Respuestas A Las Preguntas Cortas de Historia de España
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Los seres humanos tenían una cultura mucho más evolucionada. Aunque seguían
siendo nómadas y se dedicaban a la caza y a la recolección, inventaron el fuego,
fabricaron los primeros utensilios de piedra y demostraron creencias religiosas y
capacidad artística (pintura rupestre y arte mobiliar). La abundancia de
yacimientos encontrados indica, además, un significativo aumento de la población.
Destacan por su importancia las Cuevas de Altamira y El Castillo en Cantabria y
las de Tito Bustillo en Asturias.
El Neolítico empezó hace unos 10.000 años y se difundió durante unos 6.000.
Aparecieron la agricultura y la ganadería, poblados estables, la cerámica y la
fabricación de tejidos.
Carasterística del Neolítico hipánico es la pintura levantina, ubicada en abrigos
rocosos, generalmente al descubierto y que, a diferencia del arte rupestre de la
franja cantábrica, presenta escenas de grupos, con figuras estilizadas.
Los cartagineses se hicieron notar desde el siglo V a.C (interés por Ibiza) pero se
trató de algún enclave comercial al estilo fenicio. Su presencia se detecta en el
Sudeste peninsular y en Baleares pero sólo cobra importancia en el siglo III a.C,
cuando Cartago utilizará la Península como base de operaciones contra Roma
apropiándose de sus recursos mineros y de sus hombres.
En segundo lugar los pueblos iberos, extendidos por todo el área levantina y valle
del Guadalquivir. Este espacio geográfico gozó de un desarrollo tecnológico y
cultural más avanzado que el del resto de los pueblos peninsulares:
En tercer lugar los celtiberos, que eran en realidad un conjunto de pueblos muy
variado que habitaban las dos mesetas cuando se produjo la conquiste romana. Sus
orígenes son oscuros y sus elementos culturales y sociales están influenciados tanto
por los iberos como por las invasiones celtas. Estaban organizados en tribus cuya
base económica era la ganadería. Cultura pobre.
Por último, los pueblos del Norte y Oeste de la Península, que son los peor
conocidos. Parece que estuvieron fuertemente influidos por las oleadas celtas que
entraron en los Pirineos a principios del primer milenio.
El dominio romano de Hispania duró casi setecientos años. Pero su ocupación due
un proceso lento y discontinuo que se puede dividir en tres etapas:
1ª) Desde finales del s III a.C hasta mediados del s II a.C. En esta etapa los
romanos llegaron a ocupar el levante peninsular (tras expulsar a los cartagineses)
y el valle del Guadalquivir. Ambos espacios se identifican con la cultura ibera.
2ª) Entre los siglos II y I a.C. En esta fase los romanos ocuparon, después de varios
enfrentamientos con lusitanos y celtíberos, las dos mesetas y llegaron hasta el
Atlántico. Episodios como el sitio de Numancia o la heroica lucha de Viriato nada
pudieron hacer contra el poderío de las legiones romanas.
3ª) A finales del siglo I a.C (29-19) completaron la dominación sometiendo a los
pueblos del Norte: galaicos, satures, cántabros y vascones, que ofrecieron también
una tenaz resistencia a los romanos.
Roma consiguió hacer de Hispania una de sus provincias más florecientes. Aunque
los romanos explotaron todos los recursos económicos del país en su propio
beneficio, intodujeron en todos los sectores económicos (sobre todo en agricultura
y mineria) innovaciones tecnológicas y estructurales que permitieron aumentar la
producción y la rentabilidad. La introducción de nuevos cultivos y formas de
explotar la tierra son un claro ejemplo de estos avances.
Por último, el urbanismo romano y su ingeniería civil han dejado su impronta por
todo el territorio peninsular constituyendo uno de los legados más importantes de
nuestro pasado: templos, mercados, puentes, teatro, anfiteatros, circos...son
abundantes por toda nuestra geografía. El trazado de las calles en ángulo recto,
herencia de los campamentos romanos, o las murallas (Lugo) son también
testimonio del imponente legado de esta cultura. Numerosas ciudades, unidas por
la magnífica red de calzadas han sido la base de nuestra evolución histórica
posterior.
Aunque los visigos penetraron en la Península a principios del siglo V llamados por
Roma para controlar los saqueos que cometían vándalos, suevos y alanos, no es
hasta la caída oficial del Imperio en el año 476, cuando se establece el reino
visigodo que durará hasta el año 711, fecha de la invasión musulmana.
Durante estos dos siglos de dominación efectiva, los invasores (apenas 200.000)
acabaron asimilando la cultura existente en vez de imponer la suya propia hasta
llegar a constituir una sola etnia con los hispanorromanos a partir del siglo VII.
Sin embargo, imprimieron su propio sello a la organización política y militar del
nuevo Estado.
La monarquía visigoda era electiva por lo que se producirán constantes luchas por
el poder. Leovigildo la transforma en hereditaria pero la inestabilidad política será
una constante en todo el periodo.
Los visigodos respetaron la división territorial hecha por los romanos aunque
establecieron una capital en Toledo. Cada territorio pasó a llamarse ducado.
Leovigildo consiguió pacificarlos todos.
Tarik venció en la batalla de Guadalete a las tropas del último rey visigodo y, con
suma facilidad, en parte gracias a los pactos que la nobleza hispanovisigoda firmó
con los nuevos mandatarios, ocupó en sólo tres años toda la Península, de cuyo
dominio sólo se escaparían las Montañas del Norte y alguna zona del Pirineo, de
poco interés para los conquistadores.
El conjunto de árabes y bereberes que llegó fue muy escaso, de unos 100.000; muy
pocos, en comparación con los aproximadamente 5.000.000 de hispanovisigodos
que tenía la Península. Se instalaron, igual que habían hecho los visigodos dos
siglos antes, como una élite guerrera sobre la propia estructura política y social del
país, al que llamaron Al-Andalus.
En el año 929 se proclamó califa lo que significaba la total autonomía con respecto
a los califas de Bagdad a quienes a partir de ahora tampoco se les reconoce ya
ninguna autoridad religiosa. Con este hecho se inaugura una nueva etapa, sin duda
la de mayor esplendor, conocida como el Califato de Córdoba cuya capital se
convirtió durante este tiempo en una de las ciudades más importantes de Europa,
con una cultura brillante y una economía muy desarrollada que se basaba
fundamentalmente en el comercio.
La crisis del Califato se manifiesta a finales del siglo X, tras una dictadura militar
de Almanzor, general que había llegado a ocupar el cargo de 1º ministro durante el
reinado de Hissam II. Su acción política se dejó sentir tanto en el Norte de África
como en los reinos cristianos de la Península. Contras estos últimos llevó a cabo
numerosas expediciones llegando a saquear ciudades tan importantes y distantes
entre sí como Barcelona y Santiago. Será a su muerte cuando la sucesión de luchas
entre las familias nobles cordobesas acabará destruyendo el Califato, 1031, y
dividiéndolo en una multitud de pequeños reinos llamados de taifas, cuya debilidad
permitió finalmente a los reinos cristianos imponerse.
Etapa de los Reinos de taifas (siglo XI). Destacan Zaragoza, Toledo, Badajoz y
Sevilla. Se caracterizan todos por su debilidad frente a los cristianos: pago de
parias
Se conoce con este nombre al fenómeno que se inicia en los núcleos cristianos de la
Península Ibérica y que consiste en ocupar militarmente las tierras del Islam
andalusí aprovechando su debilidad tras la caida del Califato en el año 1031. El
enfrentamiento con los territorios musulmanes fue estimulado por las exigencias
económicas de los señores feudales que reclamaban nuevas tierras, por el ideal de
cruzada que proporcionaba la justificación de combatir por la fe cristiana y por la
voluntad de recuperar un territorio para restaurar el dominio político de los
antiguos reyes godos.
En los siglos XIV y Xv el reino de Granada era el único espacio musulmán que
quedaba en la Península. Vivía controlado por los castellanos y sin relación con
África (Alfonso XI había puesto fin a las amenazas de los benimerines en la Batalla
del Salado). Este reino se caracterizaba por su intensa actividad artesanal y
mercantil así como por las luchas internas entre linajes. La Alambra simboliza el
esplendor artístico y cultural que alcanzó.
A comienzos del siglo Xv tiene lugar en Aragón una grave crisis dinástica que
termina con la llegada al trono de Aragón de la dinastía castellana Trastámara
(Compromiso de Caspe). Sucesivos enfrentamientos políticos y sociales, como la
guerra civil catalana, se mezclarán en un periodo borrascoso (enfrentamiento
entre el rey Juan II y su hijo el principe de Viana, lugarteniente de Cataluña) hasta
que el reinado de Fernando el Católico termine definitivamente con la crisis.
La Corono de Castilla
Durante estos dos siglos Castilla mantiene algunos enfrentamientos con los
musulmanes (Alfonso Xi derrota a los benimerines y abre el estrecho de Gibraltar
a la navegación cristiana). Poco después, durante el reinado de Juan I Castilla se
involucra en la conqusita de Portugal pero es derrotado en Aljubarrota en 1385.
También participa en la Guerra de los Cien Años y ocupa las islas Canarias,
empresa terminada por los Reyes Católicos.
En cuanto a Navarra, sus simpatías por Francia, a la que estaba ligada por
alianzas matrimoniales, provocó la excusa para que Fernando de Aragón, enemigo
de Francia, decidiera intervenir militarmente y ocuparla (Duque de Alba)
integrándola a continuación en Castilla (1512).
¿Por qué se habla de Imperio universal para referirse a las posesiones de Carlos
V?
Carlos I de España y V de Alemania era nieto de los RRCC (su madre Juana la
Loca era hija de Isabel y fernando). Su padre era Felipe el Hermoso, hijo de
Maximiliano de Austria. Accede al trono de España en 1517, instaurando una
nueva dinastía, habsburgo, y heredando un número muy considerable de
territorios:
De los RRCC heredó las coronas de Castilla, Aragón, Navarra, las posesiones
Italianas, las plazas del Norte de África y los dominios americanos.
Por parte de su padre, los territorios austriacos, una parte de Alemania, Países
Bajos y los derechos a la corona imperial, por los que en 1519 es coronado
emperador del sacro Imperio romano Germánico.
Los primeros momentos del reinado de Carlos I (1517-1556) fueron duros. El joven
monarca se mostró altanero y despectivo con sus nuevos súbditos cuando
desembarcó en Santander. Sus exigencias de dinero (necesario para sufragar la
campaña imperial) y la actitud de sus consejeros extranjeros provocaron la
sublevación de los comuneros, pequeña nobleza y dirigentes burgueses de Castilla.
Fueron dos los principales problemas con que se encontró Felipe II:
Sólo la victoria contra los turcos en Lepanto (1571) y la anexión de Portugal (1580)
justificaron el esfuerzo bélico al tiempo que este último episodio permitió a Felipe
II convertirse en el titular del Imperio más extenso jamás conocido. En efecto, la
suma de las posesiones españolas, que comprendían además del reino de España
los Países bajos, territorios italianos, plazas del Norte de África y el imperio
americano, con la incorporación del Imperio portugués que suponía territorios en
Asia y África, además de Brasil, dio a la monarquía de Felipe II una extensión
territorial inabarcable
Durante el reinado de Felipe III destacó como valido el Duque de Lerma cuyo
mandato se vio envuelto en continuos episodios de corrupción política y económica.
El poder que alcanzó en su época le permitió incluso cambiar la capital del Estado,
durante unos años, de Madrid a Valladolid, con el fin de poder atender mejor sus
posesiones, conseguidas muchas de ellas como consecuencia de su privanza, y
cercanas a esta ciudad. Su gobierno se vio siempre envuelto en el escándalo por el
acaparamiento que hizo de todo tipo de cargos para él y sus familiares y amigos.
Los monarcas del siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) delegaron sus
funciones de gobierno en manos de validos que encaminaron a la monarquía hacia
una pérdida de poder y un desprestigio creciente. En los tres casos nos
encontramos ante reyes políticamente débiles. Si el reinado de Felipe III fue de
relativa tranquilidad exterior, gracias a la paz que su padre había firmado con
Francia y a la Tregua de los Doce Años (1609) con Holanda, en el interior el
periodo se caracterizó por la corrupción política y el poder alcanzado por el
favorito, Duque de Lerma. Además, la expulsión de los moriscos (1609) fue un
drama humano que no hizo más que perjudicar a un país ya muy debilitado
demográficamente y con escasa mano de obra cualificada.
Aunque tras una cruenta guerra, la sublevación catalana fue sofocada, para
entonces la quiebra era absoluta. Aún se arrastraron las guerras contra Francia
(Paz de los Pirineos), 1659, y contra Portugal, que se separó definitivamente de
España.
El reinado de Carlos II se caracteriza por la enfermedad crónica del monarca, que
tuvo que dejar el gobierno en manos de sucesivos validos tras la regencia de su
madre, Doña Mariana de Austria. Durante treinta y cinco años la corona española
fue un juguete de los intereses enfrentados de Francia, Holanda, Suecia e
Inglaterra, sin que hubiera la menos iniciativa ni posibilidad de acción
independiente. En el interior, el hundimiento era total. Sólo en los últimos años del
reinao aparecieron algunos síntomas de recuperación demográfica y económica.
En política exterior, el contraste entre las dos centurias fue enorme. El siglo XVI
representó para la monarquía hispánica su momento de máximo poder y
hegemonía en el mundo. Por el contrario, a los largo del siglo XVII, y sobre todo
tras la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) España quedó relegada a un
segundo plano en el escenario internacional.
Carlos II, último rey de la Casa de Austria (Habsburgo), murió sin sucesión al
trono en 1700. Su testamento disponía como heredero a Felipe de Anjou, nieto del
rey de Francia Luis XIV. Frente a él estaba el archiduque Carlos de Habsburgo,
que sí suponía la continuación dinástica.
El nombramiento del nuevo rey con el título de Felipe V, provocó una guerra civil
dentro de España y un conflicto internacional.
La guerra civil que se inicia entre los partidarios de uno u otro candidato tuvo
varias fases y se caracterizó por la crueldad en ambos bandos y por los continuos
motines internos que protagonizan las clases populares, sobre todo en Cataluña y
Valencia. La posición de Felipe V se complicó entre 1706 y 1710 (a pesar de a
victoria Almansa) pero pudo recuperarse tras la muerte del emperador austriaco
que resucita el peligro de que el archiduque, nuevo rey de Austria, recomponga el
escenario de Carlos I.
No fueron estos cambios, sin embargo, los que supusieron más rechazo, sino el
empeño en imponer el servicio militar obligatorios y la reforma fiscal, que
manteniendo los viejos impuestos locales, agregaba alguno nuevo sobre los bienes
rústicos y urbanos.
El Antiguo Régimen
Esta expresión se utilizó por primera vez durante la Revolución Francesa, para
contraponer las circunstancias anteriores a la misma y el nuevo contexto histórico
que la propia revolución abría en el país.. hoy, la historiografía ha aceptado el
término y, con él se define al sistema político-social existente en Europa durante los
siglos XVII y XVIII, caracterizado por una economía de predominio agrario en la
que la tierra sigue siendo la principal fuente de riqueza y de poder, una sociedad
estamental heredera del mundo feudal y unos Estados de índole absolutista, en los
que todo el poder estaba concentrado en la figura del monarca que defendía la
soberanía de origen divino.
Las diferencias regionales eran enormes, Había señores con gran poder político
pero con una base territorial muy reducida (Ej. En Valencia). En Extremadura o
Andalucía, en cambio, los señores podían carecer de determinados derechos
jurisdiccionales (sobre las personas) pero disponían del control absoluto sobre las
tierras. En general, el dominio pleno del señor sobre la tierra estaba más extendido
en la Corona de Castilla, con la excepción de Galicia, que en la de Aragón.
La Ilustración en España
Esta teoría política consistía en difundir desde el poder ciertas ideas ilustradas y
racionales que sirvieran para mejorar la sociedad. La filosofía que inspiraba el
despotismo ilustrado se basaba en el principio de “todo para el pueblo pero sin el
pueblo”.
Carlos III intentó modernizar la sociedad española rodeándose de ministros y
consejeros reformistas como el conde de Aranda, el conde de Floridablanca y,
sobre todo, Campomanes. Más tarde se añadiría Jovellanos.
Los ilustrados pensaban que sólo la educación y las reformas podrían corregir
estos males. Algunos de ellos participaron en las más altas tareas de gobierno,
como Olavide, Campomanes o Jovellanos.
El segundo denunció las “manos muertas”, los arrendamientos a corto plazo y los
privilegios de la Mesta. Fue, también, uno de los políticos que más se preocupó de
difundir las nuevas teorías económicas fomentando la creación de las llamadas
“Sociedades Económicas de Amigos del País”.
En resumen, la política agraria de la 2ª mita del siglo XVIII contará con estas
mejoras: