo
las sutilezas de la teoría eudoxiana contenida en los Elementos de Euclides, la con-
sideraba demasiado compleja y no suficientemente eficaz para sus proyectos, y se
propone sustituirla con una nueva sistematización. Sobre este tema volverán a tra-
tar muchos de los componentes más importantes de la escuela galileana2 •
Pero también el tema de la otra jornada, la fuerza de percusión, ocupa un
lugar central en las especulaciones de Galileo, no sólo por su interés intrínseco,
sino también (y quizá es lo más importante) porque hará falta hacer referencia a
la percusión para precisar uno de los puntos más delicados del análisis del movi-
miento acelerado: la velocidad instantánea.
Las dos jornadas ya no llegarán a añadirse a las publicadas. Si en cuanto
a la teoría de las proporciones probablemente le faltaron fuerzas para llevar a tér-
mino un trabajo ya esbozado en sus líneas fundamentales, Galileo no acertará a
encontrar la clave para afrontar correctamente el problema del impacto, que trató
de describir (imitado en esto por Torricelli que retomó sus sugerencias) con-
frontándolo con el efecto de un peso. Esas dos jornadas se publicaron por sepa-
rado muchos años después, en 16751a quinta, y la sexta en 1718, en la segunda
edición de las Obras.
2 Sobre este tema véase mi Euclides reformatus. La teoria delle proporzioni nella seuola galileiana, Bollati
247
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
«siendo así que todas las razones de la mecánica tienen sus funda-
mentos en la geometría, en la cual no veo que la grandeza o la peque-
ñez hagan que los círculos, los triángulos, los cilindros, los conos,
y cualesquiera otras figuras sólidas estén sujetos a distintos condi-
cionantes en uno y otro caso. Cuando la máquina grande se hafabri-
cado en todos sus componentes conforme a las proporciones de fa
menor, la cual es válida y resistente para el ejercicio al que está des-
tinada, no alcanzo a ver por qué ella ahora no es invulnerable a los
accidentes, siniestros y destructivos, que le pueden sobrevenir»3.
248
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
4 Opere X, p. 115.
249
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
les desde el inicio del movimiento son entre sí como los números impares). Lo
que Galileo busca es, por tanto, el descubrimiento no de las leyes que gobiernan
el movimiento, sino, más bien, de un principio unitario del que ellos se deriven
y de una teoría matemática que recoja dentro de sí los resultados anteriormente
alcanzados. El hecho en sí no es sorprendente: la sistematización axiomático-deduc-
tiva de una teoría sigue siempre a la adquisición de sus principales líneas funda-
mentales: no se demuestra más que aquello que se conoce.
Ahora había encontrado el principio que faltaba:
, Opere, X, p. 115.
6 Études galiléennes cit., pp. 96-98.
7 N. T. «gana fuerzas al desplazarse».
250
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
v = s/t,
sino que se expresará de manera más enrevesada diciendo que las velocidades
de dos movimientos uniformes tendrán una relación compuesta de la que se da
entre los espacios y de la inversa de los tiempos. En fórmula:
251
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Así pues, he aquí que tenemos la velocidad ligada a la altura: dado que la
velocidad determina la cuantía del impacto y dado que éste es proporcional a la
altura desde la que cae el grave, la velocidad será también ella proporcional al
espacio recorrido. Galileo considera tan evidente la proporcionalidad entre velo-
cidad e impacto, que, con el descubrimiento de la ley correcta del movimiento
(la velocidad instantánea es proporcional al tiempo), se ve obligado a abandonar
al menos una de las dos hipótesis: velocidad proporcional al impacto o impacto
proporcional a la altura. Él renunciará a esta última, a fin de mantener la primera.
252
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
En fin, como confirmación ulterior del papel de los procesos del impacto
en la definición de la velocidad instantánea, hay que señalar también la elección
del término «momento de la velocidad» que Galileo usa para denominarla. Si,
siguiendo a Torricelli, traducimos «momento» como «act~vidad»lO, o bien «efi-
cacia», no podemos más que referirlo al impacto: la parte activa de la velocidad
global en el impacto es precisamente la velocidad en el momento del contacto.
10 «El momento, o bien, actividad», Lezioni accademiche n. «Della percossa». Opere di E. Torricelli,
vol. n, p. 6.
11 Opere, VIII, p. 373.
253
GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIENCIA MODERNA
cidad. Una vez enunciadas, se pasa a reformular las hipótesis en términos geo-
métricos:
A
«Forme la línea AK un ángulo cualquiera con la AF, y trá-
cense por los puntos C, D, E, F las paralelas CG, DH, El,
e FK. Y, dado que las líneas FK, El, DH, CG son entre sí como
D las FA, EA, DA, CA, entonces las velocidades en los puntos
F, E, D, C son como las líneas FK, El, DH, CG. Por tanto,
E 1-----\
van aumentando progresivamente los grados de velocidad en
todos los puntos de la línea AF conforme al incremento de
F I-- .......... K las paralelas trazadas desde todos esos mismos puntos»12.
"[bid.
13 [bid.
254
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
entre las velocidades complexivas son iguales a las relaciones entre todos los gra-
dos de velocidad que las componen.
Para calcular esos grados, Galileo acude a las relaciones entre todas las para-
lelas con todas las paralelas, y pasando de estas a aquellas, entre las áreas de los
respectivos triángulos:
Una vez obtenidas las relaciones entre las velocidades complexivas (que
son entre sí como las áreas de los triángulos y, por tanto, como los cuadrados de
los espacios recorridos, dado que las bases son proporcionales a las alturas), se
trata de obtener de aquellas las relaciones entre espacios y tiempos. Es ahí donde
la argumentación de Galileo es más débil, y donde fuerza el instrumento mate-
mático del que dispone, la teoría de las proporciones, para llegar al resultado pre-
tendido. De hecho, una deducción correcta habría debido llevar al resultado (evi-
dentemente absurdo) de que los tiempos del trayecto, que son directamente
proporcionales a los espacios e inversamente proporcionales a las velocidades,
son como el inverso de los espacios recorridos, y recíprocamente, que los espa-
cios son inversamente proporcionales a los tiempos. Galileo, en cambio, argu-
menta de manera diferente:
14 ¡bid.
15 Opere. III, pp. 373-74.
255
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
«Por tanto, las distancias desde el principio del movimiento son como
los cuadrados de los tiempos; y, dividiendo, los espacios recorridos
en tiempos iguales son como los números impares respecto a la uni-
dad; lo cual responde a lo que siempre he dicho y observado con la
experiencia; y así todas las verdades concuerdam/6 •
17Lo Specchio Ustorio, overo Trattato delle Settioni Coniche ed alcuni loro rnirabili effetti intomo al
Lurne, Caldo, Freddo, Suono, e Moto ancora, Ferroni, Bolonia 1632.
256
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
[...]», Y, sobre todo, la del 21 de marzo siguiente, en la que Cavalieri le pide a Galileo que le aclare el
motivo de por qué "el móvil que tiene que pasar del estado de reposo a cualquier grado de velocidad ha
de pasar por los intermedios [...]" (Opere, XIII, pp. 309 Y311).
21 De la Geometria, o mejor dicho de sus primeros seis libros, tenemos dos códices manuscritos, ninguno
257
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Por tanto, sumando todas las circunferencias, es decir, todos los gra-
dos de velocidad, es como se obtiene «la verdadera cantidad de todos los gra-
dos de velocidad», esto es, la velocidad complexiva. El lenguaje de Cavalieri
es aquí muy burdo y directo: habla explícitamente de suma de todos los gra-
dos de velocidad, un término que él mismo en la Geometría, y Galileo en los
Discursos, se preocupará de eliminar, usando términos como agregado o com-
posición.
23 ¡bid.
24¡bid., p. 159. Nótese que a la velocidad complexiva no se alude con un ténnino propio, sino que, de
manera significativa, se la define como <<la verdadera cantidad de todos los grados de velocidad». Ahora
bien, el ténnino «cantidad» remite inmediatamente a la teoría de las proporciones: lo que tiene cantidad
-dice Cavalieri- tiene proporción con las otras magnitudes cinemáticas; no son los grados de velocidad,
sino la «suma» de ellos, en nuestra tenninología <<la velocidad complexiva».
258
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
«Ahora bien, dado que parece cosa imposible sumar infinitas cir-
cunferencias, yo me sirvo del área del mismo círculo, y extraigo
las proporciones de las velocidades agregadas, comenzando por
el centro, o estado de reposo, llegando hasta la circunferencia más
externa, es decir, al máximo. Como ya he demostrado en mi Geo-
metría que la misma proporción que mantienen los círculos entre
sí la mantienen también todas las circunferencias que se pueden
describir en torno al centro del uno respecto a todas las circunfe-
rencias que se pueden describir en torno al centro del otro, por
ello, si en nuestro círculo, en el que pretendo medir las velocida-
des agregadas, a la distancia, por ejemplo, de un tercio del semi-
diámetro voy a trazar un círculo cuya circunferencia represente un
grado tal de velocidad, sabré que la misma proporción que man-
tiene el círculo grande con el pequeño la mantendrán también todas
las circunferencias concéntricas del círculo grande con todas las
circunferencias concéntricas del pequeño, es decir, todos los gra-
dos de velocidad adquiridos al pasar desde el estado de reposo al
grado máximo con todos los grados adquiridos al pasar de dicho
estado de reposo al grado intermedio que hemos fijado; pero los
círculos son entre sí como los cuadrados de los semidiámetros,
entonces también dichas velocidades aumentarán conforme al incre-
mento de los cuadrados de los semidiámetros [. ..] »26.
Las velocidades complexivas son, por tanto, entre sí como los cuadrados
de los radios. Si ahora se pretendiese seguir aplicando a estas velocidades las reglas
del movimiento, según las cuales los espacios tienen una proporción compuesta
de las velocidades y de los tiempos, se debería concluir que los espacios reco-
rridos varían como los cubos de los tiempos empleados, un resultado obviamente
inaceptable.
Para eludir estas conclusiones, Cavalieri hace una pirueta lógica que
recuerda a la otra semejante que llevó a cabo Galileo casi treinta años antes, y
concluye:
25 Geometria lndivisibilibus Continuorum nova quadam ratione promota, Ferroni, Bolonia 1635. Véase,
en particular, la Proposición 4 del libro VI: «dati circuli, necnon similes sectores inter se sunt, ut omnes
eorundem circumferentiae» «<Dos círculos dados, o sectores semejantes, son entre sí como todas sus cir-
cunferencias»).
26 Lo Specchio Ustorio cit., p. 160.
259
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
27 [bid., p. 160. Nótese, como confirmación de lo que decíamos poco más arriba, cómo Cavalieri intro-
duce el principio fundamental del movimiento de los graves, es decir, la proporcionalidad entre grados
de velocidades y tiempos, con el único fin de la demostración, y también aquí de manera nada explícita,
sino, más bien, identificando los tiempos con los distintos radios de los círculos. A este respecto, se podría
poner en duda hasta qué punto Cavalieri había entendido realmente la arquitectura de la teoría galileana
de la caída de los graves.
260
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
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GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
262
Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
29Opere, Vill, pp. 208-9; véase además, pp. 183-84 «<Theorema 1, Propositio 1). Tempus in quo aliquod
spatium a mobili conficitur latione ex quiete uniformiter accelerata, est aequale tempori in quo idem spa-
tium conficeretur ab eodem mobili motu aequabili delato, cuius velocitatis gradus subduplus sit ad sum-
mum et ultimum gradum velocitatis prioris motus uniformiter accelerati.
Repraesentetur per extensionem AB tempus in quo a mobili latione uniformiter accelerata ex quiete in
C conficiatur spatium CD; graduum autem velocitatis adauctae in instantibus temporis AB maximus et
ultimus repraesentetur per EB, utcunque super AB constitutam; iunctaque AE, lineae omnes ex singulis
punctis lineae AB ipsi BE acquidistanter actae, crescentes velocitatis gradus post instans A repraesenta-
bunt. Divisa deinde BE bifariam in F, ductisque parallelis FG, AG ipsis BA, BF, parallelograrrunum AGFB
erit constitutum, triangulo AEB aequale, dividens suo latere GF bifariam AE in 1: quod si parallelae trian-
guli AEB usque ad IG extendantur, habebimus aggregatum parallelarum omnium in quadrilatero con-
tentarum aequalem aggregatui comprehensarum in triangulo AEB; quae enim sunt in triangulo IEF pares
sunt cum contentis in triangulo GIA; eae yero quae habentur in trapezio AIFB, communes sunt. Cum-
que singulis et omnibus instantibus temporis AB respondeant singula et omnia puncta lineae AB, ex qui-
bus actae parallelae in triangulo AEB comprehensae crescentes gradus velocitatis adauctae repraesen-
tant, parallelae yero intra parallelograrnrnum contentae totidem gradus velocitatis non adauctae, sed
aequabilis, itidem repraesentent; apparet, totidem velocitatis momenta absumpta esse in motu accelerato
iuxta crescentes parallelas trianguli AEB, ac in motuaequabili iuxta parallelas parallelogrammi GB: quod
enim momentorum deficit in prima motus accelerati medietate (deficiunt enim momenta per parallelas
trianguli AGI repraesentata), reficitur a momentis per parallelas trianguli IEF repraesentatis. Patet igi-
tur, aequalia futura esse spatia tempore eodem a duobus mobilibus peracta, quorum unum motu ex quiete
uniformiter accelerato moveatur, alterum Yero, motu aequabili iuxta momentum subduplum momenti maxirni
velocitatis accelerati motus: quod erat intentum».
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Los DISCURSOS SOBRE DOS NUEVAS CIENCIAS
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EL ATOMISMO DE GALILEO
Pietro Redondi
Universita degli Studi di Bologna
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EL ATOMISMO DE GALILEO
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GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIENCIA MODERNA
res philosophi (<<los filósofos más antiguos») de que todos los cuerpos están dota-
dos de peso; y la segunda vez en los textos relativos a su Discorso sui galeggianti
de 1612, en los que se alineaba con Demócrito al sostener la hipótesis de que el
agua estaría compuesta de átomos redondos y desligados, y el fuego de igníco-
las puntiagudos y veloces.
Esto es todo lo que se refiere a las citas galileanas de Demócrito. Es poco,
pero es mejor que nada. Como compensación, tenemos las páginas de la primera
jornada de los Discorsi intomo a due nuove scienze, en los cuales la condensación
y la rarefacción se estudian more geometrico y con razonamientos infmitesimales
que podrían hacer pensar en las demostraciones por exhaución atribuidas a Demó-
crito o en su obra perdida sobre el contacto entre la esfera y el plano tangente.
Sabemos por la correspondencia del padre Micanzio que Galileo y Paolo
Sarpino encontraban cómo conciliar la idea de átomos de materia impenetrable
con el fenómeno de la condensación. En los Discursos proponía que se imagi-
nara que la materia estaba compuesta no de partes elementales de cantidad y forma
determinada, atomi quanti, sino de infinitos átomos carentes de dimensión como
los puntos geométricos, atomi non-quanti. Si todos los puntos de una línea están
contenidos en un segmento, ¿por qué entonces toda la materia del mundo no iba
a poder condensarse en el tamaño de una nuez (al menos idealmente)? Galileo
aportaba el fenómeno observable de un grano de pólvora de disparo que en pre-
sencia del fuego explota expandiéndose en una gran esfera de luz y calor: ¿cómo
refutar que en aquel minúsculo granito de pólvora pirotécnica estaban conteni-
das infinitas partículas de calor y fuego?
Pero Galileo, más que acabar con la antigua doctrina atomista con estas
especulaciones infinitistas dignas del cardenal de Cusa, pretendía quizá defen-
derla de la objeción ritual de carácter matemático que Aristóteles les ponía a Ana-
xágoras y a Demócrito, es decir, que imaginando los átomos como partes indi-
visibles de un segmento se terminaba por caer pronto en la irracionalidad de las
relaciones inconmensurables.
Por lo demás, no se debe pasar por alto que en las páginas de los Discur-
sos que preceden a estas «altísimas contemplaciones» suyas, ofrecía una teoría
físicamente bastante concreta del estado sólido como un mecanismo hidroneu-
mático a escala corpuscular: la resistencia o la cohesión de los cuerpos sólidos
dependía de su porosidad. Para mantener próximas, más bien pegadas, a las par-
tículas había en los cuerpos infinitos vacíos diseminados que actuaban como bom-
bas/ventosas invisibles. En términos modernos, la presión negativa interna era la
que funcionaba como agente puntiforme de la unión. Galileo se basaba en el modelo
fenomenológico de la fusión de los metales por la intervención del fuego. Cuando
las sutilísimas partículas de fuego penetraban en el metal hasta rellenar sus inters-
ticios, desaparecía la cohesión y las partículas quedaban sueltas, libres para des-
lizarse haciendo pasar el metal a su estado fluido. Tan pronto como las partículas
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EL ATOMISMO DE GALILEO
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INFINITO Y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES Y CRÍTICAS
Michel Blay
Ecole Normale Supérieure de Fontenay-S' Cloud
279
GALILEO y LA GESTACIÓ DE LA CIE CIA MODERNA
1Galileo, Opere, ed. Nacional italiana por Favaro y Longo, 20 vol, Florencia 1890-1909, XID, p. 312.
2Opere, VID, 255 (segunda Jornada). En lo que sigue utilizaremos la traducción francesa hecha por René
Fréreux y Fran«;:ois de Gandt, Dialogo sobre los dos grandes sistemas del mundo (París, Le Seuil, 1992),
241-242.
280
INFINITO y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
M
...---------""'lI A
F
L/- --l
G
B e
3Dialogo, 241.
4El análisis del principio del movimiento es un problema muy delicado que desarrollaremos en las pági-
nas siguientes. En esta perspectiva es interesante observar que Cavalieri escribe, en una carta a Galileo
con fecha del 19 de diciembre de 1634: Ahora bien, puesto que el principio y el final de un movimiento
no son movimiento [...], Opere, XVI, 174. Ver igualmente Michel Blay, Les raisons de l' infini (Paris, Galli-
mard-Essais, 1993), capítulo III titulado "La science du mouvement dans les chantiers de l'infini".
281
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
, Dialogo, 241.
'[bid.
7 [bid., 241-242.
8 [bid., 242.
282
INFINITO y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
9 ¡bid.
\O ¡bid.
" Historia de la Academia Real de Ciencias con las Memorias de Matemáticas y de Física del mismo
año. Extraídas de los Registros de esta Academia, Parte histórica, año 1703 (1705), 126.
12 Dialogo, 242.
283
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
e
¡------,. A
E F B
D
13 Opere, VIII, 43-113. En lo que sigue utilizaremos la traducción francesa hecha por Maurice Clavelin
Discours concernant deux sciences nouvelles (París, Colin, 1970; reed. PUF, 1997).
14 Opere, VIII, 208; Discours, 139.
284
INFINITO y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
que Galileo introduce la expresión "momento de velocidad" en lugar de "grado de velocidad". Incluso
si estas dos expresiones son muy a menudo sinónimas en los textos galileanos, esta sustitución, en este
punto del razonamiento no deja de ser un poco problemática.
285
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Para comparar los espacios recorridos, Galileo pone en juego pues un razo-
namiento que se apoya en la comparación de dos agregados de paralelas com-
prendidas en dos figuras iguales, por una parte, el paralelogramo AGFB y, por
otra, el triángulo AEB.
Además, el agregado de todas las paralelas comprendidas en el triángulo
AEB representa el agregado de todos los grados de velocidad de un movimiento
uniformemente acelerado mientras que el agregado de todas las paralelas com-
prendidas en el paralelogramo AGFB representa el agregado de todos los grados
de velocidad de un movimiento uniforme. En consecuencia, los agregados de los
grados de velocidad en uno y otro movimiento son los mismos:
1968),309-310; Jacques Merleau-Ponty, Lec;ons sur la genese des théories physiques (París, Vrin, 1974),
50-51 YAlexandre Koyré, Etudes galiléennes (París, Hermann, 1966 y 1980),149 Y sigo Se puede con-
sultar también P. Galluzzi, Momento. Studi galileiani (Roma, 1979); E. Giusti, "Aspetti matematici della
cinematica galileiana", Bolletino di Storia delle Scienze Matematiche, (1981), 32 YA. Nardi, "La qua-
dratura della velocita. Galileo, Mersenne, La tradizione", Nuncius (1988), 27-64.
286
INFINITO y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
Estas son las afirmaciones del análisis galileano que serán o,bjeto de las
críticas de Edme Mariotte (1620-1684) Yde Pierre Varignon (1654-1722).
Lema Iº
Los cuerpos que caen por su propio peso en el aire libre, comien-
zan su caída con una velocidad determinada bastante considerable
y no pasan por todos los grados de lentitud".22
287
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"Sea una balanza rígida e inflexible BAC cuyo brazo AC sea 50 veces
mayor que el brazo AB, es evidente que si se suspende en el punto B,
el peso D de 50 onzas, y en el punto C el peso E de 2 onzas, este último
peso descenderá, y hará elevar el peso D. Sea otro peso F igual al peso
E, y que se le deja caer al mismo tiempo que el peso E no comenzará
su caída con una velocidad menor que la del peso E sino que será igual
o mayor, y puesto que la balanza es inflexible, el peso E no puede moverse
descendiendo a menos que el peso D se mueva subiendo, y que no se
mueve 50 veces más rápido, por lo tanto el peso E no pasará por ese
grado de lentitud, ni por todos los otros entre dos. Y si el brazo AC, es
cien veces más grande que el brazo AB, habrá aún un mayor número
de grados de lentitud, por los cuales el peso E no pasará, y así hasta
el infinito, en consecuencia hay una infinidad de grados de lentitud por
los que el peso E no pasa en su descenso, dado que comienza su caída
con una velocidad igualo mayor que la del peso E, en consecuencia
comienza a descender con una velocidad determinada, y bastante con-
siderable, lo que era preciso demostrar".23
Así, un cuerpo en caída libre, al principio de su movimiento, no pasa por
todos los grados de velocidad, sino, al contrario, comienza su movimiento con
una velocidad "determinada bastante considerable".
Ya, en 1673, en su Traité de la percusión ou choq des corps, Mariotte escri-
bía en términos parecidos:
"Un cuerpo que cae libremente comienza a caer con una veloci-
dad determinada, y que no es infinitamente pequeña; es decir, que
es tal que puede haber menores en diferentes grados" .24
En este mismo Traité de la percusión, Mariotte, algunas páginas más ade-
lante, vuelve sobre esta cuestión asociando entonces a su crítica reflexiones que
se apoyan en las célebres paradojas de Zenón de Elea relativas a la continuidad
del movimiento:
"Galileo hace algunos razonamientos bastante verosímiles para pro-
bar que en el primer momento en el que un peso comienza a caer, su
23 [bid., 118 vº - 119 rO. F comienza su caída con una velocidad igualo mayor a la de E (se da por supuesto
que el movimiento comienza con una velocidad inicial); por tanto E, debido a la estructura de la balanza
se desplaza más más rápido que B (o D), y así, F no pasa por todos los grados de lentitud.
24 Mariotte, Traité de la percusión ou choq des corps. Dans lequelles principales Regles du mouvement
contraires ¿¡ celles de Mr. Descartes, et quelques autres modernes ont voulu établir, sont démonstrées
par leurs véritables causes (París, l 673). Esta obra será, con algunas modificaciones, reeditada en nume-
rosas ocasiones, desapareciendo el nombre de Descartes del título. Retomado igualmente en Oeuvres de
Mr. Mariotte, 2 vol. (Leyde, 1717), l, 77. La Proposición XI de la edición de 1717 corresponde a la Pro-
posición X de la edición de 1673.
288
INFINITO y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
289
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"Galileo supone que las velocidades de los cuerpos que caen, aumen-
tan, como los tiempos de su caída; y de ahí ha encontrado que los
espacios que estos cuerpos recorren mientras caen siguen la razón
de los cuadrados de los tiempos que emplean en recorrerlos, pero
no lo ha probado sino por inducción, y no en general. He aquí como
el habría podido hacer, incluso siguiendo sus propios principios".27
MI---~
BI-----\ e
21 Registros, t. 13, fol. 76r • En Historia, Il,155, la última frase se transforma en: "M. Varignon hace ver
Q
290
lNFrNrro y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
Se sigue entonces:
29 Registros, t. 13, fol. 76vº. Hay algunas ligeras modificaciones en Historia, n, 156.
- Sea AB una línea cualquiera que expresa el tiempo que se quiera de la caída de un cuerpo, puesto que
por la hipótesis de las velocidades de este cuerpo [...]",
-"[...] y así en todas las otras partes imaginables del tiempo AB hasta Be que expresará toda la veloci-
dad de este cuerpo al fmal de todo este tiempo [...]".
30 Registros, t.13, fol. nrº e Historia, n, 156.
31 Ibid.
34 [bid.
291
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
"Así las sumas de las velocidades que un cuerpo tiene en todos los
instantes de su caída son como los cuadrados de los tiempos que ha
empleado en car' .36
" ¡bid.
Q
36 ¡bid., fol. 77 r - 77 vQ.
""suma de", olvidada inicialmente, ha sido añadida entre las líneas del manuscrito por la misma mano.
Se lee en Historia, n, 157: "[oo.] cayendo son como la suma de las velocidades". Además, a pesar de que
el principio enunciado aquí sea muy clásico adquiere, como veremos en las líneas siguientes, con Varig-
non y Wallis un estatus específico ligado al proceso de la matematización.
38 Registros, t. 13 fol. 77 vº.
39 "Effectus sunt causis suis adaequatis proportionales", Mechanica sive de motu tractatus geometricus,
hematica speculatione, ad Physicam transeatur; sen potius hanc et illiam connectit" ¡bid, I (1695), 584.
292
INFINITO y MOVIMIENTO EN GALILEO.
DEMOSTRACIONES y CRÍTICAS
293
EL AFFAIRE GALILEO
Massimo Bucciantini
Universiffi di Siena
295
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Entonces, ¿qué camino seguir? Las preguntas de las que pretendo partir se
refieren a las razones mismas de la condena: no tanto quién condenó a Galileo,
como por qué fue condenado y por qué el «caso» Galileo ha terminado por asu-
mir un valor de hito para la modernidad, que va mucho más allá del conocimiento
detallado de los hechos, las vicisitudes y los hombres que están en su origen. Estas
son (creo yo) las cuestiones que merece la pena discutir; cuestiones, sin embargo,
que, si no se precisan, si se dejan en su forma general, se corre el riesgo de ofre-
cer respuestas genéricas, en su mayor parte decepcionantes, e incluso banales.
Para ofrecer resultados apreciables, y por tanto convertirse en pistas útiles de inves-
tigación, estas preguntas necesitan especificaciones ulteriores, es decir, necesi-
tan ser reformuladas de una manera más concreta.
El punto de partida de esta conferencia será, por tanto, el siguiente: ¿por
qué la decisión de prohibir a Copérnico se toma más de setenta años después de
la publicación del De revolutionibus (1543)? ¿Por qué el sistema helioféntrico
no es condenado antes?
Pronto se tomó conciencia en Roma del peligro que representaba el De revo-
lutionibus. Pronto fue evidente para las autoridades eclesiásticas que el movimiento
de la tierra era para Copérnico un movimiento físico y real, y no una simple hipó-
tesis para «salvar los fenómenos» como explicaba el teólogo Andreas Osiander
en el prefacio anónimo al De revolutionibus. Se sabe, de hecho, que en junio de
1544, apenas un año después de su publicación, el teólogo y astrónomo domi-
nico Giovanni Maria Tolosani había llevado a cabo una vasta obra apologética,
el De veritate Sacrae Scripturae, en que, junto a numerosas refutaciones de carác-
ter científico, no dejaba de formular la acusación de herejía contra el astrónomo
polaco; pero ninguna medida se tomó entonces, ni en los años subsiguientes.
¿Por qué, si el copernicanismo era verdaderamente una amenaza para la
integridad y la verdad de las Sagradas Escrituras, se esperó todavía tanto tiempo?
y no sólo eso: ¿por qué la decisión de la condena no se tomó tras la publicación
de la Cena delle ceneri y del De l' infinito, universo e mondi mandados a impri-
mir por Giordano Bruno en Londres en 1584?
296
EL AFFAIRE GALILEO
297
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
298
EL AFFAIRE GALILEO
que parece prescindir de «toda justa providencia», de «toda relación» natural y social,
su desconcierto frente al derrumbe de certezas tranquilizadoras, están determina-
dos por otro suceso excepcional: la publicación del Sidereus Nunc\ de Galileo.
11
Si las novas y los cometas habían contribuido a ver el mundo de llna manera
distinta a como Aristóteles había escrito en el De caelo, las novedades celes-
tes anunciadas y vistas por primera vez por Galileo agudizaron todavía más el
conflicto entre la vieja y la nueva cosmología. Quizá no es exagerado decir que,
tanto o acaso más que a partir de 1543, después de 1610 todo cambia. Ver los
satélites de Júpiter, las montañas lunares, a Venus «en forma de hoz», y pocos
años después a Saturno «tricorpóreo» y las manchas solares, modificó profun-
damente los contenidos mismos del debate sobre la nueva astronomía. Por pri-
mera vez el copernicanismo adquiría el perfil de una teoría progresivamente
verificable, de la que podían apropiarse todos. Por primera vez no es la lectura
de un libro la que lleva a conocer la verdad, sino un instrumento, el «nuevo
anteojo», que todos podían fabricar y dirigir al cielo. Y también por ello Gali-
leo fue y se sintió filósofo en un sentido totalmente nuevo; aquí radica la ver-
dadera gran novedad (y el peligro) que Galileo representaba respecto a los otros
filósofos modernos.
Si Bruno creía que su nueva filosofía era inaccesible para la inmensa mayo-
ría de los hombres, y también por ello negaba que pudiese difundirse «y ser com-
prendida en su integridad», ya que era cosa de unos pocos sabios (cf. La cena
delle ceneri, p. 52; De l' infinito, universo e mondi, p. 245 ss., Les Belles Let-
tres), tras el Sidereus Nuncius la cosa deja de ser así. La nueva filosofía de la natu-
raleza, tras el Sidereus, ya no es cosa de unos pocos sabios: la verdad, la absurda
y turbadora verdad copernicana, podía estar a disposición de todos. Aquí reside
el escándalo de la nueva filosofía galileana y una de las razones de fondo de su
condena: gracias a las observaciones telescópicas, todos podían ver el nuevo cielo.
Los satélites de Júpiter, las manchas solares, las montañas lunares dibujan un cielo
nunca visto hasta ese momento: las barreras entre el mundo celeste (eterno e inco-
rruptible) y el mundo sublunar (generable y corruptible) se habían superado para
siempre. El rechazo de la naturaleza cristalina y sólida de los orbes, y el reco-
nocimiento del principio no sólo de lafluidez, sino también de la corruptibilidad
del cielo, diseñaban un nuevo cielo (único y homogéneo) en el que también la
tierra, como los otros planetas, estaba en movimiento. Su lugar en el univerSo no
era ya aquél descrito en los textos de Aristóteles y de los ya patéticos defenso-
res del geocentrismo y de la solidez de las esferas, sino, más bien, aquél presente
en las obras recientes de Tycho Brahe, que, a pesar de la destrucción de las esfe-
ras cristalinas y de su transformación en un cielo fluido, mantenía firme la dis-
299
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
tinción entre mundo celeste y mundo elemental, negándose así a admitir el prin-
cipio de la corruptibilidad del cielo.
Volvamos ahora a la pregunta inicial: ¿por qué prohibir el De revolutioni-
bus setenta años después de su publicación? Si observamos el camino recorrido
hasta el momento, creo que comienza a tomar forma una primera respuesta y hacerse
más clara la ruptura que supuso la entrada en escena de Galileo en el panorama
internacional. Galileo, a los ojos de muchos, aparece cada vez más como el autén-
tico intérprete de la profecía del Apocalipsis. Pero Galileo es un laico, un mate-
mático, no un teólogo. ¿Cómo puede pensarse que sea un laico, y no un teólogo,
el fiel intérprete de las Escrituras? Admitir incluso por un momento la veracidad
de su «absurda doctrina», ¿qué clase de trastornos y, cuántos, provocaría? Cuando
en 1616 Girolamo de Sommaia, delegado provincial del Studio de Pisa, apuntó
en sus cartas este juicio acerca de Galileo y Copérnico, había comprendido per-
fectamente qué peligros estaba produciendo la nueva cosmología.
Girolamo de Sommaia (Delegado provincial del Studio de Pisa), Appunti
e Ricordi, en Biblioteca Nazionale Centrale de Florencia, Ms. Magl. VIII. 47, c.
VII r:
«Las opiniones de Copérnico y de Galileo destruyen toda lafiloso-
fía, mucha de la teología, enaltecen a la astrología y los influjos, y
llevan a consecuencias extravagantes, al equiparar la tierra con las
estrellas y con los cielos, etcétera».
300
EL AFFAIRE GALILEO
301
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
Las dos primeras razones que empujaron a Agucchi «al partido contrario»,
y que consecuentemente se oponían al movimiento terrestre, derivaban tanto de
la autoridad de las Escrituras, «que en muchos lugares y con mucha claridad afirma
lo contrario», como en la autoridad «de todos los matemáticos más reputados
que ha habido desde Copérnico hasta nosotros». Pero eran, sobre todo, razones
teológicas (y, diría, políticas) las que principalmente llevaron a Agucchi a refu-
tar decididamente una alternativa tal. Él estaba convencido de que, si Galileo hubiese
intentado interpretar las Escrituras en sentido copernicano, tales argumentos habrían
despertado graves sospechas y alarmas entre los católicos, hasta tal punto de ser
considerados demasiado próximos a la interpretación exegética protestante: «veo,
sin embargo, que usted [Galileo} no tranquiliza a la mayoría de las personas ni
a las más católicas y piadosas, las cuales no ven con buenos ojos que se den tan
por hechas determinadas maneras de interpretar los sentidos, clarísimos, de las
Escrituras, y, sobre todo, que los herejes, apoyándose en ellos de muy buena gana,
los hacen sospechosos,. por lo cual a ellos les parece que tal opinión ni siquiera
debe considerarse del todo sincera, sino, más bien, sospechosa» (lbid. p. 533).
No menos inquietante era la última razón apuntada por Agucchi contra la
nueva filosofía copernicana. Se trata de la reformulación de una argumentación
clásica contra Copérnico, pero que, tras el escándalo de la fIlosofía de Bruno, adqui-
ría significados todavía más contundentes y destructivos. La acusación imputada
a Galileo y a los copernicanos era la de calcular entre Saturno y las estrellas fijas
un espacio 760 veces mayor que el existente entre la Tierra y Saturno, o, dicho
de otra forma, «una grandeza infinita en el mundo»: una conclusión que se con-
sideraba del todo absurda, ya que (como observaba Agucchi) introduciría «sin
necesidad» en el universo un espacio absolutamente vacío, «completamente carente
de estrellas allí donde los cielos no están hechos sino para las estrellas, y sin
que haya de servir a ningún movimiento particular ni operación».
Por tanto, también a partir de cartas como éstas se entiende por qué des-
pués de 1616, es decir, tras la condena de Copérnico, alinearse contra la nueva
cosmología heliocéntrica (cuyas posiciones, como subrayará enérgicamente Fran-
cesco Ingoli, el que habría de ser poderoso secretario de Propaganda Fide, eran
comparables a las posiciones blasfemas de anglicanos, calvinistas y luteranos) se
convertirá en un deber institucional de todos los intelectuales católicos.
III
302
EL AFFAIRE GALILEO
303
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
vista de sus jueces, había incurrido en una «grave sospecha de herejía», de la cual
no podía ser absuelto a no ser con una retractación pública, que se produjo el 23
de junio de 1633. Pero el «caso» quedó abierto, no se cerró al día siguiente de la
condena, y no se trató de un «episodio», de un simple «incidente» sin consecuencias
para los desarrollos filosóficos y científicos posteriores. Los intentos de rehabi-
litación llevados a cabo bajo la insignia de la moderación y de la reconciliación
por parte de numerosas personalidades italianas y extranjeras, entre las cuales se
encontraba el propio Leibniz, deberían haber contribuido a reabrir en Italia aque-
llos espacios de discusión y de diálogo absolutamente necesarios para dar nuevo
impulso y vigor a la renovación científica y filosófica. Antes bien, aquella con-
dena terminó por tener repercusiones importantes, provocando considerables retra-
sos respecto a lo que estaba sucediendo en Francia, Alemania e Inglaterra. A lo
largo de todo el siglo, y más allá, las obras más significativas producidas parlas
galileanos italianos encontraron, casi todas, obstáculos explícitos para su publi-
cación. Y no bastaba con esquivar las cuestiones astronómicas que pudieran incluso
indirectamente aludir al copemicanismo. La omisión de la discusión sobre el vacío
por parte de Torricelli constituyó sin duda uno de los casos más emblemáticos
del clima de censura y autocensura que se instauró inmediatamente después de
1633. A finales de los años '40 las Expériences nouvelles touchant le vide de Pas-
cal vienen a dominar la discusión sobre el vacío: ninguno de los más estrechos
colaboradores y amigos de Galileo (ni Viviani, ni Michelangelo Ricci, ni Raffa-
ello Magiotti) volverán a tomar parte públicamente en debate alguno acerca del
vacío ni publicarán escritos sobre el tema. Y no sólo eso: cualquier interpreta- "
ción atomista o mecanicista de los fenómenos naturales o, simplemente, un pro-
pósito antiaristotélico declarado demasiado explícitamente se consideraron durante
decenios indicios seguros de sospecha. En suma, las consecuencias fueron muy
importantes, mucho más de lo que hoy día muchos tienden a creer, al reducir y
aminorar el alcance efectivo del «caso» Galileo.
IV
El 20 de marzo de 1727 moría Isaac Newton. Una semana más tarde sus
restos mortales fueron expuestos con gran solemnidad en la Jerusalem Cham-
ber de la abadía de Westminster, donde se le dio sepultura en un lugar desta-
cado de la nave central. A la misa fúnebre, celebrada por el obispo de Roches-
ter, asistieron las más altas autoridades del Estado y los principales miembros
de la aristocracia inglesa. Cuatro años después, como recuerdo imperecedero
de aquel que fue considerado por todos «el más grande de los filósofos y la glo-
ria de la nación británica», se erigía, por voluntad de los herederos, el monu-
mento sepulcral.
304
EL AFFAIRE GALILEO
Por aquel tiempo, los restos mortales de GaWeo, es decir, del otro gran fun-
dador de la ciencia moderna, todavía no habían encontrado una digna sepultura
en tierra italiana; e incluso los intentos de conseguir una publicación íntegra de
sus obras, llevados a cabo con tenacidad por Vincenzio Viviani, desgraciadamente
resultaban fallidos. Sólo en marzo de 1737 (esto es, justamente diez años des-
pués de la muerte de Newton) se concedió que Galileo recibiera digna sepultura
en la basílica de Santa Croce de Florencia.
Se materializaba así (a los 95 años de su desaparición) un antiguo proyecto
que el gran duque de Toscana y los discípulos del científico habían querido, en
vano, realizar: «hacer [para Galileo] una tumba suntuosa junto a la de Miche-
langelo Buonarroti» (XVrn, p. 378).
Inmediatamente después de la muerte, de hecho, el papa en persona se apre-
suró a disuadir al gran duque Fernando II de llevar a cabo tan «escandaloso» pro-
yecto. Según le hacía saber el embajador de Roma, Niccolini, refiriéndole una
conversación mantenida personalmente con Urbano VIII, «no sería buen ejem-
plo para el mundo que S. A. hiciese tal cosa, cuando él se ha presentado ante el
Santo oficio por una opinión tan falsa y tan errónea [. ..] y le ha ocasionado un
escándalo tan universal al Cristianismo» (XVrn, pp. 378-379). Pero ni siquiera
un siglo después se habría de cerrar el caso con un acto de reconciliación o con
la rehabilitación del científico italiano: aquella tarde del 27 de marzo de 1737,
en la inauguración del sepulcro de Galileo no participó ningún representante ofi-
cial de la autoridad eclesiástica ni se pronunció ninguna oración fúnebre.
Para la anulación definitiva de la sentencia contra Galileo habrá que espe-
rar todavía casi otro siglo. Sólo en 1823 el Diálogo quedaba, de hecho, eliminado
del Índice de los Libros Prohibidos. Y hace ocho años, el 31 de octubre de 1992,
como conclusión del trabajo de diez años elaborado por la Comisión Pontificia,
Juan Pablo II ha rehabilitado solemnemente a Galileo, reconociendo los errores
cometidos por sus jueces. La iniciativa, en la que se han implicado los institutos
culturales vaticanos más ilustres (desde la Academia Pontificia de las Ciencias hasta
el Observatorio, desde el Archivo Secreto Vaticano hasta la Biblioteca Apostólica
Vaticana) ha alcanzado un relieve sin precedentes por el alto grado de oficialidad
con que, primero, se anunció y, después, se llevó a cabo. No cabe duda, de hecho,
que la pluralidad y complejidad de los temas tratados por los cuatro grupos de
trabajo en que se dividió la Comisión destaque este proyecto frente a tantas ini-
ciativas y celebraciones que la Iglesia católica ha dedicado en el pasado a la cues-
tión galileana. Además, es evidente que un proyecto tal sale a relucir en el pre-
sente, sobre todo, con la intención de crear las bases para una nueva alianza entre
ciencia y fe, venida a menos en una parte tan grande de la historia de la ciencia
pasada y reciente. Así como también es evidente que el acercamiento a Galileo
termina por adquirir, en consecuencia, un claro significado simbólico, aspirando
a la continuación de aquella colaboración entre investigación científica y valores
religiosos, que hay que considerar una exigencia no sólo legítima, sino incluso irre-
305
GALILEO y LA GESTACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA
nunciable para la Iglesia católica, cada vez más preocupada por las líneas y los
programas de investigación que (sobre todo, en el campo de la ingeniería gené-
tica) están caracterizando a la ciencia contemporánea. Pero la rehabilitación de Gali-
leo ha sido también uno de los primeros momentos de una fase denominada de
«purificación de la memoria» que la Iglesia de Roma viene desarrollando estos
últimos años, y que se caracteriza por arrepentimientos, reconciliaciones, peti-
ciones de perdón por las culpas cometidas contra los herejes, contra los hebreos,
contra toda idea de libertad de conciencia, de opinión y de fe.
Estamos ante sucesos ciertamente importantes a los que conviene mirar
con respeto y atención, pero también manteniendo un juicio crítico, a la espera
de momentos ulteriores de reflexión y profundización; porque lo que cuenta, más
allá de las también nobles y legítimas intenciones de reconocimiento de las injus-
ticias y errores cometidos, es que se estudien y se depuren las razones que han
conducido a tan dramáticos sucesos. Para que el reconocimiento de una culpa esté
en condiciones de asumir consistencia y relevancia es necesario que esté acom-
pañado del conocimiento del porqué de aquellas culpas y de aquellos errores. Si
no se quiere que tales sucesos se consideren meros eventos espectaculares, y, por
tanto, una estéril kermesse mediática, conviene (creo yo) que aquellos juicios, tan
pública y solemnemente admitidos hoy, vayan acompañados de los hechos y con-
sideraciones correspondientes. En fin, confío en que un trabajo de descubrimiento
y de indagación histórica lleve a repensar de manera crítica algunos de los momen-
tos más relevantes de la historia moderna y contemporánea (desde el Concilio de
Trento hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial), de modo que se pueda llegar
a una comprensión plena y profunda de los acontecimientos y acciones que durante
siglos se han opuesto, y en ciertos casos anulado, la libertad de pensamiento y
de conciencia de cada hombre y de comunidades enteras.
306
MATERIAL EDITADO
POR LA DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN
E INNOVACIÓN EDUCATIVA
307
~ COLECCIÓN: Materiales Curriculares INNOVA. Cuadernos para la Coeducación. Carpeta
«Compensemos las desigualdades. Coeduquemos en la diversidad»
• Sensibilización en los Centros Educativos
• Etapas Infantil y Primaria
• Ciencias de la Naturaleza. Secundaria
• Educación Física. Secundaria
• Matemáticas. Secundaria
• Ciencias Sociales, Geografía e Historia. Secundaria
• Lengua y Literatura. Secundaria
• Lenguas Extranjeras. Secundaria
• Música-Educación Plástica y Visual. Secundaria
• Tecnología. Secundaria
• Cultura Clásica. Secundaria
• Orientación Profesional. Secundaria
~ COLECCIÓN: Materiales Curriculares INNOVA. Cuadernos para la Salud
• Cuadernos para la Salud 1
Seguridad, Prevención de Accidentes y Primeros Auxilios. Primaria
• Cuadernos para la Salud 2
Mi, tu, nuestra salud. 2. o Ciclo de Educación Infantil
• Cuadernos para la Salud 3
Mi, tu, nuestra salud. Educación Primaria
~ COLECCIÓN: Materiales Curriculares INNOVA. Libretas Canarias
• Libretas Canarias 1
La realidad canaria: sugerencias didácticas
• Libretas Canarias 2
Historia y cultura de Anaga. Cuadernos de campo
• Libretas Canarias 3
Las Celosías: una Geometría alcanzable
• Libretas Canarias 4
Guía Didáctica de los Museos y Centros de Arte en Canarias
309
MATERIAL EDITADO
• Libretas Canarias 5
Canarias y el Mundo Clásico
• Libretas Canarias 6
Itinerario de Icod de los Vinos
• Libretas Canarias 7
Juegos y juguetes de nuestros mayores (cuaderno y casete)
~ COLECCIÓN: Materiales Curriculares INNOVA. Carpetas
• Ciencias de la Naturaleza. Secundaria:
La célula. Diferentes perspectivas
Cuaderno: Composición y organización celular. Primeras nociones
Cuaderno: Origen de la vida. Niveles de organización
Cuaderno: Los glúcidos .
• Ciencias de la Naturaleza. Secundaria:
La diversidad en la Naturaleza
Cuaderno: Introducción al medio natural
Cuaderno: El biotopo
Cuaderno: La biocenosis
• Ciencias de la Naturaleza. Secundaria:
Cambios en la litosfera
Cuaderno: Cambios bruscos: volcanes y terremotos
Cuaderno: Cambios lentos: tectónica de placas
• Ciencias de la Naturaleza. Secundaria:
Interacciones en la Naturaleza
Cuaderno: Relieves
Cuaderno: Suelos
Cuaderno: Adaptaciones
• Ciencias de la Naturaleza. Secundaria:
Entre 36'5°C y 3rc
Cuaderno: CC.NN. Primer Ciclo de la ESO
Cuaderno: Física y Química. 4. o curso de la ESO
• Tecnología en la Enseñanza Secundaria
Cuaderno: Estructuras
Cuaderno: Construcción de un detector de humedad
• Lenguas Extranjeras. Secundaria
Cuaderno: What's Behind Publicity?
Cuaderno: Vivir mejor. A Better life. Vivre Mieux
• Música. Secundaria
Cuaderno: La Primavera a través de la música
Cuaderno: Cantar y escuchar, una forma de disfrutar
• Cuadernos para la salud 2 y 3. Mi, tú, nuestra salud. InfantillPrimaria
Cuaderno: Mi, tú, nuestra salud. 2. ° Ciclo Educación Infantil
Cuaderno: Mi, tú, nuestra salud. Educación Primaria
310
DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA
311
MATERIAL EDITADO
312
DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA
• Educación Primaria
• Introducción a la Etapa
• Educación Primaria I. Áreas: Conocimiento del medio natural,
social y cultural. Lengua Castellana y Literatura. Matemáticas
• Educación Primaria JI. Áreas: Lenguas Extranjeras. Educación
Física
• Educación Secundaria Obligatoria:
• Introducción a la Etapa
• Educación Física
• Tecnología
• Ciencias Sociales, Geografía e Historia
• Ciencias de la Naturaleza
• Cultura Clásica
• Lenguas Extranjeras
• Matemáticas
• Lengua Castellana y Literatura
• Bachillerato:
• Introducción a la Etapa
• Matemáticas 1y JI. Modalidad: CC NN y de la Salud
• Filosofía
• Biología Celular
• Lengua Castellana y Literatura
• Lenguas Extranjeras
• Historia de España
• Biología y Geología
~ COLECCIÓN: Familia Profesional de Hosteleóa y Turismo
• Título: Cocina (Grado Medio)
• Título: Pastelería y Panadería (Grado Medio)
• Título: Seroicios de Restaurante y Bar (Grado Medio)
• Título: Restauración (Grado Superior)
• Título: Alojamiento (Grado Superior)
• Título: Agencias de Viajes (Grado Superior)
• Título: Información y comercialización turísticas (Grado Superior)
~ COLECCIÓN: Bachillerato
• El Bachillerato de la LOGSE en Canarias
• El Bachillerato de la LOGSE en Canarias. Guía Orientativa
~ COLECCIÓN: Cultura Canaria. Desarrollo del CUfÓculo
• Literatura Canaria. Bachillerato
• Historia de Canarias. Bachillerato
• Medio Natural Canario. Bachillerato
.Tópicos y argumentos en la literatura de Canarias. Lengua Castellana y Literatura.
ESO
• El español en Canarias. Lengua Castellana y Literatura. ESO
~ Desarrollo curricular. Educación Secundaria Obligatoria
• La Constitución: Derechos y Deberes Humanos
313
MATERIAL EDITADO
314
DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA
• Cuaderno de Aula n. o 16
Matemáticas para nuestro tiempo. Secundaria
• Cuaderno de Aula n. o 17
La infancia entra en la Historia. Secundaria
• Cuaderno de Aula n. 018
El léxico grecolatino y la cultura clásica. Secundaria
• Cuaderno de Aula n. o 19
Resolución de problemas aritméticos. Primaria
• Cuaderno de Aula n.020
La Geometría en la Educación Primaria
~ COLECCIÓN: Con nombre propio. Materiales de apoyo
• Mejorar la Escuela Pública. Una experiencia de asesoramiento a un centro con
problemas de disciplina
• La Educación en Tenerife. Un análisis de organización espacial
~ COLECCIÓN: Premios de innovación
• La Cultura del agua en Canarias. Primer concurso de materiales curriculares de
Canarias
• Aprender Historia desde Canarias. Caciques, ingleses y obreros (1868-1936).
Primer concurso de materiales curriculares de Canarias
~ COLECCIÓN: Cuadernos Didácticos
• Cómo trabajar con las ideas de los alumnos
• Proyectos Curriculares y Práctica Docente
• Unidades Didácticas e Investigación en el aula. Un modelo para el trabajo
colaborativo entre profesores
~ COLECCIÓN: Materiales Didácticos. Coeditados con el MEC
• Educación parella Salud. Tabaquismo y Alcoholismo: un problema social.
Edita: Secretaría de Estado de Educación, Secretaría General de Salud y la
Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.
• Educación Plástica y Visual. Primer Ciclo de la ESO.
~ COLECCIÓN: Encuentros
• «Historia de la Geometría Griega". Actas 1. Seminario Orotava Historia de la
Ciencia.
• «La ESO en Canarias". Primeras Jornadas de centros que anticiparon la LOGSE
durante el curso 1992/93.
• «La Enseñanza Integrada de la Lengua Española y Literatura en el nuevo Sistema
Educativo'" III Simposio de Actualización Científica y Pedagógica de la Lengua
Española y Literatura.
• «1 Encuentro Internacional de Educación Afectivo-Sexual y Calidad de Vida" .
• «De Arquímedes a Leibniz: tras los pasos del infinito matemático, teológico, físico
y cosmológico". Seminario Orotava Historia de la Ciencia. Actas año II (octubre
1992 a mayo 1993)
• «Jornadas de Innovación Educativa". Canarias 1994
• «Congreso Juventud y Sexualidad". Canarias 1996
• «De la ciencia triunfante a la pérdida de la certidumbre (1700-1900)". Seminario
Orotava Historia de la Ciencia. Aetas año III
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MATERIAL EDITADO
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DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA
~ Fonnación del Profesorado en Canarias. Planificación para el año 1997. Boletín Informa-
tivo
Fonnación del Profesorado en Canarias. Planificación'para el año 1998. Boletín Informativo
Fonnación del Profesorado en Canarias. Planificación para el año 1999. Boletín Informativo
Fonnación del Profesorado en Canarias. Planificación para el año 2000. Boletín Informativo
~ Documentos de apayo a la Evaluación Infantil y Primaria. Coeditado con el MEC
~ Normativa Canaria para la Evaluación en Educación Infantil y Primaria
~ Vídeo SORKUNDE. Programa Igualdad de oportunidades de ambos sexos. Coedición
~ Vídeo Día mundial del SIDA. 1999. Programa Educación afectivo-sexual Harimaguada
~ Apuntes para la Historia de la Educación en Canarias. Exposición
~ Prayecto. Exposición Drogas, Arte y Prevención
Carpeta con reproducción de 23 láminas
Cuaderno didáctico y catálogo
~ Carpeta Didáctica «COMERCIO JUSTO, CONSUMO RESPONSABLE». Coeditada con
INTERMÓN
Carpeta de Educación Primaria
Carpeta de Educación Secundaria
~ Guía-Catálogo de Publicaciones de la Viceconsejería de Educación. Gobierno de Canarias.
1998
~ El Jardín Dorado. Propuestas Didácticas para Educación Infantil. Educación Ambiental.
~ Apuntes de Innovación 1. Transversalidad. Unidad de Programas de Innovación Educativa
~ Proyecto educativo «Conservemos nuestros barrancos». Programa Educación Ambiental
~ «Geografía visual de Canarias». Ciencias Sociales, Geografía e Historia. Secundaria
~ Las Lenguas Extranjeras en los Proyectos Europeos: una experiencia a través de la Acción A de
Lingua.
~ La organización del sistema educativo canario. 1999
~ Jardín de aclimatación de La Orotava. Itinerarios didácticos. Recursos para Educación
Ambiental
Carpetas y vídeo: ~ Educación Infantil y Primaria ~ Educación Secundaria
~ Exposición itinerante «Fotografía y Matemáticas. Arte y Ciencia». Guía y orientaciones didác-
ticas. 2000 Año Internacional de las Matemáticas
~ Museo Pajar. Salvando el hábitat de nuestros antepasados. Libreto y cuaderno de trabajo
~ Entre Magda y Mileva. Miradas literales y otras miradas coeducativas.
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