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La Época de Napoleón

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Napoleón Bonaparte

(1769-1821), emperador de los franceses (1804-


1815) que consolidó e instituyó muchas de las
reformas de la Revolución Francesa. Asimismo,
fue uno de los más grandes militares de todos
los tiempos, conquistó la mayor parte de Europa
e intentó modernizar las naciones en las que
gobernó.
Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en
Ajaccio (Córcega) y recibió el nombre de
Napoleón. Era el segundo de los ocho hijos de
Carlos Bonaparte y Letizia Ramolino, miembros
ambos de la pequeña burguesía corso-italiana.
Su padre trabajaba como abogado y luchó por la
independencia de Córcega; después que los
franceses ocuparan la isla en 1768, ejerció como
fiscal y juez e ingresó en la aristocracia francesa
con el título de conde. Gracias a la influencia de
su padre, la formación de Napoleón en Brienne
y en la Escuela Militar de París estuvo subvencionada por el propio
rey Luis XVI. Terminó sus estudios en 1785 —a los 16 años— y
sirvió en un regimiento de artillería con el grado de teniente.
Una vez que dio comienzo la Revolución Francesa, pasó a ser teniente
coronel de la Guardia Nacional corsa (1791); sin embargo, cuando
Córcega declaró su independencia en 1793, Bonaparte, decididamente
partidario del régimen republicano, huyó a Francia con su familia.
Fue nombrado jefe de artillería del ejército encargado de la
reconquista de Tolón, una base naval alzada en armas contra la
República con el apoyo de Gran Bretaña (que junto a Prusia, Austria,
Holanda y España, tras la declaración de guerra francesa a ésta
última, habían constituido la Primera Coalición contra Francia en
1793). Reemplazó a un general herido, y, distribuyendo hábilmente
sus cañones, expulsó del puerto a las naves británicas y reconquistó
finalmente esta posición. Como recompensa por su acción Bonaparte
fue ascendido a general de brigada a la edad de 24 años. En 1795
salvó al gobierno revolucionario restableciendo el orden tras una
insurrección realista desatada en París. En 1796 contrajo matrimonio
civil con Josefina de Beauharnais, viuda de un aristócrata guillotinado
durante la Revolución y madre de dos hijos.

El joven comandante en jefe poseía sobresalientes condiciones. Su


inteligencia, penetrante y ordenada, le permitía conocer, rápidamente,
los más diversos asuntos. Su capacidad de trabajo era sin par. Poseyó
extraordinario conocimiento del mundo y de los hombres, su ademán
imperioso, su carácter impaciente y su voluntad despótica se
conjugaban con una singular destreza retórica y con un hablar
persuasivo y lleno de colorido. La pasión de mando, el ansia de gloria,
el afán de poder lo llevaron a no conformarse nunca con lo que
poseía, y a ambicionar cada vez más. (Ellauri, Secco, Oscar. Historia
Universal. 1995, Pág.618)
El directorio
En Francia de 1795 se aplico la primera constitución republicana, ella
dio el derecho de sufragio a algunos hombres, se creo un poder
ejecutivo confiado a un consejo de cinco miembros llamado el
Directorio, el legislativo a dos cámaras, la de los quinientos y la de
los ancianos.
Mientras tanto, los ejércitos franceses ocupaban totalmente a holanda,
pero estas victorias impulsaban a Prusia, holanda y España a
concertar la paz que dislocó a la primera coalición, ya sólo Austria e
Inglaterra prosiguieron la lucha contra Francia.
La lucha contra Austria e Inglaterra
Austria e Inglaterra eran las únicas potencias de la primera coalición
que aún no habían solicitado paz. Por indicaciones de Barras el
general Bonaparte que acababa de cumplir 27 años de edad, fue
designado general en jefe del ejercito que habría de atacar a las
fuerzas austríacas, y en la campaña de Italia (abril de 1796 a abril de
1797) en un año Bonaparte conquistó la Italia septentrional, librando
18 grandes batallas, derrotando, con menos de 40.000, a mas de
300.000 adversarios, y llegando a puertas de Viena, donde impulso
la paz al imperio austríaco.
El Directorio proyectó la invasión de las islas británicas. Consultado
Bonaparte, declaro imprudente intentar el desembarco y propuso, en
cambio, la invasión a Egipto, con lo que proponía desalojar a los
ingleses del mediterráneo, y obtener una base que le permitiera
acercase a la india. Bonaparte partió de Tolón de 1798, con cerca de
40.000 soldados y más de 300 barcos. Era dueño de Egipto, pero en
agosto de 1798, al almirante ingles Nelson destruyo su escuadra en
Abukir, en las bocas del Nilo, quedando los Británicos del
Mediterráneo.

La era de napoleón
El 18 brumario (12 de noviembre) señalo el comienzo de la época de
Napoleón, en la que pueden distinguirse tres periodos: el consulado
(1800 a 1804), el Imperio (1804 a 1814) y los cien Días (1815).
Napoleón se presento como continuador de la Revolución, cuyos
principios fundamentales, dijo convertiría en realidad. Consolido la
igualdad, abriendo caminos para la ambición individual, hizo de la
clase media, el núcleo vital de la nueva Francia. Pero anuló al
gobierno autocrático y centralizado, llevo además de un confín a otro
de Europa los principios de nuevo régimen, y destruyo los últimos
reductos del feudalismo.
Durante el periodo imperial, napoleón conquisto casi la mitad de
Europa, desde España a Rusia, tuvo que enfrentarse a varias
coaliciones representadas por estados que no tuvieron bajo la
dominación napoleónica.
El poder napoleónico en 1810
El poder napoleónico culmino afines de 1810 Francia dominaba en el
occidente y el centro de Europa; su aliada Rusia, en el este. El Gran
Imperio comprendía Francia, Bélgica, holanda, los países alemanes
ribereños del mar del norte hasta la Elba, la Prusia renana, le
Luxemburgo, una parte de suiza y una tercera parte de Italia, la
extendida entre Apeninos y el tirreno, hasta más allá de Roma.
Además, las provincias Llirias, desde el fondo del Adriático hasta
Montenegro. Este formidable Imperio en que se hallaba francés,
alemán, holandés, italiano, y croata, era solo una parte del dominio de
napoleón, quien poseía además de los títulos de rey de Italia,
mediador de la confederación del Rin. Su hermano José era rey de
España; su hermano Jerónimo, rey de Westfalia; su cuñado Murat, rey
de Nápoles. Más de la mitad de Europa y más de 70 millones de
personas dependían así de su voluntad imperial.
Napoleón tenía, además, como aliados, al zar de Rusia, al emperador
de Austria, al rey de Prusia y al rey de Dinamarca. Suecia acaba de
adherirse al bloqueo continental con el que napoleón pretendió
eliminar a Inglaterra tal aplicación debilito a Francia y favoreció a
Inglaterra y de adoptar al, como heredero al trono, al mariscal
napoleónico Bernadotte.

Imperio Napoleónico
Sin embargo, le poder napoleónico era mas aparente que real. Todo
ese enorme imperio se mantenía por la fuerza. El bloqueo continental
paralizaba en el comercio. Las guerras constantes significaban una
tremenda sangría en hombres y en dinero, para Francia y sus aliados.
Un inesperado conflicto con Rusia iba a precipitar la ruina del
Imperio.

Destrucción del sistema de Napoleón


Napoleón invadió la Rusia con un ejército de 600.000 hombres,
mientras continuaba la guerra contra Gran Bretaña y España. Marcho
a la capital, pensando que así la ocupara, no tardara en recibir
proposiciones de paz. En efecto logró entrar en Moscow (setiembre
1812); pero su cálculo salió fallido por circunstancias que no había
previsto. Moscow no era sino la capital religiosa y nacional de Rusia,
al paso que el centro del gobierno estaba en Petersburgo; la perdida de
la primera ciudad no paralizaba al gobierno y Alejandro no pidió la
paz; Napoleón envió emisarios al tsar, pero este declaro que no
trataría mientras el enemigo permaneciese en su territorio. Ya antes
de al batalla del Moskova no quedaban arriba de 155.000
combatientes, que andaban lentamente con una impedimenta enorme
de carros cargados de botín.
En Moscow no pudo reorganizarse el ejército, pues los habitantes
habían huido ante los invasores herejes, no quedando allí sino algunos
mercaderes extranjeros; la ciudad fue destruida por un incendio la
misma noche de entrar en ella los franceses. Era, por consiguiente,
necesario regresar a Europa para el invierno, cosa que Napoleón no
resolvió hasta después del 18 de octubre y ese año el frío fue muy
cruel y precoz, manteniéndose el termómetro a 30 grados bajo cero.
El ejército tuvo que pasar de nuevo por un país que devasto en su
primera marcha y Napoleón volvió de su campaña con soldados
desmoralizados y sin armas. Rusia quedaba libre y el francés sin su
gran ejército.

Napoleón y su ejército en Rusia


Este fue el primer acto de su derrota. No solo le había resistido el
imperio moscovita sino que sus aliados empezaron a abandonarlo. El
cuerpo Prusiano negocio con los rusos y prometido permanecer
neutral: después de esto, el rey de Prusia huyó de Berlín, donde en
poder de una guarnición francesa, se retiró a Silesia y se alió con
Rusia e Inglaterra (enero febrero 1813)
Este soberano hizo un llamamiento a si pueblo, que contesto con
suscriciones y alistamientos voluntarios; entonces se organizo la
landwehr o ejército de segunda línea, que fue equipado y armado a
costa de las provincias. Prusianos y rusos reunidos marcharon sobre
Alemania para sublevarla contra Napoleón.
La campaña de la primavera de 1813 consistió en las dos sangrientas
batallas de lutzen y Bautzen; Napoleón conservo la Sajonia, pero
careciendo de caballería, tuvo que pedir un armisticio de tres meses,
no pudiendo obtenerlo sino de seis semanas. Los aliados probaron
entonces que eran capaces de luchar; la landwehr, en que tenían los
jefes poca confianza, desmintió sus previsiones y se batió con
encarnizamiento.
El 10 de agosto entro en la coalición el emperador de Austria; la liga
era completa de esta vez; al fin iban a operar de común acuerdo
contra Francia las cuatro grandes potencias europeas. Este fue el
segundo acto de la derrota (marzo a agosto de 1813)
Los aliados resolvieron arrancar Alemania a Napoleón, el 9 de
setiembre convinieron los aliados en la organización que iban a
aplicar a Alemania y que consistía en restaurar Prusia y Austria según
estaban en 1805, devolver hanóver a los Brunswick, restablecer tales
como estaban antes los países alemanes anexionados al imperio
francés o concedidos a príncipes franceses, disolver la Confederación
de Rhin y garantizar la independencia entera y absoluta de los
pequeños estados hasta los Alpes y el Rhin. Tratábase de destruir la
dominación Napoleónica en Alemania privándola de sus aliados. El
rey de Baviera dio el ejemplo, separándose de la Confederación y
uniéndose con los aliados. Este fue el tercer acto de la derrota de
Napoleón (Agosto-setiembre 1813) los tres ejércitos aliados
marcharon en concierto sobre Leipzig, cuartel general de los
franceses; la batalla duró allí tres días. Napoleón escapó del desastre
con 100.000 hombres, y volvió a Francia. Los príncipes bonapartistas
huyeron; Alemania estaba perdida para el emperador: tal fue el cuarto
acto de la derrota (octubre-noviembre 1813)
Una vez en Francfort, los aliados ofrecieron a napoleón dejarle la
Francia tal como estaba en 1800; pero reservándose seguir adelante
mientras durasen las negociaciones. El emperador ordenó una leva de
300.000 hombres; entonces los aliados publicaron un manifiesto, en el
cual decía “Las potencias hacen la guerra, no a Francia, sino a la
dominación abiertamente proclamada que Napoleón ha querido
ejercer fuera de los límites de su imperio.
…. Garantizamos al imperio Frances una extensión de territorio que
la nación no tuvo nunca en tiempos de sus reyes” después de esto
pasaron el Rhin los tres ejércitos aliados, invadieron a la Francia y
marcharon sobre parís, al sur por el Franco Condado y el Sena, al
centro por el Marna y al norte por el Oise y los Países Bajos.
Napoleón había dejado sus tropas diseminadas en las fortalezas de
Alemania; sólo le quedaban su guardia y algunos restos de tropas;
añadiendo a esto los quintos del año y guardias nacionales, formó el
ejército que le sirvió para llevar a cabo la campaña de Francia.
Durante esta Faz de la lucha le ofrecieron de nuevo los aliados entrar
en negociaciones; pero ya no le ofrecían más que las fronteras de
1792; pero ya no le ofrecían más que las fronteras de 1792; por de
pronto pareció resignado a aceptar; pero luego rehusó. El 18 de marzo
de 1814 se cerró el Congreso de Chatillón.

Los aliados supieron por unos defenderse, y en consecuencia


marcharon contra dicha; que capituló después de un combate de
medio día. Francia estaba en poder de los aliados: tal fue el quinto y
último acto de la lucha. Cuando empezó ésta, los aliados no pensaban
sino en expulsar a los franceses de Alemania, y sus deseos se reducían
a destruir la obra de Napoleón; la victoria los llevó hasta la capital de
Francia y aniquilamiento de la Revolución.

Fin del imperio


Dueños los aliados de Europa y Francia, quisieron determinar la
suerte de ambas, empezando por la última. Ya no querían de
Napoleón, ni tuvieron un solo momento la idea de restaurar la
república; así fue buscaron un soberano capaz de restaurar el régimen
monárquico y de firmar la paz con Europa.
Metternich, ministro austriaco que tenía ya gran influjo entre los
hombres de Estado europeos, tomó partido por los Borbones y
procuró que los aliados a lo aceptasen.
Napoleón abdicó, en Fontainebleau, el 6 de abril de 1814. Ese mismo
día el Senado proclamó rey al conde de Provenza, hermano de Luis
XVI, con el nombre de Luis XVIII- al ser decapitado Luis XVI, los
monarquistas consideraron rey de Francia al delfín Luis Carlos, a
quien llamaron Luis XVII- Los aliados reconocieron a Napoleón
como rey de la isla de Elba, a donde debió trasladarse.

El trabajo de la restauración
La Restauración fue un intento por parte de los países vencedores de
Napoleón de borrar del recuerdo la revolución liberal, queriendo dar
la impresión de que nada había sucedido. Para ello se le devolvió su
poder al rey y al clero. Se rehizo el mapa de Europa y se invocó la
legitimidad de la autoridad establecida y la jerarquía tradicional, se
volvió al poder ejercido por delegación divina. Se buscó la
espiritualidad cristiana anterior por su valor de acatamiento.
Aparentemente la Restauración devolvió el orden, pero la idea de
regresar a lo que hubo anteriormente era impracticable sin la fuerza.
Tenían en contra, aparte del pasado, una revolución lenta y constante
que propiciaba el progreso económico y el crecimiento del tercer
estado.
Luis XVIII, proclamado rey, aspiraba a un gobierno tranquilo, pues
estaba rodeado por un séquito intransigente. Francia deseaba
vivamente la paz, y Luis XVIII, aparecía como el más indicado para
considerarla. Luis XVIII otorgó y concedió una Carta constitucional,
que sirvió de constitución a Francia en la restauración.
La expresión otorgo y concedió calificaba un acto de su voluntad,
revocable en cualquier momento, y la fechada en el “año diecinueve
de su reinado”, desconociendo a Napoleón y a la revolución. Esto
contribuyó a crear un ambiente propicio para el retorno de Napoleón,
que se produjo en los llamados Cien Días.

La teoría absolutista viene a ser, con corta


diferencia, la antigua doctrina del derecho
divino- el rey es la única autoridad; Dios ha
confiado el poder a su familia, y quiere que
su transmisión sea hereditaria, de padre a
hijo. Los derechos del soberano se derivan de
la religión y de la tradición, y no de la
voluntad de sus súbditos; en consecuencia,
no tiene no tiene que darles cuenta de sus
actos. Gobierna según le parece, con arreglo
a su conciencia y sin estar sometido a
ninguna regla. Toda autoridad emana de el y
sus derechos no se limitan a gobernar según
le parece, con arreglo a su conciencia y sin
estar sometida a ninguna regla. Toda
autoridad emana de el y sus derechos no se
limitan a gobernar, sino también a dictar la
ley y determinar el impuesto. (Seignobos,
Historia de la Civilización Contemporánea,
1910, Pág.190)

Los Cien Días


Napoleón huyo de la isla de Elba y desembarco a Francia,
acompañado de unos mil soldados (mayo de 1815). En veinte días
llego a París y se instalo nuevamente en las Tullerías, mientras Luis
XVIII se refugiaba en Bélgica.
Empezó, así, el último período de la época de Napoleón, conocido
con el nombre de los Cien Días. Los ejércitos enviados para detener a
Napoleón se incorporaron al suyo, y los antiguos revolucionarios lo
recibieron con alegría. Napoleón se presenta como el sostenedor de
las libertades públicas y como el defensor de la Revolución contra el
antiguo régimen de los Borbones, aliados del extranjero. La bandera
tricolor volvió a ondear en Francia.
El ejército estaba con Napoleón. El pueblo lo miraba con simpatía, no
así la burguesía, que lo hacía con recelo, pues temía la reiniciación de
la arbitrariedad y de la guerra. Napoleón quiso atraerla, y para esto
estableció un régimen imperial. Ofreció a Francia, por una parte, el
respeto de los derechos y de las libertades individuales, y por otra, el
mantenimiento de la paz con Europa. El político realista Benjamín
Constant preparo, a pedido de Napoleón, una nueva constitución, que
estableció un imperio liberal. Napoleón la reconoció solemnemente.
Simultáneamente, ofreció asegurar la paz en Europa, aceptando el
primer tratado de Paris e informando a los distintos soberanos de sus
disposiciones pacificas. Los soberanos declararon a “Napoleón
Bonaparte fuera de la ley, como enemigo y perturbador de la paz del
mundo” y organizaron la séptima coalición contra Francia

Napoleón, con 200000 soldados, ataco a la vanguardia de la séptima


coalición, formada por el ejercito ingles comandado por Wellington, y
el prusiano, por Blucher, acampados en Bélgica. Batió a Blucher en
Ligny, pero sin destruirlo. El 18 de junio de 1815 ataco a Wellington
en Waterloo. Ambos bandos pelearon con bravura. En momentos en
que parecía triunfar Napoleón, aparecieron las fuerzas de Blucher
que, uniéndose a los ingleses lo derrotaron. Francia y el emperador
estaban ahora definitivamente vencidos.
Napoleón abdico. Se instalo un gobierno provisional que solicito a
Luis XVIII que retomara el poder. Así se inicio, en junio de 1815 la
segunda restauración.
El emperador marcho al puerto de Rochefort, pues pensaba
embarcarse para Estados Unidos de America, pero la escuadra inglesa
lo impidió, y debió entregarse a Inglaterra, que lo considero como
prisionero de guerra y lo envío a la isla de Santa Elena, en pleno
océano Atlántico. Allí pasó los seis últimos años de su vida, rodeado
de unos pocos fieles servidores y sometió a una estricta vigilancia.
Dicto su memoria, que habrían de contribuir a mantener su antigua
popularidad en la Francia contemporánea. Falleció el 5 de mayo de
1821.
Tratados de 1814 y 1815. El nuevo gobierno en nombre de Francia,
firmando primero un armisticio (los franceses tuvieron que evacuar
las plazas fuertes que ocupaban) y después un tratado de paz. Los
aliados exigieron únicamente que Francia volviese a los límites de
1792, con algunos pequeños aumentos; no reclamaron ninguna
indemnización de guerra y hasta se negaron a decretar el reembolso
de 169 millones debidos a Prusia; además dejaron en los museos
franceses las obras de arte que Napoleón había sustraído a los países
por él conquistados. Querían evitar a los franceses toda humillación y
manifestaron “que, para probar su deseo de borrar los recuerdos de
aquellos desgraciados años, las potencias renunciaban a la totalidad
de las sumas que podían reclamar.” Ni siquiera dejaron una
guarnición en Francia; apenas promulgó Luis XVIII la nueva
Constitución salieron del país y evacuaron el reino.
Estas condiciones se modificaron en 1815. Cuando se supo en Viena
el regreso de Napoleón, los europeos declararon “que Napoleón
Bonaparte se había colocado fuera de las relaciones civiles y sociales
y que era entregado a la vindicta pública como enemigo y perturbador
del reposo del mundo.” Ni siquiera un momento pensaron en tratar
con él; sus ejércitos seguían en pie de guerra y por tanto pudieron
dirigirlos inmediatamente contra Francia, que invadieron por todas
partes.
Después de la derrota de Napoleón, los aliados consideraron nulo el
tratado de 1814. Puesto que los Borbones no podían responder de ser
bastante fuertes para mantener su autoridad, aquellas resolvieron
imponer a Francia cargas y garantías que la hicieran dependiente de
Europa. Así fue que exigieron considerable indemnización de guerra,
la devolución de las obras de arte a los países despojados por
Napoleón; además dejaron guarniciones en territorio francés y
fortificaron a expensas del gobierno de París los territorios
fronterizos. Después instalaron sus ejércitos en las provincias
designadas para el caso; allí vivieron dos años, a costa de los
habitantes, hasta el pago completo de la indemnización.
Se convino por otra parte que se habría algunas rectificaciones de
fronteras: los prusianos y algunos pequeños Estados alemanes querían
tomar la Alsacia, Lorena y aun Flandes y constituir con ellas un
Estado para el archiduque Carlos; Austria pedía, por lo menos, la
demolición de las plazas fuertes de la frontera. El gobierno ingles y el
tsar se opuso a un desmantelamiento y todo se limito a tomar algunas
fortalezas de saboya y del condado de Niza (28 de noviembre de
1815). Este tratado, que era relativamente ventajoso, fue de entonces;
el duque de Richelieu, que logro obtenerla, lo firmo “Francia pago
con mil millones de Francos y dos años de ocupación la vuelta de
Bonaparte; pero escapo al desmembramiento
De momento, Europa en 1815, tras la caída de
Napoleón, estaba en manos de hombres que
deseaban una restauración en lugar de cambios.
Mirando hacia atrás, la Revolución y el imperio
les parecían aventuras a las que habían puesto
fin, como no podía ser de otro modo, aunque a
un alto precio. El respeto por la autoridad
legítimamente constituida y por la jerarquía
social que la apoyaba debía ser restaurado, a su
juicio, con el regreso a sus países de los
soberanos, algunos de los cuales eran los
reyezuelos de países minúsculos. Fue un critico
de Rousseau, el escritor suizo, que no alemán,
Ludwig Von Haller, quien escribió en 1816 que
“los monarcas legítimos han sido restaurado en
sus tronos, y del mismo modo debemos ahora
restaurar en su trono legitimo a la ciencia, la
ciencia que sirve al supremo monarca, y cuya
verdad confirma el universo entero” (Briggs,
Asa. Historia Contemporánea de Europa, 2000.
Pág. 55).

Congreso de Viena
En septiembre de 1814 se reunieron en Viena los representantes de las
potencias afectadas por Napoleón. El zar de Rusia, Alejandro I
(Nasserolde), el emperador de Austria, Francisco I, y el rey de Prusia,
Federico Guillermo III, figuraban entre los principales monarcas del
Congreso. El canciller austriaco Metternich, los ministros ingleses
Castlereagh y Wellington y el francés Talleyrand, completaron las
grandes figuras de la importante reunión.
Metternich Talleyrand Alejandro I
Principios teóricos de la Restauración
Contrario al Liberalismo:
Principio de legitimidad: Solo tenían derecho a estar en el poder
aquellos a los que Dios había elegido por su herencia real, por lo que
no importaba si el gobernante no fuera de la misma nacionalidad que
sus súbditos. Esta legitimidad monárquica llevo de regreso al trono a
las dinastías reinantes antes de 1789 especialmente a los Borbones en
Francia.
Contrario al Nacionalismo:
Principio de equilibrio: se concretó en un reparto proporcional de
territorios entre las potencias vencedoras.
Presidió el Congreso de Viena el canciller austriaco Klemens von
Metternich, y asistieron Francisco I por Austria, Federico Guillermo
III por Prusia, Alejandro I por Rusia, Lord Castlereagh por Gran
Bretaña, y Talleyrand por Francia. El ministro francés, gracias a su
habilidad, consiguió varios éxitos para Francia pese a su derrota.
El resultado fue un nuevo mapa del continente europeo, con el que se
pretendía asegurar la paz y la estabilidad. Francia retrocedió a sus
fronteras de 1789, y se crearon pequeños Estados para impedir
cualquier tipo de expansión francesa. Gran Bretaña, que mantenía su
poderío naval, se convirtió en la gran potencia. Tras la derrota
definitiva de Napoleón en Waterloo, los acuerdos del Congreso se
hicieron efectivos.
Absolutismo: Al obtener el monarca su poder de Dios, no debía ser
frenado por ninguna constitución ni el principio de soberanía
nacional.
Intervencionismo: Las potencias se comprometían a intervenir en
aquellos territorios que, perteneciendo a otra potencia, surgieran
movimientos populares que pusieran en peligro los otros principios
señalados. Esto condujo a un sistema de alianzas y la realización de
congresos.
Congresos: Fueron foros donde se discutieron las formas de resolver
los conflictos internacionales y evitar que se empleara el recurso de la
guerra para resolver disputas entre naciones. Este fue un principio que
tuvo una enorme repercusión en la diplomacia internacional.
Asistieron al congreso quince miembros de las familias reales,
doscientos príncipes y doscientos dieciséis representantes de misiones
oficiales. Durante su celebración se realizaron numerosos festejos,
recepciones, bailes, conciertos y banquetes, creando un ambiente
frívolo en el que se desarrollaron intrigas políticas y de espionaje.
Los representantes de la pequeñas potencias solo conocieron esta
faceta del congreso, porque las decisiones importantes eran tomadas
exclusivamente por Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia. Francia
pudo influir gracias a la habilidad política de su representante
Talleyrand
“Si los dos pilares básicos del Antiguo Régimen son
una monarquía absoluta y una Iglesia prepotente-el
trono y el altar- es preciso devolverles sus antiguas
atribuciones”.
“En algunos casos el retorno al pasado va más allá,
hasta llegar a concepciones medievales: el soberano
no es “propietario” legítimo de la nación y, por tanto,
puede hacer lo que le pazca con sus “propios
negocios” (Von Haller). Este “legitimismo” le
permitirá actuar como un verdadero autócrata sin
tener que rendir a nadie. La soberanía nacional, es
por tanto, una verdadera herejía política y el
parlamentarismo una intromisión intolerante de los
súbditos en al esfera real. La restauración de la
Iglesia se inicia inmediatamente. Se suspende la
desamortización en los países donde tuvo efecto y se
devuelve a la jerarquía eclesiástica atribuciones
mutiladas en el período revolucionario”. (Palomares,
Jesús., Alcuña, Celso., Martínez, Mateo., Rueda,
German. Historia del mundo contemporáneo, Pág.
122)

El nuevo mapa de Europa


En el aspecto geográfico, las potencias centraron su atención en
conformar Estados nacionales más fuertes, con un territorio más
extenso y de mayor volumen demográfico, para prevenir cualquier
intento expansionista como el que habían experimentado con Francia,
que tratara de dominar otra vez Europa.
El mapa continental europeo fue reconstruido como un gran
rompecabezas que benefició particularmente a los países
antinapoleónicas:
Austria y Rusia se configuraron como las grandes potencias
continentales, al lado de Gran Bretaña que consolidó su expansión
oceánica, y Prusia que, aun con su territorio dividido, aumentó su
poder en la zona del mar Báltico y dentro de la Confederación
Germánica recién formada.
Otros aspectos relevantes del mapa geopolítico de 1815 fueron la
formación de una barrera para mantener el control de Francia y la
creación de naciones artificiales mediante la unión de pueblos
diferentes, como por ejemplo los belgas con Holanda, lo cual terminó
drásticamente con sus expectativas nacionalistas.
Gran Bretaña
Fue la primera beneficiaria, ya que se le reconoció su rango de
primera potencia marítima al asegurar su hegemonía sobre el mar
Mediterráneo, mediante el dominio de las posiciones de Malta, las
islas Jónicas y Gibraltar, así como de otras bases fuera de Europa,
como El Cabo y Ceilán para controlar la ruta de la India y el refuerzo
de sus posesiones en las Antillas, para favorecer el comercio
americano.
Austria
Logró concentrar su poder en el norte de La Península Itálica al
obtener el reino Lombardo-Veneto e imponer príncipes austriacos en
los tronos de los ducados de Parma, Módena y Toscana; también
consiguió una salida al mar Mediterráneo al incorporarse las
provincias llíricas. Con las posesiones en Alemania garantizó la
intervención de su emperador en tos asuntos de la recién creada
Confederación Germánica.
Prusia
Quedó dividida y formó parte de la Confederación Germánica.
Recuperó la orilla izquierda del Rin con la anexión de Renania, una
zona fronteriza con Francia.

Confederación Germánica
Quedó formada por 39 Estados, de los cuales Prusia y Austria fueron
los más poderosos
Rusia
Obtuvo Finlandia antigua posesión sueca, Besarabia y una gran parte
de Polonia
Suecia
Perdió Finlandia, pero fue compensada con Noruega. Lo anterior para
evitar que Dinamarca controlara tos accesos al mar Báltico.
Francia
Redujeron su territorio y se estableció una barrera con Estados tapón
en torno a ella: aL norte el Reino Unido de Los Países Bajos con la
incorporación de Bélgica a Holanda; al este con la anexión de
Renania a Prusia y la Confederación Suiza, y al sur el reino Piamonte-
Cadeña.
Península Itálica
Quedó dividida en siete Estados: al norte los reinos de Piamonte ~
Lombardía-Veneto; al centro tos ducados de Parma, Módena y
Toscana, y Los Estados Pontificios; al sur, el reino de Dos Sicilias
que devolvieron a los Borbones de Francia.}
Este trabajo de reorganización geopolítica provocó una serie de
problemas que mantuvieron un clima de fuerte tensión en la vida de
los europeos durante la mayor parte del siglo XIX, entre ellos:
Rivalidades cada vez más acentuadas entre las potencias.
Sometimiento de algunos pueblos como: Irlanda a Inglaterra, Bélgica
a
Holanda, Noruega a Suecia, y Polonia a Austria, Prusia y en su mayor
parte a Rusia, sin tomar en cuenta sus intereses y características
étnicas y culturales. Esta situación impulsó el desarrollo del
sentimiento nacionalista.
Conformación plurinacional de dos imperios:
- Austriaco, donde convivían alemanes, italianos, checos, croatas,
eslovenos, y húngaros, entre otros.
- Otomano, integrado por turcos, griegos, búlgaros, servios y
albaneses, entre otros.
• División política de los territorios de los pueblos italiano y alemán,
los cuales serían las semillas de los futuros movimientos nacionalistas
con carácter de unificación.
El acta definitiva del Congreso fue acompañada de otros decretos
como los que garantizaban la neutralidad de Suiza y la libre
navegación de los ríos de Europa. Los aliados, satisfechos de su labor
en los aspectos político y geográfico, establecieron el compromiso de
reunirse periódicamente para decidir las medidas necesarias para
mantener la paz europea, en caso de que las corrientes revolucionarias
volvieran a alterar a Francia y amenazaran la paz de los demás
Estados

Las potencias de la Restauración


El nuevo orden fue definido por cinco potencias, cuatro de ellas
vencedoras de
Napoleón: Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia, y la misma Francia
integrada en esta alianza internacional por las acciones diplomáticas
de su ministro de Asuntos Exteriores, Telleyrand.
Entre las potencias persistieron profundas diferencias en cuanto a los
modelos políticos que representaban y a los proyectos internacionales
que tenían. Entre ellos se distinguieron tres:
• Parlamentario inglés: El monarca estaba limitado por una cámara
representativa.
• Absolutista ruso y austriaco: El monarca no tenía ninguna
limitación.
• Carta Otorgada francés: El monarca se auto limitó voluntariamente
en el ejercicio de sus funciones, sin abdicar a la plenitud de su
soberanía divina. Fue un régimen que pretendió combinar los dos
modelos anteriores al mantener el poder real sin debilitarlo y aceptar
la consulta a la nación, mediante convocatorias electorales
restringidas a los ciudadanos que pudieran pagar las rentas
establecidas para ser considerados como candidatos a las Cámaras o
como votantes.
En suma la Restauración no fue integral ya que algunos soberanos se
vieron obligados a conceder Constituciones, que aunque confirmaban
la soberanía real, ésta quedaba limitada a la ley. Además por su
eficiencia se mantuvo la administración napoleónica y tampoco fue
posible suprimir algunas transformaciones jurídicas, y sociales como
la igualdad ante la ley y los impuestos universales con lo que no
permitió el regreso de los privilegios de los nobles.
La Santa Alianza
Poco después de los tratados de Viena las grandes potencias aliadas
vencedoras de Napoleón formaron la Santa Alianza para hacer
cumplir y evitar toda agitación revolucionaria.
La Santa Alianza fue obra del zar Alejandro I, hombre de espíritu
místico que atribuía sus triunfos sobre Napoleón “a la misericordiosa
intervención de la Divina Providencia”.
Rusia, Austria y Prusia firmaron el tratado de la Santa Alianza
(septiembre de 1815), que redacto el propio zar. Declararon
solemnemente que seguirían los “preceptos de justicia, de caridad y
de paz de la Santa Religión Cristiana” que la comunidad cristiana a la
cual pertenecían, no tenia otro soberano que “aquel a quien solo
pertenece en derecho el poder…Dios nuestro divino salvador
Jesucristo, el verbo encarnado, la palabra de la vida eterna”.
Casi todos los monarcas adhirieron el tratado de la Santa Alianza, al
que solo faltaron la firma del Papa, del regente de Inglaterra y del
Sultan.
El ministro ingles Castlereagh, deseoso de consolidar la alianza
política que firmaran Rusia, Prusia, Austria e Inglaterra al invadir a
Francia en 1814; promovió la formación de la cuádruple alianza
(noviembre de 1815). Las cuatro potencias se comprometían a
mantener la paz, el orden y la prosperidad de los pueblos,
salvaguardando y haciendo cumplir los tratados de Viena. La Santa
Alianza tuvo un propósito político, bajo una apariencia religiosa; la
cuádruplo alianza, un fin abiertamente político. Aquella fue nominal.
Ésta en cambio, actúo decisivamente en la Restauración.

“La idea de crear la Santa Alianza parte del zar


ruso. Alejandro I se considera el salvador de
Europa y espera convertirse en árbitro de las
relaciones intencionales. La alianza es una
convención místico-religiosa de todos los
soberanos legítimos de Europa para
salvaguardar el nuevo-viejo orden salido del
Congreso de Viena.
Técnicamente la Santa Alianza es sólo una especie de
declaración de principios, abierta a todos los
príncipes cristianos sin unos claros compromisos
políticos. Si las potencias se avienen a firmar este
pacto tan peculiar es por condescendencia hacia zar”.
(Palomares, Jesús., Alcuña, Celso., Martínez, Mateo.,
Rueda, German. Historia del mundo contemporáneo,
Pág. 122)

“Alejandro fue el único soberano que tomó


verdaderamente en serio la Santa Alianza”. “…para
los Liberales del siglo XIX, la Santa Alianza
personificaba una conspiración diabólica para acabar
con la democracia, el nacionalismo y la justicia
social” (Carlton, J, H, Hayes, 1953. Historia Política
y Cultural de la Europa Moderna, Pág. 709)
“Goethe decía de esta “Santa Alianza” que “nada
había sido inventado que fuese más grande y más
útil para los intereses de la humanidad”, y las
opiniones de Goethe merecían respeto” (Fisher.
Historia de Europa. Tomo III, Pág.14)

La Cuádruple Alianza, instituyendo un sistema de conferencias y


consultas mutuas, inauguraría la Europa de los Congresos.
El Congreso de Viena no se había inaugurado, y no se inauguraría,
pero los representantes europeos (216 delegaciones) se encontraban
en la capital del Imperio de los Habsburgo. Negociaciones desde
principios de noviembre de 1814 hasta el 9 de junio de 1815. Su acta
final estableció el estatuto de un continente “restaurado”.
Austria, gran potencia centroeuropea, representada por el Canciller
Metternich, consiguió formar un bloque coherente.
Rusia, gran potencia eslava de Europa oriental, representada por el
ministro Nesselrode y por el propio zar Alejandro I, retuvo Finlandia,
arrebatada a Suecia, Besarbia, tomada a Turquía y dos tercios de
Polonia, catalogados por el congreso como reino autónomo pero cuyo
rey era el zar. Sus expectativas de expansión hacia el Báltico, área
central, Balcanes y hacia el Mediterráneo, lo que les enfrentaría con
Gran Bretaña.
Prusia, ministro Hardenberg, que consiguió su colocación entre los
primeros estados de Alemania. Se desplazaba hacia el Oeste.
Gran Bretaña, potencia atlántica de Europa occidental. En las
negociaciones la representó Castlereagh y consiguió el reino de
Hannover, que daba buena posición el mar del Norte. Conservó islas
en el mediterráneo, de ruta a las indias y reforzó sus posesiones en
Antillas, acentuando su control oceánico.
Francia, apareció como nuevo Estado con la restauración monárquica
borbónica de Luis XVIII. El prusiano Hardenberg pretendía recortarle
más los territorios, pero esto no interesaba a las demás potencias, pues
significaba que Prusia sería demasiado poderosa. Además, una paz
intolerable para los franceses podía ser peligrosa, pues mantendría
focos revolucionarios.
Confederación Germánica, se simplificó, quedando integrada por 39
estados, entre ellos uno que poseía un imperio (Austria) y cinco
reinos. Se regía por una Dieta con sede en Frankfurt.
Italia, quedaba bajo el gobierno de la dinastía Saboya, de los
Borbones y del Papa.
El deseo de retornar a la Europa de la 1789 no se realizó en el aspecto
territorial como tampoco se practicó la política de equilibrio.

La oposición al antiguo régimen.


Dos son las grandes fuerzas que minan las bases de este orden
reestablecido: romanticismo y liberal/ nacionalismo.
1- El romanticismo. Desde fines del Siglo XVIII advertimos la
presencia, en Alemania especialmente y pronto en otros países, poetas
y filósofos que, partiendo del pensamiento de Kant, generan un tipo
de cultura distinta del vigente racionalismo de origen francés. Son los
primeros románticos que parten del axioma de la superioridad de los
sentimientos sobre la fría razón. El movimiento Sturm und Drang
(empuje y tempestad) crece rápidamente y no se conforma con crear
una nueva literatura, si no que informa otras actividades humanas:
religiosidad (Scheleiermacher, Lamenais) política (Fichte).
La esencia del nuevo movimiento es la exaltación de la libertad, por
que la libertad es el don mas preciado de la persona humana. Sin
libertad ni el sujeto individual (el hombre) ni el sujeto histórico (los
pueblos) se pueden desarrollar. Todo intento uniformador es un
atentado contra el ingenio personal. El romanticismo juega así un
papel decisivo frente a las imposiciones autoritarias oficialistas. De
esta forma el romántico se convierte en un rebelde al “establishment”
restaurador. Frente a Von Aller, que convierte a los habitantes en
simples súbditos del soberano, está, entre otros, Fichte (1814)
exaltando la libertad de la persona en todas sus manifestaciones.
2- La corriente liberal nacionalista. El revolucionarismo liberal tras
la caída de Napoleón no desaparece. Una ideología no se extingue por
decreto. La persecución oficial obliga a la corriente liberal a
refugiarse en sociedades secretas. Clandestinidad que, por otra parte,
encaja muy bien con la mentalidad romántica de sus miembros.
Carbonarios italianos, “sociedades patrióticas”- comuneros
landaburianos, etc.- en España, en Rusia “el bien público” o la
“tugendbund” prusiana.
Una red de sociedades subterráneas subversivas para el orden
imperante, mina Europa desde Rusia a España. El denominador
común de todas ellas es el luchar por reestablecer en sus respectivos
países el régimen constitucional pleno frente al absolutismo oficial. A
la hora de la verdad la efectividad de estas sociedades es escasa, sin
embargo contribuyen a crear un clima de inseguridad general y, en
último término, mantienen viva la llama del revolucionarismo liberal.
Al lado de la llama liberal se suele refugiar en estas sociedades el
anhelo nacionalista. Teóricamente se trata de dos principios que no
tienen por que ir unidos, pero en la práctica se suelen confundir. El
siglo XVIII es un siglo cosmopolita-la razón es común a todos los
hombres-muy poco propicio a particularismos, mientras que el siglo
XIX lo es de las nacionalidades. La tendencia nacionalista de alguna
forma hunde sus raíces en la edad media-frente al ecumenismo
imperial-, en el siglo XVIII cede terreno (el caso de España puede
servir de ejemplo) pero la Revolución Francesa, aunque hija de la
ilustración racionalista, va favorecer al nacionalismo al exaltar la
libertad en todos los terrenos. A la altura de 1815 están ya perfilados
los elementos esenciales del nacionalismo-lenguas, etnias, culturas,
costumbres, etc.-. El absolutismo centralizador radicalizara estos
elementos disgregadores, echando en brazos del liberalismo estas
aspiraciones nacionalistas. Así cristaliza una corriente liberal
nacionalista frente al absolutista internacionalista de la Santa Alianza.
Si en el terreno político el absolutismo se corresponde con la nueva
ideología restaurada, el frente liberal y nacionalista erosiona el orden
establecido con nuevas ideologías (romanticismo).
1. La oposición liberal.
Los pronunciamientos (militares), e intentonas revolucionarias
hacen acto de presencia desde el primer momento (mina, Porlier,
Lacy, etc., en España; el asesinato del duque de Berry en Francia);
sin embargo, este revolucionarismo desorganizado termina en
fracaso.
En torno a 1820 tiene lugar la primera oleada revolucionaria que
conoce el triunfo, al menos momentáneo. El epicentro del
movimiento liberal es España. El ejercito (riego) es el motor
revolucionario en esta caso. Fernando VII se convierte, después
de una etapa absolutista (1814-1820), en rey constitucional (1820-
1823). La revolucionaria constitución gaditana de 1812 vuelve a
ponerse en vigor. España supone el primer quebranto serio para el
sistema internacional restaurador. El revolucionarismo levanta de
nuevo su cabeza.
El fenómeno español pasa a Portugal-pronunciamiento del ejército
en Oporto (1820)- y establecimiento del régimen constitucional
(estatuto liberal de 1822). Italia conoce sucesos similares en
Nápoles (1820, Piamonte (1821), etc.
Las potencias del antiguo régimen se sienten amenazadas por esta
oleada liberal mediterránea. Ante esta “conjura liberal
internacional” los soberanos legitimistas se reúnen (troppao,
1820) y proclaman el principio intervencionista como derecho y
deber de las grandes potencias para mantener el orden
internacional.
Las tropas austriacas intervienen en Italia- a tenor de las
estipulaciones de Laibach (1821)- cancelando, por el momento,
las explosiones nacionalistas.
En España, la experiencia del trienio constitucionalista (1820-
1823), esta herida por las divisiones internas que impiden
consumar el cuadro de reformas en la etapa gaditana. La falta de
una burguesía fuerte y el impulso del sector realista congelan el
programa trienio. La entrada de los “cien miel hijos de san Luis”-
intervención francesa dictaminada por el congreso de Verona
(1822)- cercena la experiencia revolucionaria.
2- La oposición nacionalista. El pueblo nacionalista se bate con
especial énfasis en los Balcanes, sujetos al imperio turco y con
una simpatía ambiciosa de Rusia y Austria-Hungría sobre estos
territorios.
El nacionalismo serbio no queda satisfecho por el régimen
semiautonomico otorgado en el congreso de Viena. Las
reivindicaciones permanecen hasta el umbral de la gran guerra.
Rumanos y búlgaros mantienen idénticos propósitos y amplían el
avispero de los Balcanes, transformando la zona en blanco de
tensiones internacionales (Rusia-Austria-Inglaterra).
Con todo será Grecia el país más característico del empuje
nacionalista. La lucha iniciada en 1822 (congreso de Epidauro),
supera los infortunios de Navarino, Missolonghi y Atenas, hasta
triunfar sobre Turquía en Adrianpolis (1829); ayudada desde el
exterior, se plasma su independencia de la puerta en 1830
(congreso de Londres)
El orden interno de los Estados
La acción revolucionaria de 25 años (1789 - 1814) había dejado
huellas irreversibles:
Régimen feudal desaparecido para siempre en las zonas asimiladas
por Francia, en las de influencia y Prusia.
Ideas liberales de igualdad civil.
Introducción de un código civil dejó asimilada la ideal del imperio de
la ley.
Reformas administrativas eficaces.
El poder del soberano se restauraba, pero se sabía que no era
invulnerable. Esto dio lugar a la adopción de una postura
conciliadora, manifestada en la concesión de Cartas otorgadas, que
reafirmaban la soberanía real, pero limitada por una ley. Esto no se
dio ni en Austria, Prusia, Rusia ni España
Los descontentos
El burgués aprovechaba el momento de calma para desarrollar sus
negocios. Ni el campesinado ni los obreros se oponían al poder
restaurado. Sólo se mostraba amenazante la miseria y una minoría
activa y vigilante.
Esta minoría era heterogénea políticamente. Esta élite tuvo que
refugiarse en la clandestinidad a causa del rigor político: masonería,
carbonarios italianos, charbonnerie francesa, “Liga de los justos”
alemana, “Sociedad del Norte” y “Sociedad del Sur” rusas.
Disolución de la Santa Alianza
El alejamiento de Inglaterra y de Rusia significo la disolución de la
Santa Alianza y la ruina del sistema intervencionista. Así, al llegar el
año 1830, el concierto europeo había dejado de existir. Metternich
trato de rehacerlo, y logro el reingreso de Rusia.
Europa apareció entonces dividida en dos bloques opuestos: uno
formado por tres países autocráticos, Austria, Prusia y Rusia y otro
por las monarquías liberales de Inglaterra, de Francia y de Bélgica.
Inglaterra había retomado su cause liberal luego de la desaparición de
Castlereagh. Francia acababa de transformarse en estado liberal, por
efecto de la revolución de 1830 que derribo a la dinastía de los
Borbones. Bélgica nació como reino independiente, también por
efecto de una revolución liberal y nacionalista que estallo en el mismo
año 1830.
… se dirá con mayor exactitud que, en aquel
quindenio, el ideal liberal resistió al
absolutismo, lo combatió si tregua y al final
obtuvo sobre él una victoria que por sustancial
fue definitiva.
En cierto sentido, la Santa Alianza no existió
más que en la fantasía de zar Alejandro I, como
un sueño o una utopía sobre motivos
conservadores, pacifistas y hasta liberales. Pero
de un liberalismo paternamente permitido y
vigilado, y religiosos, o al menos de unción
religiosa (Croce, Benedetto. Historia de Europa
en el siglo XIX, 1950, Pág. 69)

Cumplimiento de la carta de 1814.


Establecimiento de una república democrática.
Mejores condiciones de vida.
El triunfo de los primeros, que ofrecieron el trono de Francia a Luis
Felipe de Orleans a cambio del cumplimiento estricto de la Carta,
supuso la reconducción y limitación de las consecuencias de las “Tres
Gloriosas”, jornadas callejeras del 27, 28 y 29 de Julio, lo que
convirtió a París en foco de disturbios republicanos siempre
reprimidos.
La revolución de 1830 triunfó también en Bélgica, donde el
movimiento se marcó por el nacionalismo, acompañado por matices
religiosos. La acción se centró en Bruselas durante Agosto, donde la
burguesía formó un gobierno provisional y una Asamblea
Constituyente que proclamó la independencia del nuevo estado cuyo
régimen era la monarquía Constitucional.
Los nacionalistas polacos se levantaron contra Rusia a favor de la
independencia, y tras diez meses sucumbieron antes las tropas rusas
que dejaron a Polonia sometida.
En 1831 la insurrección liberal se da en Parma, Módena y Romaña,
pero las tropas austríacas restauraron el orden con celeridad.
1830 fue una década en la que se puso de manifiesto que los
gobiernos “legítimos” se mantenían por la fuerza que ostentaban los
austríacos y los rusos en sus áreas de influencia y reveló cómo las
fuerzas políticas emanadas de la Revolución salían a la luz de forma
activa. Francia recuperaba protagonismo y Gran Bretaña realizó en
1832 una reforma parlamentaria y muchos príncipes alemanes
otorgaron constituciones. El avance en el terreno de libertad e
igualdad fue escaso.
A esto se añade la fuerza que adquiría el nacionalismo, opuesto al
reparto de Europa dado en el Congreso de Viena. También se perfiló
el debate pendiente desde 1793, el de obreros y campesinos con la
clase media minoritaria que había triunfado.

Las revoluciones de 1820


El Espíritu de Viena se puso a prueba, por primera vez, con la oleada
de agitaciones producidas en 1820. Estas agitaciones adoptaron la
fórmula del pronunciamiento, es decir, que un jefe militar, apoyado
por un número mayor o menor de oficiales impregnados de ideas
liberales se pronunciaba a favor de la Constitución y en contra del
poder absoluto. Sus tropas, acostumbradas a la obediencia directa a
sus oficiales les seguían. Los jefes de estas conspiraciones solían
planear sus pronunciamientos de acuerdo con las sociedades secretas
a las que muchas veces pertenecían.
Las revoluciones fracasadas.
En enero de 1820 el comandante Riego se pronunciaba en Cádiz a
favor de la Constitución de 1812. Le apoyaban parte de las tropas
concentradas en espera de ser embarcadas para la reconquista de las
colonias españolas de América.
En julio, el ejemplo español inspiraba otra sublevación en el Reino de
las Dos Sicilia donde Fernando Y era también obligado a jurar una
Constitución inspirada en el modelo español. Más tarde, la
insurrección pasó al Piamonte.
Austria, particularmente sensible a cuanto sucediese en Italia por los
grandes intereses que allí tenía convocó un congreso para decidir la
intervención.
Inglaterra y Francia, que se gobernaban a sí mismas por sistemas
constitucionales, no veían ningún peligro en que en los países
mediterráneos tuviesen también una Constitución. Sin embargo,
cedieron ante la determinación austríaca.
Las tropas austríacas invadieron Italia y las francesas (los cien mil
hijos de San Luis) repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.
Las revoluciones triunfantes.
Las potencias que tan resueltas se habían mostrado a la hora de
reprimir las sublevaciones liberales del área mediterránea occidental
no movieron sin embargo, un dedo para evitar que Fernando VII
perdiese las posesiones españolas en América; que Portugal perdiera
Brasil o que los griegos se independizasen del imperio turco.
La explicación estaba en que los grandes resultaban muy favorecidos
con estas emancipaciones. Pero ya no podían mantener que el
intervencionismo estuviera justificado en defensa de los soberanos
legítimos por lo que permitiendo o, incluso, favoreciendo estos
movimientos emancipadores, empezaron ellos mismos a destruir el
sistema que, teóricamente, parecían interesados en sostener.

La emancipación de la América española.


Los grandes trataron en varias ocasiones la situación americana pero
nunca con excesiva atención. Austria y Prusia defendieron la
intervención a favor de España pero lo hacían sólo por defender unos
principios porque, en realidad, el foco del problema estaba lejos de su
área de interés.
Francia que volvía a estar unida a España por los Pactos de Familia
estaba obligada a intervenir. Sin embargo, fue en Alejandro I, que
pensaba así atraerse a España, en quien Fernando VII encontró a su
mejor aliado.
Pero Inglaterra estaba firmemente dispuesta a impedir toda
intervención en un área en la que había multiplicado sus ventas de
forma espectacular y ante su postura decidida las demás naciones
retrocedieron.
La independencia de Grecia.
La causa de la independencia de Grecia dividirá a las potencias
europeas, provocando la disolución del sistema político nacido en el
Congreso de Viena.
La rebelión griega, de inspiración liberal-nacionalista, organizada
contra el Imperio turco, también estuvo preparada por sociedades
secretas (hetairías) creadas por emigrantes. Contará con la
colaboración de la Iglesia ortodoxa, y con el apoyo de la mayor parte
de los países europeos. El movimiento independentista griego
desencadenó una enorme oleada de simpatía entre los europeos. El
espíritu del romanticismo recreaba la imagen de la Grecia clásica, de
la Atenas de la democracia, incluso la lucha religiosa contra el Islam.
Los rusos, por razones estratégicas, porque intentan debilitar al
imperio otomano. Únicamente el Imperio austríaco se opuso al
movimiento de liberación helénico.
En 1829 los turcos reconocían la independencia de Grecia por el
Tratado de Adrianópolis por el que Rusia también salía beneficiada ya
que obtenía la libre circulación de sus navíos comerciales por los
estrechos.
La independencia de Grecia suponía el fin del espíritu de Viena al
anteponer las potencias europeas sus intereses nacionales a los
principios ideológicos que la habían inspirado.
Las revoluciones de 1830
La principal causa de la debilidad que presentaba la Restauración la
constituía la propia divergencia de intereses entre las Grandes
Potencias. Pero, también en el interior de los propios estados, las
corrientes de opinión, se agitaban por la evidencia cada vez mayor de
que el sistema no presentaba soluciones válidas a los problemas de
tipo económico y social cada vez más acuciantes.
En primer lugar la mala situación económica, las malas cosechas
sumían en la miseria a las clases populares y enormes pérdidas a
comerciantes e industriales de la burguesía en ascenso.
Por otra parte, el desajuste social. La clase dirigente seguía siendo
aquella aristocracia ligada al antiguo régimen, lo que no correspondía
a la situación real en la cual era la alta burguesía la que controlaba la
vida económica, a pesar de lo cual se la excluía de las grandes
decisiones políticas.
… fue derrotado moralmente todo el
absolutismo europeo y, por el contrario, el
liberalismo europeo, que se debatía y se
agitaba reprimido, llegó a ser ejemplo de cómo
se afronta al adversario en los casos extremos,
prueba de que modo vencerle, ayuda en el
momento mismo en que una gran existencia
había alcanzado la plenitud de su libertad, y fe
en las próximas revoluciones (Croce,
Benedetto. Historia de Europa en el siglo XIX.
1950, Pág. 113)
La revolución en Francia.
El hundimiento del sistema de la Restauración comenzó en la Francia
de 1830 donde Carlos X había sucedido a Luis XVIII. El nuevo rey,
absolutista convencido, comienza su reinado con el único apoyo de la
Iglesia y de los ultraconservadores, disolvió la Asamblea, suprimió la
libertad de prensa, modificó el derecho electoral, restringiendo aún
más el sufragio. Estas medidas provocaron la sublevación del pueblo
de París que fue apoyada por las sociedades secretas republicanas, los
intelectuales e incluso por los grandes financieros y monárquicos
moderados.
Carlos X, falto de respaldo militar, tuvo que huir. Las fuerzas
moderadas, apoyadas por la banca, consiguen hacerse con el control
político y entronizan a Luis Felipe de Orleans como muevo rey.
Luis Felipe, el rey burgués, realiza algunas reformas, como la de
restablecer la bandera tricolor, restaurar la guardia nacional, para
mantener el orden público, o modificar la Constitución, dándole una
orientación más liberal, aunque dentro de los principios moderados
del liberalismo doctrinario.
Con este monarca se inicia la edad de oro de la alta burguesía
francesa, que realizará grandes inversiones especulativas, mientras
que las sociedades republicanas, que se sienten profundamente
defraudadas, son duramente reprimidas.

La independencia de Bélgica.
El reino de los Países Bajos (Bélgica y Holanda), gobernado por
Guillermo II, era uno de los ejemplos más claros de anacronismo
creado por el Tratado de Viena. Poco tenían en común holandeses y
belgas pero lo importante en 1814 era crear un Estado fuerte que
impidiera la expansión francesa.
Las causas que dieron lugar al estallido revolucionario fueron:
a. Desde el punto de vista religioso el enfrentamiento entre una
Bélgica católica y una Holanda calvinista.
b. Diferencias lingüísticas notables: el flamenco y el francés frente al
holandés.
c. Políticamente los holandeses eran más favorecidos (4/5 de los
cargos eran reservados a los holandeses).
d. Finalmente, existían diferencias económicas notables: una
burguesía industrial belga ansiosa de poder participar en la política
frente a una burguesía comercial holandesa.
Estallada la guerra civil que obligó a los holandeses a replegarse hacia
el norte tuvo lugar la reunión de un Congreso nacional belga que
establecía la Constitución y elegía rey a Leopoldo I
El triunfo de la revolución fue posible gracias al apoyo de Luis Felipe
de Orleans que obligó a la no injerencia interna. Guillermo II había
acudido a los monarcas de la Restauración, pero Prusia temió la
guerra contra Francia, Rusia tenía un grave problema en Polonia y
Austria tenía que intervenir en la Italia sublevada. Inglaterra por su
parte veía bien una independencia de los belgas de su rival comercial:
Holanda.
Los fracasos de la revolución
Polonia.
Polonia, que en Viena había pasado al zar de Rusia, había recibido del
monarca absolutista una Carta otorgada de las más avanzadas de
Europa con amplias garantías de libertades individuales, de prensa y
de religión.
Fue, sin embargo, en Polonia, tantas veces fragmentada, donde el
sentimiento nacionalista impulsó las primeras insurrecciones de 1830
con la confianza de una ayuda francesa o la distracción de Rusia en
Bélgica, hechos que no sucedieron . Las tropas elegidas del zar
aplastaron fácilmente la rebelión y Polonia sufrió una dura represión y
la supresión de la Carta de 1815.
Alemania
Contrariamente a lo que ocurría en Polonia, en los Estados alemanes
no existía hacia 1830 un sentimiento nacional ni un programa
revolucionario. En torno a 1830 solamente en algunos Estados se
produjeron tumultos de carácter liberal que fueron fácilmente
dominados.
Italia
Tampoco tuvieron, en su origen, carácter nacionalista las
insurrecciones de los Estados italianos. Fueron dirigidas contra el
absolutismo de los gobernantes. Su única esperanza de triunfar se
apoyaba en la posible ayuda francés, que no se produjo. Austria
redujo los levantamientos aunque su intromisión avivó el sentimiento
nacionalista.
España.
La oleada revolucionaria de 1830 tuvo también sus repercusiones en
España. El general Torrijos, figura destacada del trienio liberal,
exiliado en Gran Bretaña desde el regreso de Fernando VII, intentó en
1830 sublevar a las ciudades del sur de España buscando el apoyo de
sus florecientes burguesías al igual que lo había intentado en 1820
Riego. Torrijos, consciente de que era la periferia del país la única
que contaba con una sociedad burguesa de tipo europeo, confiaba en
que el levantamiento se propagaría por la costa obligando al gobierno
de Madrid a un cambio de régimen. La expedición terminó en el
fracaso y Torrijos y sus compañeros fueron fusilados en Málaga en
1831 sin que hubiera mediado juicio.

Las Revoluciones de 1848

Factores de las revoluciones.


A diferencia de las revoluciones de 1830, éstas, según Marx, son las
primeras de carácter moderno: las anteriores presentaban la unión de
la burguesía, el campesinado e incluso otros grupos intermedios
contra los grupos privilegiados, sin embargo, las del 48 suponen ya el
choque claro entre los intereses de los burgueses y el proletariado de
la revolución industrial.
Parece claro que en muchos casos son continuación del movimiento
de los años treinta, ya que con la excepción belga los problemas
continuaban sin resolver: en Francia la gran burguesía aliada a la
monarquía orleanista había traicionado a los demás grupos sociales,
en el área italiana y alemana quedaban sin solucionar las ideas
nacionalistas y la modernización de los Estados. Los ideales
democráticos se enfrentan al liberalismo doctrinario que había
dirigido la lucha en Europa dieciocho años antes: entonces se pedía el
sufragio que acabó siendo censatario, en las del 48 se pedía el
sufragio universal partiendo de la base de la igualdad social y la
supresión del monopolio de poder de la burguesía. En los años treinta
las Constituciones reflejan la soberanía nacional (caso francés o
belga); ahora se habla y se pide la soberanía popular diferenciando el
pueblo que son todos los ciudadanos de la nación que favorece a unos
pocos. Frente a la libertad de prensa ahora se habla de prensa
independiente: no es suficiente con que no haya censura.., interesa
que la alta burguesía no la controle, que sea libre de verdad. En el
proceso revolucionario anterior se impuso la igualdad de justicia;
ahora se pide justicia social, concepto muy diferente al anterior. En
resumen que las diferencias son mayores que las analogías y se tienen
que analizar las causas con profundidad.
La crisis europea occidental de 1847, agrícola (malas cosechas de
patatas y cereales) e industrial (crisis del crédito con quiebras
continuas), es uno de los factores importantes a tener en cuenta, ya
que provocó una crisis generalizada, y un enorme paro.Se creó un
clima de inseguridad económica, de desconfianza en el gobierno. Por
eso, el movimiento de 1848 es la conjunción de la crisis económica y
del descontento político.
Desarrollo de las revoluciones.
Francia.
La fuerte industrialización francesa, a partir de 1830, había
enriquecido a la burguesía a costa de una sobreexplotación del
proletariado. No es de extrañar que en estas condiciones no apareciera
en Francia, entre los trabajadores, un movimiento reformista
partidario de la violencia revolucionaria tratando de conquistar una
vida más digna.
La crisis económica y la situación de miseria de las clases populares
serán los factores que aglutinados con las reivindicaciones
constitucionales de la pequeña burguesía desencadenarán diversos
motines en febrero de 1848. El rey huye a Inglaterra, sin tratar de
oponer resistencia a la revolución. Esta vez los republicanos no se
dejan escamotear el poder, como había ocurrido en 1830; se forma un
gobierno que reúne en extraña alianza a moderados liberales, como
Lamartine, y socialistas, como Louis Blanc. Además del hecho
sorprendente de que un obrero participase en el gobierno, destaca la
creación de los Talleres Nacionales, para intentar paliar el paro en la
zona de París. Se limita la jornada laboral, se instaura el sufragio
universal, la libertad absoluta de prensa y asociación, la abolición de
la pena de muerte por delitos políticos, la supresión de la esclavitud
en las colonias y el encarcelamiento por deudas.
Estas perspectivas, sin embargo, duraron poco tiempo: la trágica
realidad social y financiera las disipó. La revolución incrementó la
crisis económica. Los miembros del Gobierno provisional eran
incompetentes en materia financiera. Los ricos retiraron su dinero de
los bancos, muchas empresas se hundieron.
Los nuevos gastos, sobre todo los Talleres Naciones, ponen al Estado
al borde de la quiebra.
La victoria de los moderados en abril da lugar a una Asamblea
nacional que al anunciar la disolución de los Talleres Nacionales
provoca el levantamiento. Contra los insurrectos, la Guardia Nacional
combate con tanto ardor como el ejército contra los “perpetuos
revoltosos que se niegan a inclinarse ante el sufragio universal”. La
represión es muy dura.
Después de los sucesos de junio, vencida la “república social” la
Asamblea hace una Constitución, que teniendo en cuenta los
acontecimientos pasados, crea un poder ejecutivo fuerte, no
permanente, encomendado al Presidente de la república, elegido por
sufragio universal, independiente de la Asamblea pero no reelegible.
Se mantiene los logros políticos de febrero: el poder legislativo
residía en una Asamblea elegida por sufragio universal.
Aprobada la Constitución se eligió como Presidente a Luis Napoleón
Bonaparte que consigue el apoyo de los campesinos, temerosos de
perder sus propiedades, y los grandes financieros e industriales. Se
instaura así una república conservadora que acabará, con el apoyo del
ejército, en el golpe de estado de 1851. Napoleón coronado
emperador inaugura un período de poder personal hasta 1870.
. La agitación revolucionaria en Europa.
En donde mayor repercusión tendrá la oleada revolucionaria de 1848
será en el imperio austríaco, en Italia y en Alemania.
En el imperio austríaco coinciden en la revolución, por una parte, las
reivindicaciones democrático-liberales que se alzan contra el
absolutismo, y, por otra parte, las luchas nacionalistas contra el
centralismo del imperio de checos, italianos y húngaros. La
coincidencia en la revolución será únicamente en el tiempo, y no en
los objetivos. Los demócratas vieneses triunfan, en parte, porque las
tropas imperiales estás dispersas intentando sofocar las diferentes
insurrecciones nacionales, pero ellos se opondrán también a la
autonomía política de los pueblos del Imperio; por su parte, los
húngaros luchan por su libertad nacional, pero se oponen a su vez, a
conceder la libertad a las minorías que les estaban sometidas a ellos,
como, por ejemplo, los croatas. El ejército austríaco con la ayuda de
Rusia irá recuperando poco a poco el control de todos los territorios y
restablecerá el absolutismo. La única conquista revolucionaria que no
será anulada es la liberación del campesinado de la servidumbre
feudal.
En Italia las revueltas de 1848 se realizan por la unidad nacional y las
libertades constitucionales. En Lombardía y Véneto, que eran
territorios ocupados por los austríacos, estalla la revolución
aprovechando la insurrección que se había producido en marzo en
Viena. El resto de los Estados italianos, en un primer momento
acuden en ayuda de estos territorios, pero al extenderse la agitación
liberal en sus propios dominios, los soberanos se ven obligados a
retirar sus tropas., recuperando nuevamente los austríacos el control
del norte.
También serán derrotados los nacionalistas radicales que habían
proclamado Venecia, Toscana y Roma como repúblicas
independientes. Los austríacos consiguen además que se anulen todas
las Constituciones en los territorios de Italia, resistiéndose únicamente
el reino del Piamonte, que al mantener su monarquía constitucional
liberal, se convertirá en el polo de atracción de todos los nacionalistas
y liberales italianos.
En Alemania fue también el sentimiento nacional el motor de los
brotes revolucionarios de 1848. Las aspiraciones a crear un estado
nacional unido pasaban, también aquí, por derrotar al absolutismo, y
por esta aspiración común, lucharán unidos, desde los burgueses de la
industria y las finanzas hasta los obreros, pasando por los
profesionales y los artesanos.
En el mes de marzo de 1848 ya se había conseguido que se
proclamaran Constituciones en los 39 Estados alemanes; a
continuación se convocó una Asamblea Nacional constituyente,
formada casi exclusivamente por miembros de la burguesía. A pesar
del innegable entusiasmo popular, el Parlamento, recién creado, no
tiene ni armas, ni recursos, ni funcionarios propios; por tanto, su
eficacia se verá muy reducida en la práctica, debilitándose
paulatinamente, víctima de sus propias contradicciones internas.
6.3. Balance de las revoluciones.
En 1850 había terminado la agitación revolucionaria en Europa. Su
impacto es mayor que en las anteriores oleadas de 1820 y 1830; por
primera vez se produce una agitación de masas, con predominio de
participación de trabajadores industriales. El desarrollo industrial
había provocado cambios en la sociedad europea, desarrollándose un
proletariado cada vez más numeroso que comienza a organizarse en
partidos propios, diferentes de los de la burguesía, movilizándose por
reivindicaciones propias.
Las clases burguesas, una vez que consigan la extensión del
constitucionalismo por Europa occidental, tras la oleada
revolucionaria de 1848, se retraerán a posiciones más moderadas,
temiendo verse desbordadas por un movimiento obrero, todavía poco
maduro e inexperto, pero muy radicalizado. Se produce por tanto, un
cambio en las fuerzas que protagonizarán los futuros levantamientos
revolucionarios: la burguesía asentada en el poder se hace
conservadora; el proletariado en plena expansión será el motor de las
nuevas luchas.
La lucha por la unidad nacional de Italia y Alemania no llega a
consumarse en este momento, pero se destacan ya los dos reinos que,
con un sistema constitucional, van a ser los catalizadores de la unidad:
Prusia y el Piamonte

La conjunción de una crisis económica desde 1846 y el descontento


político hizo más extensos los movimientos revolucionarios de 1848 y
complejos.
Contó con un mayor apoyo popular que las de 1820 y 30, explicado
por la grave situación económica, por el crecimiento demográfico y
por el avance industrial y urbano que, con la crisis, supuso un enorme
sufrimiento para el proletariado. El elemento activo fundamental,
aunque corto en número, fue ese burgués que con el progreso
económico reivindicaba un papel en el Estado a la medida de su peso
en economía. Por ello, los movimientos en Europa Occidental fueron
de mayor intensidad, mostrando precario el equilibrio político.
En Francia, el régimen instaurado por la monarquía de Luis Felipe
marginaba de los asuntos públicos a las clases populares y a un
amplio sector de las clases medias que no viendo satisfecha su
reivindicación de sufragio, se sumó a la oposición. Se remarcaba la
corrupción y falta de oportunidades para la juventud. El
republicanismo se fortalecía en París y por la centralización era de
gran importancia la opinión de la capital. La revolución de febrero de
1848 demostró los cambios políticos desde 1830. La clase trabajadora
apareció con un nuevo protagonismo; el vacío de poder propició la
formación de un gobierno provisional integrado por representantes del
liberalismo más progresivo y por exponentes de incipiente socialismo,
que proclamaron la República el día 25 de febrero. La Segunda
República adoptó el sufragio universal, libertad de prensa, de reunión
y la creación de talleres nacionales para garantizar el trabajo. Las
elecciones de 1848 supusieron el triunfo de las fuerzas liberales más
moderadas que dieron marcha atrás en la política realizada por el
gobierno provisional, lo que provocó un alzamiento obrero en la
capital duramente reprimido por el ejército. La experiencia del 48
llevó al conservadurismo a muchos liberales, se temió el éxito de una
revolución social que aboliera la propiedad privada y se impuso la
preocupación por el orden. Triunfó Luis Bonaparte en las elecciones
presidenciales de diciembre, como mal menor, desembocando a un
Segundo Imperio tras un golpe de estado que convirtió en emperador
a Napoleón III.
En Italia los grupos liberales se alzaron con el fin de conseguir
sistemas constitucionales y para terminar con el predominio austríaco,
planeando la unidad italiana. Se promulgó una Constitución, una
República… En meses los ejércitos austríacos se hicieron con el
triunfo mientras ocupaban Roma. El nuevo monarca mantuvo el
régimen liberal y la Constitución; el planteamiento de la unidad
italiana quedó recogido en tres posturas:
La del genovés Giuseppe Mazzini
Deseo de ser una nación, sin la centralización napoleónica ni la
centralización administrativa exagerada. Se busca ser una nación de
hombres iguales y libres. Se cree en Dios y en el pueblo, no en el
papa ni en los reyes. Se busca la independencia.
La del sacerdote de Turín, Vicenzo Gioberti
Confederación política bajo la autoridad moderadora pontificia. Esto
acrecentaría la fuerza y poder de los diversos príncipes sin perjudicar
su independencia.
La del noble piamontés, Cesare Balbo
Se busca la confederación. Engrandecimiento de la monarquía,
encabezada por los Saboya.
Para sacudirse a Austria, Italia necesitaba el apoyo de una gran
potencia.
En Viena una insurrección liberal provocó la caída del canciller
Metternich en marzo de 1848 y la concesión de una Constitución.
Otro motín logró la elección de una Asamblea Constituyente en lugar
de la Carta otorgada.
La caída de Metternich desencadenó insurrecciones en Bohemia y
Moravia, no independentistas, sino con afán de lograr un estatuto de
autonomía dentro de un marco federal presidido por Austria.
Se dieron movimientos revolucionarios nacionalistas en Hungría,
Galitzia y pueblos eslavos (croatas) que no fueron masivos ni
coordinados, lo que los hizo más fáciles de reprimir. Se logró, sin
embargo, la abolición de la servidumbre en la Europa central.
En la Confederación Germánica se combinaron:
-Revolución liberal en el marco de los estados, que llevó a regímenes
constitucionales. -Alzamiento nacional de carácter democrático y
unitario, que consiguió la convocatoria de una Asamblea en
Frankfurt. Contó con representantes de diversos estados alemanes. -Se
manifestaron diferencias entre liberales, partidarios del estado federal
en que se restringiese el poder monárquico y se mantuviese el
emperador; los conservadores querían una mayor cohesión en política
interior y militar; los demócratas, entre ellos socialistas, proponían
una República federal. No se llegó a ningún acuerdo en cuanto a
reformar internas por la oposición dada, pero sí tuvo un carácter
nacionalista marcado.
-Se volvió a la situación de principios de 1848, quedando el problema
de la situación alemana aplazado. En el Parlamento, pese a ello, se
entrevieron dos soluciones: la unidad en torno a Prusia (Pequeña
Alemania) o la unidad en torno a Austria (Gran Alemania).
En 1814 Francia era invadida por ejércitos coaligados. París
capitulaba en el mes de Marzo y el gobierno provisional, presidido
por Talleyrand, se dispuso a pactar la paz. Napoleón abdicó sin
condiciones el día 6 de Abril y partió obligado hacia Elba. Este
tratado es la paz pactada el 30 de Mayo e 1814, en el que Talleyrand
negoció la vuelta de Francia a sus fronteras de 1792 y la devolución
del trono francés a los Borbones, nombrando rey a Luis XVIII.

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